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REALISMO Y
PROGRESO
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REALISMO Y PROGRESO
RESUMEN
ABSTRACT
Some views on scientific progress in the history of science are discussed. Kuhn's
proposal (1962) who develops a historicist conception of scientific change with
remarkable relativistic implications is reviewed. This position is compared with the
position of Laudan in Progress and its Problems (1978). We deal thereafter the
proposal of C. S. Peirce who conceives fallibilism as a criterion of scientific progress
as well as the responses of both Popper (1997) and Bunge (2011) against all types
of instrumentalist or relativistic interpretation of science from the perspective of
critical realism and scientific realism respectively. We aim to defend realism against
the diatribes of the previous approaches.
Pues bien, uno de los temas más abordados por la reciente filosofía de la ciencia
corresponde a la racionalidad científica y el progreso de la ciencia. Si bien Popper discutió el
crecimiento del conocimiento científico (Conjectures and Refutations, 1963), los positivistas
lógicos asumieron de manera implícita una concepción lineal y acumulativa del progreso.
Contra esta lectura de la historia de la ciencia, Kuhn postula la tesis de la inconmensurabilidad
de paradigmas (The Structure of Scientific Revolutions, 1962). Recientemente, Stegmüller ha
intentado reformular esta propuesta desde el estructuralismo semántico restringiendo todo
elemento “irracionalista” (“Theorienstrutkuren und Theoriendynamik”, 1973). Sucede que esta
interpretación, aunque emplea la teoría de modelos y el lenguaje conjuntista como una
propuesta formalmente atendible al problema de la inconmensurabilidad, no ha agotado la
discusión en la comunidad epistemológica. En efecto, los racionalistas críticos (Albert, Miller,
Bartley), los realistas científicos (Bunge, Mahner, Mosterín) o los pragmatistas (Peirce, Laudan,
Quine, Rescher) han discutido tales tesis desde otras fronteras.
Ahora bien, la racionalidad puede ser entendida como una capacidad o facultad tanto
en su sentido débil (ie. estar en condiciones de justificar un proceso de evaluación o curso de
acción) o en su sentido fuerte (incluyendo una interpretación formal). La primera está
orientada a la “racionalidad práctica” mientras que la segunda se reduce a la consistencia
formal, por lo que es compatible con cualquier contenido empírico en la medida en que
cumpla un mínimo de condiciones lógicas de validez. En otras palabras, la racionalidad formal
impide la contradicción. En el caso de las teorías científicas, la racionalidad debe impedir la
incoherencia interna (ie. presencia de contradicciones en la estructura sintáctica) y la
inconsistencia externa (ie. presencia de refutaciones empíricas). Como indica Popper, la
característica esencial de la ciencia es que sus proposiciones singulares en forma de
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predicciones o consecuencias lógicas puedan ser refutadas por la experiencia. Una vez que un
conjunto de hipótesis ha sido rebatido, la racionalidad científica obliga a corregirlas o
deshacerse de ellas para plantear otras más adecuadas.
El progreso, por su parte, consiste en hacer una teoría más precisa o profunda que las
hipótesis que la precedieron (Bunge 2007, p. 349). Para el realismo científico, es el método de
la ciencia el encargado de proporcionar un criterio semejante. La propuesta kuhniana afirma,
no obstante, que no hay aproximación alguna a la verdad sino hacia la prevalencia de un
paradigma frente a otro (Meynell, 1975, p. 80). En otras palabras, la conformidad o no
conformidad con un paradigma es el criterio de verdad en lugar de su correspondencia con el
mundo. Expresado en sus aspectos formales, si una teoría H es consistente con el conjunto de
datos empíricos S, existe por lo menos Hn de n con el mismo alcance explicativo. Me
permito hacer una formalización simple de la tesis de la inconmensurabilidad. Sea un
paradigma o teoría alternativa H2, luego:
Más adelante Kuhn sugiere que inclusoS es relativo al paradigma. Es decir, si bien la instrucción
precede a la formulación de algunas interrogantes fundamentales de la actividad científica,
también determinaría la naturaleza misma del objeto de estudio. La comunidad científica de
una época restringe de esta manera la novedad puesto que sabe cómo es el mundo (Kuhn,
2010, p. 63). Por lo tanto, una recomposición del paradigma vigente dará pie a la “ciencia
extraordinaria” (p. ej. Copérnico, Newton, Lavoisier, Darwin, Einstein), esto es, una revolución
científica luego de una crisis que derroca al paradigma antiguo.
De acuerdo a uno de los usos polisémicos que Kuhn propone de “paradigma”, los
científicos trabajan en “mundos distintos” con lo que no hay progreso que no sea al interior de
cada paradigma. Resulta interesante cómo Earman (1995) rastrea en la doctrina de la
construcción lógica del mundo de Carnap un antecedente a la inconmensurabilidad de
paradigmas pues para el empirista lógico debemos evitar sugerir que las proposiciones
corresponden con un mundo externo -pues implicaría una ontología- sino que
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satisfacennuestras predicciones (Earman, 1995, p. 13). En este punto, estimo que los
positivistas lógicos no dan cuenta de una semántica realista o bien de un contenido
independiente del sujeto por estar restringidos al fenomenismo. Entonces, Kuhn tiene la base
para desarrollar su propia concepción de los paradigmas de acuerdo a la cual el contenido de
las teorías es dependiente del contexto histórico y cultural. Sin embargo, esta concepción
resulta de una visión empobrecida de la ciencia además de ser contradictoria. Precisamente
porque dos teorías son rivales entre sí es que comparten por lo menos un mismo dominio de
hechos. De lo contrario, no serían rivales.
las fuentes originales dando la apariencia de consenso (Kuhn, 2010, p. 57). Pero un manual de
texto no es un tratado de historia de la ciencia, por lo que no es su función dar cuenta de los
cambios históricos.
decatupla:
C = <C, S, D, F, B, P, A, O, M, G>
La historia de la ciencia muestra que los cambios teóricos agregan o quitan algo de A,
pero sin negar el resto de subconjuntos. Un ejemplo sencillo es el empleo de la geometría
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euclidiana en la ciencia renacentista pese a que las matrices culturales eran distintas. A su vez
sería contenida en la geometría de Riemann en pleno siglo XX post-industrial. También
podemos citar el concepto de fuerza que buscaba resolver un mismo problema tanto en la
filosofía griega como en la mecánica clásica, es decir, la posibilidad del movimiento. Claro está
que no resuelve las interrogantes levantadas por los historicistas, pues el término puede tener
una carga semántica e incluso ontológica incompatible entre ambas matrices (ie. tratándose
en cambio de una homonimia léxica).
C = <C, S, D, F, B, P, A, O, M, V, G, R>
el problema del progreso científico? Pues bien, si existen dos teorías rivales es que comparten
un mismo D. Además, B debe saber especificar sus referentes en D. Por ejemplo, los referentes
de la teoría de campos de Faraday y Maxwell son el campo eléctrico, el campo magnético y las
ecuaciones de Maxwell (Stern, 2004). Contrario a lo que opina Kuhn, no hay en tal teoría una
referencia al Reino Unido o la sociedad escocesa de la época (es decir, a la nacionalidad de sus
exponentes). Tales variables pueden estar contenidas en C o S, pero sin intervenir en el resto
de subconjuntos. Si fuera cierto que la intersección de la referencia (r) de un paradigma con
otro fuera nula de la forma r()∩r(2) = , entonces no habría rivalidad alguna.
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Uno podría entender el propósito de Stegmüller (1983) de concebir a las teorías como
conjunto de modelos en lugar de enunciados sobre el mundo. Cuenta con la ventaja de evitar
el argumento de la “inducción pesimista” (ie. la constatación de que gran parte de nuestras
teorías científicas han resultado falsas en el pasado por lo que no tenemos garantía de que
nuestras teorías presentes serán verdaderas) mediante una caracterización mínima de la
ciencia como una dupla <K,I> para el cual K es el núcleo estructural (o la estructura
matemática) e I son las aplicaciones intencionales, es decir las interpretaciones empíricas que
pueden cambiar a lo largo de la historia (Stegmüller 1983, p. 237). Pero un realista no puede
abandonar el campo a media batalla. Uno de los gestores de la filosofía realista del siglo XX
como fue C.S. Peirce admite que la ciencia es una entidad histórica pero cuyo propósito es la
investigación de la verdad como un impulso de penetrar la razón de las cosas (1955). También
Popper (1997) critica la necesidad de un marco conceptual (como un “paradigma”) para dar
cuenta del progreso de la ciencia. De igual manera Bunge (2007) considera que la estructura
de una teoría matemática no puede ser equivalente a la estructura de una teoría fáctica por lo
que no podemos hablar de modelo de una teoría física a la manera como hablamos de un
modelo matemático. En suma, el progreso científico puede ser abordado desde el
estructuralismo como la evolución de redes teóricas, pero también desde el realismo como un
aumento en la profundidad y amplitud de teorías. En mi opinión, la propuesta realista se
presenta como una alternativa más adecuada que la sofisticada propuesta estructuralista
porque presupone una ontología sobre el mundo, una teoría de la referencia más simple y un
lenguaje de la lógica de primer orden con identidad aunque naturalmente pueda verse
enriquecida por la teoría de modelos1.Además, puede ser empleado actualmente en otras
ramas de la ciencia, desde la psicología hasta las ciencias sociales.
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Tómese en cuenta que dentro de la concepción semántica de la ciencia podemos incluir a Van
Fraassen quien es conocido por proponer un “empirismo constructivo” que se postula como una
alternativa al realismo, donde la teoría objetiva de la verdad pasa a segundo plano por la concepción
de “adecuación empírica” sobre los observables. Ver Monton, B. (2012). “Constructive Empiricism”,
Stanford Encyclopedia of Philosophy. [En línea] <http://plato.stanford.edu/entries/constructive-
empiricism/>. En cierto sentido, el realismo científico no puede limitarse a la semántica de la ciencia,
sino también la ontología, la gnoseología, la epistemología y la metodología por lo que plantea un
programa más ambicioso que la escuela de Sneed orientada a la formalización de la estructura de
teorías altamente matematizadas.
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Me centraré en la noción realista del progreso en adelante. Planteo para ello los
siguientes postulados:
generales G donde se incluye una teoría general de la referencia. Ahora se puede añadir que
en la historia de la ciencia, no hay un único paradigma . Los cambios teóricos se solapan en
lugar de comenzar de cero. Una revolución de la magnitud que tiene en mente Kuhn sólo se ha
registrado en la revolución neolítica, el surgimiento del pensamiento racional en Grecia, China
y la India, y la revolución científica de Galileo. En cambio, ni la revolución industrial ni la
revolución relativista supusieron cambios drásticos a todos los supuestos sin excepción
trabajados en la época.
Para uno de los pioneros de la idea de una “filosofía científica” como C.S. Peirce, la
evolución de la ciencia sigue por lo menos tres metáforas: La primera de ellas es afín al
darwinismo en donde pequeñas modificaciones, omisiones o inserciones fortuitas van dando
cuerpo al grueso del conocimiento científico. La segunda es cercana al lamarckismo, pues se
basa en modificaciones perpetuas pero guiadas que pretenden ajustar la opinión a una
adecuada representación de los hechos cuanto más observaciones son recolectadas (Peirce
1955, p. 50). Propongo identificar el primer estadio conel “contexto de descubrimiento”
planteado por Reichenbach, mientras que el segundo se centraría en el “contexto de
justificación”. Por lo pronto, la discusión se ha mantenido en una de estas posiciones. Pero
Peirce plantea que ninguna es correcta. Por el contrario, el “progreso científico” se da por
saltos, es decir, cuando mejores recursos observacionales permiten maneras novedosas de
razonar acerca del mundo (Peirce 1955, p. 51). Es ejemplar el caso de Louis Pasteur y Claude
Bernard. El segundo consideraba que la enfermedad era la suma de los síntomas, mientras que
el primero postuló la hipótesis de que se trataba de un organismo, fundando así la
microbiología moderna. La comunidad científica levantó objeciones contra esta hipótesis, pero
las nuevas ideas lograron encontrar asidero aunque no de manera inmediata como una
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Pero Kuhn como historiador se centra en la dupla C = <C, S>. Además, interpreta las
manera que toda ciencia contiene un paradigma como conjunto de prácticas compartidas por
la comunidad científica, las cuales pueden resultar de interés para el historiador o el sociólogo,
aunque no así para el epistemólogo. Sin embargo, también contiene supuestos generales,
leyes y métodos.
Con todo, resulta curioso que Kuhn no niegue el progreso científico como tal, sino que
lo comprenda como una mayor profundidad sin amplitud (Kuhn, 2010, p. 295). En otras
palabras, Kuhn rechaza la lectura lamarckiana de la historia de la ciencia con lo que concluye
que su evolución no es racional. Pero admite la metáfora darwiniana acorde a la cual la ciencia
tiene un origen primitivo pero ninguna meta como puede ser la aproximación hacia la verdad.
Dos consecuencias inmediatas se desprenden de esta posición: en primer lugar a) el
movimiento de la ciencia es irracional o fortuito; en segundo lugar: b) no hay un criterio para
evaluar la senda de la ciencia, o en otras palabras, “alles geht” (Feyerabend).
¿Qué sucede entonces con las revoluciones científicas? Frente a la psicología del
descubrimiento que proponen Kuhn y Feyerabend, Laudan sostiene que los científicos siempre
están en una situación de decisión racional, es decir, consideran la necesidad de modificar una
tradición de investigación sólo cuando una alternativa amplía el campo posible de resolución
de problemas (Laudan, 1978, p. 138). Estimo por tanto que la concepción de progreso
científico de Laudan subraya el papel de los problemas comunes a lo largo de la historia en
lugar de sus soluciones. Por ejemplo, el problema del movimiento relaciona la historia de la
mecánica desde la escuela peripatética hasta la física clásica de partículas, mientras que el
problema de la mente relaciona a la filosofía cartesiana con las ciencias cognitivas
contemporáneas pese a que las respuestas de dichas tradiciones son hasta cierto punto
incompatibles. De esta manera, poco cuenta la objeción kuhniana sobre la semántica e incluso
la ontología de las teorías científicas porque lo que realmente importa son los esfuerzos
históricos de los científicos por conducir una investigación sobre un mismo problema. El
“historiador crítico” seguirá la propuesta de reconstrucción racional de la historia de la ciencia
tal como propone Lakatos.
Pero un siguiente paso para admitir una teoría científica es la exigencia de prueba.
Podemos tener a disposición un conjunto de teorías incompatibles que propone soluciones
para los mismos problemas, pero sólo aquellas mejor contrastadas serán admitidas como
fiables. Por eso, es preferible una teoría bien contrastada aunque no atienda problemas
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nuevos a una teoría mal contrastada que atienda nuevos problemas. Luego, tanto el concepto
de racionalidad científica como progreso son compatibles, pues mientras que los hombres de
ciencia optarán por las hipótesis que superan su puesta a prueba, la ciencia progresará pese a
algunas pérdidas porque permitirá ampliar el campo de soluciones a problemas empíricos.
Dado que preferimos la teoría que más problemas resuelve, podemos sacrificar algunos hasta
que lleguemos (como un ideal regulatorio) a una teoría superior para ambos. En este sentido,
tanto Laudan como Popper y Peirce coinciden.
Sostengo por ello que el progreso puede ser fortuito aunque pasible de frecuentes
“reconstrucciones racionales” como consideraba Lakatos. La demanda de una posición
“privilegiada” en la que debe situarse el realista para dar cuenta de que sus teorías se
aproximan cada vez más al mundo se muestra innecesaria. El falibilismo es compatible con el
realismo, pues no requiere más que una concepción de verdad parcial y que nuestras teorías
científicas correspondan en mayor medida con la realidad. Por ejemplo, la ley de la gravitación
universal indica que la fuerza ejercida entre dos cuerpos de masas separadas (m1 y m2) a una
distancia es proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado
de su distancia (d2). La ley impide que se obtengan predicciones con otros valores numéricos
(por ej.: d3 o d4):
G (m1 . m2 )
F=
d2
Ahora creemos comprender mejor algunas regiones del universo que los cosmólogos
jónicos aunque no necesitemos proponer una “ley del progreso” pues algunas indagaciones
tardarán en proporcionar hallazgos, mientras que otros descubrimientos desmontarán las
teorías que creíamos firmes. Pero la fascinación por entender el universo ha sido un problema
común al género humano y nuestros esfuerzos no han sido en vano, pues andamos ahora
como Bernardo de Chartres indicaba: en “hombros de gigantes”.
BIBLIOGRAFÍA
Kuhn, T. (2010). La estructura de las revoluciones científicas (2da ed.). México D.F, México: FCE.
Laudan, L. (1993). La ciencia y el relativismo. Controversias básicas en filosofía de laciencia.
Madrid, España: Alianza.
Laudan, L. (1978). Progress and its problems. United States of America: University of California
Press.
Meynell, H. (1975). Science, the Truth and Thomas Kuhn. Mind, 84[33], 79-93.
Peirce, C.S. (1955). Philosophical writings of Peirce. New York, USA: Dover.
Peirce, C.S. (2012). Obra filosófica reunida. Tomo I. Houser. N. y Kloesel, C. (ed.). México D.F.,
México: FCE.