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¿Conoces y aceptas a tus hijos?

Al aceptar plenamente a nuestros hijos, sabrán que son queridos


y valorados, base de su autoestima personal.
Por: Victòria Cardona, educadora familiar

Para saber educar es necesario el conocimiento propio y el


conocimiento de los hijos. Todos tenemos cualidades y defectos,
también reaccionamos de forma distinta según con quien
tratamos. Ya en Grecia se leía en el templo de Delfos: “Conócete
a ti mismo”. Saber conocer es indispensable como también lo es
una actitud positiva para rectificar.

Dice Yela: “Es a partir del conocimiento de nuestras propias


limitaciones, de la aceptación de las que son ineludibles y del
esfuerzo para superarlas de donde irradia la labor del
educador”. Nos encontramos, pues, con tres elementos
importantes para el tema que tratamos: conocimiento, aceptación
y mejora personal, que deberíamos aplicar a nosotros y a
nuestros hijos.

El conocimiento del carácter de cada hijo y su desarrollo, según


su edad y sus etapas de evolución, son imprescindibles a la hora
de extraer al máximo las posibilidades de cada uno. Todos son
diferentes y los tenemos que tratar de forma distinta. A un hijo
tímido, por ejemplo, no podemos decirle “no te sale la palabra de
la boca”, ni a un despilfarrador le diremos: “eres generoso”.

Hemos de fijarnos en los valores esenciales de la persona, lo que


es, más que fijarnos sólo en lo que tiene. Un ejemplo: las
calificaciones escolares. Si procuramos valorar más el esfuerzo
que las notas, obtendremos de nuestros hijos mejores resultados.

Es necesario crear un clima de confianza para favorecer la


comunicación. Si aprendemos a escuchar, a observar, a dialogar
haciendo preguntas oportunas, conoceremos mejor a nuestros
hijos y seremos capaces de comprenderles. Para todo ello
conviene dedicar tiempo.

Para aceptar hemos de comprender y la comprensión exige la


capacidad de entrar en el otro, nos relacionamos con lo más
específico de nuestro hijo, es decir, con su intimidad, que
conviene respetar.

Para mantener unas buenas relaciones familiares hemos de


considerar a nuestros hijos personas únicas, irrepetibles, con
posibilidades y limitaciones. Nuestra aceptación será permanente,
incondicional y total. Al aceptar plenamente a nuestro hijo, sabrá
que es querido y valorado, base de su auto estima personal.

La serenidad y el equilibrio son consecuencia de la aceptación.


Esto quiere decir actuar independientemente de nuestro estado
de ánimo. Nuestro testimonio de cariño constante, paciente y
realista será lo más positivo para que nuestros hijos adquieran
una personalidad madura y estarán motivados para mejorar
personalmente.

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