La base del Nuevo Tratado Indio fue la Ley de Reorganización India de
1934. La ley alentaba a las tribus a redactar constituciones escritas y a
gobernase por sí mismas, sujetas a la supervisión de la Oficina de Asuntos Indios. Aunque algunas naciones tribales resistieron la IRA por considerar que infringía la soberanía nacional tribal inherente, la nueva era política significó un cambio importante para bien. La legislación también terminó la Adjudicación y legalizó la práctica de las religiones nativas tradicionales (que habían sido criminalizadas durante el período de las Reservas). Para llevar orden al territorio recientemente adquirido, el rey Jorge III emitió una proclama real. Establecía que ni los individuos ni las colonias podían comprar o tomar tierras de los indios. Ahora la Corona era la única que podía tomar tierra de los indios, y había sólo una manera de obtenerla: un tratado por el cual una tribu cedía sus tierras. También procuraba establecer “una línea colonial blanca permanente” en Norteamérica. Para las 13 colonias americanas esto era la cadena de los Apalaches, una línea de demarcación que fue violada aún antes de haber sido establecida. El presidente Washington (1789- 1797) siguió una política de asimilación en el lugar, “Civilización” e Incorporación de los indios a la nueva nación en la que se encontraban. En 1830 el Congreso aprobó la Ley de Remoción de los Indios. Entre 1831 y 1839 las tribus principales del sudeste, las llamadas Cinco Tribus Civilizadas, fueron reubicadas en el Territorio Indio (actualmente Oklahoma). La remoción estuvo destinada a eliminar un obstáculo para las colonias blancas, pero también tenía la intención de permitir a las naciones nativas que mantuvieran sus gobiernos y culturas fuera de Estados Unidos. Después de la guerra civil, sin embargo, se reanudó la expansión hacia el oeste. Volvió a presentarse la necesidad de remover a los indios, como impedimento a las colonias blancas. Esto introdujo el período de la política de las Reservas.
Las Reservas se intentaron como medidas temporales mientras los
indios se preparaban para la ciudadanía, aprendiendo la agricultura y las artes mecánicas. Las tierras de las reservas eran mantenidas comunalmente por el gobierno federal para los indios que vivían allí. En 1887 el Congreso decidió darles propiedad privada, como un instrumento adicional “civilizador”. Bajo la Ley General de Adjudicación, las reservas se dividieron en parcelas pequeñas y se repartieron a familias e individuos nativos. Con la Adjudicación el péndulo político volvió a inclinarse hacia la asimilación forzada. En 1901 el presidente Teodoro Roosevelt (1901-1909) la llamó “una máquina pulverizadora poderosa para romper la masa tribal”. (Primer discurso anual del presidente Theodore Roosevelt al Congreso, 3 de diciembre de 1901). Como resultado de la Adjudicación el 65 por ciento de las tierras indias pasó a manos nativas entre 1887 y 1934.