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EL/LA MAGISTRADO-JUEZ
D./Dª. FERMIN OTAMENDI ZOZAYA.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
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Por otro lado, es más que dudoso que el contrato que el
denunciante afirma ser falso lo sea en realidad, pues dicha falsedad se
contradice con la valoración conjunta de los datos obrante en las
actuaciones. El jugador niega haber firmado el contrato pero reconoce que
hubo conversaciones con Osasuna, está acreditado que el documento (una
copia escaneada) se remitió desde su propio correo electrónico y también
se remitieron desde esa cuenta mensajes que acreditan la existencia de
negociaciones para la contratación del Juzgador. Consta, igualmente, que
era público y notorio, al menos para los medios de comunicación
deportivos, la existencia de esas negociaciones e, incluso, la contratación
del jugador por parte del Osasuna. El propio representante del jugador ha
declarado como testigo en las estas diligencias y ha afirmado que el
contrato firmado le fue remitido por el denunciante como consecuencia de
haber concluído las negociaciones para cerrar su contratación y consta
que, efectivamente, se produjeron dichas negociaciones y que el propio
jugador indicó en un correo electrónico a su representante las condiciones
que consideraba necesario exigir. Constan, igualmente, las advertencias
que, una vez cerrado el acuerdo, le hizo su representante ante la
incomparecencia del denunciante, el silencio del jugador ante dichas
advertencias y, lo que es más importante, que en momento alguno indicó a
quien le interpelaba para que cumpliera el contrato (su propio
representante) que dicho contrato no existía y que alguien le había
falsificado la firma, cosa que resulta inexplicable de ser ciertos los hechos
que se afirman en la querella.
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en el art. 641.1º de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, procede decretar el
sobreseimiento libre de las actuaciones y, conforme al art. 634 del mismo
texto legal, no existiendo diligencias pendientes de ejecutar, el archivo de
la causa.
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querella que, por más que se mueva en el terreno del razonamiento
meramente hipotético, supone un primer filtro frente a imputaciones
manifiestamente infundadas ( art. 312 LECrim .). A lo largo de la
instrucción se practican diligencias de investigación encaminadas a
determinar la naturaleza de los hechos y la participación que en ellos haya
tenido el imputado ( art. 299 y 777 de la LECrim .). Y si, pese a ello, el
órgano jurisdiccional con competencia para resolver la fase intermedia y
decidir sobre la fundabilidad de la acusación, decide que ésta reúne los
presupuestos precisos para abrir el juicio oral, la sentencia absolutoria no
puede convertirse en la prueba ex post para respaldar una temeridad que,
sin embargo, ha pasado todos los filtros jurisdiccionales. Es cierto también
que la temeridad puede ser sobrevenida y que la actuación procesal de la
acusación particular en el plenario se haga merecedora de la condena en
costas. Sin embargo, si así acontece, el Tribunal a quo ha de expresar las
razones por las que aprecia la concurrencia de un comportamiento
procesal irreflexivo y, por tanto, merecedor de la sanción económica
implícita en la condena en costas.De ahí que la obtención de un criterio
seguro desaconseje aferrarse al aval institucional que, en función de los
casos, aporta a cada una de las pretensiones, en las distintas etapas del
procedimiento, el criterio del Ministerio Fiscal. No se cuestiona la sujeción
del órgano de la acusación pública a los principios constitucionales que
informan su actuación ( art. 124 CE ). Pero tampoco puede ponerse en
duda que nuestro sistema procesal no contempla una subordinación
funcional de la víctima que ejerce la acción penal al criterio institucional del
Ministerio Público. La imposición de costas por temeridad o mala fe exige
algo más que el simple distanciamiento de las tesis suscritas por la
acusación oficial. Es necesario que la acusación particular perturbe con su
pretensión el normal desarrollo del proceso penal, que sus peticiones sean
reflejo de una actuación procesal precipitada, inspirada en el deseo de
poner el proceso penal al servicio de fines distintos a aquellos que
justifican su existencia”.
Pues bien, a la vista de lo ya indicado en el anterior fundamento
jurídico, este Instructor considera, en conciencia, que la actuación del
denunciante/querellante debe reputarse, sin lugar a dudas, cuando menos
como temeraria, pues no de otra manera ha de calificarse la actuación de
quien, reclamado por la vía jurisdiccional oportuna por un presunto
incumplimiento contractual, reacciona frente a dicha reclamación
interponiendo una querella imputando la comisión de un delito del que no
tiene, no ya pruebas, sino el más mínimo indicio de su realidad, siendo
que, por el contrario, conoce que existen otros indicios y aún pruebas de la
falta de verdad de los hechos en los que sustenta la querella.
Se dice esto porque, a la vista de la documental obrante en las
actuaciones, las noticias periodísticas aportadas (que revelan lo que era,
prácticamente, un hecho público y notorio), los mensajes intercambiados
entre el jugador y su representante, la declaración testifical de éste, y las
inverosímiles y, en ocasiones, absurdas explicaciones que ofreció el
querellante cuando prestó declaración ante este Instructor, unido al hecho
cierto del evidente interés que tiene quien, como letrado del querellante, ha
actuado en el presente procedimiento (el Sr. Higuera, actual presidente del
Real Racing Club de Santander, también demandado por el Club Atlético
Osasuna, como es de ver en las copias de la demanda que obran en el
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procedimiento), ha de concluirse que la presente querella estuvo presidida
por la exclusiva intención de contrarrestar, a cualquier precio, la demanda
que se había interpuesto contra él por el Club Atlético Osasuna, a
sabiendas de que no existía el más mínimo indicios de la comisión del
delito que se imputaba a los querellados, pues no puede reputarse tal la
mera comunicación a estos de la inexistencia del contrato en la previa
conciliación administrativa celebrada. De admitirse ello, bastaría indicar a
quien pretende ejercitar acciones civiles contra una persona que se le
indique que los documentos en los que funda su pretensión son falsos para
justificar la interposición de una querella criminal por falsedad de uso, lo
que es de todo punto inaceptable.
En definitiva, procede imponer las costas del presente
procedimiento al querellante, por su temeridad en el planteamiento de la
denuncia, primero, y la querella después.
PARTE DISPOSITIVA