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Lo señalado hasta aquí nos permite puntualizar los aspectos sobresalientes de la teología del
Pentateuco. Desde el punto de vista teológico el Pentateuco aportó lo que podríamos llamar la
primera teología narrativa de la tradición bíblica. En ella el pensamiento no se expresa en discursos
abstractos sino en relatos que exigen ser interpretados y que conducen al lector hacia el interior del
mensaje y lo involucran inevitablemente. Por su forma literaria, más que un mensaje que transmitir
encontramos una exposición de historias donde quien se acerque a ellas es llevado a sumergirse en
busca del mensaje. La forma narrativa de exponer la teología exige del lector que se involucre y
aporte su propia sensibilidad para discernir el mensaje ya que en ella no hay cláusulas rígidas ni
afirmaciones tajantes; tampoco modelos nítidos a imitar. Lo que se nos presenta son relatos que
sugieren y exponen una experiencia de vida a fin de que al leerlas nos confrontemos con ellos. Sin
duda que un análisis pormenorizado —que no corresponde a esta Introducción— permitirá ahondar
en estos conceptos e incluso revelará otros aquí omitidos. Pero es necesario antes de hacer una
enumeración resaltar que leer en perspectiva hermenéutica implica los siguientes tres elementos:
1) Que la teología del Pentateuco es una y no la suma de los temas teológicos presentes en cada libro
que lo componen.
2) Que aceptar la existencia de documentos previos (tradiciones yavistas, elohistas, sacerdotales, etc.)
no obsta para que el nivel del relato actual en el cual esas tradiciones han sido fundidas sea el único
pasible de nuestra indagación.
3) Que los postulados teológicos del Pentateuco en su calidad de textos fundacionales permean la
totalidad del Antiguo Testamento, incluso de aquellos pasajes que pudieron haber sido escritos con
anterioridad a él y que debieron ser reelaborados en función de esta nueva realidad teológica.
Vamos a señalar cuatro temas teológicos que recorren el Pentateuco y se proyectan a lo largo de toda
la literatura del Antiguo Testamento:
1) El primero es el de las promesas. Las promesas son dos: constituirse en un pueblo y poseer una
tierra. En el ámbito del Pentateuco ninguna de ellas se cumple en plenitud desde el momento en que
el relato culmina antes de entrar a Canaán y conquistar la tierra. Aún el carácter de pueblo es limitado
al no poseer territorio, templo ni una monarquía organizada. Este hecho narrativo causó mucha
confusión entre los intérpretes y motivó que se postulara la existencia de un Hexateuco a fin de
incorporar la conquista de la tierra al núcleo central de la fe de Israel y del cristianismo. Pero esa
propuesta muestra que no se ha comprendido el mensaje del Pentateuco. Si el relato finalizara con la
posesión de la tierra la experiencia histórica de las generaciones sucesivas no hubiera podido
identificar su situación social con el texto. La historia de Israel a partir de la caída de Samaria y luego
de Jerusalén es la de un pueblo que habita un territorio pero no lo posee, lo cultivan pero no le es
dado disfrutar del producto de su trabajo y que disponen de sus propias autoridades religiosas pero
no tiene libertad política ni económica para decidir sobre su destino. Incluso las fronteras están lejos
de lo prometido pues la Judá postexílica en la que el Imperio persa les permite vivir ocupa tan solo
una porción pequeña del territorio que llegó a ser dominio de las tribus en tiempos de Salomón, a
pesar de las exageraciones geográficas propias de las narraciones del libro de Reyes (cf. 1 Re 4,25).
Al quedar en el horizonte la expectativa del cumplimiento de la promesa de la tierra se alienta la fe
y la acción de cada nueva generación que se siente oprimida en su propio territorio.
2) El segundo tema es el de la liberación. Desde el comienzo con la narración de Gn 1−4, que abarca
el preámbulo y el primer período de la creación, la expectativa de la liberación recorre todo el
Pentateuco. En aquel relato el ser humano es creado en libertad y con capacidad de ser artífice de su
destino. Se le describe con capacidad de crear cultura, de construir vínculos, de organizarse para
desarrollar su potencial. Esto contrasta con la experiencia histórica del Israel que al momento de
producir estos textos se encontraba sometida a las potencias imperiales que condenaban su vida a la
sobrevivencia y a la humillación. Pero el símbolo mayor de la liberación es el relato del éxodo donde
Dios oye el clamor de su pueblo oprimido y actúa en su favor y en oposición a los opresores. En el
relato del éxodo Dios toma partido por el oprimido y confunde el rumbo de los opresores (véase más
adelante «Teología del Éxodo»). Esta teología permeará la totalidad del Antiguo Testamento
expresándose en los profetas, en muchos salmos y en los libros sapienciales. A la vez, esta condición
de teología de la liberación cuyo acto concreto de liberación en el plano de la historia permanece
inconclusa permite a los pueblos de todos los tiempos y latitudes sentir que pueden ver su propia
historia de opresión y proyecto de liberación reflejados en el antiguo texto. La gesta de la liberación
de los esclavos será una referencia permanente de toda la literatura bíblica y será motivo de
reinterpretación en los evangelios que hacen coincidir el arresto y crucifixión de Jesús con el tiempo
de la pascua y sus símbolos (la cena, el cordero, la sangre, etc.).
3) En tercer lugar, el Pentateuco desarrolla una teología de la palabra de Dios. Su palabra es eficaz y
actúa. En Gn 1 se atribuye a la palabra la capacidad creadora. La fórmula «…y dijo Dios…» se aplica
al momento de anunciar la creación de cada segmento de la realidad. Esta condición de palabra que
actúa sobre la realidad es un indicio de lo que vendrá: Dios se comunica a través de su palabra.
Pueblan los relatos expresiones como «Yavé dijo a…» (Gn 12,1), o el diálogo entre Moisés y Dios
en Ex 3−5 y tantos otros, muestran que el Dios de Israel da a la palabra un papel central en su voluntad
de comunicarse con el pueblo. En Dt 1,6 se introduce el discurso de Moisés diciendo: «Yavé nuestro
Dios nos habló así en el Horeb… » Ahora bien, esta valoración de la palabra y de su eficacia está
vinculada al tema de las promesas y de la liberación. Pues si bien, como ya señalamos, las promesas
y la liberación están aún por cumplirse, la garantía de que se cumplirán reside en el valor y la
confianza en la palabra de Dios. Las promesas anunciadas serán definitivamente cumplidas porque
la palabra de Dios es verdadera y eficaz. Este rasgo de la teología del Pentateuco y de la fe de Israel
será un sólido punto de partida para toda la prédica profética que se construye sobre la confianza en
que la palabra de Dios es confiable y a su tiempo se cumplirá.
4) En cuarto lugar es preciso hablar de la teología de los textos legales. Se reconocen cuatro cuerpos
legales: el Código de la Alianza (Ex 20,22−23,19), el Código Deuteronómico (Dt 12-26), el Código
de Santidad (Lv 17-26) y el Código Sacerdotal, el único que se encuentra desparramado en los libros
de Éxodo, Levítico y Números (cf. Ex 12-13; 25-37; Lv 1-7; 27; y en el libro de Números). A estos
textos debe agregarse las dos versiones del Decálogo (Ex 20,1-17; Dt 5,1-22). Estos textos son
atribuidos a la tradición Sacerdotal (S) con excepción de los deuteronomísticos (cf. Doorly, 7-79).
Pero no es nuestra intención proponer aquí una teología sacerdotal o una deuteronomista, sino señalar
que al estar ubicados en el contexto del Pentateuco tienen una relación dialéctica con los pasajes
narrativos que los acompañan. Sería un error —por otra parte no del todo ausente en los
comentarios— la de oponer una teología de la Ley a otra ‘narrativa’ o de liberación. Es preciso
observar que el resto del Antiguo Testamento articula bien ambos grupos de textos y los asume como
complementarios. Por ejemplo, en la literatura profética la opresión y la ausencia de libertad es
consecuencia de olvidar o no abrazar la Ley. Se reclama justicia y se denuncia la violencia porque
«desecharon la Ley de Yavé» (Is 5,24); o porque «menospreciaron la Ley de Yavé» (Am 2,4); o en
Zacarías 7,12 cuando denuncia «endurecieron su corazón para no oír la Ley ni la palabra que Yavé
de los Ejércitos enviaba por su espíritu». Y así podríamos multiplicar las citas donde la expectativa
de la liberación, la falta de equidad social o la angustia por el flagelo de la idolatría son comprendidas
como producto de violar las leyes dadas por Dios. La teología del Antiguo Testamento asumirá que
el cumplimiento de las normativas que surgen de los textos legales es la mejor manera de honrar a
Dios y de responder en gratitud por sus bendiciones. Es de notar que las normas legales más violadas
y por consiguiente más reclamadas de observancia por los profetas son tres:
a) Las relativas al primer mandamiento que rechaza la idolatría.
b) Las vinculadas con la distorsión de la observancia de las fiestas (sábado, pascua, sacrificios, etc.
Véase Os 6,6; Miq 6,6-8).
c) Las relacionadas con la justicia y el derecho que debe expresarse en el respeto y protección de la
vida de los pobres, huérfanos, extranjeros y viudas (véanse Is 1,16-17; Jr 7,5; Zac 7,9-10).