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Siempre se ha considerado la profesión docente como una de las más importantes por tener
la responsabilidad de fundar los cimientos de una sociedad. De igual manera ha tenido
grandes transformaciones en el tiempo; antes era considerado un buen trabajo si el profesor
tomaba la parte activa y controladora de la enseñanza en el aula o cualquier ambiente de
aprendizaje, y el estudiante era un ente pasivo en este proceso. Como afirma:(Sinclair,
1982). "mientras que los profesores desempeñaban un papel activo en calidad de oradores,
los alumnos adoptaban un rol pasivo como oyentes". No había flexibilidad a la hora de
evaluar ofreciendo formatos de evaluación rígidos que apelaban a la memoria y no
fomentaban el desarrollo de una competencia reflexiva(crítica) acerca de diferentes tópicos
de variado interés.
El alumno era un receptor permanente sin oportunidad de interacción con sus pares para
reafirmar su aprendizaje. Toda la responsabilidad educativa era delegada al profesor y este
cumplía el rol de informador autoritario, estandarizador de procesos y con escaso interés
personal hacia sus estudiantes; con falta de compromiso hacia su enseñanza porque su
personalidad y creatividad eran cercenadas y no eran consideradas elementos
enriquecedores en el aula, se les reducía a simples máquinas acumuladoras de información
sistematizada; los estudiantes como consecuencia no experimentaban profundidad en la
comprensión y por ende no construían un pensamiento analítico significativo. No se
generaba ningún tipo de conexión necesaria como seres humanos.
“La letra entra con sangre”, solían repetir los abuelos hace unos pocos años, para referirse
a la idea que se tenía de una educación basada en el castigo físico cuando no se aprendía
un concepto con facilidad, o se evidenciaba distracción mientras se recibía una explicación.
De igual manera estas prácticas eran usadas en las escuelas, abaladas por los padres,
despojándose de todo interés por instruir a un estudiante de manera integral. Y dejando un
legado de malas experiencias y anécdotas que contar sobre la aversión desarrollada hacia
una materia por culpa de un profesor. Muchos adultos recuerdan el momento en que sus
manos fueron azotadas por un profesor con una regla grande, por no saberse las tablas de
multiplicar o los gritos ensordecedores emitidos por los profesores hacia sus estudiantes
por no portar “adecuadamente” el uniforme.
En conclusión, cada vez que un profesor entra a un aula o desarrolla una temática en un
ambiente de aprendizaje, debe estar dispuesto también a aprender algo nuevo cada día de
sus estudiantes y a estimular su creatividad. La armonía entre la disciplina requerida en el
aula y los conocimientos compartidos con los estudiantes permite el desarrollo de una labor
docente satisfactoria, sin apelar a la rigidez o a una autoridad recalcitrante que en vez de
generar deseos de aprender y una motivación constante, resulte en una falta de conexión
con los estudiantes y en una disociación del proceso educativo. Tener robots en un aula en
vez de seres humanos con expectativas o sueños mina el objetivo principal de una
educación integral, que debe tener en cuenta al individuo como un todo, con diferentes
edades, facetas, personalidad, metas, y sueños.
BIBLIOGRAFIA
• Juan, A. D. & García, I. M. (2013). Los diferentes roles del profesor y los alumnos
en el aula de lenguas extranjeras. Revista digital Reflexiones y Experiencias
Innovadoras en el Aula (38), 1-8. Recuperado de:
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• Páez, V. (2001). El profesor de idiomas: Sus cualidades y competencias.Revista
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http://revistas.tec.ac.cr/index.php/comunicacion/article/view/1265/1168creative
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