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LOS CUBANOS
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KETRATADOS POR Sí MISMOS

MADRID
itST. TIP. DE LA VIUDA É HIJOS DE TELLO

IMPRESOR DE CÁMARA DE S . M .

C, da 3»» Frinciice, 4

1899

/ y
•'/ -7
RAZAS HUMANAS
DE LA

ISLA DE CUBA
ESTUDIO
DE LAS

RAZAS HUMANAS
Q U E HAN IDO P O B L A N D O SUCESIVAMENTE

L A I S L A DE CUBA
POR EL

DR. D . F R A N C I S C O V I D A L Y CARETA

Catedrático de Paleontología estratigráfica


en la Universidad Central.

MADRID
EST. TIP. DE LA VIUDA É HIJOS DE TELLO

IMTKESOK DE CÁMARA DE S. M.

C. de San Francisco, 4

1897
Es propiedad del autor.
mi querido amigo p compañero, el

diítinguido Catedrático de La Central,

!Dr. ¡D. ^Liberto Secjovia y Corraleí,

en prueba del más cordial afecto.

EL AUTOR
Hoy que desgraciadamente la guerra asóla la
Perla de las Antillas, es oportuno hacer un poco de
historia acerca de las razas humanas que han ido
poblando sucesivamente dicha Isla, desde la primiti-
va raza india hasta los momentos actuales; y ¡quién
sabe! ¡quizá este estudio, hecho con los más escrupu-
losos datos científicos basados en la moderna é indis-
pensable ciencia, la Antropología, podrán darnos un
poco de luz en esa especie de maremagnum antrópico
en que se desarrollan los sucesos actuales de Cuba!
Si es así, muy complacido quedará el autor de este
humilde libro.

Madrid 1897.

FRANCISCO VIDAL Y CARETA.


INTRODUCCIÓN

Antes de entrar en materia y á guisa de exordio


que prepare convenientemenie al lector para el estu-
dio antropológico cubano que me propongo iniciar,
creo acertado discurrir un poco sobre la Geología y
Paleontología de la Isla de Cuba (i).

L a s rocas y los fósiles de la Perla de las Antillas


son objetos, lo mismo que los vegetales, mudos, pero
elocuentes; pues nos dicen muchas veces el por qué
de hechos que al parecer son inexplicables.
Un país-donde la vegetación se prodiga por do-
quier; donde és raro encontrar porciones de terreno
sin plantas; donde las frutas, las aves y los peces son
abundantes; donde no se encuentra una sola fiera—
dejando aparte las demesticadas,—nos dice que la

(i) Publicado en la Revista La Naturaleza.


10

civilización de las primeras razas humanas tenía que


ser muy lenta, porque claro está que la civilización
ha sido hija de la necesidad.
¿Qué necesidades podía tenerla raza india que p o -
bló la Isla de Cuba, abundando el alimento, y vién-
dose libre de los ataques de los animales carniceros?
Es de suponer que viviría en una paz octaviana
y que la lucha por la existencia apenas se dejaría
sentir, á no ser para guarecerse de las lluvias torren-
ciales que azotan las regiones tropicales, para lo cual
no faltan cuevas y grutas, y, en último extremo, no
faltarían canoas para poder librarse del peligro in-
mediato.
Por otra parte, una región cuyos estratos están
constituidos por rocas que se desmoronan con suma
facilidad, favorece el desarrollo de las plantas y por
ende la población humana. Un país pobre de plan-
tas es un país donde escasea el hombre, á no ser que
la industria humana supla en parte la naturaleza.
Dicho desmoronamiento continuado de las rocas
ha dado lugar á que las eminencias y promontorios,
tan acentuados en otros países, se reduzcan en la
Perla de las Antillas á meras ondulaciones sin impor-
tancia, á lomas de escasa altura, exceptuándose de
esta regla la región oriental de la Isla, donde la oro-
grafía, si no se presenta con el carácter imponente de
algunas regiones del Globo, por lo menos ofrece
montañas de respetable elevación.
De aquí la formación continuada de una abundan-
II

te capa vegetal que en algunos puntos tendrá pocos


centímetros de espesor, pero que en otros alcanza
más de un metro.
Prueba de lo que digo es la escasa—ó ninguna—
vegetación que tapiza los pocos manchones cristali-
nos que hay en la Isla de Cuba. Se puede asegurar,
sin duda alguna, que si la hermosa serpentina de
Guanabacoa (Habana) fuera abundante en dicha Isla,
hoy ésta sería sólo una porción litológica de la tie-
rra, con prehistoria, pero sin historia; esto es, con
historia geológica, pero sin historia humana, porque
¡qué seres humanos hubieran ido á una isla conver-
tida en secos y estériles peñascos!
Indicada la íntima relación que hay entre la vege-
tación de la Isla de Cuba y la naturaleza de sus es-
tratos, veamos cuáles son los materiales que los com-
ponen, para luego poder deducir las conclusiones
más acertadas.
Antes que todo, debo manifestar que la litología
cubana ofrece dos caracteres principalísimos: su com-
posición, por lo general calcárea, y su poca dureza. Uno
y otro carácter se pueden apreciar debidamente v i -
viendo en la Habana, donde se ven amontonadas en
las orillas de sus calzadas piedras calizas, que antes
de ser trituradas por el rodillo del Ayuntamiento, lo
son por los vehículos de todas clases que transitan
por las calles de la capital, dando lugar en el mes de
Marzo, cuando es muy intensa la sequía, á que los
vientos reinantes levanten nubes de polvo calcáreo
12

que, introducido en la garganta de los niños, pro-


duce la enfermedad tan mortífera conocida con los
nombres de crup ó difteria.
Casi todas las variedades conocidas de las rocas
calcáreas se presentan en la Isla de Cuba, y hasta
algunas desconocidas en los demás territorios del
Globo. Así, la hay cristalina en las Cuevas de Bellamar,
cerca de Matanzas, constituida por formas acicula-
res, prismático-exagonales, estalactíticas, de crista-
lización difusa y con coloraciones varias, rojiza,
blanca como la nieve, amarillenta y hasta azulada,
cuyas formas cristalinas, imitando ya los abetos, ó
las araucarias, ó las flores (dalias), ó bien otros obje-
tos, son seguramente lo más notable que encierra la
geología cubana y quizá la del Globo.
Al contemplar las bellísimas cristalizaciones de
las Cuevas de Bellamar; al ver esos trabajos admi-
rables de la Naturaleza, que son verdadera filigrana,
no podemos menos de recordar que se fraguan en
el seno de la obscuridad más absoluta, mucho más que
la que rodea á la semilla al germinar. ¡Quién sabe si
los mineralogistas se han olvidado, al formular las
condiciones que requiere la formación perfecta de los
cristales, de una de las principales, ó sea de la falta
de luz, porque no hay que olvidar queden las Cuevas
de Bellamar la luz no tiene acceso;,que, por lo tanto,
la cristalización se verifica bajo un reposo inaltera-
ble, que bien podemos calificar, de absoluto, ya que
no obra en ella la influencia física y,química del rayo
*3
solar. Prueba de lo que digo es que cuando esas
cristalizaciones tienen lugar en sitios dónde, á pesar
de haber reposo, tiene acceso la luz, las formas cris-
talinas resultan groseras, como he tenido ocasión de
observarlo en las grietas de las canteras de piedra
caliza de Cójimar (Habana) y en otros puntos. •
A más de las calizas cristalinas, se forman en Ja
Isla de Cuba otras calizas. Basta echar una rápida
ojeada por el Mapa geográfico de la Isla, para ver a l -
rededor de ella una serie de islotes ó arrecifes á gui-
sa de faja ó cinturón que la ciñen por completo.
Pues bien: estos islotes ó arrecifes, que llegan al res-
petable número de 1.200, y que por cierto entorpe-
cen la navegación en el mismo puerto de la Habana,
no son otra cosa que grandes masas de caliza ma-
drepórica que forman algunas especies de coralarios,
principalmente del género Meéctndrina. Esta caliza
madrepórica recién fracturada tiene el mismo aspec-
to que el bagazo de la caña de azúcar, ó sea la parte
fibrosa de la caña que queda después de extraer de
ésta su jugo sacarino.
L a caliza madrepórica tiene para la Isla de Cuba,
y en general para las islas tropicales donde se forma,
importancia suma, pues que gracias á dicha caliza se
puede calcular, si bien de una manera nunca exacta,
la edad de la isla que se explora, sabiendo de ante-
mano el tiempo que invierte el pólipo en construir,
por ejemplo, un metro de arrecife. Como todo lo
que se refiere á buscar el cronómetro de los estratos
no pasa de ser un pasatiempo como otro cualquiera,
ya que es imposible la precisión, teniendo que contar
con la circunstancia de que un determinado estra-
to no sólo está formado por materiales naturales, sino
también accidentales, como son detritus de otras ro-
cas, detritus de vegetales y animales, más hoy los que
aporta la industria humana, no haré el cálculo para
apreciar la edad de la Isla de Cuba, edad que re-
sultaría más digna de la Mitología que de la Geo-
logía.
Basta mirar el Mapa geológico de la Isla de Cuba
publicado por los Sres. Fernández de Castro y
Salteraín, en el año 1884, en el Boletín de la Comi-
sión del Mapa geológico de España, para ver que el
color que domina en él es el amarillo, color, como
se sabe, dedicado por los geólogos á los estratos ter-
ciarios. Aunque en la Memoria que acompaña á di-
cho Mapa diga el Excmo. Sr. D. Manuel Fernández
de Castro, con una modestia que le honra, que
«cuando se estudie todo el territorio de la Isla, como
se ha hecho ya con las inmediaciones de la Habana,
Matanzas, Cienfuegos y Santiago de Cuba, habrá
que sustituir parte del color que representa el terre-
no terciario por los que indiquen la existencia de
formaciones más antiguas que, como la cretácea, no
se han reconocido aún ó no se han señalado por fal-
ta de datos,» no hay duda que los estratos terciarios
son los que dominan en la Perla de las Antillas.

Los caracteres de las calizas terciarias cubanas se


15

pueden resumir diciendo: que son un conglomerado


conchífero y madrepórico tan poco compacto, que—
salvo pocas excepciones—se disgrega á la menor
presión. Este último carácter es tan fatal para la
conservación de los fósiles, que difícilmente se logra
recoger una especie completa: lo que pasa es que al
golpe del martillo se deshace el fósil, lo propio que
la roca de que formaba parte. ¡Cuántas veces, lle-
no de ilusión por un feliz hallazgo paleontológico,
he visto defraudadas mis esperanzas, deshaciéndose
el fósil entre mis manos!
Si comparamos el terreno terciario de la Isla de
Cuba con el terciario de los alrededores de París,
resulta que se tocan los extremos, porque el de P a -
rís contiene los fósiles en tan buen estado, que parece
que salen del mar, mientras que el de la Isla de Cuba
los contiene desfiguradísimos y formando un totum
revolutum con la roca de que forman parte.
Y no se crea exagerado lo que acabo de decir.
Consúltese la monografía de D. Pedro Salteraín y
Legarra, intitulada «Apuntes para una descripción
físico-geológica de las jurisdicciones de la Habana
y Guanabacoa (Isla de Cuba),» y se verá que sólo cita
escasamente unos 100 fósiles terciarios, de entre los
cuales hay bastantes cuya especie no pudo determi-
nar, y bien seguro no por falta de conocimientos geo-
lógicos, que los poseía el distinguido ingeniero de
Minas, sino por su estado, muchas veces indetermi-
nable. En cambio, en París un solo género (el Ceri-
16

thium) está representado por ¡más de 100 especies!


¿De qué dependerá, dirá el lector, este fenómeno
tan curioso, tratándose generalmente de las mismas
especies, y, por lo tanto, de estratos que se han for-
mado casi siempre dentro de las mismas condiciones?
¿Por qué, en una palabra, la caliza del terreno tercia-
rio de París contiene los fósiles en un estado per-
fecto de conservación, y la de la Isla de Cuba no?
¿En qué consiste esto? Yo creo que hay que atribuir-
lo en gran parte al clima distinto de una y otra r e -
gión. En la mayor de las Antillas, las lluvias torren-
ciales contribuyen, con el ácido carbónico que llevan
disuelto, á disolver la caliza, que concluye, por esta
acción repetida lo menos cien veces al año, por con-
vertirse en una masa blanda, esponjosa y poco cohe-
rente de detritus mil de conchas y coralarios. Don-
de se ve esto palpablemente es en las cuevas citadas
de Bellamar, cerca de Matanzas: las aguas bicarbo-
natadas van filtrando desde hace muchos siglos,
quizá centenares de ellos, por las grietas de la gru-
ta, disolviendo lentamente á su paso la caliza que á
su vez van formando al evaporarse el ácido carbónico
que llevan disuelto, resultando, por lo tanto, de este
círculo vicioso una caliza blanda y húmeda por de-
más. Inútil es decir que en esas cavernas, sólo
alumbradas por el tizón del guía, no se ve ningún
fósil, á no ser los de grandes dimensiones, como
ocurre con los grandes ostreidos.

Pero si los fósiles terciarios calizos se ofrecen en


17

tan pésimas condiciones, en cambio los silíceos, ó los


que resisten más á la acción de los agentes destruc-
tores, se presentan mejor. Así hay semillas, troncos
y astiles entre los fósiles vegetales, que han sido
perfectamente estudiados y clasificados por el ilus-
trado Padre escolapio D. Pío Galtés, quien ha po-
dido cerciorarse que corresponden—por lo menos
los del Chorrillo (Puerto Príncipe)—á especies que
viven hoy en la Isla de Cuba, lo cual es de una im-
portancia suma, ya que prueba que la vegetación ter-
ciaria de la Isla de Cuba era análoga á la actual,
por no decir idéntica; y por si no bastaran los fósi-
les vegetales del Chorrillo, se han encontrado en las
canteras de caliza miocena y pliocena del Calabazar
(Habana) semillas fósiles que conserva^ con la ma-
yor perfección la forma y el color de la semilla de
la leguminosa viviente Mucuna ureus, D. C , lo cual
hace pensar, claro está, que se trata de la misma es-
pecie. Bastan estos hechos para que nos convenza-
mos de un modo cierto y positivo de que la flora de
la Perla de las Antillas es bastante antigua, siendo
natural pensar que la terciaria y postpliocena sobre-
pujaría en cuanto á magnitud y vigor á la actual,
ya que ésta tiene algunas especies, como el cocotero
—Cocos nucífera, L.,—que van decayendo, hasta el
extremo de poder aseverar que están agonizando al
ver sus hojas amarillentas y demacradas; triste es-
pectáculo que con seguridad no presenció Cristóbal
Colón al desembarcar en las bellas playas de la Isla
i
i8
de Cuba. Y es que el cocotero es muy viejo: el c o -
cotero vivió ¡en los alrededores de Londres! en los
albores de la era terciaria, consecuencia de lo cual
es la decrepitud con que se manifiesta ahora, y se-
gún tengo entendido en la mayor parte de los coca-
les del Globo.' Pero no por esto hay que desmayar
y creer, como creen algunos espíritus pesimistas, que
el fin de la Tierra está cerca. Comprendo que al ver
las inmensas estepas de Rusia cubiertas de nieve, se
hielen nuestras esperanzas y nos hagan precipitar el
cataclismo geológico; pero al contemplar los bellos
campos de Cuba engalanados profusamente con la
esbelta palma real—Oreodoxea regia, K. ,—sucede
th

todo lo Contrario: la esperanza, en vez de helarse, se


cubre de alegre verdor, haciendo ver lejos, muy l e -
jos, el fin del Globo, mayormente cuando los rayos
del vivificador Helio amenazan derretirnos.
Dejando el reino vegetal y pasando al animal, diré
que si[bien, como hemos dicho anteriormente, el mo-
lusco fósil no se presenta en buenas condiciones de
conservación, en cambio hay otros fósiles animales
que, por decirlo así, constituyen la moneda corriente
de la Geología cubana. Me refiero á los dientes, que
podríamos creer fantásticos, del Carcharodon mega-
lodon, monstruo marino que deja muy atrás á los
inventados por la imaginación humana. Baste decir
que hay dientes que llegan á tener ¡15 centímetros
de largo! los cuales corresponden á un tiburón que
tendría, teniendo en cuenta la ley de la correlación
19

de las formas, ¡32 varas! No hay duda que los pri-


mitivos habitantes humanos que tuvo la Isla de
Cuba tendrían que luchar con los feroces tiburones,
que harían en el mar análogo papel que el Ursus
speliBus en el continente. Hoy mismo, en el puerto, ó
mejor dicho bahía de la Habana, campa por sus
respetos el Squalus tiburo del mar de las Antillas,
sin que valga para ahuyentarlo el sinnúmero de
barcos de todas clases que continuamente entran y
salen en dicha bahía.
De otros fósiles animales debiera ocuparme, tanto
más cuanto se consideran por algunos distinguidos
geólogos como pruebas irrecusables de la unión de
la Isla de Cuba con el continente americano, en
épocas geológicas no muy remotas á la nuestra.
Aparte la importancia del asunto, que somos los pri-
meros en reconocer, creo que la existencia de pocos
ejemplares de un mamífero fósil en la mayor de las
. Antillas no es bastante para probar dicha supuesta
unión, que, por otra parte, los hechos, tomados
de la Historia natural reciente de la Isla, no jus-
tifican.
Toda la Mamalogía cubana se reduce, por decirlo
así, á un fósil y á un viviente: el fósil es el Myomor-
phus cubensis, que se ha clasificado como edentado, y
el viviente, haciendo caso omiso de algunos murcié-
lagos cuya presencia en la Isla de Cuba no presu-
pone nada, es el Soleuodon cubantes (Almiquí de Poey
y Aire de Oviedo), insectívoro del tamaño de una
20

jutia (i). Todos los demás mamíferos son exóticos,


pues hasta el ratón fué á la Isla de Cuba seguramen-
te exportado por las carabelas del gran navegante ge-
novés, cuyo regalo nos lo compensó América con la
cucaracha. Vayase lo uno por lo otro. Creo que con
estos datos no se puede afirmar que la Isla de Cuba
ha estado unida al continente americano, por la
sencilla razón de que no posee los mamíferos de este
continente, poseyendo, en cambio, muchos insectos
y moluscos indígenas; no haciendo mención de las
plantas, porque ya se sabe que éstas cuentan con mil
medios—llamados accidentales—para llegar á una
isla.
E s más, la misma Paleontología no apoya tal
unión: todos los paleontólogos saben que América ha
sido la cuna de los edentados, y que éstos empezaron
á tomar incremento en los albores de la era cuaterna-
ria, encontrándose restos de ellos fósiles lo mismo
en la América del Norte que en la América del Sur.
KlMylodon, por ejemplo, debía aparecer en distintos
puntos de América, porque no vamos á suponer que

(t) Algunos agregan el género viviente Capromys;


mas como se encuentran en Jamaica las mismas especies
que en Cuba, difícil sería acertar si las especies de dicho
género aparecieron en la Perla de las Antillas, en Ja-
maica, ó en ambas islas á la vez. No ocurre lo mismo con
el género Solenodon, pues si bien es verdad que también
se encuentra en Haití, se trata de una especie distinta
de la cubana.
21

un animal tan poco ligero se fuera paseando desde


Patagonia hasta el Canadá. No era muy á propósito
la organización de los Megatheriums y Mylodons para
estas correrías. De modo que á juzgar por la pre-
sencia del Myomorphus en la Isla de Cuba, se debería
aseverar que la Perla de las Antillas se separó del
continente americano en plena era cuaternaria, en
la época del diluvium, siendo de tal intensidad el ca-
taclismo geológico, que no sólo acabó con el Myomor-
phus, sino con todos los mamíferos que á la sazón
habría en la Isla de Cuba, porque no vamos á supo-
ner que esta Isla, digo mal, esta porción del conti-
nente americano—admitiendo la teoría de la unión,—
estuviera habitada por un solo mamífero, por el
Myomorphus cubensis. Como que estas consideracio-
nes son inadmisibles, no se puede creer en dicha
unión. L a presencia del Myomorphus en la mayor de
las Antillas es uno de tantos hechos inexplicables
que registra la ciencia.
Dejando los tiempos terciarios y cuaternarios, pa-
semos á los secundarios.
Los estratos secundarios tienen escasa represen-
tación en la Isla de Cuba, lo cual tiene fácil expli-
cación, teniendo en cuenta que la existencia de dicha
Isla está íntimamente ligada con la emersión de la
gran cadena de los Andes en los comienzos del post-
plioceno. Desde esta época la Isla ha ido tomando
la configuración de arado que tiene en la actualidad
(fig. i). Durante los tiempos terciarios, no había tal
22

Isla, sino una serie de islotes cuajados de verdor, y


donde las palmas ostentarían su gallardía y esbeltez.
De dichos islotes, el que más tendría las dimensiones
actuales del Cayo Romano, y sus bahías y sus ca-
nales y estrechos serían continuamente visitados por
los tiburones, los verdaderos reyes de dichos arreci-
fes. Así es que no ha de extrañar que los estratos
secundarios, y más todavía los primarios, brillen por
su ausencia en la Isla de Cuba. Entre los secunda-
rios, dejando aparte el cretáceo, los demás no se
presentan á no ser en puntos muy limitados. E l cre-
táceo sí, se presenta bien, particularmente la creta
blanca de los autores; tan bien, que la creta de al-
gunas localidades de la Perla de las Antillas, por
ejemplo la de la Ceiba (Habana), es' tan notable
como la célebre de Meudon (París). El cretáceo de
la Isla de Cuba, lo propio que el infracretáceo, por
lo regular se presentan sin fósiles.
Se citan calizas litográficas; pero son tan raras»
que, á la verdad, no constituyen estratos.
Y para terminar él estudio que de las calizas c u -
banas estoy haciendo, citaré los mármoles de la Isla
de Pinos (al Sur de la provincia de la Habana), már-
moles de colores y estatuarios, que si se explotaran
constituirían una gran riqueza para dicha Isla. E l
mármol sacaroideo ó estatuario, á pesar de no reu-
nir tan buenas cualidades como el de Carrara para el
objeto á que se le destina, sin embargo, admite un
buen pulimento. Los mármoles de la Isla de Pinos es
2
5
posible que correspondan al sistema jurásico, siendo
notable que no tengan representación en la Isla de
Cuba. En Martín Mesa (provincia de Pinar del Río)
hay también mármol casi negro, pero repito es muy
escaso en la Isla de Cuba.

Habiéndonos ya ocupado de las rocas sedimenta-


rias, que, dejando aparte los mármoles de la Isla de
Pinos, se reducen ,á las calizas citadas, vamos ahora
á decir cuatro palabras acerca de las eruptivas.
Sabido es que las erupciones que han tenido lugar
en el Globo' se comprenden en dos grandes series,
antigua y moderna, siendo el jurásico y el cretáceo,
ó si se quiere la era secundaria, la que separa la una
de la otra, ya que durante dicha era el Globo dio se-
ñaladas muestras de reposo, sin que este reposo, cla-
ro está, deba considerarse absoluto, pues que en Ita-
lia, en Carrara y en la Isla de Pinos, como hemos
dicho, y en otros puntos de] Globo, se encuentran
mármoles en el seno del sistema jurásico y resultado
de erupciones que purificaron su naturaleza.
¿A cuál de las dos series corresponden las rocas
eruptivas de la Isla de Cuba? Yo creo que es fácil
contestar á esta pregunta.
Ateniéndonos á su yacimiento, que se encuentra
26

entre el cretáceo y el terciario, y á su naturaleza


principalmente serpentínica, creo que, sin duda a l -
guna, podemos afirmar que corresponden á la serie
moderna. Es verdad que entre ellas está la diorita,
roca que Lapparent coloca en la serie antigua; pero
esto no pasa de ser una excepción á la regla general,
excepción que se puede comparar á la presencia de
la sienita en el Banat austriaco.
L a serpentina de la Isla de Cuba es bella: su fácil
pulimento la hace acreedora á que se aplique al arte
de la ornamentación. L o que llama la atención es que
siendo varios los manchones serpentínicos de la Isla
sean tan escasas las hachas, las primeras armas del
hombre, contrastando con esto lo frecuentes que son
en la Isla de Puerto Rico. ¿Sería más guerrero el in-
dio de Puerto Rico que el de Cuba? No pudiéndose
admitir esto, hay quepensar en que la anfibolita, ro-
ca muy común en la Isla de Puerto Rico, se presta-
ría mejor que la serpentina de Cuba, roca no muy
compacta, á la elaboración de dichas armas.
Otras rocas eruptivas de Cuba son el cuarzo.y el
asfalto. Del primero se presenta una nueva variedad,
que me he permitido denominar Guanábacoita (fig. 2),
por presentarse en las lomas de serpentina de Gua-
nabacoa {Habana). Dicha nueva variedad de cuarzo
fué considerada por el Sr. Salteraín (1) como cúbica

(1) Apuntes para una descripción físico^ geológica


de las jurisdicciones de la Habana y Guanabacoa (Isla
F i g . 2.
2 9

y pseudomórfica; por el que estas líneas escribe (i)


como cúbica y cristalina, y por el Sr. D. Lucas Fer-
nández Navarro como romboedros de facies cúbi-
ca (2). Si tratándose de un hecho caben tres concep-
tos distintos, ¿qué ocurrirá cuando se trate de enig-
mas?
En cuanto al asfalto—conocido con el nombre de
chapapote en la Isla de Cuba,—se confunde por mu-
chos con la hulla ó carbón de piedra; pero no hay
tal cosa, porque ni vestigios de vegetación se encuen-
tran en él, ni tiene la estructura de aquélla. Los ma-
nantiales de chapapote son muy abundantes en la
Isla, y su misma abundancia nos prueba que su ori-
gen es mineral, es eruptivo; si fuera vegetal, c o -
mo creen algunos, su origen, y debido á la carboni-
zación de algas, se encontrarían con mayor motivo
carbonizadas las plantas superiores en la Isla de C u -
ba. ¿Por qué razón tienen que haberse carbonizado
las algas terciarias—hay que tener en cuenta que el
asfalto de Cuba yace en el seno del terreno terciario
— y no las palmas, que reúnen, mejor que aquéllas,
condiciones para la carbonización? E s verdad que en
los mares tropicales del Océano Atlántico existe una

de Cuba), por D. Pedro Salteraín y Legarra, pág. 56:


1880.
(1) Números 304 y 3 1 4 de la Crónica científica de
Barcelona.
(2) Actas de la Sociedad española de Historia natu-
ral. Sesión de Agosto de 1892: Madrid.
30
gran cantidad de algas, que no dejaron de llamar la
atención de los que acompañaron al gran navegante
genovés; algas conocidas con el nombre vulgar de
•uvas de los trópicos (Sargassum) y que constituyen el
«mar del sargazo> entre los 16 y 38* de latitud-N. por
una parte, y los 50 y 80 de longitud O. por otra, esto
es, en el gran remolino formado por las corrientes
marinas. Verdad es también que el mar conserva me-
jor que la tierra lo que yace en su seno; pero de to-
das maneras, tendríamos que admitir un número in-
calculable de algas terciarias para que su carboniza-
ción hubiera podido dar lugar al asfalto, suposición
poco verosímil. Más valor tiene en algunas minas de
chapapote, como las de Bejucal (Habana), la presen-
cia del azufre, elemento que denuncia la naturaleza
eruptiva del depósito.
Y para terminar el ligero estudio que de las rocas
eruptivas de la Isla de Cuba estoy haciendo, agre-
garé que se encuentran en gran cantidad en la parte
oriental de la Isla, esto es, en las provincias de San-
ta Clara, Puerto Príncipe y Santiago de Cuba, ex-
celentes filones de hierro, cobre y manganeso, explo-
tados en su inmensa mayoría por empresas extran-
jeras.

***

De todo lo que acabo de exponer se puede dedu-


cir lo siguiente:
3i
i." Que después del cretáceo, y antes de que se
sedimentara el eoceno, ocurrieron en el Océano A t -
lántico y Mar de las Antillas erupciones aisladas de
materiales serpentínicos, dioríticos, porfídicos y
cuarzosos, que constituyeron, por decirlo así, los nú-
cleos origen de la actual Isla de Cuba.
2.° Que alrededor de los núcleos eruptivos, por
la acción combinada de los coralarios y agentes des-
tructores, se formaron cuatro islotes: uno en la parte
occidental de la Isla, teniendo por núcleo á Guana-
bacoa (Habana); otro en la región central, teniendo
por núcleo á Santa Clara, y otros dos en la región
oriental, teniendo por núcleos á Puerto Príncipe y
Holguín, cuyos núcleos por cierto subsisten actual-
mente, como se puede ver en el Mapa geológico de
la Isla de Cuba, por el eminente geólogo Excmo. Se-
ñor D. Manuel Fernández de Castro, y publicado por
la Comisión del Mapa geológico de España.
3. 0
Que estos islotes, cuando emergieron los
Andes, en los albores de la era cuaternaria, segura-
mente por la conmoción producida en la corteza
terráquea americana, se levantaron y extendieron á
expensas de los materiales terciarios que se habían
sedimentado en los mares, tomando poco á poco la
Isla de Cuba la extensión y forma que tiene en la
actualidad, siendo, claro está, la extensión mayor
donde el núcleo eruptivo había revestido mayor im-
portancia, como aconteció en la región oriental de
la Isla.
HISTORIA DE LAS RAZAS HUMANAS

EN LA

ISLA DE CUBA

3
RAZAS HUMANAS QUE HUBO
:

EN LA ISLA D E CUBA ANTES DE SU DESCUBRIMIENTO

POR CRISTÓBAL COLÓN

Con el objeto de ordenar nuestros datos acerca de


la Historia de las razas humanas en la Isla-de. Cuba,
dividiremos «ste estudio en dos partes: 1 . , estudiar
a

las que hubo antes del descubrimiento de la Isla por


«1 insigne navegante Cristóbal Colón; 2 . , estudiar
?

las que han ¿dp poblando la Isla desde su descubri-


miento hasta nuestros días. .
Según,el Sr. D. Esteban Pichardp, autor de una
Geografía de la Isla.de Cuba publicada ep la Haba-
na en /i854, los primitivos habitantes de dicha Isla
procedieronide ,lps muyscas de Bogotá, á juzgar ,por
el .lenguaje de la primitiva población cubana. Este
dato es de mucha importancia, porque prueba indi-
rectamente que la Isla de Cuba no .haestado unida al
continpnte;ame?icanp, porque,de ,haberlo estado en
;

los alboras dp la era cuaternaria,,lp,najtural,hubiera


sido que se hubiese poblado primero ,1a parte más
•occidental(d0.1a.Isla,por r^zasjprpqedentes de Nprte
36
América, y no la parte oriental—como lo fué—por
muyscas, que dominaban, como se sabe, en la región
de la América meridional que hoy se llama C o -
lombia.
Los muyscas probablemente atravesarían en lige-
ras canoas el Mar de las Antillas, y desembarcarían
en las naturales bahías situadas al Sur de la región
oriental de la Isla de Cuba. Qué las razas humanas
del'centró de América, por'decirlo así, fueron las
que originaron él tronco de donde ha partido el árbo-
antropológico de la Perla de las Antillas, lo tenemos
en él lenguaje, en' este carácter que - pudiéramos áe-
nOminárftmdámeíita'l ó basál, ya que de él se deducen-
casi todos los demás. Recordemos por un momento:
que infinidad de palabras cubanas, ya sea las quesir-
ven para denominar frutos (guanábana, aguacate), 6
bien poblaciones (Guanájay, Guanábácou) ó anima-
les (bibijagua, aguají), y tantas y tantas otras, tie-
nen una raíz común que es gua, raíz que no pudie-
ron tomar del idioma castellano porque rara vez se
encuentra, y sí de las razas meridionales de Améri-
ca, que todavía conservan en sus respectivos idiomas
palabras con dicha' raíz, como Uruguay, Paraguayf

Guaira, Guáura,.etc. • .' • •'•


Sabido es que en el idioma castellano hay palabras
raíces también como villa, que indicando una pobla-
ción, luego se diversifica agregando otras, coma
Villanueva, Villa/ranea, etc. E s más: yo creo que l'os>
muyscas de Bogotá cuando fueron á Cuba por prime-
37
ra vez no tendrían todavía lenguaje articulado, y lo d e -
duzco por la época geológica en que fueron, á Cuba
sus primitivos pobladores.- Su lenguaje sería el canto,
imitando á los pájaros oscinos, y todo lo más pro-
nunciarían las vocales en forma de gritos ó de excla-
maciones. '•: •
Ahora bien: D. Miguel Rodríguez Ferrer¿ en su
obra Naturaleza y [civilización de Id Isla de Cuba, p u -
blicada en Madrid en. el año 1876, nos dice en bue-
nas palabras que durante la mayor parte de la era cua-
ternaria se deslizó el tiempo en la Perla de las Antillas
sin la presencia del. hombre; y se apoya al decir esto
en que las pocas hachas de piedra que se han encon-
trado en Cuba pertenecen al período neolítico y no
al paleolítico, hecho que, agregado al de haberse en-
contrado dichas hachas en la región oriental de la
Isla, prueba' más y más que nunca ha formado .par-
te la Isla de Cuba del continente americano, yaque,
de haber sido así>:¿¿ hombre continental en Cuba hubiera
empezado como han empezado todos los hombres primiti-
vos, por tallar toscamente las hachas y no por pulimen-
tarlas; y ya que; sólo las pulimentadas son las que se
encuentran en Cuba, principalmente de diorita y de
serpentina, hay que confesar, y bien en alta: voz, qué
nuestra Isla no ha tenido razas humanas indígenas en
.«1 sentido estricto de la palabra, sino que l a s q u e
fueron procedentes de Centro América sabían ya pu-
limentarla piedra, lo cuál no nos ha de extrañar, por-
que fueron á: Cuba después del Magdaleniense, en el

piso de. los kiokenmodingos (depósitos dé restos de
cocina), conocido en la ciencia con el nombre de D i -
námarkiense; kiokenmodingos ó restos de cocina que
por cierto se han hallado también en Cuba, cerca del
puerto de Manzanillo, y para que todo-coincida, tam-
bién en la parte oriental de la Isla. De modo que no
cabe duda alguna que la Isla de Criba empezó á poblar-
se por la región oriental, ó sea por la parte más apar-
tada del continente americano.
Ahora bien: ¿cómo se concilia ó enlaza esto con el
hallazgo de una mandíbula humana fósil, en un cayo
al sur de Puerto Príncipe, por D . MiguelRodríguez
Ferrer? Á mi manera de entender, ño hay dificultad.
L a mandíbula, completamente fosilizada, pudo muy
bien pertenecer á uno de los primitivos muyscas que
llegarían á la Isla de Cuba al terminar la época p a -
leolítica, ósea en l a s postrimerías del Mágdalenien-
se, entre este piso y el Dinamarkiense, puesto que de
no conceder á tal mandíbula carta de naturaleza hu-
mana, tendríamos que convenir en que perteneció á
un primates; y si bien es verdad que en algunas A n -
tillas menores hay vestigios de primates, no ocurre
otro tanto con la Isla de Cuba, que ningúri vestigio
han dejado de su existencia, siendo más de extrañar
este dato cuando la Perla de las Antillas es la mayor de
ellas. Por otra parte, la Comisión designada por la
Junta facultativa del Museo de Historia Natural de
esta, corte para evacuar el informe que solicitó de la
misma D . Miguel Rodríguez Ferrer, lo dio el 24 de
1
39
Marzo de 1871-, no vacilando en considerar como humana
l'amandíbula fósil de Puerto Príncipe (1). Como dato que
merece recordarse, diré que esta mandíbula la en-
contró en Cuba el Sr. Rodríguez Ferrer catorce años
antes que la célebre de Moulin Quignon en Francia,
encontrada por Boucher de Perthes el año de 1863.
De modo que no tiene nada de particular que este
resto fósil, humano y único en la Isla de Cuba, c o -
rresponda á los comienzos del período neolítico,
cuando el hombre empezaba á pulimentar las ha-
chas, tanto más, cuanto en las regiones tropicales
SÍ precipita, por decirlo así, la fosilización, consecuen-
cia, por otra parte, de una mayor presteza en la des-
trucción de los elementos orgánicos de las partes duras de
los organismos, huesos, conchas, etc. Así es como se
explica también que se hayan fosilizado semillas de
plantas y astiles de palmas que corresponden á es-
pecies todavía vivientes.
Algo más encontró el Sr. D . Miguel Rodríguez
Ferrer interesante.para nuestro objeto; pero antes
de pasar á ocuparme de ello, debo, con el.fin de or-
denar estos apuntes, deducir alguna conclusión de
la presencia de hachas de piedra pulimentadas, de ser-
pentina y de diorita encontradas cerca de Bayamo por
el Sr. D . Miguel Rodríguez Ferrer.

(1) E l único de la Comisión que no consideró como


humana esta mandíbula, fué nuestro sabio naturalista y
maestro D. Mariano de la Paz Graells.
4o
¿Qué representan estas hachas, que, por otra par-
te, son muy raras en la Isla de Cuba? Una hacha es un
instrumento de lucha. ¿Con quién tenía que luchar el
muysca que llegó á la Isla de Cuba en los albores del
período neolítico? ¿Con las fieras? Y á dijimos en el
artículo anterior que ni una sola había en la Isla de
Cuba. ¿Con sus compañeros? Tampoco esta explica-
ción es oportuna, por la sencilla razón de que la f e -
racidad de la Isla podía atender á todas las necesi-
dades de sus pocos habitantes. Más lógico es pen-
sar que tuviera que luchar con razas invasoras, ta-
les como la de los caribes. Esta raza, más. fuerte que
la muysca, procedía de la cuenca del Orinoco, de
donde llegó á las islas de Barlovento, ó Antillas me-
nores, para luego internarse en las mayores. Era
una raza antropófaga, sanguinaria y brutal, y bien
claro lo indica el nombre caribe, que quiere decir
hombre inhumano y cruel.
«Eran los caribes, dice Morton, los indios más
feroces y brutales de la América. Vivían sin ley ni
religión. Suspicaces y vengativos en el más alto
grado, se conducían en sus empresas con singular
astucia. Miraban á los hombres de otras naciones
como bestias propias á ser devoradas. Sometían á
la mujer á una vil servidumbre, é infundían en el
ánimo de sus hijos la crueldad y la matanza.»
Claro que esta descripción de Morton debe refe-
rirse á los tiempos del descubrimiento del Nuevo
Mundo; pero de todos modos, no hay duda que esa
4i
raza invasora y antropófago, diezmaría á los primi-
tivos habitantes de Cuba, á,los muyscas, defendién-
dose éstos iniitilmente.de los caníbales ó caribes con.
las hachas de serpentina ydiorita encontradas por
el Sr., D. Miguel Rodríguez Ferrer. cerca de Baya-
mo, cuyo señor además encontró, en una cueva i n -
mediata al cabo de Maisí, un cráneo perfectamente
conservado de caribe, de cuyo cráneo pueden ver los
lectores el perfecto dibujo de la página anterior.
Y ya en este punto, tratándpse de un asunto im-
portantísimo para nuestro objeto, dejaremos hablar
al naturalista D. Felipe Poey.
Dice este autor en la pág. 15P del tomo I del Re-
pertorio físico-natural de la Isla de Cuba, publicado en
la Habana el año de 1865: «Queda generalmente ad-
mitido y como fuera de duda que los,caribes ,acos-.
tumbraban aplastar la frente de sus hijos, desde, la
más tierna edad, por medio de aparatos acomodados
al caso. Hasta qué punto estaba generalizada, esta
costumbre, np lo podré decir; y aun subsisten algu-
nas dudas, en atención á que muchos historiadores
oculares no hacen de ella mención alguna. Faltan
datos para conjeturar si se,ejercía, en hombres de
cierta casta, destinada á los trabajos, para facilitar
la carga; ó sLla tribu entera, dada á la guerra y á la
rapiña, desfiguraba la nobleza del semblante para
hacerlo horroroso y temible á los enemigos. Sabe-
mos que cuando los caribes salían para sus excursio
nes, se hacían pintar la cara por sus mujeres con bi -
42

gotes y rayas negras que conducían'al mismo fin.


»El cráneo figurado manifiesta bien á las claras
una presión artificial, que empezó mucho-antes de
que la fontanela estuviese osificada; como lo de-
muestra la eminencia núm. i , punto de reunión de
las suturas frontales y parietales en la línea media.
L á operación hubo'de hacerse poco á poco, porque
:

la presión violenta del aparato sobre los hemisferios


cerebrales, y sucesivamente sobre el cerebelo y la
médula óblongada," hubiera traído por resultado la
muerte. E s probable que se prolongaba la operación
hasta los cinco años, que viene á ser mucho después
dé la osificación de los cartílagos.
»E1 aplastamiento artificial de la frente basta pa-
ra darnos á conocer que él cráneo pertenece á un
indio caribe, lo que confirman las órbitas grandes y
cuadrangulares propias de la gente indiana. L a po-
sición central del agujero occipital rechaza- desde
luego toda idea de qué pertenezca a l a raza africana.
E l . diámetro grande entre las dos sienes dice bas-
tante que es de hombre; y aunque las eminencias
parietales núm. 2 son tan desarrolladas como en los
cráneo^ de mujeres, debemos atribuir este exceso á
la presión. E l individuo era viejo, como lo demues-
tra lá parte posterior, completamente soldada de la
sutura interparietal. E l cráneo muestra además la
:

bóveda palatina reducida, la fosa temporal de- poca


;

arr/plitudj la apófisis mastoidea pequeña, la cresta


occipital poco saliente, el conducto auditivo externó
Fig. 4.
45
notablemente echado hacia atrás; el ejemplar c a r e -
ce de dientes, y tiene los alveolos muy deteriorados.
»La capacidad interior del cráneo es igual á la
que presentan los cráneos normales, compensándose
lo que ha perdido en altura con el excesivo diámetro
transverso. E l ángulo facial, tomado desde la emi-
nencia núm. i , es de 4 5 ; y desde el núm. 5, de 5 7 .
o o

«Diámetro longitudinal de la cabeza, cráneo y ca-


ra en una proyección horizontal, 200 milímetros.
Diámetro longitudinal del cráneo desde la sutura
riasál, 175. Diámetro parietal, 160. Diámetro verti-
cal, 1 3 5 . Afeo inter-auditivo desde el centro del
conducto auditivo externo, 310. Arco inter-mastoi-
deo, 378. Línea mastoideá de punta á punta, 1 1 7 .
Arco occípito-frontal desde la sutura nasal hasta la
parte posterior del agujero occipital, 339. Diámetro
longitudinal del agujero occipital, 4 1 . Diámetro
transverso del mismo, 3 1 . Circunferencia horizontal
desde la sutura nasal, pasando por encima de los pó-
mulos, 1.080. Distancia inter-orbitaria, 26. Diáme-
tro transverso de cada órbita, 39. Diámetro vertical
de las mismas, 39.
»La capacidad del cráneo permite suponer un
grado normal de inteligencia. L a corta extensión de
la bóveda palatina y la estrechez de la fosa tempo-
ral, son circunstancias que no acusan la animalidad,
porque los órganos de la manducación se desarrollan
en razón inversa de los de la inteligencia. L a menor
capacidad de la fosa trae consigo la disminución del
46
acotantes (múseulp témporo-maxilar) y ;d,el masefcero
(m. zigomático-imaxilar) que elevan, la mandíbula
inferior. L a dilación del conductp auditivp externo,
parece indicar que la oreja,se echaba hacia atrás;
circunstancia «propia de, un estadp salvaje, en que la
vista y eloídp están igualmente atentps,.»
Hasta ¿tquí.la idescrrpcién bien .escrita de D . F.eli-
pe Poey. . . •;,
Natural es pensar.que una raza de superior inteli-
gencia, pero entiéndase d e superior inteligencia .pa-
ra satisfacer brutales instintos, diezmara lps pristi-
nps habitantes de Cuba, prpcedentes.cpmo dijimos,
de Bogotá, raza de carácter apacible y bondadoso,
hasta el extremo que. según dice Estala, 100 indíge-
nas , (i.) no ppdían resistir á diez de aquellns Iprmi-
dables enemigos (2). .., ; ,
¡Cómo infestarían todas las Antillas los caníbales
Ó caribes, cuando .precisamente el mar de las.Antillas
se denominó también mar de los caribes!.
L o que más llama la atención, sin dudaalguna.en
el cráneo de caribe referido, es el aplastamiento de la
frente, que, como dijo perfectamente J). Felipe Poey,
sería un aplastamiento puramente artificial, .por más

(1) Esta palabra de indígena no se,deheadmitir. Ra-


za humanaindígena ó aparecida enla.Isla de Cuba no
ha existido.
(2) Muy exagerada me parece lá ápacibilidad que
atribuía Estala á los primitivos habitantes de la isla de
Cuba. .
47
que otros han querido ver un fenómeno puramente
natural. Muchas rarezas ^e ,notan en la. naturaleza;
pero desde el momento que yernos que las razas ln>
manas cuanto más inferiores, más ávidas son de defor-.
marse, pudiendo tomar infinidad de ejefhplos, bien'de
los chinos, que, como se sabe, sus mujeres.se defor-
man los pies; bien de los negros, que se agujereandas
orejas; bien por el tatouage que practican muchas ra-
zas, de cuyas deformaciones ni la raza blanca ha que-,
dado exenta al agujerearse las orejas también las mu-
jeres y al deformarse el tórax por medio del corsé,
creo yo, con Poey, que se trata de una deformación
artificial y no natural, que debían practicarla los ca-
ribes en sus niños, por medio de una presión rea-
lizada poco á poco y con mucha constancia, antes
de que la fontanela anterior estuviese osificada,
pues una presión violenta de cualquier aparato so-
bre los hemisferios cerebrales y sucesivamente s o -
bre el cerebelo y la médula oblongada, hubiera oca-
sionado la muerte.
Ahora bien: una vez practicadas estas deforma-
ciones frontales en generaciones sucesivas, ¿pudo la
herencia luego abreviar la obra del hombre,, nacien-
do los caribes, ya algo deformados por la frente?
Para contestar á esta pregunta, necesariamente ¡hay
que vacilar, porque no es lo mismo deducir tratán-
dose de uno ó dos cráneos, que si pudiéramos con-
tar con centenares de ellos. Precisamente hoy la
Antropología y su parte importante la Craneoinetría,
4 8
se básáh osé apoyan en' otra ciencia sin duda im-
portantísima, cual es la "Estadística. Viendo y mi-
diendo centenares y miles de cráneos, es como se
resuelven loa problemas más delicados de la Antro-
pología . Así es que si se hubiesen podido estudiar
1 :

las citadas deformaciones en centenares dé cráneos


caribes, hubiéramos podido descubrir éste enigma, á
saber: si la herencia podfá tener alguna influencia en
la realización del fenómeno, siempre claro está par-
tiendo dé deformaciones frontales repetidas en su-
cesivas generaciones.
Yo, á pesar da lá pobreza de la estadística en este
caso, me inclino á creer que pudo la herencia tener
alguna participación en el fenómeno, y me fundo en
qué generalmente los caracteres morfológicos se perpe-
túan más por generación que tos fisiológicos. Así los hi-
jos'se parecen más á sus padres por ciertos rasgos
de fisonomía que no por sus cualidades morales. E s
muy común observar estos rasgos de fisonomía en
muchas generaciones sucesivas, mientras que la pro-
fesión en estas mismas generaciones ha podido va-
riar en cada individuo.
Otra cuestión que entraña la del cráneo caribe es
la siguiente: ¿de qué época es el cráneo? Porque el
Sr. D . Manuel Rodríguez Ferrer, qué ha escrito una
obra voluminosa llena de contradicciones á cada
paso (i), no dice nada acerca de su época, sabiendo

(í) Una de estas contradicciones está en las páginas


49
sólo que lo encontró en una cueva inmediata al cabo
de Maisí.
Pues bien: por de pronto, su no petrificación nos
dice que no puede ser anterior al Dinamarkiense; lo
cual, por otra parte, confirma lo que dijimoSj que
los primitivos habitantes que tuvo la Perla de las
Antillas llegaron á ésta en la época neolítica, cuando
ya sabían pulimentar las hachas. Por otra parte, el
mero hecho de haber encontrado el Sr. D. Miguel
Rodríguez Ferrer el ci'áneo citado dentro de una
cueva, prueba que se trata d e un hecho-bastante re-
moto y no dentro d e l período histórico, creyendo
que debe llevarse al Dinamarkiense, ósea á la época

131 y 142 de su obra Naturaleza de la Isla de Cuba.


En la 131 se lee: «Pues á esta época y á este gran levan-
tamiento de los Andes en el continente americano, es á
la que se refiere la forma característica actual de la Isla
de Cuba, constituida quizás antes de este remotísimo
período tan sólo por la Sierra Maestra y sus corres-
pondientes al E., pues estas rocas fueron levantadas
por las serpentinas.* Pues, señor, si esto ha sido así, ¿á
qué responde que el mismo autor, poco después, en la
pág. 142 diga: «Pero ya la incertidumbre no es tanta: la
cuestión sobre si Cuba estuvo unida ó no al vecino con-
tinente y porqué época, ya casi no es cuestión, pues
ha pasado de la .presunción de los antiguos á la casi
evidencia de los modernos?» Uñase lo dicho en las dos
páginas citadas,'y resultará que la Sierra Maestra es-
tuvo unida al continente americano^ por el inmenso
mar! De esta manera,, sin gastar tanta tinta, se puede
decir que todas las Islas están unidas á los continentes
más próximos. -
4

de los kiokenmodingos, depósitos de conchas ó restos
de cocina, como se le llama, de cuya época deben
datar también las hachas de serpentina y diorita,
encontradas también por el citado D . Miguel Ro-
dríguez Ferrer en la parte oriental de la Isla.
Precisamente el Magdaleniense se llama «el piso
de las cavernas,» y en la Isla de Cuba hay muchas
que deben datar de esta época. L a caverna, durante
esas épocas, fué el domicilio natural del hombre, y en
las regiones tropicales azotadas por torrenciales llu-
vias, casi diluvios, que todo lo inundan en ciertas
épocas del año, la cueva debía ser domicilio indispen-
sable. Así es como se comprenderá que los antropó-
fagos caribes, bien procedieran de la cuenca del Ori-
noco, bien de otras regiones, que para el caso no nos
interesa, deben ser bastante viejos en los anales
geológicos de la Isla.
De corresponder dicho cráneo á la época históri-
ca, se hubiera encontrado en la citada cueva del
cabo Maisí acompañado de muchísimos ejemplares,
porque así como cuando se aproxima la nave al puer-
to va encontrando más y más buques que la intercep-
tan el paso, así también, á medida que el geólogo se
va acercando á los pisos más modernos, ya.no se trata
de meras cavernas con pocos cadáveres humanos
desfigurados por la acción del tiempo, sino de ver-
daderos lugares de enterramiento, donde se encuen-
tran, además de cráneos y otros restos humanos,
objetos de cobre, de bronce, de oro y de hierro, que,
5i
entre paréntesis, no se han encontrado en la Isla de
Cuba.
Los pobres, indefensos é infelices muyscas, prísti-
nos habitantes de Cuba, no tuvieron que luchar con
las fieras (entiéndase con el orden carniceros de Cu.
vier); pero en cambio tuvieron que luchar con las
fieras humanas de frente aplastada, cuyas legiones em-
brutecidas y antropófagas harían más estragos entre
los muyscas que los leones y los tigres, respectiva-
mente, en las selvas africanas y asiáticas. .
Los muyscas, raza apacible, inocente y bondado-
sa, viviría feliz en la Isla de Cuba antes de la irrupr
ción de los caníbales ó caribes. Sin civilización de nin-
guna clase, y por lo tanto sin cuidados, sin fieras
con que tener que luchar, probablemente todavía sin
preocupaciones, amaría las Musas y las Palmas, y
vería en ellas y en los pájaros de la selva, adornada
por los matices de las corolas de infinidad de lianas,
á verdaderos compañeros, y en sus amores trataría
de imitar los trinos, cadencias y gorjeos del ruiseñor
y del sinsonte (i), verdaderos prodigios de la oscinia
cubana.
L a llegada de los caribes á la Isla entorpeció, ó
mejor dicho, interrumpió la felicidad paradisiaca de
los que se llamaron después siboneyes. No sólo per-
siguieron á éstos como se persigue á las fieras en el

(i) El ruiseñor de Cuba es el Muscícapa. Eli^abet, y


el sinsonte es el Turdus polyglotus.
52

bosque, sirio que castraban á los niños que caían en-


tre sus manos, los engordaban como si fueran cer-
dos,; y sé los comían cómo antropófagos que eran,
empezando por los intestinos y por las extremidades,
dejando el restó', que salaban, para otra oportunidad.
iNo comían á las mujeres: dejaban á las jóvenes para
cría, y á las viejas las trataban como esclavas (i)„
Una raza humana tan salvaje no podía tener nada
bueno, lio siendo de extrañar 'qué introdujera en la
Isla el culto al demonio (2), como sucedía en la misma
época por la América continental. Y digo que intro-
ducirían en la Isla de Cuba el citado culto, porque
es más lógico suponer esto que no que hubiera par-
tido dé los muyscas una adoración á un culto tan po-
co simpático como es «el culto al diablo.» Es más:
yo creo que los muyscas, antes de la llegada de los
caribes á la Isla dé Cuba, no.podían hisiquieracon-
cebir la existencia' dé un culto que sólo seres extra-
vagantes, feroces y llenos de vicios podían crear. •
En estás luchas entre siboneyes y caribes debían
pasarse luengos siglos, entre los cuales pasarían a l a
historia terráquea los pisos Ginebriense y Lubeckien-
se,para entrar de lleno en el período histórico con
el Australiense.

(1) -Referido por Pedro, Mártyr dé Anglería.


(2) El Sr. D. Miguel Rodríguez Ferrer encontró en
una caverna distante tres leguas de la punta de Maisí,
un ídolo extravagante que los antillanos tenían por el
iuyra ó diablo.
•53
¿Qué ocurrió, entre las razas humanas que pobla-
ban la Isla de Cuba durante estas ultimas etapas
geológicas? No han faltado historiadores que han
considerado á la Isla durante estas etapas como un
1

centro de civilización americana; pero como', dice


perfectamente D. Miguel Rodríguez Férrer en la
pág. 155 de su obra Naturaleza y civilización'de la Is-
la de Cuba, «por más loables que sean los esfuerzos
del Sr. Valdés en esta parte hacia su patria, no lle-
van á mi convencimiento lo que no me ha podido
probar ningún otro rastro sobre su suelo.»
Efectivamente, todo foco de civilización deja ves-
tigios, y sabido es que los indios en Cuba no hicie-
ron nada que pueda apoyar la opinión del Sr. V a l -
dés. Estos focos de civilización donde existieron fué
en Méjico y en el Perú principalmente, y también
en Centro América, como pudo verse en la grandio-
sa Exposición histófico-americana que se celebró el
año 1892 en Madrid, para conmemorar el cuarto
centenario del descubrimiento de América por el
inmortal genovés Cristóbal Colón.
Pues bien: en las inmensas salas del soberbio edi-
ficio de Biblioteca y Museos había sinnúmero de
ídolos, infinidad de objetos de indumentaria y milla-
res de objetos arqueológicos, modelos de templos de
los aztecas, colección de cráneos y objetos prehistó-
ricos; pero justo es consignar que nada de esto se
encontraba en la sala destinada á la Isla de Cuba, en
la cual sólo se veían productos naturales de su suelo,
54
sin que se viera ningún objeto que pusiera de relie-
ve ése foco de civilización india que, según algunos
autores, hubo en la Perla de las Antillas antes de su
descubrimiento por Cristóbal Colón.
Cuando llegó este insigne navegante á la Isla de
Cuba el 28 de Octubre del año de 1492, lo único que
los indios sabían hacer era unos ídolos pequeños que
denominaban zemis, y para los cuales sólo necesita-
ban sus manos, un poce de barro y el sol para que los en-
dureciera. También parece que desecaban las hojas
del tabaco, haciendo de ellas un uso análogo al que
hacemos nosotros. Por lo demás, ni su indumentaria
ofrecía nada de extraordinario, ni sus viviendas, que
se reducirían á chozas toscamente fabricadas.
Con esto llegamos al descubrimiento del Nuevo
Mundo por el insigne navegante Cristóbal Colón.
Mas los sucesos acaecidos.desde esta memorable épo-
ca hasta hoy, por lo que se relacionan con las razas
humanas, bien merecen capítulo aparte.
II

Con el objeto de ceñirnos con todo rigor á la histo-


ria, dividiremos esta segunda parte de nuestro estu-
dio antropológico cubano, en cinco períodos:
a).—Desde el descubrimiento de la Isla de Cuba
por Cristóbal Colón, hasta la importación en la Isla
de la raza negra.
b).—Estudio de la raza negra en Cuba y su cruza-
miento, con las existentes.
c).—Estudio de la raza amarilla en la Isla de Cu-
ba y su cruzamiento con las anteriores.
d).—Estudio de la raza yucateca en la Isla de Cu-
ba y su cruzamiento con las anteriores.
e).—Incremento de los sajones en estos últimos
años en la Isla de Cuba, y su cruzamiento con las
razas anteriores
56

a).—Desde el descubrimiento de la Isla de Cuba por Cris-


tóbal Colón hasta la importación de la raza negra en la
Isla, ó sea desde el 28 de Octubre del año de 1492 has-
ta el primer tercio del siglo xvi.

El día 28 de Octubre del año de 1492 fué un día


memorable para nosotros, para la Isla de Cuba y para
la humanidad.
E l gran navegante genovés, Cristóbal Colón, gra-
cias á los Reyes Católicos Fernando é Isabel, lograba
en dicho día poner sus plantas en la Isla, que luego
se llamó Perla de las Antillas, lo cual, desde el punto
de vista antropológico, representaba el cruzamiento
entre la raza blanca ó caucásica y la mal llamada cobri-
za ó americana; fenómeno que no se había podido rea-
lizar antes, por la sencilla razón de que ningún blan-
co había llegado á la tierra americana.
De lo expuesto, se deduce que debemos estudiar
dos factores: el que se ha llamado equivocadamente
indígena de Cuba (1), ó sea el indio cobrizo ó america-

(1) Ya dije en el artículo anterior que no puedo ad-


mitir la palabra indígena en lo que se refiere á los pri-
mitivos pobladores de Cuba, porque estos procedieron
de otros países. La especie humana es única y solo ha
tenido un centro de creación. Las razas se han formado
en los continentes y en las grandes islas aisladas ó leja-
57
»;Q, habitante á la sazón de la Isla, y el blanco 6 cau-
cásico que acababa.de llegar. . ,
En primer lugar, 1Q que nos ha.de llamar niás la
atención en este cruzamiento, antropológico, es que
los que se iban á cruzar eran, aunque de razas dis-
tintas, los más parecidos de todas-las razas humanas. En
efecto, dejando aparte el ángulo facial, puede decir-
se que los demás caracteres son comunes: ,

RAZA BLANCA RAZA COBRIZA

i.—Color trigueño en I.—Color más ó menos


muchos. obscuro.
2.—Estatura mediana ó 2.—Estatura mediana ó
elevada. elevada.
3.—Nariz saliente. 3. —Nariz prominente.
4.—Ojos rasgados y ho- 4.—Ojos grandes y h o -
rizontales. rizontales.
5.—Cabellos largos y de 5.—Cabellos negros y
color variado. largos.

Y si tenemos en cuenta que los blancos que des-


embarcaron con Colón en la Isla de Cuba e r a n t w j -
daluces, todavía la identidad de los caracteres 1 , 2,
4 y 5 es más manifiesta.

ñas de los continentes. En las islas pequeñas ó en las


grandes islas próximas á los continentes,, las razas huma-
nas.no han podido formarse; todo lo más se habrán mo-
dificado en algún detalle. .. .
58

Previos estos antecedentes, vamos á estudiar los


dos factores para el cruzamiento: el Manco y el cobri-
zo, empezando por aquél, que era el civilizado, el
descubridor y el conquistador,

CRISTÓBAL COLÓN Y LOS QUE LO ACOMPAÑABAN.

Bien merece el gran navegante que le dediquemos


algunas líneas.
Y ya en este punto empiezan nuestros apuros,
porque los historiadores son poco antropólogos, hasta el
extremo de que descuidan por completo describir cien-
tíficamente á los guerreros y á los héroes. Sólo los
novelistas son los que cuidan bien de estos detalles
en do que se refiere á sus heroínas, abusando de tal
manera de los caracteres que algunas veces las con-
vierten en verdaderos monstruos de labios de coral y
dientes de perlas.
E l mismo Rodolfo Cronau, que ha publicado una
obra con el pomposo nombre de América, historia de
su descubrimiento, en la cual se descubren algunas
inexactitudes; á pesar de tener ¡tres tomos!, sólo dice
acerca de la personalidad del descubridor, de Cris-
tóbal Colón, lo siguiente (i):
«Al empezar su viaje estaba Colón en sus mejores

(i) Rodolfo Cronau, América., historia de su descu-


brimiento, tomo I, pág. 2 3 o r M o n t a n e r y Simón, Barce-
lona, 1892.
59
años. Su estatura era alta é imponente; su cara larga,
ligeramente sonrosada y cubierta de pecas. Sus bri-
llantes ojos eran de un color gris azulado, y su pelo,
en un principio rojo claro, había encanecido prematu-
ramente, por lo cual se tenía á Colón por regla ge-
neral por más viejo de lo que era en realidad.»
Ignoro dónde ha podido encontrar Rodolfo Cronau
estes datos antropológicos concernientes á Cristóbal
Colón; pero lo que no deja de tener gracia es que le
asigna á su cabeza casi todos los colores del espectro
solar.
Sigue diciendo Cronau: «Desgraciadamente no se
conserva ni un retrato del gran descubridor que pue-
da tener la pretensión de reproducir fielmente sus
facciones en vida. Verdad es que existen diversos re-
tratos que pasan por ser de él, mas apenas hay uno
que se parezca al otro; tanto que el escultor encar-
gado de hacer el monumento que la ciudad de G e n o -
va elevó á Colón, se vio precisado á no guiarse por
ninguno de los retratos existentes, sino á modelar el
busto según su propia inspiración, basada en las des-
cripciones de los contemporáneos del célebre nave-
gante.»
Tiene razón Cronau: no hay dos retratos iguales
del gran navegante genovés. Todos los existentes
pudieron contemplarse en una de las salas de la E x -
posición histórico-americana de 1892, que se celebró
en Madrid; pero más bien parecían colecciones de
retratos de distintas personas. E l que pasa por ser
/

6o
. más auténtico es el que se encuentra en la Biblioteca
Nacional de Madrid.
Esto por lo que concierne al descubridor del Nue-
vo Mundo en vida; porque si pasamos á sus restos,
todavía la confusión es mayor. L a Historia registra
hechos muy curiosos, y es que muchas veces acon-
tece que se conoce mejor lo antiguo que lo moderno: así,
por ejemplo, conocemos perfectamente la vida de
San Isidro, y hemos podido contemplar sus restos au-
ténticos, y en cambio no podemos decir otro tanto de
Cristóbal Colón, á pesar de que éste vivió en el si-
glo xv y aquelglorioso santo en el xu. Fenómenos
análogos se repiten en la Historia, y lo que es más
chocante, no sólo en lo que hace relación al tiempo,
sino al espacio: el Conde Peed., por ejemplo, sobrino
del actual Pontífice León XIII, ha dicho reciente-
mente, al desembarcar en Cádiz, «que aquí en la Pe-
nínsula se sabe, más de la guerra que en Cuba;» lo
cual no nos ha de extrañar, dada la longitud de la
Perla de las Antillas, y lo difícil que son las comuni-
caciones en la Isla. Como paleontólogo, también pue-
do decir que se. conoce mejor el silúrico que la era cua-
ternaria.

De todos modos, sensible es que dos catedrales se


disputen los restos de Colón: la de Santo. Domingo,
en la isla del mismo nombre, y la de la Habana, No
vamos á seguir á Rodolfo Cronau en sus largas dis-
quisiciones, á saber.:- que los restos de,Cristóbal Colón
se encuentran en la catedral de Santo Domingo, encerra-
6I
dos en un ataúd de plomo; y que los qué con toda
pompa trasladaron á la Habana el año de 1796, fue-
ron los de su hijo Diego Colón. Triste Sería para nos-
otros que descansasen en tierra extranjera los res-^
tos de Colón, como afirma Cronau, quien, al fin ale-
mán, poco le ha dé importar; pero de todos modos,
cuando hay duda, minea se debe afirmar, y á fuer de bue-
nos españoles y patriotas seguiremos creyendo que
los restos de Cristóbal Colón están en la catedral de la
Habana, tanto más, cuanto entre los restos encerra-
dos en el ataúd de plomo de la catedral de Santo Do-
mingo, hay uñábala, que Rodolfo Cronau, con can>-
didéz sin igual, dice: (1): «No es conocido que Colón,
mientras permaneció en Portugal y en España, ni
tampoco durante las travesías que hizo al servicio de
los monarcas de España, recibiera herida alguna-;
así es que nos parece acertada la'opinión de que hu-
biera recibido él balazo antes de esta época, ewsu ju-
ventud, al parecer muy agitada y aventurera, y que per-
maneciese en su cuerpo hasta sil'fin. Admitimos que al
ser trarisportadoslos restos desde Sevilla á Santo Do-
mingo Se sacasen del primitivo y mayor ataúd, mo-
hoso á causa del tiempo, para trasladarlos al otro de
plomo más pequeño, y que habiéndola hallado entre
la osamenta, la metiesen también con ella.»

(1) Rodolfo Cronau, América, historia de su descu-


brimiento, pág. 397 del tomo I: Barcelona, Montanery
Simón, editores, 1892.
62

¡Pero qué candido es Roberto Cronau! ¡Una bala


encerrada en el cuerpo del descubridor del Nue-
vo Mundo, durante casi toda su vida, y desprendida
de los tejidos después de su muerte, para ir á mez-
clarse con sus gloriosos restos! ¡Y no haber referido
el gran navegante á nadie este percance grave de su
vida, ni siquiera á su hijo! Vamos, que Roberto Cro-
nau da como seguro un hecho que á todas luces pa-
rece un canard.
En cambio, entre los restos que guarda la catedral
de la Habana, y que se atribuyen al gran navegante
genovés, no hay ninguna bala, por lo cual los consi-
deramos más auténticos que los que están acompañados
por una bala.
¿Y qué datos antropológicos se conservan referen-
tes á los que acompañaron á Cristóbal Colón en su pri-
mer viaje y sucesivos?
Si confusos son los que se refieren al gran nave-
gante genovés, ¡cómo no lo han de ser los que se
refieren á los que lo acompañaban!
Rodolfo Cronau, que en la pág. 231 de su cita-
da obra dice: «Fecha memorable la del 3 de Agosto
de 1492, en cuyo día, después de haber confesado y
comulgado el almirante y toda su tripulación, etc.,»
se olvida de dedicar aunque sólo fueran pocas lí-
neas á esta tripulación, y esto ala verdad, tratándo-
se de una obra de ¡tres tomos!, es inconcebible é im-
perdonable. Pues bien, hay que subsanar la falta de
Cronau de algún modo.

1
.63
En primer lugar, diré, por lo que se refiere á nues-
tro objeto, quela inmensa mayoría de los tripulantes de
las tres carabelas la Santa María, la Pinta y la Niña,
eran andaluces, lo cual no tiene nada de extraño, por-
que en Andalucía es donde se preparó el primer viaje
de Colón, y de un puerto de Andalucía (el de Palos,
en la provincia de Huelva) salieron las carabelas
para el Nuevo Mundo.
Y en este acto, al parecer tan natural y sencillo, de-
bemos ver una obra del alto poder del Creador, por-
que precisamente iban á ir á las Antillas los españo-
les, que por temperamento y costumbres son los más aptos
para ello. ¡Ojalá que hubieran seguido siendo anda-
luces los que, desde el descubrimiento de Cuba por
Cristóbal Colón, han ido poblando la Islal Otra si-
tuación sería hoy la nuestra en la Perla de las Anti-
llas; pero precisamente ha ocurrido todo lo contra-
rio: los andaluces son los que están en minoría en la Isla,
y en cambio los asturianos, los gallegos y los monta-
ñeses (i), que son los que se aclimatan peor, por ser
casi de clima frío, son los que estañen mayoría. En
tiempos del activo y pundonoroso general Salamanca
(1889), se pensó en crear colonias de familias andalu-
zas en la provincia más deshabitada de la Isla, en la
de Puerto Príncipe; pero como no es lo mismo sem-
brar familias humanas que sembrar caña, se derrumba-

(1) En la Isla de Cuba se llaman montañeses á los


de la provincia de Santander.
6 4

ron las colonias, porque río fué secundada la mag-


na iniciativa del uialogrado general. Ocasión ten-
dremos de bcíuparnos de la colonización de la Isla
por familias del Mediodía de España.
Ahora, para nuestro objeto, sépase que los que
acompañaron á Colón en el descubrimiento del Nuevo
Mundo, y los que el día 28 de Octubre de 1492 pre-
senciaron el acto hermoso de que ondeara por pri-
mera vez el pendón morado de Castilla en lá Isla de
Cuba, fueron andaluces, cuyos caracteres generales dé
taza son: 'talla mediana, piel morena, òjosy pelo negro,
cráneo mesocèfalo, cara oval, nariz saliente, labios carno-
sos y ser muy apasionados; caracteres de raza que, co-
mo hemos dicho antes, convenían muchos de ellos á
la raza india, salvó el del ángulo facial, que, conio
se sabe, es muy distinto.
Se' ha háblad'o tanto de las 'condiciones morales de
:

los que acompañaron á Cristóbal Colón en su primer


viaje y sucesivos, que huelga todo comentario, tanto
irías, cuanto rio nos interesan en lo más mínimo, desde
el punto de vista antropológico. Las cualidades mtíra-
les no se heredan: así es que podían ser los que acom-
pañaran á Colón buenos comò ángeles, ó malos co-
mo demonios, y, sin embargo, el resultado étnico hu-
biera sido el mismo. Por otra parte, ¿qué se quería?
¡que los que iban al azar á jugar su vida por un
proyecto, que los más consideraban descabellado,
fueran magnates, arciprestes ó personajes de la cor-
te de los Reyes Católicos?
65

Yo en Cristóbal Colón no admiro tanto su fe y


constancia para ir en pos de lo desconocido, como
la confianza, que supo inspirar para encontrar quien
quisiera acompañarlo. Ésto sí que es verdadera-
mente asombroso, teniendo en cuenta el proyecto
colosal de Colón en aquella época en que empren-
dió su primer viaje. Hoy mismo, si surgiera un hom-
bre del temple de Cristóbal Colón, que tratara, no de
ir al polo Norte, que esto ya va oliendo á puchero
de enfermo, sino al centro de la tierra, construyen-
do un interminable pozo, ¿quién sería el animoso
que se atreviera á acompañar al explorador por los
peldaños del pozo? Seguramente se quedaría desier-
to el concurso, y aun ofreciendo premio.
Pues algo de esto le debió pasar á Colón; que en
la lucha que tuvo que sostener para ver realizado su
proyecto, no se reúne y organiza la tripulación de
tres barcos, con la misma facilidad como se forma
una orquesta ó un cuerpo de coros. ¡Qué de decep-
ciones sufriría Colón semanas antes de emprender
el viaje! Y, sin embargo, se realizó; encontró marinos
aguerridos, fuertes y valerosos, como los Pinzones,
y gente despreocupada que quiso acompañarlo, sa-
liendo del puerto de Palos las tres carabelas, la San-
ta María, la Pinta y la, Niña, él día 3 de Agosto de
1492, día glorioso, en el que e l amor á España, re-
concentrado en el puerto de Palos, debía latir con
más fuerza en el corazón de todos los españoles.
De España salía sólo para el Nuevo Mundo el es-
5
66
pañol. La española se quedó en el Puerto de Palos,
siguiendo con la mirada la partida de las carabelas,
hasta que se perdieron en el horizonte Y fué una
verdadera lástima que no fueran esas españolas, esas
andaluzas que, como dice perfectamente el Padre es-
colapio D. Pío Galtés (i), tienen ojos grandes y ne-
gros, rodeados de unas cejas muy polladas; su talle ar-
quea con mucha gracia, y sus redondeados miembros ter-
minan en manos y pies muy finos. Sí: comprendo que
para Cristóbal Colón hubiera sido horroroso llevar
mujeres á bordo, aun sin tempestad en la mar, por-
que cuando la hay son la eterna pesadilla, con sus
gritos histéricos, para los que mandan un barco. Y ,
sin embargo, mirada la cuestión desde el punto de
vista antropológico, ¡qué ventaja hubiera sido para
nosotros el que hubiese llevado Cristóbal Colón al
Nuevo Mundo unas cuantas españolas que. hubieran
continuado en aquellas tierras—las más bellas que ojos
vieron—las glorias de Isabel la Católica! ¡Ah, el mes-
tizaje! Esto es lo que nos ha desangrado y lo que nos
ha perdido. Hemos dado nuestra sangre, lo mejor de
nuestro ser, á las indias, á las mandingas, yolofes y fu-
laces; á las gangaes, longobaes, manís, quisís, minas,
lacumíes, carabalíes, suamos, bibis, brícamos, congos,
motembos, masundis, mombasas, macuaes, chinas, yucate-
cas, inglesas, norte-americanas, italianas, mexijanas, añ-
il) Diccionario etnográfico-antropológico, por el
P. Pío Galtés, escolapio: Barcelona, 1894, pág. 194.
6 7

tillams, y qué sé yo las que se podrían agregar: ¿y


qué ha resultado? Pues sencillamente una torre de Ba-
bel antropológica, que por cierto se podrá normalizar
de una manera fácil, siguiendo los preceptos de la
ciencia antropológica, como tendré ocasión de indi-
car antes de terminar este estudio.

Mas no adelantemos los acontecimientos. .


Decíamos que Cristóbal Colón no llevó al Nuevo
Mundo á ninguna española, y esto es lo que creemos,
por más que un novelista haya querido incluir una
entre los tripulantes de la nao Santa María ( i ) . .
Navega con vientos bonancibles Cristóbal Colón
desde el día 3 de Agosto del año de 1492, que salió
del puerto de Palos (Huelva), hasta el día 28 de O c -
tubre del mismo año, que desembarcó en las costas
de la Isla de Cuba. En esta Isla debía encontrar otra
raza, la cobriza ó americana, representada por los in-
dios ciboneyes ó siboneyes, como también se les llama,
y por los indios caribesi ¿Qué fué de esta raza después
de llegar los españoles á la Isla de Cuba?
Antes de entrar de lleno en el estudio de este se-
gundo é importante factor, tan importante que ha

(1) Cristóbal Colón, por D Francisco J. Orellana:


Barcelona, i858. .
68
contribuido, junto con el: andaluz, exclusivamente á
la formación del tipo étnico cubano, si es que en rea-
lidad existe estetipo¿ no estará-de más que digamos
algo en general de la raza cobriza ó americana, aun-
que sólo sea para recordar el origen de la que se cru-
zó con los españoles;
L a mayor parte de los antropólogos están hoy
contextes en admitir tres razas humanas fundamenta-
les: la blanca ó caucásica, la amarilla ó mongólica y
la negra ó etiópica, considerando á la mal llamada
cobriza ó americana cómo una rama de la segunda,
ó sea de la amarilla. ; , i
Pues bien: yo, respetuoso como el que más con los
prestigios bien adquiridos en el campo de la Cien-
cia, y sin que tírate de alardear;de juicio más exacto
que el de otros antropólogos, creo, sin embargo, que
debemos considerar á la raza americana como tipo
étnico fundamental, y no como una rama de la raza
amarilla ó mongólica. En esta última raza hay un ca-
rácter, por no decir dos, que la separan por comple-
to de las otras, y este carácter es e l d e la oblicuidad
de los ojosj que hace á esta raza antipática y repul-
siva á todas las demás. Y no se me diga que este ca-
rácter ha sido adquirido por la costumbre, como por
ejemplo el de la frente deprimida'de los caribes; no:
la oblicuidad de losojos del chino no,ha podido for-
'marse artificialmente, como se forma, por ejemplo, un
pie chiquito;, la oblicuidad de los ojos en la raza
mongólica es un fenómeno innato en dicha raza, y
6g
nunca, nunca, nunca, mil veces nunca, la raza india
que llegó á inspirar el más tierno amor al mismísi-
mo Hernán Cortés con sus ojos grandes y horizontales,
pudo descender de otra que los tiene oblicuos,-.y que
es capaz de inspirar, no amores, sino.asco y.repugr
nancia á las demás razas.
No: las razas primitivas de América, mal llamadas
cobrizas porque no tienen el color del cobre, no han
podido descender de la raza amarilla. .
Se me preguntará: ¿de qué raza descienden, por-
que, no admitiendo el poligenismo, de alguna raza
humana tendrán que descender? :
E s verdad; y aunque no es oportuno ahora tratar
del origen de las razas humanas, diré que las razas
americanas pudieron provenir ó descender directa T
mente de razas iguales, que vivieron en Asia en
tiempos remotísimos, y que, por los azares de la l u -
cha por la existencia, fueron á parar á la parte más
oriental del continente asiático, desde dónde les s e -
ría relativamente, fácil llegar á la tierra america-
na por el estrecho de Behring, convertido en mar
helado.
Y lo que ha óGurridó en ésta larga peregrinación,
por los continentes asiático y americano, por allá en
los comienzos de la era cuaternaria, en el Matriten-
se, Mousteriense' y Solútriense, es que las razas huma-
nas, á medida que iban poblando la América del
;

Norte, la del Centro y la del Sur, eran relativa-


mente tardías en cuanto á civilización, comparadas
7 o
con las razas humanas que habitaban la Europa,
hasta él extremo que cuando Hernán Cortés descu-
brió el imperio de Moctezuma, este pueblo se encon-
traba á la sazón viviendo como én tiempo de los
Faraones de Egipto, en análogos palacios, en análo-
gos templos, á los cuales daban acceso inacabables
escalinatas, prodigando análogos sacrificioSj.y si ha-
bía alguna diferencia era en la indumentaria hija
siempre de la fauna: plumas, pieles de ocelote en
Méjico, telas más ricas y costosas en el imperio de
la flor del loto y del sagrado cocodrilo.
¿Y de que habrá dependido^ se preguntará el lec-
tor,'que entre la civilización de los Reyes Católicos
Fernando é Isabel y el imperio de los aztecas, haya
un lapso en el espacio, equivalente á otro en el tiem-
po de tres mil años, ó sea desde la época en que v i -
vió Moisés hasta el siglo xv?
¿De qué ha dependido el retroceso de las razas
americanas?
Para mí¿ hay que atribuirlo á las revoluciones del
planeta que habitamos.
En virtud de estas revoluciones geológicas, y ad-
mitiendo por religión y por tradición qué la cuna de
la especie humana fué en Asia, siempre resultará
que la raza blanca 6 caucásica es la que ha tenido que
sufrir más á consecuencia de los trastornos geológicos, y
así como el otoño haciendo caer las hojas de los ár-
boles, y el invierno retardando el curso de la savia,
vigorizan el vegetal, para que luego, durante la pri-
7i
mavera, renazca, cual otra ave Fénix, de sus ceni-
zas, así también la raza blanca oriunda de países
fríos, luchando con el hielo y con la nieve unas ve-
ces, y con las fieras otras, se ha visto impulsada ca-
da vez más á nuevas necesidades, que han vigoriza-
do, que han robustecido su cuerpo y han desarro-
llado la substancia gris de su cerebro, convirtiendo
al hombre blanco en un atleta y al mismo tiempo en
un ser inteligente. Las razas americanas, al contra-
rio, viviendo en regiones donde no llegaron ó ape-
nas alcanzaron los efectos de la época glacial, con-
tando siempre con el codiciado alimento, han podi-
do desde luengos siglos afeminarse, debilitarse, has-
ta el extremo de que han ido desapareciendo sin ha-
ber podido cumplirla alta misión que les estaba
encomendada: la de contribuir al progreso huma-
no. ¡Oh razas americanas! ¡Bien puede decirse que
concluísteis en medio de afeminados é indolentes
esplendores el día que Cristóbal Colón llegó á la Is-
la de San Salvador!
¡Aquel día se derrumbaron, para no volverse á le-
vantar jamáSj los falsos ídolos albergados en los Tco-
calli americanos!
72

Estado en que se encontrábanlos indios en la Isla


de Cuba al desembarcar Cristóbal Colón.

En la pág. 54 de esta obra se lee: «Cuando lle-

gó Cristóbal Colón á la.Isla d e Cuba e l 28 de. Oc-


tubre del año d e 1492, lo único que los.indios sabían
hacer, era unos ídolos pequeños que denominaban ze-
mis, y para loS;éuales sólo necesitaban sus manos, un
poco de barro y el sol para que lo. endureciera. También
parece que desecaban las hojas del tabaco, hacien-
do de ellas un uso análogo al que hacemos nosotros.
Por lo demás, ni su indumentaria ofrecía nada de ex-
traordinario , ni sus viviendas, que se reducían á cho-
zas toscamente fabricadas.»
Efectivamente, todoslos historiadores están con-
textes en que los indios de la Isla de Cuba, á la lle-
gada ,del gran navegante genovés, distaban mucho
de poseer alguna civilización. Hasta los novelistas,
que siempre se muestran propicios á exagerar.y á
rodear los asuntos más naturales de fantasías,.hijas
de su imaginación, se expresan de la siguiente, ma-
nera (1): «La tierra se presenta por todas partes
fecunda en producciones naturales; pero ningún in-
dicio existe de la asidua cultura que procrean las necesi-

(1) Cristóbal Colón, p o r D . Francisco Orellana: Bar-


c e l o n a , 1858, p á g . 478.
73
dudes de la civilización. Un humilde techo de hojas
para: defenderse de los rigores ;de la intemperie; l e -
;

chos de redes suspendidos en el aire para entregarse


al descanso; florestas impenetrables á los rayos del
sol tropical y entretejidas con multitud de flores para
recreo y esparcimiento del ánimo; frutas admirables,
raíces sabrosas y nutritivas, aves y conejos ó utias,(,i)
para saciar el hambre: tales eran las cosas que allí
bastaban al sostenimiento de la vida.» ,
De modo que por lo dicho se comprenderá que el
estado de los indios á la: llegada de CristóbaLCp-
lón era verdaderamente patriarcal: iban completamen-.
te desnudos (2); no tenían la menor noción del pu-
lí) Orellana era poco naturalista. Si lo hubiera sido,
no habría dicho esto, porque la hulia ó julio, no es el
conejo. Es un roedor que pertenece al género ,Caprp-
ftiys, que se encuentra en las Islas de Cuba y Jamaica.
El conejo lo exportaron á la Isla de Cuba los españoles.
(2) Porque lo dicen la mayor parte de los autores lo
digO; perotpdos los que hemos estado, en la Isla de Cuba
sabemos,que,por la, época en que desembarcó Cristóbal
Colón en la Isla,; ó sea á últimos de Octubre, se deja
sentir, el fresco ambiente: así es que dudo yo que los
indios.que vio Colón estuvieran completamente desnu-*.
dos. El hombre, no tan provisto de pelo como los demás
mamíferos,tiene que defenderse de los cambios de clima
;

con la indumentaria, por tosca que sea. Cuando arrecia


el calor, ya es otra, cosa. Entoncessí gue la ^temperatu-
ra casi obliga á la desnudez. Ahora mismo, por los me- :

ses de Julio y Agosto, se ven por el campo de Cuba, y


hasta en muchas casas de la Habana, niños completa-
mente desnudos ó con una indumentaria ligerísirna.
74
dor ( i ) ; vivían en chozas toscamente fabricadas, te-
niendo hojas por toda techumbre, por todo adorno
aretes de oro; sabían hilar el algodón, que arreglaban
en' forma de ovillos; con el maíz hacían unas tortas;
fumaban las hojas del tabaco (2), que encendían con
un tizón, y aprovechaban los troncos de las dicotile-
dóneas y los astiles de las palmas para fabricar ca-
noas, capaces para contener hasta cuarenta personas,'
que impelían por medio de uñas paletas cortas y an-
chas por el extremo que entraban en el agua. Esta
era toda la civilización de los indios tan glorificada
por algunos.

(1) El pudor ha sido hijo de la civilización. El hom-


bre de la era cuaternaria no lo conoció, porque tampoco
pudo conocer nadaque se refiriese-á la moralidad en las
costumbres. El pudor lo ha introducido el cristianismo,
y hoy mismo sólo en los pueblos cristianos existe. ¿Qué
pudor cabe reconocer, por ejemplo, en las mujeres de
la secta de Mahoma? Es verdad que se tapan hasta la
cara; pero, en cambio, practican la poligamia. Un pueblo
polígamo no puede ser ni pudoroso ni civilizado.
(2) De la noticia sucinta de los animales y plantas
que mencionó Cervantes en el Quijote, por nuestro emi-
nente maestro el Excmo. Sr. D. Miguel Cólmeiro, co-
piamos el siguiente párrafo: «Fué conocido el tabaco
por los españoles que acompañaron á Colón en sü pri-
mer viaje, poco después de haber llegado á Cuba; viendo
cómo los indios tomaban el humo, chupándolo ó sor-
biéndolo por medió de unos envoltorios dé yerbas secas
encendidos por la parte opuesta á la introducida en la
boca y que llamaban tab'acos, según lo referido por Fray
Bartolomé dé las Casas.»
75
Respecto del lenguaje, lo único que se puede decir
es que los mansos siboneyes, como llama D . Esteban
Pickardó á los indios que Colón encontró en Cuba,
hablaban el idioma yucayo, en cuyo idioma, como,he
tenido ocasión de indicar al empezar este estudio de
las razas humanas que han ido poblando sucesiva-
mente la Isla de Cuba, entra en la mayor parte de
las palabras la raíz gua, de origen seguramente yu-
cayo; pero que por más que he consultado obras, in-
cluso el Diccionario de voces cubanas, por D. Esteban
Pichardo, me ha sido imposible averiguar su signifi-
cado. En el idioma árabe, por ejemplo, la v&íz guad
significa río; pero nos encontramos que ninguna r e -
lación existe, ni siquiera remota, entre el árabe y el
idioma yucayo de los siboneyes. De todos modos,
el hecho es que en la inmensa mayoría de palabras
cubanas está la raíz gua, y que por medio de la cual,
sin duda alguna, designaron en épocas remotísimas
algún objeto de uso ó aplicación general, ya que
sucesivamente les ha ido sirviendo para formar las
innumerables palabras que se usan hoy en la Isla de
Cuba.
En vista de esto, podemos deducir que los pri-
mitivos muiscas, que en las postrimerías del Magda-
leniense fueron a l a Isla.de Cuba¿ no tenían todavía
lenguaje, y que cantarían como los pájaros cantores ú
oscinos, ya que el canto fué, sin disputa, el primer
lenguaje del hombre, y que más tarde, en el Dina-
mavkiense, cuando tuvieron lugar los combates entre
76

siboneyes y caribes, entonces es posible que por las


necesidades d é l a lucha acudieran á sus labios algu-
nas palabras; pronunciadas ó emitidas espontáiieameniei
¿No han brotado espontáneamente los cantos popu-
lares en las distintas regiones del globo, como brota
el lirio azul en las márgenes de los caminos y las
ninfeáceas en los estanques? Pues si es así, ¿por qué
noadmitir la pronunciación'espontánea de las primeras
palabras? En efecto, las primeras palabras el hom-
bre las ha articulado inadvertidamente y sólo cediendo
al impulsó de poder comunicarse con sus semejantes\ Aho-
ra bien: ¿no podía indicar la raíz gua algún grito de
>:

guerra, de defensa ó de terror^ al ver invadidos los


siboneyes'sus dominios por los'salvajes caribes?/
¡Qué lucha tan espantosa no sdría la> entablada
entre los apacibles siboneyes, descendientes de:los
muyscásde Bogotá/ydos feroces caribes, proceden-
tes dé la cuenca del Orinoco, en la América del Sur!
Estos 'últimos, feroces, antropófagos y de estatura
gigantesca ( i metro 84 centímetros), atacarían.:sin
compasióná los mansos siboneyes,/como dice Picbar-
do, de estatura mediana y de instintos pacíficos.
'Pues bien: en estas condiciones de lucha es cuán-
do, á mi manera de ^entender, se ha originado el .pri-
mitivo lenguaje yucayo de;los. primitivos habitantes
de Cuba. . • . .. ' •.• :. •.<.:.,.
Esto en pequeña y ,en grande escala se ve en los
animales.L-Raró' es eLanimal queigrite por el.soló
gusto de gritar. Los animales gritan la mayor parte
77

de las veces cuando les amenaza algún peligro; de lo


contrario, están completamente mudos.
Otra circunstancia, que bueno será que aclaremos,
es la de que el idioma yucayo, ó sea el de los primi-
tivos habitantes de Cuba, guarda estrechas, íntimas
relaciones con la geología de la Isla de Cuba. No
busquéis palabras dulces en los Alpes; ni en los P i -
rineos; en cambio, en las-llanuras de Andalucía oiréis
palabras cadenciosas, que se prolongan por los aires
como apasionados besos ó como eco de las olas que
acarician las playas. Pues bien: la.mayor parte de las
palabras aborígenes del idioma yucayo son dulces
y suaves, tan suaves que parecen emitidas por deli-
cadas cuerdas vocales, y pronunciadas por.gargantas
indolentes de indios ó indias que se estaban mecien-
do en entretejidas hamacas, sostenidas por lianas de
sonrientes corolas y arrulladas, entre las musas.y.las
palmas. ¿No indican algo de esto las palabras Atar-

baiba, Mais; Jiquima, Maguey, Seiba, \ Guaní, Catey,


Yagua, ma)igo, aguacate, guanábana, etc.? ¿Podíanun-
ca haber inventado esta última palabra un pueblo de
región montañosa y fría? Nunca: los pueblos de r e -
giones frías no usan palabras largas ni dulces por lo
regular; todo, lo contrario: lo más ásperas y .cortas
posible. • •

Relaciones entre los conquistadores y los indios.

Uno de los hechos más curiosos que registra la


historia es el de ponerse en contacto dos pueblos de
distinta raza, y, por ende, de distinto idioma. ¡A qué
de contrariedades no dará lugar,este último al enta-
blarse las primeras relaciones! Si cualquiera de nos-
otros, al visitar un país desconociendo su habla y,
sus costumbres, sufre lo que Dios sabe, ¿qué será
de dos pueblos, de dos razas distintas, colocadas la
una enfrente de la otra?
Hemos estudiado particularmente los dos factores
que iban á cruzarse: el blanco andaluz y el americano
siboney. Vamos ahora á estudiar las relaciones que se
entablaron entre estos dos pueblos. •• '
En honor de la verdad sea dicho, Cristóbal Colón,
al ir en pos de nuevas tierras, sólo le guió el afán
de llegar al Asia por Occidente. A Cristóbal Colón
no le guió ningún interés antropológico; sí sólo de
gloria, y, si se quiere, comercial y geográfico» Claro
está que comprendió que las tierras que iba á des-
cubrir estaban habitadas por otra raza de gentes; pero
esto resultaba muy secundario ante la idea de llegar
al Asia por un nuevo camino.
Desembarca Cristóbal Colón el día 28 de Octubre
del año de 1492 en una bahía de la Isla de Cuba, y
79
si no mienten las crónicas, en el actual puerto de Nue-
vitas. L o natural era pensar que los mansos sibone-
yes, precisamente por su mansedumbre, ge atemoriza-
ran y alejaran al ver desde la costa á los buques que
se acercaban, que no dejarían de llamarles la aten-
ción y de parecerles barcos monstruosos al compa-
rarlos con las canoas que, gracias á los troncos de
los árboles, sabían construir.
Pues bien: según cuentan las crónicas, no manifes-
taron temor alguno los indios al desembarcar Colón
y los que le acompañaban; al contrario, lo que ma-
nifestaron fué pura curiosidad: fueron al encuentro
de los conquistadores, se dejaron obsequiar con cuen-
tas "de vidrio y otros abalorios, entregando en cam-
bio á la soldadesca los aretes y demás objetos de oro
que poseían. L a única nota discordante en este cua-
dro quizá sería la de algún pusilánime siboney en-
caramándose á alguna palma ó ceiba, no sabemos si
para no caer en poder de los españoles, ó quizá para
presenciar mejor el espectáculo.
Y por cierto que si espectáculo resultaba para los
indios la llegada de los españoles, no lo sería menos
para éstos la vista de los indios, y sobre todo de las
indias en traje de Eva; así es que, mientras los con-
quistadores pertenecían realmente al siglo xv, en
cambio, y por lo que á costumbres se refiere, los in-
dios y las indias siboneyes se encontraban en plena
era cuaternaria.
Que las indias agasajarían, obsequiarían y reci-
8o
birían con dulzura las caricias dé los acompañantes
de Colón, rio lo pongo lo más mínimo en duda. É l
!

que ha vivido diez áñós en la Habana,'en ése mues-


trario'antropológico de todas las bastas del globo,
sabe lo que vale la raza blanca y su superioridad á
todas las otras razas del globo. Por lo que pasa hoy
sé puede deducir lo de ayer. Hoy vemos, por ejem-
plo, que las negras, las mulatas y las cuarteronag
prefieren en sus relaciones íntimas ál hombre blanco
que ai negro; pues bien: si hoy sucede esto en la raza
negra, es na turar pensar que hace cuatro siglos Iá
1

mujer india Se entregara sin reparo y hasta prefirie-


ra y eligiera, para satisfacer sus amores, á los blan-
cos que veía por primera vez, y que debían parecerle
más hermosos qué sus paisanos los cobrizos.
En cambió, es muy raro que la mujer blanca pre-
fiera para compañero de sú vida á un hombre'de raza
inferior á ella; '
Y con esto, llegamos ya á los resultados del cru-
zamiento entre los andaluces y las indias.
¿Cuál-fué el resultado de este cruzamiento?
¿Resultó un nuevo tipo étnico?
¿Fué fatal para la raza india el cruzamiento con
los españoles? '
Y o , á- la verdad, creo, y no sólo creo, estoy fir-
ni emente convencido, qué del cruzamiento entre los
andaluces y las indias 'debía restiliar necesariamente úh
nuevo tipo étnico, tipo que bien podemos denominar cu-
bano; y segundo, que estoy también persuadido de
8i

que dicho cruzamiento no fué fatal, como se supone


por la mayoría de escritores—que sólo han saludado
por las cubiertas los tratados de Antropología,—para
la raza india que Colón encontró en Cuba.

Cruzamiento entre los andaluces y las indias


siboney<>s.

Hemos estudiado los dos factores que se iban á


cruzar: el blanco ó caucásico, y el cobrizo ó americano;
ó con otros términos: el andaluz y la india siboney.
Veamos ahora cuál fué el resultado de este cru-
zamiento, y si dio realmente lugar á un nuevo tipo
étnico: al cubano.
Hoy que las razas humanas se multiplican hasta
el infinito, anteponiendo á la palabra raza la par-
tícula sub, no estará de más que indaguemos la ver-
dad acerca de si existe ó no existe semejante tipo
étnico.
E l resultado de todo cruzamiento entre dos razas
humanas distintas, es sabido da lugar á un mestizaje,
en cuyo mestizaje ó producto claro está que se ha
de ver la fusión de las dos razas, en el color, ángulo
facial, pelo, etc., etc.
Ahora bien: pregunto yo: ¿en qué se iban á dife-
renciar los mestizos de andaluz é india, antropoló-
gicamente hablando, de sus progenitores, parecién-
dose éstos en casi todos sus caracteres?
6
82

Si s e i n g e r t a n d o s r o s a l e s d e Ja m i s m a variedad,
s u p o n g o l a blanca, e s t u p e n d o s e r í a p e d i r á l a n a t u -
r a l e z a q u e r e s u l t a r a l u e g o u n r o s a l rojo ó amarillo.

Si los caracteres del andaluz eran m u y parecidos


á los de la india, estupendo sería pensar ó pedir q u e
l o s m e s t i z o s s e p a r e c i e r a n á l a r a z a negra ó á l a r a z a
amarilla.
A s í es q u e los m e s t i z o s de andaluz é india c o n t i -
nuaron reuniendo los caracteres de los padres, á s a -
b e r : e s t a t u r a m e d i a n a ( i ) , o j o s g r a n d e s 5' h o r i z o n -

(1) E l c a l o r y la h u m e d a d , o b r a n d o de c o n t i n u o , t i e -
n e n la s i n g u l a r p r o p i e d a d de e l e v a r la talla de l o s v e g e -
tales y de m u c h o s a n i m a l e s . E n c a m b i o , acorta la de los
mamíferos. C o m o e j e m p l o del p r i m e r caso en la Isla d e
C u b a , c i t a r e m o s la p a l m a real, y la c o r r e d e r a ó c u c a r a -
c h a : c o m o e j e m p l o d e l s e g u n d o , el c a b a l l o , el b u e y y el
hombre. I n ú t i l es b u s c a r entre las familias añejas de
C u b a , h o m b r e s f o r n i d o s y a t l e t a s , c o m o se v e n c o n f r e -
c u e n c i a e n los países f r í o s .
¿ C ó m o o b r a r á n el c a l o r y la h u m e d a d , a u n a d o s , para
p r o d u c i r la d i s m i n u c i ó n de la talla e n l o s m a m í f e r o s ?
L o i g n o r o . P e r o e l h e c h o es c i e r t o , y c u a l q u i e r a q u e v a -
y a á la Isla de C u b a verá l o s c a b a l l o s q u i z á m á s p e q u e -
ñ o s q u e existen en el g l o b o , p r o c e d e n t e s de l o s m a g n í f i -
cos y de raza á r a b e q u e l l e v a r o n á d i c h a Isla l o s e s p a ñ o -
les. ¿Influirán l o s pastos? P u e d e ser. E l g a n a d o e n C u -
ba está s o m e t i d o á d o s r e g í m e n e s a l i m e n t i c i o s c o m p l e -
t a m e n t e o p u e s t o s : u n o f r e s c o , d u r a n t e la e s t a c i ó n de las
l l u v i a s de J u n i o á N o v i e m b r e ; otro s e c o , d u r a n t e la e s t a -
c i ó n de la seca de N o v i e m b r e á M a y o : así es q u e l o s
e f e c t o s a l c a n z a d o s p o r el g a n a d o e n u n a etapa, están
c o n t r a r r e s t a d o s p o r la otra. P o r otra parte, e n la é p o c a
de las l l u v i a s los pastos s o n e x t r a o r d i n a r i a m e n t e agua-
83
tales, color obscuro, pelo negro y sedoso, pies p e -
q u e ñ o s , y u n ángulo facial intermediando entre el d e
la raza blanca y el de la raza americana; pero q u e n e -
cesariamente, andando el t i e m p o , debía aproximarse
m á s al blanco que á la india, p o r la sencilla razón d e
que aquél llegaba sin cesar á la Isla, mientras que e l
indio permanecía estacionario, ó mejor dicho iba
disminuyendo.

T a m b i é n h a y q u e tener en cuenta que la Isla d e


Cuba, cuando la descubrió Cristóbal Colón, esta-
ría, á juzgar por los relatos de los historiadores y
p o r l a p r o n t a d e s a p a r i c i ó n d e l a r a z a i n d i a , poco me-
nos que deshabitada, l o c u a l , e n t r e p a r é n t e s i s , h a v e -
nido sucediendo hasta hoy, á pesar de haber pisado
su suelo casi todas l a s razas h u m a n a s conocidas en
el globo terráqueo.

D e m o d o q u e , p o r una parte, el no estar m u j ' p o -


b l a d a la Isla, y p o r otra, la l l e g a d a incesante d e bar-
cos españoles con gente oriunda de todas las r e g i o -
nes de E s p a ñ a , contribuirían sin duda alguna á q u e
d e s a p a r e c i e r a d e l a Perla de las Antillas la primitiva
raza que se cruzó con los españoles.

nosos, y n o pueden nutrir bien el sistema muscular y


el ó s e o , sistemas de g r a n i m p o r t a n c i a p a r a el c r e c i m i e n -
t o d e los a n i m a l e s . E l a n i m a l q u e se n u t r e de a g u a d u -
r a n t e seis m e s e s s e g u i d o s , y de paja d u r a n t e otros seis,
n o p u e d e c r e c e r m u c h o : será c o r r e d o r g r a c i a s á la f o r -
m a c i ó n de g r a n d e s m a s a s de t e j i d o c e l u l a r s u b c u t á n e o ;
p e r o será r a q u í t i c o y n o l l a m a r á la a t e n c i ó n p o r s u t a l l a .
84
No podemos menos que convenir en que la desa-
parición de la raza india en la Isla de Cuba ha sido
sobrado presto á primera vista; mas teniendo en cuen-
ta las razones en el párrafo anterior expuestas, se
comprende fácilmente. L a gente no muy versada en
los estudios antropológicos se ha creído en el deber
de intervenir en este hecho, y después de mucho
discurrir, lo ha tratado de explicar por el infame
trato que los españoles han prodigado á la raza in-
dia, no faltando historiadores, como el alemán Cro-
nau (i), que ha ilustrado la cuestión con grabados
alusivos.
¡Pobres de nosotros! Si precisamente estamos pa-
gando ahora los vidrios rotos, por haber hecho lo con-
trario de lo que nos achacan. En lugar de maltratarlos
y zaherirlos, lo que hemos hecho ha sido primero
cruzarnos con ellos; les hemos dado nuestra sangre,
y luego á pasos agigantados les hemos dado nuestra
religión, la más civilizadora que se conoce; hemos
fundado centros de enseñanza superiores, Institutos
y Universidades; les hemos concedido todos los ade-
lantos que se han conseguido en la Península, inclu-
so la primicia de alcanzar las borlas del Doctorado
sin necesidad de venir á Madrid, lo cual no ha con-
seguido ninguna otra provincia española, y todo pa-
ra que para que nos tilden injustamente de lo

(i) América, p o r R o d o l f o C r o n a u , t o m o I I , p á g . 49:


B a r c e l o n a , Montaner y S i m ó n , editores.
85
que no merecemos, y sean ingratos y rencorosos los
que sólo debieran mostrar agradecimiento para con
la madre patria, para con España.
Precisamente el hecho de haber desaparecido con
presteza de la Isla de Cuba la raza india, prueba
nuestro comportamiento. Si nosotros no nos hubié-
ramos cruzado con los indios y hubiéramos hecho lo
que los ingleses y norte-americanos hacen, esto es,
aislar las razas inferiores como si se tratara de focos de
viruela, á estas horas estaríamos mucho mejor de lo
que estamos, porque no se hubiera producido lo que
podríamos llamar el mestizaje. El mestizaje, en sus
resultados, es malo, no para las razas inferiores, sino pa-
ra las superiores.
Cuando se cruzan dos razas humanas, una supe-
rior (i) y otra inferior, ésta necesariamente ha de
adquirir cualidades superiores á las que tenía á ex-
pensas de aquélla que las cede. Así es que al cru-
zarnos primero con la raza india, ésta no podía dar-
nos nada superior á lo que teníamos; en cambio, nos-
otros la ilustramos y produjimos los primeros mesti-
zos de india y andaluz, que desde luego no tendrían
el ángulo facial tan rebajado de la raza india.
¡Los primeros mestizos! Frase es ésta que debe
asustar al que menos versado esté en la ciencia an-

(i) Entiendo por raza humana superior: la blanca


con relación á las otras; la india americana con relación
á la amarilla y á la negra; la amarilla con relación á la
negra.
86
tropológica. Yo no sé á qué puede atribuirse; pero
lo cierto es que la mezcla de la sangre de dos razas dis-
tintas es siempre de pésimos efectos. Los engendros, por
regla general, suelen ser de depravadas cualidades mora-
les: traidores y despreciativos para con la raza superior,
que los lia engendrado; algo más bondadosos para con la
raza inferior.
Un ejemplo aclarará esta cuestión. E l mulato, en-
gendro del blanco y negra comunmente, es un mes-
tizo que odia instintivamente á la raza superior ó
blanca en este caso; y aunque se cree superior al
negro, sin embargo, siente simpatías por éste. Como
en este mestizaje casi siempre la superioridad es del
padre (blanco) y la inferioridad de la madre (negra),
pudiéramos admitir que ésta (i) tiene más influencia
que el padre en las tendencias del mulato.
Recordemos que en los mestizos anteriores sucedió
una cosa análoga. L a superioridad correspondía al
padre (andaluz); la inferioridad á la madre (india).
Claro que estos cruzamientos contribuyen á la
desaparición pronta de la raza inferior á expensas de la
superior, si el sexo masculino de aquélla no contrarresta,
ó atenúa los resultados.
Respecto á la raza india, de la cual nos estamos
ocupando ahora, no podía atenuarlos: en primer lu-

(i) Hoy mismo, en la actual sociedad de Cuba, y por


lo que á la insurrección se refiere, las cubanas nos tie-
nen más odio que los mismos cubanos. ¡Desgraciadas
mujeres las que destrozan usí l:i patria y sus hijos!
8 7

gar, porque las mujeres preferirían juntarse con los


españoles que con los indios; y en segundo lugar, por-
que éstos, relativamente en corto número en la Isla
cuando llegó Colón, fueron poco á poco obscurecidos
por los nuevos vastagos, producto del mestizaje.
¿Permaneció mucho tiempo en la Isla de Cuba la
raza india como tal raza después del descubrimiento
por Cristóbal Colón?
A ciencia cierta no se puede resolver esta'cuestión,
porque, naturalmente, en estos casos es difícil ave-
riguar el preciso momento en que termina una raza.
Hoy las prístinas razas americanas están en visible
decadencia, y, como es muy natural, primero han
desaparecido de las islas que de los continentes.
No tengo noticia que actualmente haya en ningu-
na de las Antillas vestigios siquiera de la raza pri-
mitiva, de la india.
Por lo que se refiere á nuestra Isla de Cuba, los
indios conservaron sus caracteres de raza un siglo
después de la conquista. Sabido es que en el primer
tercio del siglo xvi el P. Bartolomé de las Casas,
compadecido de ellos, influyó y logró que la raza
negra sustituyera á la india en las faenas del campo.
Así es que, sin duda alguna, la raza india existió
en la Isla de Cuba durante todo el siglo xvi.
¿Qué ha sucedido después? A mi modo de ver, la
cosa más natural del mundo. Así como se apaga una
candileja cuando no queda aceite que consumir, así
se apagó para siempre la raza india en la Isla de
88

Cuba, por falta de indios. Ya podéis imaginar el


jardín más hermoso en ejemplares florales: si en ese
jardín no se van sustituyendo los ejemplares enfer-
mos y muertos por otros robustos y lozanos, des-
aparecerá presto. Así es todo en este mundo.
No han faltado naturalistas que en estos últimos
tiempos han tratado de indagar in visu si todavía
existían indios en la Isla de Cuba. Y creen haberlos
encontrado en el Caney, pueblecito de la provincia
de Santiago de Cuba, en la parte oriental de la Isla.
Yo, francamente, no creo en tales indios. Muchos
años hará que duermen los indios en la Isla de Cuba
el sueño de los justos. Las razas humanas tienen sus
caracteres propios para poder clasificarlas, y ni la
Isla de Cuba tiene la extensión de Australia para que
pudieran ocultarse determinadas familias de indios,
ni éstos son tan invisibles que tengan que buscarse
como quien busca una aguja en un pajar.
A la raza india ó á los siboneyes se debe, sin duda al-
guna, la formación del Upo étnico cubano, que debe
admitirse en la Isla de Cuba, como en otros territo-
rios de la misma extensión que nuestra bella Antilla
se admiten otros tipos etnográficos.
El tipo cubano, á mi modo de ver, está perfecta-
mente definido, no habiendo intervenido en su formación,
ni poco ni mucho, la raza etiópica. Son tan decisivos los
caracteres, no sólo de esta raza, sino los de sus cru-
zamientos con la blanca, que, á la verdad, poco
práctico se necesita ser para no verlos, bien sea en
8 9

los mulatos ó en los cuarterones. No: el negro es y


ha sido un elemento puramente accidental en la Isla
de Cuba; llevado á la Isla, como veremos dentro de
poco, bajo fines puramente mercantiles, se ha cru-
zado, sí, es verdad, con la raza blanca, pero sin que
haya podido tener la más mínima participación en
la formación del tipo cubano, que se debe exclusiva-
mente á la raza española y á la india.
Es verdad que, cuando los negros fueron á Cuba
en el primer tercio del siglo xvi, había indios en la
Perla de las Antillas; pero los que no se habían cru-
zado con los españoles existirían en tan corto número
— y en esto están contextes todos los autores,—que
poca ó ninguna influencia tendrían para que, dando
por supuesto que se hubieran cruzado los indios con
las negras—que los negros con las indias mucho lo
dudo,—hubiesen podido tener participación en la
formación del tipo étnico cubano.
L a mujer, sea de la raza que sea, no tiene ningún
inconveniente, al contrario, se encuentra muy pro-
picia y solícita en admitir amores de hombres per-
tenecientes á una raza superior á la suya; y todo lo
satisfecha y bondadosa que es en este caso, se trueca
en esquiva y malquerente cuando la solicitan hom-
bres de raza inferior á ella. Se entregará á los suyos;
á los inferiores nunca. Y claro está que estamos ha-
blando dentro de los términos generales, porque las
excepciones que puede haber en esta regla no tienen
para nosotros ningún valor.
go
Los mismos artistas y maestros lo han compren-
dido así. E l amor que siente la Africana, en la ópera
del mismo nombre, de Meyerbeer, para con Vasco
de Gama, es apasionado, es ardiente; lo misino se
puede decir de los amores de la negra Aida y el blan-
co Radamés. En estos dos casos es la mujer la que
ama más: en ei primero, la africana se suicida deba-
jo del venenoso árbol, el manzanillo; en el segun-
do, Aida hubiera podido salvarse, pero prefiere es-
perar á su amante y morir con él. En cambio, en los
amores del negro OUllo con la blanca Desdémona, se
puede observar—y es lo más natural—todo lo con-
trario. Shakespeare, todo lo conocedor que se quiera
del corazón humano, pero poco antropólogo, inven-
ta unos amores que necesariamente han de terminar
como terminan: hundiendo el puñal el celoso Otello
en el pecho de Desdémona. Comprendan los lectores
que el final á la inversa hubiera resultado horroroso.
Así debió comprenderlo á última hora el gran dra-
maturgo inglés.
Así es que, por todas estas razones, me inclino á
creer que las indias cubanas, en el primer tercio del
siglo xvi, mirarían, no sólo con desprecio á los recién
llegados negros, sino que se mostrarían altaneras y
muy superiores con la raza importada de África. No
se mostrarían tan recelosos los indios para con las
negras; pero ya he dicho antes que serían aquéllos
en tan corto número, que su cruzamiento con la raza
negra no podía tener una influencia decisiva.
Con los cruzamientos ocurre lo siguiente, y es que
tiene más influencia decisiva la raza primitiva que
las posteriores. Si la primera raza que se cruzó con
los españoles hubiese sido la negra, sin duda alguna
que la población de la Isla de Cuba hoy sería muy
distinta de lo que es; pero afortunadamente para
nosotros, en medio de tantos errores coloniales en
que hemos incurrido, el P. Bartolomé de las Casas
se acordó de los negros cuando ya hacía cerca de
medio siglo que los indios se estaban cruzando con
los españoles, y cuando, por lo tanto, ya el tipo
étnico cubano estaba formado.
De modo, y para terminar todo lo que se refiere á
la raza india en Cuba, afirmo que la población actual
de Cuba desciende, en su gran mayoría, del cruzamiento
de los andaluces con las indias, y que la raza cubana, de
origen, por lo tanto, español, no ha de sucumbir, ni
permitirá Dios que sucumba, ni ante el incremento
de la negra, cuya permanencia en Cuba hay que con-
siderarla puramente como accidental, ni por la impo-
sición de los yankees, porque la raza española jamás
se ha dejado imponer por ninguna otra.
Planteado este problema, vamos á exponer en for-
ma de cuadro los caracteres étnicos de la raza cu-
bana:
92

CARACTERES DE LA RAZA CUBANA

Procede del cruzamiento de la española andaluza con la


india americana.

Estatura Mediana.
Color Trigueño.
Cabello Liótrico, negro y abundoso.
Barba P o c o p o b l a d a , casi rala.
Cráneo Mesocéfalo.
Frente Por lo regular pequeña.
Cara Alargada.
Ojos Negros; mirada altiva.
Nariz P r o m i n e n t e , por lo regular.
Tórax P o r lo regular deprimido.
Manos Pequeñas.
Pies Q u i z á los m á s p e q u e ñ o s q u e e x i s t e n .
Actividad Escasa.
Temperamento. U n a m e z c l a del b i l i o s o c o n el n e r -
vioso.
Carácter Voluble.
Genio A l t a n e r o , dominante é irascible.
Nutrición P r e d i l e c c i ó n p o r los p l á t a n o s y el
arroz.
Reproducción... Bastante fecundos.
Longevidad.... Corta.
Mortalidad Grande. La población no aumen-
ta ( i ) .

(I) ASÍ se e x p l i c a q u e la Isla de C u b a n u n c a pase de


m i l l ó n y m e d i o de h a b i t a n t e s .
93
Precocidad Excesiva.
Decrepitud T e m p r a n a e n las m u j e r e s .
Inteligencia. . . . L o s dos extremos: ó extraordinaria-
m e n t e listos ó m u y t o n t o s . N o he
c o n o c i d o el t é r m i n o m e d i o .
Lenguaje . . . . . . El andaluz modificado.
94

2 .

b)—Estudio de la raza negra en la Isla de C7iba, y su


cruzamiento con la india, la blanca y otras razas, ó
sea desde el primer tercio del siglo ^ v i hasta nuestros
días.

¡La raza etiópica en la Perla de las Antillas! ¡Qué


enorme desacierto!
Reinaba en España Carlos I. Un iluso lleno de
buena intención, Fr. Bartolomé d e las Casas, com-
padecido de los pobrecitos indios que en la Isla de
Cuba no podían soportar las duras faenas del campo,
logró conmover al monarca d e tal modo, que éste
no tuvo ningún reparo en acceder á la petición del
que fué después Obispo de Chiapa; hasta el extre-
mo de decretar «que cesara la esclavitud de la raza
indiana, y que se exportase á la Perla de las Antillas
buen contingente de negros.» ¡Qué torpeza en un
rey tan grande como fué Carlos I de España y V de
Alemania! Yo estoy firmemente convencido de que
Fr. Bartolomé d e las Casas, que con tanta íacilidad
supo seducir al vencedor de Francisco I de Francia,
de seguro no hubiera convencido con la misma faci-
lidad á Isabel I, á la Reina Católica, que antes de ha-
95
cer las cosas las meditaba. ¡Cuánto trabajo y cuántas
aflicciones no costó á Cristóbal Colón lograr de la
Católica Reina los medios de poder descubrir nue-
vas tierras! En cambio, más afortunado Fr. Barto-
lomé de las Casas, en un santiamén logró introducir
la raza negra en la Isla de Cuba, con objeto de li-
bertar á la raza primitiva.
No me opongo á la libertad de las razas humanas.
L a libertad es el don más grande que nos ha dado
Dios: coartarlo en lo más mínimo, es destruir la obra
del autor de la Naturaleza.
Mientras el hombre haga buen uso de esta liber-
tad, mientras no confunda la libertad con el liberti-
naje, mientras esta libertad no altere el modo de ser
de las sociedades humanas, mientras no llegue á ser
criminal y á querer destruir la sociedad en que vi-
ve, puede muy bien hacer uso de este don privile-
giado que le ha otorgado Dios.
Si Fr. Bartolomé de las Casas, compadecido de
los indios, pensó en proporcionarles el bienestar,
merced á la esclavitud de otra'raza, de la negra,
¿qué ideas se habría forjado acerca de la naturaleza
de esta raza? Porque no se concibe que defendiera
la libertad del indio, y á la vez defendiera con el mismo
tesón la esclavitud del negro, avezados uno y otro—co-
mo lo estaban igualmente—á todas las contingencias
y molestias del clima tropical.
¿Es que creería Fr. Bartolomé de las Casas, en su
ignorancia antropológica, que el negro no era hom-
96

bre, y que, por tanto, podía tratársele como á bestia?


Muchas personas han creído que podía conside-
rarse, dentro del género Homo, otra especie distinta
de la que comprendería las razas blanca, india y
amarilla; á pesar de que basta meditar un poco acer-
ca de los resultados del cruzamiento de la raza ne-
gra con la raza blanca, para comprender que la ra-
za negra es de la misma especie que las otras razas
humanas.
No han faltado personas distinguidas, y entre
ellas naturalistas, que si bien considerando al negro
como formando parte de la especie humana, lo han
mirado con alguna prevención. León Doufour, por
ejemplo, ha dicho de los negros que serán todo lo
humanos que se quiera, pero que él no quería ser de ellos
ni primo.
Hoy mismo el negro se ka prestado á ser instru-
mento del blanco en la lucha fratricida, cuando éste
en tiempo de paz lo desprecia, no permitiéndole alter-
nar con él en sociedad. Sabido es que no hace mu-
chos años que en la Habana había tranvías para
blancos y tranvías para negros.
Pues bien: hay que convenir en que una raza—la
negra—tan torpe, que se presta á servir hoy de ins-
trumento á la blanca, á la que la ha maltratado an-
tes, es un verdadero estorbo para la paz moral en la
Isla de Cuba, y que los que trataron de libertarla de
la esclavitud en que estaba, debían con tiempo ha-
berse procurado una flotilla de goletas y bergantines
97
para haber devuelto á la madre patria de ellos—-
África—toda la negrada que trabajaba en los inge-
nios de la Perla de las Antillas^ Ellos hubieran esta-
do mejor y nosotros también. Mejor talento tuvo
Isabel la Católica, que al vencer al último baluarte
de los moros, Granadaj no consintió que queda-
ra ningún sectario de Mahoma en tierra española.
Boabdil, al partir de la ciudad andaluza, lloró; pues
bien: yo tengo la seguridad de que ninguno de' los
negros salvados d é l a esclavitud hubiera llorado al
ser expulsado de la Isla de Cuba.
Al expulsar toda la negrada de la Isla, ésta h u -
biera quedado convertida «en uña balsa de aceite.»
Hubiera quedado sólo el elemento étnico, el cubano, •
y éste—téngase bien presente—no es tan apto para'
sostener una guerra como el negro. Este es el ver-
dadero factor de la guerra actual: hombre embru-
tecido por instintos y costumbres, vago y holgazán,
viviendo como el hombre primitivo de frutos y raí-
ces, prefiere estar en la selva como una fiera, á tra-
bajar y vivir en sociedad.
Pero se quiso libertar al negro de la odiosa escla-
vitud, y al mismo tiempo que siguiera trabajando
como antes en los ingenios. Aquí estuvo el error, por-
que el negro, una vez libre, quiere tener los mismos
derechos que el blanco: quiere perorar en los casinos-
y ateneos—negros catedráticos;—quiere alternar con
el blanco en todos los actos sociales, aprender sus
modales, sentarse en cómoda butaca en los teatros,

7

entrar en los flamantes cafés, presentarse en las ter-
tulias de levita y sombrero de copa, celebrar sus
meetings y discutir todo lo imaginable, y este negro
ensoberbecido, saliendo de la esfera en que estaba,
quiere avasallarlo todo, arrollando todo lo que en-
cuentra á su paso; sembrar la destrucción y la muer-
te, incendiando la casa donde nació y vivió, y arrui-
nando la patria que le convirtió en hombre libre.
Este ha sido el agradecimiento que nos han guar-
dado por haber abolido la esclavitud.
Por otra parte, como es una raza extraordinaria-
mente, fecunda, ya en sí misma, ó ya en sus cruza-
mientos con la blanca, y como además el elemento
blanco, cada vez menos frecuente en Cuba, no ha po-
dido contrarrestar ó compensar estos efectos, ha re-
sultado lo que debía resultar: que de millón y medio
de habitantes que tiene la .Isla de Cuba, sólo habrá
medio millón de blancos escasamente.

CARACTERES ÉTNICOS DE LA RAZA NEGRA

Antes de hablar de las vicisitudes por que ha pa-


sado esta raza en la Isla de Cuba, y de sus cruza<-
;

niientos con la.blanca* no estará de más que demos


á conocer sus caracteres étnicos;
Estatura.—Mediana; por lo regular. Sin embargo,
se suelen> ver por el campo individuos de estatura
verdaderamente gigantesca.
99
Cuerpo.—El cuerpo es muy derecho, resultado de
que las tres curvaturas de la columna vertebral e s -
1

tán muy poco pronunciadas y que los huesos iliacos


soii muy verticales.- E l cuerpo de las'negras es admi-
rable por lo bien formado que está.
Color.—El color de la piel es negro completamente,
negro de carbón, contrastando con este color el blanco
purísimo de sus dientes. Sin embargo^algunas partes
del cuerpo, como la palma de las manos y la planta-
de'lospies, tienen un color más claró. Este Carácter
del color negro hace que, cuando sé veri los negros
por primera vez, todos parezcan iguales; sólo cuando
la vista se va acostumbrando á ellos es cuando se
notan diferencias en los individuos de esta raza y
se'distingüen bien sus facciones, habiéndolos, como
en todas las razas, feos, hermosos, dé facciones
graseras, cínicas, más ó menos nobles y delica-
das, etc. L a piel del négró está siempre llena de ün
unto sebáceo que despide mal olor.
Cabello.—Es ulótrico, crespo, ensortijado y corto.
Esté 'carácter es de gran importancia, porque" á'tra-
vés dé la tamización del color negro por ids c r u z a -
1

mientos, siempre queda el pelo crespo y más ó me-


nos rizoso, que denuncia en seguida á lá raza' negral"
He visto en la Habana y en San Juan de'Puerto Rico
señoritas blancas, al parecer, que, á pesar dé los polvos
de arroz que cubrían sus - facciones de ciiarterona, y
;

á-'pésár de su cola de raso, su cabello crespo y corto'


las- delataba por poco que se fijara la vista en ellas.
100
Barba.—De todas las razas humanas, seguramen-
te la blanca es la que la tiene más poblada. Los-
:

cubanos la. tienen casi rala, y lo mismo ocurre cqn :

los negros. E s muy raro ver negros con la barba,


bien poblada.
Cráneo.— E l cráneo es comprimido; carácter de in-
ferioridad.
Frente, — Muy estrecha; denota poca inteli-
gencia. .
, Cara.-y-.Es hocjicuda.,.El prognatismo da al negro-
facciones de estúpido. No hay duda que el negro
es muy idiota: bien lo prueba su ángulo, facial, de 70-
á 75°, y sus maxilares formando su hocico.
Ojos.—Los ojos del negro son pequeños, negros,,
saltones; pero no tienen la viveza que inspira el g e -
nio, sino la viveza ratonil. .
Nariz,—Así como los indios tienen la nariz p r o -
minente, los negros la tienen chata.
Labios.—Abultados y sensuales:
Toya*.-—Tiene una forma algo cilindrica. El talle
de las negras llama la atención por su esbeltez..
Bien desarrolladas las ¡glándulas mamarias, y la lie-
che tiene buenas cualidades. Muchas negras crían á-
los hijos de las blancas. •
Manos,^Regulares. .
Pies.—Largos.. , , ;

Actividad.^-Nula. completamente. E l negro solo-


piensa en salir lo mejor posible del día presente; la.
inseguridad del mañana la desconoce por completo*.
ioi

•Sólo trabajan cuando la imperiosa necesidad dé co-


mer les obliga á ello. - ' ! : '. -.
Temperamento.—Es una mezcla del biliös o cori el
•nervioso, con todos los defectos inherentes á éstos
temperamentos; así es que son arrebatados, pasando
de la tranquilidad más pacífica á la fiereza más e x -
trema, matando sencillamente por la cosa más tri -
vial. Sabido es que. la Habana es una de las póbla-
•cionés del globo donde más crímenes se cometen, y
no se deben á otra cosa sino al temperamento arre-
batado del negro, que, por otra parte, se presta á
ser instrumento cínico de cualquier venganza. C u a n -
do los negros eran esclavos y trabajaban en los inge-
nios, no menudeaban tanto los crímenes en las gran-
des poblaciones. •'•
Carácter.—Voluble es el-carácter de losnégíos;
pero yo creó que esto es innato á todas las ¡razas que
viven en regiones cálidas . Parece qué éh estás regio-
L

nes nosólo se evapora él agua, sino también las palabras.


Genio.—Sin duda alguna que és pendenciero el
genio de los negros. Por afán de pelear, acaban por
pelear solos. Una de las cosas qué más llaman la
atención en lös' negros es él oírlos hablar solos, bien
estén en los'quehaceres domésticos, bien estén en la
Calle; muchas veces creé uno qué hay mucha gente
en la casa, y es'él negro ó'la negra, qué habla sola,
y que concluye por pelear consigo misma.' ''"
'Nutriciones-Asícomo los islandeses se alimentan
exclusivamente de patatas, los negros dé Cuba pite-
I02

de ¡decirse que se alimentan exclusivamente, de


plátanos—Musa paradisiaca de L f , — advirtiendo que
dajx á esjte fruto del bananero tal variedad $n sus
:

platos y guisos, como no he, visto en otro pipducíc-


del suelo. Ellos lo comen frito, asado, fresco, ente-
ro, en rodajitas,; etó.,, etc., y es el aditamento in-
;

dispensable de todos los platos cubanos. El negro se


alimenta de plqtqnqs A y teniendo plátanos vive feliz y
satisfecho, np pensando en,nada,que se relacione con
el día de mañana, JJna, de las cosas que más nos con-
trarían en esta guerra.,es precisamente la frugalidad
del negro.
, . Reproducción,—Es una raza que procrea mucho,
bien uniéndose los de la misma raza, bien cruzándo-
se con los blancos.
Longevidad?—Los negros viven algo, más que los
indios, pero no pueden ponerse como ejemplo de raza
muy longeva: es, muy raro el negro que pasa de los
sesenta años; su vida, desordenada y su poca higiene
hace que no vivan muchos años.
Mortalidad.-—La. mortalidad de. los negros es gran-
dísima: la tisis hace en ellos grandes estragos,, lo
cual se debe en gran parte, á mi modo de entender,
á las manufacturas tabaqueras, que, por lo regular»
distan de reunir condiciones apetecibles. ,En estos
centros donde el tabaco está depositado, lqs, vapo-
res de la nicotina forman una atmósfera, oauseabun^
da y deletérea, que tiene, por fuerza qiie dañar los
pulmones, y claro que esto no se puede evitar de
103
ningún modo por precauciones que se tomen. Por
otra párté/el tabaco' es el elemento qüe-prodüce ma-
;

yor riqueza en la Isla, y por ende, se puede pagar


muy buenos salarios á los trabajadores; no es raro,
en las fábricas buenas, que familias numerosísimas
tengan ocupación y reúnan entre seis ó siete indivi-
duos una buena mesada. . ^.
Y ya que de mortalidad me ocupo, diré que «así
como los médicos, cuando no pueden explicarse üiiá
enfermedad, lo achacan todo á los «nervios,» todo lo
que pasa en la Isla de Cuba se atribuye al «clima.»
Que ocurre uln crimen: pues el clima tiene la culpa;
que se ha descubierto ün desfalco: también hay qué
achacarlo al clima; que muere Un individuo por él
abusó del alcohol ó por Un atracón: nada, también
el clima; que las calles de la Habana están conver-
tidas empantano en la estación de la* aguas, y en
desierto de Sahara en la estación de lá seca: pues
bien, en lugar de atribuirlo á negligencia en el ser-
vició de policía urbana, se atribuye también al cli-
ma; que toda la basura de las casas se arroja al
arroyo para mayor comodidad del transeúnte: pues
en lugar de imponer multas á los vecinos, á quien
se impone multa es al clima. • '''
Y, sin embargo, el clima de la Isla de Cuba es-uno
dé los mejores del globo, y sólo se debe atribuir á
preocupación el no considerarlo así. E s verdad qué
muchas personas mueren del vómito ó de lá fiebre
amarilla; pero no meditamos en las innumerables
104
víctimas que hacenen Europa la pulmonía y el ti-
fus. E s muy posible que causen más estragas .estas
dos últimas enfermedades en Europa que el vómito
en las Antillas. E s más: yo creo que si cuando vuel-
va «el río á su antiguo cauce» se miran con más se-
renidad los fenómenos coloniales y se estudia una
buena aclimatación militar, y hasta si se quiere c i -
vil, por etapas, en las Canarias y Puerto Rico, y se
obliga á los Ayuntamientos de la Habana y demás
poblaciones; de la Isla á que hagan menos-política-y
más de lo que hacen en provecho de la buena ad-
ministración, é higiene de la Isla, el vómito, este es-
pantajo de color amarillo que se nos aparece aquí
en España cuando se pronuncia la palabra Cuba,
desaparecería poco á poce? ó causaría,un número de
Víctimas mucho menor.
Precocidad.-s-La precocidad es excesiva, lo cual no
tiene nada de sorprendente tratándose de razas de
regiones cálidas. Las negras, á los doce años, están
ya en estado de poder concebir, y los negros, mula-
tos y cuarterones, á los cinco años, son ya unos
granujas, dispuestos á cometer toda clase de fecho-
rías..
Decrepitud.—No en balde existe en la Naturaleza
la ley de las compensaciones; L o que pronto ade-
lanta más, pronto se termina. Esto se ve en lps ár-
boles frutales y en los animales, y la especie huma-
na no iba á ser exceptuada de esta regla. Precoces
son los negros, pero también encanecen pronto. L a s
i°5
mujeres, particularmente, envejecen en edad muy
temprana;-'s i^-r' ¡,- -, • ;•-->• • •-.= v*.-IÍ-*R í-
•Ititeligencia.—Mucho;se:ha hablado !ett eátosiúlti-
mos tiempos de la inteligencia de los negros;-pero
yo, á la verdad, disto mucho de creer que sea una
inteligencia progresiva; y al'decir ésto;' cla'rtí está
qiie me limitò'al négro, htí á Sii 'cruzamiento' con él :

blánéó. Pues bíén: y¡d creò que lá inteligencia del;

negro 'es una inteligencia"' imitíttiilal nò progresiva: • ' •'


É l negro'trata siempre de'iriritar al blanC6.cn toa-
das las manifestaciones d e l á vida: le imita e n e i
vestir, en los modales, en las diversiones, étt la ma-
nera de asociarse, etc. 7 1
• ;
• ' • , ^:
' Moralidad.— En:
tesis' general, podernos- decir que :

la moralidad disriiinúyé énlas razas humanas en ésta


forma: Raza blanca.—Raza india.—Raza' amarilla'*
— R a z a negra. • ' • • ••'•'•''}
- L a r a z a blanca'es la más moral; lá más-inmoral»
la negra, representando grados intermediarios la'iñ-
dia, que se'apróxima más á là blanca, y la amarilla
más áTa negra.- '
Lenguaje.—Es una verdadera jerigonza ininteligi-
ble. Háhlan él español, péro tan modificado, que no
sé conoce. Como'de clima tropical, no pronuncian
;

las palabras corripletás, cortándolas por donde les


páíréce. • >• '•• i :
' ' :
' ' ' '•' • •'' • •; • • '•
TC-6

Vicisitudes por que ha pasado la raza negra en la


Isla de Cuba y su cruzamiento con la raza india
y con la raza blanca. •

Concedido el permiso por el, monarca L). Carlos.I


de España y ,V de- Alemania paraintrpducir la raza
etiópica en la .Perla de las, Antillas, sxo-, faltaron, aven-
tureros que se fueron á las costas de África á contra-
tar negros, con la misma frescura, que si se tratara
de comprar incisivos de, elffante. E n este mundo hay
gente para todo. . ; .:, ;, , , .. - -.
Llegan los primeros aventuraros á. las costas d e

África, y pronto llenan las goletas ydos bergantines


concfirgamento negro, en el cual van mezclados gan-
dingas > Yolofes.Fulaces, Gangaes, Longobaes, Manís,,
Quisis, Minas, Lucumies, Carabalies, Gucimos, Bibis,
Brícamqs, Congos, Mptembos, Musundis, Mombasas,
Macuaes, y de otras comarcas africanas.
Tocándonos tan de cerca estas subrazas, no estará
de más que digamos cuatro palabras acerca de, sujia-
turaleza. , . . • •; , . •,./
En primer lugar se ve, por la sola inspección del
cuadro (i) que pongo á continuación, quedos 18 gru-
pos que citaD. Esteban Pichardo en su Geografía de
la Isla de Cuba, correspenden al subtipo guineo, cpar-
siderado como tipo negro general.

(i) Diccionario etnográfico-antropológico, por el


P. Pío Galtés, escolapio, pág. 392: Barcelona, 1894.
:IP7

Clasificación de los negros por Armando de Qua-


Irefag-cs.

FAMILIA. • • GRUPO . PUEBLO

/Neerito Y.'.jÁetá,.,. . j j . . . . Aetas," " < ' , i6t

i •; "•• "iMincogie&
Mincppies.
i :- [Central.; Gunqos.
l IHirpalaya...fDoms.
I.» Negrito. ¡ . . Ceylandp,..
D r a v i d a n o Vedai.
• • J . ¡Trans-gange- \
f i tipo. Sakayjs.
I ^Pérsico.. Negros-susianes.
\Negtito p a p u a . . . . . . . . . . . . Karones.
2,° Tasmanla....; . Tasmanios,
(Neoguineo.... Alfurés.
Papua... . . N e o caledonio. Canakas. -
3.» Papuas.. ; ' " (Neo hébridó.. Fatis . ¡

Malgache Sakalavos.

' L a cuarta rama la forman los ;

FAMILIA. GRUPO PUEBLO

/Australia-j .. De las c o s t a s > Bijnelumbos.


, .,,,•) ¿?* (Del interior... C
P
Yaambas.
Australianos . 1 • píos )
/Australianos neandérthá- ...
( , loideos... t . .i.... . ¿.. Aldelaidianos.

Los cuatro siguientes forman e l tronco africano:

GRUPO PUEBLO
•• . ' I .;<V"• -u" S •
s« n.-.iir« ! • (Gabojaiano..¿ ¡Akoas. >
5
- «
N e
• • • • • • •¡Uelleano..... Akkas.
r 1 1 1 0

« » n„m. i«'.,ks«»« • ' i K a h o r i v B ò r r r a e i t s e s J


•• --
N u b l i
- ' Nuba..
N u b l a
Nubas.
n a
io8
FAMILIA GRUPO PUEBLO

Gabóníana. Pongué.l... Bakaletes.


Congeana........ iv. ; . . . Congos.
Malinké Mandingas.
Timaney.... Susus.
Eoy.. Widahs.
iGuinea... .('Zebú Yebús.
Negri. Balante Balantes.
Uolof.. Felupes.
Achanti.V... Fantis.
Tchadiario., Sanghis.
Südániana .'Nilòtico'..!... Chillukos.
jTibbu... ; (
Febabos.
• Tarnetán,... Tarnetanes.
,. iBanyai... Banyáis.
Mozambica. N^ y _ a b a A o
Nyambanes.
7-Mak-úa.". Makúas.
IMarnati..-..-. Mantatis.
(Bantu.. Zulús.
'ÍMatebele...
8. Cafres..
a
jMakololq Bassutos.
iBetschuana'(Bakaláhan . Barolonges.

Por último, forman la novena rama, que es la


austro-africana, los

PUEBLO

(Hotentote... Bakurutses.
(Quaqua. *|Namaqúa... Koranas.
Saab.
"iHuzuana Bosquímanos.

Las' 18 agrupaciones de negros que cita D. Este-


ban Pichardo en su Geografía de la Isla de Cuba, per-
tenecen, como se ve, ultróneo africano de Quatrefa-
ges, tronco dividido, según este eminente antropó-:
logo, en cuatro ramas.:' Ñegrtüo, Nubia, Negra y
Cafre.
Los negros de Ja Isla de Cuba deben incluirse en
la tercera rama, ó sea en la Negra, dividida por
Quatrefages en cinco familias: Gaboniana, Congea-
na, Guinea, Sudanianay' Mozamfifca.- •,
Todas estas cinco últimas, citadas familias han
dado buen contingente de negros, á la, Perla de las
:

Antillas, particularmente la Guinea y-Cpngeana.


No vamos á describir uno por uno los grupos que
cita el Sr. Pichardo,. porque se. haría, interrninable^ •
sólo,,sí, diré algunos caracteres; de los más impor~
tantes. Así, los mandingas, que pone en primer lu-
gar el Sr. Pichardo, propeden de Senegambia, y son
conocidos también con .el.nombre de tubacayos. Qui-
zá son los negros,de.constitución más robusta que-
han ido á Cuba: su talla es elevada; su aspecto muy
desagradable, debido á su ancha nariz, á sus labios
gruesos, y á su piel de, un negro moreno. Su pelo es
muy lanoso. :, '
Los uolofes proceden también de la Senegambiá
(Caypr,, Malo, Djolof y Salum): son de alta talla, de
piel de color que se. asemeja al del chocolate, la na-
riz no tan ancha comp la de los mandingas, el prog-
natismo muy pronunciado y el pelo muy lanoso. En
este grupo están los felupes ó fulupes, negros que
habitan el territorio bañado por el tíP Cázamanza.
Son fees y repugnantes; su estatura es muy,baja, y
son muy chatps. •. •
En la Senegambiá hay también los fulanes, ene-
migos terribles de lps mandingas.
rro
Los manis 6 manilas son negros fronterizos del
Congo.
Los minas 6 mimos son negros de pequeña talla'
que habitan en el-cèntro de Loango.
Los bibis 6 bimbias sorinégftte guineos del grupo
Yebú, que-viven en Camerún.
Los congos constituyen una agrupación muy ca-
racterística; proceden dé Loarigo, Angola y Bengüe-
lá; son' de talla elevada (1,75 metros), Caracterizan-'
dolóse! tener Ta piel muy obscura, él pelo muy la-
noso y' los labios muy gruesos; 'Son los negros de
carácter más dulce"y pacífico que kábitan la Isla de
Cuba,-muy aficionados al ruido, y entenderse con
elloS—cuándo intentan hablar el castellano—es una
verdadera'obra dé romanos.
Los mahúás ó amakuas pertenecen á la familia mó-
zambica de Quatrefages; proceden de Mozambique,
extendiéndose desde el cabo Delgado hasta Ango-
sha; tienen algún parecido' con los cafres, de los
cuáles se diferencian por tener los makúas la piel más
negra y la nariz más chata. Son los negros de ins-
tintos más guarreros y d e costumbres más perversas.
Entre los mpzambiques hay algunas tribus cuyos
individuos llegan á medir a,90 metros. Los gasta-
dores del batallón de bomberos municipales de la
Habana , son negros Verdaderamente'gigantescos.
1

Y a hoy van escaseando los negros oriundos de '


Africa en la Isla de Cuba. Claro: prohibida la trata
ó introducción de africanos en la' isla, cesa el ele-
mentó negro de actuar en la isla como indígena afri-
cano; pero cuando esto tiene lugar^ ya todas las
agrupaciones que afluyeron á la desgraciada isla
desde mediados del siglo xvi hasta mediados de éste,
han tenido tiempo sobrado para tiznar de negro todo
el campo cubano, desde el Cabo de San Antonio á
la Punta de Maisí. Ya el mal está hecho; no se arro-
ja tan fácilmente de la Perla de las Antillas un mi-
llón de negros, entre negros propiamente dichos,
mulatos y cuarterones; tan difícil sería hoy su ex-
;

pulsión como exterminar en las llanuras, de la Plata


el cardo silvestre, que hace mucho tiempo se ense-
ñoreó de aquel país,: Cuando el negro trabajaba en
los ingenios y se le qu\so libertar de la odiosa escla-
vitud, hubiera sido relativamente fácil; echarlos de
:

la.isla; hoy lo considero imposible. Ahora lo que de-


bemos hacer es . ^
No adelantemos los acontecimientos. Tiempo, ten-
dremos de aplicar el remedio.

; -Los negros.recién llegados á tía isla se les denomi-


naba bozales, Descendientes de Caarn, hablan un idio-
ma salvaje*, que nd ha progresado nunca, y todo lo
más pronuncian alguna palabra de las que se. han he-
cho comunes ó generales entre esta raza, y como dice
perfectamente el Sr. Pichardp, derivadas del,inglés,
ya que éste sería el idioma de losx tripulantes de los
112

barcos que primero traficarían en las costas de África.


Los que llegaron á la isla siendo muchachos, les
fué relativamente fácil aprender el castellano, y se
les llamó laditws, no sucediendo así con los que con-
taban más de quince años, pues aun en el caso de
llevar muchos años de residencia en la isla, son
rehacios en el habla castellana. Yo he tenido ocasión
de hablar con negros congos de más de sesenta años,
y me era forzoso acudir á un intérprete para com-
prender lo qué decían;'
ComO plmñü-iránsportadá', pronto degeneró la raza
negra llegada'á'la isla de Cuba, á pesar de que no
hay mucha diferencia en grados de latitud entré
esta isla y Guinea. «Lo cierto es (i) que á los crio-
llos, ó Sea á los negros nacidos en la Perla de las An-
tillas, se les va'Ovalando gradualmente el rostro; la
nariz chata se eleva y recoge, como los gruesos y
toscos labios; en las hembras, las prominentes nal-
gas disminuyen algo, y toman, con lo demás det
cuerpo, una forma esbelta, bien torneada, mientras
que los varones pierden aquella musculatura hercú-
lea de sus padres. Uno y otro sexo conservan la pasa
ó pelo crespo y el oído exquisito quedos distingue;
sus ojos ya no padecen la torpeza simétrica de los
bozales, y quizá Su 'encéfalo sé mejora, supuesto que*-'
la estolidez se convierte en una inteligencia tan adfflt-

' (i) Geografía de la Isla de Cuba, por D. Esteban '


Pichardo: Habana, 1854.
ii3

rabie y precoz como su físico, sobrepujando incom-


parablemente en finura, perspicacia y talento á la
gentualla de otras razas que vienen destinadas al
servicio doméstico ó rural.»
Esto es lo que nos dice D. Esteban Pichardo en la
pág. 203 de su Geografía de la Isla de Cuba; y si bien
en conjunto es verdad, no resulta cierto en lo que
respecta á los detalles, porque esto de que la estoli-
dez se convierte en una inteligencia tan admirable y pre-
coz como su físico, vamos, que es un poco exagerado.
Lo que sí se puede decir es que el negro, al pasar á
mulato, al cruzarse con el blanco adquiere cualida-
des que no tenía, sobresaliendo los instintos perver-
sos y las malas costumbres. Por lo demás, los ne-
gros que he conocido son tan estúpidos como los que
fueron á Cuba desde África, y los que vivirán hoy
en las selvas africanas.

SALVAJISMO D E L NEGRO

E l negro es verdad que es muy precoz; pero eso


de que sea un ser muy inteligente, como afirma Pi-
Ghardo, no lo es. E l negro lo que tiene es el instinto
de la imitación muy desarrollado, y si en algo sobre-
sale, es en el ejercicio de la música; pero yo diría de
la música brutal, de la música salvaje, y, por ende, rui-
dosa, jugando un gran papel los instrumentos de me-
tal y de percusión en sus danzas, de ritmo extraor-
dinariamente difícil para el oído de la raza blanca.
8
ii4

E l negro es también aficionado á tocar el violín; pero


no saca de ese instrumento sonidos dulces y celes-
tes, sino todo lo contrario, agrios y estertóreos como
los de la agonía que precede á la muerte. E l instru-
mento que más place al negro es el tambor, lo mis-
mo cuando danza que cuando celebra cualquier ce-
remonia. E l negro, de por sí, no tiene la menor ini-
ciativa para lo bueno: ejecuta siempre las órdenes
emanadas del superior sin discutirlas siquiera; y es
más, nos inclinamos á creer que se humilla y quiere
con preferencia á los que le tratan peor. Si el negro
tuviera siquiera instinto de conservación, ¿no hubie-
ra comprendido que los que lo han halagado para
lograr la anexión de la isla de Cuba á los Estados
Unidos de Norte-América, lo maltratarán, lo humi-
llarán y lo pisotearán? ¡Ah, sí! Es tan soez el negro,
que no ha comprendido, que no ha sabido ver que
él, que ha contribuido con su sangre á tal finalidad,
será la primera víctima de la fiereza yankee, hasta
el extremo de que lo lincharán, ahorcarán, quema-
rán ó expulsarán como planta dañina de la isla de
Cuba, como han hecho con los pieles rojas y con
otras razas de indios que poblaban el Norte-Améri-
ca. E l norte-americano no transige con las razas in-
feriores: las aniquila, las pisotea y acaba con ellas.
El negro cubano, que no ha querido mirarse en el
espejo de Norte-América, que no ha querido ver la
triste situación en que se encuentran los negros de
los Estados Unidos, prueba lo que he dicho antes:
"5
que tiene una inteligencia obtusa, mucho más que
Ja de las aves, que por lo menos dan pruebas de te-
ner el instinto de conservación y de sociabilidad
mucho más desarrollado que el de la raza negra hu-
mana. E l que haya todavía hoy quien afirme la in-
teligencia del negro (i), lo único que prueba es que
no ha visto ninguno de carne y hueso; los habrá vis-
to de cartón ó pintados en algún libro.
E l negro, desde que llegó á la isla de Cuba hasta
hoy—cerca de cuatro siglos,—no ha experimentado
mejora alguna: al contrario, se ha ofuscado y se ha
embrutecido mucho más de lo que estaba. Nada más
contraproducente que «dar margaritas á los puer-
cos.» E l que arrojara las más delicadas flores, los
más deliciosos perfumes y las más valiosas joyas so-
bre asqueroso y mefítico lodazal, lograría lo mismo
que el que tratara de civilizar al negro poniéndole
sombrero de copa, levita, corbata y guantes blancos.
En fin, á la prueba me remito: ¿ha habido algún negro
que haya tenido iniciativa para algo bueno? Yo no
he conocido ninguno. Lo único que seduce al negro
es blandir el puñal, hacer retumbar el tambor y ras-
car el violín. Nada de sentimientos levantados é hi-
dalguía. L a muerte alevosa del comandante Joaquín
Ruiz es una buena prueba de lo que acabo de
afirmar.

(i) El que haya algún negro inteligente no prueba


nada, Las excepciones no tienen valor antropológico.
E l negro jamás piensa cómo pasará el día de ma-
ñana. L e basta saber que para el día presente tiene
satisfechas sus más apremiantes necesidades. Hijo
de la inmoralidad, vive en medio del libertinaje más
desenfrenado. Para esta raza el matrimonio está de
más en sus costumbres, prefiriendo vivir marital-
mente arrimados, sin ligarlos los lazos de nuestra
religión. Pues precisamente el concubinato y la pros-
titución en que ha vivido el negro han contribuido
én gran parte, por no decir en toda, á perturbar el
modo de ser de la sociedad cubana. Una sociedad
como la cubana, compuesta de familias que permiten
que sus criados vivan amancebados, ¡qué frutos ha
de dar! Los que ha dado: podridos; más que podri-
dos, gangrenados. Así se ha visto en esta guerra que
los principales jefes de la rebelión cubana han ido á
la manigua con sus queridas convertidas en amazo-
nas, y por poco no han formado éstas sendos escua-
drones, mientras aquéllos hubieran podido descan-
sar tranquilamente en lujosas hamacas.
Consecuencia de esta manera de ser de la socie-
dad cubana, ha sido la indiferencia á todo lo que
haya sido moralidad. Esta ha faltado en las fa-
milias, en las costumbres sociales, en la adminis-
tración de los pueblos, en la de las provincias, en
la de la isla entera, incluyendo todos los ramos del
saber humano, instrucción primaria, superior, ba-
chillerato, facultades, magistratura, llegando las
áureas mefíticas á invadirlo todo.
ii7
Claro, que mucho ha contribuido á que prospera-
ran focos de inmoralidad en la isla, el odio que ha
conservado siempre hacia España el pueblo cubano.
Este odio ha sido causa de que el español, en la
Perla de las Antillas, haya sido considerado peor que
un extranjero, que haya sido recibido con taconeos en
los salones y en los bailes mientras no ha requerido
de amores á alguna cubana porque llegando este
caso, la cubana, á pesar de su patriotismo, prefiere
oir las declaraciones de amor del peninsular que de
su paisano el cubano, aunque después de efectuado
el matrimonio ocurra lo que Dios quiera.
Consecuencia de este odio ha sido que el criollo y
el negro se han criado en un estado lamentable, des-
conociendo por completo la manera de ser del pue-
blo español, incluso el Mapa de España, que brilla y
ha brillado por su ausencia en la mayor parte de los
colegios de primera y segunda enseñanza de la isla,
no faltando, en cambio, el de los Estados Unidos de
la América del Norte; contribuyendo á este resulta-
do—da pena el decirlo—algunos maestros que han
ido á la isla con el solo ideal del lucro, prefiriendo
complacer á los cubanitos que servir á España.
Claro está que ahora recogemos los frutos amargos
de tanta desidia y de tanto crimen de lesa patria.

*
n8

CRUZAMIENTO DE LA RAZA NEGRA CON LA


BLANCA

L a raza negra, que fué á Cuba en el primer tercio


del siglo xvi, puede decirse que sólo se ha cruzado
con la raza blanca, porque la india, por las razones
que he expuesto anteriormente, dudo yo que se cru-
zara con la raza negra.
Esteban Pichardo, en la pág. 204 de su Geografía
de la isla de Cuba, se expresa en los siguientes térmi-
nos: «Respecto á la mezqja de estas razas, todavía
no pueden clasificarse otras que las del blanco y el
negro, del negro y el mulato y del mulato y el blanco:
el hijo de los dos primeros es el mulato; el de los
dos segundos, el chino, y el de los dos últimos, cuar-
terón. Al mulato se le dice pardo, como al negro mo-
reno, para dulcificar la expresión, siempre denigrati-
va, que marca su inferioridad y excomunión social,
á la manera que cuando se trata en general de todas,
se les denomina gente de color, para distinguirlos de
los blancos; la palabra chino, adoptada de antiguo
para el hijo de negro y mulato ó viceversa, se con-
fundiría con el de la raza mongólica, inmigrada últi-
mamente, á no especificarse éste con el adjetivo
asiático. Raros son los mulatos hijos de negro y blanca;
muchos los de blanco y negra. El chino cubano conser-
va la ferocidad africana, y su color apenas clarea,
como el asiático, algo más atezado. E l mulato, sin-
ng
•gularmente cuando sus padres son criollos, es el pro-
totipo cubano: malhadado desde su nacimiento, sin
esperanza de alternar en su patria con la raza domi-
nante, de que desciende, en vano luciría el color
blanco de sus primeros albores; sus partes genitales,
renegridas como una mancha notable que revela su
origen etiópico y fatal, constituyen la prueba y el
sello de la reprobación (sicj; el color de todo su
cuerpo va igualando al particular del sexo; antes del
año, ya el pardo se ha generalizado y el pelo se r i -
za, aunque no tanto como el del chino, que casi es
pasa. L a Naturaleza compensó estos agravios con
una perfección de sentidos igual á su talento: el mu-
lato hereda la vista del blanco y el oído del negro, so-
brepujando á todos en la precocidad y excelencia de
sus facultades intelectuales (sic); separado de la alta
sociedad, de las aulas y colegios, sin poder aspirar
ni á carreras ni á estudios (i), se forma por sí mis-
mo: pule sus maneras, ilustra su entendimiento y
descuella en las artes, oficios y en cuanto puede
penetrar; fino, cortés, ansioso de saber, avanza y
llega á ser, con los mayores obstáculos, el mejor
pintor, músico, sastre, carpintero, bordador, platero,
poeta, etc.

»La mulata, la envidia y el terror de la blanca (sic),

(i) Hay que tener en cuenta que Pichardo decía est©


•en el año 1854, y que desde entonces acá mucho han va-
riado las cosas.
120
es la gracia personificada en los contornos de un-
cuerpo ligero, dominado por una cabeza rizada, una
boca siempre risueña y unos ojos negros penetran-
tes y tan fogosos como su corazón volcánico, cuyas
pasiones se exaltan en el baile y en el canto. El cuar-
terón, no contando más que un costado africano, que
no se percibe ya en el color, tiene aspiraciones más
elevadas, y al modo que el mulato es opuesto al ne-
gro, el cuarterón desdeña al mulato, y recibe mayor
insulto que éste cuando se le trata de tal, porque se
presume blanco, y aun suele llegar á enlazarse legí-
timamente con la raza caucásica, obteniendo empleos,
cargos y honores, conforme á sus merecimientos, in-
fluencias y riquezas. Algunos he conocido yo.»
Hasta aquí lo que dice el Sr. Pichardo, que favo-
rece poco por cierto á la raza negra. Esto de que
«sus partes genitales, renegridas como una mancha
notable, que revela su origen etiópico y fatal, cons-
tituyen la prueba y el sello de la reprobación,» sólo
se le ha podido ocurrir al Sr. Pichardo. El ser negro
no es fatalidad ni constituye reprobación. Dios creó al
hombre, y si éste ha constituido distintas razas, és-
tas no dejan de ser obra del Creador; y llamar raza
fatal, sin honor y reproba á la raza negra, es el col-
mo de la insensatez. Que es una raza poco inteligen-
te, estúpida y salvaje, enhorabuena; pero de esto á
que se la mire con desprecio por el solo hecho del color
de azabache, va una gran distancia.
E s difícil poder aseverar dónde tuvo su cuna la ra-
121

za negra; el origen de esta raza está rodeado de sen-


das tinieblas: así que creo preferible no hablar de
aquello que no se conoce bien.
L a raza negra se cruza perfectamente con la blan-
c a , y este cruzamiento es uno de los más fecundos
que se registran en la ciencia antropológica.
Como hemos visto, los grados de este cruzamien-
to son:
i.° Negra con blanco, producto mulato.
2.° Mulata con blanco, producto cuarterón.
E l cruzamiento de un negro con una blanca es
caso muy raro, á no ser por medios violentos; y no-
es muy frecuente tampoco el de mujeres blancas con
hombres mulatos.
Respecto del cruzamiento del mulato con la negra
—más frecuente que el de la mulata con el negro,—:
diré que es un cruzamiento que podríamos llamar
•regresivo, y por el cual el producto llamado chino
vuelve á poseer los caracteres de la raza negra.

VICISITUDES POR QUE HA PASADO LA RAZA NEGRA


DESDE QUE DESEMBARCÓ EN LA ISLA DE CUBA
HASTA NUESTROS DÍAS.

Sabido es que la raza negra fué exportada á la isla


de Cuba con el solo objeto de redimir á la raza india,
que, según Fr. Bartolomé de las Casas, no podía
soportar las duras fatigas de los trabajos agrícolas.
Los primeros negros desembarcaron en la mayor
122

de las Antillas en el primer tercio del siglo xvi. Des-


de esta fecha hasta la en que se decretó la libertad
del negro—1880,—puede decirse que esta raza estu-
vo viviendo bajo las mismas condiciones: sujeta y
esclava del hombre blanco.
Vivió en el campo de la isla de Cuba, viéndose
obligada á trabajar en el ingenio y en el cafetal; en
aquél cultivando la caña de azúcar, y en el cafetal
el café; cultivos que han venido á reducirse al pri-
mero; porque hay que decirlo bien alto: la perla de
las Antillas, que podría producir de todo, sólo pro-
duce el rico producto del Saccharnm officinarum de L .
Pues bien: mientras el negro fué esclavo y trabajó
«n el ingenio y en el cafetal, la isla de Cuba fué una
tacita de plata; las onzas de oro—según cuentan—se
encontraban en la calle; en las mesas no se contaban
los convidados, siendo lo mismo para el anfitrión
que comieran diez que comieran ciento; cuando se re-
colectaba el azúcar en el ingenio, brillaba éste como
un ascua de oro, adornando Pomona con sus produc-
tos la mesa del festín, y animando Baco con sus vi-
nos el buen humor de los convidados; todo era de-
rroche y orgía: el vino se bebía oyendo la suave
cantinela de la guaracha, y la brisa llevaba al oído
de los afortunados los ecos del danzón que los ne-
gros bailaban. No ha faltado quien se haya esme-
rado en poner sombras al cuadro, diciendo que mien-
tras los blancos celebraban sus orgías y bacanales
á costa del sudor de los negros, éstos eran tratados-
123
peor que animales, apaleándolos y sometiéndolos á
verdaderas torturas inquisitoriales; pero esto no
pasa de ser una intolerable farsa, que se desmiente
por sí sola al considerar el incremento que ha tomado en
la isla de Cuba la raza negra.
Si nosotros la hubiéramos sometido á procedi-
mientos inquisitoriales; si la hubiéramos hecho su-
frir lo indecible; si la hubiéramos maltratado y piso-
teado como se dice, ¿hubiera prosperado hasta el
extremo de constituir el principal núcleo de la po-
blación cubana? Desengañémonos: cuando una raza
prospera, es porque no sufre ni ha sufrido; al contra-
rio, cuando una raza humana se encuentra humilla-
da todos los días, languidece y acaba por degenerar.
Muchos ejemplos elocuentes podríamos poner de
este caso; pero subsanará la omisión el buen criterio
de los lectores.
De modo que hay que inclinarse del lado de que
la esclavitud del negro favoreció la opulencia en la
isla de Cuba, y no contribuyó poco ni mucho á la
degeneración de la raza negra. Al contrario, una
mayor suma de trabajo físico vigoriza una raza,
siendo una buena prueba de lo que digo nuestros
gallegos, que dedicados á las faenas más rudas, bien
en el campo, ya en la ciudad, llaman la atención por
su complexión robusta. L a única diferencia estriba
en que el gallego trabaja por su voluntad, mientras
que el negro trabajaba en el ingenio á la fuerza; pero
¡ojalá hubiera continuado este estado de cosas en la
124
isla, que más próspera sería ésta y no la hubiéramos
perdido!
L a abolición de la esclavitud y la política mansa y
sin ideales que hemos seguido en las colonias, ha
sido causa de nuestra desgracia. Si no queríamos es-
clavos, lo que debíamos haber hecho era haber man-
dado toda la negrada al África; pero declarar al ne-
gro libre y dejarlo en Cuba, fué el mayor de los desa-
tinos, que bien lo estamos purgando ahora. E l ne-
gro libre no quiere trabajar, y preferirá mil veces
vivir en la manigua alimentándose de los frutos es-
pontáneos del suelo, que trabajar honradamente en
el campo ó en la ciudad.
Lo que caracteriza la raza negra es, sobre todo, la
indolencia para toda clase de trabajo. Es una raza
holgazana en grado superlativo. Yo me río cuando
leo en los periódicos la compasión que inspiran en la
actualidad á los norte-americanos los pobrecitos ne-
gros y guajiros de Cuba. «Los cubanos, considera-
dos en su generalidad, son de la raza de color ó es-
tán mezclados con ella; influencias climatológicas y
de raza han convertido á los cubanos en un pueblo
letárgico y no muy industrioso que, viviendo en una
isla donde la fruta, el pescado y la buena agua abun-
dan, no necesitan trabajar mucho para ganarse la
vida.»
En efecto: este último párrafo, copiado del perió-
dico inglés The Standard, correspondiente al 28 dé
Marzo de 1898, es la misma realidad. E l cubano, te-
125
niendo á su disposición los productos del suelo, no
necesita más para vivir. E l plátano ó banano, la pina
de América ó anana, el mamey, el aguacate, el man-
go, la naranja, la caña de azúcar, el café, el coco,
son los principales elementos con que cuenta para
vivir, y éstos, muy arruinada tendría que verse la
isla de Cuba para que faltaran al pueblo cubano.

c).—Estudio de la raza amarilla en la isla de Cuba t

y su cruzamiento con las anteriores.

Desde el año 1847 otra calamidad vino á cernerse


sobre la isla de Cuba. Eran ya pocos los negros que
había en la isla para poder trabajar en todos los in-
genios—cuyo número aumentaba incesantemente;—
así que, prohibida la trata ó introducción de africa-
nos, fué preciso buscar brazos, ya que no esclavos,
parecidos ó á propósito. (Pichardo.)
L a Administración se fijó en el Celeste Imperio,
que, siempre sobrado de gente, puede mandar rema-
nentes á todos los puntos del globo. Los primeros
chinos ó asiáticos desembarcados en la isla proce-
dieron de Emui, contratados por algunas empresas,
y obligados voluntariamente á trabajar en los inge-
nios. Menos mal que con los chinos no fueron las
chinas, porque de lo contrario, la invasión se hubie-
ra parecido á alguna de las famosas plagas de Egip-
to. A pesar de esto no dejará de haber en la isla de
Cuba hoy de 30 á 40.000 chinos, siendo el Cónsul
126
general del Celeste Imperio en la Habana un gran
personaje, teniendo tanto sueldo como el que tenían
nuestros Gobernadores generales.
Fué un gran error el permitir la inmigración de
los chinos en la Gran Antilla. E l chino ó asiático,
como se llama aquél en Cuba, es un ente raro, que
no consume nada de la isla, y, en cambio, saca de ella
todo lo que puede para su provecho propio. Se creyó
que sería de un gran auxiliar en los ingenios para
todo lo que se refiere al cultivo de la caña de azúcar;
pero más que de auxiliar ha sido un estorbo por su
suciedad, proverbial en él, y por su carácter penden-
ciero y vengativo.
E l asiático en la isla de Cuba se dedica principal-
mente á dos oficios: cocinero y vendedor ambulante.
E l de cocinero lo ejerce bien, siendo casi siempre
chino el cocinero que hay en las grandes casas de co-
mercio de la Habana, donde á veces, entre emplea-
dos y gente apegadiza, hay que preparar comida
para un centenar de personas. E l almuerzo y la co-
mida cubana se componen de un sinnúmero de pla-
tos; pero con la particularidad de que valen más dos
de los mi estros que veinte de ellos. E l más indígena es
el arroz blanco con huevos fritos mezclado con pi-
cadillo, que se come, por lo general, en el almuerzo,
que tiene lugar á las diez de la mañana. E l arroz
blanco es arroz de canilla, que procede del Celeste
Imperio, presentado en forma de masas blancas poco
jugosas.
127
También el plátano frito acompaña comunmente á
este plato clásico de la cocina cubana. E l picadillo—
carne picada—se presenta aparte y se mezcla con el
arroz blanco y los huevos fritos.
Los postres más frecuentes son la pasta ó jalea de
guayaba, junto con el queso, no debiendo olvidar el
dulce de coco (i).
E l chino que se dedica á la venta de objetos de su
país, por lo regular es ambulante: anda muchos ki-
lómetros al día sin cansarse, y para facilitar la venta
lleva apoyado en el hombro un palo, de cuyos extre-
mos penden dos cajones, en los que lleva infinidad
d e mercancías, descollando los objetos delicados fa-
bricados con varillas y maderas de su país, especial-
mente la de sándalo. Parece imposible que el chino,
embrutecido por el opio, por sus costumbres, dur-
miendo en camaranchones imposibles en grotescas
acumulaciones, sea capaz de fabricar tanto y tanto
objeto delicado como expone á la venta.

(i) Una de las especialidades en que sobresale la in-


dustria de la Habana es en la confección de refrescos y
helados, teniendo los cubanos predilección por el de
guanábana, y los peninsulares por el mantecado y por
el de pina, cuyo refresco es de los más deliciosos que se
conocen.
128

CRUZAMIENTO DE LA RAZA AMARILLA CON LAS


ANTERIORES

Cuando la raza amarilla llegó á la isla de C u b a —


mediados de este siglo—ya no había indios, de mo-
do que I03 asiáticos sólo podían cruzarse con la raza
blanca ó con la negra.
Por otra parte, faltaba el sexo que en todas las
razas tiene mayor interés para la reproducción: la
hembra. Faltando la china, el hombre blanco ó el
negro no puede cruzarse con la raza amarilla, y en
cuanto al asiático, no puede tampoco cruzarse con la
blanca ó con la negra, porque por lo regular inspira
aversión y repugnancia á aquéllas.
Así es que los hijos del Celeste Imperio se han
encontrado en pésimas condiciones para reproducir-
se en la isla de Cuba, y bien puede asegurarse que la
blanca, negra, mulata ó cuarterona que se ha entre-
gado á ellos, no sería ninguna Venus de Milo.
Estos raros casos de cruzamiento no han sido muy
fecundos; los productos han sido escasos, perdiéndo-
se en el intrincado dédalo laberíntico de razas de la
perla de las Antillas, como se perdería una moneda en
la selva ó en un bosque.
L a raza amarilla no ha influido, por lo tanto, como
elemento étnico activo en la isla de Cuba. Se podrían
ir hoy todos los asiáticos de la isla, y ésta volvería
á quedar en análogo estado al que tenía antes del
129
ano 1847, como la arena en la playa vuelve al mismo
estado al desaparecer la ola que la invadía.
Seguramente que á la suciedad, pómulos salientes
y ojos oblicuos del chino, debemos tan señalado fa-
vor, porque si llega á enamorarse la negra y la mu-
lata de aquél, ¡Dios sabe lo que habría pasado! ¡Qué
Babel la isla de Cuba!

d ) . — E s t u d i o de la raza yucateca en la isla de Cuba


y su cruzamiento con las anteriores.

Desde el año 1847 emigraron á la isla de Cuba


bastantes yucatecos oriundos de la Península mexi-
cana, Yucatán, que sólo dista de la gran Antilla
unos 200 kilómetros.
Dice D. Esteban Pichardo en la pág. 203 de su
Geografía de la isla de Cuba, que á pesar de proceder
el chino y el yucateco de tan distantes y opuestos
lugares, parecen idénticos y se confunden luego que
el asiático suelta el traje y deja crecer todo el cabe-
llo, vistiendo á la europea.
Efectivamente, á primera vista se parecen mucho
los descendientes de los aztecas con los del Imperio
del hijo del cielo, y es que unos y otros tienen un co-
lor cetrino y facciones poco delicadas. Sin embargo,
el yucateco tiene la cara más ancha, el pelo más ne-
gro y lustroso y los ojos más grandes, negros y e x -
presivos que el asiático.
No ha sido en Cuba la inmigración de los yucate-
130
eos lo suficientemente numerosa para que influyera
en la marcha de los acontecimientos de la isla. E s
más: ya hace muchos años que el yucateco no emi-
gra á Cuba, porque desgraciadamente, en la gran
An tilla hubiera estado peor que en su país.

e). — Incremento de los anglosajones en estos últimos


años en la isla de Cuba, y su cruzamiento con las
razas anteriores.

Es tan sabido lo que ha pasado en estos últimos


años en la isla de Cuba, que huelga toda considera-
ción respecto del particular.
E l comercio yankee cada vez iba en aumento; las
visitas de los norte-americanos á la isla iban siendo
más y más frecuentes, convirtiendo á la Habana, par-
ticularmente en los meses de Diciembre y Enero, en
una población yankee; el odio de los cubanos para
con la madre patria llegaba á su paroxismo, hasta el
extremo de que preferían mandar sus hijos á instruir-
se á los Estados Unidos que á España; el comercio
teniendo que vivir de unos y de otros, dejándose l l e -
var por la corriente como hoja en caudaloso río;
nuestras autoridades presentando la dimisión á cada
cambio de Gobierno; nuestros banqueros variando
todos los días el valor de la moneda; nuestro profe-
sorado débil y escaso en número para contrarrestar
la influencia contraria; nuestro prestigio en la Admi -
nistración cada vez más mermado; todos estos fac-
I3i

tores aunados han sido la causa de nuestro desastre,


de nuestra horrorosa catástrofe.
Si fuéramos fatalistas diríamos: «tenía que suce-
der; » pero lo cierto es que cuando los pueblos son
ingratos hasta el extremo de renegar de la madre
patria, ésta debe mostrarse digna y altiva, olvidando
por completo al hij o desnaturalizado cuya conducta
ha sido tan infame.
¡Ay de los pueblos que reniegan de su sangre! E l
castigo es terrible: desaparecen para siempre de la
superficie terráquea sin dejar la menor huella, el
menor rastro; engullidos y humillados por el pueblo
conquistador, son tratados como esclavos, desapare-
ciendo paulatinamente sus costumbres, sus cantos,
su religión, su idioma
Este es el porvenir que aguarda á la isla de Cuba:
vegetará durante más ó menos tiempo como otras
Repúblicas hoy nada florecientes; pero está conde-
nada, después de derramar mucha sangre, á desapa-
recer del mapa como pueblo; antes de cuatro siglos
no quedará de los cubanos el menor rastro. Conser-
varemos nosotros nuestros dólmenes, nuestros monu-
mentos romanos, nuestros templos góticos, nuestras
mezquitas, nuestras catedrales, en una palabra, nues-
tra historia, incluso los restos del grande hombre
que os descubrió, del gran Cristóbal Colón; ¿qué
guardaréis vosotros en cambio? Nada. Ni el polvo de
vuestra patria.
Madrid 21 de Junio de 1899.
APÉNDICE

LA POBLACIÓN DE CUBA (i)

E l corresponsal de Le Temps en la Habana escri-


be al colega parisiense diciendo que antes de la últi-
ma insurrección de Cuba dicha isla contaba con
1.500.000 habitantes entre blancos y gentes de color.
L o s peninsulares ascendían á 200.000, los de color
á 500.000 y á 800.000 los cubanos.
De la población blanca asegura que ha desapare-
cido próximamente el 60 por 100. De suerte que de
los 800.000 blancos no quedan más de 320.000. De
la población de color, negros, mulatos, indios mes-
tizos y chinos, ha desaparecido el 15 por 100, que-
dando únicamente,por tanto, 425.000 supervivientes.
L a población actual de Cuba, tanto blanca como
de color, asciende, pues, á 745.000, de las cuales
cerca de las tres quintas partes son de color.

(1) Para que se vea la marcha rápida de la desapari-


ción de la isla de Cuba como pueblo, es muy elocuente
este recorte de periódico.
133
Es una República bien pequeña; sobre todo, el
elemento blanco está en ella muy en minoría para
un territorio de unos 100.000 kilómetros cuadrados.
El próximo censo de población—termina la car-
ta—dirá si esta estadística es exagerada, pero no se
la cree así. En todo caso, concuerda con lo que ya
sabemos sobre los estragos de la concentración que
se hizo principalmente con los habitantes blancos
del campo, y arroja una luz muy viva sobre los des-
tinos políticos que están reservados á un pueblo pe-
queño de 320.000 blancos, quienes, según cálculos
muy razonables, se encontrarán, dentro de uno ó dos
años, ahogados por el torrente de un millón de an-
g]o-sajones y de otros varios pueblos.
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN 9
Razas humanas que hubo en la Isla de Cuba an-
tes de su descubrimiento por Cristóbal Colón.. 35
a)—Desde el descubrimiento de la Isla de Cuba
por Cristóbal Colón hasta la importación de la
raza negra en la isla, ó sea desde el 23 de Octu-
bre del año de 1492 hasta el primer tercio del
siglo xvi 56
b)—Estudio de la raza negra en la Isla de Cuba,
y su cruzamiento con la india, la blanca y otras
razas, ó sea desde el primer tercio del siglo xvi
hasta nuestros días 94
cj—Estudio de la raza amarilla en la Isla de Cuba
y su cruzamiento con las anteriores i25
<¿y—Estudio de la raza yucateca en la Isla de
Cuba y su cruzamiento con las anteriores 129
ej—Incremento de los anglo-sajones en estos úl-
timos años en la Isla de Cuba y su cruzamiento
con las razas anteriores 130
ERRATAS

Página. Línea. Dice. Léase.

9 <4 demesticadas domesticadas


36 10 árbo árbol
41 9 anterior 43
48 12 da de
4? 25 Manuel Miguel

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