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Estabilización de las relaciones este – oeste Robert McMahon

(…) Eisenhower y su principal asesor para política exterior, el secretario de Estado John Foster
Dulles, estaban, de hecho, decididos a proseguir con la Guerra Fría con mayor vigor aún que sus
predecesores demócratas. El programa del Partido Republicano de 1952, en un pasaje debido a
Foster Dulles, denunciaba los «trágicos errores» cometidos por los demócratas en política
exterior, y condenaba la estrategia de contención de la Administración Truman como una
política «negativa, inútil e inmoral» que dejaba «a incontables seres humanos a merced de un
comunismo ateo y despótico». Ni siquiera la muerte de Stalin, ocurrida en marzo de 1953, ni las
vagas propuestas de paz de los líderes que habían sustituido al que durante tanto tiempo había
gobernado como dictador, hicieron mella en la convicción de Eisenhower y sus principales
estrategas de que se enfrentaban a un enemigo taimado e implacable. Estaban persuadidos de
que la Unión Soviética representaba una amenaza ideológica, política y militar de primer orden;
era un adversario que parecía insensible a las concesiones mutuas de la diplomacia tradicional,
y con el que sólo se podía tratar desde una posición de fuerza abrumadora. «Se trata de. un
conflicto irreconciliable», aseguró Dulles al Comité de Asuntos Exteriores del Senado durante las
sesiones de su confirmación. El venerable Winston Churchill, que de nuevo ocupaba el cargo de
primer ministro en Gran Bretaña, exigió una cumbre para tantear la posibilidad de llegar a un
compromiso diplomático con Moscú, pero Eisenhower rechazó su propuesta, juzgándola
privadamente de bandazo insensato y prematuro hacia el apaciguamiento. pp. 105 - 106

Lanchas salvavidas y lanchas de la muerte Lewis John

A diferencia de su predecesor en la Casa Blanca, Dwight D. Eisenhower había leído a Clausewitz


cuando era un joven oficial. No tenía la menor duda de que los medios militares debían
subordinarse a los fines políticos, si bien le parecía posible incluir entre esos medios las armas
nucleares. Accedió a la presidencia sin la convicción de que la naturaleza de la guerra había
cambiado radicalmente, y presionó a sus asesores militares en repetidas ocasiones durante los
últimos meses de la Guerra de Corea para que hallaran el modo de que Estados Unidos pudiera
utilizar tanto sus armas nucleares estratégicas como las otras armas «tácticas» recientemente
desarrolladas, acabando así con el conflicto. Permitió además que su nuevo secretario de
Estados John Foster Dulles, lanzara la insinuación de que estos planes ya estaban en marcha.
Eisenhower esperaba objeciones de, sus aliados, como es natural, pero «había que destruir de
un modo u otro el tabú que rodea el uso de las armas atómicas». Las razones del presidente
eran muy sencillas: Estados Unidos no podía permitirse nuevas guerras limitadas como la de
Corea. De ese modo la iniciativa quedaba en manos de sus adversarios, quienes podrían decidir
el momento, el lugar y los métodos de confrontación militar más ventajosos. En tal caso el
despliegue de los recursos estadounidenses se vería condicionado por el adversario, lo que
mermaría la fuerza económica de Estados Unidos además de causar la desmoralización de sus
ciudadanos. La solución era invertir la estrategia: dejar bien claro que Estados Unidos, en lo
sucesivo, respondería a las agresiones cuándo, dónde y cómo decidiera. Y su respuesta bien
podía implicar el uso de armas nucleares. Según afirmó Eisenhower en 1955: «Cuando estas
armas puedan utilizarse en cualquier combate sobre objetivos estrictamente militares y con
fines estrictamente militares, no veo ninguna razón para que no se utilicen, exactamente igual
que usaríamos una bala o cualquier otro tipo de arma». P. 78

REPRESALIAS MASIVAS Y NUEVA IMAGEN POWASKI

El 12 de enero de 1954, poco antes de clausurarse la conferencia de Berlín, Dulles anunció una
nueva estrategia militar estadounidense para hacer frente a la amenaza soviética. Manifestó
que Estados Unidos reaccionaría masivamente, con armas nucleares, en el caso de una agresión
comunista en cualquier nivel, estratégica o táctica. El presidente dijo a los líderes del Congreso
que la idea general era «sacudirles de lo lindo [a los comunistas] rápidamente si empiezan algo».
Tanto Eisenhower como Dulles eran conscientes de los riesgos que entrañaba amenazar con el
uso de armas nucleares para responder a una agresión comunista localizada, pero, según declaró
Dulles, «tienes que arriesgarte por la paz del mismo modo que tienes que arriesgarte por la
guerra ... si te da miedo llegar hasta el borde, estás perdido». Tanto Eisenhower como Dulles
creían que demostrar que estaban dispuestos a hacer la guerra nuclear haría innecesario hacer
cualquier tipo de guerra, nuclear o tradicional. Además, las fuerzas nucleares resultarían más
baratas que las otras. Charles Wilson, el ministro de Defensa, dijo que las armas nucleares darían
a Estados Unidos «una explosión mayor por cada "machacante" que gastase». Para respaldar
esta masiva estrategia de represalia, el gobierno pensaba dar una «nueva imagen» a las fuerzas
armadas de la nación. Pidió reducciones importantes de las fuerzas tradicionales y un
incremento masivo de las armas nucleares. Durante el período de Eisenhower, se redujeron los
efectivos del ejército y de la marina, al tiempo que se aumentaban los de las fuerzas aéreas, lo
cual reflejaba el hecho de que el poderío aéreo, en particular estratégico, iba a ser el
componente principal de la masiva estrategia de represalia de Washington. En junio de 1953 las
fuerzas aéreas de Estados Unidos encargaron la fabricación del primer bombardero
intercontinental a reacción del país, el B-52, que tenía capacidad para arrojar bombas de
hidrógeno contra objetivos soviéticos. Para la disuasión a largo plazo, con todo, el gobierno de
Eisenhower dio mayor importancia a la producción de misiles balísticos. En 1955 el presidente
aprobó la creación del misil Atlas, el primer misil balístico intercontinental (ICBM) de Estados
Unidos, y de su primer misil balístico de alcance intermedio (IRBM), el Thor. En 1957 el
presidente aprobó otro ICBM para la fuerza aérea, un misil propulsado por combustible sólido,
el Minuteman, que en el decenio de 1960 sustituyó al bombardero tripulado como componente
principal de las fuerzas estratégicas.

También el ejército y la marina fueron dotados de armas nucleares tácticas de poca potencia (es
decir, equivalente a menos de veinte kilotoneladas de TNT). Se consideraba que estas armas
eran una forma relativamente barata de compensar la superioridad de los soviéticos en el campo
de las fuerzas de tipo tradicional. (…) p. 131.

LA NUEVA IMAGEN Y EL TERCER MUNDO

Mientras se ocupaba de la posibilidad de una franca agresión comunista en Europa, la nueva


imagen del gobierno de Eisenhower también prestó atención a la amenaza de expansión
comunista en las naciones en vías de desarrollo, el llamado Tercer Mundo. Los soviéticos se
presentaban allí como amigos de las naciones coloniales que luchaban por liberarse de la
dominación británica, francesa, belga, portuguesa y holandesa. Tenían la esperanza de que esto
no sólo les permitiría debilitar la influencia occidental en estas regiones, sino también bloquear
el apoyo de los países del Tercer Mundo a un sistema de alianzas antisoviéticas que intentaba
edificar el gobierno de Eisenhower. La Central Intelligence Agency pasó a ser el instrumento
preferido de la creciente intervención estadounidense en el Tercer Mundo. Bajo la dirección de
Alien Dulles (hermano del secretario de Estado), la CÍA amplió sus actividades más allá de la
misión para la cual se había creado, a saber: recoger información en el extranjero. Durante la
presidencia de Eisenhower la CÍA intervendría no sólo para apuntalar regímenes que eran
amigos de Estados Unidos y se tambaleaban, sino también para derribar gobiernos que no eran
del agrado de Washington. Las operaciones encubiertas dirigidas por la CÍA se preferían a las
operaciones militares a cargo de las fuerzas armadas porque eran relativamente baratas, así
como más fáciles de ocultar al escrutinio del Congreso y los ciudadanos. P. 133

El siglo XX Latinoamericano, una historia de ida y vuelta

En américa Latina, Estados Unidos reproducirá su política de “acciones encubiertas”


desarrollada en Irán, Egipto y Guatemala, cuya definición incorpora “toda actividad clandestina
con el fin de influir en gobiernos extranjeros, acontecimientos organizaciones o personas, en
apoyo a la política exterior de Estados Unidos, realizada de tal forma que no se advierta la
participación de Estados Unidos”; y, de acuerdo con el Consejo Nacional de seguridad, dichas
actividades, debían “planificarse y ejecutarse de tal forma que para las personas no autorizadas
no exista evidencia de la responsabilidad del gobierno de Estados Unidos y que si se descubren,
el gobierno de Estados Unidos puede rechazar de forma convincente cualquier responsabilidad
por ellas”. La primera de ella fue impedir la consolidación de la Revolución cubana. Se diseña
durante la administración de D. Eisenhower y se ejecuta por el gobierno de John Kennedy. Se
aleccionan fuerzas mercenarias, entrenadas por la CIA para desembarcar en la isla, buscando
ganar una cabeza de playa para el posterior desembarco de tropas. El plan se lleva a cabo en
Bahía de Cochinos, Playa Girón, el 15 de abril de 1961, terminando con un sonoro fiasco. Sus
jefes serán detenidos e intercambiados por mermelada para consumo del pueblo cubano.

Las burguesías desarrollistas se pliegan a la doctrina de la seguridad nacional. El miedo a los


movimientos de liberación nacional les atenaza. Los golpes de Estado son la alternativa, pero
comprometen institucionalmente a las fuerzas armadas instruidas y entrenadas en la zona del
Canal. Las dictaduras de la seguridad nacional compartirán espacio con regímenes
pseudodemocráticos donde impera un presidencialismo bipartidista o monocolor como son
Colombia, Costa Rica, Venezuela, México, Uruguay o chile. (…)

Los movimientos guerrilleros nacidos a la luz de la revolución cubana se extienden: el Frente


Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua (1961); el movimiento 13 de noviembre en
Guatemala, fundado por un oficial entrenado en la lucha contrainsurgente, Antonio Yon Sosa; o
en Perú, cuya guerrilla campesina tendrá como fundador a Hugo Blanco (1961). Colombia,
Bolivia, Brasil, Venezuela, México y Argentina viven experiencias similares. (…) P. 36

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