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Fines del siglo XIX hasta los años treinta del siguiente. Emergencia y consolidación de la
hegemonía del realismo, como poética y como actitud, en la narrativa y en el teatro.
Hipótesis: el momento del “imperio realista” resultó decisivo en la formación de la literatura
moderna. Se verifica un crecimiento efectivo del espacio de la cultura letrada, que se materializó en
el aumento de la presencia del libro nacional y en la multiplicación de canales de difusión de la
producción literaria. Estos factores han sido señalados como indicadores de la verdadera aparición
del teatro y de la novela nacionales.
Los cambios sociales ocurridos en las últimas décadas del siglo XIX habían generado políticas
culturales implementadas desde el Estado que tendían a formar a los ciudadanos alfabetizados
requeridos por el proyecto modernizador.
Aparece un nuevo público lector que se mantuvo ajeno al espacio tradicional de la cultura
letrada; se vinculaban con los periódicos, folletos y folletines entre los que sobresalieron los
relacionados con en criollismo.
Por otro lado, el espacio de la cultura letrada, ligado al libro como objeto específico, se
mantuvo estable y estático. En los primero años del siglo XX el impulso del fenómeno criollista
empezó a declinar, dejándole lugar a los folletines sentimentales. Muy pronto se advierten signos de
un desplazamiento que da a la literatura en formas cultas un espacio consistente en el que la novela
y el teatro encuentran un público capaz de sostener su producción.
El realismo literario resulta inseparable de este desplazamiento: sus procedimientos
tradicionales resultaban funcionales a las expectativas de los nuevos lectores.
Gramuglio vincula las diversas manifestaciones del realismo con las transformaciones de la
Argentina que incidieron en el campo literario (no concibe la idea de separar cualquier poética de
un contexto específico). Las transformaciones favorecieron el surgimiento de nuevos actores
culturales y tipos de escritor, el crecimiento del público lector, los avances en el proceso de
profesionalización de los escritores, la diversificación de los géneros, y la formulación de proyectos
literarios y culturales más variados y opuestos entre sí.
Se intenta explorar, por ejemplo, una rama paralela al realismo como el regionalismo y la
novela histórica.
Realismo e historia literaria son formas discursivas estrechamente asociadas en las
concepciones literarias del siglo XIX. Fredric Jameson señaló que la historia literaria tradicional
puede ser vista como una subespecie del realismo narrativo.
El realismo posible
La primera formulación del proyecto literario de Gálvez se perfila en El diario de Manuel
Quiroga. Además de ser un exponente del nacionalismo espiritualista de principios del siglo XX,
ese texto híbrido, semiensayístico y semificcional, formula un balance de la literatura nacional que
empieza por una crítica de la improvisación y el fragmentarismo propio de los escritores
advenedizos fomentados por el periodismo.
Anota Gabriel Quiroga: siendo casi inexistente, la literatura argentina se divide en dos grupos:
el de los extranjerizantes, que toman asuntos y procedimientos europeos, y el del los criollos, más
auténticos y realistas, pero ignorantes de las técnicas necesarias para producir obras formalmente
logradas. Las nuevas generaciones estarían empezando a realizar una síntesis nueva: “literatura
nacional bajo formas cultas y literarias”. Y esa literatura nueva, concluye Manuel Quiroga, no
limitará sus asuntos al campo y al gaucho, sino que ampliará sus espacios a “la provincia, el
suburbio, la clase media, la ciudad y en definitiva todas las expresiones de la vida argentina y de la
conciencia nacional”.
No fue esa poética la que Gálvez adoptó para sus ficciones, sino una versión simplificada del
realismo decimonónico tradicional. Impresionado con la sociedad francesa de su época, Gálvez
soñó con “describir, a volumen por año, la sociedad argentina de mi época” (Recuerdos de la vida
literaria).
La formación del lector
Teniendo en cuenta la distinción que Luckás hace entre “narrar” y “describir”, se podría decir
que el deseo de Gálvez (describir la sociedad argentina de su tiempo), encierra la clave de sus
limitaciones narrativas: los personajes, los ambientes y las tramas que articulan sus representaciones
de lo real-social permanecen en un plano superficial, sin alcanzar ninguna intensidad.
Sus elecciones temáticas tendieron a poner en primer plano asuntos polémicos de la actualidad:
el normalismo y la educación de las mujeres, la vida literaria, la prostitución, el golpe del treinta.
Por lo tanto ofrecieron una visión aproximada de la novela realista moderna para un momento
decisivo en la formación conjunta de la novela argentina y del nuevo público lector. En este sentido,
su mayor mérito fue haber contribuido a la formación de ese nuevo público que, a su vez, amplió el
espacio de la cultura letrada.