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BENDICIÓN EN EL DÍA DE LAS MADRES

Dios de Amor,
escucha nuestra oración.
Dios de todos los santos,
de Sara, de Ruth y Rebeca;
Dios de santa Isabel, madre de Juan,
de Santa María, Madre de Jesús,
escucha nuestra petición
y bendice a las madres de nuestra familia.
Bendícelas con la fortaleza de tu Espíritu,
ellas que le han enseñado a nuestros niños
como pararse y caminar.
Bendícelas con la melodía de tu amor,
ellas que nos han enseñado como hablar,
como cantar y como orar contigo.
Bendícelas con un lugar en la mesa de la eternidad,
ellas que han alimentado y criado la vida
que se formaba en ellas,
mientras aún indefensa se abrazaba a su amor.
Bendícelas hoy, ahora, en esta vida,
con cosas buenas y con salud.
Bendícelas con alegría, con amor,
con la sonrisa y el orgullo de sus hijos,
y rodéalas de muchos buenos amigos.
Que ellas, que llevaron la vida en sus vientres,
sean cargadas un día en tus divinos brazos:
y allí, por toda la eternidad,
se regocijen con su familia y amigos.
Que esta bendición y todas las gracias, te pedimos,
desciendan sobre las madres de nuestra familia:
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
En el año 1916, cuando la guerra se había extendido sobre Europa y Portugal, en
una de las colinas que rodean Fátima, tres pequeños campesinos portugueses,
Lucía de nueve años, Francisco de ocho y Jacinta de seis, se encontraron con una
resplandeciente figura, que les dijo: "Soy el Ángel de la Paz".

Durante aquel año, vieron dos veces la misma aparición. Los exhortó a ofrecer
constantes "plegarias y sacrificios", aceptando con sumisión los sufrimientos que
el Señor les envíe, como un acto de reparación por los pecados con los que Él es
ofendido.

El 13 de mayo de 1917 se les apareció una "Señora toda de blanco, más brillante
que el sol", a quien Lucía preguntó de dónde venía. Ella respondió: "Vengo del
Cielo". Y les pidió que regresaran al mismo lugar durante seis meses seguidos, los
días trece.

El hambre, la sed, las burlas de los que no creían en las apariciones, incluyendo a
la familia de Lucía, los ofrecían como la Señora lo había pedido, por la conversión
de los pecadores.

El 13 de junio de ese año, mientras se celebraba a San Antonio, Patrono de Fátima,


Nuestra Señora se apareció nuevamente a los tres niños. Alrededor de 50 personas
se encontraban con ellos en Cova.

La Señora dijo que Jacinta y Francisco irían pronto al Cielo; que Lucía
permanecería para ayudar a establecer el culto al "Sagrado Corazón de María".

El 13 de julio de 1917 se trató de impedir que Lucía asistiera a este encuentro, que
fue uno de los más extensos, y en el cual los niños tuvieron una visión del infierno
que les despertó un anhelo de oración y penitencia incontenibles.

Además, les fue prometido que en octubre se realizaría un milagro para demostrar
la verdad de las apariciones.

En agosto de ese mismo año, el anticlerical administrador de Ourem, con engaños,


alejó a los tres pastores de Fátima, y logró impedir que asistieran a la cita del día
trece.

El 13 de octubre de 1917, alrededor de 70 000 personas habían llegado al lugar


para presenciar el milagro de Fátima. Ese día, el sol se podía mirar sin cerrar los
ojos, y como un prisma gigantesco, cubría el cielo con franjas de colores.

Luego, giró tres veces y se precipitó en "zig zag" hacia la multitud. La gente quedó
conmovida y convencida de la veracidad de las apariciones.

Antes de que pasaran tres años, Jacinta y Francisco habían muerto ya. Lucía fue
religiosa con las hermanas de Santa Dorotea, desde 1925.

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