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Cúpula de Libros
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Cúpula de Libros
Queridos Colegas:

No es frecuente que escriba una carta pidiendo al lector que haga esto,
pero por favor confía en mí. No te contaré la trama de este libro. Es mejor
para ti que lo leas. Entre las tapas encontrarás:

la hermosa familia Sinclair en una isla privada azotada por el viento, 3


cuatro amigos que son incondicionalmente leales los unos a los otros,
un montón de bromas ingeniosas,
y desesperado amor verdadero.

También…
secretos de familia,
alucinaciones,
un accidente terrible,
y muchos Golden Retrievers.

We Were Liars es deslumbrante. Es suspense, literario y romántico. Es una


moderna historia de suspense laberíntico de la homenajeada E. Lockhart
con el premio Printz y finalista del premio del libro nacional. No necesitas
saber más. Más sería estropearlo.
Léalo.
Creo que querrás hablar de este libro con otra persona que lo haya leído
también. Así que lee este ARC y dale un duplicado a un amigo, ¡y deja que
la conversación comience!
Hagas lo que hagas, no se lo estropees a otra persona que no lo haya leído
aún.
Y si alguien te pregunta cómo termina, simplemente MIENTE.

Mis mejores deseos,

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Esta traducción se ha hecho sin fines de lucro,

con el único propósito de compartir la obra del autor

en aquellos lugares donde no llega en español.

Puedes apoyar al autor comprando sus libros y

siguiéndole en sus redes sociales.

¡Disfruta tu lectura

Cúpula de Libros
Staff
Coordinadora
Silvia Charlotte

TRADUCTORES Corrección
Adriana Danaet Adriana Danaet
Ainoa Domínguez Amayrani Torres 5

Abby Lu Dany Guz


Amayrani Torres Evelin Mújica
Ariana Carrillo M. Arte
Carolina Carrizales Rocio Vago
Dany Guz
Efra Sierra
Elisa Daniel
Evelín Mújica
Fefe Isa Corrección final y Edición
Marina Olivares Silvia Charlotte
M. Arte
Pablo Cardona
Pam2636
Rocio Vago
Yada López
Silvia Charlotte

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Sinopsis

Una hermosa y distinguida familia.


Una isla privada.
Una chica brillante y dañada, un chico apasionado y amable.
Un grupo de cuatro amigos —Los Mentirosos— cuya amistad se vuelve
destructiva. 6
Una revolución. Un accidente. Un secreto.
Mentiras sobre mentiras.
Amor verdadero.
La verdad.

We Were Liars es una moderna y sofisticada novela de suspenso de la


ganadora del National Book Award y Printz Award, E. Lockhart.
Léelo.
Y si alguien pregunta cómo termina, solo MIENTE.

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Índice

Portada
Carta del Publicista
Staff de Traducción
Sinopsis 11
Mapas
Árbol Genealógico
Primera Parte: Bienvenida
Capítulos 1 al 15
Segunda Parte: Vermont
Capítulos 16 al 22
Tercera Parte: Verano Diecisiete
Capítulos 23 al 57
Cuarta Parte: Mira, Un Incendio
Capítulos 58 al 79
Quinta parte: Verdad
Capítulos 80 al 87
Agradecimientos
Sobre el Autor

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PRIMERA PARTE

Bienvenida
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BIENVENIDOS A la hermosa familia Sinclair.

Nadie es un criminal.

Nadie es un adicto.

Nadie es un fracaso.
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Los Sinclair son atléticos, altos y hermosos. Somos una familia rica
Demócrata. Nuestras sonrisas son amplias, nuestras barbillas cuadradas y
nuestros juegos de tenis son agresivos.

No importa si el divorcio despedaza los músculos de nuestros corazones,


así que difícilmente éstos laten sin luchar. No importa si el dinero del
fondo fiduciario se está acabando; si no pagamos los recibos de las
tarjetas de crédito que están en la barra de la cocina. No importa si hay un
cúmulo de medicamentos en la mesa de noche.

No importa si alguno de nosotros está desesperadamente enamorado.

Tan enamorado, que se deban tomar medidas desesperadas.

Somos los Sinclair.

Nadie está necesitado.

Nadie está mal.

Vivimos, por lo menos en el verano, en una isla privada frente a la costa de


Massachusetts.

Tal vez sea todo lo que necesitas saber.

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MI NOMBRE COMPLETO ES Cadence Sinclair Eastman.

Vivo en Burlington, Vermont, con Mamá y tres perros.

Ya casi tengo dieciocho años.

Soy dueña de una –muy bien usada—tarjeta de biblioteca y no mucho


más, aunque también es verdad que vivo en una casa enorme, llena de
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objetos carísimos e inútiles.

Solía ser rubia, pero ahora mi cabello es negro.

Solía ser fuerte, pero ahora soy débil.

Solía ser bonita, pero ahora parezco enferma.

Es verdad que soporto migrañas desde mi accidente.

Es verdad que no soporto tonterías.

Me gusta el cambio de significados. ¿Ves? Soporto migrañas. No soporto


tonterías. La palabra significa casi lo mismo que en la frase anterior, pero
no completamente.

Soportar.

Podrías decir que significa sufrir, pero eso no es exactamente correcto.

Mi historia comienza antes del accidente. Junio del verano en el que yo


tenía quince años, mi padre huyó con alguna mujer a la que amaba más
que a nosotros.

Papá era un profesor de historia militar medianamente exitoso. En ese


entonces yo lo adoraba. Él llevaba chaquetas de lana. Estaba demacrado.
Bebía té con leche. Era aficionado a los juegos de mesa y me dejaba ganar,
le gustaban los barcos y me enseñó a navegar en kayak, amaba las
bicicletas, libros y museos de arte.

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A él nunca le gustaron los perros y una señal de cuánto amaba a mi madre
era que dejaba que nuestros Golden Retrievers durmieran en los sillones y
los paseara tres millas cada mañana. Tampoco le agradaban mucho mis
abuelos, y una señal de cuánto nos quería a las dos –a mí y a mi madre—
era que pasaba cada verano en la Casa Windemere en la Isla Beechwood,
escribiendo artículos de guerras luchadas mucho tiempo atrás y vistiendo
una sonrisa para nuestros parientes en cada comida.

Ese Junio, verano de los quince, Papá anunció que se iba y partió dos días
después. Le dijo a mi madre que él no era un Sinclair, y no podía intentar
ser uno durante más tiempo. No podía sonreír, no podía mentir, no podía 15
ser parte de aquella hermosa familia en aquellas hermosas casas.

No podía. No quería. No lo haría.

Ya había contratado camionetas de mudanza. Y rentado una casa también.


Mi padre colocó la última maleta en el asiento trasero del Mercedes
(dejaba a Mamá solamente con el Saab), y encendió el motor.

Luego sacó una pistola y me disparó en el pecho. Yo estaba de pie en el


césped y me caí. El agujero de la bala era amplio y el corazón salió de mi
caja torácica cayendo en una cama de flores. La sangre brotaba
rítmicamente de la herida abierta,

después de mis ojos,

mis oídos,

mi boca.

Sabía como a sal y a fracaso. La vergüenza de no ser amada, color rojo


brillante, empapó el césped en frente de nuestra casa, los ladrillos del
sendero, los escalones hacia el pórtico. Mi corazón se contrajo entre las
peonías como una trucha.

Mamá espetó. Dijo que tenía que controlarme.

Sé normal, ahora. Ahora mismo, me dijo.

Porque lo eres. Porque puedes serlo.

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No hagas una escena, me dijo. Respira y recomponte.

Hice lo que me pidió.

Ella era todo lo que me quedaba.

Mamá y yo levantamos en alto nuestras barbillas cuadradas mientras Papá


conducía por la colina. Después nos metimos en la casa y tiramos los
regalos que él nos había dado: joyas, ropas, libros, cualquier cosa. En los
días siguientes nos deshicimos del sofá y los sillones que mis padres
habían comprado juntos. Seguidos por la porcelana de la boda, la plata y
las fotografías. 16

Compramos muebles nuevos. Contratamos a un decorador. Hicimos un


pedido de cubertería de plata de Tiffany. Pasamos un día caminando entre
galerías de arte y compramos pinturas para cubrir los espacios vacíos en
las paredes.

Buscamos a los abogados de mi abuelo para asegurar los bienes de Mamá.

Después empacamos nuestras maletas y nos fuimos a la Isla Beechwood.

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PENNIE, CARRIE Y Bess son hijas de Tipper y Harris Sinclair. Harris obtuvo
su dinero con veintiún años, después de Harvard y expandió su fortuna
haciendo negocios que nunca me interesé en comprender. Heredó casas y
tierras. Tomó decisiones inteligentes en el mercado de valores. Se casó
con Tipper y la mantuvo en la cocina y en el jardín. La puso en exhibiciones
de perlas y en barcos de vela. A ella parecía gustarle. 17

El único fracaso de mi abuelo fue que nunca tuvo un hijo, pero no importa.
Las hijas Sinclair estaban bronceadas y bendecidas. Altas, agraciadas y
ricas, esas chicas eran como Princesas de un cuento de hadas. Eran
conocidas a lo largo de Boston, el campus de Harvard y el Viñedo de
Martha por sus cárdigans de cachemira y grandiosas fiestas. Nacieron para
ser leyendas. Hechas para príncipes y escuelas de la Ivy League, estatuas
de marfil y casas majestuosas.

El abuelo y Tipper amaban tanto a las chicas que no podían decir a quién
amaban más. Primero Carrie, luego Penny, luego Bess, luego Carrie de
nuevo.

Había bodas ostentosas con salmón y arpistas, brillantes nietos rubios y


divertidos perros rubios. Nadie podía haber estado más orgulloso de sus
chicas americanas de lo que Tipper y Harris estaban, en ese entonces.

Construyeron tres casas nuevas en su escarpada isla privada y a cada una


le dieron un nombre: Windemere para Penny, Red Gate para Carrie y
Cuddledown para Bess.

Yo soy la nieta mayor Sinclair. Heredera de la isla, la fortuna y las


expectativas.

Bueno, probablemente.

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YO, JOHNNY, MIRREN y Gat. Gat, Mirren, Johnny y yo.

La familia nos llamaba los Mentirosos y probablemente lo merecemos.


Somos casi de la misma edad y todos cumplimos años en otoño. La
mayoría de los años en la isla hemos estado en problemas.
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Gat comenzó a venir a Beechwood el año en que nosotros teníamos ocho
años. Verano ocho, lo llamamos.

Antes de eso, Mirren, Johnny y yo no éramos Mentirosos. No éramos nada


más que primos, y Johnny era un fastidio porque no le gustaba jugar con
las niñas.

Johnny es rechazo, esfuerzo y sarcasmo. En aquel entonces él colgaba


nuestras Barbies del cuello o nos disparaba con armas hechas de Lego.

Mirren, ella es azúcar, curiosidad y lluvia. En aquel entonces ella pasaba


largas tardes con Taft y los gemelos, chapoteando en la gran playa,
mientras yo dibujaba sobre papel cuadriculado y leía en la hamaca en la
terraza de la casa Clairmont.

Luego Gat vino a pasar veranos con nosotros.

El esposo de la tía Carrie la dejó cuando estaba embarazada del hermano


de Johnny, Will. No sé qué pasó. La familia nunca habla de eso. Para el
verano ocho, Will era un bebé y Carrie ya estaba con Ed.

Este Ed, era un comerciante de arte y adoraba los niños. Eso fue todo lo
que escuchamos de él cuando Carrie anunció que lo iba a llevar a
Beechwood, junto con Johnny y el bebé.

Fueron los últimos en llegar ese verano y la mayoría estábamos en el


muelle esperando que el barco llegara. El abuelo me levantó para que

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pudiera saludar a Johnny, que estaba vistiendo un chaleco salvavidas
naranja y gritando sobre la proa.

La abuela Tipper se paró al lado nuestro. Se alejó del barco por un


momento, alcanzó su bolso y sacó una menta blanca. La desenvolvió y la
puso en mi boca.

Mientras veía al barco de nuevo, la cara de la abuela cambió. Entrecerré


los ojos para ver lo que ella estaba viendo.

Carrie se bajó con Will en su cintura. Él estaba en un salvavidas de bebé


amarillo y realmente no era nada más que un choque de cabello blanco- 19
rubio dando la cara hacia ella. Hubo una ovación cuando lo vieron. Aquel
salvavidas, que todos habíamos usado cuando éramos bebés. El cabello.
Qué hermoso es este niño pequeño que no conocíamos todavía, es
obviamente un Sinclair.

Johnny saltó del barco y aventó su propio salvavidas en el muelle. La


primera cosa que hizo fue correr hasta Mirren y la pateó. Luego me pateó
a mí. Pateó a los gemelos. Caminó hacia nuestros abuelos y se enderezó.
“Es bueno verlos, Abuela y Abuelo. Espero con ansias un verano feliz.”

Tipper lo abrazó. –Tu madre te dijo que dijeras eso, ¿verdad?

—Sí —dijo Johnny—. Y yo tengo que decir, que es bueno verte de nuevo.

—Buen chico.

—¿Me puedo ir ahora?

Tipper besó su mejilla pecosa. –Está bien, vete.

Ed siguió a Johnny, parándose para ayudar a los empleados a bajar el


equipaje del barco de motor. Él era alto y delgado. Su piel era muy oscura:
Herencia Indígena, más tarde vamos a aprender de eso. Usaba lentes con
marco oscuro y estaba vestido en ropa pulcra de ciudad: un traje de lino y
una camisa rayada. El pantalón estaba arrugado del viaje.

El abuelo me bajó.

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Los labios de La abuela Tipper se convirtieron en una línea recta. Luego
mostró todos sus dientes y se adelantó.

—Tú debes de ser Ed. Que encantadora sorpresa.

Le dio la mano. –¿Carrie no les dijo que veníamos?

—Claro que sí.

Ed miró alrededor a nuestra blanca, blanca familia. Se giró a ver a Carrie.


—¿Dónde está Gat?

Le hablaron y salió del interior del barco, quitándose su chaleco 20


salvavidas, mirando hacia abajo para desabrocharse las hebillas.

—Mamá, Papá —dijo Carrie—, trajimos al sobrino de Ed para que juegue


con Johnny. Éste es Gat Patil.

El abuelo alcanzó y palmeó la cabeza de Gat. –Hola, joven.

—Hola.

—Su padre acaba de fallecer este año —explicó Carrie—. Él y Johnny son
los mejores amigos. Será una gran ayuda para la hermana de Ed si lo
cuidamos durante unas semanas. Y, ¿Gat? Vas a tener comidas al aire libre
e ir a nadar como lo hablamos. ¿Está bien?

Pero Gat no contestó. Me estaba mirando a mí.

Su nariz era dramática, su boca dulce. Piel de color marrón oscuro, cabello
negro y ondulado. Cuerpo cableado con energía. Gat parecía cargado para
el verano. Ambición y café fuerte. Podría haberlo observado por siempre.

Nuestros ojos se encontraron.

Giré y corrí.

Gat me siguió. Podía escuchar sus pies atrás de mí en la pasarela de


madera que atraviesa la isla.

Seguí corriendo. Él continuó siguiéndome.

Johnny persiguió a Gat. Y Mirren persiguió a Johnny.

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Los adultos se quedaron hablando en el muelle, rodeando educadamente
a Ed, arrullando al bebé Will. Los pequeños hacían lo que sea que hacen
los pequeños.

Nosotros cuatro paramos de correr en la pequeña playa debajo de la Casa


Cuddledown. Es un pequeño trecho de arena con grandes rocas a cada
lado. Nadie la usaba mucho en aquel entonces. La playa grande tenía
arena más suave y menos algas.

Mirren se quitó los zapatos y el resto la seguimos. Lanzamos piedras al


agua. Simplemente existíamos.
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Escribí nuestros nombres en la arena.

Cadence, Mirren, Johnny y Gat.

Gat, Johnny, Mirren y Cadence.

Ese fue nuestro inicio.

Johnny suplicó que Gat se quedara más tiempo.

Obtuvo lo que quería.

El próximo año rogó para que pudiera venir el verano completo.

Gat vino.

Johnny fue el primer nieto. Mis abuelos casi nunca decían que no a
Johnny.

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VERANO CATORCE, Gat y yo tomamos el barco de motor pequeño. Fue
justo después del desayuno. Bess hizo que Mirren jugara al tenis con los
gemelos y con Taft. Johnny había empezado a correr ese año y estaba
dando vueltas alrededor del camino en el perímetro de la isla. Gat me
encontró en la cocina de Clairmont y me preguntó que si quería sacar el
barco.
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—En realidad, no. —Quería regresar a la cama con un libro.

—¿Por favor? —Gat casi nunca decía por favor.

—Sácalo tú.

—No puedo tomarlo prestado —dijo—. No creo que sea correcto.

—Claro que puedes tomarlo prestado.

—No sin alguno de ustedes.

Estaba siendo ridículo.

–¿A dónde quieres ir? —pregunté.

—Solamente quiero salir de la isla. A veces es difícil quedarme aquí.

No lograba imaginar por qué no podía quedarse aquí, pero le dije que
estaba bien. Navegamos hacia el mar con chaquetas de viento y trajes de
baño. Después de un rato Gat apagó el motor. Nos sentamos a comer
pistachos y a respirar aire salado. La luz del sol brillaba sobre el agua.

—Tenemos que meternos —le dije.

Gat brincó y lo seguí, pero el agua estaba mucho más helada que en la
playa, nos quitó el aliento. El sol se escondió detrás de una nube. Nos
salieron unas risas de pánico y gritamos que entrar al agua era la idea más
estúpida. ¿En qué estábamos pensando? Había tiburones frente a la costa,
todos sabían eso.

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No hables de tiburones, ¡Dios! Nos apresuramos, luchando para ser el
primero en subir la escalera que queda atrás del barco.

Después de un minuto, Gat se reclinó y me dejó ir primero.

–No por que seas mujer, sino porque soy una buena persona —me dijo.

—Gracias. —Le saqué la lengua.

—Pero cuando un tiburón me arranque las piernas, promete escribir un


discurso acerca de lo increíble que era yo.

—Hecho —le dije–. Gatwick Matthew Patil preparaba comidas deliciosas. 23

Parecía histéricamente gracioso que estuviera tan frío. No teníamos


toallas. Nos acurrucamos juntos bajo una manta de lana que encontramos
debajo de los asientos, nuestros hombros desnudos tocándose. Pies fríos,
uno encima del otro.

—Esto es sólo para que no nos dé hipotermia —dijo Gat–. No pienses que
creo que eres bonita, o algo así.

—Ya sé que no lo piensas.

—Estás adueñándote de la manta.

—Lo siento.

Una pausa.

Dijo Gat: —Creo que sí eres bonita, Cady. No quería que se entendiera de
la manera en que lo dije. De hecho, ¿Desde cuándo te volviste tan bonita?
Me distraes.

—Estoy igual que siempre.

—Cambiaste durante el año escolar. Me está poniendo fuera de mi juego.

—¿Tienes un juego?

Asintió con la cabeza solemnemente.

—Es la cosa más tonta que he escuchado. ¿Cuál es tu juego?

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—Nada penetra mi armadura. ¿No te has dado cuenta?

Eso me hizo reír. –No.

—Maldita sea. Pensé que estaba funcionando.

Cambiamos de tema. Hablamos de llevar a los pequeños a Edgartown a


ver una película por la tarde, acerca de tiburones y si de verdad comían
personas, acerca de Plantas vs. Zombis.

Después regresamos a la isla.

No mucho tiempo después, Gat empezó a prestarme sus libros y a 24


encontrarme en la playa pequeña por la tarde-noche. Me buscaba cuando
estaba acostada en la terraza de Windemere con los Goldens.

Empezamos a caminar juntos en el camino que rodea la isla, Gat delante y


yo atrás. Hablábamos de libros o inventábamos mundos imaginarios. A
veces terminábamos caminando varias veces alrededor del borde antes de
quedar con hambre o aburridos.

Las rosas de la playa alineaban el camino, rosa profundo y blanco. Su olor


era delicado y dulce.

Un día vi a Gat, acostado en la hamaca de Clairmont con un libro y parecía,


bueno, como si fuera mío. Como si él fuera mi persona particular.

Entré en la hamaca a su lado, en silencio. Le quité la pluma que tenía en la


mano –Él siempre lee con una pluma—y escribí Gat en la parte posterior
de su mano izquierda, y Cadence detrás de mi mano derecha.

No estoy hablando del destino. No creo en el destino o almas gemelas o lo


sobrenatural o nada de esas cosas. Sólo quiero decir que nos
entendíamos. Hasta el final.

Pero sólo teníamos catorce años, y de alguna manera no lo etiquetamos


como amor.

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VERANO QUINCE, llegué una semana más tarde que los demás. Papá nos
había dejado y Mamá y yo habíamos tenido que hacer todas las compras,
consultar al decorador y todo.

Johnny y Mirren nos encontraron en el muelle, con las mejillas rosadas y


llenos de planes para el verano. Estaban planeando un torneo de tenis
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familiar y habían marcado recetas de helado. Navegaríamos, haríamos
fogatas.

Los pequeños estaban agitados y gritando como siempre. Las tías


sonrieron fríamente. Después del bullicio de la llegada, todos fueron a
Clairmont para la hora del cóctel.

Yo fui al Red Gate, buscando a Gat. Red Gate es una casa mucho más
pequeña que Clairmont, pero aun así tiene cuatro habitaciones en la parte
de arriba. Es en donde Johnny, Gat y Will vivían con la tía Carrie—y Ed,
cuando estaba ahí, que no era muy seguido.

Caminé hacia la puerta de la cocina y miré a través de la ventana. Al inicio


Gat no me vio. Estaba de pie en el mostrador vistiendo una camisa gris y
pantalón de mezclilla. Sus hombros estaban más anchos de lo que yo
recordaba.

Desató una flor seca de donde colgaba boca abajo, en una cinta de la
ventana sobre el fregadero. La flor era una rosa de la playa, rosa profundo
y una débil estructura, del tipo que crece en los arbustos bajos a lo largo
del perímetro de Beechwood.

Gat, mi Gat. Me había escogido una rosa de nuestro lugar favorito para
caminar. La había colgado para que se secara y había esperado a que yo
llegara a la isla para que pudiera dármela.

Había besado algún chico sin importancia, o tres hasta ahora.

Había perdido a mi padre.

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Había venido a esta isla de una casa de lágrimas y falsedad

Y vi a Gat

Y vi la rosa en su mano

Y en ese momento, con la luz del sol viniendo de la ventana brillando


sobre él,

las manzanas en el mostrador de la cocina,

el olor de madera y océano en el aire,


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lo llamé amor.

Era amor, y me pegó tan fuerte que me apoyé en la puerta de malla que
estaba entre nosotros, sólo para mantenerme vertical. Quería tocarlo
como si fuera un conejito, un gatito, algo tan especial y suave que tus
manos no quieren dejarlo en paz. El universo era bueno porque él estaba
en él. Amé el agujero en su pantalón de mezclilla y el lodo en sus pies
descalzos y la costra en su codo y la cicatriz atada en su ceja. Gat, mi Gat.

Mientras estaba ahí parada, mirando fijamente, puso la rosa en un sobre.


Buscó una pluma, abriendo y cerrando cajones, encontró una en su
bolsillo, y escribió.

No me había dado cuenta que estaba escribiendo una dirección hasta que
sacó un rollo de estampas de un cajón de la cocina.

Le puso la estampa al sobre. Escribió la dirección de regreso.

No era para mí.

Me fui de la puerta de Red Gate antes de que me viera y corrí hacia la


cerca. Vi el cielo oscureciendo, sola.

Arranqué todas las rosas de un pobre y triste arbusto y las arrojé, una tras
otra al mar furioso.

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ESA NOCHE tuve problemas para dormir.

Después de medianoche, dijo mi nombre.

Miré por la ventana. Gat estaba tumbado boca arriba en la pasarela


peatonal de madera que se encamina a Windemere. Los Golden Retrievers
estaban tumbados cerca, los cinco: Bosh, Grendel, Poppy, Príncipe Philip y
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Fatima. Sus colas se balanceaban con placer.

La luz de la luna hacía que todos se vieran azules.

―Baja.

Lo hice.

La luz de mamá estaba apagada. El resto de la isla estaba a oscuras.


Estábamos solos, excepto por los perros.

―Échate a un lado ―le dije. La pasarela no era amplia. Cuando me tumbé


a su lado, nuestros brazos se tocaron, el mío desnudo y el suyo en una
chaqueta de caza de color verde oliva.

Miramos hacia el cielo. Había tantas estrellas, parecía una celebración,


una fiesta grande e ilícita que estaba teniendo la galaxia después de que
los humanos se fueran a la cama.

Estaba agradecida porque Gat no intentara sonar como un entendido en


constelaciones o dijera algún tipo de estupidez como pedir deseos a las
estrellas. Pero tampoco sabía qué pensar de su silencio.

―¿Puedo sostener tu mano? ―preguntó.

Puse mi mano en la suya.

―El universo me parece enorme ahora mismo ―me dijo―. Necesito algo
a lo que aferrarme.

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―Estoy aquí.
Frotó el centro de mi palma con su pulgar. Todas mis terminaciones
nerviosas se concentraron allí, vivas y excitadas por el roce de su piel con
la mía.

―No estoy seguro de ser una buena persona ―dijo al cabo de un rato.

―Yo tampoco estoy segura de serlo ―dije―. Empiezo a dudarlo.

―Claro. ―Se quedó callado un momento―. ¿Crees en Dios?


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―A medias. ―Intentaba pensarlo en serio. Sabía que Gat no se
conformaría con una respuesta superficial―. Cuando las cosas van mal,
rezo o imagino que hay alguien velando por mí, escuchándome. Como los
primeros días después de que mi padre se marchara, pensé en Dios. Para
que me protegiera. Pero el resto del tiempo, camino arduamente por mi
día a día. Ni siquiera es un poco espiritual.

―Yo ya no creo ―respondió―. El viaje a la India, la pobreza. No hay Dios


imaginable que dejara eso pasar. Entonces volví a casa y empecé a notarlo
en las calles de Nueva York. Gente enferma y muerta de hambre en una
de las naciones más ricas del mundo. Yo solo... no puedo pensar que
alguien vela por ellos. Lo que significa que nadie vela por mí, para el caso.

―Eso no te hace ser mala persona.

―Mi madre cree. Se crió en el Budismo pero va a una iglesia Metodista


ahora. No está muy feliz conmigo. ―Gat casi nunca hablaba de ella.

―No puedes creer solo porque ella te lo diga ―respondí.

―No. La pregunta es: ¿cómo ser una buena persona si ya no crees?

Observamos el cielo. Los perros entraron en Windemere a través de la


puerta para perros.

―Estás fría ―dijo Gat―. Toma mi chaqueta.

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No tenía frío pero me enderecé. Él también lo hizo. Se desabotonó la
chaqueta de caza color oliva y se la quitó. Me la cedió.

Estaba caliente por su cuerpo. Demasiado amplia de hombros. Sus brazos


estaban desnudos ahora.

Quise besarlo entonces mientras llevaba su chaqueta de caza. Pero no lo


hice.

Quizás porque él amaba a Raquel. Las fotos en su teléfono. Esa rosa


rugosa seca en un sobre.
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EN EL DESAYUNO A LA mañana siguiente, mamá me pidió que fuera por
las cosas de papá en el ático de Windermere y tomara lo que quisiera. Se
desharía del resto.

Windermere es angular y se encuentra entre dos aguas. Dos de los cinco


cuartos tienen el techo sesgado, y es la única casa en toda la isla con un 35
ático completo. Hay un gran porche y una cocina moderna, actualizada
con una encimera de mármol que parece un poco fuera de lugar. Los
cuartos están ventilados y llenos de perros.

Gat y yo subimos al ático con botellas de té frio y nos sentamos en el


suelo. El cuarto olía a madera. Un cuadro de luz iluminaba desde la
ventana.

Ya habíamos estado en el ático.

Nunca habíamos estado en el ático también.

Los libros eran las lecturas de verano de papá. Todos los recuerdos
deportivos, buenos misterios, y chismes de estrellas de rock por gente
vieja de la que nunc había escuchado. Gat no estaba verdaderamente
viendo. Estaba clasificando los libros por color. Una pila roja, azul, café,
blanca y amarilla.

―¿No quieres nada para leer? ―pregunté.

―Tal vez.

―¿Qué tal First Base and Way Beyond?

Gat rió. Sacudió su cabeza y ordeno la pila azul.

―¿Rock On with My Bad Self? ¿Hero of the Dance Floor?

Estaba riendo de Nuevo. Luego serio. ―¿Cadence?

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―¿Qué?

―Cállate.

Me permití mirarle un largo rato. Cada curva de su rostro era familiar, y


tampoco la había visto nunca.

Gat sonrió. Brillando. Tímido. Se inclina. Pateando en el proceso las pilas


de libros. Estiró la mano y acarició mi cabello. ―Te amo Cadence. Enserio.

Me incliné y le besé.

Tocó mi rostro. Dejando correr la mano bajo mi cuello hasta mi clavícula. 36


La luz de la ventana brilló sobre nosotros. Nuestro beso fue eléctrico y
suave, indeciso y cierto, aterrorizante y exactamente correcto.

Sentí la corriente amor de mi hacia Gat, y de Gat hacia mí.

Estábamos cálidos y temblando, jóvenes y ancianos, y vivos.

Estaba pensando, es verdad. Ya nos amamos el uno al otro.

Ya lo hacemos.

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EL ABUELO ENTRÓ con nosotros. Gat se movía rápidamente. Caminaba
incómodamente sobre los libros clasificados por colores, dejados por todo
el suelo.

―Estoy interrumpiendo ―dijo el abuelo


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―No, señor

―Sí, claramente lo estoy haciendo.

―Perdón por el polvo ―digo. Incómoda.

―Penny pensó que podría haber algo que me gustaría leer. ―El abuelo
tomó una silla de mimbre y la colocó en el centro de la habitación
balanceándose sobre los libros.

Gat se quedó de pie. Tenía que inclinar la cabeza bajo el techo sesgado del
ático.

―Cuídate, joven ―dice el abuelo, dura y repentinamente.

―¿Perdón?

―La cabeza. Te podrías lastimar.

―Tiene razón ―dijo Gat―. Tiene razón. Podría lastimarme.

―Así que cuídate ―repitió el abuelo.

Gat se dio la vuelta y bajó las escaleras sin decir una palabra.

El abuelo y yo nos sentamos durante un rato sin decir nada.

―Le gusta leer ―dije finalmente―, pensé que querría algunos libros de
papá.

―Eres bastante querida para mí, Cady ―dijo el abuelo golpeándome el


hombro―. Mi primera nieta.

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―También te amo, abuelo.

―¿Recuerdas cuando te llevaba a ver el beisbol? Tenías sólo cuatro años.

―Claro.

―Nunca habías comido Cracker Jack1

―Lo sé. Compraste dos cajas.

―Tenía que ponerte en mi regazo para que pudieras ver. ¿Recuerdas eso
Cady?
38

Lo hacía.

―Dime.

Sabía el tipo de respuesta que el abuelo quería darme. Era algo que pedía
frecuentemente. Adoraba recontar historias familiares de los Sinclair,
ampliando su importancia. Siempre te preguntaba acerca de algo que te
importara, y tenías que contarlo con detalles. Imágenes. Y tal vez la
lección aprendida.

Normalmente adoraba contar las historias y escucharlas. Los legendarios


Sinclair, que diversión la que habíamos vivido, que hermosos éramos, pero
ese día yo no quería.

―Fue tu primer juego de beisbol ―contó el abuelo―. Después de eso te


compré un bate rojo. Practicaste tus tiros en el lago del cobertizo de
Boston.

¿Sabía el abuelo lo que interrumpía? ¿Le importaría si lo supiera?

¿Cuándo vería a Gat de nuevo?

¿Terminaría con Raquel?

¿Qué pasaría entre nosotros?

1
Marca estadunidense de frituras.

Cúpula de Libros
―Querías que hiciera Cracker Jack en casa ―siguió el abuelo, aunque
sabía que conocía la historia―. Y Penny te ayudó a hacerlos. Pero lloraste
cuando no hubo una caja roja y blanca donde ponerlos. ¿Recuerdas eso?

―Sí abuelo ―dije cediendo―. Regresaste hasta el estadio ese mismo día y
compraste dos cajas. Te los comiste de a la vuelta, sólo para darme las
cajas. Lo recuerdo.

Satisfecho, se puso de pie y salimos del ático, juntos. El abuelo temblaba


bajando las escaleras, así que me puso la mano sobre el hombro.
39

ENCONTRÉ A GAT en el camino del perímetro y corrí hacia donde estaba,


mirando hacia el agua. El viento soplaba muy fuerte y el cabello me voló
hacia los ojos. Cuando le besé, sus labios estaban salados.

Cúpula de Libros
11
LA ABUELITA TIPPER MURIÓ de insuficiencia cardiaca ocho meses antes
del verano quince en Beechwood. Era una mujer impresionante, incluso
en su vejez. Pelo blanco, mejillas rosas, alta y angulosa. Ella fue la que hizo
que mamá amara tanto a los perros. Siempre tenía al menos dos y a veces
cuatro Golden Retrievers cuando sus niñas eran pequeñas, todo el tiempo
40
hasta que murió.

Era rápida juzgando y tenía favoritos, pero también era cálida. Si te


levantabas temprano en Beechwood, cuando éramos pequeños, podías ir
a Clairmont y despertar a Abue. Tenía bollitos en la nevera los ponía en
moldes y te dejaba comer todos los bollitos calientes que quisieras, antes
de que el resto de la isla despertara.

Uno de sus proyectos de caridad era una fiesta de beneficencia que hacía
cada año para el Instituto Farm en Martha’s Vineyard. Solíamos ir todos.
Era al aire libre, en hermosas carpas blancas. Los pequeños corrían
alrededor vistiendo ropa de fiesta y descalzos. Johnny, Mirren, Gat y yo
nos escabullíamos con copas de vino y nos sentíamos mareados y tontos.
Abue bailaba con Johnny y después con mi papá, después con el abuelo,
sosteniendo el borde de la falda con una mano. Solía tener una fotografía
de Abue de una de esas fiestas. Llevaba un vestido de noche y abrazaba un
cerdito.

El verano quince en Beechwood, la abuelita Tipper se había ido. Clairmont


se sentía vacío.

La casa gris es Victoriana de tres plantas. Hay una torreta en la parte


superior y un porche envolvente. En el interior, está lleno de caricaturas
del New Yorker, fotografías familiares, almohadas bordadas, pequeñas
estatuas, pisapapeles de marfil, peces disecados en placas.

En todas, todas partes, hay bellos objetos recogidos por Tipper y el


Abuelo. En el césped hay una mesa enorme de picnic, lo suficientemente

Cúpula de Libros
grande para acomodar a dieciséis, y un poco más allá, un columpio que
cuelga de un árbol enorme de magnolia.

Abue solía trajinar en la cocina y planear excursiones. Hacía edredones en


su habitación de labores, y el zumbido de la máquina de coser se oía en
toda la planta baja.

Daba órdenes a los jardineros llevando unos jeans y guantes de jardinería.

Ahora la casa estaba en silencio. Sin libros de cocina abiertos sobre el


mostrador, sin música clásica en el sistema de sonido de la cocina. Pero
seguía estando en jabón favorito de la Abue en todas las jaboneras. Allí 41
estaban sus plantas creciendo en el jardín. Sus cucharas de madera, sus
servilletas de tela.

Un día, cuando no había nadie alrededor, me fui a la sala de arte en la


parte posterior de la planta baja. Toqué la colección de telas de la Abue,
los botones brillantes, los hilos de colores.

La cabeza y los hombros se me fundieron en primer lugar, seguido de las


caderas y rodillas. En poco tiempo era un charco, empapando los bellos
grabados de algodón. Empapé el edredón que nunca terminó, oxidé las
partes de metal de la máquina de coser. Era puro líquido perdido, durante
una hora o dos. Mi abuela, mi abuela. Se había ido para siempre, a pesar
de que podía oler su perfume Chanel en las telas.

Mamá me encontró.

Me hizo actuar normal. Porque yo lo era. Porque yo podía. Me dijo que


respirara y me sentase.

E hice lo que me pidió. Una vez más.

Mamá estaba preocupada por el abuelo. Era inestable ahora que Abue se
había ido, aferrándose a las sillas y las mesas para mantener el equilibrio.
Era el cabeza de familia. Ella no quería que él se desestabilizara. Quería
que supiera que sus hijos y sus nietos seguían a su lado, fuertes y alegres
como siempre. Era importante, dijo ella, era amable, era lo mejor. No
provocar malestar, dijo ella. No recordar a la gente una pérdida.

Cúpula de Libros
–¿Lo entiendes, Cady? El silencio es una capa protectora para el dolor.

Lo entendía, y me las arreglé para borrar a la abuelita Tipper de la


conversación, de la misma forma que había borrado a mi padre. No
felizmente , pero a conciencia. En las comidas con las tías, en el barco con
el abuelo, incluso a solas con mamá, me comportaba como si esas dos
personas fundamentales nunca hubieran existido. El resto de los Sinclair
hizo lo mismo. Cuando estábamos todos juntos, la gente mantenía
sonrisas amplias. Habíamos hecho lo mismo cuando Bess dejó al tío Brody,
lo mismo cuando el perro de Abue, Peppermill murió de cáncer.
42
Sin embargo, Gat nunca lo consiguió. Había mencionado a mi padre por
casualidad, bastante en realidad. Papá había encontrado en Gat tanto un
oponente decente al ajedrez como un público dispuesto a escuchar sus
historias aburridas de la historia militar, por lo que habían pasado algún
tiempo juntos.

–¿Recuerdas cuando tu padre capturó aquel cangrejo grande en un cubo?


–decía Gat. O a mamá: –El año pasado Sam me dijo que hay un kit de
pesca con mosca en el cobertizo, ¿sabes dónde está?

La conversación de la cena se interrumpió bruscamente cunado


mencionaba a Abue. Una vez dijo Gat, –Echo de menos la forma en que
ella se ponía al pie de la mesa y servía el postre, ¿verdad? Era tan Tipper.

Johnny tenía que empezar a hablar en voz alta sobre Wimbledon hasta
que la consternación desaparecía de las caras de nuestros familiares.

Cada vez que Gat decía estas cosas, de modo casual y verdadero, tan
inconsciente, se me abrían las venas. Se me dividían las muñecas.
Sangraba por las palmas. Me medio mareaba. Me tambaleaba desde la
mesa o colapsaba en una callada agonía vergonzosa, esperando que nadie
de la familia se diera cuenta. Especialmente mamá.

Sin embargo, Gat casi siempre veía. Cuando la sangre goteaba sobre mis
pies descalzos o se vertía sobre el libro que estaba leyendo, él era amable.
Me envolvía las muñecas en gasa blanca y suave y me hacía preguntas
acerca de lo que había sucedido. Preguntaba por Papá y por Abue, como si

Cúpula de Libros
hablar de ello pudiera hacerlo mejor. Como si las heridas necesitaran
atención.

Era una extraño en nuestra familia, incluso después de todos esos años.

CUANDO NO ESTABA sangrando, y cuando Mirren y Johnny hacían snorkel


o discutían con los pequeños, o cuando todo el mundo estaba en el sofá
viendo películas en la pantalla de Clairmont, Gay y yo nos escondíamos.
Nos sentábamos en el columpio de neumático a medianoche, con los
brazos y las piernas envueltas alrededor de las del otro, los labios cálidos
contra la piel de la noche fría. Por las mañanas nos escabullíamos riendo al
43
sótano de Clairmont, que tenía estanterías con botellas de vino y
enciclopedias. Allí nos besábamos y nos maravillábamos de la existencia
del otro, sintiéndonos en secreto y afortunados. Algunos días me escribía
notas y las dejaba con pequeños regalos bajo mi almohada.

Alguien escribió una vez que una novela debe ofrecer una serie de
pequeños asombros. Obtengo lo mismo pasando una hora contigo.
Además, aquí tienes un cepillo de dientes verde, atado con un lazo.
Expresa mis sentimientos inadecuadamente.
Mejor que el chocolate, haber estado contigo anoche.
Tonto de mí, pensé que no había nada mejor que el chocolate.
En un profundo gesto simbólico, te doy esta barrita de Vosges que
conseguí cuando fuimos todos a Edgartown. Te la puedes comer, o
simplemente sentarte junto a ella y sentirte superior.

No le escribí para contestarle a la nota, pero dibujé para Gat con crayón
dibujos de nosotros dos. Figuras saludando desde delante del Coliseo, la
Torre Eiffel, en lo alto de una montaña, en el lomo de un dragón. Las
colgó sobre su cama.

Me tocaba cada vez que podía. Debajo de la mesa en la cena, en la cocina


en el momento en que estaba vacía. Secretamente, hilarante, a espaldas
del abuelo mientras iba conduciendo la lancha. No sentía ninguna barrera
entre nosotros. Mientras nadie miraba, me encontraba con mis dedos en

Cúpula de Libros
los pómulos de Gat, bajando por su espalda. Tomaba su mano, apretaba el
pulgar contra su muñeca, y sentía la sangre pasar a través de sus venas

44

Cúpula de Libros
12

UNA NOCHE, A FINALES de Julio del verano quince. Fui a nadar a la


pequeña playa. Sola. ¿Dónde estaban Gat, Johnny y Mirren?
En realidad no lo sé.
Habíamos estado jugando mucho Scrabble en Red Gate. Probablemente
ahí es donde estarían. O tal vez podrían estar en Clairmont, escuchando a
las tías discutir y comer mermelada de ciruela en galletas saladas. 45

En todo caso, entré en el agua vistiendo una camiseta, sostén y ropa


interior. Aparentemente caminé por la playa sin vestir nada más. Nunca
encontramos ninguna de mi ropa en la arena. Ni tampoco la toalla.

¿Por qué?

De nuevo, No lo sé exactamente.

Tal vez nadé lejos. Hay grandes rocas en la orilla, escarpadas y negras;
siempre se han visto malvadas en la oscuridad de la noche. Debí haber
tenido mi cara en el agua y entonces me golpeé la cabeza en una de esas
rocas.

Como ya lo dije, No lo sé.

Solo recuerdo esto: Me sumergí hacia abajo en este océano, abajo al


fondo rocoso y pude ver la base de Beechwood Island y sentí los brazos y
las piernas entumecidas y los dedos fríos. Pedazos de alga marina me
pasaron al lado mientras caía.

Mamá me encontró en la arena, acurrucada en forma de bola con la mitad


del cuerpo bajo el agua. Estaba temblando incontrolablemente. Los
adultos me envolvieron en mantas. Trataron de calentarme en
Cuddledown. Me ofrecieron té y me dieron ropa, pero cuando vieron que
no hablaba o dejaba de temblar, me llevaron al hospital de Martha’s
Vineyard, donde permanecí varios días mientras los doctores me
realizaban pruebas. Hipotermia, problemas respiratorios y muy

Cúpula de Libros
probablemente algún tipo de lesión en la cabeza, aunque la exploración
cerebro no arrojó ningún resultado.

Mamá permaneció a mi lado, consiguió una habitación de hotel. Recuerdo


las caras tristes y grises de tía Carrie, tía Bess y mi abuelo. Recuerdo que
mis pulmones se sentían llenos de algo, aún mucho después de que los
doctores dijeran que estaban limpios. Recuerdo que sentía como si nunca
me pudiera volver a sentir cálida de nuevo, aun cuando me dijeron que la
temperatura de mi cuerpo era normal. Mis manos dolían, mis pies dolían.

Mamá me llevó a casa a Vermont para recuperarme. Estuve recostada en


la cama en la oscuridad y me sentía desesperadamente apenada por mí 46
misma. Porque estaba enferma, y aún más porque Gat nunca llamó.

No escribió, tampoco.

¿No se suponía que estábamos enamorados?

¿No lo estábamos?

Le escribí a Johnny, dos o tres estúpidos correos electrónicos de


enamorada pidiéndole que averiguara algo sobre Gat.

Johnny tuvo el sentido común de ignorarlos. Éramos Sinclair, después de


todo, y los Sinclair no se comportan como yo me estaba comportando.

Dejé de escribirle y borré todos los correos electrónicos que tenía en mi


bandeja de salida. Eran débiles y estúpidos.

La conclusión es, Gat me abandonó cuando me lastimé.

La conclusión es, era solo una aventura de verano.

La conclusión es, él pudo haber amado a Raquel.

Vivimos demasiado lejos uno del otro de cualquier manera.

Nunca obtuve una explicación.

Lo único que sé es que me dejó.

Cúpula de Libros
13

BIENVENIDOS A MI cráneo.

Un camión rueda sobre los huesos de mi cuello y mi cabeza. Las vértebras


se quiebran, los cerebros emergen y supuran. Miles de luces brillan en mis
ojos. El mundo se inclina. Vomito. Pierdo el conocimiento.
47
Esto sucede todo el tiempo. No es más que un día ordinario.

El dolor comenzó seis semanas después de mi accidente. Nadie estaba


seguro de que las dos cosas estuvieran relacionadas, pero no había como
negar el vómito, la pérdida de peso y el horror en general.

Mamá me llevo a realizarme resonancias magnéticas y tomografías


computerizadas. Agujas, maquinas. Más agujas, más máquinas. Me
hicieron un examen para ver si tenía tumores en el cerebro, meningitis, de
todo. Para aliviar el dolor me prescribieron una medicina, y otra medicina
y otra más, porque la primera no hacía efecto y la segunda tampoco. Me
dieron una recetar médica tras otra sin siquiera saber qué era lo que
estaba mal. Simplemente intentando calmar el dolor.

Cadence, decían los doctores, no tomes demasiado.


Cadence, decían los doctores, debes estar pendiente de señales de
adicción.
Y de cualquier manera, Cadence, asegurare de tomar tus medicinas.

Tuve tantas citas médicas, que casi no las recuerdo. Finalmente los
doctores me diagnosticaron. Cadence Sinclair Eastman: dolores de cabeza
post-traumáticos, también conocido como PTHA (por sus siglas en inglés).
Dolores de cabeza en forma de migrañas causadas por una lesión cerebral
traumática.

Estaré bien, es lo que me dicen.


No me moriré.
Solo dolerá muchísimo.

Cúpula de Libros
14
DESPUÉS DE UN AÑO en Colorado, mi papá deseaba verme de nuevo. En
realidad, insistió en llevarme a Italia, Francia, Alemania, España y Escocia,
un viaje de diez semanas empezando a mediados de junio, lo cual
significaba que el verano en que tenía dieciséis años no iría para nada a
Beechwood.
48
—El viaje viene en un muy buen momento —dijo Mamá mientras
empacaba mi maleta.

—¿Por qué? —Yo yacía en el suelo de mi habitación y dejaba que ella


hiciera todo el trabajo. Me dolía la cabeza.

—El abuelo está remodelando Clairmont. —Enrolló unos calcetines en


forma de bola—. Te lo he dicho ya un millón de veces.

No me acordaba. —¿Por qué?

—Una idea suya. El pasará el verano en Windemere.

—¿Contigo esperándolo?

Mamá asintió. —No puede quedarse con Bess o Carrie. Y sabes que
alguien debe cuidar de él. De todos modos, obtendrás una educación
maravillosa en Europa.

—Preferiría ir a Beechwood.

—No, no lo harías —dijo firmemente.

EN EUROPA, vomité en cubetas pequeñas y me lavé los dientes


repetidamente con una pasta de dientes británica con textura similar al
gis. Yací boca abajo en los suelos del baño de varios museos, sintiendo el
azulejo frío debajo de mi mejilla mientras mi cerebro se licuaba y se
filtraba por la oreja, burbujeando. Las migrañas hacían que dejara sangre
en las sábanas de hoteles desconocidos, goteando en los suelos,

Cúpula de Libros
supurando hacia las alfombras, empapando restos de croissants y galletas
italianas.

Podía oír a mi papá llamándome, pero nunca respondía hasta que mi


medicina hacia efecto.

Extrañé a los Mentirosos ese verano.

Nunca nos mantuvimos en contacto durante el año escolar. No mucho, de


todos modos, aunque lo intentamos cuando éramos más jóvenes. Nos
mandábamos mensajes de texto o nos etiquetábamos en fotos de verano,
especialmente en septiembre, pero inevitablemente esto se desvanecía 49
hasta desaparecer en un mes más o menos. De alguna manera la magia de
Beechwood nunca fue prorrogada a nuestra vida cotidiana. Nunca
deseamos saber acerca de nuestros amigos de escuela, clubs o equipos de
deporte. En su lugar, sabíamos que nuestro afecto reviviría cuando nos
volviéramos a ver unos a otros en el muelle el siguiente junio, con niebla
salina en el aire, el sol reluciente fuera del agua.

Pero el año después de mi accidente, perdí días, incluso semanas de


escuela. Suspendí mis materias, y el director me informó de que tendría
que repetir el penúltimo año de preparatoria. Dejé de jugar al fútbol
soccer y al tenis. No podía trabajar de niñera. No podía manejar. Los
amigos que tenía se fueron convirtiendo en simples conocidos.

Le envié mensajes de texto a Mirren en varias ocasiones. La llamé y le dejé


mensajes de los que después me sentía avergonzada, eran demasiado
solitarios y necesitados.

Llamé a Johnny también, pero su buzón de voz estaba lleno.

Decidí no volver a llamar. No quería seguir diciendo las cosas que me


hacían sentir débil.

Cuando Papá me llevó a Europa, sabía que los mentirosos estaban en la


isla. El abuelo no ha puesto cableado en Beechwood y los celulares no
tienen recepción ahí, así que comencé a escribir correos electrónicos. A
diferencia de mis lastimosos mensajes de voz, éstos eran notas simpáticas
y encantadoras de una persona sin dolores de cabeza.
En su mayoría.

Cúpula de Libros
Mirren!
Saludándote desde Barcelona, donde mi padre comió caracoles en
caldo.
Nuestro hotel tiene todo color dorado. Incluso saleros. Es
gloriosamente detestable.
Escríbeme y cuéntame del mal comportamiento de los pequeños,
dónde enviarás solicitud para la universidad y si seque ya encontraste el
amor.
/Cadence 50
...
Johnny!
Bonjour desde París, donde mi padre comió rana.
Vi la Victoria Alada. Cuerpo fenomenal. Sin brazos.
Les extraño chicos. ¿Cómo está Gat?
/Cadence

Mirren!
Hola desde un castillo en Escocia, donde mi padre comió haggis. Lo
cual quiere decir que mi padre comió el corazón, hígado, y pulmones de
una oveja mezclados con avena cocinados en el estómago de una oveja.
Ya sabes, es el tipo de persona que come corazones.
/Cadence

Johnny!
Estoy en Berlín, donde mi padre comió salchichas de sangre.
Yo hice snorkel. Comí tarta de arándanos. Jugué al tenis. Construí una
fogata. Luego me reporté. Estoy desesperadamente aburrida y voy a idear
castigos creativos si no respondes.
/Cadence
NO ESTABA COMPLEMENTE sorprendida de que no respondieran. Además
del hecho que para poder conectarte a internet tienes que ir a Vineyard,
ya que Beechwood está en su propio mundo. Una vez estando ahí, el resto
del universo no parece más que un sueño desagradable.

Europa podría ni siquiera existir.

Cúpula de Libros
15
BIENVENIDOS, UNA VEZ MAS, a la hermosa familia Sinclair.

Creemos en el ejercicio al aire libre. Creemos que el tiempo cura.

Creemos, aunque no lo decimos explícitamente, en las medicinas de


prescripción y en la hora del cóctel.
51

No discutimos nuestros problemas en restaurantes. No creemos en las


muestras explícitas de angustia. Nuestros labios superiores son rígidos, y
es posible que la gente sea curiosa en cuanto a nosotros porque no les
mostramos nuestros corazones.

Es posible que disfrutemos la forma en que la gente es curiosa en cuanto a


nosotros.

Aquí en Burlington, solo estamos Mamá, los perros y yo. No tenemos el


peso que tiene el abuelo en Boston o el impacto de la familia entera en
Beechwood, no obstante sé cómo es que nos ve la gente. Mamá y yo
somos dos de la misma clase, en la casa grande con el pórtico en lo alto de
la colina. La madre esbelta y la hija enfermiza. Somos de pómulos altos y
anchas de hombros. Sonreímos y enseñamos los dientes cuando hacemos
recados en la ciudad.

La hija enfermiza no habla mucho. La gente que la conoce en la escuela


tiende a mantenerse al margen. No la conocían bien incluso antes de que
enfermara. Era callada incluso entonces.

Ahora falta a la escuela la mitad del tiempo. Cuando está ahí, su piel pálida
y sus ojos llorosos la hacen tener un glamour trágico, como una heroína
literaria, desperdiciándose por el consumo. Algunas veces se cae en la
escuela, llorando. Atemoriza a los demás estudiantes. Incluso los más
amables están cansados de ayudarla a caminar a la enfermería.

Cúpula de Libros
Aun así, tiene un aura de misterio que le impide ser blanco de burlas o
señalada como si fuera una típica estudiante de preparatoria
desagradable. Su madre es una Sinclair.

Por supuesto, no siento nada de mi propio misterio al comer una lata de


sopa de pollo tarde en la noche, o al yacer bajo la luz fluorescente de la
enfermería. Es poco glamuroso la forma en que Mamá y yo discutimos
ahora que Papá se ha ido.

Me despierto para encontrarla de pie en la puerta de mi habitación,


mirando.
52
— No permanezcas inmóvil.

—Te amo. Estoy cuidando de ti —dijo con su mano sobre el corazón.

— Bueno, detente.

Si pudiera azotarle la puerta, lo haría. Pero no puedo pararme.

A menudo encuentro notas por ahí que parecen ser registros de las
comidas que he comido en un día en particular: Pan tostado con
mermelada, pero solo la mitad; manzana y palomitas; ensalada con pasas;
barra de chocolate; pasta. ¿Hidratación? ¿Proteína? Demasiada cerveza
de jengibre.

No es atractivo que no pueda conducir un auto. No es misterioso estar en


casa un sábado en la noche, leyendo una novela con un montón de
olorosos Golden Retrievers. Sin embargo, no soy inmune al sentimiento de
ser vista como un misterio, como una Sinclair, como parte de un clan
especial de gente privilegiada, como parte de una importante y mágica
narración, solo porque soy parte de este clan.

Mi madre no es inmune a ello, tampoco.

Esto es lo que hemos sido obligadas a ser.

Sinclair. Sinclair.

Cúpula de Libros
SEGUNDA PARTE

Vermont
53

Cúpula de Libros
16
CUANDO TENÍA ocho años, Papá me dio una pila de libros de cuentos de
hadas para navidad. Tenían cubiertas de colores. El Libro de Cuentos de
Hadas Amarillo, El Libro de Cuentos de Hadas Azul, El Carmesí, El Verde, El
Gris, El Café y El Anaranjado. Dentro contenían cuentos de todos lados del
mundo, variaciones y variaciones de historias conocidas.

Léelos y escucharas ecos de una historia dentro de otra historia, entonces 54


ecos de otra dentro de ésa. Muchos tienen la misma premisa: érase una
vez, había tres.

Tres de algo:

Tres cerditos,
Tres osos,
Tres hermanos,
Tres soldados,
Tres chivitos,
Tres Princesas.

Desde que regresé de Europa, he estado escribiendo algunos de mi


autoría. Variaciones. Tengo tiempo en mis manos, así que déjame
contarte una historia. Una variación, estoy contándote una historia que ya
has oído antes.

ÉRASE UNA vez un rey que tenía tres hermosas hijas.

Mientras crecían, empezaron a preguntarse quién heredaría el reino , ya


que ninguna se había casado ni tenían heredero. El rey decidió pedir a sus
hijas que demostraran su amor hacia él.

A la mayor de las Princesas dijo, “Dime como me amas”

Ella lo amaba tanto como a todo el tesoro en el reino.

A la Princesa de en medio dijo, “Dime como me amas”

Cúpula de Libros
Ella lo amaba con la fuerza del hierro.

A la menor de las Princesas dijo, “Dime como me amas”

Esta Princesa menor pensó por un largo tiempo antes de responder.


Finalmente dijo que lo amaba como la carne ama a la sal.

“Entonces no me amas en absoluto,” dijo el rey. Echó a su hija del castillo y


cerró el puente detrás de ella para que no regresara.

Esta Princesa menor va al bosque con nada más que un abrigo y una
hogaza de pan. Deambula por un invierno duro. Haciéndose refugio bajo 55
los árboles. Llega a una posada y es contratada como asistente del
cocinero. Mientras pasan los días y las semanas, la Princesa aprende los
modos de la cocina. Eventualmente supera a su empleador en habilidad y
su comida es conocida por toda la tierra.

Pasan los años, y la mayor de las Princesas se casa. Para el festejo la


cocinera de la posada hace la comida de la boda.

Finalmente un cerdo asado es servido. Es el platillo favorito del rey, pero


esta vez ha sido cocinado sin sal.

El rey lo prueba.

Lo prueba de nuevo.

“¿Quién se ha atrevido a servir este asado mal cocinado en la boda de la


futura reina?” exclama.

La Princesa-cocinera aparece ante su padre, pero ha cambiado tanto que


él no la reconoce. “No le serviré sal, Su Majestad,” explica. “Porque ¿no ha
sido que ha enviado al exilio a su hija menor por decir que era de valor?”

Al pronunciar estas palabras, el rey se da cuenta que no solo es su hija —


ella es, en realidad, la hija que lo ama de la mejor manera.

Y ¿Qué pasará entonces?

Cúpula de Libros
La mayor de las hijas y la de en medio han estado viviendo con el rey todo
este tiempo. Una ha estado a favor una semana, la otra la siguiente. Las
dos han sido separadas por las comparaciones constantes de su padre.
Ahora la hija menor ha regresado, el rey arrebata de un tirón el reino de la
mayor que se acaba de casar. No será reina después de todo. La hermana
mayor se llena de rabia.

Al principio la menor disfruta el amor de su padre. Después de algún


tiempo, sin embargo, se da cuenta que el rey esta demente y loco de
poder. Está atrapada atendiendo a un loco viejo tirano por el resto de sus
días. No lo dejará, sin importar que tan enfermo llega a estar.
56
¿Permanece porque ama a su padre como la carne ama a la sal?

O ¿Permanece porque ahora tiene la promesa de él de heredar el reino?

Es difícil para ella establecer la diferencia.

Cúpula de Libros
17
EL OTOÑO DESPUÉS del viaje a Europa, he iniciado un proyecto. Regalo
algo mío cada día.

Le envié por correo a Mirren una barbie con cabello extra largo, una por la
que solíamos pelear cuando éramos niñas. Le envié por correo a Johnny
una bufanda de rayas que solía usar mucho. A Johnny le gustan las rayas. 57

Para la gente mayor en la familia, Mamá, las tías, el abuelo, la


acumulación de objetos bellos es una meta en la vida. Quien quiera que
muera con mayor cantidad de objetos gana.

¿Gana qué? Es lo que me gustaría saber.

Yo solía ser una persona a la que le gustaban las cosas lindas. Como Mamá
lo hace, como todos los Sinclair lo hacen. Pero esa ya no soy yo.

Mamá tiene nuestra casa en Burlington llena de plata y cristal, mesitas


para café libros y mantas de cachemira. Alfombras gruesas cubren cada
suelo y pinturas de varios artistas locales a los que patrocinan se alinean
sobre nuestras paredes. Le gusta la porcelana antigua y la muestra en el
comedor. Ha reemplazado el perfectamente manejable Saab con un
BMW.

Ninguno de estos símbolos de prosperidad y gusto tiene uso en absoluto.

“La belleza tiene un uso válido” Mamá argumenta. “Crea sentido de lugar,
un sentido de historia personal. Placer, incluso, Cadence. ¿Has oído del
placer?”

Pero pienso que está mintiendo, a mí y a ella misma, acerca del porque
ella posee estos objetos. La sacudida de una nueva compra hace a Mamá
sentirse poderosa, aunque sea por un momento. Creo que hay estatus al
tener una casa llena de cosas bellas, en comprar pinturas caras de conchas
marinas de sus amigos artistas y cucharas de Tiffany’s. Antigüedades y

Cúpula de Libros
alfombras orientales le dicen a la gente que mi madre puede ser una
criadora de perros que abandonó Bryn Mawr, pero aun así tiene poder,
porque tiene dinero.

OBSEQUIO: MI ALMOHADA. La llevo conmigo mientras hago recados.


Hay una niña apoyada en la pared fuera de la biblioteca. Tiene un vaso de
cartón en los tobillos para monedas sueltas. No tiene muchas más edad
que yo.
—¿Quieres ésta almohada? —pregunto—. Lavé la almohada.
La toma y se sienta en ella.
Mi cama es incomoda esa noche, pero es lo mejor.
58
OBSEQUIO: EJEMPLAR EN RÚSTICA de King Lear, lo leí en la escuela en
segundo año, lo encontré bajo la cama.
Donado a la biblioteca pública.
No necesito leerlo de nuevo.

OBSEQUIO: UNA FOTO de la abuelita Tipper en la fiesta del Farm Institute,


vistiendo un vestido de noche cargando un lechoncillo.

Me detengo en Goodwill de camino a casa. —Hola Cadence —dice Patti


detrás del mostrador—. ¿Pasando a dejar algo?

—Ésta es mi abue.

—Era una hermosa dama —dice Patti mirando con atención—. ¿Segura
que no quieres sacar la foto? Puedes donar solamente el marco.

—Estoy segura.

Abue está muerta. Tener una foto de ella no cambiará nada.

—¿FUISTE A Goodwill de nuevo? —pregunta Mamá cuando llego a casa.


Está rebanando duraznos con un cuchillo especial para fruta.

—Sí.

—¿De qué te deshiciste ahora?

—Solo una fotografía vieja de la Abue.

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—¿Con el lechoncillo? —Su boca se contrae—. Oh Cady.

—Era mía así que podía regalarla.

Mamá suspira. —Si donas uno de los perros nunca escucharás el final de la
historia.

Me agacho a la altura de un perro. Bosh, Grendel y Poppy me reciben con


suaves ladridos. Son nuestros perros familiares, corpulentos y bien
portados. Goldens de raza pura. Poppy ha tenido varias camadas para el
negocio de mi madre, pero los cachorros y los otros perros de crianza 59
viven con el socio de mi mamá en una granja a las afueras de Burlington.

—Nunca lo haría —digo.

Susurro cuanto los quiero en sus suaves oídos de perrito.

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18
SI GOOGLEO lesión cerebral traumática, la mayoría de los sitios web me
dicen que la amnesia selectiva es una consecuencia. Cuando hay daños en
el cerebro, no es raro que un paciente olvide cosas. No será capaz de
reconstruir una historia coherente del trauma,

Pero no quiero que la gente sepa que soy así. Aún ahí, después de todas
las citas y las exploraciones y las medicinas.
60
No quiero ser etiquetada con una discapacidad. No quiero más
medicamentos. No quiero doctores o profesores preocupados. Dios sabe,
he tenido suficientes médicos.

Lo que recuerdo, a partir del verano del accidente:

Enamorarme de Gat en la puerta de la cocina del Red Gate.

Su rosa de playa para Raquel y mi noche empapada de vino, dando vueltas


enfurecida.

Actuando normal. Haciendo helados. Jugando al tenis.

Los edificios de tres pisos y la ira de Gat cuando le dijimos que se callara.

Nadando de noche.

Besando a Gat en el ático.

Escuchando la historia del Cracker Jack 2y ayudando al abuelo a bajar por


las escaleras.

El vaivén de los neumáticos, el sótano, el perímetro. Gat y yo uno en los


brazos del otro.

Gat viéndome sangrar. Haciéndome preguntas. Cubriendo mis heridas.

No recuerdo mucho más.

2
Marinero imagen de una famosa golosina estadounidense.

Cúpula de Libros
No puedo ver la mano de Mirren, su astillado esmalte de uñas color oro,
sosteniendo un jarro de gas para las lanchas.

Mami, su cara estirada, preguntando —¿Las perlas negras?

Los pies de Johnny, bajando rápido por las escaleras de Clairmont a la casa
de botes.

El abuelo, aferrado a un árbol, con el rostro iluminado por el resplandor


de una hoguera.

Y nosotros los cuatro Mentirosos, riendo tan fuerte que nos sentíamos
61
mareados y enfermos. Pero ¿qué era tan gracioso?

¿Qué era y dónde estábamos?

No lo sé.

Solía preguntarle a mami cuando no recordaba el resto del quinceavo


verano. Mi olvido me asustó. Sugerí dejar los medicamentos, o probar
unos nuevos, o un médico diferente. Supliqué saber lo que he olvidado.
Entonces, un día a finales del otoño.

—El otoño que me pasé sometida a pruebas para enfermedades con


sentencia de muerte. —Mami comenzó a llorar—. Me preguntaste una y
otra vez. Que nunca recuerdas lo que digo.

—Lo siento.

Se sirvió una copa de vino mientras hablaba.

—Comenzaste a preguntarme el día que te despertaste en el hospital.


“¿Qué pasó? ¿Qué pasó?”. Te dije la verdad, Cadence, siempre lo hice, y
tú me lo repetías. Pero el siguiente día me preguntabas nuevamente.

—Lo siento —dije otra vez.

—Sigues preguntándome aún todos los días.

Es cierto, no tengo memoria de mi accidente. No recuerdo lo que pasó


antes y después. No recuerdo las visitas de mis doctores, Sé que debieron
haber pasado, porque por supuesto pasaron —y aquí estoy con un

Cúpula de Libros
diagnóstico y medicamentos— pero casi todo mi tratamiento médico es
un espacio en blanco.

Miré a mami. Su rostro exasperadamente preocupado, sus ojos llorosos, la


chispa estancada de su boca.

—Tienes que dejar de preguntar —me dijo —. Los doctores piensan que es
mejor si lo recuerdas por tu cuenta, de igual forma.

Hice que me lo dijera una última vez, y escribí sus respuestas así yo podría
verlas cuando quisiera. Por eso puedo decirte acerca del accidente de la
noche nadando, las rocas, la hipotermia, las dificultades para respirar, y la 62
lesión traumática cerebral sin confirmar.

Nunca pregunté nada nuevo. Hay mucho que no entiendo, pero de ésta
manera ella se queda más tranquila.

Cúpula de Libros
19
PAPÁ PLANEA llevarme a Australia y Nueva Zelanda durante todo el
verano número diecisiete.

No quiero ir.

Quiero regresar a Beechwood. Quiero ver a Mirren y tumbarnos al sol,


Planeando nuestro futuro. Quiero discutir con Johnny y practicar snorkel3
y hacer helados. Quiero construir hogueras en la orilla de la pequeña 63
playa. Quiero meterme en la hamaca del porche en Clairmont y ser
mentiroso una vez más, si es posible.

Quiero recordar mi accidente.

Quiero saber por qué Gat desapareció. No sé por qué él no estaba


conmigo, nadando. No sé por qué fui a la pequeña playa sola. Por qué
andaba en ropa interior y me fui sin ropa a la arena. Y por qué me dejó
cuando tuve el accidente.

Me pregunto si me amaba. Me pregunto si amaba a Raquel.

Se supone que papá y yo salimos para Australia en cinco días.

Nunca debí haber aceptado ir.

Me hago sentir desgraciada, sollozando. Le digo a mami que no necesito


ver el mundo. Necesito ver a la familia. Extraño a mi abuelo.

No.

Voy a estar enferma si viajo a Australia. Mis dolores de cabeza explotarán,


no debería comer alimentos extraños. No debería fatigarme por el vuelo.
¿Qué pasa si olvidamos mi medicamento?

Deja de discutir. El viaje está pagado.

3
Snorkel: Es la práctica de buceo a ras de agua, el atleta va equipado con una máscara de
buceo, un tubo llamado snorkel y normalmente aletas. En aguas frías puede ser necesario el
traje de buceo. Nota de traductor.

Cúpula de Libros
Saqué a pasear a los perros temprano en la mañana. Cargué el lavavajillas
y luego lo descargué. Me puse un vestido y rubor en las mejillas. Como
todo lo del plato. Dejo a mami que ponga sus brazos alrededor de mi
Ictus4 en mi cabello. Le digo que quiero pasar el verano con ella, no con
papá.

Por favor.

Al día siguiente, el abuelo vino de Burlington a quedarse en la habitación


de huéspedes. Ha estado en la isla desde mediados de mayo y tiene que
tomar un barco, un coche y un avión para llegar aquí. No había venido a
64
visitarnos desde antes de que Abue Tipper murió.

Mamá lo recoge en el aeropuerto, mientras yo me quedo en casa y pongo


la mesa para la cena.

Ella recogió el pollo asado y platos en una tienda gourmet en la ciudad.

El abuelo ha perdido peso desde que lo vi por última vez. Su cabello


blanco se destaca en bocanadas alrededor de las orejas, copetón; se
parece a un pájaro bebé. La piel esta floja en su cuerpo y tiene una mala
racha de barrigón, así no es como lo recuerdo. Siempre pareció invencible,
con firmes y amplios hombros y un montón de dientes.

El abuelo es el tipo de personas que tiene lemas. “No aceptes un NO por


respuesta”, siempre nos dice. Y “Nunca tomes un asiento en la parte
trasera de la habitación. Los ganadores se sientan en la parte delantera”.

Nosotros los Mentirosos solíamos rodar los ojos con estas declaraciones:
“Sé decisiva; a nadie le gusta un derrotado”, “Nunca te quejes, nunca
expliques”, pero aun así lo veíamos tan lleno de sabiduría sobre temas
adultos.

El abuelo lleva pantalones a cuadros y mocasines. Sus piernas son


delgadas, como las de un hombre de edad avanzada.

Acaricia mi espalda y exige un whisky con soda.


4
Ictus: Denominamos ictus a un trastorno brusco de la circulación cerebral, que altera la
función de una determinada región del cerebro. Los términos accidente cerebrovascular,
ataque cerebral o, menos frecuentemente, apoplejía son utilizados como sinónimos del término
ictus.

Cúpula de Libros
Comemos y habla de unos amigos suyos en Boston. De la nueva cocina en
su casa de madera de haya. Nada importante. Después, mami limpia
mientras yo le muestro el jardín del patio trasero. El sol de la tarde aún
esta fuera.

El abuelo recoge una peonía5 y me la da. —Para mi primera nieta.

—No recojas las flores, ¿de acuerdo?

—A Penny no le importará.

—Sí, lo hará.
65
—Cadence fue la primera —dice, mirando hacia el cielo y no a mis ojos—.
Recuerdo cuando vino a visitarnos a Boston. Iba vestida con un mameluco
rosa y su cabello sobresalía directamente de su cabeza. Johnny no nació
hasta tres semanas más tarde.

—Estoy aquí, abuelo.

—Cadence fue la primera, y no importaba que fuera una niña. Daría todo.
Al igual que una nieta. La llevé en mis brazos y bailaba. Era el futuro de
nuestra familia.

Asiento con la cabeza.

—Pudimos ver que era una Sinclair. Tenía ese pelo, pero no era sólo eso.
Fue la barbilla, las manos pequeñas. Sabíamos que sería alta. Todos
éramos altos hasta que Bess se casó con ese compañero bajito, y Carrie
cometió el mismo error.

—¿Te refieres a Brody y Jonathan?

—Buena deliberación, ¿eh? —El abuelo sonríe —. Toda nuestra gente era
alta. ¿Sabías que la familia de mi madre llegó en el Mayflower6? Para
hacer su vida en América.

5
Peonía: Planta perenne de jardín, de cerca de 1 m de altura, con flores grandes semejantes a
las rosas, de color rojo, rosado o blanco, sin aroma y con propiedades medicinales.
6
Mayflower: es el nombre del barco que, en 1620, transportó a los llamados Peregrinos desde
Inglaterra, en el Reino Unido, hasta un punto de la costa este de América del norte, hoy
ubicado en los Estados Unidos de América.

Cúpula de Libros
Sé que no es importante si nuestra gente vino en el Mayflower. No es
importante ser alto. O rubio. Por eso me teñí el cabello: No quiero ser la
mayor. Heredera de la isla, de la fortuna, y de las expectativas.

Pero otra vez, quizá lo haga.

El abuelo ha bebido demasiado después de un largo día de viaje.

—¿Vamos a entrar?

Le pregunto —¿Quieres sentarte?

Él toma una segunda peonía y me la da. —Por una disculpa, querida. 66

Le doy una palmada en su espalda encorvada. —No recojas más, ¿de


acuerdo?

El abuelo se agacha y toca algunos tulipanes blancos.

—En serio, no lo hagas —le digo.

Coge un tercera peonía, bruscamente, desafiante. Me la entrega.

—Tú eres mi Cadence. La primera.

—Sí.

—¿Qué le paso a tu cabello?

—Lo teñí.

—No te reconocía.

—Eso está bien.

El abuelo señala a las peonías, ahora todas en mi mano.

—Tres flores para ti. Debes tener tres.

Se ve lamentable. Se ve poderoso.

Lo amo, pero no estoy seguro de que me agrade. Le tomo la mano y lo


llevo dentro.

Cúpula de Libros
20
ÉRASE UNA VEZ, había un rey que tenía tres hermosas hijas. Amaba a cada
una de ellas profundamente. Un día, cuando las jóvenes señoritas estaban
en edad de casarse, un terrible dragón de tres cabezas sitió al reino,
quemaba las aldeas con su aliento de fuego. Se echaron a perder las
cosechas y las iglesias se quemaron. Mató a los bebes, ancianos y todos los
demás.
67
El rey prometió la mano de una Princesa en matrimonio a quién
matara al dragón.

Los héroes y guerreros llegaron con armaduras, montados en sus


valientes caballos y portando sus espadas y flechas.

Uno a uno, estos hombres fueron asesinados y comidos.

Finalmente el rey pensó que una doncella podría derretir el corazón


del dragón y tener éxito donde los guerreros habían fracasado. Envió a su
hija mayor a mendigarle al dragón misericordia, pero el dragón no escucho
ni una de sus palabras y se la tragó completa.

Entonces el rey envió a su segunda hija a mendingar con el dragón


por misericordia, pero el dragón hizo lo mismo. Se la tragó antes de que
pudiese siquiera decir una sola palabra.

Entonces el rey envió a su hija menor a mendigar con el dragón por


misericordia, y ella era tan encantadora e inteligente que estaba seguro
que tendría éxito donde los demás habían perecido.

No, por cierto. El dragón simplemente se la comió.

El rey se quedó dolido y con pesar. Ahora estaba solo en el mundo.

Ahora, déjeme preguntarle esto. ¿Quién mató a las chicas?

¿El dragón? ¿O su padre?

Cúpula de Libros
Después de que el abuelo nos dejara al día siguiente, mamá llamó a papá y
canceló el viaje a Australia. Ahí están los gritos. Ahí está la negociación.

Finalmente deciden que iré a Beechwood durante cuatro semanas del


verano, después visitaré a papá en su casa de Colorado, dónde nunca he
estado. Insiste. No se perderá todo el verano conmigo o habrá abogados
involucrados.

Mami llama a las tías. Tiene largas conversaciones privadas con ellas en el
porche de nuestra casa. No puedo oír nada, excepto algunas pocas frases:
Cadence es tan frágil, necesita mucho descanso. Sólo cuatro semanas, no
68
todo el verano. Nada debe molestarla, la recuperación es muy gradual.

También, Pinot Grigio7, Sancerre8, tal vez algún Riesling9; Definitivamente


no Chardonnay10.

7
El Pinot Grigio o Pinot Gris es un tipo de vino blanco, con la característica de que la
coloración de la piel de la uva con que es elaborado es más oscura que otros tipos de uvas
blancas.
8
Vino blanco francés.
9
El Riesling es un vino delicado pero complejo, de poco cuerpo, bajo grado alcohólico, aunque
de intenso sabor y larga vida
10
El Chardonnay es la variedad blanca más apreciada, popular y extendida del mundo.
Originaria de la Borgoña (Francia) se ha adaptado con buenos resultados en lugares muy
distintos. El Chardonnay es la cepa preferida para la elaboración de vinos blancos secos, sus
características pueden variar desde vinos ricos, gruesos y espesos, adecuados para envejecer
en botella, a vinos más ligeros y frescos hechos sin madera y destinados a ser bebidos
jóvenes.

Cúpula de Libros
21
MI HABITACIÓN ESTÁ casi vacía ahora. Hay sábanas y un edredón sobre la
cama. Un ordenador portátil en el escritorio, unos bolígrafos. Una silla.

Tengo un par de pares de pantalones vaqueros y pantalones cortos. Tengo


camisetas y camisas de franela, algunos suéteres; un traje de baño, un par
de zapatillas, un par de crocs11 y un par de botas.
69
Dos vestidos y unos tacones. Abrigo de invierno, chaqueta de caza y la
lona lienzo. Los estantes están vacíos. No hay fotos, no hay carteles. No
hay juguetes viejos.

Regalo: un kit de viaje de cepillo de dientes que mamá me compró ayer.

Ya tengo un cepillo de dientes. No sé por qué me compró otro. Esa mujer


compra cosas sólo por comprar cosas. Es repugnante.

Me acerco a la biblioteca y encuentro a la chica que tomó mi almohada.


Todavía está apoyada en la pared exterior. Puse el kit de cepillos de
dientes en su taza.

Regalo: La chaqueta de caza color oliva de Gat. La que llevaba esa noche
que nos tomamos de la mano y vimos las estrellas y hablamos de Dios.
Nunca se la devolví.

La debí haber regalado lo primero que todo. Sé eso. Pero no podía


hacérmelo. Era todo lo que tenía de él.

Pero eso era débil y tonto. Gat no me ama.

Yo no lo amo, tampoco, y tal vez nunca lo hice.

Lo veré pasado mañana y no lo amo y no quiero su chaqueta.

11
Crocs: Sandalias elaboradas con un material que se llama resina de célula cerrada
patentada. Muy cómodos.

Cúpula de Libros
22
EL TELÉFONO SONÓ a las diez de la noche antes de irnos de Beechwood.
Mamá en la ducha. Lo tomo. Dificultad para respirar. Luego una risa.

—¿Quién es?

—¿Cady?

Es un niño, me doy cuenta. —Sí.


70
—Soy Taft. —El hermano de Mirren. No tiene modales.

—¿Cómo es que estás despierto?

—¿Es cierto que eres adicta a las drogas? —pregunta Taft.

—No.

—¿Estás segura?

—¿Estás llamando para preguntar si soy una adicta a las drogas? —No he
hablado con Taft desde el accidente.

—Estamos en Beechwood —dice—. Llegamos aquí esta mañana.

Me alegro de que esté cambiando de tema. Pongo mi voz más alegre

—Iremos mañana. ¿Es bonito? ¿Ya fuiste a nadar?

—No.

—¿Fuiste al columpio?

—No —dijo Taft—. ¿Estás segura de que no eres adicta a las drogas?

—¿De dónde has sacado esa idea?

—Bonnie. Ella dice que debería dejar de verte.

—No escuches a Bonnie —le dije—. Escucha a Mirren.

Cúpula de Libros
—De eso es de lo que hablo. Pero Bonnie es la única persona que me cree
lo de Cuddledown —dijo—. Y yo quería llamarte. Sólo si no eres adicta a
las drogas, porque los drogadictos no saben lo que pasa.

—No soy adicta a las drogas, bobo —le digo. Aunque posiblemente estoy
mintiendo.

—Cuddledown está embrujado —dice Taft—. ¿Puedo ir con ustedes a


dormir en Windemere?

Me agrada Taft. En serio. Es un poco loco y está cubierto de pecas y


Mirren lo ama mucho más de lo que ama a los gemelos. —No está 71
embrujado. El viento sopla a través de la casa —le digo —. También hace
viento en Windemere. Las ventanas traquetean.

—También está encantada —dice Taft—. Mamá no me cree y tampoco lo


hace Liberty.

Cuando era más joven siempre fui la niña que pensaba que había
monstruos en el armario. Más tarde estaba convencida de que había un
monstruo marino en el muelle.

—Pregúntale a Mirren si te puede ayudar —le dije —. Ella te leerá un


cuento o te cantará.

—¿Eso crees?

—Lo hará. Y cuando llegue allí te llevaré a practicar tubing12 y snorkel y


será un gran verano, Taft.

—Está bien. —dijo.

—No te asustes del estúpido viejo Cuddledown —le digo —. Muestra


quién es el jefe y nos vemos mañana.

Cuelga sin decir adiós.

12
Tubing: que consiste en descender con un neumático un tramo del río, arrastrado por una
lancha a motor.

Cúpula de Libros
Parte Tres

Verano diecisiete

72

Cúpula de Libros
23
EN LA CIUDAD portuaria de Woods Hole, mamá y yo dejamos a los perros
y arrastramos nuestras bolsas hasta el muelle donde nos esperaba la tía
Carrie.

Carrie le da un gran abrazo a mamá antes de ayudarnos a cargar nuestras


bolsas y a los perros en el bote.

–Estás más hermosa que nunca –dice–. Y gracias a Dios que estás aquí. 73

–Oh, tranquila –dice mamá.

–Sé que has estado enferma –me dice. Es la más alta de mis tías y la más
grande de las hijas Sinclair. Su suéter es largo y de cachemira. Las líneas
alrededor de su boca son profundas. Lleva joyas verde jade que
pertenecieron a la Abuela.

–No hay nada malo en mí, que un Percocet y unos tragos de vodka no
puedan arreglar –digo.

Carrie ríe, pero mamá le dice –No está tomando Percocet, está tomando
una droga no adictiva que recetó el médico.

Eso no es verdad. Las medicinas no adictivas no funcionaron.

–Está muy delgada –dice Carrie.

–Es el vodka –digo–. Me llena.

–No puede comer mucho cuando tiene dolor –dice mamá–. Hace que le
den nauseas.

–Bess preparó el pastel de arándanos que te gusta –me dice la tía Carrie. Y
abraza de nuevo a mamá.

–Ustedes están muy ´´abrazadoras´´ de repente –digo–. No solían


abrazarse tanto.

Cúpula de Libros
La tía Carrie me abraza también. Huele a perfume caro y amargo. No la
había visto en mucho tiempo.

El camino hacia el puerto es frío y precipitado. Me siento en la parte de


atrás del bote mientras mamá se queda al lado de la tía Carrie detrás del
volante. Recorro el agua con la mano y me moja el brazo del abrigo de
lana.

Pronto veré a Gat.

Gat, mi Gat, que no es mi Gat.


74
Las casas, los pequeños, las tías, las mentiras.

Escucharé a las gaviotas, estaré depresiva y comeré pastel y helado hecho


en casa.

Escucharé el sonido de las pelotas de tenis, el ladrido de los perros, el eco


de mi respiración en un snorkel. Haremos fogatas que olerán a cenizas.

¿Seguiré sintiéndome en casa?

Dentro de poco, Beechwood está frente a nosotros, aparece el mismo


paisaje familiar. La primera casa que veo es Windemere con sus techos
puntiagudos. El cuarto en el extremo derecho es el de mamá, ahí están sus
cortinas azul pálido. Mi propia ventana da hacia la parte interior de la isla.

Carrie dirige el bote hacia la embocadura y puedo ver Cuddletown en el


punto más bajo de la isla, con su estructura como de caja rechoncha. Un
pedazo de ensenada arenosa, la minúscula playa está escondida en el
fondo de una escalera larga de madera.

El paisaje cambia conforme damos la vuelta hacia el lado oriental de la


isla. No puedo ver bien el Red Gate entre los árboles, pero veo un poco de
su guarnición roja. Luego la playa grande, a la que se llega a través de otra
escalera de madera.

Clairmont está en el punto más alto, con vistas de agua en tres


direcciones.

Cúpula de Libros
Estiro el cuello para buscar su familiar torrecilla, pero no está ahí. Los
árboles que solían dar sombra al gran empinado jardincito tampoco están.

En lugar del cuarto para seis de estilo Victoriano con porche y la cocina de
alquería, en lugar de la casa donde el Abuelo pasó cada verano desde
siempre, veo un apartamento pulcro y moderno encaramado en una
colina pedregosa. Hay un jardín Japonés en un lado, roca desnuda del
otro. La casa es vidrio y metal. Fría.

Carrie apaga el motor, lo que hace que sea más fácil hablar.

–Ese es el nuevo Clairmont –dice. 75

–Sólo era una cáscara el año pasado. Nunca imaginé que no tendría
césped –dice mamá.

–Espera a que lo veas por dentro. Los muros son simples. Cuando
llegamos ayer no tenía nada en el refrigerador, excepto unas manzanas y
un pedazo de Havarti.

–¿Desde cuándo le gusta el Havarti? –pregunta mamá–. El Havarti ni


siquiera es un buen queso.

–Él no sabe cómo hacer las compras. Ginny y Lucille, son las nuevas
cocineras, sólo hacen lo que él les dice. Ha estado comiendo tostadas de
queso. Pero hice una lista y fueron al supermercado en Edgartown.
Tenemos suficiente por unos días.

Mamá se estremece.

–Qué bueno que estemos aquí.

Veo el nuevo edificio mientras las tías hablan. Sabía que el Abuelo había
renovado la casa, claro. Él y mamá hablaron de la cocina nueva cuando
nos visitó hace unos días. El refrigerador y el congelador, el calentador y
los bastidores de especias.

No me di cuenta de que había cambiado la casa completamente. Que ya


no había césped. Ni los árboles, especialmente la enorme Magnolia con el
columpio. Ése árbol debió haber tenido unos 50 años.

Cúpula de Libros
Una ola azul marino se agita, saltando del mar como una ballena. Se cierne
sobre mí. Los músculos de mi cuello tienen espasmos, mi garganta se
cierra. Me doblo bajo su peso.

La sangre se precipita hacia mi cabeza. Me estoy ahogando.

Todo es tan triste, es tan insoportablemente triste por un segundo, pensar


en esa adorable y vieja Magnolia con columpio. Nunca le dijimos a ese
árbol cuánto lo queríamos. Nunca le pusimos nombre, nunca hicimos nada
por él. Pudo haber vivido mucho más.

Estoy tan, tan helada. 76

–¿Cadence? –Mamá se inclina sobre mí.

Me estiro y tomo su mano.

–Sé normal –me susurra–. Se normal ya.

–¿Qué?

–Lo eres. Puedes serlo.

Muy bien, bien. Sólo era un árbol.

Sólo un árbol con columpio que adoraba.

–No hagas una escena –susurra mamá–. Respira y siéntate.

Hago lo que me pide tan pronto como puedo, como siempre lo hago.

La tía Carrie brillantemente nos distrae hablando.

–El nuevo jardín es lindo, cuando te acostumbras –dice–. Hay una zona
para sentarse a la hora del coctel. Taft y Will están buscando rocas
especiales.

Ella gira el bote hacia la playa y repentinamente puedo ver a mis


Mentirosas esperando, no en el puerto sino en la valla de madera que está
a lo largo del perímetro del camino.

Mirren se para con sus pies en la parte baja de la barrera, meciéndose con
alegría, su mano en el aire saludando.

Cúpula de Libros
Mirren. Ella es adorable. Es curiosidad y lluvia.

Johnny salta de arriba abajo, dando volteretas de vez en cuando.

Johnny. Él es saltarín. Es una persona con ahínco y un Snark13.

Gat, mi Gat. Hubo un tiempo que fue mi Gat, salió a verme también. Está
parado detrás de las tablillas de la valla, en la colina pedregosa que lleva
hacia Clairmont. Él la hace de semáforo, moviendo sus manos en
movimientos vistosos, como si yo fuera a entender un código secreto.

Él es pensamiento y entusiasmo. Ambición y café fuerte.


77
Bienvenida a casa, me dice. Bienvenida a casa.

13
Animal imaginario proveniente del planeta Xen. Usado como referencia hacia una tarea o
meta que es tonta o imposible de lograr.

Cúpula de Libros
24
LOS MENTIROSOS NO vienen al muelle cuando paramos el bote, ni
tampoco la tía Bess ni el Abuelo. En lugar de ellos, vienen los pequeños:
Will y Taft, Liberty y Bonnie.

Los chicos, ambos de diez años, se patean unos a otros y pelean un poco.
Taft corre hacia mí y me toma del brazo. Lo levanto y le doy volteretas. Es
sorprendentemente liviano, como si su cuerpo pecoso estuviera hecho de
78
partes de un pájaro.

—¿Te sientes mejor? —pregunto.

—¡Tenemos barras de helado en el congelador! —grita—. ¡Tres sabores


diferentes!

—De verdad, Taft. Eras un desastre anoche cuando hablábamos por


teléfono.

—No lo era.

—Un gran desastre.

—Mirren me leyó una historia. Y me fui a dormir. No fue gran cosa.

Desordené su cabello color miel.

—Sólo es una casa. Muchas casas dan miedo en la noche, pero por la
mañana, ya no.

—Como quiera no nos estamos quedando en Cuddledown —dice Taft—.


Ahora nos cambiamos a New Clairmont con el Abuelo.

—¿En serio?

—Tenemos que ser ordenados y no actuar como idiotas. Ya llevamos


nuestras cosas. Y Will atrapó tres medusas en la playa grande e incluso
atrapó un cangrejo. ¿Vendrás a verlos?

—Claro.

Cúpula de Libros
—Tiene el cangrejo en su bolsillo, pero las medusas están en un bote con
agua —dice Taft, y corre.

Mamá y yo caminamos a través de la isla hacia Windemere, una distancia


corta en una pasarela de madera. Los gemelos nos ayudan con las
maletas.

El Abuelo y la tía Bess están en la cocina. Hay vasos con flores silvestres
79
en la vitrina, Bess friega el lavadero con una esponja y el Abuelo lee el
Martha´s Vineyard Times.

Bess es más tranquila que sus hermanas, y más rubia, pero aun así son
iguales. Lleva pantalones blancos y un top de algodón azul marino con
bisutería. Se quita los guantes y besa a mamá y me abraza muy fuerte y
durante mucho rato, como si al abrazarme tratara de darme a entender
algún mensaje secreto. Huele a detergente y vino.

El Abuelo está de pie pero no camina hasta que Bess termina de


abrazarnos.

—Hola Mirren —dice jovialmente—. Es bueno verte.

—Está haciendo eso todo el tiempo —dice Carrie a mamá y a mí—. Les
dice Mirren a los que no son Mirren.

—Sé que ella no es Mirren —dice El Abuelo.

Los adultos hablan entre ellos, y yo me voy junto con los gemelos. Se ven
raros con esos zapatos y sus trajes de verano. Deben tener los 14 años ya.
Tienen piernas fuertes como Mirren, y ojos azules y sus rostros están
ojerosos.

—Tu cabello es negro —dice Bonnie—. Pareces un vampiro muerto.

—¡Bonnie! —Liberty le da un manotazo.

Cúpula de Libros
—Me refiero a que es redundante porque todos los vampiros están
muertos —dice Bonnie—. Pero tienen esos círculos debajo de los ojos
como tú.

—Se buena con Cady —susurra Liberty—. Mamá nos dijo que lo fuéramos.

—Estoy siendo buena. Algunos vampiros son extremadamente sexys, eso


es un hecho documentado.

—Te dije que no quería que hablaras sobre cosas raras muertas este
verano —dice Liberty—. Anoche dijiste bastantes. —Se gira hacia mí—.
Bonnie está obsesionada con cosas muertas. Está leyendo libros sobre ello 80
todo el tiempo y luego no puede dormir. Es molesto cuando compartes
habitación. —Liberty dice todo esto sin siquiera mirarme a los ojos.

—Yo hablaba sobre el cabello de Cady —dice Bonnie.

—No tienes que decirle que parece un muerto.

—Está bien —le digo a Bonnie—. Realmente no me importa lo que


pienses, así que está perfectamente bien.

Cúpula de Libros
25
TODOS SE DIRIGEN hacia New Clairmont, nos dejaron a mí y a mamá solas
para que deshiciéramos el equipaje. Me deshice de las maletas y fui en
busca de los Mentirosos.
De repente están encima de mí como si fueran cachorros. Mirren me
agarra y me da vueltas. Johnny agarra a Mirren, Gat agarra a Johnny, nos
agarramos entre todos y saltamos juntos. Luego nos apartamos y nos
dirigimos a Cuddletown.
81
Mirren habla de lo feliz que está de que Bess y los pequeños vivan con el
Abuelo este verano. Necesita que alguien esté con él. Además Bess y su
obsesión por la limpieza hacen que sea imposible estar con ella. Incluso
más importante, nosotros los Mentirosos tendremos Cuddletown para
nosotros.
Gat dice que hará un poco de té y el té es su nuevo vicio. Johnny le dice
que es un cara de culo pretencioso. Seguimos a Gat a la cocina. Él pone
agua a hervir.
Es un torbellino, todos hablando con todos, discutiendo felizmente, justo
como en los viejos tiempos. Gat no me ha mirado.
No puedo dejar de verlo.
Es tan hermoso. Tan Gat. Conozco el arco de su labio inferior, la fuerza de
sus hombros. La manera en que medio mete la camisa en los pantalones,
la forma en que sus zapatos están desgastados hasta el talón, la forma en
que se toca la cicatriz de la ceja sin siquiera darse cuenta.
Estoy tan enfadada. Y tan feliz de verle.
Probablemente haya seguido adelante, como cualquier persona cuerda lo
haría. Él no ha pasado los últimos dos años en una jaula de dolores de
cabeza y compasión por sí mismo. Ha estado saliendo con chicas de Nueva
York que usan zapatos de tacón, llevándolas a comer comida china y a ver
bandas tocar. Si no está con Raquel probablemente tiene una o incluso
tres chicas más.
—Tu cabello es nuevo —dice Johnny.
—Sí.

Cúpula de Libros
—Te ves bonita —dice Mirren cariñosamente.
—Es tan alta —dice Gat sin mirarme—. No eras tan alta, ¿O sí, Cady?
—Se llama crecer, no soy responsable de eso. —Hace dos veranos, Gat era
varias pulgadas más alto que yo. Ahora estamos casi parejos.
—Está bien crecer —dice Gat, aún sin mirarme—. Sólo que no crezcas más
que yo.
¿Está coqueteando?
Lo está.
82
—Johnny siempre me deja ser el más alto —dice Gat—. Nunca pelea por
eso.
—Como si pudiera —gruñe Johnny.
—Sigue siendo nuestra Cady —dice Mirren con lealtad—. Probablemente
tenemos un aspecto diferente para ella también.
Pero no es verdad. Están igual. Gat con su camisa verde de hace dos
veranos. Su sonrisa rápida, su manera de inclinarse hacia delante, su nariz
dramática.
Johnny de hombros anchos, en jeans y con un chaleco de tartán tan viejo
que está un poco raído; uñas mordidas, cabello corto.
Mirren, como una pintura Raphaelita, con esa barbilla cuadrada de los
Sinclair. Su largo y liso cabello está apilado en su cabeza y lleva un top y
pantalones cortos.
Es reconfortante. Les quiero mucho.
¿Les importará el hecho de que, no pueda retener ni lo más básico de las
cosas que pasaron en el accidente? He olvidado mucho de lo que hicimos
en el verano número quince. Me pregunto si las tías han estado hablando
de mí.
No quiero que me vean como si estuviera enferma. O como si mi mente
no funcionara bien.
—Cuéntanos cosas de la universidad —dice Johnny. Está sentado en la
cocina—. ¿A dónde irás?

Cúpula de Libros
—A ningún lado, aún. —Esta verdad no la puedo ocultar. Estoy
sorprendida que no lo supieran ya.
—¿Qué?
—¿Por qué?
—No me gradué. Falté mucho a la escuela después del accidente.
—¡Oh, dios! —grita Johnny—. Eso es horrible. ¿No puedes ir a la escuela
de verano?
—No y venir aquí. Además, lo haré mejor si presento el examen cuando
tenga el curso terminado. 83

—¿Qué haces para estudiar? —pregunta Gat.


—Hablemos de otra cosa.
—Pero queremos saber —dice Mirren—. Todos queremos.
—De verdad —digo—. Otra cosa. ¿Cómo te va en el amor, Johnny?
—Oh dios, nuevamente.
Alzo las cejas.
—Cuando eres tan atractivo como yo, las cosas nunca están tranquilas—
dice sarcásticamente.
—Tengo un novio que se llama Drake Loggerhead —dice Mirren—. Va a ir
a Pomona como yo. Hemos tenido sexo un buen número de veces, pero
siempre con protección. Me trae rosas amarillas cada semana y tiene
lindos músculos.
Johnny escupe el té. Gat y yo nos reímos.
¿Drake Loggerhead? —pregunta Johnny.
—Si —dice Mirren—. ¿Qué te hace tanta gracia?
—Nada. —Johnny sacude la cabeza.
—Hemos estado saliendo cinco meses —dice Mirren—. Pasará el verano
haciendo ejercicios. ¡Así que tendrá más músculos cuando le vea!
—Tienes que estar bromeando —dice Gat.
—Sólo un poco —dice—. Pero le amo.

Cúpula de Libros
Aprieto su mano. Me da gusto que haya encontrado a alguien de quien
enamorarse.
—Te preguntaré sobre el sexo después —le advierto.
—Cuando los chicos no estén —dice—. Te diré todo.
Dejamos nuestras tazas y nos encaminamos a la playita. Nos quitamos los
zapatos y meneamos nuestros dedos en la arena.
—No iré a la cena en New Clairmont —dice Mirren decisivamente—. Ni al
almuerzo tampoco. Este año no.
—¿Por qué no? 84

—No puedo soportarlo —dice—. Las tías. Los pequeños. El abuelo. Se ha


vuelto loco, ya lo sabes.
Asiento.
—Es demasiada calidez. Sólo quiero ser feliz con ustedes aquí —dice
Mirren—. No voy a estar en esa casa nueva y fría. Esa gente está bien sin
mí.
—Yo igual —dice Johnny.
—Yo igual —dice Gat.
Me doy cuenta que han discutido esto antes de que llegara.

Cúpula de Libros
26
MIRREN Y JOHNNY SE meten al agua con sus snorkel. Buscan langostas.
Probablemente sólo haya medusas y pequeños cangrejos, pero aún con
esas pequeñas presas hemos nadado en la playita, siempre.
Gat se sienta conmigo en una silla. Vemos a los demás en silencio.
No sé cómo hablar con él.
Le amo.
Se ha portado como un idiota.
85

No debería amarlo. Soy estúpida por seguir amándole. Tengo que


olvidarlo.
Tal vez siga pensando que soy bonita. Incluso con mi cabello y los huecos
debajo de mis ojos. Tal vez.
Los músculos de su espalda se notan debajo de la camisa. La curva de su
cuello, el suave arco de su oído. Un lunarcito café a un lado de su cuello.
Las lunas de sus uñas. Me lo como con los ojos después de tanto tiempo
separados.
–¿Estás mirando mis pies de troll? —pregunta—. Por dios, no lo hagas.
—¿Qué?
—Un troll se metió en mi cuarto a mitad de la noche, se llevó mis pies
normales y me dejó con sus estúpidos pies de troll. —Gat mete los pies
debajo de la toalla para que no pueda verlos—. Ahora ya lo sabes.
Me siento aliviada de que estemos hablando de cosas sin importancia.
—Usa zapatos
—No usaré zapatos en la playa. —Saca los pies de la toalla. Se ven bien—.
Tengo que actuar como si todo estuviera bien, hasta que encuentre a ese
troll y lo mate y así recuperar mis pies normales. ¿Tienes algún arma?
—Hay una en Windemere.
—Está bien. Me ayudarás. Tan pronto como veamos a ese troll, lo
mataremos con tu arma.
—Si insistes.

Cúpula de Libros
Me acuesto boca arriba y me pongo el brazo sobre los ojos. Estamos en
silencio un momento.
—Los trolls salen de noche —añado.
—¿Cady? —susurra Gat.
Me giro para mirarlo a la cara.
—¿Si?
—Creí que podría no volver a verte nunca más.
—¿Qué? —Está tan cerca que podríamos besarnos. 86
—Pensé que no te vería nunca más. Después de todo lo que pasó. Y no
estabas aquí el último verano.
¿Por qué no me llamaste? Quiero decirle. ¿Por qué, en todo este tiempo
no llamaste?
Me toca la cara.
—Estoy tan contento de que estés aquí —dice—. Tan contento de tener la
oportunidad de verte.
No sé qué hay entre nosotros. De verdad no. Es un idiota.
—Dame la mano —dice Gat.
No sé si quiero.
Pero bueno, claro que quiero.
Su piel es cálida y arenosa. Entrelazamos nuestros dedos y cerramos los
ojos al sol. Sólo nos acostamos. Agarrados de la mano. Él me frota la
palma de la mano con el pulgar, como hizo hace dos veranos bajo las
estrellas.
Y me derrito.

Cúpula de Libros
27
MI HABITACIÓN EN Windemere está cubierta de madera, pintada de color
crema. Hay una colcha verde hecha de retazos, sobre la cama. La alfombra
es uno de esos tapetes de trapo que encuentras en country inns.
Estuviste aquí hace dos veranos, me digo. En esta habitación, todas las
noches. En esta habitación, todas las mañanas.
Probablemente estuviste leyendo, jugando en el iPad, escogiendo tu
vestuario. ¿Qué recuerdas? 87

Nada.
Estampados botánicos de buen gusto adornan las paredes de mi
habitación, aparte de algo de arte hecha por mí: una acuarela de la
magnolia que solía cernirse sobre el césped de Clairmont y dos dibujos a
crayones: uno de la Abuela Tipper y sus perros, Príncipe Philip y Fátima; y
el otro de mi padre. Tomó la cesta de mimbre para la ropa del closet,
quito todas las pinturas y las meto dentro de la cesta.
Hay una librera llena de libros de bolsillo, libros para adolescentes y de
fantasía que solía leer hace unos años. Historias para niños que leí unas
cien veces. Los saco y los apilo en el pasillo.
—¿Estás regalando tus libros? Tú amas los libros —dice Mamá. Está
saliendo de su cuarto y tiene puesta ropa fresca para la cena. Brillo labial.
—Podemos darlos a una de las bibliotecas de Vineyard —digo—. O a
Goodwill.
Mamá se inclina y tantea los libros apilados.
—Leímos Charmed Life juntas, ¿recuerdas?
Asiento.
—Y este también. The lives of Christopher Chant. Ese año tenías ocho.
Querías leer todo pero no eras lo suficientemente buena leyendo todavía,
así que les leía a ti y a Gat por horas y horas.
—¿Qué hay de Johnny y Mirren?

Cúpula de Libros
—No podían estarse quietos —dice Mamá—. ¿No quieres quedarte con
estos?
Extiende el brazo y me toca la mejilla. Yo me echo hacia atrás.
—Quiero que las cosas encuentren un hogar mejor —le digo.
—Estaba esperando que te sintieras diferente cuando regresáramos a la
isla, eso es todo.
—Tú te deshiciste de todas las cosas de papá. Compraste un nuevo sofá,
nuevas vajillas, nuevas joyas.
—Cady. 88

—No hay nada en nuestra casa entera que diga que papá alguna vez vivió
con nosotras, excepto yo. ¿Por qué a ti se te permite borrar a mi padre y a
mí no se me permite…?
—¿Borrarte a ti misma? —dice Mamá.
—Otras personas tal vez usen esto —respondo, señalando a la pila de
libros—. Gente que en serio tenga necesidades. ¿No piensas en hacer
cosas buenas en el mundo?
En ese momento, Poppy, Bosh y Grendel suben a toda velocidad las
escaleras y obstruyen el pasillo donde estamos paradas, lamiendo
nuestras manos, agitando sus colas peludas contra nuestras rodillas.
Mamá y yo nos quedamos calladas.
Finalmente ella habla.
—Está bien que merodees por la mini playa, o lo que sea que hicieras esta
tarde. Está bien que regales todos tus libros si te sientes fuerte con eso.
Pero te espero en Clairmont para la cena en una hora, con una sonrisa en
la cara para el Abuelo. Sin argumentos. Sin excusas. ¿Me entiendes?
Asiento.

Cúpula de Libros
28
TENGO UN BLOC de notas de hace varios veranos cuando Gat y yo nos
obsesionamos con el papel cuadriculado. Hacíamos dibujo tras dibujo en
él, llenando cada cuadrito con lápices de colores para hacer retratos
pixelados.

Encuentro un lapicero y escribo todos mis recuerdos del verano quince.

Los s’mores14, nadar. El ático, la interrupción. 89

Las manos de Mirren, su despintado esmalte de uñas dorado, sosteniendo


un galón de gasolina para las lanchas motoras.

Mamá, su rostro apretado, preguntando:

—¿Las perlas oscuras?

Los pies de Johnny, corriendo al bajar las escaleras desde Clairmont hasta
el embarcadero.

El Abuelo, sosteniéndose de un árbol, su rostro alumbrado por la luz de


una fogata.

Y nosotros cuatro, los Mentirosos, riendo tan fuerte hasta sentirnos


mareados y enfermos.

Dejo una página separada para el accidente. Lo que Mamá me ha dicho y


lo que supongo. Debí haber ido a nadar sola a la mini playa. Me golpeé la
cabeza contra una roca. Debí haber luchado para llegar devuelta a la orilla.
Tía Bess y Mamá me dieron té. Me diagnosticaron hipotermia, problemas
respiratorios y una lesión cerebral que nunca se dejó ver en las
tomografías.

Sujeto las páginas a la pared sobre mi cama. Agrego notas adhesivas con
preguntas.

¿Por qué me metí al agua sola de noche?


14
S’mores: Postre tradicional de USA. Consiste en un malvavisco tostado y una capa de
chocolate entre dos trozos de galleta Graham.

Cúpula de Libros
¿Dónde estaba mi ropa?

¿En realidad me lesioné la cabeza nadando, o pasó algo más?

¿Me habrá pegado alguien? ¿Fui víctima de algún crimen?

Y, ¿Qué paso entre Gat y yo? ¿Discutimos? ¿Lo ofendí?

¿Dejó de amarme y regresó con Raquel?

Acuerdo que todo lo que aprenda en las siguientes cuatro semanas, irá
sobre mi cama en Windemere. Dormiré bajo esas notas y las estudiaré
todas las mañanas. 90

Tal vez alguna imagen surgirá de los píxeles.

Una bruja ha estado ahí, detrás de mí, durante un tiempo, esperando


algún momento de debilidad. Sostiene una estatua de marfil de un ganso
hermoso. Está intricadamente tallada. La admiro solo por un momento y
luego la balancea con una fuerza impactante. Esta se conecta a mi cabeza,
aplastándola, dejando un agujero en mi frente. Puedo sentir mi hueso
aflojarse. La bruja balancea la estatua otra vez y me golpea sobre el oído
derecho, chocando contra mi cráneo. Golpe tras golpe ella lanza, hasta
que pequeños copos de hueso ensucian la cama y se mezclan con los
trozos astillados de su una vez hermoso ganso.

Encuentro mis pastillas y apago la luz.

—¿Cadence? —llama Mamá desde el piso de abajo—. La cena será en


New Clairmont.

No puedo ir.

No puedo. No iré.

Mamá promete darme café para ayudarme a mantenerme despierta


mientras las drogas están en mi organismo. Menciona cuanto tiempo hace

Cúpula de Libros
que mis tías no me han visto, y que los pequeños también son mis primos,
después de todo. Tengo obligaciones familiares.

Solo puedo sentir mi cráneo roto y el dolor volando a través de mi


cerebro. Todo lo demás se desvanece.

Finalmente, se va sin mí.

91

Cúpula de Libros
29

A ALTAS HORAS DE LA noche, la casa hace un sonido extraño—justo lo que


Taft temía en Cuddletown. Todas las casas aquí lo hacen. Son viejas, y la
isla es azotada por los vientos del mar.

Intento volver a dormir.


92
No.

Bajo al primer piso y salgo al pórtico. Siento bien la cabeza ahora.

Tía Carrie está en el camino, alejándose. Lleva puesto su camisón y un par


de botas de piel de oveja. Está delgada, con los huesos del pecho
expuestos y los pómulos hundidos.

Gira hacia el camino de madera que lleva a Red Gate.

Me siento, con la mirada fija en ella. Respirando el aire de la noche y


escuchando las olas. Unos minutos después regresa por el sendero de
Cuddledown.

—Cady —dice, deteniéndose y cruzando los brazos sobre el pecho—. ¿Te


sientes mejor?

—Perdón por haberme perdido la cena —digo—. Tenía dolor de cabeza.

—Habrá cenas todas las noches, todo el verano.

—¿No puedes dormir?

—Ah, tú sabes. —Carrie se rasca el cuello—. No puedo dormir sin Ed. ¿No
es eso tonto?

—No.

—Comienzo a merodear por ahí. Es buen ejercicio. ¿Has visto a Johnny?

—No a la mitad de la noche.

Cúpula de Libros
—A veces, está despierto cuando estoy despierta —dice Carrie—. ¿Le ves?

—Podrías mirar a ver si su luz está encendida.

—Will tiene pesadillas terribles —dice Carrie —. Despierta gritando y


luego ya no puedo volver a dormir.

Me estremezco dentro de la sudadera.

—¿Quieres una linterna? —pregunto—. Hay una dentro.

—Oh no. Me gusta la oscuridad.


93
Camina penosamente cuesta arriba de nuevo.

Cúpula de Libros
30
MAMÁ ESTÁ EN LA COCINA de New Clairmont con el Abuelo. Los veo a
través de las puertas correderas.

—Te levantaste temprano —dice cuando entro—. ¿Te sientes mejor?

El Abuelo lleva puesta una bata de cuadros. Mamá lleva un vestido de


verano decorado con pequeñas langostas rosadas. Está haciendo un
expreso. 94

—¿Quieres bollos? La cocinera hizo tocino también. Ambos están en el


cajón calentador.15

Camina al otro lado de la cocina y deja entrar a los perros a la casa. Bosh,
Grendel y Poppy agitan la cola y babean. Mamá se inclina y les limpia las
patas con un paño húmedo, luego distraídamente limpia el suelo donde
habían quedado sus huellas de lodo. Ellos se sientan estúpidamente,
dulcemente.

—¿Dónde está Fátima? —pregunto—. ¿Dónde está Príncipe Philip?

—Ya no están —dice Mamá.

— ¿Qué?

—Sé buena con ella —dice el Abuelo. Se gira hacia mí—. Murieron hace
tiempo.

—¿Ambos?

El Abuelo asiente.

—Lo lamento. —Me siento a su lado en la mesa—. ¿Sufrieron?

—No por mucho tiempo.

Mamá trae un plato con bollos de frambuesa y uno con tocino a la mesa.
Tomo un bollo y lo unto con mantequilla y miel.

15
Cajones calentadores eléctricos. (VEWD)

Cúpula de Libros
—Solía ser una pequeña niña rubia. Una Sinclair hasta la médula —el
Abuelo le reclama a Mamá.

—Hablamos acerca de mi cabello cuando nos visitaste —le recuerdo—. No


espero que te guste. A los abuelos nunca les gusta el cabello teñido.

—Tú eres la madre. Deberías hacer que Mirren se cambie el cabello a


como era antes —el Abuelo le dice a Mamá—. ¿Qué pasó con las
pequeñas niñas rubias que solían correr por este lugar?

—Crecimos, Papá. —Mamá suspira—. Crecimos.


95

Cúpula de Libros
31
OBSEQUIO: ARTE INFANTIL, estampados botánicos.

Tomo mi cesta de ropa para lavar de Windemere y me dirijo a


Cuddledown. Encuentro a Mirren en el pórtico, saltando.

—¡Es tan increíble estar de vuelta en la isla! —dice—. ¡No puedo creer
que esté aquí otra vez!.
96
—Estuviste aquí el verano pasado.

—No fue lo mismo. No fue un verano idílico como los que solíamos tener.
Estaban construyendo en New Clairmont. Todos estaban actuando
miserablemente y yo seguía buscándote pero nunca viniste.

—Te dije que me iba a Europa.

—Ah, ya sé.

—Te escribí muchas veces —digo. Suena como un reproche.

—¡Odio el correo electrónico! —dice Mirren—. Los leí todos, pero no


puedes enojarte conmigo por no responder. Parece como tarea, escribir y
mirar fijamente el estúpido teléfono o computadora.

—¿Recibiste la muñeca que te mande?

Mirren me rodea con un brazo.

—Te extrañé tanto. Ni te imaginas cuánto.

—Te mandé esa Barbie, la del cabello largo por la que siempre nos
peleábamos.

—¿Princesa Butterscotch?

—Sí.

—Estaba loca por Princesa Butterscotch.

—Me pegaste una vez con ella.

Cúpula de Libros
—¡Te lo merecías! —Mirren salta de felicidad—. ¿Está en Windemere?

—¿Qué? No. Te la envié por correo —digo—. En invierno.

Mirren me mira, tiene el ceño fruncido.

—Nunca la recibí, Cadence.

—Alguien firmó por el paquete. ¿Qué hizo tu mamá? ¿Meterla en el


armario sin abrirla?

Estoy bromeando, pero Mirren asiente.


97
—Tal vez. Ella es compulsiva. Siempre se está frotando las palmas de las
manos. Hace que Taft y los gemelos lo hagan también. Limpia como si
hubiera un lugar especial en el cielo para los que tienen el suelo de la
cocina sin manchas. Además, bebe mucho.

—Mamá también lo hace.

Mirren asiente.

—No soporto ver eso.

— ¿Me perdí algo de la cena anoche?

—No fui. —Mirren se dirige al camino de madera que lleva desde


Cuddledown a la mini playa. La sigo—. Te dije que no iré este verano. ¿Por
qué no viniste aquí?

—Me enfermé.

—Todos sabemos acerca de tus migrañas —dice Mirren—. Las tías han
estado hablando.

Retrocedo.

—No sientas lástima por mí, ¿vale? Nunca. Me pone los pelos de punta.

—¿No tomaste tus pastillas anoche?

—Me noquearon.

Cúpula de Libros
Llegamos a la mini playa. Ambas caminamos descalzas sobre la arena
húmeda. Miren toca el caparazón de un cangrejo que ha muerto hace
algún tiempo. Quiero decirle que mi memoria está jaqueada, que tengo
una traumática lesión cerebral. Quiero preguntarle acerca de todo lo que
pasó en el verano quince, lograr que me cuente las historias que Mamá no
quiere contarme o que no sabe. Pero aquí esta Mirren, tan brillante. No
quiero que sienta más lástima por mí.

Además, todavía estoy molesta por los correos electrónicos que no


contestó, y por la pérdida de la estúpida Barbie, aunque estoy segura que
no es su culpa. 98

—¿Johnny y Gat están en Red Gate o durmieron en Cuddledown? —


pregunto.

—En Cuddledown. Dios, son unos haraganes. Es como vivir con goblins.

—Entonces hazlos regresar a Red Gate.

—¡De ninguna manera! —ríe Mirren—. Y tú, ya no más Windemere, ¿sí?


¿Te quedarás con nosotros?

Niego con la cabeza.

—Mamá dice que no. Le pregunté esta mañana.

—¡Vamos, tiene que dejarte!

—Ha estado encima de mí desde que enfermé.

—Pero ya pasaron casi dos años.

—Sí. Me observa mientras duermo. Y me sermoneó acerca de crear


vínculos con el Abuelo y los pequeños. Tengo que conectarme con la
familia. Poner una sonrisa en mi rostro.

—Eso es pura mierda. —Mirren me muestra un puño de rocas moradas


que ha colectado—. Toma.

—No, gracias. —No quiero nada que no necesite.

Cúpula de Libros
—Por favor, tómalas —dice Mirren—. Recuerdo como solías buscar
siempre rocas moradas cuando éramos pequeñas. —Ella extiende la mano
hacia mí, palmas arriba—. Quiero recompensarte por la Princesa
Butterscotch. —Tiene lágrimas en los ojos—. Y por los correos —añade—.
Quiero darte algo, Cady.

—Está bien —digo. Formo una copa con mis manos y dejo que Mirren las
llene de rocas. Las guardo en el bolsillo de delante de mi sudadera.

—¡Te quiero! —grita. Luego se gira hacia el océano y grita—. ¡Quiero a mi


prima Cadence Sinclair Eastman!
99
—¿Exagerando? —Es Johnny, bajando las escaleras descalzo, trae puesto
un viejo pijama de franela con rayas. Lleva puestas gafas de sol y protector
solar en la nariz como un salvavidas.

El rostro de Mirren expresa consternación, pero solo momentáneamente.

—Estoy expresando mis sentimientos, Johnny. De eso de trata ser un


humano viviente. ¿Hola?

—Está bien, humano viviente —dice Johnny, dándole un puñetazo en el


hombro—. Pero no hay necesidad de que seas tan escandalosa en pleno
amanecer. Tenemos todo el verano justo enfrente de nosotros.

—Cady estará aquí solo por cuatro semanas. —Saca el labio inferior,
haciendo pucheros.

—No puedo ser tan malo contigo tan temprano —dice Johnny—. Todavía
no he tomado mi té pretencioso. —Él se inclina y mira la cesta para ropa a
mis pies—. ¿Qué hay ahí?

—Estampados botánicos. Y algo de mi viejo arte.

—¿Por qué? —Johnny se sienta en una roca y me siento junto a él.

—Estoy regalando mis cosas —digo—. Desde septiembre. ¿Recuerdas que


te envié la bufanda a rayas?

—Ah, sí.

Cúpula de Libros
Les cuento sobre darle mis cosas a personas que puedan usarlas,
encontrando el lugar indicado para ellas. Hablo sobre caridad y sobre
cuestionar el materialismo de mi madre.

Quiero que Mirren y Johnny me entiendan. No soy alguien de quien deben


sentir lástima, con una mente inestable y síndromes de dolor extraños.
Estoy tomando las riendas de mi vida. Vivo de acuerdo a mis principios.
Tomo acción y hago sacrificios.

—¿No quieres, no sé, tener cosas? —pregunta Johnny.

—¿Cómo qué? 100

—Oh, yo quiero cosas todo el tiempo —dice Johnny, extendiendo los


brazos—. Un coche. Videojuegos. Lujosos abrigos de lana. Me gustan los
relojes, son tan de la vieja escuela. Quiero colgar arte de verdad en mis
paredes, pinturas hechas por famosos, que no podré tener ni en un millón
de años. Pasteles elegantes que miro en las ventanas de las pastelerías.
Suéteres, bufandas. Artículos de lana con rayas, generalmente.

—O podrías querer dibujos hermosos que hiciste cuando eras niña,—dice


Mirren, arrodillándose al lado de la cesta—. Cosas sentimentales. —
Levanta los dibujos a crayón de la abuela y los Golden—. Miren, esta es
Fátima y esté es Príncipe Philip.

—¿Puedes distinguirlos?

—Claro. Fátima tenía una nariz regordeta y un rostro ancho.

—Dios, Mirren. Eres tan sentimental —dice Johnny.

Cúpula de Libros
32
GAT ME LLAMA MIENTRAS me dirijo a New Clairmont. Me doy la vuelta y
está corriendo hacia mí, llevando unos pantalones de pijama azules y sin
camisa.

Gat. Mi Gat.

¿Será algún día mi Gat?


101
Se detiene frente mí, agitado. Tiene el pelo hacia arriba, enmarañado. Los
músculos del abdomen forman curvas, y parece mucho más desnudo de lo
que lo haría en un traje de baño.

—Johnny me dijo que estarías en la mini playa —jadea—. Te busqué allí


primero.

—¿Te acabas de despertar?

Se frota la parte de atrás del cuello. Se mira lo que trae puesto.

—Quería alcanzarte.

—¿Por qué?

—Vamos al perímetro.

Caminamos y lo hacemos como lo hacíamos cuando éramos niños, Gat al


frente y yo detrás. Llegamos a la cima de una colina, luego cruzamos por
detrás del edificio del personal hasta donde el puerto Vineyard es visible,
cerca del embarcadero.

De repente, Gat se da la vuelta y casi choco contra él, y antes de que


pueda retroceder sus brazos están alrededor mío. Me aprieta contra su
pecho y entierra la cara en mi cuello. Envuelvo los brazos desnudos
alrededor de su torso, el interior de mis muñecas contra su columna. Su
piel cálida.

—No pude abrazarte ayer —susurra Gat—. Todos te abrazaron menos yo.

Cúpula de Libros
Lo que siento al tocarlo es tan familiar y tan desconocido.

Ya hemos estado aquí antes.

Aunque, nunca hemos estado aquí.

Por un momento,

O por minutos,

Por horas, posiblemente,

Estoy simplemente feliz, aquí, con el cuerpo de Gat bajo mis manos. El 102
sonido de las olas y su aliento en la oreja. Alegre porque él quiera estar
cerca de mí.

—¿Recuerdas cuando estuvimos aquí juntos? —pregunta en mi cuello—.


La vez que estuvimos sobre esa roca plana.

Retrocedo. Porque no lo recuerdo.

Detesto mi maldita y destrozada cabeza, lo enferma que estoy todo el


tiempo, lo dañada que he llegado a estar. Detesto haber perdido mi
aspecto, haber suspendido en la escuela, haber renunciado a los deportes
y lo cruel que soy con mi madre. Odio como aún le quiero después de dos
años.

Tal vez Gat quiere estar conmigo. Tal vez. Pero es más probable que solo
busque que le diga que no hizo nada mal al dejarme hace dos años. Le
gustaría que le dijera que no estoy molesta. Que es un gran chico.

Pero, ¿cómo puedo perdonarlo cuando ni siquiera sé lo que me ha hecho


exactamente?

—No —respondo—. Se me olvidó.

—Estábamos… Tú y yo, nosotros… Fue un momento importante.

—Como sea —digo—. No lo recuerdo. Y obviamente nada de lo que haya


pasado entre nosotros fue importante a largo plazo, ¿verdad?

Se mira las manos.

Cúpula de Libros
—Está bien. Perdón. Eso fue extremadamente subóptimo de mi parte.
¿Estás enojada?

—Claro que estoy enojada —digo—. Desapareciste dos años. Ni una


llamada, ninguna carta y empeorándolo todo con ni siquiera intentarlo. Y
ahora lo que dices es, Oh, creí que nunca te vería otra vez, y sosteniendo
mí mano y todos te abrazan menos yo y caminando por el perímetro
medio desnudo. Es severamente subóptimo, Gat. Si esa es la palabra que
quieres usar.

Su rostro parece decaído.


103
—Diablos. Suena mal cuando lo pones de esa manera.

—Sí, bueno, así es como lo veo.

Se frota el cabello con la mano.

—Estoy manejándolo todo muy mal —dice—. ¿Qué dirías si te pidiera


empezar de nuevo?

—Dios, Gat.

—¿Qué?

—Solo pídelo. No preguntes qué diría si lo pidieras.

—Muy bien, estoy preguntando. ¿Podemos empezar de nuevo? ¿Por


favor, Cady? —Junta las manos—. Empecemos después de almuerzo. Será
genial. Haré comentarios divertidos y tú reirás. Iremos a cazar trolls.
Estaremos felices de vernos el uno al otro. Pensarás que soy increíble, lo
prometo.

—Esa es una promesa muy grande.

—Bien, tal vez no genial, pero al menos no seré subóptimo.

—¿Por qué decir subóptimo? ¿Por qué no decir lo que en realidad eres?
¿Desconsiderado, confuso y manipulador?

Cúpula de Libros
—Dios —salta Gat, agitado—. ¡Cadence! En realidad necesito empezar de
nuevo. Esto está yendo de subóptimo a una total porquería. —Gat salta y
patalea como un niño enojado.

Eso me hace sonreír.

—Está bien —le digo—. Empecemos de nuevo. Después del almuerzo.

—Está bien —dice y para de saltar—. Después del almuerzo.

Nos miramos por un momento.

—Correré ahora, —dice—. No lo tomes como algo personal. 104

—Bien.

—Es mejor para eso de empezar de nuevo. Porque caminar sería extraño.

—Dije que está bien.

—Muy bien.

Y corre.

Cúpula de Libros
33
UNA HORA DESPUÉS VOY a almorzar a Nueva Clairmont. Sé que Mami no
tolerara mi ausencia después de haberme perdido la cena de anoche. El
Abuelo me lleva de recorrido por la casa, mientras los cocineros sirven la
comida y las tías llevan a los pequeños al corral.

El lugar es nítido. Suelos de madera resplandecientes, ventanas gigantes,


que todas llegan hasta el suelo. Los pasillos de Clairmont solían estar
105
decorados con fotos de la familia en blanco y negro, pinturas de perros y
librerías desde el suelo hasta el techo y la colección de dibujos animados
del New Yorker del Abuelo. En un lado de los pasillos de Nueva Clairmont
hay vidrio y en el otro una pared.

El Abuelo abre las puertas hacia las cuatro habitaciones de huéspedes que
se encuentran en la parte de arriba. Todas están amuebladas sólo con
camas y amplios armarios bajos. Las ventanas tienen persianas blancas
que permiten que entren los rayos del sol. No hay diseños; son simples,
tonos azules o marrones de buen gusto.

Los cuartos de los pequeños tienen un toque de vida. Taft tiene un tablero
Bakugan en el suelo, un balón de Soccer, libros de hechiceros y huérfanos.
Liberty y Bonnie trajeron revistas y reproductores MP3. Tienen pilas de los
libros de Bonnie, separados en cazadores de fantasmas, física y ángeles
peligrosos. Su ropero esta abarrotado con maquillaje y frascos de
perfume. Raquetas de Tenis en una esquina.

El cuarto del Abuelo es más grande que los demás y tiene la mejor vista.
Me lleva dentro y me enseña el baño, el cual tiene agarradores en la
bañera. Agarradores para ancianos, para que no se caiga.

—¿Dónde están tus dibujos animados del New Yorker?

—El diseñador tomó decisiones.

—¿Qué paso con las almohadas?

—¿Las qué?

Cúpula de Libros
—Tenías todas esas almohadas. Con perros bordados.

Negó con la cabeza.

—¿Te quedaste con el pez?

—¿Qué? ¿El pez espada y todo eso? —Bajamos por las escaleras al primer
piso. El abuelo se mueve lentamente y voy detrás de él—. Empecé de
nuevo con esta casa —lo dice de una manera tan simple—. Esa antigua
vida ha desaparecido.

Abre la puerta hacia su estudio. Ha cambiado tanto como toda la casa.


106
Una laptop se encuentra en el centro de un escritorio largo. Una ventana
larga tiene vista al jardín japonés. Una silla. Una pared de estantes
completamente vacíos.

Se nota limpio y abierto, pero no es espartano, porque todo es opulento.

El abuelo es más parecido a Mami que a mí. Ha borrado su antigua vida,


gastando dinero en una nueva.

—¿Dónde está el joven? —pregunta el Abuelo repentinamente. Su cara


con un aspecto distraído

—¿Johnny?

Sacude la cabeza.

—No, no.

—¿Gat?

—Sí, el joven. —Se agarra al escritorio como si sintiera que se iba a


desmayar.

—¿Abuelo, estás bien?

—Oh, sí, bien.

—Gat está en Cuddledown con Mirren y Johnny —le digo.

—Hay un libro que prometí darle.

—La mayoría de tus libros ya no están aquí.

Cúpula de Libros
—¡Deja de decirme lo que no está aquí! —grita Abuelo, forzosamente de
repente.

—¿Estás bien? —dice la Tía Carrie, de pie en la puerta del estudio.

—Estoy bien —dice.

Carrie me lanza una mirada y toma el brazo del abuelo.

—Ven. El almuerzo está listo.

—¿Regresaste para dormir? —pregunto mientras nos dirigimos a la


cocina—. Anoche. ¿Estaba Johnny allí? 107

—No sé de lo que me estás hablando —dice.

Cúpula de Libros
34
LOS COCINEROS DEL Abuelo hacen las compras y las comidas, pero las tías
preparan todos los menús. Hoy tenemos pollo asado frío, ensalada de
tomate, queso Camembert, baguettes y limonada de fresa en el comedor.
Liberty me enseña fotografías de chicos lindos de una revista. Bonnie lee
un libro que se llama Apariciones colectivas: Realidad y ficción. Taft y Will
quieren que los lleve a la banana inflable —llevarlos con la lancha
mientras flotan por detrás subidos en la banana.
Mamá dice que no se me permite conducir la lancha tomando 108
medicamentos.

Tía Carrie dice que no importa, que no hay manera de que Will vaya.

Tía Bess dice que para ella está bien, para que a Taft ni se le ocurra
preguntarle.

Liberty y Bonnie preguntan si pueden ir.

—Siempre dejas que Mirren vaya —dice Liberty—. Sabes que es verdad.

Will derrama la limonada y empapa una baguette.

El regazo del Abuelo se moja.

Taft agarra la baguette y le pega a Will.

Mamá limpia el desastre mientras Bess corre por las escaleras para traerle
pantalones limpios al Abuelo.

Carrie regaña a los niños.

Cuando la comida se termina, Taft y Will se esconden en la sala de estar


para evitar ayudar con la limpieza. Saltan como lunáticos en el nuevo sofá
de cuero del abuelo. Los sigo.

Will es agresivo y rosa, como Jonnhy. Su pelo es casi blanco. Taft es más
alto y muy delgado, dorado y pecoso, con largas pestañas oscuras y la
boca llena de hierros.

—Ustedes dos —digo—. ¿Cómo estuvo el verano pasado?

Cúpula de Libros
—¿Sabes cómo conseguir un dragón de ceniza en DragonVale? —pregunta
Will.

—Sé cómo conseguir un dragón quemado —dice Taft.

—Puedes usar al dragón quemado para conseguir al de ceniza —dice Will.

Ugh. Los de diez años.

—Vamos. El verano pasado —digo—. Cuéntenme. ¿Jugaron al Tenis?

—Seguro —dice Will.


109
—¿Nadaron?

—Sí —dice Taft.

—¿Anduvieron en bote con Gat y Johnny?

Los dos pararon de saltar.

—No.

—¿Gat dijo algo sobre mí?

—No se supone que hable de ti terminando en el agua y todo —dice


Will—. Le prometí a Tía Penny que no lo haría.

—¿Por qué no? —pregunté.

—Te empeorarán los dolores de cabeza y tenemos que dejar el tema en


paz.

Taft asiente.

—Dijo que si empeorábamos tus dolores de cabeza nos iba a atar de las
uñas de los pies y nos quitaría los iPads. Se supone que tenemos que
actuar alegres y no ser idiotas.

—Esto no es sobre mi accidente —digo—. Es sobre el verano en que fui a


Europa.

—¿Cady? —Taft me toca el hombro—. Bonnie vio pastillas en tu


habitación.

Cúpula de Libros
Will se aleja y se sienta en el brazo del sofá.

—¿Bonnie estuvo revolviendo mis cosas?

—Y Liberty.

—Dios.

—Me dijiste que no eras una drogadicta, pero tienes pastillas en tu


cómoda. —Taft es petulante.

—Diles que se alejen de mi habitación —digo.


110
—Si eres una drogadicta —dice Taft—, hay algo que debes saber.

—¿Qué?

—Las drogas no son amigas. —Taft parece serio. —Las drogas no son
amigas. Las personas deberían ser tus amigas.

—Oh, Dios. ¿Me dirás que hiciste el verano pasado, mocoso?

—Taft y yo queremos jugar al Angry Birds. No queremos hablar más


contigo —dice Will.

—Como sea —digo—. Vayan y sean libres.

Me paré en el pórtico y miré a los chicos mientras corrían por el camino


rumbo a Red Gate.

Cúpula de Libros
35
TODAS LAS VENTANAS EN Cuddledown están abiertas cuando voy después
del almuerzo. Gat está poniendo música en el antiguo reproductor de CD.
Mi viejo dibujo de crayón está en el refrigerador con imanes: Papá arriba,
el Abuelo y los Goldens abajo. Mi pintura está pegada en una de las
alhacenas de la cocina. Hay una escalera y una gran caja de regalo en el
centro de la sala.
111
Mirren empuja un sillón por el suelo.

—Nunca me gustó la manera en que mi madre mantenía este lugar —


explica.

Ayudo a Gat y Johnny a mover los muebles hasta que Mirren está feliz.
Tomamos las acuarelas de paisaje de Bess y enrollamos sus alfombras.
Saqueamos las habitaciones de los pequeños para objetos divertidos.
Cuando terminamos, la gran sala está decorada con alcancías y colchas de
retazos, pilas de libros para niños, una lámpara con forma de búho. Cintas
gruesas brillantes de la caja de regalo atraviesan el techo.

—¿Bess no se enojará porque estas redecorando? —pregunté.

—Prometo que no pisará Cuddledown durante el resto del verano. Ha


estado tratando de salir de aquí durante años.

—¿A qué te refieres?

—Oh —dice Mirren ligeramente—, tú lo sabes. Natter natter, hija menos


favorita, natter natter, la cocina es una porquería. ¿Por qué el Abuelo no
la remodelará? Etcétera.

—¿Le preguntó?

Johnny me mira raro.

—¿No recuerdas?

Cúpula de Libros
—¡Su memoria está mal, Johnny! —grita Mirren—. No recuerda la mitad
del verano quince.

—¿No? —dice Johnny—. Pensé que…

—No, no, cállate ahora mismo —chilla Mirren—. ¿No escuchaste lo que te
dije?

—¿Cuándo? —Parecía perplejo.

—La otra noche —dice Mirren—. Te dije lo que había dicho Tía Penny.

—Cálmate —dice Johnny, arrojándole una almohada. 112

—¡Esto es importante! ¿Cómo no prestaste atención a esto? Mirren


parece a punto de llorar.

—Lo siento, ¿de acuerdo? —dice Johnny. —Gat, ¿tú sabías lo de que
Cadence no recordaba la mitad del verano quince?

—Lo sabía —dice.

—¿Ves? —dice Mirren—. Gat estaba escuchando.

Mi cara está ardiendo. Estoy mirando al suelo. Nadie habla en un minuto.

—Es normal perder algo de memoria cuando te golpeas la cabeza tan


fuerte —digo finalmente. —¿Les explicó mi madre?

Johnny se ríe nerviosamente.

—Estoy sorprendida de que Mamá te lo contara —continúo—. Ella odia


hablar de esto.

—Dijo que se supone que lo tienes que tomar calma y recuerdes cosas a
tu tiempo. Todas las Tías lo saben —dice Mirren—. El Abuelo lo sabe. Los
pequeños. Los empleados. Cada persona en la isla excepto Johnny,
aparentemente.

—Yo lo sabía —dice Johnny—. Es sólo que no sabía todo.

—No seas débil —dice Mirren—. Ahora no es el momento.

Cúpula de Libros
—Está bien —le digo a Johnny—. No eres débil. Sólo tuviste un momento
subóptimo. Estoy segura que a partir de ahora serás óptimo.

—Siempre soy óptimo —dice Johnny—. Sólo que no el tipo de óptimo que
Mirren quiere que yo sea.

Gat sonríe cuando digo la palabra subóptimo y me da con la palma en el


hombro.

Hemos empezado de nuevo.

113

Cúpula de Libros
36
JUGAMOS AL TENIS. Johnny y yo ganamos, pero no porque yo sea buena.
Él es un excelente atleta, y Mirren se inclina más a golpear a la pelota y
luego a hacer bailes felices, sin importar si es momento de regresar. Gat se
ríe de ella, lo cual le hace desconcentrar.

—¿Cómo estuvo Europa? —pregunta Gat mientras caminamos de vuelta a


Cuddledown
114
—Mi padre comió tinta de calamar.

—¿Qué más? —Llegamos al patio y echamos las raquetas en el pórtico.


Nos estiramos en la hierba.

—Honestamente, no puedo decirte tanto —digo—. ¿Sabes lo que hice


mientras mi papá iba al Coliseo?

—¿Qué?

—Me acosté con la cara pegada al azulejo del baño del hotel. Miré la base
del inodoro italiano azul.

—¿El inodoro era azul? —pregunta Johnny, sentándose.

—Sólo tú te emocionas más por un inodoro azul que por la vista de Roma
—se queja Gat.

—Cadence —dice Mirren.

—¿Qué?

—No importa.

—¿Qué?

—Dices que no sientes lástima por ti, pero luego cuentas la historia sobre
la base del inodoro —exclama—. Es en serio lamentable. ¿Qué se supone
que tenemos que decir?

Cúpula de Libros
—Además, nos pone celosos —dice Gat—. Ninguno de nosotros ha estado
en Roma.

—¡Quiero ir a Roma! —dice Johnny, recostándose—. ¡Quiero ver los


inodoros italianos azules!

—Quiero ver las Termas de Caracalla16 —dice Gat—. Y probar cada sabor
de helado que hacen.

—Ve entonces —digo.

—No es tan simple.


115
—Bueno, pero irás —digo—. En la universidad o después.

Gat suspira.

—Sólo digo, tú fuiste a Roma.

—Ojalá hubieras estado allí —le digo.

16
Las Termas de Caracalla, o Termas Antoninas, fueron unos baños públicos de la Roma
imperial. Se construyeron entre 212 y 217 d. C., bajo el gobierno del emperador Caracalla.

Cúpula de Libros
37
—¿ESTABAS EN LA cancha de Tenis? —me pregunta mami—. Escuché
pelotas.

—Sólo jugando un poco.

—No has jugado en mucho tiempo. Eso es maravilloso.

—Mi saque es malo.


116
—Estoy tan feliz de que lo hagas de nuevo. Si quieres jugar al voleibol
conmigo mañana, sólo dilo.

Es delirante. No estoy jugando tenis de nuevo sólo porque jugué una sola
tarde, y de ninguna manera jugaría vóley con mamá. Usará una falda de
tenis y me alabará, me advertirá y se cernirá sobre mí hasta que sea poco
amable con ella.

—Veremos —digo—. Probablemente esforcé el hombro.

La cena es en el jardín japonés. Miramos la puesta de sol de las ocho en


punto, en grupos, alrededor de mesas pequeñas. Taft y Will agarran
chuletas de cerdo de la bandeja y se las comen con las manos.

—Son animales —dice Liberty, arrugando la nariz.

—¿Y tu punto es?

—Hay una cosa llamada tenedor —dice Liberty.

—Hay una cosa llamada tu cara —dice Taft.

Johnny, Gat y Mirren van a comer a Cuddledown porque no están


inválidos. Y sus madres no los controlan. Mamá no me deja siquiera
sentarme con los adultos. Me hace sentar en una mesa separada con mis
primos.

Cúpula de Libros
Están todos riendo y lanzándose cosas unos a otros, hablando con la boca
llena. Dejo de escuchar lo que están diciendo. En su lugar, miro a mami,
Carrie y Bess, agrupadas en torno al Abuelo.

Hay una noche que recuerdo ahora. Debe haber sido alrededor de dos
semanas antes de mi accidente. Principios de Julio. Estábamos todos
sentados en la larga mesa del césped de Clairmont. Había encendidas
velas de citronela en el pórtico. Los pequeños habían terminado sus
hamburguesas y estaban haciendo volteretas en la hierba. El resto de
nosotros estaba comiendo pescado a la plancha con salsa de albahaca.
Había una ensalada de tomates amarillos y una cazuela de calabacín con 117
queso parmesano. Gat presionó su pierna contra la mía debajo de la mesa.
Estaba exaltada de felicidad.

Los tíos jugaban con su comida, silenciosos y formales entre sí con los
gritos de los pequeños de fondo. El Abuelo se echó hacia atrás, cruzando
las manos sobre su abdomen.

—¿Crees que deba remodelar la casa de Boston? —preguntó.

—No, papá. —Bess fue la primera en hablar—. Adoramos esa casa.

—Siempre te quejas de las corrientes de aire en la sala de estar —dijo el


Abuelo.

Bess miró a sus hermanas.

—No lo hago.

—No te gusta el decorado —dijo el Abuelo.

—Eso es verdad. —La voz de mami era crítica.

—Yo creo que no es momento —dijo Carrie.

—Podría hacer caso a tú consejo, lo sabes —le dijo el Abuelo a Bess—.


¿Quieres venir y mirarla con atención? ¿Decirme lo que piensas?

—Yo…

Se incorporó.

Cúpula de Libros
—Podría venderla también, lo sabes.

Todos sabíamos que Tía Bess quería la casa de Boston. Todos los tíos
querían la casa de Boston. Era una casa de cuatro millones de dólares, y
crecieron en ella. Pero Bess era la única que vivía cerca, y la única con
suficientes niños para llenar las habitaciones.

—Papá —respondió Carrie bruscamente—. No puedes venderla.

—Puedo hacer lo que quiera —dijo el Abuelo, pinchando el último tomate


del plato y metiéndoselo en la boca—. ¿Te gusta la casa así como está,
Bess? ¿O quieres verla remodelada? A nadie le gusta un charlatán. 118

—Me encantaría ayudarte con lo que sea que quieras cambiar, papá.

—Oh, por favor —espetó mami—. ¿Ayer mismo estabas diciendo lo


ocupada que estás y ahora ayudarás a remodelar la casa de Boston?

—Pidió nuestra ayuda —dijo Bess.

—Pidió tu ayuda. ¿Nos estás cortando, papá? —Mamá estaba borracha.

El Abuelo rio.

—Penny, relájate.
—Voy a relajarme cuando se liquide el patrimonio.
—Nos estas volviendo locos —murmuró Carrie.
—¿Qué fue eso? No balbucees.
—Te amamos, papá —dijo Carrie, en voz alta—. Sé que ha sido duro este
año.
—Si te estás volviendo loca es tu propia maldita elección —dijo el
Abuelo—. Contrólense. No puedo liquidarle el patrimonio a gente loca.
Miro a los tíos ahora, verano diecisiete. Aquí en el jardín japonés de New
Clairmont, mami tiene su brazo alrededor de Bess, quien llega a cortarle a
Carrie un pedazo de tarta de frambuesa.
Es una noche hermosa, y somos sin duda una familia hermosa.
No sé qué cambió.

Cúpula de Libros
38
—TAFT TIENE UN LEMA —le digo a Mirren.

Es medianoche. Los Mentirosos estamos jugando Scrabble en la gran sala


de Cuddledown. Mi rodilla está tocando el muslo de Gat, aunque no estoy
segura de que lo note. El tablero estás casi lleno. Tengo el cerebro
agotado. Tengo malas letras.

Mirren cambia de orden sus fichas distraídamente. 119

—¿Qué Taft tiene qué?

—Un lema —digo—. Ya sabes, ¿Cómo el del Abuelo? ¿A nadie le gusta un


charlatán?

—Nunca te sientes al fondo de la sala —entona Mirren.

—No te quejes, no des explicaciones —dice Gat—. Ese es de Disraeli, creo.

—Oh, él ama ese —dice Mirren.

—Y no aceptes un no por respuesta —agrego.

—¡Por Dios, Cady! —grita Johnny—. ¿Podrías ya formar una palabra y


dejarnos continuar al resto?

—No le grites, Johnny —dice Mirren.

—Lo siento —dice Johnny—. ¿Podrías por favor con azúcar morena y
canela formar una puta palabra en el Scrabble?

Mi pierna está tocando el muslo de Gat. En verdad no puedo pensar.


Formo una palabra corta. Johnny juega sus fichas.

—Las drogas no son amigas —anuncio—. Ese es el lema de Taft.

—Sal —se ríe Mirren—. ¿De dónde sacó eso?

—Tal vez le dan educación sobre las drogas en la escuela. Además, las
mellizas se escabulleron en mi habitación y le dijeron que tengo una

Cúpula de Libros
cómoda llena de pastillas, así que quería asegurarse de que no soy una
drogadicta.

—Dios —dice Mirren—. Bonnie y Liberty son un desastre. Creo que son
cleptómanas.

—¿En serio?

—Agarraron las pastillas de dormir de mi mamá y también sus aros de


diamantes. No tengo idea de en dónde creen que usarán esos aros sin que
ella las vea. Además, hay dos personas y un sólo par de pendientes.
120
—¿Les preguntaste?

—Lo intenté con Bonnie. Pero son incorregibles —dice Mirren.


Reacomoda sus fichas otra vez—. Me gusta la idea de un lema —
continúa—. Pienso en una frase inspiradora que pueda ayudarte en los
momentos difíciles.

—¿Cómo cuál?

Mirren hace una pause. Luego dice —: “Se un poco más amable de lo que
debes.”

Todos nos quedamos callados ante eso. Parece imposible de discutir.

Y luego Johnny dice: — “Nunca comas nada más grande que tu culo.”

—¿Te comiste algo más grande que tu culo? —pregunto.

Asiente, serio.

—Bien, Gat —dice Mirren—. ¿Cuál es el tuyo?

—No tengo uno.

—Vamos.

—De acuerdo, tal vez sí. —Gat se mira las uñas—. No aceptes un mal que
no puedas cambiar.

—Estoy de acuerdo con eso —digo. Porque lo hago.

—Yo no —dice Mirren.

Cúpula de Libros
—¿Por qué no?

—Hay muy poco que puedas cambiar. Tienes que aceptar el mundo como
es.

—No es cierto.

—¿No es mejor ser una persona relajada y pacífica? —pregunta Mirren.

—No. —Gat es decisivo—. Es mejor luchar contra el mal.

—No comas nieve amarilla —dice Johnny—. Ese es otro buen lema.
121
—Siempre haz lo que tengas miedo de hacer —digo—. Ese es mío.

—Oh, por favor. ¿Quién dice eso? —ladra Mirren.

—Emerson —respondí—. Creo. —Alcancé un bolígrafo y me lo escribí en


la palma de la mano.

Izquierda: Siempre haz lo que. Derecha: tengas miedo de hacer. La


escritura se torció en la mano derecha.

—Emerson es aburrido —dice Johnny. Agarra el boli de mi mano y escribe


en su mano izquierda: NO NIEVE AMARILLA—. Ahí —dice, poniendo el
resultado a la vista—. Eso debería ayudar.

—Cady, es en serio. No siempre debemos hacer lo que tenemos miedo de


hacer —dice Mirren—. Nunca deberíamos.

—¿Por qué no?

—Podrías morir. Podrías lastimarte. Si estas asustada, probablemente


haya una buena razón. Debes confiar en tus impulsos.

—Entonces, ¿cuál es tu filosofía? —le pregunta Johnny—. ¿Ser un gran


gallina?

—Sí —dice Mirren—. Eso y la bondad que dije antes.

Cúpula de Libros
39
SIGO A GAT cuando va al piso de arriba. Lo persigo por el largo corredor, le
agarro la mano y acerco sus labios hacia los míos.
Es lo que tengo miedo de hacer, y lo hago.
Me devuelve el beso. Sus dedos se entrelazan en los míos y estoy mareada
y me está sosteniendo y todo está claro y todo es grandioso, de nuevo.
Nuestro beso vuelve el mundo en polvo. Solo estamos nosotros y no
importa nada más. 122
Entonces Gat se aleja.
—No debería hacer esto.
—¿Por qué no? —su mano aún sostiene la mía.
—No es que no quiera, es…
—Pensé que habíamos vuelto a empezar. ¿No es esto la vuelta a
empezar?
—Soy un desastre —Gat da un paso atrás y se inclina en la pared—. Esta
conversación es todo un cliché. No sé qué más decir.
—Explícate.
Una pausa. Y después:
—No me conoces.
—Explícate —vuelvo a decir.
Gat pone su cabeza en sus manos. Estamos de pie, ambos recargados en la
pared en la oscuridad.
—Está bien. Esto es una parte —susurra finalmente—. Nunca has
conocido a mi mamá. Nunca has ido a mi apartamento.
Eso es cierto. Nunca he visto a Gat en ningún lugar más que en
Beechwood.
—Sientes que me conoces, Cady, pero solamente conoces al yo que viene
aquí —dice—. Es… es sólo que no es la imagen completa. No conoces mi
habitación con la ventana que da al pozo de ventilación, el curry de mi

Cúpula de Libros
mamá, los chicos de la escuela, la manera en que celebramos los días
festivos. Solo conoces al yo en esta isla, donde todos son ricos excepto yo
y el personal. Donde todos son blancos excepto Ginny, Paulo y yo.
—¿Quiénes son Ginny y Paulo?
Gat golpea el puño contra la palma.
—Ginny es el ama de llaves. Paulo es el jardinero. No sabes sus nombres y
han trabajado aquí verano tras verano. Es parte de mi teoría.
Mi cara se calienta con vergüenza.
—Lo siento. 123

—¿Pero siquiera quieres ver la imagen completa? —pregunta Gat—.


¿Siquiera podrías comprenderla?
—No lo sabrás a menos que me pruebes —dije—. No he sabido de ti
desde siempre.
—¿Sabes lo que soy para tu abuelo? ¿Lo que siempre he sido?
—¿Qué?
—Heathcliff. De Cumbres Borrascosas. ¿Lo has leído?
Sacudo la cabeza.
—Heathcliff es un niño gitano acogido y criado por esta familia prístina, los
Earnshaws. Heathcliff se enamora de la chica, Catherine. Ella lo ama
también —pero también piensa que es basura, por su pasado. Y el resto
de la familia está de acuerdo.
—Así no es como me siento.
—No hay nada que Heathcliff pueda hacer para hacer que los Earnshaws
piensen que es lo suficientemente bueno. Y lo intenta. Se va lejos, se
educa, se convierte en un caballero. Aun así, ellos creen que es un animal.
—¿Y?
—Entonces, porque el libro es una tragedia, Heathcliff se vuelve en lo que
piensan de él, ¿sabes? Se convierte en una bestia. Sale la maldad en él.
—Escuché que era un romance.
Gat sacude la cabeza.

Cúpula de Libros
—Esas personas son malas las unas con las otras.
—¿Estás diciendo que el abuelo piensa que eres Heathcliff?
—Te prometo que lo hace —dice Gat—. Una bestia debajo de una
superficie agradable, traicionando su amabilidad de dejarme venir a su isla
protegida cada año —lo he traicionado seduciendo a su Catherine, su
Cadence. Y mi penitencia es convertirme en el monstruo que siempre vio
en mí.
Me quedo en silencio.
Gat se queda en silencio.
124
Estiro el brazo y le toco. Sólo el sentir su antebrazo debajo de la camisa de
algodón delgada me hace anhelar besarlo de nuevo.
—¿Sabes qué es aterrador? —dice Gat, sin mirarme—. Lo que es aterrador
es que ha resultado que él está en lo correcto.
—No, no lo está.
—Oh sí, sí lo está.
—Gat, espera.
Pero ha entrado en su habitación y cerrado la puerta
Estoy sola en el corredor oscuro.

Cúpula de Libros
40
ÉRASE UNA VEZ, un rey que tenía tres hermosas hijas. Las niñas crecieron
tan bonitas como el día es de largo. Se casaron grandiosamente, también,
pero la llegada del primer nieto trajo decepción. La Princesa más joven
produjo una hija tan, pero tan diminuta que su madre hizo la costumbre de
llevarla en un bolsillo, donde la niña pasaba desapercibida.
Eventualmente, los nietos de tamaño normal llegaron, y el rey y la reina
olvidaron la existencia de la Princesa diminuta casi completamente.
Cuando la Princesa demasiado-pequeña creció, pasaba la mayor parte de 125
sus días y sus noches apenas fuera de su minúscula cama. Había muy
pocas razones para que se levantara, tan solitaria estaba ella.
Un día, se aventuró a la biblioteca del palacio y estaba encantada por
encontrar qué buena compañía podían ser los libros. Comenzó a ir ahí
seguido. Una mañana, mientras leía, un ratón apareció en la mesa. Se
puso de pie y llevaba una pequeña chaqueta de terciopelo. Sus bigotes
estaban limpios y su pelaje era café. “Tú lees justo como yo lo hago,” dijo,
“caminando adelante y atrás cruzando las páginas.” Dio un paso adelante
e hizo una profunda reverencia.
El ratón encantó a la diminuta Princesa con historias de sus aventuras. Le
contó de troles quienes roban los pies de la gente y dioses que abandonan
a los pobres. Hacía preguntas sobre el universo y continuamente buscaba
respuestas. Él pensaba que las heridas necesitaban atención. En cambio, la
Princesa le contaba al ratón cuentos de hadas, le dibujaba retratos locos, y
le hacía pequeños dibujos con crayones. Ella reía y discutía con él. Se
sentía despierta por primera vez en su vida.
No pasó mucho tiempo antes de que se amaran sinceramente.
Sin embargo, cuando presentó a su pretendiente a su familia, la Princesa
se encontró con dificultades. “¡Sólo es un ratón!” chilló el rey con desdén,
mientras la reina gritaba y corría del salón del trono con miedo.
Ciertamente, el reino entero, desde la realeza hasta los sirvientes, veían al
pretendiente ratón con sospecha e incomodidad. “Es antinatural,” decía la
gente de él. “Un animal haciéndose pasar como una persona.”
La Princesa diminuta no vaciló. Ella y el ratón se fueron del palacio y
viajaron muy, muy lejos. En una tierra extraña se casaron, hicieron un

Cúpula de Libros
hogar para ellos mismos, lo llenaron de libros y chocolate, y vivieron felices
para siempre.
Si quieres vivir donde la gente no le tenga miedo a los ratones, debes
desistir de vivir en palacios.

126

Cúpula de Libros
41
UN GIGANTE EMPUÑA una sierra oxidada. Se regodea y tararea mientras
trabaja, rebanándome la frente hacia la mente que hay detrás.
Tengo menos de cuatro semanas para averiguar la verdad.
El abuelo me llama Mirren.
Los gemelos están robando píldoras para dormir y aros de diamantes.
Mamá discutió con las tías sobre la casa de Boston. 127

Bess odia Cuddledown.


Carrie deambula en la isla por la noche.
Will tiene pesadillas.
Gat es Heathcliff.
Gat piensa que no lo conozco.
Y quizá esté en lo correcto.
Yo tomo píldoras. Bebo agua. La habitación está oscura.
Mamá está de pie en la entrada, mirándome. No le hablo.
Estoy en cama dos días. De vez en cuando el dolor agudo declina a sólo un
dolor. Entonces, si estoy sola, me siento y escribo en el montón de notas
sobre mi cama. Preguntas más que respuestas.
La mañana que me siento mejor, el abuelo viene temprano a Windemere.
Está usando pantalones blancos de lino y una chaqueta deportiva azul. Yo
estoy usando shorts y una camiseta, lanzando pelotas para los perros en el
patio. Mamá ya está despierta en New Clairmont.
—Voy hacia Edgartown —dice el abuelo, rascando las orejas de Bosh—.
¿Quieres venir? Si no te molesta la compañía de un hombre viejo.

—No lo sé —bromeo—. Estoy tan ocupada con estas pelotas de tenis


llenas de saliva. Podría tomarme todo el día.

—Te llevaré a la librería, Cady. Te compraré regalos como solía hacerlo.

Cúpula de Libros
—¿Y qué hay de dulce de leche?

El abuelo se ríe.

—Claro, dulce de leche.

—¿Mamá te ha hecho hacer esto?

—No. —Se rasca el copete de cabello blanco—. Pero Bess no quiere que
maneje la lancha yo solo. Dice que podría desorientarme.

—Yo tampoco tengo permiso de manejar la lancha.


128
—Lo sé —dice, sosteniendo las llaves—. Pero Bess y Penny no son las jefas
aquí. Yo lo soy.

Decidimos desayunar en el pueblo. Queremos alejar la lancha del muelle


de Beechwood antes de que las tías nos atrapen.

EDGARTOWN ES UNA dulzura de aldea náutica, en Martha’s Vineyard.


Toma veinte minutos llegar ahí. Solo hay vallas blancas y hogares de
madera blancos con patios llenos de flores. Las tiendas venden cosas para
turistas, helado, ropa cara, joyería antigua. Los botes salen del puerto en
viajes para pescar y excursiones escénicas.

El abuelo parece su viejo ser. Está tirando el dinero. Me invita expreso y


croissants en una pequeña panadería con bancos cerca de la ventana,
después intenta comprarme libros en la librería de Edgartown. Cuando
rechazo el regalo, sacude la cabeza a mi proyecto de revelación
involuntaria pero no me sermonea. En vez de eso me pide mi ayuda para
elegir obsequios para los pequeños y un libro de diseño floral para Ginny,
el ama de llaves. Hacemos una gran orden en Murdick’s Fudge: chocolate,
chocolate de nuez, mantequilla de maní, y caramelo de vainilla.

Echando un vistazo por una de las galerías de arte, nos encontramos con
el abogado del abuelo, un sujeto angosto y canoso llamado Richard
Thatcher.

Cúpula de Libros
—Así que ésta es Cadence primera —dice Thatcher, sacudiendo mi
mano—. He escuchado muchas cosas sobre ti.

—Se encarga de los bienes raíces —dice el abuelo, a manera de


explicación.

—La primera nieta —dice Thatcher—. Nunca hay nada que se compare a
ese sentimiento.

—También tiene una gran cabeza sobre sus hombros —dice el abuelo—.
Sangre Sinclair hasta la médula.
129
El hablar con frases hechas, siempre lo ha hecho. “Nunca te quejes, nunca
te expliques.” “No tomes un no como respuesta.” Pero es irritante cuando
las está usando conmigo. ¿Una buena cabeza sobre mis hombros? Mi
cabeza verdadera está jodidamente rota en incontables formas
médicamente diagnosticadas —y la mitad de mí viene del desleal lado
Eastman de la familia. No iré a la universidad el próximo año, he
abandonado todos los deportes que solía hacer y los clubes de los que
solía ser parte; estoy drogada con Percocet la mitad del tiempo y ni
siquiera soy amable con mis primas pequeñas.
Aun así, la cara del abuelo brilla mientras habla de mí, y por lo menos hoy
sabe que no soy Mirren.
—Se parece a ti —dice Thatcher.
—¿Verdad que sí? Excepto que ella es bien parecida.
—Gracias —digo—. Pero si quieres el parecido completo tengo que
sacarme el copete.
Esto hace sonreír al abuelo.
—Es del bote —le dice a Thatcher—. No traje un sombrero.
—Siempre está copetudo —le digo a Thatcher.
—Lo sé —dice él.
Los hombres sacuden las manos y el abuelo engancha su brazo con el mío
mientras nos vamos de la galería.
—Él ha cuidado muy bien de ti —me dice.

Cúpula de Libros
—¿El Sr. Thatcher?
Asiente.
—Pero no se lo digas a tu madre. Causará problemas otra vez.

130

Cúpula de Libros
42
DE CAMINO A casa, viene un recuerdo.
El verano quince, una mañana a principios de julio. El abuelo estaba
haciendo expreso en la cocina de Clairmont. Yo estaba comiendo
mermelada y baguette tostado en la mesa. Solo estábamos nosotros dos.
—Amo a ese ganso —dije, apuntando. Una estatua cremosa de un ganso
estaba sentada en el aparador. 131

—Ha estado ahí desde que tú, Johnny, y Mirren tenían tres años —dijo el
abuelo—. Ése fue el año en que Tipper y yo hicimos ese viaje a China —
rió—. Ella compró mucho arte allá. Teníamos una guía, una especialista en
arte —vino hacia es tostador y tomó la pieza de pan que tenía ahí para mí
misma.
—¡Oye! —objeté.
—Calla, yo soy el abuelo. Puedo tomar el pan tostado cuando quiero —se
sentó con su expreso y untó mantequilla en el baguette—. Esta chica
especialista en arte nos llevó a tiendas de antigüedades y nos ayudó a
navegar las casas de subastas —dijo—. Hablaba cuatro idiomas. No
pensarías en mirarla. Un pequeño desliz de una chica China.
—No digas chica China. ¿Hola?
Me ignoró.
—Tipper compró joyas y tenía la idea de comprar esculturas de animales
para las casas de aquí.
—¿Eso incluye el sapo en Cuddletown?
—Claro, el sapo de marfil —dijo el abuelo—. Y compramos dos elefantes,
lo sé.
—Esos están en Windemere.
—Y monos para Red Gate. Había cuatro monos.
—¿Acaso el marfil no es ilegal? —pregunté-

Cúpula de Libros
—Oh, en algunos lugares. Pero puedes obtenerlo. A tu abuela le
encantaba el marfil. Viajó a China cuando era una niña.
—¿Es colmillos de elefante?
—Eso o de rinocerontes.
Ahí estaba, el abuelo. Su cabello blanco aún grueso, las líneas de su rostro
profundas por todos esos días en el barco. Su barbilla pesada como la de
una estrella de películas viejas.
Puedes obtenerlo, dijo, del marfil.
Uno de sus lemas: No tomes un no como respuesta. 132

Siempre había parecido una manera heroica de vivir. Lo decía cuando nos
aconsejaba de perseguir nuestras ambiciones. Cuando alentaba a Johnny
de intentar entrenar para un maratón, o cuando no gané el premio de
lectura en séptimo grado. Era algo que decía cuando hablaba de sus
estrategias de negocios, y cómo hizo para que la abuela aceptara casarse
con él.
—Le pregunté cuatro veces antes de que dijera que sí —siempre decía,
recontando una de sus leyendas familiares Sinclair favoritas—. La
desgasté. Dijo que sí para callarme.
Ahora, en la mesa de desayuno, mirándolo comerse mi pan tostado, “No
tomes un no como respuesta” parecía como la actitud de un tipo
privilegiado a quien no le importaba quién saliera lastimado, mientras que
su esposa tuviese las lindas estatuas que ella quería exponer en sus casas
de verano.
Caminé hacia el ganso y lo tomé.
—La gente no debería comprar marfil —dije—. Es ilegal por una razón. Gat
estaba leyendo el otro día sobre…
—No me digas lo que está leyendo ese chico —dijo bruscamente el
abuelo—. Estoy informado. Me llegan todos los periódicos.
—Lo siento. Pero me ha hecho pensar sobre…
—Cadence.
—Podrías subastar las estatuas y luego donar el dinero para la
conservación de la vida salvaje.

Cúpula de Libros
—Entonces no tendría las estatuas. Eran muy preciadas para Tipper.
—Pero…
El abuelo ladró.
—No me digas qué hacer con mi dinero, Cady. Ese dinero no es tuyo.
—Está bien.
—No estás para decirme cómo disponer de lo que es mío, ¿está claro?
—Sí.
—Nunca. 133

—Sí, abuelo.
Tuve la necesidad de arrancar el ganso y lanzarlo al otro lado de la
habitación.
¿Se rompería cuando golpeara la chimenea? ¿Se haría añicos?
Apreté mis manos en puños.
Era la primera vez que habíamos hablado de la abuelita Tipper desde su
muerte.

EL ABUELO ATRACA EL bote y lo ata.


—¿Aún extrañas a la abuela? —le pregunto al dirigirnos hacia New
Clairmont—. Porque yo la extraño. Nunca hablamos de ella.
—Una parte de mí murió —dice—. Y era la mejor parte.
—¿Tú crees? —pregunto.
—Eso es todo lo que hay para decir al respecto —dice el abuelo.

Cúpula de Libros
43
ENCUENTRO A LOS Mentirosos en el patio de Cuddledown. El césped está
lleno de raquetas de tenis y botellas de bebidas, envolturas de comida y
toallas de playa. Los tres están tumbados sobre mantas de algodón,
usando lentes de sol y comiendo papas fritas.
—¿Te sientes mejor? —pregunta Mirren.
Asiento.
—Te extrañamos. 134

Tienen aceite para bebé esparcido en sus cuerpos. Dos botellas de él están
tiradas en el pasto.
—¿No tienen miedo de quemarse? —pregunto.
—Ya no creo en el bloqueador solar —dice Johnny.
—Ha decidido que los científicos son corruptos y que toda la industria de
protectores solares es un fraude para hacer dinero —dice Mirren.
—¿Alguna vez han visto envenenamiento solar? —pregunto—. La piel
literalmente burbujea.
—Es una idea tonta —dice Mirren—. Solo estamos totalmente aburridos,
eso es todo —pero unta abundantemente aceite para bebé en sus brazos
mientras habla.
Me recuesto junto a Johnny.
Abro una bolsa de papas fritas a la barbacoa.
Miro atentamente el pecho de Gat.
Mirren lee en voz alta un poco de un libro sobre Jane Goodall.
Escuchamos algo de música desde mi iPhone, con la diminuta bocina.
—De nuevo, ¿por qué no crees en el protector solar? —le pregunto a
Johnny.
—Es una conspiración —dice—. Para vender mucha crema que nadie
necesita.

Cúpula de Libros
—Ajá.

—No me quemaré —dice—. Ya verás.

—¿Pero por qué te estás poniendo aceite para bebé?

—Oh, eso no es parte del experimento —dice Johnny—. Solo me gusta


estar tan grasoso como pueda todo el tiempo.

GAT ME ALCANZA en la cocina, buscando comida. No hay mucha.


135
—La última vez que te vi fue, de nuevo, subóptima —dice—. En el
corredor, hace un par de noches.
—Sí. —Las manos me están temblando.
—Lo siento.
—Está bien.
—¿Podemos comenzar de nuevo?
—No podemos comenzar de nuevo todos los días, Gat.
—¿Por qué no? —Brinca para sentarse en el mostrador—. Tal vez este es
un verano de segundas oportunidades.
—Segundas, claro. Pero después de eso se vuelve ridículo.
—Entonces sé normal —dice—, al menos por hoy. Pretendamos que no
soy un desastre, pretendamos que no estás enojada. Actuemos como que
somos amigos y olvidemos lo que sucedió.
No quiero pretender.
No quiero que seamos amigos.
No quiero olvidar. Estoy tratando de recordar.
—Solo por un día o dos, hasta que las cosas parezcan estar bien de nuevo
—dice Gat, viendo mi vacilación—. Solo pasaremos el tiempo hasta que
todo deje de ser un gran problema.

Cúpula de Libros
Quiero saberlo todo, entenderlo todo; quiero abrazar a Gat y recorrer mis
manos sobre él y nunca dejarlo ir. Pero quizás ésta es la única manera en
que podemos comenzar.
Sé normal, ahora. Justo ahora.
Porque lo eres. Porque puedes serlo.
—Nunca aprendí cómo hacer eso —digo.
Le paso la bolsa de caramelo que el abuelo y yo compramos en
Edgartown, y la forma en que su rostro se ilumina con el chocolate juega
con mi corazón.
136

Cúpula de Libros
44
ES EL DÍA SIGUIENTE y Mirren y yo tomamos sin permiso la pequeña
lancha a Edgartown. Los chicos no quieren venir. Ellos van a hacer kayak.
Conduzco y Mirren juega con la estela de agua.
Mirren no lleva mucho: un bikini con un estampado de margaritas y una
minifalda de jeans. Camina por las aceras empedradas de Edgartown
hablando de Drake Loggerhead y de lo que se siente al tener "relaciones 137
sexuales" con él. Es de lo que siempre habla; su respuesta acerca de lo que
se siente tiene que ver con el olor de rosas de playa mezcladas con
montañas rusas y fuegos artificiales.
También habla sobre la ropa que quiere comprar para su primer año en
Pomona y las películas que quiere ver y los proyectos que quiere hacer
este verano, como encontrar un lugar en Vineyard para montar a caballo
y empezar a hacer helado de nuevo. Honestamente, no deja de parlotear
durante media hora.
Me gustaría tener su vida. Un novio, planes, universidad en California.
Mirren se sumergirá en su futuro soleado, mientras que yo voy a volver a
la Academia Dickinson a otro año de nieve y asfixia.
Compro una pequeña bolsa de dulce de azúcar en Murdick, a pesar de que
sobró un poco de ayer. Nos sentamos en un banco a la sombra, Mirren
continua hablando.
Otro recuerdo viene.
El VERANO QUINCE MIRREN se sentó junto a Taft y Will en los escalones
de nuestro puesto de marisco favorito en Edgartown. Los chicos tenían
molinetes de viento de arcoíris. La cara de Taft estaba embadurnada del
dulce de azúcar que había comido antes. Estábamos esperando a Bess
porque tenía los zapatos de Mirren. No podíamos entrar a la casa sin ellos.
Los pies de Mirren estaban sucios y tenía las uñas pintadas de azul.
Habíamos estado esperando un tiempo cuando Gat salió de la tienda que
estaba a pocos metros de allí. Tenía una pila de libros bajo el brazo. Corrió
hacia nosotros a toda velocidad, como con una prisa ridícula por
atraparnos, a pesar de que estábamos sentados todavía.

Cúpula de Libros
Luego se detuvo en seco. El libro de la parte superior era El Ser y La Nada,
de Sartre. Todavía tenía palabras escritas en el dorso de sus manos. Una
recomendación del abuelo.
Gat se inclinó, tonta y torpemente y me entregó el libro que estaba en la
parte inferior de la pila: era una novela de Jaclyn Moriarty. La había estado
leyendo durante todo el verano.
Abrí el libro por la página del título. Tenía una dedicatoria. Para Cady con
todo, todo. Gat.
—Recuerdo que estuvimos esperando tus zapatos para poder entrar en el
puesto de mariscos, —le dije a Mirren. Había dejado de hablar y me
138
miraba expectante—. Molinetes, —dije—. Gat me dio un libro.
—Así que tus recuerdos están regresando —dijo Mirren —. ¡Eso es genial!
—Las tías pelearon por la finca.
Se encoge de hombros. —Un poco.
—Y el Abuelo y yo, tuvimos esta discusión sobre sus estatuas de marfil.
—Sí. Hablamos de ello en el momento.
—Dime algo.
— ¿Qué?
— ¿Por qué Gat desapareció después de mi accidente?
Mirren retuerce un mechón de su cabello. —No lo sé.
— ¿Volvió con Raquel?
—No lo sé.
— ¿Nos peleamos? ¿Hice algo mal?
—No lo sé, Cady.
—Se molestó conmigo hace un par de noches. Por no saber los nombres
del personal. Por no haber visto su apartamento en Nueva York.
Hay un silencio. —Él tiene buenas razones para estar molesto —dice
Mirren finalmente.
—¿Qué hice?
Mirren suspira. —No lo puedes arreglar.
—¿Por qué no?

Cúpula de Libros
De repente Mirren comienza a asfixiarse. Náuseas, como si fuera a
vomitar. Se recostó sobre su pecho, la piel húmeda y pálida.
—¿Estás bien?
—No.
—¿Puedo ayudarte?
Ella no responde.
Le ofrezco una botella de agua. La toma. Bebe lentamente. —Ya hice
demasiado. Necesito volver a Cuddledown. Ahora.
Sus ojos están vidriosos. Le extiendo mi mano. Su piel está húmeda y ella 139
parece inestable en sus pies. Caminamos en silencio hasta el puerto,
donde la pequeña lancha estaba atracada.
Mamá nunca notó que la lancha había desaparecido, pero ve la bolsa de
dulce de azúcar cuando se la doy a Taft y Will.
Una y otra vez, bla bla bla. Su conferencia no es interesante.
No debo salir de la isla sin su permiso.
No debo salir de la isla sin supervisión de un adulto.
No debo manejar un vehículo de motor bajo medicación.
No puedo ser tan estúpida como parezco, ¿cierto?
Digo el "Lo siento" que mi madre quiere oír. Entonces corro a Windemere
a escribir todo lo que recordaba —el puesto de mariscos, el molinete de
viento, los pies sucios de Mirren en las escaleras de madera, el libro que
Gat me dio—, en el papel cuadriculado que está sobre mi cama.

Cúpula de Libros
45
INICIO DE MI SEGUNDA semana en Beechwood, descubrimos el techo de
Cuddledown. Es fácil subir hasta allí; simplemente nunca lo hicimos antes
porque implica pasar por la ventana de la habitación de la tía Bess.
El techo es frío como el infierno en la noche, pero en el día hay una gran
vista de la isla y el mar más allá de ella. Puedo ver a través de los árboles
que se agrupan alrededor de Cuddledown a Nueva Clairmont y su jardín.
Incluso puedo ver dentro de la casa, que tiene ventanas panorámicas en 140
muchas de las habitaciones de la planta baja. Se puede ver un poco del
Red Gate, también, y en la otra dirección, a través de Windemere, la
bahía.
Esa primera tarde, pusimos comida sobre una vieja manta de picnic.
Comemos pan dulce portugués y queso madurado en pequeñas cajas de
madera. Cerezas en cajas de cartón. Botellas de limonada fría con gas.
Decidimos venir aquí todos los días. Durante todo el verano. Este techo es
el mejor lugar en el mundo.
—Si muero, —le digo mientras miramos la vista—, quiero decir, cuando
muera, esparce mis cenizas en el agua de la pequeña playa. Luego, cuando
me extrañes, puedes subir hasta aquí, mirar hacia abajo y pensar que era
maravilloso.
—O podríamos bajar y nadar en ti, —dice Johnny—. Si te extrañamos
demasiado.
—Uf.
—Tú eras la que quería estar en el agua de la pequeña playa.
—Sólo quise decir que me encanta estar aquí. Sería un gran lugar para
esparcir mis cenizas.
—Sí, —dice Johnny—. Lo sería.
Mirren y Gat han estado callados, comiendo avellanas cubiertas de
chocolate de un recipiente de cerámica azul.
—Esta es una mala conversación —dice Mirren.
—Está bien —dice Johnny.

Cúpula de Libros
—No quiero que esparzan mis cenizas aquí —dice Gat.
—¿Por qué no? —le digo—. Podríamos estar todos juntos en la pequeña
playa.
—¡Y los niños nadarán en nosotros! —grita Johnny.
—Me estás asqueando —se apresuró a decir Mirren.
—En realidad no es tan diferente de todas las veces que he hecho pis allí
—dice Johnny.
—Diug.
—Oh, vamos, todo el mundo hace pipí allí. 141

—Yo no —dice Mirren.


—Sí, sí lo haces —respondió —. Si el agua de la playa pequeña no está
hecha de pis ahora, después de todos estos años que hemos estado
haciendo pipí en ella, unas cuantas cenizas no van a arruinarla.
— ¿Chicos, alguna vez han planeado su funeral? —pregunto.
— ¿Qué quieres decir? —Johnny arruga la nariz.
—Tú sabes, en Tom Sawyer, cuando todo el mundo piensa que Tom y
Huck y ¿cuál es su nombre?
—Joe Harper —dice Gat.
—Sí, creen que Tom, Huck y Joe Harper están muertos. Los chicos van a su
propio funeral y escuchan todos los buenos recuerdos que los ciudadanos
tienen de ellos. Después de leer eso, siempre pensé en mi propio funeral.
Cosas como el tipo de flores y donde quiero que esparzan mis cenizas. Y el
elogio, también, diciendo lo trascendental e impresionante que fui y como
gané el Premio Nobel y los Juegos Olímpicos.
— ¿En qué categoría lo ganaste? —pregunta Gat.
—Tal vez en balonmano.
— ¿Hay balonmano en los Juegos Olímpicos?
—Sí.
— ¿Por lo menos juegas al balonmano?
—Todavía no.
—Será mejor que comiences.

Cúpula de Libros
—La mayoría de las personas planifican su boda, —dice Mirren—. Yo solía
planear mi boda.
—Los chicos no planean sus bodas —dice Johnny.
—Si me caso con Drake, habrá flores amarillas —dice Mirren—. Flores
amarillas en todas partes. Y un vestido amarillo de primavera, como un
vestido de boda normal, sólo que amarillo. Y él llevaría un traje amarillo.
—Tiene que amarte mucho, mucho para llevar un saco amarillo —le dije.
—Sí —dice Mirren—. Pero Drake lo haría.
—Te diré lo que yo no quiero en mi funeral —dice Johnny—. No quiero un
142
montón de tipos con looks de neoyorquinos que ni siquiera me conocen,
merodeando alrededor de una estúpida sala de recepción.
—Yo no quiero que las personas religiosas hablen de un Dios en el que no
creo —dice Gat.
—O un grupo de chicas falsas actuando tristes y luego se ponen brillo de
labios en el baño y spray en el cabello —dice Mirren.
—Dios —dije sarcásticamente—, haces parecer como si los funerales no
fueran divertidos.
—En serio, Cady, —dice Mirren—. Debes planear tu boda, no tu funeral.
No seas morbosa.
— ¿Y qué tal si nunca me caso? ¿Qué pasa si no quiero casarme?
—Planifica la fiesta del bautizo de tu libro, entonces. O tu exposición de
arte.
—Ella va a ganar los Juegos Olímpicos y el Premio Nobel —dice Gat—.
Puede planear fiestas para eso también.
—Bien, de acuerdo —dijo—. Vamos a planear mi fiesta de balonmano
olímpico. Si eso los hace felices.
Y esto es lo que haremos. Balones de chocolate envueltos en fondant azul.
Un vestido dorado para mí. Flautas de champán con pequeñas bolas de
oro en su interior. Discutimos si la gente usa rara gafas para el balonmano
como hacen para el raquetball y decidimos que, para efectos de nuestra
fiesta, lo hacen. Todos los invitados podrán usar gafas de balonmano de
oro durante la fiesta.

Cúpula de Libros
—¿Y juegas en un equipo de balonmano? —pregunta Gat—. Quiero decir,
¿habrá un equipo entero de diosas amazónicas de balonmano allí,
celebrando la victoria contigo? ¿O ganaste por tu desempeño individual?
—No tengo ni idea.
—Tienes que empezar a educarte seriamente acerca de esto —dice Gat—.
O nunca vas a ganar el oro. Vamos a tener que repensar toda la fiesta si
sólo obtienes plata.

La vida es hermosa ese día.


143
Nosotros cuatro, los Mentirosos que siempre hemos sido.
Siempre lo vamos a ser.
No importa lo que ocurra a medida que avanzamos a la universidad,
envejecer, hacer nuestras vidas, no importa si Gat y yo estamos juntos o
no. No importa a dónde vayamos, siempre seremos capaces de alinearnos
en el techo de Cuddledown y contemplar el mar.
Esta isla es nuestra. Aquí, de alguna manera, somos jóvenes para siempre.

Cúpula de Libros
46
LOS DÍAS SIGUIENTES son más oscuros. Es raro que los Mentirosos no
quieran ir a ninguna parte. Mirren tiene la garganta irritada y el cuerpo
dolorido. Se queda principalmente en Cuddledown. Pinta cuadros para
colgarlos en los pasillos y hace filas de conchas a lo largo de los bordes de
las encimeras. Los platos se acumulan en el fregadero y en la mesa de
café. Los DVD’s y los libros están en pilas desordenadas en la sala. Las
camas se encuentran desordenadas y los baños tienen un olor húmedo, 144
mohoso.
Johnny come queso con los dedos y mira comedias de la televisión
británica. Un día tomó una fila de viejas bolsas de té, que estaban ya
usadas y las lanzó en una taza llena de zumo de naranja.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto.
—La que salpique más consigue más puntos.
—Pero ¿por qué?
—Mi mente trabaja de maneras misteriosas —dice Johnny—. Me parece
que el tiro bajo es generalmente la mejor técnica.
Le ayudo a idear un sistema de puntos. Cinco puntos para una aspersión,
diez para un charco, veinte para un patrón decorativo en la pared detrás
de la taza.
Gastamos toda una botella de jugo recién exprimido. Cuando ha
terminado, Johnny deja la taza y el escurridor, goteando donde están.
Yo tampoco lo limpio.
Gat tiene una lista de las cien mejores novelas jamás escritas, y está
disfrutando con las que ha sido capaz de encontrar en la isla. Las marca
con notas adhesivas y lee pasajes en voz alta. Hombre Invisible. Pasaje a la
India. El Cuarto Mandamiento. Yo sólo presto la mitad de la atención
cuando lee, porque Gat no me ha besado ni me ha tomado la mano desde
que decidimos actuar normal.
Creo que evita estar a solas conmigo.
Evito estar a solas con él también porque mi cuerpo entero pide a gritos
estar cerca de él, porque cada movimiento que hace está cargado de

Cúpula de Libros
electricidad. A menudo pienso en poner mis brazos alrededor de él o
deslizar mis dedos por sus labios. Cuando dejo que mis pensamientos
lleguen a ese punto –si por un momento Johnny y Mirren están fuera de
vista, si por siquiera un segundo estamos solos– el agudo dolor del amor
no correspondido me da migrañas
En estos días toma la forma de una bruja retorcida, que toca la carne
cruda de mi cerebro con sus uñas crueles. Palpa mis nervios expuestos,
explorando si tomará o no mi cráneo por residencia. Si ella entra, estaré
confinada en la habitación por un día o tal vez dos.
La mayoría de los días almorzamos en la azotea.
145
Supongo que lo hacen también cuando estoy enferma.
De vez en cuando cae del tejado una botella y se quiebra. De hecho, en
todo el porche hay fragmentos y pedazos de vidrio astillado, pegajosos
con limonada.
Las moscas zumban alrededor, atraídas por el azúcar.

Cúpula de Libros
47
FIN DE LA SEGUNDA semana, encuentro a Johnny solo en el patio,
construyendo una estructura de piezas de Lego que debe haber
encontrado en Red Gate.
Traje encurtidos, palitos de queso y los restos de atún a la parrilla de la
cocina del New Clairmont. Decidimos no ir al techo, ya que somos solo
nosotros dos. Abrimos los contenedores y los alineamos en el borde del
porche sucio. Johnny habla sobre cómo que quiere construir un Hogwarts 146
de Lego. O una Estrella de la Muerte. ¡Oh espera! Aún mejor es un atún de
Lego para colgar en el New Clairmont ahora que ninguno de la taxidermia
Abuelo está allí. Eso es todo. Lástima que no haya suficientes Lego en esta
estúpida isla para un proyecto visionario como el suyo.
—¿Por qué no me llamaste o me enviaste un correo electrónico después
de mi accidente? —le pregunto. No había planeado traerlo a colación. Las
palabras brotan.
—Oh, Cady.
Me siento estúpida preguntando, pero quiero saber.
—¿No quieres hablar de atunes de Lego mejor? —dijo Johnny.
—Pensé que tal vez estabas molesto conmigo por esos correos
electrónicos. Los que envié preguntando por Gat.
—No, no. —Johnny se limpia las manos en la camiseta—. Desaparecí
porque soy un tonto. Porque no veo más allá de mis opciones y he visto
demasiados películas de acción y soy una especie de seguidor.
—¿En serio? No creo eso de ti.
—Es un hecho innegable.
—¿No estabas enojado?
—Yo sólo era una mierda estúpida. Pero no estaba enojado. Nunca
enojado. Lo siento, Cadence.
—Gracias.
Coge un puñado de Legos y los empieza a encajar.

Cúpula de Libros
—¿Por qué desapareció Gat? ¿Tú lo sabes?
Johnny suspira. —Esa es otra pregunta.
—Me dijo que yo no conocía su verdadera personalidad.
—Podría ser verdad.
—Él no quiere hablar de mi accidente. O lo que pasó con nosotros ese
verano. Quiere que actuemos normal y como si nada.
Johnny ordenó sus Legos en franjas: azul, blanco y verde.
—Gat fue una mierda con esa chica, Raquel, cuando comenzó contigo.
Sabía que no estaba bien y se odiaba a sí mismo por eso. 147

—De acuerdo.
—Él no quería ser ese tipo de persona. Quiere ser una buena persona. Y
estaba muy enojado ese verano, por todo tipo de cosas. Cuando no estuvo
allí para ti, se odió a sí mismo aún más.
—¿Tú crees?
—Supongo —dice Johnny.
— ¿Está saliendo con alguien?
—Aw, Cady —dice Johnny—. Él es un culo pretencioso. Lo quiero como a
un hermano, pero eres demasiado buena para él. Ve a encontrarte un
buen tipo de Vermont con músculos como Drake Loggerhead. —Luego se
echó a reír a carcajadas.
—Eres un inútil.
—No puedo negarlo —responde—. Pero tienes que dejar de ser una
peleadora.

Cúpula de Libros
48
RECUERDO: Charmed Life de Diana Wynne Jones.
Es una de las historias Chrestomanci17 que mamá nos leía a Gat y a mí
cuando teníamos 8 años. La he releído varias veces desde entonces, pero
dudo que Gat lo haya hecho.
Abro el libro y escribo en la portada. Para Gat con todo, todo. Cady.
Me dirijo a Cuddledown temprano a la mañana siguiente, pasando por 148
encima de las tazas de té antiguas y DVD’s. Llamo a la puerta del
dormitorio de Gat.
No hubo respuesta.
Llamo de nuevo, entonces empujo para abrirla.
Solía ser la habitación de Taft. Está lleno de osos y maquetas de barcos,
además de pilas de libros de Gat, bolsas vacías de patatas fritas, cáscaras
de anacardos18 en el piso. Botellas de jugo y de soda a medias, CD’s, el
tablero de Scrabble con la mayoría de los azulejos esparcidos por el suelo.
Está tan mal como el resto de la casa, si no peor.
De todos modos, él no está allí. Debe estar en la playa.
Dejo el libro sobre su almohada.

17
Serie de seis libros, escritos entre 1977 y 2006, que se encuentran entre los más conocidos
de la gran Diana Wynne Jones.
18
Fruto de este árbol, que encierra una almendra de sabor dulce.

Cúpula de Libros
49
ESA NOCHE, GAT y yo nos hallábamos solos en el techo de Cuddledown.
Mirren se sentía enferma y Johnny la llevó escaleras abajo por algo de té.
Voces y música flotan desde New Clairmont, donde las tías y el Abuelo
están comiendo pastel de arándano y bebiendo oporto. Los pequeños
están viendo una película en la sala de estar.
149
Gat camina por la inclinación del techo, todo el camino de bajada al arrollo
y de regreso. Parece peligroso, tan fácil de caer —pero él no tiene miedo.
Es ahora cuando puedo hablar con él.
Es ahora cuando podemos dejar de fingir ser normales.
Estoy buscando las palabras correctas, la mejor manera de empezar.
Repentinamente trepa de vuelta a donde estoy sentada en solo 3 grandes
pasos.
—Eres muy, muy hermosa, Cady —dice él.
—Es la luz de la luna. Hace ver a todas las chicas hermosas.
—Creo que tú eres hermosa siempre y para siempre. —Su silueta se dibuja
con la luna pues está de espaldas a ella—. ¿Tienes un novio en Vermont?
Claro que no lo tengo. Nunca he tenido novio a excepción de él.
—Mi novio se llama Percocet —dije—. Somos muy cercanos. Incluso fui a
Europa con él el verano pasado.
—Dios. —Gat está molesto. Se para y camina hacia adelante y hacia atrás
hacia el borde del techo.
—Sólo bromeo.
Gat me está dando la espalda.
—Tú dijiste que no deberíamos sentir pena por ti…
—Sí.

Cúpula de Libros
—…Pero luego vienes con esas declaraciones. Mi novio se llama Percocet.
O, me quedé mirando la base del inodoro italiano azul. Y está claro que
quiere que todos sientan pena por ti. Y lo haríamos, yo lo haría, pero no
tienes idea de cuan afortunada eres.
Me ruborizo.
Él tiene razón.
Quiero que la gente sienta pena por mí. En serio lo quiero.
Y luego no lo quiero.
Lo quiero. 150

Y luego no lo quiero.
—Lo siento —dije.
—Harris te envió a Europa 8 semanas. ¿Crees que alguna vez enviaría a
Johnny o Mirren? No. Y no me mandaría a mí, no importa qué. Solo piensa
antes de quejarte acerca de cosas que a las otras personas les gustaría
tener.
Me estremezco.
—¿El Abuelo me mandó a Europa?
—Vamos —dice Gat, muy frío—. ¿Realmente crees que tu padre pagó ese
viaje?
Supe inmediatamente que decía la verdad.
Claro que papá no pagó el viaje. No hay manera de que haya podido. Los
profesores de universidad no vuelan en primera clase y se quedan en
hoteles de 5 estrellas.
Tan acostumbrada a los veranos en Beechwood, a las pastelerías repletas
hasta el tope y múltiples lanchas de motor y un personal que asaba la
carne silenciosamente y lavaba las sábanas —Nunca pensé de dónde
podría estar viniendo ese dinero.
El Abuelo me envió a Europa. ¿Por qué?
¿Por qué no iría la Abuela conmigo, si el viaje era un regalo del Abuelo? ¿Y
por qué papá aceptaría ese dinero de mi abuelo?

Cúpula de Libros
—Tienes una vida que se extiende a lo lejos frente a ti con un millón de
posibilidades —dice Gat—. Me-me hace rechinar los dientes cada vez que
pides simpatía, eso es todo.
Gat, mi Gat.
Tiene razón. La tiene.
Pero tampoco entiende.
—Sé que nadie me está dando una paliza —dije, sintiéndome a la
defensiva de repente—. Sé que tengo mucho dinero y una buena
educación. Comida en la mesa. No estoy muriendo de cáncer. Muchas 151
personas la están pasando mucho peor que yo. Y sé que fui afortunada al
ir a Europa. No debería quejarme o ser malagradecida.
—Muy bien, entonces.
—Pero escucha. No tienes idea de lo que se siente tener dolores de
cabeza como estos. Ni idea. Duele —dije, y me di cuenta de que lágrimas
corrían por mi cara, aunque no estaba sollozando—. Hace difícil el estar
vivo, algunos días. Muchas veces deseo estar muerta, realmente lo hago,
solo para hacer que el dolor pare.
—No lo deseas —dice con dureza—. No deseas estar muerta. No digas
eso.
—Sólo quiero que el dolor se acabe —dije—. En los días en que las
pastillas no funcionan. Quiero que acabe y haría lo que fuera —realmente,
lo que fuera— si supiera con seguridad que acabaría con el dolor.
Hay un silencio. Camina hacia el borde inferior del techo, mirando lejos de
mí.
—¿Qué harías entonces? ¿Cuándo sea eso?
—Nada. Yacería ahí y esperaría, y me recordaría una y otra vez que no
dura para siempre. Que habrá otro día y otro día, y luego otro día. Uno de
esos días, me voy a despertar y a comer el desayuno sintiéndome bien.
—Algún otro día.
—Sí.

Cúpula de Libros
Ahora él se da la vuelta y llega al límite del techo en un par de pasos. De
repente sus brazos están alrededor de mí, y nos aferramos el uno al otro.
Está temblando ligeramente y besa mi cuello con sus labios fríos. Nos
quedamos así, envueltos en los brazos del otro, por un minuto o dos, y se
siente como si el universo se reorganizara solo, y sé que cualquier enojo
que sentimos ha desaparecido.
Gat me besa en los labios, y toca mi mejilla.
Le amo.
Siempre le he amado. 152
Nos quedamos allí en el techo durante un largo, largo tiempo. Para
siempre.

Cúpula de Libros
50
MIRREN HA ESTADO enfermando cada vez más y más seguido. Se
despierta tarde, se pinta las uñas, descansa bajo el sol, y se queda
mirando pinturas de paisajes africanos en un gran libro de ilustraciones.
Pero ella no hará snorkel. No navegará. No jugará tenis o irá a Edgartown.
Le traje gomitas dulces de New Clairmont. Ella ama las gomitas dulces.
153
Hoy, ella y yo nos recostamos en la pequeña playa. Leímos revistas que
robé de los gemelos y comimos zanahorias bebé. Mirren tenía puestos los
audífonos. Sigue escuchando la misma canción una y otra vez en mi
iPhone.
Our youth is wasted
We will not waste it
Remember my name
‘Cause we made history
Na na na na, na na na
LE DI UN TOQUE A MIRREN con la zanahoria.
—¿Qué?
—Tienes que dejar de cantar o no seré responsable de mis acciones.
Mirren se gira hacia mí, seria. Se quita los audífonos.
—¿Puedo decirte algo, Cady?
—Claro.
—Acerca de Gat y tú. Escuché que ustedes dos vinieron escaleras abajo
anoche.
—¿Y?
—Creo que deberías dejarle solo.
—¿Qué?

Cúpula de Libros
—Va a terminar mal y echará todo a perder.
—Le amo —dije—. Sabes que siempre le he amado.
—Estás haciendo las cosas difíciles para él. Más difíciles de lo que en
realidad son. Vas a lastimarle.
—Eso no es verdad. Probablemente él me lastimará a mí.
—Bueno, eso puede pasar, también. No es ideal que ustedes dos estén
juntos.
—¿No ves que preferiría ser herida por Gat que ser alejada de él? —dije,
sentándome—. Preferiría eso mil veces el hecho de vivir y arriesgar y 154
terminar muy mal que quedarme en la caja en la cual es estado por los
últimos 2 años. Es una caja pequeña, Mirren. Mi mamá y yo. Mis pastillas y
yo. Mi dolor y yo. Y no quiero vivir más ahí.
Un silencio se cierne en el aire.
—Nunca he tenido novio —deja escapar Mirren.
La miro a los ojos. Hay lágrimas.
—¿Qué hay acerca de Drake Loggerwood? ¿Qué pasó con las rosas
amarillas y la relación sexual? —pregunto.
Mira hacia abajo. —Mentí.
—¿Por qué?
—¿Sabes que cuando vienes a Beechwood es un mundo diferente? No
tienes que ser quien eras en casa. Puedes ser alguien mejor, tal vez.
Asentí.
—Ese primer día que regresaste noté a Gat. Te miró como si fueras el
planeta más brillante en la galaxia.
—¿Lo hizo?
—Quiero muchísimo que alguien me vea de esa forma, Cady. Muchísimo.
Y no lo hice con esa intención, pero me encontraré mintiendo. Lo siento.
No sé qué decir. Tomo una respiración profunda.

Cúpula de Libros
Mirren chasquea. —No jadees. ¿De acuerdo? Está bien. No pasa nada si
jamás tengo un novio. Está bien si jamás me ama una sola persona, ¿de
acuerdo? Es perfectamente tolerable.
La voz de mamá llama desde algún lugar de Clairmont.
—¡Cadence! ¿Puedes oírme?
Le grité. —¿Qué necesitas?
—El cocinero tiene el día libre. Estoy empezando el almuerzo. Ven y
rebana los tomates.
—En un minuto. —Suspiro y miro a Mirren—. Tengo que irme. 155

Ella no responde. Me pongo la chaqueta y voy forzada camino a New


Clairmont.
En la cocina, mamá me tiende un cuchillo especial para tomates y empieza
a hablar.
Bla bla, siempre estás en esa pequeña playa. Bla bla, deberías jugar más
con los pequeños. El abuelo no estará aquí para siempre. ¿Sabes que
tienes una quemadura por el sol?
Corto y corto, una canasta de tomates tradicionales con extraña forma.
Son amarillos, verdes y de un rojo ahumado.

Cúpula de Libros
51
MI TERCERA SEMANA en la isla está siendo devastada por una migraña y
me pone fuera de combate por 2 días. O quizás 3. Ni siquiera puedo
decirlo. Las pastillas de la botella se están agotando, a pesar de que llené
mi receta antes de salir de casa.
Me pregunto si mamá las estará tomando. Quizás ella siempre las ha
estado tomando. 156

O quizás las gemelas han estado viniendo a mi habitación nuevamente,


llevándose cosas que no necesitan. Quizá son adictas.
O quizá estoy tomando más de las que creo. Tomando pastillas extra en
un ataque de dolor. Olvidando mi última dosis.
Estoy asustada de decirle a mamá que necesito más.
Cuando me siento estable voy de nuevo a Cuddletown. El sol está bajo en
el cielo. El garaje está cubierto de botellas rotas. Dentro, los listones han
caído del techo y yacen retorcidos en el suelo. Los platos en el fregadero
están secos y con incrustaciones de comida. Las telas que cubren la mesa
de centro están sucias. La mesa de café está manchada con marcas
circulares de tazas de té.
Encontré a los Mentirosos agrupados en el dormitorio de Mirren, todos
mirando la Biblia.
—Solo una pelea de Scrabble —dice Mirren tan pronto como entro. Ella
cierra el libro.
—Gat estaba en lo cierto, como siempre. Siempre estás jodido, Gat. A las
chicas no les gusta eso en un chico, ¿sabes?
Las piezas de Scrabble están regadas en el suelo del cuarto. Las vi cuando
entré.
No han estado jugando.
—¿Qué han hecho en los últimos días? —pregunto.

Cúpula de Libros
—Oh, Dios —dice Johnny, estirándose en la cama de Mirren—. Lo he
olvidado.
—Fue el 4 de Julio —dice Mirren—. Fuimos a cenar a New Clairmont y
todo el mundo salió en una gran lancha para ver los fuegos artificiales en
Vineyard.
—Hoy fuimos a la tienda de donas de Nantucket —dice Gat.
Nunca van a ningún lugar. Nunca. Jamás ven a nadie. Ahora que he estado
enferma, ¿han ido a todos lados? ¿Han visto a todo mundo?
—Downyflake —digo—. Es el nombre de la tienda de donas. 157
—Claro. Fueron las donas más asombrosas —dice Johnny.
—Tú odias las donas tipo pastel.
—Claro —dice Mirren—. Claro, pero no tomamos de esas, compramos de
las glaseadas.
—Y crema Boston —dice Gat.
—Y mermelada —dice Johnny.
Pero sé que Downyflake solo hace donas tipo pastel. No glaseadas. No con
crema Boston. No con mermelada.
¿Por qué están mintiendo?

Cúpula de Libros
52
CENO CON MAMÁ Y LOS pequeños en New Clairmont, pero esa noche
tengo una gran migraña de nuevo. Es peor que la última. Descanso en mi
cuarto a oscuras. Las aves carroñeras picotean la supuración que gotea de
mi cráneo aplastado.
Abro mis ojos y Gat está sobre mí. Lo veo a través de un destello. La luz
158
brilla a través de las cortinas, así que debe ser de día.
Gat nunca viene a Windemere. Pero aquí está. Mirando el papel
cuadriculado en mi pared. Las notas adhesivas. Los nuevos recuerdos e
información que he añadido desde que llegué aquí, notas acerca de los
perros de la abuela muriendo, el abuelo y el ganso color marfil, Gat
dándome el libro Moriarty, las tías peleando a cerca de la casa de Boston.
—No leas mis papeles —protesté—. No.
Da unos pasos hacia atrás.
—Están ahí para que alguien los vea. Perdón.
Me giro de lado y presiono la mejilla contra la almohada caliente.
—No sabía que estuvieses coleccionando historias. —Gat se sienta en la
cama. Alcanza mi mano y la toma.
—Estoy tratando de recordar qué paso que nadie quiere hablar sobre eso
—digo—. Incluyéndote.
—Quiero hablar sobre ti.
—¿Lo quieres?
Está mirando al suelo. —Tuve una novia, hace dos veranos.
—Lo sé. Lo sabía desde el principio.
—Pero nunca te lo dije.
—No, no lo hiciste.

Cúpula de Libros
—Me enamoré perdidamente de ti, Cady. No había nada que lo detuviera.
Sabía que debí haberte dicho todo y debí haber roto la relación con
Raquel inmediatamente. Solo fue… ella estaba de vuelta en casa, y nunca
te vi en todo el año, y mi teléfono no funcionaba aquí, y seguía recibiendo
paquetes de ella. Y cartas. Todo el verano.
Le miro.
—Fue cobarde —dice Gat.
—Sí.
—Fue cruel. Para ti y para ella también. 159
Mi rostro arde con notable celos.
—Lo siento, Cady —sigue diciendo Gat—. Es por eso que debí de
habértelo dicho en el primer día que llegué en este año. Estuve mal y lo
siento.
Asentí. Es lindo escucharlo decir eso. Desearía no estar tan dopada.
—La mitad del tiempo me odio a mí mismo por todas las cosas que he
hecho —dice Gat—. Pero la cosa que me hace sentir realmente mal es la
contradicción: cuando no me estoy odiando, me siento justo y victimizado.
Al igual que el mundo es tan injusto.
—¿Por qué te odias a ti mismo?
Y antes de darme cuenta, Gat está acostado en la cama junto a mí. Sus
fríos dedos envuelven mis dedos calientes, y su rostro está cerca del mío.
Me besa.
—Porque quiero cosas que no puedo tener —susurra.
Pero me tiene. ¿No sabrá que ya me tiene?
¿O está hablando Gat de algo más, algo más que no puede tener? ¿Alguna
cosa material, algún sueño o algo?
Estoy sudorosa, mi cabeza me duele y no puedo pensar claramente.
—Mirren dije que esto terminará mal y debo dejarte solo —le digo.
Me besa de nuevo.

Cúpula de Libros
—Alguien me hizo algo que es tan doloroso como para recordarlo —le
susurro.
—Te amo —dice.
Nos abrazamos y besamos por mucho tiempo.
El dolor en mi cabeza se desvanece, un poco. Pero no todo el camino.

160

Cúpula de Libros
53
ABRO LOS ojos y el reloj marca la medianoche.
Gat no está.
Me pongo las gafas de sol y miro a través de la ventana, levantando la
cortina para recibir algo de aire.
La tía Carrie está caminando en camisón de nuevo. Pasando Windemere, 161
rascándose los brazos demasiado delgados bajo la luz de la luna. Ni
siquiera tiene las botas de piel de oveja en esta ocasión.
Allá en Red Gate puedo oír a Will llorando por una pesadilla.
—¡Mami! ¡Mami te necesito!
Pero Carrie bien no le oye, o no irá. Se aparta y se dirige hacia el camino
que lleva a New Clairmont.

Cúpula de Libros
54
ESA MISMA TARDE, los Mentirosos sacaron los kayaks.

—¿Qué hacen? —pregunto.

—Vamos a un sitio cerca de la entrada a la playa —dice Johnny—. Ya lo


hemos hecho antes.

162
—Cady no debería venir —dice Mirren.

—¿Por qué no? —pregunta Johnny.

—¡Por su cabeza! —grita Mirren—. ¿Qué hacemos si se hace daño en la


cabeza otra vez y las migrañas empeoran? Dios, ¿tienes siquiera cerebro,
Johnny?

—¿Por qué estás gritando? —chilla Johnny—. No seas tan mandona.

¿Por qué no quieren que yo vaya?

—Puedes venir, Cadence —dice Gat—. Está bien si ella viene.

No quiero acoplarme si no me quieren… pero Gat da golpecitos en el


asiento del kayak frente a él y salta dentro.

La verdad es que no quiero separarme de ellos.

Nunca.

Remamos en el kayak de dos personas bordeando la cala bajo Windemere


hasta una entrada. La casa de mamá está construida en un saliente. Bajo
ella hay un conjunto de rocas escarpadas que dan la sensación de ser una
cueva. Llevamos los kayaks hacia las rocas y trepamos a la parte seca y
fría.

Mirren está mareada, aunque sólo hemos estado unos minutos en los
kayaks. Frecuentemente se encuentra mal así que no es una sorpresa. Se

Cúpula de Libros
tumba con los brazos sobre los ojos. Yo casi espero que los chicos
deshagan las bolsas de tela que llevan para preparar un picnic, pero en vez
de eso, Gat y Johnny comienzan a escalar por las rocas. Ya lo han hecho
antes, está claro. Están descalzos y escalan hasta unos cincuenta y cinco
pies de altura sobre el agua, parando sobre el saliente que cuelga sobre el
mar.

Los miro hasta que están bien establecidos sobre las rocas.

—¿Qué estáis haciendo?

—Estamos siendo muy, muy hombres —me responde. Su voz hace eco. 163
Gat se ríe.

—No, en serio —le digo.

—Quizá piensas que somos chicos de ciudad pero la verdad es que


estamos llenos de masculinidad y testosterona…

—No lo están.

—Sí lo estamos.

—Oh, por favor. Subo con vosotros.

—¡No, no lo hagas! —dice Mirren.

—Johnny me ha picado —respondo—, ahora tengo que hacerlo. —


Comienzo a escalar en la misma dirección que los chicos. Las rocas están
frías, más resbaladizas de lo que esperaba.

—No lo hagas —repite Mirren—. Es por esto que no quería que vinieras.

—¿Por qué viniste tú, entonces? —le replico—. ¿Vienes?

—Salté la última vez —admite—. Una vez fue suficiente.

—¿Saltan? —Hacerlo ni siquiera parece posible.

—Para, Cady. Es peligroso —dice Gat.

Cúpula de Libros
Y antes de que pueda subir más, Johnny se tapa la nariz y salta. Cae en
picado con los pies por delante.

Grito.

Golpea el agua con fuerza y el mar está lleno de rocas. No se puede decir
cómo de profundas o superficiales están. Podría realmente morir
haciendo esto. Podría… pero sale a la superficie, sacudiéndose el agua de
su pelo corto y gritando de alegría.

—¡Estás loco! —le regaño. 164

Y Gat salta. Johnny había caído chillando y moviéndose pero Gat mantiene
las piernas juntas y se queda en silencio. Se desliza en el agua helada casi
sin salpicar. Vuelve a la superficie feliz, escurriendo agua de su camiseta
cuando llega a las rocas secas.

—Son idiotas —dice Mirren.

Miro hacia arriba, a las rocas desde donde han saltado. Parece imposible
que alguien pudiera sobrevivir.

Y, de repente, quiero hacerlo, y comienzo a escalar otra vez.

—No lo hagas, Cady —dice Gat—. Por favor, no.

—Tú acabas de hacerlo —respondo—. Y dijiste que estaba bien si venía.

Mirren se sienta con la cara pálida.

—Quiero irme a casa —dice con urgencia—. No me encuentro bien.

—Por favor, Cady, hay muchas rocas —me llama Johnny—. No


deberíamos haberte traído.

—No estoy inválida —replico—. Sé nadar.

—No es eso, es… no es una buena idea.

Cúpula de Libros
—¿Por qué para ustedes es una buena idea y para mí no? —espeto. Estoy
casi arriba del todo. Empiezo a sentir ampollas en los dedos por sujetarme
en las rocas. Adrenalina corre por todo mi cuerpo.

—Estábamos siendo idiotas —dice Gat.

—Presumiendo —continúa Johnny.

—Baja, por favor. —Mirren se ha puesto a llorar.

Yo no bajo. Me siento con las rodillas en el pecho en el borde en el que los


chicos saltaron. Miro al mar agitándose bajo mí. Formas oscuras acechan 165
bajo la superficie del agua, pero también puedo ver un espacio abierto. Si
salto bien, iré hasta la profundidad.

—¡Haz siempre lo que te asuste! —grito.

—Es un estúpido lema —responde Mirren llorando—. Ya te lo dije.

Mostraré que soy fuerte aunque ellos piensen que estoy enferma.

Mostraré que soy valiente aunque ellos piensen que soy débil.

Hace viento en esta alta roca. Mirren está sollozando. Gat y Johnny me
gritan.

Cierro los ojos. Y salto.

El choque del agua es eléctrico. Emocionante. Una de las piernas roza una
roca, la izquierda.

y me hundo hasta el rocoso fondo,

y puedo ver los cimientos de la isla de Beechwood

y mis brazos y piernas se sienten débiles pero los dedos están fríos. Veo
algas mientras bajo.

Y entonces estoy arriba otra vez, y respirando.

Cúpula de Libros
Estoy bien. Mi cabeza está bien.

Nadie tiene que llorar por mí o preocuparse.

Estoy bien. Estoy viva.

Nado hasta la orilla.

A VECES ME PREGUNTO si la realidad se rompe. En Charmed Life, el libro


que le di a Gat, hay universos paralelos en los que diferentes sucesos han
ocurrido a la misma persona. Se han escogido opciones distintas o un 166
accidente ha acabado diferente. Todos tenemos duplicados de nosotros
mismos en esos otros mundos. Diferentes nosotros con distintas vidas,
distintas suertes.

Variaciones.

Me pregunto, por ejemplo, si hay una variación de hoy donde muero por
saltar de ese acantilado. Tengo un funeral donde mis cenizas son
esparcidas por la pequeña playa. Un millón de peonías en flor rodean mi
cuerpo ahogado mientras la gente solloza mortificada y miserable. Soy un
bonito cadáver.

Me pregunto si hay otra variación donde Johnny resulta herido, con la


espalda y piernas destrozadas por las rocas. No podemos llamar a
emergencias y tenemos que volver remando en el kayak. Para cuando
conseguimos llevarle en helicóptero al hospital ya no podrá volver a
andar.

U otra variación en la que no voy con los Mentirosos en el kayak. Dejo que
me aparten. Ellos siguen yendo a sitios sin mí y contándome pequeñas
mentiras. Nos vamos alejando, poco a poco, y finalmente arruinamos
nuestro paraíso de verano para siempre.

Me parece más que probable que estas variaciones existan.

Cúpula de Libros
55
ESA NOCHE me despierto, fría. He apartado las sábanas con los pies y la
ventana está abierta. Me siento demasiado rápido y me da vueltas la
cabeza.

Un recuerdo.

Tía Carrie, llorando. Inclinada hacia delante con mocos y lágrimas 167
corriendo por su cara, sin siquiera molestarse en quitárselos. Con el
cuerpo doblado hacia delante, temblando, quizá vomita. Fuera está
oscuro y lleva una blusa de algodón blanco con una chaqueta por encima…
la azul a cuadros de Johnny.

¿Por qué lleva la chaqueta de Johnny?

¿Por qué está tan triste?

Me levanto y encuentro un jersey y zapatos. Cojo una linterna y me dirijo


a Cuddledown. La habitación principal está vacía e iluminada por la luz de
la luna. Hay botellas vacías en la encimera de la cocina. Alguien dejó una
manzana troceada fuera de la nevera y se está oxidando. Puedo olerla.

Mirren está aquí. No la había visto. Estaba escondida bajo una manta a
rayas, apoyada en el sofá.

—Estás despierta —susurra.

—Vine a buscarte.

—¿Y eso?

—Un recuerdo: tía Carrie estaba llorando. Llevaba el abrigo de Johnny.


¿Recuerdas a Carrie llorando?

—Recuerdo algunas veces.

—Pero, ¿en el verano de los quince, cuando tenía el pelo corto?

Cúpula de Libros
—No —responde ella.

—¿Cómo es que no estás dormida? —pregunto. Mirren niega con la


cabeza.

—No sé.

Me siento.

—¿Puedo preguntarte algo?


168
—Claro.

—Necesito que me digas qué pasó antes de mi accidente. Y después.


Siempre dices que nada importante… pero algo me debió pasar a parte de
golpearme en la cabeza durante un baño nocturno.

—Ah…

—¿Sabes lo que fue?

—Penny dijo que los médicos querían que nosotros dejáramos tus
recuerdos tranquilos. Recordarás cuando sea el momento y nadie debe
presionarte.

—Pero te estoy preguntando, Mirren. Necesito saberlo.

Pone la cabeza en sus rodillas. Pensando.

—¿Qué crees tú que pasó? —dice finalmente.

—Su… supongo que fue la víctima de algo. —Es difícil decir estas
palabras—. Supongo que fue violada o atacada o algo así de horrible. Ese
es el tipo de cosas que provoca amnesia, ¿no?

Mirren se frota los labios.

—No sé qué decirte —responde.

Cúpula de Libros
—Dime lo que pasó —le pido.

—Fue un verano de mierda.

—¿Por qué?

—Eso es todo lo que puedo decir, mi querida Cady.

—¿Por qué nunca dejas Cuddledown? —pregunto repentinamente—.


Nunca te vas excepto para ir a la playita.

—Fui a hacer piragüismo, hoy. 169

—Pero te encontraste mal. ¿Tanto miedo tienes? —pregunto—. ¿Tanto


miedo tienes de salir? ¿Agorafobia?

—No me encuentro bien, Cady —dice Mirren a la defensiva—. Tengo frío


todo el tiempo, no puedo dejar de tiritar. Tengo la garganta en carne viva.
Si tú también te sientes así, tampoco deberías salir.

Me siento peor que eso todo el tiempo, pero por una vez no menciono
mis dolores de cabeza.

—Entonces deberíamos decírselo a Bess. Y llevarte al médico.

Mirren niega con la cabeza.

—Es sólo un estúpido resfriado que no me puedo quitar de encima. Estoy


siendo quejica. ¿Me puedes traer un ginger ale?

No puedo discutir más. Le traigo su ginger ale y encendemos la televisión.

Cúpula de Libros
56
POR LA MAÑANA, hay un columpio de llanta colgando del árbol del pasto
de Windemere. Igual que el que colgaba de la vieja magnolia frente a
Clairmont.

Es perfecto.

Igual que sobre el que me giraba la abuela Tipper. 170

Papá.

El abuelo.

Mamá.

Como en el que nos besamos Gat y yo en mitad de la noche.

Ahora lo recuerdo, el verano de los quince: Johnny, Mirren, Gat y yo nos


embutimos en el columpio de Clairmont todos juntos. Éramos demasiado
grandes para caber… Nos dábamos codazos los unos a los otros y nos
recolocábamos. Reíamos nerviosamente y nos quejábamos. Nos decíamos
“culo-gordo” los unos a los otros. Decíamos que los otros apestaban y nos
recolocábamos de nuevo.

Y cuando finalmente conseguimos colocarnos no pudimos girar.


Estábamos tan metidos a la fuerza que era imposible que se moviera.
Gritamos pidiendo un empujón una y otra vez. Los gemelos pasaron por al
lado pero se negaron a ayudarnos. Al final, Taft y Will salieron de
Clairmont y lo hicieron. Quejándose, nos empujaron con fuerza e hicimos
un amplio círculo en el aire. Tal era nuestro peso que, después de que
ellos se fueran, nos seguimos moviendo más y más rápido, riéndonos
tanto que acabamos mareados y con náuseas.

Los cuatros, Mentirosos. Ahora recuerdo eso.

Cúpula de Libros
EL NUEVO COLUMPIO parece sólido. Los nudos están cuidadosamente
atados.

Dentro de la rueda hay algo sobre.

La letra de Gat: Para Cady.

Abro el sobre.

Más de una docena de rosas de playa desecadas cayeron de él.

171

Cúpula de Libros
57
HABÍA UNA VEZ un rey que tenía tres hermosas hijas. Él les dio lo que más
quería su corazón y cuando crecieron, sus matrimonios fueron celebrados
con grandes fiestas. Cuando la hija menor dio a luz a una pequeña niña, el
rey y la reina estuvieron encantados. Poco tiempo después, la hija
intermedia dio a luz a una chica y las celebraciones se repitieron.

Por último, la hermana mayor dio a luz a una pareja de chicos, gemelos, 172
pero, por desgracia, no todo fue como se esperaría. Una de los gemelos
era humano, un niño fuerte; el otro no era más que un bebé ratita.

No hubo celebraciones. Ni tampoco se hicieron anuncios.

La hermana mayor se sentía consumida por la vergüenza. Uno de sus hijos


era una animal. Nunca podría brillar como los otros miembros de la familia
real esperaban que lo hiciera.

Los niños crecieron y la ratita también. Era inteligente y siempre mantenía


sus bigotes limpios. Era más listo y más inteligente que su hermano y sus
primos.

Aun así, e la reina y el rey les disgustaba. Tan pronto como fue posible, su
madre lo puso en pie, le dio una pequeña mochila donde ella puso un
arándano y algunos frutos secos y lo envió a ver mundo.

Él partió, habiendo visto lo suficiente de la vida en la corte para saber que


si se quedaba en casa siempre sería un sucio secreto, una humillación para
su madre y cualquiera que lo conociera.

Ni siquiera miró una vez al castillo que había sido su hogar mientras se
alejaba.

Allí, ni siquiera tendría un nombre. Su existencia había sido un vergonzoso


secreto.

Ahora era libre de florecer y forjarse un nombre en el amplio mundo.

Cúpula de Libros
Y quizá,

sólo quizá,

podría volver un día

y quemar ese

jodido

palacio
173
hasta los cimientos.

Cúpula de Libros
CUARTA PARTE

Mira, un Incendio.

174

Cúpula de Libros
58
MIRA.

Un incendio.

En el extremo norte de la isla Beechwood. Donde el árbol de magnolia se


yergue sobre la amplia ladera.
175
La casa está en llamas. Se alzan iluminando el cielo.

No hay nadie aquí para ayudar.

Lejos, en la distancia, puedo ver los bomberos de Vineyard acercándose


por la bahía en un bote iluminado.

Aún más lejos, el barco contra incendios de Wood Hole se acerca al


incendio que comenzamos.

Gat, Johnny, Mirren y yo.

Comenzamos el fuego y está consumiendo la casa.

Quemando el palacio, el palacio del rey que tuvo tres hermosas hijas.

Lo comenzamos.

Yo, Johnny, Gat y Mirren.

Ahora lo recuerdo,

en una ráfaga que me golpea tan fuerte que caigo

y me hundo hasta el rocoso fondo,

y puedo ver los cimientos de la isla de Beechwood

Cúpula de Libros
y mis brazos y piernas se sienten débiles pero los dedos están fríos. Veo
algas mientras bajo.

Y entonces estoy arriba otra vez, y respirando.

Y Clairmont está ardiendo.

ESTOY EN la cama, en Windemere, en la luz temprana del amanecer.

Es el primer día de mi última semana en la isla. Trastabillo hasta la 176


ventana, enredada en las sábanas.

Hay un nuevo Clairmont. Moderno y con un jardín japonés.

Lo veo por lo que es, ahora. Es una casa construida en cenizas. Cenizas de
la vida que el abuelo y la abuela compartieron, cenizas de la magnolia en
la que colgaba el columpio, cenizas de la vieja casa victoriana con el
porche y la hamaca. La nueva casa está construida en la tumba de todos
los trofeos y símbolos familiares: los dibujos de New Yorker, la taxidermia,
las almohadas bordadas, los retratos de familia.

Los quemamos todos.

Una noche cuando el abuelo y el resto se habían llevado los botes a la


bahía, cuando el personal estaba en su descanso y los Mentirosos
estábamos solos en la isla, los cuatro hicimos lo que nos daba miedo.

No quemamos una casa, sino un símbolo.

Hicimos arder un símbolo hasta que desapareció.

Cúpula de Libros
59
LA PUERTA DE CUDDLEDOWN está cerrada. Doy golpes hasta que Johnny
aparece, con la ropa que llevaba la noche anterior.

—Voy a hacer té… —dice.

—¿Duermes con la ropa puesta?


177
—Sí.

—Iniciamos un incendio —le digo, aún parada en la puerta de entrada.

No me mentirán más. No irán a sitios sin mí, no tomarán decisiones sin mí.

Ahora entiendo la historia. Somos delincuentes. Una banda de cuatro.

Johnny me mira a los ojos durante mucho rato pero no dice nada. Al final
se gira y va a la cocina. Le sigo. Johnny sirve agua del hervido en un par de
tazas.

—¿Qué más recuerdas? —me pregunta.

Dudo.

Puedo ver el fuego. El humo. Lo enorme que parecía Clairmont mientras


ardía.

Sé, irrevocable y verdaderamente, que nosotros lo comenzamos.

Puedo ver la mano de Mirren, su quebrado esmalte de uñas dorado,


sosteniendo un tanque de gasolina para las lanchas.

Los pies de Johnny bajando las escaleras de Clairmont hasta el cobertizo.

El abuelo, sosteniéndose en un árbol, con su cara resplandeciendo por el


brillo del fuego.

Cúpula de Libros
No, corrección: el brillo de su casa, ardiendo.

Pero estos son recuerdos que tuve todo este tiempo. Sólo que ahora sé
cómo ordenarlos.

—No todo —le respondo a Johnny—. Simplemente sé que nosotros


comenzamos el incendio. Puedo ver las llamas.

Se tumba en el suelo de la cocina y estira los brazos por encima de su


cabeza.
178
—¿Estás bien? —le pregunto.

—Estoy jodidamente cansado. Si quieres saber. —Johnny gira sobre sí


mismo hasta quedar baca abajo, presionando la nariz contra los azulejos—
. Dijeron que ya no hablaban —susurra al suelo—, dijeron que todo se
había acabado y que se separarían.

—¿Quién?

—Las tías. —Me tumbo en el suelo a su lado para oír lo que está
diciendo—. Las tías bebían, noche tras noche —susurra de nuevo, como si
se ahogara con las palabras—. Y cada vez con más rabia. Se gritaban.
Tambaleándose por toda la ladera. El abuelo aún lo alimentaba más. Las
veíamos discutir sobre las cosas de la abuela y el arte que estaba colgado
en Clairmont, pero más por el testamento y el dinero. Porque yo era el
mayor. Ella me presionó y presionó… no sé. Para ser el brillante y joven
heredero. Para hablar mal de ti por ser el mayor. Para ser el chico
cultivado que traería la esperanza del futuro de la democracia. …Una
mierda. Ella había perdido el favor del abuelo y quería que yo lo
recuperara para no perder su herencia.

Conforme habla, los recuerdos aparecen en mi mente tan repentina y


brillantemente que duelen. Me encojo de dolor y pongo las manos sobre
los ojos.

—¿Recuerdas algo más sobre el incendio? —pregunta suavemente—.


¿Está volviendo?

Cúpula de Libros
Cierro los ojos por un momento e intento recordarlo.

—No, eso no. Otras cosas.

Johnny me agarra de la mano.

179

Cúpula de Libros
60
LA PRIMAVERA ANTES DEL VERANO quince, mamá me hizo escribir al
abuelo. Nada relevante. “Pensando en ti y tu pérdida de hoy. Espero que
estés bien”.

Envié cartas reales —junto con un suministro de crema de leche con un


‘Cadence Sinclair Eastman’ impreso en la parte superior. Querido abuelo,
acabo de llegar en un paseo en bicicleta de 5 Km para la investigación del 180

cáncer. El equipo de tenis inicia la próxima semana. Nuestro club de


lectura está leyendo Brideshead Revisited. Te quiero.

—Sólo recuérdale que te importa —dijo mamá—. Y que eres una buena
persona. Bien preparada y un motivo de orgullo para a la familia.

Me quejé. Escribiendo las letras parecía falsa. Por supuesto que me


importaba. Quiero al abuelo y pensaba en él. Pero no quería escribir estos
recordatorios de mi excelencia cada dos semanas.

—En estos momentos es muy influenciable —dijo mamá—. Está sufriendo.


Pensando en el futuro. Eres la primera nieta.

—Johnny es sólo tres semanas más joven.

—Ese es mi punto. Johnny es un chico y sólo es tres semanas más joven.


Así que escribe la carta.

Hice lo que me pidió.

El quinceavo verano en Beachwood, las tías cumplieron con la abuela,


cayendo y haciendo alboroto alrededor del abuelo como si él no hubiera
estado viviendo sólo en Boston desde que Tipper murió en Octubre. Pero
eran tan beligerantes. Ya no tenían el pegamento de la abuela que las
mantenía unidas, y se peleaban por sus recuerdos, sus joyas, la ropa en su
armario, incluso sus zapatos. Estos asuntos no se habían resuelto en
Octubre. Los sentimientos de la gente habían sido demasiado delicados
entonces. Todo se había quedado para el verano. Cuando llegamos a

Cúpula de Libros
Beechwood a finales de Junio, Bess había ya inventariado las posesiones
del abuelo en Boston y ahora comenzó con las de Clairmont. Las tías
tenían copias en sus tabletas y las sacaban con regularidad.

—Siempre amé el ornamento del bonsái.

—Me sorprende que lo recuerdes. Nunca ayudaste a decorar.

—¿Quién crees que quitaba el árbol? Cada año envolvía todos los adornos
en papel de seda.

—Mártir.
181
—Aquí están los pendientes de perlas que mi madre me prometió.

—¿Las perlas negras? Ella dijo que podía tenerlas.

Las tías comenzaron a desdibujarse unas a otras mientras los días del
verano pasaban. Discusión tras discusión, viejas heridas fueron saliendo
junto con otras nuevas.

Versiones.

—Dile al abuelo cuánto amas los manteles bordados —me dijo mamá.

—No los quiero.

—Él no te dirá que no a ti. —Las dos estábamos solas en la cocina de


Windemere. Ella estaba borracha—. ¿Me quieres, no es así, Cadence?
Eres todo lo que tengo ahora. No eres como papá.

—Simplemente no me importan los manteles.

—Entonces miente. Dile de los de la casa de Boston. Los de color crema


con bordado.

Era más fácil decirle que lo haría.

Y más tarde, le dije que los tenía.

Pero Bess había pedido a Mirren hacer lo mismo y ninguno de nosotros le


rogó al abuelo por los malditos manteles.

Cúpula de Libros
61
GAT Y YO FUIMOS A nadar de noche. Nos tumbamos en la pasarela de
madera y miramos las estrellas. Nos besamos en el ático.

Nos enamoramos.

Me dio un libro. Con todo, todo.


182
No hablamos de Raquel. No podría pedírselo. No lo mencionó.

Los gemelos tienen su cumpleaños el 14 de julio, y siempre hay una gran


comida. Los trece estábamos sentados en la mesa larga en el césped fuera
Clairmont. Las langostas y patatas con caviar. Pequeños botes de
mantequilla derretida. Verduritas y albahaca. Dos pasteles, uno de vainilla
y uno chocolate, esperaban dentro en la encimera de la cocina.

Los pequeños estaban haciendo mucho ruido con sus langostas,


clavándose mutuamente las pinzas y sorbiendo la carne de las patas.
Johnny contaba historias. Mirren y yo nos reíamos. Nos sorprendimos
cuando el abuelo se acercó y metió entre el Gat y yo.

—Quiero que me aconsejen sobre algo —dijo—. El consejo de la juventud.

—Somos jóvenes mundanos e increíbles —dijo Johnny—, por lo que has


venido al extremo correcto de la mesa.

—Sabes —dijo el abuelo—, no me estoy haciendo más joven, a pesar de


mi apariencia.

—Sí, sí —dije.

—Thatcher y yo estamos clasificando mis asuntos. Estoy pensando en


dejar una buena parte de mis bienes a mi alma mater.

—¿A Harvard? ¿Para qué, papá? —preguntó mamá, que caminaba detrás
de Mirren.

Cúpula de Libros
El abuelo sonrió.

—Probablemente para financiar el centro de estudiantes. Ellos le pusieron


mi nombre, en el frente —Le dio un codazo a Gat.— ¿Deberían llamarlo,
hombre joven, eh? ¿Qué opinas?

—¿Salón Harris Sinclair? —Se aventuró Gat.

—Pah. —El abuelo meneó la cabeza—. Podemos hacerlo mejor. ¿Johnny?

—El Centro Sinclair para la Socialización —dijo Johnny, metiendo un


calabacín en su boca.
183
—Y bocadillos —agregó Mirren—. El Centro Sinclair para la Socialización y
Bocadillos.

El Abuelo golpeó con la mano en la mesa.

—Me gusta como suena. No educativo, pero muy apreciado por todo el
mundo. Estoy convencido. Voy a llamar mañana a Thatcher. Mi nombre
estará en el edificio favorito de todos los estudiantes.

—Tendrás que morir antes de que lo construyan —le dije.

—Cierto. ¿Pero no va a ser un orgullo ver mi nombre ahí arriba cuando


seas un estudiante?

—No vas a morir antes de que vayamos a la Universidad —dijo Mirren—.


No lo permitiremos.

—Oh, si insistes. —El abuelo pinchó un poco de la cola de langosta de su


plato y se lo comió.

Nos pusimos al día con facilidad, Mirren, Johnny y yo —sintiendo el poder


que nos confirió el abuelo imaginándonos en Harvard, lo especial de pedir
nuestras opiniones y riéndose de nuestras bromas. Así fue como abuelo
siempre nos había tratado.

—No eres divertido, papá —espetó mamá—. Involucrando a los niños en


esto.

—No somos niños —le dije—. Entendemos la conversación.

Cúpula de Libros
—No, no lo hacen —dijo—, o tú no deberías seguirle la corriente de esa
manera.

Una tranquilidad recorrió la mesa. Incluso los pequeños se calmaron.

Carrie vivía con Ed. Ambos compraban arte que podría o no ser valioso
más tarde. Johnny y Will se fueron a una escuela privada. Carrie había
comenzado una boutique de joyas con su fideicomiso y funcionó durante
varios años, hasta que falló. Ed había ganado dinero y le apoyó, pero
Carrie no tenía un ingreso propio. Y no estaban casados. Él era dueño de
su apartamento y ella no.
184
Bess estaba criando a cuatro hijos por su cuenta. Ella tenía algo de dinero
por la custodia, como mamá y Carrie, pero cuando ella y Brody se
divorciaron, Bess conservó la casa. Ella no había trabajado desde que se
casó, y antes de eso ella sólo había sido asistente en las oficinas de una
revista. Bess vivía del dinero fiduciario y el que le daba él.

Y mamá. El negocio de la cría de perros no paga mucho, y papá quería


vender la casa de Burlington para que pudiera quedarse con la mitad.
Sabía que mamá estaba viviendo de la custodia.

Nosotros.

Estábamos viviendo de la custodia.

Que no duraría para siempre.

Así que cuando el abuelo dijo que tal vez dejaría su dinero para construir
un centro de estudiantes en Harvard y pidió nuestro consejo, no estaba
involucrando a la familia en sus planes financieros.

Estaba haciendo una amenaza.

Cúpula de Libros
62
ALGUNOS DÍAS MÁS TARDE. Hora del cóctel de Clairmont. Comenzó a las
seis o seis y media, dependiendo de cuando la gente deambulaba
subiendo la colina a la casa grande. La cocinera estaba preparando la cena
y había propuesto mousse de salmón con galletitas saladas. Pasé junto a
ella y saqué una botella de vino blanco de la nevera para las tías. 185

Los pequeños, habían estado abajo en la playa grande toda la tarde,


estaban siendo forzados a bañarse y ponerse ropa limpia por Gat, Johnny
y Mirren en Red Gate, donde había una ducha al aire libre. Mamá, Bess y
Carrie se sentaron alrededor de una mesa de café de Clairmont.

Traje copas para las tías mientras el abuelo entraba.

—Entonces, Penny —dijo, sirviéndose él mismo whisky de la jarra sobre el


aparador—, ¿cómo están Cady y tú en Windemere este año, con el
cambio de circunstancias? Bess está preocupada porque estás sola.

—Yo no dije eso —dijo Bess.

Carrie entrecerró los ojos.

—Sí —dijo el abuelo a Bess. Hizo señas para que me sentara—. Hablamos
de las cinco habitaciones. La cocina renovada, y de cómo Penny está sola
ahora y no lo necesita.

—¿Lo hiciste, Bess? —Mamá respiró.

Bess no respondió. Se mordió el labio y miró hacia el paisaje.

—No estamos solas —dijo mamá al abuelo—. Adoramos Windemere, ¿no


es así, Cady?

El Abuelo me miró.

—¿Estás bien, Cadence?

Cúpula de Libros
Yo sabía lo que se suponía que tenía que decir.

“Estoy más que bien allí, estoy estupenda. Me encanta Windemere porque
lo construiste especialmente para mamá. Quiero criar a mis hijos allí y a
los hijos de mis hijos. Eres tan genial, abuelo. Eres el patriarca y te venero.
Me alegro de ser una Sinclair. Esta es la mejor familia en América.”

No con esas palabras. Pero se esperaba que yo ayudara a mamá a


mantener la casa diciéndole a mi abuelo que era un hombre grande, que
era la causa de toda nuestra felicidad y recordándole que yo era el futuro
de la familia. Los Sinclair todos americanos, perpetuaríamos, en alto, y
186
blanco, hermosos y ricos, si tan sólo dejaba que mi mamá y yo nos
quedáramos en Windemere.

Se suponía que debía hacer sentir al abuelo que tenía el control cuando su
mundo giraba porque la abuela había muerto. Iba a rogarle alabándolo —
nunca reconocería la agresión detrás de su pregunta.

Mi madre y sus hermanas eran dependientes del abuelo y su dinero.


Tenían las mejores educaciones, mil posibilidades, mil conexiones, y aun
así eran incapaces de mantenerse a sí mismas. Ninguna de ellas hizo algo
útil en el mundo. Nada necesario. Nada valiente. Todavía eran unas niñas
pequeñas, tratando de quedar bien con papá. Él era su pan y mantequilla,
crema y miel.

—Es demasiado grande para nosotras —le dije al abuelo.

Nadie habló mientras yo abandonaba la habitación.

Cúpula de Libros
63
MAMÁ Y YO GUARDAMOS silencio de regreso a Windemere después de la
cena. Una vez que la puerta se cerró detrás de nosotros, se giró hacia mí.

—¿Por qué no me apoyaste con tu abuelo? ¿Quieres perder esta casa?

—No la necesitamos.
187
—Elegí la pintura, los azulejos. Colgué la bandera del porche.

—Tiene cinco dormitorios.

—Pensamos que tendríamos una familia más grande. —La cara de mamá
se tensó—. Pero no fue así. Eso no significa que no merezca la casa.

—Mirren y los chicos podrían usar las habitaciones.

—Esta es mi casa. No puedes esperar que renuncie a ella porque Bess


tiene demasiados hijos y dejó a su marido. No puedes pensar que está
bien que ella me la arrebate. Este es nuestro lugar, Cadence. Tenemos que
cuidar de nosotras mismas.

—¿Te estas escuchando? —me enfurecí—. Tienes un fondo fiduciario.

—¿Qué tiene que ver con esto?

—Algunas personas no tienen nada. Lo tenemos todo. La única persona


que utilizaba el dinero de la familia para la caridad era la abuela. Ahora se
ha ido y por lo único que se preocupan es por sus perlas y sus ornamentos
y los muebles. Nadie está tratando de usar su dinero para algo bueno.
Nadie está intentando que el mundo sea mejor.

Mamá se puso de pie.

—Te crees superior ¿no es así? Crees que entiendes el mundo mucho
mejor que yo. He oído hablar a Gat. Te he visto comiéndote sus palabras
como el helado de una cuchara. Pero no has pagado las facturas, no has

Cúpula de Libros
tenido una familia, tenido una propiedad, visto el mundo. No tienes idea
de lo que hablas, y sin embargo no haces más que emitir un juicio.

—Estás destruyendo a esta familia porque crees que te mereces la casa


más bonita.

Mamá caminó hasta el pie de las escaleras.

—Vuelve a Clairmont mañana. Dile a tú abuelo cuánto te gusta


Windemere. Dile que deseas criar a tus hijos y pasar los veranos aquí.

—No. Tú debes enfrentarte a él. Dile que deje de manipularlos a todos.


188
Sólo actúa así porque está triste por la abuela, ¿no te das cuenta? ¿No
puedes ayudarle? ¿O conseguir un trabajo para que su dinero no
importe?, ¿O darle la casa a Bess?

—Escúchame, jovencita. —La voz de mamá era dura—. Vas a ir y hablar


con el abuelo sobre Windemere o te enviaré a Colorado con tú padre el
resto del verano. Lo haré mañana. Lo juro, la primera cosa que hare será
llevarte al aeropuerto. Nunca volverás a ver a ese precioso novio tuyo.
¿Entiendes?

Ella me tenía atrapada.

Sabía de mí y de Gat. Y ella podría llevárselo.

Lo llevaría lejos.

Estaba enamorada.

Prometí todo lo que pidió.

Cuando le dije a mi abuelo cuánto adoraba a la casa, él sonrió y dijo que


sabía que algún día tendría hijos hermosos. Entonces dijo que Bess era
una joven ambiciosa y que él no tenía intención de darle mi casa. Pero
más tarde, Mirren me dijo que él le había prometido Windemere a Bess.

—Voy a ocuparme de ti —le dijo—. Sólo dame un poco de tiempo para


superar lo de Penny.

Cúpula de Libros
64
GAT Y YO SALIMOS a la cancha de tenis al anochecer un par de noches
después de la pela con mamá. Lanzamos bolas para Fatima y Príncipe
Philip en silencio.

Finalmente dijo: — ¿Has notado que Harris nunca me llama por mí


nombre?

—No. 189

—Me llama joven. Como, ¿Qué tal te fue en tu año escolar, joven?

—¿Por qué?

—Es como, si cuando me llamara Gat en realidad estuviera diciendo,


¿Cómo estuvo tu año escolar, niño Indio que vive con su tío Indio y que
peca con mi hija blanca? Niño indio ¿Sabías que atrapé besando a mi
hermosa Cadence?

—¿Tú crees que eso es lo que piensa?

—No me tolera —dijo Gat—. En realidad no. Le gusto como persona,


incluso como Ed, pero no puede decir mi nombre o mirarme a los ojos.

Era cierto. Ahora que lo había dicho, lo veía.

—No estoy diciendo que seas alguien a quien sólo le guste la gente blanca
—continuó Gat—. Él sabe que se supone que no es esa clase chico. Es un
demócrata, votó por Obama, pero eso no significa que esté cómodo con
gente de color en su hermosa familia. —Gat meneó la cabeza—. Es falso
con nosotros. No le agrada la idea de que Carrie esté con nosotros. No
llama a Ed Ed. Lo llama señor. Y se asegura de que me sienta un intruso,
cada vez que puede. —Gat acarició las orejas suaves del perrito de
Fátima—. Tú lo viste en el ático. Quiere es esté lo más lejos posible de ti.

Yo no había visto la interrupción del abuelo de esa forma. Me imaginaba


que estaba avergonzado de caminar cerca de nosotros.

Cúpula de Libros
Pero ahora, de repente, comprendí lo que había sucedido.

“Cuídese, joven”, había dicho el abuelo. “Su cabeza. Podría salir


lastimado.”

Era otra amenaza.

—¿Sabías que mi tío se lo propuso a Carrie, en otoño? —preguntó Gat.

Negué con la cabeza.

—Han estado juntos casi nueve años. Él actúa como un padre para Johnny
y Will. Se puso de rodillas y se lo propuso a Cady. Estábamos los tres 190
chicos allí y mi mamá. Él había adornado el apartamento con velas y rosas.
Todos nos vestimos de blanco, y habíamos traído una gran comida de ese
lugar italiano que Carrie ama. Puso a Mozart en el estéreo.

—Johnny y yo, estábamos todos, Ed, ¿Cuál es problema? Vive contigo,


hermano. Pero el hombre estaba nervioso. Había comprado un anillo de
diamantes. De todos modos, ella vino a casa y nosotros cuatro los dejamos
solos y nos escondimos en la habitación de Will. Se suponía que todos
íbamos a salir corriendo con felicitaciones, pero Carrie dijo que no.

—Pensé que no lo veían el punto a casarse.

—Ed ve el punto. Pero Carrie no quiere arriesgar su estúpida herencia —


dijo Gat.

—¿Ella ni siquiera le preguntó al abuelo?

—Esa es la cosa —dijo Gat—. Todo el mundo siempre le pregunta a Harris


sobre todo. ¿Por qué debería una mujer adulta preguntarle a su padre que
apruebe su boda?

—El abuelo no la detendría.

—No —dijo Gat—. Pero cuando Carrie se mudó con Ed, Harris dejó en
claro que todo el dinero destinado para ella desaparecería si se casaba con
él.

—El punto es que a Harris no le gusta el color de Ed. Es un bastardo


racista, al igual que Tipper. Sí, me agradan los dos por un montón de

Cúpula de Libros
razones, y han sido más que generosos por dejarme venir aquí cada
verano. Estoy dispuesto a pensar que Harris no se da cuenta de por qué
no le gusta mi tío, pero no le desagrada lo suficiente como para
desheredar a su hija mayor.

Gat suspiró. Me encantaba la curva de su mandíbula, el agujero de su


camiseta, las notas que me escribió, la forma en que pensaba, la forma en
la que movía las manos cuando hablaba. Imaginaba, entonces, que lo
conocía por completo.

Me incliné y le besé. Todavía parecía tan mágico que pudiera hacer eso y
191
que él me devolviera el beso. Tan mágico que nos mostrábamos nuestras
debilidades, nuestros miedos y nuestra fragilidad.

—¿Por qué nunca hemos hablado de esto? —dije en voz baja.

Gat me besó otra vez.

—Me encanta estar aquí —dijo—. La isla. Johnny y Mirren. Las casas y el
sonido del océano. Tú.

—A mí también.

—Una parte de mí no quiere arruinarlo. No quiero ni siquiera imaginar


que no es perfecto.

Comprendí lo que sentía.

O pensaba que lo hacía.

Gat y yo recorrimos el perímetro y caminamos hasta llegar a una gran roca


plana que daba al puerto. El agua se estrelló contra la orilla de la isla. Nos
abrazamos medio desnudos y olvidamos, durante el tiempo que pudimos,
cada detalle horrible de la hermosa familia de Sinclair.

Cúpula de Libros
65
HABIA UNA VEZ un comerciante adinerado que tenía tres hermosas hijas.
Las malcrió tanto que las dos más jóvenes no hacían nada más que
sentarse todo el día frente al espejo, admirando su belleza y pellizcándose
las mejillas para volverlas rojas. Un día el comerciante tuvo que irse de
viaje.
“¿Qué desean que les traiga cuando regrese?”
La hija más joven pidió vestidos de seda y encajes.
192
La hija de en medio pidió rubíes y esmeraldas.
La hija mayor sólo pidió una rosa.
El comerciante estuvo fuera durante varios meses. Para su hija menor,
llenó un baúl con vestidos de varios colores. Para la hija de en medio,
Rastreó los mercados por joyas. Pero solo cuando se encontró cerca de
casa recordó su promesa de una rosa a su hija mayor.
Se acercó a la valla de hierro que se extendía a lo largo del camino. En la
distancia había una oscura mansión y se complació de ver un rosal cerca
de la valla rebosando con flores rojas. Varias rosas estaban dentro de su
alcance.
Fue trabajo de un minuto cortar una flor. El comerciante estaba metiendo
la flor en su alforja cuando un gruñido de enojo lo detuvo.
Una figura encapuchada estaba en donde el comerciante pensaba con
seguridad que no había nadie antes. Era enorme y hablaba con un gran
estruendo. “¿Tomas algo de mí sin intención de pagarlo?”
“¿Quién eres?” preguntó el mercader, temblando.
“Es suficiente con decir que soy aquel a quien tu robas.”
El comerciante le explicó que le había prometido una rosa a su hija
después de un largo viaje.
“Puedes quedarte con la rosa que has robado,” dijo la figura, “pero a
cambio, dame la primera de tus posesiones que veas en tu viaje de
regreso.” Luego se retiró la capucha para revelar el rostro de una
espantosa bestia, era todo dientes y hocico. Un jabalí salvaje combinado
con un chacal.
“Me has hecho enfadar,” dijo la bestia. “Morirás si me haces enfadar de
nuevo.”
El comerciante siguió su camino a casa tan rápido como su caballo se lo
permitía. Aún estaba a una milla de distancia cuando vio a su hija mayor

Cúpula de Libros
esperándolo en el camino. “¡Recibimos noticias de que regresarías esta
tarde!” exclamó, corriendo hacia sus brazos.
Ella era la primera de sus posesiones que vio en su viaje de regreso. Ahora
sabía cuál era el precio que en realidad la bestia le había pedido.
¿Y ahora qué?
Todos sabemos que la Bella llega a amar a la bestia. Llega a amarlo, sin
importar lo que su familia piense —por su encanto y educación, su
conocimiento de las artes y su sensible corazón.
En realidad, es un humano y siempre lo fue. Nunca fue una un jabalí
salvaje combinado con un chacal. Sólo fue una horrible ilusión.
El problema es, que es terriblemente difícil convencer a su padre de eso.
Su padre ve las garras y el hocico, él oye el horrible gruñido cada vez que 193
Bella trae a su nuevo esposo de visita. No importa cuán civilizado y erudito
sea el esposo. No importa cuán amable.
El padre ve a un animal salvaje, y su repugnancia nunca lo abandonara.

Cúpula de Libros
66
UNA NOCHE del verano quince, Gat arrojó piedras a la ventana de mi
habitación. Saqué la cabeza para verle entre los árboles, la luz de la luna
destellando en su piel, y los ojos brillantes.
Estaba esperándome en el porche.
—Tengo un terrible deseo de chocolate —susurró—, así que me dirijo a la
despensa de Clairmont. ¿Vienes conmigo?
194

Asentí y caminamos juntos por el estrecho sendero, nuestros dedos


entrelazados. Paramos junto a la entrada de Clairmont, la que lleva al
recibidor llena de raquetas de tenis y toallas de playa. Con una mano en la
puerta mosquitera, Gat se dio la vuelta y me acercó hacia él.
Sus cálidos labios estaban en los míos.
Nuestras manos seguían juntas,
Ahí, en la puerta de la casa.
Por un momento, solo estábamos nosotros dos en el planeta,
con toda la vastedad del cielo, y el futuro y el pasado dispersándose a
nuestro alrededor.
Entramos de puntillas al recibidor y a la larga despensa que se abría por
fuera de la cocina. La habitación era anticuada, con pesados cajones de
madera y estantes para poner mermeladas y encurtidos, tiempo atrás
cuando la casa fue construida. Ahora almacenaba galletas, cajas de vino,
patatas fritas, tubérculos, seltzer. Dejamos la luz encendida en caso de
que alguien entrara a la cocina, pero estábamos seguros que el abuelo era
el único durmiendo en Clairmont. Nunca oiría nada en la noche. Usaba
audífonos para oír mejor durante el día.
Estábamos hurgando cuando oímos voces. Eran las tías viniendo a la
cocina, con su forma de hablar arrastrando las palabras e histérica.
—Esta es la razón por la que las personas se matan entre ellas —dijo Bess
amargamente—. Debería salir de esta habitación antes de que haga algo
de lo que pueda arrepentirme.
—No quieres hacer eso. —dijo Carrie.

Cúpula de Libros
—¡No me digas lo que quiero hacer! —gritó Bess—. Tú tienes a Ed. No
necesitas dinero como yo.
—Ya has enterrado tus garras en la casa de Boston —dijo mamá—. Deja la
isla en paz.
—Quién hizo los arreglos para el funeral de mamá? —espetó Bess.—
¿Quién estuvo al lado de papá durante semanas? ¿Quién tuvo que hacer
todo el papeleo, hablar con dolientes, escribir las cartas de
agradecimiento?
—Tú vives cerca de él —dijo mamá—. Estabas justo ahí.
—Estaba manteniendo un hogar con cuatro niños y también mantenía un
195
trabajo —dijo Bess—. Ustedes no hacían nada de eso.
—Yo también mantenía una casa —dijo Carrie.
—Cualquiera de las dos pudo haber venido una semana o dos. Lo dejaron
todo para mí —dijo Bess—. Soy la que tiene que lidiar con papá todo el
año. Soy la que corre a auxiliarlo cuando necesita ayuda. Soy la que lidia
con su demencia y su dolor.
—No digas eso —dijo Carrie—, no sabes lo a menudo que me llama. No
sabes cuánto debo de tragarme sólo para ser una buena hija para él.
—¡Maldita sea! Enserio quiero esa casa —continuo Bess, como si no
hubiese oído nada —. Me lo he ganado. ¿Quién llevó a mama a sus citas
con el doctor? ¿Quién estuvo sentada a su lado?
—Eso es injusto —dijo mamá—. Sabes que yo también fui, Carrie también
lo hizo.
—De visita, dijo entre dientes.
—No tenías que hacer eso —dijo mamá—. Nadie te pidió que lo hicieras.
—Nadie más estaba allí para hacerlo. Me dejaron hacerlo, y nunca me lo
agradecieron. Estoy metida en Cuddledown y tiene la peor cocina. Ustedes
ni siquiera van allí, se sorprenderían de lo deteriorado que está. No vale
casi nada. Mamá arregló la cocina de Windemere antes de morir, y los
baños en Red Gate, pero Cuddledown esta como siempre estuvo, y aquí
están ustedes dos, envidiando mi compensación por todo lo que he hecho
y continúo haciendo.
—Tú accediste a quedarte con Cuddledown —espetó Carrie—. Querías la
vista. Tienes la única casa frente a la playa Bess, y además tienes todo el

Cúpula de Libros
apoyo y devoción de papá. Creería que es suficiente para ti. El Señor sabe
que sería imposible para nosotros conseguirlo.
—Tú escogiste no tenerlo —dijo Bess—. Escogiste a Ed; escogiste vivir con
él. Escogiste traer a Gat cada verano, aun cuando sabes que no es uno de
nosotros. Tú sabes lo que piensa papá, y no sólo andas con Ed frente a él,
sino que trajiste a su sobrino y lo exhibiste como una niñita desafiante con
un juguete prohibido. Tus ojos han estado bien abiertos todo el tiempo.
—¡No digas nada de Ed! —gritó Carrie—. Sólo cállate, cállate.
Hubo una bofetada –Carrie golpeó a Bess en la boca.
Bess se fue. Cerrando de un golpe las puertas.
196
Mamá se fue también.
Gat y yo nos sentamos en el suelo de la despensa, tomándonos de las
manos. Tratando de no respirar, tratando de no movernos mientras Carrie
colocaba los vasos en el lavaplatos.

Cúpula de Libros
67
UN PAR DE DIAS después, el Abuelo llamó a Johnny a su estudio en
Clairmont. Le pidió que le hiciera un favor.
Johnny dijo que no.
Abuelo dijo que vaciaría el fondo para la universidad de Johnny si se
negaba.
Johnny dijo que no iba a interferir en la vida amorosa de su madre y que
197
trabajaría duro en la universidad pública entonces.
El Abuelo llamó a Thatcher.
Johnny se lo contó a Carrie.
Carrie le pidió a Gat que dejara de ir a cenar a Clairmont.
—Está sacando de quicio a Harris —le dijo—, sería mejor para todos
nosotros si te hicieras unos macarrones en Red Gate, o le puedo decir a
Johnny que te lleve un plato. Lo entiendes ¿verdad? Sólo hasta que todo
se arregle.
Gat no lo entendió.
Johnny tampoco.
Todos nosotros, los Mentirosos dejamos de ir a cenar.
Luego, Bess le dijo a Mirren que presionara al abuelo más acerca de
Windemere. Iba a llevar a Bonnie, Liberty, and Taft con ella a hablar con el
abuelo en su estudio. Eran el futuro de su familia, Mirren tenía que decir.
Johnny y Cady no tenían las calificaciones necesarias para entrar a
Harvard, mientras que Mirren sí. Mirren era la de la mente de los
negocios, la heredera que el abuelo esperaba. Johnny y Cady eran muy
frívolos. Y mira a estos hermosos pequeños: los gemelos tan rubios, la cara
llena de pecas de Will. Eran Sinclair, hechos y derechos.
Di todo eso, dijo Bess. Pero Mirren no lo haría.
Bess le quitó su teléfono, su laptop y su asignación.
Mirren no lo haría.
Una tarde mamá preguntó acerca de Gat y de mí.
—El abuelo sabe que algo está pasando entre ustedes dos, no está
contento.

Cúpula de Libros
Le dije que estaba enamorada.
Ella dijo que no fuera tonta.
—Estás arriesgando el futuro —dijo—. Nuestra casa. Tu educación, ¿Para
qué?
—Amor.
—Una aventura de verano. Deja a ese chico en paz.
—No.
—El amor no perdura, Cady. Tú lo sabes.
—No lo sé.
—Bueno, entonces créeme, no perdura.
—Nosotros no somos tú y papá —dije—. No lo somos.
198
Mamá cruzó los brazos.
—Madura, Cadence. Ve al mundo como es, no como tú quisieras que
fuera.
La miré. Mi encantadora, alta madre con sus rizos y su boca dura y
amarga. Sus venas nunca estuvieron abiertas. Su corazón nunca saltó
fuera para desplomarse en el césped sin poder hacer nada. Ella nunca se
derritió en charcos. Ella era normal. Todo el tiempo. A cualquier precio.
—Por el bienestar de nuestra familia —dijo finalmente—. Vas a romperlo.
—No lo haré
—Debes hacerlo. Y cuando termines, asegúrate de que el abuelo se
entere. Dile que no es nada y dile que nunca fue nada. Dile que no se
debería preocupar por ese chico de nuevo y luego háblale sobre Harvard y
el equipo de tenis y el futuro que tienes por delante, ¿Me entiendes?
No lo entendí y no lo haría.
Salí corriendo de la casa hacia los brazos de Gat.
Sangré sobre él, y a él no le importó.

Más tarde esa noche, Mirren, Gat, Johnny, y yo fuimos al cobertizo detrás
de Clairmont. Encontramos martillos. Sólo había dos, así que Gat tomó
una llave inglesa y yo tomé un par de pesadas tijeras de jardinería.
Recolectamos el ganso de marfil de Clairmont, los elefantes de
Windemere, los monos de Red Gate, y la tortuga de Cuddledown. Los
llevamos al muelle en la oscuridad y los golpeamos con los martillos y la
llave inglesa y las tijeras hasta que el ganso de marfil no era nada más que
polvo.
Gat sumergió una cubeta en el agua fría de mar y limpió el muelle.

Cúpula de Libros
68
PENSAMOS
Charlamos.
¿Y qué pasaría si, dijimos,
qué pasaría si
en otro universo,
un realidad divida,
Dios acercara sus dedos e hiciera caer un rayo en Clairmont?
199
¿Y si Dios incendiara la casa?
Así castigaría la codicia, la mezquindad, los prejuicios, lo normal, la
crueldad.
Se arrepentirían de sus actos.
Y después de eso, aprenderían amarse entre ellos.
Abrir sus almas. Abrir sus venas. Limpiar sus sonrisas.
Ser una familia. Seguir siendo una familia.
No era algo religioso, la forma en que pensábamos en ello.
Y sin embargo lo era.
Castigo.
Purificación por las llamas.
O ambas cosas.

Cúpula de Libros
69
AL DÍA SIGUIENTE, a finales de Julio del verano quince, hubo un almuerzo
en Clairmont. Otro almuerzo como todos los otros almuerzos, preparados
en la mesa grande. Más lágrimas.

Las voces eran tan fuertes que nosotros, los Mentirosos, salimos al
corredor de Red Gate y nos quedamos frente al jardín, escuchando.

—Tengo que ganarme tu amor todos los días, papá —dijo mamá
200
apresuradamente—. Y casi todos los días fallo. No es justo. Carrie se
queda con las perlas, Bess se queda con la casa de Boston, Bess se queda
con Windemere. Carrie tiene a Johnny y a él le darás Clairmont, sé que lo
harás. Me dejaras sola, sin nada, aun cuando se suponía que Cady era la
primera, tú siempre lo dijiste.

El abuelo se levantó de su asiento y se dirigió a la mesa.

—Penelope.

—Me la llevaré ¿me oyes? Me llevare a Cady muy lejos y nunca más la
volverás a ver.

La voz del abuelo resonó por todo el patio.

—Esto es Estados Unidos de América —dijo—. Parece que no lo entiendes,


Penny, así que déjame explicarte. En América, así es como funcionamos:
trabajamos por lo que queremos, y nos esforzamos. Nunca aceptamos un
“no” como respuesta, y merecemos las recompensas por nuestra
perseverancia. Will, Taft, ¿están escuchando?

Los pequeños asintieron, con las quijadas temblando. El abuelo continuó:

—Los Sinclair somos una gran y antigua familia. Eso es algo de lo que estar
orgulloso. Nuestras tradiciones y valores forman la base en donde
nuestras futuras generaciones se asientan. Esta isla en nuestro hogar,
como lo fue de mi padre y de mi abuelo antes que él. Y sin embargo
ustedes tres, con esos divorcios, hogares destrozados, esta falta de
respeto por las tradiciones, la falta de una ética de trabajo, lo único que
han hecho es decepcionar a un anciano que pensó que las había criado
bien.

Cúpula de Libros
—Papá, por favor —dijo Bess.

—¡Silencio! —dijo el abuelo como un relámpago—. No pueden esperar


que acepte su indiferencia a los valores de esta familia y que las
recompense a ustedes y a sus hijos con seguridad financiera. No pueden,
ninguna de ustedes, esperar eso. Y sin embargo, día tras días, veo que sí lo
esperan. No lo toleraré más.

Bess rompió en llanto.

Carrie tomó a Will del hombro y caminaron hacia el muelle.

Mamá tiró su copa de vino contra un lateral de la casa Clairmont. 201

Cúpula de Libros
70
—¿Y QUÉ FUE LO QUE SUCEDIÓ DESPUÉS? —le pregunté a Johnny—.
Seguíamos recostados en el suelo de Cuddledown, temprano por la
mañana. Verano diecisiete.
—¿No lo recuerdas? —dijo.
—No.
—Todos empezaron a dejar la isla. Carrie se llevó a Will a un hotel en 202
Edgartown y nos pidió, a Gat y a mí, que la siguiéramos apenas
hubiéramos empaquetado todo. El grupo partió a las ocho. Tu madre fue a
visitar a una amiga en Vineyard.
—¿Alice?
—Sí, Alice vino y la llevó, pero tú no te irías así que finalmente se tuvo que
ir sin ti. El abuelo también partió. Y luego tomamos la decisión del fuego.
—Nosotros lo planeamos —dije.
—Lo hicimos. Convencimos a Bess de tomar el bote grande y a todos los
pequeños para ver una película en Vineyard.
Conforme Johnny hablaba, los recuerdos volvían a mí. Empecé a llenar los
vacíos que él no mencionaba.
—Cuando ellos partieron tomamos el vino que habían dejado en el
refrigerador —dijo Johnny.
—Cuatro botellas. Y Gat estaba tan molesto.
—Él tenía razón —les dije.
Johnny giró la cabeza, de modo que le hablaba al suelo una vez más.
—Porque él no volvería. Si mamá se casaba con Ed, serían repudiados. Y si
mamá dejaba a Ed, Gat habría dejado de estar conectado a la familia.
—Clairmont era la prueba de que todo estaba mal, —en la voz de Mirren.
Se acercó tan silenciosamente que no la escuché entrar. Ahora estaba
recostada en el suelo al lado de Johnny, sosteniendo su otra mano.

Cúpula de Libros
—El sillón del patriarcado —dijo Gat, a quien tampoco escuché entrar. Él
estaba echado a mi lado.
—Eres un idiota, Gat —dijo Johnny—. Tú y tu patriarcado.
—Es a lo que me refiero.
—Lo dices cada vez que puedes. Patriarcado en las tostadas. Patriarcado
en mis pantalones. Patriarcado en los limones.
—Clairmont realmente era el sillón del patriarcado —repitió Gat—. Y sí,
éramos unos tontos borrachos, y sí, pensamos que destruiríamos la familia
y que nunca más volverían. Desciframos que si la casa desaparecía, con los
203
documentos y los objetos en cuestión, toda la pelea por el poder se
acabaría.
—Podríamos ser una familia —dijo Mirren.
—Fue una purificación —dijo Gat.
—Ella recuerda que provocamos un incendio, es todo —dijo Johnny en
tono rudo.
—Y algunas otras cosas —agregué, recostándome y mirando a los
Mentirosos a la luz de la mañana—. Las cosas están volviendo a mí
conforme las relatan.
—Te estamos contando todo lo que sucedió antes de que empezáramos el
incendio —dijo Johnny con el mismo tono rudo.
—Sí —dijo Mirren.
—Nosotros iniciamos un incendio —dije—. Sin sangre, hicimos algo
instantáneo. Hicimos un cambio.
—Más o menos —dijo Mirren.
—¿Estás bromeando? Quemamos ese maldito palacio hasta las cenizas.

Cúpula de Libros
71
DESPUÉS DE QUE LAS TÍAS y el Abuelo discutieran, yo estaba llorando.
Gat estaba llorando también.
Él dejaría la isla y nunca más le volvería a ver. Nunca más. Gat, mi Gat.
Nunca antes había llorado con alguien. A la misma vez.
Él lloraba como un hombre, no como un niño. No como si estuviera
frustrado, o como si las cosas no hubieran funcionado a su manera, sino
como si la vida fuera amarga. Como si sus entrañas no pudieran curarse. 204
Realmente quería curarlo.
Corrió hacia la pequeña playa solo. Lo seguí y nos sentamos juntos en la
arena, por primera vez, sin nada que decir. Sin análisis ni preguntas.
Finalmente, dije algo como
¿y si
y si
hacemos algo con nuestras propias manos?
Y Gat me dijo,
¿Cómo?
Y dije algo como
¿y si
y si
ellos dejaran de discutir?
Tenemos algo que proteger.
Y Gat dijo,
Sí. Tú y yo. Y Mirren y Johnny, sí, lo tenemos.
Y por supuesto, siempre podríamos vernos, los cuatro.
El siguiente año podremos conducir.
Siempre está el teléfono.
Pero aquí, dije. Esto.
Tú y yo.
Y dije algo como
¿y si
y si
de alguna forma dejamos de ser la Maravillosa Familia Sinclair y somos
simplemente una familia?
¿Y si dejáramos de ser
de diferentes colores, diferentes escenarios y solo nos enamoramos?
¿Y si pudiéramos forzar a todos a cambiar?

Cúpula de Libros
Forcémoslos.
—Quieres jugar a ser Dios —dijo Gat.
—Quiero entrar en acción —respondí.
—Siempre están los teléfonos —dijo.
—¿Pero qué hay de este lugar? —dije—. Esto.
—Sí, este lugar —dijo—. Esto.
Gat era el amor de mi vida, el primero y el único. ¿Cómo podía dejarlo ir?
Él era la persona a la que no le podía forzar una sonrisa, pero le sonreía 205
todo el tiempo. Envolvió mis muñecas mi atención. Escribió en sus manos
y me preguntó por mis pensamientos. Él había dejado de creer en Dios,
pero le seguía pidiendo que lo ayudara.
Y ahora, él era mío y yo le decía que no permitiéramos a nuestro amor
verse amenazado.
No deberíamos permitir que la familia se separe.
No deberíamos permitir que al mal que nos cambie.
¿Deberíamos de rebelarnos en contra de eso, cierto?
Sí, deberíamos.
Aún en ese caso, seríamos héroes.

GAT Y YO hablamos con Mirren y Johnny.


Los convencimos de entrar en acción.
Nos dijimos unos a otros, una y otra vez
haz lo que tengas miedo de hacer.
Lo hicimos una y otra vez.
Nos dijimos unos a otros, una y otra vez
que estábamos en lo cierto.

Cúpula de Libros
72
EL PLAN ERA simple. Encontraríamos los balones de gas, esos que
guardaban con los botes de motor. Había periódicos y cartones en la
habitación: Construiríamos pilas de papel reciclado y los bañaríamos de
gasolina. Arrojaríamos gasolina en el suelo de madera también.
Retrocederíamos. Prenderíamos un rollo de papel toalla y lo lanzaríamos.
Sencillo.
Cada piso estaría en llamas para estar completamente seguros de que
206
Clairmont ardería en llamas. Gat en el sótano, yo en el primer piso, Johnny
en el segundo y Mirren en el tejado.
—El departamento de bomberos llegó muy tarde —dijo Mirren.
—Dos departamentos de bomberos —agregó Johnny—. Woods Hole y
Martha’s Vineyard.
—Contábamos con eso —dije.
—Pensamos en buscar ayuda —dijo Johnny—. Por supuesto, alguien tenía
que llamar o habría parecido provocado. Habíamos acordado en decir que
todos estábamos en Cuddledown, viendo una película rodeados de
árboles. No puedes ver otras casas a menos que vayas al tejado. Así que
tenía sentido que ninguno llamara.
—Esos departamentos de bomberos están llenos de voluntarios —agregó
Gat—. Nadie tendría la menor idea. Casa de madera vieja.
Si las tías y el abuelo sospecharon de nosotros, y creo que lo hicieron,
nunca habrían levantado los cargos —añadió Johnny.
Por supuesto que no procederían con los cargos.
No había ningún criminal.
No había ningún adicto.
No había ninguna falla.
Me siento orgullosa de lo que hicimos. De lo que yo hice.
Mi nombre completo es Cadence Sinclair Eastman, y contrariamente a las
expectativas de la hermosa familia en la que me críe, soy una incendiaria.

Cúpula de Libros
Una visionaria, una heroína, una rebelde.
El tipo de persona que cambia la historia.
Una criminal.
Pero, si realmente era una criminal, ¿era también una adicta? ¿Era una
falla?
Mi mente jugaba con los significados, como normalmente lo hace. Aquí,
con los Mentirosos, veo las cosas con claridad.
—Hicimos que sucediera —les dije.
—Depende de lo que signifique para ti —dijo Mirren. 207
—Salvamos a la familia. Ellos tuvieron que volver a empezar.
—La tía Carrie da vueltas por la isla en la noche —dice Mirren—. Mi madre
se limpia las manos hasta que estén envejecidas. Penny te ve dormir cada
noche y escribe lo que comes. Se emborrachan con sus propias lágrimas
conforme caen.
—¿Cuando has estado en New Clairmont para ver eso? —le dije.
—Despierto algunos días allá —dijo Mirren—. Piensas que n encontramos
la solución para todo Cady, pero en realidad, yo creo…
—Estamos aquí —insistí—. Sin el fuego, no estaríamos aquí. Eso era a lo
que me refería.
—Bien.
—El abuelo tenía mucho poder —dije. —Y ahora ya no lo hace.
Cambiamos el mal que vimos en este mundo.

Entiendo cómo esto no estaba claro antes. Mi té está tibio, los Mentirosos
son hermosos, Cuddledown es hermoso. Ya no interesa si hay escaleras o
paredes. Ya no interesa si tengo dolores de cabeza o si Mirren está
enferma. Ya no interesa si Mirren tiene pesadillas o si Gat se odia a sí
mismo. Cometimos el crimen perfecto.
—El abuelo sólo carece de poder porque está demente —dijo Mirren—.
Seguiría torturando a todo el mundo si pudiera.
—No estoy de acuerdo contigo —dijo Gat—. New Clairmont parece como
un castigo para mí.
—¿Qué? —preguntó ella.

Cúpula de Libros
—Un autocastigo. Él se construyó una casa que no es un hogar. Es
deliberadamente incómoda.
—¿Y por qué haría eso? —pregunté.
—¿Por qué regalaste todas tus cosas? —preguntó Gat.
Me está mirándome fijamente. Todos ellos lo hacen.
—Por ser caritativa —respondí— . Para hacer algo bueno por el mundo.
Hay un silencio extraño.
—Odio el desorden —agrego. 208
Nadie se ríe. No sé cómo esta conversación se tornó sobre mi persona.
Ninguno de los Mentiros habla durante un buen rato. Luego, Johnny
agregó, —No lo fuerces, Gat.
—Estoy contento de que recuerdes el incendio, Cadence —dijo Gat.
—Sí, bueno, algo de él.
Luego Mirren dice que no se encuentra bien y vuelve a la cama.
Los muchachos y yo nos quedamos recostados en el suelo de la cocina
mirando al techo por un largo periodo de tiempo, hasta que me doy
cuenta de que ambos se han quedado dormidos.

Cúpula de Libros
73
ENCUENTRO A MI madre en el porche de Windemere con los Goldens.
Está tejiendo una bufanda de color azul pálido.

—Siempre estás en Cuddledown —se queja mamá—. No es bueno que


pases tanto tiempo allí. Carrie estuvo allí ayer, buscando algo, y dijo que
estaba asqueroso. ¿Qué has estado haciendo?
209
—Pues nada. Lo siento por el desastre.

—Si está realmente asqueroso no podemos pedirle a Ginny que lo limpie.


Sabes eso, ¿verdad? No sería justo para ella. Y Bess tendría una rabieta si
lo ve.

En realidad no quiero que nadie vaya a Cuddledown. Sólo lo quiero para


nosotros.

—No te preocupes. —Me siento y le doy una palmadita a Bosh en su dulce


cabeza amarilla—. Escucha, ¿Mami?

—¿Si?

—¿Por qué le dijiste a toda la familia que no me hablaran del incendio?

Ella coloca las manos en el tejido y me observa por un momento.

—¿Recuerdas el incendio?

—Lo recordé anoche. No lo recuerdo todo, pero sí. Recuerdo que sucedió.
Recuerdo que todos discutieron. Y todos dejaron la isla. Recuerdo que
estaba aquí con Gat, Mirren y Johnny.

—¿Recuerdas algo más?

—Recuerdo como se veía el cielo. Las llamas. El olor del humo.

Si mami piensa que soy de alguna manera culpable, jamás, jamás me lo


preguntará. Sé que no lo hará.

Cúpula de Libros
No lo quiere saber.

Cambié el curso de su vida. Cambié el destino de la familia. Los Mentirosos


y yo.

Fue horrible lo que hicimos. Tal vez. Pero fue algo. No nos sentamos a
quejarnos. Soy una persona más poderosa de lo que mi madre alguna vez
sabrá. Ne he rebelado contra ella, y también la he ayudado.

Me acaricia el cabello. Tan empalagoso. Yo retrocedo.

—¿Eso es todo? —pregunta ella.


210
—¿Por qué nadie habla al respecto? —repito.

—Eso es por, es por tu... —Mamá se detiene, buscando las palabras—. Es


por tu dolor.

—Por qué tengo dolores de cabeza, o por qué no puedo recordar mi


accidente, ¿no puedo con la idea de que Clairmont se incendió?

—Los doctores me dijeron no añadir estrés a tu vida —dijo ella—. Dijeron


que el fuego podía haber detonado los dolores de cabeza, por el humo o…
o por el miedo —termina sin convicción.

—No soy una niña —agrego—. Pueden confiarme información básica


acerca de nuestra familia. Todo el verano he estado trabajando en
recordar el accidente y que fue lo que sucedió después de eso. ¿Por qué,
simplemente, no me lo dicen, mami?

—Sí te lo dije. Hace dos años. Te lo dije una y otra vez, pero nunca lo
recordabas al día siguiente. Y cuando hablé con el doctor, dijo que no
debía de continuar con eso, así que dejé de presionarte.

—¡Tú vives conmigo! —Lloro—. ¿Acaso no tienes algo de fe en tu juicio


sobre lo que diga un doctor que apenas me conoce?

—Él es un experto.

—¿Qué es lo que te hace pensar que quería a toda la familia ocultándome


secretos? Incluidos los mellizos, Will y Taft, por el amor de Dios. ¿Preferir

Cúpula de Libros
eso en vez de saber qué fue lo que sucedió? ¿Qué es lo que te hace pensar
que soy tan frágil que ni siquiera puedo saber los hechos?

—Pareces tan frágil a mis ojos —dice mamá—. Y para ser honesta, no
estaba segura de saber cómo manejar tu reacción.

—No puedes ni imaginar lo insultante que es eso.

—Te amo —me dijo—.


No puedo seguir mirando su cara de pena y auto justificación ni un minuto
más.
211

Cúpula de Libros
74
MIRREN está en mi habitación cuando abro la puerta. Está sentada en el
escritorio con una mano en la laptop.
—Me pregunto si podría leer los correos que me enviaste el año pasado —
dice—. ¿Los tienes en la computadora?
—Sí.

—Nunca los leí —dice—. Al inicio del verano pretendí que lo hice, pero en 212
realidad, ni siquiera los abrí.
—¿Por qué no lo hiciste?

—Simplemente no lo hice —me dice—. En ese momento pensé que no


tenía importancia, pero ahora pienso que sí la tiene. ¡Y mírame! —agrega
bajando la voz— hasta dejé la casa para hacerlo.
Trago con toda la rabia que puedo.
—Entiendo que no me hayas contestado pero, ¿Por qué ni siquiera los
leíste?
—Lo sé —dice Mirren—, apesta y soy una pésima compañera. ¿Me harías
el favor de mostrármelos ahora?
Abro la laptop. Hago una pequeña búsqueda y finalmente encuentro todas
las notas enviadas a su dirección. Hay veintiocho. Los leo por encima de su
hombro. Casi todos con simpáticos, correos cariñosos de una persona
supuestamente sin dolores de cabeza.

¡Mirren!

Mañana me voy a Europa con el tramposo de mi padre, quién como sabes, es


terriblemente aburrido.

Deséame mucha suerte y recuerda que desearía estar pasando el verano contigo en
Beechwood.

Con Johnny. Incluso con Gat.

Cúpula de Libros
Lo sé, lo sé. Debería de superarlo.

Lo he superado.

Lo hice.

Iré a Marbella a conocer muchachos españoles muy atractivos.

Me pregunto si lograré que mi papá coma los platos más desagradables de cada país
que visitamos como penitencia por huir a Colorado.

Podría apostar que lo lograré. Si realmente me quiere, comerá ranas, riñones y hasta
hormigas cubiertas en chocolate.

/Cadence
213

Y ES ASÍ COMO VAN casi todos los correos. Pero algunos de ellos no son
tan encantadores. Esos son dolorosos y reales.

Mirren,
Es invierno en Vermont. Oscuro, oscuro.
Mamá sigue vigilándome mientras duermo.
La cabeza no deja de dolerme en todo el día. Ya no sé qué hacer para detener el dolor.
Las pastillas no funcionan. Alguien está talando con un hacha dentro de ella, un hacha
que no tiene un corte limpio en mi cráneo.
Algunas veces sueño que la persona que sostiene el hacha es el abuelo.
Otras veces, esa persona soy yo.
Otras veces, esa persona es Gat.
Lo siento si suena como una locura. Mis manos tiemblan mientras que te escribo y esta
pantalla es demasiado brillante.
Quiero morir algunas veces, la cabeza me duele demasiado. Intento seguir
escribiéndote mis pensamientos más alegres y nunca te digo los más oscuros, a pesar
de que pienso en ellos todo el tiempo. Así que te los digo ahora. Aunque no contestes,
sé que al menos alguien los escuchó, y eso por lo menos, es algo.
/Cadence

LEEMOS TODOS LOS veintiocho correos. Cuando termina, Mirren me besa


en la mejilla.
—No puedo ni siquiera decirte que lo siento —me dice—. Ni siquiera
Scrabble ha creado la palabra que puede describir lo mal que me siento.
Y luego se fue.

Cúpula de Libros
75
LLEVO MI computadora a la cama y creo un documento. Tomo las notas
de las hojas cuadriculadas y empiezo a teclear eso y todos mis nuevos
recuerdos, rápido y con miles de errores. Lleno las lagunas con
suposiciones de las que no tengo recuerdo real.

El Centro Sinclair para la Socialización y los aperitivos.


214
No verás a ese precioso novio tuyo otra vez.

Él quiere que me mantenga alejado de ti.

Adoramos Windemere, ¿no, Cady?

La Tía Carrie, llorando en la chaqueta de Johnny.

Gat lanzando bolas a los perros en la cancha de tenis.

Oh Dios, oh Dios, oh Dios.

Los perros.

Los malditos perros.

Fatima y Príncipe Phillip.

Los Goldens murieron en ese incendio.

Lo sé, ahora, y es mi culpa. Eran perros tan traviesos, no como Bosh,


Gendel y Poppy, a quienes mamá entrenaba. Fatima y Príncipe Phillip
comieron estrellas de mar en la orilla, y luego vomitaron en la sala de
estar. Se sacudieron el agua de su lanudo pelaje, engulleron los picnics de
la gente, masticaron platos voladores hasta convertirlos en pedazos de
plástico inusables. Amaban las pelotas de tenis y hubieran ido hasta la
cancha y babeado cualquier pelota que hubiera alrededor. No se habrían
sentado cuando se les dijera. Rogaban en la mesa.

Cuando el incendio los atrapó, los perros estaban en una de las


habitaciones de huéspedes. El Abuelo a menudo los encerraba arriba

Cúpula de Libros
cuando Clairmont estaba vacío, o por la noche. De esa manera no se
comerían las botas de la gente o aullarían en la mosquitera.

El Abuelo los había encerrado antes de dejar la isla.

Y no habíamos pensado en ellos.

Yo había matado a esos perros. Era yo quien vivía con los perros, era yo
quien sabía dónde dormían Príncipe Phillip y Fatima. El resto de los
Mentirosos no pensaban en los perros—no mucho, de todas formas. No
como yo.
215
Se habían quemado hasta morir. ¿Cómo pude haberme olvidado así de
ellos? ¿Cómo pude haber estado tan envuelta en mi estúpido ejercicio
criminal, en la emoción de ello, en mi propia ira con los tíos y el Abuelo?

Fatima y Príncipe Phillip, quemándose. Oliendo en la puerta caliente,


respirando el humo, moviendo los rabos con esperanza, esperando que
alguien llegara y los agarrara, ladrando. ¡Qué horrible muerte para esos
pobres, queridos y traviesos perros!

Cúpula de Libros
76
SALGO DE Windemere. Está oscuro ahora, es casi la hora de la cena. Mis
sentimientos se escapan de mis ojos, arrugándome la cara, exhalando a
través de mi cuerpo mientras imagino a los perros, esperando un rescate,
mirando la puerta mientras entraban nubes de humo.

¿Dónde puedo ir? No puedo enfrentarme a los Mentirosos en


Cuddledown. Red Gate podría tener a Will o a Tía Carrie. La isla, en
216
verdad, es jodidamente pequeña, no hay donde ir. Estoy atrapada en esta
isla, donde maté a esos pobres, pobres perros.

Toda mi valentía de esta mañana,


el poder,
el crimen perfecto,
derribar el patriarcado,
la manera en que los Mentirosos salvamos el idilio de verano y lo hicimos
mejor,
la manera en que mantuvimos unida a nuestra familia destruyendo una
parte de ella…
todo lo que es delirante.
Los perros están muertos,
los estúpidos y adorables perros
los perros que podría haber salvado,
perros inocentes cuyos rostros se iluminaban cuando les dabas un poco de
hamburguesa
o decías sus nombres;
perros que amaban ir en barco,
que corrían libres todo el día con las patas embarradas.

¿Qué clase de persona actúa sin pensar en quién podría estar encerrado
en una de las habitaciones de arriba, confiando en las personas que
siempre los mantuvieron seguros y los amaban?

Cúpula de Libros
Estoy sollozando esos extraños y silenciosos sollozos, de pie en el camino
entre Windemere y Red Gate. Mi cara está empapada, mi pecho se
contrae. Regreso a casa con tropezones.

Gat está en los escalones.

217

Cúpula de Libros
77
DA UN SALTO cuando me ve y envuelve sus brazos alrededor de mí. Lloro
en su hombro y meto mis brazos por debajo de su chaqueta y alrededor
de su cintura.

No pregunta qué va mal hasta que le cuento.

—Los perros —digo finalmente—. Matamos a los perros. 218

Se queda quieto por un momento. Luego dice —Sí.

No hablo otra vez hasta que mi cuerpo deja de temblar.

—Sentémonos —dice Gat.

Nos acomodamos en los escalones del porche. Gat apoya su cabeza contra
la mía.

—Amaba a esos perros —digo.

—Todos los amábamos.

—Yo…—Me ahogo en mis propias palabras—. No creo que deba hablar


más del tema o empezaré a llorar.

—Está bien.

Nos quedamos sentados un rato más.

—¿Eso es todo? —pregunta Gat.

—¿Cómo?

—¿Todo por lo que llorabas?

—Dios no quiera que haya más.

Está callado.

Y sigue callado.

Cúpula de Libros
—Oh, diablos, hay más —digo, y mi pecho se siente vacío y helado.

—Sí —dice Gat—. Hay más.

—Más cosas que la gente no me dice. Más de lo que mamá preferiría que
no recordara.

Se toma un momento para pensar.

—Creo que te lo estamos diciendo, pero no lo oyes. Has estado enferma,


Cadence.

—No me lo están diciendo directamente —digo. 219

—No.

—¿Por qué diablos no?

—Penny dijo que era lo mejor. Y…bueno, con todos nosotros estando
aquí, tenía fe de que recordarías. —Saca la mano de mi hombro y
envuelve las manos alrededor de sus rodillas.

Gat, mi Gat.

Él es contemplación y entusiasmo. Ambición y café cargado. Me encantan


los párpados de sus ojos castaños, su piel oscura y suave, su labio inferior
que sale hacia afuera. Su mente. Su mente.

Beso su mejilla.

—Recuerdo más sobre nosotros de que lo que solía —le digo—. Recuerdo
que me besaste en la puerta del cuartito de entrada antes de que todo
saliera mal. Tú y yo en la cancha de tenis hablando de la propuesta de Ed a
Carrie. En el perímetro en la roca plana, donde nadie podía vernos. Y en la
playa, hablando de hacer el incendio.

Asiente.

—Pero todavía no recuerdo qué salió mal —le digo—. ¿Por qué no
estábamos juntos cuando me herí? ¿Discutimos? ¿Hice algo? ¿Volviste con
Raquel? —No le puedo mirar a los ojos—. Creo que me merezco una

Cúpula de Libros
respuesta honesta, incluso si lo que fuera que hay entre nosotros no
durara.

El rostro de Gat se arruga y lo esconde en sus manos.

—No sé qué hacer —me dice—. No sé qué se supone que haga.

—Sólo dime—digo.

—No me puedo quedar aquí contigo —dice él—. Tengo que volver a
Cuddledown.

—¿Por qué? 220

—Tengo que hacerlo —dice levantándose y caminando. Luego para y se


gira—. Arruiné todo. Lo siento, Cady. Lo siento tanto, tanto. —Está
llorando otra vez—. No debí haberte besado, o construirte un columpio, o
haberte dado rosas. No debí haberte dicho lo hermosa que eres.

—Yo quería que lo hicieras.

—Lo sé, pero debí haberme quedado lejos. Es jodido que haya hecho todo
eso.

—Ven aquí —le digo, pero como no se mueve, voy hacia él. Pongo mis
manos en su cuello y mi mejilla contra la suya. Lo beso con fuerza para
que sepa que lo que me hace sentir. Su boca es tan suave y él es la mejor
persona que conozco, la mejor persona que alguna vez conocí, no importa
qué cosas malas hayan pasado antes entre nosotros, no importa lo que
pase después de esto—. Te quiero —susurro.

Se aleja.

—Esto es de lo que estaba hablando. Lo siento. Sólo quería verte.

Se da la vuelta y se pierde en la oscuridad.

Cúpula de Libros
78
EL HOSPITAL EN Martha’s Vineyard. Quinceavo verano, después de mi
accidente.

Estaba tumbada en la cama bajo sábanas azules. Uno pensaría que las
sábanas del hospital serían blancas, pero estas eran azules. La habitación
era calurosa. Tenía una vía intravenosa en un brazo.
221
Mamá y el Abuelo me estaban mirando. El Abuelo estaba sosteniendo una
caja de dulce de azúcar Edgartown que había traído como regalo.

Fue conmovedor que recordara que me gusta el dulce de azúcar


Edgartown.

Estaba escuchando música con auriculares, así que no podía escuchar lo


que los adultos estaban diciendo. Mamá estaba llorando.

El Abuelo abrió el dulce de azúcar, cortó un pedazo y me lo ofreció.

En mis oídos:

Nuestra juventud está desperdiciada


No la desaprovecharemos
Recuerda mi nombre
Porque hicimos historia
Na na na na, na na na.

LEVANTÉ LA mano para quitarme los auriculares. La mano que vi estaba


vendada.

Ambas manos estaban vendadas.

Y mis pies. Podía sentir la venda sobre ellos, entre las sábanas azules.

Mis manos y pies estaban vendados, porque estaban quemados.

Cúpula de Libros
79
Había una vez un rey que tenía tres hermosas hijas.
No, no, esperen.
Había una vez tres osos que vivían en una casa pequeñita en el bosque.
Había una vez tres chivitos que vivían cerca de un puente.
Había una vez tres soldados, vagando juntos por los caminos después de la
guerra. 222

Había una vez tres pequeños cerditos.


No, eso es todo. Esta es la variación que quiero.
Había una vez tres niños hermosos, dos niños y una niña. Cuando cada
bebé nació, los padres se regocijaron, los cielos se regocijaron. Las hadas
vinieron a las fiestas de bautismo y les dieron a los bebes dones mágicos.
Energía, empeño, y humor mordaz.
Contemplación y entusiasmo. Ambición y café cargado.
Azúcar, curiosidad, y lluvia.
Y, sin embargo, había una bruja.
Siempre había una bruja.
Esta bruja tenía la misma edad que los hermosos niños, y mientras ella y
ellos crecían, ella estaba celosa de la chica, y celosa de los chicos también.
Estaban bendecidos con los dones de las hadas, dones que a la bruja se le
habían negado en su propio bautismo.
El niño más grande era fuerte y rápido, capaz y guapo. Aunque la verdad,
era excepcionalmente bajo.
El siguiente niño era estudioso y de corazón abierto. Aunque la verdad, era
un extraño.
Y la niña era ingeniosa, generosa y ética. Aunque la verdad, se sentía
impotente.

Cúpula de Libros
La bruja no era ninguna de esas cosas, porque sus padres habían
enfurecido a las hadas. Ningún don le había sido otorgado. Estaba sola. Su
única fuerza era su oscura y fea magia.
Confundía ser espartana con ser caritativa, y regaló sus posesiones sin
realmente hacer el bien con ellas.
Confundía estar enferma con ser valiente, y sufrió agonías mientras
imaginaba que merecía elogios por ello.
Confundía el ingenio con la inteligencia, e hizo reír a la gente en vez de
aligerar sus corazones o hacerlos pensar.
223
Su magia era todo lo que tenía, y la usaba para destruir lo que más
admiraba. Visitó a cada joven el día de su décimo cumpleaños, pero no los
perjudicó directamente. La protección de una especie de hada- el hada lila,
quizás- le impedía hacerlo.
Lo que hizo, en su lugar, fue maldecirlos.
—Cuando tengas dieciséis—proclamó la bruja en un ataque de celos, —
cuando todos tengamos dieciséis— les dijo a estos hermosos niños, —se
pincharán el dedo con un huso—no, encenderán una cerilla—sí,
encenderán una cerilla y morirán en su llama.
Los padres de los hermosos niños estaban asustados por la maldición, y
trataban, como todos, de evadirlo. Se mudaron lejos, a un castillo en la isla
azotada por el viento. A un castillo donde no había cerillas.
Allí, seguramente, estarían a salvo.
Allí, seguramente, la bruja nunca los encontraría.
Pero los encontró. Y cuando tuvieron quince, esos hermosos niños, justo
antes de su decimosexto cumpleaños y cuando los nerviosos padres no lo
esperaban aún, la bruja celosa llevó a su tóxico y odioso ser a sus vidas en
forma de una doncella rubia.
La doncella se hizo amiga de los hermosos niños. Les dio un beso y los llevó
a paseos en barco, les llevó dulce de azúcar y les contó historias.
Luego les dio una caja de cerillas.
Los niños estaban en trance, porque a los casi dieciséis nunca habían visto
fuego.

Cúpula de Libros
Adelante, enciéndanlos, dijo la bruja, sonriendo. El fuego es hermoso.
Nada malo pasará.
Adelante, dijo, la llama limpiará sus almas.
Adelante, dijo, porque son pensadores independientes.
Adelante, dijo. ¿Qué es esta vida que llevamos sino actuamos?
Y ellos escucharon.
Tomaron las cerillas y las encendieron. La bruja vio quemar su belleza,
su energía, 224
su inteligencia,
su ingenio,
sus corazones abiertos,
su encanto,
sus sueños para el futuro.
Vio desaparecer todo en el humo.

Cúpula de Libros
QUINTA PARTE
Verdad

225

Cúpula de Libros
80
Ésta es la verdad acerca de la hermosa familia Sinclair. Al menos la verdad
como el bisabuelo la conoce. La verdad que él ha sido muy cuidadoso de
mantener alejada de todos los periódicos.

Una noche, hace dos veranos en una tibia tarde de julio, Gatwick Matthew
Patil, Mirren Sinclair Sheffield, y Jonathan Sinclair Dennis perecieron en
una casa en llamas que se cree, fue causada por una jarra de combustible
226
para lanchas que se volcó en el cuartito de la entrada.

La casa en cuestión se incendió hasta los cimientos antes de que los


departamentos de bomberos vecinos llegaran a la escena.

Cadence Sinclair Eastman estuvo presente en la isla al mismo tiempo que


el fuego pero no se dio cuenta hasta que estuvo en camino. La
conflagración la previno de entrar en el edificio cuando se dio cuenta de
que personas y animales estaban atrapados dentro. Sufrió varias
quemaduras en las manos y los pies en sus intentos de rescate. Luego
corrió a otra casa en la isla y llamó al departamento de bomberos.

Cuando la ayuda finalmente llegó, la señorita Eastman fue encontrada en


la pequeña playa, con la mitad del cuerpo bajo el agua y echa un ovillo.
Era incapaz de responder a preguntas sobre lo sucedido y parecía haber
sufrido una lesión en la cabeza. Tuvo que ser sedada durante muchos días
después del accidente.
Harris Sinclair, propietario de la isla, se negó a cualquier investigación
formal del origen del fuego. Muchos árboles a su alrededor fueron
diezmados.
Los funerales se celebraron por
Gatwick Matthew Patil
Mirren Sinclair Sheffield
Y
Jonathan Sinclair Dennis

Cúpula de Libros
En sus lugares de origen en Cambridge y la ciudad de Nueva York.
Cadence Sinclair Eastman no estaba lo suficientemente bien como para
asistir. El verano siguiente, la familia Sinclair regresó a Beechwood Island.
Se vinieron abajo. Lloraron. Bebieron mucho. Luego se construyó una
nueva casa en las cenizas de lo viejo.
Cadence Sinclair Eastman no tenía ningún recuerdo de los
acontecimientos sobre el fuego, ningún recuerdo de que alguna vez
sucediera. Sus quemaduras sanaron rápidamente pero mostró amnesia
selectiva en relación con los acontecimientos del verano anterior. Insistía
en creer que se había lesionado la cabeza mientras nadaba. Los médicos
227
presumen sus migrañas incapacitantes fueron causadas por el dolor y la
culpa no reconocida. Estaba muy medicada y extremadamente frágil,
tanto física como mentalmente.
Esos mismos doctores aconsejaron a la madre de Cadence que dejara de
tratar de explicarle la tragedia si Cadence no recordaba por sí misma. Era
demasiado para explicar la tragedia de nuevo cada día. Que dejara que
recordara a su propio tiempo. No podría regresar a Beechwood Island
hasta que pasara tiempo significativo para que sanara. De hecho, se
debían tomar las medidas posibles para mantenerla alejada de la isla
inmediatamente en el año después del accidente.
Cadence mostró un deseo inquietante de librarse de todas las posesiones
innecesarias, incluso cosas de valor sentimental, casi como si hiciera
penitencia por crímenes del pasado. Se oscureció el pelo y llegó a vestirse
de manera muy sencilla. Su madre buscó ayuda profesional sobre el
comportamiento de Cadence y se le informó que era una parte normal del
proceso de duelo.
En el segundo año después del accidente, la familia comenzó a
recuperarse. Cadence asistía una vez más a la escuela después de muy
largas ausencias. Finalmente, la chica expresó su deseo de regresar a
Beechwood Island. Los doctores y otros miembros de la familia estuvieron
de acuerdo: Podría ser bueno dejar que lo hiciera.
En la isla, tal vez, ella terminara de sanar.

Cúpula de Libros
81
RECUERDEN NO mojarse los pies. O la ropa.

Limpiar los manteles de lino, las toallas, los suelos, los libros y las camas.

Recuerden mover la lata de combustible lejos de la leña para que puedan


agarrarlo.

Véalo atraparse, véalo arder. Luego corran. Usen la escalera de la cocina


228
para salir por la puerta del cuartito de la entrada. Recuerden tomar la lata
de combustible con ustedes y devolverla al embarcadero.

Nos vemos en Cuddledown. Pondremos nuestra ropa en la lavadora, nos


cambiaremos, y luego iremos a ver las llamas antes de llamar a los
bomberos.

Esas fueron las últimas palabras que les dije a todos ellos. Johnny y Mirren
fueron a las dos plantas superiores de Clairmont a llevar latas de gasolina
y bolsas de viejos periódicos para encender.

Besé a Gat antes de ir al sótano.—Nos veremos en un mundo mejor —me


dijo y me reí. Estábamos un poco borrachos. Habíamos estado con el vino
sobrante de las tías desde que se habían ido de la isla. El alcohol me hizo
sentir mareada y poderosa hasta que me puse de pie en la cocina sola.
Entonces me sentí mareada y con un poco de nauseas.

La casa estaba fría. Se sentía como algo que merecía ser destruido. Estaba
llena de objetos por los cuales las tías luchaban. Arte valioso, china,
fotografías. Todos ellos alimentados de la ira de la familia. Golpeé mi puño
contra el retrato de la cocina de mamá, Carrie y Bess de niñas, sonriendo
para la cámara. El vidrio se destrozó y me tambaleó hacia atrás.

El vino estaba haciendo un embrollo en mi cabeza. No estaba


acostumbrada a ello.

La lata de gasolina en una mano y la bolsa de leña en la otra, decidí hacer


esto lo más rápido posible. Bañé la cocina primero, luego la despensa.

Cúpula de Libros
Procedí con la cocina y estaba con los sillones de la sala cuando me di
cuenta de que debí haber empezado desde el extremo más alejado de la
puertita de la entrada. Esa era nuestra salida. Debí haber dejado la cocina
para lo último así podría correr sin humedecer mis pies con gasolina.

Estúpida.

La puerta formal que daba al porche ya estaba empapada, pero también


había una pequeña puerta atrás. Estaba por detrás del estudio del abuelo
y me llevó hasta al pasillo del edificio de personal. Usaría esa.

Bañé parte de la sala y luego la sala de arte, sintiendo una oleada de dolor 229
por la ruina de hermosas impresiones de algodón e hilos de colores de la
abuela. Habría odiado lo que estaba haciendo. Ella amaba sus tejidos, su
máquina de coser antigua, sus hermosos, hermosos objetos.

Estúpida de nuevo. Me había empapado las alpargatas de combustible.

Muy bien. Mantén la calma. Los llevaré hasta que termine y luego los
echaré al fuego tras de mí mientras corro fuera.

En el estudio del abuelo me paré en el escritorio, y salpiqué las estanterías


hasta el techo, sosteniendo el combustible lo más lejos de mí posible.
Hubo una buena cantidad restante de combustible y ésta era mi última
habitación, así que empapé muy bien los libros.

Entonces, mojé el suelo, con la leña amontonada en él y apoyada en el


pequeño vestíbulo que conducía a la puerta de atrás, tomé mis zapatos y
los tiré en la pila de revistas. Me acerqué a un cuadrado de piso seco y
ajusté el combustible abajo. Saqué mi caja de cerillos del bolsillo de mis
pantalones y encendí el rollo de toallas de papel.

Tiré el rollo encendido en llamas y lo vi brillar. Se prendió, creció y


extendió a través de las puertas de doble ancho del estudio, vi una línea
que bajó en llamas por el pasillo en un lado y en la sala de estar en el otro.
El sofá se iluminó.

Entonces, delante de mí, las estanterías estallaron en llamas, el papel


empapado en combustible se quemó más rápido que cualquier cosa. De

Cúpula de Libros
repente, el techo estaba ardiendo. No podía apartar la mirada. Las llamas
eran terribles, sobrenaturales.

Luego alguien gritó.

Y gritó de nuevo.

Venía del cuarto directamente arriba de mí, una habitación. Johnny estaba
trabajando en el segundo piso. Había iluminado el estudio, y se había
quemado más rápido que cualquier otro lugar. El fuego fue en aumento, y
Johnny no estaba fuera.
230
Oh no, oh no, oh no. Me tiré a la puerta trasera, pero la encontré
fuertemente atornillada. Mis manos estaban resbaladizas por el
combustible. El metal ya estaba caliente. Giré los tornillos uno, dos, tres,
pero algo salió mal y la puerta se atascó.

Otro grito.

Intenté con los tornillos de nuevo. Fallé. Me rendí.

Me cubrí la boca y la nariz con las manos y corrí a través del estudio
llameante, y por el pasillo en llamas hasta la cocina. El cuarto no estaba
encendido todavía, gracias Dios. Corrí por el suelo húmedo hacia la puerta
del cuartito de la entrada.

Tropecé, patiné y caí, empapándome en los charcos de combustible.

Los dobladillos de mis vaqueros estaban ardiendo por mi carrera a través


del estudio en llamas.

Las llamas lamieron el combustible en el suelo de la cocina y corrían por la


casa de campo de madera y muebles de los alegres paños de cocina de la
abue. El fuego subió por la puerta del cuartito de la entrada delante de mí
y pude ver que mis pantalones ahora si estaban encendidos, así, desde la
rodilla hasta el tobillo. Me lancé hacia la puerta del cuartito de entrada,
corriendo a través de las llamas.

—¡Fuera! —grité, aunque dudaba que alguien pudiera oírme—. ¡Salgan


ahora!

Cúpula de Libros
Afuera me arrojé sobre la hierba. Rodé hasta que mis pantalones se
dejaron de quemar. Pude ver que en los dos pisos superiores de Clairmont
estaban brillando con el calor y mi propia planta baja estaba
completamente encendida. El nivel del sótano, no lo sabía.

—¿Gat? ¿Johnny? ¿Mirren? ¿Dónde están?

No hubo respuesta.

Manteniendo el pánico debajo, me dije a mi misma que ellos ya deberían


estar fuera para ahora.
231
Cálmate. Todo iba a estar bien. Tenía que.

—¿Dónde están? —grité de nuevo, empezando a correr.

De nuevo, no hubo respuesta.

Probablemente estuvieran en el embarcadero, deshaciéndose de sus latas


de combustible. No estaba muy lejos y corrí, gritando sus nombres tan
fuerte como pude. Mis pies descalzos golpearon la pasarela de madera
con un eco extraño.

La puerta estaba cerrada. La abrí de un tirón. —¡Gat! ¿Johnny? ¡Mirren!

No había nadie ahí, pero ya podían estar en Cuddledown, ¿no?


Preguntándose porque me estoy demorando.

El camino se extiende desde el embarcadero, más allá de las pistas de


tenis y Cuddledown. Corrí de nuevo, la isla extrañamente silenciada en la
oscuridad. Me dije a mi misma una y otra vez: Ellos estarán allí. Esperando
por mí. Preocupándose por mí.

Vamos a reír porque estamos a salvo y remojaremos mis quemaduras en


agua helada y sentiremos todo tipo de suerte.

Lo haremos.

Pero a medida que llegaba, la casa estaba a oscuras.

Nadie esperaba allí.

Cúpula de Libros
Arranqué de nuevo a Clairmont, cuando la tuve a la vista estaba ardiendo,
de arriba abajo. La habitación de la torre estaba iluminada, las
habitaciones estaban encendidas, las ventanas del sótano brillaban
naranja. Todo caliente.

Corrí a la puertita de la entrada y tiré de la puerta. El humo se elevó. Me


quite el suéter y los pantalones empapados de gasolina, asfixiándome y
con arcadas. Me abrí paso en la escalera y entre en la cocina, en dirección
al sótano.

A mitad del camino por las escaleras había un muro de llamas.


232
Una pared.

Gat no estaba fuera. Y no iba a venir.

Me di la vuelta y corrí hacia Johnny y Mirren, pero la madera estaba


ardiendo debajo de mis pies.

La barandilla se iluminó. El hueco de la escalera delante de mí cedió,


lanzando chispas.

Me tambaleé hacia atrás

No podía subir. No podía salvarlos, no había ningún sitio, ninguna parte,


ninguna parte a donde ir. Si no hacia abajo.

Cúpula de Libros
82
RECUERDO ESTO COMO SI lo estuviera viviendo, mientras me siento en los
escalones de Windemere, sin dejar de mirar el lugar donde Gat
desapareció en la noche. La realización de lo que he hecho se presenta
como la niebla a mi pecho, helada, oscura y esparciéndose. Me convierte
en hielo. Hago una mueca y me encorvo. La niebla helada se extiende
desde mi pecho, a través de mi espalda y cuello. Me dispara a través de la
cabeza y la espina dorsal. 233

Frío, frío, el remordimiento.

No debería haber empapado la cocina primero. No debería haber


encendido el fuego en el estudio

Que estúpida fui por mojar los libros tan afondo. Cualquiera podría haber
predicho cómo se iban a quemar. Cualquier persona.

Deberíamos haber tenido un determinado tiempo a la luz de nuestra leña.

Podría haber insistido en seguir juntos.

Nunca debí haber revisado el embarcadero.

Nunca debí haber corrido a Cuddledown.

Sólo si hubiera regresado a Clairmont más rápido, tal vez habría podido
hacer que Johnny saliera.

O advertir a Gat antes de que el sótano lo atrapara. Tal vez pude haber
encontrado los extinguidores de fuego y detener las flamas de alguna
manera.

Tal vez, tal vez.

Si tan solo, si tan solo.

Lo quería mucho para todos: Una vida libre de constricción y prejuicios.


Una vida libre para amar y ser amados.

Cúpula de Libros
Y aquí, los he matado.

Mis Mentirosos, mis queridos.

Los maté. Mi Mirren, mi Johnny, mi Gat.

El conocimiento me viene desde la espina hasta los hombros pasando por


las yemas de los dedos. Los convierte en hielo. Se fragmentan y se rompen
en pequeñas piezas en los escalones de Windemere. Grietas me astillan
los brazos, en los hombros y delante de mi cuello. Mi cara se congela y se
fractura en una mueca de bruja de la pena. Mi garganta se cierra. No
puedo hacer ningún sonido. 234

Aquí estoy congelada, cuando merezco quemarme.

Debí dejar de hablar sobre tomar las cosas en nuestras propias manos.
Debí haberme quedado en silencio. Comprometida. Hablar en el celular
hubiera estado bien. Pronto tendríamos nuestras licencias de conducir.
Pronto iríamos a la universidad y las bellas casas Sinclair hubieran
quedado lejos y sin importancia.

Podríamos haber tenido paciencia.

Yo podría haber sido la voz de la razón.

Tal vez entonces, cuando estuviéramos bebiendo el vino de las tías,


hubiéramos olvidado nuestras ambiciones. La bebida nos habría puesto
somnolientos. Nos habríamos quedado dormidos frente al televisor, tal
vez enojados e impotentes, pero sin prender fuego a nada.

No puedo tener nada de eso de vuelta.

Me arrastro al interior, hasta mi dormitorio con las manos de hielo picado,


arrastrando fragmentos de mi cuerpo congelado detrás de mí. Mis
talones, mis rodillas. Por debajo de las mantas, me estremezco
convulsivamente, piezas de mí rompiéndose sobre la almohada. Dedos.
Dientes. Quijada. Clavícula.

Finalmente, finalmente, los estremecimientos se detienen. Empiezo a


calentarme y derretirme.

Cúpula de Libros
Lloro por mis tías, que perdieron a sus primogénitos.

Por Will, que perdió a su hermano.

Por Liberty, Bonnie y Taft, que perdieron a su hermana.

Por el abuelo, que vio no sólo su palacio quemarse hasta el suelo, si no a


sus nietos perecer.

Por los perros, pobres perros traviesos.

Lloré por las quejas vanas e irreflexivas que he hecho durante todo el
verano. Por mi vergonzosa autocompasión. Por mis planes para el futuro. 235

Lloré por todas las posesiones que perdí. Perdí la almohada, los libros, las
fotografías. Me estremezco ante mis delirios de caridad, en mi vergüenza
disfrazada de virtud, en mentiras que yo misma he dicho, los castigos que
me he infringido y los castigos que he infringido a mi madre.

Lloro con el horror de que toda la familia ha sido quemada por mí, y aún
más por ser la causa de tanto sufrimiento.

No lo hicimos, después de todo, salvar el idilio. Eso se ha ido para siempre,


si alguna vez existió. Perdimos la inocencia de eso, de esos días antes de
que supiéramos el alcance de la ira de las tías, antes de la muerte de la
abuela y el deterioro del abuelo.

Antes de convertirnos en criminales. Antes de convertirnos en fantasmas.

Las tías nos abrazaron uno al otro no porque fuimos liberados del peso de
la casa Clairmont y todo lo que simbolizaba, sino por la tragedia y la
empatía. No porque los liberamos, sino porque los destrozamos y nos
aferramos uno al otro en la cara del horror.

Johnny. Johnny quería correr una maratón. Quería ir milla a milla,


demostrándole que sus pulmones no se rendirían. Demostrando que él
era el hombre que el abuelo quería que fuera, demostrando su fuerza, aun
cuando fuera muy pequeño.

Sus pulmones se llenaron de humo. No tenía nada que probar ahora. No


había ninguna razón para correr.

Cúpula de Libros
Él quería su propio carro y comer elegantes pasteles que veía en los
cristales de la panadería. Quería reír y poseer arte y llevar ropa hermosa.
Suéteres, bufandas, artículos de lana con rayas. Quería hacer un atún de
lego y colgarlo como una pieza de taxidermia. Se negaba a ser serio, era
exasperadamente poco serio, pero estaba tan comprometido con las
cosas que importaban como cualquier persona pudiera ser. El correr. Will
y Carrie. Los Mentirosos. Su sentido de lo que era correcto. Renunció a los
fondos para la universidad sin pensarlo dos veces, para defender sus
principios.

Pienso en los brazos fuertes de Johnny, la línea blanca del protector solar 236
en su nariz, el tiempo que estuvimos enfermos juntos por la hiedra
venenosa y estar uno al lado del otro en la hamaca, rascándonos. El
tiempo en el que construyó, para mí y para Mirren, una casa de muñecas
de cartón y piedras que había encontrado en la playa.

Jonathan Sinclair Dennis, habrías sido una luz en la oscuridad para tanta
gente.

Tú has sido una. Lo has sido.

Y ahora te he defraudado de la peor manera posible.

Lloro por Mirren, quien quería ver el Congo. Ella no sabía cómo quería
vivir o lo que creía, todavía; buscaba y sabía se sentía atraída a ese lugar.
No será real para ella ahora, nunca nada más que fotografías y películas e
historias publicadas para el entretenimiento de la gente.

Mirren hablaba mucho acerca de las relaciones sexuales, pero nunca las
tuvo. Cuando éramos más jóvenes, ella y yo nos quedábamos despiertas
hasta tarde, durmiendo juntas en el porche Windemere en sacos de
dormir, riendo y comiendo chocolate. Nos peleábamos por las muñecas
Barbie y el maquillaje que le hicimos a cada una y soñábamos con amor.
Mirren nunca tendrá una boca con rosas amarillas o un novio que la ame
suficiente como para llevar una estúpida faja amarilla.

Ella era irritable. Y mandona. Pero siempre se divertía con eso. Era fácil de
hacer enojar y casi siempre estaba cerca por cruzarse con Bess y molesta
con las gemelas, pero siempre se llenaba de pesar, gimiendo en agonía

Cúpula de Libros
por su propia lengua afilada. Amaba a su familia, los amaba a todos ellos y
les leía libros o les ayudaba a hacer nieve o les daba bonitas conchas que
había encontrado.

Ya no podía hacer las paces.

No quería ser como su madre. Una Princesa, no. Una exploradora, una
mujer de negocios, una buena samaritana, una fabricante de helados,
algo.

Algo que nunca será, por mi culpa.


237
Mirren, ni siquiera puedo decir que lo siento. No hay ni siquiera una
palabra de Scrabble para lo mal que me siento.

Y Gat, mi Gat.

Nunca irá a la universidad. Tenía esa mente hambrienta, girando las cosas
constantemente, buscando respuestas, pero no para la comprensión.
Nunca va a satisfacer su curiosidad, nunca va a terminar las cien mejores
novelas jamás escritas, ni será el gran hombre que pudo haber sido.

Quería detener el mal. Quería expresar su ira. Vivió grande, mi valiente


Gat. Él no se callaba cuando la gente quería que lo hiciera, él los hizo
escuchar y luego escuchó a cambio. Se negaba a tomar las tomar las cosas
a la ligera, aunque siempre se apresuraba a reír.

Oh, él me hacía reír. Y me hacía pensar, incluso cuando yo no tenía ganas


de pensar, incluso cuando era demasiado perezosa para prestar atención.

Gat me dejaba sangrar en él y sangraba sobre él y sangraba en él. Nunca


importaba. Él quería saber por qué estaba sangrando. Se preguntaba qué
podía hacer para sanar la herida.

Nunca iba a comer chocolate de nuevo.

Yo lo amé. Lo amé tanto como pude. Pero él tenía razón, no conocía todo
el camino. Nunca iré a ver su departamento, comer la comida de su
madre, conocer a sus amigos de la escuela. Nunca veré la colcha de su
cama o los posters en sus paredes. Nunca sabré del restaurante donde

Cúpula de Libros
comía sándwiches de huevo por la mañana o la esquina donde ponía
doble seguro a su bici.

Ni siquiera sé si él compraba sándwiches de huevo o colgaba posters. No


sé si fue el dueño de una bicicleta o tenía una colcha. Sólo estoy
imaginando los bastidores de bicicletas en la esquina y los dobles seguros,
porque nunca iré a casa con él, nunca veré su vida, nunca sabré de esa
persona que Gat era cuando no estaba en Beechwood Island.

Su habitación debe estar vacía ahora. Él ha estado muerto por dos años.
Podríamos haber sido
238
Podríamos haber sido.

Te he perdido, Gat, porque me enamoré desesperada, desesperadamente.

Pienso en mis Mentirosos quemándose, en sus últimos minutos,


respirando el humo, su piel encendida. Cuánto debió haber dolido.

El cabello de Mirren en llamas, el cuerpo de Johnny en el suelo. Las manos


de Gat, sus dedos quemados, sus brazos marchitándose con el fuego. En el
dorso de sus manos, las palabras. Izquierda: Gat. Derecha: Cadence.

Mi letra.

Lloro porque soy la única de nosotros que sigue viva. Porque tendré que ir
por la vida sin mis Mentirosos. Porque tendrán que ir a través de lo que les
espera, sin mí.

Yo, Gat, Johnny y Mirren.

Mirren, Gat, Johnny y yo.

Hemos estado aquí, este verano.

Y no hemos estado.

Si, y no.

Es mi culpa, mi culpa, mi culpa, y sin embargo ellos me aman. A pesar de


los pobres perros, a pesar de mi estupidez y mi grandiosidad, a pesar de
nuestro crimen. A pesar del egoísmo y mis quejas, a pesar de mi estúpida

Cúpula de Libros
y tonta suerte de ser la única que queda y mi incapacidad de apreciarlo,
cuando ellos, ellos no tienen nada. Nada más que éste último verano
juntos.

Ellos dijeron que me amaban.

Lo sentí en el beso de Gat.

En la risa de Johnny.

Incluso Mirren gritó al otro lado del mar.


239

Supongo que es por eso que han estado aquí.

Los necesitaba.

Cúpula de Libros
83
MAMÁ GOLPEA mi puerta y dice mi nombre.

No contesto.

Una hora después, golpea de nuevo.

—Déjame entrar, ¿podrías?

—Vete. 240

—¿Es una migraña? Sólo dime eso.

No es una migraña —respondo—. Es algo más.

—Te quiero, Cady —dice ella.

Lo dice todo el tiempo desde que enfermé, pero sólo ahora veo que es lo
que mamá quiere decir.

Te amo a pesar de mi dolor. Aun cuando estés loca. Te quiero a pesar de lo


que sospecho que has hecho.

—Sabes que todos te queremos. ¿Verdad? —dice a través de la puerta—.


La tía Bess, la tía Carrie, el abuelo y todo mundo? Bess está haciendo la
tarta de arándanos que te gusta. Va a estar en media horas. Puedes
tenerlo para el desayuno. Le pregunté.

Me levantó. Voy a la puerta y abro una rendija. —Dile a Bess que digo que
Gracias —respondo—. No puedo ir por ahora.

—Has estado llorando —dice mamá.

—Un poco.

—Ya veo.

—Lo siento, sé que me quieres en casa para el desayuno.

—No tienes por qué decir que lo sientes —me dice mamá—. De verdad,
no tienes por qué decirlo nunca, Cady.

Cúpula de Libros
84
COMO SIEMPRE, nadie es visible en Cuddledown hasta que mis pies hacen
ruidos en los escalones.

Entonces Johnny aparece en la puerta, caminando con cuidado sobre el


vidrio triturado. Cuando ve mi cara, se detiene.

—Te has acordado —dice él.


241
Asiento con la cabeza.

—¿Te has acordado de todo?

—No sabía si todavía estarías por aquí —le digo.

Sostiene mi mano. Le siento caliente y sustancial, a pesar de que se ve


pálido, con bolsas debajo de los ojos. Y joven.

Sólo tiene quince.

—No podemos quedarnos mucho más tiempo —dice Johnny—. Se vuelve


más y más difícil.

Asiento con la cabeza.

—Mirren lo tiene peor, pero Gat y yo lo estamos sintiendo también.

—¿A dónde van?

—¿Cuándo nos vamos de aquí?

—Uh-uh.

—Al mismo lugar que cuando no estás aquí. El mismo en el que hemos
estado. Es como… —Johnny hace una pausa y se rasca la cabeza—. Es
como descansar. Es como nada, en cierto modo. Y honestamente Cady, te
quiero, pero estoy jodidamente cansado. Sólo quiero acostarme y
terminar. Esto pasó hace mucho tiempo, para mí.

Le miro.

Cúpula de Libros
—Lo siento tanto, mi querido viejo Johnny —digo, sintiendo las lágrimas
detrás de los ojos.

—No es tu culpa —dice Johnny—. Quiero decir, todos lo hicimos, todos


nos volvimos locos, ahora tenemos que asumir la responsabilidad. Tú no
debes llevar el peso de ella. Puedes estar triste, puedes lamentarlo, pero
no cargar con ello.

Entramos en la casa y Mirren sale de su habitación. Me doy cuenta de que,


probablemente, ella no estaba ahí hasta momentos antes de que
entráramos por la puerta. Me abraza. Su pelo miel es oscuro y los bordes
242
de su boca parecen secos y agrietados.

—Siento no haber hecho esto mejor, Cady —dice—. Tuve una


oportunidad de estar aquí y no lo sé, lo arruiné, dije tantas mentiras.

—Todo está bien.

—Quiero ser una persona aceptada, pero estoy tan llena de rabia. Me
imaginé que sería santa y sabia, pero en lugar de eso he estado celosa de
ti, enojada con el resto de mi familia. Es un lío y ahora está hecho —dice,
enterrando el rostro en mi hombro.

Pongo los brazos alrededor de ella.

—Has sido tú misma, Mirren —le digo—. No quiero nada más.

—Tengo que irme ahora. No puedo estar más aquí. Voy hacia el mar.

No. Por favor.

No te vayas. No me dejes, Mirren, Mirren.

Te necesito.

Es todo lo que quiero decir, gritar. Pero no lo hago.

Y parte de mi quiere sangrar a través del gran suelo de la sala o derretirse


en un charco de dolor.

Pero no hago eso, tampoco. No me quejo ni pido piedad.

Cúpula de Libros
En su lugar, lloro. Lloro y aprieto a Mirren y la beso en la mejilla cálida,
tratando de memorizar su cara.

Nos tomamos de las manos como los tres que somos, caminando hacia la
pequeña playa.

Gat está ahí, esperando por nosotros. Su perfil contra el cielo iluminado.
Lo veré siempre así. Se vuelve y me sonríe. Corre y me levanta,
agitándome como si hubiera algo que celebrar. Como si fuéramos una feliz
pareja, enamorados en la playa.

Ya no estoy sorbiendo por la nariz, pero las lágrimas caen de mis ojos sin 243
cesar. Johnny se quita el botón de abajo y me lo da.

—Limpia tu cara de mocos —dice amablemente.

Mirren se despoja de su vestido de verano y se queda ahí en traje de


baño.

—No puedo creer que se ponga bikini para esto —dice Gat, con los brazos
todavía alrededor de mí.

—Certificable. —Añade Johnny.

—Amo este bikini —dice Mirren—. Lo compré en Edgartown, el verano


quince. ¿Recuerdas, Cady?

Y me parece que lo hago.

Nos aburrimos desesperadamente; los pequeños habían alquilado


bicicletas para ir en este viaje escénico a Oak Bluffs y no teníamos ni idea
de cuándo regresarían. Tuvimos que esperar y traerlos de vuelta al bote.
Así que, como sea, nos compramos chocolate, habíamos buscado mangas
de viento y finalmente fuimos a una tienda para turistas y nos probamos
los más vulgares trajes de baño que encontramos.

—Dice “El viñedo es para los amantes” en el trasero —le digo a Johnny.

Mirren se da la vuelta, y de hecho lo hace. —Momento de Gloria y todo


eso —responde. Sin amargura.

Cúpula de Libros
Se acerca, me da un beso en la mejilla y dice: —Sé un poco más amable de
lo necesario, Cady, y las cosas estarán bien.

—¡Y nunca comas nada más grande que tu trasero! —grita Johnny. Me da
un abrazo rápido y se quita los zapatos. Los dos se meten al mar.

Me dirijo a Gat. —¿Tú vas también?

Asiente con la cabeza.

—Lo siento tanto, Gat —le digo—. Lo siento tanto, tanto y nunca seré
capaz de hacerlo sin ti.
244
Me besa y puedo sentirlo temblar, y envuelvo mis brazos a su alrededor
como si pudiera evitar que desaparezca, como si pudiera hacer este último
momento, pero su piel es fría y húmeda de lágrimas y yo sé que él se va.

Es bueno ser amado, aun cuando no vaya a durar.

Es bueno saber que una vez, un tiempo, hubo un Gat y yo.

Luego se aparta, y no puedo soportar estar separada de él, y creo que esto
no puede ser el final. No puede ser real que nunca vayamos a estar juntos
de nuevo, no cuando nuestro amor es tan real. La historia se supone que
tiene un final feliz.

Pero no.

Me está dejando.

Él ya está muerto, por supuesto.

La historia terminó hace algún tiempo.

Gat corre hacia el mar sin mirar atrás, hundiendo toda su ropa, buceando
por debajo de las olas pequeñas.

Los Mentirosos nadan más allá del borde de la cala y al mar abierto. El sol
está alto en el cielo y refleja en el agua, tan brillante, tan brillante. Y luego
ellos nadan, o algo, o algo. Y se han ido.

Me quedó ahí en el extremo sur de Beechwood Island. Estoy en la


pequeña playa, sola.

Cúpula de Libros
85
DUERMO DURANTE lo que podrían ser días. No puedo levantarme.
Abro los ojos, la luz está apagada.
Abro los ojos, está oscuro.
Finalmente me paro frente el espejo del baño, mi cabello ya no es negro.
Se ha desvanecido a un castaño oxidado con las raíces rubias. Mi piel tiene
pecas y mis labios están quemados por el sol.
No estoy segura quien es la chica del espejo. 245
Bosh, Grendel y Poppy me siguen fuera de la casa, jadeando y moviendo
sus colas. En la cocina de Nuevo Clairmont, las tías están haciendo
sándwiches para un picnic. Ginny está limpiando el refrigerador. Ed coloca
botellas de limonada y ginger ale en una hielera.
—Ed.
—Hola, Ed.
Ed me saluda. Abre una botella de ginger ale y se la da a Carrie. Hurga en
el refrigerador por otra bolsa de hielo.
Bonnie está leyendo y Liberty cortando tomates. Dos pasteles descansan
en cajas de la pastelería sobre el mostrador, uno dice chocolate y el otro
vainilla. Les digo feliz cumpleaños a los gemelos.
Bonnie levanta la vista de su libro de apariciones colectivas y me pregunta:
—¿Te sientes mejor?
—Sí.
—No tienes un aspecto mucho mejor.
—Cállate.
—Bonnie es una muchacha y no hay nada que hacer al respecto —dice
Liberty— pero iremos a hacer tubing19 mañana por la mañana, por si
quieres venir
—Está bien —dije.
—No puedes conducir. Lo haremos nosotros.
—Sí.

19
Tubing: Es un deporte acuático en el que una lancha tira de un cilindro inflable o banana
donde van subidas otras personas.

Cúpula de Libros
Mamá me da un abrazo, uno de sus largos abrazos preocupados, pero no
hablo con ella acerca de nada.
No aún, no por un tiempo, tal vez.
De todos modos ella sabe que recuerdo.
Podría decir que ella lo sabía cuando vino a mi puerta.
La dejo que me dé un pan que ha salvado del desayuno y me sirvo algo de
jugo de naranja del refrigerador.
Encuentro un marcador y me escribo en las manos.
Izquierda: Sé un poco. Derecha: Más amable.
Afuera Taft y Will están tonteando alrededor del jardín Japonés. Están
246
buscando piedras raras. Busco con ellos. Me dicen que busque unas
relucientes y también algunas que puedan servir como puntas de flecha.
Entonces Taft me da una púrpura que encontró, por que recuerda que me
gustan las piedras púrpura, la pongo en mi bolsillo.

Cúpula de Libros
86
EL ABUELO Y YO vamos a Edgartown esa tarde. Bess insiste en llevarnos,
pero ella se va por su lado mientras nosotros vamos de compras.
Encuentro unas bolsas de hombro de una tela hermosa para los gemelos y
el abuelo insiste en comprarme un libro de cuentos de hadas en la librería
de Edgartown.
—Vi que Ed regresó —digo mientras esperamos en la caja.
—Um-hm.
247
—No te agrada.
—No mucho.
—Pero él está aquí.
—Sí.
—Con Carrie.
—Sí, así es —El abuelo arruga la frente—. Ahora deja de molestarme
vamos a la tienda de chocolate —dice. Y así lo hacemos.
Es una buena salida. Él sólo me llama Mirren una vez.

EL CUMPLEAÑOS SE celebra a la hora de la cena con pastel y regalos. Taft


tiene una subida de azúcar y raspa su rodilla al caer de una gran roca en el
jardín. Lo llevo al baño para encontrar un curita.
—Mirren siempre ponía mis curitas —me dice—. Quiero decir cuando era
pequeño.
Le aprieto el brazo.
—¿Quieres que te ponga tu curita ahora?
—Cállate —dice—, ya tengo diez años.

AL DIA SIGUIENTE voy a Cuddledown y miro bajo el fregadero de la cocina.


Hay esponjas ahí y limpiador en spray que huele a limón. Toallas de papel.
Una jarra de lejía.
Barro los vidrios rotos y cintas enredadas. Lleno bolsas con botellas vacías.
Aspiro papas fritas aplastadas. Friego el suelo pegajoso de la cocina. Lavo
las colchas.

Cúpula de Libros
Limpio la suciedad de las ventanas, pongo los juegos de mesa en el
armario y limpio la basura de las habitaciones.
Dejo los muebles como le gustaban a Mirren.
En un impulso tomo un cuaderno de dibujo y un bolígrafo del cuarto de
Will y comienzo a dibujar. Apenas son poco más que figuras de palo, pero
se nota que son mis Mentirosos.
Gat, con dramática nariz, sentado con las piernas cruzadas, leyendo un
libro.
Mirren viste un traje de baño y baila.
Johnny usa una máscara de buceo y sostiene un cangrejo en la mano.
248
Cuando está terminado, pego la imagen en la nevera junto a los antiguos
dibujos a crayón de Papá, la abuela y los Goldens.

Cúpula de Libros
87
ÉRASE UNA VEZ un rey que tenía tres hermosas hijas. Esas hijas crecieron
hasta convertirse en mujeres y las mujeres tuvieron hijos, hermosos hijos,
muchos, muchos hijos, solo que algo malo sucedió,
algo estúpido,
criminal,
terrible,
249
algo evitable,
algo que nunca debió de haber pasado,
y sin embargo algo que podría, eventualmente, ser perdonado.
Los niños murieron en un incendio—todos menos uno
Solo quedó una, y ella…
No eso no está bien.
Los niños murieron en un incendio, todos menos tres niñas y dos niños.
Quedaban tres niñas y dos niños.
Cadence, Liberty, Bonnie, Taft y Will.
Y las tres Princesas, las madres, se derrumbaron en rabia y desesperación.
Ellas bebieron y compraron, sin comer, estregadas y obsesionadas. Se
aferraron una a la otra en el dolor, perdonándose unas a otras y llorando.
Los padres en ira también, aunque estaban lejos; y el rey cayó en una
delicada locura de la cual a solo a veces emergía su viejo yo.
Los niños estaban locos y tristes. Atormentados por la culpa de estar vivos,
atormentados con dolores de cabeza y miedo a los fantasmas,
atormentados con pesadillas y compulsiones extrañas, castigos por estar
vivos cuando los otros estaban muertos.
Las Princesas, los padres, el rey y los niños, se derrumbaron como cascaras
de huevo, polvorientas y hermosas—porque siempre fueron bellos.
Parecía como si ésta tragedia hubiera marcado el final de la familia.
Y tal vez lo hizo.
Pero tal vez no lo hizo.
Hicieron una hermosa familia aun así.

Cúpula de Libros
Y lo sabían, de hecho la marca de la tragedia se convirtió con el tiempo en
una marca de glamour. Una marca de misterio y una fuente de fascinación
para aquellos que veían a la familia de lejos.
“Los hijos mayores murieron en un incendio”, decían los habitantes de
Burlington, los vecinos en Cambridge, los padres de la escuela privada del
bajo Manhattan y las personas mayores de Boston. “La isla se incendió”,
decían, “¿Recuerdas hace unos veranos?”
Las tres hermosas hijas se volvieron aún más bellas a los ojos de sus
espectadores.
Y este hecho no pasó desapercibido para ellas. Tampoco para su padre.
250
Incluso en su decadencia.
Sin embargo los niños restantes,
Cadence, Liberty, Bonnie, Taft y Will,
Sabían que la tragedia no es glamurosa.
Saben que no se juega en la vida como se hace en un escenario o entre las
páginas de un libro. Tampoco es un castigo impuesto o una lección
conferida. Sus horrores no son atribuibles a una sola persona.
La tragedia es fea y enredada, estúpida y confusa.
Eso es lo que los niños saben.
Y ellos saben que las historias
acerca de su familia
son ciertas e inciertas.
Hay interminables versiones.
Y la gente seguirá contándolas.

Mi nombre completo es Cadence Sinclair Eastman.


Vivo en Burlington, Vermont, con mi mamá y tres perros.
Estoy a punto de cumplir 18.
Soy propietaria de una bien usada tarjeta de biblioteca, un sobre lleno de
rosas de playa secas, un libro de cuentos de hadas y un puñado de
preciosas rocas moradas.
Soy
autora
de un delito iluso, tonto
que se convirtió

Cúpula de Libros
en una tragedia.
Sí, es verdad que me enamoré de alguien y el murió, junto con las 2
personas que más he amado en este mundo, eso ha sido lo más
importante que saber acerca de mí,
lo único acerca de mí durante un largo tiempo,
aunque yo no lo sabía.
Pero debe haber más por saber.
Habrá más.

Mi nombre completo es Cadence Sinclair Eastman.


251
Soporto migrañas. No soporto imbéciles.
Me gustan los dobles sentidos.
Lo soporto.
Fin.

Cúpula de Libros
AGRADECIMIENTOS
Gracias sobre todo a Beverly Horowitz y a Elizabeth Kaplan por su apoyo a
esta novela de incontables maneras. A Sarah Mlynowski (dos veces),
Justine Larbalestier, Lauren Myracle, Scott Westerfeld, y Robin
Wasserman por comentar los primeros borradores; nunca he mostrado un
manuscrito a tanta gente ni he estado en tan extrema necesidad de
puntos de vista de cada persona.

Gracias a Libba Bray, Gayle Forman, Dan Poblacki, Sunita Apte y Ayun
Halliday, además a Robin, Sarah y Bob por hacerme compañía y tertulia 252
mientras escribía este libro. Gratitud para Donna Bray, Louisa Thompson,
Eddie Gamarra, John Green, Mellisa Sarver y Arielle Datz.

En Random House:

Angela Carlino, Rebecca Gudelis, Lisa MacClatchy, Colleen Fellingham,


Alison Kolani, Rachel Feld, Adrienne Weintraub, Lisa Nade, Judith Haut,
Paul Samuelson, Dominique cimina.

Gracias en especial a mi familia, que no se parecen en nada a los Sinclair.

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SOBRE EL AUTOR
E. Lockhart es la autora de cuatro libros sobre Ruby Oliver: The boyfriend
list, The Boy Book, The Treasure Map of boys, y Real Live Boyfriends.
También ha escrito Fly on the Wall, Dramarama, y How to Be Bad (El
ultimo con Sarah Mlynowski y Lauren Myracle). Su novela The
Disreputable History of Frankie Landau-Banks fue premiada con Award
Honor Book Michael L. Printz, finalista del premio Nacional del libro y
ganadora del Cybils Award a la mejor novela de jóvenes adultos.

253

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Cúpula de Libros

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