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S.S.

Juan Pablo II, Plegaria de consagración a la Virgen

Plegaria de S.S. Juan Pablo II de consagración a la Virgen

Liechtenstein, 23 de setiembre de 1984


Santísima Virgen María.

Tu nacimiento nos colma a todos de gran alegría. En ti brilla la aurora de la redención;


porque tú has dado a luz para nosotros a Cristo, Sol de justicia.
Como Madre del Salvador del mundo y como Madre de la Iglesia, Tú nos ayudas a
encontrar en nuestra vida a Cristo. Tú, Virgen siempre pura y sin mancha, nos guías por
el camino seguro y nos haces salir de las tinieblas del pecado y de la muerte hacia la
divina luz de tu Hijo, que en el Espíritu Santo nos ha reconciliado con el Padre celeste y,
por medio del ministerio de la Iglesia, continúa reconciliándonos con Él.
Santa Madre de Dios, este santuario en Dux lleva tu nombre "María de la Consolación".
Aquí eres venerada como "Nuestra Señora de Liechtenstein". Ante tu amada imagen
rezan los fieles de muchas generaciones. Aquí se ha arrodillado, en tiempos difíciles y
peligrosos el príncipe del país y te ha consagrado, Consoladora de los afligidos y Reina
de la paz, su familia y todo el pueblo de Liechtenstein. Hoy soy yo, Jefe supremo de la
Iglesia de Cristo, quien me arrodillo en este lugar y consagro a tu Corazón Inmaculado
la casa principesca, el país y el pueblo de Liechtenstein. Lleno de confianza te confío
sus familias y comunidades, los responsables de la Iglesia, del Estado y de la sociedad,
los niños y los jóvenes, los enfermos y los ancianos, los muertos que en sus tumbas
esperan su resurrección. Consagro a tu poderosa intercesión todo el Pueblo de Dios y
profeso que Tú eres la "Mater fortior" para todos nosotros.

Sí, la Madre más potente. Tú Madre de Dios eres más fuerte que todas las potencias
enemigas de Dios, que amenazan a nuestro mundo y a nuestro mismo país. Tú eres más
fuerte que las tentaciones y los asaltos que quieren arrancar a los hombres de Dios y de
sus mandamientos. Tú eres más fuerte que toda ambición egoísta y personalista, que
oscurece al hombre la visión de Dios y de su prójimo. Tú eres más fuerte porque has
creído, has esperado y has amado plenamente. Tú eres más fuerte porque has cumplido
totalmente la voluntad de Dios y has seguido el camino de tu Hijo obediente y fiel hasta
a cruz. Tú eres más fuerte porque participas con el cuerpo y con el alma en la victoria
pascual del Señor. En verdad Tú eres más fuerte, porque el Omnipotente ha hecho cosas
grandes en ti. El país y el príncipe y el pueblo se consagran a ti. Extiende tu manto, oh
Madre sobre todos nosotros.
Te lo pido fervientemente con todos los fieles: Virgen, Madre de Dios, haz que yo sea
todo tuyo. Tuyo en la vida, tuyo en la muerte, tuyo en el sufrimiento, en el miedo y en la
miseria; tuyo en la cruz y en el doloroso desconsuelo, tuyo en el tiempo y en la
eternidad. Virgen, Madre de mi Dios, haz que yo sea todo tuyo. Amén.
Preparación de la consagración:

- Se reúne toda la familia en un lugar determinado de la casa, donde


previamente se haya escogido un lugar para entronizar (colocar) una
imagen del Sagrado Corazón de Jesús.
- Se invita a un sacerdote para hacer las oraciones de bendición de la
imagen y la colocación en el lugar escogido para ella.
- Delante de la imagen se hace la consagración. Conviene que todos
tenga una copia de la oración de consagración para que todos la
hagan en voz alta.
- En caso de que no se cuente con el sacerdote, simplemente se reúnen
todos los miembros de la familia ante una imagen de Jesucristo o de
la Santísima Vírgen y hace la oración de consagración. El padre de
familia puede dirigir unas palabras explicando el significado de lo
que se está haciendo.
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Consagración de la familia al Inmaculado Corazón de María ante la


imagen del Divino Corazón de Jesús

Divino Corazón de Jesús, henos aquí postrados ante vuestra santa imagen,
con los sentimientos de la más profunda gratitud por todos vuestros
beneficios y del más ardiente amor por vuestra inefable bondad. Nosotros
os consagramos, oh divino rey, por medio del Corazón Inmaculado de
María y bajo el poderoso patrocinio de san José, toda nuestra familia. Sea
nuestro hogar como el de Nazaret, el asilo inviolable del honor, de la fe, de
la caridad, del trabajo, de la oración, del orden y de la paz doméstica. Sed
vos el modelo de nuestra conducta y el celoso protector de nuestros
intereses.
Nosotros os consagramos, oh divino Jesús, todas las pruebas, todas las
alegrías, todos los acontecimientos de nuestra vida de familia, y os
suplicamos que derraméis vuestras bendiciones sobre todos nuestros
miembros ausentes, presentes, vivos y difuntos. Los confiamos para
siempre a vuestro divino Corazón. Os rogamos también por todas las
familias del universo: proteged la cuna de los niños, la escuela de los
adolescentes y la vocación de los jóvenes; sed la fuerza de los débiles, el
sostén de los ancianos, el esposo de las viudas y el padre de los huérfanos;
velad con vuestro amor infinito la cabecera de los enfermos y de los
agonizantes. Pero sobre todo, oh Jesús, océano de misericordia y de amor,
os suplicamos que nos socorráis en el momento de la muerte; unidos
entonces más estrechamente que nunca a vuestro divino Corazón, sea El
nuestro asilo, nuestro refugio, nuestro lecho de reposo, y después de
dormirnos para siempre en vuestro seno bendito, oh Jesús, encontremos en
el Paraíso y en vuestro Sagrado Corazón, toda nuestra familia. Así sea.
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