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ENERGIA, RITMO Y FONACION

La energía es una potencia unificada que constituye la esencia de la vida y


conforma una unidad con la naturaleza y el universo en su totalidad.

En el cuerpo se manifiesta a través de la inteligencia de las células, la


formación de los diversos órganos y las funciones que los sostienen. Cada célula es
una vida individual que vive en relación con las demás, creando un complejo vital
rítmico que se crea y recrea permanentemente.

La inteligencia y el ejercicio de la conciencia se desarrollan en estrecha


interacción con el cuerpo, y esta unidad vital depende a la vez, de la trama sutil que
se establece entre la naturaleza y el cosmos. El sol y la luna determinan climas y
mareas afectando nuestro organismo, así como el equilibrio ecológico y las
especies son la fuente de nuestra supervivencia.

Diversas culturas extraeuropeas estudiaron la naturaleza de este fenómeno


hace miles de años, dejando escritos que aún nos sirven de guía, en tanto que otras
culturas están siendo recién develadas. El legado de antiquísimos libros sagrados
nos hablan de esta ciencia sutil, pero es muy particularmente en India y en China
donde se construyeron sistemas filosóficos que incluyen disciplinas destinadas a
percibir y coordinar la energía corporal con la energía de la vida en su totalidad.

Estas enseñanzas nos hablan de centros o campos de recepción de la tierra y


del universo y del rítmico fluir de ambos a través del cuerpo humano,
enseñándonos que nada de lo que conocemos como vida dentro de nosotros
acontece fuera de este ritmo.

Inscripta en su música y sus rituales religiosos, África nos transmite idéntico


mensaje.

Nuestro propósito es tratar el arte del canto como un fenómeno que sigue
las leyes del ritmo de la vida y es en base a ello que hemos desarrollado nuestra
metodología.

El Taoismo plantea que la energía se manifiesta a través de tres centros: la


energía orgánica, situada en el Tan Tien, el aliento, que se ubica en el centro cardio-
respiratorio, y el espiritual, que se encuentra en la región de la cabeza.

El primero determina la energía orgánica y el impulso vital de los actos.


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El segundo determina la capacidad de alentar la propia vida y la de los demás, de
abrir el corazón y respirar ampliamente. El tercero implica no solo la actividad
mental, sino los sentidos, la percepción sensible, simbólica y trascendente.

El impulso de estos tres centros va de abajo hacia arriba, tomando la energía de la


tierra y haciéndola circular a través de dos Canales. Así, partiendo de una correcta
alineación vertebral, va estimulando la secciones musculares de la zona
sacropélvica, lumbar, dorsal y cervical.

Estas secciones están relacionadas en cada caso con glándulas endocrinas y


estaciones del sistema nervioso que sostienen la actividad sensible y mental,
influyendo en la calidad de los actos, la percepción y la expresión de nuestra
relación con el mundo.

La fonoarticulación es manifestación de este proceso, recibiendo de las


cervicales la tonicidad necesaria para la utilización de la masa glótica y la
musculatura de la fonación.

La fonoarticulación es un microcosmos y como tal, funciona rítmicamente en


su giro de consonante–vocal, constituyendo la unidad articulatoria. Cada fonema
abarca la tonicidad de máxima tensión y su correspondiente distensión. La
consonante articulatoria es el arco que dispara la vibrante flecha de la vocal.

Este proceso requiere un previo reconocimiento corporal energético que


unificado a través de un proceso sistémico: “sol-tierra-luna”. El “sol-tan tien”, la
“tierra-cuerpo” girando a su alrededor y la “luna-fonación” girando alrededor de la
tierra; todo ello en armónica integración polirítmica.

El despertar de este principio de energía y su relación con el canto, requiere


una aproximación intelectual sostenida por ejercicios lentos, de acuerdo con la
enseñanza asiática e hindú. Sin embargo, este proceso sería incompleto si no
estuviese complementado por la entrega al ritmo que surge del carácter africano,
igualmente apto para abrir niveles de conciencia, además de los espacios internos
del juego y la pasión.

Llegamos así a la unidad de ritmo energético y ritmo musical, y con ello al


encuentro con la musicalidad inherente del cosmos, la naturaleza humana y la
formas expresivas del hombre. Donde hay energía, hay ritmo y donde hay ritmo
hay energía, por eso el ritmo es la esencia de la vida.

Decimos entonces que la voz es una manifestación de la energía vital en la


totalidad de su expresión. Y es por ello que nuestro tratamiento pedagógico está
basado en la multiplicidad y la unidad de la vida misma.

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