Professional Documents
Culture Documents
mHA
MONOGRAFÍAS
Historia y Arte
001-008 Primeras paginas - Indice_Maquetación 1 02/07/15 10:41 Página 5
Índice
8 ÍNDICE
La caza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 220
El miedo al lobo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 234
Animales nocivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 241
CONCLUSIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 341
Capítulo 1
Una historia cultural de los animales
1 De hecho, es el término que utiliza una pionera en estas cuestiones, Dolores Carmen Morales Muñiz. Vid.
«Zoohistoria: reflexiones acerca de una nueva disciplina auxiliar de la ciencia histórica», en Espacio tiempo y
forma. Serie III, Historia Medieval, 4, 1991. De la misma autora, «El simbolismo animal en la cultura medieval»,
Espacio, tiempo y forma. Serie III. Historia medieval, 9, 1996; «Los animales en el mundo medieval cristiano-oc-
cidental: actitud y mentalidad», Espacio, tiempo y forma. Serie III. Historia medieval, 11, 1998; «La fauna exótica
en la Península Ibérica: apuntes para el estudio del coleccionismo animal en el Medievo hispánico», Espacio,
tiempo y forma. Serie III. Historia medieval, 13, 2000; «Las aves cinegéticas en la Castilla medieval según las
fuentes documentales y zooarqueológicas: un estudio comparativo», La caza en la Edad Media, coord. por
José Manuel Fradejas Rueda, 2002. Arturo Morales Muñiz, por su parte, ha trabajado sobre todo en los restos
faunísticos encontrados en los yacimientos arqueológicos, pero tiene alguna contribución sobre la época
medieval, como «De quién es este ciervo?: algunas consideraciones en torno a la fauna cinegética de la Es-
paña medieval», El medio natural en la España medieval: actas del I Congreso sobre ecohistoria e historia medie-
val, coord. por Julián Clemente Ramos, 2001.
2 Lo que, al fin, y al cabo, corresponde a lo que podríamos denominar una concepción «heroica» de la
historia de la ciencia. Vid. Juan Pimentel, «¿Qué es la historia cultural de la ciencia?», Arbor, 743, 2010,
pp. 417-424.
009-016 Capitulo 1_Maquetación 1 02/07/15 10:42 Página 10
3 Susan Pearson y Mary Weismantel, «Does the animal exist? Toward a Theory of Social Life with Animals», en
Dorothee Brantz (ed.), Beastly Natures: Animals at the Intersection of Cultural and Environmental History, Uni-
versity of Virginia Press, 2010, pp. 17-37.
4 Interesan para la época moderna B. Boehrer (dir.), A cultural history of animals in the Renaissance, y M. Senior
(dir.), A cultural history of animals in Enlightenment, tomos 3 y 4 de la serie.
009-016 Capitulo 1_Maquetación 1 02/07/15 10:42 Página 11
5 Podríamos destacar Perceiving Animals, Humans and Beasts in Early Modern English Culture, Urbana and
Chicago, University of Illinois Press, 2002, y Brutal Reasoning: Animals, Rationality and Humanity in Early Modern
England, Ithaca, Cornell University Press, 2006; así como la coordinación de obras de carácter colectivo tales
Renaissance Beasts: Of Animals, Humans, and Other Wonderful Creatures, Urbana and Chicago, University of
Illinois Press, 2004, y At the Borders of the Human: Beasts, Bodies and Natural Philosophy in the Early Modern Pe-
riod, Londres, Macmillan, 1999.
6 Michel Pastoreau, Una historia simbólica de la Edad Media Occidental, Buenos Aires, Katz Editores, 2006. De
hecho, Robert Fossier dedica un extenso capítulo a los animales en su síntesis Gentes de la Edad Media, Madrid,
Taurus, 2007. Y en Robert Delort, Elizabeth Mornet, Franco Morenzoni y Danielle Millioud, Milieux naturels,
espaces sociaux: études ofertes à Robert Delort, París, Publications de la Sorbonne, 1997; se incluyen numerosas
aportaciones dedicadas a los animales en la época medieval.
7 Eric Baratay y Jean-Luc Mayaud, «Avertissement», Cahiers d’histoire, 42-3/4, 1997.
009-016 Capitulo 1_Maquetación 1 02/07/15 10:42 Página 12
12 Carlos Gómez Centurión, «Exóticos pero útiles: los camellos reales de Aranjuez durante el siglo XVIII», Cua-
dernos dieciochistas, 9, 2008; «Treasures fit for a king. King Charles III of Spain´s Indian Elephants», Journal of
the History of Collections, 2009; «Exóticos y feroces. La ménagerie real del Buen Retiro durante el siglo XVIII»,
Goya. Revista de Arte, 326, 2009; «Curiosidades vivas. Los animales de América en la ménagerie real durante
el siglo XVIII», Anuario de Estudios Americanos, 66, 2, 2009. Y, sobre todo, Alhajas para soberanos. Los animales
reales en el siglo XVIII: de las leoneras a las mascotas de cámara, Junta de Castilla y León, 2011.
13 Se puede avanzar mucho a partir del enfoque de Manuel Pardo de Santayana et al., «Naturaleza a través
de la botánica y zoología en la literatura renacentista española: la Celestina», Asclepio, 63, 1, 2011, que utiliza
la cuantificación de las referencias animalísticas como una primera aproximación. Sería interesante hacer
para los animales lo que ha hecho para las plantas en la literatura de los siglos XVI y XVII, John Slater, Todo son
hojas: Literatura e Historia Natural en el Barroco español, Madrid, CSIC, 2010.
14 Un planteamiento en Arturo Morgado García, «Visiones del mundo animal en la España moderna», Revista
de Historia Moderna. Anales de la Universidad de Alicante, 29, 2011.
15 Abel Alves, The Animals of Spain: An Introduction to Imperial Perceptions and Human Interaction with Other
Animals, 1492-1826, Brill Academic Publishers, 2011.
009-016 Capitulo 1_Maquetación 1 02/07/15 10:42 Página 14
16 Erika Fudge, «A left Handed Blow: Writing the History of Animals», en Nigel Rothfels (ed.), Representing an-
imals, University of Indiana Press, 2002, p. 6.
17 Una buena panorámica de las distintas vertientes del estudio de los animales durante esta época, en K. A.
E. Enenkel y P. J. Smith, Early modern zoology: the construction of animals in science, literature and the visual
arts, Leiden, Brill, 2007.
009-016 Capitulo 1_Maquetación 1 02/07/15 10:42 Página 15
criptivistas, por su parte, tienen plena cabida en la literatura naturalista del mo-
mento. La persistencia de actividades bien aceptadas socialmente como la caza o
los espectáculos, nos permiten comprobar la vigencia de una corriente que sitúa
a los animales al servicio del hombre, más allá de su eterno papel como criaturas
domesticadas, por lo que el culto a las mascotas que comenzamos a observar du-
rante este período es un buen ejemplo de la difusión de las tendencias afectivas.
Esta obra pretende ofrecer una primera aproximación a la presencia de estas
visiones en la Modernidad española (aunque, en muchas ocasiones, habrá que re-
trotraerse a tiempos anteriores), utilizando como fuentes de información la lite-
ratura de creación, las obras de historia natural, los libros de viajes y la prensa
como elementos fundamentales, aunque también nos han ayudado muchísimo
los trabajos de autores como Asworth, Asúa y French, Pastoureau, Gómez-Cen-
turión (los apartados «Las aves de jaula» del capítulo 7, y «La colección zoológica
de los Borbones» del capítulo 8, están basados casi exclusivamente en sus investi-
gaciones), o Juan Pimentel, cuyas aportaciones, en muchas ocasiones, reproduci-
mos in extenso, ya que nuestra intención no era tan solo ofrecer material inédito
o poco trabajado, sino apoyarnos además en la labor de nuestros predecesores (al
fin y al cabo, los historiadores siempre caminamos a hombros de gigantes). Resulta
obvio que los resultados vertidos en estas páginas constituyen tan solo un primer
esbozo de lo que hay que plantear como una labor larga, compleja y prolongada
en el tiempo, a la que las pinceladas que aquí vertemos no le hacen, en modo al-
guno, justicia.
Y por último, quisiera dedicar este libro a mi familia, tanto a la de origen como
a la que he formado. Esta obra no hubiera sido posible sin el apoyo ni el cariño
que he recibido por parte de ellos, comenzando por el de Loli, cuya vida se ha
cruzado con la mía hace ya más de treinta años, lo cual, entre los muchos privile-
gios que he tenido la fortuna de gozar, ha sido siempre el mayor.
ARTURO MORGADO
Universidad de Cádiz
19 de marzo de 2015
009-016 Capitulo 1_Maquetación 1 02/07/15 10:42 Página 16
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 17
Capítulo 2
La visión emblemática de la naturaleza
La herencia previa
Los primeros estudios zoológicos serios, como bien es sabido, fueron obra de Aris-
tóteles, que en su obra intentó superar el marco de la mera descripción y enume-
ración de especies, para acometer una sistemática de los distintos rasgos
anatómicos y fisiológicos que se podían observar en los diferentes animales, en-
contrándose entre sus logros la distinción entre los peces óseos y cartilaginosos, la
división de los invertebrados en crustáceos, cefalópodos, gasterópodos, bivalvos e
insectos, y la inclusión de los cetáceos entre los mamíferos. El propósito de Aris-
tóteles es científico, ignorando las explicaciones sobrenaturales y refiriéndose a los
fenómenos y a las causas según la lógica de los procesos naturales, sin pretender
instaurar una nueva nomenclatura ni utilizar una terminología novedosa. Su In-
vestigación sobre los animales constituye un auténtico tratado de zoología general,
la cual tuvo una enorme influencia en los siglos posteriores, tanto como obra cien-
tífica como por sus descripciones del comportamiento y la fisiología animal1.
Estos empeños, sin embargo, no tuvieron continuidad en el mundo clásico,
de tal modo que sus sucesores, de los que podríamos destacar a Plinio (que dedica
cuatro libros de su Historia natural a la zoología, distinguiendo entre animales te-
rrestres, acuáticos, voladores e insectos, no mencionando especies conocidas por
Aristóteles), Claudio Eliano, Solino, y el epílogo que supondría la figura de Isidoro
de Sevilla, realizarían un nuevo enfoque, en el que confluirían a la par la morali-
zación del mundo animal, en el que cada especie se podría asimilar a una virtud
o un vicio humano, lo cual, a su vez, era el fruto de la tradición fabulística iniciada
1 Agustín Muñoz-Alonso López, «La significación de los animales en la literatura y la filosofía clásica», María
Rosario García Huerta y Francisco Ruiz Gómez (dirs.), Animales simbólicos en la Historia. Desde la Protohistoria
hasta el final de la Edad Media, Madrid, Síntesis/Universidad de Castilla la Mancha, 2012, p. 164ss.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 18
2 Rudolft Wittkower, «Maravillas de Oriente: Estudio sobre la historia de los monstruos», Sobre la arquitectura
en la edad del Humanismo. Ensayos y escritos. Barcelona, Editorial Gustavo Gili, 1979, pp. 265-311.
3 Agustín Muñoz-Alonso López, «La significación», p. 171.
4 Juan Pimentel Igea, El rinoceronte y el megaterio, Madrid, Abada, 2010, pp. 60-61.
5 Yliana Ilyushechkyna, «Elephants and Bears through the eyes of Scholars: a case study of Pliny´s Zoology in
the 15th-16th centuries», A. E. Karl Enenkel (ed.), Transformations of the Classics via Early Modern Commentaries,
Leiden, Brill, 2014.
6 Jacques Voisenet, «El pensamiento simbólico según los clérigos de la Edad Media», Animales simbólicos en
la historia, pp. 198-201.
7 Chet Van Duzer, Sea Monsters on Medieval and Renaissance Maps, The British Library, 2013.
8 Olao Magno, Historia de las gentes septentrionales, Madrid, Tecnos, 1989, edición de Daniel Terán Fierro, que
utiliza el epítome latino publicado en Amberes en 1562.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 19
Figura 1. Olao Magno, Carta Marina (1539), las figuras de muchas criaturas serán
reproducidas en la Historia gentibus septentrionalibus.
9 José Julio García Arranz, «Olao Magno y la difusión de noticias de fauna exótica del norte de Europa en el
siglo XVI», Encuentro de civilizaciones (1500-1750). Informar, narrar, celebrar. Actas del tercer coloquio internacio-
nal sobre relaciones de sucesos, Universidad de Alcalá, 2003. También, W. Brian Ogilvie, The science of describing.
Natural History in Renaissance Europe, University of Chicago Press, 2008.
10 Antonio de Torquemada, Jardín de flores curiosas (1570), edición de Giovanni Allegra. Madrid, Castalia, 1982.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 20
19 Brian Ogilvie, The science of describing. Natural History in Renaissance Europe, University of Chicago Press,
2008, pp. 34 y 61.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 23
Figura 2. Pavo real. Conrad Gesner, Historiae Animalium liber. III qui est
de Avium Natura, Zurich, Christoph Froschoverum, 1555, p. 631.
20 Michel Foucault, Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas, Buenos Aires, Siglo XXI,
1968.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 24
Plinio, Eliano, Plutarco, Teofrasto, varrón, y todos los autores clásicos que escri-
bieron algo sobre animales. Al fin y al cabo, es lo que se espera encontrar en un
humanista tan leído como lo fue Gesner. Pero sorprende encontrar a autores como
Erasmo, Horapolo o Alciato. Puesto que estas fuentes son una parte importante
de la visión del mundo del autor y son poco conocidas por los historiadores de la
ciencia, parece necesario ponerlas de relieve. A lo largo del siglo xvI parece haber
habido seis líneas de pensamiento que se añadieron a la literatura clásica sobre la
historia natural, las cuales determinaron el carácter de la Historia natural del Re-
nacimiento tardío. Podemos llamarlas, por mera conveniencia, jeroglífica, anti-
cuaria, esópica, mitológica, adágica y emblemática.
La fascinación del Renacimiento por los jeroglíficos se inicia en el siglo xv,
cuando los Hieroglyphica de Horapolo, de fecha desconocida, fueron redescubier-
tos y traducidos al griego. El tratado de Horapolo es esencialmente un diccionario
de símbolos, de los cuales una elevada proporción son animales. Nos muestra, por
ejemplo, que cuando los egipcios dibujan un cerdo, se trata de una persona ma-
ligna, mientras que la comadreja significa debilidad y la mosca la insolencia. Mar-
silio Ficino se sintió muy impresionado por esta obra, cuya primera versión
impresa es de 1505, seguida de otras muchas a lo largo del siglo xvI. El temprano
impacto de la obra de Horapolo en la historia natural podemos apreciarlo en Al-
berto Durero. Su amigo Pirckheimer había traducido su tratado en 1512, co-
rriendo a cargo del pintor alemán las ilustraciones, y, aunque el manuscrito
original se ha perdido, sobrevive una copia conteniendo las meticulosas descrip-
ciones del artista, con jeroglíficos como el del perro llevando una estola (repre-
sentando el juicio de los reyes) o un león (representando el miedo). Durero
diseñaría un arco de triunfo en honor del emperador Maximiliano I, coronado
por la figura de este rodeado de animales simbólicos, como el león, el perro con
la estola, la grulla (guardián que advierte de los enemigos) y el toro (el coraje con
moderación).
Muy ligada al interés que encontramos en el Renacimiento por los jeroglíficos
se sitúa la fascinación por las antigüedades, especialmente por las monedas y las
medallas, y a lo largo del siglo xvI surgieron los primeros tratados sobre monedas
antiguas, plenas de símbolos y motivos, muchos de ellos animales. La más impor-
tante de estas compilaciones fue la de Aeneas vico (1553), seguida por la de Gui-
llaume du Choul (1556), trabajos que constituyeron una fuente muy importante
para los humanistas del Renacimiento tardío al estar basados en restos materiales
y no en documentos escritos, desarrollándose de esta forma la tradición anticuaria
como una forma alternativa de historia del pasado. La frecuencia con la que apa-
recen pavos reales, leones o águilas en las monedas antiguas, es un convincente
testimonio de que el estudio de las antigüedades fue un aspecto importante de la
historia natural.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 25
significaba que el monarca podía triunfar tanto con la guerra como con la diplo-
macia. Hacia 1600 se habían publicado cientos de títulos similares, hasta que en
1650 este género empezaría a declinar.
La visión emblemática del mundo es el factor más importante de la actitud
existente en el Renacimiento tardío hacia el mundo natural. La esencia de esta vi-
sión radica en la creencia de que cada cosa existente en el universo tiene una mul-
titud de significados ocultos y que el conocimiento consiste en aprehender tantos
significados como sea posible. Para saber, por ejemplo, sobre el pavo real, tal como
Gesner lo pretendía, había que conocer lo que significaba su nombre en todos los
idiomas, qué proverbios se relacionaban con esta especie, con qué animales tenía
simpatías y afinidades, y, si era posible, su conexión con las estrellas, plantas, mi-
nerales, números, monedas y cualquier otra cosa. Gesner incluía todo esto no por-
que fuese acrítico u obtuso, sino porque sin ello el conocimiento del pavo real
estaba incompleto. La noción de que se puede estudiar el pavo real aisladamente
del resto del universo, limitándose a su anatomía, fisiología, y descripción física,
era algo completamente ajeno al pensamiento renacentista.
Una vez que aceptamos esta idea, ciertos hechos parecen más comprensibles.
Las obras de ictiología de Pierre Belon y Guillaume Rondelet, centradas en los
aspectos anatómicos y descriptivos, no tuvieron apenas impacto en el Renaci-
miento tardío. Eran mejores zoólogos que Gesner desde nuestra perspectiva actual,
pero su visión era mucho más limitada. La anatomía, la clasificación y la fisiología
pueden ser el corazón de la zoología moderna, pero en el siglo xvI limitarse a esto
resultaba incompleto, y el mundo zoológico de Belon y Rondelet, que había per-
dido la riqueza de significados del mundo de Gesner, no era el del hombre rena-
centista.
Cometeríamos una equivocación si consideramos a Gesner como medieval,
como se ha hecho a menudo, por parte de, por ejemplo, Paul Delaunay en La
zoologie au seiziéme siécle (1962); ya que las fuentes de nuestro autor son funda-
mentalmente clásicas, mucho más que cristianas (como sí lo fueron los bestiarios
medievales), y muchas tradiciones contemporáneas que él utilizó eran desconoci-
das en la Edad Media. El simbolismo de los bestiarios procede fundamentalmente
del Fisiólogo, que Gesner apenas utilizaba, entre otras cosas, porque no fue impreso
hasta 1587. Hay muchas historias en Gesner incluidas en esta obra, pero ello se
debe a que ambos tienen a Plinio como fuente en común. Gesner rara vez utiliza
los moralia cristianos que fueron el corazón de los bestiarios. El mundo de Gesner
es muy rico en simbolismo animal, pero no es medieval. Tampoco se mueve en el
universo mágico. Estuvo familiarizado con estos tratados, pero solo una pequeña
parte de sus fuentes tiene esta procedencia. En los últimos tiempos se ha señalado
que la magia o el hermetismo constituían la visión del mundo típica del Renaci-
miento, que solamente sería reemplazada por la filosofía mecanicista. Pero, en re-
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 27
alidad, solamente era una tradición más entre las muchas que se fusionaron para
formar la visión emblemática del universo.
Gesner compiló su obra en los años cincuenta del siglo xvI, período en el que
circulaban los adagios de Erasmo y la mitología de Ovidio. Pero los Hyerogliphica
de Piero valeriano no fueron publicados hasta 1556. Las grandes enciclopedias
numismáticas aparecieron en esta década. La mayoría de las mejores ediciones de
Esopo se publicó después de 1570 y la tradición emblemática estaba en sus inicios
cuando Gesner dio a la luz su obra. De hecho, en la obra de Alciato los animales
juegan un papel marginal, pero sus sucesores utilizaron mucho las obras de Ho-
rapolo y Piero valeriano, que contenían numerosos jeroglíficos animales. Esta
tendencia culminaría con la publicación de la obra de Joachim Camerarius (1534-
1598), Symbola et emblemata, entre 1593 y 1604. Es importante señalar que Ca-
merarius fue mucho más estudioso de la naturaleza que Gesner, así como que su
obra es una contribución a la historia natural tanto como a la emblemática. El
emblema del pavo real, por ejemplo, contiene referencias a Aristóteles, Plinio, Isi-
doro, y Ovidio; y Camerarius no veía contradicción alguna entre su producción
emblemática y sus actividades botánicas, porque ambas iluminaban su visión de
la naturaleza, una visión en la cual, por cierto, la herencia medieval del Fisiólogo
sigue estando muy presente21.
Todo ello provoca que existan grandes diferencias entre Gesner y el siguiente
gran enciclopedista, Ulises Aldrovandi (1552-1605). Si vamos a su tratamiento
sobre el pavo real, al que Gesner despacha en ocho páginas, Aldrovandi le dedica
treinta y una, si Gesner lo divide en ocho secciones, Aldrovandi necesita 33: ae-
quivoca, synonyma, genus, differentiae, descriptio, locus, coitus, partus, incubatus,
educatio, vox, aetas, volatus, mores, ingenium, sympathia, antipathia, corporis affectus,
cognominata, denominata, praesagia, mystica, moralia, hieroglyphica, symbola, pro-
verbia, usus in sacris icones, usus in externis, usus in medicina, usus in cibis, apologi,
fabulosa, e historica. El espíritu de Aldrovandi es similar al de Gesner, pero mucho
más intrincado: Aldrovandi contaba con una rica tradición emblemática a su dis-
posición, y la inclusión de jeroglíficos, emblemas, adagios y antigüedades relativos
a cada especie animal provocaron que su obra fuese mucho más voluminosa que
la de Gesner.
En cierto sentido, Aldrovandi es un Gesner llevado hasta el límite, pero hay
un cambio de escenario, el Barroco italiano. Nacido en Bolonia en el seno de una
noble familia, viajó a través de Francia y España, estudiando en Padua y Bolonia,
y en esta última fue nombrado profesor de medicina. Su cátedra y su posición
como director del jardín botánico le sirvieron para enseñar historia natural. El
museo de curiosidades de Aldrovandi fue uno de los mayores de la época, con
21 Simona Cohen, Animals as Disguissed Symbols in Renaissance Art, Leiden, Brill, 2008, pp. 42-44.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 28
22 Paula Findlen, Possessing Nature. Museums, Collecting and Scientific Culture in Early Modern Italy, University
of California Press, 1994.
23 Michel Foucault, Las palabras y las cosas, pp. 47-48.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 29
24 Sobre Jonston, Daniel Margocsy, «Certain Fakes and Uncertain Facts: Jan Jonston and the Question of Truth
in Religión and Natural History», en Marco Beretta y María Conforti (ed.), Fakes!?, Hoaxes, Counterfeits and De-
ception in Early Modern Science, Science History Publications, USA, 2014.
25 Michel Foucault, Las palabras y las cosas.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 30
Hay, empero, varios factores a tener en cuenta. En las primeras décadas del
siglo xvII aparecen las primeras historias naturales del Nuevo Mundo: los Exoti-
corum libri decem de Charles l´Ecluse o Carolus Clusius (1605)26, la obra de Nie-
remberg Historiae naturae (1635), de la que hablaremos en otro lugar, y la Historia
naturalis Brasiliae de Markgraf y Piso (1648)27. Se las suele presentar como una
demostración de la influencia de los planteamientos epistemológicos baconianos,
lo cual es cierto, pero su impacto también deriva del hecho de que los animales
americanos no tienen similitudes conocidas: el oso hormiguero no aparece en
Erasmo, Alciato o Piero valeriano. viene a Europa desnudo de cualquier signifi-
cación emblemática, por lo que a la nueva fauna no se le podía aplicar el modelo
aldrovandino, y su tratamiento debía limitarse a una descripción física, así como
de su hábitat, alimentación y leyendas contadas por la población local. La tensión
entre la historia natural del viejo y el Nuevo Mundo es muy clara en la obra de
Nieremberg, que empieza con un primer capítulo de diez y seis páginas que es
una obra maestra del tratamiento de la visión emblemática de la naturaleza. Pero
cuando habla de capibaras o titíes, no hay ni una sola mención de su significado
emblemático. Todo lo que puede ofrecer es una descripción física y una ilustra-
ción.
Los nuevos animales no habían sido descritos por Aristóteles, Plinio, o los au-
tores medievales y renacentistas. Jonston debía resolver una clara incompatibilidad
de estilos: animales del viejo Mundo, llenos de simbología, frente a animales del
Nuevo, desnudos de esta. Quizás para aportar mayor unidad a su obra, quizás por
gustos personales, quizás porque no se vio capaz de crear un mundo emblemático
para los animales americanos, Jonston adoptó este último modelo de historia na-
tural. Por primera vez, los animales del viejo Mundo aparecían desnudos a los
ojos del observador, de ahí que nunca volverían a ponerse su ropaje emblemático.
Esta visión contrastaba con el platonismo del Renacimiento tardío para el cual
los significados de las palabras eran inherentes a las mismas palabras, y el signifi-
cado de los animales estaba incrustado en su naturaleza. Las palabras y las cosas
formaban parte de un todo, de un mundo de objetos, signos y símbolos que for-
maban parte de un solo lenguaje, el significado del cual fue construido por el
26 Josep Lluis Barona y Xavier Gómez Font, La correspondencia de Carolus Clusius con los centíficos españoles,
Valencia, Universidad, 1998; Florike Egmond, Carolus Clusius: towards a cultural history of a Renaissance natu-
ralist, Amsterdam, 2007; Florike Egmond, World of Carolus Clusius: Natural History in the Making 1550-1610,
Ashgate, 2010; José Pardo Tomás, «Two glipses of America from a distance: Carolus Clusius and Nicolás
Monardes», en Florike Egmond (ed.), Carolus Clusius. Towards a cultural history of a Renaissance naturalist, Ams-
terdam University Press, 2007; Kasper Van Ommen (ed.), The Exotic World of Carolus Clusius, Leiden University
Library, 2009.
27 Amy Bono, «Interpretative ingredients: formulating art and natural history in Early Modern Brazil», Journal
of Art Historiography, 11, 2014; Rebecca Parker Brienen, «From Brazil to Europe. The zoological drawings of
Albert Eckhout y Georg Marcgraf», en Karl A. Enenkel y Paul J. Smith, Early Modern Zoology, Lovaina, 2007.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 31
mismo Dios. En última instancia, si los naturalistas del Renacimiento querían sa-
berlo absolutamente todo, sus sucesores pretenderán darle un sentido a lo ya sa-
bido. Ya ha pasado la era de la descripción para ser sustituida por la era de los
sistemas28.
No obstante, todavía podemos encontrar algunos ejemplos tardíos de esta vi-
sión emblemática. Resulta conmovedor el esfuerzo del jesuita Athanasius Kircher
(1602-1680), en su Arca de Noé (Amsterdam, 1675)29, un texto donde daba a co-
nocer muchos detalles sobre la construcción del arca y el diluvio universal basando
sus ideas en datos bíblicos. En su opinión, los animales se pueden clasificar en
cuatro grupos, Reptilia (que incluye también a los Insecta, diferenciándose de los
primeros en que no nacen por medio de la cópula, sino de la putrefacción), Qua-
drupeda (clasificados a su vez en carnívoros y herbívoros, reconociendo que algu-
nos de ellos son Amphibia, como el cocodrilo, el hipopótamo, la tortuga, la foca,
el castor, la nutria y la sirena), Volatilia y Natatilia, aunque estos últimos, por mo-
tivos evidentes, no se embarcaron con Noé. El criterio habitacional es, una vez
más, el que determina la clasificación de las distintas especies que podemos en-
contrar en el mundo animal.
Las ideas biológicas de Kircher en modo alguno se pueden definir como crea-
cionistas (las especies permanecen fijas e inmutables desde el momento de su crea-
ción), ya que, aquí y allá, espigamos numerosas alusiones según las cuales nuestro
autor reconoce la posibilidad de evolución. De este modo, nos señala que en las
regiones tropicales y en las más frías se producen animales distintos a los de las
zonas templadas: así, en estas últimas, «cervis in rangiferos, bobus in alces, lupis
in gulonem, cervis, ursis, vulpibus caeterisque animalibus mutato colore pelle». Nos
realiza asimismo una relación de los animales que embarcaron en el Arca: pasa re-
lativamente por alto a los Insecta, aunque algo menos a los demás Reptilia (incluye
entre los mismos las diversas serpientes, así como animales fantásticos tales el dra-
gón, la salamandra y el basilisco), y se detiene más en los Quadrupeda (donde po-
demos encontrar también animales fabulosos, como el unicornio) y los Volatilia.
Aquellos son clasificados a su vez en Munda e Inmunda, y llega incluso a contarnos
en qué disposición fueron alojados en el Arca, lo que nos indica una jerarquización
del mundo animal: así, los Inmunda son encabezados por el elefante, al que le
asigna la letra A, al camello la B, a los simios la H, al rinoceronte la O, al león la
P, al oso la Q, al lince la v, al lobo la x y a la zorra la Y (p. 105). La descripción
de las diferentes especies animales está dominada, como es evidente, por la asig-
nación de virtudes y vicios de carácter moral. El lobo, por ejemplo, es «quadrupes
ululans hominibus animalibusque inscitum, rapacitate et voracitate insatiable ita ut
vel integra ovium, caeteramque animantium corpora, UNAM cum pilis et ossibus de-
voret potius, quam comedat» (p. 62). El cerdo, por su parte, es «grumniens, lascivum,
inmundum et vorax», en tanto que el perro se caracteriza por ser «latrable,sagax,
vigilans et fidelle».
No todos los animales fueron embarcados en el Arca. Kircher, en su exhausti-
vidad, especifica los que fueron excluidos, caracterizándose en la mayor parte de
los casos por tratarse de animales híbridos, como el camelopardo (cruce del pardo
y el camello) o el leopardo (de león y pardo), o, en otras ocasiones, por proceder
del Nuevo Mundo, tales el armadillo o el bisonte americano. Ello le lleva a un
cierto callejón sin salida desde el punto de vista intelectual: si no sobrevivieron al
Diluvio, ¿cómo es posible que en el Nuevo Mundo haya especies diferentes a las
del viejo? Kircher resuelve el problema afirmando que «Animalia Europea in In-
diam translata forman exteriores mutant», lo que le lleva a desarrollar cuales son
los procedimientos por medio de los cuales se pueden producir animales diferen-
tes: bien por la influencia de los astros y del clima, por el papel de la imaginación,
que puede provocar transformaciones del feto en el momento de la cópula o de la
incubación de los huevos dando así origen a formas monstruosas (p. 95), por el
cambio de la forma extrínseca, como el color, aunque se trate de la misma especie
(así pasa con el oso, la zorra y el ciervo en las regiones del norte), o bien por el
cruce de especies animales diferentes, siendo este el caso del mulo. Sin olvidar el
hecho de que, en otras ocasiones, algunas especies pudieron trasladarse del viejo
al Nuevo Mundo, bien nadando o cruzando los numerosos istmos formados des-
pués del Diluvio (como el existente entre Asia y el continente americano), bien
porque fueran llevados directamente por el hombre.
Kircher nunca salió de Roma, pero al formar parte de la red jesuita pudo ac-
ceder a numerosos informes y testimonios remitidos por los miembros de la Com-
pañía, manteniendo, en este sentido, una activa correspondencia con los jesuitas
americanos, que le remitieron plantas, animales y obras de arte. Su gran reto era
llegar a un conocimiento que permitiera comprender toda la naturaleza y desvelar
sus misterios30. Su trabajo, al igual que el de los hombres de ciencia del momento,
se caracterizaba por una mezcla heterogénea de programas y métodos de investi-
gación, los cuales nos revelan cómo para Kircher el orden natural era el conjunto
de correspondencias entre todas las cosas establecido por el acto de la creación, y
ello aseguraba la regularidad de los eventos, lo que no excluía la inclusión de vir-
30 Luis Millones Figueroa, «La intelligentsia jesuita y la naturaleza del Nuevo Mundo en el siglo XVII», Luis Mi-
llones Figueroa y Domingo Ledezma (eds.), El saber de los jesuitas, historias naturales y el Nuevo Mundo. Ver-
vuet-Frankfurt/Iberoamericana-Madrid, 2005.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 33
tudes singulares y cosas maravillosas. No podía aceptar la idea de que las mate-
máticas podían ser utilizadas para construir el conocimiento del mundo físico, ya
que para él su estudio era una descripción de las apariencias sin ninguna posibi-
lidad de generalización. El universo de Kircher es de posibilidades infinitas que
son incomprensibles en la estructura fija de las leyes de la naturaleza del mundo
galileano, y es por ello por lo que incluye sirenas, gigantes y dragones, todos ellos
posibles aunque no fuesen probables. Ceñirse a las leyes matemáticas en el estudio
de la naturaleza, era limitar el acto de la creación31.
En una línea similar se mueve el también jesuita Gaspar (o Kaspar) Schott
(1606-1666), autor de Magia universalis (Wurzburg, 1657-1659) y Physica curiosa
(Wurzburg, 1662). Esta última es un curioso trabajo, ya que pertenece al mundo
de los fenómenos maravillosos, sean naturales o sobrenaturales, y en sus 2000 pá-
ginas contiene maravillas del mundo terrestre y del celestial. Los primeros seis li-
bros están dedicados a los mirabilia de ángeles y demonios, fantasmas, seres
humanos, endemoniados, monstruos y portentos, y los otros seis a los mirabilia
animales, meteoros y miscelánea. Un elevado porcentaje de sus páginas está dedi-
cado a los animales, basándose en testimonios de autores clásicos como Aristóteles
o Plinio, medievales como Alberto Magno, y modernos tales Gesner, Aldrovandi,
Nieremberg, Piso, Rondelet y Belon entre otros, y su obra puede ser considerada
como un compendio de lo que se sabía de los animales en aquella época. Sigue el
mismo orden de Gesner, a saber, dividiendo los animales en terrestres, aéreos y
acuáticos, y, en algunas ocasiones, pone de relieve la confianza que le merece Piso,
como cuando habla del oso hormiguero o cuando describe al opposum, utilizando
normalmente la metodología del «cortar y pegar». El tratado dedicado a los ani-
males aéreos nos trae algunas sorpresas, por cuanto no suele admitir la existencia
de animales fantásticos o legendarios, negando, por ejemplo, la existencia de los
grifos. La obra de Schott presenta una fuerte afinidad con la enciclopedia de John
Jonston. Ambos disponían de mucha información sobre los animales del Nuevo
Mundo, y tenían que encontrar su propio camino entre tanta literatura. Schott
vio probablemente en Nieremberg una guía bastante válida, incorporando mucho
material de la Historia Naturae a su obra. Los jesuitas, como Schott, que estudiaron
la naturaleza encontraron en los animales lo maravilloso, lo secreto y los poderes
ocultos. Pero era una batalla perdida, al menos si comparamos lo que ellos hacían
con sus contemporáneos, siendo un buen ejemplo el de la Royal Society. Su com-
promiso entre lo mecánico y lo oculto fue el último asalto de una visión del
mundo que estaba siendo derrotada32.
31 Carlos Ziller «Baroque Science betweeen the Old and the New World: Father Kircher and His Colleague
Valenti Stansel (1621-1705)», en Paula Findlen (dir.), Athanasius Kircher.
32 Miguel Ángel de Asúa y Roger French, A New World on Animals.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 34
33 C. S. Lewis, La imagen del mundo. Introducción a la literatura medieval y renacentista. Barcelona, Península,
1997, pp. 13-14, 18.
34 Acémila, alce, armiño, asno, bada (rinoceronte), ballena, becerro, bisonte, buey, búfalo, burra, caballo, cabra,
camello, castor, cebra, ciervo, cochino, comadreja, conejo, delfín, dromedario, elefante, erizo, espín puerco,
foca, fuina, galgo, gamuza, garañón, garduña, gato, gazapo, gineta, haca, harda (ardilla), hiena, hipopótamo,
hurón, jabalí, jumento, lebrel, león, liebre, lince, lirón, lobo, marta, mastín, mono, morueco, mulo, murciélago,
murgaño, novillo, nutria, orca, oso, oveja, perro, podenco, pollino, potro, puerco, raposa, ratón, rinoceronte,
rocín, tejón, ternero, toa, topo, toro, turón, vaca, varraco, venado, vulpeja, zurra (zorra).
35 Abejoruco, abubilla, águila, alcaraván, alcaudón, alcotán, alfaneque, alondra, ánade, ánsar, autillo, avestruz,
avión, avutarda, azor, baharí, buitre, búho, calamón, cerceta, cernícalo, chucho, cigüeña, cisne, clueca, codor-
niz, corneja, cuclillo, cuervo, estornino, faisán, falcón, flamenco, francolín, gallina, gallo, ganso, garza, gavilán,
gaviota, girifalte, golondrina, gorrión, grajo, grulla, halcón, hurraca (sic), ibis, lechuza, mirla, mochuelo, paloma,
papagayo, pavo, perdiz, pito, pollo, ruiseñor, sacre, tordo, tórtola, vencejo, zorzal.
36 Aspide, caimán, camaleón, cocodrilo, culebra, estelión, galápago, lagarto, rana, renacuajo, salamandra,
sapo, serpiente, tortuga, víbora.
37 Abadejo, acedia, aleche, anchova, anguilla, arenque, atún, barbo, bermejuela, besugo, carpa, cazón, céfalo,
congrio, dorada, gobio, lamprea, lampuga, lenguado, lija, merluza, mero, murena, rodaballo, sábalo, saboga,
salmón, salpa, sardina, sargo, sollo, tiburón, toñina, trucha.
38 Abeja, alacrán, almeja, araña, avispa, calamar, camarón, cangrejo, caracol, centolla, chinche, cientopiés, ci-
garra, cucaracha, escarabajo, escolopendra, escorpión, esponja, gámbaro, garrapata, gorgojo, grillo, gusano,
hormiga, jibia, langosta, langostín, lombriz, luciérnaga, mosca, moscarda, mosquito, oruga, piojo, polilla,
pulga, pulpo, sabandija, tábano, tarántula, zángano.
39 Basilisco, cancerbero, catoblepas, cerbero, cinocéfalo, dragón, esfinge, fénix, grifo, harpía, hidra, lamia, pe-
gaso, quimera, unicornio.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 35
pescado de mar), a las más de 7000 palabras dedicadas al elefante, sin lugar a
dudas, y con gran diferencia, la especie tratada con mayor prolijidad, a lo que no
debió ser ajena la preferencia manifestada por Plinio en su Historia natural hacia
esta especie, por delante incluso del león40, considerándolo nuestro autor
[...] el mayor de todos los animales y en los sentidos parece ir a los alcances al
hombre [...] vienen a percibir la lengua de los que los crían, que hablan con ellos,
y hacen lo que les mandan, y aprenden cuanto les enseñan, y tienen de ello me-
moria; son amigos de que les regalen, los muestren amor y los alaben y honren;
y se halla en ellos una manera de bondad, prudencia y equidad (p. 748)41.
Aunque no hay que perder de vista que, a medida que avanzamos en el abece-
dario, el espacio dedicado a las distintas voces zoológicas tiende a ser más reducido,
quizás por la premura del autor en finalizar su magna obra.
Las especies descritas pertenecen en su inmensa mayoría al viejo Mundo, lla-
mándonos la atención el silencio que Covarrubias manifiesta con respecto a la
fauna americana: es cierto que nos habla del caimán, el papagayo, «ave índica co-
nocida» (p. 1342) o el pavo, «gallo de las Indias» (p. 1350), pero no incluye, por
ejemplo, el armadillo, que sí aparece ya en la obra de Gesner, lo que podría deberse
al hecho de que el conocimiento de estos nuevos animales no trascendió de cír-
culos muy reducidos (por lo que sus denominaciones no se incorporaron al voca-
bulario cotidiano) y no a ignorancia por parte del autor, ya que algunos de los
libros que trataban las nuevas especies descubiertas y que circulaban por la España
del momento son utilizados por Covarrubias en alguna ocasión: en la voz América,
cita a Gonzalo Fernández de Oviedo, Francisco López de Gómara y José de Acosta
(p. 153), en elefante, a Acosta (p. 753), en tiburón, a Gómara (p. 1469).
Por lo que se refiere a las fuentes empleadas, son las propias de la cultura eru-
dita y libresca de inicios del siglo xvII. Es muy habitual el recurso a la Biblia, así
como a autores grecolatinos, de los que destacan, por encima de todo, Plinio e
Isidoro de Sevilla, aunque también encontramos referencias a Aristóteles, Cice-
rón, Eliano, Filóstrato, Horacio, Lucano, Marcial, Ovidio, Pausanias, Persio, Plu-
tarco, Procopio, Solino, varrón, y virgilio. Los tratadistas medievales son
sistemáticamente ignorados, a excepción del Fisiólogo, del que recoge el típico
elemento legendario42, y Alberto Magno (citado en el término esfinge). Tampoco
40 Michel Pastoureau, El oso. Historia de un rey destronado, Barcelona, Crítica, 2009, p. 162.
41 Sebastián de Covarrubias Horozco, Tesoro de la lengua castellana o española, edición de Ignacio Arellano y
Rafael Zafra. Universidad de Navarra/Editorial Iberoamericana, 2006, p. 172.
42 «Hablando de la naturaleza del elefante, que la hembra busca la hierba que se llama mandrágora, y después
que la ha gustado, instigada de un apetito lujurioso, busca al consorte y se la presenta; él la come, y se en-
ciende en amoroso ardor, que le despierta a juntarse con la hembra» (p. 757).
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 36
es muy amigo de consultar las grandes enciclopedias zoológicas del siglo xvI, si
salvamos alguna mención aislada a las obras de Conrad Gesner (alce, tordo),
Guillaume Rondelet (ballena, carpa, céfalo, orca, sábalo, salmón), o Ulises Al-
drovandi (cetrería). También observaremos el recurso al Dioscórides (anchova,
bada, caracol, cigarra, víbora), según la edición castellana que del mismo realizara
Andrés Laguna; a arabistas como Diego de Urrea (acémila, alcotán, azor) y el
padre Guadix (almeja, azor, baharí, caracol, garduña, garza, halcón); o a histo-
riadores como Ambrosio de Morales (león), Diego Pérez de Mesa (langosta) o
Juan de Mariana (cabra).
Y, sobre todo, Covarrubias prefiere extraer información contemporánea de
la literatura emblemática y simbólica, de la que se muestra como un buen co-
nocedor43, muy en la línea de lo que le interesa poner de relieve de cada especie
animal, a saber, la vertiente moralizante. Así, sin querer ser demasiado exhaus-
tivos, figuran entre sus fuentes, entre otras, Andrea Alciato y sus archiconoci-
dos Emblemas (águila, alce, anguila, asno, cigarra, cigüeña, corneja, delfín,
elefante, esfinge, gallo, murciélago, sardina, vibora); Angelo Poliziano, poeta
y traductor italiano del siglo xv (águila, bada, cisne), Giambattista Della Porta
y su De humana physiognomonia libri III (halcón); Horapolo y sus Hyerogliphica
(escarabajo); Juan de Horozco y sus Emblemas morales (víbora); Piero vale-
riano y sus Hieroglyphica sive de sacris Aegyptiorum litteris commentarii (águila,
bada, buitre, caballo, camaleón, ciervo, esfinge, hipopótamo, langosta, le-
chuza, león), o Ricardo Brixiano y sus Comentaría Simbólica (cuervo, fénix,
león).
La utilización de toda esta literatura es muy coherente con el hecho de que a
Covarrubias lo que le interesa sobre todo es poner de relieve la vertiente simbólica:
en algunas ocasiones nos describe todas las empresas, refranes, emblemas y jero-
glíficos relacionados con cada animal en cuestión (siendo algunos de los más pri-
vilegiados al respecto la abeja, el asno, el buey, el ciervo, el elefante, el gallo, el
león y el águila, que en la literatura emblemática es, al menos entre las aves, el
animal con mayor volumen de representaciones)44, a la par que los relaciona con
virtudes y vicios típicamente humanos, reconociendo su valor pedagógico y lo
43 Margarita Morreale, «Los Emblemata de Alciato en el Tesoro de la Lengua castellana de Sebastián de Co-
varrubias», Nueva Revista de Filología Hispánica, XL-1, 1992, pp. 343-382.
44 J. García Arranz, Ornitología emblemática, Universidad de Extremadura, 1996. «El águila que volando hacia
su nido lleva una piedra en las uñas, significa al que funda casa con buenos cimientos y la asegura con firme
mayorazgo. El águila que tiene la cola blanca echa sus pollos del nido, y proveyó naturaleza de que otra los
criase; en griego se llama pygargus, que vale de cola blanca; a esta se comparan los padres que no curan de
criar sus hijos. El águila que lleva en el pico una piedra de hechura de un huevo, significa la mujer que está
de parto y con peligro [...] El escarabajo sobre las espaldas del águila significa el enemigo tenido en poco,
que por poparle suele ser dañoso [...] El águila tendidas las alas sobre un sepulcro, es indicio de estar sepultado
en él hombre valeroso» (pp. 62ss).
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 37
que el hombre puede aprender de ellos45. Así, es frecuente que nuestro autor recoja
refranes donde los animales aparecen claramente como protagonistas o que en-
contremos relatos morales, como el de Torquemada y su asno, que le invita a re-
flexionar «de los que dondequiera que vayan llevan en su compañía un necio
pesado» (p. 234). También puede utilizar a los diferentes animales para identifi-
carlos con vicios y virtudes: la abeja destaca por su industria y su sagacidad, siendo
símbolo de la castidad y de la elocuencia (p. 21). El camaleón simboliza el hombre
astuto, disimulado y sagaz (p. 413). De la cigüeña destaca «su gobierno, que parece
humano y político, por cuanto en la parte donde se han de juntar para partirse,
castigan a la que se tarda» (p. 533). Por lo que se refiere al elefante;
[...] en él se halla cierta manera de religión, por cuanto cuando sale el sol acos-
tumbra el elefante hacer ciertas muestras de reverenciarle y adorarle, purificán-
dose con el agua lustral, y también adora la luna nueva, y busca las aguas vivas
y corrientes en que lavarse. Si se halla enfermo, parece invocar al cielo (p. 756).
El gallo es ave peleona y lujuriosa (p. 950). La golondrina, símbolo del huésped
molesto (p. 981). El hipopótamo, de impiedad, irreverencia, ingratitud e injusticia
(p. 1059). La tortuga, de la tardanza (p. 1482).
Sin olvidar, naturalmente, que dentro de esta concepción simbólica algunos
animales presentan rasgos claramente demoníacos. Aquí, Covarrubias se remite
normalmente a aquellos seres más denostados por las fuentes bíblicas, actualizadas
en la España de los siglos xvI y xvII por la literatura devocional, tales la culebra,
«en las sagradas letras se toma muchas veces por el demonio y por el Anticristo»
(p. 652), el dragón, «significado el demonio en las Sagradas Letras y particular-
mente en muchos lugares del Apocalipsis», el escorpión, «significa al demonio,
del cual se puede entender, no menos que del escorpión terrestre, ponzoñoso y
engañoso» (p. 732), la serpiente, «tomó por instrumento el enemigo universal del
género humano, y revestido en ella engañó a nuestra madre Eva» (p. 1438), o la
zurra (zorra), «siempre que en la Escritura se hallare este nombre de vulpeja, sig-
nifica en el sentido espiritual, o el demonio o el hombre malo y astuto, y particu-
larmente el hereje» (p. 1561). La única excepción vendrá constituida por la cabra,
por cuanto aquí la referencia no es directamente bíblica, sino procedente de la li-
teratura demonológica46, y es por medio de la influencia de esta por lo que Cova-
45 Hablando de la golondrina, nos señala cómo «muchas cosas parece habernos enseñado los animales bru-
tos cuadrúpedes, reptiles, aves y peces, concernientes a nuestro gobierno y policía; y entre los demás, dicen
que la golondrina nos enseñó el edificar casas y hacer muros de argamasa y reparos para las crecientes de
los ríos, pues hace su nido tan fuerte y fornido, formando de tierra y del agua, que lleva en su pico, y pajuelas
su casita» (p. 982).
46 Michel Pastoureau, El oso, p. 244.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 38
47 Sobre los criterios clasificatorios, una aproximación en José Luis Viejo Montesinos, «El hombre como animal:
el antropocentrismo en la zoología», Asclepio, XLVIII, 2, 1996. También, E. J. W. Hinds, «The Nature and Culture
of Species: Eighteenth Century and Contemporary Views», David Aftandillan y David Scofield Wilson (eds.),
What are the animals to us?, University of Tennessee Press, 2007.
48 Así, nos dice del águila que «mata el ciervo con maravillosa astucia [...] tiene particular enemiga con el dra-
gón o sierpe» (p. 61). El buitre, «luego que le viene el tiempo de concebir (porque es hembra sin macho) está
cinco continuos días sin comer, vuelta su natura al viento, del cual concibe, y está preñada dél ciento y veinte
días, y en otros tantos saca sus pollos y los cría y los otros ciento y veinte queda libre y huelga, rehaciéndose
y reforzándose. Para mayor confirmación desto dicen que pone trece huevos, los cuales responden a las trece
conjunciones lunares que se hacen en el año solar» (p. 362). El camello, «sufre mucho la sed, caminando diez
y doce días sin beber, pero cuando halla el agua saca el vientre de mal año, y bebe por lo pasado y por lo
porvenir» (p. 416). El cocodrilo, «es anfibio, que vive en el agua y en la tierra; tiene el cuero tan duro que no
hay arma que le ofenda, si no es hiriéndole en la barriga, por donde el delfín, su natural enemigo, suele ma-
tarle, hiriéndole con las agudas púas que tiene en el espinazo y poniéndosele debajo» (p. 566).
49 Y que encontramos fielmente reflejada en el modo de generación de los trasgos descrito por fray Antonio
de Fuentelapeña, El Ente dilucidado. Discurso único novísimo que muestra hay en naturaleza animales irracio-
nales invisibles y quales sean. Madrid, Imprenta Real, 1676.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 39
agüero» (p. 367), el cochino «animal que solo nació para la cocina y la gula» (p.
564), el escorpión, «animalejo ponzoñoso» (p. 814), la loba y el lobo, «animales
conocidos y perniciosos» (p. 1209), la raposa, «animal conocido y pernicioso»
(p. 1394).
Covarrubias tiene una visión muy utilitaria del mundo animal, y hace mucho
hincapié en los distintos servicios que prestan al ser humano, desde el punto de
vista de la alimentación, la vestimenta o el transporte; o de los diferentes prejuicios
que pueden ocasionar, lo que no hace más que reflejar implícitamente la idea de
que el hombre es el rey de la Creación, y todas las criaturas, por consiguiente, se
encuentran a su servicio. Así, nos hablará de sus cualidades alimenticias, sobre
todo en lo que se refiere a los peces y demás seres acuáticos, más valorados (aunque
no siempre la valoración de Covarrubias corresponde a los gustos actuales) cuanto
menor es su volumen de espinas, eterna preocupación de cualquier ictiófilo: el
abadejo, también llamado bacalao, pescado que se trae seco para la gente común
(p. 18); el aleche, del que se hace una salsa (p. 100); la almeja, comida de gente
pobre (p. 131); la anchova, que se echa en las ensaladas (p. 163); el atún, cuyas
ijadas son deliciosas (p. 248); el besugo, de carne delicada, sabrosa y libre de es-
pinas (p. 323); la lamprea, pescado regalado y sin hueso ni espinas (p. 1163); el
langostín (langostino), que se tiene por pescado regalado (p. 1166); el mero, bo-
cado de príncipes (p. 1276); o el salmón, de excelente sabor y gusto (p. 1424).
valoraciones gastronómicas que no solamente se extienden a los peces, puesto que
nos habla también de las delicias de la perdiz, sabrosa en su comer (p. 1355); el
zorzal, que los antiguos tuvieron por comida regalada y golosa (p. 1559); o el ca-
racol, más debatido por cuanto si Dioscórides alaba su sabor, Galeno lo considera
de pesada digestión y no apto para gente delicada (p. 449).
Animales como fuente de alimento, pero también como fuente de vestir, te-
niendo el autor un especial cuidado en señalar qué especies son las más útiles por
su piel, tales el armiño (p. 213), el avestruz (sus plumas, en este caso) (p. 254), el
búfalo, muy común en Italia (p. 366), el castor (p. 474), la gamuza (p. 953) o el
turón (p. 1497). Sin olvidar tampoco la utilidad que presentan los animales para
el trabajo, siendo la gran estrella, sin lugar a dudas, el asno (el caballo, como es
bien sabido, nunca tuvo mucha importancia en la economía agraria española, por
ser un animal demasiado delicado y valorado como para destinarlo a tan ruines
menesteres) (pp. 231-232), secundado eficazmente por los jumentos (p. 1146) o
para la medicina, donde nos transmite creencias de origen ancestral: así, el cuerno
del rinoceronte es un antídoto contra el veneno (p. 272), las chinches, bebidas
con vino o con vinagre, contribuyen a expulsar las sanguijuelas pegadas a la gar-
ganta, en tanto que, introducidas por la uretra, remedian la retención urinaria (p.
520), las tripas de comadreja saladas y secadas al sol son un antídoto contra el ve-
neno de las serpientes (p. 583)...
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 40
Sin perder de vista tampoco la utilidad que presentan los animales como ele-
mento lúdico y recreativo, y aquí destacarían las referencias a las actividades cine-
géticas: la caza es definida como «ejercicio de prender los animales y las aves», y
en ella el lebrel actúa como eficaz ayudante, ya que «acometen las fieras y las em-
barazan de manera que puede el cazador llegar con seguridad a matarlas» (p.
1174). vertiente lúdica que también conlleva la utilización del animal como ele-
mento espectacular, y aquí destacaría, obviamente, la figura del toro, reconociendo
cómo «los españoles son apasionados por el correr de los toros, y frisa mucho con
los juegos teatrales de los romanos» (p. 1479). Covarrubias tampoco olvida que
los animales exóticos pueden actuar como una fuente de prestigio para reyes y
príncipes, que coleccionando estas fieras lejanas tienen la ocasión de mostrar a
todos su universal poderío. Así, nos habla del rinoceronte de Manuel I de Portugal,
que este enviara al papa León x50, o del que fuera propiedad de Felipe II51 «que
por mucho tiempo estuvo en Madrid; tenía aserrado el cuerno y estaba ciega, por-
que no hiciese daño, y curaban della con mucho recato por el peligro de los que
la tenían a su cargo; de los cuales mató uno o dos» (p. 272). O de los elefantes
que estuvieron en posesión de ambos personajes, destacando el filipino, «tan do-
méstico que metía la mano o trompa en las faltriqueras de los que le entraban a
ver, y les sacaba los dineros o fruta que aposta traían en ellas» (pp. 754-755).
Pero los animales también ocasionan perjuicios, y a Covarrubias le preocupan
sobre todo aquellos seres que pueden provocar daños en las cosechas y en los ganados,
y no tanto los transmisores de enfermedades, por cuanto durante esta época aún no
había arraigado la idea de que eran los gérmenes presentes en determinados animales
los propagadores de las mismas, expresada por primera vez por Girolamo Fracastoro
en su De contagionibus et contagiosis morbis, libri tres (1546)52. Así, la chinche:
50 Rinoceronte que fue inmortalizado por Alberto Durero (el cual, de paso, nunca lo vio), cuya ilustración fue
copiada hasta la saciedad por todos los enciclopedistas zoológicos del momento, y que acabó sus días en el
fondo del mar Tirreno en 1516. Vid. D. Salzgeber, Alberto Durero: el rinoceronte, Santa Marta de Tormes, Lóguez
Ediciones, 2005, y Juan Pimentel Igea, El rinoceronte y el megaterio, Madrid, Abada, 2010.
51 Es muy conocido el gusto de Felipe II por los elementos exóticos. Una descripción de su cámara de mara-
villas, en J. M. Morán y F. Checa, El coleccionismo en España. De la cámara de las maravillas a la galería de pin-
turas. Madrid, 1985. Precisamente, el rinoceronte filipino fue el segundo ejemplar vivo que se conoció en la
Europa del siglo XVI.
52 Una visión rápida de las teorías médicas de la época, en Mary Lindemann, Medicina y sociedad en la Europa
Moderna. Madrid, Siglo XXI, 2001.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 41
53 Keith Thomas, Man and the Natural World. Change attitudes in England 1500-1800, Londres, Penguin Books,
1983, p. 108.
54 Peter Edwards, «Nature Bridled, The treatment and Training of Horses in Early Modern England», Dorothee
Brantz (ed.), Beastly Natures: animals, humans, and the study of history, University of Virginia Press, 2010, Donna
Landry, Noble bruted: how Eastern horses transformed English culture, The John Hopkins University Press, 2008.
Todavía a finales del siglo XIX los aristócratas ingleses valoraban más a sus caballos que a sus criados. Vid. Bár-
bara Tuchmann, La torre del orgullo 1890-1914: una semblanza del mundo antes de la Primera Guerra Mundial.
Barcelona, Península, 2008.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 42
55 Brian Vickers, «Introducción», en Brian Vickers (comp.), Mentalidades ocultas y científicas en el Renacimiento,
Madrid, Alianza, 1990.
56 Stuart Clark, Thinking with demons. The idea of Witchcraft in Early Modern Europe, Oxford UP, 1999.
57 Concepto desarrollado en GALISON, Peter, Images and logic: a material culture of microphysics, Chicago UP, 1997.
58 Consultada la edición de la madrileña editorial Gredos publicada en 1984.
59 Por ejemplo, Ana Martínez Pereira «El símbolo de la grulla en la emblemática española», Revista da Facul-
dade de Letras. Lenguas e Literaturas, Oporto, XX, 1, 2003; o R. Solera López, «Estudio iconográfico del jabalí
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 43
Arranz60. Esta visión estará muy presente en obras como las escritas por Jerónimo
Cortés, Libro y tratado de los animales terrestres y volátiles (ediciones valencianas de
1605, 1613, 1615 y 1672), Andrés Ferrer de valdecebro, Gobierno general, moral y
político, hallado en las fieras y animales silvestres (Madrid,1658), y Gobierno general,
moral y político, hallado en las aves (Madrid, 1668), al que le añadiría un capítulo
con las aves monstruosas (Madrid, 1683), Francisco Marcuello, Primera parte de la
historia natural y moral de las aves (Zaragoza, 1617), Diego de Funes, Historia general
de aves y animales (valencia, 1621), Francisco vélez de Arciniega, Historia de los
animales más recibidos en el uso de la medicina (Madrid, 1613), o Francisco Ramírez
de Carrión, Maravillas de naturaleza (Córdoba, 1629). Sin olvidar la maravillosa
traducción de Plinio que Jerónimo de Huerta publicara en 162461. A pesar de estos
ejemplos, el acercamiento a la historia natural en nuestro país se vio reducido, con
muy escasas excepciones, a la traducción y anotación erudita del legado biológico
de la Antigüedad con un aún muy escaso aparato crítico, a las misceláneas de cu-
riosidades científicas y maravillas naturales o al empleo de la visión trascendente y
moralizada del mundo natural, basada en planteamientos medievales, con fines di-
dácticos y doctrinales, ámbito en que deben incluirse los libros de emblemas62.
Religioso carmelita, médico de cámara de Felipe Iv y familiar del Santo Oficio,
Huerta (1573-1643) no solamente traduce a Plinio, sino que también lo completa
y en la información añadida nos revela el dilema al que se enfrentaría Jonston un
cuarto de siglo más tarde. Debe hablar, como es obvio, de los animales americanos,
pero la información que nos proporciona de los mismos se limita a una mera des-
cripción física, prescindiendo por completo de elementos moralizantes y legen-
como animal simbólico y emblemático», Emblemata: Revista aragonesa de emblemática, 7, 2001. Algunas refe-
rencias extranjeras en Vincent Buyens, «A zoological emblem book. Willem van der Borcht´s Sedighe Sinne-
Beelden (1642)», en Karl Enenkel, Early Modern Zoology. The consruction of Animals in Science, literatura, and
the Visual Arts, Leiden, 2007; o ROGGEN, Vibeke, «Biology and Theology in Franzius´s Historia animalium sacra
(1612)», en Karl A. E. Enenkel y Paul J. Smith, op. cit.
60 José Julio García Arranz, «Las enciclopedias animalísticas de los siglos XVI y XVII y los emblemas: un ejemplo
de simbiosis», Víctor Minguez (ed.), Del libro de emblemas a la ciudad simbólica. Actas del III Simposio Interna-
cional de Emblemática Hispánica, volumen 2, Universitat Jaume I, 2000; «Fauna americana en los emblemas
europeos de los siglos XVI y XVII», Cuadernos de arte e iconografía, 11, 1993; «La literatura animalística ilustrada
en España durante la Edad Moderna: una panorámica», Libros con arte, arte con libros, 2007; «Olao Magno y
la difusión de noticias sobre fauna exótica del norte de Europa en el siglo XVI», Encuentro de civilizaciones
(1500-1750): informar, narrar, celebrar: actas del tercer Coloquio Internacional sobre relaciones de sucesos, Cagliari,
5-8 de septiembre de 2001, 2003; Ornitología emblemática, Universidad de Extremadura, 2006; «El papagayo y
la serpiente: historia natural de una empresa de Diego Saavedra Fajardo», Norba. Arte, 26, 2006; «La visión de
la Naturaleza en los emblemistas españoles del siglo XVII», Literatura emblemática hispánica : actas del I Sim-
posio Internacional, 1996.
61 Jerónimo de Huerta, Historia natural de Cayo Plinio segundo, traducida por el licenciado Jerónimo de Huerta...
y ampliada por él mismo, Madrid, Luis Sánchez Impresor, 1624.
62 Francisco Javier Pizarro Gómez y José Julio Garccía Arranz, «La visión de la naturaleza en los emblemistas
españoles del siglo XVII», en Sagrario López Poza (ed.), Literatura emblemática hispánica: actas del I Simposio
Internacional, Universidad de La Coruña, 1996.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 44
darios, acudiendo, cuando ello resulta necesario, a la comparación con los animales
de siempre conocidos:
Los tlaquacos o semivulpas, los cuales debajo del vientre tienen una bolsa en la
cual ponen sus hijos viéndose en peligro y huyen [...] En Brasil se cría allí uno lla-
mado tatusia, y de los españoles armadillo, es del tamaño de un lechón, y está cu-
bierto de conchas, como planchas, entre las cuales retira y esconde la cabeza, como
el galápago, para tenerla segura. Los cerigones tienen debajo del vientre dos bolsas,
donde viéndose en peligro ponen sus hijos y huyen, y éstos se hallan también en
las islas Malucas. También se cría allí un animal llamado de los portugueses pereza,
que es del tamaño raposa, y de tan lento y tardo paso, que parece increíble, y
jamás le apresura, aunque más le castiguen o fuercen. La tamandoa es tan grande
como un puerco pero tiene larguísimas uñas. Susténtase de hormigas, y habiendo
abierto con la uña el hormiguero mete dentro la lengua y la saca llena de ellas.
Tiene la cola tan larga y pelosa que cubre con ella todo el cuerpo. El antehanno
es algo semejante a la mula, aunque menor, tiene el labio bajo como trompeta,
las orejas redondas y la cola tuerta, reposa de día y apaciéntase de noche [...] En
Chile se crían gran número de vicuñas son como cabras silvestres sin cuernos cuya
lana es tan delgada y blanca como algodón, de color entre rubio y canelado. En
las tripas de estas cabras se crían piedras bezaares aunque no son tales como las
que se crían en las Indias orientales en otras cabras silvestres. Hay también muchos
guanacos y poacos, que son una especie de carneros en que trajinan63.
acusado en los animales procedentes de territorios poco frecuentados por los espa-
ñoles, como los renos, uros y alces (llamado la Gran Bestia por los sicilianos y los
españoles) de las tierras septentrionales (mostrando su conocimiento de la obra de
Herberstein), la jirafa (transmitiéndonos el relato de la que recibiera Lorenzo de
Médicis del sultán de Egipto), el rinoceronte (y nos cuenta el famoso torneo habido
en Lisboa entre este y un elefante, hablándonos asimismo del que fuera propiedad
de Felipe II), el manatí (para lo que acude a la autoridad de López de Gómara), los
monos (conociendo la obra de vesalio, el cual había mostrado las diferencias ana-
tómicas entre estos y los seres humanos) y diversas especies marinas, para lo que
cita a Pierre Belon y Guillaume Rondelet, así como a Olao Magno y André Thevet,
utilizados estos últimos para todo lo relativo a los monstruos marinos. No se aprecia
un especial retraso en el conocimiento de las aportaciones foráneas, ya que la tra-
dición zoológica del Renacimiento es frecuentemente utilizada por nuestro autor.
Jerónimo Cortés65, por su parte, ha sido un tanto maltratado por los historia-
dores, por cuanto un autor tan solvente como López Piñero despacha su obra con-
siderándola «una mera reunión de materiales de segunda mano, realizada con muy
escaso rigor»66. Lo cierto es que tenía unos intereses muy amplios, por cuanto a
su pluma se debe un tratado de fisiogonomía, así como un lunario, dedicado bá-
sicamente a ofrecer consejos sobre agricultura, describiendo qué es lo que se debe
hacer en cada mes del año según la fase de la luna en que nos encontremos67. En
su obra animalística describe en primer lugar los animales terrestres, entre los cua-
les se encuentra el león, el asno (y, de paso, el mulo), el camello (distinguiéndolo
del dromedario), el lobo, el cordero (junto con el carnero y la oveja), la cabra, el
perro, la zorra, el cochino (denominando cochino montés al jabalí), el ciervo, el
gato (hablando también del gato cerval, y del gato de Algalia o de Angora), el
buey (junto con el toro), la hormiga, el dragón (junto con otros animales como
el basilisco o el áspid), el elefante, el caballo, el tigre o pantera, el castor, el uni-
cornio, el ratón, la rana, el mono o simio, el lince, la liebre, el conejo, el cocodrilo,
el camaleón, y la salamandra. Y, seguidamente, pasa a los volátiles, describiendo
el águila (a la que define como la reina de las aves), la paloma, el alción, el ánade,
la oca, el ave barliata, las diferentes aves que se suelen enjaular para recreo del oído
y la vista (entre las que cita el ruiseñor, el canario, y el papagayo), las aves de rapiña
que sirven para la caza (como el halcón y el gavilán), el gallo, la gallina, el capón,
65 Edición consultada, Jerónimo Cortés, Tratado de los animales terrestres y volátiles, y sus propiedades, Valencia,
Imprenta de Benito Macé, 1672. Sobre el autor, Francisco Javier Peris Felipo, «Aportación a la divulgación
zoológica valenciana en el siglo XVII. El Tratado de los animales terrestres y volátiles de Jerónimo Cortés
(1613)», Revista de Historia Autónoma, 2, 2013.
66 J. M. López Piñero, Ciencia y técnica en la sociedad española de los siglos XVI y XVII, Barcelona, 1979, p. 302.
67 Adelina Sarrión Mora, Médicos e Inquisición en el siglo XVII, Universidad de Castilla la Mancha, 2006, pp.
33-34.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 46
68 Patricia Manning, Voicing dissent in Seventeenth Century Spain: Inquisition, Social Criticism and Theology in
the case of El Criticón, Brill, 2009, p. 101.
69 Vicente Roig Condomina, Las empresas vivas de Andrés Ferrer de Valdecebro, Valencia, Imprenta Llorens,
1989, «Los emblemas animalísticos de Fray Andrés Ferrer de Valdecebro, Goya: revista de Arte, 187-188, 1985.
Algunas referencias sueltas sobre el autor en Antonio Bernat Vistarini; John T. Cull y Antonio Aguayo Cobo;
Los días del Alción: emblemas, literatura y arte en el Siglo de Oro, J. J. de Olañeta editor, 2002; Víctor Mínguez,
Visiones de la monarquía hispánica, Castellón, Universitat Jaume I, 2007; Herón Pérez Martínez y Bárbara Skinfill
Nogal, Esplendor y ocaso de la cultura simbólica, El Colegio de Michoacán, 2002; Francisco Picinello, El mundo
simbólico. Serpientes y animales venenosos. Los insectos, México, El Colegio de Michoacán, 1999; Bárbara Skinfill
Nogal y Eloy Gómez Bravo, Las dimensiones del arte emblemático, El Colegio de Michoacán, 2002; Rafael Zafra
y José Javier Azanza (eds.), Emblemata Aurea. La emblemática en el arte y la literatura del Siglo de Oro, Madrid,
Akal, 2000.
70 Edición consultada, Andrés Ferrer de Valdecebro, Gobierno general moral y político hallado en las fieras y
animales silvestres sacado de sus naturales propiedades y virtudes, Madrid, Antonio de Zafras, 1680.
71 Edición consultada, Andrés Ferrer de Valdecebro, Gobierno general, moral, y político hallado en las aves más
generosas y nobles, sacado de sus naturales virtudes y propiedades, Barcelona, Cormellas, 1696.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 48
truosas por el autor y venidas de diferentes partes del Orbe, a saber, como la arpía
y el pegaso. Su bestiario, tanto para los animales terrestres como para los volátiles,
está vinculado al viejo Mundo, llamando la atención la significativa excepción
del papagayo, símbolo de la nueva naturaleza americana72, y con los añadidos de
rigor de distintos animales fabulosos.
Como señala su principal estudioso, Roig Condomina, el mayor interés de la
obra se va a situar en la gran capacidad del autor para extraer una serie de conclu-
siones didáctico moralizantes a partir de la conducta y de la morfología de unos
animales que, aunque desconocidos para él en algunos casos, considera reales por
su verosimilitud. Perteneciente a la orden de Predicadores, dedicó toda su vida al
arte de los sermones, publicando además gran cantidad de obras repletas de con-
sejos prácticos e índices que facilitaran el ministerio de la predicación. Se encuentra
plenamente inmerso en la idea contrarreformista, de procedencia medieval, que
considera a la naturaleza como un medio divino para mostrarnos todas sus verda-
des, por lo que su contemplación debe trascender lo sensible para poder acceder
al conocimiento de Dios. valdecebro se sirve de una tradición de la cultura ani-
malística clásica (historiadores y filósofos de la Antigüedad), bíblica, simbólica
(mitos paganos y jeroglíficos) y moralizante (textos medievales y coetáneos) para
fundirlas en una orientación hacia lo que debe ser la moral de un buen cristiano,
mostrando, a partir de las costumbres de los animales, qué virtudes han de culti-
varse y qué vicios han de prevenirse. De hecho, en el prólogo del tomo dedicado
a los cuadrúpedos, el autor menciona cómo
72 Renate Pieper, «Loros y papagayos símbolos de un mundo nuevo», Eddy Stols, Wemer Thomas y Johan
Verbeckmoes (eds.), Naturalia, mirabilia et monstrosa en los imperios ibéricos siglos XV-XIX, Leuven University
Press, 2007.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 49
cando a cada animal una serie de virtudes y vicios concretos, como el ánimo del
león, la templanza y la grandeza del elefante, la velocidad del unicornio, la vora-
cidad del tigre, la liberalidad de la onza, la avaricia del leopardo, la discordia de
la hiena, la vista del lince, la ira del oso, la ignorancia y la gula del jabalí, la fide-
lidad del perro o la sabiduría del cinocéfalo. Al león, por ejemplo, nos lo presenta
como el rey de las fieras, «generoso en el ánimo, noble en el corazón, bizarro en
su aliento. Fió el desempeño de sus obras naturaleza, uniendo conformes la cle-
mencia y ferocidad, la venganza y piedad, la fortaleza y humanidad, en irracional
tan fiero y en bruto tan voraz». Nos cuenta que vive en África y en Asia, nos hace
una descripción física, y nos salpica su relato de elementos legendarios y morali-
zantes, concluyendo con la afirmación de que es el príncipe de las demás criaturas,
lo que le sirve de pretexto para moralizar sobre las virtudes que debe cumplimen-
tar el gobernante.
Tampoco es muy original el canónigo darocense Francisco Marcuello. La es-
tructura del contenido de su libro es similar para las cien aves que describe, a cada
una de las cuales dedica un capítulo. Estos capítulos están divididos en dos partes.
En la primera de ellas se hace la descripción física del pájaro, forma, costumbres,
lugares en que habita, de vez en cuando el arte de cazarlas, anécdotas, etc., par-
tiendo de lo que han dicho los diferentes tratadistas, especialmente Aristóteles,
Plinio y san Isidoro, con escasas aportaciones personales. La segunda parte de cada
capítulo es la descripción de la moralidad de las aves, extrayendo enseñanzas de
las formas, aspecto, comportamiento y demás características de las aves que han
aparecido a lo largo de la descripción, para aplicarlas a los hombres y sacar una
consecuencia moral de todo ello, con lo que el propósito moralizante vuelve a
estar presente: tal como el propio autor declara, «va cada ave con su moralidad,
para que no sea todo curiosidad sin fruto, y para que los doctos hallen motivos
para levantar más altos y delicados pensamientos»73.
El libro de Marcuello es riquísimo en informaciones procedentes de los autores,
tanto clásicos como modernos, que escribieron algo a propósito de las aves tratadas
o de la palabra con que se nombran. Únicamente en el primer capítulo, bien es
cierto que es el dedicado al águila, ave excelente por lo que se ha escrito sobre ella
y lo conocida que resulta, cita nuestro autor a san Isidoro, Eliano, Bartolomé Án-
glico, Píndaro, vespasiano, vejecio, Julio César, Dioncasio, san Ambrosio, Mateo
Silvático, Horapolo, Aristóteles, Plinio, valerio Máximo, Homero, etc. Los saberes
librescos acumulados se ven completados, de vez en cuando, con conocimientos
personales, por lo que no son pocos los lugares en que hace referencia a su Daroca
natal, o a otras tierras de Aragón, o vecinas. Menciona lugares no aragoneses al
hablar del borní: «ay muchos bornís en Nauarra, y en las Asturias de Ouiedo, y
73 Francisco Marcuello, Historia natural y moral de las aves, Zaragoza, Juan de Lanaja, 1617, Al lector.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 50
en los montes de Liébana», o cuando nos cuenta que en verano se ven muchos
francolines por las riberas del Ebro en Aragón, y del Turia en valencia. Predomina
nuevamente el bestiario del viejo Mundo, aunque incluye algunas especies ame-
ricanas (como la asinaria, el aura, el pintadillo, el rabo de junco y el zonzo; del
pájaro resucitado hasta proporciona el nombre indígena, vicicilin), junto a las ya
familiares ave del paraíso y el papagayo, amén de la obligatoria dosis de animales
fantásticos, como la arpía, el ave fénix, las memnónidas o pegaso, que se halla
entre las aves únicamente porque tiene alas y es capaz de volar74.
El murciano Diego de Funes y Mendoza (1560-1625), que llegaría a ejercer el
cargo de notario apostólico75, so pretexto de traducir la historia de los animales
de Aristóteles, añade numerosas aportaciones de otros autores (lo que cabría es-
perar: clásicos grecolatinos, padres de la Iglesia, representantes de la literatura sim-
bólica y emblemática del Renacimiento, Olao Magno, y autores que nos hablan
de la fauna americana como Mártir de Anglería) de modo que declara su intención
de añadir las aves y animales que le faltaban al autor griego, sin perder de vista
que
La apertura hacia las nuevas perspectivas zoológicas abiertas por los descubri-
mientos geográficos es muy reducida. Es cierto que nos habla de los papagayos y
de las aves del paraíso, pero, en el caso de los cuadrúpedos, no añade ninguna es-
pecie ignorada por los clásicos. Y, nuevamente, observaremos el predominio de
los elementos moralizantes: el león, otra vez, sigue siendo el rey de los animales,
aludiendo a su generosidad, su misericordia, y su enemistad con los linces, así
como a su carácter lujurioso.
74 Manuel Alvar Ezquerra, «Los ornitónimos de la Historia natural y moral de las aves de Francisco Marcuello
(1617)» en Vicente Laguéns Gracia (ed.), Baxar para subir. Colectánea de estudios en memoria de Tomás Buesa
Oliver, Institución «Fernando el Católico», Zaragoza, 2009, págs. 297-324.
75 Francisco Javier Díez de Revenga y Mariano de Paco, Historia de la literatura murciana, Editora Regional de
Murcia, 1989, pp. 79-80.
76 Diego de Funes, Historia general de aves y animales, Valencia, Pedro Patricio Mey, 1621, prólogo.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 51
[...] crió la naturaleza otros muchos animales, de quien todos los demás pu-
diésemos aprender, y así el león, ciervo, palomas, grajos, mirlas, perdices, tór-
tolas, nos enseñaron el uso de las purgas, la anguila la traición y burla, la pereza
el pescado torpedo y la tortuga, el gallo la vigilancia, la prudencia las grullas,
lechuzas, y cigueñas, el apetecer su natural las ánades, la misericordia las palo-
mas, el daño que causa la lujuria a los cuerpos el gorrión, lo que es una mujer
deshonesta el abubilla, el avaricia el grifo, la buena muerte de los justos el cisne,
la ingratitud el cuclillo, el buitre la gula (p. 9).
77 Francisco Vélez de Arciniega, Historia de los animales más recibidos en el uso de medicina donde se trata para
lo que cada uno entero, o parte dél aprovecha, y de la manera de su preparación, Madrid, Imprenta Real, 1613.
78 Manuel Ramírez de Carrión, Maravillas de naturaleza en que se contienen dos mil secretos de cosas naturales
dispuestos por abecedario, Montilla, Juan Bautista de Morales, 1629.
79 Isabel de los Reyes Rodríguez Ortiz, Comunicar a través del silencio: las posibilidades de la lengua de signos
española, Sevilla, Universidad, 2005, p. 35.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 52
80 José María Valderas, «Francisco Vélez de Arciniega en la polémica de la coloquíntida», Asclepio, LII, 1, 2000,
pp. 7-35.
81 Alix Cooper, Inventing the Indigenous: Local Knowledge and Natural History in Early Modern Europe, Cam-
bridge University Press, 2007. Brian W. Ogilvie, The science of describing.
82 Fermín del Pino Díaz, «Texto y dibujo. La Historia indiana del jesuita Acosta y sus versiones alemanas con
dibujos», Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, 42, 2005, pp. 1-31.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 53
Figura 3. Pavo real, Andrés Ferrer de Valdecebro, Gobierno general moral y político
hallado en las aves más generosas y nobles, Barcelona, Cormellas, 1696, p. 329.
83 Sobre los usos de la imagen en este período, vid. Susana Gómez López, «Modelos y representaciones vi-
suales de la ciencia», Escritura e imagen, 1, 2005, pp. 83-116. Una buena introducción a la problemática de la
cultura visual en Antonio Sánchez, «Ciencia Moderna, cultura visual y epistemología artesanal», Asclepio, XLI,
1, 2009, pp. 259-274.
84 Algunas aproximaciones al papel de la imagen en la Historia natural de este período en Peter Mason, Before
Disenchantement: Images of Exotic Animals and Plants in Early Modern World, Londres, Reaktion Books, 2009,
y Brian Ogilvie, The science of describing.
85 Ricardo García Cárcel, Las culturas del Siglo de Oro, Madrid, Historia 16, 1989.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 54
86 José Julio García Arranz, «Livres d´emblemes ou bestiaires modernes? Les traités animaliers d´Andrés Ferrer
de Valdecebro et de Francisco Marcuello», Wolfgang Harms y Dietmar Peil (eds.), Polyvalenz und Multifunk-
tionalität der Emblematik/Multivalence and Multifunctionality of the Emblem, Peter Lang, 2002.
87 Un planteamiento de la cuestión en Juan PIMENTEL y José Ramón Marcaida López, «La ciencia moderna
en la cultura del Barroco», Revista de Occidente, 328 (2008), pp. 136-151. Algunos estudios específicos
sobre este mundo intelectual, DASTON, Lorraine, «Preternatural Philosophy» en Lorraine Daston (ed.), Bio-
graphies of Scientific Objects, Chicago University Press, 2000; Paula Findlen (dir.), Athanasius Kircher. The
last man who knew everything, Nueva York, Routledge, 2004; Javier Moscoso, «Historia y Filosofía Preter-
natural en el mundo moderno», en Francisco Jarauta (ed.), El gabinete de las maravillas, Fundación Mar-
celino Botín, 2004, pp. 93-114; Mar Buenor Rey y Miguel López Pérez (coords.), El inquiridor de maravillas.
Prodigios, curiosidades y secretos de la naturaleza en la obra de Juan Vincencio de Lastanosa, Huesca, Insti-
tuto de Estudios Altoaragoneses, 2012.
88 Ofer Gal y Raz Chen-Morris, Baroque Science, University of Chicago Press, 2013, p. 10.
89 Sobre las nuevas tecnologías científicas, Steven Shapin y Simon Schaffer, Leviathan and the air pump.
Hobbes, Boyle and the experimental life, Princeton U. P. 1985, reed. 2011, trad. castellana Universidad Nacional
de Quilmes (Argentina), 2005.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 55
no a las lenguas vernáculas; que toma sus referentes del mundo libresco (por lo
que los clásicos grecolatinos, y, en nuestro caso, Plinio, siguen siendo autoridades
indiscutibles), y no de lo que se ha experimentado personalmente90; interesado
en el estudio de las correlaciones ocultas que existen en el Universo; y preocupado
por lo único, lo individual, lo singular, y por realizar un inventario completo de
todo lo que hay en la Naturaleza antes que por reducir el funcionamiento de la
misma a un conjunto de leyes matemáticas. En un mundo como en el que vivi-
mos, donde no parece que tengan cabida de momento los sistemas filosóficos to-
talizadores, resulta mucho más fácil su comprensión que en otros tiempos
dominados por el holismo positivista, la concepción whig de la historia de la cien-
cia, y por la busca de una pretendida Objetividad que ha resultado ser una más
de tantas quimeras posibles.
90 Sobre el concepto de experiencia, Susana Gómez López, «Experiencia, historia, memoria. Acerca de una
transformación en la Revolución Científica», Revista de Filosofía, 27, 1, 2002, pp. 75-111.
017-056 Capitulo 2_Maquetación 1 02/07/15 10:45 Página 56
057-086 Capitulo 3_Maquetación 1 02/07/15 10:46 Página 57
Capítulo 3
Los animales como espejo
de virtudes y vicios
Desde hacía muchos siglos, la naturaleza había sido considerada como un modelo
de vicios y virtudes. El mundo natural y sobre todo el reino animal, además de
ser considerado como reflejo divino, fue también contemplado desde un punto
de vista moralizador. Dios concedió a los seres vivos determinados rasgos físicos,
propiedades o actitudes cuya función primordial es la de servir de modelos vi-
vientes que nos muestren determinados vicios o virtudes, que nos adviertan de
las asechanzas del maligno, que nos ejemplifiquen hechos de la vida de Cristo, o
nos ratifiquen diversas verdades doctrinales. Se trata del sentido moral y alegórico,
aplicado de este modo a las criaturas de la Creación. Este empleo del mundo zoo-
lógico como repertorio de modelos de comportamiento tuvo su plasmación en el
Fisiólogo. Se trata de una obra que partiendo de las peculiaridades o propiedades
de los animales, las recubre de una intención moralizante cristiana. Así, la imagen
del hombre de vida virtuosa viene representada por el castor que amputa sus tes-
tículos para que el cazador deje de perseguirlo, lo que nos muestra que hemos de
despojarnos de nuestros pecados para alejar de nosotros al demonio. La zorra que
se hace la muerta para atraer las aves y devorarlas es el demonio que atrae a los
hombres por medio de la carne. El pelícano que ofrece su sangre para reanimar a
sus polluelos es alegoría del sacrificio de Cristo destinado a la salvación de los
hombres. El fénix que se autoinmola en el fuego y renace de sus restos prueba la
veracidad de la resurrección de los muertos. Y podemos encontrar otras muchas
significaciones: la tórtola solitaria como imagen de la vida eremítica, la elefanta
que come de la mandrágora e invita al macho es el símbolo del pecado original,
el onagro que castra a sus hijos para que no tengan descendencia representa a los
057-086 Capitulo 3_Maquetación 1 02/07/15 10:46 Página 58
apóstoles. Con estas premisas, el Fisiólogo, que obtuvo un gran éxito y en el siglo
iv o v se tradujo al latín, incidirá en la literatura patrística, especialmente en los
comentarios del Génesis, de los que destaca los de Ambrosio de Milán o Basilio
Magno, en los que la visión edificante de la naturaleza se incorpora a la técnica
de exégesis bíblica. Enriquecido con adiciones de la obra de Ambrosio, isidoro o
Rabano Mauro, evoluciona hasta desembocar en los bestiarios del siglo xii. Estas
obras, unidas a las colecciones de sermones o exempla, se convertirán en la más
amplia manifestación medieval del empleo de la naturaleza como punto de partida
para la transmisión de enseñanzas morales1.
Enseñanzas morales que, por supuesto, perviven durante la modernidad. Es
muy conocido el ejemplo de Fray Luis de Granada en su Introducción al símbolo
de la fe, y en esta tradición se sitúa Jerónimo Gracián de la Madre de Dios en su
obra Dilucidario del verdadero espíritu (1604), especialmente en los capítulos 22
y 23, sistematizado a modo de bestiario sacado de la Biblia y de noticias de autores
como Plutarco, Plinio o Epicteto. El autor asume la concepción dualista de la Bi-
blia entre animales puros e impuros. Hace una distinción entre sabandijas asque-
rosas y ponzoñosas, las primeras, que solamente hacen algún daño, las identifica
con los pecados veniales, y las últimas, que matan con su veneno, con los pecados
mortales. La lista de animales principales es culebra, cerastes, basilisco, áspide, ví-
bora, escorpión, salamanquesa, leviatán serpiente, dragón bermejo y langostas del
pozo del abismo, siendo la serpiente el animal predominante, por cuanto ocho
de los diez animales, si nos atenemos a la clasificación de Rabano Mauro, com-
parten esa naturaleza, por lo que Gracián se inserta en el concepto cristiano que
partiendo del Génesis considera la serpiente origen de todo mal, y emblema de
las potencias de las tinieblas. Asimila el pecado de ilusión a la culebra, la murmu-
ración, la detracción y el falso testimonio al áspid, que causa la muerte con su
mordedura. Para ilustrar los pecados de ira, rencores y bandos, acude a la víbora.
El juicio temerario es comparado con el basilisco, que fue en los cultos precristia-
nos el emblema del mal y de la muerte y en la época cristiana representa a Satán,
siendo considerado la antítesis del gallo emblemático que sería la imagen del Sal-
vador: en las descripciones medievales se le representa con una corona en la cabeza,
alusiva a la cresta del gallo, que simbolizaría su soberanía por encima de las res-
tantes clases de serpientes. Los malos pensamientos son identificados con el le-
viatán, monstruo marino que en la Biblia designa distintas bestias como el
cocodrilo y la ballena y que Gracián caracteriza como serpiente ponzoñosa, si-
1 José Julio García Arranz, Ornitología emblemática. Las aves en la literatura simbólica ilustrada en Europa du-
rante los siglos XVI y XVII. Cáceres, Universidad de Extremadura, 1996. Precedentes medievales en Ángela Muñoz
Fernández, «Gusanos, serpientes y dragones. Fauna punitiva en las geografías del Más Allá» en María Rosario
García Huerta y Francisco Ruiz Gómez (dirs.), Animales simbólicos en la Historia. Desde la Protohistoria hasta el
final de la Edad Media, Madrid, Síntesis/Universidad de Castilla la Mancha, 2012.
057-086 Capitulo 3_Maquetación 1 02/07/15 10:46 Página 59
guiendo a isaías y a Job, que la define como serpiente antigua y enroscada que se
esconde bajo el agua y provoca tempestades. Sobre el leviatán se superpone la fi-
gura del dragón que como encarnación de la resistencia contra Dios de las poten-
cias del mal, reviste alguna de las características del primero, ambos pueden ser
considerados como manifestaciones de la serpiente cósmica que simboliza el caos
primigenio. No obstante, en la tradición cristiana la serpiente también tiene una
vertiente positiva, y nuestro autor cuando trata de la doble moral que asimila al
escorpión, cita la prudencia de la serpiente. Su bestiario tiene un carácter libresco,
buscando en las figuras de los animales seleccionados un mero soporte que le dé
pie para explicar la naturaleza y características de los diversos pecados que men-
ciona, establecer una clasificación de los mismos, y señalar los daños que causan
en el alma2.
Estas alusiones simbólicas se encuentran por doquier en la hagiografía, lo que
es evidente ya en la misma Leyenda Dorada3, en la que podemos encontrar las fun-
cionalidades de la aparición de los animales en el género hagiográfico. El santo
no está ligado a animales particulares, y mantiene relaciones con numerosas espe-
cies y en situaciones variadas, tiene un poder sólido sobre los animales, expulsa a
animales malignos como las serpientes, convierte a los lobos en animales domés-
ticos, castiga a los animales recalcitrantes, y extiende su poder benéfico sobre el
reino animal, protegiendo a las bestias y alimentándolas. El comportamiento del
animal señala la perfección del santo, sea como compañero, enemigo o servidor,
y tiene la función de demostrar su poder y su bondad. En los esfuerzos del santo
por ofrecer el universo a Dios, el animal responde mejor que el hombre impío, ya
que si los adversarios del santo son feroces y amenazadores, las bestias feroces se
convierten en dulces, buenas, protectoras, convertidas a estas virtudes gracias al
contacto con el santo.
En la España moderna las vidas de santos jugaron un papel muy importante,
ya que su larga tradición y su carácter ejemplar las convierten en un elemento pri-
vilegiado en los mecanismos de creación, difusión e imitación de las conductas
devocionales, aunque su continua presencia responde no sólo a intereses religiosos
(en toda esta literatura podemos encontrar una especie de propaganda de las dis-
tintas órdenes religiosas deseosas de hacer ver su competencia «profesional» en la
obtención de intercesiones y gracias divinas) sino también al gusto por lo exótico,
2 M. P. Hernández Mercedes, «El bestiario alegórico en el Dilucidario del verdadero espíritu de Jerónimo Gra-
cián de la Madre de Dios», Estado actual de los estudios sobre el Siglo de Oro, vol. 1, Salamanca, Universidad,
1993, pp. 473-479.
3 Lucille Guilbert, «L’ animal dans la Légende Dorée», Legenda Aurea. Sept siècles de diffusion, Montreal/París,
Editions Bellarmin/Librairie J. Vrin, 1986. Una valoración general sobre los animales en la literatura religiosa
medieval en Sophie Page, «Good Creation and Demonic Illusions», Brigitte Resl (ed.), A cultural history of ani-
mals in the Medieval Age, Oxford, Berg Publishers, 2007.
057-086 Capitulo 3_Maquetación 1 02/07/15 10:46 Página 60
4 León Carlos Álvarez Santalo, «La oferta de pautas de conducta y la cimentación de valores en el libro devo-
cional del Barroco: un ensayo metodológico», Archivo Hispalense, 220, 1989.
5 Alonso de Villegas, Flos sanctorum, Barcelona, Imprenta de los Herederos de María Angela Martí, 1775, p. 115.
6 Alonso de Villegas, op. cit., p. 203.
7 Alonso de Villegas, op. cit., p. 426.
8 Ángel Gómez Moreno, Claves hagiográficas de la literatura española (del Cantar de mío Cid a Cervantes), Ma-
drid, Iberoamericana/Vervuet, 2008, pp. 24-25.
9 Sophie Page, op. cit., pp. 45-46.
057-086 Capitulo 3_Maquetación 1 02/07/15 10:46 Página 61
10 Pedro de Ribadeneyra, Flos sanctorum, Barcelona, Imprenta de los consortes Sierra, Oliver y Martí, 1790,
tomo III, p. 456. Todas las referencias que siguen están tomadas de esta edición.
057-086 Capitulo 3_Maquetación 1 02/07/15 10:46 Página 62
de lobo [...] en su estatura es como la del más robusto y crecido lobo»11, estando
muy extendida la creencia de que era hermafrodita, y, aunque nuestro autor lo
considera algo sin fundamento, la pone como ejemplo de la discordia, por sim-
bolizar dos naturalezas opuestas y enfrentadas. La opinión sobre este animal no
era, pues, muy halagüeña, y ello contrasta con el benéfico papel que en cierta oca-
sión jugaría en la vida de san Macario, en agradecimiento a un milagro realizado
por el santo (lo que nos prueba que la providencia divina vela por todas las cria-
turas, aún las más despreciables):
Estando un día sentado san Macario una hiena (que es animal feroz y bravo, a
manera de lobo pero de cuerpo mayor y más fiero) o como otros dicen, una
leona, le trajo un cachorrillo, hijo suyo, que era ciego, y habiendo con su cabeza
llamado a la puerta entró y le puso a los pies del santo el cual conoció lo que
aquella fiera quería de él, oró y escupió en los ojos del hijuelo ciego, y luego
cobró la vista y la madre le dio leche y se partió muy reconocida, y contenta y
para mostrar su agradecimiento el día siguiente volvió al santo, trayéndola por
presente una piel de una grande oveja. viola el santo Macario y dijo a la fiera:
si tú no hubieras comido la oveja que no era tuya no tuvieras su pellejo yo no
quiero recibir de ti lo que me traes con daño de otro, y la fiera bajando la ca-
beza, y como arrodillándose ponía a los pies del santo el pellejo y el santo tornó
a decirle. Ya te he dicho que no la tomaré si no me prometes de no hacer daño
a los pobres comiendo sus ovejas y ella con la cabeza dio a entender que así lo
haría y en todo lo obedecería y con esto Macario tomo el pellejo (i, 93).
11 Andrés Ferrer de Valdecebro, Gobierno general moral y político hallado en las fieras y animales silvestres, Ma-
drid, 1680, p. 176.
057-086 Capitulo 3_Maquetación 1 02/07/15 10:46 Página 63
12 Michel Pastoureau, Les animaux célébres, París, Arléa, 2008, pp. 108ss.
057-086 Capitulo 3_Maquetación 1 02/07/15 10:46 Página 64
(iii, 448-450). Otras veces, el ciervo aparece como un claro bienhechor del santo, tal
como le sucediera a santa Ofita virgen y mártir, a la cual en una ocasión que su de-
testado marido quería abusar de ella, «se levantó un gran ruido en el palacio real por
un ciervo de extraordinaria grandeza que había parecido a la puerta del mismo palacio
y el rey dejando a la reina Ofita sin tocarla salió a ver el ciervo y viéndole como era
amigo de caza se determinó a seguirle con sus cazadores hasta cogerle de esta manera
quedo Ofita libre esta vez» (iii, 188).
Lo más habitual, sin embargo, será que el santo ayude a un ciervo acosado por
sus enemigos. Un ciervo perseguido por los cazadores encontraría refugio bajo el
manto de san Humberto (iii, 561). Y en la vida de san Fructuoso podemos leer cómo
Una corza acosada y muy perseguida en la caza de los perros se vino a guarecer
del santo abad cuando estaba retirado en el desierto y el le amparo y defendió
de aquel peligro y ella como si tuviera entendimiento fue tan agradecida que
nunca jamás quiso dejar al santo ni apartarse de él y si algún día por estar el
santo fuera no le veía no cesaba de gemir a su modo y lamentarse hasta que volvía
y se echaba a sus pies [...] matóla un muchacho travieso y Dios le castigó (i, 609).
Halló en aquella parte donde el río Ródano entra en el mar un desierto retirado
y en él una grande espesura con una cueva y una clara y copiosa fuente de agua.
Halló más una cierva como enviada de la mano del señor, para que con su leche
se sustentase. Hizo su morada en este lugar viviendo sólo con Dios. Sucedió
que un día el rey de Francia salio a cazar hacia aquella parte y los perros en-
contraron con la cierva la cual se guareció con gran ligereza a la cueva de san
Gil y se echó a sus pies como pidiéndole ayuda y favor en aquel peligro. Hizo
oración el santo por su huéspeda y los perros no pudieron pasar adelante antes
dando grandes ladridos se volvieron atrás para sus amos (iii, 1).
Una de las imágenes que más ha pesado en la visión tópica de los primeros siglos
del cristianismo es la de los pacíficos e inocentes seguidores de Jesús arrojados a las
bestias feroces por mandato de algún cruento y corrupto emperador. Sin discutir
ahora acerca del impacto real de las persecuciones, tema sobre el cual se ha exage-
rado muchísimo, aunque haya servido para poblar el santoral de numerosos már-
tires y para que los hagiógrafos alimentaran el morbo de sus lectores aludiendo a
los crueles tormentos padecidos por aquéllos, lo cierto es que no siempre las fieras
acabaron con la vida de los santos, antes al contrario, en muchas ocasiones, tal
como nos muestra Ribadeneira, su bondad y su fidelidad a Cristo triunfaron sobre
la crueldad de los leones. Es sintomático el caso de santa Martina virgen, a la cual
057-086 Capitulo 3_Maquetación 1 02/07/15 10:46 Página 65
No sería la única: también podemos ver a los leones lamiendo los pies de santa
Prisca (i, 191), san venancio (ii, 109) o los santos mártires Abdón y Senén
(ii, 385). Más ejemplar sería el caso de santa Eufemia, contra la cual se lanzaron
nada menos que cuatro leones y tres osos, y uno de estos «dióla un bocado y de-
jóla sin tocar ni comer sus carnes y los otros osos y cuatro leones estaban alrededor
respetándola y lamiendo sus pies» (iii, 45). Pero los leones no solamente respe-
taron la vida de los mártires. También encontramos a santos ascetas retirados al
desierto para llevar una vida de penitencia, que en más de una ocasión se cruzan
con un león que, milagrosamente, no arremete contra ellos. Así le sucedería a
san Pablo, primer ermitaño y confesor, que hubo de contemplar en mitad del
yermo cómo
[...] salieron dos leones corriendo y aunque con la primera vista tuvo un poco
de sobresalto después volviendo los ojos a Dios se estuvo quedo y sin temor al-
guno como si viera dos mansas ovejas. Los leones se fueron derechos al cuerpo
de san Pablo y se echaron a sus pies halagándole con sus colas, y dieron un gran
bramido como si lloraran su muerte a la manera que podían. Luego comenza-
ron con las manos a cavar la tierra haciendo un hoyo en que podía caber el
cuerpo de un hombre como si tuvieran sentido y pidieran paga por su trabajo
moviendo las orejas y bajando la cabeza se fueron para san Antonio lamiéndole
los pies y las manos (i, 154-155).
San Sabas entró a dormir inadvertidamente en una cueva donde vivía un león,
el cual, cuando volvió a su habitáculo, se limitó a asirle del manto con dulzura
para que se fuese (iii, 551). Y un león cavaría la tumba de santa María Egipcíaca
(i, 561). Este respeto, no obstante, no fue universal. San ignacio, obispo y mártir,
fue despedazado y devorado por los leones, aunque es cierto que previamente se
lo había rogado expresamente a la divinidad. Y, significativamente, dejaron in-
tactos sus huesos, a fin de no privar a los fieles de sus correspondientes reliquias
(i, 357).
El dominio ejercido por los santos (con la ayuda divina, naturalmente) sobre
los animales resulta especialmente sintomático en el caso de las serpientes. La vi-
sión cultural de éstas ha sido muy cambiante a lo largo del tiempo: veneradas en
el mundo clásico (eran identificadas con Esculapio)13, el cristianismo, como con-
secuencia de la herencia judía, aportó una imagen totalmente negativa: desde muy
pronto la serpiente que tienta a Adán en el Paraíso es identificada con el demonio,
pesando además sobre ella el repudio sentido por la cultura hebrea hacia todas las
criaturas que se arrastran por el suelo, sobre las cuales pesan incluso tabúes ali-
menticios. De hecho, las serpientes pertenecen al género más vil de animales que
pueda imaginarse, los reptilia, el lugar más bajo posible en la jerarquía habitacional
que durante mucho tiempo se utilizará para clasificar las diferentes especies.
Por tales motivos no ha de resultar extraño que, en más de una ocasión, nos
encontremos con santos controlando a tan inmundas criaturas, aunque ello no
tiene porqué denotar el dominio sobre las huestes demoníacas, sino, simplemente,
el poder sobre aquellas zonas salvajes que normalmente permanecen al margen de
la presencia humana, así como sobre las bestias que las habitan. San Hilario
obispo, por ejemplo, «navegando aportó a una isla llamada Gallinaria inhabitable
por la grande copia de varias y venenosas serpientes las cuales en desembarcando
el santo se retiraron a sus cuevas huyendo de él como si viniera a encantarlas en
13 Joaquín Ritore Ponce, «Los animales en la religión griega antigua: las serpientes», Arturo Morgado García
y José Joaquín Rodríguez Moreno (eds.), Los animales en la historia y en la cultura, Cádiz, Universidad, 2011,
María Tausiet Carles, «Serpientes sibilantes y otros animales demoníacos», Ibidem.
057-086 Capitulo 3_Maquetación 1 02/07/15 10:46 Página 67
nombre del señor, y el santo fijó un palo en cierta parte de la isla y le puso por lí-
mite y mandó a las serpientes que no pasasen de allí y ellas obedecieron» (i, 146).
En la celda de Santa Cristina, virgen y mártir, arrojaron numerosos áspides, ser-
pientes y sabandijas, pero ella consiguió vencerlas con la fe de Cristo (ii, 369). A
santa Tecla, virgen y mártir asimismo, la echaron en una fosa llena de víboras y
serpientes venenosas, pero una nube de fuego bajada del cielo las exterminaría a
todas (iii, 82). Y no olvidemos el conocido episodio de san Pablo ambientado en
la isla de Malta, cuando una víbora se le subió al brazo sin hacerle daño alguno y
él la arrojó al fuego. La mayor proeza, no obstante, fue la de san Patricio de irlanda:
todos sabemos que en esta isla no hay serpientes gracias a su benéfica actuación.
Según Ribadeneira:
[...] el modo con que limpió la tierra de los animales ponzoñosos fue admirable
[...] juntáronse todos por ministerio angélico en un lugar y el siervo de Dios
con el milagroso báculo de Jesús los ahuyentó hasta un alto promontorio que
estaba en la orilla del mar y de allí se precipitaron en el océano. Desde entonces
no ha nacido más animal venenoso en irlanda y lo que es más a ningún irlandés
católico aunque sea fuera de su patria ha hecho mal ningún animal ponzoñoso
lo cual dura hasta hoy (i, 504).
Es evidente que el primer fabulista conocido es Esopo, cuyos personajes, casi siem-
pre animales, simbolizan vicios o virtudes del hombre, destacando entre los autores
latinos Horacio, Fedro y Aviano. En Fedro los elementos esópicos se convierten
en instrumento de critica social, describiendo los abusos de los gobernantes y de
los poderosos frente a la impotencia del pueblo, simbolizado en las ranas, que tras
pedir al sol un rey discreto obtuvieron una feroz serpiente o el asno que no aligeró
su carga al cambiar de dueño, mientras que el león aliado con todos los animales
podía escoger su presa entre cualquiera de éstos14. La fábula fue muy popular en
la Edad Media, con ejemplos tales Pero Alfonso con su Disciplina clericalis, Calila
y Dimna, el Llibre de les bestias de Ramon Llull, el Sendebar, la traslación al latín
del Panchatranta de Juan de Capua, el Conde Lucanor, el Libro de los Gatos, o el
Corbacho del arcipreste Talavera. Y la tradición esópica se mantendrá plenamente
operativa, como revela la obra de Heinrich Steinhowel (1412-1482), humanista
alemán fuertemente inspirado por la cultura italiana del momento. Su fama viene
motivada fundamentalmente por haber escrito una narración novelesca de la vida
de Esopo, así como una edición en latín y alemán de sus fábulas que conoció una
primera edición en Ulm en 1476, añadiendo en versiones posteriores materiales
procedentes del autor latino Aviano, del italiano Poggio Bracciolini, y de Pero Al-
fonso, siendo traducido al español en la edición sevillana de 152115.
El bestiario aparecido en la versión hispalense se caracteriza por ser totalmente
familiar para los lectores, ya que la presencia de animales exóticos brilla práctica-
mente por su ausencia, exceptuando alguna aparición esporádica del tigre o del
camello. Tampoco hay concesiones a animales fabulosos o míticos, si hacemos ex-
cepción del dragón o los monstruos, ambos figurantes en una ocasión. Serán los
mamíferos, con gran diferencia, los animales más representados: podemos com-
parar las cuatro fábulas en las que aparecen el águila o el gallo, las aves con una
presencia más recurrente, las cinco de la rana, o las tres de la hormiga (el insecto
más representado), frente a las ocho del asno, las trece del perro, las catorce del
león, las diez y nueve de la raposa, o las veintitrés del lobo. Habría que profundizar
en esta cuestión, pero es probable que, dado el talante fuertemente moralizante
con el que es presentado el mundo animal, sean los mamíferos las criaturas más
fácilmente asimilables a virtudes y vicios, y, de hecho, los animales más recurrentes,
pueden ser inmediatamente situados en esta escala de valores: la estupidez del
asno, la lealtad del perro, la clemencia y la fiereza del león, la astucia de la raposa,
y la crueldad (y la estulticia) del lobo. Por citar un ejemplo muy conocido, la fa-
mosa recopilación antropomórfica francesa, el Roman de Renart, atribuye dichos
caracteres al león, el lobo, y el zorro.
No obstante, no hay que destacar tan solo los rasgos morales atribuibles a
cada especie animal, sino también estudiar las relaciones y las oposiciones esta-
blecidas entre ellos, para lo cual sería útil estudiar los que figuran en los primeros
puestos. Destaca ante todo la asociación establecida entre el lobo con la oveja
(o, lo que es lo mismo, el cordero y el carnero), que aparece en media docena
de ocasiones, tantas como la que encontramos entre el lobo y la raposa, a las
que les seguirán las parejas perro/lobo (cuatro fábulas), hombre/león (cuatro),
lobo/cabra (tres), lobo/asno (tres), perro/oveja (tres), león/cabra (tres), y
león/asno (tres). Como de lo que se trata es de contraponer virtudes y vicios,
parece que el fabulista quiere poner de relieve básicamente la dicotomía entre
la astucia y la estupidez, especialmente reforzada cuando la primera está presente
en un animal débil, y la segunda en un ser aparentemente cruel y voraz, de ahí
que la pareja estrella sea la formada por el lobo y la raposa... tal cual en el Roman
de Renart. El lenguaje de la fábula, como vemos, está lleno de tópicos, pero son
precisamente esos tópicos los que han condicionado nuestra visión del mundo
animal durante siglos.
15 Heinrich Steinhowell, Libro del sabio [et] clarissimo fabulador Ysopu hystoriado [et] anotado, Sevilla, 1521.
057-086 Capitulo 3_Maquetación 1 02/07/15 10:46 Página 69
La fábula persistiría con todo su vigor en el siglo xvii, como revelan la edición
de Francis Barlow de las fábulas de Esopo (1687), con sus maravillosas ilustracio-
nes, o la obra de La Fontaine. Entre 1668 y 1694 el autor francés publicó 230 fá-
bulas, y unas cincuenta adquirieron un gran renombre, siendo algunas enseñadas
a los niños, especialmente en el colegio de los Oratorianos, donde La Fontaine
había sido alumno, aunque en el siglo siguiente algunos encontraran esta enseñanza
injustificada, como Rousseau, que intenta demostrar que Le Corbeau et le Renard
(El cuervo y el zorro) es poco comprensible para un tierno infante. Es cierto que
los versos de La Fontaine no siempre resultan claros para los niños, pero la fauna
que pone en escena no presenta ningún problema de identificación. Se trata de
animales bastante familiares, algunos domésticos, otros salvajes, la mayor parte in-
dígenas, algunos exóticos. Todos forman parte del bestiario de la cultura occidental
aunque algunos como el león o el elefante no se encuentren en el continente eu-
ropeo. Estaríamos equivocados si pensáramos que son conocidos gracias a La Fon-
taine, antes al contrario, se conocían bien antes que él, gracias a otras fábulas,
imágenes, mitos y rituales de toda naturaleza que a lo largo de los siglos han pasado
la fauna universal por el tamiz de la cultura occidental para transformarla en un
bestiario relativamente restringido. Los proverbios, la antroponimia y la heráldica
son dominios que también han contribuido a la forja de este bestiario.
La Fontaine innova poco. No solamente porque el número de fábulas de sus
predecesores es limitado, sino porque el autor ha querido conservar los caracteres
más habituales de cada animal, no los de la naturaleza, obviamente, sino los de la
cultura. Sería absurdo llegar a la conclusión de que La Fontaine fuese un atento
observador de la fauna de las campiñas, y de pretender que su cargo de Maestro de
Aguas y Bosques de Château-Thierry, ocupado por él durante una veintena de
años, le haya permitido estudiar la fauna como si fuera un naturalista. En el siglo
xvii la creación literaria no se hace sobre el motivo directamente, sobre todo cuando
se trata de fábulas, género culto ante todo. La Fontaine como mucho era un jardi-
nero, pero no un amante de campos ni bosques. Los animales que pone en escena
no son los que podía ver directamente, sino los que ya habían sido tratados por los
fabulistas antiguos y medievales, los narradores orientales, el Roman de Renart y
todas las tradiciones ligadas al mundo de los isopetes y de la poesía animal. Su saber
es un saber libresco, que no tiene como objeto la naturaleza, sino la idea que se
tiene de la naturaleza, cuyo primer origen se encuentra en las bibliotecas.
Apoyándose sobre la tradición literaria anterior, nuestro autor se permite eli-
minar precisiones inútiles, así como transformar al lector en un cómplice atento
que encuentra lo que ya le es sobradamente conocido: el león, rey de los animales,
orgulloso y autoritario, el zorro, astuto, el lobo, cruel, el asno, estúpido y perezoso,
el conejo, despreocupado, el cuervo, voraz. De una fábula a otra, los animales con-
servan estos caracteres, los que poseían ya con Esopo, Fedro o Aviano, y los que se-
057-086 Capitulo 3_Maquetación 1 02/07/15 10:46 Página 70
16 Michel Pastoureau, Les animaux célèbres, París, Arléa, 2008, pp. 204-211. Otras tradiciones fabulísticas del
momento en Johan Koppenol, «Noah´s Ark disembarked in Holland. Animals in Dutch Poetry 1550-1700»,
Karl A. E. Enenkel y Paul J. Smith, Early Modern Zoology.
17 Louise E. Robbins, Elephant slaves and pampered parrots. Exotic animals in Eighteenth Century Paris, The
Hohn Hopkins University Press, 2002.
18 Jean Noel Pascal, «La ménagerie des fabulistes des Lumiéres», Dixhuitieme secle, 2010. Más sobre la fábula
dieciochesca, en Frank Palmeri, «The autocritique of fables», Frank Palmeri (ed.), Humans and other animals
in eighteenth century Britain, Ashgate Publishing, 2006, o Jean Noel Pascal, La fable au Siècle des Lumieres 1715-
1815: anthologie des succeseurs de La Fontaine, Saint Etienne, 1991. Para la literatura inglesa, Laura Brown, Fa-
bles of Modernity. Literature and culture in the English eighteenth century, Cornell UP, 2003, y Homeless dogs and
melancholy apes: humans and other animals in the modern literary imagination, Cornell UP, 2010.
057-086 Capitulo 3_Maquetación 1 02/07/15 10:46 Página 71
viamente, fue muy cultivada asimismo en la España del siglo xviii, llegando el Se-
manario de Salamanca en su número del 2 de mayo de 1795 a mencionar cómo:
[...] los inventores de la fábula han creído que podían poner discursos y pensa-
mientos en boca de los animales, los cuales teniendo casi los mismos órganos que
nosotros, acaso no nos parecen mudos, sino porque no entendemos sus lenguajes,
lo mismo han hecho con los árboles, a los cuales han dotado de sentimiento, y en
fin con todo lo que se mueve o existe en el universo. Hemos visto representar sus
personajes no solamente al lobo y al cordero, a la eneina y a la caña, sino también
a la olla de hierro y a la olla de barro [...] las fabulas son a la verdad las primeras
piezas de ingenio que se han conocido en el mundo, y han sido tenidas en mucho
aprecio no sólo en los tiempos de mayor rusticidad, sino en las mas cultas edades19.
Son muchos los testimonios que nos revelan la vitalidad de la fábula en la Es-
paña dieciochesca. En primer lugar, las traducciones de Esopo y Fedro, como las
realizadas por Juan de Lama (Fábulas y vida de Esopo, Madrid, 1739), Santos Díez
González (Fábulas de Fedro, Madrid, 1781), Joaquín Moles (Fábulas de Fedro, Ma-
drid, 1782) o Alfonso Gómez Zapata, Fábulas de Fedro (Madrid, 1789)20. A este
corpus se le añadirían, naturalmente, las traducciones de la obra de La Fontaine21,
como la de Bernardo María de Calzada, Fábulas morales escogidas de Juan de la
Fontaine en verso castellano (Madrid, 1787). Y producciones más o menos origi-
nales, como José Agustín ibáñez de la Rentería en Fábulas en verso castellano (Ma-
drid, 1789-1792), obra de la que se hacía eco el Correo de Madrid:
No es menester hacer análisis de esta fábula para conocer sus ventajas sobre las
de los modernos éste es Esopo traduzcámosle literalmente en prosa, y no pon-
gamos otras fabulas en manos de los niños ni del pueblo rustico, si queremos
hacer uso de sus lecciones con utilidad, hagámoslo así por mas que el señor
iriarte no sea de este dictamen según la gracia y la ironía con que trata al fabu-
lista griego en su fabula veinte y una del ratón y el gato, No obstante confese-
mos de buena fe que Fedro, Lafontaine y algunas fabulas de las nuestras
merecen correr entre los buenos literatos, permítaseme no citarlas por muy co-
nocidas, y señalar en general por publicadas recientemente las de don Joseph
ibáñez de la Rentería, vean los curiosos y hallaran en ellas mucha fecundidad
en la invención, gran facilidad en la versificación y gracia en la narración22.
19 Semanario de Salamanca, 2 de mayo de 1795.
20 Sobre esta cuestión, Santiago Talavera Cuesta, La fábula esópica en España en el siglo XVIII, Cuenca, Univer-
sidad de Castilla la Mancha, 2007.
21 María Rosario Ozaeta Gálvez, Las traducciones castellanas de la Fábula de La Fontaine durante el siglo XVIII,
Madrid, UNED, 1998, microficha.
22 Correo de Madrid, 330, 23 de enero de 1790.
057-086 Capitulo 3_Maquetación 1 02/07/15 10:46 Página 72
Pero los ejemplos más conocidos vendrán dados por Tomás Ruiz de iriarte en
sus Fábulas (anteriores a 1808, podríamos citar las ediciones de Madrid, 1782,
1787, 1792 y 1802, Barcelona, 1782 y 1796, México, 1784 y 1785, Gerona,
1792 y 1803), y, por supuesto, Félix María de Samaniego en sus Fábulas, que co-
nocieron también un gran éxito editorial (anteriores a 1808, tenemos las ediciones
de valencia, 1781-1784, Madrid, 1787, 1789, 1796, 1797, 1804, 1805, 1806,
Barcelona, 1800, 1806, Madrid, 1804, Cádiz, 1804, Gerona, 1807, Málaga,
1807). Las fábulas de Samaniego solamente se justifican dentro de su labor peda-
gógica en el seminario de vergara, y el propósito que le movió a componerlas fue
el de formar buenos ciudadanos, constituyendo sus fábulas una especie de Manuel
de ética de la vida cotidiana. La fábula, que desde siempre fue un instrumento di-
dáctico, se desarrolla ampliamente en esta época como género pragmático y de
instrucción pública, y no es casual que florezca en un momento en el que los es-
critores se sienten fascinados por los problemas de conducta moral y en el que la
teoría literaria apoya y defiende la función didáctica del arte. Los temas de las fá-
bulas podrían reducirse a un compendio o manual de moralidad familiar extraí-
da de la experiencia más inmediata.
Samaniego no sigue la tradición medieval, sino que acude a autores que reco-
noce como maestros del género, siendo sus influencias Esopo, Fedro y La Fontaine.
Los animales que aparecen en su obra son los mismos que la tradición fabulística
ha consagrado. Ya en la tradición griega cada animal se había convertido en la en-
carnación de un carácter o cualidad humana, vicio o virtud: el poder se personifica
en el león o el águila, la zorra será el prototipo de la inteligencia, astucia o habili-
dad, el burro de la jactancia ridícula, la serpiente de maldad, el mono de vanidad23.
En el prólogo de su obra desvela de una forma muy clara sus intenciones:
23 Félix María de Samaniego, Fábulas, edición de Alfonso I. Sotelo, Madrid, Cátedra, 1997. También, E. Palacios
Fernández, , «Las fábulas de Félix María de Samaniego: fabulario, bestiario, fisiognomía y lección moral», Re-
vista de literatura, 119, 1998.
057-086 Capitulo 3_Maquetación 1 02/07/15 10:46 Página 73
más para admirado que para seguido tuve que abandonarlo a los primeros
pasos.. empecé a aprovechárseme del segundo [...] pero reconocí que no podía,
sin ridiculizarme, trasladar a mis versos aquellas delicadas nuevas gracias y sales
que tan fácil y naturalmente derrama este ingenioso fabulista en su narración
[...] con las dificultades que toqué al seguir en la formación de mi obrita a estos
dos fabulistas, y con el ejemplo que hallé en este último, me resolvía escribir,
tomando en cerro los argumentos de Esopo, entresacando tal cual de algún
moderno, y entregándome con libertad a mi genio24.
Su corpus está formado por un total de 157 fábulas, de las cuales en 124 apa-
recen animales, aunque su bestiario tampoco se destaca por su originalidad, ya
que se trata de especies perfectamente reconocibles para todos. Los mamíferos
son, con gran diferencia, los animales más representados, figurando el zorro con
diez y seis, el león con catorce, el asno con trece, el perro y el lobo con diez cada
uno, el ciervo y el gato con siete, y, por debajo de ellos, el mono, la cabra, la co-
madreja, el jabalí, la oveja, el caballo, el cerdo, el carnero, la liebre, el oso, el leo-
pardo, la onza, el buey, el tigre, el conejo, el murciélago, el elefante y el toro. Otras
especies animales son mucho menos frecuentes, destacando entre las aves el águila,
con seis fábulas, seguida de la cigüeña, el gallo y el cuervo con tres, entre los ani-
males de sangre fría la rana con seis, la tortuga con tres, y la serpiente con dos, y,
finalmente, entre los invertebrados, la hormiga y la pulga con tres.
Su inmediato competidor, Tomás Ruiz de iriarte, parece alejarse más de la tra-
dición esópica, inventando nuevos temas que serán inmediatamente imitados por
otros autores, como el francés Jean Pierre Claris de Florián (1755-1794), que pu-
blicara una recopilación fabulística en 1792; centrando sus argumentos en todo lo
relativo al mundo del libro, bien sea el proceso de la creación literaria, los defectos
en los que suelen incurrir los escritores, las características negativas del mundillo
literario, la apreciación incorrecta de la obra literaria y consejos de carácter general.
Los animales son personajes recurrentes, aunque, a diferencia de lo que sucede con
Samaniego, ironizan, arguyen, discrepan o se burlan, pero no actúan con crueldad,
como tampoco se manifiesta en ellos el amor o la atracción sexual. A los animales
los mueve el deseo de emulación, el egoísmo o el engreimiento, pero nunca el
amor25. Si comparamos su corpus fabulístico con el de Samaniego observaremos
una mayor utilización de las aves exóticas, tales papagayos, guacamayos y canarios,
aunque su bestiario sea, una vez más, básicamente del viejo Mundo.
La popularidad de la fábula en la España del siglo xviii podemos medirla asi-
mismo por su recurrencia en la prensa periódica. En primer lugar, ésta se hizo eco
Considerado durante mucho tiempo literatura popular, hoy se piensa que per-
tenece a una literatura culta, que bebe sus fuentes no en el folklore, sino en la li-
teratura narrativa, en las fábulas imitadoras de las antiguas, en los textos épicos y
en las novelas de caballería. Los primeros textos en lengua vernácula han estado
precedidos de textos latinos escritos en la primera mitad del siglo xii, que ya se-
ñalan la lucha entre el lobo y el zorro. El texto más cercano a las primeras versiones
en francés es el Ynsengrin, en torno a 1150, donde ya encontramos a los principales
protagonistas. Hacer reír es el objetivo de los autores más antiguos, presentando
a Renart como un pequeño señor rebelde y batallador, que sostiene contra Ysen-
grin una auténtica guerra privada. Noble no es un monarca absoluto, sino un rey
que pide consejo a sus barones, que se portan como señores feudales. Con el
tiempo todo cambia: las burlas se convierten en pullas, y después en sátiras, el
humor deja paso a la exposición didáctica y moral. Renart se convierte en un ca-
nalla, y cada categoría social es presentada con aspectos negativos. Los autores de-
nuncian a los reyes, a los monjes, a las órdenes mendicantes, las costumbres
judiciales, las cruzadas, las prácticas religiosas, y condenan el triunfo de la Renardie,
que implica la astucia, la mentira y la hipocresía. Pero el éxito de Renart fue in-
menso, se tradujo a muchas lenguas europeas, y el término reemplaza entre los si-
glos xv y xvii a goupil, heredero del latín vulpes31.
Esta utilización de los animales representando los distintos roles de la sociedad
humana también la podemos encontrar en la España medieval. Hacia 1289 Rai-
mundo Llull compone el Llibre de les merevelles, en cuyo interior se encuentra in-
crustado el Llibre de les Bestes. Los ejemplos lulianos no guardan relación con la
tradición animalística occidental, ya que, a pesar de la influencia vaga pero indis-
cutible (hasta en el nombre de la protagonista) del Román de Renard, predomina
la cultura oriental, sobre todo a través del Calila i Dimna, la cual le llega a Llull
principalmente a través del esclavo que se compró a fin de acercarse al mundo
árabe. También, visto de un modo más amplio, cabe considerar que esta inspira-
ción proceda de su afán de apertura cultural, que le lleva a impregnarse en pro-
fundidad de la sabiduría descendiente de Esopo y Fedro.
Se suele decir que el conjunto de la obra versa de la elección del señor de los
animales, pero en realidad desde el capítulo ii trata de la sujeción a esa señoría: en
el i (De l’elecció del rei) se elige al León, mediando las argucias de Na Renard, a
pesar de revelarse sus intereses espúreos para hacer predominar los intereses de los
carnívoros sobre los de los herbívoros; pero en los tres siguientes se reflejan las
maniobras de Na Renard, que ha quedado fuera del Consejo real, para medrar
(ii: Del consell del reí; iii: De la traído que Na Renard tractá del reí; iv: En qual ma-
nera Na Renard fo porter del rei), de modo que pacta con el Elefante a fin de trai-
32 Julia Butiña Jiménez, «Sobre el escandaloso Llibre de les bèstes de Ramón Llull y su audiencia», Espacio,
tiempo y forma, serie III. Historia Medieval, 17, 2004, pp. 79-94.
057-086 Capitulo 3_Maquetación 1 02/07/15 10:46 Página 78
curso de protesta de carácter alegórico o satírico, del que tenemos buena muestra
en la Castilla medieval en las Coplas de Mingo Revulgo, en la Batalla campal de los
perros y lobos de Alonso de Palencia, o en el Espejo del mundo de Alonso de Jaén.
En un tercer escalón se encontrarían los animales indefensos, los simples súbditos,
generalmente herbívoros, destacando la oveja.
El señorío del león era sobre todo para los cuadrúpedos, ya que las aves y los
reptiles tenían su señor particular representado en el águila y el basilisco. Menos
claro era el dominio del mar, aunque con el tiempo el delfín irá asumiendo esta
función, quizás por ser el emblema del príncipe heredero al trono francés. En Cas-
tilla, particularmente, ya desde el siglo xiii el águila adquiere la condición de señora
de las aves, tendencia que continuaría durante el resto de la época medieval.
El reino animal, entendido como trasunto natural del gobierno humano, asistió
a una fuerte expansión en la época bajomedieval. Estas imágenes fueron objeto
de una especial consideración durante el reinado de Sancho iv, como el Lucidario o
los Castigos, o durante los Reyes Católicos, como en el Espejo del mundo o el Ra-
zonamiento de las reales armas, donde se observa la inclusión de águilas y leones
en las armerías como símbolo de renovación política, y la aparición de profecías
que se valen de animales para codificar los mensajes políticos. La colmena aparece
como la imagen perfecta del ideal monárquico: un rey único, elegido por el resto
de las abejas, por ser el ejemplar más sobresaliente de la colmena, protegido por
sus súbditos y caracterizado por su clemencia. A partir del siglo xiv observaremos
el uso literario de la figura del león como personificación del rey de Castilla, como
en el Poema de Alfonso XI, el Cancionero de Baena o el Espejo del mundo de Alonso
de Jaén. La identificación del águila con la realeza, por su parte, adquirirá su máxi-
mo esplendor durante el reinado de los Reyes Católicos33.
En la España del siglo xvii podemos encontrar la Curia Leónica del granadino
Álvaro Cubillo de Aragón (1596-1661), dramaturgo que compuso en verso esta
obra alegórica-política inicialmente en 1625 ad maiorem gloriam del conde duque
de Olivares, caracterizado en ella como un noble caballo andaluz. Obra que,
sin embargo ha llegado hasta nosotros reformada y reescrita en 1654, tras los ca-
taclismos separatistas de 1640 y con un monarca ya en plena decadencia, teniendo
entonces como valido a Luis de Haro, tan diferente de Olivares. Por este motivo
el Rey León y sus ministros, convertidos estos últimos en sabios elefantes, se nos
mostrarán sumamente agobiados en la tarea de aplacar las peticiones y atender
los caprichos de los distintos grupos de animales, para conseguir así gobernarlos.
De esta manera, encontraremos en estos versos cigarras que no trabajan, asnos
33 David Nogales Rincón, «El reino animal como gobierno utópico en la Castilla bajomedieval (siglos XIII-XV )»,
M. Alvira Cabrer y J. Díaz Ibáñez (eds.), Medievo utópico. Sueños, ideales y utopías en el imaginario medieval,
Madrid, Sílex, 2011, pp. 67-86, y «Animalización, sátira y propaganda real: la metáfora y la alegoría animal
como instrumento político en la Castilla bajomedieval (siglos XIV-XV )», Signum, 11, 1, 2010.
057-086 Capitulo 3_Maquetación 1 02/07/15 10:46 Página 79
que pretenden ser tratados como caballos o lechuzas traidoras que mudan de plu-
maje, animales que terminarán por convertir las labores de gobierno del León, o
de Felipe iv, en una tarea ímproba, de tan ardua34.
Esta utilización de los animales para la crítica política o social la podemos apre-
ciar con cierta frecuencia en la prensa española finidieciochesca. En el Diario de
Valencia ello servía para reflexionar sobre la verdadera nobleza, por cuanto:
Publicó el león un día/ cortes alas que leales/ acudieron animales/ de toda su
monarquía/ pero al ver que prefería/ el león en el asiento/ al caballo desatento/
dijo el lobo con voz grave/ vuestra majestad no sabe /nuestro ilustre naci-
miento/ Pues como a un vil labrador/ que ayer un plebeyo era/ prefiere de esta
manera/ a tanto grande y señor/ oyó el león con dolor/ al lobo y dijo escuchad/
tú que heredas la nobleza/ o el que la gana y empieza/ a honrar su posteridad/
tu abuelo se gano fiel/ con su virtud la nobleza/ Y tu con vicio y fiereza/ piensas
ser mejor que el/ de hoy mas será noble aquel/ de virtud acrisolada/ que con la
pluma la espada/ o hechos de suma grandeza/ separa adquirir la nobleza/ o ob-
servar la heredada35.
34 Ángeles Prieto Barba, «El bestiario fantástico de Joan Perucho», Arturo Morgado García y José Joaquín Ro-
dríguez Moreno (eds.), Los animales en la historia y en la cultura, Cádiz, Universidad, 2011.
35 Diario de Valencia, 7 de octubre de 1791.
36 Se refiere a Simónides de Amorgos, poeta griego de los siglos VII y VI, del que se conservan tan sólo breves
fragmentos, entre ellos una fuerte sátira misógina.
057-086 Capitulo 3_Maquetación 1 02/07/15 10:46 Página 80
hecha del mar [...] la sexta especie fue formada de los ingredientes que compo-
nen u asno o una bestia de carga. Estas son demasiado flojas pero si el marido
sabe usar con ellas de su autoridad, harán cualquier cosa por complacerle, ellas
por consiguiente están muy lejos de ser repugnantes a los placeres del amor, y
rara vez rehusan la compañía del varón. La gata da materiales para la séptima
especie de mujeres, Estas son las de naturaleza poco sociable, melancólica y es-
quiva y tan repugnantes a los placeres del amor, que huyen la presencia de su
marido estas del mismo modo que los animales de que son compuestas son in-
clinadas a pequeños hurtos, engaños y trampas. La octava especie de mujeres
fue criada de la yegua, que tiene unas hermosas y floridas crines, y nunca fue
domada por un trabajo servil, Estas tienen poco respeto a sus maridos pasan el
tiempo en vestirse ataviarse y perfumarse componen su pelo con delicados bu-
cles y le adornan con las mas bellas flores y guirnaldas. Una mujer de esta es-
pecie es muy bella para un forastero, pero muy perjudicial a su marido, a no
ser que sea algún rey o príncipe que tenga gusto en tales juguetes. La mona
compone la nona especie de mujeres, éstas son feas y de muy mal humor que
no teniendo nada bueno en sí mismas procuran murmurar y ridiculizar cuanto
ven en otras. La décima y última especie de mujeres fue formada de la abeja y
feliz el hombre a quien le toca por suerte una mujer de esta especie. Ella es en-
teramente sin tacha, inocente e irreprensible. Su familia florece y se mejora por
su buena economía. Ama a su marido y es recíprocamente amada de él. Procrea
una raza de bellos y virtuosos hijos. Se distingue entre todas las de su sexo. Está
rodeada de gracias nunca se la ve entre la vil canalla de mujeres disolutas que
pasan el tiempo en locas diversiones y livianos discursos. Está llena de virtud y
de prudencia y es la mejor mujer que Júpiter pueda dar a un hombre37.
Había un mono pintor pero fiel observador de la naturaleza pintaba los ani-
males con una verosimilitud escrupulosa. Daba al caballo su libre y noble ga-
llardía al oso su pesadez al tigre su cruel fisonomía al asno sus largas orejas.
Enfadados los animales carnívoros de su retrato le negaron su salario. Y aún
fue necesario que huyese de su venganza. Una zorra menos sabia pero mas as-
tuta dijo yo me aprovecharé de la necedad de este pintor exacto. ¿Y has de ser
haciendo un retrato verdadero de estos animales soberbios? No ellos quieren
que se les adule entonces es cuando pagan bien. La zorra mezcló sus colores
sobre una tabla diferente. Dio a la cabeza del león (a pesar de su horrible me-
lena) una dulzura amable, hizo a su cola menos larga, hizo casi sonreír su ma-
jestad rugiente. El leopardo no tuvo ya sangrientos y feroces los ojos, el oso
vino a ser muy galán, corto al asno la mitad de las orejas y dio al cerdo una
veloz carrera, el lobo apareció manso y benigno, las aves de rapiña no tuvieron
más el pico corbo, ni desgarradoras las uñas. Estos fieros animales encantados
de su nueva figura, le dieron un crecido salario, y además una gruesa pensión38.
42 Antonio Serrano Cueto, «La imagen simbólica del simius en el Renacimiento latino a través del adagio, la
fábula y el emblema», Fortunatae. Revista canaria de filología, cultura y humanidades clásicas, 10, 1998.
43 Alonso de Sandoval, De Instauranda Aethiopum Salute, tomo primero, Madrid, Alonso de Paredes, 1647, p. 373.
44 Duende Crítico, 17 de mayo de 1736.
45 El Censor. Obra periódica que contiene la dedicatoria y los veinte tres primeros Discursos publicados en el año
de 1781, Madrid, 1781, Discurso II, pp. 29ss.
057-086 Capitulo 3_Maquetación 1 02/07/15 10:46 Página 83
obra, podríamos hacerlo con el teatro cómico de los monos, relatando el prota-
gonista cómo:
[...] al anochecer me llevó a una de las tiendas del agua negra hirviendo, en
donde había una multitud de monos, y monas en traje de máscara [...] hicieron
gala de la disolución, cada cual exageraba sus excesos, creyendo que con tan
vergonzosa vanagloria pasaban por unos espíritus marciales. De cuando en
cuando se asomaban por fuera del aposento, para saludar a algunas hembras
de cabeza ligera, que andaban a caza de gangas50.
50 Viages de Enrique Wanton a las tierras incógnitas australes y al país de las monas en donde se expresan el ca-
rácter, ciencias y costumbres de estos extraordinarios habitantes, traducida del idioma inglés al italiano y de éste
al español por Don Joaquín de Guzmán y Manrique, tomo segundo, cap. X, «Del teatro cómico de los monos»,
Madrid, 1778, p. 70.
057-086 Capitulo 3_Maquetación 1 02/07/15 10:46 Página 86
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 87
Capítulo 4
El estudio de la fauna americana
1 Brian W. Ogilvie, The Science of Describing. Natural History in Renaissance Europe, University of Chicago Press,
2008, pp. 56ss.
2 Peter Mason, Before Disenchantment: Images of Exotic Animals and Plants in the Early Modern World, Londres,
Reaktion Books, 2009.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 88
y osos «crescidos»; y entre los espesos cañaverales, cerca de Cartago, un curioso ani-
mal, la chucha, parecido a una zorra, que puede recoger con toda rapidez a sus
siete hijos, guardarlos en una bolsa de su barriga y huir de algún cazador. También
despierta su curiosidad la raposa, muy amiga de hurtarles a los españoles «los lá-
tigos de las cinchas de los caballos o las riendas de los freno». La utilidad de la
nueva naturaleza, siempre latente en las crónicas de América, la encuentra Cieza
en lo que él llama las ovejas del Perú, las viscachas, de cuyos pelos o lanas se apro-
vechan los naturales para hacer sus ropas y mantas, tan blandas y suaves que pare-
cen de seda. Su espectro, en cuanto al reino animal, es tan variado que puede
describir desde una cacería real del Inca de guanacos, raposas y vicuñas, hasta la
fabricación de una hierba ponzoñosa de los indios de Cartagena y Santa Marta
con animales repelentes que nos recuerdan el caldero y los brebajes de las brujas.
En las zonas inhóspitas de las montañas inexpugnables de los Andes coloca toda
suerte de animales que él no ha visto, pero dice que puede ser verdad lo que se oye
que hay en ellas: «osos, tigres, leones, dantas, puercos y gaticos pintados, con otras
salvajinas muchas y que son de ver. En los espacios lejanos e ignotos brota también
la maravilla y la leyenda, hay culebras tan grandes como una viga y, sin embargo,
son mansas porque una vieja encantadora subió a los Andes a adormecerlas para
que no hiciesen mal». Por último, le admiran las auras, que son aves carroñeras y
hediondas y otras de su linaje, para cuya descripción no podía faltar la referencia
maravillosa: «del linaje de estas hay unos cóndores grandísimos, que casi parecen
grifos; algunos acometen a los corderos y guanacos pequeños de los campos».
Pero sobre todo, los animales son también representaciones del demonio en
esas tierras en las que ha extendido su señorío este antagonista de Dios3. El diablo,
que en su lengua se llama guaca, se les aparece en «figura de tigre, muy fiero»; a
veces para representarlo escogen figuras de gatos, o se metamorfosea en auras he-
diondas para tentar al cacique Tamaracunga, a quien, cuando trataba de bautizarse
cristiano, lo llevaban por los aires para despeñarlo dándole alaridos y silbidos «y
en el rostro le echaban saliva podrida y hedionda». También se manifiesta antro-
pomórficamente en forma de indio y copula con monas, de tal manera que en-
gendraban y parían monstruos que tenían las cabezas y miembros deshonestos
como hombres y las manos y pies como mona; son, según dicen, de pequeños
cuerpos y de talle monstruoso, y vellosos. En fin, parecerán (si es verdad que los
hay) al demonio, su padre. Dicen más: que no tienen habla sino un aullido o ge-
mido temeroso. También son dignas de relatarse las mitologías locales como la de
los gigantes de Santa Elena, descritos como monstruos por su enorme cabeza y su
cabellera larga que llegaba hasta la espalda, los ojos como platos y los vestidos,
3 Es un tema muy recurrente el señorío del demonio sobre unas tierras que nunca han recibido la luz divina.
Vid. Jorge Cañizares Esguerra, Católicos y puritanos en la colonización de Norteamérica, Madrid, Marcial Pons,
2008.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 90
como los de los hombres salvajes, eran de pieles de animales. Por el pecado de la
sodomía, que tan reiteradamente acusa Cieza en su Crónica, a estos gigantes les
sobreviene un castigo divino y un enviado celestial los mata con su espada de
fuego, interpretación de claras reminiscencias bíblicas.
De estos portentos, que podríamos calificar como humanidad monstruosa o
en una etapa bestial de su desarrollo, nos habla también un viajero giennense del
siglo xVI, Pedro Ordóñez de Ceballos (ca. 1545-1630), que a lo largo de su vida
fue soldado, comerciante, clérigo y misionero4. Durante sus andanzas recorrió el
Mediterráneo, llegado en peregrinación a Jerusalén, viajó a Inglaterra y los países
bálticos, intervino en la invasión de Portugal en 1580, se encaminó al continente
americano, donde participó en la represión de los cimarrones, allí fue ordenado
sacerdote, estuvo en el lejano oriente, concretamente en Indonesia, Filipinas y
Conchinchina, cuya reina llegó a enamorarse de él, aunque por su condición sa-
cerdotal (o, al menos, es lo que nos cuenta) no correspondió a sus sentimientos,
volvió a las Indias, y de allí a España. Tan azarosa singladura vital la recogió en
una obra publicada por primera vez en 1614, siendo traducida, aunque incom-
pleta, al holandés (1621), latín (1622), francés (1622) e inglés (1625), y reedi-
tándose en España en 1616 y 1691.
Naturalmente, en su obra podemos encontrar referencias animalísticas, lla-
mando la atención, más que la cita de Plinio e Isidoro de Sevilla, siempre tan so-
corridos, sus referencias a lo que ha visto o lo que le han contado, lo que nos revela
su dependencia de lo visto más que de lo leído. Sería un poco prolijo extenderse
sobre los animales mencionados por nuestro autor, ya que nos habla tanto de ba-
llenas y animales acuáticos, como de aves, como de mamíferos, ubicados bien en
el continente americano, bien en las tierras de Indochina, destacando sus referencias
a la colección zoológica de los reyes de Champa, en la actual Camboya. Nos mezcla
siempre elementos reales con los típicos componentes legendarios, como cuando
nos habla del ave del paraíso, que no tiene pies, creencia muy común en la época,
o del conocido árbol de las islas Orcadas cuyas hojas caídas se convierten en aves
que vuelan. Pero sus relatos están siempre llenos de frescura y de espontaneidad,
con el interés añadido de deberse a alguien que ha vivido lo que cuenta en primera
persona. Una de sus vivencias maravillosas más interesantes es sobre un monstruo
humano, una mujer «salvaje». Ordóñez nos da una explicación racional de su mons-
truo alegando que es fama, o sea, se sabe de oídas, que la parió una osa que habría
4 Pedro Ordóñez de Zevallos, Historia y viage del mundo del clérigo agradecido don Pedro Ordoñez de Cevallos,
natural de la insigne ciudad de Jaén, a las cinco partes d ela Europa, Africa, Asia, Amerixa y Magallanica con el iti-
nerario de todo, Madrid, Juan Garcia Infanzón, 1691. Sobre su figura, Fernando Escribano Martín, «El Viaje del
Mundo de Pedro Ordóñez de Cevallos», Arbor, 711-712, 2005; Manuel Morales Borrero, «Don Pedro Ordóñez
de Ceballos. El viaje del Mundo», Elucidario, 1, 2006; Raúl Manchón Gómez, Pedro Ordóñez de Ceballos: vida y
obra de un aventurero que dio vuelta y media al mundo (Universidad de Jaén, 2008).
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 91
copulado con algún indio, por lo tanto, su naturaleza estaría a caballo entre la hu-
mana y la animal y no hay duda, para estos cronistas y viajeros en que en semejan-
tes cópulas siempre está presente la tentación o la intervención del demonio. Recrea
también un interesante bestiario de animales exóticos: pájaros, cuyos graznidos son
voces que «parecen puramente de persona y que hablan en castellano» y hacen que
las personas pierdan el camino «y unos dar en pantanos, otros en los cimarrones y
en otras desgracias en que han perecido»; antas (tapires) que cuando están en celo,
hacen «ruido de gente»; el pez espada al que llama «el alguacil del mar» y fieras de
toda índole como una que vio en Cochinchina en las leoneras del emperador que
era «la cabeza y cara, hasta los pechos, de mujer, y lo demás de escorpión; tenía tres
brazas de largo y llamábanlo marichas; dícese que la trajeron de las montañas de
los Laos, de la provincia de Iangoma, y que hay muchas. Consideré que el demonio,
cuando engañó a nuestra madre Eva, fue en esta forma, y tengo para mí que por
allí cerca debe estar el paraíso terrenal». Buen discípulo de la patrística y la misoginia
medieval, los dos únicos monstruos que se detiene en describir Ordóñez son mu-
jeres: la india caudada y este monstruo llamado marichas, sin olvidarse de la pre-
sencia del diablo en ambos discursos. Casi todos los monstruos considerados
demonológicos son seres mixtos de parte humana femenina y parte animal.
Los animales del Mundo Nuevo pueden ser criaturas maravillosas dotadas de
cualidades y poderes curativos, un alimento exquisito y aptas para fabricar vesti-
mentas y utensilios. Su presencia en esas tierras provoca la alabanza a la providencia
divina, pero también pueden ser demonios o ídolos, monstruos o engendros dia-
bólicos; en suma, el símbolo del mal y del señorío que el diablo tiene en las nuevas
tierras. Esta necesidad de los cronistas, frailes, viajeros y exploradores por describir
plantas, animales, climas y paisajes de las nuevas tierras también atrae y contagia
a los investigadores de nuestros días5. Y este toque maravilloso no lo vemos sola-
mente en el Nuevo Mundo, sino también en el Viejo, según podemos apreciar en
cualquiera de los muchos relatos de viajeros españoles escritos durante esta época.
En la obra de Alonso de Sandoval, relativa al continente africano, podemos en-
contrar descripciones de crocutas, mantícoras, catoblepas, amphisbenas o drago-
nes, amén de toda una batería de peces y aves maravillosas6. Martínez de la Puente
nos cuenta una historia con resonancias del mítico pájaro rock cuando menciona
cómo:
5 María José Rodilla León, «Bestiarios del Nuevo Mundo: maravillas de Dios o engendros del demonio», RILCE:
Revista de Filología Hispánica, 23, 1, 2007, pp. 195-205.
6 Alonso de Sandoval, De Instauranda Aethiopum Salute, tomo primero, Madrid, Alonso de Paredes, 1647, pp. 377ss.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 92
para hurtárselas y es en esta manera. Súbense los hombres, que tratan de esto,
a cierto tiempo del año sobre otro monte vecino algo más alto, y allí matan al-
gunos bueyes que llevan consigo, y hácenlos piezas las cuales así calientes y en-
sangrentadas las arrojan con ciertos ballestones donde están los diamantes, y
sueltan luego algunos buitres, águilas y otras aves de rapiña, que crían para el
efecto, las cuales haciendo presa en la carne, la saben con los diamantes que se
han podido pegar en ella, con que enriquecen a sus amos y les pagan a este pre-
cio la comida. Escríbelo así micer Pogio florentino, secretario del papa Eugenio
cuarto, en el tratado que hizo de las cosas de la India7.
Y aún a mediados del siglo xVIII, en la obra del jesuita Pedro Murillo Velarde,
podemos encontrar elementos fantásticos, por cuanto, al referirse a la Etiopía, y
fundándose en la autoridad de Pomponio Mela, nos habla de «cruelísimas fieras,
como licaones, variados con manchas de todos colores y esfinges. Hay aves mara-
villosas, las tragopanes con sus cuernos, y los pegasos con orejas de caballo... la
catoblepa es fiera grande, de cabeza tan pesada, que apenas la puede mantener:
en mirándola a los ojos da muerte»8, mostrándonos además cómo en las cercanías
del mar Negro podemos hallar grifos, remitiéndose nuevamente a los autores clá-
sicos9. Sin olvidar de que se sigue haciendo de leyendas de nueva creación, como
el carácter ápodo del ave del paraíso10. Sin embargo, no carece de interés desde el
punto de vista zoológico la obra de este jesuita. Su monumental Geographia His-
torica apenas ha llamado la atención de los estudiosos, pero es una obra muy ilus-
trativa de cómo conviven en la España de la primera mitad del siglo xVIII lo
antiguo y lo nuevo, las informaciones zoológicas heredadas del mundo clásico con
las nuevas aportaciones de los enciclopedistas del Renacimiento como Gesner, Al-
drovandi y Jonston, sin olvidar, naturalmente, al socorrido Olao Magno, ni a la
literatura teratológica representada por Nieremberg o Kaspar Schott. El trata-
miento que nos da del mundo animal es muy diferente, en función de la zona ge-
ográfica de la que habla, cumpliendo la vieja ley según la cual a mayor distancia,
mayor profusión informativa animalística y mayor presencia de lo fabuloso, lo
cual, entre otros tantos casos, ya podemos apreciar en las informaciones vertidas
7 Joseph Martínez de la Puente, Compendio de las historias de los descubrimientos, conquistas y guerras de la
India oriental y sus islas. Madrid, Imprenta Imperial, 1681, p. 11. Sobre el ave rock, Sandra Saenz López, «El
vuelo de Oriente a Occidente del pájaro Rujj y las transformaciones de su leyenda», Anales de Historia del Arte,
2010, pp. 327-344.
8 Pedro Murillo Velarde, Geographia historica de las Islas Philipinas, del Africa y de sus islas, vol. 8, Madrid, Oficina
de D. Gabriel Ramírez, 1752, p.187. Sobre el autor Luis Díaz de la Guardia y López, «Datos para una biografía
del jurista Pedro Murillo Velarde», Espacio, tiempo y forma. Historia Moderna, IV, 14, 2001.
9 Pedro Murillo Velarde, Geographia Historica de Alemania, Flandes, Inglaterra, Dinamarca, Noruega, Suecia,
Moscovia y Polonia, tomo IV, Madrid, en la oficina de D. Gabriel Ramírez, 1752., p. 395.
10 Pedro Murillo Velarde, Geographia Historica de las islas Philipinas..., p. 22.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 93
Al lado del real dormitorio está un cuarto bien aderezado y en medio debajo
de un pabellón de lienzo el famoso elefante blanco, que desde el espinazo al
vientre está ceñido con una faja ancha, realzada con muchas y hermosas perlas,
en manos, pies y cuello. Tiene chapas de oro, engastadas en piedras ricas y pre-
ciosas, las artesas y vasos con que le sirven el sustento son de oro, y hay man-
darines destinados para servirle, y solo por gracia especial suele mostrarse, y
cuando el rey recibe alguna embajada, pone a su diestra el elefante blanco. Con-
cedió el rey de Siam, que pudiesen hacer los españoles una fortaleza junto a la
corte, y fabricar allí navíos [...] me dijo un español que fue en la embajada que
el celebre elefante blanco es pequeño y no es absolutamente blanco, sino algo
más claro que los otros. Hace el rey tanta estima de el elefante blanco, que por
él ha tenido sangrientas guerras con el rey de Pegu, y se intitula rey del elefante
blanco, y cuando muere le hacen un entierro tan solemne como a los grandes
del reino [...] El elefante blanco de Siam dicen ha costado la vida a 500 o
600.000 hombres por disputar su posesión y propiedad, cuatro mandarines le
quitan las moscas con abanicos y llevan el quitasol12.
Pero hacía mucho tiempo que se había iniciado un enfoque totalmente diferente.
A partir del siglo xVI se va introduciendo, tímidamente, una historia natural
menos descriptiva y que tiende a prescindir de lo que contaban los autores clásicos.
El surgimiento de nuevas especies y el incremento del nivel de especialización en
la escritura de la historia natural, provocaron que, al menos nominalmente, el es-
tudio de los animales se fuese convirtiendo en algo más definido, alejándose de
los esquemas totalizadores de Heródoto y Plinio y limitándose el campo de aná-
lisis. La descripción de nuevas especies forzaría un mayor énfasis en la observación,
comenzando a cuestionarse la veracidad de las historias transmitidas por los bes-
11 Matthew McLean, The cosmographia of Sebastian Munster. Decsribing the World in the Reformation, Alder-
shot, Ashgate, 2007.
12 Pedro Murillo Velarde, Geographia Historica, tomo VII, p. 111.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 94
tiarios medievales13. En este capítulo jugarán un papel muy importante los espa-
ñoles, cuya contribución a la primera Revolución científica ha sido injustamente
postergada. Es un tópico afirmar que el único objetivo de los colonizadores fue
«glory, gold and God», antes al contrario, hubo un proceso de continua recopilación
de informaciones, plantas, curiosidades y conocimientos indígenas. El olvido de
sus aportaciones se debe, una vez más, a la interpretación whig de la historia en la
cual estamos sumidos, según la cual el camino hacia el progreso ha pasado por el
protestantismo y los países anglosajones, frente a un catolicismo y una latinidad
símbolos de la barbarie y el oscurantismo. Pero también se debe en gran medida
a la cultura del secreto imperante en las burocracias ibéricas: el conocimiento es-
taba celosamente guardado en manuscritos que circulaban solamente entre unos
cuantos lectores elegidos a fin de esconder a los potenciales rivales imperiales la
verdad sobre fronteras y territorios14, y, en muchas ocasiones, las aportaciones de
los científicos ibéricos no vieron la imprenta, como sucedió con las magnas reco-
pilaciones de Francisco Hernández o Celestino Mutis15.
Entre los naturalistas españoles que trabajaron en el continente americano encon-
tramos numerosas prácticas empíricas, que se convertirían en el fundamento del tra-
bajo científico a partir de la Revolución científica del siglo xVII, debido a la necesidad
de acumular información sobre sus colonias americanas. En lo que se refiere a los
animales, los seres vivos del mundo atlántico carecían de referencias en la tradición
clásica, y, aunque algunas veces los textos proporcionaban alguna pista, esta no era lo
suficientemente específica. El manatí es una buena prueba de ello: los observadores
decidieron que era una sirena masculina, pero aunque los autores clásicos tenían
mucho que decir sobre sirenas, nunca habían imaginado una masculina. Las dispa-
ridades entre el conocimiento clásico y las experiencias del Nuevo Mundo provocaron
una reorganización de los modelos epistemológicos, iniciándose el proceso de erosión
de la autoridad del mundo impreso. España ofrece un ejemplo de cómo una nueva
cultura emergió de la circulación de productos comerciales, gentes e ideas durante el
siglo xVI, e institucionalizando estas prácticas la corona española lanzó un programa
empírico que no tuvo paralelo alguno en el mundo durante dicha centuria16.
13 Bruce Boehrer, «The Animal Renaissance», en Bruce Boehrer (ed.). A Cultural History of Animals in the Re-
naissance, Oxford, Berg Publishers, 2007, p. 8.
14 Un ejemplo de este secretismo en Alison Sandman, «Controlling Knowledge. Navigation, Cartography and
Secrecy in the Early Modern Spanish Atlantic», James Delbourgo y Nicholas Dew (eds.), Science and empire in
the Atlantic World, Nueva York, Routledge, 2007.
15 Jorge Cañizares Esguerra, «Introduction» en Daniela Bleichmar et al. (ed.), Science in the Spanish and Por-
tuguese Empires, Stanford University Press, 2009. Del mismo, «The Colonial Iberian Roots of the Scientific Revo-
lution», Nature, Empire and Nation: Explorations of the History of Science in Iberian World, Stanford U. P., 2007.
16 Antonio Barrera-Osorio, Experiencing Nature: the Spanish American Empire and the Early Scientific Revolution,
University of Texas Press, 2006, y «Knowledge and Empiricism in the Sixteenth Century Spanish Atlantic
World», en Daniela Bleichmar et al., Science in the Spanish and Portuguese Empires; «Experts, Nature, and the
Making of Atlantic Empiricism», Osiris, 25, 1, 2010.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 95
17 Para esta cuestión es fundamental Miguel de Asua y Roger French, A new world of animals. Early Modern
Europeans on the Creatures of Iberian America, Aldershot, Ashgate, 2005. También, Raquel Álvarez Peláez, La
historia natural en los siglos XVI y XVII (Madrid, Akal, 1991), La conquista de la naturaleza americana (Madrid, CSIC,
1993), «La historia natural en los tiempos del emperador Carlos V: la importancia de la conquista del Nuevo
Mundo», Revista de Indias, 60, 218, 2000.
18 Sobre Oviedo, Enrique Álvarez López, «Plinio y Fernández de Oviedo», Anales de Ciencias Naturales, I, Ma-
drid, 1940 y II, 194; Enrique Álvarez López, «La historia natural en Fernández de Oviedo», Revista de Indias, 17,
1957; Raquel Álvarez Peláez, «La descripción de las aves en la obra del madrileño Gonzalo Fernández de
Oviedo», Asclepio, 48, 1, 1996; Jesús Carrillo, «Taming the Visible: Word and Image in Oviedo´s Historia General
y Natural de las Indias», Viator, 31, 2000; Alexandre Coello de la Rosa, Historia y ficción: La escritura de la la es-
critura de la Historia General y Natural de las Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés (1478-1557), Uni-
versidad de Valencia, 2012; Antonello Gerbi, La naturaleza de las Indias nuevas (México, 1978); Edmundo
O’Gorman, Cuatro historiadores de Indias (México, 1972); Jeremy Paden, «The Iguana and the Barrl of Mud:
Memory, Natural History and Hermenutics in Oviedo´s Sumario de la Natural historia de las Indias», Colonial
Latin American Review, 16, 2, 2007; Alberto Salas, Tres cronistas de Indias (2ª edición, México, FCE, 1986); Day-
mond Turner, «The Forgotten Treasures from the Indies: The Illustrations and Drawings of Fernández de
Oviedo», Huntington Library Quaterly, 48, 1985. Podemos encontrar una edición completa de la Historia natural
y general de las Indias en la BAE (vols.117 a 121) debida a Juan Pérez de Tudela Bueso.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 96
19 José Pardo Tomás, Oviedo. Monardes. Hernández. El tesoro natural de América. Colonialismo y ciencia en el
siglo XVI, Tres Cantos, Nivola, 2002, pp. 23-48.
20 José Pardo Tomás, op. cit., pp. 48-75.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 97
las adiciones a la primera parte, la segunda parte, a excepción del libro xx, publi-
cado en 1557, la carta a Bembo, y toda la tercera parte, exceptuando la versión
inicial del último libro, que ya había aparecido en 1535.
El afán de Oviedo es la precisión y la credibilidad, intentando poner de relieve,
siempre que ello es posible, su experiencia personal directa, y ello se refleja en las
puntillosas descripciones naturalistas. La huella de Plinio puede detectarse en las
frecuentes citas que hace del autor clásico, su rechazo de las fabulaciones, la idea
de que todas las cosas tienen una utilidad y el intento de explicar ciertos fenóme-
nos mediante los criterios de simpatía y antipatía. Pero Oviedo es mucho más rico
en informaciones detalladas y en observaciones precisas, y su experiencia directa
se completa con sus informadores, entre los que se cuentan médicos, boticarios,
e incluso informantes indígenas. Hay tres caracteres que explican su visión de la
naturaleza. El primero, el de la creencia, como ya hemos mencionado, de la uti-
lidad de todas las cosas, puestas por Dios en el mundo para el servicio de los hom-
bres. El segundo, su convicción de que el Nuevo Mundo no lo es en absoluto, es
decir, la afirmación constante de la unidad de todo lo creado y la intención de in-
cluir lo americano en las categorías de lo ya conocido, según expresa Antonello
Gerbi, uno de los mejores especialistas de su obra. Y, finalmente, la reafirmación
de la empresa imperial española, seleccionando lo escrito en función de los inte-
reses de los gobernantes coloniales.
Ya en su Sumario, que le valió la consideración de ser el primer naturalista del
Nuevo Mundo, trataba especies como el ocelote, el pecarí, el oso hormiguero, el
armadillo, los monos, el opossum, el tucán, la iguana y el aligator, y emplea la
fauna española como punto de comparación para describir la del nuevo conti-
nente. Cuando habla del tigre (el jaguar), recomienda al emperador que ordene a
sus cuidadores de Toledo tomar precauciones por tratarse de una bestia sumamente
feroz. El Sumario también nos trae otros ejemplos de la originalidad de la fauna
americana, como el perezoso, denominado irónicamente por los españoles perico
ligero. Por lo que se refiere a la Historia general y natural de Indias, aborda sucesi-
vamente las bestias, los peces, las aves y los insectos. Los libros dedicados a los
cuadrúpedos y los pájaros distinguen entre las especies nativas y las llevadas por
los españoles, y trata de forma separada los animales descubiertos por Colón en
la Española, por haberse prácticamente extinguido debido a las hambrunas que
afectaron a los primeros pobladores, entre ellos tres especies de roedores, la hutia,
el quemi y el mohuy. Algunas ilustraciones de la obra, como las dedicadas a la
iguana y el manatí, se sitúan entre las primeras imágenes de animales americanos
conocidas por los europeos.
El esfuerzo recopilador, descriptor y ordenador de la historia natural americana
desplegado por Francisco Hernández (1515?-1587) confirió a su obra unos ca-
racteres totalmente diferentes de la de Oviedo. Los rasgos distintivos de su empresa
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 98
21 José Pardo Tomás, op. cit., pp. 127-146. Sus obras completas han sido publicadas en siete volúmenes por
la Universidad Nacional Autónoma de México entre 1960 y 1984. Sobre su figura, José Pardo Tomás, «La ex-
pedición de Francisco Hernández a México», Felipe II, la ciencia y la técnica, Madrid, 1999; José Pardo Tomás,
Un lugar para la ciencia: escenarios de práctica científica en la sociedad hispana del siglo XVI, Fundación Canaria
Orotava, 2006; Simon Varey, Rafael Chabran y Dora B. Weiner (eds.), Searching of the secrets of nature. The life
and works of Dr. Francisco Hernández, Los Angeles, 2001.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 99
pasando por Teotihuacan. En todas sus salidas iba siempre acompañado por un
grupo de colaboradores, tanto indios como españoles, que hacían de intérpretes,
dibujantes o escribientes. Tras su vuelta a la capital mexicana en marzo de 1574,
ordenaría y elaboraría los materiales recogidos, redactando su obra en latín, y tra-
duciéndola al castellano y el nahuatl, y probando experimentalmente el mayor
número de remedios medicinales que le fue posible, eligiendo para ello el Hospital
Real de Naturales en México. Al final, su Historia natural de Nueva España estuvo
formada por mil folios de textos en latín, divididos en tres mil capítulos y con
dos mil ilustraciones, describiendo unas tres mil plantas y mas de quinientos ani-
males. Todo ello estaba acompañado de una serie de libros dedicados a las Cana-
rias, la Española y Cuba, un tratado sobre la navegación del Pacífico hasta
Filipinas, y algunos capítulos dedicados a la flora y la fauna de este último país.
En marzo de 1576 enviaría a Sevilla los tomos que había hecho encuadernar
para presentárselos al Consejo de Indias y a Felipe II, y diez de ellos contenían
más de dos mil ilustraciones. En febrero de 1577 se embarcaría en Veracruz de
retorno a España, con 22 tomos de textos. A su vuelta, hubo de ver cómo el rey
encargaba al médico napolitano Nardo Antonio Recchi que ordenara los mate-
riales remitidos, aplicando un criterio utilitario y seleccionando unos 450 capítu-
los, la mayor parte de ellos relativos a plantas medicinales, lo que suponía un 15%
del material hernandino, y ordenándolos tomando como modelo el tratado de
Dioscórides (frente al original de Hernández, que utilizaba las taxonomías na-
huatl), creando así cuatro libros, los tres primeros dedicados a las plantas y el úl-
timo a los animales y los minerales. La edición de Recchi, aunque totalmente
preparada para la imprenta, nunca llegó a ser publicada en vida del autor, en tanto
Hernández, con continuos problemas de salud, fallecía en 1577.
La obra sufrió un destino final bastante triste. Los volúmenes con los textos
y las pinturas realizados por Hernández y enviados al rey estuvieron casi noventa
años depositados en El Escorial, hasta que fueron destruidos en el incendio de
1671. Entretanto, fueron vistos por varios estudiosos europeos, y algunos de sus
materiales fueron recogidos por Juan Eusebio Nieremberg en su Historia naturae
maxime peregrinae (Amberes, 1635), llegando por esta vía al mundo académico
una docena de imágenes y unas 160 descripciones de animales y plantas, algunos
de los cuales no figuraban en la selección de Recchi. Los originales en manos de
Hernández acabaron dispersos en varios lugares, tardaron siglos en ser redescu-
biertos (algunos terminaron en el Colegio Imperial de los jesuitas en Madrid,
fueron rescatados por el cronista real Juan Bautista Muñoz, y en 1790 se publi-
caron por Casimiro Gómez Ortega, director del Jardín Botánico de Madrid, en
tres volúmenes en latín, pero sin texto completo y sin ilustraciones) y todavía
hoy esperan una edición completa. Un resumen de la selección de Recchi, que
circuló en algunas copias manuscritas, fue publicado en México en 1615 por fray
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 100
22 José Pardo Tomás, Oviedo. Monardes. Hernández, pp. 146-176. Sobre las repercusiones de la obra, puede
verse también Raquel Álvarez Peláez, «La obra de Hernández y su repercusión en las ciencias naturales», As-
clepio, XLVII, 2, 1995. El manuscrito de Recchi (De materia medicae Novae Hispaniae) ha sido traducido al español
en una edición publicada por la editorial Doce Calles en 1998.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 101
La aproximación jesuítica
Muchas de las noticias sobre la fauna americana fueron dadas a conocer por lo
que, en una afortunada expresión, Asúa y French denominan «misioneros instrui-
dos», destacando entre los mismos los jesuitas. Hacia 1640 ya habían consolidado
el 90% de su propia red de comunicación, que permitía la circulación del cono-
cimiento entre las periferias exóticas y los nodos europeos23. Se especializaron en
las distintas ramas del saber con la finalidad de satisfacer las demandas de la dis-
tintas cortes europeas de producciones naturales y curiosas, para así lograr apoyo
económico con el que llevar a cabo sus tareas ecuménicas. La comunidad inter-
nacional estimaba que la utilización de las redes jesuitas suponía un adelanto in-
discutible para la realización de empresas científicas, y ello se ve muy bien en la
astronomía, en la que la repetición y la acumulación comenzaban a jugar un papel
primordial, creando la Compañía una red en filigrana con observadores en Pekín,
Goa, Madrid, Río de Janeiro, Madrid, Heidelberg, Milán, Vilna y Viena24.
El saber de los jesuitas debe entenderse como una combinación de tres coor-
denadas, la herencia del conocimiento aristotélico y de la tradición hermenéutica
cristiana, la orientación humanística de su régimen educativo, y sus prácticas ins-
titucionales o cultura corporativa, a lo que debe añadirse que la sólida formación
que recibía cada hermano jesuita se beneficiaba de adherirse a una posición diná-
23 Para un planteamiento general sobre actividad científica jesuita y misiones de ultramar, Steven J. Harris,
«Jesuit Scientific Activity in the Overseas Missions 1540-1773», Isis, 96, 1, 2005.
24 Nuria Valverde Pérez, Actos de precisión. Instrumentos científicos, opinión pública y economía moral en la Ilus-
tración española, Madrid, CSIC, 2007.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 102
25 Domingo Ledesma y Luis Millones Figueroa, «Introducción: los jesuitas y el conocimiento de la naturaleza
americana», Luis Millones Figueroa y Domingo Ledezma (eds.), El saber de los jesuitas, historias naturales y el
Nuevo Mundo. Vervuet-Frankfurt/Iberoamericana-Madrid, 2005, pp. 9ss.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 103
26 La obra fundamental sobre Nieremberg, José Ramón Marcaida López, Juan Eusebio Nieremberg y la ciencia
del Barroco. Conocimiento y representación de la naturaleza en la España del siglo XVII, Universidad Autónoma
de Madrid, Tesis doctoral, 2011. Sin olvidar el trabajo anterior de Juan Pimentel, «Baroque Natures. Juan E.
Nieremberg, American Wonders and Preterimperial Natural History», Daniela Bleichmar et al., Science in the
Spanish and Portuguese Empires.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 104
dos. Aquí se dedica a cuestionarse si hay seres intermedios entre animales y plantas,
qué tienen ambos en común, si las plantas pueden generar animales, o si aquellas
tienen otros sentidos además del tacto. Luego explora lo que distingue a los ani-
males de los seres humanos, siendo la razón la diferencia fundamental. Los ani-
males tienen impulsos similares a nuestros afectos, pero no tienen deseos libres
como los humanos, tan sólo una ruda libertas.
En el libro V encontraremos referencias a la generación de las criaturas fantás-
ticas del Nuevo Mundo, y aludiendo al pasaje de Mártir de Anglería que afirmaba
la existencia de arpías en el continente americano, Nieremberg no niega que exis-
tan. Cuando se plantea la presencia de grifos, piensa que tal vez se trate de grandes
aves, como las águilas o los cóndores. También cuestiona la llegada de los animales
al Nuevo Mundo, despachando rápidamente la cuestión diciendo que algunos lle-
garon por tierra y otros por la vía marítima. Aunque incorpora algunos animales
de las Indias orientales, se refiere sobre todo a la fauna de Nueva España, sugi-
riendo que ha utilizado los manuscritos de Francisco Hernández depositados en
El Escorial, y en algunas ocasiones encontramos interpretaciones alegóricas del
comportamiento o las características de ciertos animales. Hernández no fue su
única fuente, ya que también utiliza a Clusius, Oviedo, Gómara, Mártir de An-
glería, Staden, Thevet, Léry, Cardano, o Escalígero.
El capítulo dedicado a los animales con corazas nos sirve muy bien para com-
probar de qué manera utiliza sus fuentes, reproduciendo la descripción de Her-
nández del armadillo y el relato de Oviedo al respecto, incluyendo ilustraciones
de varios autores (Gesner y Clusius) mostrando que las diferencias se deben a que
se trata de especies distintas que se encuentran en diferentes lugares del Nuevo
Mundo (figura 6). La Historia de Nieremberg hizo disponible mucho material
acumulado por Hernández, aunque el jesuita utiliza de la misma manera fuentes
de muy diverso valor, como relatos de viajes, cronistas o textos médicos. La varie-
dad, bizarría y utilidad de los animales del Nuevo Mundo fue vista por Nierem-
berg como una expresión de la luz divina y un medio de contemplación. Era una
zoología llena de misticismo.
En su obra, podemos ver la influencia de la teratoscopia, la disciplina que abor-
daba los monstruos y los prodigios por su relación con lo divino, lo futuro y el
curso de la historia, tal como habían hecho Peucer, Lycostenes, o Ambroise Paré.
Por otro lado, también se deja llevar por la taumatografía, una aproximación ve-
nida desde la historia natural y la medicina, que pretendía observar, describir y
clasificar los fenómenos inusuales, representada por Jan Jonston, Schott y Am-
brosio Liceti, y que era más habitual en la época de Nieremberg, reemplazando la
hermenéutica metafísica por el acercamiento anatómico y fisiológico. Estas dos
aproximaciones las combina en su estudio de la naturaleza americana, aportando
una información abundantísima, en la que trata de cuadrúpedos, pájaros, peces,
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 106
reptiles, insectos, plantas y minerales, abordados a veces con simples notas des-
criptivas, y en otras ocasiones con mayor cantidad de información. Todos sus datos
proceden del mundo impreso, y Nieremberg desplaza al Nuevo Mundo el reper-
torio de la zoología fantástica, especulando con la posibilidad de que el cóndor
sea el grifo, en tanto el manatí y el ajolote le sirven para hablar de los tritones. Su
explicación del origen de la fauna americana es absolutamente preternatural, ya
que sus criaturas fueron transportadas al arca de Noé y devueltas al mismo por
medio de ángeles guardianes, por cuanto Dios había dispuesto que cada especie
fuese protegida de esta forma.
Pero este magno esfuerzo de recopilación informativa tenía un punto débil,
muy bien puesto de relieve por Marcaida: el libro de Nieremberg, a pesar de estar
basado en los materiales hernandinos originales, no podía considerarse una pu-
blicación importante porque no presentaba imágenes originales. Historia naturae
incluye setenta imágenes, todas ellas xilografías. Según su recuento, veintiséis son
de animales cuadrúpedos, dieciocho de pájaros, siete de animales acuáticos, cuatro
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 107
27 Andrés I. Prieto, Missionary Scientists. Jesuit Science in Spanish South-America 1570-1810, Vanderbilt UP, 2011.
28 Sobre Acosta, Enrique Álvarez López, «La filosofía natural del padre Acosta», Revista de Indias, 4, 1943; Clau-
dio M. Burgaleta, José de Acosta. His life and thought, University of Chicago Press, 1999; Theodore Hornberger,
«Acosta´s Historia natural y moral de las Indias. A Guide to the source and the growth of the American Scien-
tific Tradition», Studies in English, Austin, University of Texas, 1939; Edmundo O’Gorman, Cuatro historiadores
de Indias, México, 1972; Andrés I. Prieto, Missionary scientists: Jesuit science in Spanish South Ameriva 1570-
1810. Edición reciente a cargo de José Alcina Franch (Madrid, Historia 16, 1987).
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 109
rificación del autor de la misma. Uno de los problemas que se plantea es cómo los
seres humanos y los animales alcanzaron el Nuevo Mundo, ya que es impensable
la existencia de una segunda arca de Noé. Debieron haber llegado por tierra des-
pués del diluvio, afirmando la existencia de una conexión terrestre entre el Nuevo
y el Viejo Mundo. Divide a los animales en tres grupos, los llevados por los espa-
ñoles, los que existen tanto en Europa como en América, y los que solamente se
encuentran en las Indias. Critica la opinión de que estos últimos se diferencian
accidentalmente, y no esencialmente, de sus homólogos del Viejo Mundo, afir-
mando la originalidad de la fauna americana, siendo muy reacio a identificar los
animales indianos con los descritos por Plinio. Sus breves relatos sobre los animales
americanos parecen proceder de sus experiencias de primera mano, haciendo alu-
sión a sus propias observaciones. Se extiende mucho sobre la utilización de los ani-
males por los indios o los españoles, prestando una particular atención a los
famosos trabajos en plumas de los aztecas. Describe la utilización del guano como
fertilizante, las cacerías de vicuñas citadas por Cieza o Garcilaso, y dedica un ca-
pítulo entero a la piedra bezoar que se encuentra en el estómago de los guanacos.
Si la obra de Oviedo había sido concebida como un catálogo de especies a la ma-
nera de Plinio, Acosta trata a los animales en relación a una serie de problemas fi-
losóficos, siendo el principal de ellos el origen y las causas de la especificidad de
los animales indianos. Construye su discurso en términos de la filosofía natural
aristotélica y no de la historia natural, manteniendo su discurso una cierta distancia
respecto a la visión del mundo proporcionada por la teología, como revela su fuerte
polémica contra la tradición patrística y las opiniones cosmológicas agustinianas.
La experiencia es el origen de todo conocimiento cierto para nuestro autor, en
lo cual no es un aristotélico desleal, y es por eso que adopta hacia Platón actitudes
muy despegadas, e incluso irónicas y hasta sarcásticas, como en su explicación del
mito de la Atlántida. Acosta es partidario decidido de valorar por encima de todo
las experiencias precisas, algunas de las cuales ha llevado a cabo él mismo. Expe-
rimentó muchas veces, tanto en temas de historia natural como moral, casi siem-
pre con resultados estratégicos: con los eclipses de sol en Perú y España para saber
la diferencia horaria; con los cientos de minerales, plantas y animales de que se
ocupa su historia. Experimentó con los tipos de arquitectura y puentes, midiendo
algunos monumentos indianos (Tiaguanaco, Sacsahuaman, Desaguadero...), con
las formas de pesca o navegación, con los modos de extraer plata y perlas, etc., y
de modo especial con los modos de escritura: con la escritura china (en México)
y japonesa (en El Escorial), la mexicana, la peruana, etc. Su historia indiana, como
los libros de viaje y el género de las historias naturales y morales, está llena de con-
fidencias personales29.
29 Fermín del Pino Díaz, «La historia natural americana como campo metafórico. A propósito de la ciencia jesuita
temprana, en estudios recientes», Dialogía: revista de linguística, literatura y cultura, 3, 2008, pp. 213-244.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 110
La obra de Acosta inauguraría una serie de textos jesuitas, como los de Alonso
de Ovalle (Histórica relación del reino de Chile, 1646), Bernabé Cobo (Historia del
Nuevo Mundo, 1653), o Diego de Rosales (Historia general del reino de Chile, ca.
1673). Todos ellos se apoyaron en las historias naturales escritas por sus predece-
sores y contemporáneos no jesuitas, pero también reflejan las continuidades y
transformaciones experimentadas por las aproximaciones jesuitas a la descripción
y el estudio e la naturaleza sudamericana durante los doscientos años de la pre-
sencia de la Compañía en el continente. Puesto que muchos de los jesuitas fueron
reclutados entre los criollos, ello provocaría un fuerte tinte patriótico en las his-
torias naturales generales y locales, y el creciente número de las mismas sería una
consecuencia del desarrollo institucional de la Compañía en tierras sudamericanas
a lo largo del siglo xVII. Aunque la obra de Acosta fue muy alabada, su modelo no
lo fue tanto, por lo que muchos decidieron centrarse en una región concreta y no
en todo el continente: Cobo se centraría casi exclusivamente en Chile, y no pre-
tende tanto mostrar la unidad fundamental del mundo como Acosta, sino reflejar
las diferencias entre Europa y América. En Ovalle y Rosales encontramos una
construcción narrativa de la superioridad del clima y la fauna chilenas sobre las
europeas. El primero focalizaría su discurso en lo maravilloso y en lo inusual, re-
cordando el árbol que se asemeja a Cristo en la cruz, o la aparición de monstruos
tras una erupción volcánica en las tierras mapuches. Ovalle entendía estas mara-
villas como el deseo divino de convertir a los mapuches. Rosales, por el contrario,
enfatizaba más la generosidad de la naturaleza chilena que sus maravillas, alu-
diendo así a la riqueza de sus tierras, la altura de los Andes y sus riquezas minerales,
reflejando todo ello el favor divino, a la vez que enfatizaba el carácter endémico
de la fauna y de sus plantas medicinales. Anticipándose a las críticas jesuitas contra
Cornelis de Pauw, desarrolladas por González de Molina, Ovalle presentaba una
encendida defensa de la naturaleza chilena30. Las noticias zoológicas recogidas por
Ovalle las encontramos en el libro primero de su obra, dedicando el capítulo xVII
a los peces, el xVIII y xIx a las aves, y el xxI a los animales y piedras bezoares, pre-
sentes, según el autor, en los guanacos mas viejos, aludiendo, como no podía ser
menos, a sus propiedades curativas31.
Bernabé Cobo (1580-1657)32, autor de una Historia del Nuevo Mundo que no
fue publicada hasta finales del siglo xIx, supone el último intento de hacer una
historia global del continente. Cobo pasó casi toda su vida en Perú, y en su obra
dedica 55 capítulos a los animales acuáticos, 59 a las aves y 71 a los terrestres, ma-
nifestando un gran criticismo hacia los autores clásicos, a los que considera en
muchas ocasiones más un estorbo que una ayuda, por lo que ha de prescindir de
la tradición grecolatina y confiar en su capacidad para crear descripciones origi-
nales, esfuerzo que sería reconocido por los botánicos españoles del siglo xIx, que
vieron en Cobo un antecedente de su tradición científica. Lo que solemos encon-
trar en su obra es una perspectiva descriptiva y utilitaria, con algunos toques et-
nográficos al referirse a la forma de cazarlos, si bien en ciertas ocasiones no se
resiste a dar a estos animales un toque más humanizador: el quirquincha o arma-
dillo es «cauteloso y astuto» (p. 361), el zahíno o pecarí «animoso y feroz como
un león» (p. 364), el perico ligero o perezoso «inútil y feo». Pero predomina el
tratamiento meramente descriptivo:
Del oso hormiguero. Han puesto este nombre los españoles a cierto animal
que se mantiene de hormigas, muy semejante en la grandeza y disposición al
oso. Es pues el oso hormiguero pardo y lanudo, con el pelo áspero como cerdas
de puerco, con uñas largas de un jeme, y muy agudas, el hocico largo de un
codo y muy delgado, la boca pequeña y redonda, la lengua larga dos palmos y
tan delgada como almarfada, y la cola ancha y tan larga como la de un caballo
[...] dio la naturaleza particular instinto a este animal para alcanzar su sustento,
y es que se va a los hormigueros que los hay en esta tierra muy grandes [...]
saca su crecida lengua en la cual cargan de golpe con su natural codicia las hor-
migas la vuelve luego a sacar y hace olo mismo hasta que satisface su hambre33.
33 Bernabé Cobo, Obras del P. Bernabé Cobo. Historia del Nuevo Mundo, edición de Francisco Mateos, Madrid,
Atlas, 1964, tomo 1, BAE, vol. 91, p. 372.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 112
34 «Descripción del reino del Perú por el padre Bernabé Cobo», Anales de Ciencias Naturales, 20, 1804.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 113
35 Antonio Lafuente y Leoncio López Ocon, «Tradiciones científicas y expediciones ilustradas en la América
Hispana del siglo XVIII»; Antonio Lafuente, Las dos orillas de la ciencia. La traza pública e imperial de la Ilustración
española, Madrid, Marcial Pons, 2013.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 114
[...] la danta, o como otros quieren anta, a quien en Europa llaman la Gran bestia
[...] es animal bien extraño, que siendo de una especie es semejante a muchas, o
un monstruo natural compuesto de varias especies. Es del tamaño de un borrico,
el pelo castaño y largo, la cabeza de jumento, las orejas de mula, los labios de be-
cerro, y también las uñas [...] la piel seca al sol, es de extraña dureza... su carne
cocida es suave al gusto, como dicen los que la han probado, aunque por acá solo
la comen infieles [...] cázanla a flechazos, o sino con trampas, que le arman36.
36 Pedro Lozano, Descripción chorographica del terreno, rios, árboles, y animales de las dilatadísimas provincias
del Gran Chaco, Córdoba, Colegio de la Asunción, 1733, p. 39. Vid. Fermín del Pino y Carlos Lázaro Ávila, Des-
cubrimiento o invención entre el Nuevo Mundo y el Viejo, Madrid, CSIC, 1995, pp. 115ss, Carlos Vítar Muksdi,
Guerra y misiones en la frontera del Tucumán 1700-1767, Madrid, CSIC, 1997.
37 Joseph Gumilla, El Orinoco ilustrado y defendido. Historia natural, civil y geográfica de este gran río y de sus
caudalosas vertientes, 2 tomos, Madrid, Manuel Fernández, 1745. Sobre la producción relacionada con el Ori-
noco, Carlos Rojas Cocoma, «El Orinoco y la ciencia emocional en las imágenes del siglo XVIII», VII Encuentro
Internacional del Barroco, Arica, Chile, 2013.
38 Joseph Gumilla, Historia natural, civil y geográfica de las naciones situadas en las riberas del río Orinoco, 2
tomos, Barcelona, Imprenta de Carlos Gibert y Tutó, 1791.
39 Christian Fausto Moraes dos Santos, et al., «Um Eden hostil: a fauna aquática da América portuguesa e a cons-
truçao de saberes sobre o mundo natural no século XVI», Delaware Review of Latin American Studies, 14, 1, 2013.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 115
gero porque la mayor jornada de todo un día será un cuarto de legua, para levanta
runa mano gasta tanto tiempo que se puede rezar un credo despacio, de día duerme
y de noche en las selvas no deja dormir»40. Dedica asimismo mucha importancia a
los insectos y alimañas, ya que éstos suponían la mayor molestia para los europeos
que recorrían aquellos territorios, y se hacía por ende necesario recopilar la mayor
cantidad de información posible al respecto. Así, se explaya sobre los mosquitos, las
temibles niguas, y las hormigas. Sus descripciones prescinden de cualquier elemento
de carácter moralizante, salvando el caso de los caimanes, considerados:
[...] estos son unos ordinarios, del tamaño de los que se ven en España, otros tan
grandes, que de punta a punta de sus alas tienen tres tercias: unos y otros gastan
la noche buscando a quien chupar la sangre: los que por no tener otra forma
duermen en el suelo, si no se tapan de pies a cabeza, cosa ardua en tierra de tanto
calor, los tales seguramente son heridos de dichos murciélagos; y también los que
duermen en camas sin toldillo, o sin mosquitero, auque no quede sin tapar sino
la frente, allí se muerden, y si por desgracia pican una vena como acontece, el
sueño pasa a ser muerte verdadera, desangrándose el cuerpo, sin sentirlo el dor-
mido, tanta es la suavidad con que clava el diente41.
40 Joseph Gumilla, El Orinoco, tomo 1, p. 298.
41 Joseph Gumilla, El Orinoco, tomo 2, p. 223.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 116
42 Buffon, Historia natural general y particular, traducida por Joseph Clavijo y Faxardo, tomo 12, Madrid, Im-
prenta de la viuda de Ibarra, 1793.
43 Margaret R. Ewalt, Peripheral wonders: nature, knowledge and enlightenment in the eighteenth century
Orinoco, Associated University Presse, 2008. También, «Father Gumilla, Crocodile Hunter? The Function of
Wonder in El Orinoco Ilustrado», Luis Millones y Domingo Ledezma (eds.), El saber de los jesuitas.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 117
[...] no procreaban allí los animales de otros climas y así las gallinas, que se in-
troducían de Panamá o Cartagena, se esterilizaban luego que llegaban allí, y
no ponían huevos y hoy sucede todavía, que la carne de vaca que se consume
se llea de Panamá en pie, y a poco tiempo de estad, se enflaquece tanto que no
se puede comer [...] tampoco se ven crías de caballos, o burros, y todo esto
confirma la opinión de aque aquel temple es contrario para la generación de
criaturas de otros temperamentos benignos45.
Pero el gran debate sería inaugurado por la Historia natural de Buffon, que
había señalado que las criaturas americanas eran menos activas, variadas y vigorosas
que las del Viejo Mundo. De este modo, los leones del nuevo no serían de ninguna
manera el mismo rey de los animales conocido en el viejo. No hay elefantes en
América, y no se encuentra ningún animal similar, el único que se le podría com-
parar lejanamente es el tapir brasileño, cuyo tamaño es el de una mula pequeña.
Tampoco hay jirafas, camellos, hipopótamos ni rinocerontes en América, y sus
bestias más grandes serían más pequeñas que las europeas. Tal como lo presenta
Gerbi46, la obra de Buffon es una clara afirmación del eurocentrismo en las ciencias
de la naturaleza. Estos puntos de vista sería popularizados por el prusiano De
Pauw en su Récherches Philosophiques sur les Américains (1771), en la que conside-
raba a los animales americanos monstruosos, poniendo como ejemplos al tapir y
44 Silvia Navia Méndez-Bonito, «Las historias naturales de Francisco Javier Clavijero, Juan Ignacio de molina
y Juan de Velasco», El saber de los jesuitas; WILLINGHAM, Hielen, «Locating Utopia: Promise and Patria in Juan de
Velasco´s Historia del reino de Quito», Ibidem.
45 Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Relación Histórica del Viaje a la América meridional, Primera parte, tomo 1,
p.127.
46 Antonello Gerbi, La disputa del Nuevo Mundo. Historia de una polémica, 1750-1900, México, Fondo de Cultura
Económica, 2ª ed. corregida y aumentada, 1982.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 118
al oso hormiguero. En el clima americano los animales pierden la cola, los perros
no ladran, la carne de vaca se deteriora y los órganos sexuales de los camellos sen-
cillamente dejan de funcionar47.
El talante de las historias de Molina, Clavijero y Velasco es muy diferente. El
primero es un verdadero naturalista, y para él son importantes la formalidad, el
protocolo y el razonamiento científico, siendo relevantes la autoridad que se deriva
de la observación empírica directa y los estudios realizados por personas fiables.
Respeta a los antiamericanistas, los usa como autoridad y razona los fundamentos
de su desacuerdo con ellos. En este sentido es muy revelador el uso que realiza de
las nomenclaturas europeas, basadas en el sistema binomial de Linneo:
He acomodado todos estos seres y cosas a los géneros establecidos por el célebre
caballero Linneo, y cuando ha sido del caso he formado otros nuevos siguiendo
su método, pero he tenido por conveniente no adoptar su modo de distribuir-
los, pareciéndome poco adaptable a la naturaleza de esta obra, bien que para
reparar esta falta he puesto al fin un catálogo en el cual se encontrarán todos
los seres y cosas colocados por las clases y por los órdenes de aquel gran natu-
ralista [...] he seguido los pasos del naturalista sueco no porque esté yo persua-
dido de que su sistema sea superior a todos los otros, sino porque veo que en
el (xI) día el más generalmente seguido, pues a pesar de la grande estimación
que profeso a su sabiduría, no puedo dejar de decir que me desagrada en mu-
chos puntos muy esenciales su ingeniosísima nomenclatura, y que con mayor
gusto habría seguido a Brisson en la zoología porque me parecen más fáciles y
más acomodados a la inteligencia común48.
47 Mauricio Nieto Olarte, Orden natural y orden social: ciencia y polítia en el Semanario del Nuevo Reino de Gra-
nada (1808-1810), Madrid, CSIC, 2007, pp. 202ss.
48 Juan Ignacio Molina, Compendio de la Historia Geográfica, Natural y Civil del Reino de Chile escrita en italiano
por... primera parte que abraza la Historia Geográfica y Natural, traducida por Domingo Joseph de Mendoza,
Madrid, Antonio de Sancha, 1788, pp. XI-XII.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 119
inmenso continente, y de aquí proceden los ciervos pequeños, los jabalíes pe-
queños, los osos pequeños, que se alegan y citan a favor de aquellos sistemas,
y los cuales no convienen con la especie a que se supone que pertenecen nada
mas que en el nombre abusivo que les pusieron [...] son poquísimas en la Amé-
rica meridional las especies de cuadrúpedos que se pueden llamar verdadera-
mente unas mismas con las que vemos en el antiguo hemisferio, y cuyos
individuos, o bien conservan la misma estatura, o bien la han aumentado con su
perenne propagación y continuo vivir en un clima tan favorable (pp. 303-304).
El reino de Chile es uno de los mejores países de toda la América, pues la belleza
de su cielo, y la constante benignidad de su clima, que parece que se han puesto
de acuerdo con la fecundidad y riqueza de su terreno, le hacen una mansión tan
agradable, que no tiene que envidiar ningún dote natural de cuantos poseen las
más felices regiones de nuestro globo [...] los perros, los gatos y los demás ani-
males no están expuestos a padecer rabia, y gozan del mismo privilegio que es
común a toda la América meridional [...] no se encuentran víboras ni serpientes,
osos, lobos ni tigres, ni otra alguna especie de animal venenoso o dañoso, ni hay
más culebras que una especie de la Esculapio, que no tiene veneno [...] los leones,
que habitan los bosques más apartados y más espesos, son cobardes, y diferentes
de los leones guedejudos de Africa, de manera que no solamente no se ha atre-
vido jamás a hacer frente al hombre, sino que huyen de todos los lugares que
éste frecuenta, y así se puede estar sin cuidado, y echarse a dormir en cualquier
sitio del campo, y aún en lo más espeso de un monte (pp. 25, 40-41).
49 Francisco J. Clavigero, Historia antigua de México y de su conquista, sacada de los mejores historiadores espa-
ñoles, y de los manuscritos y pinturas antiguas, traducida del italiano por D. Joaquín de Mora, tomo 1, México,
Imprenta de Lara, 1844, p. IX.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 120
masiada confianza en los informes que recogió. Dice en efecto que cuando este
animal se apodera de alguna presa la cubre con hojas y sube a un árbol inme-
diato y con sus aullidos convida a otras fieras a que coman de ella, y él come
lo que éstas han dejado por ser tan enérgico el veneno de su lengua que infi-
cionaría con él, la presa y morirían todas las otras fieras que de ella comiesen
después. Todavía se oye esta fábula en boca de las gentes del vulgo (p. 27).
Al final incluye una serie de disertaciones para refutar las ideas antiamericanas,
a la vez que muestra como el mismo razonamiento que se emplea en detrimento
de América puede utilizarse para Europa. Para explicar el origen de los animales,
acude a la hipótesis de la unión de los continentes.
Velasco incluye muchos elementos fabulosos, faltándole rigor científico, aun-
que advierte que él no es un naturalista, siendo muy reveladora su descripción del
runavici mama:
50 Juan de Velasco, Historia del reino de Quito en la América meridional, tomo I, parte I que contiene la Historia
natural. Año de 1789, Quito, Imprenta del Gobierno, 1844, pp. 112ss.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 122
[...] debe ser la sirena de algunos mares, es el mayor espanto y horror para in-
dianos de Maynas, la muy rara vez que se ve. No creen que sea peje natural,
sino mujer de especie humana, convertida en media serpiente por algún castigo.
Por esto el indiano que la ve, se pone en peligro de morir del susto y espanto.
Es la estatura humana, con la cara muy fea, y lo demás perfectísimo hasta más
debajo de la cintura desde donde se sigue la figura de peje. Se vale de las manos
para subir sobre las peñas que sobresalen en los rios para calentarse al sol. Es vi-
vípara y tiene la leche en los pechos del mismo modo que una mujer (p. 128).
ción de sus pies que es muy difícil arrancarlas, y si no se logra pronto forma
una llaga semejante a la de la nigua (p. 44).
[...] sin moverse del mundo antiguo han querido hacer la más triste anatomía
del Nuevo. La elocuencia y el engañoso esplendor con que escriben aquellos
celebres literatos, han llegado a deslumbrar varios ingenios para que suscriban
tanto más incautos cuanto más ciegos, sus desviados sistemas (p. III).
Los lectores a cuya noticia hayan llegado las Investigaciones filosóficas sobre
los americanos escritas por Mr. Paw se maravillarán de ver describir un país de
la América muy distintamente de cómo este autor quiere hacer creer que sean
todas las partes de aquel gran continente [...] Paw no sólo no ha visto nada de
lo que escribe y divulga, peor ni aun ha querido verlo en los autores que dice
haber leído para formar su obra [...] deslumbrado de las consecuencias del sis-
tema ideal que se propuso seguir por motivos fáciles de adivinar, lleva las cosas
a tal extremo, que su obra queda en la clase de una inverosímil novela [...] Paw
ha escrito de las Américas y de sus habitantes con la misma libertad que pudiera
haber escrito de la luna y de los Selenitas, pero quiere su desgracia que la Amé-
rica no diste tanto de nosotros como la luna, y así muchos sabios europeos que
han estado en aquellas regiones y que han visto lo que son con sus propios ojos,
afirman lo contrario de lo que afirma Paw (pp. xIV-xVII).
[...] así me admiro de que a pesar del testimonio de todos los viajeros pretenda
todavía Mr. De Buffon en sus épocas de la naturaleza que los mares australes
no sean a propósito para la producción de las ballenas [...] este hombre grande,
que a veces se deja llevar demasiado de sus favoritos sistemas, podía acordarse
a lo menos de la monstruosa corpulencia de los falsos leones marinos de las
Islas de Juan Fernández, que él mismo describe (p. 255).
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 124
El creciente poder imperial de las metrópolis europeas a lo largo del siglo xVIII es-
tuvo acompañado del incremento del desarrollo científico, y ambos son fenóme-
nos muy estrechamente relacionados entre sí52. Se ha señalado en repetidas
ocasiones cómo la botánica fue la privilegiada de esta carrera por el poder imperial,
convirtiéndose en la gran ciencia y el gran negocio, convirtiéndose en una activi-
dad muy sensible para las ambiciones nacionales y comerciales europeas. Desde
los primeros viajes de descubrimiento, los naturalistas se fijaron en las plantas
aprovechables para sus reyes y sus naciones, tanto las costosas especias como las
plantas medicinales, o artículos como el tabaco, el azúcar o el té, que jugaron un
papel preeminente en los viajes de los europeos. Al mismo tiempo, el aprovecha-
miento económico de las colonias dependía de la explotación, de la correcta iden-
tificación y del cultivo de plantas que pudieran resultar rentables53. Y todas estas
ideas dieron una justificación moral y política a la expansión colonial, ya que la
empresa colonial y las ciencias naturales están empapadas de los valores cristianos
donde los príncipes europeos aparecen como herederos de las responsabilidades
dadas a Adán por Dios de controlar la naturaleza y encontrar en ella los remedios
y alimentos para su reino. El imperio español, por ejemplo, era una monarquía
universal que tenía la misión mesiánica de evangelizar todo el mundo y esta em-
presa llevaba consigo una idea del conocimiento como apropiación del mundo54.
51 M. Juvenal de Carlencas, Ensayos para la historia de las ciencias y artes, traducción de Fray Pedro Rodríguez, tomo
1, Madrid, Imprenta de Antonio Marín, 1764, pp. 225-227. La obra original fue publicada en francés en 1757.
52 James Delbourgo y Nicholas Dew (eds.), Science and empire in the Atlantic World, Nueva York, Routledge, 2007.
53 Lucile H. Brockway, Science and Colonial Expansion. The Role of British Royal Botanical Gardens, Yale University
Press, 2002. Londa Schiebinger y Claudia Swan (eds.), Colonial Botany. Science, Commerce and Politics in the
Early Modern World, University of Penssylvania Press, 2005. Emma C. Spary, Utopia´s Garden: French Natural
History from Old Regime to Revolution, University of Chicago Press, 2000.
54 Elisa Sevilla, «Ciencias naturales e imperio», Mónica Mancero y Rafael Polo, Ciencia, política y poder. Debates
contemporáneos desde Ecuador, Quito, 2010.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 125
Durante casi dos décadas, los historiadores han estado explorando con una
creciente intensidad la conexión existente entre imperialismo y producción de co-
nocimiento, lo que ha enriquecido nuestra comprensión de las épocas moderna y
contemporánea y ha arrojado mucha luz sobre la relación existente entre el creci-
miento de la economía capitalista, la expansión colonial, la formación del estado
y el desarrollo de la moderna investigación científica, aunque nos falta una des-
cripción más comprensiva de las instituciones y de las técnicas del poder imperial.
La historia de Europa y de sus periferias coloniales en el siglo xVIII ha sido la
mayor beneficiaria de este desarrollo, y en este sentido la pareja conocimiento e
imperio ha supuesto un poderoso e influyente paradigma que junto con la historia
económica y comercial, la historia política de las rivalidades imperiales, y la historia
cultural e intelectual de la Ilustración, emplea métodos, instituciones y audiencias
de las ciencias naturales. La obra Green Imperialism: Colonial Expansion, Tropical
Island Edens and the Origins of Environmentalism 1600-1860 (Cambridge, 1995)
de Richard Grove, que se mueve a través de los espacios imperiales británico, ho-
landés y francés, demuestra que estos temas trascienden de la experiencia nacional.
Los estudios de Richard Drayton (Nature´s Government: Science, Imperial Britain
and the Improvement of the World, New Haven, 2000) y James E. McClellan (Co-
lonialism and Science: Saint Domingue in the Old Regime, Baltimore, 1992) trazan
los orígenes de las instituciones que actuaron como puntos de colección, experi-
mentación e intercambio tan cruciales para la empresa imperial científica.
Conocimiento e imperio trabajaron en estrecha relación en un campo en el que
la colección, la transmisión y la implementación de información útil se reforzaban
mutuamente. James McClellan y François Regourd («The Colonial Machine:
French Science and Colonization in the Ancien Régime», Osiris, xV, 2000) describen
lo que llaman «a colonial science bureaucracy» en Francia relacionada con la botánica,
la medicina y la cartografía que funcionó como una máquina propagando el poder
del estado y el control sobre la distante periferia colonial, en tanto que Londa Schie-
binger y Claudia Swam se refieren a un «European Colonial Science Complex» en su
obra Colonial Botany. Todos estos autores están de acuerdo en sostener que conoci-
miento e imperio significa una confluencia entre el estado y los actores privados, e
incluso cuando individuos e instituciones operaron fuera de la directa tutela estatal,
todas las partes contribuyeron al reforzamiento del espacio imperial.
La obtención de información acerca de las colonias fue una preocupación cons-
tante y provocó un espectacular aumento del conocimiento de lo exótico en los
imperios francés, holandés, británico e ibéricos. Los problemas de la administración
colonial francesa iluminan la situación general de los poderes europeos, donde el
tamaño de la burocracia colonial, el relativo desarrollo de la esfera pública, y la co-
ordinación produjeron resultados dispares. En los casos español y portugués, se
está empezando a descubrir una ingente masa de escritos producidos por los agentes
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 126
55 Un buen estado de la cuestión en Loïc Charles y Paul Cheney, «The Colonial Machine Dismantled: Know-
ledge and Empire in the French Atlantic», Past and Present, 219, 2013.
56 Sobre la política científica borbónica, Paula de Vos, «Research, Development, and Empire: State Support
of Science in the Later Spanish Empire», Colonial Latin American Review, 15, 1, 2006; F. González de Posada,
La ciencia en la España ilustrada, Madrid, Instituto de España, 2007; Antonio Lafuente y Nuria Valverde, Los
mundos de la ciencia en la Ilustración española, Madrid, Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología,
2003; Almudena del Rosal (ed.), Madrid ciencia y corte, Madrid, CSIC, 1999; M. Selles et al., Carlos III y la ciencia
de la Ilustración, Madrid, 1988; Jesusa Vega González, Ciencia arte e ilusión en la España ilustrada, Madrid, CSIC,
2010. Para el mundo colonial, Antonio Lafuente, «Enlightenment in an Imperial Context: Local Science in the
Late-Eighteenth-Century Hispanic World», Osiris, vol. 15, 2000.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 127
vieron su papel, como revelan los viajes de exploración del noroeste norteameri-
cano o de la costa patagona chilena. Y la propia actividad de la corona no era tam-
poco una creación ex nihilo, sino que remontaba sus precedentes al reinado de
Felipe II, como hemos visto con el caso de Francisco Hernández57.
Podríamos comenzar por el Viaje a la América meridional 58 redactado por Jorge
Juan y Antonio de Ulloa59, y las Noticias secretas de América60 escritas asimismo por
ambos, y que durante mucho tiempo fueran prohibidas por el gobierno español. Esta
no ofrece datos de interés desde el punto de vista zoológico, pero no así la primera
(aunque sin añadir nada no conocido), en la cual podemos encontrar, amén de in-
formaciones dispersas por toda la obra relativas a los tigres o jaguares (tomo 1, p.
134), pericos ligeros o perezosos (tomo 1, p. 135), iguanas (tomo 1, p. 166), caimanes
(tomo 1, p. 268), las gigantescas culebras del río Marañón, probablemente anacondas
(tomo 2, p. 537), las pulgas y chinches de Lima (tomo 3, p. 101), los lobos y leones
marinos de la isla de Juan Fernández (tomo 3, p. 287), o el bacalao de Terranova
(tomo 4, p. 529); capítulos enteros dedicados a los especimenes de aquellas tierras.
Así, tendríamos el referido a «los animales y aves domésticos, silvestres y feroces que
se crían en las campañas y montes de Cartagena y de las varias especies de reptiles y
sabandijas ponzoñosas propias de ellas» (Primera parte, tomo I, cap. VII) en la que
predominan los elementos descriptivos, destacando su referencia a los murciélagos
sangradores, que por la noche y aprovechando que puertas y ventanas están abiertas,
«entran en los dormitorios, y hallando descubierto el pie de alguna persona le van
picando sutilmente hasta encontrar alguna vena, entonces chupan la sangre, y luego
que han saciado con ella su apetito, se van dejando peremne la sangría [...] atribúyese
el no sentirse la picada, además del mucho tiento y sutileza con que la dan, a estar
haciendo viento con las alas, con cuya frescura viene a ser insensible el mal»61. No
será la única alimaña existente, por cuanto, con la finalidad de hacer hincapié en la
inclemente naturaleza tropical, dedica bastante información a ciempiés, alacranes,
mosquitos, niguas, y polillas de efectos tan destructivos «que al querer manejar las
57 Antonio Lafuente y Leoncio López Ocon, «Scientific Traditions and Enlightenment Expeditions in Eigh-
teenth-Century Spanish America», Juan José Saldaña (eds.), Science in Latin America: a history, University of
Texas Press, 2009. Trad. Esp. En Antonio Lafuente, Las dos orillas de la ciencia. La traza pública e imperial de la
Ilustración española, Madrid, Marcial Pons, 2013.
58 Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Relación histórica del viaje a la América meridional, 4 tomos, Madrid, Antonio
Marín, 1748.
59 Sobre la expedición de Jorge Juan y Antonio de Ulloa; Antonio Lafuente y Antonio Mazuecos, Los caballeros
del punto fijo: Ciencia, Política y Aventura en la Expedición Geodésica Hispanofrancesa al Virreinato del Perú en el
Siglo XVIII, Madrid, 1987; Emilio Soler Pascual, Viajes de Jorge Juan y Santacilla: ciencia y política en la España del
siglo XVIII, Barcelona, 2002, Nuria Valverde Pérez, Un mundo en equilibrio. Jorge Juan (1713-1773), Madrid, Marcial
Pons, 2012. Un contexto más amplio en Neil Safier, Measuring the New World: Enlightenment Science and South
America, Chicago UP, 2008.
60 Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Noticias secretas de América, Londres, Imprenta de R. Taylor, 1826.
61 Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Relación histórica, Primera parte, tomo 1, p. 81.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 128
telas quedan en las manos deshechas y reducidas a retazos cortos»62. Por su parte,
el dedicado a la fauna de los páramos (primera parte, tomo II, cap. VIII), contiene
informaciones relativas a la fauna andina, tales los venados, las llamas y algunas
aves, especialmente el cóndor. Llama la atención el capítulo siguiente, el Ix, de gran
interés etnográfico, por cuanto contiene cumplidas informaciones sobre las cacerías
de venados practicadas con caballos y perros. También aborda la fauna marina,
como cuando se dedica a describir la bahía de la Concepción (segunda parte, tomo
III, libro II, cap. VI), con sus peces, mariscos y conchas. El gran problema de la obra,
endémico en toda la producción española, es que su aparato gráfico, amén de re-
ducido, no destaca precisamente por su espectacularidad (figura 8).
62 Ibidem, p. 92.
63 Antonio de Ulloa, Noticias americanas, Madrid, Imprenta de don Francisco Manuel de Mena, 1772.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 129
64 Relación del último viage del estrecho de Magallanes de la fragata de S. M. Santa María de la Cabeza en los
años de 1785 y 1786, Madrid, Viuda de Ibarra, 1788, pp. 305ss.
65 Por citar algún ejemplo, Andrés Galera Gómez, La Ilustración Española y el conocimiento del Nuevo Mundo:
Las ciencias naturales en la expedición Malaspina (1789-1794): La labor científica de Antonio Pineda, Madrid, CSIC,
1988; Andrés Galera Gómez, Las corbetas del rey. El viaje alrededor del mundo de Alejandro Malaspina (1789-
1794), Bilbao, Fundación BBVA, 2010. Juan Pimentel Igea, La física de la monarquía. Ciencia y política en el pen-
samiento colonial de Alejandro Malaspina (1754-1810), Aranjuez, Doce Calles, 1998.
66 Virginia González Claverán, La expedición científica de Malaspina en Nueva España (1789-1794), México, El
Colegio de México, 1989.
67 Miguel Ángel Puig-Samper, «Illustrators of the New World. The image in the Spanish Cientific Expeditions
of the Enlightenment», Culture & History Digital Journal, 2, 2012; José Vericat, «Pictorical Encounters. Painters
and Paintings in Malaspina´s Expedition (1789-1794)», Philippe Despoix y Justus Fetscher (Hrsg.), Cross-Cul-
tural-Encounters-Interkulturelle Begenungen, Kassel University Press, 2004.
68 Andrés Kippis, Historia de la vida y viajes del capitán Jaime Cook, tomo primero, Madrid, en la Imprenta Real,
1795, p. 142.
69 Armando García González, Antonio Parra en la ciencia hispanoamericana del siglo XVIII, La Habana, Editorial
Academia, 1989.
70 Antonio Parra, Descripción de diferentes piezas de historia natural las más del ramo marítimo representadas
en setenta y cinco láminas, La Habana, Imprenta de la Capitanía General, 1787.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 130
colección. Acabaría por recibir una carta del director del Real Gabinete de Historia
Natural en la que este le alentaba a continuar con su empresa, llegando un mo-
mento en que el tamaño de su colección le animaría a darla a conocer por medio
de la imprenta. El gran obstáculo fue la falta de grabadores instruidos, debiendo
acudir a los servicios de su propio hijo para este menester. Finalmente, el tomo
acabó por ver la luz, estando dedicado, como buen y fiel vasallo que era su autor,
al propio Carlos III.
Su obra se centra, como su propio nombre indica, en los animales marinos,
con una buena representación de peces, aunque también encontramos a tortugas,
cangrejos, erizos, langostas, camarones y esponjas, con un cierto resabio del gusto
por lo monstruoso, a juzgar por la inclusión de un Negro con una hernia disforme71.
En vano buscaremos elementos legendarios o moralizantes, por cuanto se trata de
una historia natural absolutamente desencantada. Llama la atención, eso sí, la pre-
ocupación utilitaria del autor, obsesionado por mostrar si los animales mostrados
son comestibles o no, a la vez que la realización de algunos experimentos, como
el efectuado para comprobar si el tamboril (el pez globo) (figura 9) era o no ve-
nenoso:
71 Ibidem, p. 294.
72 Ibidem, pp. 43-44.
73 Carmen Alfageme Ortells, Félix de Azara, ingeniero y naturalista del siglo XVIII, Instituto de Estudios Altoara-
goneses, 1987.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 131
Figura 9. Pez globo. Antonio Parra, Descripción de diferentes piezas de historia natural, La Habana, 1787.
Tú has vivido en el grande mundo, y por tus elevados empleos, talento, obras
y virtudes, te has hecho recomendable en España y fuera de ella. Pero yo, sin
haber llegado a empleo visible, y sin ocasión de hacerme conocer de ti ni de
otro, he pasado los veinte mejores años de mi vida en el último rincón de la
tierra, olvidado aún de mis amigos, sin libros ni trato racional y viajando con-
tinuamente por desiertos y bosques inmensos y espantosos, comunicando úni-
74 Andrés Galera y Marcelo Frías, «Félix de Azara y Georges Lucien Leclerc: dos formas de iluminar la naturaleza
americana», Asclepio, XLVIII, 1, 1996. También Irina Podgorny, «De los sapos, culebras, tipógrafos e ingenieros.
La historia natural y la burocracia del saber en la América meridional (1790-1840)», Noé Jitrik (dir.), Historia
crítica de la literatura argentina. Una patria literaria, Buenos Aires, Emecñe, 2014. Aunque Azara también reci-
biría sus críticas. Helen Cowie, Conquering, p. 108.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 132
camente con las aves y las fieras. De éstas pues, he escrito la historia que te
envío y dedico. Al mismo tiempo que buscaba pájaros [...] no dejaba de des-
cribir los cuadrúpedos que podía haber con mi dinero y diligencias. Comencé
este trabajo dirigido por la meditación, sin estar impuesto de lo que otros hu-
biesen escrito, y con el fin de ocuparme con alguna utilidad. Gasté en estas ta-
reas los ratos que pude desde el año de 1780 al de 180175.
[...] he estado menos expuesto a caer en los errores que no han podido evitar
los que, por verlos vivos, no los han podido registrar, los que los han mirado
extenuados, pelados y puercos en jaulas y cadenas, y los que han buscado en
los gabinetes, donde, a pesar del cuidado, la injuria del tiempo ha de haber al-
terado mucho los colores, trocando lo negro en castaño, etc y ninguna piel, ni
el esqueleto más bien preparado, dan idea exacta de las formas y medidas76.
Apenas había puesto en el mejor estado que pude mis apuntamientos, recibí
orden del virrey para bajar del Paraguay a Buenos Aires, donde se me franqueó
una historia natural, escrita en francés por el célebre conde de Buffon, impresa
el año de 1775, con algunos tomos en castellano, traducidos de la misma por
75 Félix de Azara, Apuntamientos para la historia natural de los cuadrúpedos del Paraguay y Río de la Plata, tomo
primero, Madrid, en la Imprenta de la viuda de Ibarra, 1802, p. I. Su otra obra fundamental es Apuntamientos
para la Historia natural de los pasaros del Paraguay y Río de la Plata, 3 vols., Madrid, 1802-1805.
76 Ibidem, pp. I-II.
77 Ibidem, pp. III-IV.
78 Ibidem, p. IV.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 133
D. Josef Clavijo y Fajardo. Comencé a leer estos libros, creyendo serían los me-
jores del mundo, puyes la fama había publicado ya por todo el orbe, que su autor
era un talento original, y el mayor naturalista de su siglo y aun de los pasados.
No obstante esta preocupación, encontré que buena parte de lo que es histórico
se componía de noticias vulgares, falsas o equivocadas, que en lo general no se
daba idea exacta de las magnitudes, ni de las proporciones, que se reunían a veces
bestias diferentes, embrollándolas, que en ocasiones se multiplicaban las especies
y en fin, que era necesario indicar en mi obra las equivocaciones que se padecía.
Suspendí sin embargo por algún tiempo ese nuevo, odioso y difícil trabajo, juz-
gándole superior a mis luces, y pareciéndome que para desempeñarlo bien, era
preciso haber leído los autores de que se valió, y no los tengo, ni más conoci-
miento de sus obras que lo que se lee en las citas de Buffon. Mas al fin reflexio-
nando por otro lado la utilidad que resulta siempre de destruir errores, que el
tener las obras de dichos autores me sería casi imposible y que parece no tiene
España quien quiera hablar en la material, me detendré, y hice una crítica de la
mencionada obra, y de los autores que en ella se citan.
En este estado, y deseando saber si merecerían algún aprecio mis tareas, las
envié a mi hermano Don Josef Nicolás para que las hiciese ver por algún natura-
lista. En efecto dio a leer este tratado en parís a un profesor francés muy conocido
por sus talentos y por sus elevados empleos, llamado Mr. L. E. Moreau-Saint Méril,
el cual le tradujo y publicó en su idioma, sin que hubiesen podido tener lugar (por
haber legado tarde) mis encargos de que no se imprimiese hasta mi regreso de al-
gunos viajes que iba a emprender. Estos viajes con sus demoras duraron más de
cinco años, y adquirió en ellos otros cuadrúpedos y noticias, logrando rectificar
algo las de los primeros. Tuve además oportunidad de leer la Historia natural del
citado señor conde de Buffon) [...] como no he leido otra obra que la de M. Buf-
fon, me he visto forzado a preferirle en mis criticas pero es bien fácil conocer, que
no son tanto contra él, como contra los viajeros y naturalistas, de quienes copió
los errores que impugno [...] Si se encuentra haber yo faltado en el modo al res-
pecto debido a tan ilustre personaje, suplico se atribuya al grande amor que tengo
a la verdad, sin poder sufrir que se la desquicie en nada, y a que escribí poseído de
tristeza, pareciéndome que jamás había de salir de entre fieras79.
Y esta crítica al autor francés se reflejará sobre todo en su postura sobre el debate
de la naturaleza del Nuevo Mundo, cuestionando las tesis de Buffon al respecto:
Concluiré este prologo diciendo que las bestias del nuevo continente pueblan
superficies mayores sin comparación que las del mundo antiguo. La razón es
porque habiendo en América pocos hombres, no han encontrado dificultad
79 Ibidem, pp. IV-VII.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 134
empresas. Así, Junia Furtado ha estudiado el caso del Brasil colonial, donde los
médicos portugueses jugaron un importante papel en el desarrollo de la medicina
tropical, llegando a hablar de un «empirismo colonial» basado en los intercambios
materiales y culturales entre los barberos y cirujanos lusobrasileños y los indígenas
y esclavos africanos que recolectaban plantas y drogas84. Daniela Bleichmar ha de-
mostrado cómo el imperio español es un mundo en el que encontramos múltiples
centros de producción del conocimiento, y en el que Madrid no era el único punto
de referencia85.
Pero la introducción de estas nuevas prácticas científicas procedentes de la me-
trópoli cuestionaba los saberes y los hábitos locales, muy firmemente arraigados
por otra parte. En la lejana Quito, por ejemplo, estos conocimientos estaban re-
presentados básicamente por los jesuitas, que ya habían puesto en práctica cono-
cimientos y técnicas científicas en los colegios urbanos y en las misiones
amazónicas, coleccionando plantas medicinales, observando y clasificando las cos-
tumbres y saberes indígenas, trazando mapas, realizando cálculos astronómicos y
dictando cursos sobre astronomía y física, estando asociado este conocimiento a
una especie de protonacionalismo que consideraba el reino de Quito una comu-
nidad política semiautónoma dentro de la universidad cristiana. Estos saberes ba-
rrocos entraron en contacto con la ciencia ilustrada europea por primera vez con
la llegada de la Misión Geodésica francesa, que provocaría la desautorización del
saber jesuita barroco y la pérdida de reputación de la lejana España entre los crio-
llos, ya que los enviados de la corona, Jorge Juan y Ulloa, no eran ni mucho menos
los protagonistas principales86.
Las tensiones se incrementarían con el tiempo, ya que para las autoridades im-
periales era cómodo implementar un programa de herborización y clasificación de
la flora americana (lo que podríamos aplicar también a la fauna), y ello, lógica-
mente, tenía sus consecuencias: obligaba a despreciar los conocimientos que no se
codificaran correctamente, así como también a defender que el conocimiento de
un fragmento territorial podía generalizarse a toda la comarca, a privilegiar una
forma de conocimiento basada en el dibujo de las plantas, a promover jerarquías
botánicas entre los recolectores, los herborizadores y los clasificadores que ningu-
neaban a los yerberos, y, en fin, toda una panoplia de estrategias que ignoraban la
importancia de los condicionamientos fitogeográficos y sociobotánicos, así como
los conocimientos de los nativos y la experiencia local. Ni el entorno, ni la gente,
84 Junia Ferreira Furtado, «Tropical Empiricism: Making Medical Knowledge in Colonial Brazil» en James Del-
bourgo y Nicholas Dew (eds.), Science and empire in the Atlantic World, Nueva York, Routledge, 2007.
85 Daniela Bleichmar, «Atlantic Competitions: Botany in the Eighteenth-Century Spanish Empire», en James
Delbourgo y Nicholas Dew (eds.), Science and empire in the Atlantic World, Nueva York, Routledge, 2007.
86 Carlos Espinosa y Elisa Sevilla, «Un diálogo cienífico tripartito: la Misión Geodésica, los jesuitas y los criollos»,
Carlos Espinosa y Georges Lomé, Ecuador y Francia: diálogos científicos y políticos, Quito, 2013.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 136
87 Antonio Lafuente, José de la Sota y Jaime Vilchis, «Dinámica imperial de la ciencia: los contextos metropo-
litano y colonial en la cultura española del siglo XVIII», Antonio Lafuente, Las dos orillas de la ciencia, p. 72.
88 Antonio Lafuente, «Los confines de la representación. Colonias y legos de la ciencia», Antonio Lafuente, et
alii, Las dos orillas de la ciencia. La traza pública e imperial de la Ilustración española, Madrid, Marcial Pons, 2013.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 137
Celestino Mutis es ejemplar al respecto. Mutis señalaba que las quinas de Nueva
Granada y Ecuador eran las mismas, el primero lo negaba. Ruiz basaba su criterio
en la distribución geográfica (los quinos novogranadinos crecían a una altura
menor, signo para él de su inferior calidad), Mutis en el entorno natural (en su
opinión, clima, suelo y vegetación eran los mismos). Sus argumentos serán recogi-
dos por sus sucesores, que crearán una ciencia nacional con una fuerte dimensión
política Los científicos que desde las colonias criticaron los sistemas de catalogación
europeos, debieron de enfrentarse ocasionalmente con la acusación de que al ha-
cerlo ponían en entredicho la voluntad y sabiduría del rey89.
Un autor tan clave como José Antonio Alzate manifestará la necesidad de crear
una ciencia que sirviera a los intereses mexicanos90, manifestando su perplejidad
ante la nueva ciencia de los peninsulares forjada según el modelo linneano. No
entendía que para hablar de una planta hubiera que soslayar cuanto se sabía sobre
su localización, entorno, época de floración o características de suelo, el problema
era que el sistema linneano era insensible a las circunstancias locales y temporales,
y los criollos no estaban de acuerdo con ello. Alzate lamenta el costo de los nuevos
instrumentos, la pérdida de tiempo que supone no poder herborizar más que en
tiempo de floración, la obscenidad del sistema sexual o la incompatibilidad con
los conocimientos y jerarquías locales. Era inquietante la escisión entre botánica
y materia médica, y se pretendía que lo taxonómico estuviera subordinado a lo
sensible, y lo sensible a su utilidad, por lo que el nombre de una planta no debía
ser la expresión de un orden lógico sino funcional91.
Incluirá en sus Gacetas de Literatura de México algunas noticias sobre diferentes
especies animales92, llamando la atención el interés que le suscitan las golondrinas,
a las que dedica diferentes trabajos entre 1788 y 179393, acompañadas de los co-
libríes, las avispas y las abejas, pero destacará sobre todo su respeto por una sabi-
duría local no siempre estimada por los naturalistas,94 aludiendo, en una noticia
relativa a los loros aparecida el 2 de enero de 1794, a lo que enseñan «las gentes
que nombramos rústicas. La experiencia los instruye, y los superficiales que no
han registrado sino uno u otro libro en o general vulgarísimo, se atreven a tratarlos
de ignorantes, rústicos» (Gacetas, II, 238). Más claramente, en las páginas dedica-
das al colibrí, critica la ciencia libresca elaborada en Europa, por cuanto, refirién-
dose a la entrada que la Enciclopedia metódica dedicara a este ave, nos muestra
¿De qué sirve tanto diccionario y tanto libro dirigido al fin de proporcionar
instrucción a los aplicados, si los más de los autores son unos meros copistas,
que escriben porque leyeron? [...] sus descripciones son superficiales. No se
habla nada de su modo de vivir ni de propagarse que es lo que importa a las
ciencias naturales, porque lo demás se consigue con facilidad registrando los
dibujos en los que se representan con exactitud (Gacetas, II, 25).
«Tropical Empiricism: Making Medical Knowledge in Colonial Brazil», en Science and Empire in the Atlantic
World, ed. James Delbourgo y Nicholas Dew (New York: Routledge, 2008), 127-51; Mauricio Nieto Olarte,
Orden natural y orden social. Ciencia y política en el Semanario del Nuevo Reyno de Granada (Madrid: CSIC, 2007).
95 Sophie Brockmann, «Retórica patriótica y redes de información científica en Centroamérica c. 1790-1810»,
Cuadernos de Historia Moderna, XI, 2012.
96 Jorge Cañizares Esguerra, «How Derivative was Humboldt? Microcosmic Narratives in Early Modern
Spanish Americna and the Other Origins of Humboldt´s Ecological Sensibilities», Nature, Empire and Nation.
Explorations of the History of Science in the Iberian World, Stanford University Press, 2007.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 139
una naciente identidad americana, que evidencia que la conciencia política de los
criollos empezó a cambiar hacia finales del siglo xVIII y comienzos del xIx.
En 1808 se inició en Santa Fe, bajo la dirección de Francisco José de Caldas,
la publicación del Semanario del Nuevo Reino de Granada. El periódico se ocupó
de temas como la geografía, el clima, la astronomía, la agricultura, la minería, la
educación, el comercio y la zoología. Lozano colaboró con el Semanario con las
siguientes obras: Memoria sobre las serpientes y plan de observaciones para aclarar la
historia natural de las que habitan en el Nuevo Reino de Granada, y para cerciorarse
de los verdaderos remedios capaces de favorecer a los que han sido mordidos por las ve-
nenosas; Fragmento de una obra titulada: Fauna cundinamarquesa, o descripción de
los animales del Nuevo Reyno de Granada, específicamente el aparte dedicado a El
Hombre (Homo Linn); la traducción de la Geografía de las plantas de Humboldt,
y por último la Idea de un instrumento llamado chromapicilo que manifiesta la de-
gradación de los colores.
La obra zoológica de Jorge Tadeo Lozano (1771-1816) se basó en la elabora-
ción de láminas que representaron a los animales y que se convirtieron en objeto
científico de estudio, con la posibilidad de movilizarse y de formar parte de gabi-
netes y colecciones de historia natural. Gran parte de las láminas que contienen a
los animales y a las diferentes razas fueron pintadas antes del escrito de Lozano.
Lozano inició la escritura de La Fauna Cundinamarquesa el 26 de diciembre de
1806, siendo su objetivo principal presentar una colección de láminas de los ani-
males de la antigua Cundinamarca. Sin embargo, el manuscrito original está in-
completo y las láminas de la fauna no se encuentran en él. Los animales que se
describen en la obra, empezando por El hombre, son la cotorra pechiblanca, la
falena, un caracol múrice y el runcho. En su relato científico el autor presentó y
describió cuidadosamente la fauna del Nuevo Mundo. Su trabajo consistió en la
identificación, descripción y clasificación de cada especie, porque consideró que
los cronistas de la Conquista y la Colonia habían hecho relatos que carecían de
juicio, llegando incluso a ser fantasiosos.
Este intento por construir un discurso científico sobre el Nuevo Mundo para
desmentir versiones exageradas sobre América por parte de Lozano y de otros crio-
llos se insertó dentro del debate que la naturaleza del Nuevo Mundo suscitó dentro
de determinados círculos europeos. La imagen del «Nuevo Mundo», recreada en
el discurso de Lozano y de otros criollos ilustrados, constituyó una forma de mostrar
la viabilidad del progreso en estos territorios. A través de un lenguaje y de unos
procedimientos propios de la cultura europea, el científico criollo elaboró un dis-
curso en el que reconoció a Europa como la cultura universal ideal y se hizo vocero
de esa ideología. Los criollos no abandonaron sus marcos de referencia europeos.
Siempre que Lozano describía una especie, acudía a la nomenclatura linneana
para encontrar ahí su referente. Sin embargo, su pretensión inicial de seguir a Lin-
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 140
97 María José Afanador Llach, «La obra de Jorge Tadeo Lozano: apuntes sobre la Ciencia Ilustrada y los inicios
del proceso de independencia», Historia Crítica, 34, Bogotá, 2007, pp. 8-31. El contexto cultural, en Mauricio
Nieto Olarte, Orden natural y orden social: ciencia y política en el Semanario del nuevo Reyno de Granada.
087-142 Capitulo 4_Maquetación 1 02/07/15 10:50 Página 142
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 143
Capítulo 5
Hacia una naturaleza desencantada
1 Valoraciones recientes en Peter Dear, La revolución científica. El conocimiento europeo y sus expectativas 1500-
1700, Madrid, Marcial Pons, 2007. Steven Shapin, La revolución científica. Una interpretación alternativa, Bar-
celona, Paidós, 2000.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 144
Cuando Descartes definió la filosofía natural como las cosas comunes de las que
todos han oído, se debía a su rechazo del arduo y laborioso trabajo de la filosofía
preternatural, ya que sería necesario recoger todas las piedras y plantas que vinieran
de las indias, haber visto al Ave Fénix y no pasar por alto ningún fenómeno ex-
traordinario de la naturaleza2.
Pero desde mediados del siglo xvii se va imponiendo un nuevo modelo, preo-
cupado por establecer regularidades (y si podían ser expresadas en términos ma-
temáticos, aún mejor) y no estudiar excepcionalidades. Y este nuevo modelo
conformaría una transformación de las tecnologías descriptivas. Ya se habían ocu-
pado de ello los jesuitas, una de cuyas tareas fundamentales consistió en hacer
frente al nuevo conjunto de datos empíricos que se habían obtenido artificial-
mente mediante el uso de instrumentos, como el telescopio y el barómetro, con
el fin de integrarlos en las concepciones aristotélicas. Utilizaron para ello una am-
plia gama de técnicas sociales y lingüísticas que les permitieran proveer a estas ex-
periencias particulares del aura de certeza, y estas técnicas incluyen la identificación
de testigos fiables, las declaraciones públicas de expertos y el uso de técnicas na-
rrativas que habían sido diseñadas para proporcionar a los enunciados empíricos
el aspecto de axiomas indudables3. Aunque los jesuitas debieron enfrentarse a va-
rios problemas de fondo, a saber, la unidireccionalidad de sus redes académicas,
el hecho de que nunca fueran completamente aceptados en la Europa protestante,
y la acusación de proselitismo que pesaba sobre ellos4.
Se le deberá a Robert Boyle, en su disputa con Hobbes sobre la bomba de vacío,
la formulación definitiva de los nuevos modos descriptivos, antecesores de esa Obje-
tividad tan cara a la ciencia decimonónica5. Sus investigaciones tuvieron como con-
secuencia la creación de un nuevo lenguaje que pretendía responder a preguntas que
siempre han sido de difícil contestación: ¿por qué consideramos que las cosas son
ciertas? ¿Cuales son los criterios que nos inducen a ello? Boyle logra ese cierre, es
decir, la transformación de creencias experienciales individuales en conocimiento pú-
blico compartido, mediante tres tecnologías disciplinares: material, social y literaria6.
2 Lorraine Daston, «Preternatural Philosophy», en Lorraine Daston (ed.), Biographies of Scientific Objects, University
of Chicago Press, 2000, pp. 15ss. También Javier Moscoso, «Historia y filosofía preternatural en el mundo mo-
derno», en Francisco Jarauta (ed.), El gabinete de las maravillas, Fundación Marcelino Botín, 2004, pp. 93-114.
3 Steven Shapin, La revolución científica, p. 122.
4 Noel Malcolm, «Private and Public Knowledge: Kircher, Esotericism and the Republic of Letters», en Paula
Findlen (ed.), Athanasius Kircher. The Last Man who knew everything, Nueva York, Routledge, 2004.
5 Lorraine Daston y Peter Galison, Objectivity, Nueva York, Zone Books, 2007. Lorraine Daston, «The empire of
observation 1600-1800», en Lorraine Daston y Elizabeth Lunbeck, Histoires of scientific observation, University
of Chicago Press, 2011.
6 Steven Shapin y Simon Schaffer, Leviathan and the air pump. Hobbes, Boyle and the experimental life, Princeton UP
1985, reed. 2011, trad. castellana Universidad Nacional de Quilmes (Argentina), 2005. También, Simon Schaffer,
«La filosofía natural de Defoe y los mundos del crédito», Trabajos de cristal. Ensayos de historia de la ciencia (1650-
1900), Madrid, Marcial Pons, 2011 y Steven Shapin, A social history of truth, University of Chicago Press, 1994.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 146
7 Jorge Cañizares Esguerra, Cómo escribir la historia del Nuevo Mundo, México, FCE, 2007; Juan Pimentel Igea,
«Impostores y testigos: verosimilitud y relaciones de viaje», Testigos del mundo. Ciencia, literatura y viajes en
la Ilustración, Madrid, Marcial Pons, 2003.
8 Sobre todo Steven Shapin, «The Philosopher and the Chicken», en Steven Shapin y Christopher Lawrence
(eds.), Science Incarnate. Historical Historical Embodiment of Natural Knowledge, Univesity of Chicago Press,
1998. También, Matthew L. Jones, The Good Life in the Scientific Revolution. Descartes, Pascal, Leibniz and the
Cultivation of Virtue, University of Chicago Press, 2008.
9 Steven Shapin, Never Pure, The John Hopkins University Press, 2010, pp. 49 y 50.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 147
11 Nuria Valverde Pérez, Actos de precisión. Instrumentos científicos, opinión pública y economía moral en la Ilus-
tración española, Madrid, CSIC, 2007, pp. 13ss.
12 Miguel Ángel de Asúa y Roger French, A New World of Animals.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 149
drúpedos, Ray rechaza los métodos de Gesner, Aldrovandi y Jonston. Para justi-
ficar haber escrito un nuevo libro de historia natural, señala que el volumen de
sus obras aterroriza al lector, que sus libros son caros, que muchas nuevas especies
se han descubierto, y que dispone a los animales conocidos in a more achurate
order. El orden natural era importante para Ray, que había contribuido con John
Wilkins en la busca de un lenguaje universal, pero igualmente importante fue la
exclusión de lo fabuloso y de lo incierto, incluyendo solamente sus propias des-
cripciones o las de sus fuentes más inmediatas. La estructura de aprendizaje del
Renacimiento, de colecciones textuales y comparaciones, se ha desvanecido. Ray
elige siempre la mejor fuente disponible, lo mismo que los autores del xviii. Él
no considera necesario acumular citas, por lo que excluye lo oído y los relatos de
segunda mano13.
La Royal Society muy pronto organizó una colección de objetos naturales, enri-
quecida en 1666 por la compra del gabinete de Robert Hubert. Muchos de sus miem-
bros seguían el programa baconiano de reforma del conocimiento, y el museo exhibía
un mono, tres armadillos, un caimán y distintas aves americanas. Edward Tyson
(1650-1708), miembro de la institución, envió varias contribuciones a las Philoso-
phical Transactions sobre la disección de varios animales, entre ellos un opposum y
un pecarí. Y estas pruebas no se limitaron solamente a las disecciones, ya que en las
Philosophical Transactions podemos encontrar, entre otros, trabajos como e Me-
thod Observed in Transfusing the Bloud out of One Animal into Another (1665), An
Account of Some Experiments of Injecting Liquors into the Veins of Animals, Lately
Made in Italy by Signior Fracassati Professor of Anatomy at Pisa (1666) o Some Ex-
periments Touching Animals, Made in the Air-Pump by the Persons Formerly Mentio-
ned, viz. Monsieur Hugens and M. Papin (1675).
En Francia, por su parte, la Académie des Sciences fundada por Colbert en 1666
también se dedicó a estos experimentos anatómicos, y en la edición de 1676 de las
Mémoires pour servir a l´histoire naturelle des animaux aparecía un coatí. Los anato-
mistas franceses también pusieron de relieve sus planteamientos epistemológicos,
distinguiendo dos tipos de historia, la general, y la especializada, que ellos llamaban
mémoires o comentarios, aludiendo a naturalistas como Belon, Piso y Markgraf que
no escribieron nada que no hubieran visto con sus propios ojos. El punto común de
todos estos autores es su actitud crítica, manteniendo que las cosas deben ser some-
tidas a la experiencia y a la observación. Redi experimentó con los animales, Ray y
Willughby los incorporaron en una nueva clasificación, Tyson los diseccionó. Los
animales fueron manipulados, categorizados, anatomizados. Ya no había ningún sig-
nificado mágico ni maravillas ocultas que descubrir14. Y acabarían convirtiéndose en
15 Sobre la experimentación con animales, Erica Fudge, Perceiving Animals, Humans and Beasts in Early Modern
English Culture, Urbana and Chicago: University of Illinois Press, 2002, cap. 4; Anita Guerrini, Experimenting
with human and animals : from Galen to animal rights, The John Hopkins University, 2003; Anita Guerrini, «Natu-
ral History, Natural Philosophy and Animals», en Matthew Senior, A cultural history of animals, vol. 4, Oxford,
Berg Publishers, 2007; Peter Harrison, «Reading vital signs: animals and the experimental philosophy», en
Erica Fudge (coord.), Renaissance Beasts. Of Animals, Humans, and Other Wonderful Creatures, Urbana and
Chicago: University of Illinois Press, 2004; Stefano Perfetti, «Philosophers and Animals in the Renaissance»,
en Bruce Boehrer, A cultural history of animals, vol. 3.
16 Juan Pimentel y José Ramón Marcaida, «La ciencia moderna en la cultura del Barroco», Revista de Occidente,
328, 2008, pp. 136-151.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 151
17 Paul J. Smith, «On toucans and hornbills», en Karl A. Enenke y Paul J. Smith, Early Modern Zoology, Brill,
2007.
18 Londa Schiebinger, «Why Mammals are Called Mammals: Gender Politics in the Eighteenth Century Na-
tural History», The American Historical Review, 98-2, 1993.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 152
19 Una introducción a su obra en Antonio Lafuente y Javier Moscoso, Georges-Louis Leclerc conde de Buffon
(1707-1788), Madrid, CSIC, 1999.
20 Emma C. Spary, Utopia’s Garden: French Natural History from Old Regime to Revolution, Chicago UP, 2000,
p. 26.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 153
conoce y aprecia a los humanos, se somete con el buen trato pero no con la fuerza,
sirve con celo, fidelidad e inteligencia, le gusta la compañía de sus semejantes, es
poderoso, prudente, moderado incluso en sus pasiones, constante en el amor, re-
conoce a sus amigos incluso cuando está furioso, ataca solamente cuando se le
agravia, recuerda tanto los favores como las injurias, es vegetariano, y amado y res-
petado por los demás animales porque no tienen motivo alguno para temerle. Fi-
nalmente, su modestia excede a la de los humanos, y en la escala moral su opuesto
es el sanguinario tigre. Estas valoraciones no se alejan mucho de las que encontra-
mos en las obras zoológicas renacentistas, por cuanto aparecen modelos de con-
ducta para el lector, estereotipos, y tradiciones folklóricas que organizan los
animales por parejas opuestas, una creada por Dios, y la otra por el demonio 275.
No se puede entender la obra buffoniana sin comprender la teoría de una des-
cripción que no se beneficia en el siglo xviii de una imagen favorable, y tiene la
reputación, derivada de la novela galante, de una inutilidad enojosa. Esta concep-
ción desfavorable es reflejada aún por el abate Mallet en la Enciclopedia, conside-
rando la descripción como una definición imperfecta y poco exacta, intentando
conocer una cosa por algunas propiedades y circunstancias que le son particulares,
suficientes para dar una idea y distinguirla de otras, pero que no desarrolla ni su
naturaleza ni su esencia. Una descripción es la enumeración de los atributos de
una cosa, de varios de sus accidentes, por lo que es inferior a la definición. Es en
este contexto poco propicio donde se desarrolla la descripción en la historia natural
y la promoción de esta figura literaria. El siglo xviii fue el momento en el que se
origina una subdivisión de los puntos descriptivos. Y no se puede comprender el
sentido de esta división sin entender la relación entre el texto y la imagen en la
historia natural. Si para Réaumur la imagen es un mero auxiliar de la descripción,
porque transmite simultáneamente información de la misma naturaleza, siendo
seguido en sus afirmaciones por Perrault o Brisson; otros, como Adanson la con-
sideran un discurso científico serio, añadiendo que las descripciones deben ser
cortas y versar sobre aquellos aspectos que el dibujo no puede reflejar, como la
sustancia, la solidez, el suelo o el clima. Sea como fuere, uno de los méritos de la
historia natural dieciochesca fue la de promocionar l´objet moyen, por cuanto la
descripción no se interesa por la excepcionalidad sino por lo corriente, si bien esta
promoción de la mediocridad habrá de pactar algunas veces con los prejuicios es-
téticos tradicionales. La descripción habrá de fundamentarse además en un orden,
siendo el más importante el de la misma obra: ¿qué animal hay que describir pri-
mero? Puede ser por orden aleatorio, a medida que la ocasión se presenta (Pe-
21 Louise E. Robbins, Elephant slaves and pampered parrots. Exotic animals in Eighteenth Century Paris, The John
Hopkins University Press, 2002. También, M. Levacher, «Les lieux communes dans l' Histoire naturelle de Buf-
fon», Dixhuitieme siecle, 2010. Sobre la popularidad de la historia natural en la Francia dieciochesca, Michael
R. Lynn, Popular Science and Public Opinión in Eighteenth Century France, Manchester UP, 2006.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 154
Pasando ahora a estudios menos difíciles y de mayor agrado, cuales son los que se
comprenden bajo el nombre de historia natural, veremos a los dos siglos anteriores
trabajar con ardor, reunir observaciones muy importantes, producir hombres muy
grandes como son un Aldrovando, un Gessner, un Swamerdam, un Beccher, un
Redi y un Jonson, pero hasta el xviii no llega a formar un cuerpo completo de doc-
trina, ni a ser una verdadera ciencia. Tales han sido sus adelantamientos en nuestros
tiempos, tan inmenso el camino que ha andado en nuestros días, que sobrepuja a
cuanto habían hecho en los siglos anteriores [...] no solo miraremos a Linneo como
padre de la botánica, sino también de la historia natural, pues en sus inmortales
obras formó un sistema completo y arreglado que abarca toda la naturaleza, y son
el cual el estudio de sus inmensas producciones nunca será más que confusión [...]
el naturalista francés rivaliza en gloria con el sueco, y le aventaja en nombradía,
aunque por distinto camino los dos se han hecho superiores a su siglo, y aun a todos
los que les han precedido en tan brillante carrera. El conde de Buffon, como escri-
tor, ocupa el primer lugar entre los de su nación, perteneciendo al corto numero
de los que en estos tiempos han manejado la lengua con la pureza, con la perfección,
con la gracia que los constituye clásicos [...] es verdad que el templo que elevó a la
naturaleza no es tan vasto, tan completo, tan universal como el de Linneo, que su
obra carece de un plan, de un método, de un sistema tan necesario en este estudio,
que no nos ofrece mas que retazos inconexos, partes en fin del inmenso todo que
se había propuesto abrazar, pero cuanto ha hecho y en especial lo que ha concluido
por sí, es grande, es magnífico, es sublime [...] Buffon es tal vez el escritor que en
sus descripciones se ha acercado mas a las bellezas inimitables, a la gracia original
de la naturaleza. Se le ha llamado el Plinio francés... la diferencia entre los dos está
en la superioridad de nuestro siglo sobre el de Plinio23.
22 Denis Reynaud, «Pour une théorie de la description au 18e siècle», Dixhhuitieme Siècle, 22, 1990.
23 Memorial literario o Biblioteca periódica de ciencias y artes, 1801, pp. 28-30.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 155
En una época en que todas las naciones cultas de la Europa se dedican con el
mayor ardor al adelantamiento de los conocimientos útiles, y que en España la
aplicación de los hombres estudiosos se ha vuelto generalmente hacia las ciencias
naturales, y ramos importantes de la literatura, un periódico como el que presen-
tamos al publico debe ser extremamente útil [...] para llenar estos fines hemos cre-
ído que no bastaba emplearlas exclusivamente en un ramo determinado de
Ciencias o Literatura. Se sabe generalmente que todos los conocimientos huma-
nos son ramas de un mismo árbol, nacidas de un mismo origen, y unidas entre sí
por un tronco común, que se fortifican y enriquecen los unos con los otros, y que
si las ciencias dan gravedad y solidez a las letras y a las artes las letras a su vez ame-
nizan la austeridad de las ciencias, y las hacen mas comunicables24.
24 Variedades de Ciencias, Literatura y Artes, III, Madrid, Oficina de don Benito García y Compañía, 1803, pp. 5-7.
25 Variedades de Ciencias, Literatura y Artes, VII, 1803, pp. 36ss.
26 Pedro Díaz de Valdés (1806). Tratados sobre la física del clero y otros puntos útiles y provechosos de las ciencias
naturales. Barcelona: Oficina de Manuel Texero, 1806, p. 9. Vid. Jordi Ordaz (2005). «Pedro Díaz de Valdés (1740-
1807) y el estudio de las ciencias naturales». Cuadernos de Estudios del siglo XVIII, 15.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 156
además una clara preocupación utilitaria, por cuanto «la historia natural que no
sirve de base a la ciencia económica, que no atiende a la perfección e la agricultura,
que no presta socorros a la medicina, ni enseña auxilios a las artes, es un conoci-
miento inútil»27. Y todavía en 1818 Juan Mieg afirmaba cómo «pocas ciencias hay
que sean tan útiles en el discurso de la vida y que sean tan propias para penetrar
el ánimo de los jóvenes de respeto y reconocimiento hacia el Ser Supremo»28.
El mundo americano le encontrará una nueva utilidad, a saber, la presentación
de una alternativa propia a los usos científicos europeos, lo cual, en una época
marcada por el debate sobre la naturaleza del Nuevo Mundo, permitía reivindicar
la vitalidad intelectual criolla. Es cierto que el Mercurio peruano en alguna ocasión
se hacía eco, sin mencionarlo, de las tesis de Buffon sobre la degradación de la
naturaleza americana29, pero ello coexiste con un mayor sentimiento de seguridad
intelectual que se permite el lujo de criticar a los naturalistas del viejo Mundo30.
Recordemos la figura del ya citado Mociño, cuyos estudios probablemente cons-
tituyan uno de los episodios más innovadores de la nueva ciencia americana, po-
niéndose de relieve la negociación entre la ciencia criolla y metropolitana sobre la
recepción de la botánica de Linneo, que no fue aceptada automáticamente en el
mundo colonial31. De hecho, la Gaceta de México del 15 de julio de 1788 se hacía
eco de las críticas del Director del Jardín Botánico contra el sistema linneano, y
el 22 de diciembre de 1789 en los ejercicios públicos habidos en la Universidad
de México el médico Joseph Mazifio se veía obligado a responder a los contradic-
tores de los fundamentos botánicos del autor sueco, muestra de que la aceptación
de sus planteamientos no era ni mucho menos unánime.
Este orgullo criollo se manifestará claramente en las páginas del Mercurio peruano
del 12 de septiembre de 1793, en las que encontraremos un cumplido elogio fúnebre
de la figura del coronel Antonio de Pineda, nacido en 1753 en Guatemala y miembro
de la expedición de Malaspina, y ya elogiado en la Gaceta de México del 24 de agosto
de 1790, plasmándose de forma muy clara en dicho panegírico cómo la lealtad a la
monarquía era aún compatible con el orgullo de proceder de las tierras americanas,
a la vez que nos muestra la condición cuasi sacerdotal del naturalista32. Orgullo criollo
que no impedía, sin embargo, ser consciente de la situación de atraso existente al
respecto. En el mismo Mercurio peruano, en los números correspondientes al 12 y al
23 de enero de 1794 encontramos un discurso pronunciado por el religioso de la
orden de agonizantes Francisco González Laguna, miembro de la Sociedad vascon-
gada e integrante de la expedición botánica del Perú, en el que declaraba la compa-
tibilidad entre la Historia natural y la religión cristiana (utilizando el consabido
argumento de que la descripción de la naturaleza nos permitía contemplar por do-
quier las maravillas de la creación divina), reflejaba la situación de retraso de la misma
en el territorio americano (si bien reconociendo que éste tendía a acortarse como
consecuencia del celo de los bienamados monarcas) y aludía a la falsedad de los plan-
teamientos que pretendían presentarla como algo pueril e inútil33.
Dado todas estas utilidades, no ha de extrañarnos que en la España finidiecio-
chesca la historia natural comenzara a ponerse de moda, y ya en 1784 podemos
ver cómo a las lecciones impartidas por el botánico Casimiro Gómez Ortega en el
Real Jardín Botánico acudía un numeroso público, movido en muchas ocasiones
por la simple curiosidad34. El afán de experimentar estuvo tan extendido en ciertos
círculos, que iriarte dedicaría una de sus fábulas a El naturalista y las lagartijas35,
32 «Abrazó todos los que se comprenden en la historia natural, y otros muchos que tienen conexión con ellos.
La especie humana, considerada en cada uno de los diferentes climas que transitó, su grado de civilización,
población, comercio, agricultura y recursos fue para él un objeto digno y fecundísimo. No olvidaba entretanto
los demás individuos del reino animal y vegetal haciendo un crecido numero de acopios y observaciones, y
se contraía con esmero al reino mineral. Siendo éste el primer patrimonio de nuestras Américas, debe ser el
asunto más importante de las especulaciones de un filósofo español [...] su muerte ha privado a la república
literaria de un sabio que algún día debía ser su primer ornamento, a la monarquía de un naturalista laborioso
que le será difícil reponer aún con muchos profesores activos, a nuestra América de un hijo ilustre que sería
freno y confusión del orgullo y mordacidad extranjera [...] reglaba las horas de su vida a sus ocupaciones, y
siendo estas continuas, casi no tenia alguna destinada al reposo y desayuno. Dormía y comía con austeridad
y solo cuando se veía muy oprimido de las grandes necesidades de la naturaleza, Le eran insensibles las me-
dianas. Aunque militar y músico, era poco apto para la pequeña conversación. Un pájaro una planta etc que
se presentasen a sus ojos lo arrancaban del mas espléndido cortejo, y le hacían olvidar cuantos hechizos
ofrece el sexo amable. Los contrastes y simpatías marciales se hallaban en él amortiguadas por las profundas
contemplaciones de la sabiduría. Pero cuanto trataba en asuntos de ésta era fecundísimo». Referencias sobre
el autor y sobre el monumento que se erigiera en su honor en Manila, en Helen Cowie, op. cit.
33 En nota al texto, el autor del mismo expresa que «desde esta época se numeran no menos que doscientos
setenta y siete autores celebres que han ilustrado la historia natural, especialmente la parte botánica en todos
los reinos, a saber 43 italianos, 47 franceses, 39 ingleses, 31 flamencos, 13 suizos, 82 alemanes, 5 daneses, 13
suecos, 2 polacos, 2 portugueses, 2 españoles», siendo de advertir que la suma está mal hecha.
34 Helen Cowie, op. cit.
35 «Vio en una huerta / dos lagartijas / cierto curioso / naturalista / cógelas ambas / y a toda prisa / quiere hacer de
ellas / anatomía / Ya me ha pillado / la más rolliza / miembro por miembro / ya me la trincha / El microscopio / luego
la aplica / Patas y cola / pellejo y tripas / ojos y cuello / lomo y barriga / todo lo aparta / y lo examina / Toma la pluma
/ de nuevo mira / escribe un poco / recapacita / Sus mamotretos / después registra / vuelve a la propia / carnicería
/ Varios curiosos / de su pandilla / entran a verle / Dales noticia / de lo que observa / unos se admiran / otros pre-
guntan / otros cavilan / Finalizada / la anatomía / cansóse el sabio / de lagartija / Soltó la otra / que estaba viva».
Tomás de Iriarte (1998). Fábulas literarias. Ed. Ángel L. Prieto de Paula. Madrid: Cátedra, fábula LVII, pp. 221-222.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 158
Supone vS que no hago estudio de la Historia natural y no niego que tengo una
no aversión a este estudio. Pero m reclusión no me permite adelantar un paso en
ese estudio curioso, a no contentarme con lo que tengo pintado en mis libros.
Jamás he peregrinado, lo que es preciso para informarse de la Historia natural y
geografía [...] muy raro será el animal, pez, ave, crustáceo, testáceo, insecto, vege-
table, fósil, petrificación, metal etc cuya singular pintura, o exacta descripción no
tenga yo en mis libros, antiguos de la media edad, y modernos40.
cia», colocando los especímenes animales, vegetales y minerales con sus rótulos
correspondientes, su género y especie, su utilidad en la medicina, industria y eco-
nomía, y la provincia de origen, todo ello acompañado del árbol de los tres reinos
de la Naturaleza conforme al sistema de Linneo. El autor de la noticia era clara-
mente optimista para el futuro, ya que se preveía que el gabinete sería enriquecido
con la protección y la generosidad de los aficionados. Compuesto de un total de
24 estanterías, la 4 y la 5 estaban dedicadas a distintas especies de aves, peces e in-
sectos, encontrando en la 17 petrificaciones y osamentas de elefantes halladas en
distintos parajes del reino46.
No sería el único: la Gaceta del 24 de agosto de 1790 se refería a los gabinetes
del fiscal de la Real Hacienda, del intendente corregidor de la capital, el superin-
tendente de la Real casa de Moneda, el superintendente de la Real Aduana, el di-
rector general de Alcabalas y Pulque, un teniente coronel, el Director General de
Minería Fausto Elhuyart, el clérigo Joseph Antonio de Alzate, y el director de la
Real Lotería, destacando el absoluto predominio de la mineralogía, el reino más
mimado por la Historia natural novohispana, incluida la propia prensa, y la ads-
cripción de sus poseedores, como era de esperar, a las élites sociales de la capital
virreinal. No obstante, el problema era la conservación de las especies animales,
amenazadas por la polilla, aludiendo Alzate en la Gaceta del 10 de agosto de 1790
a la utilización de la cebadilla como remedio. Conocida por el autor su utilidad
como aniquiladora de piojos, experimentó la misma con un topo disecado, des-
cubriendo que pasado dos años la piel de éste estaba intacta, contrastando con la
de un segundo que no había sido tratado con dicha planta.
Nada de ello, sin embargo, parecía suficiente, y se echaba de menos una mayor
protección oficial. En el prólogo al tomo noveno de la Gaceta de México, corres-
pondiente a los años de 1798 y 1799, su autor Manuel Antonio valdés se dirigía
al virrey aludiendo a la sugerencia de este de incluir noticias de Geografía e His-
toria Natural, a lo que valdés le respondía que «esto se verificaría si por una Real
orden se asignaran sujetos idóneos para su formación». Añadiría, con tristeza, en
el prólogo al tomo décimo (1802 y 1803) que las instrucciones del virrey sobre la
remisión de noticias de Historia Natural y Geografía apenas habían tenido eco,
salvo alguna información procedente de veracruz. De hecho, la única noticia de
interés naturalista incluida en su Gaceta en los años posteriores sería la referencia
46 Destacan las noticias aparecidas en repetidas ocasiones en la Gaceta de México. Así, el 10 de marzo de
1784 se nos mostraba cómo en el cerro Tepeyac habían aparecido huesos de elefante, destacando un col-
millo de tres varas y cuarta. Posteriormente, el 11 de agosto de 1784 se incluía la noticia de dos mandíbulas,
un fémur y otros huesos del mismo animal en las cercanías del monasterio de Guadalupe, y dado «la mag-
nitud de estos huesos, los colmillos, y el carecer de dientes incisivos sus mandíbulas, son pruebas manifiestas
de que este animal era Elefante, que es la bestia mayor de los cuadrúpedos, como lo es entre los marinos la
Ballena», descubriéndose años después un nuevo esqueleto en Aguascalientes (Gaceta de México, 12 de
junio de 1799).
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 161
[...] aún en los brutos hallaremos pruebas de esta beneficencia, poder y sabiduría.
Yo veo al avestruz perseguido de los cazadores y ya sin arbitrio para la fuga, dejar
el cuerpo, cubierto de una piel gruesa y dura, expuesto a las saetas y los dardos, y
ocultar ansiosamente la cabeza, cuyo cráneo es delicado y frágil, y veo también a
la hembra del avestruz depositar sus huevos en la arena, en los desiertos de Africa
y Etiopía, y acudir solamente por la noche a empollarlos y vivificarlos, dejando
este oficio en el resto del día al calor activo del sol. Miro al castor, cuando se acerca
la estación en que la naturaleza le impele a reproducirse, juntarse en tropas nu-
merosas a orillas de los ríos y lagos, cortar y clavar estacas, construir diques sólidos
y dilatados para conservar el agua al nivel que necesita, almacenar provisiones
para su familia, edificar cabañas cómodas y adaptadas a su método de vida, y todo
esto con tal arte y maestría, como si interviniese allí una inteligencia capaz de
atender a lo presente y precaver lo futuro. Observo con cuanta prontitud de labra
el topo una habitación subterránea con multitud de ramales de comunicación: el
método que emplea para sacar la tierra: los aposentos que construye para su ha-
bitación y el lecho blando, que preparan a su posteridad. Reparo con qué desvelos
crían y amaestran a sus hijos los mergos o somorgujos, cómo al enseñar a volar al
hijo, conduciéndole al mar para que empiece a aprender el arte de la pesca, vuela
la madre debajo de él, para defenderle de las aves de rapiña sus enemigas, como si
uno de estos hijuelos cae al mar desamparado.
Sin olvidar, por supuesto, a los insectos, «que muchos creyeron neciamente ser
efecto de la corrupción, y que sin embargo son perfectísimas en su especie, aunque
despreciadas por la ignorancia»52.
52 Clavijo no estaba sólo en su defensa de los insectos, que ya podemos encontrar en el siglo xVII en el holan-
dés Jan Swammerdam (1637-1680). Cfr. Erik Jorink, «Between Emblematics and the Argument From Design:
the Representation of Insects in the Dutch Republic», en Karl A. E. Enenkel y Paul J. Smith, Early Modern Zool-
ogy, Brill, 2007; más extensamente en Reading the Book of Nature in the Dutch Golden Age 1575-1715, Brill,
2010; y Brian W. Ogilvie, «Nature´s Bible: Insects in seventeenth century European art and science», Tidsskrift
for kulturforskning 7, número 3, 2008, pp. 5-21, y «Attending to insects: Francis Willughby and John Ray»,
Notes and Records of the Royal Society, 2012.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 163
56 J. F. Dubroca, Conversaciones de un padre con sus hijos sobre la historia natural, traducida por Manuel María
de Ascargorta y Ramírez, Madrid, en la Imprenta Real, 1803, tomo I, pp. VIII-Ix.
57 Carlos Gómez Centurión, Alhajas para soberanos, Junta de Castilla y León, 2011, pp. 79-80. Sobre Estala, M. E.
Arenas Cruz, Pedro Estala, vida y obra: una aporoximación a la teoría literaria del siglo XVIII español, Madrid, 2003.
58 Compendio de la historia natural de Buffon clasificado según el sistema de Lineo por Renato Ricardo Castel,
traducido e ilustrado por Don Pedro Estala, Madrid, Imprenta de Villalpando, 1802, tomo 1, pp. 6-10.
59 Compendio de la historia natural de Buffon, tomo 1, pp. 11-20.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 165
mendar al autor francés, como cuando éste habla del manatí aludiendo a que la
hembra solamente da a luz una cría, invalidando las observaciones de Gumilla al
respecto (que afirmaba haber vistos dos), que a Estala, por el contrario, le parece
más fiable por cuanto este lo había observado personalmente, referencia intere-
sante por cuanto sitúa a la observación empírica por encima de la autoridad inte-
lectual de Buffon60. O cuando Buffon, hablando del tapir, se refiere al hecho de
que los animales americanos son más pequeños que los del Nuevo Mundo, ex-
tremo que a Estala le parece falso, por cuanto basta ver el esqueleto de este animal
que se conserva en el Gabinete de Historia Natural de Madrid61.
Y, naturalmente, nos podemos encontrar con una producción propia en la Es-
paña dieciochesca62, aunque frente a la Historia general más propia del Seiscientos,
los autores españoles dieciochescos realizarán una Historia particular, centrada en
una región geográfica o en el tratamiento de una determinada tipología de especies
animales. Algunos ejemplos proceden de autores extranjeros, como Guillermo
Bowless, autor de una Introducción a la historia natural y a la geografía física de Es-
paña (1775)63, primera descripción del medio no urbano de nuestro país, desta-
cando, desde el punto de vista de la visión del mundo animal, sus referencias a la
langosta, las aves migratorias, y el ganado merino. Llama la atención sobremanera
su descripción del comportamiento sexual de la primera, realizada «con la libertad
de un naturalista, pero con la intención pura de un verdadero filósofo», cópula
que debía ser todo un espectáculo, por cuanto la pareja, debido a la hiperhincha-
zón de los órganos sexuales del macho, «no puede separarse por un gran rato. Yo
he visto en Extremadura los muchachos de ambos sexos divertirse en hacer esta
separación violenta»64.
Pero muy pronto habrá una interesante floración de autores propios, como
Gaspar Casal (1691-1759), muy conocido por haber realizado la primera descrip-
ción de la pelagra, y autor de la Historia natural y médica de el principado de Astu-
rias (1762)65, aunque, dado el talante básicamente médico de la obra, apenas nos
aporta referencias animalísticas. En esta línea de análisis de una zona geográfica
60 Compendio de la historia natural de Buffon, tomo VI, Madrid, Imprenta de Villalpando, 1803, p.298.
61 Compendio de la historia natural de Buffon, tomo xIV, Madrid, Imprenta de Villalpando, 1804, p. 190.
62 Una útil guía de los principales títulos en GOMíS, Alberto, «La divulgación de la Historia natural en la España
del siglo xVIII», Luis Español González et al. (coord.), Historia de las ciencias y de las técnicas, vol. 1, Madrid, 2004.
63 Juan Manuel Recio Espejo, «Guillermo Bowles. Un naturalista por la España del siglo xVIII», Boletín de la Real
Academia de Córdoba, 150, 2006; Gabriel Sánchez Espinosa, «La obra del naturalista Guillermo Bowles y la po-
lítica editorial del gobierno ilustrado», Dieciocho: Hispanic Enlightenment, xxV-2, 2002. Su obra principal, Intro-
ducción a la historia natural y a la geografía física de España, edición consultada, Madrid, Imprenta Real, 1782.
64 Guillermo Bowles, Introducción, p. 258.
65 Gaspar Casal, Historia natural y médica del principado de Asturias, Madrid, Oficina de Manuel Martín, 1762.
Sobre la misma, Venancio Martínez Suárez, «La historia natural y médica de Gaspar Casal en el 250 aniversario
de su muerte», Cuadernos de Estudios del siglo XVIII, 19, 2009.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 166
66 Jaume Josa Llorca, «La historia», p. 114. Su obra Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias, en edi-
ción facsímil prologada por Manuel Alvar, Mancomunidad de Cabildos de las Palmas,1982.
67 Simón de Rojas Clemente y Rubio, Viaje a Andalucía: Historia natural del reino de Granada, Almería, 2002.
68 Francisco Pelayo y Marcelo Frías, «Antonio José Cavanilles y la Historia natural francesa», Asclepio, xLVII, 1,
1995; Antonio González Bueno, Antonio José Cavanilles: la pasión por la ciencia, Aranjuez, Doce Calles, 2002.
José María López Piñero et al., Antonio José Cavanilles (1745-1804). Segundo aniversario de la muerte de un gran
botánico. Valencia: Real Sociedad Económica de Amigos del País, 2004.
69 Antonio Joseph Cavanilles, Observaciones sobre la historia natural, geografia, agricultura, población y frutos
del reino de Valencia (Madrid, 1795-1797), reed. Zaragoza 1958, Valencia, 1987; «Historia natural de las palomas
domesticas de España y especialmente de Valencia», Anales de Historia natural, I, 1799.
70 Jaume Josa Llorca, «La historia», p. 134.
71 Fernando Monge Martínez, «La Historia natural y moral en la obra de A. J. Cavanilles», Revista de Indias,
195/196, 1992.
72 Juan Blasco Negrillo, «Sobre una serpiente de dos cabezas», Variedades de ciencias, literatura y artes, III, 1804,
14; «De la víbora aspid que se ha descubierto en Fontainebleau», Variedades, VI, 1805, 8; «Noticia de la loba
marina que hay en el Buen Retiro», Variedades, VI, 1805, 12; «De las perlas», Variedades, VI, 1805, 13; «De la
araña y de su pretendido veneno, con particularidad del de la conocida con el nombre de tarántula úvea»,
Variedades, VIII, 1805, 23.
73 Helen Cowie, Conquering, p. 26.
74 José Cornide, Ensayo de una historia de los peces y otras producciones marinas de la costa de Galicia, Madrid,
Oficina de Benito Cano, 1788. Vid. también Juan Manuel Abascal y Rosario Cebrián, Los viajes de José Cornide
por España y Portugal de 1754 a 1801, Madrid, Real Academia de la Historia, 2009.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 167
80 Ignacio de Asso, «Discurso sobre los naturalistas españoles», Anales de Ciencias Naturales, III, 8, 1801. Esta
referencia a los precedentes también ha sido señalada por Helen Cowie, Conquering, p. 19.
81 Ignacio de Asso, «Introducción a la ictiología oriental de España», Anales de Ciencias Naturales, IV, 10, 1801.
82 Inmaculada Anaya Revuelta, «La ictionimia en la obra de don Ignacio de Asso», Archivo de filología arago-
nesa, 54-55, 1998.
83 Jaume Josa Llorca, «La historia», p. 135.
84 Pedro Murillo Velarde, Geographia Historica de Alemania, Flandes, Inglaterra, Dinamarca, Noruega, Suecia,
Moscovia y Polonia, tomo IV, Madrid, Oficina de D. Gabriel Ramírez, 1752, p. 173.
85 Pedro Murillo Velarde, Geographia Historica, de Francia, Italia y sus islas, con el catálogo de los pontífices y
antipapas y de varios reyes, tomo III, Madrid, Oficina de D. Gabriel Ramirez, 1752, pp. 32 y 228-229.
86 El viaje europeo del Marqués de Ureña (1787-1788), estudio, comentarios y notas de María Pemán Medina,
Cádiz, Unicaja, 1992, p. 306 y 499.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 169
87 Leandro Fernández de Moratín, Apuntaciones sueltas de Inglaterra (1792-1793), en Los Moratines. Obras
completas, edición de Jesús Pérez Magallón, tomo 2, Madrid, Cátedra, 2008, p. 943.
88 Christopher Plumb, Exotic animals in Eighteenth Century Britain, Universidad de Manchester, Tesis doctoral,
2010.
89 Leandro Fernández de Moratín, Apuntaciones, pp. 945-947.
90 Leandro Fernández de Moratín, Viaje a Italia (1793-1797), en Los Moratines. Obras completas, edición de
Jesús Pérez Magallón, tomo 1, Madrid, Cátedra, 2008, pp.1094-1095.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 170
Nuestro filósofo escribió después sobre los animales, sobre los cuadrúpedos, sobre
los pájaros, sobre los peces y sobre las serpientes. Casi todos sus escritos están
adornados de láminas, que representan la figura de estos animales copiados del
natural. Dedicó algunas de estas obras al emperador D. Fernando a quien con-
tento tanto, que le hizo noble, y le dio por armas una águila, un león, un basilisco
y un delfín con una corona sobre la cabeza. En esta historia se hallan varias ob-
servaciones muy curiosas, pero no se ve en ella orden ni método. Los antiguos no
le habían conocido, y Gesnero tampoco había adelantado sobre este particular.
Limitóse a describir los animales que conocía, sin olvidar nada para instruirse per-
fectamente en la historia. Para esto hizo muchos viajes a Alemania, italia y otras
91 Nicolás de la Cruz y Bahamonde, conde de Maule, Viage de España, Francia e Italia, tomo Ix, Cádiz, Imprenta
de D. Manuel Bosch, 1803, pp. 29ss.
92 Alberto Gomís, op. cit., p. 216.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 171
seiscientas páginas cada uno, y entre diez y doce láminas. implícitamente se reco-
nocía que el ámbito de estudio de la Historia natural era ya demasiado vasto para
que un solo individuo pudiera abarcarlo en su totalidad, citándose minuciosamente
todos los sabios que habían colaborado en la realización de la obra102, en tanto que
al año siguiente se comunicaba la publicación, también en París, de un Diccionario
de ciencias naturales por varios profesores del Museo de Historia natural y de otras prin-
cipales escuelas de Paris, obra que contaba con la colaboración del gran Cuvier103.
Estos anuncios no se limitaban a libros, sino también a láminas vendidas suel-
tas, lo que nos revela que las pinturas de animales se habían convertido en un po-
deroso elemento decorativo, aunque la tradición pictórica animalística española
fuese prácticamente inexistente, no existiendo en nuestro país ninguna figura com-
parable a Jean Baptista Oudry o George Stubbs. El Diario de Madrid comunicaba
que en una librería de la capital estaban disponibles láminas representando el sapo
volante y el faisán dorado de la China, a cuatro reales cada una104. En Sevilla, por
su parte, según el Correo literario y económico del 20 de junio de 1804, era factible
encontrar estampas representando la caza del avestruz105. venta que se extendía
asimismo a pequeños objetos aptos para iniciar la construcción de un gabinete
propio, como minerales, pájaros embalsamados, o insectos de distintas especies106.
Para que los coleccionistas saciaran su curiosidad, se insertaban también pequeños
experimentos científicos a realizar107. Y con algunos animales se podían hacer ins-
trumentos decorativos, según nos revela el Diario de Madrid, que describe la forma
de realizar un barómetro zoológico108.
Pero la principal aportación de la prensa española finidieciochesca a la difusión
de contenidos zoológicos vino dada por la inclusión de noticias relativas a diversos
animales, fundamentalmente exóticos, noticias que, amén de tener una finalidad
instructiva, movían a los lectores a la ensoñación, la imaginación y la evocación de
mundos distantes y lejanos. Los lectores de los diarios españoles de fines del siglo
xviii podían dar rienda suelta a su fantasía, leyendo historias de animales america-
vistazo a los artículos sobre animales aparecidos en el Espíritu de los mejores diarios
entre 1788 y 1789 nos ilustrará sobre la gran variedad de información aportada,
aunque destacando el predominio de las referencias a insectos:
31 de marzo de 1788. Isletas de Baschi, Historia natural de un extraño y nuevo insecto acuático.
28 de abril de 1788. Nápoles. Modos de ver trabajar en los corchos los panales de miel a las abejas.
26 de mayo de 1788. Noticia de un nuevo insecto marino y parasítico hallado en las costas de la California.
23 de junio de 1788. Islas de Baschi. Descripción de una medula acuativa o nuevo insecto marino.
28 de julio de 1788. Historia natural y noticia de una nueva serpiente descubierta en la isla de Java.
10 de noviembre de 1788. Carta a los autores del diario de Paris sobre la salamandra.
132 Sobre su obra naturalista, Emily Kay Berquist, The Science of Empire: Bishop Martinez Companon and the
Enlightenment in Peru. Austin: The University of Texas, 2007. Lisa Trever y Joanne Pillsbury, «Martínez Compa-
ñón and His Illustrated Museum». Collecting Across Cultures: Material Exchanges in the Early Modern Atlantic
World. Ed. Bleichmar, Daniela, y Macall, Peter C. Pennsylvania UP, 2011.
133 «Dudando los unos si sea animal cuadrúpedo, otros si se llama así a una piedra resplandeciente nombra-
das rubí o a lo menos parecida a ella, que luce en las tinieblas y finalmente los más afirman que esta preciosa
alhaja se cría en la cabeza de un animal que tiene un capote con que la cubre cuando trasciende lo van a
coger [...] en el tránsito que sigue de esta ciudad para el ameno valle de Chicama se ofrece un cerro pedregoso
a que estos moradores llaman de la Campana en su falda el año de 1786 encontró a este cuadrúpedo un pa-
sajero viniendo en su caballería de noche, no estaba ésta muy oscura, y vio caminar a paso lento a este animal,
cuya figura distinguió ser poco mayor que un raposo de los comunes, quien esforzando su caballo le siguió,
alcanzándole a dar un latigazo en el lomo con las riendas del freno, al verse este animal lastimado abrió la
compuerta de su frente, y llenó de luz la campaña, dejando admirado al caminante. No ha sido éste el único
que lo ha visto tan cercano, pues también hay otro testigo que también afirma haberlo encontrado de noche
entre unos peñascos en la misma inmediación o distancia de seis leguas, yendo de la Hacienda del Sausal
para el camino del mismo valle, éste que no conoce al otro de quien hemos hablado, asegura lo mismo, sin
diferir absolutamente en cosa alguna de la relación del primero, pero con la particular circunstancia de haber
éste combatido con el animal, del que dice no ser veloz en la carrera, pues queriendo aprisionarlo a poca di-
ligencia le echó mano, en cuyo acto abrió su lumbrera y lo dejó no menos asombrado que al primero. Ya he
dicho lo que por éstos se asegura de este animal, dejando a otros muchos que dicen le han visto, y aunque
no he logrado por más esfuerzos que he hecho examinar personalmente los dos primeros testigos, estoy
bien informado que son hombres de verdad y recto manejo, a quienes jamás los han notado ebrios ni deli-
rantes. Pero aún dejando atrás estas circunstancias, puedo aumentar más el mérito de la verdad de estos
prodigiosos sucesos con otra autoridad mas respetable, y es que el sabio especulativo Ilmo. Señor obispo
que fue de esta diócesis doctor don Baltasar Jaime Martínez Compañón, que actualmente es arzobispo de
Santa Fe, en su prolija visita trató mucho y dio más extensa idea de este animal, cuya figura la dirigió al so-
berano, no sólo conducido de esta noticia, que dejó relacionada sino que generalmente afirman su existencia,
y continua vista en la tierra de los llamas, hacia la parte austral de esta América. En las inmediaciones de Jaén
por la parte de Piura, igualmente dicen haberlo visto, y todos uniformes dan la misma razón en cuanto a la
luz y figura de este nocturno». Mercurio peruano, 25 de marzo de 1793.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 176
Esas plumas del ave del paraíso no me causarían admiración si las viese, pues hace
años, que tuve en la mano, y en mi celda, toda la ave entera, con sus dos casi alam-
bres. Trájola un P. Jesuita desde Filipinas a Madrid, este se la dio al P. Terreros je-
suita, y este la trajo a mi celda para que yo la viese verdadera, pues solo pintada la
había visto antes [...] es cierto que no tienen pies, y que con los dos alambriplumas,
se enroscan en los árboles, como el camaleón lo hace con la cola, y lo mismo hacen
los micos. Nunca posa en el suelo, y casi lo mismo hace el vencejo, pues por tener
los pies tan pequeños, y las alas tan grandes, no pueden levantar el vuelo, sobre
esta creencia me pegó un chasco un vencejo [...] yo dijera que Dios creó esa ave
para que fuese medio entre las aves y las mariposas. Acaso por no advertir que
debe ser ave de paso, creerían que venía del paraíso, como acá creyeron otros que
las cigueñas vienen del cielo de la luna141.
rio de México, que reflejaba el nacimiento de una ternera de dos cabezas en Bru-
llioles, localidad a orillas del Ródano147. O un extraño lagarto procedente de la
ciudad polaca de Lemberg semejante a los dragones, y que presuntamente fue el
responsable de la muerte de varias personas148 (Gaceta de México, 6 de diciembre
de 1805). O el mucho más llamativo y temible Monstruo de Jerusalén, descrito
en la Gaceta de México del 24 de marzo de 1789, y cuya noticia fuera extraída de
una Gaceta publicada en Palermo y reimpresa en Génova y Turín en 1788. Tras
haber matado varias cabezas de ganado y a 39 personas, el monstruo sería final-
mente abatido por una partida enviada por el bajá de la zona (historia que no nos
deja de recordar al monstruo de Gévaudan), siendo descrito como del tamaño de
un caballo y la cabeza de un león, con dos astas como de buey, unos dientes de
palmo y medio de largo, las orejas caídas, cuatro tetas como de vaca, los pies con
unas garras muy larga y con seis espolones de gallo saliendo de su espinazo149.
Otras veces, nos encontramos con la descripción de animales desconocidos,
incluyéndose en el Mercurio peruano del 20 de enero de 1791 una noticia relativa
a la localidad de Cañete reflejando cómo:
En estas costas se han dejado ver estos días unos animales marinos, cuya configuración
es a especie de una viuda cuando está de duelo, es decir, con una cauda muy larga
negra que la cubre toda la espalda, la cara tiene figura de una roca, y sigue todo el
pecho y cuerpo blanco, tiene un mugido como de toro cuando sale a la superficie del
agua permanece sobre ella el espacio de una ave maría, y a veces el de dos minutos,
con la circunstancia de salir de dos en dos casi a un mismo tiempo y en zambullendo
uno le sigue el otro. Dichos fenómenos han causado mucha novedad en el lugar, pues
los indios y otras personas de dilatada estación en este valle dicen no han visto nunca
semejantes peces, y creen que hayan venido a estas playas fugitivos de alguna peste
que se padezca en alta mar, o en busca de su alimento por abundar aquel mucho.
151 Gaceta de México, 29 de diciembre de 1784 y 26 de septiembre de 1798. La presencia de animales ex-
traordinarios en esta publicación también ha sido reseñada por ZARATE FLORES, Verónica, «Lo Monstruoso en
Nueva España o la percepción de una naturaleza excepcional», STOLS, E., THOMAS, W. y VERBERCKMOES, J., (eds.),
Naturalia, Mirabilia et Monstrosa en los Imperios ibéricos. Leuven University Press, 2006.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 181
prichos de la naturaleza. En raras ocasiones nos consta que estos animales fuesen
objeto de exhibición al público o a las autoridades coloniales, siendo de notar que
sigue persistiendo la creencia de que estos monstruos son debidos a la conmixtión
de especies152, como es el caso del perro anunciado en agosto de 1788.
En otras ocasiones, se exhibían animales dotados de alguna cualidad especial.
En la Gaceta de México del 17 de octubre de 1801 se hacía alusión al «cerdo erudito
de Londres» (figura 10), capaz de escribir «cualquiera nombre, apellido, verso o
lo que le piden [...] forma con números las cantidades que se le pide en las cuentas
de sumar, restar, multiplicar y partir, dice el número de personas que hay en una
pieza, expresando los que hay religiosos, niños, señoras y demás, pone la hora en
manifestándole un reloj [...] responde a muchas preguntas».
El título de Historia natural que dimos a estos anales nos pareció el debido para
empezar a reunir en un cuerpo los descubrimientos nacionales y extranjeros, hasta
que un mayor número de memorias pidiese ampliar los estrechos limites prefijados
al principio. Conocíamos el enlace que reina entre las ciencias, y los socorros mutuos
que se prestan, y esperábamos que los profesores de aquellas que con miras diversas
tratan de la naturaleza y contribuyen a la ilustración general, depositarían sus des-
cubrimientos en nuestros Anales. Habiéndose realizado estas justas esperanzas, mu-
152 María Alejandra FLORES DE LA FLOR, «Los monstruos híbridos en la Edad Moderna». Arturo Morgado García
y José Joaquín Rodríguez Moreno (eds.), Los animales en la historia y en la cultura, Cádiz, Universidad, 2011.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 182
Los Anales de Historia Natural informan sobre los adelantos de la ciencia espa-
ñola y publicitan memorias provenientes de la comunidad científica extranjera,
formando parte de este modo de la transferencia cultural, es decir, del intercambio
científico de los países europeos que entonces se denominaba república literaria.
Del mismo modo se puede justificar la tesis de que uno de los temas principales
del periódico es América, que constituye un espacio epistemológico considerado
como herencia y aliciente, como pasado y futuro de la ciencia española, y que la
lleva a la altura de la competencia europea. Tan solo hojeando los índices ofrecidos
por el editor se ve inmediatamente la preponderancia del Nuevo Mundo que como
espacio exploratorio posibilita una identificación con el credo científico de aportar
novedades. No obstante, en los Anales además se intenta impulsar la mentalidad
exploradora, enfrentando al lector con los espectáculos de la naturaleza de una
tierra ignota y excitando por medio de la admiración la voluntad del saber154.
Empresa muy estrechamente asociada al Real Gabinete de Historia Natural,
contribuiría a difundir en España numerosos trabajos sobre mineralogía, botánica,
y, el campo que nos interesa particularmente, la zoología. La redacción de los mis-
mos correría a cargo de Christiano Herrgen (con un total de 26 trabajos), Louis
Proust, Domingo Fernández y Antonio Joseph Cavanilles (el más prolijo de todos,
ya que a su pluma se le deben 48 artículos)155, que en el prólogo del primer volu-
men de la obra manifestaban con un claro tono laudatorio para la corona que, al
fin y al cabo, era la que pagaba:
multitud de costosas obras que la Europa culta ha presentado y ofrece cada día, las
sabias observaciones, que destruyendo errores envejecidos, han cimentado con só-
lidos fundamentos todos los ramos de la historia natural, los nuevos y multiplicados
descubrimientos descritos con critica, claridad y conocimiento, el empeño en fin
que los gobiernos muestran en promover esta ciencia no menos útil que agradable.
El nuestro ocupado siempre en contribuir a la perfección de esta inmensa obra ha
enviado sujetos instruidos a registrar las dilatadas regiones de sus dominios, ha des-
tinado a otros a viajar por la Europa, y a tratar con los primeros sabios de las ciencias
naturales, ha erigido depósitos y establecimientos análogos a cada una, y ha coste-
ado la publicación de nuestros descubrimientos156.
En el golfo de Cariaca, cuyos indios salvajes de los lagunos (Guaraunos del arco) se
acercan unas quince leguas, todo anuncia aún el imperio de la naturaleza. Ni los tigres
ni los cocodrilos, ni aún los monos mismos se espantan a la vista del hombre, los ár-
159 Por ejemplo, «Enfermedad y muerte de un rabioso», de Antonio Joseph Cavanilles (Anales de Ciencias Na-
turales, III, 8, 1801, o, del mismo, «Enfermedad y muerte de un hombre que murio rabioso en los Reales hos-
pitales de esta corte en 1 de febrero de 1801» (Anales de Ciencias Naturales, III, 9, 1801).
160 Jan Henrik Wittaus, «América como espacio exploratorio en los Anales de Historia Natural».
161 «Observaciones sobre el suelo, naturales y plantas de Puerto Jackson y Bahía Botánica», Anales de Historia
Natural, 3, 1800.
162 Sobre esta exuberancia, Manuel Lucena Giraldo, «Paisajes desposeídos. El tropicalismo de Alejandro de Hum-
boldt», Manuel Lucena Giraldo y Juan Pimentel (eds.), Diez estudios sobre literatura de viajes, Madrid, CSIC, 2006.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 185
boles mas preciosos, los guayacos, caobas, palos del Brasil y Campeche, y otros mu-
chos, llegan hasta la costa misma, y con sus ramos enlazados impiden con frecuencia
la entrada. Los aires están poblados de pájaros raros y vistosos, desde el boa, que devora
un caballo, hasta el colibrí, que se mece en el cáliz de las flores, todo aquí anuncia la
grandeza, el poder y la dulzura de la naturaleza163 [...] Por espacio de tres meses he
dormido al sereno, ya en los bosques cercado de tigres y feísimas serpientes, o ya en
las playas cubiertas de cocodrilos [...] alrededor de todo esto diez o doce indios tum-
bados en sus hamacas, y más allá algunas hogueras encendidas para libertarnos de los
tigres, cuya ferocidad no es menor aquí que en Africa. La falta de víveres, los mosqui-
tos, las hormigas, los aradores, especie de acorito que se pone en la piel y la deja surcada
como un campo, el deseo de refrescarse con baños y la imposibilidad de hacerlo por
la ferocidad de los caimanes, la picadura de las rayas y los dientes de los pescados ca-
ribes [...] se necesita ser joven y tener mucha resignación para sufrir todo esto164.
Para llegar a esta cascada es necesario ir a pie cuatro leguas por la selva sin camino
ni sendero alguno, sino a espacios el que forman las fieras y bestias salvajes para
buscar el agua. Es mucha la abundancia de ellas en la inmediación de la cascada. A
cada paso se encuentran tigres de varias especies de las cuales una sola es feroz (el
feroz es el Felis onca de Linneo, que Marcgraf llamo Jaguara y Buffon Jaguar) y por
fortuna la menos abundante. Hay multitud de dantas o tapires, grandes manadas
de sainos (el pecarí de Buffon), especie de puercosilvestre, y no poco leones, pero
tímidos [...] en 1788 envié a Europa dos cachorros que se conservaron algún tiempo
en la casa de fieras del Retiro. Habían sido cogidos en las montañas de la provincia
de Cartagena de indias, y se domesticaron tanto que se dejaban acariciar hasta de
los niños por entre la reja de su encierro, manifestando entonces su contento con
un ronquido sordo muy semejante al de los gatos), vi al paso oros muchos cuadrú-
pedos desconocidos de los monteros que me acompañaban, y mucho mas de mi
163 «Carta de Humboldt al barón de Forell, ministro plenipotenciario de Sajonia en Madrid, Caracas, 3 de fe-
brero de 1800», Anales de Historia Natural, 6, 1800.
164 «Carta de Humboldt al dr. Delambre, miembro del Instituto Nacional de Francia, traducida por don Martín
de Párraga. Nueva Barcelona 24 de noviembre de 1800», Anales de Ciencias Naturales, 11, 1801, pp.199-202.
165 Sobre este autor, Diana Soto Arango, Francisco Antonio Zea: un criollo ilustrado. Aranjuez: Doce Calles, 2000.
166 Jan Henrik Witthaus, «América como espacio exploratorio en los Anales de Historia Natural».
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 186
que no tenia en este ramo de historia natural el menor conocimiento, En parte al-
guna he visto tanta abundancia ni tanta variedad de monos, algunos de tan rara
belleza que me he dedicado a este estudio solo por volver a describirlos [...] para
hablar de las aves, ya que no tengo alguna idea de ornitología, seria necesario tener
la imaginación de Buffon [...] me acuerdo para mi tormento de tantas aves raras
que serian objeto de la admiración de Europa si yo hubiera sabido describirlas167.
[...] por poco que reparemos en las acciones de los animales, notaremos muchas
que calificamos de virtudes morales en un racional, La fidelidad conyugal, los ca-
riñosos auxilios mutuos, el amor filial y paternal, el reconocimiento a los beneficios,
son acciones que inspiran interés, y excitan en un corazón puro deseos de imitarlas
[...] esta idea lisonjera puede no ser exacta, pero es grata, y en ella se complace el
hombre, porque descubre en los irracionales modelos dignos de imitación170.
Nada existe en el universo sin el sello de un Hacedor omnipotente, nada que exa-
minado con ojos filosóficos deje de publicar la sabiduría infinita del Creador, y de
elevar el alma racional al origen de todo ser y de toda existencia. Las varias formas,
pero siempre constantes, con que aparecen los fósiles cristalizados, la semejanza
con que se reproducen las plantas y los animales prueban cierto orden, y la exis-
tencia de una ley constante, que quiso darles el que tiene derecho de ser obedecido
y adorado [...] el más despreciable insecto es obra tan asombrosa, que ni la puede
imitar el hombre ni comprenderla. Apenas es visible sin el socorro de un fuerte
microscopio, pero tiene vida y movimientos espontáneos, tiene amor y deseos de
reproducirse, y para satisfacerlos se arrastra, corre o vuela en pos del objeto de sus
delicias, tiene por consiguiente órganos correspondientes a estas funciones [...] si
un pequeño insecto, cuya organización calculamos por la analogía que puede tener
con la de animales conocidos produce en nosotros cierto pasmo, y nos fuerza a
admirar el poder supremo, ¿qué efectos no debe causar la contemplación atenta
de los vegetales [...] tienen los animales sexos como las plantas, tienen una pro-
pensión innata y violencia para propagar la especie, y tienen la facultad de moverse
y de buscarse, con ésta corren o vuelan hasta que se encuentran y vistos de cerca
vencen la indiferencia con cariños, o recurren a la fuerza para apagar su ardor 171.
174 Para lo que sigue, básicamente, Susana Gómez López, «Lúcifera y Fructífera: ciencia y utilidad en las co-
lecciones naturalistas en la España de los Austrias», Más allá de la Leyenda Negra: España y la Revolución Cien-
tífica, Universidad de Valencia, 2007.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 189
mación con el resto de médicos y botánicos de la ciudad. Además del jardín, poseía
en su residencia un museo de curiosidades y maravillas relacionadas en su mayor
parte con las indias, que iba actualizando según llegaban las novedades al puerto
del Guadalquivir. Una descripción de su gran amigo y colaborador Juan de Cas-
tañeda en una carta a Clusius nos da una idea de lo que en él se debía contener:
«tiene las paredes de los portales de su casa todos llenos destas conchas, peces y
animales muy de ver».
Más inclinado a la curiosidad y menos al estudio de la naturaleza debió estar
otro de los más famosos museos sevillanos de la época, el de Gonzalo Argote de
Molina. El museo de Argote sí fue utilizado como fuente de estudio e información
por otros naturalistas de la ciudad y amigos de su propietario, como Monardes,
que en su Historia medicinal escribía lo siguiente: «este animal [un armadillo]
saqué de otro natural, que está en el Museo de Argote de Molina, un caballero
desta ciudad, en el qual ay mucha cantidad de libros de varia lectión, y muchos
géneros de animales y aves, y otras cosas curiosas, traydas así de la india Oriental,
como Occidental, y otras partes del mundo, y gran copia de monedas y piedras
antiguas, y diferencias de armas, que con gran curiosidad y con generoso ánimo
ha allegado». También Jerónimo Chaves (1523-1574), el primer titular de la cá-
tedra de Cosmografía de la Casa de Contratación, formó por las mismas fechas
su colección de cosas naturales y artificiales. La colección de Chaves contenía li-
bros, instrumentos científicos (especialmente relacionados con la náutica y la cos-
mografía), vidrios, mapas, relojes y muchas cosas raras y curiosas, como una caja
llena de conchas, ídolos extranjeros de barro negro, huevos de avestruz, etc.; des-
tacando entre ellas las de procedencia americana (cocos, conchas de tortuga, cajas
de mochoacan, alcachofas de la india en conserva). A su muerte, Chaves donó su
colección al Monasterio de las Cuevas en Sevilla, insistiendo en que se conservase
el orden en que estaban las cosas y se permitiese el acceso a quien las quisiese vi-
sitar.
El nombre de Simón de Tovar (m. 1597), portugués afincado en Sevilla, nos
lleva a otra variedad del coleccionismo: el jardín botánico. Su profesionalidad y
las características de su jardín superaban la mera curiosidad, el gusto por lo exótico
o la utilidad puntual. Clara muestra de ello eran los contactos epistolares que man-
tenía con los naturalistas europeos y los intercambios con otros propietarios de
jardines y museos naturales, como fue el caso del holandés Paludano. En las rela-
ciones entre Tovar y Clusius, y en el trabajo por parte de éste de difusión, traduc-
ción y publicación de las obras de los botánicos españoles, desempeñó un papel
clave Benito Arias Montano, al que Tovar le dejó sus colecciones de plantas, cu-
riosidades y rarezas. Benito Arias Montano fue el principal vínculo entre los na-
turalistas sevillanos y el círculo holandés de Clusius y del impresor Plantin, que
hizo posible la publicación europea de las principales obras españolas de historia
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 192
175 William Eamon, «Vĕdecke vzdĕlani renesančniho vladaře: arcivevoda Rudolf u španělskeho dvora» («The
Scientific Education of a Renaissance Prince: Archduke Rudolf in the Spanish Court») in Alchymie a Rudolf II
(Alchemy in the Time of Rudolph II), exhibition catalogue, Klementinum Gallery (Prague: Artefactum, 2011),
129-38.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 194
176 Miguel López Pérez y Mar Rey Bueno, «Vincencio Juan de Lastanosa, Inquiridor de maravillas: análisis de
un gabinete de curiosidades como experimento historiográfico». Mar Rey Bueno y Miguel López Pérez (co-
ords.), El inquiridor de maravillas. Prodigios, curiosidades y secretos de la naturaleza en la España de Juan Vin-
cencio de Lastanosa, Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2011.
177 Carlos Gómez Centurión, Alhajas para soberanos, Junta de Castilla y León, 2011, pp 75-76.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 195
178 Karin Leonhard, «Shell collecting on 17th century. Conchology, curiosity cabinets and still life painting»,
en Karl A. E. Enenkel y Paul J. Smith, Early Modern Zoology, Brill, 2007, pp. 177-212.
179 Juan Pimentel Igea, «La naturaleza representada. El Gabinete de Maravillas de Franco Dávila», Testigos del
mundo. Ciencia, literatura y viajes en la Ilustración, Madrid, Marcial Pons, 2003. Más información, M. A. Calatayud
ALONSO, «El Real Gabinete de Historia Natural de Madri»», M. Selles, (comp.), Carlos III y la ciencia de la Ilustración,
Madrid, Alianza, 1988. M. Villena, et al., El gabinete perdido. Pedro Franco Dávila y la Historia Natural del siglo de
las Luces, 2 vols., Madrid, CSIC, 2008. Es muy positiva la valoración que del Real Gabinete realiza Helen Cowie,
«Sloth bones and anteater tongues: Collecting American Nature in the Hispanic World (1750-1808)», Atlantic
Studies, 1, 2011.
180 A. Montero y C. Diéguez, «Datos para la paleontología chilena. La paleontología en la expedición Heuland
a Chile y Perú (1795-1800)», Asclepio, L, 1, 1998.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 196
institutos y universidades del reino, los recogidos en la península por Simón Rojas
Clemente y por Gimbernat en el centro de Europa, los procedentes de los secues-
tros de los infantes D. Carlos y D. Sebastián, o los adquiridos por compra en
varias ocasiones. Finalmente, vinieron a enriquecer el gabinete la colección ento-
mológica de Juan Mieg, comprada a sus herederos en 16.000 reales, la de crustá-
ceos, formada por Guerin-Meneville, la de insectos legada por Carreño, la
mineralógica de Pingaron, adquirida en 20.000 reales, la de Donato García, pro-
fesor del gabinete, al que la dejó en legado, y la de Jacobo Maria de Parga, cedida
al establecimiento por disposición testamentaria, y valorada en 76.510 reales, es-
tando compuesta de 5207 ejemplares. Ya en el siglo xix, concretamente en 1818,
se comenzaría a enseñar zoología, siendo nombrado para ello Tomás villanova,
reemplazándole a su muerte en 1837 Mariano de la Paz Graells, profesor de la
academia de ciencias naturales y artes de Barcelona y uno de los grandes natura-
listas españoles del siglo xix1181. El Real Gabinete impresionaría a sus visitantes,
especialmente por los especimenes de procedencia americana. Antonio Ponz es-
cribía en 1783 cómo se podía considerar de los mejores, y que sus contenidos eran
enriquecidos continuamente182. Pero también reflejaba la fortaleza de las estruc-
turas administrativas españolas en el mundo colonial183.
A partir de la fundación del Real Gabinete, una de las principales distracciones
de las autoridades coloniales españolas sería la remisión de diferentes objetos para
reforzar el prestigio cultural de una monarquía que todavía abarcaba un ámbito
mundial (aunque no fue el rey de España el único deseoso de coleccionar objetos
exóticos)184. Es muy significativa una instrucción real publicada en mayo de 1776
en el Mercurio histórico y político, en la cual instaba a las autoridades de sus dominios
recogieran y remitieran las piezas curiosas que encontraran en sus respectivas juris-
dicciones. Tras realizar una sucinta descripción de los reinos mineral y vegetal, inte-
resante por recoger los criterios clasificatorios del momento, le toca el turno al
animal, subyaciendo implícitamente la intención de aprovechar los circuitos de la
expansión imperial española para recoger especímenes animalísticos, lo que reza
tanto para el gobernador y capitán general de Manila (que puede remitir especies
de Malabar, Goa y Pondichery, es decir, los establecimientos franceses, holandeses
y portugueses), como para el gobernador de Orán, como para los misioneros en tie-
181 José María Solano y Eulate, Guía del gabinete de Historia natural, Madrid, Imprenta a cargo de Gregorio
Juste, 1871.
182 Helen Cowie, Conquering, p. 55.
183 Helen Cowie, Conquering, p. 57.
184 Paz Cabello Cerro, «Spanish collections of Americana in the Late Eighteenth Century», Daniela Bleichmar
y Peter C. Mancall (eds.), Collecting Across Cultures: Material Exchanges in the Early Modern Atlantic World,
Pennsylvania UP, 2011, editado en castellano en «El coleccionismo científico de las Indias en el siglo xVIII», En-
rique Martínez Ruiz y Magdalena Pazzis Pi de Corrales (ed.), Ilustración, ciencia y técnica en el siglo XVIII español,
Universidad de Valencia, 2011.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 197
185 Mercurio histórico y político, tomo II, mayo de 1776, pp. 91ss.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 198
335 envíos con miles de curiosidades, que fueron clasificadas en naturalia (especí-
menes minerales, animales o botánicos), artificialia (objetos hechos por los huma-
nos) y preternaturalia (monstruos y maravillas). Así, se constatan envíos de animales,
vivientes o no, en 1768 (Cartagena de indias), 1772 (Perú), 1777 (Guayaquil, Ma-
nila, Maracaibo), 1778 (Manila), 1780 (Manila), 1785 (La Habana), 1788 (Buenos
Aires, Guatemala), 1793 (México), o 1797 (Paraguay y California). En 1796 se or-
denaba específicamente el envío de piezas raras para el Real Gabinete.
Y las curiosidades afluyeron en esos 335 envíos de los que hemos hecho refe-
rencia. Había 132 animales vivos, entre ellos monos, cerdos, tortugas, pájaros y
peces, algunos de ellos completamente desconocidos, otros, notables por su colo-
rido, otros, por sus costumbres, como aquella iguana que viajaba con su hijo en
la boca, otros, por su ferocidad, como un mono remitido desde Manila. La mayor
parte de los animales eran acompañados de instrucciones para su cuidado, lo que
muestra los grandes esfuerzos que había que realizar para su conservación. Otros,
por el contrario, viajaron disecados, o bien se remitieron algunas partes de su es-
queleto, Y había también monstruos, como un animal monstruoso nacido de un
cerdo procedente de Bataan (Filipinas), una vaca sin pelo enviada de veracruz, un
caballo hermafrodita de Cartagena de indias, y un monstruo terrorífico descu-
bierto en Nicaragua que vivía en una laguna y que periódicamente emergía para
devorar el ganado. En este contexto, el coleccionismo de curiosidades se convirtió
en una prueba vital del valor de los territorios coloniales, y los españoles contaban
para ello con el territorio, el personal y una larga tradición de recolección de in-
formación186. Tanta importancia se concedía a estos envíos de historia natural,
que aparecían incluso en la prensa periódica: en el Diario de Madrid se daba cuenta
de la llegada a Cádiz de un navío de Cartagena de indias, el Soriano, con precio-
sidades de Historia natural187, en tanto el Correo mercantil de España y sus Indias
mencionaba que en 1791 se extrajeron del puerto del Callao para Cádiz 26 cajones
de especies diversas de historia natural188.
Los contenidos del Real Gabinete quedan reflejados en la obra de Juan Bautista
Bru (figura 11)189, que, probablemente, era lo mejor que podía ofrecer a finales
del siglo xviii la tradición pictórica animalística española, muy lejos de la perfec-
186 Paula de Vos, «The Rare, the Singular and the Extraordinary. Natural History and the Collection of Curiosi-
ties in the Spanish Empire», Daniela Bleichmar et al, Science in Spanish and Portuguese Empires, Stanford UP,
2009.
187 Diario de Madrid, 27 de septiembre de 1786.
188 Correo mercantil de España y sus Indias, 5 de noviembre de 1792.
189 Juan Bautista Bru de Ramón, Colección de láminas que representan los animales y monstruos del Real Gabi-
nete de Historia Natural de Madrid, 2 tomos, Madrid, Imprenta de Andrés de Sotos, 1784. Vid. José María López
Piñero, «Juan Bautista Bru y su colección de láminas que representan los animales y monstruos del Real Ga-
binete de Historia Natural», Marina Alfonso Mola y Carlos Martínez Shaw, Oriente en Palacio: tesoros asiáticos
en las colecciones reales españolas, Madrid, 2003.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 199
Figura 11. Juan Bautista Bru, Colección de animales y monstruos del Real Gabinete
de Histora Natural de Madrid (Madrid, 1784), tomo 1, portada.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 200
ción que podemos apreciar en otros ámbitos europeos190. Las ilustraciones de Bru
hay que entenderlas en el contexto europeo del momento, que tendía a representar
a los animales totalmente descontextualizados de su medio, lo que contrastaba
poderosamente con la tradición americana. De hecho, en los materiales remitidos
por el obispo de Trujillo Baltasar Martínez y Compañón entre 1767 y 1790, po-
demos apreciar un notable esfuerzo por situar la fauna y la flora peruanas en su
propio medio, destacando la imagen del oso hormiguero excavando un nido de
hormigas, o a un mono pelando una banana191.
Juan Bautista Bru declara su intención de centrarse más en la estructura formal
de los animales que en sus costumbres, aunque tomando algunas noticias de Buf-
fon y Brisson relativas a estos últimos aspectos. También prescinde de intentar
identificar a los animales con los descritos por los autores antiguos, debido a la
ambigüedad de las descripciones realizadas por éstos. Y nos ofrece la nomenclatura
de Linneo y Buffon, así como la empleada en el lugar de procedencia del animal
en cuestión. Sus fuentes son básicamente europeas, ya que a los autores anterior-
mente mencionados podríamos añadir a Gesner, Belon, Aldrovandi, Jonston, Clu-
sius, o Piso, limitándose las menciones de naturalistas españoles a Francisco
Hernández, lo que nos muestra cómo, incluso para la historia natural americana,
los autores españoles dejan al margen la tradición anterior y prefieren mirar allende
los Pirineos. En su obra encontramos además una reflexión acerca de las dificul-
tades existentes para la aclimatación y la supervivencia de los animales exóticos,
no tanto por el clima, cuanto por las condiciones en las que viven, por cuanto:
[...] se les encierra en jaulas pequeñas, donde apenas pueden andar algunos pasos,
sin que les dé el sol, ni se renueve su ambiente, de que resulta vivir poco, aun
190 Sobre las pinturas de animales en la Edad Moderna: Steve Baker, Picturing the beast: animals, identity and
representation, Manchester UP, 1993; Manuel Barbero Richart, Iconografía animal. La representación animal en
libros europeos de Historia natural de los siglos XVI y XVII, UCLM, 1999; Simona Cohen, Animals as Disguised Symbols
in Renaissance Art, Brill, 2008; Simona Cohen, «Animal Imaginery in Renaissance Art», Renaissance Quaterly,
67, 1, 2014, pp. 164-180; Victoria Dickenson, «Meticulous Depiction: Animals in Art, 1400-1600», Bruce Boehrer,
A cultural history of animals in the Renaissance, Oxford, Berg Publishers, 2007. Diana Donald, Picturing animals
in Britain 1750-1850, Yale UP, 2007; Jean Luc Guichet, «L´animal dans la peinture de Chardin», Dixhuitieme siecle,
36, 2004. Thyerri Hoquet, Buffon illustré : les gravures de l’Histoire naturelle (1749-1767), Paris, Muséum national
d’Histoire naturelle, 2007; Daniel Margocsy, «The Camel´s head. Representing unseen animals in sixteenth
century Europe», Netherlands Yearbook of Art History, 61, 2011. Mary Morton (ed.), Oudry´s Painted Menagerie:
Portraits of Exotic Animals in Eighteenth Century Europe, John Paul Getyy Museum, 2007; Madeleine Pinault
Sorensen, «The Animal in 17th and 18th-Century Art», Matthew Senior, A cultural history of animals in Enlight-
enment, Oxford, Berg Publishers, 2007. Sobre la imagen en la Historia natural española del xVIII, aunque cen-
trándose en el caso de las plantas, Daniela Bleichmar, «El imperio visible: la mirada experta y la imagen en
las expediciones científicas de la Ilustración», Cuadernos Dieciochistas, 9, 2008; y Visible Empire: Botanical Ex-
peditions and Visual Culture in the Hispanic Enlightenment, Chicago UP, 2012.
191 Helen Cowie, Conquering, pp. 124-131. Más específico, Emily Kay Berquist, The Science of Empire: Bishop
Martinez Companon and the Enlightenment in Peru, Austin, The University of Texas, 2007; Lisa Trever y Joanne
Pillsbury, «Martínez Compañón and His Illustrated Museum», Daniela Bleichmar y Peter C. Mancall (eds.), Co-
llecting Across Cultures: Material Exchanges in the Early Modern Atlantic World, Pennsylvania UP, 2011.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 201
De una forma un tanto desordenada, nos incluye mamíferos terrestres (el sa-
guin del Brasil, el venado chota de Java, el lagarto escamoso o pangolín, el reno,
la gacela africana, el león, el lince, el leopardo, el tapir, la cebra, el leopardo, el
agutí, el oso hormiguero, el elefante, el pecarí), marinos (el león marino, la ternera
marina o foca, el manatí, el lobo), distintas especies de aves (la oropéndola, la
garza dorada, la garza de Mallorca, el abejaruco, el avestruz, el flamenco, el faisán,
el ave del paraíso, la cacatúa, el loro, el tucán, la gallina de Guinea, el cisne, la
avutarda), peces (orbe espinosa, pez martillo, pez luna, pez sierra, pez espada,
gallo, rémora, pez volador, tiburón), algún reptil (el camaleón, el caimán) y espe-
címenes monstruosos o extraordinarios, como el pollo de tres pies, una liebre con
dos cuerpos, una ternera de dos cabezas, otra ternera cíclope, revelándonos una
naturaleza totalmente desencantada en la que se presta una particular atención a
los caracteres morfológicos y a la alimentación de las diferentes especies animales,
a la vez que a sus cualidades gastronómicas, y, en algún caso, medicinales.
Hay algunas excepciones, sin embargo, a este desencantamiento, como cuando
nos dice que los moralistas comparan al camaleón con los aduladores que a cada
instante cambian de parecer193, pero la más significativa viene dada por el elefante,
único animal del que nos presenta una descripción humanizada revelándonos unas
simpatías hacia el mismo de claros ecos buffonianos («tiene mucho valor, serenidad,
obediencia, y moderación aún en sus más vivas pasiones. No olvida los beneficios
ni los agravios, que se le hacen [...] multitud de hechos confirma su agradecimiento
y su venganza, como así mismo cierta inteligencia siempre asombrosa [...] en su
estado de independencia no es sanguinario ni feroz [...] no hace uso de sus armas
y su fuerza sino para defenderse a sí mismo»)194, si bien, para compensar estos tonos
líricos, nos describe su esqueleto, que fuera disecado por el propio autor en 1777,
siendo el único animal del que se nos incluye una ilustración del mismo.
Desde el punto de vista visual, no era un problema baladí la representación de
los animales: desde el principio de la Historia natural, los autores tuvieron que
enfrentarse a la tensión subyacente entre la pretensión de ofrecer imágenes que
reflejasen fielmente la naturaleza, por un lado, y la de que esas imágenes transmi-
tiesen un contenido informativo que las hiciese merecedoras de ser imágenes cien-
tíficas. La solución teórica ofrecida al problema se basó en el recurso al ideal de
tipos, que reflejaba la convicción de que la realidad está compuesta por fenómenos
típicos y que éstos se derivan de un tipo o arquetipo. Las imágenes típicas o ar-
quetípicas dominaron los atlas descriptivos de los siglos xviii y xix, pero más allá
de esta idea de fondo, el problema fue cómo reflejar visualmente los tipos, pues
estos no tenían por qué estar en un ser real y concreto, aunque el investigador los
podía intuir a raíz de una experiencia acumulativa. Las posibles soluciones a este
último problema quedaron bien reflejadas en la polémica entre dos anatomistas
que coincidían en la necesidad absoluta de la representación visual y su valor de
objetividad: Bernard Siegfried Albinus (Tabulae sceleti et muscolorum corporis hu-
mani, Basilea, 1747) y William Hunter (Anatomia uteri humani gravidi, Birming-
ham, 1774). El primero de ellos, Albinus, insistía en la precisión de sus imágenes,
que decía que estaban copiadas del natural y eran el resultado de sus disecciones.
Para Albinus, la naturaleza está llena de diversidad, pero la ciencia no puede es-
tarlo. Y las imágenes, en cuanto imágenes científicas, han de evitar esa diversidad
y presentar un modelo idealizado. William Hunter, en cambio, y criticando a Al-
binus, se mostró un defensor radical de la representación en carne y hueso, de
unas ilustraciones anatómicas de un realismo absoluto que ilustraban el particular,
aquello que había sido visto en un determinado lugar, momento y condiciones.
Nada de efectos especiales o trucos ornamentales, sino absoluta fidelidad al detalle.
Hasta una mancha, una cicatriz, una irregularidad o cualquier defecto, tenía que
ser registrado fielmente sin pensar en su significado anatómico195.
Juan Bautista Bru seguiría la opción naturalista, es decir, la copia fiel de la re-
alidad, tal como lo declara expresamente en el prólogo de su obra: «me he valido
de los que tenemos en este Real Gabinete, copiando fielmente del original los co-
lores, la magnitud y dimensiones [...] he puesto cuidado en que la descripción y
pintura sea natural, y hecha con la mayor sencillez, porque mi objeto es hacer co-
nocer al público las cosas como se ven en este Real Gabinete». Nuestro autor haría
gala nuevamente de sus capacidades como dibujante animalístico en su Colección
de los peces y demás producciones marítimas de España (1780-1790)196, en cuyas
ilustraciones volvería a mostrar sus carencias pictóricas, habida cuenta de su ca-
rácter naif y primitivo197.
195 Susana Gómez López, «Modelos y representaciones visuales en la ciencia», Escritura e imagen, 1, 2005,
pp. 83-116. Pierre Lacour, «De la divergence art/science. L´image naturaliste entre 1720 et 1820», I. Laboulais,
M. Guedrón (ed.) y M Guedrón. (éd.), Écrire les sciences, Collection Etudes sur le XVIIIe siècle, Editions de l´Uni-
vesité de Bruxelles, 2015.
196 Juan Carrete Parrondo, Difusión de la ciencia en la España Ilustrada. Estampas de la Real Calcografía, Madrid,
CSIC, 1989.
197 Juan Pimentel Igea, El rinoceronte y el megaterio. Ensayo de morfología historica, Madrid, Abada, 2010.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 203
198 José Luis Maldonado Polo, «El primer gabinete de Historia Natural de México y el reconocimiento del nor-
oeste novohispano». Sobre el mismo tema, María Eugenia Constantino Ortiz, «Los gabinetes novohispanos:
espacios de exposición, catalogación, discusión y validación de la historia natural», XI Congreso Mexicano de
Historia de la Ciencia y de la Tecnología, Zacatecas, 2010 y «Discordias en el Paraíso. Prácticas y disputas sobre
las colecciones de animales novohispanos (1790-1795)», en Irina Podgorny y Miruna Achim, Museos al detalle.
Colecciones, antigüedades e historia natural 1790-1870, Rosario (Argentina), Prohistoria, 2014. Para un período
posterior, Rodrigo Vega y Ortega, «La riqueza del Gabinete de Historia Natural del Museo de México. La dé-
cada de 1830», Nuevo Mundo. Mundos Nuevos, septiembre de 2011.
199 Juan Pimentel Igea, El rinoceronte y el megaterio: ensayo de morfología histórica, Madrid, Abada, 2010. Tam-
bién, José María López Piñero, El megaterio de Bru y el presidente Jefferson, Universidad de Valencia, 1993.
200 Francisco Pelayo López, Del diluvio al megaterio. Los orígenes de la paleontología en España, Madrid, CSIC,
1996.
201 Fray Joseph Torrubia, Aparato para la historia natural española, Madrid, 1754, 2 tomos. Reeditado por Lean-
dro Sequeiros y Francisco Pelayo (Universidad de Granada, 2007).
202 Gaceta de México, 12 de junio de 1799.
203 Diario de Madrid, tomo xIV, octubre, noviembre y diciembre de 1789, p. 1237.
204 Memorial literario o biblioteca periódica de ciencias y artes, 29 de febrero de 1808.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 206
La nueva criatura (figura 12) será descrita por Joseph Garriga205, que nos mues-
tra, con claro fervor patriótico (amor a la ciencia y nacionalismo estaban estre-
chamente relacionados), y un deseo de corregir las afirmaciones formuladas por
los científicos franceses (en este caso, Cuvier):
Un amigo, a cuyas manos había llegado poco tiempo ha la noticia que Gregorio
Cuvier ha publicado en Francia del esqueleto de un animal grande y raro que
posee el Real Gabinete de Historia natural de esta corte, me la franqueó para leerla
y examinarla con cuidado. Me pareció digna de que se publicase traducida, para
que así se extendiese la noticia de este singular animal. Que no obstante que es
del real gabinete, ha sido descrito antes por un extranjero que por nosotros, o a lo
menos la descripción de éste se ha publicado primero que la que se hizo acá [...]
así se verán mejor las equivocaciones de la noticia dada en Francia, que se hizo te-
niendo presente estas mismas laminas. Me ha parecido que debía dar esta noticia
al público, porque con ella no sólo hago la debida justicia a don Juan Bautista
Bru, sino también a nuestra nación, manifestando que los naturalistas de España
no se han descuidado tanto, que no hayan descrito con la mayor prolijidad este
esqueleto, que es el primero que se recibió de su especie de los tres que existen ya
en este reino.
205 Joseph Garriga, Descripción del esqueleto de un quadrúpedo muy corpulento y raro, que se conserva en el
Real, Gabinete de Historia Natural de Madrid, Madrid, Imprenta de la Viuda de Joaquín Ibarra, 1796.
143-208 Capitulo 5_Maquetación 1 02/07/15 10:51 Página 207
209 Un ejemplo en Rodrigo Antonio Vega y Ortega, Instruir, entretener y moralizar. La divulgación de la Historia
natural en las revistas femeninas de México (1840-1855), Universidad Nacional Autónoma de México, 2009,
Tesis de licenciatura. Del mismo autor, La historia natural en las revistas de artesanos de México, 1840-1855.
Revista Complutense de Historia de América, 38, 2012.
209-250 Capitulo 6_Maquetación 1 02/07/15 10:52 Página 209
Capítulo 6
Animales exterminados
1 Keith Thomas, Man and the natural world. Changing attitudes in England 1500-1800, Londres, Penguin Books,
1984, pp. 17 y 24.
2 K. A. Enenkel y P. J. Smith, «Introduction», Karl A. Enenkel y Paul J. Smith, Early Moderrn Zoology, Brill, 2007, p. 2.
3 Memorial literario, 20 de junio de 1805. «Reflexiones sobre la pesca y la caza consideradas como compatibles
con la humanidad».
209-250 Capitulo 6_Maquetación 1 02/07/15 10:52 Página 210
Obviamente, dado estos planteamientos, quedaba muy claro que el ser humano
tenía pleno derecho a utilizar a los animales a su servicio, maltratándolos si le pla-
cía, y exterminándolos si era preciso.
Uno de los usos preferentes que se les dio a los animales salvajes en las cortes euro-
peas durante los siglos XVI y XVII4 fue la celebración de sangrientos combates que
trataban de rememorar la fama de los festivales circenses romanos y la magnificencia
de los emperadores que los organizaron5. Peleas entre animales que pervivieron, evi-
dentemente, en la época medieval, como los combates de gallos (mencionados en
la Description of London escrita por William Fitzstephen hacia 1180, y que fueron
muy populares en Francia), de toros, o el hostigamiento de osos (que ya encontra-
mos en las cortes de la Inglaterra prenormanda), fundamentalmente empleando
perros, aunque, más raramente, podemos encontrar enfrentamientos entre leones
y toros, y, en los países escandinavos, sobre todo en Islandia, las luchas más populares
fueron las mantenidas entre caballos, frecuentemente descritas en las sagas 6.
De hecho, esta era la función fundamental a la que estaban destinadas la ma-
yoría de las leoneras, los serragli y las cours de lions que tanto habían proliferado
4 Para lo que sigue, Carlos Gómez Centurión, «De leoneras, ménageries y casas de fieras: algunos apuntes
sobre el coleccionismo zoológico en la Europa moderna», Arturo Morgado García y José Joaquín Rodríguez
Moreno (dirs.), Los animales en la historia y en la cultura, Cádiz, Universidad, 2011.
5 Un panorama general en Jo-Ann Shelton, «Beastly Spectacles in the Ancient Mediterranean World», Linda
Kalof (ed.), A Cultural History of Animals in Antiquity, Oxford, Berg Publishers, 2007, pp. 97ss.
6 Lisa J. Kiser, «Animals in Medieval Sports, Entertainment and Menageries», Brigitte Resl (ed.), A Cultural His-
tory of Animals in the Middle Ages, Oxford, Berg Publishers, 2007, pp. 116-118.
209-250 Capitulo 6_Maquetación 1 02/07/15 10:52 Página 211
carnicería, como gatos, zorras, monos, perros y gallos. Tras la victoria final del
toro sobre el resto, tuvo lugar un acontecimiento poco usual y que despertó el en-
tusiasmo del público, ya que el propio monarca decidió acabar personalmente
con la vida del ganador de un solo y certero disparo de arcabuz. Precisamente por-
que la participación del príncipe en esta clase de acontecimientos realzaba su sim-
bolismo y le dotaba de un particular prestigio, el escritor José Pellicer decidió
escribir la crónica del suceso y convocar a los mejores poetas del momento para
que celebraran la heroicidad y la gloria del soberano, publicándose aquel mismo
año el Anfiteatro de Felipe el Grande, en el que se incluían más de un centenar de
composiciones salidas de las plumas de otros tantos autores.
Poco a poco, sin embargo, las peleas de animales salvajes fueron cayendo en
desuso. Al menos en Europa occidental, desde finales del siglo XVII y a lo largo
del siglo XVIII, la sociedad cortesana, más civilizada y menos violenta, fue per-
diendo paulatinamente el interés hacia ellas. El serrallo de Gante fue cerrado en
1649 y el del palacio de Vincennes dejó de funcionar hacia 1700, siendo sus ani-
males enviados al nuevo zoológico de Versalles. Lo mismo sucedió en Neugebäude
en 1781 y en Florencia en 1776. Por lo que respecta a España, la vieja leonera del
Buen Retiro fue mandada demoler en el verano de 1700 para construir una nueva
en medio de los jardines, donde los últimos combates entre leones y perros de
presa se organizaron hacia 1720 para divertir al príncipe de Asturias.
Pero estos espectáculos siguieron realizándose para el gran público7. Los viajeros
que visitaban Inglaterra nos mostraban cómo sus naturales «se divierten en ver
pelear a los gallos, que son allí muy valientes, y hacen a esto grandes apuestas.
También echan a pelear los perros, que llaman bulldogs, y en asiéndose, no hay
modo de soltar la presa, hasta matar al contrario»8. En París eran una de las atrac-
ciones más populares, apareciendo con regularidad toros, osos, lobos, ciervos y
toros, aunque de vez en cuando también se encontraban leones, tigres, leopardos,
osos polares, e incluso un mandril enfrentándose a los perros. Aunque hacía
mucho tiempo que el monarca no organizaba tales espectáculos, éstos continuaron
realizándose a cargo de empresarios privados entre finales del siglo XVI e inicios
del siglo XIX. Estos empresarios, evidentemente, no contaban con las mismas fa-
cilidades que el rey a la hora de procurarse animales, y los conseguían dónde y
como podían. Dado que París no era una ciudad portuaria, resultaba más barato
comprarlos en lugares como Marsella, Le Havre, Burdeos o Amsterdam. Martin
Endric adquirió un mono en Tolón en 1710 por la suma de diez libras (era caro,
pero mucho menos de lo que le hubiera costado en París), un mono de Ceilán
7 Eva Griffith, «Inside and Outside: Animal Activity and the Red Bull Playhouse, St. John Street», A cultural his-
tory of animals, vol. 4, Oxford, Berrg Publishers, 2007.
8 Pedro Murillo Velarde, Geographia Historica de Alemania, Flandes, Inglaterra, Dinamarca, Noruega, Suecia,
Moscovia y Polonia, tomo IV, Madrid, Oficina de D. Gabriel Ramírez, 1752, p. 199.
209-250 Capitulo 6_Maquetación 1 02/07/15 10:52 Página 214
9 Louise E. Robbins, Elephant slaves and pampered parrots. Exotic animal in Eighteenth Century Paris, The John
Hopkins University Press, 2002, pp. 68ss.
209-250 Capitulo 6_Maquetación 1 02/07/15 10:52 Página 215
10 Gloria Franco Rubio, La vida cotidiana en tiempos de Carlos III, Madrid, 2001.
209-250 Capitulo 6_Maquetación 1 02/07/15 10:52 Página 217
dos. Era una fiesta más noble que popular, por lo que situaba su origen en la época
de las justas y los torneos11.
En el lado contrario tendríamos a figuras como Feijóo, Cadalso o Jovellanos,
que entre 1790 y 1796 realizaría un informe titulado Memoria para el arreglo de
la policía de los espectáculos y diversiones públicas y sobre el origen de España, a peti-
ción del Consejo de Castilla a la Academia de Historia, con el fin de reformar la
legislación vigente, hablando claramente en contra de los toros, por atentar al
equilibrio moral humano. Además negaba su presunta generalización por todo el
país y refrendaba claramente las prohibiciones, desde sus prácticas globales, hasta
sus peculiaridades zonales:
Los diversos ministros de Carlos III y Carlos IV fueron adoptando una serie de
medidas contra el espectáculo, hasta que una Real Cédula del 2 de febrero de
1805 prohibía totalmente esta práctica, leyendo dos años más tarde Vargas Ponce
en la Real Academia de la Historia una Disertación sobre las corridas de toros en la
que ponderaba la decisión como justa. No obstante, las resistencias a la abolición
fueron abundantes, ya que era un espectáculo que movía muchos intereses eco-
nómicos y atraía una gran cantidad de público. Juan Pablo Forner redactaría un
informe partidario de las corridas de toros, en su calidad de fiscal del crimen de
la Real Audiencia de Sevilla, en tanto Antonio de Capmany en su escrito, publi-
cado de forma anónima en el Diario de Madrid los días 16 y 18 de septiembre de
1801, bajo el título «A los declamadores contra la fiesta de los toros» reproducía
11 Xavier Andreu Miralles, «De cómo los toros se convirtieron en festa nacional: los intelectuales y la cultura
popular 1790-1850», Ayer, 72, 2008.
12 G. M. Jovellanos, Espectáculos y diversiones públicas. Informe sobre la Ley Agraria. Edición de José Lage, Madrid,
1982, pp. 85-98. Para una rápida valoración, José Marchena Domínguez, «El proteccionismo hacia los anima-
les: interpretación histórica y valoración nacional», Arturo Morgado García y José Joaquín Rodríguez Moreno
(eds.), Los animales en la historia y en la cultura, Universidad de Cádiz, 2011.
209-250 Capitulo 6_Maquetación 1 02/07/15 10:52 Página 218
una serie de argumentos que volvería a utilizar en su Apología de las fiestas públicas
de toros aparecida en 1815, instando además a Godoy en su Centinela contra fran-
ceses (1808) a devolver al pueblo sus antiguos afectos por medio de la literatura
patriótica y las corridas de toros13. El debate saltaría a la prensa, incluyendo el Co-
rreo literario y económico de Sevilla una Carta de Mr. De Maupertuis, del derecho
que el hombre tiene sobre las bestias, añadiendo acto seguido una defensa de estos
espectáculos redactada en un tono claramente satírico:
gante perro de presa, y para que el concurso tenga otra mayor satisfacción y admite
la valentía de una perra muy pequeña, también de presa, recién llegada a esta corte,
saldrá a sujetar el sexto novillo, pues asegura su dueño ser la mas singular que se
conoce por las experiencias que de ella tiene»16.
Pero no podemos olvidar otros espectáculos17. Fueron muy populares las peleas
de gallos, reflejadas en más de una ocasión en la prensa, como hiciera el Diario de
Madrid de 22 de junio de 1788. «Hoy hay riña de gallos ingleses, y una prueba
de pelea con gallinas también inglesas, en el sitio acostumbrado de la calle de la
madera alta», noticias repetidas otros días, como el 3 y el 31 de agosto de 1788,
o el 12 de octubre del mismo año, fecha en que se anunciaba «Hoy reñirán cuatro
gallos ingleses a fuerza de su valor y valentía y retirados estos se echaran otros cua-
tro con navajas, se empezará esta función a las cuatro y media de la tarde en la
calle de la madera alta en la casa del juego de bochas»18. El impacto que tuvieron
estos espectáculos en el mundo colonial lo podemos ver reflejado en el largo artí-
culo que el Mercurio peruano dedicaba al coso de gallos de Lima19. También los
osos participaban en estos combates, según nos cuenta el Diario de Madrid, tra-
tándose en esta ocasión de una osa lidiando con perros de presa20. Aunque en
otras ocasiones se explotaba su vena patosa y ridícula, como refleja el Hebdoma-
dario sevillano del 19 de septiembre de 1758:
Espectáculos que a veces provocaban la muerte del animal sin atisbo alguno
de lucha ni nobleza. En el Diario de Madrid de 26 de febrero de 1791, podemos
leer, con motivo de unos novillos que se lidiaban en la capital, que «se fijará un
madero en el sitio más proporcionado, y se amarrara a el un mono de bastante
corpulencia, vestido con diversidad de fuegos artificiales, que incendiados forma-
ran un aspecto muy agradable, por la extrañeza de sus luces y demás particulari-
dades que ha inventado la destreza y habilidad de su autor»22. Si el maltrato a los
animales era visto por muchos círculos de entonces como una forma de barbarie,
parece muy claro el juicio que merecería nuestro país.
Pero no siempre la exhibición de animales tomaba este cariz violento. Nos en-
contraremos a menudo con menageries itinerantes, a cargo fundamentalmente de
empresarios italianos, que familiarizaban a los españoles con animales exóticos.
En 1799 el parmesano Andrés Raggi mostraba un camello egipcio y un oso polaco.
En 1804 su compatriota Juan Bernabé anunciaba una hiena, y tres años más tarde
José Padovany impresionaba a los madrileños con un elefante, animal que circu-
laba con un impreso puesto a disposición del público en el que se advertía de su
anatomía y de sus costumbres23. Aunque ni punto de comparación con lo que ya
observamos en el Londres contemporáneo, donde constituían un espectáculo
mucho más habitual24.
La caza
Muy posiblemente, sea la caza la manifestación más evidente de señorío del hom-
bre sobre el mundo animal25. En la antigüedad esta actividad tuvo muchas fun-
ciones, desde la procura de alimento para la autosubsistencia o para la venta en el
mercado, hasta su faceta lúdica y de prestigio social y simbólico. En Atenas, a me-
nudo el amante de edad más madura a menudo es representado ofreciendo a su
compañero la presa que ha matado. Platón aprobaba la caza como un medio de
desarrollar el coraje en la juventud. La caza es presentada en muchas ocasiones
como un deporte propio de reyes y héroes: para la nobleza macedonia la caza era
diciado marfil y las necesidades militares también jugaron un papel muy impor-
tante. Lo cierto es que los romanos eran persistentes y eficientes, podían pagar muy
bien, y acabaron controlando el comercio de animales en el mundo mediterráneo,
con unas consecuencias absolutamente devastadoras para muchas especies26.
También en la época medieval la actividad cinegética tuvo muchas virtualida-
des, y, de hecho, la sociedad medieval no puede ser entendida sin hacer referencia
a la práctica de la caza, bien fuera como pasatiempo, necesidad, o ritual social. La
caza era una actividad deportiva, que permitía mantenerse en forma, y constituía
un magnífico entrenamiento para el combate, por lo que no es de extrañar que
fuera el divertimento por antonomasia de la aristocracia. Era una actividad de
prestigio, ya que no solamente entrañaba el enfrentamiento directo contra una
bestia feroz, sino que necesitaba grandes medios económicos para sufragar el cos-
toso aparato constituido por jaurías, halcones, oteadores y monturas. Era una ac-
tividad muy codificada y reglamentada, como consecuencia del fuerte espíritu de
emulación existente entre los cazadores. Y era una actividad dotada de un pro-
fundo contenido moral, ya que aseguraba la salud y proporcionaba un placer no
pecaminoso, constituyendo además un remedio contra la ociosidad, la madre de
todos los vicios. La acción que requiere la caza neutraliza los malos pensamientos
y es un antídoto contra el mal27.
La práctica cinegética dio origen a una nutrida literatura, tanto en latín como
en las distintas lenguas vernáculas, constituyendo uno de los ejemplos más repre-
sentativos el Livre de la chasse de Gaston Phebus, conde de Foix y vizconde de
Bearn, y cuya existencia comprendió los azarosos años transcurridos entre 1331 y
1391. Jugó un importante papel en la política francesa del momento, pero ello
no le impediría desarrollar una notable actividad literaria, destacando su Livre de
la chasse, que dictara a un copista entre 1387 y 1389. Su obra conoció un notable
éxito, de lo que dan fe las numerosas copias conservadas, siendo considerada hasta
finales del siglo XVI la gran obra dedicada al arte cinegético, y utilizándola aún en
pleno siglo XVIII Buffon en su Historia natural, no debiendo, en modo alguno,
ser ajena a esta buena fortuna, las magníficas ilustraciones que acompañan muchas
de las copias conservadas. Por lo que se refiere a España, contamos con textos
como el Libro de la caza del Infante Juan Manuel, el Libro de la caça de las aves
de Pero López de Ayala, o el Libro de la Montería de Alfonso XI, todos ellos del
siglo XIV.
26 J. Donald Hughes, «Hunting in the Ancient Mediterranean World», Linda Kaloff, A cultural history of animals
in Antiquity, Berg Publishers, 2007, pp. 55-57, 60-61.
27 Ann Smets, «Medieval Hunting», Brigitte Resl (ed.), A cultural history of animals in the Medieval Age, Oxford,
Berg Publishers, 2007. Sobre la caza de mamíferos marinos, Stephane Lebecq, «Scénes de chasse aux mam-
mifères marins (mers du Nord, Vie-XIIe siécles)», Robert Delort, Elizabeth Mornet, Franco Morenzoni y Danielle
Millioud, Milieux naturels, espaces sociaux: études ofertes à Robert Delort, París, Publications de la Sorbonne,
1997.
209-250 Capitulo 6_Maquetación 1 02/07/15 10:52 Página 223
28 Charles Bergman, «Hunting Rites and Animals Rights in the Renaissance», en Bruce Boehrer, A cultural his-
tory of animal in the Renaissance, Oxford, Berg Publishers, 2007.
29 Amy Warthersen, «The war against animals. The Culture of the Hunt in Early Modern France», Matthew
Senior (ed.), A Cultural History of Animals in trhe Enlightenment, Oxford, Berg Publishers, 2007.
30 Alonso Martínez de Espinar, Arte de ballestería y montería, Madrid, 1644, lib. 2, cap. 2.
31 Gonzalo Argote de Molina, Libro de la montería que mandó escribir el muy alto y muy poderoso Rey Don
Alonso de Castilla y de León acrecentado por... Sevilla, Andrea Pesconi, 1582.
209-250 Capitulo 6_Maquetación 1 02/07/15 10:52 Página 224
Figura 13. Caza del oso, Gonzalo Argote de Molina, Libro de la montería, Sevilla, 1582.
(cap. XXVIII). Por supuesto, lobos, zorras, gatos monteses y tejones eran igualmente
cazados, y su montería «no es menos apacible que la de otros animales», hasta el
punto de que lobos y zorros eran matados en gran número en Aranjuez, partici-
pando en ello el príncipe cardenal Alberto de Austria (futuro cónyuge de Isabel
Clara Eugenia), la reina Ana de Austria, hija del emperador Maximiliano II y es-
posa de Felipe II desde 1570, y las infantas Isabel Clara y Catalina, que los mataban
con sus propias manos utilizando porras de fresno (obviamente, cuando ya estaban
envueltos en las redes). También le gustaba mucho esta práctica a Estanislao, hom-
bre de placer de Felipe II que falleciera en 1579, que los cazaba utilizando el arca-
buz (cap. XXIX). Liebres y conejos solían cazarse utilizando redes, aunque también
con galgos, podencos y hurones (cap. XLII).
El Pardo constituía el lugar predilecto de caza de Felipe II, dado su cercanía a
la corte (unas dos leguas), radicando en medio del bosque un pabellón de caza
profusamente descrito por el autor, al que se le escapa la vena lírica, refiriéndose
al «gran número de pajaricos con dulce y concertada armonía, hacen aquel lugar
más agradable». En el interior del edificio había cuadros de Tiziano, Antonio
Moro, El Bosco («famoso por los disparates de su pintura»), entre ellos las Tenta-
ciones de San Antonio, los cuadros pintados con motivo de las fiestas de Binche
(descritas minuciosamente por Calvete de Estrella en su narración del viaje de Fe-
lipe II por Europa siendo aún príncipe), y numerosos retratos de reyes, príncipes
y miembros de la nobleza pintados por Tiziano, Sánchez Coello y Antonio Moro.
En los bosques que rodeaban el edificio había numerosos corzos, jabalíes, gamos,
liebres, conejos, gatos monteses, lobos, zorros, águilas, milanos, cuervos, perdices,
garzas y ánades (cap. XLVII). Cacería más plebeya, por el contrario, era la montería
209-250 Capitulo 6_Maquetación 1 02/07/15 10:52 Página 226
de buytrón, muy común en Galicia, en la cual se abría una fosa en el suelo recu-
bierta de estacas, espantándose a gamos, jabalíes, venados o lobos hacia aquel
lugar, donde morían ensartados (cap. XXXI).
Era muy habitual en muchas partes de España la caza de lobos, utilizando los
pastores para ello unos lazos llamados alzapiés. Los mesteños, por su parte, mata-
ban a los lobos utilizando un lazo atado a una ballesta que se disparaba cuando el
animal pisaba éste (cap. XXXII). Y aunque, obviamente, no sea una práctica cine-
gética, el autor también nos habla de la montería de los toros, costumbre antiquí-
sima y practicada en muchas ciudades por votos, fiestas o victorias contra los
infieles. «Es la más apacible fiesta que en España se usa tanto que sin ella ninguna
se tiene por regocijo» (cap. XXXVIII), y en los años finales del Quinientos era una
actividad marcadamente aristocrática, hasta el punto de que «gran gentileza en
España es salir un caballero al coso contra un toro y derribarlo muerto de una
lanzada» (cap. XXXIX). Argote de Molina también nos ofrece algunas costumbres
cinegéticas que encontramos en Europa, como la montería del buey (cap. XXXIII),
practicada en algunas partes de Francia y Alemania, consistente en ocultarse tras
una figura de este animal, la del carro (XXXIV), utilizada por los reyes de Francia
en los bosques de Fointanebleau, en la que un cazador se oculta en el interior de
un carro cubierto de ramas y flores, y, la más interesante, la de los bisontes y uros
que se realizaba en Polonia (cap. XL), interés añadido por el hecho de que este úl-
timo animal se extinguió en el siglo XVII.
Una de las virtudes de la obra de Argote de Molina radica en el hecho de que
nos brinda una serie de noticias sobre prácticas cinegéticas en lugares ubicados
mucho más allá de los territorios españoles. Son muy interesantes al respecto sus
descripciones sobre las cacerías realizados en los territorios americanos, a los que
dedica varios capítulos. No podían faltar tampoco referencias a los continentes
asiático y africano. De este último destacaría, naturalmente, la caza de leones (cap.
XXX), siendo una de las distracciones predilectas de la guarnición acantonada en
el presidio de Orán, tratándose de una caza ecuestre en la que el león era muerto
a lanzadas. Se trataba de una caza «de mucha recreación y grandeza», y algunos
nobles, como Rodrigo Ponce de León, conde de Bailén, la practicaban con fre-
cuencia. Según el autor, también se cazaban leones en el Nuevo Mundo (natu-
ralmente, se trataba de pumas), aunque éstos eran menos bravos que los africanos.
En cierta ocasión, se escapó una leona de la corte, y salieron a cazarla los monteros
del rey acompañados de Isabel de Valois y del príncipe Don Carlos, atosigándola
con lebreles hasta que pudieron acabar con ella. También se refiere a la caza de
elefantes, animal ya mencionado en el relato que de la embajada ante Tamerlán
realizara González de Clavijo a inicios del siglo XV, y que era practicada tanto en
África como en las Indias Orientales. El animal era corrido a lanzazos con la fi-
nalidad de que cayera en una fosa practicada en el suelo, siendo capturado para
209-250 Capitulo 6_Maquetación 1 02/07/15 10:52 Página 227
32 Luis Barahona de Soto, Diálogos de la montería, Madrid, Real Academia de la Historia, 1890.
33 Alonso Martínez de Espinar, Arte de ballestería y montería, Madrid, Alonso Marín, 1761.
34 Juan Manuel Arellano, El cazador instruido, Madrid, Oficina de Joseph González, 1745.
35 Libro de los secretos de agricultura, casa de campo y pastoril, Barcelona, Imprenta de Juan Piferrer, 1722.
36 Libro de los secretos, p. 424.
37 Libro de los secretos, p. 436.
209-250 Capitulo 6_Maquetación 1 02/07/15 10:52 Página 228
a los muy trillados Plinio y Galeno, con alguna mención aislada del socorrido
Olao Magno.
Son muchas las aves susceptibles de ser cazadas: comienza con las codornices y
las perdices, hablando posteriormente de otras especies tales chochas, garzas, pollos
de agua, ánades, avefrías, chorlitos reales, palomas, zorzales, estorninos, abejarucos,
tórtolas, alcotanes, águilas, avutardas, buitres, quebrantahuesos, pollas, búhos, fai-
sanes, vencejos, tordos, francolines o rabilargos. Desde el punto de vista de su uti-
lidad, nos señala con frecuencia su valor gastronómico, y, de este modo, nos dice
de la codorniz que «es gustosa comida y mejor después de agosto son de mejor al-
imento guisadas que asadas por ser su sustancia seca» del ánade que «su carne es
muy buena y más si se come estofada en vino estando manida», del abejaruco que
«su carne es estimada en poco», de la tórtola que su carne «es estimada», de la polla
(sic), que su carne es seca y fría y engendra melancolía, del tordo que «pelados sin
sacarles las tripas y envueltos en hojas de parra, manteca, sal y hinojo y cubiertos
de rescoldo están regulados y se asan presto», y del faisán, como no podía ser
menos, que «es vianda que sólo se debe poner en la mesa de los príncipes», talante
regio que debió influir poderosamente en la decisión de Felipe II de introducirlos
en las Casa de Campo, aunque no llegaron a arraigar. Se extiende también con
detalle en sus usos médicos. El caldo de la codorniz, por ejemplo, ablanda el vien-
tre, el del pollo de agua es mejor que el del pollo común para los cólicos, el estor-
nino crudo es un poderoso antídoto contra cualquier veneno, y su estiércol quita
las manchas del rostro, la tórtola «es buen alimento para los hidrópicos y para los
que padecen dolor cólico su sangre es especial para fluxiones de ojos y destilada
para el dolor de oídos». La polla (sic) presenta numerosas utilidades, ya que su
caldo es bueno para los músicos porque ablanda la voz, aprovecha a los viejos para
el uso del matrimonio, su cabeza, ojos y vientre secos y convertidos en polvo curan
el cáncer, sus testículos abiertos y espolvoreados con sal gema, secos y mezclados
con espuma marina, estiércol de lagarto y azúcar quitan las nubes de los ojos.
Y, como no podía ser menos, la visión de las diferentes especies está profunda-
mente marcada por la visión moralizante: la codorniz y el faisán son lascivos, la
perdiz fecunda, el estornino es médico de sí mismo «y así se curan con huevos de
hormigas los que se deshacen y dándoles calor debajo de las alas se los ponen en el
pie», el alcotán es sanguinario pero compasivo con los cadáveres «porque las aves
no le saquen los ojos coge polvo y se sacude en ellos hasta que quedan cubiertos»,
el buitre torpe y glotón, el búho anuncia malos presagios... Visión moralizante
acompañada de numerosos elementos más o menos legendarios, destacando al res-
pecto su visión del águila, «los pollos nacen sin abrir los ojos y así los tienen hasta
que sale el sol tiene tal aversión al agua que no la prueban su vuelo se remonta mas
allá de las nubes en cogiendo la presa lo primero que hacen es sacarla los mojos y
después la comen las entrañas esta ave muda la pluma de diez en diez años y para
209-250 Capitulo 6_Maquetación 1 02/07/15 10:52 Página 230
ellos e baña en las fuentes más frías». Y pasma el patriotismo de los francolines, ya
que «al punto que salen de los dominios de España mueren y por eso los franceses
los llaman los verdaderos españoles que dejan la vida en perdiendo su patria».
Tras hablar de las aves, Calvo Pinto nos da algunos consejos acerca de cómo
reconocer el campo y de elegir el mejor lugar para el puesto de tirador, tras lo cual
pasa a referirse a los distintos mamíferos objeto de actividades cinegéticas. Sus
simpatías por el ciervo son manifiestas, y ello es un lugar común de toda esta li-
teratura, por cuanto desde tiempos muy remotos encarna la renovación de las es-
taciones, reforzando estas imágenes el cristianismo, al compararnos al Mesías con
un ciervo blanco, y a Cristo, el hombre que transmite el perdón divino, como a
un nuevo ciervo38. Su caza es la más gratificante, por cuanto para ella «es», y a las
variantes de la misma dedica varios capítulos, cosa que no sucede con otras espe-
cies. De este modo, nos encontramos ante un animal:
[...] muy corpulento, de bellísima presencia, sus ojos grandes, el cuello delgado,
el lomo grueso, las uñas hendidas, la nariz grande y el corazón, pero magnánimo,
es tan delgada su sangre que no se cuaja por tener mucho humor acuátil y nada
de fibrosa, los más dicen no tienen hiel y que por esto viven mucho [...] tienen
mucha vista y olfato [...] es comida regalada [...] son animales tan placenteros que
se admiran de todo suelen cuando comen pararse a mirar quién les sigue se ha
visto pararse silbándolos y al sonido de instrumentos ulular Dice Plinio que les
duele mucho la tripa cuando corren y el pararse es en fuerza del dolor y temiendo
no se les rompan por tenerlas muy delgadas [...] el invierno sacan con el aliento
las culebras de las cavernas y se las comen por la parte que tienen de salitrosas no
les da calentura y así para preservarse de ellas es célebre febrífugo comer por las
mañanas su carne fresca [...] en teniendo acceso este animal se avergüenza y se
aparta de los otros hasta que se lava y se purifica y por esto los egipcios le tenían
por símbolo de la penitencia. Es animal muy fogoso y no se recela de los caballos
y en particular de la de su color por lo que los castaños son mejores para lacearlos
[...] no beben agua sino que esté muy claro.
todo tumor sus sesos mitigan todo dolor») y la aplicación de criterios moralizantes
y legendarios, siguiendo toda una escala de simpatías y antipatías. Así, del lobo
(animal que se caza muchas veces con cepos de hierro y rehuyendo cualquier con-
tacto directo, como alimaña que es) nos dirá, citando a autores como Ferrer de
Valdecebro, que:
[...] están preñadas doce días no crían todos los que paren pues luego se pueden
andar los llevan a beber y al que bebe como perro le matan. Refiere el jurisconsulto
Gregorio López que los lobos no tienen acceso con las hembras sino en doce veces
en el año [...]es animal que siempre tira a lo oscuro y silencioso. Llevan siempre la
boca abierta porque si se endomingan losa colmillos no los pueden abrir con fa-
cilidad para hacer presa. He visto que para coger un toro entran unos a embestir
con ellos y entonces los toros se arriman a las paredes o peñascos y como estando
arrimados no pueden salir se van otros lobos por encima de las paredes o peñas y
se retiran a ellos por el lomo y los hacen desviar y salir los riscos [...] son animales
tan sucios que entierran la carne y no hallando que comer la vuelven a buscar y la
comen aunque esté podrida. Es tan miedoso que cuando huye lleva la cabeza baja
y la cola las lobas para hacer salir a los hijos a comer les echan el aliento por la
boca de la cueva.
Del oso, por su parte, recoge la vieja leyenda según la cual «cuando paren sale
la cría informe y lamiéndola la forma las facciones otros dicen que cuando editan
preñadas no las quieren los machos y rabiosas y sofocadas de esto y del ardor las-
civo se dan muchos golpes en el vientre y abortan antes de tiempo». La liebre, por
supuesto, es hermafrodita según algunos, aunque recoge la opinión contraria for-
mulada por Alberto Magno y Guillaume Rondelet.
Menos prolijo es nuestro autor a la hora de hablarnos de la forma de cazar
estos animales, aunque es de destacar el aprecio sentido por los monteros a las
cacerías de conejos, por cuanto «siempre se los han dado para que los repartan y
lo mismo las palomas lo he visto en tiempo del señor don Felipe Quinto en el
Retiro y Casa de Campo y en las batidas a los monteros alguna caza mayor», se-
ñalando además que quien los acierte corriendo entre los tomillos es considerado
como buen tirador. Y finaliza la obra dedicando bastante espacio a las batidas
contra los lobos organizadas en determinados puntos de la sierra de Madrid, des-
tacando el carácter cuasi militar de las mismas, por cuanto requerían de toda
una coordinación entre los monteros de diferentes localidades y el empleo de
efectivos muy elevados en ocasiones: así, en la batida de la Cuesta de san Pedro,
la mayor que se podía realizar (hasta el punto que en 1718 el conde de Lemos
mató once lobos y era frecuente eliminar entre cuatro y media docena), se invo-
lucraba a más de 1.300 personas, de creer en la verosimilitud de sus informacio-
209-250 Capitulo 6_Maquetación 1 02/07/15 10:52 Página 232
39 DJMGM, El experimentado cazador o perfecto tirador, 3º edición, Madrid, Imprenta de Leonardo Núñez, 1817.
40 Diario de Madrid, 8 de abril de 1790.
41 DJMGM, El experimentado cazador, pp. 3-7.
42 Leopoldo de Cueto, Poetas líricos del siglo XVIII, Biblioteca de Autores Españoles, vol. 61.
43 Leopoldo de Cueto, Poetas.
209-250 Capitulo 6_Maquetación 1 02/07/15 10:52 Página 233
saria a los cazadores. Canto IV. La volatería, o caza de las aves. Canto V. La caza de
las fieras y su naturaleza. Canto VI. Batida general 44.
La prensa también reflejaría las actividades cinegéticas, aunque manifestando,
en algunas ocasiones, su preocupación por los abusos cometidos en la misma,
como refleja el Diario de Madrid del 24 de marzo de 1790: «en la veda pasada
que se tolero a todo el mundo cazar públicamente, de modo que tirándose indis-
tintamente a machos y hembras se conoció en el verano la suma escasez de todo
genero de caza»45. Otras veces el tono es claramente satírico, señalando la misma
publicación:
Después he salido muchas veces a caza, y siempre ha caído algo, a lo menos algún
poco de pelo que he quitado a alguna liebre, o algunas plumas de perdices, que
los cazadores decimos que van tocadas pero hurtan esas plumas o pelos para venir
uno lleno de satisfacciones. Si a esto añades aquellas ganas con que se come una
tortilla a la margen de un fresco y cristalino arroyuelo aquella dulzura con que se
pasan las horas buscando la caza, aquellas conversaciones inocentes con que cada
uno pondera las dificultades que tuvo que vencer para matar la pieza y última-
mente aquel feliz cansancio que robustece los miembros, consolida la salud, ahu-
yenta cuidados y pensamientos enojosos, y causa aquella hambre sabrosa con que
se cena, y aquel suavísimo sueño con que se duerme, te aseguro que causa admi-
ración el que los hombres se diviertan de otra manera [...] cómprame una escopeta
hecha en Madrid, un frasco primoroso, con cinturón de ante bordado de plasta,
un cuchillo de bayoneta con cabo de marfil, y un morral de torzal de seda verde.
Envíame pólvora del sello azul, haz queme traigan un perro de Navarra, y búscame
solamente libros que traten de caza. Di a mi mujer que ya no juego, que después
de la noticia de mi salud, es la más agradable para ella y la más útil para mis hijos46.
La normativa sobre la caza comienza a ser muy prolija en el siglo XVIII, incidién-
dose en dos líneas: la primera, la protección de las especies animales, restringiendo
las épocas de actividad cinegética, y la segunda, manifestando una clara tendencia
a reservar su práctica a las personas de cierta condición, proscribiéndola a jornaleros
y desocupados, lo que no hace más que reflejar el carácter fuertemente estamental
que siempre ha tenido esta actividad. De 1769 data una Real cédula de su majestad
y señores del consejo en que se declaran por menor las providencias de la veda anual de
caza y pesca de marzo a julio inclusive promulgada en El Pardo el 3 de marzo, según
la cual se prohibía en todo el reino el uso de escopeta en período de veda, y que el
44 Nicolás Fernández de Moratín, «Diana o arte de la caza», Los Moratines. Obras completas, tomo 1, Madrid,
Cátedra, 2008, edición de Jesús Pérez Magallón.
45 Diario de Madrid, 24 de marzo y 6 de julio de 1790.
46 Diario de Madrid, 29 de septiembre de 1791.
209-250 Capitulo 6_Maquetación 1 02/07/15 10:52 Página 234
resto del año solamente se permitiera dicha arma a nobles y personas honradas de
los pueblos. Se prohibía también la existencia de cazadores profesionales, por vivir
ociosos, así como la caza con hurones y galgos, exceptuando estos últimos en las
provincias de Madrid, Segovia y Toledo, y solamente a los hacendados y personas
de condición que hubiesen obtenido la licencia pertinente. Asimismo, las justicias
del reino debían organizar la caza de lobos y fieras dañinas. Toda esta normativa
sería completada el 3 de febrero de 1804, cuando se promulgaba en Aranjuez una
Real Céduja de sm y señores del consejo en que se contiene la nueva ordenanza que ge-
neralmente deberá observarse para le modo de cazar y pescar en estos reinos, según la
cual «se prohíbe cazar en los reinos de Castilla la Nueva, Mancha, Andalucía, Mur-
cia, Aragón, Valencia, Cataluña, Mallorca y demás lugares de puertos acá desde el
1 de marzo al 1 de agosto cada año y de los puertos al mar océano desde el 1 de
marzo hasta el 1 de septiembre y en todo el año los días de nieve. De esta regla ge-
neral se exceptúan los conejos que se podrán cazar por los dueños de los sitios desde
la Navidad de san Juan Bautista hasta el 1 de marzo», incidiendo por lo demás en
los restantes puntos en que lo hacía la disposición de 1769.
El miedo al lobo
Desde los tiempos más remotos, los enfrentamientos con animales salvajes han
constituido un elemento recurrente en los relatos ambientados en lugares exóticos,
lejanos y desconocidos. Un reflejo más lo podemos encontrar en la recopilación
redactada por Antonio Marqués y Espejo en los primeros años del siglo XIX His-
toria de los naufragios, que sigue en buena medida la Histoire des naufrages (3 vols.,
París, 1789, y reimpresa en 1795 y 1815, aunque en esta última ocasión con adi-
ciones) de Jean Louis Hubert Simon Deperthes (1730-1792). Aunque en los
tomos sucesivos recogerá naufragios habidos en otras zonas geográficas, comienza
su recopilación presentando los desastres marítimos acaecidos en las regiones ár-
ticas, virtualmente desconocidas para los lectores españoles, recogiendo muchas
noticias de navíos ingleses, holandeses o rusos perdidos en tan lejanos parajes. Las
razones de tal predilección son fáciles de adivinar, ya que el dramatismo propio
del relato se ve incrementado si cabe por su ambientación en una naturaleza ig-
nota, inclemente y totalmente hostil, a la que al frío extremo se le unen la falta de
alimentos y la presencia de bestias desconocidas. Gracias a sus relatos los lectores
hispanos tuvieron la ocasión de familiarizarse con lugares como Nueva Zembla,
Groenlandia, la bahía de Hudson, Spitzbergen, o Kamtchatka, con pueblos como
los lapones o los esquimales, con fenómenos meteorológicos inauditos como las
auroras boreales o el sol de medianoche, y con animales como las vacas marinas y
los osos polares, a los que presenta como bestias fieras y peligrosas, adornando en
209-250 Capitulo 6_Maquetación 1 02/07/15 10:52 Página 235
más de una ocasión su relato con los enfrentamientos habidos entre éstos y los
desventurados navegantes. Al hablarnos de los viajes del holandés Jan Barents por
las costas de Nueva Zembla en 1596, por ejemplo, nos menciona cómo «se que-
daron todos sorprendidos a vista de un oso blanco, muy disforme, que se echó al
agua, y empezó a nadar, dirigiéndose hacia donde se hallaban anclados los dos
buques, pero las voces y confusa gritería, con que los de la orilla procuraban es-
pantarle, impidió sin duda el osado designio del terrible animal, que temeroso de
un mal suceso mudó de rumbo, perdiéndose de vista en el continente»47.
Pero en España estos enfrentamientos solamente podían conocerse a través de
los relatos de aventuras, ya que en nuestro país, obviamente, casi no había grandes
depredadores. La extensión geográfica del oso se había visto progresivamente muy
reducida48, aunque todavía a finales del siglo XVIII la prensa se hacía eco de su pre-
sencia, como refleja una interesante noticia publicada en el Diario de Madrid:
Extraordinaria lucha de un esforzado pastor catalán con un fiero oso de los montes
Pirineos. A legua y media de Puigcerda en el principado de Cataluña y a la parte
de nuestra España, se hallaba un pastor en estos días guardando su ganado en los
montes Pirineos, y advirtiendo que un oso entraba en una cueva cercana de donde
él se hallaba quiso divertirse azuzando los perros que llevaba consigo, dirigiólos
hacia la cueva y el oso fue de tan mala intención que desasiéndose como pudo de
los perros se abalanzó al pastor, el cual se vio precisado a luchar con él cuerpo a
cuerpo. Cuando estaba en esta lucha se acordó el pastor que llevaba en el cinto
un cuchillo grande, y apretando con el brazo izquierdo el pescuezo del oso, hasta
hacer que su cabeza estuviese oprimida sobre el hombro, sin que con el hocico
pudiese dañarle, guareciendo la cabeza detrás de las orejas del oso, en esta violenta
postura saco el cuchillo y le dio dos golpes sin que el animal hiciese sentimiento
alguno. Diole tercera vez en las costillas, de donde no pudo sacar el cuchillo, y
entonces hizo tales esfuerzo el oso, que echo en tierra al pastor, pero él nunca se
desprendió del pescuezo del animal. En este estado fueron los dos rodando como
veinte pasos por el terreno que estaba en declive, a donde detenidos los dos pudo
el hombre deshacerse del oso. Este hizo nuevos esfuerzos y con ellos continuo ro-
dando otro pedazo de terreno hasta que paró y murió allí mismo49.
47 Antonio Marqués y Espejo, Historia de los naufragios, tomo 1, Madrid, Imprenta de Repullés, 1803, p. 13.
48 Juan Pablo Torrente Sánchez, Osos y otras fieras en el pasado de Asturias 1700-1860, 1999. Referencias fran-
cesas en Andrée Corvol, op. cit., pp. 163-168, 200-209.
49 Diario de Madrid, 8 de abril de 1786.
209-250 Capitulo 6_Maquetación 1 02/07/15 10:52 Página 236
años matando con una lanza a un oso que estaba amenazando la vida de su
padre50. En la Gaceta de México del 8 de febrero de 1785, se expresaba con pre-
ocupación la abundancia de lobos y coyotes, para los cuales se había dispuesto
una serie de trampas que consistían en agujas cruzadas introducidas en trozos
de carne que perforaban los intestinos de estos animales, indicándose además la
existencia de plagas de ratas en 1782 en la jurisdicción de Guanajuato, y al año
siguiente en la de León.
Sin lugar a dudas, era el lobo el animal más temido. En España lo encontramos
desde el Pleistoceno medio, aunque no será hasta el Pleistoceno superior cuando
se generalice por toda la geografía peninsular, estando bien confirmada su presen-
cia desde entonces, si bien a partir de mediados del siglo XIX su presencia comienza
a rarificarse debido a la implacable persecución por parte del hombre, estando en
la actualidad relegado básicamente al cuadrante noroccidental51. Su significación
cultural ha cambiado mucho a lo largo del tiempo, por cuanto en la antigüedad
era a la vez admirado por su fuerza y su habilidad como depredador (recordemos
que en Italia era el animal de Marte, el dios de la guerra), y detestado por los mis-
mos motivos52. En los primeros siglos medievales tampoco las relaciones con el
ser humano fueron especialmente conflictivas53. En el Roman de Renart el lobo es
tratado como un animal estúpido y ridículo, cegado por la rabia y el resentimiento,
y continuamente humillado. No se le teme en los siglos XII y XIII. Pero la situación
cambiará a partir del siglo XIV, cuando la peste y la crisis económica provocan la
despoblación de los medios rurales y la reaparición del lobo en muchos lugares
de los que había sido alejado por la presión humana, aunque ello no quita que
podamos encontrarlo con alguna frecuencia en la heráldica medieval hispana54.
No es casual que el lobo sea el animal perverso por naturaleza en los cuentos po-
pulares europeos, siendo un ejemplo de ello la famosa Caperucita Roja55, y la ico-
El frío excesivo que experimentamos ha causado aquí muchas desgracias [...] todos
los días vemos traer yertos a los que coge el frío y los lobos hambrientos vienen a
meternos por las puertas de la ciudad en busca de la prensa que no hallan en el
campo. Últimamente han devorado a un soldado que iba de ordenanza a Wi-
liczka, sin dejar mas que las señales de la sangre y pedazos del vestido, sin embargo
de lo mucho que parece haberse defendido con el fusil, cuyos cañón se encontró
doblado y la culata ensangrentada. También hay muchos perros rabiosos, que han
mordido a varias personas, en quienes puede observarse cuan insuficientes son
los remedios empleados hasta ahora contra esta cruel enfermedad57.
Figura 14. Lobo, Pierre Joseph Buch’oz, Histoire généraux des vegetables,
des mineraux et des animaux, París, 1784.
56 Bibliothéque Nationale de France (BNF), Ecrite d´Auvergne a M. Le Conte de... au sujet de la destruction de la
vraie Béte feroce, de sa Femelle et de ses cinq Petites, qui ravaegoient le Gévaudan et ses environs (1767). M. Smith
Jay, Monsters of the Gévaudan: the making of a beast, Harvard UP, 2011. Una narración de los hechos en Michel
Pastoreau, Les animaux célébres, París, Arléa, 2008.
57 Gaceta de Madrid, 18 de marzo de 1803.
209-250 Capitulo 6_Maquetación 1 02/07/15 10:52 Página 238
llama oscura así decimos de una cosa tenebrosa oscura como boca de lobo. Es gran
robador en los apriscos de ganado. Muy pocas veces va a poblado y cuando entra en
él es muerto por los cazadores y pastores que andan con gran codicia de matar ani-
males tan dañosos, y después de muerto suelen vestirse sus pieles algunas gentes»58.
El Semanario de Agricultura se tomará incluso la molestia de traducir las páginas que
le dedicara el conde de Buffon, cuya antipatía por el animal era evidente:
sería la del condado de Oropesa, en 1736, o los informes de las batidas, como los
que encontramos en el Archivo Histórico Provincial de Álava sobre la cacería de
lobos realizada por Juan Ruiz de Erenchun, vecino de Larrinoa, Pedro de Landaluce,
su cuñado, y otras gentes entre el 1 de junio y el 12 de julio de 1779, en los términos
de Recaigarra y Azerococoba, en Gorbea, en la hermandad de Cigoitia60.
Ya a finales del siglo XVIII había una clara voluntad oficial de exterminar este
animal61. El Diario de Madrid recoge la Real Cédula sobre exterminio de lobos, zorros
y otros animales dañosos, promulgada en El Pardo el 27 de enero de 1788, que dis-
ponía, entre otras cosas, «que todos los años hayan de hacerse dos batidas o mon-
terías por enero y septiembre hasta fin de octubre en todos los pueblos, en cuyos
términos o territorios constase abrigarse o mantenerse»62. Esta disposición no fue
muy efectiva, ya que la Real Cédula de sm y señores del consejo por la cual se manda
que desde ahora cesen las batidas y monterías para el exterminio de lobos zorros y otros
animales nocivos y que las justicias den premio doble del que se estableció en ella pro-
mulgada en Aranjuez el 3 de febrero de 1795, reconocía «el poco o ningún fruto
que producían sus disposiciones por el abuso que de ellas se hacía en los pueblos
que las batidas y monterías servían sólo para diversión y recreo de los que en ellas
se empleaban y que se consumían sin utilidad muy crecidas cantidades de caudales
públicos». Por doquier se presentaban remedios y entendidos que ofrecían librarse
de este animal, así como de su cercano pariente, el zorro. En el Diario de Madrid
del 29 de octubre de 1788, nos aparece un anuncio según el cual:
Mons. Crescencio de Donatis de nación italiano y residente en esta corte, con per-
miso del señor superintendente general de policía, vende un sebo simpático, que
atrae los zorros al cebo indefectiblemente [...] y aunque no se ha hecho la experiencia
con los lobos, por no haberlos donde se ejecuto, es muy de creer que también los
atraiga. Puede discurrirse lo útil de este invento considerando que las tales fieras
perjudiciales ocupan dignamente la atención del estado, y del gobierno en ahuyen-
tarlas, providenciando que los pueblos hagan anualmente dos monterías para dis-
minuirlas en lo posible. Los zorros abundan mas que los lobos, y por hacer mas daño,
y tener sus guaridas bajo de tierra, donde se esconden de día, es mas necesario el tal
sebo, para atraerlos a su olor y destruirlos. Cada bote de esta composición se ende a
10 reales y basta para coger mas de una docena de zorros o de lobos63.
60 Francisco Javier Macías Cárdenas, «El miedo al lobo en la España del siglo XVIII», en Laureano Rubio Pérez
y María José Pérez Álvarez, Campo y campesinos en la España Moderna. Culturas políticas en el mundo hispano,
Fundación Española de Historia Moderna, 2012.
61 H. Sobrado Correa, «Los enemigos del campesino. La lucha contra el lobo y otras alimañas nocivas», Obra-
doiro de historia moderna, 12, 2003. F. Tristán García, «Va el lobo. Aproximación histórica en la tierra de Baza
en la alta edad moderna», Chronica Nova, 27, 2000.
62 Diario de Madrid, 6 de marzo de 1788.
63 Diario de Madrid, 29 de marzo de 1788.
209-250 Capitulo 6_Maquetación 1 02/07/15 10:52 Página 240
Animales nocivos
Figura 15. Insectos, en Juan Mieg, Paseo por el Gabinete de Historia Natural de Madrid (Madrid, 1818).
93 Francisco Javier Peris Feijoo, «Apuntes sobre la lucha contra la plaga de la langosta en los escritos de los
siglos modernos», Tiempos Modernos. Revista Electrónica de Historia Moderna, 17, 2008.
94 María Tausiet Carles, «La Fiesta de la Tarántula: júbilo y congoja en el Alto Aragón», Revista de Dialectología
y Tradiciones Populares, LXIV, 2, 2009, pp. 63-90.
209-250 Capitulo 6_Maquetación 1 02/07/15 10:52 Página 246
95 Pedro Murillo Velarde, Geographia Historica de Francia, Italia y sus islas, con el catálogo de los pontífices y an-
tipapas y de varios reyes, tomo III, Madrid, Oficina de D. Gabriel Ramírez, 1752, pp. 368-369.
209-250 Capitulo 6_Maquetación 1 02/07/15 10:52 Página 247
curar la picadura del artrópodo. Según el Diario de Madrid, apoyaban esta medi-
cina Jorge Baglivio, Ricardo Mead y el abad Pluche, pero Jan Swimerdam, Antonio
Nolet y el doctor Koeler se burlaban de ella96. En el Correo de Madrid se menciona
que en 1756 el doctor Koeler observó en Tarento que la enfermedad era curada
por medio de la música, aunque no tenía su origen en la picadura de la tarántula97.
Otros pensaban que era una mera superchería, como Swimburne, que en la rela-
ción de su Viaje a las dos Sicilias impresa en 1787 manifiesta el engaño de los que
fingiendo el baile dicen y quieren persuadir que han sido picados de la tarántula 98.
No obstante, y azuzados por la curiosidad, algunos médicos españoles comenzaron
a hacer experimentos al respecto, contándonos el Diario de Madrid del 3 de febrero
de 1790 cómo:
poseídos del sopor y total inacción, se les principia a tocar el referido tono, y se ob-
serva, en unos mas pronto que en otros, que empiezan a mover dedo, mano, pie,
rodilla, o cabeza, seguidamente va comunicándose aquel movimiento de convulsión
por las extremidades, abren los ojos, se empiezan a desarropar, se sientan en la cama,
y últimamente se arrojan de ella, dirigiéndose al eco de la guitarra con la vista fija al
tocador, bailando sin perder un punto el compás, y avivándolo o retardándolo según
lo ejecuta el tocador [...] con la particularidad que algunos, luego que cesa este, dan
en tierra precipitadamente: posterior al baile se vuelven a la cama y sudan copiosa-
mente, suministrándoles alimento de cuando e cuando, el que por o regular vomitan
hasta pasados los dos primeros días de baile. Para que con más prontitud curen se
sigue tocándoles hasta que a beneficio de dicha medicina y su efecto, se empiezan
a despejar, toman algún alimento con sosiego, y los mismos pacientes suplican les
toquen la tarantela para reobrarse con más brevedad, de modo que el que no se res-
tablece a los cinco o seis días, muere sin remedio, como se ha verificado este año en
la villa de Valdepeñas, que han muerto dos practicando la expresada medicina, lo
que se atribuye a descuido o poco conocimiento del mal que padecían [...] aseguran
que estos animales y en particular el que pica, si se trae y conserva en una redoma o
vaso, baila y brinca cuando se le toca al tarantulado, y muere luego que sana el en-
fermo [...] para experimentar mejor el veneno de este animal cogió en el año pasado
de 1786 D. Vicente Aguilera un gato negro, y cortándole un poco de pelo en el
lomo le aplico una tarántula que pico a breve rato en cuyo acto se estremeció el gato,
y habiendo andado un poco se quedo parado estribando el hocico en el suelo, y sin
movimiento, aunque se le hurgaba, a las 24 horas se llevó una guitarra, y tocando el
son expresado empezó a moverse al cuarto de hora, a breve rato meneaba el rabo y
las orejas, y empezando a andar, echó a correr hacia una hacina de sarmientos, de
donde no se pudo sacar, sin que se haya sabido hasta ahora su paradero.
101 Bonifacio Jiménez de Lorite, Si será útil o no para curar al hombre mordido de perro rabioso matar al perro
que hizo el daño, 1762, manuscrito existente en la Academia de Medicina de Sevilla.
102 Diario de Barcelona, 22 de junio de 1772.
209-250 Capitulo 6_Maquetación 1 02/07/15 10:52 Página 249
eco de ella103. Y en los Anales de Ciencias Naturales, vemos que «Tomás Revenga
vecino de Madrid, de edad de diez y seis años y nueve meses [...] vio el día 23 de
octubre de 1800 a un perro que solicitaba con ardor a una perra, y habiéndole im-
pedido conseguir sus deseos, irritado el perro le mordió en el labio inferior, y caído
el joven en el suelo volvió a morderle en la cabeza»104. Antonio Joseph Cavanilles
estaba muy preocupado por la rabia, y, de hecho, en esta última publicación apa-
recen numerosas referencias debidas a su pluma. En 1801 escribía al respecto:
Son tan frecuentes y funestos los daños que nos causan los perros, que exigen de
nuestra parte el mayor cuidado para evitar su roce y familiaridad. Cada día se au-
menta el número de mordidos, y se evidencia más y más ser mortal el tósigo que
comunican cuando irritados muerden. La más ligera herida basta entonces para
que se introduzca el veneno, que actuado y desenvuelto con el tiempo, mate en
pocos días... un testimonio muestra que hallándome cura párroco del lugar de
Mislata, en la vega de Valencia, en 1771 un gato pequeño y joven estaba mayando
una mañana debajo de un arco en la calle pública junto a la carnicería. No sabiendo
ni sospechando estuviese rabioso lo quiso coger un hombre, y le mordió en una
mano. Mordió poco después a una muchacha, pero ninguna de estas mordeduras
pareció grave ni peligrosa [...] dicho gato rabiaba según luego dijeron sus dueños
y lo conocimos todos, lo cual sabido lo mataron los muchachos a pedradas, No
pretendo por esto se maten los gatos, pues no dejan de ser útiles a las casas. Pre-
tendo solo se viva con precaución, evitando mucho el irritarlos. Don Manuel
Ribó, actualmente vecino de esta corte, me dijo, que siendo aun muchacho, y ha-
llándose en compañía de otro niño de once años acosaron a un gato, el cual huyó
y s escondió en un mechinal, persiguiéronlo allí, dándole con las puntas de unos
palos, e irritado entonces el animal salió de repente y saltó contra el muchacho,
al cual mordió en la cara [...] es de notar que según relación del mencionado Riobó
el gato vivió después sin novedad105.
[...] entre las enfermedades superiores al arte y al remedio sobresale la rabia. Es-
pontánea o adquirida por contagio mata a los vivientes que ataca, cuando el ve-
neno llega a adquirir toda su fuerza [...] presenta el infeliz rabioso un espectáculo
tan triste, que conmueve al corazón más duro. En el primer día y parte del se-
gundo, si exceptuamos algunos paroxismos, conserva libres las potencias del alma,
no para consuelo, sino para torcedor que le oprime con las lúgubres ideas de la
muerte que le espera, con la vista de los acerbos dolores que deben precederla, y
con los recuerdos de las caras prendas que va a perder sin remedio. Lejos de ha-
berse disminuido las fuerzas del cuerpo, las ve mayores, porque se exaltó la sensi-
bilidad, y por lo mismo dispuestas a recibir con mas viveza y dolor las sensaciones.
Tiene insaciable sed, que quisiera apagar, y tiembla hasta desmayarse al ver los
fluidos, y a veces al oírlos. Siente venir los paroxismos convulsivos, y llora, se aflige
y avisa a los asistentes para que se desvíen del riesgo, Para no ofenderles en el de-
lirio y furiosos ataques extiende voluntariamente sus miembros para que lo ase-
guren y sujeten con cordeles. Interrumpe con sollozos el tiempo que media entre
las convulsiones, anunciadas por la rubicundez del rostro, e inflamación y movi-
mientos desusados de los ojos. Pierde el sueño desde el principio de la enfermedad,
y experimenta una cruel vigilia, y con ella visiones espantosas. Escupe sin cesar.
Se le altera el pulso, la vista y la razón. Se agravan los síntomas con el tiempo, y
mucho mas si se aumenta la calentura. Se hace casi continuo el delirio. Siente en
las fauces, pecho y estomago un calor abrasador, e insufribles dolores. Aborrece
el alimento y hasta la misma vida. Forcejea contra las ligaduras que le oprimen.
Se queja amargamente, grita, tiembla, espuma, suda y muere106.
Capítulo 7
Los animales de compañía
1 Michel Pastoureau, Una historia simbólica de la Edad Media occidental, Buenos Aires, Katz Editores, 2006.
Una panorámica general de la actitud hacia los animales en el mundo occidental, en Ron Preece, Awe for the
tigre, love for the lamb: a chronicle of sensibility to animals, University of British Columbia Press, 2003.
2 Keith Thomas, Man and the natural World, Change attitudes in England 1500-1800, Londres, Penguin Books,
1983, pp. 17ss.
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 252
3 Matthew Senior, «The Souls of Men and Beasts, 1637-1764», Matthew Senior, A cultural history of Animals in
the Enlightenment, Oxford, Berg Publishers, 2007, pp. 32ss.
4 Sobre estas cuestiones, Nathaniel Wolloch, Subjugated animals. Animals and Anhtopocentrism in Early Modern
European Culture, Nueva York, 2006. También, Erika Fudge, Brutal Reasoning: Animals, Rationality and Humanity
in Early Modern England, Ithaca, Cornell University Press, 2006. Erika Fudge, Susan Wiseman y Ruth Gilbert, At
the Borders of the Human: Beasts, Bodies and Natural Philosophy in the Early Modern Period, Basingstoke, Macmi-
llan, 1999, paperback reprint, 2004.
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 253
5 Stefano Perfetti, «Philosophers and Animals in the Renaissance», Bruce Boehrer (ed.), A Cultural History of
Animals in the Renaissance, Oxford, Berg Publishers, 2007, pp. 163-164.
6 Jean Luc Guichet, «Animality and Anthropology in Jean-Jacques Rousseau», Bruce Boehrer (ed.), A Cultural
History of Animals in the Enlightenment, Oxford, Berg Publishers, 2007.
7 Susanne Hehenberger, «Dehumanised sinners and their instruments of sin. Men and animals in Early Mod-
erns Bestialty cases, Austria 1500-1800», Karl A. E Enenkel y Paul J. Smith, Early Modern Zoology, Brill, 2007),
pp. 381-414.
8 S. J. Wiseman, «English Werefolf Texts...», en Erica Fudge (ed.), Beasts of the Renaissance, University of Illinois
Press, 2004, pp. 58-67. También, Caroline Gates, «Metamorfosis y lincantropía en el Franco Condado 1521-
1643», en Michel Feher (ed.), Fragmentos para una historia del cuerpo humano, parte primera, Madrid, Taurus,
1990, pp. 325-379, y Luc Oreskovic, «Le théme des lycanthropes et des vampires durante les Lumiéres», Dix-
huitieme siecle, 2010.
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 254
animal, sin contar con la posibilidad de que nacieran monstruos híbridos. Si estos
crímenes quedaban sin castigo, las catástrofes podían ser impresionantes9.
No menor era la repugnancia sentida hacia estas prácticas en la Rusia ortodoxa,
y en el siglo xvIII los cánones eclesiásticos estipulaban penas para quienes tuvieran
relaciones con animales, citándose sobre todo perros y cerdos. De este modo, se
castigaba con tres años de penitencia a quienes utilizaran animales no comestibles,
que podían elevarse a 16 años en el caso de que fuesen comestibles, y a 25 si el in-
fractor estaba casado, decretándose asimismo el sacrificio del animal en cuestión,
que no podía ser destinado al consumo humano10. También en la España moderna
los castigos contra la bestialidad, a cargo de la Inquisición en muchas zonas, eran
muy duros, con un alto índice de penas de muerte o condena a galeras, y el perfil
que observamos es el de siempre: se trata de una práctica masculina, jóvenes mu-
chos de ellos, los animales suelen ser hembras, predominando las burras y las
mulas, y los acusados suelen estar relacionados con el mundo rural, tratándose de
campesinos, pastores, carreteros y caballerizos11.
Las opiniones hispanas sobre los animales oscilaban en el siglo xvI entre el au-
tomatismo de Gómez Pereira 12, precursor de la visión cartesiana al respecto,
plasmada en su Antoniana Margarita (Medina del Campo, 1554); hasta sus de-
tractores, que les reconocían la capacidad de sentimiento, figurando entre ellos
Francisco de Sosa en su Endecálogo contra Antoniana Margarita, en el cual se tratan
muchas y muy delicadas razones, y autoridades con que se prueba, que los brutos sienten
y por sí se mueven (Medina del Campo, 1556). El mismo Feijóo se ocuparía de
estas cuestiones en su «Discurso sobre el alma de los brutos» (Teatro crítico uni-
versal, tomo III, discurso Ix, 1729), rechazando la idea de que los animales carecían
de alma y atreviéndose a defender que había suficientes evidencias como para afir-
mar que «hay en los brutos acciones que son efecto del alma más que sensitiva.
Luego son efectos de un alma racional», condenando explícitamente las vivisec-
ciones practicadas por los cartesianos. El benedictino sería criticado por Miguel
Pereira de Castro en su Propugnación de la racionalidad de los brutos (Lisboa,
1753)13, redactándose también, durante estos años, Sobre la racionalidad de los
9 Susanne Hehenberg, op. cit. Otro ejemplo de therofilia, en Juliana Schiesari, «Bitches and Queens. Pets and
Perversion at the Court of France´s Henri III», Erica Fudge (ed.), Renaissance Beasts. Of Animals, Humans and
Other Wonderful Creatures, University of Illinois Press, 2004.
10 Olga E. Glagoleva, «Woman´s honor, or the story with a Pig: the Animal Everyday Life in the Eighteenth
Century Russia», Jane Costlow y Amy Nelson, Other Animals: Beyond the Human in Russian Culture and History,
University of Pittsburgh Press, 2010, p.37.
11 Bartolomé Bennsassar, Inquisición española: poder político y control social, Barcelona, Crítica, 1981.
12 Un panorama general en Abel Alves, The Animals of Spain: An Introduction to Imperial Perception and Human
Interaction with Other Animals 1492-1826, Brill, 2011.
13 José Manuel Rodríguez Pardo, El alma de los brutos en el entorno del padre Feijoo, Oviedo, Pentalfa Ediciones,
2008.
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 255
brutos, disertación que Francisco Buendía y Ponce leyera en 1760 ante la Sociedad
de Medicina de Sevilla. En cualquier caso, las opiniones no eran ni mucho menos
unánimes, ya que en el Espíritu de los mejores diarios del 7 de febrero de 1791 po-
demos leer la reseña de la obra Teoría del alma de los brutos y de la que se atribuye
a la materia de dom Aubry, prior y principal del colegio de Breuil, con un plan-
teamiento claramente mecanicista:
Las posturas favorables, por su parte, tienen un origen muy antiguo, a la vez
aristotélico y paulino. Ya el primero estableció una especie de comunidad entre
todos los seres vivos, idea presente en De anima, aunque la figura más destacada
en el mundo clásico sería Plutarco, que refuta la postura de los estoicos que nega-
ban racionalidad a los animales, y a la vez señala la obligación que tienen los seres
humanos de tratar a las demás especies con justicia y compasión, ideas todas ellas
desarrolladas en su obra Sobre la inteligencia de los animales15. San Pablo, por su
parte, en Rom. 8, 21, decía «la creación entera espera anhelante ser liberada de la
servidumbre de la corrupción, para participar en la libertad de la gloria de los
hijos de Dios». Ello hizo que muchos se plantearan si Jesús vino a salvar también
a los animales, y en la escolástica se planteaba si iban al cielo, si podían trabajar
los domingos o si tenían responsabilidad moral. Si la tradición clásica despreciaba
14 Espíritu de los mejores diarios literarios que se publican en la Europa, 7 de febrero de 1791.
15 Edición castellana en Plutarco, Sobre la inteligencia de los animales, Obras morales y de costumbres (mora-
lia), IX, Madrid, Gredos, 2002. Edición de Vicente Ramón Palerm y Jorge Vergua Cavero. Un planteamiento ge-
neral sobre la actitud hacia los animales en el mundo clásico, en Stephen T. Newmyer, «Animals in Ancient
Philosophy. Conceptions and Misconceptions», en LindaKalof (ed.), A Cultural History of Animals in the Anti-
quity, Oxford, Berg Publishers, 2007, pp. 151ss.
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 256
a los animales, el cristianismo los dota de un alma más o menos racional y se pre-
gunta si son responsables de sus actos, lo que llevó, en un caso extremo, a los jui-
cios contra animales, muy frecuentes en los últimos siglos medievales en Francia,
siendo los cerdos las víctimas propiciatorias más frecuentes16. Estos juicios también
los podemos encontrar en España, según un testimonio recogido por Murillo ve-
larde y referido a la Asturias del siglo xvI:
Por los años de 1532 hubo en Asturias una terrible plaga de ratones, que con-
sumían los frutos, y sembrados de los campos, los rústicos acudieron a Don
Diego Pérez de villaviciosa provisor y vicario general de Oviedo, pidiendo que
despachase censuras contra los ratones. El provisor señalo abogado, y procura-
dor, que respondiesen en nombre de los ratones, y habiendo oído todo lo que
dijeron y alegaron ambas partes, el vicario fulmino censuras contra los ratones,
mandándoles so pena de ellas, que todos, dentro del termino de tres días, de-
jasen los campos de labor, y saliesen de todo aquel territorio, y se fuesen a los
montes incultos, donde estuviesen desterrados, sin salir de ellos en perjuicio
de los labradores. Oída la sentencia por el abogado de los ratones, metió un
escrito, en que pedía a dicho vicario que para dar el debido cumplimiento a la
sentencia, mandase proveer de puentes, para que dichos ratones pudiesen pasar
los ríos, y retirarse a los montes, y que ínterin, dicha sentencia o causase per-
juicio a su parte. En virtud de esta petición, mando el vicario, que se hiciese
según y como pedía el abogado de los ratones, en cuyo cumplimiento se pu-
sieron sobre los ríos, y los arroyos atravesados varios maderos en forma de puen-
tes, y hecho esto, obedecieron los ratones, pasaron por los puentes, se retiraron
a los montes, y dejaron libre el territorio, sin quedar en él siquiera un ratón
dentro del termino señalado17.
como abogado defensor, y San Antonio de Padua como notario. Escuchadas todas
las partes, la sentencia del juez consistió en condenar a la langosta con excomunión
mayor si en el plazo de tres días no abandonaba la comarca, aunque no sabemos
si esta amenaza tuvo alguna efectividad18.
En 1652 el benedictino Francisco de Blasco Lanuza publicaba en San Juan de
la Peña su Patrocinio de ángeles y combate de demonio19, y que constituye un buen
ejemplo de cómo, cuando uno se adentra en la la historia de los animales, no se
imagina hasta qué punto son inabarcables las fuentes a nuestra disposición, por
cuanto en el texto más insospechado podemos encontrar referencias de interés.
Pero es bien cierto que el historiador, en la mayor parte de las ocasiones, solamente
encuentra lo que busca: los análisis anteriores de nuestro buen monje se habían
preocupado especialmente por su visión escatológica, sea por el gran desarrollo
que en la misma adquiere el mundo angelical, sea por el análisis de su contrapunto
demoníaco (y de todos sus perversos colaboradores), sea por la conexión del be-
nedictino con las posesiones colectivas que conociera el Pirineo aragonés en la dé-
cada de 1630. Pero, de una forma casi inadvertida, el autor nos desarrolla toda
una visión del mundo animal, por cuanto en la primera parte del libro primero,
dedica sendos capítulos al «sumo cuidado que Dios tiene de socorrer las necesi-
dades de las aves y peces (c. II) y a las armas y astucias que da a los animales para
defender sus vidas (c. III)».
Correspondiendo a la segunda tradición de la escolástica, nuestro monje llega
incluso a plantearse si los animales gozan de la protección del Angel Custodio. La
respuesta no puede menos que ser afirmativa, no tanto por ellos mismos, cuanto
por el amor que Dios siente hacia el hombre, de tal modo que para asegurar su
vida provee de ángeles custodios a sus servidores los animales. Se remite a la auto-
ridad de santo Tomás de Aquino, que afirmó, basándose a su vez en san Agustín,
que toda criatura corporal es administrada por los ángeles: Omnia corpora reguntur
per spiritum vita rationalem (todos los cuerpos son regidos por criatura espiritual)
y Unaquaque res visibilis, in hoc mundo, habes Angelicam potestatem sibi prapositam
(cualquier cosa visible del mundo tiene su Ángel que le defiende), así como en san
Gregorio Magno, para el cual los distintos órdenes de ángeles son asignados a di-
versos géneros de criaturas, lo que incluye implícitamente a los animales (p. 287).
No obstante, para salvar las apariencias, Lanuza acude a una pirueta dialéctica,
en lo que sigue a san Gregorio: si los seres humanos tienen un ángel individual,
los animales gozan de un ángel custodio para cada especie, ya que, al fin y al cabo,
18 Juan Cosme Sanz Larroca, Las respuestas religiosas ante las plagas del campo en el XVII español. El hombre
frente a la naturaleza, Saarbrucken, Editorial Academica Espanola, 2012.
19 Arturo Morgado García, «Ángeles y demonios en la España del Barroco», Chronica Nova, 27, 2000; María
Tausiet Carles, «La batalla del bien y del mal: Patrocinio de ángeles y combate de demonios», Hispania sacra,
123 , 2009.
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 258
hay que jerarquizar, algo que siempre fue muy querido para la escolástica. Del
mismo modo, los ángeles que cuidan de los animales no pertenecen a la misma
jerarquía que los que velan por nosotros. Durante la Edad Moderna la autoridad
indiscutible en angeología fue el jesuita español Francisco Suárez (1548-1617), y
a su sapiencia se remite Lanuza cuando afirma que los ángeles de inferior categoría
se ocupan de las criaturas insensibles, como plantas o árboles, los de medio grado,
de las distintas especies animales, y, finalmente, los de la jerarquía suprema son
los encargados de velar por los hombres. Sea como fuere:
Angel fue quien gobernaba al cuervo que llevó carne y pan al profeta Elías.
Angel fue y acaso custodio de esas aves, quien daba el medio pan, y guiaba al
otro cuervo a san Pablo ermitaño. Angel custodio de los leones refrenó a los
que estaban en el lago de Babilonia para que no dañaran al profeta Daniel.
Angel de los jumentos hizo hablar la asna de Balan, y la detenía [...] ángeles
domesticaron a innumerables fieras para que dieran socorro en los desiertos a
santos anacoretas, ángeles libraron de leones, basiliscos, serpientes y de otros
animales ponzoñosos a innumerables siervos de Dios20.
Si los animales gozan de la protección angelical, parecería claro que el ser humano
tiene ciertas obligaciones hacia ellos, aunque Lanuza no se atreve a dar este paso.
En el siglo xvIII, los filósofos y los naturalistas reflexionaron y describieron los
animales y su comportamiento, y las mascotas fueron una importante fuente de
conocimiento para ello, primero porque en muchas ocasiones era el único animal
de una determinada especie que se podía observar en la zona, y segundo por su
interés en la domesticación de los animales. Y otros temas muy importante eran
si los lazos entre hombres y animales podían equivaler a la amistad entre los seres
humanos, o la cuestión de la imitación del comportamiento de los humanos por
parte de determinados animales, como los loros y los monos: ya Locke en su En-
sayo concerniente al entendimiento humano describía una conversación entre un
loro y el príncipe Mauricio en Brasil, y La Mettrie en L´homme machine (1747)
señalaba que los monos podían ser entrenados para hablar. Buffon, por el contra-
rio, insistía en el abismo existente entre hombres y animales, en tanto que Madame
d´Epinay en su Conversations d´Emilie (1774), usó el ejemplo del animal imitador
para que los niños comprendieran y usaran las capacidades que tan sólo los seres
humanos poseen. La mayor parte de los escritores ingleses y franceses del siglo
xvII aceptó la posición tradicional según la cual el hombre tenía la habilidad y el
derecho de dominar la naturaleza y de ponerla a su servicio. Buffon, por ejemplo,
20 Francisco de Blasco Lanuza, Patrocinio de ángeles y combate de demonios, San Juan de la Peña, 1652, p. 289.
También, José Manuel Rodríguez Pardo, «Fray Antonio de Fuentelapeña y la racionalidad de los animales»,
Revista Española de Filosofía Medieval, 17, 2010.
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 259
[...] fue tan única y tan trabada, que hay fama, por tradición de padres a hijos,
que el autor desta verdadera historia hizo particulares capítulos della; mas que,
21 Eric Baratay, «La promotion de l’animal sensible. Une révolution dans la Révolution», Revue Historique, 1, 2012.
22 Louise E. Robbins, Elephant slaves and pampered parrots. Exotic animsla in Eighteenth Century Paris, The John
Hopkins University Press, 2002. También para el siglo XVIII, Renan Larue, «Le végetarisme dans l´oeuvre de
Voltaire», Dixhuitieme siécle, 2010; Pierre Serna, «Droits d´humanité, droits d´animalité a la fin du XVIIIe siécle»,
Dixhuitiéme siécle, 2010; Ann Thomson, «Les animaux plus que machines», Dixhuitiéme siécle, 2010.
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 260
por guardar la decencia y decoro que a tan heroica historia se debe, no los puso
en ella, puesto que algunas veces se descuida deste su prosupuesto, y escribe
que así como las dos bestias se juntaban, acudían a rascarse el uno al otro, y
que, después de cansados y satisfechos, cruzaba Rocinante el pescuezo sobre el
cuello del rucio –que le sobraba de la otra parte más de media vara–, y mirando
los dos atentamente al suelo, se solían estar de aquella manera tres días (II,12).
Nunca en los muchos viajes, que hice, usé de la espuela con las caballerías que
montaba, sino lo muy preciso para una moderada jornada, y miraba con enojo,
que otros por una levísima conveniencia no reparasen en desangrar estos pobres
animales. Siempre que veo un muchacho herir sin qué, ni por qué a un perro
con una piedra, quisiera estar cerca de él para castigar con dos bofetadas su tra-
vesura [...] ¿Pero esto es ser de corazón afeminado? Nada menos. Dista tanto
lo compasivo de lo apocado, que los Filósofos, que más observaron la conexión
de unos vicios con otros, hallaron, que el de la crueldad es en alguna manera
propia de los cobardes. Y en las Historias se ve, que rarísimo hombre muy ani-
moso fue notado de inhumano; siendo al contrario comunísima en Príncipes
cobardes la crueldad [...] Y al contrario siento, que en un corazón capaz de se-
vicia hacia las bestias no cabe mucha humanidad hacia los racionales. Ni puedo
persuadirme a que quien se complace en hacer padecer un bruto, se doliese
mucho de ver atormentar a un hombre»24.
Estando el Rey nuestro Señor, y la Reina nuestra Señora, cuando estos dos
Príncipes no eran más que Príncipes, en la diversión del paseo, en una salida
de Sevilla, hacia la que llaman Torre de San Isidro del Campo, sucedió, que
una Paloma herida vino a caer cerca de sus pies. viendo el Príncipe padecer la
inocente avecilla, y que verisímilmente duraría algún tiempo su tormento, por-
que la herida no era de las más ejecutivas, compadecido de ella, mandó, que al
momento acabasen de matarla para dar fin a su dolor. Pero a esto acudió la
Princesa, diciendo, que le parecía mejor salvarle, si pudiese ser, la vida, llamando
a un Cirujano, que la curase. ¡Oh corazones verdaderamente Regios! ¡Oh noble
benignidad, con que se debiera dar en rostro a otros Príncipes, que bien lejos
de compadecerse de los afligidos brutos, ni aun se duelen de las angustias de
aquellos míseros racionales, que la Providencia colocó debajo de su dominio!25
Ya muchas veces las aves nos han proporcionado placeres inocentes, pero ahora
que una gran parte de estos alegres habitantes del aire van a desaparecer por
mucho tiempo de nuestra vista pensemos en ellos otra vez para que su aspecto
nos recree y nos excite a pensar con un vivo sentimiento de gratitud y de jubilo
en Dios su autor y el nuestro. Por lo menos es cierto que experimento siempre
un singular placer contemplando los diversos instintos que el creador ha dado
a cada pájaro. Ninguno de ellos es inútil o superfluo, antes bien todos son in-
dispensablemente necesarios a la conservación o a la conveniencia del animal
y por poco que conozcamos de estos instintos, esto poco basta para darnos la
mas alta idea de la sabiduría y bondad del criador [...] Nos sirven tanto estos
animales y sacamos de ellos tantas utilidades que seriamos muy ingratos en no
examinarlos más de cerca. Nos contentamos de ordinario con subyugarlos par
alimentarnos de ellos o para suplir con su fortaleza nuestra debilidad, pero o
por in dolencia o por ignorancia, no nos acordamos de considerarlos en la re-
lación que tienen con toda la creación ni de reflexionar sobre la sabiduría y
bondad del Creador que tan visiblemente se manifiestan en la producción de
estos útiles animales [...] Si Dios no hubiera impreso en los animales un temor
25 Damos las gracias al profesor Carlos Gómez-Centurión por haber llamado nuestra atención sobre este
punto.
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 262
natural al hombre, nos seria imposible subyugarlos por la fuerza. Y pues solo a
Dios debemos el imperio que tenemos sobre ellos, seremos injustos si abusamos
de sus criaturas, ya fatigándolas con excesivo trabajo, ya maltratándolas sin ne-
cesidad26.
[...] sin meternos en la disputa si los animales son meras máquinas, o gozan de
un conocimiento especial que se ha querido significar con la palabra vaga de
instinto, vamos a exponer dos hechos que prueban que los brutos se acuerdan
de las sensaciones que han tenido, de las que suelen sacar algunas consecuencias
relativas a sus necesidades. Es costumbre en las comunidades advertir la hora
del refectorio por medio de una campana, Un gato que sabía por experiencia
26 Christopher Christian Sturm, Reflexiones sobre la naturaleza o consideraciones de las obras de Dios en el orden
natural, tomo IV, Madrid, Oficina de don Benito Cano, 1793, pp. 10 y 116.
27 Alexander Pope, «Against Barbarity to Animals», The Guardian, 61, Londres, 21 de mayo de 1713, pp. 261-
267. La traducción en Miscelánea instructiva, curiosa y agradable, I, 3, 1796.
28 Carlos Gómez Centurión, Alhajas para soberanos, p. 426.
29 «Noticia sobre los negros. Sacada de la historia de las indias orientales por Brian Edwards», Biblioteca Bri-
tánica o colección extractada de las obras inglesas, tomo II, Madrid, en la Imprenta de Vega y Compañía, 1807,
pp. 235-236.
30 Carlos Gómez Centurión, Alhajas para soberanos, pp. 418-419.
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 263
que al toque conocido debía acudir para comer los desperdicios, siempre estuvo
alerta no se le pasase la hora., Sucedió un día quedarse encerrado y así tuvo
que ayunar de muy mala voluntad, pero cuando se vio libre, su misma necesi-
dad lo condujo al refectorio en donde no hallo nada que la socorriese. Fuera
de hora se escuchó en el colegio tocar la campana de comunidad, y habiendo
salido todos para ver lo que era, se halló que el gato estaba colgado de la cuerda
de la que tiraba creyendo que en su tañido consistía el que le dieran de comer.
Un hecho casi semejante se cuenta de un perro que había en un pupilaje. Todo
el que venia tarde y quería comer avisaba al cocinero por medio de una cam-
panilla y este por una especie de torno le ponía la pitanza. Un perro observaba
todo esto, porque de ordinario asistía al comedor, y se aprovechaba de las sobras
pero éstas no satisfacían su apetito, y así un día que sus amos se olvidaron de
el fue al torno y con la oca tiro de la campanilla. El cocinero creyendo que era
un porcionista solo dijo allá va, y puso la pitanza de costumbre, la que el perro
luego al punto la deposito en su estomago. De este hecho quedo tan aficionado
que cada día tocaba su campana y recibía la ración, por lo que se excuso en de-
lante de hacer la corte a los que comían. A pocos días advirtió el cocinero que
se le pedía una pitanza de más, y habiéndose quejado al superior, este dispuso
que se expiarse el autor de la burla. Al fin se encontró el ladrón, quien ordina-
riamente esperaba a que el refectorio quedase solo para pedir su comida. Se ad-
miró la destreza de este animal, y para no privarle de su industria se mando
que diariamente se le pasase una buena pitanza de todo lo que sobrara por el
mismo conducto que él había encontrado31.
Admirables ejemplos y casos en prueba del sutil alcance a que suele extenderse
el instinto de algunos perros. Todo hombre de mediana instrucción sabe muy
bien que lo que lamamos entendimiento o facultad intelectiva en nosotros, equi-
vale al instinto entre los brutos, pues así como el alma, o espíritu racional, consta
de las tres potencias que sabemos, también consta de ellas en cierto modo la
irracional de los animales, aunque no es eterna como la nuestra. No se les puede
negar que entienden y comprenden lo que ven y lo que oyen, y esto no es dable
que lo hagan sino gobernador por una especie o sombra de entendimiento. Es
constante que se acuerdan de los males y bienes recibidos, y de los daños o be-
neficios que se les hace, y a esto no les puede dirigir sino un genero de memoria,
notándose como huyen de lo que en otras ocasiones les ha hecho mal, y como
buscan lo que en otros casos les ha traído algún bien. Y en fin no es menos evi-
dente que aman lo que les aprovecha y acomoda, y que rehusan lo que les daña
o les molesta, acciones que sin duda no podrían deliberar sin una voluntad ver-
dadera y espontánea. Luego el alma de los animales, mayormente de cuadrúpe-
dos y aves (aunque mortal, y limitada) goza de sus tres respectivas potencias
(muy inferiores a las humanas) en tanto que vive el individuo [...] y aunque es
verdad que todos los brutos tienen su particular instinto unos mas que otros,
pero el de los perros, por ser animal mas doméstico y más bien conocido, en
confirmación de lo cual, no obstante haber una multitud de casos prácticos que
podrían citarse, propondremos por elección los dos siguientes [...] los perros a
quienes en las cocinas de grandes señores o de comunidades de conventos se les
enseña y acostumbra a rodar el asador de reloj para asar las pollas, pavos, cabritos,
cochinillos, y otras piezas, saben distinguir también los días en que se hace este
trabajo, y aún más se les alcanza, y es que cuando a varios animales se les tiene
destinados a esta ocupación, y por su turno, saben conocer muy bien la vez que
les y toca el trabajar, de suerte que es muy difícil obligar un perro a aquel ejercicio
en la ocasión, o día que no le obliga33.
de los mejores diarios, 13 de marzo de 1788). Esta admiración también se verá re-
flejada en la prensa colonial: en el Diario de México se incluye una noticia extraída
de la Gaceta de Bayona relativa a la menagerie de viena, en la que se nos cuenta
cómo:
Es probable que este creciente afecto por los animales, contribuyera a desarro-
llar la profesión veterinaria en España35, aunque durante este período la preocu-
pación utilitaria es la predominante: en el Libro de los secretos de agricultura de
1722, por ejemplo, se le dedica una particular atención a las enfermedades pade-
cidas por perros, bueyes y caballos36. Y en el Catálogo de autores españoles que han
escrito de veterinaria, de equitación y de agricultura37 (es muy sintomático que todas
estas materias sean incluidas en el mismo saco) publicado en 1790 se presta un
mayor interés a la literatura relativa a los equinos. Interés, por otro lado, que en
En el siglo xvIII el creciente afecto por los animales se refleja también en el pro-
gresivo papel que juegan las pets, o mascotas. Las referencias clásicas corresponden
al caso inglés, donde según Keith Thomas fueron tratadas a menudo como si fue-
ran responsables moralmente, y entrenadas mediante un sistema de premios y cas-
tigos. Eran dos especies las más privilegiadas, el perro (hasta el punto que se decía
que «muchos ingleses tienen a los perros mucha más estimación que la que algunos
hombres profesan a sus semejantes»)40 y el caballo, conociéndose en la época Tudor
una florida literatura sobre la fidelidad canina, considerándose este animal en el
siglo xvIII como el más inteligente y la mejor compañía posible, lo que contrastaba
con el status inferior asignado a los gatos, considerados demoníacos durante
mucho tiempo. A partir de los siglos xvII y xvIII las mascotas fueron muy comunes
en las ciudades, sobre todo en los hogares de las clases medias, viviendo dentro de
las casas, recibiendo un nombre individualizado, y no comiéndoseles jamás aunque
fuesen comestibles. Hacia 1700 la obsesión llegaba a tal punto que se les trataba
mejor que a los criados, se les adornaba y se les vestía, y aparecían en los retratos
de familia. Su tenencia tuvo asimismo implicaciones intelectuales, ya que la clase
media se formó una opinión optimista sobre la inteligencia de los animales, cir-
cularon innumerables anécdotas sobre su sagacidad, se estimuló la noción de que
tenían personalidad individual, y se fomentó la creencia de que los animales me-
recían consideración moral. Los viajeros ingleses se sorprendían muchas veces de
la brutalidad con la que eran tratados los animales en el continente, ya que se con-
sideraba que las bestias habían sido creadas para las necesidades del hombre, pero
no había motivo para maltratarlas gratuitamente. El nuevo sistema industrial re-
presentaría la inhumanidad contra los animales como algo propio de los regímenes
incivilizados del pasado41. En este contexto, el clérigo anglicano Christopher Smart
38 Alonso de Rus García, Guía veterinaria original dividida en quatro partes, Madrid, Imprenta Real, 1786.
39 Hipólito Estévez, Elementos de veterinaria que han de enseñar a los alumnos del Real colegio de Veterinaria
de Madrid, Madrid, Imprenta de D. Benito Cano, 1794.
40 Londres y los ingleses, Madrid, 1805, p. 86.
41 Keith Thomas, op. cit. Vid. También Juliana Schiesari, Beasts and beauties: animals, gender and domestication
in Renaissance Italy, University of Toronto Press, 2010; Rachel Swinkin, The Limits of Sympathy: Animals and
Sentimentality in Eighteenth Century British Literature and Culture 1759-1810, University of California, 1996; I. H.
Tague, «Dead Pets: Satire and Sentiment in British Elegies and Epitaphs for Animals», Eighteenth Century Studies,
41, 3, 2008; y «Companions, servants or Slaves? Considering Animals in Eighteenth Century Britain», Studies
in Eighteenth Century Culture, 39, 2010. Para el siglo XIX, Kathleen Kete, The beast in the boudoir: petkeeping in
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 267
Smart considera a su gato Jeoffry como una persona en todo lo que hace,
amado por Dios, y, debido a su condición felina, sin necesidad de establecer lazos
con la especie humana. Pero, sin embargo, también lo ve como un lazo entre Dios
y la familia que lo posee. Asimismo, es un instrumento moral mediante el cual
los niños de la casa aprenden a practicar ese primer valor de la Ilustración que es
la benevolencia. En efecto, las mascotas domésticas tenían un valor moral. Su pre-
sencia, como sugiere el poema de Christopher Smart, tenía un poderoso efecto
en la vida de la familia, tanto en sus estructuras emocionales como en los signos
y símbolos de su prestigio42.
En el caso francés, se ha puesto de manifiesto que las mascotas exóticas a me-
nudo provocaron reflexiones diferentes a las suscitadas por animales domesticados
hacía mucho tiempo, tales los perros. Su estatus como caros consumidores y su
asociación con las mujeres estimularon comentarios críticos en consonancia con
las reflexiones contemporánea sobre los cambios sociales y sobre los roles de cada
sexo. Las habilidades imitativas de loros y monos proveían de material a los hu-
moristas, pero también animaban a los sabios a reflexionar sobre la frontera entre
lo humano y lo animal. Y, por último, su papel en el corazón de sus propietarios
motivó planteamientos sobre la relación entre lo humano y lo animal.
nineteenth century Paris, Univesity of California Press, 1994, y Teresa Mangum, «Animal Angst: Victorians Me-
morialize their Pets», en Deborah Deneholz Morse y Martin A. Danahay, Victorian animals dreams: represen-
tations of animals in Victorian literature and culture, Londres, Ashgate Pubkishing, 2007.
42 Dorinda Outram, La Europa de la Ilustración, Barcelona, Blume, 2008.
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 268
Algunas de estas mascotas tenían un claro origen exótico. Los loros ya se do-
mesticaron en la Europa del siglo xvI, en el siglo xvII se criaban en Italia y Ale-
mania y en el xvIII su cría se extendió a Francia. Los loros eran apreciados por su
aspecto y por su voz, aunque algunas especies tenían más talento para la imitación
que otras. Se pedían altos precios por ellos, y no se criaron en Europa en número
significativo hasta el siglo xIx, por lo que eran importados de África o Sudamérica.
En los Affiches de Paris, un periódico local, se encuentran 150 noticias de loros y
periquitos perdidos entre 1778 y 1790, lo que prueba su difusión. Los loros apor-
taban al hogar afecto, estilo y humor, y parte de su atractivo consistía en enseñar-
les, existiendo tratados específicos para ello. Los monos nunca fueron tan comunes
como los pájaros, pero se convirtieron en más habituales en la última parte del
siglo xvIII. Eran también importados, fundamentalmente de África. Otras mas-
cotas se encontraban menos extendidas, debiéndose en muchos casos su presencia
a las relaciones de la nobleza con amigos viajeros o a la inversión de fuertes sumas
en su adquisición: el marqués de Montmiral poseía un perezoso, y la condesa de
Marsan, una rata de Madagascar. Se llegaba a tomar tanto afecto a una de estas
mascotas, que cuando fallecían era muy frecuente disecarlas, práctica que conti-
nuaría hasta muy avanzado el siglo xIx.
Parece que desde 1750 se detectan en Francia, a semejanza de lo que Keith
Thomas indicara para el caso inglés, sentimientos de afecto hacia las mascotas,
aunque muchos criticaran ya por entonces la sinceridad de sus propietarios. En
cartas, diarios, poemas, anécdotas, sátiras y críticas se acusaba a estas personas, es-
pecialmente a las mujeres, de hipocresía y de una sobredosis de sentimentalismo.
Ello constituía parte de una crítica más amplia hacia la ostentación y el lujo por
parte de los filósofos contra los excesos financieros de la nobleza y la aristocracia.
Cuando las críticas iban dirigidas hacia las mujeres, se las acusaba de superficiales
y frívolas. A tenor de éstas, podríamos pensar que solamente las mujeres y los
niños poseían mascotas, la mayor parte de los libros se dirigían hacia este público,
y en la mayor parte de poemas, anécdotas o historias, aparecen mujeres, hablando
una de ellas de una dama que pensaba que se había convertido en un loro. Pero
los propietarios varones son mencionados en memorias, cartas a los periódicos o
textos de historia natural. Una razón por la cual los escritores asociaban mascotas
y mujeres era por las connotaciones eróticas y románticas que se originaban en
torno a los lazos físicos y emocionales entre los propietarios y los animales. Los
escritores y artistas masculinos que retrataban la relación existente entre ambos
las consideraban lascivas y petulantes. Los poemas describen los besos a las mas-
cotas, o al amante imaginado como un canario, y a Greuze se le debe un cuadro
muy popular titulado Muchacha llorando a su pájaro muerto43.
[...] solaz y distracciones tan variadas no solo a los adultos sino también a los
míos de quienes son el encanto y la ocasión de adquirir ideas bellas y senti-
mientos dedicados y dulces que tanto influyen en la educación y en la felicidad
del hombre [...] los niños que hayan llegado a aficionarse a cuidar de sus paja-
ritos, de sus peces, de sus demás animalitos, estarán sin sentirlo, preparados y
dispuestos cuando sean hombres a coadyuvar a los esfuerzos que se han hecho
par aumentar el número de los animales útiles al hombre que deseamos acli-
matar en nuestro país. Habrán contraído el hábito de amar a los animales y sa-
brán que para atraerlos es preciso mimarlos y ahorrarles todos los sufrimientos
posibles, hábitos que conservarán y que no podrán menos de influir muy fa-
vorablemente en general48.
44 Carlos Gómez Centurión, «Chamber Animals at the Spanish Court during the Eighteenth Century», The
Court Historian. The International Journal of Court Studies, 16, 1, 2011.
45 Correo de Madrid, 4 de febrero de 1789.
46 Diario de Madrid, 13 de agosto de 1787.
47 Los Moratines. Obras completas, tomo 2, Madrid, Cátedra, 2008, edición de Jesús Pérez Magallón, carta 169,
p. 1354.
48 Domingo de la Vega y Ortiz, Animales de salón y de jardín, Madrid, C. Moro librero, 1862, pp. 2-3.
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 270
Podemos observar cuales eran las especies más frecuentes a través de los anuncios
de animales publicados en la prensa periódica, sea porque se hayan extraviado, sea
porque se destinen a la compra o a la venta. Llama la atención la gran cantidad de
vacas, cerdos, cabras, ovejas, caballos y asnos que encontramos, incluso en grandes
ciudades como Madrid, lo que muestra cómo los animales domésticos estaban pre-
sentes en el paisaje urbano de las ciudades españolas, pero a nosotros nos interesan
particularmente las mascotas, de las cuales, evidentemente, los perros constituyen la
inmensa mayoría, aunque también encontramos aves exóticas y monos. Sin em-
bargo, la presencia de unos y otros varía ligeramente. Sevilla, ciudad muy ligada tra-
dicionalmente al comercio colonial, contaba con una importante presencia de
animales exóticos, como «un loro hablador, cantador y divertido»49, «un canario por
lo especial en su canto»50, «un especial loro tan divertido que su música a lo que in-
forman enfada por tan hablador»51, «un mono castrado con especiales gracias»52,
«una mica del Brasil especial en habilidades con arreos correspondientes al uso fe-
menino parte nueces y ejecuta otros primores»53. También en Madrid, la corte al fin
y al cabo, podemos encontrar animales exóticos: pavos reales puestos a la venta54,
«una mona de poca edad dócil y nada perjudicial»55, otra «mansa y leal»56, un mono
grande «que ha salido en una de las corridas de novillos de esta temporada»57, loros
desaparecidos o caídos del balcón58, otro a disposición de quien quisiese comprarlo
«de la mejor casta de América, muy doméstico, habla mucho y muy claro, canta y
es muy particular»59, otro loro igualmente hablador60, algunos papagayos perdidos61,
un papagayo que habla muy bien62, una gallina de Guinea63, un guacamayo64, y
algún espécimen aún menos habitual como una gacela extraviada65, un corzo «de
dos años muy manso domesticado que tira de un carro con un niño de siete años,
el cual le gobierna con mucha facilidad»66, y hasta un puercoespín africano «muy
extraño y criado domésticamente, que sigue como un perrito»67. Menor es la can-
tidad de animales exóticos que encontramos en valencia (entre 1790 y 1791 tan
solo hemos localizado un canario perdido de color amarillo68, y una mona69 y dos
venados puestos a la venta70), aunque esta ciudad ofrece la particularidad de ser el
único lugar en el que hemos encontrado el ofrecimiento de una recompensa es-
pecífica a quien encuentre el animal en cuestión: 40 reales de vellón por un perrito
blanco71, 20 por un perrito inglés de lanas72. Curiosamente, en Cádiz hemos en-
contrado muy pocas referencias a animales perdidos73, que se limitan a un cana-
rio74, «un loro de mucho precio»75, y una extraña ave «del tamaño de un pavo,
color atigrado, la cabeza como la de un gato, dos plumas que forman orejas, los
ojos grandes, color de oro, con una túnica que los cubre cuando quiere cerrarlos,
el pico corvo, las piernas gruesas y cubiertas de pluma menuda y las patas grandes
con el movimiento de ave rapiña, conocido por Bucho»76. Y no es de extrañar que
en Salamanca, ciudad del interior castellano, las únicas referencias de animales
perdidos hagan alusión a perros, sea perdigueros77, de caza78, galgos79, o falderos,
como «una perrita fina»80. En el Diario de México, por su parte encontraremos re-
ferencias de los familiares cánidos, como «un perrito fino, medio cuerpo pelado,
poco más de una cuarta de alto»81, «un perrito dogo, fino, con collar de raso negro,
ribeteado de blanco, y muchos cascabeles»82, «un perro dogo de color de coyote
claro, hocico negros»83, «una perrita fina que entiende por Chila, es toda blanca
con las orejitas quapaztles, se le está cayendo el pelo desde el pescuezo para la boca,
entréguese allí mismo»84, «un perrito fino, poblano, blanco, recién pelado del bra-
zuelo para la cola, con unos cuantos lunares negros o pardos en el cuerpo»85, «un
perro de presa amarillo con las orejas cortadas y el hocico negro un lunar negro
bajo la oreja derecha»86. Y también de aves de jaula, ofreciéndose a la venta «en
precio moderado una pajarera portátil de cedro fino, muy bien labrada, con 14
jaulitas de nidos y 5 canarios copetones, de cría»87, así como un periquito «de aque-
llos /que saben con mucha gracia /cantar saynetes enteros»88. En una de las fábulas
incluidas en dicha publicación, El censontle, el Chichicuilote y el gato, se nos muestra
a una dama que tenía enjaulado en el balcón de su casa a un censontle (cenzontle
o sinsonte), que dejaba admirados a los transeúntes por la cantidad de animales a
los que era capaz de imitar89.
Pero la gran ausencia corresponde al gato90. Y no porque los gatos no estuviesen
presentes en los hogares, sino, sencillamente, porque de tiempo inmemorial estos
animales son conocidos por sus prolongadas ausencias de las que sus propietarios
siempre han hecho caso omiso. Gozaban además de una imagen siniestra, y ello
venía ya de la época medieval, cuando la literatura clerical les aplicaba cualidades
demoníacas, asociándolos con el diablo, la muerte, el pecado, la brujería y la he-
rejía, si bien de ellos se esperaba que controlaran las plagas en iglesias, catedrales y
ciudades, y, de hecho, existen agujeros para gatos excavados en muchas catedrales
medievales. De todas formas, eran considerados animales de baja estofa y no se les
suele encontrar en las mansiones aristocráticas, aunque aparecen en las viviendas
populares como depredadores. Solamente se convertirían en mascotas a partir del
siglo xvI, cuando fueron importados como animales preciados y exóticos.
Se ha señalado que el gato llegó a Europa con las Cruzadas, pero lo cierto es
que podemos encontrarlos ya en los siglos Ix a xI en muchas ciudades francesas,
fortalezas, centros comerciales y abadías, al igual que en ciudades y castillos de la
España musulmana, aunque todos los indicios sugieren que debía tratarse de gatos
semisalvajes. Algunos autores medievales, como Tomás de Cantimpré, vincent de
Beauvais, o Alberto el Grande, recogen la creencia de que cortar las orejas o el pelo
del gato y colgarlo fuera de la casa sirve de protección contra la lluvia. A partir del
siglo xIII los gatos comienzan a ser más frecuentes en las ciudades, aunque ello no
significa que fuesen más apreciados: las indemnizaciones pagadas por matar un
gato en Castilla o Aragón eran muy reducidas. No obstante, su piel era considerada
una mercancía, y su utilización industrial explica la gran concentración de huesos
de gatos que aparecen en algunos emplazamientos arqueológicos. Hasta el siglo xIv
no nos encontraremos con el primer intento de selección de especies felinas, im-
portándose gatos de Siria y el Levante a Italia, y de aquí a España, Inglaterra y Fran-
cia, y estos gatos eran considerados más hermosos que los comunes91.
Pero esta estimación no era general, por cuanto se pensaba que su respiración
provocaba enfermedades, y eran vistos como animales misteriosos92, estando muy
extendida la costumbre de torturarlos: fue la cultura medieval la que inventó el
órgano de gatos, un cajón en el que se encerraban varios animales con las colas
colgando a través de un orificio, y que se hacía sonar tirando de estas con fuerza
o pinchándolas para provocar los maullidos de dolor de los felinos prisioneros, y
uno de estos órganos era exhibido en Madrid en 178993. Es muy conocida gracias
a los estudios de Robert Darnton la matanza de gatos habida en París en 1730,
comenzando los acontecimientos en la calle Saint Séverin, en la casa del impresor
Jacques vincent. Dos aprendices, alojados y alimentados por su patrón, golpearon
hasta la muerte en la noche del 16 de noviembre de 1730 una robusta gata llamada
La Grise, propiedad de la mujer del impresor. Después atacaron los gatos de los
vecinos, a los que mataron después de una parodia de juicio. La noche siguiente,
junto a otros obreros tipógrafos, persiguieron a todos los gatos de los alrededores,
que colgaron o estrangularon según el mismo ritual. Otros obreros les imitaron,
y en menos de una semana fueron exterminados varios cientos de gatos. Lo más
extraño es que este acontecimiento no tuvo eco ni en las gacetas ni en los docu-
mentos de archivo, y solamente lo conocemos por las memorias de un tipógrafo
llamado Nicolás Contat. Gracias a su testimonio sabemos que los aprendices se
sentían maltratados por su patrón y que estaban celosos de la gata de su patrona.
Además, los ruidos nocturnos de los gatos de los alrededores les impedían dormir.
Su patrón les ordenó que les librara de esos animales, y los dos ejecutaron las ór-
denes y comenzaron por La Grise, a la que odiaban. El episodio de los gatos que
ocurre en el palacio ducal es una de las bromas más crueles y físicamente apabu-
llantes que los duques le hacen a don Quijote:
91 Ester Pascua, «From forest to faro and town. Domestic animals from ca. 1000 to ca. 1450», Brigitte Resl (ed.),
A Cultural History of Animals in the Middle Ages, Oxford, Berg Publishers, 2007, pp. 101-102.
92 Peter Edwards, «Domesticated animals in Renaissance Europe», Bruce Boehrer (ed.), A Cultural History of
Animals in the Renaissance, Oxford, 2007, p. 93.
93 Carlos Gómez Centurión, Alhajas para soberanos, pp. 397 y 399.
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 274
Descolgaron un cordel donde venían más de cien cencerros asidos, y luego tras
ellos derramaron un gran saco de gatos, que asimismo traían cencerros menores
atados a las colas. Fue tan grande el ruido de los cencerros y el mayar de los
gatos, que aunque los duques habían sido inventores de la burla, todavía les
sobresaltó, y, temeroso don Quijote, quedó pasmado. Y quiso la suerte que dos
o tres gatos se entraron por la reja de su estancia, y dando de una parte a otra
parecía que una región de diablos andaba en ella94.
Desde finales de la Edad Media los gatos habían ido ganando el derecho de en-
trar en las casas (lo que ocurría raramente con los perros) y a veces se hacían parte
de la familia. La peste negra de mediados del siglo xIv jugó un papel fundamental,
ya que a partir de entonces aumentó el papel del gato como exterminador de ratas.
Poco a poco se convirtió en un objeto de afecto (uno de ellos acompañaría al conde
de Southampton en su encierro en la Torre de Londres, según muestra su retrato),
y los hombres de letras contribuyeron a revalorizar al animal, como Montaigne,
La Fontaine, Fontenelle o Montesquieu. Pero fueron las mujeres quienes jugaron
el papel decisivo y quienes lo convirtieron, junto a los perros, en el animal favorito
de los europeos. En la alta sociedad francesa de inicios del siglo xvIII, la buena cos-
tumbre quería que las damas prefiriesen los gatos a los perros, y que cuando ellas
perdieran a su animal favorito, mostrasen un gran dolor. La duquesa de Maine,
hijastra de Luis xIv, estuvo inconsolable cuando falleció su gato Marmarin en 1716.
Ella misma compuso su epitafio, que hizo grabar en una piedra a la memoria del
difunto en el parque de Sceaux. Algunos años más tarde, la duquesa de Lesdiguières
había hecho esculpir en el jardín de su mansión parisina un sarcófago de mármol
negro con un gato igualmente negro tumbado sobre un cojín blanco. Era un mo-
numento a la eterna memoria de su gata Ménine. A la izquierda del pedestal, se
podía leer: «Aquí yace Ménine, la más amable y la más amada de todas las gatas».
Y a la derecha: «Aquí yace una gata muy bonita /su dueña que no ama nada/ la
ama hasta la locura». El joven Luis xv también manifestó un amor inmoderado
por los gatos en su juventud, y hacia 1730 sentía un especial cariño por un gato
de angora blanco, que de día estaba junto a la chimenea de su gabinete, y de noche
dormía en la cámara del rey, teniendo por lecho un suntuoso cojín de damasco
rojo. Este gato, llamado Blanchon, parece haber vivido unos quince años 95.
Lope de vega sentía mucho cariño por los felinos, porque escribe más extensa-
mente acerca de ellos que de cualquier otro animal. Por ejemplo, integra a los gatos
en tramas secundarias o complementarias de sus comedias La dama boba, Las almenas
de Toro y El castigo sin venganza. En el segundo acto de esta última, el gracioso Batín
cuenta la anécdota de una gata transformada en mujer que, al ver pasar un ratón lo
ataca, revelando su «verdadera» naturaleza felina. Y finalmente, los felinos son eleva-
dos a protagonistas en La Gatomaquia, cuya trama fundamental es un triángulo amo-
roso felino, basado a su vez en una tríada humana ocurrida décadas antes entre el
autor, Elena Osorio y Francisco Perrenot de Granvela. En su argumento, Marrama-
quiz, gato madrileño, compite con Micifuf, hermoso forastero, por el amor de la
bella Zapaquilda. Cuando la dama felina abandona a Marramaquiz y decide casarse
con el recién llegado, Marramaquiz sufre un ataque de rabia y celos. Al llegar tarde
a su boda, Micifuf descubre que Marramaquiz se ha llevado a su novia y la ha ence-
rrado en una torre. Los machos rivales oponen sus ejércitos en guerra sangrienta y
Júpiter debe intervenir para salvar a la especie felina y evitar que los ratones se adueñen
del Olimpo. Micifuf sitia la fortaleza de Marramaquiz, quien es obligado a abandonar
la torre en busca de alimento. Al final, Marramaquiz es matado accidentalmente por
un príncipe cazador, sus seguidores se rinden y se restaura la paz. El poema termina
con el matrimonio de Micifuf y Zapaquilda. Es obvio que esta trama parodia varios
poemas épicos y mitos clásicos, entre ellos la Batracomiomaquia, La mosquea (1605)
de José de villaviciosa, Orlando innamorato de Boiardo (1495) y Orlando furioso de
Ariosto (1516), al igual que algunas obras previas del mismo Lope.
La utilización de felinos también permite a Lope explotar la afinidad simbólica
de esa especie con las mujeres, ya que hay que tener en mente que los humanos
tienden a concebir a los gatos como femeninos y a los perros como masculinos.
En la literatura de la época una serie de características felinas se traspasa con faci-
lidad a las mujeres, de manera que comparten rasgos como la independencia, la
sensualidad y el hermetismo. Además, gata y mujer son cazadoras nocturnas que
provocan a su presa, y exhiben su belleza para atraer a los varones. Por último se
consideran traicioneras y su cuerpo y su lenguaje corporal se sexualizan al má-
ximo. Otra característica femenina, de acuerdo con el poema, es la capacidad trai-
cionera de las mujeres, para la cual los gatos son una metáfora conveniente, debido
a su reconocida astucia predadora. Su creación de felinos humanizados nos de-
muestra no solo cómo Lope concibe y caracteriza a un animal estimado tanto en
su época como hoy, sino también, en este caso particular, cómo representa (ani-
malizándola) a la mujer a través de ellos96.
Pero la imagen siniestra de este felino pervivirá en la Modernidad española, incluso
en el siglo xvIII. Torres de villarroel lo presentará como un animal agresivo que araña,
definiéndolo de natural agresivo, esquivo e ingrato97. El Mercurio histórico y político,
por su parte, se hace eco de las creencias existentes en Alemania, donde:
96 Adrienne L. Martín, «Erotismo felino: las gatas de Lope de Vega», AnMal Electronica, 32, 2012.
97 Diego de Torres Villarroel, Juguetes de Talía, tomo VII, Salamanca, 1752, p. 158.
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 276
[...] hay la preocupación de que el que toca a un animal muerto queda des-
honrado. En consecuencia de este desatinado principio, habiendo encon-
trado últimamente dos albañiles un gato muerto en una pila de cal en que
trabajaban, y quitándolo con sus palas, al instante todos los demás albañiles
los abandonaron, y rehusaron constantemente trabajar con ellos, diciendo
que no solamente aquellos dos hombres estaban deshonrados por haber to-
cado a dicho animal, sino que también toda la obra estaba contaminada, y
era preciso rehabilitarla. El gobernador de esta ciudad, noticioso del suceso,
dio orden a la guardia para que fuese a la posada a que se habían retirado
los albañiles que eran cincuenta y los prendiese y hecho esto amenazó a los
militares que había entre dichos obreros con baquetas, y a los demás con
seis semanas de calabozo a pan y agua sino volvían inmediatamente al tra-
bajo, pero todas las amenazas fueron inútiles, de suerte que el gobernador
[...] tomo el partido de ir con toda solemnidad, acompañado del ayunta-
miento, a la obra, remover con la cal, y dar con la llana algunos golpes en
las piedras del edificio para rehabilitarlo. Esto bastó para que los obreros se
apaciguase, y volviesen de nuevo al trabajo98.
No obstante, los gatos también podían ser utilizados para otros menesteres,
según nos muestra Samaniego en El jardín de Venus:
o Miguel Serrano Belezar99. Y estas dudas sobre su utilidad persistirán muy avan-
zado el siglo xIx: vega y Ortiz señala cómo
[...] la mayor parte son semisalvajes, no conocen a sus amos, solo frecuentan
los graneros y desvanes, y cuando el hambre les acosa, bajan tal vez a las cocinas,
despensas y comedores. Esto se ve con mucha frecuencia y sin embargo se crían
muchos más gatos que perros [...] los gatos por su naturaleza son inclinados a
la soledad, nada los induce a familiarizarse con nosotros ni se ve en ellos indicio
alguno de afecto. Se ven sin embargo algunos tan mansos y cariñosos que parece
no pueden vivir sin la compañía del hombre. En las hembras se manifiesta mas
comúnmente esta propensión a la sociabilidad, fenómeno que parece deber
atribuirse al instinto de la maternidad, que es nulo entre los machos, y no a
esa predisposición natural, indestructible, en que esta fundada la sociabilidad
del perro [...] la domesticación del gato no se verificó en Europa hasta la época
de la invasión de la rata parda y normanda pues hasta entonces el cuidado de
tener limpias de ratones las casas estaba a cargo de la comadreja que lo desem-
peñaba muy bien. Esta época coincide con la de la primera cruzada y el gato
que al principio desempeño a toda satisfacción su oficio, vino al fin a capitular
con la rata de alcantarillas, lo que nos obliga a pensar ya en quien le reemplace
en sus importantes funciones según también puede verse cada noche en los
montones de basuras y la calles y mejor aún alas inmediaciones de las plazas
de abastos, donde gatos y ratas en amor y compaña con el mayor descaro no
se disputan sino que se comparten las tripallas y despojos de tales sitios100.
Tras los grandes mamíferos como elefantes y rinocerontes, y los feroces felinos
como los leones, las aves ocuparon el lugar más sobresaliente en la mayoría de las
colecciones de animales exóticos de la modernidad, y este protagonismo se fue
incrementando con el tiempo hasta llegar a su cenit en el siglo xvIII, terminando
en ocasiones por ser los únicos animales que poblaban las ménageries de los parti-
culares, debido a que eran menos costosas de adquirir y mantener101. Su enome
99 Mariano Madramany y Calatayud, Oración en que se persuade que es menor mal sufrir ratones que tener gatos
en nuestras casas (Madrid, 1779), Marcos Antonio de Orellana, Disertación persuadiendo que es menor mal
sufrir ratones que tener gatos (Valencia, 1779), o Miguel Serrano Belezar, Declamaciones y sentimientos que hi-
cieron los gatos de Madrid (Madrid, 1779).
100 Domingo de la Vega y Ortiz, op. cit., pp. 195-198.
101 Para lo que sigue, básicamente, Carlos Gómez Centurión, «Virtuosos e impertinentes: los pájaros de cá-
mara en la corte española del siglo XVIII», Bulletin for Spanish and Portuguese Historical Studies, 35:1, 2010, pp.
87-122.
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 278
102 Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Relación histórica del Viaje a la América meridional, Primera parte, tomo pri-
mero, Madrid, Antonio Marín, 1748, p. 77.
103 José Patricio Moraleja y Navarro, Tratado breve útil y curioso de los más especiales pájaros de cántico (Madrid,
1740), Francisco Surias, Instrucción y modo fácil e inteligible para coger y conservar el rey de las aves de cántico
llamado el ruiseñor (Madrid, 1796); Juan Bautista Zamarro, Conocimiento de las catorce aves menores de jaula
su canto cría y naturaleza (1603), Madrid, Imprenta de Josef Doblado, 1775.
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 279
fue incluido casi íntegro por Antonio Sánchez Tórtoles en su miscelánea El entre-
tenido (1671). Ya en el siglo xvIII fue reeditada por los impresores Gabriel del Ba-
rrio y José Doblado, pero introduciendo numerosas variantes en el texto sin
indicar los autores de los añadidos. Las diez aves escritas por xamarro eran, según
él, las «mejores y más comunes y de cuyo canto gustan más los aficionados a estos
pajarillos», a saber, el ruiseñor, el pardillo, el jilguero, el canario, la calandria, el
pinchón, el verdecillo, el lugano, el verderón y el solitario. Ninguna de ellas era
exótica, y, a excepción del canario, el resto eran especies autóctonas que se podían
capturar en los campos castellanos o andaluces. Las reediciones dieciochescas, em-
pero, incluirían el reyezuelo, el zorzal, el gorrión de Indias y el cardenal, lo que
podría indicar que la posesión de estas aves, hasta entonces reservadas a la nobleza,
se había vuelto más accesible. La estructura de los capítulos, que ofrecen la nove-
dad de sus ilustraciones (figura 16) es muy similar, y se suele hablar de su cría,
color, tamaño, limpieza, cuidado y enfermedades. La obra es encabezada por el
ruiseñor, «el más principal y que tiene el primer lugar entre las aves», explayándose
en la descripción de su canto:
[...] el canto de este pájaro es con una perfecta ciencia música, de tal suerte,
que unas veces le tiene mucho tiempo en un ser, otras le varía doblándole, otras
le diferencia con pausas, otras le junta torciéndole, y algunas veces le ofusca de
modo que parece que no se oye. Algunas veces forma entre sí un sonido lento,
grave, agudo, repetido y dilatado, y cuando le parece, le vibrea sonando alto,
mediano y bajo, haciendo brevemente todas aquellas diferencias músicas, que
Figura 16. Canario, en Juan Bautista Xamarro, Conocimiento de las catorce aves
menores de jaula su canto cría y naturaleza (1603), Madrid, 1775.
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 280
era un pequeño órgano mecánico movido a manivela, diseñado por artesanos lo-
reneses para tocar melodías breves que pudieran aprender los canarios. La forma
de construirlas aparece descrita en L´Art du facteur d´orgues (1766-1778) de Dom
Bedos de Celles y, debido a la popularidad que alcanzaron durante el siglo si-
guiente, se siguieron fabricando prácticamente sin alteraciones hasta después de
1914. Obra se relaciona con la serinette es el retrato que Luis Paret, pintor de cá-
mara del infante don Luis, hizo de su propia esposa, María de las Nieves Micaela
Fourdinier, a la que no dudó en representar exquisitamente ataviada y peinada a
la última moda y sosteniendo en las manos un organillo mecánico para enseñar a
cantar a un canario.
Por mucho placer que pudiera producirle a sus dueños oír los melodiosos trinos
de los pájaros de canto, y aunque algunos estuviesen incluso enseñados a entonar
una melodía concreta o adiestrados para «ir a la mano», su capacidad de interac-
ción con el ser humano no podía compararse ni remotamente con la de un loro
o una cacatúa. Al conde de Buffon, que desconocía aún el carácter fuertemente
gregario de estos animales y que su capacidad para articular sonidos se deriva en
gran parte de su necesidad de crear un lenguaje que les permita comunicarse con
quienes le rodean, sean o no éstos los miembros de su propia bandada, le irritaba
profundamente que el vulgo creyese que su habilidad para hablar era debida a
algún tipo de inteligencia superior, puesto que «parlar no es hablar». Pero aun así,
no podía tampoco dejar de reconocer las numerosísimas cualidades que los loros
tenían como animales de compañía.
Según cuenta una antiquísima tradición, fueron los hombres de Alejandro
Magno, en el siglo Iv a. C., quienes trajeron los primeros loros a Europa de regreso
de su expedición a la India. Se trataba casi con total seguridad de especímenes de
Psittacula eupatria, conocida comúnmente como cotorra alejandrina, que tan fa-
miliar acabaría siendo con el tiempo para griegos y romanos, que tanto codiciaban
los géneros de lujo provenientes de aquellos lejanos confines y, entre cientos de
otras mercancías, los loros indios, cuyo precio en la Roma imperial llegó en oca-
siones a exceder al de un esclavo. Durante los casi mil años que transcurren desde
la caída del Imperio Romano hasta la Era de los Descubrimientos, la historia de
los loros en la Europa medieval parece estar caracterizada, antes que nada, por su
escasez y por su ausencia. Sabemos que el Emperador Federico II, artífice de la
sexta cruzada, recibió como regalo del sultán de Babilonia una cacatúa de penacho
blanco (Cacatua alba) procedente de Indonesia (un ejemplar seguramente único
en la Europa del siglo xIII) que Carlos Iv de Francia poseyó una cotorra alejandrina
o que en el siglo xv había loros en la corte papal, pero pocas noticias más se han
conservado respecto a ellos. Y por ser tan raros y escasos, adquirieron un halo mis-
terioso y sobrenatural que nunca habían alcanzado en el mundo antiguo, mucho
más habituado a su presencia. Un carácter mágico que les atribuyó inteligencia,
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 286
peana con planchas de plomo para que no volcaran y las piezas de madera vistas
cuidadosamente torneadas.
Aunque Isabel de Farnesio y Bárbara de Braganza recibieron a menudo desde
Lisboa algunos loros como regalo de sus parientes portugueses, la gran fuente de
aprovisionamiento para la familia real continuó siendo la América española, desde
donde los virreyes y gobernadores los remitían periódicamente como obsequio
para sus amos. Por si no llegaban vivos, a veces se tomaban la precaución de enviar
también algún dibujo del animal para dejar al menos constancia del valor original
del obsequio, como el «papagayo especial» con «dos retratos de él» que el marqués
de Sobremonte le remitió desde Cartagena de Indias al infante don Luis. De todas
formas, y a pesar de las medidas liberalizadoras del comercio colonial, la presencia
de papagayos fuera de los grandes centros comerciales andaluces y de Madrid no
era demasiado corriente. Al marqués de Langle le había llamado la atención nada
más entrar en la corte haber visto «titíes, monas, cacatúas, loros en casi todas las
ventanas», pero todavía en 1774, el corresponsal en Bilbao de Pedro Franco Dá-
vila, director del Gabinete de Historia Natural, le informaba respecto a la impo-
sibilidad de comprar un guacamayo en aquel puerto.
Los papagayos seguían fascinando por su aspecto llamativo y multicolor, de-
bido al cual aparecen profusamente representados en todas las decoraciones de los
palacios reales, desde el Salón del Trono del Palacio Nuevo hasta el Gabinete de
Porcelana de Aranjuez. Pero su presencia animada en las habitaciones reales se
debía, antes que nada, a su éxito como animales de compañía. Como mascotas,
los loros pueden resultar auténticamente divertidos, y su inteligencia, su inagotable
sentido del humor, su picardía y su malicia podían proporcionar a su entorno jus-
tamente el tipo de desahogo que un ambiente tan jerarquizado y protocolario
como el de la corte más necesitaba. La mayoría de los guacamayos suelen ser gran-
des mimos e imitan los movimientos de las personas que le rodean. Precisamente
porque su función fundamental era entretener, se valoraba más que nada que su-
pieran hablar bien. Cuando Carlos III les escribió a sus padres para agradecerles
unos periquitos que le habían enviado a Italia, no olvidó precisar «que hablan
mucho». La narración de los enojosos malentendidos que podían llegar a provocar
los loros se convirtió en un tópico literario. El marqués de Langle, en su jocoso
Viaje de Fígaro a España (1784), contaba al respecto cómo:
Catalina de Médicis, dicen, tenía un loro que retenía todo, todo lo repetía, pro-
nunciaba y hablaba a menudo tan bien como un hombre; algunas veces era para
engañarse. Creo que el lorito que yo compré el domingo habla todavía mejor;
ha retenido una multitud de cosas, un número infinito de cuentos que repite y
articula sin vacilar; habla español, destroza un poco el francés, dice algunos versos
de Racine, el benedicite y la fábula del cuervo. Me costó ocho luises, vale treinta,
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 289
rechazaría cien. No me atrevo a ponerlo en mis ventanas; cuando está allí, están
abiertas y hace buen tiempo, mi loro no sólo habla: dice todo lo que hago, repite
todo lo que oye, apostrofa a los que pasan, habla de política. Hace poco me reía
a carcajadas, oyéndole hablar del bombardeo de Argel. Me muero de miedo por-
que le han oído, estoy seguro que la guardia va a venir a llevárselo.
104 Juan Meléndez Valdés, Obras completas, edición de Antonio Astorgano Abajo, Madrid, Cátedra, 2004, pp.
122, 123, 129, 153, 177, 303, 396.
105 Leandro Fernández de Moratín, El sí de las niñas, Acto I, escena VIII.
106 Diario de México, 22 de enero de 1806.
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 290
El ocuparse de los pájaros es una distracción muy conveniente para las personas
que hacen una vida sedentaria, no deja de ser saludable para los que están de-
dicados a trabajos de meditación y de bufete y lo es siempre para el bello sexo
y la infancia y más aún para las jóvenes. Criar pájaros, enseñarlos y procurarles
las conveniencias que más en armonía están con su naturaleza, es una distrac-
ción inocente, preferible a otras muchas, puesto que no deja en pos de si más
que recuerdos de placer y si acaso sentimientos dulces.
Pero, sin lugar a dudas, la mascota por antonomasia era el perro107. Ello no era
tan antiguo, por cuanto la Antigüedad grecolatina los consideraba como seres im-
puros y mortíferos, y la Edad Media tampoco los apreciaba, exceptuando los gran-
des perros de caza y más tardíamente los lebreles, si bien la zooarqueología nos
muestra que a fines de este período algunos perros eran tan pequeños que sola-
mente podía tratarse de animales de compañía, y no destinados a la caza o a la
guarda del ganado. Muchos autores medievales, como Gerardo de Wales o Gervase
de Tilbury señalaron en repetidas ocasiones la fidelidad del perro hacia sus amos,
y en las mesas de la aristocracia podemos ver a perros rondando. Religiosos y mon-
jas guardaban perros en sus monasterios, una práctica frecuentemente denigrada
por los obispos, al igual que la costumbre de entrar en la iglesia con los perros de
caza, según criticaba el concilio de vienne de 1311108.
Su gran promoción data de inicios de la Modernidad, y durante los siglos xvI
y xvII se fue extendiendo la costumbre de tener perros como mascotas, y la moda
dictaba que debían ser pequeños, arreciando desde el Renacimiento las críticas de
los moralistas contra la excesiva atención que las damas prodigaban a sus perros
falderos, convirtiéndose en la antítesis de los perros de caza, cuya propiedad era
reservada a los varones109, extendiéndose cada vez más la costumbre de ser retra-
107 John Beusterien, Canines in Cervantes and Velazquez: An Animal Studies Reading of Early Modern Spain, As-
hgate, 2013. Algunas referencias inglesas en John D. Blaisdell, «The rise of Man’ s Best Friend: The popularity
of Dogs as Companions Animals in Late Eighteenth Century London» Anthrozöos: A Multidisciplinary Journal
of The Interactions of People & Animals, XII, 2, 1999; Theresa Braunschneider, «The Lady and the Lapdog: Mixed
Ethnicity in Constantinople, Fashionable Pets in Britain», Frank Palmeri (ed.), Humans and other animals in
eighteenth century Britain, Ashgate Publishing, 2006.
108 Esther Pascua, «From forest to far and town. Domestic animals from ca. 1000 to ca. 1450», Brigitte Resl
(ed.), A Cultural History of Animals in the Middle Ages, Oxford, Berg Publishers, 2007, pp. 100-101. También para
la Edad Media, Liliane Bodson, «Les paradoxes du témoignage d´Isidore de Seville sur les chiens», en Robert
Delort, Elizabeth Mornet, Franco Morenzoni y Danielle Millioud, Milieux naturels, espaces sociaux: études ofertes
à Robert Delort, París, Publications de la Sorbonne, 1997.
109 Peter Edwards, «Domesticated animals in Renaissance Europe», Bruce Boehrer (ed.), A Cultural History of
Animals in the Renaissance, Oxford, Berg Publishers, 2007, p. 93.
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 291
tados unos y otros junto con sus dueños110. Los monarcas franceses nos ofrecen
ya en el siglo xvI muchos ejemplos de ello111. Enrique II alimentaba a sus perritos
blancos con leche y pan, un pan especialmente preparado por un panadero que
durante todo el día se consagraba únicamente a ello, siendo el empleado mejor
pagado de la panadería real. Y Carlos Ix tuvo la pasión de la caza y de los perros,
y a finales de su reinado acariciaba a dos enormes dogos enviados por Isabel de
Inglaterra. Debían ser animales formidables, porque sabemos que en noviembre
de 1572 se le concedió una indemnización de 25 libras a un granjero cuya única
vaca había sido muerta por estos animales. Y al mes siguiente, un campesino de
Meaux recibió una suma de 12 libras porque los perros del rey habían herido a su
hijo. Pero Carlos Ix también era aficionado a los perritos. Su perra favorita, lla-
mada Courte debido al tamaño de sus patas, se encontraba con frecuencia en su
lecho, en su baño y en sus comidas, y el rey le hizo confeccionar un vestido de
noche de velos verdes que un criado le ponía cada vez que se acostaba, por la ma-
ñana la perrita chapoteaba en la tina real, después se subía a la mesa y se alimentaba
de lo que le ofrecía su amo. Los cronistas afirman que tenía una predilección es-
pecial por el mazapán. Cuando falleció el 24 de agosto de 1570, el dolor del rey
fue inmenso, y tuvo la idea de hacerla desollar para confeccionarse un par de guan-
tes con su piel que él llevó durante varios meses. También le pidió a Ronsard que
compusiera su epitafio. Los eruditos han intentado determinar a qué raza perte-
necía Courte pero sin éxito, si bien es probable que perteneciera a la gran familia
de los bassets. Enrique III, sucesor de Carlos Ix, también tuvo pasión por los perros,
pero le gustaban pequeños. Todos los contemporáneos le vieron transportar tres
en una papelera ricamente adornada, de la que no se separaba ni para ir a misa ni
para recibir a los embajadores. Pierre de l’Estoile señala que estos perritos costaban
anualmente más de cien mil escudos de oro (lo que sin duda es una exageración)
y que el rey tenía numerosos criados y riadas cuya única función era la de estar al
servicio de estos animales. Jacques Auguste de Thou nos cuenta que Enrique III
gastaba grandes sumas en monos, loros y otros animales de países extranjeros, al-
gunas veces los regalaba pero era tal su pasión por ellos que luego pretendía recu-
perarlos al precio que fuera. A un oscuro gentilhombre borgoñón se le concedió
la orden del Santo Espíritu por el sólo mérito de haber limpiado las patas de dos
perritos que habían estado jugando en el barro112.
El perro debió ser, sin lugar a dudas, el animal de compañía más frecuente en
la España moderna, de lo que da fe su presencia en obras literarias (como el cono-
110 Madeleine Pinault Sorensen, «Portraits of Animals, 1600-1800», Bruce Boehrer (ed.), A Cultural History of
Animals in the Enlightenment, Oxford, Berg Publishers, 2007, pp. 179-186.
111 Julieta Schiesari, «Bitches and Queen: Pets and Perversion at the court of France´s Henri III», Erica Fudge
(dir.), Beasts of the Renaissance.
112 Michel Pastoureau, Les animaux célebres, pp. 192-197.
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 292
yace y sepultado
en este triste rincón
el perrillo más poltrón
que en el mundo se ha criado
El pasó la vida echado
y su pereza perruna
para todos fue oportuna
pues con su diente leal
jamás a nadie hizo mal
por no hacer cosa ninguna.
¿Qué quiere v. que le diga en cuanto al perro? v. no ignora sus malas cualida-
des, pero cierra los ojos y todo se lo disimula, se lo perdona y aun se lo aplaude.
El perro es muy inmoral, tiene malísima conducta, es un viejo escandaloso y
deshonesto cuyos extravíos ofenden el pudor y no acreditan al amo que se los
sufre y consiente, y esta condescendencia continua, más que indulgencia, parece
complicidad. Un perro viejo, cojo, galicoso, egoísta, envidioso, ignorante, go-
loso, dormilón, alborotador, fornicario, que debiera estar ya en un presidio [...]
¿le parece a v. que merezca la amistad de un hombre de tan austeras costumbres
como son las mías? No señor. Si v. consiente en su casa a ese picarón, v. es
muy dueño de hacerlo, pero ¿cómo no se horroriza al considerar que cuando
sale de ella todo es disolución y acciones torpísimas? ¿Qué no hay honesta perra,
ya sea doncella o ya corrupta, que no sea víctima de su intemperancia y de su
libidinosa procacidad? Acaso el día de su castigo no está distante, y le verá v.,
despellejado por otros perros tan enamorados como él pero más robustos, o
algún iracundo ciudadano cuya perra haya sido deshonrada por él descargará
sobre sus lomos algún ladrillazo que le deje que lamer para muchos días116.
115 Leandro Fernández de Moratín, Carta 151 (1814), Los Moratines. Obras completas, tomo 2, Madrid, Cátedra,
2008, edición de Jesús Pérez Magallón, p. 1335.
116 FERNÁNDEZ DE MORATÍN, Leandro, Carta 266 (1822), Los Moratines. Obras completas, tomo 2, Madrid, Cátedra,
2008, edición de Jesús Pérez Magallón, p. 1444.
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 294
A finales del siglo xvIII el perro suscitaba un afecto casi universal, según Chris-
tian Christopher Sturm
[...] el perro es un animal muy útil aunque parece despreciable [...] tiene todas
las cualidades interiores que le pueden merecer las atenciones del hombre. Tiene
un sentido delicado y exquisito, capaz de perfeccionarse aun por la educación
y que le hace digno de entrar en sociedad con el hombre. Sabe concurrir a sus
designios, cuidar de su seguridad, defenderle y lisonjearle cuando es menester,
y por cuyos servicios o reiteradas caricias hacerse agradable a su dueño. Sin el
socorro de este fiel doméstico no podría el hombre vencer y subyugar tan fá-
cilmente a los demás animales. En una palabra, parece que Dios puso al perro
al lado del hombre para que le sirviese de compañero, de ayuda y de defensa.
Este animal que tanto nos interesa merece aún por otra parte nuestra atención,
porque hace cosas que muestran visiblemente que no es una simple máquina,
sino que habita en él una alma. De todos los lenguajes de los animales es el
más vario el del perro117.
Aunque no perdamos de vista que durante mucho tiempo este animal despertó
sentimientos encontrados, que todavía podemos encontrar en el siglo xvIII: en
Francia se sugirió en 1770 la posibilidad de establecer una tasa sobre la posesión
de perros como un medio para incrementar el volumen alimentos disponibles
para la población, ya que un censo contabilizó hasta cuatro millones de estos ani-
males, proponiéndose crear una tasa de seis libras por animal. En Inglaterra, por
su parte, el impuesto sobre perros fue aprobado finalmente en 1796, calculándose
que había un millón de ellos en el país118. Y en España, la multiplicación de los
perros en las calles comenzaba a ser percibida como un problema. En Madrid, la
Sala de Alcaldes de Casa y Carta se vio obligada a lo largo del siglo xvIII a pro-
mulgar una serie de autos que prohibían llevar a los perros sueltos por la calle sin
frenillo ni bozal, y obligaba a que los animales llevaran un collar con su nombre
so pena de ser sacrificados119. El Diario de Madrid señalaba que:
cente con que s aumentan, hurtan el sustento a un montón de pobres que po-
drían mantenerse con lo que ellos consumen, incomodan a los enfermos con
sus ladridos, exponen a los sanos de muchos modos, y si les da la gana de rabiar,
nadie puede tenerse por seguro [...] los hombres de bien tienen o deben tener
solamente dos clases de perros o de caza o de resguardo y a nadie disgustaría
que estuviesen cerrados o atados. Las demás clases o castas deben como inútiles
prescribirse o ninguno debe mantenerlas, bien es se reserven los falderos para
que tengan las damas quien prevengan, y explore, así como los mastines a pas-
tores y ovejas, cuando olfatean las visitas del lobo [...] y si los gatos no hubieran
elegido su galanteos a hurtos y de tejas arriba, también me declararía contra
ellos120.
No puede negase que es una idea muy propia de levarse a efecto el impedir la
propagación de tanto perro inútil como se ve por las calles de Madrid [...] es
constante que han sucedido muchas desgracias dejando caer a las personas los
perros que van huyendo de quien los quiere castigar o por verse acosado de otros
perros. Cuantas veces se han visto debajo las ruedas de un coche por habérseles
metido entre las piernas un perro que les ha impedido huir del peligro. Cuantas
veces han derribado los caballos a los jinetes porque de improviso les salió la-
drando uno o muchos perros [...] si es en tiempo de lodos que mayor chasco
que todo el cuidado que uno lleva por no enlodarse se le malogre porque un
perro al pasar le de un refregón que le obligue a renunciar el proyecto de sus vi-
sitas teniendo que retirarse a su casa a ponerse en limpio si es que tiene con que
y en fin aun es mas común que todo lo dicho las frecuentes quimeras que se ven
por defender sus amos a los perros que llevan consigo sin ir atados. Cuantas veces
se complacen aquellos de que estos embistan a las personas haciéndolas pegar
un corcobo, y un buen susto, si no es más. Siendo menester aun mas paciencia
para sufrir al amo del perro, que a este cuando después de tal escena salta con
no muerde, no muerde es jugar. Seria muy largo el expresar a cuantos peligros
esta expuesto el vecindario de Madrid por tanta multitud de peros. Consérvense
enhorabuena los de caza, los falderos, y aun los de casta menos fina para res-
guardo de las casas, prohibase a sus dueños los saquen a la case sin llevarlos atados
y declárese guerra sin conceder cuartel a cuanto bicho de esta clase se encuentre
dentro de las puertas de la población sin que lo lleve su amo atado121.
122 Alfredo Bueno Jiménez, «Los perros en la conquista de América», Chronica Nova, 37, 2011.
123 De hecho, en el Diario de Madrid del 23 de octubre y 4 de noviembre de 1788 se manifestaba la preocu-
pación por la abundancia de perros callejeros.
124 Diario de México, 24 de diciembre de 1805.
125 Semanario de Agricultura y Artes, tomo XXIII, 1808, pp. 177-178.
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 297
Un perrito faldero
que jazmín se llamaba
de Filis las caricias,
y los tiernos halagos disfrutaba
andaba engalanado
con su collar de grana
un lazo muy vistoso
higa preciosa y cascabel de plata
vivía en el estrado
al lado de su ama
y las primeras sopas
del dulce y chocolate disfrutaba
continuo lo tenía
la señora en sus faldas
dándole dulces besos
y haciéndole caricias extremadas127.
Para evitar estos supuestos abusos, El Censor llegó incluso a plantearse un Re-
glamento sobre el uso de los perros de falda128:
«Es el caso que de algunos días a esta parte me hallaba revestido con el cargo
de su caniculario mayor, quiero decir, que se me había dado la comisión de
cargar con los perritos de falda, cuando paseando madama en el retiro, se can-
saban los animalitos, lo cual le sucedía a los cuatro pasos [...] me hizo le metiese
en mi bolsillo y al otro en la copa del sombrero [...] me había sentado sobre
ella y la había reventado. Da un chillido Madama, que se oiría sin duda en
medio del Prado, monta en cólera al instante y le faltó poco para embestirme,
baste decir a vM que no hubo improperio que no dijese contra mí llorando
después tan amargamente como si se le hubiese muerto una hija [...] los abusos
que de algún tiempo a esta parte se experimentan en orden a perritos de falda,
estimulan mi conciencia, a que en cumplimiento de mi cargo de censor nato
pusiese en ello el remedio conveniente [...] Habiéndose dado en nuestro tri-
bunal censorio por diferentes personas de toda edad sexo, varias y repetidas
quejas contra los que usan de perros de falda, exponiéndonos en ellas, que mu-
chas veces se veían precisadas algunas de ellas por política o atención, y por
hacer esta suerte de obsequio a las señoras sus dueñas, a halagar estos animales
tomándolos en sus brazos, y dejándose lamer no sin mucho asco suyo, las
manos, boca y narices todo contra la natural repugnancia que sin poderlo re-
mediar tenían a dichos animales, y permitiendo les ensuciasen con los pelos el
vestido, y con las manos las medias y aun también que les rompiesen las uñas
[...] y asimismo se había experimentado lo que era aun mucho peor que por
haber mordido en la nariz a su ama un perrito de esta especie, al darle besitos
en el hocico, había ella rabiado, no de otra suerte que si la hubiese mordido
un mastín, que sin ser mordidas rabiaban muy comúnmente las personas que
los usan por causa de ellos, de manera que no había criado ni criada que las
pudiese aguantar si tal vez los habían tocado a un pelo si no les daban el cho-
colate caliente, si no los acariciaban y besaban como a niños y si no los cuidaban
como si fuesen sus hijos. Y finalmente que había llegado a tanto los abusos y
excesos en este punto que se hallaban también algunos hombres o que a lo
menos parecían serlo que andaban por esas calles y paseos con sus perritos de-
bajo del brazo llevándolos a la comedia, al café y aun a la Iglesia, extendiéndose
la avilantez de alguno de estos concurrentes a el café publico, a echarle a su pe-
rrito en el mismo plato en que él había tomado dulce, chocolate, u otra cosa
unas sopitas y dárselas a comer con grave ofensa de los circunstantes [...] fué-
semos servidos de mandar despachar nuestra censura en forma, para la entera
abolición de los dichos perros y perras de falda [...]
Que el tribunal prohíba a todo varón de cualquier estado, calidad o condi-
ción que sea, el uso de semejantes animales, mandando que ningún individuo
del sexo barbado, aunque sea de los exceptuados de todas las leyes de la mo-
destia decencia y demás que reglan en porte de las personas [...] el tribunal de-
clare que el traer un hombre un perrito, sacarle por el embozo de la capa,
llevarle en la copa del sombrero o jugar con él en el campo del prado, sobre la
mesa de un café, o en otros sitios en donde gentes lo vean no es ni ha sido ni
será jamás acto positivo, ni no positivo de nobleza, ni que prueba en ningún
concepto cultura o crianzas fina y cortesana.
Podrá el tribunal conceder su permiso y facultad a todas aquellas señoras a
quienes Dios nuestro señor no ha sido servido de les dar fruto de bendición
sean casadas o viudas, para que puedan tener todos los perros y perras de falda
que pudiesen mantener.
Otrosí se podrá conceder el mismo permiso a todas aquellas señoras solteras
que pasan de los veinte y cinco y que por justos juicios de Dios y no por voca-
ción propia estén condenadas a guardar una perpetua doncellez.
251-300 Capitulo 7_Maquetación 1 02/07/15 10:54 Página 299
Capítulo 8
El zoológico del Rey de España
bargo, continuaría en el imperio bizantino, al menos hasta los siglos xii y xiii, y
gracias a sus contactos con Bizancio y el islam los cruzados adquirieron el gusto
por la caza con leopardos y la conservación de animales exóticos vivos. Pero el pri-
mer serrallo importante no apareció hasta el siglo xiii, durante el reinado de Fe-
derico ii Hohenstaufen, que poseyó camellos, dromedarios, elefantes, grandes
felinos, monos, osos, gacelas y una jirafa. Por un efecto de imitación, la práctica
de mantener animales vivos se extendería, a mayor o menor escala, entre la nobleza
de los siglos xiv y xv, así como en las cortes inglesa, francesa y borgoñona1. Estas
ménageries medievales, denominadas bestiarium, vivarium o claustrum, han dejado
huellas en muchos documentos, pero nos faltan inventarios de las mismas que
nos permitan conocer la proporción de animales indígenas y exóticos, salvajes y
domésticos, peligrosos o inofensivos, grandes o pequeños, su forma de adquisición,
de exhibición, si son fijas o itinerantes, privadas o públicas. Es muy instructiva la
evolución de su composición, puesto que en las altomedievales predominan los
osos, jabalíes y leones, en la época feudal desaparecen los jabalíes, los osos dismi-
nuyen, y aumentan los leones, los leopardos y las panteras, y a fines de la Edad
Media los animales exóticos, sea nórdicos (morsas, renos), asiáticos (elefantes, ca-
mellos) o africanos (elefantes, dromedarios, antílopes, ciervos, onagros o jirafas)
son más apreciados. Desde finales del siglo xiv ingresan de forma masiva avestruces
y loros, pero el que nunca falta es el león, el rey de los animales y atributo del
poder. Para un príncipe, una ciudad (Florencia) o una abadía, la muerte de un
león es un mal presagio. Habría que añadir además los animales disecados o las
partes de animales (pieles, pelos, crines, dientes, cuernos, etc) conservadas en los
tesoros laicos o eclesiásticos, siendo en estos casos los cocodrilos, las serpientes y
los «dragones» los animales más buscados. Los espectáculos y los combates de ani-
males tienen estrechas relaciones con las ménageries y con estas curiosidades2.
La posesión de animales exóticos está documentada en la corte de Castilla, al
menos, desde el siglo xiii. Un primer testimonio lo tenemos en el Cantar de Mío
Cid, cuya versión actual debe corresponder a los inicios del siglo xiii, en el conocido
episodio del león del cantar tercero, en el que se narra cómo el Cid consigue do-
minar a un león que ha escapado de su jaula. Parece además que, al menos, desde
fines del siglo xiii se había extendido la costumbre de poseer animales salvajes, pues
las Siete Partidas (Partida vii, Título xv, Ley xxiii) se vieron obligadas a introducir
1 Sobre los parques zoológicos a lo largo de la historia, la obra fundamental es Eric Baratay y Elizabeth Har-
douin-Fugier, Zoo: a history of zoological gardens in the west, Nueva York, 2004.
2 Michel Pastoreau, Les animaux célebres, París, Arléa, 2008. Referencias medievales en Thierry Buquet, «Les
animaux exotiques dans les ménageries médievales», en Jacques Toussaint, Fabuleuses histoires des bêtes et
des hommes, Namur, 2013; Lisa J. Kiser, «Animals in Medierval Sports, Entertainment and Ménageries», Brigitte
Resl (ed.), A Cultural History of Animals in the Middle Ages, Oxford, Berg Publishers, 2007, pp. 104-107. Para los
siglos xix y xx, algunos ejemplos en Samuel J. M. M. Alberti (ed.), The Afterlives of Animals: a Museum Ménagerie,
University of Virginia Press, 2011.
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 303
una ley para regular su posesión, a la vez que éstas nos indican el amplio elenco de
animales que existían en la Castilla de la segunda mitad del siglo xiii:
Cómo aquel que tiene en su casa león, o oso o otra bestia brava, debe pechar el daño
que ficiere a otro. León, o oso, o onza, o leopardo, o lobo cerval, o geneta, o serpiente
o otras bestias que son bravas por natura, teniendo algunt home en casa, débela
guardar et tener presa de manera que non faga daño a ninguno: et si por ventura
non la guardase asi, et ficiese daño en alguna cosa de otri, débelo pechar doblado el
señor de la bestia a aquel que lo recibió. Et si alguna destas bestias ficiere daño en
persona de algunt home, de manera que lo llagase, débelo facer guarescer el señor
de la bestia, comprando las melecinas et pagando el maestro que lo guaresciese de
lo suyo, et debe pensar del llagado fasta que sea guarescido: et demas desto débele
pechar las obras que perdió desde el día que recibió el daño fasta el día que guaresció,
et aun los menoscabos que fizo en otra manera por razón de aquel daño que recibió
de la bestia. Et si aquel que las llagas recibió muriere, debe pechar por ende aquel
cuya era la bestia doscientos maravedis d’oro, la meytad a los herederos del muerto,
et la otra meytad a la cámara del rey. Et si por ventura non muriese, mas fincase li-
siado de algunt miembro, debel facer emienda de la lisión, segunt alvedrio del jud-
gador del lugar, catando quien es aquel que recibió el mal et en qual miembro.
Famoso es el león que tenía Juan ii de Castilla, así como los leones de Enrique
iv, quien tenía además, según nos dice su cronista Diego Enríquez del Castillo,
«diversas maneras de animalia, y con ellos grandes gastos», «en su palaçio» de la
ciudad de Segovia. La leonera del rey en Segovia, se encontraba en el corral que
estaba entre los palacios del rey y la reina, al lado de la parroquia de San Martín,
en la parte que hoy ocupa la plaza de los Espejos. Debió de ser en esta leonera en
la que, según cuenta el cronista Alonso de Palencia, se produjo un levantamiento
de los leones frente al león mayor, en 1460, como anuncio del levantamiento de
Alfonso contra Enrique iv cinco años después: «Pero lo que sobre todo amilanó el
corazón de los mortales haciéndoles creer próxima alguna calamidad, fue la lucha
entre los leones que el Rey tenía en su palacio de Segovia, los cuales, grandes y pe-
queños, se arrojaron sobre el mayor, a quien siempre parecieron respetar y destro-
zándole, empezaron a devorarle» (Alonso de Palencia, Crónica de Enrique IV). Y
los propios Reyes Católicos hubieron de contar con leones en Sevilla, tanto en los
Reales Alcázares como en el castillo de Triana, citados estos últimos, en número
de dos, en 1479 como «los leones que los reyes nuestros señores en esta çiudad te-
nían», cuyo mantenimiento anual correspondía a la aljama de los judíos. La pre-
sencia de leoneras no era un hecho aislado, pues a fines de la Edad Media se conoce
la presencia de leones en diversos palacios de la península ibérica, como los situados
en Barcelona, Perpiñán, Zaragoza, valencia, Calatayud, Olite o Lisboa.
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 304
E dende a quatro meses, el Rey don Juan embió al rey de Francia veinte caballos de
la brida, ensillados y enfrenados muy ricamente, y doce halcones neblís, los capirotes
guarnidos de perlas e rebíes, e los cascabeles e tornillos de oro muy bien obrados
[...]; y embióle un león e una leona con collares de oro muy rico, e dos abestruces,
e dos colmillos de elefante los mayores que jamás hombre vido, que el Rey de Túnez
le había enviado. Y el Infante le embió doce caballos de la brida muy grandes e muy
hermosos, ensillados y enfrenados ricamente, e diez alanos e dos hembras con co-
llares de oro e traíllas de seda muy bien obradas (Crónicas de los Reyes de Castilla,
II, año 1411, cap. xx, p. 339-340)4.
3 Dolores Carmen Morales Muñiz, «Leones y águilas. Política y sociedad medieval a través de los símbolos fau-
nísticos», María Rosario García Huerta y Francisco Ruiz Gómez (dirs.), Animales simbólicos en la Historia. Desde la
Protohistoria hasta el final de la Edad Media, Madrid, Síntesis/Universidad de Castilla la Mancha, 2012, p. 213.
4 David Nogales Rincón, Los animales y la simbología política. Curso de extensión universitaria «Hombres y
animales en la sociedad medieval. Las diferentes perspectivas de la Zoohistoria», organizado por Dolores
Carmen Morales Muñiz. Universidad Nacional de Educación a Distancia. Centro Asociado de Madrid. Madrid,
11/11/2014. Agradecemos al autor habernos proporcionado el texto.
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 305
Los serrallos occidentales de los siglos xvi y xvii mantuvieron las tradiciones
medievales, aunque se incrementó el número de especies y se diversificó la pro-
cedencia geográfica de las mismas, como consecuencia de los descubrimientos
geográficos. Hasta el siglo xvii, los grupos más comunes de animales serían las
bestias feroces (osos, linces, lobos, leones, y, más raramente, tigres, guepardos y
leopardos), o los animales de caza como los ciervos. Las bestias indígenas, menos
costosas, solían ser las más numerosas, pero los animales exóticos eran los más
valorados, ya que reforzaban el poder de sus propietarios. En la italia del Rena-
cimiento podemos encontrar serrallos en Nápoles, Parma, Ferrara o Poggio. Pero
el ejemplo más conocido y exitoso vino dado por los Médici florentinos, que
poseyeron un serrallo desde el siglo xv, tradición que fue continuada posterior-
mente cuando se convirtieron en duques de Toscana, destacando entre estos ani-
males la jirafa que fuera propiedad de Lorenzo el Magnífico 5. En la década de
1670, según Pedro Cubero, los duques de Toscana seguían manteniendo leones,
osos, tigres, onzas, y leopardos6. En la Roma renacentista, por su parte, los papas
recibieron numerosos animales como regalo, alcanzando esta práctica su apogeo
durante el pontificado de León x, hijo precisamente de Lorenzo el Magnífico.
La gran estrella sería, sin lugar a dudas, el elefante Hanno, recibido por el papa
en 1514 como regalo del rey de Portugal, y que fue el primero que se veía en
Roma desde la Antigüedad, pasando más de cien años hasta que se enviara otro
a la ciudad7.
El descubrimiento de rutas directas hacia Asia, Africa y América abrió las puer-
tas al tráfico global de animales que no habían sido vistos hasta el momento en
Europa, y la nueva flora y fauna reflejaría el dominio de los monarcas sobre am-
plios espacios territoriales. Como ha observado Jorge Cañizares8, jardines y mé-
nageries tenían en este contexto una función claramente política, glorificando a
los monarcas al presentarles como reyes instruidos en los secretos de la naturaleza.
No es de extrañar que lo fantástico, lo exótico y lo maravilloso se convirtieran en
5 Marina Belozerskaya, La jirafa de los Médici. Y otros animales exóticos y el poder, Barcelona, Gedisa, 2006. Se
han ocupado también del tema, Christine L. Joost-Gaugier, «Lorenzo the Magnificent and the Giraffe as a
Symbol of Power», Artibus et Historiae, 8, 1987; Berthold Laufer, African Animals in Renaissance Literature and
Art, Oxford, 1971, C. Lázaro, «Collecting Animals in Sixteenth Century Medici Florence», en D. M. Preziosi y C.
Farago (eds.), Graping the World. The idea of the Museum, Ashgate, 2004; y las referencias incluidas en el ca-
tálogo Natura viva in Casa Medici: Dipinti di animali dai depositi di Palazzo Pitti (Florencia, 1985).
6 Pedro Cubero Sebastián, Breve relación de la peregrinación que ha hecho de la mayor parte del mundo, Madrid,
Juan Garcia infanzón, 1680, p. 55.
7 Brian Cumming, «Pliny’s literate elephant and the idea of animal language in Renaissance thought», Erica
Fudge (coord.), Renaissance Beasts: Of Animals, Humans, and Other Wonderful Creatures. Urbana and Chicago:
University of illinois Press, 2004. Más información en Donald F. Lach, «Asian Elephants in Renaissance Europe»,
Jounal of Asian History, 1, 1967, y en Silvio Bedini, Pope´s Elephant. An Elephant´s Journey from Deep in India
to the Heart of Rome (1997).
8 Jorge Cañizares, «iberian science in the Renaissance: ignored How much Longer», Perspectives on science,
12, 1, 2004.
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 306
9 Jorge Flores, «Distant wonders: the strange and the marvelous between Mughal india and Habsburg iberia
in the Early Seventeenth Century», Comparative studies in society and history, 49, 2007; Palmira Fontes da
Costa, «Secrecy, ostentation and the illustration of Exotic Animals in Sixteenth Century Portugal, Annals of
Science, 66, 1, 2009; Anne Marie Jordan Gschwend, «The Portuguese Quests for Giraffes», Triumphal Processions
with Giraffes. Exotic animals at the service of power, Lisboa, 2009; Anne Marie Jordan Gschwend, The story of
Suleyman: Celebrity elephants and other exotica in Renaissance Portugal, Zurich, 2010; A. J. R. Russell Wood, The
portuguese empire 1415-1808. A world on the move, The John Hokins University Press, 1998.
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 307
tos. Otro de sus agentes, Afonso Gonçalves Botafogo, le remitiría seis gatos de al-
galia, dos monos y un loro. Estos eran especialmente apreciados por su habilidad
para hablar y para entretener, y Catalina los enviaba con frecuencia como regalo
a España. En una carta prometía a su sobrino nieto, el infante don Carlos, el envío
de un loro que pudiera hablar, tal como lo había hecho con su sobrina (y esposa
de su hijo Juan) Juana de Austria. Pero había un problema: había que encontrar
en Lisboa un loro que cumpliera con las expectativas, hablara bien, y se encontrara
en un razonable estado de salud a fin de poder ser transportado a España. Entre
sus aves exóticas, la reina tenía faisanes, algunos de ellos destinados a la mesa real,
y en 1550 consiguió veinte y dos halcones de Holanda.
Algunos animales adquiridos por Catalina fueron establecidos en los jardines
de la reina en el palacio de Lisboa, una ménagerie que representaba simbólicamente
su majestad y su poder sobre la fauna y la flora de Asia, Africa y Brasil. Como
contrapunto, había un jardín botánico con plantas exóticas que sería visitado entre
1564 y 1565 por Carolus Clusius, botánico en la corte del emperador Maximi-
liano ii, durante un prolongado viaje a la Península ibérica en compañía de dos
hermanos de la familia Fugger. Los animales extraños y las plantas se convirtieron
en parte de la imagen que Catalina acuñó de sí misma, y, como reina de un im-
perio marítimo, pocos podían competir con su posición. Por razones de imagen,
prestigio y representación, la reina invirtió muchos esfuerzos y gastos para procu-
rarse animales a los que pocos tenían acceso. Le apasionaban los gatos de algalia,
cuyos efluvios eran utilizados para perfumes y medicinas, ambos muy costosos en
la Europa del Renacimiento. Un gato adulto puede producir veinte gramos a la
semana, y entre 1550 y 1554 Catalina mantuvo una decena en Lisboa, a cargo de
Cristovao Carmones, aparentemente un especialista en su cuidado. En 1552 la
reina vendió nueve por la suma de 100.000 reais. Catalina emuló a su suegro Ma-
nuel i enviando animales exóticos como presente: dos gatos de algalia fueron re-
galados al rey de Belez, Ali Açelahui, durante su viaje a Lisboa. Otro fue remitido
a la duquesa de Frías en 1552. Su cuñada, isabel de Portugal, recibió tres. Para
distraer a Carlos v durante su retiro en Yuste, le envió un papagayo. Su sobrina,
Juana de Austria, fue obsequiada con cuatro perros falderos en 1566, proporcio-
nándole además una serie de recomendaciones para su cuidado, revelando un
buen conocimiento de sus necesidades y de su dieta. Uno de ellos, Asicomovos, es
representado en el conocido cuadro que Alonso Sánchez Coello realizara de ella.
En un envío a su sobrino, Felipe ii, y a su sobrino nieto, el infante don Carlos, se
incluían una pareja de aves acuáticas, dos gatos de algalia, dos macacos de Brasil,
y un pequeño pájaro cantor de Santo Domingo cuyas plumas cambiaban de color
cada vez que se movía.
Un retrato de las hijas de Felipe ii, isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela,
pintado por Alonso Sánchez Coello entre 1568 y 1569, nos muestra uno de estos
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 308
pequeños pájaros cantores, a pesar de que algunos de ellos murieran por el camino.
Los que consiguieron arribar al Escorial, fueron mimados por Felipe ii, que ordenó
dibujarlos cuidadosamente, aunque pocos de estos retratos de aves hayan sobre-
vivido. Catalina sentía un gran afecto por el infante don Carlos, al que remitía en
1555 una cebra, la primera que llegaba a Europa desde la Antigüedad. Ella con-
tinuaría obsequiando con animales a la corte española: loros a Juana en 1571, y
antílopes africanos a Felipe ii en 1575, que disfrutó de su rareza. Pero destaca por
encima de todo el presente que realizó a su sobrino Maximiliano, hijo de su her-
mano Fernando, un elefante indio de trece años de edad llamado Suleyman, que
viajó de Lisboa a valladolid, luego a Barcelona, donde se embarcaría con destino
a Génova, atravesaría los Alpes, y llegaría triunfante a viena en 1552, siendo el
primer elefante que se había visto en Austria. Suleyman fallecería al año siguiente,
aunque se encargaría al escultor de la corte Michael Fuchs la realización de una
medalla conmemorativa. La corte vienesa se benefició con este regalo del prestigio
de un reino aliado, cuyo poder se extendía por todo el mundo.
Durante la segunda mitad del siglo xvi, la familia real española se benefició de
los lazos dinásticos con Portugal para la adquisición de animales exóticos o do-
mésticos. Cuando Maximiliano (el futuro emperador) y María residieron en va-
lladolid entre 1548 y 1551 como regentes de España, apreciaron sobremanera
unos halcones enviados de Portugal. Cuando Felipe, todavía príncipe, viajó a los
Países Bajos en 1549, Maximiliano le solicitó halcones del norte. En 1550 el rey
de Túnez viajó expresamente a Génova para llevar a Carlos v caballos, leones y
halcones, como agradecimiento por favores políticos. Junto a los caballos y los pe-
rros reservados para la caza, los Habsburgo también coleccionaron numerosas aves
de presa de ultramar, y uno de sus monopolios fue el de los halcones de Sudamé-
rica, cuya importación se inició en la década de 1570, y en algunos retratos de los
miembros de la familia aparecen estas aves, como el del archiduque Wenceslao
pintado por Alonso Sánchez Coello.
No era fácil que los animales llegaran vivos a la península, y más complicado
todavía era su transporte final de Lisboa, Sevilla o Madrid, hasta viena o Praga.
Cuando la corte española era incapaz de atender las demandas de sus primos de
viena, el embajador imperial en España, Hans Khevenhüller, ayudaba a sus se-
ñores en la busca incesante de animales extraños o de caballos españoles. Los bus-
caba en la península o en ultramar, y antes de comprarlos enviaba correos a viena
con ilustraciones de los animales que se podían adquirir.
Los animales siempre jugaron un importante papel en el imaginario de las cor-
tes de los Habsburgo, pero los problemas de cuidarlos y mantenerlos eran conti-
nuos. Cuando Felipe ii informó a su tío Juan iii de Portugal en 1549 de su deseo
de tener un elefante, le fue remitido un ejemplar inmediatamente, lo que coincidió
con el periplo europeo de Felipe, por lo que el animal fue enviado a residir con su
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 309
10 Almudena Pérez de Tuleda y Anne Marie Jordan Gschwend, «Renaissance ménageries. Exotic animals and
pets at the Habsburg courts in iberia and Central Europe», Karl A. E. Enenkel y Paul J. Smith, Early Modern Zo-
ology , Brill, 2007, pp. 432-445. Sobre el coleccionismo filipino, podríamos añadir Francisco Checa Cremades,
Las maravillas de Felipe II (Madrid, 1997), Manuel Morán y Francisco Checa, El coleccionismo en España. de la
cámara de maravillas a la galería de pinturas (Madrid, 1985).
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 311
11 William Eamon, «Vĕdecke vzdĕlani renesančniho vladaře: arcivevoda Rudolf u španělskeho dvora» («The
Scientific Education of a Renaissance Prince: Archduke Rudolf in the Spanish Court») in Alchymie a Rudolf
II (Alchemy in the Time of Rudolph II), exhibition catalogue, Klementinum Gallery (Prague: Artefactum, 2011),
129.
12 Sobre el dodo, Jolyon C. Parish, The dodo and the solitaire: a natural history, indiana University Press, 2012,
y Natalie Lawrence, «Assembling the dodo in early modern natural history», The British Journal for the History
of Science, february 2015.
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 312
utilizando esta pintura como modelo, Carolus Clusius imprimió una imagen
del dodo en su Exoticorum libri decem (1605), una presentación actualizada de
nuevos animales y plantas y basada en parte en el jardín zoológico rodolfino.
Rodolfo trajo más aves exóticas: loros americanos, guacamayos, periquitos afri-
canos y de Madagascar, papagayos y cacatúas de las Molucas, avestruces com-
pradas en venecia, aves del paraíso (un total de 16) de Nueva Guinea. Su
colección crecía gracias a las compras directas y a los regalos, como los drome-
darios que le ofrecían como presente sus súbditos húngaros, en continuo en-
frentamiento con los turcos.
La mayoría de los animales vivía en el Jardín Real, situado al lado norte del
Hradschin de Praga, separado del mismo edificio por el Foso del Ciervo, donde vi-
vían gamos, gacelas, búfalos, uros y ovejas del Asia central. Ya su tío Fernando del
Tirol había erigido el pabellón Belvedere en el extremo este del parque, pero Rodolfo
lo convirtió en un observatorio astronómico, donde trabajaron Tycho Brahe y Ke-
pler. También vivían animales en el interior del palacio, como un águila (símbolo
del Sacro imperio), o leones: Rodolfo tenía uno en el castillo como si fuera un gato
doméstico, y dejaba que se pasease por los corredores. Los restantes vivían en el
Patio de los Leones, en la parte norte del Jardín Real, donde construiría un edificio
de piedra con siete amplios recintos de tres por cinco metros cada uno orientados
hacia el este para que los animales recibieran el sol matinal sin que las jaulas se re-
calentaran durante el resto del día. La tasa de mortalidad de los felinos era alta, por
lo que continuamente se estaban comprando leones, tigres y leopardos, generando
gastos enormes, por cuanto cada león necesitaba siete kilos de carne diarios. Muchas
veces los animales estaban hambrientos, por lo que se escapaban de las jaulas y va-
gaban por el palacio buscando alimento. En villa Estrella, un predio de caza situado
a las afueras de Praga, el emperador mantenía guepardos, que, al no reproducirse
apenas en cautividad, debían ser adquiridos continuamente en África y Asia.
A Rodolfo también le gustaban los especímenes fuera de lo común, y en su
Kunstkammer se podían observar la pata de un gavilán con doce dedos, la piel de
un cervato de dos cabezas, una codorniz con tres patas, un gusano de cuya cola
brotaba una rama... y el retrato de Pedro González, nacido en 1544 en Tenerife y
que padecía de hirsutismo. En 1563, tras pasar por la corte de Enrique ii de Fran-
cia, se casó con una muchacha holandesa, y la pareja tuvo cuatro hijos, tres de los
cuales heredaron el hirsutismo del padre. Los miembros de la familia González
llegaron a ser celebridades internacionales, y retratados por varios artistas para co-
leccionistas principescos. Dentro de su constante búsqueda de lo extraño, hizo
todo lo posible para adquirir un rinoceronte, encomendándole esta misión a Hans
Khevenhüller, su embajador en Madrid. La oportunidad pareció llegar cuando en
1577 arribaba uno de estos animales a Lisboa, deseado también por el papa Gre-
gorio xiii y por el duque de Toscana Francisco i. Pero en 1580 Felipe ii invadía
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 313
14 Bernard Rosenberger, «Lions, saints et sultans au Maroc», Robert Delort, Elizabeth Mornet, Franco Moren-
zoni y Danielle Millioud, Milieux naturels, espaces sociaux: études ofertes à Robert Delort, París, Publications de
la Sorbonne, 1997.
15 Christopher M. Parsons y Kathleen S. Murphy, «Ecosystems under Sail: Specimen Transport in the Eigh-
teenth-Century French and British Atlantics», Early American Studies: An Interdisciplinary Journal, 10, 3, 2012,
pp. 503-529.
16 Eric Baratay y Elizabeth Hardouin-Fugier, op. cit., pp. 21-24.
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 315
no ser disecado. Más comunes eran los monos, gacelas o antílopes, y, sobre todo,
una serie de criaturas que no eran peligrosas, fáciles de transportar y al mismo
tiempo satisfacían los requerimientos de curiosidad y colección, como los camellos
y los dromedarios. La mayor parte procedía del Oriente Medio, y pocos de Africa
o América. La oferta, sin embargo, se fue incrementando con el tiempo: el primer
orangután llegó a Holanda en 1640, los cocodrilos a versalles en 1687, y veremos
también cebras en Portugal, llamas andinas en Potsdam, o canguros en inglaterra.
Mientras Asia siguió jugando un papel destacado, y América un lugar marginal,
la oferta africana se fue diversificando con el tiempo, aunque la presencia de las
diferentes especies estaba muy relacionada con la geografía comercial y colonial
de los respectivos países17. Nuevas rutas significaban siempre nuevos animales: los
privilegios concedidos a Gran Bretaña en la América española tras la paz de
Utrecht permitieron su acceso al Río de la Plata, que hasta entonces les había sido
vedado, lo que brindaría a la South Sea Company la posibilidad de remitir a Lon-
dres una pareja de vicuñas en 1725 y un armadillo en 172818.
La ménagerie de Versalles
cambiaron: durante la época de Luis xiv sirvió para numerosos estudios de ana-
tomía comparada, trabajo que continuó durante el siglo xviii, pero con un interés
cada vez mayor en la observación de la conducta de los animales y en experimentar
su reproducción. Pero su importancia para los naturalistas siempre fue menor de
la esperada: Buffon cuestionó que fuese un lugar apropiado para observar a los
animales al estar éstos constreñidos artificialmente. A finales del siglo xviii los na-
turalistas podían observar animales en ferias, tiendas, y mansiones privadas, y po-
dían prescindir de ir a la ménagerie.
Construida por Louis le vau entre 1662 y 1664, fue una de las primeras es-
tructuras que formaban parte del vasto recinto versallesco. En su momento, era
una innovación arquitectónica que sirvió como modelo para las colecciones ani-
males europeas durante más de un siglo y medio. Era un diseño real en todos los
aspectos, una especie de palacio en miniatura, y su zoológico fue el primero en
toda Europa en separar los animales en grupos y en proveer una vista simultánea
de todos los animales. Desde el balcón, los reyes podían observar recintos conte-
niendo diferentes clases de animales. Al igual que los apartamentos del rey, el pa-
bellón miraba hacia el este, hacia la salida del sol.
Estaba dividido en ocho recintos, el Quartier des Cicognes, dedicado a estos
animales, el Quartier des Demoiselles, que contenía un aviario con más de cuarenta
especies de pájaros exóticos, la Cour des Pélicans, donde había pelícanos y flamen-
cos, el Rond d’eau, con más cigüeñas y garzas, el Quartier des Autriches, con aves-
truces, águilas y puercoespines, con un decorado que recordaba un desierto
africano, la Cour des Oiseaux, con más pájaros exóticos, aunque de vez en cuando
se podía ver un elefante o un camello, y la Basse-Cour, con animales domésticos
destinados a la cocina y a la mesa real. Leones, leopardos, elefantes, gacelas y otros
animales exóticos vivían enjaulados junto a este último recinto. Pedro Cubero,
que la visitara allá por 1670, nos muestra como:
[...] allí hay diversidad de animales y aves y entre los animales vi un elefante, de los
primeros que yo vi en mi vida, y no de los más pequeños, como después vi en el
Asia, teníanlo en un aposento con una estufa donde le ponían fuego para que el
frío no lo ofendiese, como es animal criado en tierras tan cálidas, como adelante
diré hablando del Asia, vi entre otras cosas un cuervo blanco, que le habían traído
por cosa prodigiosa de los bosques de Lituania. Otras muchas aves de rapiña tenía
mas no dejaré de contar un caso que sucedió hallándome en Bersalla: habíanle pre-
sentado a su majestad unas aves llamados grifos y mandó su majestad los pusieran
entre las otras aves, y aunque el que los traía advirtió al que cuidaba de ellas no las
pusiese entre ellas porque las mataría, no hicieron caso, con que ellos hicieron tal
riza, que si no los sacan tan presto, no dejan ninguna ave viva20.
20 Pedro Cubero Sebastián, op. cit., p. 32.
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 318
El censo realizado por Gustave Loisel en su Histoire des ménageries (1912) nos
ofrece 123 especies de mamíferos, 239 de pájaros y 10 de anfibios. A veces la mé-
nagerie recibía obsequios de otros monarcas, como el elefante del rey de Portugal
y los tres cocodrilos remitidos por el monarca de Siam. Pero todo ello requería un
inmenso y continuo esfuerzo financiero. En las dos últimas décadas del siglo xvii,
bajo las órdenes de Colbert, se enviaron 41 viajes al norte de África y al Próximo
Oriente, adquiriéndose gacelas, avestruces y grullas, y los visitantes podían apreciar
el dominio de Luis xiv sobre las aguas mediterráneas observando a los avestruces
en un desierto simulado de arena y rocas. Algunas veces, los visitantes eran llevados
a un ilusorio viaje por el Mediterráneo, recorriendo el gran canal de versalles, y
viajando a la ménagerie en una fragata en miniatura con 22 cañones escoltada por
una banda de música. La ménagerie era accesible a un amplio público: a finales
del reinado de Luis xiv salían de París de 40 a 50 carruajes al día, cada uno de
ellos con tres pasajeros, que organizaban una visita que costaba tres libras por per-
sona.
Dos fueron las intenciones que animaron el diseño de este zoológico: el deseo
de abarcar la naturaleza y de hacerla visible desde un sólo punto, y el deseo de
confinar y separar a los animales según las especies a las que pertenecían. Los ani-
males simbolizaban el poder del rey y servían de espectáculo para sus invitados.
Fueron estudiados y pintados por una emergente escuela de peintres animaliers
(Desportes, Nicasius, Böel y Oudry) que fueron capaces de observar estas especies
exóticas por primera vez. El pintor flamenco Pieter Böel (1622-1674) que repre-
sentó numerosos animales de la ménagerie, centraría su atención en las aves exó-
ticas. Jean Baptiste Oudry (1686-1755) estuvo igualmente interesado, intentando,
al igual que el anterior, dotar a cada animal de su propio carácter, en lo que coin-
cidía con la opinión de contemporáneos como Jacques Henri Bernardin de Saint
Pierre, para el cual cada especie tenía su propia forma de manifestar su personali-
dad, y que los fieros ojos del tigre expresaban su perfidia. A mediados del siglo
xviii los científicos y los filósofos pensaban que los animales sentían miedo y amor,
al igual que los humanos, aunque la diferencia entre ambos era enorme, especial-
mente cuando el animal era feroz, como la pantera. Los barrotes de su jaula su-
gieren la enorme distancia entre la cultura humana y la naturaleza salvaje de los
animales, y para el observador una de las funciones de la Ménagerie era contener
a la naturaleza y sujetarla al orden monárquico de la paz y la racionalidad.
La ménagerie fue asimismo de un gran interés para los miembros de la Academie
des Sciences, fundada en 1666, dos años después de su construcción. Sus compo-
nentes, que recibían una pensión del rey, realizaban investigaciones de matemáticas,
física, química, anatomía y botánica, y tenían un particular interés por los animales
muertos, que eran diseccionados en la Biblioteca real. Su mayor proeza fue la di-
sección de un elefante que había sido regalado por el monarca portugués, y el re-
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 319
sultado de todos estos trabajos fue la publicación de las Mémoires pour servir a l´his-
toire naturelle des animaux (1688), un esfuerzo colectivo dirigido por Claude Pe-
rrault (hermano del autor de los Cuentos de mamá Oca), donde se describían cerca
de cincuenta especies, concentrándose básicamente en los aspectos anatómicos y
prestando poca atención al comportamiento de los animales, aunque los académi-
cos experimentaron con los cambios de color del camaleón antes de diseccionarlo,
y describieron la danza de las favoritas de versalles, las grullas. En contraste con
los autores renacentistas, más interesados por lo prodigioso y por lo extraño, para
Perrault lo importante era encontrar consistencia y orden en la naturaleza. En el
prefacio de su obra, señala que la naturaleza no cambia en sus leyes, y, junto a su
colaborador Sebastien Leclerc, realizó dibujos bastante precisos de los animales,
tanto como criaturas vivientes como especímenes disecados. En su obra especifica
que el artista encargado de dibujar la disección, debe ser también un científico.
Algunos contemporáneos, como Charles Perrault, reflejaron la ménagerie en
su obra literaria: así, en La Peinture (1668), un panegírico a Luis xiv y a Charles
le Brun, el autor nos muestra la representación del soberano rodeado de toda clase
de animales, sirviendo éstos para ilustrar las victorias del monarca: osos, leones,
tigres, y panteras, serían los salvajes trofeos de las tierras conquistadas. En Peau
d´ane, describe a un poderoso y magnífico rey con una ménagerie en la que hay
numerosas aves exóticas. Y en el Labyrinthe de Versailles (no publicado hasta 1777),
describió la construcción creada por André Le Nótre entre 1664 y 1667, conte-
niendo textos de las fábulas de Esopo.
Luis xiv acabó perdiendo el interés por la ménagerie, en beneficio de su aviario
en el Trianón. Los leones, leopardos y tigres de vincennes fueron llevados a ver-
salles y encerrados en jaulas de hierro. Durante la Regencia y los primeros años
del reinado de Luis xv la ménagerie había pasado de moda, y el monarca no ma-
nifestó ningún interés por la misma. Dejaron de pagarse pensiones reales para los
estudios anatómicos, y circularon historias de que se criaban pavos para el con-
sumo real. El monarca, empero, era un cazador empedernido, y su interés por los
animales exóticos se reflejó en escenas de cacerías imaginarias. Entre 1735 y 1739
encargó una serie de cuadros, las Chasses exotiques, a algunos de los artistas más
afamados del momento, algunos de los cuales utilizaron la ménagerie para pintar
a los animales al natural, representándose escenas de caza de leones, elefantes, ti-
gres, leopardos, cocodrilos y avestruces, que en la década de 1760 se encontraban
en la Petite Galerie de versalles.
A pesar de las preferencias de Luis xv por la caza sobre el coleccionismo, la
ménagerie se mantuvo aunque fuese por mera inercia burocrática. Cuando el
duque de Luynes la visitó en 1750, se encontró con una respetable colección de
animales, incluyendo un pelícano, dos tigres, dos o tres leones, y un camello, así
como un cóndor recién llegado. Su sentido simbólico permanecía intacto, ya que
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 320
una guía de 1755 expresaba cómo África y otras partes del mundo rendían ho-
menaje al rey aportando sus animales más extraños. Por entonces empezaba a re-
tomar importancia, debido al aumento de los intereses coloniales, el creciente
interés por la historia natural, y el inicio de la publicación de la obra de Buffon.
En la segunda mitad de la centuria, los contenidos cambiaron poderosamente,
recibiendo numerosas especies de la india en las décadas de 1760 y 1770, y del
sur de África en la de 1780. Si las primeras no fueron solicitadas y obedecían a
envíos espontáneos, las segundas fueron el resultado directo de la actuación de
los agentes del rey. Los visitantes empezaron a considerarla como un lugar para
observar la historia natural, pero, al mismo tiempo, comenzó a ser objeto de crí-
ticas por ser el reflejo de la pompa absolutista, abogando por darle una finalidad
más utilitaria. incluso Buffon, que ocasionalmente la visitaba, se unió al círculo
de los detractores.
La ménagerie adquirió algunos espectaculares nuevos residentes, y con muy
poco esfuerzo por parte del rey. Una cebra llegó en mitad de la Guerra de los Siete
Años, enviada por el gobernador de la holandesa colonia del Cabo, que supues-
tamente había pagado 30.000 libras por ella. En 1770 llegó un rinoceronte de la
india, en 1772 un elefante asimismo hindú, remitidos por el gobernador de Pon-
dicherry, uno de los pocos establecimientos que le quedaron a Francia en la india
tras la paz de París. Había fuertes motivaciones políticas para su envío: el gober-
nador Jean Baptiste Chevalier deseaba una acción francesa más enérgica en estos
territorios, y pensaba que la remisión de animales exóticos fortalecería su posición
en la corte. Pero estos regalos, aunque gratuitos, acababan saliéndoles muy caros
al rey. Los tigres, en diez meses de viaje por mar, y 24 días de trayecto terrestre
hasta versalles, comieron carne por un valor de 4500 libras. Para transportar el
rinoceronte, atendido durante su trayecto hasta la ménagerie por tres personas, se
gastaron más de 5000 libras.
Luis xvi pretendió revitalizar la ménagerie, que durante la Guerra de indepen-
dencia de los Estados Unidos atravesó serios problemas financieros, a la vez que,
nuevamente, se interrumpía el suministro de nuevas especies. Pero, a pesar de la
crisis económica que atravesó el reino en los años previos a la Revolución, el man-
tenimiento de la ménagerie era crucial por su valor simbólico. En los años ochenta
adquirió una pantera, una pareja de hienas, un tigre americano (un jaguar, pro-
bablemente), y un mandril. El rey nunca vio cumplido su deseo de tener otro ele-
fante (el anterior había fallecido en 1782), animal que no volvería a ser visto en
Francia hasta los años noventa como botín de la guerra contra Holanda. Y tam-
poco se tuvo mucho éxito con las cebras, ya que solamente una, procedente de El
Cabo, llegó a versalles en 1786.
Al mismo tiempo que la ménagerie se llenaba de animales no pedidos por el
rey, se fue convirtiendo en el blanco de las críticas de algunos. La entrada aparecida
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 321
En el siglo xviii los animales exóticos se habían vuelto muy frecuentes en Europa21,
y las especies que podían resultar más llamativas eran exhibidas en tours que po-
21 C. Martucci (ed.), Un elefante a corte. Allevamenti, cacce ed esotismi alla Regiia di Caserta, Nápoles, 1992;
Christopher Plumb, Exotic animals in Eighteenth Century Britain, Universidad de Manchester, Tesis doctoral,
2010. Elizabeth Robbins, Elephant slaves.
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 322
dían recorrer todo el continente, como fue el caso de Clara, la famosa rinoceronte
que recorrió entre 1746 y 1758 inglaterra, Francia, Alemania, los Países Bajos y
el norte de italia22. Al mismo tiempo, el número de ménageries se fue incremen-
tando, como las de Het Loo en las Provincias Unidas (1748), Belem (1726) y
Quelez (hacia 1760) en Portugal, o Belvedere (1716) y Schömbrunn (1752) en
Austria, estando muy presente la influencia versallesca23.
Con este panorama, no debe resultar extraño que los Borbones españoles to-
marán su inspiración no de la corte filipina, sino de la ménagerie de versalles24. A
poco de llegar de Nápoles a Madrid, los dos hijos mayores de Carlos iii, el príncipe
don Carlos y el infante don Gabriel, comenzaron a reunir una colección privada
de pequeños animalillos que durante años tuvieron instalada en el recinto del Buen
Retiro. La diminuta ménagerie, emplazada en el Jardín de Francia del palacio, justo
frente a su fachada occidental en el espacio que un siglo antes ocupara la Plaza del
Emperador, estaba integrada por canarios, gorriones de indias, sinsontes, alcarava-
nes, palomas mansas y torcaces, tórtolas, pavos reales, gallos de valencia, búhos,
buitres, cigüeñas, ánades, conejos y algún puercoespín, además de los peces del es-
tanque, y sus gastos de mantenimiento se pagaban a medias de los bolsillos de los
infantes. Se trataba, por supuesto, de una modesta réplica en miniatura de la im-
portante colección que pertenecía al soberano, una gran parte de la cual se alojaba
también en los jardines del Buen Retiro. «En todos los tiempos ha sido muy propio
de los Soberanos para ostentación de su grandeza tener en sus palacios y casas reales
aquellos animales, plantas y frutos más extraños y particulares que se crían en otros
países», escribía unos años más tarde Juan Antonio Álvarez de Quindós al referirse
precisamente a cuantos animales extraños y curiosos había tenido la ocasión de ver
en Aranjuez. Y es que coleccionar este tipo de criaturas constituía en la corte espa-
ñola una tradición antiquísima que hundía sus orígenes en los siglos medievales,
se había propagado con fuerza en época de los Austrias y alcanzado su cénit con la
dinastía borbónica, como consecuencia, entre otras cosas, de la enorme afición per-
sonal que sentían hacia los animales numerosos miembros de la familia real (la
reina isabel de Farnesio, sus hijos don Carlos y don Luis y casi todos sus nietos).
22 Glynis Ridley, Clara´s Grand Tour. Travels with a Rhinoceros in Eighteenth Century Europe. Nueva York, Atlantic
Monthly Press, 2004.
23 Eric Baratay y Elizabeth Hardouin-Fugier, op. cit., pp. 52ss.
24 Sobre animales exóticos en España la figura fundamental es el prematuramente desaparecido Carlos
Gómez Centurión, «Exóticos pero útiles: los camellos reales de Aranjuez durante el siglo xViii», Cuadernos die-
ciochistas, 9, 2008; «Treasures fit for a king. King Charles iii of Spain´s indian Elephants», Journal of the History
of Collections, 2009; «Exóticos y feroces. La ménagerie real del Buen Retiro durante el siglo xViii», Goya. Revista
de Arte, 326, 2009; «Curiosidades vivas. Los animales de América en la Ménagerie real durante el siglo xViii»,
Anuario de Estudios Americanos, 66, 2, 2009, Alhajas para soberanos. Los animales reales en el siglo XVIII: de las
leoneras a las mascotas de cámara, Junta de Castilla y León, 2011. Estos trabajos han sido una referencia ab-
solutamente fundamental para las siguientes páginas, desde las cuales deseamos manifestar nuestro más
entrañable recuerdo a su figura.
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 323
por ello Patio de la Leonera. Sin duda fue su emplazamiento tan incómodo, pe-
gada a la fachada misma del palacio, y su estrechez, los motivos que decidieron a
Carlos ii a construir un nuevo edificio para las fieras en medio del jardín y a de-
moler el antiguo pocos meses antes de morir. Para entonces, las peleas entre ani-
males salvajes iban cayendo en desuso y la sociedad cortesana, más civilizada y
menos violenta, comenzaba a perder interés hacia ellas. Nada tiene de particular
entonces que en la nueva Leonera, conocida cada vez con más frecuencia como
Casa de Fieras, dejaran de celebrarse estos combates desde la década de 1720, des-
tinándose en adelante como lugar de alojamiento y exhibición de una parte de
los animales exóticos que llegaban hasta la colección real. Lamentablemente, de
esta segunda Leonera concluida hacia 1703, exenta y de planta octogonal, no se
ha conservado ningún testimonio gráfico contemporáneo, aunque sí aparece su
ubicación topográfica en los diferentes planos del Retiro que se levantaron a partir
de 1720. Sabemos que el edificio continuó en uso a lo largo de todo el siglo xviii,
sobreviviendo incluso con buena fortuna a los desastres de la guerra de la inde-
pendencia, después de la cual Fernando vii decidió transformarla en alojamiento
para los guardas del real sitio, datando de esta época el plano realizado por isidro
velázquez. Sólo por el testimonio de algún contemporáneo sabemos que, de sus
tres plantas, dos al menos se destinaban a albergar las jaulas de los animales salvajes
y que la superior se reservaba para las aves.
Censar los animales que vivieron en la Leonera del Buen Retiro entre 1701 y
1808 no resulta tarea fácil. No existían aún libros de registro donde se anotara de
manera sistemática el ingreso o la defunción de cada animal dentro del estableci-
miento y las relaciones de la despensa con la dieta mensual de cada uno de los
ejemplares se han perdido en su mayoría. Sobreviven, eso sí, muchas de las órdenes
que la Secretaría de Estado emitió para que los animales fuesen ingresados y ali-
mentados en la Casa de Fieras y, de manera episódica, algunas noticias sobre la
muerte de los animales comunicadas a la misma Secretaría. Pero tampoco esta do-
cumentación es completa ni constante a lo largo de todo el periodo.
A diferencia de otros animales exóticos que formaban parte de las colecciones
reales, el principal denominador común que tuvieron la mayoría de los que se
destinaron a vivir a la Leonera del Retiro fue su carácter carácter salvaje y «feroz»,
que constituía su principal atractivo pero que obligaba también a mantenerlos en-
cerrados en jaulas. Sólo a partir de mediados de siglo, el incremento del interés
científico entre las élites, el progreso de las ciencias naturales y la creciente inves-
tigación sobre las riquezas originarias del continente americano estimularon el
envío a la península de nuevos y más variados especímenes de los que poblaban
el Nuevo Mundo. Llegaron a partir de entonces al Retiro animales no tan fieros
pero sí raros y curiosos, que no se sabía muy bien en qué otro emplazamiento ubi-
car, que podían excitar la curiosidad del público por su aspecto extraño o «mons-
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 325
truoso» o que, en todo caso, contribuirían siempre con su presencia a dar prestigio
a la corona poniendo de manifiesto su control sobre tan extensos y alejados terri-
torios.
Entre quienes habitaron la leonera durante el siglo xviii, los principales hués-
pedes siguieron siendo, claro está, los grandes felinos. Su presencia al lado de los
reyes y de los grandes señores se remontaba a la época medieval y pocos animales
como ellos, por su fuerza, su ferocidad y el dominio que se suponía que ejercían
sobre el resto de las especies, simbolizaban de una forma tan evidente la supremacía
del poder regio y los valores guerreros que distinguían al estamento nobiliario. La
identificación de cada uno de los ejemplares, sin embargo, plantea graves problemas
debido a la informalidad del léxico que se utilizaba en la época para referirse a ellos.
Aunque los naturalistas del siglo xviii, y más los españoles que conocían bien el
Nuevo Mundo, empezaban ya a distinguir con claridad las diferentes especies de
felinos que poblaban cada continente, los términos que se usaban para designarlos
popularmente eran mucho menos precisos. La documentación administrativa es-
pañola seguía empleando los nombres comunes de los felinos ya conocidos de Asia
y África para denominar a las especies características del Nuevo Mundo, llamando
en ocasiones «leones» a los pumas o «tigres» y «leopardos» indistintamente al jaguar,
al ocelote y al yaguarundi.
No es casual que tanto el primero como el último animal que se menciona en
los ingresos de la Casa de Fieras sea un león, considerado aún el «rey de los ani-
males». Muchos de estos leones habían llegado con cierta frecuencia hasta la corte
española en otro tiempo procedentes de los presidios y plazas fuertes del norte de
África y lo siguieron haciendo durante el siglo xviii, sobre todo durante la segunda
mitad de la centuria gracias a la normalización de las relaciones diplomáticas con
Marruecos y las regencias berberiscas. Conforme avanza el siglo, sin embargo, es
detectable la progresiva pérdida de interés respecto a estos grandes felinos, orde-
nándosele en 1771 al cónsul español en Marruecos que excusara en adelante este
tipo de regalos y rechazando por las mismas fechas un cachorro de tigre enviado
por el gobernador de Maracaibo «no necesitándose aquí de semejantes fieras».
Otros animales hacia los que fue decreciendo el interés a lo largo del siglo xviii
fueron los gatos de algalia o civetas, originarios de Etiopía o de la india y el sudeste
asiático, y muy apreciados por la secreción olorosa de su bolsa perineal que se em-
pleaba en la fabricación de perfumes. Del resto de la fauna que pobló la Leonera,
las especies curiosas africanas estuvieron siempre en minoría respecto a las ameri-
canas.
De América, en cambio, fueron llegando como obsequio para la familia real
cada vez más y más extraños animales por los que los naturalistas y los aficionados
sentían una inagotable fascinación. Después de varias tentativas frustradas, por
fin en julio de 1776 se consiguió que desembarcara en Cádiz sano y salvo un oso
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 326
Figura 17. Tapir, en Juan Bautista Bru, Colección de láminas que representan los animales
y monstruos del Real Gabinete de Historia Natural, tomo 1, Madrid, 1784.
Las jaulas del piso alto de la Leonera solían albergar grandes aves, rapaces o
carroñeras la mayoría de las veces. Las primeras que llegaron al real sito y que con
más frecuencia aparecen mencionadas en la documentación a lo largo de la cen-
turia son las águilas, aunque no siempre se cita su procedencia. Unas veces se trata
sin duda de ejemplares de la fauna autóctona, pero más a menudo llegados desde
América. A las águilas les siguen en número los buitres americanos, en particular
el cóndor real, la especie más característica y espectacular de aquel continente por
su tamaño, su plumaje blanco y los matices rojos y anaranjados que adornan su
cuello y su cabeza. En América eran conocidos como «Rey de los Zamuros» o
«Rey de los Zopilotes», aunque en el Retiro se les denominaba a menudo «pelíca-
nos», probablemente por la capa de plumas blanca de su lomo. Otra especie que
encontramos mencionada en la documentación es el paují o «pájaro piedra» que
26 Javier Jordan de Urries y de la Colina, «Un Goya exotico: la osa hormiguera de su majestad», Goya. Revista
de Arte, 336, 2011, pp. 242-253 atribuye el cuadro del animal a Goya. Ana María Mazo Pérez, «El oso hormi-
guero de su Majestad», Asclepio, LViii, 1, 2006, no descarta la intervención de Mengs.
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 327
los gobernadores americanos enviaban a España con cierta frecuencia, tanto por
su llamativo aspecto como por su deliciosa carne, y el disecador Bru alude también
a la presencia en el Retiro de un «pájaro soldado», una enorme cigüeña extendida
desde México hasta el norte de Argentina y Uruguay y muy llamativa por su
enorme pico y el colorido de su plumaje.
En comparación con todos estos ejemplares y especies exóticas, la presencia
de la fauna autóctona era relativamente discreta. Sólo en los momentos en los
que la Leonera estuvo más vacía se echó mano de ella para rellenar las jaulas,
como al concluir la guerra de Sucesión, en 1713, cuando sólo había dos águilas
y un buitre leonado, o cuando en 1799 se daba orden para ingresar un jabalí. En
varias ocasiones tenemos noticia también de la presencia de linces ibéricos, a los
que Carlos iii le gustaba dar caza en los montes de Toledo. Los osos pardos tam-
poco faltaron casi nunca, aunque para entonces estaban ya relegados a los grandes
bosques caducifolios de las regiones montañosas del norte de la Península, que-
dando ya muy lejos los tiempos en que los antiguos libros de montería atestigua-
ban su presencia en los montes de Toledo, la Mancha o Andalucía.
Tan complicado como determinar las especies que habitaron en la Leonera del
Retiro es calcular la cantidad de animales que ésta albergó en cada periodo. Al pa-
recer, la Leonera estaba vacía al morir Carlos ii y, pese a los animales ingresados
por Felipe v a comienzos de su reinado, volvió a estarlo durante el invierno de
1710 al morir todas las fieras intoxicadas por comer carne en mal estado. Al acabar
la guerra, en la primavera de 1714 solo se habían conseguido reunir cuatro ejem-
plares autóctonos: dos águilas, un buitre leonado y un oso pardo, y veintiocho
años más tarde, en 1742, no había más que dos leones, dos tigres y dos águilas.
Según Murillo velarde, que publicara su obra allá por 1752, había «leones, tigres,
osos, avestruces y otras fieras extrañas y peregrinas para la diversión y grandeza»,
a lo que habría que añadir los camellos, venados, búfalos y aves que se podían en-
contrar en Aranjuez27. La última lista completa data de 1785 y enumera otros dos
leones, dos tigres, dos osos, dos hienas, un águila y cuatro cóndores, pero de estos
trece animales cuatro se acababan de recibir como regalo del rey de Marruecos.
El motivo de que la leonera tuviera tan pocos huéspedes simultáneamente
no parece haber sido tanto la escasez de sus llegadas como la altísima mortandad
que experimentaban. No sólo muchísimos animales morían durante el trayecto
antes de llegar a Madrid, sino que el siguiente problema consistía en aclimatarlos
y mantenerlos vivos en su lugar de destino. Agotados del viaje, encerrados en
jaulas angostas, oscuras y poco ventiladas y mal alimentados, sus posibilidades
de supervivencia eran bastante reducidas. Reproducirse en aquellas condiciones
27 Pedro Murillo Velarde, Geographia Historica, tomo 1, Madrid, Oficina de D. Gabriel Ramírez, 1752, pp. 246
y 288.
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 328
era casi un gesto heroico del instinto de conservación de la especie. Por ejemplo,
el oso hormiguero que llegó en 1776 sólo sobrevivió seis meses y tres semanas.
Un tigre regalado por Godoy en abril de 1802 había muerto ya en el mes de
agosto, y una leona remitida por el marqués de Casa Cagigal en 1804 solo vivió
otros seis meses. Si la dureza del clima continental del interior de la meseta y
sus bruscas oscilaciones estacionales debieron de afectar muy negativamente a
algunas especies que habitaban en la Casa de Fieras, también debieron de hacerlo
las malas condiciones higiénicas en que se veían obligadas a vivir. Por falta de
limpieza en las jaulas murieron, con toda probabilidad, los tres leones que había
a principios de 1794 y que estaban «llenos de usagre». En 1801, el tesorero del
real sitio acusaba abiertamente al leonero de no limpiar bien los suelos y tenerlos
repletos de excrementos, por lo que los animales habían contraído sarna revol-
cándose en ellos y se rascaban constantemente contra las rejas y paredes de las
jaulas haciéndose toda clase de heridas en la piel, a consecuencia de lo cual ha-
bían muerto una hiena y tres leones en apenas pocos días.
Y la alimentación era el otro de los problemas clave para la supervivencia de
las fieras. Por mucho interés que tuvieran los monarcas en la conservación de sus
animales y en que éstos dispusieran de comida abundante y adecuada, no siempre
contaban con la indispensable colaboración de todos los criados que estaban a su
servicio, ya que la comida de los animales reales fue siempre una fuente de lucro,
más o menos significativa, para los distintos oficiales y criados que estaban a su
cargo. Y, aún en el caso de que ésta fuera abundante, subsistía otro problema: de
acuerdo a los cortísimos conocimientos zoológicos y veterinarios de la época, a
los animales se les suministraba una dieta monótona y poco apropiada. Al tapir
que llegó al Retiro en 1787, por ejemplo, se decidió darle maíz para comer en
vista de que no había los plátanos a que estaba acostumbrado. Los osos de la Le-
onera, que sepamos, sólo comían pan, y podemos imaginarnos las dificultades
que representaba proporcionarles nidos de hormigas a los osos hormigueros en-
cerrados en jaulas, particularmente en invierno.
Aparte de las fieras encerradas en la Leonera, hubo otros muchos animales sal-
vajes alojados en el recinto del Buen Retiro. Algunos estuvieron allí únicamente
de paso, hospedados durante un breve periodo de tiempo en tanto que se realizaba
su traslado a alguno de los demás sitios reales. Fue el caso de los desdichados renos
regalados por Gustavo iii de Suecia al monarca español en 1777, obligados a atra-
vesar las llanuras andaluzas y manchegas en pleno verano, y que pasaron un mes
de descanso en Madrid antes de ser enviados a San ildefonso, donde se esperaba
que el frío clima de los montes de Segovia les ayudara a sobrevivir. Mucha mayor
expectación levantó en la corte el elefante indio llegado desde Filipinas cuatro
años antes y cuya estancia en el Retiro se prolongó durante casi dos meses por
deseo expreso del monarca «para que el público siga viéndole con toda comodidad
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 329
exhibidos en angostas casas de fieras o en aviarios. Debido a ello, los animales con
estas características se fueron haciendo cada vez más abundantes en el Retiro. Car-
los iii intentó tener algunos incluso sueltos en libertad dentro del parque, lo que
constituía todo un desafío para los guardas y los responsables del real sitio, pero
con mayor frecuencia acabaron instalados en el mismo Corralón de los Avestruces
o en sus inmediaciones. Se trataba casi siempre de herbívoros, más o menos in-
ofensivos, que podían sobrevivir al aire libre sin necesidad de ser enjaulados en la
leonera. Algunos fueron ejemplares únicos nunca vistos hasta entonces, como el
llamado «buey silvestre» llegado desde Argel en 1767, probablemente un antílope,
también se hospedó junto a los avestruces una vicuña americana, la única super-
viviente de una docena enviada por el virrey del Perú y que llegó al Buen Retiro
en agosto de 1793. Y, entre junio de 1795 y noviembre de 1797, fecha en la que
murió, también fue exhibido un búfalo africano por recomendación del director
del Gabinete de Historia Natural para «que le vean las personas curiosas de Madrid
y otras partes, pues es animal muy raro y no hay noticia de haberse visto antes en
España esta producción de África», debiendo aislarse de sus compañeros de corral
«con una reja que dejase ver bien el animal». Junto a todos ellos, habitaron también
con asiduidad en el corralón de la Casa de la Pólvora las gacelas (Gazellas), enviadas
en varias ocasiones como regalo por el bajá de Trípoli.
Otros espacios del Retiro habitados fueron sus estanques, poblados por cen-
tenares de peces y de aves acuáticas durante todo el siglo. Felipe v e isabel de
Farnesio habían enviado provisionalmente al Buen Retiro, en 1746, algunas de
estas «aves de agua» ornamentales en tanto se les buscaba en Aranjuez un empla-
zamiento adecuado. Se trataba de una docena de cisnes y de gansos de Astracán
y de casi un centenar de patos asiáticos –«con moño»– que, no sin dificultades,
había logrado adquirir en Holanda y remitir hasta España su embajador, el mar-
qués de San Gil. El envío a Aranjuez se paralizó tras la muerte de Felipe v y las
aves acabaron quedándose definitivamente en Retiro. Los cisnes desaparecieron
rápidamente, aunque los gansos y los patos de indias, en cambio, se reprodujeron
sin cesar convirtiéndose en un engorro inesperado para las autoridades del real
sitio. De aves ornamentales pasaron a convertirse en sabrosas piezas de caza, lo
mismo que las palomas y las perdices que se criaban para la diversión real. Carlos
iv hizo trasladar desde Aranjuez una falúa para cazarlos en el estanque con mayor
comodidad y los criados del embajador turco vasif Efendi, que visitó la corte es-
pañola a finales de 1787, provocaron un morrocotudo escándalo por hacer pun-
tería con ellos. Aun así, a comienzos de 1793 se contabilizaban ya casi ochocientos
ejemplares, de manera que hubo que empezar a tomar medidas drásticas. Aquel
año Godoy convenció al rey de que se trasladaran más de un centenar a los estan-
ques de la Casa de Campo y, al siguiente, se recurrió a matar otros doscientos
ejemplares y a enviarlos como limosna al Hospital General.
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 331
Y es que, después de los grandes felinos, las aves ocuparon el lugar más sobre-
saliente en la mayoría de las colecciones zoológicas de la época moderna. Ninguno
de los reales sitios estuvo tan ligado desde sus orígenes a la existencia en él de un
aviario como el palacio del Buen Retiro, bautizado por los adversarios de Olivares
con el sobrenombre de «Gallinero» a causa del enorme jaulón ornamental que de-
coraba sus jardines. A pesar de las burlas, la formidable pajarera sobrevivió durante
décadas instalada en la parte trasera de los jardines, enfrente del Campo Grande.
Allí acudía la corte expresamente a admirar las «aves exquisitas por su canto y plu-
maje» que el conde-duque había escogido para ella, y éste se mostraba tan entu-
siasmado con sus volátiles que el asunto se convirtió pronto en tema de chanzas
tanto dentro como fuera de España. Siempre que podía, el valido acudía a dar de
comer personalmente a los pájaros y recogía sus huevos para regalarlos a ministros
y embajadores. Tras un largo período de abandono, Carlos iii mandaría erigir la
Casa de las Aves nada más llegar a Madrid, en 1760, e instalada en el mismo solar
que antiguamente ocuparan la Ermita de la Magdalena y el Jardín de la viña, pero
la humedad endémica del recinto se convirtió en un problema cada vez más grave
para el sostenimiento del edificio y para la salud de los animales y de sus cuida-
dores.
Fue un nuevo escrito elevado en enero de 1788 por los responsables de la Casa,
describiendo la gravedad de la situación (falta de espacio para guardar todos los
animales, humedades en las paredes que los hacían enfermar, techumbres podridas
por las que entraban los gatos, ausencia de canalones en el tejado que provocaba
la entrada de agua por los balcones del edificio, etc.), lo que motivó finalmente
que se ordenara al arquitecto Juan de villanueva pasar a inspeccionarla y disponer
que se ejecutaran en ella las obras y las reparaciones que fueran necesarias, aunque
el arquitecto acabaría siendo apartado de la Casa de las Aves, limitándose su su-
cesor, Juan Machuca, a llevar a cabo algunas reparaciones pero no las obras de
ampliación. Precisamente porque se concibió como un establecimiento dedicado
al cuidado y a la cría de pequeños animales domésticos que a menudo eran tras-
ladados al interior de las habitaciones reales, la Casa Reservada de las Aves tuvo
siempre un funcionamiento peculiar dentro del Buen Retiro. Como su propio
nombre indica, se trataba de un establecimiento «reservado» y, como tal, nunca
estuvo abierto al público ni dependió administrativamente de las oficinas del sitio,
sino de la Cámara del Rey. Su financiación corrió siempre a cargo del Bolsillo Se-
creto del monarca, con lo que éste se aseguraba un control mucho más directo
sobre ella y que su dirección y supervisión dependiera siempre de sus criados más
inmediatos (su sumiller de corps o su ayuda de cámara más antiguo), responsables
de administrar esta consignación. Por lo que respecta a la tesorería del Retiro, ésta
sólo tenía que adelantar en ocasiones algunos de los gastos de reparación, de cuyo
importe daba cuenta separadamente a la Secretaría de Estado para su reembolso.
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 332
Pero no todos sus inquilinos eran aves de lujo y de recreo. Como se hacía en
otros reales sitios, en ella se cebaban y alimentaban otras más corrientes que iban
a parar a las mesas reales: pájaros hortelanos, codornices, pavos, capones... E in-
cluso lo que no eran aves, ya que desde sus inicios en la Casa se criaron también
todos los inviernos cochinillos de leche para servirlos a los reyes. Mediada la década
de 1780 se menciona además la presencia de «conejos finos blancos, negros y gri-
ses» correteando de día por los jardines y reproduciéndose a una velocidad pasmosa
que no hacía sino incrementar los problemas de espacio, pero parece más bien
tratarse de conejillos de Angora, los mismos que tenía el infante don Luis en Are-
nas de San Pedro, y que se valoraban más por su pelo largo y sedoso que por su
carne. Ya en la parte exterior de su recinto, anejas a la Casa había una huerta y
una plantación de árboles frutales para suministrar alimento a los animales, ade-
más de un jardín con macizos de flores y tiestos de claveles, un invernadero con
una estufa y un estanque poblado de peces, patos y gansos, todo ello primorosa-
mente cuidado por los jardineros para proporcionar deleite y esparcimiento a la
familia real.
Durante el siglo xvii y gran parte del xviii, el acceso a la Leonera y al resto de
las colecciones zoológicas del Retiro estuvo por lo habitual restringido a la familia
real, los miembros de la corte y los visitantes ilustres, excepción hecha de aquellos
particulares que, según una denuncia, conseguían acceder a ellas sobornando al
leonero. Esta situación cambió a partir del reinado de Carlos iii. Una vez termi-
nado el Palacio Nuevo, la familia real se trasladó a él en 1764 y ya no volvería a
habitar en el Retiro, lo que permitió que sus parques y jardines quedaran en ade-
lante abiertos como paseo público. La decisión, tomada por el conde de Aranda,
fue muy aplaudida por los contemporáneos, brindando a los madrileños la posi-
bilidad de disfrutar del placentero recinto y de sus nuevos establecimientos de es-
parcimiento y sociabilidad similares a las que ya existían en otras cortes europeas.
No conocemos la fecha exacta en que la Leonera fue abierta también al público,
pero es de suponer su gran éxito. Y ello a pesar de que, para entonces, la exhibición
de animales raros y exóticos (de manos de empresarios particulares) comenzaba a
ser un espectáculo cada día más frecuente en muchas ciudades europeas, y de cuya
presencia en Madrid nos han dejado testimonio sus carteles publicitarios y las so-
licitudes de permisos oficiales. Menos conocimiento tenemos, en cambio, sobre
la celebración en la capital de peleas de animales durante el siglo xviii, en vista de
que ya no tenían lugar en los sitios reales. Ciudades como París o Londres dispo-
nían de locales estables, pero en España parecen haberse celebrado casi siempre
en los cosos taurinos, intercaladas entre la lidia de toro y toro. Cuidar de que este
mismo público, tan acostumbrado a los espectáculos sangrientos con animales, se
comportara adecuadamente cuando visitaba la Casa de Fieras del Retiro fue otra
de las responsabilidades de su leonero.
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 333
De vez en cuando, estos animales eran exhibidos por las calles para recreo del
pueblo y ostentación del poder del monarca. Gran estupor debió provocar la ele-
fanta que, procedente de Asia, pasó a los Estados Unidos, la isla de Cuba, el puerto
de veracruz y, finalmente, la propia capital novohispana, destacando por su ex-
traordinaria mansedumbre, dejándose manosear de todos, y, especialmente, de su
conductor28, aunque tales sentimientos de asombro los podemos encontrar tam-
bién en la metrópoli española29. Muchos madrileños vivieron la llegada a la corte
de una embajada del sultán de Marruecos, que traía como regalos para Carlos iii
una docena de dromedarios, un elefante asiático, dos cocodrilos del Nilo, y una
docena de caballos de Morea. Pero fue el elefante lo que causó sensación, pues
poco después Ramón de la Cruz hizo representar un divertido sainete, El elefante
fingido, en el que, precedidos por la fama del animal, unos gitanos simulan uno
de trapo para conseguir unas monedas en los pueblos que visitan. En los periódicos
de los últimos meses de 1773 se anunció la venta de folletos y grabados que repre-
sentaban elefantes, y el fabulista iriarte escribió en enero de 1774 una epístola a
Cadalso en la que se hacía eco de la visita. Lo cierto es que el elefante de Carlos iii
debió provocar un gran impacto, por cuanto en 1773 se publicaría una descripción
de este animal (figura 18)30, en la cual la referencia a Buffon es inexcusable, si bien
llama la atención el hecho de que Plinio sea citado todavía como autoridad en la
materia, y, especialmente, la tendencia a la humanización del animal:
El elefante es el mayor entre los cuadrúpedos, así como la ballena lo es entre los
pescados y el avestruz lo es entre las aves, y al mismo tiempo es uno de los mas
singulares por la conformación de muchas partes de su cuerpo [...] nada hay más
cierto y al mismo tiempo mas vivo, que el cuadro que el célebre conde de Buffon
hace de este animal. Cada ser, dice, tiene en la naturaleza su precio real, y su valor
relativo, y si se quiere juzgar con justicia, de lo uno y de lo otro en el elefante es
preciso concederle a lo menos la inteligencia del castor, la maña sutil e industriosa
de la mona, el olfato del perro, y añadir después a esto las ventajas que le son par-
ticulares, y que consisten en la fuerza, en el tamaño y en la larga duración de su
vida. Tampoco hay que olvidarse de sus armas o colmillos, con los cuales puede
traspasar al león y vencerle. Cuando anda conmueve la tierra, y con su mano (este
es el nombre que da el conde de Buffon a su trompa) arranca los árboles [...] a esta
Aunque los climas templados sean poco a propósito para el elefante, se ha visto
sin embargo vivir uno trece años en la casa de animales del rey de Francia. Este
elefante era del reino de Congo, y se le envió a sm Cristianísima en 1668, el rey
de Portugal [...] en los trece años que vivió después no creció mas que un pie, y
puede presumirse que la mutación de país, y alimento fueron causa de que no cre-
ciese mas [...] estos animales que son muy cómodos y útiles por los servicios que
hacen [...] son muy costosos de mantener [...] y así uno de estos consume más en
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 335
ocho días que lo que pueden consumir en el mismo tiempo treinta negros. El P.
Fr. Pedro de Laval refiere en sus viajes que un elefante come en un día hasta cien
libras de arroz. El alimento del elefante que se envió al rey de Francia por el rey
de Portugal consistía, sin embargo de ser pequeño, en ochenta libras de pan todos
los días, seis azumbres de vino, y dos cubos de potaje en que entraban también
cuatro o cinco libras de pan, y cada tercer día se le daban en lugar del potaje dos
cubos de arroz cocido en agua, todo sin contar lo que le daban las gentes que con-
tinuamente le iban a visitar. Además de esto se le proveía diariamente de una ga-
villa de trigo para que se divirtiese.
En esta línea, se aportaban algunas noticias del elefante remitido desde las Fi-
lipinas y que fuera transportado en la fragata venus:
si ésta no se logra con los tigres, leones, elefantes y otros, si tampoco se consigue
con algunas aves de regiones remotas, deberá quizás atribuirse a la opresión y es-
trechez en que viven y a la falta de libertad en tiempo de celo. Por lo común se les
encierra en jaulas pequeñas, donde apenas pueden andar algunos pasos, sin que
les de el sol ni se renueve su ambiente, de que resulta vivir poco aún cuando no
estén hambreando, que es lo más ordinario; y, si están bien mantenidos, padecen
por la falta de ejercicio, otros males que igualmente les acortan la vida. Con efecto
se ve que todos los animales que viven sujetos en encierros, aunque bien cuidados,
están regularmente flacos, no aprovechándoles cuanto comen, ni equivaliendo
ningún esmero a la falta de libertad, sin la cual todo ser viviente carece de energía
de ánimo y de fuerzas del cuerpo.
bicas en las que vivían todas aquellas pobres criaturas carentes de libertad. Una
desaprobación parecida a la que expresaba el embajador francés en Madrid, el
barón de Bourgoing, tachando a las casas de fieras de «magníficas prisiones, obras
maestras de la crueldad más aún que del lujo, que manifiestan la tiranía del hom-
bre sin acreditar su poder».
La decadencia y posterior desaparición de las colecciones zoológicas del Retiro,
y de los demás sitios reales fueron fruto de las crisis bélicas que sacudieron a todo
el continente durante el periodo napoleónico. Todo induce a sospechar que, a co-
mienzos del siglo xix, el colapso de la navegación y del comercio impediría que
los animales exóticos llegaran hasta las colecciones reales al mismo ritmo que lo
habían hecho en sus mejores tiempos. Los apuros financieros, además, obligaban
a la corona a realizar economías y priorizar ciertos gastos sobre otros. Quizás el
caso que mejor ilustre esta situación sea el dramático destino de la «loba marina»,
seguramente una foca monje, capturada en la Albufera de valencia y que fue a
parar al Retiro en 1805. instalada en el estanque del Narciso, se decidió sacrificarla
a las pocas semanas en vista de que necesitaba de alimento más de diez kilos de
pescado diarios, aunque constituía el único mamífero marino que había llegado
nunca hasta la colección real.
Durante la primavera de 1808 parte de las tropas francesas que habían llegado
a Madrid bajo el mando de Joaquín Murat se instalaron en el recinto del Buen
Retiro, en donde cometieron todo tipo de excesos. Después de los trágicos sucesos
de mayo, en el mes de julio, se decidió por seguridad trasladar a la Casa de Campo
los cuatro animales que aún quedaban vivos el Corralón de Avestruces: una «va-
quita cierva», dos gacelas y un avestruz. Durante el resto de la guerra, el Buen Re-
tiro acabó convertido en una ciudadela fortificada desde la cual los franceses
controlaron la capital hasta su capitulación en 1812. Es de suponer que la mayoría
de los animales que aún sobrevivieran (los peces y patos del Estanque, las aves de
los palomares y aviarios, etc.) acabaran sus días devoradas por los oficiales y la
tropa del ejército de ocupación. Tras su retirada del real sitio una gran parte del
palacio estaba reducido a escombros y los jardines devastados. Durante el reinado
de Fernando vii se acotó el Reservado del Buen Retiro, un espacio ajardinado y
recreativo para el disfrute del monarca y el de su familia, al que Mesonero Roma-
nos le dedicó un retrato despiadado y que a Théophile Gautier le causó la impre-
sión de no ser otra cosa que la «finca de un tendero enriquecido».
La visión de estos animales exóticos provocó el deseo de buscarles una renta-
bilidad económica. Pedro Estala, en su edición de la Historia Natural de Buffon
(1804), se lamentaba de que no se hubiera llevado a cabo una política más ambi-
ciosa y de más amplias miras a este respecto con la fauna originaria de los territo-
rios americanos. Quizás la distante fauna americana planteara más problemas,
pero Estala no se persuadía de por qué, desde hacía años, no se habían vuelto a
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 338
traer a España los dromedarios que durante tanto tiempo habían vivido y se habían
multiplicado en el real sitio de Aranjuez, constituyendo una de las grandes joyas
de la ménagerie real. Su retorno no solo serviría para dar prestigio al soberano,
sino para enriquecer a la nación, pudiendo jugar un papel fundamental en la agi-
lización de los transportes: «puesto que en ningún país de Europa es más necesario
este animal, como que todo el comercio tiene que hacerse por tierra por falta de
canales y ríos navegables». Quizás para este uso, recomendaba fuera más conve-
niente traer camellos asiáticos de dos gibas, que se adaptarían mejor a los climas
fríos del norte y del interior de la península, y reservar los dromedarios norteafri-
canos para las tierras andaluzas. Pero, en cualquier caso, el interés de ambas espe-
cies quedaba fuera de discusión y «el Ministro que proporcione a nuestra patria
esta preciosa adquisición, le haría uno de los servicios mas importantes, y se haría
acreedor a la perpetua gratitud de las generaciones futuras».
Las posibilidades reales de llevar a cabo este tipo de empresas a gran escala eran,
sin embargo, muy reducidas pues, además del gigantesco esfuerzo humano y de la
enorme inversión que requerían, existía siempre el riesgo de que los animales no
llegaran vivos a su destino o no se aclimataran a su nuevo hábitat. Tampoco se tenía
certeza alguna de que pudieran competir eficazmente con las especies ganaderas au-
tóctonas, ya muy arraigadas y algunas con una tradición milenaria en la Península,
debido a todo ello las contadas experiencias que se realizaron en este terreno estu-
vieron siempre limitadas al ámbito de la iniciativa de la Corona y la mayoría de
ellas auspiciadas durante el reinado de Carlos iii. En el caso de la fauna americana,
los principales esfuerzos se orientaron a implantar en los sitios reales la cría de aque-
llas especies cuyo pelo podía fomentar la producción de paños finos, particular-
mente vicuñas y guanacos, con cuya lana se empezó a experimentar en la Real
Fabrica de Guadalajara a finales de la década de 1760. También se barajó la posibi-
lidad de importar bisontes, o, incluso, avestruces americanas con los que el monarca
pretendía fomentar en España el obraje de adornos con sus plumas, pero ninguno
de estos experimentos llegó a dar los resultados esperados y los pocos animales que
consiguieron desembarcar vivos en la Península acabaron siendo considerados, antes
que nada, ejemplares exóticos pertenecientes a las colecciones zoológicas reales.
Al contrario que otros animales más delicados, los camellos se adaptaron desde
el principio sin dificultad al clima y a las condiciones naturales de Aranjuez, re-
produciéndose con éxito en el transcurso de las décadas. Si en 1583 había única-
mente una decena, hacia 1598 rondaban ya los cuarenta y se les había construido
una caballeriza ex profeso para resguardarles del frío invernal. En 1652 su mayoral
certificaba la existencia de ciento cuarenta cabezas entre adultos y crías y, a finales
del siglo, la camellada debió de alcanzar ya los doscientos ejemplares, cifra que
coinciden en apuntar varios viajeros que visitaron el palacio en aquellos años. So-
brevivieron a los excesos de las diversiones cortesanas, a la caza furtiva que prac-
301-340 Capitulo 8_Maquetación 1 02/07/15 11:23 Página 339
ticaban los vecinos de las inmediaciones del real sitio durante los años más rigu-
rosos del reinado de Felipe iv, llegando a venderse su carne en las pastelerías de
Ocaña, e, incluso, a los saqueos cometidos por las tropas del Archiduque de Aus-
tria, que sólo se llevaron consigo una pareja cuando ocuparon el palacio en 1710.
Desde su llegada a Aranjuez los camellos demostraron ser de una enorme utilidad
en las faenas del Real sitio. Podían soportar hasta quinientos kilos de carga y re-
correr con ella hasta cuarenta o cuarenta y cinco kilómetros en una jornada. En
contrapartida , bastaba para alimentarlos un celemín de cebada y media arroba
de paja al día . Por ello, hasta mediado el siglo xviii, mientras fueron abundantes
y se reprodujeron sin problemas, una parte de los camellos fue destinados a los
trabajos de acarreo. Y Aranjuez no fue el único de los reales sitios donde los ca-
mellos demostraron ser de provecho. Al retirarse Felipe v a su nuevo palacio de
San ildefonso, en 1724, se enviaron hasta él ocho ejemplares, a los que se añadie-
ron cinco más en 1727. Allí el jardinero mayor, Esteban Boutelou, los prefería a
cualquier otro animal para trabajar en los jardines, ya que sus pequeñas pezuñas
no dejaban huellas entre los parterres ni descomponían las calles que atravesaban
el parque. A finales de 1735 todavía quedaban con vida tres de estos animales fae-
nando en jardinería, cuando el monarca decidió hacer llegar otra docena para que
ayudaran en las labores de construcción del nuevo embalse, pensando en reducir
de esta manera el coste. Bourgoing todavía los vería durante su estancia en España,
que tuvo lugar entre 1777 y 178531.
De estos intentos de domesticación de animales exóticos se hizo eco en nume-
rosas ocasiones el Semanario de agricultura y artes. Así, abogaba por la traída de vi-
cuñas del Perú, siendo muy fácil cruzarlas con las llamas y alpacas, alabando las
utilidades del animal, bien por proporcionar lana, carne y leche, bien por su servicios
como animal de carga32. Tampoco se perdía de vista la utilidad del cibolo o bisonte
americano, que debía extenderse por todas las colonias españolas en el continente
y también por España, en vez de importar guacamayos y titíes, aludiendo a un in-
tento habido durante el reinado de Carlos iii siendo virrey interino de México Mar-
tín de Mayorga, tentativa malograda sin que nunca se volviera a hablar de ella33. Y
también se le podría sacar provecho a los animales africanos, como los elefantes,
que se podrían transportar a América, o los camellos y dromedarios, que podrían
ser utilizados como correos en aquellos lugares donde no hubiese caminos, siendo
fácil que se multiplicara este animal en España habida cuenta de que su hábitat de
origen, situado en el mar Caspio, se ubicaba en la misma latitud34.
[...] el calor de nuestras costas no es tan excesivo como el de Africa a igual la-
titud, que nuestro terreno no es tan penoso como los vastos arenales de la Libia,
ni tanta la escasez de agua, aún en lo más reseco, como en los desiertos de la
Arabia, que el camello hace un gasto muy reducido, respecto a su corpulencia,
y que es casi imposible que aquí le falten los pastos.
[...] caminando a treinta leguas por día, una jornada de camello equivale a seis
de las mulas, y acaso ahorrando por otra parte los pastos que éstas consumen
diariamente. Con qué prontitud y con qué poco gasto tenía v. a México y las
demás ciudades del reino abastecidas de los frutos de las costas cuyo precio
había de disminuirse en razón inversa de la abundancia.
[...] para el cultivo del maíz y demás semillas de primera necesidad los terrenos
en que no sólo es menos contingente, sino casi segura la cosecha [...] y dentro
de pocos años tomaría un feliz incremento el comercio interior de nuestras
provincias, y se desterraría para siempre la ociosidad y la miseria, que indefec-
tiblemente la acompaña en todas partes. viviríamos todos a menos costo, y la
población se aumentaría más35.
En estos afanes utilitarios, no podía faltar el interés por una de las principales
riquezas del virreinato novohispano, a saber, la cochinilla, objeto de una prolija
descripción en la Gaceta de literatura de México en 179236. varios años antes, la
Gaceta de México del 2 de junio de 1784 se lamentaba de que su cultivo podía
estar mucho más extendido, habida cuenta de la abundancia de nopales en toda
Nueva España.
35 José Antonio Alzate Ramírez, Gacetas de Literatura de México, tomo ii, reimpresión, Puebla, Oficina del Hos-
pital de san Pedro, 1831, pp. 240ss.
36 José Antonio Alzate Ramírez, op. cit., tomo iii, pp. 248ss.
341-344 Conclusion_Maquetación 1 02/07/15 11:25 Página 341
Conclusión
Y, sobre todo, por el hecho de que Buffon añadía imágenes, algo que a los libros
de historia natural españoles les falta por completo, sea por falta de una tradición
pictórica animalística, sea por las deficiencias estructurales de la industria editorial
española. La falta de imágenes provocaba que los animales siguiesen siendo ima-
ginados y librescos, pero no reales, y, en un marco intelectual progresivamente
dominado por una Revolución científica campeona de la comprobación y la ex-
perimentación, las aportaciones españolas tenían el mismo aire de ensueño que
lo que pudieran contar Plinio o Eliano.
La España moderna no consiguió tampoco un dominio pleno del medio na-
tural. Los grandes depredadores seguían existiendo, el oso pardo todavía podía
constituir una amenaza para algunos pastores que desarrollaban su tarea en los
parajes más agrestes, y la presencia del lobo era universal, a pesar de los sistemáticos
esfuerzos por erradicarlo. Sin olvidar tampoco a criaturas más humildes, cuyo con-
trol aún hoy día sigue siendo una asignatura pendiente en muchos casos, tales lan-
gostas, grillos, chinches o piojos, y sin perder de vista además que las enfermedades
transmitidas por los animales, como el fantasmagórico tarantismo, o la mucho
más real rabia, seguían constituyendo un quebradero de cabeza para la ciencia
médica.
Del mismo modo que algunos animales eran exterminados, otros animales
eran queridos, y constituían una compañía indispensable en los hogares, naciendo
a partir de esta convivencia una creciente toma de conciencia de la inteligencia
de los animales y de su posición más igualitaria con respecto al ser humano. En
la España moderna podemos encontrar en los hogares gatos (con el status ambiguo
que siempre les ha caracterizado), aves de jaula, y, sobre todo, perros, que desde
siempre han gozado del privilegio de ser el mejor amigo del hombre, aunque al-
gunos intelectuales criticasen acerbamente la posesión de perros falderos, muy po-
siblemente, no por ser falderos, sino por el hecho de ser propiedad de mujeres,
constituyendo su tenencia una muestra más de la (en su opinión) frivolidad y la
escasa capacidad intelectual de estas.
Españoles y portugueses, gracias a su temprana expansión colonial, fueron los
pioneros de la globalización del mundo animal, y ya en el siglo XVI podemos en-
contrar en sus cortes especímenes procedentes de América, África o el Lejano
oriente, siendo el poco estudiado zoológico de Felipe II un temprano ejemplo de
ello. Este afán coleccionista, sin embargo, no pareció tener continuidad, y los Bor-
bones españoles no se mirarán en el espejo filipino, sino en el de la ménagerie de
Luis XIV, monarca, que, como en tantas otras cosas, marcó con esta exhibición
permanente de animales acumulados gracias al inmenso poder y al dominio uni-
versal de un monarca, las pautas a seguir en la España del siglo XVIII. Los españoles
se beneficiaron de su inmenso imperio colonial para procurarse especies que en
muy rara ocasión podían ser vistas en otros lugares del continente europeo, y, gra-
341-344 Conclusion_Maquetación 1 02/07/15 11:25 Página 343
CONCLUSIÓN 343
cias a los ímprobos esfuerzos de Carlos III, el parque zoológico de los Borbones
españoles fue uno de los mejores de Europa, permitiendo de paso el estableci-
miento de contactos comerciales y el estrechamiento de lazos políticos, especial-
mente en el mundo asiático. Por la parte que nos toca, es de señalar que muchas
de estas especies pasaron por Cádiz en su camino hacia Aranjuez, y no estaría de
más, y es una tarea pendiente, una visión de las fuentes locales para comprobar el
impacto en la vida cotidiana que el trasiego de estos animales pudo ocasionar, que
se remonta al menos al siglo XVI, según se muestra en una de las ilustraciones del
Civitates Orbis Terrarum, y que sirve de portada a esta obra, donde se nos repre-
sentan un Caniis leporariis de las Indias occidentales hallado en 1565, y un Avis
sive Pica Peruviana encontrada en 1578.
Y, sobre todo, lo que es particularmente apropiado para el siglo XVIII, la imagen
del mundo animal es, además, un reflejo de lo que fue la cultura española de la
época, una cultura progresivamente abierta a las influencias europeas, fundamen-
talmente francesas e italianas, en la que el elemento religioso pierde peso gradual-
mente, en la que el clero como grupo social sigue jugando un papel intelectual
muy relevante, y en la que la industria editorial muestra un dinamismo cada vez
mayor, como muestran el creciente número de traducciones y la presencia, cada
vez más abundante, de obras de divulgación. Como para tantas otras cosas, la
Guerra de la Independencia cortaría en seco todo ello, y nunca se insistirá lo su-
ficiente en la catástrofe que este conflicto, celebrado por una historiografía pa-
triotera, supuso para la nación.
Pero, hasta 1808, nos encontramos con un país que avanza intelectualmente,
en el que la prensa juega un papel cada vez más importante, en el que el libro se
abre a un número de personas cada vez mayor, y en el que comienza a hablarse de
públicos diferenciados, a saber, las mujeres y los niños, y, de hecho, algunas tra-
ducciones de obras francesas sobre animales, como ya hemos tenido ocasión de
comprobar, están dirigidas fundamentalmente a un público femenino, como la
de Estala, o infantil, como la traducción que realizara Ascargorta de la obra de
Dubroca... casualmente (o no) ambos traductores son eclesiásticos. La ménagerie
carlotercista, la difusión de la obra de Buffon, las expediciones científicas, la pre-
sencia en la prensa de noticias de historia natural, el creciente afecto hacia las mas-
cotas, los intentos de aclimatación de animales exóticos para su explotación
económica que reflejara el Semanario de Agricultura, todo ello refleja la vitalidad
intelectual, el afán por conocer, la curiosidad y la capacidad de adaptación de un
país que a inicios del siglo XIX, aunque por poco tiempo, seguía siendo un imperio
mundial, el mayor que hasta entonces se había visto.
Los españoles de la Modernidad estudiaron animales, exterminaron animales,
convivieron con animales, quisieron animales, y coleccionaron animales. A partir
de esta constatación, parece evidente que el estudio de los animales en el pasado
341-344 Conclusion_Maquetación 1 02/07/15 11:25 Página 344
Fuentes y bibliografía
Fuentes impresas
AcostA, José de, Historia natural y moral de las Indias, Madrid, Historia 16, 1987.
AldrovAndi, Ulises, De animalibus insectis, Bolonia, 1602.
— De piscibus, Bolonia, 1608.
— Ornithologiae, Bolonia, 1599.
— Quadrupedum omnium bisulcorum, Bolonia, 1621.
ÁlvArez, Fray Antonio, Sermón que en la fiesta anual que celebra la R. A., de Viñeros de
Málaga en honor de S. Gregorio Hóstiense para que defienda las viñas y demás frutos de
la langosta, oruga, pulgón y otras especies de insectos, Málaga, 1806.
ÁlvArez de toledo, Gabriel, A cinco cazadores que salieron a un soto y se volvieron sin
hacer caza, anduvieron diez leguas, reventaron cuatro mulas que llevaron el coche, y el
señor marques de Castelnovo (uno de los cazadores) mató de tres tiros un cabrito, en
cUeto, vol.1.
AlzAte rAMírez, José Antonio, Gacetas de Literatura de México, 4 tomos, reimpresión,
Puebla, oficina del Hospital de san Pedro, 1831.
— Anales de Historia Natural/Anales de Ciencias Naturales (1799-1804).
ArellAno, Juan Manuel, El cazador instruido, Madrid, oficina de Joseph González, 1745.
ArGote de MolinA, Gonzalo, Libro de la montería que mandó escribir el muy alto y muy
poderoso Rey Don Alonso de Castilla y de León acrecentado por... sevilla, Andrea Pesconi,
1582.
Asso, ignacio de, «discurso sobre los naturalistas españoles», Anales de Ciencias Naturales,
iii, 8, 1801.
— «introducción a la ictiología oriental de españa», Anales de Ciencias Naturales, iv, 10,
1801.
345-382 Fuentes y Bibliografia_Maquetación 1 02/07/15 11:26 Página 346
AzArA, Félix de, Apuntamientos para la historia natural de los cuadrúpedos del Paraguay y
Río de la Plata, 2 vols., Madrid, en la imprenta de la viuda de ibarra, 1802.
— Apuntamientos para la Historia natural de los pasaros del Paraguay y Río de la Plata, 3
vols., Madrid, 1802-1805.
BArAHonA de soto, luis, Diálogos de la montería, Madrid, real Academia de la Historia,
1890.
Belon, Pierre, De aquatilibus libri duo, París, 1553.
BlAsco lAnUzA, Francisco de, Patrocinio de ángeles y combate de demonio, san Juan de la
Peña, 1652.
BlAsco neGrillo, Juan, «sobre una serpiente de dos cabezas», Variedades de ciencias, li-
teratura y artes, iii, 1804, 14.
— «de la víbora aspid que se ha descubierto en Fontainebleau», Variedades, vi, 1805, 8.
— «noticia de la loba marina que hay en el Buen retiro», Variedades, vi, 1805, 12.
— «de las perlas», Variedades, vi, 1805, 13.
— «de la araña y de su pretendido veneno, con particularidad del de la conocida con el
nombre de tarántula úvea», Variedades, viii, 1805, 23.
BlAsco lAnUzA, Francisco de, Patrocinio de ángeles y combate de demonios, san Juan de
la Peña, 1652.
Bowles, Guillermo, Introducción a la historia natural y a la geografía física de España, Ma-
drid, imprenta real, 1782.
BrAUn, Georg, y HoGenBerG, Franz, Civitates Orbis Terrarum, lib. v, colonia, 1598.
BrU de rAMón, Juan Bautista, Colección de láminas que representan los animales y mons-
truos del Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, 2 tomos, Madrid, imprenta de
Andrés de sotos, 1784.
BUFFon, Historia natural general y particular, traducida por Joseph clavijo y Faxardo,
tomo 12, Madrid, imprenta de la viuda de ibarra, 1793
cAlvo Pinto y velArde, Agustín, Silva venatoria, Madrid, 1754.
cAsAl, Gaspar, Historia natural y médica del principado de Asturias, Madrid, oficina de
Manuel Martín, 1762.
cAstrillón, d. F. e., Las conversaciones de mi viage, o entretenimientos sobre varios puntos
de historia natural y literatura, tomo primero, Madrid, en la imprenta de repullés,
1805.
cAvAnilles, Antonio Joseph, Observaciones sobre la historia natural, geografía, agricultura,
población y frutos del reino de Valencia (Madrid, 1795-1797), reed. zaragoza 1958,
valencia, 1987.
— «Historia natural de las palomas domésticas de españa y especialmente de valencia»,
Anales de Historia Natural, 2, 1799.
cePedA y vivero, Juan, Agricultura metódica acomodada a la práctica del país con varias
noticias acerca de la naturaleza, propagación y extinción de la langosta, Madrid, 1791.
345-382 Fuentes y Bibliografia_Maquetación 1 02/07/15 11:26 Página 347
clAviGero, Francisco J., Historia antigua de México y de su conquista, sacada de los mejores
historiadores españoles, y de los manuscritos y pinturas antiguas, traducida del italiano
por d. Joaquín de Mora, tomo 1, México, imprenta de lara, 1844.
clAviJo y FAJArdo, José, Prólogo a la traducción de la historia natural del conde de Bufón,
prólogo de José luis Prieto, web de la Fundación canaria orotava de Historia de la
ciencia.
coBo, Bernabé, Historia del Nuevo Mundo, edición de Francisco Mateos, 2 volúmenes,
Madrid, 1956.
— Compendio de la historia natural de Buffon clasificado según el sistema de Lineo por Renato
Ricardo Castel, traducido e ilustrado por Don Pedro Estala, Madrid, imprenta de villal-
pando, tomo i (1802), tomo vi (1803), tomo xiv (1804).
Correo de Cádiz (1795-1798).
Correo de Madrid o de los Ciegos (1786-1791).
Correo literario y económico de Sevilla (1803-1806).
Correo mercantil de España y sus Indias (1792).
cornide, José Andrés, Ensayo de una historia de los peces y otras producciones marinas de
la costa de Galicia, Madrid, oficina de Benito cano, 1788. digitalizado en Google
Books.
— «conjeturas sobre el genero de los 31 cetáceos que vararon en los alfaques de tortosa
el día 18 de octubre de 1789», Espíritu de los mejores diarios literarios que se publican
en la Europa, 11 de enero de 1790.
— «ensayo sobre el origen, progresos y estado de la historia natural entre los antiguos
anteriores a Plinio. Asunto propuesto en la cátedra de historia literaria de los reales
estudios de Madrid al concluirse el primer año del curso académico. leído... el día
12 de junio de 1790», Memorial literario, instructivo y curioso, 6, 1801.
cortés, Jerónimo, Tratado de los animales terrestres y volátiles, y sus propiedades, valencia,
imprenta de Benito Macé, 1672.
covArrUBiAs Horozco, sebastián de, Tesoro de la lengua castellana o española, edición
de ignacio Arellano y rafael zafra. Universidad de navarra/ editorial iberoamericana,
2006.
cUBero seBAstiÁn, Pedro, Breve relación de la peregrinación que ha hecho de la mayor
parte del mundo, Madrid, Juan Garcia infanzón, 1680.
cresPo, diego, Problema sobre la extinción de la langosta, 1786, económica Madrid.
crUz y BAHAMonde, nicolás de la cruz, conde de Maule, Viage de España, Francia e
Italia, tomo ix, cádiz, imprenta de d. Manuel Bosch, 1803.
c Ueto, leopoldo de, Poetas líricos del siglo xVIII, Biblioteca de Autores españoles,
vol. 61.
Descripción del elefante, de su alimento, costumbres, enemigos, e instinto, y explicación del
uso que se hace de los elefantes, modo de cazarlos, y utilidades de sus colmillos en la medicina
y en las artes, etc. Madrid, imprenta de Andrés ramírez, 1773.
345-382 Fuentes y Bibliografia_Maquetación 1 02/07/15 11:26 Página 348
FernÁndez de oviedo, Gonzalo, Historia natural y general de las Indias, Madrid, Bi-
blioteca de Autores españoles, vols. 117 a 121, edición de Juan Pérez de tudela Bueso.
— Sumario de la natural y general historia de las Indias, toledo, 1526.
Ferrer de vAldeceBro, Andrés, Gobierno general moral y político hallado en las fieras y
animales silvestres sacado de sus naturales propiedades y virtudes, Madrid, Antonio de
zafras, 1680.
— Gobierno general, moral, y político hallado en las aves más generosas y nobles, sacado de
sus naturales virtudes y propiedades, Barcelona, cormellas, 1696.
FUnes, diego de, Historia general de aves y animales, valencia, Pedro Patricio Mey, 1621.
FUentelAPeñA, Fray Antonio de, El Ente dilucidado. Discurso único novísimo que muestra
hay en naturaleza animales irracionales invisibles y quales sean. Madrid, imprenta real,
1676.
— Gaceta de Madrid.
GArAU, Francisco, El sabio instruido de la naturaleza en cuarenta máximas políticas y mo-
rales, Barcelona, rafael Figueró, 1702.
GArriGA, Joseph, Descripción del esqueleto de un quadrúpedo muy corpulento y raro, que se
conserva en el Real, Gabinete de Historia Natural de Madrid, Madrid, imprenta de la
viuda de Joaquín ibarra, 1796.
Gesner, conrad, Historiae animalium, 4 vols., zurich, 1551-1558.
Ginto, Antonio, Memoria sobre el problema de la extinción de la langosta, manuscrito
1786.
GUerrero Morcillo, Mateo, Principios para aplacar la ira de Dios. Medios para solicitar
su misericordia... con el fin de lograr con exorcismos la extinción de las plagas de langosta,
Granada, 1757.
GUMillA, Joseph, Historia natural, civil y geográfica de las naciones situadas en las riberas
del río Orinoco, Barcelona, imprenta de carlos Gibert y tutó, 1791.
— El Orinoco ilustrado y defendido. Historia natural, civil y geográfica de este gran río y de
sus caudalosas vertientes, 2 tomos, Madrid, Manuel Fernández, 1745.
— Hebdomadario útil sevillano(1758-1759).
HernÁndez, Francisco, Obras completas, México, Universidad nacional Autónoma, 7
vols., 1960-1984.
HUertA, Jerónimo de, Historia natural de Cayo Plinio segundo, traducida por el licenciado
Jerónimo de Huerta... y ampliada por el mismo, Madrid, luis sánchez impresor, 1624.
iriArte, tomás de, Fábulas literarias, edición de Angel l. Prieto de Paula, Madrid, cáte-
dra, 1998.
JiMénez, Pedro, Libro de conjuros contra tempestad de truenos, granizo, rayos y contra las
langostas, zaragoza, 1738.
JiMénez de lorite, Bonifacio, Si será útil o no para curar al hombre mordido de perro rabioso
matar al perro que hizo el daño, manuscrito 1762, Academia de Medicina de sevilla.
345-382 Fuentes y Bibliografia_Maquetación 1 02/07/15 11:26 Página 350
MorAleJA y nAvArro, José Patricio, Tratado breve útil y curioso de los más especiales pájaros
de cántico, Madrid, 1740.
MUrillo velArde, Pedro, Geographia histórica de Castilla la Vieja, Aragón, Cataluña,
Navarra, Portugal y otras provincias, tomo ii, Madrid, oficina de d. Gabriel ramírez,
1752.
— Geographia histórica de las Islas Philipinas, del Africa y de sus islas, tomo viii, Madrid,
oficina de d. Gabriel ramírez, 1752.
niereMBerG, Juan eusebio, Historia naturae maxime peregrinae, Amberes, 1635.
— «noticia sobre los negros. sacada de la historia de las indias orientales por Brian ed-
wards», Biblioteca Británica o colección extractada de las obras inglesas, tomo ii, Madrid,
en la imprenta de vega y compañía, 1807.
olAo MAGno, Historia de las gentes septentrionales (1555), Madrid, tecnos, 1989.
ordóñez de zevAllos, Pedro, Historia y viage del mundo del clérigo agradecido don Pedro
Ordóñez de Cevallos, natural de la insigne ciudad de Jaén, a las cinco partes de la Europa,
África, Asia, América y Magallanica con el itinerario de todo, Madrid, Juan García in-
fanzon, 1691.
orellAnA, Marcos Antonio de, Disertación persuadiendo que es menor mal sufrir ratones
que tener gatos, valencia, 1779.
PAcHeco, Francisco, Arte de la pintura.
PArrA, Antonio, Descripción de diferentes piezas de historia natural las más del ramo marí-
timo representadas en setenta y cinco láminas, la Habana, imprenta de la capitanía Ge-
neral, 1787.
PereirA, Juan de, «del tarantismo», Memorias académicas de la real sociedad de medicina
y demás ciencias de Sevilla, ii, 1772.
PiñerA y siles, Bartolomé, Descripción histórica de una nueva especie de corea o baile de
san Vito originada de la picadura de un insecto, Madrid, 1787.
Porcel, José Antonio, «epitafio a una perrita», cUeto, vol. 1.
PoPe, Alexander, «Against Barbarity to Animals», The Guardian, 61, londres, 21 de mayo
de 1713, pp. 261-267.
rAMírez de cArrión, Francisco, Maravillas de naturaleza en que se contienen dos mil se-
cretos de cosas naturales dispuestos por abecedario (Montilla, Juan Bautista de Morales,
1629.
— Real Cédula de su majestad y señores del consejo en que se declaran por menor las provi-
dencias de la veda anual de caza y pesca de marzo a julio inclusive, el Pardo, 3 de marzo
de 1769.
— Real Cédula sobre exterminio de lobos, zorros y otros animales dañosos. el Pardo, 27 de
enero de 1788.
— Real Cédula de sm y señores del consejo por la cual se manda que desde ahora cesen las ba-
tidas y monterías para el exterminio de lobos zorros y otros animales nocivos y que las jus-
ticias den premio doble del que se estableció en ella, Aranjuez, 3 de febrero de 1795.
345-382 Fuentes y Bibliografia_Maquetación 1 02/07/15 11:26 Página 352
Bibliografía reciente
ABAscAl, Juan Manuel, y ceBriÁn, rosario, Los viajes de José Cornide por España y Portugal
de 1754 a 1801, Madrid, real Academia de la Historia, 2009.
Aceves PAstrAnA, Patricia. Periodismo científico en el siglo xVIII: José Antonio de Alzate y
Ramírez. México, Universidad Autónoma Metropolitana, 2001.
AcHiM, Miruna, José Antonio Alzate. Introducción a sus escritos, México, 2012.
AFAnAdor llAcH, María José, «la obra de Jorge tadeo lozano: apuntes sobre la ciencia
ilustrada y los inicios del proceso de independencia», Historia Crítica, 34, Bogotá,
2007, pp. 8-31.
AlBA sAnz, ramón, «viajes y circunstancias de Pedro cubero sebastián», Isimu: Revista
sobre Oriente Próximo y Egipto en la antiguedad, 9, 2006.
AlBerti, samuel J. M. M. (ed.), The Afterlives of Animals: a Museum Menagerie, University
of virginia Press, 2011.
AlFAGeMe ortells, carmen, Félix de Azara, ingeniero y naturalista del siglo xVIII, instituto
de estudios Altoaragoneses, 1987.
AlvAr ezqUerrA, Manuel, «los ornitónimos de la Historia natural y moral de las aves de
Francisco Marcuello (1617)», en vicente laguéns Gracia (ed.), Baxar para subir. Co-
lectánea de estudios en memoria de Tomás Buesa Oliver, institución «Fernando el ca-
tólico», zaragoza, 2009, págs. 297-324.
ÁlvArez lóPez, enrique, «la filosofía natural del padre Acosta», Revista de Indias, 4,
1943.
— «la historia natural en Fernández de oviedo», Revista de Indias, 17, 1957.
— «Plinio y Fernández de oviedo», Anales de Ciencias Naturales i, Madrid, 1940 y ii,
1941.
ÁlvArez PelÁez, raquel, La conquista de la naturaleza americana, Madrid, csic, 1993.
— «la descripción de las aves en la obra del madrileño Gonzalo Fernández de oviedo»,
Asclepio, 48, 1, 1996
— «la historia natural de los animales», Historia de la ciencia y la técnica en la Corona de
Castilla, vol. 3, ed. José María lópez Piñero, salamanca, 2003.
— La historia natural en los siglos xVI y xVII, Madrid, Akal, 1991.
— «la historia natural en los tiempos del emperador carlos v: la importancia de la con-
quista del nuevo Mundo», Revista de Indias, 60, 218, 2000.
— «la obra de Hernández y su repercusión en las ciencias naturales», Asclepio, xlvii, 2,
1995.
ÁlvArez sAntAlo, león carlos, «la oferta de pautas de conducta y la cimentación de
valores en el libro devocional del Barroco: un ensayo metodológico», Archivo Hispa-
lense, 220, 1989.
Alves, Abel, The Animals of Spain: An Introduction to Imperial Perception and Human
Interaction with Other Animals 1492-1826, Brill, 2011.
345-382 Fuentes y Bibliografia_Maquetación 1 02/07/15 11:26 Página 355
AnAyA revUeltA, inmaculada, «la ictionimia en la obra de don ignacio de Asso», Archivo
de filología aragonesa, 54-55, 1998.
Animal studies Group, Killing animals, University of illinois Press, 2006.
ArenAs crUz, M. e., Pedro Estala, vida y obra: una aproximación a la teoría literaria del
siglo xVIII español, Madrid, 2003.
ArMstronG, Philippe, what Animals Mean in the Fiction of Modernity. londres y nueva
york, routledge, 2008.
AsHwortH, william B. Jr., «natural History and the emblematic world», en Hellyer,
M., The scientific revolution: the essential readings, Blackwell, 2003.
AsUA, Miguel de, y FrencH, roger, A new world of animals. Early Modern Europeans on
the Creatures of Iberian America, Aldershot, Ashgate, 2005.
BAKer, steve, Picturing the beast: animals, identity and representation, Manchester UP, 1993.
BArAtAy, eric, «la promotion de l’animal sensible. Une révolution dans la révolution»,
Revue Historique, 1, 2012.
BArAtAy, eric, y HArdoUin-FUGier, elizabeth, Zoo: a history of zoological gardens in the
west, nueva york, 2004.
BArAtAy, eric, y MAyAUd, Jean-luc, « Avertissement », Cahiers d’histoire, 42-3/4, 1997
BArBero ricHArt, Manuel, Iconografía animal. La representación animal en libros europeos
de Historia Natural de los siglos xVI y xVII, vol. 1, cuenca, UclM, 1999.
BAronA, Josep lluis, y GóMez Font, xavier, La correspondencia de Carolus Clusius con
los científicos españoles, valencia, Universidad, 1998.
BArrerA-osorio, Antonio, Experiencing Nature: the Spanish American Empire and the
Early Scientific Revolution, University of texas Press, 2006.
— «experts, nature, and the Making of Atlantic empiricism», Osiris, 25, 1, 2010.
— «Knowledge and empiricism in the sixteenth century spanish Atlantic world», en
BleicHMAr, daniela, et al., Science in Spanish and Portuguese Empires, stanford Uni-
versity Press, 2009.
Bedini, silvio, Pope´s Elephant. An Elephant´s Journey from Deep in India to the Heart of
Rome, 1997.
BelozersKAyA, Marina, La jirafa de los Medici. Y otros relatos sobre los animales exóticos y
el poder, Barcelona, Gedisa, 2008.
BennAssAr, Bartolomé, Inquisición española: poder político y control social, Barcelona, crí-
tica, 1981.
BerGMAn, charles, «Hunting rites and Animals rights in the renaissance», en BoeHrer,
Bruce, A cultural History of Animals in the Renaissance, oxford, Berg Publishers, 2007.
BernAt vistArini, Antonio; cUll, John t., y AGUAyo coBo, Antonio, Los días del Al-
ción: emblemas, literatura y arte en el Siglo de Oro, J. J. de olañeta editor, 2002.
BerqUist, emily Kay, The Science of Empire: Bishop Martinez Companon and the Enligh-
tenment in Peru, Austin, the University of texas, 2007.
345-382 Fuentes y Bibliografia_Maquetación 1 02/07/15 11:26 Página 356
BeUsterien, John, Canines in Cervantes and Velazquez: An Animal Studies Reading of Early
Modern Spain, Ashgate, 2013.
BlAisdell, John d., «the rise of Man’ s Best Friend: the popularity of dogs as compa-
nions Animals in late eighteenth century london» Anthrozöos: A Multidisciplinary
Journal of The Interactions of People & Animals, xii, 2, 1999.
BleicHMAr, daniela, «Atlantic competitions: Botany in the eighteenth-century spanish
empire», en delBoUrGo, James, y dew, nicholas (eds.), Science and empire in the
Atlantic World, nueva york, routledge, 2007.
— «el imperio visible: la mirada experta y la imagen en las expediciones científicas de la
ilustración», Cuadernos Dieciochistas, 9, 2008.
— Visible Empire: Botanical Expeditions and Visual Culture in the Hispanic Enlightenment,
chicago UP, 2012.
BlocH, Jeannne, «le héros animal dans les contes de fées de Mme. d´Aulnoy», Dixhui-
tieme siecle, 2010.
Bodson, liliane, «les paradoxes du témoignage d´isidore de seville sur les chiens», de-
lort, robert; Mornet, elizabeth; Morenzoni, Franco y MillioUd, danielle, Mi-
lieux naturels, espaces sociaux: études ofertes à Robert Delort, París, Publications de la
sorbonne, 1997.
BoeHrer, Bruce, Animal characters: nonhuman beings in early modern literature, University
of Pennsylvania Press, 2011.
— «the Animal renaissance», en A cultural History of Animals in the Renaissance, oxford,
Berg Publishers, 2007.
Bono, Amy, «interpretative ingredients: formulating art and natural history in early Mo-
dern Brazil», Journal of Art Historiography, 11, 2014.
BrAUnscHneider, theresa, «the lady and the lapdog: Mixed ethnicity in constanti-
nople, Fashionable Pets in Britain», PAlMeri, Frank (ed.), Humans and other animals
in eighteenth century Britain, Ashgate Publishing, 2006.
Brienen, rebecca Parker, «From Brazil to europe. the zoological drawings of Albert ec-
khout y Georg Marcgraf», Karl A. e. enenkel y Paul J. smith, Early Modern Zoology,
Brill, 2007.
BrocKMAnn, sophie, «retórica patriótica y redes de información científica en centroa-
mérica c. 1790-1810», Cuadernos de Historia Moderna, xi, 2012.
BrocKwAy, lucile H., Science and Colonial Expansion. The Role of British Royal Botanical
Gardens, yale University Press, 2002.
Brown, laura, Fables of Modernity. Literature and culture in the English eighteenth century,
cornell UP, 2003.
— Homeless dogs and melancholy apes: humans and other animals in the modern literary
imagination, cornell UP, 2010.
BUeno JiMénez, Alfredo, «los perros en la conquista de América», Chronica Nova, 37,
2011.
345-382 Fuentes y Bibliografia_Maquetación 1 02/07/15 11:26 Página 357
BUrGAletA, claudio M., José de Acosta. His life and thought, University of chicago Press, 1999.
BUqUet, thierry, «les animaux exotiques dans les ménageries médievales», en toUssAint,
Jacques, Fabuleuses histoires des bêtes et des hommes, namur, 2013.
BUtiñA JiMénez, Julia, «sobre el escandaloso llibre de les bèstes de ramón llull y su
audiencia», Espacio, tiempo y forma, serie III. Historia Medieval, 17, 2004, pp. 79-94.
cABello cerro, Paz, «el coleccionismo científico de las indias en el siglo xviii», MAr-
tínez rUiz, enrique, y PAzzis Pi de corrAles, Magdalena (ed.), Ilustración, ciencia
y técnica en el siglo xVIII español, Universidad de valencia, 2011.
— «spanish collections of Americana in the late eighteenth century», en BleicHMAr,
daniela, y MAncAll, Peter c. (eds.), Collecting Across Cultures: Material Exchanges in
the Early Modern Atlantic World, Pennsylvania U.P., 2011.
cAlAtAyUd Alonso, M. A., «el real Gabinete de Historia natural de Madrid», en se-
lles, M., (comp.), Carlos III y la ciencia de la Ilustración, Madrid, Alianza, 1988.
cAñizAres esGUerrA, Jorge, Católicos y puritanos en la colonización de Norteamérica, Ma-
drid, Marcial Pons, 2008.
— «the colonial iberian roots of the scientific revolution», Nature, Empire and Nation:
Explorations of the History of Science in Iberian World, stanford UP, 2007.
— Cómo escribir la historia del Nuevo Mundo, México, Fce, 2007.
— «How derivative was Humboldt? Microcosmic narratives in early Modern spanish
Americana and the other origins of Humboldt´s ecological sensibilities», Nature,
Empire and Nation. Explorations of the History of Science in the Iberian World, stanford
University Press, 2007.
— «iberian science in the renaissance: ignored How much longer», Perspectives on
science, 12, 1, 2004.
— «introduction», en BleicHMAr, daniela, et al. (ed.), Science in Spanish and Portuguese
Empires, stanford University Press, 2009.
cAro lóPez, J., «la caza en el siglo xviii: sociedad de clase, mentalidad reglamentista»,
Hispania, 224, 2006.
cArrete PArrondo, Juan, Difusión de la ciencia en la España Ilustrada. Estampas de la
Real Calcografía, Madrid, csic, 1989.
cArrillo, Jesús, «taming the visible: word and image in oviedo´s Historia General y
natural de las indias», Viator, 31, 2000.
cHArles, loïc, y cHeney, Paul, «the colonial Machine dismantled: Knowledge and
empire in the French Atlantic», Past and Present, 219, 2013.
cHecA creMAdes, Fernando, Las maravillas de Felipe II , Madrid, 1997.
cHincHillA, Perla et al., Escrituras de la modernidad: los jesuitas entre cultura retórica y
cultura científica, México, Universidad iberoamericana, 2008.
clArK, Fiona. «read All About it. science, translation, Adaptation and confrontation in
the Gazeta de literatura de México 1788-1795». BleicHMAr, daniela, y de vos, Paula
(eds.). Science in Spanish and Portuguese Empires. stanford UP, 2009.
345-382 Fuentes y Bibliografia_Maquetación 1 02/07/15 11:26 Página 358
clArK, stuart, Thinking with demons. The idea of Witchcraft in Early Modern Europe, ox-
ford UP, 1999.
coello de lA rosA, Alexandre, Historia y ficción: La escritura de la la escritura de la His-
toria General y Natural de las Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés (1478-
1557), Universidad de valencia, 2012.
coHen, simona, «Animal imaginery in renaissance Art», Renaissance Quaterly, 67, 1,
2014, pp. 164-180.
— Animals as Disguised Symbols in Renaissance Art, leyden, Brill, 2008.
constAntino ortiz, María eugenia «discordias en el Paraíso. Prácticas y disputas sobre
las colecciones de animales novohispanos (1790-1795)», en PodGorny, irina, y
AcHiM, Miruna, Museos al detalle. Colecciones, antigüedades e historia natural 1790-
1870, rosario (Argentina), Prohistoria, 2014.
— «los gabinetes novohispanos: espacios de exposición, catalogación, discusión y vali-
dación de la historia natural», xI Congreso Mexicano de Historia de la Ciencia y de la
Tecnología, zacatecas, 2010.
cooPer, Alix, Inventing the Indigenous: Local Knowledge and Natural History in Early Mo-
dern Europe, cambridge UP, 2007.
corAM-MeKKey, sandra, «Mys-mus, qui es tu?», delort, robert; Mornet, elizabeth;
Morenzoni, Franco, y MillioUd, danielle, Milieux naturels, espaces sociaux: études
ofertes à Robert Delort, París, Publications de la sorbonne, 1997.
córdoBA, Joaquín María, «Pasajes de una vuelta al mundo. el oriente de Pedro cubero
sebastián en una perspectiva universal», Arbor, vol. 180, 711/712, 2005.
corvol, Andrée, Histoire de la chasse. L´homme et la bête, París, Perrin, 2010.
cowie, Helen, Conquering Nature in Spain and its Empire 1750-1850, Manchester Uni-
versity Press, 2011.
— «sloth bones and anteater tongues: collecting American nature in the Hispanic world
(1750-1808)», Atlantic Studies, 1, 2011.
cUMMinG, Brian, «Pliny’s literate elephant and the idea of animal language in renaissance
thought», FUdGe, erica (coord.), Renaissance Beasts: Of Animals, Humans, and Other
Wonderful Creatures. Urbana and chicago: University of illinois Press, 2004.
dArnton, robert, «la rebelión de los obreros: la gran matanza de gatos en la calle saint-
severin», La gran matanza de gatos y otros episodios de la historia cultural francesa. Mé-
xico, Fce, 1987.
dAston, lorraine, «Preternatural Philosophy» en dAston, lorraine (ed.), Biographies of
Scientific Objects, chicago University Press, 2000.
— «the empire of observation 1600-1800», en dAston, lorraine, y lUnBecK, elizabeth,
Histoires of scientific observation, University of chicago Press, 2011.
dAston, lorraine, y GAlison, Peter, Objectivity, nueva york, zone Books, 2007.
de vos, Paula, «research, development, and empire: state support of science in the
later spanish empire», Colonial Latin American Review, 15, 1, 2006.
345-382 Fuentes y Bibliografia_Maquetación 1 02/07/15 11:26 Página 359
delBoUrGo, James, y dew, nicholas (eds.), Science and empire in the Atlantic World,
nueva york, routledge, 2007.
delort, robert, Les animaux ont une histoire, París, 1984.
delort, robert; Mornet, elizabeth; Morenzoni, Franco; y MillioUd, danielle, Mi-
lieux naturels, espaces sociaux: études ofertes à Robert Delort, París, Publications de la
sorbonne, 1997.
díAz de lA GUArdiA y lóPez, luis, «datos para una biografía del jurista Pedro Murillo
velarde», Espacio, tiempo y forma. Historia Moderna, iv, 14, 2001.
díez de revenGA, Francisco Javier; y PAco, Mariano de, Historia de la literatura mur-
ciana, editora regional de Murcia, 1989.
dicKenson, victoria, «Meticulous depiction: Animals in Art, 1400-1600», BoeHrer,
Bruce, A cultural history of animals in the Renaissance, oxford, Berg Publishers, 2007.
donAld, diana, Picturing animals in Britain 1750-1850, yale UP, 2007.
donAlson, Malcom drew, The history of wolf in western civilization: from antiquity to
the Middle Ages. edwin Mellen Press, 2006 .
dos sAntos, christian F. M., «Pragas na colonia: insetos na América portuguesa do se-
culo xvi», Revista Latino-americana de Historia, vol. 2, 8, 2013.
eAMon, william, «vĕdecke vzdĕlani renesančniho vladaře: arcivevoda rudolf u španěls-
keho dvora» («the scientific education of a renaissance Prince: Archduke rudolf in
the spanish court») in Alchymie a Rudolf II (Alchemy in the Time of Rudolph II), exhi-
bition catalogue, Klementinum Gallery (Prague: Artefactum, 2011), 129-38.
edwArds, Peter, «nature Bridled, the treatment and training of Horses in early Modern
england», BrAntz, dorothee (ed.), Beastly Natures: animals, humans, and the study of
history, University of virginia Press, 2010.
eGMond, Florike, Carolus Clusius: towards a cultural history of a Renaissance naturalist,
Amsterdam, 2007.
— World of Carolus Clusius: Natural History in the Making 1550-1610, Ashgate, 2010.
enenKel, K. A., y sMitH, P. J., «introduction», Early Moderrn Zoology, Brill, 2007.
escoBAr, José, y PercivAl, Anthony, «viaje imaginario y sátira de costumbres en la es-
paña del siglo xviii: los viajes de enrique wanton al país de las monas», Aufstig und
Krise der Kernunf, viena-colonia-Graz, 1984, pp. 79-94.
escriBAno MArtín, Fernando, «el viaje del Mundo de Pedro ordóñez de ceva-
llos», Arbor, 711-712, 2005.
esPinosA, carlos, y sevillA, elisa, «Un diálogo científico tripartito: la Misión Geodésica,
los jesuitas y los criollos», esPinosA, carlos, y loMé, Georges, Ecuador y Francia: diá-
logos científicos y políticos, quito, 2013.
evAns, robert J. w., y MArr, Alexander, Curiosity and Wonder from the Renaissance to
the Enlightenment, Aldershot, Ashgate, 2006.
ewAlt, Margaret r., «Father Gumilla, crocodile Hunter? the Function of wonder in
el orinoco ilustrado», Millones FiGUeroA, luis, y ledezMA, domingo (eds.), El
345-382 Fuentes y Bibliografia_Maquetación 1 02/07/15 11:26 Página 360
— Brutal Reasoning: Animals, Rationality and Humanity in Early Modern England, ithaca,
cornell University Press, 2006.
— Perceiving Animals, Humans and Beasts in Early Modern English Culture, Urbana and
chicago: University of illinois Press, 2002.
FUdGe, erica, wiseMAn, susan, y GilBert, ruth, At the Borders of the Human: Beasts,
Bodies and Natural Philosophy in the Early Modern Period, Basingstoke, Macmillan,
1999, paperback reprint, 2002.
FUente Freyre, J. A. de, La biología en la Antiguedad y en la Edad Media, salamanca,
Universidad, 2002.
GAillArd, Aurelia, «Bestiaire réel, bestiaire enchanté: les animaux a versailles sous louis
xiv», en MAzoUel, charles, L´animal au xVIIe siécle, París, 2003.
GAl, ofer, y cHen-Morris, raz, Baroque science, University of chicago Press, 2013.
GAlerA, Andrés, y FríAs, Marcelo, «Félix de Azara y Georges lucien leclerc: dos formas
de iluminar la naturaleza americana», Asclepio, xlviii, 1, 1996.
GAlerA GóMez, André, Las corbetas del rey. El viaje alrededor del mundo de Alejandro Ma-
laspina (1789-1794), Bilbao, Fundación BBvA, 2010.
— La Ilustración Española y el conocimiento del Nuevo Mundo: Las ciencias naturales en la
expedición Malaspina (1789-1794): La labor científica de Antonio Pineda, Madrid,
csic, 1988.
GAlison, Peter, Images and logic: a material culture of microphysics, chicago UP, 1997.
GArcíA ArrAnz, José Julio, «las enciclopedias animalísticas de los siglos xvi y xvii y los
emblemas: un ejemplo de simbiosis», Del libro de emblemas a la ciudad simbólica, 2000.
— «Fauna americana en los emblemas europeos de los siglos xvi y xvii», Cuadernos de
arte e iconografía, 11, 1993.
— «la literatura animalística ilustrada en españa durante la edad Moderna: una pano-
rámica», Libros con arte, arte con libros, 2007.
— livres d´emblemes ou bestiaires modernes? les traités animaliers d´Andrés Ferrer de
valdecebro et de Francisco Marcuello, wolfgang Harms y dietmar Peil (eds.), Poly-
valenz und Multifunktionalität der Emblematik/Multivalence and Multifunctionality of
the Emblem, Peter lang, 2002.
— «olao Magno y la difusión de noticias de fauna exótica del norte de europa en el siglo
xvi», encuentro de civilizaciones (1500-1750). Informar, narrar, celebrar. Actas del ter-
cer coloquio internacional sobre relaciones de sucesos, Universidad de Alcalá, 2003.
— Ornitología emblemática, Universidad de extremadura, 1996.
— «el papagayo y la serpiente: historia natural de una empresa de diego saavedra Fa-
jardo», Norba. Arte, 26, 2006.
— «Paradisea avis: la imagen de la naturaleza exótica al servicio de la enseñanza didác-
tico-religiosa en la edad Moderna», Norba-Arte, 16, 1996, pp. 131-152.
— «texto clásico e imagen medieval: una aproximación a la incidencia de la literatura
antigua en el bestiario ilustrado», Norba. Arte, xvii, 1997.
345-382 Fuentes y Bibliografia_Maquetación 1 02/07/15 11:26 Página 362
— «la visión de la naturaleza en los emblemistas españoles del siglo xvii», Literatura em-
blemática hispánica: actas del I Simposio Internacional, 1996.
GArcíA cÁrcel, ricardo, Las culturas del Siglo de Oro, Madrid, Historia 16, 1989.
GArcíA GonzÁlez, Armando, Antonio Parra en la ciencia hispanoamericana del siglo xVIII,
la Habana, editorial Academia, 1989.
GAtes, caroline, «Metamorfosis y lincantropía en el Franco condado 1521-1643»,
FeHer, Michel (ed.), Fragmentos para una historia del cuerpo humano, parte primera,
Madrid, taurus, 1990, pp. 325-379.
GerBi, Antonello, La disputa del Nuevo Mundo. Historia de una polémica, 1750-1900,
México, Fondo de cultura económica, 2ª ed. corregida y aumentada, 1982.
— La naturaleza de las Indias nuevas, México, 1978.
GlAGolevA, olga e., «woman´s honor, or the story with a Pig: the Animal everyday
life in the eighteenth century russia», costlow, Jane, y nelson, Amy, Other Ani-
mals: Beyond the Human in Russian Culture and History, University of Pittsburgh Press,
2010.
Godwin, Joscelyn, Atnasius Kircher. A Renaissance Man and the Quest for Lost Knowledge,
londres, thames and Hudson, 1979, reed. 2009.
GóMez centUrión, carlos, Alhajas para soberanos. Los animales reales en el siglo xVIII: de
las leoneras a las mascotas de cámara, Junta de castilla y león, 2011.
— «chamber Animals at the spanish court during the eighteenth century», The Court
Historian. The International Journal of Court Studies, 16, 1, 2011.
— «curiosidades vivas. los animales de América en la Ménagerie real durante el siglo
xviii», Anuario de Estudios Americanos, 66, 2, 2009.
— «exóticos pero útiles: los camellos reales de Aranjuez durante el siglo xviii», Cuadernos
dieciochistas, 9, 2008.
— «exóticos y feroces. la ménagerie real del Buen retiro durante el siglo xviii», Goya.
Revista de Arte, 326, 2009.
— «de leoneras, ménageries y casas de fieras: algunos apuntes sobre el coleccionismo zo-
ológico en la europa moderna», MorGAdo GArcíA, Arturo, y rodríGUez Moreno,
José Joaquín (dirs.), Los animales en la historia y en la cultura, cádiz, Universidad,
2011.
— «treasures fit for a king. King charles iii of spain´s indian elephants», Journal of the
History of Collections, 2009.
— «virtuosos e impertinentes: los pájaros de cámara en la corte española del siglo xviii»,
Bulletin for Spanish and Portuguese Historical Studies, 35:1, 2010, pp. 87-122.
GóMez lóPez, susana, «experiencia, historia, memoria. Acerca de una transformación
en la revolución científica», Revista de Filosofía, 27, 1, 2002, pp. 75-111.
— «lúcifera y Fructífera: ciencia y utilidad en las colecciones naturalistas en la españa
de los Austrias», Más allá de la Leyenda Negra: España y la Revolución Científica, Uni-
versidad de valencia, 2007.
345-382 Fuentes y Bibliografia_Maquetación 1 02/07/15 11:26 Página 363
HArrison, Peter, «reading vital signs: animals and the experimental philosophy», FUdGe,
erica (coord.), Renaissance Beasts. Of Animals, Humans, and Other Wonderful Creatures,
Urbana and chicago, University of illinois Press, 2004
HeHenBerG, susanne, «dehumanised sinners and their instruments of sin. Men and ani-
mals in early Moderns Bestialty cases, Austria 1500-1800», Karl A. e. enenkel y Paul
J. smith, Early Modern Zoology, Brill, 2007, pp. 381-414.
HernÁndez Mercedes, M. P., «el bestiario alegórico en el dilucidario del verdadero es-
píritu de Jerónimo Gracián de la Madre de dios», Estado actual de los estudios sobre el
Siglo de Oro, vol. 1, salamanca, Universidad, 1993, pp. 473-479.
Hill cUrtH, louise, The care of brute beasts: a social and cultural study of veterinary me-
dicine in early modern England, Brill, 2009.
— «english Almanacs and Animal Health care in the seventeenth century», Society &
animals. Journal for human-animal studies, viii, 1, 2000
— «A remedy for his beast. Popular veterinary texts in early Modern england», enenKel,
Karl A. e., y sMitH, Paul J., Early Modern Zoology, Brill, 2007.
Hinds, e. J. w., «the nature and culture of species: eighteenth century and contem-
porary views», AFtAndiliAn, david, y wilson, david scofield (eds.), What are the
animals to us?, University of tennessee Press, 2007.
HoqUet, thyerri, Buffon illustré: les gravures de l’Histoire naturelle (1749-1767), Paris,
Muséum national d’Histoire naturelle, 2007.
HornBerGer, theodore, «Acosta´s Historia natural y moral de las indias. A Guide to
the source and the growth of the American scientific tradition», Studies in English,
Austin, University of texas, 1939.
ilyUsHecHKynA, yliana, «elephants and Bears through the eyes of scholars: a case study
of Pliny´s zoology in the 15th-16th centuries», enenKel, Karl A. e. (ed.), Transforma-
tions of the Classics via Early Modern Commentaries, leiden, Brill, 2014.
Jones, Malcolm H., «cats and cat-skinning in late Medieval Art and life», HArtMAnn,
sieglinde (ed.), Fauna and flora in the Middle Ages, Frankfurt am Main, Peter lang,
2007.
Jones, Matthew l., The Good Life in the Scientific Revolution. Descartes, Pascal, Leibniz
and the Cultivation of Virtue, University of chicago Press, 2008.
Joost-GAUGier, christine l., «lorenzo the Magnificent and the Giraffe as a symbol of
Power», Artibus et Historiae, 8, 1987.
JordAn de Urries y de lA colinA, Javier, «Un Goya exótico: la osa hormiguera de su
majestad», Goya. Revista de Arte, 336, 2011.
JordAn GscHwend, Anne Marie, «the Portuguese quests for Giraffes», Triumphal Pro-
cessions with Giraffes. Exotic animals at the service of power, lisboa, 2009.
— The story of Suleyman: Celebrity elephants and other exotica in Renaissance Portugal, zu-
rich, 2010.
345-382 Fuentes y Bibliografia_Maquetación 1 02/07/15 11:26 Página 365
JorinK, erik, «Between emblematics and the Argument From design: the representation
of insects in the dutch republic», Karl A. e. enenkel y Paul J. smith, Early Modern
Zoology, Brill, 2007.
— Reading the Book of Nature in the Dutch Golden Age 1575-1715, Brill, 2010.
JosA llorcA, Jaume, «la Historia natural en la españa del siglo xix: Botánica y zoolo-
gía», Ayer, 7, 1992.
— La influencia en España de las ideas científicas del naturalista Georges Louis Leclerc, conde
de Buffon, Barcelona, 1989.
Kete, Kathleen, «Animals and ideology: the Politics of Animal Protection in europe»,
rUtHFels, nigel (ed.), Representing Animals, University of indiana Press, 2002.
— The beast in the boudoir: petkeeping in nineteenth century Paris, Univesity of california
Press, 1994.
lAcoUr, Pierre, «de la divergence art/science. l´image naturaliste entre 1720 et 1820»,
lABoUlAis, i.; GUedron, M. (ed.); Écrire les sciences, Collection Etudes sur le xVIII e
siècle, editions de l´Univesité de Bruxelles, 2015.
lAFArGA, Joaquín, «territorios de lo exótico en las letras españolas del siglo xviii», Anales
de Literatura Española, x, 1994.
— «los confines de la representación. colonias y legos de la ciencia», lAFUente, Antonio,
et alii, Las dos orillas de la ciencia. La traza pública e imperial de la Ilustración española,
Madrid, Marcial Pons, 2013.
lAFUente, Antonio, «enlightenment in an imperial context: local science in the late-
eighteenth-century Hispanic world», Osiris, vol. 15, 2000.
lAFUente, Antonio y lóPez ocon, leoncio, «scientific traditions and enlightenment
expeditions in eighteenth-century spanish America», sAldAñA, Juan José (eds.),
Science in Latin America: a history, University of texas Press, 2009.
— «tradiciones científicas y expediciones ilustradas en la América Hispana del siglo xviii»,
lAFUente, Antonio, Las dos orillas de la ciencia. La traza pública e imperial de la Ilus-
tración española, Madrid, Marcial Pons, 2013.
lAFUente, Antonio y MAzUecos, Antonio, Los caballeros del punto fijo: Ciencia, Política
y Aventura en la Expedición Geodésica Hispanofrancesa al Virreinato del Perú en el Siglo
xVIII, Madrid, 1987.
lAFUente, Antonio y Moscoso, Javier, Georges-Louis Leclerc conde de Buffon (1707-
1788), Madrid, csic, 1999.
lAFUente, Antonio, sotA, José de la, y vilcHis, Jaime, «dinámica imperial de la ciencia:
los contextos metropolitano y colonial en la cultura española del siglo xviii», en lA-
FUente, Antonio, y vAlverde Pérez, nuria, «Botánica linneana y Biopolíticas im-
periales españolas», Las dos orillas de la ciencia. La traza pública e imperial de la
Ilustración española, Madrid, Marcial Pons, 2013.
lAFUente, Antonio, y vAlverde, nuria, Los mundos de la ciencia en la Ilustración española,
Madrid, Fundación española para la ciencia y la tecnología, 2003.
345-382 Fuentes y Bibliografia_Maquetación 1 02/07/15 11:26 Página 366
lAndry, donna, Noble bruted: how Eastern horses transformed English culture, the John
Hopkins University Press, 2008.
lArrAzÁBAl BAsÁñez, santiago, y GAllAsteGUi, césar (coords.), Esteban Terreros y Pando:
vizcaíno, polígrafo y jesuita: III centenario, 1707-2007, Universidad de deusto, 2008.
lArUe, renan, «le végetarisme dans l´oeuvre de voltaire», Dixhuitieme siécle, 2010.
lAwrence, natalie, «Assembling the dodo in early modern natural history», The British
Journal for the History of Science, february 2015.
lÁzAro, c., «collecting Animals in sixteenth century Medici Florence», en Preziosi,
d., y FArAGo, c. (eds.), Graping the World. The Idea of the Museum, Ashgate, 2004.
leBecq, stephane, «scénes de chasse aux mammifères marins (mers du nord, vie-xiie
siécles)», delort, robert; Mornet, elizabeth; Morenzoni, Franco, y MillioUd,
danielle, Milieux naturels, espaces sociaux: études ofertes à Robert Delort, París, Publi-
cations de la sorbonne, 1997.
ledezMA, domingo, y Millones FiGUeroA, luis, «introducción: los jesuitas y el cono-
cimiento de la naturaleza americana», Millones FiGUeroA, luis, y ledezMA, do-
mingo (eds.), El saber de los jesuitas, historias naturales y el Nuevo Mundo. Madrid,
vervuet-Frankfurt/iberoamericana, 2005.
leonHArd, Karin, «shell collecting on 17th century. conchology, curiosity cabinets and
still life painting», en Karl A. e. enenkel y Paul J. smith, Early Modern Zoology , Brill,
2007.
levacher, Maelle, «les lieux communes dans l' Histoire naturelle de Buffon», Dixhuitieme
siecle, 2010.
lewis, c. s., La imagen del mundo. Introducción a la literatura medieval y renacentista.
Barcelona, Península, 1997.
lindeMAnn, Mary, Medicina y sociedad en la europa Moderna. Madrid, Siglo xxI, 2001.
lóPez Pérez, Miguel y rey BUeno, Mar, «vincencio Juan de lastanosa, inquiridor de
maravillas: análisis de un gabinete de curiosidades como experimento historiográfico».
rey BUeno, Mar y lóPez Pérez, Miguel (coords.), El inquiridor de maravillas. Pro-
digios, curiosidades y secretos de la naturaleza en la España de Juan Vincencio de Lastanosa,
Huesca, instituto de estudios Altoaragoneses, 2011.
lóPez Piñero, José María et al., Antonio José Cavanilles (1745-1804). Segundo aniversario
de la muerte de un gran botánico. valencia: real sociedad económica de Amigos del
País, 2004.
— Ciencia y técnica en la sociedad española de los siglos xVI y xVII, Barcelona, 1979.
— «Juan Bautista Bru y su colección de láminas que representan los animales y monstruos
del real Gabinete de Historia natural», AlFonso MolA, Marina, y MArtínez sHAw,
carlos, Oriente en Palacio: tesoros asiáticos en las colecciones reales españolas, Madrid,
2003.
lóPez Piñero, José María, El megaterio de Bru y el presidente Jefferson, Universidad de
valencia, 1993.
345-382 Fuentes y Bibliografia_Maquetación 1 02/07/15 11:26 Página 367
MArtínez sUÁrez, venancio, «la historia natural y médica de Gaspar casal en el 250
aniversario de su muerte», Cuadernos de Estudios del siglo xVIII, 19, 2009.
MArtínez toMe, Atilano, El Arca de Noé. El mito. La Naturaleza y el siglo xVII, Madrid,
octo, 1989.
MArtUcci, c. (ed.), Un elefante a corte. Allevamenti, cacce ed esotismi alla Regiia di Caserta,
nápoles, 1992.
MAson, Peter, Before Disenchantment: Images of Exotic Animals and Plants in the Early
Modern World, londres, reaktion Books, 2009.
MAtA PArreño, consuelo, y soriA coMBAdierA, lucía, «que viene el lobo. de lo real
a lo imaginario: aproximación a la fauna ibérica de la edad del Hierro», GArcíA
HUertA, María rosario, y rUiz GóMez, Francisco (dirs.), Animales simbólicos en la
Historia. Desde la Protohistoria hasta el final de la Edad Media, Madrid, síntesis/Uni-
versidad de castilla la Mancha, 2012.
MAzo Pérez, Ana María, Los cuatro elefantes del rey Carlos III, Madrid, 2008.
— «el oso hormiguero de su Majestad», Asclepio, lviii, 1, 2006.
McleAn, Matthew, The cosmographia of Sebastian Munster. Decsribing the World in the
Reformation, Aldershot, Ashgate, 2007.
Millones FiGUeroA, luis, «la historia natural del padre Bernabé cobo. Algunas claves
para su lectura», Colonial Latin American Review, 12, 1, 2003.
— «la intelligentsia jesuita y la naturaleza del nuevo Mundo en el siglo xvii», Millones
FiGUeroA, luis, y ledezMA, domingo (eds.), El saber de los jesuitas, historias naturales
y el Nuevo Mundo. vervuet-Frankfurt/iberoamericana-Madrid, 2005.
MínGUez, víctor, Visiones de la monarquía hispánica, castellón, Universitat Jaume i,
2007.
MirAlles, xavier Andreu, «de cómo los toros se convirtieron en festa nacional: los inte-
lectuales y la cultura popular 1790-1850», Ayer, 72, 2008.
MonGe MArtínez, Fernando, «la Historia natural y moral en la obra de A. J. cavani-
lles», Revista de Indias, 195/196, 1992.
Montero, A. y diéGUez, c., «datos para la paleontología chilena. la paleontología en
la expedición Heuland a chile y Perú (1795-1800)», Asclepio, l, 1, 1998.
Montesinos oltrA, Antonia. La traducción científica en España en el siglo xVIII. Estudio
de la versión española (1785-1805) de la Histoire Naturelle de Buffon por J. Clavijo y
Fajardo. Universidad de valencia, 2011, tesis doctoral inédita.
MorAes dos sAntos, christian Fausto, et al., «Um eden hostil: a fauna aquática da
América portuguesa e a construçao de saberes sobre o mundo natural no século
xvi», Delaware Review of Latin American Studies, 14, 1, 2013.
MorAles Borrero, Manuel, «don Pedro ordóñez de ceballos. el viaje del Mun-
do», Elucidario, 1, 2006.
MorAles MUñiz, Arturo, «de quién es este ciervo?: algunas consideraciones en torno a
la fauna cinegética de la españa medieval», El medio natural en la España medieval:
345-382 Fuentes y Bibliografia_Maquetación 1 02/07/15 11:26 Página 369
actas del I Congreso sobre ecohistoria e historia medieval, coord. por Julián clemente
ramos, 2001.
MorAles MUñiz, dolores carmen, «los animales en el mundo medieval cristiano-occi-
dental: actitud y mentalidad», Espacio, tiempo y forma. Serie III. Historia medieval, 11,
1998.
— «las aves cinegéticas en la castilla medieval según las fuentes documentales y zooar-
queológicas: un estudio comparativo», La caza en la Edad Media, coord. por José Ma-
nuel Fradejas rueda, 2002.
— «la fauna exótica en la Península ibérica: apuntes para el estudio del coleccionismo
animal en el Medievo hispánico», Espacio, tiempo y forma. Serie III. Historia medieval,
13, 2000 .
— «leones y águilas. Política y sociedad medieval a través de los símbolos faunísticos»,
GArcíA HUertA, María rosario, y rUiz GóMez, Francisco (dirs.), Animales simbólicos
en la Historia. Desde la Protohistoria hasta el final de la Edad Media, Madrid, síntesis/
Universidad de castilla la Mancha, 2012.
— «el simbolismo animal en la cultura medieval», Espacio, tiempo y forma. Serie III. His-
toria medieval, 9, 1996.
— «zoohistoria: reflexiones acerca de una nueva disciplina auxiliar de la ciencia histórica»,
Espacio tiempo y forma. Serie III, Historia Medieval, 4, 1991.
MorAn, J. M., y cHecA, F., El coleccionismo en España. De la cámara de las maravillas a
la galería de pinturas. Madrid, 1985.
MorAnGe, claude, «variations sur un teme: le monde rural dans le suplemento de los
viages de enrique wanton (1778)», Iberica, 10, París, sorbonne, 1998.
MorGAdo GArcíA, Arturo, «Angeles y demonios en la españa del Barroco», Chronica
Nova, 27, 2000.
— «visiones del mundo animal en la españa moderna», Revista de Historia Moderna.
Anales de la Universidad de Alicante, 29, 2011.
M oriceAU , Jean-Marc, Histoire du méchant loup, 3000 attaques sur l’homme en
France xVe- xxe siècle, Paris, Fayard, 2007.
MorreAle, Margarita, «los emblemata de Alciato en el tesoro de la lengua castellana
de sebastián de covarrubias», Nueva Revista de Filología Hispánica, xl-1, 1992.
Morton, Mary (ed.), Oudry´s Painted Menagerie: Portraits of Exotic Animals in Eighteenth
Century Europe, John Paul Getyy Museum, 2007.
Moscoso, Javier, «Historia y Filosofía Preternatural en el mundo moderno», en JArAUtA,
Francisco (ed.), El gabinete de las maravillas, Fundación Marcelino Botín, 2004, pp.
93-114.
MUñoz-Alonso lóPez, Agustín, «la significación de los animales en la literatura y la
filosofía clásica», GArcíA HUertA, María rosario, y rUiz GóMez, Francisco (dirs.),
Animales simbólicos en la Historia. Desde la Protohistoria hasta el final de la Edad Media,
Madrid, síntesis/Universidad de castilla la Mancha, 2012.
345-382 Fuentes y Bibliografia_Maquetación 1 02/07/15 11:26 Página 370
MUñoz FernÁndez, Ángela, «Gusanos, serpientes y dragones. Fauna punitiva en las ge-
ografías del Más Allá», GArcíA HUertA, María rosario, y rUiz GóMez, Francisco
(dirs.), Animales simbólicos en la Historia. Desde la Protohistoria hasta el final de la Edad
Media, Madrid, síntesis/Universidad de castilla la Mancha, 2012.
nAviA Méndez-Bonito, silvia, «las historias naturales de Francisco Javier clavijero,
Juan ignacio de Molina y Juan de velasco», El saber de los jesuitas.
nieto olArte, Mauricio, Orden natural y orden social: ciencia y política en el Semanario
del Nuevo Reino de Granada (1808-1810), Madrid, csic, 2007.
noGAles rincón, david, Los animales y la simbología política. curso de extensión uni-
versitaria «Hombres y animales en la sociedad medieval. las diferentes perspectivas
de la zoohistoria», organizado por dolores carmen Morales Muñiz. Universidad na-
cional de educación a distancia. centro Asociado de Madrid. Madrid, 11/11/2014.
— «Animalización, sátira y propaganda real: la metáfora y la alegoría animal como ins-
trumento político en la castilla bajomedieval (siglos xiv-xv)», Signum, 11, 1, 2010.
— «el reino animal como gobierno utópico en la castilla bajomedieval (siglos xiii-xv)»,
AlvirA cABrer, J., y díAz iBÁñez, J. (eds.), Medievo utópico, Sueños, ideales y utopías
en el imaginario medieval, Madrid, sílex, 2011.
oGilvie, Brian w., Attending to insects: Francis willughby and John ray, Notes and Re-
cords of the Royal Society, 2012.
— «nature´s Bible: insects in seventeenth century european art and science», Tidsskrift
for kulturforskning 7, nº 3 (2008): 5-21.
— The science in describing. Natural History in Renaissance Europe, University of chicago
Press, 2008.
olMo PintAdo, Margarita del, «la historia natural en la Historia del nuevo Mundo del
P. cobo», Revista de Indias, 52, 1992.
ordAz, Jordi, «Pedro díaz de valdés (1740-1807) y el estudio de las ciencias naturales»,
Cuadernos de Estudios del siglo xVIII, 15, 2005.
oresKovic, luc, «le théme des lycanthropes et des vampires durante les lumiéres, Dix-
huitieme siecle, 2010.
oUtrAM, dorinda, La Europa de la Ilustración, Barcelona, Blume, 2008.
ozAetA Gálvez, María rosario, Las traducciones castellanas de la Fábula de La Fontaine
durante el siglo xVIII, Madrid, Uned, 1998, microficha.
PAden, Jeremy, «the iguana and the Barrl of Mud: Memory, natural History and Her-
menutics in oviedo´s sumario de la natural historia de las indias», Colonial Latin
American Review, 16, 2, 2007.
PAGe, sophie, «God creation and demonic illusions. the Medieval Universe of creatu-
res», resl, Brigitte (coord.), A Cultural History of Animals in the Medieval Age, oxford,
Berg Publishers, 2007.
PAlAcios FernÁndez, e., «las fábulas de Félix María de samaniego: fabulario, bestiario,
fisiognomía y lección moral», Revista de literatura, 119, 1998.
345-382 Fuentes y Bibliografia_Maquetación 1 02/07/15 11:26 Página 371
PAlMeri, Frank, «the autocritique of fables», PAlMeri, Frank (ed.), Humans and other
animals in eighteenth century Britain, Ashgate Publishing, 2006.
PArdo de sAntAyAnA, Manuel, et al., «naturaleza a través de la botánica y zoología en
la literatura renacentista española: la celestina», Asclepio, 63, 1, 2011.
PArdo toMÁs, José, «la expedición de Francisco Hernández a México», Felipe II, la cien-
cia y la técnica, Madrid, 1999.
— Un lugar para la ciencia: escenarios de práctica científica en la sociedad hispana del siglo
xVI, Fundación canaria orotava, 2006.
— Oviedo. Monardes. Hernández. El tesoro natural de América. Colonialismo y ciencia en
el siglo xVI, tres cantos, nivola, 2002.
— «two glipses of America from a distance: carolus clusius and nicolás Monardes», en
eGMond, Florike (ed.), Carolus Clusius. Towards a cultural history of a Renaissance na-
turalist, Amsterdam University Press, 2007.
PArisH, Jolyon c., The dodo and the solitaire: a natural history, indiana University Press, 2012.
PArsons, christopher M., y MUrPHy, Kathleen s., «ecosystems under sail: specimen
transport in the eighteenth century French and British Atlantics», Early American
Studies: an Interdisciplinary Journal, 10, 3, 2012.
PAscAl, Jean noel, La fable au Siècle des Lumieres 1715-1815: anthologie des succeseurs de
La Fontaine, saint etienne, 1991.
— «la ménagerie des fabulistes des lumiéres». Dixhuitieme secle, 2010.
PAstoUreAU, Michel, Les animaux célébres, París, Arléa, 2008.
— Una historia simbólica de la Edad Media occidental, Barcelona, Katz editores, 2006.
— El oso. Historia de un rey destronado, Barcelona, critica, 2009.
PeArson, susan J. y weisMAntel, Mary, «does the animal exist? toward a theory of
social life with Animals» en BrAntz, dorothee (ed.), Beastly Natures: Animals at the
Intersection of Cultural and Environmental History, University of virginia Press, 2010,
pp. 17-37.
PelAyo, Francisco, y FríAs, Marcelo, «Antonio José cavanilles y la Historia natural fran-
cesa», Asclepio, xlvii, 1, 1995.
PelAyo lóPez, Francisco, Del diluvio al megaterio. Los orígenes de la paleontología en Es-
paña, Madrid, csic, 1996.
Pérez de tUdelA, Almudena, y GscHwned, Anne Marie Jordan, «renaissance ména-
geries. exotic animals and pets at the Habsburg courts in iberia and central europe»,
Karl A., e. enenkel y Paul J. smith, Early Modern Zoology (2007), pp. 432-445.
Pérez MArtínez, Herón, y sKinFill noGAl, Bárbara, Esplendor y ocaso de la cultura sim-
bólica, el colegio de Michoacán, 2002.
Peris FeiJoo, Francisco Javier, «Apuntes sobre la lucha contra la plaga de la langosta en
los escritos de los siglos modernos», Tiempos Modernos. Revista Electrónica de Historia
Moderna, 17, 2008.
345-382 Fuentes y Bibliografia_Maquetación 1 02/07/15 11:26 Página 372
PizArro GóMez, Francisco Javier, y GArcíA ArrAnz, José Julio, «la visión de la natura-
leza en los emblemistas españoles del siglo xvii», en lóPez PozA, sagrario (ed.), Lite-
ratura emblemática hispánica: actas del I Simposio Internacional, Universidad de la
coruña, 1996.
PlUMB, christopher, Exotic animals in Eighteenth Century Britain, Universidad de Man-
chester, tesis doctoral, 2010.
— «in fact, one cannot see it without laughing: the spectacle of Kangaroo in london
1770-1830», Museum History Journal, 3, 2010.
PlUsKowsKi, A., Wolves and the Wilderness in the Middle Ages, Boydell Press, 2006.
PodGorny, irina, «de los sapos, culebras, tipógrafos e ingenieros. la historia natural y
la burocracia del saber en la América meridional (1790-1840)», JitriK, noé (dir.),
Historia crítica de la literatura argentina. Una patria literaria, Buenos Aires, emecé,
2014.
Potts, Annie, «Kiwis Against Possums: A critical Analysis of Anti-Possum rhetoric in
Aotearoa new zealand», Society & Animals, 2009.
Potts, Annie, y wHite, M., «new zealand vegetarians: At odds with their nation»,
Society & Animals 16-4, 2008, pp. 336-353.
Preece, ron, Awe for the tigre, love for the lamb: a chronicle of sensibility to animals, Uni-
versity of British columbia Press, 2003.
Prieto, Andrés i., Missionary scientists: Jesuit science in Spanish South America 1570-1810,
vanderbilt University Press, 2011.
Prieto BArBA, Ángeles, «el bestiario fantástico de Joan Perucho», MorGAdo GArcíA,
Arturo, y rodríGUez Moreno, José Joaquín (eds.), Los animales en la historia y en la
cultura, cádiz, Universidad, 2011.
PUiG-sAMPer, Miguel Ángel, «illustrators of the new world. the image in the spanish
cientific expeditions of the enlightenment», Culture & History Digital Journal, 2, 2012.
qUintAnillA rAso, María concepción, «lobos y corderos. Animales en el universo sim-
bólico de la heráldica nobiliaria», GArcíA HUertA, María rosario, y rUiz GóMez,
Francisco (dirs.), Animales simbólicos en la Historia. Desde la Protohistoria hasta el final
de la Edad Media, Madrid, síntesis/Universidad de castilla la Mancha, 2012.
recio esPeJo, Juan Manuel, «Guillermo Bowles. Un naturalista por la españa del siglo
xviii», Boletín de la Real Academia de Córdoba, 150, 2006.
rey BUeno, Mar, y lóPez Pérez, Miguel (coords.), el inquiridor de maravillas. Prodi-
gios, curiosidades y secretos de la naturaleza en la obra de Juan vincencio de lastanosa,
Huesca, instituto de estudios Altoaragoneses, 2012.
ridley, Glynis, Clara´s Grand Tour. Travels with a Rhinoceros in Eighteenth Century Europe.
nueva york, Atlantic Monthly Press, 2004.
ritore Ponce, Joaquín, «los animales en la religión griega antigua: las serpientes», Mor-
GAdo GArcíA, Arturo, y rodríGUez Moreno, José Joaquín (eds.), Los animales en
la historia y en la cultura, cádiz, Universidad, 2011.
345-382 Fuentes y Bibliografia_Maquetación 1 02/07/15 11:26 Página 374
roBBins, louise e., Elephant slaves and pampered parrots. Exotic animals in Eighteenth
Century Paris, the John Hopkins University Press, 2002.
rodillA león, María José, «Bestiarios del nuevo Mundo: maravillas de dios o engendros
del demonio», Destiempos, 14, México, 2008.
rodríGUez AdrAdos, Francisco, Historia de la fábula grecolatina, Madrid, 1979.
rodríGUez PArdo, José Manuel, El alma de los brutos en el entorno del padre Feijoo,
oviedo, Pentalfa ediciones, 2008.
— «Fray Antonio de Fuentelapeña y la racionalidad de los animales», Revista Española de
Filosofía Medieval, 17, 2010.
rodríGUez ortiz, isabel de los reyes, Comunicar a través del silencio: las posibilidades
de la lengua de signos española, sevilla, Universidad, 2005.
roiG condoMinA, vicente, «los emblemas animalísticos de Fray Andrés Ferrer de val-
decebro, Goya: revista de Arte, 187-188, 1985.
— Las empresas vivas de Andrés Ferrer de Valdecebro, valencia, imprenta llorens, 1989.
roJAs cocoMA, carlos, «el orinoco y la ciencia emocional en las imágenes del siglo
xviii», VII Encuentro Internacional del Barroco, Arica, chile, 2013.
rosAl, Almudena del (ed.), Madrid ciencia y corte, Madrid, csic, 1999.
rosenBerGer, Bernard, «lions, saints et sultans au Maroc», delort, robert; Mornet,
elizabeth; Morenzoni, Franco; y MillioUd, danielle, Milieux naturels, espaces so-
ciaux: études ofertes à Robert Delort, París, Publications de la sorbonne, 1997.
rUssell wood, A. J. r., The portuguese empire 1415-1808. A world on the move, the
John Hopkins University Press, 1998.
sAenz-lóPez, sandra, «el vuelo de oriente a occidente del pájaro rujj y las transfor-
maciones de su leyenda», Anales de Historia del Arte, 2010, pp. 327-344.
sAFier, neil, Measuring the New World: Enlightenment Science and South America, chicago
up, 2008.
sAHlins, Peter, «the royal Menageries of louis xiv and the civilizing Process revisited»,
French Historical Studies, 2011.
sAlAs, Alberto, Tres cronistas de Indias, 2ª edición, México, Fce, 1986.
sAlvAdori, Philippe, La chasse sous l’ Ansíen Regime, Paris, 1996.
— «Hunting and the Ancien régime», senior, Matthew, A cultural history of Animals in
Enlightenment, oxford, Berg Publishers, 2007.
sAlzGeBer, d., Alberto Durero: el rinoceronte, santa Marta de tormes, lóguez ediciones,
2005.
sÁncHez, Antonio, «ciencia Moderna, cultura visual y epistemología artesanal», Asclepio,
xli, 1, 2009, pp. 259-274.
sÁncHez esPinosA, Gabriel, «Un episodio en la recepción cultural dieciochesca de lo
exótico: la llegada del elefante a Madrid en 1773» Goya, 2003.
345-382 Fuentes y Bibliografia_Maquetación 1 02/07/15 11:26 Página 375
— «la obra del naturalista Guillermo Bowles y la política editorial del gobierno ilus-
trado», Dieciocho: Hispanic Enlightenment, xxv-2, 2002.
sAndMAn, Alison, «controlling Knowledge. navigation, cartography and secrecy in the
early Modern spanish Atlantic», delBoUrGo, James, y dew, nicholas (eds.), Science
and empire in the Atlantic World, nueva york, routledge, 2007.
sAnz lArrocA, cosme, «excomuniones y procesos judiciales contra seres irracionales en
la españa del siglo xvii», Espacio, tiempo y forma, 22, 2009.
— Las respuestas religiosas ante las plagas del campo en el xVII español, Berlín, editorial Aca-
démica española, 2012.
sArrión MorA, Adelina, Médicos e Inquisición en el siglo xVII, Universidad de castilla la
Mancha, 2006.
scHAFFer, simon, «la filosofía natural de defoe y los mundos del crédito», Trabajos de
cristal. Ensayos de historia de la ciencia (1650-1900), Madrid, Marcial Pons, 2011.
scHieBinGer, londa, «why Mammals are called Mammals: Gender Politics in the
eighteenth century natural History», The American Historical Review, 98-2, 1993.
scHieBinGer, londa, y swAM, claudia (eds.), colonial Botany. Science, Commerce and
Politics in the Early Modern World, University of Penssylvania Press, 2005.
scHiesAri, Juliana, Beasts and beauties: animals, gender and domestication in Renaissance
Italy, University of toronto Press, 2010.
— «Bitches and queens. Pets and Perversion at the court of France´s Henri iii», erica
Fudge (ed.), Renaissance Beasts. Of Animals, Humans and Other Wonderful Creatures,
University of illinois Press, 2004, pp. 37-49.
selles, Manuel, et al., Carlos III y la ciencia de la Ilustración, Madrid, 1988.
senior, Matthew, «the menagerie and the labyrinthe: animals at versailles 1662-1792»,
en FUdGe, erica (coord.), Renaissance Beasts. Of Animals, Humans and Other Wonderful
Creatures, University of illinois Press, 2004, pp. 37-49.
— «the souls of Men and Beasts, 1637-1764», senior, Matthew, A cultural history of
animals in Enlightenment, oxford, Berg Publishers, 2007.
sernA, Pierre, «droits d´humanité, droits d´animalité a la fin du xviiie siécle», Dixhuitiéme
siécle, 2010.
serrAno cUeto, Antonio, «la imagen simbólica del simius en el renacimiento latino a
través del adagio, la fábula y el emblema», Fortunatae. Revista canaria de filología, cul-
tura y humanidades clásicas, 10, 1998.
sevillA, elisa, «ciencias naturales e imperio», MAncero, Mónica, y Polo, rafael, Cien-
cia, política y poder. Debates contemporáneos desde Ecuador, quito, 2010.
sHAPin, steven, Never Pure, the John Hopkins University Press, 2010.
— «the Philosopher and the chicken», en sHAPin, steven, y lAwrence, christopher
(eds.), Science Incarnate. Historical Historical Embodiment of Natural Knowledge, Uni-
vesity of chicago Press, 1998.
345-382 Fuentes y Bibliografia_Maquetación 1 02/07/15 11:26 Página 376
tAUsiet carles, María, «la batalla del bien y del mal: Patrocinio de ángeles y combate
de demonios», Hispania sacra, 123 , 2009.
— «la Fiesta de la tarántula: júbilo y congoja en el Alto Aragón», Revista de Dialectología
y Tradiciones Populares, lxiv, 2, 2009, pp. 63-90.
— «serpientes sibilantes y otros animales demoníacos», MorGAdo GArcíA, Arturo, y
rodríGUez Moreno, José Joaquín (eds.), Los animales en la historia y en la cultura,
cádiz, Universidad, 2011.
terrón, M., El conocimiento animalístico de la caza mayor en los clásicos de la montería
hispana, trujillo, 1992.
tHoMAs, Keith, Man and the Natural World. Change attitudes in England 1500-1800,
londres, Penguin Books, 1983.
tHoMson, Ann, «les animaux plus que machines», Dixhuitiéme siécle, 2010.
torAles PAcHeco, María cristina, ‘los jesuitas novohispanos y la naturaleza en el siglo
xviii’, in Millones FiGUeroA, luis, y ledesMA, domingo, El saber de los jesuitas. His-
torias naturales y el Nuevo Mundo. Madrid, vervuet-Frankfurt/iberoamericana, 2005.
torrente sÁncHez, Juan Pablo, Osos y otras fieras en el pasado de Asturias 1700-1860,
oviedo, 1999.
tortorici, zeb, «in the name of the Father and the Mother of all the dogs. canine Bap-
tisms, weddings and Funerals in Bourbon México», Few, Martha, y tortorici, zeb
(eds.), centering Animals in latin American History, duke University Press, 2013.
trever, lisa, y PillsBUry, Joanne, «Martínez compañón and His illustrated Museum»,
BleicHMAr, daniela, y MAncAll, Peter c. (eds.), Collecting Across Cultures: Material
Exchanges in the Early Modern Atlantic World, Pennsylvania UP, 2011.
trinqUier, Jean, «vivre avec le loup dans les campagnes de l´occident romain», GUi-
zArd dUcHAMP, Fabrice (ed.), Le loup en Europe du Moyen Age a nos jours, valencien-
nes, 2009.
tristÁn GArcíA, F., «va el lobo. Aproximación histórica en la tierra de Baza en la alta
edad moderna», Chronica Nova, 27, 2000.
tUcHMAnn, Bárbara, La torre del orgullo 1890-1914: una semblanza del mundo antes de
la Primera Guerra Mundial. Barcelona, Península, 2008.
tUrner, daymond, «the Forgotten treasures from the indies: the illustrations and
drawings of Fernández de oviedo», Huntington Library Quaterly, 48, 1985.
vAlderAs, José María, «Francisco vélez de Arciniega en la polémica de la coloquíntida»,
Asclepio, lii, 1, 2000, pp. 7-35.
vAlverde Pérez, nuria, Actos de precisión. Instrumentos científicos, opinión pública y eco-
nomía moral en la Ilustración española, Madrid, csic, 2007.
— Un mundo en equilibrio. Jorge Juan (1713-1773), Madrid, Marcial Pons, 2012.
vAn dUzer, chet, Sea Monsters on Medieval and Renaissance Maps, the British library,
2013.
345-382 Fuentes y Bibliografia_Maquetación 1 02/07/15 11:26 Página 378
van oMMen, Kasper (ed.), The exotic world of Carolus Clusius, leiden University library,
2009.
vArey, simon; cHABrAn, rafael, y weiner, dora B. (eds.), Searching of the secrets of na-
ture. The life and works of Dr. Francisco Hernández (los Ángeles, 2001).
veGA GonzÁlez, Jesusa, Ciencia arte e ilusión en la España ilustrada, Madrid, csic, 2010.
veGA y orteGA, rodrigo Antonio, «la historia natural en las revistas de artesanos de
México, 1840-1855», Revista Complutense de Historia de América, 38, 2012.
— Instruir, entretener y moralizar. La divulgación de la Historia natural en las revistas fe-
meninas de México (1840-1855), Universidad nacional Autónoma de México, 2009,
tesis de licenciatura.
— «la riqueza del Gabinete de Historia natural del Museo de México. la década de
1830», Nuevo Mundo. Mundos Nuevos, septiembre de 2011.
vericAt, José, «Pictorical encounters. Painters and Paintings in Malaspina´s expedition
(1789-1794)», desPoix, Philippe, y FetscHer, Justus (Hrsg.), Cross-Cultural-Encoun-
ters-Interkulturelle Begenungen, Kassel University Press, 2004.
villenA, M., et al., El gabinete perdido. Pedro Franco Dávila y la Historia Natural del siglo
de las Luces, 2 vols., Madrid, csic, 2008.
vicKers, Brian, «introducción», en vicKers, Brian (comp.), Mentalidades ocultas y cien-
tíficas en el Renacimiento, Madrid, Alianza, 1990.
vieJo Montesinos, José luis, «el hombre como animal: el antropocentrismo en la zo-
ología», Asclepio, xlviii, 2, 1996.
vitAr MUKsdi, carlos, Guerra y misiones en la frontera del Tucumán 1700-1767, Madrid,
csic, 1997.
voisenet, Jacques, «el pensamiento simbólico según los clérigos de la edad Media», GAr-
cíA HUertA, María rosario, y rUiz GóMez, Francisco (dirs.), Animales simbólicos en
la Historia. Desde la Protohistoria hasta el final de la Edad Media, Madrid, síntesis/Uni-
versidad de castilla la Mancha, 2012.
vos, Paula de, «the rare, the singular and the extraordinary. natural History and the
collection of curiosities in the spanish empire», daniela Bleichmar y otros, Science
in Spanish and Portuguese Empires, stanford UP, 2009.
willinGHAM, Hielen, «locating Utopia: Promise and Patria in Juan de velasco´s Historia
del reino de quito», El saber de los jesuitas. Historias naturales y el Nuevo Mundo. Ma-
drid, vervuet-Frankfurt/iberoamericana, 2005.
wiseMAn, s. J., «english werefolf texts...», en FUdGe, erica (ed.), Beasts of the Renais-
sance, University of illinois Press, 2004
wittHAUs, Jan Henrik. América como espacio exploratorio en los Anales de Historia
natural. Cuadernos de Ilustración y Romanticismo, 16, 2010.
wittKower, rudolf, «Maravillas de oriente: estudio sobre la historia de los monstruos»,
Sobre la arquitectura en la edad del Humanismo. Ensayos y escritos. Barcelona, editorial
Gustavo Gili, 1979.
345-382 Fuentes y Bibliografia_Maquetación 1 02/07/15 11:26 Página 379