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ANÁLISIS DE LA JUSTICIA AMBIENTAL EN CHILE:

EL PROGRESO QUE PROPONEN LOS TRIBUNALES AMBIENTALES;


Y ACTUALES FALENCIAS EN NUESTRO DERECHO MEDIOAMBIENTAL

Por González Henríquez, Karim

INTRODUCCIÓN

Mediante este trabajo de investigación pretendo identificar, desde un punto de vista


jurídico, cuáles son las principales deficiencias de la actual aplicación del Principio de
Justicia Ambiental en Chile, que se encuentra amparado por los Tribunales Ambientales,
especialmente creados para la materia por la Ley N° 20.600 en el año 2012.
A pesar de que el establecimiento de estos tribunales aportaron un gran cambio en el
Acceso a la Justicia Ambiental, gracias a su dedicación única y especializada en la materia,
lo que permite un conocimiento más profundo de los problemas medioambientales que nos
aquejan como país, y por tanto, un juzgamiento mucho más óptimo a lo que existía antes de
la implementación de ellos; mi intención, también, es exponer las falencias que aun rigen
nuestro sistema, ya que a pesar de que hemos avanzado en el asunto, aún quedan muchos
aspectos de los que debemos hacernos cargo.
En este sentido, es indispensable poner en el escenario el Principio de Justicia Ambiental,
por lo que se analizará íntegramente, para lograr demostrar las deficiencias que debemos
mejorar; sin lo cual es imposible dar paso a una resolución o veredicto íntegro, aun cuando
haya tribunales especializados.
Lo que haré, es realizar un análisis del principio antes señalado, así como también de su
sede jurisdiccional, para llegar a demostrar que existen ciertos aspectos relevantes que aún
tenemos pendientes por solucionar; enfocándome, principalmente, en tres problemas
fundamentales que tenemos en nuestra actual legislación:
a) El no reconocimiento de intereses difusos o colectivos;
b) La falta de persecución de delitos ambientales; y
c) Resoluciones alternativas de conflictos en la materia.
En Chile, aún nos falta por avanzar en temas de justicia ambiental, lo que trae consigo
graves problemas y la vulneración de un derecho fundamental protegido, estos es, el
derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación, amparado por nuestra
Constitución expresamente en su artículo 19 N°8.
Así, procuraré identificar las falencias en la aplicación de este principio; exponiendo,
finalmente, qué es lo que debemos corregir en nuestro desempeño ambiental para
convertirnos en un “Estado Ecologista”.
¿QUÉ ES LA DEMOCRACIA AMBIENTAL Y CUÁLES SON SUS PRINCIPIOS?

Dentro del catálogo de derechos fundamentales reconocidos por la Constitución en su


artículo 19, el acceso a la justicia, la cual proviene de la igualdad ante la ley y la igual
protección en el ejercicio de los derechos (artículo 19 N° 2 y N° 3), es una garantía
instrumental, porque permite gozar del resto de los derechos, al presentarse como una
herramienta de protección de los mismos ante amenazas, perturbaciones o afectaciones.
Así, el acceso a la justicia viene a ser, no sólo el poder acudir ante un tercero para resolver
un conflicto, sino que se establezca un régimen constitucional capaz de proteger
eficazmente los derechos por medio de acciones que permitan dirigirse a los tribunales
para que éstos declaren lo justo en cada caso, conforme a las reglas del debido proceso.
Por su parte, el establecimiento del medio ambiente como bien jurídico protegido es de data
bastante reciente (la preocupación internacional comenzó a partir de la segunda mitad del
siglo XX, aproximadamente cuando empieza a discutirse la idea de desarrollo sustentable,
la cual veremos más adelante); aunque todos sabemos de su importancia, y lo fundamental
que es para el ser humano.1

Así, la Ley N° 19.300 de Bases Generales del Medio Ambiente, la cual entrega el ámbito
normativo de la protección medioambiental en Chile, señala, en su artículo 2 letra ll), que
medio ambiente es el “Sistema global constituido por elementos naturales y artificiales de
naturaleza física, química y biológica, socioculturales y sus interacciones, en permanente
modificación por la acción humana o natural, y que rige y condiciona la existencia y
desarrollo de la vida en sus múltiples manifestaciones”.
Producto de lo anterior, se entiende que no es posible la existencia del ser humano de
manera independiente de su medio ambiente, por lo cual deben considerarse distintas rutas
que resguarden su protección integral. Dentro de estas rutas, se encuentra el amparo estatal,
mediante el reconocimiento constitucional del derecho a vivir en un medio ambiente libre
de contaminación, establecido, como ya señalé en un comienzo, en el artículo 19 N° 8 de
nuestra Carta Magna, que indica: “La Constitución asegura a todas las personas el
Derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación. Es deber del Estado velar
para que este derecho no sea afectado y tutelar la preservación de la naturaleza. La ley
podrá establecer restricciones específicas al ejercicio de determinados derechos o
libertades para proteger el medio ambiente”.
Sin embargo, más allá de este reconocimiento y el deber del Estado como garante, se ha
entendido que tiene vital relevancia para la protección del medio ambiente, la consagración
de una auténtica democracia ambiental, la cual implica mucho más que procesos de
plebiscitos o consultas, y se inserta en la idea de participación, en el sentido de construir

1
FERNÁNDEZ, P. 2001. Manual de Derecho ambiental chileno. Segunda edición actualizada. Santiago,
Editorial Jurídica de Chile. Página 37.
nuevos procedimientos que incorporen a los ciudadanos a las decisiones públicas para la
debida transformación social.2
Esta nueva perspectiva del medio ambiente se presenta gracias a los modelos actuales de
desarrollo económico, en que las decisiones que se toman, generalmente, no van a la par
con la preocupación por la protección de nuestro entorno; por lo que se entendió que es
absolutamente necesario que la sociedad toda intervenga en la determinación de políticas
que garanticen ambos aspectos: el desarrollo económico, por una parte, y el socio-
ambiental, por otra. Por consiguiente, se ha planteado que debemos avanzar en formas más
abiertas y comunitarias de gobernar, que den la posibilidad de una implicancia colectiva,
así como también de la participación directa y continua de la ciudadanía.3
Esta idea ha sido conceptualizada como desarrollo sustentable, y también es definida por
la Ley N° 19.300 en su artículo 2 letra g) como “El proceso de mejoramiento sostenido y
equitativo de la calidad de vida de las personas, fundado en medidas apropiadas de
conservación y protección del medio ambiente, de manera de no comprometer las
expectativas de las generaciones futuras”.
De esta manera, para lograr este objetivo de sustentabilidad, en la Declaración de Río de
Janeiro de 1992, suscrita en la Segunda Cumbre de la Tierra, se contemplaron los siguientes
principios que hoy rigen la protección al medio ambiente como derecho humano
fundamental:
1. Que toda persona tenga acceso adecuado a la información ambiental disponible por
las autoridades públicas;
2. Que, además, tengan la oportunidad de participar en los procesos de adopción de
decisiones; y
3. Que tengan acceso efectivo, tanto a los procedimientos judiciales, como a los
administrativos.
Hoy en día, estos tres ámbitos son conocidos como las bases de la democracia ambiental:
el Derecho a la información, el Derecho a la participación y el Derecho a la justicia
ambiental. Más tarde, estos principios fueron ratificados por Chile en la Conferencia de las
Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible (Río+20), realizada en Río de Janeiro en
Junio de 2012.
En el fondo, todos estos principios son derechos humanos, toda vez que su objetivo es
entregar las herramientas necesarias para que las personas puedan gozar de su garantía al
medio ambiente libre de contaminación como es debido.

2
ALGUACIL, J. 2005. Los desafíos del nuevo poder local: La participación como estrategia relacional en el
gobierno local en Polis. Revista académica de la Universidad Bolivariana. Chile. Volumen 4 (Nº 12). Pág. 6.
3
MARTÍNEZ, Z. 2007. Globalización política y nuevas formas de participación de la Agencia Humana. En:
Democracia Participativa y Medio Humano. Madrid. Editorial Dykinson, S.L. Ahedo, I. e Ibarra, P. editores.
Página 97 y 98.
EL PRINCIPIO DE ACCESO A LA JUSTICIA AMBIENTAL

En este trabajo de investigación, nos centraremos en el último principio, el de Acceso a la


Justicia Ambiental. Este principio, lo que hace es funcionar como una garantía para los
otros, es decir, para el de acceso a la información y al de participación, en la medida que va
a ejercerse cuando se pasen a llevar esos derechos.
Las bases para el funcionamiento de un verdadero acceso a la justicia requieren, entre otras
cosas, de una legitimación amplia que permita la protección de un bien jurídico colectivo
de manera integral como lo es el medio ambiente; de procedimientos expeditos para hacer
frente a daños ambientales; de tribunales accesibles en términos de economía y
localización; y la posibilidad de obtener la reparación completa del daño causado.

El medio ambiente ha sido definido en diversos sentidos, algunas ocasiones haciendo


hincapié en los aspectos naturales, y en otras, tanto en aspectos naturales como artificiales.
Así, la definición de medio ambiente que revisamos anteriormente, y que consagra la Ley
N° 19.300, considera un concepto amplio del mismo (tanto natural como artificial).
Por otro lado, el derecho ambiental ha sido definido como “El conjunto de normas
jurídicas que regulan las conductas humanas que pueden influir de una manera relevante
en los procesos de interacción que tienen lugar entre los sistemas de los organismos vivos
y sus sistemas de ambiente, mediante la generación de efectos de los que se espera una
modificación significativa de las condiciones de existencia de dichos organismos”.4
Finalmente, el acceso a la justicia ambiental es definida como “La posibilidad de obtener
la solución expedita y completa por las autoridades judiciales de un conflicto jurídico de
naturaleza ambiental, lo que supone que todas las personas están en igualdad de
condiciones para acceder a la justicia y para obtener resultados individual o socialmente
justos”.5
De esta forma, entonces, pasaré a analizar la manera en que la Ley N° 20.600 de Tribunales
Ambientales recoge este principio, originando un espacio de acceso a la justicia ambiental
en Chile que responda efectivamente a los requerimientos de un Estado de Derecho.
Consideraré los avances que se han producido en relación con la forma de regular las
materias ambientales con anterioridad a su entrada en vigencia; reparando en qué formas,
históricamente, se ha protegido el medio ambiente en nuestro país. Así, analizaré las
distintas fases que ha tenido la justicia ambiental dentro del derecho chileno para llegar a
ser lo que es a día de hoy; esto, en pos de saber en qué aspectos hemos progresado, pero en
cuáles aún nos falta hacerlo.

4
BRAÑES, R. 1994. Manual de Derecho Ambiental Mexicano. Segunda edición reimpresa. México D.F.
Fondo de Cultura Económica. Página 29.
5
BRAÑES, R. 2008. El acceso a la justicia ambiental en América Latina. Simposio Judicial sobre Derecho
Ambiental y Desarrollo Sostenible: El acceso a la Justicia Ambiental en América Latina, realizado del 26 al
28 de enero de 2000 en la Ciudad de México, México. Página 5.
EL CAMBIO SUSTANCIAL EN LA MATERIA: LA CREACIÓN DE LOS
TRIBUNALES AMBIENTALES

A principios del año 2013 comenzaron a operar plenamente en Chile los Tribunales
Ambientales, órganos jurisdiccionales especializados, encargados de administrar la justicia
ambiental en todos aquellos casos señalados por la ley.
Estas nuevas instituciones fueron fruto de la reforma ambiental, la cual, entre otros
cambios, eliminó tanto a la Comisión Nacional del Medio Ambiente (CONAMA), como a
las Comisiones Regionales del Medio Ambiente (COREMAS); dando paso a otros órganos
de competencia ambiental: el Ministerio del Medio Ambiente, el Servicio de Evaluación
Ambiental y la Superintendencia de la mista materia. Así, esta modificación permitió
separar funciones, consagrando la racionalidad e independencia del sector ambiental, de la
administración estatal.6
Antes de esta reforma, la justicia ambiental era impartida por diversos organismos, algunos
de carácter administrativo, como la CONAMA, y otros de carácter jurisdiccional general,
ya que se podía reclamar el resarcimiento del daño ante los tribunales ordinarios de justicia.
Además, no todas las decisiones de la administración eran recurribles o impugnables ante
tribunales.7 Es por esto, que se producían distintos criterios con respecto a la misma materia
(los que tenían los órganos administrativos, y los que tenían los tribunales de justicia), lo
que traía como consecuencia una falta de certeza y seguridad jurídica, así como también
confusión para la ciudadanía respecto a cómo actuar y ante quién acudir en caso de
afectación del medio ambiente
Además, antes de la puesta en funcionamiento de Ley N°19.300 de Bases Generales del
Medio Ambiente en el año 1994, en Chile no existía una correspondiente regulación de la
materia; de hecho, había que someterse a las normas generales del Código Civil, el cual
plantea una visión privatista de un bien jurídico que es fundamentalmente de carácter
colectivo, es decir, hasta hace pocos años, se planteaba una protección sólo con respecto al
interés de los particulares, como por ejemplo, en las reglas generales de dominio del
artículo 582; el artículo 937 en relación con el artículo 948 sobre corrupción del aire; y el
artículo 2.333 que indica que “Por regla general, se concede acción popular en todos los
casos de daño contingente que por imprudencia o negligencia de alguien amenace a
personas indeterminadas…”, dentro de los que podían suscribirse las amenazas al medio
ambiente.
Sin perjuicio de lo anterior, es la Constitución Política de la República de 1980 la que
consagró por primera vez como un derecho fundamental la protección del medio ambiente,
en su artículo 19 N° 8, además de ofrecer para su defensa el Recurso de Protección como

6
Esta Reforma se llevó a cabo a través de la Ley 20.417, de fecha de promulgación 12 de enero de 2010; y
publicación 26 de enero de 2010.
7
BIBLIOTECA DEL CONGRESO NACIONAL. 2012. Historia Fidedigna de la Ley N°20.600. op. cit.
Páginas 413 a 453.
acción cautelar de la garantía, aunque con ciertos requisitos diferentes respecto de otras
garantías de la Carta Magna.
De esta manera, el acceso a la justicia ambiental se presentaba de manera dispersa y
perseguía diversos fines (no todos eran ambientales propiamente tal), predominando la
utilización del Recurso de Protección del artículo 20 de la Constitución como mecanismo
para obtener el resguardo del medio ambiente, el que, debido a sus características, no era
capaz de responder a todos los requerimientos implicados, más aún cuando se pretendía un
conocimiento mucho más profundo del asunto, que se escapa de los plazos y medidas de
dicha acción8.
Por otra parte, la Ley N° 19.300, a pesar de que fue un avance en la materia, ya que antes
de ésta no contábamos con una legislación expresa que regulara el bien jurídico del
medioambiente de forma exclusiva, también fue motivo de bastantes críticas, siendo
cuestionada, principalmente, debido a la inexistencia de la participación ciudadana en las
Declaraciones de Impacto Ambiental, la limitación de recursos ciudadanos en el caso de los
Estudios de Impacto Ambiental a órganos administrativos, o la consagración del Juez de
Letras como responsable de la mayoría de los casos ambientales, sin tener conocimientos
acabados en la materia. Es más, según como vimos en la definición de justicia ambiental,
ésta implica la necesidad de una solución rápida y completa por parte de las autoridades
judiciales, cuestión que no puede cumplirse en la medida que existan actos administrativos
relevantes en materia ambiental no susceptibles de recurso alguno, o que éstas no cuenten
con las facultades para hacer frente a los desafíos que se requieren.

Es debido a lo anterior que se crearon los Tribunales Ambientales, los que consisten en un
gran paso en el acceso a la justicia ambiental, gracias a su composición mixta y a la
experiencia requerida para sus miembros, así como por su dedicación exclusiva a materias
ambientales, sin los problemas que acarrea el exceso de causas que mantienen hoy en día
los tribunales ordinarios. Estos tribunales son colegiados, compuestos por tres jueces: dos
abogados que se han destacado en el área ambiental o administrativa, y uno licenciado en
ciencias, destacado también en materias medioambientales9. Además de su composición, la
Ley N°20.600 regula los procedimientos que deberán ser utilizados en el conocimiento de
estos conflictos, alejándolos bastante de la normativa general del Código de Procedimiento
Civil que se utiliza en sede ordinaria, acortando plazos, modificando la legitimación activa,
estableciendo cambios en el régimen de los recursos, entre otras cosas; todas ellas, en pos
de regular de manera efectiva la afectación del medio ambiente, lo que tiene un gran
impacto en la vida de las personas y su entorno.

8
Gracias a la actual legislación medioambiental, las materias quedan derivadas a distintos organismos
especializados como lo son los Tribunales Ambientales, la Superintendencia del Medio Ambiente y el
Ministerio de la misma materia.
9
Artículo 2°, Ley N° 20.600 sobre Integración y nombramiento.
En virtud de lo anterior, es preciso señalar, entonces, que hay grandes diferencias entre los
Tribunales Ambientales y los Juzgados de Letras, en cuanto a competencia, legitimación,
número, ubicación, composición, procedimientos e impugnación de sus decisiones.
Con respecto a la competencia, la que tienen los actuales Tribunales Ambientales es mucho
mayor a la que tenían los jueces de letras, conociendo materias como reclamos sobre
normas ambientales, daño ambiental, sanciones frente a incumplimiento de los
instrumentos de gestión ambiental, jurisdicción respecto de las reclamaciones sobre
participación ambiental y resoluciones sobre procedimientos de invalidación de actos
administrativos en la materia (las que antiguamente eran entregadas sólo a los órganos
administrativos estatales); además de ejercer control sobre las actuaciones de la
Superintendencia del Medio Ambiente, autorizando ciertas medidas provisionales y
aprobando sanciones especialmente graves de procesos administrativos sancionatorios
llevados a cabo por ésta10.
Por otra parte, es importante destacar que, si bien no hay modificaciones al Recurso de
Protección ambiental que se utilizaba antes de forma general, la Corte Suprema, en
conocimiento de dichas acciones, ha intentado delimitar el margen de competencias de los
Tribunales Ambientales, decretando cuándo son éstos los llamados a resolver de las causas
que llegan a su sede, otorgándoles preeminencia en la determinación de cuestiones
ambientales y técnicas de fondo (en la práctica, hoy en día la mayor parte de los recursos
son rechazados por ser exclusivamente materia de los Tribunales Medioambientales).11
Para finalizar, a pesar de que la mayoría de los cambios son aciertos a lo que existía antes
de la implementación de la justicia especializada, lo que ha tenido bastantes críticas es lo
relativo a las posibilidades de impugnación de las decisiones de los nuevos tribunales. Esto,
porque se restringen las áreas de intervención de los incidentes, apelaciones, reposiciones, y
casaciones en la forma y en el fondo. Por ejemplo, la sentencia definitiva no puede ser
objeto de apelación, solo de casación en la forma y/o en el fondo. 12 El problema de esto es
que en la casación se disminuye la posibilidad de prueba y márgenes de competencia del
tribunal, el que no puede, en principio, reparar en aspectos de hecho, por lo que, a su vez,
de alguna u otra manera, se coarta la posibilidad de acceso a la justicia de las personas.

ACTUALES FALENCIAS DEL DERECHO MEDIOAMBIENTAL EN CHILE

Pese a todos los avances que se han visto, tanto a nivel mundial como local, y a pesar los
esfuerzos de parte del legislador estos últimos años por homologar las normas chilenas a los
estándares internacionales, sobre todo con la implementación de los Tribunales
Ambientales, en nuestro país todavía existen grandes desafíos por superar con respecto a
esta materia; y principalmente me centraré en tres de ellos: el no reconocimiento de

10
Ley 20.600 TÍTULO II, De la competencia, Artículo 17.
11
Sentencia de la Corte Suprema en Rol : 5339-2013, caratulado "Solange Bordones Cartagena y Otros con
Compañia Minera Nevada Spa y Otra", del 25 de Septiembre de 2013.
12
Ley 20.600, artículo 23, de los incidentes; y artículo 26, Recursos.
intereses colectivos; la falta de persecución de delitos ambientales; y una solución
alternativa de conflictos ambientales.
Siempre es conveniente tener en cuenta el progreso que hemos hecho como país, pero no
debemos olvidar las dificultades que aún nos aquejan. En este sentido, a continuación,
detallaré aquellas metas ambientales que todavía no se concretan en Chile, así como los
problemas que todavía imposibilitan un acabado derecho de acceso a la justicia ambiental.

A) EL NO RECONOCIMIENTO DE INTERESES DIFUSOS O COLECTIVOS EN


MATERIA AMBIENTAL

Una definición de interés difuso es “Un interés propio, jurídicamente reconocido, de un


grupo social o colectividad indeterminada de sujetos, desprovista de una organización que
los tome para sí enteramente y tenga capacidad para su defensa, cuya tutela jurisdiccional
responde a eventuales iniciativas meramente individuales”13. Por su parte, Agustín Viguri
Perea sostiene que sería: “La acción popular que implica el acceso a los tribunales de
cualquier ciudadano para exigir la intervención de los órganos jurisdiccionales con la
finalidad de que se cumpla la legalidad, sin que se requiera ocupar una posición subjetiva
de ventaja lesionada o amenazada.”14
De esta forma, se establece que los intereses difusos son aquellos que tiene un grupo de
individuos indeterminados, pero unidos por circunstancias de hecho. En el plano procesal,
en cuanto a la titularidad de esta acción, ella excede al individuo, es decir, es
supraindividual, pero ejercida por uno de los sujetos.
Por otra parte, el interés colectivo se define como “Aquellos intereses transindividuales, de
naturaleza indivisible, de que sea sujeto un grupo, una categoría o una clase de personas
ligadas entre sí o con la parte contraria, por una relación jurídica que le sirve de base”.15
Así, entonces, la diferencia fundamental entre interés colectivo y difuso, es que en el
primero, a diferencia del segundo, existe una relación jurídica entre los interesados, o entre
éstos y un tercero (la parte contraria). Por otro lado, ambos intereses se relacionan porque
acceden a la protección jurisdiccional por la misma vía, y su diferencia sólo importa en
materia probatoria: en los juicios colectivos, la prueba del interés, del perjuicio y de la
relación jurídica, se hará mediante el instrumento o documento que sirve de fundamento
para aquello (por ejemplo, la existencia de un contrato); mientras que en los juicios difusos,
se deberá tratar de probar sólo la relación de hecho y el interés respectivo.

Ahora, es preciso señalar que entre los intereses supraindividuales de mayor relevancia se
encuentra la protección del patrimonio ambiental; de hecho, es una de las áreas que

13
Acosta Estévez, José. Tutela Procesal de los Consumidores. J.M. Bosch Editor S.A.1995
14
Viguri, Agustín. “La responsabilidad civil en el marco del derecho de consumo”. Editorial Comares. 1997
15
Oelckers Jerez, Maribel Roxana. “La tutela de los intereses difusos : la acción de clase”. Concepción, Chile.
1995.
reiteradamente los autores utilizan de ejemplo para referirse a la necesidad de tutela de un
objeto que, perteneciendo a todos, no pertenece a ninguno exclusivamente.
En este sentido, no obstante la creación de los Tribunales Ambientales, en su artículo 18
donde se establece la legitimación activa, se señala que quienes podrán intervenir como
parte ante el tribunal variarán conforme el asunto discutido, distinguiendo varios casos, que
en lo sustancial, se refieren situaciones en que se trata de atacar la ilegalidad de un acto; se
persigue la reparación del medioambiente; o se conocen reclamaciones respecto de
resoluciones administrativas. Esta tutela jurisdiccional, se le otorga a personas naturales o
jurídicas que resulten afectadas por los actos de los particulares o de la administración,
debiendo siempre tener que acreditar el interés propio en ello. De este modo, se advierte
desde ya, que no existe en materia ambiental una acción colectiva para solicitar la
indemnización de perjuicios.
El derecho medio ambiental en todos sus ámbitos, es reconocido como un interés colectivo
supraindividual, pero, como podemos ver, no ha recibido respuesta idónea para su correcta
protección dentro del derecho nacional, por lo que se hace necesaria y se justifica la
propuesta de un reconocimiento correspondiente. Por consiguiente, creo que es totalmente
indispensable que el legislador, en un futuro próximo, opte por tutelar estos intereses a
través de mecanismos procesales genéricos.
Actualmente en Chile, el interés difuso más importante reconocido en el ámbito
jurisdiccional a través de una acción colectiva es el de los consumidores, implementándose
el Juicio Colectivo en la Ley N° 19.946 de Protección a los Derechos de los Consumidores,
el cual fue introducido por una modificación en el año 2004, donde ciertos legitimarios
activos (SERNAC, agrupaciones y asociaciones de consumidores) pueden representar a un
grupo de personas que están siendo vulneradas en sus derechos. Es por esto que no veo
inconveniente alguno que la legitimación entregada a estas asociaciones en materia de
consumidor, pueda ser introducida a la legislación ambiental siempre que se tengan
presentes sus particularidades especiales. Por ejemplo, la figura de Asociación Ecológica o
de otras organizaciones no gubernamentales me parece una acertada solución para tutelar
intereses colectivos actualmente carentes de mecanismos de protección.16 Estimo
conveniente, además, la existencia de un organismo público autónomo (como lo es el
SERNAC en materia de consumidor), independiente de los poderes del Estado, y cuya
función sea demandar el daño ambiental. De esta forma, el interés difuso podría recibir
tutela judicial independiente de factores o presiones externas.17
En consecuencia, y por todo lo anteriormente expuesto, nuestro ordenamiento jurídico
actual, lamentablemente, no ofrece una idónea tutela a los intereses ambientales.

16
En idéntico sentido se manifiesta DELGADO (2012) 64 cuando dichos organismos contengan en sus
estatutos la defensa del medio ambiente. Recomendamos VERBIC (2007) 187-191 para observar la
importancia que los estatutos tienen en la limitación y control de la legitimación procesal de las asociaciones
civiles.
17
En España, por ejemplo existen las figuras del Ministerio Fiscal y el Defensor del Pueblo. Para un atingente
comentario ver GUTIÉRREZ DE CABIEDES E HIDALGO DE CAVIEDES (1999) 221-229.
B) LA FALTA DE PERSECUCIÓN DE DELITOS AMBIENTALES

¿Qué pasa con la regulación penal íntegra y acabada de los delitos medioambientales en
Chile? Desafortunadamente, hoy en día, las actividades extractivas de las industrias, que en
su gran mayoría son transnacionales, prácticamente no tienen limitaciones ambientales, lo
que hace que toda actividad industrial extranjera en suelo nacional sea muy rentable, pero
vehementemente destructiva para el medioambiente. Dicho de otra manera, mientras las
riquezas emigran de nuestro territorio, los desastres ecológicos se quedan con nosotros.
Hay casos emblemáticos en nuestro país de grandes daños al medio ambiente, como por
ejemplo, el vaciamiento de salmones podridos con sustancias químicas por industrias
salmoneras, el derrame de petróleo en la ciudad de Quintero, las nubes tóxicas de dióxido
de azufre emanadas de plantas industriales de Codelco, o la descarga de desechos de
Celulosa Arauco y Constitución en el río cruces de Valdivia.18 Todos estos hechos
vergonzosos, han dejado en evidencia las insuficiencias legales existentes en materia
medioambiental; todos, han salido impunes de sus delitos, lo que no se coindice con la
supuesta protección que debería existir a la garantía constitucional consagrada en el artículo
19 N°8.

En este sentido, el profesor Jean Pierre Matus de la Universidad de Chile, y Doctor en


derecho penal de la Universidad de Barcelona, señala que la legislación actual que regula la
materia en nuestro país es insuficiente y deficiente. En estricto rigor, el problema de la
legislación actual penal medioambiental es que es bastante dispersa, estableciéndose
distintos delitos, en distintos cuerpos legales, pero todos, por decirlo menos, exiguos.19
Es por lo anterior, que el 25 de octubre de 2017, se ingresó al Congreso Nacional el
proyecto Boletín N° 11482-07, que “Modifica el Código Penal y otros cuerpos legales, en
lo relativo a los delitos contra el medio ambiente”. La moción ingresada al Senado, propone
refundir los boletines N°8920-07, N°9367-12, N°5654-12, previamente ingresados (todos
en primer trámite constitucional), cuya finalidad es sancionar la grave contaminación y el
daño del medio ambiente.
La iniciativa modifica el artículo 291 del Código Penal, el artículo 136 de la Ley General
de Pesca y Acuicultura. Además, modifica el artículo 8 de la Ley N° 17.288, sobre
Monumentos Nacionales; y el artículo 1° de la Ley N° 20.393.
Por tanto, lo que se demanda, fundamentalmente, y tal como dice el Profesor Matus, es que
en la actualidad no existe un delito general de contaminación ni protección penal al sistema
administrativo, así como tampoco responsabilidad penal a personas jurídicas, ni reglas

18
Principales problemas ambientales en Chile: desafíos y propuestas. Centro de Políticas Públicas UC. KAY
BERGAMINI, Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales UC. RICARDO IRARRÁZABAL, Facultad de
Derecho UC. JUAN CARLOS MONCKEBERG, Investigador independiente. CRISTIÁN PÉREZ Centro de
Gestión Ambiental y Biodiversidad, Universidad de Chile.
19
Seminario sobre derecho penal y protección del medio ambiente, Ministerio Publico de Chile, 25 de octubre
de 2016.
especiales de imputación a directivos. Un aspecto a destacar de la propuesta legislativa, es
que, precisamente, busca sancionar lo anterior, estableciendo delitos dolosos y culposos de
afectación grave al medio ambiente; la infracción de deberes; estableciendo la
responsabilidad de directivos y personas jurídicas (como delito empresarial); y protegiendo
el sistema administrativo de evaluación y gestión del medio ambiente (estableciendo delitos
para la burla del sistema).20
Tal como se expuso, entonces, es sumamente necesario que se le dé prioridad para su
legislación a este proyecto de ley, ya que estas modificaciones descansan en el Congreso
Nacional aproximadamente desde el año 2005; es más, es por este motivo que el año
pasado el grupo de parlamentarios incluyó este nuevo proyecto, debido a la gran cantidad
de años que han pasado desde que se ingresó el primer proyecto sobre delitos
medioambientales, y por cómo va cambiando la cosmovisión de nuestro entorno.
La legislación penal chilena, hoy en día, no establece disposiciones específicas para las
infracciones medioambientales. Así, la falta de persecución de delitos ambientales existente
actualmente en Chile constituye una vulneración a la justicia ambiental, más aun
entendiéndose la protección al medio ambiente como un bien jurídico protegido por el
legislador, siendo, no solo un derecho humano que nos pertenece a todos en la actualidad,
sino también trascendental para las próximas generaciones, esto es, un derecho
intergeneracional.21 Por tanto, se le debería dar la adecuada protección en el ámbito penal,
tipificando y sancionando los delitos cometidos con respecto a nuestro medio ambiente, así
como también se hace con los delitos en contra de la vida y de la seguridad de las personas.

C) INCLUSIÓN DE RESOLUCIONES ALTERNATIVAS DE CONFLICTOS EN


MATERIA MEDIOAMBIENTAL

El estudio Voz y Opción indica que los instrumentos comunes de acceso a la justicia en
materia de gestión ambiental, se pueden resumir en tres tipos: litigios, resolución alternativa
de conflictos (RAC) y mecanismos de justicia administrativa.22
La gran mayoría de tribunales ambientales del mundo han aceptado las RAC como una
forma adecuada de responder a los desafíos actuales que impone la protección del medio
ambiente, prevaleciendo entre ellas la conciliación, la mediación, la evaluación neutral
de terceros y el arbitraje. Esto se encuentra amparado en la decisión de las personas de
obtener resultados rápidos y mejores gracias a una negociación directa, en vez de esperar
mucho más tiempo por una sentencia judicial que, inclusive, podría llegar a no
beneficiarlos de la manera esperada.23

20
Informe Bibloteca del Congreso Nacional, Delitos Ambientales. Proyectos de Ley y Legislación Vigente.
21
Ezio Costa Cordella, “La Justicia Ambiental en la Evaluación de Desempeño Ambiental: Chile 2016 de la
OCDE”. Justicia intergeneracional.
22
VOZ Y OPCIÓN: Abriendo la puerta a la democracia ambiental.2008. Por Joseph Foti "et al". s.l. Instituto
de Recursos Mundiales. Sección XVI.
23
REVISTA DE DERECHO AMBIENTAL. 2012. op. cit. Página 116.
Estas soluciones, generalmente, se pueden entregar por dos vías: por la intervención de un
órgano independiente encargado de administrar el proceso (relacionado con los tribunales
ambientales); o a través de mediadores particulares, el llamado “defensor del pueblo”, o
consultores expertos (como se hace, por ejemplo, hoy en día dentro del ámbito del derecho
de familia).
Por ejemplo, en Nueva Gales del Sur, Australia, en materia ambiental, se utilizan
alternativas al procedimiento general conforme a la conciliación, aunque sólo es admisible
en ciertos procedimientos, como en la planificación y protección de recursos, y en los
conflictos vecinales o de tierras, los cuales son resueltos por comisiones parte del Tribunal
Ambiental, pero que no constituyen judicatura (como la figura del consejero técnico en los
Tribunales de Familia).24 Además, en la ley que crea al Tribunal Ambiental, se consagra la
evaluación neutral, con la posibilidad de recurrir a terceros, quienes sobre la base de los
antecedentes entregados por las partes, pueden orientarlos en la forma de solucionar sus
diferencias, sea de manera amigable o a través de un juicio (como los Centros de Mediación
que existen actualmente también para el área de familia).25
Otro país que también permite la mediación en estas materias es Nueva Zelanda, la cual es
llevada a cabo con la ayuda de los jueces y comisionados del Tribunal Ambiental, además
de otras personas, como el llamado “defensor del pueblo”.26
Por su parte, en Estados Unidos se ha potenciado la figura del arbitraje a través de la
“Agencia de Protección Ambiental”, la cual tiene la facultad de proponer a grupos
confrontados, la suscripción de un contrato de compromiso para someter su problema a un
árbitro.27 En efecto, este sistema ha tenido una fuerte aceptación en materia de
contaminación atmosférica y de aguas, como también en conservación y recuperación de
recursos.

Es por lo anterior, que puedo establecer que las alternativas que nos entregan las formas de
resolver los conflictos son heterogéneas y se ajustan a los distintos grupos de interés que
existen en la realidad siendo, a mi juicio, pertinente su consagración en el ordenamiento
jurídico nacional. Sin embargo, para la Ley N°20.600 de Tribunales Ambientales, la forma
de resolver los conflictos por excelencia es en juicio, mediante sentencia definitiva, a pesar
de que existen casos aislados donde se ha reconocido a la conciliación como método
alternativo de solución de conflicto, establecido en los artículos 36 y 38 del mismo cuerpo
legal (ero solo con respecto a los juicios de daño ambiental).
Quizás, el gran problema con estos métodos es la posibilidad de ventajas injustas que
podrían generarse en favor de empresas transnacionales; esto, porque el responsable de
daños ambientales tendría mayores recursos y posibilidades de imponer su posición frente a
las comunidades afectadas. Por otra parte, no podemos pasar por encima de los problemas

24
NUEVA GALES DEL SUR (AUSTRALIA). 1979. op. cit. 33 s.
25
PRESTON. B. 2011. Op. cit. Página 11.
26
NUEVA ZELANDA. 1991. Resources Management Act. Actualizada al 04 de Septiembre de 2013. 268s.
27
EE.UU., 1996, Administrative Dispute Resolution Act. Sección 3.
que conllevaría aplicar métodos como la conciliación en casos de ilegalidad de un acto
administrativo o norma; de hecho, al respecto se ha señalado, en sede de Recurso de
Protección, que los vicios de ilegalidad no son susceptibles de conciliación entre las partes,
porque dichos vicios recaen en normas de orden público, las cuales escapan al ámbito de
modificación por los particulares.28
En conclusión, puedo señalar que la respuesta frente a mecanismos alternativos de
resolución de conflictos ambientales en Chile requiere de un tratamiento especializado,
teniendo en cuenta específicamente en qué materias podrían llegar a establecerse. Pero si
consideramos el principio de indemnidad de la reparación por daño ambiental, podrían
constituirse expresamente distintas formas a la sentencia definitiva judicial para resolver
este tipo de conflictos, siempre que se garantice la reparación del daño y del medio
ambiente (obviamente, exceptuando los casos de reclamos por ilegalidad que tiene como
consecuencia que el acto administrativo sea nulo de derecho público).
Las ventajas que tienen las RAC es que son alternativas bastante óptimas para casos que
involucran grandes costos, duración o efectos sobre muchos habitantes, en donde podrían
no requerir del pago de un abogado; e, inclusive, sumar las distintas causas que podrían
declararse frente a un mismo hecho, como ha pasado en casos emblemáticos como
Hidroaysén.29

CONCLUSIÓN

Tal como se expuso en el presente trabajo de investigación, la creación de los Tribunales


Ambientales ha sido un gran avance en la aplicación y consagración del Principio de
Acceso a la Justicia Medioambiental en nuestro país; esto, gracias a su trabajo acabado y
especializado en la materia, lo que solucionó grandes problemas que existían antes de su
entrada en vigencia. Por ejemplo, al no estar normado el medio ambiente como tal, se debía
intentar recurrir a escasas normas del derecho privado establecidas en el Código Civil, que
regulaba, básicamente, problemas entre vecinos, y no el medio ambiente de manera
exclusiva, el cual, como sabemos, sale de la esfera de lo privado, debido a que es un
derecho colectivo que nos incumbe a todos los seres humanos.
A pesar de que con la entrada en vigencia de la Ley 19.300 sobre Bases Generales del
Medio Ambiente se le dio mucho más protagonismo a esta garantía fundamental, sólo se

28
Un ejemplo de esta discusión se suscitó en la tramitación de los recursos de protección por la Central
Termoeléctrica Castilla, Rol N°1960-2012, en donde la tercera sala de la Corte Suprema llamó a conciliación,
algo nunca antes visto en esta materia y que no tiene consagración en los autos acordados sobre tramitación
de dicha acción.
29
El proyecto hidroeléctrico Hidroaysén consiste en la construcción y operación del Complejo Hidroeléctrico
Hidroaysén, que se compone de 5 centrales con embases y que afectaría cerca de 6.000 hectáreas, en una
región que es conocida como "Aysén, reserva de vida", razón por la cual ha involucrado la presentaciones de
muchas observaciones ciudadanas en su evaluación, diversos recursos administrativos y jurisdiccionales,
además de una comisión ante el Congreso. INSTITUTO NACIONAL DE DERECHOS HUMANOS. 2012.
op. cit. Páginas 276 y 277.
podía reclamar ante organismos administrativos, e inclusive, muchas de sus resoluciones
eran impugnables en sede judicial, lo que interponía grandes barreras al acceso a la justicia.
Además, a pesar de que el derecho fundamental de vivir en un ambiente libre de
contaminación fue reconocido primeramente por la Constitución de 1980, resguardado a
través de la acción de protección; esto no cumplía con todos los estándares, ya que el
articulo 20, donde se regula dicho Recurso, señala explícitamente que sólo podrá utilizarse
cuando se cumplan determinados requisitos, lo que también impedía a las personas
reclamar sus derechos vulnerados como corresponde en derecho.
Con la entrada a escena de los Tribunales Ambientales, muchos de estos problemas se
solucionaron, ya que se ampliaron las competencias, se adecuaron los plazos, se
establecieron los legitimados activos; y también desaparecieron los organismos
administrativos que sólo ponían barreras a la justicia ambiental, y eran un desacierto en
nuestro país.

A pesar de ello, es importante destacar que actualmente hay muchos aspectos en los que no
se ha innovado, independiente de los esfuerzos que ha hecho el legislador por homologar
las normas ambientales chilenas a los estándares internacionales.
En este sentido, aún existen diversas falencias en materia medioambiental, tanto desde un
ámbito sustantivo como procesal, las que fueron exponiéndose una a una en la presente
investigación. Así, nos encontramos con el no reconocimiento de intereses colectivos; la
falta de persecución de delitos ambientales; y una solución alternativa de conflictos.
En primer lugar, con respecto al no reconocimiento de intereses colectivos en materia
medioambiental, se hace totalmente necesario que se establezca en nuestro país; esto,
porque el medioambiente es el interés difuso o colectivo por antonomasia, y se debe regular
como tal, ya que las acciones colectivas permiten reparar el daño que ha sido cometido en
perjuicio de varias personas a la vez, sin la necesidad de que cada uno de ellos entable, de
manera independiente, distintas acciones que tienen el mismo objeto. Por lo demás, está
comprobado que lo anterior no sólo beneficia a los afectados, sino que también a la
jurisdicción, por cuanto el principio de economía procesal aparece de forma latente,
evitando atochamientos en los tribunales, y haciendo más expedito el acceso a la justicia.
En segundo lugar, la falta de persecución de delitos ambientales se debe a que
actualmente el Código Penal no contempla figuras, ni genéricas ni específicas, de los
crímenes e infracciones que se pudieran cometer contra esta garantía fundamental. Es más,
las empresas que han desencadenado los desastres ambientales más grandes en nuestro país,
con suerte han debido pagar alguna pena pecuniaria o multa, pero jamás han sido
procesadas penalmente por el terrible daño que han cometido. Esto, acarrea una serie de
problemas que desencadenan en un punto trascendental: ¿Cómo es que nuestra Carta
Magna reconoce al medio ambiente como un bien jurídico protegido, pero éste no se
resguarda de la manera adecuada para que no sea vulnerado, o a lo menos, se haga en
menor medida? Es por esto, que se necesitan de manera urgente nuevas políticas criminales
en materia ambiental.
Por último, las soluciones alternativas de conflictos que se ven en el derecho comparado,
han tenido muy buenos resultados, y bien podrían integrarse a nuestro ordenamiento
jurídico que no las contempla, especialmente aquellos que presentan una alternativa al
sistema ordinario de justicia, con soluciones colaborativas o comisiones de expertos.

Todo esto, en el fondo, corresponde al precedente para construir un sistema más justo y
equitativo. Honrar y distinguir el Principio de Justicia Ambiental termina siendo, no solo
una manera de preocuparnos por nuestro entorno y el lugar donde vivimos, sino que, es a su
vez, uno de los caminos absolutamente necesarios que debemos tomar para convertirnos en
un país desarrollado.
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