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EDER IVAN AVENDAÑO SALAZAR

OCTAVO GRUPO 2

INCONSTITUCIONALIDAD EN LA CONSTITUCIÓN
Introducción

Uno de los temas más controvertidos en el Derecho constitucional y en los demás


preceptos legales que rigen a nuestro país que van de la mano con nuestra
constitucion y concretamente en su interpretación radica en la posibilidad de que
un artículo de la misma, o una reforma constitucional, se oponga a los valores y
principios de nuestra Carta Magna en general. En otras palabras, que se
encuentre la posibilidad de que haya artículos contradictorios dentro de la propia
ley fundamental que nos rige a todos en razon de su contenido, y por tanto, estén
viciados o corrompido de inconstitucionalidad ya sea beneficiando a gente más
poderosa o por falta de interés de nuestros legisladores sin conocer las
consecuencias adversas que esto puede ocasionar en la vida de los gobernados
de nuestro pais. Para poder desarrollar el problema central de este tema central,
se plantean diferentes interrogantes que conforme se avance explicando a medida
se responderán y se llegara a una respuesta viable para todos nosotros al igual
que si ¿las decisiones políticas de nuestros gobernantes son correctas y bien
planteadas por ellos y benefician a los demás ?, ¿Los principios y valores
constitucionales prevalecen sobre las demás normas de la Carta Magna?, ¿le
corresponde al poder judicial declarar la inconstitucionalidad de las reformas a la
ley suprema? y ¿La supremacía de los valores y principios constitucionales sobre
las demás disposiciones de ese tipo constituirá un freno eficaz contra la dictadura
de las mayorías parlamentarias? Las respuestas a estos cuestionamientos los
solucionaremos.

convencionalmente las Constituciones se dividen en una parte dogmática y otra


orgánica, en donde la primera con las normas que se ocupan de los derechos de
los gobernados y la segunda con las normas en especifico a la organización de los
poderes públicos.
En ambas partes, se contienen principios o decisiones políticas fundamentales,
que para diferentes pensadores y especialistas en la materia lo consideran la
esencia de la Constitución y que constituyen el ser y el modo de ser de una
comunidad política, y que por ello sólo ésta puede modificarlas y no un órgano
constituido.
Para Bachof, las decisiones fundamentales de la Constitución presentan una
“enérgica pretensión de validez” porque constituyen “los principios jerárquicamente
superiores para presidir la interpretación de todo ordenamiento”.
Ahora bien, De la Madrid Hurtado enuncia los principios políticos fundamentales
consagrados en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, de la
siguiente manera: a) soberanía popular, lo cual lleva implícita la independencia
nacional; b) el concepto de derechos individuales y sociales del hombre; c) el
sistema representativo de gobierno; d) la división de poderes; e) el sistema
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federal; f) la rectoría del Estado sobre el desarrollo nacional y la economía mixta, y


g) la separación entre el Estado y las iglesias.

Ante el problema si una norma constitucional puede ser contradictoria con otra de
ese mismo tipo y, por ende, si un artículo producto de una reforma constitucional
pudiera ser considerado inconstitucional, la respuesta del Máximo Tribunal del
país ha sido contundentemente negativa.
En efecto, el Pleno de la Suprema Corte de Justicia ha sostenido ese criterio
en las siguientes tesis aisladas.

1. Constitución federal. Sus estatutos no pueden ser contradictorios entre


sí. Las reformas a los artículos 49 y 131 de la Constitución, efectuadas
por el Congreso de la Unión, no adolecen de inconstitucionalidad, ya
que jurídicamente la Carta Magna no tiene ni puede tener
contradicciones, de tal manera que, siendo todos sus preceptos de igual
jerarquía, ninguno de ellos prevalece sobre los demás, por lo que no se
puede decir que algunos de sus estatutos no deban observarse por ser
contrarios a lo dispuesto por otros. La Constitución es la norma
fundamental que unifica y da validez a todas las demás normas que
constituyen un orden jurídico determinado y conforme a su artículo 133,
la Constitución no puede ser inconstitucional; es un postulado sin el cual
no se podría hablar de orden jurídico positivo, porque es precisamente la
Carta Fundamental la que unifica la pluralidad de normas que componen
el derecho positivo de un Estado. Además, siendo “la Ley Suprema de
toda la Unión”, únicamente puede ser modificada o adicionada de
acuerdo con las disposiciones de la misma que en el derecho mexicano
se contienen en el artículo 135 constitucional, y únicamente por
conducto de un órgano especialmente calificado pueden realizarse las
modificaciones o adiciones, y por exclusión, ningún otro medio de
defensa legal como el juicio de amparo es apto para modificarla.
2. La Constitución, todas sus normas tienen la misma jerarquía y ninguna
de ellas puede declararse inconstitucional. De conformidad con el artí-
culo 133de la Constitución de la República todos sus preceptos son de
igual jerarquía y ninguno de ellos prevalece sobre los demás, por lo que
no puede aceptarse que algunas de sus normas no deban observarse
por ser contrarias a lo dispuesto por otras. De ahí que ninguna de sus
disposiciones pueda ser considerada inconstitucional. Por otro lado, la
Constitución únicamente puede ser modificada o adicionada de acuerdo
con los procedimientos que ella misma establece.

En cuanto al control jurisdiccional del procedimiento de reformas y adiciones


a la Carta Magna, el Pleno del Máximo Tribunal del país ha sido vacilante
en su postura, pues en la jurisprudencia P./J. 39/200213, ese cuerpo
colegiado categóricamente establece la improcedencia de tal control. Dicha
jurisprudencia es la siguiente:
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3. Procedimiento de reformas y adiciones a la Constitución Federal. No es


susceptible de control jurisdiccional. De acuerdo con el artículo 135 de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el procedimiento
de reformas y adiciones la constitución no es susceptible de control
jurisdiccional, ya que lo encuentra en sí mismo; esto es, la función que
realizan el Congreso de la Unión, al acordar las modificaciones, las
Legislaturas Estatales al aprobarlas, y aquél o la Comisión Permanente
al realizar el cómputo de votos de las Legislaturas Locales y, en su caso,
la declaración de haber sido aprobadas las reformas constitucionales, no
lo hacen en su carácter aislado de órganos ordinarios constituidos, sino
en el extraordinario de Órgano Reformador de la Constitución,
realizando una función de carácter exclusivamente constitucional, no
equiparable a la de ninguno de los órdenes jurídicos parciales
constituyendo de esta manera una función soberana, no sujeta a ningún
tipo de control externo, porque en la conformación compleja del órgano y
en la atribución constitucional de su función, se encuentra su propia
garantía.

Sin embargo, ese mismo Pleno, recientemente, en la tesis aislada


P.LXXVI/200914reconoce que el procedimiento de reforma constitucional sí es
impugnable a través del juicio de amparo. Dicha tesis es del tenor siguiente:

4. Procedimiento de reformas a la Constitución Política de los Estados


Unidos Mexicanos. No es manifiesta ni indudable la improcedencia del
juicio de amparo promovido en su contra. Cuando el Congreso de la
Unión y las legislaturas Locales actúan en su carácter de Poder
Reformador de la Constitución, deben respetar las normas del
procedimiento de reforma contenidas en el artículo 135 constitucional, lo
cual implica que es jurídicamente posible que dicho poder emita alguna
reforma con desapego a tal procedimiento. Cuanto esto sucede y algún
particular promueve juicio de amparo contra dicho acto, los Jueces de
Distrito no pueden, sin más, considerar que en esos casos se actualiza
de manera manifiesta e indudable la improcedencia del juicio, ya que de
la mera remisión de la fracción XVIII del artículo 73de la Ley de Amparo,
a los artículos 103constitucional y 1º, fracción I, de la propia Ley de
Amparo, no puede obtenerse un enunciado normativo que contenga la
improcedencia del amparo contra una reforma constitucional. Lo anterior
lleva a concluir que ese fundamento no es válido para desechar de
plano la demanda relativa contra un procedimiento de reformas a la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

Según la ejecutoria de la cual emana la jurisprudencia antes transcrita, el Poder


Reformador de la Constitución es un poder limitado y sujeto necesariamente a las
normas de competencia establecidas en el texto de la Carta Magna, razón por la
cual cabe la posibilidad de ejercer medios de control constitucional en contra de la
posible violación a las normas del procedimiento reformatorio. Concretamente, es
posible considerar a dicho Poder como autoridad responsable en el juicio de
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amparo, siempre que se impugnan infracciones adjetivas de reforma a la Ley


Fundamental.

Inconstitucionalidad del principio de relatividad de las


sentencias de amparo

Uno de los principios que rigen el juicio de amparo es el de relatividad de sus


sentencias, mismo que se encuentra consagrado en el artículo 107, fracción II, de
la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y, en el artículo 76 de la
ley de amparo, preceptos que respectivamente señalan:
Artículo 107. Todas las controversias de que habla el artículo 103se sujetarán a
los procedimientos y formas del orden jurídico que determine la ley, de acuerdo
con las bases siguientes:
[...]
II. La sentencia será siempre tal, que sólo se ocupe de individuos particulares,
limitándose a ampararlos y protegerlos en el caso especial sobre el que verse
la queja sin hacer una declaración general respecto de la ley o acto que la
motivare.
Artículo 76. Las sentencias que se pronuncien en los juicios de amparo sólo se
ocuparán de los individuos particulares o de las personas morales, privadas u
oficiales que lo hubieren solicitado, limitándose a ampararlos y protegerlos, si
procediere, en el caso especial sobre el que verse la demanda, sin hacer una
declaración general respecto de la ley o acto que la motivare.

Este principio, también denominado “fórmula Otero”15, constriñe, como cla-


ramente se advierte, el efecto de la sentencia concesoria de amparo al quejoso,
de manera que quien no haya sido expresamente amparado no puede
beneficiarse con la apreciación que acerca de la inconstitucionalidad del acto
reclamado haya expresado el juzgador en la mencionada sentencia; es decir, que
quien no haya acudido al juicio de garantías, ni, por lo mismo, haya sido amparado
contra determinados ley o acto, está obligado a acatarlos, no obstante que dichos
ley o actos hayan sido estimados contrarios a la Carta Magna en un juicio en el
que aquél no fue parte quejosa.
Ahora bien, tratándose del amparo contra leyes, el Ministro Góngora Pimen-
tel16 señala que el principio en comento ha merecido innumerables críticas:
En efecto, el principio fue inspirado a los constituyentes mexicanos en el siglo
pasado, por los comentarios de Alexis de Tocqueville, sobre el funcionamiento
del Poder Judicial de los Estados Unidos de Norteamérica, en el que sus
sentencias “no tienen por objeto más que descargar sobre un interés personal
y la ley sólo se encuentra ofendida por casualidad. De todos modos, la ley así
censurada no queda destruida; se disminuye su fuerza moral, pero no se
suspende su efecto material. Solo perece, por fin, poco a poco y con los golpes
redoblados de la jurisprudencia”
Pues bien, esos “…golpes redoblados de la jurisprudencia no han dado ningún
resultado en México. Las leyes inconstitucionales no desaparecen. El Poder
Legislativo no las deroga (si la inconstitucionalidad es parcial), ni las abroga (si
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la ley es totalmente contraria al Constitución). Si se han dictado diversas


ejecutorias de la Suprema Corte de Justicia de la Nación o incluso formado
jurisprudencia, la ley se continúa aplicando. No hay respeto alguno a la
finalidad del principio. Nunca lo ha habido, ni siquiera en los lejanos tiempos
del ilustre Vallarta.
En ese orden de ideas y en un plano estrictamente doctrinal, el actual Ministro
Arturo Zaldívar17brillantemente expone las razones por las cuales la “fórmula
Otero”, aun cuando se encuentra consagrada en el artículo 107, fracción II, de la
Carta Magna, contraviene varias decisiones políticas fundamentales contempladas
en la misma ley fundamental:
a) Vulnera el principio de supremacía constitucional, al permitir la vigencia de
normas declaradas inconstitucionales por el órgano constitucionalmente
facultado para ello.
b) Afecta la regularidad del orden jurídico mexicano, precisamente por existir
normas generales irregulares (formales o materiales) —por así haberlo
determinado el órgano de control— que, no obstante, siguen formando parte
del sistema jurídico, son vigentes y se siguen aplicando a pesar de su
declarada irregularidad, lo cual es un absurdo.
c) Vulnera la igualdad ante la ley. La obligatoriedad de normas constitucionales
para los gobernados que no cuentan con una sentencia de amparo favorable
altera la igualdad entre los gobernados; y
d) Atenta contra la consolidación, en México, de un verdadero Estado de-
mocrático, ya que si el juicio de amparo permite la vigencia de normas generales
declaradas inconstitucionales e inválidas por el órgano constitucionalmente
facultado para ello, tal situación descalifica a México como país democrático.

El politólogo y escritor francés Alexis de Tocqueville, en su obra La democracia en América 18, ya en el siglo XIX
manifestaba que “uno de los peores riesgos para la democracia es la tiranía de las mayorías”, o lo que el llamó “el
despotismo democrático”, por la pérdida de las libertades individuales que implicaba la sujeción de toda la sociedad
a su omnímoda voluntad.
Una manera nítida y contundente de describir la dictadura de las mayorías, es la siguiente: “Algunos déspotas
camuflados creen que el gobierno de las mayorías es democracia, cuando, en realidad, es una sutil modalidad
de despotismo”.
Conseguir mayorías no es difícil en la era de la comunicación, cuando el poder
cuenta con recursos tan valiosos y eficientes como la propaganda y el apoyo
masivo de los medios de comunicación. El problema es que las mayorías de
hoy son minorías de mañana y que gobernar basadas en el concepto de la
mayoría es una frívola y deshonesta interpretación de las reglas de la
democracia que conduce al enfrentamiento social y al descrédito.
Por esa razón los expertos y teóricos del pensamiento político insisten en que
la democracia es, sobre todo, el respeto a las minorías, y aconsejan que las
leyes, sobre todo las importantes que afectan a la convivencia y a las
costumbres, sean aprobadas por consenso o por mayorías altamente
cualificadas (dos tercios o tres cuartos).
La única descripción solvente y garantizada de la democracia es la del sistema
que posee y acata leyes democráticas, respeta a las minorías desde gobiernos
libremente elegidos, con poderes limitados y controlados por la ciudadanía.19
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En este contexto, cabe colegir que la supremacía de las decisiones políticas


fundamentales, dentro de la interpretación constitucional, constituiría un límite
eficaz en contra de los posibles excesos de las mayorías parlamentarias.
VII. Reflexión final
La denominada dictadura de las mayorías20 puede ser peor que la dictadura
abierta, ya que se presenta con la careta de la democracia. Sus características
distintivas son las siguientes:
1. Las leyes democráticas no son respetadas por los partidos políticos, que
han infiltrado y controlado los poderes básicos del Estado (ejecutivo, le-
gislativo y judicial) y ocupado espacios que están vedados en la sociedad
civil y a las grandes instituciones de la sociedad.
2. El respeto a las minorías es desconocido en la democracia, donde se prac-
tica simplemente el dominio de las mayorías y en la que los partidos que
gobiernan, amparados en esa circunstancia, se consideran legitimados para
gobernar en contra de la voluntad mayoritaria de los ciudadanos y hasta se
atreven a aprobar leyes fundamentales con porcentajes ridículos, que ni
siquiera alcanzan la mayoría.
3. Los gobiernos, en la democracia, no son libremente elegidos, ya que los
partidos han pervertido al sistema al arrebatar a los ciudadanos el sagrado
derecho a elegir a sus representantes, imponiendo listas cerradas y
bloqueadas, elaboradas por las élites de los partidos, que son, en realidad,
las que eligen.
4. Los poderes del gobierno no están lo suficientemente limitados, al no existir
poderes capaces de contrarrestar el inmenso poder de los partidos y al no existir
tampoco una sociedad civil con capacidad para que los ciudadanos, a través de su
instituciones y asociaciones, sirvan de contrapeso al gobierno y controlen su
comportamiento.

Por todo ello, el gobierno de las mayorías es uno de los peores tipos de dic-
tadura. De ahí que las decisiones políticas fundamentales deben ponerse a salvo
de esa dictadura a través de su primacía hermenéutica sobre las demás normas
constitucionales, hasta el punto de determinar la inconstitucionalidad de normas
de la Carta Magna que contradigan a aquéllas.
De esta manera y como atinadamente lo señala Martínez Cerda20, el Tribunal
Constitucional, como órgano supremo jurisdiccional que protege la supremacía de
la Carta Magna, debe ser un dique, al ejercer la función de su competencia frente
a la inconstitucionalidad de las normas constitucionales. Ese sería el verdadero
“gobierno no de los jueces”, sino de la Constitución, alcanzando así la Suprema
Corte el poder político constitucional, ejerciendo así un poder de enmendar la
Constitución, pues, cuando la norma constitucional, por chocar o contradecir una
decisión política fundamental, debe ser declarada inconstitucional con efectos
anulatorios con fuerza erga omnes.
La anterior postura constituye un arma eficaz para defender la esencia de la
Constitución en contra de los embates de las mayorías parlamentarias que vulne-
ran precisamente las decisiones políticas fundamentales contenidas en su texto.

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