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1.

Introducción a la deontología

“La tarea de la ética no consiste en prohibir


sino en transformar, en elevar”1

Las distintas actividades que puede desarrollar el farmacéuti-


co poseen normas jurídicas que reglamentan el propio ejercicio.
Pero al conocimiento de esos Reglamentos o Leyes debe añadir-
se la reflexión sobre la propia Deontología de la profesión. En
realidad, las diferentes regulaciones, legal y deontológica no se
excluyen, sino que, por el contrario, se complementan. Esta últi-
ma se adentra en aquellos ámbitos en los que las normas legales
no tienen competencia y, en todo caso, serían ineficaces2.

1.1. Definición
Etimológicamente, el término “Deontología” equivale a “tra-
tado o ciencia del deber”. Está constituido por los vocablos grie-
gos deontos, genitivo de deon, que significa deber, y logos, equi-
valente a “discurso o tratado”. Fue empleado por vez primera por
el filósofo inglés, de la escuela utilitarista, Jeremías Bentham, Deontología como a
aquella exposición “de
en un libro titulado Chestomathia. En este escrito se refiere a la lo que es correcto”,
Deontología como a aquella exposición “de lo que es correcto”, “lo que debería ser”,
“lo que debería ser”, tanto a nivel privado como público3. tanto a nivel privado
como público.
Ya se ha señalado que, etimológicamente, Deontología equi-
vale a Teoría de los deberes4. Sin embargo, de forma progresiva,

1
López Quintas A. El amor humano. San José: Promesa, 2009: 24.
2
Aparisi A. Ética y Deontología para Juristas. México: Porrúa, 2009; XXXVIII.
3
Bentham J. Chestomathia. En: Smith MJ; Burston WH (eds.), The Collected Works of
Jeremy Bentham. Oxford: Claredon Press, 1993; 19.
4
Según Battaglia, se trata de “aquella parte de la filosofía que trata del origen, la
naturaleza y el fin del deber, en contraposición a la ontología, que trata de la naturaleza,

15
Deontoeoría rarmacsutica apeicada

el concepto ha ido reduciendo su campo de aplicación. En este


sentido, se puede afirmar que, actualmente, la Deontología re-
mite, fundamentalmente, al estudio de los deberes que surgen en
el desempeño de profesiones que se consideran de interés públi-
co, requieren un vínculo con el cliente, se ejercen en régimen de
monopolio –porque exigen estar en posesión de un título– y de
forma liberal5. Para Lega6, se trata del “conjunto de las reglas y
principios que rigen determinadas conductas del profesional de
carácter no técnico, ejercidas o vinculadas, de cualquier manera,
al ejercicio de la profesión y a la pertenencia al grupo profesio-
nal”. Surge así la Deontología Farmacéutica, entendida como el
tratado encaminado a dar normas precisas, desde el punto de vis-
ta moral, para el comportamiento de los farmacéuticos, teniendo
en cuenta el contexto social en el que se desarrolla su actividad.
La Deontología aporta al desarrollo profesional la perspectiva de
unas exigencias éticas objetivas, radicadas en el ser del hombre
–su dignidad– y en la naturaleza y función de su profesión7.
Al hacer referencia a la Deontología profesional se adopta
un criterio amplio, entendiendo por norma deontológica aquella
exigencia moral anclada en la naturaleza de una profesión. Por
ello, no se puede reducir las normas deontológicas sólo a aque-
llas recogidas en un Código deontológico. O, lo que es lo mismo,
existen ciertos principios deontológicos inherentes a una profe-
La Deontología Far- sión que, con independencia de que se encuentren o no codifica-
macéutica es el con- dos, deben ser respetados. Esta es también la visión que adopta
junto de principios y
reglas éticas que han el Código de Ética Farmacéutica y Deontología de la Profesión
de inspirar y guiar la Farmacéutica de España, el cual sostiene que “La Deontología
conducta profesional Farmacéutica es el conjunto de principios y reglas éticas que han
del farmacéutico.
de inspirar y guiar la conducta profesional del farmacéutico”8.
Desde esta perspectiva, las normas deontológicas son, bá-
sicamente, exigencias de la ética profesional. Por ello, al igual
que ocurre con las normas éticas, se nos muestran “prima facie”,
como un deber de conciencia. Así, a diferencia de la norma ju-
rídica, que existe desde su positivación, la norma deontológica,

el origen y el fin del ser”. Battaglia S. Grande dizionario della lengua italiana. Torino:
Unione Tipografico-Editrice Torinese, 1966; 168.
5
Vid. Martín Barea MP; Suñé Arbussa JM. Deontología farmacéutica. El Farmacéu-
tico; 57: 82; y Valverde JL, Arrebola P. Código español de deontología farmacéutica.
Offarm,1991; 10 (7): 83.
6
Lega C. Deontología de la profesión de abogado. Madrid: Civitas, 1983; 23.
7
López Moratalla, N.et al. Deontología Biológica. Pamplona: Facultad de Ciencias, Uni-
versidad de Navarra, 1987; 3.
8
Farmacéuticos, 2001; 250: 29-32.

16
Introducción a ea deontoeoría

como la moral, preexiste a ésta y, en principio, vincula al profe-


sional con la obligatoriedad que reviste la norma moral.

1.2. Ética, Moral y Deontología


Es frecuente que, en artículos de revistas profesionales o en
debates en el seno de los colectivos o colegios farmacéuticos,
se aluda indistintamente a los términos “ética”, “deontología” y
“moral”. Si esto es así, cabría preguntarse si todos esos términos
quieren indicar lo mismo o, por el contrario, si se utilizan inco-
rrectamente cuando son sustituidos unos por otros.
La expresión “moral” tiene un origen latino, ya que proviene
del término mos. Viene a traducir las palabras griegas êthos y
éthos, de las que se ha derivado la expresión castellana ética. Se
trata, por lo tanto, de un mismo concepto con raíces etimológicas
distintas.
No obstante, desde un punto de vista académico, suele consi-
derarse a la Ética como la Teoría de la Moral. En este sentido, si-
guiendo a Rodríguez Luño9, puede entenderse por Ética Filosófi-
ca “la parte de la Filosofía que estudia la vida moral del hombre,
es decir, su comportamiento libre”. El objeto de la Ética es, por
ello, la vida moral o el actuar del ser humano en cuanto persona.
Desde esta perspectiva, la Ética pretende esclarecer filosófica-
Ética como una cien-
mente la vida moral del hombre y las relaciones fundamentales cia regulativa de la
en ella implicadas, con el fin de poder establecer normas y cri- conducta humana en
terios de actuación que puedan constituir una orientación válida conformidad con los
principios fundamen-
para el obrar humano. Así, se puede definir la Ética como una tales de la razón y las
ciencia regulativa de la conducta humana en conformidad con exigencias de su natu-
los principios fundamentales de la razón y las exigencias de su raleza en orden a su
naturaleza en orden a su propio fin10. propio fin.

Una vez sentadas estas premisas, hay que señalar que, en el


ámbito de la Deontología profesional, la mayoría de los autores
no diferencian entre los términos “Moral” y “Ética”, usándolos
indistintamente según los casos11. En cuanto al tercero de los tér-
minos, la Deontología, tal y como se ha señalado en párrafos

9
Rodríguez Luño A. Ética General. Pamplona: Eunsa 1991; 17-18. Asimismo vid. Re-
verte Coma JM. Las fronteras de la medicina. Madrid: Díaz de Santos 1983; II.
10
André EL. Deontología. Deberes Éticos y Cívicos. Madrid: Sucesores de Rivadeneyra,
1928; 7.
11
Sin embargo, parece que el término “moral” posee en nuestra cultura una connotación
religiosa. En este sentido, según Alonso Muñoyerro, en el siglo XIX se sustituyó, en
determinados ámbitos, el término “moral” por el de “ética”, con el objetivo de excluir
de las acciones humanas la idea de Dios (Alonso Muñoyerro L. Código de deontología
farmacéutica. Madrid: FAX, 1950; 23).

17
Deontoeoría rarmacsutica apeicada

anteriores, apela a los principios o reglas éticas que deben inspi-


rar y guiar la conducta profesional. Sobre esta cuestión, Aparisi
mantiene que “en escasas ocasiones, los diferentes autores que
han tratado el problema de la Deontología profesional se han de-
tenido a considerar, en profundidad, la naturaleza de estas nor-
mas, limitándose a asumir el criterio tradicional que identifica,
sin más, la norma deontológica con la norma ética”12. No obstan-
te, no es conveniente asimilar la norma ética con la deontológica
ya que estas últimas presentan, en algunos casos, claros puntos
de contacto con los usos sociales, al surgir como pautas, prácticas
o reglas de comportamiento que adquieren obligatoriedad por la
presión social.

1.3. La relación entre lo ético y lo legal


La Deontología profesional se ha presentado, con cierta fre-
cuencia, como el sistema de normas jurídicas que regulan inter-
namente el ejercicio de una determinada profesión, llegándose
así a la total equiparación entre lo ético y lo legal. En este sen-
tido, se puede señalar, siguiendo a Valverde, que la Deontolo-
gía ha sido, en muchas ocasiones “monopolizada por el derecho
profesional”13. Ello ha sido especialmente patente en el caso de
la profesión farmacéutica, en la que ambas disciplinas, Ética y
Legislación, se han estudiado en el ámbito universitario unidas
en una misma asignatura. Ello ha originado frecuentes y mani-
fiestas confusiones en los estudiantes, con clara repercusión en el
ámbito laboral. La consecuencia es lógica: la legalidad vigente
y la correcta técnica profesional terminan por erigirse como el
único y absoluto criterio para determinar la corrección moral de
una determinada acción. O, dicho de otro modo, se obra bien,
desde el plano moral, si no se vulnera ningún precepto legal. En
definitiva, la ética profesional pierde toda su entidad y pasa a
convertirse en una parte de la legalidad vigente.
Ciertamente, el modo de entender las relaciones entre Dere-
cho y Moral ha variado históricamente. En la Antigüedad, duran-
te largos periodos históricos, los diferentes órdenes normativos
se presentaron indiferenciados. Así, en Grecia, el nomos estaba
constituido por preceptos de carácter religioso, moral, jurídico,
etc. En Roma, por su parte, el ius –lo jurídico–, mantenía una es-
trecha relación con la religión. Así, por ejemplo, las prescripcio-
nes relativas a los ritos religiosos se denominaban ius divinum.

12
Aparisi A. Ética y Deontología para juristas. México: Porrúa; 2009: 99.
13
Valverde JL. Deontología farmacéutica. Offarm 1988; 7 (1): 64.

18
Introducción a ea deontoeoría

Además, durante una época histórica los juristas solían detentar


también el cargo de pontífices. Sin embargo, en Roma comenzó
el proceso de diferenciación entre lo jurídico y lo ético, entre el
ius civile –el Derecho de los ciudadanos romanos– y el fas –lo
lícito desde el punto de vista moral o religioso–14. En las socie-
dades actuales, salvo excepciones –como, por ejemplo, las re-
presentadas por los países musulmanes–, se admite la distinción
entre lo ético y lo legal. Ello no obsta para admitir la existencia
de conexiones mutuas. Salvo los representantes del positivismo
extremo, un gran número de autores admiten que gran parte de
las normas legales se apoyan en principios éticos. Sin embargo,
no ocurre lo mismo con las normas éticas, que pueden no estar
positivadas o plasmadas en la ley15.
Son varios los criterios que, actualmente, sirven para diferen-
ciar el orden ético del jurídico. El primero sería el de la diversi-
dad de perspectivas desde las que afrontan el actuar humano el
Derecho y la Moral. Ya se ha señalado que el Derecho contempla
las acciones humanas desde su dimensión externa o social. La
Ética, por su parte, atiende al bien completo de la persona, a su
realización integral16. En este sentido, seguiría siendo válida la
La diferencia funda-
distinción clásica (procedente de Aristóteles), entre el “hombre mental entre el orden
bueno” y el “buen ciudadano”. La Ética aspira a la realización jurídico y el orden
del hombre bueno, mientras que el Derecho, tan sólo, a la conse- moral radique en
que ambas instancias
cución del buen ciudadano17. En este sentido, es posible afirmar regulan la actividad
que la diferencia fundamental entre el orden jurídico y el orden humana, pero desde
moral radique en que ambas instancias regulan la actividad hu- puntos de vista dife-
mana, pero desde puntos de vista diferentes. Al Derecho le inte- rentes.
resa, fundamentalmente, la dimensión externa de la acción hu-
mana, la buena ciudadanía, la paz, en definitiva, la consecución
del bien común. La moral, por su parte, aspira, no sólo a la con-
secución de la buena ciudadanía, sino también, y especialmente,
al bien. Por ello, concede una gran importancia a una instancia
del actuar humano que queda, en general, al margen del Derecho,
la intención18.

14
Fernández E. Derecho y otros órdenes normativos. En: De Lucas J et al. Introducción
a la Teoría del Derecho. Valencia: Tirant lo blanch 1992;42.
15
Vid. sobre la discusión actual de este tema Vivian JC, Brushwood DB. Legal cases that
raise ethical issues. En: Haddad AM. Teaching and Learning Strategies in Pharmacy
Ethics. New York: The Haworth Press 1997; 1-17.
16
Vid. Rodriguez Luño A. Ética General. Pamplona: Eunsa 1991; 190 y ss.
17
Aristóteles. Ética a Nicómaco, Libro II, Capítulo 2, Madrid: Gredos, 1995.
18
Aparisi A. Ética y Deontología para juristas. México: Porrúa, 2009; 102.

19
Deontoeoría rarmacsutica apeicada

Por otro lado, no hay que olvidar que la norma jurídica exis-
te desde su positivación. Su formalización, aunque no su funda-
mento, aparece como resultado de un consenso histórico o social.
Frente a ello, la norma moral preexiste a cualquier tipo de forma-
lización o positivación. Tampoco puede olvidarse que el Derecho
suele garantizar su cumplimiento con la presencia de sanciones.
En este sentido, puede señalarse que, en el ámbito jurídico, la san-
ción se encuentra, como destacó Kelsen, “institucionalizada”19.
En efecto, en el ámbito del Derecho es fundamental el elemento
de la coacción. Por ello, existen ciertos órganos e instituciones
cuyo fin es, específicamente, la aplicación de sanciones: jueces,
En el ámbito de la policías, cárceles, funcionarios de prisiones, etc. Sin embargo,
Ética profesional, si
bien pueden existir la Ética genera, fundamentalmente, deberes de conciencia y ata
sanciones, no son ellas al hombre con la obligatoriedad que reviste la ley moral. En el
el fundamento de su ámbito de la Ética profesional, si bien pueden existir sanciones,
obligatoriedad. no son ellas el fundamento de su obligatoriedad. Por otro lado,
como ya se ha señalado, una gran parte de la Ética profesional
tiene un carácter eminentemente positivo. No impone, obliga-
toriamente, un concreto comportamiento, sino que propone un
modelo de profesional al que se debe de tender. En resumen, la
norma ética es “una guía para descubrir el bien. No es una norma
en el sentido de un precepto que obliga como una ley de tráfico,
o en el sentido de que se pueda deducir de ella qué hay que hacer.
Lo habitual es que las normas pongan unos preceptos negativos
claros (hay cosas que nunca se deben querer y ejecutar), y otros
preceptos positivos, pero ambos dejan un margen de acción am-
En en la actualidad
son muchos los farma- plísimo. Del deber de no matar y de ayudar a los demás no se
céuticos que entien- deduce qué tengo que hacer en concreto ahora”20.
den que la correcta No obstante, en la actualidad son muchos los farmacéuticos
actuación ética se
alcanza con el mero que entienden que la correcta actuación ética se alcanza con el
cumplimiento de los mero cumplimiento de los preceptos jurídicos establecidos21. Se
preceptos jurídicos convierten así en fieles cumplidores de una legislación que, por
establecidos.

19
En palabras de Kelsen, a diferencia de la moral y los usos sociales, “el orden jurídico
determina las condiciones bajo las cuales debe seguirse el recurso a la fuerza, así como
los individuos que la utilicen” (Kelsen H. Teoría Pura del Derecho. Universidad Nacional
Autónoma de México, 1986 (5º); 51).
20
Pardo A. La Ética en la Medicina. Persona y Bioética, 2011; 15 (2): 168-9.
21
En un plano general, Jiménez y López afirman que “la legalidad no marca las normas
de ética y no puede ser el fundamento de criterios doctrinales de actuación, pero es un
hecho que, una vez establecida una legalización, los modos de pensar progresivamente
van cambiando, y la gente llega a adaptarse a la nueva situación de modo que pierden
toda capacidad de valoración moral”. Vid. Jiménez Vargas J, López García G. Aborto y
contraceptivos. Pamplona: Eunsa 1983; 159.

20
Introducción a ea deontoeoría

otra parte, es sumamente restrictiva22. Con esta percepción, no


sólo pueden perder el sentido crítico frente a la regulación legal,
sino que, al tomar sus decisiones, se pueden ver privados de im-
portantes elementos de juicio y, por ello, llegar a valoraciones
incompletas o erróneas. La diferencia entre el
La diferencia entre el ámbito de lo ético y el de lo legal puede ámbito de lo ético y
el de lo legal puede
manifestarse, claramente, cuando existen conflictos de concien- manifestarse, clara-
cia23. Éstos surgen cuando el cumplimiento de un precepto legal mente, cuando existen
ataca, gravemente, las convicciones morales o religiosas de una conflictos de concien-
cia.
persona. Se trata, por lo tanto, de la existencia de un enfrenta-
miento entre un deber moral y un deber jurídico. Como señala
García Herrera, el contraste entre ambas normas debe inducir al
sujeto a decantarse por el dictado del deber moral, y a negarse a
acatar la orden del poder público, “por estimar que está en juego
algo esencial e irrenunciable a la persona humana”24.
Ciertamente, este tipo de situaciones suelen ser conflictivas.
Salvo en las conciencias acríticas, individualistas o escasamente
formadas éticamente, la existencia de un enfrentamiento entre
un deber moral y un deber jurídico suscitará problemas persona-
les e, incluso, laborales. Por ello, en las sociedades más avanza-
das suele reconocerse constitucionalmente una alternativa para
solventar estos conflictos: se trata del derecho a la objeción de
conciencia. La objeción de conciencia será abordada monográfi-
camente en el capítulo 14.

1.4. La relación entre lo ético y lo religioso


Llegados a este punto parece oportuno hacer referencia a otro
de los problemas con los que se ha tenido que enfrentar la Deon-
tología. Tradicionalmente, se ha presentado como un sistema
normativo que hunde sus raíces en una dimensión religiosa (fre-
cuentemente católica o protestante25), y que ofrece posibilidades
para plantear y resolver determinados problemas de conciencia.
Este punto de vista conduce a un grave error: la identificación es-
tricta de la norma deontológica, y también de la norma ética, con
la norma religiosa. Consecuentemente, esta equivocación motiva

22
De igual modo ocurre con los médicos si no tienen bien definidos los principios éticos
que orientan su profesión. Beresford EB. Uncertainty and the shaping of medical deci-
sions. Hastings Center Report 1991; 21: 6-11.
23
López Guzmán J. Objeción de conciencia farmacéutica. Barcelona: EIUNSA, 1997.
24
García Herrera MA. La objeción de conciencia en materia de aborto. Vitoria: Servicio
de Publicaciones del Gobierno Vasco, 1991; 30.
25
También hay que destacar las apreciaciones islámicas. Plana J. Argumentos de Bioética
en el Islam. Revista de Bioética y Derecho, 2012; 25: 85-8.

21
Deontoeoría rarmacsutica apeicada

que el profesional no creyente rechace la obligatoriedad de la


norma deontológica, ya que ésta no le afectaría. De este modo,
los principios éticos y las normas deontológicas sólo vincularían
a aquellos que profesaran un determinado credo. Frente a este
planteamiento hay que recordar que no debe confundirse el plano
natural con el sobrenatural. Las normas éticas se hallan enraiza-
das en la naturaleza humana y se deducen a partir de operacio-
nes de la razón. Son, por tanto, patrimonio común de todos los
hombres. Generan así responsabilidades morales universales26.
En este sentido, Lega mantiene que las normas deontológicas se
refieren a la moral usual en un determinado lugar y momento
No existe ninguna histórico, pero que se mantienen aferradas a ciertos principios
contradicción lógica deontológicos universales e irreversibles27. Es, por ello, por lo
entre agnosticismo y que no existe ninguna contradicción lógica entre agnosticismo y
Moral o Deontología. Moral o Deontología.
En ciertos sectores profesionales, cada vez cobra una ma-
yor intensidad la pretensión de muchos de intentar alcanzar un
discurso deontológico “neutral”, desechando cualquier plantea-
miento “contaminado” con influencias religiosas. Se presupone,
por ello, que es posible aspirar a una imparcialidad y absoluta
neutralidad en la reflexión ética. Esta posición ha conducido, en
la práctica, a una exclusión del debate público de todo razona-
miento conectado, o relacionado, con ideas religiosas, con inde-
pendencia de otros criterios, como por ejemplo, la razonabilidad
del discurso. Como destaca Viola, este laicismo se caracteriza
por el esfuerzo por silenciar los orígenes religiosos o sagrados
de los valores seculares. Además, considera, no sólo inútiles,
sino también dañinas, a las religiones, en su interpretación apli-
cativa y en el ejercicio práctico de estos valores seculares28. Se
trata de un presupuesto irracional, por cuanto valora, indiscri-
minadamente y a priori, de manera negativa, cualquier noción
o idea con parentesco religioso. En realidad, este planteamiento
no se sitúa ante una búsqueda de una concepción neutral de la
Deontología, sino ante una deliberada “neutralización” de todo
planteamiento en el que se adivine alguna contaminación de or-

26
Vid., entre otros, Messner. Ética social, política y económica a la luz del derecho na-
tural. Madrid: Rialp 1967; 79-80; Rodríguez Luño, A. Ética. Madrid: Cívitas 1983; 23 y
Cafaro A, Cottini G. Ética medica. Milano: Ares 1991.
27
Lega C. Deontología de la profesión de abogado. Madrid: Civitas, 1983; 26; Gómez
Pérez, R. Introducción a la ética social. Madrid: Rialp, 1988; 30-31.
28
Viola F. Laicidad de las instituciones, sociedad multicultural y religiones. Persona y
Derecho, 2005; 53: 85.

22
Introducción a ea deontoeoría

den religioso”29. De este modo, el laicismo conduce a un nuevo


fundamentalismo secular, que elimina al discrepante, haciéndo-
nos retroceder “hacia una nueva forma de confesionalismo, si no
incluso de cesaropapismo”30.
En este marco es conveniente recordar que, tras la II Gue-
rra Mundial cuando se produjo, por parte de las organizaciones
médicas, un proceso internacional de codificación deontológica,
se trataba de conseguir que hechos tan aberrantes como los ex-
perimentos nazis con seres humanos, no se volvieran a repetir.
Se entendía así que la Deontología médica se apoyaba en prin-
cipios universales y objetivos31. Ello, sin embargo, no es óbice
para reconocer que la Iglesia Católica siempre se ha interesado
vivamente por las cuestiones éticas y hay que reconocer que el
humanismo cristiano ha tenido una gran influencia en la confi-
guración de los principios deontológicos de las diferentes pro-
fesiones. Herranz mantiene que el Juramento Hipocrático fue el
“germen del que brotó la Deontología, que ha ido creciendo y
desarrollándose a lo largo de los tiempos, al incorporar los prin-
cipios morales del Cristianismo y con contribuciones de la socie-
dad moderna”32. Por otro lado, las organizaciones de médicos y
farmacéuticos católicos han señalado en foros internacionales la
importante aportación de la Iglesia católica en el esclarecimiento
de cuestiones de ámbito deontológico.

1.5. La conciencia
Al hacer referencia a Ética o Moral se apela, en palabras de
J.W. Benavente33, a “un orden de la vida humana que busca, en
definitiva, la bondad del sujeto que actúa”. Por ello, y muy liga-
da a esta noción, se encuentra la de conciencia. Ésta es el punto
de encuentro entre ciertos principios morales objetivos y válidos
para todos, y la singularidad personal. La conciencia es un órga-
no que nos permite ver y escuchar, captar la realidad externa, “la
realidad en cuanto moralmente relevante. En el juicio de concien-

29
Ollero A. Un Estado laico. Persona y Derecho, 2005; 53: 46.
30
Viola F. Laicidad de las instituciones, sociedad multicultural y religiones. Persona y
Derecho, 2005; 53: 82.
31
Fernández Sánchez FC. El “Code of Medical Ethics” (1847): Principios de Ética y
proceso de codificación. Cuadernos de Bioética 1993; 13: 19.
32
Herranz G. El código de deontología y ética médica. Cuadernos de Bioética 1994; 20:
330.
33
Benavente JW. Moral y Derecho: Estudio en perspectiva funcional. Persona y Dere-
cho, 1991; 25: 265.

23
Deontoeoría rarmacsutica apeicada

La conciencia no es un cia captamos el imperativo soberano de lo moral”34. En palabras


juicio sobre ninguna de Newman, “la conciencia no es un juicio sobre ninguna verdad
verdad especulativa o especulativa o doctrina abstracta sino que se dirige de forma in-
doctrina abstracta sino
que se dirige de forma mediata a la conducta, a algo que debe hacerse o no hacerse”35.
inmediata a la con- Ciertamente, la noción de conciencia reviste una gran com-
ducta, a algo que debe plejidad. Ello determina la existencia de una cierta confusión en
hacerse o no hacerse. torno a este concepto, atribuyéndole, en ocasiones, unos rasgos y
propiedades que no le pertenecen. En este sentido, en el lenguaje
coloquial es frecuente apelar a la conciencia como a una fuente
última y única de moralidad. Esta queda, por ello, desvinculada
de principios éticos previos, convirtiéndose en la creadora de la
propia moral individual. El resultado final de este planteamiento
es la misma negación de la noción de Ética, ya que existirían
tantas “éticas” o “morales” como sujetos individuales. Esta erró-
nea visión es también relativamente frecuente en el ámbito de la
Ética profesional.
La conciencia es un Frente a ello, es importante tener en cuenta que la conciencia
juicio de la razón es un juicio de la razón práctica que, a partir de ciertos principios
práctica que, a partir objetivos, dictamina acerca de la bondad o malicia de un acto
de ciertos principios
objetivos, dictamina concreto36. A través de la misma, la razón reconoce la existencia
acerca de la bondad de principios morales –no los crea– y al mismo tiempo los per-
o malicia de un acto sonaliza. Tales principios morales se aceptan como obligaciones
concreto.
que revisten una cierta necesidad. Esta se deriva del hecho de
que el deber ético o moral preexiste con independencia de las
consideraciones del mismo sujeto. Por un lado, la persona sabe
que puede contrariar el deber moral, mientras que por otro reco-
noce que éste es incondicionado, ya que la plena realización del
ser humano exige que su conducta esté en consonancia con tales
exigencias morales37.

1.6. Criterios de decisión ética


Es frecuente que cuando varios farmacéuticos discuten sobre
un problema ético no todos ellos coincidan en sus apreciaciones.
Esta situación puede llevar a pensar que existen varias éticas y
que cada uno tiene la suya. Sin embargo, esa idea llevaría a negar
la propia existencia de la reflexión ética al considerar que el bien
es algo relativo.

34
Laun A. La conciencia. Barcelona: Ediciones Internacionales Universitarias, 1993; 86.
35
Newman JH. Carta al Duque de Norfolk. Madrid: Rialp, 2005; 79.
36
Rodríguez Luño A. Ética. Pamplona: Eunsa, 1986; 99.
37
Messner. Ética social, política y económica a la luz del derecho natural. Madrid:
Rialp, 1967; 30 y ss.

24
Introducción a ea deontoeoría

Las razones que pueden sustentar las distintas apreciaciones


éticas son variadas. En principio, podríamos apelar a dos posi-
bles alternativas. La primera es que puede suceder que no todos
los farmacéuticos implicados en la discusión se hayan preocupa-
do de formar su conciencia y, por esta causa, las distintas conclu-
siones puedan venir asentadas en diversos parámetros, algunos
de ellos deficientes o erróneos. La segunda contestación es que
es cierto que hay diferentes concepciones de la ética y cada uno
de los profesionales que discrepan puede estar, aún sin saberlo,
adscrito a una u otra de las corrientes.
En el primero de los supuestos anteriores bastaría, para llegar
a una misma conclusión ética, que el farmacéutico intente obte-
ner una mayor información. En cuanto al segundo caso, no es de
tan fácil solución. Como no se trata de que unos impongan nada
a otros (no sería ético) lo importante será describir esas corrientes
para que los profesionales sepan cuales son las distintas visiones
éticas y con cual de ellas se siente identificado.
De un modo simplista, podría mantenerse que existen dos
grandes corrientes: la relativista y la ontológica. La visión rela-
tivista, basada en una concepción dualista de corte laicista, pone
el acento en la dimensión de la costumbre, de lo cambiante, redu-
ciendo la ética “a lo que se hace”. Por el contrario, una visión on-
tológica conectaría la ética con la búsqueda de la raíz, de lo origi-
nario y permanente que radica en el ser humano. En palabras de
Vila-Coro, “la diferencia entre ambas depende, en gran medida,
de la visión antropológica y del concepto que se tenga de la mo-
ral, que unos estiman ser un conjunto de normas objetivas y uni-
versales y otros someten al dictado de la conciencia individual,
entendida como mero sentimiento de afirmación (constitución)
del bien desde la soberanía absoluta del yo, o a la decisión de la
mayoría”38. Las dos concepciones recorren trayectorias distintas
y proponen orientaciones diferentes, con consecuencias prácticas
muy dispares.
La visión relativista tiende a hacer de la sociedad el funda- La visión relativista
mento y el sujeto principal de la ética. De ahí que a la pregunta tiende a hacer de la
sociedad el funda-
sobre qué es lo ético o lo bueno, se responda que “lo aceptado por mento y el sujeto prin-
la sociedad”. Por eso es relativa, porque depende de los criterios cipal de la ética.
y circunstancias de una sociedad en un tiempo determinado. En
opinión de Ballesteros, ello conduce a una sustancialización de
lo colectivo y, en consecuencia, a una pérdida de respeto a la pri-

38
Vila-Coro MD. Bioética. En: Simón Vázquez C. Diccionario de Bioética. Burgos:
Monte Carmelo, 2006; 128.

25
25
Deontoeoría rarmacsutica apeicada

macía de la persona39. Además, la reducción de la moral a lo que,


en la línea de Henkel40, se suele denominar “moral social” o “po-
sitiva” (lo socialmente aceptado), cierra la vía a toda posibilidad
La perspectiva relati- de crítica racional de las estructuras sociales, aceptando sin más,
vista se apoya en una como criterio correcto de actuación, la pauta de comportamiento
concepción dualista,
en la que la dignidad que se halla vigente en una sociedad. La perspectiva relativista se
queda reducida, y apoya en una concepción dualista41, en la que la dignidad queda
completamente asimi- reducida, y completamente asimilada, a la autonomía de la volun-
lada, a la autonomía
de la voluntad y al
tad y al libre desarrollo de la personalidad. Se trata, en definitiva,
libre desarrollo de la de una reactualización del principio kantiano de que el hombre es
personalidad. digno sólo en razón de su condición de “autolegislador” moral42.
No cabe admitir razones morales fuera de la propia autonomía
del sujeto. Como señala González43, para esta concepción, una
moral que apele a la felicidad, al bien, a la plenitud o perfección
personal, es considerada como heterónoma y, en consecuencia,
contraria al genuino sentido de lo moral.
En realidad, esta visión no se limita a promover la emancipa-
ción de cualquier sistema proclive a moralizar el orden jurídico
o político44. Su alcance es mucho mayor, ya que, defendiendo la
emancipación de la naturaleza, se demanda, asimismo, la eman-
cipación de cualquier orden moral. De ahí que se rechace cual-
quier discurso que presuponga o reconozca algún “fin último” o

39
Ballesteros J. Sobre el sentido del Derecho. Madrid: Técnos 1986, 94.
40
Vid. Henkel H. Introducción a la Filosofía del Derecho. Madrid: Taurus, 1968.
41
Como es bien conocido, la concepción dualista de la persona hunde sus raíces en los
orígenes de la modernidad. El pensamiento de Descartes, con su famosa distinción entre
res extensa y res cogitans, influyó decisivamente en la misma. Este autor sienta las bases
del dualismo, al sostener que todo cuanto existe, a excepción de la mente humana, puede
ser reducido a la consideración de objeto. Vid. López Guzmán J, Aparisi A. Justicia y
Ecología. En: Ballesteros J, Fernández-Ruiz Gálvez E, Martínez AL (coord.). Justicia,
Solidaridad, Paz. Valencia: Quiles, 1995 (Volumen I); 232.
42
Kant se refirió, en su Metafísica de las costumbres, a “la dignidad de un ser racional
que no obedece a ninguna otra ley que aquella que él se da a sí mismo…como legislador
en el reino de los fines, como libre respecto de todas las leyes naturales y obedeciendo
sólo a aquellas que él mismo se da…la autonomía es, pues, el fundamento de la dignidad
de la naturaleza humana y de toda naturaleza racional” Kant E. Fundamentación de la
metafísica de las costumbres. Madrid: Espasa-Calpe, 1983 (8ª ed.); 92-4. Ciertamente, la
autonomía y la racionalidad son cualidades esenciales del ser humano. Pero el sentido en
el que Kant entiende la autonomía es distinto. Lo extiende hasta incluir una idea heredada
de Rousseau: sólo es libre el que obedece a las leyes que él mismo se da o, lo que es lo
mismo, el que se otorga a si mismo sus propias leyes. Rousseau JJ. Contrato social. Ma-
drid: Espasa Calpe, 2001; 47-48 y 53.
43
González AM. La dignidad de la persona, presupuesto de la investigación científica.
En: Aparisi A. Ballesteros J. Biotecnología, Dignidad y Derecho: bases para un diálogo.
Pamplona: EUNSA, 2004; 24.
44
González AM. El estatuto de “lo moral”. Reflexión histórico-crítica. Anuario Filosó-
fico, 1997; 30: 720.

26
Introducción a ea deontoeoría

exigencia objetiva derivada de un razonamiento práctico. Esta


concepción45 plantea importantes problemas: entre ellos estaría
el de cómo explicar la existencia de un comportamiento inicuo
específicamente moral o, lo que es lo mismo, como justificar que
una acción pueda ser, al mismo tiempo, autónoma e incorrecta.
Siguiendo los presupuestos anteriores, si es autónoma será, nece-
sariamente, buena; o, dicho de otra manera, si el único requisito
de la moralidad es la autonomía, y ésta consiste en la posibilidad
de darse la norma moral a uno mismo, ¿cómo se explica la exis-
tencia de un comportamiento autónomo e inmoral? Habría que
presuponer que uno puede darse a si mismo una norma moral
equivocada, lo cual es contradictorio con la idea de que la úni-
ca fuente de la moralidad es la autonomía. En definitiva, como
señala Hervada46, el término final de esta forma de entender la
dignidad es la disolución de la moralidad y la anomia: el hombre
se convierte en su propia ley. La concepción estric-
La concepción estrictamente relativista de la ética resulta cla- tamente relativista de
la ética resulta cla-
ramente inadecuada para construir una Ética profesional o Deon- ramente inadecuada
tología. El intento de fundamentarla exclusivamente en los usos para construir una
y costumbres del colectivo profesional, aparte de resultar teóri- Ética profesional o
Deontología.
camente inviable (ya que nos remitiría a la pura sociología), sólo
conduciría a mantener acríticamente las pautas consolidadas. San-
tos Ruiz mantiene que el error actual más corriente es considerar
que la ciencia de los deberes, las reglas deontológicas, tienen su
fuente en el sentir de la mayoría social. Sin embargo, ésta nunca
da instrucciones éticas y morales, sino que origina una moda47.
Dentro de la concepción relativista de la ética se encuentran,
entre otras, dos posturas que convienen destacar por su gran difu-
sión en nuestra sociedad: la contractualista y la utilitarista.
El contractualismo tiene sus raíces en las ideas del “contrato
social” desarrolladas, a lo largo de los siglos XVII y XVIII, por
autores como Hobbes, Locke, Spinoza, Rousseaun y Kant. Apli-
cada al ámbito de la fundamentación ética, la concepción con-
tractualista mantiene que los principios morales son el resultado
de un contrato o acuerdo “entre los agentes morales que forman
parte de una comunidad moral”. De este modo “el contenido mo-

45
González AM. La dignidad de la persona, presupuesto de la investigación científica.
En: Aparisi A, Ballesteros J. Biotecnología, Dignidad y Derecho: bases para un diálogo.
Pamplona: EUNSA, 2004; 30.
46
Hervada J. Lecciones propedéuticas de filosofía del derecho. Pamplona: EUNSA,
2000; 447.
47
Santos Ruiz A. Discurso de presentación del Código deontológico español elaborado
por la Real Academia de Farmacia. Acofar, 1991; 291: 33.

27
Deontoeoría rarmacsutica apeicada

ral es el resultado de una decisión conjunta entre los miembros


de la comunidad”48. Desde esta concepción se puede llegar justi-
ficar (apelando a la ética) acciones contrarias al respeto debido al
ser humano –eliminación de deficientes, prohibición de entrada
a inmigrantes, pena de muerte,…– si la mayoría de la sociedad
está de acuerdo con ello. La experiencia histórica nos muestra
numerosos ejemplos de ello.
Por su parte, la concepción utilitarista, cuyo representante
“Lo bueno en sí es más conocido es J. Bentham, se basa en el siguiente principio:
incognoscible; lo úni- “lo bueno en sí es incognoscible; lo único que interesa es lo que
co que interesa es lo
que puede ser bueno puede ser bueno para alguien, es decir, lo útil”. El principio de
para alguien, es decir, utilidad será formulado como el de “lograr la mayor felicidad
lo útil”. del mayor número”, teniendo en cuenta que el término “felici-
dad” se identifica con placer, fundamentalmente con disfrute de
bienes materiales49. Como señala Ruíz Retegui, el utilitarismo
toma como referencia para la bondad o malicia de los actos no
la naturaleza o significación de los mismos, que es negada, sino
los efectos que producen en la marcha del mundo. La bondad o
malicia se deduciría de los efectos buenos o malos que una ac-
ción tiene50.
Como reiteradamente se ha puesto de relieve, este principio, si
no se ve limitado por ciertos correctivos derivados de la dignidad
inherente de cada persona, pone en peligro los derechos de los
individuos y de las minorías. Ciertamente, desde esta concepción
es fácil justificar, por ejemplo, la esclavitud o la experimentación
en seres humanos, aún sin su consentimiento, ya que del sacrifi-
cio de unas minorías se deriva un bienestar para las mayorías. De
hecho, Bentham llegó a afirmar, por ejemplo, que los derechos
humanos son una “falsa teoría” y también que la pena de muerte
es necesaria por ser socialmente útil51.

48
Palazzani L. La fundamentación personalista en Bioética. Cuadernos de Bioética
1993; 14 (2): 49-50.
49
Bea E. Justicia y Derecho. En: De Lucas J et al. Introducción a la Teoría del Derecho.
Valencia: Tirant lo blanch 1992; 364.
50
Ruiz Retegui A. La Ciencia y la fundamentación de la Ética. I: La dignidad de la
persona. En: López Moratalla N et al. Deontología Biológica. Pamplona: Facultad de
Ciencias de la Universidad de Navarra, 1987; 17. En palabras de Palazzani, el utilita-
rismo “fundamenta la propuesta ética sobre el criterio de la utilidad social, o sea, de la
maximización del placer y la minimalización de lo desagradable para el mayor número
posible de individuos”. En definitiva, el utilitarismo y el contractualismo “intentan una
superación del individualismo a través de la búsqueda de un criterio ético que, aunque no
universal, pueda al menos fundarse sobre una condivisión intersubjetiva”. Palazzani L.
La fundamentación personalista en Bioética. Cuadernos de Bioética 1993; 14 (2): 49-50.
51
Bea E. Justicia y Derecho. En: De Lucas J et al. Introducción a la Teoría del Derecho.
Valencia: Tirant lo blanch 1992; 364-365.

28
Introducción a ea deontoeoría

En este sentido, la práctica farmacéutica se puede apoyar en La práctica farmacéu-


un modelo utilitarista o en un modelo basado en el predominio tica se puede apoyar
de una serie de principios dictados por un consenso profesio- en un modelo utilita-
rista o en un modelo
nal o demanda social. En ambos casos nos encontraríamos con basado en el predo-
planteamientos parciales e incompletos, al no estar asentados minio de una serie de
en la búsqueda de lo bueno en sí mismo, sino en lo útil o en lo principios dictados
por un consenso pro-
que más convence a la mayoría del colectivo profesional. En
fesional o demanda
palabras de Del Barco, estaríamos apoyándonos en “teorías mu- social.
tiladas que explican la moral a medias”52. El contractualismo,
con su pretensión de apoyar la ética en el acuerdo social, corre
el riesgo de caer en un acrítico relativismo moral, contribuyendo
a mantener las pautas, buenas o malas, históricamente consoli-
dadas. Por otro lado, si se entiende que el único fundamento es
el acuerdo, resultaría difícil justificar la obediencia a un Código
ético por parte de aquellos profesionales que no hubieran sus-
crito tal acuerdo. Por ello, resulta insatisfactorio todo intento
de fundamentación ética desvinculado de la búsqueda de la no-
ción de bien y de virtud moral. Cuestión diferente es que en la
configuración práctica de la Ética profesional tengan un impor-
tante papel los usos y pautas vigentes en una determinada pro-
fesión. En este sentido, puede señalarse que el acuerdo explica
el procedimiento fáctico mediante el cual se concretan, en un
determinado lugar y momento histórico, el conjunto de princi-
pios éticos que deben regir una profesión. Pero ese acuerdo no
puede erigirse, en ningún momento, en fundamento último de
tales principios éticos.
El plano de la realidad moral es el de la actuación del hombre
como persona53, como ser dotado de razón y voluntad y, en conse-
cuencia, libre. En este sentido, no puede concebirse la Ética como
una serie de reglas externas carentes de justificación intrínseca.
Como señala Polo, “la Ética no le viene dada al hombre de fuera,
sino que lo ético es intrínseco al ser humano… Surge porque
el hombre tiene que conducir su propio existir”54. Se encuentra
enraizada en el mismo ser y actuar libre de la persona. El mismo
Aristóteles, en su Ética a Nicómaco afirmaba que el modelo ético
no puede ser otro que el del hombre decidido, que ha actualizado
al máximo todas sus potencias, el que posee el hábito de las vir-

52
Del Barco JL. Pluralidad de sistemas éticos. Excelencia de la ética personalista: Bioé-
tica y Ciencias de la Salud 1995; 3(1): 33.
53
Hervada J. Lecciones propedéuticas de filosofía del derecho. Pamplona: Eunsa 1995;
413.
54
Vid. Polo, L. Ética. Madrid: Unión Editorial 1997; 18, 25,63.

29
Deontoeoría rarmacsutica apeicada

tudes éticas y dianoéticas, el hombre esforzado (Spoudaios), “ya


que las virtudes las adquirimos empleándolas”55. En este sentido,
para Aristóteles la ética no es un tratado, una disciplina construi-
da en abstracto, sino que hay que estudiar como surge lo moral
en el hombre y como se despliega en su actuar56. De ahí su ca-
rácter eminentemente práctico. Siguiendo a Aristóteles, se puede
El farmacéutico en su sostener que no se estudia ética “para saber qué es la virtud, sino
ejercicio profesional para aprender a hacernos virtuosos y buenos; de otra manera,
podrá optar, en virtud
de las distintas con- sería un estudio completamente inútil, y por eso tenemos que
cepciones éticas, por considerar lo relativo a las acciones y al modo de realizarlas: son
hacer aquello que más ellas, en efecto, las que determinan la calidad de los hábitos”57.
le conviene personal-
mente o lo que es más
En definitiva, el farmacéutico en su ejercicio profesional podrá
provechoso para su optar, en virtud de las distintas concepciones éticas, por hacer
colectivo (en paráme- aquello que más le conviene personalmente o lo que es más
tros de utilidad), puede provechoso para su colectivo (en parámetros de utilidad), puede
decantarse por aquello
que es mejor aceptado decantarse por aquello que es mejor aceptado socialmente, o
socialmente, o puede puede actuar teniendo como referente el respeto a la dignidad
actuar teniendo como humana y a la naturaleza de su profesión. Detrás de estas disyun-
referente el respeto a
la dignidad humana y
tivas se encuentra también la consideración que el sujeto tiene
a la naturaleza de su del bien58 y la verdad. Si se piensa que la verdad no existe o no se
profesión. puede alcanzar se cae en un relativismo ético que necesitará de
principios para ser aplicados en cada caso concreto. Es en este
marco conceptual es donde adquieren todo su protagonis- mo, en
el ámbito de las ciencias de la salud, los principios del Informe
Belmont59, autonomía, beneficencia y justicia, a los que
Beauchamp y Childress añadieron el de no maleficencia60. Un

55
Aristóteles. Ética a Nicómaco, Libro II, Capítulo 2, Madrid: Gredos, 1995. Vid. Balles-
teros J. Sobre el sentido del Derecho. Madrid: Técnos 1986; 81.
56
Aristóteles. Ética a Nicómaco, Libro II. Madrid: Gredos, 1995; 58 y ss.
57
Aristóteles. Ética a Nicómaco, Libro II, 1. Madrid: Gredos, 1995; 160.
58
Según Pardo bien es “lo que todos apetecen, lo que atrae la acción. Si no hay un ob-
jetivo, no hay acción. Pero distinguir el bien no es una acción automática, como sucede
en una máquina, ni tampoco una reacción instintiva, como la que se da en los animales.
Para obrar el bien hay que recibir una educación moral. El bien se aprende, como todas
las cosas. No nacemos sabiéndolo. Ese aprendizaje del bien sucede primordialmente en la
familia, en la que nos inculcan las normas morales básicas: nos dicen que ciertas acciones
están mal, que otras no son censurables, y nos alaban por llevar a cabo las genuinamente
buenas”. Pardo A. La Ética en la Medicina. Persona y Bioética, 2011; 15 (2): 168.
59
Informe Belmont. Principios y guías éticos para la protección de los sujetos humanos
de investigación. http://www.unav.es/cdb/usotbelmont.html (accedido el 6 de junio de
2011). La aplicación de los principios en casos farmacéuticos se puede consultar en:
Campbell CS, Constantine GH. The normative principles of Pharmacy Ethics. En: Wein-
stein B. Ethics Issues in Pharmacy. Washington: Applied Therapeutics, 1996; 29-66.
60
Beauchamp TL, Childress JF. Principles of Biomedical Ethics. New York: Oxford Uni-
versity Press, 1979.

30
Introducción a ea deontoeoría

problema derivado de este planteamiento es que “un enfoque en


exceso simplista respecto al empleo de los principios morales
puede provocar que los dilemas morales sean tratados como si
fueran problemas técnicos”61.
En cambio, si la verdad existe y puede ser encontrada por la
razón humana será necesario buscarla. En ese trayecto de bús-
queda el farmacéutico tendrá que tener dos referencias: la digni-
dad de todo ser humano y la naturaleza de su profesión.
Por último, es posible atendiendo a diferentes criterios, refe-
rirnos a distintos dipos de conciencia62:
a. Por su relación al acto. En atención a su relación con la
actuación concreta, la conciencia puede ser antecedente
o subsiguiente. En esta distinción se parte de la constata-
ción de que la conciencia no sólo se hace presente de modo
previo a la decisión del sujeto. También efectúa un juicio
“a posteriori”, reprochando haber realizado u omitido un
determinado comportamiento. Así, podría hablarse de con-
ciencia moral antecedente y conciencia moral subsiguiente.
Para Doral, la primera decide en el origen mismo de la ac-
ción. La segunda “reprocha o acusa después del acto, como
El el farmacéutico
la sanción de la violación de una regla inobservada”63. En deberá realizar una
este sentido, el farmacéutico deberá realizar una reflexión reflexión previa a
previa a cualquier decisión (conciencia antecedente), pero cualquier decisión
también deberá efectuar una reflexión posterior (concien- (conciencia antece-
dente), pero también
cia subsiguiente) que le confirmará si su decisión era acer- deberá efectuar una
tada o incorrecta. En este último caso, ese nuevo examen reflexión posterior
de conciencia favorece que el farmacéutico no vuelva a (conciencia subsi-
guiente) que le confir-
cometer el mismo error en una ocasión similar y, al mismo mará si su decisión era
tiempo, le permite poder reparar si su decisión ha tenido acertada o incorrecta.
consecuencias en terceras personas.
b. Por razón de su conformidad con la ley moral. En razón de
su conformidad con la ley moral, la conciencia puede ser
verdadera o falsa. La conciencia verdadera juzga la bondad
o malicia de un acto en conformidad con la ley moral. Por
su parte, la conciencia errónea o falsa juzga en desacuerdo
con la ley moral, estimando como buena una acción que

61
Edgar A. Principios de la ética respecto al paciente. En: Salek S, Edgar A. Ética far-
macéutica. Barcelona: Ediciones Mayo, 2004; 33.
62
Rodríguez Luño A. Ética. Pamplona: Eunsa, 1986; 101-2.
63
Doral JA. La cláusula de conciencia. En: Libro de conferencias y ponencias del I
Simposium Internacional de Ética en Enfermería. Pamplona: Universidad de Navarra,
1990; 300.

31
Deontoeoría rarmacsutica apeicada

La conciencia errónea en realidad no es correcta o viceversa. Por su parte, la con-


puede ser invencible o ciencia errónea puede ser invencible o vencible. Concurre
vencible. una conciencia invenciblemente errónea cuando la persona
cree equivocadamente, y sin poder salir de su error, que una
determinada acción es conforme con la ley natural. En este
caso, tal persona no contrae responsabilidad moral, ya que
su disposición interna es la correcta. Sin embargo, nos ha-
llamos ante una conciencia venciblemente errónea cuando
el sujeto que actúa no emplea la necesaria diligencia para
salir de su error. En este caso, la calificación de la actuación
no será la misma, ya que nos encontramos en el campo de
la imprudencia64.
c. Según el tipo de asentimiento. Según el tipo de asentimien-
Según el tipo de asen- to, la conciencia podrá ser cierta, probable y dudosa. Será
timiento, la conciencia
podrá ser cierta, pro- cierta si juzga con firmeza que un acto es bueno o malo.
bable y dudosa. Nos encontramos ante una conciencia probable cuando
dictamina sobre la moralidad de un acto sólo con probabi-
lidad, admitiendo la posibilidad opuesta. Por último, será
dudosa si suspende el juicio de conciencia, al no decidirse
por la bondad o maldad del acto.

1.7. Conclusión
En la Deontología de cualquier profesión ocupan un lugar
El trabajo profesional
implica el ejercicio
destacado las exigencias de fidelidad a la verdad, constante pre-
de un derecho que, paración y responsabilidad, honestidad, confianza, sentido social
a su vez, conlleva y rechazo de todo tipo de fraude. En definitiva, se podría afirmar
la asunción de unos que el trabajo profesional implica el ejercicio de un derecho que,
deberes correlativos,
jurídicos o éticos, cuya a su vez, conlleva la asunción de unos deberes correlativos, jurí-
última razón de ser se dicos o éticos, cuya última razón de ser se encuentra en el servi-
encuentra en el servi- cio a la sociedad65.
cio a la sociedad.
No hay que contemplar la reflexión ética como algo abstracto,
etéreo ni complicado a lo que se apela desde el ámbito académico
o cuando existe un irresoluble conflicto profesional. El razona-
miento ético forma parte de lo ordinario ya que como bien indica
López Quintás “la vida ética comienza cuando uno se pregunta
que va a ser de él. Y lo decide al optar por un ideal. Esa decisión
determina el signo de las mil decisiones que ha de tomar cada
día”. Y “actúa libremente –con libertad creativa– el que es capaz

64
Hay que señalar que si la persona considera inmoral una acción concreta que, por otra
parte, es objetivamente honesta, y la realiza, estará obrando contrariamente a lo que le
exige su condición de persona, ya que su disposición subjetiva es de quebranto de la ley
moral.
65
Aparisi A. Ética y Deontología para Juristas. México: Porrúa, 2009; 97.

32
Introducción a ea deontoeoría

de elegir en cada momento aquello que debe realizar para conse-


guir su ideal”66.

“La ética profesional es fascinante. Y seguirá siéndolo:


de ello se encargarán los problemas del futuro”67

1.8. Caso 1: El antibiótico de la discordia


María, Inés y Juan, compañeros de carrera en la Facultad de
Farmacia de Granada, hacía tiempo que no se veían y aprove-
charon el encuentro, en una Asamblea ordinaria de su Colegio
Oficial de Farmacéuticos, para ir a cenar juntos.
En la conversación, tras hacer referencia a algunos aspectos
personales y familiares, pasaron a ocuparse, como cabe esperar
cuando varios farmacéuticos se reúnen, de temas profesionales.
Estuvieron de acuerdo en lo referente a lo esperanzados que es-
taban con la Atención farmacéutica, a la falta de colaboración de
algunos médicos con los genéricos, a la posible bajada de márge-
nes, etc. La polémica se suscitó sobre una cuestión que había ex-
puesto el presidente del COF en la asamblea: una dura campaña
contra la dispensación sin receta de antibióticos en las Oficinas
de Farmacia.
Los tres compañeros coincidían en que era una medida que se
ajustaba a la ley, ya que los antibióticos necesitan prescripción
médica para ser dispensados. En lo que no estaban de acuerdo
María y Juan era en pensar que éticamente esta opción era la
correcta. Por su parte, Inés mantenía que además de ser legal era
también acertada desde el plano moral, pues esta medida favore-
cía al paciente porque en este grupo terapéutico era necesario el
diagnóstico médico. Además, esta obligación, según Inés, favo-
rece un uso racional de estos principios y evita la proliferación
de resistencias que, a medio y largo plazo, ponen en riesgo a toda
la población.
María y Juan no estaban de acuerdo con Inés, pero cuando
comenzaron a aportar sus argumentos observaron que tampoco
coincidían entre ellos. María pensaba que lo éticamente correcto
era hacer lo más útil para el paciente y eso se logra accediendo
a su demanda. Al fin y al cabo, el paciente tiene una autonomía
que debe ser respetada. En cambio, Juan no estaba conforme con
ese planteamiento ya que consideraba que así formulada, la au-

66
López Quintas A. El amor humano. San José: Promesa, 2009: 157.
67
Herranz G. Epílogo. En: Valverde JL, Arrebola P. Estudios de ética farmacéutica. Ma-
drid: Doce calles, 1999; 257.

33
Deontoeoría rarmacsutica apeicada

tonomía del paciente iba en detrimento de la autonomía del pro-


fesional. Él pensaba que lo importante era llegar a un acuerdo en
el colectivo profesional. Le parecía que el Colegio había actuado
incorrectamente al no someter a votación de todos los farmacéu-
ticos si estaban de acuerdo con la campaña. “Al fin y al cabo –se-
ñaló Juan– todos estamos preparados para saber si podemos dar
o no el antibiótico y, además, si no lo doy yo en mi Farmacia se
lo van a dispensar en la más próxima y eso molesta al paciente,
crea violencia y puede hacerme perder un cliente”.
Siguieron durante un rato argumentando sobre este asunto y
comovieronqueladiscordiales podíaamargarlanochedecidieron
pasarahablardeunapasiónqueteníanencomún: losbuenosvinos.
Puntos de reflexión: Los tres compañeros mantienen distin-
tos criterios, ante el anuncio de la campaña para promover la
dispensación de antibióticos con receta. ¿Todos ellos utilizan
planteamientos éticos? ¿Podría identificar a través de las diver-
sas opiniones distintas concepciones éticas? ¿Cuál considera, en
su opinión, la más acertada? Independientemente de las razones
que justifican su apreciación, de las tres posturas ¿Cuál es la más
frecuente en nuestro entorno?

Caso 2: Noches de insomnio


Carlos terminó en diciembre la licenciatura de Farmacia. Es
un chico muy despierto, estudioso y tiene una gran iniciativa. Es-
tas cualidades han motivado que haya tenido multitud de ofertas
de trabajo antes de terminar el curso. Al final, se ha decidido por
comenzar a desarrollar su trabajo profesional como investigador
en unos importantes laboratorios farmacéuticos.
Durante el verano ha asistido a un curso en la sede alemana
del laboratorio. Por fin, el lunes 4 de febrero, después de una
noche de ansiedad que pasó sin poder “pegar ojo” comenzó su
nueva etapa profesional. Su primer cometido fue la preparación
del utensilio necesario para una nueva técnica. El martes recibió
el material celular sobre el que tenía que investigar. Esa misma
tarde se fue a tomar un café con Silvia, su compañera de trabajo
que había conocido el día anterior y que le parecía que estaba
como para “quitar el hipo” (esta cita concertada desde el lunes
le había producido tal tensión que no le había dejado dormir en
toda la noche). Carlos estaba bastante nervioso, siempre se ha-
bía cortado cuando estaba a solas con una chica, y no sabia de
qué hablar. Después de comentar asuntos tan importantes como
el último derby futbolístico, el viaje de novios de un cantante
famoso que se acababa de casar, y las novedades en corrupción

34
Introducción a ea deontoeoría

política, pasaron al tema profesional. Pronto quedó de manifiesto


que Silvia lo sabia todo sobre la empresa, los investigadores y
sus cometidos. Carlos se vio abrumado por una gran cantidad de
confidencias y pensó que tendría que ir con cuidado porque su
compañera era poco prudente con sus comentarios. En un mo-
mento determinado Silvia le dijo: “ten cuidado con tu investi-
gación, sé de buena tinta que el material que vas a utilizar se ha
obtenido, sin consentimiento, de individuos que se han operado
de próstata”. La verdad es que Carlos estaba más preocupado de
los ojos de Silvia que de lo que hablaba, por ello no le dio más
importancia a la afirmación de su compañera. Pero por la no-
che cuando se estaba poniendo el pijama (de color azul, con una
enorme profusión de “piolines” amarillos) se acordó de lo que le
había comentado Silvia ¿será verdad que el tejido ha sido obte-
nido sin consentimiento? Carlos pasó otra noche de insomnio.
Al día siguiente, con unas gigantescas ojeras, comenzó su tra-
bajo que se desarrolló durante toda la semana con total normali-
dad. El viernes le convocaron a una reunión del comité ético en la
que se informó sobre la procedencia y utilización de los tejidos y
animales de experimentación empleados en el laboratorio. Carlos
salió de la sesión con una gran sonrisa: lo que le había contado su
amiga no era verdad.

Puntos de reflexión: Carlos ¿ha obrado bien moralmente?


Justifique la respuesta. En el caso de que haya actuado inconve-
nientemente, cual hubiese sido la decisión mas adecuada. En el
supuesto de que se hubiese confirmado que las muestras habían
sido obtenidas sin consentimiento, en qué cambiaría el plantea-
miento anterior.

35

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