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Hacia el año 900 d. C. se inicia la decadencia de los estados Huari y Tiahuanaco en el área
central andina. En el caso de Huari, la ciudad de Wari empieza a perder poder político en
contraposición a alguna de sus ciudades periféricas, como lo demuestra el caso
de Pachacamac situado frente al mar.6 En tanto en el caso de Tiahuanaco, el proceso de
decadencia se inicia en sus colonias de la costa de manera sangrienta, como lo evidencia el
caso de Azapa;7 en el Collao, en cambio, Tiahuanco fue perdiendo su poder gradualmente y
mientras perdía hegemonía su población fue emigrando y fundando poblaciones nuevas.7
Como una hipótesis sobre la decadencia de Huari y Tiahuanaco, existen evidencias de un
prolongado periodo de sequía que duró desde el año 900 d. C. hasta el 1200 d. C. en los
andes centrales.6 Arqueológicamente, existen evidencias de largos procesos migratorios de
población a lo largo en los andes durante los periodos post-huari y post-tiahuanaco. La
arqueología revela que en los valles interandinos, la población construyó sus asentamientos
en lo alto de cerros procurando la seguridad, lo que nos habla de un prolongado periodo de
enfrentamientos étnicos. En la costa, en tanto, varios grupos alcanzaban estabilidad política,
como lo demuestran los casos de Chincha, Chimú y Huancavelica.6
Este periodo histórico fue plasmado en leyendas y mitos andinos de diferentes maneras. En
las tradiciones orales de los Andes se hace referencia a que en el principio los pueblos
realizaron largas caminatas buscando tierras fértiles, surgiendo héroes míticos que eran, por
lo general, semi-divinos y que iban siendo guiados por seres sobrenaturales (el sol, la luna,
etcétera). Estos héroes míticos generalmente tenían algún poder. De esa manera surgen las
figuras de Manco Cápac, en el caso fundacional del Cuzco; o Pariaccaca en el caso
de Huarochirí.4