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Hobsbawm, E.: “ IV.

La caída del liberalismo”

Si el camino hacia la Primera Guerra Mundial había estado marcado por un avance del liberalismo político, el
período de entreguerras fue testigo de su fuerte retroceso.
Hacia 1914, muy pocos se oponían a los principios de la Ilustración: la Iglesia católica, algunos intelectuales
rebeldes (hijos de la misma civilización de la que renegaban) y los movimientos de masas nacidos al calor del
proceso de democratización. Pero inclusive estos últimos compartían con las atemorizadas elites la defensa de
los valores liberales: razón, ciencia, progreso, educación, libertad individual. Lo que rechazaban era el sistema
económico, no el gobierno constitucional y los principios de convivencia.
La Primera Guerra Mundial pareció acelerar el avance de la democracia liberal: con excepción de la URSS
todos los regímenes de la posguerra, viejos o nuevos, eran regímenes parlamentarios representativos.1 Sin
embargo, este proceso se revirtió en los años siguientes, agudizándose con la llegada de Hitler al poder en 1933.
En los veinte años de retroceso del liberalismo ningún régimen democrático-liberal fue desalojado del poder
desde la izquierda. El comunismo será una amenaza recién en la Guerra Fría, pero no así en el período de
entreguerras, en donde la URSS estaba aislada y los partidos socialdemócratas estaban comprometidos con la
democracia. El peligro procedía exclusivamente de los movimientos de derecha, que representaban una
amenaza no sólo al gobierno constitucional y representativo sino a la civilización liberal como tal, por su
contenido ideológico de alcance mundial.
Estos movimientos se engloban dentro del “FASCISMO” pero no todas las fuerzas que derrocaron regímenes
liberales fueron fascistas. No obstante, el fascismo sirvió de inspiración a estas fuerzas antiliberales y le dio a la
derecha internacional una confianza histórica.Y aunque sus orígenes e inspiraciones fueran distintos y disímiles
de los propiamente fascistas, no había una línea de separación entre ellos puesto que compartían los mismos
enemigos y objetivos.2
Estas fuerzas antiliberales compartían: a) el rechazo hacia la revolución social; b) un carácter autoritario y hostil
a las instituciones políticas liberales; c) la defensa del ejército y de la policía por representar la fuerza inmediata
contra la subversión; d) el nacionalismo.
Hobsbawm señala tres tipos de fuerzas antiliberales:
1) Derecha conservadora tradicional: no tenían una ideología concreta, más allá del anticomunismo y los
prejuicios tradicionales de su clase. Si apoyaron a Hitler y a los movimientos fascistas fue porque en la
coyuntura del período de entreguerras la alianza natural era la de todos los sectores de la derecha. Pero en
ocasiones el nacionalismo fue un límite a este tipo de alianzas (Churchill se unió al antifascismo cuando vio que
Alemania amenazaba a a Gran Bretaña, pero antes había manifestado simpatía por Mussolini y Franco)
2) Estados orgánicos o corporativos: regímenes conservadores que más que defender el orden tradicional,
recreaban sus principios como una forma de resistencia al individualismo liberal y al desafío que planteaba el
movimiento obrero y el socialismo. Esta doctrina pensaba a la sociedad como un cuerpo orgánico que presenta
jerarquías fundadas en una diferenciación funcional. Estaban en contra de la democracia electoral. Defendían la
sustitución del parlamento por una representación de las diferentes corporaciones que constituyen a la sociedad.
El Estado aparece como una «colaboración de clases», una «armonía de intereses» en el marco de las
corporaciones.
3) Fascismo: El primer movimiento fascista fue el italiano, que dio nombre al movimiento, creación de
Mussolini, seguido de la versión alemana creada por Hitler, quien reconocía su deuda con éste último.
La llegada de Hitler al poder en 1933 y el ascenso de Alemania como potencia mundial de primer orden
permitieron que el fascismo se convirtiera en un movimiento general, un equivalente de la derecha del
comunismo internacional, con Berlín como su Moscú. Sin ello el fascismo no habría ejercido influencia
importante fuera de Europa. Salvo el italiano, todos los movimientos fascistas se establecieron después de la
subida de Hitler al poder.
Es difícil establecer el nexo en común entre las diferentes corrientes del fascismo puesto que la teoría no era el
punto fuerte de estos movimientos que predicaban la insuficiencia de la razón y del racionalismo, y la
superioridad del instinto y la voluntad. Sin embargo, lo propio del fascismo era lo siguiente:
 Empleaba técnicas de la democracia de masas. Las movilizaba desde abajo. Pertenecía a la era de la
política democrática y popular que los reaccionarios tradicionales rechazaban y que los paladines del
estado orgánico intentaban sobrepasar. El fascismo gustaba de las movilizaciones de masas.

1
Vale aclarar que estos estados se hallaban en Europa y en América, el resto de la población mundial vivía bajo el sistema colonial.
2
Por ejemplo, la Iglesia católica no era fascista, más bien contraria a los estados laicos con pretensiones totalitarias. Pero la unía a los
fascistas su odio a la Ilustración del siglo XVIII, a la Revolución Francesa y a sus hijos: democracia, el liberalismo y el comunismo
ateo.
 Propugnaba valores tradicionales pero no era tradicionalista. Aunque propugnaba valores tradicionales
y desconfiaba de la cultura moderna, buscaron suplantar a los guardianes históricos del orden conservador
(la Iglesia y la monarquía) por un principio de liderazgo encarnado en el hombre hecho a sí mismo y
legitimado por el apoyo de las masas, y por una ideología de carácter laico.
 Conjugó creencias irracionales y rechazo de la Ilustración con modernización tecnológica. Su
tradición era un artificio. Su racismo no se fundaba en el pasado sino en el futuro, auspiciado por la nueva
ciencia de la genética que iba a posibilitar crear una superraza humana, eliminando a los débiles y
reproduciendo a los más aptos.
Estos movimientos no tradicionales de la derecha radical surgieron en los países europeos a finales del siglo
XIX como reacción contra el liberalismo (contra la transformación acelerada de las sociedades por el
capitalismo), contra el socialismo y contra la corriente de extranjeros que se desplazaban de uno otro lado del
planeta en el mayor movimiento migratorio que la historia había registrado. Esto anticipó lo que ocurriría en el
siglo XX, iniciando la xenofobia masiva, de la que el racismo (protección de la raza pura frente a la
contaminación de hordas subhumanas invasoras) pasó a ser la expresión habitual.
Estos movimientos tenían en común el resentimiento de los humildes en una sociedad que los aplastaba entre el
gran capital, por un lado, y los movimientos obreros en ascenso, por el otro. Dicho sentimiento encontró su
expresión más característica en el antisemitismo, que a finales del XIX comenzó a animar, en diversos países,
movimientos políticos específicos basados en la hostilidad hacia los judíos, que podían servir como símbolos
del odiado capitalista/financiero, del agitador revolucionario, de competidores desleales en profesiones que
requerían de cierta instrucción, de extranjeros e intrusos, de intelectuales desarraigados nocivos para la
sociedad, etc.
Si bien el rechazo hacia los judíos ya estaba presente en el siglo XIX (lo cual permite pensar en una línea de
continuidad entre este antisemitismo original y el exterminio de judíos durante la segunda guerra mundial), la
violencia ocasional e intermitente de ciertos grupos hacia los judíos por aquel entonces no contaba con el visto
bueno de un mundo que aún creía en el progreso de la civilización.
La retórica y la teoría de los nuevos movimientos de derecha radical fueron formuladas por intelectuales
nacionalistas en la década de 1890. De hecho, el término nacionalismo se creó en estos años para describir a
estos nuevos portavoces de la reacción. Su discurso fue más influyente en aquellos países donde no prevalecían
las ideologías de la democracia y el liberalismo. En los países centrales del liberalismo occidental (Gran
Bretaña, Francia y EEUU) la hegemonía de la tradición revolucionaria impidió la aparición de movimientos
fascistas importantes.
Las capas medias y medias bajas fueron la espina dorsal del fascismo. Ello no quiere decir que no gozara de
apoyo entre las clases obreras menos favorecidas, pero al declararse enemigo de las ideologías y partidos
obreristas, su principal apoyo natural lo constituían las capas medias. El fascismo ejerció un fuerte atractivo
entre los jóvenes de clase media, especialmente entre los universitarios de la Europa continental que, durante el
periodo de entreguerras, daban apoyo a la ultraderecha. La atracción de la derecha radical era mayor cuanto
más fuerte era la amenaza, real o temida, que se cernía sobre la posición de un grupo de la clase media, a
medida que se desbarataba el marco que se suponía que tenía que mantener en su lugar el orden social.
En resumen, durante el periodo de entreguerras, la alianza natural de la derecha abarcaba desde los
conservadores tradicionales hasta los extremos del fascismo, pasando por los reaccionarios de viejo cuño. Las
fuerzas tradicionales del conservadurismo eran fuertes pero poco activas. El fascismo les dio una dinámica y el
ejemplo de su triunfo sobre las fuerzas del desorden. Así como desde 1933 el dinamismo de los comunistas
ejerció un atractivo sobre la izquierda desorientada, los éxitos del fascismo, fundamentalmente desde la llegada
de los ncionalsocialistas al poder, lo hicieron aparecer como el movimiento del futuro.
El ascenso de la derecha radical después de la 1GM fue una respuesta a la revolución social y al fortalecimiento
de la clase obrera, y en particular a la revolución de octubre y al leninismo. Sin ellos no habría existido el
fascismo, aunque esta tesis necesita ser matizada en dos aspectos:
a) Subestima el impacto que la 1GM tuvo sobre un importante segmento de las capas medias y medias bajas.
Los ex combatientes en la guerra se sintieron atraídos por el fascismo contra el compromiso liberal y
socialista con los movimientos pacifistas y antimilitaristas. La experiencia de la lucha había dado sentido a
estos jóvenes soldados nacionalistas y la derrota en la guerra frustró sus anhelos de heroísmo.
b) La reacción derechista no fue una respuesta al bolchevismo como tal, sino a todos los movimientos que
amenazaban el orden vigente de la sociedad. La amenaza no residía en los partidos socialistas obreros, sino
en el fortalecimiento del poder, la confianza y el radicalismo de la clase obrera, que daba a los viejos
partidos socialistas una nueva fuerza política y que los convirtió en el sostén indispensable de los estados
liberales.
Lo que le dio a la reacción de la derecha la oportunidad de triunfar después de la 1GM fue el hundimiento de
los viejos regímenes, de las viejas clases dirigentes y de su maquinaria de poder, influencia y hegemonía. En los
países en los que esos regímenes se conservaron en buen estado no fue necesario el fascismo.
Las condiciones óptimas para el triunfo de la derecha extrema eran: a) un Estado caduco cuyos mecanismos de
gobierno ya no funcionaran; b) una masa de ciudadanos descontentos y desconfiados; c) movimientos
socialistas fuertes que amenazaran con la revolución social pero que no estaban en condiciones de realizarla; d)
un resentimiento nacionalista por los tratados de paz de 1918-1920.
Estas razones también explican que la derecha radical se convirtiera en poderosas fuerzas paramilitares
organizadas. Sin embargo, la victoria del fascismo no se dio mediante un golpe de estado, sino a través de
mecanismos democráticos. Una vez tomado el poder en Alemania e Italia, el fascismo se negó a respetar las
viejas formas del juego político y, cuando le fue posible, impuso su autoridad absoluta. Una vez conseguida la
eliminación de sus adversarios, no hubo ya límites políticos internos para lo que pasó a ser la dictadura
ilimitada de un “líder” populista supremo (duce o Führer).
Hobsbawm discute con dos tesis:
1.- El fascismo llevó adelante una revolución social (Tesis Fascista)
El nazismo, más que un régimen radicalmente nuevo y diferente, era el viejo régimen renovado y revitalizado.
Al depurar radicalmente a las viejas elites y estructuras insitucionales imperiales pudo construir la República
Federal Alemana sobre bases mucho más sólidas que las de la República de Weimar (1918-1933). El régimen
permitió a Alemania atravesar la Gran Depresión con mayor éxito que ningún otro gobierno, gracias a que su
antiliberalismo le permitía no comprometerse a aceptar a priori el libre mercado. Sentó las bases de una
economía capitalista no liberal que consiguó una sorprendente dinamización del sistema industrial.
El fascismo italiano era mucho más claramente un régimen contrarrevolucionario que defendía los intereses de
las viejas clases dirigentes, pues surgió como una defensa frente a la agitación revolucionaria posterior a 1918
más que como una reacción a los traumas de la Gran Depresión (nazismo).
2.- El fascismo fue la expresión del “capitalismo monopolista” o del gran capital (Tesis Marxista)
El capital se puede entender con cualquier régimen que no pretenda expropiarlo. El fascismo no representó más
que el gobierno norteamericano del New Deal o el gobierno laborista británico a los intereses del gran capital.
Sin embargo, presentó algunas ventajas para el capital que no tenían otros regímenes: (a) eliminó o venció a la
revolución social izquierdista y pareció convertirse en el principal bastión contra ella; (b) suprimió los
sindicatos obreros y otros elementos que limitaban el poder de la patronal; (c) la destrucción de los
movimientos obreros permitió que el capital se apropiara de una mayor parte de la renta nacional; (d) dinamizó
y modernizó las economías industriales, aunque no tuvo tan buenos resultados como las democracias
occidentales en la planificación científico-tecnológica a largo plazo.
Lo que permitió que el fascismo pasara de ser un fenómeno marginal a un poderoso movimiento político de
alcance mundial fue:
- La Gran Depresión. En los ‘20, ningún otro movimiento europeo de derecha radical o de revolución social
comunista parecía tener un gran futuro ya que la primera oleada revolucionaria se había agotado y la economía
iniciaba una fase de recuperación.
- El ascenso del fascismo nada menos que en Alemania, un estado destinado por su tamaño, potencial
económico y militar, y su posición geográfica a desempeñar un papel político de primer orden en Europa con
cualquier forma de gobierno.
Aunque la agresiva política expanionista de Alemania e Italia hizo que muchos países se sintieran atraídos e
influidos por el fascismo, no existían fuera de Europa condiciones favorables para la aparición de grupos
fascistas. A diferencia del comunismo, el fascismo no arraigó en Asia y África porque no respondía a las
situaciones políticas locales. Incluso Japón, que era aliada de Alemania e Italia y que también creía en su
superioridad racial y en los valores militares de jerarquía y sacrificio, no era fascista. El fascismo europeo
perenecía a la era de la democracia y no era compatible con el feudalismo oriental.
Los estados y movimientos que buscaron el apoyo de Alemania e Italia, particularmente durante la 2GM, no lo
hicieron por razones ideológicas sino estratégicas (“el enemigo de mi enemigo es mi amigo”). El fascismo
europeo tuvo mucha más influencia en América Latina que en Norteamérica: Colombia (Gaitán), Argentina
(Perón), Brasil (Getulio Vargas). Pero pese a los infundados temores de EEUU de verse asediado por el
nazismo desde el sur, la principal repercusión del fascismo en América Latina fue de carácter interno. Salvo
Argentina, el resto de los gobiernos del hemisferio occidental participaron en la guerra del lado de EEUU.
Desde 1914, EEUU no aparecía ya como un aliado de las fuerzas progresistas y un contrapeso al imperialismo.
Las conquistas imperialistas de EEUU hicieron surgir un antiimperialismo antiyanqui en la política
latinoamericana. En la década de 1930, EEUU, debilitado en parte por la Gran Depresión, no parecía una
potencia tan poderosa como antaño, y América Latina no se sentía inclinada a dirigir su mirada hacia el norte.
Lo que tomaron del fascismo los dirigentes latinoamericanos fue la divinización de líderes populistas valorados
por su activismo. Pero las masas que movilizaron no eran las que tenían temor por lo que pudieran perder, sino
las que no tenían nada que perder, y sus enemigos no fueron los extranjeros o los grupos marginales, sino la
oligarquía, los ricos y la clase dirigente local. Mientras que los regímenes fascistas europeos aniquilaron los
movimientos obreros, los dirigentes latinoamericanos inspirados por él fueron sus creadores.
Se suele identificar erróneamente al fascismo con el nacionalismo. Es cierto que los movimientos fascistas
tendían a estimular las pasiones y prejuicios nacionalistas, pero es evidente también que no todos los
nacionalismos simpatizaban con el fascismo, pues las ambiciones de Hitler y Mussolini suponían una amenaza
para algunos de ellos. La movilización contra el fascismo impulsó en algunos países un patriotismo de
izquierda, sobre todo durante la guerra, en la que la resistencia al Eje se encarnó en frentes nacionales.
En general, el alineamiento de un nacionalismo local junto al fascismo dependía de si el avance de las potencias
del Eje podía reportarle más beneficios que inconvenientes y de si su odio hacia el comunismo, o hacia algún
otro estado o etnia, era más fuerte que el rechazo que le inspiraban los alemanes e italianos.
¿Por qué retrocedió el liberalismo en el período de enreguerras, incluso en los países antifascistas?
Porque se quebró el consenso básico que permite a todo sistema democrático funcionar y generar compromisos.
La Gran Depresión sirvió de catalizador de dicha ruptura, en tanto que el capital tuvo que avanzar sobre los
trabajadores organizados a través de recortes económicos y sociales, y del desempleo. La burguesía, enfrentada
así a una clase obrera cada vez más radicalizada, se vio obligada a recurrir a la fuerza y a la coerción, algo
similar al fascismo.
La forma de gobierno específica del liberalismo, la democracia representativa, se mostró ineficaz para dirigir
los estados, y la posguerra no ofreció las condiciones para que ésta pudiera properar. Entre estas condiciones
están:
1) Gozar de un consenso general. En el período de entreguerras muy pocas democracias eran sólidas y la crisis
política fue un rasgo general de los estados en el período de entreguerras.
2) Un cierto grado de compatibilidad entre los miembros de la ciudadanía. En una era de revoluciones y
tensiones sociales, la norma era la lucha de clases y no la paz. Además los torpes acuerdos de paz de 1918
multiplicaron la división del cuerpo de ciudadanos en función de criterios étnico-nacionales o religiosos. La
caída de los tres imperios multinacionales de Austria-Hungría, Rusia y Turquía significó la sustitución de tres
estados supranacionales, cuyos gobiernos eran neutrales respecto de las numerosas nacionalidades sobre las que
gobernaban, por un número mayor de estados multinacionales, cada uno identificado con una (o a lo sumo dos
o tres) de las comunidades étnicas existentes al interior de sus fronteras.
3) Que los gobiernos democráticos no tuvieran que desempeñar una labor intensa de gobierno. Los parlamentos
se habían constituido no tanto para gobernar como para controlar el poder de los que lo hacían, pero en el siglo
XX fue cada vez más necesaria la intervención del gobierno. El estado liberal que sólo se limitaba a poner
frenos a una economía capaz de regularse por sus propios medios había quedado obsoleto.
4) Riqueza y prosperidad. Las democracias de los años veinte se quebraron bajo la tensión de la revolución y la
contrarrevolución y en los treinta sufrieron los efectos de las tensiones de la crisis mundial. En estas
circunstancias, la democracia parlamentaria era débil, y funcionaba más bien como un mecanismo para
formalizar las divisiones entre grupos irreconciliables.
Nadie pensó que la democracia se revitalizaría después de la guerra y menos que a principios de los ‘90 sería la
forma predominante de gobierno en el planeta. La caída de los sistemas políticos liberales en el período de
entreguerras es una breve interrupción en su conquista secular del planeta.

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