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2.

Todos los detalles de este sueño permanecieron tan grabados en su


memoria, que por espacio de varios días no pudo pensar en otra cosa.
Después volvió a tener el mismo sueño en tres noches sucesivas. Y
siempre despertaba en el instante en que iba a empezar su conversación
con el anciano.
6. Ya no se sintió sorprendida cuando el caminito subió enroscándose
hasta la cima de la boscosa colina y la dejó ante la casa cuyos detalles
recordaba ahora con tanta precisión. El mismo anciano del sueño
respondió a su impaciente llamado.
4. De pronto tironeó la manga del conductor y le pidió que detuviera el
automóvil. Allí, a la derecha del camino pavimentado, estaba el sendero
campesino de su sueño.
9. —Dígame —dijo ella—, ¿se vende esta casa?
—Sí —respondió el hombre—, pero no le aconsejo que la compre. ¡Esta
casa, hija mía, está frecuentada por un fantasma!
1. —Espéreme un momento —suplicó, y echó a andar por el sendero, con
el corazón latiéndole alocadamente.
7. Pocas semanas más tarde la joven se dirigía en automóvil a Litchfield,
donde se realizaba una fiesta de fin de semana.
5. Incapaz de ocultar su placer, llamó a la puerta de la casa, que
finalmente fue abierta por un hombre muy, muy anciano, con una larga
barba blanca. En el momento en que ella empezaba a hablarle, despertó.
8. —Un fantasma —repitió la muchacha—. Santo Dios, ¿y quién es?
—Usted, dijo el anciano y cerró suavemente la puerta.
3. Una joven soñó una noche que caminaba por un extraño sendero
campesino, que ascendía por una colina boscosa cuya cima estaba
coronada por una hermosa casita blanca, rodeada de un jardín.

LA CASA ENCANTADA
3. Una joven soñó una noche que caminaba por un extraño sendero
campesino, que ascendía por una colina boscosa cuya cima estaba
coronada por una hermosa casita blanca, rodeada de un jardín.
5. Incapaz de ocultar su placer, llamó a la puerta de la casa, que
finalmente fue abierta por un hombre muy, muy anciano, con una larga
barba blanca. En el momento en que ella empezaba a hablarle, despertó.
2. Todos los detalles de este sueño permanecieron tan grabados en su
memoria, que por espacio de varios días no pudo pensar en otra cosa.
Después volvió a tener el mismo sueño en tres noches sucesivas. Y
siempre despertaba en el instante en que iba a empezar su conversación
con el anciano.
7. Pocas semanas más tarde la joven se dirigía en automóvil a Litchfield,
donde se realizaba una fiesta de fin de semana.
4. De pronto tironeó la manga del conductor y le pidió que detuviera el
automóvil. Allí, a la derecha del camino pavimentado, estaba el sendero
campesino de su sueño.
1. —Espéreme un momento —suplicó, y echó a andar por el sendero, con
el corazón latiéndole alocadamente.
6. Ya no se sintió sorprendida cuando el caminito subió enroscándose
hasta la cima de la boscosa colina y la dejó ante la casa cuyos detalles
recordaba ahora con tanta precisión. El mismo anciano del sueño
respondió a su impaciente llamado.
9. —Dígame —dijo ella—, ¿se vende esta casa?
—Sí —respondió el hombre—, pero no le aconsejo que la compre. ¡Esta
casa, hija mía, está frecuentada por un fantasma!
8. —Un fantasma —repitió la muchacha—. Santo Dios, ¿y quién es?
—Usted, dijo el anciano y cerró suavemente la puerta.
El emperador Carlomagno en avanzada edad se enamoró de una joven
alemana.
Los nobles de la corte estaban muy preocupados al ver que el soberano,
poseído completamente por su deseo amoroso, y olvidado de su dignidad
real, descuidaba los asuntos del Imperio.
Cuando, de improviso, se murió la joven, los dignatarios dieron un
respiro, pero por poco tiempo: porque el amor de Carlomagno no murió
con él.
El emperador, habiendo hecho llevar el cadáver embalsamado a su
habitación, no quería separarse de él.
El arzobispo Turpín, aterrado por esta macabra pasión, malició un
hechizo y quiso examinar el cadáver. Escondido debajo de la lengua
muerta, encontró un anillo con una piedra preciosa.
Desde el instante en que el anillo estuvo en manos de Turpín,
Carlomagno se apresuró a hacer sepultar el cadáver, y volcó su amor en
la persona del arzobispo.
Turpín, para escapar de aquella embarazosa situación lanzó el anillo al
lago de Constanza. Carlomagno se enamoró del lago y nunca más quiso
alejarse de sus orillas.

El emperador Carlomagno en avanzada edad se enamoró de una joven


alemana. Los nobles de la corte estaban muy preocupados al ver que el
soberano, poseído completamente por su deseo amoroso, y olvidado de
su dignidad real, descuidaba los asuntos del Imperio. Cuando, de
improviso, se murió la joven, los dignatarios dieron un respiro, pero por
poco tiempo: porque el amor de Carlomagno no murió con él. El
emperador, habiendo hecho llevar el cadáver embalsamado a su
habitación, no quería separarse de él. El arzobispo Turpín, aterrado por
esta macabra pasión, malició un hechizo y quiso examinar el cadáver.
Escondido debajo de la lengua muerta, encontró un anillo con una piedra
preciosa. Desde el instante en que el anillo estuvo en manos de Turpín,
Carlomagno se apresuró a hacer sepultar el cadáver, y volcó su amor en
la persona del arzobispo. Turpín, para escapar de aquella embarazosa
situación lanzó el anillo al lago de Constanza. Carlomagno se enamoró
del lago y nunca más quiso alejarse de sus orillas.

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