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ÉTICA DE LA LIBERACIÓN

Ética de la liberación: dentro de las corrientes éticas fundamentales, cobra un gran interés para
nuestro momento histórico, la llamada ética de liberación que está inserta en el marco general de
una filosofía de la liberación.

La filosofía de la liberación y la ética se desprenden de esta es propia de países que han sufrido la
dominación y la dependencia. El sentido de dependencia escribe Leopoldo Zea es un problema
ceñidamente americano. Solo a los americanos se nos presenta este problema entrañable.
Aunque cabe añadir que esta filosofía, que esta ética, es válida para todo lugar y situación donde
haya opresión del hombre.

Para Leopoldo Zea, la dependencia se ha dado cuando nuestros pueblos han pretendido imitar
modelos de sociedad (liberalismo, positivismo, etc.) sin asimilar, sin reconocer, plenamente su
pasado histórico, cayéndose, así, a nuevas dependencias. El aceptar un modelo es ya aceptar una
subordinación. Lo que se debe es reconocer la libertad en los otros y hacer que esta libertad sea
reconocida por otros. Ningún hombre, ningún pueblo puede ser modelo de libertad de los otros,
por distintos o semejantes que estos parezcan. Son los modelos los que crean paternalismos, las
dictaduras para la libertad y en nombre de la libertad. Una libertad que se niega a si misma al no
reconocer en otro hombre su posibilidad.

Antecedentes de la ética de la liberación los vamos a encontrar en todos aquellos pensadores que
en su tiempo, criticaron o se rebelaron contra las injusticias originadas por las guerras de
conquista, contra el colonialismo, contra toda suerte de servidumbres, hombres como Bartolomé
de las Casas, Simón Bolívar, José Martí y otros.

Para Enrique Dussell, la filosofía de la liberación es un discurso estrictamente filosófico, un saber


científico- dialectico que da prioridad temática a la praxis de la liberación del oprimido (histórico-
social como clase, geopolíticamente como nación, sexualmente como oprimido por la ideología y
practicas machistas, pedagógicamente alineado y todo encerrado en un fetichismo idolátrico).

El filosofo de la liberación es una praxis porque constituye un arma de liberación de los oprimidos,
de las clases dominadas, de los marginados, de los que Franz fanón otro filosofo de la liberación
llama los condenados de la tierra.

Lo contrario de la filosofía de la ética de la liberación es una filosofía o una ética de la dominación


por ejemplo filosofías que se dan en occidente, que defienden, que justifican un eurocentrismo,
un exclusivismo de su cultura y valores en detrimento de otras y que incluso ven la esclavitud
como algo natural, como ya la veía Aristóteles en su política. La filosofía de la denominación cobra
sentido en una totalidad que se concibe como lo universal por excelencia, en un sentido moral,
social, que deja fuera o aparte al oprimido. Este sistema se caracteriza por ser un horizonte que
niega, desprecia, no cubre, no valora la exterioridad, la alteridad, el otro.

En momentos críticos, al derrumbarse la moral vigente, el sujeto liberador queda como la


intemperie. Los liberadores, héroes, se rebelan contra la moral vigente, pero no a la manera de
Nietzsche para proclamar la moral del súper-hombre, de los dominadores que invocan la muerte
de los débiles, sino para fundar una moral más justa, de reivindicación, de liberación de los
oprimidos y marginados.

El liberador, el sujeto de la nueva moral-contrapartida del dominador- es visto como rebelde o


criminal, porque se opone a la orden, a la totalidad establecida que es injusta.

La filosofía de la liberación, en cuanto praxis, plantea la creación de un nuevo orden, pero por ellos
es una filosofía negativa, derrotista o nihilista, sino positiva porque no se concreta solamente a
negar, a rechazar un viejo orden, sino que afirma uno nuevo mediante el reconocimiento del otro,
del marginado.

En el aspecto político esta filosofía plantea una relación de igualdad, de fraternidad, de


solidaridad, pero rechaza los populismos, considerando que la política de liberación es aquella
hegemonizada por el bloque social de los oprimidos (clase obrera y campesina, pequeña burguesía
radicalizada, marginales, etnias, etc.)

En el aspecto erótico (relación amorosa) la ética de la liberación se opone al machismo, al


sometimiento de la mujer, a la concepción de la mujer como mero objeto sexual. Según Enrique
Dussell, es necesario negar el discurso freudiano, reconstruirlo en forma inversas, ya que para
Freud la sexualidad es lo masculino pero no lo femenino, la oposición se enuncia genitalidad
masculina o castración.

Dentro del ámbito erótico (importante tema de la ética de la liberación), Dussell plantea
problemas cruciales como el aborto u la homosexualidad. Respecto al primero, piensa que es
necesario tomar en cuenta que la separación del feto del útero materno es un acto ético cuya
responsabilidad es atribución del sujeto humano mujer, cuyo cuerpo propio es su ser.

En relación con el segundo problema propone que la ética erótica debe sobrepasar el sexo para
llegar a la persona misma del otro, una relación sexual es justa si se respeta, en justicia, la persona
del otro y en la relación homosexual no es imposible un tal respeto.

PSICOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN

Desde las reflexiones anteriores se sigue claramente una conclusión: si queremos que la Psicología
realice algún aporte significativo a la historia de nuestros pueblos, si como psicólogos queremos
contribuir al desarrollo de los países latinoamericanos, necesitamos replantearnos nuestro bagaje
teórico y práctico, pero replanteárnoslo desde la vida de nuestros propios pueblos, desde sus
sufrimientos, sus aspiraciones y luchas. Si se me permite formular esta propuesta en términos
latinoamericanos, hay que afirmar que si pretendemos que la Psicología contribuya a la liberación
de nuestros pueblos, tenemos que elaborar una Psicología de la liberación. Pero elaborar una
psicología de la liberación no es una tarea simplemente teórica, sino primero y fundamentalmente
práctica. Por eso, si la Psicología latinoamericana quiere lanzarse por el camino de la liberación
tiene que romper con su propia esclavitud. En otras palabras, realizar una Psicología de la
liberación exige primero lograr una liberación de la Psicología. Preguntaba yo recientemente a uno
de los más connotados teóricos de la liberación cuáles serían, en su opinión, las tres intuiciones
más importantes de esa teología. Sin dudarlo mucho, mi buen amigo señaló los siguientes puntos:

La afirmación del objeto de la fe cristiana es un Dios de vida y, por lo tanto, que el cristiano debe
asumir como su primordial tarea religiosa promover la vida. Desde esta perspectiva cristiana, lo
que se opone a la fe en Dios no es el ateísmo sino la idolatría, es decir la creencia en falsos dioses,
dioses que producen muerte. La fe cristiana en un Dios de vida debe buscar, por consiguiente,
todas aquellas condiciones históricas que den vida a los pueblos; y en el caso concreto de los
pueblos latinoamericanos, esta Búsqueda de la vida exige un primer paso de liberación de las
estructuras ?sociales, primero; personales, después? que mantienen una situación de pecado, es
decir, de opresión mortal de las mayorías.

La verdad práctica tiene primacía sobre la verdad teorétical, la ortopraxis sobre la ortodoxia. Para
la teología de la liberación, más que importante que las afirmaciones son las acciones, y más
expresivo de la fe es el hacer que el decir. Por lo tanto, la verdad de la fe mostrarse en
realizaciones históricas que evidencien y hagan creíble la existencia de un Dios de vida. En este
contexto adquieren toda su significación las necesarias mediaciones que hacen posible la
liberación histórica de los pueblos de las estructuras que los oprimen e impiden su vida y su
desarrollo humano.

La fe cristiana llama a realizar una opción preferencial por los pobres. La teología de la liberación
afirma que a Dios hay que buscarlo entre los pobres y marginados, y con ellos y desde ellos vivir la
vida de fe. La razón para esta opción es múltiple. En primer lugar, porque ésa fue, en concreto, la
opción de Jesús. En segundo lugar, porque los pobres constituyen la mayoría de nuestros pueblos.
Pero en tercer lugar porque los pobres ofrecen condiciones objetivas y subjetivas de apertura al
otro y, sobre todo, al radicalmente otro. La opción por los pobres no se opone al universalismo
salvífico, pero reconoce que la comunidad de los pobres es el lugar teolólogico por excelencia
desde el cual realizar la tarea salvadora, la construcción del reino de Dios

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