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Universidad Nacional de Mar del Plata

Facultad de Humanidades
Departamento de Historia

Historia Argentina General I, 1776 – 1910

Cuadernillo de fuentes y material de cátedra

Equipo docente:
Dr. Eduardo José Míguez (Prof. Titular)

Dra. María Liliana Da Orden (Prof. Titular)

Dra. Valentina Ayrolo (Prof. Adjunta)

Dr. José Bustamante Vismara (JTP)

Dra. María Laura Mazzoni (ATP)

Agosto de 2017
Ayrolo, Valentina
Historia General Argentina I : 1776 - 1910 : material de cátedra / Valentina Ayrolo ;
José Bustamante Vismara ; compilado por Valentina Ayrolo ; José Bustamante
Vismara. - 1a ed. - Mar del Plata : Universidad Nacional de Mar del Plata, 2017.
Libro digital, PDF

Archivo Digital: descarga y online


ISBN 978-987-544-777-6

1. Historia Argentina. 2. Educación Superior. I. Bustamante Vismara, José II.


Ayrolo, Valentina, comp. III. Bustamante Vismara, José, comp. IV. Título.
CDD 982.0711
Indice

Presentación
Por Valentina Ayrolo

Unidad I
Introducción y selección de fuentes José Bustamante Vismara

Unidad II
Introducción y selección de fuentes María Laura Mazzoni

Unidad III
Introducción y selección de fuentes Valentina Ayrolo

Unidad IV
Introducción y selección de fuentes Eduardo Míguez

Unidad V
Introducción y selección de fuentes María Liliana Da Orden

Bibliografía

Lista de documentos
Presentación
Por Valentina Ayrolo

El material reunido en este cuadernillo fue concebido como un insumo de trabajo para los
estudiantes de la materia Historia General Argentina I (1776 - 1910) de la carrera de
Historia (FH-UNMDP). Los textos se pensaron como una herramienta de uso didáctico
para complementar y facilitar el aprendizaje de los estudiantes, pero no para reemplazar
la lectura de la bibliografía prevista en los programas.
La experiencia acumulada por los docentes a cargo de la asignatura reveló la necesidad
de organizar un material sistematizado para uso de los estudiantes del Profesorado y de
la Licenciatura en Historia que necesitan de una apoyatura de este tipo, tanto para cursar
las materias como para la instancia de preparación de los coloquios y exámenes finales.
No obstante, otro de los propósitos del texto es que los estudiantes, futuros profesores de
historia, lo utilicen para apuntalar y ampliar sus clases durante su ulterior actividad
docente.
El texto está organizado considerando los temas incluidos en los contenidos curriculares
de la materia. Las unidades son presentadas en sentido secuencial. Cada una fue escrita
por uno de los docentes de la asignatura y contiene una breve explicación del período
abarcado en cada unidad. Luego hay una selección de fuentes que, sin ser exhaustiva,
pretende acompañar el dictado de los contenidos y al mismo tiempo constituir un material
útil a las futuras prácticas docentes de los estudiantes. También comprende mapas y
cuadros estadísticos como recursos de apoyo y estudio con la expectativa de que su uso
sea de ayuda para la preparación de exámenes, trabajos prácticos y clases más
integrales y motivadoras para sus futuros alumnos.
Unidad I
El Virreinato del Río de la Plata (1776-1806)

Por José Bustamante Vismara

Introducción
Las reformas borbónicas abarcaron un extenso conjunto de aspectos que pueden ser
englobados a partir del esfuerzo por fortalecer la corona, acrecentar su capacidad fiscal y
asegurarla militarmente. Como parte de ese proceso, en agosto de 1776 el rey Carlos III
erigió el virreinato del Río de la Plata y designó a la ciudad de Buenos Aires como capital.
Poco después se instalaría allí una Aduana (1778) y una Real Audiencia (1785).
Con la sanción del Reglamento de Libre Comercio (1778) Buenos Aires se conectaba con
distintos mercados de la corona española, en América y en la península. Las posibilidades
abiertas fueron aprovechadas por comerciantes que con sus vínculos y capitales
reacomodaron la estructura social de la región. Además de intensos tráficos –que
generaron lucrativos ingresos para la corona–, la comunidad mercantil logró una posición
social significativa. Su papel sería reconocido por la corona mediante la instalación de una
sede para el Consulado de Comercio (1794).
En el mismo escenario, la actividad minera fue estimulada y reactivada. La producción
argentífera de Potosí se benefició de tal impulso y, a su vez, impactó en las economías
regionales ligadas al eje Potosí-Buenos Aires. En este espacio-económico, al decir de
Assadourian (1982), circulaban mercancías desde y hacia el Atlántico por medio del
puerto de Buenos Aires; pero también se intercambiaban productos regionales, que
dinamizaban el mercado interno: la yerba mate paraguaya, los vinos y aguardientes
cuyanos, las mulas. Estas han servido para mostrar cómo a través de la producción de
unos pocos animales por familia o unidad económica se articulaba el mercado. Desde
Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba se vendían y revendían mulas que vinculaban Potosí
con una miríada de unidades productivas (Assadourian, 1982).
Estas no serían las únicas consecuencias de los cambios. El aumento de la presión fiscal
fue cruento para numerosas comunidades indígenas. Hasta mediados del XVIII la
dominación española en América no había sufrido frecuentes y sostenidas insurrecciones
en sus áreas centrales. Hubo levantamientos y motines –tal como sucedió en los valles
Calchalquíes o la frontera araucana, por ejemplo–, pero en general no se reconoce una
sostenida beligerancia contra el dominio español. Ese panorama se vería alterado en el
último tercio del siglo XVIII cuando cobrarían fuerza diferentes levantamientos. Tal fue lo
sucedido en el Alto Perú con Tomás Katari y Túpac Amaru hacia 1780. Estas revueltas
sugieren un nuevo clima de época. Aunque no resulta adecuado pensar estas distintas
movilizaciones como parte de un conjunto, ni es posible suponerlas como un antecedente
de luchas anticoloniales; sí, seguramente, las heridas entonces causadas serían
recordadas en el marco de los movimientos juntistas y revolucionarios que se abrirían en
1808.
Entre la erección del virreinato del Río de la Plata y los primeros síntomas de la crisis del
orden colonial apenas pasaron unos treinta años. Las alianzas y los vínculos entre las
coronas europeas encontraron un giro con la Revolución Francesa. Pero ésta generó una
breve interrupción en los acuerdos hispano-franceses que serían retomados en 1796.
Aquella alianza encontraría un durísimo escollo en Trafalgar. En octubre de 1805 las
armadas de Francia y España fueron derrotadas por la flota británica. Y en junio de 1806
Buenos Aires sería invadida por los británicos. El proceso de militarización que entonces
se desataría impactaría, más tarde, en los sucesos de 1810.

Documento 1

Virgen del Cerro de Potosí, circa 1720. Pintor anónimo. Museo Nacional de Arte, La Paz.
Fuente: Imagen tomada
dehttp://www.smith.edu/vistas/vistas_web/espanol/gallery/detail/virgin-moutain_det.htm

Esta pintura ha sido caracterizada como una imagen de devoción de la virgen-cerro. En


ella se yuxtapone la cosmogonía católica y el cerro de Potosí. En la parte superior el
padre, el hijo y el espíritu santo se encuentran rodeados por arcángeles; el cerro-virgen
figura como intermediario; y, en la parte inferior, se encuentran eclesiásticos y civiles.
En el epígrafe del texto puede leer:
“SVSdad Clemente el Rex Hispania
MDCXX à MDCCXX
Devocion de la Familia Oviros”

Documento 2

Pintura atribuida a Mateo Pisarro. Nuestra Señora de la Almudena. Iglesia de Cochinoca,


Jujuy.
Fuente: foto de archivo personal, Iglesia de Cochinoca, Jujuy.

El retrato de Campero y Herrera y su primera esposa, Juana Clemencia de Ovando,


representa a los donantes a los pies de la virgen de la Almudena. Al pie de la imagen
parece leerse “El M de Campo D. JV Joseph Campero De Herrera con el Hábito de
Calatrava y su esposa D. J. V. Clemencia de Obando encomendero de este lugar
[Casabindo] lo costearon la M. parte de esta iglesia y retablo puso la primera piedra el año
de 1680 (?) [ ...] el año 1693 siendo cura ... DM Viera [...]”.

Para más información sobre el marquesado, su larga historia y el diverso modo en que
impacta en las jurisdicciones post-independientes de Bolivia y Argentina, puede verse el
trabajo de Ana Teruel (2016).

Documento 3

Mapa de Chile, Patagonia, La Plata y parte de Brasil, c. 1740.


Fuente: A map of Chili, Patagonia, La Plata and ye south part of Brasil. By H. Moll
Geographer. Printed and sold by Tho: Bowles next ye Chapter House in St. Pauls
Churchyard, & I. Bowles at the Black Horse in Cornhill, London, c. 1736. Reproducido en:
http://www.davidrumsey.com/luna/servlet/detail/RUMSEY~8~1~3769~430105:Map-of-
Chili,-Patagonia,-La-Plata,-

Esta imagen fue publicada dentro de un atlas, titulado Atlas Minor, cuyo autor fue Herman
Moll. La reproducción fue incluida en la tercera edición del atlas y es la última de las 62
imágenes que componen el conjunto. Las inscripciones están en inglés e incluyen
nombres de ciudades, grupos indígenas, rutas marítimas y terrestres. Además se
circunscriben distintas zonas con colores que le otorgan un sentido a cada conjunto.

Documento 4

Carta esférica de la América Meridional, 1791/1810.

Fuente: Carta esferica de la parte inferior de la America meridional para manifestar el


camino que conduce desde Valparaiso a Buenos - Aires, construida por las observaciones
que hicieron en estos parajes en 1791 D. Jose de Espinosa y D. Felipe Bauzá Oficiales de
la Real Armada en la Dirección Hidrográfica, 1810. Reproducido en
http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b53088951c

La imagen reproduce un fragmento de la carta levantada por Jose de Espinosa y Felipe


Bauza en el marco de la Expedición Malaspina. Al compás de la impronta ilustrada, este
viaje tuvo propósitos políticos y científicos. Los detalles topográficos que se aprecian en la
imagen ilustran la renovación técnica en que se enmarca su producción. Además cabe
referir al marco político en que se elaboró, a las prácticas de acopio de conocimientos y
las condiciones de circulación de estos informes. Sobre el tema, así como acerca de las
expediciones de Gerónimo Matorras y Félix de Azara puede verse el trabajo de Marta
Penhos (2005).

Documento 5

Finanzas de la Caja Real de Buenos Aires y del Estado Revolucionario


INGRESOS (en porcentajes)
Principales rubros 1801-05 1806-10 1811-15 1816-19
-Potosí 33 30 3 0
-Aduana 19 19 47 54
Estancos, Consulado,
Cabildo, etc. (corporaciones) 16 22 5 1
-Impuestos producción y
11 7 20 19
comercio
-Acciones de guerra
-Contribuciones forzosas
0 4 15 8
-Donaciones /Préstamos
Letras de cambio 0 0 1 11
otros 21 18 9 8
Total pesos fuertes 12.443.000 12.269.000 13.791.000 11.149.000

EGRESOS (en porcentajes)


Principales rubros 1801-05 1806-10 1811-15 1816-19
A España 25 1,3 0 0
A zonas de frontera 15 15 s/d s/d
Cuerpos militares 27 52 54 32
Personal no militar: Sueldos
civiles, eclesiásticos, 11 8 8 13
diplomáticos.
Establecimientos militares (1) 1 3 8 4
Compra de bienes (2) 7 7 10 7
Pago de servicios (3) 5 5 4 4
Letras de cambio 0 0 4 18
Otros (4) 10 8 13 22
Total pesos fuertes 14.467.500 12.840.950 12.423.199 6.866702
(1) Armería, artillería, fábricas de fusiles, armas y pólvora, fundición y marina.
(2) Artículos de cuero, rancho, ganado, pasto, medicinas, vestuario, armas, artículos
de guerra, esclavos, buques, insumos para indios
(3) Hospital, construcciones, alquileres, imprenta, transporte de personas, correo, flete
agua, flete tierra, etc.
(4) Salarios y subsidios a corporaciones, salarios y subsidios al sector popular, gastos
no especificados y reservados

Fuente: Halperín Donghi (1982).

Documento 6

Población por jurisdicción (1778-1855).

Habitantes
1778 1800 1815 1825 1825 1845 1855
Jurisdicciones de la intendencia de Salta del
Tucumán
Salta 11.565 13.528 61.400
Jujuy 13.619 18.189 35.189
Tucumán 20.104 23.654 30.000 57.876 84.094
Santiago 15.456 22.942 46.370 77.575
del Estero
Catamarca 15.315 21.913 46.370 30.000 56.088
Jurisdicciones de la intendencia de Córdoba
del Tucumán
Córdoba 40.203 51.800 71.637 81.791 102.248 103.218 137.069
Mendoza 8.765 11.755 13.318 47.468
San Juan 7.690 11.163 12.979 42.585
San Luis 6.956 13.442 16.837 37.602
La Rioja 9.723 13.293 14.092 34.431
Jurisdicciones de la intendencia de Buenos
Aires
Buenos 37.130 72.16 92.294 118.646 142.957 273.937
Aires
Corrientes 9.200 18.728 30.184 36.697 55.566 57.309 84.570
Santa Fe 12.600 15.000 41.261
Entre Ríos 11.700 20.056 47.736 79.284

Fuente: población por jurisdicción (1778-1855). Tomado de Fradkin (2011: 195).

Documento 7

Población en distintas ciudades (1778-1869).

Habitantes
1778 1800 1815 1855 1869
Ciudades de la intendencia de Salta del Tucumán
Salta 4.305 5.093 16.877
Jujuy 1.707 4.460 3.072
Tucumán 4.087 3.640 4.137 12.475 17.438
Santiago del 1.776 2.220 8.365 8.498
Estero
Catamarca 6.441 5.971 1.911 5.150 5.718
Ciudades de la intendencia de Córdoba del Tucumán
Córdoba 7.270 11.500 10.587 17.754 34.458
Mendoza 7.478 5.487 8.124
San Juan 6.141 3.591 8.353
San Luis 3.684 1.566 7.049
La Rioja 2.172 2.921 4.985 4.489
Ciudades de la intendencia de Buenos Aires
Buenos Aires 26.125 40.000 49.737 90.076 177.787

Corrientes 4.500 4.771 8.839 11.218


Santa Fe 4.000 6.980 10.744 21.392
Paraná 3.000 4.282 11.069 19.649

Fuente: población en las ciudades capitales (1778-1869). Tomado de Fradkin (2011:199).


Unidad II
Crisis del orden colonial, revolución y guerra. La independencia (1806-1820)

Por María Laura Mazzoni

Introducción
1806 inauguró un periodo de intensa conflictividad política en el Virreinato del Río de la
Plata. En ese año tropas inglesas desembarcaban en Buenos Aires e invadían la ciudad.
Frente a ello la población de Buenos Aires organizó una defensa de la plaza porteña
mediante milicias conformadas con vecinos que se enfrentaron a los ingleses. Estas
milicias no eran nuevas, por cierto, sino que el resguardo de las múltiples fronteras del
espacio virreinal, amenazadas en los últimos años del periodo colonial por las
aspiraciones de potencias como el Imperio portugués, eran sostenidas mediante la
conformación de cuerpos de milicianos que acompañaban y reforzaban la defensa del
magro ejército regular imperial en este espacio. Los milicianos eran destacados en fuertes
y fortines para resguardar también la frontera contra las poblaciones indígenas, y se
diferenciaban del ejército regular por no tener un entrenamiento permanente ni un salario
regular.
Lo cierto es que a partir de las invasiones inglesas de 1806 y 1807 estos cuerpos de
milicias fueron reforzados y se multiplicaron en pos de defender a la ciudad-puerto del
imperio inglés. Los regimientos se conformaron por vecinos de la ciudad, pero también
participaron de esta defensa batallones enteros de esclavos, algunos indios y regimientos
de otros espacios del virreinato del Rio de la Plata (el regimiento de arribeños comprendía
a soldados de las provincias “de arriba”). El resultado fue, además de la expulsión de los
ingleses, la militarización de la sociedad.
La crisis imperial que se desató a partir de 1808 en la península ibérica trajo más
convulsión y desconcierto a este espacio, así como al resto de Iberoamérica. La invasión
de Napoleón y su ejército a la península provocó la abdicación de Carlos IV al trono
español en favor de su hijo Fernando VII, el cautiverio de Fernando en Bayona y desató
una guerra de independencia española cuyas consecuencias para las colonias del imperio
en América determinaron el fin del orden colonial.
En Buenos Aires, el cabildo abierto del 25 de mayo de 1810 dio como resultado la
conformación de una Junta de Gobierno autónoma. “La autonomía significaba en aquel
momento mantener el vínculo con el monarca y ejercer el autogobierno sin
reconocimiento del Consejo de Regencia peninsular” (Ternavasio, 2009: 69). A partir de
ese momento la junta buscará ganar legitimidad. Una de sus medidas fue enviar
expediciones militares al resto de las jurisdicciones del ex virreinato para asegurarse su
sujeción. Este es el inicio de un periodo de guerra que no se cerraría en el espacio
rioplatense por muchos años. La década revolucionaria y la confrontación desatada a raíz
de la crisis imperial en el Río de la Plata no pueden explicarse sin tener en cuenta la
preeminencia que Buenos Aires reclamaba para sí durante todo el periodo. Pronto quedó
claro que la gobernación intendencia de Paraguay no aceptaría esta preeminencia, y que
espacios como Córdoba y la Banda Oriental solo formarían parte de esta nueva entidad
política bajo el poder de la fuerza. Además, para lograr legitimidad, la junta debía reducir
el poder de las instituciones coloniales, especialmente el del cabildo (Ternavasio, 2009:
69).
La revolución implicó además un cambio al interior de la elite. Las jerarquías se
trastocaron, no solo porque la plebe comenzó a ser cada vez más interpelada, y su
participación en las disputas políticas cada vez más frecuente, sino porque además
quienes ocupaban un lugar marginal en la elite porteña ocuparan a partir de entonces
lugares de preeminencia (Halperín Donghi, 2005: 176). En este sentido, las magistraturas
en general fueron protagonistas de profundas transformaciones. El Cabildo logró
conservar al menos la elección de los cargos para cabildantes vacantes (Halperín Donghi,
2005: 188), pero poco a poco perdió parte de sus funciones y rol protagonista, en
detrimento de la Sala de Representantes. Ésta última se conformaba por representantes
de la ciudad y de la campaña. El espacio rural cobraba cada vez más importancia al calor
de las necesidades de la guerra y de los cambios económicos que había provocado la
pérdida del Alto Perú y la reorientación atlántica de la economía (ver ruralización en
glosario).
Los años que separaban 1810 de la declaración de la independencia en 1816 fueron de
una alta conflictividad política y de guerra constante con epicentros en el Alto Perú y el
litoral. Durante este periodo, diversos proyectos políticos estaban en pugna. Al
centralismo que buscaba crear una unidad política con cabecera en Buenos Aires, se
oponían fuerzas autonomistas y confederacionales. Había además quienes consideraban
que una monarquía constitucional podía ser una solución viable para lograr el
reconocimiento europeo ya que la opción realista –una vez restaurado Fernando VII al
trono y con la restauración conservadora en toda Europa– era un horizonte aun posible.
En este escenario, en 1816 los diputados del Congreso de Tucumán, luego de arduos
debates, decidieron declarar la Independencia de las Provincias Unidas del Rio de la
Plata. Las ciudades entonces tuvieron durante este periodo un peso fundamental y sus
representantes en el Congreso de Tucumán -los diputados- fueron los que dieron la
discusión sobre el futuro político de la unión y finalmente declararon la Independencia. A
partir de 1810, entonces, algunas de las ciudades que tenían cabildos, o sea las que eran
cabecera de cada gobernación, asumieron la soberanía de sus jurisdicciones, es decir de
la ciudad y del campo que las rodeaba.
Pero en el Congreso mismo, el gobierno central tuvo la necesidad de hacer frente a
disidencias internas. No se hicieron presentes representantes de la Banda Oriental ni de
provincias argentinas actuales como Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos, que se
encontraban aliadas al proyecto confederal de Artigas, líder de los Pueblos Libres. En el
acta redactada, el sujeto político que se mencionaba son las “provincias” o “los pueblos
representados”. Sin embargo, se hace mención a la “Unión”, lo que da a entender que
subyacía una idea de soberanía única. Este fue, precisamente, el punto de tensión con el
proyecto de los Pueblos Libres.
Con todo, la tendencia centralista fue ganando terreno a fines de 1816. El traslado de la
sede del Congreso a Buenos Aires en 1817 potenció la tensión entre Buenos Aires y las
ciudades. Pese a la Independencia, la Constitución sancionada en 1819 reveló los límites
en los acuerdos sobre la forma de gobierno que se adoptaría y la distribución del poder a
nivel territorial, que se manifestó en las tensiones entre republicanos y monárquicos, y
entre constitucionalistas/federales y centralistas. La caída del Director Supremo, José
Rondeau, en la batalla de Cepeda iniciaría una nueva etapa. Las 13 provincias argentinas
se crearon sobre la base de las ciudades autonomizadas (en 1834 serían 14, con la
división de Jujuy y Salta). En la década de 1820, las tendencias autonómicas de los
pueblos se expresarían en la formación de los estados autónomos e independientes.

Documento 8

Carta geográphica de las Prouinçias de la Gouernación del Río de la Plata, Tucumán, y


Paraguay. Con parte de las confinantes, Chile, Perú, Sancta Cruz, y Brasil.
Fuente: Archivo General de Indias (AGI), MP-Buenos_Aires, 29. Disponible en:
http://pares.mcu.es/ParesBusquedas/servlets/Control_servlet?accion=11&idAgrupacionSe
l=16773&novedades=false#A16773

El Virreinato del Río de la Plata se dividió en 8 gobernaciones-intendencias a partir de la


Ordenanza de Intendencias de 1782. Cada intendencia tomó su nombre de su ciudad
cabecera. Se creó entonces la intendencia de Buenos Aires, titulada también Intendencia
General de Ejército y de Provincia. Y las demás intendencias, que tenían jerarquía de
intendencias provinciales, eran la de Paraguay, con capital en Asunción, y cuyo territorio
abarcaba el obispado del Paraguay, Villa Rica, Curuguay y trece de los treinta pueblos de
Misiones; la intendencia de La Plata, con todo el territorio del distrito del arzobispado de
Charcas, menos Cochabamba y Potosí; la de Cochabamba, que incluía en su jurisdicción
a Santa Cruz de la Sierra; la de La Paz, con el obispado de La Paz, y las provincias de
Carabaya, Lampa y Azangaro; la de Potosí, integrada por Porco, Chayanta, Atacama,
Lipes, Chichas y Tarija; y por último, de la antigua provincia del Tucumán se crearon las
dos intendencias de Córdoba y Salta. La carta geográfica a continuación, confeccionada
en 1683 representa los territorios ocupados por las gobernaciones de Paraguay, Rio de la
Plata y Tucumán a fines del siglo XVII y permite observar la representación del espacio
que, años más tarde, sería centralizado en el Virreinato del Rio de la Plata.

Documento 9

El tres de mayo de 1808, o Los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío, Francisco
de Goya y Lucientes. 1814. Óleo sobre lienzo, 268 x 347 cm.

Fuente: Museo del Prado (Madrid).

La crisis imperial que se inició en 1808 en la Península a raíz de la invasión francesa, al


mando de Napoleón Bonaparte, cobró dimensiones sin precedentes. La Corona española
quedó acéfala y fue ocupada por José Bonaparte, hermano del emperador francés. En la
Península al tiempo que se iniciaba una guerra de independencia contra los ejércitos
napoleónicos, se forjó un “movimiento juntista que, en nombre del “rey cautivo”, reasumió
la tutela de la soberanía. La crisis de la monarquía repercutió inmediatamente en sus
posesiones americanas” (Ternavasio, 2009: 41). La invasión napoleónica a la Península
se enmarcaba en la expansión francesa que buscaba avanzar sobre Gran Bretaña
ocupando Portugal. En ese contexto, España pasó de país aliado a país ocupado por las
fuerzas napoleónicas” (Ternavasio, 2009: 42). La imagen, que forma parte de las pinturas
negras, confeccionadas en 1814 por un Goya maduro como artista, da cuenta de los
padecimientos de la población de Madrid ante la ocupación francesa.

Documento 10

Proclama de Castelli a los indios del Perú, 5 de febrero de 1811.

La proclama que con fecha 26 de octubre del año anterior os ha dirigido vuestro
actual virrey, me pone en la necesidad de combatir sus principios, antes que vuestra
sencillez sea víctima del engaño, y venga a decidir el error la suerte de vosotros y
vuestros hijos. Yo me intereso en vuestra felicidad no sólo por carácter, sino también por
sistema, por nacimiento y por reflexión; y faltaría a mis principales obligaciones, si
consintiese, que os oculten la verdad, u os disfracen la mentira. Hasta hoy ciertamente no
habéis escuchado el eco de mi compasión, ni ha llegado hasta vosotros la luz de la
verdad, que tantas veces deseaba anunciaros, cuando la imagen de vuestra miseria y
abatimiento atormentaba mi corazón sensible; pero ya es tiempo, que os hable en el
lenguaje de la sinceridad, y os haga conocer lo que acaso no habéis llegado a sospechar.
Vuestro virrey os da a entender, que la metrópoli aún dista mucho de su ruina,
cuando asegura sin temer la censura pública, que el tirano de la Europa siente su
debilidad a vista de la constancia española, y trata de alcanzar con la educción y el
engaño, lo que no ha podido conseguir con la fuerza. ¿Y os halláis tentados a creer esta
falsedad?
No me persuado: vosotros no podéis ignorar, que la España gime mucho tiempo
bajo el yugo de un usurpador sagaz y poderoso, que después de haber aniquilado sus
fuerzas, agotado sus arbitrios, y aislado sus recursos, se complace de verla postrada ante
el trono de su tiranía, oprimida de las fuertes cadenas, que arrastra con oprobio: no
podéis ignorar, que arrebatado por la perfidia del trono de sus mayores el Sr. D. Fernando
VII, suspira inútilmente por su libertad en un país extraño y conjurado contra él, sin la
menor esperanza de redención: no podéis en fin ignorar que los mandatarios de ese
antiguo gobierno metropolitano, que han quedado entre vosotros, ven decidida su suerte,
y desesperada su ambición, si la América no une su destino al de la península, y si los
pueblos no reciben ciegamente el yugo, que quieran imponerles los partidarios de sí
mismos. Por esto es, que para manteneros en un engaño favorable a sus miras; os
anuncian victorias, os lisonjean con esperanzas, y entretienen vuestra curiosidad con
noticias combinadas en los gabinetes de intriga. Mas yo os anuncio con la sinceridad que
me inspira el amor que os profeso, como nacido en el mismo suelo que vosotros, que ya
la España tributa vasallaje a la raza exterminadora del emperador de los franceses, y que
por consiguiente es tiempo, de que penséis en vosotros mismos, desconfiando de las
falsas y seductivas esperanzas, con que creen asegurar vuestra servidumbre.
No es otro el espíritu del virrey del Perú, cuando ofrece abriros el camino de la
instrucción, de los honores, y empleos, a que jamás os ha creído acreedores. ¿Pero de
cuándo acá le podíais preguntar, os considera dignos de tanta elevación? ¿No es verdad,
que siempre habéis sido mirado como esclavos, y tratados con el mayor ultraje, sin más
derecho que la fuerza, ni más crimen que habitar en vuestra propia patria? ¿Habéis
gozado alguna vez esos empleos y honores, que os ofrecen, y lo que es más aquellos
mismos bienes, que vuestro propio suelo os concede y la naturaleza os dispensa con
absoluto dominio? ¿Y no es verdad, que este nuevo ofrecimiento es un recurso apurado,
del que intenta haceros más infelices, de lo que sois? La historia de vuestros mayores y
vuestra propia experiencia descubren el veneno y la hipocresía de ese reciente plan, que
os anuncia con aparato vuestros mismos tiranos: bien sabéis, que su lenguaje jamás ha
sido el de la verdad, y que sus labios nunca van de acuerdo con su corazón. Hoy os
lisonjean con promesas ventajosas, y mañana desolarán vuestros hogares, consternarán
vuestras familias, y aumentarán los eslabones de la cadena que arrastráis.
Observad sobre este particular el manejo de vuestros jefes: decidme si alguna vez
han cumplido las promesas, que por una política artificiosa os hacen con tanta frecuencia,
y nunca con efecto: comparad esta conducta, con la que observa la Excma. Junta de
donde emana mi comisión, con la que yo mismo observo y todos los demás jefes, que
dependen de mí: nosotros jamás dilatamos cumplir, lo que una vez ofrecemos; y por lo
regular entre nuestras promesas y su cumplimiento es momentáneo el intervalo.
Estad persuadidos de esto, y creed firmemente, que lo que yo os aseguro tendrá
un efectivo cumplimiento, y jamás os arrepentiréis de confiar en mis promesas. Sabed que
el gobierno de donde procedo sólo aspira a restituir a los pueblos su libertad civil y que
vosotros bajo su protección viviréis libres, y gozaréis en paz juntamente con nosotros
esos derechos originarios que nos usurpó la fuerza. En una palabra, la Junta de la capital
os mira siempre como a hermanos, y os considerará como a iguales: éste es todo su plan,
jamás discrepará de él mi conducta, a pesar de cuanto para seduciros publica la maldad
de vuestros jefes.
Ilustrados ya del partido que os conviene, burlad la esperanza de los que intentan
perpetuar el engaño en vuestras comarcas, a fin de consumar el plan de sus evidencias; y
jamás dudéis, que mi principal objeto es libertaros de su opresión, mejorar vuestra suerte,
adelantar vuestros recursos, desterrar lejos de vosotros la miseria, y haceros felices en
vuestra patria. Para conseguir este fin, tengo el apoyo de todas las provincias del Río de
la Plata, y sobre todo de un numeroso ejército, superior en virtudes y valor a ese tropel de
soldados mercenarios y cobardes, con que intentan sofocar el clamor de vuestros
derechos los jefes y mandatarios del virreinato del Perú — Plata y febrero 5 de 1811 —
Dr. Juan José Castelli.

Cuando en 1810 se creó una junta de gobierno autónoma en Buenos Aires, una de las
tareas en las que la junta se embarcó inmediatamente fue la de construir legitimidad en
los diferentes espacios que habían pertenecido al Virreinato del Rio de la Plata. En el
caso del Alto Perú, la Junta se propuso llevar adelante un ataque deliberado al equilibrio
social preexistente (Halperín Donghi, 2005: 249). Por otra parte, el espacio altoperuano ya
estaba conmovido por la revolución antes de Mayo de 1810 (Halperín Donghi, 2005: 249):
los levantamientos de 1780 que tuvieron como epicentro ese espacio fueron un
antecedente en el espacio de movilización popular (Serulnikov, 2012); y en 1809 se había
creado una Junta Tuitiva de gobierno en la Paz que fue duramente reprimida por las
autoridades monárquicas (Roca, 1998). Cuando las tropas revolucionarias llegaron al Alto
Perú en 1811, se encontraron con algunos pueblos movilizados, que se habían
pronunciado a favor de la Junta de Buenos Aires y pedían armas y la suspensión del pago
del tributo. Ante esta situación, el ejército se alarmó. Sin embargo, la política filo-indígena
que Castelli anunció estaba contenida en las Instrucciones de la Junta. Es que, en parte,
los indios eran interpelados ante la necesidad de aumentar las tropas revolucionarias.
Castelli proclamó concluida la secular servidumbre indígena. Aunque la proclamación no
tuvo efectos jurídicos inmediatos, sirvió sin duda para acrecer la alarma de quienes
estaban, sobre todo, preocupados por el futuro del equilibrio social y racial dentro de ella
(Halperín Donghi, 2005: 250).

Documento 11

Instrucciones a los Diputados orientales del Año XIII.

1ª Pedirán la declaración absoluta de la independencia de la Corona de España, y


familia de los Borbones.
2ª No admitirán otro sistema, que el de Confederación para el pacto recíproco con
las Provincias, que formen nuestro Estado.
3ª La Religión Católica Apostólica Romana será la preponderante. Y así no
admitirán otra.
4ª Como el objeto y fin del Gobierno debe ser conservar la libertad, igualdad, y
seguridad de los Ciudadanos, y los Pueblos, cada Provincia formará su Gobierno bajo
esas bases, a más del Gobierno Supremo de la Nación.
5ª Así este, como aquel se dividirá en Poder Ejecutivo, Legislativo, y Judicial.
6ª Estos tres resortes jamás podrán estar unidos contra si, y serán independientes
en sus facultades.
7ª El Gobierno Supremo entenderá solamente en los negocios generales del
Estado. El resto es peculiar al Gobierno de Cada Provincia.
8ª El despotismo militar será precisamente aniquilado con trabas constituciones, /
que aseguren inviolable la soberanía de los Pueblos.
9ª Que esta Provincia retiene su soberanía, libertad, e independencia, todo poder,
jurisdicción, y derecho, que no es delegado expresamente por la confederación a las
Provincias Unidas, juntas en congreso.
10ª Que esta Provincia por la presente entra separadamente en una firme liga de
amistad con cada una de las otras para su defensa común, seguridad de su libertad, y
para su mutua, y general felicidad, obligándose a asistir a cada una de las otras contra
toda violencia, o ataques hechos sobre ellas, o sobre alguna de ellas por motivo de
Religión, soberanía, trafico, o algún otro pretexto cualquiera que sea.
11ª El sitio del Gobierno no será en Buenos Aires.
12ª La constitución garantirá la soberanía, libertad, e independencia de los
Pueblos su felicidad y prosperidad con estatutos de la fuerza competente.
13ª Solo a los Pueblos será reservado sancionar la constitución general.
14ª Que el Poder Ejecutivo de las Provincias Unidas se compondrá de un solo
individuo, ejerciendo este su oficio por el término de un año debiendo ser elegido por los
Pueblos, y sorteado de entre los que nombren, a fin de que turne por todos los indivi-
duos de las Provincias Unidas el tal empleo, y no se haga hereditario a los de una sola
que exija la preferencia, pues todos / deberán ser iguales.
15ª Que los individuos, que compongan la Sala del Senado, y Sala de
representantes de las Provincias Unidas serán también elegidos por los Pueblos libres, y
no por la Asamblea Soberana Constituyente.
16ª Que ninguna tasa o derecho se imponga sobre los artículos exportados de una
Provincia a otra, ni que ninguna preferencia se dé por cualquiera regulación de comercio,
o resta a los Puertos de una Provincia sobre la de otra, ni los Barcos destinados de esta
Provincia a otra, serán obligados a entrar a anclar o pagar derecho en otra.
17ª Que todos los dichos derechos impuestos, y sisas que se impongan a las
introducciones extranjeras serán iguales en todas las Provincias Unidas debiendo ser
recargadas todas aquellas, que perjudiquen nuestras artes o fábricas, a fin de dar fomento
a la industria de nuestro territorio.
18ª Que esta Provincia tendrá su constitución territorial: y que todos los habitantes
de ella teniendo aquellas cualidades, y que se establecieren en la forma de gobierno tiene
un derecho igual para los empleos, y oficios, y ser elegidos en ellos.
19ª No se presentará en la Asamblea Constituyente como Diputado de la Nación,
sino como representante de este Pueblo, porque no aprobamos el decreto de ocho de
Marzo, que se halla inserto en el Redactor del sábado trece del mismo.
20ª No se extenderán sus facultades a las de legislar, pues tan solo se las damos,
para formar la constitución de Gobierno, que debe regirnos, activar la fuerza del Ejército
de las Pro/vincias Unidas, a fin de libertar los Pueblos oprimidos, y residenciar los
anteriores gobiernos.
21ª Prestara toda su atención, honor, fidelidad, y religiosidad a todo cuanto crea o
juzgue necesario para preservar a esta Provincia las ventajas de libertad, y mantener un
gobierno libre, de piedad, justicia, moderación, templanza, industria, y frugalidad:
asimismo procurará tener sus conferencias particulares con los otros Diputados de este
territorio, con el fin de hermanarse en estas mismas ideas, y caminar de acuerdo al logro
de la felicidad de esta Provincia, y bien común. Así lo esperamos los habitantes de ella, y
desde luego lo hacemos responsable delante de nosotros, y de la Patria de cualesquiera
deliberación, que directa, o indirectamente les sea opuesta.

Fuente: Sabsay (1975: 268 y ss.).

Monarquía constitucional o república representativa, soberanía de la nación o soberanía


de los pueblos, unitarismo o confederalismo fueron algunas de las oposiciones que se
plantearon en los territorios americanos a partir de la crisis de la monarquía española. Las
alineaciones políticas en el Virreinato del Río de la Plata reflejaron esa discusión
doctrinaria, cruzada por los viejos conflictos jurisdiccionales con la capital y las diferentes
posturas ante la convulsión del orden social que acompañó la revolución y la guerra. La
Asamblea Constituyente reunida en Buenos Aires a comienzos de 1813 catalizó la
definición de posiciones. El 8 de marzo resolvió que los diputados representaban a “la
nación”, es decir, al “todo de las provincias unidas colectivamente”, no pudiendo obrar
como comisionados de los pueblos que los habían electo. Además, como el gobierno de
las Provincias Unidas consideraba a la “Banda Oriental” como parte integrante de la
intendencia bonaerense, había limitado su representación a un diputado por Montevideo y
otro por Maldonado. El artiguismo, en discrepancia con esa postura centralista, reunió el 5
de abril en el campamento militar en Tres Cruces delante de la ciudad de Montevideo
sitiada a vecinos emigrados de dicha plaza, habitantes de sus extramuros y diputados de
veintitrés pueblos. El acta del congreso consignó la constitución formal de la Provincia
Oriental “como provincia compuesta de Pueblos Libres” delimitando su territorio. Nombró
seis diputados y estableció que “la confederación defensiva y ofensiva de esta banda con
el resto de las Provincias Unidas” era la condición para el reconocimiento de la Soberana
Asamblea Constituyente, que quedaba sujeta a la constitución que emanara del
“soberano Congreso General de la Nación y a sus disposiciones consiguientes teniendo
por base la libertad”. Asociados en forma voluntaria, los pueblos orientales conservaban
todo poder o derecho no delegado expresamente, debiendo sus diputados actuar por
mandato imperativo. En palabras del cabildo de Montevideo leal al Consejo de Regencia,
“los Revoltosos que están sitiando esta plaza, están tan potentes que se atreven a
imponer condiciones a Buenos-Ayres”. La historiografía centrada en el “héroe fundador”
ha priorizado el estudio de la copia autenticada por José Artigas el 13 de abril de 1813
titulada “Instrucciones que se dieron a los Representantes del Pueblo Oriental para el
desempeño de su encargo en la Asamblea Constituyente”. Si bien es presumible que
copias semejantes hayan sido enviadas a los pueblos de la Provincia Oriental, su
contenido corresponde a la versión que Artigas envió a la Junta de Paraguay
acompañando su propuesta para lograr el triunfo de las ideas federales. Texto extraído de
Frega Novales (2013).

Documento 12

Acta del 9 de Julio de 1816, Congreso de Tucumán.

En la benemérita y muy digna ciudad de San Miguel de Tucumán a nueve días del
mes de julio de mil ochocientos diez y seis, terminada la sesión ordinaria, el Congreso de
la Provincias Unidas continuó sus anteriores discusiones sobre el grande, augusto, y
sagrado objeto de la independencia de los pueblos que lo forman. Era universal,
constante y decidido el clamor del territorio entero por su emancipación solemne del poder
despótico de los reyes de España. Los representantes, sin embargo, consagraron a tan
arduo asunto toda la profundidad de sus talentos, la rectitud de sus intenciones e interés
que demanda la sanción de la suerte suya, la de los pueblos representados y la de toda la
posteridad. A su término fueron preguntados si querían que las provincias de la Unión
fuesen una nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli.
Aclamaron primero, llenos del santo ardor de la justicia, y uno a uno reiteraron
sucesivamente su unánime voto por la independencia del país, fijando en su virtud la
determinación siguiente:
Nos los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en
Congreso General, invocando al Eterno que preside al universo, en el nombre y por la
autoridad de los pueblos que representamos, protestando al cielo, a las naciones y
hombres todos del globo la justicia, que regla nuestros votos, declaramos solemnemente
a la faz de la tierra que, es voluntad unánime e indudable de estas provincias romper los
violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que
fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del
rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli. Quedan en consecuencia de hecho y de
derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el
cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas y cada una de ellas así lo publican,
declaran y ratifican, comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de
esta su voluntad, bajo el seguro y garantía de sus vidas, haberes y fama. Comuníquese a
quienes corresponda para su publicación, y en obsequio del respeto que se debe a las
naciones, detállense en un manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta
solemne declaración.
Dada en la sala de sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del
congreso y refrendada por nuestros diputados secretarios. – Francisco Narciso de
Laprida, presidente. –Mariano Boedo, vice-presidente, diputado por Salta. –Dr. Antonio
Sáenz, diputado por Buenos Aires. – Dr. José Darregueyra, diputado por Buenos Aires. –
Dr. Fray Cayetano José Rodríguez, diputado por Buenos Aires. – Dr. Pedro Medrano,
diputado por Buenos Aires. – Dr. Manuel Antonio Acevedo, diputado por Catamarca. – Dr.
José Ignacio de Gorriti, diputado por Salta. – Dr. José Andrés Pacheco Melo, diputado por
Chichas. – Dr. Teodoro Sánchez de Bustamante, diputado por la ciudad y territorio de
Jujuy. – Eduardo Pérez Bulnes, diputado por Córdoba. – Tomás Godoy Cruz, diputado por
Mendoza. – Dr. Pedro Miguel Aráoz, diputado por la capital del Tucumán. – Dr. Esteban
Agustín Gazcón, diputado por Buenos Aires. – Pedro Francisco de Uriarte, diputado por
Santiago del Estero. – Pedro León Gallo, diputado por Santiago del Estero. – Pedro
Ignacio Ribera, diputado de Mizque. – Dr. Mariano Sánchez de Loria, diputado por
Charcas. – Dr. José Severo Malabia, diputado por Charcas. – Dr. Pedro Ignacio de Castro
Barros, diputado por La Rioja. – L. Jerónimo Salguero de Cabrera, diputado por Córdoba.
– Dr. José Colombres, diputado por Catamarca. – Dr. José Ignacio Thames, diputado por
Tucumán. – Fr. Justo Sta. María de Oro, diputado por San Juan. – José Antonio Cabrera,
diputado por Córdoba. – Dr. Juan Agustín Maza, diputado por Mendoza. – Tomás Manuel
de Anchorena, diputado de Buenos Aires. – José Mariano Serrano, diputado por Charcas,
Secretario. – Juan José Paso, diputado por Buenos Aires, Secretario.

Fuente: Sabsay (1975: 301 y ss.).

“En marzo de 1816 llegan a Tucumán los diputados elegidos por una parte de las
jurisdicciones - ciudades que luego se convertirían en Provincias - que formaban parte del
todavía Virreinato del Río de la Plata. No estuvieron presentes todas las ciudades porque
un grupo, las del Litoral (Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe y la Banda Oriental), no
aceptaron las condiciones que proponían quienes conformaban el Congreso. Ellas
estaban organizadas alrededor de la Liga de Pueblos Libres que sostenía la conservación
y uso de su soberanía (la de cada una de los Pueblos) y la unión de todas las partes en
una confederación (una liga). Pero ¿a quiénes representaban las “Provincias” reunidas en
Tucumán? En primer lugar, representaban a las ciudades más importantes del virreinato
del Río de la Plata, aquellas que poseían un Cabildo. Los Cabildos estaban constituidos
por una estructura compuesta por los alcaldes o jueces de primera instancia y los
regidores o consejeros municipales, secundados por un grupo de funcionarios especiales,
todos ellos responsables de la justicia y el gobierno de la ciudad. Fueron ellos los
encargados de elegir a quienes representarían a las ciudades en tanto cuerpos políticos
en el Congreso de Tucumán. Las ciudades, entonces, estaban representadas por el
Cabildo que era comprendido como un órgano de la monarquía que, en pequeño,
reproducía un cuerpo. Quienes tenían derecho a formar parte de ese cuerpo eran los
vecinos.” Texto extraído de Ayrolo, Marchetti y Vaccaroni (2016).
Unidad III
Autonomía política y reorientación económica (1820-1852)

Por Valentina Ayrolo

Introducción
El Congreso reunido en 1816 para declarar la independencia, que continuó sesionando
hasta 1819, no pudo resolver la cuestión acerca de qué Estado y qué Nación deseaban
construir las Provincias. A esta indefinición se sumaron: la crisis política que llevaría al
final del Directorio, los artiguistas sobre Buenos Aires y el levantamiento de una parte del
Ejercito Auxiliar del Perú en Arequito, disolviendo los vínculos que habían unido a las
Provincias hasta entonces.
En 1820 las ciudades que durante 10 años habían tenido en el Cabildo su órgano de
gobierno más importante –por haber sido centro de la vida política y estar representado
en él el cuerpo político de las jurisdicciones– reasumieron su soberanía constituyéndose
en sujetos de derecho de cara al resto. Esto quiere decir que se independizaron
produciendo lo que podríamos llamar, una segunda independencia. Pero ¿qué eran por
entonces las Provincias?
Si bien hoy no hay discusión acerca de que en 1820 las Provincias comienzan una
experiencia política que las integrará luego de 1831 en una confederación laxa, lo que sí
se sigue discutiendo es si podemos considerarlas como estados. José Carlos
Chiaramonte sostuvo la primera postura en su libro, clásico e insoslayable, Mercaderes
del Litoral allí decía: “…la entidad provincial se desarrolla y se torna más compleja”
perdurando “su cuasi autonomía (…) a lo largo de gran parte del siglo XIX” (Chiaramonte,
1991: 29). La cuestión es saber qué implicó desde el punto de vista político-institucional,
económico y social esa cuasi autonomía o independencia (según la interpretación que se
elija) de las Provincias.
El ejemplo hace más tiempo estudiado y conocido es el de la Provincia de Buenos Aires
que inicia ese camino independiente con la gobernación de Martin Rodríguez en
septiembre de 1820 (hasta abril de 1824). Este período se conoce como el de la “Feliz
Experiencia”. Liderado por el llamado Partido del Orden, durante este tiempo se puso en
marcha un proyecto político que pretendía hacer de Buenos Aires una Provincia nueva a
partir de la aplicación de una serie de reformas.
En el ámbito político y con el fin de garantizar la estabilidad y legitimidad del gobierno en
1821 se sancionó una nueva ley electoral que amplió la base de electores (siempre
varones) dio el voto directo e incluyó a la campaña. En el mismo sentido se suprimieron lo
cabildos y se creó la Sala de Representantes así como varios ministerios. Luego del
fracaso de la reforma en la justicia fueron los jueces de paz (justicia lega y gratuita)
quienes absorbieron una gran variedad de funciones que ayudaron en el propósito de
descentralizar atribuciones de autoridad pero concentrando el poder. El ejército (1821) y
la Iglesia (1823) también fueron alcanzados por las reformas. La libertad de prensa
(1821), la creación de la Universidad de Buenos Aires (1821) y una biblioteca pública
contribuyeron junto a otras medidas a generar expectativas respecto del nuevo rumbo que
parecía tomar la Provincia. Para ello el panorama se completó con medidas económicas.
La expansión de la frontera sur se complementó con la creación del departamento
topográfico (1822) y el dictado de la ley de Enfiteusis (1822) que procuraba la instalación
de colonos en nuevas tierras y su puesta en producción. Un Banco de Descuentos que
permitiría la emisión de papel moneda completaba, de manera general, el panorama.
Mientras que Buenos Aires parecía entrar al mundo moderno de la mano de las nuevas
políticas liberales, en el resto de las Provincias para lograr el mismo propósito de
gobernabilidad y legitimidad se ensayaban otras vías. En casos como los de Córdoba, se
apeló a producir cambios paulatinos y consensuados evitando enfrentamientos y disputas
(Ayrolo, 2007 b).
La historiografía más clásica dijo que el año 1820 fue el de la anarquía y que por ese
motivo hicieron su aparición los caudillos. En gran parte esta interpretación se relaciona
con el caótico año 20` en Buenos Aires donde se cambió de Gobernador por lo menos
cuatro veces entre los meses de marzo y septiembre. En el resto de las provincias entre
marzo y abril ese tema estaba resuelto.
Una parte importante de los gobernadores que asumieron el poder en los años veinte,
habían sido militares de los ejércitos de la independencia, o en su defecto, responsables
de comandancias de frontera. Estas funciones los había dotado de atributos de liderazgo
tales como capacidad de mando y negociación, conocimiento de las poblaciones, a los
que sumaron los capitales que muchas veces ya poseían: carisma, relaciones al interior
de la elites, educación, poder económico, etc. Si bien estas cualidades hicieron de ellos
gobernadores-caudillos no por eso fueron dictadores ni tampoco gobernaron sin reglas ni
ley. Como ejemplo solo conviene recordar que en estos primeros años de la década del
veinte todas la Provincias menos, Buenos Aires, La Rioja y Mendoza, dictaron
Reglamentos constitucionales que fueron los que rigieron –con las limitaciones de cada
caso y de la época– su vida política.
Entre 1824 y 1827, las Provincias se reunieron en un Congreso constituyente con el
propósito de darse una constitución que dotase de forma y materialidad a un estado
nacional. Si bien este propósito no se consiguió la reunión fue un espacio propicio para
plantear y discutir cuestiones importantes tales como: el lugar de la capital del estado, la
administración de las rentas, pero sobre todo la forma de gobierno. Como consecuencia
de los debates habidos allí se perfilaron dos tendencias políticas que dominarían la
escena rioplatense hasta 1860, por lo menos, la de los federales y la de los unitarios.
También fue durante estos años que se firmó un acuerdo de amistad y comercio con Gran
Bretaña (1825) y se sancionó la ley de tolerancia religiosa que acompañaba la anterior
iniciativa. Pero sin dudas, la guerra con el Brasil fue el episodio más grave que tuvo que
enfrentar el Congreso en 1825. Finalizando ese año ante la ocupación brasilera de la
Provincia Oriental del Uruguay una parte importante de la elite política montevideana
buscó el apoyo del Congreso. En ese marco éste decidió asumir la representación del
cuerpo político de un estado creado “ad hoc” y eligió un Presidente: Bernardino Rivadavia.
Frente a la imposibilidad de que alguno de los contrincantes ganase la guerra forzó a las
partes a negociar la paz. Para la Argentina el tratado fue muy poco conveniente ya que
significó la independencia de la Banda Oriental convertida en República Oriental del
Uruguay, un oneroso resarcimiento económico al Brasil y la disolución del Congreso del
flamante Estado nacional.
El final de la guerra fue traumático para las Provincias ya que la disolución del cuerpo
político se acompañó de un gran movimiento de hombres armados que buscaron imponer
un nuevo equilibrio político, ahora desde el unitarismo. La violencia con que se resolvieron
las diferencias de “credo” parece mermar un poco hacia 1835.
Entre 1820 y 1852 las Provincias firmaron entre sí varios acuerdos, alianzas y pactos que
les garantizaron –o por lo menos trataron de hacerlo– la paz, el comercio y el desarrollo
de las actividades en las que se basaba su economía. Entre ellos cabe destacar el Pacto
federal de 1831 ya que fue el que impulsó la organización de una Confederación “laxa”
entre las Provincias que descansaba en los principios del credo político federal. La
institución de esta Confederación fue importante para obtener el reconocimiento
internacional y para incluir a las Provincias –sobre todo a la de Buenos Aires– en el
mercado mundial.
El segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas, en 1835, inaugura una nueva época
política marcada por el signo del federalismo. El Pacto federal de 1831 devolvió al
gobernador de Buenos Aires la delegación de las relaciones exteriores así como el
mandato de representar a las Provincias confederadas en cuestiones de paz y guerra. Por
ello, su poder se vio agrandado y su proyección en el litoral e interior del territorio de la
Confederación fue creciente.
Este hecho, sin embargo, no implicó la ausencia de conflictos o la desaparición del
unitarismo como expresión política. Durante los años que Rosas gobernó Buenos Aires, la
provincia enfrentó algunas conspiraciones y dos bloqueos. En las Provincias no todos los
gobernadores lo secundaron y algunos años fueron de gran tensión ya que el equilibrio
político federal se vio amenazado. Tal ocurrió en 1837 con la conformación de la Coalición
del Norte que reunió a varios gobernadores unitarios contrarios a Rosas.
Hacia 1850 el endurecimiento del régimen rosista hacia adentro de su provincia pero
también hacia afuera propició la reaparición de los opositores reunidos detrás de la idea
de terminar con el gobierno de Rosas. El 1º de mayo de 1851 Justo José de Urquiza,
gobernador de Entre Ríos, declaraba que la Provincia reasumía todas sus facultades
soberanas retirando a Rosas las atribuciones que le había conferido para representarla de
cara al exterior. Una a una las Provincias fueron imitando a Entre Ríos revelando un
entendimiento anterior entre ellas.
El 3 de febrero de 1852, Rosas era vencido en la batalla de Caseros por el Ejército
Grande que combinaba fuerzas de las Provincias de Entre Ríos, Corrientes y del Brasil y
Uruguay marcando el final de una época.

Documento 13

Reglamento Provisorio Constitucional de la Provincia de Corrientes.

Septiembre 22 de 1824

El Exmo. Congreso de la Provincia usando de la Soberanía ordinaria y extraordinaria que


inviste, con motivo de haber sancionado ser necesaria una Representación Nacional
compuesta de cinco individuos en la Capital de Provincia que permanezca con todo el
Poder, y facultades del Congreso General, y otras consideraciones que la experiencia en
la Carrera del Tiempo había enseñado ser de necesidad reformar en la Constitución que
regía el País, lo ha efectuado en la forma siguiente:
SECCION PRIMERA
RELIGION
ART. 1º La Religión del Estado es la Católica, Apostólica Romana.
ART. 2º La Misión de Jesu Cristo con los demás artículos que ella cree, y confiesa,
constituye el Dogma.
ART. 3º La Religión Santa del Estado, y su culto público, merecen el respeto de todo
Ciudadano.
ART. 4º El Gobierno la protege, igualmente que a los Ministros destinados a enseñar la
sublime moral que la justifica.
ART. 5º La infracción de estos artículos, será considerada como sacrílega violación de las
Leyes fundamentales de la Provincia.

SECCION SEGUNDA
CIUDADANIA
ART. 1º Es Ciudadano el que haya nacido en las Américas denominadas antes
Españolas, y resida en el Territorio de la Provincia; pero no gozará del ejercicio activo, o
pasivo, mientras no cumpliere la edad de veinticinco años, o fuese emancipado.
ART. 2º El voto activo y pasivo en todas las Asambleas, es inherente a este derecho.
ART. 3º Ningún Español Europeo tendrá voto activo, o pasivo mientras que la
Independencia no sea reconocida por la antigua Metrópoli.
ART. 4º Quedan exceptuados los que por su adhesión a la causa, y por importantes
servicios al Estado, se hiciesen dignos de obtener la Carta de Ciudadanía.
ART. 5 Al Gobierno toca exclusivamente otorgar la dicha carta, con previo informe de los
Alcaldes ordinarios y del Alcalde Mayor.
ART. 6 Todo Extranjero mayor de veinticinco años que residiese en el país con ánimo de
fijar domicilio, tendrá a los cuatro años voto activo, siempre que hubiese afincado en el
país al menos el valor de cuatro mil pesos, o ejerciese algún arte o profesión útil, y
supiese leer y escribir.
ART. 7 A los diez años de residencia en el modo prevenido en el antecedente artículo,
tendrá voto pasivo a las Magistraturas exceptuando la de Gobierno.
ART. 8 Para otorgarse las Cartas de Ciudadanía en los casos arriba expresados, jurarán
en manos del Gobernador observar la Constitución del País, defender a toda costa la
Independencia de la antigua Metrópoli.
ART. 9 Entre los derechos que se derivan de la Ciudadanía, es uno de los principales la
libertad, y salvo conducto que tiene todo Ciudadano para correr libremente el Territorio
interior de la Provincia, o por el estímulo del Comercio, o de otras necesidades
indispensables para conservar la vida.
ART. 10º Todo extranjero de la América que no fuese domiciliado, o no hubiese obtenido
Carta de Ciudadanía, no podrá por aquel principio discurrir lo interior dela Provincia por el
estímulo del Comercio, ni por otro cualquier motivo.
ART. 11º Se exceptúa del artículo antecedente el Extranjero que fomente
Establecimientos de Agricultura, valorados al menos en dos mil pesos.
ART. 12º La Ciudad, y el Puerto de Goya son los lugares en que podrán residir,
encargándose al Gobernador, Comandantes, y Jueces de Partido la observancia de este
artículo que sólo lleva por objeto promover el interés de los hijos del País, en uso de los
derechos que exclusivamente les pertenecen.

SECCION TERCERA
ASAMBLEAS ELECTORALES:

La elección de los Diputados para el Congreso General se hará en la forma siguiente:


ART. 1º El Juez y Comandante de cada Partido reunirán todos los estantes, y habitantes,
señalando el día y la hora de la situación general, que deberán hacer seis días antes.
ART. 2º Hecha la reunión el día señalado, presidirán el acto, habiendo nombrado antes un
vecino, que haga las veces de Escribano con fe pública.
ART. 3º El Escribano a presencia del Comandante y del Juez, asentará el nombre y
apellido de los que votaren.
ART. 4º La votación será sucesiva, y bajo el orden que antes deben establecer el
Comandante y el Juez, con la siguiente fórmula: Fulano de Tal, por Fulano de Tal.
ART. 5º En esta votación se elegirán cinco individuos para Electores del Diputado.
ART. 6º El nombramiento de Electores, recaerá en los que hubiesen obtenido mayor
número de sufragios, y esta mayoría, no se buscará sobre el número total de los votos,
sino sobre la que resultase de los electos entre sí relativamente.
ART. 7º Concluida esta primera votación, el Comandante y Juez procederán
inmediatamente al escrutinio y regulación de los votos asociándose para este acto con
dos individuos de probidad, y buena opinión, y se publicarán inmediatamente los
Electores con sus nombres, apellidos, y vecindario.
ART. 8º El Comandante no permitirá que se retiren los que asistieron en la reunión hasta
llegar el caso de la publicata.
ART. 9º Los cinco Electores que resultaron del escrutinio, acordarán entre sí la elección
del Diputado, el día siguiente de sus nombramientos.
ART. 10º Hecha por los expresados la elección, la remitirán al Comandante, y Juez, para
que extiendan los Poderes, que enviarán al Congreso permanente, con noticia que darán
al efecto por oficio separado.
ART. 11º En la Capital presidirá el acto, bajo las formas antes prevenidas, el Gobernador,
asociado de los dos Alcaldes ordinarios y Alcalde Mayor.
ART. 12º El Diputado para el Congreso General ha de ser del Estado Seglar, o
Eclesiástico Secular.
ART. 13º Ha de tener treinta años de edad, dos mil pesos, bajo un cálculo prudente, de
caudal propio, vecindario en el País por origen, o domicilio, de conducta, y opinión, y sin
dependencia del Gobierno por servicio militar a sueldo,
ART. 14º El nombramiento de Electores, y Diputados, se hará un mes antes de renovar el
Congreso General.
ART. 15º Si sucediese que un Diputado fuese nombrado por dos Partidos, preferirá la
elección de aquel en que fuese vecino, o en su caso de aquel, al cual fuese más próxima
su residencia.

Documento 14

Gráficos con producción agropecuaria en Córdoba.


Productores de ganado vacuno agrupados según número de
cabezas que poseen. Córdoba, 1838.
500
450
400
350
300
250
200
Eje vertical:
150 productores.
100 Eje horizontal:
50 vacunos
0

Productores de ganado ovino agrupados según el número


de cabezas que poseen. Córdoba, 1838.
160
140
120
100
80
60 Eje vertical: productores.
40 Eje horizontal: ovinos
20
0
Productores de trigo agrupados según cantidad de fanegas
cosechadas. Córdoba, 1847.
1400

1200

1000

800

600 Eje vertical: productores.


400 Eje horizontal: fanegas.

200

0
0 a 9 10 a 19 20 a 29 30 a 39 40 a 49 50 a 99 100 a 800 a
199 899

Productores de maiz agrupados según cantidad de fanegas


cosechadas. Córdoba, 1847.
2500

2000

1500

1000 Eje vertical: productores.


Eje horizontal: fanegas.
500

0
0a9 10 a 19 20 a 29 30 a 39 40 a 49 50 a 99 300 a
399

Fuente: gráficos
ráficos tomados de Romano (1999: 31-32 y 35).

Documento 15
Pacto Federal del 4 de enero de 1831

Deseando los Gobernadores de Santa Fe, Buenos Aires y Entre Ríos estrechar
cada vez más los vínculos que felizmente los unen y, creyendo que así reclaman sus
intereses particulares y los de la República han nombrado para este fin sus respectivos
diputados, a saber: el Gobierno de Santa Fe, el señor D. Domingo Cullen; el de Buenos
Aires, al Sr. D. José María Rojas y Patrón, y el de Entre Ríos, al Sr. D. Antonio Crespo.
Quienes después de haber canjeado sus respectivos poderes, que se hallaron
extendidos en buena y debida forma; y teniendo presente el tratado preliminar
celebrado en la ciudad de Santa fe el 23 de febrero último entre los Gobiernos de dicha
provincia y la de Corrientes; teniendo también presente la invitación que con fecha 24
del expresado mes de febrero hizo el Gobierno de Santa Fe al de Buenos Aires, y la
convención preliminar ajustada en Buenos Aires el 23 de marzo del año anterior entre
los Gobiernos de esta provincia y la de Corrientes, asi como el tratado celebrado el 3
de mayo último en la capital de Entre Ríos entre su Gobierno, y el de Corrientes; y
finalmente, considerando que la mayor parte de los pueblos de la República, ha
proclamado del modo más libre y espontáneo la forma de gobierno federal, han
convenido en los artículos siguientes:
Artículo 1°) Los Gobiernos de Santa Fe, Buenos Aires y Entre Ríos ratifican y
declaran en su vigor y fuerza los tratados anteriores celebrados entre los mismos
Gobiernos en la parte que estipulan la paz firme, amistad y unión estrecha y
permanente, reconociendo recíprocamente su libertad, independencia y derechos.
Artículo 2°) Las provincias de Santa Fe, Buenos Aires y Entre Ríos se obligan a
resistir cualquier invasión extranjera que se haga, bien sea en el territorio de cada una
de las tres provincias contratantes o de cualquiera de las otras que componen el
Estado argentino.
Artículo 3°) Las provincias de Santa Fe, Buenos Aires y Entre Ríos se ligan y
constituyen en alianza ofensiva y defensiva contra toda agresión o preparación de
parte de cualquiera de las demás provincias de la República (lo que Dios no permita),
que amenace la integridad e independencia de sus respectivos territorios.
Artículo 4°) Se comprometen a no oir ni hacer proposiciones ni celebrar tratado
alguno particular una provincia por si sola con otra de las litorales ni con ningún otro
Gobierno sin previo avenimiento expreso de las demás provincias que forman la
presente federación.
Artículo 5°) Se obligan a no rehusar su consentimiento expreso para cualquier
tratado que alguna de las tres provincias litorales quiera celebrar con otra de ellas o de
las demás que pertenecen a la República, siempre que tal tratado no perjudique a otra
de las mismas tres provincias o a los intereses generales de ellas o de toda la
República.
Artículo 6°) Se obligan también a no permitir que persona alguna de su territorio
ofenda a cualquiera de las otras dos provincias o a sus respectivos Gobiernos y a
guardar la mejor armonía posible con todos los Gobiernos amigos.
Artículo 7°) Prometen no dar asilo a ningún criminal que se acoja a una de ellas
huyendo de las otras dos por delito, cualquiera que sea, y ponerlo a disposición del
Gobierno respectivo que lo reclame como tal. Entendiéndose que el presente artículo
sólo regirá con respecto a los que se hagan criminales después de la ratificación y
publicación de este tratado.
Artículo 8°) Los habitantes de las tres provincias litorales gozarán recíprocamente la
franqueza y seguridad de entrar y transitar con su buque y cargas en todos los puertos,
ríos y territorios de cada una, ejerciendo en ellas su industria con la misma libertad,
justicia y protección que los naturales de la provincia en que residan, bien sea
permanente o accidentalmente.
Artículo 9°) Los frutos y efectos de cualquier especie que se importen o exporten del
territorio o puertos de una provincia a otra por agua o por tierra, no pagarán más
derechos que si fuesen importados por los naturales de la provincia, adonde o de
donde se exportan o importan.
Artículo 10°) - No se concederá en una provincia derecho, gracia, privilegio u
exención a las personas y propiedades de los naturales de ella que no conceda a los
de las otras dos.
Artículo 11°) Teniendo presente que alguna de las provincias contratantes ha
determinado por ley que nadie pueda ejercer en ella la primera magistratura sino sus
hijos respectivamente, se exceptúa dicho caso y otros de igual naturaleza que fueren
establecidos por leyes especiales. Entendiéndose que en caso de hacerse por una
provincia alguna excepción ha de extenderse a los naturales y propiedades de las otras
dos aliadas.
Artículo 12°) Cualquier provincia de la República que quiera entrar en la Liga que
forman las litorales será admitida con arreglo a lo que establece la segunda base del
artículo primero de la citada convención preliminar celebrada en Santa fe a veintitrés
de febrero del precedente año, ejecutándose este acto con el expreso y unánime
consentimiento de cada una de las demás provincias federadas.
Artículo 13°) Si llegare el caso de ser atacada la libertad e independencia de alguna
de las tres provincias litorales por alguna otra de las que no entran al presente en la
federación, o por otro cualquier poder extraño, la auxiliarán las otras dos provincias
litorales, con cuantos recursos y elementos estén en la esfera de su poder, según la
clase de la invasión, procurando que las tropas que envíen las provincias auxiliares
sean bien vestidas, armadas y municionadas, y que marchen con sus respectivos jefes
y oficiales. Se acordará por separado la suma de dinero con que para este caso deba
contribuir cada provincia.
Artículo 14°) Las fuerzas terrestres o marítimas, que según el artículo anterior se
envíen en auxilio de la provincia invadida, deberán obrar con sujeción al Gobierno de
ésta, mientras pisen su territorio y naveguen sus ríos en clase de auxiliares.
Artículo 15°) Interín dure el presente estado de cosas, y mientras no se establezca
la paz pública de todas las provincias de la República, residirá en la capital de Santa fe
una comisión compuesta de un diputado por cada una de las tres provincias litorales,
cuya denominación será «Comisión representativa de los Gobiernos, de las provincias
litorales de la República Argentina», cuyos diputados podrán ser removidos al arbitrio
de sus respectivos Gobiernos, cuando lo juzguen conveniente, nombrando otros
inmediatamente en su lugar.
Artículo 16°) Las atribuciones de esta comisión serán:
Primera: Celebrar tratados de paz a nombre de las expresadas tres provincias,
conforme a las instrucciones que cada uno de los diputados tenga de su respectivo
Gobierno y con la calidad de someter dichos tratados a la ratificación de cada una de
las tres provincias.
Segunda: Hacer declaración de guerra contra cualquier otro poder a nombre de las
tres provincias litorales, toda vez que éstas estén acordes en que se haga tal
declaración.
Tercera: Ordenar se levante el ejército en caso de guerra ofensiva y defensiva y
nombrar el general que deba mandarlo.
Cuarta: Determinar el contingente de tropas con que cada una de las provincias
aliadas deba contribuir conforme al tenor del artículo 13.
Quinta: Invitar a todas las demás provincias de la República, cuando estén en plena
libertad y tranquilidad, a reunirse en federación con las litorales y a que por medio de
un Congreso general federativo se arregle la administración general del país bajo el
sistema federal, su comercio interior y exterior, su navegación, el cobro y distribución
de las rentas generales, y el pago de la deuda de la República, consultando del mejor
modo posible la seguridad, y engrandecimiento general de la República, su crédito
interior y exterior, y la soberanía, libertad e independencia de cada una de las
provincias.
Artículo 17°) El presente tratado deberá ser ratificado a los tres días por el Gobierno
de Santa Fe, a los seis días por el de Entre Ríos y a los treinta, por el Gobierno de
Buenos Aires.

Dado en la ciudad de Santa Fe, a cuatro del mes de enero del año de Nuestro
Señor mil ochocientos treinta y uno.
(Fdo.):
Domingo CULLEN
José María ROXAS y PATRÓN
Antonio CRESPO

ARTÍCULO ADICIONAL
Siendo de la mayor urgencia la conclusión del presente tratado, y no habiendo
concurrido la provincia de Corrientes á su celebración, por haber renunciado el Señor
General D. Pedro Ferré la comision que le confirió al efecto; y teniendo muy fundados y
poderosos motivos para creer que accederá á él en los términos en que está concebido,
se le invitará por los tres comisionados que suscriben á que adhiriendo á él, lo acepte y
ratifique en todas y cada una de sus partes, del mismo modo que si hubiese sido
celebrado conforme á instrucciones suyas con su respectivo comisionado.
Dado en la ciudad de Santa-Fé a cuatro del mes de Enero del año de nuestro Señor
mil ochocientos treinta y uno.

José Maria Rojas y Patrón; Antonio Crespo; Domingo Cullen.

Nos el Gobernador y Capitan General delegado de la Provincia de Buenos Aires, en


virtud de especial autorizacion de la Honorable Sala de Representantes, por decreto de
veinte y nueve de Enero de presente año, aprobamos, aceptamos y ratificamos el
presente tratado, que fué celebrado en la cuidad de Santa Fé, á cuatro dias del mismo
mes y año, en diez y ocho artículos; y nos comprometemos solemnemente á guardar,
cumplir y ejecutar cuanto se halla estipulado en todos y cada uno de ellos: á cuyo efecto
damos el presente instrumento de ratificación firmado con nuestra mano, sellado con el
sello del Gobierno de la provincia, y refrendado por el ministro secretario en el
departamento de relaciones esteriores, en Buenos Aires, á primero del mes de febrero del
año del Señor de mil ochocientos treinta y uno. Juan Ramon Balcarce; Tomas M. De
Anchorena.

Fuente: Sabsay (1975: 431 y ss.).

Documento 16
Litografía de la ejecución de los hermanos Reinafé y de Santos Pérez, por Adrienne
Bacle, 1837.

Fuente: tomado de Gluzman, Munilla Lacasa y Szir (2013).

“Rosas invocando su condición de encargado de las relaciones exteriores, tomó a su


cargo el juicio, que consideraba asunto interpersonal, y solicitó de Córdoba la entrega de
los reos. De los hermanos Reynafé, uno huyo
huyo a Montevideo por el Rosario, otro se refugió
en Catamarca, otro fue efectivamente entregado. En Buenos Aires se desarrolló el juicio,
que culminó en el aparatoso ahorcamiento de los criminales en la Plaza Mayor, difundido
luego en los grabados de la imprenta
im del Estado” (Halperín Donghi, 1984: 340)
340).

Documento 17

Las esclavas de Buenos Aires muestran ser libr


libres
es y gratas a su noble libertad.
libertad
Fuente: esclavas frente a Rosas (1841) - D. de Plot - Museo Histórico Nacional

Candombe Federal.

Fuente: Candombe Federal – Martín Boneo Museo Histórico Nacional Esclavas frente a
Rosas (1841) – D. de Plot – Museo Histórico Nacional Coronel Domingo Sosa – Complejo
Museográfico Enrique Udaondo.

Las Asociaciones Africanas


“En cuanto a las sociedades africanas, nuevos estudios refutan la tesis de que fueran
instituciones que reunían a integrantes provenientes de una misma región del continente
negro. En efecto, Astrid Windus (2002/2003), por ejemplo, piensa que la fundación de una
sociedad africana se basaba más en las relaciones sociales que en el origen étnico de
sus integrantes, y Oscar Chamosa (2003) señala que fueron “comunidades creadas a
partir de una variedad de individuos con diferentes orígenes étnicos, lenguas, linajes e
intereses”. El ejemplo más ilustrativo es el caso de los Congos, asociación madre que
reunía dentro de sí a pequeños grupos que al entrar en conflicto con aquélla dieron lugar
al surgimiento de nuevas sociedades, como la Loango, Musundi, Goyos, etcétera. De
hecho existieron asociaciones creadas por afrobrasileros, como la “Bahiana” o la
“Brasilera”, o por personas de origen desconocido, como la “Argentina Federal”. (…)
Entre otras responsabilidades, las sociedades africanas debían prestar ayuda a sus
integrantes (préstamos para la compra de la libertad de los todavía esclavizados y para la
adquisición de herramientas de aquellos que eran artesanos, brindar atención a los
enfermos y educación a los niños del grupo) y servir como control de la conducta de los
afiliados en bailes y reuniones, e incluso, entregar a los delincuentes de la comunidad a la
policía, de la cual dependían las agrupaciones para poder funcionar. (…) hacia la época
que estamos estudiando “cofradías” y “sociedades” coexisten y tienen puntos de contacto
en cuanto sus objetivos y funcionamiento, si bien las segundas se multiplicarán a partir de
1823, con la sanción del reglamento de las Sociedades Africanas, mientras que las
agrupaciones cofradiales paulatinamente habrían ido perdiendo gravitación.” (Rosal,
2010:252-253 y 256).

Documento 18

Lista de Presidentes de Sociedades Africanas (1842).

Auza Andrés Tonso (Thompson) Quizama José Torres


Congo Agustín Perichó Angola Antonio Neira
Camunda Francisco Luque Brasilero José Rivero
Ganguelá Francisco Imas Quipara Miguel Ramos
Mujumbí José Balenzategui Mina Nagó Antonio Bozati
Sabalú Ramón Del Sar Casanche Cayetano Castro
Mozambique Pedro Britain Congo Antonio Vega
Idem Manuel Orma Huombe Juan Giraldes
Banguela Joaquín Arriola Lubono Manuel Almeida
Argentino Juan Wright Muyambe Cayetano López*
Luumbí Joaquín Pacheco Bornó Antonio Acosta
Basundí Miguel Perichó Moros Mariano Villanueva
Venbuero Francisco Barrionuevo Main Juan Arandía
Lucango Pablo Lovera Caravallid José Antonio Vega
Muchague Mateo Guerra Santé Manuel De Arce
Mucherengue José Cagigas Muñandá Joaquín Díaz
Umbala Antonio Dorma Eñambani José Ramallo
Umbonia José Zavalía Mondongo Francisco De La Patria
Longo Rafael Carranza Machinga Domingo Correa
Marabia Antonio García
* “y por estar éste en el ejército entregó Mercedes Gambo ¿Gamboa?”.

Lista de Presidentes de las Sociedades Africanas cuyos fondos donados sirvieron “para
ayudar al sostenimiento de la guerra […] contra los salvajes inmundos detestables bestias
asquerosos unitarios” el día 10 de mayo de 1842. Los 39 presidentes donaron 100 pesos
corrientes cada uno, a lo que se sumaron donaciones de 3 “socios particulares de la
Sociedad Bornó…”.
Nota aparecida en la Gaceta Mercantil el 25 de junio de 1842, citada por Tomás Antonio
Platero y reproducida en Rosal (2010: 263-264).

Documento 19

Ingresos fiscales y población en distintas provincias

Provincia Ingresos fiscales Población Ingresos fiscales


(en pesos fuertes) por habitante
(año)
Buenos Aires 1.965.347 (1841) 153.576 (1838) 13.0

Entre Ríos 102.807 (1838) 47.671 (1848) 2.5

Corrientes 101.442 (1842) 61.782 (1841) 1.6

Santa Fe 60.238 (1841) 41.261 (1858) 1.7

Córdoba 137.551 (1841) 102.248 (1846) 1.4

Tucumán 25.526 (1838) 57.876 (1846) 0.5


Jujuy 14.173 (1840) 30.000 (estimado 0.5
para 1851)

Fuente: elaborado en base a Garavaglia (2005: 10-11).

Documento 20

D. F. Sarmiento describiendo a los soldados de Rosas tras la batalla de Caseros.

Pocas veces he experimentado impresiones más profundas que la que me causó


la visita e inspección de aquellos terribles tercios de Rosas, a los cuales se ligan tan
sangrientos recuerdos, y para nosotros preocupaciones que habíamos creido invencibles.
¿De cuántos actos de barbarie inaudita habrían sido ejecutores estos soldados que veía
tendidos de medio lado, vestidos de rojo, chiripá, gorro, y envueltos en sus largos
ponchos de paño? Fisonomías graves como árabes y como antiguos soldados, caras
llenas de cicatrices y de arrugas. Un rasgo común a todos, casi sin excepción, eran las
canas de oficiales y soldados. Diríase al verlos que había nevado sobre sus cabezas y las
barbas de todos aquella mañana. La mayor parte de los cuerpos que sitiaban hasta poco
antes a Montevideo habían salido de Buenos Aires en 1837; y desde entonces ninguno,
soldados, clases ni oficiales habían obtenido ascenso. El coronel Susbiela, que mandó
después uno de estos cuerpos, era el mismo jefe que lo había creado en 1836, y encontró
cabos y sargentos a los que él nombró entonces. El teniente Guardia, sanjuanino,
pertenecía a un cuerpo que salido de Buenos Aires en 1836, compuesto al principio de
doscientas plazas y que conservaba aún treinta y tres soldados y ocho oficiales. Los
restos de un batallón de infantería, habiendo perdido todos sus oficiales, estaba hacía
años al mando de un negro sargento, que en su calidad de tal mandaba el cuerpo.
Urquiza lo hizo mayor.
¡Qué misterios de la naturaleza humana, que terribles lecciones para los pueblos!
He aquí los restos de diez mil seres humanos, que han permanecido diez años, casi en la
brecha combatiendo, y cayendo uno a uno todos los días, ¿por qué causa? ¿sostenidos
por qué sentimiento?... Los ascensos son un estímulo para sostener la voluntad del
militar. Aquí no había ascensos. Todos veían los cuerpos sin jefes, o sin oficiales; por
todas partes había claros que llenar y no se llenaban; y los mil postergados nunca trataron
de sublevarse. Estos soldados y oficiales carecieron diez años del abrigo de un techo, y
nunca murmuraron. Comieron sólo carne asada en escaso fuego, y nunca murmuraron.
La pasión del amor, poderosa e indomable en el hombre como en el bruto, pues que ella
perpetúa la sociedad, estuvo comprimida diez años y nunca murmuraron. La pasión de
adquirir como la de elevarse no fue satisfecha en soldados ni oficiales subalternos por el
saqueo, ni entretenida por un salario que llenase las más reducidas necesidades, y nunca
murmuraron. Las afecciones de familia fueron por la ausencia extinguidas, los goces de
las ciudades casi olvidados, todos los instintos humanos atormentados, y nunca
murmuraron. Matar y morir: he aquí la única facultad despierta, en esta inmensa familia de
bayonetas y de regimientos, y sus miembros, separados por causas que ignoraban, del
hombre que los tenía condenados a este oficio mortífero, y a esta abnegación sin premio,
sin elevación, sin término tenían por él, por Rosas, una afección profunda, una veneración
que disimulaban apenas. ¿Qué era Rosas para estos hombres? o más bien: ¿qué seres
había hecho de los que tomó en sus filas hombres y había convertido en estatuas, en
máquinas pasivas para el sol, la lluvia, las privaciones, la intemperie, los estímulos de la
carne, el instinto de mejorar, de elevarse, de adquirir, y sólo activos para matar y recibir la
muerte? Y aun en la administración de la sangre había crueldades que no sólo eran para
el enemigo. No había ni hospitales ni médicos. Poquisimos son los inválidos que han
salvado de entre estos soldados. Con la pierna o el brazo fracturado por las balas iba al
hoyo el cuerpo, atacado por la gangrena o las inflamaciones. ¿Qué era Rosas, pues, para
estos hombres? ¿o son hombres estos seres?

Fuente: Sarmiento (1997: 137-138).


Unidad IV
La organización del Estado Nacional
y el inicio de la expansión económica (1852-1880)

Por Eduardo Míguez

Introducción
Luego de derrotar a Rosas en Caseros en febrero de 1852, Urquiza propició una política
de “fusión de partidos”, que buscaba olvidar los rencores y convocar a todos los sectores
a construir la nueva de nación. Si bien existía considerable consenso en torno al
programa de base de este proyecto, expresado con la mayor claridad en Las Bases... de
Alberdi, no existía acuerdo sobre el rol que cada actor debía desempeñar. En tanto un
amplio sector de la elite dirigente de Buenos Aires creía que solo ella debía comandar el
proceso, ya que aseguraba la ilustración y libertad de las futuras instituciones, Urquiza y
muchos integrantes de las dirigencias del interior recelaban de la ambición porteña.
En mayo de 1852 se reunieron los gobernadores de provincia en San Nicolás, en la
frontera entre Buenos Aires y Santa Fe, y a través de un Acuerdo crearon un poder
nacional provisorio a cargo de Urquiza, con la denominación de “Director”, y convocaron a
una asamblea constituyente en Santa Fe. Pero una amplia mayoría de la dirigencia
porteña, reuniendo antiguos Unitarios con Rosistas, rechazó el Acuerdo, objetando
fundamentalmente las atribuciones conferidas al Director. El fondo del problema, sin
embargo, era la resistencia a una unificación nacional que ellos no controlaban, y que
implicaba la perdida del manejo de recursos fundamentales de la provincia, como sus
fuerzas armadas y los recursos generados por la aduana, base de la recaudación. Luego
de diversas alternativas Buenos Aires retiró sus representantes del congreso
constituyente y eventualmente se organizó a través de una constitución (1854) como un
“Estado” autónomo, aunque no independiente, previendo eventualmente integrarse a la
nación federal.
Entre tanto, en el interior la mayoría de las situaciones provinciales cambiaron después de
Caseros. En los meses siguientes a la derrota de Rosas (aún antes, en el caso de Jujuy)
movimientos en diferentes provincias desplazaron a los gobernadores para instaurar
nuevos poderes políticos. El panorama es muy variado, pero en definitiva, con muy poca
intervención de Urquiza, y por la propia dinámica de la política local, nuevas dirigencias,
gestadas en buena medida en la década de 1840, y que incluían a viejos Unitarios y
antiguos Federales, se fueron haciendo del poder en la gran mayoría de las capitales del
interior. Frente a la rebelión de Buenos Aires, más allá de algunas dudas, estas
dirigencias provinciales terminarían apoyando férreamente a Urquiza y al congreso
constituyente de Santa Fe.
Se llegó así a una constitución que establecía los principios liberales de soberanía
popular, periodicidad de los mandatos, división de poderes, autonomía provincial,
equilibrios y contrapesos en el poder, derechos y garantías ciudadanos, educación
pública, fomento de la inmigración, entre sus principales rasgos. La capital de la república
se fijaba en la ciudad de Buenos Aires, que pasaba a jurisdicción nacional, junto con su
aduana, pero esta disposición no era operativa, ya que Buenos Aires se mantenía
autónoma.
Hasta 1859 la situación entre Buenos Aires y la nueva Confederación creada por la
constitución de 1853 (que había elegido a Urquiza como presidente) varió poco, con una
búsqueda de reconciliación por momentos, y con fuerte confrontación en otros. Pero en
aquel año la tensión se transformó en Guerra, y el entrerriano venció las fuerzas de
Buenos Aires comandadas por Mitre en la batalla de Cepeda. En derrota, Buenos Aires
aceptó sumarse a la Confederación, preservando el derecho de revisar la constitución
(pacto de San José de Flores), que se juró en la ciudad en 1860. Sin embargo, más allá
de nuevos acuerdos (acuerdo de Vélez Sársfield de junio de 1860, visita de Urquiza y el
nuevo presidente de la Confederación, Santiago Derqui, a Buenos Aires), el conflicto
volvió a surgir, y estalló en una nueva rebelión de la provincia, que derrotó a las fuerzas
comandadas por Urquiza en la Batalla de Pavón.
El entonces gobernador de Buenos Aires y comandante de las fuerzas porteñas,
Bartolomé Mitre, logró, por un lado, contener a los sectores más radicales de su provincia
que propiciaban o bien la independencia definitiva, o bien la conquista a sangre y fuego
de todo el país, y por otro, a los sectores provinciales más radicales, que pretendían
continuar la guerra. Con uso de algo de violencia, algo de dinero, y bastante negociación,
las provincias, en las que había fuertes sectores favorables a una reintegración
negociada, se fueron alineando en su propuesta de reorganización del gobierno nacional
(estos sectores habían sostenido la candidatura de un presidente más negociador que
Derqui, pero fueron derrotados por estrecho margen en la elección presidencial). Al igual
que después de Caseros, hubo cambio de gobierno en casi todas ellas, con la excepción
de Entre Ríos (Urquiza) y Jujuy; se renovó el congreso y Mitre fue electo en lugar de
Derqui, pero fracasó la propuesta de que Buenos Aires fuera sede permanente del
gobierno nacional, tema que recién se resolvería en 1880.
La presidencia de Mitre se inició en un clima de relativa paz y prosperidad, luego de
superada una rebelión con epicentro en La Rioja, liderada por Ángel Peñaloza (el
Chacho). En 1865, sin embargo, conflictos en el Uruguay y la voluntad del presidente
paraguayo Francisco Solano López de intervenir en las cuestiones regionales como lo
hacían sus vecinos, llevaron a que la recientemente unificada República entrara en la
guerra que López emprendiera con Brasil, aliada con este y Uruguay. Pese a la
desigualdad de fuerzas, Paraguay se resistió tenazmente, y su derrota tuvo un altísimo
costo en vidas y recursos para todos los participantes, en especial para Paraguay.
Argentina tuvo costos, pero también beneficios de la guerra, ya que fue el mercado
proveedor de los ejércitos aliados (financiado en buena medida por Brasil y préstamos
externos), y salió de ella con una estructura militar consolidada. Pero el gobierno de Mitre
se debilitó, con su jefe al mando de las tropas en el frente, y con rebeliones y resistencias
a la guerra. Al concluir su mandato, en 1868, se creó un consenso en contra del candidato
porteño sucesor de Mitre, en tanto Urquiza contaba con apoyos insuficientes de los
partidarios de la vieja Confederación, por lo que salió triunfante Sarmiento, apoyado en
muchas provincias y por algunos sectores de Buenos Aires.
En su presidencia se consolidó lo que se había insinuado ya en la década de 1850, y
tomaba cuerpo durante la siguiente. La producción de lana en la provincia de Buenos
Aires dominaba las exportaciones desplazando al cuero, y se expandió ahora al sur de
Santa Fe, donde la colonización agrícola, favorecida por el mercado militar, ocupaba de
manera cada vez más densa la zona centro-norte y Oeste. Concluida la Guerra, el trigo de
Santa Fe se lanzó a la conquista del mercado porteño, y más tarde, a la exportación. La
colonización se expandió por las otras provincias litorales y sur de Córdoba. El proyecto
ferroviario Rosario-Córdoba, frustrado en tiempos de Urquiza por falta de recursos,
iniciado por Mitre, se completó en 1870, en tanto Buenos Aires continuaba expandiendo
su red desde 1857, y se iniciaban nuevos proyectos hacia Tucumán y Mendoza.
La ciudad de Buenos Aires, residencia por ahora transitoria del gobierno nacional,
desarrollaba con vigor su infraestructura urbana, y acogía millares de nuevos habitantes
llegados del exterior. La inmigración era atraída también por Rosario, que se había
consolidado como centro comercial en tiempos de la separación de la Confederación y
Buenos Aires, y por la actividad lanar y de colonización agrícola. En los pueblos
emergentes de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y sur de Córdoba se hacía sentir la
nueva presencia sobre todo de italianos y españoles, en tanto la vieja población criolla se
comenzaba a desdibujar frente a las oleadas extranjeras. En el interior, en cambio, la
transformación era más lenta, y solo la aproximación del ferrocarril iría preparando el
terreno para que algunos puntos se fueran sumando a la transformación, aunque más
débilmente. Estos cambios económicos y sociales iban acompañados por la consolidación
del Estado Nacional, que promovía la educación, fomentaba el crédito a través de un
Banco Nacional, y mejoraba los sistemas administrativos y el control militar y policial del
territorio. Pero el viejo problema de las fronteras indígenas en las pampas y el Chaco
limitaba la expansión territorial, y unas sublevaciones en Entre Ríos, llevadas a cabo por
un antiguo caudillo urquicista, que se iniciara con el asesinato del ya viejo jefe, distrajeron
recursos, haciendo imposible cumplir con la ley 215 de 1867 que decretaba la expansión
de la frontera sur al Río Negro.
Al acercarse el fin del mandato de Sarmiento, su ministro de justicia, Nicolás Avellaneda,
se insinuaba como el más fuerte candidato a sucederlo. El vice-presidente Alsina debió
resignar su candidatura por falta de apoyos en el interior, y Mitre, apoyado en Buenos
Aires por un partido que le era leal, solo contaba con firme sostén en pocas provincias.
Avellaneda reunió apoyo entre muchos gobernadores, formando el Partido Nacional, que
los mitrista llamaban “liga de gobernadores”. Las elecciones eran actos violentos, con voto
cantado, donde los partidos se disputaban el control de las mesas, excluyendo a los
oponentes o fraguando las actas. No eran una base sostenible de legitimidad. Las
efectuadas para diputados nacionales en febrero de 1874, particularmente disputadas en
la provincia de Buenos Aires, dieron lugar a una fuerte reacción mitrista, que junto a la
derrota en las presidenciales a manos de Avellaneda, desencadenaron una revolución,
fácilmente aplastada por la mayoría del ejercito nacional, que se mantuvo leal al gobierno.
La presidencia de Avellaneda, sin embargo, se vio opacada por una fuerte crisis
económica, atribuible ya a la política muy expansiva del gobierno de Sarmiento, ya a una
caída de exportaciones de lana, debida a una crisis en Europa. Las políticas
proteccionistas que se implementaron no lograron revertir la situación por el alto costo de
la mano de obra, y la falta de conocimientos tecnológicos y capitales, pero sí favorecieron,
junto con el ferrocarril, los inicios del desarrollo del azúcar en Tucumán y el vino en
Mendoza.
Una negociación entre Mitre y sus rivales redefinió los partidos a mediados de la
presidencia de Avellaneda, por lo que luego de diversas alternativas, la gran mayoría de
los sectores porteños terminó alineándose tras la candidatura presidencial de su
gobernador, Carlos Tejedor. Entre tanto, Adolfo Alsina, ministro de guerra, había iniciado
con decisión las acciones para poner en vigencia la ley 215. Su muerte abrió las puertas
del ministerio al tucumano Julio Roca, quien con la crisis económica ya superada, en 1879
completó la expansión territorial hasta el Río Negro. Este éxito, junto a la paciente labor
de alianzas suya y del ministro de gobierno de Córdoba, allegado suyo, Miguel Juárez
Celman, le brindó el apoyo del Partido Nacional, que lo llevó al triunfo presidencial. El
gobernador de Buenos Aires, con amplio sostén en la ciudad y en parte de la campaña,
lideró una revuelta contra lo que aparecía como una imposición de las provincias sobre
Buenos Aires. Pero sin una alternativa política clara, esta rebelión contra el Estado
Nacional debió capitular. Con el respaldo de sectores juveniles de Buenos Aires, que en la
ocasión lograron controlar la legislatura porteña gracias al gobierno nacional, se federalizó
la ciudad porteña, y estos sectores, que provenían del autonomismo, se fusionaron con al
Partido Nacional para formar el Partido Autonomista Nacional, que fue el sólido apoyo a
Roca cuando este comenzó su presidencia en octubre de 1880.

Documento 21

Acuerdo de San Nicolás de los Arroyos.

Los infrascriptos, Gobernadores y Capitanes Generales de las Provincias de la


Confederación Argentina, reunidos en la cuidad de San Nicolás de los Arroyos por
invitación especial del Excmo. Señor Encargado de las Relaciones Exteriores de la
República, Brigadier General D. Justo José de Urquiza, a saber el mismo Exmo. Señor
General Urquiza como Gobernador de la Provincia de Entre-Ríos, y representando la de
Catamarca, por Ley especial de esta Provincia el Exmo. Señor Dr. D. Vicente López,
Gobernador de la Provincia de Buenos Aires; el Excmo. Señor General D. Benjamín
Virasoro, Gobernador de la Provincia de Corrientes; el Exmo. Señor General D. Pablo
Lucero, Gobernador de la Provincia de San Luis; el Exmo. Señor General D. Nazario
Benavides, Gobernador de la Provincia de San Juan; el Exmo. Señor General D.
Celedonio Gutiérrez, Gobernador de la Provincia de Tucumán; el Exmo. Señor D. Pedro
Pascual Segura, Gobernador de la Provincia de Mendoza; el Exmo. Señor D. Manuel
Taboada, gobernador de la Provincia de Santiago del Estero, el Exmo. Señor D. Manuel
Vicente Bustos, Gobernador de la Provincia de La Rioja; el Exmo. Señor D. Domingo
Crespo, Gobernador de la Provincia de Santa- Fé. Teniendo por objeto acercar el día de
la reunión de un Congreso General que, con arreglo a los tratados existentes, y al voto
unánime de todos los Pueblos de la República ha de sancionar la constitución política que
regularice las relaciones que deben existir entre todos los pueblos argentinos, como
pertenecientes a una misma familia; que establezca y defina los altos poderes nacionales
y afiance el orden y prosperidad interior; y la respetabilidad exterior de la Nación.
Siendo necesario allanar previamente las dificultades que puedan ofrecerse en la
práctica, para la reunión del Congreso, proveer a los medios más eficaces de mantener la
tranquilidad interior, la seguridad de la República y la representación de la Soberanía
durante el periodo constituyente.
Teniendo presente las necesidades y los votos de los Pueblos que nos han
confiado su dirección, e invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y de toda
justicia. Hemos concordado y adoptado las resoluciones siguientes:
1º - Siendo una Ley fundamental de la República, el Tratado celebrado en 4 de
Enero de 1831, entre las Provincias de Buenos Aires, Santa-Fé y Entre-Ríos por haberse
adherido a él, todas las demás Provincias de la Confederación, será religiosamente
observado en todas sus cláusulas, y para mayor firmeza y garantía queda facultado el
Exmo. Señor Encargado de las Relaciones Exteriores, para ponerlo en ejecución en todo
el territorio de la República.
2ª - Se declara que, estando en la actualidad todas las Provincias de la República,
en plena libertad y tranquilidad, ha llegado el caso previsto en el artículo 16 del precitado
Tratado, de arreglar por medio de un Congreso General Federativo, la administración
general del País, bajo el sistema federal; su comercio interior y exterior, su navegación, el
cobro y distribución de las rentas generales, el pago de la deuda de la República,
consultando del mejor modo posible la seguridad y engrandecimiento de la República, su
crédito interior y exterior, y la soberanía, libertad e independencia de cada una de las
Provincias.
3ª - Estando previstos en el artículo 9 del Tratado referido, los arbitrios que deben
mejorar la condición del comercio interior y reciproco de las diversas provincias
argentinas; y habiéndose notado por una larga experiencia los funestos efectos que
produce el sistema restrictivo seguido en alguna de ellas, queda establecido: que los
artículos de producción o fabricación nacional o extranjera, así como los penados de toda
especie que pasen por el territorio de una Provincia a otra, serán libres de los derechos
llamados de tránsito, siéndolo también los carruajes, buques o bestias en que se
transporten: y que ningún otro derecho podrá imponérseles en adelante, cualquiera que
sea su denominación, por el hecho de transitar el territorio.
4ª - Queda establecido que el Congreso General Constituyente, se instalará en
todo el mes de Agosto próximo venidero; y para que esto pueda realizarse, se mandará
hacer desde luego en las respectivas Provincias, elección de los Diputados que han de
formarlo, siguiéndose en cada una de ellas las reglas establecidas por la Ley de
elecciones, para los Diputados de las Legislaturas Provinciales.
5ª - Siendo todas las provincias iguales en derechos, como miembros de la
Nación, queda establecido que el Congreso Constituyente se formará con dos Diputados
por cada Provincia.
6ª - El Congreso sancionará la Constitución Nacional, a mayoría de sufragios; y
como para lograr este objeto seria un embarazo insuperable, que los Diputados trajeran
instrucciones especiales, que restringieran sus poderes, queda convenido, que la elección
se hará sin condición ni restricción alguna; fiando a la conciencia, al saber y el patriotismo
de los Diputados, el sancionar con su voto lo que creyesen más justo y conveniente,
sujetándose a lo que la mayoría resuelva, sin protestas ni reclamos.
7ª - Es necesario que los Diputados estén penetrados de sentimientos puramente
nacionales, para que las preocupaciones de localidad no embaracen la grande obra que
se emprende: que estén persuadidos que el bien de los Pueblos no se ha de conseguir
por exigencias encontradas y parciales, sino por la consolidación de un régimen nacional,
regular y justo: que estimen la calidad de ciudadanos argentinos, antes que la de
provincianos. Y para que esto se consiga, los infrascriptos usarán de todos sus medios
para infundir y recomendar estos principios y emplearán toda su influencia legítima, a fin
de que los ciudadanos elijan a los hombres de más probidad y de un patriotismo más puro
e inteligente.
8ª - Una vez elegidos los Diputados e incorporados al Congreso, no podrán ser
juzgados por sus opiniones, ni acusados por ningún motivo, ni autoridad alguna; hasta
que no esté sancionada la Constitución. Sus personas serán sagradas e inviolables,
durante este periodo. Pero cualquiera de las Provincias podrá retirar sus Diputados
cuando lo creyese oportuno; debiendo en este caso sustituirlos inmediatamente.
9ª - Queda a cargo del Encargado de las Relaciones Exteriores de la
Confederación el proveer a los gastos de viático y dieta de los Diputados.
10ª - El Encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación instalará y
abrirá las Sesiones del Congreso, por si o por un delegado, en caso de imposibilidad;
proveerá a la seguridad y libertad de sus discusiones; librará los fondos que sean
necesarios para la organización de las oficinas de su despacho, y tomará todas aquellas
medidas que creyere oportunas para asegurar el respeto de la corporación y sus
miembros.
11ª - La convocación del Congreso se hará para la Cuidad de Santa Fe, hasta que
reunido e instalado, él mismo determine el lugar de su residencia.
12ª - Sancionada la Constitución y las Leyes orgánicas que sean necesarias para
ponerla en práctica, será comunicada por el Presidente del Congreso, al Encargado de las
Relaciones Exteriores, y éste la promulgará inmediatamente como ley fundamental de la
Nación haciéndola cumplir y observar. En seguida será nombrado el primer Presidente
Constitucional de la República, y el Congreso Constituyente cerrara sus sesiones,
dejando a cargo del Ejecutivo poner en ejercicio las Leyes orgánicas que hubiere
sancionado.
13ª - Siendo necesario dar al orden interior de la República, a su paz y
respetabilidad exterior, todas la garantías posibles, mientras se discute y sanciona la
Constitución Nacional, los infrascriptos emplearán por si cuantos medios estén en la
esfera de sus atribuciones, para mantener en sus respectivas Provincias la paz pública, y
la concordia entre los ciudadanos de todos los partidos, previniendo o sofocando todo
elemento de desorden o discordia; y propendiendo a los olvidos de los errores pasados y
estrechamiento de la amistad de los Pueblos Argentinos.
14ª - Si, lo que Dios no permita, la paz interior de la República fuese perturbada
por hostilidades abiertas entre una ú otra Provincia, o por sublevaciones dentro de la
misma Provincia, queda autorizado el Encargado de las Relaciones Exteriores para
emplear todas las medidas que su prudencia y acendrado patriotismo le sugieran, para
restablecer la paz, sosteniendo las autoridades, legalmente constituidas, para lo cual, los
demás Gobernadores, prestarán su cooperación y ayuda en conformidad al Tratado de 4
de enero de 1831.
15ª - Siendo de la atribución del Encargado de las Relaciones Exteriores
representar la Soberanía y conservar la indivisibilidad nacional, mantener la paz interior,
asegurar las fronteras durante el período Constituyente, y defender la República de
cualquiera pretensión extranjera, y velar sobre el exacto cumplimiento del presente
Acuerdo, es una consecuencia de estas obligaciones, el que sea investido de las
facultades y medios adecuados para cumplirlas. En su virtud, queda acordado, que el
Excmo. Señor General D. Justo José Urquiza, en el carácter de General en Jefe de los
Ejércitos de la Confederación, tenga el mando efectivo de todas las fuerzas militares que
actualmente tenga en pie cada Provincia, las cuales serán consideradas desde ahora
como partes integrantes del Ejército Nacional. El General en Jefe destinará estas fuerzas
del modo que lo crea conveniente al servicio nacional, y si para llenar sus objetos creyere
necesario aumentarlas, podrá hacerlo pidiendo contingentes a cualquiera de las
provincias, así como podrá también disminuirlas si las juzgare excesivas en su numero ú
organización.
16ª - Será de las atribuciones del Encargado de las Relaciones Exteriores,
reglamentar la navegación de los ríos interiores de la República, de modo que se
conserven los intereses y seguridad del territorio y de las rentas fiscales, y lo será
igualmente la Administración General de Correos, la creación y mejora de los caminos
públicos, y de postas de bueyes para el transporte de mercaderías.
17ª - Conviniendo para la mayor respetabilidad y acierto de los actos del
Encargado de las Relaciones Exteriores en la dirección de los negocios nacionales
durante el período Constituyente, el que haya establecido cerca de su persona un
Consejo de Estado, con el cual pueda consultar los casos que le parezcan graves:
quedando facultado el mismo Exmo. Señor para constituirlo nombrando a los ciudadanos
argentinos que por su saber y prudencia, puedan desempeñar dignamente este elevado
cargo, sin limitación de número.
18ª - Atendidas las importantes atribuciones que por este Convenio recibe el
Excmo. Señor Encargado de las Relaciones Exteriores, se resuelve: que su título sea de
Director Provisorio de la Confederación Argentina.
19ª - Para sufragar a los gastos que demanda la administración de los negocios
nacionales declarados en este acuerdo, las Provincias concurrirán proporcionalmente con
el producto de sus Aduanas exteriores, hasta la instalación de las autoridades
constitucionales, a quienes exclusivamente competirá el establecimiento permanente de
los impuestos nacionales. Del presente Acuerdo se sacarán quince ejemplares de un
tenor destinados: uno al Gobierno de cada Provincia y otro al Ministerio de Relaciones
Exteriores. Dado en San Nicolás de los Arroyos, a treinta y un días del mes de Mayo de
mil ochocientos cincuenta y dos. Justo José Urquiza, por la Provincia de Entre Ríos, y en
representación de la de Catamarca; Vicente López; Benjamín Virasoro; Pablo Lucero;
Nazario Benavides; Celedonio Gutiérrez; Pedro P. Segura; Manuel Taboada; Manuel
Vicente Bustos; Domingo Crespo.

Artículo adicional al Acuerdo celebrado entre los Exmos. Gobernadores de las


Provincias Argentinas, reunidas en San Nicolás de los Arroyos.

Los Gobiernos y Provincias que no hayan concurrido al Acuerdo celebrado en esta


fecha, o que no hayan sido representados en él, serán invitados a adherir por el Director
Provisorio de la Confederación Argentina, haciéndoles a éste respecto las exigencias a
que dan derecho el interés y los pactos nacionales. Dado en San Nicolás de los Arroyos,
a treinta y un días del mes de Mayo del año mil ochocientos cincuenta y dos. Justo José
Urquiza, por la Provincia de Entre Ríos, y en representación de la de Catamarca; Vicente
López; Benjamín Virasoro; Pablo Lucero; Nazario Benavides; Celedonio Gutiérrez; Pedro
P. Segura; Manuel Taboada; Manuel Vicente Bustos; Domingo Crespo.

1º de junio de 1852

Fuente: Sabsay (1975: 492 y ss.).

Documento 22

Pacto de San José de Flores.

10 de noviembre de 1859 - Pacto de San José de Flores.


1° Buenos Aires se declara parte integrante de la Confederación Argentina, y
verificará su incorporación por la aceptación y jura solemne de la Constitución Nacional.
2° Dentro de veinte días de haberse firmado el presente convenio, se convocará
una convención provincial que examinará la Constitución de mayo de 1853, vigente en las
demás provincias argentinas.
3° La elección de los miembros que formarán la convención se hará libremente por
el pueblo, y con sujeción a las leyes que rigen actualmente en Buenos Aires.
4° Si la Convención Provincial, aceptase la Constitución sancionada en Mayo de
1853, y vigente en las demás provincias argentinas, sin hallar nada que observar a ella, la
jurará Buenos Aires solemnemente en el día y en la forma que esa convención provincial
designare.
5° En el caso que la convención provincial manifieste que tiene que hacer reformas
en la Constitución mencionada, esas reformas serán comunicadas al Gobierno Nacional
para que, presentadas al Congreso Federal Legislativo, decida en convocación de una
convención ad-hoc que las tome en consideración y a la cual la provincia de Buenos Aires
se obliga a enviar a sus diputados con arreglo a su población, debiendo acatar lo que esta
convención así integrada decida definitivamente salvándose la integridad del territorio de
Buenos Aires que no podrá ser dividido, sin el consentimiento de su legislatura.
6° Ínterin llega la mencionada época, Buenos Aires no mantendrá relaciones
diplomáticas de ninguna clase.
7° Todas las propiedades de la provincia que le dan sus leyes particulares como
sus establecimientos públicos de cualquier clase y género que sean, seguirán
correspondiendo a la provincia de Buenos Aires, y serán gobernados y legislados por la
autoridad de la provincia.
8° Se exceptúa del artículo anterior la Aduana que, como por la Constitución
federal corresponden las aduanas exteriores a la Nación, queda convenido en razón de
ser casi en su totalidad las que forman las rentas de Buenos Aires, que la Nación garante
a la provincia de Buenos Aires su presupuesto de 1859 hasta cinco años después de su
incorporación, para cubrir sus gastos inclusive su deuda interior y exterior.
9° Las leyes actuales de aduanas de Buenos Aires sobre el comercio exterior
seguirán rigiendo hasta que el Congreso Nacional, revisando las tarifas de aduana de la
Confederación y Buenos Aires, establezca la que ha de regir para todas las aduanas
exteriores.
10° Quedando establecido por el presente pacto, un perpetuo olvido de todas las
causas que han producido nuestra desgraciada desunión, ningún ciudadano argentino
será molestado por hechos u opiniones políticas durante la separación temporal de
Buenos Aires, ni confiscados sus bienes por las mismas causas conforme a las
constituciones de ambas partes.
11° Después de ratificado este convenio, el Ejército de la Confederación, evacuará
el territorio de Buenos Aires, dentro de quince días, y ambas partes contratantes reducirán
sus armamentos al estado de paz.
12° Habiéndose hecho ya en las provincias confederadas la elección de
presidente, la provincia de Buenos Aires puede proceder inmediatamente al
nombramiento de electores para que verifiquen la elección de presidente, hasta el 1° de
enero próximo, debiendo ser enviadas las actas electorales antes de vencido el tiempo
señalado para el escrutinio general, si la provincia de Buenos Aires hubiese aceptado sin
reservas la Constitución Nacional.
13° Todos los generales, jefes y oficiales del Ejército de Buenos Aires dados de
baja desde 1852, y que estuviesen actualmente al servicio de la Confederación, serán
restablecidos en su antigüedad, rango y goce de sus sueldos, pudiendo residir en la
provincia o en la Confederación, según les conviniere.
14° La República del Paraguay, cuya garantía ha sido solicitada tanto por el Exmo.
Señor Presidente de la Confederación Argentina, cuanto por el Exmo. Gobierno de
Buenos Aires, garante el cumplimiento de lo estipulado en este convenio.
15° El presente convenio será sometido al Exmo. Señor Presidente de la
República del Paraguay, para la ratificación del artículo precedente en el termino de
cuarenta días, o antes si fuera posible.
16° El presente convenio será ratificado por el Exmo. Señor Presidente de la
Confederación y por el Exmo. Gobierno de Buenos Aires, dentro del término de cuarenta y
ocho horas o antes si fuera posible.
En fe de lo cual el Ministro Mediador y los Comisionados del Exmo. Señor
Presidente de la Confederación y del Exmo. Gobierno de Buenos Aires lo han firmado y
sellado con sus sellos respectivos. Fecho en San José de Flores, a los diez días del mes
de noviembre del año 1859.

Francisco S. López - Tomás Guido - Carlos Tejedor - Juan E. Pedernera - Juan Bautista
Peña - Daniel Aráoz.

Fuente: Sabsay (1975: 574 y ss.).

Documento 23

Carta de J. J. de Urquiza a Antonio Sarco, referida a Mansilla al comienzo de presidencia


de Sarmiento.

San José, Agosto 13 de 1869


Señor Dr.
D. Antonio Zarco
Mi distinguido amigo:
Acabo de recibir su apreciable carta del 6 del corriente incluyéndome la que le
dirige desde Córdoba el Coronel D. Lucio V. Mansilla pidiéndole se interese V. conmigo a
fin de que retire al “Progreso”, diario de esa Ciudad, la subvención protección (tachado en
el original) que según el mismo Coronel de mi recibe le he señalado, pues de lo contrario
habría derecho a dudar de mi lealtad respecto al Señor Presidente de la República, dadas
las manifestaciones que he hecho últimamente en diferentes actos públicos. El Coronel
Mansilla agrega también, que procediendo así, me coloco en la verdadera posición que
me corresponde como argentino amante de mi Patria, alejándome de los pasados errores
(subrayado en el original).
Empiezo por declararle que mucho me he sorprendido al leer las cartas del
Coronel Mansilla. Ella está en oposición al carácter liberal de que ese joven blasona y que
he creído descubrir en él otras veces, puesto que no se puede buenamente hacer un
pedido semejante sin manifestarse reñido con las ideas de libertad y de progreso que en
la época actual dominan.
Efectivamente un diario de oposición no debe preocupar a ningún Gobierno que
marche por la senda del bien, ajustando sus actos a las prescripciones de la Constitución
y de las leyes. Al contrario si alguna satisfacción puede sentir un gobernante con orgullo,
es el ver asegurada en su país la libertad del pensamiento: los diarios de oposición deben
considerarse como un testimonio vivo, irrecusable de que las garantías del ciudadano son
una verdad; la existencia de ellos solo es imposible e inconveniente cuando impera la
tiranía o el despotismo.
Siempre lo he pensado así. Vd. Lo sabe muy bien; lo sabe el Coronel Mansilla que
habiendo permanecido a mi lado cuando presidía la República tuvo ocasión de conocer
mis opiniones al respecto. Recuerdo que en Córdoba casualmente se publicaba entonces
un diario “El Imparcial” que le hacía a mi Gobierno una oposición furiosa. Yo jamás traté
de hacerlo callar; al contrario, lo leía con más interés que a los otros porque a veces
indicaba algo que el Gobierno podía remediar y que habría ignorado si ese diario no
hubiese existido. Posteriormente siendo Gobernador de Entre Ríos, se han publicado en
varias ciudades de esta Provincia periódicos de oposición exaltadísimos. Carriego en el
Paraná, muchos otros en Gualeguaychú han escrito con toda independencia, sin temor y
sin reserva. Hoy mismo, en el Uruguay, ve la luz “El Independiente”, redactado por
empleados nacionales, el cual censura los actos de mi Gobierno con dureza y hasta ha
sobrepasado como los otros diarios a que me he referido los límites de la ley y aún así
mismo, no lo he mandado acusar, pudiendo hacerlo apoyado en las leyes vigentes que
reglamentan el derecho de escribir por la prensa.
He citado estos antecedentes sólo con el objeto de acreditar que siempre tuve las
mismas opiniones que acabo de manifestarle y porque considero esos hechos como un
timbre muy honroso para mí, que tengo derecho a ostentar en todas las oportunidades
que se presenten.
En cuanto a “El Progreso” de Córdoba, no puedo decir que he leído todos sus
números; pero más de una vez he simpatizado con las ideas de sus redactores
considerándolos patrióticamente inspirados. Ese diario, a pesar de que los Gobiernos
locales lo han perseguido tenazmente, ha continuado con rara constancia y abnegación
sosteniendo sus opiniones de modo enérgico e independiente; pocas veces se ven esos
ejemplos de valor y de civismo en los periodistas de nuestro país.
Repito que no he leído todos los números del “Progreso”, así es que ignoro si
alguna vez ha dado lugar a que se le acuse de hacer una oposición sistematizada. Al
contrario, me ha parecido que ese diario trata las cuestiones políticas con altura, y si bien
es cierto que ha condenado las intervenciones armadas a las provincias y que ahí mismo
se opone a ellas con calor, defendiendo la autonomía y los derechos de los estados, no lo
es menos que sin embargo de haber sido opositor a la candidatura del Señor Sarmiento,
elegido éste, cesó sus ataques al ciudadano, refiriéndose de una manera respetuosa al
primer magistrado de la República.
Yo no condeno la oposición que se hace en el terreno del derecho a las
intervenciones armadas; le confieso que si fuese periodista, no cesaría de atribuirles
todos los males que han experimentado las Provincias Argentinas, sosteniendo además
que si continúan durante la actual administración, como en la anterior, debe desesperarse
del porvenir de estos países. Y esto no se lo digo a V. sólo. El mismo señor Sarmiento a
quien he tenido ocasión de escribir varias veces, ha podido descubrir en mis cartas estas
ideas, manifestadas con la lealtad con que siempre me expreso y a que estoy obligado.
Creo ahora, como he creído siempre, que los conflictos en las Provincias deben salvarse
con discreción y prudencia y no a sangre y fuego. Podré estar equivocado, pero no me
faltan hechos muy elocuentes que citar en apoyo de mis convicciones. Siendo Presidente
de la Confederación ocurrieron desórdenes en algunas Provincias; a ninguna de ellas
mandé jamás ejércitos ni intervenciones. Comisionados pacíficos, miembros del congreso
casi siempre eran investidos con el carácter de representantes de la Autoridad Suprema y
bastaba el prestigio de las instituciones para que mereciesen de los partidos en lucha
acatamiento y respeto. Ahí está un ejemplo reciente en la cuestión de Corrientes. Hizo
más el Dr. Vélez en ocho días sin ejército, que el General Mitre trayendo del Paraguay
fuerza armada para imponer su autoridad en aquella Provincia.
Pero observo que me aparto del objeto que motiva esta carta y debo volver a las
indicaciones del Coronel Mansilla respecto al “Progreso” de Córdoba.
Se dice que ese diario es defensor de los Taboadas, como si defender al
Gobernador de Santiago fuese una falta grave un delito [sobrepuesto] de lesa patria,
cuando la verdad es que hasta hoy no ha sido declarado rebelde, ni se le ha hecho
ninguna acusación formal. Es cierto que ha escrito una carta inconveniente por los
términos en que está redactada al Presidente de la República, cuya carta, sin embargo,
en el fondo, se reduce a demostrar lo mismo que acabo de exponer respecto a las
intervenciones armadas y a la permanencia inútil de Jefes nacionales con fuerza en
Provincias que como Tucumán y Salta se encuentran en paz.
Es preciso siempre estudiar los antecedentes de ciertos hechos para emitir una
opinión sobre ellos. Mientras se conserven los temores de guerra civil, las pasiones se
han de manifestar exageradamente y no se puede exigir calma cuando me están agitando
con imprudencia los antiguos odios. Yo no extraño que el “Progreso” de Córdoba defienda
con calor a los Taboadas desde que el “Nacional” de Buenos Aires los califica de
bandidos, asesinos y ladrones, siendo de notar que a este diario se le considere como
inspirado en el gabinete nacional.
Si no se abandona el lenguaje de los insultos y de las recriminaciones, han de
continuar los desórdenes y las luchas.
En cuanto a las manifestaciones que he hecho en diferentes actos respecto a la
decisión y lealtad con que he acatado la autoridad del actual Presidente de la República,
no son más que el cumplimiento de un deber común a todos los argentinos y que yo por lo
mismo de haber contribuido a fundar las instituciones que nos rigen, debo practicar como
el primero, sin que por eso haya renunciado a manifestar mis convicciones como
ciudadano ejercitando un derechos que esas mismas instituciones me garanten. Puede
confiar el pueblo Argentino en la seguridad de que el General Urquiza jamás manchará su
nombre con ningún acto indigno y que su espada no se ha de poner al servicio de ningún
círculo ni facción, sino que brillará en las filas de los que de buena fe trabajan porque este
gran pueblo siga tranquilo por la senda del progreso y de reparación hasta alcanzar un
porvenir digno de sus preciosos elementos y riquezas.
Solo a una ligereza involuntaria atribuyo la referencia que hace el Coronel Mansilla
a los pasados errores. Puedo haber errado alguna vez como todos los hombres en
pequeños detalles, pero nadie tiene derecho para acusarme de que haya provocado la
anarquía y la guerra civil en mi país, ni que haya abandonado las filas de los defensores
de la Constitución, poniéndome al servicio de pasiones mezquinas. Desde mis primeros
años he creído que la única forma de Gobierno posible en esta República es la federal y
siempre he deplorado que los opositores a ella, sin contar con la opinión de los pueblos,
hubiesen contribuido más bien a entronizar el despotismo ¿Puede afirmarse que esa
convicción mía respecto al sistema de Gobierno es un error? ¿El Coronel Mansilla es el
indicado para decidir una cuestión que viene debatiéndose desde hace cincuenta y nueve
años en nuestro país y tan luego dar su fallo en contra de las ideas triunfantes en el
terreno de la lucha y en el de la discusión también? No importa otra cosa calificar como
errores mis actos anteriores, pues todos ellos se inspiraban en el deseo de hacer triunfar
las instituciones que nos rigen y afianzar su imperio, salvando la autonomía de los
pueblos. Cítense sino mis procedimientos contrarios, a menos que se repitan las
acusaciones calumniosas de que he sido víctima; pero eso no lo ha de hacer el Coronel
Mansilla cuya honradez y cuyo patriotismo estimo, aunque quisiera verlo ahora ejerciendo
la legítima influencia que se ha conquistado con sus servicios al país en el sentido de
alejar toda causa de guerra civil, y de no incurrir en las faltas a que la pasión arrastró al
General Mitre en el último período Presidencial.
No es serio hacer alto ante un periódico que se publica donde la ley rige el
derecho de escribir. Si se hace [ilegible] sobrepasa los límites de ese derecho, incurre en
responsabilidad, y ahí están los tribunales ordinarios para reprimirlos si calumnia, si acusa
al Gobierno de faltas que no haya cometido. Hágaselo Vd. Así presente al Coronel
Mansilla y manifiéstele, que aún en el caso de proteger ese diario, como he protegido los
que me hacían y me hacen oposición en Entre Ríos, cuyas imprentas he comprado con
mis recursos particulares y sin embargo dejaba que por ellas se me atacase. Yo he de ser
consecuente con mis declaraciones anteriores, sin que nada, ni la ingratitud pueda
desviarme del deber.
Y agréguele más al Coronel Mansilla y es la esperanza que abrigo de verlo muy
pronto empeñarse porque el Gobierno de la República abandone la política de las
intervenciones para entrar resueltamente en otra más en armonía con el patriotismo y la
ilustración de las personas que lo forman; en quienes reconozco un ardiente deseo de
hacer el bien, cicatrizando las heridas abiertas por las pasadas luchas que han convertido
en verdaderas ruinas a pueblos que, como el de la Rioja, han podido ser salvados de un
sacrificio estéril, si los gobernantes estudiando con calma los sucesos y el grado de
civilización a que habían llegado esas poblaciones hubiesen adoptado otra marcha para
encaminarlos a la buen senda, haciéndolos someter prudentemente al régimen
constitucional de que se habían apartado por un momento.
El Coronel Mansilla debe comparar esas desgraciadas Provincias con las del
litoral, con Buenos Aires, con Entre Ríos, adonde pueblos que han sabido hacerse
guardar sus inmunidades y derechos, para persuadirse de que es preciso, cuanto antes,
ayudarlas a restablecerse y no provocarlas a que concluyan de arruinarse cayendo en el
abismo insondable de la anarquía.
Dele Vd. ese consejo al Coronel Mansilla. Es de un argentino que habiendo
llegado a unas alturas tenido la gloria de libertar a su patria conquistándose el cariño y el
respeto de sus ciudadanos, no abriga hoy en su pecho aspiraciones de ninguna clase,
sino es la de morir con la convicción de que su patria [sobrepuesto] sus hijos, el pueblo de
su nacimiento se vea libre de un peligro inminente, libre de retroceder a la época aciaga
de las luchas civiles en que se ha derramado tanta sangre, en que se han esterilizado
tantos esfuerzos.
Con este motivo me remito como siempre su affmo.
Am
Y S. S.

Fuente: Archivo General de la Nación, Sala VII, Archivo Victorica. Legajo 3141

Documento 24

La esquila, por Juan Leon Palliere.

Fuente: Ilustración reproducida desde


https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/b/be/Juan_Leon_Palliere_-
_La_esquila.png

Documento 25
Ovinos y vacunos al norte del río Salado (provincia de Buenos Aires).

Años Ovinos (miles de cabezas) Vacunos (miles de cabezas)


Norte Centro y Total Norte Centro y Total
Sur Sur
1865 23246 14736 37982 1519 4619 6138
1881 27127 30691 57838 1440 3314 4754
1888 17100 34139 51239 1534 6809 8343

Fuentes: Sabato (1989: 213)

Documento 26

Proyecto de división territorial de las Provincias de la República Argentina… 1869.


Fuente: Archivo General de la Nación, Mapa de la República Argentina: Limitación
territorial de las provincias y demarcación de los territorios nacionales presentado al
Congreso por el senador Nicasio Oroño. Año 1869. Mapoteca II - 8.

Documento 27
Desarrollo ferroviario, 1860-1910.
1860

Fuente:: Zalduendo (1975: 335).

Documento 28
Exportaciones 1810-1870, promedio anual por quinquenio de los principales productos y
valor de mercado del total.

Período, Cueros, Sebo, tns. Lana, tns. Carne Valor de


promedio unidades salada, tns. mercado
anual
1810-14 625.539 132.741 3.280 6.463 5916
1815-19 653.887 127.525 23.012 26.565 6494
1820-24 513.202 46.226 22.130 84.143 5489
1825-29 755.027 16.962 30.808 147.590 5069
1830-34 819.706 33.467 48.555 170.221 8839
1835-39 823.635 100.249 164.706 178.877 8470
1840-44 1.617.628 346.124 425.291 149.261 12824
1845-49 2.961.342 798.120 821.908 553.478 16924
1850-54 1.825.819 595.083 679.034 381.713 18832
1855-59 1.333.324 449.885 1.224.941 323.933 23010
1860-64 1.629.479 561.766 2.368.489 356.003 27567
1865-70 2.199.297 2.584.548 5.266.845 496.332 45277

Fuente: elaborado en base a Newland (1998).

Documento 29

Cuadros con exportaciones ganaderas, agrícolas y forestales.

Cuadro A :
EXPORTACIONES GANADERAS ARGENTINAS 1875-1938 (en mill. $ oro)
Anim- Carne Carne Carne Deriv.
ales bov. bov. ov. cárnico Cue- % total
Año vivos enfri. con g. cong. s* ros Lanas ganad.
1875 - 1879 3,3 0 0 0 14 35 40,1 92,4
1880 - 1884 1,6 0 0 0 7,9 28,9 45,9 84,3
1885 - 1889 1,4 0 0 1,1 5,9 23,2 42,2 73,8
1890 - 1894 3,34 0 0,06 3,44 7,06 16,1 29,24 59,24
1895 - 1899 7,62 0 0,44 4,78 4,2 13,28 32,92 63,24
1900 - 1904 3,26 0 4,88 5,74 3,28 10,98 20,76 48,9
1905 - 1909 1,54 0,06 7,24 3,48 2,02 7,96 16,72 39,02
1910 - 1914 2,44 1,3 11,78 3,04 2,9 9,74 12,2 43,4
1915 - 1919 1,16 0,56 16,04 1,6 8,06 9 14,4 50,82
1920 - 1924 0,52 4,98 6,14 1,8 3,64 6,86 7,82 31,76
1925 - 1929 0,84 7,56 3,4 1,6 3,64 7,48 8,24 32,76
1930 - 1934 0,58 10,18 1,44 1,86 2,9 5,72 7,24 29,92
1935 - 1938 0,65 9,95 1,175 2,025 2,8 6,125 8,625 31,35
* Tasajo, sebo, grasa, extracto de carne, carne en conserva.

Fuente: Míguez y Rayes (2014).

Cuadro B:
EXPORTACIONES AGRICOLAS y FORESTALES (en mill. $ oro)
Agríc. Harina Quebr % agric.
AÑO Trigo Maíz Lino varios * de trigo acho** Y forest.
1875 - 1879 0,3 0,2 0 0 0 0 0,5
1880 - 1884 1,9 1,7 0 0 0 0 3,6
1885 - 1889 4,9 7,5 1,4 0 0 0 13,8
1890 - 1894 19,9 6,3 2,26 0 0,94 0,72 30,12
1895 - 1899 12,6 7,7 4,74 0,06 1,44 1,14 27,66
1900 - 1904 19,18 11,96 8,84 0,12 1,28 1,58 43
1905 - 1909 26,5 13,08 10,18 1,26 1,44 1,82 54,32
1910 - 1914 17,9 15,62 9,56 3,3 1,4 2,34 49,98
1915 - 1919 18,28 9,16 6,46 2,3 2,1 2,86 41,14
1920 - 1924 25,1 15,66 12,56 2,52 1,28 1,96 58,5
1925 - 1929 21,94 18,2 12,18 2,8 1,3 2,2 57,46
1930 - 1934 17,32 21,46 13,5 3,68 0,72 2,62 57,42
1935 - 1938 15,35 21,55 12,85 3,925 0,675 2,425 54
* Avena, cebada, centeno. **Extracto y rollizos

Fuente: Míguez y Rayes (2014).


Cuadro C:
Exportaciones argentinas, grandes rubros y total. % y Mill. $ oro.
% % % Valor medio
AÑO Ganaderas Agrícolas Otras anual
1875 - 1879 92,4 0,5 7,1 62
1880 - 1884 84,3 3,6 12,1 67
1885 - 1889 73,8 13,8 12,4 76
1890 - 1894 59,24 30,12 10,64 90
1895 - 1899 63,24 27,66 9,1 141
1900 - 1904 48,9 43 8,1 210
1905 - 1909 39,02 54,32 6,66 351
1910 - 1914 43,4 49,98 6,62 420
1915 - 1919 50,82 41,14 8,04 652
1920 - 1924 31,76 58,5 9,74 697
1925 - 1929 32,76 57,46 9,78 889
1930 - 1934 29,92 57,42 12,66 343
1935 - 1938 31,35 54 14,65 311

Fuente: Míguez y Rayes (2014).


Unidad V: La Argentina “moderna” (1880-1910)

Por María Liliana Da Orden

Introducción
Con el triunfo del Ejército Nacional sobre la provincia de Buenos Aires levantada en armas
por el gobernador Carlos Tejedor (Revolución del ´80) se sellaba un largo proceso de
construcción del Estado Nacional. Parafraseando el título del libro de Juan B. Alberdi, la
República Argentina se consolidaba con Buenos Aires como capital. No es extraño que
esto se produjera después de un enfrentamiento armado. La guerra había recorrido casi
sin interrupción las décadas que sucedieron a las luchas por la independencia –de las
provincias entre sí, en su interior y por supuesto, frente al poder central-. De hecho, la
violencia y las armas constituyeron una de las formas de hacer política, aún en el marco
de los procesos electorales. Ante ese panorama y, sobre todo, ante el reciente
enfrentamiento, se entiende el lema “Paz y Administración” que utilizó Julio A. Roca en su
discurso al asumir la presidencia. Con ello se desplegarían las fuerzas productivas que
generarían un progreso indefinido, según las ideas positivistas vigentes.
Y esto pareció así en muchos aspectos, al punto que puede considerarse que en este
período se produjo el paso de una Argentina criolla, en términos de José Luis Romero, a
una Argentina moderna. Esto supuso una mayor inserción del país en el sistema
capitalista de la “Era del Imperio”, como Eric Hobsbawn calificó este período.
Las profundas transformaciones requerían del consenso de las dirigencias. Si en el plano
ideológico ello estaba dado por las ideas del liberalismo –pese a la oposición
circunstancial del sector católico-, en la práctica política esto se logró por medio de la
hegemonía del Partido Autonomista Nacional (PAN), producto de alianzas entre
gobernadores y dirigencias provinciales del interior con el autonomismo porteño. Más allá
de su nombre, el PAN carecía de los rasgos de un partido: no era orgánico, ni
programático. De hecho, el funcionamiento personalista hace de Roca y el roquismo un
denominador común del período. Este orden político se caracterizaba por el control de la
sucesión (Botana, 1977), según el cual Presidente de la Nación tenía un peso decisivo en
la “elección” de su sucesor, hecho que se replicaba en las situaciones provinciales con los
gobernadores. Cuando no era así, el poder central hacía uso de la poderosa herramienta
de la intervención que volcaba la situación en favor de la facción que lo apoyaba. Existen
estudios que han relativizado este poder del Presidente -Roca en particular-, señalando
que en realidad éste podía sostenerse gracias al delicado manejo de las cambiantes
coaliciones existentes en las provincias (Alonso, 2010).
Como sea, una dirigencia política muy reducida, integrada por miembros de la élite socio-
económica, aunque no perteneciente a los sectores más encumbrados de la poderosa
clase terrateniente (Hora, 2003) -militares, profesionales, periodistas, integrantes de
familias con trayectoria política-, daban cuenta del establecimiento de una República
restrictiva. Aunque el sufragio era universal (masculino), en la práctica la participación
electoral era escasa, salvo en los momentos de mayor competencia entre facciones,
mientras que las elecciones se controlaban a través de distintos mecanismos de fraude.
De ahí el nombre de “máquina” al proceso de control del sufragio.
Frente esto se alzó el sector de la dirigencia marginada del PAN. Bartolomé Mitre en
primer lugar, pero también los críticos del sistema que había establecido Miguel Juárez
Celman durante su presidencia. El juarizmo o “unicato” y la crisis económica provocaron
la alianza de opositores de distinta extracción y el frustrado intento de derrocar al gobierno
en la Revolución del Parque (1890). No obstante quedó conformada la Unión Cívica con
figuras tan distintas como Mitre y Leandro Alem. El acuerdo al que llegó el primero con
Roca y Carlos Pellegrini para evitar el enfrentamiento electoral dio origen a la formación
de la Unión Cívica Radical (1891), opuesta al régimen. Surgió así el radicalismo,
considerado por Paula Alonso como el primer partido orgánico y moderno, que levantó
como bandera la limpieza del sufragio. Años después también se fundó el Partido
Socialista (1896) en defensa de la clase trabajadora y la democratización política y social.
El reformismo de un sector de la dirigencia abrió paso a la idea de la necesidad de un
cambio en el sistema electoral que democratizara el sistema. Esta tendencia se nutrió
además por el alejamiento de Carlos Pellegrini, enemistado con Roca, y la división del
PAN (Castro, 2012). Con la vigencia de la lista completa, todos los cargos recaían en el
partido que tuviera más votos aunque no fuera mayoritario. El cambio por el sistema de
circunscripciones uninominales (un pequeño distrito / un cargo) fue una reforma que sólo
duró una elección presidencial (1905). Hacia el Centenario existía acuerdo sobre la
necesidad de un sistema que incorporara en el Congreso a los partidos minoritarios y
garantizara la limpieza del sufragio. El presidente Roque Sáenz Peña se propuso impulsar
tal reforma con la ley electoral promulgada en 1912.
Como indicamos, fue en este período en que, con oscilaciones y crisis, el país se
incorporó plenamente al mercado atlántico: recibió capitales y oleadas migratorias que
partían de distintos lugares de Europa a la par que alimentó buena parte del comercio
internacional a través de la exportación de productos agropecuarios y la importación de
bienes durables y de consumo. Todo ello tuvo efectos decisivos en la transformación de la
economía y la sociedad, en particular en la rica zona pampeana.
El Estado tuvo un papel destacado en estas transformaciones. Ya había sido así desde la
sanción de la Constitución Nacional y la legislación posterior. Dicha tendencia se
profundizó para canalizar y al mismo tiempo dar respuesta a la celeridad de los cambios.
Entre otras se sancionaron: la Ley de Tierras (1881), la Ley de Unificación Monetaria
(1881) y las de creación la Caja de Conversión y del Banco de la Nación (1891). Con ellas
se buscó generar un marco al mercado de tierras –en particular por la incorporación de
las enormes extensiones de la Patagonia y el Noreste del país, después de las
conquistas-, así como el establecimiento de pautas básicas para el mercado financiero,
sobre todo a partir de la crisis de 1890. El Estado también se hizo presente en políticas
tendientes a la modernización de la sociedad tales como la Ley de Educación Común
(1884) que establecía la educación primaria obligatoria y promovía el laicismo y con ello
su avance en ámbitos que hasta el momento habían estado en manos de la Iglesia.
También la ley de creación del Registro Civil (1884) y la de Matrimonio Civil (1888)
tuvieron esa tendencia. A comienzos del siglo XX el avance estatal puede observarse
además en la Ley de servicio militar obligatorio (1901) que al incorporar a todos los
argentinos de 21 años a la instrucción militar también tendió a su nacionalización. En
cuanto al mundo del trabajo, el reformismo de un sector de la dirigencia propició la
creación de un Código Nacional del Trabajo –que no prosperó-, y años después el
establecimiento del Departamento Nacional del Trabajo (1907).
Aunque la actividad que revelan estas leyes se desarrolló durante varias décadas, requirió
de una significativa ampliación y organización de la administración así como de
importantes recursos. Así, resulta evidente el incremento de gastos y de personal en
ministerios como el de Interior; Justicia, Culto e Instrucción Pública o Agricultura y
Ganadería frente a los que hasta los años ochenta se habían destinado al Ejército
(Oszlak, 1997). De ahí la necesidad de recursos que básicamente procedían de la
Aduana (impuestos a la importación y en menor medida a la exportación) pero que
debieron completarse con empréstitos. Los préstamos al Gobierno Nacional y también a
los gobiernos provinciales, fueron la inversión más destacada de los capitales extranjeros
después de los ferrocarriles.
En efecto, en pleno librecambismo y expansión de la economía internacional -más allá de
las crisis cíclicas-, los capitales europeos y norteamericanos afluían al país bajo la forma
de inversiones en infraestructura, bancos, tierras y otros bienes inmuebles, frigoríficos,
etc. Los ferrocarriles constituyeron una de las principales inversiones de los ingleses y, en
menor medida, también de los franceses –en Santa Fe, por ejemplo-, aunque la inversión
estatal no estuvo al margen (Zalduendo, 1980). Las empresas ferroviarias, estimuladas
especialmente por las concesiones de Juárez Celman, vertebraron el territorio permitiendo
no sólo el transporte de mercaderías y pasajeros sino también la nacionalización de los
mercados. El fin de las fronteras interiores, además de los costos sociales y culturales que
supuso la dominación y en muchos casos exterminio de los pueblos indígenas, incorporó
a las provincias y al Estado nacional vastísimas extensiones de tierra. Aunque la
legislación establecía ciertos límites en cuanto a la propiedad privada en esos nuevos
territorios, en la práctica esto consolidó a la clase terrateniente, sobre todo en la zona
pampeana.
Capitales y tierras extraordinariamente fértiles se conjugaron con la llegada masiva de
inmigrantes, predominantemente italianos a finales del siglo XIX y fundamentalmente
españoles en la centuria siguiente. En su mayoría llegaron de manera espontánea,
atraídos por el crecimiento económico. Con la ayuda de parientes y paisanos que
formaron cadenas migratorias y de trabajo se insertaron en las ciudades en plena
expansión y por supuesto en el campo. En la provincia de Buenos Aires, sur de Córdoba y
de Santa Fe o en el Territorio Nacional de La Pampa, trabajaron como peones y
jornaleros por un salario. Los que reunieron algún capital se convirtieron en arrendatarios
rurales. La producción mixta, que combinaba la cría de ganado vacuno y el cultivo de
cereal, hizo posible la extensión del arriendo y con ello la principal forma en que los
inmigrantes tuvieron acceso a la tierra. En los buenos tiempos ello les permitió una
acumulación de capital y en algunos casos el acceso a pequeñas propiedades en el
campo o, con más frecuencia, en los pueblos y ciudades, dando origen a una franja de
sectores medios rurales. La colonización fue por el contrario la principal forma de
incorporación de inmigrantes a la producción rural en las provincias de Santa Fe y Entre
Ríos, aunque también en algunas localidades bonaerenses y de otras provincias y
territorios. Esto dio un extraordinario impulso a la producción de trigo, maíz, lino y avena
ubicando al país entre los primeros exportadores del mundo. Desde los primeros años del
siglo XX los cereales fueron el principal rubro exportable. La producción de carne vacuna
de calidad destinada al mercado inglés fue otro rubro significativo, junto con la exportación
del lanar. Aunque el papel de la industria en este período constituye un objeto de debate
(Korol, 2000), existió un eslabonamiento entre la producción agropecuaria destinada a la
exportación y el sector secundario -molinos, frigoríficos, fábricas de arpillera, de
maquinaria sencilla, etc. (Gallo, 1998)-. La construcción fue otro de los sectores que
alcanzó gran despliegue: los grandes puertos, los edificios públicos y privados, etc.,
además de los talleres y fábricas y por supuesto el comercio, donde los inmigrantes se
incorporaron como mano de obra y también como pequeños y medianos empresarios.
Surgió así mundo del trabajo muy diversificado y móvil, como también un importante
sector de clase media urbana como nunca se había dado (Zimmerman, 2000).
El país de los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo era muy distinto del de
1810. En el territorio que llegó a controlar el Estado Nacional argentino, la población se
había incrementado con la llegada masiva de inmigrantes de distintos orígenes y el
crecimiento que se derivó de ello –los argentinos hijos de inmigrantes-. Buenos Aires,
convertida en Capital Federal, rondaba el millón y medio de habitantes, el 52% de los
cuales había nacido en el extranjero. Otros importantes centros urbanos y una gran
cantidad de pueblos se habían desarrollado. El crecimiento económico era notable en el
sector agropecuario destinado a la exportación y en las industrias vinculadas con él o que
atendían al consumo de la población. Al desarrollo pampeano se sumó el de regiones
como la del noroeste con los ingenios azucareros (Tucumán, Salta, Jujuy, en menor
medida Chaco y Santiago del Estero) o las provincias cuyanas con la industria vitivinícola.
La infraestructura (los ferrocarriles en primer lugar), la producción y el consumo tendieron
a la formación de un mercado nacional que se condecía con la consolidación del Estado y
una población crecientemente nacionalizada a través de la escuela primaria.
Como contracara, la Ley de Defensa Social (ampliatoria de la Ley de Residencia) y el
estado de sitio que imperó durante los festejos del Centenario daban cuenta de la
“cuestión social” visible desde la primera huelga general de 1902. Los salarios, el costo de
vida y las condiciones de trabajo habían dado lugar a la formación de un movimiento
obrero liderado por anarquistas organizados en la Federación Obrera Regional Argentina
(FORA), que hacían sus reclamos mediante huelgas pero también actos violentos. La
restricción política impuesta por una máquina electoral controlada por grupos facciosos y
el federalismo jaqueado por el Estado central (integrado por dirigencias ya
nacionalizadas), que intervenía en las provincias o avanzaba sobre sus impuestos,
formaban parte de la agenda política. De una manera que aún no se consideraba
alarmante, la marginación de provincias que subsistían gracias al empleo público daba
cuenta del desequilibrio en parte originado por el cambio de eje de la economía, ahora
plenamente integrada al Atlántico. Importantes logros y serias cuestiones pendientes
formaban parte, pues, del balance de algo menos de cien años de vida independiente.

Documento 30

El Régimen oligárquico.
Discurso de Julio A Roca al asumir la presidencia ante el Congreso de la Nación, Buenos
Aires, 12 de octubre de 1880.

[…]
El Congreso en 1880 ha complementado el sistema del Gobierno representativo y puede
decirse que desde hoy empieza recién a ejecutarse el régimen de la Constitución en toda
su plenitud. La ley que acabáis de sancionar fijando la capital definitiva de la República,
es el punto de partida para una nueva era en que el gobierno podrá ejercer su acción con
entera libertad, exento de las luchas diarias y deprimentes de su autoridad que venía a
sostener para defender sus prerrogativas contra las pretensiones invasoras de
funcionarios subalternos. Ella responde a la suprema aspiración del pueblo, porque
significa la consolidación de la unión, y el imperio de la paz por largos años. Su
realización era ya una necesidad inevitable …
En adelante, libres de estas preocupaciones y de conmociones internas, que a cada
momento ponían en peligro todo, hasta la integridad de la República, podrá el gobierno
consagrarse a la tarea de la administración y a las labores fecundas de la paz; y cerrado
de una vez y para siempre el período revolucionario, que ha detenido constantemente
nuestra marcha regular, en breve cosecharemos los frutos de vuestro acierto y entereza.
Al tomar a mi cargo la administración general del país, dos preocupaciones
principalmente me dominan sobre todas las demás: el Ejército y las vías de comunicación.
[…]
La República cuenta con un ejército modelo por su abnegación, sufrido en las fatigas,
valiente en el combate, leal y fiel a su bandera; pero a merced del arbitrario, sin reglas de
proceder, ni leyes que lo organicen bajo un plan regular y sistemático.
Consagraré a las reformas que son reclamadas en este ramo mis mayores esfuerzos,
para evitar los peligros del militarismo… y para hacer del ejército una verdadera
institución, según la Constitución lo entiende y el progreso moderno lo exige.
[…]
En cuanto a las vías de comunicación, representan para mí una necesidad imperiosa e
ineludible, cuya satisfacción no puede retardarse sin menoscabo del bienestar común. Es
indispensable que los ferrocarriles alcancen en el menor tiempo posible sus cabeceras
naturales por el norte, por el oeste y por el este, con sus ramales adyacentes,
complementando el sistema de viabilidad y vinculando por sus intereses materiales a
todas las provincias entre sí.
El que haya seguido con atención la marcha de este país, ha podido notar, como vosotros
lo sabéis, la profunda revolución económica, social y política que el camino de hierro y el
telégrafo operan a medida que penetran en el interior. Con estos agentes poderosos de la
civilización se ha afianzado la unidad nacional, se ha vencido y exterminado el espíritu de
la montonera y se ha hecho posible la solución de problemas que parecían irresolubles,
por lo menos al presente.
Provincias ricas y feraces sólo esperan la llegada del ferrocarril para centuplicar sus
fuerzas productoras con la facilidad que les ofrezca de traer a los mercados y puertos del
litoral sus variados y óptimos frutos, que comprenden todos los reinos de la naturaleza.
[…]
Debo, sin embargo, hacer especial mención de la necesidad que hay de poblar los
territorios desiertos, ayer habitados por las tribus salvajes, y hoy asiento posible de
numerosas poblaciones, como el medio más eficaz de asegurar su dominio.
Continuaré las operaciones militares sobre el sur y el norte de las líneas actuales de
frontera, hasta completar el sometimiento de los indios de la Patagonia y del Chaco, para
dejar borradas para siempre las fronteras militares, y a fin de que no haya un solo palmo
de tierra argentina que no se halle bajo la jurisdicción de las leyes de la nación.
[…]
No hay felizmente un solo argentino, en estos momentos, que no comprenda que el
secreto de nuestra prosperidad consiste en la conservación de la paz y el acatamiento
absoluto a la Constitución; y no se necesitan seguramente las sobresalientes calidades de
los hombres superiores para hacer un gobierno recto, honesto y progresista.
Puedo así sin jactancia y con verdad deciros que la divisa de mi gobierno será Paz y
Administración.”

Fuente: Mabragaña (1890).

Documento 31

La oposición radical.
Leandro N. Alem, discurso en el Senado de la Nación, 1891 (fragmento).

“Se ha dicho, con razón, que hay un malestar en el país, y se ha agregado que la
revolución está en todas partes.
Ciertamente, hay un gran malestar en el país, y la revolución está en todas partes; lo que
falta averiguar es la causa de este malestar y quiénes son verdaderamente los
revolucionarios. Para mí, los revolucionarios son los que conculcan las leyes, los que
tratan de subvertir nuestro sistema, los que avasallan las libertades públicas y los que
ponen, por consiguiente, al país en una situación anormal e inconstitucional, que tiene
que producir necesariamente este estado de inquietudes y de agitaciones, este malestar
que se siente.
Los que combatimos el sistema que aún impera, no somos propiamente los
revolucionarios; somos los conservadores: de nuestra revolución puede decirse lo que
decía Macaulay de la revolución inglesa, comparándola con la francesa.
La Revolución francesa conmovió la sociedad entera y llevaba completamente una
innovación profunda en el orden político, en el orden social y en el orden económico; la
revolución inglesa no hacía otra cosa que defenderse de las usurpaciones, del
despotismo de la Corona; esto es, buscaba el restablecimiento de sus libertades y de sus
instituciones; buscaba la situación normal de que la había arrancado Carlos II con sus
obcecaciones, con los malos consejos que había recibido, con todas las usurpaciones que
había hecho en el Parlamento.
[…]
He ahí un hecho innegable. El partido popular es el partido más poderoso, es la única
fuerza organizada que existe en toda la República. No hay, señor presidente, a su frente
otra organización política en tales condiciones; no hay tal partido gubernista. ¿Dónde
están, si no, sus centros? ¿Dónde están esas manifestaciones poderosas de la opinión?
En ninguna parte las veo. ¡Cuánto tiempo y cuánto trabajo se está empleando para
restablecer, o mejor dicho, para elaborar tal vez, permítaseme la frase, para fabricar ad
hoc un partido especial, con propósitos políticos determinados! El partido popular es el
único que existe en toda la República. ¿Y por qué el partido popular hasta ahora ha
podido desenvolverse libremente? ¿Por qué el partido popular no ha podido en ninguno
de sus actos electorales triunfar en ningún Estado de la República? ¿Habrá sido por
cobardía de los pueblos? ¿Habrá sido por negligencia o por abandono? Estamos
observando lo que pasa día a día y a nadie se le ocurre eso. Está luchando brazo a brazo;
pero es, señor presidente, que está luchando con el inmenso poder de la Nación.
[…]
Yo sostengo y sostendré siempre la política de los principios: caiga o no caiga, nunca
transaré con el hecho, nunca transaré con la fuerza, nunca transaré con la inmoralidad,
nunca transaré con los conculcadores de las instituciones y de las libertades públicas.
Nunca esperaré el desenlace de ciertas situaciones para entrar en ellas; he de luchar
siempre como fuerte y como bueno, sean cuales fueren los resultados, porque para mí la
idea moral es la única que puede regenerar la sociedad. Sí, estoy de acuerdo con el señor
senador por Santa Fe: este pueblo estaba en una gran postración; había indudablemente
elementos para el incondicionalismo, incondicionalismo que no ha sido de éste ni del otro
año, sino que ha venido germinando desde la administración que nació en 1880, que fue
la que inició todos estos ataques a nuestras instituciones, y todos los ataques a la moral
política y a la moral administrativa, administración de la cual alguna vez formó parte el
señor senador por Santa Fe. Sí; este pueblo estaba preparado, yo lo he dicho en una
ocasión solemne, para la opresión; la corrupción estaba en todas partes y la peor de las
corrupciones, porque descendía desde las altas esferas gubernamentales y penetraba y
se infiltraba por así decirlo, en todas las clases sociales: esa funesta corrupción que todo
lo desconcierta y aniquila, que lacera todos los corazones, que destempla todos los
caracteres, que gangrena todas las inteligencias; esa corrupción funesta que deja a los
hombres sin ninguna noción de lo justo, de lo honesto, de lo lícito, y que, haciendo del
interés personal y de los goces materiales el único objetivo de la vida, arrastra a los
pueblos como cadáveres al pie de todas las ambiciones y de todas las tiranías.
Para atacar este mal vinieron el movimiento reaccionario del 13 de abril y el revolucionario
del 26 de julio, íntimamente ligados, porque, dígase lo que se quiera, la revolución de julio
no es más que el producto del movimiento popular del 13 de abril, en el frontón de Buenos
Aires.”

Fuente: Obra parlamentaria de Leandro N. Alem, Vol. VI, Talleres Gráficos de la


Compañía Impresora Argentina, S. A, La Plata, 1949; reproducido en Gallo y Botana
(2007: 172-175).

Documento 32

Manifiesto del Partido Socialista ante las elecciones del 10 de abril de 1898 en Capital
Federal.
“El Partido Socialista Obrero Argentino, compuesto en su gran mayoría de trabajadores
inteligentes y de ciudadanos honrados; que no trafica con las boletas electorales ni
corrompe conciencias y que arroja de su seno a los que cometieran fraudes; que lucha
por un programa en el cual figuran entre algunas reformas de inmediata aplicación la
separación de la Iglesia del Estado; las 8 horas para los trabajadores y la fácil
naturalización de los extranjeros; que representa la causa del trabajo, la paz, el orden y la
probidad en medio de un régimen de rapacidad y de desorden; este Partido joven pero
robusto por la causa que defiende, solicita y espera vuestros votos.
Elegid, trabajadores argentinos, entre los que no representan más que el fraude, la
mentira y los bajos intereses de una clase rica pero ignorante, y los que representan los
verdaderos intereses del pueblo, que son los que trabajan y producen.
Trabajadores, ciudadanos: Votad por los candidatos socialistas.”

Fuente: Oddone (1983: 202-203).

Documento 33

La política y las provincias en la visión de un reformista.


José Nicolás Matienzo, El gobierno representativo federal, fragmentos.

“Estos antecedentes son indispensables para comprender la vida política del país. Ella
está sujeta a un ritmo periódico que guarda correspondencia con las épocas de la
renovación de la presidencia de la República. Poco después de instalado un nuevo
presidente, se comienza a examinar las opiniones de los gobernadores sobre los
candidatos probables para la presidencia venidera. Los amigos íntimos del presidente
desempeñan en este balance un papel importante. La influencia presidencial empieza a
hacerse sentir poco a poco, en favor de los gobernadores cuyas opiniones electorales
halagan y en contra de aquellos que manifiestan o dejan sospechar ideas contrarias. Los
politiqueros acomodaticios se esmeran en consultar los más pequeños indicios, para
descubrir el verdadero rumbo de la voluntad del presidente acerca del ciudadano que le
ha de suceder. Hay entre estos politiqueros hay hombres realmente astutos, que saben
guiarse con éxito en una maraña de conjeturas en que otros se pierden. Uno de los
hombres más influyentes de la República les ha calificado con la palabra descriptiva de
rumbeadores. Encontrado el rumbo, el acomodo es fácil.
[…]
El cálculo de probabilidades a favor de los candidatos se hace sobre la base de la actitud
de los gobernadores. Cada provincia figura en el balance electoral con la opinión de su
gobernador; porque la regla es que los electores presidenciales de una provincia voten
por el candidato que su gobernador apoye.
[…]
El juicio político (impeachment) es de uso frecuente contra los gobernadores que estorban
a la política presidencial, cuando éste cuenta con mayoría en la legislatura de la provincia.
En estos casos, si las mayorías de las Cámaras no alcanzan a los dos tercios de votos
que exigen las constituciones para acusar y condenar, suele echarse mano de todo
género de ardides para conseguir esa proporción, inclusive la destitución infundada de
algunos miembros de la minoría. No es raro que el juicio político y la sedición se
combinen, como sucedió, por ejemplo, en Santiago del Estero en 1884. Un motín expulsó
al gobernador de la casa de gobierno y en seguida la legislatura lo destituyó, previo el
simulacro de un juicio político, entregando el poder ejecutivo al vicegobernador, que era
partidario del ciudadano que fue poco después electo presidente de la República. El
gobernador derribado no había querido comprometer opinión en favor de ningún
candidato.
Mientras estos elementos oficiales actúan en la forma que queda descripta, ¿qué hace el
pueblo? El pueblo se divide de ordinario en tres partes, a saber: los situacionistas, o
amigos del gobernador, en la provincia, o del presidente, en la capital; los opositores, o
adversarios del gobernador o del presidente; y los neutrales, comprendiendo en este
género a todos los que por indiferencia, desencantos o cualquier otra razón, no toman
parte activa en los movimientos electorales. Este tercer grupo ha crecido mucho en los
últimos treinta años. Ni los situacionistas, ni los opositores adoptan generalmente
programas definidos de política o de administración. Se contentan con declaraciones
abstractas y vagas, que a nada comprometen, y con promesas jamás cumplidas de
respetar la libertad y pureza del sufragio. Se organizan por lo común en comités o clubes
políticos bajo denominaciones locales, que les permiten pasar sin dificultades de un
bando a otro en las cuestiones de orden nacional. Los términos partido provincial, unión
popular, partidos unidos, coalición electoral, y otros menos connotativos aun, circulan
constantemente por las provincias sirviendo de nombre propio a colecciones transitorias
de ciudadanos agrupados en vista del sostenimiento o del ataque de un gobernante
determinado.
[…] Paréceme que la única reforma factible, por ahora, es la que quite a los gobiernos
provinciales las facultades cuyo uso ha resultado dañoso para el pueblo y cuya
conservación no sirve para otra cosa que para obstaculizar la protección debida por el
gobierno nacional a los derechos de todos los ciudadanos.
[…]
Pienso que todas estas facultades deben serle devueltas al gobierno nacional, para que,
asumiendo, al ejercitarlas, la responsabilidad que hoy no asume en sus intervenciones
clandestinas, pueda garantir de veras al pueblo de las provincias el goce de instituciones
republicanas en la forma y en la esencia. De lo contrario seguirá siendo lo que es ahora:
la guardia de corps de todos los gobernadores complacientes, dispuesto a defenderlos
contra cualquier agresión, aunque sea provocada por la violación de los más sagrados
derechos. […] Y no solamente el gobierno nacional debe recuperar las facultades
cercenadas por la Reforma de 1860, sino que, aprovechando la experiencia propia y
ajena de los años corridos desde entonces, conviene atribuirle otras facultades más, que
en manos de las provincias son peligrosas para la libertad o para el progreso nacional.
Por ejemplo, en materia económica […]
Tales reformas constitucionales, legalizando y encauzando la tendencia centralista que se
observa en los hechos actuales, no encontrarían ninguna resistencia seria en las clases
gobernantes, cuyo sentimiento nacional es ahora mucho más intenso que en 1860. La
única dificultad consistiría en poner de acuerdo a los partidos militantes sobre la
conveniencia de concurrir patrióticamente con sus hombres más distinguidos a la
convención revisora que se convocare. Pero esa dificultad está muy lejos de ser
invencible en un país que la ha obviado ya otras veces.
[…]
Estudiando con ánimo desprevenido la práctica de las instituciones argentinas, he llegado
a persuadirme de que los vicios sustanciales que las perturban no dependen de la
estructura federal establecida por la Constitución, sino de causas más hondas que la
simple distribución del poder político entre la autoridad central y las locales. Lo que ante
todo surge con evidencia a los ojos del investigador es la incapacidad demostrada hasta
ahora por el pueblo para el ejercicio del sistema representativo, incapacidad
incapacidad que no puede
ser perpetua y se ha de ir corrigiendo gradualmente, pero que, por lo pronto, ha dado
origen a un régimen electoral desconocido por la teoría de la Constitución, aunque
aceptado por la generalidad de los ciudadanos, el régimen que distribuye
distribuye el poder de
elección entre las autoridades ejecutivas del país, nacionales, provinciales y municipales.
La verdad es que el país, al salir del dominio español y al organizarse en 1853, estaba
más preparado para el régimen federal que para el sistema
sistema representativo.”

Fuente: José Nicolás Matienzo, El gobierno representativo federal en la República


Argentina (1910);; reproducido en Gallo y Botana (2007: 580 y ss.).

Documento 34

Ferrocarriles: situación
ituación de los principales ramales, 1889
1889.

FC. Central
Argentino

FC. Bs. As. al


Pacífico

FC. del Sud


Fuente: elaborado en base a Archivo General de la Nación, Mapa de las líneas férreas de
la República Argentina, 1889. Regalo a los suscritores de la GUIA KRAFT. Mapoteca II –
4.

Las férreas troncales empalman con tramos locales y regionales. Total de vías férreas en
1889 = 6.500 km.

Documento 35

Capital fijo de origen extranjero en la Argentina (1900-1913) (millones de dólares


corrientes).

1900 1909 1913


Reino Unido 912 1423 1860
Estados Unidos Sin dato 19 39
Otros (Francia, Alemania, Italia, etc.) Sin dato 733 1237
Total 1120 2176 3136

Fuente: elaborado en base a Díaz Alejandro (1975).

Documento 36

Composición del capital fijo de origen extranjero en Argentina: 1909 (porcentajes).


Otros
Frigoríficos
Puertos
Bancos
Gas, electricid. agua
Tranvías
Cías. Inmobiliar.
Cías. Tierras /préstamos hipotec
Empresas comerciales
Títulos del Estado
Ferrocarriles

0 5 10 15 20 25 30 35 40

Fuente: elaborado en base a Díaz Alejandro (1975).

Documento 37

Producción agropecuaria exportable: país y provincias seleccionadas, 1909.


Área cultivada Vacunos Lanares
(Hectáreas) (N° cabezas) (N° cabezas)
Buenos Aires 8.440.300 10.355.989 34.604.972
Córdoba 4.343.666 2.639.480 1.992.110
Santa Fe 3.954.864 3.413.446 969.406
La Pampa 1.125.800 472.356 5.009.275
Total país 20.367.082 29.124.229 67.383.952

Fuente: elaborado en base a Ministerio de Agricultura. Dirección de Estadística y


Economía Rural, 1911, Mapa de la Superficie, Población, Ferro-carriles, Cultivos y
Ganados, Taller de impresiones de la Oficina Meteorológica Argentina.

Documento 38

Población, red ferroviaria y valor de las exportaciones e importaciones (1885-1914) (en


millones de pesos oro).
Habitantes Red Exportac. Exportac. Exportac. Importac.
Períodos s/ censos Ferroviaria Agrícolas ganaderas Total Total
nacionales Km

1881-84 *2.680.000 3.000 4,3 44 s/de 73


1885-89 6.500 18 61 92 119
1890-94 12.700 27 52 103 98
1895-99 4.044.911 15.000 37 64 131 106
1900-04 17.700 86 78 197 130
1905-09 22.200 181 108 335 267
1910-14 7.903.662 31.104 206 132 402 359

Fuente: la población de 1884 es estimada, las restantes corresponden a los censos


nacionales de 1895 y 1914. Los restantes datos son elaborados a partir de Di Tella y
Zymelman (1965), Ford (1980).

Documento 39

Inmigración y colonización.
Número de colonias establecidas en las provincias de Santa Fe y Entre Ríos (1881-1895).

N° colonias
160
140
120
100
80
60
40
20
0
1881-1885 1886-1890 1891-1895

Santa Fe Entre Ríos

Promedio de hectáreas por colonia, provincias de Santa Fe y Entre Ríos (1881-1895).


Ha.

15.000

10.000

5.000

0
1881-1885 1886-1890 1891-1895

Promedio por colonia Santa Fe


Promedio por colonia Entre Ríos

Fuente: Djenderedjan (2008).

Documento 40

Colonia Moisesville (desde 1889) Santa Fe. La trilla.

Colonia Lucienville (desde 1902), avenida Barón Hirsch en Basavilbaso, Entre Ríos. A la
izquierda en primer plano la sinagoga.
Fuente: Jewish Colonization Association (1924).

Documento 41

Inmigración y emigración de ultramar por quinquenios.

1.000.000
900.000
800.000
700.000
600.000
500.000
400.000
300.000
200.000
100.000
0
1876-80 1881-85 1886-90 1891-95 1896-00 1901-05 1906-09

inmigración emigración

Fuente: elaborado en base a Alsina (1910: 49).


Documento 42

La gran inmigración.
“Los inmigrantes que desde varios años atrás vienen á la República, son llamados
por sus parientes y amigos, quienes les suministran los datos necesarios, prácticamente,
por el conocimiento del modo de vivir en nuestro país, en cada localidad de él. Por este
motivo, en cuanto llegan los inmigrantes, en el mismo día, tienen ya destino asegurado
Se hallan establecidos entre nosotros cerca de un millón y cien mil italianos y
setecientos mil españoles, y como ochenta y cinco mil rusos. De estas tres nacionalidades
se origina una acción poderosa de llamada, consejo, información, habilitación de
elementos, que viene á producir la inmigración de estos últimos años que ha alcanzado
en cada uno de ellos á 250.000 almas. Italia y España nos dan el inmigrante
emparentado, vinculado con los residentes, ya esas dos corrientes se han establecido con
todas las garantías de eficacia, tanto por la moralidad, selección y buenas cualidades en
general de los llamados, cuanto por la cantidad de ellos […]
[…]
Los italianos siguen formando la inmigración temporánea, pero en menor cantidad
que en los pasados años, con tendencia á desaparecer de esa categoría, por causa de la
mayor afluencia de jornaleros de otras naciones, la fijación de mayor número de
españoles en las campañas de las Provincias, y el notable crecimiento de la población
rural.
[…]
Los españoles venidos en cantidad algo menor que los italianos, han dejado un
saldo mayor… La tendencia marcada de estos nacionales es fijarse en el país; no tienen
nocion nacional clasificada, reglamentada, de la inmigración temporánea
[…] Los rusos llegados han sido 16.475… sus profesiones son todas útiles y los
agricultores que vienen entre ellos lo son verdaderamente. Los rusos llegados al país
hasta ahora alcanzan á 93.347 personas, y hay tendencia a continuar viniendo.
[…] La población siria alcanza actualmente á 60.000 almas, según la estadística
de la Dirección General de Inmigración […]
Se han esparcido por todo el territorio al amparo de su sistema de venta de
baratijas, telas y quincalla, haciendo alguno de ellos notable evolución, hasta poder
establecerse con capital y casa propia, para comerciar, participando un poco en las
industrias matrices, ganadería, agricultura y vinicultura, creándose vinculaciones sociales.
Estas son las cuatro nacionalidades de inmigrantes que dominan en el aumento de
la población, con sus peculiares condiciones.
[…]
Deduzcamos la importancia de la obra de asimilación y nacionalización, que hay
que emprender, para que se atenúen los sentimientos nacionales de esas masas
humanas y sean penetradas y apropiadas para nuestra patria, por nuestras instituciones
políticas.
El medio principal ha de ser la escuela para el adulto y para el niño, en las que, al
enseñarles nuestro idioma, se les enseñe á ser argentinos.”

Fuente: Alsina (1910: 77-79, 81 y 91-92).

Documento 43
Educación y nacionalización
Población escolar de 6 a 14 años que asiste a la escuela (1883-84).

Varones Mujeres Total


(porcentaje) (porcentaje) (porcentaje)
La Capital 64.3 65 64.6
Provincia de Buenos Aires 33.2 33.2 33.2
Provincia de Entre Ríos 20.4 20.8 20.6
Provincia de Corrientes 26.8 17.9 22.8
Provincia de Santa-Fé 32.2 32.3 32.2
Provincia de Córdoba 21.1 23.7 22.3
Provincia de San Luis 25.9 24.1 25.1
Provincia de Mendoza 32.8 29.2 31.1
Provincia de San Juan 32.5 33.1 32.8
Provincia de La Rioja 29.2 22.7 26.2
Provincia de Catamarca 16.3 15 15.7
Provincia de Santiago del Estero 8.6 8.5 8.5
Provincia de Tucumán 19.5 19.5 19.5
Provincia de Salta 25 23.9 24.5
Provincia de Jujuy 23.9 13.7 19.2
El Chaco 22.9 17 20.2
Misiones 5.1 0.4 2.9
La Isla de Martín García 78.2 57.6 67.3
La Patagonia 27.3 29.4 28.2
El Ejército 14.1 7.6 11.6
Totales 29.3 29.1 29.3
Fuente: Latzina (1885).

Documento 44

Evolución del analfabetismo: total del país y provincias seleccionadas(porcentaje sobre


habitantes de 14 y más años).

100
90
80
70
60
50 1869
40 1895
30
1914
20
10
0
Total país Capital Buenos Corrientes S. del Tucumán San Juan
Federal Aires Estero

Fuente: elaborado en base a censos nacionales de población.

Documento 45

Fiestas patrióticas y nacionalización en la Patagonia.


Fuente: Tehuelches y autoridades celebración del 25 de mayo en el Territorio Nacional de
Santa Cruz, Río Gallegos, 1899. Archivo General de la Nación.

Documento 46

La “cuestión social”.
El anarquismo y la Ley de Residencia.
Periódico La Protesta, Buenos Aires, 13 de julio de 1905.

“Compañeros:
Indudablemente habrán llegado a vuestro conocimiento los atropellos de que es
víctima el obrero que en esta República reclama sus derechos: la ley de residencia, por la
que se arroja de este país a todo extranjero que tenga la osadía de proclamar ideales de
emancipación y la intromisión del gobierno en las luchas entre el trabajo y el capital, a
favor, como se comprende, de este último.
Un régimen de despotismo y opresión que pesa como una loza de plomo sobre el
pueblo e impide toda manifestación de vida y de energía; prisiones; deportaciones;
tormentos inquisitoriales en las cárceles; buques de guerra convertidos en presidios; un
sistema completo d acción; la vida del obrero en manos de una comisaría de
pesquistantes, tribunal que juzga y condena por sí y ante sí, y sin respetarse a la víctima
el derecho de la defensa, tal es el estado actual del obrero que en este país, llamado
como sangrienta ironía República, pretenda defender sus derechos e intereses.
La Federación Obrera Regional Argentina, con el fin de defender y garantir los
derechos desconocidos, burlados y planteados por un gobierno autócrata e inepto, ha
constituído en la ciudad de Montevideo (República Oriental del Uruguay), un comité de
Propaganda Internacional contra la Ley de Residencia (…)
Haciendo votos para que la solidaridad internacional sea pronto un hecho, os
saluda fraternalmente por el Conse
Consejo
jo Federal. F. Jaquel, secretario interino.
Buenos Aires, julio de 1905.”

Fuente: Spalding (1970: 426-427).


426

Documento 47

Alfredo Palacios, Diputado por el Partido Socialista, en uno de los actos del 1° de mayo,
Buenos Aires, 1909.
Fuente: Archivo General de la Nación.
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Lista de documentos

Documento Tema o título Página

1 Virgen del Cerro de Potosí, circa 1720.


2 Pintura atribuida a Mateo Pisarro. Nuestra Señora de la
Almudena. Iglesia de Cochinoca, Jujuy.
3 Mapa de Chile, Patagonia, La Plata y parte de Brasil, c.
1740.
4 Carta esférica de la América Meridional, 1791/1810.
5 Finanzas de la Caja Real de Buenos Aires y del Estado
Revolucionario.
6 Población por jurisdicción (1778-1855).
7 Población en distintas ciudades (1778-1869).
8 Carta geográphica de las Prouinçias de la Gouernación
del Río de la Plata, Tucumán, y Paraguay. Con parte de
las confinantes, Chile, Perú, Sancta Cruz, y Brasil.
9 El tres de mayo de 1808, o Los fusilamientos en la
montaña del Príncipe Pío, Francisco de Goya y
Lucientes. 1814.
10 Proclama de Castelli a los indios del Perú, 5 de febrero
de 1811.
11 Instrucciones a los Diputados orientales del Año XIII.

12 Acta del 9 de Julio de 1816, Congreso de Tucumán.

13 Reglamento Provisorio Constitucional de la Provincia de


Corrientes.
14 Gráficos con producción agropecuaria en Córdoba.
15 Pacto Federal del 4 de enero de 1831.
16 Litografía de la ejecución de los hermanos Reinafé y de
Santos Pérez, por Adrienne Bacle, 1837.
17 Las esclavas de Buenos Aires muestran ser libres y
gratas a su noble libertad.
Candombe Federal.
18 Lista de Presidentes de Sociedades Africanas (1842).
19 Ingresos fiscales y población en distintas provincias.
20 Sarmiento describiendo a los soldados de Rosas tras la
batalla de Caseros.
21 Acuerdo de San Nicolás de los Arroyos.
22 Pacto de San José de Flores.
23 Carta de J. J. de Urquiza a Antonio Sarco.
24 La esquila, por Juan Leon Palliere.
25 Ovinos y vacunos al norte del río Salado (provincia de
Buenos Aires).
26 Proyecto de división territorial de las Provincias de la
República Argentina… 1869.
27 Desarrollo ferroviario, 1860-1910.
28 Exportaciones 1810-1870, promedio anual por
quinquenio de los principales productos y valor de
mercado del total.
29 Cuadros con exportaciones ganaderas, agrícolas y
forestales.
30 Discurso de Julio A Roca al asumir la presidencia ante el
Congreso de la Nación, Buenos Aires, 12 de octubre de
1880.
31 Leandro N. Alem, discurso en el Senado de la Nación,
1891.
32 Manifiesto del Partido Socialista ante las elecciones del
10 de abril de 1898 en Capital Federal.
33 José Nicolás Matienzo, El gobierno representativo
federal.
34 Ferrocarriles: situación de los principales ramales, 1889.
35 Capital fijo de origen extranjero en la Argentina (1900-
1913).
36 Composición del capital fijo de origen extranjero en
Argentina: 1909.
37 Producción agropecuaria exportable: país y provincias
seleccionadas, 1909.
38 Población, red ferroviaria y valor de las exportaciones e
importaciones (1885-1914).
39 Número de colonias establecidas en las provincias de
Santa Fe y Entre Ríos (1881-1895).
40 Colonia Moisesville, Santa Fe.
41 Inmigración y emigración de ultramar.
42 La gran inmigración.
43 Población escolar de 6 a 14 años que asiste a la escuela
(1883-84).
44 Evolución del analfabetismo: total del país y provincias
seleccionadas.
45 Fiestas patrióticas y nacionalización en la Patagonia.
46 Periódico La Protesta, Buenos Aires, 13 de julio de 1905.
47 Alfredo Palacios, Diputado por el Partido Socialista, en
uno de los actos del 1° de mayo, Buenos Aires, 1909.

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