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CRIMEN Y ORDEN SOCIAL
EN LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA
DAVID GARLAND
Traducción de Máximo Sozzo
gedisa
C5 editorial
Título del original inglés:
The Culture of Control
^ David Garland, 2001
The culture of Control-Crime and Social Order in Contemporary Society was originally published in
English in 2001. This translation is published by arrangement with Oxford University Press.
The culture of Control-Crime and Social Order in Contemporary Society fue originariamente publicado
en ingles en el 2001. Esta traducción es publicada de acuerdo con Oxford University Press.
•B Editorial Gedisa, S. A.
Paseo Bonanova, 9 1° 1=
08022 Barcelona (España)
Tel 93 253 09 04
Fax 93 253 09 05
Correo electrónico: gedisa@gedisa.com
http://www.gedisa.com
ISBN: 84-9784-040-2
Depósito legal: 8. 18925/2005
Impreso en España
Printed in Spain
Queda prohibida ta reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión en forma idénti-
ca, extractada o modificada de esta versión castellana sin el permiso por escrito del editor.
ÍNDICE
Prefado 9
Prefacio a la edición en español 19
Apéndice 333
Notas 337
Bibliografía 417
índice onomástico y de materias 455
PREFACIO
cinco veces más alta que la de Gran Bretaña, aun cuando en la dé-
cada posterior a 1993 esta última creció a un ritmo más acelerado.
La pena de muerte fue abolida en Gran Bretaña en 1965 y no exis-
te en el país nada comparable al reciente resurgimiento de la «ca-
dena de forzados» en el sur de Estados Unidos. Estas diferencias
tienen una importancia vital y obvia. Pero, a pesar de ellas, los pun-
tos focales de las políticas públicas en ambos países eran extraor-
dinariamente similares. También lo eran las estrategias y valores
penales y las dinámicas políticas y modelos legislativos que comen-
zaron a prevalecer, y todo ello a pesar de las diferencias subyacen-
tes en la magnitud del problema del delito, las estructuras de go-
bierno y las circunstancias económicas y demográficas de ambos
países. Para un sociólogo esto resultaba muy interesante. Me suge-
ría que fuerzas estructurales semejantes estaban en funcionamien-
to en los dos lugares, produciendo similares conjuntos de efectos
aun cuando «operaban a través» de instituciones políticas y jurídi-
cas muy diferentes.
Sobre la base de estas consideraciones, elegí investigar los cam-
bios en la organización social que parecían estar produciéndose en
ambas sociedades, las reconfiguraciones del control del delito y la
justicia penal que también estaban ocurriendo en ambos lugares y
los mecanismos y procesos que, a mi juicio, parecían vincular los
dos patrones de desarrollo. Debería resultar claro a partir de esto
-y a partir de numerosas afirmaciones explícitas al respecto en el
libro- que no intentaba llevar adelante un estudio comparativo de
Estados Unidos y Gran Bretaña. Para hacerlo debería haberme
concentrado en las diferencias tanto como en las similitudes y ubi-
carlas en el mismo plano analítico. En cambio, elegí concentrarme
en un conjunto de transformaciones estructurales que estaban ocu-
rriendo en ambos países, restando deliberadamente importancia a
los rasgos distintivos, tales como las relaciones raciales, los niveles
de desigualdad, las tasas de violencia, el derecho constitucional, el
federalismo, etcétera. Lejos de erosionar la tesis del libro, esta es-
trategia la hace posible, dado que mi conclusión es que, a pesar de
las grandes diferencias con respecto al derecho, la cultura y la po-
lítica, Estados Unidos y Gran Bretaña parecen estar afectados por
presiones similares que impulsan el cambio y están respondiendo
bajo formas semejantes.
Esta conclusión abre y organiza una línea de indagación que
me parece de una importancia crucial: ¿Cómo se ha experimenta-
2 6 / LA CULTURA DEL CONTROL
Estados del sur y los del norte de Europa, por un lado, y entre los
países europeos y «anglosajones», por el otro. En comparación
con Estados Unidos (y, cada vez más, con Gran Bretaña) las nacio-
nes europeas, por lo general, tienen burocracias estatales que se en-
cuentran menos expuestas a las presiones populares, están más
completamente dominadas por funcionarios profesionales y, por lo
tanto, son menos susceptibles al populismo punitivo. Los países
del norte de Europa, como las naciones escandinavas y Alemania,
también exhiben sistemas políticos multipartidistas que son menos
proclives a la política mayoritaria y populista y están más inclina-
dos hacia las coaliciones políticas que construyen posiciones de
compromiso atractivas para múltiples sectores políticos. Más aún,
los altos niveles de integración entre las instituciones educativas y los
mercados de trabajo en esos países del norte de Europa traen apa-
rejado que estas naciones sean más capaces de garantizar una tra-
yectoria de empleo para la mayoría de los individuos y que, por tan-
to, resulte menos probable la producción de una «underclass», una
población excluida de la vida social y económica (el control guber-
namental del flujo de trabajo inmigrante funciona para proteger a
sus nativos de la marginación, una carga que recae, en cambio, en
los extranjeros e inmigrantes). Por el contrario, países como Cana-
dá, Australia y Nueva Zelanda tienen más de las características de
Estados Unidos y Gran Bretaña y son más proclives a adoptar po-
líticas neoliberales y llevar adelante medidas de exclusión social.
Son estas naciones las que más probablemente desarrollarán una
cultura del control y una política penal punitiva al estilo de Esta-
dos Unidos.
Las variaciones nacionales, por lo tanto, importan. Pero cuan-
do consideramos los patrones nacionales de respuestas adaptativas
a desarrollos estructurales generalizados debemos tener claro qué
es lo que está en juego. Y en este sentido, el libro insiste en que lo
que está en juego es tanto la «cultura» como la «política». Las va-
riaciones nacionales son producidas por la «política» y las eleccio-
nes que involucra, pero también por las preferencias y acciones pri-
vadas, dado que la cultura del control involucra a actores privados
tanto como a agencias estatales. Cuando se trata de elaborar leyes
o diseñar políticas públicas, las elecciones y acciones políticas son,
sin duda, determinantes. Pero es posible sobreestimar el alcance de
la acción política y exagerar el grado de elección que se encuentra
disponible, en términos realistas, para los actores gubernamentales
2 8 / LA CULTURA DEL CONTROL
una punitividad que los hace temblar. Pretendo señalar las respon-
sabilidades de los ciudadanos y las empresas y repolitizar nuestra
concepción de la sociedad civil insistiendo en que son tanto las elec-
ciones privadas como las políticas gubernamentales las que molde-
an nuestra cultura y nuestra sociedad. Deseo insistir, por último, en
que los supuestos y ansiedades, conocimientos y técnicas, poderes
y pasiones a través de los cuales controlamos a los otros no son
sólo medidas de la solidaridad y la civilidad -aun cuando cierta-
mente lo son-, sino también, eventualmente, los medios a través de
los cuales nos controlamos a nosotros mismos.
Espero que mis lectores de habla española tengan estas pre-
cauciones en mente al considerar el análisis y los argumentos del li-
bro. Tal vez algunos de ellos acepten la invitación que el libro hace
a investigar las formas en que se vive la modernidad tardía y cómo
el delito y el control se experimentan en sus propios países. En el
marco del proyecto de comprender nuestro presente, sus voces y
perspectivas serán bienvenidas.
Deseo agradecer a mi traductor, el profesor Máximo Sozzo - u n
distinguido sociólogo del delito y del castigo por derecho propio-,
y a mi editora, Yamila Sevilla, la capacidad y el trabajo que apor-
taron en la realización de este libro.
DAVID GARLAND,
Nueva York
Octubre de 2004
UNA HISTORIA DEL PRESENTE
histórico por entender el pasado, sino por un interés crítico por dar
cuenta del presente. Es una tentativa genealógica que apunta a ras-
trear las fuerzas que hicieron nacer nuestras prácticas actuales y a
identificar las condiciones históricas y sociales de las que aún de-
penden. El objetivo no es pensar históricamente acerca del pasado,
sino más bien usar la historia para repensar el presente.^
Si esta tentativa genealógica tiene éxito, ofrecerá un medio
para analizar las nuevas prácticas de control del delito que se han
gestado en las últimas tres décadas y descubrir los supuestos, dis-
cursos y estrategias que dan forma y estructura a este campo so-
cial.^ También identificará los intereses políticos y los significados
culturales que dan soporte a estas nuevas estructuras, así como los
mecanismos específicos que conectan las instituciones de control
del delito con otros campos sociales.
En el curso de este análisis me planteo una serie de preguntas
que son genealógicas y sociológicas. La indagación genealógica par-
te de las siguientes preguntas: «¿Cuáles son los procesos sociales e
históricos que dieron nacimiento a nuestras maneras actuales de
controlar el delito y hacer justicia?» y «¿De qué condiciones histó-
ricas dependen estas instituciones?». La investigación sociológica
está más bien concentrada en la estructura y funcionamiento con-
temporáneo de este campo, planteándose «¿Cuáles son las reglas de
discurso y acción que organizan las diversas prácticas que compo-
nen este campo?», «¿Cómo están relacionadas estas reglas y prácti-
cas con las de otros campos sociales, tales como el «welfare»,* la po-
penal durante la mayor parte del siglo XX. Las agencias centrales
de la justicia penal en el Estado moderno han vivido cambios bas-
tante radicales en sus prácticas y misiones organizacionales. Las
formas actuales de actividad policial, de persecución penal, de im-
posición de condenas y de ejecución penal persiguen nuevos obje-
tivos, encarnan nuevos intereses sociales y se basan en nuevas for-
mas de conocimiento, todo lo cual parece ser bastante contrario a
las ortodoxias que prevalecieron durante la mayor parte del siglo
pasado. Lo que llamaré «welfarismo penal» -los dispositivos insti-
tucionales que caracterizaron crecientemente el campo desde la dé-
cada de 1890 hasta la de 1970 y que moldearon el sentido común
de generaciones de autoridades políticas, académicos y operado-
res- ha sido recientemente sacudido hasta sus mismas raíces. Fren-
te a esta conmoción, se deben abordar una serie de cuestiones his-
tóricas. ¿Cuál es la naturaleza del cambio? ¿Qué distingue al campo
actual reconfigurado del «complejo penal-welfare»* que existió
durante la mayor parte del siglo xx? ¿Qué conjunción de desarro-
llos sociales y penales precipitó este giro de los acontecimientos.''
¿Y cómo deben comprenderse estos desarrollos?
Indicadores de cambio
Ahora bien, ¿cuáles son los cambios a los que me he estado re-
firiendo? ¿Cuáles son las señales de movimiento, los hitos visibles
del nuevo territorio que está surgiendo? La simple afirmación de
que se han observado cambios y transformaciones, un tanto incon-
venientemente, trae aparejados algunos problemas teóricos com-
4 0 / LA CULTURA DEL CONTROL
Durante la mayor parte del siglo xx, las penalidades que apare-
cían como explícitamente retributivas o deliberadamente duras fue-
El retorno de la víctima
La reinvención de la prisión
nes voluntarias y los servicios públicos para generar un diálogo con la policía a los fi-
nes de que esta última brindara asesoramiento sobre la prevención del delito y publi-
citara sus medidas al respecto y las diversas instituciones identificaran problemas de-
lictivos locales para que éstos fuesen atendidos por la policía. Hacia 1969 había 58
«paneles de prevención del delito» en todo el país. [N. del T.]
*** El programa «Safer Cities» fue lanzado en 1988 por el gobierno central
del Reino Unido como una iniciativa destinada a financiar proyectos de intervencio-
nes destinadas a reducir el delito y el miedo al delito en ciertas áreas del país, de tres
años de duración. En el año 1995, cuando concluyó su primera fase, el programa ha-
bía lanzado proyectos en veinte ciudades, iniciando más de 3.600 esquemas de pre-
vención del delito y seguridad comunitaria con un coste de 30 millones de libras es-
terlinas. [N. del T.]
**** La llamada «Crime prevention through enviromental design» (CPTED)
es un modelo de intervención dirigido a prevenir el delito a través de la transforma-
ción del diseño arquitectónico y ambiental de edificios residenciales, escolares y co-
merciales, que se difundió mucho en Estados Unidos durante la década de 1970, in-
clusive con financiamiento del gobierno federal, a partir de las contribuciones de
Newman y Jeffrey sobre el «espacio defendible» en el debate criminológico. En la dé-
cada de 1980 también se difundió en otros contextos nacionales, como en el Reino
Unido. [N. del T.]
***** Los llamados en inglés «Business Improvement Districts» son zonas de la
ciudad que determina el Consejo Municipal y en donde el mismo recoge una contri-
bución anual voluntaria de los propietarios destinada a financiar diversas acciones e
intervenciones para mejorar el «ambiente para los negocios» en esa área geográfica.
Frecuentemente estas acciones e intervenciones están vinculadas al problema de la se-
guridad frente al delito. Se han difundido fundamentalmente en las ciudades estadou-
nidenses desde la década de 1970. [N. del T.]
****** La expresión en inglés «Neighbourhood Watch» ha sido empleada para
individualizar un dispositivo a través del cual los ciudadanos se reúnen en grupos re-
lativamente pequeños (usualmente en torno a una manzana de casas) para compartir
información sobre los problemas locales de delito, intercambiar consejos para la pre-
vención del delito y hacer planes para involucrarse en la vigilancia del vecindario y
para denunciar actividades delictivas a las instituciones policiales. Las primeras expe-
riencias de «Neighbourhood Watch» se originaron en Estados Unidos en la década de
1970 a partir de la replicación de la experiencia pionera del Community Crime Pre-
vention Programme de Seattle. En los primeros años de la década de 1980 se importó
a Gran Bretaña -el primer esquema se instaló en Cheshire en 1982- a partir funda-
mentalmente de la iniciativa de Sir Kenneth Newman, el Metropolitan Commissioner
of Police desde 1983. Actualmente se encuentra muy difundido en diversos contextos
nacionales. [N. del T.]
5 6 / LA CULTURA DEL CONTROL
sólo las instituciones especializadas del Estado, sino también las ra-
cionalidades políticas y criminológicas que las fundaban.
Orientaciones teóricas