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IX ENCUENTRO DE DIFUSIÓN DE PROYECTOS DE INVESTIGACIÓN

ILLPAT – DEPARTAMENTO LETRAS - FHCS


Trelew – Chubut

Título de la Ponencia: ¿Travestismo latinoamericano o Latinoamerica travestida?: la


representación de la alteridad en Loco afán de Pedro Lemebel.
Diego Gabriel Torres
Universidad Nacional de la Patagonia “San Juan Bosco”

Abstract:
Se ha leído a Lemebel desde diversos puntos de vista, muchos revisitando a Butler,
desde la performatividad del género y la problemática de la Identidad, otros lo leen desde
el postcolonialismo y la descolonialidad. Las crónicas de Loco afán entrecruzan problemas
de género, identidad, minorías, devenires, raza, clase, nacionalismo, imperialismo,
capitalismo, colonia, colonialidad y descolonialidad, así como los problemas de las nuevas
ciudades latinoamericanas globalizadas, los espacios, los centros, los barrios, los márgenes,
pasando por el terreno de las representaciones y los imaginarios sociales. Utilizar el
concepto de rizoma, así como el de flujo y deseo, de Deleuze y Guattari permite
comprender la diversidad de problemáticas que se ponen en juego. En sus crónicas todo lo
antes planteado se entrecruza y se imbrinca, por lo que Lemebel, en este sentido, no realiza
un itinerario por la identidad gay o por la identidad latinoamericana, sino que se refiere a
ellas desde y en la alteridad, exponiendo un potencial revolucionario que deconstruirá al
Sujeto que sostiene el poder hegemónico chileno, develando las tramas discursivas que
sostienen su poder y su opresión.
¿Loco afán es, como libro, una unidad o una alteridad ?¿Acaso es ambas cosas? Si
pensamos que Loco afán. Crónicas de sidario es un libro-rizoma se nos abren múltiples
puertas para indagarlo. Pensarlo de esta manera permite observar que en este libro-rizoma
en particular no existe línea, unidad o causalidad, no es cerrado sino abierto. Creemos sí
que la “unidad” del libro se hace visible desde su flanco político. Lo que intentamos
analizar en este trabajo es dicha unidad política, es decir ¿Cuál es su Loco afán?
La crónica
Lemebel construye Loco afán. Crónicas de sidario en base a crónicas que aunan y ponen
en tensión dos espacialidades textuales: “crónicas de sidario” remite al mismo tiempo a un
espacio temporal (un cronotopos) desde donde narrar los hechos que acontecen en un lugar,
el sidario, marginado en el espacio-texto-ciudad. Mientras que también “crónicas” remite
al tiempo de la enfermedad y la palabra sidario une la enfermedad -sida- como marca del
cuerpo infectado, y lo diario, lo cotidiano, es decir, el SIDA-DIARIO. Estas crónicas
narran una doble experiencia: la de la ciudad y la del cuerpo como espacios semiotizados,
como espacios escriturarios: “De escrituras urbanas y grafías corpóreas que en su agitado
desplazamiento discurren su manuscrito” (Lemebel, 78). Desde allí Lemebel proyecta su
política escrituraria: “su historia salpica la ciudad y se evapora en la lujuria cancionera de
su pentagrama transeúnte” (Lemebel, 80). La crónica es así: salpica y se evapora.
Al mismo tiempo, la crónica no es Un Género estable, ella escapa de la lógica de la
literatura y de la lógica del periodismo (¿binarismo acaso?), es un tercer espacio, un,
diríamos, in between. Ella es una vagabunda porque es movible, circula, viaja, es un
género endeble que adopta diversos disfraces, diversas formas para transmitir mensajes:
“La crónica no es un género tan fijo como la novela […] la crónica tiene otro sentido, tiene otra
vertiginosidad. Y uno puede cambiar permanentemente de tema y es como la ciudad […] tiene que
ver con una forma de contar la crónica, directa, distinta donde puede estar incluida la música
popular, donde puede estar incluida la biografía, y por supuesto lo político y hasta el panfleto”
(Lemebel, entrevista en Trazo mi Ciudad)

Lemebel, como otros autores de la crónica a nivel latinoamericano -Monsiváis, por


ejemplo- produce una desterritorialización de los géneros literarios y periodísticos en la
crónica. Podemos decir que la crónica es un género discursivo de frontera que desestabiliza
los géneros hegemónicos, tales como la poesía, el teatro o la novela o las noticias o
crónicas periodísticas. La crónica es una línea de fuga con respecto a la maquina-esritura-
literaria y la máquina-escritura-periodística, un género nómade que representa sujetos
nómades y producida por un sujeto nómade. Como dice María José Sabo:
Este posicionamiento de la escritura en un género menor, implica -siguiendo a Dominique
Maingueneau (2004) un recorrido selectivo por el archivo literario, una redistribución de los valores
atribuidos desde la tradición y a la vez una impugnación de los mismos (127). Así, la crónica, como
escritura de frontera y en constante desplazamiento, cita y repite irreverentemente los códigos
genéricos que se presentan como más 'estables' y legítimos: la novela, el periodismo, la poesía, la
entrevista, el teatro, el discurso etnográfico y antropológico, etc. moldeando en esos intersticios del
retal, un cuerpo escritural monstruoso que, en esta misma citación de lo canónico, lo deconstruye e
invalida en tanto todo devenir minoritario desterritorializa los lenguajes hegemónicos.
Ahora bien, estas crónicas narran a la ciudad, la cuentan, la representan desde una mirada
desviada, una mirada travesti que pone en tensión las conexiones local-local y local-global.
Cronar la Loca-localidad:
La ciudad de Lemebel se basa en los márgenes, en lugares resignificados desde lo travesti:
“La ciudad, si no existe, la inventa el bambolear homosexuado que en el flirteo del amor
erecto amapola su vicio” (Lemebel, 78). Inventa el espacio del comercio sexual, del dulce
engaño del travestismo prostibular. La ciudad, como dijimos antes, se vuelve texto,
textimonio documental para narrar las peripecias y la vida de minorías, donde se
entrecruzan clase, etnia, sexualidad: “El plano de la city puede ser su página, su bitácora
ardiente que en el callejear acezante se hace texto, testimonio documental, apunte iletrado
que el tráfago consume” (Lemebel, 78). Al mismo tiempo, el cuerpo de la travesti se
sumerge en la ciudad y forma parte de ella: “la transexualidad es otra ley de transito que
desvía el rutinario destino del marido camino al hogar” (Lemebel, 76), donde va la travesti
vuelve ese espacio que toma como suyo para la práctica del desvío, una ruta que se
convierte en comercio y que se sumerge en los barrios proletarios, donde ella y ciudad son
lo mismo y una para la otra.
La travesti o loca es construida como figura transgresora, como alteridad radical del
binarismo heterosexista. Esta figura se ubica en correlación a la forma escrituraria en la
que se inscribe, nuevamente nos encontramos en el in between, entendiéndolo como un
estar y no como un ser, es decir, como una forma de producir y exhibir la diferencia,
habitar la divergencia, y escapar de la trampa colonial del Ser:
Estar in between significa, entonces, aceptar, política y epistemológicamente, que siempre habitamos
y producimos espacios inestables para las representaciones culturales. Lo mezclado, lo híbrido, a
pesar de la fragmentación y divergencia que manifiesta, remite a experiencias que pueden ser
globales y no parciales, a un tipo de humanismo que se define a partir de la idea de que la cultura
puede ser lugar de descolonización” (de Oto, 80)
Las crónicas relatan silencios, la vida de muchas travestis, colizas y locas que se fugan de
este mundo sin poder decir, hablar. El relato de la travesti necesita de una crónica rosa que
travista su encanto, su engaño y desvío. Ella siempre está dentro, lo habita, el margen es el
desvío, no el afuera, es donde el discurso se vuelve débil, en el silencio, allí donde hay
silencio habita la crónica rosa demostrando que el silencio es más bien un silenciamiento,
un volver la voz un silencio, así el Loco afán no busca, no encuentra, no es un proyecto a
futuro, es un ahora, un estar:
Baldeando los géneros binarios, escurriéndose de la postal sepia de la familia y sobre todo
escamoteando la vigilancia del discurso; más bien aprovechando sus intervalos y silencios;
entremedio y a medias, reciclando una oralidad del detritus como alquimia excretora que demarca en
el goce esfinteral su crónica rosa. (Lemebel, 114)
Deconstruyendo identidades
Lemebel Baldea los géneros binarios a través de la figura del travesti o loca o coliza, ella
es quien destruye ese control bio-político, es ella quien vive una política en sí misma, en su
cuerpo. La loca o travesti escapa, es ella misma ruptura y desvío, escape, fuga y la escritura
de Lemebel es una escritura travestida, una escritura-fuga-desvío, ambas, entonces,
procesos de singularidad. Lo que se da aquí, en la escritura lemebeliana, es como establece
de Oto:
[un] énfasis en la disolución de miradas esencialistas sobre la identidad [que ]responde a la idea del
desplazamiento de la lógica cultural del colonialismo. En ese momento es un proyecto político
porque se establece una disputa en el campo de las representaciones y, a su vez, una estrategia de
lectura sobre materiales y enunciados fusionados en las prácticas culturales. (de Oto, 82)
La identidad debe ser parodiada para poder mostrar su carácter de constructo social, de esta
manera, no es ontológica y, de hecho, esta visión debe ser deconstruida. Una de las tácticas
utilizadas es el sobrenombre. Un nombre es una marca, la identidad (civil) de las pérsonas
es marcada en el nombre que instituyen los padres. El nombre, para Lemebel, es un “rostro
bautismal” (Lemebel, 55), un atributo directo del padre, el que marca su descendencia: “sin
preguntar, sin entender, sin saber si Alberto, Arturo o Pedro le quedaría bien al hijo
mariposón” (Lemebel, 55). Este nombre es a su vez una marca indeleble y su asimilación a
la próstata hace observar que ambas son o deben cargarse hasta la tumba. A esta
marca/deseo de los padres se contrapone el “zoológico gay” que realiza una “fuga” de la
identidad instituida. Ésta se desvanece, no hay una identificación civil entre el “nombre” y
el individuo, desaparece a partir de que “ existe una gran alegoría barroca que empluma,
enfiesta, traviste, disfraza, teatraliza, castiga la identidad a través del sobrenombre”
(Lemebel, 55). El sobrenombre es una fuga de la identidad, es una discontinuidad y una
desterritorialización del Nombre-Identidad, donde se teatraliza, se trasviste y se maquilla,
excediendo la identificación, desfigurando el nombre, desbordando lo civil y simulando un
parecer, el cuerpo se resemiotiza, se transforma en cuerpo-texto. Esta práctica rechaza la
visión ontológica del nombre como Identidad-Identificación y muestra el carácter de
constructo social. Butler nos dice al respecto que:
Los campos de <<representación>> lingüística y política definieron con anterioridad el criterio
mediante el cual se originan los sujetos mismos, y la consecuencia es que la representación se
extiende unicamente a lo que puede reconocerce como sujeto (Butler, 46)
Es curiosa la crónica Berenice, donde es robado el DNI de una chica de campo llamada
Berenice por un chico que se convertirá en travesti, dando cuenta de que la loca está por
fuera de la ley, debe robar un documento para tener una identidad civil. La travesti no es un
sujeto pleno, no tiene derechos y es condicionada por su “sexo”. O la crónica La
transmutación de Miguel Ángel, donde para adoptar y ser aceptada por mujer es necesaria
la operación y el mito del milagro.
Pero no solo el sobrenombre es un maquillaje desmedido. La loca vive sobre el maquillaje
y la espectacularización: “la <<travestida>> trastoca completamente la división entre el
espacio psíquico interno y externo, y de hecho se burla del modelo que expresa el género,
así como de la idea de una verdadera identidad de género” (Butler, 267). La travesti
parodia el género y muestra su falso carácter de <<original>> en la sobreactuación, en el
montaje, en la mezcla:
Pero la atracción de esta mascarada ambulante nunca es tan inocente, porque la mayoría de los
hombres, seducidos por este juego, siempre saben, siempre sospechan que esa bomba plateada nunca
es tan mujer. Algo en ese montaje exagerado excede el molde. Algo la desborda en su ronca risa
loca. Sobrepasa el femenino con su metro ochente, más tacoaltos. La sobreactúa con su boquita de
corazón pidiendo un pucho desde la sombre” (Lemebel, 75)
Pero, debemos observar que no solo lucha contra las identidades producidas por el
heterocentrismo, sino también contra la Gay Internacional que delimita lo que es ser gay y
lesbiana, lo que es ser gay masculino o lesbiana femenina, representaciones formadas en el
seno del neoliberalismo, Estados Unidos, y en la misma lógica opresiva. En la crónica
Nalgas lycra, sodoma disco podemos ver cómo se ha importado una imagen gay casi
masculina, aquí, en Latinoamérica, todo es casi, porque la imitación, el mimecretismo que
produce la neocolonialidad a través de la publicidad de mercancías, los clubes se han
transformado en lugares de homogeneización:
Quizá, aunque la disco gay existe en Chile desde los setenta, y solamente en los ochenta se
Institucionaliza como esenario de la causa gay que reproduce el modelo Travolta sólo para hombres.
Así, los templos homo-dance reúnen el gueto con más éxito que la militancia política, imponiendo
estilos de vida y una filosofia de camuflaje viril que va uniformando, a través de la moda, la
diversidad de las homosexualidad. Si no fuera que aún sobrevive un folclor mariposón que decora la
cultura homo, delirios de faraonas que aletean en los espejos de la disco.Ese Last Dance que estrella
los últimos suspiros de una loca sombreada por el sida. Si no fuera por eso, por esa brasa de la fiesta
cola que el mercado gay consume con su negocio de músculos transpirados. Acaso sólo esa chispa
ese humor, ese argot, sean una distancia politizable. (Lemebel, 51)
Lemebel apuesta por el floclor mariposón como una última instancia de politizar la
diversidad que se ha ido subsumiendo a la causa gay norteamericana. La crónica del Bar
Stonewall muestra esta diferencia entre los gays norteamericanos y las locas
latinoamericanas. El gay del primer mundo es blanco, musculoso, viril, tiene potencia
masculina, son dioses del olimpo, bien comidos, con visceras Calvin Klein, y viven en el
barrio del sexo rubio, con las casas más caras. El bar, esa gruta de Lourdes gay, se
convierte en un centro turístico para gays de todo el mundo, en un santuario de la causa
homo, en el epicentro del tour comercial, fetichizándose la causa homo. Lemebel escribe:
“tal vez lo gay es blanco” (Lemebel, 64) y diferencia a la loca latina: fea, desnutrida, loca
tercermundista, cara de chilena asombrada, indiecita, mosquita latina. Cuando Lembel en
esta crónica describe a los gays norteamericanos lo hace en masculino, mostrando cómo
sostienen el binarismo; mientras que al referirse a las locas latinoamericanas utiliza el
femenino, mostrando la trasgresión que la causa gay trata de esconder, y esto se debe a
que:
Lo gay se suma al poder, no lo confronta, no lo transgrede. Propone la categoría homosexual como
regresión al género. Lo gay acuña su emancipación a la sombra del <<capitalismo victorioso>>.
Apenas respira en la horca de su corbata pero asiente y acomoda su trasero lacio en los espacios
coquetos que le acomoda el sistema. Un circuito hipócrita que se desclasa para configurar otras
órbita más en torno al poder. (Lemebel, 117)
Deviniendo: De la Loca a Latinoamérica
Lemebel busca una oportunidad de descolonización a partir de la loca latinoamericana,
aquella que debe hacerle el quite al Imperialismo Capitalista que la está construyendo en
mercancía. Así:
sin entender mucho la sigla gay con nuestra cabeza indígena. Acaso no quisimos entender y le
hicimos el quite a tiempo. Demasiados clubes sociales y agrupaciones de machos serios. Acaso
estuvimos locas siempre; locas como estigmatizaron a las mujeres. (Lemebel, 116)
Locas se convierte en una forma de unificar el devenir mujer, el devenir coliza y el devenir
locura. En vez de realizar una conclusión, quise plantear aquí un deviniendo, un
deviniendo que nos incluya a todos y todas aquí presentes, porque Lemebel plantea una
política minoritaria del devenir. Desarrolla en este libro una forma de devenir en el mundo:
la idea de «devenir» está ligada a la posibilidad o no de un proceso de singularización.
Singularidades femeninas, poéticas, homosexuales o negras pueden entrar en ruptura con las
estratificaciones dominantes. Ésta es la cuestión fundamental de la problemática de las minorías: una
problemática de la multiplicidad y de la pluralidad y no una cuestión de identidad cultural, de
retorno a lo idéntico, de retorno a lo arcaico. (Guattari y Rolnik, 92)
El travestismo latinoamericano es ese tercer género que termina por suprimir la dualidad
de género heterocentrista y patriarcal, y es América Latina travestida el tercer mundo que
renacerá en un mariconaje guerrero:
Quizás América Latina travestida de traspasos, reconquistas y parches culturales -que por
superposición de injertos sepulta la luna morena de su identidad- aflore en un mariconaje guerrero
que se enmascara en la cosmética tribal de su periferia. Una militancia corpórea que enfatiza desde
el borde de la voz un discurso propio y fragmentado (Lemebel, 117)
Ambos son lo tercero, lo que transgrede absolutamente la dualidad, provocando así la
exploción de la diferencia, es por ello que la América Latina tiene un potencial
revolucionario desde el travestismo, es este el nuevo sujeto revolucionario que no afirma
su identidad sino que la deconstruye construyendo devenires que se unen junto a otros
devenires… ese es su loco afán. La revolución debe ser una multiplicidad, un imaginario
sin rostro, sin militantes, sin nombres
sigues inventándole personajes a tu perseguido anonimato. Por ahí declaras que fuiste travesti en
Barcelona, traficante en Times Square, y pirata aéreo en El Cairo. Que nunca nadie dio con tu
verdadero rostro, porque la revolución no debe tener un rostro. Es un imaginario posible, un paisaje
que se contempla con el rostro amado, soñaba Gilles Deleuze. (Lemebel, 133)
BIBLIOGRAFÍA

BUTLER, Judith, El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad,


Paidos: Madrid, 2007.

COSTA, F. (2004). Entrevista a Pedro Lemebel. La rabia es la tinta de mi escritura. Revista Ñ.


(sin número de página). Extraído de:
http://edant.clarin.com/suplementos/cultura/2004/08/14/u-813177.htm

DE OTO, Alejandro, Representaciones inestables, Dunken: Buenos Aires, 1997.

DELEUZE, Gilles y GUATTARI, Félix, Kafka. Por una literatura menor, ERA: México,
1990.

LEMEBEL, Pedro, Loco afán. Crónicas de sidario, Anagrama: Santiago de Chile, 2000.
Versión digital. Extraído de:
http://issuu.com/huije/docs/pedro_lemebel_-_loco_af_n#download [2013]

Entrevista a Lemebel en Trazo mi ciudad, Santiago de Chile. Fuente:


https://www.youtube.com/watch?v=n21S1UQoMlA

SABO, María José, La crónica como género en construcción y la construcción del gender.
Abordaje desde la performance, Ponencia presentada en

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