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AL PIE DE LA CRUZ
El mesianismo paciente en el Evangelio de Marcos
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Introducción
El evangelio de san Marcos es, según los especialistas, el primero de los relatos de la vida de
Jesús, ubicándose alrededor del año 70. El autor, muy probablemente, realizó una primera tarea de
recopilación de distintos materiales que en su comunidad de pertenencia y en el mundo cristiano
circulaban acerca de Jesús. Luego, tomando lo que seguramente también conocía y le fue
transmitido, se embarcó en la tarea de redacción. Sus destinatarios más probables eran los
miembros de su misma comunidad, y el objetivo perseguido ciertamente no era solo una
recopilación más o menos ordenada de lo que se sabía de Jesús, sino uno mucho mayor: animar la
fe de la comunidad en Jesucristo.
Todo el relato evangélico busca responder quién es Jesús de Nazaret, quién es Aquél a
quien la comunidad cristiana sigue y profesa su fe. Tal vez atendiendo a ciertos desvíos, tal vez para
anunciar más fielmente la fe en el Cristo crucificado y resucitado, es que Marcos se embarca en
escribir.
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1. “¿Quién es este?”
Los interrogantes acerca de Jesús
Es de notar que el evangelio de Marcos inicia con una afirmación respecto a la identidad de
Jesús: “Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios” (Ἀρχὴ τοῦ εὐαγγελίου Ἰησοῦ
Χριστοῦ [υἱοῦ θεοῦ]). Tal sentencia cabe entenderla como titulación del contenido que se habrá
de desarrollar en el conjunto del texto. No hay una explicación o continuidad fundamental entre
este versículo y el inmediatamente siguiente que introduce la figura de Juan Bautista (cfr. Mc1
1,2ss). Es de allí que este primer versículo, y en atención al análisis del desarrollo del texto
evangélico, es reconocido como un enunciado programático centrado en la identidad de Jesús2.
En este primer versículo, Jesús es presentado por una parte como el objeto de la Buena
Noticia, como su contenido propio. La Buena Noticia trata acerca de Jesús en su condición de
Mesías y de Hijo de Dios. Podemos afirmar que hay una identificación de la Buena Noticia con Jesús
mismo, lo cual es atestiguado también por otros pasajes del evangelio (cfr. 8,35; 10,29)3. En esto
podemos rastrear la influencia de la tradición paulina en Marcos, en cuanto que esta
correspondencia de Jesús con la Buena Noticia es un contenido propio de la doctrina de Pablo. Así,
por ejemplo, 2Cor 4,4: “Si nuestro Evangelio todavía resulta impenetrable, lo es solo para aquellos
que se pierden, para los incrédulos… a fin de que no vean resplandecer el Evangelio de la gloria de
Cristo, que es la imagen de Dios”.
Además, Jesús no es solo el contenido, sino el mensajero de la Buena Noticia. Así lo expresa
1,14-15: “Allí [en Galilea] proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: «El tiempo se ha
cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia»”. La Buena Noticia,
entonces, implica en su totalidad a Jesús: él es propiamente el objeto del evangelio en cuanto que
con sus palabras y obras lo ha proclamado de forma eminente.
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Mesías–Hijo de Dios y purificar en cierto sentido algún modo de comprensión inadecuada que
estos títulos pudieron tener en el seno de la comunidad cristiana.
Es desde este punto de partida del cual observamos el desarrollo del texto evangélico. Y
desde aquí nos acercamos a la persona y a la actividad de Jesús, a quienes lo rodean y a los
interrogantes que surgen alrededor suyo. El lector es conducido, de algún modo, a estar con Jesús y
en ese estar descubrir su mesianismo, interrogándose con los discípulos y la multitud: “¿Quién es
este?” (cfr. 4,41). Esta pregunta asume en el evangelio distintas tonalidades y es puesta en boca de
distintos personajes que rodean la vida pública de Jesús. Hasta en un cierto punto, podemos
corroborar que la incansable actividad del Jesús de Marcos solo tiene como finalidad llevar al lector
a interrogarse sobre quién es verdaderamente él, de qué forma la primera afirmación de su
mesianismo y origen divino se realiza y es asumida (o no) por el pueblo. Veamos ahora algunas de
las preguntas que se forman alrededor de Jesús y su contexto narrativo antes de la profesión de fe
de Cesarea de Filipo:
Podemos notar en esta primera parte del evangelio que la actividad incansable de Jesús,
llena de milagros, de viajes, de encuentros con enfermos y pecadores, de enseñanzas y discusiones,
presenta como telón de fondo la pregunta acerca de su identidad. Los demonios, que sí lo saben y
lo reconocen, son mandados callar (cfr. 1,24-25.34; 3,11-12; 5,6-7), mientras que la multitud, los
discípulos y los escribas y fariseos son presentados sumidos en la confusión frente a los grandes
signos milagrosos de los cuales son testigos, mandados también por Jesús a guardar silencio de lo
que han visto (cfr. 5,43; 7,36).
4 Cfr. LONA, Horacio. Jesús, según el anuncio de los cuatro evangelios, Buenos Aires, Ed. Claretiana, 2009, 32.
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2. “Tú eres el Cristo”
La confesión de Pedro
La confesión que Pedro realiza en Cesarea de Filipo, al expresar ante la pregunta de Jesús,
“ustedes, ¿quiénes dicen que soy yo?”, la respuesta “Tú eres el Cristo” (8,29), es una primera e
importante cima del texto evangélico. En efecto, en esta escena culmina toda la primera parte del
evangelio (1,1-8,26), a la vez que es punto de partida de lo que seguirá (8,31-16,8)5.
La confesión de Pedro encuentra como antesala dos relatos sobre la ceguera. En el primero,
los discípulos vienen discutiendo por el camino a causa del olvido de traer consigo pan, por lo que
Jesús los reprende y les señala tener la mente enceguecida por no comprender aun a partir de los
signos que él realizó quién es. En efecto, después de recordar las sendas multiplicaciones de panes,
Jesús les pregunta: “¿Todavía no comprenden?” (cfr. 8,14-21). Es interesante notar aquí que las
preguntas que antes eran realizadas desde fuera, ahora tienen como interrogador al mismo Jesús y
como destinatarios a sus discípulos. Esta pregunta específica, “¿Todavía no comprenden?”,
fácilmente puede reconocerse como dirigida al lector en su comprensión respecto a la identidad
mesiánica de Jesús.
El segundo relato de ceguera refiere a una curación progresiva (8,22-26). Este milagro en
dos etapas es realmente singular; no hay ningún otro con esta característica. El lugar que este
relato ocupa dentro de la redacción, posterior al de la ceguera mental de los discípulos y anterior a
la profesión de fe de Pedro, hace comprender su carácter simbólico e ilustrativo. El poder de Jesús
no hace que el ciego vea con claridad a la primera, sino que se da en etapas. Esta graduación de la
curación ilustra en cierta forma la graduación de la comprensión respecto a la identidad de Jesús
que los discípulos (y el lector) tienen. Si relacionamos este relato con el inmediatamente anterior y
lo que continúa, podemos decir que los discípulos se identifican con el ciego, que Jesús obra como
maestro sobre ellos para que puedan alcanzar una clara visión de su identidad, pero que esa visión
se irá alcanzando progresivamente en las etapas sucesivas que presenta el relato evangélico.
5 Cfr. CABA, José. El Jesús de los Evangelios, Madrid, BAC, 1977, 7-8.
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En Cesarea de Filipo Jesús interroga una vez más a sus discípulos respecto a su identidad.
Primero les pregunta sobre lo que la gente dice, para luego pedirles su propio parecer. Ante esto,
Pedro, muy probablemente en nombre de todos, le responde: “Tú eres el Cristo”. Es notable que
este título (Χριστός) esté sumamente oculto en toda la primera parte del evangelio. En efecto, luego
de estar incorporado en la titulación, sólo es utilizado una vez cuando el evangelista refiere que los
demonios sabían quién era él (cfr. 1,34). Aquí los discípulos en la boca de Pedro afirman a Jesús
como Cristo pero, ¿qué entenderán por ello?
A partir de la confesión mesiánica, Jesús empezará a enseñar a sus discípulos qué tipo de
Mesías es. Aunque estas enseñanzas se encuentran resumidas en los tres anuncios de la pasión,
ciertamente toda la segunda parte del evangelio de Marcos buscará, como al ciego de Betsaida,
aclarar la visión del lector sobre el mesianismo sufriente de Jesús.
6 Cfr. LONA, Horacio. Jesús, según el anuncio de los cuatro evangelios, Buenos Aires, Ed. Claretiana, 2009, 55.
7 Cfr. LONA, Horacio. Jesús, según el anuncio de los cuatro evangelios, Buenos Aires, Ed. Claretiana, 2009, 21-
22.
8 Cfr. LONA, Horacio. Jesús, según el anuncio de los cuatro evangelios, Buenos Aires, Ed. Claretiana, 2009, 32.
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3. “Y comenzó a enseñarles”
El Mesías sufriente
La segunda parte del evangelio puede bien dividirse en tres secciones: la primera, que
podemos llamar de los anuncios de la pasión (8,31-10,52); la segunda, de la actividad de Jesús en
Jerusalén (11,1-13,37); y la tercera, de la pasión, muerte y resurrección de Jesús (14,1-16,8). Lo que
en estas distintas secciones vemos desarrollado es un proceso de develamiento respecto a la
identidad de Jesús que encuentra su culmen en la profesión de fe del centurión romano (15,39).
Luego de la respuesta de Pedro, Jesús primero les manda callar lo que refiere a él, para
luego empezar a enseñarles cómo habría de cumplir su mesianismo: a partir del sufrimiento, del
rechazo por parte de las autoridades políticas y religiosas, y de un cruento final (8,31). El texto
subraya que Jesús les hablaba de esto “con toda claridad” (8,32). Así, lo que en la primera parte era
mantenido en secreto (1,25.34.44; 3,12; 5,43; 7,24.36; 8,26)9, ahora es enseñado a todas luces: que
el mesianismo de Jesús, lejos de ser triunfalista, es paciente, sufriente, sacrificial10.
11 Cfr. LONA, Horacio. Jesús, según el anuncio de los cuatro evangelios, Buenos Aires, Ed. Claretiana, 2009, 28-
29.
12 Cfr. CABA, José. El Jesús de los Evangelios, Madrid, BAC, 1977, 34.
13 Cfr. LONA, Horacio. Jesús, según el anuncio de los cuatro evangelios, Buenos Aires, Ed. Claretiana, 2009, 19-
20.
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4. “¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!”
La exaltación del Mesías sufriente
Este clima de conflicto, unido a la recurrente incomprensión de sus mismos discípulos vista
anteriormente, ofrece el marco del apresamiento de Jesús. El evangelista narra cómo se confabulan
los Sumos Sacerdotes y ancianos con Judas Iscariote para entregar a Jesús de un modo que no sea
escandaloso para el pueblo (cfr. 14,1-2.10-11). En este ambiente de conspiración, Jesús ve
adelantado su desenlace fatal en la unción en Betania (14,3-9) y sacramentaliza en la cena pascual
con el pan y el vino su propio cuerpo entregado y su propia sangre derramada (14,22-25). Este
acto simbólico realizado por Jesús en la cena pascual ya no es anuncio profético de lo que pasará,
sino más bien anticipo efectivo de la nueva Alianza que Dios, en la muerte cruenta de Jesús, sella
con los “muchos” (cfr. 14,24). Bien podemos decir que aquí se da la cima simbólica del mesianismo
paciente de Jesús.
La muerte de Jesús se da sin más, con un fuerte grito (15,37). Pero ante esta muerte, que en
apariencia no tenía nada de diferente de otros tantos ajusticiados, el centurión que se hallaba al pie
de la cruz confiesa: “¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!” (15,39). La profesión de fe
que el centurión realiza de Jesús como Hijo de Dios (Υἱοῦ Θεοῦ) es la segunda cima del relato
evangélico, que cierra la formulación de los títulos mesiánicos que titulan el texto de Marcos17. El
centurión (κεντυρίων), pagano romano, es símbolo de la comunidad cristiana a la cual muy
probablemente Marcos dirige su evangelio. Allí, al pie de la cruz, él pronuncia la primera profesión
de fe ya sin ninguna incomprensión. Y por eso es allí, al pie de la cruz, donde la fe de la comunidad
cristiana nace y está llamada a arraigarse18.
14 Cfr. CABA, José. El Jesús de los Evangelios, Madrid, BAC, 1977, 18.
15 Cfr. CABA, José. El Jesús de los Evangelios, Madrid, BAC, 1977, 21.
16 Cfr. LONA, Horacio. Jesús, según el anuncio de los cuatro evangelios, Buenos Aires, Ed. Claretiana, 2009, 21.
17 Cfr. CABA, José. El Jesús de los Evangelios, Madrid, BAC, 1977, 12.
18 Cfr. LONA, Horacio. Jesús, según el anuncio de los cuatro evangelios, Buenos Aires, Ed. Claretiana, 2009, 23.
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Conclusión
Marcos, a través de su narración, nos pone ante el interrogante: ¿A qué Jesús seguimos?, ¿A
qué Jesús profesamos?
El relato de la curación progresiva del ciego de Betsaida nos ilustra el camino espiritual que
cada uno de nosotros, creyentes, realizamos en el descubrimiento de Jesús. No hay linealidades ni
una revelación abrupta, sino un conocimiento que pasa por compartir la intimidad con Cristo,
dejarnos enseñar por él y contemplarlo despojado en el madero de la cruz.
El evangelista nos advierte de no dejarnos confundir por los posibles logros terrenos, por la
admiración del pueblo y sus gritos de alabanza. Ciertamente Jesús manifestó su mesianismo con
poder, pero su mayor grandeza se expresó en el total despojo de la cruz. También la comunidad de
seguidores de Jesús está llamada a beber del cáliz de la cruz, asociarse a los padecimientos de
Aquél que con su muerte da vida al mundo.
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Bibliografía
El Libro del Pueblo de Dios (La Biblia), Buenos Aires, Ed. San Pablo, 200227.
CABA, José. El Jesús de los Evangelios, Madrid, BAC, 1977.
LONA, Horacio. Jesús, según el anuncio de los cuatro evangelios, Buenos Aires, Ed. Claretiana,
2009.
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