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INSTITUTO SUPERIOR DE EDUCACIÓN PÚBLICO

“TÚPAC AMARU” – TINTA

SÓLO SÉ QUE NO SÉ NADA

Reflexiones sobre el impacto de la ciencia y la tecnología en nuestras vidas

Los seres humanos nos hemos enfrentado siempre al reto, teórico y práctico a la vez, de
aumentar nuestros conocimientos y de transformar la realidad circundante y así hemos ido
acumulando saberes sobre el entorno en el que vivimos. Este conjunto de conocimientos
que las personas tenemos sobre el mundo, así como la actividad humana destinada a
conseguirlos, es lo que denominamos ciencia (deriva del latín "scire" que significa: saber,
conocer; su equivalente griego es "sophia", que significa el arte de saber).

Decía Kant que una de las mejores formas de alcanzar la liberación del ser humano es a
través del conocimiento, esto se vuelve particularmente cierto en el caso de la ciencia. Pues
es la única llave cultural de la que dispone la humanidad para librarse de los grilletes de la
superstición.

El saber científico ha dado lugar a notables innovaciones sumamente beneficiosas para la


humanidad. La esperanza de vida ha aumentado de manera considerable y se han
descubierto tratamientos para muchas enfermedades. La producción agrícola se ha
incrementado enormemente en muchos lugares del mundo para atender las crecientes
necesidades de la población. Está al alcance de la humanidad el liberarse de los trabajos
penosos gracias al progreso tecnológico y a la explotación de nuevas fuentes de energía,
que también han permitido que surgiera una gama compleja y cada vez mayor de
productos y procedimientos industriales. Las tecnologías basadas en nuevos métodos de
comunicación, tratamiento de la información e informática han suscitado oportunidades y
tareas sin precedentes para el quehacer científico y para la sociedad en general. La
profundización ininterrumpida de los conocimientos científicos sobre el origen, las
funciones y la evolución del universo y de la vida dota de la humanidad de enfoques

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conceptuales y pragmáticos que ejercen una influencia profunda en su conducta y sus
perspectivas.

Las ciencias se han constituido en la herramienta más poderosa de adquisición de


conocimiento para la humanidad, capaz de aportar lo más parecido a la verdad que nuestra
especie puede alcanzar en cada momento de su historia. Sin ciencia pura no hay ciencia
aplicada, sin ciencia aplicada no hay tecnología. Y sin ciencias aplicadas y tecnologías
seguiríamos atascados en el pasado.

Hubo un tiempo en que ciencia, filosofía, religión (y política) fueron indistinguibles.


Tardamos bastante tiempo en aprender a separar unas de otras, con mayores y menores
aciertos, pero al final fuimos capaces de separar el trigo de la paja y quedarnos con lo que
funcionaba. Entre esas cosas que funcionan, la ciencia alcanzó pronto un lugar central.

La poderosa magia de la ciencia, esa que hace volar naves espaciales y salva a los niños
de la viruela pronto se dividió a su vez en varias especialidades o disciplinas que trataban
de estudiar algún aspecto específico de la realidad. Las expresiones más antiguas de la
ciencia que se recuerdan son las tecnologías agropecuarias y el estudio de los astros. Sin
el estudio de los astros –el sol, la luna, las estrellas– no se puede elaborar un calendario.
Nos dimos cuenta muy pronto de que algunas cosas de la naturaleza parecían seguir unas
reglas que se podían medir y contar. Contando cosas aquí y allá, en algún momento nos
dimos cuenta de que parecían existir correlaciones entre esas cuentas: leyes o al menos
reglas generales que se podían aplicar a distintos ámbitos de la realidad. Podíamos contar
personas, cabezas de ganado, árboles, el número de rayos en una noche de tormenta,
hasta los granos de arena de una playa con el suficiente tiempo y método. Dos más dos
son cuatro, siempre son cuatro, y da igual que sean piedras, monedas, días o estrellas.
Este descubrimiento es probablemente el avance más fundamental de toda la historia de la
humanidad, y la clave esencial de la ciencia moderna: unas reglas universales que el ser
humano puede conocer, aplicables a todos los ámbitos de la realidad natural sin excepción
alguna. Con las matemáticas, comenzamos a comprender, comenzamos a aprender.

Sobre un "sustrato de ciencias básicas" (matemáticas, física, química, biología...),


estrechamente interrelacionado, se desarrollan ciencias aplicadas como las ingenierías y
tecnologías o la medicina; que a su vez aportan también nuevas herramientas y
conocimientos adicionales. Así, el conjunto se comporta como una "red" fuertemente
interconectada. De este hecho se desprende algo que mucha gente (políticos y votantes)
no entienden: la ciencia es un conjunto cuyos elementos están estrechamente
interconectados y cada uno depende de los demás para seguir progresando. Si una rama
básica de la ciencia se estanca, todo el conjunto se estanca, con las conocidas
consecuencias de atraso, ignorancia, miseria y sufrimiento para todo el mundo.

Todas las ciencias tienen aplicaciones prácticas inmediatas, incluso sin intermediación
alguna. No hace falta mencionar lo que hacen la química, la biología o la geología por
nosotros a diario. La física es el orden más inmediato, a ver cómo resuelves un sistema de
producción y distribución eléctrica o una red de telecomunicaciones sin aplicarla
directamente. Sin astronomía, no hay calendarios, ni navegación. Y las matemáticas que
están detrás de todo, desde la cuenta del bar, la contabilidad de tu empresa, tu cuenta
corriente o la fecha de tu cumpleaños.

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En el mundo contemporáneo, la función primaria de la ciencia es crear conocimiento, tenga o
no una aplicación inmediata. Mientras que la función primaria de las ciencias aplicadas es
utilizar todo ese conocimiento más el que generan por sí mismas en usos prácticos directos,
normalmente a través de técnicas y tecnologías. Las ciencias aplicadas son muchas, pero
entre las más duras se encuentran las siguientes:

La medicina es, con toda probabilidad, la ciencia aplicada que ha sido percibida como de
mayor utilidad práctica inmediata a lo largo de la historia. ¿Por qué la esperanza de vida se ha
duplicado y pico en los últimos cien años? ¿Cuántos paralíticos de polio has visto últimamente
por la calle? ¿Y ciegos de viruela? ¿A cuántos entierros de niños y bebés has ido en los
últimos años (salvo pésima, pésima fortuna)? ¿Cuánto hace que no se te muere nadie por
una intoxicación alimentaria? Pues hasta hace bien poco, eso era la cotidianeidad. Todo eso y
mucho más es la obra gigantesca de las ciencias médicas… que sólo acaba de empezar.

Las llamadas “ciencias blandas” (como la economía, la psicología, las ciencias sociales,
ciertas aproximaciones a la historia y otras). Su interés práctico evidente en una multitud de
campos es bien conocida y permite incluirlas en el conjunto de las ciencias aplicadas.

Ingenierías. Las ingenierías son las que desarrollan las tecnologías y construyen los
productos o servicios finales. Toda clase de tecnología, producto o servicio: industrial, civil y
arquitectónica, electrónica e informática o de telecomunicaciones, aeroespacial, agropecuaria,
química… . El desarrollo de tecnologías suele constituir el último paso entre la ciencia y la
sociedad, y por tanto acostumbra a resultar el más visible y apreciado. Todo el mundo
entiende de inmediato para qué sirve un ingeniero y si no, lo capta tras una breve explicación.
En la sociedad siempre se han hecho sentir más los efectos de la tecnología que de la
ciencia, a pesar de que la primera se basa en la última. El mundo del transporte cambió con la
creación y desarrollo de la industria automovilística y la invención del aeroplano. Por su parte
los avances en las comunicaciones y en el campo de la Informática son sin duda los que
mayor auge han tenido durante este siglo y los que se han desarrollado con mayor rapidez.
Desde los primeros computadores y la invención de los transistores han transcurrido sólo
cincuenta años y, hoy en día, es difícil mirar a nuestro alrededor y no ver algo que no tenga

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ese pequeño trozo de silicio. La sociedad industrial está siendo sustituida por una sociedad
donde el valor clave es la información. Información almacenada y procesada por ordenadores.

Por estos motivos de utilidad práctica inmediata, las salidas laborales de numerosas ciencias
aplicadas suelen ser bastante extensas, y según épocas y especialidades su labor se valora
bastante bien en el mercado. Los científicos fundamentales, en cambio, suelen encontrarse
más a menudo en el ojo del huracán: normalmente dependen de la siempre voluble
financiación pública (pocas empresas privadas invierten en la adquisición de conocimientos a
los que no se puede extraer un beneficio económico directo), sus conclusiones no son
siempre aceptadas de buen grado por todo el mundo, la sociedad percibe los beneficios de su
labor de manera más remota y a menudo ganan menos dinero por más trabajo; por ello, la
ciencia básica tiene bastante de vocación. Sin embargo, ambos grupos son absolutamente
imprescindibles para que la humanidad siga avanzando y de hecho, un estancamiento en
ciencia fundamental conlleva un efecto mucho más grave sobre el conjunto del progreso
humano que en cualquier otro caso.

El trabajo cotidiano de las ciencias básicas o fundamentales resulta invisible por completo
para el conjunto de la sociedad, a menos que medie interés particular o se produzca un gran
avance o descubrimiento que llegue a los medios de comunicación. Esto produce un efecto
sociopolítico y económico en el que las tecnologías son generalmente conocidas, aceptadas y
apreciadas, mientras que las ciencias que hay detrás se ignoran y a veces incluso inspiran
desconfianza o minusvaloración.

Y esto representa un problema significativo en las sociedades contemporáneas, sobre todo


cuando escasean los recursos económicos. En ciertos periodos, como la Guerra Fría, los
estados realizan grandes inversiones en ciencia fundamental y también en aplicada y en
tecnología con o sin la aprobación general del público (resulta curioso que aún hoy, en
España, el ministerio de Defensa dedica más dinero a investigación y desarrollo que el de
Educación y Ciencia). Esto seguramente no resulta muy democrático, pero es que cualquier
persona con dos dedos de frente en una posición de poder entiende rápidamente que
quedarse atrasados en ciencia fundamental representa “romper el triángulo” y quedarse
atrasados en todo lo demás, con el evidente peligro de resultar derrotados en lo que quiera
que se esté peleando.

En tiempos como los actuales, donde la batalla parece ser económica por conseguir el
máximo beneficio con el mínimo coste, resulta obvio que los principales actores no tienen
muchos motivos para invertir en ciencia fundamental. Se trata de una máquina de producción
enfocada en un único propósito, producir más. ¿Y qué es aquello que desea producir? Pues
formas de ganar dinero, de alimentar el mercado. Al ser humano le puede más el acumular
riquezas que avanzar en el progreso. En tiempos de crisis, además, los estados se ven
presionados para reducir el gasto público y la ciencia básica suele contarse entre sus
primeras víctimas, debido precisamente a que no se percibe como fundamental. Lo importante
es el próximo consejo de administración, las próximas elecciones. Y a fin de cuentas, ¿qué
pasa si avanzamos un poco más lento o incluso retrocedemos un poco?

Si una técnica médica no se desarrolla, no se desarrolla ni para el hambriento de África


Central ni para los hijos de los dueños de “los mercados”. Si no hay energía más barata y
ecológica, no la hay ni para fabricar magdalenas de tres bolsas a un euro ni para producir

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coches de lujo. Si no surge una nueva tecnología de materiales que permita hacer aviones
más seguros, no surge ni para Air Low Cost ni para Luxury Airlines. El estancamiento de la
ciencia se traduce rápidamente en una vida peor para todos.

Pero es que, además, el estancamiento o retroceso científico es la manera más eficaz de


irnos todos al pozo en términos económicos. Las sociedades que se estancan o retroceden
también se arruinan, un hecho sobradamente conocido a lo largo de toda la historia humana;
esto es cierto para cualquier estancamiento o regresión, pero resulta especialmente cierto con
los estancamientos o regresiones científico-técnicas. Por el contrario, los grandes avances
científico-técnicos siempre se han traducido en una mayor creación de riqueza para todos.
Querer salir de una crisis recortando la inversión científica es como querer salvar un barco
que se hunde desmontando la quilla para tapar el agujero con las planchas. Es pobreza y
dependencia garantizadas.

Hoy más que nunca, la ciencia y sus aplicaciones son indispensables para el desarrollo.
Mediante los apropiados programas de educación e investigación, las autoridades y el sector
privado deben prestar más apoyo a la construcción de una capacidad científica y tecnológica
adecuada y compartida de manera equitativa, fundamento indispensable de un desarrollo
económico, social y cultural. Hoy más que nunca es necesario fomentar y difundir la
alfabetización científica en todas las culturas y todos los sectores de la sociedad.

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