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Según Mann el Estado es un conjunto diferenciado de instituciones y personal que implica una
centralidad, en el sentido que las relaciones políticas irradian desde el centro y hacia el centro
para abarcar un territorio delimitado; sobre el cual reclama el ejercicio del monopolio de la
coerción física legítima (Weber).
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1. La capacidad de externalizar su poder. Entendida como la posibilidad de obtener
reconocimiento “como unidad soberana dentro de un sistema de relaciones
interestatales”.
2. La capacidad de institucionalizar su auoridad. Oszlark la define como la imposición de
una estructura de relaciones de poder que garantice su monopolio sobre los medios
organizados de coerción.
3. La capacidad de diferenciar su control, entendida como la posibilidad de contar con un
conjunto de instituciones profesionalizadas que pueden extraer recursos de la
sociedad en forma legítima y controlada centralmente.
4. La capacidad de internalizar una identidad colectica, a partir de la creación de símbolos
generadores de pertenencia y solidaridad que refuerzan los mecanismos de
dominación.
El nuevo orden global significa la pérdida de la otrora centralidad de los Estados nacionales.
Esto se expresa en:
1. El retiro del Estado como actor central de los procesos económicos y su vuelta al
cumplimiento de la función de gendarme previa al consenso keynesiano.
2. La aparición y conformación de los bloques regionales (Unión Europea, Nafta,
Mercosur, etc.).
3. La aparición de fenómenos asociados a las crisis de identidad nacionales como el
terrorismo y el fundamentalismo.
4. Este último punto resalta la aparición de nuevos conflictos con características
distintivas: las guerras ya no son entre naciones necesariamente, sino que en muchos
casos los Estados confrontan contra-enemigos que no tienen ninguna base territorial o
bien responden a identidades de tipo religiosas practicadas en forma fundamentalista.
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D´AURIA, ANIBAL. Teoría y crítica del estado
Una teoría política es un sistema de proposiciones sobre el fenómeno política; y una teoría del
estado es una subclase de teoría política, es decir, está incluida en ese género más amplio que
es la teoría política en general.
En tanto sistema de proposiciones con pretensiones de coherencia, una teoría política puede
ser de tres tipos, no siempre fácilmente diferenciables en la práctica. Una teoría puede ser:
1. Explicativa. Las teorías deben ser ponderadas desde el criterio de verdad o falsedad
semánticas (correspondencia del discurso con el objeto descripto y explicado). Por
ejemplo, la Teoría Pura del Derecho de Hans Kelsen es una teoría explicativa del
Derecho y del Estado que no tiene pretensión normativa, y sólo pretende ser una
adecuada explicación (es decir, verdadera) de todo ordenamiento jurídico positivo, sea
éste liberal, comunista, democrático o totalitario.
2. Normativa. Es una teoría que tiene pretensiones de validez normativa, es decir, tiene
pretensiones de ser aceptada como justa, deseable o moralmente valiosa. Ejemplos de
esta teoría son el Contrato Social de Rousseau o la Teoría de la Justicia de Rawls.
3. Crítica. Pretende desenmascarar los condicionamientos, valoraciones y presupuestos
implícitos de una teoría.
Sin embargo, difícilmente o nunca encontraremos en la historia del pensamiento político una
teoría puramente explicativa ni puramente normativa. Sin embargo, la distinción analítica
entre ambos tipos no deja de resultar útil. Todos sabemos qué significa tener cabello y qué
significa ser calvo, pero siempre resultará imposible determinar cuál es el pelo que debemos
perder para pasar del primer estado al segundo. Si bien es complicado atribuir a una teoría del
estado un carácter exclusivamente explicativo o exclusivamente normativa, siempre resultará
más o menos posible distinguir cuáles de sus proposiciones particulares son una u otra cosa.
La política ha sido objeto de la reflexión teórica desde los orígenes mismos de la filosofía.
Podemos decir que la filosofía en si misma es desde sus inicios política. Por ejemplo en el
poema filosófico de Parménides, es la diosas justicia, Dike, la que le revela al filósofo los
secretos del Ser.
Será recién con los sofistas, en el siglo V a. c., que la política se constituya por primera vez
como un área específica del conocimiento; es decir, como algo que puede ser enseñado y
aprendido. El realismo político que ostentaban los sofistas encajaba perfectamente con su
objetivo de obtener el éxito político. Así, pretendían adaptar la imagen de sí mismos a las
costumbres y creencias vigentes en cada polis.
Es decir, la clave de una acción política exitosa radicaba fundamentalmente en la retórica, que,
como Gorgias sostenía, era tan poderosa como para poder demostrar tanto una tesis como su
opuesta.
Como vemos, tampoco en los sofistas hay una “teoría política” expresamente desarrollada; si
la hay, hay que buscarla en los presupuestos en que basan sus enseñanzas prácticas. Ellos
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enseñaban una tecné, un know- how, no un conjunto de proposiciones sistemáticas acerca del
orden político.
Podemos decir, sin riesgos de equivocarnos demasiado, que la teoría política propiamente
encuentra en Platón a su fundador. Platón elabora una doctrina del “justo” orden político y
una doctrina del conocimiento.
Platón traza un fuerte paralelismo entre la estructura del alma individual y la organización de
la polis, trasladando por analogía su doctrina tripartita del alma a una doctrina tripartita de la
estructura política. Del mismo modo que el individuo virtuoso es aquel que sabe y logra
subordinar sus apetitos a su voluntad y su voluntad a su razón, una polis justa es aquella donde
los productores (artesanos y campesinos) saben obedecer a los auxiliares guardianes y estos, a
su vez, se subordinan valiente y lealmente a los sabios gobernantes. El gobernante, por su
parte, debe ser filósofo, es decir, debe saber gobernarse a sí mismo, razón por la cual es
virtuoso y libre, haciendo también que todos sean virtuosos y libres al conocerle.
Aristóteles realiza un análisis de las relaciones domésticas, como distintas de las políticas, y un
estudio comparativo de la organización política de varias polis reales (Catargo, Esparta y
Atenas) e ideales (las de Platón, Faleas e Hipodamo). Esto ya sólo lo ubica como un precursor
del método comparativo.
Y es en este sentido que la figura de Maquiavelo cobra un singular valor histórico dentro de la
disciplina que tratamos. Si comparamos su obra El príncipe, con la de su contemporáneo
Tomas Moro, Utopía, notaremos que ambos están hablando en distintos registros discursivos.
Maquiavelo subraya que habla de cómo son efectivamente las cosas y no de cómo deberían
ser, mientras que Moro sabe que la isla que describe no existe, no es real, sino que es un
deseo o un modelo a realizar, una u-topía (un no lugar).
La teoría política de Maquiavelo queda desarrollada en dos de sus libros fundamentales: los
Discursos sobre la Primera Década de Tito Libio y El Príncipe, escritos casi al mismo tiempo por
su autor. Mientras que el primero se orienta más a lo que llamamos teoría política normativa,
el segundo es ante todo un libro de teoría política explicativa.
En los Discursos tenemos a un Maquiavelo que expone sus convicciones republicanas y teoriza
sobre los modos de construir y conservar una deseable república que resguarde la libertas
popular; en El príncipe tenemos a un Maquiavelo que observa la realidad que lo circunda y
explica el modo en que se conquista y conserva el poder en los principados.
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El universo político, la política y “el político”
¿Qué clases de relaciones humanas conforman esa esfera o ámbito de acción que llamaremos
“política”?
Un individuo aislado no puede estar relacionado políticamente. También se requiere que entre
esa pluralidad de individuos existan valores contrapuestos, o al menos no coincidentes; es
preciso que esos individuos posean voluntades relativamente autónomas; o en otros términos,
que se dé la posibilidad cierta entre los individuos que deben convivir entre sí. Donde hay una
armonía espontánea o natural (como en una colmena) no puede haber relaciones y
comportamientos políticos.
Es necesario que la solución de esos conflictos interpersonales sea buscada evitando el empleo
liso y llano de la violencia física. La violencia física y directa puede eliminar un conflicto real o
latente, pero según la caracterización que aquí ofrecemos, no es una solución política sino
bélica. La política se encuentra en una situación intermedia entre la armonía espontánea y la
guerra: hay política cuando hay conflicto, real o latente, y ese conflicto busca solucionarse sin
recurrir al empleo directo de la fuerza o la violencia física.
Ya hemos caracterizado al universo político como una esfera de relaciones humanas donde las
personas interactúan ejerciendo influencia unas sobre otras, en busca de ciertos objetivos y
movidas por diferentes valores e intereses. Es decir, en el campo político se enfrentan, se
apoyan, se neutralizan o potencian ciertos valores e intereses individuales y grupales; esos
valores e intereses se traducen en el ejercicio de influencia de unos actores sobre otros con la
finalidad de alcanzar objetivos considerados acordes a aquellos valores e intereses.
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La acción política es “eficaz” cuando alcanza la meta u objetivo específico que se propuso. Pero
la “eficacia” no supone la “eficiencia”. “Eficiente” es la acción política que alcanza la meta u
objetivos buscados pero de modo menos gravoso para el propio actor, o sea, del modo más
económico. La “eficiencia” es una cuestión de disminución de costos y maximización de
beneficios.
Régimen de poder
Por “influencia” entenderemos una capacidad subjetiva, esto es, la capacidad de un sujeto
(individual o colectivo) para determinar el comportamiento de otro sujeto (individual o
colectivo) por medio de diferentes técnicas (amenazas, contraprestaciones o argumentos). En
cambio, entenderemos por “poder” al sistema de relaciones que surge del predominio de
algunas o algunas de esas técnicas de influencia.
El poder no es una cosa u objeto que se posea o no se posea. El poder es movedizo, circula
entre los hombres bajo la forma de “influencias” recíprocas. Por ello es impropio afirmar que
alguien tiene el poder. Según nuestra caracterización, alguien puede tener más o menos
influencia sobre tales o cuales personas, pero nunca el poder como si fuera ése una cosa
concreta.
Efectividad y legalidad
El derecho puede ser visto como la expresión legal del orden político, o si se quiere, como una
suerte de fotografía de las fuerzas políticas predominantes, de sus valores e intereses. Pero
nunca debemos confundir una fotografía con la realidad.
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Orden político y creencias políticas: legitimidad
El poder y el derecho conforman dos caras de una misma moneda, aportando uno efectividad
y el otro legalidad al orden político. La unidad que conforma el régimen de poder y el derecho
puede ser vivenciada y valorada de muy diversas maneras por las personas sujetas a ese oren.
Por legitimidad entendemos el mayor o menor grado de aceptabilidad que cosecha entre la
población el régimen de poder y el derecho vigentes.
Tenemos ahora si completo el triángulo que conforma a todo orden político: efectividad,
legalidad y legitimidad, o en otros términos: régimen de poder, derecho y creencias
predominantes.
1. Conservadoras: son las que resultan funcionales y reproductoras del derecho y del
régimen de poder vigentes en su totalidad actual.
2. Transformadoras
Reformistas: promueven una transformación gradual y/o parcial del régimen
de poder y derecho vigentes.
Radicales: alientan a un cambio total y rupturista con el régimen de poder y
derecho vigentes.