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S PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATOLICA DEL PERU


FONDO EDITORIAL 1992
Primera edición, febrero de 1992

Cubierta: Tantum Diseño


Diagramación: Yoryina León Mejía

Für Heloise,

selbstversUindlich

Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo

Copyright© 1992 por Fondo Editorial de la Pontificia Universidad


Católica del Perú, Av. Universitaria, cuadra 18. San Miguel. Apar-
tado 1761. Lima, Perú. Tlfs. 626390; 622540, Anexo 220.

Prohibida la reproducción de este 1ibro por cualquier medio total o


parcialmente, sin permiso expreso de los editores.

Derechos reservados

Impreso en el Perú - Printed in Peru


CONTENIDO

Introducción
Pedro Abelardo y la pregunta por la Conciencia moral

l. El significado de Abelardo 9
II. Moral y reflexión ética en el siglo XII 22
III. La ética abelardiana como moral de la intención 28
IV. Esbozo histórico del concepto de conciencia moral 32
V. Estado actual de las investigaciones y objetivo de la pre-
sente investigación. 47

Capítulo I
Felicidad y Libertad como Fundamentos de la Moral

I. El acto humano y la felicidad 51


II. La libertad y el bien supremo del hombre 84
III. El problema de la libertad en su contexto histórico. La
postura de Abelardo en contraste con la de Bernardo de
Claraval.
9~

Capítulo II
,..
El con flicto de la Vol untad

I. Duplicidad volitiva y sensibiÍidad 109


II. El concepto de voluntad y la pregunta por el pecado 125
Capítulo 3
La Intención como criterio de la Moralidad

l. Imputación moral e intención 165


II. Intención humana e intención divina 188
III. Acción e intención. El problema del subjetivismo 201

· Capítulo 4
La Conciencia como instancia última de la Moralidad

l
I. Conscientia sive ratio: el concepto de conciencia en 1a
Ethica 235
II. El fundamento antropológico del fenómeno de la concien- Introducción
cia 259
III. Conciencia y gracia 276
IV. Los objetos de la conciencia 296
PEDRO ABELARDO Y LA PREGUNTA
321 POR LA CONCIENCIA MORAL
Conclusiones
327
Apéndice
1. EL SIGNIFICADO DE ABELARDO
331
Bibliografía [A] El autor lógico

La prestigiosa historia de la filosofía de F. Ueberweg presenta


a Pedro Abelardo (1079-1142) como discípulo de Roscelino de
Compiegne y lo califica como el más influyente filósofo y teólogo del
siglo xll. 1 La relación inmediata con Roscelino muestra que el sig-
nificado de Abelardo suele verse en primer lugar en su doctrina de
los universales, es decir, en el aspecto lógico de sus enseñanzas.2
Recientemente se aprecia la manera cómo Abelardo habría enfren-

1 F. Ucberweg, Grundríss der Geschichte der Philosophie, Band II: B. <kycr, Die
patristische und scholastische Philosophie, Darmastadt 1967, p. 213.
2 «Die Bcdcutung Abaclards für die Entwicklung dcr Philosophie liegt hau ptsiichlich
auf dem Gebiet dcr Logik und Erkcnntnislchrc.» lb. op.cit. p. 216. «Wc can be
su re that Pctcr Abclard is thc forcmost logícian ofthe ccntury.» J. Tcriiviiinen,
Ultimate Reality and Meaning in lhe 12th century, en: Ultimate Reality and
Meaning, Vol. 6, No. l (1983), p. 22. «Zu rcchl.sagt man, Abiilards hcrvorragendc
Stellung in dcr Gcschichie der Philosophie und jener d<.<r Thcologic bcruhe auf

9
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo Pedro Abelardo y la pregunta por la conciencia moral

tado el problema del conocimiento desde una 'lógica del lenguaje'.ª rígidamente entendida como lógica formal, abarcaba problemas
De este modo se revaloriza al reconocido Magister de dialéctica, ontológicos como el de los fundamentos de la doctrina de las cate-
honrado por sus contemporáneos con el titulo de Peripateticus gorías o la crítica de la teoría platónica de las ideas. El terreno para
palatinus, siendo ya un lugar común mencionar su utilización del esta postura ya había sido suficientemente preparado en la misma
método de contraposición de autoridades y su decidida aplicación de tradición monástica. La llamada 'querella de los universales' no es
la dialéctica a la teología. sino el resultado de un interés creciente en problemas propios de
la dialéctica que para un hombre como Abelardo eran todavía
Para Ja mayoría de los intelectuales de la primera mitad del siglo 'cuestiones de física'. 6
XII la dialéctica aún era una disciplina propedéutica de la lectio divina.
En el mar co del surgimiento de la 'nueva teología' Abelardo repre-
sentó a este respecto una postura ciertamente innovadora. El estu- absolución del" trivium se cumplían los estudios de las arles sermocinales, Le.,
dio de la lógica dejó de cumplir para él esta función meramente relativas a las palabras. Ello capacitaba para acceder al estudio de las artes
preparatoria y se convirtió más bien en el aprendizaje del sistema reales del quadriuium-arithmetica,geometria, astronomía y musica-, que se ocupan
mismo del saber: un sistema de reglas que le permitía decidir sobre de cosas. Estas siete artes liberales, i..e., no sujetas a la Revelación, se encontraban
orientadas sin embargo a fines muy precisos. Leer y ecribir correctamente en
la verdad o falsedad de cualquier clase de pr oposiciones,4 es decir, latín porque el monje tiene como encargo la cus todia de la palabra divina;
no sólo de proposiciones concernientes a la lectura 'histórica' del ejercitarse en las figur as retóricas en vistas a la prédica; conocer la dialéctica
texto sagrado sino también a las lecturas 'alegórica' y 'tropológica',5 para refutar las falsas interpretaciones; manejar números y medidas para
y que independientemente de su aplicación a Ja teología, al no ser administrar la tierra y edificar templos y monasterios; conocer Jos elementos de
astronomía porque en ellos se basa el calendario; y por último conocer los
elementos de música porque la vida del monje gira alrrededor del canto litúrgico.
Así apertrechado el monje podía emprender estudios teológicos, i.e., empezar con
seiner Meisterschaft in der Logik, und zwar im breitestcn Sinne, also auch in la exégesis bíblica. Esta se desarrollaba en la llamada lectio divina, que comprendía
dem, was wir heute Erkenntnistheorie zu nennen gewohnt sind.» L.M. Do Rijk, tres niveles: la lectura 'histórica', donde se hacía la concordancia de los
Pe ter Abalard: Meister und Opferdes Scharfsinns, en: Petrus Abaelardus, Person, acontecimientos narrados en la Escritura; la lectura 'alegórica', que trataba de
Werk und Wirkung (PWW). Hrsg. v. R. Thomas, Trier 1980, p. 131. descubrir la fuerza peculiar de un acontecimiento en el orden de la historia de
3 Do Vries, art.Abaelard, en: Lexikon fürTheologic undKirche, Hrsg. v. J. Hllfner la salvación; finalmente la lectura 'tropológica', que debía extraer la consecuencia
u.K. Rahner,Freiburg 1957 (LThK) l,cc. 5-6. Cfr.N. Kretzmann, Theculmination moral para la vida presente. Estos dos últimos niveles dependían exclusivamente
of the Old Logic in Peter Abelard, en: Renaissance and Renewal in the 12th de las auctoritates, i.e., de lo que sobre tales tópicos habían escrito los Padres
Century. Ed. by R.L. Benson and G. Constable, Oxfor d 1982, pp. 488-511. M.M. de la Antigüedad. El maestro dirigía las lecturas en busca de la interpretación
Tweedale, Abelard and the culmination o{ the Old Logic, en: The Cambridge más adecuada en las obras de Agustín, Jerónimo, Ambrosio, etc. Sin embargo
History of Later Medieval Philosophy, Cambridge 1982 (C.H.L.M.Ph.), pp. 143- el primer nivel de la lectio, i.e., el histórico, no necesariamente debía ser refrendado
157. L.M. De Rijk, The semantical impacto{ Abelard's solution o{ the problem por una autor~ad, sino qu e podía ser cuidadosamente establecido por los propios
of universals, PWW, op.cit. pp. 139-151. lectores, con tal que resguardasen la concordancia lógica de los eventos bíblicos.
Para esta argumentación, que comprometía tan sólo la lcetura histórica, e1 monje
4 K. Flasch, Das philosophische Denken im Mittelalter. VonAugustin zu Machiavelli, se había preparado estudiando dialéctica. Esta disciplina era, pues, una mera
Stuttgart 1986, p. 215. propedéutica; por lo menos hasta el momento en que empezaron a proliferar las
escuelas urbanas. Con el nuevo estilo de enseñanza de estas escuelas, desvinculada
5 En las escuelas monásticas de la alta Edad Media el trivium conformaba la primera de la vida monástiéa trad.icional, surge la llamada 'nueva teología'. Cfr. J. Ehlers,
etapa del aprendizaje. Mediante la grammatica. se lograba el dominio del latín. Monastische Theologie,..histg¡:_ischer Sinn und Dialehtih. Tradition und Neuerung
La rhetoriC(L enseñaba cuestiones relativas a estilo, dicción, uso de metáforas, in der Wissenséhaft -des· 12. Jahrhunderts, en: Antiqui und Moderni.
cte. Ambas se llevaban a cabo en base a textos paganos. Finalmente debía TraditionsbewµBtsein und FortschriU.sbewuBtsein im spaten Mittelalter. Hrsg.
aprenderse a argumentar, y para ello se cursaba la dialectica. El principal v. A. Zimmcrmai:n, Berlin/New York 1974, pp. 58-79.
inspirador de ésta fue Boecio, quien enseñó a los medievales qué era un silogismo,
cuáles eran sus figuras y cómo había que garantizar una inferencia. Con la 6 Flasch, op.éit. p. 216.

10 11
Pedro Abelardo y la pregunta por la conciencia Trlóral
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo

Abelardo destaca entre los autores medievales porque fue uno vieja lógica,9 y puede decirse que su mérito radica en la originalidad
de los primeros en buscar elaborar una 'teología filosófica',7 o lo que con que desarrolló la dialéctica más allá de los límites impuestos por -
es lo mismo, la posibilidad de proposiciones verdaderas acerca de el carácter incompleto de las fuentes aristotélicas. Se explica así que
los contenidos alegóricos y morales de la Revelación, que como tales sus análisis sobrepasen con frecuencia los límites de una lógica
cumplieran el doble requisito de ser en todo conformes a la razón meramente formal. Al entender la dialéctica como ars sermocinalis
y representativas del verdadero sentido de las Escrituras. Desde esa Abelardo y la tradición boeciana tienden a emparentarla con la
óptica su postura fue una invasión del territorio tradicionalmente gramática en tanto 'ciencias del lenguaje';1º pero en él la dialéctica
reservado a la auctoritas. representó un proyecto filosófico original que, de haberse impuesto
hubiera podido cambiar los rumbos de la filosofía en general.u '
En el ámbito propiamente filosófico la figura de Abelardo marca
un momento de transición en el desarrollo de la lógica medieval. Aún En el reducido marco de lo que corresponde a este punto in-
es la llamada logica vetus la que él conoce, es decir, la disciplina troductorio conviene reseñar en pocas palabras lo que fue tal proyecto.
escolar de la dialéctica basada en aquellas pocas obras de lógica que Para Abelardo el asunto de la dialéctica es la argumentación y su
luego del colapso del mundo antiguo fueron directamente recupe- validez, expresadas en el lenguaje. 12 Las investigaciones dialécticas
radas por el Occidente medieval. Esto quiere decir que muy pocos
contemporáneos de Abelardo tuvieron mejor suerte que él, quien
1
l
del siglo xn se caracterizaban por ser una amalgama de teorías
lógicas, metafisicas, semánticas y gramaticales, de la que Abelardo
como toda la tradición anterior sólo tuvo acceso directo a dos obras no estuvo exento. 13 Los límites con la gramática eran difusos y la
de Arsitóteles: las Categoriae y el De Interpretatione, en la tra- relación con la fisica también, de modo que buscando explicar el uso
ducción de Boecio. 8 A través de otras fuentes los intelectuales de la de las palabras el dialéctico no podía eludir la pregunta por las
alta Edad Media sabían que aquellas no eran las únicas obras del 'propiedades' de las cosas significadas por las palabras.14 Para todos
filósofo griego;·pero tales referencias aisladas sólo podían dar lugar aquellos intelectuales la naturaleza era la primera instancia de sus
a conjeturas. A ello debe añadirse que la orientación de los pro- investigaciones, 15 de manera que también para Abelardo la lógica
blemas había sido influída por la Isagoge de Porfirio: una intro-
ducción a las Categoriae que Boecio creyó conveniente traducir y
comentar, dando origen con ello a la célebre disputa en torno a los
conceptos universales.
9 Gencralm~nte se considera a Juan de Salisbury (1115-1180), discípulo de Abelardo,
como el pnmer conocedor de todo el Organon. Schmitt, art. Johannes u. Salisbury,
A mediados del siglo XII la recuperación de los 'Analíticos', los en: LThk 5, ce. 1079-1080. Pero es posible que en esto lo haya antecedido
'Tópicos' y los 'Elencos' dio inicio a la logica nova; pero en el año 1142, Adelar~o de Bath (1070-1146). Cfr. Ueberweg, op.cit. p. 232. G. Fraile, Historia
de la Filosofía, Vol. II, Madrid 1960, p. 472.
cuando muere Abelardo, esta recuperación aún no había concluído
del todo, y aunque él ya tenía noticia de los trabajos de traducción, 10 Cfr. Moody, op.cit. pp. 1-2. L. Sichirollo, Dialéctica, Barcelona 1976, p. 139.
su obra pertenece íntegramente al período anterior. Por esta razón 11 Tweedale, op.cit. pp. 156-157.
el pensamiento lógico de Abelardo representa la culminación de la
12 lb. p. 143.

13 Kretzmann, op.cit. p. 492.


7 lb. pp. 218-219.
14 Sichirollo, op.cit. pp. 138-139.
8 E.A. Moody, Truth and Consequence in Medieval Logic, Westport/Connecticut,
1976, p. 2. Kretzmann, op.cit. p. 490, nota 9. 15 Teravainen, op.cit. p. 29.

12 13
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo Pedro Abelardo y la pregunú:t por la conciencia moral

era un discurso sobre la realidad.16 Pero dado su carácter formal el La necesidad de la inferencia depende así ele los significados. Estos
conocimiento que proporciona no se le muestra a él como un resul- no son realidades psicológicas (intellectus) ni cosas extramentales
tado final añadido a la realidad sino como un conocimiento (res). Para Abelardo las palabras significan 'ideas' en el sentido de
exclusivamente dependiente de las condiciones elegidas por el sujeto que las producen en la mente del oyente; y significan 'cosas' porque
cognoscente. En otras palabras: si se eligen los conceptos y los son usadas para hablar de las cosas. 21 Todos sus esfuerzos están
argumentos correctamente, entonces el resultado debía ser verda- orientados a mostrar que la dialéctica puede ser desarrollada sin que
dero.17 el investigador tenga que creer en la existencia de 'cosas' d_istintas
de aquellas descritas por la physica. Nombres y verbos significan
En cierta forma lo que Abelardo hace es poner todo el acento ciertos 'estados' (status), y las proposiciones significan lo que ellas
en la investigación de 'qué' y 'cómo' significan las palabras. Sus dicen (dicta) sobre tales estados.22 En el núcleo de este empeño se
consideraciones están orientadas, p.ej., a evitar que los accidentes halla lo característico de la lógica abelard,i ana: el propósito filosófico
de las cosas sean entendidos a su vez como 'cosas'. 18 Estableciendo de no ceder ante el 'realismo' porque se ha puesto radicalmente en
distinciones entre 'significación', 'apelación' y 'nominación', logra cuestión el supuesto común de que la significación sea la necesaria
desplazar los problerna_s de 'referencia' y 'existencia' a los pronom- referencia de palabras a 'cosas'. Tal proyecto puede ser llamado
bres como operadores o cuantificadores en relación con los verbos.19 'dereificación' de los términos lógicos (Tweedale), postura que condujo
La validez de la inferencia queda determinada formalmente por una a Abelardo a descubrir el fundamento de dichos términos en la
necessitas consecutionis, esto es, como la necesidad de que el signi- subjetividad a partir de una teoría de la intención significativa
ficado del consecuente venga exigido por el sentido del antecedente. 20 (sermo). 23

Ahí estaban presentes las posibilidades de transformar los rum-


16 M.T. Beonio Brocchieri-Fumagalli, La logica di Abelardo, Firenze 1964, p. 19. bos de la filosoña medieval. Uno tendría que haberse preguntado,
después de Abelardo, si hay o no una necesaria conexión entre
17 Teravainen, loc.cit.
lenguaje y realidad, e intentado transitar los caminios que a partir
18 Se pregunta, p.ej., si pueden distinguirse nombres, adjetivos y verbos -todos de tal cuestionamiento hubiesen podido abrirse para la investiga-
ellos palabras- según el 'qué' de lo que significan. Según Aristóteles <.De Inierpret.
II, 20-21; III, 6-7), sí, pues los verbos difieren de los nombres porque tienen una
significación de tiempo ausente en éstos. Abelardo no está de acuerdo. Tomando
adjetivos y nombres como un todo, él opina que 'blanco' no significa otra cosa 21 Tweedale, op.cit. p. 152.
que la ·blanmra presente en esta sustancia blanca. No hay cómo no adscribir
tiempo a la cosignificación, i.e., al 'qué' significado por los nombres. Lo que los 22 El status de 'hombre', p.ej., es su 'ser hombre', y esto, para Abelardo, no es una
verbos aportan es la perfección del sentido, aquello que distingue las oraciones 'cosa'. Si uno P.reguntara cómo puede hablarse con sentido de 'algo' que no es
perfectas de la frases u oraciones imperfectas. Cfr. Tweedale, op.cit. p. 144. una cosa, vería que la reflexión de Abelardo es similar a una reflexión precedente
de Anselmo de Aosta (Cfr. D.P. Henry, Predicables ans Categori.es, en: ClI.L.M.Ph.
19 lb. pp. 148-149. op.cit. p. 141). Abelardo responde diciendo que a un hombre se le condena porque
no a<;tuó correctamente y otro muere porque no comió. 'No actuar' y 'no comer'
20 Moody, op.cit. p. 15: «The criteria of validity of arguments, employed in the no son 'cosas', y sin embargo estos dicta tienen sentido. Cfr. Tweedale, op.cit.
medieval logical tradition, were neither psychological nor metaphysical, but pp. 154-155.
formal.» Moody le resta importancia al aspecto semántico de las condiciones de
et· verdad: «As early as the time of Abelard, the conception of formaHy valid 23 Desacreditadas las 'cosas' como fundamento del lenguaje -pues de otro modo
arguments as those which hold by reason of thc arrangement of the linguistic tendrían que ser eternas e inmutables, como querían los platónicos-, a Abelardo
constituents ofthe argument, independently ofthe interpretations that may be no le quedaba sino intentar una relectura de la tradición teológica basada en
given to the terms, is cleraly grasped.» Loc.cit. una nueva teoría de la significación.
14 15
Intención y Conciencia en la Etica d e Abelardo .
Pedro Abelardo y la pregunt,a por la conciencia mo~al

ción del problema del ser y la verdad. Pero Abelardo no tuvo la Abelardo, profesor d,e teología.26 Estos son aspectos realmente inse- ...
última palabra a este respecto. Con la pronta recuperación de un parables en una personalidad como la suya. Más aun: fue precisa-
Aristóteles neoplatonizado llegan una nueva idea de la ciencia y un mente la conjunción radical de los mismos en una sóla persona lo
novedoso diseño metafísico de la realidad que consagran el camino que convirtió a Abelardo en un verdadero innovador, acusado,
realista de aproximación, consolidando de esa manera una pre- perseguido y condenado por introducir aquellas novedades que tan
ocupación filosófica distinta. De ese modo se vio frustrado el intento preocupante acogida tuvieron entre sus alumnos. Lo que se temía
abelardiano en sus posibilidades históricas inmediatas. Y digo era una aplicación teológica de la dialéctica que hiciera posible el
'inmediatas' porque, sin que pueda quizá establecerse continuidad,24 ejercicio de la exégesis bíblica separada de la experiencia religiosa,
una posición muy similar a la de Abelardo reaparecerá en el siglo tal como ésta era entendida en la tradición monástica. El monje
x1v con Ockham. Desde ese punto de vista bien podría verse el siempre creyó, como lo señala J. Ehlers, que su fe estaba fundada
'realismo' aristotélico como un mero paréntesis en el desarrollo del en un hecho salvífico; nunca aceptó que estuviera fundada en la
pensamiento medieval. lógica27• Abelardo, dialéctico y monje, alteraba los cimientos de la
cultura monástica porque enseñaba una nueva piedad, basada en
[B] El crítico de la autoridad el raciocinio y en la argumentación 'probada'. La dialéctica se estaba
convirtiendo en el arma de una razón que osaba disputarle a la
París ya era una ciudad famosa por la calidad de sus escuelas autoridad la conducción del propósito común de renovación espiri-
antes del arribo de Abelardo;25 pero gracias a él se convirtió muy tual. Así, la existencia de Abelardo prometía legitimar una imagen
pronto en el centro de influencia de los estudios filosóficos y teológicos del monje hasta entonces inaudita. .·
de Europa, y a la larga en la cuna de una de las más importantes
instituciones de la Edad Media: la universidad. No es meramente La innovación que remeció la vida en las ~scuelas estuvo sin
casual que la génesis de esta institución se muestre marcada por duda ocasionada, entre otras cosas, por la multiplicación de ma-
el síndrome de la 'disputa'. La intelectualidad medieval nunca dejó nuscritos y su consiguiente disponibilidad, lo que permitió que a
de disputar en torno a la relación de la auctoritas y la ratio. En esa principios de siglo muchos centros de enseñanza tuviesen que de-
disputa Abelardo representó una posición que no se extinguió ni con dicarse a la sistematización de sus fuentes. Pero nadie podía res-
su condena ni con su muerte. En el aspecto puramente teórico la ponder aún a la pregunta por la manera correcta de hacerlo. Por
disputa adoptó la forma de una áspera divergencia de opiniones en entonces empezó a sobresalir la Escuela de Laon, donde en torno
torno a la licitud o ilicitud de hacer valer las teorías y métodos a las fuentes teológicas se desarrolló la llamada glossa ordinadria.
filosóficos en los asuntos de la teología. Pero es evidente que ésta Básicamente este método consistía en copiar el texto biblico en la
no fue nunca una cuestión puramente teórica. parte central de la página, en caracteres grandes a doble espacio y
dejando amplios márgenes. A continuación el maestro encargado de
Etienne Gilson todavía se preocupaba por señalar que junto al explicar el texto hacía uso de los espacios entre lineas para intro-
clérigo Abelardo, profesor de lógica, encontramos también al monje ducir en ellos, debajo de los términos de difícil interpretación, frases
cortas en caracteres pequeños que le servían de apuntes para su

24 Moody, op.cit. p. 2.
26 E. Gilson, La. Filosofía en la Edad Media, Madrid 1972, p. 270.
25 Una interesante biografía de Abelardo es la de L. Grane, Peter Abaelard.
Philosophie und Christentum im Mittelalter, Gottingen 1969. 27 Ehlers, op.cit. p. 76.
16 17
Pedro Abelardo y la pregunta por la conciencia moral
ln.tención y Conciencia en la Etica de Abelardo

por el sentido político de la autoridad.ªº Este hombre era un 'teólogo


clase. Esta era la glossa interlinearis. A ella se sumaba todavía un
dialéctico' capaz de convocar innumerables estudiantes en torno
segundo tipo de glosa. Los márgenes de la página eran utilizados
suyo; un profesor que contó con amigos y enemigos entre sus pares
para introducir citas relativamente extensas, también en caracteres
y en la curia romana; un clérigo a cuyo juicio en Sens asistió nada
pequeños, de los autores cristianos antiguos, es decir, los Padres o
menos que el rey francés. En pocas palabras: junto al intelectual lo
auctoritates. Esta se llamó glossa marginalis. La confección de una que tenemos es una figura de gran envergadura política.31
de estas glosas suponía desde luego un minucioso trabajo previo de
selección de las citas o sententiae que irían a ser incluídas junto al
texto bíblico, pues no todas eran consideradas dignas y, en todo caso, 30 Ehlers, op.cit. p. 75.
no había espacio sino para unas cuantas. Este trabajo colectivo de
los glosadores dio lugar al método de contraposición de autoridades 31 Para comprender la magnitud de los conflictos políticos en los que se v:ió envuelto
Abclardo, conviene hacer aquí una breve reseña histórica.
y a la literatura de sentencias, orientados a enriquecer la lectio divina.
Resultado del mismo era la sententia magistralis, consistente en la I 0 ': La querella de las investiduras habfa hecho ver al Papado que la labor de
elección definitiva del texto glosado.28 sustento de la política reformista de Roma llevada a cabo por la Orden monástica
de Cluny era absolutamente indispensable. Los benedictinos reformados y su
paulatina influencia sobre los canónigos regulares fueron el factor decisivo en
Hasta aquí lo que podríamos llamar el método tradicional im- la confrontación final con el Imperio. En el siglo x, aquellos monjes habían ideado
plementado en las escuelas. Frente a él, y sin negar valor a la glosa, y puesto eficientemente en práctica una vasta organización centralista, rígida
Abelardo afirmaba que el maestro no debía apoyar sus explicaciones y estable, de la que Roma carecía por completo. Desde la casa madre el abad
de Cluny emprendía viajes de visita períodicos que le permitían un control
en las autoridades sino en su propia habilidad dialéctica (ingenium).
directo de la reforma en cada una de sus fundaciones. Los priores subalternos
Para él la {ectio tradicional no era más que una concesión al usus retribuían la visita una vez al año al celebrarse el capítulo general. El obispo
longevus; de lo que se trataba en teología era de 'poder' solucionar de Roma, en cambio, no podía abandonar su palacio sin correr el riesgo de ser
las dificultades de la exégesis, y para ello era indispensable el depuesto. En su afán de desligarse completamente del patronazgo de los poderes
temporales, Cluny se había concebido como orden adversa a un espicopado local
concurso de la lógica. 98 Como quiera que el usus longevus no era otra aliado por vínculos de parentesco y de propiedad territorial con los señores del
cosa que la vieja tradición monástica r espetuosamente reasumida mundo, y se declaraba directamente dependiente de Roma. Con el triunfo del
por las escuelas, la actitud de Abelardo era un ataque directo a la partido reformista en la Santa Sede, Cluny se convirtió en el brazo derecho de
auctoritas en favor de la ratio. Una mente como la suya no podía la política papal: Esta alianza constituyó el modus operandi de la Iglesia en todo
aceptar que el solo prestigio de un antiguo auctor pudiese ser el el periodo anterior y subsiguiente a la Reforma Gregoriana. Cfr. Handbuch der
Kirchengeschichte, Hrsg. v. H. Jedin, Freiburg Basel Wien 1968, Band II u. III.
criterio exegético final. Con esto él hacía que la dialéctica se in- Historia de la Iglesia. De los orígenes a nuestros d!as. Dirigida por A. Fliche y
t rodujese en un terreno que le estaba vedado. V. Martin, Valencia 1974, Vol. VI, VII, VIlI. Ch.H. Haskins, The Renaissance
ofthe 12th Century, New York 1959. G. Duby, Die Zeit der Kathedralen, Frankfurt
a.M. 1984.
Que esta no era una disputa meramente teórica se aprecia por
la doble acepción de la palabra auctoritas. La nueva teología de las IIº: En tiempos de Abelardo, Cluny había sido desplazada en esta labor de apoyo
ciudades, de la que Abelardo era tan notable representante, se militante por la Orden de Citéaux, y los monjes cisterciences se hallaban en
camino de convertirse en una de las fuerzas políticas más poderosas de Europa.
ofrecía como una amenaza real a la unidad de la Iglesia sostenida Si bien el ideal de renovación que los inspiraba -resultado tangible de la
Reforma Gregoriana- er.a uno de los rasgos caracterfsticos del 'Renacimiento'
del siglo XII, los cistercienses no compartían aquel otro ideal renacentista, el de
28 Cfr. J. Chatillon,Abélard et les écoles, en: Abélard en son temps. Actcs du Colloque 'formación clásica', que Cluny había contribuido a propagar. Abelardo no era
Intemational, Paris 1981, pp. 150-151. ajeno a ninguno de estos dos ideales; pero los poderosos monjes de su época no
creían que la renovación de la-vida espiritual tuviese que pasar por la criba de
29 Cfr. Ibidem, pp. 154-155. una razón cultivada a la luz de la lectura de los autores paganos. El Cister
18 19
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo Pedro Abelardo y la pregunta. por la conciencia moral

Autor de una sospechosa doctrina sobre la Trinidad, Abelar do A nadie que conozca las peculiaridades de la política medieval
ya había sido llamado a concilio en su juventud. Nadie ignoraba su le puede extranar que Abelardo haya sido un autor muy poco leído
historia personal, no muy edificante por cierto, y más bien - a juzgar en la Edad Media. Su influencia ciertamente no provino del estudio
por el 'affaire Eloísa'- reñida con el- ideal de la temperancia. Su minucioso de sus obras, pues éstas quedaron tan desacreditadas
personalidad no parecía poder reconciliarse con el ideal de humildad como su nombre, que no se volverá a citar en los textos.35 Sin embargo,
que predicaban los monjes de Citeaux. Ch.H. Haskins describe a L. Grane advierte con razón que no debe exagerarse en lo que
Abelardo como un hombre vanidoso y s'e guro de sí mismo hasta la respecta a la mala imagen de Abelardo, supuestamente ocasionada
soberbia; pero a la vez osado, original, brillante: »una de las prime- por el proceso de Sens y la subsecuente condena del Papa. Fuera
ras mentes filosóficas de toda la Edad Media.«32 Por eso movilizaba de un círculo reducido de teólogos tradicionalistas Abelardo habría
multitudes y lograba fascinar incluso a los cardenales. Pero los sido no sólo recordado como excelente profesor y monje sino incluso
monjes cisterciences veían €n su actividad el fomento de lo que a a tal punto recordado que se puede hablar de una 'Escuela de
sus ojos era el mayor de los males: la discordia entre los cristianos.33
Bernardo de Claraval, el gran conductor de la Orden de Citeaux, y
por tanto de la Iglesia entera, veía en ello la semilla del caos, y
el inestimable apoyo de los cistercienses y los canónigos regulares emprendió
pronto se decidió a combatirla. Conocedor de la fuerza de su raciocinio la tarea de asegurarse el respaldo polftico y militar de las casas reinantes.
y de su probada habilidad para la disputa intelectual, pero ignorante Finalmente Lotario III recibió el ofrecimientú de la corona imperial e inició los
quizá de la enorme dime~sión política de sus acciones, Abelardo preparativos de la campaña contra la Roma de Anacleto. E n 1138 el triunfo de
adoptó una actitud desafiante frente a quienes a su juicio pretendían los alemanes en Italia permite que el mundo tenga nuevamente nn solo Papa;
pero la posición de Inocencio no es segura y debe ser consolidada en todos los
imponer la unidad en la cristiandad sin el concurso fiscalizador de frentes. Es probable que Abe lardo haya visto al P apa hasta en dos oportunidades,
la razón. Así, el famoso maestro de dialéctica cosechó tanta admiración entre ~etiembre y octubre de 1130, cuando el pontífice viajaba por el sur de
como enemistad, y fue visto por sus poderosos enemigos como un Francia. Junto con Bernardo de Claraval, Pedro el Venerable - abad de Cluny-
hombre capaz de destruir los fundamentos de la cultura monástica.34 y Norberto de Magdeburgo -fundador de la Orden de Premont.é---, se dina que
ante la crisis también Abelardo había preferido deponer diferencias para poder
contarse entre los partidarios de Inocencia. Pero él buscaba entrevistarse con
el Papa por motivos ciertamente provincianos, si se los compara <."On la clarividencia
buscaba marcar sus difere ncias con Cluny, i.a., reintroduciendo el trabajo manual polftica de los tres grandes nombres mencionados. Abelardo sólo quena el
en la abadías. Al nuevo monje no le estaba vedada la lectura de los clásicos rcconocim.iento de la comunidad de monjas de Eloísa. Sin embargo era plenamente
latinos; pero debfa saber que su ideal de formación apuntaba más bien a la conciente de la peligrosa enemistad que desde hacía u nos siete años atrás lo
ar monía entre lectura edificante y trabajo manual. Toda otra actividad intelectual habfa puesto en la mira de hombres poderosos (¿Norberto y Bernardo?), aquellos
que no se sometiese a la férrea disciplina de la rectissima via sanctae regulae 'nuevos apóstoles' a quienes tanto creía el mundo, y cuyas siniestras intrigas
era una fuente inagotable de peligros para la fe. Cfr. Spahr, art. Zisterzienser, -<."Orno el propio Abelardo co¡¡fiesa- lo habfan llevado a considerar la conveniencia
en: LTh.K 10, c. 1383. de huir y buscar refugio entre los musulmanes (Historia, cap. XII) . Un cuadro
cronológico de la vida de Abelardo puede verse enAbaelard: Die LeidensgeschichU!
32 Haskins; op.cit. p. 351. und der I3riefwechsel mit Heloise. Übertrg. u. hrsg. v. E. Brost, Darmstadt 1984,
pp. 445-452. Norberto mu er<l en 1134; pero Bernardo -el hombre que domina
33 En su carta de fundación, el Cister subraya enfáticamente la 'sujección a la políticame nte la época (Duby, op.cit. p. 206)- no habría olvidado la deuda
unidad' por parte de sus integrantes. Cfr. LThK 10, loc.cit. pendiente con Abe!ardo. Para un estudio de l conflicto entre estos dos grandes
hombres ver P. Lasserre, Abelardo contra San Bernardo. El siglo XII de la Europa
34 Cfr. Duby, op.cit. cap. V. Grane, op.cit. cap. VIT. ~s tiempos no p~r~.tían
cristiana, Madrid 1963. G. Duby, Der heilige Bernhard und die Kurist der
semejantes riesgos. Desde 1130 habían dos papas disputándose la l~g¡t1m1~ad
Zisterzienser, Stuttgart 1981. Grane, op.cit. capítulos VI a IX. Ehlers, op.cit. pp.
en la Sede Romana: lnocencio IT y Anacleto II. No obstante haber sido elegido 58-79, i.a.
de modo irregular, Inocencia recibió el reconocimiento de la mayor parte de
Europa. El cisma lo había forzado a huir de Roma rumbo a Francia, donde con 35 Grane, op.cit. pp. 179-180.
20
21
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo Pedro Abelardo y la preg unta por la conciencia moral

Abelardo'.36 Tal vez no sea aventurado explicar por qué fue respetado esclarecer los criterios del bien y el mal. Que en esto Abelardo haya
a pesar de la condena, y por qué sus ideas le sobrevivieron en la adoptado una postura relativamente 'modernaia9 no significa que fuera
disputa medieval, diciendo que la razón se encuentra en aquello que el único autor preocupado por resolver estos interrogantes. Pero el
a pesar de todo lo unía a Bernardo: ambos eran hombres de la modo cómo lo intentó justifica la distinción. Fue él quien privilegió
reforma. Primaba en ambos el deseo de renovar a fondo la vida de manera extraordinaria el factor subjetivo, tanto en sus análisis
cristiana. Y así, tampoco puede extrañar que el lugar privilegiado del lenguaje como en la aplicación de los mismos a la teología en
de la disputa en la obra teológica de Abelardo lo constituyan sus general y los problemas éticos en particular.40
reflexiones en torno a los fundamentos de la moral.
Pero antes de abordar las peculiaridades del planteamiento
Abelardo le disputó a la auctoritas la pretensión de ser ella quien abelardiano conviene mostrar aquí cuál era la mentalidad con la
determine el criterio y la instancia última de la moralidad. También cual contrastó tan nítidamente.
en este otro aspecto de su pensamiento puede verse aplicado el
mismo principio de 'dereificación' que caracteriza su lógica. Y Las reflexiones en torno a estas preguntas realizadas en el
consecuentemente el resultado fue una acentuación del factor sub- espíritu 'renacentista' de aquel siglo estaban dominadas sin duda
jetivo de la moral hasta entonces inédita.37 alguna por las enseñanzas de las Escrituras, tal como éstas habían
sido configuradas por la tradición; pero junto a ello se registró una
II. MORAL Y REFLEXION ETICA EN EL SIGLO XII notable influencia de los moralistas paganos, en especial de Cicerón.
Justifica que se hable de un 'Renacimiento del siglo xn', entre otras
En ténp.inos generales puede decirse que los intelectuales del cosas, el enorme interés despertado por la literatura clásica latina.41
siglo XII se ·plantearon principalmente dos preguntas éticas: (a) qué En su repercusión sobre la moral, tal interés llevó a Abelardo y otros
produce un buen o mal comportamiento en el hombre, y (b) de qué teólogos a que se esforzaran por hacer un estudio comparativo de
manera ha de distinguirse entre una conducta digna de premio y la filosofía moral del mundo a~tiguo y la moral cristiana. Por el lado
una digna de castigo ante Dios.38 Estas preguntas reflejan (a) una de las costumbres vigentes el resultado de esta comparación tuvo
preocupación psicológica plasmada en la investigación del sujeto de que haber sido altamente desfavorable para el cristianismo. En
la moral, y (b) una preocupación propiamente ética que buscaba principio éste no debía concebirse doctrinalmente inferior a la moral
pagana; pero aquellas antiguas costumbres se hallaban de facto
racionalmente mucho mejor fundadas que las prácticas cristianas
36 Ib. pp. 180 ss. Cfr. D.E. Luscombc, The School o{Peter Abelard, Cambridge 1969. corrientes. Las frecuentes contradicciones detectadas entre los
En la segunda mitad del siglo no fueron pocas las cátedras de teología que distintos Padres, sumadas a las no menos manifiestas incongruencias
tuvieron en Abelardo su fuente principal de inspiración. A ello hay que añadir entre los ideales evangélicos y la práctica usual, hicieron sentir la
el hecho de que algunos discípulos de Abelardo llegaron a ocupar cargos
importantes en la vida eclesiástica, siendo el caso más célebre el de Rolando
necesidad de establecer un lenguaje formal que pudiese responder
Bandinelli, quien fue luego el Papa Alejandro III. Amigos de Abelardo en la curia
como el cardenal Guido di Citta Castello (Celestino Il) y Jacinto (Celestino III)
también llegaron a ocupar la Silla de Pedro. Papas, cardenales, arzobispos y
obispos son la base histórica que permite hablar de un 'partido' en favor de 39 Flasch, loc.cit.
Abelardo después de 1142. .Cfr. Grane, op.cit. p. 182.
... 40 K. Flasch, Einführun.g in die Philosophie des MiUelalters, Darmstadt 1987, p.
37 Flasch, op.cit. p. 222. 93.
38 D.E. Luscombe, Peter Abelard's Ethics, Oxford 1971, p. xv. 41 Cfr. Haskins, op.cit. cap. IV. Luscombe, Ethics, op.cit. pp. xv-xxiv.

22 23
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo Pedro Abelardo y la pregunta por la conciencia moral

a las nuevas exigencias morales y a la nueva problemática ética las prácticas morales seguían bajo el influjo de algunos de estos ~
suscitada por el asiduo contacto con los autores paganos.42 La catálogos, y que precisamente a partir de entonces empezar on a
consecuencia de aquellas reflexiones sólo podía ser una: se hizo cada perder rápidamente su vigencia.
vez más patente que las prácticas morales de los cristianos trai-
cionaban el espíritu del Evangelio y manife,staban una falta total La conducta moral se había estado rigiendo en base a proposi-
de 'formación'. ciones hasta entonces incuestionadas que hacían referencia a 'cosas'
malas estrictamente exteriores al individuo. Hombres que habían
En lo que respecta a los criterios para determinar lo bueno y aprendido a filosofar leyendo la Consolatio philosophiae, conoce-
lo malo en las acciones humanas deben mencionarse aquí los lla- dores de Virgilio, Ovidio y la satírica romana, admiradores de Séneca
mados 'libros penitenciales'. Estos eran catálogos de pecados en los y Cicerón, no podían menos que sentir vergüenza. Acogiéndose
que se consignaban para cada uno la penitencia respectiva, consis- entonces a la herencia de la Reforma Gregoriana se aunaron a la
tente por lo general en ayunos, multas, castigo corporal y oraciones, tarea de una renovación espiritual en »reverente dependencia de los
y que debían ser usados como guía práctica del penitente. El origen antiguos.«45
de estas listas suele ubicarse en los monasterios escoceses e irlan-
deses de la alta Edad Media. Su uso se propagó en el continente como En lo que se refiere a la preocupación por el sujeto de la moral
consecuencia de la actividad misionera de los monjes anglosajones la Escuela de Laon desempeñó un papel importante en estas in-
en la Galia del siglo VIIr. 32 No es difícil imaginar la utilidad práctica vestigaciones. Bajo la dirección de los hermanos Radulfo y Anselmo
que tuvieron estos libros durante el periodo de la evangelización; -este último discípulo de Anselmo de Aosta- la escuela centró sus
pero muy pronto empezaron a proliferar, y no tardaron en percibirse esfuerzos en la elaboración de obras teológicas sistemáticas o
preocupantes contradicciones entre las distintas listas. Lo que en sententiae, muchas de las cuales estaban directamente orientadas
una era un pecado grave en extremo, en otra recibía una penitencia a tratar temas de moral. Ellas son expresión de minuciosos estudios
leve que relativizaba su maldad. Alguna lista permitía, p.ej., el que buscaban esclarecer IE>s aspectos psicológicos y morales implica-
divorcio bajo ciertas condiciones; otra lo prohibía absolutamente. dos en el proyecto de brindarle un lugar alturado a la ética en el
Había en pocas palabras catálogos laxos, rigurosos e intermedios. conjunto del saber. Resultado casi necesario de tales investigaciones
La Reforma Carolingia había intentado lograr homogeneidad supri- fue la relevancia que adquirieron los conceptos de 'voluntad', 'in-
miendo los libros viejos y encargando la confección de nuevas listas tención' y 'conciencia' en escritos con títulos como Summum bonum
basadas en lo que se suponía ser el ordo poenitentium de la An- Deus y Potest quaeri quid sit peccatum. 46 Atraído por la fama de la
tigüedad cristiana. Pero los resultados fueron prácticamente nulos; _escuela Abelardo decidió hacer sus estudios de teología en Laon
o mejor dicho negativos, pues a la pléyade de catálogos viejos se (entre 1113 y 1114), asimilando de ese modo las ideas y la terminología
sumaban ahora los nuevos. Plagados de concesiones a la superstición de este importante centro de estudios.47 En ese sentido ni la orien-
popular los libros penitenciales mantuvieron su influencia hasta la tación ni el estilo de sus preguntas éticas deben considerarse estric-
primera mitad del siglo XII. 44 Esto significa que en tiempos de Abelardo

45 Rl.. Po ole, Ilustrations ofthe History of Medieval Thought and Leaming, London
1920, citado por Haskins, O¡>.cit. p. 10'2 .
42 Luscombe, loc.cit. p. XY.
46 Pertenecen al conjunto las Sententiae Anselmi y las Sententiae diuinae paginae.
43 Cfr. Vogel, art. Bu{Jbücher, en: LThK 2, ce. 802-805. Cfr. Landgraf, art. Anselm u. Laon, e n: LThK 1, ce. 595-596.
44 Ibidcm. 47 Cfr. Chatillon, op.cit. pp. 146-155.
24 25
Pedro Abelardo y la pregunta por la conciencia moral
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo

decidieron colocar a la ética como un apéndice de las siete artes.


tamente originales. Más aun, en Laon se reconocía e incluso esti-
Según Guillermo de Conches un alumno que hubiera cursado ya el
mulaba el uso de la razón dialéctica en la elaboración de argumentos
trivium, antes de dedicarse a la filosofía teórica debería ser instruído
teológicos lícitos. Pero la extrema consecuencia lógica de Abelardo,
en ética, economía y política.51
y sus reparos en atender argumentos de autoridad que la escuela
siempre mantuvo como última instancia, pronto lo alejaron de ella. Pero si todas estas propuestas indican el afán de darle un sitial
Es probable que además haya echado de menos el tratamiento de independiente a la ética, tal empeño supone evidentemente que la
las virtudes morales de la tradición filosófica. 48 ética ya estaba ahí, necesitando tan sólo una ubicación formal en
el esquema de los estudios. De hecho se enseñaba ética. Donde mejor
En realidad la Escuela de Laon era un centro de estudios se hacía era en las escuelas de los canónigos regulares, que a di-
conservador. Al igual que la escuela monástica de San Víctor, Laon ferencia de las escuelas monásticas impartían la enseñanza de las
se preciaba de asentar sus logros intelectuales en el pilar de la artes liberales con una fidelidad mayor a la tradición pedagógica
ortodoxia agustiniana49 Pero no todas las escuelas catedralicias ex- romana. En aquella tradición Ja 'formación' de un hombre culto
tendían su conservadurismo doctrinal a los programas curriculares. implicaba necesariamente su educación mora1. Cultura era algo que
Herederas de la organización de los estudios de la Antigüedad se adquiría a través no sólo de la lectura y el comentario sino
transmitida por Boecio y Casiodoro, donde la ética no había gozado también, siguiendo a Quintiliano, a través de la 'imitación'. 52
de un lugar señalado, muchas escuelas no monásticas pero incluso
la de San Víctor se plantearon la necesidad de una reforma curri- Cuanto más afin a la tradición pagana era una escuela medieval
cular que le diese un lugar a la ética como disciplina independiente tanto mayores sus esfuerzos por coleccionar textos clásicos de
entre las $iete artes liberales. contenido expresamente moralizante. Es así como se vuelve en esta
época renacentista a una antigua práctica del siglo IX consistente
El logro mayor de este período previo a la recepción completa en la confección de florilegiae. También aquí se trataba en cierta
de Aristóteles lo representa precisamente la propuesta de Hugo de forma de listados; pero éstos recogían consejos y proverbios pro-
San Víctor, quien sobre la base de una noción agustiniana de la cedentes de la literatura greco/romana en los que se daba amplia
filosofía la subdivide en theoretica, practica, mechanica y logica. Salvo cabida al tema de las virtudes. Guía en la labor de selección y
en la mechanica, que se subdivide en siete disciplinas especiales, en compilación de estos catálogos era el esquema ciceroniano del De
las otras realiza Hugo subdivisiones tripartitas. Así, la filosofía Officiis. Contrastados con la rusticidad de los libros penitenciales
teórica consta de theologia, mathesis (que contiene el quadriuium) los florilegios no sólo resultaban ser moralmente más instructivos
y physica. La filosofía lógica contiene el trivium, esto es,grammatica, sino además incomparablemente más elegantes. Sin embargo no
rhetorica y dialectica. Por último la filosofía práctica la conforman dejaban de ser listas asistemáticas. Y si bien esto era resentido,
la ethica, la oeconomica y la politica.50 Menos preocupados por la como hemos visto, por muchos contemporáneos de Abelardo, fue él
organicidad del conjunto de las disciplinas escolares, autores como quien intentó la· discusión filosófica y teológica de las virtudes
Honorio de Autun, Esteban de Toumai y Godofredo de San Víctor naturales.53

.1
51 Luscombe, Ethics, op.cit. p. xviii.
_48 Luscombc, Ethics, op.cit. p. xxv.
52 Ibidem.
49 Ibid. pp. xvii-xviii.
53 Ibid., p. XXV.
50 Flasch, Das phil. Dcnken, op.cit. p. 307.
26 27
Intención y Conciencia en la Etica de A belardo Pedro A belardo y la pregunta por la conciencia moral.

Entre los teólogos del siglo xn no hábía quien no se preocupase Lo principal en el proyecto ético abelardiano es el intento de
por una formación moral adecuada. Los problemas reales de violencia, confeccionar una doctrina de la conciencia moral. La auténtica ética
corrupción, arbitrariedad en la aplicación de las leyes, etc., eran cristiana se la representaba Abelardo como la 'reforma' de la ética
demasiado agudos como para creer que podían solucionarse mediante filosófica, entendida ésta a su vez como una moralidad válida para
las pautas obsoletas de las prácticas penitenciales. El rechazo a ellas todos, capaz de demostrar por sí misma su verdad.56 Al igual que
era casi unánime, incluso hasta entre los monjes más co!lservadores. en el Evangelio los filósofos han sabido determinar lo moral a partir
El legalismo rígido de tales costumbres contrastaba demasiado con de la intención del individuo, y enseñan que el mal debe evitarse
la convicción, transmitida por la cultura clásica, avalada por Boecio por amor a la virtud y no por temor a l castigo.57 Así, asumiendo la
y Agustín, de que es indipensable el autoconocimiento para que el intención como criterio fundamental de la moralidad de las acciones,
hombre logre la rectitud moral. Pero ¿sobre qué base ha de sustentarse Abelardo piensa que la tarea de la ética es mostrar que el 'bien
dicho autoconocimiento? ¿Sobre la base de la auctoritas y el usus supremo' es la meta de todos los afanes humanos; que es en pocas
longeuus que los monjes cistercienses se empeñan en sostener? ¿O palabras lo que constituye la felicidad. 58 En sí mismo el bien supre-
sobre la base de la ratio y el ingenium dialéctico que Abelardo estaba mo es Dios; para los hombres, el amor a Dios. De ese modo en la
propagando? Y si para muchos contemporáneos la disyuntiva no era intención de amar a Dios se fundamenta el camino h acia él, con-
realmente excluyente ¿dónde estaban entonces los límites de la formado por la práctica de las virtudes. En consecuencia, lo mo-
autoridad sobre la razón, dónde los de la razón en el terreno de la ralmente bueno no viene determinado por la acción realizada sino
teología? por la intención. 59 La acción como tal es moralmente indiferente. El
pecado aparece sólo en el momento en el que el individµo consiente
Esta disputa estaba llamada a perdurar hasta los tiempos (consensus) en hacer algo que él reconoce como malo, aun cuando
modernos. Enmarcada en este contexto histórico la pregunta por el no llegue a plasmar su deseo en una acción. Puesto que el hombre
sujeto y los criterios de la moralidad debía adquirir en la pluma de es libre de consentir o no, dicho consentimiento representa un
un hombre como Abelardo un carácter necesariamente polémico. menosprecio de Dios.60 Así, pues, pecar significa pasar por encima
de un precepto moral que el individuo reconoce como normativo. En
lo que significa este 'reconocimiento' asienta Abelardo su aproxi-
ID. LA ETICA ABELARDIANA COMO MORAL DE LA INTENCION mación al concepto de conciencia moral.
No puede decirse que la ética de Abelardo haya sido comple-
tamente descuidada por los especialistas,54 pero es verdad que ha
recibido mucha menos atención que su lógica. Para presentarla
empezaré trazando brevemente sus lineamientos centrales como
moral de la intención.55 56 Theologia Christiana II, PL 178, 1179 D.
57 !bid. 1175 A.
58 Dialogus 15-25. Edición concultada: Petrus Abaelardus, Dialogus inter
Philosophum, ludaeum et Christianum, Tcxikritische Edition von R. Thomas,
54 Mención especial merece a este respecto R.J. Van den Bergc, La Quali{i.cation Stuttgart/Bad Cannstadt, 1970.
morale de l'acte humain: Ebauche d'une reinterpretation de la pensée abélardienne,
en: Studia Moralia XIII (1975), pp. 142-173. 59 Ethica 44, 26 ss. Edición consultada: Luscombc, A belard's Ethics, op.cit.

55 Uebcr wcg, op.cit. pp. 223-225. 60 Ibid. 4, 27-33; 6, 1-10.

28 29
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo Pedro Abelardo y la pregunta por la conciencia moral

La máxima más célebre de Abelardo dice: 'no hay pecado a no Todo ello ocurre en el marco de un proyecto que tiene, por decirlo
ser contra conciencia'. 61 Pero si bien esto se sigue rigurosamente del así, tres fases:
planteamiento anterior, no está libre de dificultades, pues es ma-
nifiesto que no todo lo que se halla en armonía ¡:on la conciencia de (1) Es necesario hacer ver a través de la dialéctica que una autén-
un individuo debe ser por ese sólo hecho moralmente bueno. De este tica moral evangélica no puede ser lo que la mayoría de los
modo queda plateado el problema central de la ética abelardiana. cristianos practican.
Es necesario que la conciencia moral no esté errada. Del mismo
modo no debe decirse que una intención es buena porque parece serlo (2) Debe ser posible exponer mediante el confrontamiento de los
sino porque además lo es.62 Debe haber una garantía, diríamos 'ob- preceptos evangélicos y la tradición filosófica en qué consiste la
jetiva', que respalde los juicios sobre lo bueno y lo malo y que sea auténtica moralidad.
independiente de las opiniones de cada individuo. ¿Existen para ello
el criterio y la instancia últimas? (3) Deben poder subrayarse las excelencias de la prédica evangélica
en contraste con las deficiencias de la ley natural en lo que
La respuesta de Abelardo es positiva. Si Ja ética cristiana debe respecta a la certeza moral y a la piedad.
llegar a ser una reforma de la ley natural en Ja que se sustenta la
ética filosófica, esto es así porque sólo la caridad evangélica puede Estas tres fases constituyen un proyecto orientado a demostrar
garantizar la ausencia de error en la apreciación de las propias la validez de una teoría ética perfectamente conforme a la razón y
intenciones, es decir, en el juicio de la conciencia.ro Una conciencia que no contradice en absoluto el sentido de las Escrituras. Pero,
iluminada por lafides Christi se convierte así no sólo en la instancia como se comprende por lo dicho, ésta era una tarea teológica que
última de la moralidad que toda conciencia 'naturalmente' es sino Abelardo no podía llevar a cabo sin dificultad. Los conflictos ocasio-
además en una instancia última infalible. Sin embargo, par~ que naron una cierta ruptura en la continuidad ideal de estas fases. En
la auténtica moral cristiana pueda ser el fruto de esta actividad la década de los años treinta Abelardo había implementado una
intelectual que pretende reformar la ética filosófica, es necesario que parte considerable de su proyecto redactando un Commentarium in
esta última reforme previamente la moral corriente de los cristianos, Epistolam Pauli ad Romanos, su Ethica seu liber dictus Scito te
considerada por Abelardo como inauténtica. Es en estos términos ipsum y el Dialogus ínter Philosophum, Iudaeum et Christianum.64
que surge aquí el conflicto entre ratio y auctoritas. Sin embargo sus esfuerzos intelectuales tuvieron que concentrarse
demasiado en la defensa de la racionalidad de su propuesta. Frente
al peso de la autoridad y la costumbre Abelardo se vio forzado a
acentuar el trabajo sobre las dos primeras fases, empeñándose
defensivamente en la demostración de que su teoria no atentaba
61 Ibid. 54, 26: •Quod non est peccatum nisi contra conscientiam.» contra la ortodoxia. Esto impidio brindar el espacio necesario en
62 Ibid. loc.cit. 20-21: «Non est igitur intentio bona dicenda quia bona vidctur, sed dichas obras a las afirmaciones de la tercera fase, aquellas que están
insuper quia ialis esi.,.
63 Ibid. 72, 4-16: «Alioquin maiorcs rneriti apud Deum essent qui grave iugum legis
portaverunt quam qui cvangelica libcrtate deserviunt, qui timor pcnam habcni
quem perfecta caritate foras mittit, et quaecumque timorc aguntur plus in opere 64 Cfr. PL 178. Para la cronología de Ja obras ver C. Mews, On dating the works
laborani quam quos caritas spontaneos facit .... et qui a timore inccpcrant o{ Peter Abelard, en: Archives d'histoirc doctrinale et litteraire du Moyen Age,
caritate consummentur.... Non quippe amanti difficile, maxime cum non carnalis 52 (1968). También Flasch, Das phil. Denken, op.cit. p. 215; Ueberweg, op.cit.
sed spiritualis amor Dei tanto est fortior quanto verior.• pp. 215-216.
30 31
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo Pedro Abelardo y la pregunta por la conciencia moral

orientadas a probar que la teoría se sostiene en última instancia, ¿Qué sigifica 'común' en este contexto? No significa únicamente
y paradógicamente, en el mismo principio evangélico que la Carta el hecho ya constatado de que los autores de aquella época se
Charitatis (la constitución cisterciense) hace aparecer en su título, preocuparan por la investigación del sujeto y los criterios de la
es decir, en la caridad. moralidad, privilegiando en esa tarea, entre otros, el concepto de
conscientia. 'Común' quiere decir además, y de manera eminente,
La recuperación posterior del Corpus aristotelicum trajo consigo lo que dicho concepto significaba en la tradición teológico/filosófica
el descubrimiento de la ética de ARstóteles; pero en este terreno la del Occidente medieval más allá de lo imprecisos y vagos que pu-
postura de Abelardo no corrió la misma suerte que su dialéctica. A dieran ser en general este tipo de términos en una fecha relativa-
pesar de que las tres obras éticas de Abelardo permanecieron mente temprana como el siglo xu. Partiré, pues, del supuesto de que
prácticamente desconocidas hasta fechas muy recientes, no es difícil cuando aquellos hombres leían, entendían algo no muy disímil a lo
percibir la continuidad de algunas de sus tesis a lo largo de la Edad que podemos rescatar de un recuento suscinto de las principales
Media, debida muy probablemente a la influencia de su Commen- acepciones de conscientia en dicha tradición. Debe tenerse en cuenta
tarium en comentarios posteriores, y al hecho de que Pedro Lombardo además que el concepto llegó no sólo por vía de la cultura latina sino
retomara muchos tópicos abelardianos en sus Sententiae; pero de- cargado de un contenido semántico determinado por su uso
bida también sin duda a las posiciones en disputa que quedaron neo testamentario.
planteadas en la vida académica de las escuelas. Esa continuidad
alcanza por lo demás a la reflexión ética postmedieval. Es atendiendo [A] 'Conciencia' en la tradición greco/romana
precisamente a su obra moral que se ha dicho que Abelardo es el
'primer hombre modemo'.65 Una primera aproximación etimológica muestra que la palabra
griega syneidesis y su equivalente latino conscientia expresan un
IV. ESBOZO IDSTORICO DEL CONCEPTO DE CONCIENCIA concepto poco preciso en sus inicios, cuyo significado original es algo
MORAL así como 'saber con' o 'saber de sí', en el sentido de saber lo que uno
está haciendo. Aunque no necesariamente conlleva un elemento
Las disputas medievales se originan fundamentalmente en el moral específico, tal saber suele referir a una experiencia reflexiva
'modo' cómo los intelectuales se aproximan a problemas e incluso del individuo en tomo a una acción realizada por él, o que tiene
objetivos comunes. Estos distintos modos de aproximación implica- planeado realizar, cuya peculiaridad radica en que 1o sabido resulta
ban con frecuencia concepciones antagónicas de la filosofía y su ser en cierta medida doloroso (si la acción ya fue realizada) o por
utilidad para la vida espiritual. Ya que no es necesario insistir en lo menos incómodo (si la acción es aún un proyecto).66 En otras
la postura de Abelardo con respecto a los conflictos de su época, palabras el concepto combina un sentimiento de pesar y un acto
conviene presentar aquí el problema 'común' que en materia de ética intelectual, productos de una infracción cometida contra las costum-
fue de tal modo abordado por él que mereciera por e11o el calificativo bres y las reglas del grupo social al que se pertenece. En tal sentido
de 'primer hombre moderno'. Se trata de la pregunta por la con- este sentimiento puede llegar a convertirse en lo que llamaríamos
ciencia moral. un juicio de autocensura, lo cual ya implicaría necesariamente una
experiencia moral.

65 M.D..Chenu, L'Eveil de la conscience dans la civilisaticn médiévale, Paris/.Montrcal 66 Chadwick, art. Gewissen, en: Reallcxikon für Aotike und Christentum, Hrsg.
1969, p. 32. v. Th. Klauser, Stuttgart 1950 (RAC) X, c. 1026.

32 33
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo
Pedro Abelardo y la pregunta. por la conciencia moral

Dado que en la Antigüedad regía un estrecho vínculo entre de objetividad, una vida secundum naturam hacía aparecer a la recta
costumbres sociales y experiencia religiosa, las infracciones contra
ratio como recta conciencia.
la sociedad eran tenidas por lo general como alteraciones del orden
sagrado67 • Si un individuo se veía confrontado por exigencias con- Como se sabe, todo esto es algo que no dejó de influir ~n los
tradictorias, su syneidesis era la última instancia judicativa me- pensadores cristianos de los primeros sig~os, entre ~uie~es, p.eJ., era
diante la cual podía tomar finalmente una decisión. En este sentido moneda corriente la famosa leyenda del mtercamb10 epistolar entre
la conciencia moral se entendía como 'juez interior', divino o natural, Séneca y el apóstol Pablo. Pero debido a la peculi~r constitu~ió~
que juzga sobre los motivos últimos de 1a conducta. A partir de ese eclesíastica y canónica del cristianismo, entre sus miembros pnmo
punto no tardó en desarrollarse e1 sentido moral de la culpa. Los por lo general la tendencia a menguar la importancia del factor
griegos, p.ej., según H. Chadwick, habrían depositado inicialmente subjetivo en la decisión moral (Reiner).70 Sin emb_argo algun~s ~otas
el acento en el sentimiento de vergüenza, trasladándolo poco a poco propias de la conscientia subrayadas por los estoicos se convut~eron
del temor al juic1o ajeno al temor experimentado frente al propio a partir de Abelardo en adquisiciones definitivas del pensarmento
juicio, lo cual habría sido propiciado por la convicción de que con el
occidental. Entre ellas resaltan:
acto culpable se perdía el favor divino. 68 En ello se registra un
paulatino proceso de concentración sobre el sujeto en el que se puede (1) La exigencia de que, con el objeto de saber si son buenas o m_alas,
observar que la decisión en torno a la acción correcta o incorrecta, se atienda menos a las consecuencias prácticas de las acciones
al hacerse cada vez más independiente del temor a la sociedad, se y más a la intención con que son realizadas.
basa en una creciente atención otorgada a las 'intenciones' o motivos
de la acción. Así, el concepto abarca un aspecto subjetivo represen- (2) El postulado de una norma 'objetiva' del bien y el mal, inscrita
tado por la intención y uno objetivo representado por las consecuencias en la conciencia de todos los hombres, y que por tanto no depende
de la acción realizada. Ambos aspectos serán percibidos por ciertos de la apreciación particular de cada individuo.
autores antiguos y convertidos en criterios de la moralidad.
(3) La comprensión de esta norma como ley natural que obliga a
Es así como puede encontrarse en el pensamiento de los estoicos todos por igual, y que procedente de lo divino es la medida con
y epicúreos la pregunta por el fundamento de la moral como cuestión que cada uno es juzgado por Dios.
central. Fueron en particular estos últimos quienes abrieron el cami-
no a una comprensión subjetiva cle la decisión moral, dejando mar- (4) La comprensión del juicio humano como falible cuando está
cada influencia en filósofos estoicos como Séneca. Cicerón por su referido a la acción de otros; mientras que referido a las inten-
parte concibe la conscientia nada menos que como una parte de Dios ciones que rigen la propia acción, distingue acertadamente entre
en el hombre, en perfecta correspondencia con la ley natural, asig- lo bueno y lo malo.
nándole el saber de la culpa. 69 En realidad la Stoa identificó los
conceptos de conscientia y ratio. Siendo en ello la naturaleza el criterio [B] La conciencia en la tradición judeo/cristiana

El pensamiento hebreo del período helenístico también registra


67 !bid. c. 1027. el uso del término syneidesis. La traducción de los libros del Antiguo
68 Ibidem.

69 Reiner, art. Gewissen, en: Historisches Worterbuch der Philosophie, Hrsg. v.J. 70 Ibid. c. 580. Cfr. E. Volk, Das Gewi.ssen bei Petrus Abaelardus, Petrus Lombardus
Ritter, u.a., c. 577.
und Martín Luther, PWW, op.cit. P• 299.
34
35
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo Pedro Abelardo y la pregunta por la conciencia moral

Testamento conocida como Versión de los Setenta emplea esta pa- Para el cristiano la syneidesis es junto a ello un saber especial
labra en estrecha relación con los términos 'pensamiento' y 'corazón'. de Dios que le permite atenuar al máximo el margen de error en
Como señala H.W. Wolf, 'hablar al corazón' significa en el lenguaje el que pueden incurrir los demás hombres. Estos se hallan des-
veterotestamentario 'impulsar a decidirse', y añade: »no hay mucho provistos de una ley universal independiente de las variables cul-
desde esta idea hasta llegar a 'intención', considerada como realidad turales de cada pueblo, que es la ley de Cristo. Por esta razón en
del corazón.«71 En Sabidur(a el término syneidesis aparece como el pensamiento de Pablo se observa una relación estrecha y su-
instancia que da testimonio de la autocensura. También Filón de mamente importante entre syneidesis y pistis. 73 Decisiva es a este
Alejandría parece retomar acepciones halladas en la tradición greco/ respecto la célebre afirmación de Rom 14, 23, donde se dice que todo
romana; para él se trata de la capacidad de demostrar el bien y el aquello que no proviene de lapistis es pecado. Para Pablo la creencia
mal del propio comportamiento. Pero es claro que cuando los hebreos es un 'reconocimiento', »un dar crédito, y en tal sentido también es
hablan del 'testigo' de las intenciones acentúan el hecho de que esa obediencia«, del mismo modo que »la incredulidad es esencialmente
demostración se hace ante Dios; razón por la que la conciencia se una desobediencia.«74 Partiendo del supuesto de que quien ha oído
convierte en acusadora y juez cuando no se acatan sus amonesta- el Evangelio ya no puede seguir siendo el mismo, pues queda
ciones.72 transformado por la decisión tomada frente a él, ya sea creyendo y
obteniendo la salvación, ya sea no creyendo y por lo tanto recha-
De mucha mayor importancia es el uso de syneidesis en el Nuevo zándola,75 Pablo hace de la fe el 'testigo' de la 'obediencia a lo
Testamento. El término no aparece en los Evangelios, pero sí treinta reconocido'. Así, la conciencia moral es »la norma constante de la
veces entre las Epístolas y Hechos. Allí también significa un cierto vida y de la convivencia concretas«,76 fundada en el a.mor. Ella es
saber referido a la conducta. Pablo es sin duda el autor bíblico cuya propiamente un juicio de· fe, testimonial, que Pablo denominó
comprensión de la conciencia moral ha tenido la mayor repercusión syneidesis.
histórica. El reasume la idea del 'testigo interior' y acentúa el carácter
de instancia de la autojustificación o de la autocondena. Habiendo ***
vivido en dos mundos culturales que conoció profundamente, Pablo
adoptó en sus escritos una postura hasta cierto punto heterogénea Al finalizar el parágrafo precedente mencioné la tesis según la
en lo que respecta al juicio de la syneidesis. Referido principalmente cual la constitución eclesíastica de la Iglesia no habría favorecido
al buen o mal comportamiento del individuo, este juicio implica la tendencia, observada en Pablo y en la tradición greco/romana a
ciertas normas de conducta en función de las cuales mide. Así, p.ej., otorgarle a syneidesis / conscientia una función predominanteme~te
si se trata de saber si es lícito o no comer carne sacrificada a los subjetiva, aunque heterónoma. La concepción de una moral
ídolos, la conciencia de un judío le dirá que no lo es, mientras que heterónomo/subjetiva implica la presencia de paradigmas de la
la de un gentil no le genera sentimiento alguno de culpa. De ahí conducta considerados válidos para todos los hombres, y no deter-
infiere Pablo que la syneidesis juzga según las normas 'reconocidas'
como tales por el individuo en cuestión, siendo éste capaz de decidir
por sí solo en los casos de duda. 73 Reiner, op.cit. c. 579.

74 O. Kuss, San Pablo. La aportación del apói;tol a la teologla de la Iglesia primitiva.


Barcelona 1975, p. 403. Volk, op.cit. pp. 299-300. '
71 H.W. Wolf, Antropologfa del Antiguo Testamento, Salamanca 1975, p. 79. 7ó Kuss, op.cit. p. 401.
72 Reiner, op.cit. c. 578. Volk, op.cit. p. 299. 76 !bid. p. 404.

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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo Pedro Abelardo y la pregunta por la concicncta moral

minados como tales por la subjetividad individual. Es, pues, contra- terna a él, que fácilmente puede eximirlo del pleno ejercicio de su
ria a la justificación meramente subjetivista de los criterios de la razón. Cabe desde luego el rodeo: '¿por qué haces lo que manda la
acción. En otras palabras, el individuo obedece a una norma dictada Iglesia?' A lo que se respondería: 'porque mi conciencia me dice que
por Dios o la naturaleza porque la encuentra en su propio ámbito esa es la manera de vivir según el Evangelio.' La tesis de Reiner
cultural, interpretada por los criterios allí vigentes como racional- es sin duda discutible; pero no cabe duda de que esta última res-
mente fundada. En ese sentido la reconoce como normativa mediante puesta puede expresar simplemente la hipoteca de la decisión moral.
el juicio de su conciencia. Esto es lo que significa acentuar el aspecto Reiner mismo se encarga de indicar que esta no es una conclusión
subjetivo de la moral en el contexto histórico de la Antigüedad. necesaria; hubo excepciones notables como el caso de Justino, quien
seguiría considerando la conciencia como una instancia autónoma
Aclarado entonces lo que significa el factor subjetivo, atendamos con respecto a1 mandato externo de una institución, es decir, como
ahora la tesis de que su acentuación se perdiera en la época de los una instancia eminentemente crítica,78 presente en todo ser humano
Padres apostólicos. Según H. Reiner, hombres como Ignacio de como posibi1idad de una vida moral auténtica.
Antioquía y Clemente Romano, p.ej., habrían hecho un uso de
syneidesis que llamaríamos 'heterónomo/objetivo', pues la 'buena [C] La discusión medieval del concepto de conciencia
conciencia' era calificada como tal no por su conformidad con aquello
que en sí mismo se reconocía como bueno en la ley natural o evangélica i. En ningún otro autor de la Antigüedad cristiana es posible
sino más bien por su conformidad con la observancia de los preceptos hallar mayores afinidades con el pensamiento ético de Abelardo que
precisos de la Iglesia. Con ello se estaba introduciendo un nuevo tipo en Orígenes. Tanto para el uno como para el otro, sólo el motivo de
de relación con la norma. la acción decide si ésta es buena o mala.79 A partir de esta tesis
ambos autores se plantean la pregunta por las relaciones de la
La distinción es sutil; pero real. 'Vivir según la naturaleza' o conciencia y la intención. Las similitudes son tan manifiestas que
'vivir según el Evangelio' son normas generales de la conducta que no parece que pueda descartarse una influencia directa a través de
permiten la mediación subjetiva de esta ley antes de toda decisión la lectura de la traducción de Rufino.
moral. Esta es una experiencia que podría transcribirse en la
proposición: 'hago X porque es lo correcto.' Ante la pregunta: '¿por Siguiendo de cerca a la Stoa y retomando el pensamiento de
qué es X lo correcto?' tendríamos como respuesta ideal: 'porque mi Pablo, Orígenes afirma que Dios creó al hombre con la ley de la
conciencia me dice que X es la manera de particularizar aquí y ahora naturaleza inscrita en su corazón. Luego de la caída original el
la norma general que rige mis acciones.' Si se tratara de un cristiano, Evangelio le ofrece la posibilidad de desplegar su conciencia moral
ante la pregunta: '¿cuál es la norma general que rige tus acciones?' innata, elevándola a su perfección mediante el seguimiento de Cristo.
tendríamos la respuesta: 'vivir según el Evangelio.' Reiner afirma No hay oposición alguna entre el Evangelio y la ley natural; razón
que en aquel momento histórico apareció el tipo autoritario de y conciencia pueden brindar los criterios mediante los cuales el
conciencia moral,77 que podríamos expresar conversamente así: 'hago hombre es.capaz de decidir, en la atenta lectura de las Escrituras,
X porque lo manda la Iglesia.' Aquí ya no tiene sentido la pregunta
directa por la bondad de la acción X, La relación de la norma con
el individuo está mediatizada por una instancia interpretativa ex- 78 Ibidem. Flasch, por su parte, refuerza In tesis de Reiner en la medida en que
ve, en un momento histórico posterior, una 'institucionalización de la verdad'
introducida por Agustín. Flasch, Das phil. Denken, op.cit. p. 33.
77 Reiner, op.cit. c. 580. 79 Chadwick, op.cit. c. 1079.
38 39
lntenci6n y Conciencia en la Etica de A belardo Pedro Abe/ardo y la pregunta por la conciencia moral

qué es en cada caso lo digno de Dios. Orígenes no cree sin embargo (2) Después de cometida una acción la conciencia acusa o excusa al
que la razón por sí sola pueda s~r elevada al rango de juez supremo individuo ante sí mismo y ante Dios.
en los asuntos morales.80 Para ello la razón requiere d~ dos factores
decisivos: la aceptación de la Revelación y el descubrimiento del Abelardo preguntará en qué consisten las relaciones entre con-
verdadero sentido de las Escrituras. Desde ese punto de vista no ciencia e intención 'antes' de llevarse a cabo una acción, y cuáles son
extraña que para Orígenes sea válida también la identificación de 'después' de cometida. Y él también creerá que en un sentido el juicio
syneidesis y pistis, pues la creencia guarda en sí el conocimiento de de la conciencia es infalible. Si recordamos que con los términos
los misterios. conscientia, intentio, recta ratio, etc., Abelardo no pretendía signi-
fi car 'cosas,' entonces estaremos preparados para comprender el
No hay sin embargo una única acepción del término en este sitial que le tocó ocupar en el planteamiento propiamente medieval
autor. Cuando se refiere a aquella función de la conciencia según del problema.
la cual el individuo sabe si está libre de culpa o no, Orígenes identifica
la conciencia con la 'memoria'. Si la syneidesis está libre de los deseos ii. De una especial importancia histórica es la cadena de iden-
de la fama y se dirige sólo al cumplimiento de los preceptos divinos, tificaciones que se inicia con Orígenes y que pasando por Jerónimo
entonces adquiere .e l sentido de 'buena intención'. La conciencia sabe será transmitida a la Edad Media. Al inicio de esta cadena está la
qué es lo bueno y lo malo en las acciones, siendo su juicio a este identificación de 'espíritu' y 'conciencia' que Orígenes tomó de Epícteto
respecto infalible. En este sentido retoma la idea del testimonio Séneca y Marco Aurelio.82 Esta primera identificación brinda su~
otorgado por la conciencia en relación con la rectitud o la culpa. No fruto~ teológicos cuando Orígenes comenta un célebre p_asaje bíblico
obstante, funciones similares son asignadas a conceptos como Zogos, conocido como el Sueño de Ezequi.el (Eze 1, 410). Allí describe el
profeta la aparición de cuJltro seres vivientes, con cuatro aspectos
nous, kardía, pneuma y logiké dynamis. De todos ellos pneuma
Y cuatro alas respectivamente. Los rostros también eran cuádruples:
parece indicar el 'lugar' de la conciencia en el hombre, que recuerda
de hombre, de león, de toro y de águila. Orígenes interpretó esta
su estado original antes de la caída. La syneidesis vendría- a ser el
imagen como representación del alma humana e igualó la figura del
espíritu mismo, que está en el alma humana y que tiende por su
propia naturaleza al bien.81 Así, en tanto syneidesis, la conciencia águila con elpneuma. Tiempo después, comentando ese mismo pasaje
lleva dentro de sí la norma moral natural cuya expresión para la bíblico, Jerónimo afirmó que la potencia del alma simbolizada por
el águila los griegos la habían llamado syneidesis, y añadió que se
conciencia cristiana son los preceptos bíblicos.
trataba en realidad de la 'centella de la conciencia', aquella que no
Las funciones asignadas por Orígenes a la conciencia se ordenan pudo extinguirse ni en Caín, a pesar de su pecado. La función de
en dos momentos claramente diferenciables: esta centella, que según Jerónimo se menciona en la Biblia corno
spiritus, es la de 'advertir' y 'guardar' contra el mal.
(1) Antes de la acción la conciencia recomienda, advierte, orienta;
cumple una función educadora. Ambos, Orígenes y Jerónimo, en estrecha relación con el pen-
samiento de Pablo, representan las aproximaciones más importantes
al problema de la conciencia moral desde la perspectiva de sus
fundamentos antropológos. En tiempos de,Jerónimo el mundo cris-

80 !bid. c. 1078.
81 Cfr. G. Teichtweier, Die SUndenlehre des Origines, Regensburg 1958, pp. 85-91. 82 Cfr. Reincr, op.cit. ce. 580-581.

40 4l
lntención y Conciencia en la Etica de Abelardo Pedro Abelardo y la pregunta por la conciencia moral

tiano avanzaba hacia el acopio de todas las fuentes preconstantinas (1) En relación a la influencia estoica, y enlazándola con un tópico
que le permitiesen a los teólogos una cabal comprensión de la agustiniano: ¿de dónde procede la mala intención si es que
naturaleza humana y su responsabilidad ante Dios. La caída del • conscientia y recta ratio son lo mismo? En otras palabras, si la
Imperio Romaho occidental significó la drástica interrupción de ese conciencia es capaz de distinguir certeramente entre el bien y
proceso. Así, propiamente hablando es Abelardo el siguiente eslabón el mal ¿cómo es posible que el hombre posea una mala intención,
en esta cadena de identificacione-s, pues antes que él sólo Isidoro de es decir, que 'quiera' el mal?
Sevilla se ocupa especulativamente del Sueño de Ezequiel· pero en
el planteamiento del español no hay rastro alguno de lo planteado (2) En relación a la influencia paulina se planteaba la pregunta por
por Orígenes y Jerónimo. Isidoro relaciona las cuatro imágenes con la naturaleza de la conciencia moral como 'creencia' (pistis): ¿en
los cuatro evangelistas »porque por las cuatro partes del mundo se qué medida puede identificarse la 'creencia' así entendida con
diseminó la fe de la religión cristiana gracias a su predicación.« Y la ratio? ¿En qué medida con la scientia o la fides Christi?
la representación se vale de seres animales (animalia) )>porque el
iii. El planteamiento medieval del problema que encierra la
Evangelio de Cristo se predica teniendo como objetivo el alma del
pregunta por la conciencia moral no ~e enti~nde a cabalidad sin
hombre.«83 atender sus vicisitudes históricas. A diferencia de Abelardo, cuyas
obras y cuyo nombre, como hemos visto, fueron prácticamente pros-
Abelardo vive en una época que ha acuñado un lenguaje propio. critos, un discípulo suyo, Pedro Lombardo (10~5-1160), es_taba
El ya no habla del spiritus que había entusiasmado a Jerónimo; él destinado a convertirse en el maestro por excelencia de los aspiran-
prefiere usar animus cuando debe explicar las mismas funciones. En tes a teólogos. La autoridad de la que iría a gozar .Lomh_a:do hasta
cierto modo esto se debe al hecho de que los hombres de la Edad épocas muy recientes se debe en parte al carácter s1stemabco de sus
Meclia aprendieron a filosofar instruídos por el lenguaje ciceroniano obras, en parte al hecho de que fuera consagrado obis~o de París
de Boecio, que aún no había sido confrontado con el de la Vulgata.
en 1159, y no en último lugar al hecho de que sus ~s.cntos fueran
Esa es precisamente la tarea reservada a los 'renacentistas' del siglo
declarados libres de toda heterodoxia en el IV Concilio de Letrán,
Xll,y en particular al círculo de la Escuela de Laon. No es casual
celebrado en 1215. El apelativo Magíster sententiarum indica que
que haya sido allí, en Laon, donde Abelardo aventurara una polémica
Lombardo asumió aquel estilo literario que ya era frecuente desde
interpretación de un pasaje biblico -»la oscurísima pro(ecía de principios del siglo x11. El también usó el método de contraposición
Ezequiel«,84 nos dice-, y, que esta exégesis haya desatado una ver-
de autoridades que Abelardo había difundido en París, ciudad donde
dadera persecusión en su contra, debida fundamentalmente, no a
Lombardo estudió desde 1133. Pero la influencia de Abelardo sobre
la envidia, corno creía Abelardo, sino a la efervecencia intelectual
el 'Maestro de las Sentencias' no se limita meramente al método.
·de un período escolástico aún carente de' orden y concierto.
La forma cómo Lombardo planteaba los problemas, su elección de
los tópicos teológicos en discusión y la orientación de muchas de sus
En buena cuenta Abelardo y sus contemporáneos se dedicaron
preguntas acusan un estrecho vinculo con el círculo abelardiano.85
a plantear preguntas sin poder hallar ellos mismos las respuestas
Debido a la lectura de sus Sententiae en las escuelas Lombardo estaba
satisfactorias. Estas preguntas son, con respecto al problema de la
llamado a ser el transmisor directo de los problemas irresueltos del
conciencia moral, concretamente las siguientes:
siglo XI!. Ellos volverían a ponerse en discusión cuando las preci-

83 Etimologlas VI, 2, 40-41. Cfr. Volk, op.cit. p. 302.


84 Cfr. Historia, cap. llI. Abelardo no precisa el pasaje. 85 Cfr. T.C. Potts, Conscience, en: C.H.LM.Ph., op.cit. p. 687.
42 43
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo Pedro Abelardo y la pregunta por la conciencia moral

siones conceptuales del período escolástico no pudieran seguir tole- El lector habrá notado que la fecha en la que Lombardo empieza
rando aproximaciones meramente tentativas. a escribir coincide con el año en que muere Abelardo. En París los
estudiantes aún guardaban vivo el recuerdo de un acontecimiento
He mencionado a este contemporáneo de Áhelardo porque los tan importante en sus vidas como fue el reto lanzado por el anciano
orígenes de la discusión medieval en torno a la conciencia moral maestro a Bernardo de Claraval, en las vísperas del concilio. El
suelen ser remontados hasta él. En realidad, si tuviéramos que encuentro mismo en Sens debía copar todavía, dos años después, los
guiarnos por la aparición de los primeros tratados titulados ex- temas de acaloradas discusiones estudiantiles. Muchos estudiantes
plícitamente De conscientia, la discusión escolástica como tal debería de teología que asistían a las clases de Lombardo habían sido alum-
fecharse unos noventa años después de la muerte de Lombardo. Esos nos de Abelardo y discutieron con él sus tesis principales. En cierta
tratados tardíos mostraban sin embargo importantes deudas con el fonna ocurría lo mismo con el propio Lombardo. Pero más allá de
siglo anterior. Estaban subdivididos por lo general en dos partes, todas estas consideraciones, el sólo planteamiento del tema del
tituladas respectivamente De Sy nderesi y De conscientia. Como puede pecado en las Sententiae delata esta estrecha relación.
notarse, la palabra synderesis es la versión corrupta del griego
syneidesis, y es altamente verosímil que se deba a algún antiguo Efectivamente, en lo que respecta a la pregunta por las condi-
error de transcripción. El motivo de la subdivisión de los tratados ciones que posibilitan la mala voluntad, Lombardo señala que al-
debe verse en la necesidad de distinguir dos aspectos de la conciencia gunos autores distinguen dos sentidos del término voluntas. En un
moral. Esa necesidad surgió a su vez de la lectura de las Sententiae sentido se trata de una potencia; en el otro, del uso de dicha potencia.
de Lombardo. No cuesta mucho suponer que el origen de la misma Luego pregunta si esto quiere decir que hay dos voluntades en el
haya estado en una de las fuentes más notables del 'Maestro de las hombre. Haciendo gala de su reconocido virtuosismo didáctico
Sentencias'. Lombardo empieza por considerar qué se seguiría de una respuesta
afirmativa. Si se responde que sí hay dos voluntades, surgen dos
En la década de los treinta Lombardo pudo haber asimilado esta posibilidades:
problemática directamente de las clases de Abelardo. Este no utilizó
nunca el término griego syneidesis ni su versión latinizada. La (1) La buena voluntad está naturalmente presente en todos y es en
aparición de la palabra synderesis se debe precisamente al análisis ese sentido la centella de la conciencia de la que habló Jerónimo;
lombardiano del Sueño de Ezequiel, pasaje con el que Abelardo no siendo entonces la malá voluntad el resultado de la caída ori-
parece haberse confrontado. Y aunque el planteamiento abelardiano ginal.
de distintos aspectos de la conciencia no coincide plenamente con
las precisiones escolásticas ulteriores, es no obstante manifiesto que (2) La mala voluntad ha sido libremente elegida y se seguirá des-
al iniciar en 1142 la composición de los cuatro famosos libros de sus plegando a no ser que intervenga la gracia divina y le otorgue
Sententiae, 86 Lombardo estaba poniendo a la consideración de sus al hombre el poder de resistirla orientándose hacia el bien.
lectores los términos de una discusión que lo había ocupado desde
hacía una década atrás. El segundo de esos libros, en su segunda Vistas las posibles consecuencias de una respuesta afirmativa,
parte, se ocupa del pecado en estrecha relación con el tema de la Lombardo pasa a hacer lo mismo con la respuesta negativa. Si se
voluntad. responde que no hay dos voluntades, entonces se afirma que:

(3) El hombre quiere naturalmente el bien, pero que a causa del


86 Brady-Emcn, art. Petrus Lombardus, en: LThK 8, c. 368. vicio quiere también el mal y se deleita en él, de modo que en
44 45
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo Pedro Abelardo y la pregunta por la conciencia moral

tanto que quiere e1 bien es naturalmente bueno; en tanto que su ética. Su aproximación a la pregunta por la conciencia moral
quiere e] ma1, malo. 87 puede aparentar sin duda una cierta preferencia intelectualista, y
en esos términos es que se habría de desarrollar la disputa esco-
En 1a posibilidad (1) Lombardo ha hecho mención de la centella lástica posterior. Ese aparente matiz dio lugar a que ya en esa
de Jerónimo y la relaciona estrechamente con la buena voluntad, misma época (finales de los años treinta) se le acusara de pela-
naturalmente presente en todos los hombres. Los 1ectores del siglo gianismo. Y hasta el día de hoy es posible leer que Abe lardo defendió
siguiente prestaron mayor atención a la pregunta por la naturaleza una ética 'subjetivista'. Pero estas acusaciones se deben a una lectura
de ]a conciencia: si es 'potencia' o 'hábito'. La cita lombardiana de superficial de su obra.
Jerónimo introdujo la palabra synderesis junto al latín conscientia,
y esta novedad terminológica sugirió la solución basada en distin- V. ESTADO ACTUAL DE LAS 11'.'VESTIGACIO.i\'ES Y OBJETIVO
guir los dos aspectos fundamentales del concepto: uno habitual DE LA PRESENTE Th\TESTIGACION
(synderesis) y el otro potencia] (conscientia). Los contemporáneos de
Lombardo no habían ido tan lejos en lo que respecta a precisiones En 1975 R.J. Van den Berge propuso reinterpretarel pensamiento
que evidencian un conocimiento más acabado de la terminología ético de Abelardo sobre la base de un esbozo en el que indicaba,89
aristotélica.88 Para ellos no había al parecer ninguna razón para no entre otras cosas, que la tradición escolástica medieval conoció dos
establecer un vínculo estrecho entre 'conciencia moral' y 'buena concepciones de la estructura y la moralidad del acto humano:
voluntad', es decir, entre la conciencia y un hábito.
( 1) La primera se sostenía en Ja autoridad de Pedro Lombardo.
La alternativa (3) refleja a mi juicio la posición de Abelardo. Esta Según ella el acento debía ponerse en el objeto del acto (finis
postura frente al problema es precisamente la que marca la distin- operis), de modo que se haga ver que él mismo posee moralidad,
ción fundamental entre las dos posibles respuestas generales de las independientemente de su relación con el sujeto.
Sententiae. La forma como Lombardo presenta las alternativas (2) La segunda, inaugurada ya por Anselmo de Aosta y elaborada
permite señalar que los opositores directos de Abelardo eran los por Anselmo de Laon, enseñaba que el acto humano sólo puede
representantes de la alternativa (2). Podría hablarse grosso modo
ser moralmente calificado haciéndose referencia al individuo,
del contraste entre el optimismo antropológico de Abelardo y el pues es su intención la que determina la moralidad.
pesimismo de quienes creían que el hombre se hallaba a tal punto
corrupto en su naturaleza racional luego de la caída, que no podía A esta segunda concepción pertenece sin duda alguna la ética
obrar el bien habitualmente sin la intervención de la gracia divina. de Abelardo. Pero la visión tradicional de estas posturas »pretende
que la opinión de Abe lardo inaugura y propaga una ética subjetivista
Para evitar el absurdo de concebir al hombre como un ser que que mina la moralidad objetiva, y que Sto. Tomás... habría elaborado
voluntaria e irracionalmente opta por su propia condena, Abelardo una doctrina contraria a aquella de Abelardo, en la misma linea de
extremó las armas de la dialéctica, llegando a adoptar la postura Pedro Lombardo.«90 Esta idea tradicional, dice Van den Berge, debe
contraria extrema: no dar cabida explícita al terna de la gracia en

89 Van den Berge, op.cit. nota 52.


87 Potts, op.cit. p. 688.
90 ..La vision traditionelle prétend que cette o pin ion d'Abélard inaugure et propague
88 •Abaelard... unterscheidet sich von seinem Schuler Petrus Lombardus gerade une óthiquc subjectiviste qui mine la moralité objective et que St Thomns
dadurch, da.B bei ihm noch nicht die schulmaBige, sachlich nücht.crn abwiigende d'Aquin ... aurait élaboré une doctrine contraire a cclle d'Abélard mais dnns la
Defmition vorherrscht. Bei Abaelard ist noch alles im Flul3.• Volk, op.cit. p. 303. ml!mc lignc que Pierre Lombard... Ib. p. 144.

46 47
Intención y Conciencia. en la. Etica. de Abela.rdo Pedro Abelardo y la pregunta. por la conciencia moral

ser corregida. Tomás de Aquino se adhirió a la doctrina de Anselmo, Rohmer, R. Blomme, O. Lottin y J. Gründel. 94 Las interpretaciones ...
de la Escuela de Laon y de Abelardo. Y en lo que respecta al supuesto de Blomme y Lottin con respecto a la intentio son sumamente
subjetivismo, Van den Berge no es menos terminante:_ una i_nvesti- sugerentes, pero no brindan sin embargo una aproximación convin-
gación detenida de las obras éticas de Abela:~o (Et~ica, Dialogus cente, pues eluden las relaciones intentio / peccatum e intentio /
y Commentarium) permite negarlo. 91 Es m1 mtenc1ón avalar la conscientia, que como se ve por la máxima non est peccatum nisi
reinterpretación de Van den Berge desarrollando los aspectos con- contra conscientiam constituyen el núcleo de la ética abelardiana.
cernientes al concepto de conciencia tal como se presenta principal-
mente en la Ethica, y complementariamente en las otras dos obras Me propongo hacer una contribución que ayude a suplir la falta
mencionadas. de literatura específica sobre el tema. El plan de esta investigación
comporta en primer lugar una presentación de los fundamentos de
Desafortunadamente, aparte del esbozo mencionado, el resto de la moralidad basada en la importancia que le otorga Abelardo a los
las investigaciones en torno a la conciencia moral según Abelardo conceptos de felicidad y libertad. El tema de la voluntad aparece en
dejan todavía mucho que desear. La ausencia de un trabajo un segundo capítulo como condición de la vida moral y objeto prin-
específicamente dedicado a este concepto es la característica más cipal de la reflexión filosófico/teológica en torno a ésta. El tercer
saltante. La contribución de E. Volk, 92 con ser sólo un artículo, puede capítulo trata de la intención como criterio de la moralidad, es decir,
hasta cierto punto considerarse como la excepción. Sus indicaciones de la relación fundamental entre intención y pecado. Este capítulo
sobre el concepto son sumamente valiosas y han sido recogidas por dedica su segundo punto a un tema poco elaborado por Abelardo,
mí en su mayoría. Huelga decir que los estudios sobre la ética de pero de capital importancia en su planteamiento, a saber,.la relación
Abelardo o sobre algunos conc~tos centrales de la misma no pueden de intención humana e intención divina. El hecho de que Abelardo
dejar de tocar de uno u otro modo el concepto de conciencia. !v!ere_c,en no le haya dado una cabida más amplia a las reflexiones tendientes
mención particular a este respecto, en el orden de su pubhcac1on, a esclarecer esta relación puede verse como el motivo principal de
los trabajos de R.J. Thompson, RE. Weingart, F. De Siano, R. las acusaciones antiguas y modernas que señalan a su ética como
Pepperrnüller, M. de Gandillac y el ya mencion8:do de R. Van den subjetivista. La discusión del punto referido a estas acusaciones
Berge.93 No específicamente dedicados al pensailllento de Abelardo, corresponde a la parte final del capítulo III. Finalmente la relación
pero no obstante decisivos para la comprensión de concepto~ centra- intentio / conscientia es el tema del último capítulo. Ahí espero haber
les como intención, voluntad y libre arbitrio son los estudios de J. podido brindar una interpretación fiel de la doctrina abelardiana de
la conciencia moral.

91 «Abaelru-di librorum cthicorum ·(Dialogus, Comroentaria et Ethica) accurata


investigatio nos diiudicarc cogit hanc doctrinam moralem subiectivisticam non
csse. E contrario qualificationis moralis roethodus ab Abaelardo promulgata
candem esse ac illam ab Aquinate dcfensam..» lb. p. 143. l'Ethique d'Abélard, en: Abélard. Actes du Colloque de Ncuchiitel 16, 17 nov.
1979, Neuchlitel 1981.
92 Volk, op.cit. nota 60.
94 J. Rohmer, La. fina.lité mora.le chez les theologiens, de Saint Augustin a Duns
93 R.J. Thompson, The role of the dialectica.l rea.son in the Ethics of Peter Abcula.rd, Scot, Paris 1939. R. Blommc, La. dcctrine du péché dans les écoles théologiques
en: Proceedings of the American Catholic Philosophical Association, 12 (~937). de la premiere moitié du XJ/e siecle, Louvain 1958. O. Lottin, Les défi.nitions du
R.E. Weingart, The Logic of Divine Love. A critica.l analysis of the sotenology libre arbitre au douzieme siecle, en: Rev. Thomistc 32 (1927), pp. 104-120; 214-
o( Peter Aooilard, Oxford 1970. F. De Siano, Of God a.nd Man: Consequences 230. Del mismo, Psychologie et morole a.ux xJie si~cle. I-IV, Gembloux 1942-1959.
o( Abelard's Ethics, en: Thc Thomist 35 (1971). R. Peppermüll~r, Aba~la.rds J. Gründcl, Die Lehre von den Umstlinden der menschlichen Ha.ndlung im
Auslegung des Rómerbriefs, Münster 1972: M. de Gandillac, Intention et Loi da.ns Mittela.lter, Münster 1963.

48 49
Capítulo I

FELICIDAD Y LIBERTAD COMO


FUNDAMENTOS DE LA MORAL

I. EL ACTO HUMANO Y LA FELICIDAD

[1] El hombre como creatura racional

Que los hombres de la Edad Media aprendieron a filosofar a


través de las obras de Boecio es una afirmación que tiene especial
validez para el siglo xn. Abelardo y sus contemporáneos fueron asiduos
lectores de estos escritos; en particular de la célebre Consolatio
Philosophiae, uno de los libros más leídos hasta muy entrada la
época moderna. 1 Es asimismo un lug&r común afirmar que, como
todos aquellos que tomaron parte en la 'Querella de los Universales',
también Abelardo conoció el problema a partir de la traducción
boeciana de la Isagoge y de una propuesta de solución elaborada por
el propio Boecio. Pero es menos manifiesto que Abelardo concibiese
el proyecto de una ética teológico/filosófica inspir.ándose casi direc-
tamente en la Consolatio.

1 Flasch, Das phil. Denken, op.cit. pp. 59-74.

51
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo Felicidad y Libertad como Fundamentos de la Moral

Quien compare la Ethica seu Scito te ipsum de Abelardo con el A este respecto su concepción también es deudora de los concep-
libro de Boecio encontrará más que una mera coincidencia tos aristotélicos trasmitidos por Boecio. Sin duda alguna en dicha
terminológica. Un pasaje de la Consolatio me parece que refleja lo concepción cuentan también los datos antropológicos recogidos de la
que llamaría el programa mismo de la ética abelardiana. Ahí dice tradición teológica; aquella que partiendo de las cartas paulinas, y
Boecio lo siguiente: enriquecida principalmente por el aporte de Agustín, contiene lo que
llamaríamos la visión cristiana del hombre.
"Esta es la condición de la naturaleza humana: que tanto más
excede a las demás cosas cuanto más se conoce; del mismo modo Si tomamos en cuenta para empezar la concepción aristotélico/
que tanto más por debajo de las bestias se relega cuanto más deja
de conocerse. Pues el ignorarse, que para los demás seres animados boeciana del hombre, veremos a Abelardo haciendo uso de la definición
es natural, para el hombre viene a ser un vicio.«2 animal rationale mortale. Al ser considerado desde la división de
materia y forma el hombre se muestra como un ser compuesto de
Conocerse a sí mismo como sujeto moral exige investigar la sustancia animada y forma racional/mortal,3 siendo el primer com-
estructura del acto moral (llamado también actus humanus). El ponente su causa material y el segundo su causa formal.• Dado que
cometido de Abelardo fue lograr una dilucidación teológico/filosófica estos conceptos son propiamente boecianos, adolecen de ciertas
de dicho acto. Dado que él abordó este proyecto como teólogo que imprecisiones propias de una época que conoció a Aristóteles sólo
aplicaba rigurosamente la dialéctica, no puede extrañamos que uno fragmentariamente. Así, Abelardo entiende que la racionalidad y la
de los temas centrales de la Ethíca haya sido la definición apropiada mortalidad, al advenirle a la sustancia animada, la crean en la
del pecado, y que una vez lograda ésta Abelardo se preocupase por especie que es el hombre,5 y que llegar a ser hombre en acto es
aclarar en qué consiste pecar tanto psicológica como moralmente. propiedad sólo de la sustancia animada, no de la fonna, pues ésta
Lo que así se exigía era averiguar qué es lo que exactamente ocurre es para él una cualidad.
en el interior del individuo cuando se dice que peca o que obra bien.
Esta investigación revelaría a la vez qué son teológicamente con- »Ni 1a racionalidad ni la mortalidad, por cuanto son cualidades,
pueden convertirse en la esencia del hombre, que es la sustancia.
siderados la culpa y el mérito morales; qué son desde una perspectiva Sólo la sustancia animada se convierte en hombre, y esto mediante
dialéctica -y esto significa aquí 'psicológicamente' vistos- el vicio la información de sus diferencias sustanciales.«6
y la virtud; por último qué ha de poder deducirse a partir de este
conocimiento -y en la perspectiva propiamente filósofica de la Un buen ejemplo de la manera cómo Abelardo aplica estas
dialéctica- con respecto a los criterios y la instancia última de la concepciones dialécticas a la teología lo ofrece la siguiente secuencia
moral. especulativa: Horno es una palal5ra que procede etimológicamente

Sin embargo, hablar del acto humano es hablar en primer lugar


del hombre. De modo que en nuestro propósito conviene empezar
3 Dialectica 559, 38; 560, 1-2.
averiguando cuáles son las ideas antropológicas fundamentales de
Abelardo. 4 Ib. ib. 2-3.

5 Ib. ib. 9-10.


2 ..Humanae quippe naturae ista condicio est, ut tantum cetcris rcbus, cum se
cognoscit, exccllat, eadcm tamcn infra bestias redigatur, si se nosse dcsicrit. 6 •Neque enim rationalitas et mortalitas, cum qualitates sint, in essentiam hominis,
Nam cetcris animaotibus sese ignorare naturae est, hominibus vitio venit.• qui substantia est, possunt convertí, sed sola animalis substaotia homo efficitur,
Consolatio ll 5, 87-91. per informationem tamen substantialium eius differentiarum.» lb. ib. 4-7.

52 53
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo Felicidad y Libertad como Fundamentos de la Moral

de humus,7 lo que según Abelardo permite subrayar la pertenencia animados porque ha sido creado a imagen y semejanza del creador.
del hombre al mundo. Los ángeles en cambio no se comprenden entre Qué tan excelente sea la creación del hombre y cuán superior a la
las creaturas mundanas, pues son de naturaleza incorpórea. 8 de los demás seres es algo que puede verse, opina Abelardo, en las
Subrayándose aquella pertenencia, el hombre no se distingue en lo palabras mismas del creador, quien ocupado con todo lo demás dice
que respecta a su origen de los demás seres animados: él también 'hágase esto o aquello', mientras que ocupado con el hombre dice
es un ser 'formado'. 'hagamos'. Abelardo advierte que en este uso del plural debe verse
la conformidad de la imagen •y semejanza de Dios, que es el hombre,
»Tratándose de los elementos es correcto decir (que Dios) creó antes con las tres personas divinas. 10 La dialéctica vuelve a sacar provecho
que decir formó, porque creado se dice propiamente de aquello que del significado de las palabras y esta vez mostrando lo distintivo de
del no ser ha sido traído al ser en tanto que no tenga materia la naturaleza humana: el ser portadora de la imagen de Dios.
preyacente ni haya subsistido previamente en algún estado de la
naturaleza. Cuando de la misma materia ya preparada es hecho
algo mediante la adjudicación de la forma, entonces es correcto Así, en consonancia con la tradición agustiniana, Abelardo añade
decir formado ... Cuando se denota, pues, la materia preyaccnte, que el hombre ha sido hecho a semejanza de las personas divinas
cosa que como se ha dicho ocurre con el hombre porque ha sido según la dignidad de su alma, puesto que mediante la potencia, la
formado en alguna especie, entonces muy correctamente se dice sabiduría y el amor es hecho más semejante a Dios que los demás
formado.« 9
seres animados, y por esa misma causa el alma humana es más
valiosa que las demás. Cuál sea esa causa lo aclara ahí mismo: la
El uso de la dialéctica como una herramienta que permite
potencia de su propia naturaleza, que sólo se halla privada de la
descubrir el verdadero significado de las palabras ha dejado esta-
blecer una distinción entre 'creado' y 'formado' en base a lo que es inmortalidad y de la ignorancia del error. Porque el hombre posee
'creación de elementos' (ex nihilo) y 'creación de compuestos' (ex aliqua dicha potencia es capaz de participar de la razón, la sabiduría y el
materia). Esta distinción pone al hombre en paridad de condiciones amor divinos. 11
con respecto a los demás seres formados, puesto que en este preciso
sentido el origen es común. Si contrastamos esta reflexión teológica que habla de la dignidad
humana con aquella otra reflexión que motivó la definición
Sin embargo, desde un punto de vista más claramente teológico aristotélico/boeciana del hombre, veremos que la dignidad humana
Abelardo afirma que el hombre se diferencia de los demás seres de la imago Dei se adquiere en y por la cualidad o forma sustancial
que le adviene a la sustancia animada, es decir: la racionalidad.

En todo otro momento de la reflexión abelardiana en torno al


7 Ib. 128, 1-4.
hombre veremos reflejarse fielmente esta doble perspectiva teológico/
8 Expositio 629, 1-4. filosófica. Es según ella, p.ej., que Abelardo comenta la noción paulina
del hombre interior, esto es, »la imagen espiritual e indivisible de
9 «Bene autem de elemcntis dictum est, creavit potius quam formavít, quía creari
propric id dicitur, quod de non esse ita ad esse producitur, ut praeiacentem non
habeat materiam, nec in aliquo primitus subsisteret naturae statu. Cum autem
de ipsam iam materia praeparata adiuctione forma aliquid lit, recte illud formari
dicitur... Cum enim praeiacens materia denotatur, veluti cum pracmitlitur de
horno quoniam in speciem aliquarn formaretur, tune rectissimc forman dicitur.• 10 Expositio 656, 10-14; 30-34.
Ib. ib. 10-18. Cfr. también Th. Kucia, Die Anthropologie bei Peter Abaelard,
P\VW, op.cit. p. 230. 11 Ib. 657, 1-6.
54 55
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo Felicidad y Libertad como Fundamentos de la Moral

Dios, en la cual es hecho el hombre según el alma racional; más aún, Abelardo, la capacidad de captar la naturaleza y propiedad de las
en la cual es creado como superior a las demás creaturas.« 12 cosas, 14 y a la vez el fundamento que le permite conocer la ley natural
y alcanzar el conocimiento de Dios. 15
Habiendo ganado ya esta primera aproximación al tema del
hombre conviene que tornemos ahora 'alma racional', 'racionalidad' El desarrollo en detalle de lo que significan esta capacidad y este
y 'razón' inicialmente como sinónimos. Así podríamos decir que de fundamento será terna de los siguientes capítulos. Ahora interesa
la definición del hombre y de la idea de la creación hemos obtenido precisar el concepto de racionalidad volviendo sobre mi suposición
con Abelardo la noción de 'lo racional' en una doble referencia teológico/ inicial, a saber, que ratio, rationalitas y anima rationalis son
filosófica: imagen de Dios y cualidad sustancial. efectivamente sinónimos. A este respecto debemos atender algunas
proposiciones de Abelardo que permiten diferenciar matices.
Pero no obstante lo dicho, aún es poco lo que sabemos acerca
del hombre. Si queremos llegar al análisis de la estructura del acto Como acabamos de ver, en la Logica Ingredientibus se afirma
humano, debemos profundizar el camino que hemos abierto en el categóricamente que la razón es la potencia discerniente;16 pero no
pensamiento de Abelardo y preguntar consecuentemente qué entiende menos categórica es esta otra proposición: »En realidad la racionalidad
él por racionalidad. no es lo mismo que la razón.«17 Propiamente hablando aquí no hay
contradicción. Abelardo dice en el Tractatus que la 'racionalidad' se
Hablando de la racionalidad como tal, diría que por lo visto hasta halla en todos los espíritus angélicos y humanos en cuanto son
ahora se trata de un concepto que remite a una realidad inmaterial llamados racionales; pero que la 'razón' se halla sólo ~n aquellos
unida a la sustancia animada. En efecto, atendiendo precisamente espíritus 'discretos'.18 Para ilustrar esta distinción recurre a un
a esta unión, Abelardo dice que el alma humana se divide según sus ejemplo de Aristóteles,19 y dice que la diferencia entre racionalidad
tres potencias en vegetatita, sensitiva y 'discerniente'. De ellas ejerce y razón es similar a la que hay entre la potencia de correr y la
una en las plantas, dos en los animales y las tres en el hombre. 13 potencia de correr con facilidad. Los seres espirituales, añade, que
La tercera es la racionalidad, y se muestra como la capacidad de por propia naturaleza pueden discernir, poseen racionalidad; razón
discernimiento. en cambio sólo aquellos que pueden discernir con facilidad. 2º

Abelardo no es un autor que suela introducir términos sin acla-


14 Cfr. Ingredie1ltibus 313, 10-11. Ver nota 16.
rar sus significados. Si preguntamos qué es el discernimiento,
hallarnos una respuesta concisa: En el momento de su creación al 15 Cfr. Commentarium 85, 290-295.
hombre se le ha otorgado la potencia discerniente, esto es, aclara 16 «Est aulem ratio potcnlia disccrncndi, id est attcndendi et dclibcrandi apud se
aliquid quasi in alique natura vel proprietate consisteos.• Ingredientibus 313,
10-11. Subrayado nuestro.
12 ..... spiritualem et individibilem Dei imaginero, in qua factus est homo secundum
animam dum rationalis crcatus est et per boc caclcris prae)autus creaturis.» 17 «Non idcm vero cst rationalitas quod ratio.• 1'ractatus 734, 34.
Commentarium 209, 745-747. Cfr. lb. 295, 308-311. Dice a este respecto Weingart: 18 lb. ib. 34-35; 735, 1-2.
·Abailard contends that as crcated by God man is cndowed with the potcntial
for dialcctical reasoníng and is obligatcd to actualize this gift. The imago Dei 19 Cfr. Categoriae 9 a 20-25.
is primarily reflected in man's rcason, since it is through this rea.son that he is
like God.~ Wciogart, op.cit. pp. 21-22. El subrayado es del autor. 20 «Quicumquc igitur spiritus ex natura propia disccrncre potest, rationalilatem
habcnl; rationem vero ille solus qui boc facile cxercere valet.• Tracta.tus 735,
13 « ... potcntia scilicet vcgetandi, sentiendi, discernendi.• Dialectica 55, 20-25. 2-6.
56 57
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo Felicidad y Libertad como Fundamentos de la Moral

El término ratio tiene sin duda un alcance semántico mayor que restringir el término a ninguna de sus acepciones parciales, diga:
rationalitas. Parte de este alcance se ha mostrado aquí como la »Nos parece que la razón es lo mismo que el animus.«25
racionalidad que puede ejercer el discernimiento con facilidad. Diría
que se trata del 'discernimiento que puede ejercerse con facilidad' Resumiendo diré que la racionalidad es el núcleo de la realidad
o, mejor aún, que se trata de una cierta capacidad o poten~ia que humana, y se trata del discernimiento, ya sea como facultad, como
posee esta determinada cualidad o hábito. hábito o como acto. Racionalidad, razón e intelecto constituyen al
hombre en lo que éste tiene de específico. Afirmo aquí que el concepto
En el mismo Tractatus leemos que la razón es la fuerza o fa- que Abelardo utiliza para hablar de lo específicamente humano es
cilidad del animus discreto, en tanto que basta para percibir las el que expresa la palabra animus. Daremos un paso más en esta
cosas naturales y juzgar verazmente.21 Con ello descubrimos cómo dirección, si procuramos ver cómo maneja Abelardo este último
ha de nombrarse la cualidad que esperábamos hallar: la discreción. término.
En este seintido, como lo señala L. Urbani, podría decirse que ratio
debe entenderse como un hábito del intelecto,22 es decir, como una [2] El concepto abelardiano de 'animus'
determinada cualidad del acto del que es capaz un ser racional.
Animus es la forma masculina de anima. Desde la latinidad
Si aquí añadimos lo que con respecto a esta relación de clásica es un término empleado con un significado que bien puede
cualificación dice Abelardo en la Dialectica, a saber: que ratio es el subsumirse en la idea del alma racional, o el aspecto propiamente
nombre del intelecto que está en el alma, 23 y lo que señala más espiritual de la misma. En época de Abelardo algunos lectores de
adelante en el mismo Tractatus, esto es: que puede tomarse intellectus Boecio hicieron suya la preferencia de este autor por el término
como el efecto perpetuo de la razón y estar así denominándose a la animus, notándose el uso paralelo de anima o mens, según los matices
causa por el efecto,24 entonces convendremos en que el acto, el hábito requeridos por cada autor. Abelardo lo usa con mucha frecuencia,
y la facultad pueden ser llamados ratio. Si esto es algo que no tiene en ocasiones significando intellectus, otras veces intentio; por lo
por qué ser negado, tal vez no sea demasiado suponer que cuando general ratio.
Abelardo quiere hacer acopio de la riqueza semántica de ratio sin
En realidad se trata de un término difícil. Traductores ingleses
deAbelardo como D.E. Luscombe y P.I. Payer, o estudiosos como J.G.
Sikes, usan la palabra 'mind', aunque R.J. Thompson se decide por
21 lb. 734, 30-32. 'spirit'. 26 Entre los alemanes también hay divergencia. F. Hommel
22 «Torna qui la distinzione tra facoltá (rationalitas) e habitus (ratio), non desprecia los probables 'Geist' o 'Seele' y traduce 'Charakter'37
forrnalizzata (manca chiaramente la conoscenza diretta della psicologia
aristotelica), ma confusamente avvertita.,. L. Urbani, La Psicologia di Abelardo
e il 'l'ractatus de lntellectibus, Roma 1976, p. 41.
25 «ldem autem ratio quod animus nobis videtur esse.» 'l'ractatus 735, 9.
23 «Ratio nomen est intellectus, qui in animam est.» Dialectica 460, 6-7.
26 Cfr. Luscombc, Ethics, op.cit. Pclcr Abclard, A Dialogue of a philosopher with
24 «Patet... intcllcctum tam a sensu quam a ratione diversum esse, et eum necessario a jew anda christian, Translat.cd by P.J. Payer, Toronto 1979. Ver J .G. Sikcs,
ex ratione desccndcre tanquam perpetuum rationis effcctum.» 'l'ractatus 735, Peter Abailard, Cambridge 1932; Ncw York 1965. Thompson, op.cit.
9-11. Antes a dicho Abelardo: «Unde intellectus minime csse potest, ubicumquc
ratio non subesl ex qua deliberetur aliquid.» lb. 734, 28-30. Cfr. Urbani, op.cit. 27 Cfr. Pcter Abalard, Nosce le ipsum, Die Ethik des Peter Abalard, übersctzl und
p. 40. eingelcitet v. F . Hommcl, Wiesbadcn 1947.
58 59
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo Felicidad y Libertad como Fundamerit-06 de la Moro!

R. Thomas parece querer subrayar una característica del término relatando sus primeras contiendas intelectuales dice que sus ad-
que no vendría dada por la sola expresión 'Seele' cuando, al comentar versarios lo interrogaban con el animus de tenderle dificultades de
la frase virtus est habitus animi optimus, dice: ..Tugend ist also ein las que no pudiese salir airoso. 34 Luego pasa a narrar los más
Verhalten der Seele (und ihrer Denkkraft), nicht ein Statisches, célebres acontecimientos de su vida: sus amoríos con Eloísa, e in-
sondem ein Dynamisches.«28 Diríamos: el alma y su fuerza pensante troduce todo el asunto con la acotación: ..Pero dado que la prospe-
dinámica. Quizás sea esto mismo lo que quiere rescatar E. Volk ridad infla siempre a los necios y la tranquilidad mundana enerva
cuando utiliza 'Gesinnung' (intención) y 'Herz' (corazón).29 Por su el vigor del animus a tal punto que se decide por los encantos
parte el traductor italiano M. Dal Pra usa unas veces 'animo', otras carnales... «35 Para luego llegar al pasaje en el que confiesa: »Primero
'spirito';30 y mientras A.J. Cappelletti propone 'alma' y 'espíritu' para compartimos una casa, después compartimos el animus. Con ocasión
cubrir el espectro semántico de animus, M. de Ga~dil1ac opta ex- del estudio de las disciplinas nos recreábamos en lo íntimo del
clusivamente por 'esprit'. 31 Por último F. De Siano, fuego de afirmar amor.«36 Más aún, Abelardo habla después de rma.copulatw animorum
que Abelardo utiliza intentio y animus como sinónimos, habla de un que se hacía tanto más intensa cuanto más alejados se hallaban los
'estado interno de la persona'.32 amantes. 37

Como habrá podido notarse, frente a una complejidad que Uno puede preguntarse desde luego si cabe interpretar que
amenaza ser mayor con cada nueva propuesta, he preferido dejar Abelardo y Eloísa compartían junto con la casa el alma racional.
el término sin traducir. Pero la referencia al amor humano es explícita y hace difícil pensar
en 'mind' o en la 'fuerza pensante del alma' como acepgiones únicas
El uso que hace Abelardo de animus en la Historia puede ser de animus. A muy pocos se les puede ocultar que aquella copulatio
a este respecto ilustrativo, pues ahí el término se presenta con un animorum es una de las pasiones menos sujetas a la razón:
carácter más coloquial y menos técnico. Al inicio mismo de esta
autobiografía Abelardo dice que de acuerdo con las características Sin embargo, animus es también ratio y quizá principalmente
de su tierra natal y de sus ancestros él fue dotado de un animus · intellectus cuando se trata de un uso no coloquial del término. Así,
leve y de un ingenio bien dispuesto para las letras.33 Más adelante, p.ej., en el Dialogus, donde hablándose de quienes temen investigar
en los asuntos de la fe Abelardo le hace decir al filósofo que »éstos
prorrumpen frecuentemente en tal insensatez, que no se avergüen-
28 R. Thomas, Der philosophisch-tMologische Erkenntnisweg Peter Abaelards im zan de declarar creer en aquello que admiten que no puede enten-
Dialogus inter Philosophum, ludaeum et Christianum, Bonn 1966, p. 104.

29 Volk, op.cit. p. 307.

30 Cfr. Pietro Abelardo; Conosci te stesso o Etica, lntroduzione, traduzione e note


di M. Dal Pra, Firenze 1976.
34 «Ubi quum me quidllIIl animo intendans interrogavisset...,. lb. 7, 25-26.
31 Cfr. Pedro Abelardo, Etica o conócete a U mismo, Traducción del lat!n, introducción
y notas por A.J. Cappelletti, Buenos Aires 1971. Ver Oeuvres Choisies d'Abélard, 35 «Sed quoniam prospcritas stultos semper inflat, et mundana tranquilitas vigorem
Textes pr6scntés et traduit par M. de Gandillac, París 1945. enervat animi, et pcr carnales illecebras facile rcsol.vit...- Ib. 9, 6-8.

32 "··· the intemal state of a person.• De Siano, op.cit. p. 637. 36 ~Primum domo una coniungimur, postmodum animo. Sub ocasione itaque
disciplinae...• lb. 10, 28-31.
33 «Sicut natura terrae meae ve\ generis animo levis, ita et ingenio extiti ad
litteratoriam disciplinam facilis.• Historia 3, 11-12. 37 lb. 11, 30-32.

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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo Felicidad y Libertad como Fundamentos de la Moral

derse, como si la fe consistiera en el enunciado de palabras y no en Con todo, la respuesta a esta pregunta irá configurándose con-
la comprensión del animus.«38 ·
forme se avance en la exposición del primer tema que la cita propone:
la naturaleza de esta felicidad que Boecio llama beatitudo.
Por otro lado un pasaje del Commentarium recuerda que este
término también significa 'intención'. Al tratar Rom 2, 14-15 dice Se trata para empezar de aquel estado, nos dice, en el que la
Abelardo que el asignarles Pablo a los gentiles el tener escrita la congregación de todos los bienes es de tal modo perfecta, que al
ley en sus corazones, pues así lo atestigua la propia conciencia de hombre, en posesión del sumo bien, ya no le queda nada m~s q,ue
estos hombres y el que entre ellos se acusen y defiendan con argu- desear. 41 Como se sabe, recogiendo un antiguo anhelo de C1ceron,
mentos, »es como si dijera: Y tal conciencia que no yerra en la Boecio también se propuso llevar a cabo la concordia de aquellas dos
discreción de las obras, ésta, pues, discute según los mismos pen- grandes figuras de Grecia: Platón y Aristóteles; y así como aquél,
samientos del animus, esto es, según las intenciones.«39 Así, animus éste nuevo político ilustrado comprendió que la naturaleza humana
queda asimilado también al ámbito de la moral. se hallaba impulsada hacia lo divino por el eros platónico; una fuerza
que aspira primariamente a la intuición de lo ~alón y _lo agathón,
Es en toda su riqueza semántica, pero sobre todo en esta última
concebida en oposición a las posturas eudemomstas. Srn embargo,
incidencia sobre la moral y en aquella referencia a la voluntad que
Boecio no dejó de advertir en aquella aspiración fundamental la
trasluce la idea del amor, que habré de interpretar en lo que sigue
este concepto. búsqueda de aquel 'estado feliz' del que Aristóteles había dicho que
sólo podía lograrse mediante la práctica de las virtud:s. C~mo no
[3] El sujeto de la moral. Moral y moralidad procurar la concordia si Aristóteles ve coronarse una vida ~;tuosa
en la actividad teórica, la más emparentada de las actividades
i. Los tópicos clásicos de la filosofía moral: La aspiración a la humanas con la actividad divina, aquella que significa la perfección
felicidad mediante una vida justa y los impedimentos de la sensi- de los seres racionales, 42 en una palabra: aquello en lo que consiste
bilidad como determimaciones de la moral.- Creo que no necesito el sumo bien del hombre.
justificar una nueva cita de la Consolatio; ni cabría preguntar por
qué precisamente esta cita, cuando pretendo abordar el tema moral: Una reflexión muy similar encontramos en el Dialogus de
Abelardo. Ahí dice el filósofo que los suyos definieron el bien supremo
»Toda preocupación de los mortales, por múltiple que sea la labor o el fin del bien, esto es, su consumación o perfección, como aquello
de sus esfuerzos, procede ciertamente por diversos caminos, pero que una vez alcanzado hace al hombre feliz; mientras que por el
aspira a llegar a un sólo fin: la felicidad.•"°
contrario el sumo mal es aquello cuya posesión toma al hombre
miserable. 43 Esta es la opinión de los filósofos, que Boecio quiso
38 «Hi etiam tantam saepc prorrumpunt insaniam, ut quod se non posse intelligerc
reflejar en la Consolatio como el saber de la filosofía misma. Sin
contitentur, credere profiteri non erubescant, quasi in prolatione verborum embargo, después de afirmar que la felicidad o infelicidad se alcanza
potius quam in comprchcnsione animi fides consistat...» Dialogus 129-133.
39 «...ac si diceret, et tali conscicntia quae non erret in discretiones operum, ea
scilicet discutiens secundem ipsas animi cogitationes, hoc csl intentiones.» 41 lb. ib. 5-11.
Commentarium 86, 343-345.
42 En lo que respecta a Platón remito a Fedro, Banquete y Füebo. Para Aristóteles,
40 •Omnis mortalium cura, quam multiplicium studiorum labor cxcrcet, diverso cfr. Etica Nicómaco I 10, 15.
quidem calle procedit, sed ad unum tamen bcatitudinis fi.ncm nititur pervinere.»
Consolatio ID, 2, 2-5. 43 Dialogus 1619-1523.
62 63
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardc Felicidad y Libertad. como Fundamentos de la Moral

a través de las costumbres morales, llamadas virtudes y vicios, el Hay, pues, una secuencia que va de lo general a lo particular
filósofo del Dialogus advierte que entre los suyos hay quienes creen en la relación 'moral/virtudes/justicia'. Precisamente Boecio ha
que la virtud misma es el bien, mientras que otros afirman que es mostrado ya claramente, según palabras del propio filósofo del
el placer. 44 Para los personajes de Abelardo es claro que hay dife- Dialogus, que la felicidad es otorgada en retribución de una vida
rencias en lo que toca a la comprensión del sumo bien. Agustín había fusta; que vivir justamente es el medio que conduce a ella.49 Así,
dado buena cuenta de ello en la Ciudad de Dios, y esa es la cita que aunque la pregunta por lo que propiamente sea esta felicidad haya
Abelardo hace en su Dialogus. 415 No obstante, es común a todos los recibido distintas respuestas dentro de las distintas posiciones
filósofos el concebir la felicidad como un fin al que se aspira siempre, filósoficas, este personaje de Abelardo juzga que mientras la reali-
y la moral como el medio que conduce a este fin. dad pensada sea la misma poco importa que los Epicúreos llamen
'placer' a la misma felicidad que los cristianos denominan 'Reino de
Didácticamente uno podría preguntar aquí 'de qué' son fin y los Cielos', pues no sólo la felicidad no es distinta, sino que tanto
medio la felicidad y la moral. La respuesta la ha dado Boecio: De filósofos como cristianos poseen la misma intenc1ón de vivir con
toda preocupación (cura) de los mortales. justicia para poder alcanzarla.so

Abelardo reitera y precisa la idea cuando le hace decir al cristiano En este punto Abelardo introduce una idea central de su
del diálogo lo siguiente: planteamiento ético, idea que veremos surgir nuevamente en los
primeros capítulos de la Ethica. Dice el filósofo del Dialogus:
»He aquí a lo que nos ha conducido nuestra disputa: a que colo-
quemos el bien supremo del hombre o, como dijimos, el fin mismo »Ambos, vosotros y nosotros, nos disponemos a vivir aquí en justicia
del bien en la felicidad de la vida futura, y la vía para llegar a ello para ser glorificados allá; luchamos aquí contra los vicios para
en las virtudes.«46 llegar a ser coronados allá con los méritos de las virtudes, y para
que de esta manera obtengamos el bien supremo como recompensa.«51
El filósofo se encarga de hacer las precisiones ulteriores cuando
afirma que la felicidad es la causa final de las virtudes,~7 que quien Según esto, es claro que para Abelardo la moral es el ámbito de
vive según la justicia -cita de Boecio-- será conducido a la felici- una lucha permanente;52 y en perfecta consonancia con las opiniones
dad,48 etc. Pero lo importante es señalar que en el discurso del de la filosofía antigua -tal como han sido presentadas en el Dialogus-
filósofo abelardiano la virtud de la justicia cobra aquella importancia y con el pensamiento de Pablo, Abelardo reitera esta misma idea
que tuvo en autores como Cicerón y Boecio. en la Ethica diciendo que el hombre lucha en esta vida para que,

44 lb. 1523-1526.

45 Cfr. De Ciuitate Dei vm, 8. 49 Ib. 1710-1712.

46 ..Ecce ad hoc disputat.io nostra perducta est, ut summum hominis bonum sive 50 lb. 1713-1717.
ipsum, ut dictum est, unem boni future vite beatitudinem et, qua illuc pervenitur. 51 •Ut enim vos sicut et nos hic vivcre iustc disponimus, ut i\\ic glorilicemu.r, el
viam virtutes ponamus.• Dialogus 1665-1668. hic contra vitia pugnamus, ut merilis virt.utum illic coronemur summum 1l\ud
scilicet bonum pro merccdc adeptl.• Ib. 1710·1720.
47 lb. 1703-1705.
52 Cfr. Ethica 4, 8-20. También Kucia, op.cit. p. 228.
48 lb. 1709-1710.
65
64
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo Felicidad y Libertad como Fundamentos di! fo Moral

triunfante en el certamen, reciba en la otra la corona,53 esto es para logra en esta vida; ello se debe a que la voluntad humana se en·
que alcance la felicidad. ' cuentra siempre obstruida; a su vez esto es así porque el alma tiene
que soportar el peso del cuerpo, en el que se halla encerrada como
Ahora bien, una cosa aparece aquí manifiesta. Si se trata de en una prisión, desprovista del disfrute de la verdadera libertad.56
'luchar' por vivir en justicia para alcanzar la felicidad es evidente
que se dan ciertos impedimentos frente a los cuales ¿recisamente Por lo visto hasta el momento ser feliz es en buena cuenta
se lucha. Estos según Abelardo son los vicios. haberse 'liberado' del peso del cuerpo, pues este no hace sino obstruir
la voluntad;s7 significa en una palabra 'morir' y, una vez muerto,
El vicio, leemos en la Ethica, es aquello mediante lo cual un haber alcanzado un estado en el que la voluntad no halla más
?o~bre es hecho proclive al pecado, es decir, mediante lo cual es obstáculos. La vía que conduce al hombre hacia aquel estado es el
mcl~nado .ª consentir »en aquello que no conviene.«s4 Por lo que camino de las virtudes, y estaría constituído fundamentalmente por
venimos viendo podría añadir: a consentir en aquello que no es justo el 'vivir con justicia' y por el 'dominio de la carne'. Una moral así
Y que por lo tanto no conviene al logro de la felicidad. ' concebida se traduce en la exigencia de lucha permanente contra la
influencia factual de la sensibilidad en el animus.
Aquí no es en absoluto ocioso señalar que no se está hablando
de una felicidad terrena. El propio filósofo del Dialogus ha hecho Nadie pone seriamente en duda que el fin de las preocupaciones
oportunamente la advertencia, aduciendo que »es impensable que de los mortales sea la felicidad; y cabría preguntar si es posible
los filósofos: ~uienes desprecian al máximo la felicidad terrena y pedirle a un lector de los moralistas clásicos que dude que el medio
poseen do"!'lllmo de la carne, hagan consistir el bien supremo en las para lograrla sean las virtudes. El filósofo del Dialogus ha recordado
torpezas ae esta vida.« 65 Y no resulta ocioso citar en este momento que el dominio de la carne debe ejercerse de tal modo »que la buena
esta advertencia porque ella nos recuerda aquel otro tópico clásico voluntad, consolidada en hábito, pueda ser llamada virtud.«58 Si esta
d~ .la filosofía mora~ que ?recisarnente explica la presencia de los buena voluntad se ve obstruída, no se es feliz, del mismo modo como
Vlcios, a saber: los impedimentos de la sensibilidad. se es infeliz si se ve obstruída la mala voluntad. Todo obstáculo a
la voluntad, sea ésta buena o mala, produce infelicidad. Recogiendo
En realidad aquí encontramos la tradición moral platónica esta idea de Agustín, el filósofo ha optado por la virtud porque sabe
retoma~a por ~elardo en la figura del filósofo del Dialogus. Este que se trata de alcanzar aquella felicidad ajena a esta vida, que
personaJe explica por qué no se trata para los filósofos de la felicidad representa un estado en el que la voluntad no será ya en absoluto
terrena, y lo hace del modo siguiente: La verdadera felicidad no se obstaculizada en su querer. Fallar en esta apreciación y salir a la
caza de la felicidad terrena es no conocer la naturaleza humana, lo
que por sí solo, como señala Boecio, es ya un vicio.

63 «Hic autem pugnando ccrtamus ut alibi certaminis triumphatores coronam


pcrcipiamus.• Ethica 12, 8-9. 56 «Quamdiu culcm voluntati nostre aliquid obsistit vel deest, vera beatitudo
nequaquam cst. Quod utique sempcr cvcnit, dum hic vivit.ur, et anima terreno
54 •Vitium itaque est quo ad pcccatum proni efficimur hoc est inclinamur corporis mole gravata et quasi carcere quodam oonclusa vera non fruitur libertate.•
pcrcipiamus... Ibidem. '
lb. 1652-1656.
55 •Ahs!t enin;1, ut p~iloso~hi, :crrene ~elic!~tis maximi oontcmptores et percipui 57 Cfr. De beata uita 2, 14. La idea es de Agustín.
C~IS dom1torcs, in huius vite lurp1tudlrubus summum bonum consistuerent.•
Di.alDgus 1532-1534. 58 "··· ut bona in habitum solidata voluntas virtus dici queat ... Dialogus 1555-1556.
66 67
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo
Felicidad y Libertad como Fundamentos de la Moral

Cuando no hay dominio de la carne, entonces la mala voluntad


se consolida en vicio. Pero de esta misma mala voluntad dice Abelardo lo que a ella le corresponde: un remedio a su debilidad (infirmitas),
en la Ethica que, ,.refrenada, más no extinguida, procura el premio y éste no es otro que la práctica de las otras virtudes que la acom-
a quienes resisten, y confiere la materia de la lucha y la corona de pañan.
la gloria.«59 Así, en esta última obra citada, al entenderse la mala
voluntad como materia de la lucha moral, el 'peso del cuerpo' aparece íi. El 'pathos' de la muerte y la moralidad.- En el punto anterior
como una influencia de la sensibilidad sobre la volición que Abelardo hemos visto resurgir los tópicos clásicos de la filosofía moral en la
denomina »una cierta debilidad por ahora necesaria.«00 Porque hay postura de Abelardo. Central ha sido ahí su concepción de la moral
tal debilidad en su naturaleza, el hombre se encuentra obligado a como lucha por la felicidad mediante la práctica de las virtudes. Pero
comportarse moralmente, es decir, a luchar por alcanzar la felicidad. hablar de moral es hablar de 'costumbres' (mores), esto es, de hechos
Verse obligado a ser moral es un factor que explica el paralelo entre morales que requieren una explicación. Ya hubo sin duda una
la verdadera felicidad y la verdadera libertad. Pero que aquella aproximación explicativa. Ella se deja entrever en la idea de una
debilidad de la naturaleza humana sea 'por ahora necesaria', sig- naturaleza 'enferma', en la idea de una voluntad obstruída e inclinada
nifica que durante esta vida conviene que haya un enemigo contra al mal por los v1cios, en una palabra: en el tópico platónico del cuerpo
el cual luchar; un enemigo, dice Abelardo, que efectivamente resista, como cárcel del alma. Pero que el hombre se encuentre obligado a
no uno que se dé fácilmente por vencido. Este es precisamente la comportarse moralmente porque aspira a una felicidad que su con-
mala voluntad.61 dición actual es incapaz de ofrecerle no representa mucho más que
una nueva constatación de hechos. La pregunta por el p·orqué de la
Volviendo entonces sobre el discurso del filósofo en el Dialogus moral es una pregunta teológico/filosófica, y como tal ya no puede
lo encontramos ahora insistiendo sobre la importancia de la virtud mantenerse dentro de los márgenes de una respuesta que no haya
de la justicia, aquella de la que, siguiendo a Cicerón,62 debe decirse sido consagrada por la tradición cristiana.
que tiene como cometido otorgar a cada quien lo que le corresponde.
Suponiendo, dice el filósofo, un animus cuya voluntad constante sea Hemos visto que la debilidad o enfermedad de la naturaleza
la justicia, las otras virtudes del mismo, como la fortaleza y la humana, tal como la presenta Abelardo, es el fundamento de la
templanza, deberán ser vistas como ciertas potencias o cierto contienda moral. Porque no hay salud o, dicho más generalmente,
robustecimiento del animus por medio del cual viene a ser confir- porque algo falta en la naturaleza del hombre, éste tiene que luchar
mada esta buena voluntad.63 Sobre la base de esta definición de la por alcanzarlo. Podríamos intentar variaciones, y decir: porque no
justicia, ser justo con respecto a la propia naturaleza débil es darle es feliz y aspira a serlo siempre, debe luchar; porque no puede
desplegar su voluntad libremente y aspira a hacerlo, debe luchar.
Se parte, pues, de una doble constatación: por un lado se constata
59 "··· mala voluntas refrenata, non extincta, palmam resistentibus pariat, et positivamente wrn aspiración fundamental; pero esta constatación
roateriam pugnae et gloriae coronam conferat.» Ethica 6, 21·22. positiva reviste las características de una causa final es decir
supone negativamente una ausencia '
que la fundamenta 'como aspi-'
60 « .•• infi.rmitas quaedam iam necessaria.» lb. ib. 23.
ración. De facto no se 'es' ahí donde se quiere ser.
61 Ib. 12, 5-11.
La pregunta por el porqué de tal conditio humana es, como he
62 Cfr. De Of{iciis I, 7, 20.
dicho, una pregunta teológico/filosófica. Ella tiene que ver con la
63 Dialogus 2270·2273. muerte; pero no es aún la pregunta por la moralidad.
68 69
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo Felicidad y Libertad como Fundamento.~ de la Moral

Partiendo de la idea de que hay algunos hombres que son na- con la moral de la siguiente manera: La moral supone debilidad en
turalmente endebles e incluso estúpidos, puesto que han nacido la naturaleza humana; la muerte es la debilidad natural común a
llenos de diversos vicios tanto del cuerpo como del alma, el filósofo todos los hombres; luego la moral supone la muerte.
aborda en el Dialogus el tema de la muerte, y dice que si sumamos
a aquellas taras congénitas de algunos hombres el hecho de que Una intervención del cristiano del Dialogus permite empezar a
todos por igual han sido creados mortales, entonces es sin duda reconstruir la opinión del propio Abelardo. Dice lo siguiente: »Todos
cierto que la buena sustancia de la naturaleza humana participa de los ángeles, así corno todos los hombres, ~ueron cread?s ~ales que
muchos males desde su misma creación. 64 Para él es evidente que pudieran actuar bien y mal.«66 Esto en pnmer luga: s1gn~fi.ca que,
tanto la muerte como las otras cosas mencionadas deben contarse habiendo la posibilidad de actuar mal antes de la caida ~ngrn~l, ya
entre los males, pues nadie duda que sus contrarios sean bienes. E había moralidad en el paraíso, pues de no haberla h~b1do, -~ce el
insiste en su idea principal: algunos vicios o males se hallan na- cristiano, los ángeles que no pecaron no hubieran tem~o me~to al
turalmente en algunas sustancias buenas a partir de su misma rechazar el consentimiento en el mal que. los ot~os ~o ~vit~ron. ~?n
creación, como la mortalidad en el hombre o la irracionalidad en el esto queda claro que el anterior razonam1ento silo~stico solo es hc1to
caballo. Y aunque la mortalidad no puede decirse que sea un vicio, si se parte de la distinción entre moral y moralidad.
ya que nadie es peor que otro según aquello en lo que todos par-
ticipan por igual, sin embargo es con todo un vicio de la naturaleza La moral como lucha permanente por alcanzar la felicidad
humana, puesto que a causa de la muerte ella existe en una condición mediante el ejercicio de las virtudes supone sin duda la muer~. La
peor, esto es, más débilmente en relación a una naturaleza inmor- moralidad en cambio, como la posibilidad de optar entre el b1~n Y
tal.65 el mal es anterior a ella. No distinguir entre moral y moralidad
haría j~posible hablar de mérito en los ángeles, creaturas inmortales
Al hallar relacionadas aquí la debilidad de la naturaleza humana que no tienen que luchar contra una influencia factual de la sen-
y su condición mortal, uno se pregunta cómo es que Abelardo maneja sibilidad que los incline al mal. Es así ciertamente como Abelardo
esta relación, y en qué medida puede ser éste un camino conducente ha presentado la moral.
a Ja determinación del concepto de moralidad.
Uno se pregunta sin embargo si del hecho de que ya hubiera
En realidad el tema de la muerte no se cuenta entre los prin- moralidad en el paraíso se sigue que hubiera necesariamente una
cipales de este diálogo. Sin embargo, la tesis del filósofo ha sido cierta debilidad en los ángeles, ya que al parecer la moralidad tiene
claramente expuesta: Los hombres han sido creados mortales; la su fundamento en la posibilidad de optar entre el bien y el mal, lo
mortalidad es un vicio de la naturaleza humana; luego la naturaleza que indica que si optaron algunos por el mal, la naturaleza ra~i?nal
del hombre se halla viciada desde el momento mismo de su creación. es desde su misma creación capaz de errar y apartarse de la fehc1dad
A partir de esta tesis cabe preguntar si es lícito relacionar la muerte a la que aspira, o que -más aun- poseía plenamente en el paraíso.

64 ..Quorom etiam aliqui cum egrotativi vel etiam stulti naturaliter fiant et diversis
tam anime quam corporis vitiis oocupati nascantur et omnes communitcr homines 66 «Omnes quippc angeli sicut homines tales crcati sunt, ut bene agere possent et
crcantur mortales, profccto ex ipsa sua creatione substantia humane nature male.» lb. 2537-2539. Cfr. a este respecto R. Peppermü ller, Abaelards Auslegung
bona multorom particeps lit malorom.• lb. 2384-2388. des Romerbriefs, Münster 1972, pp. 48 ss.

65 lb. 2390-2399. 67 Dialogus 2539-2540.


70 71
Intención y Conciencia en la Eticci de Abelardo Felicidad y Libertad como Fundamentos de la Moral

La posición de Abelardo es que el hombre fue creado como 'eudaimonía nostálgica', esto es, una búsqueda de la felicidad per-
compuesto de cuerpo y alma, y que en estado primigenio, carente dida que sólo se entiende como tal después de una 'caída original'.
aún de costumbres, llevaba no obstante sometida la carne al espí- Moralidad en cambio hubo siempre, y en ella no hay nostalgia
ritu, como convenía por cierto a su naturaleza.68 'Carente aún de alguna, sino más bien discernimiento.
costumbres' (et moribus incompositus) significa sin duda que aún no
había moral en el paraíso. La carne se hallaba fácticamente sojuzgada Abelardo cree que Adán pecó porque 'presumió' acerca de la
al espíritu y el hombre poseía dominio de sí. Esto no significaba sin misericordia divina, 'estimando', dice, que Dios iría a ignorar el
embargo que no pudiese perderlo. La garantía consistía en mantener asunto por considerarlo trivial. Su voluntad jugó también un papel
la comunión con Dios, amándole y obedeciéndole, cosa que hacía sin decisivo, pues en realidad no fue Adán el seducido por la serpiente
fatiga y con placer.69 Pero el hecho de que no hubiese moral, es decir, sino Eva; él, 'no queriendo' afligirla y 'deseando' mantener su favor,
que no hubiesen costumbres o hábitos que inclinasen al hombre al incurrió también en la trasgresión, aunque menos por malicia, recalca
bien o al mal, no significa que no hubiese moralidad, esto es, que Abelardo, y más por piedad. Sin embargo, si hubiera amado a Dios
no hubiese la posibilidad de perder culpablemente el dominio sobre más que a su mujer, no hubiera consentido.71 La 'desgracia' de Adán
la carne. fue que en medio de la tranquilidad idfüca del paraíso se vió frente
a la necesidad de optar. Dios lo había creado libre de tomar su propia
Si el hombre pecó en el paraíso es porque había quizá en él una decisión; y optó mal.
cierta 'debilidad' que le impidió mantenerse en su obediencia y amor
a Dios. Podemos suponer que la hubo; pero lo que ha quedado claro En poder de Adán estaba, dice Abelardo, no consen,tir; pero no
es que en todo caso esta supuesta debilidad nada tiene en común amó a Dios como debía, y con eso díó origen a la muerte, pues a causa
con la condición caída de la naturaleza humana en la que surge la del pecado de Adán, Dios infligió a todos los hombres el castigo de
lucha moral. Se trata más bien de la libertad. la muerte corporal,72 y a muchos de ellos el de la muerte eterna.73
Una pena semejante supone una culpa proporcionada; pero este es
Existe sin embargo una relación necesaria entre moralidad y quizá un problema que Abelardo elude concientemente. Le interesa
moral. A este respecto R.E. Weingart llama la atención sobre la más bien señalar que Adán era libre de optar por el bien o el mal
manera cómo Abelardo interpreta la figura del árbol del bien y el
mal. No es que este árbol se llame así porque el comer de su fruto
haya permitido al hombre discernir por primera vez entre el bien
y el mal, sino porque a partir de la experiencia del pecado el hombre 71 ·Bene et cum a serpente non csse seductum, cum scduceretur mulier... qui
tamen amore milieris gustalum ei úuctum porrigcntis, cum eam contristare
aprendió a distinguir entre la bondad de la vida que poseyó y la nollet, in transressionem prorru!DJ>it, amplius de misericordia Dei quam oportcret
maldad del castigo que sufre en ésta.70 Así, la moral es una cierta pracsumcns, quem ad ignoscendum facilem existimat pro tam lcvi quae ei
vidcbatur ofTensa, si quoquomodo commissam sibi a Deo non scandalizaret
mulicrem, praesertim cum hace pie magis, quam malitiose fieri videretur. A quo
etiam amplius amari Deum quam a mullere, quis non consentiat?.. Theologia
68 Cfr. Expositio 770 e 7-11. Scholarium 14, 30-35; 15, 1-2.

69 Cfr. lb. 781 11 14-16. •In this idyllic setting man reo.lized the potentialities of 72 "··· quoniam pro ipso poenam corporalis mortis omnibus inferebat.• Commentarium
his having been created in thc image of God in his !ove and perfcct obedicnce 158, 159-160.
to his Crcator.~ Weingart, op.cit. p. 43.
73 «Per peccatum Adae multas dicit, non omnes, constilui pcccatores, id est aetcrnae
70 Cfr. lb. pp. 43-44. poenae tradi.,. lb. 161, 267-269.
72 73
Intención y Conciencia en la Elica de Abelardo Felicidad y Libertad como Fundamentos de la Moral

en el sentido de que nada lo coactaba en su decisión. Ninguna fuerza sufrimiento de la muerte que incluso llegue a renegar de aquella
extraña podía 'Obligarlo a optar por Eva ni a optar por Dios. Una felicidad que él cree que está más allá de la muerte. 75
vez cometido el pecado de la opción errada e instaurada la muerte
como el castigo proporcional a la culpa de Adán, todos los hombres Este caso extremo ilustra no obstante el modo cómo la condición
lo sufren en la misma medida en que todos permanecen siendo mortal se ofrece como impedimento fáctico de la felicidad, pues ya
libres. Así, la moral, y ya no sólo la moralidad, viene• a estar sea que se hable de la pena temporal que impli~a esta condición,~
6

configurada por la libertad. 0 ya de la pena eterna, la muerte se muestra siempre como sufn-
miento y castigo.77 Sufrir y ser castigado es a:go que en ~al~bras de_
Una cosa es, pues, la libertad de opción y otra la de coacción. Abelardo el hombre nunca quiere; más aun, solo hay sufnm1ento ah1
Libre en el primer sentido será aquel hombre que puede pecar aun donde la voluntad se ve contrariada.78 Uno se pregunta entonces por
cuando goce de la verdadera felicidad. La causa de esta posibilidad la compatibilidad de esta condición mortal con los dos aspectos de
está al parecer en un juicio errado (Adán presumió, estimó), de modo Ja libertad que se han descubierto. ¿Cómo es posible que quien no
que bien podría hablarse de una libertad del juicio. Libre en el quiere sufrir ni ser castigado opte llbremente por el mal? ¿No será
segundo sentido es aquel hombre que no sufre determinación exter- que no hay opción libre sino coacción de la sensibili?ad? ¿Y qué
na de sus acciones, y aquí puede hablarse de una libertad de la ocurre si se entiende que el bien, para ser logrado, reqwere de aquel
voluntad. La libertad de opción es el <!onstitutivo esencial de la sufrimiento que se procura siempre evitar? ¿En qué sentido es libre
moralidad, mientras que la libertad de coacción es la manera en la el mártir que ve contrariada su voluntad de no sufrir?
que la moralidad fundamenta la vida moral.
Parece indispensable establecer una jerarquía entre la libertad
Resulta evidente que a la configuración de la vida moral por del juicio y la libertad de la voluntad. Cristo es para ello el ejemplo
parte de la libertad sólo se puede acceder mediante el análisis de paradigmático.
la condición humana caída, es decir, recordando el punto de partida
antropológico: animal rationale mortale. Así lo hace Abelardo en el Habiendo asumido la debilidad de la naturaleza humana, Cristo
Díalogus. le pide al Padre que aparte de él el cáliz; pero añade: 'Hágase lo que
tú quieres, no lo que yo quiero.' En esto ve Abelardo que Cristo temía
El hombre que conoce la naturaleza humana aspira a una fe- naturalmente el enorme sufrimiento de la muerte, y lo que sabía que
licidad que se le ofrece más allá de esta vida; sin embargo la muerte
temporal puede representar, incluso para él, un impedimento radical
para el logro de dicha felicidad. En efecto, remitiéndose a Agustín,
el cristiano del Dialogus dice que el sufrimiento de la muerte es tan 75 «Ex quo liquidím cst, quanta sit huius mortis passio, cuius ut diximus, mclu
alius ad salutcm rcdirc voluit, alius ad bcatitudinem egrcdí trcpídavit.» Ib. 3097-
grande en el cuerpo que obliga al alma a separarse de él. Tal es la 3099.
magnitud del dolor que ha hecho pensar a muchos que es suficiente
para la purga de cualquier pecado que no fuera digno de una condena 76 Cfr. Ethica 56, passim; 58, 30 ss. Commentarium 157, 125 ss. Cfr. Pcppcrmüller,
etema. 74 Débil por naturaleza, el hombre puede temer tanto el op.cit. p. 105, nota 581.

77 Dialogus 3105-3106.
78 «Nusquam cnim passio essc potcst nisi ubi contra voluntatem aliquid fit, nec
quisquam in eo patitur ubi sunm implct voluntatcm et quod fieri eum oblcctat.•
74 Dialogus 3084-3087. Ethica 10, 9-11.
74 75
lntencwn y Conciencia en lo Etica de Abelardo Felicidad y Libertad como Fundamentos de la Morol

era doloroso no podía ser voluntario.79 Había asumido el 'pathos' de luego magnánimo, es decir, que no escatime esfuerzo ni se ahorre
la muerte al asumir la naturaleza humana. En consecuencia su pesar alguno en la consecusión de un propósito razonable.81 Además
voluntad podía ser afectada por una pasión como el temor. Sin se supone también que este propósito razonable es eo ipso un propó-
embargo pide que se haga una voluntad ajena, no la suya, que no sito justo; y si es justo, se supone por último que ha sido pru-
quiere sufrir, porque entiende que es precisamente este sufrimiento dentemente asumido.
lo que conviene para el logro de una felicidad a la que a partir de
su muerte todos los hombres tendrán acceso. Así, la 'prudencia', siguiendo la definición de Cicerón, más que
una virtud es la madre de todas las virtudes, pues consiste en la
Bajo este paradigma se comprende cómo la libertad de elegir discreción entre el bien y el mal.82
entre el bien y el mal, que el ho1tlbre posee desde su creación, es
para todos los casos la libertad que se adquiere mediante el cono- Al carácter inconcluso de la Ethica se debe el hecho de que
cimiento adecuado del fin y los medios convenientes. Esta libertad Abelardo no haya abordado un tratamiento exp1ícito de la prudencia.
del juicio es jerárquicamente anterior a la libertad de la voluntad, No obstante, cuando leemos ahí que al justo no puede faltarle noticia
que precisamente quiere verse definitivamente liberada del sufri- del mal, y que nadie puede evitar el vicio sino conociéndolo 83 no-
miento, pero que al encontrarse con una naturaleza corrupta no tamos que la prudencia está necesariamente presupuesta. '
suele coincidir en su querencia con lo que el entendimiento muestra
como conveniente. Así, la libertad de la voluntad está fácticamente También en el Dialogus se menciona la definición ciceroniana
determinada como libertad moral, es decir, como libertad frente a de esta virtud,64 y se explica que la prudencia es madre.de todas las
los condicionamientos de la sensibilidad, y en ello garantiza la viturdes no sólo porque éstas tienen su origen en ella sino también
moralidad del hombre, en último término, como libertad de conciencia porque las nutre. Ella es necesaria tanto para distinguir las virtudes
incluso frente al temor de la muerte. de los vicios como para desenmascarar a los vfrios que se presentan
como virtudes, cosa que el hombre no podría hacer si no tuviera el
iii. El 'ethos' cristiano. Moralidad y moral cristiana.- Para lu- conocimiento práctico que ella representa. Así, es mediante la
char contra una debilidad como la del temor un moralista clásico prudencia que la justicia sabe lo que se debe a cada quien, que la
podría pensar en aquella virtud, especie de la 'fortaleza', llamada fortaleza posee discreción frente a sus propósitos, y la templanza
'magnanimidad'. El filósofo del Dialogus, conocedor de la tradición moderación frente a los suyos. 85
ética, define la magnanimidad como la virtud mediante la cual el
hombre se halla preparado para enfrentar cualquier tarea ardua,
por ardua que sea, cuando hay para ello una causa razonable.80
Desde esta perspectiva la lucha moral misma debería entenderse 81 Cfr. De o(ficiis I, 19, 63-65.
como 'fortaleza', pues del hombre moral se espera que sea desde
82 «~rudcntia, id cst, boní maliquc discrctio, matcr est virtutum polius quam
VJrtus.,. Ethica 128, 8-9.
79 •Qui etiam iuxta infirmitatem humanae naturae assumptam Patri ait: 'Si possibile 83 «Mali quippc ootitia iusto dccsse non potcst, nec envere qu is vicium nisi cognitu m
cst transeat a me calix iste, verum tamen non sicut ego volo sed sicut tu.' va\ct.• Ib. 76, 12-13.
Magnam quippe mortis passionem anima eius formidabat, nec voluntarium ei
esse poterat quod penale sciebat.• lb. ib. 17-21. 84 Dialogus 2019-2021.
80 Dialogus 2253-2254. as lb. 2121-21a2.
76 77
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardc Felicidad y Libertad como Fundamentos de la Moral

En tanto discreción del bien y el mal la prudencia se muestra y lo que debe evitarse. En diálogo con el judío, el filósofo afirma que
como una virtud distinta a las demás. Las virtudes que ella alimenta la ética o ciencia de las costumbres no es otra cosa que la ley
son las 'costumbres' (mores) que conducen al hombre hacia la feli- natural. 88 Si aquí recordamos lo que sobre la racionalidad como
cidad. Cuando hablamos de 'moral' hablamos de la lucha por con- potencia discerniente se dijo cuando expuse este concepto, a saber,
solidar dichas costumbres. Cuando hablamos en cambio de la que es el fundamento que permite conocer tanto la ley natural como
'moralidad' de las mismas estamos preguntando por Ja prudencia a Dios entonces veremos que la ética en tanto ley natural y meta
que las orienta. de tod~s las demás disciplinas racionales es aque1la cuyo ejercicio
permite que el hombre se cumpla como tal.
Con respecto, pues, a la moral, el filósofo del Dialogus afirma
que si alguien se mantiene firme en su voluntad justa de modo que Pero dado que el hombre es a la par imagen de Dios, la ética
no pueda ser apartado de ella sin dificultad, entonces se dice que en tanto cumbre de su actividad no puede menos que tener carácter
está imbuído de la virtud de la justicia, y esto aun cuando no posea religioso.ª9 En un momento de su diálogo con el filósofo dice el
en el mismo grado la fortaleza y la templanza. Sin embargo, que no cristiano que, según lo que él alcanza a ver, se aproximan a la l'!leta
pueda ser fácilmente apartado de ella no significa que no pueda ser y consumación de todas las disciplinas:
apartado en absoluto. Si interviene una causa grande como el temor
o el deseo sexual, afirma el filósofo, puede ser que la buena voluntad •A lo que tú llamas ética, esto es, a la moral, nosotros estamos
se esfume. Así, es necesario adjuntar a Ja virtud de la justicia las acostumbrados a denominar divinidad. Nosotros la llamamos así
virtudes de la fortaleza contra el temor y la templanza contra Ja atendiendo aquello que intenta comprenderse, esto es, Dios; mien-
tras que vosotros así, pues atendéis aquellas cosas que a través de
incitación sexual. 86 ella se logran, esto es, las costumbres buenas que llamáis virtu-
des.«90
No está demás subrayar aquí que la lucha moral marcha hacia
su perfección en la medida en que vaya ganándole terreno a todo En ambos casos se está hablando de la moralidad de la moral,
lo que incline a la voluntad a querer en contra de la razón, y que es decir, de un saber sobre el bien y el mal que fw1damenta el sentido
esta lucha representa por un lado el telos aristotélico del cumpli- de la lucha. Los filósofos Uaman a este saber 'ética' porque atienden
miento del ser humano como animal racional/mortal, y por otro el a aquella ley natural que dice que 'ésta determinada costumbre' es
telos cristiano de su cumplimiento corno imagen de Dios. una virtud que hay que consolidar. Los cristianos lo Uaman divi-
nidad porque atienden a los preceptos divinos. Pero ambos prestan
Lo primero se ve por la importancia que le otorga Abelardo a atención a una ley y esto significa: ambos disciernen; usan la
la ética, a la que considera en boca del filósofo del Dialogus Ja meta prudencia.
de toda disciplina racional.87 No es casual que Abelardo distinga
claramente entre 'costumbres' o moral (mores) y ética o 'ciencia de
las costumbres'. La ciencia del bien y del mal se halla sostenida en
el hábito de la prudencia como conocimiento de lo que debe hacerse 88 «Lcx vero naturalis, id est scientia morum, quam ethicam clicimus.• lb. 84-85.

89 Hommcl, op.cit. p. 41.

90 «Quam quidcm vos ethicam, id est moralem, nos divinitatem nominare


86 lb. 2088-2095. consuevimus. Nos illam videlicet ex eo, ad quod comprehendum tenditur, id est
Deum, sic nuncupantes vos ex illiA, pcr que illuc pcrvenitur, hoc est moribus
87 lb. 19-22. bonis, quas virt.utes vocatis.• lb. 1265-1269.
78 79
Felicidad y Libertad como Fundamentos de la Moral
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo

Como lo mencionó el filósofo en el Dialogus, son los vicios los


Esta última intervención del cristiano ha llevado a subrayar la que tornan al hombre incapaz de resistir los impulsos contrarios a
íntima relación entre religión y moral. El filósofo mismo, todavía
la razón. Si la resistencia la brindan las virtudes nutridas por la
dialogando con el judío, afirma que en todo este afán lo que él busca
prudencia, entonces la lucha moral es la adquisición de la justicia,
es la salvación de su alma.91 Que esta relación aquí establecida es
la fortaleza, la templanza, etc., bajo el supuesto de la prudencia,
perfectamente conforme a la tradición cristiana, e incluso pagana,
orientada al fin de la religión.
lo atestigua la cita que hace más adelante el cristiano:
Ahora bien, para comprender el fin de la religión como equiva-
•Como diligentemente remarca el venerable doctor Agustín, que
era también peritísimo en vuestra doctrina: •De Dios, quien está lente a la verdadera felicidad a la que se aspira en los esfuerzos
en todas partes, no somos hechos próximos o lejanos localmente, morales, conviene recordar aquella intervención del filósofo, según
sino a través de nuestras costumbres morales.»«92 la cual la felicidad se obtiene corno retribución de una vida justa.94
Se vive aquí con justicia, dice, para ser retribuídos a causa del mérito
Si no hemos olvidado que Abelardo y los hombres de su época de las virtudes. 95 Pero la retribución que menciona aquí el filósofo
no conocieron directamente los escritos éticos de Aristóteles, y que necesita ser aclarada por el cristiano. Ha sido puesta en directa
las concepciones del filósofo griego llegaron a ellos más o menos relación con los méritos: mayores éstos, mayor la retribución. Sin
platonizadas y en el contexto de un interés por la dialéctica como embargo, el tiempo de merecer, en opinión del cristiano, se limita
herramienta de esclarecimiento de la fe cristiana, entonces no podrá exclusivamente a esta vida, y el de ser recompensados a la otra. Aquí
sorprender el carácter marcadamente religioso que adquiere en este se siembra, allá se cosechará.96 En otras palabras, es erróneo 'es-
discurso la moral. perar' recompensas en esta vida mientras se cornbateil los vicios,
pues puede ocurrir que nunca lleguen, sin que esto signifique la
Se entenderá asimismo sin dificultad por qué dice Abelardo en pérdida de la felicidad futura.
la Ethica que es la religión la que estima torpe que el hombre sea
venci'do por el vicio, porque en ello declina del bien. Este es el factor religioso principal que separa el planteamiento
cristiano de Abelardo del eudairnonisrno aristotélico que él conoce
,.El Apóstol nos encomienda la victoria cuando dice: «Sólo .será tan sólo mediatamente. No obstante, es notable la percepción de
coronado el que combata legítimamente.» El que combata, digo.:. elementos genuinamente aristotélicos de la tradición moral por
resistiendo a los vicios, no sea que nos conduzcan a un consenti- parte de Abelardo, tradición presentada en la figura de 'los filósofos'.
miento depravado.•93
Comentando dos de las Bienaventuranzas -a saber: la de los
pobres de espíritu y la de los perseguidos a causa de la justicia

91 lb. 165.
94 Dialogus 1710-1712.
92 «Quod venerabilis doctor Auguslinus. el ~octri.na~m quoque vest:arum
pcritissimus diligcnter aperiens, 'Deo, mqu1t, qu1 ubique est. non loc1s, sed 95 ..... ut mcritis virtutum illic coronemur summum illud scilicet bonum pro mercede
moribus aut propinqui aut rcmoti sumus.'.. lb. 2709-2712. adepti.• lb. 1717-1720.
93 •Hanc nobis victoriam commendans Apostolus ait: 'Non coronabitur quis, nisi 96 «Ncscis, quod in hac vita tantum tempus sit. promerendi et in illa retribuendi,
legitime certaverit.' Ccrt.averil, inquam, non tam bominibus qu::mi a vicis hic videlicet scminandi, ibi colligcndi.• lb. 2474-2476.
resistendo, ne nos vidclicet in consensum pcrtrahant pravum... Ethu:a 4, 9-15.
81
80
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo
Felicidad y Libertad como Fundamentos de la Moral

'porque de ellos es el Reino de los Cielos'- dice el cristiano del Por su parte la vida futura que se espera viene caracterizada
Dialogus que éstas tienen por finalidad indicar que toda prosperidad por lo que de ella se sabe a través de la fe. Que la es~eranza es _una
terrena debe ser despreciada y todas las adversidades de esta vida especie de la fe lo dice Abelardo al inicio de la Theologia Scholarium,
toleradas a causa de la 'esperanza' en la vida eterna.97 En esto ve cuando habla de aquellas tres cosas en que consiste la salvación, ~
él una diferencia con respecto a la posición de su interlocutor. 'Los saber: la fe, la caridad y los sacramentos. La esperanza es ahí
filósofos' no han invitado a los suyos a alcanzar esta meta de la concebida como perteneciente a la fe porque consiste en estar a la
misma manera. Si el filósofo concede que esto es así, entonces debe espera de lograr alguna cosa cuando se cree que alcanzarla es
confesar que la doctrina de Cristo es tanto más perfecta y mejor bueno. Ella es siempre esperanza del bien futuro en el que se cree. 100
cuant9 que exhorta a la adquisición de las virtudes por una causa
y esperanza mejores. 98 Esto no quiere decir que los paganos no Todo lo cual termina por aproximamos a los contenidos propios
tuvieran la esperanza de alcanzar la felicidad futura; pero frente a del discernimiento que llamamos prudencia. La moralidad cristiana
la esperanza apoyada en la fe de Cristo, su posición se muestra débil. tiene en común con la moralidad pagana la siguiente estructura:
Puede decirse, pues, que si se contrasta la eudernonía aristotélica (1) Comprensión de la felicidad como ultraterrena (telos de la vida
con el planteamiento de Abelardo, estarnos ante una moralidad
justa).
religiosa cristiana, sustentada por un lado en la comprensión de la
felicidad como visión beatífica, y por el otro en la comprensión de (2) Discernimiento del bien y del mal a partir del reconocimiento
la esperanza corno especie de la fe en Cristo. En efecto, el cristiano de una ley (prudencia como fundamento de la vida justa).
describe lo primero de la siguiente manera:
(3) Esperanza de lograr la felicidad mediante el ejercicio de las
»Entonces conoceremos todo perfecta y verísimamente mediante
los ojos del corazón, como los ángeles, y cesarán en su oficio todos virtudes (retribución de la vida justa).
los sentidos..., pues Dios será todo en todo. La visión de Dios habrá
de satisfacer plenamente nuestros deseos, de tal modo que nos ha La prudencia se encuentra en el núcleo mismo de la moralidad;
de conferir, por sí misma, todo lo necesario para la verdadera pero ella sólo cobra sentido en función de la retribución, es decir,
felicidad. Esa visión de la divina majestad será para nosotros una de aquella convicción -débil en los paganos, alimentada por la fe
luz inextinguible, la suma santidad, la quietud perpetua, una paz
que sobrepasa todos los sentidos y, en fin, ella será todo bien, toda de Cristo en los cristianos- de que los esfuerzos desplegados en la
virtud, todo gozo.«99 vida moral serán plenamente recompensados.

Si se trata de señalar lo específicamente cristiano de la 'moralidad'


97 lb. 1683-1685. tal como la presen ta Abelardo, entonces basta con atender la manera
98 lb. 1685-1691.
cómo se preocupa por armonizar la ley natural y la ley positiva. En
este sentido a Abelardo propiamente no le interesa en el Dialogus
99 •Tune quippe perfecta, tune verissime cuneta cognoscentur a nobis sicut ab
angclis per oculos cordis, ubi omnium sensum... cessabunt officia, eum erit Deus
omnia in omnibus. Eius quippe visio sic omnibus nostris per omnia satisfaeiet
100 ~Tria sunt... in quibus humanae salu lis su mm a consi~tit, ~ides videlieet, Caritas~
desideriis, ut ipsa per se omnia nobis eonferat, que vere beatitudini sunt et Saeramc11.tum. Spem autem in fide, tanquam sepec1em m genere, comprehendi
necessaria. Ipsa illa divine maicstatis visio nobis erit lux indeficiens, sanetitas exi11timo... spes vero, exspectatio aliquod commodum adipiscendi (cst), quan~o
summa, quies perpetua, pax omnem sensum exsuperans, omne denique bonum, videlicet quis credit se aliquod bonum assecuturum esse... Spes autem de borus
omnis virtus, omne gaudium.• lb. 2906-2914. est tantum et de futuris.» Theologia Scholarium 5, 2-9.
82 83
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo Felicidad y Libertad como Fundamentos de la Moral

marcar distinciones sino hallar precisamente la estructura univer- Hay a este respecto un importante pasaje del Dialogus en el que
sal de la moralidad; aunque con ello se muestra no sólo que la el filósofo define la prudencia como la ciencia de las costumbres.
.moralidad sustentada en la esperanza cristiana es tan razonable Como ya he tenido oportunidad de señalar, el filósofo se remite aquí
como la de los moralistas clásicos sino que incluso lleva ventaja sobre a Cicerón, y afirma que la prudencia es ciencia, es decir, discerni-
ésta, pues se apoya en la fides Christi. miento de las cosas buenas o malas. 102 Aquellas cosas que se dicen
buenas o malas en sí mismas son las virtudes y los vicios, aclara
Si se trata en cambio señalar qué es lo específicamente cristiano el filósofo, y añade: sobre ellas discierne precisamente la prudencia.
en la 'moral', entonces tenemos que descender al terreno de las Ella misma no es, pues, propiamente una virtud, porque -añade-
virtudes y ocuparnos ahí de la virtud cristiana por excelencia: la Aristóteles distingue ciencia de virtud cuando las considera a ambas
caritas. Abelardo sabe que la ley del evangelio le impone un sello hábitos, y Boecio confirma esta distinción al afirmar que Aristóteles,
característico a lo que los antiguos llamaban una 'vida justa'. Una a diferencia de Sócrates, no consideraba que la virtud fuera ciencia.
comprensión detallada del ethos cristiano deberá poder lograrse en En otras palabras, siendo la prudencia un hábito del animus, no es
el tratamiento de los temas centrales de la ética abelardiana que sin embargo un hábito óptimo, esto es, una virtud, pues puede
emprenderé a partir del próximo acápite. hallarse tan to en hombres buenos como en malos.1º3

II. LA LIBERTAD Y EL BIEN SUPREMO DEL HOMBRE Manifiestamente 'virtud' y 'vicio' se toman aquí en el sentido
exclusivo de virtudes y vicios morales. Abelardo ha hecho esta
[1] La prudencia distinción en el prólogo de su Ethica, contrastando estos hábitos
morales con ciertos vicios y virtudes que no pertenecen a la moral,
El acápite anterior ha ofrecido una aproximación general a la como la cojera o la buena memoria. 104 Ahora, en este pasaje del
comprensión abelardiana del acto humano. Para iniciar el análisis Dialogus, la distinción de la Ethica está obviamente supuesta, pero
particular del mismo debo indicar que el concepto central de esta es abordada desde una perspectiva que la enriquece.
nueva aproximación será el de 'voluntad'. He dedicado el capítulo
II a un estudio minucioso de este concepto en las obras éticas de Aquí conviene mencionar la manera como R. Thomas interpreta
Abelardo. Aquí conviene anticipar sin embargo que no toda opera- este pasaje. Según él hay en la obra de Abelardo un elemento
ción de la voluntad pertenece al ámbito de la moral, pues moral- 'energético' que se muestra siempre como característica de la virtud,
mente calificable sólo es propiamente dicho aquel querer de la pero que incluye tanto las virtudes éticas como las dianoéticas. Pues
voluntad dirigido por una cierta intuición de lo que quiere, es decir, bien, el filósofo del diálogo se preocupa por no llamar virtud a lo que
un querer 'racional' que conoce 'lo que debe' o 'no debe quererse'. aún no trae consigo la característica ulterior del 'esfuerzo subjetivo'.
Esta racionalidad de la voluntad exige que se explique qué es lo que Surge así la pregunta por la naturaleza de la prudencia, pues ésta
cognoscitivamente posibilita el despliegue moral del querer; en carece al parecer de dicho factor. Sócrates había ofrecido la lista de
otras palabras, exige que se aclare el sentido y la función de la las virtudes que la tradición cristiana llamaría después 'virtudes
prudencia, pues ella es la virtud que intuye la norma moral de cara
a los deseos de la voluntad, mostrándose así como acto de la concien-
cia.101 102 Dialogus 2019-2022.

103 Ibid. 2023-2041.


101 Biser, art. Klugheit, en: LThK 6, 353. 104 Ethica 2, 1-19.
84 85
lntencwn y Conciencia en la Etica de Abelardo Felicidad y Libertad como Fundamentos de la Moral

cardinales', a saber: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Se- la prudencia emite el juicio B que califica moralmente el acto volitivo
gún ello la prudencia deberíá ser considerada una virtud ética. Pero que expresa A. Sea A: 'deseo comer este fruto', y ~: 'est_e ~eseo es
la autoridad de Cicerón, de Aristóteles y Boecio obliga a no aceptar malo'. Así, la proposición Bes el resultado de un d1scermm1ento en
la propuesta socrática. El resultado de esta confrontación de auto- torno a la voluntad y manifiesta que el deseo es vicioso.
ridades filosóficas -en la que claramente se acusa el conocimiento
parcial de Aristóteles- es una consideración de la prudencia bastante Al referirse en la Ethica al vicio Abelardo habla primero de
vaga, y que Thomas interpreta abarcando tres aspectos: conoci- voluntad e inclinación, indicando con esto que el individuo de facto
miento, intuición y capacidad de distinguir entre las cosas buenas 'quiere' hacer algo, o dicho de otro modo, que se propone realizar algo
y malas. Se trataría así de la pruéiencia como un juicio objetivo que, en segundo lugar, es inmediatamente calificado como »algo que
acerca de una realidad indiscutiblemente buena o mala; en una no conviene«. 1º7 Como discernimiento de este propósito de la volun-
palabra: una virtud dianoética.105 tad la prudencia lo conoce como malo; ella no dice que esta incli-
nación a actuar sea verdadera o falsa sino buena o mala. Se trata,
Debe concederse, pues, que el filósofo del Dialogus pretende pues, de un juicio práctico.
mostrar a la prudencia como un hábito moralmente indiferente, y
que este hábito es al parecer un modo de juzgar acerca del bien y La pregunta que inmediatamente surge es de dónde obtiene la
el mal. Ella es moralmente indiferente en el sentido de que no marca prudencia este conocimiento. La respuesta sólo puede ser una: de
diferencia alguna entre buenos y malos, y sin embargo es un hábito un juicio anterior; pero éste no es aún la norma sino el asentimiento
decisivo para la moral, pues discierne sobre los vicios y las virtudes, racional a la norma que Abelardo llama 'libre arbitrio'.
es decir, acerca del bien y del maJ que se hallan presentes en el
individuo qlie porta estos hábitos. Dado que un hombre puede obtener [2] El libre arbitrio como juicio sobre la voluntad
la prudencia como resultado de la dinámica propia de su facultad
racional, es decir, s in que en ello haya mediado ningún esfuerzo Hay una íntima relación entre prudencia y libre arbitrio. Sin
propiamente moral, la virtud dianoética es una virtud del intelecto embargo, conviene señalar de antemano que 'bueno' y 'malo' son
que permite reconocer el bien y el mal, pero que no procura mérito. calificativos que no hacen i;eferencia a lo mismo cuando se trata por
Hace falta como lo señala Thomas que este saber sea aplicado en un lado del juicio 'prudente' y por otro del juicio 'libre'.
concreto para que se convierta en virtud ética. 106
En la Theologia Scholarium Abelardo se ocupa de la definición
Si los textos de Abelardo no ofrecen más información acerca de boeciana del libre arbitrio diciendo que el arbitrio es la deliberación
la virtud dianoética que aquella que he reseñado, puedo concluir que o juicio del animus mediante el cual éste se propone hacer o dejar
él entiende la prudencia como el hábito de discernir entre el bien de hacer algo. 108 Desde el punto de vista moral proponerse hacer o
y el mal presentes en la propia voluntad. Si traducimos entonces dejar de hacer algo supone que se conoce este 'algo' como bueno o
estas ideas más o menos vagas a proposiciones, tendre ... os, p.ej., que malo. La misn::ia definición es consignada e interpretada por Abe-
frente a una determinada acción de la voluntad que llamaremos A,

107 Ethica 2, 18-19; 14, 19-20.


105 Cfr. Thomas, op.cit. pp. 104-105.
108 «Arbitrium quippe est ipsa deliberatio sivc diiudicatio animi, qua se aliquid
106 Ib. p. 106. facere vel dimittere quilibct proponit.• Theologia Scholarium 139, 34-35.

86 87
Intención y Conciencia en la Etica de A belardo Felicidod y Libertad como FundamentoB <U la Moral

lardo en el Commentarium; ella dice: El libre arbitrio es un juicio Así, al. enfrentarse a la definición. boeciana, Abelardo subraya
libre 'sobre la voluntad' (liberum arbitrium est liberum nobis de la presencia en ella de los dos factores que intervienen en el acto
uoluntate iudicium). 109 Abelardo comenta: humano: la razón y la voluntad.
•A partir de estas palabras de Boecio es evidente que el libre Aquí pue~e no_tarse 1~ convergencia y a la vez la divergencia
arbitrio no es otra cosa que la misma facultad del animus de
deliberar o juzgar aquello que se quiere hacer, en orden a saber entre prudencia y hbre arbitrio. Ambos son juicios sobre la voluntad·
si lo elegido ha de hacerse o no.«11º pero el juicio de la prudencia, que califica de buenas o malas a la~
i,ntenciones .º pr~~ósitos ~e la volu:1tad, s~pone -~1 juicio libre, pues
En el caso de la prudencia se ha visto a la voluntad (deseo o este detennma s1 aquello que se tiene la mtenc1on de realizar debe
propósito) como el objeto de aquel juicio. Ahí es el hábito que califica hacerse o no, y es de aquí de donde resulta la calificación prudente
tales deseos lo que se juzga bueno o malo. Ahora vemos que el objeto de los deseos.
de este otro juicio, es decir, del arbitrium, no es la voluntad misma
sino 'aquello' que la voluntad quiere hacer. Pues bien, la cita que También en la Dialectica aborda Abelar do la definición boeciana
hace Abelardo de Boecio dice más. En ella se lee que cuando ciertas del libre arbitrio, y casi en los mismos términos. Sería ocioso ocupamos
imágenes concurren al animus irritan a la voluntad; que inme- de esta tercera referencia a Boecio si no fuera porque Abelardo ofrece
-diatamente la razón sopesa y juzga sobre ellas, y lo que a ella le aquí algunos datos ilustrativos. Repite que el arbitrio es un juicio
parecer ser lo mejor, esto hace. Por lo tanto, continúa Boecio, el sobre la voluntad, pero añade que por una parte este juicio siempre
arbitrio no consiste en la voluntad sino en el juicio sobre ella. m se presupone cuando se está frente a la inminente realización de
Tanto en la anterior cita de la Theologia Scholarium como en ésta algo, pues es la deliberación del animus sobre si ello ha de hacerse
del Commentarium ha quedado claro que el arbitrio es la delibera- o no; Y por otra parte siempre se ejerce sin que nada exterior al
ción según la cual el hombre se propone realizar una acción, con lo individ~o lo o~ligue o_i~pida violentamente. Como lo atestigua por
que se manifiesta que este juicio le propone un fin a la voluntad. lo demas Boec10, contmua Abelardo, el libre arbitrio no consiste en
En el Commentarium este juicio práctico se aclara no sólo con respecto la sola voluntad sino también en el juicio de la mente. A partir de
a su objeto material (deliberación en torno a 'aquello' que se quiere aquí parafrasea el texto boeciano recordando que cuando las imá-
hacer) sino además en relación a su objeto formal, pues se dice que genes concurren al animus y provocan a la voluntad la razón las
el individuo delibera así en orden a descubrir si aquello que la ~o~~sa Y luego juzga lo que le parece mejor. Una ve; emitido este
voluntad quiere 'ha de hacerse o no' (faciendum uel non), con lo cual JWC10, entonces la razón 'hace algo', como p.ej., rechaza ciertas cosas
se indica el fin racional del acto volitivo. dulces Y ~esiste con fortaleza cosas amargas que, aunque la voluntad
no las quiere,_ s_in embargo se le muestran a la razón como portadoras
de a~guna utibdad. De ahí resulta evidente que el libre arbitrio no
co~s1ste sólo en la voluntad sino en el juicio sobre ella. De no ser
as1, .concluye Abelardo, habría que atribuírle libre arbitrio a las
109 Cfr. Commentarium 165, 413-414. bestias: que huyen espontáneamente de algunas cosas y apetecen
110 «Ex his itaquc verbiis Boethii patet liberum arbitrium nihil aliud esse quam espontaneamente otras. 112
ipsam animi facultatem deliberandi ac diiudicandi id quod velit facere, an
scilicct sit faciendum, an non quod elegerit sequendum.» Ib. 166, 425-428.

111 • ... adeo non in voluntate, sed in iudicatione voluntatis liberum constat arbitrium.-
Ibid. 165, 414-415; 166, 416-422. 112 Cfr. Dialeclica 215, 15-28.

88 89
Felicidad y Libertad como Fundamentos de lc¡i Moral
Intención y Conciencia en la Etica de Af:?elardo

Es interesante no~r que Abelardo está preocupado por subrayar mismos.


-en las tres obras citadas- el momento judicativo del animus El filósofo del Dialogus dice que hay algunas cosas que se dicen
contra una eventual primacía del elemento volitivo como si fuera
ser en sí mismas buenas o malas, como las virtudes y los vicios, y
usual interpretar que el libre arbitrio consiste sólo ~n la voluntad.
sobre ellas discierne la prudencia; hay otras en cambio que se dicen
Por eso podría explicarse el recurso al absurdo que le motiva tal buenas o malas accidentalmente, como las acciones, que siendo en
postura en la Dialectica, a saber: tener que atribuír libre arbitrio
sí moralmente indiferentes, se califican de buenas o malas según la
a las bestias. Es evidente que Abelardo, siguiendo a Boecio, se
intención con que han sido realizadas. 114 Esta es la famosa 'tesis de
preocupa por afirmar con énfasis que la razón sopesa, juzga, des- la indiferencia', y de ella me ocuparé ampliamente en el capítulo III.
cubre, lo. que le parece ser lo mejor, que incluso es ella la que 'hace'. Por ahora conviene dejar claramente establecido que cuando hemos
Esto ultimo, que la razón 'haga', según el ejemplo del mismo Abelardo hablado del arbitrio como un juicio sobre 'aquello' que la voluntad
~ebe e~tenderse como .que es la razón la que 'rechaza' lo dulce ; quiere hacer -es decir, un juicio sobre X- aun cuando no pueda
acepta lo amargo en Vlstas a un fin de utilidad. En otras palabras,
menos que pensarse en una acción, sin embargo no hemos hablado
volvemo~ s~bre _la característica del libre arbitrio abelardiano que
nunca de una 'acción concreta realizada'. Según Abelardo, ésta ºes
parece d1stmgwrlo de la prudencia: es un juicio que le propone un
moralmente indiferente, esto es, ni buena ni mala en sí. La acción
fin racional a la voluntad. Este fin es un deber.
X en cambio, mencionada en el imperativo 'evita hacer...', es nece-
sariamente mala, y porque es mala, es también malo desearla. Así,
En efecto, determinar el fin racional del acto volitivo mediante
en todo imperativo del libre arbitrio, X se refiere a una 'acción
la fórmula 'ha de hacerse' o 'no ha de hacerse' es determinarlo
imperativamente. Así, las proposiciones que traducen este juicio posible'.
pueden decir: 'evita el deseo de X', o 'evita hacer X'. En ambos casos 111. EL PROBLEMA DE LA LIBERTAD EN SU CONTEXTO
~enemos_ la previa comprensión de X como malo. Pero el primer HISTORICO. LA POSTURA DE ABELARDO EN CONTRASTE
imperativo prohíbe el despliegue de un deseo que la prudencia, CON LA DE BERNARDO DE CLARAVAL
porque se nutre de este juicio, reconoce inmediatamente como vicio.
El segundo en cambio es anterior al deseo mismo, y se muestra como El escrito de O. Lottin sobre el libre arbitrio115 es un buen ins-
el fundamento de la primera proposición. En su formulación más trumento para aproximarnos al contexto del problema que ocupó a
abstracta este imperativo fundamental o general es según Abelardo Abe lardo. Lottin inicia su estudio indicando que toda filosofía moral
»declina de hacer el mal y haz el bien.«113 En esta 'Regla de Oro' se debe empezar por el análisis del actus humanus, en el que inter-
expresa el deber moral. Por lo tanto, proponerse hacer o dejar de vienen los dos factores que hemos descubierto ya en el planteamien-
ha-cer algo 'según la r3.21ón' es siempre un asentimiento racional al to de Abelardo: la razón y la voluntad. El libre arbitrio debe definirse
bien. según Lottin por la convergencia de una voluntad 'libre' y de una

El tema quedaría cerrado si no fuera porque para Abelardo, no


obstante lo dicho, el bien y el mal no están en la acción concreta
realizada -que con suma facilidad puede ser erróneamente iden- 114 «Quedam et enim bona vel mala ex se ipsis proprie et quasi substantialiter
dicunlur utpote virtutcs ipse ve) vitia; qucdam vero per accidens et per aliud.
tificada con la X de nuestro análisis- sino en la virtud y en el vicio Veluti operom nostrorum actiones, curo in se sint indifferentes, ex intentione
tamen, ex qua procedunt, bone dicuntur aul male,» Dialogus 2023-2027.

113 «Declina a malo et fac bonum.• Ethica 128, 5. 115 Lottin, Les définitions, op.cit.
91
90
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo Felicidad y Libertad como Fundamentos de la Moral

razón que 'juzga' la conducta humana. 116 Guiado por esta conside- consiste en la ausencia de aquella necesidad interna a la naturaleza
ración inicial, Lottin pasa entonces a exponer la manera cómo los racional sino en la ausencia de una necesidad impuesta de fuera.
autores de este período definieron el juicio libre. No es mi intención Los bienaventurados, los ángeles y Dios son libres porque de sí
reproducir detalladamente esta exposición sino registrar sus puntos mismos, esto es, espontáneamente se inclinan al bien; y los demonios
más saltan tes en lo que conviene al mejor entendimiento de la opción lo son porque no hay nada exterior que obstaculice aquella inclina-
abelardiana. ción al mal que surge de su propia naturaleza. 118 El problema del
hombre está en el hecho de que su natui:aleza racional se halla a
La primera referencia es a Anselmo de Aosta. Este rechazó una tal punto obstaculizada que puede inclinarse tanto al bien como al
definición corriente basada en la autoridad de Agustín, según la cual mal; pero dado que no se encuentra determinado por estos obstá-
el libre arbitrio era entendido como 'el poder de pecar y no pecar'. culos externos, él también es libre.
Su objeción principal era que esta definición obligaba a no asignar
libre arbitrio ni a Dios ni a los ángeles, pues ellos no pueden pecax:. Ahora bien, es interesante anotar que Anselmo de Aosta definió
De ahí tenía que concluírse que el poder de pecar no podía entrar el libre arbitrio por su causa final, es decir, por la rectitud del querer.
en la definición del libre arbitrio, toda vez que no se quisiese privar El libre arbitrio era para él la potestad de observar la rectitud de
a Dios de la ·l ibertad ahí implicada. Según Anselmo, más libre es la voluntad por la rectitud misma. Nada coacciona a la voluntad que
aquella voluntad que no puede apartarse de la rectitud que la que se decide libremente a aceptar o rechazar el dictamen racional. La
puede hacerlo, pues la potestad de pecar le quita libertad a la razón juzga libremente cuando aprende a guardar la rectitud por
voluntad. 117 ·
sí misma, y a menospreciar todo lo que conduce a ab~donarla. 119
La naturaleza racional del hombre lo lleva a juzgar en favor de la
Esta primera toma de postura marcó una linea decisiva para virtud; pero la voluntad no se ve obligada ni a la virtud ni al vicio:
todo el período del que hablamos, pues a partir de Anselmo todos ella decide libremente por uno u otro.
los teólogos se esforzarán por dar una definición del libre arbitrio
que pueda convenir tanto al hombre como a los bienaventurados, a Lottin cree que Anselmo piensa como moralista, interesándole
los ángeles, a los demonios y a Dios; en una palabra: a todo ser menos lo que es el libre arbitrio y más lo que debe ser. En esta
dotado de razón y voluntad. En esto los teólogos se enfrentaron al configuración ideal del mismo sólo la voluntad recta podría realizar
problema fundamental de Ja libertad, pues Dios, ángeles y bienaven- la verdadera libertad. 120
turados se adhieren necesariamente al bien, mientras que los de-
monios, necesariamente al mal, estando todos dotados sin embargo Desde un punto de vista menos ideal uno se vería quizás incli-
de libre arbitrio. La pregunta era cómo conciliar esta necesidad con nado a preguntar por qué habiendo en el hombre la potestad de
la libertad.
observar la rectitud por la rectitud misma, y no hallándose coactada
la voluntad, no obstante no hay en él la garantía de que efectivamente
La respuesta que Lottin cree poder postular como válida para surja una voluntad recta.
el período entero radica en comprender que el libre arbitrio no

118 !bid. p. 230.

116 !bid. p. 104. 119 !bid. p. 106.

117 !bid. p. 105. 120 lbid. p. 107.

92 93
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo
Felicidad y Libertad como Fundamentos de la Moral

, .
La respuesta a esta pregunta la intentó Anselmo de Laon dis-
c1pulo de Anselmo de Aosta, al introducir un aspecto nuevo en la
' Quien conoce la vida de Abelardo sabe que entre los años 1113
problemática de la libertad. Según él, antes de la caída, ángeles y y 1114 se hallaba en Laon, cursando estudios de teología en la
hombres poseían libre arbitrio, entendido éste como discernimiento escuela de Anselmo; y sabe también del conflicto que enfrentó al
y decisión práctica. Por su naturaleza ellos tendían al bien y gozaban maestro Anselmo con el joven estudiante Abelardo, maestro a su vez
de la verdadera libertad: no habían obstáculos; y sin embargo la de dialéctica. Sobre la base de esos datos, consignados por el mismo
gracia divina los ayudaba, porque, aunque tendientes por sí mismos Abelardo en su autobiografía, quizá puedan aventurarse algunas
al bien, no eran capaces de realizarlo por sí solos.121 Ocurrida la caída, hipótesis explicativas de las semejanzas y divergencias entre las
algunos ángeles quedaron imposibilitados de querer el bien, y los doctrinas de ambos referidas al libre arbitrio. En los dos hay una
otros fueron confirmados de tal modo en su voluntad que jamás preocupación por definir el arbitrio como discernimiento o juicio
pudieran tomarse hacia el mal. El hombre por su parte sufrió un práctico; pero en Abelardo notamos la ausencia del segundo factor
debilitamiento de su libre arbitrio al mostrársele la carne como sobre el que hace hincapié Anselmo: la gracia divina. Sobre este
obstáculo de su tendencia natural hacia el bien.122 tema volveré en el capítulo IV.

En la interpretación de Anselmo de Laon notamos una cierta ***


semejanza con el pensamiento de Abelardo tal como se mostró en
el primer acápite de este capítulo. Como es sabido Abelardo escuchó Si tomamos en cuenta la mutua preocupación por la gracia, no
las lecciones de Anselmo de Laon, quien por otra parte fue el teólogo es casual que las opiniones de Bernardo de Claraval sobre el libre
que introdujo la definición boeciana del libre arbitrio en las escuelas. arbitrio se desplieguen en la misma linea que las de Anselmo de
Con respecto a esta interpretación es importante resaltar dos cosas: Laon. En 1127 Bernardo compuso su escrito De gratia et libero arbitrio.
Anselmo otorga el presupuesto que permite hablar de una naturaleza Como lo indica Lottin, la definición que dió Bernardo del juicio libre
humana corrupta a causa del obstáculo que representa la sensibi- en esta obra tuvo una marcada repercusión en las escuelas. El abad
lidad después de la culpa de Adán; y a la vez ha hecho mención de de Claraval habla de un 'consentimiento' (consensus), esto es, de una
la gracia en el paraíso. Estos son dos aspectos doctrinales que aceptación espontánea de la voluntad, y afirma explícitamente,
pueden considerarse tradicionales. El hombre desterrado del paraíso apartándose en esto de Anselmo, que el juicio (arbitrium) es un acto
posee un libre arbitrio debilitado; pero según Anselmo en esta vida de la voluntad; distinto sin embargo del apetito natural, es decir,
esta potencia sigue siendo suya bajo la condición original, a saber: un acto volitivo que nunca se produce sin el concurso de la razón. m
que no puede realizar el bien sin el concurso de la gracia, mientras
que el mal puede obrarlo por sí solo. 123 La voluntad la define Bernardo como un movimiento racional
que preside al sentido y al apetito, y que lleva siempre corno com-
pañera 'un tanto servil' (et quodammodo pedissequam) a la razón,
y añade:
121 Ibid. pp. 108-109.

122 Ibidem.

123 •Illa potenlia fuit data homini per conditionem, ut scilicet benc opcrari non
.. potest absque gratia Dei coadiutrice, mala vero posset operari per se.• Citado
por I.ottin (Op.cit. p. 111) de: F. Bliemetzrieder,Anselms uon Laon Systematische
Sentenzen, Münster 1919, p. 28. 124 Cfr. I.ottin, op.cit. pp. 111-112.
94 95
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo Felicidad y Libertad como Fundomentos de la Moral

»No es que Oa voluntad) se mueva siempre de conformidad con la miese el libre arbitrio, no habría a quién salvar; pero si se suprimiese
razón, sino que nunca se mueve sin la razón. Así, en muchas
ocasiones obra por medio de la misma (razón) en contra de ella, la gracia, no habría con qué salvar. Así, Dios es el autor de la
es decir, por medio --diríamos- de su ministerio, pero contra su salvación y el libre arbitrio la pura capacidad de salvación. Ahora
dictamen o juicio.cw se entiende mejor por qué lo define Bernardo como consentimien-
to.121
Es claro que Bernardo comparte con Anselmo de Laon la tesis
de que el hombre no es capaz por sí solo de obrar el bien. Ello se No se le hace justicia a Bernardo si se concluye de lo dicho que,
ve en el carácter servil asignado a la razón; pero esto es algo que en buena cuenta, el libre arbitrio no hace nada.
se entiende mejor cuando se atiende a la comprensión bernardiana
de la libertad. »En verdad, el c~nsentimiento es el impulso espontáneo de la
voluntad, o ciertamente... un hábito del animus, de suyo libre.«123
El tratado De gratia et libero arbitrio empieza con el relato de
una anécdota sumamente significativa: El predicador Bernardo fue Donde no hay voluntad no hay consentimiento, pues éste es
aconsejado una vez por uno de sus oyentes. Este, al oírlo hablar siempre voluntario. De aquí extrae Bernardo la no muy diáfana
sobre la gracia, le preguntó que qué hacía él, si todo parecía ser obra conclusión:
de Dios. Bernardo no supo qué responder y pidió consejo. El oyente
le dijo entonces que glorificase a Dios que lo impulsa hacia el bien »Donde hay, entonces, consentimiento, ahí hay voluntad. Pues
donde hay voluntad, ahí hay libertad. Y esto es lo que opino que
y que viviese de tal modo que no fuese ingrato a tales beneficios sino se llama libre arbitrio.c129 •
digno de seguir recibiéndolos. No todo el que muestra el camino, dice
después Bernardo, da fuerza para caminar. 126 La relación de la De lo dicho sí se desprende, sin embargo, que sin el consentimiento
anécdota con esta última frase es manifiesta: el hombre puede saber de la voluntad o sin la ayuda de la gracia el hombre no puede hacer
lo que le conviene porque otros lo instruyen o porque él mismo, a el bien. Necesita de ambos factores por igual. El consentimiento es
través del ejercicio de la razón, llega a comprender cómo debe vivir necesario porque sin él el hombre actuaría por coacción y nada
para ser digno de Dios. Pero con eso sólo ve el camino; aún hace falta podría hacerlo jamás, dice Bernardo, desdichado o feliz. Lo único que
que se vea impulsado a caminar. Esto sólo lo obra la gracia divina. es capaz de hacerle sentir al hombre la miseria o la felicidad es su
voluntad libre, que lo hace justo o pecador. Tal consentimiento, que
En la anécdota, más interesante que el consejo del oyente es la procede de la libertad de la voluntad y del juicio de la razón, es lo
pregunta que planteó. Bernardo es conciente de que desde siempre que se denomina libre arbitrio: libre según la voluntad, juicio según
ha surgido en relación a este planteamiento la pregunta por la la razón. 130
libertad humana. Se trata de querer saber qué es lo que hace de su
parte el libre arbitrio. Salvatur, responde Bernardo. Si se supri-
127 lb. I, 2, 166, 23-30.

128 uVerum conscnsus, nutus est volunlatis spolaneus, vel certe... habitus animi,
125 «Non quod sempcr ex ratione, sed quod nunquam absque ratione movcatur, ita liber sui.» lb. Il, 3, 167, 36-37.
ut mulla facial per ipsam contra ipsam, hoc cst per eius quasi ministerium,
contra eius consilium sive iudicium.» De gratia et libero arbitrio II, 3, 168, 129 ~Ubi ergo conscnsus, ibi voluntas. Porro ubi volunlas, ibi libertas. Et hoc est
4-7. quod dici puto libcrum arbilrium.» lb. I, 2, 167, 23-25.
126 lb. I, l, 165, 15-22; 166, 1-5. 130 lb. rr. 4, 169 passim.
96 97
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo Felicidad y Libertad como Fundamentas de la Moral

No extraña, pues, que Abelardo insista en afirmar que el juicio Sin embargo Abelardo parece haber asumido el problema de la
no es de la voluntad sino sobre la voluntad. En este contrapunto libertad de una manera radical. Que el juicio sobre la voluntad sea
entre los do~ rivales ha sido nuevamente señalada la diferencia que libre también significa para él que el animus juzga sin coacción
ya he mencionado. Bernardo se afana por subrayar enfáticamente alguna,1ª4 en el sentido preciso de no hallarse coactado por la na-
la importancia de la gracia, ya que sin ella el hombre no se salva. turaleza. En la Theologia Scholarium dice que el juicio es libre cuando
El papel del libre arbitrio es para Bernardo aceptar la gracia y esta ninguna fuerza natural compele al individuo hacia aquello que se
aceptación espontánea de la voluntad la denomina consensu~.1a1 Se propone ejecutar sino que hacerlo o dejar de hacerlo está en su
trata de lo que podríamos llamar un consensus in bono. potestad.135 Abelardo determina la libertad del juicio precisa~ente
en el sentido ya señalado: la libertad no consiste en la ausencia ~e
_T~to Anselmo de Laon corno Bernardo podrían responder que una necesidad interna a la naturaleza racional sino en la ausencia
el umco factor que puede conducir a la voluntad a realizar en la de necesidades que son exteriores o que vienen impuestas de fuera.
a~c~ón el fin racional propuesto por el juicio práctico es la gracia
d1vma. Pero, ¿acaso no significa esto la presencia de un factor externo Tratándose de un juicio moral es evidente que ha sido realizado
que amenaza el concepto de libertad, frente al cual un dialéctico 'por' el intelecto, pero 'para' la voluntad.. Tomando en cuenta el
como Abelardo no está dispuesto a conceder? supuesto de que la voluntad siempre quiere hacer finalmente algo,
esto·es, que la voluntad se halla extensivamente orient::i~a hacia el
*** obrar, debe entonces poder afirmarse que la libertad del juicio consiste
para Abelardo en la ausencia de determinaciones externas al hom-
La cu~stión principal que a este respecto se plantea Abelardo bre que condicionen de uno u otro modo su obrar. 136
no es la relación entre gracia, aceptación libre y salvación sino más
bien la pregunta por el cómo y el porqué del pecado. 132 En realidad Suponiendo que un indiviguo haya juzgado libremente si ha de
esto último preocupó tanto a Abelardo que ciertos temas anexos qu~ hacer algo o no, de ello no necesariamente_ surge· algo más que un
solían ser tratados por los teólogos de aquella época -<:orno p.ej., imperativo. Frente a él debe ahora actuar libremente la voluntad.
el problema de la predestinación, abordado inicialmente por Abe- También para Abelanio es ella al fin, y no el imperativo del intelecto,
lardo en el Commentarium-, y uno central en el tratamiento habitual la que realiza una acción moralmente calificable. En otras palabras:
del problema moral como es el de la gracia, no vuelven a ser retomados no obstante su interés por remarcar la libertad del juicio señalando
en la Ethica, donde la problemática -por lo menos en un primer que es por la deliberación por lo que el hombre es libre, Abelardo
momento- es otra: precisamente aquella que interroga por el pecado, entiende que la voluntad es el factor decisivo de la moralidad.
el mérito, la culpa y los vicios. 133 Cuando dice que es la razón la que 'hace algo' (eligiendo o aceptando,
p.ej., lo amargo), no debe verse en ello ninguna .opción intelectualista,

131 Cfr. Lottin, op.cit. pp. 111-112. 134 Cfr.Theologia. Scholarium 139, 30-33.

132 Cfr. Peppermüller, op.cit. pp. 51-56. Ver del mismo Exegetische Traditionen una 135 •Tune quidem diiudicatio libera est, cum ad hoc quod proposuerit exsequenduro,
theologische Neuansatze in Abaelards Kommentar zum RiJmerbrief. Mediaevalia nulla vi naturae compellitur, sed a:cquc in sua poi.estate habet tam illud facere
Lovaniensia I, Studia Il, (1974), p. 122. quam dimittere.• lb. ib. 35-37.

133 Peppermüller, Auslegung, op.cit. p. 59, nota 335. 136 Cfr. Lottin, op.cit. p. 115.
98 99

l.
Intencidn y Conciencia en la Etica de Abelardo Felicidad y L ibertad como Fundamentos de la Moral

contraria a una eventual postura voluntarista. Para Abelardo es el lo voluntario y lo necesario. Esta última dimana de la condición
acto de la voluntad que finalmente se impone, en vínculo indisoluble misma de la naturaleza humana, razón por la cual puede llamársele
con lo elegido ('hecho') libremente por la razón, .lo que en última también libertas naturae. 139 Es claro que esta libertad coincide con
instancia decide la moralidad del acto humano. lo que es el primer sentido del término en Abelardo, es decir, la
ausencia de coacción por parte de la voluntad sobre el juicio. Pero
A este respecto Lottin afirma que a diferencia de sus contem- el segundo sentido abelardiano del término, aquella libertad de la
poráneos Abelardo no le asignó libre arbitrio ni a Dios ni a los voluntad con respecto al juicio, en Bernardo no se denomina libre
bienaventurados, pues siendo éstos incapaces de pecar, son más arbitrio, y él lo explica así: La voluntad puede querer en contra de
libres que quienes, como los hombres, pueden convertirse en esclavos lo racionalmente establecido porque, mientras dure esta vida, no
del pecado. Aquellos tienen sin duda un juicio 'libre', pero libertad está libre del pecado ni libre de la miseria. 'Libertad' no tiene aquí
significa ahí que se hallan lo más alejados del pecado y lo más el sentido de una ausencia fáctica de coacción sino más bien el
inclinados al bien. 137 En palabras de Lottin: según Abelardo libre sentido de una 'liberación' a la que se pretende como telas. Así, la
arbitrio sólo puede poseer un ser cuya voluntad sea susceptible de libertad del pecado se denomina también libertas gratiae, y la li-
direcciones contrarias. 138 bertad de la miseria libertas gloriae. Ellas sólo se poseerán ple-
namente cuando sea vencido, dice Bernardo, el último enemigo: la
Permítaseme ahora un último contraste con Bernardo. En lo que muerte. 140
venimos diciendo hay por lo menos dos sentidos del término libertad.
Por un lado la libertad como juicio incoacto, es decir, el hecho de Lo que para Bernardo no es, fundamentalmente visto, ninguna
que el juicio puede, según el ejemplo de Abelardo, preferir lo ama:go libertad sino más bien esclavitud, para Abelardo es un constitutivo
aun cuando la voluntad de facto no quiere lo amargo. En este sentido más del libre arbitrio. De ahí que, como lo señala Lottin, Abelardo
se es libre porque el querer de la voluntad no es necesario. Por otro haya negado que Dios tuviera este atributo; pero, añado yo, lo que
lado en cambio se habla de la libertad de la voluntad con respecto no puede predicarse de Dios es únicamente las direcciones contrarias
al juicio, que habiendo juzgado mejor lo amargo puede sin embargo de la voluntad.
no ser seguido por ella. En este sentido se es libre porque la voluntad
es susceptible de direcciones contrarias. Ambos autores coinciden sin embargo en la vigencia otorgada
al principio fundamental de la libertad. De manera general, dice
En el De gratia et libero arbitrio Bernardo distingue tres tipos Abelardo en la Theologia Scholarium, se habla de libre arbitrio
de libertad. Una es la libertas a peccato, de la cual no se habla, dice propiamente cuando aquello que la razón ha decretado es llevado
Bernardo cuando se hace mención al libre arbitrio. Luego hay la a cabo voluntariamente y sin coacción. 141 Lo voluntario excluye lo
libertas a' miseria, a la que tampoco se le aplica el nombre de libre necesario, y sólo porque se da tal exclusión puede decirse de lo
. arbitrio. Finalmente la libertas a necessitate, que propiamente se
llama libre arbitrio, y que se basa en el principio de exclusión entre
139 Cfr. De gratia et libero arbitrio m, 6; 7 passim.
137 ..Quo cnim quisque a pcccato remotior est, et ad bonum pronior, tanto in cligcndo -
140 Cfr. !bid. ib. 7, 21-23.
bonum liberum habet iudicium, quanto ab illa ultima servitute peccati... longius
absistit.• Theologia Scholarium 140, 21-24. 141 «Generaliter ac vcrissime libero m arbitriu m dicitur cum quilibet, quod ex ratione
decreverit, voluntarie ac sine ooactionc adimplcre valebit.• Theol.ogia Scholarium
138 Cfr. Lottin, op.cit. p. 116. 140, 24-26.
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Intención y Conciencia en. la Etica de Abelar® Felicidad y Libertad como Fun.damenLos de la Moral

voluntario que es 'libre'. Pero 1a aplicación de este principio marca pues ninguna fuerza natural lo determina, sin embargo en ello no
la diferencia entre e11os. Abelardo lo hace regir tanto en el sentido falta una intención, es decir, una causa, y así se explica que Dios
del juicio incoacto (libertas a necessitate), cuanto en el sentido de la preconozca los eventos futuros. Llegando al punto en el que Abelardo
voluntad no determinada en su actuar ni por e] juicio ni por factor procede a aclarar lo que es el libre arbitrio dice que a las cosas que
e.xterno alguno que pudiera condicionar la elección final. Así, es no ocurren por azar también las precede siempre una intención, pero
libertad frente a la posibilidad de] pecado, no la liberación de su deliberada en función de lo que uno espera que realmente vaya a
realidad, que (dicho sea de paso) para Abelardo tampoco se logra ocurrir, y pone como ejemplo que si se delibera ir a la iglesia y así
en esta vida. ocurre, se hace entonces, a partir de un juicio libre, lo que se tenía
intención de hacer, esto es, se va a la iglesia no por azar sino porque
El contexto de la última cita de Abelardo remite al problema de hay una razón para ello.144
la sapiencia divina en relación a los eventos futuros. Dios discierne
verazmente y no puede errar en su disceminrniento. Sabe del presente, Es evidente que ni encontrar un tesoro ni ir a la iglesia son cosas
del pasado y del futuro con la misma certeza. Lo que los hombres que ocurren naturalmente, sino a partir de la voluntad, en un caso
llaman naturaleza incógnita o fortuita es 'determinada' para Dios. sin potestad sobre el resultado de la acción, en el otro determinándolo.
Nada puede ocurrir sin su disposición; por lo tanto Dios preconoce Abelardo añade: Si no hay ninguna 'institución' de la naturaleza que
los eventos futuros. 142 Esta mención del problema de la predes- compela al individuo, debe hablarse de lo voluntario en oposición a
tinación no Beva a Abelardo a discutir si hay o no condenados y 1o necesario. 145
elegidos, si hay o no necesidad en los actos humanos futuros porque
Dios los pr.econoce. El está más bien preocupado por distinguir entre Llegar a hacer evidente el principio de exclusión mutua entre
los criterios de certeza humanos y divinos. Los primeros le llevan lo necesario y lo voluntario es el objeto de toda la argumentación
al hombre a decir que ciertas cosas ocurren por azar y que no en tomo al libre arbitrio. Este es el momento en el que Abelardo
provienen del libre arbitrio; los segundos son aquellos según los introduce la cita de Boecio, y añade:
cuales esas mismas cosas no ocurren ni por azar ni sin libre arbi-
trio.143 »Este juicio es libre cuando no es compelido por ninguna fuerza
natural a ejecutar aquello que se ha propuesto, sino que tiene por
igual en su potestad tanto hacerlo como evitarlo.«146
En efecto, utilizando un ejemplo de Aristóteles, Abelardo explica
lo que es el azar haciendo referencia a un campesino que encuentra Abelardo no dice 'tanto pro-ponérselo como no proponérselo', lo
un tesoro al arar su parcela. No tenía la intención de encontrarlo cual correspondería a la ausencia de coacción de la voluntad sobre
el hallazgo fue en ese sentido fortuito; pero sí tuvo una intención'. el juicio. Esto es algo ya presupuesto. El texto dice 'tanto hacerlo
a saber, la intención de arar, y ésta obró como causa del hallazgo. como evitarlo', lo cual corresponde a la ausencia de coacción sobre
Luego, aun cuando no se conozcan las causas de lo que sucede por Ja voluntad. La voluntad incoacta diferencia al hombre de los ani-
azar, esto es, aun cuando no se sepa lo que realmente va a ocurrir,

142 Ib. 138, 33-35; 139, lr9. 144 lb. ib. 11-30.

143 •Quae igitur casu, quantum ad nostrarn certitudincm, ficri dicuntur, et non ex 145 lb. ib. 30-33.
libero provcnire arbitrio, quantum ad ipsum nec casu nec sine libero contingunt
arbitrio... lb. ib. 9-11. 146 Ver nota 35.

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Intención y Conciencia en la Etica de A belardo Felicidad y Libertad como Fundamentos de la Moral

males, ya que nada lo fuerza a realizar lo que quiere, sea esto que Sin duda alguna Abelardo tiene una comprensión peculiar del
quiere tanto el mal cuanto el bien. Dado que también los animales libre arbitrio, sobre todo en su relación con la gracia divina. Desde
poseen voluntad, el principio de exclusión entre lo voluntario y lo los inicios de la Edad Media el acento principal en lo que toca a la
necesario sólo se aplica a un ser dotado de razón. La libertad la gracia se desplaza hacia la obediencia y el temor a Dios. Si viFtudes
otorga, pues, la racionalidad. como la gratitud, el amor, la obediencia y el propio temor a Dios se
entendían como inspiradas por la gracia en unos individuos y en
Sin embargo, la naturaleza caída del hombre ha hecho que su otros no, las preguntas principales que los teólogos enfrentarían a
libertad sea una libertad de opción entre dos direcciones contrarias partir de ahí tenían que ser la de la predestinación y la del libre
de la voluntad. Esta condición humana, que Bernardo no quiere arbitrio. Abelardo comparte con su época las mismas motivaciones,
hacer entrar en relación con el concepto de libre arbitrio, caracteriza las mismas preguntas, las mismas fuentes; pero sus respuestas son
en la postura de Abelardo al juicio humano, y en ese preciso sentido innovadoras. Aquí es importante señalar por lo demás que es una
no puede decirse que Dios posea libre arbitrio. 147 En un sentido general característica de la época el haber abordado estas cuestiones sin una
no habría razón suficiente como para no atribuírselo, si se entiende adecuada conceptualización de lo 'sobrenatural'. 149 Precisamente
que Dios posee una voluntad que se rige a partir de su razón sin Bernardo dará los primeros pasos en esa dirección.
coacción externa alguna. La afirmación de Lottin debe, pues,
relativizarse. 148 Lottin subraya que también Bernardo innovó al presentar el
libre arbitrio como consensus. 150 Ambos teólogos se hallaban a la
Ninguna fuerza natural obliga al hombre a pecar, del mismo búsqueda de las necesarias precisiones conceptuales que exigía el
modo que ninguna fuerza lo obliga a hacer el bien. Lo necesario ha legado de la tradición. Existen, pues, ciertas coincidencias entre los
sido excluído de lo voluntario, ganándose así el sentido de la libertad. dos rivales. El solo uso del término consensus marca una de ellas.
La situación peculiar del hombre dentro de los seres racionales se Luscombe advierte que la doctrina abelardiana del consentimiento
debe a la duplicidad en la que se encuentra su voluntad, y ello no es del todo original;151 su fuente puede rastrearse hasta la obra
determina el sentido de la libertad humana, contra la interpretación de Gregorio Magno.152 Pero aunque el término ya era usual, fue
de Bernardo. Así, preguntar por el pecado dentro de un proyecto precisado de muy distintos modos.
titulado Scito te ipsum no será preguntar cómo ha de 'liberarse' el
hombre de él sino supone más bien investigar estas direcciones Bernardo habla de consensus en relación con gratia; él no parece
contrarias de la voluntad en orden a encontrar ahí su fundamento conducir sus reflexiones acerca de la libertad al análisis de la culpa
libre. y el mérito; para él no se trata de preguntar por la libertad que el

149 LThK 4, c. 988.

147 «Et. hace quidem libcri arbitrii dclinitio nullatenus in Dcum cadit, sed. in .cos 150 .....élaborc una nouvcllc dólinilion qui, a son tour, aura sa vogue dans les écolcs.
tant.um qui volunt.atem mutare, et in contraria possunt. dcílectere; ut vidchcct C'est la grace de Dicu qui nous sauve... Le role du libre arbitre est d'acquiesccr
in eorum sit potcstate id quod eligitur tam dimittcre quam facere.» lb. 140, 11- a cette gracc. Le libre arbitro pcut done se délinir d'un mot: c'est un conscnt.cment,
14. consensus.~ Lot.tin, op.cit. p. 111.

148 •Quae quidcm libertas arbitrii tam a Deo q:1am. hominibus aeque .indubit~t.icr 151 Cfr. Luscombc, op.cit. p. 80.
incst., quicunquc tune voluntatis facultatc pnvatl non su~t, atque his praecipue,
ut diximus, qui iam omnino non possunt peccare.- lb. 1b. 26-28. 152 Cfr. LThK 4, c. 988.

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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo. Felicidad y Libertad como Fundamentos de la Moral

-hombre posee para pecar, sino por la liberación del pecado. En otras guas herejías, razón por la cual menciona entre otros a Pelagio. 156
palabras, no se trata de saber por qué se es esclavo de un pecado Tal mención no carece absolutamente de motivos, aunque la acu-
que no coacta necesariamente, sino de saber cómo liberarse de éL sación pueda calificarse de infundada.157 Si bien Abelardo no anula
Para Abelardo en cambio el hombre no puede llegar a saber esto la función de la gracia, es verdad que en cierta medida la desatiende
último sin saber por qué y cómo es esclavo de algo que no lo coacta precisamente allí donde más se hubiera exigido -sobre todo ante
con necesidad. En este sentido para Bernardo no es la razón (en el un tribunal- una toma de postura explícita. Me refiero a la Ethica.
sentido de intellectus) sino la voluntad el instrumento más impor- Pero también es cierto que esta obra quedó inconclusa, y que pre-
tante.153 Sin embargo, en el planteamiento de Abelardo la voluntad cisamente en la parte que no alcanzó a escribir, Abelardo tenía
desempeña el mismo papel decisivo que le asigna el monje cisterciense. planeado tratar sobre la gracia. 158
No es ahí donde ha de buscarse la diferencia. Abelardo y su escuela
se diferencian de sus contemporáneos porque intentan -nos lo ha Como ha sido señalado ya en la Introducción, en el empeño de
recordado Luscombe- la discusión filosófica de la virtud natural. m Bernardo por combatir la doctrina abelardiana creo poder descubrir
Es en la perspectiva de aproximación a un mismo problema -en el temor al resquebrajamiento del principio de la autoridad eclesiás-
el fondo, el problema de la conformidad de la voluntad humana con tica. Bernardo estimaba que Abelardo y su postura filosófica re-
la divina- donde Abelardo sobresale. Ausente una teología de lo 1 presentaban un movimiento intelectual creciente en el que él veía
sobrenatural, la aproximación abelardiana debía traer como resultado nada menos que la fuente misma del mal, esto es, la amenaza de
entre otras deficiencias, una crucial: el menoscabo del tema de l~ un triunfo del consilium proprium.159 El principio de la autoridad
gracia. está sin embargo íntimamente unido en Bernardo a su comprensión
de los esfuerzos del cristiano por seguir el llamado de la renovación
La consecuencia más dramática de la postura intelectual de espiritual, y en ello Bernardo exige incluso la ascesis del pensamiento.
Abelardo fue la condena de Sens. Bernardo denünció allí diecinueve Conocerse a sí mismo significa para él conocerse como pecador caído;
tesis atribuídas a Abelardo, una de las cuales se refiere al libre implica, dice Grane, apr ender la 'humildad'.160 Precisamente contra
arbitrio, a saber: Liberum arbitrium per se sufficit ad aliquid bonum. esta comprensión de la piedad cristiana reacciona Abelardo, y ]o
No cabe duda, dice Lottin, de que la condena no se refiere direc- hace con ]a misma firmeza y consecuencia con la que rechaza la
tamente a la definición abelardiana del libre arbitrio sino que apunta
más bien al alcance 'práctico' de la misma. 155 Según L. Grane,
Bernardo veía en el pensamiento de Abelardo la reedición de anti- 156 "··· einen Erneucrcr der Ketzcreicn des Altertums, weshalb cr in allen drci
Bricfen Arius, Pelagius und Ncslorius a\s Schreckgespenster anführt.• Grane,
op.cil. p. 152.

157 Pcppermüllcr, op.cit. p. 123.

158 Luscombe, op.cit. p. 131, nota 2.


153 «Für Bernhard ist... nicht die Vernunft. das wichtigste Instrument, sondern der
Wille.~ Duby, op.cit. p. 91. 159 «(Nach Bcrnhard) mit der Sünde sci dcr Willc zum Eigenwillen gewordcn, dcm
cinc intellektuelle Verderbnis cntsprcche: dcr Wunsch, seinem eigenon
154 «Abelard and his school stood out from contemporary theologians... among Gutdünken, dcm proprium consilium, zu folgen.• Grane, op.cit. p. 135.
(them) it was Abclard who first in his time attempted a serious philosophical
d.iscussion of natural virtue.» Luscombe, op.cit. p. 71. 160 ..... die Askesc des Dcnkens, auf die es cigentlich ankomme. Lernen, sich selbst
zu erkenncn, heisse jetzt., sich selbst als einen gefallenen Sünder zu erkcnnen,
155 Cfr. lb. p. 116. d.h. Demut, humilitas, zu lerncn.~ lb. p. 136.

106 107
Intencwn y Conciencia en la Etica de Abelardo

práctica penitencial, pues -como acertadamente lo indica


Fumagalli- la doctrina abelardiana de la conciencia surge como
resultado de la lucha entablada en estos dos frentes. 161 También Duby
opina que Bernardo hablaba en nombre de la humildad cuando
enfrentaba a su adversario, de modo que la manera en la que
Abelardo se aproximaba a la verdad era vista por el cisterciense
como la negación misma de la ética monacal. 162

Estos fueron a mi juicio los motivos de la condena y de la


acusación de pelagianismo. Detrás de ello, en el planteamiento mismo
de Abelardo, está su consecuente insistencia en la independencia
total del libre arbitrio que propicia la identificación de gracia y Capítulo 11
razón, restándole cabida a lo que luego vendría a ser el concepto
escolástico de 'gracia infusa'.

EL CONFLICTO DE LA VOLUNTAD

l. DUPLICIDAD VOLITIVA Y SENSIBJLIDAD

Inicio el análisis del concepto abelardiano de voluntad retomando


lo señalado al finalizar el capítulo anterior y buscando averiguar
cómo se explica que la voluntad humana sea susceptible de direcciones
contrarias. El camino recorrido hasta el momento permite anticipar
que para Abelardo ello se debe a una cierta debilidad de la natu-
raleza humana, cuya explicación teológica remite en última instancia
al tema de la caída original.

Menos preocupado aquí por la teología de la condición humana


161 ·Abaclards Geweissenserforschung gleicht einem gcradcn, zielgcrccht.cn Weg
y más atento al disefío psicológico propuesto por Abelardo creo poder
am Rand zwcicr Abgründe, in die man hincinstürzcn kann, sobald eincn die abordar el tema de la duplicidad volitiva del hombre enmarcándolo
Vcrnunft nicht st.cucrt. Diese Abgründe, die wachsam und kritisch ins Auge zu en la tradición antropológica del 'platonismo cristiano'. Por éste
fassen galt., wo.ren die gcgncrischen Perspektiven der ... Poenit.ent.io.les eincrseits entiendo básicamente la conjunción de la idea del cuerpo como cárcel
und der extremen Asketen andererseit.s.» Fumagalli, op.cit.. p. 199.
del alma y la idea paulina de la carne en conflicto con el espíritu.
162 "··· für Bcrnhard gibt es... die Frage nach dem Glaubensgrund, der rat.io fidei,
nicht.. Ganz abgeschcn davon, zu was für einem Result.at Abaelard auch komme, Así, el primer aspecto que ha de abordarse en la búsqueda de
er habe sich allein schon durch die Art seines Fragens schuldig gemacht... Gro.ne,
op.cit. p. 154.
una explicación psicológica del conflicto de la voluntad es la influencia

108 109
Intención y Con.ciencia en la Etica de Abelardo El Conflicto de la Voluntad

de la sensibilidad como influencia negativa. El diseño abelardiano Los términos impetus, libido y passio se muestran equivalentes,
maneja sin embargo conceptos aristótelico/boecianos, y su interés y se diría que de ellos 'pasión' e 'ímpetu' son los más genéricos. Si
filosófico parece residir en su intento de explotar al máximo el se atiende a la relación que Abelardo encuentra entre éstos Y la
contenido semántico de conceptos como passio, dispositio, habitus, debilidad de la naturaleza humana, se verá que dada tal debilidad
tal como éstos se presentan en la literatura boeciana. La estructura el individuo es movido por causas externas a las pasiones.
básica de este diseño psicológico la podemos postular de la siguiente
manera: En el primer capítulo vimos que dicha debilidad era entendida
negativamente como una incapaci~ad de res~st~ncia frente ~ ~os
(1) Una causa externa al individuo despierta en él una pasión. vicios· positivamente ella se mostro como consistiendo en los VIc1os
y la ~ala voluntad factualmente presentes en el. °:nimus. Si desde
(2) La pasión puede mover la voluntad de este individuo hacia la cierto punto de vista ha de decirse que la deb1hdad humana se
realización de algo que no conviene a su naturaleza racional. expresa en la mala voluntad, entonces parece ser que ciertas cau~as
externas (como, p.ej., el poder natural de las cosas que los demomos
(3) Esta actualización de la voluntad propicia la formación de vicios. manejan) pueden mover a la voluntad a querer lo que no conviene
y afectarla con las pasiones porque la naturaleza del hombre es
En lo que sigue veremos las consecuencias de estos puntos en débil.
detalle.
En el diseño psicológico aquí presente tenernos primero una
(1) Pasión:o hábito y disposición causa exterior que despierta una pasión (ímpetu, líbido, etc.), que
a su vez mueve la voluntad hacia el mal, propiciando de esta manera
La sutileza del ingenio y la larga experiencia han hecho a los la formación de sus vicios.
demonios, dice Abelardo, peritos en la naturaleza de las cosas y así
conocen el poder natural de aquellas cosas mediante las cu~les 1~ Por otra parte, en el Dialogus, cuando las virtudes se confrontan
debilidad humana puede ser fácilmente movida a la libido y otros con sus contrarios, no sólo hallamos entre éstos a los vicios sino
ímpetus semejantes. 1 Pocas lineas después repite la idea, esta vez también a las pasiones. Así lo muestra aquel pasaje donde el filósofo
introduciendo una variante terminológica: dice que la temperancia es el dominio firme y moderado que la razón
ejerce sobre la libido y demás ímpetus incorrectos del animus. 3 No
»A partir, pues, de esta pericia que tienen en la naturaleza de las dice que la temperancia sea el dominio de la razón sobre la in-
cosas, los demonios nos mueven a la libido y demás pasiones del temperancia -cosa que sin duda puede ser-; no contrapone, pues,
animus.«2
directamente virtud y vicio sino que le asigna a la virtud un enemigo
que es aún anterior a la formación del vicio, a saber: la pasión de
la líbido y demás ímpetus incorrectos.
1 «Periti quippc naturae rerum tam ingenii subtilitatc quam longa experientia,
unde et demoncs, hoc cst, scientes sunt appellati, novcrunt vires rerum naturales
unde ad libidincm ve! ad ceteros impctus humana infirmitas facilc possit
commoveri... Ethica 36, 18-22.

2 •Ex hac itaque rerum peritia quam habent in earum naturis demones nos in 3 «Temperantia est rationis in líbidincm atque in alios non rectos ímpetus animi
libidinem ve! ceteras animi passiones commovent... lb. ib. 30-32. firma et modcrat.a dominatio ... Dialogus 2113-2115.
110 111
Intención. y Conciencia en. la Etica de Abelardo El Conflicto de la Voluntad

Conviene subrayar que el texto de la Ethica localiza la presencia muevan a la voluntad a querer lo que no concuerda con los fines dé
de los elementos que despiertan estas pasiones en el exterior. La la razón. Esta discordancia o perturbación se deja ver no sólo en el
sugestión de los demonios es llevada a cabo mediante hechos,4 y su hecho de que Abelardo califica el ímpetu de incorrecto sino además
pericia se basa en la naturaleza de cosas como hierbas, semillas, en la connotación negativa que trae consigo el término libido.
árboles o piedras, en las cuales, dice Abelardo, hay muchas fuerzas
que son capaces de conmover y opacar el animus.6 Se manifiesta con ***
lo dicho que el hombre es vulnerable a la influencia negativa del
exterior porque posee un cuerpo, a través del cual se ve afectado por Hemos visto en el punto anterior que la pasión, al mover a la
las pasiones. voluntad hacia el mal, propicia la formación de sus vicios. Tanto el
vicio como la virtud son entendidos por el filósofo del Dialogus como
Porque tal influencia es evidente, el cristiano del Dialogus, hábitos. Recordando en este sentido la definición de Boecio, dice que
reconociendo que la resurrección de los cuerpos en nada contribuye la virtud es un hábito óptimo del animus, y que por el contrario el
a la beatitud de las almas santas, afirma sin embargo que no debe vicio debe entenderse como un hábito pésimo. Del hábito se dice que
considerársela del todo superflua, pues habiendo el hombre conocido es, según las Categoriae de Aristóteles, aquello que se comprende
la debilidad de su cuerpo sometido en esta vida a las pasiones, le entre las primeras especies de la cualidad, a saber, hábito y dispo-
será más ostensible el deber de glorificar a Dios cuando se vea con sición.7 El hábito, continúa el filósofo, es una cualidad de la cosa que
su cuerpo resurrecto, y a tal grado indisoluble que ya ninguna pasión no se halla naturalmente en ella sino que se conquista mediante
podría afectarlo a través de él.6 La razón de ser de las pasiones como empeño y deliberación, siendo por lo demás difícil de remover.e Para
elementos perturbadores es en una palabra la unidad sustancial del ilustrar su definición pone entonces el ejemplo de aquellos de quienes
hombre. En tal sentido debe decirse que ellas proceden de la potencia se dice que poseen castidad natural, es decir, una castidad que
sensitiva, siendo por efecto de la unidad sustancial también afec- resulta de cierta frigidez del cuerpo o de alguna otra complexión de
ciones de la racionalidad. la naturaleza En este caso no puede hablarse de virtud, pues tales
castos no requieren luchar contra la concupiscencia, y por lo tanto
Es en tanto que afecciones de la racionalidad que las pasiones no obtienen mérito alguno a través de su castidad ni mediante
pueden mostrarse como libido e ímpetus 'incorrectos', toda vez que cualquier otra cualidad que sea fácilmente removible. 9

4 «Sunt autem suggestiones non solum hominum, sed et demonum, quia et isti
7 Cfr. Categoriae VIlI a 25-30.
non nunquam ad peccatum nos incitant non tam vcrbis quam factis.• Ethica 36,
16-18. 8 •Virtus... est habitus animi optimus; sic e contrario vitium arbitror esse habitum
animi pessimum; habilus vero hunc dicimus, quem Aristotelis in Catcgoriis
5 «Multa quippe sunt in herbis vcl seminibus vel tam arborum quam lapidum
naturis vires ad conmovcndos vcl pacandos animos nostros aptac.• Ib. 38, 1-3. distinxit, cum in habitu et dispositione primam qualitatem speciem comprehendit.
Est igitur habitus qualilas rei non naturaliter insita, sed studio ac deliberatione
6 •Quamvis itaque ponercmus corporum illam resumptionen nihil sanctis animabus conquisita et dilTecile mobilis.- Dialogus 1986-1992.
bcatitudines confcrre, non tamen eam censeamus superfiuam, que ad divine
potentic laudcm plurimum vo.let. Quo enim il\a prius infirmiora et passioni 9 •Unde hanc, qua.m naturalem in quibusdam castitatem nominant ex corporis
cognovimus obnoxia, tanto postmodum magis Deum glorificandum ostendet; et videlicet frigiditate vel aliqua complexione nature, que nullam umquam
cum sic ea videlicet solidata et indissolubilia vidcbimus facta, ut nulla ex cis concupiscentie pugnam sustinet, de qua triumphet, nec meritum optinet,
passio nobis provinere, nulla in eis dissolutio possit conlingere.~ Dialogus 2610- nequaquam virtutibus connummcramus, vel quecumque animi qualitatcs facile
2618. sunt mobiles.- Ib. 1993-1997.

112 113
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo El Confl.icto de la Voluntad

. Aquí ~e?e señalarse que habiendo partido de un paralelo entre Sin embargo, esta última afirmación obliga a considerar bre-
Vlrtud Y vicio, el modo en el que el filósofo nos induce al tema sólo vemente otro elemento, pues se ha supuesto la existencia de cua-
deja en claro que la virtud es aquel hábito 'adquirido' mediante un lidades fácilmente removibles. Siguiendo siempre a Aristóteles,
esfuerzo deliberado y difícil de remover. Dado que el mismo filósofo Abelardo denomina a éstas cualidades 'disposiciones'.
como vimos en el primer capítulo, ha hablado de vicios con los cuale~
muchos hombres nacen, la primera caracterización del hábito -esto ** *
es, 'adquirido'- no puede ser aplicada al vicio de una manera
absoluta;. mientras que la segunda -'difícil de remover'- parece Comentando las Categoriae dice Abelardo en la Dialectica que
poder aplicarse absolutamente tanto al vicio como a la virtud. Si esto de las cualidades adquiridas unas se denominan hábitos cuando son
es así,. el eje1?~lo de la castidad natural y la acotación de que no difíciles de remover, como la ciencia y las virtudes; otras en cambio
se obtiene mento alguno mediante ella no son perfectamente con- se llaman disposiciones cuando son fáciles de remover, como el calor,
formes a lo propuesto como definición, ya que esa cualidad no es el frío, la salud o la enfermedad; a no ser, añade, que se lleguen a
adquirida. La acotación dice además: ni a través de cualquier otra convertir en hábito por lo prolongado de su duración.11 La diferencia
que sea fácilmente removible. La castidad natural, por grandes que entre disposición y hábito no es específica sino basada tan sólo en
sean los esfuerzos, tampoco parece ser fácilmente removible. El la propiedad de ser fácil o difícilmente removibles; de modo que en
filósofo está hablando, pues, de especies de cualidad distintas cuando momentos diversos, y a causa de la duración temporal y el ejercicio,
se refiere a la castidad natural y a aquellas otras que pueden una misma cualidad puede ser llamada disposición y luego hábito. 12
r~m~verse o no co.n. _dificultad. La primera es al parecer lo que Según esta diferencia todo hábito es una disposición, pero no toda
s1gwendo }a expos1c1on de las Categoriae podría entenderse como disposición hábito. 13
'impotencia'.10
Arribamos así al terreno específicamente moral, y considero que
El ejemplo es no obstante adecuado, ya que orienta toda la lo hacemos descartando toda cualidad distinta del hábito; atendiendo
reflexión acerca de las cualidades y sus definiciones hacia el terreno a que el vicio puede ser comprendido como innato; advirtiendo que
. de 1~ moral. Antes d~ abordar este terreno permítaseme señalar que,
precisamente por el interés en la moral, la verdadera contraposición
pa~ece q~er~r ofrec~rse en.tre cualidades 'adquiridas con empeño y 11 ocHarum qualitatum quae scilicct pcr applicationcm veniunt, illas habitus
d~libe.rac1ón. _Y ,cuahda~es innatas o 'adquiridas sin ningún empeño nominamus quac postquam insuot, difficilc possunt removeri nec a subiecto
m dehberac10n . Las primeras propician en tanto virtudes el mérito facile queeot cxpclli, ut sunt scicntiac vcl virtutes; dispositiones vero eas quae
Y en tanto vicios el demérito moral; las segundas no pertenecen al lcviter expelli possunt, ut calor aut frigus, sanitas vel acgritudo, nisi forte
quandoque et ista per temporis longitudincm in habitum vertantur.• Dialectica
ámbito de lo moral. La castidad natural, que se encuentra entre las 93, 25-30.
segundas, debe dejarse1 pues, de lado. Entre las primeras podemos .
e~perar encontr~r sól~ hábitos morales, esto es, cualidades adqui- 12 «Sed ncc diversae spccies in nomine 'habitus' et 'dispositionis' continctur, sed
potius sumpta sunt a quibusdam propictatibus, a facile scilicet motione vel
ridas con empeno dehberado y que no son fáciles de remover. difficili... Quod eliam ex co manifestum est quod circa unam eamdcmque
qualitatcm secundum diversa tempora pcrroutantur.Quae prius fuit dispositio,
dum facile mobilis erat, eadem postea per diuturnitatem temporis et excercitium
versa est in habitum ac difficile mobilis facta cst.» lb. 101, 21-28.

13 • ... secundum quam significationem bene omnem habitum dispositionem dixit,


10 Cfr. Categoriae IX a 14-20. nec e converso onmen dispositionem habitum.• lb. 94, 10-11.
l14 115
Intención y Conciencia en la Etica d e Abe/ardo El Conflicto de la Voluntad

la disposición no parece ser moralmente pertinente; y descartando externas que despiertan placer. Afectada la voluntad por esta pasión
por último el hábito de la ciencia. y tendiendo naturalmente a actuar, se ve entonces dispuesta, es
decir, inclinada a realizar algo que, tratándose de un religioso,
[2] Vicio y mala voluntad ostensiblemente no conviene hacerse. Si es simplemente una dispo-
sición, el religioso no tendrá dificultad en removerla. Si en cambio
Ahora sólo nos ocupan hábitos morales, pues Abelardo no habla éste posee el hábito de desear el placer que ocasiona un lecho suave
en la Ethica de los 'hábitos en general. Los vicios y las virtudes son y el contacto corporal, entonces su voluntad está viciada y le será
cualidades difíciles de remover »que nos hacen proclives a buenas muy difícil sobrellevar el trance.
o malas acciones«,14 cosa que logran en la medida en que inclinan
a la voluntad. 15 De ellas se ha dicho que son los hábitos óptimo y Es claro que no es la presencia de las causas externas ni de las
pésimo del animus. Aquí vernos que fo óptimo radica en que la pasiones ni de las disposiciones aquello que representa propiamente
voluntad es inclinada a buenas acciones; mientras que lo pésimo en el peligro de pecar sino la presencia de los vicios. La influencia de
lo contrario. lo exterior es algo que está fuera de la potestad de la voluntad, ya
que el libre arbitrio del monje atado no puede ordenar no sentir. Esta
La voluntad, como lo recalca el cristiano en el Dialogus, conduce sensibilidad origina por su parte una pasión que, como lo subraya
de por sí al acto, esto es, a la realización de una acción.16 La potencia Abelardo, la naturaleza ha hecho necesaria. Dejar de sentir este
volitiva del animus, naturalmente orientada a la acción, puede estar placer está fuera de la potestad del animus. Que tal pasión disponga
bien o inal dispuesta, y según la duración de una u otra dispisición, inmediatamente a la voluntad se ve por la tendencia .extensiva de
bien o mal habituada. esta última. La disposición es por lo tanto necesaria toda vez que
se dé una pasión. En consencuencia, sobre la disposición de la
Recordemos aquí que ciertas cosas externas pueden mover a la voluntad tampoco hay potestad en el sentido de que no puede
voluntad al afectarla con las pasiones. Por ejemplo, dice Abelardo, ordenársele a la voluntad no verse afectada por la pasión.
supongamos que alguien obliga a un religioso a yacer atado entre
dos mujeres. La suavidad del lecho y el contacto de los cuerpos Ahora bien, la disposición ya inclina a la voluntad hacia algo que
despiertan en él la pasión del placer que la naturaleza ha hecho 'objetivamente' no conviene, aún cüando el individuo ignore todavía
necesaria. 17 En este ejemplo vemos 'lecho' y 'mujeres' como causas si conviene o no. Sin embargo, como disposición siempre puede ser
fácilmente removiQ.a. Así, todo lo que antecede a la formación del
vicio es necesario, y se halla por lo tanto fuera de la potestad del
animus. Más aún, todo ello carece en sí de peligro, pues puede
hallarse bajo el dominio de las virtudes y ser reprimido por ellas sin
14 " ...quae nos ad mala vel bona opera pronos efficiunt.• Ethica 2, 1-2.
dificultad.
15 .'que ad mala opera pronos cfficiunt', id est, voluntatem inclinant...• lb. ib.
u ..
17-18. Sabemos por otro lado que en la lucha moral no sólo el vicio
16 cVoluntas quippe ad actum pcrducit.• Dialogus 1872-1873. requiere ser combatido. Hemos visto que en el Dialogus se habló de
una lucha contra las pasiones. Pero combatir la pasión sólo puede
17 cVeluti siquis religiosum aliqucm vinculis conslrictum inter feminas iacere tener un sentido: luchar para que no se prolongue la disposición que
compellnt, et Ule molliciae lecti, et circunslantiam feminanim contactu in
delectalionem... trahatur, ...delectationemquam natura fecit necessariam.• Ethica
ella necesariamente engendra.
20, 15-19.

116 117
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo El Conflicto de la Voluntad

Recordemos por último que se ha hablado de vicios innatos. En Sobre la naturaleza del consentimiento tendré oportunidad de
la Ethica dice Abelardo que la naturaleza misma o la complexión tratar más adelante en detalle. Ahora interesa señalar por un lado
del cuerpo hacen a muchos hombres proclives a la lujuria o la ira. que el sentido del concepto de culpa se gana cuando el acto humano
No obstante, estos hombres no pecan porque son así; antes bien por es enfrentado al juicio de Dios, y por otro lado que, localizada la
ser así tienen la materia para la lucha, de modo que triunfando sobre culpa en el consensus, ninguna instancia previa al mismo la con-
sí mismos a través de la virtud de la temperancia obtengan finalmente lleva. En otras palabras, no hay nada a lo que pueda atribuírsele
la corona. 18 El carácter innato de algunos vicios no significa que no culpa moral en todo aquello que hasta el momento hemos venido
puedan ser removidos. Por difícil que sea remover un hábito, la observando como elementos constitutivos del acto volitivo, a saber:
posibilidad de que desaparezca nunca se excluye. Es más, esta pasiones de la sensibilidad, disposiciones de la voluntad, vicios
posibilidad es la que sustenta el mérito. Sólo peca, define Abelardo, innatos. Todo ello sucede por necesidad natural.
aquel quien consiente en aquello hacia lo cual lo inclinan los vicios.
En lo que respecta a los vicios adquiridos, es decir, aquellos que
En mi exposición me he visto obligado a mencionar repetidamente ninguna fuerza natural determina, es claro que sólo puede haber
lo que para Abelardo es la preocupación principal, a saber, el pecado. culpa en ellos cuando, habiendo sido ya advertidos como vicios por
Ahora puedo transcribir íntegramente el ejemplo del religioso: la prudencia, determinan no obstante el acto de la voluntad, pues
esto supone el consentimiento.
»Así, por ejemplo, si alguien compele a un religioso a yacer atado
entre unas mujeres y la suavidad del lecho y la circunstancia del ***
contacto con las mujeres lo conducen al placer, pero no al consen-
timjeoto, ¿quién presumirá de denominar culpa a este placer que
la naturaleza ha hecho necesario?..19 Anticipando en cierta forma el tema del siguiente acápite, con-
viene advertir aquí que luchar contra una disposición de la voluntad
Se deja ver que para Abelardo el pecado que hace al hombre es por lo que venimos viendo combatir una voluntad ya calificada
culpable se define por el consentimiento (consensus). Este placer por la prudencia en su acto, y a ésta denomina Abelardo 'mala
necesario no implica culpa mientras no se consienta en él. voluntad': el enemigo que conviene que exista para la lucha moral.
Si la mala voluntad dura en el tiempo, o si el acto de la misma es
Llamamos pecado, dice Abelardo en la Ethica, propiamente al habitualmente el querer que no conviene, entonces la mala voluntad
consentimiento, esto es, a la culpa del alma mediante la cual ésta es la voluntad viciada.
merece la condena o es traída como acusada ante Dios.20
Recordemos aquí que según Abelardo el hombre siempre tiene
en su arbitrio tanto a la voluntad como al consentimiento.21 La palabra
18 •Sic et multos ad luxuriam sicut ad iram natura ipsa vel complcxio corporis 'arbitrio' está tomada aquí en el sentido de jurisdicción. El hombre
pronos efficit, nec tamcn in ipso hoc peecant quia tales sunt, sed pugnae matcriam siempre tiene bajo su dominio la posibilidad de elegir libremente si
ex hoc habent ut per tcmperantiae virtutem de se ipsis triumphantes coronam ha de permitir (consentir) o reprimir la propia voluntad. Se ve que
pcrcipiant.» lb. 4, 4-8.
lo que no está en potestad del animus es la sensibilidad y su in-
19 •Veluti... in delectationem, non in consensum, trahatur, quis hanc delectationem
quam natura fecit necessariam culpam appellare presumat?• lb. 20, 15-19.

20 •Hunc vero consensum proprie pcccatum nominamus, hoc cst, culpam animae 21 "··· voluntatem vero semper et consensum in nostro habemus arbitrio... lb. 26,
qua dampnationem mcrctur, vel apud Dcum rea statuilur... lb. 4, 29-31. 2-3.
118 119
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo El Conflicto de la Voluntad

fluencia sobre el querer. Así, 'mala voluntad' significa por un lado 'no hacer', 'no evitar'; lo cual manifiesta que el pecado no tiene
la voluntad dispuesta por la pasión hacia algo que objetivamente no sustancia, o dicho de otro modo: que antes que en el ser subsiste
conviene: esta voluntad no puede evitarse porque ocurre por necesidad en el no ser.23
natural; pero por otro lado significa la voluntad dispuesta por la
pasión 'en tanto viciada', es decir, durando en su tendencia hacia Inmediatamente interpone Abelardo una posible objeción: Ya
la acción incorrecta: ésta debe evitarse porque supone empeño y que la voluntad de realizar una buena acción hace justo a quien la
deliberación. En ambos casos la voluntad es 'mala' porque lo que posee, ¿por qué no habría de pensar el lector que la voluntad de
quiere 'no conviene quererse'. realizar una mala acción es pecado? Pues vistas las cosas así, dado
que la virtud consiste en la buena voluntad, el pecado debe consistir
En orden a esclarecer la duplicidad volitiva de la que habla en la mala, y no tanto en el no ser cuanto en el ser, como ocurre
Lottin cuando afirma que según Abelardo el libre arbitrio (sólo) con la virtud. Más aún, si se define el pecado como ofensa o me-
conviene a seres en quienes la voluntad es susceptible de direcciones nosprecio de Dios, parece evidente que si queriendo hacer lo que se
contrarias, nuestro estudio exige ahora una precisión del concepto cree que agrada a Dios efectivamente se le agrada, así también
abelardiano de voluntad. queriendo hacer lo que se cree que le desagrada le desagradamos. 24

(3] El conflicto de la voluntad y el conflicto moral Como puede apreciar se, esta objeción está construída sobre una
argumentación simétrica en la que se notan dos momentos
El planteamiento del problema en la 'Ethica' diferenciables: primero se dice que el pecado no puede .consistir en
el no ser porque su contrario, esto es, la virtud, consisté en la buena
No es posible abordar el tema de la voluntad sin atender a la voluntad, y de ésta no puede decirse que sea 'nada'. El segundo
definición abelardiana del pecado. Al finalizar el punto anterior nos momento relaciona esta primera par te de la objeción con la definición
hemos to-pado con ella: el -pecado es un consentimiento. En este del pecado como ofensa o menosprecio de Dios. Dado que el pecado
sentido conviene seguir durante la exposición principalmente el no puede entenderse como 'nada' sino que ·debe entenderse como
22
estudio de R. Blomme sobre la doctrina del pecado en el siglo XII. mala voluntad, ésta es evidentemente el querer lo que ofende a Dios.
Pennítaseme volver a señalar que los temas del pecado y el consen-
timiento serán independientemente tratados en el capítulo IIl. Aquí
se les presenta tan sólo como horizonte de comprensión de la dupli-
23 •Peccatum itaque nostrum contemptus creatoris est, et peccare est crcatorc
cidad volitiva. contcmpncrc, hoc cst, id nequaquam faccrc propter ipsum quod crcdimus proptcr
ipsum a nobis essc facicndum, vel non dimittcrc propter ipsum quod credimus
*·* * cssc dimittcndum. Cum itaque pcccatum dcffinimus abnegative, dicentes scilicct.
non faccre vel non dirnittere quod convcnit, patcntcr ostendimus nullam esse
substantiam pcccati quod in non csse potius quam esse subsistat.» Ethica 6,
En la Ethica dice Abelardo que el pecado es un menosprecio u 2-9.
ofensa de Dios, y que menospreciarle es no hacer por él lo que se
cree que debe hacerse ni evitar lo que se cree que debe evitarse. De 24 ·Sed fortassis iquies, quia et voluntas malí operis peccatum est, quac nos apud
esta manera, continúa, se está definiendo el pecado negativamente: Dcum reos constituit, sicut voluntas boni operis iustos facit, ut quemadmodum,
virtus in bona voluntatc consistat, nec in non essc tantum, verum ctiam in esse
sicut illa. Quemadmodum enim volendo faccrc quod Deo credimus placcrc ipsi
placemus, ita volendo facere quod Deo credimus displicere ipsi displicemus, et
22 Blommc, op.cit. ipsum olTendere sivc contempnerc videmur... lb. ib. 11-18.

120 121
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo El Conflicto de la Volun.t<td

. Aquí interesa señalar que Abelardo le da un lugar a la posibi- que un individuo sea vencido por el vicio? Que decline del bien
lidad de entender el pecado como opuesto a la virtud. Habría según mediante el consentimiento,30 esto es, que deje de luchar contra un
el tenor de esta objeción quienes estarían identificando vicio y pecado. enemigo que no cesa de acometerlo, inclinándolo a consentir.
No obstante, Abelardo ha dicho lineas arriba que los vicios del
animus ~o son. lo mismo que el pecado.25 Nosotros sabemos ya, por Así, pues, vicio y pecado se distinguen de una manera peculiar.
las cons1derac1ones hechas en el acápite anterior, qué es lo que Podríamos recurrir al símil del arco y la flecha: porque el vicio
motiva esta distinción. La formación de los vicios puede hallarse inclina de hecho al mal aun cuando el individuo no sea movido a
exenta de culpa; ésta sólo la determina la presencia del consen- él, puede entonces comparársele a la flecha permanentemente ten-
timiento. Así, dice Abelardo, ser iracundo es hallarse fácilmente sada en el arco. Mientras permanezca tensa puede decirse que está
inclinable a la perturbación de la ira. El hallarse así es un vicio que resistida o refrenada en su tendencia, y no hay pecado. Este sólo
inclina a la mente a realizar de manera impetuosa e irracional algo ocurre cuando se suelta la flecha; y Abelardo no dice que la flecha
que no conviene.26 Este vicio está en el alma como está la cojera en tensada o ya impactada en su blanco sea el pecado, sino tan sólo
el cuerpo, de modo que, aun cuando el individuo no se vea movido el preciso momento en el que se la soltó. 3t Por lo tanto, cuando los
por causa externa alguna, permanece sin embargo siendo fácilmente posibles objetores identifican vicio y pecado, consideran la tendencia
movible a la ira.27 volitiva misma, esto es, la mala voluntad como culpable.

Como vimos, la naturaleza misma o la complexión del cuerpo Para Abelardo no puede haber culpa donde hay necesidad; pero
pueden hacer a muchos hombres proclives a un vicio como la ira· por otra parte es claro que a veces se peca sin que haya habido
pero ellos, reafirma Abelardo, no pecan por ser así sino que tiene; voluntad mala.32
en ello la materia para la lucha moral.28 En cambio, si el vicio los Esta premisa intenta apoyarla Abelardo con algunos ejemplos
vence, entonces sí pecan, esto es, ofenden a Dios. que luego discutiremos en detalle, el principal de los cuales es el del
amo y el siervo, cuyo sentido es mostrar que puede pecarse con una
Comentando Prou 16, 32 ('Mejor es el varón sufrido que el valiente; voluntad coactada. Expuesto y comentado dicho ejemplo, Abelardo
Y quien domina su animus, que el conquistador de ciudades') dice concluye diciendo lo siguiente:
Abelardo: »La religión no estima torpe que uno sea vencido por los
hombres, sino por el vicio.«29 ¿Qué es lo que tiene que ocurrir para »Consta por lo visto que a veces se comete pecado enteramente sin
mala voluntad; de donde resulta manifiesto que no debe decirse que
pecado y voluntad sean lo mismo.«33
25 •Non est autcm huiusmodi animi vicium idem quod peccatum.~ Ib. 2, 21.

26 «Verbi gratin, iracundum esse, hoc est, pronum vel facilcm ad irae pcrturbationcm 30 «, .. in hoc a honis declinamus.» lb. ib. 11.
vicium est et mentem inclinat ad aliquid impctuose et irrationabiliter gerendurn' 31 «Non est autem huiusmodi animi vicium ídem quod pcccatum, ncc pcccatum
quod minimc convcnit.» lb. ib. 22-25. '
idem quod actio mala.» Ib. 2, 21-22.
27 «Hoc autem vicium in anima est, ut videlicet facilis sit ad irascendum, ctiam 32 «Cum enim nonnunquaro pccccmus absque .omni mala voluntate, et cum ipsa
cum non movetur ad iram, sicut claudicatio...» Ib. ib. 25; 4, 1-2. mala voluntas rcfrenata, non cxtincta, palma'rn resistentibus pariat, et materiam
pugnae et g\oriae coronam conferat, non tam ipsa pcccatum quam infirmitas
28 Cfr. lb. ib. 4-8. quaedam necessaria dici dcbel.• lb. 6, 20-24.
29 •'Melio~ cst paticns viro forti et qui dominatur animo suo cxpugnatore urbium.' 33 «Constat itaque peocatum non nunquam oommitti sine mala penitus voluntate,
Non erum religo ah homine vinci, sed a vicio turpe existimat.• Ib. ib. 8-10. ut ex hoc liquidum sit quod pcccatum est voluntatem non dici.• lb. 10, 25-27.
122 123
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo El Conflicto de la Voluntad

Hemos llegado así al punto ·e n el que se afirma que el pecado Como puede notarse estas preguntas refieren al mérito moral
en tanto consensus y la voluntad no son lo mismo. Pero nótese que frente a Dios, y en ellas entra en juego también la buena voluntad.
Abelardo llega a esta distinción porque pretende quitarle al pecado, Recuerdan aquel pasaje del Dialogus en el que se habló de la cas-
en tanto culpa frente a Dios, la nota de necesidad que ha descubierto tidad natural y aquel comentario de R. Thomas: Hace falta un
en la voluntad. esfuerzo subjetivo que funde el mérito moral.
En este momento introduce una nueva objeción: El lector podría Abelardo entiende que la distinción entre voluntad mala y pecado
todavía preguntarse si no será que pecado y voluntad se distinguen se basa en el hecho de que la mala voluntad no implica necesaria-
solamente allí donde se actúa bajo coacción, pues éste ha sido el mente culpa, razón por la cual puede extender la distinción, de cara
teno~ de los ejemplos propuestos; pero no donde se actúa volun- al mérito o demérito morales, de la mala voluntad a la voluntad
tariamente, como por ejemplo cuando queremos cometer algo que misma. Más allá de si es buena o mala, la voluntad no se encuentra
sabemos que no debemos hacer. En este caso mala voluntad y pecado necesariamente dentro de la órbita del pecado, pues esta órbita es
parecerían ser lo mismo. 34 Esta seguhda objeción dice en otras la del mérito o la culpa. ¿Qué se merece ante Dios a partir de lo que
palabras: Supuesto que a veces se peque sin mala voluntad, ello no se quiere o no hacer? Nada, responde Abelardo. 37 La voluntad se
significa que cuando hay mala voluntad ésta no sea lo mismo que encuentra en conflicto; su situación es aún la del estado de
el pecado. indeterminación moral. Sólo el consentimiento en tanto que hace
culpable al hombre frente a Dios, y en ese sentido como distinto de
La respuesta de Abelardo la conocemos: Si esta mala voluntad la buena o mala voluntad, decide negativamente en el. conflicto de
es refrenada por la virtud, mas no extinguida, permanece para la la misma. ·
lucha. No hay lucha sin un enemigo que resista, y éste es la mala
voluntad.35 Abelardo continúa: En la Ethica el planteamiento de estas distinciones tiene como
finalidad preparar al lector para que pueda aceptar la tesis de que
..¿Qué gran cosa hacemos por Dios si no toleramos nada adve7so el pecado (consensus) no es voluntario. La explicación y sustentación
a nuestra voluntad, sino llevamos a cabo lo que queremos? ¿Quién de esta tesis me obliga a enfrentar las dificultades que encierra el
se nos muestra agradecido si en aquello que decimos que hacemos concepto abelardiano de voluntad.
por él llevamos a cabo nuestra voluntad?•36
II. EL CONCEPTO DE VOLUNTAD Y LA PREGUNTA POR EL
PECADO

[1] Sobre una imprecisión terminológica de Abelardo


34 «Equidcm, inquics, itn cst ubi coacti peccamus, sed non ita ubi volcntcs, vcluti
si tale quid comrnittere velimus, quod nequaquam dcbcre a nobis committi
scimus. lbi quippe mnla illa voluntas et pcccatum idem csse videri.» Ib. ib. 28- La relación 'voluntad/pecado'
31.
Sobre el uso que hace Abelardo del término uoluntas en el
35 Cfr. Ib. 12, 3-13.
Commentarium se ha llamado la atención. R. Blomme, en su roen-
36 •Quid cnim magnum pro Deo faciamus si nihil nostrae voluntnti adversum
toleramus, sed magis quod volumus implemus? Quis etenim nobis grntcs habcnt
si in eo quod pro ipso nos facere dicimus, voluntatem nostram inplcamus?• lb.
37 «Aut quid, inquies, apud Dcum mercmur ex eo quod volentes aut inviti agimus?
ib. 16-18. Nihil certe, rcspondeo ...• lb. ib. 17-18.

125
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo El Conflicto de la Voluntad

cionado estudio, y R. Peppermüller, en su exposición del el Commentarium, y entre 1135 y 1139 para la Ethica. 42 Visto as1,
Commentarium, 38 coinciden en acusar una cierta evolución la Ethica pudo incluso haberse empezado a redactar varios meses
terminológica que permite creer que uoluntas no ha adquirido aún antes que el Commentarium.
en esta obra la especificación conceptual que en la Ethica marca su
distinción con consensus. Así, Peppermüller afirma que en el Algo distinto opina C. Mews, quien cree poder llegar a la
Commentarium Abelardo hace uso de conceptos aún imprecisos y conclusión de que el Commentarium se redactó entre 1133 y 1137,
43
equívocos que s ufrirán luego una evolución; no obstante lo cual mientras que la Ethica habría sido compuesta entre 1138 y 1139.
parece inclinarse a creer que el pensamiento básico de la Ethica se
halla ya presente en el Commentarium. 39 Al hacer esta consideración Sea como fuera, hay en todo caso tal cercanía temporal entre
remite precisamente al estudio de Blomme, quien como he dicho ambas redacciones, que se hace difícil pensar en una 'evolución del
coincide en señalar esta evolución terminológica, pero inclinándose pensamiento' que no se entienda tan sólo como una mayor precisión
a creer que habría habido también una cierta evolución en el pen- conceptual; lo que sin duda es el caso. Así, pues, contrastaré mi
samiento. 40 exposición del tema con las opiniones de Blomme.

Sobre las consideraciones de Blomme volveré en seguida. Aquí ***


conviene resaltar que Peppermüller reafirma su juicio cuando en un
escrito posterior dice: »En el Comentario a la Epístola a los Romanos Un pasaje del Commentarium es particularmente interesante en
se encuentran ya todos los pensamiento básicos que Abelardo ha lo que respecta a la voluntad. Se trata del punto en el que Abelardo
desplegado.-después en su Etica.«'1 Sin embargo debe llamarse la comenta Rom 7, 15. Cuando se lee, dice, 'no hago lo que quiero, sino
atención sobre el hecho de que tanto Peppermüller como Blomme lo que no quiero', puede entenderse 'querer' y 'no querer' como
suponen que la Ethica es posterior al Commentarium, lo cual no es 'agradar' y 'desagradar' porque frecuentemente se halla agrado y
del todo seguro. desagrado en un mismo acto. Como ejemplo pone Abelardo aquel
coito donde están presentes tanto la voluptuosidad de la carne como
Luscombe opina que la diferencia de tiempo entre la composición el sentimiento de culpa ocasionado por el adulterio. Por otra parte,
de ambas obras no es tan grande como se ha supuesto, y que incluso continúa, también puede entenderse 'querer y 'no querer' en el
es probable que se haya tratado de una redacción simultánea. Las sentido de 'aprobar' y 'desaprobar', esto es, de acuerdo con una razón
fechas por las que se decide son el año 1137 aproximadamente para superior, como cuando se dice que Dios quiere o no quiere. Pero,
recalca Abelardo, en Dios no puede haber el movimiento del animus
que en los hombres se llama voluntad o voluptuosidad, es decir,
38 Blomme, op.cit.; Peppermüller, Auslegung, op.cit.
placer, sino que cuando se dice que Dios 'quiere' se significa su
aprobación o disposición. 44
39 Peppormüller, ib. p. 127.

40 •Il s'agit d'uno évolution de la pcnsée qui s'accompagne d'une modilicaiion de


vocabulaire.» Blom.me, op.cii. p. 191. Weingari sigue en este punto a Blomme. 42 Cfr. Luscombe, Some Further, op.cit. pp. 74-76.
Cfr. Weingart, op.cii. p. 51.
43 Cfr. Mews, op.cit. p. 132.
41 •lm Kommeniar zum Romerbrief sind bereits alle Grundgedanken zu linden,
die Abaelard sptiter in seincr Ethik ausgeführt hat... Peppermüller, Exegelische, 44 •Cum ilaque dicitur, non quod volo ago, sed quod nolo, nihil obest si nolle et
op.cit. p. 125. velle proprio el usilato modo sumamus pro placere et displicere; quia frequent.er...

126 127
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo El Conflicto de la Voluntad

Como puede notarse 'voluntad' es aquí un movimiento del animus de Dios, que no puede pecar, en el hombre hay un conflicto en la
al que se le denomina voluptuosidad y placer. Todo el pasaje está voluntad que se explica sin duda por la debilidad de la naturaleza
motivado por la interpretación del ténnino 'querer' (uelle) con el que humana.
se inicia. Referido al hombre 'querer' hace mención a este movimiento;
referido a Dios significa sólo aprobación. Sin embargo, enfrentar la Hasta aquí no hay nada que pueda mostrarse como extraño a
voluntad de Dios con la del hombre tiene por finalidad dejar primero la doctrina de la Ethica; pero la manera cómo Abelardo expone este
en claro que 'voluntad' puede significar tanto voluptuosidad como conflicto y cómo lo atribuye a la debilidad natural del hombre introduce
también aprobación, y segundo que en Dios no hay el movimiento ~lementos discordantes: en palabras de Abelardo el conflicto radica
de la voluntad como voluptuosidad. Esto no significa que en el en haber 'consentido' racionalmente en la ley y desear sin embargo
hombre no haya una voluntad que sea capaz de querer según la tanto a partir de la razón como a partir de la concupiscencia. La
razón, pues de no ser así el concepto de pecado carecería de sentido. causa está en el hecho de que el espíritu desea (concupiscit) contra
En otras palabras, no se sigue de allí que la voluptuosidad agote el la carne y la carne contra el espíritu. Como consecuencia de este
campo semántico del término uoluntas cuando éste está referido al planteamiento el pecado se le muestra a Abelardo como consistiendo
hombre. en una concupiscencia 'depravada'.47

Lineas antes dice Abelardo que 'no hago el bien que quiero' Este planteamiento de la cuestión en el Commentarium' es un
significa que no se hace lo que se aprueba que debe hacerse, es decir, buen ejemplo de la aludida imprecisión terminológica de Abelardo.
aquello a lo que se le ha otorgado un asentimiento racional;tS mientras Aquí hace uso deconsensus en un sentido positivo, similar_alconsensus
que 'hago el mal que odio' es tanto como decir hago lo que no quiero, bernardiano como asentimiento volitivo/racional al bien, cosa para
esto es, aquello que mediante el juicio de la razón repruebo y con- lo cual no vuelve a aplicar el término en la Ethica, donde sólo tien~
deno. 46 La voluntad humana está caracterizada entonces tanto por el sentido negativo de pecado. En lo que respecta por su parte al
la voluptuosidad como por ser (ella también) capaz de querer el bien pecado, Abelardo lo identifica con la concupiscencia depravada (praua)
que la razón ha aprobado. Esta capacidad de querer el bien se -diferenciando así un posible uso positivo del término concupiscen-
muestra como uno de Jos polos del conflicto volitivo cuando se lee cia-, a Ja que lineas antes ha denominado 'deseo depravado' del
'no hago Jo que quiero, sino lo que no quiero'. Así, pues, a diferencia animus. 48 La primera cuestión concerniente ál uso de consensus es
de poca importancia. No así aquella con respecto a la relación entre
pecado y voluntad, pues aquí se dice (1) que concupiscencia es Jo
mismo que deseo, y (2) que la concupiscencia -por tanto, el deseo
in eodem actu et quod placet et displicet invenimus, sicut in ipso coitu carnalis malo- es pecado. ¿No equivale esto a decir que la mala voluntad
voluptas et adullcrii culpa. Possumus et iuxta superiore velle et nolle pro
approbare et improbare accipere, quando et Deus nonnulla velle et nolle dicitur.
Neque enim seu voluplas, id csi dclectatio dicitur; sed et cum velle aliquid
dicimus, aut eius approbationem aut dispositionem significamus ... Commentarium
207, 672-S82. 47 ..Postquam ita videlicet legi consentio per rationem et a me ipso dissidco per
ipsam rationem et camalcm concupiscentiam, duro spiritus scilicct adversus
45 Abelardo habla aquí de 'consentimiento' racional. Véase el texto en la nota carnem et caro adversus spiritum concupiscit, 'iam non ego illud' malum 'operor,
siguiente. sed peccatum', id est prava concupiscentia.• lb. 207, 694-699.

46 •Et hoc est quod dicit 'Non ago', id est non facio, 'bonum quod volo', id est quod 48 •Et hoc quod supponit, 'Nam concupisccntiam', id est, pravum animi dcsiderium,
approbo debere fJeri et cuí per rationem consentio, 'sed malum quod odi', hoc in ambitione scilicet terrenarum ve! camalium voluptatum 'nesciebam' esse,
cst quod... non volo, sed ralionis iudicio reprobo atque damno ... Ib. 205, 619-S23. videlicet quod ipsa esset peccatum ..... lb. 179, 329-332.
128 129
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo El Conflicto de la Voluntad

y el pecado son lo mismo? Si respondemos afirmativamente, debe- de decisión y otras similares, que, para nosotros, pertenecen a la
mos conceder que la Ethica y el Commentarium, por lo menos en voluntad, él las otorga sobre todo al consentimiento.«52 Por otro lado
este punto, se contradicen. la posición de Blomme se vería reforzada porque para Abelardo el
pecado no es voluntario. Pero como el propio Blomme lo señala unas
[2] La voluntad como deseo y concupiscencia cuantas páginas después, el término 'voluntario' debe tomarse en
este contexto en un sentido muy especial.53
Al exponer la doctrina de la Ethica acerca del pecado, Blomme
cita una afirmación de Abelardo que ofrece una pista segura para Es claro que voluntad y consentimiento (pecado) se distinguen
intentar resolver la posible contradicción entre las dos obras citadas: cuando voluntad significa deseo y concupiscencia. Entonces es
»Donde hay deseo, allí hay sin duda alguna voluntad.« 49 Debo añadir 'evidente que enfrentamos con este término un cierto 'impulso espon-
también que concupiscencia y deseo son para Abelardo una misma táneo e indeliberado',54 es decir, que se trata de la voluntad en tanto
cosa no sólo por lo que acaba de verse en el Commentarium sino necesariamente afectada por la sensibilidad; en otras palabras: es
porque la equivalencia se encuentra más de una vez en la Ethica.50 una cier ta tendencia volitiva procedente de la debilidad humana,55
libre de culpa.
No cabe duda de que 'voluntad' significa para Abelardo deseo
y concupiscencia. Este no es sin embargo el punto en discusión. Se También a partir de esta precisa consideración de la voluntad
trata más bien de atender a la manera cómo se confrontan voluntad como deseo y concupiscencia dice Blomme que »el consentimiento no
y pecado. Para ello conviene recordar que, según la Ethica, aun cuando pertenece al dominio de la voluntad.«56 En este sentido creo que
haya mala voluntad, si no hay consentimiento no hay pecado. Blomme incuestionablemente tiene razón: en la voluntad afectada por la
cree que aquí se está haciendo un uso del término voluntad distinto sensibilidad no hay culpa; el pecado (consentimiento) no puede
al que suele dár sele hoy en día, y a partir de ahí afirma que de hecho hallarse, pues, en aquel dominio, y puede por lo tanto decirse _que
el consentimiento se encuentra fuera de la órbita de la voluntad.51 en este preciso sentido de 'voluntad' el pecado no es voluntano.
Nosotros hemos visto que la voluntad está fuera de la órbita del
pecado, entendido éste como consentimiento. Esto es así porque en
52 «Par voluntas, Abélard entend done bien le désir; les notes de décision et autres
función del mérito la voluntad, ya sea buena o mala, no cuenta en similaires, qui, pour nous, appartiennent a la volonié, il les accorde plutot au
absoluto. Lo que Blomme propone aquí es algo distinto. Para él el conscntement.• lb. p. 172.
acto de consentir, en tanto pecado, no tiene relación con la voluntad,
puesto que: »Por voluntas, Abelardo entiende... el deseo; las notas 53 «Daos l'Ethique, a.pres avoir établi que la volonté mauvaise ne constitue pas le
péché, Abélard va plus loin et affimie que le péché n'est pas volontaire. De;ant
ccttc position, surprenantc pour un auteur qui insiste tant sur l'autonom1e. et
J'intériorité, il scrait déja a priori naturcl de supposer que le sens de volonta1re

49 ~Ubiautem desiderium ibi procul dubio voluntas eonsistit.» Ethica 14, 9. Cfr.
.
do\t etrc bien spécial.» lb. p. 182.

Blomme, op.eit., p. 169. 54 «Il s'agit d'une impulsion spontanéc et indélibérée... Ib. p. 170.

50 •D'autre part -dice Blomme en nota a pie de página-, concupiseentia et desiderium 55 ..Cctte impulsion appartient a l'ame, mais peut provenir de la faiblesse ~e la '
sont une seule et meme ehose•, y remite, 'entre otros' pasajes, a Ethica 14, 4- chair. Elle est done attaehéc a l'infirmité de notrc nature et, partant, ti est
13. !bid. p. 170, n. l. impossible de ne pas l'avoir, de ne pas la ressentir ou meme de la détruire.» Ib.
p. 171.
51 •Il y a d'abord le fait que le consentement est plaeé hors de l'orbite de la volonté..
lb. ibidem. 56 ..Le conscntement n'appartient done pas au domaine de la vo]onté.• lb. p. 172.

130 131
lnlencwn y Conciencia en la Etica ck Abelardo El Confl,icto de la Voluntad

Pero Blomme aduce otra razón para creer que el consentimiento Ahora bien, en esa obra dice Abelardo que existe la posibilidad
se encuentra fuera de la órbita de la voluntad: uoluntas carece de de retraer el animus de la voluntad de pecar, como, p.ej., cuando
»las notas de decisión y otras similares que hoy solemos darle.« Si el hombre es movido por aquella exhibición de la gracia divina que
voluntad sólo significa deseo y concupiscencia, entonces el con- es la Pasión de Cristo, a llevar la intención de amarlo (in suam
sentimiento se encuentra fuera de la órbita de la voluntad. Pero si dilectationem intenderet). 59 Si, pues, este deseo depravado o concu-
existe otro sentido de voluntad, tal afirmación podría ponerse en piscencia es reprimido por las virtudes, es decir, si se da en el
cuestión. individuo la interrupción de este deseo mediante el despliegue del
deseo contrario, entonces puede entenderse cómo es que se dice que
*** el animus se retrae de la voluntad de pecar.

En la Ethica leemos que los vicios del animus inclinan a la Parece ser como si se dijera que en tales circunstancias el animus
voluntad a hacer o dejar de hacer algo que en lo más mínimo desautorizase el deseo de pecar mediante la fuerza de un deseo
conviene hacerse o evitarse. 57 Hasta ahora hemos visto que esta virtuoso, cuya presencia haría desaparecer la vigencia del deseo
voluntad viciada o mala voluntad debe entenderse aquí como deseo contrario, pero no por ello la disposición sensible de la voluntad como
y concupiscencuia. El deseo en cuestión es un acto que tiende hacia tal. En efecto, Abelardo le otorga vigencia al aspecto pasional del
lo que no conviene cuando el querer viene motivado por una pasión, acto volitivo aun cuando el individuo despliegue un deseo según lo
procedente a su vez de la sensibilidad. En ello no puede dejar de que conviene, pues la voluntad se halla dispuesta de facto a lo
advertirse que la voluntad tiene que estar previamente dispuesta sensible. Pero deseándose ya lo que conviene no puede seguir vigente
a querer sensiblemente. Por lo tanto, en este querer sensible la el deseo de lo que no conviene, pues el acto de la voluntad es uno
disposición que va implicada se encuentra durando corno hábito, lo solo. Dicho de otro modo: cuando Abelardo menciona un determinado
que equivale a decir, utilizando la terminología del Commentarium, querer (dilectio) que se muestra en la forma de un 'tender hacia el
que se tiene este acto como uoluptas o, como aparece en ambas obras, amor divino' (intendere in dilectationem), debe entenderse que el
como concupiscencia. cauce sobre el que corre este deseo intencional no es otro que el
propio animus; lo que significa que en él pueden darse si-
A partir de ahora compete introducir otro elemento más, que ya multáneamente la disposición de la voluntad hacia lo sensible
fue mencionado. En esta cita de la Ethica vemos que debe suponerse (delectatio) y la disposición hacia lo espiritual (dilectio), pero tan sólo
la presencia de los vicios que inclinan a la voluntad hacia lo que no uno de los dos deseos posibles.
conviene,58 esto es, que califican su acto como voluptuosidad y con-
cupiscencia. Si el deseo es tenido como vicio, se supone el juicio de Así, 'reprimir' o 'resistir' puede significar:
la prudencia que la califica moralmente; volviendo sobre la termi-
nología del Commentarium, el juicio de la prudencia lo califica de (1) Luchar contra una simple disposición sensible, esto es, contra
'deseo depravado' (prauum animi desiderium). la mala voluntad como meramente afectada por una pasión,

57 • ... animi vicia... voluntatem inclinant ad aliquid quod minime convenit lieri ve! 59 "···introduceos nos in paradisum, pretio su.ae mortis auferret et per exhibitionem
dimitti... Ethica 2, 16-19. tantae gratiae, quia ut ipse ait 'maiorem dilcctationem nemo habet', animos
nostros a voluntate peccandi retrahcret, et in summam sui dilectalionem
58 Nótese que hasta el momento 1o que no conviene' se ha presentado sólo como incenderet.• Commentarium 153, 996-1000. El término 'incenderet' de la versión
placer sensible. de Buytaert es 'intenderet' en la versión de Cousin. Cfr. Cousin Il, 231, 8.

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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo El Conflicto de la Voluntad

donde por el carácter de la disposición la lucha no ofrece difi- de indicar que de esta manera se define el pecado negativamente,61
cultad; o Abelardo introduce como vimos un contrargumento: Quizá se pre-
gunte aquí el lector si no será que la voluntad de realizar una mala
(2) luchar contra una disposición que se ha convertido en hábito, acción es pecado, etc.62 Este contrargumento no pregunta por el
es decir, contra la mala voluntad como deseo y concupiscencia, estatuto ontológico del pecado sino por la relación pecado/voluntad.
donde se ve que existe ya una tendencia extensiva, intencional, Abelardo responde diciendo que a veces se peca sin mala voluntad.6.1
caracterizada por el vicio. Una cosa, pues, no reclama necesariamente la otra. Ello no significa
sin embargo que no puedan darse simultáneamente en el acto moral
Cuando se trata de reprimir un deseo ocurre que éste tiene que cuando se ha consentido en la mala voluntad. Exceptuando este
estar ya presente, y que el animus debe decidirse a dejar de desear único caso, la mala voluntad se ofrece como la materia de la pugna,
en tal dirección y decidir desear en la dirección contraria. En y se encuentra libre de culpa. Vista así, ella es una debilidad por
consecuencia debe haber un 'instante' del acto volitivo en el que el ahora necesaria. 64
animus se decide por uno u otro despliegue del mismo, de suerte que
pueda afirmarse que es capaz de aislarse del deseo de lo que no Hecho este resumen conviene ahora prestar atención a los
conviene. En ese 'instante' creo hallar el núcleo del conflicto moral ejemplos de Abelardo. El primero de ellos es el ejemplo de la capa:
y la posibibdad del consentimiento.
,.Si le dijéramos a alguien: 'Quiero que tengas mi capa a cambio
A partir de aquí se puede afirmar que hay: de que me des cinco sólidos', o 'quiero gustosamente que sea tuya
por este precio', no por esto concedo que quiero que sea tuya.«65

(1) Una absoluta independencia del animus con respecto a las dis-" Con este ejemplo Abelardo quiere mostrar que no es cosa simple
posiciones y los vicios de su voluntad, pues a éste no se le puede determinar cuál es el querer de la voluntad. Lo que el individuo del
calificar moralmente según ellos; y ejemplo dice querer no es verdaderamente lo que quiere. Si pudiera
conseguir los cinco sólidos y conservar la capa, tal vez no dijera que
(2) una relativa independencia con respecto a los deseos -hasta un quiere que otro la tenga.
determinado instante-, pues sólo podrá ser moralmente cali-
ficado según aquel deseo que, luego de ese instante, permita. Inmediatamente refuerza Abelard·o su postura con el ejemplo del
padre que encarcela al hijo:
[3] La voluntad como deseo intencional

La palabra uoluntas aparece ya desde el primer capítulo de la


Ethica, cuando Abelardo define los vicios del animus;60 pero es en 61 Ib. 6, 2-9.
el capítulo III que la encontramos como concepto en discusión. Después 62 Ib. ib. 11-18.
de haber definido el pecado como menosprecio de Dios, y después
63 «Cum enim nonnumquam pecccmus absque omni mala voluntate.,. Ib. ib. 20.

64 Ib. ib. 20-24.


65 «Veluti si dicam alicui quia volo ut habeas cappam meam propter hoc ut des
60 • ... idcst, voluntatcm inclinant ad aliquid quod mini me convenit ficri vel dimitti.• mihi quinque solidos, ve! libeoter eam pro precio isto fieri tuam volo, non ideo
Ethica 2, 18-19. concedo quod eam tuam esso vclim.,. Ib. 8, 23-26.

134 135
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo El Con/1.iclo de la Voluntad

•Más aún, si alguien, estando encerrado en la cárcel, quiere poner Que se quiera dar la capa porque realmente se quieren los cinco
allí a su hijo de manera que pueda conseguir saldar su propia pena, sólidos, o se quiera encerrar al hijo porque realmente se quiere
¿habremos de conceder que simplemente quiere meter al hijo en redimir la culpa, significa que se tolera lo que no se quiere (quod
la cárcel, habida cuenta que esto ocurre en medio de grandes non vult) en función de lo que se desea (quod desiderat). 68
lágrimas y muchos gemidos?«66
Más adelante, hablando del temor que sintió Cristo frente al
Tampoco aquí conviene llevarse por Jo aparente. La acción rea- 'gran sufrimiento de la muerte', refuerza la idea de que no puede
lizada no da noticia cierta de Jo que se quiere. quererse lo que naturalmente se teme o lo que de alguna u otra
manera implica sufrimiento.69 En ese sentido vol untas concuerda con
Entonces dice Abelardo: el concepto de voluntad naturalmente influída por la sensibilidad.
Se trata sin duda de un querer que es naturalmente un querer el
»De ninguna manera puede decirse que lo que consiste en un gran
dolor del animus sea voluntad, sino más bien sufrimiento. Y es así 'no sufrimiento', o dicho positivamente, el deseo natural de la de-
porque se quiere esto en vista de aquello, tal como si se dijera: se lectación o placer.
tolera lo que no se quiere en vista de aquello otro que se desea...
Nunca puede haber sufrimiento sino ahí donde se hace algo contra Se impone considerar, pues, cómo se manifiesta en esta obra
la voluntad, ni puede decirse que alguno sufra ahí donde su vo- aquella distinción sugerida por el uso de velle y desiderare. 70 Para
luntad se lleva a cabo y lo que hace le agrada.«67 ello creo que es indispensable confrontar más de cerca los términos
voluntas y animus; aunque con lo visto hasta aquí ya se puede
Dos cosas importantes hay que ~ndicar aquí: comprender cómo trata Abelardo ambos conceptos cuando en la
Ethica afirma que una acción no añade nada al mérito, ya sea que
(1) Abelardo se ha visto forzado a utilizar velle y desiderare para proceda de una buena o de una mala voluntad, pues Dios al remu-
marcar una cierta diferencia al interior de un mismo acto volitivo; nerar no piensa en la acción sino en el animus.11
y
Supongamos que se quiere lo que no conviene. Según la nueva
(2) que voluntad y sufrimiento (passio) se excluyen, lo que significa terminología de la Ethica se trataría entonces de una 'mala volun-
que no puede nunca quererse el sufrimiento, ya sea que éste tad'. Esta voluntad debe entenderse como la voluntad viciada, es
consista en privarse de una capa o privar de libertad al hijo. decir, dispuesta por la pasión hacia lo que no conviene, pero además
ya inclinada a la realización de la acción mala, esto es, deseando
realizarla. Supongamos ahora que la voluntad se encuentra califi-

66 «Sed et siquis in carcere constrictus velit filium suum ibi pro se ponere ut
redemptionem suam perquirat, numquid ideo simpliciterconcedimus quod filium 68 «... quod non vult tolerar propter aliud quod desidcrat.• lb. 4-6.
suum in carccre mittere velit, quod cum magnis lacrimis et cum multis gemitibus
sustinere cogitur?• lb. ib. 26-28; 10, 1-2. 69 «Magnam quippe mortis passionem anima ... naturalier (formidat), nec
voluntarium esse (potest) quod penale (scire).~ lb. ib. 19-21.
67 «Non utique talis ut ita dieam voluntas, quae magno dolore animi consistit,
dicenda est voluntas, sed potius passio. Et tale esi quia hoc vult propter illud, 70 Si bien indicaré con el ejemplo siguiente cómo podría entenderse la diferencia
tamquam si diceretur, quia quod non vult tolerat propter aliud quod desiderat... sugerida por desiderare en la EtMca, remito, sin embargo, al capítulo sobre
Nusquaro enim passio esse potest nisi ubi contra voluntatem aliquid fit, ncc consensus e inlentio para su tratamiento definitivo.
quisquam in eo patitur ubi suam implet. voluntatem et quod fieri eum oblectat.•
lb. ib. 2-6; 9-11. 71 Cfr. Ethica 12, 19-21.

136 137
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo El Conflicto de la Voluntad

cada por una determinada virtud que le impide desplegar aquel la conocemos: "Si esta voluntad es refrenada por la virtud de la
deseo intencional, es decir, dirigido a la acción, de lo que malamente temperancia, mas no extinguida, permanece para la pugna. Hace
quiere, esto es, de lo que pasivamente sufre como influencia de la falta un enemigo que resista y no se dé por vencido: la mala volun-
sensibilidad. En este caso vemos que a pesar de haber mala voluntad tad. 73 Este es el argumento completo. Toca ahora preguntar qué es
no hay -como dice el Commentarium- una 'voluntas peccandi', en lo que se refrena y qué lo que no se extingue.
otras palabras, se obstruye y anula el deseo perverso del animus.
O viceversa: podría darse el caso de que la voluntad fuera dispuesta Según mi interpretación lo inextinguible es la influencia de la
por la gracia o algún otro factor externo o interno -piénsese en el potencia sensible sobre la voluntad. Esta influencia es imposible de
imperativo del libre arbitrio- a querer algo bueno, pero que se halle desterrar porque se da en la forma de una pasión que afecta natu-
viciosamente condicionada. El deseo depravado impedirá el desplie- ralmente a la voluntad, disponiéndola a querer sensiblemente. De
gue actual de dicha disposición. El conflicto volitivo se muestra esta disposición puede entonces surgir un vicio que incline a la
entonces como conflicto moral. voluntad a aquello que no conviene.

Dios no juzga la buena o mala voluntad ni las acciones que de Refrenable en la lucha moral es sin duda la concupiscencia, esto
ahí se desprenden sino el animus, esto es, la manera cómo la vo- es, el deseo intencional de llevar a cabo lo que la pasión mueve a
luntad, condicionada por sus hábitos, se enfrenta moralmente a desear. Supuesto que aquello que se quiere no conviene, este deseo
ellos. Así, pues, como objeto del juicio divino el animus es justificado intencional es un vicio de la voluntad. Siguiendo el ejemplo de
o condenado. Si en él vemos aquí un estado interior, el animus Abelardo, si en aquel que vio pasar a la mujer surge el deseo
condenado .es el estado en el que ha podido desplegarse un deseo intencional de llevar a cabo el coito, se supone que su voluntad está
vicioso, es decir, el estado interior en el que se encuentra un indi- viciada, que la disposición se ha hecho hábito porque ha durado
viduo que ha consentido en el mal. hasta calificar el deseo como uoluptas o concupiscencia. Aquí ya no
se trata tan sólo de la mala voluntad como meramente dispuesta
*** por la sensibilidad sino de la voluntad viciada, es decir, en acto. En
un 'instante' de este acto volitivo surge como vimos el consentimiento.
Ahora bien, como ya he referido, una vez distinguidos claramen- ¿Qué es lo que este instante separa? Al parecer separa el deseo
te los campos correspondientes a la voluntad y el pecado, con el fin vicioso que inmediatamente se produce a partir de la presencia de
de llevar adelante su argumentación, Abelardo sugiere un adver- la pasión, del mismo deseo vicioso ya advertido por la prudencia
sario que defiende la tesis contraria, es decir, que pecado y voluntad como tal.
son lo mismo. Para esta defensa el supuesto adversario se apoya en
el ejemplo de aquél que ve a una mujer e incide en concupiscencia, Si una vez advertido el deseo como malo no es reprimido en su
es decir, tocado en su mente por la delectación de la carne se ve despliegue por cualquiera que sea la virtud que represente este sólo
inclinado a acceder al coito; y pregunta entonces si esta voluntas y acto de la represión, entonces deja de ser mala voluntad y se convierte
deseo torpe puede ser otra cosa que pecado.72 La respuesta de Abelardo en pecado. En otras palabras, el deseo perverso adquiere la vigencia
que le otorga el consentimiento.

... 72 •Verbi gratia, videt aliquis mulierem, et in concupiscentiam incidil., el dclcct.at.ionc


cnrnis mens eius tangitur, ut ad turpitudinem coitus accendatur. Haec ergo
voluntas et turpc desidcrium quid aliud, inquis, est quam pcccalum?,. lb. 10,
31-32; 12, 1-2. 73 .J:Iaec vero est nostra voluntas mala...• Ib. ib. 10-11.

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Intencwn y Coneiencia en la Etica de Abelardo El Conflicto de lo. Volunto.d

En este sentido, como lo señalan Blomme y otros autores,"' la Bernardo y de Anselmo de Laon era clara: Hace falta la gracia
voluntad no es idéntica al consentimiento; pero el consentimiento divina. En el Commentarium Abelardo sugiere como vimos esta
parece ser no obstante un momento de ella Así podría decirse que necesidad; pero no vuelve sobre ella en la Ethica. ¿Pretende
es la voluntad la que consiente cuando no es capaz de desplegar un prescindir de esta influencia externa? ¿Cree que la voluntad puede
deseo virtuoso, esto es, cuando no es capaz de reprimir el deseo de ser suficientemente motivada por el imperativo de la razón?
lo que malamente quiere.
Planteada así la problemática, el terna de la voluntad sólo puede
Ahora bien, si la voluntad es la que consiente en un momento seguir investigándose en el análisis del concepto de consensus.
de su acto de desear porque advertido éste como malo no surge otro,
se le está otorgando sin duda la nota de decisión que Blomme no [4] Los dos sentidos de 'voluntas' en relación a 'consensus'
cree ver en ella. ¿Puede atribtúrsele decisión a la voluntad?
Nos acercamos al final de este capítulo contando con la defini-
Hablar de un deseo intencional, como lo veremos en el punto ción del pecado otorgada por Abelardo: pecar es consentir, y esto
siguiente, no es hablar simplemente de un impulso espontáneo e significa dejar de luchar contra la mala voluntad y sus vicios. 75 Toca
indeliberado, pues ya no se trata aquí de la voluntad como deseo ahora enfrentar en detalle la afirmación de Abelardo según la cual
y concupiscencia (en tanto que respuesta espontánea y no advertida el pecado no es voluntario, supuesto sobre el cual se basa a su vez
frente a la pasión que la dispone), sino del deseo o concupiscencia la tesis de Blomme, que considerando a la voluntad como carente
que han sido ya advertidos por la prudencia como tales, y que sin de la nota de decisión, afirma que el consentimiento s~ halla fuera
embargo de una manera no espontánea prolongan su despliegue. de la órbita de la voluntad.76 Esta es propiamente la temática en
¿Pero sigue hablando Abelardo de voluntad después de este in- torno a la voluntad, y ha dejado-muchas preguntas aún abiertas.
stante? ¿No obliga este planteamiento a decir que dado que se trata La primera de ellas es la relación y delimitación de los conceptos
de un instante volitivo, el pecado es a pesar de todo voluntario? ¿No de consensus y uoluntas.
son los términos animus e intentio precisamente los sustitutos de
voluntas en este preciso momento del consentimiento y en lo que Para responder a esta pregunta conviene retomar un ejemplo ya
sigue después de él? mencionado. Dice Abelardo:
..verbigracia, un hombre ve a una mujer, e incide en concupiscen-
Junto a estos interrogantes queda aún pendiente uno que ha cia, y la delectación de la carne toca su mente, de manera que es
acompañado la exposición de este capítulo: si la voh.tntad consiente incitado a la torpeza del coito.«77
porque no es capaz de desplegar un deseo virtuoso, cabe entonces
preguntar nuevamente por qué no surge aquel deseo, en otras Unas cuantas lineas después, en directa referencia a este ejem-
palabras, por qué se peca. Esta pregunta no interroga más por lo plo, añade:
elementos que posibilitan el pecado, pues ya hemos hecho recuento
suficiente de los mismos, sino por aquello que no está presente
75 Cfr. Ethico. 4, 12-15; 16, 22-24.
cuando decimos que la voluntad 'no es capaz'. La respuesta de
76 Cfr. supra [2}.

77 •Vcrbi gralin, videt a]jquis muliercm, et in concupiscentinm incidit, et delectationc


74 ..wm for (Abailard) wa.s desi.re (desiderium) and concupiscence (concupiscentia) cnrnis mens eius tangilur, ut ad lurpitudinem coitus nccendantur.• Ethica 10,
and is not identical with consent (consensus).~ Sike~, op.cit. p. 184. 81-33; 12, l.
140 l41
lntenci6n y Conciencia en la Etica de Abelardo El Conflicto de la Voluntad

"~ºes pecad? desear concupiscivamente (concupiscire) a una mujer,


táneo que no puede identificarse· sin más con lo que llamamos
81
sino c?nsent1r en la concupiscencia; ni es condenable la voluntad apetito, pues el concepto de Abelardo es demasiado vago y extenso.
de ururse sexualmente con ella, sino el consentimiento de la vo- No obstante advierte que no debe entendérsele en este mismo sen-
luntad (uoluntatis consensus).«18 tido a lo largo de toda la Ethica, pues hay algunos pasajes que imponen
restricciones. Estos pasajes son, en primer lugar:
La frase 'el consentimiento de la vol~ntad' puede interpretarse
como 'el consentimiento en aquella voluntad de unión sexual', o como »Aunque de él (de Cristo) esté escrito en otro lugar: 'Fue sacrificado
'el acto de consentir de la voluntad'. Ambas interpretaciones son porque él mismo lo quiso', esto debe entenderse ya sea según la
posibles. Si pudiese justificarse una opción por la segunda forma de naturaleza de la divirúdad, en cuya voluntad estaba que el hombre
asumido por él iría a sufrir, o ya sea porque la expresión 'lo quiso'
interpretar esta frase, entonces debería aceptarse que Abelardo al se entienda 'lo dispuso', como cuando dice el Salmista: 'Hizo todo
igual que Bernardo, estaría tomando el consentimiento como un ~cto aquello que quiso hacer.'«82
de la voluntad.
Importa subrayar que aquí, según Blomme, Abelardo le otorga
Tal justificación no es fácil de encontrar. En contra tenemos por a 'querer' el sentido de 'decidir'.83
un lado que este es el único texto de la Ethica donde aparece esta
fórmula, y, como se ve, bien podría no ser tal. 79 Por otro lado está El segundo pasaje dice:
la afirmación de Blomme: »Es un hecho que el consentimiento está
localizado más allá de la órbita de la voluntad.«80 »Si diligentemente consideramos todos los casos en donde las ac-
ciones parecen haber sido llevadas a cabo bajo un precepto o pro-
Pero a· favor tendríamos, como ya lo señalé, que Blomme parece hibición, éstos deben ser referidos antes a la voluntad o consenti-
miento en la acción que a las acciones mismas, puesto que de otra
estar hablando aquí sólo de la voluntad como deseo y concupiscencia. manera nada que sea pertinente al mérito seria puesto bajo pre-
En este sentido podría optarse sin problemas por la primera pro- cepto, y tanto menos dignos son los preceptos cuanto menos están
puesta, pero con la siguiente salvedad: siempre y cuando voluntas constituídos en nuestra potestad. Muchas son, en efecto, las cosas
sólo signifique desiderium. que nos están prohibidas de llevar a la acción; pero en ello, a la
voluntad y al consentimiento los tenemos ciertamente siempre en
Cabe destacar en favor de esta segunda opción que el mismo nuestro arbitrio.«84
Blomme pone algunas restricciones a su interpretación. Al concluir
su exposición sobre la relación 'pecado/mala voluntad' en la Ethica
dice que en ciertos pasajes voluntas representa un impulso espon~ 81 Cfr. Ib. p. 173.
82 «De quo cum alibi scriptum sit, 'Oblatus est quia ipse voluit', aut secundum
divinitatis naturam nccipicndum cst in cuius voluntaic fuit illum assumptum
78 •Non itaque concupiscire mulierem sed concupiscentia conscntirc pcccatum cst hominem pati, aut 'voluit' dictum est pro 'disposuit' iuxta illud Psalmistae,
ncc voluntas concubitus sed voluntatis consensus dampnabilis cst.* Ib. 14, i'. 'Quaccumquc voluit fecit' ... Ethica 10, 21-25.
3. 83 «Nous ne nous attardcrons pas puor l'instant au seos de 'décider' qu'Abélerd
79 Para Lottin se trata aquí del 'conscntcmcnt a ccttc volonté'. Cfr. Lottin, Psychologie attribue a vclle dans l'explication d'une scntence biblique.» Blomme, op.cit. p.
et morale, op.cit. (!V-I) p. 311. 173.

80 •II y a d'abord le fait que le consentemcnt est placé hors de l'orbite de la volonté.• 84 «Et si diligentcr oonsidcramus ubicumquc opera sub precepto ve) prohibitione
Blommc, op.cit. p. 170. concludi videntur, magis haec ad voluntatem vel consensum operum quam ad
143
142
Intención y Conciencia en la Etica de Abclardo El Conflicto de la Voluntad

Blomme ve aquí un acercamiento neto de la voluntad al consen- ¿Qué dificultades ofrece la postura de Weingart? Para él en la
timiento; los términos estarían colocados en un mismo nivel, sin Ethica la voluntad es definida como deseo malo, y el pecado es el
estar por eso enteramente asimilados.85 consentimiento en este deseo. Weingart repite en cierta forma la
afirmación de Blornme, pero en lugar de decir 'consentimiento' dice
También Luscombe llama la atención sobre el segundo de estos 'pecado': »El pecado está localizado fuera de la órbita de la voluntad.«
pasajes, diciendo que Abelardo parece utilizar allí la palabra voluntad Y añade: »Su lugar es el alma que consiente, tajantemente divor-
en el sentido de consentimiento; a lo cual añade que usualmente ciada del desear del alma.«88 Recordemos nuevamente que Blomme,
voluntad significa en la Ethica el poder natural de querer, y no la a pesar de sus propias restricciones, pretende separar consensus de
voluntad de aprobar.86 Según esto podría pensarse que, a pesar de voluntas porque la voluntad no posee la nota de decisión. Weingart
las restricciones de Blornme y de la acotación de Luscombe, en la lo hace porque pecado y voluntad son irreductibles. Aquí toma voluntas
supuesta fórmula consensus voluntatis hay una simple referencia a tan sólo como desiderium, y afirma que »Abelardo no restringe su
la voluntad de unión sexual, lo cual por lo demás es perfectamente descripción de vol untas a los estrechos límites de desiderium en obras
conforme al contexto del ejemplo, es decir, al sentido de voluntas que anteriores a la Ethica.«89 En otras palabras, parece ser que Weingart
Luscornbe considera usual en la Ethica. cree que 'voluntad' tiene en la Ethica este sentido restringido. Así,
apoyándose precisamente en la tesis 'mala voluntad y pecado no son
Sin embargo, la cita de Abelardo ha conducido a descubrir un lo mismo', afirma que el pecado se halla fuera de la órbita de la
nuevo aspecto de la relación entre voluntad y consentimiento, que voluntad. Sin embargo creo que pueden indicarse ciertas incon-
puede probar la validez de una fórmula corno consensus voluntatis gruencias en su postura.
más allá de aquel contexto particular.
Weingart dice: »En la Ethica el pecado en sentido propio es sólo
A favor de su validez, entendida como 'el acto de consentir de consentimiento, que está separado de los otros elementos que antes
la voluntad', y tomada simplemente como una fórmula hipotética, llevaban el nombre voluntas.«90 En otras palabras, antes (léase: en
tenemos que Blornme y Luscornbe, a diferencia, p.ej., de Weingart,87 el Commentarium) voluntad también significaba consentimiento.
no descartan que voluntas conlleve en la Ethica también las notas Continúa Weingart: »El pecado es consentir en la tentación ofrecida
de decisión y aprobación. por el deseo, identificado ahora con voluntad. Hay, pues, un refi-
namiento de la terminología; mientras que antes voluntas incluía
deseo y decisión, en la Ethica significa sólo deseo.«91 Ahora bien, si
ipsa opera reforenda sunt, aUoquin nihil quod ad mcrilum pert.ineat sub precepto
ponerelurcl tantominus prcceptione sunt digna quantominus in nostra potestate
sunl conslilula. Mulla quippe sunt a quibus opcrari prohibcmur, voluntatem 88 •In the Ethica ... cvil will is dcfincd as evil desirc, and sin is dcfined as consent
vero scmpcr et conscnsum in nostro habcmus arbitrio... Ethica 24, 25-29; 26, lo an evil desirc. Sin is placed outsidc the orbit of lhc will; ils locus is the soul
1-3. conscnling, sharply divorccd from the soul's desiring.» Ibid. p. 52.

85 "·.. Ja volonté se rapproche ncttcmcnt du consentcment, haussc a son niveau, 89 •Abailard docs not restricl his dcscription of voluntas to the narrow limits of
sans pour cela lui etre lotalement assimilée.• Blomme, op.cit. p. 173. desiderium in works prior lo the Ethica.• Ib. p. 53.
90 «In the Ethica sin in the proper sense is consent only, which is scparated from
86 "Abelard here seems to use the word will in lhe scnse of conscnt; usually in the the other elcmcols formcrly bearing thc name voluntas.» lb. p. 54.
Ethica will means thc natural powcr of wi11ing and not tho will of approval.»
Luscombe, Ethics, op.cit. p. 25, nota 5. 91 · Sin is conscnting to the temptation providcd by desirc, now identified with will.
• Thcre is thus a relinement ofterminology; whereas voluntas prcviously includcd
87 Cfr. Weingart, op.cit. desire and decision, in thc Ethica it meaos desire only.» Ibídem.

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Intenci6n y Conciencia en la. Etica. de Abela.rdo El Conflicto d~ la Voluntad

se trata tan sólo de una precisión terminológica, entonces no tiene consentimiento se halla fuera de la órbita de la voluntad, se entiende
por qué pensarse que la decisión (consensus) no sea volitiva. Si esta por voluntad el deseo y la concupiscencia. Es decir, se entiende que
decisión se hallara en cambio fuera de la órbita de la voluntad el pecado está fuera de la voluntad como poder de desear a partir
entonces se trataría de un cambio en el pensamiento de Abelardo'. de alguna influencia externa.
Continúa Weingart: "A pesar de que el concepto de consentimiento
ha sido en su mayor parte desarrollado en y restringido a la Ethica ***
los términos incluidos en este concepto fueron originados por Abelard~
en sus escritos más tempranos.«92 No hay, pues, un cambio de Sin embargo esta interpretación no deja de ser problemática. En
pensamiento. Dice entonces: ..A través de los términos de la defi- otro pasaje de la Ethica Abelardo dice que hay quienes se aver-
nición es manifiesto que consensus reemplaza la idea de decisión que güenzan de ser llevados a consentir en la concupiscencia o en la mala
Abelardo inicialmente incluyó como una parte de voluntas.«93 Sin voluntad y de verse forzados, a causa de la debilidad de la carne,
emba:go este ree.mplazo factual no es razón suficiente como para que a querer lo que de ninguna manera quieren querer. 95 Abelardo
se qwera conclu1r de ahí que la decisión no siga incluida como una introduce esta acotación porque pretende reforzar con ella la tesis:
parte de la voluntad. Weingart no parece pretender concluir tal cosa Pecado y mala voluntad -no llanamente voluntas- no son lo mismo.
y afirma que la voluntad depravada (prava voluntas) es reemplazad~ Si afirmamos no obstante que consentir es también un acto volitivo,
por consensus. 94 es indispensable descubrir aquella otra dimensión de la voluntad.

¿Qué es en realidad lo que se reemplaza? A mi juicio es el Para ello conviene citar textualmente a Abelardo:
calificativo .pravum o prava el que ahora en la Ethica no quiere
»No veo realmente de qué modo puede decirse voluntario este
atribuírsele a la voluntad sin más, puesto que ello llevaría a con- consentimiento que no queremos tener, para que, como se ha dicho,
ceder que de la voluntad como deseo y concupiscencia en tanto a partir de ahí pueda decirse, según sostienen algunos, que todo
propiciada necesariamente por la sensibilidad, se pued~ predicar pecado es voluntario; a no ser que (nisi) entendamos voluntario
culpa moral. Consensus vendría a señalar esta nueva precisión como excluyendo lo necesario, dado que ningún pecado es inevitable,
terminológica, según la cual con 'consentimiento' se indica aquel o que llamemos voluntario a lo que procede de alguna voluntad.•"
aspecto de la voluntad que sí se halla dentro de la potestad del
hombre y bajo dominio del arbitrio, es decir, donde no rige ningún Este es sin duda uno de los pasajes más difíciles de la Ethica.
factor necesario. Lo más importante consiste en subrayar aquí que La primera parte del mismo no ofrece sin embargo dificultad. Abelardo
como tal este aspecto de la voluntad sí es fuente de mérito o culpa, dice que no ve de qué modo puede llamarse voluntario un consen-
pues implica decisión. Cuando se dice entonces que el pecado o

95 «Sunt quos omnino pigct. in conscnsum concupiscentia vel malam voluntatem


trahi, et hoc ex infirmitatc co.rnis vclle coguntur quod nequaquam vcllcnt velle.•
92 «Although the concept of conscnt is most fully developcd in and rcstrictcd to
the Ethica, the terms included in this concept were originatcd by Abailard in Ethica 16, 22-23.
his carlier writings.~ Ib. p. 57. 96 «Quomodo ergo hic consensus quem habere non volumus voluntarius dicet.ur,
93 «By thc tcrms of the deftnition it is apparent that consensus replaces the idea ut secundum quosdam, vclut dictum cst, omne peccatum dicamus voluntarium,
of decision which Abailard formerly included as a part of voluntas.,. Ibidcm. prefecto non video nisi voluntarium intelligamus ad cxclusioncm necessarii, cum
videlicet nullum pcccatum incvitabile sit, ve! voluntarium dicamus quod ex
94 Cfr. lb. p. 53. aliqua proccdat volunlal.c.• lb. ib. 24-30.

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Intenci.6n y Conciencia en la Etica de Abelardo El Conflicto de la Voluntad

timiento que no queremos tener. A partir de ahí sostienen algunos necesario', y por C: 'Deberíamos llamar voluntario a todo (überhaupt)
que todo pecado es voluntario. Luego viene la segunda parte intro- lo que procede de alguna voluntad'. La lógica de la argumentación
ducida por la partícula nisi, que Luscombe traduce así: dice: 'A si y sólo si B 11• Si no es el caso que 'A si y sólo si B1', entonces
C. Manifiestamente la proposición B1 de Hommel equivale, con
..... unless we understand voluntary to exclude the element of respecto a la traducción de Luscombe, a decir: No es el caso que B.
necessity, since clearly no sin is unavoidable, or unless we call
voluntary that which proceeds from will.«97 Así, según la interpretación de Hommel, Abelardo no quiere entender
por voluntario 'todo lo que no es necesario' (alles, was nicht gerade
Simbolizaremos la proposición principal del texto con A: 'Un notwendig ist).
consentimiento que no se quiere tener no es voluntario'. Con B:
'Entendemos voluntario como excluyendo lo necesario'. Y con C: De esta manera se debe conceder, según la lógica de ambas
'Llamamos voluntario a lo que procede de la voluntad'. Así, la lectura traducciones, que Abelardo está, o bien poniendo entre paréntesis
de este texto puede brindar lo siguiente: 'Si es el caso que B y C, la validez de aquellas proposiciones, o bien restringiendo los alcances
entonces -A', donde -A debe leerse: 'Sí podemos decir que tal consen- de B.
timiento que no queremos tener es voluntario'. Ahora bien, los
contenidos de las proposiciones B y C parecen ser válidos para Un punto es incuestionable: en alguna medida para Abelardo
Abelardo -sólo B necesitaría sustentarse, y para ello se pone 'dado rige el principio B: 'lo voluntario excluye lo necesario'. ¿Pero debe
que ningún pecado es inevitable'-; pero el contenido de -A es pre- aplicársele en este contexto? Al parecer la respuesta, dado que se
cisamente lo que Abelardo no quiere aceptar . Según esta lógica, si trata de un consentimiento que no queremos tener, es negativa. De
es el caso que en este contexto tales proposiciones son válidas, regir el principio, puesto que se define al pecado como no necesario.,
entonces no habría por qué no llamar voluntario a este consenti- debería entendérsele como voluntario.
miento que no queremos tener. Parece evidente, pues, que para
Abelardo, dado que A es la proposición principal, aquí no viene al Por otro lado, como vimos en el capítulo II al tratar sobre el libre
caso aplicar dichos principios. arbitrio, Abelardo afirma en la Theologia Scholarium que lo vo-
luntario excluye lo necesario sólo si no hay ninguna fuerza natural
Hommel por su parte traduce este mismo texto de la siguiente que compela a la voluntad.99 En otras palabras, y en consonancia
manera: con la interpretación de Hommel, puede decirse que lo voluntario
'no siempre' excluye lo necesario. Tal es el caso de todos aquellos
"·:· wenn man nicht unter Freiwilligkeit (uoluntarium) alles, was elementos volitivos que he analizado y que son anteriores a la
mcht gerade notwendig ist, verstehen will, weil es keine Sünde
gibt, die sich nicht vermeiden liesse· oder wir müssten so nennen formación del vicio. La proposición B tiene, pues, un alcance restrin-
was überhaupt Folge irgend eines Willens ist.«98 '
gido.

Según esta traducción tenemos que A está acompañada por B 1: Qué se siga de esta restricción es algo que veremos más ade-
'No se quiere entender por voluntario todo Calles) lo que no es lante. Por ahora se pueden establecer como afirmaciones de Abelardo
las siguientes:

97 Luscombe, Ethics, op.cit. p. 17.

98 Hommcl, op.cit. p. 66. 99 Cfr. Theologia Scholarium 139, 30-33.


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El Conflicto de la Voluntad
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo

Un amo enfurece hasta la locura y espada en mano persigue a


A·.· 'No parece tener sentido que llamemos voluntario a un consen- muerte a uno de sus siervos. Este corre por su vida; pero el amo le
timiento que no queremos tener'. da alcance. Viéndose el siervo perdido, reacciona y mata al amo (hoy
diríamos en defensa propia). 100
B": 'Sí parece tener sentido que entendamos voluntario excluyendo
lo necesario'. Aquí no hay dos voluntades en el siervo, ni siquiera diversas
disposiciones de su voluntad sino una única disposición y un único
e·: 'Sí parece tener sentido que llamemos voluntario a aquello que deseo: salvar la vida. La voluntad es dispuesta por la pasión: en este
procede de alguna voluntad'. caso el 'temor' que origina la circunstancia infeliz de verse perse-
guido a muerte. La disposición de la voluntad es el 'apego a la vida'
J?e aquí puede entonces deducirse que según lo que sí tiene y origina en este caso no tanto un velle cuanto un nolle, es decir,
sentido, esto es, según B" y e·, el consentimiento (que no queremos 'no querer' ser victimado por el perseguidor. Traducida esta disposición
te~er) es voluntario porque excluye lo necesario, y debe llamársele
a un deseo positivo, la voluntad se actualiza en el querer realizar
as1 porque pr.o:ede de alguna voluntad. No obstante, según A. -que lo primero que a tal circunstancia corresponde, es decir, 'correr'. Este
es la propos1c1ón fundamental de este pasaje- no tiene sentido es un deseo intencional que inmediatamente se convierte en una
alguno llamar voluntario a un consentimiento que no se quiere acción. Pero viéndose el siervo perdido, esto es, llegado un momento
tener. en el que el correr ya no le sirve más como medio para salvar la vida,
entonces reacciona y mata al amo. La misma disposición y el mismo
La lógica de esta interpretación sólo puede basarse en la 'deseo inicial', negativo en este caso, de no querer ser ultimado,
equivocida~ del término voluntas, esto es, en el supuesto de que para variando las circunstancias reales ha conducido a la aparición del
Abel~rdo nge una cierta distinción al interior de la voluntad que
'deseo intencional' de matar. Este último, a pesar de ser un deseo
penmte afirmar que el consentimiento es en un sentido involuntario coactado por el temor de la muerte, implica no obstante un con-
Y en otro voluntario, y que por lo tanto adoptar el sentido lato de sentimiento en el mal, y es por lo tanto pecado. De haber sido
lo voluntario como un todo uniforme no conduce a nada. virtuoso, en el siervo hubiera primado sobre cualquier grado del
temor una determinación adecuada de los medios que requiere el
[5] El 'consensus voluntatis' como asentimiento racional a un deseo inicial de salvar la vida. Surgida sin embargo la determinación
deseo intencional de matar, lo que en sí era una buena voluntad concluye en pecado,
y así la persistencia del temor en el siervo, ocasionada por la
To~a ah?ra poder deslindar claramente los dos aspectos supues-
persistencia del amo en su afán de matarlo, hace que la intención
~~ .ªl mtenor de la voluntad, pues en ello se apoya la hipótesis de salvar la vida mediante la fuga se frustre y que surja la de
1mc1al, a saber: que el consensus es un acto de la misma, por lo tanto salvarse mediante el homicidio.
en un cierto sentido voluntario, y que sin embargo, en tanto con-
trapuesto como pecado a la mala voluntad, no debe entenderse como Lo importante para Abelardo es indicar con este ejemplo que a
voluntario, pues según se vió es un consentimiento que ·no se quiere pesar de haber pecado no puede decirse que el siervo llevase mala
tener.

Es muy probable que Abelardo se haya visto en medio de este


problema a causa del ejemplo que eligió para introducir su tesis a 100 Cfr. Ethica 6, 24 passim; 8, 1-20. Sikcs afirma:•... he turns and kills his master
in self-defcnce.,. op.cit. p. 184.
saber, el ejemplo del amo y el siervo. '
151
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Intencidn y Conciencia en la Etica de Abelardo EL Conflicto de la Voluntad.

voluntad, pues no quería matar al amo. Es indudable que llegado tad deberá ser necesariamente entendido como el consentir a dicho
un punto lo deseó intencionalmente -esto lo hace culpable-, pero deseo intencional.
en función de una buena voluntad. En palabras de Abelardo, el
siervo no cometió el homicidio a partir de una voluntad de matar, Un punto de vista desde luego erróneo sería el de asumir que
pero sí a partir de alguna voluntad. 1º1 La distinción aquí establecida el acto de matar al amo fue necesario porque fue coactado. Entonces
entre 'voluntad de matar' y 'alguna voluntad' es a mi juicio la misma la solución al problema sería burdamente sencilla: como es necesario
que hemos descubierto entre la voluntad como deseo intencional y Y lo necesario excluye lo voluntario, ergo no es voluntario. Pero esta
la voluntad como un deseo previo, inicial, que se mostró como no es la postura de Abelardo, quien dice:
desiderium y concupiscentia. Ocurre simplemente que en este ejem-
»Y así, pues, a pesar de haber estado coactado por el temor de la
plo tal desiderium no es 'mala voluntad', pues se trata del deseo de muerte, cometió un delito consintiendo en un homicidio injusto que
mantenerse con vida, que es en sí mismo bueno. Así, la distinción debió sufrir antes que cometer.«102
no nos habla de dos voluntades ni de dos actos distintos de la
voluntad sino de dos momentos de un mismo acto volitivo. Lo que Podemos afirmar que Abelardo intenta mostrar al consensus
este hace es determinar el fin de una 'acción concreta', y en ese como un momento del acto volitivo que lo divide en dos aspectos,
sentido busca realizar algo para cumplirse plenamente. En un primer Y que sólo en tanto distinto del aspecto previo a su aparición puede
momento el individuo corre porque entiende que así da cumplimiento decírsele 'no voluntario'. Nótese que si sólo se tratase de llamar
a su voluntad de permanecer con vida Frustrada esta alternativa voluntario a todo lo que procede de la voluntad, nos encontraríamos
la voluntad sigue siendo la misma, pero la razón, que antes le habría en un plano de generalidades propicio al error. 1º3 Thonipson ofrece
dicho: '¡corre!', ahora le dice: '¡mátalo!'. Este último imperativo de un preciso resumen de esta problemática: »Muchos hombres están
la razón práctica es según Abelardo ilícito, pues ha generado la forzados a querer aquello que no quieren querer: frecuentemen te
inmediata determinación del fin de una acción nueva que no con- están forzados a desear lo que no desean. De allí que el único modo
viene realizarse ni siquiera bajo tales circunstancias. La prudencia en el que los pecados pueden ser llamados voluntarios es en tanto
del individuo lo sabe. Sin embargo, movido vehementemente por el procedentes de una voluntad.« 1º'
temor, consiente a lo prohibido y realiza un deseo intencional sin
asidero en una disposición o deseo homicidas previos, esto es, sin Postulemos entonces los conceptos V1 : 'La voluntad como deseo
una mala voluntad precedente. propiciado por la sensibilidad', y V2: 'La voluntad como deseo
intencional'. Dentro de V2 postulemos la clase P: 'Pecado'. Ahora
En el instante mismo en el que la razón de este siervo acorralado
le dice '¡mátalo!', su voluntad ya adoptó una direccionalidad exten-
siva distinta, de modo que ya no mueve a correr sino a agredir
102 «...et tamen delinquit conscntiendo, quamvis coactus timore mortis iniustae
directamente al amo. En otras palabras, en ese mismo instante la interfectioni quam eum potius ferre quam infcrre oportuit... lb. 8, 10-12.
voluntad del siervo es ya un deseo intencional determinado y deter-
minante de la acción inmediata. Así, el consentimiento de la volun- 103 Según P. L. Williams, para Abelardo, •sin is a voluntary violation of the will
of God» (The Moral Phüosophy o( Peter Abelard, Lanham 1980, p. 136), lo que
desde un punto de vista contradice la afirmación del pecado como no voluntario·
pero que, desde el otro, podría sostenerse. '
101 •Nam et si ille qui coactus dominum suum occidit, non habuit voluntatem in 104 «Many men are forced to will what they are not willing to will: they are oftcn
occisione, id tamen ex aliqua commisit voluntate curo videlicet mortero evadere forced to wish what they do not want. Thus, the only way in which sins can
vel diffcrere vellet.• Ethica 16, 30-32. be called voluntary is as pl'OCC<lding ~rom a will.• Thompson, op.cit. p. 144.
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153
El Conflicto de la Voluntad
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo

[6] El sentido de lo voluntario e involuntario con respecto al


podemos decir que 'el consentimiento (pecado) no es voluntario': (P
no es = V 1), y que 'el consentimiento (pecado) sí es voluntario': (P pecado
=V2). Si esta es la única lógica que puede descubrirse en la argu- Si Abelardo se niega a 11amar pecado a la mala voluntad, dice
mentación de Abelardo, entonces debemos establecer como defini-
Blomme, ello se debe a las exigencias que impone su definición del
tiva la distinción entre V1 y V2. Esto trae como consecuencia:
pecado en sentido estricto. Se ve, continúa, que aquí no se trata de
(1) que desde cierto punto de vista, es decir, en tanto meramente condiciones reales sino de reglas de lógica. Abelardo estaría basando
procedente de la voluntad, se deba poder decir que el pecado es su argumentación en dos hechos: hay mala voluntad sin pecado, y
voluntario; hay pecado sin mala voluntad. Esta no puede ser entonces parte de
la definición del pecado, donde lo que define y lo definido deben ser
(2) que en V1 se acusen elementos de necesidad que en V2 están convertibles. 108 La argumentación, añade Blomme más adelante, se
absolutamente ausentes; y construye a partir de imperativos lógicos, pero tiene su principio
vital en la preocupación por establecer las condiciones de la
(3) que se abra la posibilidad de que el consensus separe dos mo- imputabilidad. Esta noción de pecado y las exigencias que trae
mentos, no sólo al interior del acto volitivo (V1 y V2) sino incluso consigo son la causa, según Blomme, de un cambio o evolución en
al interior de V2, como lo muestra el ejemplo del amo y el siervo. el pensamiento de Abelardo. 109

Para aclarar la complejidad de esta evolución Blomrne propone


*** un esquema que conviene transcribir:
Nótese por otro lado, a manera de una corta digresión, que
Abelardo menciona también a quienes sostienen que en la acción »Datos V = uoluntas; V1 = uoluntas-deseo,
pecaminosa puede surgir un cierto placer que aumente el pecado, V2 = uoluntas-decisión .
como en el caso del coito, 105 y que incluso el coito conyugal sería e = concupiscencia.
pecaminoso de presentarse placer .106 A esto responde diciendo que P = pecado; Pp = en sentido propio,
el pecado no debe adscnbirse a ninguna delectación de la carne ni Pa = en sentido amplio.
debe atribuírse culpa a aquello en lo que, cuando ocurre, se siente A = consentimiento, asentimiento.
necesariamente placer. 107 Como se ve, en el t ratamiento de la re-
lación entre placer y pecado se aplica el principio de exclusión entre
pecado y necesidad, y los términos quedan así claramente dife- 108 «Si Maitrc Pierre se refuse a appcler dorénavant la volonté mauvaisc péché, c'esl
renciados. en raison des exigences que suppose une délinition propre du péché. Cependanl,
il faut bien voir qu'il ne s'agit pas d'abord de conditions réellcs, mais de regles
de logiquc. Abélard axe son argumentation sur deux faits: il y a volonté mauvaise
sans péché, et invcrscment péché sans volonté mauvaise. Du coup, cellc-ci ne
peut plus corresponde au propre du péché, qui doit etre réalisé partuot el
105 Cfr. Ethica 18, 2-4. toujours. Elle ne pcut davantage enlrer dans la définition strictcmcnt ditc, ou
définisant et défini doivent etre convertibles.~ Blomme, op.cit. p. 193.
106 Cfr. lb. 20, 1-3.
109 .. uargumentation se construirait a partir d'impératifs de logique, mais trouverait
107 "··· liquidum est nullam natur alem carnis delectationem peccato asscribendam son principe vital et secret dans cette préoccupation de soulinger les vrais
esse, nec culpae tribuendum in eo nos delectari, quo cum perventum sit conditions de l'imputabilité. ( ...) Les exigences de la définition proprc du péché
delectationem necesse est sentire.• lb. ib. 3-15.
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154
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo El Confl,iclo de la Voluntad

»Con anterioridad a la Ethica : cuando de ningún modo nos retraemos de su realización y nos
hallamos interiormente preparados a realizarlo si se diera la opor-
P = V, i.e., indiferentemente P = V1 oP = V2 tunidad.«111
P = C (Nótese que C = V1).
En el contexto ha quedado claro que la disposición de la voluntad
»Fórmulas completas de la Ethica: a querer según la potencia sensible se ha hecho un deseo habitual
y aparece, pues, como concupiscentia (C= V 1 ). Esta sin embargo es
Para Pp : negativamente: Pp no es = C y Pp no es = V 1 un deseo vicioso que en la cita se muestra como una tendencia
positivamente: Pp =A volitiva hacia la realización (a perpetratione) de 'algo que se sabe
Lo que precisa P = V2, ilícito' -llámese X-. Reprimir este deseo o retraerse de él significa
porque A es paralelo a V2. como vimos poder detenerlo mediante la imposición de un deseo
distinto. En esto consiste la lucha. No reprimirlo significa darle
Para Pa : Pa = V .« º
1 11 cauce, estando a la espera de la ocasión propicia para realizar X.

Así, pues, esto último -estar a la espera de la ocasión-, si se


Blomme concede, pues, que la voluntad lleva también la nota
puede tomar como característica de la voluntad, mostraría entonces
de decisión (V2), y que como tal en la Ethica es 'paralela' al con-
cómo es este acto volitivo. En efecto: éste es una tendencia hacia la
sentimiento.
realización de X. Entendido X como un cierto goce sensible, aquel
acto volitivo recibe el nombre de consupiscencia.
Finalmente se plantea así la cuestión referida a la intención
moral, pues sólo a partir de un análisis del concepto ~e intentio Ahora bien, vista en detalle, esta tendencia es capaz de sopesar
puede descubrirse en qué sentido es el pecado voluntano, en qué la ocasión (si se diera la oportunidad), lo que implica ya la decisión.
sentido no. Veamos para ello un importante pasaje de la Ethica. En otras palabras, podría pensarse que iluminada por los elementos
intelectivos que convergen en el acto interior aquella tendencia
Abelardo acaba de poner el ejemplo del huerto, sobre el que dispone los fines inmediatos de la acción y elige los medios condu-
retornaremos más adelante en detalle. En este ejemplo están pre- centes a la realización o no realización de X. En este sentido la
sentes todos los elementos de V 1 ; elementos que no constituyen pecado. tendencia que aquí descubrimos en la expresión a perpetratione se
Entonces pregunta Abelardo: muestra, por un lado, como V 1 =e, y por el otro, dada la presencia
de la nota de decisión, como V2 =P. En este último caso la tendencia
~¿Para qué, pues, todo esto? Para que a partir de allí se haga
volitiva es la intención de llevar a cabo X.
evidente que, en tales cosas, la voluntad misma, o el deseo de ha~er
lo que no es lícito, de ninguna manera deben decirse pecado, smo
antes bien, como dijimos, el mismo consentimjento. En. efecto, el Digamos, pues, a manera de hipótesis, que a partir de estos
instante en que consentimos en aquello que no es lícito ocurre pocos datos la intentio parece ser aquel deseo que pretende o tiende

111 «Quorsum aulcm ista? Ut denique pateat in talibus ipsam quoque vo\untatem
sont done \a principa\e cause de changement. Mais l~ notion de péché ainsi ve! dessiderium faciendi quod non liccl nequaquam dici peccatum, sed ipsum
précisée devient a son lour un facteur de cette évolut1on... Ib. p. 194. polius, ut diximus, consensum. Tune vero consentimus ei quod non licet, cum
nos ah eius perpetralione ncquaquam retrahimus parati penitus, si darctur
110 Cfr. Ib. ib. nota l. facultas, illud pcrficere.» Ethica 14, 16-19.

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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo El Confl.icto de la Voluntad

a la realización de un cierto fin volitivo, y esto en tanto que determi- »Dios se dice que es quien prueba el corazón y los riñones; esto es,
quien prueba cualesquiera intenciones provenientes de una afec-
nando el fin inmediato de una acción concreta, sopesando la ocasión ción del alma o de la debilidad o delectación de la carne.«114
y eligiendo los medios. Así, si el fin al que se aspira es lícito desearlo
. . '
es concup1scenc1a; pero desearlo 'sopesando la ocasión' es intención De donde concluye afirmando que es del todo lícito comprender
mala. Tendríamos que añadir a los datos V, C, P y A del esquema la expresión inde prouenientium como 'provenientes de la doble
de Blomme el dato I = intentw, e indicar que, hasta el momento, concupiscencia'. Esta versión, añade, es 'mucho más normal' que la
parece poder decirse: (C = V1 ) no es = l. Lo cual aplicando p trae relación de dependencia del consentimiento con respecto a la intención
como resultado que concupiscencia y mala voluntad no conllevan supuesta por la traducción de Gandillac, que por lo demás, afirma,
culpa, es decir, no son lo mismo que el pecado, mientras que la mala no se encuentra en ninguna otra parte, mientras que la relación del
intención, como 'intención de llevar a cabo X si se da la oportunidad' consentimiento con respecto a la concupiscencia está, para Blomme,
es, según el pasaje citado, precisamente la consecuencia de haber
bien probada. 115
consentido en la concupiscencia. Por tanto: I = V2 = P.
Hay a este respecto otro relevante pasaje de la Ethica que ha Por lo que nosotros venimos viendo la traducción de Gandillac
causado alguna dificultad a algunos intérpretes. El propio Blomme parece ser acertada, y sin embargo la interpretación de Blomme
lo cita: también. En efecto, si la concupiscencia, tanto carnal como espiritual,
es como vimos un deseo que tiende hacia un fin volitivo, este deseo
"De ac_uerdo. con estas dos, la concupiscencia de la carne y la es ya en cierta forma intencional. Es probable que en un estadio
cor:cup1scenc1a del alma, que mencionamos, se dice que Dios es inicial pasivo o receptivo se trate tan sólo de lo que Abelardo deno-
~m!'ln prueba el corazón y los riñones, esto es, el inspector de las mina en el Commentarium una conmoción del animus (commotio
intenciones y los consentimientos de alli provenientes.c112 animi); y que en otro momento posterior revele activamente, frente
Y comenta: »M. de Gandillac traduce: 'las intenciones y los a la acción concreta por realizarse, su carácter propiamente
consentimientos que se derivan de éstas intenciones'. En el contexto intencional. 116 Pero en todo caso el acto de desear es uno mismo, y
inmediato, Abelardo se dedica a hacer la exégesis de la sentencia
Deus est probator cordis et renum y explica los dos elementos, cor
et renum por la doble concupiscencia de la carne y del espíritu.«113 114 .J>robator cordis et renum dicitur Deus; hoc est, quarumlibet intentionum ex
affectionc animae, vel infirmitate, seu delcctatione carnis provenicntiurn.• Ethica
40, 17-19.
Blomme indica además que esta fórmula pende de la hipótesis
que Abelardo ha colocado a la cabeza de su demostración, a saber: 115 «Il est done tout á fait licite de comprendrc inde prouenientium de l'enracinement
dans la concupiscence, et de traduire provcnant de la double concupiscence.
Cette version cst d'autant plus normalc que le rapport de dépendance du
conscntement vis-a-vis de l'intcntion supposé par la traduction de M. de Gandillac,
112 «Iuxta .i~lur haec duo, concupiscenliam carnis et concupisccnliam animae, quae ne se trouve nulle part aillcurs, tandis que pareille relation du consentement
~raem_1s1mus probator cordis et renum dictus est Deus hoc est, inspector a l'égard de Ja concupiscence cst bien attcstée.» Blomme, op.cit. p. 134. Otros
mtent1onum vel consensum inde provenientium.,. lb. 42, 1-5. traductores prefieren no interpretar. Luscombe, p.ej.,·traduce inde Plouenientium
como 'coming thence' (Cfr. Luscombe, Ethics, op.cit. p. 43). La traducción de
113 «M. de Gandillac traduit: 'les intentions et les consentements d~rivant de ces Hommel: «die hier ihren Ausgang nehmen• (Cfr. Hommel, op.cit. p. 84).
intcntions.' Dans le context inmédiat, Abélard s'attacbe a faire l'exégese de la
sentence Dws est probator cord.is et renum et explique les deux éléments cor 116 Blom.me utiliza una distinción similar entre los aspectos pasivo y activo del acto
et renum par la double concu piscence de la chair·et de l'espirit.• Blomme, op.cit. de la voluntad: •Les aspects dynam.iquc (mouvement) et statique (jouissance)
p. 134. sont inséparables dans les exposés de l'auteur.» Blom.me, op.cit. p. 178.

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Intencwn y Conciencia. en la. Etica. de Abelardo El Conflicto de la Voluntad

por lo tanto la relación de dependencia del consentimiento con res- está libre de culpa: es un deseo al que la voluntad se encuentra
pecto a la concupiscencia ('que está bien probada') puede ser vista naturalmente dispuesta. El vicio sin embargo califica plenamente
también como una relación con respecto a la intención. al acto, es decir, tanto en el momento en el que éste es sólo una mala
voluntad cuanto en el momento en el que se convierte en la intención
Así parece verlo, p.ej., R. Van den Berge. Este autor cita más de llevar a cabo X. No es, pues, el vicio lo que distingue un momento
de una vez a Blomme, y no obstante, frente a este mismo pasaje, del otro sino el consentimiento y la culpa que de él se sigue. Tampoco
no duda en afirmar que el consentimiento proviene de la intención parece poder decirse que en un momento exista intención y que en
que le precede. 117 el momento anterior ésta se halle ausente. Parece más bien que
frente a este deseo vicioso la voluntad consiente cuando la intención
Sin embargo, la pregunta que surge de inmediato es cómo en- se mantiene después de haber sido advertida por la prudencia como
tender que el consentimiento dependa de la intención. Esto parece mala intención. La expresión inde prouenientium parece indicar que
querer decir que la intentio precede al consensus en el sentido de la intentio precede al consensus en tanto que ella conforma unidad
que es frente a ella que precisamente se consiente. La intención con el deseo de X; pero no sólo no puede descartarse el hecho
sería, pues, la fuente del consentimiento. Así parece entenderlo que nos parece ser el que motiva los reparos de Blomme- de que
Sikes, quien afirma que el consensus es »lo único que constituye un consensus e intentio coincidan en lo que se refiere a la culpa, sino
acto culpable«,118 mientras que la intención sería »la fuente de toda tampoco que la intención mala sea vista entonces como consencuencia
nuestra culpa.«119 de haber consentido en el vicio. Entonces, y sólo en ese sentido la
intención no precedería al consentimiento. _. '
No obstante, la observación de B1omme da que pensar. Es claro
que el deseo de X como deseo de algo que se sabe que no es lícito Parece ser que Abelardo habla de la intentw generalmente en
desear es en sí mismo -por su carácter activo/intencional- distinto este segundo sentido, es decir, corno la consecuencia del consenti-
del mero desear X en tanto mala voluntad libre de culpa. Desear miento, razón por la cual dice Blomme que la relación de dependencia
X, entendido como concupiscencia, es el deseo más el hábito o, como del consentimiento con respecto a la intención supuesta por Gandillac
quizá convenga decir, es la 'tenencia' del deseo de realizar X; pero no se encuentra en ninguna otra parte.
no implica aún la decisión de actuar. Aquí, para poder continuar,
creo necesaria una distinción. Pero el consentimiento implica negativamente un 'no reprimir'
y es desde luego positivamente visto un 'permitir'. Nótese a est~
Abelardo afirma desde el inicio mismo de su planteamiento que respecto que Abelardo -una sola vez, por cierto- utiliza la palabra
el vicio no es pecado,12º de manera que ese aspecto del deseo de X 'asentir' como sinónimo de consentir. 121 Visto como no reprimir el
consentimiento es una falta o carencia, mientras que como permitir
es sólo la mala intención permitida. En tanto carencia el consensus
está indicando una finalidad que está ausente. La única positividad
117 «Le conscnsus provicnt de l'inientio qui le precede.» Van den Berge, op.cit. p. del consensus es este acto que no debería darse, a saber: la intentio
168. A. Crocco sigue en esto a Van den Berge, cfr. op.cit. p. 137.
mala desplegándose. El consensus, pues, al referir a una buena
118 «... consent ns alone consiituting a guilty act.• Cfr. Sikcs, op.cit. p. 184.

119 ~ ... intention as the sourcc of ali our guilt.» lb. p. 189.
121 "Non enim con':'1pi~circ quod vitare non possumus vel in quo, ut dictum est, non
120 ..Non cst ... vitium idem quod peccatum.~ Ethica. 2, 21. peccamus prohiben debuit, sed assentire illi.• Ib. 24, 18-20.

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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo El Con/Zicto de la Voluntad

intención ausente, bien podría definirse como la mala intención no En el contexto del pecado ciertamente el término intención
refrenada o la falta de buena intención. aparece, como afirma Blomme, tratado en relación con los actos
externos y el mérito moral. 126 En este contexto puede incluso
Así, consensus es en cierta forma lo mismo que mala intentio y concederse la afirmación posterior de B1omme: La intención no
por lo tanto distinto de intentio sin más. Blomme parte preguntando conlleva la nota de aprobación de un deseo anterior, que sí conlleva
si es verdad que Abe lardo identifica intención y consentimiento, 122 siempre el consentimiento. 127 Sin embargo, refiriéndose al fenómeno
y afirma en sus conclusiones que Abelardo no parece identificar volitivo Blomme dice que consintiendo se ratifica un deseo y se
ambas nociones, a pesar de que ambas, en tanto portadoras de la proyecta una acción; mientras que la intención designa únicamente
nota de decisión efectiva, juegan un mismo papel en lo que toca a el proyecto que se está realmente dispuesto a cumplir. 128 Pero en
la imputabilidad moral. Consensus, continúa Blomme, parece ser un ambos casos se trata de un mismo proyecto, es decir, de un mismo
concepto bastante más preciso porque la intención no connota el movimiento extensivo de la voluntad.
asentimiento a un deseo anterior.123
Así, pues, parece que puede entenderse la intención como un
Gandillac coincide aqtií con Blomme cuando afirma que el despliegue extensivo del deseo, uno de cuyos momentos -el central
consentimiento designa sobre todo la aceptación de una tendencia por lo demás tratándose de la determinación del acto moral- es
natural. 124 Pero, ¿qué es lo que ocurre cuando se asiente a un deseo precisamente el 'consentimiento/asentimiento'. De este modo se
anterior? ¿A qué da lugar la aceptación de una tendencia natural? entiende también cómo es que la intentio mala precede por un lado
La respuesta es clara: la voluntad se despliega a sí misma en una y sigue por el otro al consensus, a saber: primero como mala in-
mala intención. Esto significa que se dirige hacia la realización tención determinada como tal por el juicio práctico, y en segundo
inmediata de una acción. ¿No es esto según Abelardo una caracte- lugar determinada como tal por la voluntad misma, esto es, por el
rística de la voluntad? Sin duda: recordemos que en el Dialogus se 'no reprimir' en el que consiste el consentimiento. Por lo demás,
dijo que la vol untad tiende a la acción. 125 Si se quiere distinguir, cuando Blomme cuestiona si es verdad que Abelardo identifica
pues, entre consensus e intentio debe tenerse en cuenta que esta intención y consentimiento, remite a otros autores que así lo creen,
distinción sólo es pertinente cuando ambos conceptos se discuten en como A Landgraf y O. Lottin. 129
relación con el pecado, no cuando nos referimos al fenómeno volitivo
mismo.

126 «C'est dans les développements a propos des actes extemcs et, plus précisément,
122 «Dans cette..: section, nous voudrions... voir s'il est vrai qu'Ab6lard idcntific en réf6rence au rnériie qu'apparait le terme d'intention ... Blomme, op.cit. p. 129.
intentio et consensus.» Blommc, op.cit. p. 128.
127 «L'intention ne comporte pas la note d'approbation d'un désir, comme c'cst Je
123 «Ab61ard ne semble pas identifier les deux notions. En fait, iJ leur assigne cas pour Je consentcmcnt.» Ib. p. 130.
toutefois un meme role vis-a-vis de l'imputabilité quand i1 vise leur aspcct de
d6cision effeciive. Meme alors une nuancc subsiste: consensus parait plus pr6cis, 128 «En consentant, je ratilic un désir et je projette une aclion. L'inlcntion, au
car l'intcniion ne comporte pas la note d'acquiescernent a un desir pr6alable... contrarie, d6signe uniquement le projet que je su is recl lement. dispos6 a accornplir.•
Ib. p. 136. Ibidem.

124 le t.crmc conscnsus désignant plutot l'acceptation d'une iendancc naturelle.•


« ... 129 Cfr. Lottin, Psychologíe et morale, op.cit. (!VII) p. 311. Dice Landgraf: «Sie Oas
Gandillac, Loi, op.cit. p. 586. acciones} k<Snnen gut und schlecht genannt werdcn nur mit Rücksicht auf die
Intcntion (die mit dcm Konsens des Handelnden zusammenflihlt).•
125 •Voluntas quippe ad actum pcrducit... Dialogus 1870. Dogmengeschichte, op.cit. (1/2) p. 214.
162 163
Intenci6n y Conciencia en la Etica de Abelardo

Si Abelardo se niega a llamar pecado a la mala voluntad, esto


no se debe simplemente a las exigencias lógicas impuestas por su
definición del pecado como consentimiento sino además porque el
'consentimiento/asentimiento' es concebido por él como un acto volitivo
libre, esto es, como el 'instante' en el que el individuo adquiere
potestad sobre los movimientos de su voluntad, cosa que no ocurre
aún en el momento en que se inicia este movimiento como mala
voluntad.

Arribamos así al final de este capítulo: ¿En qué sentido es el


pecado para Abelardo involuntario? Un consentimiento que no se
quiere tener supone que V1 , condicionada por sus vicios, viene Capítulo III
tendiendo de suyo, natural y extensivamente, hacia un fin que la
prudencia reconoce como malo. Esta condena origina el conflicto y
la exigencia moral de interrumpir el cauce que pretende desplegar
V1 . Sólo porque se reconoce esta condena como tal, es decir, sólo
LA INTENCION COMO CRITERIO DE LA
porque hay conciencia moral, se trata de un consentimiento que no MORALIDAD
se quiere tener. Ello no significa que consentir no sea un acto de la
voluntad, ni que una vez dado el consentimiento éste no sea voluntario,
pues se ha visto que negativamente es la incapacidad de la voluntad l. IMPUTACIÓN MORAL E INTENCIÓN
de desear según el imperativo de la razón; pero positivamente el
consensus no es nada más que la intención mala en despliegue. [1] La intención como empeño deliberado
Cuando Blomme dice que el pecado corre paralelo a V2, sugiere tal
vez que en tanto consentimiento es el momento en el que la voluntad Conocerse a sí mismo como sujeto moral sµpone no sólo saber
desea en contra de algo que también quiere. qué ocurre cada vez que se da una commotio animi, sino que implica
además el saber del libre arbitrio y la prudencia. La relación entre
Ahora bien, Abelardo toma el consensus sólo en el sentido ne- el saber?~ la norm~ ifaciendum uel non) y el conocimiento del propio
gativo de dejar de luchar contra la mala voluntad y los vicios; pero acto vohtlvo constituye lo que llamamos conciencia moral. Pero
no cabe duda que se está haciendo con ello indirecta referencia a antes de analizar el concepto abelardiano de conscientia es necesario
un asentimiento volitivo a las virtudes, es decir, a la buena intención. recorrer aún más en detalle la estructura del acto interior. La
Así, pues, en la voluntad, tal como nos la presenta Abelardo, no pregunta que guía el inicio de este capítulo es cómo entiende Abelardo
podríamos postular sólo una disposición a querer según la potencia que en la intención converjan la razón (finalidad de la acción) y Ja
sensible -o dicho de otro modo, a desear lo que no conviene- que voluntad (V2).
devenga finalmente en mala intención sin postular también una
disposición racional capaz de motivar la intención contraria, pues . En un pasaje de la Epistola VIII a Eloísa, Abelardo cita la si-
de sólo haber la primera deberíamos afirmar consecuentemente que gwen~ frase de Benito d~ Nursia: »En todo tiempo deben los monjes
el pecado es necesario. empenarse en guardar silencio.« Y comenta:
164 165
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Intención como Criterio <k la Moralidad

»Consta ser sin duda más el empeño en el silencio que el estar en


silencio. El empeño es la aplicación vehemente del animus a la un juicio previo que determine el deber y un juicio subsecuente que
realización de algo. Muchas cosas en verdad las hacemos reconozca lo que debe hacerse en la coyuntura moral concreta. Esto
negligentemente o a pesar nuestro; pero ninguna de aquellas en indica una dependencia de la voluntad con respecto al libre arbitrio
las cuales nos empeñamos puede hacerse sin voluntad e inten- y la prudencia en orden a ser moralmente calificada como V2 en su
ción.«1 propia decisión final.
Desear hacer algo intencionalmente significa desearlo con este A este respecto ya he hecho notar que se pueden señalar los
empeño, que se define como la aplicación del animus - esto es, de objetos propios de cada uno de los juicios mencionados. La prudencia
la razón y la voluntad- al logro de"lo deseado. Lo deseado en este juzga sobre la querencia de la voluntad marcando la frontera entre
caso es el silencio, y el monje que se empeña en él es más fiel a la el acto volitivo como V1 y V2. Este juicio se rige a su vez por el del
norma benedictina que quien sólo lo 'guarda. libre arbit~io, que juzga sobre 'aquello' que se quiere en orden a saber
si conviene o no hacerse. A la base de estos dos polos hallamos ahora
Ahora conviene llamar la atención sobre un factor importante no sólo un impulso volitivo y una facultad discerniente, sino un acto
que ha surgido ya en este análisis del pensamiento ético abelardiano. volitivo que en un 'instante' abandona la esfera V1 e ingresa a la
Hemos visto que la voluntad, puede ser moralmente ca1ificada de esfera V2 por la presencia ineludible en el individuo de la norma o
buena o mala según el objeto de su deseo, pero que Abelardo no precepto. Este obra como criterio formal de la calificación moral. El
pretende otorgarle a esta calificación - manifiestamente moral- un criterio material de la misma es la intención que finalmente se
sentido moral eminente o decisorio. La distinción hecha por él entre despliegue.
V1 y pecado hace que la buena o mala voluntad contenidas en el
concepto de·\71 carezcan aún de la nota decisoria que permite hablar Atendamos al conflicto moral desde esta perspectiva recurriendo
de-mérito y culpa. En un ejemplo que Abelardo mismo propone se nuevamente a un ejemplo de la Ethica. Se trata esta vez del ejemplo
ve que el deseo del coito (V1) carece de calificación en tanto que ha del huerto:
sido propiciado por la sensibilidad, pero que transgredido de alguna
manera el límite del matrimonio el mismo deseo (V1) se convierte ,.AJguien transita junto al huerto de otro y viendo frutos deleitables
en mala voluntad, esto es, en un deseo ilícito.2 Sólo en este momento incide en la concupiscencia de los mismos; sin embargo, a pesar de
empieza para Abelardo el verdadero problema moral. Para que la que su mente ha sido incitada a un gran deseo por el placer de
voluntad pueda ser calificada moralmente -ya no como mera buena comer, no consiente en su concupiscencia como para que, a partir
o mala voluntad sirw como meretoria o culpable-, y para que el de ella, tome algo m ediante el hurto o la rapiña. Donde hay deseo,
sin duda alguna hay voluntad. Así, pues, desea comer aquel fruto,
deseo intencional que despliegue sea consecuentemente lícito o no, en Jo cual no duda que hay placer. La debilidad misma de su
es indispensable una previa comprensión, por parte del mismo in- 1 naturaleza lo compele a desear aquello que, con desconocimiento
dividuo, de lo que es lícito y de lo que no lo es, es decir, es necesario 1 del dueño o sin su permiso, no es lícito tomar. Reprime este deseo,
no lo extingue; pero, porque no es llevado a consentimiento, no
incurre en pecado.«3

1 «'Omni tempore', inquit, 'silentio debent studere monachi'. Plus quippe esse
constat silentio sLudcre quam silentium habere. Est enim studium vehemcns 3 <<Transit aliquis iuxta ortum altcrius, et conspectis delectabilibus fructibus in
applicatio animi ad a!iquid gerendum. Multa vero negligenter agimus ve! inviti, concupiscentiam eorum incidit, nec tamen concupiscentiae suae consentit, ut
sed nulla studiose 'nisi volentes v~l intenti.» Epistola VIII 156, 22-25. inde a liquid furto vel rapina auferat, quamquam delectatfone cibi in magnu m
desiderium mens eius sit accensa. Ubi autem desiderium ibi procul dubio voluntas
2 Ethica 20, 1-12. consistit. Desiderat itaque fructus illius esum in quo delectationem esse non
166 167

/
Intención y Conciencia en la Elica de Abelardo La Intención como Criterio de la Moralidad

Lo que aquí se reprime es sin duda alguna V2 , esto es, la in- deleitable porque no está ni inmaduro ni podrido. Y puede también -
tención de entrar al huerto sin ser visto, subir al árbol, desprender legítimamente asumirse por lo que dice Abelardo (a saber, que el
el fruto y huir. Eso sería consentir en una concupiscencia que impele huerto es alterius) que el individuo está caminando a Ia·vera de un
a tomar algo mediante el hurto o la rapiña. Manifiestamente lo que huerto cercado, es decir, que sabe 'sin esfuerzo alguno' que el fruto
no se extingue ni puede extinguirse es V1, a saber, todo el movi- es ajeno. Tampoco hace falta esfuerzo para que tal coyuntura moral
miento natural ocasionado por el placer. Pero los límites entre vi propicie los juicios del libre arbitrio y de la prudencia correspondientes.
y V2 son imprecisos. En el ejemplo de Abelardo la prudencia del 'Esfuerzo' o 'empeño' sólo empieza a haber en el momento en el que
individuo juzga que comer de este fruto no conviene porque el fruto el individuo, luego de la deliberación inicial que supone la presencia
es ajeno. Esto implica que su libre arbitrio ha emitido en ese mismo de estos juicios, decide ya sea reprimir el deseo de comer o traspasar
momento el imperativo: 'no robarás', y esto supone (a) que la vo- la cerca por el lugar más conveniente. A esto último es a lo que
luntad haya sido afectada por la visión del fruto; (b) un juicio factual Abelardo llama 'empeño deliberado' o intención.
que es anterior al juicio moral, a saber: 'Comer este fruto brinda
placer', y (c) un juicio sobre las circunstancias particulares: 'El fruto [2] Las distintas acepciones de 'peccatum' y la relación del
es ajeno'. Así, la noticia de que comer del fruto brinda placer y el pecado en sentido estricto con la intención
imperativo que manda no robar son los polos relacionales del conflic~o,
pues se ofrecen como fines volitivos antagónicos. Según esta in- En el capítulo XIV de. la Ethica, Abelardo afirma que hay cinco
terpretación es evidente que el conflicto se genera al interior de la modos en los cuales se dice peccatum. Primero: pecado en sentido
voluntad, pero a partir de una ingerencia del intelecto, ya que es propio, esto es, el menosprecio de Dios o consentimiento- en el mal.
un juicio el que en cada caso ha propiciado la definición de dos deseos Segundo: pecado como 'sacrificio por el pecado' (hostia pro peccato),
antagónicos en lo que a su despliegue extensivo o intencional se que se predica exclusivamente de Cristo cuando se dice que fue
refiere. hecho pecado. Tercero: pecado como 'pena del pecado' o maldición,
significado que se utiliza cuando se dice que ei pecado (la pena) es
Si vi está ya de suyo acompañada por la razón, porque la voluntad perdonado o que Cristo cargó con los pecados (las penas) de los
no desea, p.ej., un fruto inmaduro o podrido ya que 'sabe' que comer hombres. Cuarto: pecado original. Quinto: las obras del pecado, que
de él no brinda placer, entonces el límite entre este aspecto del acto son llamadas también pecado cuando se dice que alguien ha come-
volitivo y V2 no se determina sólo por la presencia de juicios sobre tido (fecisse) uno. 4
ella sino por el hecho de que tales juicios se remiten a normas o
preceptos que deben regir la acción del individuo. Basado en esta distinción de acepciones, en el capítulo siguiente
Abelardo se cuestiona si todo pecado está prohibido. El problema es
El individuo del ejemplo sabe 'sin dificultad alguna' que comer el siguiente: si se responde que Dios prohíbe todo pecado, entonces
del fruto brinda placer y del mismo modo sabe que el fruto es ajeno. parece ser que lo hace irracionalmente, pues esta vida no puede
Por la descripción de Abelardo podemos asumir que lo ve como transcurrir, afirma Abelardo, sin por lo menos pecados veniales. 5

\ 4 lb. 56, 16-32; 58, 1-2.


dubiat. Ipsa quippe suae infirlnitatis natura ~oropellitu~ id_ des~derare ~~d
inscio domino vel non permitente non licet acc1pere. Des1d~nuro .1lle repnaut, 5 «Queritur autem utrum omne peccatum nobis Deus interdicat. Quod si recipiamus,
non cxtinguit, sed quia non trahitur ad consensum, non mcumt peccatum.» videtur hoc irrationabiliter agcrc curo nequaquam vita ista sine peccatis saltim
Ethica 14, 4-14. venialibus transigi possit..» Ethica 68, 2-4.
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La Intención como Criterio de la Moralidad
Intención y Conciencia en la Etica de A belardo
1
tales pecados que ocurren por olvido o negligencia hay la confesión
¿Quién podría siempre cuidar, pregunta, de no proferir palabras
diaria, en la que se mencionan sólo estas faltas; no las graves. En
vanas de modo que tenga la perfección que consiste en no exoederse
efecto, en la confesión diaria, aclara Abelardo,
ni siquiera en eso?6 (También en la Epistola VIII encontramos esta
pregunta, pero referida a los pensamientos.7 ) A nadie se le oculta, »no debemos decir: he pecado en perjuirio, en homicidio, en adul-
continúa Abelardo en la Ethica, lo difícil e incluso imposible que es, terio y similares, que se dicen ser pecados condenables y más
dada la debilidad humana, que alguien se mantenga completamente graves. En estos no incurrimos por olvido, como en los anteriores,
inmune al pecado.8 En consecuencia, si el término peccatum se toma sino que los cometemos a partir de empeño y deliberación.«12
en su sentido amplio, debe llamarse así a todo lo que se haga
inconvenientemente. Si se toma en cambio en su sentido propio, sólo El problema que aquí se plantea es el de la imputación. Pecado
debe entendérsele como ofensa a Dios. Esta vida puede transcurrir en sentido estricto es el consentimiento en el mal mediante el cual
sin que se ofenda a Dios; aunque, añade Abelardo, con máxima se ofende a Dios, y este pecado es grave o condenable cuando se
dificultad.9 Es, pues, el pecado en sentido estricto el que Dios prohíbe: comete a partir de empeño y deliberación. Nosotros hemos visto que
el consentimiento en el mal mediante el cual se le ofende. 10 nunca falta intención cuando uno se empeña en lograr algo. En este
pecado condenable hay, pues, mala intención. ¿Qué es el lo que aquí
Ahora es el momento de introducir una distinción al interior de se le imputa al individuo?
la acepción de pecado en sentido propio. Algunos de estos son ve-
niales o leves y otros condenables o graves. En los condenables ve Un modo de entender esto sería el siguiente: al individuo se le
Abelardo una distinción entre los que son criminales, pues conducen imputa como falta grave la intención de ofender a Dios. Esta in-
a una persona ante el tribunal civil, y los que no lo son. Veniales terpretación podría estar respaldada por el comentario que hace
son aquellos en los cuales se consiente en algo en lo que se sabe que Abelardo del Salmista: 'Cosas abominables cometieron en sus em-
no debe consentirse, pero por simple olvido. 11 Para la remisión d'e peños' (Sal 13, 1). Abelardo comenta: » ... tanto como execrables y
por demás detestables desde el momento en que presumieron a
1 sabiendas.«13 Así, estos sabían sin duda que con sus afanes ofendían
6 «Quis enim a verbo saltim ocioso semper sibi previdere potest ut in eo nunquam a Dios. Pero, ¿significa esto que tenían la intención de ofenderle?
excedens perfectionem illam teneat de qua Jarobus ait, 'Siquis in verbo non
1 ofTend.it, hic perfectus est vir'?» lb. ib. 9-11.

7 «Quis sibi a rogi.tatione saltem providere potest?» Epistola VIII, 169, 6. infamen vel criminosam facere habent si in audientiam veniat, q~aedam vero
minime. Venialia quidem vcl Jevia peccata sunt, quando fo eo consentimus cui
8 quam difü:ile, immo impossibile, nostrae infirmitati videatur immunes omnino
« , ••
non consentiendum esse scimus, sed tune tamen non ocurrit memoriae illud
a peccato manere neminem latere reor.» Ethica 68, 15-17. quod scimus.» lb. ib. 27-32; 71, l.
/
9 ita, inquam, si peccati vocabulum large, ut diximus, accipientes illa etiam
«... 12 «Pro quibus quidem negligentiis penitentibus dimittendis verba cottidianae
vocemus peccata quaecumque non convenienter facimus. Si autem proprie confessionis frequentamus, in qua rninime commemoratio graviorum culparum
peccatum intelligentes solum Dei contemptum dicamus peccatum, potest revera facienda est, sed tantum leviorum. Neque enim ibi dicere debemus: peccavi in
sine hoc vita ista transigi., quamvis cum maxima difficultate.» lb. ib. 17-21. periurio, in homicidio, in adulterio, et consimilibus quae dampnabilia et graviora
dicuntur peccata. Haec quippe non per oblivionem sicut illa incurrimus, sed
10 «Nec profecto illud, ut supra meminimus, nobis a Deo prohibitum est nisi tanquam ex studfo et deliberatione committimus.» lb. ib. 10-17.
conseosus mali quo Deum contempnimus.» lb. ib. 22-23.
13 «'Abominabiles facti sunt in studiis suis', quasi execrabiles et valde odibiles ex
11 «Peccatorum autem alía venialia dicuntur et quasi levia, alía dampnabilia sive bis in quibus scient~r presumpserunt .» lb. ib. 18-20.
gravia. Rursus dampnabilium quaedam criminalia dicuntur quae illis personam
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La Intención como Criterio de la Moralidad
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo

comete una falta no quiere sufrir el castigo merecido. Concretamente,


Cuando uno delibera y se empeña en hacer algo, p.ej., un ho-
Abelardo está hablando del individuo de su ejemplo, quien no quiere
micidio, la mala intención parece consistir básicamente en proyectar
sufrir el castigo que merece por el robo ya realizado o que tiene
en concreto este acto, y no necesariamente en querer ofender a Dios.
planeado cometer.15 Que no quiera ser castigado significa que no
El único elemento que podría hacer pensar que hay la intención de
puede hallar goce alguno en la representación del castigo, mientras
ofenderle es el hecho de que el individuo 'sabe' que con semejante
que sí lo halla en la del placer que el comer del fruto ajeno repre-
proyecto le ofende. No obstante, esa no parece ser la postura de
senta. Supongamos ahora que el castigo es una sanción civil. En tal
Abelardo. El acto de la voluntad (querer matar) es distinto del acto
caso se entendería, p.ej., que el individuo se preocupase por no ser
del intelecto que sabe que tal querer ofende a Dios. No hay cómo
visto. Sabe que el incumplimiento de la norma civil merece dicho
colegir de ahí que la voluntad quiera necesariamente otra cosa que
castigo y se esforzará por no hacerse imputable. Pero si suponemos
matar. Desde otra perspectiva, pero orientándose a la misma con-
en cambio que el castigo que se teme es una pena no impuesta por
clusión, Blomme afirma acertadamente que una tal perversidad de
los hombres sino por Dios, entonces el individuo no tiene cómo no
la voluntad humana (querer ofender a Dios) es ajena a la represen-
hacerse imputable y su ·pecado aparece como una ofensa a Dios. 16
tación que de la misma posee Abelardo. 14
En realidad Abelardo parte del supuesto de que aún en el caso En en este caso queda manifiesto que el individuo tiene noticia
del pecado grave el individuo no quiere ofender a Dios, sino tan sólo del precepto 'no robarás', que sabe que su incumplimiento merece
cometer el acto X. Pero dado que sabe que X ofende a Dios, su el castigo divino, y sobre todo que reconoce haber ol;>rado mal, pues
intención de 'realizarlo a pesar de todo' se le imputa como pecado de otra manera no habría más castigo que temer que el civil. Así,
condenable. Así, este pecado en sentido estricto es desde cierto punto a pesar de tenerlo por justo castigo, a pesar, pues, der'temor a la
de vista claramente involuntario: pues no se quiere pecar, es decir, condena divina, consiente en el mal.
nadie quiere ser sujeto de imputación moral; y sin embargo nada
hay más claramente voluntario que el empeño deliberado en realizar ¿Evidencia esto que se hace el mal no por el mal mismo sino a
X. causa de la debilidad de la naturaleza humana? ¿Es también en este
sentido que el pecado no puede decirse voluntario aunque acontezca
Esta es a mi juicio la doctrina del capítulo XV de la Ethica, y por una debilidad de la voluntad: el consensus voluntatis? Si es así,
1 puede resumirse del siguiente modo: el pecado grave es el que se no puede decirse que para Abelardo la imputación moral sea un
comete con empeño, no por olvido ni negligencia; es, pues, voluntario concepto diáfano. Por otra parte este planteamiento de la cuestión
en el sentido de V2 , lo que significa que no falta conocimiento del podría llevamos a concluir que es el temor al castigo tanto civil como

l
menosprecio a Dios que implica el deseo en que se ha consentido, divino, lo que motiva el deseo de cumplir con el ;recepto. Pero la
lo cual es finalmente la razón de la imputabilidad. postura de Abelardo es más compleja, pues sólo se puede temer un
/
castigo divino ~uando se reconoce haber violado un precepto pro•
[3] La calificación moral. Buena y mala intención mulgado por Dios, y sólo puede reconocerse esta violación cuando
!í se acepta el carácter normativo de dicho precepto. Así, si el reco-
Mi .interpretación del ejemplo del huerto y del principio de la
imputabilidad se refuerza cuando Abelardo dice que el hombre que
15 «Displicet pena quae iusta est, placet actio quae est iniusta.» lb. 16, 15-16.
14 «Exiger une telle corruption de l'intention, c'est dépasser la pensée de l'auteur.» 16 Cfr. lb. ib. 6-15.
Blomme, op.cit. p. 155.
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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Intención como Criterio de la Moralidad

de conden a? Aunque queremos hacer aquello que s~bem?s que debe


nocimiento del precepto es anterior ai temor, el deseo de cumplir con ser castigado o por lo cual somos dignos de castigo, sm embargo
él no está necesariamente condicionado por la motivación negativa no queremos ser castigados.«18
que este último factor representa. En consecuencia, hay en el animus
el 'querer no pecar' o, dicho de otra manera, la aspiración al bien. A la base de esta argumentación está la premisa: No puede
Esto supone una disposición de la voluntad hacia el bien, actuali- quererse el sufrimiento. 19 Nadie puede querer ofender a Dio~ porque
zada o no en un deseo intencional y simultáneamente definida en la naturaleza de la voluntad lo impide. Así, no puede decirse que
su finalidad por el intelecto. el pecado sea voluntario cuando pecado se toma en el sentido de
contemptus Dei. Sí es en cambio voluntario cuando se le toma en
De esta manera ha sido planteada primero la pregunta por la el sentido de consensus. En el primer caso 'no se quiere' ofender a
mala intención: ¿Es ella una decisión libre de la voluntad por el mal Dios en el segundo 'se quiere' realizar X. Recordemos aquí lo dicho
o una simple consecuencia de la debilidad humana? En segundo en el capítulo U sobre el sentido de lo voluntario e i~v~luntario co~
lugar tenemos la pregunta por la intención contraria: despejado el respecto al pecado, y añadamos a ello ahora las s1gu1entes cons1-
factor del temor al castigo, ¿por qué se aspira al bien? deraciones.

*** Aquel individuo que al pasar por la vera de un huerto incidió


en la concupiscencia del fruto ajeno, si tuvo la mala intención de
La exposición del capítulo XV ha dejado abierta la pregunta por robarlo, entonces pecó, pues la sola presen~ia de esta intención
la mala intención como opción positiva por el mal, y ha introducido implica que ha consentido ya en el querer ilícito que la precede. Ante
además u.n nuevo factor: al parecer es necesario distinguir entre el esto uno puede legítimamente preguntarse, corno lo hace Blomme,
mal que consiste en empeñarse en hacer X y el mal que consiste en si la intención mala está presente en la exposición de Abelardo, toda
ofender a Dios. El primero es sin duda la mala intención, y el vez que él habla allí sólo de concupi.scencia. ¿No sigue significando
segundo parece coincidir perfectamente con el consentimiento. En concupiscentia tan sólo el deseo carente de culpa de V1?
efecto, al inicio de la Ethica Abelardo se pregunta: »¿Qué es, pues,
este consentimiento sino menosprecio y ofensa de Dios?«17 De ahí se Blomme afirma que consensus y concupiscentia se hallan fre-
podría colegir que consentimiento y ofensa de Dios son manifiesta- cuentemente en relación, más no así intenti.o y concupiscentia.20 Pero
mente lo mismo; ambos conceptos definen el pecado. Pero cabe aquí parece olvidar un pasaje que él mismo utilizó en su argumen-
descubrir matices en el tratamiento de cada uno de ellos en orden '
a plantear finalmente la relación del mal representado por ambos
y el mal presente en la mala intención. Dice a este respecto Abelardo:
l,. 18 "··· si peccatum dicimus quod proprie dici peccatum prefati sumus, hoc est,
contemptum Dei sive conscnsum in co quod credimus propter Deum dimittendum,
»Si llamamos· pecado a lo que, como dijimos, propiamente se dice quomodo dicimus peccatum cssc voluntarium, hoc est, nos velle Deum
pecado, esto es, la ofensa de Dios o el consentimiento en aquello contempnere, quod est pcccare, vcl deteriores fieri aut dignos dampnatione
effici? Quamvis enim velimus Cacere id quod debere puniri scimus vel unde
que creemos que por Dios ha de evitarse, ¿cómo es que decimos que
el pecado es voluntario, es decir, que queremos ofender a Dios, lo punirc digni sumus, non tamen puniri volumus.» lb. 16, 6-13.
cual es pecar, o convertirnos en seres peores o ser hechos dignos 19 Cfr. lb. 10, 2-11.
20 «Or s'il est un rapport qu'Abélard a Jongtemps étudié dans l'Ethique, c'est bien
celui de la concupisccntia au conscnsus, tandis qu'il n'a nulle part mis en relation
17 «Quid cst enim istc consensus nisi Dei contemptus et ofTcnsa ipsius?» Ethica
la convoitise et l'intention.» Blomme, op.cit . p. 135.
4, 31-32.
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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Intención como Criterio de la Moralidad

tación contra M. de Gandillac: Dios es el jnspector -<lice Abelardo desprender el fruto mediante el h urto' puede ser denominado por
en la Ethica- de las intenciones que provienen de las afecciones del Abelardo 'concupiscencia del fruto', este fenómeno, tal como es descrito
alma o de la debilidad o delectación de la carne.21 La relación es por la proposición precedente, ya implica el consentimiento porque
manifiesta. Por otra parte, Blomme afirma que Abelardo entiende se sabe que desprenderlo es robar, y en ese sentido, atendiendo
por intención el propósito o término del esfuerzo,22 cosa que no estando menos al fenómeno mismo y más a la lógica i nt erna de la ar-
presente en la concupiscencia impediría una posible juxtaposición gumenta ción - esto es, para evitar la confusión con V 1, que carece
de ambos conceptos. Esto tampoco es sostenible, pues este esfuerzo de culpa-, a esta. concupiscencia que impele a robar no debería
y propósito están sin duda presentes cuando Abelardo afirma que, seguir llamándola Abelardo así sino que debería haberla denomi-
vistos los frutos, el individuo incide en concupiscencia, pero no nado, también en este pasaje como en el resto de su planteamiento,
consiente en la concu piscencia »de modo que a partir de ella (ut inde) propiamente intentio.
tomase algún fruto mediante el hurto o la rapiña .«23
Vista la intención, desde una perspectiva, ella cumple la función
Parece, pues, que deben diferenciarse dos aspectos que se ocultan de determinar el fin de la acción concreta. Como lo· señala Van den
tras el concepto de concupiscencia: primero la concupiscencia del Berge, la intención es ella misma el fin que el individuo ambiciona
fruto porque comerlo brinda placer (V1); segundo la concupiscencia a través de la acción, concret a. 25 En ello no es nunca moralmente
del fruto a pesar de que es ajeno, donde se supone la discreción neutra y puede determi nar el fin de la acción como robo, adulterio,
propia de V2 • En este segundo momento la concupiscencia del fruto homicidio, etc., mostrándose así como mala intención. Así, la volun-
se convierte en la intención de robar si el individuo consiente en ella. tad puede querer positivamente el mal siempre y cuando éste no
El primer aspecto no es pecaminoso ya que ocurriría igual si el fruto revierta inmediatamente sobre el individuo mismo, es decir, siempre
estuvier a servido en la propia mesa .24 Así, si hay algo que per mite y cuando no sea el mal para sí. En este sent ido el pecado como
distinguir entre concupiscentia e intentio, ello no es el postular la despliegue de la intención mala es sin duda voluntario.
referencia de dichos conceptos como dos 'cosas' distintas dentro del
individuo cada una con sus características propias e intransferibles,
1 Pero vista la cuestión desde otra per spectiva , el individuo por-
sino más bien la presencia del saber sobre el fin de un único acto tador de dicha intención sabe además que el mal que quiere habrá
volitivo; saber que implica a su vez el juicio moral. En otras palabras, de revertir finalmente sobre él. El mal para sí que supone el castigo
a pesar de que el fenómeno mismo de 'desear intencionalmente es algo que su voluntad no puede querer, y en ese sentido no puede
decirse que el pecado, corno consensus , sea voluntario, pues se trat a
1 de un consentimiento que no se quiere tener. Aquí no hay contra-
dicción con la afirm ación anterior según la cual el consensus, psi-
21 Cfr . Ethica 40, l 7~!J·
cológicamente visto, es decir, idéntico con la mala intención, sí es
22 «Par inieniion, Abélard entcnd done le but, le tcrme de l'effort.» Blomme, op.cit.
p. 132.
1
1
voluntario. Si se pregunta por qué no quiere tenérsele, se verá que
la respuesta de Abelardo es clara: porque en sus consecuencias
23 «... et conspectis dcleclatibus fructibus in concupiscentiam eorum incidit, nec 1 morales daña al individuo mismo.
tamen concupiscentiac suae consentit, ut inde aliquid fu¡to ve] rapina aufernt.»
Ethica 40, 5-7. l1
24 «Esscnt ctiam in culpa quilibct infirmi qui ad rccrcationcm ut de inlirmitate 25 «La fin <finis) de l'intentio équivaut toujours a cclle de l'action concrete; c.-A·
convalescant suavioribus cibis fovcntur, quos nequaquam sine delectalione 1 d. elle est toujours la fin que le sujet ambilionne a travers l'acte concret.» Van
sumunl, vel si sumer~nt non prodessent.» lb. 18., 10-13. den Berge, op.cit. p. 168.

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La Intención como Criterio de la Moralidad
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo

el efecto de la operación cuando llevamos a cabo en una obra aquello


Si volvemos ahora sobre el estatuto ontológico del pecado vere- en lo que previamente hemos consentido.«27
mos con mayor claridad qué significa decir qu e el pecado no tiene
sustancia, que subsiste más en el no ser que en el ser.26 Nótese que La mala intentio no es mencionada en esta conclusión; pero está
con ocasión de esta tesis Abelardo habla del pecado como ofensa de necesariamente implicada. Mi pregunta inicial me llevó a afirmar
Dios y como consentimiento. No sólo ofender a Dios mediante el 'no que la mala intención es una opción libre por aquel mal qu~ no
hacer' o el 'no evitar' por él lo que se cree que por él debe hacerse revierte inmediatamente sobre el individuo. Cuatro cosas menciona
o evitarse sino también el consentir es un concepto negativo. Cuando Abe1ardo en esta cita:
se consiente 'no se reprime' la mala voluntad. Abelardo dice que el
pecado subsiste 'más' en el no ser que en el ser, lo que significa que (1) El vicio del animus que hace proclive al pecado. Según esto la
de algún modo subsiste. En sí mismo es una carencia; pero subsiste mala intención no es una simple consecuencia de la debilidad
-por decirlo así- 'in aho', esto es, en el acto volitivo culpable que humana, aun cuando sea a partir precisamente de esta debil.idad
esta carencia origina. Por su parte, se ofende a Dios cuando se que se genera todo el movimiento volitivo hacia lo que no conviene,
consiente no haciendo, no evitando. La ofensa es la misma carencia, cuyo último momento, antes de la acción, es la mala intentio.
y subsiste también en el mismo acto culpable. Así, el único elemento
positivo del pecado es la mala intención. La 'substancia' en la cual (2) El pecado mismo en tanto consentimiento y ofensa. En el con-
'subsiste' no es otra cosa que la voluntad y sus hábitos, confrontada sentimiento a la tendencia de la voluntad se halla el momento
con el libre arbitrio y con la finalidad a la que aspira, esto es, con decisivo de la libertad humana, es decir, aquella que abre la
su intención; en otras palabras, se trata del animus en el que el posibilidad del pecado. Este consentimiento es ofensa de Dios
individuo .se encuentra a causa de la carencia que representa el porque el individuo sabe que tiende hacia lo que Dios prohíbe.
pecado. El animus es, pues, el sujeto de la imputación moral, y ello
explica que el término animus pueda ser interpretado en el sentido (3) La mala voluntad. Cuando Abelardo dice que no es lo mismo
de intentio. querer que llevar a cabo la voluntad, no distingue entre V1 y V2
sino entre voluntad y acción. La mala intención está supuesta,
Veamos ahora la manera cómo el propio Abelardo resume su pues, en la mala voluntad en tanto que acto interno inmedia-
planteamiento: tamente anterior a la acción.
»Para reunir, pues, lo que arriba se ha dicho en m:a breve co.nc~u­
(4) La mala operación, esto es, la acción concreta. Cuando se dice
sión cuatro son las cosas que hemos prestablec1do para distm-
guirÍas diligentemente unas de otras, a saber, el vicio del animus que no es lo mismo pecar que llevar a cabo el pecado se intenta
que hace proclive al pecá'.do; luego el pecado mismo, que estatuímos mostrar que tanto la mala intención como el pecado pertenecen
como consentimiento en el mal y ofensa de Dios; después la mala
voluntad y la mala operación. Así como no es lo mismo querer que
llevar a cabo Ja voluntad, así tampoco es lo mismo pecar que llevar
a cabo el pecado. Lo primero debemos entenderlo como el con- 27 «Ut ergo brcvi conclusionc supradicta colligam, quator sunt quae premisimus
sentimiento del animus mediante el cual se peca; lo segundo como ut ab invicem ipsa diligenter distingucremus, vicium scilicet animi quod ad
peccatum pronos efficit, ac posl.1'.'odum i~sum pcccatu~ quod i1:1 consei;isu mali
vel contempl.u Dei statuimus, demde mah voluntatem implere, ita non idem cst
peccarc quod peccatum perficere. Dlud quippe de consensu animi quo peccamus,
hoc de effectu operationis est accipiendum, cum videlicet illud in quo prius
conscnsimus opere implemus.• lb. 32, 14-22.
26 Cfr. Ethica 6, 6-10.
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a un ámbito anterior al de la acción concreta. En el ámbito de demás, altamente polémico) Abelardo menciona a los perseguidores ~
la mala intención se encuentra el consentimiento del animus; de los mártires, de quienes se dice en el Evangelio que matando a
en el ámbito de la acción se ubica la realización concreta de los discípulos de Cristo juzgarían estar haciéndole un obsequio a
aquello en lo que se ha consentido. La distinción fundamental Dios.30 De la ignorancia de estos perseguidores -continúa Abe-
es, pues, entre animus y operación exterior. lardo- tuvo compasión el Apóstol cuando dijo: »Doy testimonio de
que estos tienen emulación de Dios, pero no según la ciencia« (Rom
¿Por qué no se ha mencionado a la intentio en esta conclusión X, 2), a lo que comenta diciendo que tuvieron en efecto un gran fervor
a pesar de que líneas arriba Abelardo ha tratado de ella?28 A causa y el deseo de hacer lo que creían que agradaba a Dios; pero porque
de esta distinción fundamental señalada en el punto cuatro, pues fueron engañados en el celo y empeño del animus, su intención fue
la intentio sólo se entiende en relación directa a la operación exte- errónea. 31
rior. Ella es el nexo entre querer y llevar a cabo la voluntad; entre
pecar y llevar a cabo el pecado.29 El comentario de Abelardo sorprende, pues el lector espera que
se diga algo con respecto a la 'ciencia' mencionada por Pablo. Abelardo
A manera de conclusión puede señalarse entonces que la mala toma una vía indirecta y prefiere hablar del engaño sufrido. ¿Cómo
intención es querer positivamente obrar aquel mal que no revierte se explica éste y dónde radica su posibilidad? La explicación de
inmediatamente sobre el individuo; se trata así de un propósito de Abelardo es corno sigue: El 'ojo del corazón' de estos h ombres no era
la voluntad imputable, ya que puede y debe evitarse, si no mediante simple, de modo que no pudieron ver con claridad y consecuente-
un propósito contrario, por lo menos por el temor al castigo. (An- mente no pudieron evitar el error.32 ¿Qué significa 'ojo dél corazón'?
ticipando el tema siguiente es necesario establecer aquí d~ an~emano El 'ojo de la mente', dice Abelardo, es la intención misma.
que no puede hablarse de buena intención cuando la motivación que
le impide al individuo desplegar extensivamente su mala voluntad »En efecto, el Señor, distinguiendo las acciones según la intención
es el temor al castigo.) - \ recta o no recta, diligentemente llamó al ojo de la mente, esto es,
a la intención, simple y, como si se dijera, Hbre de impurezas, de
modo que pueda ver con claridad, y a lo contrario llamó tenebroso,
*** cuando dijo: 'Si tu ojo fuera simple, todo tu cuerpo estará pleno de
luz', esto es, si la intención fuera recta, toda la masa de las obras
Con respecto a la buena intención debería ser particularmente
interesante el capítulo XII de la Ethica, titulado precisamente:
'Cuándo ha de llamarse buena una intención'. Pero el contenido del
mismo no cubre las expectativas que despierta su título. Abelardo 30 «Sunt autem qui bonam vel rectam intentionem esse arbitrantur quotiescumque
se aliquis bene agere credit, et Deo placere id quod facit, sicut et illi qui martires
empieza diciendo que hay quienes juzgan que una intención es pcrscqucbantur, de quibus Veritas in Evangelio, 'Venit hora ut omnis qui intcrficit
buena siempre y cuando se ere.a que se actúa bien y que lo que se vos arbitretur obsequium se prestare Deo'.,, Ethica. 54, 2-6.
hace agrada a Dios. Para ilustrar el caso con un ej_emplo (por lo
31 «QuaHum ignoraniiae Apostolus quidem compatiens ait, 'Testimonium illis
prehibeo quod emulationem Dei habent, sed non secundum scientiam', hoc est,
magnu m fervorem habent e.e dcsiderium in his faciendis quae Deo placere
crcdunt. Sed quia in hoc animi sui zelo vel studio dicipiuntur, crronea est eorum
28 Cfr. lb. ib. 6-13. intentio.» lb. ib. 6-11.

29 «Ün ne peut done pas définir l'intention sans considérer l'acte extérieur.» Van 32 "··· nec simplex est oculus cordis ut ciare viderc queat, hoc est, ab errare sibi
den Berge, op.cit. p. 169. providere.» lb. ib. 11-12.

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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo

que de ella provienen, que pueden ser vistas a la manera de las


¿Qué hace, pues, que una intención sea realmente buena? ¿Qué
cosas corporales, será digna de la luz, est.o es, buena. Y vic~versa.«33 es lo que impide el engafio? El capítulo XII no dice más al respecto.
. De él sólo hemos aprendido que la intentw erronea de los perse-
guidores no implica una intentw mala ni tampoco pecado en sentido
Sólo tenemos, pues, una metáfora: el engaño se debe a ciertas
'impurezas' de la intención. Pero en la Carta a los Romanos se habla propio. Debe, pues, admitirse que la posibilidad del error moral
de una falta de ciencia. Abelardo no vuelve aquí sobre este punto. puede proceder también de un juicio falso. En consecuencia, no es
Antes bien parece contentarse con la metáfora del ojo impuro y posible identificar todo error moral con el pecado sensu stricto.
añade:
Ahora bien, como se ha indicado, la cita de Pablo que hace
»No ha de decirse buena una intención porque parece buena, sino Abelardo pertenece a la Carta a los Romanos. Esta cita juega un
porque además 1o es; según lo cual, cuando se cree que aquello a papel decisivo en aquella argumentación, razón por la cual conviene
lo que se tiende agrada a Dios, además de estimarse tal cosa de ver cómo enfrenta Abelardo aquel pasaje en el Commentarium.
ninguna manera se falla en tal estimación.«34
Se trata de Rom X. El versículo 2 de este capítulo dice, como
Si uno pregunta aquí por qué no se falla, la respuesta ya ha sido
vimos, que hubo en los judíos emulación sin ciencia. Abelardo co-
dada: porque el ojo es simple. Esta es una respuesta manifiesta-
mente insatisfactoria. menta:
»Emulación, pero no según la ciencia, esto es, celo en Dios, pero
Sin embargo, de lo dicho ya puede sacarse en claro que para ni razonable ni bueno porque erróneo, ya que estimaban lo que no
Abelardo debe haber una garantía 'objetiva' de que la intención de es; de conformidad con aquello que dice la Verdad: 'Pero viene la
un individuo sea buena; garantía que no la haga depender de la sola hora en que todo el que os mate juzgará estar haciéndole un
obsequio a Dios. Y esto harán porque no conocieron al Padre ni a
estimación o creencia del individuo. De no haberla, dice Abelardo, mí'. Celo, ya sea bueno o malo, se dice de cualquier fervor o con-
debería reconocerse que los infieles tienen obras buenas tal como los moción excitante del animus orientado a llevar a cabo algo.«36
cristianos, pues unos y otros 'creen' que serán salvados o agradarán
a Dios mediante sus acciones.35 El celo de los judíos era erróneo porque estimaron (putantes) algo
que río era tal, y por lo tanto no fue ni razonable ni bueno. La causa
de este error aparece en la cita del Evangelio de Juan: no conocían
33 «Diligenter itaque Dominus, cum secundum intentionem rectam vel non rcctam ni al Padre ni al Hijo. Este celo es además desde el punto de vista
opera distingueret, oculum mentis, hoc est, intentionem 'simplicem' et quasi a psicológico un movimiento (conmotio) del animus que se despliega
sorde purum ut clare videre possit, aut a contrario 'tenebrosum' vocabit, cum
diceret, 'Si oculus tuus simplex fuerit, totum corpus tuum lucidum erit', hoc est,
si intentio roela fuerit, tota massa operum inde provenientium, quae more
corporalium rerum videri possit, erit luce digna, hoc est, bona. Sic e contrario.»
. Ib. ib. 12-20. 36 «Quare autem pro Iudaeis orandum ve! eorom errori mmdme sit compatiendum
subponit, dicens 'testímonium enim', ex me ipso qui olim similiter faciebam.
34 «Non est itaque intentio bona dicenda quia bona videtur, sed insuper quia talis 'Aemulationem, non secundum scientiam', hoc est zelum in Deum, non
est, sicut existimatur, cum videlicet illud ad quod tendit, si Deo placcre credit, rationabilem nec bonum, quia erroncum, putantes scilicet quod non est iuxta
in hac insuper existimatione sua nequaquam fallatur.» lb. ib. 20-23. illud Veritatis: 'Sed vcnit hora ut omnis qui interficit vos, arbitretur obsequium
se prestare Deo. Et haec facient quia non noverunt Patrem neque me.' Zelus,
35 «Alioquin ipsi etiam infideles sicut et nos bona opera haberent, cum ipsi etiam sive bonus sive malus, dicitur fervor quilibet atque commotio accensi animi ad
non minus quam nos per opera sua se salvari vel Deo placere credant.» Ib. íb. aliquid gerendum.• Commentarium 248, 19-21, 22-28.
23-25.
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extensivamente; pero si ha de estar libre de error, debe ser razonable comentario citando nuevamente el Evangelio de Juan, donde Cristo
(rationabile). dice: »Creéis en Dios, creed en mí.« 38 Desde la perspectiva de la
Ethica, recogiendo esta reflexión del Commentarium, puede decirse
Aquí puede notarse una cierta divergencia con respecto al plan- entonces que la intención de los judíos 'parece' buena porque bus-
teamiento de la Ethica, pues en ella se parte por asumir que la caron hacer valer su justicia, y en ello actuaban razonablemente,
intención de los judíos 'parece' ser buena, esto es, razonable. En este creyendo en Dios, pero sin haber reconocido a Cristo.
pasaje del Commentarium en cambio no se hace mención directa de
la intención; pero se está hablando sin duda de ella cuando se ¿Cuáles con las 'impurezas' de la intención? Semejante a la
menciona el celo de los judíos. En el texto de la Ethica el celo es actuación de los perseguidores de Cristo es el modo en que actúa
puesto en paralelo con el fervor, el deseo y el empeño, elementos que, un juez que manda colgar a un inocente; pero en este caso el juez
como hemos visto, caben dentro del concepto de intención. El empeño sabe que el reo es inocente. Dice Abelardo en la Ethica:
por su parte implica deliberación, lo que permite relacionar esta
intencionalidad volitiva con el 'ojo de la mente', esto es, con la »Suele suceder también a veces que alguien es acusado ante el juez
determinación del fin racional de la acción. Los judíos actuaron, por sus enemigos, que le achacan un delito del cual sabe el juez
que es inocente. Sin embargo, como aquellos insisten, piden que
pues, razonablemente; por lo cual puede decirse en la Ethica que se les oiga en juicio, invaden el juzgado el día establecido y aducen
su intención parece buena. A Abelardo en el Commentarium no le testigos, aunque falsos, para demostrar la culpabilidad de aquél a
interesa mostrar esta apariencia; ahí el tema es otro, y preocupado quien acusan, y como el juez no tiene motivos· manifiestos para
menos por determinar cuándo es buena una intención, ocupándose poder rechazar a tales testigos y se ve obligado por la !ey a aceptar-
más bien de la conmotio animi misma, explica lo que es una los, una vez recibidos sus testimonios debe castigar a un inocente
'emuJación' errónea y lo que es el 'celo' como factores psicológicos que no merece castigo. Debe castigarlo aunque no lo merezca. Y
sin embargo, puesto que la ley lo ordena, el juez obra con justicia.«39
interdependientes. \
Mientras que este juez no erró castigando a quien no tenía culpa,
Ahora bien, ¿qué es actuar según la ciencia? El versículo 3 de los judíos que mataron a Cristo creyendo que era culpable sí erraron.
Rom X dice: »Ignorantes, pues, de la justicia de Dios y buscando ¿Dónde está la diferencia entre la justicia de unos y otros? Si
establecer la suya, no se sujetaron a la justicia de Dios.«37 Abelardo quisiéramos distinguir entre la actitud del juez y la de los judíos por
ve aquí una explicación de la frase 'no según la ciencia'. Ignorantes el concepto de 'justicia divina' que ha brindado el Commentarium,
de la justicia que Dios aprueba, esto es, de aquella que procede de no podríamos ir más allá de nuestra constatación anterior: el juez
la fe de Cristo, los judíos actuaron de conformidad con su propia actuó racionalmente; los judíos en cambio actuaron aparentemente
justicia, es decir, con aquella que ellos aprobaban y reputaban por de manera racional; en realidad estaban movidos por su gran fervor
válida. En el hecho de que quisieran establecerla Abelardo ve que y deseo que se volcó en celo y empeño, esto es, en un movimiento
querían conservarla inmutable. A la justicia de Dios, añade - que
consiste en aquellos preceptos suyos que justifican a quienes los
obedecen-, no estaban sujetos los judíos, esto es, ellos no le rendían 38 «Quomodo autem 'non se<:undum scientiam' statum adiungit, dicens 'ignorantes
obediencia. En esto parece ver Abelardo el error, pues concluye este enim iustitiam' quam Deus approbat, quae est videlicet ex fide Christi, 'et suam',
id est quam ipsi pro iustitia reputant et approbant, in observantiis scilicet
carnalibus, volentes 'statuere', hoc est immobilem conservari. 'Iustitiae Dei', hoc
est illis Dei praeceptis quae obedientes iustificant, 'non sunt subiecti', id est
37 •Ignorantes enim iustit.iam Dei, et suam quacrentes statuere, iustitiae Dei non obedientes; quale est illud: 'Creditis in Deum, et in me credite'.» Commentarium
sunt subiecti.» 249, 29-36.

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del animus excitante que los condujo finalmente a la acción. ¿Son (2) Su intención fue sin embargo errónea, porque les faltaba cien-
estos elementos las impurezas de la intención? cia es decir quisieron hacer valer su justicia y no la de Dios;
' , ' J
en otras palabras, el error consiste en haber creído que su
La actitud de los perseguidores según la Ethica puede también justicia era la de Dios. (En consecuencia, los que mataron a
calificarse de razonable; pero quizás no de racional, como la del juez. Cristo, como veremos más adelante, están libres de culpa: no
En el acto de mandar a colgar al inocente no habían impurezas en cometieron pecado en sentido estricto).
la intención del juez. Sin embargo, basta con recordar aquí el otro
ejemplo de los dos jueces ql,le aparece en el capítulo III de la Ethica (3) La justicia divina que les faltó la entiende Abelardo como con-
para advertir que el celo del cual se dice en el Commentarium que sistiendo en los preceptos de Dios y la ley evangélica de la
puede ser bueno o malo no implica necesariamente una impureza caridad.
de la intención. En efecto, allí dice Abelardo que uno de los jueces
manda matar al reo a causa de su celo por la justicia; el otro en (4) Si la ciencia paulina y la justicia divina (caridad) se identifican,
cambio por el odio de una antigua enemistad. 10 Así, lo 'impuro' no entonces el error no radica necesariamente en una 'falta de
debe estar necesariamente referido a la presencia de una pasión ni caridad' en tanto 'odio' sino en tanto 'ausencia de simplicidad'.
necesariamente referido a la presencia de un vicio de la voluntad
sino antes que todo a la falta de scientia. Como se puede apreciar, (5) El error moral no siempre se identifica con el pecado culpable
en el Commentarium procura Abelardo explicar la expresi'ó n que ofende a Dios sino que puede ser un 'pecado' no culpable,
secundum scientiam en referencia directa a la fe que justifica al que no le ofende y que se origina en un juicio errado, 'subjetivo'
creyente,.y esto de conformidad con el contexto del discurso paulino. en el sentido de que carece de la scientia de la caridad.
Allí no menciona la intención y no le preocupa la calificación moral
de los judíos. El único puente que une esta intepretación de los No ha de llamarse, pues, 'buena' a la intención que sólo parece
primeros versículos de Rom X con el uso que de uno de esos versículos serlo sino a aquella que además de parecerlo efectivamente lo es,
hace en la Ethica consiste a mi juicio en la descripción psicológica es decir, a la intención que determina el fin de una acción por la
del celo de los judíos. Dado que este despliegue extensivo del animus caridad. Sólo la caridad es la garantía para que lo que se estima ser
puede calificarse de intentio erronea, negativamente -o por con- agradable a Dios lo sea realmente, de modo que no se falle nunca

1 traposición- ello explica lo que es la intentio bona: una intención


sostenida en la 'ciencia' o fe de Cristo.
en tal estilnación.

Así, la falta de ciencia significa la falta de la fe de Cristo. Si el


Volviendo entonces sobre el capítulo XII de laE,thica puede ahora ojo de la mente es la intención, intentio bona sólo puede haber, con
establecerse que: absoluta garantía de no errar, en aquel animus que conoce los
preceptos de Dios y que conoce el pecado y los vicios que inclinan
(1) No puede decirse que los perseguidores de Cristo llevasen mala hacia él.41 En otras palabras, tenemos dos aspectos en el proyecto
intención, pues el1os creían estar agradando a Dios.

41 «Sufficere huc usque arbitrar nos ad cognitionem pcccati, quantum memoriae


39 Ethica 38, 22-28; 40, 1-3. occurrit, laborasse, ut eo melius cavcri possit quo diligentius cognitum fuerit.
Mali quippe noticia iusto deesse non potest, ncc cavcre quis vicium nisi cognitum
40 lb. 28, 11-17. valet.» Ib. 76, 10-13.
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abelardiano: (a) Scito te ipsum, que corresponde al supuesto de que Blomme advierte que al poner este ejemplo Abe1ardo tiene en
conociendo los vicios y conociendo la manera cómo ellos actúan en mente una regla bien conocida de los libros penitenciales: 'Si un laico
el individuo se tiene la garantía subjetiva del bien moral; y (b) Fides o una mujer ahoga a su h ijo, ha de hacer penitencia de un año íntegro
Christi, que corresponde al supuesto de que conociendo el pecado y a pan y agua, y durante dos ha de abstenerse de vino y carne.' Y
la ley que lo sanciona se conoce la voluntad de Dios, que es la añade Blomme: »Esto constituye una prueba concreta de que Abelardo
garantía objetiva del bien moral. reacciona efectivamente contra las teorías demasiado objetivistas
que todavía tenían curso en su época.«44 Por su parte, Luscombe cree
II. INTENCIÓN HUMANA E INTENCIÓN DIVINA que Blomme se equivoca al ver en este ejemplo una objeción de
Abelardo a los métodos objetivos de juicio utilizados por las auto-
[1] La distinción de fueros ridades eclesiásticas, y añade que éste y el siguiente ejemplo tienen
como finalidad mostrar lo razonable de la imposición de castigos por
¿Existe algún criterio que pueda mostrarnos en qué puede con- parte de los hombres, aún cuando se trate de castigos excesivos; para
sistir para Abelardo el conocimiento de la voluntad divina? Dos Abelardo, Dios y el hombre, concluye Luscombe, difieren en sus
ejemplos suyos del capítulo V de la Ethica pueden otorgarnos una métodos de juicio.45
pista.
El segundo ejemplo es el del juez que castiga a un inocente.46
El primero de estos ejemplos es un tanto dramático: Una pobre Aquí se ha hecho manifiesto el método de juicio propio de los hombres.
mujer tiene un niño lactante y no le son suficientes las pocas mantas
que posee para abrigarlo. Movida por la colúniseración trae al hijo
a su lecho para darle calor, y finalmente, vencida por el sueño
.
opnme y asfixia"ª quien había traído junto a sí con tanto amor.«12
' 44 Blomme, op.cit. p. 202, nota 1: «Dans cet example, Abélard vise assurément une
regle bien connue des pénitentiels, dont voici un modele: 'Si quis laicus infantem
Abelardo cita entonces a Agustín: »Ten caridad y haz lo que qui~ras.« suum oppresserit vel mulier, anno integro in pane et aqua poeniteant et duobus
Pero cuando la mujer es llevada ante el obispo, éste le impone un aliis abstineat se a vino et carnibus'. (...) Ceci constitue done une preuve concrete
severo castigo no por la culpa que habría cometido sino para que de ce qu'Abélard réagit effectivemeot contre des théories trop objectivistes qui
esta mujer y cualquier otra tengan mucho más cuidado en tales avaient encare cours a son époque.»
situaciones.43 45 «Blomme... illustrates the penitential and canonical context ofthis punishment,
but he is surely mistaken in seeing in thi.s cxemplum an objection by Abelard
to crudely objective methods of judgement employed by ecclesiastics. This, and
the following example, are introduced to show the reasonableness on the human
level of imposing even unfair punishments; G<id and men differ in their methods
of judgernent... Luscombe, Ethics, op.cit. p. 39, nota 3. Cfr. J. Gründel, op.cit.
42 «Ecce enim pauper mulier infantulum habet lactantem nec tantum indumentorum pp. 114-115.
habet ut et parvulo in cu nis et sibi sufficere possit. Miseratione itaque infantuli
commota, eum sibi appooit ut propriis insuper foveat pannis, et tandem infirmitate 46 «Non numquam etiam contigit eliquem ah inimicis suis apud iudicem accusari,
eius vi naturae superata, opprimere cogitur quem amare su=o amplectitur.» et tale quid illi imponi unde illum innocentem esse iudex cognoscit. Quia tamcn
Ethica 38, 13-18. illi imponi instant et audientiam in iudicio postulant, statuto die causam
ingrediuntur, testes proferunt licet falsos ad eum quem accusant convincendum.
43 «'Habe', inquit Auguslinus, 'karitatem, et fac quicquid vis.' Quae tamen pro Quos tamen testes curo nequaquam iudcx manifestis de causis refellere possit,
satisfactione cum ad episcopum venerit, gravis ei pena iniungitur, non pro culpa eos suscipere lege compellitur, et eorum probatione suscepta punit innoccntem.
quamcommiserit, sed ut ipsa deinceps vel ceterae feminae in talibus providendis. · Debet ergo punirc illum qui punirc non debet. Debet utique quia quod ille non
cautiores reddantur.» Ib. ib. 18-22. meruit hic secundum legem iuste agit.» Ethica 38, 22-28; 40, 1-3.
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La Intención como Criterio de la Moralidad

El fuero humano posee su propia racionalidad y Abelardo, como lo


señala Luscombe, no la discute. También Van den Berge enfrenta agente. 49 Pero nadie más que el individuo mismo, y él ante Dios,
así la problemática de conjunto, pues afirma que Abelardo distingue puede realizar esta evaluación. ¿Cuáles son los dos elementos que
el fuero humano del fuero divino porque en el primero sólo se atiende según los dos ejemplos de Abelardo entran en juego en este com-
lo exterior, mientras que Dios conoce los motivos internos.47 Esta es parecer frente a Dios? La caridad y el conocimiento de la voluntad
en efecto la conclusión del propio Abelardo: divina. La caridad excusa ante Dios a la mujer que los hombres
deben castigar. ¿Cómo puede mostrarse el conocimiento de la vo-
»A partir de ello queda claro que a veces se otorga una pena luntad de Dios en los casos del obispo que castiga a dicha mujer y
racionalmente a quien ninguna culpa precede. ¿Qué hay, pues, de del juez que castiga al inocente? El único punto que los libra de culpa
admirable si ahí donde precede culpa la acción subsecuente aumente es claramente el haber actuado según la razón. El obispo debe
el castigo ante los hombres en esta vida, pero no ante Dios en la castigar para prevenir; el juez debe castigar para resguardar la
futura? Los hombres no juzgan de lo oculto sino de lo manifiesto,
ni piensan tanto en la falta de la culpa (reatum culpae) cuanto en justicia penal.
el efecto de la acción. En verdad sólo Dios -quien no atiende tanto
lo que se ha hecho cuanto en qué animus se hace algo- piensa Que en general el modo de actuar según la razón es conforme
verazmente la falta en nuestra intención, y examina la culpa me- a la voluntad de Dios es un presupuesto fundamental de Abelardo;
diante un juicio verdadero.«48 que este modo concreto de actuar según el deber es conforme a la
voluntad divina lo expresa Abelardo lineas después : dado que el
El fuero humano es el ámbito de lo manifiesto y las obras fuero del animus no les es accesible a los hombres, éstos dirigen sus
externas están bajo la jurisdicción racional del hombre. El animus juicios a las obras exteriores, castigando éstas y no la c~lpa.' ~e modo
en cambio es jurisdicción exclusiva de Dios. Cuando se'Írata enton- que se afanan más por evitar el daño público q~~ el md1v1dua~, y
ces de la calificación moral del acto humano, el juicio de los hombres ésto de conformidad con aquello que el Señor le diJo a Pedro: ,,fü tu
no juega ningún papel. hermano pecase contra tí, corrígelo estando tú y él a solas.« 'Pecar
contra tí', añade Abelardo, no es una expresión que sugiera que se
A este respecto Van den Berge recuerda que para la evaluación debe corregir o vengar las faltas cometidas contra uno y desatender
individual no es suficiente considerar el acto exterior; hace falta aquellas cometidas contra otros. 'Pecar contra tí' significa para
considerar sobre todo la intención y el consentimiento; y la evalua- Abelardo »que se h aga manifiestamente algo que te puede corromper
ción moral del acto humano es, pues, imposible sin referencia al mediante el ejemplo.«5º Este intento de sostener en la autoridad del
Evangelio el que se deba cuidar no corromper a los otros mediante

47 «II sait bien que, pour le for humain, il faut utiliser des critercs externes, mais
49 «Pour une évaluation individuclle il ne suffit pas de considérer l'acte extéricur,
ceux-ci ne suffisent pas pour le for interne: Dieu seul connait Je motif interne
iJ faut plutot considérer l'intention (intentio) et lo consentement (consensus) du
qui inspire l'acte.» Van den Berge, op.cit. p. 150.
sujet. L'évaluation mora le de l'atte humain est done pas impossible sans référcncc
48 «Ex his itaquo liquet non nunquam penam racionabiliter iniungi ei in quo nulla a l'agcnt.» Van den Berge, op.cit. p. 150.
culpa prccessit. Quid igitur mirum si ubi culpa precesserit, operatio subsecuta
50 «Nos vero qui hoc discutere ac diiudicare non valemus, ad opera maxime iudicium
penam augeat apud homioes in hac vita, non apud Deum in futura? Non enim
nostrum convertimus, nec tam culpas quam opera punimus, nec in aliquo tam
homines de occultis, sed de manifestis iudicant, nec tam culpae reatum quam
quod eius animac nocet quam quod aliis nocere possit vindicare studeamus, ut
opcris pensant effcctum. Deus vero solus qui non tam quae fiunt, quam quo
magis publica prcvcniamus dampna quam singularia corrigamus, iuxta quod
animo fiant adtendit, veraciter in intentione nostra reatum pensat et vero iudicio Dominus Petra ait, 'Si peccaverit in te frater tuus, con"ige illum inter te et ipsum
culpam examinat.» Ethica 40, 3-11.
solum'. Quid cst 'peccaverit in te' quasi non in alium, ut magis iniurias nobis
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la falta que se manifiesta en una acción, aún cuando no haya habido pezaron con temor pueden sin embargo ser llevados a la perfección
culpa, muestra claramente que tal proceder del fuero humano es por la caridad.53 Se intenta responder con esto a si es mejor abste-
conforme a la voluntad divina, además de ser un proceder intrín- nerse de faltas leves que de graves. En el trasfondo de esta cuestión
secamente racional. está por un lado la pregunta por la motivación que conduce al
individuo a abstenerse: en función del mérito moral, la caridad
En consecuencia, el conocimiento de la intención divina median- descarta el temor como motivación válida; por otro lado está también
te una exégesis de la Escritura conforme a la razón libera por una la pregunta por el medio eficaz que le permite al individuo abstenerse:
parte al hombre del yugo del legalismo, y por otra debería ser éste es la caridad misma.
suficiente para liberarlo de la culpa moral mediante el despliegue
de la intención humana correspondiente. »Nada, en efecto, es difícil para el amante, máxime cuando no se
trata del amor carnal sino del amor espiritual a Dios, que es tanto
más fuerte cuanto verdadero.«G'
[2] Intención y caridad
Con esto hemos descubierto uno de los elementos más importantes
Conviene ahora exponer la doctrina del capítulo XVI de laEthica.
de todo el planteamiento abelardiano. Los vicios que inclinan al
Hay quienes piensan, dice Abelardo, que es mejor y más perfecto
pecado son difíciles de remover, pero nada es difícil para quien posee
guardarse de cometer pecados veniales que criminales, pues parece
'caridad'. En la lucha moral conviene que haya una mala voluntad,
más difícil y requiere de un empeño mayor.51 A tales responde primero
un enemigo que resista y no se dé por vencido, para que triunfando
con una sentencia de Cicerón: 'Si es laborioso, no por ell_g.,es glorioso'.
sobre ella 'mediante la caridad' se obtenga la corona: La virtud
Y luego añade que de no ser así, esto es, de no ser mejor guardarse
dianoética de la prudencia no es capaz de llevar a la voluntad a
de los pecados graves, los antiguos que tuvieron que soportar el yugo
querer intencionalmente el bien, y se preguntó entonces qué poder
de la ley tendrían mayor mérito ante Dios que quienes la sirven en
podía lograrlo: este poder no es otra cosa que la 'caridad'. El libre
la libertad evangélica, puesto que aquellos actuaron bajo el temor
arbitrio es un asentimiento intelectivo al bien; pero si la voluntad
al castigo, cosa que la caridad perfeeta descarta. En efecto, laboran
no asiente, el imperativo no determina realmente · la acción: la
más en su acción, continúa Abelardo, quienes actúan bajo temor que
voluntad sólo puede asentir al bien moral amándolo, esto es, 'mediante
aquellos a quienes la caridad hace espontáneos.52 Quienes em-
la caridad'. Por último el consentimiento es manifiestamente una
carencia, en buena cuenta: 'falta de caridad'.

quam aliis illatas corrigere vcl vindicare debeamus? Absit. 'Si peccaverit in te' La mala intención que se sigue del consensus ofende a Dios, y
dixit cum manifeste agit unde te per exemplum corrumpere possit.» Ethica 42, es una determinación culpable de la acción porque se pudo y debió.
5-15. evitar mediante una determinación contraria: el amor a Dios.
5 1 «Sunt qui perfectius et ideo melius dicunt providere a vcnialibus peccatis quam
Abelardo concluye:
a criminalibus, eo quod difficilius id videatur et maioris studii sollicitudine
indigeat.» lb. 72, 2-4.

52 «Quibus primum illud respondeo Tullianum, 'Quod si laboriosum non ideo


gloriosum'. Alioquin maioris meriti apud Dominum essent qui grave íugum legis 53 «... qui a timore inceperant karitate consummentur.,. lb. ib. 13.
portavenmt quam qui evangclica libertate deserviunt, quia timor penam habent
quern perfecta karitas foras rnittit, et quaecurnque timore aguntur plus in opere 54 «Nihil quippe amanti dífficile, maxime cum non carnalis sed spiritualis amor
laborant quam quos karitas spontaneos facit.» lb. ib. 4-10. Dei tanto est fortior quanto verior.» lb. ib. 14-16.

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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Intención como Criterio de la Moralidad

»Así, pues, aunque afirmamos que es más difícil guardarse de los consentimiento en dicha acción, pues de no ser así no se pondría bajo
pecados veniales que de los criminales, sin embargo es más con- precepto nada que tuviera realmente que ver con el mérito moral.
veniente evitar éstos que son más peligrosos, que merecen una
pena mayor, y mediante los cuales creemos que se ofende más a Tanto menos digno de ser preceptuado es algo cuanto menos se halle
Dios y que le desagradan más. Aproximándonos más ampliamente en potestad del hombre; la voluntad y el consentimiento están siem-
a él por el amor, más solícitamente debernos evitar aquello me- pre en su potestad.59
diante lo cual se le ofende en mayor grado y que él mayormente
desaprueba.«55 Transgresor, pues, no es en realidad quien hace lo prohibido sino
quien consiente en aquello que le consta que está prohibido. Puesto
No basta, pues, con no querer obrar el mal porque ello r edunde que se ha demostrado ya, considera Abelardo, que los preceptos que
finalmente en un mal para el individuo. Allí no existe aún buena dicen 'no hagas esto o aquello' significan realmente 'no consientas
intención. Se debe evitar el pecado no tanto por eludir el daño propio en hacer esto o aquello', éstos deben entonces siempre entenderse
cuanto por eludir la ofensa a Dios. 56 En querer no ofenderlo y tener como 'no presumas a sabiendas'.60 En este momento, para confirmar
la intención de eludir toda posible ofensa consiste propiamente la su postura, Abelardo recurre primero a una cita de Agustín: »Nada
caridad. (Hasta aquí mi interés en el capítulo XVI.) preceptúa la ley sino la caridad, y nada prohíbe sino el deseo ansioso
(cupiditatem)((, según lo cual Agustín reduciría todo precepto o
Busquemos ahora ganar una perspectiva de conjunto. ¿En qué prohibición a éstos elementos interiores, descartando así las obras
contexto surge por primera vez el término intentio en Ja Ethica? externas; y en segundo lugar Abelardo recurre a Pablo: »Toda la ley
Abelardo está hablando de los preceptos. En el precepto 'no desearás se encierra en este precepto: 'Amarás a tu prójimo como a tí mismo'«
concupiscivamente' (non concupisces), la ley-dice Abelardo- llama y »La plenitud de la ley es el amor.«
concupiséencia al 'consentimiento en la concupiscencia'. 57 La razón
de esta interpretación es clara: la concupiscencia no puede evitarse A continuación introduce un ejemplo: Nada comporta al mérito
sino tan sólo el consentimiento en ella.58 Si se considera con cuidado, si se da efectivamente limosna a los indigentes; la caridad puede
continúa Abelardo, se verá que allí donde parece ser que una acción preparar al individuo a donar y su voluntad puede estar presta a
es prohibida lo que en realidad se prohibe es la voluntad y el ello cuando la capacidad de dar limosna no existe.61 Y concluye:

55 «Sic ergo, etsi ponamus difficilius a venialibus peccatis quam a criminalibus


providere, plus tamen haec vitari quae periculosiora sunt convenit, et quae 59 «Et si diligenter consideremus ubicumque opera sub precepto vel prohibitione
maiorem mercntur penam, et quibus amplius offendi crcdimus Deum, et magis concludi videntur, magis haec ad voluntatem vel consensum operum quam ad
ei ea displicere. Quo enim amplius ípsi per amorem inheremus, ea sollicitius ipsa opera reforenda sunt, alioquin nihil quod ad meritum pertineat sub precepto
cavere debcmus quibus magis offenditur et quae ipse magis improbat.» lb. ib. poncrctur et tantominus preceptione su nt digna quantominus in nostra potestate
20-26. sunt constituta. Multa quippe sunt a quibus operari prohibemur, voluntatem
vero semper et conscnsus in nostro habcmus arbitrio.» lb. ib. 25-29; 26, 1-3.
56 «Si ergo non tam pro nostro dampno quam pro Dei o!Tensa debemus caverc
peccata, profecto plus ea cavenda sunt in quibus magis offenditur.» Ib. ib. 30- 60 «Sicut ergo transgrcssor non est dicendus qui facit quod prohibetur, sed qui
32. consentit in hoc quod constat esse prohibitum, ita nec prohibitio de opere sed
de consensu est accipienda, ut videlicet cum dicitur 'ne facias hoc vel illud', tale
57 «Quem prefecto consensum concupiscentiae lex concupiscentiam vocat cum ait, sit 'ne consentias in hoc ve! illo faciendo', ac si dicatur, 'ne scientcr presumas'.•
'Non concupisces'.» Ib. 24, 16-18. lb. ib. 21-26.
58 «Non enim concupiscire quod vitare non possumus vel in quo, ut dictum est, non 61 «Quod et beatus diligenter consideraos Augustinus, omne preceptum ve!
peccamus prohiberc debuit, sed assentire illi.» Ib. ib. 18-20. prohibitionem ad ka.ritatem seu cupiditatem potius quam ad opera reducens ait,
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Intención y Conciencia en la. Etica. de Abelardo La Intención como Criterio de la Moralidad

»Consta, pues, que obras que sí o que en lo más mínimo conviene bene califica la intención del agente. Tanto Dios como Judas entre-
hacer se 11e~an a cabo i8'.1-alme~te por hombres buenos como por garon al Hijo; porque Dios lo hizo, la acción es buena. Pero mientras
malos, a qwenes sólo la mtenc1ón separa.«62
Dios la hizo bien, Judas llevó en ello una mala intención. Con este
Es interesante notar que cuando surge por primera vez el tér- ejemplo se confirma la afirmación principal: sólo la intención separa
mino 'intención' aparece en un contexto en el que se ha estado a buenos de malos. Aquí introduce Abelardo una de sus tesis prin-
hablando de la voluntad y la caridad en contraposición a las obras cipales:
externas. Sólo la intención permite distinguir entre buenos y malos »Dios no piensa, pues, en lo que se hizo sino en qué animus se hace
hombres, no las acciones. Que el criterio de la moralidad no se algo, y el mérito o elogio del agente no consiste en la acción sino
encuentra jamás en lo exterior es una premisa del planteamiento en la intención.«66
abelardiano que se descubre desde el título mismo de la Ethica:
'Conócete a tí mismo'; pero no por e11o es una de las premisas más Como vimos en el primer capítulo de este estudio, animus es el
claras o menos problemáticas. 63 Sobre esta cuestión volveré más sujeto de las intenciones morales. Dios juzga el animus, y con ello
adelante. Ahora interesa analizar algunos ejemplos; el más im- el propósito de sus intenciones. La misma acción puede haber sido
portante de todos: el de Judas. realizada por un animus justa, por otro injustamente.
./

La entrega de Jesucristo fue realizada tanto por el Padre, corno Como complemento conviene atender aquí la manera en que
por Cristo mismo, cuanto por Judas. Este último hizo, pues, la Abelardo expone este mismo ejemplo en el Commentarium. A través
misma acción que Dios; pero no la hizo bien (bene) .64 En efecto, añade de la entrega del Señor realizada por Judas se llevó. a cabo la
Abelardo, a pesar de que aquello que hizo era bueno (bonum), redención de todos los hombres. La maldad de Judas sirnó para la
ciertamente ni estuvo bien hecho (bene) ni podía traerle provecho salvación de todos, mientras que mediante la prédica de Pedro sólo
alguno.65 El calificativo bonum se reserva a la acción; mientras que algunos se convirtieron. Se demuestra así, dice Abelardo, que el mal
es permitido por Dios para mayor utilidad de los hombres.s7 Esto
no significa sin embargo que Judas haya obrado bien (bene) o que
'Nihil precipit lex nisi karitatem et nihil prohibet nisi cupiditatem'. Undc et
Apostolus, 'Onmi lex', inquit, 'in uno sermone completur, diliges proximum tuum
su intención deje de ser perversa, es decir, una intención procedente
sicut te ipsum'. El rursum, 'Plenitudo legis est dilectio'. Nihil quippe ad meritum de su ansia de dinero. Por esta razón debe pensarse en las obras
referet utrum elemosinam indigenti tribuas, et te paratum tribuere karitas a partir de la intención, pues de otra manera debería concederse que
faciat et presto sit voluntas cum desit facultas, ncc in te remaneat facere quod habiendo Judas hecho lo mismo que el Padre y el Hijo, su obra
potes quocumquc prepediaris casu.» Ib. ib. 26-35.
debería también decirse buena. 68 Buena o mala, como veremos más
62 «Constat quippe opera quae fieri convenit aut minime eque a bonis sicut a malis
hominibus geri, quod intentio sola separat ... lb. ib. 35; 28, 1-2.
63 «Abélard réalise ainsi a fond son projet d'intériorisation de la morale: le sujet 66 «Non enim quae liunt, sed quo animo fiant pensat Deus, nec in opere sed in
y tient sa propre place. Mais ne peut-on pas l'acusser de subjectivisme?,, Van intentione meritum operantis ve! laus consistit.» Ib. ib. 9-11.
den Berge, op.cit. p. 164. 67 «Traditio illa, quam et ludas operatus est, conununem omium redemptionem est
64 «Facta quippe est a Deo Patrc traditio Filii, facta, est a Filio, facta est et a opera ta. Per praedicationem quidem Petri apostoli aliqu i conversi sunt et salvati,
proditore illo, curo et Po.ter Filium tradidit et Filius se ipsum, ut meminit ludae vero nequitatem in salutem omnium Dominus convertit. Ad maiorem
Aposto\us, et ludas magistrum. Fecit ergo proditor quod et Deus, sed numquid utilitatem nobis malo istius quam illius bono divina usa est gratia.»
ille bcnc fecit?• Ethica. 28, 5-8. CommenUJ.rium 104, 282-287.

65 «Nam et si bonum, non utique bene vel quod ei prodesse debuerit.» lb. ib. 68 «Quamvis enim bona videatur traditio Domini quae a luda facta est et simul
8-9. ut dictum est, a Patre sive a Filio, non tamen id ludas bene fecit quod pervers~

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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Intención como Criterio de la Moralidad

adelante, se denomina una obra a partir de la intención que la Se refiere concretamente al caso d~ Abraham y a la prohibición
determina; pero ¿sólo a partir de la intención? de divulgar los milagros de Jesús. 72 Si es bueno ordenar y prohibir
una misma cosa -continúa Abelardo- porque Dios no permite que
Abelardo recurre entonces en la Ethica al ejemplo de los dos se haga nada sin alguna causa r azonable, entonces sólo la intención
jueces que cuelgan a un convicto; el uno por el celo de la justicia, del precepto y no la ejecución del acto excusa a Dios, pues hizo bien
el otro por el odio de una antigua enemistad. El acto d'tl colgarlo es en ordenar algo que no es bueno hacerse.73
uno solo; pero a pesar de que ambos han hecho algo que es bueno
porque la justicia lo exigía, sin embargo por la diversidad de las »NO era esto en lo que Dios tenía puesta su intención u ordenó que
intenciones uno lo hizo mal y el otro bien.69 se hiciera: que Abraham inmolara al hijo, sino que a partir de ello
se pusiera a prueba su máxima obedienci~ y su cons~ancia en la
fe y el amor a él, de modo que se convierta en ejemplo para
¿Qué se quiere demostrar con estos ejemplos? Que es inútil nosotros.«74
buscar la razón del pecado en la acción concreta. 70 Ella se encuentra
en lo interior, y es ausencia de caridad. La buena intención excusa a Dios porque no permite que se haga
algo sin una causa razonable. Podría pensarse entonces que en el
Establecida esta distinción, Abelardo plantea una pregunta que hombre debería regir el mismo principio: Sólo hay buena intención
conduce a dar un paso más en la separación de obras externa( e cuando existe una causa razonable. La intención de Dios fue recta,
intenciones: dice Abelardo, en un acto que no lo era; y su prohibición en aquel
otro caso, cuando les dijo a los discípulos que no publicaran los
.»¿Quién, finalmente, desconoce que algunas veces aquellas cosas milagros, también fue recta porque quiso con ello dar ejemplo de
que Dios prohibe hacerse han de hacerse o llevarse a cabo rec-
tamente, así como por el contrario a veces ordena ciertas cosas que humildad. 75
no conviene en lo más mínimo hacerse?«71
»Así, pues, Dios ordenó lo que no era bueno hacerse, del mismo
modo que por el contrario prohibió lo que era bueno hacerse, y así

intentione, id est ex cupiditate pecuniae, conunisit. Omnia quippe opera ex


intentione pensanda esse Dominus docuit dicendo: 'Si oculus tuus fuerit simplex,'
etc. Alioquin Iudae quoque opus, in quo tam Pater quam Filius misericorditer
sunt operati, bonum dicendum esset.» Ib. 105, 301-308. Cfr. también lb. 240,
72 Ib. 30, 3-16.
269-277.
69 «Sepe quippe idem a diversis agitur, per iusticiam unius et per nequitatem 73 «Si autem idem et bonum fuit prccipi et bonum prohiberi nec enim quicquam
alterius, ut si unum reum suspendant, ille quidem zclo iusticiae, hic antiquac absquc racionabili causa ficri Dcus pcrmiitit, ncc dum faccrc consentit, vides
odio inimiciciae, et cum sit suspensionis eadem actio, et utique quod bonum est quia sola inientio prccepti, non actio facti, Dcum excusat cum id bene preccpit
ficri et quod iusticia exigit agant, per divcrsitatem t amen intentionis idem a quod non est bonum fieri.» Ib. ib. 16-20.
diversis fit, ab uno male, ab altero bene.» Ethica 28, 11-17. 74 «Non cnim Deus ad hoc intendebat vel agi prccipicbat ut Abraham filium
70 «Il est tout aussi vain de chercher le péché dans l'operatio ou l'actio peccati, c.- immolaret, sed ut ex hoc maxime obedientia cius et constantia fidei vel amoris
a-d. dans l'acte extérieur, le substrat matériel de l'acte.» Van den Berge, op.cit. in eum probaretur, et in exemplo nobis relinqucretur.» Ib. ib. 21-24.
p. 163.
75 -.Recta igitur haec intentio Dei fuit in facto quod rectum non fuit, et sic recta
71 uQuis denique nesciat non nunquam ea quae Dcus prohibet fieri recte geri vel prohibitio eius in illis quae diJámus quae ad hoc prohibuit, non ut prohibiiio
esse facienda, sicut e contrario nonnulla quandoque prccipit quae tamen fieri teneretur, sed ut vitandae inanis gloriae nobis infirmis exempla darenlur.• lb.
minime convenit?» Ethica 28, 26-29. ib. 28-31.
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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Intención como Criterio de la Moralidad

como allí a él lo excusa la intención, así también aquí a quienes »Así. como la intención de aquél que ordena lo excusa cuando ordena
no llevaron a cabo el precepto en una acción.«76 que se haga lo que no conviene en lo más mínimo hacerse, así
también la intención de la caridad excusa a aquél a quien ha sido
Esto supone que si bien quizá no Abraham, por lo menos los dada la orden.«80
discípulos conocían de alguna manera la inte~ción de Dios, pues de
no haber sido así hubieran llevado el precepto a la acción, es decir, Dos elementos han surgido en este planteamiento:
no hubieran publicado los milagros.
(1) La caridad, sin la presencia de la cual se consiente fácilmente
»Sabían, en efecto, que no había dado el precepto para que fuese en la mala voluntad, ofendiéndose con ello a Dios; y
observado sino para establecer el ejemplo que se mencionó.«77
(2) un necesario conocimiento de la voluntad divina, sin el cual no
La intención como hemos visto es sin lugar a dudas un acto se es libre frente al legalismo.
volitivo. Conocer la intención de Dios es conocer su voluntad. Así,
quienes publicaron los milagros entendieron que con ello no se Ahora bien, esta libertad es la libertad evangélica auténtica; la
oponían a su voluntad, y por lo tanto tampoco le ofendieron.78 / libertad de la caridad. Ambos elementos están íntimamente en-
trelazados. La intención humana concuerda con la voluntad de Dios
¿Cuál es la conclusión a la que se puede llegar en este plan- en la medida de su caridad; pero sólo se puede estar seguro de esta
teamiento? A quienes piensan -frente a la calificación del acto concordia 'conociendo' la voluntad divina. En qué consista propia-
humano- en las obras y no en la intención, Abelardo cree poder mente este conocimiento es algo que, hasta el momento, no se ha
advertirles que debe tenerse en cuenta: por una parte que a veces aclarado en mi exposición.
existe la voluntad de hacer algo en contra del precepto divino; por
otro lado que ello se hace a sabiendas; y que sin embargo no hay fil. ACCIÓN E INTENCIÓN. EL PROBLEMA DEL SUBJETIVISMO
allí pecado. No debe hablarse, pue~;, de mala voluntad o de una mala
acción cuando no se lleva a cabo un precepto de Dios -es decir, [1] La acción y la tesis de la indiferencia
cuando no se cumple la ley a la letra-, pues puede ocurrir que la
voluntad del individuo no discrepe de la intención divina. 79 ¿Cómo plantea Abelardo la tesis de la indiferencia moral de las
acciones? Según hemos visto, en la Ethica utiliza un conjunto de
ejemplos orientados a demostrar que las acciones que deben hacerse
o evitarse pueden ser llevadas a cabo tanto por hombres buenos como
76 «Preccpit itaque Dcus quod fieri bonum non fuit, sicut e contrario prohibuit quod
por malos, a quienes sólo separa la intención.81 Como consecuencia
fieri bonum fuii, et sicut ibi excusat eum intentio ita et ,hic eos qui preceptum
opere non impleverunt.» lb. ib. 31-32; 32, 1-2.

77 «Sciebant quippe non oh hoc eum precepisse ut teneretur, sed ut predictum


exemplo preponeretur.» lb. ib. 2-4. dicendam quia preceptum Dei non servat in opere, cuma voluntate precipientis
non discrepat eius intentio cui preceptio fit.,, Ib. ib. 6-11.
78 «Salva itaque voluntate iubentis non eum contempserunt, cuius voluntati se non
esse contrarios intellexerunt.» lb. ib. 4-5. 80 «Sicut enim intentio iubcntis excusat ipsum qui precipit fieri quod tamen minime
convenit fieri, ita et euro cui lit preceptio excusat karitatis intentio.» Ib. ib. 11-
79 «Si ergo opera magis quam intentionem pensemus, videbimus non ounquam 13.
contra preceptum Dei non solum velle fieri, verum etiam fieri aliquid et hoc
scienter sine ullo reatu peccati, hec malam voluntatem vel actionem ideo esse 81 Ib. 26, 35; 28, 1-2.

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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Intención como Crit.erio de la M oralidad

de este hecho debe reconocerse que Dios no piensa en lo que se hace Aquí hay que subrayar en primer lugar que Abelardo dice 'al
sino en el animus con en el que se hace algo. El mérito moral no remunerar el bien y el mal'. Esto quiere decir que es en el fuero
radica en las acciones sino en la intención del agente.82 Por último, divino (en otras palabras, en la calificación moral del hombre), es
por Ja diversidad de las intenciones, 'lo que se hace' no es bueno o decir, en el juicio frente a Dios y no en el juicio frente a los hombres
malo sino bien o mal hecho.83 Este planteamiento es el primero referido donde las acciones son moralmente indiferentes.
a la cuestión de la indiferencia.
A Abelardo le interesa el bien moral, no el bien en general. Esto
El segundo esbozo de la tesis aparece al final del capítulo V de queda claro en una de las últimas intervenciones del cristiano en
la Ethica. También aquí, luego de haber presentado sus ejemplos, el Dialogus. El bien en general se dice de una cosa que es buena
Abelardo concluye diciendo que a los hombres no les compete juzgar porque es apta para algún uso; donde es necesario que mediante ella
sobre lo oculto, esto es, sobre las intenciones ajenas, sino que ellos no se impida nada que sea ventajoso o digno. Una cosa mala es todo
sólo pueden juzgar sobre lo manifiesto, es decir, sobre las acciones lo contrario. Una cosa indiferente es aquella que no es ni buena ni
concretas que se realizan. Unicamenté Dios puede juzgar la culpa mala, mediante cuya existencia no necesariamente se impide o di-
de las intenciones. 84 Hay aquí como vimos una separación de fueros. fiere algún bien, como puede ser el movimiento fortuito del dedo o
El fuero humano tiene jurisdicción sólo sobre las acciones; el fuero acciones semejantes. 86 Nótese que 'cosa' y 'acción' se toman aquí en
divino juzga fundamentalmente la intención. un mismo sentido. Continúa el cristiano:

Arribamos así a la formulación de la tesis de la indiferencia que »Así, pues, las acciones no se juzgan buenas o malas sino según
se encu~ntra en el capítulo VII de esta obra. la raíz de la intención; pero todas son en sí indiferentes, y si
inspeccionamos diligentemente, nada confieren al mérito, pues de
ninguna manera son buenas o malas de sí cuando ciertamente
»Al remunerar el bien o el mal, Dios atiende sólo al animus, no a convienen tanto a réprobos como a elegidos por igual.«87
los efectos de las acciones; ni piensa en aquello que proviene de Ja
culpa o de nuestra buena voluntad, sino en el animus mismo, en
el propósito de su intención, no en el efecto exterior de la acción.
En efecto, las acciones que, como hemos ya dicho, son comunes por sed ipsum animum in proposito suae intentionis, non in effectu exterioris operis,
igual a réprobos y elegidos, son todas en sí indiferentes, y no deben diiudicat. Opera quippe quae, ut prediximus, esque reprobis ut electis communia
ser dichas buenas o malas sino por la intención del agente; no sunt, omnia in ser indifferentia sunt nec nisi pro intentione agentis bona vel
porque sea bueno o malo hacerlas, sino porque han sido bien o mal mala dicenda sunt, non videlicet quia bonum ve! malum sit ea fieri, sed quia
hechas, esto es, mediante aquella intención según la cual conviene bene vel male fiunt, hoc est, ea intcntione qua convenit fieri, aut minime.» Ib.
o no conviene en lo más mínimo hacerlas.«85 44,26-33;46, l.

86 «Quantum tamen mihi nunc occurrit, bonum si.mpliciter, id est bonam rcm dici
arbib-or, que, cum aliqui usui sit apLn, nullius commodum ve! dignitatem per
82 «Non enim quae fiunt, sed quo animo fiant pensat Deus, nec in opere sed in eam inpediri necesse cst. E contrario rna\am rem vocari, credo, per qua, alterum
intcntionc meritum operantis vel laus consistit.» Ib. ib. 9-11. horum conferí ncessc cst. Indiffercns vero, id est rem, que nequc bona est neque
mala, illam arbitrot, per cuius cxistcntiam nec ulla bona defcrri nec inpediri
83 «... per diversitatem tamen intentionis idem a diversis fit, ab uno male, ab altero necesse est, sicut est fort.uita motio digiti vel quecunque actiones huiusmodi.»
bene.» Ib. ib. 16-17. Dialogus 3153-3161.

"f" 84 Ib. 40, 7-11. 87 «Non enim aclioncs bone vel male nisi secundum inte~tionis radicem iudicantur,
sed omnes ex se indifferentes sunt, et, si diligenter insoiciamus, nihil ad meritum
85 «Solum quippe animum in remuneratione boni vel mali, non affecta operum, conferunt, que nequaquam ex se bone sunt aut male, cum ipse videlicet tam
Deus adtendit, ne quid de culpa vel de bona voluntate nostra proveniat pensat, reprobis quam electis eque conveniant.• lb. 3161-3165.
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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Intención como Criterio de la Moralidad

Es, pues, la misma tesis de la Ethica. Sólo cuando las cosas o nas. El hombre bueno no difiere del malo porque hace algo bueno
acciones se refieren al mérito moral puede decirse que son indife- sino porque lo hace bien.90 E sto quiere decir que si se quiere calificar
rentes. Cuando el dedo se mueve para lograr alguna utilidad, si se moralmente a una acción diciendo que es buena o mala, esta ca-
le mueve de tal forma que nada impide que se logre tal utilidad, lificación sólo puede hacerse en referencia al individuo que la efectúa.
entonces es una 'buena' cosa,· donde el calificativo no tiene sentido En sí mismo el calificativo moral no le corresponde a una acción o
moral. a una cosa sino únicamente al hombre.

El cristiano ha dicho con anterioridad que cuando se dice 'hom- Abelardo parece buscar sobre todo la claridad en el uso de los
bre bueno', 'trabajador bueno', 'buen caballo', etc., el nombre 'bueno' términos, de modo que en un discurso coherente no se tome por 'bien'
cambia su sentido por su función adjetiva. 'Hombre bueno', aclara , en el sentido moral lo que no posee tal sentido. Aquí hace referencia
se dice a partir de la moral; 'trabajador bueno' a partir .de sus el cristiano al uso lingüístico de su época:
conocimientos; 'caballo bueno' a partir de su fuerza o velocidad, pues
esto pertenece a su uso. Se puede incluso hablar de un buen u óptimo ,,y si h oy en día el uso de las palabras tiene por una misma cosa
ladrón, en el sentido de que es astuto y diestro para llevar a cabo 'hacer algo bien' y 'hacer algo bueno', la fuerza y propiedad de la
locución no suena quizá así. Pues a veces se dice 'bueno', pero no
su malicia:88 Abelardo busca descartar este sentido general del bien 'bien', esto es, buena intención, de modo que puede parecer que se
y retener sólo aquel sentido en el que puede hablarse de mértto. hace algo bueno cuando no se hace bien.«91
Dado que estas acciones son comunes a réprobos y elegidos, el bien
y el mal no pueden estar en ellas sino en la intención del agente. Puede notarse que a la base del planteamiento hay, eh realidad,
una distinción gramatical. Bonum e s un adjetivo calificativo.
Así, aquellas otras cosas que son en sí aptas para un fin -sea Sustantivos como caballo u hombre se ven modificados por él. Ahora
mover el dedo, un caballo, una espada, etc.- pueden ser, en un bien, 'bueno' puede entenderse, dice Abelardo, de diversas maneras;
sentido propiamente moral, añade el cristiano, bien o mal utilizadas en su sentido moral este calificativo sólo se aplica al sustantivo
según la cualidad de la intención. Aquí no importa ya qué es lo que 'hombre' en tanto ser racional (contrastado aquí con 'caballo';
se ha hecho sino en qué animus ha sido hecho.89 Predicando el bien descartada la utilidad, el contraste ha sido con 'trabajador'). Ser un
en este sentido moral, no puede decirse que las acciones sean bue- hombre 'bueno' significa por lo demás 'obrar o tener la intención de
obrar rectamente', pues el hombre se comprende corno un ser moral
en el ámbito de su actuar. En este sentido el adjetivo bonum no es
88 «Quippe cum dicitur: bonus homo vel bonus faber aut bonus equus et similia,
del todo adecuado, ya que no hace manifiesto este ámbito. Bene en
quis ncsciat hoc nomen 'bonus' ex adiunctis diversum mutare sensum; hominem
quippc bonum ex moribus dicimus, fabrum ex scientia, equum ex viribus et
velocitate ve!, que ad usum eius pertinet. Adeo quem ex adiunctis boni significatio
variatur, ut etiam cum nominibus vitiorum ipsum iungere non ve reamur dicentes 90 «Un de et quilibet hamo tam videlicet bonus qu am pervcrsu s tam bonarum quam
scilicet bonum vel optimus furcm, co, quod in hac malitia pcragenda sit callidus malarum causae sunt rerum, et per eos tam bona quam mala esse contingit.
vel astutus.» lb. 3138-3146. Non enim bonus horno a malo in eo dissidere videtur, quod id, quod bonum sit,
facit, sed potius, quod bene facit.» lb. 3226-3230.
89 «Quippc et tirannus et princcps eodem gladio male uti possunt et bene, ille
quidem ad violentiam, ille ad vindictam; et nulla, credo, sunt instrumenta vel 91 «Et si enim nunc usus sermonis pro eodem habeat bene fecere et bonum facere,
quecunque usibus nostris sunt commodata, quibus pro intentionem qu~litate vis tamen et proprietas locutionis non ita fortassis sonat. Sicut enim 'bonum'
tam male uti non possumus quam bene; ad quod scilicct nihil refert, quid fiat, sepe dicitur, nec tamen 'bene', id est bona intentione, ita et 'bonum' fieri pose
sed quo animo fiat .,. lb. 3220-3226. videtur, cum tamen bene non fiat.» lb. 3230-3235.

204 205
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo
lA Intención como Criterio de la Moralidad
'\......

cambio es un adverbio calificativo. Como tal no modifica al sustantivo [2] La distinción metódica
~ombre o caball? sino a un verbo, es decir, a una 'acción' por rea-
lizarse o ya ~eabzada por el caballo o el hombre. La cualidad asig- En la definición misma de la moral, según aparece al inicio de
nada es la misma: la bondad; pero el adverbio hace evidente que es la Ethica, están ya incluídas las acciones. Allí se lee:
e! actuar lo que se califica. Así, desde criterios puramente grama-
ticales, no parece posible desligar la acción del ámbito de calificación »Llamamos constumbres morales a los vicios o virtudes del animus
moral. que nos hacen proclives a malas o buenas accion.es (opera).«92

El mismo criterio gramatical debería poder aplicarse al sustantivo Que las acciones son un elemento esencial a la definición de la
'acción'. La dificultad que presenta es su carácter enteramente moral se ve cuando Abelardo advierte que existen también vicios y
abstracto. Acompañada del adjetivo 'buena' la acción puede tener virtudes del cuerpo, como la debilidad o la fortaleza, pero que de
también muchos sentidos; pero no debería tener propiamente un éstos no se trata en la moral; al hablarse de vicios y virtudes del
sen~ido moral, como q~e no lo U.ene hablar de un caballo bueno, pues animus ellos quedaron descartados;93 hay sin embargo dentro de los
el bien moral se predica sólo del actuar humano, y a partir de allí vicios del animus aquellos que no pertenecen a la moral ni hacen
del sustantivo 'hombre'. Adverbialmente sin embargo se dice que a un hombre bueno o malo, como la torpeza o velocidad de ingenio,
una acción ha sido 'bien hecha' por el hombre o 'bien realizada' por la buena memoria o el fácil olvido, etc. Todos éstos pueden estar
el caballo. En ese sentido puede calificarse al sustantivo 'acción' con presentes tanto en buenos como en malos hombres, razón por la cual
el adjetivo 'buena'. Precisamente p.o rque una acción puede ser hecha no tienen sen ti do moral. 94 Cuando se habla, pues, de vicios del animus
por el hombre se ve, a diferencia de lo que ocurre con el sustantivo se indica, para excluir a los otros, que aquellos »nos hacen proclives
'caballo', que el sustantivo 'acción' sí ingresa en el ámbito de la a malas acciones«, esto es, aclara Abelardo: »inclinan a la voluntad
moral. a algo que en lo más mínimo conviene hacerse o evitarse.«95 En otras
palabras, los hábitos morales no se entienden como tales sin la
1 . 'Acción buena' puede tener, pues, un sentido moral, toda vez que . referencia a acciones buenas o malas, es decir, sin el conocimiento

l
por ella se entienda una acción bien hecha por el hombre es decir de lo que no conviene en lo más mínimo hacerse o evitarse.
según la intención que la determina. Este ingreso de la ~cción e~
el ámbito de la moral, no es sin embargo un ingreso por derecho Pues bien, si una mala acción se entiende como aquello que no
propio. En sí misma, más allá de si es realizada por rm hombre o conviene hacerse, Abelardo está hablando en realidad de la repre-
un caballo, ella es moralmente indiferente, como sería el caso de sentación previa de una 'acción posible', no de una acción concreta
'correr', 'comer', 'matar', etc. ya realizada. Cuando en estas primeras líneas de la Ethica habla

Ahora bien, ¿es la distinción entre acción e intención una dis-


tinción real? En otras palabras, ¿se da en la realidad una 'acción 92 «Mores dicimus animi vicia ve] virtutes quae nos ad mala vcl bona opera pronos
humana' que no sea de suyo intencional? ¿No es quizá ésta una efficiunt.» Ethíca 2, 1-2.
distinción motivada por el afán de subrayar que la calificación moral
93 lb. ib. 2-8.
se gana definitivamente en el ámbito del sujeto, más allá de si
realiza o no una de.terminada acción? Si puede responderse afirma- 94 lb. ib. 10-16.
tivamente a esta última pregunta, la tesis de la indiferencia moral
de las acciones se basaría en una distinción metódica. 95 "··· voluntatem inclinant ad aliquid quod minime convcnit fieri vel climitti.» Ib.
ib. 16-19.
206
207
Intención. y Conciencia en la Etica de Abelardo La Intención como Criterio de la Moralidad

de opera, habla de posibles acciones buenas o malas a las que la Abelardo pretende detener de inmediato la 'reificación' de estos
voluntad se ve inclinada, sin haber dado hasta aquí ningún ejemplo. conceptos, y pasa en seguida a tratar la diferencia que él ve entre
Sin embargo, cuando pasa luego a plantear las primeras distinciones vicio y pecado, tema al que dedica el resto del capítulo II.98 A mí me
que habrán de configurar su argumentación, dice que el vicio del interesa ahora seguir la pista de la segunda de estas distinciones
animus así entendido no es lo mismo que el pecado ni el pecado lo iniciales. El título del tercer capítulo de la Ethica anuncia ya algo
mismo que la acción mala (actio). 96 Aquí es claro que no se trata ya a este respecto: 'Qué sea el vicio del animus y de qué se dice
de la acción posible sino de la acción realizada. propiamente pecado'.99 Aquí encontramos una fórmula interesante:

El título que encabeza esta primera afirmación del capítulo II »El vicio - dice Abelardo-- es aquello por lo cual somos hechos
de la Ethica es: 'Qué diferencia hay entre el pecado y el vicio que proclives a pecar, esto es, inclinados a consentir en aquello que no
inclina al mal.197 En cierta forma, cuando se afirma que el vicio conviene.«100
'inclina' al mal, se sobreentiende que el vicio y el mal no son lo
mismo. El mal se ha mostrado como 'malas acciones posibles' (mala El paralelo con la fórmula anterior es manifiesto, y sin embargo
opera). La tendencia a identificar éstas en tanto que expresión del las distinciones ya están plenamente vigentes. En efecto, el vicio no
mal con el pecado es una tendencia inevitable; pero Abelardo no se es lo mismo que el mal, sino aquello que inclina a la voluntad al
mueve en este nivel: le interesa distinguir el pecado de la 'mala mal. Este (el mal) puede entenderse como la 'mala acción posible'
acción realizada' (actio mala). Esta distinción es algo que no puede (primera fórmula) o como el pecado actual (segunda fórmula). Esta
sobreentenderse o, dicho mejor, algo que no se ve a través de la sola distinción que creo poder señalar al interi.o r del mal mismo sería
fórmula empleada (vitia aními quae ad mala opera pronos ef{iciunt, desde la perspectiva de Abelardo una distinción de momentos
i.e., voluntatem inclinant, etc.); por ello Abelardo ve necesario iniciar pertenecientes a un mismo fenómeno subjetivo: en uno se muestra
su segundo capítulo con aquella doble distinción: el pecado no es lo el mal en tanto representación del pecado como aquella acción posi-
mismo que el vicio ni lo mismo que la mala acción. ble que no conviene hacerse y a la que la voluntad se ve inclinada
por el vicio; en el otro se muestra como el consentimiento de la
Si se parte, pues, por suponer una asociación inmediata de voluntad a dicha inclinación, es decir, CQIDO el pecado actual en
pecado y mal, la primera distinción resulta clara: el vicio tan sólo sentido estricto. En la primera fórmula se señala hacia dónde se
inclina al pecado, no es propiamente el pecado. Ahora bien, el mal dirige finalmente el animus, esto es, hacia la realización exterior de
como 'lo que no conviene hacerse', esto es, como aquella acción una posibilidad, conocida como la posible acción X que no conviene
posible que hay que evitar, tampoco podría identificarse con el ser realizada. La segunda fórmula introduce propiamente la proble-
per;:ado, pues es una mera representación del mismo. La acción real mática moral, pues pecado es para Abelardo el consentimiento en
en cambio sí puede ser fácilmente entendida como idéntica con el
pecado. Esa debía ser sin duda una tendencia de los lectores de
Abelardo, aunque parece ser que la tendencia a identificar vicio y
pecado era aun mucho mayor.
98 Cfr. Ib. ib. 22-25; 4, 1-25.

96 «Non est autem huiusmodi animi vitium idem quod peccatum, nec peccatum 99 «Quid sit animi vicium et quid proprie dicatur peccatum.» lb. ib. 26.
idem quod actio mala.» lb. ib. 21-22.
100 «Vitium itaque est quo ad pecca ndum proni cfficimur, hoc est, inclinamur ad
97 «Quid distet inter peccatum et vicium inclinaos ad malum.» Ib. ib. 20. consenticndum ei quod non convenit.» lb. ib. 27-28.

208 209
r Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Intención como Criterio de la Moralidad

esta tendencia final de la voluntad; en él radica la culpa y la res- sea que proceda de una buena o de una mala voluntad. 1º1 Hay un
ponsabilidad del individuo. Así, el pecado actual constituye el único momento del movimiento extensivo que importa para la re-
momento subjetivo en el que se tiene la intención de realizar aquella muneración moral: el consensus. Señalar esto es el interés principal
posibilidad reconocida como mala, y como tal · es independiente de de Abelardo. Allí se habla propiamente de intención. Lo lícito o ilícito
su efectiva realización exterior. en cambio viene ya determinado como tal en un momento previo por
la representación de la acción posible, es decir, de aquellas opera
En consecuencia, parece poder establecerse que el pecado no malae que no conviene llevar a cabo. La mala voluntad que se ve
p~ede pensarse sin tener en cuenta la 'acción mala posible', es decir, inclinada hacia ellas no lleva culpa hasta que no se convierta en la
solo puede pensarse en función del fin de la voluntadf La maldad intención de realizarlas. Así, la acción ulterior ya no representada
del pecado como consentimiento o menosprecio de Dios viene así como posible sino concretamente realizada no añade nada a la culpa
determinada por el hecho de que la voluntad tiende a la realización o al mérito. La expresión 'al remunerar' significa tanto como 'al
de una posibilidad que no conviene en lo más mínimo convertir en calificar moralmente al hombre'; ahí Dios no piensa en la acción
realidad. Porque se 'cree' que la posible acción X es una acción que realizada porque las 'co~as' no están sujetas a calificación moral.
'no debe J:tacerse', todo el movimiento extensivo de la voluntad hacia
la r~alización ·de X puede ser calificado de malo. Hay, pues, en Sin embargo, cuando Dios establece un precepto, sí piensa en
realidad tres momentos que constituyen esta tendencia: primero la la acción posible, y el hombre tiene necesariamente que pensar en ·
mala voluntad; segundo el consentimiento; en tercer lugar la rea- ella antes de proponerse llevarla a cabo. Esto hace el hombre siem-
lización de la acción. Si la voluntad es mala porque se cree que la pre, pues de otra forma no sabría sí conviene o no. Cuando remunera,
posibiliQ.~d X no. debe realizarse, y si el consentimiento es Ja culpa Dios supone este conocimiento en el hombre, de modo que, sabiendo
que consiste en no haber evitado el despliegue de la mala voluntad éste qué debe evitar hacer por aquél, basta que surja el propósito
entonces se ve que el factor determinante del mal moral del animu;
.. de hacerlo para que ofenda a Dios y se haga reo de culpa. 102
radica sin duda en el consensus; pero el factor determinante del
¿Desde qué puntos de vista se distinguen, pues, pecado y mala
'deber hacerse o evitarse', e-sto es, del imperativo moral, radica en
la naturaleza de la acción posible. acción? Hasta el momento hay dos formas de distinguir ambos
conceptos. Primero se ve que, en lo que respecta a la remuneración
moral, la acción sólo importa en tanto acción posible, representada
En otras palabras, lo único que al parecer no cuenta en absoluto
¡ por el intelecto, conocida como mala por el arbitrio, y deseada por
en la moral es la acción real, pues el mérito o la culpa se ganan con
la voluntad. Si la acción posible no jugase ningún papel, no habría
antéríoridad a ella. En este sentido debe reafirmarse que el bien y k posibilidad alguna de culpa. -
el mal morales no se predican de cosas o acciones externas sino sólo r
del hombre en su interioridad.

No necesitamos volver aquí sobre la discusión en torno a la mala 101 «... cum ipse animum potius quam actionem in rcmuneratione pensat, nec
quicquam ad meritum actio addat, sive de bona sive de mala voluntate prodeat.»
voluntad, a la que Abelardo dedica las páginas siguientes. Interesa lb. 12, 19-21.
subrayar ahora el punto de este tercer capítulo de la Ethica donde
Abelardo retoma la segunda de sus distinciones iniciales, a saber, 1
¡
102 «Tune vero consentimus ei quod non licet, cum nos ab eius perpetratione
nequaquam retrahimus parati penitus, si daretur facultas, illud perficere. In hoc

l
-~·,
aquella entre pecado y acción real. Aquí enfrentamos la tesis de la itaque proposito quisquis reperitur reatas perlectionem incurrit nec operis eITectus
indiferencia: Dios al remunerar, ha dicho Abelardo, piensa más en super additus ad peccati augmentum quicquam addit, sed iam apud Deum eque
el animus que en Ja acción, y la acción no afiade nada al mérito, ya reus est qui ad hoc peragendum quantu~ valet nititur.» lb. 14, 17-22.
210 211
t1
1
Intención y Coriciencia en la Etica de Abelardo
La Intención como Criterio de la Moralidad

»Culpa, pues -afirma Abelardcr-, no.tiene a partir de la ofensa


de Dios quien aún no percibe por la razón lo que debe hacer.•1º3 Ahora bien, a esta pregunta acompañaba la siguiente: ¿Se da
en la realidad una acción moral humana que no sea de suyo
Si el pecado es consentir en el deseo de esta mala acción posible, intencional? Aquí se presenta sin duda una cierta dificutad. Se
la maldad del pecado se determina por la maldad de la misma, de interroga por la acción humana real, y no parece poder responderse
la cual 'sabe' la razón que no conviene realizarse. Distinguir pecado afirmativamente. Es cierto que puede haber intención sin acción
y acción en este nivel es tanto como distinguir la intención de su real, pero no viceversa. La distinción entre acción real e intención
objeto intencional. Se trata de dos aspectos de un mismo fenómeno no es, pues, absoluta. Toda acción real del hombre tiene un sentido,
subjetivo. Abelardo no pretende hacer esta distinción; le interesa una finalidad, y esto es algo que le otorga la intención del agente.
remarcar que la acción posible, en tanto expresando la materia del La tesis es de Abelardo mismo, y no necesitamos volver aquí sobre
J deber, tiene que ser necesariamente captada por la razón para que ella. ¿Significa esto que Abelardo se contradice?
pueda hablarse de culpa. Dios al remunerar sí considera la acción
posible en tanto manifestándole el deber moral al individuo. Cuando Por un lado intención y acción no son lo m isll}o, pu es el solo
se lee que Dios juzga menos la acción y más el animus en el que propósito, p.ej., de matar a un hombre 'a causa de una antigua
ha sido hecha, se entiende por 'acción' la acción concreta exte~or. enemistad' hace culpable al individuo aun cuando no lo mate. Por
Esta es la diferencia de Abelardo, y se reduce realmente a la dife- otro lado intención y acción no pueden separarse, pues el acto de
rencia que hay entre el ámbito subjetivo donde se da el pec_ado y matar a un hombre es moralmente bueno o malo según que el agente
lo exterior; entre lo que acontece corporalmente y lo que acontece haya obrado movido por 'el celo de la justicia' o por 'una antigua
anímicamente. enemistad'. Cuando leemos 'por el celo de la justicia' ·y 'por una
antigua enemistad' vemos que con estas frases se está nombrando
Al finalizar el punto anterior pregunté si la diferenci.a planteada particularmente el propósito de la intención, esto es, el fin de la
por Abelardo entre intención y acción implicaba una distinción real. acción tanto posible como real. Abelardo sostiene que el precepto no
La respuesta depende de qué se entienda por 'acción'. A partir del dice simplemente 'no matarás' sino más bien 'no consientas en tu
uso que hace Abelardo del término en la Ethica, actio no es la acción mala voluntad de matar'. Esto significa que toda acción posible que
posible sino la obra exterior, y ella no compete a la moral. El alma, se presente como 'lo que no conviene' se presenta con un sentido,
dice Abelardo, no puede contaminarse por lo que ocurre exterior- con una finalidad, es decir, se presenta como intencional. El acto
mente en el cuerpo. 104 Si se trata de la acción real, la intención puede concreto de matar pu.ede ser que en determinada circunstancia sí
darse sin ella, y en ese sentido parecen ser realmente distintas. Pero convenga. Lo que se prohíbe es el posible acto de matar como re-
intención y acción posible no se dan nunca la una sin la otra. La sultado de un movimiento volitivo viciado. En otras palabras, la
intención es siempre intención de realizar esta posibilidad X. mala acción posible se la representa el intelecto menos como 'acción
mala' y más como 'posible acción mal hecha'.

El problema de la forma adverbial es su escasa compatibilidad


con la representación de un proyecto futuro. Si a la perspectiva de
103 «Culpa, quippe non habet ex contemotu Dei, qui quidem quid agere debeat
realizar esta mala acción posible se le otorga consentimiento, se
nondum rationc percipit.» Ib. 22, 5-7. peca. Lo que hace mala a la acción posible es el hecho de que se la
representa corno cargada de una mala intención, pues en ella van
104 tamquam si animam contaminare posset quod exterius incorpore fieret.,. Ib.
«...
implícitos su finalidad y su valor moral en tanto que representada
22, 30-32.
como mal hecha. Sólo así puede hablar Abelardo de vicios que
212
213
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La. Intención como Criterio de la Moralidad

indinan a buenas o malas acciones. Debe anotarse, pues, que la y no duda en recorrerlo a pesar de la apari~~cia de c.ontra~icción:
bondad y maldad de éstas está prespuesta, y que sin embargo este método consiste en mantener la afirmac1on de la mtentw como
dependen de la intención del agente. La 'intención real' del individuo determinación del fin de una acción y corno criterio de la moralidad
se ve así reflejada a sí misma en la 'intención posible' del precepto. con exclusión de las acciones reales frente al mérito y la culpa. Lo
No hay en realidad una acción que pueda pensarse sin ella, y que que este camino ofrece como riesgo es el descuido o la confusión de
no obstante pueda ser moralmente calificada. Sólo el movimiento las acciones posibles con las reales. Si la distinción metódica de
espontáneo del dedo o algo semejante, de no tener ninguna reper- Abelardo no tuviese como único fin resaltar el ámbito de la respon-
cusión moral, podría pensarse como una acción absolutamente carente sabilidad moral del individuo, y si fuese llevada al extremo de
de finalidad. \ distinguir absolutamente entre acción e intención, Abelardo habría
perdido en su planteamiento toda referencia objetiva sobre el bie?
¿Cómo puede decirse entonces que las acciones sean moralmente y el mal morales y no hubiera empezado suponiéndola en su defini-
indiferentes? Sólo existe a mi juicio una única posibilidad de entender ción de la moral.
esta tesis. Se está hablando de los actos corporales externos en [3] La cuestión del subjetivismo y la autonomía
oposición a la intención real y a la intención incluída en la repre-
sentación de la acción posible. Esta diferencia no es real, puesto que R. Van del Berge, en el artículo que subtitula 'Esbozo de una
Abelardo no se ócupa del movimiento espontáneo del dedo, de la reinterpretación del pensamiento abelardiano',105 advierte que ~e­
cojera, o de cosas semejantes sino de acciones que sí tienen una gún una interpretación tradicional, que se remonta hasta las m-
repercusión moral, en el sentido de que pueden ser y de hecho son sinuaciones de Bernardo de Claraval en Sens, la doctrina moral de
moralmente determinadas por la intención del agente. En la reali- Abelardo ha sido vista como una forma extrema del 'método
dad no se dan estas acciones sin intención, y en el ámbito de la subjetivista'. El motivo de esta opinión cree verlo Van den Berge
posibilidad vienen representadas en el precepto -como Abelardo precisamente en la tesis de la indiferencia: el acto exterior no tiene
mismo lo subraya- con una determinada intención que las hace ninguna importancia en la calificación moral del acto humano; sólo
buenas o malas. Así, si sólo los actos puramente corporales son la intención y el consentimiento determinan el alcance moral de una
indiferentes y si está visto que tales actos no competen realmente acción.1º6 »Casi todos los autores modernos y contemporáneos
a la moral, la distinción de Abelardo es una distinción meramente - añade- comparten esta opinión: Abelardo no reconoce el papel
metódica, orientada a poner en relieve los dos únicos hechos que de la acción externa en la calificación moral del acto humano.«107 Así
permiten fundarla, a saber: primero que el calificativo moral no le
corresponde a las cosas exteriores sino únicamente al hombre; y
segundo que no necesariamente ha de llegarse a la realización de 105 ·<Ebauche d'une réinterprétation de la pcnsée abélardienne.» Van den Berge,
la acción externa para que exista pecado. Lo primero es una exigen- op.cit. p. 143.
cia dialéctica, cuyo resultado es una suerte de interiorización de la 106 «Chargée des insinuations de St Bemard et de la condamnation supposée ou
acción; lo segundo es su aplicación y consecuencia en el plano de la vraie de quelqucs-unes de ses positions morales au synode de Sens en 1140 la
doctrine d'Abelard a fait son entróe dans l'histoire comme forme extreme de la
moral: el pecado y la culpa moral se ganan con anterioridad a la rnéthode subjectiviste en morale: l'acte extérieur n'a aucune importance pour
acción real en el consentimiento del individuo. le qualification morale de l'acte humain; c'est l'intention et le consensus qui
déterminent la portée morale d'une action.» lb. pp. 145-146.
La calificación moral es, pues, asunto del animus, es decir, del 107 «Preque tous les auteurs moderncs et contemporaines partagent cctte opinion:
ámbito 'subjetivo' y no del externo. A Abelardo se le ofrece un único Abélard conteste le role de l'action externe dans la qualification morale de l'acte
camino para subrayar la importancia de este punto de su doctrina humain.» lb. p. 147.

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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Intención como Criterio de la Moralidad

formulado el problema, es difícil en realidad no compartir dicha 'subjetivismo'. M.D. Chenu, p.ej., usa este término de una manera
opinión. La tesis de Abelardo es suficientemente explícita: tal que difícilmente puede sumarse su opinión a la de quienes acusan
un método subjetivista exagerado en la obra moral de Abelardo. En
»En efecto, las acciones que, como hemos ya dicho, son comunes su estudio sobre el despertar de la conciencia en la civilización
por igual a réprobos y elegidos, son todas en sí indiferentes, y no medieval Chenu pone el acento en el 'descubrimiento del sujeto',
deben ser dichas buenas o malas sino por la intención del agente;
no, pues, porque sea bueno malo hacerlas sino porque han sido bien
»epicentro«.de los fenómenos ocurridos según él entre 1120 y 1160. 109
o mal hechas, esto es, mediante aquella intención según la cual Este autor está hablando aquí de Abelardo, y dice que es la moral
conviene o no conviene en lo más mínimo hacerlas...108 de la intención la que provocó un choque que califica de »subversivo«;
una moral en la que el valor de las acciones no se rige por los objetos
Tal vez sea necesario decir que Abelardo no reconoce el papel sino por el consentimiento. En esta moral el contenido objetivo de
de la acción externa realizada, o incluso de la acción externa en sí un acto, añade Cheriu, tiene consistencia, pero es el asentimiento
misma, es decir, de una acción c;.onsiderada sin la intención que la el criterio de la moralidad.Uº Para él 'subjetivismo' es un término que
determina; pero sí reconoce el -ae la acción posible, pues ella se la refleja, p.ej., la »personalización« de la práctica penitencial que trajo
representa el individuo como 'bien o mal hecha', donde la expresión consigo una fineza psicológica nueva. 111 La atención prestada al sujeto
'bien o mal hecha' no debe hacer pensar, como dije, en una acción y a sus derechos corre paralelá, dice Chenu, a la evolución social y
realizada ya por el individuo sino presente en él como posibilidad. jurídica del siglo x11. 112 El ejercicio de la autoridad en general, y no
La representación de una acción posible trae consigo de suyo una sólo de la jurídica, termina por integrar los valores de la »persona«,
intencionalidad y, aunque no es 'realmente' una acción, su presencia de sus intenciones, de su conciencia, de su »autonomía«. 11~ Sobre las
impediría hablar de un 'método subjetivista extremo' si por tal se estructuras morales de esta época han influído, según Chenu, dos
entiende la pérdida de toda referencia objetiva en tomo al bien y axiomas: 'Es tu amor lo que califica tus obras'114 y 'Todo lo que no
el mal. procede de la fe es pecado'.115 El primero se atribuye a Ambrosio;
Chenu lo comenta diciendo que un acto es determinado y definido
Quizá no sea una acusac1on la que ha llevado a hablar de por la »voluntad intencional«. 116 El segundo es Rom 14, 23. Este es
autonomía moral en el pensamiento de Abelardo sino todo lo contrario:
una valoración interpretativa de su planteamiento orientada a ver
en Abelardo un precursor de posturas posteriores; pero en todo caso 109 «En verité, dans les phénomenes sismiques des années 1120-1160, la découverte
de 'sujet' fut, par luis et an lui, éclatante, l'un des épicentres de la gestation
parece ser que el tema de la autonomía se halla en estrecha relación d'une homme nouvcau... Chenu, op.cit. p. 17.
con el mencionado 'método subjetivista'. A descubrir qué hay detrás
de estos conceptos dedicaré los puntos siguientes. 110 Ib. pp. 17-18.
111 Ib. p. 25.
i. Interiorización y descubrimiento de la persona.- Conviene
112 lb. p. 26.
empezar viendo qué entienden algunos autores contemporáneos por
113 Ib. p. 27.
114 «Affectus tuus opcri nomen imponit.,,
108 «Opera quippe quae, ut prediximus, eque reprobis ut electis co=unia sunt,
OIÍlllia in se indifTerentia sunt nec nisi pro intentione agentis bona vel mala 115 «Ümne quod non est ex fide peccatum est.»
dicenda sunt, non videlicet quia bonum vel malum sit ca fieri, sed quia bene
vel male fiunt, hoc est, ea int.entione qua convenit fieri, aut minime.» Ethica 116 c'est le volonté, la volonté intentionclle qui décide de ton acte et le définit.»
« .••

44, 30-33; 46, l.


Chenu, op.cit. p. 28.

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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Intención como Crituio de la Moralidad

según Chenu el axioma oficial para sostener moral y jurídicamente G. Verbeke es por su parte el autor de un artículo que lleva el
los derechos de la conciencia. 117 Sobre este segundo axioma, que ya sugestivo título: 'Pedro Abelardo y el concepto de subjetividad'.12º
he mencionado antes, tendré oportunidad de volver ampliamente. Para él Abelardo representa un importante estadio en el progresivo
Ahora interesa r emarcar la importancia del primero de ellos. desenvolvimiento de la subjetividad humana. 121 Su perspectiva
también es histórica. El terreno para la solución de las disputas en
Una acción rec.ibe su nombre de la intención con que ha sido torno a la psicología de Aristóteles, ocasionadas por la interpretación
hecha. Cuando se nombran ciertas acciones como 'aquellas que no averroísta en el siglo xm, fue preparado según Verbeke por la
conviene en lo más mínimo hacerse' se supone la intención que las doctrina de Abelardo, quien favoreció aquel desenvolvimiento de la
ha hecho inconvenientes. Así, en el precepto corno representación de subjetividad humana que ponía especial acento sobre la respon-
una acción mala posible está representada una intención posible que sabilidad personal. 122 El término 'subjetividad' es sin duda más
es la que debe evitarse. A par,tir de la consideración de este axioma afortunado que 'subjetivismo'; pero al igual que Chenu, Verbeke
Chenu no se plantea el proolema de una exageración subjetivista entiende que se trata del descubrimiento de la persona, y relaciona
porque no parece ver que exista divorcio alguno entre lo que él llama este proceso con el título de la Ethica: Scito te ipsum. Es el
una »moral de la persona« que crea valores118 y una objetividad autoconocimiento del individuo lo que se convierte en una regla
normativa que a mi juicio Abelardo nunca puso en cuestión. básica de la moral en oposición al mero juicio externo, tal como venía
siendo practicado hasta entonces bajo el modelo de los libros peni-
Chenu parece entender, pues, tras su propio uso del término tenciales.123 Sin desatender la naturaleza objetiva de lo que se hace,
'subjetivismo' tan sólo una tendencia histórica a valorar añade Verbeke, Abelardo nunca deja de remarcar la relevancia ética
filosóficamente el proceso espiritual de interiorización y renovación de la disposición subjetiva. 124
de la experiencia evangélica, remotamente iniciado con la Reforma
Gregoriana y finalmente completado en la filosofía del siglo xm. ¿Dónde es, pues, que puede verse una exageración del 'método
Centrado este proceso en la figura de Abelardo, el 'subjetivismo' subjetivista' por parte de Abelardo? Chenu y Verbeke no ofrecen una
adquiere sin duda la peculiaridad propia de los inicios: es subversivo respuesta a esta pregunta porque no se han planteado tal problema.
y requiere de planteamientos radicales. Es también en este sentido
1 que debe entenderse el calificativo que Chenu le otorga a Abelardo
Para ellos el subjetivismo o subjetividad de Abelardo es un estadio
histórico de primera importancia en el proceso de descubrimiento
cuando lo llama »el primer hombre moderno«. 119 de la persona. Plantearse el problema que nuestra pregunta encierra
supone, como lo señala Van den Berge, confrontarse con la tesis
abelardiana de la indiferencia.

***
120 G. Verbeke, Peter Abelard and the concept of Subjetiuity, en : Peter Abelard.
Proceedings of the International Conference. Medievalia Lovaniensia, Series I,
Studia III, Louvain, 1974.
121 Ib. pp. 1-2.
117 Ib. p. 29.
122 lb. p. 2.
118 Ib. p. 31. 123 lb. p. 4.
119 Ib. p. ·32. 124 lb. pp. 4-5.
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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Intención como Criterio de la Moralidad

ii. La tesis de la indiferencia y los criterios de objetividad.- J. el individuo se representa a través de la consideración de una acción
Gründel, en su estudio sobre la doctrina de las circunstancias 12s posible, ya determinada por una intención que la hace aparecer como
realiza un confrontamiento directo con la tesis abelardiana de' la lo que conviene o no conviene hacerse. Sin duda alguna Abelardo
indiferencia. También él parte señalando que en oposición a la usual lleva adelante una separación radical entre lo interno -el animus-
superficialidad de la disciplina penitencial Abelardo deposit a la y lo externo -el mundo físico-; separación que sin embargo no
moralidad exclusivamente en el individuo actuante;126 pero luego significa a mi juicio pérdida de objetividad. Las 'cosas' exteriores no
afirma que Abelardo exagera al considerar que la realización de una son propiamente susceptibles de calificación moral. Si son moral-
acción carece de repercusiones morales y que el pecado está ple- mente calificadas con anterioridad a su ejecución, no son realmente
nam:nte dado ~n el consentirrliento.127 Gründel está preocupado por exteriores: son representaciones del animus, y como tales conllevan
las CITcunstancias que puedan influir sobre la comprensión de la aquella intención que se muestra como el único criterio de la mo-
culpa moral, tema al que Abelardo no dedica particular atención· ralidad.
pero su juicio sobre la causa de estas exageraciones (que vistas desd~
la perspectiva de Gründel bien pueden considerarse como tales) ***
apunta a señalar una separación excesiva entre lo externo e interno
en el planteamiento abelardiano, que habría hecho pe~der de vista O. Lottin dice a este respecto, en su conocido estudio sobre la
el ser objetivo/moral que se halla en lo exterior. 128 Para Gründel, psicología y la moral,130 que si Abelardo pudo afirmar que la mora-
Abelardo valora lo que ocurre exteriormente sólo en su ser fisico lidad no existe en el acto exterior, es porque veía en el acto exterior
perdiendo como tal cualquier ingerencia valorativa sobre la acción'. tan sólo su entidad física, »sin sospechar que entre un acto cpnsiderado
En su ética no habría una doctrina de los bienes (Güterlehre).129 objetivamente en "s u entidad física y el mismo acto considerado en
su entidad moral subjetiva (aquella de la intención) hace falta
Ciertamente no existe tal doctrina, pues Abelardo no aclara ni discernir el mismo acto en su entidad moral objetiva.«131 Desde cierta
considera necesario ocuparse en aclarar la expresión 'lo que conviene perspectiva esta crítica de Lottin al planteamiento abelardiano es
hacerse'. El da por sobreentendido que el sujeto moral lo sabe. Ahora irrefutable. Abelardo no parece sospechar que le queda pendiente
bien, si se supone, como parece hacerlo Gründel, la existencia de un un punto por tratar, a saber: qué es lo que conviene y qué lo que
orden moral objetivo 'externo' 'que no reside en lo físico', éste orden no conviene hacerse. Esta situación se tornará crítica en el momento
no es desde la perspectiva de Abelardo ni puede ser realmente en el que ingrese ~ jugar un papel primordial en su doctrina el
externo. Para él se trata más bien de un orden moral objetivo que concepto de conciencia. A partir de entones 'lo que conviene' va a
entenderse corno el actuar de conformidad con la propia conciencia,
y la sensación de haberse perdido toda referencia objetiva se hará
inevitable. Por ello es que Lottin habla de una solución r adical de
125 J. Gründel, op.cit.

126 Ib. p. 110.


130 O. Lottin, Psychologie et morale, op.cit.
127 Cfr. Ib. p. 113.
131 «De meme s'il a pu affirmer que la moralité n'existe pas dans l'acte externe, dest
_128 «Bei di.eser scharfen Trennung von auBerem und inncrem Bercich verliert parce qu'il n'a vu en celui-ci que son entinté physique, ne soupconnant pas
Abaelard den Blick für ein objektives, in der Sache selbst liegendes sittliches qu'entrc u n acte considéré objectiveroente dans son entité physique et ce meme
Sein.» Ibidem. acte considéré dans son entité morale subjective (celle de l'intention), il faut
discerner Je meme acte dans son entité morale obj ective.» Lottin, Psychologie
129 Cfr. Ibidem. et morale, op.cit. (IV-I} p. 313.
220 221
La Intención como Criterio de la Moralidad
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo

moralidad. 135 Para él el problema con Ahelardo no radica allí sino


Abelardo al problema de la moralidad intrínseca. Si la moralidad en la aplicación de la dialéctica al ámbito d~ la moral. Concreta~ente
de un acto se define únicamente por- la intención que lo preside y el error de Abelardo sería el haber deducido todo su planteamiento,
el acto externo es en sí moralmente indiferente, entonces »no se de su definición del pecado. La definición misma del pecado como
puede negar más explícitamente toda moralidad objetiva en la consentimiento, señala Thompson, no es nueva;136 lo novedoso es el
actividad humana.«132 Sin embargo, creo que esta apreciación no es uso que de ella hace Abelardo,137 quien ya tendría según este autor
correcta. La impronta nominalista de la doctrina abelardiana sobre un juicio formado que no reconoce la interacción de las fuer~~s
la interpretación de los preceptos divinos impide hablar en realidad psíquicas que preceden al acto de pee.ar ni reco?oce la »Subversion
de una falta de consideración del.acto 'en su entidad moral objetiva'. dinámica del orden de la libertad« m la negación del orden de la
La entidad de la acción es para Abelardo la acción posible, otorgada . que se siguen
gracia . de e'}.138
en el precepto, dependiente de la voluntad divina y representando
por ello un criterio de objetividad que Abelardo sin duda alguna Las apreciaciones de Thompson con respecto a la ,,falta total de
presupone, aunque no trate explícitamente. consideraciones psicológicas en la Ethica que pudieran tener ~lguna
consecuencia«139 son muy poco afortunadas y creo que no viene al
Ni Gr¡j.ndel ni Lottin han hecho propiamente mención del tér- caso detenerse en ellas. Importa sí señalar que según este autor la
mino 'subjetivismo'; pero sus interpretaciones corren en la linea de tesis de la indiferencia es producto del descuido por parte de ~elardo
la acusación que se esconde tras este calificativo: la tesis de la de aquella subversión del orden de la libertad y de la gracia oca-
indiferencia es entendida como el factor que produce una pérdida siohado por el pecado. Esto, afirma Thompson1 bien puede ser un
del criterio objetivo de la moralidad porque se presupone que este agustinismo pervertido; la acción pecaminosa no incrementa la cul~!
criterio _o esta objetividad poseen una 'entidad' que la propuesta porque nada de lo que pertenece al cuerpo puede ~fectar al alma.
abelardiana no parece satisfacer. La incapacidad de lo corpóreo de actuar sobre lo ,u_icorpóreo e~ ~na
doctrina cuyas raíces se encuentran en la metaf1s1ca neoplator.nca,
iii. El papel desempeñado por la dialéctica.- Conviene ahora que repercutió sobre la epistemología agustiniana;141 pero, contmúa
dedicarle un punto de este acápite al artículo de R. Thompson
titulado: 'El papel de la dialéctica en la ética de Abelardo'.133 Ba-
sándose en la afirmación de que la intención no ha de considerarse
buena porque parezca serlo sino porque efectivamente lo es, t34 136 Ib. p. 143.
Thompson afirma que Abelardo sí posee un patrón objetivo de la
137 Ib. p. 144.
138 «Thcre is a judgement formed that docs not recognise ihe intcraction of phychic
forces that preceeds, and the dynamic subversion of i~c order of freedom and
132 «On connait la solution radica le pronee par Abclard... La moralité d'un acte se
rcjcction of the orden of grace that follow an act of sin.» lb. p. 147.
définit uniqucmcnt par l'intention qui y a présidé. L'acte cxt6rieur est de soi
indifférent... On ne pouvait nicr plus explicitemcnt toute moralité objective dans 139 "··· the entire absence of psychological consideratíons of any conscquences.» lb.
l'activité humainc.» lb. (II) pp. 421-422.
p. 146.
133 Thompson, op.cit.
140 uThe action of sin is no longer a part of sin. This may well be a perverted
134 Cfr. Ethica 54, 20-25. Augustianism; the sinful action <loes not increase the guilt of the soul, for
nothing of the body can aiTect thc soul.» lb. p. 147.
135 •li may be said that Abclard has an objectivc standard of morality, for the
intention is not considercd good unless it be aciually what it is thought to be.» 141 Ibidem.
Thompson, op.cit. p. 146.
223
222
La Intención como Criterio de la Moralidad
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo

Por otra parte, la 'realidad' del consentimiento es el animus en


este au~or: »San Agustín era demasia_do buen teólogo como para tanto intención mala que se despliega extensivamente, determinando
transferirla a la cuestión de la moralidad, cosa que Abelardo sí iría el fin de una acción. Consentir no pertenece, pues, al orden de las
a hacer.((142 Allí ve él la perversión: lo que originalmente era una acciones: es necesariamente anterior a él.
cuestión de teología o metafísica se convierte en Abelardo en una
»Simple(( cuestión de lógica. El divorcio rígido entre lo espiritual y iu. La moral autónoma.- Es interesante señalar que mientras
lo natural es algo que sin duda alguna se aprecia en el planteamien- Chenu y Verbeke han puesto el acento sobre la 'realidad' de la
to abelardiano; pero según Thompson no es más consecuencia de persona en el 'subjetivismo' o 'subjetividad' de Abelardo, Thompson
premisas metafísicas sino de la definición del pecado. 14ª parte negándole cualquier preocupación psicológica de importancia.·
Otra es la postura de F. Hommel, quien señala la importancia del
En lo que se refiere particularmente a la tesis de la indiferencia aspecto psicológico en el planteamiento abelardiano, inclinándose
P.~rece innegable la presencia efectiva de este principio de separa- sin embargo a una interpretación del subjetivismo no muy cercana
c1on. Cuando he hablado de una distinción metódica entre acción e
a las de Chenu y Verbeke. .
intención he concedido también que la motivación principal de
Abelardo es lógica. Pero Thompson ve en la consecuencia de tal Con la interpretación de Hommel introduzco ahora un segundo
planteamiento una exageración: la intención no es tan sólo domi-
concepto: el de 'autonomía moral'.
nante sino que se ha convertido en toda la moralidad. 144 La con-
cepción abelardiana del consentimiento es lógica y el consensus no Hommel titula la introducción a su versión alemana de laEthica:
es, afirma Thompson, un acto real de la voluntad: no existe in re; 'La conciencia (BewuBtsein) ética en la temprana Edad· Media y la
es tan sólo una parte del orden de las concepciones no del orden autonomía moral de Abelardo'. 146 Según este autor la ética posee
de las acciones.145 '
para Abelardo, en tanto magistra honestitatis, un carácter más
autónomo que heterónomo. 147 Añade sin embargo que en el inicio de
Así, la interpretación de este autor parece estar emparentada la temprama escolástica no es posible aún hablar de una ética
tanto con la de Gründel como con la de Lottin. Thompson parece autónoma; se constata más bien un tránsito hacia ella, que corre
extrañar una valoración moral de las acciones en sí, distinta de la
paralelo a la progresiva independencia de la filosofía y las ciencias
valoración de las mismas en el orden conceptual, y al lamentar que
liberales con respecto a la autoridad de la Iglesia. Esta independencia
la intención se haya convertido en la totalidad de la moral parece progresiva la ve caracterizada por el ingreso paulatino de la es-
estar reclamando aquel patrón de objetividad que él mismo le ha
peculación psicológica y metafísica, enmarcándose tal desarrollo
concedido sin embargo al planteamiento de Abelardo. aclara, dentro de un proceso de individualización que habrá d~
concluir en el humanismo, y en el que Abelardo representa un
notable estadio de preflorecimiento.148 Se ve en la interpretación de
Hommel una cierta convergencia con el acento puesto por Chenu y
142 «St. Augustin was too great a theologian to transfer it to the question of morality
as Abelard was to do.» Ibidem. ·

143 Ibidem. 146 Hommel, op.cit. p. 15:


144 «With him (Abe\ard) the intention is no longer merely dominant: it is the whole
147 lb. p. 17.
of morality.» Ibídem. .
148 lb. pp. 18-19.
145 Ibidem.
. 225
224
lntencwn y Conciencia en la Etica. de Abelardg La Intención como Criterio de la Moralidad

Verbeke sobre la importancia histórica de Abelardo en la formación que Hommel traduce, como vimos, por 'Charakter'. Este concepto no
de una filosofía de la subjetividad, entendiéndose como tal, en lo que debe entenderse, advierte, como un concepto de valor o como un
se refiere a sus inicios, el vuelco de la atención especulativa sobre postulado espiritual sino más bien como un 'medio' neutral y poten-
cial, pues es portador tanto de vicios cuanto de virtud~s morales.
151
los problemas antropológicos y psicológicos que hasta entonces no
habían sjdo favorecidos. En lo que toca a las virtudes, Abelardo no las entendena como leyes
abstractas ni como fines ideales sino como capacidades que pueden
Sin embargo, Hommel entiende que el resultado de esta nueva o no estar presentes en el individuo, pero que, en todo caso, sólo se
tendencia fue, en el campo de la ética, un paulatino tránsito de la predican de él en tanto hombre. Lo mismo opina que debe decirse
heteronomía a la autonomía moral. A esto denomina él de los vicios, que incluso encuentran su fundamento en la misma
'subjetivismo'. 149 El título Scito te ipsum no debe entenderse, pues, naturaleza humana o en la complexión del cuerpo. Que los vicios y
a la manera como Clemente de Alejandría y Agustín hicieron uso las virtudes se expresen como inclinación, o como buena o mala
de la frase délfica, ya que ellos indicaron con ella el camino que voluntad, representa para Hommel un conjunto de funciones. cor-
conduce al conocimiento de Dios y pusieron el acento consecuente- porales y espirituales inconcientes, en cuyo mutuo enfrentamiento
mente en Dios, restándole así importancia a la investigación del se manifiesta la moral. 155 El alma (Seele) en tanto 'entelequia' de
sujeto humano. Para Abelardo en cambio el problema se mueve este conjunto hace al hombre un ser moral.
según Hommel sobre cauces puramente psicológicos; 15º él pone el
acento sobre el te ipsum como realidad efectiva. En el planteamiento Pero anima y animus son conceptos que en opinión de Hommel
de Agustín la realidad del hombre se desvanece frente a la realidad Abelardo no utiliza consecuentemente. 156 A partir tan sólo de algu-
de Dios/51 En este sentido debe decirse que la postura de Abelardo nas indicaciones ocasionales, dice, puede notarse que anima se usa
es nueva, y que defendió al interior de la Iglesia una nueva doctrina claramente en el sentido de 'naturaleza' o incluso 'condición corporal'.
del hombre. 152 El fundamento de esta doctrina es para Hommel El alma que porta las características individuales de cada sujeto,
psicológico/especulativo, 153 y parece centrarlo en el concepto de así como la diferencia en las propiedades esenciales de los hombres,
animus. es según este autor la expresión natural de u n manifiesto
subjetivismo. 157 En este punto creo que Hommel se aproxima a la
El organismo humano, afirma Hommel, es visto por Abelardo valorización abelardiana de lo interior entendida como un despertar
como una esencia compuesta de vicios y virtudes espirituales y de la subjetividad. Pero en seguida se aparta de esta perspectiva o,
corporales. Los hábitos espirituales son hábitos del animus, término dicho mejor, va más allá en su interpretación cuando recuerda que
según Abelardo el hombre debe vencer a los vicios en la lucha moral;

149 <<Vom philosophischen Gcsichtspunkt aus stellt den eigentlichen Inhalt jener
Geistesepoche das al\mahlichc spontae, wenn auch noch unbewu13te Erwachen
eines Subjektivismus dar.» lb. p. 20. ·
154 Ib. p. 34.
150 Ib. p. 32.
155 Ib. p. 35.
151 Ibidem.
156 Ibidcm.
152 «Abalard vertrat ohne Zweifel in der Philosophie aufs neue und in der Kirche
sogar ganzlich neu eine Lchre vom Menschen.» Ibidem. 157 "··· daB die Seelc cines jeden Mcnschen dessen individuelle Züge tragt, wie
übcrhaupt der betonte Unterschied in den Wesenseigenheiten der Menschcn
153 Ib. pp. 33-34. natürtlichcr Ausdruck eines augeschprochenen Subjektivismus ist.» Ibídem.
227
226
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Intención como Criterio ck la Moralidad

si éstos triun(an sobre él, hay culpa en el alma. Dice Homrnel conciencia humana,160 que no sólo está implicada esencialmente en
textualmente: »Según esto el hombre sería, como esencia espiritual, la concepción del pensamiento divino sino que incluso establece la
su alma. No obstante hallamos una nueva distinción... wio sola- medida del mismo. 161 Así, según Hommel, Dios se muestra como una
mente puede protegerse de un mal cuando éste ha sido reconocido. norma a priori, a la manera kantiana. 162 En consecuencia, el pecado
Si nos debemos proteger, pues,._de un mal y somos 'nuestra alma', sería tan sólo el abandono de la atención que se le debe a Dios y
debemos haber conocido el mal con anterioridad... De allí se sigue a la que la conciencia obliga; en el fondo se trata, pues, dice Hommel,
que el alma abarca también al intelecto; o que el hombre, como ser sólo de una contravención del principio de la propia conciencia
plenamente responsable y pensante, es su intelecto. A través de su (BewuJ3tsein) moral. 163 Hommel es aquí cauto al advertir que el
responsabilidad por el alma el intelecto adquiere incondicionalmente conocimiento a priori de Dios no basta, según Abelardo, para
wia primacía en el organismo humano ... y cuando el alma en tanto comprender todos los detalles implicados en el concepto de Dios,164
sustancia confiada al hombre posee un carácter sobrenátural, en- y sin embargo con el cumplimiento del deber de la conciencia se
tonces yace la decisión de su permanencia después de la muerte habrían satisfecho plenamente las exigencias morales.165
completamente en manos del hombre.«158
Así, pues, la autonomía moral parecería residir en el papel
El subjetivismo o subjetividad en el sentido en el que lo han desplegado por la conciencia. Quizá no sea absolutamente injusti-
mostrado Chenu y Verbeke permite sin duda añrmar que para ficada la referencia a Kant; pero, más allá de la terminología em-
Abelardo 'el hombre es su alma'; diríamos mejor: suanimus. Hommel pleada por Hommel, su interpretación es sumamente sugestiva.
también lo advierte; pero acusa en ello una primacía del intelecto Abelardo habría llegado a la convicción de que dado que existen
que lo conduce a una conclusión que apunta a entender el término cosas imposibles de ser conocidas y cosas que sí pueden perfecta-
'subjetivismo' de otra manera. Debemos conceder que el planteamiento mente serlo, en la moral el hombre sólo puede apoyarse en aquello
abelardiano es susceptible de ser interpretado según esta tendencia que le es dado conocer si se le ha de imputar culpa; lo gue le es dado
subjetivista. Para Hommel, Dios es la norma moral de Abelardo, conocer es, pues, suficiente para regir su conducta moral y evitar
como lo es para la tradición; pero es en la comprensión de esta norma ser culpable ante Dios. Todo el subjetivismo radicaría en esta con-
donde según él Abelardo innova. 159 Lo novedoso radicaría en que vicción, que delata sin duda un cierto optimismo antropológico y
Dios se ha convertido ahora en una norma mediatizada por la moral que podrían ser vistos como novedosos en la época. Punto de

158 «Demnach ware der Mensch als geistiges Wesen seine Seele. Eine weitere
Düferenzierung tritt aber ein, wenn es am Ende des 16. Kapitels heiBt, man 160 lb. p. 38.
kann sich vor einem Übel nur hüten, wenn es erkannt ist. Wenn wir uns 161 lb. p. 42.
demnach vor einem Übel nur hüten, müssen und wir unsere Secle sind, so
müssen wir das Übel zuvor erkannt haben (daher: nosce te ipsum, weil es sich 162 lb. p. 43.
uro moralische Übel handelt). Daraus folgt dann weiter, daB die Seele auch den
Intellekt umfaBt, oder daB der Mensch als verantwortungsvolles, dekendes 163 «Sünde heiBt dann menschlich bezogen nur eine Vernachliissigung der Gott
Wesen sein lntellekt ist. Durch die Verantwortung für die Seele nimmt der geschuldeten Achtung, die uns unser Gewisscn vermittelt, ist also im Grunde
Intellekt unbedingt einem Primat in menschlichen... Organismus ein, und wcnn auch nur ein VerstoB gegen das Prinzip des Eigenen moralischen Bewufitseins.»
auch die Seele als eine dem Menschen anvertraute Substanz übernautürlichen lbidem.
Charakter hat, so liegt die Entscheidung über ihrcn Verbleib nach dem Tode
doch ganz in der Hand des Menschen.» lb. p. 36. 164 Ibídem.

159 lb. p. 37. 165 lb. p. 44.

228 229
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Intención como Criterio de la Moralicú:id

partid~ y a la vez resultado de ello es una consecuente investigación este autór inicia su presentación de la doctrina de IaEthica hablando
del SuJeto actuante que sí puede ser plenamente conocido en el en primer lugar de los elementos psicológicos en ella implicados. 168
motivo de su actuar: el te ipsum. Sobre las garantías de la propia Luego continúa tratando del 'consentimiento', al que denomina 'cen-
conciencia se apoyaría una moral que no quiere conceder supuestos tro del acto moral'. Este está clara y decididamente bajo control del
principios que procedentes de la autoridad o de la costumbre pre- individuo, y sobre él se funda su autonomía moral.169 Es en este
tenden interpretar los designios divinos sin intervención libre de la momento que conviene volver con De Siano sobre la tesis de la
ratio. Sólo la comprehensio animi puede ser criterio de garantía indiferencia.
frente a ellos.
¡ El consentimiento y la intención tienen primacía sobre los actos

lt
Esta sería entonces la razón por la cuai Abelardo insiste en su externos en el pensamiento de Abelardo. Para ello hay según De
crítica al legalismo, al autoritarismo, e insiste por lo demás en la Siano dos razones: una razón de tipo práctico es que no necesariamente
separacifon de los fueros: los hombres no tienen jurisdicción sobre se tiene que llevar a cabo una acción para que haya pecado; la razón
la moral; ella es el fuero de Dios y del individuo exclusivamente. teórica es que la intención representa la calidad moral esencial que
Visto que la comprehensio animi es la fe y visto que la fe de Cristo informa las acciones. »La intención - continúa De Siano- funciona
implica la caridad, puede decirse entonces que en el fuero moral la como un id quo: ella hace ser a la realidad lo que es; la acción en
fe es el único criterio de justificación; en ella existe una única sí misma sólo es el id quod.«170 El lugar de los actos externos en la
garantía: la conciencia de haber actuado con buena intención. doctrina de Abelardo sería el de la consecuencia del acto interno,
extrínsecos por lo tanto al valor moral de este último. El acto exterior
Ah~ra bien, si se menciona el problema de la justificación, la puede llevar o no el significado del interno, dice De Siano; pero si
autonomía que resulta de este planteamiento 'subjetivista' de la tiene significado moral lo tiene solamente en virtud del acto interior.
moral debe ser aclarada dentro de la dinámica de la relación entre »Lo que aquí debe ser señalado -afirma- es que en ambos elemen-
el hombre y Dios. Hommel no entra a este respecto en detalles. Para tos constitutivos de la actividad del hombre, psicológicos y externos,
ello conviene ver ahora el artículo de F. De Siano que lleva como hay, en el pensamiento de Abelardo, ambivalencia. Abelardo se ha
, título: 'Sobre Dios y el hombre: Consecuencias de la ética de dirigido consistentemente hacia el acto del consentimiento o inten-
Abelardo'. 166 ción para resolver esa ambivalencia.«171

*** De Siano ve también en la doctrina del consentimiento un es-


fuerzo por ganar consistencia lógica. En su valoración del resultado
De Siano empieza otorgando su definición de autonomía: »Au-
tonomía significa que el hombre tiene un auténtico papel en la
determinación de sus acciones y de la calidad moral de sus acciones 168 Ib. p. 632.
de acuerdo.con una estructura consistente.«167 Conviene anotar que 169 Ib. p. 636.
170 «The intention functions likc an id quo: it makes the reality to be what it is;
the work itself is only the id quod.» Ib. p. 637.
166 De Siano, op.cit.
171 «What must be noted here is that in both the interna!, psychological constituents
167 «Autonomy means that man has an authentic role in detennining his actions . of human activity and thc cxternal constituents of human activity there is, in
and the moral quality of his actions according to a consistent structure.» Ib. p. Abelard's thought, ambivalencc. Abelard has consistently moved to the act of
631. consent or intention to resolve that ambivalence,,, Ib. p. 639.
230 231
Intención y Conciencia en la Etica d e Abelardo La Intención como Criterio de la Moralidad

de este esfuerzo De Siano se aproxima a Hommel. Dice en seguida: minante de la voluntad, que según De Siano focaliza en la realidad
»Toda la realidad humana es up terreno para la actividad judicativo/ un complejo de significación. Sin este complejo la realidad perma-
moral del hombre; un terreno al que se le debe dar significado moral necería siendo indiferente. La autonomía absoluta de Dios se explica,
a través del acto central, inte.rior y esencial del consentimiento. Por afirma en términos de su naturaleza: él hace necesariamente el bien
ello este acto interior del hombre es el elemento que otorga un. ' de sí mismo, esto es, de su potencia y su voluntad. La
a partir
significado moral coherente al mundo humano. El hombre es central; autonomía absoluta del hombre, concluye De Siano, es expresada en
él hace el bien o el mal. El es, pues, moralmente autónomo.«172 el carácter decisivo de su consentimiento, es decir, en el principio
innato y suficiente de la ley natural y el justo reclamo de la recom-
Esto no significa sin embargo para De Siano que Abelardo sea pensa.175
'subjetivista', puesto que la ley efectivamente prohíbe y enseña,
aunque la ley misma reciba su significado del acto interior. 173 Si bien Para concluir, podría decirse que en buena cuenta la problemá-
es difícil acusar a Abelardo de un subjetivismo excesivo, no obstante, tica del subjetivismo y la autonomía moral en el pensamiento de
subraya De Siano, permanece siendo claro que el acto moral del Abelardo se reduce a su insistencia en la responsabilidad personal
consentimiento o intención tiene primacía sobre todo lo demás. 174 (lo que lo conduce a análisis psicológicos hasta entonces inéditos),
Siendo éste el principio fundamental del planteamiento abelardiano, y a su enfoque peculiar de la libertad humana. Concediendo un
De Siano cree poder concluir que hay dos centros morales que marcado afán por mantener la coherencia lógica de su planteamiento,
resuelven la indiferencia de la realidad: Dios y el hombre; y sólo a es posible afirmar que en ello su discurso moral es deudor de su
partir de estos dos centros adquieren significado las nociones de doctrina lógica. Desde este único punto de vista pueden verse como
'bien', 'mal' o 'indiferencia'. sugerentes la mención que hace Hommel de Kant y la referencia de
De Siano concerniente al acto de otorgar significación al mundo
Para este autor la maldad o bondad depende de la manera cómo moral.
el hombre dispone la realidad de aucerdo con su voluntad; la bondad
última de las cosas depende de la manera cómo Dios dispone la
realidad de acuerdo con la suya. Ambos, Dios y el hombre, serían,
pues, autónomos. La autonomía se expresaría en la postura deter-

172 ·<Ali human reality is a field for the activity ofman's moraqudging, a field _which
has to be given moral meaning through the central, inteno~, an~ cssent1al act
of consent. Thus, this interior act of man is the elemeot wh1ch g¡vcs coheren~e
moral meaning Lo man's world. Man is central; he makes thc good and the ev1l.
He is, thus far, morally autonomous.» Ibídem.

173 «The intemá.l act also gives meaning to man's observance of law. Abelard is
hardly a subjectivist because law does properly teach and prohibit; nevertheless,
law must extend to man's dispositions and acts of consent and cannot merely
content itself by reg¡ilating external behavior.» lbidem.

174 «While it appears difficult to acense Abelardof excesive subjectivism, nevertheless


it remains clear that man's moral act of consent or intention is primary before
all.» lb. p. 640.

232 233
/

Capitulo W

LA CONCIENCIA COMO INSTANCIA ULTIMA


DE LA MORALIDAD

I. CONSCIENTIA SIVE RATIO : EL CONCEPTO DE CONCIENCIA


ENLAETHICA

[1] La creencia

l t
Me propongo exponer ahora cómo resulta ser la creencia la
expresión privilegiada de la conciencia en el análisis de la culpa que
Abelardo realiza en la Ethica. Como ya hemos tenido oportunidad
de ver, las costumbres (mores) las define Abelardo como vicios o
virtudes del animus que inclinan a buenas o malas acciones. En
1

esta definición se advierte que la maldad o bondad de las acciones


posibles (opera) está de antemano establecida. Los vicios inclinan
a la voluntad a la realización de algo que 'no conviene' en lo más
mínimo hacerse ni perseguirse,2 mientras que las virtudes parecen

1 « ••• animi vitia vel virtutes quac nos ad mala vel bona opera pronos efficiunt.»

Ethica 2, 1·2.

2 lb. ib. 15-19.


235

[
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Conciencia como Instancia Ultima de la Moralidad

_/
obrar el efecto contrario. Lo que Abelardo en ningún momento (propter ipsum). Es claro que Abelardo se refiere al precepto que
problematiza es qué sea lo que conviene, qué lo que no y porqué. condena -y por lo tanto que .implica- una acción posible, y no a
Para él el hombre se ve inclinado por sus hábitos hacia algo que de la acción concreta, pues es evidente que de toda acción que se puede
alguna manera él mismo sabe si conviene o no. emprender se tiene previamente una representación, y es esta re-
presentación lo que se ofrece como objeto del juicio. Emitido éste
Establecido esto, Abelardo procede a exponer una de sus tesis la acción por llevarse a cabo queda calificada según el imperativ~
capitales: Vicio y pecado no son lo mismo.3 Aquí como vimos es decisiva 'no robarás'. Esta es la razón por la cual el precepto 'no robar' es
la doctrina del consentimiento. El pecado en tanto consensus es la anterior a toda acción que se reconozca como robo. Es precisamente
culpa del animus por la cual se merece la condena;4 es menosprecio allí, en el 'reconocer', que podemos descubrir lo que es este saber
y ofensa de Dios.5 Pilar de la argumentación abelardiana es el hecho sobre el bien y el mal presupuesto por Abelardo.
de que para que haya consentimiento o menosprecio de Dios es
necesario que el hombre sepa de antemano que aquello que ha Por su parte el término 'creemos' de la expresión quod credimus
consentido en realizar no conviene 'porque ofende a Dios'. Así sólo puede interpretarse de una manera: creer en un precepto significa
arribamos ahora a la pregunta por este 'saber' con respecto al bien que se le reconoce un valor normativo. Entonces según Abelardo uno
y al mal que Abelardo presupone. Creo que la respuesta se esconde es culpable cuando actúa o pretende actuar en contra de los precep-
tras su definición del pecado.6 tos en_ los que cree, y al hacer esto menosprecia a Dios. Si por
creencia entendemos el reconocimiento del precepto como normativo
»El pecado es nuestro menosprecio del creador, y pecar es menos- cr~er en él debe ser visto como un asentimiento intelectivo que l~
preciar al creador, esto es, no hacer por él aquello que creemos que brmda este carácter.8 Por lo tanto, según nuestras consideraciones
por él hemos de hacer, o no evitar por él lo que creemos que por anteriores debe entenderse la creencia como el resultado de un
él ha de evitarse.«7 proceso intensivo en el que el intelecto aprehende primero ciertos
datos y luego discierne sobre ellos, es decir, juzga y pronuncia un
El 'que' (quod) de la expresión 'lo que creemos' (quod credimus) imperativo. Que obrar según el imperativo es lo que conviene lo sabe
debe intepretarse como haciendo referencia a un precepto. Así, p.ej., el intelecto a partir de una reflexión en la cual se han confrontado
el precepto 'no robarás' es 'lo que' se cree que se debe acatar por Dios el imperativo general fac bonum y las noticias procedentes de una
determinada coyuntura moral. De esta reflexión resulta un reco-
nocimiento del bonum en alguno de los datos, lo cual no parece ser
3 Ib. ib. 21-22.
otra cosa que el arbitrium.
4 «... culpam animae qua dampnationem meretu~.» Ib. 4, 9-20.
Así,_ en est.e proceso ha habido un momento en el que se ha
5 «Quid est cnim iste consensus nisi Dei contemptus et offensa eiuS.» lb. ib. 27-
32.
reconocido el bien. Este es propiamente el momento de la creencia
Y la muestra como reconocimiento y asentimiento intelectivos. '
6 Las consecuencias que Thompson cree ver surgir de esta definición pueden ser
discutibles; pero el hecho de que ella juega un papel central en el planteamiento
abclardiano es indudable.

7 «Peccatum itaque nostrum contemptus creatoris est, et peccare est crcatorem


contempnere, hoc est, id nequaquam facere propter ipsum quod credimus propter
ipsum a nobis essc facicndum, vel non dimittere propter ipsum quod credimus
8 «Credimus, id est mente firmiter tenemus... ~ Commentarium 178, 83. Weingart
habla de un «creedal assent». Cfr. op.cit. p. 3.
esse diroittendum.,. Ethica. 6, 2-6.

236 237
·¡
)

Intención y Conciencia en la Ij:tica de Abelardo La Conciencia como Instancia Ultima de la Moralidad

A este respecto afirma L. Urbani, en su estudio sobre la psico- sensible. El contraste con la cognitio radicaría en que éste es un
logía de Abelardo, que 'creencia' (credulitas) es sinónimo en el conocimiento directo y científico.11 Creer no es conocer científica-
Tractatus de fides, opinio y existimatio, y considera que hay una mente; pero es no obstante un conocimiento que se encuentra
diferencia entre credere e intelligere basada en el hecho de que Ja emparentado con el intelligere. Al igual que la intuición del conce~t?,
existimatio supone el intellectus, más no viceversa, para lo cual remite la creencia que presupone tal intuición no es discursiva; la cogmtw
al pasaje del Tractatus en el que Abelardo dice que »todo el que sí lo es y se presenta como una actividad judicativa que conoce
estima (existimat) algo, necesariamente entiende (intelligit) aquello demostrativamente. Según esta lectura la creencia es un juicio que
que estima; pero no viceversa.«9 De este modo se muestra como no demuestra la verdad o falsedad de una preposición sino que,
indispensable que el intelecto aprehenda primero los datos o noticias enfrentándose a proposiciones deónticas, asiente o no al imperativo
Y que luego discierna sobre éstos para que tenga lugar la creencia moral que éstas pueden representar, y de esta manera les otorga
o estimación. Pues bien, según esta autora la función judicativa o ~o ún carácter normativo.
corresponde propiamente a la existimatio, pues la intelección se
presenta en esta obra como una función puramente mental que Aquél es por cierto el sentido en el que la creencia puede aparecer
opera só~o en relación · con el significado de una proposición, co- como existimatio. ¿Cuál es su relación con la fides? En ciertos
rrespondiente a la esfera del concepto; mientras que la existimatio asuntos propios de la fe la creencia es desde luego ftdes. Allí también
es el asentimiento característico del juicio. 10 El juicio (arbitrium) es, · se enfrenta con proposiciones y (en este caso) tampoco recurre
pues, la creencia, y lo es en tanto reflexión de la que resulta el necesariamente a la cognitio, es decir, a la verificación de las
reconocimiento del bien. Intellectus no significa aquí la facultad mismas, pues la fe (según Heb 11, 1) es sustancia de las cosas que
oper~tiva sino tan sólo una de sus operaciones: la intuición o se esperan y argumento de las no aparentes.12 A diferencia de Urbani,
aprehensión del dato que en el Tractatus se muest ra como intelligere. Weingart ve una distinción entre credulitas y fides, 13 pues en los
En otras palabras, la creencia misma es una operación de la facultad asuntos propios de la moral la creencia no se muestra como fides
intellectus como lo es el intelligere -»ché corrisponde alla sfera del si~o como credere, esto es, como el acto de creer en un precepto que
concetto«- y se muestra en mi opinión como reconocimiento y asen- tiene carácter imperativo; donde por lo demás tampoco cabe veri-
timiento intelectivos. ficación del enunciado que lo expresa.

R. Weingart por su parte, citando la Theologia Scholarium, dice Ahora bien, según Weingart esta creencia es por un lado el 'acto
que para Abelardo hay una distinción precisa entre por un lado de creer' o fides qua creditur, pero por otro 'aquello en lo que se cree'
'creer o intelligir' y por el otro 'conocer o manifestar'. Según este o fides quae creditur. Lo primero es un asentimiento intelectivo a
autor la existimatio está asociada con el inteligir y se refiere a un una determinada proposición resultante del juicio; lo segundo es la
conocimiento indirecto de un objeto del que no se posee experiencia

11 «There is a precisely drawn distinction between credere seu intelligere and


cognoscere seu manifestare. Existimatio is associated with intelligere, referring
9 «Omnis itaque qui aliquid existimat, id quod existimat necessario intelligit: non to an indirect knowledge óf an object of which one has no sensory experience.
autem e converso.» Tractatus 738, 11-12. Cfr. Urbani, op.cit. p. 33. Existimatio is contrasted with cognitio, a direct scientific k.nowledge.» Weingart,
op.cit. p. 5.
10 «L'inte llezione e qui presentata come una fü.nzione puramente mentale, che
opera in relazione al solo significato delle frasi e che corrisponde alla sfera del 12 «Est autem lides sperandarum substancia rerum, argumentum non apparentium.»
concetto; l'e.x istimatio e invece l'assenso, che caratterizza il guidizio.,. Ib. p. 33- ·
34. 13 Weingart, op.cit. p. 5.
238 239
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Conciencia como Instancia Ultima de la Moralidad

proposic~ón o el conjunto de ellas que, en el caso de ser deónticas que conviene hacerse propter Deum, sino más bien como un 'aceptar'
son reconocidas como preceptos que norman la conducta del hombr~ intelectiva y volitivamente que tales preceptos son efectivamente lo
Ycoi:istituyen 'aquello que se cree' (¡¡uod credimus) que debe hacerse que debe hacerse o no.
? eVl~arse en cada caso _Pºr Dios. Esta fides quae es según el autor
idéntica en el pensamiento de Abelardo con la fides Catholica· Ahora bien, tratándose aquí del pecado culpable -que es el
mientras que la fides qua es, afirma, el acto de asentimiento a I~ camino de acceso al fenómeno de la conciencia que Abelardo ha
14
fe católica o -añado y(}- a cualquier otro cuerpo doctrinal. elegid(}-, éste se define como el actuar o pretender actuar en contra
de lo que se cree. De modo que para que exista pecado culpable son
En efecto, me parece que la distinción entre credulitas y fides necesarios los tres momentos siguientes:
está presente en la obra de Abelardo como una distinción entre el
asentimiento intelectivo a los contenidos de la fe -donde la fides (1) La noticia o saber acerca del precepto, pues sin ella no hay en
se .m~estra, sir:i necesaria referencia moral, como comprehensio qué creer;15
a~i:ni- y el mismo asentimiento intelectivo, pero a los preceptos
d1vmos, donde como veremos la credulitas es la conciencia moral (2) el asentimiento intelectivo a su carácter de norma moral, que
Sin embargo, credulitas no es un término que Abelardo utilice ex~ es el fundamento mismo de la creencia; y
plícitamente, pues el habla de credere, y al parecer reserva este uso
a la discusión moral. (3) el consentimiento en actuar en contra de lo que se cree o, lo que
es lo mismo, la ausencia de un correspondiente aseJ).timiento
En este punto del análisis conviene recordar a la voluntad, que volitivo al imperativo que se reconoce como válido.
en tanto V1 ha sido 'irritada' en este proceso por las imágenes
procedentes de la aprehensión y es luego irritada también por el Veamos aquí un ejemplo: Verbigracia, dice Abelardo, ser iracun-
imperativo moral. Es en ese momento que ella se enfrenta a la do, esto es, hallarse proclive a la perturbación de la ira, es un vicio,
creencia del animus. A partir de allí a la voluntad le corresponde e inclina a la voluntad a hacer algo (ad aliquid gerendum) de una
otorgar el asentimiento volitivo del animus en tanto intenti.o es decir manera impetuosa e irracional que de ningún modo conviene. 16 Aquí
en tanto V2. En otras palabras, le corresponde ser fiel a la' creenci~ se sabe (rwticia) y se acepta (asentimiento intelectivo) que llevar a
en su propio despliegue extensivo, de modo que ésta se haga legítima cabo algo de esta manera es malo. Consentir en la ira es consentir
y justifique al individuo. · en actuar o pretender actuar en contra de lo que se ha aceptado.
Este tercer momento nos lleva nuevamente a la cuestión sobre la
Si esta descripción del proceso es acertada, la creencia no debe naturaleza del consensus: éste es un acto negativo (ausencia de
entenderse como un 'ver' que los contenidos de los preceptos son lo buena intención), cuya única positividad es la presencia de la mala
intención que debió reprimirse. La intentw mala es la expresión de

14 •In the scholastic tradition he (Abelard) understands it (fides) in the twofold


sense of fides quae creditur and fides qua creditur without presenting the 15 «Cum enim peccata sint animae tanturn, non carnis, ibi quippe culpa et contemptus
terminological distinction. The former is fi.des Catholica, the body of orthodox Dei esse potest ubi eius notitia et ratio consistere habet.» Ethica 40, 21-23.
teaching which, stated propositionally, expresses the selfdisclosure of God. The
later is man's unique act of creedal assent to this orthodox doctrine which, in 16 "Y:rbi gratia, iracumdum esse, hoc est, pronum ve! facilem ad irae perturbationem,
order of salvation, is justifying when infused with love; it is necessary for VlClurn ~s~ et mentem inclinat ad aliquid impetuose et irrationabiliter gerendum,
salvation.» Ib. pp. 2-3. quod Illllllme convenit.» Ib. 2, 23-25.
240 241
/

Intendón y Conciencia en la Etica de Abelardo La Conciencia como Instancia Ultima rk la Moralidad

la falta del asentimiento volitivo a aquel imperativo que el propio ello (ob hoc) la rechazaron. E n ton ces nos topamos con el segundo
individuo ha reconocido como válido, es decir, al imperativo en el momento, pues no creer significa que han juzgado (arbitrantur), es
que cree. En este sentido consensus, intentio mala y peccatum son decir, que han discernido sobre est a noticia y han contrapuesto sus
lo mismo. 17 contenidos a los de su propia convicción, resultando de ello un 'no
asentimiento' o rechazo de los mismos. Más aun, de allí lia surgido
Así, noticia, asentimiento intelectivo y falta de asentimiento el imperativo de perseguir a los cristianos porque han juzgado que
volitivo o consensus voluntatis son, pues, los tres momentos que
f es justo y agradable a Dios que tales infractores reciban castigo por
constituyen el pecado como posibilidad (aunque sólo el último sea t sus actos de ofensa. Manifiestamente están libres de culpa porque


el pecado real), de manera que si faltara alguno de ellos, no habría no hubo en ningún momento un asentimiento al imperativo que
culpa. tenrlría que haber surgido de haber sido reconocida la divinidad de
Cristo.
En lo que respecta al segundo momento, esto es, al de la creen-
cia, que es el que nos ocupa ahora, ya hemos visto que Abelardo eligió
un ejemplo sumamente polémico para sostener su postura. Su ob-
jetivo es basar la posibilidad de un pecado culpable 'sólo' en la
actuación en contra de la propia creencia. Para ello dice:
lr Si volvemos ahora sobre el t ercer momento constitutivo del
pecado, esto es, sobre el consentir en hacer lo que se reconoce como
prohibido, notaremos cuándo se dice según Abelardo que se es un
transgresor culpable:

»Quienes ignoran a Cristo y precisamente por ello repudian la fe »Transgresor no se dice del que hace lo prohibido sino de quien
. cristiana porque la creen contraria a Dios, ¿qué menosprecio de consiente en aquello que consta ser prohibido.«19
'Dios tienen en aquello que hacen por Dios, y que precisamente por
ello juzgan hacer bien, sobre todo cuando el Apóstol dice: 'Si nuestro
corazón no nos reprende, tenemos confianza ante Dios'? Tal como 1 Los perseguidores hicieron algo que está efectivamente prohi-
bido, pero ellos no lo habían reconocido como tal y por ello no les
si dijera: Donde no presumimos contra nuestra conciencia en vano '
tememos ser tenidos por reos de culpa ante Dios.«1s

Quienes ignoran a Cristo carecen ya de uno de los requisitos sine


[ constaba que fuese prohibido. El énfasis quiero depositarlo aquí en
el término constat. Sólo se transgrede cuando consta que se obra
mal. Si preguntamos ahora cómo se verifica en el animus este
qua non para que se hable de culpa, a saber, el de la noticia. Pero
Abelardo va aun más allá en su argumentación. Se supone que los t¡ 'constar', hemos arribado al núcleo del fenómeno de la conciencia.

judíos sabían algo de la fe cristiana y su contenido -su ignorancia Cabe resaltar sin embargo que Abelardo vuelve a presuponer un
no era total-, pero la creían contraria a Dios y precisamente por i¡ orden moral objetivo cuando afirma que no debe llamarse transgresor
al que hace 'lo que efectivamente está prohibido'. Por ello, antes de
abordar detalladamente el fenómeno de la conciencia moral, es
t necesario atender más de cerca la postura de Abelardo frente a la
ignorancia y la infidelidad.

!
17 Cfr. lb. 6, 6-10.

18 «Qui enim Christum ignorant et ob hoc fidem Christianam respuunt, quia eam
Deo contrariam credunt, quem in _hoc contemptum Dei habent quod propter
Deum faciunt, et oh hoc bene se facere arbitrantur, presertim cum Apostolus
dicat, Si cor nostrum non reprehenderit nos fiduciam habémus apud Deum?
t
Tanquam si diceret, ubi contra conscientiam nostram non praesumimus, frustra 19 «Sicut ergo transgresor non est dicendus qui facti quod prohibetur, sed qui
nos apud Deum de culpa reos statui fo~damus.» lb. 56, 1-8. consentit in hoc quod constat esse prohibitum.» lb. 26, 21-23.

242 t 243
t
(

Intención y Conciencia en la Eüca de Abelardo · La Conciencia como Instancia Ultima de la Moralidad

[2] La no creencia en Cristo Pecar por ignorancia, aún cuando no es llevar culpa, es sin
embargo pecar porque se hace efectivamente lo que no conviene, per
En el acápite anterior he querido mostrar que en la Ethica la operationem. Pero a Abelardo le interesa poner el acento sobre algo
creencia es la expresión privilegiada de la conciencia moral. Sin aun más decisivo: más grave hubiera sido la falta de los judíos si
embargo, siguiendo el orden de la exposición abelardiana en torno no hubieran perseguido a quienes creían infractores de la ley que
al pecado culpable, hemos arribado con él al problema de la 'no reconocían como normativa. Solamente en tal caso debería hablarse
creencia', es decir, de la ignorancia e infidelidad con respecto a Cristo de culpa.
y la fe cristiana. Pero podemos afirmar que Abelardo busca esta-
blecer cuál es el verdadero terreno del mal moral al librar de culpa Así planteada la cuestión, un lector moderno tiende a reclamar
a ignorantes e infieles, y que de esta manera subraya sin duda el la posibilidad de un conocimiento 'objetivo' de lo que conviene hacerse
papel de la ratio en la determinación del acto humano, pues la no o no, pues de no ser posible tal, el planteamiento entero se vería
creencia en Cristo supone una creencia en algún otro cuerpo doctrinal. expuesto a una interpretación trágica que no concuerda con el contexto
La dinámica misma del creer no queda anulada cuando enfrentamos cristiano de su formulación, o el juicio moral quedaría a merced de
a los perseguidores que 'creían' obrar agradando a Dios. un vano subjetivismo. De esta última acusación tenemos ya noticia.
Pero en términos de Abelardo un conocimiento objetivo de lo que
Abelardo se ha topado aquí con la necesidad de sostener un conviene debería equivaler a un conocimiento del pecado como lo
planteamiento universal en torno al problema de la moralidad, y su prohibido ~s decir, de lo que consta que no conviene- secundum
único recurso para ello es la ratio. scientiam. Así, la expresión paulina secundum scientiam debería ser
aquello que introduce al lector en el ámbito de la caridad cristiana.
En este punto del análisis es necesario volver a preguntar si hay
según Abelardo un pecado no culpable. Su respuesta es a la vez En la Ethica, sin embargo, Abelardo no vuelve sobre esta cues-
afirmativa y negativa: hay pecado sin culpa, aunque pecado en tión. Allí leemos:
sentido estricto sólo se dice del que la conlleva. Así, pecar por
ignorancia es »no tener culpa en ello sino hacer lo que no nos »Es suficiente según juzgo que nos esforcemos por conocer el pe-
conviene.«20 En referencia a los perseguidores dice Abelardo lineas cado, en la medida en que advenga a la memoria, para que de esta
después: manera pu~d_a ser mejor evitado lo que con mayor diligencia se
conoce. Not1c1a del mal no puede faltarle, pues, al justo ni puede
guardarse alguien contra el vicio a no ser que lo conozca.«22
»Decimos así que quienes persiguieron a Cristo o a los suyos cre-
yendo que debían ser perseguidos pecaron por operación; pero
hubieran pecado más gravemente en culpa si contra su conciencia
Este pasaje le causó problemas a Abelardo. Si atendemos bien
los hubiesen perdonado.«21 parece ser que aquí se pone todo el énfasis en el primer momento'
constitutivo del pecado como posibilidad, esto es, en el de la noticia
Y la función cognoscitiva del intelecto. Abelardo no parece preocu-

20 «... non culpam in hoc haberc, sed quod nobis non convenit facere.» lb. 66, 27-
28.
22 «Sufficere huc usque arb\tror nos ad cognitioncm peccati, quanturo roemoriae
21 «Sic et illos qui persequebantur Christum vel suos quos persequendos credebant occurrit, laborasse, ut eo melius caveri possit quo diligentius cognitum fuerit.
per operationero peccasse dicimus, qui tamen gravius pcr culpam peccassent si Meli quippe notitia iusto deesse non potest, nec cavere quis vitium nisi cognitum
contra conscientiam eis parcerent.» Ib. ib. 31-34. valct.» Ib. 76, 10-13.

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Intención y Conciencia en la E tica de Abelardo La Conciencia como Instancia Ultima de la Moralidad .

parse por aclarar de qué se trata cuando se habla de un conocimiento Cornelio, dice Abelardo, no creyó en Cristo hasta que no le fue
secundum scientiam. De allí podria concluirse que este conocimiento enviado Pedro, a pesar de que antes de haber recibido la predicación
implica sólo el ejercicio de la ratio y que como tal es suficiente había 'reconocido' y 'amado' a Dios mediante la ley natural (qui
(sufficere) para poder evitar el pecado. Esto valdría no sólo para el quamvis antea lege naturali Deum recognosceret atque diligeret); por
cristiano sino también para el" ignorante y el infiel. Dado que esta esta causa mereció que sus oraciones fueran oídas (ex quo meruit
conclusión encuadra a plenitud dentro de la argumentación pre- de oratione sua exaudiri). 25 Esto último, que sus oraciones fueran
cedente, podría pensarse que Abelardo consideraría posible que cada oídas, es una indudable referencia a la gracia. Tenemos que Cornelio
hombre, mediante el ejercicio de su razón (y más allá del hecho de mereció la gracia de la predicación a causa del cumplimiento de
que posea o no los datos de la Revelación y demás dones de la gracia) aquella ley natural que conocía por el ejercicio de la ratio. Abelardo
sea en cierta forma 'para sí quien, reconociendo el bien en deter~ parece estar presentando una cierta perspectiva propiciatoria y
minadas proposiciones deónticas, instaure la objetividad de aquello precisamente por una pura exigencia lógica. Sin embargo, puede
en lo que cree (fides quae); Si a esto sumamos la tesis de la indi- parecer que en cierta forma retrocede frente a este planteamiento.
ferencia de las acciones externas, el lector -y no sólo el moderno-- En realidad se encuentra frente a un problema qu_e no quiere en-
podría ser llevado a ver en Abelardo un autor que descarta todo otro frentar directamente en la Ethica, pues ello desviaría la atención
criterio de objetividad fuera de la razón individual y su acto libre de su argumento central. ¿Por qué otorga Dios la gracia de la
de creer (fides qua). Sin embargo esto no es así. Revelación a algunos y a otros no? ¿Porqué es la 'actividad
propiciatoria' de algunos suficiente como para merecer el don y la
En efecto, si bien para Abelardo se trata en la moral de evitar· de otros no? Abelardo sabe que para enfrentar estas cuestiones no
el pec~do no sólo en el sentido estricto del contemptus Dei sino también hay otra alternativa que el recurso al misterio. No obstante, si
el pecatlo _por ignorancia, sin embargo en este pasaje, así como en Cornelio se h1.1biera apartado de aquella luz de la ley natural antes
toda la primera parte de la Ethica, lo gobierna el afán de centrar de haber creído en Cristo (tamen si eum ante fidem Christi de hac
la cuestión fundamental exclusivamente en el análisis de la culpa.23 luce migrasse contingeret), nadie le prometería la vida eterna
Creo no obstante que el problema aquí avisorado fue visto también (nequaquam ei vitam promittere auderemus); más aun, se le tendría
por él, y opino -contra Thompson- que muchos de los pasajes sin duda alguna por condenado a pesar de lo mucho que éste se
difíciles de esta obra son el producto de los esfuerzos de Abelardo hubiese esforzado por alcanzar la salvación (quantocumque studio
por conciliar la lógica de una argumentación que pretende uni- salutis esset occupatus). Y luego cita Ps 35, 7: 'Abyssus quippe multa
versalidad con ciertas doctrinas u opiniones tradicionales con las Dei iudice sunt'. 26
que Abelardo no se vió capaz de cortar o no pretendió nunca hacer-
lo.24 Veamos uno de sus ejemplos. La clave para comprender el desinterés de Abelardo por esta
problemática radica en recordar cuál es su única preocupación, a
saber: el análisis del pecado culpable. A pesar de todo lo que uno
se esfuerce por alcanzar la salvación, si se es infiel no se la alcanza.
23 «Si ergo isto modo peccatum dicamus omne quod viciase agimus vel contra
salutem nostram habemus, utique et infidelitas et ignorantia eorum quae ad Ser infiel o ignorante no implica culpa. La supuesta actividad
salutem credi necesse est peccata dicemus, quamvis ibi nullus Dei contemptus
videatur. Proprie tamen peccatum illud dici arbitrar quod nusquam sine culpa
contingere potest. Ignorare vero Deum vel non ei credere vel opera ipsa quae
non recte fiunt, multis sine culpa possunt accidere.» lb. 64, 4-11. 25 Ethica 64, 15-18.
24 Cfr. Thompson, op.cit. pp. 147-148. 26 Cfr. Ib. ib. 19-23.
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propiciatoria de Comelio, sus méritos anteriores a la conversión, no -quien no ha recibido los datos de la Revelación que lo salvan-
fueron necesariamente la causa de que Dios le otorgará aquella no sólo no es culpable de un ejercicio errado de su razón sino que
gracia, puesto que como lo recalca Abelardo a veces Dios le otorga además se encuentra ininteligiblemente en desventaja con respecto
la salvación a los menos preocupados por ella y se la niega a quienes al cristiano, que posee acceso a los demás dones de la gracia.
sacrificándose se hallan dispuestos a creer. Todo esto ocurre por lo
demás mediante »la deliberación profundísima de la repartición Ahora bien, dado que el cristiano posee todos los datos reque-
divina.« 27 A ella no tiene acceso el hombre, y por lo tanto tampoco ridos para evitar obrar efectivamente mal sin saberlo, sólo puede
puede tenérsele en cuenta en la moral. En cambio, si Cornelio se obrar mal a sabiendas, es decir, llevando la intención de actuar
hubiera apartado culpablemente de lo único que poseía como criterio contra conciencia y ofendiendo con ello a Dios. Esto es algo que pudo
rector de su conducta, es decir, de la luz de su razón, nadie se haberle ocurrido también a Cornelio antes que le fuera predicada
atrevería a prometerle la vida eterna. ¿Qué es lo que esto realmente la fe cristiana. Pudo haber llevado la intención de actuar en contra
significa? Es una llamada de atención sobre el hecho de que la de su creencia en la ley natural, alejándose así de Dios. Hay, pues,
deliberación (consilium) de Dios no puede ser conocida, y que por entre paganos y cristianos un único terreno común: el actuar según
ello mismo el único criterio moral que el hombre tiene es el de la lo que consta que conviene. En este sentido vale afirmar que Abelardo
certeza de su buena intención. Se trata entonces de la intención de se encuentra en una situación paradójica: todo su pensamiento
actuar de conformidad con su propia conciencia, puesto que el in- apunta al fundamento último de la caridad; pero aquí no puede
dividuo actúa así en la confianza de lograr la salvación. Frente a enfrentar el problema de la 'epígnosis' paulina porque ello lo con-
la oscuridad que representa el no poder saber acerca del propio duciría necesariamente a abandonar la perspectiva universal que
destino, la luz de la ley natural se muestra así como una gracia. pretende sostener. Como filósofo preocupado por las exigencias de
la dialéctica, Abelardo ha puesto entre paréntesis, más no descartado
El tratamiento de la gracia debe verse reducido a esta perspectiva de su planteamiento, aquellos elementos de la creencia que en tanto
peculiar en la lógica de la argumentación abelardiana. Tampoco es constitutivos de la fides Christi harían pensar en una moralidad
posible ni tiene sentido para la moral especular acerca de por qué totalmente dependiente del conocimiento de Cristo y de la presencia
castiga Dios a quien no es culpable. Positivamente se sabe que la de la gracia, entendida ésta como un factor externo, ausente en los
culpa es el menosprecio de Dios y se espera que a pesar de ella pueda infieles, no siempre presente en todos los cristianos. A la base de
alcanzarse el perdón y la salvación. Lo que he llamado actividad lo que a todos los hombres les está dado conocer debe poder hallarse
propiciatoria tendría su núcleo en la intención de no ofender a Dios. un criterio moral firme. Esto no significa aún subjetivismo ni
El papel que le compete jugar a la ratio es de relevancia, pues nadie propiamente autonomía moral sino simple fidelidad a las exigencias
tiene culpa que provenga de menosprecio de Dios si no ha percibido lógicas del enfoque adoptado. Donde Thompson ve el error principal
mediante la razón lo que debe hacer (qui,d agere debeat). 28 Así, en de Abelardo, yo preferiría señalar con A Crocco una valoración del
cierta fonna para Abelardo no hay otra objetividad posible que la hombre que anuncia en cierta medida el espíritu del humanismo. 29
ofrecida por la propia conciencia, donde debe indicarse que el infiel Esto no significa sin embaFgo que las apreciaciones de Thompson
no den que pensar, ya que es precisamente de este empeño abelardiano
por mantenerse fiel a un planteamiento de alcance universal de

27 «••.profundissimo dispensationis suac consilio.» lb. ib. 23-26.

28 «Culpam quippe non habet ex contcmptu Dei qui quidem quid agere debeat
nondum ratione percipit.» lb. 22, 5-7. 29 A. Crocco, Abelardo. L'Altro uersante del medioeuo, Napoli 1979, p. 148-149.

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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Conciencia como Instancia Ultima de la Moralidad

donde se originan, entre otras causas, los conflictos que condujeron tengando la ofensa, etc. Qui.enes en cambio no ignoran a Cristo Y
al Concilio de Sens. reconocen la fe cristiana no son mencionados directamente en este
capítulo, pero son los sujetos principales del acto moral descrito en
Una pregunta pendiente revela un problema irresuelto: ¿Cómo su título, toda vez que ellos sí actúen o pretendan actuar en contra
evitar el postulado de dos criterios pretendidamente objetivos de de su fe.
moralidad, el de los preceptos del Dios revelado y el de los juicios
libres de la razón natural? Si Abelardo se enfrentó a este problema, Moviéndose aún en un plano de referencia universal, Abelardo
entonces no le quedaba más alternativa que dedicar todos los esfuer- propicia de esta manera una acentuación del sentido de la culpa.
zos a conjugar la ratio con la fides Christi en base a lo único que Todo hombre que actúe o pretenda actuar contra su fe peca. Recu-
en la moral se ofrece como universal. rriendo más adelante a Pablo,32 Abelardo argumenta en favor de la
inocencia de todo aquel que obre de buena fe. De este modo logra
Sea para quien sólo se gobierna por la razón o tratése del cris- que el lector advierta que ninguno de los argumentos que juegan
tiano, del judío, etc., el pecado culpable consiste en actuar contra en favor de los judíos se aplican cuando hay mala in~ención. El
la propia creencia. Es, pues, este 'actuar' lo que debería poder mostrar ámbito del mal moral ha sido desplazado al interior del sujeto
la estructura antropológica que yace como fundamento de la equi- mediante el esfuerzo por arrancarlo de su sede exterior tradicional,
valencia que el título de este capítulo supone: conscientia sive ratio. a saber, el judío que crucifica a Cristo.
[3] 'Contra conscientiam agere' El capítulo XIII finaliza con una objeción apoyada en las Es-
crituras: Esteban pide que se perdone a quienes lo martirizan. Pero,
i. Conciencia y reconocimiento del pecado.- Visto el plantea- ¿cómo puede pedir perdón para aquellos en quienes no hay culpa?
miento de Abelardo desde esta perspectiva de análisis, se puede Abelardo se ve forzado a establecer en lo que sigue una clara de-
decir que pecar es para él la intención de actuar en contra de un 1 limitación del sentido del término peccatum. En este empeño no
asentimiento intelectivo que se entiende como reconocimiento, que pueden dejar de verse sus esfuerzos por mantener vigente la lógica
en la Ethica se muestra inicialmente como creencia, luego como de su planteamiento mediante los instrumentos de la exégesis. Nada
conciencia. Arribamos así al capítulo XIII de esta obra, titulado 1 de ello ilustra sin embargo, desde una perspectiva psicológico/religiosa,
'Quod peccatum non est nisi contra conscientiam.'30 Aquí Abelardo qué sea propiamente 'actuar o pretender actuar contra conciencia'.
recurre a su ya establecida definición del pecado31 para afirmar que Ni el capítulo XIII, que con su título ha ofrecido una fórmula nueva
según ella los perseguidores de Cristo no pecaron y que la ignorancia para el planteamiento anterior en torno a la creencia, ni el análisis
y la infidelidad están libres de culpa. El capítulo XIII en su conjunto de los distintos sentidos de 'pecado' otorgan mayor claridad al res-
es una aproximación ah negative al problema central de la Ethica. pecto. Parece que hiciera falta la introducción de algunos elementos
Aquellos perseguidores son los que no han actuado contra conciencia, nuevos que pudiesen permitir una más detallada comprensión de lo
pues 'creían' que la fe cristiana era contraria a Dios, 'creían' agradarle que significa tener la intención de actuar contra lo que se cree
conveniente.

30 Ethica 54, 56.


32 «'Si cor nostrum non reprehenderit nos fiduciam habemus apud Deum'. Tanquam
31 contemptus Dei vel consentire in eo quo credit consentiendum non esse.» lb.
ft ••• si diceret, ubi contra conscientiam nostram non praesumimus, frustra nos apud

l
ib. 31-32. Deum de culpa reos statui formidamus.» Ib. 56, 5-8.

250 251'
La Conciencia como Instancia Wtima de la Moralidad

Intención y Conciencia en la Enea de Abelardo


Ha sido nuevamente Pablo quien le ha ofrecido a Abelardo el
terreno firme sobre el cual poder intentar esta aplicación de la
Por qué surge, cómo surge y qué ocurre cuando surge en el dialéctica a la moral específicamente cristiana. La frase de Abelardo
hombre, coram Deo, esta mala intención, son preguntas que debemos 'Non est peccatum nisi contra conscientiam' es en realidad una
rastrear más allá del capítulo cuyo título Non est peccatum nisi contra variación de Rom 14, 23: 'Omne quod non est ex fide, peccatum est'.
conscientiam representa la clave de la respuesta. Es pecado, dice Pablo, todo aquello que no proceda de la fe, esto es,
que no se adecúe a ella; en la versión abelardiana: todo lo que no
En el capítulo XIII ya se asiste sin embargo al anuncio de aquel concuerde con la conciencia del individuo. En todo hombre hay un
viraje en el tratamiento de la cuestión que se llevará a cabo a partir reconocimiento de ciertas proposiciones deónticas (fides quae) que
del capítulo XVIII de la Ethica, en el cual Abelardo parece aban- lo obliga moralmente. Si actúa de conformidad con él, no peca. Puede
donar el planteamiento universal que hasta entonces venía gober- pecar por error, y esto es así porque sólo uno de los distintos cuerpos
nando sus consideraciones en tomo al conocimiento del sujeto moral. doctrinales lfides quae), de las posibles creencias, es la que, siendo
La problemática central seguirá siendo la misma, a saber, la re- perfecta, ofrece plena la verdad. Así, todo hombre tiene la certeza
flexión en torno al pecado culpable; pero a partir allí el tema que de haber actuado con buena intención, pero sólo el cristiano puede
le preocupa no es ya más qué es y cómo se comete el pecado culpable tener la certeza de que su buena intención es verdaderamente buena.
-donde la respuesta concierne por igual a cristianos, judíos e infieles- Sólo él tiene acceso al conocimiento de la verdadera voluntad divina
sino cómo puede el cristiano, esto es, el individuo a quien en última mediante la Revelación y los dones del Espíritu.
instancia está dedicada la Ethica, enfrentar su propia culpa.
El planteamiento universal de Abelardo parece sufrir aquí un
Así, concluído su extenso análisis del pecado, dirigiéndose en- quiebre. Algunos hombres, por el designio insondable de Dios, han
tonces solamente a los cris..tianos, Abelardo afirma que si el individuo sido favorecidos con el conocimiento de la Verdad. Se trata de hallar
peca, tiene sin embargo la posibilidad de redimir su culpa. La aten- un criterio común a todos. Dado que este criterio es la razón, la
ción se vuelca ahora paulatinamente sobre el aspecto psicológico/ reflexión abelardiana deberá seguir un curso distinto al de la 'cien-
religioso del pecado, y el concepto de conciencia surge en el momento cia' paulina, restándole de esta manera relevancia a la conciencia
en el que Abelardo tiene ya establecido su criterio de la imputabilidad en tanto fides quae y subrayando aquello que a todos los hombres
sobre una firme doctrina de la intención. En él ha tenido en cuenta les permite realizar una única actividad propiciatoria común: la
al hombre corno tal, frente a Dios; pero no particularmente al cris- conciencia de actuar con buena intención. Esta aproximación a la
tiano. La creencia debe ser vista, pues, a partir de este giro de la conciencia como fides quae ofrece el reconocimiento indudable del
reflexión, también y sobre todo corno fides Christi. pecado, y esto es lo único que permite hablar con sentido de culpa
moral.
Sólo si se ha podido garantizar un criterio universal de
imputabilidad, y con ello una instancia decisoria infalible, puede ii. El pecado irremisible y la conciencia.- El pecado culpable es
ahora emprenderse la tarea de revisar las opiniones tradicionales sólo aquél que puede ser reconocido como pecado por el individuo.
vigentes. Desde una perspectiva psicológica, Abelardo ya había ga- Esta premisa libra de culpa a los perseguidores de Cristo. ¿Qué
nado y asegurado el primer terreno de su aproximación: la intentio ocurre sin embargo cuando el hombre reconoce su culpa? La religión
es el criterio de la moralidad. No es sin embargo buena intención cristiana ofrece la posibilidad de la remisión.
la que parece serlo sino la que además lo es: Esta decisión última
requiere de una instancia rectora: la creencia o conscientia sive ratio.
252 253
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Conciencia como Instancia Ultima de la Moralidad

Todo pecado, dice Abelardo, recibe remisión inmediata a través no están presentes, la ratio no sólo es incapaz de descubrir las verdades ·
de la penitencia,33 salvo la blasfemia contra el Espíritu. Que éste no de la fe cristiana sino que podrá otorgar su asentimiento intelectivo
tenga perdón lo convierte en el más grave de todos. Abelardo lo a proposiciones que le son contrarias.
compara con la blasfemia contra el Hijo en orden a descubrir el
porqué de su gravedad: En cambio, cuando se trata del pecado irremisible, dice Abelardo:
»Blasfemar contra el Espíritu es calumniar las obras de la mani-
»Pecar o blasfemar contra el Hijo del Hombre se dice allí del fiesta gracia de Dios, de modo que aquello que se cree que ha sido
derrogar la excelencia de la humanidad de Cristo, tal como si hecho por el Espíritu Santo, esto es, misericordiosamente por la
negáramos que haya sido concebida sin pecado o asumida por Dios bondad divina, se declara sin embargo haber sido hecho por el
con la visible debilidad de la carne. Ello no puede ser averiaguado diablo.«36
por ninguna razón humana sino sólo creído en tanto revelado por
Dios.«34 Este pecado nunca se comete por ignorancia sino siempre contra
conciencia. En efecto, aquí está necesariamente presente el momen-
Puede faltar, pues, la primera condición para que haya pecado to de la noticia, pues se sabe que el Espíritu Santo es la misericordiosa
culpable: la noticia. Se trata entonces de un pecado que puede ser bondad divina, y está presente también el momento del asentimien-
cometido en ignorancia o infidelidad. Ya sea que falte la Revelación to, pues se cree en ello y en las obras de la manifiesta gracia de Dios
y la razón no sea capaz de averiguar por sí sola la verdad o ya sea realizadas por su Espíritu.
que no haya habido un asentimiento intelectivo al dato revelado, lo
cierto es que no hay menosprecio de Dios ni se actúa contra concien- Notemos sin embargo que la argumentación parece habérsele
cia. L~.verdad ha sido contradicha por error y definitivamente no escapado de las manos a Abelardo. Luego de haber afirmado que
hay culpa, máxime, añade Abelardo, donde se trata de asuntos que todo pecado recibe remisión mediante la penitencia y habiendo
la razón no puede investigar y que antes bien tiende a ver de manera aclarado antes -€n el Cap. XIX titulado De fructuosa penitentia-
contraria.35 Nótese que Abelardo está manejando dos factores que que como resultado de éste el individuo se duele de haber ofendido
se han mostrado ya como requisitos de la culpa: la noticia y el a Dios,37 Abelardo se pregunta por qué dice Cristo que la blasfemia
asentimiento racionales. Ellos operan de la misma manera tanto contra el Espíritu es un pecado irremisible.38 Planteada tal pre-
frente a los datos de la ley natural como frente a los revelados. Si gunta, el lector esperaría una confrontación de este pecado irremisible
con otro u otros pecados en sentido estricto que sí reciben remisión,
puesto que, como acabamos de ver, en la penitencia fructuosa el
indiViduo se duele de haber ofendido a Dios, es decir, de haber
33 «...omnc peccatum per penitentuam statim remissionem accipiat.» Ethica 94,
8-9. actuado contra conciencia. Sin embargo, Abelardo confronta la blas-
femia contra el ·Espíritu con un pecado que en reaHdad no es tal.
34 «Peccare sive blasphemare in Filium hominis hoc loco dicitur excellentiae
humanitatis Christi derogare, tanquam eam negaremus sine peccato conceptam
vel a Deo assumptam propter visibilem carnis infirmitatem. Id quippe nulla
humana ratione eomperi poterat, sed Deo tantum revclante credi.» lb. ib. 24- 36 «Blasphemare autem in Spiritum est in opera manifestac gratiac Dei calumpnari,
29. ut illa quac credebant per Spiritum Sanctum, hoc est, divina bonitate
misericorditer fieri, pcr diabolum tamcn asscrerent agi.» lb. ib. 6-9.
35 «Non enim in hoc aliquis contemptus Dei notari potest si vcritatem per errorcm
contradicet nec contra conscientiam agat, max.ime cum id tale sit quod humana 37 lb. 84, 27-30.
rationc investigari non possit, sed magis ratione vidcatur contrarium.» lb. 96,
3-6. 38 « ... cur Varitas quoddam peccatum inremissibile dixerit.» Ib. 94, 9-10.

254 255
'

Intención y Conciencia en la Etica de A belardo La Conciencia como Instancia Ultima de la Moralidad

En él no hay culpa, y por ende tampoco puede tener lugar la remisión »Este pecado Jo Baman algunos desesperanza de perdón, como
de la culpa. cuando alguien, precisamente por la magnitud de sus pecados,
desconfia abiertamente de la bondad de Dios, que se entiende por
el Espíritu Santo, de modo que ni haciendo penitencia ni mediante
El contrapunto intentado por Abelardo no lo conduce, pues, a alguna otra satisfacción puede obtener el perdón.«40
una respuesta de su pregunta. La impresión que el lector se lleva
es aquella que manifiesta, p.ej., E. Volk, quien afirma que el actuar Desesperar del perdón supone que se cree en el perdón. Sin duda
contra conciencia representa en la blasfemia contra el Espíritu la alguna es actuar contra la propia concienci~; pero de tal modo que
última forma del consentimiento, que ya no puede ser explicada por ya ni haciendo penitencia ni mediante satisfacción alguna podría
la razón. Aquí, según Volk, la razón se toparía con ·sus límites, no obtenerse aquello de lo que precisamente se reniega. Porque se trata
en tanto secretos del sumo bien sino en tanto »misterios insondables de un caso límite en donde el hombre atenta contra la propia creen-
del sumo mal.«39 Es indudablemente cierto que el tono en el que cia en la salvación, este pecado se muestra como diabólico.
Abelardo expone las características de este pecado tiende a acentuar
su carácter diabólico. Sin embargo, no creo que por ello deba nece- Abelardo desconoce una psicología del inconciente, de manera
sariamehte concluirse que aquí se esté frente al misterio del sumo que no puede hallar para esta actitud otra explicación que la del
mal. La blasfemia contra el Espíritu, como todo pecado que se odio. En el Dialogus dice el cristiano que el bien y el mal supremos
cometa contra conciencia, es expresión del mal; pero en ella se del hombre son respectivamente el amor y el odio supremos a Dios
calumnian las obras de la manifiesta gracia de Dios, y 'creyendo' que que acontecen después de esta vida. 41 Viene entonces la explicación
han sido misericordiosamente realizadas por el Espíritu, se atribu- psicológica: los atormentados con el castigo perpetuo,_ viéndose
yen sin embargo al demonio. privados de toda posible remisión, enardecen en su desesperación
el odio a Dios.42 La desesperanza de perdón se manifiesta como la
Hay, pues, dos momentos en esta aseveración: primero el pecado causa psicológica de esta ofensa, ya sea que se trate de una des-
como tal, que es actuar en cont ra de lo que se cree; segundo su esperanza fundada en lo irreversible del castigo eterno, como en el
carácter irremisible, reforzado con la mención al demonio. Si se caso de los condenados que experimentan el sumo mal, ya sea que
pregunta entonces por qué es este pecado especialmente maligno, se trate de una desesperanza fundada en la magnitud de los pecados,
parece que la respuesta se encuentra en atribuírle al diablo lo que como en el caso de quienes aún estando en esta vida anticipan la
se sabe procedente de Dios. Es aquí donde creo que Abelardo perdió experiencia del sumo mal.
el hilo de la argumentación, pues pudo haber concluído de una
manera más explícita y conforme a la lógica de su planteamiento.
Este pecado es irremisible porque quien lo comete actúa 'contra su 1 40 «Hoc autem peccatum quidam desperationem veniae dicunt, cum quis videlicet
propia creencia en la remisión'. En efecto, la premisa estaba pre- ob magnitudinem pcccalorum diffidit penilus a bonitate Dei, quae pcr Spiritum
Sanctu intelligitur, ut nec pcnitudo vel aliqua satisfactione veniam possit
sente en el mismo capítulo: inpetrare.» Ethica 94, 18-22.

\ 41 «Summum eius odium ve} suroma dilcctio in Dcum, per que videlícet duo ei, qui
simpliciter ac proprie summum bonum dicitur, displicere amplius ve! placcre
39 «Das Hande\n gegen das Ckwissen erfahrt ... scine \etzte unhcimliche Zustimmung nos constat. Quorum prefecto utrumque post hanc vitam sequitur.» Dialogus
in der sogenan nten Sü nde widcr den Heiligcn Geist, weil hier die opera man.ifestc.e 2436-2440.
gratiae Dei boswillig verlcumdet werden. Diese Haltung lasst sich selbst durch
die Vcrnunft nicht mehr ergründen. Auch hier stosst sie an ihre Grenzen, nicht 42 «Qui enim perpetuis et maximis conciantur penis, quanto se amplius his gravari
an die Geheimnisscs des summum bonum, sondern an die abgrundigcn Mysterien sentiunt, tanto in eum, cuius puniuntur iudicio, ex ipsa desperatione venie
des summum malum.» Volk, op.cit. pp. 308_-309. maiori odio inardescunt.» Ib. 2440-2443.

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Intención y Conciencia en la Eti:ca de Abelardo La Conciencia como Instancia Ultima de la Moralidad

Lo extraordina.riQ de este ejemplo, que es a mi juicio lo que noticia acerca de la ley sino del proceso íntegro que se ha mostrado
conduce a ver m~mfiestos en él 'los misterios del sumo mal', es que como creencia, es decir, de aquel reconocimiento que le concede valor
representa una cierta excepción a la regla: para Abelardo el hombre normativo a un precepto. Este proceso es expresión de la conciencia.
quie:e la salvación; no puede querer ser condenado; cuando peca Así, el concepto de conciencia, tal como ha sido enfrentado en la
consiente en algo que en realidad no desea realizar. La posición .de Ethú:a, revela que el animus encierra una dinámica reflexiva en
Abel~r~o es la de un manifiesto optimismo con respecto al hombre. base a la cual debe pensarse la responsabilidad moral del hombre.
El cnsbano del Dialogus reafirma esta postura cuando dice que los ·· La frase non est peccatum nisi contra conscientiam, que despoja a
condenado~ nunca hub~eran querido que ocurra el castigo final, pues la acción externa de un carácter moral en sí misma, abre a la
est~n~? aun en esta VIda ellos hubieran tenido todavía abierta la discusión filosófica la dimensión de lo interior en su actividad moral
pos1b1hdad. del perdón.43 Al parecer Abelardo no podía asumir la intensiva. Toca preguntar entonces por la estructura subjetiva del
consecuencia de su planteamiento sin abrir con ello una cierta brecha reconocimiento.
en él. Si. hubi:r~ afirmado que la blasfemia contra el Espíritu es un
pecado irremisible porque se actúa allí contra la creencia en la II. EL FUI\"'DAMENTO ANTROPOLOGICO DEL FENOMENO DE
remisión, se habría visto tal vez forzado a preguntarse cómo es tal LA CONCIENCIA
cosa en absoluto posible. En otras palabras, se hubiera visto obligado
a tratar más en detalle el fenómeno de la desesperanza o deconfianza [1] El reconocimiento en el 'Dialogus'
en la bondad de Dios, relacionado eón aquelconcepto de una 'cierta
debilidad necesaria' (infirmitas quaedam necessaria) de la natu- Creo que es posible descubrir en el pensamiento de Abelardo una
ra.leza }lum~na. Esto es algo que Abelardo no hace, y quizá por la estructura racional del animus que vendría a ser el fundamento
m1~ma razo~ por la ~ual, según Jo señala M-T. Fumagalli, deja

l
antropológico del fenómeno de la conciencia. Para ello veamos cómo
abierta en cierta medida la pr~gunta por los universales, a saber: muestra Abelardo en el Dialogus que tal estructura es 1a del re-
porque reconoció allí un problema metafísico ajeno a la competencia conocimiento.
de un maestro de dialéctica. 44
1 En el inicio de esta obra Abelardo se plantea el problema del
Puede afirmarse entonces que la medida de gravedad de una papel que le compete a la rázón en la comprensión del bien supremo,
falta la otorga según Abelardo la medida del conocimiento (discretio) del mal supremo y de la felicidad del hombre, es decir, el problema
de la ley que la prohíbe. 45 Sin embargo, no se trata aquí de la mera ¡ de una dialéctica de la moraL Aquí, en el prólogo, el filósofo afirma
f que su tarea como tal consiste en la investigación de· la verdad, pero
no según las opiniones de los hombres sino siguiendo para ello a la
43 ;'J::~ penitus non esse vellent, ut sic saltero a pena liberan posscnt,,, Ib. 2443- razón. 46 Así, declara que está dispuesto, después de un estudio
j comparativo de las diversas 'sectas religiosas', a.seguir aquella que
¡ 1
44 «Das weite Feld der Allgemeinbegriffe blieb dabei ein offenes Problem -Abaelard
~her sc~loss sich .den ~nhiinger des A_ris;oteles an und übernahm dessen Prinzip
mejor concuerde con la razón. 17 Abelardo mismo, interviniendo como

Alles'. was lebt, 1st em Wessen für s1ch, doch erkannte er, daJ3 die Frage: Gibt
1 es umver~ale Realitaten? ein metaphysisches Problem war, kein logisches, also
1 46 «Mea, inquit, opera hoc est inceptum, quiniam id suum est philosophorum
dem Zugriff und Begreifen eines Meisters der Dialektik entzogcn,,, Fumagalli,
-:-;-
Heloise u. Abaelard, op.cit. p. 105. rationibus veritatem investigare et in omnibus non opinionem hominum, sed
rationis sequi ducatum.» Dialogus 15-18.
45 «Quorum quo maior est discretio, maior est transgressio.» Commentarium 82
214-215. ' 47 « ...quod consentaneum magis sit rationi.» lb. 20-27.
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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Conciencia como Instancia Ultima de la Moralidad

juez, lo conmina sin embargo a que no sobreestime la ventaja que aprobarlas. De no obrar así dejarían de filosofar.50 Esta es la primera
parece tener sobre el judío y el cristiano por el hecho de que él, el afirmación de importancia para mi propósito.
filósofo, no profesa ley revelada alguna y sólo se somete a la razón.18
Con esto Abelardo no pretende anular la pretensión de una in- Antes de 'aprobar' el filósofo somete las palabras de la 'autori-
1
vestigación racional de los temas propuestos sino indica prudente- dad' a discusión racional. Esta opinión no parece reflejar sin em- ~
mente que ésta posee ciertos límites. Entre los dialogantes hay un bargo una actitud exigida sólo a los filósofos, puesto que como hemos
acuerdo básico en lo que respecta a la legítima intervención de la visto la fe misma, para ser auténtica, requiere que se entienda y
dialéctica en los asuntos morales y religiosos. conciba.si

Ahora bien, dialogando con el cristiano, el filósofo afirma ocu- El cristiano parece mostrarse de acuerdo con esta exigencia; pero
parse correctamente de los asuntos morales porque lo hace some- enseguida recuerda la intervención de Abelardo, y se apresura
tiéndose a la ley natural y las razones. Para reforzar su postura cita entonces a indicar que hay una cierta deficiencia en lo que dice su
a Pablo, quien relata cómo los griegos pedían razones a los predi- interlocutor, pues éste no parece haber advertido que la ley natural
cadores porque buscaban la sabiduría; las razones son precisamente es 'suscitada', y que la perfecta disciplina de las costumbres (.perfecta
los instrumentos de la sabiduría(. .. et Greci sapientiam querunt; hoc morum disciplina) en la que se basa el filósofo considerándola
est: rationes a predicatoribus exigunt, que sunt certa sapientia suficiente para la salvación fue ya transmitida por Pablo, de tal
instrumenta). Señalado esto, el filósofo añade que la predicación modo que todo aquél que fuera instruído por él como quien es
cristiana es justamente loable porque pudo convertir a aquellos instruído por la verdadera sabiduría deba ser llamad<?. verdadero
griegos, quienes mediante el estudio de las artes liberales estaban filósofo.52
suficientemente armados de razones. 49
El filósofo también parece conceder, e incluso dice que en verdad
El cristiano responde diciendo que después de la conversión de se trata de aquella sabiduría que los griegos llamaron lagos y los
tan grandes filósofos no hay motivo alguno de conflicto entre la latinos verbum Dei, y que en ese sentido los cristianos pueden
filosofía y la fe cristiana. En este momento repara en su interlocutor, mostrarse como verdaderos lógicos, armados de razones.ss Pero
y le pregunta cómo es que él, que cree en todo lo que procede de la entonces recuerda una máxima cristiana atribuída a Gregorio Magno:
autoridad de las disciplinas seculares, no se ha visto movido a la Fides non habet meritum, cui ratio humana prebet experimentum.
conversión por el ejemplo de esos griegos. Si no hay lugar a la discusión racional y se comanda asentir a lo
predicado sin importar los errores que la predicación pudiera con-
La respuesta del filósofo es que él y los suyos no se remiten a
}a autoridad sin someter sus palabras a discusión racional antes de
50 «Nec eorum auctoritat~ ita concedimus, ut dicta ipsorum ratione non discutiamus
antequam approbemus. Alioquin philosophari dísistercmus...» Ib. 1335-1346.

51 Ib. 129-133.
48 «Tu tamen, philosophc, qui nullam professe legem solis rationibus cedis, non pro
magno estimes, si in hoc congressu prcvalere vidcaris.* Ib. 57-59. 52 Ib. 1363-1367.

49 .....ad fidem convertere potuit, qui rationibus plurimum nitebantur et 53 «Atque utinam... sic convincere possis, ut ah ipsa... supprema sapientia, quam
habundabant, omnium vidclicet liberalium artium studüs inbuti, rationibus grece logon, latine verbum Dei vocatis, vos vere logicus et verbirum rationibus
armati.» Ib. 1310-1330. exhibeatis esse armatos.» Ib. 1369-1372.

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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Conciencia como Instancia Ultima de la Moralidad

tener, entonces, dice el filósofo, los cuestionamientos no vienen al tanto humana tener certeza- sólo después de haber realizado una
caso Y el asunto está de antemano perdido, pues no es lícita la reflexión, que si bien no puede ser conclusiva en lo objetivo, no deja
refutación racional donde el uso de la razón está vedado.s.c Aquí abierta ninguna cuestión al no subsistir subjetivamente ninguna
encontramos una segunda idea que merece subrayarse. duda ulterior.57 Esto vale para todo cristiano porque el creyente no
se apoya incondicionalmente en la razón. No obstante, adiverte el
Primero se ha visto que frente a una proposición o conjunto de cristiano, tratándose de un filósofo no hay en realidad causa alguna
ellas antes de aprobar es necesario someterlas a discusión racional. para apelar en un momento dado a la autoridad, pues un filósofo
Ahora se ve que para poder someterlas a discusión racional es pretende precisamente apoyarse lo más posible en la razón, des-
necesario reconocer cerno lícita tal discusión. conociendo la autoridad de las Escrituras.58

La máxima de Gregorio parece vedar en efecto toda posible Arribamos así al punto central de mi exposición. Inmediatamen-
discusión; pero tal posición antidialéctica extrema no es la del cristiano te con respecto a esta última frase, y en relación a la máxima de
del Dialogus, quien sin embargo no responde inmediatamente a esta Gregario, dice el cristiano:
objeción. Advierte en cambio contra la posibilidad de error que
amenaza a quien se guía sólo por la razón, y para ello cita Prov 14 ,,con nadie, pues, puede discutirse sino en base a lo que concede,
12: 'Hay vías del hombre que le parecen rectas, pero que en realidad ni puede convencérsele sino por aquello que acepta; y una cosa es
lo conducen a la muerte.'55 Pero finalmente debe tomar partido y lo entrar en controversia contigo, otra en cambio hacerlo entre noso-
tros. Lo que Gregario o los otros doctores nuestros, o incluso Cristo
hace diciendo que nadie que fuese 'discreto' vetaría la discusión e núsmo o Moisés dlJ"eron, supimos que no te era de tal modo per-
investigación racionales de la fe; más aun, tampoco para un cristiano ' que fueras llevado a la fe por sus p alb
tinente como para a ras.«59
es razonable complacerse con lo dudable sin tener una premisa
racional para ello.56 Anadie se le puede· indicar la verdad de un razonamiento a no
ser en base a lo que previamente admite, ni se le puede refutar sino
Nótese que el cristiano no dice que se trate de eliminar lo basados en lo que previamente acepta. Así, tenemos ya tres momen-
dudable sino más bien de eliminar la duda frente a lo que en sí tos en el planteamiento del Dialogus que vienen configurando una
permanece siendo dudable; en otras palabras, para él se 'cree' en estructura del animus.
aquello que la razón humana no puede captar inmediatamente con
certeza apodíctica .,--e incluso frente a lo cual no podría jamás en

54 «Si enim fides ~atiene minime sit discutienda, ne meritum amittat, nec, quid 57 «Post rationem vero reddiiam ctiam, si ratio non sit, sed videatur, nulla quaestio
credi oporteat, animi iudicio sit discutiendum, sed statim his, que predicantur, remanet, qui nulla dubitatio supcrcst.» Ib. 1488-1490.
assentiendum, quoscumque errores predicatio senúnet, suscipere nihil referet
quia nihil lioot ratione refellere, ubi rationem non licet adhibere.» Ib. 1380-1384'. 58 «Tecum vero tanto minus ex auctoritatc agendum est, quanto amplíus ratione
inniteris et Scripturae auctoritatem minus agnosis.» Ib. 1490-1492.
55 «Sunt vie hominis, qui videntur recte, novissima autem eius deducunt ad mortero.~
Ib. 1395-1398. 59 «Nemo quippe argui nisi ex concessis potest, nec nisi per ea, quae recipit,
convincendus cst, et aliter tccum, aliter nobiscum ad invicem conflingendum est.
56 «Nemo oerte nostram, qui discretus sit, rationibus fidem vestigari ac discutí Quid Gregorius aut caeteris doctores nostri, quid etiam ipse Christus vel Moyses
velat, nec rationabiliter his, que dubia fuerint 1 acquiescitur, nisi cur astruat, nondum ad te novimus, ut ex ipsorum dictis ad fidem cogaris... Ib. 1493-
acquiesccndum sit ratione premissa,,. Ib. 1478-1481. 1498.
262 263
J

Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Co¡¡ciencia como Instancia Ultima de la Moralidad

(1) La 'aprobación' de la creencia requiere de que se sometan sus formas reflexivas del ejercicio del intelecto y pueden ser perfecta-
proposiciones a discusión racional. mente encuadradas bajo los términos 'conocer' y 'reconocer'.
(2) La discusión racional misma debe ser sin embargo 'aprobada' En el ámbito moral esta estructura sostiene la aparición del
para que sea lícito recurir a ella. fenómeno de la conciencia. Se trata en el fondo del asentimiento
intelectivo que está presente en todo juicio, sea moral o no. De ahí
(3) Sólo puede haber discusión racional si hay previamente una
'aprobación' previa de las premisas racionales. que no deba concluírse que el concepto de conciencia tenga una
incidencia exclusivamente moral en el pensamiento de Abelardo. En
. Dadas ciertas proposiciones de cuya verdad no cabe dudar y cuyo el mismo Dialogus el término conscientia aparece en un determinado
obJeto se presenta como objeto de creencia, es necesario, antes de momento referido al ámbito de un juicio te!Srico.60
creer, encontrar una causa razonable para ello. Para encontrar tal
causa se requiere a su vez la aceptación de las premisas. En este Ahora bien: dije que la segunda parte de la última cita escondía
punto difieren cristianos de filósofos, pues las premisas ofrecidas por un círculo. Allí se lee que el filósofo no se ve obligado a aceptar la
la autoridad de las Escrituras no son reconocidas como tales por los fe cuando escucha las palabras de Cristo y los doctores, ya que éstas
últimos. Así, las palabras de Cristo y los doctores no obligan al no pueden en absoluto obligar a quien previamente no las reconoce
filósofo a aceptar la fe. Estas no pueden en absoluto obligar a quien como autoridad y, desde el punto de vista de la moral, corno nor-
no las reconoce previamente corno autoridad. mativas; pero el reconocer las palabras es ya de cierta manera creer
en ellas, de modo que nos encontramos con una suerte de·tautología:
En esto último parece haber un círculo in probando que Abelardo Si no cree, no se ve obligado a creer. Por otro lado podría leerse este
no parece haber advertido y del que nos ocuparemos enseguida. pasaje como si el reconocer las palabras fuese un asentimiento
Antes permítaseme recordar que con el fin de determinar la culpa previo al asentimiento de la fe. En este caso el reconocimiento de
moral Abelardo se sitúa siempre en el nivel interior del sujeto, tales palabras debería obligar a reconocer la fe cristiana. Ellas
afirmando que culpa sólo existe allí donde éste obra o se inclina a obligan a los cristianos porque ya las han recibido,61 lo que significa
obrar en contra de lo que cree. Esto significa que Abelardo delimita que reconocen en aquellas los contenidos de los principios de su
la validez o vigencia de un precepto al reconocimiento del mismo por conciencia. En el caso del filósofo, poseyendo el mismo principio
parte del individuo. Este reconocer se mostró como un momento del generalfac bonum, no alcanza sin embargo a reconocer en las palabras
acto judicativo propio de aquellos hombres que ejercen la rationalitas de las Escrituras el contenido de principios particulares que pudieran
con facilidad. A un individuo así, Abelardo y el cristiano del Dialogus representar para él el reconocimiento del bonum aquí y ahora; su
lo calificarían de discretus. La característica de la discreción aparece conciencia no lo obliga a actuar de conformidad con ellas.
entonces como una cierta estructura reflexiva de la ratio que llamo
'reconocimiento'. En su repercusión moral esta estructura se expresa Pero no olvidemos que el cristiano se admiró de que el filósofo
mediante el principio: 'Un precepto sólo puede ser infringido no fuese movido a la fe por el ejemplo de los griegos. Este es un dato
culpablemente por aquel individuo que de antemano lo ha aceptado
como normativo'. Esta misma estructura acaba de ser presentada
en el Di1J.logus.
A nadie se le puede indicar 1a verdad de un razonamiento a no 60 Cfr. lb. 1357-1362.
ser en base a lo que de antemano admite. 'Admitir' o 'aprobar' son 61 «Inter nos, qui hec recipimus, habcnt ista locus.» Ib. 1495-1498.
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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Conciencia como Instancia muma de la Moralidad

más que el filósofo puede cotejar en sus juicios¡ y no obstante no lo pierta ei amor a él en el hombre. 63 Si esto es así, entonces el ~ristiano
mueve a la fe. no tenía por qué asombrarse de que el filósofo no se hubiera con-
vertido movido por el ejemplo de los griegos. Por alguna causa
Parece, pues, que detrás de este planteamiento está nueva- incomprensible el filósofo no fue favorecido por la gracia de la fe.
mente presente el tema de la gracia. En efecto, no son los datos de Pero también puede ser que se vea en ello un lapsus de Abelardo
la aprehensión ni el ejercicio del arbitrium lo que puede conducir o, si se quiere, del cristiano del diálogo, quien estaría pensado que
a un reconocimiento de lo ofrecido como Verdad por la Revelación. en cierta medida a través de la ratio sí se puede llegar a la fe.
Hace falta siempre una aceptación previa que no parece ser un
simple asentimiento al carácter razonable de una proposición. Dicho En lo que toca por su parte al círculo in probando, es claro que
de otra manera, en el ámbito intelectual la dialéctica puede ayudar la fides qua, er, tanto mero acto de creer, debe _poder diferencia~se
a edificar y defender la fe,62 pero no puede otorgarla por sí sola. Por de la fides Christi, pues al acto de creer en Cnsto no se llega solo
ello mismo es que el mérito y el demérito no proceden del ejercicio a través del acto de creer en lo razonable de una proposición.
de la razón sino de si se es o no consecuente con lo que racionalmente
se ha aceptado. Así como en la moral es la voluntad la que da el Nuestra aproximación al tema del reconocimiento en el Dialogus
paso decisivo hacia el mérito, así también en el ámbito de la creencia ha brindado una pista a seguir con respecto a la diferencia entre
hace falta la ingerencia de un factor distinto a la mera discreción el acto de creer en general y el acto de creer en Cristo: la gratia
intelectual que otorgue la fe. En el planteamiento de Abelardo se caritatis. Pero junto a ella también un problema. En efecto, hemos
muestra la aceptación racional como creencia, razón por la cual el visto que la creencia es una operación de la facultad intellectus. En
hecho de.recibir la fe pertenece en cierta medida a este ámbito. Pero la tradición agustiniana la virtud teologal que le corresponde a esta
si no es propiamente un acto originario de la ratio sino producto de facultad es la fides. Cabe entonces preguntar cómo ha de entenderse
un 'reconocimiento' que en los cristianos se muestra anterior al que sea la caritas aquella virtud que -dentro de esta misma
reconocimiento racional, entonces la fe en Cristo, en tanto asenti- tradición-, calificando a la voluntad, sea la que finalmen te otorga
miento intelectivo a su divinidad, parece tener que entenderse como el asentimiento intelectivo de la fides qua.
una virtud infusa.
Por otra parte, la fe como credulitas parece llevarnos a la con-
R. Thomas llama la atención sobre este punto cuando dice que clusión de que Abelardo está procurando señalar una estructura
la fe en tanto fides qua creditur no es producto de un conocimiento racional que permita hablar de fides quae más allá de si es fe
racional sino algo que tiene su fundamento en la autoridad divina. cristiana, judía o filosófica. Si se logra establecer cómo es que opera
El móvil fundamental es según Thomas el amor de Dios que des- la razón cuando 'cree', se podría entender entonces de qué modo las
distintas creencias religiosas se basan en esta misma naturaleza
racional. Rom 14, 23 y la frase de Abelardo 'Non est peccatum nisi
contra conscientiam' -que es como vimos un intento de interpre-
62 «...et maxime rationibus nonnumquam fidcm astruendam esse vel defendendam ...»
lb. 1498-1499.
tación de Rom 14, 23- podrían entenderse, pues, tanto desde_ la
perspectiva específica de la fe en Cristo, como desde la per~p~ct1va
63 «Der Glaube als (ides qua creditur ist nicht aus sich selbst cntfaltetes und über general del reconocimiento. Todo lo que no procede del reconoc1m1ento,
sich selbst hinaus wachsendes Vemunfterkennen. Die Begründung des Glaubcns esto es del acto de creer y de la creencia como conciencia por él
ist die sich selbstlegitimierende gottliche Autoritat der geoffenbarten ' .
instaurada, procede o se realiza contra él. Para resolver e~ta cuestión
Glaubensinhaltc. Der Bewegung ist die durch die Liebe Gottes gewcckte
Gegenlicbe.» Thomas, op.cit. p. 201. hace falta recorrer más en detalle el terreno de la ratio.
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lntencwn y Conciencia en la Etica de Abelardo La Conci.encia como Instancia Ultima de la Moralidad

[2] El reconocimiento en el 'Comentarium' La ratio ha sido ciertamente vencida, y es a ella a la que se ha


hecho referencia cuando se dijo que la liberación del pecado no se
En el Commentarium puede descubrirse también la misma
logra por las fuerzas humanas (nec nostris nos uiribus a dominio
estructura racional que hemos visto aparecer en el Dialogus y en
peccati liberari possumus). Al pecar, el hombre actúa contra la
la Ethica. Aquí el reconocimiento se muestra en cierta medida como
sentencia de la ratio. No hago, dice Pablo, el bien que amo sino el
'saber de sí mismo', y se asiste, en contraste con las otras obras, a
mal que aborrezco. Estas palabras prueban según Abelardo que se
un menoscabo de la ratio en provecho de la gracia.
actúa contra la propia conciencia porque se evita hacer el bien que
Un importante texto del Commentarium permite ver cómo es se reconoce y se hace aquello que sin duda alguna se sabe malo. 67
que Abelardo entiende la función del reconocimiento en el campo de Al no hacer lo que reconoce como bueno, el individuo·consiente. La
la moral. Es el comentario a Rom 7, 7-25, donde Pablo habla pre- doctrina de la Ethica está fielmente reflejada en este pasaje y
cisamente del reconocimiento de la ley. Como sabemos -<lice el concuerda con aquello que, como reconocimiento indudable del bien
Apóstol- la ley es espiritual, esto es -comenta Abelardo-, com- y por ende del mal, se ha mostrado hasta ahora en el concepto de
puesta y dada por el Espíritu Santo que la dictó; no inventada por conscientia siue ratio. Abelardo continúa:
los hombres. 64 Yo sin embargo -continúa Pablo- soy camal, ven-
dido para ser esclavo del pecado. Abelardo comenta: El hombre es »Esto es lo que dke: 'no hago', esto es, no hago 'el bien que quiero',
es decir, que apruebo que debe hacerse y al que he consentido por
cautivo del pecado, y allí donde pudo venderse a él, no fue capaz de la razón, 'sino el mal que odio', esto es, que como se ha dicho J.llO
redimirse. Tuvo que ser entregada la sangre del inocente para la quiero sino que repruebo y condeno mediante el juicio de la razón.«63
redención de los hombres, de modo que por la gracia del Redentor
y no por las fuerzas humanas pudo lograr el hombre la liberación La expresión 'lo que apruebo que debe hacerse' está notablemen-
del dominio ejercido por el pecado.s.s Abelardo hace mención explícita te equiparada con 'lo que quiero', y remonta a lo que en el acápite
de la necesidad de la gracia de conformidad con el planteamiento sobre el juicio hemos descubierto corno asentimiento intelectivo, que
paulino. El papel de la ratio tiene que sufrir aquí un notable me- aquí Abelardo denomina 'consentimiento por la razón' (per rationem
noscabo. consentio), y que en todo caso es un 'consentimiento' en el bien. En
ese momento quod uolo es indudablemente quod approbo debere fieri,
Pablo dice más adelante: Quod enim opero, non intelligo (Rom
es decir, aquello a lo que se otorga un asentimiento intelectivo y que,
7, 15). Abelardo aclara: en tanto creencia, ha sido ofrecido a la volición como objeto de un
,.Y esto es: 'lo que hago, no entiendo' que deba hacerse, es decir, deseo racionalmente adecuado. Pero sabemos que este asentimiento
no creo que deba ser hecho, más aun, sé indudablemente que es del intelecto asumido por la voluntad no es aún el deseo de actuar
malo y que por lo tanto no ha de hacerse.«66 bien, ni es este deseo desplegado intencionalmente, sino tan sólo una

64 « ...Spiritu
sancto dictante composita et data, non ab hominibus inventa.»
Commentarium 205, 595-599. 67 «'Non enim quod'. Probat se malc agerc contra propriam conscientiam quia et
65 ocEcce undc facli su mus captivis, vendere non potuimus, redimiro non possumus: quod bonum esse rccognoscit dimittit, et quod non dubiat esse malum facit.,. lb.
Sanguis innocens dalus est pro nobis, nec nostris nos viribus a dominio pcccat1 ib. 616-619.
librari possumus, sed gratia Redemptoris.,. lb. ib. 606-609.
68 ..Hoc est quod dicit 'hoc ago', id cst non facio 'bonum, quod velo', id est quod
66 ~Et hoc est, quod enim opero, non intelligo esse operandum, id cst non credo approbo deberc fieri, et cui per rationcm consentio, 'sed maJum quod odi', id est
ut ficri dcbcat, immo indubitant.er scio esse malum, et ideo non esse faciendum.• quod, ut dictum est, non volo, sed rationis iudicio reprobo atque damno.• Ib. ib.
lb. ib. 614-616. 619-623.

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Inten ción y Concien cia en la Etica de Abelardo La Conciencia como Instancia Ultima de la Moralidad

disposición a querer según el imperativo moral. Hecha esta dispo- referencia a lagratia caritatis. Aquí se señala que el hombre se libra
sición deseo, se hablaría en este caso de buena voluntad. del dominio del pecado sólo mediante la gracia del Redentor; no
mediant e sus propias fuerzas. En el Commentaríum surge no sólo
Ahora bien: la buena voluntad se encuentra en el mismo nivel la misma estructura del animus sino además el mismo factor que
previo a la decisión en el que hallamos a la voluntad como deseo permite que el individuo se mantenga fiel a su fe.
concupiscible. Aunque en esta buena voluntad no exista la nota de
necesidad que sí encontramos en V1, y aunque su motivación sea la Por el momento podemos dar como establecido que para Abelardo
ratio y no una pasión, la buena voluntad es con todo anterior a V2• la conciencia es el reconocimient o indudable del bien. Lo racional
Es, pues, o la disposición hacia el bien o el deseo del bien anterior se manifiesta en el término 'reconocimiento'. 'Volver a conocer' sig-
al momento volitivo de la decisión. Después de él, la buena voluntad nifica que la conciencia sabe de algo que vuelve a encontrar de cara
se convierte en buena intención o deja su lugar al consensus in malo. a una determinada coyuntura moral. No se dice que su juicio sea
En el caso del consentimiento tenemos una voluntad que no ha sido infalible sino se afirma que del resultado de este juicio no cabe duda
capaz de ponerse a la altura de las exigencias de lo que el individuo alguna (recuérdese aquí, a manera de paralelo, la intervención del
realmente quiere (quod volo), es decir, de lo que la conciencia re- cristiano en el Dialogus con respecto a la duda y lo dudable). Abelardo
conoce como el bien. en la Ethica denomina corno h emos visto a esta suerte de certeza
'creer'. En mi análisis, apoyado en WeingartyThomas, he hecho uso
Así, la pregunta por las condiciones y los motivos que posibilitan también del término fides qua creditur para señalar el acto de creer
que el hombre haga o se proponga hacer 'lo que no quiere' es una al que se refiere aquí Abelardo. Aquello en lo que se cree o fides quae
pregunta que juega con el supuesto de que aquello que realmente creditur es, pues, aquello que verdaderamente se quiere. Así, la
se quiere es siempre el bien, tal y como lo muestra la ratio. Actuar creencia es, como lo sostiene Abela rdo en el Dialogus y en la Ethica,
o pretender actuar contra conciencia es algo irracional. Hubiera sido un fenómeno racional, presente como un momento intensivo del
sin duda irracional que los judíos no persiguieran a quienes con- discernimiento en el que se a siente lfides qua) al contenido de
1 sideraban infractores de su ley o que el filósofo del Dialogus atendiera determinadas proposiciones, y que se muestra luego como un conjunto
l a una autoridad que no es para él tal. Pero ahora se ve que la ratio de principios formales que obligan al individuo (fides quae).
no es capaz por sí sola de librar al hombre del dominio del mal, de
la misma manera como no fue capaz de brindarle por sí sola la fe ¿Qué es aquí propiamente la conciencia? Parece poder decirse
en Cristo al filósofo. Con esto se vuelve a manifestar una cierta que según Abelardo el hombre descubre, mediante el ejercicio de la
inoperatividad de los principios racionales: no sólo no llegan por sí ratio y en base a lo que cree lfides quae), que la acción posible X
mismos al reconocimiento de la verdad de la Revelación sino que no es faciendum; y también que sólo asintiendo intelectivamente lfides
se mantienen por sí solos en la verdad reconocida. qua) a la proposición 'X est (aciendum' la convierte en un precepto
moral. 'Actuar contra conciencia' es algo que supone la precedencia
Cabe preguntar entonces cómo es que estos principios de la de la fides qua; pero conscientia parece decirse propiamente de los
razón resultan inoperantes. En ambos casos la respuesta parece principios formales de la acción. Sin embargo, la posibilidad de
llevamos nuevamente a la cuestión de la voluntad. En el caso del asentir al contenido de una det erminada proposición está condi-
filósofo vimos que es sólo el amor de Dios aquello que puede des- cionada a su vez por la presencia de premisas racionales que
pertar el amor a Dios en el hombre, mostrándose de esta manera conforman la fides quae, como lo muestra el hecho de que la auto-
una nota específica de la fides Christi. Y con respecto a esta po- ridad no desempeñe ningún papel en la creencia del filósofo del
sibilidad de lo específicamente cristiano, en el Dialogus se hace Dialogus.
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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Conciencia como lnslc.ncia Ultima de la Moralidad

Así, la conciencia es ratio porque se trata del resultado de un embargo no sea capaz de efectuar el bien en una acción, pues ello
asentimiento otorgado al bien que la razón, en todo hombre discreto, depende de una voluntad que puede hallarse de tal manera condi-
es capaz de mostrar. Según este criterio la creencia qua creditur es cionada que no pueda conformarse a lo racional.
anterior a la creencia quae creditur, y la determina en su contenido.
En otras palabras, la conciencia del individuo, siendo en todos los El papel de la ratio como hemos visto es restringido y limitado;
hombres una creencia en principios forjados en el acto mismo de pero no es en modo alguno nulo. Sin la noticia del mal no hay culpa.
creer, es sin embargo conciencia judía, cristiana o filosófica según Llevar culpa en una intención significa 'saber'. Así, la ratio muestra
la diversidad de factores presentes en tal acto. La sola fides qua, al mal como tal y se ofrece ella misma como el ámbito en el que
que conduce al establecimiento de una firme creencia en la ley reflexivamente se tienen las consecuencias del mal por tales. Esto
natural, no es capaz de otorgar en tanto asentimiento intelectivo el vale desde luego para todos los hombres. Pero resulta indispensable
reconocimiento de la ley evangélica. averiguar en qué consiste un reconocimiento no sólo indudable sino
además verdadero del bien.
Entonces por un lado para todos los hombres vale decir que el
asentimiento intelectivo o fi<les qua precede al establecimiento de Pablo advierte en Rom 8, 15 que el cristiano no ha recibido un
aquellas cosas en las que se cree o fides quae; pero por otro lado para espíritu de servidumbre para que obre todavía por temor sino que
los cristianos la fides quae viene determinada por la caridad, que ha recibido el espíritu de adopción. Abelardo comenta diciendo que
debe hallarse presente en el acto de creer. Esto supone que el este espíritu le hace reconocer a la razón que se es hijo ~e Dios, es
hombre, aun cuando no haya recibido los datos de la Revelación, decir, que se está sujeto a él por el amor.Nada mejor, añade Abelardo,
posee en la ratio el instrumento que le permite normar su conducta que cada quien reconozca la propia conciencia y si ha de llamarse
según la ley natural. Si obra de conformidad con ella, no peca. siervo o antes bien hijo. 69 La ratio es el espíritu y en última instancia
Habiendo sin embargo recibido la Revelación y el don de la fe, el se reconoce a sí misma en el amor (intención) de Dios.
individuo debe seguir haciendo uso de este instrumento racional;
debe seguir normando su conducta de acuerdo con la propia conciencia; Creo que Abelardo yuxtapone aquí dos niveles: en primer lugar
pero esta conciencia es ahora la conciencia cristiana, y como tal trae
1 consigo exigencias específicas que la conciencia natural no impone.
tenemos el movimiento extensivo del animus que se manifiesta como
intención. Este supone una razón que discierne sobre los objetos de
Esta diferencia determina que en la moral la ratio que se ejerce con la voluntad y los califica moralmente mediante el arbitrio. Pero la
facilidad, y que hace al hombre discreto, reclame una reflexión sobre razón por sí sola no puede hacer más que eso. Dado que su labor
el contenido de una proposición como 'X est faciendum' de modo tal es insuficiente, los imperativos resultantes deben ser apoyados por
que a partir de ella se pueda dar lugar al reconocimiento del bonum una actualización habitual de aquella disposición hacia lo racional
en X; pero determina también que el bonum no sea en cada caso que provoca en la voluntad. Esta debe decidir seguir o no el impe-
necesariamente lo mismo. rativo de la ratio. Si la disposición hacia el bien está presente en
Se presenta asi la pregunta: ¿Cómo entiende Abelardo que la
conciencia cristiana salve la posibilidad del error moral? Este es un
problema distinto al del pecado culpable, pues está ya establecido 69 •'lpse enim spiritus adoptionis' quem diximus et habemus facit recognoscere
que todos los hombres pueden hallarse libres de culpa aun cuando spiritum nostrum, id est rationem, 'quod sumus fi.lü Dei', hoc est ei per amorcm
yerren en su estimación. Más aun, aunque la ratio se ejerza con subiecti. Nihil enim melius quisque quam propiam recognoscit conscientiam, et
facilidad, puede darse el caso de un individuo discreto que sin utrum servus an filius potius disccndus sit.• lb. 218, 270-274.

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La Conciencia como Instancia Ultima de la Moralidad
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo

desde lo puramente natural. 70 Así, cuando hay un conflicto en la


el individuo como 'espíritu de adopción', es decir, si la voluntad está voluntad y ella se ve condicionada por un vicio que la inclina en
dispuesta a seguir la razón no por la razón misma sino por el amor contra del espíritu de adopción, ocurre que sin la ayuda de la gracia
que posee a lo que la razón muestra como conveniente y agradable puede llegar a consentirse en hacer lo que no se quiere, y de esta
a Dios, entonces puede decirse que es el espíritu divino el que ha manera se pone en peligro aquella salvación que la gracia ha hecho
infundido en el hombre la intención de amarlo. Esto último es ya posible.
un segundo orden de cosas. En el primer nivel la conciencia en tanto
ratio incluye en cierto modo a la voluntad y su amor, en el sentido Reservando el tema de la gracia para el acápite siguiente, diré
de la buena voluntad y la intención correspondiente. Los judíos que aquí por último que el conflicto moral mismo es percibido por la ratio
perseguían a los cristianos actuaron también por amor a Dios y a en su estructura de recocimiento, esto es, mediante la relación de
su ley. La estructura del reconocimiento del bien allí presente puede la conciencia y la intención. Esto indica que la conciencia en tanto
predicarse de manera universal. En un segundo nivel en cambio ratio reflexiona sobre sí misma en dos momentos o desde dos pers-
Abelardo está hablando sólo de los cristianos, es decir, de aquellos pectivas que son, a saber:
que por el bautismo han recibido el espíritu de adopción. Este nivel
ofrece a su vez dos momentos diferenciables cuando se advierte que (a) intensivamente como reconocimiento del bien o del bonum (acere
aun en el cristiano la disposición de amar a Dios no necesariamente en los datos ofrecidos por el intelecto, y
se convierte en la intención de amarlo, pues a veces no es posible
vencer a los vicios en virtud de la sola razón. En consecuencia, se (b) extensivamente como reconocimiento del bien o bene (acere y
constata que hace falta la gracia tanto para que la razón se reconozca -faltando éste- del consensus in malo en las intenciones.
en el espíritu de adopción, como para que la voluntad asegure el
triunfo en su lucha contra aquello que la inclina al mal. En otras palabras, el fundamento antropológico del fenómeno de
la conciencia en tanto ratio lo hallamos en esta estructura reflexiva
Con esto se acaba de asistir al menoscabo del papel de la ratio. que implica 'volver a conocer'; en la creencia se trata de 'reconocer'
l El peso del factor intelectivo disminuye y nos encontramos frente los principios de la acción, y en la intención el cumplimiento o
al hecho de que en última instancia nada fuera del amor de Dios incumplimiento de los mismos. Estas dos funciones de la conscientia
puede garantizar el surgimiento de la buena intención, y nada sive ratio podrían entonces nombrarse: 'saber del bien en el que se
excepto la gracia puede garantizar que este amor sea verdaderamen- cree' y 'saber de sí corno sujeto moral'. Mediante la primera función
te la caritas cristiana. Los perseguidores de los mártires amaban a la conciencia sabe reconocer el bien en una determinada coyuntura
Dios y ello prueba que la ratio puede incluso llevar al hombre a moral y es con respecto a sí misma infalible. Aquí la garantía
desplegar este amor en una intención; pero si bien es claro para absoluta contra todo error depende sin embargo de la gracia de la
Abelardo que estos judíos no tienen culpa, lo es también que su
intención fue errónea. R. Peppennüller dice a este respecto que
según Abelardo el hombre puede conocer la existencia de Dios, su 70 ~Der Mensch kann durch seine ratio Gottes Ex.istenz, seine potentia, sapientia
potencia, su sabiduria y bondad, e incluso llegar a amarlo a través und bonitas erkennen und auch zur Gottesliebe gelangen. Abaclard hat aber...
de su razón. Pero, añade, a su salvación sólo llega en virtud de la immerund ganz betont daran festgehalten, daB allem menschlicen Tun, das zum
gracia, pues el hombre no puede disponerse a la recepción de la Heil fürht, die gratia vorausgchl. Dcr Mcnsch kann sich nicht aus eigenen
Kraften ... auf den Empfang der Heilsgnade disponieren... so muB festgestellt
misma a partir de sus propias fuerzas; de modo que la disposición werden ..., daB die Disposition des Mcnschcn durch die gratia angeregt ist, also
misma del individuo hacia la gracia es una gracia, y no puede ocurrir nicht ex puris ncituralibus mllg!ich ist.• Peppermüller, op.cit. p. 123.
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lnunci6n y Conciencia en la Etica de Abelardo La Conciencia como IMUmcia Ultima de la Moralidad

Revelación, pues el error es en este nivel un error de juicio ocasio- triunfo. Lo más que se dice es que la voluntad debe someterse a la
nado por la carencia de los datos revelados. Mediante la segunda divina, sin que ello signifique que el hombre no sea capaz de some-
función la conciencia sabe reconocer la culpa o la ausencia de culpa terla por sí solo. Así, Abelardo deja pasar aquí una clara oportunidad
en el individuo; aquí la garantía absoluta es la propia ratio, y en en la que habría sido esperable una mención explícita de la gracia.
este nivel la conciencia es con respecto a sí misma, esto es, de cara Por lo visto en el acápite anterior, nosotros sabemos que Abelardo
a la conducta moral del individuo, absolutamente infalible. De no entiende que el encuentro de la voluntad divina con la humana
postular estas dos funciones, una de las cuales obra como patrón acontece en la caridad. Conociendo el resto de su obra el lector puede
objetivo de la moralidad (fides quae creditur) y la otra como instancia ver tras la fórmula cum eam divina subiugamus que Abelardo está
última de la moralidad, la palabra culpa carecería de sentido. pensando en el amor de Dios que permite que la voluntad humana
sea subyugada por él propiciando en ella la buena intención. Pero
fil. CONSCIENCIA Y GRACIA lo cierto es 4ue en este pasaje no hay el propósito de mencionar este
apoyo otorgado al hombre desde fuera.
[1] El tema de la gracia en la 'Ethica'
El segundo pasaje pertenece al mismo capítulo en su parte final.
i. Las deficiencias del primer momento del discurso.- He se- Allí habla Abelardo de la tentación, a la que denomina una incli-
leccionado tres pasajes de la Ethica en los que por la naturaleza de nación del animus hacia la realización de algo que no conviene. La
los temas allí tratados habría sido esperable que un teólogo como debilidad humana, afirma, no puede subsistir sin la presencia de
Abelardo por lo menos mencionara la presencia de la gracia. No aquellas tentaciones que se han tornado quasi naturales ac
existe tal mención. Mi propósito es descubrir porqué. necessariae, por lo que, citando a Pablo, dice a continuación:

El primero de esos pasajes corresponde al capítulo III de la •Así, pues, lo que dice el Apóstol: 'Que no prenda en vosotros sino
Ethica. Abelardo está llevando adelante aquella argumentación tentación humana', es una sentencia similar a como si dijera: Si
conducente a distinguir 'pecado' de 'voluntad' que ya he citado. Dice el ani':"us es inclinado desde el placer, que es como dijimos la
tentaCJón humana, que ésta no conduzca al consentimiento en el
que para la pugna moral es necesario un enemigo que resista, no que consiste el pecado.«72
uno que se dé finalmente por vencido. Y continúa:
Se trata de impedir que la tentación conduzca al consentimiento·
~Este es enverdad nuestra mala voluntad, sobre la cual triunfamos
cuando la subyugamos a la divina; pero no Ja extinguimos, de modo pero si en el lector surge la pregunta por la manera cómo se evit~
que siempre tenemos contra qué luchar.«71 esto, no parece haber respuesta clara. Líneas arriba Abelardo ha
citado el versículo completo de la carta paulina (I Cor 10, 13), donde
El contexto de esta cita gira en torno a la idea de la lucha y la se lee: »Que no prenda en vosotros si no tentación humana; pero fiel
exigencia moral de triunfar en ella; pero en ningún momento men- es Dios, que no permitirá que seáis tentados por sobre aquello que
ciona Abelardo algún factor externo al hombre que colabore en este pudieseis, sino que con la tentación os dará la salida para que podáis

72 ~Quod ergo ait Apostolus, Templatio vos non apprehcndat nisi humana', consimilis
71 •Hace vero cst noslra mala volunt.as de qua lriumphamus cum eam divinac s~n.tentia est ac si diceret, Si inclinatur animus ex delectatione quae est, ut
su biugamus, nec scmpcr cam prorsus extinguimus, ut sempcr habcamus contra dix:imus, humana temptatio, non usque ad consensum pertrahat in quo peccatu m
qucm dimiccmus.• Ethica 12, 9-13. consistit.• Ib. 34, 30-34.

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resistirla.«73 La posición de Pablo es incuestionable; pero Abelardo condenados a la muerte etema;76 y para ser condenado basta con
vuelve a dejar pasar la oportunidad. no creer en el Evangelio, ignorar a Cristo, no recibir los sacramentos
de la lglesia.17 Todo esto es parte de una doctrina tradicional que
Se puede creer que esta falta de mención a la gracia se debe a Abelardo parece no cuestionar en absoluto (sicut et de parvulis
un descuido, o que quizás representa más bien una opción de Abelardo constat). Pero la ignorancia o la infidelidad, aunque signifiquen
contra una incómoda ingerencia de un factor externo en la dinámica condena eterna, no significan pecado culpable. Esta es la preocupa-
del acto moral. Hay un pasaje que ya conocemos y que puede resultar ción fundamental de Abelardo: culpa sólo hay cuando se actúa o
decisivo a este respecto. Allí se lee: pretende actuar contra conciencia. A esto llama él pecado en sentido
propio, es decir, ofensa de Dios. Así, el adulto infiel que hace uso
»Es s1;1fi~iente, según lo que juzgo, que nos esforcemos por adquirir de su razón y mediante este uso evita ofender a Dios, no peca; y sin
conocmuento del pecado en la medida en que concurra a nuestra embargo por ser infiel se condena.78 La gracia es definitivamente
memoria, de modo que pueda evitarse mejor lo que se conoce más necesaria para la salvación; pero a Abelardo no parece mostrársele
~ligenternente. En efecto, noticia del mal no puede faltarle al justo
m puede nadie evitar el vicio a no ser que le sea conocido.«74 necesaria para evitar ofender a Dios.

Creo que Abelardo no dejó pasar por descuido la mención a la Estos ejemplos.muestran ciertas deficiencias en la Ethica; pero
gracia. El tema tenía que estar necesariamente presente en sus que en ella casi no aparezca la palabra gratia y que esté ausente
reflexiones. Tal vez no lo menciona porque entendía la gracia divina el terna en los puntos centrales de la argumentación, no significa
de un modo peculiar, distinto al de las opiniones tradicionales. Sin que en esta obra no se haya dado lugar alguno al problema en
embargo Abelardo sabía también que una postura innovadora le iría cuestión. Abelardo parece tener claro que ocupándose de la culpa y
a traer dificultades. (Este pasaje es la fuente en efecto de una de el mérito no le corresponde hablar de la gracia, esto es, de la manera
las acusaciones de Sens.) de librarse de las consencuencias del pecado. Metódicamente, Abe-
lardo reserva este tema para un segundo momento de su reflexión,
Abelardo reconoce explícitamente el papel de la gracia de la que se inicia con el capítulo XVII. Las últimas líneas del capítulo
Revelación y del bautismo en función de la salvación del hombre. XVI corresponden nada menos que a nuestro tercer ejemplo: Sufficere
La gracia salva, p.ej., a los niños sin que medie mérito algunó;75 los huc usque arbitror... etc. A partir de este momento se inicia una
niños que por su parte mueren sin la gracia del bautismo son nueva temática. Ya se ha establecido lo que es el pecado en sentido
estricto; ahora sólo toca preguntar cómo librarse de él. Si en este
segundo momento estuviera ausente el tema de la gracia, entonces

73 «Tcmptatio vos non apprehendat nisi humana, fidelis autem Dcus (est) qui non
patictur vos temptari supra id quod potestis, sed faciet cum temptatiooc etiam 76 « •..sicut
et de parvulis constat sine bautismi gratia difunctis, ...aeterna marte
provcocntum, ut possitis sustincrc.,. dampnantur.» lb. ib. 3-4.

74 «Sufficere huc usquc arbitror nos ad cognitionem peccati, quantum memoriac 77 «Ad dampnationem quippe sufficit Evangelii non credcre, Christum ignorare,
occurrit, laborasse, ut eo melius caveri possit quo diligentius cognitum fuerit. sacramenta aec~lesiae non suscipere..... lb. ib. 14-16.
Mali quippc notitia iusto dccsse non potest, nec cavere quis vitium nisi cognitium
valet.,. Ethica. 76, 10-13. 78 «Sicut autem quod isti per ignorantiam egerunt vcl ipsa etiam ignorantia peccatum
proprie, hoc est, contcmplus Dei, non dicitur, ita nec infidelitas, quamvis ipsa
75 «Sicut enim sine meritis nonnulli salvantur, ut parvuli, et sola gratia vitam necessario aetcma vitae aditum adultis ratione iam utentibus intercludat... lb.
assccuntur actcrnam...» lb. 60, 34; 62, l. ib. 9-14.
278 279
lnúncwn y Conciencia en la Etica de Abelardo La Conciencia como Instancia Ultima de la Moralidad

habría fundamento para hablar -eomo se hizo en Sens- de una Aclara entonces que el arrepentimiento (penitencia) de Judas,
postura pelagiana. p.ej., no fue motivado por la culpa sentida frente al pecado que
cometió (non tam pro culpa peccati) sino por la vileza de quien se
ii. El segundo momento de la refiexi6n.- Que a partir del ca- sentía repudiado por todos como traidor. A diario, continúa Abelardo,
pítulo XVII de la Ethica nos hallamos frente a un segundo momento se ve a los moribundos arrepentirse (peniteri); pero no tanto a causa
de la reflexión abelardiana sobre el pecado, es algo que puede verse del amor a Dios o el odio al pecado cometido sino por temor al
con claridad si se reseña el corto texto de este capítulo, que por lo castigo.82 La contraposición es clara.
demás hace las veces de una introducción a esta nueva perspectiva.
Bajo el título De peccatorum reconcili.atione dice Abelardo que ha- En este momento vuelve Abelardo sobre aquel aspecto de la
biéndose ya mostrado la enfermedad ·del alma, toca ver ahora la motivación psicológica que vimos aparecer con ocasión de mi análisis
medicina. Citando a Jerónimo, entiende que de la causa de la en- del pecado irremisible. Quienes actúan movidos por el temor al
fermedad debe pasarse al estudio de la causa de la curación. Dado castigo permanecen en la iniquidad, pues no les desagrada tanto
que Abelardo no abandona su definición del pecado en sentido estricto ésta cuanto la pena que merecen por ella. De este modo acaban
como ofensa de Dios, la curación debe consistir por ello en la re- o9iando la equidad y justicia divina antes que la iniquidad e injus-
conciliación con Dios. Para ésta son indispensables la penitencia, la ticia propias.83 Hasta aquí Abelardo busca plantear el problema en
confesión y la satisfacción.79 Abelardo procede a tratar en lo que se términos universales, pues de todo hombre podría decirse que per·
sigue del primero de estos requisitos. manece en el mal si teniéndolo por mal, no es movido a rechazarlo
a causa de una virtud sino a causa del temor al castigo. Todo hombre
La penitencia la define como un dolor del animus ocasiQnado por tiene la posibilidad de luchar contra su propia debilidad mediante
el delito, es decir, la vergüenza que se siente por haberse excedido el cultivo de la virtud. Si se llega al arrepentimiento y se está
en algo. 80 Avergonzarse, pues, de haber consentido. El individuo sabe luchando por desplazar un vicio mediante esta sola virtud de la
que ha desplegado una mala intención, que no ha reprimido la mala lucha, entonces puede decirse que la iniquidad no permanece. Si se
voluntad. Abelardo sigue: llega en cambio al arrepentimiento sin que surja la lucha contra el
vicio, es decir, sin una buena intención, entonces se ha llegado a él
•Esta penitencia ocurre a veces a partir del amor de Dios, y es necesariamente a partir de otro móvil, ajeno al ámbito de la virtud.
fructuosa; otras veces a partir de algún daño con el que no que- Este puede ser el temor o, corno lo expone Abelardo siguiendo al libro
remos ser gravados....1 de la Sabidurla, la 'angustia del espíritu'84 y el 'horrible terror'85 de
los condenados.

79 ..Et quiniam plagam animae monstravimus, curationis remedium studeamus


ostendere. Unde illud Hieronimi, 'O medice, si peritus es, sicut posuisti causam 82 Ib. 78, 1-12.
morbi ita indica sanitatis.' Cum igitur peccando Deum offendimus, superest
quibus ei modis reconcilian possimus. Tria itaque sunt in reconciliatiooe peccat.oris 83 •Qui in eo quoque iniqui permanent, quod non tam eis iniquitas displicet culpae
ad Deum, penitentia scilicet, confossio, satisfactio.• lb. 76, 15-20. quam auqe iusta et gravitas penae, ncc tam habent odio id quod commiserunt
quia malum fuit, quam iustum Dei iudicium quod in pena formidant, equitatem
80 "··· dolor animi super eo in quo delinquit cum aliquam scilicct piget in aliquo potius quam iniquitatem odientes,,. lb. ib. 12-17.
excessisse_,. lb. ib. 22-23.
84 lb. ib. l.
81 ..Haec penitentia tum ex amorc Dei acddit et fructuosa est, tum dampno aliquo
quo nollemus gravari.• lb. ib. 23-25. 85 lb. 76, 27.

280 281
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo
La Conciencia como Instancia Ultima de la Moralidad

Sabemos que la lucha contra los vicios requiere que se los co- hacienda ni la familia (ni ellos mismos de no morir) sin estos bie-
nozca, y que en ello el hombre se conozca a sí mismo, esto es, que •
nes.ss Tales actúan en aquel momento límite contra conciencia.
• 89

sepa cómo se encuentran calificadas sus intenciones por sus hábitos


y sus creencias morales. Ahora bien: en aquel contexto Abelardo ha Aquí cabe preguntar nuevamente por el sentido de la acotación
dicho que al hombre le es 'suficiente' esforzarse por conocer el pecado suffícere. ¿En qué medida es suficiente el eje~cicio de la razón p~ra
para poder evitarlo mejor. 86 Nótese que Abelardo dice: 'Para mejor poder evitar mejor el pecado? Un hombre n~ puede haber qmzá
poder evitarlo'. Siempre puede evitársele. Pero es probable que ni hecho uso de la ratio de tal modo que supo siempre que actuaba
Judas ni aquel moribundo hayan hecho jamás el esfuerzo por co- contra su propia conciencia, que sus intenciones no eran puras, que
nocerse a sí mismo, de modo que tampoco se hallaban en condición obrando así se condenaba, y sin embargo este rico ---eomo aquél que
de 'mejor poder evitar' el pecado. Abelardo piensa que el haber hecho comió el fruto ajeno a pesar de que era ajeno-, en el momento de
uso adecuado de la ratio hubiera sido 'suficiente' para orientar sus su muerte, no renuncia a sus riquezas a pesar de la condena. En
intenciones hacia el bien durante sus vidas, sobre todo en el momen- ambos casos el vicio es más fuerte que la virtud. Esta no se halla
to de la muerte. Pero no todos los hombres ni todos los cristianos afincada en el animus, porque de e11a se tiene sólo la noticia de su
hacen este esfuerzo, de modo que permanecen en el mal y acaban conveniencia. Hay, pues, ejercicio de la ratio y no obstante pecado,
odiando la justicia. Cegados porque no hicieron uso suficiente de la culpa y condena.
ratio, ésta no fue capaz de hacerles reconocer su malicia y mostrarles
cómo era que estaban llamados a renegar de ella. Así, faltos de esta En el recorrido que hemos realizado por el pensamiento moral
luz tampoco tienen noticia de la satisfacción requerida. 87 de Abelardo la ratio nunca se ha mostrado como suficiente para la
salvación. Abelardo sólo ha dicho que ella es suficiente para 'mejor
Esta ceguera no es sin embargo necesariamente la de la igno- poder evitar' el pecado. Pero a veces el pecado no puede evitarse a
rancia o infidelidad. Cuando Abelardo habla de los moribundos que pesar de la ratio. En realidad esta última afirmación se~ala .aquello
se arrepienten falsamente se refiere a los cristianos. Cuántos de que subyace al fenómeno mismo del actuar contra conc1encta. Una
estos vemos a diario, se pregunta, que muriendo se reprochan a sí penitencia salvífica, como lo indica Abelardo en el capítulo XIX de
mismos por haber cometido los pecados de usura, saqueo, opresión la Ethica titulado De fructuosa penitentia, es definida como proce-
de los pobres, y que consultando a un sacerdote buscan librarse de dente del amor de Dios y no del temor al castigo. En ella el individuo
estas faltas; pero si el sacerdote les dice que vendan todo y lo se duele de haber ofendido a Dios atentiendo antes a su bondad que
entreguen a aque11os afectados por sus malas acciones, responden a su justicia.90 El dolor o contrición del animus en la penitencia q':1e
que no son capaces de tal cosa, pues no podrían mantenerse la procede del amor divino hace que el pecado no permanezca, es decir,

88 lb. ib. 22 passim; 80, 1-4.

89 Abclardo pasa inmediatamente a hacer un recuento d~ tod~s ~quellos datos de


86 «Sufficére... nos ad cognitionem pcccati... laborasse, ut eo melius cavcri possit.~ Ja Revelación que conforman el contenido de la creencia cnst1ana con respecto
lb. 76, 10-11. a este caso, i.c., la condena de las riquezas y de la opresión de los pobres. Cfr.
lb. 80, 5 passim; 84, 1-20.
87 •Quos díu obcccatos atque vocatos ut a malitia sua converterentur, ita tandem
in reprobum sensum divina iustitia tradit, et cecitate percussos a facic sua 90 ~ ...ut videlicet doleamus Deum offondisse vel contempsisse quia est bonus magis
porsus abicit, ncc qualiter satisfacendum sit advertere queant ... Ib. 78, 17-21. quam quia iuslus est.• lb. ib. 27-30. Cfr. tambi6n lb. 88, 2-5.
282 283

l
1 -

Intencw1i y Conciencia en la Etica de Abelardo La Conciencia como Instancia Ultima de la Moralidad

es capaz de hacer que el rico renuncie a sus riquezas. No permanece, gracia no es abordado en relación al concepto de conciencia, sino
pues, el consensus. Esto significa que la intentio mala es desplazada débilmente mencionado con ocasión de mostrar cómo puede vencerse
por la presencia de una intención contraria. Abelardo indica cla- en última instancia la mala intención.
ramente en qué consiste esta intentio bona cuando dice que la culpa
desaparece cuando la caridad de Dios 'inspira' los gemidos del En lo que se refiere a la determinación del concepto de concien-
penitente.91 La caridad es lo único que salva y lo único capaz de cia, el solo análisis del texto de la Ethica en sus dos momentos no
vencer definitivamente al pecado. conduce a configurar una hipótesis que pudiera cubrir la brecha
abierta por la ingerencia de un factor externo que hasta entonces
A partir de este momento el planteamiento entero de Abelardo Abelardo no había pretendido tratar directamente. Para presentar
ya no puede seguir sosteniéndose en la pretensión de eludir toda esta hipótesis es necesario recurrir nuevamente a una perspectiva
influencia exterior al animus en la calificación de su acto moral. Esta de conjunto.
influencia externa ha sido hecha manifiesta a través de la expresión
inspiratio. En efecto, Abelardo repite en el capítulo siguiente que [2] El problema de la gracia en la moral abelardiana
por penitencia fructuosa se entiende aquella que envía (inmittit) el
amor de Dios. 92 Más aun, el amor de Dios induce al individuo, lleva La pregunta general en este acápite es por qué se aparta Abelardo
al animus a dolerse del consentimiento porque mediante él se ha del tratamiento tradicional de la cuestión de la gracia. Para respon-
ofendido a Dios.93 La intención de amar a Dios es infundida, inducida derla presentaré primero los motivos que dirigen su planteamiento
o inspirada por él mismo mediante su amor, y sólo de esta manera de la moral.
se es capaz de vencer la mala intención que la ratio, reconociéndola,
no pudo sin embargo superar por sí sola. i. La universalidad del planteamiento.- Después de lo visto
hasta aquí toca quizá preguntar qué papel le asigna Abelardo a la
Así, en este segundo momento de la Ethica Abelardo sí consi- conciencia en la determinación de lo que 'objetivamente' es el bien.
dera, aunque no de una manera suficientemente explícita, la cuestión Sabemos que la conciencia ofrece un principio general de la acción
de la gracia, entendiéndola como la caritas infusa. En consecuencia, que dice bonum (acere, malum dimittere, y que dispone a la voluntad
no puede decirse que el tema se halle totalmente ausente en esta a querer el bien. Descubrir qué sea el bien en cada caso es labor de
obra; sin embargo sufre en el primer momento de la reflexión un su despliegue como ratio, esto es, como libre arbitrio, y según vimos
serio menoscabo en beneficio de la universalidad del planteamiento. la conciencia se halla allí sujeta a la posibilidad del error. Así se
Debe advertirse además que en el segundo momento el tema de la señala un primer límite. Pero errado o no, del imperativo del libre
arbitrio ofrecido como creencia no cabe en el individuo duda alguna.
En este sentido la conciencia obliga formalmente. Que sea material-
mente seguida o no por la voluntad es aquello que señala el segundo
91 • ...quia caritas Dei hunc gcmitum inspirans non patitur culpam.• lb. ib. 6-9. límite. Nos parece que a Abelardo se le presentó este problema en
92 Ib. 90, 4-5.
toda su magnitud.

93 • ...ad hoc me inducit atque animum trahit ut de hoc consensu doleam propter Vistas las cosas así, y frente a las consideraciones que hoy se
hoc tamtum quia in eo Deum o!Tendi... Ib. ib. 8-10. Que Dios 'inspira' los gemidos acostumbran hacer, la respuesta a nuestra pregunta debería ser
de la pcnit.encia queda también claro en Ib. ib. 26-31, y en Ib. 92, 10-16, donde
al final se lee: •Peccatum itaque Deus condonat cum ipsc a quo pena fieri debuit, negativa: la conciencia no parece jugar ningún papel en la deter-
facial pcnitcntiam inspirando cur iam non debeat inferri ... minación de lo que objetivamente es el bien, puesto que ella es
285
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Conciencia como Instancia Ultima de la Moralidad

~re:ncia. La creenc~a puede estar en sí misma errada, y puede por de otro modo el término ad quem de la relación, es decir, Dios, debe
ultiT?o ~o ser seguida por el individuo. Diríamos entonces que la ser garante de la verdad percibida en el términ~ a quo, e~to es, en
conc1enc1a no puede garantizar la verdad 'en sí' sino sólo la verdad el hombre, y de tal manera que explique su realidad mediante una
'para sí' del principio de la acción que ofrece. Por otro lado ella no ingerencia efectiva sobre la voluntad humana.
es capaz de inducir material sino tan sólo formalmente a la voluntad.
Ta~ respuest~ negativa se vería reforzada si se toma en cuenta la Dije que a Abelardo parece habérsele presentado el problema en
tesis abelardiana de la indiferencia. toda su magnitud. Una cosa es ocuparse. de q~e~es creen en l~
Revelación -que se sostiene en la autoridad divma Y ~e~de alh
Esta parece. s:r
la perspectiva desde la cual J. Rohmer, p.ej., impone las exigencias morales frente a las que el cnsbano es
enfrenta el anáhs1s del pensamiento moral de Abelardo. Este autor responsable- y otra cosa es plantearse el problema de la r~sp?~­
habla de una crisis del subjetivismo moral que se hace manifiesta sabilidad moral en absoluto, es decir, tomando en cuenta al md~VI­
en la doctrina abelardiana y que sería seguida por la determinación duo más allá de si es cristiano o no. Esta última es la perspect~;a
de la moralidad objetiva de los actos después de la condena de Sens;s4 de Abelardo por lo menos en el primer momento de la r~~ex10n
en otras palabras, en Abelardo mismo no habría ninguna objetividad llevada a cabo en la Ethíca. Para él los criterios de culpabilidad Y
moral.
responsabilidad no pueden vari~r de ~ individuo a otro, deben ~er
universales; pero no en tal sentido umversales que anulen ~l pnn-
Sin embargo, el problema parece tener una solución si no se cipio del reconocimiento personal sobre. ~l que Abelardo sostien.~ en
P.regunta por la objetividad en términos estrictamente analíticos última instancia cualquier responsabilidad moral. ~ep?~rmuller
smo má~ bien dialécticos. Abelardo introduce en efecto un elemenu; afirma que si Abelardo no hubiese integra?o esU: pnncip10 en su
te?ló~co de antemano. Verdaderamente, esto es, más allá de los sistema, le sería imposible mantener la umversahdad de la oferta
cntenos particulares, el bien supremo es para el hombre el summum de salvación hecha por Dios. Sólo los cristianos se salv~; pero to~os
bonum reconocido en el Dios de la Revelación. En la conformidad están llamados a ser salvos. De otra manera la salvac10n se restnn-
de la voluntad humana con la divina se encuentra el fin último del giría exclusivamente a los cristianos, con el resultado ~e que el
acto moral. T?do aquello q~e de alguna u otra manera contradiga hombre sólo podría ser llamado a responder moralmente s1 ya fuese
este fin es calificado por el mtelecto como malo. Quien crea en Dios cristiano. 95 Este evidentemente no es el caso.
Y acepte sus preceptos, es decir, quien se reconozca como llamado
a amar a Dios me~iante el cumplimiento de los mismos, pecará si
1
La relación que establecen el pagano y el judío con Dios es una
no obra de conformidad con las exigencias morales que de allí surgen. relación sostenida fundamentalmente en el término a quo.1?belardo
busca tratar la creencia del hombre desde una perspecbva. que,
Los preceptos sin embargo no son una expresión literal de la incluyendo la fides Catholíca, sea sin embarg~ un rasgo e~e~c1al de
voluntad divina. Ellos requieren ser interpretados correctamente. todo sujeto moral. En efecto, la responsabilidad del cnstiano se
De esta manera se vuelve sobre el riesgo de una verdad 'para si" de
l~ conciencia individual. La única vía para evitar el juicio subjeti-
vista se ofrece tan sólo en la medida en que la relación del hombre
con Dios séa una relación real y no meramente conceptual. Dicho 95 «Würde (Abaelard dieses Prinzip) nicht in sein Syslem integrieren, wiire es ih~
"glich an dcr Univcrsalitlil des gottlichen Heilsangebotes festzuhalten,
unmo ' dann auf die Chrislen beschriinkt, un d der.E'1nz~lne ware
dieses wiire .. nur dann
_
selbst für Hcil oder Unheil verantwtlrt.lich, wenn er Christ ware.• Pepperroü.ller,
94 Rohmer, op.cit. pp. 31, 36, 39-41.
op.cit. p. 124.
286 287
Intención. y Con.ciencia en la Enea de Abelardo La Conciencia conw Instancia Wtima <k la Moralidad

sostiene también en el término a quo. Así, no hay más remedio que agraciado finalmente con la fides Christi, 98 es decir, con la relación
recurrir al campo de la ratio, pues es éste el único elemento esencial real que brinda la salvación y garantiza contra todo posible error.
sobre el que puede apoyarse tal pretensión de universalidad. Todo
hombre, en tanto término a quo de la relación con Dios, posee Es en todo caso cierto que este intento netamente dialéctico de
conciencia moral, esto es, 'sabe' qué es aquello que, procediendo del descubrir una universalidad de criterios con respecto al mérito, el
Dios que reconoce, debe gobernar su acción. Es a partir de este saber pecado y la culpa, tenía que haber conducido a Abelardo a un terreno
que el hombre es moralmente responsable. Algunos no obstante en el que difícilmente podía estarse sin conflicto. Al acentuar el
establecen sólo una relación conceptual con o sin fundamento in re. término a qua de la relación se subraya -para la época, excesi-
Estos son los infieles. Quienes entre éstos establecen una relación vamente- el papel jugado por la razón en la moral, cosa que en
conceptual con fundamento son los que han hecho un uso adecuado buena cuenta condujo a Abelardo al descubrimiento del fenómeno
J de la ratio, y se podría decir que según la tónica del planteamiento de la conciencia. Pero esta es en realidad la consecuencia estric-
abelardiano éstos 'propician' de esta manera su salvación. tamente lógica de su pretensión de universalidad. Con ello descuida
-casi, diría, necesariamente- el término ad quem, que bajo el
Para salvar el subjetivismo que supondría dejar que la ratio de concepto de gracia Abelardo mismo, sobre todo en el Commentarium,
cada hombre determine qué es el bien en cada caso, es necesario ha sabido tratar dentro de los márgenes de lo que llamaríamos una
postular el fundamento in re de toda relación conceptual con Dios; aproximación tradicional.
es decir, es necesario postular que la ratio tiene su origen en Dios
y que tiende hacia él aun cuando se carezca de los datos de la Sin duda el tratamiento abelardiano se aparta del usual. Como
Revelación. 96 Según Abelardo, el intelecto es capaz de descubrir dice Peppermüller, si Abelardo pretende mantener vigente el principio
mediante la dialéctica que el summum bonum •es la aspiración de la plena responsabilidad del hombre frente a su salvación o
fundamental de la conciencia, y que 'invita' a querer y desear de condena, debe consecuentemente postular que la gracia ha sido
conformidad con ella. 97 Aquél que no ha recibido la gracia de la ofrecida a todos los hombres. 99 Esta es la única consecuencia posible.
Revelación no puede establecer una relación real con Dios; puede La gracia de la fe, esto es, la de una creencia en Dios que establece
en cambio lograr una relación conceptual con fundamento mediante una relación real con él, otorgada únicamente a los cristianos en el
este descubrimiento de la ratio. En ello parece haber un carácter espíritu de adopción, no puede predicarse de todos los hombres; de
eminentemente propiciatorio. Como lo interpreta Peppermüller, manera que queda descartada de su planteamiento universal.
Abelardo opina que quien busca a Dios mediante la ratio será
Algo debe haber sin embargo que procediendo de Dios, esto es,
con fundamento in re, sea común a todos. Ello debe ser capaz de

98 ~Indem Abaelard... daran festhiilt, daB dem, dcr Gott sucht, al les, was zum Heile
96 Cfr. Thomas, op.cit. p. 201. notweindig ist, zuslitzlich ofTenbart wird, d.h. konkret: die lides Christi, kann
er die uncingeschrlinkte Verantwortlichkeit jedes Menschen für sein künftigcs
97 Cfr. Dw.logus 15-27; 130-135; 163.165; y sobre todo 239-242: •Sit denique dubium Schicksal durchhalten.• Peppermüller, op.cit. p. 124.
mihi sicut et tibi, quod hanc Dcus legem instituerit, quod tot tamen testimoniniis
et ratione confirmatur, cogaris tamen secundum supposite similitudinis 99 •Wenn Abaclard ... Wis Prinzip (vertritt), daB der Mensch für Heil oder
inductionem, id mihi consulere, ut ipsi obediam, maxime cum ad hoc propria Verdammnis persOnlich voll verantwortlich ist, so muB er konsequenterweise
me invitet conscientia.• die gratia allen Menschen angeboten lassen.• Ib. p. 123.
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lntencwn y Conciencia en la Eti.ca de Abelardv La Conciencia como Instancla Ultima de la Moralidad

permitir obrar de conformidad con la propia conciencia, de modo que por afianzar la virtud infundida por el amor divino en su voluntad.
todos los hombres puedan y reconozcan que deben evitar el con- Hay, pues, una cierta autonomía relativa del sujeto moral, per-
sentimiento. Sin duda alguna este factor común y universal es la fectamente resguardada.
ratio. Ahelardo creería que ésta es un don de Dios y la estaría
identificando así con la gracia que posibilita que l~ voluntad se En resumen: la razón por la que frecuentemente se encuentra
despliegue en una buena intención y pueda evitar la culpa. La ratio el calificativo 'subjetivista' cuando se habla de la moral de Abelardo
sería, pues, una forma de la gracia divina. No obstante, ella no es parece radicar en su escaso tratamiento de la relación real entre el
aún aquella forma de la gracia según la cual se tiene la garantía, hombre y Dios. Hablar sin embargo de subjetivismo me parece
procedente de Dios mismo, de que la verdad descubierta por la excesivo. Existen criterios objetivos para el bien y el mal impuestos
conciencia no es únicamente la verdad 'para sí'; ni se tiene aún la por Dios y que el hombre sólo conoce con absoluta certeza en la
presencia efectiva de una virtud infusa capaz de convertir en una medida de su relación real con él. Si no existe esta relación real, la
intención la posibilidad· de evitar el consentimiento. ratio puede brindar aproximaciones a la verdad, y ello basta para
poder evitar la culpa y propiciar la salvación. Este factor común copó
Si el conocimiento del verdadero Dios está ausente y si él no obra la atención de Abelardo. Ahí descubrió la conciencia y su 'autono-
efectivamente en el individuo, la única gracia que el hombre posee mía', es decir, descubrió la persona en el sujeto moral.100
es la de la actividad propiciatoria de una razón ejercida con facilidad.
Ella basta sin embargo para mejor poder evitar la culpa moral. Que ii. 'Gratia caritatis' y conciencia.- E. Volk enfrenta la cuestión
el consentimiento se evite finalmente o no, es algo que depende de de la gracia en su análisis del tema de la conciencia en el pensa-
la resis~encia ofrecida por los vicios de la voluntad, afincados de miento de Abelardo, y lo hace citando aquel pasaje de la Eth~ca en
diversa manera en los distintos individuos. el que se afirma la reconciliación de los pecados como sostemd~ en
la penitencia, la confesión y la satisfacción.101 Al cristiano se le brmda
En vista a la distinción entre cristianos e infieles podría pen- la posibilidad de reconciliación mediante estos medios. De ellos la
sarse que en los cristianos, dado que poseen una relación real con penitencia es fructuosa si procede del amor de Dios (ex amore Dei),
1 Dios, la ratio no tiene ya ningún papel que cumplir, pues sus y se expresa mediante los gemidos de la contritio cordis, frente a
funciones habrían quedado subsumidas por la influencia de la gra- los cuales no persiste el pecado. 102 Como hemos tenido oportunidad
cia de la fe sobre el juicio del intelecto y sobre la voluntad; de forma de ver, según Abelardo, Dios perdona una falta porque él mismo
que, como lo expresa Bernardo, a la voluntad no le quedaría más otorga la inspiración de la penitencia que hace ya innecesaria la
tarea que la de asentir a la gracia. Pero esta postura representa
precisamente aquello contra lo que Abelardo lucha. El no abandona
en ningún momento el núcleo de su planteamiento y persiste en
afirmar la preponderancia de la razón incluso en el cristiano, pues 100 «Man hat Abaelard Subjektivismus vorgeworfen; darao ist sicherlich Wahres.
cuál sea la voluntad divina que en cada caso hay que descubrir frente Doch sollte man statt mit dem ncgativ vorbelastcten subjektivi.stisch seinen
a la aplicación de cada precepto, no es algo que se sepa mediante theologischen Ansatz... lieber als personal charakterisieren.» lb. p. 121.
la sola presencia del precepto ni mucho menos a través de la au- 101 Volk, op.cit. p. 309.
toridad eclesiástica. Esto es algo que se descubre sólo mediante la
comprensión del animus en la que consiste la auténtica fe. El hecho 102 «Die Fruchtbringende Reue ist n icht ein Akt, den der Mensch si.ch abringt.
Vielmehr entzündet sich durch Christus, die inkarnierte Liebe Gottes, nicht nur
de que el término ad quem sea la última instancia decisoria en la der dnlor animi, sondern in diesen Schmen wird zugleich des Sünders Gcgcnliebe
lucha contra los vicios no significa que el hombre no tenga que luchar geweckt.• Ibidem.
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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Conciencia como Instancia Ultima de la Moralidad

pena. 103 Esta inspiración, advierte Volk, da que pensar, pues sin ella fundada y radicada en la caridad de Dios.«106 Luego -eoncluye
no se restituye la integridad del alma afectada por la caída original. Volk-, todos los méritos tienen su raíz en la caridad, pues la fe es
Y añade: »El hombre no puede hacer nada de sí mismo para su 'amor actuante', esto es, fides caritate formata. 107 Así, lo separado en
salvación. «1114 el análisis de los criterios universales en torno a la calificación del
acto moral, tarea a la que Abelardo dedica el primer momento de
La inspiración es ~in duda una motivación exterior de la gracia; su reflexión en la Ethica, se une nuevamente desde la perspectiva
pero Abelardo la menciona cuando trata de la salvación, y es aquella propiamente dialéctica del segundo momento, reflejada perfecta-
gracia cuya efectividad es para él, en opinión de Volk, »idéntica ... mente por este pasaje del Commentarium.
con aquel amor procedente de Dios, encarnado en Cristo y vertido
en el corazón del hombre por el Espíritu Santo.«1º5 En otras palabras, En el contexto de esta cita, Pablo afirma decir la verdad en
se trata de la gracia infusa, que consiste en el amor eterno de Dios Cristo y no mentir, de lo cual da testimonio su conciencia en el
transplantado ('eingepflanzt', dice Volk) en el alma humana, capaz Espíritu Santo. 108 Abelardo comenta diciendo que puede darse el
de obrar la renovación de la conciencia. caso de que alguien diga la verdad ignorándola y que de este modo
actúe contra conciencia y mienta a pesar de estar diciendo la verdad.
Aquí conviene recordar que Abelardo maneja la cuestión en dos Sólo el que habla con duplicidad, continúa Abelardo, es reo de
niveles. diferenciables: la gracia por un lado como ratio, capaz de mentira frente a Dios. La conciencia da testimonio de lo que se dice
conducir a querer el bien en el que se cree, esto es, a desear actuar cuando coinciden el animus y las palabras, es decir, cuando real-
Y efectivamente actuar de conformidad con la propia conciencia; y mente se cree en aquello que se está diciendo.109 En mi .opinión se
por otro lado la gracia infusa, que es la única capaz de otorgar la refleja aquí claramente el primer momento de la reflexi"ón, esto es,
salvación. En el primer nivel vemos que los conceptos objetivos de aquél de la universalidad de los criterios calificativos del acto moral:
ratio, gratia y conscientia son idénticos, es decir: se trata de una sola si el animus no difiere de las palabras, no hay culpa.
realidad. En el segundo nivel parece que se tratara de la gracia corno
Pues bien: tornando sobre la cita mencionada veamos lo que
algo distinto de la ratio, y por lo tanto como algo distinto de la puede. significar para Abelardo, comentando las palabras de Pablo,
conciencia. hablar de 'mi conciencia'.
Sin embargo, Volk ha hecho notar, al citar un importante pasaje
del Commentarium, que Abelardo también relaciona la conciencia 106 .'conscientia'... 'mea' existens 'in Spiritu Sancto' hoc est fundata et radicata
« ..
con el segundo nivel. El pasaje en cuestión -una glosa a Rom 9, in caritate Dei...» Commentarium 229, 17-19. ' '
1- dice: »'Mi conciencia' que existe 'en el Espíritu Santo', esto es,
107 «Al~e merita... wurzeln in dcr caritas; denn die fides ist tii.tige Llebe; sie ist fu:J.es
caritate formata.• Volk, op.cit. p. 309.
108 Rom 9, 1: •Veritatem dico in Christo, non mentior: testimonium mihi prehibente
103 Ethica 92, 15-16. conscientia mea in Spiritu Sancto.»

104 .....denn ohne die inspiratio der caritas gibt es keine Wicdcrhe~t.ellung der 109 :J'otest ~uippe aliquis, quantum ad rei eventum, veritatem in verbis per
Integritat der durch den Sündenfall verserhrten menschlichen Scclc. Der Mensch 1gnorant1am haberc, et tamen contra conscientiam loqui et per hoc incurrere
kann von sich aus nichts zu seiner Ret.tung tun.• Volk, op.cit. p. 309. mendacii reatum. Non enim mcnlitur apud Deum, hoc est reus mendacii non
reputatur ab eo, nisi qui duplicitatem loquitur. Loquenti conscientia sua perhibet
105 ident.isch ... mit der von G<>tt ausgehenden, in Christus inkarnierten und
«... ~stimonium quando non dessidct animus a verbis, hoc est quando creditur ab
durch den Heiligcn Gcist in unsere Herzen ausgegosenc Licbc.• Ibidcm. 1pso sicut dicitur.• Commentarium 229, 9-16.

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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Conciencia como Instancia Ultima de la Moralidad

:'f'.ara m_í', ~c~, q_ue he conocido estas cosas, y no para nosotros vista, como ya lo he indicado, la misma conciencia. La mera dispo-
ffil conciencia_, digo, que existe 'en el Espíritu Santo' esto es' sición racional hacia el bien es sin embargo tanto como nada si no
funddada y radicada en la caridad de Dios, desde la cual' pues n~ es convertida en deseo y hábito de la voluntad. Así, si la disposición
pue e pulular la mentira... 110 ' '
sensible hacia el goce no es superada o subsumida en una disposición
racional hacia el bien y ésta desplegada en un deseo virtuoso, en-
Abelardo acla_ra que no ~e dice 'para nosotros', reafirmándose así tonces surgirán los deseos contrarios. En otras palabras, la ratio
e~ la heterogene1.dad_ de criterios morales que implica el plantea- -esto es, la presencia actual de las operaciones concomitantes del
miento de _la, co~c1enc1~ ~orno creencia. Si decir 'mi conciencia' equi- intelecto y la voluntad-, al actualizar la disposición racional hacia
vale a de~1r .m1 creencia, la propia conciencia se halla fundada en el bien mediante el hábito de la fe, logra que el intelecto le ofrezca
e~ reconocimiento de lo que implica creer en el Espíritu Santo Ah a la voluntad los contenidos de dicha fe como su objeto, y de esta
be t l · · · ora
i n, a reconocimiento conlleva necesariamente algo externo -a manera la voluntad se halla dispuesta por la fídes a desplegarse
sabe~, el dato revelado y la actuación efectiva del Espíritu Santo a
como caritas.
traves del amor ~~e inspira-, pues de no ser así no estaríamos
fren~e a.una relac1on real, la conciencia estaría fundada meramente Si la caridad se afinca como hábito en el animus, entonces
en_ s1 misma, y deberíamos darle razón a qwenes como Bernardo garantiza el actuar de conformidad con la propia creencia (fides
ve~an en este .planteamiento ]~.fuente de consencuencias prácticas caritate formata). Notamos, pues, la influencia externa a través del
onen tadas a 1mponer el consilwm proprium. don de la fe y la manera como la fe, en tanto asumiendo la dinámica
propia de la ratio, irrita la voluntad. En este momento es la caritas
?on e~to enfrentamos el problema del carácter infuso de la la que debe afincarse y formar la fe, en el sentido de mantenerla
gracia'. pues no es tan sólo de una gracia común a todos los hombres como tal. La gracia infusa no hace otra cosa que introducirse en la
-la ratio- de lo qu~ habla aquí Pablo. Frente al planteamiento paulino dinámica propia de la gracia común. Faltando lafides Chrísti no hay
Abelardo se ha visto.forzado a abandonar el acento que en el primer salvación posible; pero sí la posibilidad de no pecar, colocándose el
1 momento de la Ethica pone sobre la ratio. En el Commentarium individuo --eomo en el caso de Camelio- a merced del insondable
--<:orno en e~ segundo momento de la Ethica- le es necesario re- consilium divino. Estando la fides Christí presente, la salvación es
l conocer que esta. no .ba~ta para la salvación y que el hombre requiere posible, lo mismo que el pecado por contemptus Dei. No se puede
tanto de .1,a gratza fidei, mediante la cual se reconoce en el espíritu saber por qué a unos les falta y otros la tienen; de manera que sobre
de ado~c1on, cuanto la de lagratia caritatis, a través de la cual puede la base de lo que sí puede saberse, Abelardo intenta mostrar cómo
verse libre del pecado y sus consecuencias.
no pecar.
No obstante, la unidad del pensamiento de Abelardo puede Podemos decir entonces, en primer lugar, que al poner entre
o?servarse cuando atendemos al hecho de que fe y caridad son paréntesis la presencia o ausencia de la gracia infusa Abelardo ha
virtude~, ~ como tales hábitos, que, aunque infusos, requieren en querido anular toda influencia externa que le impida pensar en
tanto hab1tos de una di~posición inicial en el individuo. En lo que términos ·universales; y que en segundo lugar, al volver sobre el
a la fe se refiere, esta disposición existe y es desde cierto punto de individuo cristiano no ha podido sino pensar el tema de la gracia
como inserto en la estructura racional ya ganada en el análisis
previo. La fides Christi (creencia quae creditur) y la fides caritate
110 ,.•'Mihi',
S · ·inquit,
s qui• cam novi, etsi non nobis• 'conscient,1'a'• di'co, 'mea' e x1s· t ens formata (creencia qua creditur) no son otra cosa más que la
m p1nlu anclo.' hoc est fundata et radicata in caritate Dei, ex qua scilicct
pullulare mcndac1um non potest.• lb. ib. 16-19.
'sobrenaturalización' de las virtudes que el infiel ejerce natural-
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Intención y Con.ciencia en la Etica de A belardo La Conciencia como Instancia Ulti ma de la Moralidad

mente. m Hablándose de un cristiano hay sin duda una influencia cierto aspecto de la teología medieval de la conciencia que ha marcado
exterior inserta en la estructura del reconocimiento. Abelardo nunca decisivamente la concepción moderna de la misma. En su forma
la negó; pero tampoco hizo mención de ella donde, desde un punto religiosa este aspecto lo ve manifestarse en aquella noción de con-
de vista analítico, no correspondía mencionarla. Desde la perspec- ciencia como voz divina que habla en el interior del hombre. En su
tiva histórica sabemos que ningún teólogo contemporáneo de Abelardo forma secular persiste, afirma Potts, en la opinión de que toda vez
se hallaba aún en capacidad de formular de una manera acabada que un hombre actúe de conformidad con su conciencia no puede
el concepto de lo sobrenatural. Entendida su labor intelectual menos imputársele mal alguno. 1u Esta concepción moderna, continúa, tiene
como la del teólogo que se reafirma en una tradición y más como sus orígenes en el pensamiento medieval; pero ella es en realidad
la del dialéctico que se lanza a la búsqueda de soluciones, podría un exceso en el que los autores medievales no cayeron; y no cayeron
justificarse que Abelardo no se haya propuesto tal tarea en los en él, opina este autor, debido precisamente a aquella distinción
términos de una 'antropología cristiana'. entre synderesis y conscientia. 115
IV. LOS OBJETOS DE LA CONCIENCIA Resulta claro que esta llamada 'forma secular' responde perfec-
[1] 'Bonum {acere' : La ley -natural y revelada- como tamente al pensamiento de Abelardo, quien al no conocer la
horizonte intensivo de la conciencia mencionada distinción, bien pudo haber caído en lo que aquí se
considera un exceso para los patrones del pensamiento medieval.
Analizaré ahora un pasaje del Commentarium que puede ser
considerado como decisivo para la comprensión de la doctrina Más adelante Potts se pregunta por qué es que los autores de
abelardiana de la conciencia moral. Para ello convienen algunas esa época se afanaron en mantener firme que por lo menos la
consideraciones introductorias. synderesis era infalible. La respuesta cree verla en la motivación
teológica subyacente, derivada de un influyente pasaje de Pablo, 116
"' "' * a saber, Rom 2, 14-16 (el mismo pasaje al que Abelardo le dedica
casi cuatro folios de su Commentarium).
T. Potts en su libro titulado 'Conscience in Medieval Philoso-
phy'112 no se ocupa de Abelardo. Su estudio se inicia con Pedro En la Epístola se lee: »Cuando los gentiles, que no poseen la ley,
Lombardo y concluye con Tomás de Aquino, es decir, se ocupa de hacen naturalmente lo que la ley comanda, son, pues, sin tener la
la temática synderesislconscientia, ausente como tal en la obra de ley para sí mismos ley. Así hacen ostensible que la obra de la ley
nuestro autor. En el capítulo en el que Potts realiza un balance de está escrita en sus corazones; de lo cual rinde testimonio su con-
la cuestión, afirma que una de las primeras cosas que habría que ciencia y que con pensamientos se acusen y defiendan mutuamen-
anotar es la sorprendente falta de atención que teólogos profesio- te.«111
nales como Lombardo, Buenaventura, etc., le prestan al material
bíblico en torno a la conciencia. 113 Más adelante indica que hay un
114 .... .it persists in the view that, so long as a man acts in accordance with his
conscience, no evil can be imputed to him ... lb. p. 64.

111 Es característica del siglo XII que los teólogos hayan abordado lo referente a la 115 Ibidem.
gracia y la libertad sin una adecuada conceptualización de lo 'sobrenatural'. 116 ·The answer, 1 suspect, is that their underlying motivation was theological,
Cfr. J. Auer, art. Glllld.e, en LThK 4, c. 988. deriving from a widely influencia] passage by St Paul... Ibidem.
112 T. Potts, Conscien.ce in Medieual Philosophy, op.cit. 117 •Cum enim Gentes, quae Jegem non habent, naturaliter ea, quae legis sunt,
113 lb. p. 61. faciunt, eiusmodi legem non habentes, ipsi sibi sunt lex: qui ostendunt opus legis

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Intención y Conciencia en la Etica de Abe/ardo La Conciencia como Instancia Ultima de la Moralidad

Potts transcribe este pasaje y a continuación afirma que repre- por el hábito ('training'), lo cual, opina, debe mostrársenos como una
senta una de las .fuentes principales de la noción medieval de ley seria deficiencia. 121
natural, y que eXIste una marcada tendencia entre los autores de
aqu~lla épo~a a identificar los objetos de la synderesis -en el ***
sent~do, ad':"1erte Potts, en el que Felipe el Canciller y Tomás de
Aqwno entienden synderesis- con la ley natural. Que ésta esté Veamos ahora la interpretación de Abelardo:
'escrita en el corazón' de los hombres sugiere, según el autor, tanto •'Cuando los gentiles'. Y verdaderamente la fuerza de la justifica-
una fuente externa (la voz de Dios) como una interna de modo que ción no consiste en oír acerca de la ley escrita sino en su obra. Esto
no hay cabida para el error. 118 ' es algo que queda claro cuando se considera a los gentiles, quienes
a pesar de no tener una ley escrita que puedan oír, cuando hacen
Pero si se mira de cerca el citado pasaje, continúa Potts, se también aquellas obras que la ley prescribe, se salvan al igual que
los judíos. Y esto es: 'cuando los gentiles', esto es, los gentiles que
notará que esta exégesis que hizo de la synderesis un equivalente no tienen, pues, ley escrita, 'hacen naturalmente', es decir, instruídos
de lex naturalis es en realidad muy poco convincente, pues Pablo por la ley natural, esto es, mediante el conocimiento de Dios y lá
no está habla~do de l~ ley natural sino de la ley mosaica, y se discreción de la razón que naturalmente, esto es, a partir de su
preocupa de mtroduc1r su afirmación con el condicional cum: creación, tienen, y no a partir de alguna doctrina éscrita; éstos...
'Cuando los gentiles hacen naturalmente aquellas cosas que manda no teniendo de aquel modo la ley... exteriormente escrita como la
tienen los judíos, éstos son para sí ley, esto es, se aseguran por sí
la ley', etc. (Cum enim Gentes ... ) »Incluso una lectura superficial... mismos, sin ley escrita, la misma remuneración que aquellos por
-añade Potts:- debería ser suficiente para persuaclirlo a uno de que obediencia a la ley escrita.«122
S: Pablo d~ mnguna manera supone que esta condición se cumpla
siempre o incluso las más de las veces.<<119 Pablo, explica Potts vivía Es necesario subrayar en primer lugar que aquí se está hablando
en una sociedad éticamente heterogénea, mientras que ocu~a lo de la justificación, esto es, de la responsabilidad del individuo frente
contrario en aquella sociedad de donde surgió la interpretación de a Dios. Y en segundo lugar que algunas afirmaciones de esta cita
1 este pasaje en el sentido de la infalibilidad.120 parecerían no concordar con la tesis de la Ethica según la cual la

~
justificación no se alcanza en base a las obras realizadas sino tan
Potts concluye diciendo que los filósofos medievales no se per- sólo en base a la intención del individuo. Pronto veremos cómo salva
cataron de que las creencias deónticas del hombre están formadas

121 «The failure of medieval philosophcrs to recognise that people's deontic beliefs
are, for the most part, formed by training, must appear to us a major item on
~criptum. in. cordibu~ su.is, .testimonium reddente illis conscientia ipsorum, et their debit account.• Ibídem.
mter se 1nvicem cogitat1ombus accusantibus, aut etiam defendcntibus in die
cum iudicnbit Deus occulta hominum, secundum Evangclium mcum pe~ Iesu~ 122 ..•cum enim Gentes.' Et vcrc non in auditu scriptae lcgis sed in opere eius ... vis
Christum.» iustifieationis consistit. Quod apparet ex gentilibus, qui quamvis lcgem scriptam
non habeant quam audire possint, cum tamen faciunt ea opera quae !ex praecipit,
118 «...so lhat.t.hey cannot be mistaken about it... Polts, op.cit. p. 64. aeque ut iudaci sa)vantur. Et hoc est 'Cum enim gentes', id est gentiles, qui
legem scilicet scriptam non habent, 'naturaliter faciunt', id est naturali legi
119 ~Evcn a cursory reading ... should be enough to persuade one lhat St Paul does instructi, hoc est cognitione Dei ac discretione rationis quam naluraliter, hoc
not by any meaos supposc that this condition is always, or even for the most est ex sua creatione, habcnt, non ex scripta alicuius doctrina; ipsi... non habentcs
part, fulfilled.» lb. p. 65. huiusmodi legem... scriptam exterius sicut habent iudaei, ipsi sibi sunt !ex, hoc
est eamdem ramuncrationem asscguuntur per se ipsos sine lcgc scripta, quam
120 Ibidem. illi per obedientiam scriptae legis.• Commentarium 84, 285-288; 85, 289-298.
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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Conciencia com-0 Instancia Ultima de la Moralidad

Abelardo esta dificultad. Por el momento interesa notar que la enim gentes) realizan las obras que la ley natural prescribe, ley que
justificación no se alcanza en todo caso mediante el mero oir acerca ellos han sido capaces de reconocer, entonces se 'salvan', pero en
de la ley. función y en la medida de su saber de la misma.

Cuando Abelardo, parafraseando a Pablo, dice que los gentiles Es por esta razón -a saber: porque se trata aquí de la iustificatio
no poseen una ley escrita que pudieran oír, confirma en cierta propiamente, y no de la saluatio- que cada quien se salva según el
medida lo que remarca Potts: Pablo se refiere aquí sin duda a la ley testimonio de su propia conciencia. Por ello mismo es que Abelardo
mosaica (non habentes huiusmodi legem, etc.) Pero según Abelardo, hace mención preferente de los filósofos griegos cuando explica los
Pablo no sólo hace mención a la ley escrita; en otras palabras, no versículos anteriores. Optimamente instruídos en la ley natural
es que los gentiles hagan eventualmente lo que la ley escrita manda mediante la filosofía, estos griegos tuvieron un grado de discreción
sin poseerla, sino que al carecer de ella hacen lo que manda la ley tal que precisamente según este grado debía medirse la gravedad
natural: naturaliter faciunt, id est naturali lege instructi. Esto no de sus faltas, puesto que, procedente de dicho conocimiento, era de
significa 'instruídos naturalmente por la ley mosaica' sino 'instruídos esperarse una vida sobria.124 Si el mérito consiste para Abelardo en
por la ley natural'; hoc est cognitione Dei ac discretione rationis actuar según lo que se cree, entonces es meritorio por igual que el
quam naturaliter, hoc est ex sua creatione habent, etc. A Abelardo griego cumpla con la ley natural como que el judío con la ley mosaica.
no se le oculta, pues, el carácter heterogéneo del panteamiento Sin embargo, la ley revelada, por tratarse de una comunicación
paulino. directa de la voluntad de Dios, conlleva necesariamente una res-
ponsabilidad moral mayor que se traduce en mayor premfo o mayor
El verdadero problema parece radicar en el hecho de que algunos castigo para quien reconociéndola como normativa la cumple o
autores medievales como Abelardo poseían una enorme confianza en transgrede. Si se transgrede, es decir, si no se cumple con aquello
la ratio, de modo que el hombre fue concebido por ellos como capaz en lo que se cree, tanto mayor será la pena para judíos y griegos
de descubrir y obrar al bien ex sua creatione. Cuando los gentiles, en comparación con otros; y entre ellos, mayor pena y premio es-
dice Abelardo, realizan aquellas obras que la ley prescribe se salvan peran a quien conoce la ley revelada.125
al igual que los judíos (aeque iudaei salvantur). Uno inmediata-
mente se pregunta, primero, por qué habla aquí Abelardo de sal-
vación; en segundo lugar, a qué ley se refeire. 124 ..'ludaei primum et Graeci'. Iudaeum vocat ornen.ro scripta lege edoctum, Graeci
onmem gentilium, more philosophorum qui Graeci fuerunt, ratione praeditum,
Empecemos por responder a la segunda pregunta, pues ello nos id est natura.Ji lege optime instructum. Quorum quo maior est discretio, roaior
conducirá también a la respuesta de la primera. En cierta medida est transgressio, et ideo ait: Iudaei et Graeci primum, id cst maxime, operantis
malum, id est delinquentis, comparatione scilicet aliorum hominum quasi
puede decirse que Abelardo se está refiriendo a ambas leyes, pues brutorum... Iudaeo primum et Graeco, bonum scilicet operanti. Quo enim isti
la ley mosaica y la ley natural coinciden en el hecho de proceder amplius eius voluntati sobrie vivendo inhaerebant.,. Commentarium 82, 211-
ambas de Dios; pero como lo indica R. Thomas, la ley natural ni está passim; 83, 224-227.
siempre presente ni es siempre atendida por todos los hombres, 125 «Nunquam divunum iudicium minus aliquem ibi punit vel magia glorificat pro
razón por la cual Abelardo está persuadido de que hace falta la ley aliqua dignitate vel cxcellentia secundum merita reddit taro habentibus legem
revelada para la salvación. 12sSin embargo, cuando los gentiles (cum quam non habentibus... Et quod secundum merita tantum reddat, ostendit cum
secuodum quantitatem transgressionum sit quantitas poenarum. Unde similiter
de praemiis subintclligendum constat. Sicut itaque maior est transgressio eius
qui legem quoquc scriptam accepit quam illius qui sola naturali est instruclus,
123 Thomas, op.cit. p. 202. ita maiorem eius poenam esse ostendit et alterius minorem.• lb. ib. 232-243.

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Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Conciencia como Instancia Ultima de la Moralidad

. El. planteamiento de Abelardo, en este preciso marco de la jus- en tanto 'ley por ser cumplida', pues su cumpiimiento otorga el bien.
bfica.ción a través del testimonio rendido por la propia conciencia Son el bien y la ley aquello en lo que se cree (quae creditur). Cómo
e~ eVJdentement~ heterogéneo en lo que toca a las distintas creencia~ se encuentra el animus frente a lo que cree, es decir, qué tanto cree
(fules quae cr~d~tur) que aquí se mencionan; pero es uno sólo en lo (qua creditur) en ello, son preguntas que nos enfrentan nuevamente
que toca al mento: éste se gana en el cumplimiento o fidelidad del a la naturaleza de la conciencia moral.
ho~bre frent~ a lo ~ue le indica su conciencia (fides qua creditur).
As1, cada quien -Judío, griego o bárbaro- es juzgado según si La voluntad quiere el bien y desea cumplir con la ley que lo
transgrede o cumple con la ley que reconoce como normativa.126 ofrece. Desear el cumplimiento de la ley es aquel momento del acto
volitivo que h.- ni•>S descubierto como intención. La intención de
Pues bien: con respecto a la acotación de Potts según la cual debe cumplir con la ley supone no sólo el querer (bona voluntas) sino además
recono~erse que los filósofos medievales no se percataron de que las la duración de este deseo bajo la especie de una virtud. Esta virtud
c~eencias ~o~ales (deo~ti.c beliefs) se forman principalmente me- la denomina Abelardo 'perseverancia'. Entonces en este caso el
d1ante el hab1~0 (by trammg), conviene atender a la manera cómo imperativo general fac bonum se podría expresar concretamente er
Abelardo prosigue: la orden: 'persevera en tu buena voluntad'.
~Así, pues, qu~enes exruben exteriormente en las obras la buena Es necesario advertir sin embargo que este imperativo particu-
volu.ntad que tienen en la mente, hacen ostensible la obra de la ley lar no parece referir únicamente a la buena voluntad como mera
escnta e~ los corazones. Cuando dice 'escrita' se refiere a la per-
severancia de la buena voluntad.«IZ7 disposición racional hacia el bien, sino que puede implicar el des-
pliegue de un deseo previo. Si es así y se ordena perseverar en él
Para Abelardo se establece aquí una equivalencia entre la se está suponiendo una virtud anterior, que la virtud de la per-
uoluntas bona y la ley escrita in cordibus. Sabemos que la buena severancia vendría a reforzar o consolidar, y que bien podría ser el
v?lun~~ procede de una disposición racional hacia el bien. Esta hábito de la temperancia. Dicho de otro modo, la presencia norma-
d1spos1c1ón se ha. h.e~ho deseo. El objeto del deseo es en este caso tiva de un imperativo como 'persevera en tu buena voluntad' supone
l ,, el resultado del JWC10 moral, es decir, el imperativo que dice en lo que Potts denomina 'training', esto es, un repetido encuentro de
general fac bonum, y que en particular pronuncia un determinado la voluntad con las proposiciones deónticas ofrecidas por el libre
precepto. Esto significa que el objeto de la buena voluntad es la ley arbitrio. Sólo confrontándose con ellas es que la voluntad desea y
forma sus hábitos en el terreno de la intención.

Abelardo continúa:· »Como dijo, pues, San Gregorio: 'Lo que


126 «Quicumque ~eccaverunt sine lege, scilicet scripta, sicut gentiles, id cst eam non hablamos pasa; lo que escribimos permanece'.«128 El término 'es-
hnbentes ~ua mstruerentur, peribuntquidem, id est damnabuntur, sed sine Jcgc cribimos' parece entenderlo como referido a la perseverancia, y no
per1bunt, id est nullam ex transgressione legis scriptae poenam incurre t d a la ley. Se trataría de un deseo o mejor dicho de la intención de
ex transgrcssionc. naturalis lcgis t~ntum._Et.quicumque in )ego peccavcn:1nt~~d
cst.pcr trans~~stonemqu_oque scnpta legis s1cut Iudaei, per Jegem iudicabuntur,
cumplir con la ley, que se ha hecho habitual. Esto no contradice el
hoc est convmct aperte re1 poterunt per professionem Jegis scriptac quam non hecho de que para Abelardo exista una disposición innata hacia el
servavorunt.• lb. 244-253.

127 «Quippc qui cxhibcnt extorius in opere voluntatcm bonam quam habc t 1·
mente, ostcndunt
· bo opus legis scriptam in cordibus. Cum dt"ci·t •scnp ~
· tnnm, 128 ..Ut enim beatus ait Gregorius: Quod loquimur transit, quod scribimus permanet..
pcrsevcrant1am nae vo1~ntatis innuit.• lb. 85, 299-302. lb. ib. 302-303.
302 303
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bien; pero aquí parece claro que no se está hablando de la dispo- significa para Abelardo que la ley natural en tan to ratio está inscrita
sición, sino que se está ya en el ámbito de la intención, donde la como innata en el animus, y en tanto precepto o proposición deóntica
voluntad se enfrenta a la ley por ser cumplida. Precisamente porque se halla en él como hábito o 'tenencia' de la buena voluntad.
en el pensamiento de Abelardo existe esta distinción entre dispositio
y habitus volitivos no se le oculta que, como lo expresa Potts, »escrito Así, la conciencia se ofrece aquí como el resultado del asenti-
en sus corazones sugiere ... que (la ley) es innata, de modo que no miento intelectivo a la ley natural, expresándose a través del im-
puedan errar acerca de ella«;129 pero, no obstante, en el sentido de perativo fac bonum. Aquello en lo que la conciencia cree -más allá
'formada en el hábito' (formed by training). de los contenidos heterogéneos de las diversas formas de la creencia
moral- es en el bonum {acere. Esto es para Abelardo la ley natural,
Desde luego cabe preguntar aquí cómo puede ser innato lo objeto material de la creencia, que al identificarse con la ratio
adquirido. En realidad debemos preguntarnos primero qué es aquello muestra su carácter universal, predicable de todos los hombres como
de lo que se predica lo innato. La respuesta parece ser la ley natural, 'gracia común'. El objeto formal de la conciencia se muestra entonces
que a diferencia de la ley revelada o positiva -evidentemente no como el cumplimiento de esta ley inscrita en los corazones esto es
el bene (acere. ' '
innatas- no existe fuera de lo inmanente sino que es el resultado
del juicio moral discreto (ratio). No es sin embargo ley hasta que no
se encuentre efectivamente legislado, es decir, hasta que no se la Desde esta perspectiva de interpretación la naturaleza de la
reconozca como tal. No será, pues, normativa de la conducta del conciencia puede ser vista como una actividad racional que se
individuo hasta que éste no haya otorgado su asentimiento intelectivo. despliega intensivamente hasta en el momento en el que, habiéndole
brindado un contenido concreto al imperativo bonum (acere, le
Este proceso del reconocimiento, como sabemos, es la esencia del otorga su asentimiento intelectivo, convirtiéndolo en una proposi-
fenómeno de la conciencia, razón por la cual, como advierte Potts, ción deóntica en la que se cree (conscientia sive ratio, creencia o gracia
Felipe el Canciller y Tomás de Aquino identificaron synderesis común). Dado este asentimiento, la conciencia se dirige ahora
precisamente con ley natural. En tal sentido, si la l~y ~xiste sola- extensivamente hacia el ámbito de las intenciones, calificando los
mente debido al reconocimiento, y si este reconoc1m1ento es la actos morales del hombre (bona intentio aut consensus in malo), es
conciencia entonces la ley natural es innata. No obstante, su ca- decir: calificando el asentimiento volitivo del individuo a su creencia
rácter nor~ativo carece de vigencia si no está normando, es decir, moral. Aquí la conciencia no debe ser vista más como 'creencia' sino
si no está afectando como ley a la voluntad. como una suerte de 'tribunal natural', que tiene también desde luego
un carácter universal, pues de todos los hombres se puede predicar
Ahora bien afectar a la voluntad significa inclinarla hacia una que saben si han obrado o no contra conciencia. En este sentido vale
acción buena, y ~sto sólo ocurre en el ámbito de la intentio. Este ámbit~ seguir hablando de la conciencia como ratio.
por su parte no es la mera disposición volitiva sino el des~o co~d1-
cionado por los hábitos. Así, lo innato sólo puede cobrar v1genc1a Y Queda por preguntar si en este saber acerca de sí mismo que
efectividad en la medida en que es subsumido en el terreno d.e lo representa la conciencia como tribunal le cabe aún, según Abelardo,
adquirido (by training). En consecuencia, scriptum in cordibus alguna función a la gracia. Mi interpretación del scriptum in cordibus
comoperseuerantia, esto es, como hábito de la voluntad, podría hacer
pensar que Abelardo supondría la presencia de un hábito volitivo
como base de lagratia caritatis, producto de la actividad del animus
129 ~ ... written on their harts suggests... that it is innate, so that theu cannot be
mistakcn about it.i. Potts, op.cit. p. 64.
no afectado de una influencia exterior; en otras palabras, presente
305
304
ln.tención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Conciencia como Instancia Ultima de la Moralidad

~mbién como una gracia común a todos los hombres, capaz de Lo que intencionalmente se desea significa por su parte o bien
hbrarlos de la~ consecuencias del pecado. 13º Para responder a esta que se ha asentido intencionalmente a aquello en lo que se cree (bona
P_re~ta conviene tratar ahora la dimensión extensiva de la con- intentio), o bien que se ha consentido en actuar en contra de ello
ciencia. (intentio mala). Como ya hemos visto, aquello en lo que se cree lo
dicta la propia conciencia en el reconocimiento. Si los hombres son
[2] 'Bene fecere'. La intención como horizonte extensivo de la meros auditores legis y no además factores de la ley que reconocen
conciencia como normativa, puede ser que lleven en ello mala intención. Que
quienes se comportan así no llevan fija (affixam) la ley en el corazón,
i. El ~rib~nal nat~ral (I) : Las intenciones como objeto material no significa que no tengan una creencia moral, es decir, no significa
de la con~iencia en el Commentarium'.- Cuando Ahelardo, citando que no tengan la ley natural inscrita en sus corazones, sino tan sólo
a ~regono, ,recuerda que lo hablado pasa y lo escrito permanece, que no poseen el hábito de perseverar en la buena voluntad que
entiende el permanecer' no en el sentido en el que, p.ej., el alma implica querer cumplir con la ley que reconocen. Al carecer de esta
humana permanece siendo racional, sino en aquel otro en el que virtud su lugar es ocupado por el vicio.
p~ede afirmars? que lo intencionalmente deseado permanece deter-
mmando el caracter del acto moral. Quienes son meros auditores de Esto queda demostrado cuando Abelardo interpreta Rom 13, 14
la ley escrita, die~ Ahelardo, no la llevan fija en el corazón, y a ellos como el inicio de una invectiva contra los judíos (incipit inuectio in
los co.mpara .con lo h~blado que pasa' de la cita de Gregorio. En Judaeos). 132 Allí advierte que factores debe entenderse con cuidado,
cam~10, ~ qwen~s realizan las obras que la ley prescribe la propia pues recuerda su doctrina en torno a la justificación, según la cual
conc1e~c1~ l~s bnnda testimonio del bien, de modo que están seguros no son las obras sino la intención de la voluntad la que justifica al
de la J~sbc1a. ~e sus obras. La b~ena conciencia, añade Abelardo, hombre ante Dios. 133 Con lo cual se confirma la intepretación del
o recta mtenc1on, _la conoc~ exclusivamente el individuo.131 La lógica carácter habitual de lo 'escrito en el corazón', pues no se trata aquí
de este planteamiento obhga a afirmar que estos últimos llevan la de la ley -positiva. o revelada- sino de la perseverancia en el
ley escrita ,en el co~az~n •. ~sto es,_ que corresponden a 'lo escrito que cumplimiento de aquella que constituye los contenidos de la concien-
1 permanece de la cita m1cial. As1, lo intencionalmente deseado por cia de cada individuo; según lo cual la buena voluntad, en tanto
estos hombres permanece determinando el carácter del acto moral hecha intencional, es lo que ha de tornarse por las 'obras' que implica
y de ello da testimonio la conciencia. factores. Notamos, pues, que Abelardo no abandona, o mejor dicho,
tiene presente en el momento de redactar el Commentarium la
doctrina de la Ethica.
130 Dentro de esta lógica no hay, pues, subjetivismo, y puede verse relativizada Ja
autonomía moral; pe~ sf es clara la posibilidad de concluir que Ja Revelación Según el texto paulino (Rom 2, 14-16) los gentiles exhiben en
Y los dones del E~pfntu son, para Abelardo, en el fondo, innecesarios en Jo que
respec~ a la acción moral, aunque sean indiscutiblemente necesarios para Ja lo exterior la obra de la ley -no necesariamente la perseverancia-
salvación.

131 «?um dicit. 'sc~ptum', per~everantiam bonae voluntatis innuit. Ut enim beatus
a1t. Grcg~nus: Quod loq~1mur transit, quod scribimus pcrmanet.' Qui itaque 132 Ib. 84, 265.
!eg¡s a~dtt.ores sunt, quas1 l~em loquuntur, quam im membranis scriptaro, non
m cordibus ienent affixam; s1cut e contrario isti faciunt, bonum 'cis testimonium 133 «At vero cum alibí dicat neminem iustificari ex operibus legis, quomodo nunc
reddente cons~entia ipsoru~', ~oc est securas eos faciente de iustitia operum dicit factores·legis iustificari ni si loco 'factores' dicat qui amores Dei ad faciendum
suor:im bona 1psorum consc1entia atque recta intentione quae illis, non aliis, spontanei sunt, secundum quod bona voluntas pro opere facti reputatur, ut
cogmta est> Commentarium 85, 301-309. di.xi.mus? lb. ib. 271-275.

306 307
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Conciencia como Instancia Ultima de la Moralidad

que llevan escrita en sus corazones, de lo cual brinda testimonio la accusantibus, etc.136 Acto seguido cita los pasajes del De civitate Dei
conciencia. Sin embargo, la interpretación de Ahelardo es clara. ~ las Enarraciones donde Agustín hace uso del modo ablativo; pero
Siguiendo nuevamente su comentario notamos por otra parte que Junto a ello llama la atención sobre el hecho de que el propio Agustín,
para él los gentiles están seguros de la justicia de sus obras (securos en otro lugar -a saber, en su comentario al Salmo V-, haciendo
eos faciente de iustitia operum suorum) y que esta seguridad se las referencia al mismo versículo usa esta vez el modo genitivo. La
da la propia conciencia o buena intención (bona ipsorum conscientia explicación de tal discordancia la ve Ahelardo en la posibilidad de
atque recta intentione).m que hayan habido múltiples versiones latinas de la Carta a los
Romanos, una de ellas procedente, dice, de una tardía o posterior
No creo que haga falta detenernos más en el sentido de la traducción del griego, ><lengua carente del ablativo«.131
expresión faciente: ella apunta aquí a colocarnos en el ámbito de la
intención, previo a las acciones externas, evitando de esta manera Luego de esta explicación pasa a considerar lo que significa
-y en atención a consideraciones anteriores- entender a los factores para el caso el uso del modo genitivo, y dice que habiendo señalado
de un modo distinto al que indica la aclaración qui ad faciendum Pablo que la conciencia rinde testimonio, de tratarse del genitivo
spontanei sunt. Importa más bien aclarar la expresión bona añadiría algo así como: 'y que de sus pensamientos mutuamente se
conscientia atque bona intentio. Si la seguridad de obrar con justicia acusen y defiendan'. Lo cual es como si dijera, continúa Ahelardo,
la otorgan la conciencia y la recta intención, 'atque' debe entenderse que aquella conciencia que no yerra en la discreción de las obras
como una conjunción que expresa el hecho de que la conciencia sólo discute éstas según los mismos pensamientos del animus esto es'
puede saber de la justicia de una acción realizada o, mejor aún, por según las intenciones, pues es según ellas que el individu~ es acu~
realizarse, cuando se confronta con la intención que determina el sado o excusado ante Dios y no según las obras exteriores.13a Como
fin de la misma. Este es el momento en el que la conciencia cobra si se dijera, pues, que la conciencia discute en torno a las intenciones
su función de tribunal natural. El testimonio que otorga está con- según las mismas intenciones, de modo que sean ellas las que acusen
dicionado además por el hecho de que la moral no se desliga en o justifiquen.
absoluto de su dimensión religiosa. Sólo el individuo y Dios conocen
este testimonio. 135 La palabra conscientia parecería adquirir entonces mediante el
genitivo cogitationum (de las intenciones) el carácter que hoy se
Abelardo introduce a continuación sus consideraciones en tomo
a esta labor de tribunal, siguiendo para ello las pautas otorgadas
por el texto paulino y enfrentando un problema peculiar: de este 136 •Et inter se inviccm. Di~ers.a littera hic legi solet. Modo enim genitivi plurales
pasaje paulino hay, afirma, dos versiones. En una de ellas se lee: ponuntur hoc modo: cogitat1onum accusantium aut etiam dcfendentium modo
ablativi sic: cogitationibus accusantibus, etc.» Ib. ib. 310-314. '
cogitationum accusantium aut etiam defendetium, esto es, en el modo
genitivo; en la otra se hace uso del modo ablativo: cogitationibus 137 «Curo videlicet Graeci, ablativo carentes, genitivo ctiam pro ablativo utantur.»
Ib. 86, 328-329.

138 «Cu~ !~aque p~ae~ssum ~it ·~cstim?nium rc~d~ntc illis conscientia ipsorum',
addit, mter se lQVlcem cogitat1onum cte., ac s1 diccrct: et tali conscientia quac
no~ er:at in discrctionc operum, ea scilicct discuticns sccundum ipsas animi
134 Ib. 85, 305-309. cogitatlones, hoc cst intcntiones; quac quidem cogitationes habcnt accusarc ve]
defendere apud Deum potius quam cxtcriora opera. Et hoc est coscientia dico
135 .....quac illis, non alüs, cognito. cst... Ibidero. «Sccundum quam quidcm intent.ionem '.cogitationum', id est quac ipsas cogitationes magus attendit quam opera'... lb.
Deus opera pensat... Ib. ib. 309-310. 1b. 341-348.

308 . 309
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Conciencia como Instancia Ultima de la Moralidad

denomina 'intencional' (conciencia de ... ); pero Abelardo interpreta Parece entonces que ambos modos de entender el pasaje paulino
este carácter como indicando únicamente que la conciencia tiene encuadran perfectamente en el pensamiento de Abelardo. Ya sea
como objeto el ámbito inmanente (tanto intensivo como extensivo) que la conciencia se entienda como una instancia en la que 'se tiene
del acto moral, y no las obras externas. Esta vez, no obstante, el conciencia' de las intenciones, o ya sea que la conciencia se entienda
objeto de la conciencia no se muestra más como la ley natural (en como las mismas intenciones coram Deo, lo cierto es que en ambos
el antedicho sentido en el que ésta lo es para la synderesis que casos el encuentro de la conciencia con la intención -en el segundo
menciona Potts), es decir, la conciencia no está aquí volcada sobre caso sería el encuentro de la conciencia consigo misma- obra el
sí misma en tanto creencia sino antes bien dirigida a juzgar la efecto descrito por la expresión accusare vel defendere apud Deum.
intención del individuo de cumplir o no con ella.
ii. El tribunal natural (II) : La culpa y la justificación como
En lo que toca al modo ablativo Abelardo continúa diciendo que objeto formal de la conciencia en la 'Ethica'.- Si la conciencia da
si verdaderamente es un ablativo absoluto, entonces debe leerse el testimonio del bien y el mal en las intenciones, puede decirse que
pasaje de este modo: 'Y mutuamente con pensamientos acusándose', éstas son su objeto material. Cuando nos preguntamos por el objeto
etc., de donde se sigue que estos pensamientos, mediante los cuales formal de la conciencia como tribunal, entonces se hace evidente que
saben los hombres de sí mismos y de los otros, es decir, las propias accusare vel excusare apud Deum refiere a la culpa y la justificación,
intenciones con las que, o a partir de las cuales se acusan y defienden problemas que representan a mi juicio la motivación principal del
mutuamente, son en cierta forma lo mismo que la conciencia. Así, proyecto Scito te ipsum. Así, cuando vemos que en la Ethica Abelardo
basada la conciencia en las intenciones, ella piensa sin embargo en se pregunta cuándo ha de decirse que una intención es buena,141
las misma.s intenciones, es decir, reflexiona sobre sí misma. De esta sabemos que hemos arribado al punto de mayor importancia en este
manera otorga testimonio de lo que el hombre sabe de sí. 139 Así, decir proyecto.
1a conciencia de estos mismos' significa para Abelardo tanto como
decir 'las intenciones de ellos', razón por la cual se entiende que el Como hemos tenido oportunidad de ver, Abelardo empieza el
1 'testimonio' no sea otra cosa que la confrontación de estas intenciones capítulo así titulado advirtiendo contra quienes piensan que una
l con Dios, puesto que según Abelardo sólo los pensamientos morales intención es buena cuando se cree que se está actuando bien (bene
1
o intenciones tienen la peculiaridad de acusar o excusar ante él. 2• 0 agere credit) y que lo que se hace agrada a Dios. Viene entonces el
ejemplo de los perseguidores de Cristo. Abelardo señala aquí dos
pasajes bíblicos que le permiten negar que . el pecado en sentido
estricto pueda cometerse por ignorancia. De los perseguidores se
139 «Si vero ablativus absolutus hoc modo: Et inter se inviccm cogitationibus dice en el Evangelio: Venit hora ut omnis qui interficit vos arbitretur
accusantivus ct,c., continuabitur ad praemissum alium ablativum sic: dixi obsequium se prestare Deo; y el Apóstol tuvo compasión de su igno-
conscientia ipsorum reddcnte illis testimonium et 'cogitationibus' quis quas rancia cuando dijo: Testimonium illis perhibeo quod emulationem
habent intcr se inviccm, id est per quas sesc ita ut alios pcnsat, ut dictum est, Dei habent, sed non secundum scientiam. Veamos ahora, después de
ipsis, inquam, suis 'cogitationibus', id est propriis intentionibus, sub audis
rcddcntibus, illis testimonium.~ Ib. 87, 362-368.
mi anterior análisis del Commentarium, cómo es que Abelardo
comenta estas palabras de Pablo en la Ethica. Dice:
140 ..Et cst qunsi cxpopsitio eius quod praemissum est: conscientia ipsorum, ac si
dicerct, id est cogotationibus eorum etc. Et quare testimonium rcddant eis, id
cst securos cos faciant, cogitationes suae apud Deum, subdit, quia videlicet solac,
ut dictum est, cogitationes, apud Deum habent accusare ve) defendere. Et hoc
est quod subponit: accusantibus aut etiam defendentibus etc.,. Ib. ib. 368-374. 141 «Unde bona intentio sit dicenda ... Ethica 54, l.
310 311
Intención y éonciencia en la Etica de Abelardo La Con.ciencia como l nst.ancia Ultima de la Moralidad

"···esto es, tienen un gran fervor o deseo de hacer aquello que creen Esto vale sin duda para todos los hombres. A los cristianos se
que agrada a Dios. Pero porque están engañados en. este celo o les ofrece sin embargo la garantía de que la intentio bona no sólo
empeño de su animus, su intención es errónea y el ojo del corazón
no es simple, de modo que no puede ver con claridad, esto es, parezca serlo sino que además lo sea, y ello gracias a que establecen
guardarse del error.«142 una relación real con Dios.

Recapitulando lo visto en el acápite concerniente a la intentio Ahora bien: la fe en Cristo, como se vió, se introduce en el animus
conviene repetir aquí que el 'gran fervor' (magnum fervore) indica sobre el cauce de la creencia como ratio; en otras palabras: tanto
una buena voluntad, es decir, una disposición hacia el bien, y el corno fides quae creditur en relación con el intelecto, cuanto como
'deseo de hacer aquello' (desiderium in his faciendis) señala la fides qua creditur en relación con la voluntad. En este segundo
intención correspondiente. Ella es como vimos una intentio bona; pero sentido la conciencia del cristiano es fides caritate formata. Así, el
en esto el animus de los perseguidores es llevado a error por causa cristiano tiene según Abelardo la posibilidad de garantizar 'el no
del propio celo, resultando de ello una intentio erronea. El error radica fallar en su estimación' cuando estima que su intención es buena
en un juicio falso, y la conscientia sive ratio ha incurrido en tal error y agradable a Dios. 145 Para un infiel la intentio bona qua videtur
porque el ojo del corazón no es simple. Abelardo denomina oculus puede ser insuper talis, como también errona, sin que haya al parecer
cordis a la intención misma. El 'ver' ha sido desplazado al ámbito posibilidad alguna de garantía, pues ésta radica en la caridad. Como
volitivo. No es, pues, sólo un error del intelecto el que propicia esta vimos, para Abelardo secundum scientiam no significa otra cosa que
intentio erronea. La deficiencia r adica en la ausencia de un deter- secundum caritatem.
minado hábito de la voluntad que convierte al deseo en simplex. y
De aquí se sigue entonces que la conciencia como triburial natural
lo hace asorde purum. 143 Un deseo simple y puro corresponde a la
tiene como objeto material las intenciones, determinando ahí si lo
intentio recta.
que desea en ellas o lo realizado en lo exterior corresponde o no a
»Si la intención fuera recta, toda la masa de las obras proveniente
los contenidos de la creencia, es decir, si lo deseado o realizado ha
de ella, que puede ser vista a la manera de las cosas corporales, sido o no bien hecho (bene {acere). Como objeto formal se muestran
sería digna de la luz, esto es, buena. Y viceversa.«144 por un lado la culpa y la justificación vistas universalmente, donde
bene {acere significa 'actuar de conformidad con la conciencia'; y por
el otro la culpa y la justificación vistas desde la perspectiva de una
relación real con Dios, donde bene {acere significa 'actuar de con-
formidad con la conciencia cristiana', esto es, con una conciencia que
142 « •..hoc
est, magnum fervorem habent ac desiderium in his faciendis quae Deo se sabe justificada sólo en la medida de su caridad.
placere credunt. Sed quia in hoc anirni sui zelo vel studio decipiuntur, erronea
est eorum intentio nec simplex: est oculus cordis ut clare videre queat, hoc est, Para Abelardo, pues, 'actuar de conformidad con la propia con-
ab errore sibi prov.idere.» lb. ib. 8-12. ciencia' es un imperativo universal con incidencia heterogénea. En
143 «Diligenter itaque Dominus, cum secundum intentionem rectam vel non rectam su universalidad refleja la instancia última de la moralidad, en-
opera distingueret, oculum mentís, hoc est, intentionem simplicem et quasi a frentándose ahí exitosamente, desde el momento propiamente
sorde purum ut ciare videre possit, aut a contrario tenebrosum vocavit, cum
diceret, 'Si oculis tuus...'» Ib. ib. 12-16.

144 «Si intentio recta fuerit, tota massa operum inde provenientium, quae more 145 «Non est itaque intentio bona dicenda quia bona videtur, sed insuper quia talis
corporalium rerum videri possit, crit luce digna, hoc est, bona. Sic e contrario.» est, sicut ex:isti01atur, cum videlicet illud ad quod tcndit, si Deo placere crcdit,
Ib. ib. 17-20. in hac insuper existimatione sua nequaquam fallatur.» lb. ib. 20·23.

312 313
1'
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Conciencia como Instancia Ultima dR. la Moralidad

analítico de la dialéctica, el problema de la culpa moral. En su En efecto la función del tribunal según la cual la conciencia
heterogeneidad refleja la excelencia que para Abelardo posee la fe
' . .
acusa o justifica al hombre ante Dios es para Abelardo una mstanc1a
de Cristo, que llama a asumir radicalmente el mandamiento del última de la moralidad que no se pierde a pesar de la magnitud de
amor. Al redescubrimiento de este elemental requisito de la fides los pecados, ni yerra nunca en su juicio. En la blasfemia contra el
Christi arriba finalmente el proyecto Scito te ipsum. Espíritu el odio a Dios es causado precisamente por el 'saber' de la
conciencia. En el caso de los monjes que obedecen sólo a la sensibilidad
[3] Conciencia, 'bene {acere' y Palabra en la 'Carta' VIII la falta de temor es causada por el olvido de este saber, no por su
ausencia absoluta.
En un pasaje de esta carta a Eloísa se queja Abelardo del estado
de la vida monacal en ciertos conventos de su época. Sin duda Comentando más adelante Rom 14, 13-23 dice Abelardo que
recuerda aquí su estancia en St. Gildas cuando dice que las restric- Pablo, al hablar de la comida, advierte tan sólo contra el escándalo
ciones que esta forma de vida impone ya no son acatadas por los de la propia conciencia y la ajena, pues el Apóstol sabe, añade
monjes de hoy, quienes en grupo o solos se dispersan por pueblos Abelardo, que el vicio no está en el comer sino en el apetito. 147 Lo
y ciudades sin la más mínima observancia de las reglas; como primero que del pensamiento paulino le interesa resaltar es el
apóstatas de su profesión se han hecho peores que los hombres del escándalo de la conciencia propia. Cita entonces a Pablo: »Dichoso
siglo. Sus casas se llaman 'obediencias'; pero ellos no obedecen sino aquel que no se reprocha a sí mismo en lo que resuelve. Pero aquel
al vientre y a la carne. Habitan en ellas con sus amigos y parientes, que discierne, si come es condenado, porque no obra según su fe. Y
y tanto más libremente hacen lo que quieren cuanto menos temen todo lo que no procede de la fe es pecado.«14B Y comenta:
a sus con.ciencias. 146 Estas palabras reflejan una cierta amargura
que pone en cuestión aquel optimismo implícito que hemos obser- »En todo lo que hacemos, pues, contra nuestra conciencia y contra
vado en el planteamiento de una moral que presupone una disposición aquello en lo que creemos pecamos. y mediante aquello que re-
racional hacia el bien. Estos monjes ya no temen a sus conciencias. solvemos, esto es, por la ley que aprobamos y recibi~os, nos juz-
gamos y condenamos a nosotros mismos, como que s1 dado el caso
Los vicios parecen haber logrado tal poder sobre sus voluntades que comiésemos los alimentos que discernimos, esto es, que por la ley
no sólo es imposible hallar en ellas una buena disposición sino que excluimos y separamos como inmundos. El testimonio de nuestra
incluso se diría haberse suspendido en ellos la actividad judicativa conciencia es suficiente para que ella nos acuse o excuse
con respecto a los contenidos de la propia creencia. Parece sin embargo máximamente ante Dios.«149
que aun en este caso la conciencia como tribunal natural sigue
siendo capaz de acusar; ocurre tan sólo que ya no se respetan las
acusaciones. 147 ..solum quippe scandalum propriac conscientiae vel alterius in cibis Apostolus
vitat, sciens quia non est cibus in vilio, sed appetitus.» Ib. 184, 15-17.

148 ·Bcalus, qui non iudicat scmelipsum in eo, quod probat. Qui autem discernit,
si manducaverit, damnatus cst: quía non ex fide. Ornen autcm, quod non esl
146 •Hi quoque districtionem monasterii qualemcumque non fcrcntes, ac pcr villas, ex fide, peccatum est.•
castella, civitates sese dispcrgentes, binique vel lerni, aut etiam singuli sine
aliqua observatione regulae victitantes, tanto secularibus deteriores sunt 149 ..Jn omni quippe quod agimus contra conscientiam nostram, el contra hoc quod
hominubus, quanto a professione sua amplius apostatantur. Qui habitationum credimus, peccamus. Et in eo quod probamus, hoc est per legem quam approbamus
quoque suarum sicut et sua abutcntes, Obcdientias loca sua nominant, ubi aulla atque rccipimus, iudicamus nosmctipsos alque damnamus, si illos videliccl
regula tcnetur, ubi nulli rei nisi ventri et carni obcditur, lanto libcrius agunt comedimus cibos quos discenimus, hoc cst per legem cxcludimus, et separamus
quod volunt, quanto minus a conscientiis suis verentur.» Epistola VIII 162, 19- tanquam inmundos. Tantu m enim cst testimonium conscientiae nostrac, ut hace
26. nos apud Deum maxime accuset vel cxcuset.» Epístola VIII 184, 31-36.
314 315
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo La Conciencia como Instancia Ultima de la Morali®d

Parece ser que los monjes mencionados, cuando desatienden las ¿Qué ha ocurrido con la conciencia de aquellos monjes libertinos
reglas de su profesión y actúan como apóstatas, no disciernen en que no han sido capaces de mantenerse fieles a su profesión? Abelardo
absoluto. Podría pensarse entonces que sólo han perdido la concien- no da una respuesta explícita a esta pregunta. Conviene pregun-
cia moral en la medida en que no juzgan sobre sus actos. De hacerlo, tarle, pues, cómo mantenerse fiel al propósito de vida abrazado. En
el testimonio de la conciencia sería suficiente para que se vean un llamado a la prudencia y la discreción, Abelardo le dice a Eloísa
acusados por ella ante Dios. No es suficiente sin embargo para que que para los débiles es suficiente evitar el pecado, aun cuando no
le teman. alcancen la cumbre de la perfección; y dirigiéndose a ella en la
segunda persona, añade:
En un segundo momento, siguiendo esta vez un texto de la
Primera Carta a los Corintios, se ocupa Abelardo de lo que significa •Basta, pues, con residir en un rincón del paraíso si no puedes
el escándalo de la conciencia propia y de la ajena. Dice: considerarte entre los mártires. Lo mejor y más prudente es ofrecer
con modestia, de modo que tus deberes mayores los añada la
,.Verdaderamente actuamos sin ofensa de la propia conciencia si gracia.« 153
nos mantenemos fieles en observar el propósito de vida mediante
el cual podemos ser salvados; sin ofensa de la ajena si se nos cree Cada quien debe elegir el modo de vida que es capaz de llevar
vivir de tal modo que nos salvemos...1~ adelante. Eüjase lo que se pueda y témase lo que no se pueda, señala
Abelardo a manera de máxima, y continúa:
Mantenerse fiel al propósito de vida mediante el cual se alcanza
la salvación es hacer el bien (bonum {acere), de tal modo que esté "Nadie es hecho reo ante una ley a no ser que antés la haya
bien hecho (bene {acere). En palabras de Abelardo: profesado.«1s.

•Es mucho mejor para nosotros obrar bien que hacer un bien. No Dirigiéndose entonces nuevamente a Eloísa, le dice:
debe pensarse, pues, tanto en lo que se hace, cuanto en el modo
o animus en que se hace. Verdaderamente bien hecho está todo
aquello que se haga por obediencia aun cuando no parezca ser en •Antes de profesar delibera. Una vez que hayas profesado guarda
lo más mínimo bueno...151 observancia. Primero es voluntario lo que después es necesario.«155

Esto último vale especialmente para quienes se entregan a la La conciencia obliga con necesidad una vez que en ella el hombre
vida monacal, pues están llamados a obedecer por sobretodo a sus reconoce el contenido de un principio normativo de su conducta. Este
superiores. 152 (Aqw notamos el sentido de aquella mención al nom- proceso racional de asentimiento intelectivo (antequam delibera), que
bre de los monasterios.)

153 «Satis est infirmis, si peccata vitent, et si non ad perfectionis cumulum


150 «Sine offensa vero propiae cooscientiae tune agimus, si propositum vitae, quo consccodant. Sufficit quoquc paradisi angulo residirc, si martyribus non possis
salvari possumus, nos servare confidemus. Sine ofTensa autem alienae, si eo considere. Tutum est vovere modica, ut majara debitis superaddat gratis.» lb.
modo vivire credimur quo salvemur.• lb. 185, 31-34. 192, 3-5.
151 ..Multo quippe melius est nobis bene facere, quam bonum facere, nec tam quod 154 «Eligat quod possit, timeat quod non possit. Nemo Jegis efficitur reus, nisi qui
fiat, quam quod modo vel animo fiat, pensandum est. Bene vero fit quidquid eam fuerit ante professus.» lb. ib. 19-20.
per obedientiam fit, etiam si quod fit bonum esse minime videatur.• lb. 181, 31-
34. 155 «Antequam profitearis delibera. Quum professu fueris, observa. Ante est
voluntarium quod postea sit neccssarium.» lb. ib. 20-21.
152 ..Per omnia itaque praelatus cst obediendum...» Ibídem.
316 317
Intención. y Con.ciencia en la Etica de Abe/ardo
La Conciencia comQ Instancia Ultima de la Moralidad

como se ve conlleva también un asentimiento libre de la voluntad •'El alma que se mantiene en la voluntad de Cristo está llamada
(ante est uol~ntarium), con.stituye la creencia del individuo, que se a discernir fielmente lo que desconoce y a enseñar de manera
mu~stra aqw como professw. La garantía de la fidelidad está, pues, manifiesta lo que sabe'. Si, pues, alguno no quiere lo que puede,
segun .Ahelardo, en la prudencia del individuo y la gracia de Dios, en él obra el morbo de la insensatez. Sentir fastidio con respecto
a la doctrina es el inicio del alejamiento de Dios. Y a quien no le
es ~ec1r, por una parte en el ejercicio de la virtud dianoética de la apetece aquello a lo que el alma siempre aspira, ¿de qué modo arna
ratio, que co~stitu.ye el término a quo de la relación con Dios, y por a Dios?.•190
la otra en Dios mismo, cuya gracia hace de ella una relación real.
Aquellos monjes no quieren lo que pueden. En ellos se manifies-
Ahora bien: el núcleo de esta relación real es la meditación de ta la insensatez de actuar contra una aspiración fundamental de
la Palabra di_vin.a. Abelardo afirma que muchos caminos de iniqui- toda alma humana, y en tal estado del animus es imposible el amor
dad son en s1 mismos claramente perceptibles -se refiere aquí sin a Dios. Es un estado de ignorancia culpable, pues el monje profesa
du~a a la p~dencia, que hace posible esta percepción- y por ello aspirar a la perfección y sabe lo que puede lograr. Abelardo no
fácilmente odiados y despreciados. Pero cuando se pretende conocer abandona su optimismo con respecto al hombre sino reafirma la
toda vía de iniquidad, de modo que se las pueda evitar todas entonces disposición racional innata hacia el bien (quod semper anima esurit).
añade, sólo se tiene la ayuda de las palabras divinas.1ss·cuando l~
mediatación es capaz de retener la inteligencia de la palabra de Dios El despliegue fructífero de esta aspiración fundamental de la
ésta adquiere su resonancia recóndita en el corazón antes que e~ conciencia depende como sabemos de una relación real con Dios.
~a bo.ca. .Así, la consecuencia es clara: si uno no se 'empeña' en la
157
Hemos visto cuál es el papel que Abelardo le asigna aquí a la gracia,
mte~1genc1a de la Palabra, entonces no logra conocer y evitar los cómo es que en la Ethica subraya el papel que debe cumplir el
cammos de la iniquidad ni puede protegerse del pecado.1ss término a quo de esta relación. Aquí en la Epístola VIII se conjugan
en cierta forma estas dos perspectivas. Es manifiesto, afirma, que
Se diría entonces que los monjes criticados por Abelardo no a Dios se accede y se le ama tanto menos cuanto más se aleja el
recon~cen en cierta forma que los caminos por los que a diario hombre de su inteligencia, esto es, del estudio del sentido de la
transitan son caminos de iniquidad. Sin embargo, Abelardo no los Escritura.161 ¿Cuáles son las causas de que el bene {acere esté to-
lf e:""cusa: Tanto mayor es su negligencia, dice, cuanto más acceso
tienen a .la doctrina, d~bido a la abundancia de los libros sagrados
talmente ausente en la mayoría de los monasterios? Las causas,

de que disponen y al ocio del que disfrutan. 159 Cita entonces al abad
Paladio:
159 «Quae quidem negligentia tanto amplius in monachis, ·qui ad perfectionem
aspirant, est arguenda, quanto haec eis facilior esset doctrina, qui et sacris
abundant libris, et quietis otio perfruuntur.• Ib. ib. 30-33.
156 «~ultae quippe iniquitatcs viae ita per se sunt apertae, ut facile omnibus in
o~~m vel contemptum veniat; sed omnem iniquitates viam non ni si pcr eloquia 160 «'Oportet animan secundum Christi voluntatem conservantem aut discerc
d1v1na cognoscamus, ut omnes evitare possimus.» lb. 207, 24-26. (discemere) lideliter quae nescit, aut docere manifeste quae novit.' Si autem
utnunque quum possit non vult, insaniae morbo laborat. Initium enum recedendi
157 Mln corde potius reoondita sunt quatn in ore sonantia, quum eorum intelligentiam a Deo fastidium doctrinac est, et quum non appetit illud quod semper anima
meditatio retinct.• lb. ib. 27-28. esurit, quomodo diligit Deum?• lb. 208, 4-8.
158 M~uorum qu.idem intelligentiae quanto rninus studemus, rninus has iniquitatis 161 •Qui profecto tanto minus Deum amare et in eum aocendi possunt, quanto
vtas oognosc1mus atque vitamus, et minus a peccato nobis providere valeamus • amplius ab eius intelligentia et a scosu Scripturae de ipso nos erudientis
Ib. ib. 28-30. .
absistunt.• lb. 210, 28-30.
318
319
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo

según Abelardo, son dos: por un lado la envidia de los laicos, es decir,
de los conversos, e incluso de los mismos prepósitos, quienes pro-
curan dirigir las intenciones de los otros hacia los asuntos terrena-
les; y por el otro las palabras vanas de la ociosidad. 1c2 Con la mención
de la primera causa Abelardo hace sin duda mucho más que mos-
trarnos cuán marcada era su mentalidad aristocrática. Con la se-
gunda señala ab negative en qué consiste el auténtico uso del ocio
monacal, a saber:

.. Ningún alma estará limpia a no ser que, meditando tanto cuanto


pudiera, rumie los preceptos divinos y tenga discreción en la eje- CONCLUSIONES
cución de los mismos; de modo que no sólo haga cosas buenas sino
que las haga bien, esto es, con una intención recta.«16l 1. En la ética de Abelardo la estructura del acto moral se ~os~iene
no sólo en los conceptos de voluntad, intención y consentimiento
'Rumiar la Palabra de Dios' significa lograr los hábitos que
sino también en el de acción.
permitan guardar su observancia. Tanto el intelecto como la voluntad
están implicados en esta tarea. A Dios se le ama tanto menos cuanto El criterio de la moralidad y la explicación psicológica del pecado
menos se aplica el hombre a la inteligencia de su Palabra. Sin duda se descubren en el manejo analítico de los tres primero~.conceptos,
alguna es la caridad de la voluntad el principio fundamental de la particularmente en la relación consensus/int~nti?. _Este primer
relación real del hombre con Dios; pero Abelardo, el gran maestro complejo conceptual es el más conocido, pero en 1Ill op1m~n r~pres~nta
de dialéctica, se preocupa por reiterarle a Eloísa que el camino que únicamente el aspecto subjetivo del acto humano en su direcc10nahdad
conduce a esta relación pasa necesariamente por el intelecto: extensiva es decir aquello que muestra al individuo en el momento
previo a }~ realiza~ión de la acción conc:e~. hacia la que tiende su
..¿Quién podría, pues, observar en obediencia las palabras o pre-
ceptos del Señor si no las entendiese primero?c164 voluntad. Es esta limitación del enfoque m1cial la que ha dado lugar
a que se hable de 'subjetivismo' en el planteamiento de Abelardo.

He querido demostrar sin embargo que esto no es en mod~


alguno todo lo que Abelardo plantea. Por esa razón concluy~ m1
análisis afirmando que la estructura del acto moral se sostiene
162 «Hoc aulcm dunbus maxime de causis in manoasteriis accidisse crcdimus, vel
per laicorum, scilicct convcrsorum, seu etiam ipsorum pracpositorum invidiam: también en la acción.
ve) proplcr vnniloquium otiositatis, cui hodic plurimum claustra monastica
vacare vidcmus. Isti profccto nos terrcnis magis quam spitirualibus sccum 1.1. La distinción entre los dos sentidos de 'acción' (actio et operatio)
intcndcrc cupientcs...» lb. ib. 30-34. permite establecer al interior del animus la presencia de la
163 «Nulla quippc cst anima munda, nisi quae meditando quantum capcrc posct, representación de una 'acción' posible, es decir, el status de una
divina rominat pracccpta, et in iis excquendis discrctionem habcal; ut non acción.
solum bona, sed et bcnc, hoc cst recta faciat intentione.• lb. 213, 1-4.

164 ~Quis autem verba vcl praccpta Domini sui servare obcdiendo poterit, nisí hnec Sobre este status se fundan los criterios objetivos en torno al bien
prius inteUcxerit?• lb. ib. 6-7. y al mal. En contraste, la acción real, que en tanto físicamente
320 321
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo

Conclusiones
efectuada tiene en Abelardo el rango de 'cosa', es moralmente in-
diferente, es decir, de suyo incapaz de brindar criterio moral alguno.
En este propósito se ha visto lógicamente forzado a sostener la
Así, pues, cuando Ahelardo habla de una mala acción está tesis de la indiferencia moral de las acciones externas, pues la
haciendo uso de un concepto general que no debe entenderse como operatio escapa al ámbito previo en el que se decide la culpa. Por
un hecho singular sino como el status de ese hecho. Este incluye a esta razón el criterio último de la moralidad es la intención de actuar
su vez la representación de una mala intención. Esta es por tanto 0 no de conformidad con la propia conciencia. Así, la frase de Ahelardo
la representación de algo 'mal hecho'. Allí intentio es también un non est peccatum nisi contra conscientiam le otorga a la conciencia
status que representa el posible animus con que puede realizarse moral el carácter de instancia última de la moralidad. Esta última
una acción. Este es el núcleo último del interés de Ahelardo, y he instancia debe entenderse como un juicio que Abelardo procura
llamado 'dereificación' a su esfuerzo de mostrar la acción y la inten- concentrar dentro de los límites de la subjetividad. El fundamento
ción que la determina 'antes' de su efectiva realización exterior. antropológico de este juicio es la estructura reflexiva del reconoci-
miento.
2. Un segundo principio firmemente mantenido en la ética de
Abelardo es la afirmación de que un uso 'discreto' de la ratio 3.1. El afán de mantenerse dentro de los Umites de la subjetividad
conduce al asentimiento intelectivo de la ley natural. se explica por la exigencia de universalidad intrínseca al enfoque
propiamente analítico de la dialéctica, que en Abelardo se enmarca
Aquí se parte postulando que la naturaleza racional del hombre particularmente en su proyecto de dereificación de los conceptos
lo dispone a querer el bien, aunque su condición caída o corrupta
impida el.despliegue espontáneo de la voluntad en dicha dirección.
generales.

2.1.Abelardo entiende que la pregunta por la moralidad del acto Esto explica a su vez la razón por la cual Ahelardo esboza un
tratamiento peculiar del problema teológico de la gracia. El juicio
humano debe concentrarse sobre el animus en su dinámica
volitiva. de la conciencia, en toda sus posibilidades, no puede no predicarse
universalmente de todos los hombres. Si los criterios de Ja determi-
Scito te ipsum se interpreta como 'conoce los vicios de tu volun- nación del bien y el mal no están en los hechos físicos sino en la
tad que te impiden obrar el bien que verdaderamente deseas'. La acción posible, entonces el juicio de la conciencia, al mantenerse
voluntad es ciertamente el punto de partida en el análisis de la dentro del ámbito subjetivo, corre el riesgo de no tener otra instancia
estructura del acto humano. En su despliegue extensivo hacia la decisoria última que la propia razón. En cierta forma esto es así en
operación ella se convierte en intentio. En este momento la razón el pensamiento de Abelardo; pero él ha advertido tal riesgo y se
le ha ofrecido ya un objeto de deseo que puede despertar un conflicto preocupa por establecer un nexo entre la recta ratio y la verdad. Al
con el objeto de deseo impr eso en ella por las pasiones. Este es el intentarlo Ahelardo se ve obligado a apartarse del tratamiento usual
fundamento para que se hable de consensus en la definición del pecado. de la gratia introduciendo la sugerencia de un favor divino en el
En ese sentido pecado no es únicamente contemptus Dei sino además doble nivel de la estructura racional del reconocimiento, es decir, en
contra rationem agere. las funciones de la conciencia moral.

3. Cuando Abelardo gana la determinación del pecado culpable al 4. Si Abelardo ha logrado algo así como una doctrina de la
interior de la subjetividad, muestra con ello la íntima estructura conscientia, entonces creo que ella la muestra como una instancia
del fenómeno de la conciencia moral. última de la moralidad constituida en dos niveles:
322 323
lnlencwn y Conciencia en la E tica de A belardo
Conclusiones

(a) Un juicio intensivo con respecto a la ley en el que la conciencia


aparece como 'creencia' o 'razón'; No obstante, puede afirmarse con entera seguridad que Abelardo
supone y maneja criterios objetivos de Ja moralidad en su represen- ·
(b) un juicio extensivo sobre las intensiones reales del individuo en tación de las intenciones que acompañan a toda acción posible y que
el que la conciencia aparece como tribunal natural o juez interior. se expresan en los preceptos divinos. Así, la instancia objetiva úl-
tima que 'fundamenta' el bien y el mal es la voluntad de Dios. Ella
Criterio fundamental para la distinción de estos dos niveles no es sin embargo la instancia última de la moralidad.
sigue siendo la intención real del individuo, aunque en ello juegue
también un papel la relación de la voluntad con respecto a la acción 6. La tesis de Abelardo puede entonces formularse de la siguiente
real exterior. Como lo señalé en Ja introducción, hay el antecedente manera: La conciencia moral es la necesaria instancia de
de Orígenes; pero más allá de una posible dependencia del pensa- mediación subjetiva de las exigencias objetivas del acto humano.
miento de Abelardo con respecto a Orígenes, lo cierto es que él
también distribuye estas dos funciones fundamentales según ocu- Aunque Abelardo no haya centrado sus esfuerzos en la
rran 'antes' o 'después' de un instante anímico crucial que en Abelardo explicitación de esta tesis, ella gobierna todo su planteamiento como
sólo derivadamente coincide con la acción exterior. su supuesto fundamental.
5. El correlato objetivo de un juicio moral emitido secundum
rationemexige enAbelardo que el calificativo secundum rationem
sea también secundum scientiam, en el sentido paulino de la
expresión.
El planteamiento filosófico de Abelardo conduce en última ins-
tancia al problema de la verdad de las proposiciones fundamentales
de la razón práctica, entendida ésta como la adecuación de 'la re-
presentación del bien' y 'el bien mismo'. Pero Abelardo no aborda
este problema abiertamente en su reconstrucción dialéctica de la
moral. El hecho de que la infalibilidad de la conciencia haya sido
plenamente garantizada dentro de los límites de la subjetividad
sobre la base de la identificación de los conceptos conscientia, ratio
y lex naturalis, sugiere la aplicación de los mismos principios de
verificación que gobiernan su planteamiento lógico.
He querido señalar sin embargo que Abelardo se aproxima
tentativamente al esclarecimiento de la ciencia paulina mediante el
tratamiento de lagratia caritatis, y que en cierta forma su reflexión
queda truncada en este punto. Puede suponerse que la continuación
lógica de esta reflexión moral hubiera podido ser la de un tratamien-
to de la 'sobrenaturalización' de las potencias humanas. A falta de
esa solución de continuidad, el planteamiento moral de Abelardo
adquiere la apariencia de 'subjetivismo'.
324 325
APENDICE
El tratamiento abelardiano de la conciencia mora] es en buena
cuenta una descripción del acto humano. Sin embargo, tal como éste
ha sido presentado en esta interpretación de la obra de Abelardo,
no parece satisfacer plenamente las exigencias de una teoría ética.

Hay sin duda ciertas deficiencias del planteamiento


antropológico (Scito te ipsum) que sobresalen cuando se le compara
con otra teoría medieval basada también en presupuestos de corte
aristotélico, como la de Tomás de Aquino.
En efecto, poniendo también el acento en la intención, es decir,
en la determinación del fin de una acción por parte del individuo,
Tomás logra sin embargo una comprensión diferenciada del acto
humano en la que rige para empezar la distinción entre actio hominis
y actus humanus; una distinción que a Abelardo le hubiera sido
sumamente útil. En Tomás hay además la consideración de un
factor sin duda alguna relevante como es el de las circumstantiae
de una acción, que no sufren la exclusión que el planteamiento
abelardiano exige. Así, en lo que se refiere propiamente a la acción
real del individuo, Tomás no se ve enfrentado al problema de Abelardo
porque él no la considera corno un mero acto exterior, que como tal,
sin duda carece de ingerencia en la d~terminación de la moralidad.
Pero atendiendo menos a las diferencias en la precisión
terminológica de los diseños de Tomás y Abelardo y más a la per-
cepción del problema de los criterios de la moralidad, uno nota que
ambos hablan de la intención en relación al objeto de la acción
humana corno determinante. Vistas las cosas desde esta perspectiva, /
327
Intención y Conciencia en la Etica de Abelardo

Apéndice
con su tesis de la acción indiferente Abelardo señala una actio hominis
que no es una acción moral. Así, esa tesis puede simplemente re-
ducirse a la proposición tautológica: 'Lo que no tiene lugar en la ¿Qué dice a este respecto Tomás? Según él, el bien y el mal de
moral no tiene lugar en la moral'. Una proposición, pues, verdadera; la actio hominis se entiende a partir de la plenitud o el defecto de
pero, ¿cuál es su valor? Se diria que ninguno; y sin embargo tuvo su ser. ¿Qué es plenitud de ser? Aquello que le da la especie a una
un valor metodológico e histórico innegable, pues esta constatación acción. Así como la cosa natural recibe la especie de su forma, así
logra que por primera vez se haga evidente que el bien y el mal no también la acción recibe la especie de su objeto. En otras palabras,
pueden radicar en una cosa o en un hecho no determinados como el objeto de una acción dice qué tipo de acción es. Que sea una acción
bueno o malo por la subjetividad (intención). buena o una acción mala depende entonces no de una cosa (res) sino
de un concepto (obiectum). Por ello la acción se dice buena según
Cuando Tomás se vale de la distinción entre actio hominis y actus aquello que hace las veces de forma de dicha acción. Esta forma es
humanus empieza preguntándose si la acción es buena o mala a especie y, dice Tomás, puede ser tomada como género.
partir de su objeto (I II q. 18). Aquí se nota, desde el planteamiento
mismo de la pregunta, cuáles son las diferencias en esta percepción Según esta argumentación debe decirse entonces que todas las
por lo demás similar del problema. Tomás no sólo distingue entre cosas exteriores son en sí mismas buenas y como tales no tienen
actus y actio sino también entre ésta última y su objeto. Esta dis- lugar en la moral. Convertidas en objetos de una acción ya no se
tinción entre acción y objeto tampoco la conoce Abelardo como tal. trata propiamente de 'cosas' sino de formas que determinan una
Desde su perspectiva la distinción motivada por su enfoque es aquella acción, especificándola como buena o mala. Mientras esta acción no
entre una 'acción posible cum intentione' y la pura acción exterior. se haya llevado aún a cabo, la forma u objeto de la misma carece
de materia y corresponde al concepto de acción posible que mi
¿Qué quiso lograr Abelardo con esta distinción? Sin duda alguna análisis del pensamiento abelardiano ha considerado necesario
evitar cualquier referencia directa a una cosa (res) buena o mala que postular.
pudiera obrar corno criterio de la moralidad. El bien y el mal debían
ser 'dereificados'. El resultado de este esfuerzo es una plurivalencia El escaso tratamiento de la finalidad del acto humano en rela-
semántica en el concepto de actio u operatio. Mi análisis ha pre- ción explícita con el concepto de intención y la ausencia total del
tendido mostrar que uno de estos contenidos semánticos es el de tratamiento de las circumstanciae en la consideración de la mora-
'acción posible'. Ella debe ser entendida como necesariamente an- lidad de este acto deben vincularse estrechamente con aquella falta
terior a la acción real (mera res externa para Abelardo), pues esta de claridad que, en contraste con la de Tomás, hallamos en la
última viene siempre determinada como buena o mala por la inten- postura abelardiana.
ción que le precede.
En lo que toca por último al problema de los fundamentos de
En consecuencia, una acción realizada en el pasado fue mala la moral, tanto la teoría ética de Abelardo como la de Tomás son
porque fue cometida contra conscientiam, es decir, fue cometida por claramente teorias con fundamento religioso. Contrastada con la
un individuo que se había previamente representado esa posible problemática contemporánea de la fundamentación no se ofrecen,
acción con una finalldad que ya la determinaba como non faciendum. pues, como una postura teórica relevante. En este particular sentido,
Desplegada la intención real del individuo tal y como se presentaba aparte del interés que ellas despiertan en el historiador del
la intención posible (intentio mala), hubo en él consentimiento y en pensamiento medieval y de la filósofia en general, estas posturas
última instancia mala operatio (res). Las mismas cosas, hechas con sólo pueden ser existencialmente tomadas en cuenta por quienes en
1
otra intención, lo hubieran justificad~. nuestros días comparten con sus autores la fe cristiana.
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Se terminó de imprimir el mes de febrero de 1992, en los talleres
de Servicio Copias Gráficas S.A. (R.I. 21587) Jorge Chávez 1059
Lima 5, Perú". Esta edición consta de mil ejemplares.

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