You are on page 1of 70

El Pastor, sus Calificaciones y Deberes

Por Hezekiah Harvey

Traducido Por Pastor Russell George

Contenido

Intro. – Algunas palabras del traductor y El llamamiento Divino al ministerio.

Sección 2 - Establecimiento en el Ministerio

Sección 3 – La Adoración Pública

Sección 4 – Reuniones Sociales y Devocionales

Sección 5 - La Administración de Las Ordenanzas

Sección 6 – El Pastor y La Escuela Dominical

Sección 7 – La visitación Pastoral

Sección 8 – Avivamientos

Sección 9 – La cultivación de la vida social en la Iglesia

Sección 10 – El Pastor como Administrador

Sección 11 – Velatorios

Sección 12 – La Cultivación Del Espíritu Misionero

Sección 13 – El Pastor Y La Prensa

Sección 14 – Relaciones Con Las Demás denominaciones


Sección 15 – El Cambio De campo

Sección 16 – Ministros Que No están Pastoreando

Sección 17 – El Estudio del Pastor

Sección 18 - La Responsabilidad Del Pastor

Sección 19 – El Testimonio Del Pastor

Sección 20 – La vida Personal Del Pastor

Algunas palabras del traductor

"Las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos hincados son las de los
maestros de las congregaciones, dadas por un pastor. Ahora, hijo mío, a más de esto sé
amonestado. No hay fin de hacer muchos libros; y el mucho estudio es fatiga de la
carne." (Eclesiastés 12:11-12) Yo soy un gran amante de libros. Ellos son amigos míos.
Hay buenos y malos amigos. Es así también con los libros. Cuando encuentro un buen
libro tengo un anhelo compartirlo con mis amigos pastores hispánicos. Si por acaso es un
libro escrito en Inglés, no puedo a menos que está traducido a Español. Cuando encontré
el Libro "EL Pastor, Sus Calificaciones Y Deberes" yo sabía que era un libro que debe
estar en las manos de mis amigos que son pastores hispánicos. Desde que, a mi
conocimiento, no hay una traducción del libro en Español yo mismo me puse a traducirlo.

Cada amigo mío tiene algunas creencias y peculiaridades con las cuales no estoy de
acuerdo. A veces tengo que disculparles y espero que ellos me brinden el mismo favor. Es
así también con los libros y este libro no es una excepción. La única manera de ser un fiel
traductor es traducir un libro tal cual como es. El hecho de haber traducido el libro no
quiere decir que estoy un cien por ciento de acuerdo con todo lo que él dice. En mí
opinión, hay poco o nada en el libro que va a guiar a un pastor por un mal camino. Hay
mucho que va a ser útil en guiarle en el camino recto y bueno.

Encomiendo este libro a ustedes con la esperanza que sea una gran bendición en su
ministerio.

El Llamamiento Divino Al Ministerio

Un llamamiento divino al ministerio es un requisito a cumplir con el ministerio cristiano.


Es lógico esperar que Dios, un soberano, elegiría sus propios siervos y enviarlos como
sus embajadores. En el Antiguo Testamento vemos que Dios llamó a los profetas. Por eso,
tenemos razón en esperar que en la dispensación presente él haría lo mismo. Nadie tenía
derecho a meterse en el oficio de ser profeta. Dios dijo: "El profeta que tuviere la
presunción de hablar palabra en mi nombre, a quien yo no he mandado hablar, o que
hablase en nombre de dioses ajenos, el tal profeta morirá." (Deut. 18:20) También Jer.
23:30 dice; "Yo estoy contra los profetas, dice Jehová, que hurtan mis palabras." Vea
también Jer. 1:4-10. La confirmación de esto se ve en considerar lo siguiente;

(1). Los pastores en el Nuevo Testamento son nombrados como los elegidos de Dios. Es
obvio en cuanto a los apóstoles y los setenta pero se ve en cuanto al ministerio en general.
Los ancianos de Efeso fueron puestos por el Espíritu Santo. (Hechos 20:28) Arquipo
recibió su ministerio del Señor. (Col. 4:17) Pablo y Bernabé fueron llamados por el
Espíritu Santo. (Hechos 13:2)

(2). El ministerio es un regalo de Dios, dado a la iglesia. "El mismo constituyó a unos
apóstoles; a otros profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de
perfeccionar a los santos para la obra del ministerio para la edificación del cuerpo de
Cristo." (Efesios 4:11-12). Los dones para este ministerio son otorgados por Dios y los
hombres están enviados a su obra por Dios mismo en contestación a las oraciones de los
santos. Vea Romanos 12:6-7, Lucas 12:1-28)

(3). La naturaleza de la obra, como se implica en los términos que se usa en designarla,
requiere un llamamiento divino. Se llama "embajadores de Cristo" que quiere decir que
hablan en nombre de él. Son mayordomos de él, encargados de llevar el evangelio a los
demás.

Por eso, el ministerio no es elegido como los hombres eligen un oficio, basado sobre su
preferencia o interés personal. Es algo que uno acepta en obediencia a un llamamiento de
Dios. El de estar consciente a esto es imprescindible calificarse por la obra. La
importancia que las Escrituras ponen en la obra del ministerio implica la distinción entre
el llamamiento al ministerio y el de elegir un oficio. Se puede expresar esta distinción de
la siguiente manera. En cuanto al pastor, su obra es una en la cual su consciencia le
obliga; él siente que es su deber hacerlo y, al contrario, se sentiría culpable. En cuanto a
aquel que elige un oficio, es un asunto de talentos, preferencia e interés él siente que es
sabio para elegir dicho oficio pero no hay él, sentido de obligación o de que sería
culpable si no lo elige. En el uno hay el sentido de obligación, como Pablo manifestó
cuando dijo; "Me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!" (I
Cor. 9:16) En cuanto al otro, hay un sentido de lo que es recto y sabio y la aprobación
divina pero el no hacerlo no sería rebelión en contra de Dios.

Hay dos extremos que se debe evitar en cuanto a la manifestación del llamamiento al
ministerio. Por un lado están los que piensan que el llamamiento constituye una
preferencia por tal ministerio y resulta porque algunos que están inclinados hacía a la
literatura o intereses personales buscan la obra del ministerio sagrado sin ser llamados
por Dios. Hay otros que piensan que nadie debe entrar el ministerio sin una manifestación
sobrenatural, como una voz del cielo junto con una lucha mental en busca de dirección
divina. Si no pasan por semejantes experiencias piensan que no están llamados. Resulta
que hay los que se equivocan y pierden. Pierden su verdadera misión de la vida. A la
verdad, el llamamiento es divino y lo mismo pasa con la salvación. Ninguno de los dos es
siempre acompañado por una manifestación sobrenatural. El llamamiento es confirmado
por la oración, nuestra experiencia y estudio de la Palabra de Dios. Debemos animar un
joven creyente a meditar con cuidado y preguntarse si puede ser que Dios le está
llamando al ministerio. Un pastor debe tener sabiduría y discernimiento de animar y guiar
a los jóvenes a buscar la dirección de Dios en cuanto a su misión en la vida. Así se puede
ayudarles a evitar la tristeza que resulta de no encontrar el plan de Dios para su vida. Es
posible rescatar a algunos de ocupar su vida en un oficio secular cuando deben estar en la
obra del Señor. El llamamiento divino se manifiesta de tres maneras que vamos a
delinear: en el corazón, en la convicción de la iglesia y también en la providencia de
Dios.

El llamamiento interno Lo siguiente está incluido en esto.

(1). Un deseo fijo y honesto por la obra. "Palabra fiel: si alguno anhela obispado, buena
obra desea. " (I Tim. 3:1) hace falta el deseo por la obra. Es cierto que fracasará si él no
tiene un gran entusiasmo por la obra. Es muy necesario que él se encante de predicar, que
le guste componer mensajes, y que el estudiar le sea placentero. Además, hace falta que
también esté plenamente convencido de que el bienestar eterno de los hombres depende
de su relación para con Dios. El debe tener un gran amor por Cristo y por la obra de Dios.
Pablo dijo; "Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mi mismo,
con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar
testimonio del evangelio de la gracia de Dios." (Hechos 20:24)

(2). Un pastor llamado divinamente debe sentir de continuo un anhelo y obligación de


predicar el evangelio. Pablo dijo; "Porque, me es impuesta la necesidad, y ¡ay de mí si no
anunciare el evangelio!" ( I Cor. 9:16) Puede ser que no siempre sentirá el mismo
imperativo intensivo por la obra pero siempre debe sentirlo, lo más que él se acerca a
Dios, lo más que va a sentir la aprobación e impulso de Dios. Por eso, para confirmar su
misión en la vida, hace falta mucha oración y el testimonio del Espíritu de Dios de que
estamos en su voluntad.

(3). Hace falta también un sentimiento de debilidad, de indignidad y de que la realización


tiene que depender de todo corazón en el poder de Dios. Esto, y nada más, es una prueba
infalible. Los jóvenes, por naturaleza, tienen mucha confianza en sí mismo. Muchos
obreros, usados por Dios, han llegados a esta realización después de una serie de
fracasos. Pablo dijo; "Y Tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; no que
seamos competentes por nosotros mismo para pensar algo como de nosotros mismos,
sino que nuestra competencia proviene de Dios, el cual asimismo nos hizo ministros
competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas
el espíritu vivifica."

El llamamiento de la iglesia
Esto se trata de la aprobación de la iglesia después de haber conocido bien al joven. La
iglesia debe estar de acuerdo con el hombre que tiene y también con las calificaciones
que tiene para el ministerio. El debe llegar a esta convicción de la siguiente manera: (1).
No hay dudas de su conversión. Esto es lo principal. Una equivocación en este sentido es
fatal. Será fatal para el obrero si el vive y muere inconverso. Será fatal también para la
congregación si su pastor es ciego espiritualmente. Es hipocresía si el pastor está obrando
por la salvación de los perdidos si él mismo no es salvo. Una iglesia jamás debe aprobar
un hombre para el ministerio si no está plenamente convencido de su conversión.

(2). El candidato para el ministerio también debe manifestar un grado superior de piedad.
El debe ser un ejemplo "en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza." (I Tim. 4:12)
El debe ser un modelo y por eso debe exceder a los demás en su experiencia y vida
espiritual. Un buen intelecto y facilidad en hablar no es suficiente. Hace falta también un
espíritu devocional y una vida espiritual ejemplar.

(3). El candidato debe estar bien confirmado en cuanto a sus creencias. Él tiene que
retener "la forma de las sanas palabras." (II Tim. 1:13) y hablar "lo que está de acuerdo
con la sana doctrina." (Tito 2:1) Aquel que no está firme en cuanto a sus creencias
religiosas o que se inclina hacía a lo que es nuevo o distinto no tiene un lugar divino en el
púlpito. El resultado de su obra casi siempre es destructivo para la verdad.

(4). El candidato debe tener capacidad mental y un buen conocimiento de las Escrituras.
Él debe manifestar que es "aprobado como obrero que no tiene de que avergonzarse, que
usa bien la palabra de verdad." (II Tim. 2:15) Desde que la obra principal del ministro es
la instrucción pública de la Palabra de Dios, él debe tener capacidad mental y
conocimiento adecuado de los temas que ha de tocar. Calificaciones morales y
espirituales, no más, son adecuadas. Él tiene que aclarar y proclamar verdad espiritual en
el púlpito igual que modelarla en su vida personal. Por eso, la piedad es importante, pero
si no es acompañado por dones mentales y disciplina, no alcanza para demostrar que uno
tiene lo que precisa para servir en el ministerio. Algunos hombres buenos se han
equivocados en asumir la obra del ministerio cuando no tenían el conocimiento ni la
capacidad para estudiar de continuo y producir mensajes.

(5). El candidato debe tener también el don de enseñar. Las Escrituras nos encargan que
tomemos lo que hemos recibido y encargarlos a hombres fieles que sean idóneos para
enseñar también a otros. (II Tim. 2:2) Leemos también en II Tim. 2:24-25 que el obrero
debe ser "apto para enseñar, sufrido, que con mansedumbre corrija a los que se oponen."
Gran habilidad y muchos estudios, en si, no es todo suficiente. Hace falta también el don
de enseñar. Él tiene que saber captar y mantener la atención de sus oyentes. El mejor
sermón falla a menos que la gente está despierta y atenta. Pablo y Bernabé no únicamente
predicaron el evangelio sino también "hablaron de tal manera que creyó gran multitud de
judíos, asimismo de griegos." (Hechos 14:1)

(6). El candidato también debe tener sabiduría y conocimiento en liderazgo. Estas


calidades son de suma importancia para el pastor. Él tiene que saber organizar y animar a
la gente en la iglesia para trabajar y usar a lo máximo sus dones. El éxito del pastor
depende en gran parte en su habilidad organizar y dirigir la obra de la iglesia. Por falta de
esto, hombres con gran capacidad mental han fracasado en el ministerio.

(7). Y, por último, el candidato debe tener un buen testimonio en el barrio. El siervo del
Señor, debe serle fiel a Cristo por lo cual, será muy probable que sea perseguido. I Tim.
3:7 dice; "Es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en
descrédito y en lazo del diablo." II Cor. 4:2 dice que el siervo del Señor debe
recomendarse "a toda consciencia humana delante de Dios."

La aprobación de la iglesia debe estar basada sobre el hecho de que el candidato llena
estos requisitos. Puede ser que él las llene en parte con una promesa, si él no e maduro. Si
él es un mayor, debe llenarlos en todo sentido. Esta certeza en la mente de los hermanos
de la iglesia sirve para confirmar el hecho de que el candidato mismo no puede juzgarse a
sí mismo en cuanto a su llamamiento. Él debe buscar la aprobación de la iglesia y aceptar
humildemente su juicio.

La llamada providencial

Es posible que las circunstancias le impiden a uno entrar en el ministerio pero las
dificultades no deben ser interpretadas como una indicación de que Dios no está
llamando. Muchas veces las dificultades sirven únicamente para humillar, educar y
preparar a uno para la obra del ministerio. Muchas veces el buen carácter e integridad son
el resultado de haber pasado por luchas en prepararse para el ministerio. Dios ha
prometido a guiar a los que buscan su dirección. El Salmo 37:23 dice; "Por Jehová son
ordenados los pasos del hombre." Santiago 1:5 dice también; "Si alguno de vosotros tiene
falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le
será dada." Para el hombre que pasó tiempo en oración, la llamada de Dios viene a través
de los eventos de la vida. La dirección del Espíritu son carteles en el camino que dice,
"Este es el camino. Andad por él."

Nadie debe entrar el ministerio sin estar consciente de haber tenido una llamada divina.
Aparte de ella, (1) el que se mete en el oficio de ser un embajador sin nombramiento y es
culpable de presunción. Dios no le ha enviado y él se va sin un mensaje divino. (2). Sin el
llamamiento él carece de coraje y el denuedo de aquel que está consciente de ser el
mensajero de un mensaje de Dios. La valentía en el púlpito exige el estar consciente de
ser un mensajero de Dios. (3). Aparte del llamamiento divino, uno no va a estar preparado
a enfrentarse con las disciplinas y exigencias del ministerio. Desilusiones y desalientos
vienen y el siervo del Señor tiene que apoyarse sobre la seguridad de haber sido llamado
por Dios al ministerio. Si no tiene esta seguridad él sigue en la obra con un espíritu
quebrantado o, más probable, abandonará el ministerio.

El Llamado Divino Al Ministerio


Sección II
Establecimiento en el Ministerio

I. Encontrando un campo

Prudencia para elegir su campo, especialmente su primer campo, es de suma importancia.


El primer campo tiene mucha influencia sobre el desarrollo del joven pastor. No es que
uno debe preocuparse. Junto con el llamamiento divino vendrá la dirección de Dios para
elegir su primer campo. Por eso, es imprescindible que pase tiempo en oración que el
campo sea abierto por la providencia de Dios. La dirección de Dios vendrá a través de la
obra del Espíritu en el corazón junto con los eventos externos. Las siguientes son algunas
sugerencias para elegir su campo.

(1). Cada obrero de Dios debe estar entregado a Dios y dispuesto a ir a un campo
misionero si es la voluntad de Dios. Nadie debe negarse a considerar esto porque su éxito
y felicidad en la obra fluye en gran parte de estar plenamente convencido que está
ubicado en el lugar elegido por Dios. Hay muchos campos misioneros abiertos al
evangelio en el mundo. Aún en nuestro país (E.E. U.U) hay grandes grupos de
inmigrantes que están esperando escuchar el evangelio. Es el plan de Dios que muchos de
los llamados por él ocupan un lugar donde hay mucha pobreza e ignorancia. No está mal
anhelar preeminencia en el ministerio pero es una equivocación pensar que sería más
disponible por elegir un campo misionero específico en vez de otro. Muchas veces los
misioneros en el extranjero disfrutan de más preeminencia que los que sirven en su patria.
Muchos de los que disfrutan de reconocimiento son los que se fueron a un campo
misionero lejano donde lucharon con dificultades y pocos recursos. A través de sacrificios
e incomodidades ellos desarrollaron la madurez y el respeto de los demás. Algunos de los
más útiles y elocuentes obreros de Dios son los que empezaron en un campo misionero
donde experimentaron grandes obstáculos. En el ministerio igual que en la vida, "El que
pierde su vida por causa de mí, la hallará." (Mateo 10:39) Hay quienes buscan grandes
cosas para sí mismo y al final llegan a la nada.

(2). Si un siervo del Señor tiene que elegir entre varios campos debe ser prudente en
elegir aquel que ofrece la más grande posibilidad de crecimiento. Hay pocas cosas más
desconcertantes para un joven pastor que el de encontrarse en una iglesia que no conduce
al crecimiento. Muchas veces es así en comunidades donde ya hay muchas iglesias y
poco aumento de la población. Lo ideal es una iglesia donde la mayoría anhelan ver
crecimiento en la iglesia y donde la población va en aumento. Así fue el plan de los
apóstoles. Ellos se fueron donde había mucha gente. De igual manera, es posible que
Dios nos llama a un campo donde no hay estas ventajas. En tal caso no se preocupe. Si
uno llega al máximo de su potencia otros campos se van a abrir.

(3). El voto de la iglesia al llamar a un pastor debe ser unánime, o si no, la gran mayoría,
para asegurar al pastor que él no va a enfrentarse con mucha oposición. Es importante
que sea suficiente tiempo para ambos, el candidato y la iglesia, a conocerse bien. El
candidato debe tener la seguridad de que la iglesia va a cooperar con él y ayudarle en
llevar a cabo su ministerio. La iglesia también debe estar segura de que el candidato va a
ser un pastor que pueden respetar y amar.

(4). El sueldo debe ser adecuado para sus necesidades y de conforme con lo que la
congregación es capaz de ofrecer. Se espera que el pastor viva sobre un nivel económico
más o menos igual al promedio de los hermanos de la iglesia. Se debe evitar, si es
posible, hacer una ofrenda como sueldo porque entonces él quedará a la misericordia de
la gente y los miembros quedan libre de cumplir con su deber. El Nuevo Testamento
declara que el "obrero es digno de su salario." (Lucas 10:7) Mejor es aceptar un sueldo
fijo que la promesa de ofrendas de vez en cuando.

Un verdadero pastor siempre está dispuesto tomar en cuenta las circunstancias de los
cristianos de la iglesia. Si hay pobreza o desempleo, el debe estar dispuesto a sufrir con
ellos con un buen espíritu. Un pastor debe poner el mayor ejemplo de acomodarse a sus
circunstancias sin rezongarse.

(5). Los acuerdos entre el pastor y la iglesia deben estar bien aclarados y definidos. Tal
vez no sería necesario que cada detalle esté escrito pero los asuntos principales sí. Esto
promueve la armonía u evita desacuerdos. Cuando una iglesia extiende una invitación al
candidato deben hacerlo junto con algo escrito que declara lo que la iglesia está dispuesto
ofrecerle. Entre los asuntos deben estar los siguientes:

El salario y cuando será el pago.

Cuando él puede entrar como pastor de la iglesia.

Tiempos de vacaciones (no debe ser menos que cuatro semanas y él debe estar totalmente
libre de responsabilidad.)

(6). En toda relación con la iglesia, el pastor debe esforzarse a quedarse digno de alto
respeto de la gente. El no debe buscar el llamamiento de una iglesia como un político. A
sí mismo, si una iglesia extiende un llamamiento a un candidato él jamás debe rechazarlo
de tal forma que indique que él piensa que es digno de un puesto más alto. También si él
está considerado por una iglesia, y luego es rechazado, no debe ofenderse, sino tomarlo
como una indicación de que no era la voluntad de Dios.

II. Obligaciones que se debe aceptar al llegar a ser pastor de una iglesia.

Al aceptar el cargo de ser pastor se toma por sentado lo siguiente:

(1). Que el pastor está de acuerdo con la doctrina y práctica de la iglesia y está dispuesto
enseñar y defenderlas. Es el deber del pastor enseñar y obrar de acuerdo con la enseñanza
bíblica. Si él no está convencido que la enseñanza y práctica de la iglesia no está de
acuerdo con la Biblia él está afuera de lugar para ocupar el púlpito de aquella iglesia. Si
él cambia sus creencias en cuanto a doctrina y práctica mientras que está sirviendo una
iglesia es su deber renunciar su puesto porque no puede seguir cumpliendo con el pacto
que tenía con la iglesia al principio. Es hipocresía aceptar el cargo de ser pastor de una
iglesia con la intención de cambiar la doctrina o práctica de la iglesia. De igual manera es
injusto quedarse en el cargo de la iglesia si no puede defender y enseñar la doctrina y
práctica de la iglesia.

(2). Se toma por sentado también que el pastor se encarga del bienestar espiritual de los
de la iglesia como un cargo sagrado de Cristo. Si es así, él se dedicará a obrar y orar por
su salvación. La obra maestra de su vida, a la cual todas sus aptitudes y todo su ser serán
dedicados, será para la salvación de almas y la edificación de la iglesia. Si él acepta el
cargo por un sueldo que ofrece o por la fama que puede brindarle, o pensando que será un
escalón a una posición más exaltada, él es un falso. Si, mientras que sirve como pastor de
la iglesia, él se permite ocuparse en otros intereses que quitan su energía del cargo
sagrado, él será culpable de infidelidad.

(3). Se entiende también que él quedará fiel a su cargo de ser pastor del rebaño, no
importa si la iglesia sufre adversidad o disfruta de prosperidad. Nuestro Señor, en Juan
10:11-12, hace fidelidad al rebaño la prueba del buen pastor. "Yo soy el buen pastor: el
buen pastor su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y que no es el pastor de quien no
son propias las ovejas, ve venir el lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las
ovejas y las dispersa." Cuando una iglesia pasa por angustias, no es indicación de que ya
es tiempo para el pastor despedirse de ella. Al contrario, puede ser aun más razón por la
cual quedarse. No será un buen pastor, aquel que abandona al rebaño cuando está en
adversidad o peligro.

III. Ordenación

Conforme al Nuevo Testamento, sabemos que los oficiales de una iglesia están elegidos
de entre sus miembros. Por eso, ninguna iglesia tiene derecho a ordenar a uno que no es
miembro de la iglesia. Por eso, si un pastor acepta el cargo de ser pastor de una iglesia,
entre las primeras cosas que él debe hacer es poner su membresía en la iglesia.

Cuando el concilio se reúne, una de las primeras cosas en la reunión debe ser el de
escuchar el testimonio del joven pastor. Incluido en su testimonio debe ser un relato de su
salvación y su llamamiento al ministerio. Después él debe presentar un discurso sobre sus
creencias. Normalmente él entrega un bosquejo escrito de sus doctrinas. Después de su
discurso, el que fue elegido a dirigir la reunión preguntará el concilio si ellos tienen
preguntas que quieren hacer al candidato. Él debe estar preparado contestar las preguntas
de la mejor manera.

Normalmente el concilio se constituye de miembros de la iglesia juntos con otros


pastores que fueron invitados a participar. Ellos tienen derecho pedir que el candidato
presente una licencia para predicar, si ésta le fue otorgada por la iglesia, su diploma del
seminario, y otras cosas que indicarán que él ha hecho un esfuerzo en prepararse para el
ministerio.
Al final el concilio se despide del candidato para consultar el uno con el otro y votar si es
prudente aprobarle para el ministerio. Muchas veces la iglesia ya está preparada para
proceder con las formalidades de la ordenación de manera inmediata. Algunos piensan,
razonablemente, que la ordenación formal debe ser en otra ocasión por si acaso él no
queda aprobado por el concilio.

La ordenación es un momento solemne en la vida de un pastor. Por eso, debe ser hecho
después de mucha oración y observación del candidato. Constituye un compromiso por
parte de ambos, la iglesia y el candidato. La iglesia se compromete a apoyarle y animarle.
El joven pastor sentirá aún más la obligación de quedarse fiel al cargo sagrado que le fue
dado. "No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la
imposición de las manos del presbiterio." (I Tim. 4:14)

Sección III

La Adoración Pública

La calidad de la adoración, en la mayoría de las iglesias, depende en gran parte en el


pastor. Él está encargado de la reunión. Por eso, es de suma importancia que él dedique
tiempo para preparar bien su predicación y también su espíritu para guiar a la gente en
adorar a Dios de corazón. Informar y educar no son las únicas funciones de la reunión. Es
también el de guiar y animar a las almas a levantar su espíritu a Dios en adoración de tal
forma que sea agradable a él. Para lograrlo se debe prestar una atención especial a tres
cosas:

Un tema en particular.

Cada reunión debe tener un tema en particular y todo debe girar alrededor de él. Puede
ser que asisten a la reunión no estarán conscientes del tema pero todo, los himnos, la
oración y el mensaje deben contribuir a la iluminación del tema. No se debe incluir algo
que desviará la atención de la gente del tema. Al terminar la reunión todos deben salir
pensando sobre el tema. Normalmente es el mensaje que se va a determinar el tema.

Atención sostenida.

La meta del pastor debe ser el de ganar cada vez más la atención de la gente hasta la
culminación con la invitación. El no hacerlo puede ser por causa de:

La falta de preparación. Resulta en una reunión aburrida. En la edad moderna es más


difícil mantener la atención de la gente.
Un estilo defectivo y monótono no mantiene la atención de la gente. El único remedio por
esto es entrenarse a ser más elocuente.

Es muy difícil predicar más de 30 minutos sin perder la atención de la gente. Por eso, es
de suma importancia saber bien lo que quiere decir y elegir con cuidado sus palabras para
aprovechar a lo máximo los 30 minutos.

El pastor debe descansar bien antes de la reunión. Él no debe dejar la preparación del
sermón hasta el último momento. El descanso adecuado deja su cuerpo y mente a la
cumbre de su capacidad. Algunos de los predicadores exitosos dejan el sábado para
descansar y recrearse para tener mayor fuerza el domingo.

C. Impacto espiritual.

El fin de la adoración es el de hacer un impacto espiritual sobre la gente. Los que


realmente conocen y aman a Dios se sientan un poco defraudados si la reunión no
despierta un interés más profundo en las cosas espirituales. El pastor puede ser elocuente
y capaz de mantener la atención de la gente porque toca temas de interés personal o
porque él es entendido, pero si no ha inclinado a la gente hacía a Dios, él ha fracasado en
dirigir la congregación en una reunión de adoración.

Su manera de ser en el púlpito

El espíritu y la manera de ser del pastor en el púlpito tiene mucho que ver con la cualidad
de la reunión. Si él es devoto, reverente y consciente de que está en la casa de Dios, él va
a influir a los demás a tener la misma actitud. La reunión tendrá el espíritu del líder. Por
eso, yo sugiero:

A. El pastor debe evitar una manera descuidada en el púlpito. Tal manera puede
manifestarse en su postura, su manera de manejar el himnario y la Biblia y en general en
la actitud que dice: "¿qué me importa?" Otra falta es la de ser mecánico y artificial. Si él
es rígido y formal, la gente no se siente cómoda. Para evitar esto es imprescindible que el
pastor este serio pero, a su vez, relajado.
B. Mientras que el pastor está en el púlpito, debe estar absorbido en su trabajo y en su
mensaje. Si aparenta tener otras cosas en la mente es muy probable que la gente dejará
desviar su mente en otras cosas también. Él puede manifestar esto por mirar por la
ventana mientras que está dirigiendo la música o por charlar con otro sentado en la
plataforma con él mientras que otro está dirigiendo la música.
C. En tanto sea posible, el pastor debe tener bien en mente los anuncios para que no sea
necesario consultar con otros en la congregación durante la reunión. Los anuncios deben
ser lo más breve y claro posible. Los anuncios son necesarios, pero a su vez, son un
desvío del tema principal de la reunión. El pastor que tiene un espíritu devoto y reverente
durante la reunión de adoración dejará la congregación consciente de que están en un
lugar sagrado y que es un tiempo solemne.

La adoración a través de la música.


La música es una de las más difíciles y, a su vez, más importantes partes de la adoración.
Hay desacuerdos en cuanto a la manera debida de conducir esta parte de la reunión. ¿La
congregación debe cantar o únicamente el coro? ¿Si todos cantan, debe ser dirigido por el
coro o por un director? ¿Está bien usar instrumentos? No todos están de acuerdo en
cuanto a estas preguntas. Por mi parte, el método no importa tanto como el espíritu. Un
método inferior con un espíritu reverente es mejor que un método profesional sin espíritu
reverente. En la música, igual que en la predicación, el corazón de los cantantes es lo que
importa más. Si de lo más profundo de su corazón los cantantes quieren adorar a Dios,
ellos van a elegir la música y el estilo que es más agradable a Dios. Ofrezco al pastor las
siguientes sugerencias:

El pastor debe expresar su gratitud a los cantantes. La falta de su gratitud resulta en


desánimo y desacuerdos en el coro. El debe estar consciente de la contribución que el
coro hace a la reunión. Ellos están sirviendo a Cristo y a la iglesia con su voz. Ellos hacen
un sacrificio de su tiempo en ensayos en preparación por las reuniones.

El pastor debe reservar para sí el derecho elegir, o por lo menos el privilegio aprobar la
música cantada por el coro. Así él puede asegurarse de que el tema de la música
concuerda con el tema de la reunión. También debe elegir los himnos antes de la reunión.
Si él tiene un director de música inexperto primero debe consultar con él antes de la
reunión para estar seguro de que sabe dirigir los himnos elegidos. Un pastor nuevo debe
estar consciente de que es posible que la congregación no estará acostumbrado cantar
todos los himnos que él conoce. Le conviene hacer una lista de himnos conocidos por la
congregación y cada tanto enseñar unos nuevos.

La música en una reunión de adoración debe ser devocional. No es entretenimiento ni un


tiempo para poner en exhibición talentos artísticos. Es un acto de adoración ofrecido al
Ser Supremo. Con palabras sagradas expresamos a Dios nuestra adoración,
agradecimiento y oración. Todos participan, no importa si están escuchando o cantando.
El pastor no debe estar ocupado en otras cosas durante el tiempo de la música.

La lectura de las Escrituras

La lectura de la Biblia debe ser incluida en cada reunión de adoración. El hacerlo


reconoce que es la Sagrada Palabra de Dios y que la congregación se presenta para
escuchar y buscar la dirección de Dios. El no hacerlo implica que las palabras de hombres
son de más valor que la Palabra de Dios. En el púlpito las Escrituras deben tener un lugar
preeminente como la autoridad suprema en la fe y la práctica.

La selección de la porción a ser leída. Aquí hay varias sugerencias:

La porción debe estar en armonía con el mensaje pero no es necesario que sea el texto del
mensaje. Puede ser que va a usar más de una porción de las Escrituras para aclarar el
mensaje.
La selección debe prestarse a la adoración. Debe ser obvio que si una de las selecciones
es de Levítico y este trata acerca de los leprosos y otra de las selecciones se trata de las
genealogías, no será adecuado.

Si es la costumbre leer una porción del Antiguo Testamento y también del Nuevo
Testamento es importante que ambos sean sobre el mismo tema o que sea armonía entre
las dos. Lo bueno de esto es que manifiesta la armonía de la Biblia en todas sus partes.

No se debe leer una porción tan corta que es incompleta. El de leer poco puede indicar
que el pastor piensa que lo que él va a decir es de más importancia que las Escrituras. El
tiempo dedicado a la lectura de la Biblia debe ser lo suficiente para indicar que la Palabra
de Dios es de suprema importancia. No debe ser tan larga que la gente se cansa de
escuchar ni tan corta que menosprecia su importancia.

B. La manera de leer

Muchas veces la Biblia no está bien leída en el púlpito. Muchos pastores fracasan en esto.
No se puede leer bien la Biblia sin prepararse bien para la reunión. El leer la Biblia con la
expresión debida es el mejor comentario sobre las Escrituras. Ningún pastor debe ser
negligente en esto. Los siguientes consejos van a ayudar.

Hace falta estudiar la porción con cuidado para saber bien su sentido. Sin hacerlo, puede
ser que el énfasis estará mal puesto y su verdad obscurecida.

Se debe estudiarla lo suficiente para que la mente capte bien sus pensamientos.

En algunos casos hay hábitos malos en la lectura. Un pastor debe pedir corrección y
esforzarse a superar sus malos hábitos

C. Consejos adicionales. Algunos tienen la costumbre de parar cada tanto y


interponer su interpretación al texto.

A veces hay razón por aclarar una palabra no bien conocida pero, aparte de esto, es mejor
dejar la Biblia hablar por sí misma. Parar y aclarar con frecuencia quita algo de la
majestad y autoridad de la Biblia.

El hacerlo alarga el tiempo dedicado a la lectura y así se puede perder la atención de sus
oyentes. También quita tiempo de la escuela dominical o la predicación.
Hay pocos que son capaces de hacerlo bien. El pastor Spurgeon tenía el don de hacerlo
pero, para los demás, es mejor no intentar exponer la Escritura de esta manera. Es mejor
leer la Biblia de la forma más clara y elocuente posible y dejar la exposición para el
mensaje.

La oración pública

La oración pública es la adoración de la iglesia en forma audible a través de su líder. El


pastor expresa en palabras audibles la adoración de la asamblea. Pero, es aun más. Sirve
también para estimular los pensamientos y anhelos de la asamblea y darle forma y
dirección a ellos de manera que sus corazones estén vivificados y transportados hacía a
los cielos. En la oración pública el corazón del pastor toca más íntimamente los
corazones de la gente. Las fuerzas espirituales de su naturaleza se sienten inspirando,
guiando y ayudando a las almas en su acercamiento a Dios. El poder hacerlo depende en
parte en algunas reglas pero aun más en su comunión a diario con Dios y el estar enterado
de las angustias y necesidades de la congregación. Entre las reglas surgiremos las
siguientes:

La forma de hacerla. Por regla general no debe ser escrita. Las formas literarias se debe
rechazar por las siguientes razones.

No se encuentran ni un solo ejemplo en las Escrituras. Tenían lugar en las iglesias como
resultado de la corrupción de la adoración.

Sirven para frenar un espíritu de adoración entre ambos, la gente y el ministro.

Son en términos generales y no expresan las exigencias especiales de la congregación en


el momento.

B. La oración, que sale en el momento, de la mente y corazón del orador no es, en


todo sentido, sin previo pensamiento. La mente, si es posible, debe estar
ocupado en meditar sobre las peticiones apropiadas. Muy a menudo el pastor
está tan apurado en empezar con su mensaje que deja para la oración lo que
sale de su boca en el momento.

C. Las peticiones. Las peticiones de la oración deben nacer de las siguientes


fuentes.

Pueden ser expresadas en frases bíblicas, especialmente las de porciones devocionales.


No hay mejor manera de expresar adoración que con las palabras de la Biblia.

La oración pública es una manifestación de la manera en que el pastor derrame su espíritu


en su oración en privado. Es una vislumbre, no más, de su oración a diario por el pueblo
de Dios y por el bienestar de la iglesia.
La oración pública debe expresar la identificación emocional que el pastor tiene para con
su congregación. El debe estar al tanto con sus tentaciones, angustias, anhelos y peligros.

La oración del pastor debe manifestar a la congregación que él tiene de continuo su


bienestar sobre su corazón. Únicamente así él los puede guiar y expresar a Dios el deseo
de cada uno de ellos. El recluso que pasa todo su tiempo con libros podrá expresar una
oración elocuente pero será impotente para guiar a las almas en la adoración que viene de
lo más íntimo de su corazón.

En cuanto a la oración pública ofrezco las siguientes precauciones:

No se refiera a sí mismo muy a menudo. La oración pública es para la congregación y no


para sí mismo. No es el momento orar por su salud, su trabajo o sus necesidades
económicas. Tampoco es la ocasión de pedir perdón por un sermón no bien preparado.
Siempre estará bien pedir ayuda divina en predicar el mensaje y cumplir con la obra del
ministerio. Por supuesto, la congregación debe compartir esta petición.

Ten cuidado de lo que dice de personas o familias en la oración. Si están pasando por un
mal momento está bien orar por ellos. Jamás debemos aprovecharnos de la oración
pública para elogiar o criticar a alguien. Tampoco es un tiempo apropiado para amonestar
o retar a la congregación. La oración es, en especial, para el oído de Dios y no de los
hombres.

La adoración pública no debe ser en forma de enseñanza doctrinal. No nos toca enseñar a
Dios. La oración no es un sermón. Es el derrame de nuestro corazón a Dios. No es que
los oyentes no pueden aprender de la oración pero nuestra meta jamás debe ser el de
enseñar algo.

El orden de la oración El hacer las cosas en orden tiene ventajas. Es concentrar en una
cosa a la vez. Ayuda a la memoria si tocamos a un tema a la vez. Una oración falta de
orden, y no es muy eficaz, si los temas saltan a la mente en el momento. Sugerimos el
siguiente orden en la oración pública: invocación, adoración, agradecimiento, confesión
petición y intercesión. La invocación reconoce la necesidad de la ayuda del Espíritu
Santo. En la adoración celebramos el carácter, perfección y las obras de Dios.
Agradecemos a Dios por su misericordia y provisión por nuestras necesidades.
Confesamos que no somos dignos de su gran bondad y pedimos perdón por nuestros
pecados. Levantamos nuestras peticiones a Dios e imploramos su intervención. Debemos
pedir a Dios que supla nuestras necesidades tanto físicas como espirituales. La
intercesión se trata en especial de la oración por las personas de la congregación o
conocidos de ellos. Entre ellos sería los que han sufrido la pérdida de un ser querido, los
enfermos y internados, otras iglesias, misioneros y gobernantes. Normalmente la mayor
parte de la oración consiste de peticiones.

Por supuesto, debemos cambiar el orden de la oración cada tanto para evitar rutina. La
invocación siempre será primero, pero se puede intercambiar los demás elementos. El
pastor debe meditar de ante mano sobre lo que debe estar incluido en la oración. Aún así
es más probable que se olvidará de algo y otras cosas serán añadidas que saltan a la
mente en el momento.

A. La manera de orar. La manera de orar no tiene menos importancia que la manera de


predicar. Ofrezco las siguientes sugerencias en cuanto a la manera de orar.

Su postura. En las Escrituras encontramos ejemplos de gente orando parados y


arrodillados. Siempre debe ser en actitud de reverencia. Por regla general, debe ser sin
movimiento de los brazos. Los ojos deben estar cerrados y el semblante natural y serio.
Debemos tomar en cuenta que no todos mantendrán sus ojos cerrados.

Se debe expresar en palabras simples y reverentes. No es un tiempo para volverse


elocuente. No debemos usar palabras sentimentales ni exclamaciones como ¡oh! O
¿viste? ni lo que sería grosero o fuera de común. Tales cosas destruyen el espíritu de la
adoración. Puede ser que los que tienen gran falta de cultura van a aplaudir pero los
piadosos estarán agraviados. Reverencia, naturalidad y simpleza son de suma importancia
en la adoración pública.

El tono de la voz debe ser la expresión natural de súplica. Se debe evitar las siguientes
fallas. Un tono bullicioso y fatigado. Un tono arrogante y autoritario es irreverente. Un
tono lloriqueo implica que uno está quejándose de Dios. A veces estos tonos
desagradables resultan de una cabeza fuera de su posición normal. Puede ser por mirar
demasiado hacía arria o hacía al piso y así uno tiene que esforzar la voz para hablar.
Dolencias de la garganta entre predicadores a veces resultan de usar mal las cuerdas
vocales en la oración. Tenemos que tener cuidado de no abusar las cuerdas vocales ni orar
en un tono que no sea natural.

Es obvio que, en la adoración pública, el espíritu llevado por adelante por la influencia
divina va más allá que reglas humanas. Tenemos que tomar en cuenta que las
peculiaridades mentales y espirituales del hombre así como en la predicación van a
moldear su manera y a veces esto justifica lo que en otro sería ofensivo. El cumplir bien
esta parte de la adoración es de suma importancia. Demasiado a menudo los pastores son
negligentes en esto. Por eso, le conviene al pastor revisar sus oraciones públicas para
detectar sus defectos. Le conviene al joven pastor pedir ayuda de alguno de confianza en
la congregación a informarle de sus defectos y darle consejo en cuanto a maneras de
mejorar su oración pública. Al saber sus defectos, hace falta auto disciplina para corregir
lo que está acostumbrado hacer mal. Un joven es más capaz de corregir defectos que un
hombre mayor pero, sea un hombre joven o mayor, debe esforzarse hacer mejor lo que es
una parte importante en la adoración pública de la iglesia.

La predicación

Cristo es el tema predominante en el púlpito. Todos los demás temas giran alrededor de
este. El Apóstol Pablo dijo; Nosotros predicamos a Cristo." (I Cor. 1:23) Él dice que el
mensaje del ministerio es; "Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo,
no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra
de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios
rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo; reconciliáos con Dios. Al
que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos
justicia de Dios en él." (II Cor. 5:19-21)

Toda la verdad predicada, no importa cual ancho sea el rango de sus temas, tiene una
relación vital a Cristo, y ningún tema es digno de ser tocado en el púlpito si no se puede
terminar por hablar de Cristo. Los temas de la predicación han sido iguales en todas las
edades. El corazón humano, en su decadencia y necesidades, no cambie a través de los
años y el remedio de Dios, el evangelio, es siempre lo mismo. Los hombres, las doctrinas,
los deberes, las promesas y las amenazas de la Biblia son los temas apropiados para el
púlpito. No hace falta ningún tema que no se encuentra en la Palabra de Dios. Los
predicadores eficaces en todas las edades han adquirido a las mismas grandes verdades.
Lo que ha sido distinto ha sido su manera de ilustrar y aplicarlas. Las peculiaridades del
predicador y las circunstancias de su tiempo modifican la forma de presentarlos pero los
temas de sus mensajes no han cambiado

Sermones

El evangelio brinda una fuente inagotable de temas. Cada pastor debe ser cuidadoso en
asegurarse que hay variación en sus temas e ilustraciones. Las siguientes son sugerencias
en tener variación.

Continuamente debemos estar estudiando cuidadosamente la Biblia. Sus palabras son las
Palabras de Dios y, por eso, son vivas y potentes. "Son espíritu y son vida." (Juan 6:63)
El pastor que se dedica estudiar este libro divino tendrá su mente llena con los vivientes y
eternos pensamientos de Dios y no los pensamientos efímeros, débiles de los hombres.
Hay un mundo de diferencia entre un sermón lleno de los pensamientos de Dios,
predicado como la Palabra de Dios para los hombres y un discurso filosófico entregado
de la mente y basado sobre razonamiento humano. La diferencia no está únicamente en la
inefable grandeza del poder despertar y salvar las almas de los oyentes sino también en la
mayor eficacia del pastor para preparar sermones de una inagotable fuente de recursos.

Una relación personal para con Dios es de suma importancia. Todos los corazones son
iguales en su naturaleza básica y él que está bien al tanto con su propio corazón es más
capaz de entender los corazones de los demás. El poder del pastor depende en gran parte
en su conocimiento de la influencia que el evangelio tiene sobre el corazón. Hace falta de
más que un conocimiento de la naturaleza humana. Esto se puede sacar por estudios de
Shakespeare y libros de ficción. Hace falta conocimiento del alma humana bajo el poder
del pecado o la influencia del Espíritu Santo.

Un fiel pastor va a estar en comunión con los de su congregación y así va a saber acerca
de su condición espiritual. Esto va a sugerir los temas que él debe tocar en su predicación.
Casi cada vez que hablamos con otros sobre verdades espirituales habrán otros temas que
vendrán a la mente.
Debemos tener el hábito de leer libros que se tratan de temas espirituales. Así vamos
alimentando nuestra fuente de material.

Nos conviene guardar un fichero en el cual anotamos textos, temas, pensamientos e


ilustraciones. De continuo ellos saltan a la mente en cumplir la obra pastoral. No
debemos perderlos. Debemos guardarlos de tal forma que estén siempre a nuestro
alcance. Sirven para enriquecer y hacer más eficaz nuestra obra en el púlpito.

Los temas. Los temas de sermones se puede dividir entre los que son doctrinales,
experiencia y los prácticos. De regla general, un mensaje es una combinación de los tres.
Se puede archivarlos según lo que es la idea predominante del sermón.

1. Sermones doctrinales.

Hay quienes dicen que debemos predicar a Cristo y no la doctrina pero, ¿cómo se puede
predicar a Cristo sin predicar la doctrina? Cristo no es una persona imaginaria sino un ser
personal viviente. Si predicamos a él, tenemos que predicar sobre su divinidad, su
humanidad, y su intercesión entre Dios el Padre y los hombres. Si predicamos sobre lo
que él ha hecho tenemos que hablar de su humillación, su muerte y la expiación que él
hizo por el pecado. Si predicamos sobre lo que él es, tenemos que hablar sobre su reino
en los cielos, su relación para con Dios el Padre y liderazgo sobre la iglesia y lo que él
hace por ella. . Y si predicamos sobre lo que él será, tenemos que declarar el triunfo final
de su evangelio, su venida eminente, la resurrección, el juicio y la gloria que su pueblo
disfrutará junto con él. La verdad es que no se puede predicar a Cristo sin predicar
doctrina. Su encarnación y muerte vicaria presuponen la caída, degradación y
culpabilidad del hombre y su necesidad de la regeneración. Toda la doctrina en las
Escrituras gira alrededor de Cristo y predicamos a él únicamente cuando predicamos a
ellos. En esto se encuentra el verdadero poder del púlpito. El sermón que introduce estas
grandes verdades al hombre le prepare para la salvación. Ellas sirven como el
fundamento de la experiencia genuina. Un ministerio que no es nada más que exhortación
es un fracaso. No pone un fundamento para la vida cristiana. En predicar la doctrina se
debe tomar las siguientes precauciones:

Ten cuidado de parcialidad. Cada pastor tiene sus temas favoritos. Hay peligro de
ocuparse demasiado en una verdad o una clase de verdades. El hacerlo puede torcer el
sentido del evangelio. Por eso, debemos esforzarnos a tocar todos los grandes temas de la
Biblia. Así sus oyentes pueden ver cada doctrina en su justa relación para con las demás.
Es posible predicar la pura verdad de tal forma que es casi error.

En tanto que sea posible, debemos evitar el presentar temas en forma polémica.
Semejante forma de predicar deja sus oyentes con una actitud antagónica. A veces hace
falta la polémica si predicamos sobre una doctrina que está siendo criticada pero, por
regla general, es mejor evitar la polémica en la predicación.
Sobre todo, debemos evitar una forma formal y aburrida. Sus oyentes no lo van a
escuchar. Un sermón no es una disertación teológica. Es nuestro deber satisfacer almas
hambrientas. Juan Newton dijo que debemos saber distinguir ente carne y huesos.

Sermones que se tratan de la experiencia cristiana. Hace falta distinguir cuidadosamente


entre lo genuino y lo falso en la experiencia. El bienestar y consolación de las almas
depende en esto. Es un aspecto delicado y difícil en la obra del pastor. A veces la
predicación sobre la experiencia está vituperado porque tiende a dirigir la mente de la
gente hacía a sus propios corazones y no hacía a Cristo. Hay peligro de esto,
especialmente si una gran parte de la predicación es de esta índole. Hay muchos que
andan en busca de experiencia y les hacemos más mal que bien si concedemos a sus
anhelos. Sin embargo, cada pastor debe predicar, a vez en cuando, mensajes de esta clase.
No podemos mirar por alto el lugar importante que la experiencia tiene en las Escrituras.
Conocimiento de nosotros mismos es de suma importancia, y en el púlpito debe hacer su
contribución. El predicar la verdad objetiva y desatender lo subjetiva sirve para engañar a
sí mismo. La Biblia es rico y lleno de material que manifiesta el carácter ideal. Un
estudio cuidadoso sobre esta verdad ayudará mucho en discernir entre la experiencia falsa
y la genuina. Los profetas, los Salmos, los evangelios y las epístolas están llenos de
dichos que nos ayudan en delinear entre lo verdadero y lo falso, y entre las obras de la
carne y el fruto del Espíritu. Además hay libros como el de Jonatán Edwards sobre los
afectos. También nos conviene tener conocimiento íntimo de nuestro corazón y las
experiencias y el carácter de la gente en nuestro alrededor.

En cuanto a esto sugiero lo siguiente:

Debemos enseñar con claridad los principios espirituales por los cuales se puede
distinguir entre experiencias verdaderas y falsas. Una falta muy común es la de declarar
que tal o tal cosa está mal y prohibida para un creyente sin explicar porque. Así no
compartimos con el creyente el principio por el cual él mismo puede discernir.

No debemos asumir que el mismo molde sirve pare cada experiencia. Lo que es una
experiencia emocional para una persona no es para todos. La naturaleza emocional no es
igual para todos. Depende también de la edad y la madurez de la persona.

Casi no hace falta hacer mención del hecho de que no debemos hablar mucho de nuestra
propia experiencia. Es llamar atención a sí mismo y no dirigir a la gente a la regla divina
de la Palabra de Dios.

3. Sermones prácticos.

El balance y belleza del carácter cristiano depende en la sabiduría y fidelidad del púlpito
en delinear los deberes de la vida cristiana. El Nuevo Testamento revela un sistema
sublime de normas cristianas. El hacer caso de ellas sirve para ennoblecer al creyente y su
iglesia. Esta debe ser una de los esfuerzos más nobles y más grandes. La educación de la
consciencia cristiana es una de las funciones imprescindibles de una iglesia. A pesar de
ser renacido y tener creencias ortodoxas, es posible que tengan muchas faltas en la vida
debido a la falta de instrucción moral. Una vida estará manchada por muchas fallas y sin
atractivo si los ideales verdaderos de la vida cristiana no han sido desarrollados.
Así su vida no es un imán radiante con la belleza de santidad que atrae a los hombres a
Cristo. En los últimos años hemos visto una desmoralización de los creyentes en su
integridad y fidelidad a la verdad. Nos preguntamos si el púlpito ha declarado
adecuadamente la moralidad del evangelio. Sugerimos lo siguiente:

Cuando presentamos un deber debemos explicar claramente la base para que todos sepan
porque es nuestro deber y las consecuencias de no cumplir con él. Así despertamos la
consciencia y la mente estará iluminada. Nadie permanece en obediencia si él no está
plenamente convencido y comprende la base de la obligación, y los principios morales
que exigen su cumplimiento. Un reconocimiento claro de la base de su deber sirve para
purificar y mejorar el carácter. Nuestra meta debe ser el entrenamiento de un principio
ético en la consciencia y no meramente la obediencia ciega.

Los motivos por cumplir con nuestro deber no deben ser legalistas sino que deben fluir de
la relación que el creyente tiene para con Cristo. El motivo por obedecer debe ser más
bien el amor y no tanto el temor.

La impotencia del creyente que obra únicamente por el impulso de temor y legalismo se
manifiesta con viveza por la experiencia del Apóstol Pablo en Romanos capítulo siete. Él
describe la lucha infructífera para alcanzar lo bueno cuando su impulso era el
cumplimiento de la ley. El quedó derrotado en desesperación. Únicamente Cristo y fe en
él nos da la victoria sobre el pecado. El anhelo del creyente debe ser el llegar a la
"medida de la estatura de la plenitud de Cristo." (Efesios 4:13) Debe ser posible decir; "El
amor de Cristo nos constriñe." (II Cor. 5:14) La verdadera vida cristiana es el flujo de
gratitud, adoración y amor. Los motivos extraídos de la relación del alma con él son el
impulso del corazón cristiano y tienen el poder para mantenernos perpetuamente en la
santidad.

Esto requiere que el pastor sea fiel en una clara presentación de los deberes y una
oposición, sin miedo, del pecado. Raras veces es sabio usar el estilo de denuncia. La
verdadera voluntad se manifiesta, no tanto en la manera sino más bien en la materia del
sermón. Consiste en la explicación clara y con denuedo de los pecados y errores más
comunes. En hacerlo no debe ser una falta de verdadera denuedo en la manera pero de tal
forma que todos estén persuadidos de su maldad. Así se acepta la verdad sin provocar el
enojo.

En elegir temas se sugiere lo siguiente:

En tanto que sea posible, el tema debe relacionarse a la vida cotidiana de la gente. Esto
requiere una relación íntima entre la vida del pastor y la vida actual de la gente. Un
hombre solitario es capaz de malgastar mucho tiempo en el púlpito predicando sobre
temas que no tocan la experiencia verdadera y las vidas de sus oyentes.
Se debe elegir los temas con mucha oración y la búsqueda de la dirección divina. No hay
nadie que sabe mejor que Dios las necesidades de la gente. Cuando elegimos un tema de
esta manera podemos predicar con autoridad porque sabemos que es un mensaje de Dios.
Un sermón debe desarrollar en el alma del pastor y estar lleno de vida y poder como una
obra del Espíritu Santo. Cuando brota de esta fuente llega a ser un mensaje divino, tal
cual debe estar entregado por un embajador de Cristo.

La exposición

Este método de predicar no ha sido empleado mucho en estos últimos años. Tal vez la
razón para esto es doble. En parte es porque el mensaje no es lo más fácil de preparar. Por
otra parte, es porque la Biblia no está leída con gran regularidad y no hay tanto interés en
saber lo que la Biblia dice. Sin embargo, la exposición tiene ventajas para ambos, el
pastor y el pueblo, que van más allá de otras formas.

Ventajas para el pastor.

Este método promueve un estudio exegético y un, cada vez más amplio, conocimiento de
las Escrituras. El proceso nos enriquece con un rango cada vez más amplio de
conocimiento bíblico y teológico. También nos guarda de la monotonía. En vez de repetir
hasta el cansancio, el predicador es cada vez más rico y variado en su rango de
pensamientos e ilustraciones. Contribuye también a más familiaridad con las maneras
bíblicas de pensar y expresarse y le da más fuerza y simplicidad en comunicar con el
corazón cristiano. Además conduce el alma del predicador a una comunión viviente con
el espíritu de la Biblia y contribuye a su propio bienestar espiritual.

Ventajas para la congregación.

Es obvio que tal método de predicar va a ayudar en eliminar las dudas y dificultades que
la gente tiene hoy en día con la Biblia. Así el predicador puede plantar delante de la gente
el resultado de estudios modernos en la historia, arqueología y geografía que han
iluminado, confirmado y verificado la Biblia. Tal método también desarrolla principios
sanos de la interpretación y sirven para educar a la gente en la manera debida de leer e
interpretar la Biblia. Así la Biblia llega a ser de más alto valor para ellos.

Otra ventaja es que los creyentes están más acostumbrados a apoyar su fe, no tanto en
proclamaciones del púlpito o dogmas de la iglesia, sino en la Palabra de Dios. El
predicador que es negligente en exponer la Biblia en el púlpito está negando de la gente
la riqueza en sumo grado de la verdad divina. Él deja una gran parte de la Biblia a ser un
libro sellado. En el púlpito debemos presentar las riquezas de las Escrituras que viene en
forma de tipos, poesía, profecía, parábolas y epístolas. El resultado inevitable de no
hacerlo es la ausencia de profundidad y integridad en la vida cristiana de la gente en
nuestras iglesias.

4. Sugerencias en cuanto al método de exponer las Escrituras.


El pastor debe elegir porciones de la Biblia que facilitan una explicación inteligente a la
congregación de varias niveles de madurez y educación. Las visiones simbólicas de
Ezequiel o Apocalipsis sirven para despertar interés, pero normalmente van a ser difíciles
mantener la atención de la gente por un largo lapso de tiempo.

Hace falta dividir la porción en sectores, cada uno suficiente grande por un sermón. Cada
sector debe tener un tema específico. Esto da unidad al discurso. Por ejemplo, el primer
capítulo del sermón del monte se puede dividir así:

V. 1-12 las bienaventuranzas. La felicidad, su fuente no es externo sino interno, no


material sino espiritual

V. 13-16 La relación del discípulo al mundo. El Dios del creyente es le mediador de la


influencia salvador y conocimiento espiritual de los hombres.

V. 17-20 La relación de Cristo al Antiguo Testamento. Cristo no destruyó sino cumplió la


ley antigua.

V. 21-24 La ley como fue interpretado por Cristo. El pecado no consiste únicamente en el
acto sino también en pensamientos secretos

Primer ejemplo. (21-26) la ley del asesinato

Segundo ejemplo (27-32) la ley del adulterio

Tercer ejemplo (33-37) la ley en cuanto a votos

Cuarto ejemplo (38-48) la ley de vengarse.

Las primeros tres divisiones y los cuatro puntos debajo del cuarto son bastante amplios
que cada uno puede servir por un sermón con un tema definido. Se puede dividir así una
gran parte de las Escrituras. Así el predicador no falta de unidad en sus discursos.

Debemos desarrollar el tema general por explicar cada parte del pasaje. Así podemos
poner a manifieste la verdad especial que el Espíritu Santo presenta en la porción. Toma
por ejemplo Romanos 5:1-11. Aquí, envuelto en el argumento del Apóstol, el tema
general es "los efectos del creyente través de la justificación por fe" Estos efectos son:

I. V. 1-2 El ajuste perfecto de su relación para con Dios

II. V. 3-5 La transformación de pruebas terrenales en bendiciones.

III. V. 6-10 La seguridad absoluta de su salvación eterna.

IV. V. 11 El regocijo que viene al contemplar el carácter divino de Dios como se


manifiesta a través de Cristo y la expiación.
Los puntos distintos del pasaje contribuyen al desarrollo e ilustración del tema principal e
indican la dirección y método de la exposición.

Después de desarrollar el tema por un análisis y exposición de la porción debemos


delinear las inferencias hacía a doctrinas, deberes, y aplicaciones prácticas al corazón y a
la consciencia. Esto es de suma importancia porque se trata de la aplicación de la verdad
al carácter y la experiencia cristiana. También se puede aclarar errores y pecados. La
predicación exposicional nos brinda un rango amplio de aplicaciones prácticas.

En la predicación exposicional debemos evitar la crítica del texto, el exponer nuestro gran
conocimiento y familiaridad con los mejores comentarios o la crítica de varias
interpretaciones del pasaje. Nos conviene estudiar con un ojo crítico pero no debemos
llevarlo al púlpito a menos que tenemos razón por pensar que alguien de la congregación
ha aceptado una interpretación errónea de la porción. No tenemos que incluir en el
sermón todo lo que hemos aprendido en nuestro estudio. El de presentar todas las
interpretaciones de la porción puede dejar algunos con dudas de que el pastor tiene la
interpretación debida.

Cuesta más preparar un buen sermón exposicional pero es de mucho más valor. No se
debe intentar predicar un sermón exposicional sin esmerada preparación. Si lo hace a
medio será un fracaso. La meta del predicador debe ser tener éxito en todo, incluso el de
predicar sermones exposicionales. El gran poder en el púlpito de destacados predicadores
del pasado como Crisóstomo, Agustino, Lutero y Calvino fue dado a sus predicaciones
exposicionales.

Sección IV.

Reuniones Sociales y Devocionales

El éxito del pastor depende en gran parte en la eficacia de reuniones sociales. Hace falta
discreción y atención en conducirlas bien. En estas ocasiones el pastor tiene
oportunidades para aplicar personalmente el sermón y también aclarar lo que no fue bien
entendido. El pastor que se dedica únicamente a su obra en el púlpito y descuida su
relación personal puede ser un buen predicador pero como pastor es un fracaso.

I. La reunión de oración.

En cuanto a estas propongo las siguientes sugerencias.

Normalmente el pastor debe conducirlas si son reuniones para toda la iglesia. Él, más que
nadie, debe estar al tanto con las necesidades de la congregación. Además, la instrucción
y espíritu de la reunión de oración debe estar en armonía con la instrucción del púlpito. Si
la reunión es para un sector de la iglesia, sea los jóvenes o las mujeres, puede ser mejor
que otro la conduzca.

Debemos prepararnos para la reunión en nuestros pensamientos y espíritu. Nadie debe


apoyarse en la inspiración al momento.

Sea puntual en comenzar y concluir a la hora anunciada. La negligencia en esto desanima


a la gente en asistir.

Sea breve en sus palabras y anime a los demás en lo mismo, sea, en sus oraciones,
peticiones o en las canciones. Su mensaje devocional al comenzar debe sugerir un
espíritu de adoración y caridad por las necesidades de los demás.

Debemos tratar de evitar monotonía en las reuniones. Para tener variedad, una reunión
puede ser en especial agradecimiento y adoración, otra para los enfermos, otra para los
ministerios de la iglesia, etc. Si es obvio que el pensamiento y la preocupación de los
demás no embarca el tema elegido debemos estar prontos en cambiar para seguir el canal
de los demás. Si hay una pausa el pastor debe estar listo con una porción de las Escrituras
o tal vez pedir que uno que está presente comparte una bendición especial que ha recibido
o una necesidad especial que tiene en este momento. Un pastor con una relación personal
con su iglesia debe estar preparado para conducir la reunión de tal forma que todos
pueden compartir algo de su estado de ánimo. Así todos pueden compartir gozos y cargas.

En cuanto a la presentación de peticiones en particular, mi consejo es que debemos


animar a los hermanos hacerlo porque debemos utilizar todos los talentos en la iglesia.
Siempre hay una gran cantidad de poder latente en la iglesia y el pastor debe intentar
desarrollarlo y asegurar que está sirviendo en la obra de Cristo. Esto no se hace por retar
y rezongar sino en desarrollar en la reunión de oración un ambiente tranquilo y familiar
que desecha vergüenza y que anima libre expresión. Los tímidos y retraídos pueden ser
animados por hacerles una pregunta de vez en cuando. Al contestar las preguntas ellos se
acostumbran al sonido de su voz en público. La reunión de oración es un tiempo ideal
para los hermanos compartir sus experiencias en cuanto a la manera en que Dios está
tratando para con ellos y su reacción. Así ellos pueden expresar gratitud o pedir las
oraciones de los demás por su lucha en aceptar la voluntad de Dios y su reacción a la
debida manera.

Incluido en la reunión de oración debe ser el canto animado pero no demasiado. Si usted
no puede cantar bien sería mejor pedir la ayuda de otro que tiene el don de cantar. Aun si
usted puede cantar bien es bueno dar la responsabilidad a otros. Así usted está libre a
dedicar todo su esfuerza en dirigir la reunión. Asegúrase que hay suficientes himnarios y
libros de coros para todos.

Si el salón no está lleno anime a la gente a sentarse juntos y lo más adelante posible. No
es una reunión social si la gente está esparcida por todas partes del salón. Nos conviene
también preocuparnos por la temperatura y ventilación del ambiente. Si no, la reunión
puede ser un fracaso por razones físicas a pesar del gran esfuerzo del pastor y los
hermanos presentes. El preocuparse por el ambiente es dar atención a las leyes físicas de
Dios. Ningún pastor debe ser negligente en prestar atención a ellas. La reunión de oración
debe ser una reunión social. Debemos eliminar toda formalidad, frialdad y rutina. Hágala
alegre con un ambiente familiar. Es una reunión de los hijos de Dios. Así, ambos jóvenes
y ancianos van a estar atraídos y sentirán libertad en participar.

I. Una reunión de miembros para reflexionar sobre el convenio de la iglesia.

(Nota del traductor: Algunas iglesias tienen lo que se llama "los pactos y convenios de la
iglesia." El autor de este libro propone que cada tanto la iglesia debe reunirse con el solo
fin de reflexionar sobre el convenio de fidelidad y comprometerse de nuevo a ellos.
Puede ser que hay mérito en semejante reunión pero, desde que no es la costumbre de
hacerlo hoy día pienso que no vale la pena traducir este sector.)

II. Una reunión de iluminación.

(Anteriormente era costumbre en las iglesias tener una reunión cada semana con el solo
fin de dar a los hermanos una oportunidad hacer preguntas y buscar más iluminación
sobre verdades espirituales.) La reunión de iluminación debe estar incluida en la obra del
pastor. A través de ella el pastor y la gente están más acostumbrados a esperar resultados
de la predicación y enseñanza.

En cada buena iglesia hay gente que tienen preguntas y dudas. Muchas veces hace falta
tacto y sabiduría para animar que la gente se exprese. Muchos pastores no están
conscientes del gran estorbo que la ignorancia y dudas son a la obra del Espíritu Santo en
la vida de la gente. Doy las siguientes sugerencias.

Si la reunión de iluminación no es en el día del Señor debe ser poco después. Así los que
asistieron la predicación pueden hacer preguntas que saltaron con resultado de la
predicación antes de que son olvidadas. Algunos pastores tienen una reunión de oración e
iluminación después de la reunión de oración vespertina. A veces esto ha sido eficaz,
especialmente para los que no son salvos y no están seguros de lo que precisa para ser
salvo.

Debemos animar a los creyentes traer a la reunión de iluminación a los que están
buscando la verdad. En iglesias donde la reunión de iluminación no es la costumbre
puede ser que será difícil empezarla, pero una vez que llega a ser costumbre llevará
mucho fruto.

Hay varias maneras de conducir las reuniones de iluminación. Una es la de reunir a todos
en un salón y conversar con todos. Para tener éxito con este método el pastor debe tener
taco. Si no, él va a repasar, no más, sobre lo que fue dicho en la predicación y va a ser
aburrida. La ventaja de este método es que los que tienen preguntas van a encontrar a
otros con las mismas preguntas u otros que recién encontraron las respuestas a esas
mismas u otras preguntas. Otro método es el de reunirse con cada uno personalmente o
con todos los que tienen la misma pregunta. Por regla general, cuando es posible este
método es más eficaz. Es bueno orar con aquel que tiene preguntas y animarle a orar
también. Es una ocasión ideal para ganar a los inconversos a Cristo. A menudo su
pregunta inicial será sobre algo que no tiene nada que ver con la salvación pero es posible
dirigirle a la pregunta; "¿Dónde vas a pasar la eternidad?" Tal vez no hay un solo método
que serviría para cada circunstancia. El pastor debe elegir el método que sea más eficaz
para la ocasión.

El pastor debe ser claro y fiel en tratarse con los que tienen preguntas. Si no, ellos pueden
quedarse con dudas o tomar una decisión sin ser sincero. No es suficiente decirle no más
que tiene que buscar a Cristo. Hay que explicar claramente lo que significa y la manera
de hacerlo. Hágale preguntas para asegurarse que él está arrepentido por sus pecados y
que está dispuesto echarse solamente y totalmente sobre la misericordia de Dios.

El pastor debe estar preparado para la reunión de iluminación con oración y versículos de
la Biblia para contestar las preguntas que muy a menudo la gente hace. Le conviene
también tener en mente ilustraciones simples sobre el arrepentimiento y la fe.

Cuando hablamos con alguien personalmente debemos asegurarle que lo que él dice será
guardado en privado entre ustedes dos. Si la gente sabe que usted no es fiel en guardar
secretos tendrán temor en acercarse en busca de consejo. Por regla general, es sabio
desanimar a la gente de buscar consejo de varias personas. Así ellos no se quedan
confundidos.

Por último, es obvio que el éxito de la reunión depende del tacto del pastor. Es
imprescindible que él sea muy accesible con claridad para la gente.

I. La reunión con los que quieren ser miembros de la iglesia

Ningún candidato debe presentarse a la iglesia para membresía sin previamente reunirse
con el pastor. Por eso, a menudo, el pastor debe anunciar que está dispuesto reunirse con
los que quieren ser miembros. Sugerencias:

El tiempo dado a tales reuniones debe ser adecuado para hacer muchas preguntas al
candidato para asegurar que llena los requisitos de la membresía. Si es un joven o menor
ustedes deben consultar también con sus padres para estar seguro que ellos están de
acuerdo.

Su entrevista con él debe ser completa. La pureza de la iglesia y el bienestar del


candidato depende de esto. Es mejor frenar al candidato en esta ocasión y no cuando está
delante de la iglesia. En el día de hoy es una vergüenza encontrar gente que fue aceptada
como miembro de la iglesia a pesar de su ignorancia de las verdades básicas de la fe
cristiana. "Somos renacidos por la Palabra de Dios." (I Pedro 1:23) Por eso, es dudoso
que alguien de verdad está renacido si tiene poco conocimiento de la Palabra de Dios. En
tal caso es nuestro deber enseñar y no bautizar o aceptarlos como miembros.
Debemos asegurarnos que el candidato entiende, no únicamente las verdades básicas de
la cristiandad, sino también las doctrinas específicas de la iglesia y las obligaciones que
él va a asumir al ser miembro de la iglesia. Únicamente así él puede tomar una decisión
inteligente. Por eso, debemos tener a mano copias de la declaración doctrinal, los
convenios de la iglesia y la constitución que podemos dar a los candidatos. Así podemos
prevenir desacuerdos y que no resulte siendo un mal entendido.

II. La reunión de oficiales de la iglesia

Los oficiales son el equipo del pastor. Debemos compartir con ellos la responsabilidad
del labor de cuidar por el bienestar de los hermanos. El pastor que sabe compartir
responsabilidades con su equipo está aliviado de muchos cargos que el no tiene que
llevar. A su vez, él puede llevar a cabo una supervisión mejor del bienestar de la iglesia.
Ningún pastor es capaz de cumplir con todo. El pastor que consulta con los oficiales no
está tan inclinado a equivocarse. A su vez, los oficiales disfrutan del gozo de compartir
algo también al bienestar de la iglesia.

Debemos tener una reunión regularmente, sea una vez por mes o cada dos meses. Cada
oficial debe estar invitado y animado a compartir en el consejo y responsabilidad. De ante
mano se debe preparar un borrador de los asuntos que vamos a presentarle a ellos. Así no
habrá mucha pérdida de tiempo.

Después de abrir la reunión con oración se debe leer la lista de los miembros de la iglesia.
Si hay miembros con necesidades especiales se debe elegir uno o más de los oficiales a
preocuparse en ayudar tales miembros en tanto que sea posible. Si hacemos esto
fielmente es posible evitar mucho de la disciplina pública y la vida de la iglesia será más
feliz y tranquila.

En esta reunión debemos hablar de la condición y bienestar de la iglesia y planear por la


obra y atención de la iglesia. Debemos tener cuidado de no ocuparnos únicamente con la
función de la iglesia y olvidarnos que la función de la iglesia es el bienestar espiritual de
la gente.

III. La reunión de miembros

Es apropiado incluir estas reuniones entre reuniones devocionales porque la


administración de asuntos de la iglesia siempre se debe conducir con un espíritu
devocional. Sugerimos:

El pastor es (ex oficio) el presidente o sea el que conduce las reuniones de la iglesia. Las
siguientes citas de la Biblia indican que el pastor debe presidir en las reuniones de la
iglesia. I Tes. 5:12, I Tim. 3:4-5, Heb. 13:17 El pastor debe estar al tanto con la manera
debida de conducir una reunión de negocios pero en su aplicación el no debe hacerlo de
tal forma que parece que se expone a sí mismo como un administrador profesional.
Debemos conducir la reunión de una forma informal sin mirar por alto las reglas. Así los
hermanos se sentirán cómodos e inclinados expresar sus opiniones y sentimientos.
En tanto que sea posible, debemos buscar unanimidad en las decisiones pero cuando no
podemos alcanzarla debemos aceptar la decisión de la mayoría. En cuanto a la aceptación
de nuevos miembros la decisión debe ser unánime, especialmente con relación a su
carácter cristiano. Si no, la iglesia va a tener miembros con los cuales algunos no quieren
tener comunión. Por regla general, es posible evitar semejantes casos por tener cuidado
en examinar los candidatos. Si el pastor anticipa tal problema sería prudente desanimar el
candidato presentarse delante de la iglesia. Así él puede proteger el candidato de la
vergüenza y a la iglesia de discordia.

Anima a todos los miembros asistir la reunión y trate de mantener un ambiente espiritual.
A veces hay mal espíritu en una iglesia porque un miembro tuvo que ser disciplinado
cuando algunos pocos miembros estaban presentes en la reunión. Cuando es así, no todos
comparten la decisión. En tanto que sea posible, decisiones como, elegir un pastor,
disciplinar o expulsar un miembro debe ser la decisión del cuerpo entero.

Sección V.

La Administración de las Ordenanzas


Debemos explicar claramente a la gente la naturaleza e importancia de las ordenanzas.
Esto es aun más importante desde que el hombre común y corriente tiende a asociar
superstición a ellas. Hay varias maneras de poner las ordenanzas en su debida
perspectiva. Algunos enseñan una clase la semana antes de administrar la ordenanza.
Algunos predican sobre el asunto el domingo anterior o antes de administrarla. De todos
modos, debemos asegurarnos que todos tienen el concepto debido de la ordenanza. Por
falta de aclaración hay miembros de la iglesia que nunca disfrutan de la bendición de las
ordenanzas y algunos están dañados por ellas.

El concepto nuestro de las ordenanzas, a distinción de las demás denominaciones, debe


ser declarado sin vacilar. La restauración de las ordenanzas a su significado primitivo
debe ser nuestra prioridad. El pastor que se calla es negligente en cumplir con su deber.
En mi observación, el éxito espiritual del cual los Bautistas han disfrutado es dado en
gran parte a su fidelidad en cumplir con la misión dado por Dios en aclarar la función de
las ordenanzas. La manifestación más impresionante en nuestra iglesia, en nuestra patria
y en los campos foráneos, ha sido realizada donde los grandes principios que Cristo nos
ha entregado han sido proclamados fielmente. Siempre debemos tener cuidado en
proclamar estas grandes verdades. Siempre debemos tener un espíritu cristiano y la
debida cortesía. Debemos estar justos y amables con los que no están de acuerdo. No
debemos provocar polémica en el acto de administrarlas. Si es imposible evitar la
polémica, es mejor que sea a través de un sermón o en otra ocasión. Puede ser
provechoso predicar un serie de mensajes sobre las ordenanzas.
I. La administración del bautismo.

Es imposible representar la verdad simbolizada por el bautismo sin emplear la debida


manera. Por eso, debemos aclarar el símbolo. Debemos evitar cualquier cosa que
oscurece el símbolo del bautismo. La verdad de la regeneración y nuestra muerte al
pecado y resurrección a una vida nueva deben ser declaradas a los presentes a través del
bautismo. Por lo cual, doy las siguientes sugerencias.

Debemos tener cuidado en prepararnos por la administración del bautismo. Debemos


tener cuidado en elegir los que van a examinar a los candidatos. Debe ser hecho con
bastante anticipación para que no tengamos que hacerlo apurado. El pastor debe estar
bien preparado para la reunión, usando ropa adecuada. Una vez que está en el agua lleva
el candidato cuidadosamente a un lugar donde el agua es lo suficiente profunda para
sumergirle sin un gran esfuerzo. Pronuncie las palabras con reverencia y después
sumergirle teniendo cuidado de sumergirle totalmente. Aparte de la formula, es mejor no
decir nada más. La ordenanza misma está hablando a la consciencia y al corazón con una
voz más elocuente que la suya.

Sobre todo, mientras que ore por sabiduría y poder en la libertad de palabras para
predicar sobre la salvación en el sermón, también debe pedir sabiduría y poder en el uso
del símbolo para declarar la verdad imprescindible en la ordenanza. Aquel ayudante
divino, cuya presencia nos sentimos en el púlpito, estará con nosotros también en las
aguas del bautismo.

II. La administración de la cena del Señor.

En algunas iglesias es la costumbre predicar lo que se llama "un sermón de acción"


diseñado para traer a la mente, justo antes de la cena, los eventos del sufrimiento y la
muerte de Cristo. Muchas veces es una reunión de mucho provecho. Mas a menudo la
reunión está presidida por algunas palabras con el fin de fijar la mente sobre los grandes
eventos simbolizados. De todos modos, debemos excluir cualquier pensamiento que
distrae la mente de la solemnidad de la ocasión. Por supuesto, no es la ocasión debida de
hablar de la administración de la iglesia o de retar a la iglesia por sus faltas. A veces el
pastor está tentado aprovecharse de la ocasión por semejantes asuntos porque muchos
están reunidos pero nunca es provechoso. Es el plan de Dios que, en esta reunión sagrada,
cada mente esté fijo en él. La reunión se debe conducir de la siguiente manera.

tomar el pan, dar gracias, pronunciar las palabras de la ordenanza, romper el pan y
repartirlo a los reunidos.

Tomar la copa, dar gracias, repetir las palabras de la ordenanza y prepare las copas.

Por regla general se termina la reunión por cantar un himno pero no podemos estar
seguros si esto era la costumbre de la iglesia primitiva. Siempre es apropiado hacerlo.
Debemos tener cuidado en seguir el orden bíblico porque, si no, desviamos la atención de
la gente de la ordenanza. En la oración debemos tener cuidado de usar palabras que
confundan la gente. No pida la bendición de Dios sobre la copa o el pan con palabras que
dan la impresión de que los elementos están cambiados milagrosamente. No debemos
decir nada que da razón a la gente quedarse con sus conceptos supersticiosos de los
elementos. No tenemos que llenar cada momento con palabrería. Es mejor dejar
momentos de silencio para la gente reflexionar sobre el gran sacrificio de Cristo. Que
calle el hombre mientras que Dios habla a través del símbolo. Esto llega a ser aun más
obvio si recordamos que la ordenanza consiste de dos parte – la presentación de los
símbolos del cuerpo y la sangre de Cristo y el acto de comer y beber como la aplicación
personal del participante. Administrado debidamente, la cena del Señor es una de los más
grandes esfuerzos de Dios en inspirar y purificar el corazón y elevar la vida de la iglesia.

Sección VI.

El pastor y la Escuela Dominical

Ningún pastor puede disfrutar de todo el éxito posible sin tener comunión con la
juventud. Él debe ser el pastor de los niños y ser accesible y respetado a los jóvenes. Para
ayudar en esto, el pastor puede hacer una lista con los nombres de ellos y tratar de asociar
cada rostro con su nombre. Le conviene andar con tarjetas con versículos de la Biblia en
su bolsillo para darles a ellos como un obsequio de su amor. Los ministros más exitosos
en el día de hoy son los que están ocupados en una parte de la escuela dominical. De los
más destacados pastores ha sido escrito: "El venerable Dr. Tyng, como es bien conocido,
atribuye su gran éxito en gran parte a su atención infatigable personal a su escuela
dominical. Él nunca falta su escuela dominical. El pastor S.H. Tyng siempre está
encargado de la clausura de la escuela dominical. A parte de esto, él conduce una reunión
los viernes a la noche para los maestros de sus cuatro escuelas distintas. Así él tiene parte
en alcanzar los 1200 niños enseñados por dichos maestros." "El Dr. Howard Crosby
enseña sobre la lección los miércoles a la tarde y predica a los niños los domingos a la
tarde." "Dr Ricardo Newton tiene una reputación, casi mundial cono un predicador de
niños. Entre semana él enseña la lección a sus maestros, asiste fielmente reuniones de sus
maestros y predica muy a menudo a los niños." "El Dr. Juan Hall va a cada clase los
domingos a la mañana y personalmente estrecha la mano a cada maestro y niño. Cada
miércoles él enseña a una iglesia llena sobre la lección que será enseñada el domingo
siguiente. Al fin del mes él va a cada clase y hace preguntas a los alumnos sobre la
materia que fue enseñado durante el mes. Cada mes o cada dos meses él tiene una
actividad social para sus maestros. Cada sábado a la tarde él enseña una clase bíblica
femenina en un salón lleno."

A la verdad, estos son hombres únicos, pero ellos manifiestan el maravilloso poder que el
pastor puede tener por preocuparse por la juventud y por dirigir la enseñanza de la Biblia
entre ellos. La verdad es que la preparación de una clase de escuela dominical con
palabras bien entendidas y buenas ilustraciones es una buena disciplina para la
preparación de sermones para la congregación. Sugerencias:
Debemos aprovecharnos a manifestar muy a menudo nuestro aprecio por la parte
importante que la escuela dominical tiene en la iglesia. Debemos hacer mención de ella
en nuestras oraciones y también en las reuniones de oración. Anime a la gente a
preocuparse por la provisión de salones atractivos y adecuados y por los materiales
necesarios. Si la congregación se preocupa por la escuela dominical depende de que el
pastor se preocupe por ella en el púlpito.

Haga un esfuerzo para organizar a los mayores de la iglesia con clases bíblicas y unir a
ellos a la escuela dominical. Esto siempre es provechoso para la iglesia. Así los mayores
van aumentando su conocimiento bíblico y enriqueciendo su experiencia cristiana. El
llevar a la escuela dominical el apoyo de los mayores sirve también para retener a los
jóvenes cuando llegan a ser mayores.

El pastor debe tener mucha influencia sobre la escuela dominical. Si él tiene que predicar
dos veces el domingo a la mañana es mejor que él no sea el encargado de una clase ni un
maestro. El hacerlo va a quitar tanto de su esfuerza que no será capaz de predicar bien el
segundo sermón. Igualmente él debe estar presente para entrar cada clase cada tanto y
decir algunas palabras y conocer personalmente a cada maestro.

Si es posible, el pastor debe reunirse semanalmente con los maestros para dar consejo, y
si es necesario repasar con ellos la lección que van a enseñar el domingo siguiente. El
pastor debe estar al tanto con los métodos mejores de conducir la escuela dominical. Si él
piensa que no hace falta repasar sobre le lección que van a enseñar, él puede aprovechar
de la oportunidad a enseñarles algo sobre le educación cristiana. Entre las materias
provechosas serían

Geografía bíblica

Introducción a los libros de la Biblia

Doctrinas bíblicas

En caso de que él enseñe una clase puede ser provechoso invitar a los demás de la iglesia
asistir la clase y no únicamente los maestros. Así otros pueden prepararse para servir en la
escuela dominical

Tenga cuidado en cuanto a los libros que están puestos en la biblioteca de la escuela
dominical. Hay muchos buenos libros pero, a su vez, hay los que son despreciables y
otros dañinos. La biblioteca de la escuela dominical es potente en formar opiniones,
actitudes y hábitos y comparte al conocimiento bíblico a la gente. Por eso, es de suma
importancia que los libros sean puros en su contenido doctrinal y sanos en cuanto a lo
moral y espiritual.

La reunión en conjunto de la escuela dominical será de mucho provecho si está bien


preparada. Debemos tener cuidado en excluir lo que es sensacional para atraer la gente,
no más. Un espíritu devocional siempre debe dominar. De vez en cuando sería
provechoso predicar un sermón en lugar de las clases. El sermón debe ser sobre el nivel
de todos, simple pero no niñería. Así los niños y jóvenes llegan a conocer mejor el pastor.

Por último, la cooperación del pastor con los que trabajan en la escuela dominical va a
confirmar a todos que la escuela dominical es una parte útil de la iglesia. Si todos están
convencidos de que la escuela dominical es de suma importancia ellos estarán más
inclinados a asistir a la escuela y ayudar en lo que pueden.

Sección VII

La Visitación Pastoral

El cuidado de las almas es la obra principal del pastor. El pastor es el encargado de un


rebaño. Es su deber guiar, apacentar y defender a su rebaño. El mandato divino es; "Por
tanto, mirad por vosotros, y por el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por
obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre."
(Hechos 20:28) Es para él, ser el guía personal espiritual y un amigo cristiano digno de
toda confianza. Nuestro señor dijo, al describir al buen pastor, "Las ovejas oyen su voz; y
a sus ovejas llama por nombre, y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va
delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz." (Juan 10:3-4) Cada
miembro de su rebaño es un alma encargado a su cuidado por el Señor y, si él es digno de
la confianza puesto en él, él será uno de los que velan por las almas como quien ha de dar
cuenta. (Heb. 13:17)

Pablo, cuando estaba en Efeso, enseñaba públicamente y también casa por casa. En su
despedida final de los ancianos de Efeso él les encargó diciendo, "Por tanto, velad,
acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con
lágrimas a cada uno." (Hechos 20:31)

El Dr. Cuyler, uno de los pastores más ocupados y más eficaces en Brooklyn, dice,
"Pastores jóvenes, tengan del principio la meta de ser pastores en todo sentido. Vaya
durante la semana a los que quieren que vengan a usted en el día del Señor. Ocúpase cada
mañana en estudiar libros. Por la tarde estudie puertas de casas y la naturaleza humana.
La gente le dará material para sus mejores sermones prácticos. Después de hacer lo mejor
posible el domingo vaya circulando entre su rebaño como Napoleón andaba a caballo
después de la batalla para saber donde pegaron en el blanco y quienes fueron los
lastimados."

El Dr. Taylor, del Tabernáculo Broadway en Nueva York, en una disertación a jóvenes
pastores dijo, "Ustedes van a ser un gran fracaso si son negligentes en visitar a los de su
congregación. El púlpito es su trono pero ningún trono es estable que no apoya sobre el
afecto de la gente. Para tener su afecto tendrán que visitarles en sus casas. Había un
tiempo cuando, para mí, la visitación era un trabajo penoso pero ha llegado a ser mi gozo.
Cuando estoy inclinado a estar deprimido me voy para visitar mi rebaño. Es mi anhelo
salvar a ustedes de pasar como yo, por años de poco gozo. No quiero que ustedes
equivoquen como yo."

El Dr. Juan Hall, en una disertación dado a un grupo parecido, dijo; "Debemos
asegurarnos que nada nos impide de la visitación pastoral. Es de suma importancia que
llega a conocer la gente en sus hogares, y que la gente conoce a usted. Los niños y
jóvenes deben conocerle. Los hombres deben conocerle. Únicamente así se puede
entender las necesidades básicas de la gente y adaptar su predicación a ellas. No rezongue
el tiempo dedicado a la visitación. Al conversar libremente con gente humilde usted va a
ensanchar su concepto de la naturaleza humana y escuchar testimonios que le harán un
hombre más útil en la obra de Dios."

El obispo Simpson, Al hablar de la timidez que muchos pastores jóvenes sienten en


cuanto a la visitación pastoral, nos relata lo siguiente de su experiencia. "Yo tenía mucho
de esta timidez al entrar al ministerio. A veces las palmas de mis manos ardían al pensar
que debía salir y hacer visitas. Sin embargo, sabía que tenía que ir. Era mi deber hacía a la
iglesia. Había prometido a Dios que iría. Como un soldado en el ejército avance con
timidez pero con valentía hacia a la batalla, así yo también iba en nombre del Maestro.
Cuando era posible iba acompañado por un creyente que tenía experiencia. Yo hablaba
con la gente amablemente, tratando de sacar de ellos algo en cuanto a su relación para
con el Señor. Encontré muchos vagando y otros turbados. Intenté a consolar a los
angustiados. Tales visitas me hicieron bien. Me ayudaron en conmiserarme con la gente y
me dieron la oportunidad abrir la Palabra de Dios con ellos. En una campaña de
avivamiento que tuvimos cerca de 300 personas pasaron adelante. Casi todos las personas
eran las que yo había visitado y conocía personalmente sus angustias y, por eso, podía
conducirles al Cordero de Dios.

El difunto eminente presidente Francisco Wayland, en concluir un discurso a pastores


sobre este tema dijo; "Puede ser que algunos piensan que no se debe esperar que un
hombre educado pase su tiempo visitando mecánico en sus talleres o amas de casa
ocupadas en sus quehaceres domésticos para conversar con ellos sobre su relación para
con Dios. A esta protesta tengo esta respuesta. Que el que piensa así trate de convencer a
Jesús quien, en su viaje a Galilea, se sentó junto al pozo y hablaba con una mujer
samaritana."

Entonces la visitación pastoral – este cuidado de las almas – es una parte esencial de la
obra del pastor. Ningún pastor cumple con la responsabilidad del cargo sagrado si es
negligente en hacer contactos personales con los miembros de su rebaño. Para cumplir
con este deber es obvio que no hay reglas universales que se puede aplicar. Cada hombre
es distinto en sus características y manera de ser. Cada pastor tendrá mejor éxito con su
propio método. Las iglesias también son distintas en sus circunstancias y estilo de vida.
Un método que sirve para una iglesia no sirve para otra. Lo principal es que el pastor
tiene que tener comunión personal con los miembros de su congregación. Él debe tener
un plan fijo para hacerlo. Las sugerencias que doy entonces son generales y tienen que
ver únicamente con los límites de su deber y métodos de llevarlo a cabo y las ventajas de
hacerlo fielmente.

I. Los límites

En el horario del pastor, ¿cuánto tiempo debe ser dedicado a la visitación? Sin duda, el
púlpito debe ser superior. Allá el pastor está rodeado por su rebaño. Allá él esta puesto
delante del mundo como el embajador de Dios y el predicador de la Palabra de Dios y su
defensor. Ningún deber privado puede superar la dignidad y responsabilidad de esta gran
obra pública. Ninguna súplica de exigencias pastorales puede disculpar el pastor por ser
negligente en prepararse bien para servir detrás del púlpito. Esto es esencial y principal.

Sin embargo, el pastor debe planear visitar a cada familia y aun cada persona en la
congregación. En la mayoría de las iglesias no hay ninguna razón por la cual él no puede
hacerlo, por lo menos una vez cada año. En algunas, sería posible hacerlo más a menudo.
Por tener un plan y por guardar tiempo en su horario es posible visitar una congregación
numerosa. Supongamos que, aparte de visitas de los enfermos y casos de emergencia, el
pastor hace 6 visitas cada semana. Parece ser pocas pero en tan solo seis meses él puede
visitar más de 150 familias. Por regla general, no hay tantas familias en una iglesia. Debe
ser posible cumplir con esto en dos o tres tardes por semana. Así el pastor se pone en
comunión personal con la gente de su congregación y añade algo a su predicación que
jamás puede añadir por estudiar. El Dr. Juan Hall dice; "Creo que un ministro, en buen
estado de salud y obrando normalmente, debe hacer algunas visitas por lo menos cinco
días cada semana. Yo lo he hecho por muchos meses. Pasando algunas horas cada día así
nos da ejercicio corporal, intelectual y moral Estudiamos mejor si lo hacemos."

A la verdad, hay puestos en la iglesia que, por la grandeza de la iglesia y las exigencias de
otros deberes, el pastor no puede hacer mucho más que visitar a los enfermos o otros
casos especiales. Es raro cuando es así y tales iglesias deben emplear un pastor socio para
que la visitación no sea descuidada. Si no es posible emplear un socio, debe ser que
algunos miembros de la iglesia pueden asumir la responsabilidad.

Cuando el Tabernáculo Bautista, en aquella entonces reuniéndose en la calle Mulberry,


consistía de más de mil miembros, esparcidos por todos lados en la gran ciudad, el
difunto diácono Guillermo Colgate organizó un plan por el cual la congregación fue
divida en zonas. Un hombre, digno de confianza, fue encargado con el cumplimiento de
la visitación en su zona. Por muchos años este plan fue eficaz para atender las
necesidades espirituales de la gente.

II. ¿Debe el pastor asumir la responsabilidad de visitar a los que no son miembros
de la congregación?

En contestar la pregunta, tenemos que tomar en cuenta la grandeza de su rebaño, sus


talentos y los límites de su fuerza. El Señor no pide más de lo que podemos cumplir. Si
tomamos en cuenta que, en zonas rurales del estado de Nueva York, menos de la mitad
asiste una iglesia evangélica, tenemos razón por preguntarnos ¿cómo todos ellos que no
se preocupan por su alma pueden ser alcanzados con el evangelio? Un pastor que predica
domingo tras domingo en una iglesia media llena debe preguntarse si es prudente esperar
que estas almas vengan a él o si él debe salir en busca de ellos con el evangelio. Si él no
puede hacerlo, se debe enseñar y organizar obreros de su congregación a enfrentarse con
esta indiferencia en su alrededor. La inspiración y organización de tal obra enérgica de
visitar casa en casa es entre los deberes más importantes del pastor. Ningún esfuerzo
cristiano es más fructífero y bendecida. Sirve para ayudar a los hermanos de la iglesia
desarrollar sus talentos en despertar y convertir a los perdidos.

III. El método. No se puede sugerir ningún método que servirá para cualquier
ministerio. Sin embargo los siguientes son dignos de consideración.

El fin de las visitas del pastor debe ser el bienestar espiritual de la gente. Hay ocasiones
por visitas que son para cortesía y amistad pero casi siempre su fin debe ser el de ponerse
en contacto con la gente para saber de su experiencia cristiana y ayudarles en superar lo
que les impide de entregarse a Dios de todo corazón. El ministro que va casa en casa
conversando únicamente sobre temas de interés mundial es negligente en cumplir con su
llamamiento y en los ojos del Maestro él es un fracaso en cuidar las almas entregadas a
él.

La visita debe ser espiritual pero, a su vez, debe ser informal. Una cara larga y un estilo
formal no son conducentes a la conversación sobre temas espirituales. El pastor viene
como un amigo cristiano con un interés profundo en el bienestar espiritual de la familia.
En tratarse con sus almas él debe usar un estilo natural para tranquilizar a ellos y ganar su
confianza. Algunos pastores tienen algunas preguntas y exhortaciones que repitan en cada
visita. Un método tan rígido y no natural falta de poder moral. Es un estilo formal y
profesional. El hablar con la gente sobre su relación para con Dios es siempre delicado y
demanda lo mejor del pastor. Él tiene que tocar el tema del pecado con firmeza pero en
amor. El que sabe hacerlo bien cambiará la actitud de la gente sin ofenderles. El debe
hacerlo de tal forma que estará asegurado de tener una bienvenida cordial en su próxima
visita.

El pastor no debe mirar por alto a ninguno en la casa. Empleados, niños y los mayores
deben compartir de su atención y sentirse que él les quiere. Debemos visitar ambos ricos
y pobres, creyentes e inconversos. Por eso, es mejor tener un plan por su visitación. Así
todos sabrán que usted no tiene favoritos y, que cuando toca a ellos, recibirán la misma
atención que los demás reciben.

Por regla general, la visita debe ser breve. Muchas veces las circunstancias controlan el
tiempo que se puede quedar. Si pasamos demasiado tiempo es casi seguro que
quedaremos hablando de temas de este mundo. A veces los desconsiderados piden que el
pastor venga de visita para quedar por medio día seguido por una comida grande. Tenga
cuidado de ceder a tales inoportunidades. Es dañino para su obra, quitar tiempo de su
estudio y no contribuye tanto al bienestar espiritual de la familia. Normalmente una visita
debe ser breve, simpática, y seguida por una oración por la familia. Así nos alcanza
tiempo visitar a todos sin quitar el tiempo que necesitamos para otros deberes.

Una visita pastoral debe ser confidencial. No tenemos derecho de animar a la gente a que
comparta con nosotros cosas privadas y después salir a compartir el conocimiento nuevo
con todo el barrio. Es violar una confianza sagrada. De tal forma, muchos pastores han
destruido su influencia y cerrado la puerta a la confianza de la gente.

Sobre todo, el pastor debe recordar el interdicto; "Que instes a tiempo y fuera de tiempo."
(II Tim. 4:2) Él debe aprovecharse de oportunidades, en el negocio, la oficina, el taller, la
estancia o al lado de la ruta. Por todos lados debe ser su anhelo guiar a la gente a Cristo.
Si él es prudente, va a tomar en cuenta límites del tiempo y el ambiente pero no debe
perder ninguna oportunidad hablar de Cristo. El cuidado del alma es la obra de su vida.
La salvación, de continua, debe ser el tema de su conversación. Por regla general, es
mejor hablar con los inconversos cuando estamos a solas con ellos porque de esa manera
ellos estarán más propensos a expresarse. La falta de dedicación en hablar de la salvación
es una de los defectos más lamentables en la vida del ministro,

Las ventajas

El crecimiento espiritual del pastor está relacionado a su fidelidad en quedase en contacto


con las almas de su iglesia. Siempre hay el peligro de que él retroceda para ser un
profesional. Es posible estudiar las grandes verdades de la Palabra de Dios únicamente
para su preparación de sermones sin pensar en su aplicación personal para él y para los de
su congregación. Si él no está consciente de su relación personal con Dios él va a leer,
estudiar y orar pensando únicamente en los demás. Es posible aumentar su conocimiento
bíblico y su poder profesional en cuanto a la homilética y elocuencia y, a su vez,
retroceder en su vida personal como creyente.

El contacto personal con las almas en la visitación pastoral trae el asunto de vivir la vida
cristiana delante de nosotros, no tanto como teoría sino como realidad personal. En esto
tenemos que tratar con la vida cristiana en lo concreto y no en el abstracto. En esto somos
testigos del poder de Dios en consolar las angustiados, fortalecer a los tentados, guiar a
los perplejos y triunfar sobre múltiples tentaciones. Nuestra alma experimenta todo esto
como un hecho vivo. En ministrar a los demás encontramos lo que nos hace falta para
levantar nuestro espíritu y acercarnos más a Dios. Esto desarrolla en nosotros una caridad
más amplia con el fin que somos creyentes más nobles y genuinos.

La visitación también nos ofrece una oportunidad estudiar la gente en su vida actual; sus
caracteres, opiniones, tentaciones, aflicciones y pecados. El pastor exitoso tiene que ser
un estudiante de su congregación. Un pastor recluso mal gasta una gran parte de su
esfuerzo porque no puede adaptar su predicación a la vida actual. Puede ser que su
sermón es casi perfecto en que es retórico, lógico, lleno de aprendizaje y ortodoxo pero es
impotente para mover a la gente porque no se trata de su experiencia personal. No quita
sus perplejidades, no toca sus pecados en particular, no se trata de preguntas vitales en su
vida. El predicador no está sintonizado con la vida actual de la congregación y el sermón,
aun que está bien preparado, no les mueve y no les bendice. Tenemos que estudiarla en
todas sus múltiples facetas debajo del poder del pecado y la gracia de Dios. Un anciano
antiguo dijo; "El predicador tiene que estudiar tres libros, la Biblia, a sí mismo y a su
pueblo."

No quiero olvidar decir que la visitación pastoral es un proceso que nos enriquece
mentalmente. En el estudio de la vida y la experiencia, como el pastor les encuentra en
pasar casa en casa de continuo, él está alcanzando perspectivas nuevas en carácter. En sus
conversaciones, vistas nuevas de la verdad se abren delante de él y de estas vistas él
regresa a su estudio con textos nuevos y nuevos temas para sermones, juntos con
ilustraciones nuevas de experiencia y doctrina.

Además, estas visitas forman una relación espiritual personal entre el pastor y los de su
congregación. Resulta que ellos son mucho más atentos a su predicación. El hombre con
el cual usted ha hablado, con sabiduría y ternura, sobre verdades espirituales no puede
tapar sus odios cuando usted predica en el día del Señor. Tampoco le escucha únicamente
porque él admira su desempeño en el púlpito. Él tiene un sentimiento más profundo. Él le
presta, no únicamente su oído critico e intelectual sino también su odio espiritual y le
escucha porque es sincero en buscar lo que precisa para su bienestar espiritual. Esto, sin
duda, es el secreto del pastoreado exitoso, aun cuando no hay gran elocuencia en el
púlpito. Es que el pastor ha establecido relaciones espirituales para con sus oyentes y,
para ellos, aun sus sermones mediocres están llenos de poder sagrado. La predicación
excelente puede atraer la popularidad pero únicamente el vínculo personal entre el pastor
y la congregación rinde fruto eterno.

La visitación pastoral lleva al pastor a la puerta de gente que él no puede alcanzar a través
del púlpito. En cada pueblo hay ancianos que necesitan ayuda espiritual en su debilidad.
Hay también enfermos y angustiados que se encantan escuchar palabras de consolación y
esperanza. Hay también quienes son indiferentes, los cuales deben tener una invitación y
advertencia. El pastor es el representante de Dios, encargado de hablar con tales personas.

Por último, la visitación pastoral es la manera mejor de bendecir y cementar la relación


pastoral. En estos últimos años los pastores no han quedado mucho tiempo en la misma
iglesia. Un pastor apenas está bien establecido y obrando bien y ya está pensando en
mudarse. ¿Puede ser que la falta de la visitación pastoral, llevado a cabo tan fielmente por
nuestros padres en el ministerio sería, en parte, una explicación por esto? Los de la iglesia
nunca tienen la oportunidad de sentir la vida espiritual personal del pastor. Resulta que no
tienen confianza en él y su ministerio no está sintonizado con sus necesidades. El único
vínculo entre ellos es el púlpito. Cuando se cansan de su voz, su manera de ser y sus
pensamientos, ellos están listos a cambiar pastores.

Además, cuando el pastor no es fiel a las almas de la gente en privado, ellos tienen dudas
de su sinceridad. En el día del Señor él se presenta y proclama las verdades solemnes y
los anima a tomar una decisión pero durante la semana él habla con ellos sin ninguna
exhortación ni advertencia. En el púlpito él amenaza al incrédulo con el juicio de Dios
pero le encuentra en su hogar o en la calle sin manifestar ninguna preocupación por su
bienestar espiritual. Tal inconsistencia perjudica la confianza que la gente debe tener en
su pastor y no hay un vínculo para unir pastor y pueblo.

Pero la relación entre pastor y pueblo, ordenado por Dios, es sagrada y duradera. Siendo
encargado con el cuidado de las almas, él debe circular entre su rebaño como su guía
espiritual y amigo. El confesionario, cual malvado que es, al principio fue una perversión
de la visitación pastoral. Fue basado sobre una necesidad verdadera y universal. Era la
búsqueda, por parte de almas angustiadas, de dirección y ayuda en volverse a Dios. El
pastor debe llenar esta necesidad como un consejero de confianza y ayudante de los
miembros de su rebaño. Si él es fiel a esta confianza sagrada sus recursos de poder de
continuo aumentan y vínculos nuevos de amor les sostiene cada año aun más unido a los
corazones de los de su iglesia.

La visitación de los enfermos

Esta es una de las responsabilidades más difíciles que caen sobre el pastor. A veces le
toca guiar a las almas que se encuentran en la frontera de la eternidad. En tal caso, lo que
se dice debe ser con franqueza y urgencia. Por eso he reservado este tema para
consideración especial.

Debemos educar a la gente a avisar su pastor cuando alguien está enfermo. A veces le
critican por no visitar a los enfermos cuando él ni aun sabía que estaban enfermos.

Cuando es posible, debemos visitar a los enfermos después de descansar bien y después
de comer. Así no hay tanto peligro de contagiarse de las enfermedades. Si se sabe que
alguien tiene una enfermedad contagiosa, sería prudente averiguar sobre las precauciones
que se debe tomar. Después de la visita debemos usar desinfectantes para no poner a otros
en peligro. Si es prudente visitar a alguien, sabiendo que tiene una enfermedad
contagiosa, es una decisión que el pastor tiene que tomar. Sobre el tema, vale la pena
considerar cuidadosamente las palabras de Van Oosterzee en su libro La Teología
Práctica. Él dice "La respuesta negativa, elegida por la teoría practica de algunos
encuentra justificación en el deseo de preservar a uno mismo y a su familia. En oposición
a esto está la teoría que aun el creyente tiene el deber de poner a riesgo su vida por los
hermanos y tanto más el pastor de las ovejas y que la pérdida de la vida en la obra del
Señor es el camino que se lleva a la preservación de la vida. Sin duda, el cumplir nuestro
deber en estos casos puede exigir sacrificios dolorosos. Sin embargo, el Señor tiene
derecho de exigir que el deber tenga prioridad sobre todo. Lutero, en 1527, durante la
plaga, quedó con Pomeranus y dos diáconos en Witenburgo y así contestó la pregunta que
él hizo en su tractate, "¿Se puede intentar escapar de la muerte?" La misma pregunta fue
estudiada en 1574 por él, sínodo de Dort. Su conclusión fue que "Debemos ir, siendo
llamados desde que sabemos que nos hace falta." ¿Qué derecho tiene el médico de almas
esquivarse de su deber del cual aun el médico incrédulo está dispuesto hacer? El riesgo
sufrido en tal ocasión encuentra una remuneración abundante en la gratitud del rebaño, y
la aprobación de la conciencia y la experiencia que el señor cuida a los suyos. Por
supuesto, nuestra creencia en el poder y la fidelidad de Dios no nos da razón por no tomar
las precauciones que exigen las circunstancias y la ciencia. A veces esta es una de las más
difíciles decisiones en la vida de un pastor. Siempre existe el peligro de que él tome la
decisión basada sobre el temor en vez de la fidelidad a su llamamiento.

Antes de cada visita debemos prepararnos bien por estudiar y orar. Debemos tener un
buen estado de ánimo espiritual. También debemos tener en mente porciones de la Biblia
que podemos adoptar a las distintas condiciones y necesidades de los enfermos. Debemos
estar equipados con buenas ilustraciones de la salvación o cualquier estado espiritual del
enfermo. Casi no me hace falta mencionar que debemos tener buen juicio y voluntad a
conmiserarnos con los afligidos. Cuando el pastor está al lado de la cama de un enfermo
él debe ser un amigo compasivo.

En cuanto a su manera de ser, es importante ser natural, simpático y alegre. Debemos


ayudar al enfermo relajarse y animarle a confiar. Nuestra voz debe ser tierna y dulce, no
demasiado fuerte. Excepto en circunstancias anormales, la visita debe ser breve. La
negligencia en estas cosas destruirá el fruto de la visita y, en algunos casos excluirá al
pastor de visitar a los enfermos.

En cuanto a la conversación con los enfermos, es difícil dar reglas fijas. El juicio y tacto
del pastor sugerirán el método mejor en cada caso. Lo principal es un buen entendimiento
de la condición espiritual del enfermo porque, aparte de él, el pastor no sabrá como
dirigir sus palabras y aún es posible llevarle a conclusiones erróneas. No debemos tratar
de consolar un corazón en rebelión a Dios. Lo que hace falta es advertencia amable. Por
charlar un poco con el enfermo podemos ver una manifestación de su corazón y así
podemos hablar más directamente a su necesidad. Si el enfermo ya es creyente debemos
intentar saber si tiene paz para con Dios. Si no, debemos averiguar sobre lo que le impide
y intentar guiarle a Dios. Si él no es creyente debemos averiguar sobre lo que le impide
de entregarse a Dios y, si es posible, ayudarle en ser salvo. Debemos ser claro en nuestra
explicación para evitar que él tenga una experiencia religiosa, no más. No debemos usar
palabras vagas como "usted debe acudirse a Cristo." Explíquele quien es Cristo, lo que él
ha hecho y que tenemos que arrepentirnos de nuestros pecados para poder acudirnos a él
para la salvación. En todo caso, debemos hablar de Cristo y la amplitud de su gracia,
poder y la esperanza que él nos brinda. Debemos guiar los pensamientos del enfermo a él
como un Salvador vivo, personal y un amigo todo poderoso.

Siempre debemos orar por los enfermos. En caso de alguien que esté grave, es probable
que no podamos hacer nada más.

Si él que sufre está a la frontera de la eternidad debemos buscar y esperar la dirección de


Dios en cuanto a las palabras de nuestra petición, intentando llevar el enfermo al trono de
la gracia. Vinet apropiadamente dijo, "Espera mucho de la oración, eso es no únicamente
de su poder con Dios sino también de su efecto sobre el enfermo. A través de la oración
podemos hacer muchas cosas aceptables. A través de ella podemos abrir corazones
cerrados. Hay algo encantador en la oración y esto encanto tiene su efecto sobre nosotros.
Nos hace más confiados, más gentil, y más pacientes. A través de ella podemos hacer el
enfermo sentir que él está en la presencia de Dios."
Tiempos de enfermedad brindan al pastor acceso a los hogares y corazones de su rebaño
y, si las aprovechamos bien, pueden añadir en gran manera a su ministerio y fomentan un
vínculo de amor entre él y los corazones de su pueblo. Si él es negligente en atender a los
afligidos y enfermos es culpable de no cumplir con la obligación sagrada de su oficio y
sufre reproche de ambos los religiosos e impíos. Al fin, destruye también el poder de su
ministerio en el púlpito. Por eso, él debe esforzarse estar al tanto con los que están
enfermos o afligidos y estar puntual en visitarles con el espíritu de su Maestro y con la
caridad tierna y genuina de un amigo cristiano.

Sección VIII.

Avivamientos
Se puede decir que la historia de la cristiandad es una historia de avivamientos por los
cuales la obra de la redención ha avanzada entre la humanidad. Hay razón por suponer
que será así hasta el fin. El sueño de los hombres es que el evangelio avanzara a un ritmo
firme. Tal pensamiento no está apoyado ni por la Biblia ni tampoco por la historia de la
iglesia. En el pasado los avivamientos han sido épocas en que el mundo cristiano había
avanzado a un conocimiento más claro de la verdad divina y un nivel más alto de la
experiencia cristiana. Ha sido el proceso divino por el cual el evangelio ha vencido sobre
los errores y pecados de los hombres y ha encontrado un desarrollo más completo en la
conciencia y la vida de la gente.

El que estudia cuidadosamente la historia de la iglesia no puede menospreciar los


avivamientos. Esto no quiere decir que un pastor debe esperar tener éxito únicamente o
mayormente en estas manifestaciones de poder espiritual. Por regla general un
avivamiento presupone decadencia, la cual un buen pastor trata de prevenir. Los pastores
son constituidos para "perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la
edificación del cuerpo de Cristo." (Efesios 4:12) Fidelidad y sabiduría en el pastor
pueden mantener las fuerzas espirituales en la iglesia tan inspiradas que su vida espiritual
no declinará. Así su espiritualidad será desarrollada y fortalecida de tal manera que habrá
crecimiento y progreso de continua. Así era la iglesia del Pastor Carlos Spurgeon. Una
iglesia sana manifestará de continuo lo que se ve en un tiempo de avivamiento. El
Espíritu Santo de continua manifiesta su presencia y no merma la conversión de las
almas. Esto debe ser la meta del buen pastor. Si es así un avivamiento no será la
recuperación de lo perdido sino una aceleración del progreso espiritual y una
manifestación aun más grande de la obra del Espíritu santo en la salvación de almas.

Es lamentable pero, en la manifestación común y corriente de la vida cristiana, la


decadencia es muy a menudo un hecho. Por eso, le conviene el pastor saber promover
avivamiento.
Es de suma importancia tomar en cuenta que un avivamiento genuino resulta de la
presencia del Espíritu Santo. Aparte de él, es posible tener gran excitación pero no será
un movimiento espiritual. Zacarías 4:6 dice que "No con ejército, ni con fuerza, sino con
mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos." Debemos estar plenamente conscientes de
esto y debemos buscar su presencia. A su vez, el Espíritu obra a través de seres humanos
y según las leyes de la mente humana. Por eso, el uso de métodos débiles también es
imprescindible Por eso, sugiero:

La vida cristiana de la gente raras veces va más allá del nivel espiritual del pastor. Es
imprescindible que el alma del pastor esté en el Espíritu – humilde y ferviente. Gritería,
entusiasmo y buena administración no pueden sustituir por la obra del Espíritu Santo en
el alma.

Por regla general, un despertamiento de los incrédulos resulta de un avivamiento en la


vida de los en la iglesia. Por eso, al principio, la predicación debe estar con el fin de
escudriñar la experiencia y la vida de los creyentes. Por parte de ellos, hace falta un
aumento en la piedad personal. La iglesia es "la luz del mundo" (Mateo 5:14) El impacto
del evangelio sobre el mundo depende de la brillantez de esta luz.

Debemos animar a los creyentes a testificar fielmente a sus amigos y parientes


inconversos. Con este fin podemos organizar juntas para visitar los miembros de la
iglesia. Por supuesto, debemos tener cuidado en cuanto a los integrantes de estas juntas y
su manera de trabajar.

Podemos tener reuniones especiales con el fin de despertar el interés de la gente en el


evangelismo. Puede ser que parece que un golpe sobre el bloque no tiene efecto pero
golpes sucesivos en el mismo punto lo rompe.

La manera de conducir reuniones espirituales se puede determinar por la dirección del


Espíritu y la providencia de Dios. Si ya hay una abundancia de dones en la iglesia
muchas veces es mejor no aumentar la predicación, sino tener reuniones sociales de
varios tipos. Si hace falta de predicación, debemos preguntarnos si vale la pena buscar un
evangelista o si fuese posible pedir la ayuda de otro pastor conocido o si el pastor mismo
puede predicar. Todos estos métodos han sido eficaces. Si buscamos ayuda de afuera
debemos tener cuidado en encontrar un hombre con el espíritu debido y una buena
medida de sabiduría.

Tal vez se pregunta, ¿debemos comenzar una serie de reuniones cuando parece que no
hay mucho interés en las cosas espirituales? Yo digo, a mí me parece que desde que hay
reuniones con el fin de despertar interés en la templanza, o la política, igualmente
debemos tener reuniones para despertar interés en verdades espirituales. En todo caso, el
fin es el de aplicar la misma ley mental, o sea que lo más a menudo llamamos la atención
a la mente de un asunto lo más probable es que su voluntad estará movida actuar. El
Espíritu Santo obra en el alma de conforme a las leyes mentales. Por eso, es lógico que si
de continuo hablamos de la obra de Cristo, el Espíritu Santo tiene más facultad para
obrar. Desde que el evangelio de Cristo es el tema más sublime que puede ocupar la
mente de la gente, es aun más razón por aplicar esta ley en llevar a cabo reuniones
especiales. Así podemos fijar las mentes de la gente sobre este tema.

En una serie larga de reuniones espirituales hay algunos peligros serios que el pastor debe
tratar de evitar. Hago mención de los siguientes:

Una excitación, hecha de hombres, con el fin de despertar sentimientos religiosos y no de


profundizar la piedad. Semejante llamamiento a las emociones, aparte de la naturaleza
racional, por regla general, resulta en una reacción desastrosa en la dirección de
indiferencia y escepticismo. Muchos campos misioneros han sido quemados por estos
pseudo avivamientos con resultado que son entre los campos más difíciles para la obra
cristiana. Resulta que toda la religión es despreciable.

Reuniones especiales no deben ser con un fin secundario, - solventar deudas de la iglesia
o fortalecer la aceptación de un pastor no bien recibido. Un fracaso es inevitable si
buscamos avivamiento sin preocuparnos por la gloria de Dios o la salvación de almas.

Una tendencia a depender de reuniones especiales y desacreditar la debida función de la


gracia. El hacerlo destruye la vida de la iglesia. El pastor no debe dar a la gente razón por
pensar que un avivamiento es la esperanza más grande del creyente. Él debe animarles a
disfrutar de continua de lo que la gracia de Dios les brinda. Algunos pastores dan a la
gente razón por pensar que Dios obra en la salvación y santificación únicamente en
tiempos de avivamiento. El efecto es destructivo. Por eso, no debemos dar a las reuniones
especiales preeminencia.

Muchas veces reuniones especiales resultan en tensión nerviosa en el extremo y después


hay una recaída. Debemos tratar de evitar esto. En la vida de una planta, el tiempo de
mayor peligro es cuando está extraído del vivero y plantado en la tierra. Al faltar el calor
y protección del vivero y estar expuesto al frío y ambiente del campo, decae y marchita si
no tiene atención especial. La obra más difícil del pastor es después del avivamiento en el
cuidado y instrucción de los conversos cuando faltan el estímulo del ambiente cristiano. A
veces hay males que resultan en este tiempo que dan a la gente razón por desacreditar
reuniones especiales y la obra de los evangelistas. En realidad, los males son por causa de
la negligencia del pastor y la iglesia. En seguida debemos animar a los conversos a asistir
a la escuela dominical y las reuniones de la iglesia. El debe llegar a conocer
personalmente los miembros de la iglesia. Si hay un gran número de conversos el pastor
debe pedir la ayuda de otros miembros fieles en dar atención a ellos. También debemos
ocupar a los conversos nuevos en la obra lo antes posible.

Sección IX.

La cultivación de la vida social en la iglesia


El desarrollo de la verdadera vida cristiana en la iglesia depende mucho en las influencias
sociales que forman su ambiente. Por eso, el pastor debe intentar formarlas y controlarlas.
En tanto que sea posible, los miembros satisfacen sus necesidades sociales adentro de la
iglesia. La iglesia no debe ser una sociedad exclusiva que no admite a los nuevos. La vida
social resulta del vínculo alto de afinidad espiritual que une a ellos, el uno al otro y a
Cristo, como iglesia. Resulta que la iglesia es la esfera natural de las actividades del alma.
Por eso, es de suma importancia que el pastor trata de formar en la iglesia una vida social
que es fuerte, sana y que atrae a otras almas. Para hacerlo tengo dos sugerencias:

Debemos promover conocimiento mutuo en la iglesia. Debemos presentar a los


desconocidos a los demás de la iglesia. Los desconocidos deben recibir un "bien venido"
enseguida, seguido por una visita en su casa por uno de los miembros. A través de
cortesías y atención especial las almas están atraídos hacía a la iglesia. La manera mejor
de promover esto es por su ejemplo personal.

Reuniones sociales en la iglesia en las cuales la gente tiene oportunidad de conversar y


llegar a conocer mejor el uno al otro. Hay varios tipos de reuniones sociales. A veces son
puramente sociales con el objetivo de promover conversación, música y entretenimiento
inocente y sana. El pastor debe esforzarse a promover el debido ambiente y prevenir
diversiones dudosas. Cada reunión social debe estar planeada con actividades como
leyendas, poesías, o conversación sobre temas elegidos. Así se puede controlar el
ambiente y, a su vez, dar a todos una ocasión usar sus talentos y expresarse. Una reunión
social que cumple su función exige que el pastor tenga bien planeado lo que va a hacer.

A veces el objetivo no es únicamente social sino también misionero. Si no hay un


misionero presente, por lo menos pueden ser reportajes de obras misioneras. Se puede
leer cartas de misioneros conocidos. También alguien puede preparar y presentar un
resumen de la vida de un misionero destacado. También se puede hablar de ocuparse en
la obra misionera como, por ejemplo, buscar niños o jóvenes y traerlos a la escuela
dominical.

La actividad social de la iglesia es una fuerza tan potente que el pastor no puede pasarlo
por alto ni pensar que cuidará a sí mismo. Si el pastor no da dirección a la vida social de
la iglesia es casi seguro que irá por un mal camino y será dañino a su obra. Por eso doy
las siguientes sugerencias.

Es mejor que el pastor no tenga ninguna carga oficial en estas organizaciones. Su relación
debe ser el de ser el pastor y, por eso, la cabeza de todas las organizaciones. Los
encargados van a respetar el pastor y pedir sugerencias y dirección de él.

Es natural que las actividades van a variar para satisfacer las necesidades de varios
grupos en la iglesia. Tenemos que respetar esto. Debemos tener cuidado que estos grupos
no lleguen a ser camarillas que excluyen o menosprecian a otros grupos. Esto es dañino a
la unidad de la iglesia.
Cada casa de Dios debe tener un salón social o, por lo menos, un salón que se puede
convertir fácilmente en un salón social. Debe ser adornado adecuadamente y equipado
con lo básico para servir refrescos. El edificio de la iglesia será aun más eficiente si tiene
una biblioteca y lugar para leer. Por regla general, la iglesia dará dinero para proveer
estas facilidades si están animados hacerlo. Los padres están agradecidos por una iglesia
que satisface las necesidades sociales de sus hijos y provee actividades sanas para ellos.
Siempre es mejor que los niños y jóvenes satisfacen sus necesidades sociales en la iglesia
en vez de actividades del mundo.

Sección X

El Pastor como Administrador

La función principal del pastor es el de desarrollar las fuerzas espirituales, mentales y


sociales en la iglesia. En cada congregación hay fuerzas en estado latente que deben ser
desarrolladas por el bienestar de ambos, los que las tienen y por la iglesia. En este
aspecto, el pastor es un teniente encargado de soldados. Es su deber entrenar, organizar y
discipularlos. Si él quiere que los soldados pelean, él tiene que dirigir la batalla. Algunos
pastores diligentes se encargan de cargas que deben ser llevadas por gente en la iglesia.
Así el pastor quede libre para ocuparse en otras tareas. Es mejor para los miembros
también porque tienen la oportunidad desarrollar y usar sus dones. Uno de los vínculos
más grandes en una iglesia es el sentimiento de ser colaboradores, cada uno con una
carga y una parte en la obra. Ningún miembro debe quedar como recipiente, no más,
siempre recibiendo sin nada que puede compartir. La iglesia llega a la cumbre de eficacia
cuando cada miembro es un obrero consciente de la importancia de su obra. Mucha de la
imperfección de la vida de una iglesia es dada al hecho de que o esta fuerza en estado
latente queda sin desarrollo o si está desarrollada, está mal dirigido. Por eso, tengo las
siguientes sugerencias:

El pastor debe estudiar cuidadosamente a su gente para discernir y utilizar su talento. En


cada contacto con la gente él llega a conocerlos mejor. Puede ser que uno manifiesta
aptitud para enseñar y puede servir en la escuela dominical. Otro tiene un buen
testimonio y liderazgo y puede conducir un estudio bíblico en casa de alguien. Otro tiene
buen juicio y conocimiento para servir en administrar el dinero de la iglesia. Puede ser
que otro tiene las calidades necesarias para dirigir actividades sociales de la iglesia. La
meta del pastor debe ser que cada miembro tenga un lugar y una responsabilidad. Él debe
convencer a los demás de la importancia de esta meta para que ellos también animen a los
demás encontrar y desarrollar su don. El pastor que trabaja con esta meta va a encontrarse
pastoreando una iglesia activa, creciendo y feliz. A su vez, él no estará tan cargado que no
puede disfrutar de tiempo libre con su familia. En muchos casos de un pastor exitoso, el
secreto ha sido que él sabía encontrar, desarrollar y utilizar los dones de los hermanos en
su congregación.
La organización de asociaciones en la iglesia para los distintos aspectos de la obra es otra
manera de desarrollar y utilizar las fuerzas espirituales en la iglesia. Anteriormente hice
mención de organizaciones literarias y misioneras. Quiero hacer mención de otras que
son para la obra cristiana. Hay las que son compuestas de los jóvenes varones en la
iglesia y otras compuestas de las señoritas. Su función es la de obrar entre los jóvenes y
hacer todo lo posible animarlos a quedarse fiel en la iglesia. Tales organizaciones también
se pueden encargar con escuelas dominicales que son un anexo de la iglesia o otras
esferas de la obra misionera. En una iglesia grande también es conveniente tener una
organización para cuidar a los enfermos, otra para los pobres, y otra para buscar a los
apartados y desanimados y traerlos de nuevo a comunión con Dios y con la iglesia. SI la
iglesia es lo suficiente grande, es posible tener un grupo encargado de hacer visitas en un
sector de la ciudad y otro para otro sector. Un pastor pensativo, administrando bien su
obra, encontrará un sin fin de trabajos en el cual él puede utilizar los dones particulares
en organizaciones de la iglesia. Hay una bendición doble en llevarlo a cabo. Hay la que
los obreros mismos disfrutan en hacer los creyentes mejores y más felices. Hay también
una bendición para los que reciben el fruto de su obra. Sin embargo, hay dos cosas que
debemos notar.

No debemos tener tantas organizaciones que resulta en un conflicto con las reuniones
generales de la iglesia. Cada una debe respetar la suma importancia de las reuniones en
conjunto con todo la iglesia.

Siempre deben estar bajo la supervisión del pastor y estar sumisos a su dirección. Por
supuesto esto requiere cuidado y tacto por parte del pastor.

Para poder desarrollar las fuerzas en la iglesia es de suma importancia que el pastor
discierne a los jóvenes que tienen habilidad intelectual y que les anima a estudiar y
desarrollar su capacidad mental. La inteligencia es un don de Dios. Es una lástima cuando
no está desarrollada. Debemos estar prontos en reconocer esta verdad y hacer a los
jóvenes entenderla. Verá jóvenes en su congregación que, con educación adecuada,
pueden ocupar puestos importantes y llevar al mundo influencia para hacer a Cristo
conocido. Una de los deberes más sublimes del pastor es el de fomentar en las mentes un
anhelo tener una buena educación y a facilitar tal fin de cada manera posible. Siempre
debe animar a la gente a aumentar su conocimiento y no estar satisfecho a menos que
algunos de los jóvenes de la iglesia llegan a estudiar en la facultad. Un ministro se
desacredita si fracasa en desarrollar a su gente intelectualmente.

Otro fin importante es el de desarrollar dones que pueden servir en el ministerio. La


escuela dominical, la reunión de oración y la obra en general van a manifestar estos
dones. A veces hay jóvenes tímidos que tienen dones y tenemos que animares a
desarrollarlos. El pastor debe estar vigilando y llamar a luz el poder en estado latente.
Algunas palabras de estímulo a veces han encaminado a un hombre hacía a una vida de
gran utilidad. Aparte de esto, hay mucho talento en la iglesia que puede ser usado en la
predicación de laicos. Hay los que tiene buen conocimiento bíblico y elocuencia que
pueden servir de varias maneras sin renunciar su trabajo. Hace falta el cuidado del pastor
en buscar a ellos y encontrar una ocasión para ellos usar sus dones. Así él puede
multiplicar el evangelismo de la iglesia.

Sección XI

Velorios

En los velorios el pastor se encuentra en las relaciones más tiernas e influénciales con las
familias de su congregación. También son algunas de las relaciones más perplejas y
difíciles. Hace falta dirección y consuelo. Si no, es posible que él pierde su buena
enseñanza en el púlpito. En cuanto a esto tengo las siguientes sugerencias.

Por regla general, es mejor evitar un sermón formal en los velorios. Sin causa, prolonga
la reunión para la incomodidad de la gente. También sobre carga el pastor en ambos, la
preparación del mensaje y el cumplimiento de su deber. En caso de la muerte de una
persona bien conocido en el vecindario o una con un puesto importante en la iglesia
puede ser que sería apropiado traer un mensaje en el velorio. Aun en tal caso, es mejor
predicar el mensaje el domingo siguiente en la iglesia. También puede ser apropiado si el
velorio está en un lugar público donde la gente raras veces tiene la oportunidad escuchar
a la predicación. Por regla general, es mejor tener una reunión breve en la casa con
expresión de consuelo y caridad. Normalmente incluida en la reunión será la lectura de la
Escritura, algunas palabras y una oración. Música está bien si es lo que quiere los
afligidos y si hay cantantes presente.

Un laudatorio del fallecido debe ser con pocas palabras, y nunca debe ser la parte
eminente. A pesar de cual bueno que él era, algunos van a recordar algunas cosas que él
hizo que no eran tan buenos. Además, si el pastor dedica una buena parte de la reunión
fúnebre a un laudatorio, tal vez él sentirá la obligación hacer lo mismo por alguien que no
era tan bueno. Si no, algunos van a estar ofendidos. Un análisis del carácter del difunto en
tal ocasión es delicado y difícil, y no se debe intentarlo a menos que sea en los casos
raros cuando se trata de una persona que todos tenían en alta estima.

Siempre es conveniente tener cuidado en expresar en el laudatorio o en la oración una


opinión en cuanto al carácter espiritual o destino del difunto En su gran anhelo de
expresar consuelo es posible decir cosas que únicamente el omnisciente es capaz de
saber. De veras, es su deber en el entierro de uno que tenía un buen testimonio cristiano
asumir que Dios ha cumplido con su promesa a llevar a él a los que han puesto su fe en el
sacrificio de Cristo. Así él puede hablar de lo dichoso que sería estar en la ciudad
celestial. Aun así, él debe hablar con confianza de la esperanza bienaventurada y no con
conocimiento absoluto.
Las circunstancias de la ocasión muchas veces sugieran el tema del discurso, Aparte de
ellas, las siguientes pueden servir.

La abundancia del poder en el evangelio a prepararnos para la muerte por su gracia que
vivifica, justifica y santifica.

La bienaventuranza del creyente más allá de la muerte en la presencia de Cristo y la


belleza y pureza del lugar sagrado donde mora.

La resurrección gloriosa de los muertos en Cristo que es el cumplimento de la redención.

La certeza de la esperanza del creyente, basada en las promesas de un Dios inmutable en


contraste con la incertidumbre de las esperanzas mundanas.

También se puede anunciar grandes verdades y encontrar fuentes de consolación por el


desarrollo informal de algunas porciones de las Escrituras. Por ejemplo: la compasión y
ternura de Dios que se ve en el hecho de que él no encuentra gozo en afligir a los suyos.

El resultado sublime y bendecido que Dios quiere tener a través de la aflicción.

Lo pasajero que son las tristezas terrenales en comparación con los gozos celestiales.

De continuo temas que pueden servir en consolar a los afligidos se surgen mientras que
llevamos a cabo nuestro ministerio. Nos conviene anotarlos y guardarlos. Cuando nos
toco conducir el servicio fúnebre de un inconverso a veces es difícil elegir un tema. En
semejante ocasión el pastor tiene que ser un "hijo de consolación" y, a su vez, predicar
honestamente el evangelio. Él no puede decir nada que daría los afligidos razón por
pensar que su ser querido perdido está en los cielos. Tenemos que quedarnos fieles a
nuestro juicio y conocimiento de lo que la Biblia dice sobre los requisitos para la
salvación. No podemos violar la verdad bíblica que dice que la salvación es por aceptar
personalmente a Cristo como su Salvador y que se manifiesta por su manera de vivir. A
su vez, el pastor debe tomar en cuenta que en tal momento es su deber consolar a los
afligidos. Por eso, no le conviene hablar de lo horrendo que es cuando los inconversos
caen en manos del Dios vivo. (Heb. 10:31) Tal vez la manera mejor de consolar a los
afligidos en semejantes ocasiones sería por hablar de temas como los siguientes.

La brevedad y incertidumbre de la vida.

El plan de la salvación.

La habilidad y disponibilidad de Cristo a salvar

La rectitud y ternura de la providencia de Dios.

El refugio que los afligidos encuentran en la compasión y la salvación de Cristo.


Las temas de arriba nos dan ocasión de hablar de la naturaleza y urgencia de aceptar a
Cristo y son una fuente verdadera de la consolación sin mencionar la relación que el
difunto tenía con Cristo. De todos modos, nuestra manera de ser debe ser el de manifestar
simpatía genuina por los afligidos y apreciación por lo de bueno en el carácter y la vida
del difunto. Aun que no era creyente, puede ser que era un buen ciudadano, generoso, un
amigo no egoísta, un buen marido y padre etc. Si hacemos observaciones podemos hablar
de tales características y honrar su memoria y decir que su fallecimiento constituye una
pérdida para el mundo.

La reunión en el entierro debe ser breve porque que la gente va a quedar de pie. Algunos
pastores leen algo de un libro preparado para semejantes ocasiones, otros leen una
porción de la Biblia que tiene que ver con la muerte, la tumba o la resurrección. Algunos
tienen un discurso breve. De todos modos, debemos prepararnos bien para la reunión. La
reunión se termina con la bendición apostólica seguida por una oración.

Es aconsejable visitar a la familia antes del velorio para expresar su simpatía y tener más
conocimiento sobre el difunto y planear para el velorio. En esta ocasión el pastor sirve
como consejero y amigo. En planear para el velorio debemos conformarnos con las
costumbres del vecindario en tanto que es posible. En tanto que él tiene influencia, él
puede animarles a hacerlo de una forma simple, no costosa. Extravagancia y pompa en
fúnebres es un mal que el misterio debe tratar de frenar. A menudo aumenta la aflicción
de la familia por dejarlas con deudas y resentimientos.

También es importante visitar la familia poco después del velorio apara administrar más
consolación. Muchas veces esta es una buena oportunidad para el pastor hablar de la
necesidad de tomar una decisión en cuanto a su relación para con Dios desde que sus
corazones son tiernos. Es en estos días oscuros que el evangelio puede ser más fácilmente
aceptado. El pastor debe obrar cuidadosamente con la prudencia y aprovecharse de la
oportunidad.

Sección XII

La cultivación del espíritu misionero

Es casi imposible sobrestimar la importancia, todo penetrante, del espíritu misionero. Su


valor no es únicamente en la obra cumplida y el dinero juntado para la predicación del
evangelio sino también en el impacto que tiene sobre el carácter cristiano de la gente en
la iglesia y su testimonio al mundo. El pastor que falla en esto fracasa en hacer su iglesia
un poder para Cristo en el mundo y de desarrollar en ella la plenitud de vida que Dios
quiere que posee.
Para desarrollar y fomentar un espíritu misionero en la iglesia es imprescindible que esto
espíritu esté también en el pastor. Sin esto, ningún método, no importa cual excelente que
sea, tendrá éxito. Si esto espíritu está en el pastor se manifestará no únicamente en
ocasiones especiales sino difundirá en lo que él dice en el púlpito y en la reunión de
oración. Se derramará como una atmósfera de vida a través de la congregación y
impartirá vitalidad y poder en todo el cuerpo. Aparte de esta influencia general, hace falta
también algunos métodos. Tengo las siguientes sugerencias:

La iglesia debe contribuir regularmente a una obra sin fin de lucro. Se puede hacerlo por
levantar ofrendas o por poner una caja con tal fin en un lugar conveniente en la iglesia.
Muchas iglesias tienen la costumbre dividir el año en cuatro o seis períodos y dedicar
cada período a una o más obras. Muchas veces esto ha sido exitoso. Con cualquier plan
elegido, debemos conseguir contribuciones regularmente. Debemos alcanzar todo la
congregación, los ancianos, jóvenes y niños y los ricos y pobres. Si no, algunos pocos, no
más, van a compartir en las ofrendas y los demás van a perder la bendición.

El pastor debe predicar sobre misiones por lo menos una vez en cada período En estos
sermones el debe hacer mención de la gran importancia de estas obras sin fin de lucro. El
debe incluir hechos concretos sobre lo que estas obras están llevando a cabo en el mundo.
No es aconsejable ni necesario rogar por dinero en estos sermones. Mejor es hacer
mención de la enseñanza del gran Maestro quien dijo, "Más bienaventurado es dar que
recibir." (Hechos 20:35) Así presentamos el dar, no como un deber sino como un
privilegio exhalado cuya recompensa está en sí mismo. Bien preparado, el sermón
misionero puede ser el más atractivo de su ministerio público. Si él siempre tiene en
mente que va a predicar dentro de poco otro sermón misionero, él va a guardar material
de su lectura y reflexiones. Esto facilitará mucho la preparación del sermón. Un cuaderno
especial para guardar pensamientos personales e ilustraciones para sermones misioneros
se llenará rápidamente de la lectura del pastor.

La iglesia debe tener una reunión mensual dedicada a misiones. Esto es de suma
importancia porque en ella el espíritu misionero encuentra su expresión devocional. Es
una equivocación grave si el pastor falla en esto y la toma levemente. Ninguna reunión es
más provechosa si es debidamente dirigida. En cuanto a estas reuniones ofrezco las
siguientes sugerencias.

No hace falta limitar la reunión a las misiones foráneas. Hay ventajas en incluir todas las
ramas del evangelismo. Se puede dedicar las reuniones a varias ramas de la obra. Una vez
puede ser para la obra en la América del Sur. Otra vez puede ser para las zonas de mayor
emigraciones. Otra para los que trabajan entre los musulmanes. Así también la reunión
hará una contribución importante al conocimiento de la gente porque ofrece varios temas
para cautivar la atención de la gente.

Para comenzar la reunión, el pastor puede presentar un sumario breve de todo el campo
elegido incluyendo eventos de interés especial. Se puede pedir que uno o más de los
hermanos de la iglesia esté listo a presentar una obra en particular. Debe quedar tiempo
amplio para la oración porque, más que nada, esto es el propósito por la reunión.
Las sugerencias arriba son imperfectos y generales. Cada iglesia es distinta. El pastor
tiene que acostumbrarse a los métodos de la iglesia. El objetivo – el desarrollo del
espíritu misionero en la iglesia es de suma importancia y debemos estudiar métodos con
el fin de alcanzar nuestra meta.

Sección XIII

El pastor y la prensa

Antiguamente la gente de la iglesia no leyó nada más que la Biblia, y el púlpito


constituyó el lugar más importante en la instrucción. No es así en el día de hoy. El diario,
las revistas, la novela y una multitud de material que sale de las imprentas han tomado el
lugar de la Biblia. Aun en familias religiosas el teatro y la prensa revelan con el púlpito
como las fuerzas vitales en controlar el pensamiento popular. Es en vano pelear en contra
de ellos. Tenemos que aceptarlos como una parte de la vida moderna. El pastor sabio
tiene que pensar en hacer algo para controlar esta potente fuerza inevitable de la prensa y
hacerla servir en vez de lidiar en su contra. Con la debida supervisión este poder potente
puede ser un suplemento al púlpito. Aquí hay algunas sugerencias.

El pastor debe asegurarse que cada familia suscribe a un buen diario cristiano. Esto es de
suma importancia porque tal diario es una fuerza potente en educar los pensamientos
religiosos y actitudes y enriquece y mejora la vida cristiana. Muchos pastores estarían
asombrados si supieran que pocas familias de su iglesia reciben un diario cristiano y
tantas que están leyendo de continuo publicaciones despreciables y moralmente
destrozadas. La lectura habitual de ellos neutraliza la instrucción y influencia del púlpito.
Las revistas y diarios son la lectura habitual de las familias y el pastor que es negligente
en preocuparse por su lectura a menudo encontrará que es una de las fuerzas más
destrozadas obrando en su congregación.

El ministro inteligente y pensador, en su obra pública y privada, a menudo llamará a la


atención de la gente libros buenos y usará su influencia en animarles a leerlos. Su gente,
cargada con su trabajo y quehaceres de la vida, raras veces son capaces de juzgar el valor
y las tendencias de la literatura ofrecida a ellos. Por eso, esperan que su pastor, quien es
más educado e informado, les guíe en su selección de libros y revistas

La biblioteca de la escuela dominical también debe estar escudriñada a menudo para


asegurarse que lo que ofrece es digno de la lectura de la gente. En una iglesia grande sería
ideal tener un salón donde la gente puede venir a leer o tener una biblioteca con libros
para prestar. Si es así el pastor debe nombrar algunos para formar una junta con el fin de
supervisar la biblioteca.
El pastor también debe tener a mano folletos que son breves, simples que claramente
explican el pecado, la redención, arrepentimiento, fe y libertades cristianos. Con ellos él
puede despertar los indiferentes, guiar a los que buscan la verdad y animar a los creyentes
que vacilan. Estos pequeños evangélicos al lado, son ayudantes de gran valor al pastor. El
pastor siempre debe tener una cantidad en su oficina y llevarlos en su bolsillo cuando sale
para hacer visitas. Hay tantos disponibles y tan económicos que ningún pastor debe ser
negligente en usar lo que puede contribuir a su éxito.

Cada iglesia debe asegurar que su pastor tenga una buena cantidad de estas publicaciones.
Algunas iglesias tienen la costumbre de proveer regularmente por estas necesidades.
Ellos creen que el soldado no debe tener la obligación comprar sus municiones. --
traductor

En el púlpito debemos tocar el tema de la lectura y libros y advertir a la gente a tener


cuidado en guardarse de la mala influencia de la literatura sobre su mente y hogares.
Muchos padres cristianos no se dan cuenta del peligro que ponen delante de su familia
por la literatura que admiten en su casa.

El pastor también debe usar su influencia en los colegios y bibliotecas públicas para
animarles a tener literatura sana cristiana en estas fuentes de opinión pública. Como un
hombre educado y ministro del evangelio, es su deber hacer lo que puede para prevenir la
mala influencia de literatura indecente. Si él es negligente en esto es posible que las
escuelas tengan instrucción que es dañina a las verdades cristianas. También él debe tratar
de prevenir que los que dan discursos públicos no sean incrédulos que siembren mal estar
en contra del evangelio. Ningún ministro debe ser indiferente al sentimiento público en su
alrededor. Es el ambiente intelectual y moral en el cual vive los de su iglesia y que tiende
a envenenar o purificar sus almas.

Sección XIV

Relaciones con las demás denominaciones

La obra del pastor le lleva en contacto con otros ministros e iglesias en la comunidad. Su
comodidad y éxito depende en parte de la estima y confianza que los de las otras iglesias
evangélicas tienen de él. Él va a encontrar creyentes nobles en iglesias que llevan otros
nombres y el debe tratar de llevarse bien para con ellos. Esto es aun más importante
cuando se trata de pastores. Cuando hay una relación de amor y confianza el ministro en
la comunidad puede ser mutuamente benéfico el uno al otro. Si son unidos, su influencia
será más grande. Tengo las siguientes sugerencias.

No aislarse, quedándose apartado de la comunidad cristiana en general. Trata de llegar a


conocer a todos los hombres buenos. Tenga un espíritu amigable y cordial y esté presente
en las ocasiones cuando todos se reúnen públicamente en busca de consejo unido y
adoración. Así va a disfrutar de la simpatía y amor de la comunidad cristiana y en gran
manera su comodidad e influencia será incrementada.

Relaciones amigables entre creyentes con creencias distintas requiere una clara
precognición de su carácter cristiana común y un acuerdo el uno al otro de su sinceridad y
pureza en su posición en su iglesia. Es justo esperar que otros le respetan aun que tienen
creencias distintas y usted tiene que hacer lo mismo. Tal posición está de acuerdo con los
sentimientos de su denominación y la defensa de sus creencias. No es nada más que un
reconocimiento que hay opiniones distintas entre los hombres cristianos y que debe ser
también un juicio caritativo del carácter, el uno del otro y un abstenerse cuidadosamente
de lenguaje que puede ofender a los que piensan de otra manera. Yo creo que el respeto
genuino y la confianza de cualquier comunidad cristiana están más bien asegurados por
aquel pastor que tiene un espíritu de caridad y que reconoce la sinceridad e integridad de
los que tienen creencias distintas aunque a su vez él no vacila en predicar y defender las
creencias de su denominación.

El intercambio de púlpitos por pastores evangélicos a vez en cuando tiene sus ventajas.
Es un reconocimiento público de la unidad cristiana. Da al ministro una congregación
más amplia que tendría si siempre estaba limitado a su propia iglesia y así él aumenta sus
conocidos y consigue interés y confianza de todos. A su vez, hay ocasiones cuando está
sobrecargado con su obra y no tiene tiempo de prepararse bien para su obra en el púlpito.
En tales ocasiones él puede usar un mensaje que ya preparó y predicó en su iglesia. En
semejante intercambio es obvio que él debe conformarse a las costumbres de la adoración
de la iglesia y que el tema del mensaje debe ser sobre el evangelio, sin tocar temas
polémicos.

A veces las iglesias de denominaciones diversas tienen reuniones unidas para promover
avivamiento. En tales ocasiones es entendido que cada iglesia va a desistir de promover
sus creencias distintas y unir su esfuerzo en proclamar el evangelio. Semejante unión de
esfuerzas ha sido benéfico en comunidades donde la mayoría de las iglesias son débiles.
Cuando es así, hay pocos dones y las esfuerzas cristianas pueden estar concentrados para
mantener el interés. Entre iglesias fuertes y grandes, donde hay una abundancia de dones,
la utilidad de semejantes reuniones es dudosa. A la verdad, a veces hay desventajas. Ente
ellas hay las siguientes:

Los miembros de las iglesias se encuentran en circunstancias difíciles y no se sienten


cómodos en participar. Resulta que algunos pocos, no más, participan. Al contrario, si
fuese en su propia iglesia todos participarían.

Según la fe bautista, las ordenanzas claramente proclaman verdades divinas delante de


los hombres. En una reunión unida no se puede hacer mención de ellas, y aun menos
administrarlas. Resulta que este elemento poderoso se pierda.
Muy a menudo, al concluir las reuniones unidas, hay desacuerdos en cuanto a cual iglesia
los conversos nuevos deben asistir. Resulta en fricción y mal estar. El mal que resulta
puede pesar más que el bien.

Entonces podemos admitir que hay ocasiones cuando las reuniones unidas son benéficas
pero, por regla general, no son aconsejables. Una iglesia va a desarrollar mejor sus dones
y su propio poder espiritual por trabajar a solo y conforme con sus propios principios y
métodos. Su luz brilla más intensamente y claramente cuando ella enseña y defiende
fielmente la verdad que ha aprendido de la Palabra de Dios. A su vez, sus relaciones con
las demás iglesias en la comunidad no estarán en tanto peligro de estar amargadas.

Sección XV

El cambio de campos

La falta de estabilidad en el pastoreado es un hecho común. Tarde o temprano cada pastor


tiene que preguntarse, ¿debo cambiarme de campo? Sin duda, una razón por esto es el
espíritu inquieto de la edad, impaciencia con lo viejo y de continuo un reclamo por lo
nuevo. Es uno de los resultados naturales del crecimiento rápido y un espíritu empresario
en nuestro país.

I. Lo malo de cambiar de campo

Los males son numerosos y serios y únicamente las razones imprescindibles le justifica
hacerlo.

Resulta en una pérdida grande de lo que el pastor tiene a su favor. El amor y confianza de
la congregación que el pastor ha logrado constituyen elementos importantes en su poder.
Estos, a la distinción de la popularidad, son adquiridos poco a poco pero, una vez
adquiridos, contribuyen en gran manera a su obra en público y privado. Al abandonar su
iglesia él pierda todo y tiene que empezar de nuevo el trabajo penoso en otra iglesia. La
capacidad del pastor a ser benéfico a su pueblo se realiza a través de un sabio
conocimiento del carácter de la gente. En cambiar de iglesia él tiene que empezar
nuevamente estudiar la congregación.

Pocos pastores aumentan el rango de su aprendizaje original después de su primer


pastoreado. En su primer carga ellos están obligados a empujarse a nuevas líneas de
pensar pero, en el campo nuevo, hay la tentación usar los temas antiguos y sermones de
su fichero. Resulta que su capacidad mental merma y ellos andan en el mismo círculo. Su
crecimiento intelectual y teológico está frenado.

Esta inquietud y anticipación de cambiar desanima al pastor de formar un plan extensivo


para la instrucción y el desarrollo de la iglesia. Su meta, más bien, es tener resultados
inmediatos. Por eso, sus sermones son más a menudo sentimentales y sensacionales,
limitados a pocos temas y el desarrollo de la vida de la iglesia está embromado.

Es más probable que habrá un achicamiento impresionante en el respeto público por el


ministerio. En parte, es el resultado de esta inquietud, pero también es porque piensan de
los pastores como siervos públicos desinteresados. Tampoco piensan de ellos como una
fuerza permanente en el barrio. Son más bien pasajeros.

II. Causas insuficientes por cambiar de campo

Muchas veces hay causas que sirven para inquietar un pastor que no deben producir tal
resultado. A la verdad, algunas de ellas pueden servir más bien para fortalecerle en vez de
animarle a disolver la relación pastoral. Por ejemplo:

Depresión mental. Una vida sedentaria estudiosa a menudo induce condiciones nerviosas
anormales y el hipocondríaco mal interprete los sentimientos del pueblo y desestima los
resultados de su ministerio. Si él opta por cambiar de campo los desarrollos subsecuentes
manifestarán que era sin causa.

La falta de popularidad. Muchas veces esto es dado a defectos en el carácter y la obra del
pastor y la solución verdadera no está en un cambio de campo sino en corregir sus fallas.
La falta de preparación, tal vez, resulta en sermones que no alimentan a los oyentes.
Puede ser que él ha fallado en administrar la iglesia y la iglesia no avanza. En otros casos
hay imperfecciones en su espíritu o en su vida que impiden a la gente respetarle o confiar
en su ministerio. En todos estos casos, la falta de popularidad no indica que hace falta un
cambio de campo sino un cambio en su espíritu, plan y manera de obrar.

Dificultades en la iglesia. Estas pruebas entran mas o menos en la vida de cada pastor
pero no son una indicación que es tiempo cambiar de campo. Puede ser que la prueba fue
mandada por Dios en forma de disciplina, diseñada para desarrollar, a través de la fe y
paciencia, un carácter más noble y un aumento de su poder. Cambiar de campo, en tal
caso, es una escapada cobarde del deber y resultaría en el fracaso en lugar de recibir la
bendición subsecuente. Yo temo que muchas veces el rompimiento del vínculo entre el
pastor y la iglesia no es nada más que esquivarse de pruebas y resulta en pérdida para
ambos, el pastor y la iglesia.

Los que buscan un puesto más alto. Hay una ambición, no santificada, insatisfecha con
adelantamiento a través de crecimiento natural que siempre anhela alcanzar puestos más
altos en el ministerio a través de salirse en el diario, predicar sermones sensacionales o la
influencia de amigos. Cuando hay un púlpito desocupado en una iglesia eminente
siempre hay algunos ansiosos de ser llamados para ocuparlo. Debe ser obvio que tal
espíritu está lejos de ser el espíritu genuino que debe caracterizar un pastor cristiano. Al
cabo, hace daño a la reputación de aquel que se permite tener semejante espíritu porque
tarde o temprano nuestro egoísmo se manifestará.
III. Razones válidas por un cambio

A veces un cambio de campo es, sin duda, el deber del pastor. La Providencia y el
Espíritu Santo de Dios que le guió en formar la relación pastoral le guiará también
cuando es tiempo disolverla. Las siguientes son algunas razones por cambiar de campo.

Crecimiento en habilidad que va más allá de la esfera del campo. Supongamos que un
joven pastor se ha radicado en cierto campo. Su fidelidad en estudiar y trabajar le ha
desarrollado de tal manera que está capacitado para una esfera más amplia. Si este hecho
se manifiesta por el juicio de los hermanos y la Providencia de Dios, es su obligación, a sí
mismo y a la causa de Cristo, entrar el campo más amplio.

Los límites de salud por parte de él o de su familia. La grandeza de lo que se requiere del
intelecto y tensión nervioso en el día de hoy a veces obliga a un pastor buscar un campo
donde no tendrá que llevar una carga tan pesada. Allá él puede aprovecharse de lo que él
preparó anteriormente para su obra en el púlpito. Aun que es lamentable para su
crecimiento intelectual, es mejor que un quebrantamiento mental o físico. A veces el
clima no es favorable y en tal caso un cambio es aconsejable

Un salario no adecuado. Las pocas entradas que un pastor recibe de una iglesia a veces no
alcanza para su familia. En tal caso él debe escudriñar bien sus motivos. Es posible que
una iglesia más grande, y un salario mejor apela a su egoísmo. La necesidad de un salario
mejor debe ser verídica y no imaginaria.

Estar continuamente incómodo en su obra. A veces un pastor se encuentra en una iglesia


donde él ha cumplido lo mejor posible su obra pero hay fuerzas en la iglesia que siempre
se ponen en contra a él. Cada vez que él propone hacer algo está vencido por una
comisión que se le opone. Puede ser que algunos de los miembros le apoyan pero la
mayoría no. Si es imposible cambiar semejante situación, a mí me parece que sería su
deber renunciar y buscar un campo donde tendría más libertad trabar y usar sus dones.

Por último, quiero decir que un pastor debe esperar pruebas en cualquier iglesia o
comunidad. Un cambio de campo no será nada más que un cambio de pruebas. Es
cuestión seria si, en muchos casos, un cambio simple de fe en Dios, un poco más
paciencia en las pruebas y un poco más de persistencia, pudieron haber evitado la
necesidad del cambio. Estas cualidades siempre aumentan la fuerza del pastor y
desarrollan las fuerzas de su naturaleza intelectual, moral y espiritual y aumentan su
influencia como un ministro de Cristo. Sin duda, la inquietud que se ve tan a menudo en
el ministerio indica que algo está mal en los pastores o en las iglesias y sirve para
debilitar la influencia de ambos.

Sección XVI
Ministros que no están pastoreando

No todos los ministros son llamados a servir en un pastoreado. A veces es el deber de los
que fueron llamados a tal puesto a dejarlo para aceptar otro aspecto de la obra del
ministerio. En el ministerio que el Cristo ascendido dio a su iglesia fueron nombrados,
aparte de pastores, evangelistas y maestros. (Efesios 4:11) Son términos para designar
puestos importantes en el reino de Dios. Aquí se presenta una explicación breve de la
función dado a ellos.

I. Evangelista.

Entre ellos, La Biblia nombra a Felipe, Apolo, Bernabé, Timoteo y Tito. Fueron hombres
que no tenían un puesto local. Fueron encargados con la responsabilidad de predicar y
administrar las ordenanzas del evangelio por donde quiere que el Espíritu los llamó.
Estaban ocupados, por mayor parte, en una obra semejante a la de los misioneros –
predicar el evangelio donde no había sido predicado, formando iglesias y dirigiéndolas en
su infancia. Es posible también que a veces su obra era semejante a los hoy en día que
ayudan a pastores en reuniones especiales para promover avivamiento y evangelismo. Tal
vez Bernabé, cuando fue enviado por la iglesia en Jerusalén para tener parte en el gran
despertamiento en Antioquía, tenía la capacidad para servir en este caso. Timoteo fue
dejado por Pablo en Efeso para frenar una inclinación hacía a la herejía. (Hechos 11:22-
24, I Tim. 1:3-4) Por eso, podemos clasificar a los evangelistas así:

Misioneros foráneos. Al considerar el deber de entrar a un campo foráneo hay que tomar
en cuenta las calificaciones necesarias. El mero anhelo o inclinación emocional tiene
poco peso si uno no llena los requisitos. Entre los requisitos más obvios se puede hacer
mención de los siguientes:

Un cuerpo físico sano. La gran mayoría de nuestros campos misioneros están en el


oriente con una clima desfavorable que prueba en lo extremo las fuerzas físicas. Nadie,
ya debilitado por enfermedades o susceptible a enfermedades, debe aventurarse a tales
campos misioneros. Si va, sus debilidades van a impedirle de darse por completo a la
obra y más probable su estadio será breve. En todo caso, sería sabio buscar consejo
médico.

Sentido común. La administración práctica de la misión muchas veces es la


responsabilidad del misionero. Por eso, es imprescindible que él tenga una buena medida
de tacto y sabiduría. En un campo nuevo él estará alejado de consejeros de confianza y él
tendrá que apoyar sobre su propio juicio en tomar decisiones. En los campos más
desarrollados él puede buscar consejo de los nacionales. En todo caso él debe saber
llevarse bien con los nacionales y servir como su consejero también. Una mente idealista,
no realística, no sirve en tal situación a pesar de su inteligencia y buena educación.
Facilidad en aprender un idioma nuevo. Es difícil aprender un idioma nuevo y en especial
uno de los del oriente. Hace falta aprenderlo lo más bien para que se puede hablar con
fluidez. Algunos hombres con mucha habilidad han fracasado en esto en el campo
foráneo. Cuando es así, puede ser que pueden servir en otras capacidades, pero no pueden
predicar ni enseñar. Por eso, es imprescindible que el candidato tenga una aptitud
ordinaria para lenguajes para asegurar que, con persistencia, él será capaz de dominar el
vernáculo de la gente.

El don de predicar. La predicación a los incrédulos es una manera eficaz de evangelizar y


las condiciones de sobresalir en ella son las mismas por todos lados. También el
misionero debe ser "apto para enseñar." (II Tim. 2:24) Esto requiere que él tenga facilidad
para persuadir y ilustrar de manera que puede declarar la verdad con claridad. En los
campos foráneos muchas veces se requiere que él sabe predicar de una manera
conversacional. En tal caso él tiene que saber refutar argumentos y lidiar con los que
saben llegar a fondo en razonar. Si él fracasa en esto, el evangelio queda mal estimado.

Fe, energía y perseverancia. En estos puestos alejados, un espíritu tímido, vacilante, y


pusilánime está destinado a fracasar. Coraje, determinación y esfuerzo son capaces de
alcanzar resultados permanentes. Los misioneros Carey y Judson esperaron años con
confianza sin vacilar antes de ver su primer converso. Requiere las mismas calidades de
carácter de los que son pioneros en campos foráneos. En evaluar las calificaciones de un
joven hay que tomar en cuanta que él no está desarrollado y las cualidades que tiene
ahora son el principio y la esperanza de lo que desarrollará con poder más adelante. En
un campo foráneo, igual en su patria, las emergencias y circunstancias sirven para
desarrollar a un hombre. Por eso, ningún joven debe rechazar la llamada a un campo
foráneo basado sobre su falta de calificaciones. Más bien él debe estudiar su carácter y
buscar consejo de los con habilidad evaluar sus capacidades. Así, en tomar una decisión
sobre un asunto con tantas consecuencias, no estará tan propenso a equivocarse.
Semejante decisión se debe tomar con una vista imparcial y con una conciencia clara.
Debemos tomar en cuanta que hay peligro que, sin darse cuenta, nuestro egoísmo
magnificará las razones en contra a la vida misionera y apreciará demasiado bajo la
fuerza de las razones en su favor.

No voy a tocar la naturaleza de la obra misionera y la manera de llevarla a cabo. Estos se


encuentran abundantemente presentados en los libros "El Misionero Foráneo" escrito por
Rev. M. J. Knowlion D.D. Y "Las Misiones Foránea, Sus Relaciones y Relaciones" por el
Rev. Rufus Anderson. En algunos aspectos, las relaciones del misionero son delicadas y
requieren, por su parte, dirección. Aquí se puede mencionar:

a. Su relación para con su junta misionera.

La junta está encargado con la administración del dinero encomendado a ella por las
iglesias. Por eso, la misión debe tener cierto medida de supervisión y dirección sobre él
en cuanto a su manera de llevar a cabo su obra. La línea de demarcación entre la
autoridad de la junta y la independencia del misionero en dirigir su obra no es siempre
fácil determinar. Sin un espíritu de gentileza, paciencia y confianza, es posible que surgen
conflictos serios. En la administración del dinero es importante mantener un balance de
las entradas y salidas por parte de ambos, la junta y el misionero. Así se puede evitar aun
la sospecha de ser estafador. En esto, como en todos los asuntos de la administración de
dinero, es sabio poner por obra el consejo del Apóstol Pablo cuando dijo, "Evitando que
nadie nos censura en cuanto a esta ofrenda abundante que administramos, procurando
hacer las cosas honradamente, no solo delante del Señor sino también delante de los
hombres." (II Cor. 8:20-21)

b. Sus relaciones para con los pastores nacionales e iglesias también son delicadas.

Anteriormente la obra del misionero era, más que nada, la supervisión en general de las
iglesias nacionales. En esto el misionero no pudo ejercer un poder arbitrario. El no es un
obispo con autoridad sobre las iglesias, impidiendo a los pastores ejercer su poder sobre
sus iglesias. El no debe mirar por alto la independencia de las iglesias. Su poder es, más
bien, moral y su obra es la de entrenar a las iglesias y pastores para ser capaces de
cumplir sus funciones independientes del misionero. Por eso, él debe ser diligente en
guardarse de un espíritu arbitrario o métodos que chocan con la justa independencia de
pastores e iglesias. La historia testifica al carácter alto y la nobleza de los hombres que
han salido como misioneros. A pesar de las relaciones delicadas, raras veces han sido
roces entre las juntas misioneras y los misioneros. Por la mayor parte, las iglesias
foráneas han sido adiestradas de tal manera que son ejemplos de ellos en su organización
y carácter; obrando en la simpleza e independencia de las iglesias del Nuevo Testamento.

B. Misioneros hogareños.

Esto significa a los misioneros que se ocupan en trabajar en su patria. La mayoría de


estos son pastores en iglesias nuevas o débiles. Su cargo es distinto de la del pastor
común y corriente en el hecho que su apoyo viene en parte de una organización
misionera. Por esto tienen la obligación rendir cuentas con el cuerpo que ayuda en su
sustento. Algunos de ellos están ocupados en ministerios ambulantes en ghettos urbanos o
en suburbios nuevos o zonas no evangelizadas del país. Su obra consiste en visitar casa
en casa, predicar cuando tienen oportunidad, organizar escuelas dominicales y la
formación de iglesias. Hay pocas obras que requieren más fuerza de carácter, firmeza de
juicio, fuerza indomable, abnegación y dedicación. Entre los que están ocupados en esta
obra están algunos de los más nobles siervos de Cristo. No hace falta tratar de sus deberes
que son casi iguales a los de los demás pastores.

C. Evangelistas que viajen de iglesia a iglesia.

En todas las edades Dios ha dado dones especiales que sirven en el despertamiento y la
salvación de almas. A veces el pastor no tiene estos dones. Por supuesto, si tiene estos
dones son de gran valor. El evangelista no siempre tiene la educación y habilidad docente
del pastor. Puede ser que falta en el poder de continuamente guiar, organizar y gobernar a
una iglesia. Lo que él tiene a su favor es poder reforzar y amplificar las verdades que el
pastor ya ha enseñado. Él puede desarrollar convicciones latentes y mover a los hombres
a tomar decisiones definidas. Hay pastores que tienen el don de enseñar pero faltan el
poder despertar y mover a la gente tomar decisiones. Por eso, muchas veces sucede en la
obra del Señor que uno siembra y otro siega. En tal sentido, el evangelista viene como
segador con sus dones de recoger donde el sembrador ha obrado por un rato largo con
paciencia. El pastor ha preparado una cosecha espiritual.
La relación entre el evangelista y el pastor en reuniones especiales es siempre delicada.
Antes de empezar, ellos deben tener un entendimiento franco y así será cooperación
cordial entre ellos. El evangelista debe guardarse de meterse en lo que pertenece al pastor
ni quitar de la estima que la iglesia tiene por su pastor. A veces hay peligro de esto. El
evangelista puede tener un número reducido de sermones y usarlos una y otra vez. Él
puede predicar con buenas ilustraciones, elocuencia, libertad y fuerza. Al contrario, el
pastor tiene que tocar un amplio rango de temas y de continuo tiene que preparar
sermones nuevos. Hay peligro que algunos oyentes, menos pensativos, piensen que su
pastor es aburrido a comparación con el evangelista. Si es así el pastor sufre.

Entre los conversos también a menudo hay una atracción hacia a aquel que fue el agente
en su conversión. Ellos miran por alto el esfuerzo largo y penoso de su pastor en llevarles
al punto de estar listo tomar una decisión. Por eso, es el deber del evangelista reconocer y
frenar estas tendencias y reforzar, de cualquier manera posible, la estima que la gente
debe tener por su pastor. Su ministerio es una bendición permanente si resulta en reforzar
la relación entre el pastor y su pueblo.

Un pastor joven, por supuesto, confiará mucho en el juicio y la experiencia del


evangelista en planear por las reuniones pero es dudoso que el evangelista debe insistir en
el controlar total de ellas o si un pastor debe concedérsela. En especial el pastor debe
mantener control de las reuniones cuando toca la cuestión de los candidatos por
membresía en la iglesia. Dado a su conocimiento de la gente del barrio, el pastor está más
capacitado juzgar el carácter de la gente y no está tan propenso equivocarse como un
desconocido. La tentación a buscar la fama, por ambos, el pastor y el evangelista, por ver
un gran número de miembros nuevos, con apuro y poca discriminación, puede resultar en
daño a la iglesia.

El motivo del evangelista debe ser el despertamiento de almas y un avivamiento de


espiritualidad genuina. Con este fin en mente, él va a elegir sus temas y desarrollarlos
para lograr este resultado. Por eso, hay un número limitado de temas y la manera de
predicar tiene que ser estimulante y excitante. Su éxito y fama exigen que él tenga
resultados inmediatos. Por eso, hay peligro que él emplea métodos diseñados para
producir excitación religiosa que, más adelante, estará condenado por el público y la
iglesia sufrirá.

Excentricidad en el evangelista, aun que es una parte natural de su individualidad, puede


servirle en darle la capacidad despertar la curiosidad de la gente y llamar a la gente a la
casa de Dios. Pero si él usa su excentricidad para llamar atención a sí mismo está mal.
Temas sensacionales, frases jerigonzas, dichos groseros, declaraciones exageradas y una
manera de ser rara por el momento pueden excitar la atención y tal vez los aplausos de la
gente pero el resultado final siempre desventaja el orador y su causa. Aun los incrédulos
condenan semejantes cosas en uno que se trata con las almas de la gente y la religión. Tal
vez el evangelista está en peligro de buscar la ventaja provisorio que él puede efectuar
por su excentricidad porque llama a la gente escucharle pero, cuando él se va, no se dará
cuenta de la reacción negativa que tenía.

Algunos de los evangelistas más eminentes limitaron sus sermones a más o menos, los
mismos temas. A través de su carrera fueron añadiendo a su claridad, fuerza y viveza de
ilustraciones y la eficacia de su aplicación. El Rev. Jacobo Knapp tenía un ministerio
cuyo éxito no fue igualado por ningún predicador de este siglo. Él adoptó este método.
Este escritor estaba con él en tres series de reuniones. La primera cerca al principio de su
ministerio y la última algunos 30 años más tarde, cerca al fin de su ministerio. En cada
una, él usó, por mayo parte, los mismas temas. Pero era impresionante ver el avance en su
poder y en los resultados. Pocos en la multitud de los que se reunieron para escucharle en
las 6 semanas sucesivas olvidarán la fuerza de su razonamiento, el poder gráfico de sus
ilustraciones y la gran eficacia de su aplicación de la verdad a la conciencia y al corazón.
Él había juntado en aquella serie de 75-100 sermones los resultados más ricos del
pensamiento de por vida. Esta concentración de toda la fuerza de un hombre sobre
algunos pocos sermones da al evangelista gran ventaja en el púlpito.

En su vida espiritual, el evangelista está en peligro de estar orgulloso de su piedad. De


continuo él experimenta el movimiento del Espíritu en las almas y está expuesto al
peligro de mirar por alto el hecho de que, por mayor parte, él está cosechando lo que
otros sembraron y que la conversión es únicamente la culminación de una larga serie de
influencias de las cuales él fue la última. Es natural que creyentes rescatados de una vida
perdida y almas convertidas tendrán en alto estima a aquel que fuera instrumental en su
despertamiento. El evangelista puede fracasar en la humildad genuina si no reconoce que
cada efecto espiritual es la obra del Espíritu santo. Si lo hace, él puede asumir una actitud
de espiritualidad superior. Resulta que él pierda poder con Dios y, a su vez, poder para
con los hombres.

No hay carga de más alta responsabilidad ni más grande utilidad que la del evangelista.
La carga ha sido ocupada por algunos de los más nobles hombres en la iglesia de Dios.
Han sido hombres llenos del Espíritu Santo y de fe cuyos nombres traen una fragancia a
la memoria de multitudes como los heraldos de la salvación. Por regla general, la carga
debe ser ocupada únicamente por los con experiencia porque requiere pureza y fuerza de
carácter, firmeza de juicio y una medida grande de fe, paciencia, sabiduría y
conocimiento de hombres. Son cualidades que se consigue únicamente por la experiencia.

II. Maestros.

La palabra "maestros" en el Nuevo testamento es reservada para hombres en la iglesia


cuya obra es la enseñanza pública de verdad espiritual. Así se usa en I Cor. 12:28. "A uno
puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros..."
Sin duda la palabra embarca a los pastores y evangelistas pero incluye a todos los que se
ocupan en la enseñanza. También Ef. 4:11 dice, "Y él mismo constituyó a unos,
apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros." Aquí
también se trata de hombres que enseñan públicamente la Palabra de Dios. Hay muchos
que tienen el don de enseñar cuyos dones la iglesia puede utilizar en posiciones aparte de
la de ser un pastor. Algunos de ellos sirven como docentes en facultades, otros como
editores o autores de libros y literatura. Por eso, a menudo son ordenados como pastores.
Sobre esta clase de ministros quiero decir lo siguiente.

Maestros, como evangelistas, no tienen parte en la administración de la iglesia. Son


miembros con todos los privilegios que van con la membresía. Puede ser que tienen
autoridad predicar y administrar las ordenanzas. Ellos, como los demás, pueden ser
disciplinados por la iglesia. Como miembros, ellos deben cumplir con su deber en apoyar
a la iglesia con sus diezmos y ofrendas, asistir fielmente a las reuniones y ayudar en todo
en la obra de la iglesia.

Muchas veces hay una relación delicada entre esta clase de ministros y el pastor de la
iglesia. Aunque no tienen autoridad oficial, su carácter y dones les dan mucha influencia
en la iglesia y la sociedad. Por eso, ellos deben guardarse de meterse en las prerrogativas
del pastor. Por ejemplo, en casamientos y velorios en la iglesia es correcto que el pastor
este encargado. El maestro debe guardarse de asumir demasiada responsabilidad en las
reuniones de adoración en la iglesia. En todas las relaciones en la iglesia y la vida social
él debe conceder al pastor la preeminencia que le corresponde y hacer todo lo posible
facilitar la obra del pastor. Así maestros y socios llegan a ser para el pastor, no una fuente
de malestar y estorbo, sino una bendición y fuente de fuerza.

Hay ministros que sirven a las iglesias en general. Ellos viajen de iglesia a iglesia para
ministrar en varias capacidades o como representantes de organizaciones. En la ausencia
de la obligación de servir a una iglesia, hay peligro de que ellos tengan un espíritu
profesional que les debilita en realidades espirituales y quita su poder en el ministerio del
evangelio. Para prevenir esto, él debe cultivar en su alma un espíritu de siervo y evitar
lazos sociales o comerciales que militan en contra a su vida espiritual o debilitan su
influencia como ministros en la comunidad. Desde que, para él, es difícil mantener un
horario fijo él debe guardarse de descuidar hábitos de tener un tiempo devocional a diario
y de estudiar la Biblia y obras teológicas. Es posible retrogradar en su condición
espiritual y poder aun en medio de abogar por causas sagradas. En su vida ambulante,
circulando entre las iglesias, el debe guardarse de la tentación a compartir chismes de una
iglesia a la otra. Él está en una posición en la cual él puede ser un mensajero de
bendiciones o maldiciones. Él puede servir en aconsejar a los pastores jóvenes o
perplejos, en sanar divisiones en las iglesias y en quitar mal entendimientos ente pastores
y sus congregaciones. Ejemplos de tales hombres fueron Alfredo Bennett y Juan Peck.
Fueron hombres cuya presencia fue sentida como una bendición en las iglesias y cuyas
palabras siempre dieron un impulso hacía a la vida espiritual. Hasta el día de hoy hay los
que sirven en dicha capacidad.

III. Los laicos

Hay muchos cuyos dones les capacitan para ser útiles en predicar la Palabra de Dios pero
su edad, debilidad o necesidades les impiden de ser ordenados para servir tiempo
completo en la obra del Señor. A tales persones es costumbre dar una licencia que les
autoriza predicar dentro de la iglesia o por dondequiera que la Providencia abre una
puerta de oportunidad. Las licencias no les dan autoridad administrar las ordenanzas. Es
únicamente autoridad predicar y conducir reuniones públicas. En cuanto a esto tengo las
siguientes sugerencias:

Es obvio que semejante licencia debe ser dado con sabia y discreción. Un hombre que no
tiene juicio sano ni mucho conocimiento de las Escrituras o de carácter dudoso moral y
espiritual no debe ser nombrado como un predicador del evangelio. No importa su
carisma o popularidad en la comunidad, al fin y al cabo, él va a hacer más daño que bien.

Nadie debe aventurarse a predicar sin una licencia o autorización de la iglesia. Es cierto
que es el deber de cada creyente proclamar el evangelio pero esto no quiere decir que él
tiene autoridad asumir el puesto de predicar en público. La llamada de Dios en el alma
del hombre es imprescindible en la llamada a predicar. Esto sentir del deber de predicar
debe estar acompañado por la confirmación y autorización de la iglesia. El de meterse en
el ministerio, auto movido y auto nombrado, no está aprobado por las Escrituras. El
hacerlo siempre tiene malas consecuencias.

Iglesias y pastores deben usar discreción sabia en buscar y desarrollar dones que sirven
en el ministerio. Mucho poder queda latente que, con el cuidado debido, puede ser
desarrollado y utilizado en la obra del ministerio. Muchas veces cristianos, sin desarrollo,
pueden ser engrandecidos en gran manera por ubicarlos en su esfera debida de actividad.
Hay muchos desiertos en nuestras iglesias y comunidades que pudieren ser desarrollados
y hechos fructíferos por cultivar, desarrollar y utilizar los dones de los laicos. Uno de los
deberes más sublimes de una iglesia es el de reconocer y utilizar los dones que Cristo ha
dado a los suyos

El estudio del pastor

El estudiar es un mandato que de continuo cae sobre el pastor. "Ocúpate en estas cosas,
permanece en ellas, para que tu aprovechamiento se manifieste a todos." (I Tim. 4:15)
"Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de que
avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad." (II Tim. 2:15) La razón por esto es
obvio. Conocimiento es poder. Los ministros, de su posición, son los líderes en
pensamiento religioso. Para ser dignos de respeto es imprescindible que ellos sean más
adelantados en pensar de los en su alrededor. No hay otro oficio que exige tanta esfuerza
mental. Los esfuerzos altos de intelecto se requieren, a vez en cuando, de los en el
senado, de los en el tribunal y de los actores en la plataforma. Pero el púlpito requiere
semanalmente los mejores sermones que podemos producir. El pastor tiene que tener
frescura, ser originales y con fuerza. Si no, el pastor pierda su influencia sobre la gente.
Esto agotamiento completo de sus recursos continua año tras año. Nadie puede cumplir
con esta exigencia sin estudiar diligente y constante. Para siempre tiene que estar
creciendo. Su proceso mental continuamente tiene que estar activo, empujándole a
nuevas esferas de investigación, meditando sobre lo nuevo y aumentando su disciplina y
haciéndole una persona más ancha, profunda y valiosa.
En su vida el pastor debe evitar dos extremos. Por un lado, él no debe ser un gusano de
libros, siempre encerrado en su oficina, sin contacto vital y emocional con los en su
alrededor. Algunos pastores con gran conocimiento han sido relativamente inútiles por
falta de una conexión viviente entre su conocimiento y las necesidades verdaderas del
mundo activo en el cual ellos viven.

Por otro lado, un pastor puede ser un hombre desorientado, un chismoso que anda de casa
en casa, ocupado con revistas y diarios, más o menos al tanto con el pensamiento popular,
mientras que descuida el proceso de la disciplina necesaria para crecimiento mental. La
falta de estabilidad en el pastoreado puede resultar de esto. Frescura y la originalidad en
pensar y expresarse está perdido y la gente, cansada de repeticiones y trivialidades, dejan
de amar y respetar al púlpito. Lo ideal, entonces es una combinación del alumno y el
pastor – una mente creciendo en conocimiento y poder por el afán habitual administrar y
influir por el contacto constante entre la iglesia y la gente. Hace falta un sistema bien
planeado y continuamente puesto por obra. ¿qué sistema debe ser? En contestar la
pregunta quiero seguir dos líneas de sugerencias; el método de estudiar y los objetos del
estudio.

El método de estudiar

Sea un alumno por dondequiera. El pastor debe ocuparse con la mente humana y las
experiencias de los hombres. Por eso, el debe andar en el mundo con sus ojos y oídos
abiertos, estudiando a fondo la gente y la vida en su alrededor. En la calle, en la sociedad,
en reuniones sociales, la mente debe estar funcionando continuamente observando
carácter, estudiando fases de la vida y juntando material para su trabajo mental. Muchos
de los mejores razonamientos, puntos de vista de las Escrituras, e ilustraciones más
vívidas se surgen en la conversación o en la reunión de oración. Nadie debe perderlos
porque, desde que saltan de contactos con la gente, es más probable que tales
razonamientos satisfacen las necesidades de la congregación y tratarán de preguntas de
gran importancia para ellos. El pastor estudioso que preservare estos textos, pensamientos
e ilustraciones se sorprenderá a la rapidez con que ocurren, y la riqueza y frescura que
añaden a sus pensamientos e instrucciones.

Siempre anda con un libro en la mano. Cada vida tiene momentos libres y se puede
añadir mucho a su cultura y conocimiento por aprovecharse de ellos. Mucha de la
literatura de hoy, junto con mucho de la biografía, historia ciencia, poesía y arte se puede
leer de esta manera si tenemos a mano el libro correcto. En 15 o 30 minutos por día se
puede leer una gran cantidad de libros en un año. Si tenemos cuidado en elegirlos, ellos
añadirán en gran manera a la anchura e inteligencia del ministro y renovarán en vez de
agotar su mente.

Debemos dedicar un tiempo específico cada día a trabajar a solas en el estudio. El hábito
general de observar y leer ya sugerida no es un sustituto adecuado por esto. El tiempo
dedicado al estudio arduo debe ser tiempo sagrado y no debe ser interrumpido por
acontecimientos ordinarios. Las ventajas son obvias.
Una vez que un hábito llega ser fijo es de cada vez más poder. La mente funciona con
más facilidad cuando tenemos la costumbre de estudiar en períodos que ocurren
regularmente. En vez de luchar por horas tratando a concentrar sobre el tema a mano, la
mente entra enseguida con energía para la obra. Lo más fijo el hábito, lo más fácil, rápido
y potente será el proceso mental. Esto es el secreto del gran importe de trabajo que
algunos hombres ejecutan con la fuerza de su mente. A través de hábitos fijos ellos
pueden concentrar su fuerza mental y trabajar arduamente

Una vez que estas horas están fijas, y la gente lo entiende, por regla general, serán libres
de interrupciones. La congregación conformará al plan del pastor y respetará su fidelidad
en preparar por su instrucción en el día del señor. No hay ninguna regla para decir la parte
del día que debe ser elegida para estudiar. Depende, en parte, en los hábitos del ministro
y, en parte, en las necesidades de su carga. Por regla general, la mañana es mejor. No hay
tantas interrupciones y deja la tarde y la atardecer libre para visitar, reuniones y su vida
social.

Quiero añadir que, nada menos que un concepto alto del ministerio y un anhelo alto de
cumplir con su deber permitirá el pastor persistir en semejante disciplina en estudiar. El
debe tomarlo como un deber solemne que él debe a Dios, a su pueblo y a sí mismo. Si no,
fracasará. La indolencia a menudo es llevada por adelante por depender engañosamente
en el genio o esperar que en el momento vendrá lo que precisa para dar eficacia y
brillantez a sus dichos públicos. A veces oyentes desconsiderados aplaudirán los
sermones no bien preparados y así desanimará el pastor de preparar bien. Aparte de esto,
siempre hay obstáculos al estudio en la obra del pastor. El tiene que atender a los
enfermos, los afligidos, los errantes, junto con la administración de la iglesia. Hay
también deberes a cumplir con la sociedad en general. Muchas veces estas le empujan y
hay peligro que le impiden de cumplir con su deber estudiar. Muchos hombres han
achicado su crecimiento intelectual y poder en el púlpito por permitir estos quehaceres
impedirles de dedicar tiempo adecuado al estudio. La única cosa capaz de vencer estas
tentaciones es la convicción profunda de que el estudio persistente, regular y de por vida
es el deber solemne de cada hombre que atreve meterse en el púlpito y enseñar a la gente.
Deja los quehaceres tener su lugar pero el primer deber imperativo de aquel que enseña a
los demás es enseñar a sí mismo.

Los temas

Supongamos que el pastor tiene horas fijas sagradas para su obra mental. ¿Qué debe
estudiar? Yo contesto: no únicamente para preparar sermones. Muchos hacen un error
grave en esto. Dedican todo el tiempo a la preparación de sermones sin dejar tiempo para
la cultura en general, conocimiento bíblico y la teología. Resulta que la mente llega a
estar vacía y estéril. No tiene material para pensar. La mente siempre esta rindiendo sin
añadir algo y el recipiente se vacía. Siempre está moliendo sin echar algo en la tolva.
Falta frescura. La mente siempre anda en las mismas ranuras y en el mismo círculo
reducido. Al contrario, si estaban leyendo, investigando, mirando a cosas de otros puntos
de vista y siendo influenciados por otros pensadores, la mente para siempre estaría
creciendo y sus sermones estarían llenos de puntos de vista nuevos, frescos e interesantes.
En el estudio tenemos que buscar tres objetivos; la cultura general, investigación bíblica y
teológica y la preparación de sermones.

La cultura en general. Por esto quiero decir estudios para desarrollar el hombre entero. El
pastor no debe ser, en un sentido técnico reducido, un mero teólogo. Su anhelo debe ser el
de ser un hombre con cultura ancha, desarrollada en su naturaleza en todo sentido. Para
lograrlo hace falta un rango amplio de estudios. El debe estar expuesto a los grandes
rangos de verdad revelados por la ciencia, la filosofía, poesía y la historia.

La ciencia. Por supuesto, el pastor no debe descuidar su obra sagrada para estudiar
demasiado la ciencia. Pero, en esta edad de investigación científica, cuando los
problemas de la ciencia ocupan tanto los pensamientos de los hombres, el hombre que
predica en público semanalmente no puede estar ignorante de la ciencia. La ciencia ha
transformado profundamente la civilización y toca cuestiones profundas de la religión y
la vida. La astronomía, la geología, la botánica, la química, cada una abre un mundo
nuevo de verdad y ayudan en la interpretación de la Palabra de Dios y abundan en
ilustraciones ricas de los temas sagrados del púlpito. Libros en general sobre todos estas
ciencias están al alcance de cada pastor y aun uno de cada una sería suficiente para
aumentar en gran manera su pensamiento.

La filosofía o ciencia de la mente. Ningún pastor debe anhelar ser un filosofo. Para
hacerlo tendría que dejar de tratar con las almas y su relación para con Dios y perderse en
la especulación metafísica. El pastor, en su trabajo con las almas, trata de influenciarlas
por el razonamiento, persuasión y un orden de motivos. La mente humana entonces y sus
poderes y los métodos mejores de influenciarla debe constituir un estudio de por la vida.
En este estudio le conviene tener conocimiento de algunos de los espíritus maestros del
mundo de pensar. Hay algunas mentes que han controlado los pensamientos de las
edades. Son hombres como Plató, Aristóteles, Descartes, Bacón Leibnitz y Locke. Con
todo lo que un pastor tiene que hacer, sería imposible leer todos pero se puede elegir a
algunos libros como los de Mansel, McCosh y Porter.

La cultura estética. Dios no nos hizo meros máquinas lógicas sino seres con gustos,
imaginación, capacidad de ser movidos por objetos de belleza. Una buena parte del libro
de Dios es poesía dirigida a la imaginación. El universo en nuestro alrededor está lleno de
formas innumerables de belleza. Cuando una lógica, fría, e impasible falla, la verdad
muchas veces viene a través de la imaginación y los sentidos. Un hombre no puede ser
completo sin cultivar también este aspecto de su naturaleza. Sirve para aumentar nuestro
poder. Uno de las mejores maneras de lograrlo es por leer cuidadosamente los grandes
poetas. Una de las últimas cosas que hizo el gran hombre, el difunto Dr. Wayland, era leer
de nuevo Shakespere y Milton. Estas maravillosas creaciones de genio sirvieron para
amplificar su mente con rica instrucción y placer.

Historia y literatura en general. El estudio de la historia debe tener un lugar importante en


la formación de nuestra cultura. Sirve para amplificar el rango entero de pensar, y
alumbra el plan vasto de la Providencia y de la gracia. Tampoco debemos mirar por alto
las obras de primera clase de la literatura, incluso novelas. Muchas veces son de gran
valor por lo que podemos aprender del carácter y también por la contribución que hacen a
la imaginación. Ahora, en cuanto a la cultura en general, quiero dar énfasis al hecho de
que debemos perseguirlo de una forma sistemática y sincera. De todos los temas debemos
elegir únicamente autores de confianza. Semejante plan de lectura, perseguido fielmente
año tras año, desarrollará una mente para siempre creciendo y formará, de una forma
sistemática, un hombre maduro en todo sentido. Requiere únicamente persistencia
consciente y sincera. El tiempo malgastado por algunos pastores con diarios y novelas
sería suficiente para leer los escritos de las mentes maestros de las edades y así pudieron
conseguir la cultura y la riqueza que se encuentra en los rangos altos del pensamiento.

La cultura bíblica y teológica. La obra más grande del pastor es educar a la gente en las
verdades de la Biblia. Si llega a fallar en algo, por lo menos, el debe ser un maestro en el
evangelio. La ignorancia en algunos de los temas ya nombrados, aunque sería lamentable,
puede ser tolerado pero en el hombre que atreve meterse en el púlpito e enseñar la Biblia
a la gente públicamente no puede ser perdonado si falta conocimiento bíblico o si habla
de ella de una manera cruda o equivocada. Poder retórico o lo que parece ser sinceridad
no pueden expiar por una falta de maestría de los temas del púlpito. Estudios bíblicos y
teológicos entonces deben tener un lugar importante en el plan de estudio del pastor.

De suma importancia es el estudio de la Biblia porque trae la mente a contacto vivo con
la Palabra de Dios. Como alumnos en el hebreo y griego, debemos dedicar una parte de
cada día a un estudio cuidadoso y crítico de las Escrituras en los originales divinos como
fueron editados por el Espíritu santo. Ninguna traducción, cual perfecta que sea, es capaz
de darnos la impresión de los originales. Un poco de trabajo cada día en la lectura de los
originales, dentro de poco facilitará el proceso y gozo y su valor es grande. La Biblia es
la Palabra de Dios y el gran instrumento de su poder, "La espada y el Espíritu." El
Espíritu Santo obra únicamente a través de la verdad divina y el púlpito más potente es
aquel que descubre más claro y plenamente estas palabras vivientes de Dios.

Como accesorios a la interpretación bíblica, sugiero el estudio de la geografía y historia


de la tierra santa. La habilidad reconocer los personajes y eventos en las Escrituras y
ubicarlos en su ambiente histórico es de gran valor. Así, al leer el pentateuco, y los
primeros libros históricos, tanto más vividos son los eventos si está al tanto con las
localidades en Egipto y el desierto. Para facilitarle en esto recomiendo "Old and New
Testament History por Smith y el libro escrito por Rawlinson con título "Five Ancient
Monarcies" y el libro de Milman, "Historia de los Judíos" o el libro de Stanley "Jewish
Church." También le hace falta un buen libro de mapas de la tierra santa.

Sugiero que estudiamos toda la Biblia. El libro de Dios no es completo si no incluye todo
entre Génesis hasta Apocalipsis. Un sistema de verdad y la manera de la redención se
revela en etapas sucesivas. No es una mera colección fortuita de escritos sagrados sino
una sola gran revelación de Dios. Cada parte se relaciona con la otra y forma parte de la
obra completa. Los tipos y profecías y símbolos en la primera parte son los gérmenes del
evangelio que se revela claramente más adelante. Nadie puede entender perfectamente un
testamento sin un estudio cuidadoso del otro. Hay algunos libros que ayudan el alumno
en comprender esta unión de todo.
Los libros de la Biblia se debe estudiar en su conexión cronológica y histórica.
Supongamos que uno está estudiando la profecía de Isaías. La entenderá mucho mejor si
primeramente ha estudiado sobre la época en la cual Isaías vivía y los reinos de varios
reyes que se encuentran en los libros de Crónicas. O supongamos que uno estudia las
epístolas de Pablo. Será mucho más fácil si tiene conocimiento del carácter de Pablo y las
circunstancias bajo las cuales él escribió. Este conocimiento se puede conseguir por leer
el libro de los Hechos, las epístolas de Pablo y el libro escrito pro Conybear y Hawson
"Life and Epistles of St. Paul."

También se debe estudiar la Biblia analíticamente. Una lectura rápida de las Escrituras no
sirve para interpretarla. Tenemos que analizarla cuidadosamente si hemos de penetrar su
significado completo. Por ejemplo; uno está leyendo el libro de Romanos. Empieza por
decir "Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de
Dios que él había prometido antes por sus profetas en las Santas Escrituras, acerca de su
Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue
declarado Hijo de Dios con poder según el Espíritu de santidad, por la resurrección de
entre los muertos." Ahora analice o extrae las proposiciones que hay. Dice de Pablo que:

(1). Era un siervo de Jesucristo

(2). Que era un apóstol nombrado divinamente.

(3). Que fue apartado para el evangelio de Dios.

Del evangelio dice:

(1). Que fue anunciado anteriormente en las Escrituras por los profetas.

(2). Que se trata de Jesucristo, nuestro Señor.

De Jesucristo dice:

(1). En cuanto a su naturaleza humana, descendió de David.

(2). En cuanto a su naturaleza divina, se manifiesta como el Hijo de Dios y fue


confirmado por su resurrección.

El hombre que cuidadosamente y fielmente analiza así la Palabra de Dios, mientras que la
estudia, penetrará el corazón de ella y estará asombrado por su riqueza. Los grandes
pensamientos de Dios se abrirán a su vista de una manea que sería imposible para el
lector descuidadoso y superficial. Si el pastor se dedica a estudiar la Biblia así el estará
capaz de predicar, en parte por lo menos, en el día del señor sermones expositivos. Esta
conexión directa entre el estudio del pastor y el púlpito añadirá interés y fuerza a ambos.
En estudiar las doctrinas cristianas también se debe tener un sistema. Debe ser planeado
de tal manera que, a través de los años, tomando un tema a su vez, el pastor puede
investigar todos los temas principales. Se puede empezar con un libro como el de Hodge,
"Bosquejos De La Teología" u otro parecido y seguir el orden de temas, estudiando cada
uno hasta dominar los puntos principales. Por ejemplo, supongamos que empezamos con
el tema de la inspiración. Primeramente debemos leer lo que algunos autores de confianza
dicen sobre el tema. Así tenemos un concepto claro en la mente del tema. El segundo
paso es anotar las porciones de la Biblia que dicen algo sobre el tema. Examina cada una
cuidadosamente y haga una nota de sus observaciones. El tercer paso es el de escribir una
declaración completa de su concepto de la inspiración como resultado de su estudio. Se
puede hacer lo mismo con cada tema. Tal proceso de investigación teológica, practicado,
año tras año, no puede menos que hacer el pastor un buen pensador en cuanto a verdades
espirituales y añadirá mucho a su poder en el púlpito.

Le conviene también estudiar historia de doctrinas. Se puede hacerlo con la ayuda de


libros como los de Hagenbach o Shedd con titulo "History of Doctrine." Este estudio le
ayuda en seguir el desarrollo de las grandes verdades de la Biblia a través de las edades.
Tal estudio sirve para estimular pensamientos y nos da un base más amplio para nuestras
opiniones. Si el pastor elige predicar sobre las grandes verdades de la Biblia, el puede
compartir el resultado de su trabajo en el estudio con su pueblo.

La preparación de sermones

Una gran parte del tiempo que el pastor pasa en su estudio será dedicado a la preparación
de sermones. Sin embargo, este tema pertenece al estudio de la homilética. Hay libros
buenos sobre el tema como las siguientes:

Broadus "The Preparacon And Delivery Of Sermons"

Shedd "Homiletic And Pastoral theology"

Shedd "Yale Lectures On Preaching"

Por eso, sobre este asunto, quiero decir únicamente algo sobre la importancia de tener en
alto estima la preparación por el púlpito. El sermón es la encarnación del pastor en cuanto
a su cultura y lectura y es la expresión pública de su carácter espiritual e intelectual. Es su
deber presentarse; "Como obrero que no tiene de que avergonzarse, que usa bien la
palabra de verdad." (II Tim. 2:15) El deshonra a Cristo y a sí mismo si él tiene la
costumbre predicar sin preparase adecuadamente.

El sermón es el mensaje que Dios manda a través de él, a la congregación. El revela


temas santos y sublimes a los cuales los ángeles anhelan mirar.

Son temas que han ocupados con reverencia las mentes más nobles de las edades. Se
tratan de las almas de los hombres y los grandes intereses de la eternidad. Seguramente el
hombre que se atreve levantarse y hablar ligeramente sobre tales temas ha fracasado en
comprender la solemnidad del gran oficio de ser un pastor evangélico.

Sección XVIII

La Responsabilidad del Pastor

Al pastor, en un sentido verdadero, está encomendado el cuidado de las almas de su


congregación. Por eso, él está bajo obligación hacer todo lo que puede para su conversión
y santificación. "Amonestando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar
perfecto en Cristo Jesús a todo hombre." (Col. 1:28) Pablo dijo a los ancianos de Efeso;
"Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por
obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre."
(Hechos 20:28) La razón que él dio a la gente por obedecer a los que se encontraban en el
ministerio se encuentra en Heb. 13:17. "Porque ellos velan por vuestras almas, como
quienes han de dar cuenta."" Esta responsabilidad plenamente incluye:

Una vida personal que es un buen ejemplo. El pastor ha de ser un ejemplo del creyente.
"En palabra, conducta, amor, espíritu fe y pureza." (I Tim. 4:12) Por eso, Pablo aun hizo
mención de su propia vida, no como una vida perfecta, sino como un ejemplo público de
carácter cristiano, diciendo a los en Filipos, "Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y
visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros." (Fil. 4:9) También a los
Tesalonicenses dijo; "Vosotros sois testigos, y Dios también, de cual santa, justa e
irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes." (I Tes. 2:10) Una vida
irregular, en el pastor, anula los esfuerzos más grandes en el púlpito y puede resultar en la
ruina de almas.

Un trato sabio y fiel para con las almas encargadas por él. Pablo anduvo de casa en casa,
alma en alma. El "No cesó de amonestar con lágrimas a cada uno." (Hechos 20:31) El
propone lo mismo como ejemplo de la fidelidad en el ministerio, requiriendo que el
pastor Insta, " a tiempo y fuera de tiempo." (II Tim. 4:2) Es obvio que él no pensaba que
el ministro cumple todo su deber en el estudio y en el púlpito. Su trato para con las almas
fue incluido también.

Un esfuerzo sincero para llegar a ser un ministro fructífero del Nuevo Testamento. El
pastor está bajo obligación de esforzarse para lograr el máximo poder intelectual y en el
púlpito. Los temas que él revela son entre los más grandiosos que pueden ocupara las
mentes de hombres y ángeles. El fin – la salvación de almas – es el más trancendental que
ha sido encargado a un ser finito. Culpable delante de Dios será el pastor negligente y
perezoso, y así pone en peligro las almas de la gente.
La declaración fiel de todo el consejo de Dios. El tiene que declarar claramente ambos,
las amenazas y las promesas del evangelio, los peligros y las esperanzas del alma. El no
puede esquivarse de un tema porque no es de moda. Ninguna preferencia personal puede
impedirle de la clara declaración de toda la palabra de Dios. Jehová dijo al atalaya; "Si tu
no hablaras para que se guarde el impío de su camino, el impío morirá por su pecado,
pero su sangre yo la demandaré de tu mano." (Ezequiel 33:8)

El labor del pastor tiene sus limitaciones. Por supuesto Cristo no exige lo imposible de
sus siervos pero, desde que han recibido talentos, es su deber usarlos. Si el pastor es fiel a
su carga, será "Para Dios un grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se
pierden." (II Cor. 2:15) Al fin, el pastor debe sentir que está; "Limpio de la sangre de
todos: porque no ha rehuido anunciaros todo el consejo de Dios." (Hechos 20:26-27) Así
fue el ministerio de Pablo; un mero hombre, ayudado por la misma ayuda divina que ha
sido prometido a cada siervo de Dios. Es fidelidad, y no éxito, que constituye el limite de
nuestra responsabilidad. El éxito pertenece a Dios. Pablo plantó, Apolo regó, pero Dios
dio el crecimiento. Jeremías habló con la sinceridad y ternura de labios inspirados pero
no fue bien recibido y, en la vista de los hombres, no tenía éxito. Sin embargo su nombre
figura entre los ancianos destacados porque en aquella edad degradada él quedó fiel a su
carga. Además, no se puede medir el poder del ministro por los resultados inmediatos.
Puede ser que un avivamiento potente, en el cual cientos entran a las iglesias, sucede bajo
el ministerio y a través de dones de un predicador popular, pero su causa verdadera se
encuentra en la obra paciente, poco conocido, de otros con dones distintos. Cada uno
tiene su don. Uno siembra, otro cosecha, y únicamente en la cosecha final, al fin del
mundo, serán conocidos los resultados verdaderos de cada uno. "Sé fiel hasta la muerte, y
yo te daré la corona de la vida." (Apoc. 2:10) Entonces, el límite de la responsabilidad es
la fidelidad. El pastor sincero que, con lealtad a Cristo, ha ido, hasta el limite de su
habilidad y oportunidad, y ha cumplido su llamamiento, puede saber con seguridad que
escuchará su Maestro decir; "Bien, fiel siervo."

FIN

You might also like