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Sección: B

Jdo. Instrucción Nº 2 Procedimiento: DILIGENCIAS PREVIAS


c/ San Roque, 4 - 3ª Planta Nº Procedimiento: 0000580/2015
Pamplona/Iruña
Teléfono: 848.42.42.03 NIG: 3120143220150002416
Fax.: 848.42.42.14 Resolución: Resolución: Auto 000059/2016
C1004

AUTO

EL/LA MAGISTRADO-JUEZ
D./Dª. FERMIN OTAMENDI ZOZAYA.

En Pamplona/Iruña, a 19 de enero del 2016.


ANTECEDENTES DE HECHO

ÚNICO.- El presente procedimiento se incoó en virtud de denuncia


interpuesta por xxx por un presunto delito de falsedad de uso
del artículo 396 del Código Penal, ampliándose subjetivamente el
procedimiento como consecuencia de una querella que, con posterioridad,
interpuso el mismo denunciante, habiéndose practicado las diligencias de
averiguación que constan en autos.

FUNDAMENTOS DE DERECHO

PRIMERO.- Las diligencias de instrucción practicadas,


singularmente la declaración del propio denunciante y del testigo Sr.
Vergara, así como la documental obrante en la causa, y las declaraciones
de los querellados, no han permitido concluir que existan, siquiera, indicios
racionales de la existencia del delito que se imputa en la denuncia y,
posteriormente, en la querella.

En efecto, el artículo 396 del Código Penal castiga al que, a


sabiendas de su falsedad, presentare en juicio o, para perjudicar a otro,
hiciere uso de un documento privado falso. Para la existencia del delito es
necesario que quien hace uso del documento falso no haya cometido la
falsedad y haya hecho uso de ese documento con conocimiento aquella.
De las diligencias practicadas se desprende que quienes interpusieron la
demanda ante la jurisdicción social contra el denunciante no eran directivos
del Club Atlético Osasuna en el momento en que se firmó el contrato con
aquel y no existe el más mínimo, no ya prueba sino indicio, de que tuvieran
conocimiento de esa presunta falsedad cuando ejercieron las acciones
legales ante la jurisdicción social. En este sentido, las explicaciones que
han dado en el día de hoy los investigados son plenamente coherentes,
creíbles y verosímiles y, además, vienen corroboradas por el resto de las
diligencias practicadas en este procedimiento. De hecho, ni en la denuncia
ni en la querella se indican cuáles son los indicios que considera existentes
el denunciante para afirmar que los denunciados tenían conocimiento de la
falsedad del contrato y, a pesar de ello, hicieron uso del mismo para
interponer contra él una demanda, más allá de la mera manifestación
relativa a que así se les indicó al contestar la conciliación administrativa
previa, lo que, evidentemente, no es un indicio de la existencia del delito
imputado.

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Por otro lado, es más que dudoso que el contrato que el
denunciante afirma ser falso lo sea en realidad, pues dicha falsedad se
contradice con la valoración conjunta de los datos obrante en las
actuaciones. El jugador niega haber firmado el contrato pero reconoce que
hubo conversaciones con Osasuna, está acreditado que el documento (una
copia escaneada) se remitió desde su propio correo electrónico y también
se remitieron desde esa cuenta mensajes que acreditan la existencia de
negociaciones para la contratación del Juzgador. Consta, igualmente, que
era público y notorio, al menos para los medios de comunicación
deportivos, la existencia de esas negociaciones e, incluso, la contratación
del jugador por parte del Osasuna. El propio representante del jugador ha
declarado como testigo en las estas diligencias y ha afirmado que el
contrato firmado le fue remitido por el denunciante como consecuencia de
haber concluído las negociaciones para cerrar su contratación y consta
que, efectivamente, se produjeron dichas negociaciones y que el propio
jugador indicó en un correo electrónico a su representante las condiciones
que consideraba necesario exigir. Constan, igualmente, las advertencias
que, una vez cerrado el acuerdo, le hizo su representante ante la
incomparecencia del denunciante, el silencio del jugador ante dichas
advertencias y, lo que es más importante, que en momento alguno indicó a
quien le interpelaba para que cumpliera el contrato (su propio
representante) que dicho contrato no existía y que alguien le había
falsificado la firma, cosa que resulta inexplicable de ser ciertos los hechos
que se afirman en la querella.

Todo lo anterior ha de poner en relación con un dato que podría


justificar el presunto incumplimiento contractual por parte del denunciante
(presunto porque no corresponde a esta jurisdicción penal decidir sobre
dicha cuestión): que Osasuna terminó esa temporada descendiendo de
categoría y, en consecuencia, ya no tenía interés para el denunciante venir
a jugar con el Club Atlético Osasuna.

Las alegaciones del denunciante acerca de que alguien de la


empresa que le representaba pudo mandar ese contrato desde su cuenta
de correo electrónico no se compadece con las reglas de la lógica y la
experiencia y, desde luego, están completamente huérfanas de prueba. La
valoración conjunta de todos esos datos permite concluir que, al menos
indiciariamente, el contrato existió o, en sentido contrario, que no existen
indicios racionales de que el documento que el denunciante reputa falso,
por haberse plasmado en él una firma que él no puso, lo sea realmente.

A mayor abundamiento, no resulta técnicamente posible practicar


una pericial caligráfica para determinar la autenticidad de la firma que el
denunciante reputa falsa puesto que no contamos con la firma original, lo
que impide que los peritos puedan realizar un informe sobre dicho
particular, pues para ello es necesario examinar el original del documento
presuntamente falsificado, algo que es notorio en la jurisdicción penal

En definitiva y conforme a lo razonado, de lo actuado no se


desprenden indicios racionales de que haya ocurrido el hecho que dio lugar
a la formación de la causa y no existen más diligencias que puedan
practicarse obtener dichos indicios, por lo que, de acuerdo con lo dispuesto

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en el art. 641.1º de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, procede decretar el
sobreseimiento libre de las actuaciones y, conforme al art. 634 del mismo
texto legal, no existiendo diligencias pendientes de ejecutar, el archivo de
la causa.

SEGUNDO.- Dispone el artículo 239 de la Ley de Enjuiciamiento


Criminal que “en los autos o sentencias que pongan término a la causa o a
cualquiera de los incidentes deberá resolverse sobre el pago de las costas
procesales”. Por su parte, indica el artículo 240 de la ley procesal que “esta
resolución podrá consistir en… 3º) condenar a su pago al querellante
particular o actor civil. Serán éstos condenados al pago de las costas
cuando resultare de las actuaciones que han obrado con temeridad o mala
fe.

En relación a ésta cuestión, no es ocioso recordar lo que se indicó


en la STS de 9 de junio de 2014, con cita de otras muchas: “No es tarea
fácil la fijación de un criterio seguro para discernir cuándo puede estimarse
la existencia de temeridad o mala fe. La doctrina de esta Sala ha
declarado reiteradamente que no existe un concepto o definición de
la temeridad o la mala fe, por lo que ha de reconocerse un cierto margen
de valoración subjetiva en cada supuesto concreto. No obstante lo cual
debe entenderse que tales circunstancias han concurrido cuando carezca
de consistencia la pretensión de la acusación particular en tal medida que
puede deducirse que quien ejerció la acción penal no podía dejar de tener
conocimiento de la injusticia y sinrazón de su acción. Del mismo modo que
se considera temeridad cuando se ejerce la acción penal, mediante
querella, a sabiendas de que el querellado no ha cometido el delito que se
le imputa (cfr. SSTS 46/2007, 30 de mayo , 899/2007, 31 de
octubre y 37/2006, 25 de enero ).Como regla general, el simple dato de la
disparidad de criterio entre el Fiscal y la acusación particular se ha
considerado insuficiente para fundamentar la condena en costas
por temeridad ( STS 754/2005, 22 de junio ). Y es que cuando el Ministerio
Fiscal ha solicitado la libre absolución, ello no significa que toda pretensión
acusatoria de la acusación particular sea inconsistente ( STS 94/2006, 30
de enero ), pues la disparidad de criterios entre el Fiscal y la acusación
particular en relación al resultado valorativo de la prueba practicada, en
modo alguno puede considerarse suficiente para imputar a esta parte
procesal una actitud maliciosa, temeraria o absolutamente injustificada en
el ejercicio de la acción penal ( STS 753/2005, 22 de junio ) .Pero no faltan
casos en los que la jurisprudencia enlaza esa temeridad con el hecho de
impulsar a solas un procedimiento respecto del que el Ministerio Fiscal
interesa un pronunciamiento absolutorio que, además, es luego acogido
por el Tribunal de instancia (cfr. STS 361/1998, 16 de marzo ).Sin
embargo, este último criterio, siendo singularmente indicativo, no puede
erigirse en definitivo. De hecho, la apertura del juicio oral y el sometimiento
a proceso penal del que luego dice haber sido injustamente acusado, no es
fruto de una libérrima decisión de la acusación particular. Para ello se hace
preciso una resolución jurisdiccional habilitante del Juez de Instrucción -en
el procedimiento abreviado así lo impone el art. 783.1 LECrim - en la que
aquél ha de valorar la procedencia del juicio de acusación y atribuir al
imputado la condición de acusado en la fase de juicio oral. Con carácter
previo, se hace indispensable una resolución de admisión a trámite de la

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querella que, por más que se mueva en el terreno del razonamiento
meramente hipotético, supone un primer filtro frente a imputaciones
manifiestamente infundadas ( art. 312 LECrim .). A lo largo de la
instrucción se practican diligencias de investigación encaminadas a
determinar la naturaleza de los hechos y la participación que en ellos haya
tenido el imputado ( art. 299 y 777 de la LECrim .). Y si, pese a ello, el
órgano jurisdiccional con competencia para resolver la fase intermedia y
decidir sobre la fundabilidad de la acusación, decide que ésta reúne los
presupuestos precisos para abrir el juicio oral, la sentencia absolutoria no
puede convertirse en la prueba ex post para respaldar una temeridad que,
sin embargo, ha pasado todos los filtros jurisdiccionales. Es cierto también
que la temeridad puede ser sobrevenida y que la actuación procesal de la
acusación particular en el plenario se haga merecedora de la condena en
costas. Sin embargo, si así acontece, el Tribunal a quo ha de expresar las
razones por las que aprecia la concurrencia de un comportamiento
procesal irreflexivo y, por tanto, merecedor de la sanción económica
implícita en la condena en costas.De ahí que la obtención de un criterio
seguro desaconseje aferrarse al aval institucional que, en función de los
casos, aporta a cada una de las pretensiones, en las distintas etapas del
procedimiento, el criterio del Ministerio Fiscal. No se cuestiona la sujeción
del órgano de la acusación pública a los principios constitucionales que
informan su actuación ( art. 124 CE ). Pero tampoco puede ponerse en
duda que nuestro sistema procesal no contempla una subordinación
funcional de la víctima que ejerce la acción penal al criterio institucional del
Ministerio Público. La imposición de costas por temeridad o mala fe exige
algo más que el simple distanciamiento de las tesis suscritas por la
acusación oficial. Es necesario que la acusación particular perturbe con su
pretensión el normal desarrollo del proceso penal, que sus peticiones sean
reflejo de una actuación procesal precipitada, inspirada en el deseo de
poner el proceso penal al servicio de fines distintos a aquellos que
justifican su existencia”.
Pues bien, a la vista de lo ya indicado en el anterior fundamento
jurídico, este Instructor considera, en conciencia, que la actuación del
denunciante/querellante debe reputarse, sin lugar a dudas, cuando menos
como temeraria, pues no de otra manera ha de calificarse la actuación de
quien, reclamado por la vía jurisdiccional oportuna por un presunto
incumplimiento contractual, reacciona frente a dicha reclamación
interponiendo una querella imputando la comisión de un delito del que no
tiene, no ya pruebas, sino el más mínimo indicio de su realidad, siendo
que, por el contrario, conoce que existen otros indicios y aún pruebas de la
falta de verdad de los hechos en los que sustenta la querella.
Se dice esto porque, a la vista de la documental obrante en las
actuaciones, las noticias periodísticas aportadas (que revelan lo que era,
prácticamente, un hecho público y notorio), los mensajes intercambiados
entre el jugador y su representante, la declaración testifical de éste, y las
inverosímiles y, en ocasiones, absurdas explicaciones que ofreció el
querellante cuando prestó declaración ante este Instructor, unido al hecho
cierto del evidente interés que tiene quien, como letrado del querellante, ha
actuado en el presente procedimiento (el Sr. Higuera, actual presidente del
Real Racing Club de Santander, también demandado por el Club Atlético
Osasuna, como es de ver en las copias de la demanda que obran en el

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procedimiento), ha de concluirse que la presente querella estuvo presidida
por la exclusiva intención de contrarrestar, a cualquier precio, la demanda
que se había interpuesto contra él por el Club Atlético Osasuna, a
sabiendas de que no existía el más mínimo indicios de la comisión del
delito que se imputaba a los querellados, pues no puede reputarse tal la
mera comunicación a estos de la inexistencia del contrato en la previa
conciliación administrativa celebrada. De admitirse ello, bastaría indicar a
quien pretende ejercitar acciones civiles contra una persona que se le
indique que los documentos en los que funda su pretensión son falsos para
justificar la interposición de una querella criminal por falsedad de uso, lo
que es de todo punto inaceptable.
En definitiva, procede imponer las costas del presente
procedimiento al querellante, por su temeridad en el planteamiento de la
denuncia, primero, y la querella después.

PARTE DISPOSITIVA

Se acuerda el SOBRESEIMIENTO LIBRE y el ARCHIVO de la


presente causa, imponiendo las costas del procedimiento a la acusación
particular, por su temeridad.

Notifíquese a las partes, a quienes pueda causar perjuicio y al Mº Fiscal,


haciéndoles saber que contra el auto cabe interponer, ante este Órgano Judicial,
RECURSO DE REFORMA en el plazo de los TRES DÍAS siguientes a su
notificación y/o RECURSO DE APELACIÓN, subsidiariamente con el de reforma
o por separado, en este caso, dentro de los CINCO DÍAS siguientes a la
notificación.

Así por este Auto lo acuerdo, mando y firmo.


El/La Magistrado-Juez.

DILIGENCIA.- Seguidamente la extiendo yo el Letrado de la Administración de


Justicia, para hacer constar que la anterior resolución la ha dictado el/la Magistrado-Juez
que la firma, para su unión a los autos, notificación a las partes y dar cumplimiento a lo
acordado. Doy fe.

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