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Contesta Nulidades en I.P.P.

CONTESTA VISTA:

Sr. Juez a cargo del Juzgado de Garantías nro. 13:

Frank Herbert, Agente Fiscal a cargo de la Unidad Funcional de Instrucción y Juicio nro. 20 de
Bahía Blanca, en la Investigación Penal Preparatoria nro. 100.000, a V.S. me presento y respetuosamente
digo:
Que vengo por la presente a contestar la vista conferida.
Claramente, la requisa personal, como regla, sólo puede ser autorizada mediante decreto fundado -
y siempre a condición que haya motivos suficientes para presumir que el sospechoso oculta en su cuerpo
objetos relacionados con actividades delictivas-, por orden del Juez de Garantías competente, a expreso
pedido del fiscal instructor (art. 225 del rito provincial). Sin embargo, para casos de urgencia, la propia ley
ritual permite a los funcionarios policiales disponer requisas (art. 294.5° del precitado cuerpo legal).
Entiendo que el sub examine periclita en un supuesto como éste último y lo explicaré.
El art. 294.5° del ritual establece que podrá procederse a la requisa de una persona siempre que
haya “motivos suficientes”, es dable entonces establecer si existe “causa probable” o “sospecha razonable”
que justifique el accionar policial y para ello deben considerarse la totalidad de las circunstancias del caso
(en éste sentido “U.S./ Cortez”, U.S. 449-411-1981 y “Alabama v. White” de la Suprema Corte de Estados
Unidos, citados ambos en “Fernández Prieto” del 12/10/1998 por nuestra Corte Suprema Nacional).
Siendo necesario examinar todas las circunstancias (the whole picture) en las que se desarrolló el hecho y,
basadas en ellas, determinarse si el secuestro y eventual detención de los sospechosos tuvo fundamento en
la premisa de que el mismo estaba relacionado con el hecho ilícito precedente.
El personal policial de la Subcomisaría de Saavedra ha documentado detalladamente el proceder
que lo condujo a la requisa y posterior detención de los encartados (fs. 1/ 3), la interceptación de los
sospechosos no devino como producto de una cábala de la prevención policial sino precisamente de un
“rastrillaje por las zonas aledañas al lugar del hecho” y a posteriori de las indicaciones del testigo Mitre, es
decir que se contaba en autos con un claro racconto de elementos previos, y las tareas “inmediatas” y
“posteriores” dieron con los prima facie autores del injusto delictual que nos ocupa.
Dos son los extremos a destacar en el procedimiento bajo estudio, en primer lugar la urgencia del
proceder, y en segundo los motivos suficientes para la actuación.
La urgencia se decanta insoslayablemente del marco que fluye del acta de fs. 1/ 3 ya descripta,
debido a la investigación realizada previamente por el personal preventor, razonablemente hubiera
devenido en impracticidad y en desmedro de una pronta solventación de la problemática el solicitar la
correspondiente orden de requisa personal. Claramente una requisa personal ilegal en su inicio no puede
restar validada por su resultado positivo ulterior, mas en el marco que nos convoca no existe vulneración
alguna del debido proceso (arts. 18 y 33 de nuestra magna carta y 11 de la Convención Americana de
Derechos Humanos y 17 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos), pues la carencia de auto
fundando del juez halla fuente, cauce y motivo en un marco formal idóneo el cual es la sospecha de la
existencia de objetos criminosos en poder de los encartados y el temer la desaparición de estos, hallando
fulcro todo lo antedicho en las prerrogativas del personal policial que la normativa ritualista otorga
precisamente ante escenarios como éste.
Los motivos suficientes para llevar adelante la requisa, a más de fundamentar la “urgencia”,
asimismo de un análisis de la “totalidad de las circunstancias”, como ya se adelantara, estriba la imposición
de la sospecha razonable que conduce a la requisa, así, no se cuenta en autos con escuetas referencias sobre
la conclusión a que se arribara, sino que se logra inteligir acabadamente que la verificación del hecho ilícito
se impuso a partir de una cosmogonía de eventos conducentes, claros y uniformes -ya destacados:
declaración de Mitre, rastrillaje de la zona aledaña e investigación policial- que llevaron a la conclusión
monolítica de que los encartados eran los sujetos que instantes antes victimizaran colocando en fragilidad
sustancial a Juárez Celman y su emprendimiento comercial.
En síntesis, contamos con un acto plenamente válido, rodeado de las premisas sustanciales y de
forma que el mismo requiere, que en modo alguno puede considerarse nulo, sanción procesal que por su
importancia sólo puede ser excepcional y no esgrimirse ante cada trance adverso del devenir instrumental
de una causa penal.
Por todo ello peticiono el rechazo de la nulidad impetrada y su consecuente sobreseimiento sobre
los imputados de autos.
Dios guarde a V.S.

Unidad Funcional de Instrucción y de Juicio nro. 20


Bahía Blanca, 3 de mayo de 2006.

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