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Amor y Sexualidad

El ser humano aún no ha logrado comprender con el paso de las edades el infinito
significado de la palabra “AMOR” y lo que estas simples cuatro letras encierra, ha
tergiversado su verdadero significado, valor y amplitud que barca; ya que el amor
lo es todo. Por él es que existe todo, ya sea en el mundo palpable de tercera
dimensión o en los planos no visibles, pues el amor se eleva y a su vez desciende
desde los planos de la divinidad misma, Dios, el Todo, es amor en su máxima
expresión.
Una de las más bellas expresiones del amor que el ser humano puede encontrar y
sentir, es aquel, cuando el polo positivo (el hombre) y el polo negativo (la mujer) se
identifican y complementan llegando a la unión física, es por ello que el ser
humano ha tergiversado y confundido el amor con el sexo. El sexo se refiere es a
las diferencias morfológicas existentes entre el macho y la hembra, más no a la
cópula o unión física entre ellos con el fin de procrear o expresar toda aquella
atracción física, emocional y muy pocas veces mental que se da entre el hombre y
la mujer.
El amor, es la esencia y la energía que se irradia desde El Todo hacia toda la
creación y hace que existan los universos, los mundos, el reino mineral, vegetal y
la máxima expresión de dicha energía: El Ser Humano. Por ser fruto del amor toda
la creación, el amor se irradia a todo y a todos; por ello, sentimos amor al
contemplar un bello paisaje, o el vuelo majestuoso de una avecilla, o de una
hermosa mariposa; al ver el brillo del sol o de la luna reflejándose en un hermoso
lago, o en la sonrisa de niño, o en la mirada plena de un adulto, o en la bondadosa
mirada de un anciano. Por el amor vemos reflejada toda la maravilla del cosmos y
nos sentimos los reyes de la creación al ver y sentir el reflejo del amor en el ser
amado, más no en aquel que solo es fruto del deseo.
La sexualidad bien entendida es tan natural e indispensable para la salud, el
bienestar, el desarrollo y la longevidad humanas, como lo es para la vida vegetal,
el sol y la lluvia que bañan los bosques y los campos. La arraigada hipocresía y el
desmedido libertinaje respecto al sexo han impedido y han tergiversado el
verdadero sentido y la razón de ser del sexo. En ninguna parte de la naturaleza
vemos que Dios haya creado un mundo exclusivamente masculino o
exclusivamente femenino. Miremos por toda la creación en nuestro planeta y
veremos en las selvas, en los campos y en los animales que en todo existe el
elemento femenino y masculino: la planta o el animal macho y la planta o el animal
hembra, siendo necesaria la unión de las dos polaridades para hacer posible su
perfeccionamiento, su avance evolutivo y su fructificación; solo en algunas
especies inferiores y de escasa evolución no existe el macho y la hembra, sin
embargo, en ellos se encuentran las dos polaridades a fin de poder perpetuar la
especie.
Quienes afirman que la energía sexual es hija del pecado, porque seduce a los
hombres indebidamente, está equivocado; Dios, el creador y ordenador de esta
maravillosa energía, ¿haría un doble y malévolo juego con sus hijos, al crear y
regalar un don maravilloso, para prohibir su uso bajo la pena de castigo y
condenación, si no es utilizada exclusivamente para la creación? Pero Dios es
amor, por lo tanto, la sexualidad como expresión física del amor de dos eres o
estados de conciencia que sienten verdaderamente el amor en forma sana y real,
es decir libre de egoísmo, libre de lujuria, libre de emociones malsanas que
desfases el cuerpo emocional y que por vibración rodeen dicho acto de energías
discordantes o bajas, jamás podrá ser sucio o pecaminoso.
La libido es una energía electrónica muy sutil y al igual que la corriente eléctrica,
puede ser usada equivocadamente, causando cansancio, soledad, insatisfacción,
frustración, enfermedad, dolor y muerte, o puede ser aprovechada en beneficio
propio, del compañero o compañera y aún de la raza y del planeta mismo, cuando
es fruto de un verdadero amor, sin posesión, sin dominación y sin lujuria.
La libido en el ser humano, es expresada y manifestada a través de nuestro
cuerpo físico y etérico, mediante la unión física-etérica del hombre y la mujer; por
lo tanto hay fusión de los campos áuricos y lógicamente de todo cuanto ellos estén
atrayendo y creando a través de sus cuerpos emocionales y mentales; si en dicha
unión hay verdadero amor, vamos a atraer átomos constructivos, átomos de salud,
átomos de vida que nos fortalecerán y evitaran ese vacío, cansancio y frustración
que quedan luego de una unión fruto del machismo mal entendido o de una falsa
liberación femenina, de sentirse un macho o una hembra dominante, creyendo que
tienen el derecho de tomarse todas las libertades, cayendo en el libertinaje y
contaminando sus auras y sus cuerpos con todo tipo de energías discordantes,
con toda clase de elementales inferiores (larvas, íncubos y súbcubos), que lo
incitarán cada vez más a las pasiones malsanas, los bajos instintos, produciendo
en muchas ocasiones la confusión de los sexos; decisiones que dañan y estancan
la evolución del ser, atándolo a la rueda del karma hasta por varias encarnaciones.
La energía sexual es algo maravilloso cuando empieza la conciencia del ser
humano a manifestar lo divino, logrando una perfecta comunión (común-unión),
comenzando a dejar lo puramente animal o instintivo uniéndose a las energías
psíquicas y mentales. Para lograr esta comunión, es necesario dejar la
promiscuidad y llegar a la monogamia, procurando tener una pareja estable a fin
de crear un verdadero templo de amor mediante la unión y afinidad áurica, la cual
se logra, con el correr del tiempo por medio del amor que logra limar lo áspero del
mundo físico, emocional y mental de cada uno de los dos seres llevándolos a esa
“común-unión” que les permitirá superar todos los obstáculos y realizar un
verdadero intercambio de esencias-energías tanto a nivel físico como etérico, que
los llenará a ambos de felicidad, salud, prosperidad y crearán el ambiente propicio
para la llegada de seres, por medio de dicha unión, de una mayor evolución y
vibración espiritual que enaltecerá la raza y el hogar que les abrió las puertas para
esa bienvenida.
Hay que ser cautos y equilibrados al escoger al ser que nos ha de acompañar en
nuestra vida, buscando siempre una afinidad en todos los campos, ya que si el
espíritu de uno de ellos es en alguna manera bajo o rastrero o vulgar, ese espíritu
experimentará daño, causando daño también al otro compañero.
Las parejas deben aspirar y ambicionar hacer de sí mismos fuentes siempre
crecientes para el bien de toda la humanidad, comenzando por ellos mismos y por
esa familia que han de crear, la cual es y será siempre la buena semilla o la cizaña
de una sociedad.
El ser más refinado en la naturaleza es femenino. La fuerza constructiva más
grande en la naturaleza es masculina; El de más clarividencia es femenino; la
capacidad para hacer lo que la mente femenina piensa que debe ser hecho, es
masculina. La mujer puede “ver” mucho mejor el modo de hacer un buen esfuerzo
en las grandes pruebas de la vida; y el hombre, por su parte, es más apto para
“actuar” en estos mismos trances, pues su organización masculina, un poco más
densa y tosca, está mejor dispuesta para la acción. Todo esto nos está indicando
que los dos deben aportar y complementarse, porque cada uno es realmente “la
mitad” del mapa perfecto, tan complementarios, que no solo se aportan
mutuamente en el plano psíquico y mental, sino en el propio plano físico.
Veamos que acontece en el mero plano físico durante una unión sexual: tanto en
el hombre como en la mujer, las secreciones sexuales contienen sustancias y
esencias puras, potentes y activas tanto electrónica como bioquímicamente.
Cuando las secreciones femeninas son liberadas en la vagina durante el coito,
entran en contacto directo con la sensible y fina piel del pene, repleto de sangre.
El calor corporal abre los poros de la piel en los dos seres y el roce rítmico entre la
vagina y el pene hace que cantidades de esencia-energía (a nivel etérico) y de
sustancias (a nivel físico) sean intercambiadas. Cuando dicho acto es realizado
con amor sincero, hay una verdadera armonía áurica, y equilibrio entre el Yin (-)
femenino y el Yang (+) masculino. Esta “apropiación y perfecta compenetración”
del uno en el otro, es lo que constituye una verdadera unión.
Cuando el espíritu, surge de las manos del Supremo Creador en la 18ava
dimensión, éste se manifiesta como un ser creado a imagen y semejanza del
Padre en séptima dimensión. Unidad que posteriormente se divide en quinta
dimensión, como almas gemelas, de polaridad positiva o masculina la una y de
polaridad negativa o femenina la otra. Estas almas inician su aprendizaje y para
ello, deberán salir de ese estado espiritual, hasta llegar al plano de tercera
dimensión, en donde empiezan su evolución, revestidas de un cuerpo físico, pero
su esencia es y siempre será divina, ya que Dios, El Padre, es energía, es amor y
por lo tanto es creación.
El hombre y la mujer, creados a imagen y semejanza del Padre, manifiestan su
facultad creadora por medio de la procreación. Esta facultad va cambiando a
medida que el espíritu asciende y es aquí, cuando el sexo adquiere su verdadero
sentido. Desafortunadamente determinados conocimientos han llegado al ser
humano en momento en que pueden ser mal comprendidos por la gran mayoría,
sin meditar, ni discernir, ocasionando serias desarmonías, de dolorosas
consecuencias. Se habla de la “transmutación de la energía sexual”, involucrando
en ello las descargas eléctricas y electrónicas de los chakras, sin tener en cuenta
que la activación voluntaria de los chakras por medio de la mente y las emociones,
producirá en todo el organismo altísimos voltajes, fuertes descargas energéticas
que el hombre muchas veces no puede medir y menos aún controlar, debido a que
desconoce la constitución y real trabajo estos centros vitales y las energías
procesadas por ellos y sin medir las consecuencias, se atreve a realizar prácticas
altamente peligrosas, no solo para su materia física, sino también para su energía,
su mente y su espíritu.
Al “subir” toda esa fuerza creadora, que duerme o que está situada en el plexo
sacro en la zona sexual, sin conocerla, produce en sus cuerpos un derroche de
energía, porque solo siguen el instinto animal que se lleva desde las primeras
edades, amparándose o confundiéndose por un falso termino de espiritualidad
para realizar ciertas prácticas que creen, les darán un resultado maravilloso y lo
único que logran es que sus cuerpos derrochen energía. Sin embargo, el ser que
aún vibra en las bajas frecuencias de estos estratos bajos del cuerpo emocional,
necesita éstas válvulas de escape, pero no debe ampararse en un falso concepto
de la espiritualidad.
Es imposible para el ser común que está realizando una práctica sexual
esporádica o sin el concurso del verdadero amor (fruto de una unión estable),
concentrar su mente en una forma divina, precisamente porque está liberando
gran cantidad de energía. Sin embargo, creen que solamente cuando dan paso a
la función sexual quedan plenos, porque ven o sienten revitalización; pero
sabemos, que precisamente cuando se cierra un circuito eléctrico, en este caso el
hombre (+) y la muer (-), el potencial energético aumenta. Como consecuencia, el
campo magnético desarrollado por la pareja aumenta y como son sensaciones a
las cuales no les encuentran otra explicación, creen que se trata de prácticas
revitalizadoras y regeneradoras. Además, hay que tener muy en cuenta de,
quiénes forman la pareja, porque analizando el caso desde el punto de vista físico:
si un individuo es fuerte y el otro débil, al liberarse la energía y formarse el campo
electromagnético, todas las partículas se unen y viene la revitalización para el más
débil, no por la práctica sexual en sí, sino porque esa energía circulante, hace que
el cuerpo débil adquiera para sí, la energía vitalizadora que le llega del cuerpo
fuerte.
La verdadera “alquimia sexual” no puede desarrollarse ni aumentarse cuando no
es compartida, vivida y sentida por la pareja, ya que solo cuando hay “común-
unión” puede la energía sexual transformarse en energía divina. Si es ignorada o
rechazada se cristaliza y produce un fuerza obstaculizadora que se esparce dentro
del ser, causando trastornos psicológicos y enfermedad. Esto puede llegar a
producir, en las uniones carentes de amor, dificultades cada vez mayores, que
puede llevarlos a la separación y a una indiferencia total recíproca; el aparente
amor puede transformarse en una fuerza egoísta y hostil hasta llegar al odio. El
verdadero amor es creación; y si los seres que se aman y apoyan mutuamente
como pareja, y viven armonizados en un nivel muy alto, sus hijos serán seres
humanos más avanzados. Si por el contrario, en la acción amorosa solo existe una
unión de tipo físico, los hijos serán seres humanos de bajo nivel evolutivo, salvo
algunas excepciones karmicas o darmicas conocidas y dirigidas por el plan divino.

En las uniones sexuales donde reina el verdadero amor, es decir aquellas que no
se conforman con una relación solamente carnal, donde intervienen solamente los
chakras Muladara (pasión) y del Manipura (emoción), sino que por el contrario, la
energía asciende a centros energéticos superiores, el hombre y la mujer pierden
su personalidad individualista, entonces la dicha y el gozo son reales, porque se
funden el uno en el otro, desapareciendo de su unión todo elemento de baja
vibración energética permitiendo la unificación y fusión completa de la pareja a
través del centro Swadistana.

Cuando el éxtasis no termina allí, asciende hacia los corazones (Anahata) y los
dos empiezan a fundirse recíprocamente; en este nivel, empieza la real alegría de
la unidad. Los corazones se magnifican y abarcan todo el universo. Cuando se
funden sus corazones, la pareja experimenta nobleza, sentimientos sublimes de
belleza, pureza, bondad, perdón, olvido, santidad y un deseo vehemente de
sacrificarse por el otro.

Si la corriente del amor no se detiene allí ascienden al plano mental y son


creadores a través del centro Vishuda. Aquí, sus mentes se funden, dando una
extraordinaria sensación de júbilo. De esta unidad deriva un propósito unificado:
llevar una vida de irradiación, servicio y dedicación. La unidad de estos tres
niveles (físico-etérico, emocional y mental) se ahonda cada vez más hasta que, de
repente, las dos chispas que existen dentro de ellos se unen y un gozo pleno se
irradia a través de todo el ser integrado en la pareja, a través de los centros
Ajnachakra y Shajasrara. Ahora, ellos son un solo cuerpo y un solo espíritu. El
amor vibra a través de sus cuerpos y elimina todos los obstáculos físicos,
emocionales y mentales con su corriente purificadora y divina.

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