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JUAN LUIS MARTÍNEZ: COLLAGES


INÉDITOS. APROXIMACIONES A LA
OBRA VISUAL DEL POETA
por Mariairis Flores | Dic 27, 2016 | ARTÍCULOS |
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¡Gracias!

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D21 Proyectos de Arte, en Santiago, presenta Juan Luis Martínez. Collages inéditos, una
exposición que se articula como una aproximación al trabajo visual del poeta chileno Juan
Luis Martínez, y que se ha mostrado en contadas ocasiones. Esta exposición ofrece,
precisamente, una gran cantidad de obras desconocidas para cualquier público.

Escribir sobre Martínez y su obra poética resulta complejo, puesto que instaló su trabajo en
un espacio en el que la autoría pasa a un segundo plano. Considerando esto, hablar de su
obra visual suma otra dificultad, ya que apenas tuvo dos exposiciones en vida y escasas han
sido las lecturas que la enmarcan, sin mencionar que ésta es inexistente dentro de los
relatos más difundidos de la historia del arte chileno.
Sabemos que actualmente prima un deseo por remover las narrativas canónicas que han
sido instituidas para el arte, y es en esa línea que la obra de Martínez surge como una nueva
posibilidad que oxigena lo que se conoce por arte chileno. En la obra de Martínez nos
encontramos con una práctica contemporánea, construida desde el juego, el deseo, la
crítica y la mirada atenta a la historia del arte que es pertinente revisar.
Para adentrarnos en la muestra es importante precisar algunos asuntos que el propio
Martínez consignó para el arte y para su trabajo. En la conversación que mantuvo con Félix
Guattari da señales de ello: “Todo es muy inestable, no hay juicios muy permanentes;
mañana o más rato puedo estar pensando de distinta manera, lo que no está mal.
Contemplo la contradicción permanente en mi trabajo”. Lo señala al comienzo de la
conversación y pensando en lo que lo tenía ocupado por aquel entonces: El poeta anónimo.
Ya al final del diálogo, sostiene: “Pienso que el gran problema artístico es la objetivación de
la subjetividad”. De esta afirmación podemos desprender que creía firmemente en que no
hay una lectura para las obras, no existe una interpretación correcta y que por tanto las
obras se encuentran abiertas a las interpretaciones que cada subjetividad pueda dar para
ellas.

Dicho esto, desplegaré entonces mi aproximación a la obra de Martínez, estableciendo


diversos asuntos que definen una mirada atenta. En la ya mencionada conversación con
Guattari, Martínez confiesa con cierta culpa una constante preocupación por conocer la
historia del arte: “Estoy pendiente de lo que se ha hecho y de las posibilidades extremas”.
Su obra en collage reconoce una tradición, pero se mezcla con su trabajo poético, con los
juegos con su hija menor María Luisa, con la paradoja que significa apostar por el azar y dar
cabida a la predeterminación, mientras se guía por su propia autosatisfacción.

Su obra es diversa, el collage es su técnica, pero también la herramienta que le permite


explorar distintas materialidades, manteniendo siempre fragmentos ajenos y encontrados
que tanto le interesaban y posibilitando nuevos sentidos, así como también la disolución de
una mano autoral.
El recorrido por la exposición en D21 se inicia con cinco collages. De izquierda a derecha
vemos a dos pajaritos recortados sobre un papel que, en francés con tipografía romántica,
nos dice: modelos de mármol. Los dos collages siguientes se componen por la misma
imagen: el rostro de un hombre con expresión preocupada. La imagen, en ambos collages,
está recortada por la mitad, dejando un espacio entre las partes. El rostro está dislocado
sobre dos tipos de papeles que reproducen esquemáticamente vetas de distintas maderas;
cada uno posee su marco. El siguiente collage es el único que no tiene un doble, ya que
pareciera ser que todos están en parejas. La venus de Milo posa recortada y solitaria sobre
una muestra de Jaspe de Sicile. La venus se encuentra sobre la muestra de una piedra
propia de Italia, no obstante el catálogo es francés, al igual que su actual paradero. Dos
collages más completan el muro: violines sobre papel jaspeado y un galgo en posición de
correr dividido en dos sobre papel con vetas de madera nos introducen en la muestra.

Continuando el recorrido, nos encontramos con cuatro ensamblajes en una vitrina que
replican el principio del collage ahora a nivel objetual. En una conversación que tuve con
María Luisa Martínez, hija menor del poeta, me contó acerca del procedimiento de trabajo,
procedimiento que para ella era más bien un juego. Eliana Rodríguez, su madre y viuda de
Martínez, me dijo que María Luisa era como la asistente de su esposo; no obstante, para ella
los recuerdos están asociados al esparcimiento. La recolección era una fase clave en el
trabajo… recolectar y recortar papeles, palabras e imágenes, todos elementos que se iban
superponiendo hasta que Martínez determinaba que habían encontrado un resultado.
Muchas veces la recolección no se traducía en nada. De acuerdo a lo relatado por María
Luisa, en los recorridos siempre buscaban palitos, palos de todos los tipos y formas, los que
se acumulaban con el paso del tiempo, muchos de los cuales hasta hoy siguen
amontonados en algún lugar de la casa que compartían en Villa Alemana. Podríamos
afirmar entonces que la vitrina recoge cuatro productos de esos recorridos y juegos,
afirmación que es aplicable también a los tres objetos que en cajas de madera se disponen
en el muro.

Incubadora es uno de los objetos más sugerentes y llamativos: un globo terráqueo ocupa el
lugar de un huevo en un pequeño nido hecho a su medida. ¿Qué nacerá cuando esa
cáscara se rompa? Los otros objetos tienen elementos que nos recuerdan distintas
tradiciones. Por un lado, tenemos un díptico que en una de sus partes exhibe una tarjeta de
la fotografías Garreaud, fotografías que constituyeron un hito en la ciudad de Valparaíso a
finales del XIX, y por otro vemos partes de la Gioconda en un pequeño formato,
fragmentada y serializada. Una tabla de madera es el soporte sobre el cual se dibuja un
prisma rectangular en el que se disponen cinco rostros y diez manos; todos tienen un
pequeño rectángulo dibujado que enmarca la boca y el espacio que dejan las manos
entrecruzadas. El último objeto por ser descrito es más abstracto y también más
enigmático. Desde una lata roja magullada vemos emerger una piedra. Sobre la vitrina se
encuentran un collage y una copia del Angelus de Millet que Martínez realizó a los 16 años
y que sobrevivió a las destrucciones que cada cierto tiempo vivían sus producciones. Esta
pintura temprana nos refleja su interés por el arte, interés autoeducado y persistente.

Los objetos exhibidos en cajas de madera tienen otro estatuto, y de los tres expuestos me
interesa detenerme en uno. Homenaje a un terrorista debe ser de las obras visuales más
conocidas de Martínez, y cuya reproducción en imagen le quita la potencia que tiene al
verla. La fotografía aplana los gruesos puntos que dan forma al guante/capucha, y este
aplanamiento se ve facilitado por los ojos que son dos ilustraciones superpuestas. Este
homenaje se torna icónico, puesto que son los ojos la única parte que deja al descubierto la
capucha. Y esos ojos podrían ser los de cualquiera. El homenaje está dirigido al terrorismo
como forma de lucha política en un contexto represivo, contexto histórico de la obra. A
partir de ella recuerdo la consigna popular “la capucha nos iguala en la lucha”, y si bien ésta
debió ser lejana a Martínez, algo de ella resuena, puesto que con la negación del rostro nos
encontramos también con una disolución de la identidad y la posibilidad de fundirnos en
ese homenaje.
La muestra es extensa. Muchas obras cubren los muros y cada obra, a pesar de ser una
unidad, funciona en distintos conjuntos que la exposición ha planteado. Cuatro collages, en
los que prima la figura del corazón, dan cuenta de ello. Otra serie expuesta es el proyecto
de revista La Neurótica, el que Pedro Montes –coleccionista y director de D21- definió como
“una versión moderna del Quebrantahuesos”. Cada página hilvana poesía y agudas
reflexiones que circundan temáticas que atraviesan toda su producción. El arte, la
naturaleza, la ciencia, las reuniones sociales, la literatura, el trabajo, el sexo y las aves, son
algunos de los asuntos que La Neurótica escudriña con el frenesí propio del planteamiento
poético.

Art es un collage que deconstruye una obra de Picasso, y por sobre cualquier análisis me
gustaría traer acá las palabras que él dedicó al artista en la conversación con Guattari:
“Picasso, en una retrospectiva casi total de su obra en los años 70, muestra una destrucción
incesante de sus propias formas y destrucciones. Sin embargo, la obra de Duchamp, por
ejemplo, no hace esa desintegración, es una obra más permanente. ¿No cree usted que la
destrucción incesante de las formas le pone un término al arte mismo? Porque hay cuadros
que Picasso reelaboró y volvió a intervenir hasta hacer de ellos un sin sentido”. A partir de
este fragmento podemos notar cómo Martínez aspira a una noción de obra que es por
sobre todo artística, es decir, mucho más cercana a las operaciones de la pintura y del
ready made que a las propuestas propias de la literatura.

Pájaros archivados es una obra de gran formato que combina distintas obsesiones de
Martínez: están los pájaros y la posibilidad de archivarlos. Archivar su imagen pensando en
su canto. Para muchos la poesía y el arte se ubican en un mismo territorio, no obstante, son
disciplinas diferenciadas, cuyo devenir histórico se ha encargado de caracterizar. Para
Martínez se trató de posibilidades: construir con el lenguaje de otros, generar obras con las
imágenes que circulan en el cotidiano, dar sentidos, quitar sentidos, permitir a otros anular
cualquier sentido propuesto, y exhibir el propio. La exposición propuesta por D21 consigue
hacernos transitar por ambos lugares. Poesía y arte visual confluyen en, o gracias a, Juan
Luis Martínez.

Cabe mencionar que un rol fundamental cumple la proyección constante de Señales de


Ruta, documental de Tevo Díaz que nos habla del Martínez que no está expuesto en las
salas contiguas, puesto que el poeta y el artista visual no son uno. Del Poeta se saben
cosas, del artista visual se están conociendo de a poco.

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Mariairis Flores
Es Historiadora del Arte por la Universidad de Chile, cursa el Magíster
en Teoría e Historia del Arte y es profesora del área de Historia del Arte
en la misma casa de estudios. Actualmente es parte del equipo de D21
Proyectos de Arte e investigadora en el proyecto FONDART "Arte y
Política 2005-2015 (fragmentos)", dirigido por Nelly Richard. Es co-
autora del libro "En Marcha" y ha participado en una serie de proyectos
de arte contemporáneo
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