Histori(a)fuera: ensayos sobre políticas de la memoria y usos

públicos de la historia

Sebastián Vargas Álvarez (editor)

2017. Bogotá, Colombia

Editor: Fundación Publicaciones La Sorda

NIT.901034693-9 · Calle145A # 21-20
Impresor: Panamericana Formas e Impresos S.A.
Calle 65 #95-28

Impreso en Colombia

Histori(a)fuera: ensayos sobre políticas de la memoria y usos

públicos de la historia by Sebastián Vargas Álvarez is licensed under
a Creative Commons Attribution 4.0 International License.

Este es un libro de circulación libre.

Lo ha estado buscando a usted.
Una vez salió de la imprenta esperó algunos días
(los hay que esperan semanas o meses)
hasta que encontró la forma de llegar a sus manos.
Si tardó en presentarse es porque no fue fácil encontrarlo.
Se preparó con esmero para que usted pudiera
tenerlo entre sus manos y disfrutarlo;
es por eso que usted lo ve bonito y bien peinado.
Pero este libro no es solo belleza exterior,
es un libro muy juicioso y hecho con cariño.
No está con los demás, porque aunque
aprecia los lugares en los que hay muchos libros,
siente que es mejor ser independiente.
Él decidirá si se queda en sus manos
o si mejor busca otro lector.
Si se va, no se ponga triste,
piense que es lo mejor para este libro.
Índice

Presentación ..................................................................... 8
Sebastián Vargas Álvarez

1.
El Memorial de las víctimas de la violencia,
la Estela de luz, y las batallas por la memoria
de la “guerra” contra el narcotráfico en México ........... 29
Blanca Gutiérrez Galindo

2.
Cholula: de la Ciudad Sagrada al Pueblo Mágico.
Usos de la historia y la memoria en la construcción
de la identidad turística.................................................... 67
Cristina Desentis Torres

3.
Arrojo: fútbol, memoria y monumento............................ 113
Juan Camilo Riobó Rodríguez

4.
Cuentas pendientes entre próceres y asesinos:
memorias en disputa alrededor de estatuas a
presidentes cubanos......................................................... 159
Mario Norberto Fernández Damas

5.
Una cartografía histórica: usos públicos
de la historia en el metro de Ciudad de México............. 209
Sebastián Vargas Álvarez

Sobre los autores............................................................... 245

5
0. Antonio Turok. “Derribo
de la estatua de Diego
de Mazariegos”. 1992.
Licencia Creative Commons.
3.0. Tomada de: https://
commons.wikimedia.org/
wiki/File:Derribo_de_la_
estatua_de_Diego_de_
Mazariegos.jpg
Presentación
Sebastián Vargas Álvarez
L as políticas de la memoria hacen referencia a los discursos y las
prácticas por medio de las cuáles se decide quién, cómo, cuándo, y bajo
qué condiciones se escoge lo que debe recordar y lo que debe olvidar
la sociedad. Estas elecciones se materializan y evidencian en los usos
que públicamente (en la escuela, el espacio público, las conmemoracio-
nes rituales, los museos, monumentos y muchos otros “lugares de la
memoria”) se hacen de la historia como relato identitario legítimo de
la comunidad. Por supuesto, estas políticas de la memoria están cons-
tantemente en disputa (los diversos actores sociales buscan consolidar
su propia memoria como la hegemónica y se resisten a los olvidos y
silencios a los que ellos o sus antepasados han sido sometidos), y como
resultado los usos que se hacen de la historia están sujetos a constante
resignificación y transformación (GNECCO y ZAMBRANO, 2000).
La memoria colectiva como problema de las ciencias sociales y las
humanidades se encuentra ya presente en la obra de algunos pensado-
res en la frontera del siglo XIX y el XX1, y se consolida con las obras pio-
neras del sociólogo Maurice Halbwachs (2004a; 2004b) y del historiador
del arte Aby Warbug (2012) en los años veinte. Desde la literatura, En
busca del tiempo perdido de Marcel Proust, escrita entre 1913 y 1922,
se convirtió en un referente para la reflexión sobre la experiencia y el
recuerdo. De la misma manera, y aunque no sean usualmente reconoci-
das dentro del canon de los estudios de la memoria, las obras literarias
de George Orwell Rebelión en la granja (1945) y 1984 (1949), pueden
considerarse críticas implícitas de las políticas de la memoria puestas
en marcha por los totalitarismos del siglo XX. No obstante, luego de
1950, año de la publicación póstuma de La memoria colectiva (Halbwa-
1 Por ejemplo Friedrich Nietzche, Walter Benjamin, Marc Bloch y Theodor Ador-
no. Algunos textos de estos autores sobre la memoria aparecen compilados en
Olick, Vinitsky-Seroussi y Levy (2011).
8 9
chs murió en 1945, en el campo de exterminio nazi de Buchenwald), se
abandonará la problemática de la memoria como campo de reflexión
e investigación, hasta su resurgimiento en los setenta y auge en los
ochenta, época en la que tiene lugar el llamado boom de la memoria.
El boom de la memoria, también conocido como giro al pasado o
giro subjetivo, es un fenómeno característico de la segunda mitad del
siglo XX, surgido después de la Segunda Guerra Mundial y acentuado
en los años setenta y ochenta por la creciente globalización del mer-
cado capitalista y las industrias culturales2. Existen dos tendencias
convergentes que explican este giro al pasado, especialmente sensi-
bles durante los años ochenta: la tendencia hacia el presentismo y la
irrupción del testimonio de la víctima/sobreviviente de grandes even-
tos traumáticos.
Por un lado, las transformaciones sociales, políticas y económicas
propias de la posguerra generaron en el mundo occidental, y luego
en todo el planeta, una aceleración, una alteración en la percepción
del tiempo, ocasionando un cambio en el régimen de historicidad mo-
derno: si el mito del progreso de la modernidad privilegiaba la noción
de futuro (horizontes de expectativa), los genocidios, guerras mundia-
les y la debacle ecológica –entre otros signos catastróficos de nuestro
tiempo– nublaron los horizontes de expectativa, y privilegiaron el pre-
sente como categoría temporal predominante; un presente y un pre-
sentismo cuya única garantía de futuro era establecer estrechos lazos
de dependencia con un pasado, con un espacio de experiencia, cada
vez más escurridizo (HARTOG, 2007 y 2014; MUDROVCIC y RABOT-
NIKOF, 2013).
Un presente desconectado del pasado y rumbo a un futuro incierto
es síntoma, según Pierre Nora, de la pérdida de una memoria colectiva
vital y orgánica propia de las sociedades tradicionales, que obliga, en
nuestros tiempos, a multiplicar los “lugares de la memoria” (artefactos
2 Un examen exhaustivo de los debates políticos, académicos y jurídicos, así como
de las implicaciones sociales y culturales de este boom de la memoria está más
allá de los límites de esta presentación. Se pueden encontrar buenas síntesis en
Huyssen (2002); Traverso (2007); Erll (2012) Jaramillo (2011); y Sarlo (2006).
culturales como monumentos, archivos, colecciones de museos, sitios
históricos, textos canónicos, etc.) a modo de repositorios artificiales
de la memoria de nuestras comunidades (2008). Ante la angustia de un
futuro que ya no es nuestro, y el fracaso de los grandes relatos identi-
tarios de la modernidad (especialmente el del estado-nación), nos vol-
camos al pasado, queriendo preservar todo, convertirlo en patrimonio.
“Manía de la conservación” (SAMUEL, 2008: 167) o “era de la conme-
moración” (NORA, 2008, p. 61), que no escapa a las lógicas del mercado
capitalista, en donde el pasado se ha vuelto una rentable mercancía:
“[en los años setenta] la sociedad de consumo aún se extendía, al igual que la
categoría de presente, que constituía el blanco privilegiado de esa sociedad
y que representaba de alguna manera su razón social […] Los años ochentas
estuvieron sumergidos por la oleada de la memoria y su alter ego, más visi-
ble y tangible, el patrimonio: patrimonio que es preciso proteger, catalogar,
valorar, pero también volver a pensar. Se erigieron monumentos conmemo-
rativos, se renovaron y multiplicaron los museos grandes y pequeños. Todo
un público no especializado, que daba muestras de interés o curiosidad hacia
la genealogía, empezó a visitar los archivos. Creció el apego por la memoria
de los lugares, y un historiador, Pierre Nora, propuso, en 1984, la noción de
‘lugar de memoria’” (HARTOG, 2007, p. 25).
Por otro lado, tenemos la irrupción del testimonio de la víctima/
sobreviviente de los grandes eventos traumáticos del siglo XX, que
“proclama la singularidad del horror” pero a la vez es “el siglo de la me-
moria colectiva, del recuerdo en común, en términos estrictamente po-
líticos” (MARTÍNEZ, 2011, p. 251, 254). Se trata de guerras, genocidios,
dictaduras militares o sistemas de segregación racial en donde se per-
petraron crímenes contra la humanidad contra poblaciones enteras, y
que luego, y partiendo del testimonio de las víctimas/sobrevivientes,
han demandado el diseño e implementación de políticas de la memo-
ria, mecanismos de justicia transicional, procesos de elaboración de la
memoria histórica, búsqueda de la reparación de las víctimas, verdad
y justicia. En estos complejos escenarios se encuentran en disputa di-
versas versiones sobre los sucedido, que enfrentan a múltiples actores
10
sociales como el estado, organizaciones de derechos humanos, de víc-
timas, sociedad civil, academia, etc.
Si bien el caso paradigmático en el debate político y académico (y
sus ecos en las industrias culturales) ha sido la Shoa o el Holocausto ju-
dío durante la Segunda Guerra Mundial (ARENDT, 1999; LEVI, 2008;
AGAMBEN, 2002), durante los años ochenta y noventa también fueron
muy importantes los procesos de dictaduras militares y el terroris-
mo de estado (detención, tortura y desaparición forzada) en Améri-
ca Latina, especialmente en Argentina, Uruguay, Chile, Brasil, Perú y
Guatemala; así como el caso de la Sudáfrica post-Apartheid (BUSTOS,
2010; RUFER, 2010)1. En Colombia, que ha vivido un conflicto armado
interno desde hace más de cincuenta años, y que actualmente afronta
el reto del proceso de paz tras las negociaciones con el grupo guerri-
llero Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el estado
apenas se comenzó a preocupar por la construcción de una memoria
histórica en el siglo XXI, si bien existen iniciativas alternativas desde
mucho antes (SÁNCHEZ, 2008; ANTEQUERA, 2011).
Paralelo al debate político y jurídico, corrió (y sigue corriendo) el
académico. Los eventos límite como la cámara de gas, la desaparición
forzada o la persecución y tortura, en diferentes latitudes y contextos,
estimularon discusiones en disciplinas como la filosofía, el derecho, el
psicoanálisis, la sociología, la antropología, y por supuesto, la histo-
ria 2. El debate crucial en la historiografía osciló entre los límites o po-
sibilidades de la representación historiadora de eventos traumáticos,
tales como el Holocausto (FRIEDLANDER, 2007; LACAPRA, 2008;
1 Francisco Ortega recuerda como la crítica poscolonial latinoamericana ha
cuestionado la (euro)centralidad del Holocausto como paradigma de los estudios
de memoria y del trauma, que se problematiza al contraponerle la experiencia
traumática y devastadora de la colonialidad que se remonta al siglo XVI (ORTE-
GA, 2011, p. 58). Enzo traverso también reflexiona agudamente sobre si la Shoa
es un evento incomparable o no, y sugiere que algunas características del exter-
minio nazi ya se hayaban presentes en la historia del colonialismo y capitalismo
europeo, en particular en lo que atañe a la Conquista del “Nuevo Mundo” (2012,
p. 175-208).
2 Astrid Erll (2012, p. 53-120) presenta una interesante síntesis de cómo las difer-
entes disciplinas (historia, literatura, psicología, sociología, comunicación, etc.)
han abordado la problemática de la memoria individual y colectiva.
11
WHITE, 2011) y las relaciones entre historia y memoria como dos ám-
bitos diferenciados de aproximación al pasado (TRAVERSO, 2007, p.
21-38; JELIN, 2000, p. 63-78; SILVA, 2007, p. 281-314).
Un efecto importante del boom de la memoria es la dislocación que
ha venido sufriendo en las últimas décadas la nación como rejilla de
inteligibilidad de la memoria social, como marco de explicación del
devenir histórico de las comunidades. Las naciones, comunidades
imaginadas cuidadosamente construidas desde finales del siglo XVIII
a partir de políticas de memoria elitistas e invención de tradiciones
(HOBSBAWM y RANGER, 2002), no pueden ya sostener en sus relatos
la hegemonía de la representación sobre el pasado, ante la irrupción
de memorias e identidades antes invisibilizadas en virtud de su condi-
ción étnico-racial, de género, clase, procedencia o ubicación geográ-
fica, etc. en un contexto globalizado donde se valora el patrimonio y
la diferencia (GILLIS, 1994; WALKOWITZ y MAYA-KNAUER, 2009)1.
En Colombia, este giro coincide, por lo menos teóricamente, con la
promulgación de la Constitución de 1991, que declara el paso de una
nación católica y heredera de la cultura hispánica (carta de 1886) a una
“pluriétnica” y “multicultural”. Si bien este proceso de dislocación de
la nación como marco de interpretación de la memoria colectiva ha
permitido la visibilización de sujetos históricos antes ignorados, no se
debe perder de vista el hecho de que, en el capitalismo globalizado, la
diferencia y los patrimonios locales son apropiados e incorporados a
lógicas trasnacionales de mercantilización y consumo, generalmente
vía turismo histórico y cultural (COMAROFF y COMAROFF, 2009).
Situadas en este contexto específico de cambio de régimen de his-
toricidad, las políticas de la memoria tienen que ver con las luchas por
la significación del pasado que confrontan a diversos sectores de la
sociedad en el presente. Afloran con intensidad a finales del siglo XX
y comienzos del XXI, pero siempre han existido –en la medida en que
1 Nora habla del deslizamiento de “lo nacional” hacia lo “patrimonial” como una
de las características de la “era de la conmemoración” (2008, p. 181-199). En este
proceso de reinterpretación de la historia es notable la influencia de los estudios
subalternos y poscoloniales.
12
están estrechamente relacionadas con las políticas de la identidad y
con las relaciones de poder2–, y por lo tanto, son susceptibles de con-
vertirse en objeto de análisis histórico.
Si bien la mayoría de estudios sobre políticas de la memoria tienen
por objeto las batallas por la representación del pasado en diversos
contextos post-traumáticos en donde estas batallas se traducen en la
búsqueda de verdad histórica, justicia y reparación para las víctimas
durante las últimas décadas3, consideramos fundamental abordar este
problema desde una perspectiva histórica de larga duración, que evi-
dencie cómo en el caso latinoamericano existen conflictos sociales y
luchas por la memoria desde la temprana Colonia y el siglo XIX, y que
permita conectar las violencias contemporáneas con violencias más
antiguas, tanto en el plano socio-histórico como en el plano del recuer-
do. En este sentido, la colonialidad del poder/saber (QUIJANO, 2000)
y la construcción del estado nación moderno pueden servir como ma-
trices analíticas para aproximarse al problema de las políticas de la
memoria desde otras perspectivas y con nuevas preguntas4. Por otra
parte, es importante no caer en reduccionismos políticos, es decir, de-
bemos evitar abordar las políticas de la memoria y los usos públicos de
la historia desde una comprensión limitada de las relaciones de poder
como mera ideología, desconectadas de las relaciones sociales y cultu-
rales en su conjunto. Como nos recuerda el historiador Alon Confino,
2 “El significado central de cualquier identidad individual o grupal, a saber, es
el sentido de mismidad sobre el tiempo y el espacio que es mantenido por el re-
cuerdo; y lo que se recuerda es definido por la identidad asumida […] revisamos
constantemente nuestras memorias para que se adapten a nuestras identidades
actuales. Las memorias pueden ayudarnos a hacer sentido del mundo en el que
vivimos; y el ‘trabajo de la memoria’ está, como cualquier otro tipo de labor
física o mental, atravesado por complejas relaciones de poder, género y clase
que determinan qué es lo que se recuerda (u olvida), por quién y para qué fines”
(GILLIS, 1994, p. 3).
3 Por mencionar sólo dos ejemplos, la investigación pionera de Paloma Aguilar
(2008) sobre las memorias del franquismo y la transición en España, y el ex-
celente libro de Katherine Hite sobre intervenciones artísticas contra-conmem-
orativas en el espacio público en países como Argentina, Chile, Perú y España
(2012).
4 Dos buenas referencias en esta dirección son: Rufer (2010) y Rappaport (2000).
13
 “el problema con la memoria definida en términos de política y usos políti-
cos es que se convierte en un reflejo ilustrativo del desarrollo político, y con
frecuencia se reduce a la ideología […] el resultado de la memoria sacrificada
al análisis de políticas y de usos políticos es, a menudo, ignorar la categoría
de lo social. En este caso, las representaciones del pasado derivan de y son
usadas principalmente para explicar relaciones de naturaleza política, pero
son considerablemente silenciosas acerca del efecto de la memoria en la or-
ganización, jerarquización y arreglos de las relaciones sociales y culturales”
(CONFINO, 1997, p. 1393).
En cuanto al concepto de usos públicos de la historia, se puede afir-
mar que es planteado por primera vez en el ensayo “Concerning the
public use of history” de Jürgen Habermas y Jeremy Leaman. Se tra-
ta de un artículo en respuesta al historiador conservador Ernst Nolte,
que hace parte del debate público que se sostuvo en Alemania entre
1986 y 1989 conocido como Historikerstreit (la disputa de los historia-
dores), que versó sobre la responsabilidad histórica de los alemanes en
el genocidio de los judíos y otros grupos durante la Segunda Guerra
Mundial, la singularidad histórica (o no) del Holocausto (y por ende el
negacionismo o reconocimiento del mismo) y la pérdida de identidad
nacional, por lo cual está muy relacionado en su génesis con las políti-
cas de la memoria (HABERMAS y LEAMAN, 1988)1. En dicho texto, los
autores se referían a la imposibilidad de desconocer el acontecimiento
traumático, de pasar la hoja sobre un “pasado que no pasa”, y resalta-
ban la imperiosa necesidad de hacerse cargo de dicho pasado, tarea en
la que el papel reflexivo y crítico de los historiadores resulta central.
Años después, en reflexión similar, pero situada en el contexto de
la India poscolonial, Dipesh Chakrabarty proponía el concepto de
“vida pública de la historia” para designar las conexiones que la his-
toria como disciplina científica puede (y debe) forjar con instituciones
1 Los principales ensayos que hicieron parte del contrapuneto entre Habermas y
Nolte aparecen traducidos al castellano en Habermas, Mann y Nolte (2012). Para
un contexto del debate de los historiadores, ver los capítulos “Reflexiones sobre
el debate de los historiadores” de LaCapra (2008, p. 59-82) y “Los dilemas de los
historiadores alemanes” de Traverso (2007, p. 81-91).
14
y prácticas sociales por fuera de la universidad y de la burocracia ofi-
cial, para asumir un rol pertinente en los debates sobre el pasado en
el mundo actual. Pensando en cómo sacar a la práctica historiográfica
de su enclaustramiento académico, Chakrabarty se preguntaba “¿bajo
qué condiciones pueden la historia y los historiadores desempeñar un
papel de juicio cuando las disputas relacionadas con el pasado surgen
en el ámbito de la cultura popular en las democracias?” (2008, p. 169).
La referencia a los conceptos de “historia pública” y/o “usos pú-
blicos de la historia” se hará más común en la academia anglosajona
–Estados Unidos y Canadá primero; Australia y Gran Bretaña des-
pués– en donde la Public History se consolida desde la década de los
ochenta como un campo de estudio de la historia que se preocupa por
las producciones de sentido sobre el pasado originadas por fuera de la
academia y la historiografía especializada, un área en constante con-
tacto con la historia oral, la preservación histórica, la archivística y el
mundo de los museos, memoriales y sitios históricos (LIDDINGTON,
2002). Una de las obras pioneras en este sentido fue Los trabajos de la
memoria de Raphael Samuel (2008) [1994], y podríamos también men-
cionar la investigación de Roy Rosenzweig y David Thelen acerca de los
imaginarios sobre la historia de la sociedad norteamericana de finales
del siglo XX, The presence of the past: popular uses of history in ame-
rican life (1998).
El término Public History es usualmente atribuido a Robert Kelley,
historiador ambiental de la Universidad de California, según el cual
ésta se refiere “al empleo de historiadores y del método histórico afue-
ra de la academia” (1978, p. 16). Por lo tanto, la historia pública tendría
que ver con una práctica intelectual que desborda el ámbito de las uni-
versidades y centros de investigación, a través de la cual los historia-
dores profesionales comienzan a vincularse, cada vez con mayor fre-
cuencia, con pequeñas comunidades, o grandes industrias u oficinas
gubernamentales, no limitándose a las funciones convencionales del
oficio (docencia e investigación, trabajo de archivo, etc.), sino también
asesorando campañas publicitarias, promociones culturales o parti-
cipando como expertos en tribunales (CARRERAS y FORCADELL,
2003, p. 38-39).
15
 En este sentido, la Public History implicaría una forma de inves-
tigación y narración histórica que trascendería los métodos, objetos
de estudio y lenguajes especializados tradicionales de la historia pro-
fesional, y que tendería más bien hacia el trabajo colaborativo entre
el historiador y otros actores (comunicadores, curadores de museos,
historiadores aficionados, familiares y locales, líderes comunitarios,
etc.) con el objetivo de co-producir nuevos relatos históricos (FINN y
SMITH, 2015, p. 124-127; GLOVER, 2008), o en palabras de Sarah Lloyd
y Julie Moore, “historias sedimentadas” (LLOYD Y MOORE, 2015).
En muchos casos la Historia Pública se encarna en proyectos de
investigación-intervención en contextos específicos en donde ciertas
memorias e identidades han sido soterradas, en los que el historiador
trabaja en conjunto con múltiples comunidades y actores sociales para
auscultar el pasado y aportar así a la comprensión y transformación de
un presente atravesado por la conflictividad política. Pero también es
cierto que ésta ha sido utilizada (y contratada) por diversos sectores
privados y gubernamentales que persiguen sus propios intereses. De
ahí que en ocasiones la Historia Pública adopte la forma de una Private
History, es decir, una historia que obedece “a los diversos y plurales
requerimientos de la demanda privada, una client-oriented research”
(CARRERAS y FORCADELL, 2003, p. 39; LIDDINGTON, 2002, p. 90).
Esta mutación de la historia pública debería llamarse, según François
Hartog y Jacques Revel, Applied History, pues representa la aplicación
de la labor historiadora al servicio de diversas causas particulares: la
historia de una empresa controlada para sí misma, la investigación de
un precedente, el desarrollo de un modelo de negocio, o la construc-
ción de un caso de defensa jurídica, entre otros (2001, p. 17).
En los últimos años, la masificación de las nuevas tecnologías y me-
dios de comunicación, especialmente el Internet, han transformado
radicalmente las maneras en que la historia es producida y consumi-
da: “foros en línea, blogs, dispositivos móviles, aplicaciones móviles,
tabletas, redes sociales y una innumerable variedad de plataformas
digitales han facilitado un mayor grado de ‘participación de los usua-
rios’ (user engagement), donde cualquier persona con acceso a Internet
puede contribuir a la comprensión del pasado” (MALERBA, 2017, p.
16
9). Esto ha planteado nuevas preguntas con respecto a la cuestión del
acceso y la validez de la información, el desdibujamiento de la distin-
ción (jerarquía) entre quien produce y quien consume, la autoridad y
evaluación del discurso histórico, y la investigación colaborativa (FOS-
TER, 2014; MALERBA, 2017).
Finalmente, es importante resaltar que en España y Latinoamérica
cada vez son más los investigadores que se preocupan por la problemá-
tica de los usos públicos de la historia, como resultado del boom de la
memoria y los retos que la emergencia de las memorias colectivas han
planteado a la disciplina. Prueba de ello, es la realización de eventos
académicos como el VI Congreso de la Asociación de Historia Con-
temporánea en Zaragoza, cuyas memorias se recogen en el libro Usos
públicos de la historia (CARRERAS Y FORCADELL, 2003), así como la
publicación de números especiales en revistas de historia y ciencias
sociales1 y de libros como el que el lector tiene en sus manos.
Histori(a)fuera
El presente volúmen es el resultado de un encuentro y de una volun-
tad. El encuentro: el seminario “Histori(a)fuera: políticas de la memo-
ria y usos públicos de la historia”, ofrecido por 17, Instituto de Estudios
Críticos en el verano de 2016. En este escenario académico, virtual y
transdisciplinar, convergimos un grupo de personas de diferentes
formaciones, trayectorias y oficios, con el interés común de aprender,
leer e investigar sobre las diversas maneras en que múltiples actores
1 Por mencionar algunos ejemplos: el dossier “Memoria, historia y testimonio
en América Latina” de la revista Historia Crítica (núm. 40, 2010); el dossier
“Políticas de la memoria y usos públicos de la historia” de la revista Memoria
y Sociedad (vól. 17, núm. 35, 2013); el número monográfico “Usos públicos e
políticos da memória: construções, conflitos e representações” de Anos 90 (vól.
22, núm. 42, 2015); el número sobre “Escritura de la historia y gestión de la
memoria en América Latina” del Anuario de Historia Regional y de las Fronteras
(vól. 22, núm. 2, 2016); el dossier “A história e seus públicos. A circulação do
conhecimento histórico: espaços, leitores e linguagens” de la revista Historia da
Historiografia (vól. 9, núm. 20) y el dossier “História Pública” de la revista Tempo
& Argumento (vól. 8, núm. 19, 2016); y el dossier “Public History. La historia en
público” también de Historia Crítica (núm. 65, 2017). Todas estas revistas pueden
consultarse gratuitamente en internet.
17
sociales disputan en el espacio público, y a través de distintos discur-
sos, prácticas y artefactos culturales, los significados del pasado (y por
ende, también del presente y del futuro). La voluntad: por un lado, del
profesor y algunos de los estudiantes de este seminario de reunirnos
más allá del compromiso curricular para trabajar en un proyecto co-
lectivo: escribir, leer y retroalimentar algunos casos de estudio; por
otro, de Publicaciones La Sorda, editorial independiente de la ciudad
de Bogotá, de confiar en el proyecto y darle vida bajo la materialidad
de un libro.
Los ensayos reunidos en este libro abordan las complejas inter-
secciones entre memoria, historia, política y espacio público a partir
de casos de estudio atravesados por una reflexión teórica implícita
y constante. Se trata de investigaciones que desde una perspectiva
transdisciplinar exploran contextos concretos (cuatro en México, uno
en Cuba) en donde se articulan espacio, representación del pasado y
artefactos culturales/dispositivos de memoria que despliegan o acti-
van diversos usos públicos de la historia. De esta manera, el libro ras-
trea e historiza diversos discursos, apropiaciones y disputas en torno
a monumentos, sitios arqueológicos, avenidas y sistemas de señalética
en redes de transporte urbano.
En un primer momento, la historiadora del arte Blanca Gutiérrez
analiza dos monumentos construidos en los últimos años en la Ciudad
de México que materializan el discurso de legitimación de la guerra
contra el narcotráfico adelantada por el gobierno de Felipe Calderón
Hinojoza (2006-2012): el Memorial de las Víctimas de la Violencia y la
Estela de Luz. A partir de un análisis estético y de las representaciones
históricas que se ponen en juego en estos dos “lugares de memoria”,
la autora da cuenta de las batallas por el sentido del pasado reciente
que han enfrentado al estado mexicano (y sus políticas de memoria ofi-
ciales) con organizaciones de víctimas como el Movimiento por la Paz
con Justicia y Dignidad (con sus contra-conmemoraciones, cuestiona-
mientos y reapropiaciones de los mencionados monumentos). Por un
lado, a la durabilidad del acero del memorial, en donde no hay nombres
propios sino frases “universales” y desconectadas del contexto inme-
diato mexicano, se contrapone lo efímero de los nombres y mensajes
18
escritos con tiza; por otro, los performances y reuniones, así como las
placas conmemorativas instaladas en el suelo junto a la estela, desafían
la altura y verticalidad del monumento oficial bicentenario. El ensayo
de Blanca es un buen ejemplo de que no siempre y no necesariamente
los monumentos memoriales cumplen con una función de reparación
y reconciliación, y antes bien pueden trabajar a favor de la impunidad
e incluso generar nuevas victimizaciones, además del hecho de que su
sentido nunca se encuentra fijado indefinidamente, sino que es objeto
de discusión y resignificación por parte de diversos actores sociales a
lo largo del tiempo (VIEJO-ROSE, 2016).
En el segundo capítulo, la arqueóloga Cristina Desentis da cuenta
de las actuales tensiones y disputas en torno a los usos del territorio, el
patrimonio y la historia en Cholula (Puebla, México), la ciudad con ocu-
pación continua más antigua de América. Cholula fue un importante
centro ceremonial durante la época prehispánica y colonial, teniendo
como espacio sagrado central La Gran Pirámide (Tlachihualtepetl, el
cerrito), en donde actualmente está ubicado un sitio arqueológico al
cuidado del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y el
santuario de la virgen de los Remedios, visitados por turistas y feligre-
ses. No obstante, la zona arqueológica/sagrada de Cholula viene desde
hace algunos años sufriendo un proceso de transformación que ini-
ció bajo la administración del gobernador Rafael Moreno Valle (2011-
2017), quien consiguió el nombramiento de la ciudad como “Pueblo
Mágico” (2012) y puso en marcha el proceso de “dignificación” de los
espacios de la ciudad con la construcción del “Parque de las 7 Cultu-
ras”, la construcción de un nuevo museo en la sede de un antiguo hos-
pital psiquiátrico y la instalación de un tren turístico desde la vecina
ciudad de Puebla.
Arqueólogos, funcionarios del INAH y habitantes de Cholula ali-
neados en asociaciones como “Ciudadanos unidos por Cholula Viva
y Digna”, el “Círculo en defensa del territorio” y el “Frente municipal
cholulteca”, se han pronunciado en contra de estos proyectos, denun-
ciando la privatización del espacio arqueológico y la mercantilización
del pasado cholulteca vía turismo histórico y cultural; la afectación
que las nuevas construcciones y el arribo masivo del turismo pueden
19
causar al patrimonio arquelógico del lugar; la inexistencia de la con-
sulta previa a las comunidades locales y la expropiación de predios a
habitantes del lugar para la realización de las obras, entre otras pro-
blemáticas. A pesar de las reuniones, veladas culturales y manifesta-
ciones de los cholultecas –que pudieron organizarse, en buena medida
gracias al sistema de cargos y mayordomías por barrios que data del
período prehispánico y del culto a la virgen de los Remedios durante la
época virreinal–, al parecer con la construcción del parque y la apertu-
ra del tren se ha impuesto el poder del gobierno estatal y la neolibera-
lización del patrimonio en Cholula. Pero la ciudadanía cholulteca sigue
dando la pelea, esgrimiendo una historia en común, una memoria y
una identidad propias como armas desde las cuales luchar por un pre-
sente y un futuro.
La relación entre un espacio geográfico/sagrado determinado, y los
procesos de elaboración de la memoria y construcción de las identida-
des colectivas también es fundamental en el ensayo de Juan Camilo
Riobó, titulado “Arrojo: fútbol, memoria y monumento”, que trata so-
bre el “Arrojo”, escultura instalada en las inmediaciones del estadio
Nou Camp del Club León (León, Guanajuato, México). Según el autor,
en los últimos años el boom de la memoria y la patrimonialización ha
permeado también al mundo deportivo y futbolístico, por lo que se han
construido monumentos, museos y otros “lugares de memoria” alrede-
dor de estadios y otro tipo de escenarios deportivos.
El texto repasa la historia de “La Fiera”, y de su afición, así como de
la ciudad de León y de la región en donde queda ubicada, el Bajío Gua-
najuatense, y se aproxima al monumento y al estadio en tanto “lugares
de memoria” que cumplen una función simbólica asociada a la recrea-
ción de la memoria y la identidad colectiva de los aficionados “panzas
verdes” a través de las generaciones. Pero además de fijar y reafian-
zar una identidad deportiva, ligada al equipo de fútbol y su historia
de derrotas y victorias, también contribuyen a reforzar ciertos ima-
ginarios e identidades regionales características del Bajío: una tierra
rica y sencilla, habitada por gente humilde, trabajadora, e industriosa;
un pueblo tradicional (conservador), pero a la vez pujante y moderno.
Concluye Juan Camilo que “este caso al interior del fútbol mexicano,
20
nos permite analizar un espacio de memoria y las implicaciones de éste
con otras esferas de representación social como el deporte, el arte, la
ocupación de los espacios públicos, las identidades regionales, la expe-
riencia histórica de las personas y la historia del fútbol”.
En el cuarto capítulo, Mario Norberto Fernández aborda las memo-
rias en disputa en torno a las estatuas de los dos primeros presidentes
cubanos, Tomás Estrada Palma y José Miguel Gómez, emplazadas en
la Calle G o Avenida de los Presidentes en el barrio El Vedado de la
Habana. El ensayo muestra cómo G se convirtió durante la primera
mitad del siglo XX en una escenario de representación del poder en el
espacio urbano que obedecía a la consolidación de una memoria y una
identidad nacional acorde con el proyecto de la República de Cuba.
Luego del triunfo de la Revolución, en 1959, Castro mandó a retirar
las estatuas de ambos presidentes por considerarlos neocolonialistas y
subordinados a los intereses estadounidenses, y del primero sólo que-
dan el pedestal y los zapatos, estética del fragmento que se relaciona
con las heterogeneidades sociales que se apropian de la avenida hoy en
día. El borramiento no se dio únicamente en el espacio público, sino
también en publicaciones sobre arquitectura y urbanismo producidas
bajo el régimen, que cubrieron de olvido a las estatuas. Así mismo,
el gobierno revolucionario pobló la avenida con nuevos monumentos
a otros héroes, no cubanos, pero sí afines a su espectro ideológico:
Simón Bolívar (1999), Benito Juárez (2000) y Salvador Allende (2003).
En años recientes, intelectuales opositores al régimen –burlando la
censura a través del uso de blogs y diarios digitales–, han iniciado un
debate público con respecto a las memorias silenciadas en la Avenida
de los Presidentes, con la intención de reivindicar e identificarse con
el proyecto republicano en contraposición al gobierno revolucionario;
diversas culturas juveniles se han apropiado de la avenida como lu-
gar de socialización cotidiano; y hasta un grupo de rap afrocubano
compuso una canción en contra del monumento a José Miguel Gómez
por considerarlo responsable del genocidio del Partido de los Indepen-
dientes de Color, en 1912.
Por último, el libro cierra con el ensayo “Una cartografía histórica.
Usos públicos de la historia en el metro de la Ciudad de México”, de
21
Sebastián Vargas. El capítulo plantea una interpretación del sistema
iconográfico de señalización del metro como un dispositivo urbano de
transmisión de la memoria social a través del cual los usuarios refuer-
zan (o cuestionan) los relatos sobre el pasado aprehendidos en otros
espacios y/o soportes (la escuela, la conmemoración, el museo, los me-
dios de comunicación, etc.) a la vez que se sirven de esta cartografía
histórica para orientarse en sus desplazamientos cotidianos por la ciu-
dad. El texto es un acercamiento a los usos públicos de la historia en el
metro de la Ciudad de México, a partir de dos preguntas principales:
¿qué historia de México se narra en la iconografía del metro? y ¿cuál
es la recepción de esta historia por parte de los usuarios y cómo la uti-
lizan? Precisamente, teniendo en cuenta el problema de la recepción y
la resignificación, el ensayo termina presentando el trabajo de Redre-
tro, un colectivo de arte urbano que ha realizado intervenciones en el
metro que dislocan los significados de la historia y la sociedad que se
pretenden transmitir a través del sistema de señalética.
Histori(a)fuera se trata de sacar la investigación histórica y la re-
flexión en torno a la memoria, el patrimonio y los heterogéneos usos y
sentidos del pasado en el ámbito público de la ciencia historiográfica,
la academia y los circuitos especializados. Es un esfuerzo por abrir
nuevas vetas de indagación, para debatir y profundizar el campo de los
estudios sobre la memoria desde el dialogo entre diversas disciplinas,
saberes y experiencias. Se trata, ante todo, de convertir la investiga-
ción en una intervención que genere algún impacto en los contextos
específicos a los cuales se dirige. Una apuesta por derrumbar los mu-
ros que nos dividen y devolverle a nuestro ejercicio intelectual una de
sus características más sustanciales: la praxis. ¡Abajo los muros! §
Bogotá, 3 de mayo de 2017
22
Referencias
AGAMBEN, Giorgio. Lo que queda de Auschwitz: el archivo y el testi-
go. Homo Saccer III. Valencia: Pre Textos, 2002.
AGUILAR, Paloma. Políticas de la memoria y memorias de la política.
El caso español en perspectiva comparada. Madrid: Alianza, 2008.
ANTEQUERA, José. La memoria histórica como relato emblemático.
Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá-Agencia Catalana de Cooperació
al Desenvoulpament, 2011.
ARENDT, Hannah. Eichman en Jerusalén. Estudio sobre la banalidad
del mal. Barcelona: Lumen, 1999 [1963].
ASHTON, Paul y KEAN, Hilda (eds). People and their pasts: public his-
tory today. Nueva York: Palgrave-MacMillan, 2009.
BUSTOS, Guillermo. “La irrupción del testimonio en América Latina:
intersecciones entre historia y memoria. Presentación del dossier:
‘Memoria, historia y testimonio en América Latina”. En: Historia
Crítica, Bogotá, n. 40, p. 10-19, 2010.
COMAROFF John L. y Jean. Ethnicity Inc. Chicago y Londres: Chicago
University Press, 2009.
CONFINO, Alon. “Collective memory and cultural history: problems of
method”. The American Historical Review 102, 5 (1997): 1386-1403.
ERLL, Astrid. Memoria colectiva y culturas del recuerdo. Un estudio
introductorio. Bogotá: Universidad de los Andes, 2012.
FINN, Margot y SMITH, Kate (Eds.). New paths to public histories.
Londres: Palgrave-MacMillan, 2015.
CARRERAS, Juan José y FORCADELL, Carlos. Usos públicos de la
historia. Ponencias del VI Congreso de la Asociación de Historia
Contemporánea (Universidad de Zaragoza, 2002). Madrid: Marcial
Pons/Prensas Universitarias de Zaragoza, 2003.
FOSTER, Meg. “Online and plugged in? public history and historians in
the digital age”. En: Public History Review, Sidney, n. 21, p.1-19, 2014.
GILLIS, John, ed. Commemorations. The politics of national identity.
Princeton: Princenton University Press.
GLOVER, Nikolas. “Co-produced histories. Mapping the uses and na-
rratives of history in the tourist age”. En: The Public Historian, San-
23
 ta Barbara, n. 30, p. 44: 105-124, 2008.
GNECCO, Cristóbal y ZAMBRANO, Marta. Memorias hegemónicas,
memorias disidentes. El pasado como política de la historia. Bogotá:
ICANH/Universidad del Cauca, 2000.
HABERMAS, Jürgen y LEAMAN, Jeremy. “Concerning the public use
of history”. En: New German Critique, Durham, n. 44, p. 40-50, 1988.
HABERMAS, Jürgen; MANN, Thomas y NOLTE, Ernst. Hermano Hit-
ler. El debate de los historiadores. México: Herder, 2012.
HALBWACHS, Maurice. La memoria colectiva. Zaragoza: Prensas uni-
versitarias de Zaragoza, 2004.
HALBWACHS, Maurice. Los marcos sociales de la memoria. Barcelo-
na: Anthropos, 2004.
HARTOG, François. Regímenes de historicidad. Presentismo y expe-
riencias del tiempo. México: Universidad Iberoamericana, 2007.
HARTOG, François. “El nombre y los conceptos de historia”. En: His-
toria Crítica, Bogotá, n. 54, p. 75-87, 2014.
HARTOG, François y REVEL, Jacques. Les usages politiques du passé.
París: Les Éditions de l’École des Hautes Études en Sciences Socia-
les, 2001.
HITE, Katherine. Politics and the art of commemoration. Memorials to
struggle in Latin America and Spain. London: Routledge, 2012.
HOBSBAWM, Eric y RANGER, Terence (Eds.). La invención de la tradi-
ción. Barcelona: Crítica, 2002.
HUYSSEN, Andreas. En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en
tiempos de globalización. México: Fondo de Cultura Económica, 2002.
JELIN, Elizabeth. Los trabajos de la memoria. Madrid: Siglo XXI, 2002.
JARAMILLO, Jefferson. “El giro al pasado. Reflexiones sobre su natu-
raleza e impactos”. En: Folios, Bogotá, n. 33, p. 65-80, 2011.
KELLEY, Robert. “Public History: its origins, nature and prospects”.
En: The Public Historian, Santa Barbara, n. 1, p. 16-28, 1978.
LACAPRA, Dominick. Representar el Holocausto. Historia, teoría,
trauma. Buenos Aires: Prometeo, 2008.
LEVI, Primo. Trilogía de Auschwitz (Si esto es un hombre, La tregua,
Los hundidos y los salvados). Barcelona: El Aleph, 2008.
LIDDINGTON, Jill. “What is Public History? Publics and their pasts, me-
24
anings and practices”. En: Oral History, Londres, n. 30, p. 83-93, 2002.
LLOYD, Sarah y MOORE, Julie. “Sedimented Histories: Connections,
Collaborations and Co-production in Regional History”. En: His-
tory Workshop Journal, Oxford, n. 80:1, p. 234-248, 2015.
MALERBA, Jurandir. “Os historiadores e seus públicos: desafios ao
conhecimento histórico na era digital”. En: Revista Brasileira de
História, São Paulo, n. 37:74, p. 1-20, 2017.
MARTÍNEZ, Alejandro. “La rendición de cuentas y lo imprescripti-
ble”. En: ZAMORA, José y REYES MATE, Manuel (Eds.). Justicia
y memoria. Hacia una teoría de la justicia anamnética. Barcelona:
Anthropos, p. 249-266, 2011.
MUDROVCIC, María Inés y RABOTNIKOF, Nora (Comps.). En busca
del pasado perdido. Temporalidad, historia y memoria. México: Si-
glo XXI/UNAM, 2013.
NORA, Pierre. Pierre Nora en Les Lieux de mémoire. Montevideo: Tril-
ce, 2008.
OLICK, Jeffrey, VINISTSKY-SEROUSSI, Vered y Levy, DANIEL (Eds.).
The collective memory reader. Oxford: Oxford University Press, 2011.
ORTEGA, Francisco. Trauma, cultura e historia: reflexiones interdisci-
plinarias para el nuevo milenio. Bogotá: Universidad Nacional, 2011.
ORWELL, George. Rebelión en la granja. Barcelona: Destino, 2008.
ORWELL, George. 1984. Barcelona: Destino, 2009.
PROUST, Marcel. A la busca del tiempo perdido. Madrid: Valdemar, 2005.
QUIJANO, Aníbal. “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América
Latina”. En: LANDER, Edgardo (Comp.). La colonialidad del saber:
eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas Latinoamericanas.
Buenos Aires: CLACSO, p. 201-246, 2000.
RAPPAPORT, Joanne. La política de la memoria. Interpretación indíge-
na de la historia en los Andes colombianos. Popayán: Universidad
del Cauca, 2000.
ROSENZWEIG, Roy y THELEN, David. The Presence of the Past: Popu-
lar uses of history in american life. Nueva York: Columbia University
Press, 1998.
RUFER, Mario. La nación en escenas. Memoria pública y usos del pasa-
do en contextos poscoloniales. México: El Colegio de México, 2010.
25
SAMUEL, Raphael. Teatros de la memoria. Pasado y presente de la cul-
tura contemporánea. Valencia: Publicaciones Universitat de Valen-
cia, 2008 [1994].
SÁNCHEZ, Juan. “Sobre la memoria. El pasado presente en los medios
de comunicación”. En: Historia Actual On Line, Cádiz, n. 4, p. 153-
163, 2004.
SÁNCHEZ, Gonzalo. “Tiempo de memorias y tiempo de víctimas”. En:
Análisis Político, Bogotá, n. 63, p. 3-21, 2008.
SARLO, Beatriz. Tiempo pasado, cultura de la memoria y giro subjeti-
vo. Una discusión, México: Siglo XXI, 2006.
SILVA, Renán. “Comunidades de memoria y análisis histórico”. En: A
la sombra de Clío. Diez ensayos sobre historia e historiografía. Me-
dellín: La Carreta, p. 281-314, 2007.
TRAVERSO, Enzo. El pasado, instrucciones de uso. Historia, memoria,
política. Madrid: Marcial Pons, 2007.
TRAVERSO, Enzo. La historia como campo de batalla. Interpretar las vio-
lencias del siglo XX. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2012.
VIEJO-ROSE, Dacia. “Memorial functions: Intent, impact and the ri-
ght to remember”. En: Memory Studies, Londres, Thousand Oaks y
Nueva Delhi, n. 4:4, p. 465-480, 2016.
WARBUG, Aby. El Atlas de imágenes Mnemosyne. México: UNAM,
2012 [1926].
WALKOWITZ, Daniel y MAYA-KNAUER, Lisa (Eds.). Contested his-
tories in public space. Memory, race and nation. London & Durham:
Duke University Press, 2009.
WHITE, Hayden. “Entramamiento histórico y el problema de la ver-
dad”. En: ORTEGA, Francisco (Ed.). Trauma, cultura e historia: re-
flexiones interdisciplinarias para el nuevo milenio. Bogotá: Universi-
dad Nacional, p. 217-240, 2011.

26
1.
El Memorial de las víctimas de la violencia, la
Estela de luz, y las batallas por la memoria de la
“guerra” contra el narcotráfico en México1

Blanca Gutiérrez Galindo

1 Este artículo forma parte del proyecto PAPIIT IN400417 apoyado por la
DGAPA-UNAM titulado “Políticas de representación y lucha por la memoria
en “la guerra contra el narcotráfico en México. Imagen, monumento y acción”.
Agradezco la conducción de Sebastián Vargas Álvarez en el Seminario Histori(a)
fuera: políticas de la memoria y usos públicos de la historia (2016). Igualmente
agradezco el apoyo de Rigoberto Reyes Sánchez en el seminario Prácticas
artísticas, museos y memoria de la violencia política en América Latina, una
panorámica crítica (2016). Este artículo se ha nutrido de su asesoría y recomen-
daciones bibliográficas y hemerográficas.

29
1. Blanca Gutiérrez Galindo. “Memorial de las víctimas de la
violencia”. 2016. Fotografía cortesía de la autora.
 El 5 de abril de 2013 tuvo lugar en la ciudad de México la inau-
guración del Memorial de las víctimas de la violencia en México. Se
trata de la primera obra construida ex profeso por el gobierno de la
República en memoria de las “víctimas de la violencia”. Su construc-
ción fue la respuesta del ex presidente Felipe Calderón a la demanda
de los afectados por su política de seguridad conocida como “guerra
contra el narcotráfico” que, al final de su sexenio dejó como saldo un
incremento sin precedentes en el número de muertes violentas, des-
plazados, desaparecidos y en las presuntas violaciones de los derechos
humanos de parte del ejército y las fuerzas policíacas de todos los ór-
denes de gobierno, al grado de ser llamado “el sexenio de la muerte”
(PROCESO, 2012).
Las cifras proporcionadas por Zeid Ra’ad Al Hussein, Alto Comi-
sionado de la ONU para los Derechos Humanos durante su vista en
México en 2015, permiten imaginar la magnitud del costo humanitario
de la política de seguridad de Calderón, continuada hasta el día de hoy
por el actual presidente, Enrique Peña Nieto: de diciembre del 2006
hasta agosto del 2015 fueron asesinadas en México 151,233 personas,
incluyendo miles de migrantes en tránsito. Desde 2007 se contaron al
menos 26,000 personas cuyo paradero se desconoce, muchas posible-
mente como resultado de desapariciones forzadas. Miles de mujeres y
niñas son abusadas sexualmente o se convierten en víctimas de femi-
nicidio. Y prácticamente nadie ha sido condenado por dichos críme-
nes. (ZEID RA’AD AL HUSSEIN, 2015; MEDINA, 2016).
Desde su inicio, en diciembre del 2006, y hasta la fecha, la “gue-
rra contra el narcotráfico” ha sido presentado por el gobierno fede-
ral como necesaria para la seguridad interna del país, involucrando
a las Fuerzas Armadas en tareas policíacas y negándose a aceptar su
responsabilidad en las violaciones a los derechos humanos.1 Con ello,
1 En su primer día de mandato, en el Auditorio Nacional el presidente Calderón
declaró que la inseguridad era el problema principal del país, e informó de las
medidas que tomaría: “Una de las tres prioridades que voy a encabezar en mi
gobierno es, precisamente, la lucha por recuperar la seguridad pública y la le-
galidad”. Y agregó: “Sé que restablecer la seguridad no será nada fácil ni rápido,
que tomará tiempo, que costará mucho dinero, e incluso y por desgracia, vidas
32
el Estado ha profundizado su deuda con la ciudadanía en materia de
impartición de justicia, lo que incluye el lugar que las víctimas ocupan
en la historia y la memoria de este episodio de la historia de México.
Saldar esa deuda ha sido el reclamo de una amplia movilización social
a partir del año 20112.
Uno de los agentes más importantes de esa movilización ha sido el
Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD), fundado y lide-
rado por el poeta Javier Sicilia. El MPJD dio visibilidad a varios grupos
de la sociedad civil que le disputaban al gobierno federal el sentido de
la “guerra” contra el narcotráfico, también llamada lucha o combate a
la delincuencia organizada.3 Al entrar en una disputa por el uso políti-
co y público de la memoria a través de la búsqueda de reivindicaciones
y reparaciones materiales para las víctimas, estos grupos han venido
actuando como “emprendedores de memoria”; para ello han elaborado
rituales y han participado en conmemoraciones, y también han recla-
mado marcas simbólicas de reconocimiento en memoriales, monu-
mentos y museos (JELIN, 2002, p. 48-50).
En efecto, en el año 2011 el MPJD demandó al gobierno federal im-
pulsar una ley para las víctimas de la violencia, construir un sistema
integral de atención a las víctimas y erigir un monumento dedicado
a su memoria. La construcción del monumento significaba el estable-
humanas. Pero téngalo por seguro, ésta es una batalla en la que yo estaré al
frente, es una batalla que tenemos que librar y que unidos los mexicanos vamos
a ganar a la delincuencia” (ASTORGA, 2015, p. 21).
2 El 30 de agosto del 2008 se llevó a cabo una marcha en la Ciudad de México
contra la inseguridad y la impunidad, convocada por varias organizaciones
civiles, denominada “Iluminemos México”. Participaron alrededor de 800.000
personas en la capital y varios miles en otras ciudades del país. Otras marchas
con demandas similares habían tenido lugar en 2004 y 2007 (ASTORGA, 2015, p.
64).
3 A pesar del desmentido del expresidente Calderón, en un conteo periodístico
del 4 de diciembre de 2006 al 12 de enero del 2011 se detectó que se refirió públi-
camente a su estrategia de seguridad como “guerra” al menos en 58 ocasiones.
(ASTORGA, 2015, p. 83). El problema del uso de término se refiere a la partic-
ipación de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad pública y atañe al tipo
de compromisos que el Estado asume en tiempos de un conflicto armado per-
manente. La propuesta de Ley de Seguridad Interior, presentada en diciembre
de 2016 por legisladores del PAN y del PRI pretende dotar de un marco legal las
tareas civiles de seguridad que viene realizando y en las cuales están implicadas
las violaciones a los derechos humanos.
33
cimiento de un marco espacial para introducir a los afectados por la
política de seguridad de Calderón en la memoria colectiva (HALBWA-
CHS, 2004). Las acciones del El MPJD como emprendedor de memoria
se han propuesto el reconocimento del valor de sus vidas y su dere-
cho a ser recordados. Pero esta ambición ha enfrentado la oposición
del gobierno que, de diversas maneras, se ha negado a reconocer su
responsabilidad y ha intentando borrar las memorias de las víctimas
pues ello significaría el reconocimiento del fracaso de su estratgia de
combate al negocio del narcotráfico. Aunque parezca contradicotiro,
la construcción del Monumento de las víctimas de la violencia en Méxi-
co materializa esta neagativa.
Las discusiones y debates que tuvieron lugar con motivo de la cons-
trucción del Memorial, inaugurado con retraso en el sexenio del su-
cesor del presidente Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto, muestran
que las memorias de los acontecimientos ocurren en escenarios de
confrontación y lucha entre actores con narrativas contrastantes y
opuestas, originadas en diferentes lugares de enunciación, y sujetas
a diversos procesos de significación y re-significación (JELIN, 2002;
JELIN y LANGLAND, 2002).
Como marca material y simbólica de la memoria de la violencia en
México, el Memorial de las víctimas de la violencia en México se con-
virtió en un objeto de disputa que terminó con el rechazo del MPJD.
De ahí que, en su lugar, el Movimiento propuso que la Estela de luz,
el monumento construido también durante el sexenio del presidente
Calderón para celebrar el bicentenario de la independencia de Méxi-
co, fuera utilizado como memorial y centro de documentación sobre la
violencia reciente. La propuesta era doble: preservar la memoria de las
víctimas y dotar a la Este de luz –inaugurada con retraso y que para
muchos simboliza la corrupción del régimen calderonista– de un sen-
tido histórico y comunitario para los mexicanos.
La construcción del Memorial de las víctimas de la violencia en Mé-
xico y la construcción de la Estela de luz muestran que el ex presidente
Calderón consideró la memoria como un activo político en el que se
jugaba la legitimidad de su gobierno. La “guerra contra el narcotrá-
fico” fue la estrategia con la que el panista buscó legitimarse como
34
presidente de la República después de las sospechas de fraude en su
elección en 2006, por lo que la narrativa con la cual se le dio significado
a esta estrategia se convirtió para su gobierno en un asunto crucial.1
En los dos monumentos mencionados se materializa esa narrativa.
En las páginas que siguen explicaremos la forma en la cual el MPJD
ha disputado la narrativa que ha dado sentido a la gestión calderonista
en materia de seguridad a través del rechazo y la resignificación de sus
dos obras conmemorativas más importantes: el Memorial de las vícti-
mas de la violencia en México y la Estela de luz. En la medida en que no
cuentan ellos mismos con la legitimidad necesaria para desempeñar la
función simbólica que dio sentido a su construcción, ambos son mo-
numentos fallidos. ¿Cuáles son las razones? En el intento de avanzar
respuestas a esta pregunta, en la primera parte de este texto se analiza
el Memorial en su dimensión estética como contra monumento. Mos-
traremos que la elección del proyecto fue inadecuada para responder a
las demandas de justicia y verdad de las víctimas de la violencia, pero
adecuado para activar, en un futuro, un reconocimiento de la política
de seguridad del ex presidente Calderón. En la segunda parte haremos
un recuento de la discusión que tuvo lugar en torno a la construcción
del Memorial para mostrar que su construcción formó parte de la ma-
terialización de la narrativa con la cual el ex mandatario intentó legiti-
mar su gobierno e igualmente asegurar un lugar positivo en la historia
nacional. En la tercera parte señalaremos que las acciones llevada a
cabo por el MPJD en la Estela de luz irrumpen en la construcción sim-
bólica del régimen calderoniana ubicando el problema de la guerra
contra el narcotráfico y sus víctimas como un problema central de la
historia nacional en tiempos del neoliberalismo.
1 La diferencia de votos con su contrincante, Andrés Manuel López Obrador, fue
de medio punto porcentual. La elección estuvo plagada de irregularidades. Eso
hizo pensar que la “guerra” contra el narcotráfico fue producto de una decisión
política orientada a lograr una legitimidad en el ejercicio del gobierno. (ASTOR-
GA 2015; AGUAYO, 2010; CHABAT, 2010)
35
 El Memorial de las víctimas de la violencia en México
Ubicado el cruce de Paseo de la Reforma y Periférico Miguel Hidal-
go, en un terreno que antes perteneciera a la Secretaria de la Defensa
Nacional, y construido por los soldados del Ejército mexicano, el Me-
morial de las víctimas de la violencia en México está conformado por
setenta placas de acero y un espejo de agua de 1,200 metros. En los mu-
ros se colocaron frases de personajes mundialmente célebres alusivas
a temas como la violencia, la muerte, la justicia y la paz (TORRES, 213,
p. 433). Para los responsables del proyecto, Julio Gaeta, Luby Springall
y Ricardo López (2015), la idea era crear un bosque dentro del bosque
de Chapultepec que propiciara la reflexión sobre la violencia y genera-
ra un desplazamiento del sufrimiento hacia la esperanza. Ello sería po-
sible a través del juego de formas y escalas de los muros y de la relación
entre materiales artificiales como el acero y el hormigón, y materiales
naturales como el agua, el bosque y el cielo.
Aunque la idea que animó la construcción del Memorial es “la vio-
lencia en general” los responsables del proyecto afirman que se refie-
re a la generada por la llamada “guerra contra el narcotráfico”: “un
Memorial es un proyecto que materializa ausencias, que construye la
memoria de estas ausencias. Las ausencias cuantificadas en más de
60,000 víctimas del narcotráfico en los últimos siete años; además de
los familiares de las víctimas directas, los secuestrados y de todas las
personas que sufren” (GAETA, SPRINGALL y LÓPEZ, 2015). No obs-
tante, en este bosque los arquitectos no inscribieron ninguno de los
nombres de esas víctimas sino que sugirieron su presencia en los es-
pacios entre los muros, “en la inmaterialidad”. La responsabilidad de
escribir los nombres de quienes han sido afectados por la guerra con-
tra el narcotráfico o de las víctimas de cualquier otro episodio de vio-
lencia que involucre la participación del Estado en México recae sobre
los visitantes. Así, afirman que “el proyecto arquitectónico materializa
el soporte”, pero el verdadero memorial lo hace la gente a partir de la
apropiación de los muros. Estos se proponen como un espacio abierto
para la acción de aquellos que decidan utilizarlos y convertirlos “en
lienzos en los que escribe, dibuja y expresa sus sentimientos; estos
36
se convierten en textos, en nombres; en expresiones de dolor, enojo y
esperanza” (GAETA, SPRINGALL y LÓPEZ, 2015).
Por sus características estéticas y conceptuales, este Memorial se
ubica dentro de lo que James E. Young (2009, 83-84) ha definido como
contra monumento, a saber, un monumento que no conmemora haza-
ñas históricas y protagonistas de eventos importantes y que, por tanto,
no recurre a la representación figurativa, sino que se propone la reme-
moración de las víctimas y los momentos traumáticos de la historia a
través del énfasis en el tiempo, que es donde transcurre la memoria.
De esa manera, el Memorial de las víctimas de la violencia en México
se aleja de las formas estéticas tradicionales basadas en la monumen-
talización del sufrimiento, propias de los Estados nación modernos. El
Memorial es un contra monumento en la medida en que pone las condi-
ciones materiales que hacen posible una reflexión sobre el tiempo y la
vida a través de materiales como el acero, un material durable que en
su diversidad de texturas registra y presenta en su superficie el paso de
tiempo y, en ese sentido, alude a la memoria; el agua como elemento que
limpia y regenera, y la palabra en cuya sustancia se expresan el pensa-
miento y la reflexión. Todos estos elementos apelan a la imaginación del
visitante que ha de convertirse en sujeto activo de la memoria. Aquí no
se trata de monumentalizar el sufrimiento (para olvidarlo) sino “de de-
volver la carga de memoria a quienes van a buscarla”. (YOUNG, 2009, p.
93) Así, se trata de un monumento que delega en los ciudadanos la tarea
de recordar e inscribir los nombres de quienes deben ser recordados.
En sus cuatro años de vida, el Memorial ha registrado escasa par-
ticipación de parte de los ciudadanos que deberían haber escrito los
nombres de las víctimas con las tizas o gises que les proporcionan los
vigilantes del lugar. En la actualidad, en los muros han sido dibujados
grafitis de diverso contenido –con tiza y a través de incisiones hechas
directamente sobre el metal–, por lo que se ha considerado que el Me-
morial ha sido vandalizado (REFORMA, 2017). La participación ciuda-
dana más contundente ha sido la del Comité 68 que a partir del 2013
lo rebautizó como “Memorial de las víctimas de la violencia del Esta-
do”. Este nombre, en efecto, ancla el sentido general del monumento
en la violencia que el Estado ha perpetrado en su ejercicio del poder. A
37
partir de esta premisa ha venido colocando plásticos en los muros de
acero conteniendo los nombres de las víctimas de la violencia estatal.
Las placas incluyen el nombre de las personas, el año de su asesinato
y están ordenadas a partir de categorías de delitos como la persecu-
ción política, las desapariciones forzadas, las ejecuciones extrajudicia-
les, la masacre, la tortura, la corrupción y la negligencia. Los nombres
se encuentran en un registro que puede ser consultado vía internet y
que hasta el 2016 alcanzó la cifra de 7. 978. (SOMOS EL MEDIO, 2016).
Actualmente muchos de estos plásticos han sido dañados y están en
proceso de desprendimiento.
De lo anterior se desprende un aspecto importante del Memorial:
que precisamente aquello que lo hace una obra acertada como contra
monumento, es decir, su dimensión estética y poética –que lo ha hecho
merecedor de importantes premios y reconocimientos1– es también lo
que constituye su fracaso como Memorial de las víctimas de la violen-
cia en México. La peculiaridad del sexenio calderonista fue, como se
mencionó al principio de este texto, una intensificación de la violencia
como resultado del combate al narcotráfico. Lo que los emprendedores
de memoria solicitaron al presidente Calderón fue un acto de justicia
con los miles de inocentes afectados que hasta la fecha permanecían
sin nombre, sin rastro y sin memoria. Los nombres de las personas
son la marca ineludible de su identidad por lo que su inscripción en un
lugar, como un memorial, es un acto de reconocimiento público que,
en el caso de las víctimas, también permiten el homenaje individual
de sus allegados; ayudan a restablecer su dignidad y a humanizar las
cifras abstractas (SCHINDEL, 2009, p. 77; TORRE, 2006, p. 19). En con-
secuencia, un memorial sin los nombres de las víctimas elude el cum-
plimiento de su función simbólica y su sentido histórico. En el caso que
1 Medalla de oro en la VII Bienal Iberoamericana CIDI de Interiorismo, Diseño y
Paisajismo (2014); medalla de plata en la XII Bienal de Arquitectura de México;
primer premio internacional de diseño urbano y arquitectura del paisaje en la
XIX Bienal Panamericana de Arquitectura Quito; mención de honor en la Prime-
ra Bienal Latinoamericana y Tercera Bienal Mexicana de Arquitectura de Paisaje
(2014), y el premio por la mejor iluminación exterior del Award of Exellence at
the 32st Annual IALD International Lighting Design Awards (2014).
38
nos ocupa, ese sentido es la obligación del Estado de hacer el recuento
de las víctimas y darles un lugar en la memoria colectiva ya que como
afirmó Javier Sicilia: “ese es el principio de un memorial, empezar a
darle un nombre a todos esos muertos, después de saber de dónde vie-
nen, quienes son, cómo murieron, y después hacer un memorial, to-
dos los memoriales que se respeten tienen los nombres” (SIMONNET,
2012; TORRES, 213, p. 433).
Por esa razón Sicilia y el MPJD consideraron que el Memorial de las
víctimas de la violencia en México no cumplía su cometido simbólico y
lo rechazaron. En 2013, en tono de reproche, el periodista Carlos Puig
declaró no entender el argumento del poeta, basado en la diferencia
entre monumento y memorial, en la cual sustentaba ese rechazo. Por
eso, vale la pena recordar que un monumento es una obra arquitectó-
nica o escultórica notable por su interés estético, histórico, religioso,
mientras que un memorial es un monumento conmemorativo que re-
cuerda personas o acontecimientos. La vocación del memorial es hacer
un llamado o procurar una enseñanza al conjunto de la sociedad con
una justificación histórica. De ese modo, los memoriales son monu-
mentos cuya función está ligada a la idea de deber de memoria y por lo
general de la materialización de una deuda. (SCHLAGDENHAUFFEN,
2005, p. 27). La comprensión de la significación de un monumento se
efectúa en dos niveles. Por una parte, la recepción que se desprende
de la relación entre el monumento y el observador; y por otra, aquella
que corresponde a la relación entre el observador y su relación con el
pasado, o con el futuro del cual el monumento es el testigo o el repre-
sentante. (SCHLAGDENHAUFFEN, 2005, p. 26).
Así pues, los contra monumentos pueden fungir como memoriales
cuando sitúan a los visitantes en relación con el pasado y el futuro. Tal
es el caso del Monumento a los judíos asesinados en Europa, construi-
do en Berlín en el 2005 por Peter Eisenmann, obra en la cual los arqui-
tectos del Memorial de la avenida Reforma declararon haberse inspira-
do (OBRASWEB, 2013). En efecto, el de Einsenmann se ha constituido
en un paradigma de contra monumento, y también de los desafíos que
enfrenta el Estado en el intento dar forma a una deuda histórica en
materia de respeto a los derechos humanos. Los nombres de los judíos
39
europeos asesinados durante el Tercer Reich no están inscritos en las
2711 losas de hormigón, sino que éstos son recordados en el centro de
información ubicado en el subsuelo del monumento.
El Memorial de las víctimas de la violencia en México no solo pre-
senta similitudes con el Memorial realizado por Eisenmann, sino tam-
bién con contra monumentos tan importantes como el Monumento
contra el fascismo de Jochen Gerz y Esther Shalev-Gerz en Hamburgo
(GUTIÉRREZ, 2011), el monumento a la fuente de Aschrott de Horst
Hoheisel en Kassel y el Blake Form de Sol Le Witt. No obstante se dis-
tancia de ellos porque si bien se propone como “un lugar para la re-
flexión, la contemplación y el aprendizaje memorial” (YOUNG, 2009, p.
93) no promueve la defensa de los derechos humanos ni hace visible el
reconocimiento del Estado de los errores de la estrategia de seguridad
del presidente Calderón. Por esa razón Javier Sicilia consideró que el
Memorial fue prematuro: “los memoriales surgen después de trage-
dias, con el fin de que no se repitan”. Y reiteró que “en primer lugar
hay que recuperar la memoria de los muertos, el número de víctimas,
conocer cómo y cuándo sucedió la muerte de cada uno de ellos, ésa es
la verdadera memoria” (ARQUITECTURA, 2013). Con ello, el activista
enfatizaba el vínculo entre memorial y deber de memoria o, en otros
términos, entre memoria, verdad y justicia.
En cuanto emprendedor de memoria, Sicilia se refirió a la impor-
tancia de que el dolor de las víctimas se convirtiera en una experien-
cia culturalmente significativa para el futuro: la posibilidad de que el
artefacto memorial pueda convertirse en un vehículo para una me-
moria ejemplar (JELIN, 2000, p. 59). Y es que, en efecto, de acuerdo
con Jan Assmann (1995), monumentos como los mencionados en el
párrafo anterior tienen un papel normativo y formativo que es pre-
servado por la memoria cultural pues su función es educativa, civili-
zadora y humanizadora en la medida en que establecen el deber de no
repetir atrocidades, en este caso los horrendos crímenes del Tercer
Reich. Se trata, así, de la relación entre el memorial, como objeto sim-
bólico y marca espacial, con el tiempo histórico, y las consecuencias
derivadas de las relaciones ente la gente y sus monumentos. (YOUNG,
1993, p. 13). En ese sentido, Sicilia declaró:
40
“nosotros, víctimas de la violencia y ciudadanos de paz, creemos […] que un
memorial puede convertirse en una herramienta de paz que, con el poder de
las metáforas del arte, sea capaz de volver a tocar el corazón de los mexica-
nos, que nos recuerde hoy la urgencia que impone la emergencia nacional y
sirva mañana, cuando la paz haya sido conquistada, para recordar a quienes
perdieron la vida, así como el valor de la paz, la convivencia, la solidaridad y
la reconciliación” (ADRIÁ, 2012).
Esto, sin embargo, resulta imposible si en el monumento no se se-
ñala a los responsables de la violencia. En sus explicaciones del Me-
morial, Ricardo López, Julio Gaeta y Luby Springall no se refieren a la
función que en él desempeñan la palabra y el pensamiento como ma-
terial de las frases inscritas en los muros de acero. Desde mi punto de
vista, estos materiales juegan un papel de primera importancia debido
a que restringen su carácter abierto en la medida en que, a través de la
palabra, se enuncian las narrativas que disputan la interpretación del
sentido de la violencia generada por la guerra contra el narcotráfico.
Volveré a ello en el siguiente apartado, por el momento es suficiente
señalar que la frase de Carlos Fuentes, ubicada en el Muro que abre
el Memorial sobre el Paseo de la Reforma identifica a la muerte como
responsable de las perdidas y el dolor causados por la violencia: “Qué
injusta, qué maldita, qué cabrona es la muerte que no nos mata a noso-
tros, sino a los que amamos”. Así, hipostasiada, “la muerte” sustituye a
los agentes sociales e institucionales responsables de las afectaciones
a las víctimas.
Las batallas por la memoria
El Memorial de las víctimas de la violencia en México no fue una
iniciativa de la gestión de Felipe Calderón, sino la respuesta de su
gobierno a la demanda de la población civil que comenzó a hacerse
visible en el espacio público a partir del aumento del número de muer-
tes causadas por la puesta en marcha de los operativos militares en la
“guerra contra el narcotráfico”, al iniciar su mandato, en diciembre
41
del 2006, pero sobre todo a partir de la creación en el 2011 del MPJD
por el poeta Javier Sicilia a raíz de la aparición de siete cuerpos en la
cajuela de un automóvil en la carretera México-Cuernavaca, entre los
que se encontraba el de su hijo.1 Si bien esta no era la primera vez que
miembros de la sociedad u organismos no gubernamentales exigían
a las autoridades honrar la memoria de las víctimas de la violencia,
sí fue la que logró mayor visibilidad 2. Sicilia exigió a las autoridades
federales y estatales esclarecer el caso, y al no obtener respuesta, con-
vocó a una movilización a la que se unieron organizaciones sociales y
personas que habían surgido precisamente por la violencia asociada al
combate al narcotráfico. El asesinato del joven dio mayor visibilidad a
la necesidad de reconocer la existencia de víctimas de la estrategia de
seguridad de Calderón, y comenzó a articular las reivindicaciones de
las mismas en una escala nacional (MONSIVÁIS, PÉREZ y TORRES,
2014, p. 631).
Así, a raíz de las movilizaciones y protestas generadas por el asesi-
nato de Juan Francisco Sicilia, comenzaron a ser escuchadas las voces
de quienes habían señalado que la falta de una estrategia adecuada de
parte del gobierno lo convertía en responsable de la muerte y desapa-
rición de numerosas personas inocentes. Otros dos hechos conforman
el panorama que habría de conducir al reconocimiento de las víctimas:
el hallazgo de una fosa común con 150 cuerpos en San Fernando, Ta-
maulipas, el 6 de abril del 2011; y el incendio provocado en el Casino
Royale en Monterrey, Nuevo León, el 26 de agosto del mismo año en el
que murieron 52 personas. (ROBLEDO SILVESTRE, 2015, p. 5). Todo
ello estimuló en la ciudadanía la convicción del valor de las vidas per-
1 Este tipo de hallazgos se han convertido en parte de la cotidianidad en México
desde el 2006, y alcanzaron sus momentos más álgidos en el año 2011 y 2017. En
la mayoría de los casos se trata de la forma en la cual los grupos delincuenciales
y el Estado comunican a la ciudadanía su poder.
2 Carole Simonnet (2012) explica que, en noviembre del 2009 la Corte Inter-
americana de Derechos Humanos (CIDH) condenó al Estado mexicano por su
actuación en los feminicidios ocurridos en ciudad Juárez contra tres mujeres y
por la violencia estatal en contra de sus familiares y que fijó el plazo de un año
para que se construyera un memorial para las víctimas y el gobierno ofreciera
disculpas a sus familias por su responsabilidad. Igualmente refiere el caso de
Rosenda Radilla, cuya desaparición forzada tuvo lugar en Guerrero en 1974.
42
didas por la violencia. Dicho en los términos de Judith Butler, estimuló
la convicción de que sus vidas merecerían ser lloradas (2009).
La aparición de la figura de la víctima en la esfera pública fue impor-
tante para la elaboración de una narrativa que contestara la creada por
el Ejecutivo Federal. Desde 2006, el gobierno había venido criminali-
zando a las víctimas de los abusos y violaciones a los derechos huma-
nos, y en el mejor de los casos se refería a ellas como “bajas colatera-
les”, lo que las privaba del duelo público y las condenaba al olvido. Más
aún, el presidente Calderón pensó que había una jerarquía entre los
afectados por su estrategia de seguridad. Así, en 2010 consideró que
el 90% de los muertos eran “personas vinculadas a uno o a otro grupo
criminal en esta disputa. Más o menos un 6% son autoridades que caen
a consecuencia del ataque a los criminales. Y el grupo que más duele,
independientemente de que sea el menor, aproximadamente el 1 por
ciento, el que más duele a la sociedad, son las víctimas inocentes” (las
cursivas son mías, ROBLEDO SILVESTRE, 2015, p.10).
En 201l el presidente Calderón se pronunció por el diálogo con el
MPJD. Sus integrantes aceptaron la posibilidad de la interlocución con
el Poder Ejecutivo enarbolando seis demandas contenidas en lo que
llamaron Pacto Nacional Ciudadano: esclarecer los asesinatos y desa-
pariciones y nombrar a las víctimas; asumir un enfoque de seguridad
ciudadana en el combate al crimen organizado; combatir la corrupción
y la impunidad; combatir la raíz económica y las ganancias moneta-
rias del crimen organizado; dar atención de emergencia a la juventud y
adoptar acciones efectivas de recuperación del tejido social; y promo-
ver la democracia participativa y la democratización de los medios de
comunicación (PÉREZ, 2012, p. 76)3.
Así, la iniciativa para construir el Memorial fue parte de la disputa
entre dos narrativas sobre el sentido de la estrategia para el comba-
3 El primer encuentro tuvo lugar el 23 de junio del 2011, en el castillo de Chapulte-
pec y concluyó con otro encuentro el 14 de octubre del 2014. En medio de los dos
se celebraron diversas mesas de trabajo. Ese año el MPJD se reunió con miem-
bros del poder Legislativo para proponer modificaciones a la Ley de Seguridad
Nacional e impulsar la creación de una ley para las víctimas de la violencia en el
combate al narcotráfico . (PEREZ, 2012, pp. 72-80).
43
te contra la delincuencia organizada y sobre la forma en la cual ésta
habría de ser recordada. La versión de Calderón sostenía que su es-
trategia era un acto de valentía que restablecería la ley y el estado de
derecho quebrantados por la delincuencia organizada, mientras que la
de las víctimas afirmaba el fracaso de la estrategia, su carácter fallido
debido a una inadecuada planificación. Revisemos ahora brevemente
los pormenores del debate que condujo a la realización del Memorial y
en el cual intervinieron diversos emprendedores de memoria.
En el 2010, con motivo de la recepción del Premio Nacional de De-
rechos Humanos, Isabel Miranda de Wallace, madre de un joven se-
cuestrado y fundadora de la Asociación Alto al Secuestro, solicitó al
presidente Calderón un monumento para recordar a “Hugo Alberto
Wallace, Silvia Vargas, Fernando Martí, el niño Equihua y todos los
nombres de las víctimas que han sido secuestradas y que perdieron
la vida” (SIMONNET, 2012). La iniciativa cayó en el olvido hasta que el
23 de junio del 2011, en el Primer Diálogo por la Paz, Julián Le Barón y
Javier Sicilia, líderes del PMJD y Norma Ledezma, Araceli Rodríguez
Nava, Salvador Campanur Sánchez y María Elena Herrera Magdaleno,
todos ellos víctimas de la violencia generada por la guerra contra el
narcotráfico, plantearon nuevamente la solicitud a Calderón. Le Ba-
rón entregó al Presidente algunas placas con nombres de asesinados
y Sicilia le comentó que estaban pensando en hacer un memorial a las
víctimas: “le solicito que se haga un fideicomiso para que se hagan
las placas y este monumento a la memoria, creo que nosotros esta-
mos apoyando eso, ¿o prefiere que lo hagamos los ciudadanos?”. La
propuesta fue aceptada por Calderón quien se comprometió a crear el
fideicomiso y apoyar la realización de las placas con los recursos pro-
venientes de los bienes confiscados al narcotráfico, en sus términos,
con “la lana que estamos decomisando” (SIMONNET, 2012).
Durante este primer encuentro entre los representantes del MPJD
y el Ejecutivo Federal, los primeros enfatizaron la dimisión humana
y moral de las víctimas de la violencia señalando que la violencia no
sólo era causada por la delincuencia organizada, sino también por el
gobierno, y exigieron que éste cumpliera con su responsabilidad de
impartir justicia y pidieron crear una fiscalía de víctimas, un memorial
44
y generar un fondo de indemnización. Al final del encuentro se acordó
impulsar una ley para las víctimas de la violencia, construir un sistema
integral de atención a las víctimas y erigir un monumento dedicado a
su memoria (MONSIVÁIS, PÉREZ y TORRES, 2014, p. 636)1.
En marzo del 2012 Sicilia le presentó a Calderón una propuesta de
memorial basada en una amplia convocatoria que incluía la participa-
ción de víctimas y familiares a través de diálogos y encuentros públi-
cos. El proyecto estaba a cargo del arquitecto catalán Miquel Adriá y
su empresa Arquine. El costo sería de 30 millones de pesos y estaría
ubicado en la Segunda Sección del Bosque de Chapultepec, frente a
Avenida Constituyentes. La propuesta fue desechada debido al tiempo
que requería llevar a cabo los diálogos y encuentros. Al parecer, el pre-
sidente Calderón quería entregar el memorial terminado al finalizar su
sexenio por lo que dio inicio a un proyecto que eliminaba la consulta a
las víctimas y familiares, así como los nombres de quienes habían sido
afectados por su política de seguridad (REFORMA, 2012, TORRES,
2013). Por esa razón, el proyecto de Calderón fue rechazado por las
numerosas organizaciones de víctimas activas sobre todo en el norte
del país, incluyendo el MPJD.
A cargo de Provícitma, el proyecto solamente contó con el apoyo
de Alto al Secuestro, México SOS, y Camino a Casa, grupos afines
al gobierno y hacia los cuales el presidente Calderón había mostra-
do empatía. Las organizaciones participantes firmaron un convenio
con el Colegio de Arquitectos de la ciudad de México para realizar
un concurso y construir el Memorial en un lapso de seis meses. Los
ganadores fueron Ricardo López, Julio Gaeta y Luby Springall por “el
acertado planteamiento de una secuencia de muros simbólicos con el
que se obtiene con claridad el sentido de remembranza y renovación
emocional, solicitados como temas sustantivos para el concurso”. El
proyecto se realizaría en 6 meses y su coste estimado era de casi 23
1 La Ley General de Víctimas se conectó en la administración de Enrique Peña
Nieto. La ley fue aprobada por la cámara de Diputados y de Senadores en abril
del 2012, pero fue vetada por Calderón a través de una controversia constitucio-
nal interpuesta en la Suprema Corte de Justicia.
45
millones de pesos. Las organizaciones acordaron grabar en los pane-
les de acero frases de poetas y filósofos alusivas a la violencia. En ese
sentido Luis Enrique López Cardiel, secretario ejecutivo del Colegio
de Arquitectos de la Ciudad de México y del concurso para erigir el
monumento, explicó que se trata de un monumento “atemporal”, “que
no debe restringir el concepto de víctimas a las de este sexenio” (SI-
MONNET, 2012).
El 30 de junio del 2012 fue anunciado el proyecto y dos días después
el MPJD hizo público su rechazo (TORRES, 2013, p. 428). En una rueda
de prensa, María Herrera, madre de cuatro desaparecidos, declaró:
“este monumento no representa nuestro dolor”. Sicilia acusó al presi-
dente Calderón de haber “traicionado” el acuerdo de llevar a cabo un
proceso colectivo y construir “una fosa común” porque la construc-
ción del Memorial no estuvo acompañada de un registro de víctimas.
En efecto, aún hoy, no existe un registro confiable de los muertos y
desaparecidos. Por otra parte, Sicilia señaló el simbolismo del lugar en
el cual se ubicó el Memorial, el Campo Marte, enfatizando que Marte
es el dios de la guerra (LLANO, 2012; PEREZ, 2012, pp. 46-57).
La negativa del presidente Calderón a asumir la responsabilidad del
costo humanitario de la lucha contra el narcotráfico fue visible desde
el momento en que afirmó que el Memorial se construiría con dine-
ro confiscado a los grupos delincuenciales, con lo que reafirmaba su
convicción de que los responsables de la violencia eran ellos y no el
gobierno; también se manifestó de manera prístina en la elección de
un proyecto arquitectónico que, en el gesto supuestamente democrá-
tico de transferir a los visitantes el poder de decidir quiénes han sido
víctimas de la violencia, elude la responsabilidad del Estado y su deu-
da con la ciudadanía, y establece una diferencia entre su palabra y la
de aquella. Mientras la primera se escribe con un material efímero,
el gis o tiza, la segunda se inscribe con letras de acero con lo que se
crea una jerarquía entre lo perdurable y lo efímero, entre memoria y
olvido. Otro factor que informa la negativa del ex presidente a asumir
su responsabilidad es evidente en el hecho de que la mano de obra
utilizada para la construcción haya sido la del Ejército mexicano, con
lo que simbólicamente lo presenta ante la sociedad como constructor,
46
y lo sitúa del lado de las víctimas precisamente cuando las denuncias
en su contra habían crecido exponencialmente. En efecto, La Comisión
Nacional de Derechos Humanos reportó 336 denuncias en su contra en
2006 y 1666 en el 2011 (LLANO, 2012).
Por ello, se puede afirmar que el Memorial es el rastro material de
la negativa del presidente Calderón a hacerse cargo del costo humani-
tario de la violencia generada durante su gobierno y, por tanto, tam-
bién de la exoneración del Ejército mexicano. La frase de Fuentes antes
comentada así lo enfatiza. Ahora bien, si el Memorial no lo es de las
víctimas de la guerra de Calderón, o de los afectados por la violación
a los derechos humanos por parte del Estado en su ejercicio del poder,
lo que incluye episodios como la Guerra Sucia, la Matanza del 68 en
Tlatelolco, y los que lo involucran a través de la corrupción como los
feminicidios en Ciudad Juárez y el Estado de México, o el asesinato de
periodistas, entonces vale preguntar cuál es su sentido, y qué es lo que
justifica su ubicación en el Paseo de la Reforma, la avenida que alberga
las más importantes marcas de la memoria de la nación, y a las cuales,
de manera importante, recientemente se han agregado las marcas del
poder económico neoliberal1. Preguntemos pues cuál es el significado
del Memorial dentro de esa narrativa histórica que no es otra que la de
los vencedores.
Como ya se mencionó, en los muros de acerco que conforman el
Memorial se inscribieron en metal frases relacionadas con la violencia.
Así, a través de la palabra, el Memorial invita a conjuntar dos narrati-
vas: aquella conformada por las 36 frases inscritas permanentemente
en los muros de acero, que han sido extraídas de textos de celebridades
literarias o políticas, algunas de ellas anónimas; y las que en su puño
y letra ha inscrito la ciudadanía. Aunque esas frases inscritas en me-
tal son variadas, no es posible desatender el hecho de que algunas de
ellas coinciden con la narrativa calderonista que, a partir de la justifi-
1 En el año 2015 se dio a conocer que en los siguientes 3 años “el crecimiento en
la demanda y construcción de espacios de oficinas en la Avenida Reforma alca-
nzaría una demanda equivalente a la construcción de 4 corredores Reforma o 32
edificios de las medidas de la Torre Mayor” (CENTRO URBANO, 2015).
47
cación ideológica basada en la división entre buenos y malos, involucró
al Ejército en una estrategia de combate al narcotráfico mal diseñada
y se ubicó él mismo como “víctima” de las gestiones gubernamentales
anteriores, que no hicieron frente al problema de la delincuencia orga-
nizada, por lo que él tuvo que tomar la difícil decisión de combatirla.
(ASTORGA, 2015). De algún modo las siguientes frases expresan esa
narrativa: “Para que triunfe el mal solo hace falta que los buenos no
hagan nada” (Edmund Burke); “Es indudable que acabará por triunfar
la causa del derecho, que es la causa de la humanidad” (Benito Juárez);
“El buen ciudadano es aquel que no puede tolerar en su patria un poder
que pretende hacerse superior a las leyes” (Cicerón); “Siempre hay que
tomar partido. La neutralidad solo ayuda al opresor, nunca a la vícti-
ma” (Eli Wiesel). Esta última frase también fue citada por Calderón al
inaugurar el Museo Memoria y Tolerancia, en la ciudad de México1.
Dos frases anónimas llaman la atención: “México es más que cada una
de las perversas acciones que nos han arrancado a nuestros seres que-
ridos” y “Este Memorial será el recuerdo de aquellos que ya no están
y la esperanza para los que estamos construyendo un México mejor”.
Pecaríamos de inocencia si pensáramos que las frases incluidas en el
Memorial son desinteresadas pues son las que, en efecto, perdurarán.
A diferencia de las inscritas por la ciudadanía éstas han sido pensadas
para la posteridad.
Así, en el Memorial se alude a las víctimas de la violencia a través de
los espacios entre los muros de acerco y a través de la palabra se guía
una reflexión sobre el sentido del memorial mismo, mientras que los
nombres de las víctimas se escriben con tiza, lo que no sólo alude al
olvido sino emite un mensaje ambiguo: el hecho de que estos nombres
aparezcan y desaparezcan en el tiempo supone que la violencia será
permanente, que habrá más víctimas y que el Memorial estará ahí para
acoger su memoria. La intencionalidad narrativa es muy clara: si bien
1 “Como lo señalara el Premio Nobel de la Paz, y sobreviviente del Holocausto,
Elie Wiesel: Nunca hay que quedarse callado cada vez que haya seres humanos
padeciendo sufrimiento y humillación. Siempre hay que tomar partido. La neu-
tralidad sólo ayuda al opresor, nunca a la víctima. El silencio le da aliento al ator-
mentador, nunca al atormentado” (PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA, 2010).
48
no se acude a las convenciones del monumento tradicional, si se ponen
las condiciones para una monumentalización de la acción de Estado en
contra del narcotráfico.
En consecuencia, el carácter abstracto y prematuro del Memorial
deja abierta la posibilidad de que su construcción sea considerada, a
través del tiempo y de la agregación de nuevas capas de sentido (JELIN
y LANGLAND, 2002), como el monumento a la guerra que buscó “un
México mejor”, tal y como se asienta en una de las frases anónimas del
Memorial. En le medida en que la violencia es consustancial a la vida
social y al ejercicio del poder, es posible que el Memorial de las vícti-
mas contra la violencia en México pueda contribuir a generar y activar
memorias positivas de la “guerra” contra el narcotráfico.
Pareciera, por tanto, que el Memorial se habría propuesto dos ob-
jetivos: por un lado, acallar las voces de las organizaciones sociales
(ORTIZ, 2013; TORRES 2013)2, y por otro, poner las condiciones para
monumentalizar la estrategia de seguridad de Calderón. En la primera
dirección se puede decir que, en efecto, en lugar de poner en marcha
los mecanismos institucionales que permitieran “abrir expedientes ju-
rídicos, encontrar desparecidos, aplicar la justicia, detener la violen-
cia, juzgar a los responsables, velar a los muertos o al menos hacer una
lista seria y pública de los asesinados y desaparecidos” (ORTIZ, 2013
s.n.p), Calderón quiso acallar las voces de sus críticos construyendo
un memorial en una de las zonas con mayor seguridad en la ciudad de
México como es el barrio de Polanco.3 En el segundo sentido, se puede
afirmar que, en todo caso, la ambición de monumentalizar un evento
histórico es propia de los Estados y sus representantes, por lo cual
no debería sorprendernos. La ubicación del Memorial junto al Campo
Marte y en el Paseo de la Reforma lo sitúa dentro de la narrativa his-
2 Lo mismo se ha afirmado sobre la creación de la Procuraduría Social de
Atención a las Víctimas de Delitos (Províctima), una dependencia federal creada
el 6 de septiembre del 2011 que atiende y brinda servicios, pero carece de facul-
tades para perseguir delitos o impartir justicia (PEREZ, 2012, p. 88).
3 Ello se debe a que en esa área hay numerosos museos y galerías, embajadas,
corporativos, restaurantes y hoteles de lujo. Es un barrio poblado por descendi-
entes de españoles, libaneses y judíos.
49
tórica nacional en continuidad con el Monumento a la Revolución, El
Monumento a la Independencia (el Ángel) y el Hemiciclo a Juárez, con
lo que pasa a formar parte de una continuidad de gestas históricas que
han involucrado la violencia del Estado. (MARTINEZ ASSAD, 2005)
Un dato más abona nuestro supuesto, y es el hecho de que, a dos-
cientos metros del Memorial de las víctimas de la violencia en Méxi-
co, el ex presidente construyó un Memorial en honor de los soldados
caídos en la guerra contra el narcotráfico en el cual sí se inscribieron
sus nombres (TORRES, 2013, p. 427). Mientras a las víctimas se les
inscribe en un concepto abstracto y general de violencia, a los solda-
dos se les ubica como héroes de la guerra contra el narcotráfico. En
la inauguración, el presidente Calderón reiteró su negativa a recono-
cer la responsabilidad del Estado cuando mencionó el Memorial que
aquí nos ocupa declarando que, al igual que “las víctimas inocentes
de la violencia de los criminales” los militares serán recordados por
la patria, pues su memoria será un aliciente para que impere la paz y
la justicia (las cursivas son mías ANIMAL POLÍTICO, 2012). El mo-
numento a los soldados caídos se acoge a las convenciones del monu-
mento tradicional de los Estados nación: es un cenotafio de acero y
mármol en forma de cañón empotrado en medio de una fuente de agua,
en cuyo interior están grabados los nombres de los militares muertos.
Se ubica dentro del Campo Deportivo Marte que tiene una extensión
de 6.900 metros cuadrados. Ahí se encuentra también una escultura de
4.5 metros erigida a los “héroes de la patria” y 32 monolitos de mármol
con poesía grabada; un centro cultural digital e interactivo donde se
exhiben los resultados, proezas e historia del Ejército; y un anfiteatro
con capacidad para 120 personas (ANIMAL POLÍTICO, 2012). A dife-
rencia del Memorial de las víctimas de la violencia en México, que se
encuentra rodeado por el tránsito vehicular de diversas avenidas, lo
que posiblemente no es propicio para el recogimiento y la reflexión, el
monumento a los soldados se ubica dentro del bosque. Las estrategias
estéticas a partir de las que cada uno ha sido construido informan la
intencionalidad narrativa del gobierno pues los monumentos “encar-
nan y legitiman un régimen político, un orden social, una historia”
(VARGAS, 2016, p. 136).
50
De ahí que el Memorial de las víctimas de la violencia en México
ha fracasado en su supuesta intensión de multiplicar las memorias a
través de la intervención de la ciudadanía porque elude el problema de
la reparación simbólica del daño causado por la violencia del Estado.
En su carácter abierto contiene las condiciones necesarias para rendir
homenaje a la guerra contra el narcotráfico, con lo que marca sim-
bólicamente un territorio para una posible rememoración del “valor y
heroísmo” de la estrategia de seguridad del ex presidente.
La Estela de luz
Con anterioridad a la inauguración del Memorial contra la violen-
cia, Javier Sicilia propuso convertir la Estela de Luz, el monumento con
el que el presidente Felipe Calderón pretendió celebrar el bicentenario
de la independencia, en un lugar del recuerdo de las víctimas de la vio-
lencia en México. Según el activista y poeta, la Estela de Luz: “lejos de
ser un referente legítimo de la identidad compartida y de los anhelos
de justicia social que la fecha de 2010 evocó, ha sido motivo de burla,
escarnio y humillación, una afrenta en el rostro de la patria que hay
que lavar resignificándola”. (PLATAFORMA DE DOCUMENTACIÓN
Y MEMORIA, 2013). La propuesta contó con el apoyo de numerosos
artistas y académicos. La solicitud apoyada por la Cámara de diputa-
dos y numerosas personalidades del mundo de la cultura se presentó a
Enrique Peña Nieto (AJA, 2016, p. 32).
La idea de Sicilia de “lavar” la corrupción contenida en la estela
coincide de alguna manera con el significado del uso del agua en el
Memorial de las víctimas de la violencia. No obstante, Sicilia se refiere
a la acción ciudadana en la emprendimiento de memoria y no al uso de
un elemento por su simbolismo de limpieza y regeneración. Sostendré
que, lejos de lavar la Estela de Luz, las acciones del MPJD permiten la
visibilidad de uno de los aspectos menos discutidos de la estrategia de
seguridad calderonista, a saber, la de la relación entre narcotráfico y el
flujo de capitales en el sistema económico mundial. Como se sabe, una
de las características de la globalización económica es el libre flujo de
capitales y mercancías, lo cual ha sido posible gracias a la aplicación
51
de políticas neoliberales. En este contexto, en los últimos años, en el
negocio del narcotráfico los países en donde tiene lugar el trasiego de
drogas han adquirido mayor importancia que los productores. Por su
ubicación geográficas y también por sus condiciones económicas, po-
líticas y sociales, México se ha convertido en el terreo privilegiado de
tránsito hacia los Estados Unidos, el mayor consumidor de drogas a
nivel mundial (SAVIANO, 2013; MONTERO, 2016).
En el Paseo de la Reforma se construyó la Estela de Luz para ce-
lebrar el bicentenario de la independencia en el año 2010. Desde su
planeación se estableció que la obra debía compararse en magnitud
e importancia con la columna de la independencia, un hito en la his-
toria de los monumentos conmemorativos en el país y del Paseo de la
Reforma, construida un siglo atrás, con motivo de la conmemoración
del centenario de independencia, bajo el régimen de Porfirio Díaz. La
construcción del monumento se vio envuelta en una ola de corrupción
y polémica que ha concentrado la atención de quienes han reflexionado
sobre ella (CRUZ, 2014; AJA, 2016; VARGAS, 2016). Por mi parte quie-
ro enfatizar su simbolismo en relación con los significantes del poder
neoliberal para explicar la importancia de las acciones que el Movi-
miento por la Paz con Justicia y Dignidad ha llevado a cabo en ella.
El 26 de enero del 2009, el gobierno federal, junto con el de la ciudad
de México, y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes a través
del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, lanzaron una convo-
catoria para participar en el Concurso Nacional para la construcción
de un Arco conmemorativo cuya forma debía rematar visualmente el
Paseo de la Reforma.1 La convocatoria establecía la construcción de
un Monumento Arco Conmemorativo, cuya forma contrastara con las
edificaciones aledañas cuya característica era la verticalidad. En re-
1 El concurso no fue abierto al público, sino que estuvo dirigido a un grupo de
arquitectos cuya trayectoria profesional incluyera la participación en algún
concurso nacional o internacional. El concurso fue llevado a cabo de manera
conjunta por el gobierno federal y el de la ciudad de México, el jurado estuvo
conformado por profesionistas y funcionarios que en su momento ocuparon un
puesto público, además de académicos de diversas instituciones. (CRUZ, 2014, p.
11).
52
lación con su ubicación, la convocatoria establecía que el Paseo de la
Reforma era el lugar adecuado para albergarlo, en específico, la plaza
delimitada por la Secretaría de Salud, la Puerta de los Leones del Bos-
que de Chapultepec y el Parque Ariel, a un costado de la Torre Mayor.
El proyecto ganador no fue un arco, sino un prisma rectangular
llamado por su autor, César Pérez Becerril, Estela de luz. Aunque la
convocatoria establecía claramente la construcción de un arco, el jura-
do escogió la estela debido a su contenido simbólico, y así mismo por-
que proponía la recuperación del espacio público y la regeneración de
espacios muertos resultantes de la construcción del Circuito Interior.
La Estela combinaba contenidos simbólicos del México antiguo con
una perspectiva social centrada en la importancia del espacio público
y el uso de la tecnología más avanzada. La propuesta estaba conforma-
da por tres elementos: la Estela de luz o monumento del bicentenario
de la independencia, una gran plaza pública y una plaza subterránea
(CRUZ, 2014, p. 12).
La Estela de luz es una espigada torre compuesta por dos colum-
nas recubiertas de cuarzo, cuyo objetivo es representar el bicentenario
a través de su forma e iluminación. Como se recordará, en la cultu-
ra maya la estela desempeñaba un papel documental, pues en ella se
inscribían los datos de eventos importantes. Cada columna mide 104
metros de altura con lo que se alude a los ciclos temporales mexicas,
cada uno de 52 años, es decir, uno por cada siglo de vida indepen-
diente. El proyecto original se incluía un elevador con dos paradas,
la primera con vista a la columna de la Independencia como recorda-
torio del primer centenario de la misma celebración (CRUZ, 2014, p.
13). Los diseños verticales del monumento significan la representación
del inframundo al cielo con los nueve infiernos y los trece cielos en la
cosmovisión mesoamericana. Asimismo, las columnas que conforman
la estela representan cada una cien años y el mestizaje entre la cultura
prehispánica y europea, en alusión al origen de la cultura mexicana.
La elección del cuarzo como material para el recubrimiento y acabado
de la estela se debe a que reflejan la luz (CRUZ, 2014, p. 14). De ahí el
nombre del monumento. Además, el uso del cuarzo se refiere al poder
de sanación de la piedra (AJA, 2016, p. 34).
53
 La segunda parte del proyecto era la construcción de una plaza pú-
blica delimitada por la Secretaria de Salud, el Parque Ariel y la Puerta
de los Leones. Esta plaza recreativa y de convivencia sería sustentable,
ya que sus instalaciones estaban diseñadas para captar y reutilizar
el agua por medio de un sistema de cisternas y la energía eléctrica
con la implementación de celdas solares capaces de absorber el sol.
La tercera parte del proyecto sería una plaza subterránea en donde
los visitantes podrían apreciar la estela desde su desplante a través de
dos sótanos. El primero funcionaría como un pasaje para promover el
turismo y el arte. El segundo sería el sitio desde el cual el monumento
se desplantaba y sería dedicado a los caídos en la lucha de independen-
cia. Incluía una pared cubierta de obsidiana como muestra de luto y
respeto a quienes combatieron en estos acontecimientos (CRUZ, 2014;
15). Además, el basamento, un lugar oscuro donde solo se podría ob-
servar la luz de la estela dirigida hacia lo alto, representaba los cimien-
tos de una nueva patria que los héroes generaron para el nacimiento
de un país en libertad. En la mitología mexica, este lugar significaba
el inframundo, y la dirección de la luz hacia el cielo representaba el
camino de esperanza para la conmemoración. El recubrimiento de los
muros sería de granito negro, símbolo de lo terrenal, los cimientos y
las bases para un mejor futuro, así como un referente de respeto por
su elegancia y sobriedad. Sobre este material se inscribiría un mensaje
alusivo a la conmemoración del bicentenario grabado en español y en
las 62 lenguas vivas de México como muestra de respeto a la diversidad
cultural del país (CRUZ, 2014, p. 16).
No obstante, el monumento inaugurado en 2012 se alejó del proyec-
to original después de que el arquitecto fuera excluido de la construc-
ción. La estela de cuarzo fue construida conforme lo planeado, pero la
forma del basamento se hizo trapezoidal y no rectangular con lo que
se alteró la posición, orientación de la estela y la longitud de las esca-
linatas que habrían sido utilizadas como graderío. En lo referente a la
segunda parte del proyecto, la gran plaza pública quedó restringida a
un pequeño espacio insuficiente para funcionar como lugar de recrea-
ción tal y como se planeó. Tampoco fueron realizados los sótanos, ni el
pasaje lúdico con fines culturales. En su lugar fue creado el Centro de
54
Cultura Digital Estela de Luz (CRUZ, 2014, p. 18).
La Estela de luz se inauguró con 15 meses de retraso, el 7 enero del
2012 (y no el 16 de septiembre de 2010); costó 192% más de lo previsto,
y sólo se construyeron 8,138 m2 de los 34,877 m2 previstos (VARGAS,
2016, p. 146). En suma, el proyecto se redujo en un 75% (CRUZ, 2014).
Debido al repudio del cual fue objeto desde el anuncio de su construc-
ción, el escritor Juan Villoro escribió que merecía “el sobrenombre de
Faro de las Lamentaciones” (VILLORO, 2012). Así pues, el monumento
no se sumó, como prometió el presidente Calderón, a la majestuosidad
del Ángel de la Independencia, el Hemiciclo a Juárez o el Monumento a
la Revolución; tampoco devino en “un símbolo de orgullo y de unidad
para los mexicanos de hoy y para los mexicanos del futuro” (VARGAS,
2016, p. 148). Hasta la fecha no es considerado por un amplio porcenta-
je de la sociedad como el monumento conmemorativo del bicentenario
de la independencia de México (CRUZ, 2014). Si bien no ha sido vanda-
lizado, como el Memorial de las víctimas de la violencia en México, sí
ha sido rebajado a la calidad de una gigantesca pantalla donde se pro-
yectaron frases más bien frívolas como “I love tlacoyos”, una frase que,
de manera irónica, parece hacer justicia a la ambición de conjuntar la
tradición precolombina con la modernidad electrónica; o a la asocia-
ción con una galleta barata llamada “suavicrema”. Este sobrenombre
no sólo se refiere a la forma del monumento, sino también a su escasa
densidad simbólica.
En la inauguración del monumento bicentenario, Calderón se refirió
al escándalo de corrupción que envolvió la construcción de Estela de
luz como “naturales controversias que este tipo de obras suelen gene-
rar” y auguró que el monumento bicentenario “está llamada a iluminar
el siglo XXI mexicano” y será “un icono de la ciudad capital”. Nada de
ello ocurrió, la Estela dista mucho de haberse convertido “en un icono
de la ciudad, reconocido y apreciado como símbolo colectivo” (VAR-
GAS, 2016, p. 148).
En plena globalización económica y cultural, la Estela sería el mo-
numento que vincularía elementos identitarios anclados en el pasado
precolombino con la alta tecnología, el pasado con el futuro. El resulta-
do fue un intento fallido por recrear “la identidad” mexicana en el hori-
55
zonte de la era digital. Así, junto con la Torre Mayor, el corporativo del
BVVA y los numerosos edificios de oficinas y negocios, el monumento
parece un significante más de la economía de servicios, si no es que un
monumento en su honor. Igualmente, podríamos pensar que, el hecho
de que sus materiales provengan de diversos países del mundo lo vin-
cula con la globalización económica, si bien esa no fue la intensión de
quienes construyeron el proyecto.
Desde mi punto de vista, este aspecto refuerza y amplifica el signi-
ficado de las acciones de los miembros del MPJD. Movimientos socia-
les como Yo soy 132 en el año 2013 (VARGAS, 2016, p. 150-151), y más
recientemente el de las organizaciones civiles que se manifestaron en
contra del gobierno de Donald Trump en 2017, la convirtieron en el pun-
to de partida de manifestaciones públicas. No obstante, ninguno de es-
tos movimientos ha logrado lo que MPJD que es, precisamente, poner
en evidencia las contradicciones de un régimen que, en busca de legi-
timidad y de manera deliberada gobernó con el terror, y pretendió ce-
lebrar su propia gestión en el monumento bicentenario a partir de una
marca espacial comparable al Ángel de la Independencia justo cuando
la debilidad del Estado se intensificaba debido al narcocapitalismo
El MPJD ha convertido el monumento en un memorial ciudadano
a través de la realización de reuniones y de la ubicación de placas en
memoria de los muertos y desaparecidos en la guerra contra el narco-
tráfico. Estas acciones de emprendimiento de memoria tienen como
propósito restablecer la presencia de las víctimas de la guerra contra
el narcotráfico en el espacio cotidiano de los ciudadanos, delante de la
Estela de Luz, precisamente el paso hacia la puerta de los Leones, en
el inicio de los paseos en Chapultepec. La importancia de la escogen-
cia de este lugar es mayor si pensamos que las acciones de memoria
irrumpen delante de la marca espacial con la que el ex presidente quiso
honrar su propia gestión, pero también y no menos importante, si pen-
samos que ese espacio se encuentra delimitado por los significantes
arquitectónicos del poder económico neoliberal y del capitalismo glo-
bal que domina por igual al Estado mexicano y a los narcotraficantes.
Las placas colocadas por el MPJD son objetos perennes que contienen
la nombres y datos de vida de los muertos y desaparecidos y constitu-
56
yen a la vez un homenaje a su memoria y un reclamo de justicia. Jun-
to con las acciones performativas como el bordado de pañuelos, que
convocan a la ciudadanía a construir su aparición pública (OLALDE,
2015; TORRES, 2013, p. 433; CHAVEZ, 2015) han convertido el monu-
mento bicentenario en el memorial vivo de las víctimas de la violencia
en México.
Así, la obra monumental más significativa y espectacular de la ges-
tión del presidente Calderón alberga las marcas de la memoria de las
víctimas de lo que Sayak Valencia ha llamado “capitalismo gore”, fase
neoliberal del capitalismo que “produce cuerpos muertos, mutilados
o vejados como una forma de mercancía que se abre, se mantiene y
justifica en el proceso de la oferta y la demanda” (VALENCIA, 2016, p.
96). En este contexto, las acciones del MPJD no “lavan” la Estela de luz,
como quería Sicilia, sino que le añaden una capa de sentido al hacer
visibles los vínculos entre poder estatal, poder neoliberal y narcotrá-
fico. En ese sentido, las marcas de memoria muestran la guerra contra
el narcotráfico y sus víctimas dentro de una dinámica que no se cir-
cunscribe a la necesidad de hacer prevalecer la seguridad interna del
país sino que, por el contrario, muestra la debilidad del Estado frente
al poder de lo que también se ha llamado narcocapitalismo. (SAVIA-
NO, 2013)
Conclusiones
El sexenio de Felipe Calderón se caracteriza por la estrategia de
seguridad enfocada en el combate al narcotráfico. Esa estrategia, ini-
ciada unos días después de su toma de posición. involucró al Ejército
mexicano en tareas de seguridad pública y tuvo como resultado un
aumento exponencial de las violaciones a los derechos humanos y de
la violencia criminal en todas sus formas. No obstante, el Ejecutivo
Federal se negó a aceptar la responsabilidad del Estado en los daños
infringidos a la población civil y a llevar a cabo las acciones necesarias
para hacer justicia a las víctimas, lo que suponía, entre otras cosas
gestionar su entrada en la historia y la memoria colectiva.
A pesar de que ya existían grupos y organizaciones sociales que
57
venían reclamando al Ejecutivo Federal saldar la deuda con los afecta-
dos por su política de seguridad, fue hasta 2011, con la fundación del
Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad cuando se hizo visible
un sector de la sociedad civil que le disputaba al gobierno el uso polí-
tico y publico del sentido de la guerra contra el narcotráfico. El MPJD
comenzó una serie de acciones orientadas a la búsqueda de reivindica-
ciones y reparaciones materiales para las víctimas, que lo sitúan como
emprendedor de memoria. En ese sentido, sus miembros negociaron
con el gobierno la construcción de un memorial para los afectados. Se
trataba de construir una marca perene que hiciera posible la entrada
de las víctimas en la memoria colectiva.
Como respuesta a esta petición, compartida por otros grupos y
agentes sociales, y apoyada por grupos allegados a su gobierno, Cal-
derón construyó un monumento en el cual la responsabilidad de la ins-
cripción de los nombres de las víctimas recae en los visitantes que, al
penetrar el espacio del memorial, reciben un gis o tiza de los vigilantes
que resguardan el lugar. El 5 de abril del 2013, entrado el sexenio del
gobierno de Enrique peña Nieto -quien continua la política de seguri-
dad del ex presidente- fue inaugurado el Memorial de las víctimas de
la violencia en México en el Campo Marte, en un terreno cedido por la
Secretaria de la Defensa Nacional. Construido a partir de las conven-
ciones estéticas del contra monumento, es decir, un espacio diseñado
para que sus visitantes realicen una reflexión y contemplación que les
permita llevar a cabo el ejercicio del recuerdo. A diferentes de los mo-
numentos tradicionales, propios de los Estados Nación modernos el
contra monumento obliga a sus visitantes a recordar. En los contra
monumentos, y el de las Víctimas de la Violencia en México no es la ex-
cepción, la rememoración de eventos traumáticos es referida a través
del énfasis en el tiempo. Así, en las placas de acero que en sus texturas
registra el paso del tiempo.
La negativa a inscribir en el Memorial los nombres de las víctimas, lo
que contribuiría al restablecimiento de su dignidad en el reconocimien-
to público de su existencia y de su condición de víctimas, generó el re-
chazó de parte de diversas organizaciones sociales, entre ellas el MPJD.
Con ello ponía en evidencia la condición pública y política de la memoria.
58
En lugar de la inscripción de los nombres las víctimas en el Memo-
rial se incluyeron, en letras de acero, frases de escritores y persona-
lidades célebres, que se supone, dan lugar a la reflexión sobre temas
como la muerte, la violencia, la paz y la vida. Estas frases de acero se
han adherido al muro de modo que el contraste con los nombres d ellas
víctimas escritos por los visitantes es evidente: las primeras perdu-
rarán, las segundas desaparecerán. De esa mera se crea una relación
jerárquica entre memoria y olvido. De diversas maneras esas frases se
relacionan con la narrativa calderoniana por lo que, es posible que, en
un futuro, contribuyan a una valoración positiva de la guerra contra
el narcotráfico.
El MPJD propuso que la Estela de luz, el polémico monumento cons-
truido por Calderón para celebrar el bicentenario de la independencia
de México, fuera utilizado como memorial y centro de documentación
sobre la violencia reciente. La propuesta era doble: preservar la memo-
ria de las víctimas y dotar a la Este de luz –inaugurada con retraso y
que para muchos simboliza la corrupción del régimen calderoniana–
de un sentido histórico y comunitario para los mexicanos.
Desde entonces, el MPJD ha venido realizado diversas acciones en
la Estela de luz, tales como la colocación de placas y el bordado de
pañuelos. Con ello, ha introducido en la Estela y sus inmediaciones, a
las víctimas de la guerra contra el narcotráfico en el seno mismo del
poder neoliberal, significado por los corporativos de empresas globa-
les y los restaurantes y negocios aledaños. De esta manera ha obtenido
dos logros importantes: en primer lugar, poner en evidencia la crisis
de legitimidad de la estrategia de seguridad calderonista y su tentativa
de responder a las demandas sociales en materia de memoria, verdad
y justicia, y en segundo, pero no menos importantes, ubicar la guerra
contra el narcotráfico y sus costos humanos en la perspectiva del capi-
talismo neoliberal, que, en efecto, involucra por igual al Estado y a los
grupos de narcotraficantes. §
59
 Referencias
AGUAYO, Sergio. Vuelta en U, una guía para entender y reactivar la
democracia estancada. México: Taurus, 2010.
AJA, María del Pilar. “La Estela de luz en el imaginario capitalino de la
Ciudad en México”. En: MUÑOZ, Carmen (Ed.). Pasados presentes.
Debates por las memorias en el arte público de América Latina. Cali:
Universidad del Valle, 2010, pp. 29-43.
ASSMANN, Jan y CZAPLICKA, John. “Collective Memory and Cul-
tural Identity”. En: New German Critique, Chicago, núm. 65, 1995,
pp. 125-133.
ASTORGA, Luis. ¿Qué querían que hiciera? Inseguridad y delincuencia
organizada en el gobierno de Felipe Calderón. México: Grijalbo, 2015.
BUTLER, Judith, Marcos de Guerra. Las vidas lloradas. México: Pai-
dós, 2010.
CENTRO URBANO. “Existirá crecimiento inmobiliario en el Distrito
Federal”. 27 de marzo de 2015. En: https://centrourbano.com/exis-
tira-crecimiento-inmobiliario-en-el-distrito-federal/, consultado el
8 de abril de 2017.
CHABAT, Jorge. “La respuesta del gobierno de Felipe Calderón ante el
desafío del narcotráfico: entre lo malo y lo peor”. En: ALVARADO,
Arturo y SERRANO, Mónica (Coords.). Los grandes problemas de
México XV: Seguridad Nacional y seguridad interior, México: El Co-
legio de México, 2010.
CHAVEZ MCGREGOR, Helena. “Pese a todo, aparecer”. Re-visio-
nes, Madrid, núm.. 15, 2015. http://www.ca2m.org/es/pensamien-
to-y-debate/revista-re-visiones, consultado el 8 de abril del 2016.
CRUZ DESCHAMPS, Inés Otmara. Estela de luz Monumento bicente-
nario. Complemento plástico. Tesis de Mestría en Artes Visuales.
México: UNAM, 2014.
GAETA, Julio, SPRINGALL, Luby y LÓPEZ, Ricardo. Memorial de las
Víctimas de la Violencia en México. 2015. En: http://arqa.com/arqui-
tectura/memorial-de-las-victimas-de-la-violencia-en-mexico.html,
consultado el 20 de febrero de 2017.
GUTIÉRREZ GALINDO, Blanca. “Después de la utopía: arte, memoria,
60
justicia”. EN: Interiorgráfico, Guanajuato, núm. 11, 2011.
HALWACHS, Maurice. Los marcos sociales de la memoria. Barcelona:
Anthropos, 2004.
JELIN, Elizabeth. Los trabajos de la memoria. Madrid: Siglo XXI. 2002
JELLIN, Elizabeth y Langland, Victoria (comps.) Monumentos, memo-
riales y marcas territoriales. Madrid: Siglo XXI, 2002.
LLANO, Pablo de. “Un monumento a las víctimas del narcotráfi-
co crea discordia en México”. El País, 19 de agosto de 2012. En:
http://internacional.elpais.com/internacional/2012/08/04/actuali-
dad/1344050105_118679.html, consultado el 8 de marzo de 2017.
MEDINA, Cuauhtémoc. “Un deslave de imágenes: una historia que
no es historia 2014-2015”. Re-visiones, Madrid, núm. 15, 2015. En:
http://www.ca2m.org/es/pensamiento-y-debate/revista-re-visio-
nes, consultado 8 de abril del 2016.
MONSIVAIS, Alejandro, PÉREZ, Alejandra y TAVERA, Fenollosa.
“Protesta social, política deliberativa y democracia: un análisis de
los ‘Diálogos por la paz en México’”. En: Revista de Ciencia Política,
núm. 3, Santiago de Chile, 2014, pp. 623-643.
MONTERO, Daniel. “Un lugar común no es mi lugar. Relaciones artís-
ticas entre México y EEUU en un mundo globalizado”. Re-visiones,
Madrid, núm. 6, 2006. En: http://re-visiones.net/ojs/index.php?jour-
nal=REVISIONES&page=article&op=view&path%5B%5D=186&pa-
th%5B%5D=261, consultado 8 de abril del 2016.
OBRASWEB. “Inauguran el Memorial de las víctimas contra la vio-
lencia en México”. 2013. En: http://www.obrasweb.mx/arquitectu-
ra/2013/04/05/inauguran-el-memorial-a-las-victimas-de-la-violen-
cia, consultado el 2 de marzo de 2017.
OLALDE, Katia. Bordando por la paz y la memoria en México: marcos
de guerra, aparición pública y estrategias estéticamente convocan-
tes en la guerra contra el narcotráfico (2010-2014). Tesis de Doctora-
do en Historia del Arte. México: UNAM, 2016.
ORTIZ, Arturo. “Un memorial ajeno a las víctimas”. Nexos, Ciudad de
México, núm. 431, 2013. En: http://www.nexos.com.mx/?p=15546,
consultado el 2 de marzo de 2017.
PEREZ TORRES, Alejandra. Episodio deliberativo en torno a la violen-
61
 cia en México: El caso de los Diálogos por la Paz con el Poder Ejecu-
tivo Federal. Tesis de Maestría en Desarrollo Regional. Tijuana: El
colegio de la Frontera Norte, 2012.
PROCESO. El sexenio de la muerte. Memoria gráfica del horror. Edi-
ción Especial, octubre de 2012. México.
PUIG, Carlos. “¿Por qué Peña Nieto no abre el memorial de las víc-
timas?”. 2013. En: https://www.pressreader.com/mexico/mile-
nio/20130305/281775626581655, consultado el 2 de diciembre de 2016.
PLATAFORMA DE DOCUMENTACIÓN Y MEMORIA. “@EPN que-
remos la #EsteladePaz, memorial de las Víctimas de la Violencia en
México”. 2013. En: https://www.change.org/p/epn-queremos-la-es-
t eladepa z-memor ia l- de -la s-v %C3%A Dc t i ma s- de -la-v iolen-
cia-en-m%C3%A9xico.2013, consultado el 2 de diciembre de 2016)
REFORMA, “Grafitean memorial”, 5 de abril de 2017.
ROBLEDO SILVESTRE, Carolina “Un memorial sin memoria: exclu-
sión y autoritarismo en el México actual”. En: alter/nativas. Revista
de estudios culturales latinoamericanos, Columbus, núm. 5, 2015.
SAVIANO, Roberto. CeroCeroCero. Cómo la cocaína gobierna el mun-
do. Barcelona: Anagrama, 2014.
SCHINDEL, Estela. “Inscribir el pasado en el presente: memoria y es-
pacio urbano”. En: Política y Cultura, Ciudad de México, núm. 31,
2009. pp. 65-87.
SCHLAGDENHAUFFEN, Regis. La Bibliotheque vide et le memorial de
l’Holocauste de Berlin. Paris: L’Harmattan, 2005.
SIMONNET, Carole. “Un memorial sin víctimas”. Reforma, 20 de
septiembre del 2012. En: https://reforma.vlex.com.mx/vid/memo-
rial-victimas-399984138, consultado el 16 de diciembre de 2016)
SOMOS EL MEDIO. “Aumentan nombre en ‘memorial de las víctimas
de la violencia del Estado’, 2013. En: http://www.somoselmedio.
org/article/aumentan-nombres-en-memorial-de-las-v%C3%ADcti-
mas-de-la-violencia-de-estado, consultado el 16 de diciembre de 2016.
TORRE, Susana. “Ciudad, memoria y espacio público: el caso de los
monumentos a los detenidos y desaparecidos”, en Memoria y socie-
dad, Bogotá, vol. 10, núm. 20, 2006, pp. 17-24.
TORRES ARROYO, Ana María. “Memoria(les): signos de poder y si-
62
mulacro”, en DRIÉN Marcela, ESPANTOSO, Teresa y VANEGAS,
Carolina (Eds.). Tránsitos, apropiaciones y marginalidades del arte
público en América Latina. Buenos Aires: Universidad Adolfo Ibá-
ñez, 2013, pp. 425-436.
VALENCIA, Sayak. Control económico, violencia y narcopoder. Méxi-
co: Paidós, 2016.
VARGAS ÁLVAREZ, Sebastián. “Monumento Estela de luz: disputas
en torno a los usos públicos de la historia en el México del Bi/Cen-
tenario”. En: Tiempo & Argumento, Florianopolis, vól.. 8. núm. 19,
2016, pp. 130-161.
VILLORO, Juan, “Esquela de luz”. Etcétera, 2012. En: https://www.
facebook.com/notes/prof%C3%A9tica-casa-de-la-lectura/esquela-
de-luz-de-juan-villoro/350730534939982/, consultado el 16 de di-
ciembre del 2016.
YOUNG, James. The texture of Memory. Holocaust, memorials and me-
aning. New Heaven/Londres: Yale Univesristy Press, 1993
YOUNG, James. “Cuando las piedras hablan”. Revista Puentes, núm. 2,
2000. En: http://www.memoriaenelmercosur.educ.ar/wp-content/
uploads/2009/04/puentes01.pdf, consultado el 16 de febrero del
2017.
ZEID RA’AD, Al Hussein. “Declaración del Alto Comisionado de la
ONU para los Derechos Humanos con motivo de su visita a México”,
7 de octubre de 2015. En: http://www.ohchr.org/SP/NewsEvents/
Pages/DisplayNews.aspx?NewsID=16578&LangID=S, consultado el
17 de diciembre de 2016.
63
2.
Cholula: de la Ciudad Sagrada al Pueblo Mágico.
Usos de la historia y la memoria en la construc-
ción de la identidad turística

Cristina Desentis Torres

“Hay un cuadro de Klee que se titula Angelus Novus. Se ve en

él un ángel, al parecer en el momento de alejarse de algo sobre
lo cual clava la mirada; tiene los ojos desencajados, la boca
abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia debe tener
ese aspecto; su cara está vuelta hacia el pasado. En lo que
para nosotros aparece una cadena de acontecimientos, él ve
una catástrofe única, que acumula sin cesar ruina sobre ruina
y se las arroja a sus pies. El ángel quisiera detenerse, des-
pertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero una
tormenta desciende del Paraíso y se arremolina en sus alas y,
es tan fuerte, que el ángel no puede plegarlas. Esta tempestad
lo arrastra irremisiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las
espaldas, mientras el cúmulo de ruinas sube ante él hacia el
cielo. Tal tempestad es lo que llamamos progreso”.

Walter Benjamin

67
 69

2. Cristina Desentis Torres. “Cholul(a)fuera”. 2017. Fotografía cortesía de la autora.

 Introducción
L as primeras evidencias de población en Cholula, Puebla (México)
datan de hace 3000 años, lo que la hace el asentamiento con ocupación
continua más larga de América. Como consecuencia de su constan-
te desarrollo cultural, en el centro de los actuales municipios de San
Andrés y San Pedro conviven vestigios prehispánicos y coloniales en
medio del creciente complejo urbano contemporáneo. Las fuentes et-
nohistóricas muestran que fue uno de los principales centros de pe-
regrinación en Mesoamérica y su importancia religiosa pervive hasta
nuestros días con el sistema de cargos.
Aunque la ciudad milenaria ha sido escenario de varios desencuen-
tros entre los abanderados de proyectos modernizadores de infraes-
tructura por un lado y los defensores del patrimonio cultural por otro,
la situación alcanzó un punto álgido en 2014 a partir de las obras que
inició la administración estatal dentro del programa de dignificación
de la ciudad y la construcción del llamado Parque de las Siete Culturas,
dando lugar a un movimiento de resistencia civil donde la reapropia-
ción del pasado y del territorio, así como la defensa de las tradiciones
del pueblo han sido clave para repensar el futuro de Cholula.
Como muchos otros sitios en México, Cholula es un ejemplo del im-
pacto que tienen los proyectos turísticos gubernamentales que pre-
tenden la transformación de espacios para su consumo a partir de la
comercialización de sus “atractivos”, sean éstos monumentos históri-
cos, tradiciones o festividades locales, es decir, su patrimonio cultural
material e inmaterial. Dicho sea de paso, estos “proyectos” –cuando
los hay, y en el remoto caso de que se presenten a la ciudadanía– suelen
dictarse desde las altas esferas de poder beneficiando en su ejecución
a la iniciativa privada y excluyendo a las poblaciones locales en la toma
de decisiones respecto a la transformación de su territorio, medio am-
biente, tradiciones y prácticas socioeconómicas.
Si todo aquello que es motivo de conflicto es presente, el caso de
Cholula es de actualidad pues, aunque las protestas más álgidas por la
construcción del Parque de las Siete Culturas se dieron en el verano de
2014, de esa fecha hasta hoy en día se ha advertido una intermitencia y
70
multiplicación de obras de construcción. Con ello han surgido diversas
manifestaciones civiles de resistencia; algunos de estos grupos han
ocupado de manera muy provechosa las tecnologías de la información
generando una gran variedad de registros en distintos formatos cuyo
impacto a nivel nacional quizá no ha sido el deseado, pero que está
a disposición de mucha más gente en esta nueva exposición de la in-
formación y las facilidades para compartirla. La situación en Cholula
muestra las nuevas formas de visibilidad que están experimentando
diferentes movimientos sociales (ej. Cholula Viva y Digna, Círculo en
defensa del territorio) y que con ello han logrado obtener cierto grado
de injerencia en el desarrollo atropellado de las obras del parque.
Una de las finalidades de este trabajo es articular buena parte de
los registros periodísticos y de otros medios que han documentado
diversas etapas de esta situación turbulenta con un marco teórico que
invite a la reflexión sobre los usos y abusos del patrimonio cultural,
tanto en los discursos que claman por el progreso de entidades que se
encuentran a caballo entre lo rural y lo urbano, así como de aquéllos
que defienden la conservación de vestigios que se constituyen en tes-
tigos de diferentes épocas históricas. En este sentido, se explorarán
diferentes perspectivas desde las que se ha abordado el patrimonio
cultural, el territorio y la identidad, según las agendas de trabajo a las
que interesan. Asimismo, es una tentativa que se suma a la serie de
denuncias que desde el 2014 se han hecho, si no para resolver la com-
pleja situación, sí para seguir exponiéndola y pensar críticamente los
procesos que llevaron a desembocar a este punto.
Lugares fronterizos entre memoria e historia
Hay lugares antiquísimos que es difícil imaginar el panorama pre-
vio a su existencia. Las marcas en sus fachadas producto del paso de
los años, los cambios sutiles de color y amplitud de sus calles, o la su-
cesión de pasajes de sequía y vegetación de acuerdo a las estaciones
del año, los han anclado fuertemente en la memoria social. Halbwa-
chs (2004, p.137) señala que los grupos humanos que se asientan por
varias generaciones en estos lugares van adaptando sus costumbres,
71
movimiento y pensamientos a la sucesión de imágenes materiales que
ofrecen los objetos exteriores con los que se relaciona en el espacio en
que se hallan inmersos. La vida social se va traduciendo en espacio ha-
bitado. Vistos desde la antropología, lugares como el solar familiar, el
barrio, las plazas públicas o los centros de culto, encierran un conjunto
particular de posibilidades, prescripciones y prohibiciones de conteni-
do a la vez espacial y social (AUGÉ, 2000, p. 58).
Los espacios se reconocen y perciben de diferentes maneras. Por
un lado, están las connotaciones geopolíticas que definen territorios,
límites y fronteras, pero que constituyen categorías externas consti-
tuidas y establecidas por el estado, las cuales por lo general no coin-
ciden con reconocimientos culturalmente modelados a partir de la ló-
gica interna de las comunidades (BARABAS, 2003, p. 20-21). De este
modo, la apropiación del espacio puede realizarse desde una índole
instrumental-funcional ponderando su carácter utilitario –en cuanto
a explotación económica y estrategias geopolíticas–, o desde su condi-
ción simbólico-expresiva, sustentadora de identidades individuales y
colectivas (GIMÉNEZ, 1999, p. 28-29).
Alicia Barabas distingue de manera muy pertinente entre estos
conceptos partiendo del entendimiento de cultura como sistema de
símbolos. Para ella, el espacio constituye el ámbito más amplio don-
de se inscriben tradiciones, costumbres, memoria histórica, diversas
creencias, rituales y formas de organización social cuyos profundos
contenidos emocionales se entrelazan y proveen la materia prima para
el territorio, siendo éste un espacio culturalmente construido y delimi-
tado a través del tiempo y socialmente habitado y apropiado (BARA-
BAS, 2003, p. 23). El territorio puede ser entonces visto como entidad
político-administrativa, medio de subsistencia, paisaje, entorno eco-
lógico objeto de apego afectivo, lugar sagrado, tierra natal, o lugar de
inscripción de un pasado histórico y memoria colectiva (GIMÉNEZ,
1999, p. 29). En ellos se conjugan tiempo, espacio y sociedad.
Las relaciones sociales con el espacio se vinculan con procesos
identitarios de los grupos humanos. La construcción de identidades
se hace a partir de la historia, la geografía, las instituciones, la memo-
ria colectiva, etc., ordenando sus significados tanto a nivel individual,
72
como a nivel de actores sociales de acuerdo a proyectos culturales y re-
laciones de poder que encuentran sus cimientos en la estructura social
y en marcos espacio-temporales, dándole un contenido altamente sim-
bólico (CASTELLS, 2004, p. 7). Estos fenómenos de filiación pueden
tener un carácter más abstracto en una dimensión donde se articulan
sentimientos de pertenencia socio-territorial, apego afectivo, arrai-
go, estructura de la colectividad y distintos niveles de autorrecono-
cimiento. Los actores individuales interiorizan progresivamente esta
variedad de elementos simbólicos a través del proceso de socialización
hasta adquirir un sentimiento y status de pertenencia socio-territorial
(GIMÉNEZ, 1999, p. 37).
Dentro de estos territorios existen puntos geográfico-simbólicos
emblemáticos o sagrados, que resultan centros referenciales a partir
de los cuales se trazan caminos y se establecen fronteras comunales,
étnicas o regionales; Barabas (2003, p. 23) los denomina <<lugares>>
y en conjunto con la simbolización de territorios y marcas sagradas
crean un sistema de códigos con los que se representan las concep-
ciones del cosmos en el espacio. Para su estudio, Marc Augé (2000, p.
58) menciona que los lugares antropológicos se caracterizan por ser
identificatorios, relacionales e históricos. La relación de los grupos hu-
manos con la materialidad de sus lugares no es tan sencilla de moldear.
Ya Halbwachs (2004, p. 137) puntualizaba que si esta relación fuera
accidental y de corta duración, el cambio y destrucción de ciertos lu-
gares sería indistinto, de no ser por el pasado y los lazos de memoria
colectiva inscritos en ellos.
A estos lugares sagrados de reconocimiento y convocatoria co-
lectivos Barabas (2003, p. 23) los denomina <<santuarios>>, centros
complejos y polifacéticos que marcan emblemáticamente el territorio
donde se ubican y que son focos importantes de interacción y articu-
lación social. De este modo, existen santuarios naturales como cerros,
cuevas, montañas o barrancas, cuyo profundo simbolismo puede re-
crear deidades u otros significados que pueden expresarse también en
la construcción de edificios religiosos y en elementos que distinguen y
reproducen la identidad de los habitantes de una región, ya sea a través
de la música, danza, fiestas, trajes regionales, formas de producción y
73
comercio, etc. (GÁMEZ et al., 2016, p. 23). A éstos acuden los devotos a
reconstruir pensamientos y recuerdos comunes creados y mantenidos
en épocas anteriores en esos mismos lugares; podrían aún distinguir-
se entre lugares sagrados y profanos, lugares que evocan recuerdos
religiosos y lugares poblados por los enemigos o donde pesa alguna
maldición (HALBWACHS, 2004, p. 143, 154).
Para aproximarse al valor simbólico y político de estos lugares de
conmemoración colectiva es necesario conocer los procesos y luchas
mediante los cuales los actores sociales o sus antecesores inscribieron
sentidos en el espacio para convertirlos en lugares, ya sea a través de
la construcción de monumentos, conservación de ruinas, definición de
límites, etc., logrando (o fracasando) la semantización de los espacios
materiales; esto implica necesariamente la agencia y voluntad humana
de sujetos activos “emprendedores de la memoria” preocupados por
enlazar el pasado y el futuro en sus escenarios políticos del presente
(JELIN y LANGLAND, 2002). La cultura internalizada por los actores
sociales puede definirse como la imagen que se forman de sí mismos;
Giménez (1999, p. 43) retoma tres tipos de identidades:
1. Identidad histórica y patrimonial: construida en relación con acon-
tecimientos pasados importantes para la colectividad o con un pa-
trimonio socio-cultural natural o socio-económico.
2. Identidad proyectiva: basada en una representación del futuro de
una región tomando en cuenta su pasado.
3. Identidad vivida: reflejo de la vida cotidiana y que puede combinar
elementos de las anteriores.
Las marcas territoriales son entonces soportes de la memoria para
la acción colectiva, política y simbólica, pero construidos por actores
en escenarios específicos, a veces de confrontación, otras de común
acuerdo, y unas más con el rechazo de la legitimidad demandada por
el estado, muchas veces sin la intención de construir algo nuevo, sino
añadiendo un nuevo sentido a lugares ya cargados de historia, me-
morias, significados públicos y sentimientos privados, pudiendo un
mismo lugar remitir a memorias de periodos diferentes de una misma
74
historia (JELIN y LANGLAND, 2002). Una buena generalización sobre
las maneras en que los actores construyen identidades de acuerdo a
su grado de pertenencia es la siguiente (Bassand citado en GIMÉNEZ,
1999, p. 43):
• Los apáticos y resignados: con actitud pasiva y que no se identifican
con los intereses de su municipio ni con los de su región.
• Los migrantes potenciales: esperan el momento para emigrar por
considerar irrealizable su proyecto de vida personal dentro de la
región.
• Los modernizadores: bien integrados social, económica y política-
mente, son partidarios a ultranza de la modernización en todas sus
formas, despreciando el patrimonio y la historia regional por consi-
derarlo como tradiciones obsoletas.
• Los tradicionalistas: con una fuerte identidad histórica y patrimo-
nial, interesados en destacar su región o en reconstruirla según un
modelo antiguo de carácter mítico.
• Los regionalistas: trabajan por el desarrollo autónomo de su región
luchando contra el centralismo estatal.
En suma, la territorialidad resulta un importante organizador de
la vida social articulando la frontera entre individuo y colectividad,
construyendo la noción de pertenencia, ya sea de maneras abstractas y
simbólicas –como las identidades nacionales–, o de modo más fuerte y
vivencial con el territorio –como las identidades étnicas– (BARABAS,
2003, p. 24-25). Sus sentidos simbólicos y usos potenciales entran ex-
plícitamente en los proyectos conmemorativos que pueden adoptar un
carácter dinámico y móvil no necesariamente en un territorio específi-
co, sino en un trayecto o itinerario expandiendo sus campos de acción
y reconocimiento (JELIN y LANGLAND, 2002).
En las siguientes páginas se expondrá el caso del popularmente co-
nocido “cerrito” de Cholula, que forma parte de una zona arqueológica
y alberga en su cima el Santuario de la Virgen de los Remedios. El
cerrito milenario bien puede considerarse un lugar de memoria en los
tres sentidos que apunta Nora (1984): material por su contenido de-
75
mográfico; funcional por materializar recuerdos y seguirlos transmi-
tiendo; y simbólico por caracterizar numerosos hechos o experiencias
vividas por un grupo pequeño de personas y que han trascendido en
el imaginario de una gran mayoría que no tuvo lugar en los hechos.
Actualmente constituye un objeto de administración de la presencia
del pasado en el presente y de la potencial explotación económica del
patrimonio cultural.
Antecedentes
Cholula se localiza en el Valle de Puebla-Tlaxcala, unos 10 km al oes-
te de la ciudad de Puebla. En el pasado prehispánico fue un sitio de
gran importancia cuyos vestigios más antiguos corresponden al For-
mativo Medio (1100 a. C.-400 a. C.) (LÓPEZ et al., 2004a; MOUNTJOY
y PETERSON, 1973) y ha mantenido una ocupación continua hasta el
presente. No obstante, el desarrollo histórico y cultural de la antigua
ciudad es apenas entendido: su persistente crecimiento demográfico y
urbano ha moldeado por siglos el centro ceremonial y sus alrededores
donde conviven construcciones prehispánicas, coloniales y modernas,
de modo que hay pocos datos sobre sus orígenes fundacionales debido
a que la evidencia arqueológica ha sido destruida o yace bajo las cons-
trucciones posteriores.
El sitio ha sido objeto de diversas investigaciones mayormente enfo-
cadas en su monumental pirámide, como fue el caso del Proyecto Cho-
lula (MARQUINA, 1970). El resto de las intervenciones arqueológicas
en la ciudad han sido motivadas principalmente por actividades cons-
tructivas modernas, por lo que abundan salvamentos y rescates (ej.
LÓPEZ et al., 2002a, 2002b, 2004a, 2004b; MAURICIO 2010; MOUNT-
JOY y PETERSON, 1973; PLUNKET y URUÑUELA, 2002), pero pocas
intervenciones sistemáticas (MARQUINA, 1970). El carácter de estas
exploraciones aunado a que sus resultados suelen quedar en infor-
mes técnicos, dificultan la integración e interpretación de los datos
(PLUNKET y URUÑUELA, 2005, p. 101).
Las condiciones geográficas y ambientales de Cholula fueron de-
terminantes para el asentamiento de los primeros pobladores que,
76
atraídos por lo que otrora fue una ciénaga, aprovecharon los recursos
hídricos, así como la tierra fértil, y el suelo arable para la agricultu-
ra (LÓPEZ et al., 2004b; MOUNTJOY y PETERSON, 1973; PETERSON,
1987, p. 97). Sin embargo, los vestigios de esta primera etapa ocupacio-
nal son escasos debido a las actividades modernas que a lo largo de los
años han destruido las estructuras más antiguas.
La evidencia más temprana de estructuras habitacionales corres-
ponde al Formativo Tardío (400 a. C.-100 d. C.) y al final del primer siglo
de nuestra era se registran los inicios de construcción masiva, entre
ellos los de la Gran Pirámide, además de un incremento poblacional
por la llegada de refugiados provenientes del occidente del Valle de
Puebla-Tlaxcala que sufrieron de manera directa los estragos de una
erupción del volcán Popocatépetl a mediados del primer siglo de nues-
tra era (PLUNKET y URUÑUELA, 2006b, p. 161-162). Con ello se pro-
dujeron cambios sociopolíticos que propiciaron un proceso acelerado
de urbanización en Cholula cuyo desarrollo de complejidad se eviden-
cia en mecanismos adaptativos políticos y religiosos que respondieron
al impacto ecológico, social, económico e ideológico generado por este
desastre natural (PLUNKET y URUÑUELA, 2006a, p. 21). Las eviden-
cias materiales de esta temporalidad muestran una mayor compleji-
dad cultural asociada aparentemente con la instauración de un nue-
vo programa ceremonial y de prácticas sociales relacionadas con el
desarrollo de Cholula como centro regional importante (PLUNKET y
URUÑUELA, 2006b, p. 162-166).
La Gran Pirámide como montaña sagrada
Para muchas culturas de Mesoamérica la montaña sagrada consti-
tuía el centro cósmico más importante, el axis mundi que unía tierra
y cielo, y que por tanto resultaba una zona liminal de transición entre
dos mundos (BARABAS, 2003, p. 71). Las pirámides, así como cual-
quier otro templo, santuario o árbol en su cima, tuvieron una gran car-
ga simbólica al asimilar y emular las cualidades del cerro o montaña
sagrada. Fray Bernardino de Sahagún fue uno de los primeros frailes
en documentar las creencias y costumbres de los pueblos prehispá-
nicos y por él sabemos la importancia sagrada de las montañas: los
77
altos cerros donde se juntaban las nubes, neblina, truenos y rayos que
atraen el agua y descargan la lluvia; su cima desde donde se dominan
los cuatro puntos cardinales y los meteoros atmosféricos; las cuevas
que se consideraban portales de entrada al inframundo, donde mo-
raban los antepasados; históricamente el cerro y el agua formaron un
símbolo para el territorio, la identidad y las costumbres de los pueblos
(BARABAS, 2003, p. 71; URUÑUELA et al., 2006, p.186).
El monumento más representativo de buena parte de la historia de
Cholula ha sido la Gran Pirámide o Tlachihualtepetl –“cerro hecho a
mano”–, que en el segundo tercio del siglo XX fue el foco de atención de
arqueólogos y otros estudiosos. Los datos producidos por éstas y otras
investigaciones alrededor de la Pirámide han permitido conocer de
manera fragmentaria el desarrollo histórico del basamento de mayor
volumen del continente americano, que en su última etapa construc-
tiva alcanzó los 400 metros por lado y entre 62 y 65 metros de altura
(MARQUINA, 1990, p. 123-124).
Durante el Posclásico, hacia el año 800 d.C., con la llegada de otros
grupos étnicos como los Olmeca-Xicallanca y más tarde los Tolte-
ca-Chichimeca, los cambios en la dinámica social hicieron que la Gran
Pirámide quedara prácticamente en el abandono; el paso del tiempo
la revistió de vegetación dándole apariencia de un cerro. El culto se
desplazó entonces a un nuevo centro ceremonial, el Templo de Quet-
zalcóatl, erigido medio kilómetro al oeste de la pirámide (PLUNKET,
2012, p. 47). A la llegada de los españoles la ciudad presentaba una se-
rie de parcialidades internas –generalmente de carácter étnico– cuyas
expresiones territoriales en la época colonial se conocieron como ca-
beceras agrupadas alrededor del nuevo centro de culto, mismas que a
su vez se dividían en calpullis –posteriormente barrios– formados por
grupos emparentados con autoridades propias y posesión de tierra en
común (BONFIL, 1988, p. 164).
Sin embargo, las crónicas coloniales cuentan que la cima de la Gran
Pirámide seguía siendo punto importante para rituales de pedimento
de lluvia y siempre fue un referente en la ciudad como lo revelan diver-
sos documentos indígenas, como el Mapa de Cuauhtinchan y la His-
toria Tolteca Chichimeca (SOLÍS y VELASQUEZ, 2006, p. 34-35). Así
78
que, aunque para la traza urbana colonial el Tlachihualtépetl quedó en
el sector sureste de la cuadrícula, su importancia era tal que además se
instituyó en el escudo de armas de la ciudad que mostraba una mata de
tule junto a un cerro de adobe hecho a mano coronado por una trom-
peta (SOLÍS y VELASCO, 2006, p. 43). También durante esta época, el
lado norte de la pirámide fue severamente dañado por la construcción
del Camino Real a Puebla; mucho más tarde, su lado oeste también fue
afectado por la instalación de una línea de ferrocarril (SALAMANCA
y JIMAREZ, 2015, p. 507).
El Santuario de la Virgen de los Remedios
Una de las primeras referencias escritas a la pirámide fue la Rela-
ción de Cholula, de 1581, donde el corregidor Gabriel de Rojas asegu-
raba que:
“había en toda la ciudad bien ochocientos ídolos menores en sus Iglesuelas o
Ermitas por todos los barrios… y estos ídolos tenían también unos cerrillos
menores hechos a mano a modo del sobre dicho de Quetzalcóatl… de estos
cerrillos duran hoy dos, que están cerca del cerro grande y hay por toda la
ciudad reliquias de otros muchos edificios menores” (De la Maza, 1959, p. 20).
Además, decía que la pirámide estaba dedicada a Chiconahui-
quiauitl, dios del agua (de quiauitl, llover y chiconahue, nueve o mucho),
es decir, el que llueve mucho (De la Maza, 1959, p. 23). Para erradicar
los cultos paganos que continuaban realizándose en la cúspide de la
Gran Pirámide, la estrategia evangelizadora de los franciscanos con-
sistió en reemplazar el culto de deidades mesoamericanas por católi-
cas, como quedó patente en el testimonio de fray Toribio de Benavente
(MOTOLINÍA, 1969, p. 52):
“En lo alto estaba un teocalli viejo y pequeño, y debastáronle, y pusieron una
cruz alta, la cual quebró un rayo, y tornando a poner otra, y otra, también las
quebró, y a la tercera yo fui presente, que fue el año pasado de 1535, por lo
cual descopetaron y cavaron mucho de lo alto, a do hallaron muchos ídolos e
idolatrías ofrecidas al demonio; y por ello yo confundía a los indios, diciendo:
79
 que por pecados en aquel lugar cometidos no quería Dios que allí estuviese
su cruz. Después pusieron allí una gran campana bendita, y no han venido
más tempestades ni rayos después que la pusieron.”
Posteriormente, la antigua cruz fue sustituida con la construcción
de una ermita en 1594. Como señala Francisco de la Maza (1959, p. 102),
sobre el más imponente y famoso teocalli indígena de México se colocó
la más importante Virgen española, la conquistadora Virgen de los Re-
medios. En el siglo XVIII la ermita se fue ampliando y adornando, cons-
truyendo rampas para su acceso, pero en 1864 quedó prácticamente
destruida tras un terremoto y tuvo que volver a erigirse conservando
su estructura y disposición original, pero ya con una ornamentación
neoclásica por lo que la iglesia actual muestra elementos arquitectó-
nicos típicos de la segunda mitad del siglo XIX; finalmente se bendijo
el 24 de agosto de 1874, apadrinada por el gobernador de Puebla don
Ignacio Romero Vargas (DE LA MAZA, 1959, p. 102). Esta iglesia situa-
da sobre el Tlachihualtépetl tuvo y sigue teniendo un culto, al igual que
el de sus predecesores nativos prehispánicos, asociado al agua y a la
propiciación de lluvia (SALAMANCA y JIMAREZ, 2015, p. 507).
De igual forma, donde estuvo el Templo de Quetzalcóatl los francis-
canos levantaron el Convento de San Gabriel cuya fecha de edificación
es inexacta (entre 1530 y 1539), aunque otros datos sugieren que la
primera piedra fue colocada en 1549 por el obispo de Puebla-Tlaxcala,
Fray Martín de Hojarasca y consagrada por él mismo en 1552 (BER-
NARD y SEGUÍ, 2012, p. 75). A un costado se erigió la Capilla Real
entre 1560 y 1570; dedicada a San José, sirvió para el adoctrinamiento
de los pobladores aprovechando elementos de la antigua estructura
social y manteniendo ciertos privilegios de la nobleza indígena, pero
reorganizando el gobierno con el título de ciudad cabecera de repúbli-
ca de indios y centro de doctrina (BONFIL, 1988, p. 169-170).
La importancia religiosa y comercial de Cholula se mantuvo aún
después de la llegada de los españoles, por lo que puede hablarse de
su impacto ritual a nivel regional como centro ceremonial de ferias y
peregrinaciones; a nivel local sostenido por la jerarquía religiosa cen-
tral y las parcialidades; y a nivel individual mediante los mercaderes
80
acaudalados que costeaban grandes fiestas para alcanzar una posición
social privilegiada (BONFIL, 1988, p. 168).
San Andrés y San Pedro Cholula
Durante el proyecto colonizador Cholula quedó subalterna a la fun-
dación de la ciudad de Puebla de los Ángeles en 1531, y su territorio y
habitantes al servicio de los españoles; el 27 de octubre de 1537, San
Pedro Cholula recibe el título de ciudad cabecera de república de in-
dios y centro de doctrina, incorporando a San Andrés como cabecera
independiente. El poblamiento y administración del territorio colonial
se basaron en el despojo de las tierras indígenas, ya que el derecho
castellano los consideraba “rústicos” o “menores” (GÁMEZ et al., 2016,
p. 41-43). El diseño urbano y el modelo administrativo en estos centros
de población adoptó la característica traza en cuadrícula hispanoame-
ricana, en la que la ubicación de la plaza mayor constituía el elemento
central urbano con acentos prehispánicos (Yáñez, 1994, citado en GÁ-
MEZ, 2016, p. 45).
Para mediados del siglo XVI, se habla de seis barrios o cabeceras,
a su vez divididas en estancias, que eran las unidades asentadas al-
rededor del Templo a Quetzalcóatl. De estas seis cabeceras adscritas
a la jurisdicción de San Pedro Cholula, San Andrés Colomochco, la
cabecera más grande de San Andrés con ocho estancias –Tequepan,
Colomochco, Matalcingo, Xicotenco, Xalotle, Aquiauaque, Tepetitlán y
Tlaxcalanzingo–, logró separarse; estas poblaciones posiblemente es-
taban emparentadas con los olmeca-xicalancas cuyas pugnas con los
tolteca-chichimeca se remontan a los siglos XII y XIII, y que al verse
sometidos por estos últimos, se refugiaron en la parte sur de la pirámi-
de manteniendo su identidad cultural y cierta autonomía (BERNARD
y SEGUÍ, 2012, p. 74).
La cabecera de San Andrés Colomochco construyó en su territorio
un pequeño convento franciscano bajo la advocación de San Diego de
Alcalá, autorizado por Cédula Real en 1557, para dar servicio a los in-
dígenas que habitaban la parte sureste del valle. Fuera de la Ciudad
de México, la construcción de dos conventos franciscanos a menos de
un kilómetro de distancia uno de otro, fue un caso excepcional que se
81
justificó por la alta densidad demográfica de la zona y las diferencias
étnicas de la población (BERNARD y SEGUÍ, 2012, p. 76). En 1558, San
Andrés era una doctrina separada administrada como vicaría por los
dieguinos descalzos para evangelizar a los collomochcas, descendien-
tes olmeca-xicalanca y mixteco-popoloca (GÁMEZ et al., 2016, p. 48).
En 1640, el clero secular llegó a Cholula y ocupó la Capilla Real que
fue objeto de disputa entre ellos y los franciscanos, permaneciendo ce-
rrada por más de una década; en 1651 las autoridades piden la capilla
al clero regular y en 1661 se inició su reconstrucción techándola con
81 cúpulas, tarea desmedidamente costosa para los indios quienes su-
fragaron la obra. Desde mediados del siglo XVII la cabecera de San
Andrés se encontraba en proceso de separación de las otras cinco, con-
virtiéndose en parroquia en 1645 y para 1714 constituyéndose en repú-
blica de indios con cuatro pueblos –Cacalotepec, Nalacatepec, Ocoyu-
can y Tlaxcalantzingo– (GÁMEZ et al., 2016, p. 49-50). Ya para el siglo
XX se convirtieron en cabeceras municipales quedando “el cerrito” en
la zona limítrofe entre estas dos, del lado del pueblo de San Andrés.
A pesar de estas divisiones internas, Cholula siguió siendo un cen-
tro milenario de gran importancia para la organización de fiestas reli-
giosas y rituales de tradición indígena mediante los cuales se relaciona
la población, los seres sagrados y el territorio. Actualmente, se pueden
notar algunas diferencias entre San Pedro y San Andrés como una
distinción entre los centros y los barrios, mucho más marcada en el
primero que en el segundo; San Andrés es una localidad más campesi-
na y económicamente depende más de San Pedro y Puebla, no tiene un
mercado fijo por mencionar un ejemplo (GÁMEZ et al., 2016, p. 59). Los
procesos históricos de la ciudad dual de Cholula la han dotado de un
carácter sagrado que se ha transformado desde la época prehispánica
hasta la actualidad: desde el culto a Quetzalcóatl y deidades asociadas
al agua, la agricultura y la fertilidad, hasta la devoción a la Virgen de
los Remedios y las festividades de todos los santos patronos que se
celebran a lo largo del año en los distintos barrios.
82
Entre lo rural y lo urbano
Los barrios y el sistema de cargos
Este breve recorrido histórico-cultural permite atisbar que el denso
calendario de fiestas religiosas de la actualidad, no es sino una conti-
nuación –con sus debidas transformaciones– de los ritos y tradiciones
indígenas que se han practicado a lo largo de los siglos. Bonfil Batalla
(1988, p. 117) ya señalaba que estas actividades no son un aspecto más
de la vida social, sino el eje mismo de la vida de la comunidad debido
a la cantidad de tiempo, esfuerzo, recursos e interés público y general
que demandan. Para hablar de estos eventos multitudinarios, es nece-
sario antes conocer la forma de organización de estas comunidades y
los cambios que están atravesando ante el acelerado crecimiento de-
mográfico y urbano dentro del contexto de globalización.
El barrio como entidad social tiene algunos criterios de pertenen-
cia, como el lugar de nacimiento, la adscripción religiosa, relaciones
de parentesco y la residencia dentro del perímetro del barrio (BON-
FIL, 1988, p. 218-219). La persistencia de este tipo de organización te-
rritorial ha resultado en que las relaciones al interior de los barrios
y pueblos estén formalmente ritualizadas y estructuradas con cierto
grado de asimetría debido a jerarquías definidas, mismas que propi-
cian procesos de diferenciación identitataria entre la población local y
los nuevos habitantes que está atrayendo el auge inmobiliario (HER-
NÁNDEZ, 2016, p. 44).
Cholula se encuentra organizada en barrios, una institución de la
época colonial cuyo antecedente se puede remontar aún más atrás al
calpulli prehispánico, pero que hoy en día puede entenderse de tres
maneras: 1) como referencia a la iglesia donde reside una imagen pro-
tectora; 2) el grupo de familias protegidas por el santo patrono de una
iglesia y los responsables de la organización de su culto y celebraciones;
y 3) el espacio físico, es decir los terrenos, donde habitan estos grupos
(BERNARD y SEGUÍ, 2012, p. 80). San Pedro Cholula está conformado
por 10 barrios: 1) San Miguel Tianguisnahuac, 2) Jesús Tlatempa, 3)
San Matías Cocoyotla, 4) San Juan Calvario Texpolco, 5) Santa María
Xixitla, 6) La Magdalena Coapa, 7) San Pedro Mexicaltzingo, 8) San
83
Pablo Tecama, 9) Santiago Mixquitla y 10) San Cristóbal Tepontla. Por
su parte, San Andrés Cholua se forma por ocho barrios: 1) San Pedro
Colomoxco, 2) Santa María Cuaco, 3) San Juan Aquiahuac, 4) Santiago
Xicotenco, 5) La Santísima Trinidad, 6) San Miguel Xochimihuacán, 7)
Santo Niño Macuila y 8) San Andresito (GÁMEZ et al., 2016, p. 66-67).
De la mano de la organización barrial tiene que hablarse del siste-
ma de cargos o mayordomías. Esta organización y prácticas fueron
aprovechadas desde la época colonial, quitándoles su carácter heréti-
co, para utilizarlas como mecanismo de evangelización masivo (HER-
NÁNDEZ, 2016, p.45-46). El sistema de cargos puede definirse como
una institución social de matriz agraria de función cohesionadora a
nivel social, familiar y parental que integra a la comunidad y reprodu-
ce su identidad cultural; sobre las mayordomías recaen muchas de las
obligaciones institucionales relacionadas con la vida religiosa, fiestas
y trabajos comunales (GÁMEZ et al., 2016, p. 68-69). Al ser un sistema
de organización interna, para ocupar alguno de sus puestos se debe de
ser “hijo del barrio”, adscripción que se tiene si se ha participado efec-
tivamente en la organización religiosa tradicional, más allá de haber
nacido y residir en él; los cargos son anuales y nominales, los designan
los “principales” a solicitud o a juicio (BONFIL, 1988, p. 219-223).
Sobre el trabajo de Bonfil Batalla, Hernández (2016, p. 46) señala
que sus mayores aportaciones fueron primero, mostrar que el vínculo
prehispánico entre centro religioso y ceremonial, lejos de desapare-
cer, recreó una concepción religiosa propia distinta al dogma católico
tradicional, donde el pueblo dominado hizo de la fiesta –y de las insti-
tuciones que la hacen posible– el espacio de expresión de los barrios
dándoles continuidad histórica, identidad y sentido de pertenencia,
marcando la frontera con los otros, los dominadores, los extranjeros,
los turistas, los foráneos, los recién llegados, quienes quedan exclui-
dos de estas celebraciones a no ser como meros espectadores; y por
ende, considera que el segundo aporte fue ver en el sistema de cargos
una institución de resistencia ante la globalización.
De manera general, en Cholula existen tres tipos de mayordomía se-
gún la función que realicen: 1) el mayordomo del santo patrón, a cargo
del templo y las festividades de su barrio; 2) los mayordomos menores,
84
encargados del cuidado y festividades de las diferentes imágenes; 3)
los mayordomos elegidos por la “hermandad de cargadores”, a cargo
de diversas festividades relacionadas con la liturgia católica; entre San
Pedro y San Andrés guardan sus particularidades y jerarquías, pero
cuentan al menos con los cargos de fiscales, mayordomos, salva co-
hetes, castilleros y floreras (GÁMEZ et al., 2016, p. 70-71; VELASCO,
2011, p. 134).
El ciclo anual de festividades religiosas organizadas por las ma-
yordomías funge como mecanismo de reproducción y expresión de la
identidad barrial cholulteca y donde la población interactúa con los
seres sagrados –santos y vírgenes de los barrios– y con la deidad prin-
cipal de la región que es la Virgen de los Remedios, haciendo de cada
festividad una especie de tiempo de excepción, no contrapuesto a lo
cotidiano, por ser un tiempo de trabajo ritual socialmente necesario
para la reproducción de la comunidad (GÁMEZ et al., 2016, p. 74, 76).
De cara a la globalización
Parte de las transformaciones que ha experimentado el territorio y
la sociedad cholulteca resultan de los procesos globalizadores. En su
estudio sobre la construcción de formas actuales de ruralidad, Paola
Velasco (2011) presenta algunos de los efectos que la urbanización, la
disminución de las actividades primarias, el auge en los sectores se-
cundarios y terciaros y una transformación o “urbanización” de los
estilos de vida; estos factores han generado nuevas preguntas sobre la
relación campo-ciudad donde aún se reafirman elementos sociocultu-
rales, relaciones comunitarias, fiestas patronales y una identidad que
diferencia a los cholultecas de los habitantes de la ciudad de Puebla o
de los que han llegado a residir a Cholula.
En el último tercio del siglo XX Bonfil Batalla (1988, p. 252) ya abor-
daba la cuestión de la coexistencia entre lo moderno y lo tradicional en
Cholula, notando la importancia de la intensa vida ceremonial organi-
zada por el sistema de cargos religiosos, y por otro lado la diversifica-
ción de la economía en cuanto actividades industriales y mercado por
su conexión con la ciudad de Puebla. El crecimiento de estas activida-
des comerciales y de servicios muestra algunas diferencias entre las
85
dos Cholulas: por ejemplo, San Pedro es un centro importante para las
comunidades rurales de las faldas del volcán y su entorno se sigue uti-
lizando mayormente para el cultivo de hortalizas, mientras que en San
Andrés el cambio ha sido más drástico, ya que el uso agrícola del suelo
se ha abandonado aceleradamente para dar paso a la construcción de
fraccionamientos (GÁMEZ et al., 2016, p. 82).
La rápida transformación rural a un entorno urbano puede sinte-
tizarse con estos factores: 1) la idea mal entendida de <<moderniza-
ción>> por parte de los gobernantes poblanos; 2) la falta de interés
del gobierno estatal por el sector agrícola, provocando la reducción
de estas tierras en pos de proyectos industrializadores; 3) la presión
urbana de una ciudad en expansión; quizá más notoriamente en San
Andrés, pero también en San Pedro, esto ha generado una reformu-
lación de la identidad de sus habitantes en un contexto de abandono
del campo, diversificación ocupacional y cambio en las expectativas
laborales de la población más joven –sobre todo hacia la prestación
de servicios–, inmigración y conflicto territorial (VELASCO, 2011, p.
114, 133). Las consecuencias en el paisaje se perciben a simple vista en
un reemplazo de áreas verdes y de cultivo por construcciones habita-
cionales o comerciales con materiales y estilos diversos, apertura de
nuevas vialidades, pavimentación de antiguas veredas y ampliación de
la red de servicios de agua potable, luz, etc.
Usos públicos de la memoria, la historia y el patrimonio cultural
Para pasar a la expresión de las dinámicas globales en escenarios lo-
cales, el caso aquí presentado es el de la transformación de Cholula du-
rante la gubernatura de Rafael Moreno Valle (2011-2017), a partir de su
declaratoria como “Pueblo Mágico” en el año 2012 (SECTUR, 2014) y más
específicamente los cambios y la resistencia social a ello, consecuencia
de un proyecto turístico estatal que ha afectado directamente el área
limítrofe entre los municipios de San Andrés y San Pedro, que al mismo
tiempo es icónica y comprende la zona arqueológica y sus alrededores.
Las causas que han desatado las diversas manifestaciones de des-
contento han sido, por una parte, la falta de transparencia y comu-
86
nicación del gobierno morenovallista con los habitantes de Cholula
respecto a los objetivos, ejecución y finalidad de las obras de cons-
trucción y dignificación de la vía pública; por otro lado, la arbitrarie-
dad de los procesos, la ausencia de un diálogo consensuado donde se
atendieran las preocupaciones y necesidades de los pobladores, y el
uso de la fuerza pública para reprimir protestas en otras partes de la
entidad poblana –como los enfrentamientos ocurridos por el cierre del
Registro Civil en julio de 2014 en la junta auxiliar de San Bernardino
Chalchihuapan, municipio de Ocoyucan, donde la polémica “Ley Ba-
la”1 ocasionó la muerte del menor José Luis Tehuatle (SIN EMBARGO,
2017)– empeoraron las ya de por sí desgastadas relaciones entre la so-
ciedad y las autoridades municipales y estatales.
Son varias las problemáticas que surgieron o se acentuaron a partir
de estas acciones e incluso se han adherido otras causas de poblacio-
nes aledañas en el transcurso de los años. Sin embargo, para fines del
presente trabajo, me centraré en los usos, re-usos y abusos que se han
hecho de la historia, la memoria y el patrimonio cultural para dictar
dos agendas de trabajo a la vez públicas y contrapuestas para, por un
lado, promover la identidad turística de la ciudad milenaria a manera
de marca, y por otro, salvaguardar una identidad cholulteca “auténti-
ca” con raigambre en la tradición. En ambos, es interesante ver las na-
rrativas que se hacen de Cholula a partir de elementos que han estado
largo tiempo en el imaginario del pueblo que se convierte en ciudad
y que sigue siendo un centro de atracción importante para la gente
de la región, actualmente con una marcada tendencia a la proyección
nacional e internacional.
1 Su nombre oficial es Ley para Proteger los Derechos Humanos y que Regula el
Uso Legítimo de la Fuerza por parte de los Elementos de las Instituciones Poli-
ciales del Estado de Puebla. Aprobada por el Poder Legislativo el 19 de mayo de
2014, prevé mecanismos para hacer prevalecer el “orden colectivo” facultando a
los cuerpos de seguridad pública el uso de armas no letales contra manifestan-
tes; Moreno Valle presentó la iniciativa para abrogarla el 22 de julio de ese año,
arguyendo una “errónea percepción de la misma” (CAMACHO, 2016).
87
 La zona arqueológica
A 85 años del inicio de la primera gran etapa de excavaciones ar-
queológicas (1931-1956) que posteriormente diera paso al Proyecto
Cholula (1967-1971), abruptamente interrumpido hace 45 años, la aten-
ción la ha acaparado la Gran Pirámide. El atractivo de semejante mues-
tra de arquitectura monumental de la antigüedad, así como la persis-
tencia de numerosas festividades religiosas que generan un constante
tránsito hacia el Santuario de los Remedios durante todo el año, hi-
cieron que para 1993 el Instituto Nacional de Antropología e Historia
(INAH) emitiera la Declaratoria Federal de Zona de Monumentos Ar-
queológicos de Cholula, Puebla para su salvaguarda (CRUZ y ÁVILA,
2006, p.190). El documento señala que la expedición del decreto se hizo
considerando “que es de utilidad pública la investigación, protección,
conservación, restauración y recuperación de los monumentos y zonas
de monumentos arqueológicos como parte integrante del patrimonio
cultural de la Nación” (DOF, 1993).
Para finales del siglo XX la Gran Pirámide y sus alrededores in-
mediatos no sólo seguían siendo un atractivo para los visitantes, y el
santuario que la corona un lugar importante de culto para los locales,
sino que además quedó legamente protegida por el INAH, organismo
que se ha encargado del mantenimiento, conservación y administra-
ción de la zona arqueológica. Actualmente, cuenta con tres áreas ha-
bilitadas para su visita pública: 1) un recorrido de aproximadamente
280 m dentro del túnel al interior de la pirámide; 2) el área abierta de
la zona arqueológica donde se pueden apreciar estructuras expuestas
–plataformas, estelas, altares– en los patios ceremoniales sur y ponien-
te de la pirámide; y 3) el Museo de Sitio, con tres salas de exposición
permanente que exhibe piezas de cerámica y otros ejemplos de cultura
material prehispánica.
Recordemos que en la cima de la Gran Pirámide se asienta el San-
tuario de la Virgen de los Remedios, el cual tiene sus puertas abiertas
todo el año con acceso libre y al que se accede por el costado poniente
mediante un camino ascendente de lajas dividido en rampa y escalo-
nes, bordeado con una reja perimetral que restringen el paso hacia
el cerrito, es decir, hacia las partes no expuestas de la pirámide y que
88
se hallan cubiertas con vegetación y árboles. Nos encontramos pues,
ante un lugar donde se articulan actividades civiles, religiosas y un
creciente desarrollo comercial y turístico. El cambio de los usos de los
espacios a lo largo de los siglos fue transformando el paisaje de una
ciudad que nunca sufrió un abandono total, por lo que conviven ejem-
plos arquitectónicos de la época prehispánica, colonial y del México
contemporáneo que continúan modificándose de acuerdo a las necesi-
dades de infraestructura de la población actual.
Muchas de las manifestaciones territoriales de Cholula tienen re-
ferentes donde se mezclan elementos mesoamericanos, coloniales y
contemporáneos (GÁMEZ et al., 2016, p. 79). La zona arqueológica y
en específico el cerrito coronado por la iglesia, son un símbolo de refe-
rencia para esta ciudad tanto por su carácter milenario, como sagrado.
Éstas y otras representaciones del paisaje natural y cultural –como los
volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, o las iglesias– han sido utilizadas
para expresar la dimensión territorial en lugares u objetos cotidianos,
como la señalética vial, el transporte público, nombres de negocios y
escuelas y múltiples manifestaciones artísticas.
¿Pueblo Mágico o Pueblo Trágico?
El Programa Pueblos Mágicos es una iniciativa del gobierno federal
para impulsar las dinámicas económicas locales mediante la captación
de un turismo cultural que valore los pueblos tradicionales que se lo-
calizan fuera de los circuitos turísticos establecidos (SECTUR citado
en Valenzuela et al., 2012). Este concepto de la Secretaría de Turismo
(2014, p. 5) se define como:
“Un pueblo que a través del tiempo y ante la modernidad, ha conservado,
valorado y defendido, su herencia histórica, cultural y natural, y la manifiesta
en diversas expresiones a través de su patrimonio tangible e intangible. Un
Pueblo Mágico es una localidad que tiene atributos únicos, simbólicos, his-
torias auténticas, hechos trascendentes, cotidianidad, que significa una gran
oportunidad para el aprovechamiento turístico, atendiendo a las motivacio-
nes y necesidades de los viajeros.”
89
 Además, aquellas localidades potenciales requieren una certifica-
ción distintiva otorgada por el estado enfocada en la habilitación de in-
fraestructura estandarizada básica de provisión de servicios turísticos,
así como adecuaciones para cumplir ciertos lineamientos de “imagen
urbana” para atender a un gran número de visitantes, bajo el supuesto
de que el potencial económico del patrimonio cultural está siendo su-
butilizado o desaprovechado (VALENZUELA et al., 2013, p. 650).
El 30 de octubre de 2012, durante la administración del gobernador
del estado de Puebla Rafael Moreno Valle, se otorgó a Cholula la deno-
minación de Pueblo Mágico, incluyendo a San Pedro y San Andrés; el
nombramiento implicaba una inversión de $58,610,000 pesos mexica-
nos (USD$2,930,500) para su incorporación y permanencia en el selec-
to grupo (VILLALOBOS et al., 2016, p.185). De entrada, esto implicaba
rehabilitar la zona aledaña a la pirámide en una primera etapa de me-
joramiento de la imagen urbana, con lo que se inició formalmente la
implementación de una política cosmética para componer y adornar
la zona arqueológica y sus alrededores inmediatos en beneficio del tu-
rismo, es decir, manejándola como un recurso, pero sin contemplar su
potencial científico o como bien social.
Las políticas de estos programas suelen llevar a una cierta homoge-
neización de los destinos y a una revaloración potencialmente explo-
table o privatizable de los recursos naturales y culturales de pueblos
con historias de larga duración y de sus atributos étnicos, rurales,
indígenas u originarios por organismos, gobiernos y empresas que
operan bajo una lógica plusvalórica del capital (Adame s.f. citado en
ESCALANTE y CARROL, 2013, p. 254). Desde una perspectiva críti-
ca, lo “mágico” se logra a partir de la explotación e injusticia, pues se
juega con la ilusión de que con la transformación urbana se sanean ar-
quitectónicamente los espacios y se acaba con la marginación, lo cual
evidentemente no ocurre, pero se implementan estrategias para dar
esta impresión y construir la imagen y escenarios turísticos deseados
(Lagunas s.f. citado en ESCALANTE y CARROL, 2013, p. 253).
Actualmente es notoria una mayor extensión de caminos de con-
creto donde antaño había senderos de tierra; comercios y estaciona-
mientos han reemplazado antiguos terrenos y campos de cultivo; en
90
algunas temporadas se ofrecen recorridos en tranvía y en caballo; se
ha dado limpieza y mantenimiento a los centros de San Pedro y San
Andrés; ha habido grandes movimientos de remoción y reubicación
de comerciantes y vendedores de la vía pública, mientras que a los que
se les permitió quedarse fueron homogeneizados –pintando sus trici-
clos o casetas y cubriéndolos con sombrillas o toldos con la leyenda
“Cholula Pueblo Mágico”– en un mecanismo sutil para disimular la po-
breza. Como señalan Villalobos y sus colegas (2016, p. 186), mientras
que distintos medios difunden el programa de Pueblos Mágicos como
modelo para superar la pobreza y la desigualdad, la realidad es otra y
los habitantes se debaten entre el empobrecimiento, el desempleo, el
autoempleo y la migración ante la imposibilidad de competir.
No es raro encontrar a Cholula como destino de esparcimiento y
cultura en guías turísticas con el plus de ser uno de los Pueblos Má-
gicos de México. Su cercanía con la ciudad de Puebla ha potenciado
la afluencia de visitantes y la inscripción en este programa fue sólo el
primer paso para incluirla en un circuito turístico más grande que se
desarrolló durante la administración morenovallista y que se presen-
tará a continuación.
Cholulandia
Dado que México carece de espacios para que los organismos de
gobierno tomen en cuenta la participación social y sólo hay entidades
sociales institucionalizadas para dar cobertura legal y justificación a
las políticas públicas, se deja campo abierto para que la autoridad ac-
túe impunemente en beneficio de intereses económicos de otros agen-
tes sociales, personales o de imagen política (MONTERO, 2015, p. 347).
La transformación turística Cholula es sólo una pequeñísima parte de
un gran proyecto político de este tipo.
Poco antes del final de la gestión de Rafael Moreno Valle, la perio-
dista Ámbar Barrera (2017) escribió: “Y aunque apenas está por hacer-
se oficial, para el sexenio que termina ha quedado claro que Turismo y
Cultura no sólo es la misma cosa, sino dos áreas que sirven al mismo
propósito: la promoción espectacular de una ciudad y su gobernan-
te.” Lo anterior, en su artículo referente a la política cultural que se
91
implementó en Puebla del 2011 al 2017 donde predominó la opacidad
y la desaparición del patrimonio cultural frente a obras espectacula-
res de relumbrón, resume en cierto modo los resultados en materia de
cultura, sin olvidar además las controversias en que se vio envuelto el
ex-gobernador al final de su periodo debido a la propaganda política
en medios nacionales donde destapó sus intenciones de lanzarse como
candidato a la presidencia del país para los comicios del 2018.
Con el claro objetivo de detonar el turismo en la entidad, se empren-
dió bajo los distintos títulos de “Parque de las Siete Culturas”, “Parque
Intermunicipal”, u “Obras de mejoramiento urbano, deportivo, de es-
parcimiento y sustitución de calle, banquetas y andadores en espacios
públicos de Cholula”, una iniciativa –porque en sus inicios carecía de
proyecto ejecutivo– para hacer de Cholula un atractivo destino con
una amplia oferta cultural y comercial, pero que desde la perspectiva
de un sector de la población no era sino una amenaza de privatización
de la zona arqueológica y la destrucción del patrimonio cultural, natu-
ral, tangible e intangible (CUAUTLE, 2016). Uno de los términos que se
utilizaron para describir las primeras acciones fue el de dignificación
de los espacios públicos, principalmente en la periferia del cerrito, lo
cual fue controversial desde el inicio porque, como señalan Ramírez y
sus colegas (2016, p. 165), se trató de un discurso político de élite que
reflejaba una noción capitalista y privatizadora del espacio colectivo
que pretendía apropiarse de él por considerarlo “descuidado”, “des-
perdiciado” o “desaprovechado”.
Sin una presentación del proyecto para la población y sin la autori-
zación del INAH, pero con el respaldo de los presidentes municipales
de San Pedro y San Andrés Cholula, José Juan Espinosa y Leoncio Pai-
sano, respectivamente, en 2014 se iniciaron las obras que muy pronto
se vieron interrumpidas por diversos motivos y que han sido foco de
controversia en numerosas ocasiones. El conflicto que surgió puede
resumirse en una lucha por el control del territorio que para unos
constituye “las tierras de la virgen” o el “lugar sagrado” (cerro-pirá-
mide-santuario), mientras que para otros era un espacio susceptible
de ser declarado de “utilidad pública e interés social”, que implicaba la
expropiación 21 hectáreas de cultivo, doce de San Andrés y nueve de
92
San Pedro (GÁMEZ et al., 2016, p. 95-96).
Ante el inminente decreto de expropiación y las inquietudes que esto
desató entre la población, el gobierno intentó comprar los terrenos al
ridículo precio de $6.80 pesos mexicanos (USD$0.34) el metro cuadrado
(AGUIRRE et al., 2014, p. 19). En una acción oficial, el 26 de agosto de
2014, el ayuntamiento realizó la delimitación de los predios a expropiar
mediante la colocación de malla ciclónica y letreros –librando el predio
donde se ubica la casa de Leoncio Paisano, alcalde de San Andrés– los
cuales, después de una alerta a la comunidad hecha mediante un llama-
do de campanas de la iglesia, fueron retirados por pobladores de San
Pedro y San Andrés Cholula y colocados de modo simbólico alrededor
de la casa del síndico y unos más quemados frente a las presidencias
municipales en señal de protesta (AGUIRRE et al., 2014, p. 28-29).
Por su parte, en septiembre de 2014 un comité de trabajadores del
INAH Puebla solicitó el proyecto de obras a desarrollarse en Cholu-
la para realizar un dictamen académico-interdisciplinario sobre las
consecuencias y afectaciones que tendría sobre el patrimonio edifica-
do y el espacio simbólico; para octubre del mismo año, la respuesta
del Consejo de Arqueología fue no aprobatoria (SUÁREZ et al., 2015).
De esa fecha en adelante se realizaron atropelladamente trabajos de
despalme y nivelación de predios, así como algunas excavaciones pro-
fundas con maquinaria pesada que se suspendían temporalmente por
presión ciudadana o por su denuncia en medios periodísticos. No fue
sino hasta abril de 2015 que, ante la exigencia al INAH de ejercer sus
funciones, se declara que sólo se habían autorizado “trabajos prelimi-
nares” en las obras de las calles 14 poniente y 5 norte, mientras que el
resto por carecer de proyecto se consideraban ilegales y consecuente-
mente tuvieron una “suspensión provisional”, aunque en la práctica se
siguieron realizando (SUÁREZ et al., 2015).
Debe recordarse que el decreto de 1993 por el que Cholula fue de-
clarada zona de monumentos arqueológicos la incorporó al régimen
de la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artís-
ticos e Históricos. El cerrito se encuentra dentro de lo que el INAH
denominó Zona 1 y que en el Reglamento de Construcción (MUNDO
NUESTRO, 2015) de dicha declaratoria define que:
93

“En esta zona se restringe totalmente el uso del suelo y por tanto debe ser
adquirida por la federación, Estado o Municipios e incorporada a la actual
zona ceremonial. En el caso de las construcciones existentes, éstas podrán
continuar en su uso pero no ampliarse, de tal manera que a largo plazo los
predios se puedan anexar al área ceremonial. En esta zona no se permite
ningún tipo de actividad que no sea el rigurosamente arqueológico y lo que
en sí conlleva, es decir, restauración, exhibición, difusión, etc., así como la
agricultura en los lotes que en la actualidad se encuentran destinados a tal
fin y los deportivos y de esparcimiento en los campos deportivos ubicados en
el entorno inmediato a la Gran Pirámide.”
La desarticulación entre los órganos de gobierno, el INAH, la po-
blación de Cholula y los mismos encargados de las obras que por lo
general declaraban desconocer la agenda de lo que estaban realizan-
do, muestra claramente los diferentes intereses respecto al proyecto
turístico, así como la diversidad de interpretaciones y valoraciones del
patrimonio de distintos sectores de la sociedad. Cuando se excluye a la
comunidad y la toma de decisiones se hace de manera vertical desde or-
ganismos oficiales y grupos de poder el resultado es una imposición y
un despojo, a veces violento, donde no se toma en cuenta a los ciudada-
nos, sino sólo a los intereses del capital (Conde, s.f. citado en Escalante
y Carrol, 2013, p. 250-251). La premura y falta de claridad con que se
realizaron las primeras acciones generó un conflicto de tierra y terri-
torio, máxime cuando el proyecto apuntaba más a la construcción de
un parque temático que a la conservación de usos y costumbres de los
dueños de los terrenos y de los cholultecas (AGUIRRE et al., 2014, p. 20).
El portal de periodismo narrativo Mundo Nuestro (2015) por vía del
Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI) accedió al proyecto
del parque cuyos planos procedían del Comité Administrador Poblano
para la Construcción de Espacios Educativos (CAPCEE); sus especifi-
caciones generales comprendían excavaciones, compactaciones, pavi-
mentados de concreto y asfalto, cableados y drenajes, estacionamien-
tos, reja perimetral, canchas deportivas, ciclopista, áreas de picnic y
andadores. También se decía que entre los espacios recreativos habría
94
espejos de agua, un foro al aire libre y jardines (MASTRETTA, 2014).
El parque se complementaba además con la apertura de un nue-
vo museo, para lo que se expropiaría el inmueble del antiguo Hospital
Psiquiátrico Nuestra Señora de Guadalupe que cerró sus puertas en
septiembre de 2013 después de 103 años de operación y una ruta de
tren turístico desde la ciudad de Puebla con una inversión preliminar
de 300 millones de pesos (ASHWELL, 2014; MASTRETTA, 2014). De
igual forma se denunciaron irregularidades legales en la apropiación
del edificio histórico, así como alteraciones en su fisonomía arquitec-
tónica y destrucción de sus elementos porfirianos en su proceso de
remodelación (CUAUTLE, 2016).
Ante la amenaza de despojo, la comunidad cholulteca empezó a
ejercer su derecho a la manifestación, buscando inútilmente entablar
un diálogo con las autoridades. En vista de ello los movimientos civiles
“Ciudadanos unidos por Cholula Viva y Digna”, el “Círculo en defensa
del territorio” y el “Frente municipal cholulteca” de manera pacífica
comenzaron a convocar asambleas informativas, actividades cultura-
les y académicas, marchas, protestas públicas y foros ciudadanos para
manifestar sus inconformidades, exigir espacios para ser escuchados
y defender su identidad, libertad de culto y derecho de posesión, uso,
tránsito y reunión en los terrenos donde por años lo han hecho, como
lo registró Aguirre y su equipo (2014, p. 17-18 y 22): “Los cholultecas
somos un pueblo originario, no estamos en contra de la moderniza-
ción, solo queremos ser consultados y que nuestras verdaderas necesi-
dades se plasmen en cualquier proyecto.”
Estos desencuentros ejemplifican cómo las políticas folkloristas gu-
bernamentales, bajo la etiqueta de “mágico”, generan una desarticula-
ción del tejido social y comunitario suprimiendo el significado históri-
co de un territorio considerado por siglos como “sagrado”, mediante
la escenificación de algo para ellos muerto pero que en realidad sigue
vivo y actualizándose, teniendo como consecuencia un alejamiento y
transformación de la identidad de los habitantes mientras se busca am-
pliar el sector de servicios comercializadores de la cultura (AGUIRRE
et al., 2014, p. 26-27).
95
 Lucha por Cholula
Como se mencionó anteriormente, ante tal escenario los movimien-
tos de protesta no se hicieron esperar. A principios de agosto de 2014,
algunos habitantes se organizaron y convocaron por medio de Face-
book, volanteo y voz a voz a participar en el “Círculo en defensa del te-
rritorio” el día 24 de ese mes, una acción pacífica que consistía en crear
una cadena humana alrededor de la pirámide en señal de protesta a las
obras constructivas del proyecto turístico y exigiendo información al
respecto; se sugirió vestir de color blanco y llevar pancartas que ex-
presaran el descontento social, llevar flores o instrumentos musicales,
pues entre las manifestaciones hubo cantos y oraciones; participaron
alrededor de 2000 personas y bajo el lema de “Nos mueve el amor y
no el miedo” se consolidaron las primeras acciones de defensa donde
concurrieron pobladores, propietarios, artistas, avecindados, entre
otros (AGUIRRE et al., 2014, p.22; RAMÍREZ et al. 2016, p. 117). Dos
días después los trabajadores del municipio delimitaban y exigían el
desalojo de los predios para su expropiación.
Con el antecedente pacífico y solidario del Círculo en defensa, pos-
teriormente se convocó a organizaciones civiles, religiosas, tradicio-
nales, colectivos, líderes de opinión e intelectuales a participar en la
denominada “procesión de rogación”, acto ritual que, presidido por la
Virgen de los Remedios y los santos patronos de los barrios, buscaba
reafirmar la apropiación del territorio bajo la protección de estos seres
sagrados; además de expresar las inconformidades ante las iniciativas
estatales y municipales, lo significativo de esta manifestación social
era que se realizaría bajo la tutela de la Virgen de los Remedios con el
fin de proteger con su bendición los terrenos en disputa (RAMÍREZ
et al., 2016, p. 117-118). Cabe recordar que otro de los aspectos que se
criticaba del proyecto turístico era que las modificaciones en el cerri-
to alterarían el paisaje patrimonial dificultando la movilidad y libre
tránsito de las 46 bajadas de la Virgen que realizan durante el año los
pobladores de San Pedro y San Andrés Cholula (CUAUTLE, 2016).
La “procesión de rogación” tuvo un carácter altamente simbólico,
pues reunió tanto a habitantes de Cholula como a gente de fuera que
apoyaba la causa, en un acto memorable donde a raíz del interés co-
96
mún de la defensa del territorio sagrado, San Andrés y San Pedro deja-
ron de lado sus diferencias centenarias para subir juntos por la Virgen
y bajarla a los terrenos en disputa en una fecha distinta a sus festivida-
des (AGUIRRE et al., 2014, p. 23-24). Las bajadas extraordinarias de la
Virgen se han registrado históricamente sólo por causas graves, por
ejemplo, en el barrio de Santiago Xicotenco la celebración se remon-
ta a una procesión a inicios del siglo XX cuando la población rogó la
protección de la virgen ante una epidemia de gripe española, gracias
a la cual según se dice, no sufrieron efectos devastadores (BERNARD
y SEGUÍ, 2011, p. 146); también se rememoraba una procesión de este
tipo hace más de 100 años cuando se había pedido el amparo de la Vir-
gen ante una sequía (RAMÍREZ et al., 2016, p. 121).
En lemas como el del ayuntamiento de San Andrés Cholula “Mo-
dernidad con identidad”, ¿quién define los términos? La idea de <<mo-
dernidad>> se ve traducida en concreto, plazas comerciales, parque
temático y hasta un tren turístico, mientras que la <<identidad>> que-
da más bien caricaturizada con la incorporación de algunos diseños
prehispánicos y coloniales en la señalética urbana y las cada vez menos
denominaciones en idioma náhuatl de algunos sitios públicos. Los dis-
cursos opositores a las flagrantes violaciones legales y a esta banali-
zación de la cultura local se han servido del rescate y reapropiación
de elementos prehispánicos, históricos, religiosos y alusiones a la me-
moria colectiva –a veces de manera romántica– para legitimar la lucha
desde la estructura social comunitaria por una visión muy distinta de
la <<identidad>> y por una revisión crítica de la <<modernización>> y
el <<progreso>>.
Para ejemplo, como señalan Ramírez y sus colegas (2016, p. 122) en
su estudio de la “procesión de rogación”, este movimiento colectivo
puso de manifiesto la fuerza y capacidad de convocatoria de la estruc-
tura barrial, los vínculos existentes entre la población y los santos
como defensores de la tierra, así como la importancia del cerrito-san-
tuario al ser constantemente visitado por las diferentes imágenes reli-
giosas, y servir como marco de procesiones, ritos y fiestas populares y
paso de fieles, es decir, un lugar sagrado que de acuerdo a la tradición
oral, es resguardado por una gran serpiente que custodia los “teso-
97
ros de la Virgen” contenidos en las profundidades del cerrito. La ruta
procesional tocó varios puntos significativos del sistema territorial: las
parroquias de las Cholulas, pasó por las presidencias municipales y
por el edificio del antiguo hospital psiquiátrico, la zona arqueológi-
ca, avenidas principales y los terrenos en riesgo de expropiación (RA-
MÍREZ et al., 2016, p. 133-134).
Represalias
Las protestas por las obras del proyecto turístico se hicieron pú-
blicas a través de marchas, manifestaciones en las plazas públicas y
acciones pacíficas que invitaban a la reapropiación de los espacios con-
vocando mediante redes sociales, posters y volantes a asambleas infor-
mativas y foros ciudadanos en diversas sedes en Cholula, siempre con
la intención de entablar un diálogo con las autoridades y revisar tanto
el proyecto turístico como las consecuencias inmediatas de las obras
que se hallaban en curso. Sin embargo, el 6 de octubre de 2014 las cosas
cambiaron de tono y se impuso la fuerza para acallar estas demandas.
Ante la toma simbólica y pacífica de la presidencia municipal de San
Andrés Cholula, varios activistas instalaron un plantón en la expla-
nada de las instalaciones en señal de protesta, pero en el transcurso
de la madrugada fueron desalojados de manera violenta por fuerzas
policiacas municipales y estatales, deteniendo en el acto a cuatro per-
sonas –Adán Xicale, abogado que había asesorado a varios propieta-
rios de los predios en disputa para ampararse ante la expropiación,
su hijo Paul Xicale y los hermanos Primo y Albino Tlachi–, además de
emitir 10 órdenes de aprehensión en contra de integrantes del movi-
miento de defensa que tuvieron que ocultarse o dejar sus hogares en
Cholula para evitar su encarcelamiento (AGUIRRE et al., 2014, p.33;
ASHWELL, 2015). Lo anterior agudizó las ya de por sí tensas relacio-
nes entre la población y las autoridades locales, además de que alertó
a los activistas y a la gente en general sobre las medidas de represión
y persecución que amenazaban este tipo de manifestaciones y que ya
se habían visto en otras partes del estado de Puebla, por lo que Rafael
Moreno Valle se había ganado el mote de “Gober Bala”.
Aunque los hermanos Tlachi fueron absueltos y liberados del injus-
98
to encarcelamiento en marzo de 2015, los Xicale, pese a estar sujetos al
mismo proceso judicial y haber ganado la revisión del amparo, fueron
mantenidos en prisión debido a la notificación del Ministerio Público
de una nueva orden de aprehensión bajo los mismos hechos y acusacio-
nes; después de más de un año, fueron absueltos de siete de los nueve
cargos que les fincaron –manteniéndolos en proceso por los supuestos
delitos de motín y daño en propiedad ajena a la presidencia municipal–
y finalmente liberados bajo caución la noche del 30 de noviembre de
2015 en medio de una algarabía de los pobladores de Cholula (HER-
NÁNDEZ, 2015).
La cultura como espectáculo
El clima agitado de los últimos dos años, aunque de manera atrope-
llada y con interrupciones temporales, no impidió las obras del llama-
do “Parque Intermunicipal” o “Parque de las 7 culturas”, también lla-
madas “Obras de mejoramiento urbano, deportivo, de esparcimiento
y sustitución de calles banquetas y andadores en espacios públicos de
Cholula” que no sólo modificaron el paisaje inmediato del cerrito, sino
que mostraron que esto no acabaría con la administración saliente y
en cambio las obras continuarían al oeste de la pirámide, ahora hacia
San Pedro Cholula.
El 17 de enero de 2017 el movimiento “Cholula Viva y Digna” denun-
ció al edil José Juan Espinosa, mediante un documento entregado a la
presidencia municipal de San Pedro Cholula, el incumplimiento de los
acuerdos a los que habían llegado el ayuntamiento, la ciudadanía y el
movimiento social respecto a las obras en la zona del Parque Soria, el
Recinto Ferial Xelhua y calles aledañas, ahora del lado de San Pedro.
El documento reprocha el adoquinamiento de calles alrededor de la pi-
rámide y de los campos de flor donde sólo se dejó un carril de trote sin
pavimentar; la tala de árboles y áreas verdes; el uso de concreto para
dichas obras y no de basaltex como se había acordado, impidiendo la
permeabilidad de los suelos, endureciendo la fisonomía del paisaje y
afectando el medio ambiente; finalmente, la remoción de los artesanos
para la realización de obras constructivas (MASTRETTA, 2017).
Días después, el 23 de enero, a una semana del término de su guber-
99
natura, Rafael Moreno Valle inauguró dos de las mayores atracciones
del proyecto: el tren turístico y el Museo Regional de Cholula. El acto
contó con la presencia del presidente de la República Mexicana, Enri-
que Peña Nieto, y transcurrió en aparente calma, pues días antes se
realizó un fuerte despliegue policiaco y blindaje de vialidades por par-
te del Estado Mayor Presidencial para evitar la irrupción de cualquier
protesta (LLAVEN, 2017). Los mandatarios inauguraron el tren turísti-
co con un recorrido que tuvo como destino Cholula; sin embargo, al día
siguiente en las puertas de la estación había letreros que indicaban “No
hay horarios ni tarifas definidas”; posteriormente, se anunció que el
tren tendría un periodo de gratuidad hasta el mes de marzo y la reserva
de los pases de abordaje tendría que hacerse a través de su sitio web.
De igual forma, Peña Nieto y Moreno Valle encabezaron la inaugura-
ción del Museo Regional de Cholula, ubicado en el edificio del antiguo
Hospital Psiquiátrico Nuestra Señora de Guadalupe. Sus ocho salas de
exposiciones permanentes y temporales albergan piezas arqueológi-
cas, pictóricas y artesanías tradicionales de colecciones privadas y de
otros museos, tanto de Cholula y Puebla como de otras procedencias
(PÉREZ, P., 2017). Además del área museográfica, el recinto cuenta con
jardines, una sala multiusos y espacios aparentemente destinados a
fines comerciales. Este recinto es independiente del Museo de Sitio del
INAH que forma parte del recorrido de la zona arqueológica y que está
cruzando la calle. Cabe mencionar que la remodelación y el acondicio-
namiento para su nueva función no contempló muestras de memoria
gráfica o escrita in situ del antiguo uso del edificio, ejemplo claro en
este nuevo “lugar de memoria” como lo es un museo, de lo que sí se
debe y lo que no se debe recordar.
Para cerrar su gestión el último día de su gobierno, Rafael Moreno
Valle realizó un evento privado la noche del 31 de enero donde inau-
guró la atracción terminal de Cholula: el videomapping en la zona ar-
queológica, que ahora se vende como “Experiencia Nocturna Cholula”.
El espectáculo se realiza los viernes y sábados a las 20:00 horas en el
Patio de los Altares, que es parte del área abierta de la zona arqueoló-
gica; consiste en proyecciones de luz y sonido donde se narra la histo-
ria de la ciudad milenaria; tiene una duración de aproximadamente 20
100
minutos y un costo de $390 pesos mexicanos (USD$19.5) por persona.
Por si fuera poco, este año durante la Feria de Puebla, celebrada del 16
de abril al 10 de mayo, se ofreció una “promoción de temporada” que
incluía por el mismo precio el boleto a la experiencia nocturna, la en-
trada a la feria, un acceso VIP Illusion y una cerveza o refresco.
Entre los nuevos usos que ha tenido la periferia remodelada del ce-
rrito han destacado los conciertos musicales. Del lado de San Pedro, al
oeste de la pirámide, en el recién remodelado Parque Soria, se llevaron
a cabo durante los días 1, 2 y 30 de abril diversas presentaciones gra-
tuitas como parte del Festival Internacional Jazzatlán1 (CARRIOZA,
2017), que en ediciones anteriores se celebraba en la Plaza de la Con-
cordia, el zócalo de San Pedro. En el extremo opuesto, del lado de San
Andrés, en la explanada de concreto al este del nuevo museo, ahora
denominada Foro Museo Regional, se montó un escenario donde el
pasado 6 y 7 de mayo se realizaron un par de presentaciones artísticas
gratuitas –una de ellas el espectáculo DJ Prehispánica Electrónica–
como parte de la sexta edición del Festival Internacional 5 de Mayo,
que este 2017 llevó el título de “Encuentro de las siete regiones del
Estado”2 (PÉREZ, C., 2017). En el evento protocolario de inauguración
en la ciudad de Puebla, el actual gobernador del estado José Antonio
Gali3, declaró que: “en cada Festival 5 de Mayo, se invitaba a un estado
a que participara, es muy bonito pero primero está Puebla, primero es
nuestra gente, nuestras siete regiones, nuestras siete etnias, los cam-
pesinos, los artistas de Puebla; ellos tienen que estar en primer lugar”
(PÉREZ, C., 2017). Este y otros eventos en distintas sedes tendrán lu-
1 El FIJ contó con el apoyo de la Secretaría de Cultura, el Fondo Nacional para la
Cultura y las Artes y el Municipio de San Pedro Cholula (LADO B, 2017).
2 Sierra Nororiental, Mixteca, Valle de Tehuacán y Sierra Negra, Ciudad Serdán,
Huauchinango y Angelópolis (PÉREZ, C., 2017).
3 Relevo panista de Rafael Moreno Valle, fue Secretario de Infraestructura del
Gobierno del Estado de Puebla (2011-2013), puesto que dejó para buscar la
presidencia municipal de la Ciudad de Puebla (2014-2016); posteriormente, ganó
las elecciones del 5 de junio de 2016 a la gubernatura del estado con el respaldo
de la coalición “Sigamos Adelante” conformada por los partidos PAN, PT,
Nueva Alianza, Pacto Social de Integración y Compromiso por Puebla; tendrá
una gestión de un año y ocho meses con el propósito de empatar las elecciones
estatales con las federales del 2018 (REDACCIÓN, 2017; REDPOLÍTICA, 2017).
101
gar del 5 al 21 de mayo en el marco de un festival que después de varios
cambios y sustituciones de nombres, en 2012 se denominó “Festival 5
de Mayo” con motivo de la conmemoración del 150° aniversario de la
Batalla de Puebla, ocurrida el 5 de mayo de 18621.
Discusión
Entre los visitantes asiduos provenientes de la ciudad de Puebla, o
entre gente que regresa a Cholula después de algunos años, es común
escuchar frases como “Ya arreglaron”, “Quedó bonito”, y ver mues-
tras de curiosidad y entusiasmo por la apertura del nuevo museo y el
funcionamiento del tren turístico, lo que efectivamente, como local o
avecindado, se percibe a simple vista en una mayor afluencia de visi-
tantes, sobre todo los fines de semana, y en la multiplicación de ofertas
comerciales para satisfacer la demanda de servicios –alimentos, hos-
pedaje, compras en general– a la que empuja la experiencia turística.
Desde una ojeada superficial, el proyecto ha ido cumpliendo con la en-
trega de las nuevas atracciones con las que ahora se promueve Cholula
como destino turístico; sin embargo, impera el desconocimiento de las
implicaciones y consecuencias sociales que este desarrollo de infraes-
tructura tuvo y sigue teniendo para sus habitantes.
Una de las consignas más perdurable que surgió con el movimiento
de protesta por las obras es “Cholula no se vende, se ama y se defiende”,
frase que encierra muy bien el conflicto de intereses generado a partir
de la mercantilización del territorio y del patrimonio cultural, lo cual
obliga a dar un paso atrás para reflexionar cuáles son las dimensiones
de valor patrimonial –científico, económico, estético, social– que están
en juego para diferentes sectores de la población, la academia y las
1 En el sitio web del festival se afirma que “dentro del imaginario colectivo de los
habitantes del Estado de Puebla, hablar del 5 de mayo es hacer un llamado a la
IDENTIDAD LOCAL que ha traspasado fronteras y que se ha convertido en
SÍMBOLO DE LA MEXICANIDAD en otras latitudes.” (CINCODEMAYOPUEB-
LA, 2017) (énfasis en el original). Sin duda, tanto la fecha 5 de mayo como la
Batalla de Puebla, podrían ser objeto de otro trabajo en esta línea de los usos
públicos de la historia.
102
agendas gubernamentales. Así mismo, secunda la cuestión de cuál es
la lógica retrospectiva de la conservación, siendo que el patrimonio
continúa formándose consciente o inconscientemente con la participa-
ción de la sociedad todos los días.
Este tipo de conflictos sociales da continuidad al debate sobre qué
es el patrimonio cultural, quién lo reconoce, para qué se estudia y por
qué genera tanta controversia, por un lado su comercialización, y por
otro los intentos de conservación; pone de manifiesto la necesidad de
mediar quién vive el patrimonio. En este sentido, también es inevita-
ble voltear a ver a los organismos encargados de la salvaguarda de
los sitios y monumentos históricos nacionales, en este caso el Institu-
to Nacional de Antropología e Historia, y deliberar sobre qué tanta
capacidad jurídica y política tiene verdaderamente frente a proyectos
nacidos de políticas neoliberales con carácter consumista e individua-
lista que subestiman o ignoran por completo los procesos de consenso
social y la inclusión y beneficio de la población residente.
Pese a todo, la situación ha servido para evidenciar la gran capaci-
dad de organización de los cholultecas para coordinar distintos actos
de protesta, algunos aprovechando la estructura barrial para la con-
vocatoria y creando alianzas con los avecindados, donde nuevamen-
te el cerrito resulta el eje articulador de diferentes grupos –vecinos,
migrantes, académicos, colectivos– con una identidad comunitaria
dotada con un carácter instrumental para liderar una lucha política
en defensa de un territorio al que están adscritos por sentimientos de
pertenencia. De parte de muchos habitantes existe un interés auténtico
por el pasado prehispánico, el legado histórico y por la vida ritual que
sigue siendo de suma importancia en la ciudad como una práctica de
apropiación simbólica del territorio. §
103
 Referencias
AGUIRRE, Ana, GUZMÁN, Grecia y LÓPEZ, Raúl. “Cholula Viva y
Digna. Los habitantes se unen en la lucha por conservar su Ciudad
Sagrada, su tierra y nuestro patrimonio”. En: Anuari del conflicte
social 2014, Barcelona, 2014, pp. 9-37.
ASHWELL, Ana. “Las expropiaciones y los expropiados en la zona
arqueológica de las Cholulas, y no por razones de utilidad públi-
ca”, 2014. En: http://www.lajornadadeoriente.com.mx/2014/08/14/
las-ex propiaciones-y-los-ex propiados-en-la-zona-arq ueolog i-
ca-de-las-cholulas-y-no-por-razones-de-utilidad-publica/, consul-
tado el 16 de marzo de 2017.
ASHWELL, Ana. “Adán y Paul Xicale, un año en la cárcel por defender
el patrimonio cultural de las Cholulas”, 2015. En: http://mundonues-
tro.e-consulta.com/index.php/cronica/item/adan-y-paul-xicale-un-
ano-en-la-carcel, consultado el 24 de marzo de 2017.
AUGÉ, Marc. Los <<no lugares>> espacios del anonimato. Una antro-
pología de la sobremodernidad. Barcelona: Gedisa, 2000.
BARABAS, Alicia M. “Introducción: una mirada etnográfica sobre los
territorios simbólicos indígenas”. En Barabas, Alicia M. (Coord.).
Diálogos con el territorio. Simbolizaciones sobre el espacio en las
culturas indígenas de México, v. 1, pp. 13-36. México: Instituto Na-
cional de Antropología e Historia, 2003.
BARRERA, Ámbar. “4 puntos para entender la política cultural de Moreno
Valle”, 2017. En: http://ladobe.com.mx/2017/01/puntos-entender-la-po-
litica-cultural-moreno-valle/, consultado el 11 de enero de 2017.
BERNARD, Alicia I. y SEGUÍ, Miquel. El enfrentamiento entre lo glo-
bal y lo local en la comunidad mestiza de San Andrés Cholula, Mé-
xico. España: Universitat de les Illes Balears, 2012.
BENJAMIN, Walter. “Tesis de filosofía de la historia”. En: Ensayos es-
cogidos. México: Ediciones Coyoacán, 2008.
BONFIL, Guillermo. Cholula. La ciudad sagrada en la era industrial.
México: Universidad Autónoma de Puebla, 1988.
CAMACHO, Mónica. “Puebla, dos años bajo el dominio de la Ley Bala;
el Congreso desatiende iniciativa para abrogarla”, 2016. En: http://
104
www.lajornadadeoriente.com.mx/2016/07/11/264518/, consultado
el 4 de mayo de 2017.
CARRIOZA, Paula. “El jazz y otros géneros reunidos en el Festival
Jazzatlán inundarán San Pedro Cholula”, 2017. En: http://www.
lajornadadeoriente.com.mx/2017/03/29/jazz-otros-generos-reuni-
dos-festival-jazzatlan-inundaran-san-pedro-cholula/, consultado el
8 de mayo de 2017.
CASTELLS, Manuel. The Power of Identity. Reino Unido: Blackwell, 2004.
CINCODEMAYOPUEBLA. “El Festival”, 2017. En: http://cincodema-
yopuebla.com/elFestival, consultado el 8 de mayo de 2017.
CRUZ, Martín y ÁVILA, Elisa del Carmen. “La Gran Pirámide de Cho-
lula: estrategias para la conservación integral de un sitio arqueoló-
gico”. En: SOLÍS, Felipe et. al. (Eds.). Cholula: la Gran Pirámide, pp.
190-191. México: Grupo Azabache, CONACULTA-INAH, 2006.
CUAUTLE, Andrés. “Cholula viva y digna”, 2016. En: https://arkeopa-
tias.wordpress.com/2016/03/26/de-la-casa-96-cholula-viva-y-dig-
na-ac/, consultado el 16 de agosto de 2016.
DE LA MAZA, Francisco. La ciudad de Cholula y sus iglesias. México:
Instituto de Investigaciones Estéticas, Universidad Nacional Autó-
noma de México, 1959.
DIARIO OFICIAL DE LA FEDERACIÓN. Decreto, 1993. En: http://
w w w. d o f .g o b . m x / n o t a _ d e t a l l e . p h p?c o d i g o = 4 8 0 9 6 0 9 & f e -
cha=06/12/1993, consultado el 26 de octubre de 2016.
ESCALANTE, María de la Paloma y CARROL, Iván. “Antropología y
turismo”. En: Cuicuilco, Ciudad de México, vól. 20, núm. 56, 2013,
pp. 249-259.
GÁMEZ, Alejandra, RAMÍREZ, Rosalba y VILLALOBOS, Leticia. “Las
Cholulas: historia, cultura y modernidad”. En: GÁMEZ, Alejandra y
RÁMIREZ, Rosalba (Coords.). Territorio, fiesta y ritual en las Cholu-
las, Puebla, pp. 21-108. México: Facultad de Filosofía y Letras, Bene-
mérita Universidad Autónoma de Puebla, 2016.
GIMÉNEZ, Gilberto. “Territorio, cultura e identidades. La región so-
cio-cultural”. En: Estudios sobre las culturas contemporáneas, Coli-
ma, época II, vól. 5, núm. 9, 1997, pp.25-57.
HALBWACHS, Maurice. La memoria colectiva. España: Prensas Uni-
105
 versitarias de Zaragoza, 2004.
HERNÁNDEZ, Gabriela. “Liberan a defensores del patrimonio cholulte-
ca”, 2015. En: http://www.proceso.com.mx/422161/liberan-a-defen-
sores-del-patrimonio-cholulteca, consultado el 23 de marzo de 2016.
HERNÁNDEZ, José A. “Cholula y su sistema de cargos. Una propuesta
para su estudio”. En: Elementos, Puebla, núm. 102, 2016, pp. 43-48.
JELLIN, Elizabeth y Langland, Victoria (comps.) Monumentos, memo-
riales y marcas territoriales. Madrid: Siglo XXI, 2002.
LADO B. “El Festival Internacional Jazzatlán vuelve a llenar de música
a San Pedro Cholula”, 2017. En: http://ladobe.com.mx/2017/03/el-fes-
tival-internacional-jazzatlan-vuelve-a-llenar-de-musica-a-san-pe-
dro-cholula/, consultado el 8 de mayo de 2017.
LÓPEZ, Aurelio, et. al. Sondeo arqueológico Rancho de la Virgen. In-
forme técnico de campo y análisis de materiales. México: Informe
presentado al Consejo Nacional de Arqueología, Archivo Técnico
del INAH, 2002a.
LÓPEZ, Aurelio, et. al. Sondeo arqueológico Colegio Coley B. Taylor.
Informe técnico de campo y análisis de materiales. México: Informe
presentado al Consejo Nacional de Arqueología, Archivo Técnico
del INAH, 2002b.
LÓPEZ, Aurelio, et. al. Patricia. Rescate arqueológico UA-03A. Infor-
me técnico de campo y análisis de materiales. México: Informe pre-
sentado al Consejo Nacional de Arqueología, Archivo Técnico del
INAH, 2004a.
LÓPEZ, Aurelio, et. al. Sondeo arqueológico UA-04A. Informe técnico
de campo y análisis de materiales. México: Informe presentado al
Consejo Nacional de Arqueología, Archivo Técnico del INAH, 2004b.
LLAVEN, Yadira. “Despliegue policiaco en Cholula para reprimir pro-
testas por inauguración del tren turístico”, 2017. En: http://www.
lajornadadeoriente.com.mx/2017/01/23/despliegue-policiaco-cho-
lula-reprimir-protestas-inauguracion-del-tren-turistico/, consulta-
do el 15 de enero de 2017.
MARQUINA, Ignacio (ed.). Proyecto Cholula. México: Serie Investiga-
ciones no. 19. Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1970.
MASTRETTA, Sergio. “Cholula: Una vez más la expropiación como
106
despojo”, 2014. En: http://mundonuestro.e-consulta.com/index.
php/repor taje/item /cholu la-u na-vez-mas-la-ex propiacion-co-
mo-despojo, consultado el 13 de diciembre de 2016.
MASTRETTA, Sergio. “Denuncia Cholula Viva y Digna incumplimien-
to y mentiras de José Juan Espinosa en el Parque Soria”, 2017. En:
http://mundonuestro.mx/index.php/autores/item/711-denuncia-cho-
lula-viva-y-digna-incumplimiento-y-mentiras-de-jose-juan-espino-
sa-en-el-parque-soria, consultado el 30 de enero de 2017.
MAURICIO, Natalia. Celebraciones y parafernalia ritual en cinco basu-
reros del Formativo Terminal-Clásico Temprano en Cholula. Cholu-
la: Tesis de Maestría en Estudios Antropológicos de México. Puebla:
UDLAP, 2010.
MONTERO, Carlos. La defensa del patrimonio mundial por las per-
sonas y comunidades de Puebla, México. En: Actas del II Congreso
Internacional de Buenas Prácticas en Patrimonio Mundial: Personas
y Comunidades, pp. 346-354, 2015.
MOTOLINÍA, Toribio de Benavente. Historia de los indios de la Nueva
España. México: Porrúa, 1969.
MOUNTJOY, Joseph y PETERSON, David. Man and Land at Prehis-
panic Cholula. Nashville: Vanderbilt University Publications in An-
thropology 4, Vanderbilt University, 1973.
MUNDO NUESTRO. “Peña Nieto y Moreno Valle, de la mano en la Pi-
rámide de Cholula”, 2015. En: http://mundonuestro.e-consulta.com/
index.php/reportaje/item/pena-nieto-y-moreno-valle-de-la-mano-
en-la-piramide-de-cholula, consultado el 16 de marzo de 2017.
NORA, Pierre. “Entre memoria e historia: la problemática de los luga-
res”, 1984. En: http://comisionporlamemoria.org/bibliografia_web/
historia/Pierre.pdf, consultado el 6 de mayo de 2017.
PÉREZ, Constanza. “Gali inaugura Festival Internacional 5 de Mayo”,
2017. En: http://www.diariocambio.com.mx/2017/zoon-politikon/
item/9639-gali-inaugura-festival-internacional-5-de-mayo, consul-
tado el 8 de mayo de 2017.
PÉREZ, Pilar. “Museo Regional de Cholula abre sus puertas”, 2017.
En: https://www.elsoldetulancingo.com.mx/cultura/museo-regio-
nal-de-cholula-abre-sus-puerta, consultado el 25 de enero de 2017.
107
PETERSON, David. “The Real Cholula”. En: Notas Mesoamericanas,
Puebla, núm. 10, 1987, pp. 71-118.
PLUNKET, Patricia. “El Patio de los Altares en la Gran Pirámide de
Cholula: La violenta destrucción de los iconos”. En: Arqueología
Mexicana, Ciudad de México, núm. 115, 2012, pp. 42-47.
PLUNKET, Patricia y URUÑUELA, Gabriela. “Antecedentes prehispá-
nicos”. En Plunket, Patricia y Gabriela Uruñuela. Cholula, un víncu-
lo de sabiduría y fraternidad, pp.19-27. UDLA-P, Cholula, 2002.
PLUNKET, Patricia y URUÑUELA, Gabriela. “Recent Research in Pue-
bla Prehistory”. En: Journal of Archaeological Research, v. 1, n. 2,
pp. 89-127, 2005.
PLUNKET, Patricia y URUÑUELA, Gabriela. “Social and Cultural Con-
sequences of a Late Holocene Eruption of Popocatepetl in Central
Mexico”. En: Quaternary International, 2006a, pp. 151:19-28.
PLUNKET, Patricia y URUÑUELA, Gabriela. “Testimonios de antiguas
formas de vida”. En: SOLÍS, Felipe et. al. (Eds.). Cholula: la Gran Pirámi-
de, pp. 157-176. México: Grupo Azabache, CONACULTA-INAH, 2006b.
RAMÍREZ, Rosalba, GÁMEZ, Alejandra y SÁNCHEZ, Daniel. “La pro-
cesión de rogación, en defensa de un territorio sagrado”. En: GÁ-
MEZ, Alejandra y RAMÍREZ, Rosalba (Coords.). Territorio, fiesta y
ritual en las Cholulas, Puebla, pp. 109-178. México: Facultad de Filo-
sofía y Letras, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2016.
REDACCIÓN. “Rinde protesta como gobernador de Puebla An-
tonio Gali”. 2017. En: http://www.excelsior.com.mx/nacio-
nal/2017/02/01/1143593, consultado el 8 de mayo de 2017.
REDPOLÍTICA. “José Antonio Gali Fayad”, 2017. En: http://www.re-
dpolitica.mx/yopolitico/perfil/jose-antonio/gali-fayad, consultado
el 8 de mayo de 2017.
SALAMANCA, Juan y JIMAREZ, Luz. “El santuario de Nuestra Seño-
ra de los Remedios en Cholula, Puebla: impacto regional y turismo”.
En Topofilia Segunda Época. Revista de Arquitectura, Urbanismo y
Territorios, Puebla, vól. V, núm. 1, 2105, pp. 500-525.
SECRETARÍA DE TURISMO. Guía de incorporación y permanencia
Pueblos Mágicos. México: Secretaría de Turismo, 2014.
SIN EMBARGO. “El legado de Rafael Moreno Valle en Puebla: opa-
108
cidad, represión, deuda, corrupción”, 2017. En: http://www.e-con-
sulta.com/medios-externos/2017-02-05/el-legado-de-rafael-more-
no-valle-en-puebla-opacidad-represion-deuda, consultado el 3 de
mayo de 2017.
SOLÍS, Felipe y VELASCO, Roberto. “Cholula develada por los ojos de los
occidentales”. En SOLÍS, Felipe, et. al. (Eds.). Cholula: la Gran Pirámide,
pp. 39-53. México: Grupo Azabache, CONACULTA-INAH, 2006.
SOLÍS, Felipe y VELASQUEZ, Verónica. “Cholula en las crónicas y có-
dices indígenas. Relatos míticos de la Ciudad Sagrada”. En SOLÍS,
Felipe, et. al. (Eds.). Cholula: la Gran Pirámide, pp. 19-35. México:
Grupo Azabache, CONACULTA-INAH, 2006.
SUÁREZ, Sergio et.al. “Crónica de un atentado al patrimonio cultura.
El caso de Cholula”. 2015. En: http://mundonuestro.e-consulta.com/
index.php/cronica/item/cronica-de-un-atentado-al-patrimonio-cul-
tural-el-caso-de-cholula, consultado el 13 de diciembre de 2016.
URUÑUELA, Gabriela, PLUNKET, Patricia y ROBLES, María. “Nue-
va evidencia sobre los inicios de la Gran Pirámide de Cholula”. En
SOLÍS, Felipe, et. al. (Eds.). Cholula: la Gran Pirámide, pp. 179-189.
México: Grupo Azabache, CONACULTA-INAH, 2006.
VALENZUELA, Alfonso, SALDAÑA, María y VÉLEZ, Guillermo. “Te-
rritorios rebeldes: la puesta en valor del patrimonio cultural en Te-
poztlán, México”. En: PASOS. Revista de turismo y patrimonio cul-
tural, Tenerife, vól. 11, núm. 4, 2013, pp. 649-660.
VELASCO, Paola. “Cambios, reacomodos y permanencias en San An-
drés Cholula, Puebla: la construcción de una forma actual de rura-
lidad. En: SALAS, Hernán, RIVERMAR, Ma. Leticia y VELASCO,
Paola (Eds.). Nuevas ruralidades. Expresiones de la transformación
social en México, pp. 109-138. México: UNAM-IIA, Juan Pablos Edi-
tor, 2011.
VILLALOBOS, Leticia, CABALLERO, Gabriela y GUERRERO, Denisse.
“Sistema de cargos y fiesta patronal en San Andrés Cholula”. En GÁ-
MEZ, Alejandra y RAMÍREZ, Rosalba (Coords.). Territorio, fiesta y
ritual en las Cholulas, Puebla, pp. 179-239. México: Facultad de Filo-
sofía y Letras, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2016.
109
3.
Arrojo: fútbol, memoria y monumento

Juan Camilo Riobó Rodríguez

A Valeria y sus chunchos.

113
3. Juan Camilo Riobó Rodríguez. “‘El Arrojo’ y familia”. 2016.
Fotografía cortesía del autor.
 El sábado 12 de mayo de 2012, el delantero colombiano Hernán
Darío Burbano, marcaría tal vez las dos anotaciones más importantes
de su trayectoria deportiva. Ante casi unos treinta y dos mil espectado-
res, Burbano vencería la portería de los Correcaminos de Tamaulipas,
en una final trepidante que terminaría dándole el ascenso a los “panzas
verdes”,1 el Club León (DEPORTES TERRA, 2012). Tuvieron que pasar
diez años, para que la escuadra felina pudiera volver a la máxima ca-
tegoría del fútbol mexicano, después del angustioso descenso del 21
de abril de 2002, cuando el Puebla y el Necaxa sellarían la suerte de un
Club abandonado por sus dirigentes (MEDIOTIEMPO, 2012).
Fueron diez años en segunda, “la fiera” lo intentó, pero los resulta-
dos finales no acompañaron al equipo, perdiendo su oportunidad de
ascenso contra los Dorados de Sinaloa en 2004, los Indios de Juárez en
2008 y la más dolorosa, jugando el clásico del Bajío ante los “Freseros”
de Irapuato en 2003 (CRONICA, 2003). Parecía que la suerte estaba
echada para el equipo leonés, representante de una región animada
por el fútbol y enaltecida por la obtención de cinco títulos profesiona-
les antes del debacle del 2002 (1947-1948, 1948-1949, 1951-1952, 1955-
1956 y 1991-1992) (EXELCISOR, 2002). Ennegrecido por los malos re-
sultados, el equipo entró en una etapa negativa de 10 años, debido a las
pésimas campañas deportivas y el distanciamiento de la afición con el
equipo y los dirigentes.
Para el año 2012, el Club repuntaría. A los cambios financieros, ad-
ministrativos y deportivos, se suma la llegada del estratega uruguayo
Gustavo Matosas, quien respaldado por los buenos resultados en cada
partido, animaría los hinchas, que atraídos con el nombre de jugadores
como los mexicanos Carlos “Gullit” Peña y Nacho Gonzalez, el urugua-
yo Sebastián Maz, el brasileño Eder Pacheco y el colombiano Burbano,
asistían semanalmente al renacer del fútbol profesional guanajuatense
(RADIO FÓRMULA, 2012). El clímax llegaría con el ascenso del equi-
1 Se aclara que la denominación de “panzas verdes”, “felinos”, “esmeraldas” y
“la fiera”, hacen parte de los nombres con que se reconoce el Club León en el
argot futbolístico mexicano. Igualmente, se señala que los hinchas del equipo se
designaran con los siguientes sinónimos: fanáticos, hinchada y aficionados.
116
po ese mismo año; después del pitazo final, los hinchas se agolparon
en el estadio esmeralda del “Nou Camp”, abarrotando las principales
arterias de la ciudad de León, como el boulevard Adolfo López Mateos,
el centro histórico y el Palacio Municipal, donde hinchas sin importar
su sexo, clase social o pertenencia religiosa se sumaban al festejo del
título de ascenso. Los cánticos y gritos de vivan los “panzas verdes”,
los rugidos del león y la música del cantautor local José Alfredo Jimé-
nez, acompañaban la singular caravana de los nuevos inquilinos de la
máxima categoría del futbol en México (PERIÓDICO DEL SUR, 2012).
Este acontecimiento, significaría no solo el resurgimiento de un
equipo de fútbol a una categoría profesional, iniciaba una etapa de
identificación y consolidación de una identidad y memoria regional
alentada por Matosas y sus dirigidos. Demostrando la incidencia so-
cial y cultural de un espectáculo deportivo, en una ciudad como León,
reconocida por su industria zapatera y el comercio de cuero, donde la
expansión industrial y el reconocimiento como potencia económica en
el país, había configurado una idea de productividad y desarrollo para
esta zona (NAVARRO, 2014, p.119-123). No solo se trataría del ascenso,
el equipo lograría afianzar una sólida base de jugadores, cuerpo téc-
nico y directivos, que se encargarían de entregar el bicampeonato a la
hinchada, con sus triunfos en el 2013 y 2014, venciendo respectivamen-
te al capitalino América y el hidalguense Pachuca.
Al respecto el célebre técnico Gustavo Matosas, artífice del ascenso
y el bicampeonato, afirmaría:
“Esta afición es maravillosa, ama a su equipo, ama a sus colores, ama lo que
representa el equipo en la ciudad. Es una afición que se entrega, es una afi-
ción maravillosa, no la compararía con nadie porque es única y exclusiva […]
el amor por los colores, la identidad que tiene el equipo con la ciudad, lleva
el mismo nombre la ciudad, León […] la identidad que tiene la gente con el
equipo, la lucha, el trabajo, el dicho que hay en la ciudad de que “el trabajo
todo lo puede, y bueno, el León, con trabajo, todo lo puede también” (PADI-
LLA, 2014, p. 5)
De esta historia de esplendor y reconocimiento deportivo, un acon-
117
tecimiento llama la atención de los aficionados al onceno y habitantes
de la ciudad, la instalación de una figura en metal que representa la
atajada de un portero. Se trata de la escultura “Arrojo” inaugurada el
12 de febrero de 2015, por las autoridades locales, miembros honora-
rios del equipo y jugadores del plantel. El objetivo de la estatua era la
realización de una instalación que sirviera para recordar la historia y
el pasado glorioso del equipo, resaltando los títulos y artífices de los
logros deportivos. La presencia de este monumento al frente del esta-
dio “Nou Camp”, supuso un interesante elemento de análisis, desde la
popularización del fútbol en la ciudad y la región del Bajío, la escultu-
ra concreta la emergencia de un espacio memorial, en una dimensión
representativa de la identidad regional para los seguidores “esmeral-
das”. “Arrojo” sienta un precedente particular en el fútbol mexicano,
permitiéndonos analizar las implicaciones de la memoria y los usos en
el espacio público; la proyección de un pasado colectivo y emotivo en
común, asociado a la identidad de los aficionados y su experiencia del
tiempo histórico.
Este texto pretende analizar el “Arrojo” y la operación memorial
que representa su creación, la hipótesis que se procura dilucidar es
cómo este tipo de monumentos en espacios públicos se han erigido con
un propósito de transmitir un mensaje social; la idea de una memoria
colectiva que se articula con un código de identidad del ser trabaja-
dor. En este caso, el monumento como lugar de memoria se conecta la
escultura y el estadio “Nou Camp” de manera paralela -uno no exis-
te sin el otro-, teniendo la función de propagar esta identidad con los
símbolos locales, concertando un medio de información anclado por
el recuerdo del pasado victorioso y sus expresiones de sociabilidad en
las identidades regionales; tematizadas por la permanencia, los cata-
lizadores culturales y la supresión de la fragmentación social. Su fun-
cionalidad se vuelve externa con el rito del partido de fútbol, donde
las simbologías afloran dentro y fuera del espacio memorial, pero se
interiorizan en la cotidianidad, cuando los aficionados se valen del re-
cuerdo y los testimonios para su significación, instancia en la cual el
mensaje del monumento impacta con mayor resonancia.
El análisis se realiza a partir de una observación de campo, obte-
118
niendo un registro fotográfico del monumento y las zonas aledañas.
Estas visitas fueron efectuadas en la cotidianidad de la ciudad y se in-
tercalaron con la asistencia a partidos de fútbol de Copa y Liga, re-
copilando testimonios gráficos de los aficionados locales y visitantes.
Además se realizó una búsqueda hemerográfica en la red, para com-
plementar el material de estudio. Las referencias teóricas utilizadas
para la interpretación, se organizan de la siguiente manera: para re-
construir el panorama histórico del fútbol en el Bajío y los inicios del
profesionalismo del Club León, nos remitimos a los aportes del histo-
riador César Federico Macías (2009). Del mismo modo, para la proble-
matización de la memoria dentro del espacio público y el monumento,
nos apoyamos en los trabajos de Susana Torre (2006) y Anthony D.
Smith (1998). En cuanto al significado de memoria, las vetas teóricas
de Pierre Nora (1984) y Maurice Halbwachs (2004), son cardinales en
la lectura propuesta. Finalmente, el concepto de identidad regional,
es construido tomando las contribuciones teóricas de Manuel Castells
(2001), identificando los elementos culturales y los factores de expe-
riencia de pertenencia en los fanáticos.
El texto se organiza en cuatro ejes temáticos que orientan la in-
terpretación del objeto de estudio: en primer lugar, una descripción
histórica y regional de la ciudad de León y el Bajío guanajuatense, su-
mado a la reconstrucción de la historia del fútbol en esta región en su
etapa amateur hasta el profesionalismo; después se elabora una his-
toria mínima de “la fiera”, enfatizando en su importancia deportiva a
nivel regional. En un segundo momento, se realiza una descripción del
monumento, señalando la historia de la instalación y las autoridades
que facilitaron su edificación, recogiendo en la prensa algunas impre-
siones sobre el montaje del “Arrojo”. En tercer lugar, se desarrolla la
argumentación de la escultura como monumento, integrando las con-
sideraciones teóricas de los especialistas, demostrando el papel de la
memoria y la identidad. Por último, se efectúa el análisis del monumen-
to, recurriendo a los conceptos centrales del estudio, interpretando los
componentes memoriales del “Arrojo” como su campo de significación
y la reproducción de un mensaje social.
119
 Identificando el territorio: el Bajío guanajuatense y la ciudad
de León
Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI,
2015), el estado de Guanajuato ubicado en la zona centro de México,
cuya capital es la ciudad de Guanajuato, tiene una población total de
5.853.677 habitantes, según la densidad poblacional estas son sus prin-
cipales ciudades: León (1.578.626), Irapuato (574.344) y Celaya (494.304).
El estado se reconoce como uno de los principales aportantes del PIB en
el país, empleando un total de 1.067.292 personas, su eje económico se
centra en el comercio de calzado y la industria mecánica (INEGI, 2015).
Geográficamente el estado forma parte de las provincias sierra Ma-
dre Oriental y Mesa del Centro (INEGI, 2015). Guanajuato tiene por
frontera los estados de Jalisco, Zacatecas, San Luís Potosí, Querétano
y Michoacán. Cuando en la zona un lugar tiene por condición 1.800 me-
tros de altura sobre el nivel del mar, se le confiere el nombre de Bajío,
aunque cabe aclarar que no todo el estado es considerado Bajío, pues
se refiere a una condición física. Reconociendo este aspecto geográfi-
co (INEGI, 2015), se denominara históricamente Bajío guanajuatense
(MACÍAS, 2012, p.143-146), a las ciudades de León, Irapuato, Salaman-
ca, Celaya y Silao dentro del estado de Guanajuato, lugares que identi-
ficamos como puntos neurálgicos para entender las implicaciones de la
memoria en los aficionados del Club León.
Históricamente el estado de Guanajuato sería colonizado en 1552,
por el poder Virreinal español, la región estaba poblada por indios
chichimecas y purépechas. El atractivo de Guanajuato se concentraba
en la riqueza de minerales que hacían parte de su constitución física,
los españoles iniciaron la explotación de minas principalmente de pla-
ta, estableciendo un organigrama político y de control social. A par-
tir del auge de la minería, se construyen importantes edificios civiles
y religiosos, caracterizando el territorio como una fuente de riqueza
comercial, preferencial para las actividades eclesiásticas y un centro
económico para los conquistadores (ENCICLOPEDIA DE LAS DELE-
GACIONES Y MUNICIPIOS DE MÉXICO).
En las postrimerías del siglo XIX, el cura Miguel Hidalgo proclama
120
en Dolores, Guanajuato, el grito de Independencia. Provocando que la
región fuera declarada en 1824 un estado soberano y libre. Su reco-
nocimiento como estado, configuró un nuevo panorama organizativo,
mientras las minas se constituyeron como sostén económico de la re-
gión. Luego de afrontar la invasión norteamericana hasta 1848 y reci-
bir en calidad de perseguido al presidente Benito Juárez entre 1858 y
1860, Guanajuato se consolidó como estado, su destacada arquitectu-
ra y su potencial comercial, la llevaron a destacarse económicamente
frente a los estados vecinos (MARTÍNEZ, 2003).
Para la primera mitad del siglo XX, en algunas ciudades del esta-
do, se llevó a cabo uno de los movimientos religiosos más importan-
tes en México, la denominada “Guerra Cristera”. Movimiento armado
de milicias religiosas, que se enfrentaron a las políticas seculares de
la Constitución mexicana de 1917 y las Leyes de Reforma, que limita
la participación política del clero y restringía la propiedad privada de
la Iglesia. El movimiento impactaría la región, a consecuencia de su
carácter conservador, desafiando al Ejército mexicano y oponiéndose
por vías de hecho al garante de la Constitución de 1917, el presidente
Plutarco Elías Calle (BUTLER, 2013, p. 11-29)
Con relación a la historia moderna de Guanajuato, se reconoce la
importancia de la construcción del ferrocarril, el mejoramiento en la
infraestructura vial, el crecimiento industrial y el impulso turístico
en ciudades como Guanajuato capital y San Miguel de Allende (MA-
CÍAS, 2011, p. 15-70). Estos factores han potenciado el estado como
foco económico y cultural, festivales artísticos como el Cervantino que
se celebra anualmente desde 1972, han animado su reconcomiendo a
nivel local e internacional, sumado a su arquitectura y la emergencia
cultural en películas, documentales, exposiciones fotográficas y festi-
vales cinematográficos como el Aurora dedicado a películas de serie B
y suspenso.
Por su parte León, casa del combinado esmeralda y la escultura
“Arrojo”, es la ciudad más grande en extensión territorial y número de
habitantes del estado de Guanajuato, con una población por encima del
millón de habitantes, a pesar de no ser capital estatal, su comercio e
industria la convierte en fuente de empleo, convirtiéndose en la máxi-
121
ma referencia del Bajío a nivel comercial y económico (INEGI, 2015).
La ciudad se funda en 1576 por mandamiento virreinal (NAVARRO,
2014), iniciándose la formación de los primeros pueblos y posterior-
mente barrios. Se caracteriza por ser epicentro de congregaciones re-
ligiosas y la gran influencia de prelados y sacerdotes en la vida pública
de la ciudad. Durante los años de la independencia León fue impulsada
por las ideas insurgentes de destacados líderes militares y políticos,
sus plazas se convirtieron en escenarios de denuncias y acalorados
debates, dando origen a tensiones políticas con el poder eclesiástico.
Hacia 1869 toma fuerza el carácter conservador de la ciudad, con el
triunfo del general Miguel Miramón, alentando la opinión pública y la
población del Municipio. Para finales del siglo XIX, la ciudad inicia un
proceso de modernización, inaugurando plantas eléctricas y el ferro-
carril, dando paso a la industria telefónica, textil, entre otras, igual-
mente, se construye el Teatro Doblado y se exhiben las primeras piezas
cinematográficas (NAVARRO, 2014, p. 195-199).
Durante el siglo XX con la Revolución, León mantiene vigente su
herencia conservadora, el triunfo de los constitucionalistas contra los
villistas es prueba de ello, donde todos los brotes de rebelión serían
sofocados por las élites locales. Mientras se frenaban los amagues de
los sublevados y se afianzaba la idea conservadora, la industria seguía
creciendo; para 1945 empresas internacionales se instalan en la ciu-
dad, asimismo, la construcción de escuelas, avenidas y barrios eran
una constante. A la par del desarrollo industrial y la vigencia conser-
vadora. León continúo su proyecto de industrialización en el siglo XXI:
edificación de carreteras, centros de negocios, mercados, plazas co-
merciales, entre otros, son ejemplos de un sólido desarrollo comercial
característicos de la ciudad (NAVARRO, 2014, p. 199-206).
El fútbol ha llegado. Apuntes históricos del juego en el Bajío y el
proyecto deportivo del Club León (1944)
Para introducirnos en el “Arrojo” como monumento memorial es
indispensable analizar los componentes que consolidaron la historia
de los “panzas verdes”, esto con el fin de señalar los acontecimientos
122
que dieron cabida a la profesionalización del Club y, su transformación
en elemento de identidad para los habitantes de la ciudad de León en
un primer momento, después, como referente del fútbol para la región
del Bajío guanajuatense. En esta lectura, es importante destacar el pa-
pel de diferentes fenómenos que motivaron la emergencia de equipos
como el León, bajo un panorama social que influenciaría el desarrollo
futbolístico amateur en la zona.
Para César Federico Macías (2009, p. 1-14), el fútbol como práctica
deportiva no fue prioridad para los habitantes del Bajío hasta la pri-
mera mitad del siglo XX, pues su atracción se consagraba al beisbol
y la asistencia a los diamantes que pululaban por los terrenos baldíos
de las ciudades en formación. El deporte de la “pelota caliente”, hizo
suceso en los guanajuatenses, que agolparon los estadios en compañía
de sus familias y alentaban los enfrentamientos entre los vecinos de
Irapuato y León. Producto de esta enconada pasión, los equipos del
Bajío se convirtieron en animadores de ligas estatales y nacionales,
obteniendo resultados sobresalientes en diferentes campeonatos.
Pero el maridaje entre el beisbol y el Bajío, se rompe según Macías
(2009), por tres factores que incidieron en la profesionalización del de-
porte rey en la región: la influencia de los inmigrantes españoles de la
Guerra Civil de 1936, que animarían la creación de equipos amateur
en la zona; igualmente, el encarecimiento en los elementos para el beis-
bol, generó que los habitantes se vieran obligados a migrar su práctica
deportiva al fútbol; finalmente, la modernización del siglo XX con el
corredor industrial entre Celaya, León, Irapuato y Salamanca, facilitó
la masificación del deporte y el florecimiento de los grandes clásicos
regionales (MACÍAS, 2009, p.5-15).
Estos tres factores facilitaron que el fútbol se convirtiera en un de-
porte de masas para los guanajuatenses, pero no se trató de un pro-
ceso exabrupto, su desarrollo fue pausado y transitorio, relacionado
con el nacimiento de los proyectos deportivos: la creación de oncenos
dedicados al fútbol y los intentos por la profesionalización del deporte,
que los llevaron a reconocer oficialmente la práctica y sobrepasar el es-
cenario local, para enfrentarse con otros oncenos y trascender a nivel
nacional: ganar partidos y obtener títulos.
123
 La efervescencia del fútbol iniciaría a principios del XX (MACÍAS,
2009, p.7), cuando los inmigrantes españoles afincados en Irapuato y
Celaya, gestionaron la creación de conjuntos deportivos para canali-
zar la experiencia amateur de los deportistas. Estos intentos organiza-
tivos, fueron funcionales para la aparición de los primeros clubes en
Irapuato, donde se destacaba la presencia de élites en los juegos, en el
que el fútbol significaba un encuentro para las familias prestantes de
la región. Paralelo a esta popularización elitista, las ciudades pequeñas
unidas por el ferrocarril, se sentían atraídas por este deporte, inician-
do la formación de escuadras que serían la batería para una liga, que
reunía los ya nacidos equipos de Irapuato y Celaya. Este torneo sui ge-
neris enfrentaban distintas clases sociales: las élites y los trabajadores
(MACÍAS, 2009, p.6-7).
Con la práctica amateur del fútbol, las escuadras iniciaron el cami-
no al profesionalismo, se crean ligas y surgen los equipos más reco-
nocidos de este periodo: la Unión de Curtidores (1928), Club Irapuato
(1930) y Club San Sebastián (1944). A la par del inicio de los denomi-
nados clásicos entre ciudades de la región, el salto al profesionalismo
se da con el impulso del corredor industrial y el fortalecimiento de las
empresas del Bajío, las ciudades industrializadas se vuelven abandera-
das de los proyectos futbolísticos, como ocurriría en Veracruz, Monte-
rrey y el Distrito Federal, del mismo modo, León tendría su combinado
para participar en el rentado nacional (MACÍAS, 2009, p.7-13).
Entre 1944 y 1945, la Unión de Curtidores logra asociarse a la ca-
tegoría mayor del fútbol mexicano, cambiando su nombre por el León
FC, mote que le ayuda a identificarse con la ciudad de mayor trayecto-
ria en este deporte. A partir de este periplo profesional, otros clubes
como el Celaya y los Freseros de Irapuato, seguirían su trayectoria en
la máxima categoría. La aventura de los “esmeraldas” fue sobresalien-
te, obteniendo dos títulos profesionales y un subcampeonato, a su vez,
coronándose campeonísimo del fútbol mexicano en la década de 1950
(LEÓN GUANAJUATO PORTAL). Para Macías (2009, p.13-14), la llegada
del profesionalismo al Bajío, desencadenaría el auge del fútbol entre los
guanajuatenses; las rivalidades superaron a los vecinos, ahora los clási-
cos se libraban contra los estados de la zona centro como San Luís Po-
124
tosí, Querétaro y Michoacán, al mismo tiempo, la rivalidad se extendía
contra los clubes tradicionales como El Cruz Azul, Universidad Nacio-
nal (Pumas), América (de la capital) y el Guadalajara (Chivas Rayadas).
Se puede afirmar que la aparición del Club León en el profesionalis-
mo, representa la incidencia cultural del fútbol en esta región, el inte-
rés de los guanajuatenses por participar en el juego como espectadores
y practicantes, la distinción de reconocer en este deporte una forma de
socialización y por último, la concreción exitosa de un proyecto depor-
tivo en un espacio productivo y movilizado por la industria.
Con la profesionalización del León y su consecuente ingreso en el tor-
neo mayor del fútbol mexicano en 1944, se escribe una etapa de prota-
gonismo del equipo, que en sus primeras presentaciones sorprendería a
oncenos de mayor arraigo, logrando situarse en los puestos principales
de la competición. El punto culmen de su participación se alcanza, cuan-
do de la mano de jugadores de renombre los “panzas verdes” logran
después de tres años de profesionalismo un campeonato, premio al es-
fuerzo del onceno y el apoyo de los aficionados. Los felinos iniciarían
una época dorada en la mitad del siglo XX, en la cual ganarían cuatro
certámenes: el bicampeonato de 1947 y 1948 y los torneos de 1951 y 1955
(LEÓN GUANAJUATO PORTAL). Sus victorias los distinguen como
uno de las escuadras revelación del torneo, incubándose la concepción
de un joven Club que desafiaba a los tradicionales (MACÍAS, 2009).
Esta época de reconocimiento, fue producto del arribo de futbolis-
tas extranjeros, en su mayoría argentinos, que lograron dinamizar la
estrategia de los jugadores locales, la injerencia de estos foráneos tuvo
implicaciones en la dirección técnica de los “esmeraldas” y la obten-
ción de triunfos. Los españoles animaron la profesionalización del fút-
bol en la región, pero fueron los argentinos debido a su conocimiento y
estrategias sobre el deporte, que afianzaron la competencia y los resul-
tados positivos de “la fiera”. Otro elemento a rescatar del dorado esme-
ralda,1 fue la contratación de estrellas mexicanas como el guardameta
1 Se reconoce al “dorado” como la época gloriosa de los esmeraldas, periodo que
abarca las décadas de 1940 y 1950. (MACÍAS, 2009)
125
Antonio “La Tota” Carbajal y el delantero Adalberto “Dumbo” López,
figuras notables del balompié del país y referentes del Club León (EL
UNIVERSAL GUANAJUATO, 2013).
Luego de los años de gloria el equipo se sumió en cinco décadas
sin mayores logros, falta de resultados, complicaciones económicas,
descensos y contrataciones poco exitosas, fueron los detonantes de un
periodo difícil para hinchas y directivas. Pese a que la popularidad de
la escuadra se incrementó con los triunfos de la década de 1950 y la
creación de un escudo en 1964 diseñado por el arquitecto Armando
Ruiz (LEÓN GUANAJUATO PORTAL), que resaltaba la importancia
del fútbol para la ciudad de León, la ruptura de los aficionados con
la dirigencia del Club era inevitable. Los felinos habían ganado una
identidad de equipo revelación amalgamada por el trabajo y el esfuer-
zo colectivo, pero los malos manejos administrativos y los resultados
adversos en materia deportiva, provocaron que el equipo estuviera va-
rias veces al borde de la desaparición, sin embargo, la hinchada seguía
confiada en el renacer del dorado.
Pero la realidad era otra, para 1999 el presidente de “la fiera” Valen-
te Aguirre, intenta vender la franquicia a la ciudad de Puebla, los faná-
ticos enfurecidos reclaman airosos que la transacción no sea realiza-
da. Fruto de la presión de los “esmeraldas”, Aguirre vende otro club de
su propiedad, la Unión de Curtidores, que a la fecha continua jugando
como representativo de los poblanos (ESPN, 2015). Con el descenso
del 2001, los felinos se enfrentaban a otra problemática, su presiden-
te Roberto Zermeño hunde al combinado en su crisis más profunda:
cambio de jugadores, contratos sin renovar, escándalos deportivos y
distanciamiento de los aficionados. Ante la crisis, Zermeño abandona
y da paso al empresario Carlos Ahumada, el equipo sigue en declive,
opacado por los malos resultados y un imposible ascenso, hasta que el
presidente Ahumada cae preso y queda desvinculado de los “panzas
verdes”(EL ECONOMISTA, 2009). Cuando la franquicia se encontraba
en decadencia, los empresarios del Grupo Pachuca, sumado a la in-
yección económica del multimillonario Carlos Slim, le devolverían al
equipo la confianza deportiva, cuyo resultado sería el ascenso y la ob-
tención del bicampeonato (ESPN, 2015).
126
Estas más de siete décadas de crisis y superación, le dieron la po-
pularidad a la escuadra con más fanáticos del Bajío. Una historia re-
conocida por su dorado entre 1940 y 1950, pero sus innumerables
problemas financieros, lo convertirían en un onceno inestable en la
competencia. Sin embargo, el reconocimiento de la hinchada en las
calles y el estadio, significaba que pese a las dificultades organizativas,
los aficionados continuaban propagándose; el recuerdo generacional
del dorado y la profesionalización de los “esmeraldas”, los distinguía
como un Club a seguir en la zona. Con el ascenso en 2012, se concre-
taría el ápice deportivo, erigiéndose como un escenario propicio para
el fortalecimiento comercial del combinado y el reconocimiento a los
hinchas fieles.
El monumento: la escultura “Arrojo” y el estadio “Nou Camp”
La estatua “Arrojo” se divisa desde la entrada oriental de la ciudad,
caminando por el Boulevard Adolfo López Mateos, donde se puede ad-
mirar la fachada del “Nou Camp”, pintado en color verde esmeralda,
en el que se aprecia los barandales de entrada, la taquilla y una de las
puertas de acceso al recinto. Caminando por los alrededores del esta-
dio a unos cincuenta metros de la zona de boleterías, se distingue la
estatua, se aprecia una figura humanoide de un arquero suspendido en
el aire que atrapa un balón, la estructura se encuentra en la superficie
de un pedestal cubierto de un baño metálico.
De cerca, “ Arrojo”, es una estructura metálica que entre hierros
enlazados construye la imagen de un arquero, su textura es corrugada
y formada por una serie de varas de acero que componen la escultura.
Sobre las manos del portero, los hierros moldeados recrean el balón,
es una escena de juego, donde el golero atrapa el esférico de una ataja-
da, su pie izquierdo se posa en el suelo, mientras su pierna derecha se
impulsa para atrapar la bola. La escultura es soportada, por un atrio
que tiene unas pequeñas placas metálicas en su cara superior, las lámi-
nas que componen la figura dan información sobre la obra. La imagen
es usualmente materia fotográfica de visitantes: niños, jóvenes y fami-
lias, quienes se llevan de recuerdo una foto junto al “Arrojo”. Para los
127
días en el que el “Nou Camp”, abre sus puertas para oficiar partidos,
los hinchas con su vestimenta de color verde esmeralda, se agolpan
alrededor de la estatua.
De esta observación y descripción de la escultura, dos cosas llaman
la atención, la primera, obedece al carácter ambiguo de la figura y la
segunda, la información que poseen las placas que complementan el
portero metálico. En primer lugar, el “Arrojo” no destaca la figura de
un jugador histórico o un personaje memorable para el Club, como es
habitual en las esculturas que han sido levantadas en honor a impor-
tantes jugadores referentes a nivel local e internacional, como el caso
de Carlos Valderrama (Santa Marta, Colombia, 2002), Eusebio da Sil-
va (Lisboa, Portugal), Laszlo Kubala (Barcelona, España, 2009), Bobby
Moore (Londres, Inglaterra, 2007), Ferenc Puskás (Budapest, Hungría,
2013), entre otros. Finalmente, las placas que se encuentran pegadas
en el atrio, contienen la información de los precursores y realizadores
de la escultura, igualmente, se señala los campeonatos obtenidos por
los “panzas verdes”, detallando el año de la victoria y los nombres de
los jugadores y el cuerpo técnico que se han coronado campeones.
Institucionalmente “Arrojo” es una escultura diseñada en homena-
je a los títulos y campeonatos ganados por el León, construida por el
escultor Ricardo Montilla. Su instalación fue auspiciada por la presi-
dencia municipal, bajo el programa de Esculturas y Monumentos del
Espacio Público que se lleva a cabo desde el 2014, bajo la Dirección
General de Desarrollo Humano, donde fueron instalados por toda la
ciudad diez obras diferentes, con el objetivo de mejorar la imagen ur-
bana del municipio en el corredor turístico que va desde el Poliforum
hasta el centro histórico (DIARIO AM, 2015). La figura de Montilla, se
consagra como un homenaje al equipo y los jugadores campeones de
la liga, enfocada en los aficionados leoneses y su pasión por el juego
(LEÓN GUANAJUATO PORTAL).
Para la elaboración de la estructura, el artista utilizó placas de acero
de cuatro toneladas, que miden 7.85 metros de ancho por 4.5 metros de
alto. Asimismo, placas con el nombre de los jugadores y directivos que
han hecho parte de los siete campeonatos ganados por los “panzas ver-
des”, incluyendo el apertura 2013 y clausura 2014. No es la primera vez
128
que Montilla realiza una instalación en León, sus esculturas la “Fuente
Fundadores” y “La victoria Alada” (MOTILLA, 2010), hacen parte del
memorial en la ciudad. Para la construcción del “Arrojo, Montilla tar-
dó cuatro meses en moldear el acero. Finalmente, cuando se realizó la
instalación de la escultura, fue tallada a mano la frase: “AL PUEBLO
LEONÉS” (DEPORTES TERRA, 2015). Al respecto, Montilla afirma en
entrevista al diario AM:
“Es para la gente, ellos son los que siempre compran un boleto para asistir a
los partidos, dan vida y gloria al equipo cuando pierden y ganan, no solo los
jugadores son los importantes y siempre gracias a su gente es posible lo que
León es” (DIARIO AM, 2015).
Junto con el monumento, fueron ubicadas algunas placas conme-
morativas, donde se resalta el escudo oficial del equipo, un balón de
cuero y un león; la Dirección General de Desarrollo Urbano, ayunta-
miento 2012-2015, el escudo de armas de la ciudad cuyo emblema es
un león y el santo patrono de la ciudad San Sebastián; el eslogan del
ayuntamiento 2012-2015: “León es uno”; finalmente los campeonatos
de la escuadra, señalando el rival que fue derrotado: Primer Título
Temporada 1947-48, León 2 – Oro 0; Segundo Titulo Temporada 1948-
49, León 3 – Atlante 0; Tercer Título Temporada 1951-52, León 1 – At-
lante 0; Cuarto Título Temporada 1953, León 4 – Oro 2; Quinto Título
Temporada 1992, León 2 – Puebla 0; Sexto Título Apertura 2013, León
5 – América 1 y Séptimo Título Clausura León 4 – Pachuca 3. Igualmen-
te, se incluyeron las placas de los dos equipos que ganaron el ascenso
a primera división: Primer Ascenso Temporada 1990-1991 y Segundo
Ascenso Temporada 2011-2012, León 5 – UAT 0.
El “Arrojo” fue inaugurado el 12 de febrero de 2015. A la ceremonia
asistieron algunos jugadores de la plantilla titular del Club, el cuerpo
técnico encabezado por el estratega Juan Antonio Pizzi, el presidente
del equipo Jesús Martínez Murguía, la alcaldesa de la ciudad Bárbara
Botello, el director de Desarrollo Urbano de León, Oscar Pons, el sin-
dicato del Ayuntamiento y el presidente de la Comisión de Desarrollo
Urbano, Leonel Charnichart Celi (SINEMBARGO.MX, 2014). En un
129
evento institucional y conmemorativo, se mencionó la importancia del
equipo para la ciudad, los logros deportivos, los resultados positivos
de la presidencia municipal y significativamente, se felicitó a los aficio-
nados de la escuadra, que con tambores y cantos celebraba el montaje
de la estructura. Al respecto la alcaldesa Bárbara Botello en entrevis-
ta a Televisa del Bajío, señaló que:
“Los leoneses no olvidamos a nuestros héroes ni a quienes nos hicieron vi-
brar con el triunfo. Hay nombres y hay episodios que valen la pena recordar
una y otra vez. Por eso me da mucho gusto presentarles esta bonita escultura,
motivo de orgullo leonés, un reconocimiento al arrojo del futbolista y a la
afición” (LEÓN GUANAJUATO PORTAL, 2015).
Mientras tanto el arquero bicampeón, William Yarbrough, daba sus
impresiones a Televisa del Bajío:
“Se me puso chinita la piel- es un orgullo, pero sé que para estar en este
equipo tienes que dejar el alma en la cancha, tienes que trabajar con mucha
humildad, este equipo te exige humildad y garra, y bueno mientras pertenez-
ca a este equipo es lo que voy hacer, dar lo máximo de mi dentro y fuera de la
cancha” (TELEVISA BAJÍO OFICIAL, 2015).
Si bien la escultura del “Arrojo”, es la primera de su característica
en León, dedicada al tema futbolístico, no es la única de su género,
hace parte de un fenómeno contemporáneo de estructuras creadas
para glorificar futbolistas o instituciones futbolísticas, significando
escenarios como estadios y gestas deportivas. Se trata de monumen-
tos que contribuyen a la rememoración de sucesos históricos, a través
de los cuales los aficionados pueden recordar los triunfos, el héroe de
la jornada (Antonio Puerta, Sevilla, 2010), el gol de último minuto, el
jugador estelar (Hugo Sánchez, Veracruz, 2006) y el triunfo ante el ri-
val más odiado por la afición. Son lugares de difusión de memorias,
que combinan la adhesión a una entidad deportiva, con la emotividad
del momento vivido por el espectador, la gloria del triunfo y la identi-
dad del fanático. Por ejemplo, la estatua de bronce del mítico jugador
130
Ladislau Kubala, figura del Fútbol Club Barcelona, es un homenaje al
goleador histórico del equipo, su figura de dos metros de altura frente
a una de las tribunas del Camp Nou, tiene por objetivo sensibilizar a
los aficionados sobre la grandeza del equipo y rinde tributo a uno de
sus jugadores insignias (DIARIO MARCA, 2009).
Pero este fenómeno no expone el pasado como logro deportivo, del
mismo modo, involucra factores comerciales y económicos, una utili-
zación de la memoria para adquirir el merchandising de un equipo o
un jugador, la rememoración se convierte también en una herramienta
comercial, donde los clubes o personalidades se valen de la escultura,
para asegurar la venta de productos, souvenirs o insumos deportivos.
Bajo esta dinámica, que denominaremos de capitalización producti-
va (AGUIRRE, 2013), la escultura en bronce del delantero madridista
Cristiano Ronaldo en el puerto de Funchal, en Portugal, sus estatuas
de cera itinerantes por toda España (EXPANSIÓN, 2014), demuestran
como el futbolista comercializa su imagen, con la intención de capita-
lizar sus logros deportivos.
El “Arrojo” y el “Nou Camp”: Memoria e identidad en los aficio-
nados del Club León
La mayor parte de la literatura especializada acerca de la fabrica-
ción de monumentos se relacionan con la formación de memoriales y
sus efectos dentro del espacio público (JELIN, 2012, TORRE, 2006 y
SMITH, 1998), haciendo énfasis en problemáticas sociales que atañen
a la posibilidad que el monumento contribuya al recuerdo y conmemo-
ración de fenómenos traumáticos y violentos en la sociedad. El trabajo
de Susana Torre, a partir de experiencias memoriales como el de la
Guerra de Vietnam en Washington, el monumento al Holocausto en
Berlín y el Museo a Salvador Allende en Santiago de Chile, son mues-
tras fehacientes de espacios que se organizan con el propósito de re-
presentar el evento traumático, para impulsar la construcción de una
memoria crítica y colectiva (TORRE, 2006, p, 18-19).
En estos casos la referencia al hecho traumático es sobresaliente,
configurando una jerarquía de la memoria en el espacio público, do-
131
tando de significación el lugar del suceso, pues la mayoría de estos me-
moriales tienen su lugar de instalación en los mismos escenarios del
trauma (TORRE, 2006, p, 18). Estos monumentos se organizan con la
finalidad de señalar al observador cuáles serán los temas y conteni-
dos de su recuerdo, organizar la memoria para que pueda dotar de re-
flexión el pasado desde un ejercicio didáctico. Haciendo la distinción,
entre un memorial oficial y no oficial, es decir, que el primero goza de la
convalidación institucional y sus garantías de perpetuidad, mientras el
segundo, puede ser una grafía crítica, generalmente itinerante y poca
duración física (TORRE, 2006, p. 19-20). Esta cardinal diferencia, ani-
ma una memoria permeada por los objetivos institucionales y el poder
político, en cambio, en la no institucional, la oposición y la subalterni-
dad serán sus referentes funcionales.
Para Torre (2006, p. 19), el binomio memoria y monumento, desem-
peñan para la sociedad dos papeles estratégicos, por una parte, sig-
nifica una tumba simbólica para encerrar los sucesos traumáticos del
pasado, contar una historia de duelo que permita a los visitantes cons-
truir un relato reflexivo. Por otra parte, a diferencia de los memoriales
antiguos que buscaban olvidar los hechos con las estatuas de sus hé-
roes, estos “nuevos” monumentos buscan representar y conmemorar
todo lo relacionado con su temática, hacer viva la historia de las vícti-
mas (TORRE, 2006, p. 23).
Más allá de la relación entre monumentos y eventos traumáticos,
Anthony D. Smith (1998, p. 61-80) aborda el carácter conmemorativo
en los escenarios memoriales como principal rasgo del discurso histó-
rico del pasado, resaltando que estos artefactos simbólicos hacen par-
te de una cartografía física, que tiene implicaciones con la emotividad
del pasado y la experiencia de los visitantes en el presente. Su hipótesis
es que el auge de estructuras de la memoria obedece a la consolidación
de identidades nacionales, que integran las comunidades en un solo
crisol político, un lazo simbólico que tiene el objetivo de unificar las
disidencias y forjar un pasado en común, ayudando a reforzar el ima-
ginario social y político de una nación dentro de los ideales del estado y
la invención de prácticas culturales a modo de tradiciones. Para Smith
(1998, p. 63), el monumento no funciona de manera aislada, actúa con la
132
parafernalia de la conmemoración, que dota de significado la interpre-
tación del pasado que desea la institución y el estado. Bajo la marca de
las comunidades imaginarias o imaginadas, las instalaciones oficiales
como un sepulcro o un altar, dan valor al papel del personaje, creando
puentes con los participantes del acto “cívico” y permitiendo al héroe
erigirse como código de identidad.
Apoyados en la propuesta de Torre y Smith, se define la escultura
el “Arrojo” como un memorial dentro del espacio urbano cuyo objetivo
es rememorar la historia del onceno, rescatando la tradición futbolís-
tica en la región y orientando la interpretación histórica de la ciudad y
del equipo. Este monumento tiene como objetivo comunicar un pasado
colectivo, enfatizando en los triunfos y logros deportivos de “la fiera”,
tarea respaldada por la concepción de una identidad local y una memo-
ria emotiva. Las tesis de Torre (2006) y Smith (1998), nos acercan a la
identificación de los usos públicos del memorial, asimismo, las mane-
ras en que se construye la significación histórica desde la estructura.
Si bien el “Arrojo”, no puede definirse como una estructura alusiva
al trauma o la conmemoración de episodios dolorosos, puede enten-
derse como un memorial que busca enaltecer los triunfos deportivos
de los “panzas verdes”, ubicado en un espacio público e institucionali-
zado por los poderes locales. Esta figura posee ciertas características
que la llevan a constituirse como un espacio de reconocimiento, inclu-
yendo elementos adicionales como las expresiones de identidad regio-
nales y la memoria histórica. Se debe mencionar que esculturas como
estas hacen parte de una visión del pasado de los creadores y artífices
del proyecto, pero en ningún modo representan la veracidad, son la
reinterpretación de un pasado (LEGOFF, 1991, p. 227 - 239).
Entendiendo el monumento como una operación memorial, donde
se busca que el observador recuerde y conmemore un episodio histó-
rico, la escultura “Arrojo”, intenta que los habitantes de León aficio-
nados al equipo, rememoren el sacrificio y la entrega de un grupo de
trabajadores (futbolistas), que han salido victoriosos, rememorando la
unión de la ciudad con la entrega de sus deportistas, el avance indus-
trial con los campeonatos obtenidos y el tributo al trabajo, el ejercicio
económico que representa la identidad de los leoneses en la fabrica-
133
ción de calzado y la industria mecánica. Esta necesidad de reconoci-
miento en términos institucionales, es desbordada por los aficionados
“esmeraldas”, que han avivado los significados del monumento como
una manera de vivificar su pasado e identidad con la región del Bajío.
Para analizar el “Arrojo” y entender la significación de la estructura,
habría que distinguir, como lo señala Torre (2006, p.18), el monumento
como un todo entre el espacio público y la obra, en este caso, concebir
la totalidad espacial que integra la esfera pública y el estadio leonés.
Es decir, que “Arrojo” es una estatua en un espacio, transformada en
monumento en su conexión con el “Nou Camp”; un conjunto de sen-
tido entre el estadio y la escultura. Se afirma que el memorial como
monumento, funciona en la conjunción de ambas construcciones, es
una mirada que potencia todo contenido histórico desde la institución
y sus hinchas.
Enfatizando que el monumento se consolida con el recinto deportivo
y la escultura, es principal identificar algunos aspectos sociohistóricos,
concernientes al “Nou Camp” como catalizador del teatro memorial. Este
estadio no sería la casa definitiva del Club León, hasta el 4 de febrero de
1967 (PERIÓDICO AM, 2014), pues el primer gran escenario deportivo
seria el célebre Estadio La Martinica, que acompañó al equipo por va-
rios años en el profesionalismo, en el que ganaron cuatro campeonatos
iniciando el reconocimiento del equipo en la ciudad y la región.
La primera casa de los “panzas verdes” se ubicó en la populosa co-
lonia La Martinica (NAVARRO, 2014, p.202), construida en 1950, con
una capacidad para unos 2 mil espectadores. Luego de un año de su
edificación, la escuadra del León lograría entrenar en sus instalacio-
nes. Para el año de 1960, el estadio es comprado por el equipo Unión
de Curtidores, que luego de un convenio económico se mantiene como
la casa de “la fiera”. En este estadio no solo jugaron los “esmeraldas”,
también el Club San Sebastián y Los Bravos de León (PERIODICO
AM, 1992). Pero la masificación del deporte y la creciente demanda
de aficionados, hacían que la Martinica se fuera estrechando cada vez
más, los clásicos nacionales y locales abarrotaban las graderías, con-
virtiéndose en una necesidad la edificación de otro estadio. Si bien “La
Martinica”, solo duró un poco más de una década como hogar de los
134
felinos, representa el inicio de la pasión por los “panzas verdes”.
Con la preocupación de garantizar el aforo de los hinchas y la in-
tención de capitalizar el interés deportivo, se inicia la edificación de un
nuevo recinto futbolístico en agosto de 1967 (DIARIO AM, 1992). Tras
ocho meses de incesante trabajo, se termina de construir el emblemá-
tico “Nou Camp” (NAVARRO, 2014, p. 203), la guarida de los leones. El
proyecto fue edificado por el ingeniero Xavier Vallejo Aceves y Jaime
de Obeso, bajo la mano de obra de la constructora Arba, S.A., además
del apoyo del Gobernador Juan Torres Landa, quien dona los terrenos
para el desarrollo del proyecto (PERIÓDICO AM, 1992). Una vez inau-
gurado en 1968, el estadio se convierte en la casa de la “fiera”.
Para 1970, en vísperas del primer mundial organizado por México,
se realizaron en este estadio los partidos amistosos entre el Santos de
Pelé y el River Plate argentino, masificando el gusto por el fútbol en
la zona. Finalmente, el “Nou Camp” se convierte en un estadio mun-
dialista en 1970, recibiendo a los seleccionados de Alemania Federal,
Perú, Marruecos y Bulgaria, asimismo, en el mundial de 1986 aco-
giendo los equipos de Bélgica, Canadá, Francia, Hungría y la Unión
Soviética (PERIÓDICO AM, 1992). Con algunas adecuaciones para la
práctica del deporte y la asistencia de los hinchas, este escenario en la
actualidad alberga un poco más de 30 mil espectadores, distinguido
por el color verde esmeralda de su fachada.
El “Nou Camp” representa para los “panzas verdes” el escenario de-
portivo, una edificación arquitectónica que impacta el espacio público;
su historia refuerza la colectividad de los hinchas, asociando la estruc-
tura con el lugar social del Club y la trasmisión efectiva de la memoria.
La concertación de este espacio en su trayectoria histórica, permite
la existencia total del monumento, su funcionamiento didáctico entre-
cruza la experiencia festiva de los espectadores con el equipo, acción
que se refuerza con la cotidianidad de los transeúntes y visitantes al
reciento; los receptores del mensaje memorial.
Al entender el “Arrojo” y el “Nou Camp” como monumento en su
conjunto, es indispensable adentrarnos en uno de los factores que
hace parte de la construcción de identidad regional y memorial como
código de significado del monumento. Anthony D. Smith (1998, p.63)
135
muestra los efectos de la masificación de este tipo de memoriales al
concentrarse en conmemoraciones y eventos institucionales, agudi-
zando el alcance de los efectos simbólicos del objeto y la narrativa me-
morial. En este caso, el monumento opera de manera continua debido
a su puesta en escena en el espacio público, sin embargo, su mayor
alcance se concreta durante encuentros deportivos, cuando se ampli-
fican el sentido histórico y cultural de la estructura. En este sentido, el
partido de fútbol actúa como una conmemoración del presente vivido,
una disputa dramática entre equipos que a través de la teatralización y
el performance, montan un ritual de significación.
Este intercambio de sentidos entre espectadores y jugadores, es lo
que el antropólogo Víctor Turner (1999, p. 5-16), llama una “dramática
social, que obedece a la puesta en escena de un ritual teatralizado, don-
de los participantes mediante símbolos (objetos), expresan la compleji-
dad de su contexto, bajo un panorama de tensiones y problemáticas so-
ciales. Este tipo de ritos tienen una estructura que obedece a los deseos
y necesidades de la comunidad, relativo a las sociedades conflictivas,
cuyas características no lineales y complejas las convierten en un canal
de escenarios rituales. Para Turner (1999, p. 21-30), la práctica ritual
puede entenderse como un punto de unidad de sociedades conflictivas,
una esfera que comprende la expresión performativa (la representa-
ción) y la creación de una metáfora social (la producción) en símbolos.
Cuando se llevan a cabo los partidos como un montaje ritual, el
mensaje de la escultura amplifica su horizonte de sentido, los aficio-
nados movilizados por la ruptura cotidiana, conectados por un marco
espacio temporal preciso y asistentes a un escenario colectivo com-
puesto por individualidades (RIVERA, 2005), se lanzan a la celebra-
ción del ritual: sus bailes, gestos y cánticos, son una red simbólica que
los une en la emotividad. Particularmente, supone una socialización
masiva del espectáculo (GONZALEZ, 2009, p.1), donde emergen las
representaciones frente a la alteridad social, las disputas regionales,
las tensiones políticas y, surge la acción comunicativa más profunda y
eficaz: la violencia.
Este ejercicio ritual motiva la producción de sentido del memorial, la
fusión entre escultura y estadio, es asociada por los seguidores como
136
el punto crucial de sus valores de identidad y tradiciones. Durante el
partido, el mensaje es latente, su difusión alcanza la connotación de
la memoria colectiva, en la emergencia de los símbolos como los colo-
res, la música y la comida, textos culturales que permean el significado
memorial. Se trata de lo que Claude Levy Strauss, llama “la eficacia
simbólica” (LEVY STRAUSS, 1995), cuando la inmanencia del presente
se evapora en su producción textual, transformándose en un producto
que simboliza el tiempo desde el presente, esta eficacia concede la con-
creción más superficial del monumento el “Arrojo” y el “Nou Camp”,
mientras su propagación interior se expande durante la cotidianidad
del espacio público.
Memoria, identidad y fútbol en el Bajío guanajuatense
Para entender la función de este mensaje memorial como elemento
de identidad para los leoneses y los habitantes del Bajío, es indispen-
sable profundizar en los debates del concepto de memoria y así com-
prender la significación y funcionalidad de la escultura en los hinchas
“esmeraldas”. El debate que centra la intención en el estudio, se ubica
en el campo historiográfico, terreno que permite desde una perspecti-
va teórica, abordar las tensiones y límites del concepto en la represen-
tación del pasado y su valor simbólico.
Se distingue el abordaje de Pierre Nora (1984, p.16), que problema-
tiza el concepto dentro del campo histórico, señalando que la memo-
ria actúa como un espacio de arquitectura del pasado, fundamenta en
eventos conmemorativos a través de la fabricación de espacios memo-
riales, lo que denomina: los lugares de la memoria. Para Nora (1984,
p.21-22), estos espacios operan como signos del pasado, son concerta-
dos por los testimonios y la oralidad popular, su edificación obedece
a la producción de unas visiones del pasado (en plural), con el objetivo
de vivificar el tiempo presente y arroparse con una historia propia del
tiempo pasado. Esta argumentación se relaciona a la concepción de
Reinhart Koselleck (2001) acerca del tiempo histórico, como un campo
de experiencias que articulan un horizonte de expectativa, idea capital
en el planteamiento de Nora.
137
 Desde esta operación memorial en la invención de lugares, para Ro-
ger Chartier (2007, p. 26-31), la memoria es un discurso histórico que
construye un relato del pasado, su intención en el caso de la escritura,
es convencer al lector de un pasado concreto, una explicación histórica
que determina un saber histórico,desde la representación testimonial.
En Chartier (2007, p. 39), este saber orienta las memorias, favoreciendo
la institucionalización de estos lugares y sus implicaciones en la cul-
tura: como festividades y conmemoraciones; una memoria existencial
que posibilita la presencia de un ser colectivo.
Esta formación colectiva de la memoria, es ampliamente discutida
por Maurice Halbwachs (2004, p. 55-65), señalando que el concepto
se desarrolla en la intersección de memorias individuales y colectivas,
como una historia vivida y emocional, constitutiva en recuerdos como
actos de memoria que son edificados en los vínculos generacionales
entre familias. Halbwachs (2004, p. 71 – 89) afirma que este parentesco
con el pasado es elaborado con las experiencias cotidianas, una histo-
ria particular y emotiva, que proyecta un pasado emocional alrededor
de las relaciones sociales y los impactos en las tradiciones culturales.
Esta memoria vivida se renueva y codifica en el tiempo, no es fija, su
mensaje se intensifica de acuerdo a las necesidades colectivas, pues
su funcionalidad ocurre en el campo de los recuerdos y testimonios,
como reconstrucciones permanentes del pasado.
Otra perspectiva que nutre la definición de memoria es la de Eliza-
beth Jelin (2004, p.66), entendiendo el concepto como una construcción
testimonial que contribuye a la creación de una memoria social ante
los acontecimientos históricos traumáticos. Esta versión testimonial se
apoya en la historia oral para enfrentar episodios críticos en las deno-
minadas historias hegemónicas, su lugar de enunciación es la invención
de un pasado comunitario que cuestiona el horror del poder, las llama-
das “cajas negras” (2004, p.74) o relatos históricos ocultos por los inte-
reses del presente de grupos políticos y élites. Para Jelin, la memoria es
un artefacto social que emplea los lugares públicos, como un escenario
de resistencia colectivo –las múltiples voces–, cuyo objetivo es superar
el oficialismo en los discursos sobre la historia (2004, p.66 -74).
A partir de estas corrientes que han impactado los estudios de
138
la memoria, nos enfocaremos en los aportes de Pierre Nora (1984) y
Maurice Halbwachs (2004), para la interpretación del objeto de estu-
dio. Estas perspectivas abordan los efectos culturales y sociales de los
discursos memoriales como significación del pasado, en este sentido,
la existencia de los lugares de la memoria y la recepción emotiva de
la misma, nos brindan las herramientas precisas para explicar cómo
“Arrojo” se ha convertido en una figura de producción histórica que
ha impactado en los aficionados. Tanto Nora como Halbwachs, nos
remiten a la construcción de un pasado que puede operar dentro del
espacio público, un memorial amplificado por la ritualidad de los en-
cuentros deportivos, que ha significado una experiencia histórica te-
rritorial vinculada al sentimiento colectivo de pertenencia a una re-
gión y un equipo de fútbol.
El caso del “Nou Camp” y el “Arrojo” es un monumento que ope-
ra una memoria colectiva en los aficionados “esmeraldas”, su función
es trasmitir los triunfos deportivos del Club, resaltando cada uno de
las nóminas que han logrado ganar el campeonato local. Este mensaje
se fortalece institucionalmente, pues los poderes locales facilitaron la
instalación de la escultura junto al estadio, misión que tiene la tarea de
profundizar y masificar el recuerdo social, propagando los éxitos fut-
bolísticos posibilitando un reconocimiento público de la ciudad como
potencia en el deporte. Pero estos efectos van más allá del valor depor-
tivo, se trata de organizar la significación del desarrollo industrial en
la región del Bajío, darse un espacio de distinción como artífices de un
proyecto económico consolidado, resaltando su poderío local frente a
otras ciudades como Irapuato, Salamanca y Celaya.
A pesar de erigirse como un monumento edificado en León, su
mensaje intenta vincular a los seguidores de “la fiera” a nivel nacio-
nal, valiéndose de la emotividad para amplificar la significación de su
mensaje, en este sentido, los hinchas del Bajío guanajuatenses son el
principal receptor de la trasmisión de memoria, representando la con-
solidación del deporte a través del tiempo. El afianzamiento del fútbol
con el profesionalismo en la región, manifiesto en la industrialización
y los procesos de inmigración, donde el monumento debe entenderse
como una estructura que complementa el ciclo de un equipo profesio-
139
nal y su relación con los fanáticos, pues la historia del fútbol, ocurre en
la misma dirección que sus hinchas.
Esta historia del Club y la formación de su reconocimiento social,
brinda el material para la creación del monumento, un lugar de la me-
moria como lo distingue Pierre Nora (1984, p.18), cuando los acon-
tecimientos históricos permean la construcción de un recuerdo que
funciona en un sentido simbólico. La historia de los “panzas verdes”,
desde la práctica amateur hasta el profesionalismo, comunica una eta-
pa que debe recordarse como parte activa de la memoria de los faná-
ticos, junto a la obtención de campeonatos y la rememoración de los
rivales vencidos. Este lugar de memoria escenifica esta visión del pasa-
do, recopilando hechos y totalizando una historia particular, acentua-
da en una cronología de los episodios que es relatada mediante las pla-
cas que se encuentran ubicadas en el atrio del “Arrojo”. Estos objetos
sirven para organizar el monumento y brindar información sobre el
pasado, su tarea es que el visitante tenga los elementos necesarios para
recrear el pasado y reconocer la historia del equipo: las conquistas y
los jugadores de mayor trascendencia.
De estos materiales históricos que componen el relato del monu-
mento, es la memoria del segundo ascenso del Club en el 2012 el que
mayor trascendencia tiene en la propuesta del lugar de la memoria,
pues constituye el hecho motor de la remembranza deportiva e históri-
ca. El ascenso significó para los aficionados el sentimiento de apropia-
ción por el fútbol y el creciente interés por los alcances deportivos de
“la fiera”. Este acontecimiento es la idea generadora del memorial, la
que condensa los atributos históricos de renovar la profesionalización
del equipo, aglutinando las memorias colectivas entre las generaciones
de fanáticos que perdieron su protagonismo con el descenso del Club.
Volver a disputar la principal categoría del fútbol en México, sirvió
para reactivar la identificación colectiva, volviendo visible las repre-
sentaciones sociales del onceno y la ciudad (CARRIÓN, 2006, p. 10-14),
palpable en la emergencia de utensilios deportivos asociados al equi-
po: camisetas, volantes, banderas, entre otras.
La revitalización de estos símbolos con el ascenso, se vio sintetizada
con la instalación del “Arrojo”, el texto cultural de mayor resonancia
140
entre los aficionados. Una de las figuras que captan la atención de esta
escultura es la del guardameta que atrapa el balón, interpretándose
como un homenaje a la tradición de guardametas como Antonio Car-
bajal, el polémico Ángel Comizzo1 y William Yarbrough, jugadores icó-
nicos del Club. Esta semblanza puede tratarse del papel del jugador
dentro de la memoria, generalmente se pretende que el espectador
identifique los artífices con la personificación del héroe, estableciendo
un código de identidad entre los seguidores y los jugadores. Es decir,
que el carácter anónimo del “Arrojo”, proyecta una significación del
atleta, donde se desempeña como un trabajador incognito, tal como
se distingue la población leonesa en sus relaciones sociales: trabaja-
dores acérrimos y cumplidores (NAVARRO, 2015, p. 119). No se trata
de una figura que busca homenajear un jugador referente del equipo,
tampoco la venta de un producto ligado a la marca de un atleta para su
comercialización.
Esta imagen del portero trabajador e incógnito se asocia con la in-
terpretación de Fernando Carrión (2006, p.15), quien señala que la ad-
hesión colectiva a un equipo y sus jugadores, nace de la misma forma
que el valor por los factores culturales y distinciones territoriales, por
ejemplo: el tango y los equipos del Rio de la Plata en Argentina y la
samba con las escuadras de Rio de Janeiro en Brasil, son aliteraciones
que median en las características del juego y el jugador; los porteños,
recios y fuertes en la confrontación deportiva; los cariocas alegres y
pasionales en el espectáculo. El sistema se puede aplicar al Bajío y la
ciudad de León, que privilegiará en sus jugadores el trabajo anónimo
y efectivo, fiel a su concepción cultural y su idea de sociedad indus-
trializada. Este ideario es plasmado por el “Arrojo” desarrollando una
adhesión con los jugadores y propiamente un estilo de juego: el del tra-
bajo y la responsabilidad. Esta referencia es denotativa en los lugares
1 El guardameta argentino Ángel Comizzo, representa una relación de amor y
odio para los aficionados. En la final del campeonato de 1997, el portero le da una
brutal patada al atacante del Cruz Azul y goleador del torneo Carlos Hermosil-
lo, el árbitro no duda y marca la infracción. El delantero con el pómulo abierto
patea y le da el título a la “Maquina”. Ver https://www.youtube.com/watch?v=z-
vaojCWtPT4.
141
de memoria del monumento, sujeta a la asociación cultural del portero
con el trabajador: imagen representada fielmente por la escultura.
Este espacio memorial configurado por los relatos del pasado en
las placas y la figura simbólica del guardameta tienen una intención
emotiva, interiozando la experiencia histórica de los fanáticos con su
equipo, que representa una vivencia regional y de identificación con el
pasado. Entendida por la apropiación de los “esmeraldas” a su once-
no, la puesta en marcha de la significación que concierta la distinción
colectiva de los aficionados con su territorio. Este es un proceso de
eficacia simbólica, que implica la participación y acción de los hinchas,
los receptores del mensaje y aquellos que reproducirán la transmisión
del mismo. Esto se evidencia en la intervención que realizan los segui-
dores en los espacios públicos a través de murales y diferentes expre-
siones artísticas (VARGAS, 2015), donde se resalta la emotividad por el
equipo y los códigos característicos de la ciudad: el león, las tonalida-
des verdes y el imaginario del trabajo y lo cooperativo. Por ejemplo, los
murales en los alrededores y al interior del estadio, el primero un león
que conmemora a seguidores del Club y el segundo, un homenaje ge-
neracional de los hinchas. Expresiones que aunque parecen exclusivas
de las porras o grupos organizados, no son controvertidos por el resto
de aficionados, al contrario, se erigen como fuentes de identidad con el
equipo y la región de su adhesión, debido a que profundizan el valor
memorial del monumento.
Estas expresiones complejizan la producción de sentido del memo-
rial, al masificar el simbolismo dentro del espacio público y su acción
ritual durante los partidos de futbol. Estos elementos logran que el
monumento transmita el mensaje, contribuyendo a la emergencia de
una memoria colectiva que se reúne en el contubernio entre la historia
del equipo y su legado regional. Para Maurice Halbwachs este tipo de
memorias son colectivas, ya que implican la representación de un pa-
sado en común, entre miembros de un grupo de indistinta clase social,
cohesionando su individualidad bajo un acto de memoria (Halbwachs,
2004, p.62). Este monumento se define como una memoria emocio-
nal, construida por las generaciones de visitantes al estadio, que se
transformaron en hinchas y vieron con el “Arrojo” la concentración
142
de sus recuerdos individuales en colectivos, estableciendo un vínculo
generacional cuyo sustrato es visible en las familias de los aficionados
(2004, p.53-71). Estos recuerdos en conjunto ayudaron a fomentar tes-
timonios que se convirtieron en referencias históricas, memorias de
acontecimientos que fueron organizadas para tejer un pasado propio.
Este monumento es funcional de manera indistinta al género o la
procedencia social, una memoria emocional para hombres, mujeres,
pobres y ricos, que conjuga el horizonte histórico con los rasgos cul-
turales de los fanáticos y tiene como lo afirma Halbwachs (2004, p.88),
una fluctuación en el tiempo, permitiendo que el monumento sea re-
valorizado constantemente en sus símbolos, pero su significado se
mantenga vigente: la proyección de una identidad regional. Si bien el
memorial, es una creación institucional de los directivos y los dirigen-
tes políticos de la ciudad, el monumento no ha sido institucionalizado,
los fanáticos a su modo han revalorizado el mensaje, propagándolo de
forma colectiva y volviéndolo parte de su entorno público.
Pese a que el proyecto de los dirigentes del León fue reactivar la
importancia del Club en la ciudad tratando de consolidar la marca de-
portiva y el merchandising, con la edificación de la tienda oficial “La
Guarida del León” en 2013 y la construcción del “Arrojo”. Los aficiona-
dos al margen del proyecto económico, recibieron el mensaje como un
código histórico, transformando su recepción y trasmisión, resaltando
una memoria de “la fiera”, basada en la confluencia regional y la emoti-
vidad de los logros futbolísticos. Esta reinterpretación es visible en los
murales del estadio, que han significado un indicio del tipo de mensaje
codificado por la hinchada. Aunque es inválido afirmar que los faná-
ticos se oponen a la idea de los empresarios y las autoridades locales,
se puede señalar que la memoria colectiva ha desbordado la intención
comercial propuesta por la institución.
¿Pero cuál es el mensaje que trasmite el monumento? ¿Cuáles son
los mecanismos de su difusión? ¿Qué características tiene esta memo-
ria colectiva? Para abordar el mensaje configurado por El “Arrojo” y
el “Nou Camp”, en la óptica del memorial que representa la visión del
pasado y su apropiación por medio del recuerdo, es pertinente hacer
énfasis en los dos polos que rodean la construcción de sentido del mo-
143
numento: la identidad y la referencia territorial. Ambos factores hacen
parte del mensaje producido por el memorial, en lo que se denomina
una identidad regional. Para Manuel Castells (2001) esta noción, se de-
fine como un catalizador de permanencia y experiencia para la socie-
dad, un eje de articulación del sentido que funciona en la acción de las
prácticas culturales, una serie de procesos que relacionan lo cultural
a la experiencia histórica, que tienen por finalidad la comunicación de
sentimientos sociales y la apropiación del sentido territorial (CHONG,
GAVALDÓN y AGUILAR, 2009, p.3). Esta identidad es plural, mani-
fiesta en los lazos memoriales colectivos y los espacios culturales vi-
vidos, donde lo regional vincula la conexión de las sociedades y sus
diferentes expresiones.
De la definición propuesta por Castells (2001), algunas indagaciones
se relacionan con el autor y ayuda a ampliar el panorama de interpre-
tación sobre las identidades y sus implicaciones culturales en el futbol,
abonando terreno a la comprensión del tipo de mensajes que trasmi-
te el monumento en la ciudad de León. Para Enrique Rivera Guerrero
(1999, p.6), la permanencia y las manifestaciones simbólicas son ejes
articuladores entre los aficionados de Los Tiburones de Veracruz con
esta ciudad, una identidad construida por los códigos de arraigo entre
los seguidores del equipo y las expresiones de establecimiento con la
región, principalmente la relación con el puerto. Rivera en su estudio
de campo, logra comprender que esta identidad modula un sentido del
ser, complementada con un pasado en común y trasmitida por las raí-
ces generacionales de los hinchas (1999, p. 163).
Otro estudio que nos permite conocer la percepción de la identidad
regional dentro del fútbol mexicano, es el trabajo de Blanca Chong, Eiko
Gavaldon y Gabriela Aguilar (2009), que señalan cómo se configura la
identidad de los aficionados al onceno del Santos Laguna. Los autores
proponen que dicha identidad se codifica cuando la sociedad logra inte-
grar un sistema de símbolos como una acción valorativa y de pertenencia
regional. En esta indagación, se explica cómo los símbolos son una sim-
biosis de los hinchas, que se asemejan a las tradiciones y costumbres del
lugar donde oficia el equipo, integrando elementos como la musicalidad y
las referencias idiosincráticas de la región: himno y escudo (2009, p.1-11).
144
En este sentido, el destacado análisis de Andrés Fábregas Puig en
su libro “Lo sagrado del rebaño: el fútbol como integradora de identi-
dades” (2001), sugiere explorar el concepto como un catalizador cultu-
ral de los seguidores de las Chivas con la región de Jalisco, resaltando
el antagonismo con su rival de patio el Atlas. Este proceso de identi-
ficación es ubicado por Fábregas como un regionalismo que moviliza
los aficionados, donde aspectos como la gastronomía son factores de
identidad, por ejemplo, la venta dentro del estadio de birria y otras
comidas típicas de los jaliscienses son indicios del reconocimiento re-
gional. El autor menciona cómo esta construcción de identidad supera
la fragmentación del estado, no se trata del rebaño como un equipo
de Guadalajara, su valor supera el centralismo y se esparce por todo
Jalisco y el resto del país (2001, p.11-33).
Al respecto, Fábregas refuerza su tesis con la interpretación de la
identidad de los aficionados de los Jaguares de Chiapas en el sur de
México (FÁBREGAS, 2006, p. 152-154). Como en el caso de las Chivas,
la hinchada chiapaneca ha reflejado su permanencia regional a través
de la escuadra, alimentando la unidad colectiva de los habitantes que
han valorizado la experiencia deportiva como una actividad propia y
ligada a los Jaguares. Cuando se celebra el rito futbolístico, los asis-
tentes se valen de los rasgos culturales del estado para catalizarlos
(CÁRDENAS, 2008, p.108), intentando mediante símbolos señalar la
diferencia y lo que los identifica como contrarios a sus rivales; crear un
sentimiento regional que los hace únicos dentro del fútbol. Fábregas
(2006, p.154 – 159) ejemplifica cómo funcionan los símbolos que dotan
la identidad regional. Durante un partido el goleador paraguayo Sal-
vador Cabañas, al anotar un gol, festejó la anotación poniéndose una
máscara de parachico realizando el baile típico de la fiesta grande de
Chiapas, mientras los fanáticos respondían al simbolismo con bailes y
la alegría de los danzantes chiapanecos, un episodio que demuestra las
implicaciones de las tradiciones culturales en el fútbol.
En estas interpretaciones, la idea del simbolismo cultural, la per-
manencia territorial y la superación de la fragmentación estatal, son
referentes de la formación de identidades en los aficionados. Para el
caso de la identidad regional establecida por el monumento público
145
del “Arrojo” y el “Nou Camp”, se consolidad dos ideas predominantes:
la de un ambiente de permanencia social con la región (RIVERA, 1999,
p.6), y por otra parte, la concepción colectiva de resaltar las prácticas
culturales que los reconoce como miembros de un estado (FÁBRE-
GAS, 2001). Estos dos elementos son propios del mensaje trasmitido
por la memoria emotiva y colectiva del monumento, los hinchas “esme-
raldas” condensan la permanencia al Bajío guanajuatense catalizan-
do las referencias culturales, concibiendo un espacio de interacción y
participación que supera las disputas locales.
Aunque el monumento se encuentre situado en la ciudad de León,
la propagación de su mensaje es funcional en toda la región guana-
juatense, aglutinando a los seguidores del equipo por toda la zona. Es
decir, que no se trata de las expresiones territoriales de los habitantes
de León, aunque el monumento habite en su espacio público, su sig-
nificación tiene un alcance mayor; el de todos los fanáticos del Bajío
que manifiestan su simpatía por “la fiera”, señalando una pluralidad
de experiencias conectadas por la vivencia territorial que es la misma
para todos: ser guanajuatenses. Si bien, el memorial aparentemente es
un mensaje destinado a los leoneses en el espacio público, sus impli-
caciones son regionales; un mensaje aglutinador del imaginario social
y las prácticas culturales en toda la zona (CÁRDENAS, 2008, p.108).
Pese a que este sentido totalizante del monumento puede ser con-
trovertido en su naturaleza regional, cabe destacar cómo algunos
aficionados al equipo colombiano América de Cali, habitantes de la
ciudad de Antofagasta en el norte de Chile, han organizado desde su
estatus como migrantes una serie de actividades que los mantienen
unidos con su equipo, se reúnen para seguir los partidos y han conver-
tido la ciudad chilena en un referente de su identidad cultural desde la
filiación con “La Mechita”.1 Como resultado de esta distinción y reco-
nocimiento a los fanáticos, las autoridades locales y los directivos del
equipo caleño, acordaron jugar un partido amistoso entre el América
y el Deportes Antofagasta con el objetivo de inaugurar el Estadio Re-
1 Denominación histórica del equipo colombiano América de Cali.
146
gional de la ciudad costera (RADIO COOPERATIVA, 2013). Del mismo
modo que esta hinchada transfronteriza (ARIAS Y DURAND, 2009),
nos sirve para ejemplificar cómo opera la identidad de los aficionados
a un club de fútbol fuera de su lugar de presencia, los fanáticos de “la
fiera” no se limitan a una zona predeterminada, su interacción social y
los lazos culturales les permiten existir y significar su experiencia con
el equipo y la proyección de identidades. Esto ha permitido que el mo-
numento se consolide como un texto cultural que integra la mayoría de
aficionados “esmeraldas”.
El mensaje funciona articulando los sistemas culturales con la me-
moria, valiéndose de las experiencias individuales que alimentan los
atributos culturales, en el cual símbolos como el león ícono de la ciudad
y protagonista del escudo del equipo, es retomado como signo para
los fanáticos que reconocen el animal como estandarte de la ciudad e
integrador de los “esmeraldas”. Otros elementos colectivizados por la
memoria son las diferencias con otras regiones como Michoacán, Ja-
lisco y en general el centro de México; el monumento ha contribuido a
profundizar estas divergencias, apoyándose en las rivalidades futbolís-
ticas, que han derivado en el afianzamiento de las identidades grupales
(MACÍAS, 2012). Esto ocurre en la totalidad de los aficionados, pero
se agudiza al interior de las porras organizadas. Por ejemplo, la barra
“Los Lokos de Arriba” fundada en el 2002, es una demostración clara
de los antagonismos futbolísticos desde lo cultural, el grupo viaja por
diferentes partes del país, transmitiendo su pasión por los “esmeral-
das”, recalcando su adscripción regional que sobrepasa la ciudad, iden-
tificándose con la zona del Bajío y sus rasgos culturales. Esta porra es
un referente del Club, mezclando a su permanencia regional un papel
crítico de los conflictos sociales en México, cuestionando la capitaliza-
ción del fútbol y denunciando las irregularidades de los directivos del
equipo; el eslogan de los de arriba es vivir un fútbol comunitario contra
el monopolio y el negocio de los dirigentes: “El orgullo del Bajío”. 2
Como lo señalamos estas identidades regionales son múltiples y no
2 Los lokos de arriba es una barra brava del León. (TORRES, 2012).
147
tienen una única manifestación, su eje es el arraigo con Guanajuato,
que puede expresarse de diversas maneras a partir del tipo de colec-
tividades formadas por los aficionados. Esto es, que los catalizadores
culturales son una multiplicidad de contenidos que corresponden a
las necesidades de los grupos sociales, teniendo presente los valores
de pertenencia regionales, transmitidos por el monumento. Para los
hinchas organizados puede tratarse de una identidad crítica con la so-
ciedad, materializada por contraculturas y el empleo de la violencia.
En otros hinchas se manifiesta en la conexión discursiva con el pasado
futbolístico y económico, recalcando la importancia del deporte en la
región y el valor social de la industrialización. Para otros aficionados,
el constructo obedece a una esfera política, enfatizando las raíces con-
servadores del Bajío, donde los triunfos deportivos son equiparados
a proyectos de gobierno y logros institucionales. En todas estas iden-
tidades opera una memoria colectiva que refleja la permanencia y la
simbiosis cultural, son formas distintas de sentir un espacio, en el que
los seguidores construyen sus redes de sentido y las intercambian en
sus experiencias cotidianas.
Frente a estas identidades de permanencia y catalizadores cultura-
les, viene la instancia de cesación de las diferentes manifestaciones,
ésta se logra mediante el rito futbolístico, la máxima expresión de las
identidades regionales. Cuando el juego emerge, los aficionados pro-
pagan sus visiones locales, superan los diferentes discursos y cada
uno de los elementos que los fragmenta (FÁBREGAS, 2006, p.152),
cohesionando el arraigo como medio de significación en contra de lo
antagónico. Aquí la hinchada es un todo con su equipo y la región, el
código que los organiza y aglutina como espectadores, una sola his-
toria que los representa como colectividad dentro de otros grupos, el
teatro apropiado para que la memoria circule y produzca la emotividad
de los fanáticos.
La visita al memorial en el espacio público es a su vez permanencia,
catalizador y supresor de las variaciones, es un texto cultural que se
articula con la significación de los espacios de la memoria, una fuente
que reúne a los aficionados bajo el mensaje identitario. Este monumen-
to representa una manifestación regional, que es asumida por los “es-
148
meraldas”, un lugar patrimonial que fortalece la conmemoración y el
reconocimiento del pasado, en síntesis, la historia del equipo y sus im-
plicaciones en la cotidianidad de esta zona. Tanto el “Arrojo” como el
“Nou Camp”, cumplen un ejercicio simbólico, la recreación del tiempo
histórico en las victorias de “la fiera”, un espacio que facilita la movili-
zación social y el recuerdo colectivizado del pasado, una identidad en
constante construcción y la rememoración generacional de un sentir
local: la vida en Guanajuato.
Consideraciones finales y futuras líneas de investigación
Es difícil después de interpretar un monumento, intentar mencio-
nar una conclusión que pretenda sintetizar los argumentos expuestos
durante el texto. A nuestro juicio esta observación no busca un único
campo de investigación, procura que sirva como documento explora-
torio acerca de los impactos memoriales en la historia del fútbol mexi-
cano. El interés fue recuperar algunos de los trabajos que se han de-
dicado a estudiar este deporte, en los que se resalta a César Federico
Macías, Andrés Fábregas Puig y Enrique Rivera Guerrero, intentando
analizar uno de los fenómenos recientes, la creación de monumentos
deportivos en plazas y en estadios de fútbol. Por tal motivo, estas con-
sideraciones finales tienen por misión que el lector debata las ideas
propuestas, desafíe el aparato crítico utilizado y cuestione la hipótesis
planteada. Deseando que esta exploración pueda contribuir a multipli-
car los trabajos sobre la memoria y las representaciones sociocultura-
les del deporte rey.
Lo primero que se puede remarcar es que la instalación del “Arro-
jo” hace parte de un programa institucional de la municipalidad y los
directivos del cuadro felino, un proyecto que pretende reforzar la
identidad de la ciudadanía leonesa, motivado por el ascenso y los cam-
peonatos “esmeraldas”. Su construcción busca que los habitantes de
León reconozcan la importancia deportiva del equipo, sus triunfos y
los logros alcanzados. Si bien el mensaje transmitido es eficaz, ha sido
alimentado con otros elementos como la memoria colectiva y las iden-
tidades regionales. El primero es un actor protagónico, logra la acción
149
social del mensaje y su trasmisión de sentido, en el cual los aficionados
socializan sus interpretaciones históricas y las comparten entre las co-
lectividades. En cuanto a las identidades regionales, estas constituyen
una pluralidad de expresiones, todas orientadas a resaltar los rasgos
culturales, sociales y políticos del Bajío guanajuatense.
A pesar de que el monumento parece determinado por la signifi-
cación del “Arrojo”, no funciona individualmente, este memorial se
configura con la escultura y el “Nou Camp”, juntos poseen la red de
significación que simboliza la producción de memoria del texto, son
inseparables y su dualidad los convierte en una estructura conjunta.
El anonimato de la figura y el rito de las celebraciones futbolísticas,
expresan la profundidad simbólica del monumento, son los elementos
que visibilizan las identidades regionales y la memoria colectiva de la
“porra”. Enfatizando que en este caso, los hinchas organizados en ba-
rras y los seguidores sin filiación, no son opuestos, se complementan
en las incidencias rituales y las visitas al monumento.
El “Arrojo” y el “Nou Camp” se deben al espacio público, su signi-
ficación procede del escenario y el lugar de emergencia, sin embargo,
como tratamos de demostrar, el mensaje del monumento sobrepasa
las delimitaciones urbanas, su trasmisión es por todo Guanajuato, los
hinchas son los encargados de transportar el mensaje, articulando sus
experiencias sociales con una multiplicad de expresiones de identidad.
Esta vehiculización, desencadena la existencia de identidades múlti-
ples, que producen una representación de aspectos culturales en ám-
bitos como la política y lo social; emergiendo una idea regional desde
distintos polos que se conecta en los momentos rituales y las disputa
con los seguidores del equipo contrario.
La connotación pública del monumento involucra la memoria como
un garante del tiempo histórico, el memorial se transforma en la fuente
que permite a los hinchas un instrumento de veracidad, donde la infor-
mación de las placas cumple la tarea de posicionar los datos y por ende
las victorias. El monumento enlaza los testimonios y los relatos gene-
racionales, los convierte en acontecimientos palpables por los hinchas,
complementando la circularidad del mensaje, reforzando el recuerdo
emocional de los hinchas a través de los hechos demarcados. Esta es
150
una memoria definida por un valor colectivo de la realidad, una suerte
de horizonte que ayuda a los hinchas a conocer y rememorar su pasado
desde el presente, acercándolos a una visión interpretativa que vincula
su cotidianidad con la historia, en el que dos campos son referentes
de su vivencia histórica: el trabajo y la industrialización, sumados a la
profesionalización del deporte de mayor adeptos en la región: el fútbol.
En definitiva, al abordar este monumento desde el enfoque de la
memoria histórica, quedan más preguntas que respuestas definitivas,
alargando un camino investigativo que puede servir de interés a los
estudios históricos y culturales. Es importante mencionar algunos
elementos sin profundizar en la indagación, abonando terreno para
próximas pesquisas y trabajos dedicados al fútbol. Estos temas sueltos
giran alrededor de tres cuestiones: la memoria, la identidad y el monu-
mento. En el primero no fue posible la realización de una etnografía,
dejando libre un panorama de las representaciones e imaginarios de
los fanáticos a viva voz, conceptos que intervienen en la construcción
de sentido del memorial. En segundo término, queda sin explorar las
redes de identidad en la cultura, por ejemplo, las prácticas gastronó-
micas y la musicalidad en el fútbol (DELGADO y GONZALEZ, 2012, p.
153-177), indicios que vislumbran la codificación de estas identidades
en Guanajuato. Finalmente, existe una ausencia en la reconstrucción
hemerográfica que asista a comprender los acontecimientos de mane-
ra global, señalando cómo la construcción del monumento hace parte
de la experiencia histórica de los habitantes de esta parte del Bajío. §
151
 Referencias
AGUIRRE, Carlos Antonio. Immanuel Wallerstein. Crítica del sistema
mundo capitalista. México: Ediciones Era, 2013.
ARIAS, Patricia y DURAND, Jorge. En: “Migraciones y Devociones
transfronterizas”. Migración y Desarrollo, Zacatecas, núm. 12,
2009, pp. 5-26.
BUTLER, MATTHEW. Devoción y disidencia. Religión popular, identi-
dad política y rebelión cristera en Michoacán, 1927-1929. México: El
colegio de Michoacán, 2013.
CÁRDENAS, Jorge. “El fútbol nos une: socialización, ritual e identidad
en torno al fútbol”. En: Culturales, Mexicali, vól, IV, núm. 8, 2008,
pp. 101-140.
CARRIÓN, Fernando. Biblioteca del Fútbol Ecuatoriano”. Quito:
FLACSO, 2006.
CASTELLS, Manuel. La era de la información. Economía Sociedad y
cultura. México: Siglo XXI, 2001.
CLUB LEON OFICIAL: “Muchas historias…una pasión” En: https://
www.youtube.com/watch?v=ad801lOW6hM, consultado el 15 de
febrero de 2017.
DEPORTES TERRA: “León asciende a la primera división al golear al
Correcaminos”. En: https://deportes.terra.com.mx/futbol/ascen-
so/2012/leon-asciende-a-la-primera-division-al-golear-a-correca-
minos,517d6f97a1447310VgnVCM3000009acceb0aRCRD.html, con-
sultado el 15 de febrero de 2017.
CHARTIER, Roger. La historia o la lectura del tiempo. Barcelona: Edi-
torial Gedisa, 2007.
CHONG, Blanca, GAVALDÓN, Eiko y AGUILAR, Gabriela. “Identidad
regional y fútbol, los aficionados al Santos Laguna”. En: Razón y
Palabra, Ciudad López Mateos, núm. 69, 2009.
COOPERATIVA: “América de Cali venció a Antofagasta en la reaper-
tura del Estadio Regional”. En: http://www.cooperativa.cl/noticias/
deportes/futbol/antofagasta/america-de-cali-vencio-a-antofagas-
ta-en-la-reapertura-del-estadio-regional/2013-03-21/023519.html,
consultado el 17 de marzo de 2017.
152
CRÓNICA: “Irapuato logra ascenso a Primera; vence 3-1 a León”. En:
http://www.cronica.com.mx/notas/2003/71088.html, consultado 15
de febrero de 2017.
DELGADO, Efraín y GONZÁLEZ, Jaime. “De ‘Los de arriba’ a ‘Los
hijos de la mermelada’: barrismo y música en el Bajío”. En: MAGA-
ZINE, Roger, MARTÍNEZ, José y VARELA, Sergio (Coords.) Afición
futbolística y rivalidades en el México contemporáneo. Una mirada
nacional, pp. 153-177. México: Universidad Iberoamericana, 2012.
DIARIO AM. “Colocan escultura en honor al León”. En: https://
www.am.com.mx/leon/superdeportivo/colocan-escultura-en-ho-
nor-al-leon-179589.html, consultado el 20 de febrero de 2017.
DIARIO MARCA. “El barca descubre estatua de bronce de Kubala de
dos metros de altura frente a la tribuna del Camp Nou”. Disponi-
ble en: http://www.marca.com/2009/09/24/futbol/equipos/barcelo-
na/1253803700.html Consultado el 20 de febrero de 2017.
EL ECONOMISTA. “La verdad de Carlos Ahumada”. En: http://eleco-
nomista.com.mx/politica/2009/05/07/verdad-carlos-ahumada, con-
sultado el 29 de marzo de 2017.
EL UNIVERSAL GUANAJUATO. “Club León: 6 héroes del equi-
po esmeralda”. En: http://archivo.unionguanajuato.mx/articu-
lo/2013/11/07/futbol/leon/club-leon-6-heroes-del-equipo-esmeral-
da, consultado el 15 de marzo de 2017.
ENCICLOPEDIA DE LAS DELEGACIONES Y MUNICIPIOS DE MÉ-
XICO. “Historia de Guanajuato”. En: http://siglo.inafed.gob.mx/
enciclopedia/EMM11guanajuato/historia.html, consultado el 15 de
marzo de 2017.
ESPN. “El Club León 71 años de vida”. En: http://www.espn.com.mx/
news/nota/_/id/2452169/el-club-leon-celebra-71-anos-de-vida, con-
sultado el 15 de marzo de 2017.
EXCELSIOR. “Club León”. En: http://www.excelsior.com.mx/topico/
club-leon, consultado 13 de febrero de 2017.
EXPANSIÓN. “El futbolista Cristiano Ronaldo inaugura estatua en su
tierra natal”. En: http://expansion.mx/deportes/2014/12/21/el-fut-
bolista-cristiano-ronaldo-inaugura-su-estatua-en-su-tierra-natal,
consultado 13 de febrero de 2017.
153
FÁBREGAS, Andrés. “El fútbol en Chiapas (México): ¿Símbolo de
identidad?”. En: Revista de Dialectología y tradiciones populares,
Madrid, vol. LXI, núm, 2, 2006, pp. 145-161.
FÁBREGAS, Andrés. Lo Sagrado del rebaño: el fútbol como identida-
des. Guadalajara: El Colegio de Jalisco, 2001.
GONZÁLEZ, Miguel. “Estructura social y sistema simbólico en el ri-
tual de los grupos de animación de un equipo de fútbol. El surgi-
miento de la ‘Ultra 1901’ como movimiento contestatario al orden
social hegemónico”. En: Razón y Palabra, Ciudad López Mateos,
núm. 69, 2009.
HALBWACHS, Maurice. La memoria Colectiva. Zaragoza: Prensa Uni-
versitaria de Zaragoza, 2004.
INEGI, 2015. En: http://www.cuentame.inegi.org.mx/monografias/in-
formacion/gto/ Consultado el 15 de marzo de 2017.
JELIN, Elizabeth. Los trabajos de la memoria. Madrid: Siglo XXI, 2002.
KOSELLECK, Reinhart. Los estratos del tiempo: estudios sobre la his-
toria. Barcelona: Paidós, 2001.
LE GOFF, Jacques. El orden de la memoria. El tiempo como imaginario.
Barcelona: Paidós, 1991.
LEÓN GUANAJUATO PORTAL. “Debela escultura “Arrojo” en el Es-
tadio León”. En: http://www.leonguanajuato.com/debelan-escultu-
ra-arrojo-en-el-estadio-leon-aficion-y-campeones-club-leon/ Con-
sultado el 20 de febrero de 2017.
LEVY-STRAUSS, Claude. Antropología Estructural. Barcelona: Pai-
dós, 1995.
LOKOS DE ARRIBA. “Los lokos de arriba es la barra y la hinchada del
Club de fútbol León de México”. En: http://barrabrava.net/leon/los-
lokos-de-arriba/ Consultado el 17 de marzo de 2017.
MACÍAS, César. “¿El clásico del Bajío? “Algunas consideraciones his-
tóricas sobre un rival social”. En: MAGAZINE, Roger, MARTÍNEZ,
José y VARELA, Sergio (Coords.) Afición futbolística y rivalidades
en el México contemporáneo. Una mirada nacional, pp. 143-153. Mé-
xico: Universidad Iberoamericana, 2012.
MACÍAS, César. “El futbol y el Bajío en la primera mitad del siglo XX”.
En: Razón y Palabra, Ciudad López Mateos, núm. 69, 2009.
154
MACÍAS, César. Nuevos aspectos de la historia Moderna de Guanajua-
to. Guanajuato: Universidad de Guanajuato, 2011.
MARTÍNEZ, Juan Antonio. Guanajuato en la Guerra de Independencia.
Guanajuato: Archivo General del Gobierno de Guanajuato, 2003.
NAVARRO, Carlos Arturo. Llegar a ser. Monografía del municipio de
León. León: Ediciones del Archivo Histórico Municipal de León, 2014.
MEDIOTIEMPO: “León, el dramático descenso”. Disponible en:
http://w w w.med iotiempo.com /futbol /ed itoriales/carlos-calde-
ron/2012/04/leon-el-dramatico-descenso Consultado el 15 de febre-
ro de 2017.
NORA, Pierre. “Entre memoria e historia: la problemática de los luga-
res”, 1984. En: http://comisionporlamemoria.org/bibliografia_web/
historia/Pierre.pdf, consultado el 10 de mayo de 2017.
PADILLA, Alejandra. “Fútbol como necesidad: el equipo león símbolo
de identidad”. Entretextos, León, vol. 6, núm.16, 2014, pp. 1-7.
PERIÓDICO AM. “La Martinica se desmorona”. En: https://www.am.
com.mx/leon/local/la-martinica-se-desmorona-93376.html, con-
sultado el 19 de febrero de 2017.
PERIÓDICO AM. “León Antiguo, Historia de los Estadios en León”.
En: http://www.leonantiguo.com/historia-de-los-estadios-en-leon/,
consultado el 19 de febrero de 2017
PERIODICO EL SUR. “León desfila por la ciudad para festejar el ascen-
so”. En: http://www.excelsior.com.mx/topico/club-leon, consultado
el 15 de febrero de 2017.
RICARDO MOTILLA. “Artista”. En: http://www.ricardomotilla.com/
untitled-cl8d, consultado el 20 de febrero de 2017.
RADIO FORMULA. “Jubilo por el triunfo del León y ascenso a Pri-
mera División”. En: http://www.radioformula.com.mx/notas.as-
p?Idn=243188, consultado el 18 de febrero de 2017.
RIVERA, Enrique. Los tiburones Rojos como identificación sociocultu-
ral en los aficionados al fútbol del Puerto de Veracruz. Tesis Maestría
en Comunicación. Veracruz: Universidad Veracruzana, 1999.
ROBLEDO, Jesús y ARMIENTA, Wendy. “El Escuadrón Aurinegro:
identidad y representaciones en una barra de fútbol (Equipo Do-
rado de Sinaloa)”. En: Razón y Palabra, Ciudad López Mateos, núm.
155
 69, 2009.
SINEMBARGO MX. “Bárbara Botello y la decepción del PRI en León”.
En: http://www.sinembargo.mx/opinion/10-04-2014/23042, con-
sultado 20 de febrero de 2017.
SMITH, Anthony. “Conmemorando a los muertos, inspirando a los
vivos. Mapas, recuerdos y moralejas en la recreación de las identi-
dades nacionales”. En: Revista Mexicana de Sociología, Ciudad de
México, vol. 60, núm. 1, 1998, pp. 61-80.
TELEVISA DEL BAJÍO OFICIAL. “Develan Escultura”. En: https://
www.youtube.com/watch?v=-Iefu8gmxLY, consultado el 20 de fe-
brero de 2017.
TERRA. “León devela estatua del Nou Camp”. En: https://deportes.terra.
com.mx/futbol/liga-mx/leon-devela-estatua-en-el-nou-camp-che-
ca-en-honor-a-quien,c07639479ff7b410VgnVCM4000009bcceb0aR-
CRD.html, consultado el 20 de febrero de 2017.
TORRES, Juan Pablo. Los de Arriba. León: Instituto Cultural de
León, 2012.
TORRE, Susana. “Ciudad, memoria y espacio público: el caso de los
monumentos a los detenidos y desaparecidos”, en Memoria y socie-
dad, Bogotá, vol. 10, núm. 20, 2006, pp. 17-24.
TURNER, Víctor. El proceso ritual Estructura y Antiestructura. Ma-
drid: Taurus, 1988.
TURNER, Víctor. La selva de los símbolos. Aspectos del ritual Ndembu.
México: Siglo XXI, 1999.
VARGAS, Sebastián. Trípido: historia, construcción de verdad y violen-
cia. Bogotá: Publicaciones La Sorda, 2015.
4.
Cuentas pendientes entre próceres y asesinos:
memorias en disputa alrededor de estatuas a pre-
sidentes cubanos1

Mario Norberto Fernández Damas

“¿Me detendré en el tiempo (cuál, cuál)? O aceptaré la

nueva bocanada de injurias, los nuevos ritos bárbaros?
Y todo
en nombre del progreso de las ciudades. Y todo en nom-
bre de la revolución perenne y las nuevas conquistas.”

Reinaldo Arenas, Leprosorio

“Una taza de café no me puede alejar mi idea fija,

en otro tiempo yo vivía adánicamente.
¿Qué trajo la metamorfosis?
La eterna miseria que es el acto de recordar.”

Virgilio Piñera, La isla en peso

1 Para la realización y concreción de este ensayo convergieron muchos factores.

No obstante, se quisiera agradecer explícitamente el apoyo crítico y emocional
de dos grupos. Por un lado, está el resto de los colegas que participamos en esta
compilación, cuya lectura atenta permitió mejorar el artículo en varios aspectos.
Pero también quiero emitir un fraternal agradecimiento a Iradis Mosquera,
Alberto Mariño y Daniel Mirón, lectores amables y críticos que me invitaron
a discernir algunas problemáticas y a profundizar en otras; deudas nacionales
que, con gusto y espero que para el orgullo de ustedes, intenté realizar.

159
4. Anónimo. “Sin Título”.
Tomada de: http://
caosycosasdecuba.blogspot.
de/2014/01/los-zapatos-de-
estrada-palma.html
 2 222 pasos, cifra del ejército nacional.
2 137 pasos, cifra de Roberto, con medio pomo de agua para luchar
contra el mediodía.
Se extiende la Avenida de los Presidentes o Calle G, como todo en
Cuba, partiendo del agua y culminando en una obra grandiosa. En ese
riñón de La Habana que es el reparto Vedado, esta calle se planifica
durante la segunda mitad del siglo XIX y comenzarán a poblarla varios
monumentos a presidentes de La República, un complejo deportivo y
la Casa de las Américas, un hospital para la maternidad y uno orto-
pédico, bares como Casa Balear, un café literario y el cine Riviera, la
Facultad de Periodismo y la Alianza Francesa y el Instituto Lincoln, la
cárcel El Príncipe y la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de
La Habana.
Pero no menos variados serán quienes habiten esta calle y los usos
que le den: exhibicionistas que muestran sus sexos erectos a jóvenes
universitarias, graffiteros irreverentes, gays que gozan de encuentros
clandestinos, masturbadores, disidentes y revolucionarios, una flor
para Camilo y, cada noche con su madrugada, sabrán emborracharse
o andar cuerdos los integrantes de tribus urbanas: rockeros, raperos,
reparteros, mickys, emos, vampiros, bohemios. ¡Esta vereda insular
resulta un escenario privilegiado donde se muestra la flora y fauna di-
versa de La Habana nocturna!
En el recorrido de estas páginas, se acomoda un interés ético de
mostrar una trama social cubana abundante de intrigas y contradic-
ciones, unidad y fuerza. La complejidad de este escenario será abor-
dada con el análisis de las formas en que diferentes sectores de la so-
ciedad se apropian de los símbolos colocados en los espacios públicos
de Calle G. En particular, se registrarán los distintos significados que
han tenido los monumentos a los dos primeros presidentes de la Re-
pública de Cuba situados en la avenida: Tomás Estrada Palma y José
Miguel Gómez.
Para ello se interrogarán distintas fuentes como revistas de épo-
ca, periódicos oficiales, canciones, cadenas de email, libros y reseñas,
documentales, conciertos y sitios de internet, desde una red de con-
ceptos conformada por la historia, la memoria, el lugar de memoria,
162
la narración, la temporalidad del relato, la multiplicidad de actores, el
poder, la heterogeneidad de los sectores subalternos y la veracidad de
los enunciados. Se trata de evidenciar las disputas por el significado de
estos monumentos, captando así todo el peso que sobre la isla causan
distintos sentidos de la existencia aún no realizados o sometidos.
El poder de representarse en espacios públicos
En una ciudad habitan distintos grupos con disímiles experiencias
de vida cargadas de traumas y victorias, producto de enfrentamientos
sociales la mayoría de las veces. Estos múltiples sentidos acerca de la
existencia, lo vivido y el porvenir, no implican que la sociedad no se
pueda cohesionar en un sentido común o en uno que supedite al resto
de los grupos. Para lograr esto, aquel sector que ostente el poder ne-
cesitará desplegar recursos en el escenario social -militares, legales y
simbólicos-, con el fin de que las memorias sometidas y pendientes de
irrupción no afecten su hegemonía.
En El poder en escenas: de la representación del poder al poder de la
representación, Georges Balandier despliega en el primero de los acá-
pites algunas formas dramáticas que han organizado a las sociedades
y la manera en que estas narraciones aparecen en el terreno social. La
tensión que sostiene su escritura está dada por vincular dos dimensio-
nes influyentes entre sí: un orden simbólico que se registra en un rela-
to y sus puestas en escenas, y el ordenamiento de las relaciones huma-
nas y sociales. Su interés es destacar que la dimensión simbólica tiene
efectos performativos en el ámbito social mediante una teatralización
en el espacio público que otorga sentido a los lazos de los individuos
entre sí y con el mundo (BALANDIER, 1994, p. 15-43). En palabras de
Stuart Hall, se trata de apuntar al carácter constitutivo de la cultura:
“[…] desde el giro cultural en las ciencias sociales y humanas, sabemos que
el significado es producido -construido- más que simplemente ‘encontrado’.
Consecuentemente, la representación es concebida como integrando el pro-
ceso de constitución de las cosas, y así la cultura es conceptualizada como
un proceso primario o ‘constitutivo’, tan importante como la economía o la
163
 base material en la conformación de sujetos sociales o hechos históricos, y
no simplemente una visión del mundo que sucede después de los hechos.”
(HALL (ed.), 1997, p. 5-6) (cursivas en el original).
Advierte Balandier que según las formaciones sociales y el momen-
to histórico, el formato de los relatos puede ser el mito, la revelación,
la razón y sus lógicas ordenadas por valores; de igual modo, también
varían la estructura y los elementos de la puesta en escena, desde ritos
y conmemoraciones, hasta el despliegue de los mass media. Situado en
este enfoque, el autor propone un quehacer académico que evidencie
los artilugios de los cuales el poder, en un contexto determinado, se
arma para establecer un orden ante la diversidad de formas que co-
existen en la heterogénea trama social. El espacio urbano lo concibe
como un escenario en el cual los diferentes regímenes de poder, que
han gobernado una ciudad, levantan o derriban símbolos que preten-
den cohesionar lo social en una unidad de sentido:
“Lo que se encuentra siguiendo esas progresiones [de las ciudades fundadas
en historia], pertenece siempre al poder y a lo sagrado; cada época inscribió
su manera de unir una cosa y otra y mostrarlas en lo que sus predecesores
habían edificado. […] Toda ciudad se va enriqueciendo, a lo largo de su histo-
ria, de estos lugares a los que puede serles atribuida una función simbólica,
que reciben de manos del destino o que obtienen de los acontecimientos. […]
Ciertos sitios expresan el poder, imponen su sacralidad, mejor de lo que po-
dría hacerlo cualquier explicación.” (BALANDIER, 1994, p. 26).
De este fragmento me interesa destacar que, no sólo el poder para
establecerse y dominar en la sociedad tiene que acudir al espacio pú-
blico y realizar una puesta en escena que transmita a los espectado-
res el ordenamiento social de su interés, sino que dicha construcción
del sentido debe estar sujeta de algún modo a los proyectos políticos
previos que rigieron. El poder, que hace referencia a un grupo social
dominante que tiene la capacidad para intervenir en el espacio públi-
co, dispone entonces de una narrativa en la que se representa como
continuidad o ruptura con el pasado.
164
Por otro lado, no todo el espacio urbano representa un escenario
donde el poder pueda legitimarse, sino que sólo ciertos lugares son
depositarios de estas características. El intelectual francés Pierre Nora
definirá a estos sitios como lugares de memoria. Haciendo un recorrido
por la historiografía francesa a través de los grupos de historiadores
que participaron en diferentes momentos del proyecto Annales, surgi-
do en 1929 y coordinado inicialmente por Bloch y Febvre, la investiga-
dora Eugenia Allier contrasta el surgimiento de este concepto con los
paradigmas precedentes.
Luego de explicitar a los principales autores y las perspectivas des-
de las cuales abordaron a la labor historiadora, en dependencia de los
giros que el contexto francés fue propiciando, la autora sitúa el surgi-
miento de la categoría lugar de memoria en los años ochenta y destaca
dos cualidades que Nora recupera de enfoques anteriores: la predilec-
ción por el aspecto político y el acento en el anclaje espacial. Cita Allier
palabras de Nora en su texto:
“Me había parecido que la rápida desaparición de nuestra memoria nacional
llamaba a un inventario de los lugares donde ella se ha encarnado efectiva-
mente y que, por la voluntad de los hombres o el trabajo de los siglos, han
permanecido como los símbolos más resplandecientes: fiestas, emblemas,
monumentos y conmemoraciones, pero también elogios, diccionarios y mu-
seos.” (ALLIER, 2008, p. 175).
Ciertamente, este concepto contiene una sensibilidad compleja que
se irá discutiendo en la extensión de los diferentes acápites de este
artículo. Por lo pronto, dado que nos estamos enfocando en el poder
como fenómeno social específico, baste quedarnos con la apuesta me-
todológica del lugar de memoria como fuente espacial de investigación,
en la que diferentes regímenes de poder significan y alteran sus senti-
dos, según la propuesta política que sostienen.
Una indicación sugerente, como bien sostiene Achugar, es que nuestra
mirada no debe descuidar que el mismo gesto que establece en el espacio
público un lugar de memoria, está administrando la visibilidad y deja fue-
ra de representación a las propuestas alternativas u opuestas a la erigida:
165

“Pero, al mismo tiempo, la representación es un borramiento, una tachadura,
una cancelación pues el monumento [como lugar de memoria] borra, tacha,
cancela toda otra posible representación que no sea la representada por el
monumento. La visibilidad del monumento vuelve invisible todo aquello y
todos aquellos que el monumento niega o contradice. […] de ese modo realiza
el mayor efecto del poder de la representación y la celebración: condena al
olvido, a la invisibilidad, a la no presencia de aquello o aquellos que no tienen
el poder para representarse o ser representados.” (ACHUGAR, 2008, p. 155).
En específico, comencemos atendiendo al monumento como lugar
de memoria en dos contextos. Primero, como cristalización del sur-
gimiento de la República de Cuba a inicios del siglo XX y del proyecto
nacional que este suceso implicaba. Luego, atenderemos a las trans-
formaciones que experimentó dicho monumento tras 1959, contexto
de ruptura con la política que los gobiernos anteriores venían desarro-
llando en el país.
Ante ello, es prudente hacer una advertencia metodológica según
el modo en que se realiza y expone el rastreo de los hechos: lejos de
una descripción histórica, cuidada de la cronología y de la comproba-
bilidad de un dato, este trabajo privilegia el formato del enunciado y la
estrategia de divulgación utilizada, especificando al sujeto de enuncia-
ción. La intención es coherente con lo antes expuesto, dado que el in-
terés está depositado en el aspecto perfomativo de los actos culturales
desarrollados en determinados sitios del espacio público y la propues-
ta política que le subyace, incluso en detrimento de su verosimilitud
como enunciado.
La vereda y el Estado tropical, plenos de inquietud
En la Isla de Cuba, que comenzó un proceso de colonización por
parte de España desde inicios del siglo XVI, se desarrolla en 1895 una
guerra de independencia que contaría con el apoyo del ejército nortea-
mericano. Tres años después, con la firma del Tratado de París, cesa
la guerra y España cede sus colonias de ultramar a Estados Unidos.
166
Inicia entonces un proceso de ocupación norteamericana, el cual cede
ante presiones internas y culmina con la aprobación de la Constitución
de 1901 por los delegados a la Asamblea Constituyente.
Entre algunos estatutos de dicho documento y la Enmienda Platt
aprobada por los Estados Unidos, la nación norteamericana quedaba
con el derecho de intervenir en los asuntos internos del país; mientras,
desocuparía militarmente la isla. De este modo, el 20 de mayo de 1902
se constituye oficialmente La República de Cuba, resultando electo To-
más Estrada Palma como Presidente.
El período que siguió resulta una etapa muy compleja para el país,
pues se parte de un contexto devastado tras años de guerra y se apues-
ta por una construcción política sin precedentes en Cuba, además bajo
cierta tutela norteamericana. No obstante, para las discusiones que
pretende este trabajo, rescatemos que durante el gobierno de Estrada
Palma se firmaron diversos tratados comerciales y de arrendamien-
to que desfavorecían al país y beneficiaban al gobierno y empresarios
norteamericanos, lo cual causó un grave descontento en algunos sec-
tores nacionales, como el Partido Liberal.
El malestar cívico y la sublevación de este partido opositor, fue cau-
sa declarada por los Estados Unidos para realizar una segunda inter-
vención en el país desde 1906 hasta 1909, amparado en los artículos
de la Enmienda Platt. A fines de 1908, se organizaron unas elecciones
en las que resultó ganador José Miguel Gómez, el cual era miembro
del Partido Liberal. Finaliza entonces la ocupación estadounidense,
no sin antes dejar establecido al Ejército Permanente Cubano: órga-
no represor que debería garantizar que fueran innecesarias futuras
intervenciones.
El gobierno del segundo presidente del país duró cuatro años y
se caracterizó por la corrupción, concesiones económicas al gobier-
no norteamericano y por el hecho de, con la fuerza del ejército, haber
dado muerte a alrededor de 3 000 afrocubanos que, afiliados al Partido
Independiente de Color, se enfrentaban a la discriminación social en
la nación y luchaban por la igualdad de derechos -este acontecimiento
no es citado de modo baladí, pues en posteriores acápites se retomará-.
En adelante, hasta 1959, la realidad del país se caracterizaría por una
167
gran inestabilidad política, golpes de estado frecuentes y el estableci-
miento de criminales dictaduras.
Este breve bosquejo, que sólo pretende situar algunas figuras y fe-
chas que se retomarán, muestra que comienza a inicios del siglo XX una
realidad política diferente en el país, articulada a la formación de la na-
ción y plasmada en la Constitución de 1901. El establecimiento paulatino
del Estado-nación constituyó una labor que ocasionó, desde diferentes
sectores del país, interrogantes e intentos de respuesta alrededor de la
apuesta instaurada: ¿qué es ser cubano, diferente de ser español?
Desde las artes plásticas, por ejemplo, surgieron distintas formas
de abordar esta pregunta, sea enfatizando paisajes rurales con mo-
tivos y coloridos propios, o representando el establecimiento de las
industrias y la pobreza en ciertos grupos sociales, o acentuando una
voluntad de experimentación en técnicas para establecer estilos plás-
ticos originales (WOOD, 2012, p. 23-147). En cuanto a los mecanismos
que el poder, en sus sucesivos regímenes, desplegó para la construc-
ción de la nación, veamos su expresión a partir de dos monumentos en
contextos diferentes.
El surgimiento de la Calle G o Avenida de los Presidentes está an-
clado al diseño del reparto habanero El Vedado en 1860, cuya mayo-
ría de las calles quedaron nombradas por letras y números. Duran-
te algún tiempo, pasadas las dos primeras décadas del siglo XX, se
tuvo la intención de colocar monumentos a los diferentes presidentes
que tuviera La República, de los cuales sólo se llegaron a construir
los correspondientes a los dos primeros. Este proyecto fue abandona-
do paulatinamente tras diversas dificultades, encontrándose entre las
primeras un fuerte debate entre los arquitectos de la época acerca del
formalismo del monumento al segundo presidente y los valores arqui-
tectónicos y urbanísticos1.
A pesar de ello, bastaron ambos monumentos para que popular-
mente la Calle G comenzara a ser nombrada como Avenida de los Pre-
1 Los detalles del conflicto entre los arquitectos de la época y las resoluciones
tomadas por el Colegio de Arquitectos, puede revisarse en (GÓMEZ Y CABRE-
RA, 2005).
168
sidentes. El monumento en homenaje póstumo al Primer Presidente de
La República, Tomás Estrada Palma, fue construido en 1921; mientras
que el correspondiente al Segundo Presidente de La República, José
Miguel Gómez, en el año 1936. Con estos homenajes se aseguraba la
presencia en un espacio público del proyecto republicano ejercido por
dichos políticos, lo cual constituyó a esta vereda como un escenario
privilegiado de representación del poder.
En un artículo de la revista habanera Carteles, de gozosa reputación
en su tiempo, en el número 48 del 12 de noviembre de 1950, cuyo título
es ¿En qué año nació Don Tomás Estrada Palma?, pueden registrarse
los sentidos que para el poder de la época tenía el primero de los mo-
numentos. En el texto, unos periodistas hacen pública una demanda,
solicitada al Historiador de la Ciudad 2, para que sea corregido el año
de nacimiento del Primer Presidente de La República, tanto en el monu-
mento situado en la Avenida de los Presidentes como en el mausoleo a su
nombre del Cementerio de Santa Ifigenia, provincia Santiago de Cuba.
A partir de haberse hallado la partida de bautismo de Estrada Pal-
ma en su expediente de la Universidad de La Habana, se revela que
el año de nacimiento fue 1832, quedando expuesto el error en la base
del monumento que indicaba 1836, así como el del mausoleo que tenía
inscrito 1835:
“Fue seguramente este dato equivocado [unas palabras en su defunción que
expresa la edad con que fallece] el que hizo incurrir posteriormente a todos
los críticos y biógrafos de Don Tomás en el error de decir que este nació en el
último citado año [1835], error que fue constantemente repetido en diarios,
revistas y libros, por quienes se ocuparon en estudiar la vida y obra del gran
patriota que tuvo la gloria de ser el sucesor de Martí como delegado del Parti-
2 La Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana fue fundada en 1938 por
Emilio Roig de Leuchsenring. En 1967, tras su muerte, le siguió como Histori-
ador de la Ciudad Eusebio Leal Splenger. El objetivo principal de esta institución
es la restauración integral del Centro Histórico de La Habana y es importante
citar que, en 1993, el Consejo de Estado aprueba el Decreto Ley No.143, con el
cual se otorga facultades excepcionales a la Oficina del Historiador de la Ciudad
para crear y explotar fuentes económicas propias que financien el proyecto de
restauración.
169
 do Revolucionario Cubano en el exterior durante la guerra de independencia
de 1895, y el primer jefe del Estado que tuvo nuestra patria al constituirse
República en 1902. Así, por ejemplo, uno de los más fieles amigos y sinceros
admiradores del prócer bayamés […] fue el 9 de julio de 1835 el día en que
la esposa de Don Andrés María Estrada, “Doña Candelaria Palma y Tama-
yo, bayamesa de pura cepa como él”, lo obsequió “con el regalo del primer
hijo, varón por más suerte, futuro perpetuador del apellido paterno y digno
seguidor de la obra terrenal de sus progenitores”.” (67) (las comillas son del
original, mientras que mías las cursivas)
Pero todos los méritos que adornaron y honraron los pasos terrena-
les de este ilustre personaje de la historia nacional, prócer de La Repú-
blica de Cuba, no fueron suficientes ante la mirada crítica del gobierno
instaurado tras 1959, el cual decidió borrar del espacio público la es-
tatua levantada en homenaje. En efecto, junto a la estatua del monu-
mento al segundo presidente de La República, a inicios del gobierno de
Castro, la de Don Tomás también fue quitada de su pedestal, quedando
el resto de los elementos del monumento y sus zapatos.
Otra instancia de borramiento es que en el libro Mi Habana Queri-
da. Crónicas de Fernando Dávalos, su autor describe distintos sitios de
la capital que se destacan por sus valores urbanos o arquitectónicos,
siendo que no se haya un espacio para ambos monumentos. No obstan-
te, el autor los cita cuando dedica un apartado a La Calle G, por medio
del cual podemos captar las resignificaciones de que fueron objeto di-
chas personalidades:
“[…] pero su notoriedad casi olvidada [la de calle G] es que durante años se
le conoció también como Avenida de los Presidentes, más que nada por las
estatuas de dos controvertidas personalidades nacionales que ocuparon tan
alto cargo a principios del siglo XX, en época de la república neocolonial.
Las dos figuras escultóricas -de Tomás Estrada Palma y José Miguel Gómez-,
fueron desmontadas de sus pedestales en los primeros momentos del triunfo
revolucionario de enero de 1959. En los segmentos iniciales de la calle G se
mantiene todavía el primero de estos homenajes póstumos, con sus valores
artísticos, pero sin la imagen ecuestre de Estrada Palma, primer presidente
170
de aquella república mediatizada por la política injerencista estadounidense y
arquetipo del moldeable funcionario que se somete a los dictados de la vecina
potencia, cual así sucedió, a la luz del juicio riguroso de la historia de Cuba.
De aquel importante monumento [debe referirse a la estatua] hoy sólo pueden
apreciarse los cascos de la bestia que sostenía la figura de aquel personaje,
que fue símbolo del pasado.
[…] Este monumento [el dedicado a José Miguel Gómez] se terminó en 1936
y está dedicado a quien fuera general del Ejército Libertador, en la lucha in-
dependentista, al que le han señalado manejos turbios del erario público. La
estatua de José Miguel Gómez, que originalmente estaba colocada en un sitio
prominente del gran conjunto artístico, fue también quitada de este lugar al
inicio de la Revolución de 1959, conservándose el resto de esta obra monu-
mental que es considerada una de las más importantes de La Habana por sus
valores arquitectónicos y escultóricos.” (89) (las cursivas son mías)
Antes de comenzar el análisis del texto de Dávalos, es importante
situar algunas coordenadas acerca del autor y del medio por el cual
publica. El libro del cual se han extraído las citas es una publicación de
la editorial con sede habanera Si-Mar, la cual tiene una fuerte vertiente
en producción de material turístico (ECURED), misma que también le
ha impreso este texto en inglés y otro, en el mismo idioma, cuyo título
podría ser traducido como Cuba se te ofrece: guía turística del nuevo
milenio. Es importante destacar que la fotomecánica e impresión de
este libro fue realizada en Sevilla, España; así como que el libro puede
ser adquirido por compra electrónica con pago en dólares y por medio
del portal de AbeBooks.com (ABEBOOKS)1.
Además, este autor cuenta con un libro titulado La Frontera en Ma-
riel, impreso en 1983 por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba,
institución oficial cubana que responde a los intereses del gobierno y
ejerce censura a material disidente o de artistas opositores2. Incluso,
1 No se descuide que, en cuestiones del embargo económico, este dato resulta
muy importante tratándose de una institución estatal.
2 Para encontrar un análisis de cómo la UNEAC comenzó a representar a la cen-
sura gubernamental, puede consultarse el libro de Guillermo Cabrera Infante
con título Mea Cuba.
171
podemos prestar atención a que le citan en un artículo del 20 de ene-
ro del 2007 publicado en Juventud Rebelde, órgano oficial de la Unión
de Jóvenes Comunistas, halagando la justeza y lírica de sus crónicas
(ORTA). Basten estos elementos para tomar los sentidos que se expo-
nen en el texto de Dávalos como representativos de la institucionalidad
cubana actual.
Pero aún antes de destacar los diferentes elementos que se aprecian
en el texto, tomemos otro documento como muestra de la resignifica-
ción que recibieron las figuras de estos primeros presidentes. Se trata
del libro 500 años de construcciones en Cuba, por el fallecido autor
Juan de las Cuevas Toraya, en una coedición de La Habana-Madrid, de
junio del 2001.
El investigador, quien fundó el Ministerio de la Construcción y el
Ministerio de la Industria de los Materiales de Cuba, galardonado con
la Medalla por el 40 Aniversario de las Fuerzas Armadas, fue una figu-
ra oficialista del gobierno posterior a 1959 que en dicho libro hace un
admirable recorrido por siglos de construcción en Cuba, explicitando
donde fue posible acerca de los materiales utilizados, las técnicas y la
formación de los ejecutores (BIANCHI, 2013).
Dado el carácter enciclopédico, preferiría decir que por torpeza no
encontré información acerca del monumento a Estrada Palma, siendo
que a diferencia del libro de Dávalos, se incluía la información explícita
referente al de José Miguel Gómez. Me interesa destacar del texto un
apartado dedicado a informar brevemente acerca de los funcionarios
que, a partir de la constitución de La República, ocuparon los cargos
de Secretarios o Ministros de Obras Públicas. En cuanto al período de
Estrada Palma, se dice de sus funcionarios:
“Manuel Luciano Díaz Sosa
Nombrado Secretario por Estrada Palma, se rumorea que era “agente” del
Ministro yanqui Squiers, a quien informaba de lo tratado en las reuniones
del Consejo de Secretarios. Era copropietario de las minas de cobre de Ma-
tahambre.
172
Rafael Montalvo Morales
General del Ejército Libertador, no había hecho política y nadie lo considera-
ba con capacidad de reflexión suficiente para el cargo de Secretario de Obras
Públicas, el que comenzó a desempeñar en marzo de 1905 en el “Gabinete de
Combate” de Estrada Palma.” (441) (las comillas son del original)
Mientras que de uno de los Secretarios del gobierno de José Miguel
Gómez, expresa brevemente:
“Joaquín Chalons Sánchez
Ingeniero civil. Mientras fue Secretario de Obras Públicas se construyó la
presa que hoy lleva su nombre para abastecer de agua a Santiago de Cuba, la
cual no resolvió el problema debido a la mala calidad.” (441)
Por otra parte, un extracto del comentario que acompaña a la des-
cripción del monumento a José Miguel Gómez, expresa:
“Roig de Leuchsering dice que: todo esto forma un conjunto sumamente re-
cargado, anticuado y pretencioso.” (264) (las cursivas son del original)
Son varios los datos curiosos que se evidencian. Primero, es de des-
tacar que el estilo que utiliza el autor para reseñar a los funcionarios
que se desempeñaron bajo el mandato de los dos primeros presidentes
de La República, es muy distinto al utilizado en el resto de las breves
descripciones que realiza hasta el gobierno de 1959. Por lo general, de
cada Secretario de Obras Públicas apenas describe sus estudios y años
de formación, los cargos previos y méritos; a diferencia de cuando se
dirige a los funcionarios citados que se nota un esfuerzo por no decir
nada de valía o sólo cualidades o acciones que puedan resultar demé-
ritos (en ocasiones basados en rumores que se estarían haciendo, un
siglo después, de un funcionario que apenas estuvo cuatro años en el
cargo). Cuestión similar ocurre con los comentarios al monumento a
José Miguel Gómez, en el cual se leen juicios valorativos arbitrarios y,
fundamentalmente, que se trata de un gesto que no se repite en la gran
mayoría de las descripciones restantes.
173
 Por último, un detalle no menor que retomaremos en breve: en el
listado que realiza de los Secretarios de Obras Públicas en los distintos
gobiernos de La República de Cuba, cada sección tiene un título donde
se explicita el nombre del gobernante de turno y el período en el poder.
La única excepción es con el gobierno posterior a 1959, del cual sólo
se lee: “Gobierno Revolucionario” y no Gobierno de Fidel Castro, alte-
rando nuevamente el estilo por una única ocasión (DE LAS CUEVAS,
2001, p. 444).
Pasemos a mostrar las consecuencias de los puntos de encuentro de
ambos textos citados. Antes incluso de hablar del proceso de resigni-
ficación a que se ven expuestas las figuras de Tomás Estrada Palma y
José Miguel Gómez, y por tanto sus monumentos en el espacio público,
enfatizaría que hay un intento de borramiento. No sólo evidenciado
por el retiro de las estatuas en los monumentos durante los primeros
años del gobierno posterior a 1959, sino por la dificultad con la cual se
hacen visible en los libros citados.
Por ejemplo, en el recorrido por monumentos de La Habana que
hace Dávalos, este no les dedica un apartado específico, cuestión que
sí realiza con el monumento a Calixto García -el cual se encuentra en
uno de los extremos de la Avenida de los Presidentes, y cuyos valores
escultóricos y arquitectónicos son bastante menores. Dentro del apar-
tado que los menciona, titulado Calle G, de la avenida en sí sólo escribe
una oración en la que explica que es de doble vía y posee árboles en el
centro de la vereda, pasando de inmediato a hablar de los monumen-
tos intervenidos en el resto de la página. ¿Por qué entonces no puede
llevar el apartado explícitamente el nombre de dichos monumentos si
el texto en su extensión es para hablar de ellos?
Este juego que simultánea entre visibilidad y ocultamiento, tam-
bién se encuentra en el texto de Juan de las Cuevas, pero en esta oca-
sión apuntando más hacia el demérito. Hay tal negatividad alrededor
de la figura de Estrada Palma, que se terminaron reduciendo las rese-
ñas de sus funcionarios a meros rumores o acciones negligentes. En
comparación con el artículo de la revista Carteles, se aprecia notable-
mente que el significado de la figura del primer presidente de La Re-
pública, desde el nuevo poder, experimentó una transformación, y que
174
dicha resignificación tuvo un impacto inmediato en el espacio público
retirando su estatua del monumento creado como homenaje póstumo
e invisibilizándole en medios de difusión o académicos.
A nivel de los términos empleados, en estos últimos artículos se tra-
ta de “Estrada Palma” y no de “Don Tomás” como en la revista. Asi-
mismo, Dávalos lo describe como un “maleable funcionario”, mientras
en Carteles se refieren a él como “prócer y patriota”. En cuanto al pe-
ríodo histórico, si con Carteles le llamábamos la época de “La Repúbli-
ca”, con Dávalos se nombra como “la república neocolonial”, haciendo
alusión a la relación de Cuba con Estados Unidos por esa época. Inclu-
so, no podría determinar si cuando dice el periodista de Mi Habana
Querida que aún están en el pedestal los “cascos de la bestia”, se trata
del error de suponer que Estrada Palma anteriormente se encontraba
sobre algún animal o si con la bestia se refiere al mismísimo Don To-
más, tomando a sus zapatos por cascos.
La mutación del sentido, si continuamos con la apuesta inicial de
que bajo estas intervenciones en los lugares de memoria subyace un
proyecto político, queda enlazada como consecuencia al proyecto del
gobierno de Fidel Castro, el cual se construyó poniendo en el lugar
del enemigo a los Estados Unidos, con el cual no se podría tener ni
concesiones ni negociaciones. En efecto, Tomás Estrada Palma fue una
figura política que negoció mucho con el gobierno norteamericano, en
detrimento muchas veces del propio país, y hasta declaraba pública-
mente la conveniencia de supeditarse a los Estados Unidos temporal-
mente en beneficio cívico.
No obstante, quizás valga hacer un llamado de atención pues en el
contexto del 1898 cubano, devastado el país por la guerra y los efectos
de campos de concentración, con el ejército norteamericano estable-
cido en el territorio, quizás esa capacidad de negociación fue lo que
permitió mantener la desocupación militar de la isla y la consolidación
como república; destino que no tuvo Puerto Rico, por ejemplo.
Aunque la intención de este trabajo es sólo captar las resignifica-
ciones y apuestas políticas implícitas, no dejemos de mencionar que la
etapa republicana pre-59 fue un proceso muy complejo para la nación
que difícilmente pueda reducirse a ser maleable o poseer convicciones
175
inquebrantables de independencia radical. Incluso, en el caso especí-
fico de
Estrada Palma, su gobierno resultó el menos corrupto de este perío-
do y, pese a las condiciones históricas, logró elevar considerablemente
el tesoro nacional e invertirlo en innumerables obras públicas.
Pero la operación del gobierno post-59 no sólo aplicó un efecto de
borramiento y resignificación sino que además, sobre la misma Aveni-
da de los Presidentes, colocó nuevos monumentos. Las figuras elegidas
para habitar el espacio público fueron héroes latinoamericanos como
Simón Bolívar emplazado en 1999, Benito Juárez en el 2000 y Salva-
dor Allende en el año 20031 (una posible interpretación de por qué la
elección de estos años para la construcción de los nuevos monumentos
citados, será tratada posteriormente).
Quizás aquí sea aventurado hacer una interpretación respecto a
este gesto de levantar nuevos monumentos, pero no nos detengamos
por ello. Por un lado, en tanto la avenida estuvo descuidada por mu-
cho tiempo como escenario de representación del poder, esta acción
le devolvió a la vereda dicha cualidad. Por otro, que el gobierno de
Fidel Castro se constituya, desde su propia enunciación, como la cul-
minación y realización plena del proyecto nacional, articulado a que
las nuevas figuras desplegadas a lo largo de la avenida no sean per-
sonalidades cubanas sino latinoamericanas con las que hay similitud
de valores, puede entenderse como que en la historia de la isla no hay
precedentes en cuanto a la gobernación: el proyecto revolucionario
es algo totalmente novedoso dentro del país. 2Para cerrar este acápite,
enlacemos otro par de enunciados a algunos de los aspectos teóricos
indicados inicialmente. Se trata de un gesto que se encuentra tanto en
Dávalos como en Juan de las Cuevas: desde el poder, la presentación del
1 En el entronque de la avenida con Malecón, se haya un monumento en homenaje
a Calixto García, figura con la cual se identifica el gobierno actual, pero el cual
fue propuesto y diseñado durante el gobierno de 1955, aunque inaugurado luego
de 1959 (GÓMEZ Y CABRERA, 2005).
2 Obviamente, se trata de una interpretación extrema, pero desde la cual se
vislumbra algo de la esencia del fenómeno; pues por supuesto, el gobierno actual
se identifica con muchas figuras previas, con la usual condición de que se hayan
enfrentado al poder español o a las dictaduras de Machado y Batista.
176
proyecto político se esforzará por cohesionar al resto de la sociedad y
proponerse como marco de pensamiento común a todos. Rescatemos
para esto a la frase del artículo Mi Habana Querida que dice “a la luz del
juicio riguroso de la historia de Cuba”, así como que en la sección de
los Secretario y Ministros, del libro de 500 años de construcciones en
Cuba, se nombra al gobierno post-59 como “Gobierno revolucionario”.
Entiendo que en estas elaboraciones hay un esfuerzo de unicidad
que responde a la intención de eliminar discrepancias de opiniones
y establecer homogeneidad de sentido. En concreto, Dávalos parece
asumir que “la historia de Cuba” es la interpretación de la historia por
parte del gobierno posterior a 1959, descuidando que en otros tiem-
pos las percepciones fueron diferentes e, incluso, que en los actuales
existen sus querellas en torno al modo de apropiarse de estos símbo-
los. Mientras, en Juan de las Cuevas la no explicitación del nombre del
presidente y su sustitución por un adjetivo, puede entenderse como un
artificio de anonimato que permitiría la identificación de todos los ciu-
dadanos, supuestamente tratándose de un proyecto de cambios para
todos y no de un sistema específico con un proyecto social concreto
que puede coincidir con los intereses y anhelos de muchos, y con el
rechazo de otros.
El subalterno contra-ataca: multiplicidad, temporalidad
y veracidad
Cuando en acápites anteriores introdujimos el concepto de lugar de
memoria se utilizó con mucha simplicidad en pos de viabilidad meto-
dológica. En aquel momento el interés era subdividir la extensa cate-
goría el espacio público en fragmentos significativos donde se concen-
tran los sentidos sociales: los lugares de memorias. Como en el análisis
del estudio de caso que le siguió sólo se atendería a las intervenciones
desde el poder, nos bastó con tomar de este concepto la referencia a la
condensación espacial mediante el monumento. No obstante, nuestro
interés ahora es apreciar cómo se complejiza la trama cuando reco-
nocemos la emergencia de sectores subalternos, aquellos grupos so-
ciales que no ostentan el poder y que sostienen con éste una relación
177
de subordinación. Para el tratamiento de ello, abordaremos diferentes
problemáticas que se caracterizan por debatir las articulaciones de es-
tas relaciones de poder y sus consecuencias: los vínculos entre historia
y memoria, el uso de temporalidades diferentes en las narraciones del
pasado, la cuestión de la verdad ante divergentes interpretaciones a
hechos de antaño, así como la naturaleza misma de los grupos subal-
ternos.
Cuando diferentes autores realizan un bosquejo acerca de las varia-
ciones de intereses y perspectivas que ha experimentado la disciplina
académica de la historia, se coincide generalmente en considerar di-
ferentes paradigmas. Primero, se suele asociar el surgimiento de la
disciplina a la formación de las naciones -la francesa en particular-,
que en tanto producto de la modernidad, mediante la razón debería
conducir un puente entre el pasado y el futuro que guiara el destino
del grupo humano en cuestión (en este caso, la memoria se le opondría
por representar lo vago y relativo) (NORA, 2008, p. 23).
Es destacable como Nora indica que, al contrario de cierta tenden-
cia que piensa a la labor historiadora como una suma acumulativa de
todos los hechos del pasado, en el núcleo de su quehacer siempre es-
tuvo la selección cuidadosa de aquello que se recordaría y los modos
de hacerse. Además, se encuentra en esta labor una pretensión en la
enunciación de estar escribiendo una historia general y no específica
a una clase o credo. Entrando en crisis este paradigma a inicios del
siglo XX, comienzan otras articulaciones entre la historia y la memo-
ria. Rabotnikof comenta que Huyssen destacó dos momentos en que
emergen unos discursos diferentes acerca de la memoria: los procesos
de descolonización y el debate en torno al Holocausto. A partir de estos
procesos, la memoria no continuaría siendo un discurso secundario y
poco veraz respecto a la historia, sino que el acceso a ella permitiría el
rescate de otras historias jubilosas pero subsumidas por el poder en
el contexto colonial, o bien la colección de relatos que daban cuenta de
historias trágicas o momentos críticos de fractura social (RABOTNI-
KOF, 2003).
Indica la autora un aspecto interesante respecto a que la naturaleza
diferente de estas experiencias pasadas produce un vínculo distinto
178
con las expectativas futuras. En el caso de la recolección de “perlas
de memorias” durante la vivencia colonial, se organizan proyectos po-
líticos alternativos que incorporan lo recuperado por estas visiones.
Mientras, en el caso de los relatos de tragedias, se apunta melancóli-
camente más al retorno continuo del trauma que a un interés de inter-
vención en el porvenir.
Luego, entendiendo a la contemporaneidad como marcada por la
fugacidad y la masificación, Nora caracteriza a la época actual de la
historiografía como dominada por el presentismo: antes que un én-
fasis en lo utópico o en la conservación de una tradición, se trata de
un marco interpretativo que privilegia un conflicto actual como móvil
organizador del pasado y proyector de futuro.
Es en este panorama que surge el concepto de lugares de memoria
con toda su complejidad: la multiplicación de memorias particulares
que reclaman su inclusión en la historia; el sentimiento de que no hay
memoria espontánea, lo cual implica una voluntad de crear archivo,
celebrar conmemoraciones y otras prácticas, pues se reconoce que es-
tas operaciones no son naturales; su componente espacial y tangible
para que tenga por existencia un soporte, cuyos significados variados
truncan las intenciones de sus fundadores; el acento en las discontinui-
dades de la historia nacional pues implicó el abandono o sumisión de
ciertos grupos y valores (NORA, 2008, p. 26-39).
De esta manera, queda recuperado aquello que habíamos metodo-
lógicamente dejado pendiente: el lugar del subalterno y las estrategias
de que se vale en sus disputas con el poder. En palabras del historiador:
“El lugar de memoria es material por su contenido demográfico; funcional
por hipótesis porque garantiza la cristalización del recuerdo y su transmi-
sión al mismo tiempo; pero simbólica por definición, ya que se caracteriza
por un hecho o una experiencia vivida por un número pequeño, una mayoría
que no ha participado. (…) Si es verdad que la razón de ser fundamental de
un lugar de memoria es parar el tiempo, bloquear el trabajo del olvido, fijar
un estado de cosas, inmortalizar la muerte, materializar lo inmaterial para
– el oro es la única memoria del dinero- encerrar el máximo de sentidos en
un mínimo, está claro y es lo que los vuelve apasionantes, que los lugares
179
 de memoria viven de su aptitud a la metamorfosis, en el incesante rebote de
sus significaciones y el bosque imprevisible de sus ramificaciones.” (NORA,
2008, p. 35).
Para comparar diferentes relatos que se narran alrededor de un
mismo lugar de memoria, una categoría apropiada para el análisis es
la temporalidad. Este concepto presupone que en la manera como un
colectivo trata a su pasado se hallan elementos de la conciencia que
tiene de sí mismo. De este modo, comprender en qué difieren distintas
narraciones acerca de un mismo hecho puede ser identificar cuándo
comienza la historia, quiénes son los responsables, cuáles fueron las
causas y los momentos de discontinuidad del espíritu de tal relato.
Hartog lo define de este modo:
“Si partimos de diversas experiencias del tiempo, el régimen de historicidad
intenta brindar una herramienta heurística, que contribuya a aprehender
mejor no el tiempo, ni todos los tiempos ni el todo del tiempo sino, princi-
palmente, momentos de crisis del tiempo, aquí y allá, justo cuando las arti-
culaciones entre el pasado, el presente y el futuro dejan de parecer obvias.
¿Acaso no es eso, antes que nada, una “crisis” del tiempo?” (HARTOG, 2007,
p. 38) (comillas del original)
La criticidad temporal suele observarse, en las manifestaciones al-
rededor de un lugar de memoria, cuando un hecho del pasado es evo-
cado por sectores subalternos y remiten a un relato en el que que-
da inconcluso un proyecto político. Esta discontinuidad se fija en los
miembros identificados a dicho grupo y retorna con vehemencia en el
mismo sitio en que otros sentidos se evidencian, como remarcando la
presencia de ese espíritu en espera de encarnación y continuidad que
el poder subsumió en otra época y hasta la actualidad.
Pero dentro de esta perspectiva es importante reconocer que aun-
que cada colectividad tenga tiempos narrativos diferentes, tampoco se
trata de temporalidades que nada comparten (el mismo lugar de me-
moria es muestra de la posesión de algo común). En efecto, sea tras
fenómenos de dominación o de fusión temporal, las experiencias de los
180
grupos suelen tener intersecciones y, por tanto, elementos similares
del relato. Halbwachs refiere a ello en su texto La Memoria colectiva:
“Hemos dicho que hay que distinguir tantos tiempos colectivos como grupos
separados existen. Pero no podemos ignorar que la vida social en su conjunto
y en todas sus partes se desarrolla en un tiempo que se divide en años, meses,
días y horas. […] Decimos que un mismo acontecimiento puede afectar a la
vez a varias conciencias colectivas distintas; por lo que concluimos que, en
ese momento, dichas conciencias se acercan y se unen en una representación
común.” (HALBWACHS, 2004, p. 108)
Previo a retomar el estudio de caso para interrogarle desde estas
categorías, queda por introducir otra postura intelectual: ante tanta
variedad de memorias en conflicto demandando su verdad histórica,
¿dónde apoyarse para declarar la veracidad? Pues este trabajo asume
un enfoque benjamiano en lo que al tratamiento de la verdad refie-
re, siendo que la valía de lo verdadero la depositamos en la intención
política que articula varios momentos históricos. Resulta vital señalar
que entendemos a este aspecto político como aquello que ocasiona las
resonancias entre distintos grupos, creando alianzas o disputas.
Es decir, que no se trata de escudriñar la veracidad de una narra-
ción del pasado, ni la pertinencia de una interpretación del suceso ac-
tual que le despierta, ni la viabilidad de la propuesta de futuro que trae
implícito el relato. Aquello que nuestro enfoque persigue es vislum-
brar la manera en la que se enlazan estos momentos, acentuando la
exigencia política que sostiene un grupo específico que se encuentra
sometido y sus formas de causar eco en otros sectores. Este enfoque
que prioriza el enlace o la actualización de una discontinuidad, es lo
que en el pensamiento de Benjamin se nombra como los pliegues:
“Quien alguna vez comenzó a abrir el abanico de la memoria no alcanza ja-
más el fin de sus segmentos; ninguna imagen lo satisface, porque ha des-
cubierto que puede desplegarse y que la verdad reside entre sus pliegues.”
(SARLO, 2006, p. 33)
181
 ¡Levántenlo!
La relación entre el gobierno cubano posterior a 1959 y la oposición
en la isla, es una cuestión compleja que incluye procesos de exilios,
de migración masiva, de eliminación de los medios de información a
posturas disidentes, de represión y deslegitimación. Limitémonos a las
maneras en que la oposición en la actualidad reacciona contra el go-
bierno y los mecanismos que emplea para ello alrededor del lugar de
memoria que tratamos en acápites anteriores: los monumentos a los
primeros presidentes de La República de Cuba, Tomás Estrada Palma
y José Miguel Gómez, situados sobre la vereda de la Calle G.
Entre las demandas comunes de distintos sectores disidentes en
Cuba que sostienen posturas diversas, está que en la Constitución y la
administración que lleva a cabo el gobierno actual no hay libertad de
prensa (pues todos los medios de comunicación masiva pertenecen al
Estado), ni libertad de asociación (la Constitución lo establece, aunque
el gobierno no lo cumple), ni reconocimiento legítimo de otros parti-
dos distintos al Partido Comunista de Cuba1. Pero desde hace más de
una década la oposición ha encontrado una plataforma de acción que
logra evadir, en parte, estos mecanismos de control y censura guber-
namental.
Se trata del uso de blogs y diarios digitales por medio de Internet
(con servidor fuera de la isla), lo cual ha posibilitado que la prensa y la
opinión internacional tengan otras narraciones, que la oposición ha
podido volver públicas, acerca de los sucesos en la nación. Los forma-
tos usuales van desde crónicas y reportajes, denuncia de violación de
derechos y detenciones arbitrarias, hasta comunicados de huelgas de
hambre por parte de presos políticos en protesta.
Una limitante de este medio de acción es que el mayor público de
estos sitios no son los residentes en el país. El motivo de esto es que
1 Pueden revisarse el Artículo 5° del Primer Capítulo donde se declara al Partido
Comunista de Cuba como la fuerza superior dirigente; mientras que en el
Capítulo VI, el Artículo 52 establece la libertad de palabra pero a los fines de la
sociedad socialista y se declaran a los medios de difusión como propiedad estatal
(PORTAL CUBA).
182
todavía en Cuba el Internet tiene un alto costo para los salarios esta-
tales (una minoría trabaja para el sector privado que ofrece mejores
ingresos), hay poca accesibilidad (los usuales lugares para consultar
Internet son sitios públicos, no siendo regular que se pueda consultar
en las casas o empleos) y que el gobierno tiene imposibilitada la entra-
da a algunas páginas.
Por este tipo de vías alternativas, en marzo del 2003 publica Miriam
Leiva, en el diario de noticias Cubanet, un artículo con nombre Don
Tomás Estrada Palma merece respeto. De la autora baste citar que fue
funcionaria del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba hasta que
la expulsaron en 1992, y que es una de las fundadoras en el 2003 de Las
Damas de Blanco 2. En su artículo, escribe:
“El primer presidente, Don Tomás Estrada Palma, fue degradado al extremo
de derribar su estatua en la Avenida de los Presidentes en La Habana y otros
lugares. (…) La pretensión de borrar de la memoria histórica a Don Tomás Es-
trada Palma se sitúa entre las acciones más deplorables contra las generacio-
nes de cubanos que han recibido instrucción deformada y adoctrinamiento
ideológico para desvirtuar los hechos y trocar los próceres y dignatarios. El
maestro a quien José Martí distinguió como persona sacrificada y honrada,
y a quien legó la presidencia del Partido Revolucionario Cubano, había sido
presidente de la República en Armas entre 1876-1877, y el primero al instau-
rarse la República el 20 de mayo de 1902. Procuró lograr lo mejor para el
país y su pueblo en las difíciles y complejas circunstancias de su época. No
se corrompió ni robó, sino que impuso la austeridad para procurar mayores
ingresos que gastos.” (LEIVA, 2003) (las cursivas son mías)
2 Tras una ola represiva en el 2003 contra ciudadanos que ejercían la libertad de
opinión pacíficamente en Cuba, se organizan Las damas de blanco, mujeres que
elevarán nacional e internacionalmente el abuso cometido contra sus esposos,
hijos o familiares indirectos. Dentro del país su visibilidad la alcanzan realizan-
do una marcha dominical en silencio por alguna avenida notoria, vestidas todas
de blanco y con una flor en la mano, manifestación pacífica a pesar de la cual son
reprimidas. Por ejemplo, este domingo 16 de abril fueron arrestadas 40 damas
de blanco, antes de celebrar la misa previa a la marcha, en diferentes iglesias del
país (DAMAS DE BLANCO).
183
 Otra reconocida figura de la oposición dentro de la isla, que también
se pronuncia sobre este tema, es Reinaldo Escobar. Este se desenvuel-
ve activamente como periodista independiente y es el jefe editor del
diario 14ymedio; también reconocido por ser pareja de Yoani Sánchez,
una bloguera que alcanzó reputación internacional como opositora al
régimen castrista. En un artículo publicado, escribe Escobar acerca
de estos monumentos y sus destinos:
“Una es la dedicada al exmandatario Tomás Estrada Palma, colocada en 1921
en la intersección de la Avenida de los Presidentes y la calle Calzada, que fue
arrancada de su pedestal tras el triunfo revolucionario de 1959. Hoy quedan
solo los zapatos. La otra, una colosal obra levantada en 1936 en la misma Ave-
nida para homenajear al expresidente y mayor general José Miguel Gómez.
La primera humillación que sufrió este enorme monumento fue que, en la
misma época en que arrancaran a Don Tomás, se retirara la figura de bronce
que representaba al homenajeado. Por esta causa, durante años el lugar se
convirtió en un urinario público, zona de tolerancia sexual y, ya a finales de
los ochenta, en el palacio habanero del grafiti.
(…) Un buen día de finales de los años 90, el señor Eusebio Leal, historiador
de la ciudad, tomó cartas en el asunto. Para sorpresa de muchos se recolocó
la ultrajada figura en su pedestal [la de José Miguel Gómez], hicieron una
limpieza a fondo, pusieron un sistema de luminarias y contrataron vigilan-
tes. Varios medios criticaron tardíamente el pillaje ya superado y a partir de
entonces proliferaron los llamados a la disciplina social para evitar que se
repitieran los hechos vandálicos.” (ESCOBAR, abril del 2015) (las cursivas
son mías)
Mientras, en una publicación de Gabitos: Cuba Eterna, narra Esco-
bar en modo de crónica un relato que nos permite conocer los sentidos
que le atribuye a la época que representa Estrada Palma:
“El 20 de mayo de 1902 decenas de países de todo el mundo hicieron públi-
co reconocimiento del advenimiento de Cuba como nación independiente. La
alegría fue masiva, sincera y desbordante. Y no digo irrepetible porque 56
años después hubo un primero de enero en el que los cubanos creyeron que
184
nunca más se instalaría en Cuba un régimen tiránico.” (ESCOBAR, mayo del
2005) (las cursivas son mías)
Por último, citemos a otros dos comentarios que explicitan cómo
interpretan a la acción gubernamental de quitar las estatuas de los
monumentos algunos sectores de la oposición. Publicado en Diario de
Cuba, leemos:
“La Avenida, en su etapa republicana, solo contó con los monumentos de dos
presidentes: el de Tomás Estrada Palma, el primer presidente, a la altura de
la Calle 5ta, y el del General José Miguel Gómez, el segundo, a la altura de la
Calle 29. Sobre el pedestal en que se erguía la figura del primero, solo quedan
sus zapatos, cercenado el resto por algún extremismo vandálico en 1960, uno
de los primeros síntomas de la revisión de la historia que vendría después.”
(DÁMASO, 2014). (las cursivas son mías)
Mientras, el segundo se encuentra en Caos y cosas de Cuba:
“En los primeros meses de 1959, cuando la revolución encabezada por el tira-
no Fidel Castro trataba de tomar el control absoluto en Cuba, se destruyeron
los símbolos más visibles que había dejado la República. Comenzaron por las
máquinas tragamonedas y siguieron por las estatuas entre otros muchos. (…)
La de Tomás Estrada Palma (quien sustituyó a José Martí como Delegado del
Partido Revolucionario Cubano y luego se convirtió en el primer Presidente
de la República) tuvo un final tragicómico. Cuando lograron tumbar al hom-
brecito de bronce, sus zapatos se quedaron asidos al mármol.” (ÁLVAREZ,
2014) (las cursivas son mías)
Al retomar el estudio de caso con estas citas, y vincularlo con las
anteriores cuando se mostró el modo en que el gobierno posterior a
1959 había resignificado los lugares de memoria correspondientes a
las estatuas de Estrada Palma y José Miguel Gómez, queda evidencia-
do que en la actual sociedad cubana coexisten una multiplicidad de
memorias que reclaman una intervención en la historia distinta a la
establecida por el poder del gobierno. Una de las maneras en que se
185
diferencian estos relatos radica en las opiniones acerca de la pertinen-
cia de que las estatuas sigan ocupando su lugar, el sentido que posee
que hayan sido desmanteladas y el significado que se les otorga a las
figuras homenajeadas y sus períodos de gobierno.
Los ejemplos de significaciones contrarias son variados. Si recurri-
mos al texto de Dávalos, para comentar que las estatuas de los presi-
dentes no se encuentran, utiliza el término “desmontadas”, mientras
que desde los artículos de la oposición citados se habla de “tumbar”,
“destruyeron”, “arrancada”, “humillación” y “ultrajada”. De esa mane-
ra, se desplaza el sentido de una acción juiciosa y serena del gobierno,
hacia una violencia descarnada (que muchos de los opositores experi-
mentan de distintas formas sobre sus cuerpos por parte del gobierno)1.
Por otro lado, desde la postura oficial de Dávalos, Estrada Palma
era un “arquetipo del moldeable funcionario que se somete a los dic-
tados de la vecina potencia”, un “símbolo del pasado” y esto se demos-
tró a través de “la luz del juicio riguroso de la historia de Cuba”. Pero
no resulta de esta manera para la oposición, pues el mismo hecho de
la redacción de los artículos da cuenta de que se trata de un símbolo
vigente, además de devolverle el modo de nombrarle “Don Tomás”, y
catalogarlo como “exmandatario”, “prócer”, “dignatario”, “persona sa-
crificada y honrada”.
Incluso, la disidencia hace explícita, dada su identificación con la
época republicana, la asociación entre destruir las estatuas y el ata-
que a ellos como colectivo: “destruyeron los símbolos más visibles que
había dejado la República” y “los primeros síntomas de la revisión de
la historia”. Siendo que además hacen partícipe a otras naciones de la
legitimidad de aquel tiempo y sus gobiernos: “países de todo el mundo
hicieron público reconocimiento” y “la alegría fue masiva”.
Este cohabitar de memorias tiene implícitas asimetrías, pues la ac-
ción de grupos disidentes no se desenvuelve en la prensa oficial, ni
siquiera impresa o por vías de acceso general a la población que radica
1 Algunos artículos en la red dirán que se destruyeron a puro golpe de mandarria
(CRÓNICAS DE RAÚL).
186
en el país, ni por algún otro medio de divulgación que no sean los blogs
y diarios a consultar vía Internet (por no citar la represión que pueden
padecer al expresar su opinión)2. No obstante, ello no impide que estos
sectores sientan la urgencia de visibilizar sus relatos y sentires acerca
de la manera en que se narra oficialmente la historia nacional.
Coincide este tratamiento disidente de las memorias, por las signifi-
caciones con que revisten a las figuras y los hechos, con lo que Rabot-
nikof identificaba como un uso del pasado que rescata a las “perlas de
memoria”, es decir, que estos colectivos entenderán como momentos
de gloria mayor a los de antaño que a los actuales. Por tanto, puede
esperarse que en cierta forma su apuesta social reestablecerá algunas
de las lógicas políticas y cívicas de aquel tiempo.
Respecto a la temporalidad en las narraciones de la oposición, pue-
de analizarse cómo la presencia de las discontinuidades equivale a
un conflicto que experimentan en la actualidad con relación al poder.
Ciertamente, pueden interpretarse estas memorias de la oposición
como una reacción: en tanto me opongo al gobierno y él se contrai-
dentifica con la etapa de 1902-1958, entonces glorificaré aquello que se
le opone. Pero más interesante resulta si buscamos qué tendría aquel
período que no continuó y que favoreciera a su postura política actual.
En efecto, en diferentes plataformas algunos grupos opositores han
manifestado su interés de retorno a la vida política tal como se mani-
fiesta en la Constitución de 1940, máxima expresión de la formación
de La República3. Las ventajas que ofrece dicha estructuración legal
2 Es importante citar algunos de los artificios de que se ha valido la disidencia
para divulgarse entre la población interna de la isla. Por ejemplo, a pesar de
la poca accesibilidad a internet y sus altos costos, una parte de la población
considerable tiene acceso a cuentas de correo electrónico. En base a esto, dis-
tintos diarios de noticias interceptan direcciones de emails para hacer circular
las diferentes publicaciones que realizan los periodistas independientes, sea
como denuncia o como crónica inconforme. Cumpliendo así el propósito de la
divulgación de la información, se hayan diarios como Cubanet, Diario de Cuba y
HavanaTimes.
3 Valga comentar que a partir del período republicano hasta la actualidad, Cuba
ha cambiado en tres ocasiones de constitución. Nace La República con la Consti-
tución de 1901, luego reemplazada por la Constitución de 1940, para la redacción
de la cual intervinieron nueve partidos diferentes, cuatro de ellos pertenecientes
al bloque de la oposición y el resto al gubernamental. Tras 1959 se declara la
Ley Fundamental, documento por el cual se empieza a regir el país durante su
187
del país, a diferencia de la constitución vigente y redactada en 1976,
es el pluripartidismo. Puede entonces comprenderse que, en el reco-
nocimiento parcial de la etapa republicana, encuentra una parte de la
oposición su propia legitimidad, en tanto parte de sus procesos eran
las asociaciones libres, distintos partidos legítimos y con diferentes
proyectos políticos enfrentándose y realizando sus campañas en for-
mal competencia. En fin, el reconocimiento y no el borrado de la con-
tradicción social dentro de un mismo territorio.
Por último, se quisiera atender a dos cuestiones. En cuanto a la hete-
rogeneidad al interior de grupos subalternos, se puede apreciar cómo
la investigadora Margarita García, radicada en Estados Unidos, pu-
blica un libro titulado Antes de Cuba Libre. El surgimiento del primer
presidente de Cuba: Tomás Estrada Palma, por Editorial Betania en el
2015 (CONNOR; DIARIO DE CUBA). En un gesto que difiere de las in-
tenciones del gobierno actual de Cuba (por el simple hecho de investi-
gar una figura vetada por su ideología), la autora toma acción mediante
la investigación, publicación impresa, ruedas de prensa y presentacio-
nes de libro. Esto evidencia que ocupar la categoría opositor no es su-
ficiente para describir las distintas actuaciones que se desarrollan en
contra de un poder, sino que en dependencia de las variables sociales
que atraviesen al grupo -para el caso, no padecer la censura editorial
por residir fuera de la isla-, se dispersan intervenciones diferentes.
Mientras, en lo referente a la verdad, podemos apreciar que aun-
que demeritemos la comprobación de los hechos, no por ello cualquier
enunciado está cargado de veracidad. Cuando anteriormente sostenía-
mos que encontrábamos los índices de la verdad en las maneras en que
se articulan los hechos, ello se materializa en los efectos que causen los
ejes de las narraciones. Por ejemplo, pueden revisarse cualesquiera de
los blogs citados y se encontrarán, en la sección de los comentarios, lo
mismo querellas que adulaciones. Esta capacidad de crear resonan-
transición hasta que fue elaborada la Constitución de 1976, todavía vigente. Para
conocer algunos debates y diferentes posturas recientes alrededor de cómo
relacionarse con la Constitución –reformarla, volver a la de 1940 con reformas,
entre otras-, puede revisarse el (DOSSIER, 2009).
188
cias, hasta el punto de que en muchísimos blogs se actualiza el mismo
problema y citando similares argumentos, indica que aquella incon-
formidad que hace tal uso del pasado resulta común o contraria, pero
nunca indiferente, siempre problemática: veraz.
Caso distinto es el artículo Profe, ¿quién era por fin Don Tomás?,
publicado en el blog Cuba Ahora (SANTIESTEBAN, 2014). Este sitio se
identifica con el gobierno actual de Cuba, evidenciado esto por las rei-
teradas frases en la extensión de la página que dicen “Hasta la victoria
siempre, Fidel” y por estar coordinado por el Centro de Información
para la Prensa, organismo financiado por el Estado Cubano. Dedicado
a contar anécdotas donde la figura del primer presidente de La Repú-
blica queda como una personalidad grosera y vil, es de notar que a
pesar de la cantidad de ellas, muy pocas hallan eco en otros artículos,
por no decir que sólo tuvo dos comentarios.
A lo que se quiere apuntar es que ni siquiera basta con vituperar
para que grupos con similares intereses se contagien de un relato o se
desate la furia para ripostarle desde sectores que se le oponen. Hay un
vacío en este artículo que da la impresión de noticias gratuitas, siendo
que no causa impacto la apuesta política en juego y, por tanto, decimos
que no posee los efectos de la veracidad.
¡Túmbenlo!
Del artículo de Reinaldo Escobar en 14ymedio que citamos, surge
un hecho que merece nuestra atención. Se trata de que a finales de
los noventa, el Historiador de la Ciudad Eusebio Leal declaró que el
monumento a José Miguel Gómez era prioritario de conservación, por
pertenecer al patrimonio nacional. Como parte de este proyecto de
restauración, la estatua del segundo presidente de La República fue
devuelta a su pedestal. Es importante destacar que este ejercicio del
poder no fue acompañado con discursos acerca de la figura del anti-
guo presidente, sino únicamente bajo las argumentaciones de restau-
ración del patrimonio.
Pero este hecho fue registrado de una manera crítica por el grupo
cubano de rap, fundado en 1996, de nombre Obsesión. Los integran-
189
tes del grupo, el matrimonio conformado por Alexey eltipoeste y Ma- Porque esta estatua representa la muerte de tantos
gia López, realizaron en el 2012 un disco titulado El Disco Negro, el negros inocentes,
cual constituye un documento etno-sociológico acerca de las disímiles Esta va por los Independientes. (TÚMBENLO)”
maneras en que se manifiesta el racismo en Cuba y los modos de ex- (JOSÉ MIGUEL GÓMEZ EN CALLE G, 2012) (las
perimentar la negritud (OBSESIÓN). El tema llamado Calle G, aborda cursivas son mías)
cómo para la población negra de la isla restituir dicha estatua consti-
tuye una falta a su memoria negra de dolor. Reproduzcamos algunos En efecto, el grupo de rap está haciendo referencia a cuando, en
fragmentos del tema musical: 1912, el Presidente José Miguel Gómez convocó al ejército para hacer
frente a los negros que exigían sus derechos desde el Partido Inde-
“Y no me digan que eso patrimonio pendiente de Color, ocurriendo una matanza de alrededor de 3 000
Que no se pue’ tumbar porque es de Eusebio. personas negras. A partir de la publicación de esta tema, diferentes
Esta solicitud no es pa’ escritorio. intelectuales de la isla, que no necesariamente pactan con el gobierno,
¡Es una exigencia del pueblo! comenzaron a hacer circular su opinión respecto al destino más apro-
[…] piado para la estatua restituida. Citemos algunos comentarios:
No entiendo que hace ese tipo ahí, después de una
Revolución que se hizo aquí. “Mario Coyula
¿Qué fue lo que pasó con la memoria de este país? La historia no se puede cambiar, y mucho menos demoler; pero sí interpretar.
¡No sé a ti, a nosotros no nos representa! Para eso están los ensayos y libros, los debates y polémicas. Si empiezan a
(¡Que no me den muela!) bajar del pedestal a próceres dudosos, ¿dónde detenerse? Esos mismos mo-
Que para mí está claro que está glorificando el racismo numentos, incluso los inmerecidos, son parte de una historia. Hay que expli-
al descaro carlos. Nuestra historia y la del mundo está llena de personajes que tuvieron
Hago un llamado al graffiti cubano una ejecutoria hermosa por un tiempo y después la ensuciaron con abusos
¡Si no la tumban vamo’ y la graffiteamo’! y hasta crímenes. La terrible represión sobre los Independientes de Color,
Redonda falta de respeto en el medio del Vedado incluyendo la ejecución, más bien linchamiento, de Quintín Bandera, merece
¿Qué hacemo’ nos callamo’? un monumento aparte.
¡No, nunca! Desiderio Navarro
[…] ¿Y no se podría, dejando la estatua en su lugar, colocar a su lado una tar-
Túmbenlo!! Urgente!! ja –como las que tienen tantos monumentos, a veces más habladoras sobre
Por los Independientes!! los financiadores del monumento que sobre la personalidad recordada por el
[…] mismo– en la que un sucinto texto aludiera también a los lados oscuros del
Yo no he hecho na’, homenajeado, con lo cual el monumento no sólo recordaría a éste, sino tam-
Solo dije lo que hacía falta decir. bién a la sociedad o segmento de ella que fue capaz de homenajearlo acrítica-
Es la verdad mente a pesar de (en ocultación de) esos lados? De ese modo, el monumento,
Y la historia a mí no me permite mentir. a través de esa tensión entre estatua y tarja, podría ser productor-transmisor
[…] de saber histórico, o incitador de la búsqueda de conocimientos históricos,

190 191
 sin dejar de ser la misma obra escultórica de mayor o menor calidad artís-
tica.” (JOSÉ MIGUEL GÓMEZ EN CALLE G, 2012) (las cursivas son mías)
Al recibir tantos comentarios, los integrantes de Obsesión hicieron
pública su respuesta acerca de las opciones dadas por los intelectuales:
“Nuestra petición de demolición de la estatua (no del mausoleo) de José Mi-
guel Gómez, petición que no se reduce o digamos no se detiene en el acto de
demoler, si no que propone además erigir en su lugar una estatua a Mariana
Grajales, quien no fue presidenta pero nos representa (rima y es verdad) en
toda la dimensión de la palabra .… mujer, cubana, negra, madre […] No es
el caso de José Miguel con todo y la “lógica cultural” implícita. Por favor, en
nuestro país hay muchos ejemplos ilógicos de lógica cultural. No vamos a
respetar un patrimonio con el cual no nos veamos representados. […] Desde
nuestro punto de vista la permanencia de esta estatua es una total falta de
respeto a Eloy Alfaro, a Salvador Allende, a Benito Juárez… gente cuyo de-
nominador común fue el decoro en todo momento, la limpieza, la vergüenza.
[…] Dicen que no hay una sola verdad, pero nosotros tenemos la nuestra y es
la que echamos pa’ alante.” (JOSÉ MIGUEL GÓMEZ EN CALLE G, 2012) (las
comillas son del original, las cursivas mías)
Es importante comenzar el análisis destacando cómo se acomo-
dan las asimetrías y las estrategias de los distintos actores sociales
en cuestión. Aquellas personas que hicieron circular su opinión vía
correo electrónico, tanto las citadas acá como todas las que no selec-
cionamos que se pueden consultar en el blog, son catalogadas como
intelectuales de la isla. Estas personalidades no representan al poder
gubernamental en la isla por su habitual postura crítica, no obstante
sus intervenciones suelen ser lo suficientemente cuidadosas como para
poder desarrollar sus labores en Cuba sin graves represiones. Es de-
cir, a pesar de sus desavenencias con acciones del gobierno, no llegan
usualmente a representar a la oposición. Por su parte, los integrantes
de Obsesión no precisaron del apoyo de instituciones para la graba-
ción de su disco, sino que este fue producido de manera independiente.
Esto nos permite ubicar otras dos plataformas de acción por la cual
192
grupos subalternos, en Cuba, exponen en el espacio público sus usos
del pasado. En el caso de los intelectuales, la vía de hacer circular emai-
ls con contactos de numerosas personalidades tiene un antecedente y
una cualidad que vale comentar. Hace unos diez años comenzó una ca-
dena de emails entre figuras académicas y del arte donde se exponían
los criterios acerca de lo sucedido en Cuba en el período denominado
como quinquenio gris1. Tuvo tal repercusión y expansión dicho debate
que se terminó organizando una mesa, en la cual algunos intelectuales
hicieron una presentación, que resulta una colección de testimonios
de experiencias de censura y represión vividas personalmente o que
sufrieron algunas personas que les fueron cercanas a los ponentes.
Que el canal de divulgación fue bajo el formato de los emails no es
arbitrario pues, aún más en aquellos años, la conectividad a Internet
en Cuba es muy limitada. No obstante, existen diferentes servidores de
empresas estatales que le otorgan una cuenta de correo electrónico a
sus empleados, siendo que no precisan éstos de acceso a la red en tanto
es el servidor quien se conecta. Además, habría que tener en cuenta
que dicha temática jamás hubiera aparecido en los medios de difusión
masiva que controla el gobierno, otro elemento que hace a la vía de los
emails atractiva para estos grupos.
En cuanto al grupo de rap, contar con estudio en casa les libra de
1 A partir del 2007 y hasta el 2009, se realizó el ciclo de conferencias La política
cultural del período revolucionario: memoria y reflexión. Las diversas ponencias
trataban acerca de la política cultural del gobierno a partir de 1971, tiempo que
fue conocido como el quinquenio gris. El término hace referencia al período
1971-1976, período en que Luis Pavón Tamayo presidió el Consejo Nacional
de Cultura con una brutal política de censura y represión a todos aquellos
creadores e intelectuales que fallaran a los valores del gobierno. Entre estos
valores sancionados estaba la homosexualidad y el diversionismo ideológico.
Según algunos ponentes, dicha censura no se limita a aquel período sino que
continúa hasta la actualidad con diversos cambios, pero el término surge de
aquel período).
La polémica se desata vía correo electrónico cuando una noche del 2007 aparece en
un programa televisivo la figura de Pavón homenajeada, cuestión que insultó a
quienes han padecido la rudeza de la política cultural inaugurada en aquel tiem-
po. Ambos intelectuales citados en la polémica del tema musical de Obsesión,
impartieron una conferencia donde exponen sus críticas ante las medidas gu-
bernamentales padecidas, sea en sus proyectos personales, en su persona o en la
de colegas. Todas las ponencias pueden revisarse en (CRITERIOS); mientras que
noticias acerca de la organización de estas conferencias en (VICENT).
193
verse supeditados al control y censura de las instituciones de música.
En caso contrario, es altamente probable que El Disco Negro no hu-
biese podido concretarse. Para calcular la potencia de su estrategia,
habría que recordar que si bien dentro del país no hay amplia ven-
ta de discos de música, debido a sus altos costos y los bajos ingresos
salariales, al contrario existe una fuerte cultura offline donde mucha
información se hace circular transmitiéndola entre amistades median-
te memorias usb, sin fines lucrativos. Por otro lado, el grupo efectúa
frecuentes conciertos que cuentan con abundante público y, en varios
videos colgados a la red que muestran la reacción del público cuando
cantan Calle G (CALLE G EN EL RIVIERA), puede observarse al públi-
co gritando al unísono.
La multiplicidad de memorias implicadas en la estatua de José Mi-
guel Gómez debe ser apreciada no sólo evidenciando los diferentes
sentidos que le otorgan a dicho monumento los actores mostrados,
sino también aquellos que se ponen en juego desde el poder. Es cu-
riosa, primeramente, la manera en que se encuentran dos discursos
diferentes desde el mismo poder: el gobierno desmonta una estatua
que no representa los valores del nuevo sistema y luego el Historiador
de la Ciudad la vuelve a colocar por sus valores como patrimonio. Cier-
tamente, habrán pasado cerca de cuarenta años, pero resulta intere-
sante esta resignificación dentro del mismo poder -pues las instancias
gubernamentales seguían siendo las mismas desde 1959.
Valga entonces retomar dos datos que quedaron dispersos en ante-
riores páginas para complejizar el análisis de esta situación. En la Nota
3 de este texto se citó cómo en 1993 se aprobó un Decreto Ley que le da
a la Oficina del Historiador de la Ciudad una independencia económica
para la gestión de recursos, beneficio que no es usual en la isla y que
vuelve a esta institución un par del gobierno. Por otro lado, las fechas
indicadas de la construcción de nuevas estatuas sobre la avenida, de-
dicadas a próceres latinoamericanos, rondan los finales de los años
noventa y el inicio del nuevo siglo.
Aunque no existe un acto manifiesto que enlace estos hechos, me
parecen coincidencias que sería luminoso hacer converger. Refiero a
que coinciden los años en que se restituye la estatua a José Miguel
194
Gómez y aquellos en que se erigen los nuevos monumentos a figuras la-
tinoamericanas con valores comunes a los gubernamentales. Entonces
quizás podamos aventurarnos y plantear que, si bien posterior a 1959
la Avenida de los Presidentes cayó en el descuido y perdió sus cuali-
dades de ser un escenario donde el poder realiza sus performances, a
finales de los noventa este aspecto fue retomado.
Pero esto no se dio sin una dosis de enfrentamiento entre los intere-
ses de distintos sectores en el poder, siendo que de la negociación re-
sultaron políticas de memorias dispares pero que, en vez de excluirse
por contradictorias, ambas acudieron al mismo espacio público para
representarse. Por supuesto, habría que añadir el pequeño detalle de
que, tras una estatua levantada por la Oficina del Historiador, el go-
bierno elevaría varias.
Pasemos a recorrer las distintas formas en que nombra cada ac-
tor al segundo presidente de La República y el sentido que tiene de su
período de gobierno. El grupo de rap se le referirá como lo opuesto a
las figuras latinoamericanas representadas con valores de “decoro”,
“limpieza” y “vergüenza”; mientras que de los actos de su gobierno que
significan a la estatua y viceversa, dirán que está “glorificando el ra-
cismo” y “representa la muerte de tantos negros inocentes”. Ante este
desvergonzado racista y asesino, el reclamo de Obsesión respecto a la
estatua es que debe ser “tumbada”.
En cuanto al grupo de intelectuales que responde a la polémica des-
atada por el tema musical, refieren al presidente como “prócer dudo-
so”, cuyo gobierno fue “hermoso por un tiempo” y luego con “abusos y
hasta crímenes”, con “lados oscuros”; y proponen respecto a la estatua
colocar “una tarja” que haga las veces de “productor-transmisor de
saber histórico”. Mientras, si nos remitimos el texto de Dávalos, al pre-
sidente se le reconocía por sus “manejos turbios del erario público”.
Resulta notable que, a pesar de que en diversos medios se cita la
matanza orientada por José Miguel Gómez, desde el poder guberna-
mental se enfatizan más sus actos de corrupción. Por su parte, el grupo
de rap representante del afro-pensamiento, en diálogo con el poder y
los intelectuales, no parece dispuesto a versatilizar la figura del presi-
dente con cualquier acto positivo durante su mandato, pues el asesina-
195
to de tantos negros ensombrece todo su gobierno.
En este debate público resulta muy interesante lo explícito que apa-
recen los significados que le otorgan a la historia ambos actores. En
el caso de los intelectuales, “la historia no se puede cambiar, y mucho
menos demoler; pero sí interpretar. Para eso están los ensayos y libros,
los debates y polémicas”. Mientras que para Obsesión, después de “una
Revolución que se hizo aquí, qué pasó con la memoria de este país? ¡No
sé a ti, a nosotros no nos representa!” y traen “la verdad, y la historia a
mí no me permite mentir”, “No vamos a respetar un patrimonio con el
cual no nos veamos representados”.
Según el decir de los intelectuales, hay una sustancia en la histo-
ria que es a la vez fija tanto como móvil, y una intervención legítima
sería por medios académicos (los suyos, por demás), modificando los
sentidos que tenga algún símbolo sin dejar de entenderlo como pro-
pio ni afectar sus efectos performativos en los espacios públicos (con
excepción de la utilización de la tarja). Mientras, Obsesión representa
a un sector negro que, no sólo no entiende al símbolo como propio,
sino que le atribuye los sentidos de su propia muerte; pidiendo inter-
venir directamente en el espacio público, tumbándolo el poder (ellos
no!) o graffiteando el monumento, mecanismo de acción bien distinto
al académico propuesto por los intelectuales. Por demás, valga apuntar
a que la postura de los raperos, que se deduce, no pareciera en contra
del gobierno, sino antes bien como perspectivas que indicarían otros
cambios que aún precisa esa voluptuosidad de transformaciones que
es la revolución.
Si seguimos las letras de Rabotnikof, otra de las vertientes que sue-
len presentar los trabajos con la memoria son aquellos que hacen re-
tornar momentos trágicos o de fractura social. Del fragmento citado
de la autora anteriormente, remarcábamos el carácter recurrente del
momento traumático y la usual falta de propuesta política de estos usos
del pasado. En el caso de Obsesión, su tratamiento de las memorias
coincide con éste, pero a diferencia de lo descrito por la intelectual, en
toda la complejidad de su disco pueden encontrarse diferentes accio-
nes desde las cuales intervenir en contextos discriminatorios y alterar
estigmas respecto a la raza.
196
Por ejemplo, con el tema El loco se interpela al Instituto Cubano
de Radio y Televisión en cuanto a que, en la producción de novelas,
los personajes que se le otorgan a los negros y las negras los dejan
en un prestigio demeritado respecto a los papeles blancos. En el intro
Eduardo en talla, la puesta en escena de un contexto escolar donde
los estudiantes desconocen hechos de violencia contra los negros o
movimientos suyos de emancipación, parece una apuesta para inter-
venir en los planes educativos a fin de favorecer una mayor conciencia
cívica respecto a las consecuencias de la racialización. Mientras, en los
temas Tú con tu ballet y Abakuá se evidencian los estigmas que se sos-
tienen alrededor de las religiones yoruba y abakuá, y su relación a la
negritud; así como en Mi belleza y Me afroconozco se representa a un
pensamiento decolonial y emancipatorio acerca de la condición de ser
negro o negra. Propuestas éstas que, aunque no apuntan a derrocar
un gobierno para instaurar otro, sí están en sintonía con tomar accio-
nes que modifiquen el actual contexto cívico cubano.
En cuanto a la temporalidad, se halla en las narraciones de las que
se hace Obsesión una desidentificación a la construcción de los rum-
bos actuales de la nación en el tema racial y la insistencia de un núcleo
traumático de exclusión, discriminación y estigmatización. La alusión
al Partido de los Independientes de Color puede interpretarse, en tanto
constituyó una apuesta política legítima en forma partidista, como un
movimiento social que fue truncado a través de una matanza. De esta
manera, aquella cantidad de cuerpos violentados continúa como fan-
tasmas por la ciudad que reclaman, para empezar, el reconocimiento
explícito de sus muertes.
Dicha discontinuidad con un proyecto político formal del pasado se
articula en un presente por medio de su veracidad, es decir, un con-
flicto perenne que constituye en la actualidad, de alguna forma, una
muerte cívica puesto que los sentidos comunes acerca de la negritud se
encuentran monopolizados por el racismo. De este modo, el tiempo del
relato desde la negritud no podría ser el tiempo revolucionario pues
cierta dimensión mortífera continúa. Cuestión que, al haber desatado
tal polémica entre diferentes actores sociales en Cuba, devela que en
su núcleo radica una verdad, en tanto la habíamos definido como aque-
197
lla conflictividad que enlaza momentos del tiempo y que despierta el
ánimo de quienes se le identifican e interpela a quienes se les oponen.
Ni el poder ni la subalternidad son un lugar de descanso, pero G sí
Mario Rufer es un intelectual que en varios de sus trabajos insiste
en la alerta investigativa de no esencializar o idealizar a los sectores
subalternos. Es una precaución pertinente en tanto es usual que, al
identificarnos con un grupo subordinado a un poder, dejemos deteni-
da nuestras herramientas críticas, pues se desvanecen entre la estu-
pefacción por el encadenamiento de injusticias que han padecido y la
conmoción ante la voluntad de emancipación que suele permanecer en
estado más o menos latente. Como es obvio, se trata de la elección de
una postura ética, que en este trabajo se inclina por evidenciar que al
interior de la subalternidad se crean o reproducen relaciones asimétri-
cas de poder, invisibilizaciones, opresiones y hasta pactos eventuales
con el mismo poder que les subordina.
Por un lado, habría que reconocer que no suelen tener los mismos
efectos las relaciones asimétricas entre grupos subalternos que con
el poder. Por ejemplo, los estigmas entre éstos no tienen la capacidad
de institucionalizarse y por tanto carecen de poder para discriminar
y excluir de la vida social a sus alteridades. Por demás, nuestra mi-
rada puede ser más cauta y, antes de preocuparnos por localizar al
grupo bondadoso y siempre oprimido para defenderle, o desacreditar
al emancipado por poseer naturaleza similar al opresor, podemos sa-
tisfacernos en mostrar un escenario social en perenne conflicto y con
diversos grados de opresión y solidaridades, sosteniendo disputas o
estableciendo alianzas.
En un libro en que Rufer aborda cómo se pone de manifiesto la
memoria pública y los usos del pasado en los contextos de África
post-apartheid y Argentina post-dictadura, se refiere a esta postura
del siguiente modo:
“La experiencia de narración de los mundos del pasado, en sus propias prác-
ticas, muestra que la subalternidad es heterogénea en sí misma: nos encon-
198
tramos a veces con luchas intermitentes y también con reacciones conser-
vadoras y excluyentes en las proclamaciones de la “diferencia”. (…) Hay una
política de la definición y de la clasificación; y una poética de la inclusión y de
la invisibilidad, también dentro de los escenarios subalternos de los “mun-
dos del pasado”. Sólo una perspectiva que tome al presente como “tiempo
imperfecto” podrá dar cuenta de las múltiples lecturas que pueden hacerse
de estas situaciones. (…) En todo caso estamos ante procesos de significación
complejos que debemos leer en clave de “detalles”, los cuales revelan mu-
cho sobre los mecanismos de poder, la exclusión y las políticas de identidad.”
(RUFER, 2009, p. 97)
Pues en la extensión de este trabajo se ha intentado hacer una ma-
peo de los diferentes actores sociales en disputa y de las estrategias
de que pueden valerse condicionados por su ubicación en la sociedad,
aunados todos alrededor de un lugar de memoria. Este recorrido per-
mitió notar que los enfrentamientos no son únicamente un modo de
relacionarse el poder con los sectores subalternos. Como se mostró,
ni dentro del poder ni al interior de la subalternidad hay acuerdo en
si levantar estatuas, tumbarlas o dejarlas a medias, pues la manera en
que se articulan sus conflictos actuales a momentos del pasado y ex-
pectativas futuras, no develan con certeza más que sus malestares y
contingentes modos de enfrentarlos.
Para el caso, la heterogeneidad en la estructura del poder se eviden-
ció con la toma de acciones dispares por parte del Historiador de la
Ciudad y el gobierno. Resulta interesante destacar, no sólo que los pri-
meros recolocaron la estatua de José Miguel Gómez quitada por el go-
bierno, sino que dicha acción no se llevó a cabo sin la toma de otras me-
didas paralelas que amortiguaran los efectos inconvenientes que esto
podría ocasionar a los intereses gubernamentales. De tal complicidad
resultaron intervenciones según los mecanismos del poder que osten-
tan la capacidad de representarse en espacios públicos: la estatua repu-
blicana fue restituida, pero otras que refuerzan los valores del proyecto
político revolucionario fueron erigidas en otros sitios de la calle G.
También apreciamos distintos escenarios de los sectores subal-
ternos y cómo se reactualizan en éstos las opresiones del poder, ma-
199
nifestado por la indiferencia ante demandas de reconocimiento e in-
clusividad de ciertas memorias que aún andan flotando sobre la isla
reclamando por un destino diferente. Caso paradigmático de ello fue
la polémica entre intelectuales y los integrantes del grupo Obsesión,
pues aunque los primeros no deslegitimaban el reclamo de los raperos,
si nos atenemos a los hechos descritos en la Nota 13 de este trabajo,
¿acaso lo que despertó la furia entre estos intelectuales en el 2007 no
fue la aparición pública de la figura de Pavón? ¿Por qué entonces se
siente tanta distancia en las propuestas negras si han experimentado
previamente la potencia que posee una imagen en el espacio público
que representa la fuerza opresiva de la censura y la exclusión?
Esto nos devuelve una lógica curiosa que anima estos mecanismos
del poder y las políticas de identidad implicadas. Se trata de que den-
tro del poder ocurren ligeros enfrentamientos que son resueltos con
altas dosis de complicidad y según los mecanismos de acción que les
son propios -como la situación entre el gobierno y la Oficina del His-
toriador de la Ciudad, con la elevación de estatuas. Mientras, entre
sectores subalternos se establecen diálogos sensibles a las prácticas
de representación que les afectan, estando éstos marcados por irreso-
lubles enfrentamientos que se desenvuelven en los términos y medios
alternativos que caracterizan sus acciones -como el caso descrito entre
intelectuales y el grupo de rap, con las cadenas de emails.
Además de estas poéticas de la invisibilización al interior de la sub-
alternidad, y de las negociaciones en la representación de diferentes
instancias del poder, no habría que descuidar las distintas rutas viven-
ciales que siguen los subalternos como consecuencia de las clasifica-
ciones a que están sujetos según su vínculo con el poder. Primero, ha-
ría referencia a que difícilmente se encuentran reacciones en medios
públicos alternativos, ni por parte de los intelectuales citados ni por el
grupo cubano de rap, ante cualesquiera de las muchas problemáticas
en torno a las políticas de representación que plantean los diversos
grupos opositores que desafían explícitamente al gobierno.
Tuviera mucho cuidado de suponer que este silencio entre subal-
ternos es un índice de ausencia de veracidad en los enunciados de los
grupos declarados abiertamente opositores. Sería más conveniente
200
sospechar que resulta un mecanismo de defensa ante las políticas de
censura y represión que padecen estos grupos por parte del gobierno.
Aquí enfatizaría un segundo aspecto que apunta a la existencia de
distintas maneras de experimentar la subalternidad. En efecto, ¿acaso
en los conciertos que realizan los raperos, o en las presentaciones de
un nuevo número de la Revista Criterios de Desiderio Navarro, tanto
los asistentes como los organizadores padecen de detenciones arbi-
trarias o cualquier otra forma de represión, como así sucede con las
Damas de Blanco cuando realizan una marcha dominical -por apenas
decir un ejemplo citado en la Nota 9 de este texto?
Las memorias continúan, y tú exhibirás un verso
No se quisiera terminar sin aludir a un sector específico que hace
un uso peculiar de estos lugares de memoria. Se trata de un grupo
extremadamente mixto que se compone por homosexuales que tienen
encuentros clandestinos dentro de la torre donde se coloca la estatua
de José Miguel Gómez, exhibicionistas que muestran (desde lo alto de
los elevados de tierra que están en ambas aceras de la parte trasera
del monumento a este presidente) sus sexos a las jóvenes transeúntes,
masturbadores en público que se suben a los árboles que se encuen-
tran en la extensión de la vereda para eyacular sobre las chicas que
están sentadas en los bancos de abajo, y de vampiros, emos, reparte-
ros, mickys, raperos, hippies, rockeros y una amplia variedad sin cla-
sificación que utilizan las noches para encontrarse en distintos sitios
de la vereda1.
Lo común de estos actores es la irreverencia ante los modos de reco-
rrer un espacio público designado al homenaje. Si bien es cierto que no
se encuentran en sus discursos una utilización de cualesquiera de las
estatuas como lugar de memoria, quizás su impacto político haya que
apreciarlo en los valores por los que se rige cada grupo y la voluntad de
1 El documental Close up de Damián Saínz recopila esta diversidad de tribus
urbanas en las noches habaneras (SAINZ).
201
ir a exponerse como tribu urbana o marginal a una arteria capitalina reda perdió su cualidad de ser un lugar donde el poder representarse.
tan céntrica. Una de las maneras de enlazar estos elementos hasta ha- De modo similar, se deben rastrear las maneras en que el movimiento
cer emerger una articulación respecto al poder sería considerar que, de rock en Cuba, censurado por un tiempo, fue el primero que comen-
en tanto la avenida ha sido desde el nacimiento de La República un zó a hacer un uso de la avenida como lugar nocturno de encuentro
escenario donde se representa el poder, la exhibición pública de estos -un espacio para la diferencia excluida-, y que luego proliferó con las
sectores en la extensión de la vereda es un modo de atentar contra los restantes tribus urbanas. De esta manera, enfocando dichos modos
efectos coercitivos que persiguen los lugares de memorias instalados. de hacer presencia en el espacio público, se conservaría el mismo espí-
Esta furia de cualesquiera de las tribus urbanas o marginales de ex- ritu investigativo que ha dirigido este proyecto: evidenciar una trama
hibirse como diferencia en el mismo lugar donde el poder se repre- social compleja que se enfrenta y hace alianzas, siempre inestables, en
senta, la entendemos como voluntad que conlleva implícitamente una contradicción y compartiendo símbolos mediante los cuales actualizan
resistencia al borramiento de la mixtura y las contradicciones sociales su interés político. §
producto de la convivencia de mundos de vida distintos.
Incluso, el valor de esta convivencia a lo largo de la vereda puede ser
interpretado como que este escenario que se construye en G corres-
ponde a una puesta en escena de diversidad y multiplicidad de gru-
pos, incluso contraidentificados entre sí, que constituye y evidencia un
fracaso de la política gubernamental de homogenizar en valores a la
sociedad. ¿Acaso no se encuentra como reclamo primordial de grupos
opositores y disidentes el reconocimiento legítimo de partidos alter-
nativos al oficial, o sea un lugar para que se coexista con la diferencia?
Se propone que la investigación que prosiga este tema realice una
búsqueda de conceptos emparentados al espacio público y sus usos, a
fin de poder enfrentar grupos cuyas maneras de hacer impacto en lo
social difieren y hasta parecieran proyectos que no se intersectan ni se
reconocen. Por ejemplo, ¿es posible articular la eyaculación vertida en
un encuentro clandestino entre dos hombres al interior de una torre
sobre la que se eleva una estatua, con las políticas de conservación del
patrimonio nacional que protegen el monumento dentro del cual dicha
estatua se ostenta?
También se sugeriría localizar temporalmente los momentos que
orientaron los usos actuales de este espacio público por estos grupos
marginales y tribus urbanas. Por ejemplo, habría que ahondar en la re-
lación entre el desinterés del gobierno por el monumento a José Miguel
Gómez y la intervención por homosexuales, exhibicionistas y graffite-
ros, en tanto por un período de casi cuarenta años pareciera que la ve-

202 203
 Referencias
ABEBOOKS. (n.d.). En: https://www.abebooks.com/book-search/au-
thor/fernando-davalos/, consultado el 12 de abril de marzo de 2017.
ACHUGAR, Hugo. El lugar de la memoria. A propósito de monumen-
tos (motivos y paréntesis). En Planetas sin bocas. Escritos efímeros
sobre arte, cultura y literatura. México: Trilce, 2004.
ALLIER MONTAÑO, Eugenia. Los Lieux de mémoire: una propuesta
historiográfica para el análisis de la memoria. México: Historia y
Grafía, núm. 31, 2008, pp. 165-192.
ÁLVAREZ, Engie. Los zapatos de Estrada Palma. En Caos y cosas de
Cuba. 2014. En: http://caosycosasdecuba.blogspot.mx/2014/01/
los-zapatos-de-estrada-palma.html, consultado el 10 de abril de 2017.
ARENAS, Reinaldo. Leprosorio: trilogía poética. Madrid: Betania, s/a.
BALANDIER, Georges. El poder en escenas: de la representación del
poder al poder de la representación. Barcelona: Paidós, 1994.
BIANCHI, Ciro. Mi amigo Juan. Juventud Rebelde. 2013. En: http://
www.juventudrebelde.cu/columnas/lectura/2013-03-16/mi-amigo-
juan/, consultado el 10 de abril de 2017.
CALLE G EN EL RIVIERA. En: https://www.youtube.com/watch?-
v=lMbBi7s4QNU, consultado el 10 de abril de 2017.
CHAKRABARTY, Dipesh. Al margen de Europa. Pensamiento postco-
lonial y diferencia histórica. España: Tusquets. 2008.
CONNOR, Olga. Vida del primer presidente de Cuba: Tomás Estrada
Palma. El Nuevo Herald. 2016. En: http://www.elnuevoherald.com/
vivir-mejor/artes-letras/article75194227.html, consultado el 10 de
abril de 2017.
CRITERIOS. La política cultural del período revolucionario: Memoria
y reflexión. En: http://www.criterios.es/cicloquinqueniogris.htm,
consultado el 17 de abril de 2017.
CRÓNICAS DE RAÚL. Monumentos extraños. Desde La Habana,.
2010. En: http://www.desdelahabana.net/monumentos-extranos/,
consultado el 15 de abril de 2017.
DAMAS DE BLANCO. En: https://www.damasdeblanco.org/, consul-
tado el 17 de abril de 2017.
204
DÁMASO, Fernando. Una avenida sin presidentes. Diario de Cuba.
2014. En: http://www.diariodecuba.com/cuba/1404596772_9391.
html, consultado el 10 de abril de 2017.
DÁVALOS, Fernando. Mi Habana Querida. Crónicas de Fernando
Dávalos. La Habana: Si-Mar, 1999.
DE LAS CUEVAS, Juan. 500 años de construcción en Cuba. La Habana:
Chavin, 2001.
DIARIO DE CUBA. Antes de Cuba libre: El surgimiento del primer
presidente Tomás Estrada Palma, presentación en Nueva York. 2016.
En: http://www.diariodecuba.com/cultura/1463588302_22463.
html, consultado el 10 de abril de 2017.
DOSSIER SOBRE LOS DESAFÍOS CONSTITUCIONALES DE LA RE-
PÚBLICA DE CUBA, Revista Espacio Laical, La Habana, núm. 4, 2009.
ECURED. (n.d.). En: https://www.ecured.cu/Editorial_SI-MAR, con-
sultado el 10 de abril de 2017.
ESCOBAR, Reinaldo. Palacio del grafiti. 14ymedio. 2015. En: http://
www.14ymedio.com/nacional/Palacio-grafiti_0_1756624326.html,
consultado el 15 de abril de 2017.
ESCOBAR, Reinaldo. 20 de mayo, ese agujero en la memoria. Gabi-
tos. 2015. En: http://www.gabitos.com/Cuba_Eterna/template.
php?nm=1463757101, consultado el 15 de abril de 2017.
GÓMEZ, E. Y CABRERA, T. Los monumentos de Calle G. Arquitectura
y Urbanismo, La Habana, vól.. XXVI, núm. 2, 2005, pp. 89-94.
HALBWACHS, Maurice. La memoria colectiva. España: Prensas Uni-
versitarias de Zaragosa, 2004.
HALL, Stuart (ed.). Representation: Cultural Representations and Sig-
nifying Practices. London: Sage Publications, 1997.
HARTOG, François. Regímenes de historicidad. Presentismo y expe-
riencias del tiempo. México: Universidad Iberoamericana, 2007.
JOSÉ MIGUEL GÓMEZ EN CALLE G. Negra cubana tenía que ser.
2012. En: https://negracubanateniaqueser.com/debates/el-ciberde-
bate/jose-mig/, consultado el 17 de abril de 2017.
LEIVA, Miriam. Don Tomás Estrada Palma merece respeto. Cubanet.
2013. En: https://www.cubanet.org/articulos/don-tomas-estra-
da-palma-merece-respeto/, consultado el 15 de abril de 2017.
205
NORA, Pierre. Pierre Nora en Les Lieux de mémoire. Montevideo: Tril-
ce, 2008.
OBSESIÓN. El Disco Negro. En: https://www.youtube.com/playlis-
t?list=PLuDEG-H7LFCeIogfPXfU3CMJs4BoH9K8a, consultado el
15 de abril de 2017.
ORTA, Yailin. Recobra La Habana Vieja su secreto encanto de intra-
muros. Juventud Rebelde. 2007. En: http://www.juventudrebelde.
cu/cultura/2007-01-20/recobra-la-habana-vieja-su-secreto-encan-
to-de-intramuros/, consultado el 12 de abril de 2017.
PIÑERA, Virgilio. La isla en peso: obra poética. La Habana: UNION, 2011.
PORTAL CUBA. (n.d.). En: http://www.cuba.cu/gobierno/cuba.htm,
consultado el 15 de abril de 2017.
RABOTNIKOF, Nora. Política, memoria y melancolía. Fractal, Ciudad
de México, núm. 29, 2003.
REVISTA CARTELES. La Habana: núm. 48, 12 de noviembre de 1950.
RUFER, Mario. La nación en escenas. Memoria pública y usos del pasa-
do en contextos postcoloniales. México: El Colegio de México, 2009.
SAINZ, Damián. Close up. En: https://vimeo.com/82460882, consulta-
do el 19 de abril de 2017.
SANTIESTEBAN, Argelio. Profe, ¿quién era Don Tomás Estrada Pal-
ma?. CubaAhora, 2014. En: http://www.cubahora.cu/blogs/hablan-
do-en-cubiche/profe-quien-era-por-fin-don-tomas, consultado el 15
de abril de 2017.
SARLO, Beatríz. Siete ensayos sobre Walter Benjamin. Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica, 2006.
VICENT, Mauricio. El recuerdo del quinquenio gris moviliza a los
intelectuales cubanos. El País. 2007. En: http://elpais.com/dia-
rio/2007/01/13/cultura/1168642801_850215.html, consultado el 16
de abril de 2017.
WOOD, Yolanda. Islas del Caribe: naturaleza-arte-sociedad. La Haba-
na: Editorial UH, 2012.

206
5.
Una cartografía histórica: usos públicos de la his-
toria en el metro de Ciudad de México

Sebastián Vargas Álvarez

“A diario, cerca de cinco millones de capitalinos utilizan el

sistema del Metro, en batalla álgida por el oxígeno y el milí-
metro […] En el Metro, la novedad perenne es la nación que
cabe en un metro cuadrado. Acorde con tal prodigio hospi-
talario, cada vagón es metáfora bíblica que le halla un hueco
a los solitarios, a las parejas, a las familias, a las tribus, a las
generaciones. En el Metro, se disuelven las fronteras entre
un cuerpo y otro, y allí sí que todos se acomodan”.

Carlos Monsivais

“Son, este, personajes o símbolos que agarraron de la histo-

ria para plasmarlos como representación en las estaciones
de cada línea del metro”.

Jorge (50, empleado)

209
5. Carlos Marín-Campos. “Paisaje Onírico I”. Óleo/Tela. 1.85 x 1.20.
2013. Cortesía del autor.
 Introducción
Una de las condiciones necesarias para la existencia y transmisión
de la memoria social es que “se desarrolle dentro de un marco espa-
cial” (HALBWACHS, 2004, p. 144). No podemos comprender los pro-
cesos de construcción y transformación del recuerdo/olvido colectivo
sin atender a sus anclajes en el espacio (HOELSCHER y ALDERMAN,
2004; SAID, 2002). El pasado se inscribe en el espacio público a través
de diferentes marcaciones territoriales que se transforman en “luga-
res de memoria” (NORA, 2008): los más comunes son los monumentos
y las placas conmemorativas, pero también podríamos pensar en otro
tipo de registros, como por ejemplo el graffitti o el performance.
En el presente ensayo, pretendo analizar un caso concreto en donde
convergen representación del pasado y marcación del espacio público:
el sistema de señalización del metro de la Ciudad de México, elaborado
por el diseñador estadounidense Lance Wyman a finales de los años
sesenta del siglo XX. La propuesta de Wyman incluyó una iconografía
para que los usuarios del metro pudieran identificar las estaciones a
partir de símbolos gráficos. La gran mayoría de las estaciones (y sus
respectivos íconos) refieren a acontecimientos, sitios o personajes his-
tóricos (Cuauhtémoc, Constitución de 1917, Hidalgo, Chapultepec, Lá-
zaro Cárdenas, etc.) por lo que no es exagerado plantear que el metro
se constituye en un dispositivo urbano de transmisión de la memoria
social, a través del cual los usuarios refuerzan (o cuestionan) los relatos
sobre el pasado aprehendidos en otros espacios y/o soportes (la es-
cuela, la conmemoración, el museo, los medios de comunicación, etc.)
a la vez que se sirven de esta cartografía histórica para orientarse en
sus desplazamientos cotidianos por la ciudad. Me interesa, entonces,
explorar los usos públicos de la historia en el metro de la Ciudad de
México, a partir de dos cuestiones principales: ¿qué historia de México
se narra en la iconografía del metro? (la pregunta por la cartografía) y
¿cuál es la recepción de esta historia por parte de los usuarios y cómo
la utilizan? (la pregunta por su lectura). En este sentido, coincido con
el antropólogo Marc Augé, para quien hablar del metro es “hablar ante
todo de lectura y de cartografía” (1987, p. 21).
212
El texto se divide en cuatro partes. En la primera, sitúo al lector en
la historia del Sistema de Transporte Colectivo Metro (Stcm): su reali-
dad actual, sus fases de construcción, y las características de su siste-
ma de señalización. La segunda parte es un análisis de la cartografía
histórica, en donde estudio las representaciones del pasado plasmadas
en el sistema de señalización y el discurso histórico que vertebran. En
un tercer momento, presento los resultados del trabajo de campo, en
donde indagué con respecto a la recepción y los usos de la cartogra-
fía histórica por parte de los usuarios del metro. El último apartado
presenta el trabajo de Redretro, un colectivo de arte urbano que ha
realizado intervenciones en el metro que tienden a dislocar los signifi-
cados de la historia y la sociedad que se quieren transmitir a través del
sistema de señalización.
El presente ensayo es un ejercicio transdisciplinar que se sitúa en
un espacio donde convergen la Public History (por su preocupación
por los usos públicos de la historia y las políticas de la memoria), la
historia cultural/los estudios culturales (por su pregunta por las re-
presentaciones y las prácticas culturales) y la antropología (por su
enfoque metodológico). Así mismo, debo reconocer una deuda con
el proyecto intelectual de la sociología de la imagen, impulsado por
la intelectual boliviana Silvia Rivera Cusicanqui. La iconografía del
metro puede considerarse como un objeto de estudio pertinente den-
tro de este campo, interesado en “la totalidad del mundo visual, desde
la publicidad, la fotografía de prensa, el archivo de imágenes, el arte
pictórico, el dibujo y el textil, amén de otras representaciones más
colectivas como la estructura del espacio urbano y las huellas históricas
que se hacen visibles en él (RIVERA CUSICANQUI, 2015, p. 21-22. Las
itálicas son mías).
El metro en la historia
El Stcm es el principal medio masivo de transporte de la Ciudad de
México: es utilizado diariamente por 4,4 millones de pasajeros que se
213
movilizan por sus 12 líneas1 y 195 estaciones, extendidas a lo largo de
226 kilómetros (Stcm, 2015a).
El metro satisface la necesidad de transporte de los 8,9 millones de
habitantes de la ciudad (que aumenta hasta 22 millones si se tiene en
cuenta la población total de la Zona Metropolitana del Valle de Méxi-
co2). Dadas las grandes distancias de la urbe y su área conurbada, “los
desplazamientos entre origen y destino de los usuarios del Metro se es-
labonan generalmente con la utilización de otros medios de transporte
colectivo”, como microbuses (peseros) o taxis colectivos; no obstante,
los tramos de viaje en el metro suelen ser los más largos, llegando a
representar casi la cuarta parte de todos los traslados diarios en la
capital (NAVARRO, 1993, p. 178).
El metro es usado principalmente por los sectores de menores re-
cursos y la clase media, es decir, por la mayoría de la población. Según
el estudio de Bernardo Navarro, más del 90% de los usuarios del trans-
porte público “obtienen ingresos inferiores a los tres salarios mínimos
y prácticamente la mitad del total de usuarios recibe ingresos inferio-
res al salario mínimo” (1993, p. 10). Esto se debe al bajo costo del servi-
cio, que cuenta con subsidios gubernamentales: actualmente, un viaje
en el Stcm vale 5 pesos mexicanos (0,25 Usd), en contraste con los 2,50
Usd que cuesta un viaje en el metro de Nueva York o los 2.200 pesos co-
lombianos (casi 1 Usd) que cuesta un pasaje de Transmilenio en Bogotá.
En la Ciudad de México, el metro es uno de los espacios de sociali-
zación por excelencia, el lugar del encuentro con el otro, del desdibu-
jamiento –como relataba el cronista Monsivais– de las fronteras entre
los cuerpos y los individuos para fundirse en un único “cuerpo social”.
Se trata de “una ciudad subterránea en la que se entretejen historias,
interactúan millones de personajes día con día, el usuario podrá entrar
en contacto durante todo su trayecto con personajes que rompen con
la monotonía cotidiana, personajes que a veces conmueven, a veces
1 En adelante, se usará la convención L para designar una línea de metro (ej.
Línea 1 = L1).
2 La Zona Metropolitana del Valle de México es un área de 7.954 kilómetros que
comprende a la Ciudad de México y a sesenta municipios aglomerados, uno de
ellos del Estado de Hidalgo y el resto del Estado de México.
214
asustan, a veces agradan y a veces agreden a los demás” (DOMÍN-
GUEZ, 2010, p. 163). Como advertía Augé en su conocida etnografía
del metro de París, “en el metro los signos de la alteridad inmediata
son numerosos, a menudo provocativos y hasta agresivos” (1987, p. 28).
Estos otros (¡o mismos!) con los que el “viajero subterráneo” se topa
a diario, con los que compite “por el oxígeno y el milímetro”, consti-
tuyen una extensa fauna urbana: trabajadores, estudiantes, pensiona-
dos, ninis 3 y también, como se menciona en la investigación de Olivia
Domínguez sobre los músicos de la L3, aquellos “sobrevivientes” en
busca del sustento diario como vendedores (vagoneros), poetas, faqui-
res, músicos, discapacitados, payasos, indígenas, activistas, sordomu-
dos y mendigos (2010, p. 163-176).
En sus casi cincuenta años de existencia, el metro ya ha entrado a
formar parte de la cotidianidad y la cultura popular de los capitalinos.
Preguntas como “¿Qué estación queda cerca de…?” y “¿Te vas a ir en
metro?” se han vuelto cada vez más frecuentes. Así mismo, “comenzó
hacerse un hábito popular concertar citas en las estaciones del Metro:
‘Te veo a las 5, en la estación Centro Médico, dirección Indios Verdes,
abajo del reloj’. Muchas historias de negocios, trabajo, romance y rela-
jo tienen su origen en los andenes del Metro” (Gdf, 2014, p. 30).
El Stcm nació en una coyuntura económica favorable para el país
y la ciudad, el “milagro mexicano”4. Si bien la construcción del metro
se decretó durante el gobierno de López Mateos (1958-1964), a par-
tir del proyecto liderado por el arquitecto Bernardo Quintana de la
empresa Ingenieros Civiles Asociados-Ica y un equipo multidiscipli-
nar de la Unam, ésta no se materializó sino hasta el mandato de Díaz
Ordaz (1964-1970). La L1 fue inaugurada en septiembre de 1969 y la
3 En México, se utiliza esta expresión para designar a personas, por lo general
jóvenes, que se encuentran sin empleo y tampoco cursan estudios: “ni” estudian
“ni” trabajan. Es equivalente al acrónimo inglés Neet, que significa “Not in
employment, education or training”.
4 El “milagro mexicano” se refiere al modelo económico proteccionista conocido
como “desarrollo estabilizador” vigente en México entre 1946 y 1970, y que per-
mitió un importante crecimiento económico durante las presidencias de Adolfo
Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz (ABOITES, 2008, p.
495-500).
215
L2 en agosto de 1970. El objetivo principal del metro era unir puntos
importantes del centro de la ciudad con las periferias, para lo cual las
primeras tres líneas debían interconectarse y configurar un círculo en
torno al centro. Debido a la crisis económica de la primera mitad de los
setenta, las obras fueron interrumpidas, y sólo se reanudarían hasta
1977, gracias al boom petrolero durante el gobierno de José López Por-
tillo (1976-1982). En esta segunda etapa, se construyeron las L4 y L5 y
se ampliaron las L1, L2 y L3. Además, se crearon la Comisión Técnica
Ejecutiva del metro y la Comisión de Vialidad y Transporte Urbano,
entidades encargadas de la regulación, diseño y ampliación de la red
(Gdf, 2014, p. 26-30).
En los ochenta, se construyeron las L6, L7 y L9, se ampliaron las ya
existentes, y se articuló el sistema con la red de autobuses de la ciudad.
Con estos avances, el metro de Ciudad de México era considerado por
los especialistas “como uno de los proyectos más importantes de Amé-
rica Latina en cuanto a su desarrollo tecnológico. Era un símbolo de
modernidad –como lo fueron los ferrocarriles durante la época porfi-
riana– y de eficacia” (Domínguez, 2010, p. 76).
Entre 1988 y 2000 se extendió la red hacia el Estado de México, con
la construcción de las LA (que corre de Pantitlán a La Paz) y LB (de
Buenavista a Ciudad Azteca), incorporando municipios densamente
poblados como Ecatepec, Ciudad Nezahualcóyotl y Los Reyes La Paz.
Además, en 1994 se terminó la línea 8 que conecta la delegación más
poblada de la ciudad, Iztapalapa, con el centro (Gdf, 2014, p. 35-42).
Finalmente, la L12 fue inaugurada en octubre de 2012, y atraviesa
el sur de la ciudad de oriente a occidente, desde la delegación Tláhuac
hasta Mixcoac. En el 2014, ésta línea estuvo envuelta en escándalos
por una serie de fallas, cambios en el proyecto original y sospecha de
corrupción, y en parte de ella se suspendió el servicio hasta el 2015 por
“peligros de descarrilamiento” (Gdf, 2014, p. 42-44). Si bien existe un
Plan Maestro para 2020 que contempla la construcción de 2 líneas más
de metro, 3 de metro férreo y 10 de tren ligero, para alcanzar una red
de 297 kilómetros y transportar a 12.8 millones de usuarios al día, lo
cierto es que estas cifras están lejos de volverse realidad (NAVARRO y
BACELIS, 2000, p. 383).
216
Una de las características más interesantes del metro de la Ciudad
de México, y que lo distingue de otros metros del mundo, es su imagen
corporativa y su sistema de señalización visual, obra de Lance Wayman
(1937), un diseñador industrial estadounidense formado en el Instituto
Pratt de Brooklyn, Nueva York. El primer trabajo de Wyman fue con
General Motors, diseñando el logo de la empaquetadora Delco. Luego,
en 1962, realizó los logos de los stands de Estados Unidos y Francia
para la Feria Internacional del Comercio en Zagreb (Yugoslavia). Allí
utilizó por primera vez el modelado de logos en 3D y su despliegue
monumental. Entre 1963 y 1966 trabajó en la oficina de George Nelson
y diseñó los logos y el pabellón de Chrysler para la feria mundial de
Nueva York. En el despacho de Nelson conoció al arquitecto mexicano
Eduardo Terrazas, con quien empezó a interesarse por la relación dise-
ño-planeación urbana y a través del cual tuvo sus primeros contactos
con México. Además de trabajar para diferentes marcas comerciales
en varios países, Wyman ha dirigido proyectos como la señalización
del metro de Washington, los pasos peatonales de Edmonton y de Cal-
gary, los zoológicos de Washington y de Minnesota, el Washington
Mall, la estación de trenes de Pennsylvania y la terminal del transbor-
dador de St. George en Nueva York (GARCÍA, 2014).
A finales de los sesenta, Wyman participó en dos grandes proyectos
en la Ciudad de México: integró el comité organizador de los XIX Jue-
gos Olímpicos y fue director de diseño de Ingenieros en Sistemas de
Transporte Metropolitano (Istme). En ambas instancias, estuvo a car-
go de la creación de logos y sistemas de señalización, tanto de México
68, como de las estaciones del recién creado metro.
La realización de los juegos olímpicos en territorio mexicano repre-
sentaba una oportunidad inmejorable para dar a conocer al mundo
el “milagro mexicano”, proyectando la identidad de un país que re-
puntaba económicamente y se consideraba heredero de una cultura
ancestral. A la vez, servía para desviar las miradas del conflicto social
que representaba el ascenso del movimiento estudiantil y su conse-
cuente represión por parte del estado. De tal forma que el gobierno
quiso aprovechar para “mostrar un México fuerte, moderno, capaz de
captar los ojos del mundo, seducir al turismo y atraer inversiones ex-
217
tranjeras. Todo ello demandaba un sistema contundente y original de
comunicación y diseño, que en gran medida emergió del trabajo de
Lance Wyman” (GARCÍA, 2014, p. 17). El éxito de estas creaciones –el
recordado logo de México 68 a partir del uso de líneas concéntricas,
y los pictogramas (sin el acompañamiento de textos) para representar
cada una de las disciplinas deportivas–, catapultaron a Wyman al fren-
te del diseño visual del metro1.
El sistema de comunicación ideado por el equipo de Wyman para el
metro tiene dos características principales: por un lado, la asociación
de referentes históricos y culturales a lugares específicos; por otro, la
configuración de un código estrictamente visual basado en colores y
logos figurativos fácilmente identificables:
“Wyman ha logrado establecer un medio de comunicación permanente a tra-
vés de símbolos que patentan la forma en la que una imagen puede comuni-
car un mensaje específico y efectivo con la mínima cantidad de elementos […]
La mirada extranjera de Wyman le permitió identificar gamas poco frecuen-
tes en otras culturas —como es el caso del color rosa empleado en la primera
línea del metro— y figuras abstractas sustentadas en la tradición histórica y
cultural de la ciudad de México. Estos recursos le ayudaron a que sus símbo-
los fuesen fácilmente reconocibles, así como a establecer en la población una
estrecha correspondencia de identidad” (GARCÍA, 2014, p. 6, 7).
Según este código, las estaciones se representan visualmente a par-
tir de logotipos (pictogramas), cuya función es hacerlas reconocibles
tanto para aquellos que no sepan leer como a los usuarios cuyo idioma
sea distinto del castellano, lo cual posibilitó “que tanto turistas extran-
jeros como una población multiétnica y analfabeta se incorporaran a
la red social” (GARCÍA, 2014, p. 6)2. El énfasis en lo icónico se refleja
1 Es importante señalar que junto a Wyman, trabajaron en esta empresa los
mexicanos Arturo Quiñonez y Francisco Gallardo, y un equipo de arquitectos,
fotógrafos y diseñadores (Stcm , 2015b).
2 La propuesta comunicativa de Wyman para el metro de Ciudad de México es
un buen ejemplo de cómo el diseño gráfico puede presentar soluciones para
contextos sociales particulares. En 1970 (un año después de la inauguración
218
también en el logotipo del sistema, una letra ‘M’ (de metro), “que hace
referencia a las primeras tres líneas, en sus barras verticales y a un
tren circulando, con la barra curva superior que se incorpora a esas
tres” (Stcm, 2015b).
Este código o sistema basado en imágenes permite que las estacio-
nes estén identificadas “de un modo que puedes describir visualmente
y cada una tiene un significado que te ayuda a tener una sensación del
lugar en cada contexto específico” (ORENZANS y DURÁN, 2014, p.
34). El niño José Roberto López confiesa que le gustaría ser operario
del metro, y recuerda: “cuando no sabía leer me fijaba en la imagen de
la estación en la que vamos parando y preguntaba a mamá cómo se
llamaba la estación y me aprendía su nombre” (MEDINA, 2013, p. 25).
La historia en el metro
La propuesta de Wyman fue hábil a la hora de “incorporar distintos
elementos y símbolos de las tradiciones locales” (ORENZANS y DU-
RÁN, 2014, p. 35). Como ya mencioné, el sistema de señalización apeló
a una serie de referentes culturales e históricos, a una “riqueza icono-
gráfica” propia de México y de su capital, que facilitó “la creación de
sus logotipos en los que se hace referencia a la época prehispánica,
colonial, del México independiente y de la Revolución hasta nuestros
días” (Stcm, 2015b). Se trata de íconos que remiten a lugares, pero tam-
bién a ciertos elementos propios de la historia y la cultura mexicana.
Existe, entonces, en la iconografía del metro, una triple relación ima-
gen-espacio-historia, que nos permite hablar de dicha iconografía en
términos de “cartografía histórica”: un mapa para ubicarse en el es-
del metro), en México el número de personas analfabetas de 15 años y más
alcanzaba el 25.8% (un poco más de la cuarta parte de la población), porcentaje
que se redujo al 5.5% en 2015. Así mismo, en la actualidad se calcula que existen
en el país unas 7,3 millones de personas de tres años y más (7 de cada 100) que
hablan alguna de las 72 lenguas indígenas registradas, siendo las más comunes
Náhuatl, Maya y Tzeltal (I negi , 2015a, 2015b). Finalmente, el turismo es la tercera
fuente de ingresos de México, después de las divisas provenientes del petróleo
y las remesas. En 2015, 13.1 millones de turistas visitaron la Ciudad de México
(EL ECONOMISTA, 2016). De las 50 personas entrevistadas durante el trabajo de
campo de esta investigación, 1 no sabía leer ni escribir y 2 eran extranjeras.
219
pacio urbano, una guía para moverse por la ciudad; pero también una
cadena significante de símbolos que recuerdan, en cada trayecto, el
devenir colectivo: costumbres y prácticas ancestrales, lugares históri-
cos, personajes insignes o acontecimientos relevantes del pasado. En
su relato titulado “La serpiente naranja”, la niña Vianey Alanís apunta
que el metro “es un medio de transporte casi totalmente seguro, eficaz
y económico […] Además, si quieres aprender sobre la cultura de los
mexicanos, es el lugar ideal” (MEDINA, 2013, p. 59).
¿Cómo se articula esta cartografía histórica? ¿Cuáles son los ele-
mentos que la componen? Lo primero que habría que indicar es que
todas las estaciones (195) toman sus nombres de avenidas, plazas, ba-
rrios, pueblos, monumentos o lugares preexistentes. Es decir, la es-
tación de metro es nombrada a partir del lugar donde se encuentra,
por ejemplo la estación Tlatelolco (L3), que se ubica en el conjunto ha-
bitacional Nonoalco-Tlatelolco, o la estación Periférico Oriente (L12)
que se ubica sobre la vialidad del mismo nombre. Ahora bien, muchas
de las denominaciones de estas plazas, avenidas o barrios, que a su
vez sirven para nombrar las estaciones, remiten a personajes, cosas
o eventos del pasado (p.ej. Hidalgo en las L2 y L3; Constituyentes en
la L7; Tezozomoc en la L6, etc.), por lo que el modelo iconográfico y de
orientación del metro refuerza un dispositivo de memoria ya existente:
la nomenclatura de vías y espacios públicos, que como cualquier relato
o representación del pasado, es selectivo: incluye ciertos elementos a la
vez que desconoce o marginaliza otros.
Si bien todas las estaciones remiten, en sentido amplio, a algún as-
pecto de la historia o la cultura de la ciudad y/o del país, 73 refieren
directamente a acontecimientos, lugares o personajes históricos, in-
cluidas aquellas que toman sus nombres de antiguos asentamientos
o reinos prehispánicos, como Coyoacán en la L3 o Iztapalapa en la L8
(sin contarlas, serían 49).
En cuanto a la representación de los períodos de la historia de Mé-
xico en las estaciones del metro, vemos una clara preeminencia de la
época prehispánica, seguida por las dos gestas fundacionales del esta-
do nación moderno: la Independencia y la Revolución. De las mencio-
nadas 73 estaciones, 30 corresponden a este período: 22 son topóni-
220
mos, y 8 están relacionadas con personajes y eventos. Además, hay dos
estaciones cuyo logotipo hace alusión a la práctica del juego de pelota,
pero que no designan lugares prehispánicos, sino complejos deporti-
vos-recreativos contemporáneos (Deportivo 18 de marzo en la unión
de las L3 y L6; y Ciudad Deportiva en la L9). Al período de la Conquista
corresponden 6 estaciones (p. ej. Isabel la Católica en la L1 y Villa de
Cortés en la L2); 4 al período colonial (p. ej. Salto del Agua en el cruce
de las L1 y L8 y Balbuena en la L1); 10 a la Independencia (p. ej. Morelos
en la intersección de las L4 y LB e Insurgentes Sur en la L12); 8 al perío-
do de las intervenciones extranjeras y la Reforma (p. ej. Zaragoza en la
L1 y Juárez en la L3); y 12 a la Revolución Mexicana (p. ej. Zapata en la
unión de las L3 y L12 y Aquiles Serdán en la L7).
Adicionalmente, 6 estaciones deben sus nombres y/o logotipos
a monumentos ubicados cerca, encima o incluso al interior de la es-
tación, remarcando así la importancia de estos lugares de memoria
emplazados en el espacio público. Tales son los casos del monumento/
museo Cabeza de Juárez en la estación Guelatao (LA), el monumento
a La Raza en la estación del mismo nombre (L3 y L5) y el adoratorio al
dios Ehécatl en Pino Suárez (L1 y L2).
De las 73 estaciones que tienen una referencia directa a la historia
mexicana, 34 remiten a personajes históricos (p.ej. Niños Héroes en la
L3, Fray Servando en la L4, Guerrero en las L3 y LB, Cuauhtémoc en
la L1, etc.) y 6 a eventos o acontecimientos (p.ej. Revolución en la L2; el
árbol de la estación Popotla de la misma línea que simboliza la derrota
de Cortés en “la noche triste”; Constitución de 1917, terminal de la L8,
etc.). De los 34 personajes históricos, únicamente dos son mujeres: la
monarca española Isabel la Católica (L1) y la filántropa Eugenia Ojeda
de Castelló (L3)1.
1 No obstante, existen otras estaciones que de alguna u otra forma represen-
tan al género femenino: Candelaria (L4) y Rosario (L5 y L6), que remiten a la
advocación la Virgen de la Candelaria y del Rosario, respectivamente; La Villa
Basílica (L6), cuyo ícono es la Virgen de Guadalupe; Santa Anita (L4 y L8), que
le da nombre al barrio y a la estación de metro; Santa Marta (LA): otra santa;
Tasqueña (L2), en homenaje a “la belleza femenina” de Taxco (Guerrero); y Mix-
ihuca (L9), que en náhuatl significa “lugar de parto” y cuyo logotipo representa
una mujer con un niño. Como se puede observar, la mayoría de referentes tienen
221
 En síntesis, puede afirmarse que en la cartografía histórica del
metro se reiteran algunos de los lugares comunes y las verdades da-
das por estables propias de la historiografía patria, tal como ha sido
transmitida por la enseñanza escolar de la historia y otros medios de
divulgación oficiales (como por ejemplo los museos, los monumentos,
la nomenclatura de calles y espacios públicos, y los medios masivos de
comunicación). Dentro de esta narrativa patria se destaca la centrali-
dad de algunos períodos históricos, como el pasado prehispánico (sin
atender claramente a su complejidad y heterogeneidad), la Indepen-
dencia, la Revolución y en menor medida las intervenciones extranje-
ras y la Restauración de la república (Reforma), en detrimento de otros
como la Conquista o la época virreinal (GORBACH, 2012; SÁNCHEZ,
2002). Esta jerarquización de períodos coincide en algunos puntos con
el programa oficial de construcción visual de la nación a través de la
pintura histórica. Según Tomás Pérez Vejo, de los cuadros de histo-
ria exhibidos durante el siglo XIX en las exposiciones nacionales de la
Academia de Bellas Artes de San Carlos, el 35% “representan temas
inspirados en el mundo prehispánico”, 35% en la Conquista, 16% en la
Independencia, y el restante 14% en otros períodos (2012, p. 254-255).
Otra característica del discurso histórico oficial, reproducido en el
metro, es el protagonismo de los grandes personajes (generalmente
masculinos) y acontecimientos históricos como elementos que dan
unidad y sentido al relato del pasado común; un culto a los héroes que
deja por fuera o pone en un segundo plano la agencia histórica de las
mujeres, los niños y muchos otros sectores subalternos. El metro, por
lo tanto, puede interpretarse como un espacio en donde operan ciertos
discursos y usos públicos de la historia, como un medio o soporte más
en donde se despliegan lecturas y versiones oficiales sobre la memo-
ria social. Sin embargo, como veremos en el siguiente apartado, éstas
lecturas y versiones no están exentas de sufrir las apropiaciones, re-
significaciones o aún la indiferencia de quienes transitan por el Stcm.
Por último, no podría terminar este apartado sobre la manera en
que ver con la cultura católica o con roles y estereotipos de género tradicionales.
222
que la historia “se hace presente” en el metro sin referir a los hallazgos
arqueológicos derivados de la construcción del Stcm. En medio de este
proceso, “la urbe abrió sus entrañas para proveerse de sangre nueva
y, de paso, mostrarnos algunos de los tesoros que había guardado du-
rante siglos” (Gdf, 2014, p. 19).
Teniendo en cuenta que el área de construcción de la primera etapa
del metro coincidía aproximadamente con el área de la antigua ciudad
de México-Tenochtitlán y del casco histórico de la ciudad virreinal, des-
de el comienzo de las obras, a mediados de 1967, el Instituto Nacional de
Antropología e Historia (I nah) integró un equipo de 12 arqueólogos y
35 peones, encargados de vigilar los trabajos de la constructora y reali-
zar la excavación de pozos de prospección, para así encontrar, estudiar
y restaurar vestigios arqueológicos correspondientes a la prehistoria,
los primeros asentamientos de la Cuenca del Valle de México, la cultura
mexica y la época colonial (PERALTA, 1996; ARDÁN, 2012). Entre los
hallazgos registrados en los diarios de campo, fotografías, croquis y
planos estratigráficos (historial que se conserva en el Archivo Técnico
de la Coordinación Nacional de Arqueología del I nah) se encuentran
piezas, muros o estructuras, osamentas y textiles (ARDÁN, 2012).
En muchos casos, estos hallazgos fueron incorporados al proyecto
arquitectónico del metro, así como a la propuesta visual desarrolla-
da por Wyman y su equipo. De esta forma, la céntrica estación Pino
Suárez, en donde se intersectan las L1 y L2, conserva en su interior el
templo a Ehécatl, encontrado entre 1968 y 1970 por el arqueólogo Raúl
Arana Álvarez; mientras que en la estación Talismán de la L4, se exhi-
be la reconstrucción de un Mammuthus colombi, cuyos restos fueron
encontrados cerca de allí. Los logotipos de Pino Suárez y Talismán co-
rresponden al templo y al mamut, respectivamente (VELA, 2012, p. 46).
De esta manera, una vez más, es sobre las ruinas del pasado (prin-
cipalmente prehispánico) que se busca erigir la ciudad moderna, tra-
tando de establecer una sutura del tiempo justo allí en el metro, con-
siderado como uno de sus mayores emblemas. La “serpiente naranja”,
capaz no sólo de transportar a los habitantes de un punto a otro de la
ciudad, sino también de conectar un añorado pasado ancestral con la
pujante urbe moderna. Conviene no obstante recordar que la ruina, si
223
bien posee su propia historicidad y contexto, es más una reelaboración
del presente, un artefacto contemporáneo que obedece a los intereses,
expectativas e ilusiones de identidad del momento en que se estudia,
restaura, y exhibe. El papel de la arqueología en tanto ciencia moderna
que estudia lo antiguo, ha sido clave en esta producción de las ruinas y
su aparente aura de autenticidad (CASTAÑEDA, 2001, p. 47-48).
La recepción de la cartografía
La historia, entonces, está en el metro. Los monumentos, los hallaz-
gos arqueológicos, y especialmente todo el sistema iconográfico de
comunicación y señalización, elementos que fueron deliberadamente
incorporados al Stcm por quienes lo diseñaron y construyeron, nos ha-
blan de cierta cultura, identidad y pasado compartidos por los mexica-
nos. Pero, ¿cómo es leída esta narración histórica por parte de los usua-
rios del metro, aquellos ciudadanos que, con cierta frecuencia, utilizan
el sistema para moverse por la urbe? ¿Se la apropian tal cuál, la resig-
nifican, o simplemente la ignoran? Por otra parte, cabría preguntarse
por la efectividad del sistema diseñado por Wyman, es decir, si éste en
realidad contribuye a que los usuarios se orienten y movilicen con ma-
yor facilidad dentro del metro y, lo que más nos interesa en este ensayo,
si sirve para que “aprendan” la historia o refuercen los aprendizajes
obtenidos en otros espacios y momentos (escuela, museos, conmemora-
ciones etc.), así como su identidad y sentido de pertenencia a la nación.
Estas preguntas hacen referencia al problema de la recepción, que
implica entender la cultura como una práctica no sólo de producción
de sentido sino también de constante apropiación. Es decir, desde la
historia cultural no basta con analizar únicamente los discursos o re-
presentaciones y sus significados (en este caso la cartografía histórica
del metro de Ciudad de México), sino que debemos intentar rastrear
aquellas prácticas específicas mediante las cuales los sujetos usan,
cuestionan o resignifican dichos discursos y representaciones. De lo
que se trata es de comprender “la tensión que articula las capacida-
des inventivas de los individuos o de las comunidades con las restric-
ciones, las normas, las convenciones que limitan –con mayor o menor
224
fuerza según su posición en las relaciones de dominación– lo que les
es posible pensar, enunciar, hacer”, puesto que la imposición de un
modelo cultural “no anula jamás el espacio propio de su recepción, uso
e interpretación” (CHARTIER, 1995, p. 137, 131).
Partiendo de esta idea, a lo largo del segundo semestre del 2016
descendí a las estaciones, los pasillos y vagones del metro para realizar
el trabajo de campo y hablar con las personas que se movilizan en el
sistema. Además de la observación etnográfica, la técnica de investi-
gación escogida fue la entrevista basada en imágenes, bastante cerca-
na al método de la foto-entrevista1: diseñé un cuestionario a partir de
imágenes (logotipos de distintas estaciones del metro y fotografías de
las intervenciones de la Redretro en el Stcm 2) para detonar en los en-
trevistados recuerdos, experiencias y opiniones que permitieran acer-
carme a algunas respuestas a las preguntadas anteriormente formu-
ladas. Estas exploraciones abarcaron las 12 líneas y la mayor cantidad
de estaciones de la red en diferentes zonas geográficas de la ciudad,
privilegiando las de correspondencia, esos empalmes en donde, según
Augé, el investigador debe concentrarse, pues es allí donde se cruzan
múltiples caminos, vidas y ritmos (1987, p. 100)3.
En el cuestionario participaron 50 personas. Teniendo en cuenta
la cantidad de personas que se movilizan diariamente en el metro, la
muestra puede resultar relativamente limitada. No obstante, considero
1 La foto-entrevista “emplea fotografías para acceder a las narrativas identitarias
de diferentes actores sociales. Desarrollada en el marco de lo que se conoce
como ‘antropología visual’, esta metodología estuvo originalmente ligada a
aquellos desarrollos teóricos que, provenientes de la psicología social, hacían
hincapié en cómo la percepción de lo real está guiada por prejuicios y estereoti-
pos que inevitablemente sesgan la percepción fotográfica” (VILA, 1995, p. 125).
2 Los íconos utilizados en la entrevista corresponden a las estaciones Insurgen-
tes (L1), Cuauhtémoc (L1), Pino Suárez (L1 y L2), Popotla (L2), Hidalgo (L2 y L3),
Niños Héroes (L3), Zapata (L3 y L12), Villa-Basílica (L6), Constitución de 1917
(L8), Ciudad Deportiva (L9), y Nezahualcóyotl (LB). Las fotografías de la Redret-
ro corresponden a las intervenciones en Constitución de 1917 (L8), Iztapalapa
(L8), Normal (L2), Lázaro Cárdenas (L9), Patriotismo (L9), Salto del Agua (L1 y
L8), Niños Héroes (L3) y Guerrero (L3 y LB).
3 Las estaciones en donde realicé trabajo de campo fueron: Centro Médico
(L3 y L9), Chilpancingo (L9), Chabacano (L2, L6 y L9), Zapata (L3 y L12), San
Antonio (L7), Calle 11 (L12), Tepito (LB), Guerrero (L3 y LB), Morelos (L4 y LB),
Etiopía-Plaza de la Transparencia (L3), Tacubaya (L1, L7, y L9), Balderas (L1, L3),
Hidalgo (L2 y L3), Instituto del petróleo (L5 y L6), y Pantitlán (L1, L5, L9 y LA).
225
que su heterogeneidad, dada tanto por la diversidad de los entrevista-
dos como por la multiplicidad de puntos en donde se realizó el trabajo
de campo, la hacen representativa. La edad de los entrevistados oscila
entre los 10 y los 65 años. 24 son hombres y 26 mujeres. 32 habitan
en la Ciudad de México (1 en la delegación Azcapotzalco, 9 en Izta-
palapa, 2 en Cuauhtémoc, 2 en Gustavo Madero, 3 en Coyoacán, 5 en
Benito Juárez, 3 en Venustiano Carranza, 1 en Tláhuac, 3 en Tlalpan,
1 en Álvaro Obregón, 1 en Miguel Hidalgo, y 1 en Xochimilco) y 18 en
el Estado de México, en municipios como Chimalhuacán (1), Ciudad
Nezahualcóyotl (4), Chicolapa (1), Ecatepec (4), Tecámac (2), Caracoles
(1), Tlalnepantla (1), La Candelaria Tlapala (2), Tultitlán (1), e Iztlapa (1).
En cuanto a la ocupación, encontramos diversas profesiones y/o acti-
vidades: empleados, abogados, estudiantes (de primaria, preparatoria,
licenciatura y posgrado), secretarias, vendedores, artistas, albañiles,
técnicos y profesionistas, administradores de empresas, amas de casa,
músicos, e ingenieros. La mayoría, 34, utilizan el metro diariamente,
algunos de ellos incluso los días sábado y domingo. 10 lo usan una o dos
veces por semana, y tan solo 6 una o dos veces por mes. Los principales
motivos para utilizar este medio de transporte son: para dirigirse al
lugar de trabajo, para dirigirse al lugar de estudio y para esparcimien-
to (asistir a actividades culturales o lúdicas) o realizar compras. Esto
confirma la tendencia analizada por Bernardo Navarro, en donde se
describe el metro como motor de la fuerza laboral y de consumo de
la ciudad, pues “posibilita a los trabajadores satisfacer las necesidades
de movilidad que la compra-venta y reposición de su fuerza de traba-
jo les exige. Les permite, asimismo, enlazar especialmente el consumo
productivo que el capital o patrono hacen de su fuerza de trabajo con
su consumo individual verificado en el lugar de vivienda” (1993, p. 20).
Lo primero que puede constatarse luego del trabajo de campo, es
que los usuarios consideran que el sistema de señalética ideado por
Wyman contribuye a que se orienten y movilicen con mayor facilidad
al interior de la red del metro. Esto se debe a que los íconos repre-
sentan “algo emblemático de los lugares donde están las estaciones”
(Raimundo, 27); simbolizan “algo del lugar de donde está esa estación,
entonces tu relacionas ese símbolo con ese lugar […] es el lugar, pues
226
donde está la zona, el nombre de la calle, como la vía, pues porque está
la virgen ahí, está la Basílica” (Aketzali, 18).
Salvo una excepción, todos los entrevistados estuvieron de acuerdo
en indicar que es más fácil orientarse en el sistema de transporte a
partir de los logotipos de las estaciones que a partir de sus nombres.
Varios de los más jóvenes recordaron cómo aprendieron a utilizar el
metro cuando eran niños apoyándose en la iconografía, incluso antes
de aprender a leer y escribir. Así mismo, resaltaron cómo este sistema
facilita el uso del metro a aquellos que no “saben” leer: “yo creo que
la simbología ayuda mucho porque al menos antes, como cuando era
pequeña y aprendía a usar el metro mi mamá me decía, y si es cierto
porque ellas siempre han tenido un puesto en La Merced, decía: ‘pues
es que los símbolos ayudan a la gente que no sabe leer y escribir’, y
entonces ahí se guiaban’” (Ivone, 29); “[es] una forma muy simbólica
de representar entradas, salidas, desbordes y demás. Yo creo que una
persona que tenga algunas capacidades diferentes podría guiarse vi-
sualmente con estas señales” (Ángel, 33).
El carácter visual de la cartografía del metro no solamente sirve
a “la gente que no sabe leer ni escribir”, sino en general a todo aquel
que no esté familiarizado con el código escrito del idioma castellano
(o náhuatl), como los hablantes de diversas lenguas indígenas o los ex-
tranjeros no hispanoparlantes (turistas o residentes). Así lo manifies-
tan los testimonios de dos extranjeras, Catalina (36) y Slenka (25): “soy
extranjera y los nombres me costaban […] los logos son sencillos. El
sistema de colores por líneas ayuda a ubicarse en el sistema”; “[el me-
tro] es mucho más accesible visualmente que las palabras […] para los
extranjeros creo que también es más fácil”. Esto mismo aplica para los
mexicanos de diversas provincias del país que han migrado a la capital
por razones de estudio o trabajo. Por ejemplo, Mauricio, un estudiante
de sociología de 28 años, asegura que “una forma para identificar las
estaciones y no perderme era principalmente reconocer las imágenes”.
Pero incluso si el usuario está en capacidad de leer y comprender
las palabras que designan el nombre de cada estación, generalmente
suele apoyarse más en los logotipos que en las palabras para orientar-
se en el sistema. “Es más fácil captar a primera vista una imagen que
227
un texto. Entonces pues es más rápido visualizar donde te vas a bajar
viendo la imagen que tratando de buscar el nombre” (Nemesio, 19);
“muchas veces te guías más por la imagen. Porque por ejemplo viene
el nombre chiquitito entonces dices ‘ah no, me voy a bajar en tal. En
el arbolito’ […] yo así lo hago” (Aketzali, 18). Alejandra, de 61 años,
asegura que sabe leer, pero por problemas de visión y la velocidad del
tren, no alcanza a leer con claridad los nombres de las estaciones, por
lo que confía más en las “figuras”.
Con respecto a la pregunta sobre la apropiación de la narrativa his-
tórica presente en la cartografía, es importante señalar que la mayoría
de entrevistados reconocieron los logotipos del cuestionario y los iden-
tificaron como elementos propios de la historia y la cultura mexicana,
aunque, como explicaré más adelante, esto no implica un conocimien-
to a profundidad sobre los personajes y acontecimientos históricos
que éstos representan.
Para los usuarios, la iconografía del metro se asocia con la “cultura
mexicana” (Miguel, 25); la “identidad” (Ángel, 33; Mauricio, 28; Ana
Belén: 27); el “patrimonio” (Ema, 18); “la raíz […] la historia del México
milenario” (Ángel, 25); los “símbolos nacionales” (Daniel, 22); “un ori-
gen histórico, lugares/sitios históricos” (Felipe, 65; Griselda, 58; San-
tiago 20); “hechos trascendentes” y “héroes” (Leopoldo 57; Jorge 50);
“monumentos que se encuentran ahí” (Brenda, 27); y la “cultura po-
pular y mesoamericana” (Catalina, 36). Estos signos de la comunidad
imaginada, del devenir colectivo, en ocasiones fueron asociados a per-
sonajes específicos, héroes nacionales cuyo reconocimiento se debe a
que “lucharon por México” (Alejandra, 61): “pues vienen siendo parte
de la historia de México, como Hidalgo que es padre de la libertad”
(Aketzali, 18); “está Zapata, está Hidalgo. Son símbolos que represen-
tan lo mexicano” (Margarita, 43).
En general, los entrevistados identifican la Independencia, la Revo-
lución Mexicana y el pasado prehispánico como los tres períodos más
relevantes de la historia que se representa en el metro. Para ellos, los
logotipos de las estaciones remiten a “la historia, desde prehispánica
que es Cuauhtémoc, Popotla (la noche triste), Pino Suárez que ya esta-
mos hablando más de la historia, pos qué es, ¿contemporánea?, lo de
228
Insurgentes también tiene que ver con la Independencia de México […]
son como relacionados con la historia de México, o algo que represente
a la ciudad” (Lourdes, 65); “a nuestras cosas que pasaron aquí en Mé-
xico. Como por decir, ésta es de la revolución, ésta es la constitución
que hicieron, éste es nuestro luchador que fue Hidalgo […] ésta de los
Niños Héroes” (Dafne, 30).
Como vimos en el apartado anterior, la historia narrada en el metro
coincide con la historia oficial que es transmitida en otros espacios
sociales, como la escuela, y algunos de los entrevistados identificaron
esta conexión. “La mayoría de personajes”, dice Santiago (20), “si se
ven en las materias de la escuela y no se, siento que hay muchos datos
históricos que aunque no sean del lugar en el que está la estación, te
hacen recordar tus raíces, tu cultura”. Recordemos que, desde el siglo
XIX, ha sido precisamente la escuela la principal institución encargada
de la transmisión de la memoria nacional, de “hacer circular represen-
taciones, argumentos (explícitos o no), un repertorio de signos y for-
mas que, a través de los aprendizajes escolares, quedaron profunda-
mente incorporados en la cultura común” (HARTOG y REVEL, 2001,
p. 16). Además de la escuela, la familia desempeña un importante rol
en estas pedagogías de la nación, pues “los papás les dicen [a los niños]
vamos a tal, vamos a tal [estación]. Eso significa, los personajes son tal”
(Elizabeth, 50). En cierto sentido, puede afirmarse que la iconografía
del Stcm reitera o refuerza los conocimientos históricos que han sido
adquiridos con anterioridad por los usuarios:
“si tiene una relación con lo que has aprendido en la escuela y un poco tam-
bién de la cultura mexicana. De lo que vas aprendiendo conforme vas cre-
ciendo y la historia oficial mexicana, y te ayuda también a que sea más fácil
la lectura del símbolo […] toda esta simbología se está repitiendo en billetes,
está en los movimientos sociales, no se, en la televisión también. Todo ese
tipo de simbología es muy fácil de reconocer que es de Zapata, lo sabes por-
que tiene el bigote; o la basílica porque sale la Virgen; a Hidalgo lo reconoces
claramente porque tiene el pelo más largo atrás y es pelón. Como te lo van
repitiendo tanto, ya es mucho más fácil reconocerlos” (Luis, 33).
229
 De acuerdo a este testimonio, la efectividad del relato patrio estaría
cifrada en su reiteración constante en diversos medios, soportes y con-
textos. Una especie de actualización de la amplificatio barroca de los
acontecimientos fundacionales, “cuya función es persuadir, a través
de ‘mover los sentimientos’, para que el ciudadano se comprometa a
favor del bien común” (CHINCHILLA, 2000, p. 139). En este proceso
de repetición y sedimentación del significado histórico, la iconografía,
la configuración de un repertorio visual canónico durante los últimos
dos siglos, ha sido central (FLORESCANO, 2005; PÉREZ VEJO, 2012).
Una de las principales razones por las cuales el mexicano promedio
distingue a Hidalgo de Zapata o de Morelos, es porque diversas repre-
sentaciones visuales (aunque también textuales) lo han retratado a uno
calvo, al otro con bigote y bandoleras, al último con un paliacate (paño-
leta). Edgardo (32), recuerda cómo la efigie de Hidalgo utilizada para el
logotipo de la estación del mismo nombre, es prácticamente la misma
que aparecía en la portada del libro de texto con el que estudió cuando
era pequeño: “ponen la silueta de Hidalgo, la representación tal cual”.
Lo interesante es que los testimonios recabados durante el trabajo
de campo, de hecho, permiten cuestionar dicha efectividad del relato
patrio, en su versión de cartografía histórica del Stcm. Si bien la mayo-
ría de usuarios reconocen los símbolos y a qué o quién hacen alusión,
muy pocos dan cuenta de los personajes, lugares y acontecimientos
históricos de una manera precisa, e incluso crítica. En otras palabras,
la historia oficial mexicana se encuentra ampliamente difundida –in-
cluso en el metro–, pero el conocimiento que tiene la gente sobre la
misma es vago.
Aún más: la mayoría de entrevistados cree que el usuario prome-
dio del metro no interpreta los logotipos de las estaciones en tanto
representaciones históricas, es decir, las utilizan pragmáticamente
como señales de orientación en sus recorridos cotidianos, pero rara
vez atienden a la historia que están contando. No suelen reflexionar
sobre su sentido:
“Mi pensar es que en un principio lo hicieron como para recordar, no se,
como para mantener en la mente de las personas los hechos que sucedieron y
230
todo eso. Pero pues en realidad la gente lo toma así como que es simplemente
una imagen que tu ves y la tomas como que ahí voy, a ese lugar. No tanto
como lo que pasó, lo que significa la imagen” (Nemesio, 19).
“pos no creo que le demos mucha importancia. O sea, más bien es como ahí
me bajo, ahí tengo que llegar, pero como que no es algo que lo relacionemos
tanto con nuestra historia” (Griselda, 58).
“La gente lo recuerda más por la estación y no por lo que pasó, o sea, como
que no la relacionan. Yo si, pero la mayoría de la gente es ‘voy a la campanita’,
pero no saben por qué se llama Insurgentes” (Nadia, 33).
Pareciera que en la ciudad subterránea predominara un régimen
de historicidad presentista, fraguado al ritmo del tiempo acelerado del
capitalismo1. El pasado está ahí, en cada uno de los íconos, pero en rea-
lidad no es una presencia importante. Lo que importa, para la mayoría,
es el presente inmediato: “la gente va a trabajar y como que va pensan-
do en otra cosa […] yo creo que la gente va más centrada en lo que va a
hacer en su día que realmente en pensar en la historia del logotipo del
metro” (Carlos Javier, 20). La gente “vive a prisa […] demasiado rápido”
(Nadia, 33), y viajar en el metro se convierte en una “costumbre” que
implica memorizar unos recorridos de los cuáles los logotipos son se-
ñales, pero no necesariamente hacer una reflexión consciente sobre el
significado de los mismos (Edgardo, 32; Brenda, 24).
Algo similar apuntaba Augé para el caso del metro parisino. Allí,
los nombres de las estaciones “no evocan ni con suficiente fuerza ni
con suficiente regularidad la historia que celebran, como para que
pueda nacer, necesariamente, algo que se parezca a una emoción co-
lectiva del cruce de su presunto referente común y de la diversidad de
los recorridos singulares” (1987, p. 35-36). Más bien, en el metro, el
lugar de “la colectividad sin el festejo y la soledad sin el aislamiento”, lo
1 Régimen de historicidad es un concepto que permitiría comprender las
relaciones y disposiciones de una sociedad determinada hacia la temporalidad y
la historia (HARTOG, 2007).
231
que habría sería una relación personal, individual, tanto con el espacio
como con la memoria:
“No es pues absolutamente cierto que los viajeros del metro no tenga nun-
ca nada en común o que no tenga ocasiones de percibir que comparten con
otros algunas referencias históricas o algunos restos del pasado. Sólo que
esta experiencia rara vez es colectiva. El metro no es un lugar de sincronía,
a pesar de la regularidad de los horarios: cada cual celebra por su cuenta sus
fiestas y sus cumpleaños, cada biografía es singular y el humor de un mismo
individuo es bastante variable para que una efervescencia colectiva tenga la
posibilidad de producirse en las estaciones […] Pero sobre todo, hay que ad-
mitir que cotidianamente los individuos toman, como se dice, itinerarios que
no pueden dejar de tomar, atados a los recuerdos que nacen de la costumbre
y a veces la subvierten; los individuos rozan, ignorándola pero presintiéndo-
la a veces, la historia de los demás, y pasan por los caminos marcados por una
memoria colectiva trivializada cuya eficacia sólo se percibe ocasionalmente a
la distancia” (AUGÉ, 1987, p. 45, 46-47).
Esta idea de la trivialización de los avatares de la memoria colectiva
en el metro también se percibe en la Ciudad de México. Para Raimundo
(27), el problema no es que los usuarios no “vean” o “lean” los íconos
(que los pasen de largo en sus veloces recorridos diarios), sino todo lo
contrario, que los “vean” y “lean” constantemente, es decir, el proble-
ma sería su sobreexposición: “yo creo que se banaliza, más bien. Por-
que ya saben que Zapata es el de bigotes y ya, pero en realidad tanto lo
ves que menos te interesas por investigarlo. Te saturas”. Además de la
saturación, otra posibilidad de recepción por parte de los usuarios es
la resignificación, es decir, la variación del sentido original asignado a
cada uno de los logotipos a partir de nuevas lecturas, apropiaciones o
invenciones. Como sucede en el caso de la niña que lee en el ícono de
Pino Suárez no la pirámide del dios Ehécatl sino unos hot cakes1 o en
1 “Yo digo que si [se orienta en el metro gracias a los logotipos]. Porque al menos
mis hijos van reconociendo. Por ejemplo ella [señala a su hija de unos 4 años] le
digo vamos al centro, y ella dice que son hot cakes en Pino Suárez. Vamos con tu
232
las intervenciones de la Redretro que abordaré más adelante.
El hecho de que la mayoría de pasajeros no le den mayor importan-
cia a las representaciones históricas desplegadas en el Stcm es algo que
preocupa a varios de los entrevistados. Consideran importante cono-
cer y apropiarse de éstas, pues “son nuestras raíces, o sea, es de donde
vengo, sino cómo voy a tener una identidad como mexicano” (Juliana,
30); “se han perdido las costumbres, pero en el metro está la historia
y las raíces. El metro ya hace parte de la historia” (Ángel, 25). Incluso,
uno de los participantes sugirió que se trata de un problema genera-
cional, ya que “hay chavos que hasta ya van en la universidad”, pero no
conocen la historia de personajes como Zapata o de Hidalgo “porque
están ahora más enfocados al internet, a los teléfonos, a vivir lo que les
llama la atención” (Jorge, 50).
Finalmente, hubo otros, pocos, que sostuvieron una postura crítica
con respecto a la narrativa histórica presentada en el metro, por consi-
derarla un mero reflejo de la historia oficial, con sus énfasis y silencios.
Para Aurelio (50), los personajes que dan nombre a las estaciones del
metro “son comúnmente reconocidos, en las escuelas, desde la prima-
ria, te muestran ¿no? Los libros de historia, te muestran la historia de
México. Que no siempre es la adecuada, ¿no? La historia oficial nunca
te va a contar realmente como sucedieron las cosas”. Donovan (32), por
su parte, considera que los logotipos “son parte del código canónico
de la representación nacional. Son iconos calcados del calendario cí-
vico, de los relatos oficiales de la historia que fijan una interpretación
relativamente estable de los sucesos nacionales”, y apuntó que “la inte-
gración del pasado indígena en el relato oficial de la nación […] forma
parte de la específica manera de patrimonialización del pasado en los
objetos y ruinas que conserva el Estado”2.
abuela, ah nos vamos a bajar en la campana” (Anabel, 31).
2 Este tipo de opiniones fueron más comunes en participantes con estudios
profesionales o de posgrado. Al parecer, la educación superior permite formar
juicios críticos que trascienden los lugares comunes de la enseñanza histórica
de la primaria y la preparatoria. Esta tendencia coincide con los hallazgos de la
investigación de Andrea Sánchez sobre enseñanza y percepción de la historia en
Ciudad de México. Según esta autora, “una mayor preparación académica y una
mejor ubicación socioeconómica orienta a una mejor percepción del sentido de
233
 La cartografía dislocada: la propuesta de Redretro
“Redretro. Sistemas de Transporte Onírico” es un colectivo de arte
urbano creado en 2006 en Madrid, España. Su objetivo es plantear
“sutiles intervenciones de carácter poético y crítico en los sistemas de
transporte de ciudades de todo el mundo”. Por ejemplo, trabajan con
la señalización de estaciones de metro “cambiando temporalmente en
algunos lugares estratégicos nombres y narrativas públicas, buscando
así ofrecer otros significados y estímulos frente a la jerarquización del
entorno urbano” (REDRETRO).
Este trabajo de “subversión semiótica” (cambiar letras, logotipos
o colores) se hace de manera colaborativa con “simpatizantes y vo-
luntarios que desarrollan las acciones y sugieren nuevos proyectos”,
y teniendo en cuenta algunos principios básicos, como “no realizar
ningún daño permanente, evitar provocar un caos explícito y man-
tener una perspectiva crítica” (REDRETRO). El colectivo ha realizado
acciones en sistemas de transporte de Madrid, Berlín, Buenos Aires y
Ciudad de México.
En el metro de la Ciudad de México algunas de las intervenciones
realizadas por Redretro han sido: el cambio del nombre de la estación
Patriotismo (L9) por Matriotismo, y la sustitución del logotipo (la ban-
dera nacional) por un útero, para llamar la atención sobre la violencia
de género y el machismo, también presentes en el espacio/transporte
público y la representación de la historia (2013); la transformación de
Normal (L2), Guerrero (L3 y LB), Niños Héroes (L3) e Iztapalapa (L8)
en Normalistas, 43 Guerreros, 43 Niños Héroes, y Ayotzinapa, con el
objetivo de denunciar la desaparición de los normalistas de Ayotzina-
pa (2014, 2016); el cambio del logotipo de la estación Lázaro Cárdenas
por el ícono de la petrolera Shell, para denunciar la privatización del
petróleo agenciada por la reforma energética del gobierno de Enrique
Peña Nieto (2014)1; en la Villa-Basílica (L6) reemplazaron el ícono de la
la historia” (2002, p. 231).
1 El presidente Lázaro Cárdenas es recordado porque llevó a cabo la expropia-
ción del petróleo a las empresas extranjeras y nacionalizó la industria petrolera
234
virgen de Guadalupe por uno de la diosa Coatlicue, y en Tepito (LB)
cambiaron el guante de boxeo por la efigie de la Santa Muerte, rindien-
do homenaje a la cosmovisión prehispánica y a la religiosidad popular
(2015); a la estación Viveros-Derechos Humanos (L3) le agregaron unos
símbolos de interrogación (¿?) poniendo de realce su vulnerabilidad en
México (2015); Salto del agua fue cambiado, en un mensaje ecológico,
por Salven el agua (2015); Sevilla (L1) fue momentáneamente Semilla
(2016); y Constitución de 1917 (L8) pasó a ser Destitución, con el logoti-
po representando la efigie de Enrique Peña Nieto con su característico
copete y banda presidencial (2016).
Desde mi punto de vista, lo interesante de estas acciones, que pueden
considerarse “golpes de memoria” en el espacio público (EL COLECTI-
VO, 2009), es que hacen irrumpir en el metro problemáticas, ya sean de
larga duración o propias de la historia reciente, de los que la cartogra-
fía histórica del metro no se había hecho cargo, interfiriendo en y resig-
nificando los tradicionales códigos visuales de la historia patria. Y todo
esto, a partir de lo performativo, lo clandestino, lo efímero que provoca
resonancias, ondas, ecos capaces de alterar la cotidianidad:
“Queremos que la gente se divierta, reflexione, se enoje, y que voltee a ver un
mundo diferente. Queremos quitarle el trono de la atención a la publicidad. So-
mos anónimos, nunca dejamos marcas duraderas, somos efímeros y abrimos
puertas que pueden dar acceso a otras dimensiones por un tiempo limitado,
portales que desaparecen como desaparece una huella en una playa de are-
na. Alteramos la cotidianidad desde el punto de vista de que abordamos otra
realidad al mostrar otra versión, de ese plano de lo real” (MENDOZA, 2015).
Y, ¿qué piensa la gente de estas propuestas? Para comenzar, habría
que señalar que varios de los participantes en el cuestionario no reco-
nocieron las fotografías de la Redretro como intervenciones artísticas
y las confundieron con obras de mejoras en las instalaciones del metro,
y por lo tanto estaban de acuerdo con éstas, o bien con vandalismo, y
en 1938 (ABOITES, 2008, p. 481-483).
235
las rechazaban. No obstante, la mayoría las identificó como acciones
artísticas que representan una forma de protesta y sensibilización le-
gítima, creativa, y necesaria (Ana Belén, 27; Miguel, 25). Varios expre-
saron que la importancia de estas acciones radica en que se hacen en
un espacio público ampliamente transitado, donde confluyen perso-
nas de diferentes contextos y procedencias (Slenka, 25; Raimundo 27).
Otros, como Mauricio (28) apuntaron que “causan gracia, son diver-
tidas, [usan el] registro de la ironía para cuestionar el mal gobierno”.
También fueron bastante frecuentes las alusiones a que el metro se
convierte, a través de estas prácticas artísticas, en un medio de infor-
mación que funciona como alternativa frente a la desinformación de
los medios de comunicación hegemónicos, en particular de los “noti-
cieros” (Aurelio 50; Aketzali, 18; Griselda, 22).
Para Ema (18), estas intervenciones son relevantes porque hablan de
situaciones recientes que también constituyen la experiencia histórica
mexicana: “también es historia […] la gente nada más lo ve en las noti-
cias, pero ya cuando viaja en metro servirá la historia. Es decir, el mis-
mo metro te lo recuerda que la gente seguirá pidiendo una respuesta
de lo que pasó con Ayotzinapa”. A Alejandra (61) le llamó la atención
particularmente la acción de Salven el agua, pues está relacionada con
una problemática que la afecta directamente, pues en Ecatepec, donde
reside, la población no cuenta con agua potable y tiene que comprar
garrafón para beber y bañarse. Finalmente, Ivone (29) coincide con mi
apreciación: para ella, lo más interesante de estas propuestas es el tra-
bajo de resignificación que operan:
“Una forma como de expresar el malestar social. Y entonces que vengan en
el metro, es bien interesante, porque vas como resignificando los momentos
históricos y las cosas culturales en México. Es como una intervención que
yo creo que todo el tiempo se va a dar, como que es inevitable, no podría
pasar un movimiento social sin que se exprese en esta parte de la ciudad
que además es súper importante, no sólo por la cantidad de personas que se
transportan a diario, sino por la simbología”.
236
Sin embargo, algunos de los que manifestaron estar de acuerdo con
estas propuestas, también señalaron algunas limitaciones o críticas.
La más común es que las intervenciones son demasiado sutiles y por
lo tanto pueden resultar crípticas o difíciles de comprender para la
mayoría de los usuarios (Carlos, 20), o bien que debido a su carácter
efímero resulten poco trascendentes (Catalina, 36). Para el filósofo Do-
novan (32), es problemático el concepto de “matriotismo” pues supone
la utopía de una inversión del poder patriarcal, a la vez que el logotipo
del útero “enfatiza un carácter esencialista de esta protesta, creo, pues
fija la identidad femenina en el órgano reproductivo y la enlaza con la
idea de madre”.
Otro grupo de entrevistados, menos numeroso, reconoció la impor-
tancia de las problemáticas abordadas por Redretro, pero no consi-
dera que la manera más adecuada de expresar el descontento social
sea modificando el sistema de señalización del metro. El argumento
principal de estas personas es que la alteración de los nombres y logo-
tipos de las estaciones puede generar desorientación y confusión en los
usuarios (Nemesio, 19; Carlos Javier, 20).
Por último, una minoría de participantes, de tendencia conserva-
dora, rechazaron las intervenciones, tanto porque representan una
alteración (ataque) al sistema de señalización del metro y la narrativa
histórica que presenta, como porque sostienen posturas políticas radi-
calmente diferentes a las expresadas por los artistas. “No me agrada la
deformación”, comentó Elizabeth (50), mientras que Juliana (30) deses-
timó las intervenciones relacionadas con los normalistas de Ayotzina-
pa, desconociendo (e incluso justificando) su desaparición: “Yo no estoy
de acuerdo. Y menos con esto. Se me hacen como muy grotescas. Bueno
yo no participo en nada de esto. O sea, se que si murieron, pero a mi
no me consta que existieron. Porque también era gente que era muy
mitotera1. Bueno, es que yo crecí en una familia muy conservadora, en-
1 Mitote (del náhuatl mitotiqui “danzante”, de itotia “bailar”) es un término colo-
quial en México para designar un problema, tumulto o vocerío. Mitoteros son,
entonces, los que causan problemas.
237
tonces a mi me enseñaron: si tu te metes en problemas, que esperas”.
El ingeniero Felipe (65), desde una postura similar, considera que
no deberían cambiar los nombres de las estaciones, pues no se respe-
ta su “origen histórico”. Por ejemplo, para él es una “pendejada” que
hayan agregado “Derechos Humanos” a la estación Viveros (L3), pues
“derechos humanos se dedica a defender delincuentes”. Y si esta es su
reacción frente a un cambio oficial del Stcm, su percepción de las ac-
ciones clandestinas de Redretro es aún más negativa, especialmente
aquellas relacionadas con los normalistas, unos “cabrones revoltosos
que ni estudian ni nada, chamacos echando desmadre” y la de Matrio-
tismo: “digo, si los señores salieron del closet, pues que bueno. Pero lo
que no me parece, si quieren casarse que se casen […] pero por ejem-
plo, a los niños no tienen porque perturbarles en su moral y en su sano
desarrollo”. Debe tenerse en cuenta que, para los entrevistados que se
alinearon en esta postura, las propuestas más moderadas o aparente-
mente apolíticas, como la de Salven el agua, si resultaron aceptables.
Última parada
nera en que el equipo liderado por Wyman y los administradores del
Stcm, diseñaron y desplegaron en el espacio urbano subterráneo un
relato histórico basado en imágenes que en líneas generales es una
variante más de la historia oficial; por otro, las diversas prácticas de
recepción (apropiación, indiferencia, resignificación y cuestionamien-
to) de dicho relato por parte de los usuarios del metro o de colectivos
artísticos como la Redretro.
El estudio de esta cartografía histórica y de sus lecturas es un buen
ejemplo de que la historia puede comunicarse de muy diversas mane-
ras, y de que, en tanto forma de representación del pasado, siempre
está abierta a una reelaboración constante por parte de múltiples su-
jetos y actores sociales. Considero que es fundamental que los histo-
riadores nos mantengamos alerta frente a estos procesos de comuni-
cación y reelaboración, pues, como tuve la oportunidad de aprender
de una maestra, “al parecer, lo apremiante hoy, no sólo, pero también
para los historiadores, es la reflexión de la historia en términos de la
vida cotidiana” (CHINCHILLA, 2000, p. 130). §

Hace algunos años, cuando estuve en Ciudad de México por prime-

ra vez, recuerdo que utilizar el metro fue una experiencia muy emo-
cionante, y ello obedeció en gran medida al sistema de orientación y
señalización basado en imágenes. Los logotipos, los colores y cierta
estética retro de los años sesenta captaron mi atención de inmediato
en ese viaje de Ciudad Universitaria hacia Bellas Artes. Fue uno de
los primeros indicios que tuve, como visitante pasajero que era en ese
momento, de la importancia, del peso del pasado en la sociedad mexi-
cana contemporánea. Años después, ya como residente de la ciudad y
usuario frecuente del metro, comprendí que la iconografía del metro,
lo que he llamado en este ensayo “cartografía histórica”, es uno de los
medios más comunes y cotidianos a través de los cuales los habitantes
de la ciudad entran en contacto con “la historia”, o con representacio-
nes históricas, para ser más exactos.
A lo largo de este ensayo, mi preocupación central fue explorar los
usos públicos de la historia en el metro mexicano: por un lado, la ma-

238 239
Referencias
ABOITES, “El último tramo, 1929-2000”. En: Nueva Historia Mínima de
México Ilustrada. México: El Colegio de México, p. 469-539, 2008.
ARDÁN, Carlo. “Arqueología en el metro de la Ciudad de México”,
2012. En: http://www.metro.cdmx.gob.mx/arqueologia/titulos.
html, consultado el 3 de marzo de 2017.
AUGÉ, Marc. El viajero subterráneo. Un etnólogo en el metro. Barce-
lona: Gedisa, 1987.
CASTAÑEDA, Quetzil. “Aproaching ruins. A photo-ethnography es-
say on the bussy intersections of Chichén Itzá”. En: Visual Anthro-
pology Review, Arlington, núm. 16 (2), 2001, pp. 43-70.
CHINCHILLA, Perla. “¿Aprender historia o aprender de la historia?”.
En:  Historia y Grafía, Ciudad de México, núm. 15, 2000, pp. 119-150.
DOMÍNGUEZ, Olivia. Trovadores posmodernos. Músicos en el Sistema
de Transporte Colectivo Metro. México: Unam, 2010.
EL COLECTIVO, “Declaración”. En: E-MISFÉRICA 6.1, 2009. http://
hemi.nyu.edu/hemi/es/el-colectivo-declaracion, consultado el 3 de
marzo de 2017.
EL ECONOMISTA, “Turismo de la Ciudad de México superó expecta-
tivas”, El Economista, 8 de febrero de 2016. En: http://eleconomista.
com.mx/distrito-federal/2016/02/08/turismo-ciudad-mexico-supe-
ro-expectativas-2015, consultado el 3 de marzo de 2017.
FLORESCANO, Enrique. Imágenes de la patria a través de los siglos.
México: Taurus, 2005.
GARCÍA, Pilar. “De ida y vuelta. Lance Wyman: íconos urbanos”. En:
Lance Wyman. De ida y vuelta: íconos urbanos. México: Museo Uni-
versitario de Arte Contemporáneo, p. 6-19, 2014.
GOBIERNO DEL DISTRITO FEDERAL. El metro es de todos. México,
Gdf: 2014.
GORBACH, Frida. “La ‘Historia Nacional’ mexicana. Pasado, presente
y futuro”. En: Rufer, Mario (coord.). Nación y diferencia. Procesos de
identificación y formaciones de otredad en contextos poscoloniales.
México: Ítaca, p. 105-122, 2012.
HALBWACHS, Maurice. La memoria colectiva. Zaragoza: Prensas
240
Universitarias de Zaragoza, 2004.
HARTOG, François. Regímenes de historicidad. Presentismo y expe-
riencias del tiempo. México: Universidad Iberoamericana, 2007.
HARTOG, François y REVEL, Jacques. Les usages politiques du passé.
París: Les Éditions de l’École des Hautes Études en Sciences Socia-
les, 2001.
HOELSCHER, Steven y ALDERMAN, Derek. “Memory and place: geo-
graphies of a critical relationship”. En: Social & Cultural Geography,
Londres, núm. 3, 2004, pp. 347-355.
INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA Y GEOGRAFÍA, “Analfa-
betismo”. 2015a. En: http://cuentame.inegi.org.mx/poblacion/anal-
fabeta.aspx?tema=P, consultado el 3 de marzo de 2017.
INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA Y GEOGRAFÍA, “Ha-
blantes de lengua indígena en México”, 2015b. En: http://cuentame.
inegi.org.mx/poblacion/lindigena.aspx?tema=P, consultado el 3 de
marzo de 2017.
MEDINA, Roberto. Un transporte de aventuras. El Metro a través de la
mirada de los niños. México: Sistema de Transporte Colectivo Me-
tro, 2013.
MENDOZA, Christian. “Redretro”. En: La Tempestad, 2015. http://la-
tempestad.mx/entrevistas/Redretro-performance-accion-arte-ur-
bano-acto-poetico-sistema-de-transporte-colectivo-manifesta-
cion-politica, consultado el 3 de marzo de 2017.
MONSIVAIS, Carlos. “La hora del transporte. El metro: viaje al final del
apretujón”. En: Los rituales del caos, México: Era, p. 111-113, 1995.
NAVARRO, Bernardo. Ciudad de México: el metro y sus usuarios. Mé-
xico: Uam-Xochimilco, 1993.
NAVARRO, Bernardo y BACELIS, Sandra. “El metro como sistema de
transportación masiva”. En: Ciudad de México en el fin del segundo
milenio. México: El Colegio de México/Gdf, p. 378-383, 2000.
ORENSANZ, Felipe y DURÁN, Rodrigo. “Encontrar el camino. Una
conversación con Lance Wyman”. En: Lance Wyman. De ida y vuel-
ta: íconos urbanos. México: Museo Universitario de Arte Contem-
poráneo, p. 32-39, 2014.
PERALTA, Araceli. Hallazgos en el Metro de la ciudad de México: ar-
241
 queología y acervos. México, I nah, 1996.
PÉREZ VEJO, Tomás. “La representación de las revoluciones de la in-
dependencia en la pintura oficial hispanoamericana del primer siglo
de vida independiente: entre la memoria y la historia”. En: BUTRÓN
PRIDA, Gonzalo. Las Españas y las Américas: los españoles de am-
bos lados ante la crisis de independencia. Cádiz: Servicio de Publica-
ciones de la Universidad de Cádiz, p. 251-274, 2012.
REDRETRO. Sistema de Transporte Onírico. En: Redretro.net, consul-
tado el 3 de marzo de 2017.
RIVERA CUSICANQUI, Silvia. Sociología de la imagen. Miradas ch’ixi
desde la historia andina. Buenos Aires: Tinta Limón, 2015.
SAID, Edward. “Invention, memory and place”. En: Mitchel, W. J. T.
(ed.). Landscape and power. Chicago y Londres: Chicago University
Press, p. 241-259, 2002.
SÁNCHEZ, Andrea. Reencuentro con la historia. Teoría y praxis de su
enseñanza en México. México: Unam, 2002.
SISTEMA DE TRANSPORTE COLECTIVO METRO. Cifras de opera-
ción. 2015a. En: http://www.metro.cdmx.gob.mx/operacion/cifra-
soperacion.html, consultado el 3 de marzo de 2017.
SISTEMA DE TRANSPORTE COLECTIVO METRO. Lance Wyman y
la comunicación visual en el metro. 2015b. En: http://www.metro.
cdmx.gob.mx/red/iconografia.html, consultado el 3 de marzo de
2017.
VELA, Enrique. “Catálogo visual. Lo prehispánico en el imaginario
mexicano”. En: Arqueología Mexicana, México, núm. 46, p. 24-87,
2012.

242
Sobre los autores

Cristina Desentis Torres

Arqueóloga por la Universidad de las Américas Puebla (Udlap) (2011),

ha colaborado en diversos proyectos arqueológicos en los estados de
Oaxaca y Puebla. Coautora de ponencias en el XVI Congreso Nacional
de Estudiantes en Ciencias Antropológicas (Buap, 2006), la 74 th y 76
th Annual Meeting of the Society for American Archaeology (2009 y
2011) y el VIII Coloquio Pedro Bosch Gimpera (Unam, 2014). Labora
desde 2007 en la Coordinación de Apoyo Arqueológico de la Udlap en
la ciudad de Cholula, Puebla. Estudiante de la Maestría en Humanida-
des, línea formación docente en la Universidad Autónoma de Zacate-
cas, en el eje de Gestión del Patrimonio Cultural.

Mario Norberto Fernández Damas

Aturdido por las peleas con sus memorias personales y los modos en
que éstas abusaban de sus azares, comienza a estudiar Psicología en
la Universidad de La Habana y Psicoanálisis en la Nueva Escuela La-
caniana – Sede La Habana. Dicha formación acrecentó las disputas y
el autor se abocó a los estudios sociales como recurso para tratar su
interioridad a partir de los usos de las memorias públicas. Varios di-
plomados en ciencias sociales con distintas universidades y semina-
rios virtuales con CLACSO, le introdujeron a pensarse entonces desde
las herramientas de la antropología cultural y los estudios culturales
aplicados a Latinoamérica y el Caribe. Pero los conflictos continúan …

245
Blanca Gutiérrez Galindo Sebastián Vargas Álvarez

Doctora en Historia del Arte por la Facultad de Filosofía y Letras de
la Unam. Es profesora titular de arte del siglo XX, arte contemporá-
neo y teoría del arte en el Posgrado en Artes y Diseño de la Facultad
de Artes y Diseño de la Unam. Forma parte del Sistema Nacional de
Investigadores. Su campo de investigación es el arte contemporáneo.
Sobre la relación entre arte y geopolítica durante la Guerra fría realizó
la Antología El arte en la República Democrática Alemana 1949-1989 y
el libro En la República Democrática Alemana la pintura es más alema-
na. El arte de la RDA en la Alemania unificada (ambos en proceso de
publicación).  Ha colaborado en publicaciones como Exit, Art Nexus,
Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, Alzaprima, Interior
gráfico y Diseñarte MM1. En la actualidad investiga la relación entre
prácticas artísticas y movimientos sociales en el contexto de la llamada
guerra contra el narcotráfico en México.
Historiador y Magíster en Estudios Culturales de la Universidad Jave-
riana (Bogotá). Doctor en Historia por la Universidad Iberoamericana,
Ciudad de México. Ha sido profesor e investigador de la Universidad
Minuto de Dios, la Universidad Javeriana y de la Universidad del Rosa-
rio, en Colombia; y de la Universidad Iberoamericana y de 17 Instituto
de Estudios Críticos, en México. Algunas de sus áreas de interés son la
teoría de la historia y la historiografía, los estudios culturales, y las re-
laciones entre historia y memoria. Es autor de los libros Desentonando
el himno de Bogotá. Historia y crítica de un símbolo 1974-2010 (Bogo-
tá: Universidad Javeriana, 2014) y de Tripido: historia, construcción de
verdad y violencia (Bogotá: Publicaciones La Sorda, 2015).

Juan Camilo Riobó Rodríguez

Maestro en Historia por la Universidad Michoacana de San Nicolás

de Hidalgo (Morelia, México). Licenciado en Ciencias Sociales por la
Universidad Distrital Francisco José de Caldas (Bogotá, Colombia). Es-
tancia de investigación en la Universidad Federal de Sergipe (Aracaju,
Brasil). Temas de interés:  historia cultural, historia y literatura, histo-
ria y memoria, cultura popular.

246 247