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artículo

China e India - emergencia e impacto cultural

Paul Anthony PEREIRA PINTO *

* Diplomático brasileño, actualmente sirviendo como Cónsul General de Brasil en Mumbai,


India. Las opiniones expresadas en el artículo son de su exclusiva responsabilidad y no reflejan
posiciones del Ministerio de Relaciones Exteriores (papinto2006@gmail.com).

Introducción

China e India ocupan actualmente parcelas casi idénticas de interés en el noticiero


internacional. Los chinos ya despertaban atenciones desde el inicio del proceso de apertura de
la República Popular al exterior en la década de 1980. Los indios, más recientemente, pasaron
a provocar enorme curiosidad, por la ruptura gradual en curso con modelo de desarrollo
tradicionalmente cerrado, en descompaso con la globalización.

Este artículo apunta a una reflexión sobre aspectos políticos de dos momentos financieros en
la evolución política contemporánea de esos dos países, verdaderas nuevas escenas de partida
en la historia reciente del continente asiático: el inicio de la década de 1980, cuando China
inició su proceso de apertura para el desarrollo exterior; y los días de hoy, cuando las
atenciones mundiales se vuelven hacia el "fenómeno" del crecimiento acelerado chino e indio.

El ejercicio se debe al hecho de que la emergencia actual de las naciones más populosas del
planeta es a menudo analizada sólo en la perspectiva de la creciente inserción internacional de
sus economías, así como a partir de la codicia en cuanto al acceso de cientos de millones de
sus potenciales consumidores a la oferta de productos y servicios extranjeros. Tales
evaluaciones estarían más adecuadas al debate en las últimas décadas del siglo XX cuando el
proceso de globalización empezó a prevalecer sobre las economías cerradas y centralmente
planificadas.

Así, el foco prioritario en la dimensión económica, hasta el fin del siglo pasado, llevaba a creer
que el progreso tecnológico en comunicaciones promovería una mayor cooperación y
entendimiento entre los pueblos. Con un mayor acceso a la información, los electores se
volverían más independientes y racionales. En la medida en que las sociedades se volvían más
a fl uentes, se creía, superar las pasiones "tribales" o nacionalismos extremados, mientras que
las instituciones globalizadas se consolidarían, creando incluso un nuevo ordenamiento
internacional.
Sin embargo, parece haber ocurrido lo contrario, pues, mientras el mundo se ha vuelto más
rico y mejor informado, las creencias religiosas también se han fortalecido. El nacionalismo y el
tribalismo tampoco desaparecieron. En la práctica, instituciones transnacionales, como las
Naciones Unidas y la Unión Europea, se han vuelto débiles y están sujetas a crisis.

Sabemos ahora que la creación de una economía global y la emergencia de nuevas fuerzas
tecnológicas no erosionaron culturas y valores locales. Se ve, por el contrario, que, en la
medida en que las personas tuvieron acceso a la mayor información y educación, sus
diferencias culturales se volvieron más pronunciadas - no menos. En ese proceso, diferentes
grupos demostraron perseguir visiones distintas de bienestar, así como reaccionaron de
formas agresivas a amenazas perceptibles a su dignidad cultural2. Las personas, ahora,
aparecen menos como individuos egoístas, orientados hacia la satisfacción material, y más
como seres insertados en sus respectivas sociedades.

El estudio de la emergencia actual de China e India, debería tener en cuenta, por lo tanto, que
el gran desaire del siglo actual es el entendimiento de cómo las culturas evolucionan, se
adaptan o permanecen estables. El enfoque prioritario de este estudio, por lo tanto, tiene por
objeto mapear tendencias que puedan resultar de estos cambios en el escenario internacional.

En ese sentido, llaman la atención especial, por un lado, las declaraciones de China en 2005 de
que su condición actual de potencia emergente debe ser entendida como una nueva fase
histórica, marcada por "ascenso pací fi ca" del país, destinada a bene fi ciar su entorno
inmediato y relaciones con el exterior3. Según este discurso chino, prácticamente se está en
marcha el resurgimiento de la influencia político-cultural que el antiguo Imperio del Centro
ejercía sobre las naciones situadas al sur de sus fronteras. Esto es, históricamente-siempre de
acuerdo con Pekín -los lazos se mantuvieron con el Sudeste Asiático, sobre la base de una
relación "pacífida", que la RPC, ahora, buscaría "reactivar" 4.

Por otra, la India no busca ni expandir su cultura, ni sus instituciones democráticas. Lo que los
indios parecen analizar con gran precisión son los requisitos necesarios para la preservación de
la seguridad de su multiculturalidad, en el contexto de un entorno inmediato pacífico. El
liderazgo actual india, por lo tanto, parece entender que la inquietud mundial, provocada por
rivalidades étnicas y religiosas, podría afectar también la estabilidad de su propio país. De ahí,
Nueva Delhi tiene que ejercer un amplio abanico de interlocución con culturas que rodean a la
India6.

Los orígenes de las dos civilizaciones

Se verifica, a propósito, que si por un lado existen en Oriente y Occidente características


sociales comunes a toda la humanidad, por otro, China e India han sido históricamente
influenciadas por formas específicas de organización, determinadas por el clima y la relevancia
regionales, y por el conjunto de creencias y valores que llevaron a diferentes instituciones
políticas e ideologías. Esta primera parte tratará de condicionantes geográficos, que
contribuyeron a moldear las civilizaciones de esos dos países, que, a pesar de distintas,
comparten, sin embargo, de efectos de una naturaleza al mismo tiempo rica e invasora.
El clima, en esta perspectiva, permite distinguir claramente las regiones geográficas que
forman Asia. Al norte, se extiende el Asia continental, es decir Siberia; al Centro, aparecen
desiertos inmensos; en el Oeste, el clima mediterráneo predomina, con algunas variaciones -
todos estos tipos climáticos encuentran equivalentes en otras partes del mundo. En el
subcontinente indio, sin embargo, hay un fenómeno original, sin réplicas ajenas. Se trata de los
monzones, que ocurren, en general, de abril a septiembre, y se caracterizan por fuertes lluvias,
que, por un lado, ayudan a desarrollar la agricultura y, por otro, pueden causar inundaciones,
poniendo en riesgo la vida humana.

La vida, en esa región está ligada a las variaciones de este clima de los monzones, que provoca
vientos de los océanos hacia el continente, en el verano, y del continente hacia los océanos, en
el invierno. El relieve también in fl uenció la ocupación humana, en la medida en que redujo las
opciones de áreas habitables7.

La ocupación humana organizada en Asia se produjo en China a partir del tercer milenio antes
de Cristo. La civilización china se desarrolló en las grandes planicies del Norte, donde la tierra
es amarilla, llamada de loess, y favorece la agricultura. La India fue poblada cerca de mil años
después, con el surgimiento de ciudades con estructuras básicas. La gran pluviosidad fue, sin
duda, el motivo que atrajo sucesivas leves de nuevos habitantes.

El Asia de los monzones presenta una mezcla compleja de civilizaciones de orígenes diversos,
resultante de invasiones sucesivas. No se puede hablar, ni en el pasado, ni hoy, en "unidad
étnica", en la medida en que "razas" diferentes dividieron esta región y la ocuparon, en
diferentes áreas y períodos8.

En función del relieve, la India permanece cerrada a Asia Central. La inmensa barrera impuesta
por el Himalaya separa sólidamente la llanura china de la cuenca del río Gange. En cambio, la
India se abre hacia Occidente. A pesar de casi desértico, la plantación iraní - vecina al
subcontinente indio - no es infranqueable y, por lo tanto, sucesivas levas de inmigrantes
llegaron a la India, procedentes de Asia Occidental, atravesando la Persia9.

La India está también abierta al exterior a través del Golfo de Bengala, proporcionando una
vocación marítima y conexiones comerciales milenarias con diferentes partes del mundo.

Según los datos disponibles, los primeros habitantes de la India fueron tribus "arias" o
"indoeuropeas", originarias de Europa. Los "arios" (Aryas) no modificaron las culturas
encontradas en el territorio que vinieron a ocupar. Sin embargo, introdujeron el sistema de
división de la sociedad en «castas» estanco, que cambiaría de forma firme las relaciones
sociales en un ámbito estricto y rígido10.

Por in fluencia de esas nuevas levas migratorias, se fortalecen los vínculos con Indochina, sin
que este sistema de castas sea exportado a aquella subregión. Se registra, sin embargo, que la
"acción civilizadora" ejercida en el Sudeste Asiático11, a partir del año Mil antes de Cristo es de
origen indio12.
Mientras tanto, China - separada de la India, al sur, por el Himalaya - se abre hacia el Norte y el
Noroeste, interactuando con pueblos de Mongolia, Turquest, Llanura Caspiana y Mar Negro.
Los contactos de los chinos con el exterior son hechos por vía terrestre. China es, por lo tanto,
mucho menos orientada hacia el mar, que la India. Su in fluencia se extiende hasta Japón,
transitando por la península coreana. Alcanza, también, parte de Indochina. El mundo chino
es, por lo tanto, más concentrado sobre sí mismo, que el indio.

El poblamiento de estas regiones es muy antiguo. Las poblaciones se fueron adaptando a las
condiciones naturales, aprendiendo a utilizar la tierra con creatividad, convirtiéndose en
sociedades agrícolas. A pesar de diferencias notables entre las culturas china e india, la
espiritualidad asiática está marcada por la sumisión a las fuerzas de la naturaleza, así como por
la búsqueda de riqueza y desarrollo puramente interior de los individuos.

La espiritualidad en las dos culturas

En el marco de la reflexión, a continuación se analizará, en líneas reconocidamente simpli-


ficadas, la importancia de la dimensión cultural en la emergencia de China e India y sus
diferentes percepciones en cuanto a la espiritualidad.

Se ve, a propósito, que la mente occidental judeo-cristiana desarrolló y favoreció una visión
optimista de la evolución de la humanidad y, en ese proceso, se consolidó una fe en la
capacidad del hombre para perfeccionarse, a través de una mejor planificación, la tecnología,
la ampliación de la educación y la apertura de oportunidades para todos.

Mientras tanto, el pensamiento asiático, hindu-budista, se siente a merced de fuerzas


destructivas, entre ellas, la de la naturaleza (como las enfermedades), la de los hombres (como
la guerra) y del paso del tiempo, que, la larga historia de las naciones de aquella parte del
mundo, ha tragado a individuos, reinos y ciudades.

En Occidente, se valoriza la genialidad humana para inventar, organizar y disciplinar el espacio


geográfico, con el propósito de controlar las fuerzas móviles de la naturaleza. Así, los
individuos son los agentes que provocan cambios - la naturaleza permanece igual. Esta puede
ser conquistada por el análisis científico y puede ser subyugada por los avances de la
humanidad.

Los pensadores europeos del siglo XVIII creían en el "iluminismo colectivo", es decir, en la
sabiduría, como un combate a la oscuridad del desconocimiento, haciendo la sociedad
perfecta, noble y pura. Los del siglo XIX valoraron el progreso material y colectivo, la conquista
de las fuerzas de la naturaleza, la abolición de la violencia, la esclavitud, la injusticia y la
victoria sobre el sufrimiento y la muerte prematura. El Occidente llegó, al siglo XX, consciente
de que sólo con intenso y extenso planeamiento y organización puede la civilización humana
ser salvada.

En el mundo occidental, hoy, la fragilidad de la vida humana no causa más obsesión, en la


forma sufrida por los antepasados, de los siglos XV y XVI. En vez de actitud de aceptación,
resignación y contemplación, se cultiva una vida de movimiento constante, provocando
cambios a cada vuelta, mejorando y planificando las cosas, sometiendo el crecimiento del
mundo a cambios previsibles. En suma, en vez de procurar entender la vida y el cosmos como
un todo, se busca el control sobre detalles concretos.

Según los estudiosos del asunto, la esencia de cualquier sistema fi nó fi co puede ser mejor
entendida en la forma condensada de sus términos principales. Una exposición elemental, por
lo tanto, debe preocuparse por la presentación e interpretación de las palabras a través de las
cuales las ideas principales deben ser formuladas. El pensamiento indio está muy bien
adaptado a tal enfoque, pues todos sus términos pertenecen al sánscrito y sirven desde hace
mucho tiempo a la lengua diaria, a la literatura ya la medicina. No son, pues, habituados a la
atmósfera extraña y poco familiar de las escuelas de pensamiento o doctrinas
especializadas14.

Los sustantivos, que constituían la mayor parte de la terminología fiel, se presentan al lado de
verbos que derivan de la misma raíz y denotan actividades o procesos que expresan el mismo
contexto. Se puede llegar al significado básico de las palabras a través del estudio de su uso
habitual en la vida diaria, así entendiendo tanto sus valores y variaciones, como metáforas y
connotaciones. Todo ello contrasta con la situación en el Occidente contemporáneo, donde la
mayor parte de los términos griegos fueron prestados del Griego o Latín, situándose, así,
destacados de la vida real y, por lo tanto, sufriendo de inevitable falta de vivacidad y
claridad15.

La palabra "idea", por ejemplo, ha significado diferente para el momento histórico vivido por
Platón o David Locke, y aún distinto para la historia moderna de las "ideas" o Psicología. En el
caso de cada autor o escuela de pensamiento, esta palabra tendrá su propio signi fi cado. En el
vocabulario indio, sin embargo, las palabras tendrán siempre la misma interpretación y serán
entendidas de forma igual, sea cual sea el momento histórico. Por ejemplo, el énfasis puesto
en el ideal supremo y definitivo de "moksa", sólo puede ser entendido, en el mundo
occidental, en el contexto tradicional indio y, no, en el mundo moderno industrializado. Moksa
es una fuerza inherente en cada traza, en cada aspecto y en cada disciplina de la vida india y
que moldea toda la escala de valores de aquella sociedad16.

La espiritualidad asiática ha sido siempre intensa, a punto de impregnar el arte, haciéndola,


con frecuencia, expresión típicamente religiosa.

En China, durante períodos como el de la Dinastía Tang (entre 618 y 907 DC) hubo la
construcción de estatuas inmensas y pagodas. Pero los chinos experimentaron momentos en
que floreció un arte desengajado de cualquier preocupación divina17.

La India, por su parte, siempre estuvo completamente orientada hacia la especulación


religiosa. Las primeras grandes construcciones indias datan del II milenio antes de Cristo y son
santuarios. A continuación, vinieron las "stupas", que son inmensas construcciones
"hemisféricas" o cónicas, al mismo tiempo, símbolos místicos y monumentos conmemorativos.
Entre los siglos IX y XVIII D.C. la India se cubre de templos, mientras que la in fluencia espiritual
india se extiende por el Sudeste Asiático. Los inmensos conjuntos de Angkor Vat, en Camboya,
y los templos de Bangkok son algunos ejemplos del papel espiritual desempeñado por la India.

El Asia de los monzones, sin embargo, no fue cuna de religión alguna - en el sentido de haber
proporcionado un conjunto de reglas, dogmas, revelaciones religiosas precisas, acompañadas
de imperativos. La espiritualidad asiática, por lo tanto, no sigue ordenamiento práctico, en los
moldes a los que está acostumbrado a Occidente. Se trata, ante todo, de un ejercicio de
meditación, un volverse hacia su propio interior, un esfuerzo de concentración.

Un análisis superfinal de la espiritualidad india parece indicar que ésta se aproximaría a formas
religiosas de Occidente. En la época de las invasiones indoeuropeas, la India asiste a la
implantación en su territorio de una tradición religiosa a la que se le da el nombre de "Veda"
(el Saber). El Veda es una revelación "venida de lo alto", pero no puede ser comparada a las
revelaciones en la forma concebida por las "religiones mediterráneas" 18. El "Saber" provenía
del "Bhrama" que es, en gran medida, la "palabra", el "Espíritu Absoluto". El Bhrama es la
"unidad", cada alma es una parte destacada de esta unidad, que sólo se reencuentra cuando
vuelve a fundirse en el todo.

Esta creencia fue denominada Bramanismo o Hinduismo, con sus "dioses" mayores o
menores, sus templos y ceremonias. Se desarrolló, así, un ritual del Bramanismo,
paralelamente a un aspecto puramente espiritual, que es la espera por el retorno al
"Universal".

En el siglo VI antes de Cristo, una nueva concepción espiritual, el Budismo, se expandió desde
el Himalaya. Se ve, a propósito, que el Budismo no pretende, ni innovar, ni complementar, ni
combatir ni sustituir el Brahmanismo. Se desarrolló al lado del Brahmanismo, sin con el fin de
contradecirlo o contradecirlo.

El budismo fue presentado a la India en momentos de grandes convulsiones sociales,


provocadas por guerras internas e invasiones externas. Sería, en gran medida, una forma de
consuelo a las poblaciones rurales que no disponían de grandes expectativas en cuanto a su
propia existencia. Las relaciones estrechas entre la naturaleza, la vinculación profunda en un
mundo campesino, limitado por lazos familiares, son aún más sensibles en el universo chino
que en el espacio indio.

El budismo ejerció una influencia sensible en China. Durante la dinastía Tang (618 a 907), se
manifestó a través de la in fl uencia en el desarrollo de esculturas. Los chinos guardaron del
Budismo, por encima de todo, el desprecio de las cosas de este mundo. Pero, con frecuencia,
siguieron su propia vía.

En el siglo VI antes de Cristo, Confucio vino a proponer soluciones bien distintas del Budismo.
Teniendo como punto de partida, también, su sociedad contemporánea, Confucio llegó a la
solución bastante distinta de aquella del Budismo. Esto porque el "momento presente"
tampoco le parecía perfecto - lejos de eso - pero él identificaba posibilidades de
transformaciones. Estas ocurrir a través del control de los impulsos personales. No sería
necesario, como creen los budistas, "escapar de todo". Por el contrario, cabría adaptarse.

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