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Nicolás Barrera

El mercado del arte

La posición que ha tomado el mercado en lo que fue el siglo XX y lo que va del siglo XXI está en la
demostración del objeto como un bien poseedor de la felicidad, en tal caso los objetos materiales
les son dados características que van más allá de la función por las que fueron creados, los objetos
adquieren la propiedad de disfraz para sus propietarios; el medio cultural como los son los
estereotipos del internet y la televisión o las reuniones sociales, conllevan a que los consumidores
imiten estas formas de vivir.

Los objetos y el arte tienden a perder su objetivo funcional y su verdadera intención, como lo fue
el significado original de la pintura de Pollock, que sería verdaderamente difícil comprender sin
contextualizarnos en su intención de ruptura con el tradicional caballete. La colección le demuestra
cierto estatus a su poseedor, es así que en la crítica al capitalismo se le ha cuestionado esta lógica
de darle propiedades mágicas al objeto que exaltan la autoestima en las personas, a tal punto de
reconocerse en ellos y otros de demostrar su poder adquisitivo, como la señal de pertenecer a una
clase social excluyente, no es que las clases populares se les niegue la participación en las
inauguraciones de exposiciones o subastas del arte, sino que se les es imposible pagar una
exageración por estas o comprender el sentido de la obra si lo que está de relieve es el
acontecimiento de vender, entiéndase que no es necesario poseer ni gastar una fortuna en la obras
de artistas fallecidos o vigentes para reconocer la intencionalidad de la obra.

Estos bienes útiles o no, (en el caso de la obra de arte) pertenecen a la dinámica de un medio del
consumo acelerado. Es de esta manera que los objetos tienen una validez de corta duración y su
poseedor no es exclusivamente de las clases más adineradas (Arroyo, s.f.). La venta de la obra de
arte se reconoce desde tiempos atrás, cuando su propia naturaleza era la de satisfacer las
necesidades de los terceros, sin embargo actualmente sucede con la obra de arte, lo mismo que a
las modas de las clases medias y altas.
Las convocatorias artísticas exigen ciertos parámetros en las temáticas del arte, también pasa que
algunas obras son rechazadas por su carácter chocante con ideologías y políticas. Las galerías
independientes de Bogotá muchas veces patrocinan modalidades de arte que por su materialidad
hacen más fácil la venta del “objeto” de aquí evidenciamos que en la pasada feria de ARTBO, muchas
de las obras permitían ese registro de su existencia, aquí no solo se miraba arte, sino también al
artista, entonces si queríamos, podíamos recibir un autógrafo de éste por la compra de su libro.
Actualmente el arte que podríamos señalar independiente de la dinámica del consumo a la vez que
es transcendente, serían las acciones performáticas1, las instalaciones o las obras participativas por
parte del público.

1
La artista serbia Marina Abramović en 1974 ejecuto su performance titulado Ritmo 0, donde ella mantuvo
una posición de pie y dispuso de una mesa con distintos objetos entre ellos una pistola, un cuchillo, un ramo
de rosas y cadenas, en esta acción las personas podían hacer lo que quisieran con los objetos e interactuar
con la artista, inicialmente hubo distancia del público, luego se tomaron más confianza, algunos le rasgaron la
ropa, otros la chuzaron con las rosas y uno de ellos le apunto con la pistola. Aquí se demostró la naturaleza
humana, en donde al no existir la fuerza de coerción, los seres humanos con aprobación del conjunto social
podemos agredir a otras personas.
Referencias bibliográficas

Arroyo, M. A. (s.f.). Universidad de Sevilla. Obtenido de http://asri.eumed.net/0/maba.html

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