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AUTORES
Rodrigo Rebolledo
Valentina Stark
PROFESOR
Rodrigo Sanchez
Las artes tienen un sinnúmero de definiciones, las cuales dependen bastante, por no
decir casi por completo, del periodo histórico desde el cual se las esté pensando. Para
los griegos, por ejemplo, el arte provenía de la palabra técnica, los cual hace que en la
cultura grecoromana el arte sea asociada a la destreza, mientras que para Hegel el arte
corresponde al medio por el cual hace explícito aquello que es, siendo necesario que
estimule nuestros sentidos, sentimientos y emociones (Fortín, s/f) o para Tolstoi el arte
es evocar un sentimiento experimentado y transmitirlo, ya sea mediante líneas, colores,
sonidos o palabras (Fortín, s/f). Acorde con ello se desarrollan las teorizaciones en
torno al arte moderno desde los autores caracterizados por pertenecer a la Escuela de
Frankfurt dan cuenta de definición crítica del concepto de arte (Peña, 2010).
Horkheimer, Benjamin y Theodor Adorno se aproximan a este concepto definiéndolo
como una producción elitista, instrumental a los intereses de la burguesía. El culto a la
obra artística ha llevado a una escisión de la producción artística del contexto del cual
proviene, convirtiendo toda expresión cultural en un mero adorno, sin un contenido
propio. Esto ha traído como consecuencia su mercantilización, encerrando mecanismos
políticos-económicos que legitiman ciertas constantes en la producción cultural. En este
sentido, la experiencia con la obra es indiferenciable de su origen, por lo tanto su
acción en tanto política resulta natural.
Este aspecto político de las artes, dan cuenta de una naturaleza simbólica y una
dimensión estética. A partir de ella es posible cumplir una función crítica e incluso
subversiva en cualquier sociedad (Errázuriz, 2006). Así mismo, más allá de la
articulación de un mensaje ideológico, explícito o no, el potencial político del arte según
Herbert Marcuse, radica en el arte mismo, en tanto es capaz de subvertir la percepción
y el entendimiento (Marcuse, 1979). En este mismo sentido, Errázuriz (2006) cuando se
refiere a la forma en la cual los regímenes autoritarios se relacionan con el arte a modo
general, señala dos puntos del arte que nos parecen fundamentales rescatar para el
desarrollo de éste trabajo:
“b. Por consiguiente, entre las múltiples funciones que puede cumplir el arte, la
función crítica y subversiva tiende a ser bien conocida y temida por los
regímenes autoritarios. Esta finalidad se evidencia nítidamente en sistemas
dictatoriales como los ya mencionados, donde la intolerancia, censura,
destrucción de obras, persecución y eliminación de artistas suelen ser prácticas
habituales.
De esta forma podemos ver claramente que las artes desempeñan un papel
fundamental en la conformación de un mensaje político, en especial cuando el arte, en
este caso la música, asume un rol asumidamente comprometido con una ideología
política. Así, podemos observar el rol político, transformadora y propagandístico en el
periodo de la UP, el control de las expresiones artísticas, en este caso de la música
popular, y la instalación de cierto discurso en la artes, a modo de “artes permitidas y
fomentadas” en el panorama musical de la dictadura, y el legado de la dictadura y la
implantación del neoliberalismo en el periodo post-dictadura, donde la principal política
cultural se liga al financiamiento privado.
La década de los 60 tiene por característica principal la polarización del orden mundial,
con ello se inicia un proceso de transformación, de crítica y cambio entorno a los
planteamientos que dan base a los sistemas sociales y políticos. En plena guerra fría
Latinoamérica para ese entonces, define su rol en el orden mundial. Anteriormente
excluida de los discursos del poder, inmiscuida en una mecánica económica que la
torna altamente dependiente y silenciada, da forma a su propio rumbo, y se debate
entre la adquisición del modelo capitalista impuesto desde su subordinación a E.E.U.U.
y las enseñanzas de la reciente Revolución Cubana.
El nuevo folklore fundado en ese entonces fue el punto de partida para que otros
cantautores, que siguiendo los pasos de Violeta y del proyecto social que se fue
entretejiendo, dieron vida a composiciones musicales altamente comprometidas con el
proyecto socialista que se venía gestando. Con el Festival del año 1969, realizado en la
Universidad Católica denominado “La Nueva Canción Chilena” se bautizó a esta nueva
tendencia artístico musical, que se venía desarrollando hace unos años,
característicamente militante de izquierda. Entre los artistas que lo componían estaba
Víctor Jara, Quilapayún, Patricio Manss, Payo Grondona, Angel Parra, Margot Loyola,
Rolando Alarcón, entre otros. Este grupo creativo se constituyó como el eje central de
las políticas propagandísticas de la Unidad Popular, y resultó el soporte cultural de la
Campaña del año 70, la cual llevó a la presidencia a Salvador Allende Gossens.
En cuanto a las políticas culturales llevadas a cabo por la dictadura militar, se puede
notar de forma bastante explícita en la “Política Cultural del Gobierno de Chile” (Junta
Militar, 1974). El principal objetivo fue reparar la situación de “decadencia” en la cual se
encontraba el país, lo cual según este documento esto se expresó en la pérdida de
identidad y sentido de nación, la falta de una concepción geopolítica del estado, la
imitación de lo extranjeros socialistas, en especial lo relacionado con la izquierda, el
descuido de nuestra historia y sus héroes, lo cual se ve expresado en forma sintética
en la desaparición casi por completo del “ser nacional”. Esto último resulta
particularmente paradójico, pues según hemos expuesto en el apartado anterior, la
música desarrollada en mayor medida en los 60 y comienzos del 70 respondía a las
raíces de Chile, en especial del folklore, por lo tanto la idea esencialista de un “ser
nacional” chileno corresponde a una distinción retórico-política de un “ser” que debe ser
diferenciado de lo popular, lo cual, como veremos más adelante, llevará a una serie de
censuras y prohibición que hacen esta distinción mucho más evidente.
De esta forma podemos apreciar que por una parte, la política cultural de la dictadura
busca la proyección de una <<imagen particular>> que se relaciona por una parte
como una transformación de la mala imagen que poseía el régimen respecto a las
violaciones de los derechos humanos (ya en el año 1974) y por otro lado la pretensión
de instalar la idea de que un régimen autoritario no es necesariamente inculto y bruto.
Además, parte fundamental tenía que ver con la cimentación de un quiebre con la
cultura popular, marxista y de izquierda del periodo de la UP, señalando expresamente
que resulta necesario fortificar la cultura, como una forma principal de “generar
anticuerpos”.
Luego del fin de la dictadura al principio de la década de los 90, el panorama de las
artes y la música presenta un nuevo giro, correspondiente al nuevo periodo histórico
social que busca dejar atrás el legado de una dictadura brutal. Sin embargo, este
cambio presenta matices que están en estrecha relación con la dictadura, en especial
con el modelo económico, el neoliberalismo, que había sido instaurado. De esta forma,
podemos observar que las políticas de gobierno en torno a la música que rigen en la
actualidad pueden rastrearse hasta la década de los 90, donde de la mano del
Presidente de ese entonces Patricio Alwyn, comienzan a revisarse y formularse
políticas respecto a la cultura y las artes (Garretón, 2008). En estas primeras políticas
‘democráticas’ se busca dejar atrás la política cultural de la dictadura que se basa en la
censura, promulgándose de esta forma una serie de leyes atingentes a la cultura desde
los 90 hasta la fecha. En particular resulta interesante la Ley de Donaciones Culturales,
también conocida como Ley Valdés (ley 18.985), cuya última modificación en el año
2013 durante el gobierno de Sebastián Piñera la flexibiliza, pues ofrece una imagen
bastante clara del camino neoliberalizado que han tomado las políticas de gobierno en
torno a las artes y la música.
Por un lado, nos encontramos con el plano macrosocial, la norma. Este tipo de
financiamiento de la cultural, claramente neoliberal, genera un movimiento en cuanto a
los proyectos que son financiados, en tanto son las empresas, entes privados, quienes
eligen hacia dónde se dirige el financiamiento (en tanto los proyectos culturales
cumplan con unos requisitos mínimos), velando y favoreciendo sensibilidades que les
son afines, afines a la racionalidad neoliberal, o en su defecto, inofensivas. Se
vislumbra un aparente vaciado de ideologías, lo artístico se desmorona en un
pluralismo posmoderno sin proyecto ético (Cori, 1997). Nos encontramos así frente a
un laissez-faire cultural sustentado por los grandes conglomerados económicos
avalados por el despliegue político de un Estado neoliberal. El desenvolvimiento de los
proyectos culturales financiados por privados corresponde a una lenta y progresiva
(re)conquista de los ricos, de los privados sobre la cultura y el arte de forma explícita.
Ya no bastan los medios de comunicación, sino que aquello que corresponde a lo
profundo del ser humano, a la imaginación de mundos posibles o al reflejo de la
sociedad (como un espejo por medio del arte) también es limitado, en tanto crea
subjetividades particulares que se vuelven dóciles, crea formas de entender el arte y
cuál es el arte que debiese ser creada y fomentada.
Conclusión
En la historia reciente de nuestro país podemos dar cuenta del impactante cambio que
revolucionó negativamente el campo de las artes en el periodo de la dictadura,
anulando toda su complejidad, a través de la represión sostenida y la exclusión de las
ideas opositoras. El poder del discurso crítico, de la mirada alternativa que se da a
conocer en las melodías, las letras y las composiciones de los artistas es evidenciado a
través de el miedo que las instituciones tienen a que este sea difundido y se perpetúe.
Si bien, el legado de la Nueva Canción Chilena nunca fue exterminado tal como se
planeó, era menester de la represión anular todo tipo de desviación a su idea
programática refundacional, esto incluye la cultura y su proyecto del “ser nacional” que
se había perdido. Si bien ya no existen bandos que prohiban quenas, ni zampoñas,
hasta el dia de hoy los curriculums educativos no dan importancia a la educación
artística. Además de ello, los fondos del estado otorgan el financiamiento a obras
mayormente de entretenimiento, dejando la crítica social a un lado y la politización del
medio por debajo. En la actualidad la problematización de la sociedad en las
expresiones musicales está latente, en la mayoría de los casos no es financiada por los
Fondos Estatales, por lo cual esta se resguarda en el transporte público: el rapero vive
de sus viajes en los buses atestados del transantiago (porque el metro también lo
prohibieron) y el trovador aprovecha los paros y las tomas estudiantiles para que en
esta instancia más o menos comunitaria, pueda regalar el mensaje que construye
sentido hacia una nueva forma de concebir el mundo.
Lejos del pop anglosajón que llena la radio de día y de noche, en el presente trabajo
pretendemos dar cuenta de la situación en la que se encuentra en la actualidad la
música chilena, y así mismo los cambios que se han desarrollado y han dado forma a
lo que existe hoy en dia . Si bien existen muchos más elementos que analizar, a través
de este recorrido, dimos cuenta del poder que los artistas tienen para construir un
sentido de nación, una identidad, un relato de lo que somos. El proceso transformador
que gesta la obra artística, origina un cambio, que da cuenta de un nuevo sentido de
mundo, y una nueva forma de concebir lo social: “Yo pregunto a los presentes/ Si no se
han puesto a pensar/ Que esta tierra es de nosotros/ Y no del que tenga más / Yo
pregunto si en la tierra /Nunca habrá pensado usted/ Que si las manos son nuestras/
Es nuestro lo que nos den“ (Victor Jara, 1969).
Cori, R. (1997). Cultura musical y neoliberalismo. Revista musical chilena, 51(187), 65-
67.
Fortín, C. (s/f) Diccionario Filosófico Tomo II. Ediciones Interprovincial Libros. Santiago:
Chile.
Garretón, M. A., & Antonio, M. (2008). Las políticas culturales en los gobiernos
democráticos en Chile. Politicas Culturais Na Ibero-América. Salvador de
Bahía: Editora da Universidade Federal da Bahia, 75-117.