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by
Doctor of Philosophy
Phillip Rothwell
and approved by
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October, 2012
ABSTRACT OF THE DISSERTATION
Dissertation Director:
Phillip Rothwell
This dissertation studies a corpus of Chilean narrative texts published from the late
1980s to the 2000s, understanding them as active participants of the social processes of the
period. The corpus includes works by Gonzalo Contreras, Alberto Fuguet, Carlos Franz,
Ramón Díaz Eterovic, Diamela Eltit, Gonzalo León and Marcelo Mellado. Through the
analysis of the literary texts and their relation to public/cultural discourses (both official
and non-official), I describe the political positions that can be traced within those
narratives, both in their fiction and their enunciation. The positions described are grouped
by the way in which they address their social context, as well as textual strategies that
during the dictatorship and consolidated in the later democratic governments, an important
part of the characterization of these three positions relates to the representation of violence
and mourning. Drawing on the work of intellectuals such as Walter Benjamin, Hannah
Arendt, Frantz Fanon and Slavoj Žižek, I address the theoretical discussion regarding
violence as a social phenomenon as well as the difficulties of its representation. The ways
in which violence is represented in the literary texts situates them in specific and socially
representative practices and discourses. The political positioning that derives from the
ii
narration of violence, responds both to its representation and the strategies by which the
The question of mourning is addressed in relation to the practices that are implied
with regards to the representation of violence and the invoked function of the reader. In
dialog with the work of Sigmund Freud and Idelber Avelar, I describe and evaluate the
ways in which mourning is deferred or sought through these practices of narration. This
responds to an ethical problem, as understood by Jacques Lacan and Alain Badiou, where
the main question pertain the subject – his relation to his desire, and his place within a
political structure. This is observed in the texts through the analysis of both the represented
iii
A la memoria de mi madre, que me enseñó a leer.
iv
AGRADECIMIENTOS
que me permitió realizar este doctorado. Más aún, por su acogida y familiaridad en
circunstancias de extranjería, donde casi todo resultaba extraño. A sus secretarias, Rosy,
Jen y Marisa, por hacer fáciles tareas que todavía ahora me parecen inabordables. A los
profesores con los que tuve la suerte de compartir en cursos y conversaciones, por
contribuir a ampliar mis perspectivas, enriqueciendo siempre mi trabajo. Por el cariño que
supieron siempre conjugar con un impecable rigor académico. A mis compañeros por haber
sido familia, y por todo lo que aprendí también de ellos: son ustedes el lugar que ahora
extraño en Chile.
constante. Por haber sido interlocutor desde el germen de la idea hasta estas últimas
palabras. Por su amistad, que fue compañía en los momentos difíciles que enmarcaron la
escritura.
Por último, a las personas que de cerca y a la distancia me han acompañado estos
años, en el trabajo y la vida. A mis amigos y compañeros queridos, no hay para ellos
menciones suficientes. Los de allá y los de acá. A María Inés Zaldívar, profesora y amiga
que certeramente me señaló Rutgers como un buen norte. A Ignacio Álvarez, por aceptar
Violeta, por ser fuente de todo sentido. Y a madre, que me enseñó a leer por gusto.
v
ÍNDICE
ABSTRACT............................................................................................................................ii
DEDICATORIA....................................................................................................................iv
AGRADECIMIENTOS..........................................................................................................v
ÍNDICE..................................................................................................................................vi
La necesidad de narrar...............................................................................................36
Violencia y legitimidad.............................................................................................95
Duelo y derroteros...................................................................................................109
Diamela Eltit................................................................................................112
De la derrota al fracaso............................................................................................161
BIBLIOGRAFÍA.................................................................................................................186
vi
1
Introducción
De donde se narra y se lee
desde fines de los ochenta hasta el presente. La descripción que aquí introduzco no
artística en general) como mero producto de sus circunstancias, sino más bien
palabras, de trazar el lugar que ocupa la narración literaria en estos procesos sociales,
y desde allí pensar el modo en que esta participa activamente de ellos, modo que sin
Para llevar a cabo este propósito he distinguido tres grupos de textos a partir
social determinada y, por otra, un deseo y una forma particular de activar cierta
menudo que son los mismos eventos sociales a los que hacen referencia los textos de
alusión (o no alusión) a tal o cual evento o situación particular, sino más bien al modo
1
Coalición de partidos de centro e izquierda formada a fines de la década del 80 con el propósito de
poner fin a la dictadura liderada por Augusto Pinochet con el apoyo político de la derecha. Los cuatro
presidentes consecutivos que surgieron de esta coalición son: Patricio Aylwin (1990-1994), Eduardo
Frei (1994-2000), Ricardo Lagos (2000-2006) y Michelle Bachelet (2006-2010).
2
en que esta representación se organiza en torno a la lectura de aquel evento que puede
una posición política, en parte por la posible crítica o afirmación de la política propia
lugar de donde se origina y los medios coercitivos que puedan acompañarla, toda
en lo que se refiere a su actuar, entendido este como respuesta. Deseo también porque
posible práctica, sino que se trata más bien de una búsqueda por ese encuentro posible
con lectores concretos, encuentro que se dibuja en el texto buscando trascender sus
límites materiales.
Dentro del marco que trazan estas intenciones y premisas, todavía generales y
bastante abstractas, hay dos grupos de conceptos que son centrales para llevar a cabo
desde donde estos textos enuncian, cobran especial importancia las nociones de
que se alude, sino también del modo de interpelar que se hace propio del lugar de
3
cuales se pretende situar al lector en una práctica política, a la vez que proponen un
esta práctica. Más adelante en esta introducción abordaré con más detalle estos
por ahora hacer nada más que dos precisiones, antes de hablar concretamente de los
tres grupos que conforman el corpus, con la intención de zanjar de inmediato posibles
cierta distancia entre los dos grupos de conceptos mencionados, estos aluden a dos
aspectos que forman parte de un mismo gesto, de una misma situación de los textos
mismo tiempo que sitúa la experiencia de la que estos se desprenden. Sin duda las
gran parte están determinadas por la segunda precisión que me interesa hacer ahora.
relación que se observa en cada una de estas parejas de conceptos – derrota y fracaso,
complicidad y crueldad –, lo que se observa en los textos es más bien una tensión
grupos que iré analizando. Por otro lado, de esta coexistencia se desprende también
que, tanto entre estos conceptos como en la relación que las obras sostienen entre sí,
en ningún caso existe, ni se propone, una progresión estable, ya sea entendiendo cada
uno de estos conceptos y grupos como etapas de desarrollo, o bien como quiebres
El vínculo que cada uno de estos grupos mantiene con sensibilidades marcadas
aunque podrá observarse cierta cronología en la forma que están organizados los
vividos en Chile durante este período, sin que ello signifique de ninguna forma la
proposición de una genealogía literaria más allá de la mera descripción, en cada caso,
unidad presente en los conceptos de los que me serviré para este análisis, las
trazar las posiciones que cada uno de estos grupos representa, en tanto esta aparece
contexto, son los lugares desde donde se experimenta y desde donde irrumpe la
5
violencia. De aquí que sea necesario hablar de sensibilidades cuando hablo de los
momentos históricos con los que parecen vincularse estos grupos, ya que se trata de
experiencias que, si bien aluden a un marco histórico más o menos preciso, persisten
diferentes discursos. Entendiendo de esta manera que lo que se destaca no son sus
por último, la primera crisis del modelo transicional en el paso a la década del 2000.
estos momentos como hitos de formación, es que me referiré a los tres grupos que
distancia crítica respecto del discurso hegemónico que los contextualiza y que en gran
funda la lógica neo-liberal, esta aparece en la misma forma que puede apreciarse
observa ninguna intención (crítica o favorable) respecto de esta violencia, que más
joven” escrita por “escritores jóvenes” y justificando la etiqueta editorial que los
hacer eco de aquella que sería característica en Rimbaud (al menos en lo que se
bien con la ansiedad por lo nuevo que se observa en la experiencia del sistema de
nicho de mercado, y en ambas expresiones se enfatiza de ella eso que podría llamarse
conduce a más que la repetición de su promesa de novedad. En las tres novelas que
pretendo analizar – Mala onda (1991) de Alberto Fuguet, Santiago cero (1989) de
gramsciano, puede decirse de estos textos que encarnan cierto sentido común propio
Por su parte, los textos que vinculo aquí con la derrota, se caracterizan por
en democracia como herencia de aquella dictatorial, al mismo tiempo que hace énfasis
en el vínculo histórico propio del caso chileno, propone también una posición desde
donde denunciar la perversión de estos sistemas sociales, una posición que si bien no
violencia. La distancia relativa que caracteriza a este grupo, guarda relación con la
2
Se trata de los mayores íconos de la llamada Nueva Narrativa Chilena de los 90, novelas en que se
hacen presentes las principales características de este grupo.
7
propia de la dictadura, incluso más allá de lo que se había planteado como su límite;
apropiado para realizar el necesario trabajo de duelo; y, por último, como una
imposibilidad del lenguaje tanto para aproximarse a ese duelo, como también para dar
hacia fuera, en donde la intimidad de esa derrota (en lo político y lo simbólico) tiende
textos que considero dentro de este grupo se enfatizan distintos aspectos de aquella
derrota, especialmente considerando que incluyo aquí escrituras tan disímiles como
son las de Diamela Eltit y Ramón Díaz Eterovic. Sin embargo, pese a las evidentes
modo en que en cada caso se representa esta derrota, el tránsito de lo íntimo que
Si a los textos del último de estos tres grupos los he vinculado a cierta noción
violencia aparece acá imbricada con una crisis del acto mismo de narrar, que se
8
complicidad literaria con este vacío retórico. De esta manera, aunque encontramos
aquí también una clara distancia crítica respecto de la organización política y del
segundo grupo por dos motivos: primero, porque el foco de atención ya no está tanto
crítico, en los textos de este grupo, pasa por evidenciar estos lazos cómplices. De aquí
participación del sujeto en la estructura social que hacen de estos “afueras” una
realidad concreta.
persistencia con que estas aparecen llevan a preguntarse por el lugar que ocupan en la
constitución ideológica de este modelo. A grandes rasgos podría decirse que aquel
9
con el tipo de sujetos aquí se interpelan. En el primero de estos planos cabe destacar
consumen en la ansiedad por lo nuevo, y donde, por este motivo, el pasado pasa a ser
el objeto de segunda mano por excelencia, objeto descartado cuya presencia persiste
únicamente de forma residual y, como tal, obscena. Se trata, como señala Idelber
consumo e intercambio tanto material como simbólico. De esta forma, siguiendo con
“exige que lo nuevo reemplace a lo viejo sin dejar residuos” (Avelar, 285, 2000).
presente, el quiebre con la historicidad que sostiene este modelo, y que claramente se
observa respecto del pasado, se mantiene también respecto del presente en el sentido
capitalismo no tiene relación con una temporalidad presente, sino más bien con la
En gran parte tributario al lugar que la lógica formal pasa a ocupar desde la
ideas que proponen diferentes modos de estructurar una sociedad, pasando a entender
alejarse de la norma neo-liberal) que sin tener un sustento objetivo interfieren con el
3
Adorno, Theodor y Max Horkheimer. Dialéctica de la ilustración. Joaquín Chamorro Mielke,
traductor. Madrid: Akal, 2007.
11
traslada del Estado al Mercado el lugar donde debe situarse el énfasis al momento de
organizar la vida social, en cuanto el segundo ofrece el terreno objetivo – esto es, libre
vínculo con la política y la historia, debe deconstruirse de modo que actúe únicamente
triunfal que de este se desprende, en gran parte están fundados en la redefinición del
Ahora bien, pasando al segundo plano que mencioné más arriba, no cabe duda
“a los individuos concretos como sujetos concretos” (1988, 55). Cabe preguntarse,
entonces, de qué forma cambia esta interpelación cuando se sustituye el Estado por el
Mercado, ¿de qué forma y por qué medios son sujetos estos individuos concretos?
Mercado – entendiendo por esto al tradicional mercado4 en el lugar del Estado –, está
mediada por estas afirmaciones, que nos devuelven a la idea de un éxito absoluto, esta
vez asociada con sujetos absolutamente exitosos. Esta cualidad, la del éxito, es
desde esta posición que interpela y forma sujetos no como una transformación en
ellos, sino más bien situándolos desde siempre en la posición de sujeto que sostiene
4
Esto es, el lugar físico y simbólico donde se efectúan transacciones comerciales. Desplazando al
Estado, o bien, ocupando su lugar, el mercado tradicional trasciende lo estrictamente comercial para
ofrecerse como lugar físico y simbólico en donde efectuar todo tipo de transacción social
13
instituciones educacionales estén ahora mediados por este tipo de mecanismos. Lejos
5
Entre otros, ver:
14
intelectualidad liberal chilena de la segunda mitad del siglo XIX 6, que entendía la
inmersión planificada del país en una economía social neo-liberal, establecen un giro
hasta entonces. Organizada ahora en torno a los predicados del libre mercado, la
tipo de sujetos que se forma, consumidores, esta categoría, como indicaba más arriba,
trae consigo una distinción que remite finalmente a la experiencia material de una
distinción de clases – algo visible en las consecuencias concretas que estos cambios
1) Campos Harriet, Fernando. Desarrollo educacional: 1810-1960. Santiago: Andrés Bello, 1960.
2) Cox, Cristián (ed.). Políticas educacionales en el cambio de siglo. Santiago: Editorial Universitaria,
2003
3) Egaña, Loreto. La educación primaria popular en el siglo XIX en Chile: una práctica de política
estatal. Santiago: Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, 2000.
4) Pinto, Julio y Salazar, Gabriel. Historia contemporánea de Chile V. Niñez y juventud. Santiago:
Lom, 2002.
6
Aunque sin duda no se limita a ellos, figuras fundamentales en el ámbito de la educación fueron
Andrés Bello, José Victorino Lastarria y Diego Barros Arana.
7
Estos estuvieron orientados a descentralizar el sistema educacional a través del fomento de la
participación de privados, bajo el supuesto de que dicha inclusión conduciría a una mejora cualitativa
de la educación en la medida que se introduce un principio de competencia, en tanto los recursos
económicos ya no serían distribuidos equitativamente, sino siguiendo un principio de incentivos –
vinculados en primera instancia a número de matrículas y resultados en las mediciones nacionales. Un
estudio detallado de estos cambios, y su continuidad en la década de 1990, puede encontrarse en:
González, Pablo. “Estructura institucional, recursos y gestión en el sistema escolar chileno” en Cox,
Cristián (ed.). Políticas educacionales en el cambio de siglo. Santiago: Editorial Universitaria, 2003,
pp. 597-660.
8
Algunas de las más importantes consideran: la precarización de las condiciones laborales de
profesores y académicas de los estudiantes tanto en las instituciones públicas como en las privadas con
subvención municipal, en la medida que para el mejoramiento de la educación el principio de
competencia supone la “desaparición” de las instituciones que no cumplan con los estándares, sin
considerar a los sujetos vinculados a ellas. Luego, las instituciones destinadas a desaparecer en la
mayoría de los casos son las ubicadas en sectores de riesgo social, midiéndose el desempeño
académico de estas sin tomar en cuenta situaciones de innegable incidencia como la escasez extrema de
15
educación como aparato ideológico; más bien, el cambio que se genera radica en que
En este punto cabe ya preguntarse de qué forma y por dónde entran, entonces,
argumentado más arriba, funciona continuamente informado por una retórica del
triunfo y, más aún, de un triunfo totalizado, eterno; se desprende que aquellas otras
obscenidad de estas narrativas radica en el hecho de que enuncian aquello que debe
manifiesta en los dos ámbitos que distinguí más arriba – el estructural y el subjetivo –
ese ámbito de la experiencia que irrumpe y resulta irreductible a la lógica formal del
capitalismo. Se trata de experiencias que por una parte indican la limitación de esta
lógica, que se asume absoluta, y, por otra, hacen visible la violencia concreta que se
organizan en torno a estas experiencias: fisuran aquella totalidad triunfal por su mera
existencia, en tanto esta consiste en señalar que estas fisuras son propias de la
en ellos cómo opera esta distancia entre el nivel retórico y el empírico. Hay, en efecto,
que permite realizar una nivelación inmediata en lo que refiere al acceso material al
que estos disponen. Si el mercado ya establece una distancia entre el valor real y el
transados –, el crédito introduce una tercera variable que podríamos llamar valor final
por parte del Estado; esto es: “a menor capital disponible, mayor el precio final”,
17
por ahora el hecho de que la inclusión de este valor como deuda forma parte del
igual a los sujetos como consumidores pero, según se experimentan las reglas de la
están todos igualmente sujetos a la ideología que los interpela, y de esta forma
participan concretamente en ella, no son todos ellos consumidos del mismo modo en
eficiente en la normalización del valor como deuda. Esto así ya que se ofrece una
acumulación de capital en los sectores de mayor ingreso, y, por otra, la salida retórica
al problema de la exclusión, en tanto se ofrecen por igual todos los medios efectivos
de acceso de los que dispone el Mercado y, siendo este absoluto, resulta indiferente la
que se surge como requisito estructural en el sistema capitalista, aquella por la cual se
bien, en beneficio del Mercado, entendiendo que este necesariamente gravita hacia los
sectores donde hay mayor acumulación de capital. Sin duda, no se trata aquí de
desenmascarar a una o dos mentes diabólicas que, mientras elaboran sus planes
Esta más bien se presenta como el escenario que auspicia la aparición de estos actos
Balibar y Slavoj Žižek, entre otros, cuando vinculan las irrupciones de violencia
militares – y sus consecuencias – que irrumpe la agresión, sino al hecho de que estas
suceden en un contexto que no solo las impulsa sino que las defiende como
válidas por las cuales llevar a cabo la necesaria evangelización del triunfo –
Mercado sobre una base de mano de obra barata, y también por la necesidad
no obstante esta referencia suceda siempre de forma tácita. De esta manera, puede en
corresponde a los sujetos que llevan a cabo la agresión, no deja de existir por esto
cierta sintonía y complicidad entre la violencia que estos sujetos ejercen y la que se
configurando en la historia literaria chilena una tendencia que puede identificarse con
sentido político no solo los textos, sino la práctica que surge a partir de ellos, en la
experiencia concreta de tanto escritores como lectores. En esta literatura social hay
literatura social, a diferencia del realismo naturalista, aquí no es tanto el deseo por
representando en ella no solo el estado de las cosas, sino también las condiciones de
20
La forma en que funciona la literatura social tiene una serie de rasgos comunes
con lo que Guilles Deleuze y Félix Guattari llaman literaturas menores 10. “Una
una minoría hace dentro de una lengua mayor” (Deleuze y Guattari, 28). No se trata,
luchando por acceder al centro, sino la puesta en crisis de ese centro en tanto tal: la
literatura menor existe en tanto ocupa una posición alternativa a aquella constituida
propio de una posición que ocupan ciertas prácticas literarias más que como
los textos mismos, no obstante estos sean de vital importancia, en tanto existen como
9
Con esto no quiero obviar las considerables transformaciones que ha experimentado el capitalismo
durante el último siglo, sobre las que no entraré en detalle aquí por razones de espacio. Vale afirmar,
sin embargo, que las transformaciones en lo que respecta al sustrato de explotación y violencia sobre el
cual se funda esta ideología no han estado orientadas a eliminarlo, sino más bien a enmascararlo de una
forma más eficiente.
10
Deleuze, Gilles y Félix Guattari. Kafka, por una literatura menor. Jorge Aguilar Mora, traductor.
México DF: Ediciones Era, 2001.
21
presentan como obscenidad, como una traición del silencio cómplice que se espera.
Más que en las experiencias concretas puestas en escena por estas narrativas
obscenas, la traición que aquí menciono radica en el hecho de que estas sean puestas
– el que sea sentido común que toda organización social esté mediada por las reglas
propias del Mercado – no entra en crisis por sus contradicciones, sino solo a partir del
momento en que estas contradicciones son señaladas como tales. De aquí que esta
explotación y violencia, por mencionar algunas): no es por lo que retratan, sino por la
sujetos que son colectivamente marginados de aquello que triunfa, justamente por la
lógica que sostiene a esta retórica del triunfo. Se fracasa y se es derrotado en los
términos que propone el capitalismo, y según las reglas de interacción social que
plantea. En este sentido es también que estas narrativas funcionan de forma similar a
22
tiempo que esta apropiación articula los medios simbólicos para la formación otro
modo de agenciamiento.
que esta se funda. Aunque excede los propósitos de esta introducción realizar una
revisión detallada del modo en que este lugar de enunciación se ha ido desarrollando
haciendo una breve referencia a la novela El río de Alfredo Gómez Morel, publicada
en 1961. Acudo a este texto en particular porque me parece que en él, de forma muy
escena la manera en que circula la violencia propia del capitalismo, tanto a nivel
desde su vida en casa de su madre – Mamá Escoba la llama, ya que con ese artefacto
ofreciéndose de esta forma como vía de expiación por una experiencia derivada de
vida inexistente, irrelevante en lo que concierne a esa sociedad que progresa pese a
así agenciarse una voz que opera de forma paralela a la del discurso hegemónico. Se
encarnación pública de ese residuo, que los ciudadanos respetables rechazan en tanto
aquello. La insistencia, por parte del autor, en llevar a cabo una representación lo
silencio que rodea al lugar desde el cual se enuncia. Citado en la introducción al texto,
el autor afirma sobre su novela: “La mugre está envuelta en poesía, esa es la única
ficción que contiene este libro” (Gómez Morel, 11). Con gran lucidez, al mismo
tiempo que da cuenta de la aporía propia del realismo (que la representación jamás
novela se presenta al lector, de esta manera, como voz de ese sector silenciado y como
materialidad del sistema de exclusiones que funda la estructura social de la que este
participa.
realidad de la experiencia relatada, sino más bien la forma en que esta efectivamente
que insiste tras aquella pregunta, y acaso más inminente: ¿qué hay de sujeto en
persona que narra, por una parte, indica en extremo el paradigma de exclusión por el
cual este sujeto queda fuera de la existencia simbólica que ofrece la sociedad (y, por
tanto, fuera también de todo sistema de protección ofrecido por ella). La insistencia en
los “alias”, como formas más o menos virtuales de existencia paralela, contribuye a
mejor dicho, que existe siempre en vías de desaparición, que existe en tanto anomalía.
Sin embargo, en el caso del narrador de El río, ese ‘sujeto’ innombrable, virtual y
significante de una voz colectiva, la voz de ese residuo. De aquí que el título de la
en el lenguaje, se establecen por el vínculo con el espacio negado (la ribera del bajo
condiciones, expresa de modo evidente la metáfora del río, que no es cualquiera sino
el Mapocho, están determinadas por ese cauce al que afluyen las principales cloacas
11
A propósito de esta misma pregunta, aunque desde otras geografías, Dipesh Chakrabarty ofrece una
reflexión interesante en su artículo “La historia subalterna como pensamiento político” (en Sandro
Mezzadra (comp.) Estudios poscoloniales. Ensayos fundamentales. Madrid: traficantes de sueños,
2008. pdf. en http://www.traficantes.net/)
25
residuos que producimos, que tenemos plena conciencia de cómo y dónde acaban;
Quisiera terminar esta sección, e introducir la que sigue, haciendo una muy
breve referencia al modo en que se interpela al lector en esta novela. Narrada desde la
en lo que refiere a la relación que sostiene la sociedad triunfante con ese fracaso. Al
volatilidad del narrador como sujeto – como también física – en la habitación del
en que esta es sostenida por parte de la sociedad encarnada en sus sujetos. Esto resulta
respecto de cómo huye la miseria, por el hecho de confirmar que la miseria ha de huir,
a esta conciencia respecto del silencio acaso haciendo eco de su propia posición en la
trama social y complicidad respecto del sistema de exclusiones que informa su propia
capitalista, sino que implica a los sujetos que de ella participan. El lector es puesto al
centro de las preguntas que circulan en el texto, sobre la exclusión y la perversión que
que su comodidad (la de su lectura, por ejemplo) descansa sobre ciertos ríos, sobre el
límite que proponen o que simplemente se les otorga, sobre el silencio que se pretende
de sus orillas.
movimiento que se observa, del texto al lector, cuando las preguntas son esas sobre la
exclusión y las relaciones cómplices que la validan? Aunque estas preguntas aparecen
diferenciadas: una parte denunciante, otra denunciada, y una tercera, mediadora, que
sostenido por quienes de él se benefician. El lector ocupa el lugar de juez frente a esta
puesta en crisis de la constitución del lector como sujeto, sino simplemente hacerlo
transformación respecto del modo en que este acto determina una posición de lector.
12
No obstante la posición de víctima supone ser objeto de alguna violencia, esta no se construye
necesariamente en la pasividad con que por lo general se la asocia, siendo posible incluso que desde
esta posición se generen también actos de violencia, sin por ello volverse victimaria. El punto de
distinción lo determina, en definitiva, el modo en que dichos actos de violencia son dispuestos en el
discurso: los de la víctima necesariamente justos, mientras que los del victimario necesariamente
arbitrarios e injustos.
28
participación que suponen respecto del objeto de la denuncia (la violencia estructural
lector en el problema denunciado, del cual no puede sino parte activa. La proximidad
de la crisis, entendida como aquella lucha de la cual el lector participaría sea cual
integridad del sujeto que se forma en aquellas posiciones, sí abre una interrogante
construcción del lugar del lector. Hay ciertos aspectos de aquella denuncia que
permanecen en textos como el citado de Gómez Morel, y de los últimos dos grupos
que he distinguido en el corpus de esta tesis. Por una parte, persiste en estos textos la
de la estructura que este modelo instaura. Ahora bien, la posición de lector que se
traza, además de asumirse cómplice con el texto, se presenta como cómplice del
en evidencia son los vínculos que sostienen y perpetúan aquel primer objeto, que
indicar un objeto, sino más bien constituirse ella misma como enunciado, es decir,
práctica diaria de formalidades rituales) el ser uno mismo sujeto concreto, y de aquí,
de esta manera, sin por ello conocer, sin hacer conciente más que la forma del
conciencia respecto del mecanismo por el cual dicho reconocimiento se hace posible –
denuncia, y por otra en la interpelación que esta hace al lector como sujeto que a su
vez “desconoce”.
fracasos aislados –, no deja de afirmar la naturalidad del orden social y del modo de
negándole validez al grado de desconocer también los lazos establecidos con este, la
como derrotada solo en la medida que se reconoce marginal, en tanto (al menos
Aunque esto resulta más evidente en las últimas, ninguna de las posiciones
descritas refiere a un estado pasivo, sino que involucran siempre una serie de prácticas
concretas orientadas, primero, a dar sentido al actuar cotidiano del sujeto que las
en que se presenta esta validación es también doble: por un parte, en el simple hecho
de que aquellas sean prácticas materiales, dándole así a la ideología una existencia
más allá del discurso; y, por otra, en que a su vez estas prácticas constituyen modos de
La pregunta por el lector con que partí esta sección remite en definitiva a esta
como una interpelación derivada y las segundas como dislocadas, a partir tanto de la
relación que desarrollan con la estructura de poder como también del tipo de sujetos
que a su vez buscan formar. Más que por la diferente percepción de la estructura que
afirman o niegan, las estrategias por las cuales se lleva a cabo esta interpelación se
diferencian en cada caso por la forma en que se construye la posición que las enuncia.
32
De las tres, la que afirma es la que muestra de forma más directa el argumento de
con la posición subjetiva que emana de la estructura de poder, el sujeto que allí se
que se asume como natural esta posición y, por lo tanto, la mediación determinante
que efectúa la ideología en su constitución como sujeto, la forma en que este enuncia
aquel sistema ideológico. En este sentido es que toda interpelación surgida de esta
organiza.
medida que la interpelación que surge de aquí no establece una relación directa con el
sujeto que busca formar, sino que siempre presenta algún grado de triangulación – a la
como la serie de equívocos que determinan a esta posición como marginal cuando
preferente. En directa relación con esto, el sujeto que se interpela a su vez es formado
13
Esto por la relación de poder asimétrica que mantiene con la ideología dominante (y la conciencia
que se tiene de ella), que impide naturalizar esta posición como la única viable.
33
desconocer la naturalidad y validez de esta. En este caso se trata de una posición que
se construye en torno a una crisis, en la medida que el sujeto desea participar de una
de la cual a la vez se reconoce cómplice pues es en ella donde existe en tanto sujeto.
aquello que la ideología debe negar para pensarse absoluta. En la afirmación de estas
fisuras se establece una denuncia que no opera por triangulación, sino de un modo
noción de absoluto que busca la ideología – ese “siempre-ya” que señala Althusser
(1988, 57) –, a la vez que señala la necesidad, y un deseo, de constituir una estructura
que se organice de otro modo. La interpelación que surge desde aquí funciona
involucrando al sujeto en esta crisis, o más bien, convocando un crisis similar en él,
un fracaso similar, en la medida que este pueda reflejar el equívoco sobre el cual se
constituidos socialmente, ya sea desde el poder o desde (la posibilidad de) otros
34
lectores concretos. Por una parte se trata de una característica estructural – a la que
alude, entre otros, el trabajo de Umberto Eco y Wolfgang Iser 14 – por la cual todo
texto literario establece tanto las condiciones de su lectura, como el espacio abierto
para que estas sean actualizadas con cierta variabilidad por lectores concretos (a partir
todo texto literario). Sin embargo, esta condición textual en ningún caso supone una
que se invoca en el lector una participación cómplice y activa con el texto, este, en
literario, no son tan estables ni unívocos como lo quisieron, entre otros, Georg
Lukács 16. Hay, en efecto, una constante negociación en este lenguaje que, abriéndose
aparatos ideológicos del Estado (o la entidad que esté en su lugar). Lo que sí puede
14
Ver:
- Eco, Umberto. Lector in fabula: la cooperación interpretativa en el texto narrativo.
Barcelona: Lumen, 1981.
- Iser, Wolfgang. The Act of Reading: a Theory of Aesthetic Response. Baltimore: Johns
Hopkins, 1978.
15
Dado que el corpus literario analizado en esta tesis es bastante reciente, este contexto discursivo aquí
estará marcado especialmente por el momento de la producción de los textos. Sin embargo, la
incidencia de discursos que trascienden al texto (como parte de la constitución de estos) se observa
también en obras menos contemporáneas, cuya vigencia a fin de cuentas se juega en la capacidad de
establecer diálogos con diferentes discursos sociales a través del tiempo – diálogos que, por otra parte,
son constantemente actualizados por la crítica, que funciona a la vez como recepción y re-
contextualización de estos textos.
16
Ver, a modo de ejemplo, la descripción y distinción de las estéticas vanguardista y realista en
Significación actual del realismo crítico (1958).
35
las estrategias por las cuales se traza su posición en tanto sujeto varían para cada una
de las posiciones descritas más arriba. Sin duda las tres operan en torno a la premisa
básica de buscar su complicidad, trazando en todo caso este lector imaginado como
uno que responde al llamado del texto. Como sucede con la ideología, aquí la
texto, como también en una negativa. Se trata de estrategias mediante las cuales se
positiva, en parte involucra lo que en su momento desafió Bertolt Brecht, como esa
invocada como acción positiva frente a ese discurso, como partícipe no solo de la
digamos, de trazar prácticas de recepción que de una u otra forma encarnan a su vez
la práctica de la lectura en cierta forma de agresión. Con esto no quiero decir que el
lector sea expulsado radicalmente y los textos de esa forma lleguen a ser ilegibles,
como podría aducir una crítica de corte moral. En la lectura de estos textos se invoca,
tiempo se introducen las condiciones necesarias para desconocer ese goce, tomar
interpelación hacia la crisis, en la medida que concita identificación para dar cuenta
simultáneamente de su rechazo.
estas estrategias en cada caso, determinando posiciones políticas concretas desde las
cuales estos textos literarios participan de los procesos sociales vividos en el período
lo anterior, se dirigirá tanto a los textos como a la función de lector que estos
despliegan, y las prácticas concretas que son invocadas en esa complicidad, ya sea a
La necesidad de narrar
la narrativa chilena de las últimas tres décadas ha participado de los cambios políticos
duelo post-dictatorial como del que se hace imperativa a partir de la violencia residual
ofrece el terreno común donde se abre la posibilidad de hacer colectivo este trabajo de
duelo, haciendo de la prerrogativa ética que es característica del duelo una que
entrada del sujeto en el lenguaje, por la cual fuera de este orden no es sujeto y en él lo
que no sea existencia como sujeto –, sucede con la ideología que traza el sentido
modo que una red específica de relaciones sociales son reafirmadas constantemente
en la vida diaria. Ahora bien, al mismo tiempo que la ideología funciona como la
afirmación de límites y divisiones (esto es, de las posiciones subjetivas concretas que
como sujetos que forman parte de esa trama mayor en la que participan todos, no
base relaciones (entre los sujetos y con la ideología misma) que pueden ser
como el correlato concreto que ha de concurrir con ese toma de conciencia respecto
casual, sino que deriva de la actividad sostenida en el tiempo que es propia de una
experiencia de este vínculo – la complicidad con el texto – supone una ética que no
propio. Esto así en cuanto su propia crisis, estando vinculada a su relación con el texto
otros que, como él, allí se reconocen sujetos. De esta forma, el actuar ético que se
En los capítulos que siguen intentaré abordar las diferentes formas en que esta
ética se busca y se niega en los textos literarios, intentando dar cuenta de las
diferentes posiciones que se trazan para los sujetos y su relación con la trama
CAPÍTULO 1
acepción más común del término define prometer de la siguiente forma: “Dicho de
una persona o de una cosa: dar muestras de que será verdad algo.” Una segunda
cualidades, que pueden llegar a hacerla triunfar.” Lo que resulta curioso aquí es que
más radical que el subjuntivo. Este último se caracteriza por enunciar cierta
dislocación y que esta efectivamente puede ser puesta en el lenguaje. La promesa, por
presentándose a sí misma como evidencia de una realidad esencial, que trasciende las
verdadera que encarna; Verdad que, en definitiva, no es sino un discurso que busca
experiencia material, en virtud de la cual se asume una obligación – sea esta derivada
41
doble tarea de diálogo: por una parte, con el muy amplio sector social opuesto a la
dictadura, dentro y fuera de la clase política; y, por otra, con los principales agentes de
tiempo que este discurso se generaba con la suficiente ambigüedad como para que la
hecho por la Concertación en la antesala del plebiscito del año 1988: “Chile, la alegría
profundo dolor y que, por su carácter dictatorial, carecía de los medios para
generar una estructura social que lograse algo más que perpetuar ese dolor;
del relato humanista, sobre la realidad política de la transición proyectada. Más allá de
representación asumida por la Concertación durante aquellos años. Aunque sin duda
ocupar el lugar protagónico tanto en el discurso como en las prácticas sostenidas por
posible.” Durante al menos los primeros dos años del gobierno de Aylwin, aquella
frase tenía correlato en la presión que todavía ejercían las FFAA, amenazando con
esta amenaza, el postulado que servía de fundamento a esta segunda frase muy pronto
sobre la realidad material, “lo posible,” terminó por desplazar aquella materialidad,
ocupar un lugar central para la descripción de los autores que entonces recibían mayor
Biblioteca del Sur. La iniciativa, a la que posteriormente se suman otras grandes casas
década de los sesenta con el Boom Latinoamericano. Sin embargo, el contexto en que
debido a dos factores: primero, el que la dictadura durante los setenta activamente se
diferencia de lo sucedido con Seix Barral en los sesenta, la iniciativa que emprendió
esta iniciativa tuvo lugar ya estaba controlado en su mayor parte por estos grandes
prensa como por las editoriales en cuestión. La premisa es clara: un escritor cuyo
trabajo – esto es, sin importar cuánto ni (siquiera) cómo ha escrito. No obstante, en el
caso de los jóvenes talentos de la “nueva narrativa chilena de los 90,” la dislocación
1
Se suma a lo anterior el hecho de que parte importante de la literatura que continuó produciéndose
durante la dictadura – en parte también debido a ese contexto represivo – se enmarcó en la formulación
de una nueva vanguardia, que si bien no cancelaba todo vínculo con la cotidianidad, sí estuvo marcada
por una intensa experimentación formal.
2
No es casual que el “boom” de esta nueva narrativa haya encontrado su fin hacia fines de los noventa,
momento en que llegan a consolidarse, entre otras, editoriales como Lom, Cuarto Propio y RIL, en ese
entonces todavía independientes.
3
Tanto Contreras como Franz y Fuguet, tenían alrededor de treinta años para la publicación de las
novelas citadas.
46
hacen estos escritores (agentes también de ese impulso editorial) del lugar de la
“nueva narrativa” que se instala en el mercado, más allá de una retórica publicitaria,
en definitiva como cualquier otro objeto de consumo, cuya función no pasa por
reformular o apropiar, sino por suprimir totalmente el objeto preexistente cuyo lugar
textos en el mercado.
través del tiempo depende principalmente de que se establezcan los medios materiales
Cristiano 4 que, a causa de la brutal persecución ejercida por la dictadura hacia los
partidos de izquierda, era el único con la presencia necesaria para llegar a formar un
frente de oposición política en Chile. El motivo de esto fueron, por una parte, las
general, al programa político marxista de la época; y, por otra, el abierto apoyo que
expresó el partido tanto al golpe militar como a la dictadura durante sus primeros
años. Este apoyo original se observa claramente en los tres puntos centrales del
1) Los hechos que vive Chile son consecuencia del desastre económico, el caos
institucional, la violencia armada, y la crisis moral que el Gobierno depuesto
condujo al país, que llevaron al pueblo a la angustia y a la desesperación;
2) Los antecedentes demuestran que las FF.AA. y Carabineros no buscaron el
poder. Sus tradiciones institucionales y la historia republicana de nuestra Patria
inspiran la confianza de que tan pronto sean cumplidas las tareas que ellas han
asumido para evitar los graves peligros de destrucción y totalitarismo que
amenazaban a la nación chilena, devolverán el poder al pueblo soberano para que
libre y democráticamente decida sobre el destino patrio;
3) Los propósitos de reestablecimiento de la normalidad institucional y de paz y
unidad entre los chilenos expresados por la Junta Militar de Gobierno interpretan
el sentimiento general y merecen la patriótica colaboración de todos los sectores
(Ortega Frei, 42-43). 5
4
Por razones de espacio, no me referiré a las diversas transformaciones por las que pasó durante las
décadas de 1970 y 1980 el Partido Socialista, que es el segundo gran actor de la Concertación. Si me
detengo en la trayectoria de la Democracia Cristiana es justamente porque de los planteamientos de
este partido surgen las bases centrales de esta alianza, que se mantuvieron vigentes y sin presentar
diferencias programáticas considerables en los cuatro gobiernos de la Concertación – Patricio Aylwin
(DC, 1990-1994), Eduardo Frei (DC, 1994-2000), Ricardo Lagos (PS, 2000-2006) y Michelle Bachelet
(PS, 2006-2010).
Para una referencia detallada sobre el Partido Socialista durante los años de la dictadura ver: Ortega
Frei, Eugenio. “El Partido Socialista” en Historia de una alianza. Santiago: Lom, 1992, pp. 78-150.
Para una referencia más completa sobre los diferentes actores sociales que sostuvieron una
actividad política significativa durante la dictadura, ver: Gillaudat, Patrick y Mouterde, Pierre. Los
movimientos sociales en Chile: 1973-1993. Santiago: Lom, 1998.
5
La trascripción hecha por Ortega Frei corresponde al documento: Partido Demócrata Cristiano.
Declaración oficial. 12 de Septiembre de 1973. En Tomic testimonios. Santiago: Editorial Emisión,
1988, p. 467.
Se publicó, por ejemplo, un segundo comunicado (extra-oficial) el día 13 de septiembre de 1973,
deplorando el que hubiese sido necesaria la violenta acción militar, responsabilizando por esta a los dos
sectores políticos considerados como extremos: el gobierno de la Unidad Popular y la derecha (tanto
48
declarada ilegal junto con los partidos e instituciones asociados a la izquierda 7. Este
apoyo, sin embargo, fue declinando en la medida que empezaron a hacerse evidentes
del partido fueron víctimas de ellas. A dos años del golpe, en 1975, el partido se
violencia con que la junta militar estaba actuando y, de forma más enfática,
largo del texto – cuya limitada circulación fue permitida únicamente por ser su autor
un ex-presidente – Frei expone los dos grandes paradigmas que determinarían luego el
espacio ajeno a toda posición política extrema (tanto marxista como fascista); y,
segundo, que esta debía mantenerse al margen de toda forma de violencia, tanto en su
política como económica). El documento lo firmaron dieciséis miembros del partido, varios de los
cuales jugarían papeles de relevancia al momento de concretar la Concertación. Ver “Declaración
disidente del 13 de Septiembre” en Tomic testimonios. Santiago: Editorial Emisión, 1988, p. 467.
7
Entre ellos destacan: los Partidos Radical, Comunista y Socialista, la Unión Socialista Popular, el
Movimiento de Acción Popular Unitario (MAPU) y la Central Unitaria de Trabajadores (CUT). En el
mismo documento declaraba ilegales estos colectivos (Decreto Ley nº 77, 13 de octubre de 1973), se
agrega que igualmente serían consideradas ilícitas aquellas agrupaciones “que sustenten la doctrina
marxista, o que por sus fines o por la conducta de sus adherentes, sean sustancialmente coincidentes
con los principios y objetivos de dicha doctrina” (citado en Ortega Frei, 31).
49
Montalva, dándole de esta forma carácter oficial a los planteamientos de este último,
el análisis de la situación social de Chile. Estas instancias buscaban, por una parte,
vista de los cambios traídos por la dictadura. Por otra parte, buscaba sentar las bases
documento se establecía las cinco ideas centrales que debían ordenar la proyectada
alianza:
a) aceptar que en Chile debían convivir todos los chilenos, armonizando los
intereses de todos los sectores;
b) las soluciones técnicas debían ser compatibles con el ideal democrático, en el
sentido de que debían excluirse definitivamente los proyectos simplistas,
mesiánicos y reduccionistas;
c) equilibrio entre el rol del Estado y la sociedad civil;
50
Avanzado ese año los partidos señalados formaron la Alianza Democrática, que
vez, de la extrema violencia con que respondió el Estado, la Iglesia Católica, entonces
bajo la dirección del Cardenal Juan Francisco Fresno, se sumó a las voces críticas,
masivos como también mediante cartas abiertas leídas en las misas. La adherencia de
gran parte de ellos; y, por último, abriendo una instancia de diálogo entre la oposición
realizar elecciones libres que pusieran fin a la dictadura. Aunque una vez más la
propuesta fue rechazada, se acordó realizar un nuevo plebiscito, el año 1988, que
51
cada bando, resulta bastante clara la coincidencia entre algunos de los fundamentos
que defendían tanto la dictadura como la alianza opositora. Esto no solo por la
con la premisa detrás del “predominio de la concertación por sobre el conflicto” – esto
política fue ambiguo desde sus orígenes. Esta exclusión respondió también a una
dictadura. No solo aquí, sino en las transformaciones internas asumidas por la misma
para dar paso a una de carácter puramente administrativo. A partir de esta premisa es
8
Firmaron en este momento los partidos Demócrata Cristiano, dos facciones del Partido Socialista
(dirigidas por Clodomiro Almeyda y Ricardo Núñez), el Movimiento de Acción Popular Unitario
Obrero Campesino (MAPU OC), el Movimiento de Acción Popular Unitario (MAPU), el Partido
Radical, la Izquierda Cristiana, la Socialdemocracia, el Partido Democrático Nacional, el Partido
Humanista, la Unión Socialista Popular y la Unión Liberal Republicana. Avanzado el mismo mes se
sumó una tercera facción del Partido Socialista (dirigida por Manuel Mandujano), para sumarse
finalmente en mayo el Partido Socialista histórico.
52
sino más bien a transformar el modo que esta tuvo de administrar su funcionamiento,
último, sin embargo, se reafirmó como garante y facilitador de unidad – ahora desde
mercado.
hiciese cada vez más persistente una retórica de la caridad, por sobre la reivindicación
sustenta. De una lógica de derechos sociales – respecto de los cuales el Estado asume
parte simbólicos para individuos y materiales para empresas), sin que por ello asuma
una responsabilidad directa respecto del problema que se señala, justamente en tanto
dicho problema no es reconocido como uno sistémico, sino como una anomalía que
afecta a una cantidad determinada de individuos. La noción de unidad que opera aquí
establece al mercado como agente nivelador y, por lo tanto, unificador por excelencia,
lógica: es la puesta en discurso de la existencia relativa de ese Estado que solo puede
pensarse como facilitador de un Mercado que, por su parte, llega a afirmarse como
para interferir directamente en el funcionamiento del Mercado, sino solo para velar
por él. En evidente relación de continuidad con el modelo defendido por la dictadura,
apolítico y, como tal, ofrece las condiciones necesarias para la reificada unidad,
deja de pensarse lo público como un servicio, prestado por x y consumido por quienes
acceden a él). En el caso chileno, se observó un giro radical dentro del discurso oficial
(ya desde los ochenta) donde se reemplazaron las narrativas políticas por narrativas
era necesaria por un tema humanitario, sino por una necesidad propia del sistema
cancelen las políticas autoritarias – y, más aún, se beneficia de ellas9 –, para ser
desapareciera la figura del dictador. Esto no solo por la extrema acumulación de poder
que encarna, vinculada además a las estrictas jerarquías militares, sino también por el
hecho de que su presencia mantiene siempre a flor de piel una lucha política. En
virtud de esta necesidad es que hacia fines de los ochenta, la derecha económica –
9
Ver, entre otros, Klein, Naomi. The Shock Doctrine: The Rise of Disaster Capitalism. New York:
Picador, 2007.
55
contexto de evidente continuidad respecto del modelo deseado por la dictadura. Sin
duda “la medida de lo posible” juega un rol fundamental – perpetúa ese estado de
promesa –, sin embargo, la narrativa que posibilita esa salida retórica es la que se
construyó en torno a la idea de la transición. La ubicuidad que deriva del concepto fue
que esta aparece signada como algo que solo puede vivirse materialmente como
tránsito hacia la democracia. Este no-ser – o, quizás mejor, ser entre o ser casi –
10
Ver Alegorías de la derrota: la ficción postdictatorial y el trabajo del duelo. Santiago: Cuarto
Propio, 2000.
56
hace más que borrar la experiencia de la dictadura, dando por zanjadas toda discusión
los noventa. Claro ejemplo del movimiento que señala Moulián, y sin duda el que más
lo escandaliza (con claro fundamento, por lo demás) es el modo en que se abordó las
como el de Manuel Contreras12, las causas judiciales no afectaron a los altos mandos
de la dictadura 13; al tiempo que no hubo en ningún momento una iniciativa oficial
ella. Esto por dos motivos centrales: primero, que el principal fundamento y
11
Ver Chile actual: anatomía de un mito. Santiago: Lom, 1997.
12
Ex-general del ejército, creador y director de la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional), principal
organización encargada de identificar, secuestrar, interrogar y asesinar “subversivos” durante la
dictadura. Participó también de la formación y coordinación de la “Operación Cóndor,” mediante la
cual se estableció lazos de cooperación entre las dictaduras del Cono Sur americano y la CIA, en las
décadas de 1970 y 1980.
13
Caso ejemplar es Cristián Labbé – coronel en retiro y actual Alcalde de la comuna de Providencia, en
Santiago – quien fue agente activo de la DINA, instructor de interrogación y, entre 1980 y 1989,
miembro del Consejo de Estado Mayor (lo que en democracia pasa a llamarse Ministerio Secretaría
General de la Presidencia).
57
validación de la Concertación hubiese sido el no ser política14 sino solo guiada por un
ideológico que poner en marcha (al menos uno explícito), el recuerdo de la dictadura
tipo:
A
1. Todos recordamos y repudiamos la violencia en dictadura, la represión y
14
Esto es, según planteaban en sus fundamentos, el renunciar a desarrollar una política programática y
explícita, a la manera que lo hacían los partidos tradicionales.
58
luego,
B
1. Todos recordamos y repudiamos la violencia en dictadura, la represión y
luego,
vez más específicas) es el que se pretende establecer una relación directa entre las
las primeras. En efecto, hay una realidad indiscutible que se indica, que se recuerda,
que da cuerpo a proposición inicial: la falacia está en que ese cuerpo acaba siendo no
superpone a lo que subsiste allí como experiencia, o como trauma. De aquí que el
discurso acaba estando dislocado de aquel dolor que evoca. El terror es solo función,
medida que es obvia, que no presenta una opción real: se trata de la respuesta que
lograda instalarse una Verdad estructural que ya no tiene tanto que ver con el
Evidentemente deriva de aquellas premisas, pero estas pasan a funcionar, como decía,
particular, como la forma por excelencia de proteger esa esencia humana, más aún,
Moulián sin duda acierta al exponer como simulacro de memoria la que los
donde lo recordado funciona como objeto (de consumo), totalizado y desvinculado del
mal que se recuerda en función de afirmar las bondades de este régimen, construido
como definitivamente otro. El asunto es que para que este último sea sustentable, no
puede en ningún momento llegar a “blanquearse” de forma conclusiva ese mal, ya que
simulacros lógicos en los que se funda la transición. Más que en cancelar ese
Hay sin duda cierto olvido que opera sistemáticamente en esta disociación, en la
medida que desde esta perspectiva todo objeto de la memoria existe (es rememorado)
mercancía “vintage” que en la actualidad satura el mercado desde los más diversos
nichos. Se trata de objetos donde la mercancía, es decir, lo que se ofrece con valor de
15
En el capítulo siguiente me detendré en las implicaciones teóricas que derivan de este vínculo
esencial humanidad-civilización, específicamente en lo que se refiere a la problemática que deriva de la
conceptualización de la violencia.
60
la mercancía como del ritual de consumo que la justifica. En los noventa llega a
constituirse un mercado del horror dictatorial que fue capaz de cooptar y poner en
testimoniales como Tejas verdes y Una casa vacía – de Hernán Vidal y Carlos Cerda,
perseguidos. Independiente del valor individual de cada uno de estos textos, y del
deseo de contribuir a un trabajo de duelo que pueda haberlos incitado, sucedió que ese
deseo fue subsumido por el gesto formal de recordar esa violencia. En Alegorías de la
como mercancía propia del mercado del horror dictatorial, pasa a ser pura forma, un
perpetuo simulacro, incapaz de afirmar nada más que la absoluta presencia del
histórico (opuesto a la totalidad objetivada del mercado) es olvidado, de modo tal que
más que prometedoras, el trabajo testimonial junto con el deseo por un trabajo de
duelo acaban vaciándose de sentido y, por ello, formando a su vez parte de aquel
simulacro. Esto en la medida que cada uno llega a “remplazar,” a ocupar el lugar que
ocupó otro previamente (otro testimonio, otro producto). Si el mercado coopta y priva
Lo que niega el afecto que se juega en el duelo – ese apego fundamental con
sustitución. Lo que acaba sucediendo en los noventa es que, consolidando una lógica
tácitamente anunciaba esa alegría por venir. Es evidente el rol que juega la
por su simulacro no sucede como una mera imposición desde ese lugar de poder, sino
62
en complicidad, de igual forma que aquel poder ha llegado a serlo por constituirse
como hegemónico.
La “nueva narrativa chilena” es uno de los lugares donde más evidente se hace
y termina por negar el trabajo del duelo. Más allá de las condiciones históricas que
instalada en la sociedad chilena de los noventa y fines de los ochenta, que es producto
de ese discurso generado desde los actores de la Concertación, al mismo tiempo que
es condición de posibilidad para que ese discurso pudiera existir. Aunque sin duda
estas novelas comparten con las de autores como Isabel Allende y Marcela Serrano,
como señala el crítico Leonidas Morales, “el no ser novelas confrontacionales (…) o
que, aunque careciendo de una mirada crítica, busca apropiar los dictados del
Mercado y no solo desarrollar una estética que pueda adaptarse a ellos. Se trató de un
literatura, pero simultáneamente estuvo acompañado por un impulso por parte de los
autores que, afirmando tácitamente la lógica tras dicho fenómeno, buscaron de forma
63
Estos autores demuestran una clara conciencia de los dictados del mercado y
entienden el oficio de escribir desde una perspectiva profesional mucho más
radical que la de sus predecesores, que en una buena proporción identificaban el
ser escritor (moderno) con un cierto estatus especial que le será otorgado por una
sociedad que todavía asigna un cierto carácter sagrado a sus textos y un papel
sacerdotal, revelador, a sus productores, quienes a veces llegaban a transformar
dicho papel en todo un estilo de vida (Urbina, 84-85).
surgido un nuevo interés por acercar al intelectual a las masas populares, sino que en
Reforma Protestante durante los siglos XV y XVI, el sociólogo alemán habla del
momento en que se quiebra el estricto vínculo entre la figura de Dios y el trabajo que
tránsito que se señala parte de una concepción ética-religiosa del término, que
de los deberes que a cada quien obliga la posición que tiene en la vida y que por ende
medida que cada sujeto es invocado por Dios a desarrollarse en la posición terrenal
que ocupa, a la vez que esta (y su correspondiente desarrollo) será signo, no solo del
favor divino, sino también del trabajo realizado en pos de la salvación. Efectuada esta
64
que los escritores anteriores defendían una presencia propiamente divina en su labor
en una red social que se traza en relaciones de competencia y donde el éxito se asume
traducciones, por una parte muy concreta; y, por otra más especulativa, consenso en lo
que refiere a la calidad y cantidad de la obra proyectada (la promesa). Estos autores
derivadas las que fundan dicho proyecto, sino el hecho de que la masividad señala el
Mallarmé a propósito del lugar del poeta (y el intelectual), y que en gran medida
del poeta como una voz depurada de la tribu, posición que asume al intelectual no
como aquel que da sentido al colectivo social, sino más bien como aquel que tiene la
posición del profesional, según la describe Weber y según esta aparece en la nueva
narrativa de los noventa, el intelectual pasa a ser voz del Mercado, que por su parte
impulsan estos escritores, que los distingue en la narrativa chilena reciente, tiene que
ver mucho más con un modo de representación que con el objeto representado (la
Divino – aquel dramáticamente señalado como “sacerdotal” –, sino todo aquel que de
este tránsito, Rodrigo Cánovas en “Una visión panorámica” 16 cita una parte crucial de
Bebemos poco, vamos al supermercado, giramos cheques y nos gusta que nos
quieran (…) escribir nos parece un trabajo fascinante, pero antes que nada un
trabajo. No tenemos manifiesto alguno y nuestras ideas políticas difieren
alegremente (Cánovas, 23).
16
Primer capítulo de su libro Novela chilena: nuevas generaciones. El abordaje de los
huérfanos. Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 1997.
66
circulación (“girar cheques”); y, segundo, afirmar que la única forma de colectivo que
opera en la producción literaria tiene que ver con una conciencia gremial sin una
premisa específica que los organice más allá de ser gente que escribe
profesionalmente. Aquí se hace evidente la relación con ese tránsito descrito por
sobre la escritura – “un trabajo fascinante, pero antes que nada un trabajo” – descansa
necesariamente sobre la disociación del trabajo con cualquier noción de sentido, para
estructura. De aquí que el trabajo de la escritura no esté en grado alguno mediado por
profesional de la escritura.
Hay una relación evidente entre el tránsito que se observa en estos autores y
Nación-Mercado, entendiendo que este último como un proceso social que sucede en
falaz el asumir que la masividad propia de la nueva narrativa de los noventa da cuenta
representación suceda, o siquiera busque suceder, en relación directa con los sujetos
67
representados, como es el deseo en el caso de los autores que de una forma u otra
sino que allí el trabajo está orientado a dar voz a sujetos, en la medida que la
de los sujetos que interpela en dichas categorías. En este sentido es que la puesta en
para la sociabilidad – algo así como un mediador sine qua non para que esta exista y
pueda ser representada en el lenguaje –, al mismo tiempo que busca ser invisible en
esa operación. La identificación que efectivamente ocurre no es con sujetos, sino más
bien con la sujeción a esa estructura de poder implícita en la relación con el mercado.
Sin pretender agotar los análisis posibles de estas, me detendré en el modo que estas
de lector que estas novelas elaboran y el modo particular en que esta interpela a
lectores concretos. Lo primero que llama la atención aquí es la particular simetría que
se sostiene entre estos dos ámbitos. Si bien la relación entre ambos no es específica de
las obras de estos autores – es, de hecho, propia de la narración literaria en general –,
dictado de contenido moral, sino el dictado de una normativa formal, que en última
sentido, no solo del fenómeno editorial sino también de la propia narrativa de estos
autores el que estos textos hayan estado dirigidos a un nicho de mercado, como señala
operan en un movimiento doble, cuyo fin último es elaborar una ficción de simetría
detalle a partir de rasgos generales (i.e. aquellos que permiten objetivarlo); se ofrece
al consumo de ese grupo los objetos que, según la previa descripción, lo definen. Por
una parte, de esta relación simétrica resulta que la práctica del consumo sea concebida
69
como el camino natural por el que se construye identidad, al mismo tiempo que se
proximidad con aquella abstracción arquetípica que funda el nicho. Esta moral es la
que determina la disociación del individuo consigo mismo, que señalan Adorno y
que el Mercado interpele al sujeto no como tal, sino únicamente como el “nudo de
(Adorno-Horkheimer, 43).
Alberto Fuguet de forma indirecta hace una descripción de lo que opera como
con Sergio Gómez y es publicada por Planeta en 1993. Refiriéndose a los autores
trabajo –, sostiene:
Lo único claro de esta supuesta nueva generación es que viene después de las
otras. Después del golpe, de la caída. Son post-todo: postmoderno, post-yuppie,
postcomunismo, post-babyboom, post-capa de ozono. Aquí no hay realismo
mágico, hay realidad virtual (Fuguet y Gómez, 14).
peso del sentido que reconocen en un pasado abstracto y radicalmente ajeno. Más allá
partiendo con su enfático “no somos criollistas.” Si bien allí la negación ocupó un
obstante las formas de este se plantearan como insuficientes para dar cuenta de las
los referentes previos a los que se alude aparecen totalmente cancelados: no solo se
aquellos ejes de sentido. De aquí que no pueda hablarse de ellos sino como una
producir sentido, queda únicamente la etiqueta “joven,” su nicho. Más que un grupo
social, se trata de un grupo etario ocupado por individuos de paso, aquellos que
ese no-ser, esa experiencia de estar de paso. Se desprende que la juventud aquí es
aquello que por definición ocurre en un no-lugar, sin vínculos históricos ni sociales
(más allá de la equivalencia entre jóvenes, que sucede más bien fuera de ellos): una
vinculado hasta cierto punto con la noción de estado-de-yecto que desarrolló Martin
Heidegger, y el concepto de derrelición, trabajado más tarde por Jean-Paul Sartre. Sin
duda se hace referencia a ese estar-arrojado al mundo, existir allí sin dirección,
existir, en cierto sentido, desnudo. Sin embargo, aquí esa existencia arrojada aparece
estar-arrojado más allá de este abandono y la cancelación de todo vínculo con nada
más que la propia existencia del individuo. Aquí acaba encarnándose la enajenación
que con excesiva dureza criticó Georg Lukács de la narrativa europea de vanguardia:
Un individuo que así siente puede entrar en relación con otros individuos, pero de
todos modos – visto ontológicamente – solo de un modo pasivo, externo y
contingente; los otros individuos son también, a su vez solitarios por esencia,
existen igualmente desligados de toda relación humana, por lo que cada quien está
en simple relación consigo mismo (Lukács, 22).
Lo que no llega a ver Lukács en la obra de Kafka es que allí lo que se experimenta
mayoría de los casos como crisis, profundiza en aquello que hay de colectivo en
constitución íntima de cada sujeto 18. A diferencia de lo que ocurre en las novelas de
construcción de sentido.
virtualizada, que en última instancia no hace más que afirmar las posiciones
es puesto en duda es la propia subjetividad de estos jóvenes, que más bien parecen
existir a través de los objetos que los rodean más que a través de sí mismos. Aunque
que llama orfandad, refiriéndose a la literatura chilena que empieza a publicarse en los
ochenta y noventa 19, sí resulta sumamente descriptivo de esta juventud que se imagina
abandonada. Hay una lectura histórica de esta orfandad – la más explotada por los
mismos autores – que refiere a la experiencia de ser joven en dictadura; lectura según
18
Deleuze y Guattari desarrollan con bastante detalle este carácter colectivo de las experiencias
(subjetivas) en Kafka. Por una literatura menor. Por ahora dejo pendiente el desarrollo de este
problema, ya que será abordado en los capítulos que siguen.
19
“Huérfano” se llama allí tanto a los nuevos narradores de los 90, como también a Diamela Eltit y
Ramón Díaz Eterovic, por ejemplo, señalando una relación quebrada con la Ley – que en efecto puede
rastrearse en cada caso –, pero sin elaborar en torno a las importantes diferencias en la forma como se
simboliza ese quiebre ni cuáles son las distintas posiciones subjetivas (tanto en relación con el poder
como consigo mismo el sujeto) que estas simbolizaciones determinan.
73
la cual dicha experiencia determina la cancelación de la figura del padre (no hay
acaban poniendo en escena va más allá de la figuración del padre excesivo. Primero,
que caracteriza a este último (sí puedes acceder al objeto de tu deseo, sí puedes
desechables. Segundo, porque en estas novelas la relación con ese padre monstruoso
como un mero y lejano telón de fondo, que en ocasiones presenta uno que otro
definitivamente pretérita, uno de esos momentos de los que ellos son post. Más que
Llegamos tarde, cuando ya se habían repartido todos los papeles, ¡y tú, Rubén, tú
y los de tu época no nos dejaron ser más que los acomodadores! Esa es la
enfermedad de la Raquel, la mía, la nuestra, compadres. La tranca de mi
generación es que nos vendieron erotismos de segunda mano. Nadie pensó en
nosotros, en nuestra talla. Como esa ropa americana usada que nos ponemos todos
y que siempre nos queda grande. Causas ajenas, parchadas, con los codos vencidos
(Franz, 126) 20.
20
Citado en Cánovas, Rodrigo. “Una visión panorámica” en Novela chilena: nuevas generaciones. El
abordaje de los huérfanos. Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 1997, p. 40.
74
Es patente la distancia categórica que busca instalarse entre el sujeto joven que
sino el que esta (como también el pasado político que intenta borrar) no considera un
espacio instaurado para la realización de sus intereses, ni tampoco ofrece los medios
en la afirmación de la experiencia del Mercado. De aquí que, como decía más arriba,
erotismo que acomodara su deseo. En la carencia de esa figura paterna imaginada que
diera significado, que organizara su existencia, el joven no puede más que recluirse en
asimilación del nicho como única espacio de existencia. De forma más o menos
explícita, en cada una de ellas los personajes son construidos en esa existencia
objetivada que los aísla de los demás personajes (desarrollando un modo episódico y
fundamental. Mala onda, de Alberto Fuguet, es de las tres la novela donde resulta más
75
evidente la relación entre el Mercado y la existencia virtual del sujeto que narra. Nada
comienzos de los ochenta, accedían al consumo de gran escala que supone el turismo
del personaje – dejando entrever una equívoca caracterización esencial de esta última,
propia más bien de la definición que deriva del nicho de mercado –, apunta a un rasgo
remplazar, por un tiempo determinado, la realidad material por una virtual. El turista
76
paréntesis de postal. De igual forma circula Vicuña en el primer capítulo, por ese
manera en que imagina su relación con ella. Juega un rol fundamental en ella la
función de estos objetos va más allá de señalar la posición de quien accede a ellos,
más bien, son en su totalidad (y sucesiva sustitución) los que dan cuerpo a esa
absurdas, ideas de otros tiempos, de otra gente, luchas que no tienen lugar. La
estructural, que no hace más que negar en él todo aquello que resistiría la existencia
asimilación del modo narrativo propio de los medios masivos la que pone en
entonces, de sus amigos y su familia, y luego de una rencilla con su madre, sale de la
casa de sus padres – no sin antes haber tomado un cheque en blanco de su padre, junto
con algunos gramos de cocaína que este guardaba en la billetera –, para acabar
desde su regreso de Ipanema, compra una gorra de cazador (como la que usaba el
pretendiendo que se trata de Nueva York: el diario que compra es el Village Voice, su
precio 65 centavos de dólar, come en el Burger Inn. Sin embargo, su idilio imaginario
empieza el regreso de esta segunda incursión turística. Su abuelo lo invita irse de ahí
21
Aquí opera la misma triangulación descrita a propósito del “nicho joven.” No se trata de profundizar
en el desarrollo de personajes ni de las historias presentadas, con los cuales espectadores pudiesen
sentirse identificados, de acuerdo a su historia y su subjetividad; es decir, la identificación que sucede a
la manera de ponerse en el lugar de lo narrado. Se trata, en cambio, de la institución de una fórmula
reconocible – por su constante repetición –, con la cual el espectador llega a sentirse identificado en la
medida que la reconoce y reconoce el conocerla; en otras palabras, la identificación no es con la
narración sino consigo mismo en su posición de espectador-consumidor.
22
Esta es la primera cadena de “cafés con piernas” en Santiago, atendida exclusivamente por mujeres
jóvenes en uniformes que más bien parecen ropa interior.
78
junto a él, para mejor refugiarse en el Club de la Unión23. El narrador accede y luego
de negarse a la petición de su abuelo de volver con sus padres, decide quedarse allí.
del Club de la Unión al Escort Vips, prostíbulo donde comparten por igual cocaína y
socio y sus hermanas desde ahora se quedarían con su tía. La novela termina con un
Aunque hay cierta similitud formal con las novelas de formación, donde el
relación con su padre, esto solo sucede cuando la función (esa que lo vincula a una
del placer que, bordeando el incesto, comparte con su hijo. La evidente dislocación en
la figura del padre no hace sino enfatizar todavía más la presencia avasalladora e
formales. La novela abre con una breve presentación del narrador, que cumple
condena en una isla, donde explica que lo que sigue es un testimonio que ha elaborado
23
Club exclusivo y emblemático de la clase alta conservadora chilena. Hasta el día de hoy no se
permite la entrada a mujeres, salvo las que prestan servicios y, en eventos, esposas y acompañantes de
miembros.
79
con la intención de expiar sus culpas. Dicho testimonio está construido en tres
narrador dirigidas a sí mismo (en segunda persona), en las que evalúa y justifica su
proceder, al mismo tiempo que sirven para enmarcar y dar sentido a la historia
relatada – que en última instancia refiere siempre a él. “Tú no siempre fuiste tú. Tú no
siempre habitaste una isla. Tú fuiste una vez inocente. Lo eras antes de que llegara
labor de informante que acaba realizando para agentes de la dictadura. Este registro
escritas por Sebastián, que lee en el café diciendo que las ha escrito un amigo suyo
que Sebastián envía a Raquel desde Europa. Las primeras las roba el Artista –
aconsejado por el agente Blanco – para exponer su carácter apócrifo a Raquel y de esa
estructura narrativa como del personaje creado. Poblada de estrategias que apuntan a
epistolar funciona evocando siempre a otro receptor, y en esa evocación ronda una
comunicación, aquí lo que se expone es un vacío radical fuera del sujeto que habla: no
hay nadie más a quien dirigirse, solo en su isla, “solitario por esencia,” como diría
Lukács. Se trata, como indica Rodrigo Cánovas, de un “relato personal,” uno que
59) 24. Pero tiene la particularidad de ser un relato personal estructurado en torno a la
apariencia de uno polifónico, incluso dialógico – no se trata del “relato personal” que
Difícil juventud de Giaconi, por ejemplo. En esa segunda persona, al mismo tiempo
que cancela toda comunicación entre sujetos, mantiene una intensa invocación al
lector en la constante reiteración del “tú.” ¿Invocación a qué? La posición que ocupa
el lector, como receptor por defecto de la narración, lo sitúa en el lugar estructural del
existencia en la ficción de colectivo propio del nicho, donde puede operar como una
unidad totalizada, funcional en la medida que su existencia aislada, objetiva, más que
24
“Santiago cero de Carlos Franz, o los caminos de la orfandad” en Cortínez, Verónica. Albricia: la
novela chilena de fin de siglo. Santiago: Cuarto Propio, 2000, pp. 57-70.
81
Las cartas de Sebastián – tanto las apócrifas como las reales – juegan un papel
esa voz acaba por disolverse en la mediación del narrador. Así como ambas series de
cartas son interceptadas en algún momento por el Artista – luego de ser leídas las
primeras, y antes de que llegan a su destinataria las segundas –, la voz que se presenta
brevemente en ellas es subsumida por el carácter instrumental que se les otorga a las
cartas en la historia. Cada una de estas series cumple una función específica en el
Artista que no logra entender qué es lo que tienen esas cartas que generan tal
fascinación a Raquel, qué es eso que le atrae de Sebastián, un sujeto que para él no
hace más que reproducir ideas anacrónicas, discursos acabados y que, como si fuera
poco, amenazan de poner en peligro a la mujer de sus sueños – o acaso nada más de
de una respuesta y una vía para recuperar a Raquel, para rescatarla de semejante error.
La revelación de su carácter apócrifo abre una puerta; la aparición del agente Blanco
lo ayuda a concretar: el objeto es lo que importa, las cartas, con ellas puede deshacer
que dicen las cartas, es su valor instrumental – para manipular a Raquel – lo que les
da un lugar de importancia. Asimismo, las cartas que intercepta, una vez que
Sebastián ha salido del país, no son relevantes como discurso, lo son como el objeto
que materializa su traición. Para el narrador, no es sino luego de “la primera carta”
interceptada que pasa a ocupar el lugar de espía, pervertido por la influencia del
agente Blanco.
declaración inicial: “Tú no siempre fuiste tú. Tú no siempre habitaste una isla. Tú
fuiste una vez inocente” (Franz, 15). Causas y consecuencias que buscan establecer un
antes de la traición, un érase “una vez inocente” que sirva de asidero para expiar su
culpa. El antes, por supuesto, resulta ser una construcción a su vez imaginaria. Es
traición. Aquí es donde cobran importancia las persistentes declaraciones que hace el
ese sistema de violencia que, según imagina, acabó devorándolo. La inocencia que
traza para ese antes depende completamente de su condición joven, según la propia
De este modo no hay un sujeto propiamente tal a quien responsabilizar por sus
acciones sino, una vez más, un abstracto lugar estructural en el cual él se descubrió de
83
pronto, habiendo sido arrojado a una realidad histórica que nunca le perteneció,
establecer lazos tanto con otros sujetos como también con su entorno social. La
conforma el espacio que caracteriza al narrador. Una ruta que no conduce a ninguna
parte en específico, sino a otras rutas menores, a sus bordes; una ruta que no
comunica espacios, sino que encarna la noción de tránsito, y en cierto sentido la hace
chileno. De aquí que el pueblo donde se detiene no tenga nombre, puede ser
cualquiera, es cualquiera de esos pueblos que no son Santiago, que no son cruzados
por la Panamericana, sino que habitan como fantasmas en sus bordes lejanos. Feria
25
Ruta que cruza América de norte a sur, y hasta hoy la principal arteria de trasporte en Chile.
84
reconoce en su rutina – “un vendedor viajero sabe mejor que nadie lo que es la
anónimo entre el comprador y el arma que llegará semanas después. Fue precisamente
esta soledad la que acabó haciéndolo sentir a gusto en ese trabajo, nos relata Feria más
de su mujer y sus hijos. Aunque el narrador dice no haberse sorprendido del efecto
que tuvieron en su relación de familia las largas ausencias que significaban sus viajes,
en la novela llega a hacerse claro que la perseverancia en los viajes, más que
identificación con el lugar abstracto del vendedor viajero, tanto en relación con su
sino en la forma que los asume Feria como eje descriptivo de su identidad – en
tránsito literal de sus viajes. A pocos días de su llegada – habiendo concretado una
85
intención de comprarle un arma para matar a Mauricio Alesio, el cantante por quien lo
ha dejado su mujer. Feria le explica que él nunca ve las armas siquiera, su trabajo es
exclusivamente con la venta, por lo que no puede ayudarlo más que con el consejo de
asesina al hombre esa misma noche. Aunque no cabe duda que no ha podido ser
cómplice del crimen – no lleva armas consigo –, Feria es notado por la policía y se le
requiere que no deje el pueblo, por ser el último en hablar con el fugitivo. En este
circunstancial que había desarrollado con dos adolescentes, Susana e Iván. Desde ese
relación con los dos jóvenes, se descubre como el lugar anónimo por excelencia, una
distancia importante respecto de los dictados de lo que podría reconstruirse como una
tanto pueblo como del relato. Donde es más evidente este distanciamiento es en la
poder tradicional (no obstante excesivo) estos a su vez se distancian del pueblo –
donde, por su pasividad, ven apoyo (el pueblo). Su lugar en la narración, sin embargo,
de pensamiento obsoleta, no solo por el ideario político con que se los vincula, sino
idea de lucha, de que se trata de una posición política la que organiza el poder, y que
contra ella se puede enfrentar otra posición. El absurdo de los huelguistas refiere en
como una función más que una posición. De esta forma, para los personajes los
huelguistas acaban siendo antes una curiosidad que un peligro, un espectáculo que
siguen episódicamente, como si entre uno y otro evento, estos dejaran de existir. De
Como en las novelas anteriores, lo que sucede en las renuncias de Feria es que
están marcadas por la afirmación de otra estructura, que hacia la que transita la
del Mercado. Cada renuncia del narrador va acompañada de una afirmación de una
realidad virtual por sobre la material: se trata de un deseo por perpetuar el espacio
relativo del tránsito. Durante su relación con Susana e Iván, momento en que decide
permite sentir ese transitar pese a la inmovilidad. Sin embargo, en la medida que se
87
acerca el final del relato, Feria empieza a verse vinculado a una materialidad cada vez
más inminente. Ve por primera vez una de las armas que vende – en la casa de Matus,
recibe la noticia de que Susana tendrá un hijo suyo, Matus asesina a Luengo con el
prólogo a Cuentos con walkman: en efecto, lo que hay aquí es la experiencia de una
un lugar histórico marcado por las tecnologías virtuales – como quieren dar a
tanto de su tiempo como de su lugar social. Tal como sucede con un porcentaje
más que ser representada, ocurre en torno a estas novelas es una por defecto, esa que
las identifica como el equivalente cultural del proceso social vivido en la transición de
política. Aun cuando la retórica de estos autores, y de las editoriales que los
de dicha juventud por una descripción esencialista y desarraigada, propia de ese nicho
88
abstracto del Mercado. De aquí que lo que ocurre como materialidad en torno a estas
novelas acabe por constituirse en la misma simetría del nicho – dando lugar
construye.
acaba por oponerse a la labor del duelo. Más que la ausencia de una condena explícita
difuso telón de fondo que opera simplemente como otra manifestación de ese ámbito
opone esta juventud siempre nueva, móvil y descentrada. De esta forma, aunque en
los tres casos se dan señas del contexto en que se desarrollan los relatos, estas
cuando se alude a ella en las novelas, es representada de modo incidental, es decir, sin
ataque programático al trabajo del duelo, marcado por una conciencia respecto de sus
consecuencias políticas; sin embargo, es evidente que en la defensa de los modos del
cosmética del duelo, aun cuando pone en crisis la linealidad de la narración histórica,
el mismo período histórico, buscan abordar ese trabajo de duelo dando especial
las formas en que se plantea esta tarea, además de la preminencia de esta reflexión en
su trabajo – que ya los distingue de los autores estudiados en este capítulo –, veremos
violencia la que determina el lugar desde donde marcan una clara oposición tanto a la
noventa.
90
CAPÍTULO 2
Sujeto a la violencia
políticos y sociales que esta pone en escena, llegaron a constituir lo que podría
significó que toda otra posición quedase cancelada, aun cuando su permanencia haya
hasta cierto punto la propia apertura a mercados editoriales trasnacionales, aunque con
editoriales como Cuarto Propio (fundada en 1984) cuyo proyecto en los noventa, de
forma más enfática que el de Lom (fundada en 1990), se organiza en torno a una
preceptos del modelo neo-liberal: trazando nichos específicos que, desde su lugar
mismo tiempo que empieza a ser visible como figura pública y a ser estudiada
Díaz Eterovic, por su parte, fue entendido en un nicho quizás más específico todavía:
como el autor de novela negra chileno, sin entrar en ninguna caracterización más allá
parte motivo por el cual, Díaz Eterovic no es considerado por la academia sino hasta
Corales.
movimiento general, el que cualquier grupo y discurso que busque constituirse como
afirmación de una división radical de los espacios de acción propio y del poder, que
caracteriza por desafiar aquello del poder que ha sido naturalizado y se manifiesta
sentido, no tiene nada de particular el que se hayan constituido como grupos más o
forma en que este modelo enfrenta aquel deseo contra-hegemónico: en vez de negarlo,
1
Paralelamente, reflexiones críticas propias de la obra de Eltit en torno al género, el poder y la estética,
pasan a considerarse también características de un nicho específico, siendo rápidamente desestimadas
en todo ámbito que escapase a la academia y grupos intelectuales como el que se generó en torno a la
Revista de Crítica Cultural, que impulsaron, entre otros, Nelly Richard y la propia Diamela Eltit, bajo
el alero de Cuarto Propio.
92
transfiere a la supresión del sentido mediante aquel reconocimiento formal que simula
al mismo tiempo que se posiciona como evidencia de la sana y plural democracia que
se ha puesto en marcha.
dictatorial como la que persiste en democracia?, y ¿desde dónde – desde qué posición
promesa perpetua de los noventa, que en gran medida establece las condiciones
trauma, afirmando el hiato que este implica y, más aún, reinventándolo de forma
El lugar desde donde esta reflexión crítica se genera sitúa al sujeto en una
involucrado en ella, toma distancia e imagina su origen fuera de sí. Aunque como
como agentes en el ejercicio de dicha violencia. Esto no determina, sin embargo, que
principalmente en el caso de los textos que analizaré en este capítulo – una posición
que se construye en el margen del poder que se identifica como agente de la violencia.
el que crea el propio poder: el sujeto que se reconoce de esta forma ha sido
Avelar acertadamente asocia con la idea de la derrota2. Parte de esto tiene que ver con
el contexto histórico en que aparecen estas novelas, en el que una enorme mayoría de
en mayor o menor medida, participaron del proceso que condujo a la transición, para
2
Avelar, Idelber. Alegorías de la derrota: la ficción postdictatorial y el trabajo del duelo. Santiago:
Cuarto Propio, 2000.
94
que, luego del entusiasmo del NO, reinterpreta el diálogo y las alianzas formadas en
obstante, es decididamente amplio. De aquí que, aun cuando se traza una posición
política más o menos concreta, la posición de sujeto en ella sea una más bien móvil.
la medida que se dibuja en el tránsito entre al menos dos posiciones concretas: por
y, por otra, la que al mismo tiempo se reconoce en la violencia ejercida por ese poder
margen.
entre dos definiciones operativas: como un objeto totalizado, que puede asignarse a
una posición estable, ajena al lugar desde el cual es representada; o bien, como un
definitiva a una sola posición, sino que solo pueden trazarse grados de participación
pregunta más ética que moral – es decir, una pregunta del sujeto por su lugar y
práctica.
que analiza este capítulo. No obstante se trata de escritores que trabajan estilos
desde la perspectiva del nicho de Mercado, opera señalando ese lugar crítico de los
evidente comparte la práctica crítica de una búsqueda en torno al lugar del sujeto en la
Violencia y legitimidad
marcan el lugar social que hoy se le asigna. No obstante la fascinación que provoca su
liberal.
en torno a ella, en la medida que solo señala esa existencia objetiva, permitiendo en
96
bien, el rechazo indirecto a través de la negación. Ejemplo evidente de esto fueron los
gobierno y los dirigentes estudiantiles, luego cada una de las marchas realizadas el
2011: de forma consistente ambos condenaron el actuar violento del otro, a la vez que
negaban que su actuar pudiese ser llamado violento. En tanto, la violencia es definida
por ambos de la misma forma: una totalidad objetivada, indeseable, situada siempre
El problema que surge de esta definición no tiene tanto que ver con una
apología del actuar violento (que sin duda puede hacerse desde la negación), sino con
valor es, antes que nada, estratégico. Es palabra sobre palabra, operando de forma
saqueador, pueden así ser utilizadas a discreción para señalar sujetos involucrados en
que son calificadas cotidianamente de violentas, sin que medie ni se perciba como
precisamente por su particular existencia objetual, que implica ser objeto de discurso
aludo se elabora a partir de una premisa esencial, por la cual una sociedad civilizada
humanidad, como más bien al entender la civilización a partir de una estructura social
aquí que la pregunta por la violencia vuelva siempre sobre un problema de derecho,
tengan vigencia, y, por otro, a la identificación de los lugares donde es necesaria dicha
contribución. Es a partir de este discurso que, por ejemplo, no han sido invasiones ni
La acción, según la define, existe solo en la medida que establece cierto tipo
sociedad. Es importante notar el énfasis que hace Arendt en el hecho de que el actuar,
voluntad que puede, de hecho, rehusar – eso sí, arriesgando entonces el no ser
99
por medio de la misma práctica a la que refiere este actuar, donde se efectúa la
violencia.
claramente lo que considera la esencia de lo social que, según ella misma propone, es
por defecto sería aquello que el Estado señala como actuar violentamente, al
humano.
El ejercicio de violencia sobre ese ser indefinido difícilmente podría ser visto
de otro modo que la legítima fuerza con la que la sociedad protege su espacio libre de
violencia. Esto es evidente en el caso de Los orígenes del totalitarismo, donde los
agentes que perpetran la violencia son siempre identificables: como aquellos que
por completo de aquella acción en la medida que no constituye ningún lenguaje social
constitución perversa las lleva a funcionar cancelando esa sociabilidad a través del
ejercicio de la violencia.
violencia, esa que desconoce y desafía la normativa impuesta, se diversifica. Por una
que, aun cuando carece de organización, mantiene un claro vínculo con la estructura
violencia revolucionaria.
Evidentemente no tiene esta (ni menos aún las anteriores) un lugar reconocido
como social por parte de la estructura de poder instituida. No puede tenerlo: esta
3
Aunque sin duda en ocasiones persiguen programas – como sería el caso de asesinos en serie –, los
incluyo en este ámbito en tanto dichos programas presentan un quiebre radical con todo lenguaje que
no sea el propio de estos individuos, afirmando de este modo una profunda separación de la experiencia
colectiva que implica lo social (independiente de si a esta se le llama o no civilizada).
101
civilidad esencial, del mismo modo que lo hace Arendt en Los orígenes del
social. Esto se hace evidente en Sobre la violencia, donde Arendt critica a la Nueva
4
Considerar la distinción valorativa – en cuanto a su lugar en la lucha de clases y una posible acción
revolucionaria – a propósito del proletariado y el lumpen-proletariado que hacen Marx y Lenin, entre
otros.
5
La nueva izquierda asume programáticamente la labor de denunciar a la primera como una izquierda
aburguesada y reaccionaria, justamente en la medida que, condenando cualquier forma de violencia,
cancelarían la posibilidad de un acto revolucionario inmediato, pasando entonces a perpetuar una
política revisionista incapaz de conducir a los cambios estructurales deseados. En este ámbito es que
cobra sentido la dramática introducción de Jean Paul Sartre – que, tal como señala Arendt, celebra una
defensa de la violencia que va más allá de lo desarrollado por Fanon –, se entiende como el gesto
propio de ese impulso político, donde, más que como una mera exaltación de la violencia por sí sola,
busca funcionar como un gesto que señala el deseo de un quiebre radical respecto de ese status quo
político.
102
orden social – i.e. lo que desde la perspectiva de Arendt sería la fuerza con la cual el
necesariamente sobre los cuerpos en tanto ellos determinan su lugar de acción: por
una parte, porque es respecto de esos cuerpos incidentales que se funda un derecho, a
propósito de ellos que se narran los límites y en ellos que estos límites existen a través
del castigo a quienes los trasgreden; por otra parte, porque se trata de un derecho
sobre esos cuerpos, es decir, fundado para ellos pero que busca trascenderlo,
estableciendo una naturalidad que cae sobre ellos y que llama al castigo en su
aparece en el castigo de los cuerpos es porque el derecho que ella instaura en todo
Arendt, como la negación que ocurre por defecto al hablar desde la definición esencial
momento en que esto se hace más visible en el texto de Fanon tiene que ver con la
Es en esa masa, en ese pueblo de los cinturones de miseria, de las casas ‘de lata’,
en el seno del lumpen-proletariat donde la insurrección va a encontrar su punta de
lanza urbana. El lumpen-proletariat, cohorte de hambrientos destribalizados,
desclanizados, constituye una de las fuerzas más espontánea y radicalmente
revolucionarias de un pueblo colonizado.” (118-119)
103
mismo de la civilización y la barbarie. No por nada se hace referencia a las masas que
migran del campo a la ciudad – centro de la moderna civilización – solo para acabar
pesando allí como una “gangrena” 8. Se trata de incivilizados que han llegado a
que se organice contra un orden social específico (excesivo, explotador, etc.) sino una
que actúa justamente contra el orden social; en otras palabras, no se trata de una
violencia que busque instituir otra forma de legitimidad, sino de una que sucede
contra la legitimidad, o bien, que sucede fuera del orden señalado por el pensamiento
en torno a la legitimidad.
6
“El colonialismo va a encontrar igualmente en el lumpen-proletariat una masa considerable propicia a
la maniobra. Todo movimiento de liberación nacional debe prestar el máximo de atención, pues, a ese
lumpen-proletariat. Este responde siempre a la llamada de la insurrección, pero si la insurrección cree
poder desarrollarse ignorándolo, el lumpen-proletariat, esa masa de hambrientos y desclasados, se
lanzará a la lucha armada, participará en el conflicto, pero del lado opresor” (Fanon, 125).
7
“El lumpen-prletariat constituido y pesando con todas sus fuerzas sobre la ‘seguridad’ de la ciudad
significa la podredumbre irreversible, la gangrena, instaladas en el corazón del dominio colonial.
Entonces los rufianes, los granujas, los desempleados, los vagos, atraídos, se lanzan a la lucha de
liberación como robustos trabajadores” (Fanon, 119).
8
Aunque sería claramente excesivo afirmar que Fanon está haciendo aquí un comentario sobre el
Facundo de Sarmiento, sí es interesante notar el criterio de civilidad esencial que evidentemente opera
en este último y, más aún, el grado de continuidad en la reflexión crítica que realiza Fanon y la que en
su momento realizaron intelectuales como José Carlos Mariátegui, pensando en el contexto social
latinoamericano.
104
Esta forma de violencia que describe Benjamin, una que purga de forma
radical las estructuras fundadas en la violencia mítica – y con ellas las legítimas
relaciones jerárquicas que dictan sobre los cuerpos en dicha estructura –, describe la
hallarse radicalmente fuera del orden civilizador establecido por la colonia, y porque
civilizado.
desde fuera, en tanto ese afuera constituye el deseo fundamental de una acción, no
colonial se enuncia desde la posición del colonizador y nunca desde la del colonizado.
De esta forma, aun cuando el colonizado puede apropiar las estrategias simbólicas del
Sartre en su prefacio, este cambio no pasa solo por volver “a sacar a la superficie a la
compleja que la figuración de una superestructura que cae desde dominadores sobre
sujetos dominados – o bien, un Derecho que dicta sobre los cuerpos que describe;
percepción que, en conjunto con lo anterior, acaba por dar cuenta también de la
9
Me refiero a ese proceso mimético por el cual, aun cuando se desafía la dominación de facto, este
desafío aparece fundado en la afirmación de las estrategias discursivas del colonizador. Ver, entre
otros, la reflexión que hace Ángel Rama en La ciudad letrada sobre la intelectualidad latinoamericana
del s. XIX, en su relación de continuidad con las élites letradas de la colonia.
10
El problema de la naturalización de la violencia y el relativo a la subjetividad formada en ella, lo
abordaré en más detalle en el próximo capítulo, a propósito del funcionamiento de la crueldad.
11
Residual en el sentido de que no forman parte de la producción positiva (programática y explícita)
del discurso de dominación, no obstante suceden como consecuencia estable de este, a la vez que,
desde su negatividad, posibilitan su permanencia.
106
otra, el modo por el cual esta estructura permea a los sujetos involucrados en ella,
Si en la idea de revolución que defiende Fanon entra esa clase residual que es
contra-social que observaría Arendt, sino más bien como partícipe de un sistema en
efecto violento desde su función residual. Insisto en que la definición que da Fanon a
ajenos a todo orden –, lo que sí varía es el modo en que esta definición ocurre: desde
comportamiento anómalo de cada uno de estos sujetos no guarda ningún vínculo con
el orden social (de ahí la anomalía); a uno estructural, donde si bien se encarna un
margen – el de ser desclasados, incivilizados y ajenos a todo orden –, este se deja ver
como una función propia de ese orden, que al establecer los límites constituyentes de
subjetivo y objetivo. Por una parte, la distinción se dirige a sistematizar de forma más
12
Es importante anotar que el tipo de descripción estructural que hago aquí – más cercana al posterior
trabajo de Louis Althusser en Ideología y aparatos ideológicos del Estado (1970) – no forma parte del
estilo de escritura trabajado por Fanon, que en todo momento busca ser preciso en la descripción de
contextos históricos y sociales específicos (i.e. el colonial). La internalización de las estructura de
dominio en Los condenados de la tierra (1961) es descrita con igual especificidad, siguiendo de forma
cercana la línea de argumentación propuesta en Piel negra, máscaras blancas (1952). No obstante, la
reflexión estructural está claramente presente y, especialmente considerando la relevancia que tuvo en
la década de 1960 en Francia, no es aventurado pensar su trabajo como parte fundamental de la
producción intelectual que posibilita la reflexión de pensadores como el propio Althusser.
107
estructural que ocurre por defecto en la argumentación de Fanon 13. Distingue, así, la
la última, Žižek establece dos tipos distintivos a través de los cuales se manifiesta:
forma en que opera un sistema social, forma que trasciende el exceso de poder de un
grupo organizado, de un líder delirante, y aun del grupo de sujetos que en definitiva
aceptación de su simulacro.
Por otra parte, la distinción que hace Žižek en su libro señala posiciones
The catch is that subjective and objective violence cannot be perceived from the
same standpoint: subjective violence is experienced as such against the
background of a non-violent zero level. It is seen as a perturbation of the
“normal”, peaceful state of things. Objective violence is invisible since it sustains
the very zero-level standard against which we perceive something as subjectively
violent. (2)
13
Sin duda esta descripción la realiza en diálogo con otros intelectuales, como lo son Walter Benjamin
y Étienne Balibar, entre otros, a quienes el propio Žižek hace referencia en diferentes momentos de su
ensayo.
108
orden que ha instituido aquello que funciona como normalidad no-violenta, respecto
solo un objeto acotado dispuesto a la descripción sino uno respecto del cual
moral, es decir, a través de una serie de normas específicas que llegan a ser
través de discursos y conductas sociales. Como los agentes que velan por el Derecho
que instaura la violencia mítica de Benjamin, cuando sanciona un acto como violento
constituirse como vehículo de aquella moral, que lo legitima como sujeto normal y
pensarse en relación con esa violencia y trazar una posición. De aquí el carácter
todo el texto. No es que el título sea engañoso y el concepto sea un mero pretexto para
hacer una crítica a las estrategias del capitalismo actual: en efecto el libro se dirige a
ocupa un lugar fijo, sino que se define desde la posición del sujeto que sanciona la
violencia.
Esto no quiere decir que exista una relatividad absoluta, que podría llevarnos a
afirmar que la violencia ejercida por un sicótico es legítima, en la medida que sus
actos son concordantes con lo que sea que opera como Ley en la interioridad de su
ético del sujeto, donde sin duda su interioridad juega un rol fundamental, pero no es
solo a propósito de esta última que se determina una posición, sino en la relación que
se establece con esa materialidad que excede al sujeto. De aquí que observar la
violencia objetiva sea, en algún grado, participar de ella: no necesariamente del acto
trasciende.
Duelo y derroteros
un duelo vivido como práctica social. Por una parte, está el que aparece implícito en
modo en que sucedió esta oposición fue en la práctica de una negociación entre el
deseo totalizante y conclusivo por una moral, y la pregunta por una ética que,
involucrando aquel deseo, buscó articular la relación con esa violencia aun en el lugar
de su oposición.
fueran de la mano con las nociones de alegoría y duelo: la primera como el recurso
un lenguaje que no enuncia sino que circunda una carencia, en tanto habla de ese
habla también de una pérdida propia del lenguaje y su capacidad para representar la
experiencia.
privilegiado que ocupa la aporía del duelo en estas narrativas responde también al
transición a la democracia.
totalizante de este discurso, no obstante, acabó por disociar de forma radical ese
más allá de la inclusión estratégica que, objetivando ese recuerdo y esa violencia,
14
Ver Freud, Sigmund. “Recuerdo, repetición y elaboración” y “Duelo y melancolía” en en Obras
Completas 2. Luis López-Ballesteros, traductor. Buenos Aires: Editorial El Ateneo, 2003, pp. 1683-
1688 y 2091-2100.
112
golpeó esa barbarie; sin embargo, la trama social queda íntegramente restaurada luego
evidencia de una pérdida – de algo que no puede ser restaurado; y, segundo, a desafiar
describen el terreno donde ocurre la negociación en torno a las preguntas por la moral
persiste en la transición, especialmente la que deriva de ese discurso que acaba por
Diamela Eltit
en sus novelas desde la posición de sujetos que, de una forma u otra, resultan ser
113
objeto de esa violencia y son situados en una posición marginal respecto del ámbito
momentos: uno donde está claramente presente la figura del poder que violenta y
determina a las protagonistas como marginales; y otra donde el poder, aun cuando no
deja de operar activamente, lo hace a través de figuras ausentes. Alice Nelson en “The
social body and the rebirth of history” 15 lee esta trayectoria en las primeras tres
Written during the late 1970s, Eltit’s first novel, E. Luminata 16 (1983), portrays a
context in which history itself has become nothing more the successive
fragmentary scenes, in which a female protagonist struggles, time and again, to
gain narrative power vis-à-vis the authoritarian and urban marginal characters who
directly shape her world (…) By contrast, Eltit’s Por la patria (1986), her second
novel, was written in the years following the National Protests of 1983-84. While
it is, like E. Luminata, a deeply fragmented text, Por la patria portrays marginal
characters who eventually begin to interpret and represent themselves, and who
generate alternatives to the official discourse of the authoritarian regime. By the
time Eltit finished writing her third novel, The Fourth World, in 1988, Chile has
headed toward the plebiscite and toward the opportunity to take civilian control of
the future once again. In The Fourth World, for the first time, Eltit used a language
and narrative structure that were as outwardly “healed” – if very partially and
imperfectly – as the collective body of civil society in the late 1980s. By 1988,
both the social body and the literary text showed that, despite substantial lingering
tensions, community-based history had begun once again (149)
15
Nelson, Alice. Political bodies: Gender, history and the struggle for narrative power in recent
Chilean literature. London: Bucknell University Press, 2002, pp. 148-192.
16
E. Luminata es el título con el que Lumpérica circuló por el mundo anglosajón, traducido en 1997
por Ronald Christ.
114
El vínculo con los eventos históricos a los que alude es sin duda visible. En
efecto, las novelas son escritas y publicadas en los momentos marcadamente distintos
sintomática del cambio en la percepción del poder dictatorial, sino también que
marginalidad que ese poder ha configurado. De forma similar a como ocurre con su
lectura del contexto histórico, la propuesta en torno a las tres novelas acierta en
relación con sujetos que operan en el margen que instituye –, pero no llega a abordar
17
La lectura de Nelson presupone tres momentos distintivos en relación con la producción de discurso
desde actores sociales ajenos al poder dictatorial: uno de silencio (durante la década de los setenta y
comienzo de los ochenta), seguido de uno de primera enunciación (marcada por las protestas entre
1983 y 1985) y luego uno donde se consigue encauzar esa primera enunciación en un discurso y
negociación políticos de carácter institucional (referido a los años de formación de la Concertación y el
posterior plebiscito). Aunque sin duda es interesante en la medida que busca desarrollar una narrativa
histórica que involucra a actores políticos no tradicionales (i.e. quienes se movilizaron entre 1983 y
1985), el panorama que presenta Nelson incurre en un cierto reduccionismo optimista que no llega a
dar cuenta de dos eventos cruciales: primero, que el cambio en la percepción del poder y la
vocalización de una crítica de forma colectiva no implicó una degradación del poder en términos
fácticos (de hecho, durante esos años emblemáticos de jornadas de protesta la violencia de Estado se
recrudeció); y, segundo, que la vía de negociación institucional que abre la Concertación, si bien logró
cooptar el impulso crítico de la sociedad civil al momento del plebiscito, no logra desde ninguna
perspectiva ser representativa de aquella crítica originada en el sector de la política no tradicional, de
igual forma que es poco acertado pensar el propio plebiscito como el clímax y resolución de las
tensiones y luchas sociales ocurridas durante la dictadura y principalmente en la década de 1980.
18
Principalmente en el Colectivo De Acciones De Arte, en acción durante la década del ochenta, que
estaba constituido por Eltit, el poeta Raúl Zurita, y los artistas visuales Lotty Rosenfeld y Juan Castillo.
Para mayor referencia ver: Neustadt, Roberto. CADA día: la creación de un arte social. Santiago:
Cuarto Propio, 2001.
115
los conflictos que esta señala, que van más allá de la progresión optimista que se
una progresión estructural similar a la descrita por Nelson, donde el centro poder se
centro de poder aludido solo en su ausencia (El cuarto mundo) – y paralelamente los
y constituido. Ahora bien, más allá del posible retrato del devenir histórico de la
aquello que se identifica como centros de poder, y la cualidad agente de unos y otros
Por la patria este vínculo es ya evidente en el rescate poético que se hace del lenguaje
19
Ver, entre otros:
- Brito, Eugenia. “La narrativa de Diamela: un nuevo paradigma socio-literario de lectura” en
su Campos minado (literatura post-golpe en Chile). Santiago: Cuarto Propio, 1994, pp. 111-
142.
- Castillo de Berchenko, Adriana. Lenguaje y marginalidad en 'Lumpérica' de Diamela
Eltit. Francia: Université de Perpignan, CRILAUP, 1988, pp. 257-271.
- Lértora, Juan Carlos. Una poética de literatura menor: la narrativa de Diamela Eltit.
Santiago: Cuarto Propio, 1993.
116
rebelan y asesinan al Padre, llegando de esta forma a instituir su palabra (su nombre y
Freud la relación íntima que existe entre Ley y deseo. Sin que este último se
medida que esta aporta a la formación del objeto de deseo a través de su negación,
estableciendo así las condiciones estructurales del desear – estos es, referido más a la
carencia que a cada objeto particular de deseo. La acción de los hijos, asesinar al
20
“Porque el frío en esta plaza es el tiempo que se ha marcado para superponerse un nombre propio,
donado por el letrero que se encenderá y se apagará, rítmico y ritual, el proceso que en definitiva les
dará la vida: su identificación ciudadana.
Llegan los desarrapados de Santiago, pálidos y malolientes a buscar su área: el nombre y el apodo que
como ficha les autorizará un recorrido, pero normado por el gasto previo de la carne hasta que calcen
por luz con el luminoso” (Eltit, 1983, 7)
21
“Todas soltamos el cuerpo y las manos móviles y diestras.
Vimos el continente y fuimos otra vez combatientes y hermanas, humanas casi.
Hablé extenso, feliz, prudente y generosa:
- Se abre el bar, mujeres. Lo abrimos, lo administramos con jerarquía.
Y la sed se apoderó de ellas” (Eltit, 2007, 283)
22
Ver Freud, Sigmund. Tótem y tabú en Obras Completas 3. Luis López-Ballesteros, traductor. Buenos
Aires: Editorial El Ateneo, 2003, pp. 1745-1850.
117
buscan apropiar ese poder ocupando el lugar estructural del Padre (y así,
validado la prohibición del Padre como Ley, logrando con su muerte solo hacer
padre perverso, en tanto ocupa el lugar estructural del Padre (el que instituye la Ley) y
quienes la ejercen, invitando a una identificación mucho más inmediata con los
efectivamente instituyan y sostengan cierta Ley que rige dentro del marco social
donde se han constituido como centrales, y desde ella, que operen como esa negación
fundamental que participará de la formación del deseo de los sujetos que involucra.
cruce Lumpérica aun cuando en ella no hay una variación sustancial en la estructura
intenso por la subjetividad, y la enunciación de ella. El luminoso, que está ahí como
produce como residuo ese deseo, esa búsqueda. La subversión, aquí, no está en la
exposición de ese residuo que genera junto con su luz brutalizante: “la propia luz del
haber sido golpeada y posteriormente agrupada con las mujeres, cuando le preguntan
indiferentemente Coya y Coa. Este último nombre, por otra parte, no es en absoluto
lenguaje 23. Este lenguaje se desmarca radicalmente del lenguaje marginal visto en
23
El Coa es el lenguaje del hampa en Chile (en gran medida equivalente, social y culturalmente, al
lunfardo argentino).
119
solo para una comunidad específica y, más aún, sistemáticamente busca ser
constituir y constituye comunidad. Ahora bien, esta comunidad, como la que llega a
lenguaje, que se efectúa su creación, de modo que sea en efecto comprensible solo por
reconocida como una de las estrategias del poder para dominar, estrategia que es
apropiada para agenciar un lugar simbólico que permita tanto resistir el avance del
poder que los sitúa en la marginalidad, como también para organizar aquella
donde en efecto el padre de Coya/Coa debe morir para que ocurra este movimiento.
el bar, mujeres. Lo abrimos, lo administramos con jerarquía” (Eltit, 2007, 283). Aun
cuando a lo largo de la novela hay una clara crítica a la legitimidad del poder que cae
constituir Ley y determinar límites legítimos del ejercicio de la violencia), sino contra
120
esa apropiación, que más que la desarticulación del lugar estructural del Padre y la
perspectiva esencial y subjetiva: son agentes concretos y perversos los que la ejecutan
perverso. Aunque es sin duda menos evidente esta distancia con la violencia, y en
mundo (1988) y Mano de obra (2002) no deja de funcionar una disociación similar
una lucha, ni una búsqueda que sea necesaria para exponer o generar una crisis en el
poder, que simplemente se exhibe frente a ellos: “la comedia familiar rodaba hecha
trizas y asomaba su real fragilidad” (Eltit, 1996, 87). La narrativa entonces opera no
solo enfocándose en la perspectiva de los niños, sino desde ellos, estableciendo que en
esa estructura hecha trizas los padres ya han abandonado su lugar como Ley. Lo que
queda, en ausencia de ellos, es una abstracción que los niños ocuparán de forma
121
explícita los ponen en el lugar de sus padres, y, por otra, les permiten cancelar y
reformular de forma constante la Ley, llegando incluso al incesto 24. Estos simulacros
hacen eco de los juegos llevados a cabo por los niños de Casa de campo (1978) de
José Donoso – “La marquesa salió a las cinco” – y los de Frente a un hombre armado
mundo, se lleva a cabo una reformulación de la Ley a través de lo que podría llamarse
una mímesis perversa, donde efectivamente se identifica el modus del poder y la Ley
completa en el lector, ya que no existe en la narrativa más ley que aquellas que
constituyen su actuar. Aunque por ser mutables y provisorios los dictados que van
24
“María de Alava seguía estrechamente ligada a mi padre. De esa cercanía extrajo una serie de
certezas y aptitudes. Se paseaba por la casa como su única dueña, inspeccionando sus dominios” (Eltit,
1996, 82).
“La violencia se dejó caer en plena noche. Mi hermana melliza irrumpió en mi pieza mientras dormía,
y me despertó remeciéndome” (Eltit, 1996, 92)
“Mi hermana melliza esperaba de pie la respuesta (…) Estaba viendo a mi madre en ella. Jugando a los
celos había llegado hasta la tierra que tanto amamos en nuestra infancia” (Eltit, 1996, 94)
122
la vez transgreden el estatuto de la Ley –, no hay indicio alguno en ella que muestre
que esta perversión sea buscada como tal y de forma consciente por los niños (como
perversión. El punto donde esto se hace más evidente es en el incesto en que incurren
los niños, cuya intensa carga cultural 25 determina que su inclusión, más que señalar la
fundación de un otro orden, retraiga a la narración la Ley, esa anterior, la que debían
diferencia entre estas novelas radica en que, mientras en esta última ese lugar es
como la ausencia que cruza los simulacros de los niños. En ellos el lugar de la acción
de los padres, sino que también ese lugar resulta indefinido. De aquí que lo suyo sean
hay nadie a quien desplazar, ni se ha enunciado prohibición alguna que pueda operar
como la Ley que describa el funcionamiento estructural del lugar del Padre. Entonces,
pasajeros, prueba y una interrogante que no llega jamás a avisar el error, como no
deseo.
modelo neo-liberal, es todavía más evidente en Mano de obra, donde los personajes
25
Entre la infinidad de referencias que cruzan la tradición intelectual de occidente, baste mencionar el
ya citado Tótem y tabú de Sigmund Freud, y Las estructuras elementales del parentesco de Claude
Levi-Strauss.
123
siguiente escena:
Me aúlla la mujer de su carro, que no quiere esa carne, que no quiere, me grita,
que no (quiere) y yo asiento y recibo impertérrito la próxima andanada del hombre
que me insulta porque se ha cumplido el plazo estricto (cinco minutos rigurosos)
de la última oferta y él no ha podido, no pudo arribar hasta el estante y más gritos
aún, que esto, que lo otro, que cualquier cosa a mí que estoy desmadejado,
dispuesto a lo que venga. Y expulso de mi mente la escalada de mi atroz
resentimiento, porque, después de todo, antes que nada, se trata de clientes que
ejercen su legítimo derecho a maltratarme. Es que están cansados los clientes por
la frustración que le provocan sus adquisiciones. Nuestros clientes son el lema
obligatorio -no te olvides- que el cliente es el amo, el tutor absoluto de la
mercadería (Eltit, 2002, 75).
La escena, como gran parte del libro, destaca por el absurdo de la violencia
ejercida, donde se establece un notorio contraste entre la agresión de los clientes y sus
reconoce legítimo sin la mediación de una entidad perversa identificable que permita
asociar dicha legitimidad como una desviación. Ellos “ejercen su legítimo derecho” y
agresión de cada cliente es incidental, pasa uno detrás de otro, señalando la presencia
ellas. Ese algo acusa el fenómeno sistémico: desde la experiencia misma relatada
hasta la reiteración del lema corporativo, con el que busca borrar el asomo de
subjetividad que irrumpe en su resentimiento, esa voz que narra se reconoce como una
124
forma agente, aun cuando para esto no deban ver necesariamente la trama de ese
normalizado que pueda sancionar como excesiva esta estructura. El lector es de esta
forma invocado a encarnar ese afuera – del texto y, esperanzadamente, del sistema
estable. En parte, esto tiene relación con el hecho de que la serie de novelas del
26
Vacío en la medida que supone la disolución de toda subjetividad en la entidad abstracta de la
corporación.
125
detective Heredia comienza en 1987 (La ciudad está triste), cuando puede ya
Parte importante de la diferencia entre las posiciones que cada uno de estos
autores desarrolla tiene que ver con el modo en que llegan a constituir un proyecto
estético en los ochenta. Mientras Eltit mantiene un estrecho vínculo con las poéticas
perro 29 –, por su parte, Díaz Eterovic sienta base en dos tradiciones literarias que se
busca inscribirse30.
27
Me refiero a sus libros de cuentos Cualquier día (1981), Obsesión de año nuevo (1983) y Atrás sin
golpe (1985); y a las antologías Contando el cuento. Antología joven narrativa chilena (1986) y La
joven narrativa chilena (1989)
28
Ver, entre otros:
- Brito, Eugenia. Campos minados (literatura post-golpe en Chile). Santiago: Cuarto Propio,
1994.
- Eltit, Diamela. Emergencias. Escritos sobre literatura, arte y política. Santiago: Planeta/Ariel,
2000.
29
Aunque Eltit hace un reconocimiento político de la totalidad de la obra de Droguett, es en todo
momento evidente su preferencia por la estética vanguardista de Patas de perro por sobre la más
cercana al realismo de Sesenta muertos en la escalera, por ejemplo.
30
Ver, entre otras entrevistas:
- Bisama, Álvaro. “El crimen y la memoria” en El Mercurio (Valparaíso) 11 de agosto, 2000:
p. 45 (suplemento)
- Garcia-Corales, Guillermo. "Diálogo a toda tinta con Ramón Díaz Eterovic". Pluma y Pincel
I58 (mayo de 1993): 38-39.
- __________. “Ramón Díaz Eterovic: reflexiones sobre la narrativa chilena de los noventa".
Confluencia. Revista Hispánica de Literatura 10.2 (Spring 1995): 190-195.
126
estética y política de un realismo social, en la forma como fue trabajado por parte
importante de los narradores chilenos de la primera mitad del siglo XX 31. Aunque es
que hace Díaz Eterovic pasa por recuperar la noción de una literatura comprometida
las estructuras sociales. Sin que este compromiso sea propiamente militante (a la
patente, digamos, tan directo como busca ser directa la representación de aquella
términos estéticos la premisa que cruza la obra completa de Díaz Eterovic: escribir
desde la historia.
allá del tema cuantitativo de ventas y (re)ediciones – sin mayor relevancia para esta
discusión –, en Díaz Eterovic el dirigirse a una comunidad lectora más amplia forma
parte de una propuesta que por una parte desafía la noción de una literatura de élite 32
31
Entre otros, cabría destacar a Manuel Rojas, José Santos González Vera, Nicomedes Guzmán y el ya
mencionado Carlos Droguett.
32
Aunque hay una clara consonancia con la premisa de la Nueva Narrativa, aquí la crítica de la
literatura de élite no se hace desde la perspectiva del “escritor profesional” ni desde la novedad, sino
127
individuo central en torno a cuyas mirada y acciones se organizan los relatos, los
misterios que este detective debe resolver se trasladan de los crímenes individuales a
Aun cuando cada uno de los relatos parte de casos particulares, que involucran
este modo, continúa Promis, “en las novelas de Heredia, el verdadero oponente del
desde el compromiso social y la defensa de una tradición en la historia literaria chilena. Esta distancia
es parte del motivo por el cual Díaz Eterovic, no obstante se reconoce parte de un colectivo
generacional, haya resistido la etiqueta de la Nueva Narrativa, aludiendo, en cambio, a la generación de
los ochenta.
128
como el poder (…) Su triunfo sobre los criminales inmediatos es solo una etapa del
Aunque en todos los casos el encuentro con ese poder significa el fin de la
historia, pues marca los límites de la acción del propio Heredia, sí consigue develar la
efecto, se resuelve un misterio que va más allá de los casos particulares que se le ha
solicitado investigar. Es solo que se trata de una carta robada, el misterio evidente que
solo llega a serlo por el silencio radical que lo envuelve, silencio que solo falta
orden normal de las cosas, la evidencia del desencanto del Heredia que acaba a su vez
silenciado por el poder no deja sin mella esa normalidad: su exposición establece la
aquello que ocurre fuera de ella, posición que lo distingue tanto de la policía y otros
agentes representantes del poder instituido, y como de los criminales que investiga.
Esta relación ambigua con la ley es la que le permite en última instancia situarse fuera
tiempo que autoriza su sanción en la medida que no participa de ese poder que, como
33
“Ya no hay misterio que descubrir. Nunca lo ha habido. Todo no es más que un crimen. Un sucio,
asqueroso y maldito crimen. Las pistas que revelan al culpable en la última página son para novelas. La
realidad anuncia sus criminales con luces de neón” (Díaz Eterovic, 1987, 89)
129
Pino apuntan:
la legitimidad fuera de ese orden, del que el investigador vendría a ser significante. En
distancia que mantiene con la violencia narrada 34, al mismo tiempo que da cuenta de
ella como un fenómeno que trasciende las subjetividades que involucra 35.
Esta exterioridad, es tensada por el hecho de que Heredia, aun cuando llega a
mirada absoluta con un poder que les es propio – i.e. el conocimiento que deriva de su
mirada se traduce en dominación del objeto (criminal) conocido. A la inversa, eso que
esta tensión no desautoriza los juicios de Heredia, sino que los hace específicos del
contexto histórico y social al que se dirige, distinguiéndolo de los poderes que son
34
“Los detectives privados somos los termómetros de la moral establecida” (Díaz Eterovic, 2005, 31).
35
“El circo prende sus luces, pero los payasos siguen siendo pobres. Éste país no tiene arreglo porque
cambió las utopías por la fanfarria, la verdad por los acomodos, la lucha por el consenso. Nos
vendimos o nos vendieron” (Díaz Eterovic, 2000, 133).
36
Ver Foucault, Michel. Vigilar y castigar. Aurelio Garzón, traductor. Buenos Aires: Siglo XXI, 2002.
130
pero no siempre se sabe quiénes son, por lo que todos pueden serlo –, ese poder
la violencia física cumple el único rol de vincular ese saber a la materialidad de todos
los que se llega a ejercer con el cuerpo social. En el caso del contexto democrático
descrito en las novelas, aunque se vincula a los poderes que la rigen con los de la
propia dictadura 37, el modo en que estos poderes constituyen su panóptico varía
trama social y los sujetos que involucra, desplazando las condiciones materiales de su
existencia. En las novelas de Díaz Eterovic, esto se muestra con particular intensidad
Santiago. Al mismo tiempo que este realiza las peripecias requeridas para resolver
37
“Nuestra democracia de cartón piedra fue un negocio entre unos pocos inversionistas y algunos
políticos criollos. La dictadura dejó de ser rentable y buscaron una alternativa. Escucha los discursos y
mira las páginas sociales. Hubo acuerdo para blanquear la historia. Acuerdo y complicidad para el
olvido. Por eso, cada vez que se intenta establecer un asomo de justicia, los militares ponen sobre la
mesa los términos del contrato” (Díaz Eterovic, 1995, 191).
131
que busca desplazarla. De aquí la especificidad del curioso panóptico que él llega a
constituir: uno que lo abarca todo, pero que simultáneamente lo reconoce como
inabordable.
observar la totalidad de las tramas de poder que organizan tanto la ciudad como la
cancelar el orden trazado por esos poderes, situándose él (su discurso panóptico) en el
discusión en torno al trabajo del duelo, es que aunque de forma muy explícita disocia
inoperancia de esa posición. Se abre entonces una pregunta por lugar y función de
imperturbable de la violencia que acusa, tematiza con mayor intensidad que en el caso
permita sancionar aquella violencia, y una innegable materialidad que retrae a estos
sujetos críticos de vuelta al lugar específico que ocupan en ese sistema. Aunque no
hay, en ningún caso, una renuncia a la moral, las condiciones en que esta se busca y se
enuncia hacen cada vez más presente la pregunta por una ética y, de esta forma, por
una elaboración presente e íntima a propósito de aquella violencia por parte de los
realizan cada una en torno a estas preguntas, marcan una posición fundamental al
de los noventa. Sin duda no se trata de los únicos escritores que de algún modo
complejo panorama, que no abordo aquí por razones de extensión, habría que inscribir
Valdés, entre otros), la literatura desde y sobre el exilio (Antonio Skarmeta, Ariel
Dorfman y José Leandro Urbina, entre otros), literatura de consumo masivo (Marcela
Serrano, Hernán Rivera Letelier e Isabel Allende, entre otros) y también casos como
no solo en términos estilísticos, sino también en relación a los derroteros que siguen
del 2000 como la reiteración de las posiciones trazadas previamente. Otra parte, no
que abordaré el siguiente capítulo, de una u otra forma, participan de este segundo
la sanción moral.
38
Ver, Concha, Jaime. “Geometrías de Bolaño: observaciones sobre Amuleto” en su Leer a contraluz:
Estudios sobre narrativa chilena. De Blest Gana a Varas y Bolaño. Santiago: Ediciones Universidad
Alberto Hurtado, 2011, pp. 341-354.
134
CAPÍTULO 3
proceso lo marcó, hacia fines de la década, la crisis financiera asiática. Aunque a nivel
el año 1998 – con motivo de los crímenes cometidos durante la dictadura – expuso las
Por una parte, poniéndose en evidencia de que los militares no eran “intocables” – y
derecha realizó protestas en defensa del dictador frente a las embajadas de España e
1
Entre otros ver:
- Ainzúa, Sebastián. “Crisis económica en Chile: la evidencia de problemas profundos”
consultado el 3 de agosto de 2012 en http://www.boell-latinoamerica.org/downloads/
Crisis_economica__internacional__y_sus_efectos_en_Chile.pdf
- Fazio, Hugo. El tigre chileno y los dragones asiáticos. Santiago: Lom, 1998.
- _________. La crisis pone en jaque al neoliberalismo. Santiago: Lom, 1999.
135
fragilidad de la ficción de consenso que había cruzado el discurso oficial durante los
noventa. Al mismo tiempo, por otra parte, la intervención de las cortes internacionales
los derechos humanos durante la dictadura, como también la falta de voluntad política
estos temas. En otras palabras, la discusión que abrió la detención de Pinochet acaba
posible” anunciada por Patricio Aylwin. Por último, en el ámbito intelectual, sin duda
post-dictatorial que se publica en los años siguientes son tributarios de esa primera
2
Un caso que grafica el grado de involucramiento de autoridades de derecha en estas protestas, fue el
protagonizado por Cristián Labbé – alcalde de Providencia y ex-agente de la DINA (Dirección de
Inteligencia Nacional) – quien interrumpió los servicios de recolección de basura de las embajadas de
España y de Inglaterra, ambas ubicadas en la comuna bajo su alcaldía.
3
No me extenderé en la presentación del texto por haberlo abordado en capítulos anteriores.
136
éxito de ventas visto en los primeros años de los noventa, no se sostuvo en el resto de
la década, y una vez llegada la crisis asiática grandes casas editoriales como Planeta y
a Bolaño, si bien su producción es sin duda anterior, no llega a circular en Chile sino
hasta que su novela Los detectives salvajes es distinguida con el Premio Herralde de
Novela (1998) y luego el Premio Rómulo Gallegos (1999). Por esos años, el éxito
año 2003, luego de la cual pasa a ocupar un lugar en extremo privilegiado en cuanto a
su recepción crítica.
del 2000 una narrativa que, sin desconocer la producción anterior, aborda las
autores como Marcelo Mellado y Gonzalo León, que al mismo tiempo que trabajan el
tanto la negociación que lo caracterizaba resulta desplazada por una pregunta que no
admite disociar la violencia retratada y los sujetos que se forman en ella. Si bien
pueden trazarse posiciones respecto de ella (no se trata de una oceánica relatividad
137
una moral al trazado de estas posiciones y las formas específicas en que, en cada caso,
se participa de aquella violencia. De esta manera, más que una derrota, en estos textos
– que hacen también una lectura histórica de los procesos sociales vividos de la
dictadura en adelante – lo que se lee es un fracaso: hay en efecto una pérdida, y una
práctica política que la confirma como pérdida, pero no son ellos los que imponen su
victoria sobre nuestros cuerpos derrotados, sino que se trata de un sistema complejo
Esto último no implica que haya una renuncia al deseo de constituir contra-
hegemonía sino, más bien, una rearticulación de lo que implica como práctica
política. Si en los noventa la forma en que esta se buscó fue a través de la afirmación
de un margen que establecía una distinción radical, aquí lo que puede operar como
Podría decirse que la diferencia entre ambos movimientos radica en dos formas de
leer y poner en escena lo que Giles Deleuze y Félix Guattari llamaron literatura
enunciación ocurre “en el seno de una mayor o establecida” (Deleuze y Guattari, 31)
– pero de ese reconocimiento enfatizan, por una parte, la afirmación de no ser esa
mayor y, por otra, la complejidad de los vínculos existentes con la misma aun cuando
4
Deleuze, Gilles y Félix Guattari. Kafka, por una literatura menor. Jorge Aguilar Mora, traductor.
México DF: Ediciones Era, 2001.
138
otro que busca hacer un contrapunto al propio de ese poder central, desafiando su
que buscan naturalizarse bajo la forma de la moral. Por otro lado, el énfasis en
reconocerse como un discurso alternativo que existe en el seno de otro mayor, supone
trata, entonces, de literaturas marginales que estén todavía luchando por acceder al
De esto último se desprende el que este giro hacia el fracaso haya estado
excepcionalidad poética, por una parte, reitera el énfasis señalado en la medida que se
propone como enunciado por una voz cualquiera – en oposición a la de una marginal,
ya sea por su precariedad o por su “iluminación” – y en ese sentido dentro del vasto
dominio señalado por los discursos hegemónicos. Por otra parte, invoca en el lector
sistémica que observa representada. Esta forma de interpelación al lector, por su parte,
5
Ver, entre otros:
- Mandoki, Katya. Prosaica. Introducción a la estética de lo cotidiano. México DF: Editorial
Grijalbo, 1994.
- Bubnova, Tatiana. Entre poética, retórica y prosaica: de la teoría literaria al diálogo entre
culturas. México DF: UNAM, 2002.
139
sin recurrir a los procedimientos tradicionales que legitiman la violencia – esto es, a
un orden civilizado.
esencia del mal, y, segundo, como una forma excesiva de violencia que desafía toda
racionalidad, ya sea por la ausencia de un discurso que la legitime, o bien, por tratarse
movimiento doble que parece ser propio de la crueldad, en el que al tiempo que se
incurre en un exceso, este sucede en la medida que ocurre una privación radical del
lenguaje. Por otro lado, sin embargo, la definición presenta tres problemas
momento y un lugar dados; y, por último, que no permite abordar el concepto más allá
simultáneos) a la mera sanción moral. Antes de abordar los textos de los autores
resulta evidente la forma en que esta priva en la medida que determina el lugar de la
disciplinamiento de los cuerpos inscritos dentro y fuera del Derecho que instaura. El
mismo tiempo como una privación simbólica y material, en tanto los límites que
acción en ella. Esta doble privación ocurre de forma estable, vinculada al hecho de
representación. Al mismo tiempo, a partir de esto último, puede observarse que las
normativa al Derecho como moral se efectúa una superposición de discurso que acaba
la civilización).
institución simbólica y material del Derecho. Lo que opera como privación en esta
141
forma de violencia es visible solo desde ese Derecho que ha sido desarticulado, siendo
justamente él lo privado. Sin embargo, esto no significa que la totalidad del ámbito
aunque no busca instituir un otro orden codificado – otro Derecho –, no es más que el
aunque de distinta forma, invoque en cierto grado a la violencia divina: lo que en ella
guía. Y aquí una alusión indirecta que hace Benjamin a la noción de crueldad, en
incruenta y redime precisamente porque llega sin orden, porque purga los límites
ilimitada de creación.
intencionalidad, sin la cual el concepto pierde sentido. Por horrible y violento que
142
comunes palabras como desgracia, tragedia y otras de ese tenor. Esta intencionalidad
sujetos que el mismo sitúa en sus márgenes – cercano a lo desarrollado por Giorgio
dentro y fuera del orden simbólico. Su existencia como residuo la vincula al Derecho
a la vez que su escenificación pone en crisis la trama del mismo. Sin embargo, a
diferencia de la purgación del Derecho que efectúa violencia divina, la crisis que
detona la crueldad recae sobre el lenguaje mismo. En su práctica el Derecho sin duda
violencia, poder y fuerza (física) –, Balibar propone que la crueldad, aun cuando
con lo que aquí se llama idealidad, refiriéndose ampliamente a todo aquello que está
como en uno simbólico. Aunque involucra lo que Benjamin define como Derecho, la
idealidad en Balibar se expande más allá del lenguaje por el cual cada orden
específico consigue negar su violencia como tal, para referirse a esas estrategias
La crueldad entra entonces como el elemento que, no obstante guarda relación con
[La fenomenología del poder] incluye también, no en otro sitio o más allá, por
fuera de los límites, sino en permanente imbricación con su desarrollo, una
manifestación de la crueldad, que es otra realidad, y una suerte de despuntar o de
intuición de otro escenario. Y aunque parte esencial del problema sea comprender
por qué el poder debe ser no solo violento, impetuoso, brutal, sino también «cruel»
(…) me parece que la principal dificultad proviene de que, en oposición a cuanto
sucede en la dialéctica del Espíritu, no existe nada similar a un centro de la
crueldad, ni siquiera un centro deportado o descentrado. (109)
otras palabras, radica en que la crueldad resiste la objetivación del lenguaje, es decir,
que no puede ser representada de forma estable, más allá del trazado de su
vinculación residual y negativa con el propio lenguaje que resiste. Lo otro que señala,
entonces, no tiene tanto que ver con una “otra realidad”, sino más bien con cierto
ámbito de la experiencia material (presente e indudablemente real) que, por una parte,
este último en sus límites. Un poco más adelante, Balibar continúa diciendo:
del lenguaje. Sin embargo, introduce cierto grado de equívoco al intentar centrar la
únicamente de su cancelación, sino también del hecho de que la misma ocurre como
totalmente vacío, y el acto pasa entonces a ser su propia justificación, medio y fin. En
inabordable por cualquier tipo de discurso. No obstante la verdad que encierra esto, la
verdad del trauma que significa la experiencia social de la crueldad, este aspecto de su
maldad”.
145
subjetividad. Entonces, uno debe preguntarse por las condiciones que permiten el
regreso de esas “idealidades terribles”, sin importar si los actos de crueldad responden
que, cuando habla después de los hombres desechables, Balibar acierta al insinuar que
rostro” (117), en el sentido de que para entender la agencia que se ve en estos actos
que debe ser puesta en relación con el contexto ideológico que posibilita las
trata de una “violencia sin sujeto”, puesto que es en el sujeto, o mejor dicho, en la
sitúa no tanto fuera de lo simbólico como en un umbral entre ese dominio y otro que
6
Althusser, Louis. Ideología y aparatos ideológicos del estado. Freud y Lacan. José Sazbón y Alberto
Pla, traductores. Buenos Aires: Nueva Visión, 1988.
146
es decir, desplazarla totalmente a esa “otra realidad” irrepresentable – pero sí sin duda
señala la irrupción de aquello de lo Real que “padece del significante” (Lacan, 2005,
146). La Cosa (das Ding) en cierta medida constituye ese umbral que parece
implica: por una parte, el del sujeto que intuye, enfrentado a un extrañamiento
misma (materializada ahora en el dolor del sujeto) que, construida como sólida y
función de significante. De aquí que la irrupción que trae sea siempre fugaz – y
de por qué es la intuición la que caracteriza eso de lo Real que irrumpe en la Cosa, y
experiencias cotidianas. Estos últimos, siempre vinculados a lo simbólico, son los que
para el sujeto que experimenta esa intuición serían siempre determinadas, específicas
y a la vez irreproducibles, ya que su especificidad está marcada por ese cruce entre lo
que se intuye (y el intuir mismo) y lo simbolizado que entra en crisis. Por esto que es
tan difícil reconstruir las circunstancias que envolvieron esa intuición, y más aún
que sigue a estos encuentros fugaces. Porque, en definitiva, establecer ese discurso es
abrazar la herida que se abre, apropiar la precariedad del lenguaje como central en la
constitución de nuestra subjetividad. Ahora bien, que las circunstancias concretas que
específicos en que se dieron, no quiere decir que dicha experiencia – una concreta o la
noción que se tiene de ella – no pueda, con todas sus dificultades, ser representada. Es
circunstancias en que irrumpe lo que de Cosa hay en ella. Herir el lenguaje a través
de la crisis que abre en los sistemas representación, aunque sin duda afecta las
permanente de la trama social. Por una parte, en la medida que el Derecho, excedido
aquello del sujeto que lo determina como una categoría inherentemente social, aquello
específicamente representado (el Derecho que opera en ese lenguaje), como también a
su violencia, sin duda) radica en que su transgresión está fundada en una afirmación
subjetiva (la forma en que un sujeto se relaciona con la Ley) –, esta señala
principalmente un acto, que puede ser asignado tanto a sujetos específicos como a
7
A propósito de la relación entre perversión y Ley, ver: Lacan, Jacques. “Kant con Sade” (Critique, n.
191, abril 1963) en Escritos v.2. Buenos Aires: Siglo XXI, 2002.
149
Essays on Narrative, Ethics and Politics, Idelber Avelar ofrece una perspectiva de la
forma en que, en el acto cruel, se hace presente esa crisis simbólica, detonada desde la
del torturado.
que habla Balibar, por las cuales el torturador legitima retóricamente sus acciones,
leguaje del Derecho lo que se manifiesta, solo que lo hace en el límite que instaura. La
lo que por defecto hace toda forma de Derecho. Las formas específicas de la tortura,
correlato no-verbal de ese mismo lenguaje: las vejaciones a las que se somete al
ese propio Derecho que se defiende. El residuo que se manifiesta aquí pasa por ese
espacio posible, de que para el torturado no haya escape posible, no haya posibilidad
de dar más sentido a ese dolor que la experiencia misma de él (Avelar, 2004, 28). La
indistinción de ambos dominios en la persistencia del dolor, por una parte, redunda en
ese residuo propio del Derecho (que aquí se materializa), y por otra, establece las
Torturers make you speak so you will forever hate speaking, so you will never
want to speak again. Torture produces speech in order to produce silence. It
produces language so as to manufacture the absence of language (Avelar, 2004,
45-46)
mismo dominio simbólico por el cual se desconoce al torturado – ese reiterado una y
otra vez demarcando la legitimidad que lo niega, ese que para el torturado existe
que sea para ponerle fin al dolor: eso que se fuerza en el torturado es la afirmación del
tortura por la que pasa su protagonista, Winston. Habiendo pasado ya por variadas
151
O’Brien se hace cargo de la tarea. Aunque con más sofisticación que la golpiza, allí el
avance discursivo del torturador, que de forma muy explícita establece la premisa
central de ese avance: el Derecho que él encarna lo abarca todo, no hay existencia
fuera de la suya:
resistirse al avance: ve cinco dedos cuando O’Brien le muestra cuatro, una y otra vez
obstante se somete, opera fuera del marco de existencia señalado como único. La
101, donde por fin enuncia de la forma que al torturado le corresponde hacerlo. No
son las súplicas, sino el enunciado que desconoce la historia y el afecto que, en la
novela, lo identificaron como sujeto: “¡Háganle esto a Julia! ¡Háganle esto a Julia! ¡A
La crueldad que señala este enunciado radica en que determina que el propio
lenguaje, porque el único lenguaje que resta a partir de ese habla es el del torturador,
existe. Si como dice Avelar, se hace hablar al torturado para que por siempre odie
152
Derecho que lo aplasta, y a la vez se descubre el vacío radical que (no)existe fuera de
él. De esta forma, más intensamente que el quebrantamiento (aunque sin duda este
que significa solo por defecto, en la medida que solo enuncia para indicar su
privación fundamental que opera como residuo en la institución del Derecho. De aquí
que la privación que caracteriza a la crueldad remita en todo momento a una crisis
simbólica, aun cuando esta requiera de un correlato de privación material para hacerse
conclusiva. Quizás el caso en que con mayor claridad se manifiesta esta forma de
153
supone ya, no solo el regreso del lenguaje suspendido en la crueldad, sino más
la desviación de ese orden, que una vez devuelto a su lugar legítimo da por concluida
como el único trabajo restante luego de la restitución del orden, en la medida que ella
no hace más que afirmar enfáticamente la legitimidad del propio orden restituido 9.
jamás esa crisis del lenguaje, sí intentará escenificarla una y otra vez en la narración
de aquello que circundó y circunda (en esa misma práctica narrativa) ese umbral de la
simbólico, sino de hacer constantemente presente su lugar histórico como vacío: esto
8
Me refiero aquí específicamente a la perspectiva que lee las posiciones en esta relación como
categorías absolutas, señalando ámbitos de acción y enunciación radicalmente desvinculados y estables
a través del tiempo. No obstante, la ficción de absolutos que introduce esta perspectiva emblemática,
no desdice el que existan en efecto posiciones de víctima y victimario en la crueldad (por ejemplo, hay
siempre víctimas y victimarios reales involucrados en la tortura), es solo que la relación que sostienen
es más compleja que la que puede llegar a referir aquella descripción totalizante.
9
Aunque introduciendo cierta complejidad propia de la representación literaria (específicamente en
relación al lugar del lector en y con el texto), el caso de Winston en la novela participa de este mismo
modo de simbolización posterior al trauma. Si abstraemos su realidad de personaje literario, la
diferencia reside únicamente en la prevalencia de una posición por sobre la otra, en tanto es el orden
del torturador el que acaba afirmándose como legítimo. Opera aquí una lógica similar a la del
electrochoque como medida terapéutica. Mediante la inducción de un trauma busca establecer alguna
forma específica de normalidad, dentro de la cual la experiencia de ese trauma no es vista como tal sino
simbolizada bajo la forma de la sanación. La práctica simbólica que sigue al trauma afirma la misma
noción de sutura invisible: no hay hiato, hay re-habilitación en la medida que se re-establece aquella
normalidad que se asumía dislocada en ese sujeto particular. Así la triste epifanía con la que acaba la
novela de Orwell, donde Winston por fin no solo entiende, sino que siente – “amaba al Gran Hermano”
(287) – el absoluto de legitimidad al que ingresa a través de su paso por el Ministerio del Amor.
154
esa otra realidad, hacerlo parte de ella en su lugar de vacío. De aquí que el duelo deba
señala Avelar en Alegorías de la derrota, se trata de “nunca narrar lo que hay que
narrar” (282), pero de hacerlo de modo tal que esta dislocación sea siempre
consciente.
realiza en el trabajo del duelo, a través de la integración de ese dolor y esa crisis del
simbólico que dio pie a la experiencia del trauma, el sujeto doliente reconstruye
tiempo que vulnera al propio lenguaje, la crisis simbólica que acompaña a la crueldad
determina que el propio deseo del quien la experimenta se vea dislocado, en la medida
la vive solo en su incapacidad de dar cuenta del evento, sino simultáneamente como
desconocer su afecto, sino que efectivamente desee (con ese lenguaje) que las ratas
devoren el rostro de Julia en vez del suyo. Lo que se cancela en eso que observamos
el lenguaje simplemente lo aplasta. Deja de ocurrir esa triangulación con la Ley que
sostiene el orden simbólico, llevándosela al extremo en que no existe nada más que
De aquí que, aunque sin duda refiere a la interioridad del sujeto, el duelo que
del exceso que permanece como residuo – y, asimismo, el que la crisis en el lenguaje
esté determinada por la interpelación desde y hacia esa condición residual, hace que
siempre a ser anterior al momento del duelo. Esto se explica en parte por la propia
forma histórica de este: si se narra es para reinscribir, una y otra vez, la experiencia
del pasado – y muy especialmente esa que resulta indecible – en la del presente. Se
trata de revivir el dolor, resentirlo, para poder reinventarlo. Pensar en una ética de la
literatura, supone una relación específica con el lector, que replica el comportamiento
se articula de modo tal que interpela al lector real como sujeto a crisis similar a la ya
descrita.
la forma en que esta opera en su relación con la literatura. Resulta muy claro en la
actos de crueldad, sino en cierta forma de presentar las obras de modo que, haciéndolo
partícipe de dichos actos, pongan en crisis los discursos en que el espectador tiene
necesariamente una estética realista (a la que se refiere con recelo) sino en que sea
experiencia social detonada por la ficción, reivindicando la realidad del dolor que esta
trae, al mismo tiempo que se la priva de su función original – “la purgación de las
creación para Artaud, tanto la estética como la que se desprende de la idea de una
transformación social, surge únicamente en la experiencia del dolor, no tanto por una
asociación esencial (como hace la mayor parte del malditismo posterior a los
medida que este tipo de textos literarios buscarían funcionar como ese significante
desplazado que habita el límite entre lo Simbólico y lo Real lacaniano (y, en tanto
límite, no hace sino señalar la fragilidad del primero). Como en la catarsis clásica, se
encontrarse en ese lenguaje que es otro a la vez que lo reconocerá como propio. En
propia ficción como un espacio de expiación, una suerte de purgatorio que se deslinda
tragedia clásica la catarsis se presenta como una crisis acotada que busca fortalecer el
crueldad esta operaría como una suspensión acotada del orden simbólico que busca
abrir una crisis. En efecto se invita al lector a ser parte, se lo interpela, pero como
De aquí que insista tanto Artaud en los manifiestos del teatro de la crueldad en
que el teatro antes que nada debe ser función: la representación que lo ocupa es
secundaria respecto del efecto en el lector que ha de producir (Artaud, 101-114). Con
conflicto ético.
10
Este primer descriptor no es exclusivo de Lacan, sino que responde a una tradición filosófica ya
constituida que trabaja la ética tomando como base esta distinción. Entre otros ver:
- Badiou, Alain. Ethics. An Essay on the Understanding of Evil. Translated by Peter Hallwar.
London – New York: Verso, 2001.
- Bajtín, Mijail. “Hacia una filosofía del acto ético” en Hacia una filosofía del acto ético. De los
borradores y otros escritos. Tatiana Bubnova, traductora. Barcelona: Antrophos, 1997, pp. 7-
81.
158
Lacan da cuenta de los dos movimientos que necesariamente ocurren en la ética: por
un lado, uno introspectivo, que señala los procedimientos por los cuales el sujeto
desarrolla y llega a articular su juicio; y, por otro, el que he llamado contextual, donde
el sujeto efectivamente lee aquella acción como juicio, trazando de esta manera una
No es posible pensar en una ética sin esta interacción, en la medida que los dominios
involucra y lo trasciende – no pueden existir sin el otro, es decir, existen como tales
Al mismo tiempo que explica el giro que hace Lacan hacia el deseo como
centro de la ética – “la única cosa de la que se puede ser culpable (…) es de haber
cedido en su deseo” (Lacan, 2005, 379) –, la interacción entre estos dos ámbitos da
cuenta de la forma específica en que ese deseo se constituye. Aunque sin duda
particular de cada sujeto, el deseo nunca alude a una formación sui generis, sino que
ocurre en diálogo con el orden simbólico – triangulado por la Ley que implica el
159
Nombre del Padre –, orden simbólico que por su parte no se experimenta en abstracto,
como juicio sobre la acción (a su vez juicio) escenifica la relación del sujeto con su
deseo, en la medida que este señala la intensidad del vínculo entre los ámbitos
objetos incidentales en los que recae el deseo, sino al lugar del sujeto en su juicio. Se
trata de afirmar o traicionar una posición activa de sujeto respecto de una acción dada.
ética, ya que en todo momento esta busca superponerse a los sujetos que involucra. La
ética, por su parte, funciona solo en la interacción del sujeto con aquello que lo
afirmar la actividad del sujeto en ese diálogo, al mismo tiempo que señala el lugar
medida que ese deseo se reconoce mediado por los discursos sociales que en un
momento y lugar dados conforman el cuerpo material de aquel dominio simbólico que
11
La sublimación – el poner el objeto en el lugar del deseo – constituye, de hecho, una forma de
traicionarlo, contraviniendo el actuar ético, ya que al efectuar esa transferencia una vez más se borra el
lugar del sujeto, desplazado ahora por ese objeto reificado.
160
La forma en que una práctica literaria cruel, como la descrita por Artaud, se
por parte del lector, de su deseo. Aunque sin duda hay una tradición literaria
para que esta crisis suceda. Como en la experiencia de la crueldad, esta tiene su
hablar desde ese residuo, interpelar desde ese lenguaje liminal al lector como sujeto, a
como el sujeto que forma ese lenguaje, que será sino un sujeto en crisis. La diferencia
fundamental entre la posición del lector de una literatura cruel y la del torturado – esto
es, además de la que es evidente, en relación con las condiciones materiales que
enfrentan –, tiene que ver con el lugar y el contenido que se le asigna a sus respectivos
concordancia entre el deseo del lector con el lenguaje de la ficción, tanto por la
lenguaje y los discursos que han triangulado el deseo del lector en su formación como
la producción residual de esos discursos (y así evocarlos tan frágiles como la misma
De ahí el conflicto ético: se enfrenta al lector con su deseo, a la vez que con el
lenguaje que lo media, sin ofrecer una resolución contenida en la ficción, sino
De la derrota al fracaso
décadas de 1990 y del 2000. Como en la derrota, la noción de fracaso señala sin duda
distinta de la que opera en la derrota, que al mismo tiempo que se imagina empujada
fracaso parte desde el sujeto, enfrentado a un conflicto ético donde reconoce haber
traicionado su deseo; y desde allí, en las diversas formas de indagación que asume a
propósito de esa íntima traición, es que se descubren los lazos con el lenguaje social
que ha legitimado tanto la continuidad con la dictadura, como propias las formas
específicamente literario, no surge en ninguna medida como un quiebre sino más bien
Para leerlo adecuadamente, desde la perspectiva literaria, resulta útil regresar por un
Heredia) que no hay una renuncia a ese afuera y su dictado moral, al mismo tiempo
frágil.
hasta cierto punto, rescribe – aquella narrativa de la primera mitad del siglo XX
obra de Díaz Eterovic, puede rastrearse en los fundamentos específicos que, por
defecto, articulan esa otra legitimidad que a través de Heredia sanciona moralmente el
devenir político de los noventa. Hay allí un dejo palpable de las grandes alegorías
Guzmán 12. Por otra parte, se hace también presenta la reflexión en torno a las formas
que, sin restar potencia literaria, se dirige y se construye en un lenguaje que busca
12
Este es sin duda el gesto que equívocamente busca totalizar Cristián Opazo en su artículo “Anatomía
de los hombres grises: rescrituras de la novela social en el Chile de postdictadura”, donde propone la
obra de Díaz Eterovic, Darío Osses y Carlos Tromben, entre otros, como rescrituras de la novela social,
proponiendo el acto de la rescritura como una producción subsidiaria y minorizada. A partir de esta
preconcepción, que no llega a fundamentarse, la mayor parte del artículo se avoca a desautorizar la
recuperación histórica-literaria que hacen estos textos tachándola de “autocomplaciente”, en oposición
a las escrituras de la neovanguardia y la nueva narrativa de los noventa (95).
163
fragilidad, tiene su correlato literario en la tensión de la gran alegoría con ese lenguaje
que de una u otra forma resiste la excepcionalidad. Durante los noventa, con más
intensidad hacia fines de la década, la gran alegoría como espacio otro constituido, es
parte por el señalamiento de la intensidad con que esta trazó un deseo como discurso
público. La puesta en crisis de las grandes alegorías – que por lo demás no fueron
conditio sine qua non de la narrativa social 13 – no hace sino enfatizar la importancia
de la propia enunciación, del lugar en que sucede y de lo que en ella opera como
caracterizado por un intenso estar en el mundo, marcado por esa pertenencia material
las posiciones trazadas tanto por la estética vanguardista – crear el mundo – como por
la del vacío formal de la nueva narrativa de los noventa – más que estar arrojado, un
histórica forma parte del lugar de enunciación aludido: se trata de reconocerse en ese
devenir histórico donde se ha fracasado, más que formular una historia paralela
social. El juicio sobre la acción, lo que hay de ético en él desde el punto de vista
13
Baste considerar el trabajo de Manuel Rojas, José Santos González Vera y Carlos Droguett, que de
forma sistemática buscan poner en crisis el avance unificador de estas grandes alegorías.
164
trabajada en sus narraciones – y el lugar central que esta ocupa en ellas – es quizás el
ambos autores, sin duda afirmando ese estar en el mundo, la especificidad de esta
enunciación surge en relación a dos problemas que se plantean como propios de ella.
interrumpir la ficción y cancelar así el vínculo de identificación con ella –, sino más
retórica. El narrar fracasa como testimonio de experiencia, una y otra vez se agrede el
estatuto de su verosimilitud. “Se habla por pura maldad, por hacer daño” (Mellado,
justamente lo que dice incluir: esa materialidad que indica, de la que el discurso
siempre acaba por desmarcarse, tanto por su resistencia a ella, como la resistencia de
más enfáticamente, en su lugar dentro de ella. “Se habla por pura maldad”, al tiempo
que el propio narrador habla y habla, interviniendo sin pudor la historia narrada,
2000, 163) cuya realidad es la del síntoma, la del significante dislocado que no hace
sino exhibir de desnudez del propio lenguaje, evocando la experiencia como objeto
ausente.
misma distancia:
La historia de esta novela, al igual que muchas otras, podría resumirse en dos: una
verdadera y otra falsa, es decir, una que parece creíble y otra que nos gustaría
creer. Pero además una sucede en la provincia y la otra en la capital, y su
recreación en estas páginas está en directa proporción a la cantidad de habitantes.
Ambas dimensiones se intersectan en un crucial punto, donde cualquier cosa que
se escriba en un papel o en una pantalla ya es ficción, mentira, o como quieran
llamarle (León, 2007, 7).
experiencia a la que alude. Sin embargo, junto con el hecho de que lo anterior no
impide que la narración ocurra, se intenta dar cuenta de cierta experiencia, propia de
la narración, que ocurre independiente de aquella que (no) puede ser retratada. Dos
historias, “una verdadera y una falsa”, pero cuya verdad y falsedad no es contenida
por la narración sino que refiere a formas de lectura, expectativas concretas en las que
el lector escenifica al texto como objeto de deseo: “una que parece creíble y otra que
esa mentira una materialidad a su vez innegable, trazado tanto en el acto de narrar
interlocutor, en esa segunda persona que se reitera a lo largo del texto. Como sucede
objeto a retratar – a una subjetiva, no en el sentido de que sea relativa, sino en que se
Josefina Ludmer 14, vincula esta forma de abordar la narración literaria con el
14
La cita refiere al artículo publicado por Ludmer en http://www.lehman.cuny.edu/ciberletras/v17/
ludmer.htm.
15
El concepto, de forma similar a lo que sucede con el de post-modernidad, es problemático porque se
enuncia desde una historicidad parcelada, que acaba por cancelar la propia lectura histórica. En el caso
específico de la mentada post-autonomía literaria, el concepto desconoce el carácter sumamente
acotado de la propuesta de la estética como autónoma, que refiere a tendencias y grupos intelectuales
específicos, desde el parnasianismo de Théophile Gautier hasta la propuesta estructuralista no más allá
de la década de 1970. Más aún, dentro del período comprendido por estas propuestas se desarrollan
paralelamente otras que de forma muy enfática defienden la imbricación de la producción literaria con
los demás discursos sociales y culturales (la propia novela social, por ejemplo). El post resulta entonces
desorientador, en la medida que invoca una historia e inmediatamente la desautoriza, al mismo tiempo
que impide leer el diálogo que efectivamente viene ocurriendo, hace más de un siglo, entre las posturas
autónomas y las que buscan integración.
167
que Espinosa lee como una indistinción entre los dominios de la ficción y de la
construye esa representación subjetiva. Por una parte, esta refiere a los narradores, a
ambos autores el narrador opera como función discursiva, cuya labor es señalar
evoca una posición específica, un cuerpo aun, en el mundo, hablando – sin importar si
Por otra parte, no muy lejos de ese cuerpo evocado, se retrae otro cuerpo,
lector, a su vez involucrado en esa práctica narrativa. Ese cinismo con que exhibe,
con la ficción – “una verdadera y otra falsa, es decir, una que parece creíble y otra que
nos gustaría creer” (León, 2007, 7) – funciona como invocación de una posición de
experimenta con siniestra cercanía en estos textos no tiene tanto que ver tanto con la
Espinosa –, sino más bien con el modo en que esta va descubriéndose como
construcción.
propio lenguaje. De aquí el reconocimiento del lector sea a su vez negativo 16: no es
con el enunciado que se identifica, sino con la privación que este mismo le anuncia.
falta, en la traición al deseo en tanto que se traiciona el acto, y allí el lugar del lector
como sujeto.
mismo. El residuo aquí aparece tanto en los fragmentos que describe Nelly Richard en
ese centro, cuya precariedad determina el que acabe exhibiéndose aquello que desde
16
Como observación aparte, es quizás de aquí también que la escasa recepción crítica de estos autores
sea polarizada y marcadamente impresionista, yendo de la celebración a la condena sin mayor
detención en el planteamiento de sus fundamentos – salvo casos excepcionales como los de Patricia
Espinosa y José Leandro Urbina, en breves artículos sobre Mellado y León, respectivamente.
17
Personajes históricos como Bernardo O’Higgins y Arturo Prat, instituciones caritativas como el
Hogar de Cristo, colectivos de intelectuales instituidos (Colectivo Vicente Huidobro y la propia SECH)
169
ambas confluyen dos formas en que se encarna esa producción residual del centro de
poder, formas que son reiterativas en la totalidad del trabajo de Mellado: la relación
novela:
plataforma a las voces poéticas de una u otra localidad provinciana, simulando una
o por defecto (escritores que se quieren ir, o al menos ser publicados en España), son solo algunas de
los diversos significantes a los que recurre Mellado en su narrativa.
170
reproducción de los dictados del centro urbano. Su propio carácter residual – a través
evidencia tanto la fragilidad formal del discurso que opera en el centro, como, en
Así sucede, por ejemplo, con uno de los personajes del Informe Tapia, Lucio
ese muchacho, aunque, según Toño, era un pendejo astuto, aprovechador y ventajista”
redentor con la proximidad que mantiene con esos residuos. El muchacho en cierto
Leopoldo Tapia, sobre la posibilidad redentora de Mardones. Aun cuando este último
171
acaba haciendo de espía para los agentes municipales y contra los poetas –
trazado de sus límites que este mismo realiza negativamente: su traición redunda en la
que habita en todo caso al residuo, en la medida que este constituye un significante de
hace las veces de protagonista (junto al narrador), opta por llevar su tránsito hacia
ciudad en la provincia:
En este tránsito el personaje, que opta por la ruta aquella, se compromete con
los residuos que lo rodean: él, ocioso paseante que no produce ni consume más que lo
básico, que no persigue ni percibe ningún triunfo en la vida, existe como mera
de igual forma interfiriendo con el desarrollo cultural que encarna el Carnaval Poético
Pablo Neruda. Contra la imagen del poeta como emblema nacional y el dictado que su
Nobel, hechos fetiche junto al de Gabriela Mistral, dictan sobre la cultura nacional –
retórica de progreso permanente sustenta las prácticas del desecho. En este sentido,
ciudad de provincia, de la cual, según parece ser la opinión del narrador, no puede
una quebrada economía de sentido que ha extraviado su rol” (Richard, 77) el valor
que se les asigna no tiene tanto que ver con la fragmentariedad que celebra Nelly
Richard como la multiplicación barroca del sentido. Por el contrario, aquí el residuo
la economía de sentido, sino en el margen. Desde allí, al mismo tiempo que invoca
ese otro orden posible, se reconoce en la economía de sentido desafiada. De aquí que
el deseo que se traza sea uno traicionado: es nombrar esa traición lo que abre la
en la relación del narrador con sujetos y objetos concretos, cuya mera exhibición ya
supone cierto grado de obscenidad: prostitutas jóvenes y viejas, con las que el
narrador nos insiste que prefiere tener sexo sin condón; drogas como la pasta base de
mostrarse desnudo, un tono de honestidad brutal que seduce tanto como repugna, al
habría que reconsiderar – admitido, de forma más sucia – la pregunta de Barthes, ¿por
1. Transacción sexual
3. Transacción sexual sin protección, donde se hace presente “un extraño fluido”
18
Ver, Kristeva, Julia. Poderes de la perversión. Nicolás Rosa y Viviana Ackerman, traductores.
Buenos Aires: Catálogos Editora, 1988.
174
aquella cosa abyecta, el origen del asco, con la mujer/objeto consumida. Sin embargo,
y aquí la perturbación definitiva del Orden, no es de ella sino de ese León abyecto que
fluye el problema, y ni más ni menos que de aquello que debiese operar como
de esta transacción.
19
Aun cuando el discurso conservador en Chile incide cotidianamente en la representación de la
sexualidad – haciendo relevante el que la relación sexual se represente aquí haciendo tal énfasis en su
materialidad –, no me extenderé sobre este punto por tratarse, a su vez, de una discusión bastante
evidente y cotidiana.
175
Jennifer está de espaldas al escenario, así que no puede ver lo que sucede ahí, ni
menos con la televisión suspendida en el techo, que ahora está pasando una
película porno. Las imágenes me sobrepasan y, en un momento, parece que
estuviera haciendo gimnasia. Me viene a la mente aquella vecina que hace una
semana se peinaba frente al televisor, como si este fuera un espejo (León, 2006,
33-34)
deserotizada, León piensa en la vecina, León que ha tomado la droga y tenido el sexo
para escribir una crónica, que leemos imaginando los cuerpos dispuestos del modo
descrito.
inicial señalando, ya de forma más clara, la posición que ocupa en ella el residuo
retórica como vacío, la crisis del lenguaje que señalaba al comienzo encuentra
residuales que enfrentan. Cuerpos cuyo lugar en la trama social está definido en la
desde la negatividad que les es propia. Es en esa enunciación obscena es que se traza
aquello que funcionaría en el margen que señalan los residuos, opera interpelando al
lector como sujeto a una crisis, en la medida que invoca en él los vínculos que
sostiene con aquella presencia residual (sin importar que los objetos particulares
176
distancias con lo que supone la experiencia del trauma asociado a la tortura, esta crisis
una afirmación del dolor, a la vez que se experimenta como traición de lo que la crisis
inacabado, que está siempre volviendo a definirse, de embarcarse en una trabajo que,
pese a afirmar el dolor, lo haga en términos que, sin perpetuarlo como tal (que es lo
que sucede al ser este cubierto de fantasía), lo integren en una práctica narrativa en
en ese dolor.
Ricardo Piglia, respecto del hecho de que este duelo es tanto afectivo como político
(Avelar, 2000, 155-156). La práctica política que se juega en los textos comentados
depende justamente en el hecho de ser a afectivas, ya que es en el dolor del sujeto que
lee, en la lectura como acto – como narración por defecto –, que la crisis de lenguaje
transitoria, sin embargo, en tanto cobra significado para el doliente, no obstante este
propiamente ética. Lo que sigue responde a otra pregunta, por la fidelidad a ese
literatura invoca sin vivirlos. La crueldad, por su parte, ofrece solo la interrupción
CONCLUSIÓN
Imagínate que tienes una herida en alguna parte de tu cuerpo, en alguna parte que
no puedes ubicar exactamente, y que no puedes, tampoco, ver ni tocar, y supón que
esa herida te duele y amenaza abrirse o se abre cuando te olvidas de ella y haces lo
que no debes, inclinarte, correr, luchar o reír; apenas lo intentas la herida surge,
su recuerdo primero, su dolor en seguida: aquí estoy, anda despacio.
Manuel Rojas, Hijo de ladrón
formas y registros discursivos. Con cierta dificultad, en esta tesis intenté escenificar
esa diversidad, al tiempo que buscaba dar cuenta de los modos que considero
décadas de 1990 y del 2000. Una tesis, no obstante, es una tesis, y primó en ella una
a las categorías a partir de las cuales realicé aquella descripción. Por este motivo,
quisiera aprovechar estas páginas finales para comentar brevemente algunas de las
dificultades que presenta la descripción, y para abordar aquello de esta tesis que se ha
Algo de esto me parece que sí deriva de este trabajo: un modelo estructural, formas de
radicalmente otro, que autoriza la sanción de ese poder hegemónico, leído desde la
en el último capítulo.
No quiero decir con esto que nada de lo dicho en las páginas precedentes
pueda ser sometido a revisión, que los ejemplos y el vocabulario crítico que utilicé
puedan a su vez ser revisitados críticamente. Sin duda esto es posible, y aún más, es
deseable. Las posiciones apuntadas, por otro lado, llegan a ser descriptivas de un
esos ejemplos. Sin embargo, la garantía de ello es la abstracción estructural que las
define; y esta tiene doble filo. Por una parte, es la que ha permitido abordar en el
espacio acotado de una tesis la relación entre los procesos sociales y la producción
narrativa chilena a lo largo de dos décadas. Como se deja ver en notas al pie y
sino más bien matices de los mismos y diferentes grados de negociación entre ellos.
Por otra parte, esto es posible en la medida que, como toda descripción estructural, la
descripción.
180
hacer convivir esa abstracción con la materialidad histórica, social y literaria que aquí
mismo he intentado rescatar. En la reflexión que exige esta pregunta, es que entra lo
que he intentado trazar como una narrativa posible y necesaria, cuya principal
constituye siempre una práctica política, en la medida que supone una apropiación
del lenguaje, una entrada activa por parte del sujeto al ámbito simbólico. Más allá de
alguna posible alegoría, más allá incluso del relato que pueda formar, narrar es un
de la intimidad del sujeto con aquello siempre Otro que es el lenguaje y, a la vez, con
aquellos Otros que de similar forma existen dentro y fuera de ese lenguaje.
Por una parte esta práctica es la expuesta a través del análisis de los textos
está contenido en los textos, sino que desde ellos funciona convocando narración en la
lectura. De forma muy evidente la crítica literaria – incluso la que se obstina en las
Gramsci a comienzos de siglo XX, muy rápidamente conduce a una disociación del
político de esta, no hace sino afirmar una experiencia social parcelada, donde cada
sujeto no sostiene más vínculos que los que organizan su nicho específico,
imagina, ocurre fuera de sus márgenes. Aquí, sin embargo, no deja de operar una
narrativa y en ella una política concreta. Sucede solo que ocurre, se hace por defecto,
como la reiteración de un relato que ha llegado a operar como naturalidad. Por esto es
que la negación de la crítica como práctica narrativa va en contra del propio acto
insuficiencia de cada enunciado en particular, cuyo valor pasa a ser el del significante
situado en una cadena que no significa sino la práctica de sucesivos actos críticos:
cada enunciado como participante de la serie de objetos incidentales que van trazando
como un esfuerzo narrativo supone aceptar que no está contenida tampoco en cada
sujeto que en cada uno de ellos se afirman. De aquí la permanente negociación entre
lo íntimo y lo social, la política que en todo momento cruza esta práctica, constituida
tiempo que se involucra en el deseo, narrar participa de una necesidad. No hay duda
del lugar del deseo en la narración, que por su parte es práctica de la intensa
similar a lo que ocurre con el deseo – no determina que en la narración deje de ser
necesidad, que sin duda no rige todo ámbito de la subjetividad, no es por completo
la mediación del lenguaje, el acto que esta involucra la devuelve siempre a una
fragilidad.
insistencia como la interrupción continua que, junto al deseo, determina las prácticas
concordancia con el modo narrativo del duelo, que trabajé en el desarrollo de la tesis.
simulacros que no han hecho sino perpetuar esa violencia, no obstante ahora
necesidad señala una forma de construir discurso que, sin estar necesariamente fija en
herida, como la carne viva que impide abstraer el cuerpo. Y es siempre herida, en
tanto hiere los modos del lenguaje. Si es cercana al modo del duelo, lo es en su
elaboración: permite invocar e integrar la historia, no como objeto del discurso, sino
ese afecto en una experiencia de presente que, a su vez, resiste la abstracción, narrada
desde su herida.
tiempo que lo excede, en cierta forma, es retomar lo que intelectuales de índole tan
fetiche del discurso – tanto en la lógica del consumo como en el discurso estratégico
184
con ese arraigo material, por una parte funciona estableciendo un contrapunto
medida que, al mismo tiempo que concita subjetividad desde el discurso, este se
concretas. De forma similar a lo que plantea Alain Badiou a propósito del evento 1,
Sin ser por definición ese espacio, la narración literaria ofrece una entrada
conciencia sobre ello, que no solo la sitúan junto a esa herida, sino que le permiten
apropiarla y desde ella enunciar. Más aún, porque el enunciado literario es por
excelencia uno que pide respuesta activa, prácticas narrativas que se expanden más
habita, en los cuerpos que la leen volviéndola a narrar. Hacer crítica literaria
procesos sociales de las últimas décadas me llevó a considerar que allí surgía algo,
que de una forma u otra estos textos y estos procesos eran específicos de un momento.
1
Ver, Badiou, Alain. Ethics: An Essay on the Understanding of Evil. Translated by Peter Hallwar.
London – New York: Verso, 2001.
185
con que la especificidad que observaba no era sino la actualización, desde una
experiencia social concreta, de una narración ya presente. De aquí, por una parte, que
mitad del siglo XX, donde la discusión en torno a esa materialidad que irrumpe ocupó
gran parte del quehacer literario y crítico. Porque su narración da cuerpo a parte
doler en la vida contemporánea. De aquí, por otra parte, que no concluya más que en
la reiteración, quizás ahora más explícita, de la intención que en gran medida organizó
resistencia a la dislocación de ese lenguaje con el dolor que auspicia. Narrar como
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