Professional Documents
Culture Documents
Me hiciste daño, mucho daño. En la naturaleza no existe la justicia para el sufrimiento. Pero
hoy me he dado cuenta que de alguna forma tengo que sacar de dentro de mí el profundo
pesar que siento y eso es lo que voy a hacer.
Desconfío del rencor porque no es un buen amigo, por eso no lo quiero conmigo. Además el
rencor nos lleva a sentir miedo y es precisamente lo que necesito que desaparezca. No es que
te tema, es que tengo miedo a revivir mi sufrimiento y a volver a caer en el mismo error.
Por eso he decidido que tengo que afrontarlo, ponerme frente a frente a tu persona y a todo lo
que tú significas; sea en mi mente o no, y hacerme valer. Si reduzco este miedo conseguiré
reducir todos los demás.
La realidad es que hoy me pregunté si podía hacer algo valioso, entonces decidí escribir esto.
Esta carta no es por ti, es por mí, porque necesito liberar de mi espalda tu carga. Me he
parado a pensar que no quiero nada más negativo en mi vida y me he dado cuenta de que ahí
estás tú y todo lo que significaste para mí.
Hay cosas de nuestro pasado que cargamos para toda la vida si no nos deshacemos de ellas
y por esa razón hoy TE DEJO IR… Hoy elijo ser mi prioridad: hoy elijo ser feliz
Hoy elijo atenderme un poco más, cuidar de ese jardín interior que crece en mí para ser feliz,
para no caer en egoísmos ajenos, para que mis días no tengan más momentos oscuros. y la
vida, me traiga la alegría de vivir, de sentirme ¡VIVO!
Nadie debe llamarte egoísta por decir “no” cuando lo necesita, por buscar oxígeno y libertad
en instantes de presión, por cortar vínculos cuando las personas te hacen daño. Nadie tiene
poder sobre ti salvo uno mismo, porque todos venimos solos a este mundo y nos vamos de la
misma manera… Así que… ¿Por qué no empezar ya a ser feliz y a ofrecer mi felicidad a
quien verdaderamente desea compartirla conmigo? ….
Elegir ser feliz es el primer salto que me acercará sin duda a mi objetivo: porque quien elige
decide, porque quien da el primer paso a través de sus pensamientos acabará
materializándolo en su realidad, en su vida diaria.
Hay personas que nos hacen perder ese equilibrio interior: nos alejan de nuestros valores,
vulneran nuestra integridad, nos quitan las energías, nos manipulan con sus ironías, con sus
exigencias o nos someten a un cariño habitado solo por espinas y tu… tu fuiste una de esas
personas. Pero… ya no más!
A partir de este momento rodeare mi vida con personas auténticas, que me permitan ser yo
mismo. Limitare el trato y desactivare cualquier influencia que perturbe mi tranquilidad, o dañe
mi autoestima. ¡Seré mi mayor prioridad!
Lo cierto es que aunque todo pasa, siempre habrá algo que permanecerá sobre aquello que
ha sucedido. Casi siempre los aprendizajes de las circunstancias que nos toca vivir impregnan
parte de lo que podemos llamar esencia.
Como alguien dijo alguna vez el verdadero odio es el desinterés, y el asesinato perfecto
es el olvido. No pienso arrojar una piedra hacia arriba, pues lo más probable es que caiga en
mi cabeza. El error no es tuyo, fue mío por no darme cuenta. Equivocarse, es totalmente
humano , comprendí que el mundo en el que vivimos nos exige estar a la altura de relaciones
que están continuamente pidiendo nuestra atención, por lo que es mucho más complicado
mantenerlas y conservarlas.
Dicen que sangrar no duele, que es placentero, que es como si te disolvieras en aceite y
respiraras muy hondo. Lo mismo pasa con el dolor en el alma, de alguna forma te anestesia y
no eres consciente de lo que está suponiendo para ti hasta que UN DÍA, te das cuenta que no
debes seguir provocándote tan descabellado dolor.
AHORA estoy cogiendo el mando y haciéndome con el timón porque he llegado a tiempo de ir
más allá y superar lo que tú provocaste en mí.
NO He de negar que detrás de mi coraje existe una gran tristeza, una infinita humillación y una
delicada decepción. Me hiciste sentir que caminaba por encima de un volcán mientras mi vida
pendía de un hilo… por lo que decido a soltar el lastre que supone cargar con lo que tú
ocasionaste en mi interior.
Necesito muy poco para estar bien, es por eso que tuve que sacar de dentro de mí todo
este dolor. A partir de hoy no te guardo rencor ni ira ni rabia, no quiero cosas
innecesarias en mi corazón. Toda experiencia dolorosa encierra dentro una gran semilla
de crecimiento y liberación. Gracias a ti aprendí que Cuando mantienes tu resentimiento
hacia otra persona, estás amarrado a esa persona o a esa situación, por un vínculo emocional
que es más fuerte que el acero. …..Perdonar es la única forma de disolver ese vínculo y
lograr la libertad
Quizás nunca te envíe esta carta. ¡YA NI VALE LA PENA!…..Pero ME BASTA con saber
que la leí YO….
Nota:
Querido yo, sé que mereces que te trate mejor y es algo que voy a hacer a partir de
ahora, dejaré de auto-compadecerte, de decirte que no puedes o que no lo mereces…
Querido yo, hoy te voy a retar a
¡Ser feliz!
3. Deja de mentirte.
Puedes mentirle a cualquiera en el mundo, pero no puedes mentirte a ti mismo. Nuestra vida
mejorará sólo cuando aprovechemos las oportunidades y la primera y más difícil es ser
realmente honestos con nosotros mismos.
14. Deja de evitar nuevas relaciones sólo porque las pasadas no funcionaron.
En tu vida te darás cuenta de que hay un propósito para cada persona que conozcas. Algunas
personas te pondrán a prueba, otras te enseñarán grandes lecciones, pero lo más importante
es que algunas sacarán lo mejor de ti.
15. Deja de competir contra todos.
No te preocupes si a otros les va mejor que a ti, concéntrate en romper tus propios récords
cada día. El éxito es una batalla entre tú y tú mismo, sólo eso.
21. Deja de hacer las mismas cosas una y otra vez sin tomarte un descanso.
El tiempo perfecto para tomarte una pausa es justo cuando no tienes tiempo para ello. Si
continúas haciendo lo mismo, seguirás obteniendo los mismos resultados. Hay veces que
necesitamos un descanso para ver las cosas más claramente.
¡Tú mereces lo mejor de lo mejor!, porque eres una de las pocas personas de este
mísero mundo que siguen siendo honestas consigo mismas”
Lo que sí puedo asegurarte que todo lo que te voy a decir aquí Yo Lo he hecho. Vivo sin
miedo y he perdido la vergüenza, ahora ya no temo decirle a alguien que en su metro
cuadrado puede hacer lo que quiera, pero en el mío No, en el mío exijo respeto. Digo
“no” sin tapujos a quien me trae tempestades en días despejados y digo “sí” a mi vida,
a mis antojos y por supuesto, a mi dignidad.
No dejes que nadie te haga creer que no mereces lo que deseas… debemos dejar a un
lado lo que sentimos para recordar lo que merecemos.
Haz oídos sordos al “tú no sabes”, “tú no mereces” o “tú no puedes”. El primer paso
del crecimiento personal es la liberación de todo aquello que vulnera y que cercena,
porque si tú sabes lo que eres y lo que vales, debes hacer lo posible por alcanzar
aquello que sí mereces: la felicidad.
En la millonaria industria del crecimiento personal se bordea siempre a través de los cursos de
coaching, de los libros y las conferencias, en ese complejo océano que supone el logro de la
felicidad. No obstante, a veces, acabamos desesperados. Nos preguntamos si esa búsqueda
por el equilibrio, la calma y el logro no será más que un Santo Grial, algo totalmente
inalcanzable.
Podríamos decir sin equivocarnos que no existe una teoría acertada sobre la felicidad. En
realidad, existen muchas. Lo único que hay que hacer es coger ingredientes de todas ellas
para crear nuestra propia fórmula en base a esas complejidades y necesidades que nos
definen, sin olvidarnos, eso sí, incluir un aditivo más: la valentía.
Porque aquello que mereces está más allá de las fronteras del miedo. Más allá de los
vetos de quienes ponen hilos a las fisuras de tus inseguridades. Quítales poder y empieza a
modificar tus estilos cognitivos para tomar las riendas de estos mares convulsos que nos
alejan de nuestras islas de calma. De nuestra auténticas identidades.
A veces ocurre. Ocurre que nos volvemos invisibles, que nuestra voz se convierte en el
eco de otras voces o que nuestras necesidades y deseos, desaparecen para mutar en otros
nuevos que encajan mejor en las expectativas ajenas. No sabemos muy bien cómo ha
empezado todo, pero lo que sí percibimos es el dolor al respirar y la corriente fría de esa
autoestima tan raída, tan maltratada.
Podríamos echarle la culpa a nuestra familia, tan tóxica y egoísta. Podríamos también
responsabilizar de nuestra infelicidad a esa relación afectiva tan caótica y dolorosa. Sin
embargo, y aunque suene duro, la responsabilidad es solo nuestra. No es el entorno quien
nos genera ansiedad es el modo en que nos vinculamos a dichos escenarios, a dichas
personas hasta el punto de volvernos invisibles, de volvernos cautivos del miedo.
Hay que tomar conciencia, debemos dejar a un lado lo que sentimos para recordar lo que
merecemos. Algo así solo se consigue siendo plenamente responsables de nosotros mismos.
Los pensamientos rumiantes y la indecisión nos hacen caer en los abismos del miedo hasta el
punto de permitir que sean otros quienes decidan por nosotros. Otros quienes nos dicten qué
mereces y qué no.
No lo permitas: viste armaduras que tengan tu talla, calza suelas más fuertes y camina por un
nuevo sendero vital habitado por la responsabilidad personal y la determinación. Mereces
aquello que deseas.
Nadie debe hacerte creer que no mereces lo que deseas. Esta idea es algo que debe
cuidarse sobre todo durante la infancia. Si ya desde niños nos habitúan a la cansina canción
de “eso no es para ti” o “tú no vas a poder con aquello”, las profecías autocumplidas
determinarán toda nuestra vida, porque claudicaremos, porque dejaremos de luchar por
nuestros sueños. Nos habrán robado las alas antes de tiempo.
Es necesario que quitemos poder a quienes osan vetar nuestras libertades. Nadie tiene
derecho a pisotearnos emocionalmente, a lanzar sus torpedos catastrofistas o a
etiquetarnos de débiles o perdedores. Pon el filtro de la sabiduría en tus oídos y la coraza
del “egoísmo sano” en tu corazón y empieza a recordar lo que de verdad mereces.
Te explicamos cómo.
En primer lugar ten en cuenta que no solo tú mereces ser feliz. Los demás también tienen
derecho, pero ellos pueden hacerlo a su manera, como bien deseen y les plaza. Nosotros lo
haremos a nuestro modo pero sin hacer daño.
Estamos seguros de que a lo largo de tu vida has hecho muchos, muchísimos sacrificios
por los demás. Ahora bien, recuérdate a partir de hoy algo esencial: para convivir no hay
que sacrificar siempre y cada día. Convivir implica construir, y si lo que has estado
haciendo hasta ahora es perder, es momento de empezar a ganar.
Vamos a practicar ahora lo que se conoce como “egoísmo sano”. Este arte implica
dejar de llevar a cabo la abnegación para conciliar el respeto ajeno con los deseos y las
necesidades personales.
Ser un “egoísta respetuoso” no es fácil, en especial, porque a muchos nos han educado
en la idea de que hay que complacer al prójimo, de que el buen hijo hace feliz a la
familia y a la buena pareja lo deja todo por el ser amado.
Ahora bien, nada ni nadie puede ni debe estar por encima de tus derechos vitales.
Porque si los demás te arrastran hacia las corrientes del ninguneo, del cero a la izquierda
y del “tú no sabes”, “tú no mereces”, te estarán intentando hacer vulnerable y controlable.
Lo que mereces, deseas y necesitas está más allá de esos entornos en que eres invisible y
donde tu voz no cuenta. Porque recuerda, toda tu persona cuenta, todo tu ser es hermoso,
valiente y capaz de lograr aquello que tenga en mente.
No lo olvides: El ingrediente más importante para ser feliz eres tú mismo. Aprende a decir “sí”
sin miedo y “no” sin culpa.
Autoafirmarnos sin agredir es una actitud y un comportamiento que no todo el mundo sabe
llevar a cabo. En ocasiones, se llega a confundir el orgullo con el egoísmo o la reafirmación de
uno mismo con la imposición de los propios valores. Ahora bien, decir “sí” sin miedo y “no” sin
culpa es mucho más que un necesitado ejercicio de higiene mental y supervivencia.
Visto como quiero, voy y vengo cuando lo deseo, escucho, respeto y opino. Hace tiempo que
aprendí a vivir sin miedo, a decir “no” sin sentir culpa y a decir “sí” cuando así lo siento, porque
aunque mi corazón tenga una puerta para quien desee entrar, también hay otra para quien
quiera salir.
En nuestro día a día nos encontramos a menudo con el mismo tipo de personas. Por una
parte están las que desean quedar bien con todo el mundo y siempre tienen un “sí” abnegado
y devoto en los labios. En el lado opuesto, están los más enervados. Los de “nadie tiene
derecho a decirme qué debo hacer” o “yo no te debo nada así que apártate de mi camino”.
Los extremos nunca son buenos, porque la clave de la supervivencia respetuosa y sabia está
en ese centro donde autoafirmarnos sin agredir y sin llegar a ser tan permeables como para
diluirnos en dictados ajenos con tal de complacer. De encajar.
Cuando somos niños, nadie nos enseña qué es eso llamado autoestima. Dependiendo de
nuestra crianza y de las experiencias que tengamos a lo largo de nuestra infancia y
adolescencia, desarrollaremos un “sucedáneo” de la misma para ir sobreviviendo más o
menos.
Ahora bien, las auténticas pruebas de fuego van llegando con el tiempo. Son instantes
complejos para los cuales nadie nos ha preparado, momentos en que poner a prueba nuestros
miedos, nuestras indefensiones o valentías para adaptarnos a este mundo tremendamente
complejo. Ahí donde ni los egos inflados ni los egos raquíticos van a ser funcionales ni
aún menos felices..
Decir “sí” sin miedo pero con respeto a cada una de nuestras aspiraciones y necesidades es
una necesidad vital. A muchos, por ejemplo, nos educan sin saberlo en la “ley del desgaste
personal”: en esa complacencia externa donde buscar la aprobación frecuente de los
demás, para validarnos así como personas. Nuestra dignidad, en estos casos, queda
encerrada en los sótanos del temor y la más pura indecisión.
Asimismo, también es común callar y ahogar deseos y voluntades por temor a ser
sancionados o peor aún, ser rechazados por quienes nos rodean al ver la decepción en sus
rostros. Poco a poco y en caso de no reaccionar, acabamos invalidándonos a nosotros
mismos, quitándonos la legitimidad para tener voz, para respirar y sencillamente, ser
personas capaces de decir “sí” cuando la vida les invita a vivir.
Aceptarse a uno mismo, lejos de lo que muchos digan, no debería llevarnos toda la
vida. La autoaceptación, como la autoestima debería ser un deporte obligatorio que practicar
desde la infancia. Debería ser esa religión sanadora a la vez que liberadora donde poder creer
en nosotros mismos, y a la vez, en nuestras capacidades para respetarnos y respetar a los
demás.
Porque vivir sin miedo a decir “si” y sin cargos de conciencia por decir “no” es vivir siendo
congruentes, es sobrevivir en cada ámbito de nuestra existencia confiriendo un respeto
auténtico y pleno para la propia autoestima y para quienes nos envuelven.
Te proponemos que tengas en cuenta las siguientes dimensiones para aprender a decir “no”
cada vez que lo necesites sin ningún cargo de conciencia.
Autoafirmarnos sin agredir es un arte que debemos llevar a cabo con sucinta elegancia
pero con afinada precisión. Nada de lo que digamos debe llevar a equívocos, cada palabra
debe definirnos y dar forma a nuestras necesidades, nuestros derechos vitales y nuestros
límites infranqueables.
Dar un “no” a tiempo salva vidas y en especial la tuya. Te salva de situaciones que te
hubieran colocado el yugo de la infelicidad, de los grilletes de las imposiciones egoístas y
de esos sufrimientos de los que todos debemos defendernos.
El “no” debe darse a tiempo, sin miedo y sin vergüenza alguna. Quien te quiera lo
aceptará con respeto y de hecho, ni siquiera se sorprenderá, porque te conoce. Ahora
bien, quien oponga resistencia a tu negativa o se sienta traicionado, solo tiene dos
opciones, aceptarte o salir por la puerta trasera de tu corazón.
Soy esa persona que ya no necesita demostrar nada a nadie. Hace tiempo que me cansé de
complacer, de dar explicaciones a oídos sordos, de mover montañas por quien ni tan solo me
cedía su respeto. Soy todo lo que ves: franqueza, entereza, valentía y dignidad.
Estas ideas resumirían muy bien aquello que conocemos como realización personal. Son
pequeños desafíos cotidianos que sortear para, finalmente, deshacernos de todas esas “capas
de cebolla” que nos han ido alejando no solo de nuestra felicidad, sino también de las
oportunidades por alcanzar un logro determinado. Una meta.
Estoy en esa etapa de la vida en que para ofenderme, debes importarme, en que ya no doy
explicaciones a quien tiene tapados los oídos y el corazón. Soy una persona sin máscaras y
de alma humilde que ya no necesita demostrar nada a nadie.
Son muchas las personas que cada día luchan por esa realización personal, en ocasiones, tan
compleja de conseguir. Hechos como la brecha salarial, la discriminación laboral o incluso el
tener que hacer frente a frases como “tú no puedes, tú no sabes, tú no debes” de familiares o
parejas hace que tengan que librar una doble batalla. La exterior y esa más íntima, más
profunda y necesaria: la emocional, la psicológica…
El amor debe “validarse” a diario, no hay duda, pero en ocasiones, caemos en situaciones
donde el cariño se convierte casi en una extorsión. Obviamente, puede ocurrir para ambos
géneros por igual, pero es más común que sea la mujer la que está obligada a demostrar que
es capaz de hacerlo todo por el cónyuge, de dejar a un lado sus necesidades y deseos por
cumplir las expectativas ajenas.
Hemos de ser buenos hijos con nuestros padres, con nuestra familia, aunque ésta nos haya
fallado un día sí y otro también cada vez que dábamos un paso o proyectábamos un sueño. Al
poco, ellos le daban un punto final con el “eso no es para ti”. Hemos complacido durante
mucho tiempo y hasta dibujado sonrisas cuando lo que sentíamos era,
sencillamente, desesperación.
A pesar de todo, siempre llega un día en que más que abrir los ojos, encendemos por fin esa
luz interna que conecta directamente con nuestras emociones para decir “basta”. Es entonces
cuando nos damos cuenta de que la única persona a la que hemos de demostrar algo, no es a
los demás, sino a nosotros mismos.
Porque cuando somos capaces de conectar con nuestras necesidades, el mundo empieza a
girar al son de otra música más relajante, más hermosa.
Cuando nos reencontremos con nosotros mismos tras estas épocas de complejidad personal,
ya no seremos la misma persona. Ya no serás esa niña con la mirada cuajada de sueños que
dibujaba sus iniciales en el firmamento. Ni serás tampoco ese adolescente que ansiaba un
amor romántico donde darlo todo a cambio de nada. Tampoco serás esa joven que confunde
ser feliz con hacer felices a los demás.
Yo soy todo lo que ves, sin magia ni artificios. Si no te gusto, es lo que hay. No vivo para
complacer a los demás.
Cuando te hayas encontrado a ti mismo, te darás cuenta de todas las cosas que te sobraban,
de los artificios, del ruido mental, y de todas esas relaciones caducas que arrancaban plumas
a tus alas. Ahora bien, para ser esa persona que ya no necesita demostrar a nadie de todo lo
que es capaz, es necesario que pongamos en práctica estas dimensiones.
Algo que todos tenemos claro es que no podemos ser “personas completas” manteniéndonos
al margen de los demás. Cada uno de nosotros tememos compromisos de carácter social y
emocional muy importantes: trabajos, parejas, familia. ¿Es posible aspirar a esa realización
personal con todas estas esferas?
La realización personal se inscribe precisamente en la necesidad de que todas nuestras
esferas, la laboral, la afectiva y personal nos ofrezcan la máxima plenitud y
equilibrio. Necesitamos armonía.
Si nos vemos cada día en la obligación de demostrar ciertas cosas, para ser “validados” como
personas en cada uno de nuestros contextos, es que algo no va bien.
El que se pongan siempre en duda nuestras capacidades en el trabajo o que nuestra pareja
nos pida, por ejemplo, que nos quedemos en casa para demostrarle “cuánto le queremos”,
son aspectos que acabarán vulnerando por completo nuestra autoestima.
Hemos de entender además, que antes de demostrar cualquier cosa a nadie, hemos de
demostrárnoslo a nosotros mismos. No busques la complacencia o la aprobación en los
demás o de lo contrario, serán otros quienes se alcen como jueces y verdugos, como
artesanos de un camino que tú mismo debes construirte.
Si vas a aferrarte a algo, que sea a tus sueños y no a personas. Di no a ese apego insano
que corta las alas y conjuga el amor con chantajes. Sé valiente y deja ir lo que es caduco, lo
que no funciona para atender las necesidades de tu corazón, ahí donde se inscriben nuestros
anhelos, esos para los cuales, siguen pasando nuevos trenes cada día.
Decía Honoré de Balzac que ante una crisis personal el corazón se rompe o se curte. Todos,
de algún modo, hemos vivido esos instantes de complejidad personal, en los cuales, al tener
que renunciar a algo o alguien y percibirnos casi al borde del abismo, tomamos de pronto
plena conciencia de nosotros mismos y de nuestras auténticas necesidades.
Aferrarse a algo, en ocasiones, hace más daño que soltarse. Porque a veces, lo que nos
aferra lo hace con tanta fuerza que deja marcas y heridas profundas, hasta el punto de
quitarnos el aire, la vida, los sueños…
Resulta curioso pensar como, de algún modo, todos estamos casi obligados a “morir” varias
veces para después renacer. Las crisis y los cambios siempre nos producen miedo, porque
nos predisponen a tener que desapegarnos de muchas cosas para cancelar así una etapa de
nuestras vidas y empezar otras con el corazón ya bien curtido.
En cada cambio y en cada uno de esos ciclos que iniciamos, siempre debe estar inscrito un
propósito, un sueño que alcanzar para auto-realizarnos un poco más. Te invitamos a
reflexionar sobre ello.
Si existe un libro que defiende por encima de todo la necesidad de aferrarnos a nuestros
sueños y ser capaces de luchar por ellos, es “La última lección” de Randy Pausch. En
realidad, es una obra autobiográfica del propio autor, un célebre profesor de informático que
colaboraba con la factoría Disney, y quien escribió este libro una vez le diagnosticaron un
cáncer de páncreas terminal.
Con “La última lección” quiso dar un especie de testamento intelectual donde transmitir a los
lectores una necesidad esencial: la de alcanzar nuestro sueños de infancia. Esos que, de
algún modo, llegamos a enterrar con nuestras obligaciones de adulto y con esa necesidad por
aferrarnos a cosas o personas que en lugar de permitirnos crecer, nos “empequeñecen”.
Las páginas del libro del profesor Paush destilan una vitalidad inspiradora y casi mágica,
transmitida a su vez por alguien que, a pesar de asumir su propio final, es capaz de darnos
estrategias con las cuales, edificar esas escaleras personales que nos permitirán alcanzar
nuestros sueños. Serían las siguientes.
Las grandes metas que pudimos tener de niños las vemos ahora como tremendas
ingenuidades. Ahora bien, es muy posible que tras este razonamiento, en realidad, esté el
miedo.
Deja de aferrarte a lo que piensen otros sobre tus sueños o anhelos. Ellos no son tú,
no viven en tu mente ni sus cuerpos laten con tu corazón. Atiende tu voz interior y sigue
pensando como un niño al que nunca robaron su inocencia: confía, explora, sueña…
El tercer consejo que nos dejó en su libro “La última lección”, es la necesidad de ser
pacientes y humildes. Alcanzar los sueños depende al fin y al cabo de un 10% de
inspiración y un 90% de transpiración. Es decir, hay que luchar por aquello que
deseamos.
Los cambios, traen la oportunidad de alcanzar los sueños, siempre que lleguen a tiempo.
Unos padres respetuosos e inspiradores, unos amigos excepcionales, un buen trabajo o una
pareja capaz de ofrecernos ese amor que nos permite crecer personal y emocionalmente, son
sin duda maravillosos mecanismos para dar forma a muchos de nuestros sueños.
Ahora bien, por curioso que parezca, son los instantes de crisis cuando surgen los cambios
más profundos, a la vez que las mejores oportunidades. Es por ello, que a menudo, se diga
aquello de que todo lo rígido, inalterable, previsible y hasta obsesivo, merma por completo
nuestra creatividad y nuestro sentido de oportunidad. Son zonas de control estables y
tremendamente especializadas donde jamás nos retamos a nosotros mismos.
Deja de aferrarte pues a lo monótono y a quien te quiere previsible, dócil, sumiso. Huye de
quien te obliga a postergar tus sueños mediante razonamientos como “no es el momento”,
“mejor otro día”, o “eso ahora no te conviene”. No lo permitas, recuerda tus sueños de infancia
y propicia el cambio. Porque a veces, en esa crisis personal aparece el milagro del
aprendizaje y la oportunidad de reinventarte para alcanzar tus sueños…
www.loca-mente.com
Loca-Mente Genia