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El autor plantea la existencia de conflictos sociales como una existencia reafirmada en una teoría
funcional, la cual los supone como formas de manifestación y renovación de las instituciones
sistemáticas, antes que manifestaciones desintegradoras. Plantea el antagonismo de las clases
reafirmado en las expresiones de Simmel, proponiendo la utopía de una sociedad más racional en
post de los movimientos sociales.
Según la teoría del conflicto social, los cambios conllevan movimientos sociales, y estos están ligados
a los bandos opuestos. No es posible pensar la sociedad en base a la utopía de la ausencia de clases.
Los conflictos sociales a su vez son derivados de las estructuras de la socialización.
El autor plantea la infalibilidad de los métodos de psicología para la comprensión de los fenómenos
relacionados a las clases sociales. Expone la psicología como una herramienta que supone los
instintos y la sensibilidad ante los fenómenos sociales, exponiéndolos al fin político de la
investigación.
La historia y los movimientos tiene un carácter dinámico, de manera que los diversos movimientos
dan cuenta de la diversificación existente en las estructuras primarias de la sociedad, como los roles
y las instituciones sociales. Simmel plantea que la violencia nace de la falta de consciente hacia la
subjetividad. Las clases sociales componen parte del sistema existente en las sociedades, incluso,
las sociedades fueron originadas tras estas relaciones.
La integración a las clases sociales, y la consciencia de esta son cuestiones relacionadas con la
acumulación de capital, de forma que la necesidad económica puede perturbar dicha consciencia y,
por ende, la interpretación de rivalidad entre clases.
El autor relaciona el principio del capítulo con lo explicado acerca de las clases, refiriéndose a la risa
como un mecanismo similar al explicado en las teorías de clases, de manera que lo particular es
condenado, por la misma presión que expone la particularidad en los sujetos.
El autor interpreta la historia como la “historia de la lucha de clases”, de manera que esta lucha
entre distintos contextos económicos se ha repetido desde que existe la jerarquía, representando a
la sociedad como un organismo.
UNIVERSIDAD DE CONCEPCIÓN YORDAN JARA
Las clases sociales se ven “petrificadas”, de manera que el sistema se encarga de que estas se
mantengan en el tiempo y no cambien. Estas clases son polarizadas, y este proceso mantiene dicha
reproducción. El concepto de clase debe modificarse y fijarse. Mantiene sus orígenes en la burguesía
y esta por su parte, mantiene sus estamentos en la producción. El autor expone la no unidad de las
clases y la particular unidad que presenta la burguesía por sobre la clase oprimida.
En los proletarios, la miseria se vuelve motor de cohesión para la clase, estos actualmente no
mantienen dicha precariedad. La precariedad es dependiente del capital que circule, esta puede
manifestarse como un artilugio de los monopolios y es entendido como depauperización.
Críticas.
Ante la perspectiva del autor en relación a la influencia de la psicología en el área del estudio de las
clases sociales, es necesario entender que las instituciones conformadas y tal como se plantea,
“dinámicas”, son desenvueltas bajo el margen de una “idea”, y estas a su vez son conformadas por
las relaciones sociales de clase en cada contexto. La relación entre los postulados de una
manifestación social en contra de la clase opresora y la psicología en las relaciones lingüísticas (como
juicios de valores, por ejemplo). Pueden ser de utilidad al momento de entender la raíz de los
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procesos sociológicos de clase. Ya que tal como plantea el texto, la consciencia de clase, es una
institución social mediada por los intereses de las clases dominantes por sobre la oprimida. Esta
falta de similitud puede verse apaciguada por dicho juego valórico en el lenguaje, el cuál es producto
de la cognición social a nivel micro, pero capaz de construir realidad a nivel macro, como puede ser
un movimiento social.
El liceo Bicentenario A-59 en Los Ángeles, durante el 2014 disputó acerca de permitir la inscripción
a 7° Básico, a un porcentaje de alumnos caracterizados por su escasez de recursos. El método de
selección de alumnos anteriormente destacaba por el intelectualismo y la evaluación de
conocimientos, sin embargo, dicha reforma, esperaba influenciar en sectores bajos a través de la
educación.
Los alumnos del liceo al hacerse saber de dicho método de inscripción, comenzó su manifestación
en contra del establecimiento, manifestando el “orgullo liceano” en contra del plan hacia los
sectores bajos. Estas manifestaciones fueron desde tomas del establecimiento, hasta marchas en
contra de la reforma.