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Introducción
Suele ser común entre las personas educadas en Occidente, que tengan la
idea preconcebida de que las normas morales provienen, en principio, por
la revelación de los diez mandamientos, dados a Moisés, y escritos por la
mano de Dios en piedra. Como vamos a ver a continuación, entre los
pueblos del Antiguo Oriente, antes de que se formase el pueblo hebreo,
quedó reflejado en muchos textos el interés que se tenía, no solo por
establecer normas para el gobierno de las gentes de los pueblos, sino que
también se verá demostrada una clara preocupación por la justicia y la
igualdad, el sentido de sociedad plural, el velar por el derecho de los más
débiles y la beneficencia hacia los desfavorecidos.
El obtener una panorámica de todo ese contexto, nos ayudará a
comprender y captar mejor el mensaje que nos dejaron los profetas, como
portavoces de la voluntad de Dios. A continuación haré un resumen de los
textos más famosos de aquellas culturas, para ello me serviré de la
excelente obra de José Luis Sicre, “Con los pobre de la tierra”1, incluyendo
algún breve comentario, cuando sea necesario.
1. Egipto
Según Gardiner, en su trabajo sobre la ética y la moralidad en Egipto, no
resulta fácil plantear el desarrollo de aquel mundo de ideas, de modo que
expone su investigación de manera temática2. Y, cuyo método, consistente
en la aproximación mediante la exposición de textos, es el que vamos a
seguir a continuación.
1
cf. J. L. SICRE, “Con los pobre de la tierra”, 19-20.
2
cf. A. H. GARDINER, “Ethics and Morality Egyptian”, ERE V, 475-485. cit. por J. L. SICRE, “Con los
pobre de la tierra”, 20.
1
según piensa Max Pieper3. De este período extraemos tres textos de
especial interés.
3
M. PIEPER, “Die ägyptische Literatur”, 25.
4
LPAE 24-27.
2
ordenado hacer el mal, son sus corazones los que han transgredido mis preceptos;
es mi tercera acción…”.5
5
LPAE 52, ANET 7s.
6
LPAE 60s.
7
LPAE 83-94; ANET 414-418; BLAO 588s.
3
1.1.5. El oasita elocuente
Es considerada la obra cumbre de este periodo, además de ser de gran
interés para nuestro tema. Se trata de una breve historia que aborda con
pesimismo la justicia social. Y cuenta cómo un campesino, que decide ir a
Egipto por alimentos para su mujer e hijos, tras haber preparado sus asnos,
dirigiéndose a la capital, tropieza por el camino con un tal Tutnakht, un
hombre ambicioso y sin escrúpulos, que había sido puesto como
responsable de zona por el administrador jefe, llamado Rensi. Llegado el
momento, cuando Tutnakht ve llegar los asnos del oasita, planea la manera
de hacerse con ellos. Pues resulta que el camino, de por sí estrechado, se
halla mitad bajo el agua del río y la otra mitad invadida por el campo de
cebada de Tutnakht. Resultando imposible de atravesar sin meterse en el
agua o sin pisar la cebada. Y para colmo, Tutnakht manda que tiendan un
trozo de tela en el camino, para complicarle más las cosas.
Al llegar el oasista, Tutnakht le advierte: “¿no pensarás pisotear mi
vestido?”. Entre tanto Khun-Anup, que es como se llama el campesino,
evidentemente molesto, mientras le muestra que no le quedaría otro
remedio, resulta que uno de los asnos da un bocado a la cebada. Lo cual es
tomado como una declaración de guerra por parte del oficial Tutnakht. Y
que para resarcirse, toma como compensación todos los asnos con la carga
que llevan. Durante diez días el oasista le pide que se nos devuelva.
Cuando ve que es inútil, marcha a Herakleólolis para pedir al administrador
general, Rensi, que se le haga justicia. En su primer discurso es amable y
convincente, elogiando sus dotes y capacidades, para así ganarse su
benevolencia:
“Gran administrador, mi señor […] tú eres el padre de los huérfanos, el
marido de la viuda, el hermano de la mujer repudiada, el seno del que no tiene
madre […]. Tu, que aniquilas la mentira, que haces existir la justicia, acude a la
voz del que te llama”.
Las similitudes entre las palabras del campesino elocuente y las de los
profetas podrían seguir sumándose. Procedamos a ver los siguientes puntos
donde coinciden, siguiendo el estudio de Lanczkowski.8
Para empezar, el lugar de procedencia; el oasita proviene de la zona
limítrofe entre la tierra fértil y el desierto, todavía no influenciada por la
8
G. LANCZKOWSKI, “Aegyptischer Prophetismus im Lichte des alttestamentlichen: ZAW”, 31-38. cit.
por J. L. Sicre, “Con los pobre de la tierra”, 26.
5
civilización; al igual que ocurre con Moisés, Elías, Amós o Juan Bautista.
A continuación, el motivo por el que alza su voz, es el mismo que en las
situaciones de Amós y Natán, denunciar la injusticia. Durante el cuarto
discurso, la escena tiene lugar ante el templo, Cuando Rensi sale de él;
trayéndonos inevitablemente a la memoria las intervenciones de Amós en
Betel (Am 7) o la de Jeremías en Jerusalén (Jr 7; 26). Finalmente, acontece
que el campesino es azotado, sufre represalias, al igual que le ocurriera a
Jeremías, y otros profetas que serían perseguidos, hasta culminar en el
sufrimiento del Siervo de Yahvé (Is 53). Cabe también destacar el
imaginario que emplea el oasita, y que se asemeja al usado por los profetas;
sirviéndose de amenazas, reproches, o frases irónicas. Y por último,
también surge un gran interés por que se conserven dichas palabras en
escritos, como memorial de un ejemplo de vida edificante.
Pero, aunque a partir de estas coincidencias, Lanczkowki entiende que
pudiera haberse dado un movimiento profético en Egipto, sin embargo,
José Luis Sicre, que es el autor que nos guía en este tema, puntualiza cuales
son las diferencias con respecto al movimiento profético en la biblia, y que
son imprescindibles para no confundirse. En primer lugar, el campesino
defiende sus propios intereses, actuando como quien reclama los derechos
que tiene y exige que se le respeten; lo hace en defensa propia, no está
poniendo en juego su integridad para beneficiar, de manera justa, a otras
personas, como Amós, Natán, Miqueas o Isaías.
Otro aspecto a tener en cuenta sería que, los relatos reflejan un género
literario en el que prevalece la cuestión de la elocuencia, como fenómeno
más bien sapiencial, donde prevalece la oratoria frente al tema de la
justicia, más vinculado al profetismo; además de que las intervenciones de
los profetas son cortas y casi esquemáticas, aunque sin falta de imágenes
bien conseguidas y con una gran aplomo en su ponencia. Pero lo más
destacable es que, mientras el campesino fundamenta su querella en un
sentido común por la justicia; los profetas, además de esa sensibilidad, lo
que más los caracteriza es ser portavoces de Dios, justificando su actuación
como dirigida en su nombre, enviados por Él, poniendo de relieve que la
transgresión del derecho es una afrenta a la a voluntad divina.
Y por último decir que, la obra del campesino elocuente, es
mayoritariamente considerada como un cuento, un relato edificante; o
también una enseñanza, o aviso, para futuros gobernantes. A diferencia de
los profetas bíblicos, que traslucen un encarnado carácter histórico, como
bien confirman la contrastada diferencia en el desenlace de sus historias, no
tan afortunadas como la del campesino. Pero aún así, que el texto se
conservara dentro de la literatura egipcia de aquella época refleja un cierto
interés por la conciencia de vida en sociedad, sensibilizada con la justicia
6
igualitaria. Captando la venalidad y corrupción de autoridades y poderosos,
denunciando el menosprecio y abandono hacia los pobres. Resumiendo
brevemente la visión sobre esta época tomo las palabras de Robert R.
Wilson:
“Antes del año 2000 a.C., muchos siglos antes que los profetas Amós y
Oseas, Egipto anduvo muy cerca de comprender que el individuo tiene derecho a
ser respetado. Aunque no llegó a realizar este sueño, aunque pronto dejó de buscar
la justicia social, debemos reconocer que el antiguo Egipto fue capaz de enmarcar
el bien humano en un contexto más amplio. Lástima que haya hecho ese
descubrimiento demasiado pronto en la historia de la humanidad para que pudiese
echar raíces profundas”9.
Y poco después añade: “El texto que más claramente expresa la nueva
tendencia a la igualdad social y las nuevas responsabilidades que implicaba
hacer ma´at [justicia] al prójimo, y no meramente a los dioses, es el relato
del campesino elocuente”10
9
J. A. WILSON, “La cultura egipcia”, 175. cit. por J. L. Sicre, “Con los pobre de la tierra”, 27.
10
ibid., 184.
11
G. POSENER, “Littérature et politique dans l´Egypte de la XII dynastie”.
12
LPAE, 130-132.
7
“Cuando, bajo los peligros nacionales del Segundo Período Intermedio y el
nacionalismo agresivo del Imperio, la unidad disciplinada del Estado se hizo más
importante que los derechos y las oportunidades de los individuos, los conceptos
de igualdad y justicia social desaparecieron definitivamente. Es la historia de un
pueblo en un tiempo entrevió claramente, pero a lo lejos, la Tierra Prometida, y
que terminó pagando por el desierto”13.
13
J. A. Wilson, “La cultura egipcia”, 189. cit. por J. L. Sicre, “Con los pobre de la tierra”, 28.
14
LPAE 18-20; ANET 34-36; BLAO 604-607. cit. por J. L. Sicre, “Con los pobre de la tierra”, 28.
15
ANET 213a. cit. por J. L. Sicre, “Con los pobre de la tierra”, 29.
8
cólera. Salvé al indefenso de las manos del violento”.Y en otro párrafo recuerda
las orientaciones que le dio el faraón16:
“Cuando se represente alguien con una petición, vigila para que todo se
haga de acuerdo con la ley y todo se haga exactamente, con justicia. Trata a quien
conoces como quien no conoces, al cercano como al lejano […]. No te
despreocupes de un demandante sin haber atendido sus palabras […]. La valía de
un funcionario depende de que practique la justicia, pero la gente no ve con
buenos ojos que sea demasiado temido. No dirán de él: ‘Es un buen hombre’[…].
Lo que hace falta es que el visir practique siempre la justicia”.
16
LPAE 282-284; ANET 213b.
17
LPAE 491-507; ANET 421-424.
18
M. LICHTEIM, “Ancient Egyptian Literature” II, 146.
9
fatigándote por conseguir el peaje; cobrárselo a quien tiene y recházaselo a quien
no tiene” [cap. 28].
10
2. Mesopotamia
Este territorio oriental enmarcado entre los ríos Tigris y Eufrates, ha sido
ocupado por diversas culturas a lo largo del tiempo, comenzando con el
surgimiento de la civilización su media, en torno al 3300 a. C., que luego
cedió su lugar a la política imperialista de Sargón I de Akkad, hacia el 2330
a. C., aunque luego se daría el renacimiento su sumerio, con la famosa
tercera dinastía de Ur; tras el que surgirían el antiguo imperio babilónico,
alcanzando su culmen con Hammurabi; y que tras su caída en manos
hititas, hacia el 1594 a. C., se daría un renacimiento asirio hacia el siglo
XIV, y por fin el nuevo imperio babilónico, entre 626 y el 539, cierra esta
lista de caídas y ascensos de culturas, para dejar paso al dominio de un
pueblo extranjero, los persas.
De modo que nos encontramos ante una variedad de razas, culturas y
lenguas diferentes, con distintas percepciones éticas, políticas y religiosas.
De ahí que Von Soden advierte que “la literatura religiosa de los sumerios
sólo raras veces habla de las exigencias morales de los dioses, mientras que
gran parte de los textos religiosos acadidos concede gran importancia
religiosa a la actitud del hombre para con el hombre”19. Una diferencia
notable es, por ejemplo, la concepción que se tenía del rey en Babilonia
como el buen pastor, designado por los dioses para velar por la justicia en
el país y proteger a su pueblo, mientras que en la silla la misión primordial
del soberano es someter a los países extranjeros al dios Assur.
Debido a estas diferencias y variedades culturales, no solo
prescindiremos del adjetivo “mesopotámico” para encuadrar los textos,
sino también de las sucesivas civilizaciones: sumeria, acadia, babilónica y
asiria. También se añade el problema de la difícil datación de escritos. Por
lo cual es más fácil exponer las obras en bloques temáticos: reales,
sapienciales y religiosos. Reconociendo que algunos textos pueden
contener diversos géneros literarios a la vez. Con todo, nuestra intención no
es delinear una historia de la literatura o de las religiones mesopotámicas,
sino tratar de percibir la sensibilidad social de dichas culturas.
19
W. VON SODEN, “Religion und Sittlichkeit”, 145. cit.por J. L. Sicre, “Con los pobre de la tierra”, 35.
11