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Una entrevista a los últimos hombres de la revolución.

Estos son los últimos supervivientes de la revolución de 1776 (Lo


primero que hay es un resumen de los datos que ofrece el libro del
Rev. Elías Brewster Hilliard, Last Men of the Revolution, escrito hacia
1864; lo demás es una adaptación de los distintos recuerdos y datos
de estos supervivientes).
- Samuel Downing. 102 años, Edinburgh, condado de Saratoga,
New York. Nacido en Newburyport, Mass, 31 de noviembre de
1761 (según otros, en 1764). Cuando era un niño, se puso a
trabajar con un tal Thomas Aiken en la ciudad de Antrim, como
aprendiz de tejedor en las nuevas spinning wheels. Allí estuvo
seis años. Entonces estalló la guerra, y Thomas Aiken se
convirtió en capitán de milicias. Se enteró de dónde estaba el
punto de reclutamiento, en Hopkinton (New Hampshire), y
escapó para alistarse. Al principio lo rechazaron por ser muy
pequeño, pero luego consiguió ser aceptado por el Coronel
Fifield en Charleston, New Hampshire (según algunos
investigadores, tenía 16 años, y se alistó en el 2º regimiento de
New Hampshire). Su primera ocupación fue guardar los vagones
que iban de Exeter a Springfield. Cuenta alguna escaramuza
con los ingleses. Por ejemplo, cuando capturaron un tren inglés
que tenía un cargamento de ron. Se lo repartieron los oficiales,
que no dejaron nada para los pobres soldados. Después se
estableció en el valle de Mohawk, a las órdenes del general
Arnold. Dice Downing que los “tories” lo mataron o se lo
llevaron al Canadá. Hilliard, en este punto, recuerda al lector el
importante papel que el general Arnold jugó en la batalla que
condujo a la rendición de Burgoyne (16-10-1777, tras su derrota
en Saratoga frente al general Horatio Gates), y en la que
Downing participó, y de la que cuenta varios recuerdos. A
continuación, habla del progreso de los movimientos hacia
Nueva York. En esta etapa, el campamento de Downing estaba
enfrente del de Washington, y dice que lo veía todos los días.
Entre las cosas que recuerda de Washington, está el que nunca
le sacabas una sonrisa; era un tipo guapo; todos lo querían y
hubieran dado la vida por él. Por último, recuerda que cuando
se firmó la paz, encendieron 13 velas en cada casa o cabaña,
como símbolo de las trece colonias. En 1867 el New York Times
publicó su necrológica, sacada del Albany Journal, en la que se
dice que Samuel Downing murió, a los 105 años de edad, el 19
de febrero de 1866. En esa nota se menciona que Downing
estuvo también en el memorable asedio de Yorktown.

- Daniel Waldo. Nacido en Windham, Connecticut, 10 de


septiembre de 1762. En 1778, con 16 años, es enrolado para el
servicio en New London. Al acabar su servicio de ocho meses,
es capturado por los ingleses y encerrado en Horseneck (marzo
de 1789), después en Nueva York, en la así llamada Sugar
House, donde pasó dos meses. Cuando fue liberado, se acabó la
relación directa con la guerra. Poco después, se convirtió en
Reverendo. Murió el 30 de julio de 1864, a los 101 años.

- Lemuel Cook. Nacido en Northway, Conn. 10 de septiembre de


1759; muerto en Clarendon, condado de Orléans, New York, 26
de mayo de 1866 (106 años). A los 16 años se alistó en
Watertown, y durante la guerra formó parte del 2º regimiento
de Light Dragoons, en la compañía del capitán William Stanton,
y bajo el mando del coronel Elisha Sheldon. Las circunstancias
de su alistamiento las cuenta así: “cuando me presenté para
alistarme, el capitán Hallibud me dijo que era demasiado
pequeño para enrolarme, y que no podía aceptarme aunque yo
quisiera participar en la guerra. La primera vez que olí la
pólvora fue en Valentine’s hill (Westchester, Nueva York,
octubre de 1776), una tropa de caballería británica se acercaba.
El coronel gritó: montad vuestros caballos en un minuto! Me
subí al mío tan rápido como una ardilla. Hubo dos disparos.
Parrow bajó y me preguntó: Lem, ¿qué piensas de la pólvora?
¿te huele bien? La primera vez que me ordenaron guardia de
centinela fue en Dobb’s ferry. Un hombre salió de un granero,
niveló su arma y disparó. Sentí el viento de la bala. Un soldado
junto a mí me dijo: Lem, eso significa que te vayas al otro lado
de la carretera. Así que me fui, y enseguida un hombre salió de
un granero y disparó. No llegó hasta mí. Enseguida salió otro
hombre y disparó. La bala se alojó en mi sombrero… esto
produjo una acción en la que participó la compañía y un grupo
de franceses. Era la primera vez que Lemuel Cook veía en
acción a los franceses. Al final, capturaron a los atacantes: eran
vaqueros. Uno de los prisioneros preguntó: ¿está aquí el
hombre al que acabamos de disparar? Sí, le contestó el mayor
Tallmadge, está aquí, es ese chico. Entonces el prisionero contó
que cada uno había apostado una corona, y que el que me
abatiera se quedaría con las tres coronas. Al contar esta
historia, me fui a mi tienda, cogí mi pistola y le dije: Si he sido
para ti una diana por dinero, ahora es mi turno: el dinero, o la
vida. Sacó cuatro coronas, y cogí otras tres de los otros dos.

Según el entrevistador, el Reverendo Hilliard, el señor Cook estuvo


presente en la batalla de Brandywine (11 de septiembre de 1777) y
en la rendición de Cornwallis (19 de octubre de 1781). De éste último
acontecimiento dice:
“Washington estaba preparado para caer sobre New York. Hicimos un
estatuto en nuestro regimiento, que cada hombre debía pegarse a su
caballo, si su caballo iba, él también debía ir. Estaba esperando al
oficial de intendencia, por lo que tuve oportunidad de tener a mi
caballo en buenas condiciones. El Baron Steuben era el
mustermaster. Nos llamó para seleccionar hombres y caballos
preparados para el servicio. Cuando llegó a mí, dijo: Joven, ¿qué edad
tienes? Se lo dije. Estáte mañana por la mañana a las nueve en el
campo… (Lemuel Cook fue seleccionado)… A la mañana siguiente
Steuben dijo mi nombre, había otros 18 del regimiento. ‘Estén en el
campo, dijo, mañana con provisiones para dos días’. Estás loco, me
decían los demás, van a arrasar Nueva York. Mi caballo era un buen
caballo. Al día siguiente yo era el segundo en el campo. Salimos de
los alrededores de White Plains. Fuimos hacia King’s Ferry, bajo
Terrytown, había barcos, etc… Llegamos a los Jerseys. La primera
noche dormí con mi espalda pegada a un árbol. Entonces llegamos a
Head of Elk. Había franceses allí. Uno de ellos me tendió su
cantimplora, y me dijo: Lem, echa un buen trago, porque vamos a
marchar toda la noche. Yo no sabía lo que era aquello, así que me lo
bebí entero. Estábamos en Virginia. No había mucha lucha allí.
Cornwallis intentaba forzar su camino y marchar hacia Nueva York.
Pero tropezó con las tropas de La Fayette, que le obligó a retroceder.
Nosotros estábamos formados en la ladera de una colina. Teníamos
poca comida y nada para beber. Nos sacudíamos las moscas.
Washington ordenó que no hubiera ninguna simpatía hacia los
británicos, que ya era bastante malo obtener la rendición sin que
hubiera insultos. El ejército salió con las armas a las espaldas.
Desfilaron en una gran llanura, y allí apilaron sus armas. Entonces
llegaron las viejas brujas, y todos (los que seguían al ejército). Una
dijo: me pregunto si los malditos yankees me darían un poco de pan.
Los caballos estaban hambrientos. Washington giró y los llevó hacia
la colina. Cuando vieron la artillería, dijero: esa es la artillería que
perteneció a Burgoyne. Greene llegó desde el sur, con el peor aspecto
que pueda imaginar. Imagino que llevaba encima un pelotón de
piojos. Ni botas ni zapatos”.

- Alexander Milliner. Quebec, 14 de marzo de 1760 – Adams


Basin, New york, 13 de marzo de 1865, a los 105 años menos 1
día.
Se enroló en NuevaYork. Era demasiado joven para alistarse en las
filas, así que se enroló como tambor. Y como tambor sirvió cuatro
años en la guardia personal de Washington. Sus recuerdos de
Washington son nítidos: “era un buen hombre, un hombre
maravilloso. Siempre era agradable. Nunca cambió su semblante,
siempre era el mismo, ya fuera en la derrota, en la retirada o en la
victoria. También se acuerda de Lady Washington, “era una mujer
pequeña y delgada, muy agradable. Solía visitar los hospitales, era de
buen corazón y de cuidados maternales. Un día, el general estuvo
fuera un tiempo. Cuando volvió, su mujer le preguntó: ¿dónde has
ido? A ver a mis chicos, dijo riendo. Bien, dijo ella, pues yo voy a ir a
ver a mis niños. Cuando volvió, el general le preguntó ¿qué piensas
de ellos? Pienso, respondió, que son muy majos. Tenían un gran
concepto de mí. Un día, el general envió a decirme que fuera al
cuartel general. ‘Decidle que no hace falta que traiga su tambor con
él’.
(el caso es que se trataba de un desfile de la guardia de Washington,
y el General le pidió que tocara el tambor junto a él mientras se
efectuaba la parada).
“El General metió la mano en su bolsillo y me dio tres dólares…” los
demás, imitando al general, también le dieron propinas, y al final se
vió con quince dólares.
Cuenta la siguiente anécdota del General: un día íbamos despacio, y
llegamos a donde los muchachos estaban tirando piedras. ¡Alto!, llega
el jefe. Ahora chicos, dijo Washington, os voy a enseñar a tirar
piedras. Y les ganó a todos. Sonrió, pero no se rió de ellos.
Mr Milliner estuvo en las batallas de White Plains, Brandywine,
Saratoga, Monmouth, Yorktown y otras. De la primera dice que fue
una batalla fea. En Monmouth, recibió una herida en el muslo. “Uno
de los oficiales llegó, y mirándome, me dijo: Qué te pasa, chico?
Nada, respondí. Pobre colega!, exclamó, estás herido de muerte. Miré
hacia abajo: la sangre salía de mí. El día era muy caluroso”.
De la rendición de Burgoyne dice: los soldados británicos parecían
descorazonados. Cuando llegó la orden de arrojar las armas al
terreno, uno de ellos exclamó, con un juramento, ¡no vais a tener mi
arma! Y la lanzó violentamente al suelo, rompiéndola. Arnold era un
tipo simpático… (se refiere al general Benedict Arnold, que se pasó a
las filas de los británicos)…
En Yorktown, estrechó la mano de Cornwallis. Lo describe como un
hombre de aspecto fino, muy apacible. El día después de la rendición
llegó la guardia personal. Cornwallis estaba sentado sobre un viejo
banco y gritó ¡Alto!, y entonces nos miró, y nos vió.

- William Hutchings. De York, condado de York, Maine, nacido


en 1764.
Su relación con la guerra es muy limitada. Se alistó a los 15 años para
defender la costa de su estado. Solo participó en el asedio de Castine,
donde fue hecho prisionero, pero los ingleses, avergonzados de tener
un prisionero tan joven, lo pusieron en libertad.

- Adam Link. Nacido en el condado de Washington, Maryland, el


14 de noviembre de 1761; murió en Sulphur Springs, Ohio, 15
de agosto de 1864 (102 años).
Se alistó a los 16 años en Wheeling, Virginia, para el servicio de
vigilancia de fronteras, y en ese servicio permaneció 5 años, casi
siempre cerca de Wheeling. Durante ese periodo, su padre, Jacob
Link, fue asesinado por los indios en su propia casa. El señor Link no
estuvo en ninguna acción de guerra importante.

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