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Diario Página/12, Argentina

LITERATURA › ANDREA FERRARI Y SU NUEVO LIBRO, LA VELOCIDAD DE LA MUSICA

"Muchas veces se ve un retrato idealizado del


periodismo"
La autora de las premiadas El complot de Las Flores y El camino de Sherlock le da forma a un
atrapante policial que se desarrolla con una redacción como escenario principal, lo que le permite
además buscar “una mirada más realista” sobre los medios.

Por Karina Micheletto

Sol Linares creció en la redacción de un diario, su padre es el jefe de esa redacción y su madre
murió cuando ella era chica, en un confuso tiroteo del que no ha podido saber mucho. Es una
adolescente parecida a muchas y diferente a muchas: solitaria, algo cínica, no tiene amigos de su
edad, se lleva mejor con gente más grande, como ese chico por el que comienza a sentir algo que
no puede definir bien. Inteligente y lectora, también quiere ser periodista, aunque su padre no está
de acuerdo con la idea. Sin buscarlo, irá metiéndose a desentrañar una historia en la que hay un
paparazzo asesinado y un ídolo pop desaparecido, entre otros ingredientes. Sol Linares es la
protagonista de La velocidad de la música, la nueva novela de Andrea Ferrari, en la que la autora
despliega su capacidad para construir una historia atrapante que, desde el policial, desborda hacia
otros géneros a medida que se desarrollan la trama y los personajes, para nada lineales ni
simplificados.

Editada por Alfaguara, La velocidad de la música es una novela cuyos destinatarios podrían
encuadrarse en un público joven (la J de la LIJ, esa Literatura Infantil y Juvenil que tiene su sector
aparte en las librerías) pero que, como ocurre con toda buena obra, abarca también a otras edades.
Y es también el primer libro de una serie que parte de Sol de noche, el blog desde el cual Sol termina
desentrañando este caso policial y otros, como el que Ferrari ya está escribiendo para publicar el
año próximo. “La idea con esta serie es que algunos hilos de la trama se resuelvan en cada libro –lo
que refiere puntualmente al ‘caso’ policial– y otros se continúen. En este primer libro empieza y
termina el enigma generado a partir de la muerte de un fotógrafo que cubre la visita del cantante
pop. Pero otros hilos, como la intriga en torno de qué pasó con la madre de Sol, continúan en los
libros siguientes. También el de las relaciones que va estableciendo la protagonista con otros
personajes”, detalla la autora.

Además de escritora, Ferrari es periodista: trabajó en este diario durante más de quince años. Fue
escribiendo un cuento para su hija –y luego otro, y otro, y después una novela, como relata en su
“biografía no oficial”–, que abrió un camino que se continuaría en títulos como La rebelión de las
palabras, No es fácil ser Watson, No me digas Bond, o los más recientes La noche del polizón, Los
chimpancés miran a los ojos y Zoom. Hubo también un premio iniciático que marcó este nuevo oficio,
el prestigioso Barco de Vapor de España por El complot de Las Flores, en 2003, al que le seguiría
el Premio Jaén de Narrativa Juvenil por El camino de Sherlock.

–¿Cuánto de esa realidad cotidiana que vivió en sus años de periodista tomó para la historia
de La velocidad de la música y cuánto modificó o dejó de lado?
–Tomé mucho de mi propia experiencia, por supuesto, para pintar la cotidianidad de un diario y la
vida real de los periodistas. El diario de la novela no es el retrato de un medio en particular, sino uno
ficticio, adaptado a las necesidades de la trama. Pero claro que usé el recuerdo de situaciones
verdaderas e incluso aspectos de personas que se cruzaron en mi camino para darle cuerpo a la
historia. Es lo que tiene de bueno escribir sobre un ambiente que uno conoce bien. La naturalidad
que en otras historias se consigue, si se consigue, a fuerza de investigación previa, en estos casos
fluye sola, a partir de flashazos de memoria, escenas que vuelven a la cabeza a medida que la trama
avanza. No creo haber dejado nada de lado adrede, sino que sigo pensando en nuevos aspectos de
los que hablar para los libros que continuarán la serie.

–¿Y qué le diría a su hija si le dice que quiere ser periodista, como ocurre con Sol y su papá,
que no quiere saber nada del asunto?

–Si eso hubiera sucedido (mi hija ya optó por un camino profesional bien diferente), no habría
tenido objeciones, todo lo contrario. En mi experiencia, el trabajo periodístico fue atractivo, variado,
desafiante. Una buena época de mi vida. Las dudas del padre de Sol en la novela tienen que ver con
otra cosa, sobre todo con lo que le sucedió a su mujer, que no conviene adelantar.

–Más allá de esta historia, ¿cuánto o qué del oficio de periodista se pone en juego en el
oficio de escritora?

–En mi caso, bastante. Creo que sigo teniendo una mirada periodística cuando me acerco a un
tema. De hecho, algunos de mis libros nacieron a partir de noticias. La noche del polizón, por ejemplo,
inspirado en el caso de adolescentes africanos que llegaron al país escondidos en un barco. O Los
chimpancés miran a los ojos, que surgió tras conocer un programa real del zoológico que tuvo
bastante difusión en los medios. Y luego están las herramientas periodísticas que sigo usando en la
etapa previa a la escritura, eso de ir con un anotador en mano a buscar relatos para usarlos como
disparadores de historias.

–Sol, y también su papá, tienen una visión muy ácida del periodismo. Aquí no hay héroes ni
estrellas, aunque sí pasiones y vocaciones puestas en juego. ¿Qué quiso contar sobre el
oficio?

–Quise proponer una mirada realista. Me cansa ver en el cine, la televisión, y a veces también en
la literatura, el retrato idealizado del periodismo. Hay una imagen heroica del periodista que busca
desinteresadamente la verdad contra viento y marea. La realidad es un poco más matizada. Y sí,
existe la pasión, el trabajo de investigación serio, la excitación por la primicia. Pero también existe la
falta de escrúpulos, la invasión de la vida privada de la gente, la desidia en el chequeo de la
información, la tergiversación de los hechos para adaptarlos a las propias necesidades. Las cosas
se mezclan. Me interesan más los grises que los blancos y negros.

–Aparece también el tema de la construcción de la noticia: lo que ocurre cuando no hay


nada para contar, el modo en que un tema desplaza a otro, el tratamiento de la primicia. ¿Esto
surgió como consecuencia natural del relato o buscó expresamente abordar este tema?

–No es que yo me haya propuesto hacer una tesis sobre el periodismo actual. Lo que manda es la
historia, que tiene su propio ritmo, el ritmo de un policial. Pero creo que, dado que la historia
transcurre en un medio de comunicación, se enriquece mostrando cómo funciona. Por ejemplo, cómo
se construye una noticia. No sólo en un diario, también en otros medios. Los adolescentes hoy quizá
no lean diarios, pero están expuestos al constante bombardeo informativo de la televisión y las redes
sociales. Creo que es interesante pensar cómo surge una noticia, cómo interviene la agenda propia
del medio, los intereses del periodista, las relaciones, la necesidad de "inflar" un suceso menor
porque no está pasando nada...

–Eligió incluir un ídolo pop, y la historia se mete también entre las fans que lo idolatran.
¿Cómo construyó estos personajes, que al final son muy queribles?

–Cuando decidí que el caso que enfrenta Sol girase en torno de un joven cantante pop, del tipo
que genera el fanatismo adolescente, me puse a leer material y ver videos de grupos de este estilo,
una experiencia un poco tóxica, que no recomendaría. Después pasé a leer sobre los fans, algo
mucho más interesante, ya que uno se encuentra con búsquedas personales, esa cosa frágil del
adolescente que va dando manotazos en busca de su identidad. El tema de los fans tiene muchas
aristas. No es que sea nuevo, pero después de la explosión de Internet y las redes sociales el
fenómeno cobró otra dimensión: hoy el pibe apasionado por algo, sea música, historietas, juegos,
está en línea constante con otros con los mismos intereses en remotas partes del mundo y se
generan rápidamente conexiones. También es interesante ver cómo ciertos grupos –las
discográficas, por ejemplo, o los productores– utilizan este fanatismo en beneficio propio.

–¿Cómo planteó la historia? ¿Como un policial, una novela de aventuras, una historia sobre
una adolescente atípica? Porque es un poco de todo eso...

–Pensé inicialmente en un libro de género policial y más específicamente del subgénero policial-
periodístico. Pero a mí como lectora de policiales me gusta que una novela no se quede en el mero
“caso”, que haya una exploración del contexto –en este caso, el medio periodístico– y una
profundización de los personajes. En ese sentido, me planteo esta serie como una historia de
iniciación, en donde la protagonista va pasando de adolescente a adulta, enfrentando desencantos,
asomándose al mundo del trabajo, a las relaciones afectivas...

–¿Y recibió ya alguna devolución de sus lectores?

–Todavía es muy pronto. Las primeras reacciones tuvieron que ver con los lectores de libros
anteriores. Tengo otra serie policial, iniciada con El camino de Sherlock y destinada a chicos algo
menores que ésta. Esos libros me acercaron unos lectores conmovedoramente fieles y
comunicativos, muchos de los cuales pedían que la serie siguiera. Quizás entonces Sol de noche
haya surgido pensando en ellos, que ya crecieron y quieren más.

(19 de abril del 2015)


martes, 31 de marzo de 2015

La velocidad de la música: el inicio de una saga que dará que hablar

Reseña de la novela y entrevista a su autora, Andrea Ferrari

Por Mario Méndez—

Andrea Ferrari

En los últimos años he tenido la suerte de recibir, de sus propias manos, fresquito, cada libro nuevo
de Andrea Ferrari. Así, leí una seguidilla de excelentes novelas, todas premiadas: La noche del
polizón, Zoom, Los chimpancés miran a los ojos: las dos primeras obtuvieron un Destacado de
ALIJA; Zoom, además, fue una de las doce obras de LIJ de Hispanoamérica que recibieron el Premio
de la Fundación Cuatro Gatos, y Los chimpancés miran a los ojos quedó entre los veinte finalistas.
Quizás el lector se pregunte qué significan tantos premios (y eso que al hipotético lector, que tal vez
no lo sabe, aún no le hemos dicho que Andrea Ferrari obtuvo el Premio Barco de Vapor de España,
en 2003, por El complot de Las Flores, y en 2007 el Premio Jaén de Narrativa Juvenil, por El camino
de Sherlock). El lector de marras, entonces, se contestará (porque imagino que es un lector
perspicaz), que estos premios significan que Andrea Ferrari escribe muy bien, que es una excelente
escritora. Y no se equivocará ni un poco.

Hará una semana recibí, otra vez de manos de Andrea (tengo ese privilegio) su última novela, La
velocidad de la música, primera entrega de una saga policial juvenil titulada, como el blog que crea
la protagonista de la historia, Sol de Noche. Y otra vez leí ávida y gustosamente, porque, sin dudas,
la novela es excelente.

Sol es una adolescente atípica, hija del Jefe de redacción de un diario y de una fotógrafa que fue
asesinada en un tiroteo entre policías y delincuentes, cuando la protagonista tenía apenas dos años.
Sol, que quiere ser periodista, se ha criado corriendo entre los escritorios de una redacción. Y no es
la casualidad, sino su espíritu de periodista en ciernes, la que la pone frente a un cadáver, "su primer
muerto". A partir de ese encuentro, Sol, desde el anonimato que le da su blog, y aún antes de
empezar la carrera de Comunicación, comienza su carrera periodística. En estos primeros pasos se
enfrentará a la posibilidad de un romance, a los datos del pasado, que el padre ha mantenido frescos,
a los primeros triunfos del oficio, junto a los primeros sinsabores, a las internas del diario, las
vanidades, los malos humores, la solidaridad y el egoísmo de los colegas, y hasta a otro bloguero
anónimo que investiga con ella. Y la novela, con el caso dilucidado (desde luego, no diré nada de él,
salvo que es atrapante), deja abierta la saga. De las fuentes que ha tomado, del oficio para escribir
policiales, de cómo se ha arreglado para pensar una saga junto con una novela, decidí hablar con
mi amiga Andrea Ferrari. A continuación, lo que charlamos.

—Sabido es, Andrea, que además de novelista, sos (¿o fuiste? ¿Se deja de serlo?)
periodista. Contanos de dónde sale ese conocimiento tan claro de la redacción de un diario,
que ya habías usado en El hombre que quería recordar. ¿Qué decidiste tomar de tu
experiencia en un medio? ¿Qué has dejado de lado?
—Sí, fui periodista muchos años, buena parte de ellos en un diario. Me atrajo la idea de volver a
usar una redacción como escenario de una novela, metiéndome más a fondo con el funcionamiento
de los medios. Veo que en muchas ficciones —novelas, series, películas—los periodistas aparecen
como seres impolutos, heroicos, algo así como paladines de la justicia. A mí me interesa mostrarlos
de un modo más realista, con sus grandes momentos y sus mezquindades, sus internas, su cara
más humana. Y hablar de cómo se construye una noticia, cómo intervienen los intereses propios, las
necesidades, incluso el azar.

—La protagonista, hija de periodistas, es una adolescente atípica. ¿Hay una fuente familiar
en la construcción del personaje? Yo imagino varios guiños a tu esposo periodista... ¿estoy
en lo cierto?

—Mi casa fue casa de periodistas mucho tiempo y, por supuesto, hay cuestiones de la
cotidianeidad tomadas de mi experiencia: eso de empezar el día desayunando noticias, los horarios
a contrapelo del resto del mundo, la actualidad como tema permanente de conversación en la mesa.
Pero es sólo en lo superficial. Lo cierto es que los personajes no tienen nada que ver con mi familia.
Es pura ficción.

—Con El camino de Sherlock, sospecho, no tenías previamente la idea de una saga. Con Sol
de Noche está muy claro que sí. ¿Cómo se planifica una novela que, lo sabés, tiene que dejar
"picando" su continuación?

—Es cierto, cuando escribí El camino de Sherlock no sabía que luego iba a tener continuación, fui
decidiendo la evolución de los personajes sobre la marcha. El caso de "Sol de noche" es distinto, lo
planifiqué como una serie. Me propuse que cada novela tenga un tema, o un caso, que empiece y
termine allí: es decir, que haya un cierre en cada una. Pero al mismo tiempo en otros aspectos queda
abierta la intriga: en lo que respecta a la historia de Sol, a las dudas en torno a la muerte de su madre
y a ese personaje enigmático que la ayuda en el blog. Creo que tiene que haber un equilibrio entre
los hilos que cierran y los que quedan abiertos hacia el futuro. Estoy apostando, en este sentido, a
la fidelidad y la paciencia del lector, confiando en que esta intriga va a sostener su interés hasta el
final.

—¿Ya tenés empezada, o por lo menos pensada, la segunda entrega de la saga? ¿Sucederá
en Inglaterra?

—El segundo libro está bastante avanzado. Empieza en Inglaterra, con el viaje de Sol, pero
después la acción vuelve a Buenos Aires.

—Me gustaría preguntarte varias cosas más, sobre lo que te estás guardando en la manga.
Pero como no corresponde "espoilear", lo dejo abierto: ¿qué querés contarnos, a los lectores
que ya esperamos la segunda parte, de lo que vendrá? ¿O no nos querés contar nada?

—Yo odio que me anticipen demasiado de una trama que voy a leer, así que no les haría eso a
mis lectores. Lo que pueden esperar en las partes que vendrán es un crecimiento de Sol en todo
sentido. No sólo en edad, sino en experiencia, en su manera de pararse como periodista, en su
mirada del mundo, en sus vínculos afectivos. En ese sentido es una historia de iniciación, una saga
en que el personaje central pasará de adolescente a joven adulta.
—Finalmente, yo estoy seguro de que será una novela exitosa. Me pregunto cómo ves la
posible entrada de La velocidad de la música en los colegios. ¿Qué creés que podrá seducir
a los docentes, primero, y a los jóvenes lectores, después?

—La verdad es que no sé cómo piensan los docentes, pero yo diría que el tema de los medios de
comunicación es hoy un tema muy interesante para discutir. Aquí intenté hablar no sólo de un diario
sino de la manera de informar del periodismo hoy, de la televisión, de los blogs, de las redes sociales.
Todos pasamos buena parte del día frente a alguna pantalla y creo que la posibilidad de cuestionar
qué vemos, qué nos muestran y cómo lo interpretamos nos abre nuevas perspectivas. En cuanto a
los lectores adolescentes, pienso que el policial como género conecta muy bien con ellos. El policial
pide un lector activo, que quiere anticiparse, atar cabos, adivinar, y los adolescentes disfrutan ese
lugar.

Diario Página/12, Argentina

ENTREVISTA A LA ESCRITORA ANDREA FERRARI

"La literatura juvenil empieza a correr sus propios


límites"
En El ruido del éxito, tercera parte de la saga policial Sol de noche, la autora propone una historia
atravesada por la intriga y el suspenso, en la que se expresa, también, una mirada lúcida sobre la
dinámica actual de los medios de comunicación.

Por Karina Micheletto

Una saga policial atrapó a lectores jóvenes, pero también a los más grandes, de un tiempo a esta
parte: Sol de noche, que comenzó con La velocidad de la música, siguió con Las marcas de la
mentira, y recientemente culminó con El ruido del éxito, plantó una historia capaz de tender los hilos
de la intriga y el suspenso en múltiples direcciones, pero también de tensarlos con personajes y
situaciones muy verosímiles y actuales. Pero además su autora, Andrea Ferrari, fue abriendo con
esta trilogía editada por loqueleo, reflexiones implícitas sobre, por ejemplo, los medios de
comunicación y su dinámica.

Está el modo en que se construye la noticia escrita, porque Sol Linares, la protagonista de la saga,
creció entre los pasillos de un diario, donde su padre es jefe de redacción, y mientras va
descubriendo libro a libro diferentes casos en su blog –que se llama, como la saga, Sol de noche–,
termina ganándose allí un lugar de pasante. Y están también los medios audiovisuales, con su
necesidad de primicias, en los libros anteriores, y en el último, con lo que significa un formato como
el del reality show en tiempos que la autora define como “la era de exaltación del yo”.

Todo comienza cuando una mujer muere en vivo y en directo, frente a las cámaras, en medio de
un reality show. Es un reality particular: la idea es que los participantes permanezcan despiertos, a
como dé lugar. El que se duerme, pierde. Este escalofriante formato no es solo verosímil sino que
está inspirado en la vida misma, porque, cuenta la autora en diálogo con PáginaI12, algo así se hizo
ya en Gran Bretaña. Lo cierto es que aquí da pie para un enigma policial que Sol Linares irá
resolviendo, mientras se resuelven otros hilos bien tirados en la trama: el de su propia historia, con
la muerte de su madre cuando ella era muy chica. El de un misterioso ayudante cibernético que le
tira pistas muy precisas para resolver los casos. El de una tierna historia de amor. El de la relación
con un padre amoroso pero no siempre dispuesto a ver crecer a su hija.

“La idea desde el origen fue una saga en tres partes, en la que algunos hilos de la trama se
resolvieran en cada libro y otros se extendieran al siguiente”, cuenta Ferrari sobre la estructura que
se planteó, y que cierra El ruido del éxito. “Por un lado, quería una historia policial independiente que
abriera y cerrara en cada volumen y dejara al lector satisfecho con la resolución. Pero también quería
una protagonista que fuera creciendo a lo largo de la serie, desarrollar ese tránsito hacia la adultez
que vive Sol, en sus relaciones afectivas, en su trabajo y en su búsqueda de la verdad sobre la
muerte de su madre. Eso fue lo que me guardé para resolver en el último libro: el misterio en torno
a la madre. Y también la identidad de A.L. Timón, el personaje que la ayuda desde el anonimato”,
explica.

–Como lectores es fácil encariñarse con un personaje como Sol. ¿Le pasó lo mismo
mientras escribía el final?

–Y sí, cuesta despedirse de los personajes que han ido creciendo adentro de una a lo largo de tres
libros. Una acaba sintiéndolos familiares, parte del propio mundo. Pero también es bueno cerrar un
proyecto y abrirse al siguiente.

–Viene planteando implícitamente el tema de los medios de comunicación y su dinámica


con esta saga, y ahora aparece un reality show. ¿Qué quiso mostrar en ese sentido?

–Me interesaba hablar de cómo recibimos y digerimos información permanentemente. Por un lado,
cómo se construye una noticia, qué intereses intervienen, qué hace que un medio sostenga una
historia en primera plana durante días o la haga desaparecer en un santiamén. Pero también me
interesaba pensar en esa avalancha de información indiscriminada que nos inunda cada día desde
las pantallas y redes sociales: cómo la procesamos, cómo nos ubicamos ante esta tendencia a la
exhibición personal permanente. Creo que el reality show, que usé como escenario de la historia
policial en el último libro, es también una marca de esta era de exaltación del yo, de la fama
instantánea, de la búsqueda desesperada de éxito. Y para captar a la audiencia las propuestas son
cada vez más extremas y absurdas. La que describo en el libro –un reality donde no permiten dormir
a la gente–no es un invento mío, sino que se hizo en Gran Bretaña. El programa se llamaba
Shattered, algo así como Destruidos.

–¿Qué devoluciones tuvo con los libros anteriores, qué provocó el personaje de Sol Linares
y su historia hasta ahora?

–Los adolescentes con los que tuve oportunidad de charlar se engancharon mucho con la trama
policial, con las intrigas abiertas. Y sobre todo con el personaje enigmático, A.L.Timón: antes de que
saliera este último libro escuché todo tipo de especulaciones sobre quién era. Una lectora estaba
segura de que sería Francisco, el protagonista de la serie El nuevo Sherlock, que escribí hace unos
años. Una idea divertida, que incluso había evaluado antes de empezar, pero no es así. El otro tema
del que me preguntaron mucho fue cómo iba a avanzar la relación entre Sol y Tatú. El romance,
sobre todo un primer romance, tiene mucho peso para los adolescentes. En este caso hay además
otros elementos, como la diferencia de edad –Tatú es cinco años mayor que Sol–,las objeciones del
padre de Sol, sus propias inseguridades.
–La protagonista, una joven adolescente, entre muchas otras cosas vive su iniciación
sexual. ¿Cómo quiso plantear el tema, teniendo en cuenta que se dirige a lectores jóvenes?

–Me pareció que en una relación afectiva de una chica de dieciocho años el sexo tenía que estar
como algo normal. Pero es cierto que el tema sigue siendo tabú en la literatura juvenil. No quise
convertirlo en un eje central –a esa altura de la serie los nudos pasan por otro lado–, sino mostrarlo
con naturalidad, como una parte más de la relación.

–Ya había trabajado el género policial, con esa fascinación que provoca seguir pistas y
deducciones, arriesgar hipótesis. ¿Qué encuentra de especial en el género, por qué le
interesa?

–Yo fui lectora de policial desde chica. Me gusta mucho el manejo del suspenso, la tensión propia
del género cuando está bien llevado. Como autora me atrae el desafío de armar esa suerte de
maquinaria que es un policial, donde todos los engranajes tienen que encajar bien para que funcione:
ir tirando datos para que el lector pueda generar sus propias hipótesis y al mismo tiempo otros que
lo despisten.

–¿Así trabajó en Sol de noche?

–Sí pero en este caso, siendo una saga, tuve algunas dificultades extra, ya que tenía que
manejarme con lo ya dicho. Porque en un policial, a medida que aparecen nuevas ideas para la
resolución, uno suele cambiar cosas ya escritas para que todo encaje. Pero acá tuve que ceñirme a
lo publicado en los libros anteriores, lo que agregó algo más al desafío.

–Dice que es bueno cerrar un proyecto para abrirse al siguiente. ¿Ya está trabajado en algo?

–Estoy escribiendo por primera vez una novela “a cuatro manos” con Martín Blasco. Tomamos un
personaje cada uno: el mío es una chica de familia china y el suyo un tipo que roba en los trenes.
Las historias de ambos corren paralelas y cada tanto se cruzan. Me está resultando un trabajo
sumamente estimulante. Si bien partimos de una trama definida entre los dos, uno nunca sabe
exactamente qué va a escribir el otro hasta recibir el capítulo, y eso dispara nuevas ideas.

–Cómo evaluaría el panorama general del campo de la literatura infantil y juvenil en el año
que pasó? ¿Qué hitos, momentos, ediciones fueron auspiciosos y cuáles negativos?

–Fue un año difícil, como lo fue para el país y en particular para el área cultural, con muchos planes
desactivados. En el campo de la LIJ se sintió fuerte la ausencia de compras oficiales, una política
que había dinamizado mucho el sector. Además se desarmó el Plan Nacional de Lectura, que
distribuía libros, promovía visitas de autor y producía publicaciones propias en áreas poco
comerciales, como la poesía o los textos en las lenguas de los pueblos originarios. Pero también hay
que decir que la LIJ argentina viene mostrando una enorme fuerza y creatividad en los últimos años.

–¿En qué lo nota, por ejemplo?

–Hay una cantidad de autores que se destacan aquí y en el exterior, tal como se ve en los premios
internacionales. Los de poesía que ganaron recientemente Laura Escudero y Cecilia Pisos en
México, por ejemplo. También es interesante cómo la literatura juvenil empieza a correr sus propios
límites y presenta propuestas más audaces que ganan espacio en la lectura escolar, como sucedió
con novelas recientes de Paula Bombara, Inés Garland o Martín Blasco. Y también destacaría la
reedición de títulos descatalogados, como algunos de Graciela Montes, una autora fundamental.

(12 de febrero 2017)

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