Professional Documents
Culture Documents
Con frecuencia, en los grupos carismáticos, se invita a los participantes a dar un testimonio, es
decir, a narrar ante la asamblea cristiana lo que Dios ha hecho en sus vidas. En ocasiones,
quien testifica cuenta cómo llegó a conocer al Señor, cómo se llenó de amor, de alegría y de
paz, cómo cambió de vida, cómo recibió algunos carismas o gracias y bendiciones particulares.
Es el testimonio de los signos o los prodigios (Hech. 2, 43; 5, 12-15; 14, 8-10; 19, 11-12).
Proponemos diez consejos que debería tener en cuenta quien desee testimoniar.
El testigo debe orar para saber lo que Dios quiere que comunique y lo que quiere causar con el
testimonio en los oyentes. Se debe orar por éstos en general y por la persona a la que se desea
hablarle de Jesús en particular, para que sus corazones se abran a la gracia, para que capten el
mensaje que se quiere comunicar, para que creen vínculos de amistad con el testigo, para que
el testimonio sea para ellos ocasión de un encuentro con Jesús, para que el Padre los atraiga
hacia Jesús (Jn. 6, 37.44).
El testigo debe narrar su experiencia personal de Dios, de Jesús. Debe responder, como lo
haría Magdalena, a la pregunta: Dinos, María, ¿qué viste en el camino?
El testimonio suele tomar, como punto de partida, la situación vivida antes del encuentro con
Jesús: enfermedad, angustia, ignorancia, pecado. Esto implica una rápida presentación del
testigo: quién era y quién es. Se narra cómo intervino Jesús: oración, predicación, testimonio,
sanación, bendición especial, etc. y cómo vive el testigo en la actualidad. Un testimonio
personal despierta la atención por sí mismo, sin tener que apoyarse en trucos pedagógicos
para lograrla.
Para asegurar la autenticidad de los testimonios y evitar que sean el fruto del entusiasmo o del
deseo de que las cosas sucedan, es bueno dar un tiempo entre la gracia recibida y el
testimonio público; y primero dar el testimonio en el círculo de los familiares y amigos, luego
ampliar el auditorio con el vecindario, el grupo de oración, el ambiente de estudio o de
trabajo, la parroquia, la ciudad, etc.
Cuando el testigo se refiere a sí mismo debe usar de moderación. Cuando alude a sus pecados,
no es bueno detenerse en subrayar la postración espiritual que se vivía, salvo de manera
rápida y sin lujo de detalles, porque el testimonio debe centrarse en Dios. San Pablo es muy
discreto cuando describe cómo perseguía a la comunidad cristiana.
Hay muchos dispuestos a lanzar sobre sí mismos los mayores vituperios, y luego protestan si
alguien les dice la décima parte de lo que ellos mismos afirmaron. La reacción ante lo que
dicen los demás es buena medida para saber lo que opina cada uno sobre sí mismo, o si
pronuncia frases huecas.
Todos deberíamos dar testimonios nuevos cada día. No hay obligación de repetir siempre el
primer testimonio, como si Jesús hubiese actuado una vez en nuestra vida, y se hubiera
contentado con esa acción. Al profundizar la relación con Dios, el testigo puede descubrir
muestras del amor divino, aun en las cosas más triviales de la existencia. Dios siempre actúa.
Del Espíritu Santo se dice que no cansa ni se cansa. Él es permanentemente el Dios Creador
que todo lo renueva y que no se repite nunca.
Si un hombre ha recibido una bendición de Dios, lo normal es que se alegre y quiera compartir
su felicidad con los amigos. La persona bendecida se descubre amada por Dios, y no puede
ocultar su gozo; lo transparenta en el semblante, en las palabras, en la sonrisa.
El testimonio no es para armar polémicas, sino para comunicar paz. Si Cristo perdona al
testigo, éste no debe emplear el tiempo en desahogos inútiles, sino en crear un ambiente de
simpatía, y en comunicar el mensaje con entusiasmo, no como un profesor que transmite
verdades que dejan fríos a los oyentes. Un toque de buen humor y amenidad puede ser
excelente ayuda.
Aunque en sí mismo el testimonio puede considerarse una oración de alabanza que reconoce
la grandeza de Dios y le agradece sus beneficios, también es una invitación a glorificar al Señor.
El testigo, al testimoniar, puede apoyar sus palabras con textos de la Sagrada Escritura, y
puede usar la misma expresión la asamblea que responde.
El uso de la Palabra revelada en el testimonio debe ser respetuoso, sin aludir a ella sólo por dar
la impresión de que los tiempos bíblicos continúan. Lo mismo se debe decir de las respuestas,
recitadas o cantadas, de la asamblea. Éstas pueden reducirse a términos concisos como:
Aleluya, Hosanna, Gloria a Dios, Te alabamos, Señor, etc., que no por ser breves dejan de ser
fervorosos y que se parecen a oraciones jaculatorias. El testimonio debe llevar a la conversión,
al arrepentimiento, a la inserción en la Iglesia, a disipar las dudas, a crecer espiritualmente.
Esta cualidad mejora la calidad del testimonio, pues lleva a evitar los detalles inútiles y a
conservar lo que redunda en la gloria de Dios. Lo bueno y corto, dos veces bueno. Por otra
parte, el ocupar un período de tiempo relativamente corto posibilita que en los grupos y
asambleas más personas tengan participación activa y que, concluido cada testimonio, se
reserve un tiempo para la oración espontánea o la meditación silenciosa en el poder de Dios.
Es bueno revisar a la luz de Dios el testimonio que se presenta, subrayando los aspectos que
más evangelizan a los oyentes, que hacen más atractivo el mensaje y que respetan la acción
divina y purifican el relato de aspectos postizos.
Es posible que los hombres se impresionen más por las acciones realizadas y las mujeres por
los sentimientos que se traslucen. Por eso el testimonio, sin dejar de ser lo que es, se adaptará
a los diferentes ambientes, pero siempre será espontáneo y sincero, no como discurso
repetido de memoria, sino como mensaje que desea hacer conocer a Jesucristo, con la
invitación: vengan y vean.
Muchas personas esperan un testimonio que las mueva a creer o a reavivar la fe. Quizá ello
dependa de una palabra aparentemente ingenua y sin importancia. El rabí Simeón Ben Yohai
dijo: “Si ustedes son mis testigos, yo soy Dios”.
Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.
Gloria a Dios…
Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único,
Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre…
Gloria a Dios…
Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas
el pecado del mundo atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la
derecha del Padre, ten piedad de nosotros…
Gloria a Dios…
Porque sólo tú eres Santo, solo tu Señor, solo tu Altísimo, Jesucristo, con el
Espíritu Santo en la Gloria de Dios Padre.
===============================================
II
Señor Dios, Hijo del Padre, Cordero de Dios bendito
Tu que quitas el pecado, del mundo óyenos Cristo.
Nuestras suplicas atiende, Unigénito bendito
Tú que estas a la derecha, del Padre óyenos Cristo
III
Porque sólo tú eres Santo, altísimo Jesucristo
sólo Tú Señor del mundo y junto a Ti el Santo Espíritu,
Porque sólo Tu eres Santo, altísimo Jesucristo
En la gloria de Dios Padre, Amen por todos los siglos.