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II CONGRESO INTERNACIONAL DE TEOLOGÍA MARIANA ‘MARÍA GRACIA Y LIBERTAD’

PANEL FINAL

Dirige: Fray Franklin BUITRAGO ROJAS, OP


Participantes: Fray Nelson Alfonso MEDINA FERRER, OP
Fray Boguslaw KOCHANIEWICZ, OP
Fray Carlos Mario ALZATE MONTES, OP
P. Gianni COLZANI
Dra. María del Socorro VIVAS

Introducción:
Una vista de conjunto sobre la temática de este congreso nos muestra que la gran mayoría de
reflexiones y debates desarrollados giran en torno a lo antropológico. Creo que el mismo título “gracia y
libertad” señala ya la orientación antropológica de este Congreso. De una parte, en teología el tratado
sobre la gracia es el mismo tratado de la antropología teológica y, por otra, el tema de la libertad está en
el centro de la reflexión contemporánea sobre el hombre y de los intereses de las ciencias humanas. Hoy
en efecto escuchamos hablar continuamente de libertad, de liberación y de libertades en el contexto de
la psicología, la sociología, la política o la educación.
Así al hablar de antropología, de lo humano, en clave mariana la pregunta que está siempre de fondo es:
¿Cuál es el plan que Dios tiene para cada ser humano? Y ¿De qué modo, María en tanto que creatura
redimida, manifiesta ese plan que Dios tiene para cada ser humano? Como nos decía desde la primera
ponencia el Padre Colzani, el tema de este Congreso nos invita a hacer una relectura de la soteriología en
clave mariana.
Sin embargo, en este relacionar a María con el resto de la humanidad aparecen dos lecturas posibles en
tensión, dos lecturas que se manifestaron a lo largo de nuestro Congreso: Una lectura que quiere ver a
María como modelo para todo discípulo, para toda mujer, para toda creatura y por eso resalta su
semejanza con todo ser humano y con todo discípulo de Jesucristo. Según esta tendencia la recuperación
de la semejanza con todo ser humano, con toda mujer y madre, es condición para que María pueda ser
modelo imitable y aliciente para cristianos y cristianas. Sería necesario descubrir a María entre las otras
marías de la Escritura y entre las otras marías de la historia, como nos decía la Doctora Mena. Una
segunda perspectiva se preocupa por resaltar la vocación particular, los dones únicos, la obra única de la
gracia que es María. Como insistía de manera enfática el Padre Oñoro: es innegable el carácter único e
irrepetible de María porque ser Madre de Dios sólo se concede una vez en la historia de la salvación. Me
gustaría escuchar a los panelistas sobre estas dos perspectivas que me parece responden a intereses
teológicos legítimos. ¿Son dos perspectivas irreconciliables de la mariología o existe una forma posible
de articulación entre ellas?
Desde este marco general de lo antropológico, voy a proponer tres hilos conductores que me parece
estuvieron presentes a lo largo de este congreso:
1. La gracia como una relación
En el panel de ayer varios de los ponentes hablaban de la importancia de revisar las ideas que tenemos
en mente cuando hablamos de la gracia. La gracia no es una cosa, como un objeto que se recibe o se
pierde. Cuando decimos que María es llena de gracia no podemos confundirnos con la idea del recipiente
en el que se echa un líquido, no es una especie de poder divino que se acumula. Estas concepciones
cosificantes de la gracia pueden alentar una devoción que raya en lo mágico donde se cree que María ha
recibido por delegación una parte del poder de Dios, como una deidad de rango inferior.
Por el contrario, a lo largo de todo este congreso los ponentes han hablado de la gracia en términos de
relación, de don personal, de autocomunicación de Dios ofrecida y aceptada en libertad. El P. Colzani nos
hablaba de la vida de la gracia como diálogo de amor entre Dios y la creatura, que implica donación y
salida de sí mismo. El Padre Fidel Oñoro nos decía que el nombre que Dios le da a María “Kejaritomene”,
“llena de gracia” es una declaración de la relación que existe entre Dios y María. El P. Boguslaw nos
recordaba la imagen patrística de las nupcias entre María y el Verbo. Todas ellas son imágenes de la
gracia que evocan una relación interpersonal. Y, en este mismo sentido, el Padre Nelson Medina nos
decía que en una antropología donde se considera al ser humano una monada, un átomo solitario e
incomunicado es imposible entender la vida de la gracia.
En un pasaje esclarecedor dentro de su ponencia, el P. Colzani nos invitaba a dar un paso más allá para
reconocer que la dinámica relacional de la gracia no se cierra en una relación privada entre Dios y cada
ser humano, sino que abre a la persona a una relación nueva con los demás. La obra de la gracia en
María la hace madre de la Iglesia y madre de la humanidad. En una línea semejante la Dra. María del
Socorro afirmaba que la virginidad de María no es cerrazón como se entendería en una perspectiva
bilógica, sino la posibilidad de vivir relaciones libres con personas de ambos sexos, relaciones reciprocas
de entrega constructiva.
Por último, quisiera recordar que la relación que establece la gracia es dinámica, como es dinámica toda
relación interpersonal. La amistad, el amor, el sentimiento de pertenencia que unen a las personas van
evolucionando con la historia misma de las personas implicadas. Por eso al hablar de la gracia también se
habló del itinerario en la vida de la gracia, un itinerario que María misma debió asumir y vivir a lo largo
de su existencia. Sobre esta dinamicidad de la gracia también nos hablaba el P. Nelson al recordarnos
que la ley nueva que no es un código estático sancionado por una autoridad religiosa sino que es la
acción misma del Espíritu Santo en nosotros.
Vuelvo, por último, sobre la concepción errónea de la gracia como una cosa mágica o una porción de
poder divino que se delega porque quiero hacer desde allí mi pregunta. Me parece que a pesar de todo
el esfuerzo de la reflexión teológica, la piedad mariana popular está todavía influenciada por
concepciones mágicas de la gracia y de la plenitud de la gracia en la Virgen María. La pregunta que
resonó en todo el congreso y de la que quiero hacer eco es ¿cómo lograr que una visión más teológica de
la gracia y de la plenitud de la gracia en María llegue hasta la piedad popular? ¿Cuáles son las tareas y las
transformaciones que se necesitan por ejemplo en la formación teológica, en el lenguaje catequético y
homilético o en las celebraciones litúrgicas?

2. Historicidad y corporeidad
La ponencia del P. Carlos Mario sobre la piedad mariana en la época de la independencia nos hizo ver
que la piedad mariana no es sólo un asunto de devoción personal sino que tiene unas consecuencias
sociales y políticas. María ha sido estandarte de procesos históricos de gran amplitud. De igual modo las
intervenciones de la Dra. María del Socorro Rodríguez, de la Dra. Marisel Mena y de la Dra. Lida Sardinas
han puesto en evidencia las consecuencias sociales y culturales de determinadas imágenes de María
como modelo de mujer, de pureza o de virginidad en un contexto patriarcal.
Este Congreso nos ha hecho conscientes de que toda evangelización y toda promoción de la devoción
mariana tienen unas consecuencias sociales y culturales. En esta misma línea de la historicidad, quisiera
recordar algo que el P. Colzani nos decía en su primera ponencia: la gracia transformando las relaciones
que el ser humano tiene con los demás se convierte en fuerza y energía social, cultural y política. La
propagación de la devoción mariana bien entendida es también una fuerza de liberación para todo
hombre y para toda mujer. Como evangelizadores debemos ser conscientes de las consecuencias
sociales y culturales de nuestro ministerio.
Ahora bien, varias de las voces que hemos escuchado en este congreso denuncian una antropología
dualista que separa de manera tajante lo natural de lo sobrenatural, lo histórico de lo espiritual, lo
eclesial de lo mundano. Nuestras teólogas participantes nos han propuesto una antropología unitaria
para la reflexión teológica donde quepan tanto el gozo del cuerpo y la seducción, como el dolor de la
madre que da a luz, sin ser vistos como fruto del pecado. Una antropología que nos permita expresar lo
humano sin perder de vista lo divino y sin establecer disociaciones irreconciliables es todavía una tarea
por desarrollar.
La pregunta que quiero formular a nuestros panelistas a partir de este nivel de la historicidad –
corporeidad es: ¿Cuáles son los retos para la teología y la pastoral desde una conciencia de las
consecuencias históricas, sociales, políticas y culturales que tiene toda evangelización y la promoción de
la piedad mariana?

3. Alegría
El saludo del ángel a María, ¡Alégrate!, ha permitido que la noción de “alegría” esté presente a lo largo
de todo este congreso. Y nos alegramos por ello.
A propósito del saludo del ángel, los padres Boguslaw y Oñoro nos recordaban que, aunque esta
expresión siempre ha estado en la oración del pueblo fiel, la verdad es que la traducción latina por
“Ave”, del Dios te Salve ha oscurecido la dimensión de regocijo y de júbilo presente en el saludo
angélico. En la tradición griega donde el sentido del texto se ha mantenido, el alégrate ha sido
inspiración para una diversidad de himnos que invitan al pueblo de Dios a regocijarse con María.
También nos decía el P. Boguslaw bellamente que María es receptáculo de la alegría celeste.
Por su parte, en su ponencia el P. Nelson nos hacía apreciar el gozo de la ley nueva sobre dos trasfondos
diferentes: La ley antigua que termina en la derrota del hombre y la tristeza de Dios, así como la angustia
existencial del hombre contemporáneo que ha perdido la referencia a Dios.
En diversas oportunidades, se explicó también que la alegría de la que habla la Sagrada Escritura hay que
entenderla no como una emoción pasajera sino como el fruto de un camino de liberación. En esto
coincidían los padres Kochaniewicz, Oñoro y Medina. La alegría del discípulo es la marca distintiva de su
itinerario de liberación.
No tengo una pregunta concreta sobre este tema de la alegría, pero creo que es un tema que tuvo
mucho eco en este congreso y vale la pena que lo tengamos presente en nuestras conclusiones. Sobre
todo porque en ciertos medios católicos circulan imágenes amenazadoras de Dios vinculadas a cierta
piedad mariana. Las supuestas apariciones y mensajes donde la Virgen anuncia un fin catastrófico e
inminente del mundo y grandes desastres causados por Dios como castigo a la humanidad pecadora, la
imagen de María como la que detiene el brazo castigador de Dios listo a caer sobre la humanidad, o los
correos de internet con una imagen de la Virgen que anuncian graves calamidades a aquel que no los
reenvíe. Me parece que de lo que hemos escuchado en este Congreso surge otra imagen completamente
distinta de Dios y de la participación de María en el plan salvífico. Que esta imagen de María fruto de la
gracia y de la libertad alimente nuestra fe y nuestra piedad.

Fr. Franklin BUITRAGO ROJAS, O.P.

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