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En la primera parte del mensaje, la Virgen nos invita a orar por la paz porque ve el
peligro que nos circunda, un peligro mayor de cuanto podamos ver nosotros;
seguramente. Para otros fieles pueden haber otras urgencias por la que orar en
estos momentos, pero para María hay solo una: “orar por la paz”. Y
precisa: “orar por la paz en los corazones, por la paz en las familias y por la
paz en el mundo”. Luego, es mes de oración por estas tres intenciones. Cuando
tomamos el santo Rosario en mano la Madre quiere que digamos: “rezamos este
Rosario por la paz en los corazones, por la paz en las familias y por la paz en el
mundo entero”. Lo mismo en las intenciones de la Liturgia de las Horas, las
intenciones de las Misas y cuando vayamos a la Adoración al Santísimo o a los
Grupos de Oración. Podríamos decir, entonces, que la Madre nos presenta CADA
MES UNA INTENCIÓN DIFERENTE DE ORACIÓN PARA SER EJECUTADA. Ella
sabe que cada mes sus mensajes se difunden por muchos medios y son “tarea”
para sus hijos. Entonces, hay una urgencia para el inicio del Centenario de sus
Apariciones en Fátima y en preparación a la Cuaresma de 2017.
En la segunda parte del mensaje, la Virgen nos pode en guardia ente el enemigo
por antonomasia contra la paz: Satanás. Menciona: “Satanás es fuerte y quiere
ponerlos a todos en contra de Dios, hacerlos regresar a todo lo que es
humano y destruir en los corazones todo sentimiento hacia Dios y las cosas
de Dios.” Por lo tanto, quien se decide a orar por la paz en las tres dimensiones
que especifica la Virgen, se decide también en luchar contra Satanás y sus
mentiras. Satanás es fuerte, y también se puede traducir del croata que utilizó
María que “es poderoso” y esa “fuerza” o “poder” de Satanás se manifiesta en los
fieles de ponerlos en contra de Dios, de ponerlos en cuanto Él ha
revelado, en regresar a todo lo humano vaciando el corazón del hombre de
espiritualidad cristiana; y por tanto en destruir los sentimientos hacia Dios y hacia
sus cosas. Por consiguiente, cuando la gente va perdiendo el interés por Dios
y por sus cosas, probablemente, se debe a una acción directa (pero oculta e
inadvertida) de Satanás en sus vidas. Entonces, la Madre especifica que a
Satanás se le vence con la oración por la paz en el corazón, en las familias y en el
mundo.
Al final, como otras veces dice que Ella y Su Hijo interceden por nosotros, como
también menciona su tradicional: “Gracias por haber respondido a mi llamado.”
En la primera parte la Madre hace un cumplido a quienes se han decido por vivir
sus mensajes: “ustedes que se esfuerzan en ofrecer cada día de su vida a mi
Hijo, ustedes que procuran vivir con Él, ustedes que oran y se sacrifican,
ustedes son la esperanza en este mundo inquieto. Ustedes son los rayos de
la luz de mi Hijo, el evangelio vivo, y son mis queridos apóstoles del amor. Mi
Hijo está con ustedes, Él está con los que piensan en Él, con los que
oran…” Resulta hermoso contemplar estas palabras porque vemos en ellas
halagos, alabanzas, reconocimientos por los esfuerzos que muchos hacen. Son
palabras de una Madre perfecta, un modelo de lo que debe ser cada
educador, que no solo corrija o llame la atención de sus educandos, sino por el
contrario también refuerce la conducta positiva con palabras de halagos. Cosa que
muchos padres y educadores no hacen. Yo creo que la Madre con esta actitud
también quiere servir de ejemplo a todo educador que debe pensar en subir la
autoestima y la autoimagen de sus educandos con las cosas positiva que ven
hacer en ellos. Luego, obsérvese que María no solo pide o corrige sino también
refuerza la conducta positiva de sus hijos y los felicita por sus buenas
acciones. Es lo que se percibe en la primer parte del mensaje del 2 de febrero de
2017: “Ustedes que se esfuerzan en ofrecer cada día de su vida a mi Hijo,
ustedes que procuran vivir con Él, ustedes que oran y se sacrifican, ustedes
son la esperanza en este mundo inquieto. Ustedes son los rayos de la luz de
mi Hijo, el evangelio vivo, y son mis queridos apóstoles del amor. Mi Hijo
está con ustedes, Él está con los que piensan en Él, con los que oran…” Pero
luego hace una petición que hay que considerar: “Apóstoles de mi amor, oren
con el corazón y muestren con las obras el amor de mi Hijo. Esta es la única
esperanza para ustedes, este es el único camino hacia la vida eterna. Yo,
como Madre, estoy aquí con ustedes. Sus oraciones dirigidas a mí, son para
mí las más bellas rosas de amor. No puedo no estar allí donde siento el
perfume de rosas. Hay esperanza.” Esas oraciones que la Virgen pide con el
corazón, son las oraciones por la paz que pidió en el mensaje anterior, además de
las oraciones que pide en este mensaje del 2 por quienes están lejos de
Jesús. Y también dice algo muy simpático como mencionó del mensaje anterior
del 2: que las oraciones que le dirigimos a Ella son las más bellas rosas de
amor, son perfume de rosas que la hacen presente. Sin mencionarlo, está
aludiendo al rezo del santo Rosario. El término Rosario, literalmente del
latín, significa “ramillete de rosas”; pero la Madre menciona además que son
perfumadas. Luego, cada vez que tomemos el santo Rosario en mano, pensemos
en ese grato perfume de rosas que sube hasta el Trono de la Madre en el Cielo y
sube, de igual modo, al Trono de Su Hijo. ¡ Sea alabado Jesucristo!
¡Orar es algo sencillo!
Hablarle a Dios con la misma naturalidad con la que le hablaban sus amigos en el Evangelio.
Cuando hoy se nos recomienda tanto y tanto la oración, ¿en qué pensamos y cómo nos
imaginamos que debemos orar? Eso de rezar, ¿es una ciencia esotérica, reservada para unos
pocos? Por el contrario, ¿es una cosa fácil, que puede hacer cualquiera? ¿Y cuál es la mejor
manera de rezar?...
Si Jesús insiste tanto en el Evangelio sobre la oración, tenemos que decir que es una cosa
demasiado importante. Y si es tan necesaria a todos, por fuerza Dios la ha hecho fácil y al
alcance de cualquiera.
Nosotros nos perdemos en nuestra relación con Dios porque complicamos las cosas.
Y la oración, como nos dijo de una manera inolvidable Teresa de Jesús, no es más que tratar
de amistad con Aquel que sabemos que nos ama.
¡De amistad! ¡Qué expresión tan bella! Tratar a Dios como un amigo, ya que Dios se ha hecho
en Jesús esto: un amigo nuestro al hacerse como uno de nosotros.
Entonces, para hablar a Jesús, y en Jesús a Dios, no hay como acudir al Evangelio para saber
cómo hemos de hablar con Jesús. Con la misma naturalidad que todos usaban con Él y le
exponían sus necesidades. Cualquier situación nuestra tiene su exponente en el Evangelio.
- ¡Señor, que vea!, le decía el ciego.
- ¡Dame de esa tu agua, para no tener más sed!, le pedía la Samaritana.
- ¡Señor, enséñanos a orar!, le decían los discípulos.
- ¡Sálvanos, Señor!, que perecemos!, le gritaron los apóstoles en la barca que se hundía.
- ¡Señor, mándame ir a ti!, le pidió Pedro.
- ¡Señor, ten compasión de mí, que soy un pecador!, murmuraba el publicano.
- ¡Señor, si quieres puedes limpiarme!, le suplicaba humilde el leproso.
- Mira que tu amigo, a quien tanto quieres, está enfermo, mandó a decirle Marta.
- ¡Auméntanos la fe!, le pidieron los discípulos.
- ¡Acuérdate de mí cuando estés en tu reino!, le suplicó el ladrón.
- ¡Señor, danos ese pan!, le pidieron los oyentes cuando prometió la Eucaristía.
- ¡Señor, tú sabes que yo te quiero!, le protestaba Pedro.
- ¡Mira, Jesús, que no tienen vino!, se limitó a decir María por los otros cuando los vio en
apuros...
Así, así le hablaban a Jesús. Imposible mayor sencillez. Y Jesús no dejó de atender ningún
deseo.
Si así son las cosas con Jesús, nos ponemos a pensar. ¿Nos damos cuenta de lo que ahora le
deben gustar a Jesús estas mismas súplicas, cuando se las repetimos hoy nosotros? ¡Le
traemos a su mente unos recuerdos tan queridos!... ¿Por qué no le hablamos con las mismas
palabras que escuchó entonces y que le enternecían el corazón?...
Sería la oración más fabulosa y segura salida de nuestros labios.
Corre por ahí una poesía preciosa sobre la manera de orar, tal como se oraba a Jesús en el
Evangelio, y que dice así:
Rezar... la mar se pone fea;
Rezar es departir con el Maestro,
y es rezar –¡y qué rezar!– decir “te quiero”,
es echarse a sus plantas en la hierba, y lo es –¡no lo iba a ser!– decir “me pesa”,
o entrar en la casita de Betania
y el “quiero ver” del ciego,
para escuchar las charlas de su cena; y el “límpiame” angustioso de la lepra,
rezar es informarle de un fracaso,
la lágrima de la viuda,
decirle que nos duele la cabeza;
y el “no hay vino” en Caná de Galilea;
rezar es invitarle a nuestra barca
y es oración, con la cabeza gacha,
mientras la red lanzamos a la pesca, después de un desamor gemir “¡qué pena!”;
y mullirle una almohada
cualquier contarle a Dios nuestras tristezas,
sobre un banquillo en popa a nuestra vera;
cualquier poner en Él nuestra confianza...
y, si acaso se duerme,
–y esta vida está llena de “cualquieras”–,
no aflojar el timón mientras Él duerma;
todo tierno decir a nuestro Padre,
y es rezar despertarle, si, de pronto,
todo es rezar..., ¡y hay gente que no reza!
Por las noches se retiraba a orar largos ratos y durante el día cuando
iban de pueblo en pueblo, Cristo alababa a su Padre con sus apóstoles
recitando o cantando los salmos.
¿Qué es oración?
Cuando los discípulos le pidieron que les enseñara a orar, Jesús les enseñó
el Padre Nuestro (Mt 6,9).
"Venga Tu Reino"
¿Qué significa reino bíblicamente? Significa ambiente de fraternidad, de
justicia, de paz; que a nadie le falte el pan de cada día, que todos seamos
generosos.
Reino de Dios ven ya a nuestro mundo, que nos amemos, que todos
tengamos las mismas oportunidades. Nuestro reto es hacer que aquí en la
tierra el reino de Dios se haga realidad y para eso tenemos que pedir y
actuar.
Pero hay gente preocupada por tener y almacenar fortuna como si fueran
a vivir 10,000 años olvidándose del amor. El hoy en definitiva es lo único
que tenemos.
Pues bien Jesús nos ama, Jesús nos quiere y con ÉL SOMOS,
¡INVENCIBLES!
AMÉN
La oración es buscar a Dios, es ponernos en contacto con Dios, es encontrarnos con Dios, es
acercarnos a Dios.
Santa Teresa dijo en una ocasión: “Orar es hablar de amor con alguien que nos ama”.
La oración no la hacemos nosotros solos, es el mismo Dios (sin que nos demos cuenta) el que
nos transforma, nos cambia. Podemos preguntarnos, ¿cómo? Aclarando nuestro
entendimiento, inclinando el corazón a comprender y a gustar las cosas de Dios.
La oración es dialogar con Dios, hablar con Él con la misma naturalidad y sencillez con la que
hablamos con un amigo de absoluta confianza.
Orar es ponerse en la presencia de Dios que nos invita a conversar con Él gratuitamente,
porque nos quiere. Dios nos invita a todos a orar, a platicar con Él de lo que más nos
interesa.
La oración no necesita de muchas palabras, Dios sabe lo que necesitamos antes de que se lo
digamos. Por eso, en nuestra relación con Dios basta decirle lo que sentimos.
Cuanto más profunda es la oración, se siente a Dios más próximo, presente y vivo. Cuando
hemos “estado” con Dios, cuando lo hemos experimentado, Él se convierte en “Alguien” por
quien y con quien superar las dificultades. Se aceptan con alegría los sacrificios y nace el
amor. Cuanto más “se vive” a Dios, más ganas se tienen de estar con Él. Se abre el corazón
del hombre para recibir el amor de Dios, poniendo suavidad donde había violencia, poniendo
amor y generosidad donde había egoísmo. Dios va cambiando al hombre.
Quien tiene el hábito de orar, en su vida ve la acción de Dios en los momentos de más
importancia, en las horas difíciles, en la tentación.
LA ORACIÓN PERSONAL
Como sabéis, el lema de este retiro es “Señor, enséñanos a orar”. A eso van a ir
enfocadas todas las actividades, a que aprendamos a orar, a que nos enseñen cómo
orar… Pero, antes de todo eso… realmente, ¿sabemos qué es orar? ¿Hacemos oración?
¿Dedicamos un rato al día a estar con Jesús? Vamos a empezar el día haciendo un
pequeño repaso a lo que es la oración, las distintas maneras de orar, las dificultades que
podemos encontrar, y vamos a pararnos a meditar un poco sobre la oración personal de
cada uno de los que estamos aquí.
“¿Me he puesto alguna vez a orar personalmente, “cara a cara”, con Dios?” Ésta
sería la pregunta “estrella”… De aquí vamos a partir… Pensad, cada uno, cuál sería su
respuesta a esta pregunta… Ahora que cada uno ya ha pensado qué es lo que él hace,
vamos a pasar a lo siguiente… Porque yo creo que debemos empezar por el principio,
¿no? Y la primera pregunta sería… ¿Qué es orar?
- leer la Biblia
- hablar con Dios
- pedirle a Dios todo lo que yo quiera
- un encuentro con Jesús
- meditar un texto del Evangelio
- decirle a Dios lo que tiene que hacer
- recitar una oración de memoria sin pensar en lo que estoy
diciendo
- escuchar lo que Dios me tiene que decir
- esperar que Dios me conceda todo lo que le pido
- dar gracias por aquello que tenemos
Bueno, hay diferentes opiniones… Quizás algunas de estas frases os han llamado la
atención especialmente… ¿por qué?... Puede ser que haya muchas que, ahora, nos
parezcan absurdas, o exageradas… pero… ¿no hemos caído en ellas muchas veces?
Vamos a reflexionar un poco… vamos a intentar distinguir entre lo que nosotros
creemos que es orar, y lo que realmente es orar!!!
NO es oración:
- pedir a Dios que haga lo que yo quiero: desde luego, existe la oración de petición… y
debemos pedirle a Dios cosas… pero… cosas que realmente necesitemos… a Dios no
debemos pedirle caprichos… todo aquello que se nos vaya ocurriendo o antojando… a
Dios debemos pedirle aquello que de verdad necesitemos, para nosotros o para los
demás… aquello que realmente sea necesario, sea bueno…
- decirle a Dios lo que Él tiene que hacer: ¿cuántas veces no exigimos a Dios que haga
algo? ¿Que nos solucione un problema? ¿Que nos conceda algo? Y el problema no es
pedirlo… es exigirlo!!!! ¿Cuántas veces, nosotros mismos, no decimos a los demás
“vale, sí, yo te hago el favor, pero pídemelo por favor, plantéamelo de otra manera?...
Pues igual con Dios… vamos a pedirle aquello que necesitemos… pero no le exijamos
nada… porque, aunque a veces no nos lo parezca, realmente Él sabe qué es lo que mejor
necesitamos y lo que más nos conviene. Vamos a depositar nuestra confianza en Él, y
vamos a creer que realmente Él nos ama y solo quiere lo mejor para nosotros… vamos a
dejarlo en sus manos, sin exigirle nada… ni “chantajearle” enfadándonos cuando no nos
da lo que le pedimos….
- repetir como un autómata ciertas plegarias: por supuesto que estamos orando si
rezamos un Padre Nuestro o un Ave María… pero debemos ser conscientes de lo que
decimos, ¿no os parece? ¿Os habéis parado a pensar alguna vez qué estamos diciendo
cuando rezamos un Padre Nuestro?... Esa oración que nos enseñan de pequeñitos, y que
tanto rezamos… ¿sabemos lo que significa?... Vamos a pararnos aquí un momento…
PRESENTACIÓN EN PPT: “PADRENUESTRO, DIOS Y TÚ”
Ahora que hemos visto esto, ¿qué pensáis? ¿No os parece que, aunque recemos solo un
Padrenuestro antes de dormir, deberíamos hacerlo siendo conscientes de lo que le
estamos diciendo a Dios? Os dejo una hojita para k siempre recordéis este Padrenuestro
cuando lo recéis… REPARTIR “NO DIGAS PADRE”
Bueno, hemos visto ya qué no es hacer oración… Pero ahora, vamos a lo principal… a
ver qué es la oración… Y la oración, fundamentalmente, es AMISTAD. SÍ es oración:
el encuentro con Dios. La oración, esencialmente, es un encuentro en la intimidad con
Jesús. Para ello, no hace falta construir frases complicadas, recitar bonitas oraciones, si
no simplemente tener voluntad: “Le quiero y quiero estar con Él”. Dios nos ama, y
nosotros queremos demostrarle nuestro amor hacia ÉL dedicándole un rato de nuestro
tiempo, hablándole, escuchándole…
- Orar es Estar. Es estar con Jesús. El verdadero amigo siempre está con su
amigo: lo trae consigo, lo recuerda, lo sirve… Cuando queremos a alguien, muchas
veces nos basta solo con estar a su lado… La oración puede ser para nosotros un lugar
donde “estar”, donde estar a gusto, donde ser nosotros mismos, donde somos amados y
perdonados… Para estar con Jesús podemos orar con el Evangelio, leyendo un pasaje,
meditándolo, metiéndonos dentro de Él, sentándonos a sus pies como María, la hermana
de Lázaro, escuchándole…Eso es estar, y eso es lo que Jesús quiere de nosotros… que
estemos con él un ratito…
- Orar es Escuchar. Escuchar aquello que Jesús nos quiere decir. Cuando quedamos con
un amigo para tomar un café, nuestra conversación no suele ser un monólogo, en el que
solo hable yo… si no que también escucho, a ver lo que él me tiene que decir, ¿no? Pues
con Jesús es igual… A veces, vivimos tan metidos en nuestro mundo que no nos damos
cuenta de que el silencio ya no existe en nuestras vidas. Y, sin embargo, el silencio es
necesario, porque solo ahí podemos escuchar lo que Dios nos habla. Nos habla a través
de su palabra, de su obra. Tenemos el ejemplo de María: ella silencia su corazón, calla,
deja que Dios le hable, dialoga con Él, escucha, guarda la Palabra en su corazón…
“María conservaba y meditaba todas las cosas en el corazón”… Podemos pedirle a
María que nos enseñe a escuchar a Dios, a escuchar su Palabra, a guardarlo todo en mi
corazón, a ponerla en práctica… ¿Se te hace difícil a ti el silencio? Escuchar, guardar,
llevar a cabo… ¿qué es lo que más nos cuesta?...
- Orar es Pedir, Alabar, Agradecer, Interceder. Es el mismo Jesús el que nos dice que
debemos pedir al Padre… y debemos pedírselo en su nombre, insistentemente y sin
desanimarnos, y humildemente… ya lo hemos visto antes, sin exigencias, sin
caprichos… pedir desde la sinceridad, y desde la humildad… Orar es alabar, alabar a
Dios por lo que hace por nosotros, por su bondad… Agradecer; tenemos muchos
motivos para dar gracias a Dios… pidámosle, pero también tenemos que acordarnos de
darle gracias… ¿cuántos motivos encuentras tú para dar gracias a Dios? … Y orar es
Interceder. Seguro que, si lo piensas, conoces a mucha gente que necesitan de una
palabra amiga, de un apoyo, de una sonrisa… Cuéntaselo a Dios cuando ores. Pídele
que los ayude, que les “eche una mano”… Cuando oramos, ¿se convierte nuestra
oración en pedir sin descanso para nosotros mismos, o también nos acordamos de alabar
a Dios, de darle gracias por tantas cosas que nos da, y de rogar por todos aquellos que lo
necesitan?
- Orar es Confiar. ¡Qué necesidad tenemos de confiar en alguien! Siempre buscamos
gente a nuestro alrededor en la que depositar nuestra confianza… “gente de fiar”… ¿No
pagaríamos por tener a alguien que nos escuche con cariño y con quien podamos abrir
nuestro corazón?... Eso que tanto buscamos en nuestros amigos… ¿lo hemos intentado
también con Jesús? ¿Hemos ido a Él con el corazón abierto de par en par, y dispuestos a
contarle nuestras cosas con total confianza? Vamos a intentar confiar en Él… vamos a
hablar con Él… a confiarle nuestros problemas, nuestras alegrías… vamos a hablarle
como a un amigo, con nuestras palabras, con sencillez…
- Orar es Celebrar. Como dice el canto, Dios es un Dios de vivos, no de muertos. Es un
Dios alegre, que nos sonríe y nos ama. Vamos a celebrar un Encuentro, el encuentro con
Jesús. Él también celebraba los encuentros con sus amigos… ¿os acordáis de algún
encuentro especial que hayáis tenido con Jesús? ¿Ibas buscando algo especial? ¿Qué
encontraste? ¿Y qué encuentras ahora? ¿Sigues buscando ese encuentro… sigues
celebrándolo? Orar es también celebrar un regreso… cuando alguien querido vuelve
después de un tiempo lejos… ¡qué alegría! Pues así se siente también Dios cuando su
hijo regresa a casa… ¿os acordáis de la parábola del hijo pródigo?... ¿Te identificas con
él? ¿Has estado, o estás, lejos de la casa de tu Padre?... ¿y no te gustaría volver?...
Vamos a intentar no pensar tanto en por qué nos fuimos, si no en la alegría que tendría
Jesús cuando nos viera regresar… Y celebremos ese reencuentro… Y celebremos
también una fiesta… ¿Te has fijado que el primer milagro de Jesús fue en una fiesta, en
una boda? Vamos a estar alegres y a celebrar con Él esa gran fiesta…que es la
Eucaristía. ¡Y estamos de celebración! ¿Qué mejor celebración que este retiro? ¡¡Vamos
a hacer que sea una fiesta y vamos a encontrarnos con Jesús!!
- Orar es Creer. Creer que Dios nos escucha cuando le hablamos, que está ahí para lo
que tengamos que decirle…
- Orar es Caminar. Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida. Vivir es caminar…
“caminante, no hay camino, se hace camino al andar”… Hay que hacer el Camino,
entender la oración como un caminar constante, sabiendo a donde vamos, con un
compromiso de constancia... sin prisas, a nuestro ritmo, marcando cada uno su paso…
pero sin detenernos, dejando huellas… ¿Vamos haciendo nosotros nuestro camino en la
oración? ¿vamos siguiendo paso tras paso, o nos hemos quedado al margen del camino?
¿Tenemos que allanar algún camino, tenemos que superar alguna dificultad para seguir
andando?
Y, sobre todo, por encima de todo…
- ORAR ES AMAR. Amar es consecuencia de orar. Si no amas a tus hermanos,
¿Cómo vas a amar a Dios? Y si no le amas, ¿cómo vas a orar? Dios nos ama, nos cuida,
nos cura, nos acoge… Amemos nosotros también… Demostrémosle a Dios cuánto lo
amamos, igual que lo hacemos con un amigo… escuchándole… hablándole…
dedicándole tiempo… Amémosle y dejémonos amar por Él.
2.- DIFICULTADES
Bueno, después de todo esto, seguro que muchos (o todos) pensamos… sí, es muy
bonito… pero, entonces, si es tan bonito, ¿por qué no lo hacemos? Se me ocurren varias
razones, pero antes… ¿se os ocurren a vosotros?... (que expongan ellos):
Por último, antes de acabar, os voy a hablar de las diferentes formas de hacer oración.
Como seguro que ya sabéis, hay muchas maneras de orar, y no hay mejores ni peores.
Simplemente, cada uno tenemos que escoger la que mejor nos venga, por nuestra vida,
por nuestra costumbre, por nuestra capacidad de concentración,… Aquí lo vamos a ver
muy rápidamente, pero podéis quedaros con la que más os llame la atención y penséis
que os puede servir, y luego preguntar o pensarla más a fondo.
- Orar desde la Palabra: podemos hacer oración con un pasaje de la Biblia. Esto
se llama lectio divina, y puede parecer complicada en un primer momento, pero es muy
útil si somos de esos a los que se “nos va la cabeza” y acabamos pensando en las flores
del campo en vez de en Dios… Se trataría de coger un texto de la Biblia… por ejemplo,
vamos a coger la Anunciación del Ángel a María. Lo leemos con atención, una, dos o
tres veces… y luego lo “analizamos”. Nos metemos dentro de la escena. Podemos
ponernos en el lugar del Ángel, en el de María, o en el de un simple espectador…y
observar qué pasa… cómo es el lugar, cómo es la gente, cómo actúa, como se presenta
el ángel, cómo actúa María, como responde… Y luego, intentamos “sacarlo” y
compararlo con nuestra vida… como actuamos nosotros cuando Dios nos habla… si lo
escuchamos… si aceptamos lo que nos dice… si confiamos en Él, …y a partir de ahí,
vamos haciendo oración, vamos dando gracias a Dios, vamos pidiéndole que nos ayude
a parecernos a María,… le rezamos también a la Virgen… Este podría ser un buen
método, empezando por textos cortitos, que ya conozcamos, que nos resulten familiares,
y yendo poco a poco… ¡No es cuestión de analizar la Biblia en dos semanas!
- Orar con un canto, con un salmo…: esta es otra manera de hacer oración. Pero
creo que todos ya la conocemos… aunque quizás no seamos del todo conscientes…
¿Alguien se ha parado a ver qué dicen los cantos que cantamos en misa los sábados y
domingos? ¿Alguien se ha puesto a “estudiarlos”, a ver qué nos cuentan? ¿Alguien ha
pensado que esos cantos no están dirigidos al cura, ni a los niños, ni a la gente que haya
en la Iglesia, si no que se los estamos cantando a Dios?... Buscad silencio, poneos en
presencia de Dios, y coged un canto… id cantándolo, y al mismo tiempo pensad lo que
estáis diciendo… y que ésa sea vuestra oración… Es igual que el Padrenuestro que
vimos al principio en el ordenador… ¡si hacemos oración sin darnos cuenta!... pues
vamos ahora a intentar ser conscientes y aprovechar esos ratos de oración.
- Orar desde plegarias: sobre esto ya hemos hablado antes, así que no vamos a
volver… Solo recordaros que el Padrenuestro, el Avemaría, el Gloria, la Salve, el
Rosario… todas estas oraciones son válidas para dirigirnos a Dios o la Virgen… pero
vamos a hacer el esfuerzo de no recitarlas como papagayos solo por salir del
compromiso, que no suene a “voy a soltar la lista de preposiciones o de ríos de España a
ver si me aprueban”… Vamos a pararnos y a pensar qué estamos diciendo y a quién se
lo estamos diciendo…
- Orar desde la imaginación: esta es muy simple… pero requiere mucha concentración,
mucho silencio, mucha paz… vamos a imaginar a Jesús… vamos a buscar con nuestra
imaginación un lugar… y vamos a imaginar que hemos quedado con Jesús para charlar
un rato… y tenemos muchas ganas de verle… y, de buenas a primeras, lo vemos
aparecer… viene hacia mi… me mira… yo le miro… me da un abrazo fuerte, y yo se lo
devuelvo… y nos sentamos a hablar… le cuento cosas… siento que me está
escuchando… y luego lo escucho yo, porque me está hablando… Probad esta oración,
una noche, con muy poca luz, con los ojos cerrados, con silencio, con una música muy
suave de fondo… y abriros al encuentro con Jesús…
Bueno, ahora… ¿alguien me dice con qué se ha quedado? ¿ ha habido algo que os haya
hecho pensar? ¿que queráis compartir?... Si no, por lo menos vamos a intentar
quedarnos con lo fundamental. La oración es amor… y es AMISTAD. Y como cualquier
amistad, hay que cuidarla para que no se estropee. Hay que mimarla, dedicarle tiempo,
hablar, contar, compartir, escuchar, confiar… hay que buscar el encuentro!!! Vamos a
aprovechar todo lo que queda del retiro para seguir viendo cosas de la oración, y para
que nuestra oración sea eso, un caminar hacia una meta, que es encontrarnos con Jesús
cuando rezamos!!!!
(Música: pista 8)
¿Me fijo en el tiempo que dedico a la oración, como si se tratase de un mérito personal y
propio?
¿Pienso que, por rezar más, ya soy mejor cristiano?
¿Procuro, dentro de mis posibilidades, organizar mi vida de forma que siempre haya un
hueco para orar? ¿O dejo la oración para cuando tengo un rato libre, si es que lo hay?
¿Llevo un ritmo de vida tan “rápido” que no soy capaz de buscar tiempo para orar?
¿Qué puedo hacer yo al respecto?
¿Creo que la oración es un asunto personal? Si tengo algún problema, ¿soy capaz de
buscar ayuda y hablar con gente que me pueda orientar?
¿Me preocupa más vivir determinadas “obligaciones” (ir a misa, confesarme…) que
vivirlas realmente con el corazón? Cuando “cumplo con estas obligaciones”, ¿lo hago
porque lo dice la Iglesia, o porque sale de mi corazón?
Cuando rezo, ¿me limito a decir oraciones de carrerilla, o siento realmente lo que estoy
diciendo? ¿Se convierte mi oración en un monólogo personal con Dios (le pido, me
quejo, le hablo sin parar…) o le hago partícipe de esa conversación? ¿Le doy a Dios la
oportunidad de que Él me hable, o el único que dice cosas soy yo? ¿Escucho lo que Él
tiene que decirme, o prefiero no hacerlo, no sea que no me vaya a gustar...?
¿Cómo es mi oración? ¿Es auténtica, o superficial? ¿Dejo que Dios lleve la iniciativa, o
soy yo el que lleva la voz cantante?
Cuando voy a hacer oración, ¿me preparo de alguna manera? ¿Busco el lugar adecuado,
el silencio, la luz...? ¿O lo hago de cualquier manera, sin tener en cuenta nada?
VIERNES
SÁBADO
8:00 – Despertar
9:00 – Oración de la mañana Dolo
9:30 – Desayuno
10:15 – Taller de oración Laura
11:00 - 11:15 – Descanso
11:15 - 13:30 – Taller: “Oración personal ante el Sagrario” – Testimonios
Iván – seminaristas
13:30 - 14:00 – Descanso
14:00 – Comida
16:00 - 18:30 – Taller: “Taizé” Pablo
19:00 – Examen de conciencia Federico
19:30 – Acto penitencial Gonzalo
21:00 – Cena
22:15 – Vigilia
DOMINGO
8:00 – Despertar
9:00 – Oración de la mañana Dolo
9:30 – Desayuno
10:00 - 12:30 – Taller: “Educar el cuerpo y la mente para orar” Marisa
13:00 – Evaluación del retiro - Propósitos Sor Ana
14:15 – Comida
16:00 – Eucaristía
18:00 – Salida desde Chipiona