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Cuando leí el título del taller o asignatura a cursar, me vino a la mente una profesora
que tuve en el nivel terciario que nos enseñaba “Expresión oral y escrita”. Dos sensaciones
tuve al recordar esas clases: la primera fue una consigna, que consistía e dejar un margen de
dos centímetros al lado de la hoja, para anotar en él lo que sentíamos mientras nos
animábamos a enfrentar el “miedo a la hoja en blanco”. Este miedo es propio de los
principiantes en la escritura, pero a la vez es el miedo que vuelvo a experimentar ahora,
cuando me lanzo a escribir estas memorias.
Del profesorado recuerdo a Walter Ong, cuya lectura, doy por descontado que íbamos
a leer en este módulo. Me parece muy importante esto que citan: “la escritura reestructuró la
conciencia: a fuerza de usar esta herramienta, la mente del hombre terminó transformándose,
generando operaciones cognitivas que antes no eran posibles.”
Por eso, tener acceso a la escritura, o mejor dicho, saber escribir, ya sea bien o mejor,
es una fuente de poder: “ha sido una herramienta de dominación y control de unos hombres
sobre otros, ya que, durante la mayor parte de su historia, la inmensa mayoría de la
humanidad no sabía escribir y los pocos que dominaban esta técnica impusieron su visión del
mundo a los otros.”
Me despido sabiendo que cada uno sabrá encarar esta noble tarea de la escritura de la
mejor manera posible en el aula, ya sea desde la normativa, desde lo textual, desde lo
académico, desde lo profesional o periodístico, desde lo poético, o como una herramienta de
comunicación.
Arnaldo Vaschetto