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Creando la izquierd
izquierdaa abertzale (III de IV
IV))
2018ko ekainaren 18(e)an
1) Uno
2) Dos
3) Tres
4) Cuatro
5) Cinco
1 Uno
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Creando la izquierda abertzale (III de IV)
2 Dos
Lo que recorre internamente a las fases y lo que mide su fuerza o debilidad es el avance
o retroceso de la confrontación entre la propiedad capitalista y la propiedad socialista. O si se
quiere, la respuesta a la pregunta ¿de quién es la nación vasca: de ella misma o del capital
financiero? La Alternativa táctica, el programa de transición y la Alternativa estratégica expresan,
miden y orientan ese avance.
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Creando la izquierda abertzale (III de IV)
3 Tres
Apartado dos sobre el derecho a decidir 2. La soberanía del Pueblo Vasco, que se
expresa por medio del derecho a decidir de su ciudadanía, se fundamenta en el principio
democrático, y puede ser reconocida por el Estado español en el marco de los principios
y derechos históricos amparados constitucionalmente.
Leamos también:
Y esto otro:
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Creando la izquierda abertzale (III de IV)
4 Cuatro
Un ejemplo, el Informe Anual 2016 del gobiernillo vascongado indica que la productividad
del trabajo estaba en la media de la Unión Europea, con 41 euros/hora, siendo la alemana de
45 euros/hora y la española de 36 euros/hora. Y para entender qué es la decisiva productividad
del trabajo hay que utilizar los conceptos de fuerza de trabajo, plusvalía, salario… es decir, clase
social y lucha de clases en una nación oprimida que, como también dijimos, permanece en la
media de la división de clases del capitalismo europeo: 81% de la población explotada que vive
directa o indirectamente del salario y el 19% que vive de la explotación de la fuerza de trabajo
ajena, o también y para centrarnos en recientes estudios sobre la media del Estado: el 90% sufre
la explotación asalariada contra el 10% que goza con su propiedad de las fuerzas productivas.
Los informes muy serios de Elkartzen nos aportan datos terribles sobre el empobrecimiento real
de nuestro pueblo trabajador.
Se nos dirá que EH Bildu, en cuanto marca electoral interclasista, debe mantener un «perfil
bajo» para no espantar a la pequeña y mediana burguesa, y que por eso no puede hablar ni de
lucha de clases ni menos aún de socialización de las fuerzas productivas; se nos dirá que ya se
hablará de eso una vez que llegue el momento. Aquí radica una de las trampas. Vayamos por
partes.
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Creando la izquierda abertzale (III de IV)
Primero, el término «bien común» puede ser definido de muchas formas, contradictorias
incluso entre ellas, si no se especifican los derechos concretos y los medios de propiedad
colectiva, social –patriarcal, nacional y de clase– que definen a ese bien común: en una sociedad
basada en la explotación hablar en abstracto de «bienes comunes» es posponer al infinito el
debate para llegar a la raíz del problema. Por ejemplo, la presión creciente contra los gaztetxes
y toda forma de recuperación popular y obrera de bienes privatizados por la burguesía. Los
movimientos populares, sobre todo el juvenil y el feminista, pueden ridiculizar si quieren la
metafísica de EH Bildu al respecto.
Tercero, no sirve de nada, excepto para confundir y generar falsas expectativas, hablar
de «instrumentos
instrumentos de control público (estatal y/
y/o
o social) de recursos productivos, financieros y
energéticos clave
clave» pero sin especificar si ese «control público» implica «propiedad pública»
o no. Controlar una cosa no quiere decir ser propietaria de ella. En los años dorados del
keynesianismo socialdemócrata y laborista hubo un altísimo «control público» de la economía,
pero la propiedad de las fuerzas productivas siguió en manos del capital privado, de modo que
cuando la burguesía decidió pasar al contraataque desde la mitad de la década de 1970, el
«control público» fue dejando paso a las privatizaciones. En 2008 el gobierno de Estados Unidos
controló grandes empresas en crisis, confirmando que el mito neoliberal de la «desaparición del
Estado» es otra mentira: atenuada la crisis, el «control» desapareció. Son las contradicciones
sociales y económicas, o sea, la lucha de clases, las que determinan la efectividad del «control
público» y su suerte última. Pero estos conceptos –contradicción, lucha de clases…– no existen
en EH Bildu.
Cuarto, tampoco sirve de nada reivindicar un abstracto «control público» sin hablar del
poder de clase, del poder popular autoorganizado y dotado de capacidad de autodefensa. No
sirve de nada incluso aunque no se plantee aún la cuestión crítica de la propiedad. Si el «control
público» no es realizado por colectivos, organizaciones y movimientos del pueblo trabajador,
sino solo o fundamentalmente por la burocracia estatal y reformista, por esa cosa indefinible que
llaman «cuarto poder social-ciudadano», lo positivo que tiene el «control público» apenas será
defendido por el pueblo porque no lo interiorizará como suyo, como propio, porque no habrá
aprendido en su experiencia diaria que el «control público» puede ser un arma muy importante
hacia el socialismo si está dentro de una Alternativa revolucionaria. Entonces, ¿por qué lo
reivindica EH Bildu?
La respuesta es simple: esta frase cumple la misma función, pero en la deriva de EH Bildu,
que la consigna de la «nacionalización de los sectores básicos» que tenía la socialdemocracia
de los años 50, la «cogestión obrera» de una parte del Partido Socialista Francés en esos
años, el «golpe a los monopolios», la «nacionalización de la banca, de industrias básicas…», de
«intervención de los trabajadores en todos los aspectos de la vida económica…» del programa
de 1960 del Partido Comunista Español supeditado a la estrategia de la «reconciliación
nacional», etcétera. Pero con una diferencia cualitativa que marca el retroceso de EH Bildu: la
coalición vasca no habla para nada de la propiedad privada capitalista, sino de «recursos». Ha
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Creando la izquierda abertzale (III de IV)
retrocedido más allá que estos grandes referentes del reformismo histórico, como se aprecia
en el apartado 7 sobre el Ámbito Competencial de la Comunidad Estatal Vasca y en especial
en las dieciséis políticas propias que se presentan en el punto 4, porque están absolutamente
descontextualizados.
Cinco, cada uno de los dieciséis planes atañen a los «recursos» que deben «controlarse».
Pero, como hemos dicho, el «control social» no tiene por qué significar propiedad social,
propiedad colectiva, es decir la expropiación de esos «recursos» de propiedad capitalistas. La
sociología de los «managers», de la tecnocracia que «controla» los negocios pero que no es
propietaria de ellos a pesar de su poder, porque estos siguen perteneciendo a los grandes
burgueses individuales, cuadra perfectamente con el proyecto de EH Bildu y tranquiliza a la
pequeña y mediana burguesía que, en lo básico, no ve peligrar sus intereses aunque surjan
disputas matrimoniales sobre detalles particulares.
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Como vemos, las seis críticas nos conducen al problema del poder en sus dos expresiones
antagónicas, el poder opresor y el precario contrapoder y doble poder puntual que crea la nación
trabajadora en su resistencia a la nación burguesa. Siempre que se avanza en alguna forma de
autoorganización obrera y popular, de mujeres trabajadoras, gaztes, etc., la cuestión del poder
recobra su papel central: una empresa recuperada, un gaztetxe, un local vecinal, un parque
público, una huelga bien organizada, movilizaciones sostenidas, acción reivindicativas dentro de
las instituciones, etc., en avances así siempre chocamos con el poder opresor porque topamos
con la propiedad privada, con el poder del capital, con su Estado, que nunca lo comparte en lo
decisivo con las clases oprimidas.
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Creando la izquierda abertzale (III de IV)
11. El nuevo estatus político configurará a los municipios vascos como verdaderos
poderes territoriales vascos, con autonomía política y financiera, subsanando la omisión
actual en el Estatuto vigente.
Formas de «democracia municipal» muy parecidas a esta tan difusamente presentada son
típicas del socialismo utópico antiguo y contemporáneo, y son perfectamente compatibles con
el poder capitalista por la sencilla razón de que se mueven fuera del problema crucial de la
propiedad, de la producción y del núcleo del poder estatal. Como vemos, la cuestión decisiva
que no es otra que el poder de clase del pueblo trabajador dotado de medios de autodefensa e
imposición, no aparece por lado alguno. Quitando el flatus vocis sobre el «cuarto poder social-
ciudadano» que podría ser aceptado como pócima milagrosa hasta por sectores fascistas, solo
se referencia a las «políticas públicas», a la vida vecinal y a los municipios como «verdaderos
poderes territoriales», nada más.
¿Cómo se relaciona la administración de los «bienes comunes» que hemos visto antes
con esto el «poder social-ciudadano» en municipios y vecindades? Para responder, antes
debemos fijarnos en que el texto solo habla de «políticas públicas», con lo que surgen dudas
irresolubles ¿Y las políticas impuestas por la Unión Europea y el capital financiero mundial?
¿Y las políticas impuestas por el Estado español? ¿Y las políticas impuestas por la burguesía,
o «políticas privadas»? ¿Y la OTAN? Pero estas dudas generales se concretan en otras
más próximas: ¿qué relación existe entre el municipio y el movimiento obrero, ecologista,
euskaltzale, feminista, etc., que por sí mismas desbordan el municipio, sobre todo si llegan
a sostener duros enfrentamientos con la burguesía? Más todavía ¿no existe la lucha política
entre corrientes progresistas y reaccionarias en los ayuntamientos, con sus relaciones con otras
fuerzas externas e internacionales…?
Si los municipios deben ser «verdaderos poderes territoriales» ¿qué fuerza coercitiva
tendrán para hacerse respetar como «verdaderos poderes»? ¿O serán «verdaderos poderes»
sin poder práctico, sin fuerza material, coercitiva, que atemorice lo suficiente al capital? ¿Qué
ocurrirá si unas «vecinas trabajadoras» se enfrenten al «vecino empresario» que tiene a su favor
el poder del capital y de su representante autonómico? El trozo de poder que toque al municipio
una vez repartida entre las instituciones la tarta negociada con España ¿podrá extender los
«bienes comunales» recortando la propiedad burguesa? ¿Podrá hacer de «propiedad
municipal» bienes privados para mejorar la calidad de vida del vecindario sin indemnizar a los
burgueses damnificados más allá de la cantidad para vivir según el nivel medio alcanzado por el
pueblo?
Ninguna de las preguntas que nos hagamos sobre qué relaciones tiene que haber entre
los múltiples componentes de la lucha de clases y las formas básicas de «autonomía local»
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Creando la izquierda abertzale (III de IV)
Petri Rekabarren
14 de junio de 2018
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