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“La educación está sirviendo a un modelo

socioeconómico que lo que pide son


operarios”

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pide-son-operarios/

 By Educación Abierta - May 10, 2018


La transformación de los sistemas educativos debe posibilitar enfrentarse a los cambio
sociales y tecnológicos de las últimas décadas de una manera crítica y creativa.
La necesidad de que un sistema sea abierto para que no se degrade es extensible también a la
educación. De una u otra forma se proclama que la educación debe estar abierta a la sociedad,
a sus cambios y necesidades. Pero estar abierta significa que el entorno influye en ella y,
a la vez, en sentido contrario, la educación interviene en la sociedad. Es la interacción de
todo sistema abierto. Y esa tensión lo mantiene en el equilibrio frágil que es la vida.
Hoy constatamos, por las disfunciones que se manifiestan, que la educación está con un
desajuste agudo respecto a la sociedad acelerada. Y esto implica que o no está lo
suficientemente abierta a lo que en el entorno sucede o que entra en ella un mundo que la
anega y la revuelve y la deja sin capacidad de respuesta. Con el primer diagnóstico, la
educación se enquista en una sociedad que marcha a otro ritmo; y para el segundo, la
educación se diluye en un mundo que la sobrepasa. En los dos casos pierde su función.
¿Y cuál es su función primordial? Si la educación está bien ajustada a la sociedad debe
atender entonces a equilibrar y a remover. La estabilización de la sociedad a partir de suavizar
los desequilibrios que genera la desigualdad es una tarea insustituible que tiene la educación.
Esto supone que en el aula hay que encontrar aquello que pueda faltar, por la mala
distribución social, en aquellas personas que entran en ella. Este papel nivelador es básico, y
sobre el que se pueden a partir de ahí asentar otras funciones. Así, la escuela alimenta
cuando fuera se carece de lo necesario. En la escuela se encuentran libros cuando en el
hogar no hay para uno o se habla de un mundo sobre el que ni se oye en entornos escasos de
información. O bien se accede a instrumentos que no se pueden alcanzar fuera, aunque sean
—o porque son— de consumo. Y ahora, en las regiones privilegiadas del mundo, también la
escuela debe cumplir su función niveladora básica ayudando a metabolizar la información
cuando, paradójicamente, se vive en una sociedad sobreinformada, es decir, saturada de
ruido. Esta abundancia desbordada es, curiosamente, generadora de otras formas de carencia,
en las que la educación tiene que intervenir (aunque por el momento no sepa bien cómo
hacerlo). En cualquier circunstancia, la escuela como niveladora; y es entonces cuando se
podrá decir que se encuentra ajustada a su entorno social.
Pero este ajuste no debe entenderse como conformidad. Decimos con mucha frecuencia que
la educación está obligada a preparar para el futuro, y más cuando cambia tan velozmente la
sociedad, pero no se puede disponer a una generación para construir el futuro si no se
introduce en la educación un punto de disconformidad con el presente. Es decir, enseñar y
aprender a cómo salir del presente. Sin embargo, vemos el empeño de ahormar a la
siguiente generación para que encaje, como pieza de relojería, en el mercado de trabajo, que
es a lo que se ha reducido la sociedad. Y si eso se consigue nos damos por satisfechos. En
ese afán de servir a la sociedad, la educación está sirviendo a un modelo socioeconómico
que lo que pide son operarios. Así que la transformación del sistema educativo tendrá que
evitar que, por la obsesión de abrirse a esta sociedad tan dinámica por efecto de la ciencia, la
tecnología y el modelo económico, entienda que su función sea ajustarse a lo existente para
servirlo, y no mantener una cierta disconformidad para removerlo. Es la manera de entender
lo que significa un sistema abierto.
Hay, por tanto, otra necesidad de acción niveladora en la sociedad que estamos viviendo, y
es la de compensar con disconformidad el intento de que la educación sea exclusivamente
conformación para preparar operarios que sirvan al sistema económico.
Antonio Rodríguez de las Heras, catedrático de Humanidades en la Universidad Carlos III
de Madrid. Director del Instituto de Cultura y Tecnología de esa Universidad. Director del
Máster en Innovación Educativa (Universidad Carlos III, Institución Libre de Enseñanza,
Fundación Estudio). Fue coordinador del Laboratorio del Centro EducaRed de Formación
Avanzada (Fundación Telefónica). Autor de libros recientes: Metáforas de la sociedad
digital. El futuro de la tecnología en la educación (SM, 2015). La Red es un bosque (ALT
autores/Storytel, 2017). Premio Fundesco de ensayo por el libro Navegar por la
información. MOOC: Utopedia. Educación para una sociedad del conocimiento(edx). La
biblioteca vacía. El tránsito de la cultura escrita a una cultura digital (MiríadaX).

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