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Jorge Richter Ramírez Maestría en Filosofía y Ciencia Política

¿Qué relación entre personajes y procesos políticos establecen los autores leídos en este curso?

Escoja dos autores de los tres revisados (Moreno, Otero o Almaraz) una relación personaje
proceso al interior de cada texto y desarrolle su comparación

Las lecturas se desarrollan con distintos autores y diferentes tiempos de contexto. Dos momentos -
expresados literariamente en formas y géneros no similares- muestran y caracterizan los
comportamientos políticos de los hombres públicos. El Honorable Poroto (Gustavo Adolfo Otero)
y Réquiem para una república (Sergio Almaraz) son las obras sobre las cuales haremos referencia
a partir de hechos y/o eventos puntuales contenidas en las mismas. Si Otero nos deja en evidencia
-a través de la figura de un conversatorio- que los políticos tienen precio y son materia comprable,
no menos pone en nuestras manos Almaraz, cuando disgrega los elementos que consienten la
restauración de la nueva rosca. En unos casos eran los diputados de antaño, en el otro, gobierno,
autoridades y funcionarios privados, bolivianos, que actúan con desprecio por lo nacional.

El Honorable Poroto (Gustavo Adolfo Otero)

El autor abre un dialogo que pronto torna en discusión. Es el mes de mayo, el mes de María. Se
avecinan elecciones en Bolivia y las discusiones políticas suben de tono. Suben de tono también las
cortapisas a la libertad de expresión y el pensar diferente. Hablar contra el gobierno es un delito no
inscrito en los códigos que regulan la sociedad, pero está instalado como causal de acusación. El
hablar mal del gobierno -lo mal expresa sencillamente una critica interesada a la labor
gubernamental, que de hecho si suele ser deficiente en grado conmovedor- es casi un hecho de
conveniencia “política”.

Conversan don Perencejo y don Menganez. Se debaten ellos refiriéndose a las cualidades políticas
y a veces no políticas de don Mamerto -el candidato oficial-. En la acalorada discusión caen sobre la
mesa caracterizaciones del político boliviano “Ilusiones, con dinero se arregla todo… le apuesto que
uno de los opositores más convencidos se rinde ante cinco pesos, ante un puesto. Ya sabe usted
que los hombres son comprables y solo depende del precio” (Otero, 1921, p. 41).

La escena que trasciende rápidamente los argumentos de uno y otro personaje termina en una
gresca que finalmente conlleva a una estancia en la cárcel del hombre opositor. En este cuadro
Otero, por intermedio de personajes sencillos, simples y populares, caracteriza a oficialistas como
opositores. Los primeros merecen adjetivos como ladrones, vende patrias o estafadores; los otros,
son catalogados como demagogos, mentirosos, embusteros que hablan de democracia y justicia,
pero en suma “nada de nada” (Otero, 1921, p. 42).

En otro momento que mantiene sintonía con esta grotesca discusión, los electos -diputados y
senadores- esos sobre quienes batallaban don Perencejo y don Menganez, son radiografiados como
hombres entregados a la coima y el tráfico de influencias. Hombres para quienes la patria carece de
valor y la democracia es una referencia vacía y utilitaria para intentar hacerse con el poder.

Réquiem para una república (Sergio Almaraz)

Con Almaraz dejamos atrás el contexto de principios del siglo XX de Otero y nos situamos en los
momentos de la Revolución Nacional (mediados del siglo XX) y del proceso que sigue a la misma,
esto es, la etapa post 52, la del gobierno de Barrientos y el restablecimiento de una misma mecánica
y metodología, la generación de la nueva rosca y sus intereses antinacionales. Este último elemento
es el hecho de referencia que nos ocupa.

El 52 -nos dice Almaraz- acabó con los barones del estaño y con esa organización de poder que ella
había articulado. La antigua minería y sus intereses, sin dejar de ser estructurales en la economía y
política del país, ya no monopolizan la iniciativa. Pero las cosas se han transformado y la lógica de
los años anteriores a la Revolución Nacional también se ha modificado. Entonces, describe el autor,
el país fue testigo de nuevos impulsos e iniciativas para rearticular, “restaurar” más propiamente
dicho, los estamentos de influencia y poder, esto quiere decir de manera simple y evidente,
reorganizar una “nueva rosca” que vele y proteja sus ahora diferentes intereses.

Noviembre de 1964 desató con toda su virulencia la invasión externa apoyada por aliados internos.
Varias empresas foráneas actúan sin desenfado en el país, siendo posiblemente la mayor de todas,
la Grace. Ellos fueron los mineros medianos, los que buscaron controlar el Código de Minería, el
Banco Minero y la Corporación Minera de Bolivia. El hecho puntual se desarrolla en este momento:
5 y 6 de mayo de 1965 el gobierno firma tres decretos que son fechados el 7 de mayo. Allí, junto a
las autoridades nacionales, estuvieron presentes el embajador de los Estados Unidos, Henderson,
Luis Soux, abogado asesor en temas mineros de USAID y Roberto Arce, funcionario de Naciones
Unidas en Nueva York y enlace con varios mineros en Bolivia. Estos decretos dan inicio a la vigencia
del nuevo código, se dispone la libre comercialización y se regula lo referido a las reservas fiscales.
Almaraz nos dice categóricamente: “Producido el levantamiento de la reserva, los abogados estaban
listos y se lanzaron como en carrera de caballos” (Almaraz, 2017, p. 594).

El resultado fue inmediato, la aplicación del Plan Triangular permite controlar nuevas minas y
también la minería pequeña; el Banco Minero queda bajo control de la influencia extranjera
norteamericana y el Código Minero contempla disposiciones que los americanos exigían ya como
cuestión de Estado. Estos tres elementos subyugados y el aporte incondicional del respaldo interno
-tanto en autoridades del gobierno militar como en técnicos y profesionales liberales- originó
rápidamente la reaparición de la nueva rosca, y con ella, los mecanismos de influencia y
sometimiento de la política a los intereses económicos.

Encuentros entre dos momentos de dos autores. -

La política boliviana en sus distintos estadios encuentra semejanzas que bien pueden ser
incorporadas en el itinerario conductual de las élites gobernantes y grupos de influencia social.
Otero en la obra que nos acompaña, desde una perspectiva sencilla pero demoledora, caracteriza
ciertos rasgos de la política nacional. Estos elementos que señala, terminan en los hechos facticos
produciendo una condena al fracaso de las expectativas de desarrollo del Estado y la república, así
como de la búsqueda de caminos que permitan estructurar institucionalidad y con ello políticas de
encauce del desarrollo nacional. Como ironía o entendido como un destino que se ensaña con
Bolivia, 40/50 años después, las mismas prácticas y similar desinterés por lo nacional y lo público
colocan al país en una nueva situación de postración.

Tanto Otero como Almaraz, muestran descarnadamente aquellos elementos que se incorporan en
el ADN de la política boliviana: desprecio por las formas institucionales, por lo nacional, por el valor
de la patria y, fundamentalmente, despreocupación por lo nacional y los valores sociales y políticos.

La política boliviana encuentra comportamientos idénticos en momentos diferentes: a inicio de los


años de 1900, la institucionalización y las formas políticas estuvieron signadas por el desprecio de
lo correcto, la construcción de la república contenía de manera formal ciertas referencias de
organización legal expresadas en cientos de leyes y de tantísimas constituciones, pero siempre fue
así, algo simplemente formal.

Con la llegada de los años 50 y 60, siempre en el mismo siglo, las conductas políticas encuentran
sofisticación, pero nunca interés por lo nacional. La permisividad con la invasión económica
extranjera norteamericana que describe Almaraz, muestra nuevamente la indiferencia de una elite
y clase gobernante que deja de lado lo nacional para hacer del Estado su mayor mecanismo de
concentración de riqueza.

Conclusión. -

Almaraz, en el inicio de la obra que nos ocupa, se pregunta “¿por qué nos ha ido tan mal? Sin duda,
que esto lleva a definir un elemento central en la explicación del por qué sucede la política boliviana
con esta recurrente caracterización. Se puede afirmar, ya sin lugar a equivocarse, que el desprecio
por la vida, por lo institucional y de manera esencial, por lo nacional, da evidencias de haberse
incorporado en la forma habitual de las conductas de una clase dirigencial, pero también, y de forma
pavorosa, en las élites bolivianas. A momentos entremezcladas en sus intereses y en ocasiones
enfrentadas entre sí, han configurado un país que, reiteradamente, repite y vive hechos que
estructuran formas históricas circulares, todas ellas con una constante de desprecio por aquello que
podría significar el desarrollo decidido de Bolivia.

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