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Carlos Andrés Alvarado Bermúdez

EMPRESARIOS COLOMBIANOS Y LA INVERSION EXTRANJERA EN EL


SIGLO XIX

La mayor parte de los estudios, libros y antecedentes sobre la economía de


América Latina en el siglo XIX, evidencian uno de los procesos de inversión
extranjera más exitosos del mundo. En este proceso, los actores más distinguidos
fueron los ingleses y los norteamericanos, quienes lucharon por la hegemonía en
términos de inversión. Especificando, estos correspondían a: banqueros,
compañías mineras y empresarios e ingenieros.

“No cabe duda de que los inversionista extranjeros y los que introdujeron técnicas
hasta entonces desconocidas, desempeñaron un papel importante en muchos de
los países latinoamericanos y de manera especial en Argentina, Brasil, Perú y
México. El capital británico y la tecnología inglesa rejuvenecieron la industria
minera de México, Perú y Bolivia. Una compañía británica tomo el control de la
industria de fertilizantes de guano en el Perú. Bancos, ferrocarriles y servicios
públicos ingleses dominaron la economía de Argentina, Brasil y México. En chile,
como en Perú, la figura legendaria del empresario de ferrocarriles, Henry Meiggs,
sobresale de manera especial” (Safford,1969)

Para atender con certeza a la necesidad de investigar el avance económico de la


república, es necesario posicionarse entre 1830 y 1900 (Melo,1979). A partir de
esta delimitación, se ha determinado cómo se configuró el territorio nacional a
partir del desarrollo paulatino de la empresa y su constante actualización para
tener significancia alguna en la economía mundo. Se ha identificado, entonces,
una doble participación de personajes del territorio nacional, aunque también la
participación de ajenos, como se destaca en el párrafo anterior, fueron
fundamentales en este proceso tan tortuoso y largo como lo fue la industria en
Colombia.

Este trabajo presentará la inversión extranjera presenciada en Colombia a


mediados del siglo XIX, enfocándose en los sectores donde más se presenció este
proceso. Sin dejar a un lado, cómo no, la constante mención de economías
extranjeras que, al ser parte de este proceso de inversiones, se pueden traer a
colación para dar claridad al tema. Al igual, será clave indicar el papel de los
empresarios nacionales, en qué ayudaron a la economía del país y en qué casos
se vieron afectados por el comercio exterior.

Colombia en el siglo XIX ocupaba un papel importante entre los países


latinoamericanos, debido a su población, su densidad y su tamaño, aunque era
una población altamente rural. Por otro lado, el país era comercialmente pobre y
ocupaba un papel medianamente importante en el comercio exterior de América
Latina. Esta pobreza comercial se ve manifestada por la falta de capital público y
privado. Pero no es su única causa, pues otra de las causas de la pobreza de
comercio exterior residía en la situación geográfica del país. Existía una
variabilidad inmensa en los climas, trayendo consigo enfermedades, adicionando
que las tres cordilleras dividían el país de una manera notable y a su vez
afectaban el proceso de transporte por la dificultad en la creación de vías. Por esta
razón, también, la historia de Colombia ha sido muy regional.

Las condiciones de las carreteras eran altamente reprochables, ya que solo


podían ser transitadas por animales de carga. Los colombianos tenían que
acceder a este medio para poder comercializar sus productos, los cuales debían
ser artículos durables y semidurables. Lo que hacía más lento y más costos el
proceso de comercialización. Solo algunos alimentos eran enviados a grandes
distancias. Bogotá, Tunja enviaban harina de trigo, papas, telas de lana y algodón,
y algunos productos de hierro, a las provincias del occidente. El cacao, cultivado
en el Valle del Cauca y en la Provincia de Santander, era transportado para su
venta a Bogotá. El ganado que se criaba en los Llanos Orientales era llevado al
valle del Magdalena para su engorde, y sacrificado luego en las altiplanicies. La
mayor parte de los alimentos básico – maíz, plátano, yuca y subproductos del
azúcar eran transportados y negociados a cortas distancias, ya que podían
cultivarse prácticamente en cualquier parte del país”

El avance del país, en este sentido, estuvo siempre limitado a una serie de
empresas que no tenían el capital humano y mucho menos el capital monetario
para realizar a cabalidad todo lo que se proponían. La falta de vías, la tecnología
arcaica y para nada renovadora eran, entre tanto, los factores que más fácilmente
podían visualizarse al estudiar la agricultura e inclusive la minería colombiana.
Sobre esta última tenemos que su productividad, después de explotada la parte
más superficial (Ramírez, 2015) se limitó a ser explotado donde se pudiese. Y no
sería sino hasta la llegada de los extranjeros, con su tecnología un poco más
comprometida, que se empezaría a explotar de manera seria las ricas minas de
nuestro territorio. Minas que muchas veces, por falta de tecnología, habían
quedado sin explotar.

Por ello no puede quedar más que claro que los extranjeros inversionistas, fueron
precisamente los que cambiarían el panorama en tanto pudieron y dispusieron de
técnicas desconocidas hasta el momento, las cuales desempeñarían un papel
importante en el desarrollo en los países latinoamericanos. La entrada de estos,
por lo menos de forma legal y concienzuda, se posiciona en el siglo XIX, siglo de
independencias y de constantes búsquedas de inserción en el sistema capitalista,
el cuál era ya aceptado.

INDUSTRIA EXTRANJERA

Después de la independencia colombiana, el gobierno y los adinerados


empedernidos, estuvieron en un vaivén entre el conservadurismo republicano y el
liberalismo de una economía laissez-faire. Dentro de este vaivén, se dieron
políticas que permitían la inmigración de extranjeros, aunque la iglesia se cerrara
en un conservadurismo recalcitrante y para nada progresista. Se llegó, entonces, a
un acuerdo que facilitaba la nacionalización a los extranjeros en sólo dos años de
residencia en el país, concediéndoles tierras y propiedades con una facilidad
considerable.

Pese a que se incentivó este proceso, la inmigración extranjera no fue muy alta. A
mitad del siglo XIX había un promedio de 850 europeos y norteamericanos en el
país. La mayoría de los extranjeros tenían una alta influencia en el comercio, en la
política, entre otras. Además que residían cerca a los principales centros
comerciales. Sin embargo, aunque el número de extranjeros no fuera sumamente
alto, éstos tenían mucho dinero o muy buenas capacidades para invertir en las
empresas locales. Teniendo como propósito principal el beneficio personal.

En las guerras de la independencia, los patriotas tuvieron una ayuda de una gran
cantidad de soldados británicos. Muchos de éstos se alojaron en Colombia para
iniciar varias empresas. Sin embargo, mucho antes de que los ejércitos españoles
fueran arrojados del territorio colombiano, muchos comerciantes que vinieron de
Inglaterra, Jamaica y los Estados Unidos se establecieron en la mayoría de los
puertos colombianos. Después de asegurada la independencia, ingleses y otros
extranjeros hicieron importantes y significativas inversiones en la industria minera,
en las manufacturas y en las comunicaciones.

Como es el caso de la Colombian Mining Association en 1824, esta asociación de


origen inglés, tomó bajo su poder el control de las minas de plata de la provincia
de Mariquita, las cuales ya habían sido explotadas por españoles en el siglo XVIII
pero fueron improductivas por cuestiones técnicas. Por tanto, esta asociación en
tan solo dos años envió 191 mineros e ingenieros. La compañía invirtió más de un
millón de dólares en el acondicionamiento de las viejas minas y a su vez
empezaron a importar nueva maquinaria para robustecer la minería aurífera que
entregó la fuente más importante de divisas extranjeras durante el siglo XIX.

Por consecuencia, es necesario tener en cuenta un concepto más específico


sobre la minería aurífera y quién tiene su poder. Para ello, pues el facto no es lo
único, es recomendable ver cómo ha sido la legislación minera, el iuris en
Colombia. Se acudirá, entonces, a un análisis general de los cambios en la
legislación minera, partiendo de lo estipulado en el derecho romano, que
planteaba que las minas de oro y plata hacían parte de ese grupo de minas que
por ley pertenecían al dueño de las tierras donde se encontraban las minas,
siguiendo la idea de que él es propietario del suelo también lo es del subsuelo.
Esto no impidió que un décimo del producto de las minas, sin importar la
ubicación, parara en manos del emperador. Hacia 1248 se dio una orden jurídica
con el fuero de Castilla.
Esta recopilación legislativa, determinó que todas las minas de oro, plata y
cualquier otro metal eran del rey y no podían ser explotadas sin su licencia, ley
que se mantuvo a lo largo de la edad media y la época colonial. Desde 1821 a
1844 la legislación minera empezó a cambiar independientemente pero amparada
por la constitución de la Gran Colombia. Donde hasta 1858 las minas pertenecían
a la nación. En la nueva Constitución política de 1858 el gobierno de Mariano
Ospina estableció que las minas de esmeralda y sal Gema, eran reservadas a la
confederación. Y el resto de minas fueron adjudicadas a los Estados Confederado,
los cuales tenían plena libertad para legislar sobre las minas atribuidas. En 1863
las minas de esmeralda y sal gema pasaron a la unión (Ramirez, 2015).

En todo este marco, con pequeñas excepciones, se ve evidenciado que no existía


alguna ley que prohibiera que las minas fueran explotadas por extranjeros.
También es posible evidenciar que en la minería, probablemente por su
importancia, existió también un interés por ciertos productos y su explotación,
puesto que, como puede verse de forma explícita, la minas de esmeralda y sal
gema se limitaron a ser de X institución, dando claridad sobre la importancia
económica que probablemente tuvieron

Por poner un ejemplo acerca de la legislación no proteccionista contra los


extranjeros Juan Bernardo Elbers, un comerciante alemán que previamente residió
en Jamaica, obtuvo en 1821 derechos exclusivos por veinte años para explotar
barcos a vapor en el rio Magdalena, la principal arteria comercial del país.

Por otra parte, a mediados del siglo XIX se puede ver cómo se articula uno de los
procesos de inversión extranjera en el ámbito del transporte más exitosos de
América Latina y en particular en Colombia: la construcción y puesta en
funcionamiento de la Panamá Railroad Co. Esta línea férrea se diseñó y ejecutó
como una ruta de paso entre los océanos Atlántico y Pacífico. Esta empresa fue
una de las más rentables de su momento y reflejó de manera clara los intereses
económicos y políticos de los Estados Unidos. La empresa se configuró en uno de
los monopolios de transporte más importantes de la época, y significó uno de los
recursos fiscales más apreciados por el gobierno colombiano, presentando
simultáneamente profundas asimetrías de poder entre Estados Unidos y
Colombia.

Durante el mismo tiempo, el Capitán Charles Stuart Cochrane, vino a Colombia


con la esperanza de encontrar el oro que, según la leyenda, había sido arrojado al
fondo de la laguna de Guatavita por los indios Muiscas antes de la conquista.
Otros hombres de negocios ingleses dedicaron su atención a la explotación de las
minas de sal de Zipaquirá y a emprender proyectos de colonización y de
especulación en tierras.

En su mayoría los extranjeros eran comerciantes o artesanos, algunos de los más


notables empresarios británicos dedicaron sus esfuerzos a la agricultura. William
Wills vino a Bogotá en 1825 como empleado de Herring, Graham & Powles, una
firma que representaba a los acreedores de Colombia y a la Colombian Mining
Association. Poco tiempo después contrajo matrimonio con la cuñada del
Presidente Francisco de Paula Santander. En los treintas Wills puso en
funcionamiento el primer ingenio azucarero hidráulico del interior, cerca de la
población de Villeta, y con base en su productividad obtuvo del gobierno el
monopolio para abastecer de aguardiente a la provincia de Bogotá. Durante la
misma época Wills estuvo en la vanguardia para desarrollar la exportaci6n de
tabaco.

EI siglo XIX se caracterizó en Colombia por constantes disputas políticas entre


conservadores y liberales, que desembocaron en guerras civiles, como ocurrió en
1828-1831, 1839-1842, 1851-1854, 1860-1863, 1876, 1885, 1895 y 1899-1903.
También ocurrieron muchos otros conflictos civiles menores, reducidos a una o
dos provincias, especialmente, entre 1864 y 1880, cuando la política, y por tanto
las guerras civiles, fue en cierta manera descentralizada. Las primeras guerras,
causaron aparentemente algunas pérdidas directas a los negociantes extranjeros,
debido a contribuciones forzosas o a la confiscación de sus propiedades. Pero a
partir de 1841, los extranjeros estuvieron habitualmente libres de exacciones
arbitrarias. Este cambio se debió en parte a la amenaza latente de diplomacia
armada de parte de los gobiernos de Estados Unidos e Inglaterra, pero la razón
primordial estuvo en el deseo del gobierno de Colombia de atraer capitales
extranjeros. Durante la mayor parte del siglo XIX, los extranjeros disfrutaron de
una posición genuinamente privilegiada durante el tiempo de guerra. Los tratados
que se habían firmado con Inglaterra y otras potencias después de 1820, por
medio de los cuales se excluía a los extranjeros residentes del servicio militar
obligatorio y de préstamos forzosos, así como de muchos impuestos regulares,
fueron cumplidos al pie de la letra.

Más tarde, entre 1846 y 1852, las leyes colombianas prohibieron la navegación en
aguas colombianas a barcos de empresas extranjeras, Sin embargo, en los
cincuentas se produjo un cambio completo de política, y entre 1855 y 1864 una
gran proporción de los vapores fluviales eran operados y poseídos por empresas
extranjeras. En términos generales, tanto la política gubernamental como la
opinión pública eran altamente favorables hacia las empresas extranjeras, en
especial entre 1850 y 1880.

Así como muchos inversionistas extranjeros tuvieron frutos en Colombia, muchos


de los primeros empresarios extranjeros fracasaron no tanto por razones
culturales o políticas, como por razones puramente económicas. Los
inversionistas y gerentes extranjeros, influidos por espíritu de optimismo, habían
sobreestimado en mucho el potencial económico inmediato de Colombia. Era
ampliamente aceptado por los ingleses y norteamericanos que Colombia era un
país rico, que había sido mantenido en la pobreza por la equivocada política
colonial española. Sin embargo, muchos empresarios extranjeros se dieron cuenta
de que los horizontes económicos del país eran bastante ceñidos.

EMPRESAS NACIONALES.

A medida que el flujo de empresarios y negociantes europeos se reducía, lo


mismo ocurría con el capital europeo. Al mismo tiempo, en los periodos de
disturbios políticos, los mayores capitalistas colombianos transferían sus capitales
de Bogotá a países extranjeros o a lugares del país que no estuvieran afectados
por las guerras civiles. Como resultado, la región con la mayor población,
alrededor de Bogotá, cayó en una profunda depresión económica durante los
treintas. En esta región los precios descendieron y el ratio de interés en Bogotá
subió hasta oscilar entre el 2 y el 5 por ciento mensual.

Fue durante este periodo de aguda depresión, precisamente cuando el interés de


los capitalistas foráneos estaba desapareciendo, cuando la clase alta colombiana
asumió la iniciativa empresarial. Después de 1830, los extranjeros, especialmente
ingleses, alemanes y norteamericanos, continuaron ofreciendo las habilidades
técnicas, pero la elite aporto la mayor parte del capital y de la organización de los
negocios. Vale la pena destacar que estos colombianos emprendedores
pertenecían de manera muy clara a la clase alta, a familias terratenientes y
comerciales tradicionalmente respetados.

Las evidencias arrojan que quienes tomaron la batuta en liderar las empresas
fueron los empresarios más acaudalados (Safford,1969). Estos se embarcaban en
los más arriesgados proyectos. Medellín particularmente, se destacó por un cierto
patriotismo que ocasionaba que los líderes colombianos en términos económicos
se decidieran a invertir y hacer que el país no se quedara atrás (Botero,1984).
Además, las políticas ayudaban para que todo se gestara.

En consecuencia, la cantidad de manufacturas ensayadas por los comerciantes y


empresarios nacionales fueron muchas. Todo destinado a que la industria pudiese
adaptarse a las facilidades que presentaba el país en términos de materia prima.
Empero, las condiciones del mercado no eran las más adecuadas y favorables. El
metal, dice Safford, era posiblemente uno de los productos que más podían ser
desarrollados, aunque eso era precisamente lo que faltaba, desarrollarlo (1969).

De estas tentativas es que se desprenden una serie de dinámicas que tendían


hacia las pequeñas fábricas y su correcto desarrollo. La economía, hasta el siglo
XIX, y en gran parte de éste, era de tipo familiar y no muy desarrollado. Los
estudiosos, entonces, se han fijado siempre en mirar las dinámicas que
permitieron o no que la empresa familiar se desarrollase. La intervención de los
extranjeros para una asesoría en lo técnico era necesaria, pero no debe negarse
que se ha identificado también un gran interés de estos núcleos familiares por
adquirir y entender los conceptos de efectividad y eficiencia.

Para todas estas empresas emprendedoras, se vio por primera vez una necesidad
por crear un banco nacional que ayudase a los nacionales. Por ello es que no
cabe duda alguna de que existió también un espíritu nacional que apoyaba,
aunque este quedara supeditado muchas veces al extranjero. Como fuese, todas
estas iniciativas, tanto nacionales como internacionales, no fueron efectivas hasta
en 1870 cuando en cuando el Banco de Bogotá se fundó.

Todo lo anteriormente dicho, podría bien enmarcarse en un panorama de


ambivalencias transnacionales. Las economías francesas, francesas y
estadounidenses empezaban a tomar partido en un país en donde apenas se
estaba dando rienda suelta a una independencia de una metrópolis que, a gritos y
revueltas, se exija. Es por esto que las tentativas de inversión en muchos casos,
pues esto varió, se vieron truncadas por las tentativas nacionales o simplemente
por fracasos contundentes por la falta de una visión mínimamente clara.

Conclusión

En conclusión, Colombia en términos de empresarios e inversión extranjera se vio


en una ambivalencia constante. El éxito de los extranjeros fue contundente, como
podemos fácilmente observar hoy día. No obstante, muchos de los implicados
también salieron del país sin recursos algunos. Es destacable, en especial en
textos como el de Ramírez, la importancia de los empresarios nacionales en la
construcción de una red de economía funcional y productiva.

No debe despreciarse, como algunas veces se ha hecho, al comerciante nacional.


Pues éste, más que cualquier otro, tomo las riendas de la economía y se esforzó
por estar en equivalencia al extranjero, que con su tecnología, y a través de
artimañas como la doctrina Monroe, vino a hacerse con los recursos que el
territorio nacional nos daba. Por esta razón, la tarea del estudioso del asunto
económico, tanto en el siglo XIX como en el XX, debe estar fundamentada en un
marco en el que la inversión extranjera y el empresariado nacional se unen, desde
sus contrariedades, para hacer de Colombia una república competitiva y fuerte en
la economía mundo en la que hoy nos encontramos.
Bibliografía

 BOTERO, Fernando. (1984). La industrialización en Antioquia: génesis y


consolidación, 1900-1930. Medellín, Colombia: Universidad de Antioquia
 CORREA, Santiago. (2011). 1830-1928: un siglo crítico. El esfuerzo
empresarial colombiano. Bogotá, Colombia: Banco de la república.
 CORREA, Santiago. (2009). Banca y región en Colombia. 1850-1880.
Bogotá, Colombia: Revista de economía institucional
 MELO, Jorge Orlando. (1979). La evolución económica de Colombia, 1830-
1900. Bogotá, Colombia: Instituto Colombiano de Cultura.
 RAMIREZ, Natalia. (2015). La minería aurífera en Vetas y California:
denuncios de minas, compañías mineras y su impacto social y económico
entre 1886 y 1914 (tesis de grado). Universidad industrial de Santander,
Santander, Colombia
 SAFFORD, Frank. (1969). Empresarios nacionales y extranjeros en
Colombia durante el siglo XIX. Bogotá, Colombia: Anuario Colombiano de
Historia social y cultural.

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